LA ESCUELA EN 1870____________________________________________________
de ser seguramente difundido por el Algunas veces se obligaba a los niños a ir en
catecismo de ese viejo jesuita, misionero del formación a alguna iglesia de barrio para oír papismo y de la reyedad española, cuyo la misa; para saborear el sermón; o lo que bello ideal era la imbecilidad de los pueblos. era mayor todavía, a confesarse con algún fraile bilioso y severo. Confesarse ellos que a Volvamos a nuestros niños: Aprendan la los ocho o diez anos apenas tenían oscuras doctrina de Ripalda con tedio, con nociones del mal moral! Muy pronto, desesperación, sufriendo horribles castigos a abandonados al interrogatorio indiscreto, y a cada página del repugnante catecismo. la autoridad absoluta del coco del Primero aprendían las oraciones, después las confesionario, iban adivinando lo que la declaraciones, que son disertaciones prudencia paternal o el candor de una madre pequeñas y áridas en preguntas y respues- cariñosa habrían, creído conveniente tas, y muy propias para hacer concebir un ocultarles, y su conciencia inocente ya medio horror profundo a los ejercicios de la memo- achacosa por las doctrinas de Ripalda y por ria. Cuando un niño sabia el catecismo de los castigos, acababa por enfermarse cuerito a cuerito, como se decía entonces, era tenido en la escuela por un chico de Tal era la instrucción primaria que se daba a provecho, y en su casa por un Séneca; los niños antiguamente y entiéndase que aunque no hiciese, como en efecto no hacia estoy hablando de lo que pasaba hace mas que repetir, como papagayo y con una menos de treinta años, aquí en México, canturria detestable, las susodichas según me lo han referido todos mis amigos disertaciones. de colegio, y según lo se por boca de testigos fehacientes, entonces como ahora, Y digo canturria, porque tanto para leer, muy empeñados en la reforma de la como para recitar, los maestros enseñaban instrucción popular. Y hay sujetos mis una especie de canto llano que es muy jóvenes que yo que han presenciado conocido, y que hoy nos hace reír cuando lo escenas semejantes aun después de ese oímos en el teatro; pero que nos fastidio tiempo, de manera que puede asegurarse soberanamente cuando tuvimos que que hace todavía veinte años la escuela era repetirlo en la escuela. como acabo de describirla, con muy poca Los sábados eran días espantosos, y en los diferencia. La escuela a principios de este cuales los niños preferían enfermarse a siglo, la anterior a la independencia, era concurrir a la escuela, porque entonces se peor mil veces y el que quiera conocerla les obligaba a hacer el repaso o recordación puede ocurrir a los escritores de aquella de todo lo que habían aprendido del época, particularmente al Pensador catecismo de Ripalda, lo cual era un suplicio, mexicano, a ese iniciador atrevido a quien pues los maestros contaban los puntos o anatematizaron el clero. y la tiranía, precisa- faltas de memoria, y castigaban cruelmente mente por haber revelado al pueblo, los tan horrendo delito con la consabida zurra inmensos males que traía consigo el absurdo de palmetazos o de azotes. régimen colonial. Fernández de Lizardi ha