Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Si bien la filosofía, desde sus inicios, se ha preguntado por el “Por qué” de todas las cosas y
por el Origen de éstas, ha sido siempre con el propósito de la Verdad 1, es decir, con el
propósito de la búsqueda de la Verdad; una Verdad que dé respuesta a todos los interrogantes
que surgen en el trasegar del hombre por la infinitud de su realidad y de lo que está más allá
de ésta. Sin embargo, dicha empresa no ha obtenido los resultados esperados, ya que la
noción de Verdad, surgida como una categoría absoluta y universal, se ha ido relativizando en
el transcurso de la historia; llegando hasta el punto de dudarse de la existencia de la Verdad
misma.
No obstante, este propósito ha llegado hasta nuestros días y se ha hecho cada vez más
profundo el deseo de conocer o de acceder a la Verdad. Aun así, no se tiene del todo claro
¿qué es la Verdad? o ¿qué significa que algo sea verdadero? o si podemos acceder a ella o,
por lo contrario, si está oculta a nuestro entendimiento; ni siquiera tenemos claro si existe una
“Verdad” o múltiples verdades, o si tiene que ver con lo real o es una construcción humana
que varía según el acontecer del hombre. Preguntas que inquietan nuestra percepción sobre la
verdad y que nos direcciona hacia la búsqueda de respuestas que clarifiquen o, por lo menos,
que nos den luces sobre la pregunta por la verdad.
1
Me refiero a la “Verdad” con mayúscula con el propósito de presentar la concepción absolutista y
universalista de ésta, es decir, la pretensión de Verdad absoluta y universal de las cosas. Sin embargo, al
avanzar en nuestra investigación se presentará con minúscula, haciendo referencia a una verdad contingente y
variable.
1
Así pues, podemos ver que la búsqueda de la verdad o la pretensión de la misma han estado
presente en la filosofía desde su nacimiento y sigue presente en nuestros días, siempre
actualizándose con nuevas posturas y nuevos matices que problematizan el acceso a “ella” o a
ellas, si es que existe la verdad. De esta manera, el acceso a la verdad se convierte en un tema
filosófico fundamental que sirve de común denominador en la itinerancia filosófica. Sin
embargo, dicha búsqueda no es exclusivamente filosófica, sino que está presente en todo el
acontecer humano y en disciplinas como: la religión, la política, las ciencias jurídicas, etc.,
disciplinas que hacen suya la búsqueda y el acceso a la Verdad siempre con matices propios y
con propósitos, ciertamente, “universalistas”2.
Por tal motivo, se presenta necesario plantear un panorama general 3 sobre la búsqueda de la
Verdad en las distintas disciplinas científicas y no científicas, las cuales tienen una pretensión
de verdad universalista o la postulan como una realidad absoluta e inmóvil, como es el caso
de la veracidad en las ciencias y Dios en la religión, por decir algunas. Todo con la intención
de aterrizar en lo presupuestado para el presente capítulo, a decir: la verdad en la filosofía
hermenéutica contemporánea; principalmente en la teoría de F. Nietzsche, J. Grondin y G.
Vattimo y problematizar la pregunta por la verdad desde los postulados gadamerianos, en
decir, en pocas palabras, postular que sí existe un tipo de verdad.
2
Como refería anteriormente, se ha pretendido una Verdad omniabarcante que traspase los límites del tiempo
y de la realidad, es decir, una Verdad absoluta que ejerza dominio –no entendida nietzscheanamente- en
cualquier contexto o situación presente o venidera.
3
Este panorama general sólo será para evidenciar algunas de las concepciones que se tienen de la verdad y
que han sido de gran relevancia para el acontecer humano. Es en relación a estas concepciones que la filosofía
contemporánea hace frente y quiere renunciar, sin olvidar los conflictos internos que se han tejido sobre el
tema y que serán de gran importancia para la presente investigación.
2
1.1. Consideraciones básicas sobre la verdad en el positivismo y en la religión.
Ahora bien, para efectos de la presente investigación, evidenciaré dos nociones de Verdad
que difieren entre sí, por un lado, la religiosa que hace de la Verdad una realidad absoluta e
indiscutible y, por otro lado, la científica que postula una Verdad que pueda ser verificada y
contrastada con la realidad misma a través de un método y que pretende ser aceptada
universalmente como válida.
La primera noción postula una Verdad necesaria, única, trascendental, ahistórica e inmutable;
proponiendo así una entidad superior que dé validez a la realidad concreta, en otras palabras,
un Ser llamado Dios que es presentado como la Verdad absoluta de toda la realidad existente.
En este sentido, la Verdad se postula como un “Ser” trascendente que da la vida y la
existencia a todo cuanto hay en la realidad y fuera de ella. Esta Verdad traspasa el
entendimiento humano, pues no puede ser conocida de manera tangible, sino que se conoce a
partir de la experiencia interior de la persona que cree ciegamente en Dios como principio y
fin de todo cuanto existe y existirá.
Así las cosas, nos enfrentamos a una Verdad que se escapa del entendimiento humano; una
Verdad que sólo tiene sentido para el pueblo creyente que camina de la mano de una entidad
trascendente llamada Dios, pero que no tiene sentido alguno para otras formas de captación
de la realidad, es decir, una Verdad absoluta para unos e incierta o sin sentido para otros; una
Verdad misteriosa, oculta, densa, colosal, enigmática, etc., pero con un sentido que penetra en
el corazón de aquellas personas que creen ciegamente en un Dios lleno de significado y de
amor para con ellos. Verdad o no, se ha convertido en una realidad capaz de justificarse a sí
misma como la única y verdadera realidad.
3
Dios se convierte en un ser necesario y poseedor de la Verdad absoluta; Verdad que se podrá
alcanzar después de esta realidad en la que vivimos, es decir, en el encuentro definitivo con
Dios se podrá conocer eso que se ha sido anhelado por todos los hombres: la Verdad. En
coherencia con lo anterior, se podría decir:
Para nuestro propósito, esta manera de entender la verdad no nos dice mucho, pues no
podemos postular la divinidad como la estructurante de relaciones basadas en los temas,
netamente, jurídicos y procesales. Por tal motivo, no apartamos de esta forma de entender la
realidad existente y todo cuanto connota las creaciones sociales, políticas y jurídicas, pues
creemos que éstas nacen a partir de la confrontación con los casos reales y cotidianos de la
vida, y no a partir de designios divinos o trascendentales.
Por otro lado, una corriente filosófica de gran trascendencia como el Positivismo comtiano
cuyos planteamientos difieren de los religiosos, pues hacen énfasis en los hechos reales y
plantea la Verdad como el resultado del método científico, en otras palabras, la Verdad como
resultado de una experimentación, comprobación y validación de los hechos concretos;
4
enfatizando en que el conocimiento positivo debe provenir de la observación y de la
experimentación. Por tal motivo, el positivismo comtiano se convierte en la carta de
presentación de la ciencia, es decir, de una doctrina que busca legitimar la Verdad a partir de
un método científico; método que dé validez con pruebas irrefutables al conocimiento
adquirido; afirmando los hechos4 como una realidad científica que puede ser experimentada y
de la cual se puede hacer inducción, convirtiéndose éstos últimos en los métodos exclusivos
de la ciencia.
Ahora bien, el Positivismo da primacías a las ciencias como modelo legítimo del
conocimiento y de la verdad, rechazando categóricamente otros tipos de conocimiento que no
dan validez de su verdad. A su vez, se rebate el conocimiento metafísico o cualquier
conocimiento a priori que pretenda una intuición directa de lo inteligible, asegurando que no
existe un conocimiento más allá que los hechos mismos; hechos que en su relación y en su
experimentación darán como resultado un conocimiento real del mundo.
Esta doctrina, al fundarse en los hechos como la única realidad científica, propone que lo
único real existente es lo que puede ser experimentado, medido y catalogado a través de un
método científico que pone a prueba cualquier afirmación. Así, las ciencias positivas se
posicionan como las posibilitadores del conocimiento “Verdadero”; un conocimiento que ha
sido puesto a prueba hasta consolidarlo como el “único” y “verdadero”, que satisfacen ciertos
rasgos fundamentales como la objetividad, la neutralidad o la demostración.
4
Hecho se entiende como todo aquello que está dado en la realidad, es decir, lo que se nos presente a
nuestros sentidos.
5
A diferencia de la concepción religiosa de la verdad, la positiva pone énfasis en lo real, es
decir, en los hechos concretos de la realidad, quienes dan la posibilidad de acceder a la
Verdad; una Verdad que puede ser experimentada y comprobada en la realidad y no una
Verdad más allá de lo que se pueda comprobar científicamente.
Una crítica a esta postura puede formularse del siguiente modo: si bien es cierto que la
ciencia postula verdades que pueden ser comprobadas, verificadas y validadas por un método
especifico, no quiere decir que sea la única forma de acceder a la verdad, pues existen otros
campos del conocimiento donde el método científico no puede dar razón su verdad. Por tal
motivo, se buscan otros modos de acceder a la verdad, ya no a una absoluta sino una que
corresponda, se adecue, que tenga coherencia o que sea útil para a la realidad que se está
tratando.
Además, los postulados científicos o la Verdad científica pueden ser rebatido por un
conocimiento nuevo sobre el tema, por lo cual, la Verdad que teníamos como “real”
terminará siendo puesta en duda; relativizándose y sometiéndose a cambios estructurales en
el conocimiento de la misma. En este sentido, no se puede llegar a conocer la Verdad como
un elemento absoluto, pues es imposible, creo, reconocer que lo que conocemos es la Verdad.
En este sentido, los planteamientos del Positivismo han sido superados por corrientes
filosóficas que dan primacía a otras formas de conocimiento; proponiendo así, una seria
crítica a los paradigmas del conocimiento científico, que han constituido en un saber con
pretensión de verdad hegemónica y ha relegado al resto de saberes, de tal manera que ni el
arte ni la religión serian saberes válidos.
Hasta aquí podemos ver, de manera muy sucinta, dos concepciones de la Verdad que difieren
entre sí, pero que siguen creyendo en una Verdad que está a la base de la existencia de la
realidad misma, ya sea inmanente o trascendente; Verdad que puede ser comprobar o
experimentar a través de sus propios métodos 5. Sin embargo, con la aparición de los estudios
nietzscheanos se rebate la idea de la existencia de la Verdad, de tal manera que ya no se
5
En el caso de la ciencia, el método científico y en el caso de la religión, más que un método, una relación
interna entre la persona y la divinidad, es decir, un encuentro personal entre el creyente y Dios.
6
entiende como algo absoluto e inmóvil sino como el resultado de la intuición de lo real, de la
captación directa de la realidad, en otras palabras, no existe una verdad inmutable, inmóvil,
absoluta y ni siquiera única, pues el mismo cambio de lo real no está exento de
contradicciones. Lo que se concibe como verdad puede ser aquello que es entendido como un
invento plenamente humano, pues éste disponen de autoconciencia y de un aparato que es el
lenguaje humano que construye discursos, da significado y forma conceptos.
En consecuencia de esto, no se puede pensar en una verdad, pues ésta no existe, lo que existe
es un entramado de ilusiones, mentiras, falsedades, ensueños, donde los hombres en su
relación con las cosas del mundo, en palabras de Nietzsche,
En pocas palabras, lo que entendemos como verdad es una mentira, una ilusión o un ensueño
que han sido propuesto como verdad y que es resultado de la relación activa entre los
hombres, quienes “se han inventado una designación de las cosas uniformemente válida y
obligatoria” (Nietzsche. 2008. Pág. 20) que en su utilización se ha convertido en algo llamado
“verdad”. No obstante, estas convenciones y conceptualizaciones de las cosas ha hecho que
los hombres olvidando y ocultando el nacimiento de lo que llaman Verdad, de tal manera
que “solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está
en la posición de la verdad” (Nietzsche. 2008. Pág. 21).
7
resultado de convenciones humanas, es decir, nace a partir de los acuerdos entre personas
sobre un tema en particular y se categoriza ésta como una realidad aceptada por todas las
partes.
Así pues, cuando encaramos la cuestión de la verdad en Nietzsche, es casi obligado partir del
texto ya mencionado: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, donde el autor nos da a
entender ¿qué es la verdad?, diciendo que es:
Aquí se sigue objetando la existencia de una verdad increada, absoluta e inmóvil que dé
validez a todo lo real, afirmando que lo que existe es un supuesto de verdad que ha olvidado
lo que en realidad es: una multitud de metáforas, metonimias y antropomorfismos creadas por
el mismo hombre para designar conceptos a las cosas y poderlas llamar de algún modo que
sea entendida y captadas por las personas, todo con el propósito, creo, de establecer
relaciones lingüísticas entre pueblos y sociedades.
8
fondo, la metamorfosis del mundo en los hombres; aspira a una comprensión del mundo
en tanto que cosa humanizada y consigue, en el mejor de los casos, el sentimiento de una
asimilación. (Nietzsche. 2008. Pág. 28)
Frente a todo esto, resulta importante tratar de responder a un interrogante que surge de los
planteamientos de Nietzsche: ¿Cuál es la verdad que puede captar el ser humano?, siempre
teniendo presente que la verdad es una ficción inventada por éste para entender
limitadamente lo que vive. Ahora bien, en respuesta al interrogante, lo primero que constata
el autor es que es ser humano es una realidad física-corporal que, como tal, tiene una aparato
perceptivo que se limita a unos sentidos que captan parcialmente muy poca información del
mundo físico y, a partir de esta percepción de la realidad, “se limita a designar las relaciones
de las cosas con respecto a los hombres y para expresarlas recurre a las metáforas más
atrevidas”. (Nietzsche. 2008. Pág. 22), en este sentido, lo que capta el ser humano no es la
verdad de las cosas, sino lo que se puede decir de estas, en otras palabras, lo que capta es una
interpretación o un consenso interpretativo que en su utilización se ha convertido en una
“verdad” aceptada como tal, pero sin fundamentos que la posicionen como una verdad real,
pues ésta no existe para el autor de así habló zaratustra.
Hay que señalar, por último, que las palabras y las sintaxis –con las cuales que se
conceptualizan las cosas- son diferentes en cada lengua y por tanto la forma como se ordena
lo que se entiende como verdad también es relativa. Así mismo, el conocimiento humano y
por tanto las palabras, los conceptos, las percepciones con las que se basan, son una muy
limitada instrumentalización que hacemos los humanos para movernos en el mundo. Por
tanto estas pretensiones de verdad son absolutamente delirantes, porque la verdad en
definitiva es lo que cada sociedad constituye como tal.