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Programa 2020
Docente: Marcela Groppo
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La única tradición poética es la voz que sale de la zarza ardiente. El resto
no es más que basura y será aniquilada.1
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“Cuando la forma de la música cambia los muros de la ciudad tiemblan” en Ginsberg Esencial.
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“Ginsberg Allen Ginsberg: ‘Las sucias manos de la sociedad no pueden tocar mi alma’ Entrevista, en
Cultura Peruana Vol. XV - Nˆ79 1955.
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Un detalle menor (de allí su interés) sobre la revista Cultura peruana: el volumen en el que se
incluye la entrevista a Ginsberg (con la frase “Las sucias manos de la sociedad no pueden tocar mi
alma”) tiene como foto de tapa la de una mujer corriendo con un flotador hacia el mar y riendo en la
playa soleada. A Perfect Day for Bananafish.
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sábana, dejando sus piernas desnudas, y comenzó a responder mientras se
desplazaba como un poeta griego:
- Por eso se llama "pie", hasta ahora, a la medida en versificación (..) Con los
libros, se fue perdiendo el sentido físico de la medida, y por tanto su
vitalidad. (Las negritas en las citas corresponden al desarrollo de esta clase)
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Entrevista a The Paris Review.
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Entrevista a The Paris Review.
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Pero el verso, para Ginsberg, no es sólo voz viviente-aliento-
respiración, sino también una composición sólida como “una casa de ladrillos”.
Los materiales, las palabras pueden pensarse desde una percepción
pictórica. En este punto, hace confluir líneas que provienen de sus
acercamientos a Cézanne, a Pound y a Williams.
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En 1913 la viuda del orientalista Ernest Fenollosa (1853-1908) le confía las notas que su marido
había tomado de la literatura clásica china y japonesa en Japón.
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menos todavía, como señala Blanchot) pero no deja de intentar desbordar la
palabra, desde la materia que la sostiene y la anima.
Borges dice:
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“Un supermercado en California” en Aullido y otros poemas. Madrid, Visor, 1997.
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conducir fatalmente a un mero fárrago de la acumulación y el caos; Whitman,
que era un hombre de genio, sorteó prodigiosamente ese riesgo. (…) En
algún verso de su libro (…) recuerda telas medievales con muchos
personajes, algunos aureolados y preeminentes, y declara que se propone
pintar una tela infinita, poblada de infinitos personajes, todos con sus
aureolas.8
8
Whitman, Walt. Hojas de hierba. Barcelona, Lumen, 1997. Edición bilingüe. Selección, traducción y
prólogo de Jorge Luis Borges.
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la sensación innata de lo fragmentario; la reflexión de las relaciones vivas
adquiridas y creadas cada vez.9
Y ese grito no habla por, sino en el encuentro con, como "una bomba de
tiempo emocional” que espera que continúe “explotando en la conciencia de
los EEUU en caso de que nuestro complejo militar-industrial-nacionalista se
solidificara en una burocracia policial represiva”.11 Como hemos dicho ya, el
siglo XX ha sucedido y, en los últimos meses, Norteamérica ha vuelto a
mostrar, en versión condensada, el despliegue del poder de distribuir la vida.
El poema está compuesto por tres partes y una nota al pie. Daniel, en
su libro Suturas12 (no dejen de leer el texto sobre Aullido y el libro completo),
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“Whitman” en Crítica y Clínica.
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Entrevista a Ginsberg de The Paris Review.
11
En la edición facsimilar editada por Barry Miles, que pueden consultar con provecho en el campus y
en Edmodo.
12
Link, Daniel. Suturas. Imágenes,escrituras, vida. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2015.
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propone esas tres partes del poema como una secuencia en la que se
suceden el planto por el "Cordero americano”, el monstruo que aniquila al
Cordero y la letanía sobre la gloria del Cordero, a las que se suma una nota,
que juega estructural y rítmicamente con el resto del poema y que es un canto
de alabanza sobre la santidad de la sexualidad.
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Véanse al respecto las sucesivas versiones del poema en la edición facsimilar y las anotaciones de
Ginsberg sobre la composición.
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En carta de Ginsberg a Richard Everhart, que estaba escribiendo una nota sobre la poesía de San
Francisco (18 de mayo de 1956).
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El sintagma único elaborado sobre la enumeración horada la
construcción en verso y pone en crisis la percepción de límites y
terminaciones que definen al poema. Esta deriva del poema a punto de caer
en la prosa, vuelve al ritmo quebrado a partir del “who” que lo escande en una
sucesión que se propone como indefinida. Agamben, en “El final del poema”,
señala que los finales de los poemas se plantean como una catástrofe para la
poesía y una pérdida de identidad irreparable (al cancelar la posibilidad de
enjembement y terminar con la escisión y el desajuste entre sonido y sentido).
El verso largo de la primera parte de Aullido instala ese estado de emergencia
(el verso a punto de dejar de ser verso) en el interior del poema y lo prolonga
en la secuencia que se repite, siempre con variantes. Hasta que la doble
intensidad que anima a la lengua (en palabras de Agamben), aun en este
poema que tiende a disolver el verso en prosa, le huye al final que cancelaría
la lengua poética; y en esa huida, se vuelve sobre sí mismo:
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Hasta la última radio de las ciudades, dice el poema. Y pienso en otra emisión de radio, la de Para
acabar con el juicio de dios; y en el estremecimiento que le fuera vedado.
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La segunda parte hace aparecer a Moloch, una divinidad cananea y
cartaginesa a la que se entregaban niños en sacrificio propiciatorio. El
monstruo devorador es, según las propias anotaciones de Ginsberg, 16 “la
visión de un mundo inhumano y sin sentimientos que aceptamos y en el que
vivimos”. Su aparición en el poema se produce a partir de una pregunta que
articula esta parte con la primera: “¿Qué esfinge de cemento y aluminio
reventó sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?” El propio
Ginsberg menciona que la imagen de ese “cannibal dynamo” viene de
Metrópolis de Fritz Lang, en cuyas imágenes la maquinaria del capitalismo
devora a los trabajadores -condenados al mundo subterráneo-. La línea larga
ahora se fragmenta en frases cortas, exclamativas, cuyo ritmo está dado por
la repetición interna de Moloch y por su sonido vocálico (“Presta atención al
tono destacado de las vocales”, decía Pound).
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Carta de Ginsberg a Richard Eberhart (18 de mayo de 1956).
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Esto también puede verse hacia el final de la segunda parte aunque menos acentuado.
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La experiencia Ginsberg, en la serie de la escritura del desastre, es la
del poeta que, consciente del virus que vive en la palabra, habla, habla, habla,
habla, hace sonar la voz en distintas modulaciones, habla, más lento y más
rápido, hasta que dé el aliento, vacía los pulmones hasta desgañitarse, habla,
habla con una voz necesariamente no duradera, sin huella y sin porvenir, en
un habla que, como dice Blanchot, es:
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Blanchot, Maurice. La conversación infinita.
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“Cuando la forma de la música cambia los muros de la ciudad tiemblan” en Ginsberg Esencial.
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