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LECCIÓN 14: LAS PARTES PROCESALES.

1. LAS PARTES PROCESALES EN EL PROCESO CIVIL.

El proceso es una actividad de tres sujetos: el juez y las partes. Del mismo modo que no puede concebirse un
proceso sin juez, tampoco puede concebirse sin que existan partes procesales.

Las partes procesales son quienes en tal condición figuren en el proceso, con independencia de los sujetos que
puedan integrar la relación jurídica material controvertida.

En el proceso existen siempre dos posiciones de parte: la activa y la pasiva. Por lo que se refiere a la parte activa,
aquel que pretende obtener la tutela judicial. Por lo que se refiere a la pasiva, sería frente a quien esa tutela se
solicita.

En el proceso civil, esas dos posiciones, la del actor y la del demandado, han de quedar fijadas desde el primer
momento del proceso, es decir, desde el escrito de demanda.

Esa primera determinación no impide que se den fenómenos que se pueden producir a lo largo de la tramitación
del proceso, como es el caso de la intervención de terceros o de cambio de partes o de sucesión, que van a permitir la
entrada de sujetos en el curso del proceso ocupando la posición de parte sin haber presentado la demanda y sin haber
figurado en ella como demandante.

Los sujetos que ocupan en la demanda las dos posiciones, se denominan, en el proceso civil, demandante o actor y
demandado, pero, a medida que se desarrolla el proceso, pueden recibir distintas denominaciones según la posición
procesal que vayan ocupando.

Así, y con independencia de su respectiva condición inicial, en fase de recurso se denomina recurrente a quien
impugna la resolución judicial, y recurrido al contrario. También se habla de ejecutante, cuando nos referimos a la
parte que obtuvo una resolución favorable e insta judicialmente la realización forzosa de lo ordenado, y ejecutado a
la parte frente a quien las actividades de ejecución se han de realizar.

Se establecen cuatro requisitos para ocupar la posición de parte en el proceso:

A. Capacidad para ser parte.

El primero de los requisitos exigibles para ocupar la posición de parte en el proceso es la capacidad para ser parte.
Se trata de la actitud para ser titular de derechos y obligaciones que aparezcan a lo largo de la tramitación, es decir,
actitud para ser sujeto de un proceso, pidiendo la tutela judicial o apareciendo como la parte activa y siendo, por
tanto, la persona frente a quien dicha tutela se solicita (art. 6 LEC).

La capacidad para ser parte es equivalente o correlativa a la capacidad jurídica del Derecho privado. De tal manera
que, todo aquel a quien el ordenamiento le reconoce o le otorga personalidad jurídica, es decir, capacidad para ser
titular de derechos y obligaciones, tiene capacidad para ser parte en un proceso.

Es lógico que así sea, porque no tendría sentido reconocer derechos y obligaciones si estuviera vedado, a ese
sujeto, la posibilidad de acudir al único mecanismo que existe para protegerlos, que es el proceso.

Así pues, todas las personas, físicas y jurídicas, tienen capacidad para ser parte en un proceso, puesto que a todas
se les reconoce personalidad jurídica, pero, además, junto a éstos, existen otros sujetos, otros entes, que, aunque
carecen de personalidad jurídica para el Derecho material, sí que tienen capacidad para ser parte en determinados
procesos, en algunos supuestos tanto como demandantes como demandados, en otros solo como demandados.

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a. Personas físicas.

Todas las personas físicas, tanto ciudadanos españoles como extranjeros, tienen capacidad para ser parte desde el
momento de su nacimiento (art. 6.1.1º LEC y arts. 9 y 30 Cc.). Por tanto, no hay ningún problema por lo que se
refiere a las personas físicas, tienen capacidad para ser parte por el mero hecho del nacimiento.

Dentro de éstas, tienen capacidad para ser parte los nasciturii para el ejercicio o protección de los eventuales
derechos que les corresponderían si llegaran a nacer (art. 6.1.2º LEC). Esto es así porque, según el art. 29 Cc., a los
nasciturii se les tiene por nacidos para todos los efectos que les sean favorables, siempre que nazcan con vida una
vez producido el entero desprendimiento del seno materno (art. 30 Cc.).

El fallecimiento extingue la personalidad de la persona física (art. 32 Cc.) y marca, del mismo modo, el momento
final de la capacidad para ser parte.

b. Personas jurídicas.

El ordenamiento jurídico otorga personalidad a determinados entes que se constituyen con varias personas físicas y
adquieren vida propia y separada de quienes la integran, funcionando como titulares de derechos y obligaciones
propias.

Tienen personalidad jurídica y, por lo tanto, capacidad para ser parte, desde el preciso instante en que quedan
válidamente constituidas (art. 6.1.3º LEC).

c. Entes sin personalidad jurídica.

Hemos dicho que en el tráfico jurídico existen o actúan una variedad de entes, en el ámbito del Derecho privado,
que crean, modifican o extinguen relaciones jurídicas, en nombre propio, pero careciendo de personalidad jurídica.

Ante el planteamiento de otorgar o no capacidad para ser parte a esos entes, una solución sería coincidiendo con la
que ofrece el Derecho material, atribuir responsabilidad y capacidad para ser parte a las personas que integran esos
sujetos o solamente a los gestores, es decir, a los promotores, pero esa solución, sin duda, sería insatisfactoria por las
complicaciones que acarrearía a los terceros de buena fe que con ellas se relacionaran.

Por ello, la LEC, y para evitar precisamente que el requisito de personalidad, o más bien de falta de personalidad,
pueda servir de cobertura para el fraude, lo que hace es permitir la entrada en el proceso de esos entes
reconociéndoles capacidad para ser parte, en algunos casos solo como demandados y, en otros supuestos, tanto para
ser demandados como demandantes.

Existen varios supuestos:

1º. Patrimonios autónomos.

Partiendo de la base de que no existen bienes sin que haya un titular de los mismos, se dan situaciones interinas
respecto de conjuntos de bienes en los que, o bien ha cesado la titularidad originaria y no se ha producido aún su
adquisición concreta (caso de la herencia yacente), o bien existe una pérdida por su titular de la facultad de
disposición (caso de la masa activa del concurso).

En estos casos, la LEC, en el art. 6.1.4º, otorga al patrimonio autónomo la capacidad para ser parte.

2º. Entidades sin personalidad jurídica a las que una ley reconoce capacidad para ser parte (art. 6.1.5º LEC).

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Entre estas se incluyen las comunidades de propietarios constituidas al amparo de la Ley 49/1960, de 21 de julio,
de propiedad horizontal. Estas comunidades carecen de personalidad jurídica, pero, sin embargo, al citada Ley alude
a ciertas actuaciones procesales del Presidente (el Presidente representará en juicio y fuera de él a la comunidad; el
Presidente podrá exigir vía judicial el pago de los gastos de la comunidad). En definitiva, la ley está reconociendo
capacidad para ser parte a estas comunidades de propietarios.

3º. Sociedades irregulares.

Las sociedades irregulares son aquellas que carecen de personalidad jurídica, precisamente, por no haber cumplido
las formalidades exigidas en el ordenamiento para su válida constitución.

Estas sociedades irregulares actúan, sin duda, en el tráfico jurídico y resulta preciso proteger a quienes con ella se
relacionan ante la eventualidad de un conflicto, estando claro que lo que es inexigible a quien se relaciona con ellas
es realizar, antes de ello, una comprobación exhaustiva de la personalidad de estos sujetos o de cualquier otro con
quien se relacionaran.

Por ello, para proteger a quienes han negociado con sujetos que, a la postre, carecen de personalidad, la LEC
atribuye a estas sociedad irregulares capacidad para ser parte, pero solo como demandadas, no pueden demandar
(art. 6.2 LEC).

Con esta norma se impide, por tanto, que estas sociedades irregulares puedan ampararse en su falta de
personalidad jurídica para eludir el cumplimiento de sus obligaciones, ya que, si no fuera por esta norma, sus
acreedores verían su demanda rechazada por falta de capacidad para ser parte del demandado al no tener
personalidad jurídica y tendrían que averiguar y demandar en juicio a todos los socios de esa sociedad irregular o a
los administradores de la misma, cuyas circunstancias personales normalmente desconocerán.

En todo caso, este reconocimiento de la capacidad para ser parte de las sociedades irregulares no exime de
responsabilidad a los gestores, promotores o partícipes de la misma.

4º. Uniones sin personalidad.

Las uniones sin personalidad están constituidas por un conjunto de personas que, generalmente con un horizonte
temporal concreto, persiguen una finalidad común, para lo cual suelen aportar e intentan obtener determinadas
sumas de dinero.

El fin de estas uniones sin personalidad puede ser cualquiera imaginable y lícito, desde la organización de un viaje
de fin de carrera o la organización de un congreso científico hasta el montaje de una caseta de feria.

Estas uniones sin personalidad están llamadas a actuar en el tráfico jurídico en cuanto a tales. Así, contratan un
viaje, con un operador turístico, alquilan un local para celebrar el congreso, contratan la actuación de un cantante,
etc. Es decir, estas uniones van a crear, en su propio nombre, relaciones jurídicas, tanto con terceros como respecto
de las personas que la constituyen, que eventualmente pueden ser generadoras de conflictos.

La LEC dispensa el mismo tratamiento a estas uniones sin personalidad que a las sociedades irregulares,
amparando a quienes han negociado con ellas y otorgándoles, por tanto, capacidad para ser parte demandada en el
art. 6.2 LEC.

5º. Grupos de consumidores y usuarios afectados por un hecho dañoso siempre que los individuos que lo
compongan estén determinados o sean determinables. El art. 6.1.7º LEC les atribuye capacidad para ser parte.

Tratamiento procesal.

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¿Quién y cómo puede cuestionarse su falta en el proceso?

La capacidad para ser parte representa el primero de los presupuestos procesales relativos a las partes, que son
exigibles para la validez del proceso, por lo que la falta de capacidad para ser parte vicia de nulidad los actos del
sujeto que careciera de ella.

La capacidad para ser parte se ha de tener al inicio del proceso y durante todo él, aunque la ausencia sobrevenida
de capacidad no provoca, por regla general, la terminación del proceso, ya que si fallece la persona física entran en
juego los mecanismos de la sucesión procesal, y si se extingue la persona jurídica se mantiene como entidad en
liquidación hasta poner fin a sus responsabilidades o resulta absorbida por otra en caso de fusión.

La falta de capacidad para ser parte, puede ser apreciada de oficio por el juez en cualquier momento del proceso
(art. 9 LEC). Además de ese examen de oficio, puede ser denunciada por el demandado en la contestación a la
demanda.

En todos los supuestos, la estimación de la falta de capacidad para ser parte impide una sentencia sobre el fondo.
De estimarse la falta de capacidad para ser parte, ya sea de oficio o a instancia de parte, el juez debe dictar un auto
poniendo fin al proceso.

Por su propia naturaleza, la falta de capacidad para ser parte no es subsanable, o se tiene capacidad o se carece de
ella, pero no resulta posible su adquisición durante el desarrollo del proceso.

B. Capacidad procesal.

La capacidad procesal hace referencia o es el equivalente a la capacidad de obrar del Derecho privado.

Para actuar válidamente en un proceso, se requiere, junto a la capacidad para ser parte, lo que se denomina
capacidad procesal. Se trata de la actitud para comparecer en juicio que la LEC establece positivamente en el art. 7
cuando dice que sólo podrán hacerlo (comparecer válidamente en un proceso) quienes estén en el pleno ejercicio de
sus derechos civiles y, negativamente, cuando previene que los incapaces habrán de comparecer mediante la
representación o con la asistencia, autorización, habilitación o defensa exigidos por la Ley.

La capacidad procesal es correlativa a la capacidad de obrar del Derecho privado.

Vamos a distinguir, para analizar la capacidad personal, entre personas físicas, personas jurídicas y entes sin
personalidad jurídica.

a. Personas físicas.

El art. 7.1 LEC contiene una regla general relativa a la capacidad procesal, atribuyéndola a quienes estén en el
pleno ejercicio de sus derechos civiles. Nos remite, por tanto, este 7.1 LEC, al ordenamiento civil para determinar
quiénes tienen capacidad para actuar en el proceso civil, es decir, quiénes pueden comparecer en juicio por sí solos.

Así, en el pleno ejercicio de sus derechos civiles se encuentran, según el art. 315 Cc., los que hayan alcanzado la
mayoría de edad, que tiene lugar a los 18 años. Por tanto, los mayores de edad tienen capacidad procesal al estar en
el pleno ejercicio de sus derechos civiles.

Además, y aun no siendo personas en plenitud de sus derechos civiles, el Cc. atribuye también capacidad para
comparecer en juicio por sí mismos, en el art. 323, a los menores emancipados. Contrario sensu, carecen de
capacidad procesal los menores no emancipados, los incapacitados y, en ciertos casos, los pródigos, en cuanto no se
hallan en el pleno ejercicio de sus derechos civiles.

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En todos estos casos, esa falta de capacidad procesal se integra por medio de la representación, necesitarán un
representante.

En cuanto a los menores de edad no emancipados, serán representados por los padres cuando ejerzan la patria
potestad.

Lo mismo sucede en los supuestos de patria potestad prorrogada en los supuestos de hijos incapacitados.

Si hubiera desacuerdo entre la madre y el padre, el juez atribuirá la facultad de decidir al padre o a la madre. Si
existiera conflicto de intereses entre los padres y el hijo, se nombrará al hijo un defensor judicial.

En los casos en los que se hubiera extinguido la patria potestad de los menores, quedarán sujetos a tutela y será
el tutor su representante, pero precisará autorización judicial para entablar demandas en nombre de los sujetos a
tutela, salvo en los casos urgentes o de escasa cuantía.

Los mayores de edad que hubieran sido incapacitados por sentencia judicial estarán sometidos al régimen de
tutela o guarda que la resolución determine, con la extensión y límites que en ella se fijen.

Cuando el incapacitado esté sujeto a tutela, el tutor será su representante y, del mismo modo que en el caso de
menores sujetos a tutela, necesitará autorización judicial para entablar demanda en nombre del tutelado.

Los mayores de edad que hubieran sido judicialmente declarados pródigos, estarán sujetos a curatela, debiendo
determinar la sentencia los actos que el pródigo no puede realizar sin el consentimiento del curador o de la persona
que debe asistirle y, entre ellos, pueden encontrarse los actos procesales total o parcialmente.

Los nasciturii podrán comparecer en juicio por medio de las personas que, legalmente los representarían si ya
hubieran nacido (art. 7.3 LEC).

b. Personas jurídicas.

Las personas jurídicas, debido a la falta de soporte físico para actuar, han de comparecer en juicio por medio de las
personas que legalmente las representan (art. 7.4 LEC). Es la denominada representación necesaria o representación
orgánica.

Los órganos que ostentan la representación de las personas jurídicas y que deben, por tanto, actuar materialmente,
vienen determinadas en las normas que regulan esas personas jurídicas, ya sean personas jurídicas públicas o
personas jurídicas privadas.

c. Entes sin personalidad jurídica.

Para la actuación en juicio de los entes sin personalidad jurídica a los que se les otorga capacidad para ser parte,
será preciso determinar la persona u órgano que debe comparecer en juicio por ellas.

La LEC distingue también, respecto de la capacidad procesal, los supuestos vistos al tratar la capacidad para ser
parte. Así, dice que: por los patrimonios autónomos, comparecerán en juicio quienes legalmente los administren
(art. 7.5 LEC); por las entidades sin personalidad jurídica a las que una ley atribuya capacidad para ser parte,
comparecerán en juicio las personas a quienes esa ley atribuya representación (art. 7.6 LEC) y, así, en el caso de las
comunidades de propietarios de la ley de propiedad horizontal, esa persona será el presidente de la comunidad; por
las sociedades irregulares y las uniones sin personalidad, comparecerán en juicio las personas que de hecho o en
virtud de pactos de la entidad actúen en su nombre en el tráfico (art. 7.7 LEC); por los grupos de consumidores y

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usuarios afectados, comparecerán en juicio las personas que de hecho o en virtud de pactos de la entidad actúen en
su nombre en el tráfico (art. 7.7 LEC).

Tratamiento procesal.

La capacidad procesal constituye también un presupuesto para la validez del proceso. De ahí que su falta en alguna
de las partes vicie de nulidad los actos de quien careciera de ella.

En todos los supuestos, la estimación de la falta de capacidad procesal impide una sentencia sobre el fondo.

La capacidad procesal se ha de tener al inicio del proceso y durante todo él. Sin embargo, la ausencia sobrevenida
de la capacidad o las variaciones en ella no provocan, por regla general, la terminación del proceso, sino que exige
realizar cambios en las personas físicas que actúan en el proceso.

Así, si se declara la incapacidad de la persona física, entran en juego los mecanismos legales de representación
para suplir su parte o, si la parte, ya sea menor de edad o incapacitado, alcanza la mayoría de edad o se le reintegra
judicialmente en su capacidad, deberá comparecer por sí mismo, desapareciendo del proceso quien hasta ese
momento le representaba.

Igual que para la capacidad para ser parte, la falta de capacidad procesal puede ser apreciada de oficio por el juez
en cualquier momento del proceso (art. 9 LEC) y, además, esa falta puede ser denunciada por el demandado en la
contestación a la demanda.

C. Postulación.

La posibilidad de actuar en un proceso como parte se condiciona al cumplimiento de un presupuesto más, además
de la capacidad para ser parte y de la capacidad procesal. Este presupuesto o requisito es la capacidad de
postulación. Es un requisito de actitud específico, relacionado con el carácter técnico del proceso y que exige la
intervención de dos profesionales: uno que asiste a la parte procesal (abogado) y otro que le representa
(procurador).

El requisito de postulación procesal ha sido elevado a la categoría de presupuesto procesal, exigiéndose en la


mayoría de los procesos, aunque el legislador ha establecido determinados supuestos en los que esa intervención de
abogado y de procurador no va a ser preceptiva.

La designación de abogado y de procurador es, en principio, libre por el litigante en el sentido de que designa al
abogado y procurador que estime oportuno. Ahora bien, se podrá solicitar la designación de abogado y de
procurador de oficio, que los nombran los colegios, en dos supuestos: cuando la parte tenga reconocido el derecho
de asistencia jurídica gratuita y cuando la parte así lo solicite, siempre y cuando se comprometa a pagar los
honorarios y derechos de estos profesionales (art. 33.2 LEC).

Representación técnica a través de procurador.

El art. 23 LEC determina que la comparecencia en juicio se realizará a través de procurador. En parecidos
términos se pronuncia el art. 543 LOPJ.

La relación contractual existente entre el procurador y su cliente es la de un mandato representativo, lo que


significa que tiene características del mandato, en el sentido de que gestiona asuntos ajenos, y de la
representación, en cuanto faculta para obrar en nombre del poderdante.

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La profesión de procurador viene regulada, fundamentalmente en el Reglamento del Estatuto General de los
Procuradores de España, aprobado por RD 1281/2002 de 5 de diciembre.

La representación atribuida al procurador para que actúe en el proceso es un tipo de representación denominada
representación técnica. Esta representación se otorga a través de un poder que se presume aceptado con el solo
hecho de usar de él el procurador (art. 26.1 LEC).

Este poder puede otorgarse de dos formas diferentes conforme al art. 24 LEC:

a. Notarialmente, es decir, a través de escritura pública constituida ante notario.

b. Apud acta, es decir, por medio de una comparecencia ante el Letrado de la Administración de Justicia o, a partir
de 2015, por comparecencia electrónica.

El poder, además, puede ser de dos tipos:

1º. Poder general para pleitos. Este poder faculta al procurador para realizar válidamente, en nombre de su
poderdante, todos los actos procesales comprendidos en la tramitación de los procesos, salvo aquellos para los que
se exija un poder especial.

2º. Poder especial. Este poder es aquel que es necesario para realizar determinadas actuaciones para las que se
requiere un poder especial. Esas determinadas actuaciones son, entre otras: renunciar, transigir, desistir, allanarse,
sometimiento de la cuestión a arbitraje, etc.

El poder estará vigente mientras que no se produzca una causa de cesación del procurador que, como establece el
art. 30 LEC, son las siguientes: revocación tácita o expresa del poder, renuncia voluntaria, cese en la profesión o
suspensión en el ejercicio de la misma, fallecimiento del poderdante o del procurador y separación del poderdante de
la profesión, terminación del proceso o el acto para el cual se le hubiera otorgado el poder.

La representación que ostenta el procurador se individualiza, entre otras, en las siguientes funciones:

1º. Transmitir al abogado todos los documentos, antecedentes, etc. que se le remitan para los intereses de su
poderdante.

2º. Informar tanto al poderdante como al abogado del curso del proceso.

3º. Realizar actos de comunicación y otros actos de cooperación con la Administración de Justicia.

En relación a estos poderes, el procurador goza, entre otros, del derecho a una remuneración de sus servicios
profesionales. Remuneración que se realiza a través de arancel, es decir, se traduce en el cobro de cantidades
prefijadas en función de las actuaciones que realice el procurador.

En relación con este derecho al cobro, el procurador puede solicitar al poderdante que le adelante determinadas
cantidades para hacer frente a su arancel. Es lo que se denomina provisión de fondos.

El poderdante está obligado a realizar dicha provisión, dando la Ley al procurador una vía rápida para exigir dicha
provisión bajo apercibimiento de apremio (art. 29 LEC).

Asistencia técnica a través de abogado.

La capacidad de postulación exige, además de estar representada por procurador, que sea dirigida la parte por
abogado.

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La profesión de abogado está regulada, fundamentalmente, en el Estatuto General de la Abogacía, aprobado por
RD 658/2001 de 22 de junio.

La relación jurídica que une a abogado y litigante es un contrato de arrendamiento de servicios. Por ello, y a
diferencia de lo que sucede con el procurador, no es necesario que exista un apoderamiento al abogado para que
defienda la pretensión del litigante en el proceso, sino que se entiende designado si los escritos llevan su firma.

El deber fundamental del abogado, según establece el art. 30 EGA, es cooperar con la Administración de Justicia
asesorando, conciliando y defendiendo el derecho, los intereses que le sean confiados.

En contraposición a este deber, también el abogado tendrá derecho a percibir los honorarios profesionales. A
diferencia del procurador, que cobra por arancel, la remuneración del abogado no está prefijada, aunque el EGA
faculta a los colegios profesionales para publicar normas orientadoras sobre cuantías de honorarios.

Supuestos en que no es preceptiva la presencia de abogado y procurador.

La LEC establece diferentes supuestos en los que no se exige la capacidad de postulación, lo que conlleva una
serie de efectos. Son diferentes los supuestos de abogado y procurador.

Lo veremos de manera conjunta. No es preceptivo ni abogado ni procurador: en los juicios verbales cuya cuantía
no exceda de 2.000€ y para la petición inicial de los procedimientos monitorios. Tampoco es preceptiva cuando se
soliciten medidas urgentes con anterioridad al juicio.

El hecho de que la intervención de procurador y abogado no sea preceptiva no significa que la parte no pueda
acudir representada y asistida por esos profesionales. Ahora bien, en estos casos, de las costas a las que pudiera ser
condenada una de las partes litigantes, se excluirá la parte relativa a los aranceles del procurador y honorarios del
abogado, ya que, no siendo preceptiva su intervención, no es justo hacer pagar a la parte condenada en costas por
dichos conceptos.

Se establecen, sin embargo, dos excepciones a esta regla (art. 32.1 LEC):

1º. En el caso de que el órgano jurisdiccional aprecie temeridad en la conducta del condenado en costas.

2º. Cuando el domicilio de la parte representada y defendida esté en lugar distinto del de la tramitación del juicio.
En este caso, el legislador no ha querido gravar a la parte litigante con la necesidad de trasladarse de lugar para
celebrar el juicio. Por eso, permite que la intervención de los profesionales técnicos sea incluida en las costas.

En los supuestos de intervención facultativa de los profesionales y en aplicación del principio de igualdad
procesal, la Ley determina que si el demandante decide ir acompañado de estos profesionales, el demandado podrá ir
acompañado también de abogado y procurador, pudiendo, además, solicitar el reconocimiento del derecho a la
asistencia jurídica gratuita. Con ello se trata de equilibrar las posibilidades de defensa de las partes.

A la inversa sucede lo mismo. Si es el demandado el que decide ir acompañado de abogado y procurador cuando
su intervención no es preceptiva, el órgano jurisdiccional dará cuenta al demandante de tal circunstancia para que, si
quiere, se haga valer también de estos profesionales (art. 32.1, 2 y 3 LEC).

Tratamiento procesal.

Si la capacidad de postulación es un presupuesto de derecho al proceso como derecho a una sentencia sobre el
fondo, el legislador debería regular el tratamiento procesal de la falta de dicha capacidad, es decir, ¿qué es lo que
pasa si falta la capacidad de postulación?

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En torno a este aspecto hay que tener presente lo dispuesto en el art. 231 LEC, que establece que el tribunal
deberá cuidar de que se subsanen los defectos en que incurran los actos procesales de las partes en la medida de lo
posible.

Hay que tener especialmente en cuenta este precepto porque en materia de representación y defensa técnica, la
mayoría de los defectos procesales pueden ser subsanados.

Para analizar el tratamiento procesal de la capacidad de postulación, hay que distinguir el tratamiento procesal de
la capacidad de postulación en relación con el procurador de la capacidad en relación con el abogado.

a. En relación con el procurador.

El art. 24.2 LEC exige que en la primera actuación que se realice ante un órgano jurisdiccional se acompañe la
escritura en la que figura el poder al procurador, salvo que el apoderamiento se realice apud acta, en cuyo caso, se
realizará la comparecencia al mismo tiempo que la presentación del primer escrito.

Además, de los arts. 23 y ss. LEC se deduce la exigencia de que el poder esté legalmente configurado y, además,
sea bastante. Esto de que sea bastante significa que sea suficiente, es decir, que sea el que la ley exige para cada una
de las actuaciones (general o especial).

Si estas son las exigencias que establece la ley, ¿qué sucede si no se cumple?

Dicho cuáles son las exigencias de la ley, puede ocurrir lo siguiente:

1º. Que el poder no se presente. La LEC no contiene previsión alguna a la falta de presentación del poder al
procurador.

En cualquier caso, sería un defecto susceptible de subsanación y así lo debe hacer saber el órgano jurisdiccional
concediendo un plazo para que se aporte.

También, a instancia de parte, el demandado puede impugnar la falta de poder en la contestación a la demanda y se
le otorgará, igualmente, un plazo al demandante para que subsane. Si pasado el plazo otorgado para subsanar no se
hiciera, se dictará auto poniendo fin al proceso.

Los defectos en la presentación pueden ser alegados también por el demandante respecto del demandado. En este
caso, si aplazado el plazo concedido para subsanar no se hiciera así, el proceso seguirá adelante declarándose la
rebeldía del demandado.

2º. Que el poder sea ilegal o insuficiente. En este caso, si el poder no reviste los requisitos legales o no es
suficiente, deberá ser éste un defecto impugnable únicamente a instancia de parte, a través del cauce previsto en la
ley conforme a los arts. 416 y 443 LEC.

b. En relación al abogado.

El art. 31 LEC establece que no podrá proveerse ninguna solicitud que no lleve la firma de abogado, por lo que el
único tratamiento procesal es la imposibilidad de dar trámite a dichas solicitudes.

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La interpretación de este precepto, a la luz del art. 231 LEC, debe ser la de la posible subsanación del defecto.

D. Legitimación.

[La legitimación procesal, para algunos es un presupuesto procesal, para otros un requisito de fondo.

Los tres requisitos que hemos visto son requisitos necesarios, son presupuestos procesales, lo que significa que son
requisitos que deben reunir las partes para poder comparecer en un juicio en abstracto.

Cuando se presenta una demanda, además, hay que afirmar que se está legitimado, lo que significa que tienes una
vinculación legítima material con el objeto de ese litigio]

Quien reúna los requisitos de capacidad para ser parte, capacidad procesal y postulación, podrá actuar,
válidamente, en cualquier proceso con independencia del objeto litigioso de que se trate, es decir, con esos precisos
requisitos todos podemos ejercitar, en abstracto, el derecho a la tutela judicial efectiva, que reconoce y garantiza el
art. 24.1 CE.

Sin embargo, este derecho de acción debe siempre ejercerse en el marco de un proceso concreto, con un
determinado objeto litigioso. Como, además, dice el propio precepto constitucional, el derecho a obtener la tutela
judicial efectiva de jueces y tribunales, solo se reconoce en el ejercicio de los derechos e intereses legítimos de quien
la insta.

El concepto de legitimación alude, por tanto, a una especial vinculación de uno o varios sujetos con un objeto
litigioso determinado que les habilita para comparecer o exigir su comparecencia en un proceso concreto.

La regla general es que partes legitimadas en un proceso sean las partes que lo fueron en la relación jurídica
material. Es lo que se denomina la legitimación ordinaria.

El ordenamiento reconoce u otorga derechos que, a grandes rasgos, jurisdiccionalmente cuando resulten
discutidos, desconocidos o vulnerados.

Así, por ejemplo, el ordenamiento jurídico material, el Cc. en concreto, otorga el derecho al vendedor a que se le
pague el precio y otorga el derecho al comprador a que se le entregue la cosa. Por consiguiente, el proceso derivado
de esa compraventa deberá tener, como partes legitimadas, al comprador y al vendedor.

Sin embargo, y con carácter general, la legitimación del sujeto, es decir, la condición de parte material, es decir, la
condición de comprador y vendedor, sólo puede determinarse con certeza al final del proceso, en la sentencia. De
ahí que la válida actuación de un sujeto venga determinada solamente por los presupuestos de capacidad para ser
parte, capacidad procesal y postulación, ya que, por lo que se refiere a la legitimación, bastará con que resulte
afirmada.

La afirmación, por tanto, de la legitimación, es suficiente para que haya de dictarse sentencia definitiva de fondo.

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Por tanto, a diferencia de las demás capacidades, la legitimación no es un presupuesto procesal, sino un elemento
de la fundamentación de la pretensión.

Los presupuestos procesales son aquellos cuya falta impide entrar en la decisión de la relación material. No
permite, por tanto, una sentencia de fondo, sino que lo que se va a dictar es una resolución de contenido puramente
procesal denominada resolución absolutoria en la instancia.

Las resoluciones de esta naturaleza permiten la reiteración del proceso, es decir, permiten que se vuelva a plantear
la misma pretensión respecto de las mismas partes procesales que contendieron en el anterior.

Por el contrario, cuando se absuelve al demandado por falta de legitimación del actor o de él mismo, la sentencia
que se dicta es de fondo, lo que implica que no podrá reiterarse el proceso.

Además de la legitimación ordinaria que acabamos de ver, que corresponde a las partes de la relación jurídica
material, nuestro Derecho conoce casos en los que la legitimación se otorga a sujetos que no fueron parte de la
relación jurídica material. Estos supuestos se suelen conocer por la doctrina bajo la denominación de legitimación
extraordinaria.

El supuesto de legitimación extraordinaria más conocido es el de sustitución en el que el Derecho material faculta
a una persona para actuar en el proceso en nombre propio y en interés propio, pero por un derecho ajeno.

Es el caso, por ejemplo, de la acción subrogatoria, recogida en el art. 1111 Cc., en el que se faculta al acreedor a
ejercitar las acciones de su deudor después de haber perseguido los bienes de su deudor. Otro ejemplo es la
reclamación de la renta por el arrendador al arrendatario.

Junto a estos supuestos de legitimación ordinaria, en los que coinciden la parte de la relación jurídica material con
la parte legítima del proceso, y junto a estos supuesto de legitimación extraordinaria, en algunos casos el
ordenamiento permite la intervención de personas jurídicas para la defensa de intereses colectivos y difusos (art. 7.3
LOPJ).

Por último, el Ministerio Fiscal también está llamado a intervenir como parte en los procesos civiles que afectan al
interés general a cuyo fin se le otorga también legitimación.

2. SUJETOS DEL PROCESO PENAL: SOBRE LA INEXISTENCIA DE PARTES EN EL PROCESO PENAL.


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