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LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS, LIC.

ALFREDO EIDELSZTEIN
1ª REUNIÓN – 26/IV/2001

En el final de mi curso del año pasado, acerca del deseo del psicoanalista, muchas personas se quedaron con
la pregunta acerca de lo que se trata, a fin de cuentas, el deseo del psicoanalista. Trabajamos bastante –muy
relacionado con mi estilo, o bien porque el mismo concepto empujaba a ello– qué no era y discutimos mucho
sobre algunas versiones acerca del deseo del psicoanalista. Trabajar este año conjuntamente la ética del
psicoanálisis, indica –por mi parte– retomar lo que quedó pendiente de ese curso, porque me pareció –evalué,
diagnostiqué– que justamente el punto en que no logramos decir “¡Ahh, es eso! Para eso sirve y por eso lo
acuñó Lacan y por tal y tal motivo nos va a ser útil en la clínica!”; si dijimos que tantas cosas no era, es que –
según mi diagnóstico– se trataba de un problema que nosotros debíamos seguir discutiendo pero que estaba
en la base de aquel desarrollo de cuál es nuestra posición ética. Siempre hablamos de la ética del psicoanalista
pero, ¿qué significa la “ética del psicoanalista”? ¿No hacer algunas cosas? ¿Hacer algunas cosas? ¿No hacer
algunas cosas y hacer otras? ¿Qué significa? ¿La ética del psicoanalista es un indecible?
Debemos revisarlo en Lacan dado que es en Lacan en quien hay que hacer eje, ya que la ética del psicoanálisis
es un concepto suyo, si bien en Freud hay bastantes desarrollos acerca de la ética del trabajo del psicoanalista.

La propuesta de hoy es, entonces, trabajar una nueva vuelta sobre el deseo del psicoanalista. Les traje de
nuevo un ejemplo de su uso por parte de un lacaniano famoso, Žižek. Éste es un ‘chabón’ grosísimo y rarísimo:
desde ser algo así como un ministro de un país, a ser un famosísimo lacaniano en Estados Unidos. ¡Un
lacaniano famosísimo, en Estados Unidos, es un error..! ¡Un error de Matrix! Es un hombre de intereses muy
variados y una gran inserción en la cultura. Por ejemplo, este libro suyo que tiene un título que a mí me hacer
reflexionar muchísimo –y que jamás hubiese puesto yo a uno mío–, ¡GOZA TU SÍNTOMA!, para colmo, el subtítulo
es JACQUES LACAN DENTRO Y FUERA DE HOLLYWOOD... Lacan, ¡‘fiestero’ viejo! ¡¿Pero en Hollywood?! A pesar
de eso es un libro muy exitoso, muy leído y, en general, la gente que lo leyó y con quien yo hablé, dice estar
encantadísima con este libro. Así que, yo voy a proponerles revisar el deseo del psicoanalista planteado en
este libro, en confrontación con un pasaje de la clase XX del SEMINARIO 11, de Lacan; y, a partir de allí, hacer
un recorrido sobre la ética del psicoanálisis.

La bibliografía sobre la cual yo voy a trabajar es, de Sófocles, Edipo Rey y Antígona. Tenemos en la biblioteca
una fotocopia de ANTÍGONA, de Gredos. Yo voy a trabajar sobre estas versiones de Edipo Rey y de Antígona.
También, ANTÍGONAS, de Steiner (de la editorial Gedisa); LO QUE RESTA DE AUSCHWITZ, de Giorgio Agamben
(editorial Pre-textos), y otros textos que preparé pero que olvidé hoy. De Lacan, los seminarios 7 y 11; De
Ricardo Foster, DESPUÉS DE AUSCHWITZ: LA PERSISTENCIA DE LA BARBARIE” (tenemos, también, una copia en
nuestra biblioteca). Realmente, el de Foster no es un material valiosísimo pero, primero, la mitad del artículo
son referencias a autores interesantísimos y, segundo, hace una linda crítica a Agamben –en LO QUE RESTA DE
AUSCHWITZ– por no preguntarse por qué los judíos. Y es cierto, Agamben no se pregunta por qué los judíos. Es
verdad. Habría que ver si es propio de la estructura del argumento –que no se lo pregunte–, o si salteó la
pregunta. Si se la salteó, sería un crasso error que haría caer todo a la basura porque la posición ética del
‘chabón’ es revisada, y el tipo asume una posición ética cuando habla de ética. Y, además, tiene un párrafo
muy interesante sobre Heidegger que, a mí, me resolvió el problema sobre el nazismo de Heidegger. Saben
que es una polémica no va a terminar nunca, la de si Heidegger era nazi o no. En este artículo, lo que está
muy bien planteado es que es oscuro si Heidegger apoyó o no al régimen nazi. Lo dejó como un problema
oscuro, ¿qué se va a hacer? No sería la primera vez que ocurre. Lo que sí, si Heidegger dice que Occidente
olvida la cuestión del ser que los griegos supieron platearse –eso es Heidegger–, lo que es imperdonable de
Heidegger es que se olvide de preguntarse del Holocausto, después del Holocausto. Es imperdonable, en
Heidegger, semejante olvido. ¿Entienden por qué? Porque toda su filosofía es sobre el olvido de la pregunta
por el ser. Entonces, que no se haya preguntado por su lugar y por qué paso, es un argumento muy interesante
que no está demasiado desarrollado.
Les propongo que trabajemos, de Kafka, EL PROCESO. Es uno de esos libros que uno leyó hace mucho. Yo
estoy volviendo a leerlo y, ¡no se puede creer!. ¿En qué fecha lo escribió? Él se suicida en 1926. ¿Lo escribió
en el ’20? Si Freud –dice Lacan–, en PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO, anticipó la Segunda Guerra
Mundial, Kafka la describió. ¡No se puede creer! Aunque, es cierto, es en Alemania, etc. Pero yo les propongo
trabajarlo. También, un artículo de George Steiner, que está en ....................., de la editorial Siruela; y, de Walter
Benjamín, PARA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA, Y OTROS ENSAYOS (editorial Taurus). Me dijeron que hay una
edición de PARA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA, que está en Letra Viva.

Si LO QUE RESTA DE AUSCHWITZ, de Agamben, es increíblemente coincidente con nuestros argumentos respecto
de la posición del sujeto humano hablante, la relación con el viviente, más increíble cómo, en HOMO SACER, el
argumento es topológico, y él mismo dice que es topológico. Ahora, este año tendremos que trabajar –les pido
a aquellos que tengan referencias, que me den una mano– por qué no lo cita a Lacan. Eso te quema la cabeza.
¿Por qué no lo cita a Lacan? La exclusión que Agamben hace de Lacan es un cartel rojo de neón así de gigante
que dice: “¡A este ‘chabón’ ni lo cito!”... Algo vamos a tener que decir porque la coincidencia de ambas
argumentaciones son estrictas. Esto fue completamente desarrollado por Lacan antes que él. Para aquellos
que trabajaron conmigo el Complejo de Edipo y la Metáfora Paterna, en HOMO SACER, se trabaja esa
bibliografía: LO SAGRADO, de ................; EL HOMBRE Y LO SAGRADO, de ROGER CALOIS; VOCABULARIO DE LAS
INSTITUCIONES INDOEUROPEAS, de Benveniste. Es la misma bibliografía, pero él hace otra cosa que yo,
evidentemente, con esa misma bibliografía...

Antes de terminar con el deseo del psicoanalista, lo que nos quedó pendiente del año pasado es un planteo,
respecto de la ética, que quería hacerles. Hay en la clase XXIV del SEMINARIO 7, una definición de ética que a
mí me parece ‘macanuda’. En la próxima reunión, voy a abocarme a trabajar la cuestión ética en ese seminario
ya que hay allí, dos versiones totalmente distintas. Vamos a trabajarlas porque el lacanismo eligió una; y me
parece que hay otra, que está en Lacan. Dice Lacan1:

«La ética consiste esencialmente —siempre hay que volver a partir de las definiciones...».

Yo practico eso todo el tiempo, siempre vuelvo a las definiciones originales porque si no hay acuerdo ahí...

«La ética consiste esencialmente —siempre hay que volver a partir de las definiciones— en un juicio sobre nuestra acción».

Podríamos tomar la definición del juicio que nos dio el lingüista Carlos Luis, el jueves pasado. ¿Se acuerdan?
Decir algo sobre algo, concebir algo y decir algo sobre lo que se concibe.

«La ética consiste esencialmente —siempre hay que volver a partir de las definiciones— en un juicio sobre nuestra acción,
haciendo la salvedad de que sólo tiene alcance en la medida en que la acción implicada en ella también entrañe o
supuestamente entrañe un juicio, incluso implícito. La presencia del juicio de los dos lados es esencial a la estructura».

Acción y juicio. Solamente hay ética si se logra hacer que sobre la acción se le suponga un juicio. ¿Entienden
lo que eso quiere decir, no? Es la posición psicoanalítica: “No sé por qué pero lo hice, y me parece una ‘cagada’
haberlo hecho”... No, no, ése es el juicio –el “me parece una cagada haberlo hecho”–, y en el “no sé por qué lo
hice” nosotros suponemos que hay un juicio ahí. Ésa es la posición psicoanalítica. ¿Se entiende? El sujeto
supuesto a la acción. Eso significa para nosotros mismos no perder de vista los juicios que suponen las cosas
primeras, ¿sí? Tenemos una acción y tenemos un juicio:

S1 ---------- S2

Si es un juicio, su estructura es la de un S2, es decir, un algo de algo. Lo que Lacan dice es que acá también
debe oponerse a operar esto mismo. Es muy sencillo el planteo. Ahora bien, sobre la ética –antes de entrar en
el deseo del psicoanalista– quería plantearles esto [S1] como real. Podemos decir, por ejemplo, que lo real es
lo imposible. Aquí [S1] tenemos lo real. De lo que yo quería partir hoy –que empezamos a trabajar la ética en
psicoanálisis– es que yo no autorizo, en mi concepción del problema, suponer que lo real es lo real. Decir lo
real supone, también, un juicio. ¿Entienden lo que eso quiere decir? Que tenemos que decir qué es lo real para
nosotros, además de decir que lo concebimos como lo imposible. ¿Por qué? Porque lo real no es per se, ya
implica una posición. En ese sentido, me parece que toda la diferencia pasa por qué cosas asume uno como lo

1
J. Lacan, Clase 24 de El Seminario, Libro 7.
real. Supongan una definición de lo real. Hay al menos dos y ninguna de las dos es del psicoanálisis; ambas
con las que trabajamos en psicoanálisis son tomadas por Lacan –que es quien define lo real– de la Ciencia,
esto es, lo imposible o lo que retorna siempre al mismo lugar. No cuesta mucho trabajo pasar de la una a la
otra y viceversa. No son, efectivamente, dos cosas tan dispares; tienen un nexo lógico muy fuerte. Supongamos,
pues, que definimos a lo real como lo que retorna siempre al mismo lugar. Si quisiésemos dar un ejemplo de
los más comunes de los que los psicoanalistas lacanianos tendemos a colocar allí, diríamos el goce. De lo que
yo quería advertirles es que poner el goce allí –como siendo lo real–, es una posición de uno ya que el goce en
sí no es lo real. Depende de la posición que uno asuma. Por ejemplo, yo podría decirles que el amor es real.
¿Qué quiere decir, para mí, que el amor es real? Que yo verifico que todas las historias a las que me vinculo,
hay amor; que en cada historia subjetiva retorna algo que es idéntico, que es el amor. Con lo cual, para mí, el
amor es real pero es una posición mía. También podríamos decir, por ejemplo, con la estructura de lo real, una
frase de mi mamá. ¡Me peleé tanto con ella por esta frase! Pero hoy, ya no digo nada, ella sigue diciéndola y
yo me quedo calladito: “Cada Pueblo tiene el gobierno que se merece”... Antes, yo me desesperaba con eso, pero
ahora ‘muzarela’ y ella se sonríe... Ésa es una dimensión de real. También podríamos decir que los seres
humanos son todos unos hijos de puta y, decir así implica qué es real para esa persona. Uno puede decir,
también, que verifica que en todos los seres humanos hay amor y sería otra dimensión de real. ¿Qué vamos a
considerar que es lo real? Porque lo real no es per se. ¿Qué vamos a considerar, los psicoanalistas? Les doy
una pista para pensarlo. Es de Lacan, todo esto es de Lacan pero no lo voy a citar todo el tiempo porque es un
‘embole’. Por ejemplo, Lacan dice que “los desengañados se engañan” y jamás dijo la frase obvia pero estúpida
de que los engañados se engañan. En ese sentido, ¿quiénes están más cerca de lo real? ¿Los que dicen que
la gente se caracteriza por el amor, o los que dicen que la gente se caracteriza por el odio? ¡Es un tema, eh!
Pongamos que están ustedes en el consultorio y viene una persona que dice “¡Ahh, para mí el mundo es una
primavera llena de rosas!”... Uno podría decirse, “¡Pobre, qué engañado que está!”. Viene otro y dice: “¡En este país
son todos una manga de ladrones hijos de puta, todos corruptos!”. Son dos ejemplos. Para ustedes, de los dos, ¿cuál
es el desengañado? Sin duda, le segundo. Bueno, para Lacan es el desengañado el que se engaña. No el
engañado, como creen todos los lacanianos. Todos los lacanianos le rompen el ‘orto’ al primero, ¿no? ¡Un buen
sablazo en la cabeza para que vaya aprendiendo..! Le duplica los honorarios, le corta la sesión, no le habla
nunca más... ¡Claro! “Trabaja el imaginario”...

PREGUNTA: No me queda claro por qué es el segundo.

A.E.: Bueno, pensémoslo. Con “engañado” o que “el desengañado se engaña”, Lacan está diciendo que hay
dos tipos de engaños. Bien, yo te pregunto cuál creerías que es, de las posiciones que cada uno asume, la que
para ellos mismos implica que llegó a lo real. Pongamos, por caso, a un judío –hay mucho de judaísmo por acá,
dando vuelta. Hay mucho de judaísmo, LO QUE RESTA DE AUSCHWITZ: Auschwitz fue un campo de concentración
de judíos, porque Auschwitz fue fundamentalmente de judíos. Supongan a un judío que dice: “Para mí, no hay
antisemitismo en Argentina”, y a otro que le contesta al primero: “¡Qué no! ¡En el fondo todos los no judíos son
antisemitas!”. Entre los dos, pensando hacia sí mismos y pensando al otro, ¿en dónde ponen la ficha del
desengañado? Pensémoslo porque para mí no había duda de que era el que decía “en el fondo, son todos...”.
O sea, más allá de las apariencias, está la maldad. Mucha gente viene a verme y, hablándome de su familia, a
la que ve funcionando bien, cree que hay que dudar de su buen funcionamiento, diciéndome la “Familia Ingalls”.
Yo me pregunto, ¿qué había de malo en la Familia Ingalls? ¿Por qué hay que abjurar de la Familia Ingalls?
Todos aislados en mono-ambientes horribles, chateando con gente a la que nunca veremos, ¿hemos superado
la ingenuidad de la Familia Ingalls? Digo, ¿el horror es lo real? Les advierto de que para muchísimos, sí. Lo que
quería era poner en tela de juicio esas categorías; primero, tratando de establecer qué es lo real. ¿Qué es lo
real? ¿El goce? ¿El deseo es lo real? No estoy proponiéndoles el trabajo de lo simbólico-imaginario-real. Eso
no. Lo que estoy diciendo es qué consideramos como lo real del ser humano. ¿Es el horror? ¿Es el odio? O
sea, ¿cubrimos al odio real con una pátina imaginaria de amor que, en realidad, no es nada más que una forma
de velarnos el odio asesino que nos tenemos todos, todo el tiempo, que es la verdadera esencia del ser humano
en tanto que sujeto hablante? Digo que hay que pensarlo porque cuando decimos “real”, no estamos diciendo
que es sobre lo que no se puede reflexionar. Lo que estoy proponiéndoles es todo lo contrario: hay que
reflexionar fundamentalmente sobre lo que consideramos que es lo real porque sobre eso orientaremos nuestra
clínica. Y no pierdan de vista que para colmo en francés “los desengañados se engañan” implica una errancia,
una hoja al viento. La posición en que te deja el desengaño es “Y, entonces, ¿qué hago?”. Si todo es una mierda,
¿entonces, qué? En todo caso, si la verdad es el horror, ¿para qué el psicoanálisis? Lacan muchas veces
practicó –tendríamos que discutir bien por qué y cómo–, justamente, que el análisis tenía que llevar al sujeto al
horror. Yo les propongo hacer un trabajo: desentendernos de la psicología del ‘chabón’ (Lacan), pensando que
lo que hacía, lo hacía según su teoría. Digo, el escupitajo, la patada, el florerazo que Lacan daba a sus
pacientes... Hagamos de cuenta de que todos estamos en Callao y Santa Fe –como dice Tomei en su libro de
topología encargado por la EOL– y pasan papá y su amante en el coche. Ustedes están con vuestros dos
hermanitos y, para colmo, lo agarra el semáforo. Lo vemos, papá nos ve, da vuelta la cara, espera los treinta
segundos del cambio de semáforo, y se va. ¡Hay que digerirse esa, eh! Sibylle Lacan no lo digirió nunca. Lean
UN PADRE y tendrán el testimonio de una hija que nunca digirió eso. Uno podría decir que es un hijo de puta –
si la categoría de “hijo de puta” sirve para algo es para designar ese tipo de actos– pero, ¿no habrá querido
llevarlos a ese punto en donde no son nada?

PREGUNTA: Cuando planteabas esta cuestión del horror y demás, ¿no es un poco la lectura de EL MALESTAR EN
LA CULTURA? [inaudible lo siguiente].

A.E.: Sí, sí. Como siempre, hay un único trabajo de los psicoanalistas que es la reacción terapéutica negativa.
El problema es éste: ¿quiere el hombre su mal? Sobre eso, la pregunta va a ser sobre el sentimiento
inconsciente de culpa, porque es ése el problema.

R. T. N.
S. I. C.
Bueno, algunas citas... ¡Hoy me identifiqué con Carlos Luis y me fui al carajo con los papelitos! ¡No sé qué
mierda me pasó con ese ‘chabón’! ¡Puta que lo parió..! ¡Me enamoré del tipo! ¡Debo concluir que me enamoré
del tipo! Bueno, yo tenía una ficha como ésta y ahora no la encuentro... No, no, está. Sí, acá está.
Acerca, entonces, de este problema, Lacan: “Sólo hay culpa por no haber actuado conforme con su deseo”.
Eso no es sentimiento inconsciente de culpa. Ahí tenemos un problema. Mi problema es el “sólo”. Es la teoría
general de la culpa: “Sólo hay culpa por no haber actuado conforme a su deseo”. Frase de Lacan, falsa de acá
a la China. La mayor parte de mis pacientes –¿y de qué otra cosa puedo hablar yo?– tiene culpa por las
‘cagadas’ que se mandaron los padres. Es una fórmula canónica de entre-casa: “por las ‘cagadas que se
mandaron los padres’”. Y se verifica. La desesperación del Hombre de las Ratas por devolver el dinero y por
no elegir la mujer adecuada. Y el escándalo de Dora es aun más patético porque ni siquiera de eso hizo una
posición subjetiva para revisar; se quedó en la denuncia, siendo que en la estructura de la denuncia ella
quedaba como “loca”. ¿Se acuerdan de cómo era ese caso? Todos decían que ella estaba loca.

Sobre esta base, sobre qué estatuto vamos a dar a la reacción terapéutica negativa y al sentimiento
inconsciente de culpa, el problema es otra frase de Lacan –todos los problemas son las frases de Lacan, como
todos los problemas en Freud son las frases de Freud. Los post-freudianos no eran estúpidos, eran
psicoanalistas de los mejores, tan buenos como nosotros. Apareció el problema cuando ellos, por su ideología,
quedaron aferrados a las peores frases de Freud. Siempre es así y toda ciencia progresará cuando uno levante
esa hipoteca. Sobre esto se montó un “cobardía moral del neurótico”. ¡Ésa es terrible, eh! Es terrible pero está
en Lacan. ¿Saben cómo en el lacanismo se llama a los machos? No a los machos, como en México, sino al
héroe. ¿Quién es el héroe en el lacanismo? ¿Cómo se dice “héroe” en lacanismo moderno? ¡Se dice “deseo
decidido”! Y las personas se dicen unas a las otras: “Lo que pasa –dice una a la otra–, es que vos tenés el deseo
decidido”... Eso versus la “cobardía moral del neurótico”.
Hay otra frase de Lacan que dice que el neurótico es aquel que, al menos, se animó a hacerse la pregunta. Es
exactamente la frase contraria. Depende de lo que uno haga con eso.
Sobre esta lógica se montó el maltrato lacaniano, que es el ‘verduguear’ al paciente. Si el paciente te pide pasar
de dos veces a la semana, a una, si sos lacaniano, ¿qué le decís? Que no. Y si te pide de pasar de una vez a
la semana, a dos, si sos lacaniano, ¿qué le decís? ¡Que sí! ¡Las cosas están muy difíciles! Hay que instalar el
timbre en el consultorio, es un buen momento para aumentar la cantidad de sesiones... Todo lo que pida será
negado. Se cree que es por no responder a la demanda y no es por eso que se hace. Es porque se cree que
hay que ‘verduguear’ a la persona. ¿Por qué? Porque hay que despertarle aquello que está como metido dentro
de lo que es su “cobardía moral”. Hay que empujarlo a la cornisa para que asuma la posición...
¿Están hasta aquí de acuerdo conmigo, o al menos en que esas frases circulan?

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: Eso está clarísimo, Pero aclarémoslo, diciéndolo más llanamente: están, por un lado los judíos y, por el
otro, están los nazis. Vamos a hacer sólo dos equipos. Terminó el partido, ¿en dónde se verifica el suicidio?
¿En qué equipo? En el de los judíos. Todos, todos se suicidaron. Todos los salvados de los campos de
concentración se suicidaron. Entre los nazis, ninguno. ¿Dónde está la culpa? ¡Es increíble! Con lo cual el
problema de la culpa no es tan claro.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: Vamos a tener que hacer un trabajo que es el de desprenderse de todos estos conceptos de la
jurisprudencia del discurso legal, y darles el estatuto que nosotros queramos darles. Algunos de ustedes se
acuerdan de que hace tres o cuatro años les planteé –fue polémico y hubo ‘rosca’ gracias a Dios– que yo no
aceptaba que hubiera “deseo de muerte”. Les propuse, entonces, hacer una gran oposición, que sí valía la pena
sostener: que el deseo es deseo de vida y, en todo caso, que la pulsión pueda ser pulsión de muerte. Pero ahí
tenemos el problema de qué quiso decir Lacan –muchas veces postulado por él– con su vínculo entre el deseo
y la muerte.
No es una buena pregunta –y si alguien se da rápida cuenta de la falla de la estructura lógica de la pregunta,
por favor no la revele hoy, así los que no, tienen para pensar un poco– que es la siguiente: ¿Por qué Lacan
nunca consideró héroes trágicos a los judíos de los campos de concentración? ¿Cuándo consideró héroes a
los judíos? Siempre los criticó tanto por mantener la diferencia, que consideraba era narcisística –el Pueblo
Elegido. Pero Antígona, ¿no se creía elegida, haciendo lo que tenía que hacer? Ven que, afortunadamente, es
un terreno en que todavía nos quedan algunas preguntas para modular. Yo no soy filósofo, ni tengo muchos
conocimientos. Yo, sobre esto, les daría mi reflexión en tanto que psicoanalista practicante; en mi clínica, me
encuentro con estos problemas todos los días y ya verifiqué que es ‘al pedo’ decirle a alguien “Lo que pasa es
que Usted no quiere su bien”. ¿Quieren probar lo que es un cenicero de moto? Díganle a alguien “Lo que pasa es
que vos no querés tu bien”... Prueben si alguien cambia su posición si Ustedes le dicen “¡Pero Usted busca su
mal!”...

Pasemos a Žižek, que trabaja la película de Chaplin Las Luces de La Ciudad. ¿Se acuerdan de cuál es? La de
la chica ciega y el vagabundo que es Charles Chaplin. Hay allí una serie de malentendidos. Ella supone que el
vagabundo es millonario, él obtiene el dinero, se lo da, ella se opera, etc. Bueno, aquí viene el comentario de
Žižek que yo quería leerles:

«En el nivel más elemental, el efecto poético de esta escena [se trata de la escena en la que puede decirse
“¿puedes ver ahora?”] se basa en el doble significado del diálogo final: “Ahora puedo ver”. Se refiere a la vista física
recuperada, tanto como al hecho de que la muchacha ve ahora a su Príncipe Encantado en lo que realmente es, un
vagabundo miserable. Este segundo significado nos ubica en el corazón mismo del problema lacaniano: [a este libro me
lo recomendaron como “fabuloso”] concierne a la relación entre la identificación simbólica y lo restante, el residuo, el
objeto excremento que escapa a la misma».

¿Ya lo tienen? El “príncipe encantado” es la identificación simbólica y, el “vagabundo miserable”, lo restante, el


residuo, el objeto excremento. Está clarísimo.

Podríamos decir que el fin pone en escena lo que Lacan, en sus Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis [o sea,
está citando lo que yo, luego, voy a leerles], denomina la “separación”, a saber, la separación entre “I” y “a”; entre
el Ideal del Yo, la identificación simbólica del sujeto y el objeto: el distanciamiento, la segregación del objeto del orden
simbólico».

¿Escucharon “segregación”, no? Yo pregunté a todos mis amigos judíos, profesores de colegios judíos –
secundarios y universidades–, y a los más importantes rabinos a los que yo tengo acceso: “¿Vos sabés lo que es
un musulmán?”, y todos me dijeron “¡Claro, cómo no voy a saber lo que es un musulmán! ¡Un árabe!”. O sea, nadie
sabe lo que es un musulmán... Obviamente, lo que este tipo está diciendo es que el problema lacaniano y la
dirección lacaniana de la cura tomar a alguien posicionado acá [en “I”] y llevarlo acá, a su estatuto verdadero
[“a”]. Todos, en el fondo, somos un musulmán, un excremento, una mierda... ¿Quieren que lea de nuevo el
párrafo? Bueno, ahí va.

«En el nivel más elemental, el efecto poético de esta escena se basa en el doble significado del diálogo final: “Ahora puedo
ver”. Se refiere a la vista física recuperada, tanto como al hecho de que la muchacha ve ahora a su Príncipe Encantado en
lo que realmente es, un vagabundo miserable. Este segundo significado nos ubica en el corazón mismo del problema
lacaniano: concierne a la relación entre la identificación simbólica y lo restante, el residuo, el objeto excremento que escapa
a la misma. Podríamos decir que el fin pone en escena lo que Lacan, en sus Cuatro Conceptos Fundamentales del
Psicoanálisis, denomina la “separación”, a saber, la separación entre “I” y “a”; entre el Ideal del Yo, la identificación simbólica
del sujeto y el objeto: el distanciamiento, la segregación del objeto del orden simbólico».

¿Escucharon ese “segregación”? ¡Éste se fue de mambo! ¡Éste es un ‘facho’, un antisemita! ¡Éste un enano
fascista adentro! ¡Pero creció el enano, está en erección el enano fascista de éste, eh! ¡Decir hoy, en Occidente,
“segregación”! ¡Hay que tener huevos, eh!
En la página siguiente, el argumento sigue:

«El origen de la comedia debe buscarse en esa ceguera cruel, la incomprensión de una [escuchen este “una”] realidad trágica
de una situación».

¿Cómo sigue? De una situación... cualquiera. Toda situación tiene una esencia que es trágica. ¿Qué? El
excremento que somos, verdaderamente, en toda escena. Ese “verdaderamente” se dice “real”. Quiere decir
que el estatuto real es ser un excremento. Otra cita del mismo autor, dos páginas más adelante:

«La carta llega definitivamente a su destino cuando ya no podemos legitimizarnos como meros mediadores proveedores de
los mensajes del gran Otro, cuando dejamos de ocupar el lugar de Ideal del Yo en el espacio fantasmático del Otro, cuando
se alcanza la separación entre el punto de identificación ideal y el peso masivo de nuestra presencia fuera de la
representación simbólica».

¿Cuál es el “peso masivo de nuestra presencia fuera de la representación simbólica”? Una mierda, ser una
mierda. Ésa es una noción de real que supone que todos somos un excremento, un ‘sorete’, una nada. Me
puedo poner a filosofar –yo no soy filósofo y no sé nada de filosofía– y seguir por el lado de la falta en ser y por
un montón de cadenas significantes ‘recontra’ manejadas por nosotros...

¿Les leo lo que dice Lacan en el Seminario 11? No digo que Lacan no diga esto. Lo que estoy diciendo es que
hay otros párrafos en Lacan.

«Definir la hipnosis por la confusión, en un punto, del significante ideal donde se orienta el sujeto con el a es la definición
estructural más segura que se ha expuesto, ahora bien, ¿quien no sabe que fue distinguiéndose de la hipnosis que se
instituyó el análisis?»2.

Eso es la historia del psicoanálisis, Freud practicó la hipnosis. Todo el mesmerismo es un gran impulso a la
investigación en el campo “psi” de la época de Freud. Y Freud practicó la hipnosis –un efecto notable– y dejó
de practicarla por la incomodidad, por el fracaso en su aplicabilidad, y el disgusto de Freud por practicarla. Pero,
¿lo pensamos un minuto? ¿Qué es la hipnosis? Pongamos que ella será la futura hipnotizada y yo soy el
hipnotizador, ¿sí? Ella es el paciente –la mismísima mierda...– y yo soy la maravilla. ¿Dónde está aquello que
cautiva? ¿Dónde está el reloj de oro que muevo como un péndulo? En mí, yo. ¡Y el hipnotizado entrega el culo,
mal! El hipnotizado dice “¡Sí, sí! ¡Tú eres el Mesías!”... ¿Sí o no? Y después podés clavarle un alfiler, hacerlo
desnudarse, hacerle decir frases estúpidas como por ejemplo “Cuando yo te despierte dirás que sos un tarado”...
“¡Soy un tarado!”... Todo eso, soy yo quien lo logra. Ya implica un problema. ¿Entienden que ya no responde
bien a la estructura de Luces de Mi Ciudad, de Charles Chaplin? Sigo con la cita:

«...Pues el resorte fundamental de la operación analítica es el mantenimiento de la distancia entre la I y la a».

2 J. Lacan, Clase 20 de EL SEMINARIO, LIBRO 11.


Al mantenimiento de la distancia podríamos llamarlo “separación”, no hay ningún problema con ello. Pero,
igualmente, no se trata de la operación de separación. Este tipo, Žižek, las confunde de acá a la China,
totalmente.

«Para darles fórmulas referenciales, diré: si la transferencia es lo que, de la pulsión, aparta la demanda, el deseo del analista
es lo que la restablece. Y por esa vía, aísla el a, lo coloca a la mayor distancia posible de la I que él, el analista, se ve llamado
por el sujeto a encarnar. Es de esa idealización que el analista ha de declinar para ser el soporte del a separador, en la
medida que su deseo le permite en una hipnosis al revés, encarnar, él, al hipnotizado».

¿Entienden el desastre de este tipo (Žižek)? Que nos hizo creer que el paciente –el ‘chabón’, ese estúpido
engañado– se cree que es una maravilla, y el problema lacaniano fundamental es demostrarle que es un
‘sorete’... Este problema está en Freud.

[Cambio de cinta]

...pero es esto mismo. ¿Entienden? Se cree que es una gran cosa cuando, en realidad, es un ‘sorete’. Lacan
dice que la operación analítica es, efectivamente, separar I de a –de la I que encarna el analista. ¿Y por qué la
encarna? Porque el sujeto se la aplica al comienzo, que es el Sujeto-Supuesto-Saber. Hay una idealización
implícita en la Demanda de análisis, que es una negación flagrante de la estructura de la realidad de las cosas:
“Ayúdeme, Usted que sabe (que yo sé que Usted no puede saber un carajo de lo que me pasa porque no se lo conté)”... Es
por eso que, después de dos o tres años, viene esa frase fatídica de: “¿Yo te conté que...?”. De hecho, el otro
día me dijo un paciente... [sigue un comentario acerca de un caso clínico]... ¡No me lo había contado! Yo no
podía saberlo y él sabía que yo no podía saberlo, si me lo ocultó expresamente y frenó el análisis tres años.

«Es de esa idealización que el analista ha de declinar para ser el soporte del a separador, en la medida que su deseo le
permite en una hipnosis al revés, encarnar, él, al hipnotizado».

De esto no se enteró nadie, ¡no puede ser! ¡Son frases muy contundentes de Lacan! Es al revés y, este tipo,
Žižek, tiene un libro exitosísimo. Vende muchos más libros que yo y es conocido en todo el mundo –yo no soy
conocido ni en el barrio... Ahora, si esto se vende de esta manera, es porque se lo entendió así. ¿Y por qué se
lo entendió así? Porque Lacan lo dijo, pero Lacan también dijo esto otro que les cité. Con lo cual, Lacan dijo
ambas cosas, ¿y cuál de ellas fue tomada? La ideológicamente avalada. En el consenso de la sociedad, hoy,
todos somos un ‘sorete’. Es lo que plantean los tipos que están pensando este problema. HOMO SACER quiere
decir eso, con la salvedad de que “sacer” quiere decir las dos cosas: tanto lo “sagrado” como lo “maldito”
intocable, aquello de lo que hay que alejarse, lo ominoso por excelencia.

«Este franqueamiento del plano de la identificación es posible».

¿De quién? Del analista, con el lugar del sujeto-supuesto-saber, al que todo paciente –por demandarle que sea
su analista– necesariamente lo lleva. Aquí viene un párrafo un poco más difícil.

«Cada uno de todos los que han vivido conmigo hasta el final, en el análisis didáctico, la experiencia analítica sabe que lo
que digo es verdad».

Si uno no toma en cuenta que son análisis didácticos, alguien que estuviera en mi contra, hoy diría: “¿Pero ves,
Alfredo, que Lacan dice que en el análisis hay que curar a la gente de la identificación?”. No, solamente hay que curar
a aquellos que quieran ser analistas porque si no, no podrán cumplir con el trabajo del analista. Tiene que
separarse del lugar de la identificación. ¿Se entiende? No hay que “desidentificar” a la gente, que es lo que
hace todo analista. Bueno, vos fuiste compañera mía en la cátedra de Escuela Francesa. En Escuela Francesa,
había un grupo de ‘minas’ que eran las ....[inaudible].... de Diana Rabinovich que nunca calificaban a los
alumnos con un diez, ponían nueve. Y eso, para empezar ya a trabajar analíticamente a los alumnos... Y así,
los enmierdaban un poco porque si le ponían un diez el tipo iba a estar ‘jodido’. Esto no es un chiste, es en
serio, de verdad. No voy a darles nombres y apellidos. ¿Entienden por qué esto era así? Porque ya estaban
siendo analistas...
INTERVENCIÓN: Lo que es patético es que se entienda eso como un acto analítico.

A.E.: Y, no, para la gente, si estás acá [en “I”] estás ‘jodido’, engañado, se cree que es. Si vos le ponés diez,
¿cómo lo bajás de ahí, después? Se dice así. Los lacanianos dicen “¡No sé cómo bajar al Padre de este paciente!”...
¿Y a dónde lo querés bajar? Se dice y habla así. Se habla así porque se conciben las cosas así.
Lacan está planteándolo al revés. Lacan dice que dejar este lugar [“I”] se logra en análisis. Pero, ¡cuidado! Está
hablando de los análisis de analistas, o sea, los análisis que deberíamos hacer nosotros. Ahora, ninguno de
nosotros, ni por putas, lo ha hecho porque eso no existe. El análisis didáctico, tal como lo concibe Lacan –que
yo sepa–, no existe. No creo en esto que dice él. Yo no conozco testimonio alguno de que esto se ha logrado.
En general, por ejemplo, todos los que se analizaron con él mantienen a Lacan más idealizado que nunca.
Creen que sí lo hicieron porque ellos se sienten una mierda. Todos los que dan testimonio del pase, testimonian
de lo ‘sorete’ que son, pero siguen en la transferencia igual que el día en que empezaron análisis... Y si no es
con su analista, al menos lo es con Lacan. Lo que Lacan está diciendo es que el analista es el que va acá [“I”],
y va acá por la estructura del dispositivo.

«Cada uno de todos los que han vivido conmigo hasta el final, en el análisis didáctico, la experiencia analítica sabe que lo
que digo es verdad».

¿Qué es lo que ellos tendrían que testimoniar? Que Lacan no es nadie. Y no hay ninguno, de los que se analizó
con él, que lo diga. La entrada en análisis supone la idealización del otro. ¿Por qué? Porque nosotros
trabajamos con neuróticos, no con perversos. Para los perversos, este dispositivo no sirve para nada: el
perverso sabe, y no solamente sabe cómo goza él sino que, además, te dice: “Nena, si querés, vení y pasá detrás
de la cortina que te enseño un poco a vos y a todos los que vengan”... ¿Vieron que no hay problema de falta de
erección en la perversión? Es un problema raro. No hay fallas en la erección en los hombres perversos. ¿Por
qué? Porque ellos saben. Ellos no entran en este dispositivo. Los que sí entran son los que suponen que el otro
sabe. Y como su posición es suponer que el otro sabe, son aptos para el análisis ya que el dispositivo del
análisis permite suponer que el otro sabe. “Vengo a verlo porque estoy mal”, y cuando decimos “Bueno, venga”,
le estamos diciendo “Bueno, venga, yo voy a saber qué hacer con eso”. Y tanto él como uno saben que uno no sabe.

«El deseo del analista no es un deseo puro. Es un deseo de obtener la diferencia absoluta la que interviene cuando,
enfrentado al significante primordial, el sujeto viene por primera vez en posición de someterse a él, ahí sólo puede surtir la
significación de un amor sin limites, ya que está fuera de los límites de la ley, donde sólo él puede vivir».

¿Ven lo que apareció al final del Seminario 11? ¿Lo escucharon? Primero, el amor –erradicado, abjurado y
segregado del campo lacaniano. Yo no entiendo este párrafo pero observen ustedes la entrada de este
fenómeno notable. No sé si alguno de ustedes tiene presente el contenido de la última clase del Seminario 11,
el de Spinoza. Vamos a trabajarlo porque, de vuelta, aparece lo mismo. Para Lacan, la única opción frente al
horror total es el amor –el amor al orden significante que, para Lacan, es el Amor Intellectualis de Spinoza.
Ninguno de nosotros tuvimos demasiados problemas con el “deseo del analista” porque no nos preguntamos
qué novedad había allí. Tal como siempre hacemos: como no queremos saber, nunca nos preguntamos por lo
nuevo. Y siempre lo entendimos desde el comienzo, diciendo: “Claro, para que aparezca el deseo del sujeto, como
el deseo es el deseo del Otro, tiene que aparecer el deseo del lado del analista”. Me da la impresión que, para eso, no
hacía falta un concepto nuevo; ya teníamos el Che vuoi? desde los Seminarios 5 y VI. No hacía falta el “deseo
del psicoanalista”.
Lo que Lacan está trabajando con el deseo del psicoanalista es la posibilidad del fin de análisis. ¿Cuál es la
posibilidad del fin de análisis? Ya lo decía Freud: la resolución de la transferencia. ¿Y cómo se resuelve la
transferencia? Que ya no haya más Ideal del Otro [I(A)]. Si ya no hay más Ideal del Otro, o sea un elemento
que obture la barradura del Otro, quiere decir que se vela el “no hay Otro del Otro”. ¿Entienden lo que esto
quiere decir, no? Que no hay Otro respecto del orden simbólico. Hay orden simbólico y no hay Otro del orden
simbólico. El Ideal del Otro vela esto y, ¿cómo lo vela? Extrayendo e independizando un término, se genera la
ilusión de que hay un Otro del Otro [AA], y éste pasa a ser alguien. En general, los que más trabajan la
“segregación” a la condición de mierda de la raza humana son aquellos que más idealizan al Otro. ¿Ustedes
creen que Hitler era un gran estratega militar? Porque se corre ese rumor. Pero, en realidad, ¡era un tarado!
¡Un tarambana! Tenía la inteligencia de Galtieri, claro que sin sumergirlo en el alcohol... ¡Lo cual es peor! Galtieri
es mucho peor: sin alcohol es más tarado, todavía. Lacan y todos los que conocen del tema dicen que Hitler
era incapaz de haber escrito MEIN KAMPF. Es una opinión generalizada, se lo escribió algún escritorzuelo a
quien le tiraba sus ideas fascistas y asesinas. Justamente, los que más tienden a afirmar que hay alguien que
es un ‘sorete’, son aquellos que tienden fundamentalmente a idealizar a alguien. Eso está en HOMO SACER, es
clarísimo, es un hecho notable. Hitler era la excepción en el sistema nazi: todos estaban sometidos a la ley que
dictaba Hitler quien, obviamente, no estaba sometido a la ley que dictaba él mismo, ya que justamente para
poder dictarla no tiene que estar sometido a ella. Es un problema lógico elemental. Todo HOMO SACER es un
libro sobre la excepción, sobre cómo se establece la excepción. Y hay una forma de establecer la excepción
que es hacer que alguien sea Otro del Otro. Hitler, para el noventa y cinco por ciento de la población alemana,
era el Otro del Otro, un efecto de masas. ¿Me entienden? Creo que no... Cuando dije que eran los nazis los
que más hacían esto, ¿a quién creyeron que yo me refería que ocupaban esta posición [“a”]? Quizás creyeron
que eran los judíos. Yo me refería a los alemanes. Toda la masa que sostenía a Hitler, ¿en qué posición se
sostenía? En la del ‘sorete’ abyecto que no tenía ningún problema en morir con tal de que sostenga el proyecto
del Führer... Lo que sucede es que –no sé si ustedes saben– siempre los sistemas que producen que alguien
ocupe esta posición [“a”] y otros ocupen esta otra [“I”], éstos [los que ocupan “a”] se ocupan automáticamente
de conseguirse otros aun más abajo. Conocen ese sistema. En la “villa-miseria” se producen los sistemas de
segregación más terribles que ustedes puedan imaginar, mucho peores que los de las ‘conchetas’ de Barrio
Norte con “la ‘negra’ de la mucama”. En la villa, los argentinos son de primera, los chilenos son de segunda, y
los ‘bolitas’ menos que ‘soretes’... Adentro de las villas, es mucho peor este distanciamiento.
Lo que Lacan está trabajando es una posición absolutamente distinta: el analista es el hipnotizado. Con lo cual,
entiendan ustedes que si hay algo de valor, ese algo de valor está del lado de quien consulta, del paciente. Y
eso también está en Lacan, eh. Todos tenemos que asumir una posición al respecto. En nuestra ética, ¿qué es
lo que valorizamos? Podemos decir que todos nosotros valorizamos la condición real de todo sujeto humano
hablante, o sea que es un ‘sorete’ menos que nada... Si alguno de ustedes conoce lacanianos famosos, habrán
visto que muchos de ellos están marcados por esta actitud, la de que todos son una mierda.
No es exactamente eso pero es muy parecido, se trata de una anécdota de Jean-Michel Vappereau. En mis
encuentros con él, una vez le pregunté: “¿Y cómo hacen tus pacientes en Francia?” porque el tipo está más de la
mitad del año acá. Me dejó perplejo con lo que me respondió: “Cada paciente tiene que pagar por el analista que
elige”... La verdad, está buena. Frase corta, latigazo... Yo esperaba la campana porque era un knock-out. ¡No,
es el analista el que debe pagar por cada paciente que recibe! ¿Y con qué paga? ¡Con todo! Dicho de modo
lacaniano: paga con su persona. ¿Saben lo que es la “persona”, no? La persona es el disfraz que nos ponemos
todas las mañanas cuando salimos de casa. Es la máscara, el yo de trajecito, todo ‘monono’ y casual... Con
cada analizante, el analista debe pagar con eso, con lo que cada mañana se pone para poder salir a la calle.
Pero pasa que estamos trabajando al revés. Por eso el lacanismo es tan antipático y tiene tan mal prensa,
porque tenemos que establecer cómo nos vamos a considerar. ¿Recuerdan cómo les propuse trabajar lo
sagrado, cuando trabajé con algunos de ustedes el Edipo y la Metáfora Paterna? Distinguido de lo religioso.
Con lo cual, para un psicoanalista, habría que establecer qué es lo sagrado. Para algunos, lo sagrado es que
advenga la condición de resto de cada sujeto que lo consulta. Y es tan sagrado que no lo revisan: apenas
advenga la posibilidad, pase atrás es medio bolo... ¡Pum! Se le corta la sesión, no se le dice nada. Me parece
que no es lo que propone Lacan. ¿Aceptan la definición de Lacan de deseo, de esta época, como metonimia
del ser? La pensamos un poco. Metonimia es lo que introduce la falta en ser, con lo cual se trata, para Lacan,
que el deseo es la metonimia del ser; o sea, es la introducción de la falta en ser y, en ese mismo momento, la
inauguración de un movimiento desiderativo porque metonimia quiere decir las dos cosas: la introducción de la
falta –en este caso, la falta en ser–, como también el movimiento por el ser. Si deseo es la metonimia del ser,
el deseo del psicoanalista es la metonimia del ser del sujeto que encarna el lugar del analista. Ésa es toda la
clave. Es al revés. No los convertimos en mierdas. Hay otro problema que quién se creía Lacan que era, con
su tapado astracán, corriendo a velocidad enloquecida por la ciudad de Paris, ‘cogiéndose’ a Dios y a María
Santísima según su propio capricho, entrando al regimiento nazi en Paris para rescatar –vaya a saber cómo–
a su mujer judía... Si Lacan, él, se creía una gran persona; si se creía, él mismo, un héroe trágico no es un gran
desaguisado. El de Freud me parece bastante peor: se creía el amado de todas sus pacientes mujeres. A Lacan
le cuesta un paso más, resolver ese problema. Es recién en el Seminario 11 donde dice que la neurosis de
transferencia es neurosis del analista. Ésa la dijo, la escribió y pasó sin que nadie ‘le dé bola’, porque todavía
seguimos muy aferrados a la posición freudiana: “Me quieren”. Ni hace falta hablar del caso patético de Dora.
¿Cómo es para Lacan un héroe trágico? Solo. ¿Recuerdan cómo funda Lacan la Sociedad? “Solo como siempre
estuve...”. ¡Parece Edipo! No se pinchó los ojos, ¡el tipo no era ‘boludo’..! Si él tenía la fantasía del héroe trágico,
ése es un problema de su persona. Por otro lado, disculpable porque nunca se analizó. Igualmente, no es
disculpable que un analista no se analice. Hay que poner el culo en el diván. ¡Malas noticias para aquellos que
no lo hicieron todavía! Hay que poner el culo en el diván porque es muy difícil, si no. Lacan era odiado por la
Inteligencia francesa, todos lo odiaban, nunca lo citaba nadie. Lacan se desesperaba por eso. Ni siquiera lo
citaban los que iban al Seminario. Y no lo citaban porque era un personaje odiado, odiado por su soberbia. El
movimiento psicoanalítico no puede frenarse por eso, son historias menores. El asunto es qué introdujo como
nuevo. Introdujo como nuevo que la cura completa de la neurosis pasa por la caída del analista. Para que la
caída del analista pueda producirse, nosotros tenemos que lograr desidentificarnos de todas nuestras
máscaras, en el fin de nuestro propio análisis, habiendo previamente pasado por la cura de la neurosis: que
caiga el analista. Siendo así, podemos advenir a ese lugar del cual nosotros seremos el resto. Y por eso, si hay
un duelo al fin del análisis, el duelo está del lado del analista, no del lado del paciente.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: ¿Qué es, en Freud, el narcisismo? Porque ése es el verdadero problema. Primero:¿Lacan trabajó el
narcisismo? Digo, ¿lo tomó como posición fundamental para determinar el trabajo analítico de los pacientes
neuróticos? No, en absoluto. Lo barrió. Primero, lo corrigió en su estructura con el Estadio del Espejo, que no
es lo que se dice porque, en todo caso, el narcisismo es “yo soy otro”. En todo caso, si Lacan lo tomó, rectificó
su estructura: no “yo soy la maravilla” sino “yo soy otro”. Segundo, cuando logra armar la metáfora paterna, a
partir del Seminario 3, la posición narcisística de cada uno de nosotros va a estar determinada por el tipo de
objeto que somos para el Otro. Con lo cual, si en todo caso hay narcisismo en alguno de nosotros, es efecto de
la mala posición del Otro. No tenemos nada que rectificar en nosotros. En todo caso, nos hicieron creer que
éramos una maravilla. La pregunta es, no si somos una maravilla, sino por qué nos lo hicieron creer.

PREGUNTA: [inaudible]

A.E.: Yo te devuelvo la pregunta. ¿Por qué has verificado –en tu experiencia, la poca o mucha que tengas– que
eso se sostiene en la clínica?

RESPUESTA: [inaudible]

A.E.: Para no revisar la posición del Otro. En el sentido mismo de la culpa. ¿Alguno de ustedes es el “hijo
preferido”? ¡Debe haber más de uno..! Habrán visto la culpa que se siente por el Otro. Ser el hijo preferido es
un lío. ¿Es falla de uno? Sentimiento inconsciente de culpa, ¿es falla de uno? El asunto es ése, ¿cómo se
resuelve la culpa? Se la reconduce adonde eso proviene. En el Seminario 3, ese problema está resuelto. Fíjense
en esta contradicción. En la misma página de la que extraje la cita de Žižek que les leí, dice:

«Materializa la pura condición de nada del agujero, el vacío en el Otro (el orden simbólico), el vacío designado en Lacan con
la palabra alemana das Ding».

¿Saben a qué llamaba Freud das Ding? Al Psicoanálisis. Freud llamaba das Ding al Psicoanálisis, con sus
amigos.

«La cosa, la pura sustancia de goce que se resiste a la simbolización».

¿Es eso? Cuando Lacan dice “elevar un objeto a la dignidad de la cosa”, ¿qué está queriendo decir? ¿No está
queriendo decir “Homo Sacer”, lo sagrado? Pero se nota, en este tipo, la filiación milleriana en donde la cosa
es cosa en tanto que pura sustancia de goce. ¿Y por qué sería das Ding la pura sustancia de goce? ¿Por qué
habría que llamarla “das Ding”, si es pura sustancia de goce? Patricia, vos sabés alemán.

LIC. PATRICIA BECKER: “Ding” no es solamente “cosa”, también es “asunto” o “tema”.

A.E.: El “asunto”.

LIC. FERNANDO RODRÍGUEZ: No, “asunto” es “Sache” [inaudible lo siguiente].


A.E.: Lacan trabaja la oposición entre Sache y Ding, justamente en este mismo seminario. Pero, digo, en Lacan
“objeto”, ¿es necesariamente resto como excremento? ¿O es la única lógica para concebir el valor que algo
puede tener? ¿Qué quiere decir “elevar un objeto a la dignidad de la cosa”? Conocen la respuesta de Borges a
la pregunta de si le gustaban los niños. Se queda en silencio un rato y dice: “¿A qué se refiere Usted? ¿A esa cosa
llena de orín y caca?”. Bueno, pensemos en esa cosa llena de orín y de caca. ¡Bastante kleiniano en su definición!
¿Es real o no es real que adquiere una dignidad especial? Cuando la mucama –chica con problemas– deja al
bebé en el tacho de basura, en el baldío de al lado, ¿se verifica que eso adquiere, sí o no, una dignidad especial?
Nosotros decimos: “¡Qué negra de mierda!”. Sí, ¡pero lacaniana..! ¡Es un verdadero fin de análisis lacaniano, del
análisis de un niño!

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: ¿Pero cuál es la diferencia? O sea, lo que nosotros verificamos es que nuestra condición misma es que
el Otro nos dignifique como condensación de valor. También están el problema del goce y el problema del resto.
¿Pero por qué, de eso, tenemos que concebir que el sujeto en última instancia es un ‘sorete’? Mi impresión es
que llegó la hora de revisarlo, especialmente para los que –como yo– crean y quieran ser terapeutas. Eso ya
quiere decir bastante. ¿Saben lo que es un “therapon”, no? Un hipnotizado al revés. Un “Therapon” es Sancho
Panza. Es aquel que acompaña a la persona valiosa, después derivó en “therapeutikos”. Pero si deriva en
terapéutico, lo valiosos son los pacientes. Lo que pasa es que eso se perdió. El deseo del psicoanalista es eso;
es que en el proceso terapéutico que llamamos “analítico”, el analista tiene que conducir el trabajo que conduzca
hacia su propia caída. No se trata del “excremento” de la persona que viene a consultar. Es el analista quien
paga y, para poder hacerlo bien hay que analizarse. Por eso hay que analizarse. Hemos logrado una definición
estructural de la causa de la necesidad de análisis por parte del analista, porque nos exige ser llevados a una
posición que es única. Me parece bastante claro que hay que distinguirla de la posición melancólica: nosotros
no vamos por el mundo diciendo que somos una mierda, sino todo lo contrario: “¿Usted quiere analizarse? Puede
analizarse conmigo”. Claro que no conviene andar diciéndolo así... Conviene decirlo en forma indirecta. Nosotros
nos ofertamos en un lugar de valor. Para que la persona revise cómo él se posiciona respecto del valor y qué
valor le asigna al otro. Y lo conduciremos a un trabajo en donde nosotros seremos destituidos del valor.
Recuerdan que Freud –que no tiene toda esta teoría– dijo que el analista es el único que respecto del vínculo
de la transferencia trabaja para disolverlo. El médico y el cura –decía Freud– nunca vana trabajar para disolverlo
porque no les conviene. Lo que no llegó a hacer Freud es establecer el vínculo de eso con la neurosis. Pero,
de todas maneras, la posición ética estaba clara: teníamos que trabajar de tal manera de disolver el vínculo
jerarquizado que el sujeto tenía con nosotros.
Bueno, hasta aquí llegamos hoy. ¿Hay alguna pregunta?

En nuestro plan de trabajo, me parece que no nos vendría mal seguir por Antígona. Para seguir por Antígona,
yo les propondría entrar por Edipo Rey. Obviamente me interesa Edipo Rey por el “nada soy”. ¿Recuerdan esa
frase, no? “Ahora que nada soy, ¿es que soy un hombre?”, dice Edipo antes de entrar al agujero de una tumba
tan parecido a la de Antígona. En esa época, las tumbas eran como bóvedas, con puertas. Y Lacan dice que
es la condición más pura de su condición subjetiva... Yo voy a proponer revisar eso. No estoy de acuerdo con
eso. Quizás sea yo sea un ingenuo, un engañado, un judío benévolo –en vez de un judío errante. Pero lo
tendrían que decir ustedes, no puedo decirlo yo. He hecho dos análisis de diez años cada uno. A mis analistas
les ha ido muy bien. El primero es ahora el presidente de A.P.A, el segundo es un famoso lacaniano. Si esto es
un fantasma que a mí me engaña, les tocará a ustedes decírmelo, dado el vínculo de confianza que tenemos.
No me sentiría ofendido, si lo dicen.
Y de Antígona, revisaremos el alcance que Lacan le da a la experiencia trágica, si todo análisis implica la ética
del héroe trágico. Y lo otro que le voy a proponerles es leer toda la saga de los Labdácidas, como si fuese un
caso clínico. Tomar Edipo Rey, Edipo en Colona y Antígona. Es como La Guerra de Las Galaxias, o sea es una
historia que el autor escribe en forma de historia sin respetar los años en que la escribe ni la sucesión de los
capítulos. Porque Edipo en Colona, Sófocles lo escribe a su noventa años de edad –en honor a su ciudad natal–
, antes de morir, pero ya había escrito muchísimo antes Antígona, que es posterior. El texto de referencia va a
ser ANTÍGONAS, de Steiner, que Lacan toma en varias oportunidades. Steiner, por el contrario, no le da a Lacan
‘ni cinco de bola’, pero trabaja la misma pregunta que Lacan: el brillo de Antígona, es decir, por qué Antígona
causa interés. Bueno, ésa es la pregunta de Lacan; nosotros podríamos extenderla un poco porque a Freud
Edipo le causó mucho interés y la gente ‘enganchó’ bien. Las chicas se quejan porque no está Electra. ¿Vieron
que todo el mundo dice que para las mujeres, Electra? En realidad, para nosotros también porque al Edipo
femenino, ¡no lo entendió nadie..! Seamos sinceros: ¡el Edipo femenino es un intríngulis que nadie entiende!
Vamos a trabajarlo en ese sentido, por qué el brillo, por qué nos llama tanto la atención. En Lacan, hay un punto
que es su explicación: porque ella realizó su deseo. Yo les voy a proponer revisarlo. No veo por qué un judío
que no claudica en el campo de concentración no es un héroe trágico, para Lacan. Nunca lo dijo ni se le ocurrió;
al revés, siempre dijo que se trataba de narcisismo. Lacan siempre dijo que los judíos terminaron en los hornos
crematorios, por el narcisismo –ésa es la posición a que lleva creerse el elegido, dice Lacan. Vamos a tener
que revisar eso. Anna Arent, en su libro acerca del juicio de ...................., dice que cualquier Pueblo habría
respondido exactamente de la misma manera. ¡Es una hipótesis de máxima! ¿Cómo se verifica eso? Tenés
que tener un muy, muy fuerte ‘testeo’ del problema. Pero son los problemas que tenemos que pensar. Así que,
sin no les parece mal, tendremos que trabajar la saga completa de los Labdácidas, es decir, ocuparnos de
cuentitos...

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: Sí, es así. Así es la cita: la “cobardía moral” de la neurosis. De aquí en más, vamos a dedicarnos a revisar
la función del héroe.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Ese imaginario es más peligroso para nosotros, en nuestra condición de neuróticos, o como analistas
enfrentados a la neurosis, por el siguiente caminito sencillo: si el personaje trágico nos resulta un héroe y, como
héroe, idealizamos su accionar, eso –al idealizar su accionar– hace que su muerte nos resulte idealizada. Como
la posición del neurótico es siempre sacrificarse para sostener al Otro, entonces estamos validando esa misma
posición. Si nosotros idealizamos al héroe, avalamos el sacrificio del neurótico. Lo que digo es que la posición
del neurótico no es narcisística, sino fundamentalmente sacrificial. ¿Vos conocés lacanianos? Te hago entonces
esta pregunta: ¿trabajan o no trabajan con la “destitución subjetiva”? Si vamos a preguntar quiénes son los
lacanianos, obviamente, no vamos a poder responderlo. Lo que hay que hacer es establecer si hay ciertas
regularidades de tal índole que puedan ser referidas por el lenguaje. Yo escribí un artículo en donde digo que
ahora hay “millerianos”. ¿Por qué? Porque verifico –quizás me equivoqué– que un montón de colegas míos
empiezan a decir como conceptos palabras que yo no tenía como conceptos, dirigiendo las curas en función
de esos conceptos. He aquí que empiezo a escuchar que se repite cierta peculiaridad a la cual designo. ¿Hay
o no, hoy en Buenos Aires, cierta cosa que pueda ser denominada el “lacanismo”? Ya sé que no se puede decir
a nadie que lo sea, pero ¿hay cierta regularidad tipificada? Es un procedimiento científico mínimo, que haya
regularidades que uno pueda agrupar en un conjunto y designarlo. Creo que se habla del lacanismo, pero el
asunto es si existe o no. Yo diría que existe. Ahora bien, en esa práctica en la que se practica –es regular, lo
escucho en todos los hospitales a los que voy– la “destitución subjetiva”, ¿qué se quiere decir con eso? ¿Qué
caracteriza, hoy en Buenos Aires, a la práctica lacaniana? ¿Se puede decir o no? Para mí es muy difícil. Pero
yo he verificado después de diez o quince años de participación plena en el movimiento lacaniano, que en
efecto hay ciertas regularidades. ¿Cuáles? Frases como la de “destitución subjetiva”.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: En una época, a mi entender terriblemente preocupante –según mi juicio–, donde se practica con una
naturalidad el ser-para-la-muerte... ¡Piensen que en los mismos años tenemos a Hitler y a Stalin! ¡Hicieron lo
mismo! ¿Qué quiere decir “lo mismo”? Que segregaron a un grupo de gente y mataron a diez, quince o treinta
millones de personas cada uno de ellos. ¡Qué época, la nuestra! Época en la que estas ideas pululan por
doquier: la “limpieza étnica”, el “Judenrein”, etc. Acá se practicó. Ya estamos en Agamben, en su libro dice
Argentina. No dice Chile o Uruguay. Nosotros tenemos el orgullo de la birome, el colectivo, el dulce de leche,
la “mano de Dios”... y los treinta mil desaparecidos. ¡Yo creo que se acabó la ‘joda’, loco! ¡Hay que empezar a
hablar de lo que es necesario hablar! Entonces, en una época en la que la vida humana no vale un ‘sorete’,
sostener una teoría en la que haya que convencer de su condición de ‘sorete’ a la gente misma que viene a
consultar convencida de que es un ‘sorete’, yo creo que hay que revisarlo.
[Cambio de cinta]

... la cuestión es la Demanda que nosotros recibimos. El asunto es cómo recibimos esa Demanda y cómo
operamos sobre ella. Esa Demanda es soporte del lugar del sujeto-supuesto-saber para mí.

INTERVENCIÓN: Ahí es cuando Agamben habla de la muerte de la Modernidad, diciendo que justamente el
movimiento freudiano rescata la muerte propia que, precisamente, me parece que va en contra de eso.

A.E.: Pero están las dos cosas. También Freud dijo que teníamos una pulsión de muerte que nos hacía volver
a la sustancia inanimada. ¡¿De dónde sacó eso?! ¿Qué en nosotros hay una energía que nos hace volver a la
sustancia inanimada? ¡’Che’, hablemos un rato de eso! ¿De dónde lo sacó? ¿Dónde lo vieron ustedes? ¡Es
cierto que algunos parecen plantas, pero déjenme de ‘joder’..! ¿Dónde vieron eso? ¿Qué es eso? Me parece
que llegó la hora de rever estas cosas. No vamos a revolucionar nada; lo que digo es que revisemos estas
cosas que son nuestros grandes supuestos porque me parece que producen clínicas distintas. Dan clínicas
distintas. Yo superviso en hospitales de Brasilia, de Santiago de Chile, de Mendoza, de todo el Gran Buen os
Aires, Tucumán, etc. Analistas jóvenes lacanianos... ¡Tres palabras que juntan..! “Analista, “joven” y
¡“lacaniano”!... ¡Mono con ametralladora y gillette en el bolsillo, por si se le acaban las balas..! ¿Qué es la
sesión? “Destitución subjetiva, ¡que asuma la responsabilidad! No le dije nada y le corté la sesión”... Si ustedes
consiguen un material distinto, por favor, preséntenmelo porque yo ya estoy como anoréxico... En todos estos
lugares, hace diez años que todos los materiales son iguales. Ésa es una práctica orientada por una teoría.
¡¿Qué “asuma su responsabilidad”, gente inundada de culpa?! “¿Qué lugar ocupa Usted..? ¡Sí, doctor, soy una
mierda!”... Empiecen un tratamiento preguntando al paciente qué lugar ocupa y verán lo que responde: “¡Sí, la
verdad es que soy un ‘boludo’!”...

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Tiene razón. El diagnóstico es correcto, lo que está mal es la teoría: lo que está baja es la aloestima, no
la autoestima. ¿Y qué es lo que dice Lacan? Hagan, ustedes, el hipnotizado. Lo que sucede es que lo que hace
el lacaniano es darle más de lo mismo. Hay un error total en el marxismo. El marxismo decía que la sociedad
evolucionaba: esclavismo, capitalismo, comunismo. La vida humana es más valiosa en el sistema esclavista
que en el capitalista. ¡Es obvio! El que no lo pensó está durmiendo la siesta... Si las obreras de la fábrica textil,
en New York, hacen huelga, ¿qué se hacés? Las matás a todas y, al otro día, ponés un cartelito que diga
“Vacancy” y tomás a otras cien... Si esas cien vacas asquerosas son tuyas, no vas a matarlas, vas a venderlas.
En el capitalismo, el valor se depreció muchísimo. ¿Para qué sirve una persona humana? Nuestra teoría, ¿dice
lo mismo, o tiene otra posición? Les propongo que discutamos eso. Me parece que ya llegó la hora de ponerlo
en tela de juicio.

LIC. MÓNICA JACOB: Yo creo que, con respecto al tema de la responsabilidad, hay una diferencia entre pensar
que la responsabilidad tiene que ver con lo que se hace, que pensar que la responsabilidad es respecto de lo
que se dice. ¿De qué se tiene que hacer responsable? Y otra cuestión, concerniente al objeto, a lo que quiere
decir “ser nada”, una cosa es que suponga ser una mierda y, otra muy diferente, es que “ser nada” sea “ser una
letra”. Son cosas bien diferentes.

A.E.: Aprendí algo de Agamben: el tema de la responsabilidad. La responsabilidad es un término jurídico que
designa al “garante”, el responsable es el garante. Se dice “sponsor”. ¿Función típica del sponsor? El padre de
la novia, de ahí viene “esposa” –“sponsa”. Es decir, si vos hacés un pacto matrimonial, ¿con quién lo hacés?
Obviamente, con el pater. Con lo cual la responsabilidad se nos complica para seguir sosteniéndola como un
hecho clínico porque apunta precisamente al revés, hacia la garantía.
¿Qué ponemos, entonces, acá? [en la intersección de los tres círculos]. “Aidos”, pudor. Que no es lo mismo
que vergüenza, que es la variable neurótica del pudor. En el Seminario XXI o XXII, Lacan lo pone ahí. El pudor
es lo que articula al nudo borromeo. En cambio, un lacaniano de pura cepa te pone ahí, con toda seguridad, al
objeto a... También, en algunos escritos Lacan pone allí el pudor. Es lo más humano de lo humano. Tres
soldados rusos, a caballo, son los primeros en llegar a las puertas de Auschwitz. ¿Saben lo que ocurrió? A los
soldados les dio pudor de ver eso y a los prisioneros les dio pudor ser vistos. Es increíble. Con lo cual, podríamos
poner en ese punto –en el punto del pudor–, donde está el límite. Habría que ver si para nosotros, lo real, es el
pudor. ¿Entienden? Nosotros respetamos, como lo más sagrado, el pudor. No es poca cosa, piénsenlo. El
pudor, no la vergüenza. Lo que trabaja Agamben, en LO QUE QUEDA DE AUSCHWITZ, es que el pudor se produce
cuando se disuelve la división subjetiva. Es interesantísimo, lo mismo que dice Lacan. Vean que no nos
quedamos sin garantías conceptuales. Hay sobre que morder y hay otros autores muy interesantes, no está
sólo Lacan. El tema del pudor. Hasta podríamos armar una clínica del pudor. Podríamos tener toda la dirección
de la cura regida por el termómetro del pudor. Pudor bien distinguido de la vergüenza. Entienden que el respeto
por el pudor es un buen termómetro del respeto por el otro.

Bueno, continuamos en la próxima reunión.

[Material no corregido por el autor].


LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS, LIC. ALFREDO EIDELSZTEIN
2ª REUNIÓN – 24/V/2001

La vez pasada retomé el problema del deseo del psicoanalista porque me parecía que hacía falta hacer algunas
aclaraciones respecto a su uso y su generalización. Recuerdan que traje, como referencia, el libro de Žižek
para mostrar cómo se trabajaba el problema. Hoy les propongo trabajar la otra cara del mismo problema, que
es el deseo como función del analizante, del paciente, del neurótico, de quien demanda la consulta o cualquiera
de sus formas. Es decir, primero del lado del deseo del psicoanalista y, ahora, del otro lado. Voy a trabajarlo
exclusivamente desde el Seminario 7 porque me parece que hay un problema a ese respecto que, verán, tiene
muchísimo que ver con el nihilismo. Toda mi exposición de hoy estará orientada a este problema. A la próxima
reunión vendrá Cuasnicu y, en la siguiente, trabajaríamos Antígona. El primer trabajo sobre Antígona lo
haríamos sobre el texto de Sófocles, de la versión de Gredos –en esa única versión– pero cada uno se ayuda
con las ochenta y cuatro versiones que tenga y quiera, porque los comentarios a pie de página que se suele
hacer, a veces son imperiosos dado que uno no contextúa ese texto dentro de la lógica que corresponde. Y,
respecto de la bibliografía que les propuse, agregaré de Søren Kierkegaard, EL SENTIDO DE LA TRAGEDIA 2:
ANTÍGONA. Que yo sepa, esto no se consigue por ningún lado. Así que, los que quieran pueden hablar con
Haydée Montesano que va a administrar las copias que yo les haría. Francamente, de todo lo que yo leí de
Antígona, es la lectura más potente y clara. Saben que Kierkegaard tiene una posición en contra de la filosofía
oscura, para él la filosofía tiene que ser clara, tiene que ser entendible. Con lo cual, es un libro que se puede
leer –no es Hegel o ese tipo de autores con los que uno tiene mucha dificultad para leerlos– y es francamente
espectacular. Pero no trabajaré este texto en la reunión que siga a la exposición de Cuasnicu, dado que
entonces trabajaremos el texto de Sófocles. Como hacemos siempre los psicoanalistas, que es una ficción que
–creo yo– es bastante próspera, ¿si Antígona fuese un caso clínico, qué diríamos de ella? Así lo leeríamos,
como si fuese un caso clínico. Obviamente, al menos dentro de mi estilo de practicar lectura sobre los casos,
debemos incluir inexorablemente a Antígona dentro de toda la saga de mitos de Tebas; con lo cual, habría que
leer Edipo en Colona y Edipo Rey. Pueden leerlos tal como Sófocles los escribió, o respetando la historicidad
del mito: Edipo Rey – Edipo en Colona – Antígona. Éste sería nuestro plan de trabajo, al menos, para las
próximas dos o tres reuniones. Estuve discutiendo con alguno de ustedes, como por ejemplo con Pablo
Peusner, la posibilidad de intentar pensar un poco mejor la posición de Lábdaco y de Cadmo. O sea que
tomaremos en cuenta a la familia. Porque un problema que hay allí, y sobre el que habitualmente no se
pregunta, es ¿por qué tan malos augurios para esa gente tan ‘macanuda’? ¿Por qué al papá de Edipo se le dijo
“tendrás un hijo parricida”, si él era un tipo ‘macanudo’? Les propongo, al menos, no claudicar en la actitud
frente a la pregunta del porqué.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: No es tan fácil establecerlo. Lo que les advierto voy a utilizar, fundamentalmente, es la noción de mitema
de Claude Lévi-Strauss. Habrá que leer el artículo LA ESTRUCTURA DE LOS MITOS. ¿Se acuerdan ustedes del
antropólogo Carlos Reynoso que vino a hablarnos el año pasado? Él, en un artículo suyo, destruye a Claude
Lévi-Strauss, con toda la razón y sin ella, justamente por el trabajo que hace sobre este problema.
Bueno, ése es nuestro caminito. La bibliografía está disponible para todos aquellos que la necesiten.

Hoy, entonces, pensaremos el problema del deseo desde el otro lado, no del lado del analista. El asunto del
que se trata, podríamos decirlo como la “realización del acto del deseo”. Vamos a tomarlo como frase mínima,
teniendo en cuenta que, cuando uno dice “realización”, en el contexto lacaniano, uno está diciendo dos cosas:
1) es hacerlo, “¿has realizado tal cosa?”, si lo has hecho, pero también 2) el pasaje a lo real. Si uno trabaja con
el concepto de “real” con el estatuto que tiene para Lacan –aunque no sepamos qué quiere decir–, también
está en si pasa a lo real.
Es entorno a la realización del acto del deseo, donde adviene la dimensión trágica de la experiencia analítica.
O sea, lo que habitualmente se sostiene es que A manda a B, y B manda a A, respecto a que la realización del
acto del deseo implica la dimensión trágica en la experiencia analítica. Ahora bien, respecto de este problema,
les propondré contextuarlo dentro de otra perspectiva: la de la clínica psicoanalítica. O sea que vamos a trabajar
la realización del acto del deseo y la dimensión trágica de la experiencia analítica, poniendo los dos pies dentro
de la experiencia analítica; y no dejando un pie afuera, por ejemplo, apoyándose en la filosofía o en alguna otra
cuestión. ¿Por qué? Porque haciendo así se nos plantea todo otro andarivel que requiere ser articulado: el
problema de la curación de la neurosis. Entonces, la cuestión es cómo se vinculan entre sí la cura de la neurosis
y la realización del acto del deseo, y por otra parte, si la curación de la neurosis implica la dimensión trágica de
la experiencia analítica. No sé si soy yo o si es la estructura de nuestro métier, pero me parece que en vez de
dar cada vez un paso adelante, estamos obligados a dar, cada vez, un paso atrás. Porque aquí hay que hacer
una aclaración respecto a “cura”. En el psicoanálisis lacaniano hay mucho disgusto con la utilización de la
palabra “cura”; se la utiliza porque Lacan produjo “la dirección de la cura” pero, en realidad, ningún analista
lacaniano de pura cepa acepta que la experiencia analítica sea “curativa”. Ahí, justamente, ahí se plantea un
problema que Lacan resolvió de una manera soberbia pero que no fue tomado en cuenta. Lo que pasa es que
Lacan es como un mono con ametralladora, en cada clase, en cada conferencia, el tipo habla de tantas cosas
y con tantas ideas novedosas que, a la mayoría, no la toma nadie. Pero porque nos abruma. Los sujetos
humanos no somos capaces de tomar tantas cosas nuevas. En este problema, lo que Lacan hace de manera
espectacular es utilizar un beneficio del francés. En francés se cuenta con dos términos: guérison y cure. Si
buscan la traducción castellana de ambas palabras, encontrarán para ambas “cura”. Los que sepan francés me
pueden seguir. Ahora bien, si uno busca en un diccionario no abreviado francés-francés –por ejemplo, el GRAND
ROBERT–, en el que se especifican todos los usos más habituales, se verifica una enorme diferencia. “Cure” se
utiliza en todas las siguiente acepciones: cura de agua, cura de sueño, cura por hipnosis. Y “guérison”, no.
“Guérison” siempre es la consecuencia del éxito de la práctica médica. ¿Entienden la diferencia? Utilizando
“cura” en francés, se habla de una cierta modalidad de acceso terapéutico; a “guérison” se la utiliza para el fin
de la intervención médica. Y Lacan advierte, justamente, que el psicoanálisis no acepta “guérison” para su
clínica, no “cure”. Nosotros perdimos esa diferencia y, entonces, rechazamos la cura: el psicoanálisis no cura,
hace otra cosa... Los lacanianos siempre dicen, en todo caso, “la cura viene por añadidura”... Pero no queda
claro si viene por añadidura, si uno la busca; si viene, también, por añadidura, si uno no la busca; si viene por
añadidura, cuando uno la rechaza. Hay muchos analistas lacanianos que te dicen “¡Ay, no! ¡Eso es
terapéutico!”... O sea, caca. Así como dicen “¡Ahh! ¡Pero eso es imaginario!”, también te dicen “¡Ahh, pero eso es
terapéutico! ¡Lo analítico es otra cosa!”. Bueno, pero si lo analítico es otra cosa, esa otra cosa ¿qué es? ¿Implica
o no hacer eje en lo curativo? Se tiende a decir que no. Pero me parece que ahí se pierde una diferencia que
Lacan trabaja: la de que nosotros no tenemos el procedimiento médico de la cura. ¿Cuál es el problema con el
procedimiento médico con la cura? Que implica un retorno al “estado armonioso anterior”. Y, como en
psicoanálisis no contamos con ese estado armonioso anterior, jamás podemos decir que nuestro procedimiento
apunte a eso. No se trata de volver al estado salutífero anterior porque nunca se parte de un estado salutífero.
Entonces, rechazamos “guérison”. Pero no rechazamos que practicamos una técnica curativa. Por otra parte,
ustedes saben que muchas de estas que nombré, estuvieron en el origen de la práctica en que se cocinó el
comienzo del psicoanálisis. Muchos de los pacientes que Freud atendía eran enviados por Freud mismo a hacer
“curas de agua”. Entonces, había “cura de agua”, “cura hipnótica” y “cura por la palabra”. Empezó a haber “cura
por la palabra” y, Lacan nunca desmiente su calidad de cura. Sí nos vemos obligados a no hablar de enfermos
porque para “enfermos” va “guérison”.
Entonces, una vez planteado esto y antes de entrar a revisar bien lo que Lacan afirma en el Seminario 7, dado
que allí hay dos lecturas, conviene distinguirlas y, en todo caso, si son muy opuestas, ver si se articulan o si
uno tiene que elegir entre las dos versiones que Lacan da. La primera cuestión antes de hacer eso es
preguntarse qué cura el psicoanálisis. Eso es muy importante. Les propongo, al menos, cuatro formas de pensar
esta cuestión:
Cura la neurosis. Lacan fue el primero en que trabajó que la neurosis no es enfermedad y que, sin embargo, se
cura. Sostuvo que se cura, no siendo enfermedad. Los post-freudianos sostuvieron que se curaba, sí, pero la
enfermedad; o sea que se volvía al estado armonioso. Lacan sin sostener el estado armonioso sí propone que
se cura la neurosis. Ahora bien, cuidado con los próximos argumentos porque no es fácil relacionarlos.
Otra cosa, muy diferente, es curar el síntoma. Me parece que habitualmente no se habla de eso y creo que, al
final, Lacan tuvo que retomar el problema del síntoma. Porque ése es un problema: si el síntoma se cura o no.
El chiste que suele hacerse es que el psicoanalista no cura el síntoma: “Ahora me sigo ‘pillando’ igual, pero ya
no me hago problema”...
No vamos a tomar en cuenta que “acota el goce” porque ahí acota, no cura. Y cuando decimos que cura la
neurosis, no acota la neurosis. Con “acotamiento del goce” se dice que –aunque a algunos no les guste– se
mejora la calidad de vida, se pierde un plus de sufrimiento: se sufre de más, se deja de sufrir en más.
Pero hay otra cuestión, que es el eje de lo que quería discutir con ustedes, que es que en muchas oportunidades
se propone que el psicoanálisis “cura de la condición humana”. En muchas circunstancias, se sostiene que el
psicoanálisis cura de la condición humana. Con lo cual, lo que voy a proponerles es si la realización del acto
del deseo implica curar la neurosis y/o –no sé cuál es el nexo lógico, vamos a tener que establecerlo– el síntoma
y/o la condición humana. ¿Se acuerdan del «mề phŷnai» de Edipo? Si uno intentase acceder con sus propios
pacientes al punto donde Lacan lee que Edipo realiza su deseo, arribando a la tumba y el « mề phŷnai» –que
Lacan lee como la segunda muerte, la muerte no natural–, lo que Lacan estaría ahí afirmando es que el
psicoanálisis cura de la condición humana, porque la condición humana implica una segunda muerte que los
animales no poseen. Si nosotros dijésemos que el psicoanálisis deja al sujeto enfrentado a su segunda muerte,
estaríamos diciendo que lo que está curando es de la condición humana. Y, entonces, saldrían personas
distintas, distintas del resto del mundo. Estarían los hombres comunes y las personas distintas. Ahora voy a
darles todas las citas en donde Lacan dice que el psicoanálisis cura de la condición humana. No es una
condición mía. Lo que estoy queriendo establecer con ustedes son los tópicos respecto de los cuales hay que
tomar una posición.
Si no les gusta lo de condición humana porque es demasiado fuerte, la forma más habitual en que podríamos
decirlo es si el psicoanálisis cura del malestar en la cultura, de la condición humana que nosotros conocemos
como malestar de la cultura. Si todavía se sienten demasiado lejos del lacanismo, de lo que estoy hablando
verdaderamente es si el psicoanálisis realiza la falta en ser. O sea, si nosotros conducimos los análisis para
que el sujeto advenga a la posición de enfrentar que la condición humana es falta en ser; y que todos, en ese
sentido, estaríamos ‘engrupidos’ y que el psicoanálisis nos llevaría al punto de verdad en cuanto a la falta en
ser.

INTERVENCIÓN: [inaudible]

A.E.: Sí, sí, por eso. Lo que dijo el otro día Cuasnicu, francamente, no me resultó nada interesante. Fue una
conversación de bar, bien de bar. Pero lo que ‘mandó’ sí es ‘piola’ porque trata este problema. ¿Escucharon lo
que dice este tipo? Que Occidente se caracteriza por una muy fuerte impronta de creer que nada es. ¡Mirá si
nosotros creemos que estamos ensayando una teoría y, en realidad, estamos tomados por una ideología del
no-somos-nada que reina en este momento! Cosa que no sería difícil, considerando el momento actual en que
la gente no es nada, en que se cocinan a doce millones, se revientan a otros veinte millones... Y es muy
interesante pensarlo porque quizás Lacan no tenía la posibilidad, en su momento, de darse cuenta en qué
proceso histórico de pensamiento él estaba, por ejemplo, tomando lo que le pareció espectacular de Heidegger,
cuando quizá no era nada más que lo que se estaba cocinando el puchero, en Occidente, pescado por los tipos
que primero lo pescaron, los que dijeron cómo venía la mano.

LIC. MARTA BENENATI: La falta en ser, ahí, estaría en relación al objeto. [Inaudible lo siguiente].

A.E.: Es que en el capitalismo, el ser humano no es objeto-mercancía. Por eso estamos fritos. En la esclavitud
estábamos mucho mejor, porque a ningún dueño de veinte millones de esclavos se le iba a ocurrir quemar
veinte millones de esclavos... Es como quemar veinte millones de vacas. ¡Sale ‘un huevo’! Ahora, en el
capitalismo, efectivamente, la gente no vale nada. ¿No fue en el día internacional de la mujer cuando cocinaron
a las tipas? Hubo una huelga en una fábrica textil en Nueva York, les pusieron unos fósforos y quemaron a
doscientas cincuenta. ¿Qué pasó al otro día? “Se necesitan obreras”... Se contratan a otras doscientas
cincuenta y está todo el problema solucionado. El marxismo nos hizo creer que el capitalismo era mucho más
evolucionado que la esclavitud. Lo que pasa es que somos todos marxistas, nadie es hoy capaz de discutirlo.
El problema es que hoy el ser humano no vale nada. ¿Es eso a lo que hay que llegar? ¿A que no hay ningún
valor? El tema es que los genios dicen estas cosas y, después, las aplicamos nosotros. Entonces, en la Facultad
de Psicología, mis colegas de la cátedra de Escuela Francesa, en los dos primeros años, nunca calificaban a
los alumnos con diez, ponían nueve. ¿Entienden por qué? Para no hacer consistir eso, que después iba a haber
que analizar y sacárselo... No es un chiste, ¡les juro por Dios que es verdad! Es patético pero es verdad. Así es
como, finalmente, terminan entendiéndose las cosas. Entonces, en cada sesión en donde alguien dice que es,
se trabaja que no es. ¿No es qué? Un atolladero clínico típico, por ejemplo: supongan que el padre del sujeto
es el mejor cirujano argentino. ¿Qué le dice un psicoanalista lacaniano? ¿Qué, no puede ser el mejor? ¿Contra
eso trabajamos? O sea, si tenemos a Maradona en análisis y nos dice que él fue el mejor jugador del mundo,
¿qué le decimos? ¿Qué no, que no lo es? ¿A qué estupideces estamos yendo? Ustedes ser ríen pero cuando
se les presenta clínicamente, lo hacen. Yo supervisé un caso de un genio. Lleno de piojos y todo sucio. El
profesor escribía el ejercicio en el pizarrón y antes de que terminara, éste le decía el resultado... ¡Ni siquiera
había terminado de escribir el ejercicio! Un genio. Ganó todas las olimpíadas matemáticas, ganó todo, todo.
Gana todo sin estudiar. Apenas echa un vistazo y te dice el resultado. Estilo Mozart. ¿Qué hay que decirle?
¿Que no lo es?

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: ¿Pero de qué falta se trata? ¿Falta de todo? ¿Nada es? Edipo dice antes de entrar en la cueva: “Ahora
que nada soy, ¿es que soy un hombre?”.

INTERVENCIÓN: ¡Pero ésa parece la lectura de un débil mental!

A.E.: Mmhh... Ahora te voy a dar las frases de Lacan y vas a tener un verdadero problema... Te vas a quedar
diciendo que Lacan es un débil mental.

PREGUNTA: Hablaste de cuatro formas de entender la cura. ¿Cuál es la cuarta? Porque yo llegué a tomar nota
de tres. ¿La de acotar el goce?

A.E.: Sí, la cuarta, pero dije que tiene un estatuto distinto. Se habla mucho de “acotar el goce” pero eso no se
puede decir que es cura, si entendemos por cura lo que yo entiendo por cura: algún cambio en la cantidad que
dé cualidad. Si decimos que hemos arribado al final, nunca lo hacemos con un texto del estilo “¡La verdad es
que estoy bastante mejor, eh!”. Pretendemos que haya un límite, un corte y un pasaje hacia el otro lado.

Van a ver que, respecto de esto, Lacan dice dos cosas distintas acerca de la realización del acto del deseo.
Una es –van a verlo, porque lo dice– que el psicoanálisis cura de la “condición humana”. Y verán que esto,
necesariamente, llevará a Lacan a una teoría fascista. Y van a ver que hay otra lectura posible que nos permitiría
a todos otra forma de orientarnos en la clínica respecto de la falta en ser y la realización del acto del deseo. De
las citas, tengo las dos versiones, la castellana y la francesa. Las cotejé y yo no encontré problemas. Pero,
igualmente, si ustedes quisieran, cuando doy la cita en castellano, si quieren, trabajamos la del francés para
‘chequearlas’. Son nueve citas cortitas de entre las páginas 360 y 380 del Seminario 7. Ustedes saben que, del
Seminario 7, Lacan dijo, hacia el final de su vida, que de todos era el que más le gustaba; que el mejor realizado,
en donde él dijo lo que más plenamente quería decir, es el Seminario 7.
Primera cita, de la página 361 de la edición castellana, y 350 de la francesa:

«Cualquiera sea la regularización que aportemos a la situación de quienes concretamente recurren a nosotros en nuestra
sociedad, es harto manifiesto que su aspiración a la felicidad implicará siempre un lugar abierto a una promesa, a un
milagro, a un espejismo de genio original o de excursión hacia la libertad [para aquellos que trabajaron conmigo el
año pasado, verán la crítica que hace Lacan a la libertad] , caricaturicemos, de posesión de todas las mujeres
por un hombre, del hombre ideal por una mujer. Hacerse el garante de que el sujeto puede de algún modo encontrar su
bien mismo en el análisis es una suerte de estafa».

El primer problema, la primera cuestión: yo le diría así a Lacan: “Dr. Lacan, ¿Usted realmente tiene demandas por
felicidad, porque yo jamás tuve ninguna?”. ¿Ustedes tienen demandas por felicidad? ¿Alguna vez tuvieron un
paciente que les diga que viene a verlos porque quiere ser feliz? ¿Sí? ¿Por qué quiere ser “feliz”? Bueno, les
doy dos casos pero, por favor, ¡no se ‘borren’ ahora, eh! Cuando trabajaste, a la tercera sesión –no digo la
segunda para no precipitar–, ¿no apareció que había un ‘problemón’? Entonces, ¿la demanda latente, por qué
era? Porque no se le paraba, porque estaban por echarlo del ‘laburo’, porque no conseguía alguna mujer, etc.
Lo que estoy preguntando es qué es lo que se demanda en un análisis. Estas cosas son como piedritas: uno
pone una piedrita y luego pone otra piedrita arriba de la primera, y luego otra, y otra, y finalmente tenés una
pared. Y, entonces, a ésta la dejás pasar y ¡cuidado! Porque después te manda por atrás el problema del bien...

«Hacerse el garante de que el sujeto puede de algún modo encontrar su bien mismo en el análisis es una suerte de
estafa».
Entonces, ¿qué? ¿No tiene que encontrarlo? Si no tiene ‘laburo’, tiene que seguir sin ‘laburo’; si quiere casarse,
tiene que seguir sin pareja; si quiere ser psicoanalista, no tiene que serlo nunca; si quiere qu e el hijo deje de
ser un tarado y estúpido, tiene que dejar que así sea, etc., etc. ¿Entienden el problema? Porque está dicho pero
si uno no trabaja muy bien en el contexto en el que está dicho y asume posición, y te tragás todas las ‘verduras’,
termina siendo un problema. Entonces, primera cuestión: es una estafa.
Yo fui a cien congresos en los que este párrafo fue citado, en donde se dice que sí, que prometer el bien es
una estafa. Pero, primero, la gente no viene por felicidad. Yo no he tenido en veinticinco años a nadie, ni un
solo caso, en que venga a buscar felicidad, siempre hay un problema. En mi época, Bunge empezó –yo, la
verdad, ¡ya no veo la hora en que se muera! ¡Bunge ya me hinchó las pelotas!– diciendo que todos los pacientes
se analizaban “porque estaba de moda”. Y, ahora, que todo el mundo dice que “el psicoanálisis pasó de moda,
estos ‘boludos’ se quedaron sin argumentos... Pero yo no tuve ningún paciente por moda, siempre encontré
que verdaderamente había un sufrimiento que justificaba y nunca fue por un pedido de felicidad.
Entonces, como primera cuestión, efectivamente Lacan empieza aquí a sostener algo de una ingenuidad, que
arma un perfil complicado del consultante.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: Así, no lo tomaría nadie. Ningún lacaniano ‘te compra’ ésa, pero que sí se ponen contentos cuando
“adviene angustia”, sí.

PREGUNTA: Entonces, ¿no es la clínica de la frustración?

A.E.: Me parece que sí, que en el fondo es la misma clínica de siempre porque nunca se expurgó el problema
freudiano del narcisismo. Se cree que la gente es narcisista. Ése es el peor problema en el psicoanálisis. Y,
justamente, los narcisistas nunca van a lo del psicoanalista. Hay narcisistas, pero ésos no van al psicoanalista.
Nosotros no tenemos ni a un solo narcisista en análisis. ¿Cómo va a ser? Es imposible, matemáticamente
imposible. Pero se trabaja eso.
La segunda cuestión –y acá ya nos metemos de lleno–, en la página siguiente, la 362:

«Como creo haberles mostrado aquí en la región que dibuje este año, para ustedes, la función del deseo debe permanecer
en una relación fundamental con la muerte. Hago la pregunta, ¿la terminación del análisis, la verdadera, entiendo la que
prepara para devenir analista, no debe enfrentar en su termino al que la padece con la realidad de la condición humana?».

¿Se entiende lo que se dice que se padece? La realidad de la condición humana. Es un párrafo de Lacan, un
poco rebuscado.

«Es propiamente esto lo que Freud, hablando de la angustia, designó como el fondo sobre el que se produce su señal, a
saber, la Hilflosigkeit, el desamparo, en el que el hombre en esa relación consigo mismo que es su propia muerte, pero
en el sentido en que les enseñé a desdoblarla este año, no puede esperar ayuda de nadie».

Primeramente, Freud no plantea Hilflosigkeit para el fin del análisis. Al revés, Freud considera lo que es un
momento fundante de Hilflosigkeit respecto del cual te saca la relación con alguien. Justamente, la contra-cara
del estado de desamparo descrito por Freud como condición humana es que eso nos hace tan dependientes
del Otro. Lo que Lacan propone, precisamente, es que el sujeto recupere la “condición humana”. ¿Cuál es la
“condición humana”? La angustia y el desamparo. ¿Por qué? Porque la verdadera esencia –hablo tranquilo,
somos todos amigos: uso palabras como “esencia”– del deseo es la propia muerte. No hace falta que Lacan
aclare que no se refiere a la muerte biológica, sino a la otra muerte. Igualmente, para todos aquellos que
estuvimos en la Facultad de Psicología, durante muchos años, y que conservamos cierta sensibilidad frente a
la “condición humana”, es frente a estas cosas que nos indignábamos cuando docentes y alumnos sostenían
que si un paciente quería suicidarse, había que dejarlo suicidarse. Era un ejemplo medio raro, aquél. Siempre
me pregunté por qué hacía falta ese ejemplo. Se suponía que si alguien quería realizar la contra-cara de la
condición humana, ¿cómo podía decírsele que no?

«Al término del análisis didáctico, el sujeto debe alcanzar y conocer el campo y el nivel de la experiencia del desasosiego
absoluto...»
Si leyeron algunos casos de esta época de Lacan, uno se da cuenta de que lo practicaba, que no era ‘joda’.
Todo lo que testimonian los pacientes de Lacan, que se sentían como el ‘re-sorete’, en el análisis con él, no es
otra cosa más que la aplicación, por parte de Lacan, de su teoría.

«Al término del análisis didáctico, el sujeto debe alcanzar y conocer el campo y el nivel de la experiencia del desasosiego
absoluto, a nivel del cual la angustia ya es una protección, no Abwarten, sino Erwartung. La angustia ya se despliega
dejando perfilarse un peligro, mientras que no hay peligro a nivel de la experiencia última de la Hilflosigkeit».

¿Recuerdan la escena que cuenta Roudinesco, en la que está Lacan en el Citroën, con la ‘mina’, le agarra el
semáforo y sus tres hijos están en la esquina, viéndolo con su amante –en el momento en que Lacan convivía
con la madre de ellos–; y que Lacan los mira, les da vuelta la cara, espera que cambie la luz del semáforo y
arranca? ¿Se acuerdan de eso, no?

En la página siguiente, la 363, el tema de la felicidad de Edipo, luego de la esfinge:

«Propiamente, fue burlado, engañado, por su accesos mismo a la felicidad. Más allá del servicio de los bienes e incluso
del pleno éxito de sus servicios, entra en la zona donde busca su deseo».

¿Se acuerdan, no? Yocasta pidiendo a Edipo que la corte y que la corte, pero el tipo no frena, da un paso más
y averigua; cae en desgracia, Yocasta se suicida –colgándose con la soga de su vestido–, él saca el broche del
vestido de Yocasta y con él se pincha los ojos y se va al exilio decretado por sus dos hijos varones, que se
hacen cargo.

«Observen bien las disposiciones de Edipo —in articulo mortis ni mosqueó [...] y, al término, estalla su maldición absoluta
contra sus hijos».

Hay que revisarlo bien. ¿Alguien tiene presente la saga de Edipo? La maldición es en EDIPO EN COLONA, no en
EDIPO REY. Es cuando lo van a buscar para que participe en la disputa, que viene la maldición. Y acá, m e
parece que está diciendo como que es en EDIPO REY –Oedipus Tiranus–, y me parece que es en EDIPO EN
COLONA.

LIC. FERNANDO RODRÍGUEZ: [inaudible].

A.E.: Pero eso era en EDIPO EN COLONA, no en EDIPO REY, y acá está hablando de EDIPO REY.

«Observen bien las disposiciones de Edipo —in articulo mortis ni mosqueó [...] y, al término, estalla su maldición absoluta
contra sus hijos».

¿Se entiende que uno tiene que conducir al otro hasta el desamparo total? ¿Entienden lo que Lacan hizo con
sus hijos? Hizo con los hijos lo que él creía que había que hacer con los hijos: llevarlos al punto del desamparo
absoluto... Les dijo: “Ustedes no son nadie para mí y no tienen padre. Están solos frente a lo ominoso de la vida”. ¡Lo
practicó! Es lo más razonable, que uno encuentre cómo son las cosas para alguien según cómo las practica.

LIC. PABLO PEUSNER: En el libro de su hija, UN PADRE, está bien claro.

A.E.: Sí, lo deja muy claro. Es una mujer que quedó habitada y habitando en el odio pleno, por la maniobra de
su padre. Sibylle es una mujer que vive odiada y odiando a Lacan. No podemos usar, para el caso de Sibylle
Lacan, otra lógica que la que usamos para cualquiera de los sujetos que nosotros pensamos con las
herramientas del psicoanálisis. Porque Lacan no sale de la posición de padre. Lo que digo es que Sibylle vive
en el odio, por el Edipo que le tocó atravesar. Y se entiende por qué. Porque su padre la llevó hasta el punto
del más absoluto desamparo, que para él era la condición humana a la que se debía llevar a la gente... Creo
que les resalté bien el “debe”, ¿no?
El párrafo que sigue:
«...conviene explorar qué puede contener este momento en el que Edipo, habiendo renunciado al servicio de los bienes,
no ha abandonado para nada sin embargo la preeminenecia de su dignidad sobre esos mismos bienes y donde, en esa
libertad trágica...».

Acá, Lacan se mordió la cola... En el párrafo anterior había propuesto que no se trataba de la libertad y, aquí,
‘muestra la hilacha’. Es la “libertad trágica”. ¿Entienden qué es la “libertad trágica”? Desposeerse de todo bien.
Uno podría preguntarse qué es lo que eso tiene de malo. Bueno, O.K., pero después me contás qué hacés con
tu bebé...

INTERVENCIÓN: Bueno, hay un libro de Eric Laurent, POSICIONES FEMENINAS DEL SER, en las que toca esas
cuestiones.......................... que es el punto en donde la ‘mina’ se despojaba de todos los objetos de
pertenencia, que eso era como el efecto......................... de la feminidad. Como que algo de la función femenina
tenía que ver con un poder renunciar................ [inaudible lo siguiente].

A.E.: Yo te preguntaría: ¿qué es “posición femenina”? Vos decías que “la posición femenina” implica, etc., etc.
Pero, ¿qué es “posición femenina”? ¿Quieren una respuesta sencilla, acotada y ‘tranqui’? Ideal. Es una posición
femenina ideal.

INTERVENCIÓN: Si, pero esto de quemar las cartas, de Madeleine, son todos ejemplos que por supuesto quedan
en relación al ideal.

A.E.: Si, pero lo que ocurre es que, justamente, estábamos diciendo que es una clínica contraria al Ideal. Y
ahora aparece otro Ideal que es la “libertad trágica”, que luego se practica.

«...conviene explorar qué puede contener este momento en el que Edipo, habiendo renunciado al servicio de los bienes,
no ha abandonado para nada sin embargo la preeminencia de su dignidad sobre esos mismos bienes y donde, en esa
libertad trágica, tiene que enfrentar la consecuencia de ese deseo que lo llevó a franquear ese término y que es el deseo
de saber. Supo, quiere saber todavía más».

En las próximas reuniones, nos vamos a meter con Sófocles. Tranquilos, no está mal. Nos hacemos un poco
más cultos, conocemos historias simpáticas. Está todo bien.
Bueno, yo les pregunto, la vía del deseo de Edipo ¿era inexorablemente bajo esa modalidad? Para saber, ¿hay
que quedarse ciego? Lacan dice que Edipo es la realización más absoluta de la condición humana. Yo les
preguntaría, ¿qué harían ustedes con un paciente así? ¿No hay otra forma de hacerlo? Más aún, ¿no se
preguntarían si esa vía no está determinada por alguna identificación? ¡Hay que sacar del vestido del cuerpo
de quien acabás de enterarte que es tu madre –que acaba de suicidarse–, el broche con el que..!
Yo les recomendé ESE ETERNO Y GRÁCIL BUCLE. Bueno, todo lo que les propongo de Sófocles es que es un
eterno y grácil bucle. Se van a caer de ‘orto’ porque voy a demostrarles que sólo ANTÍGONA tiene, al menos,
sesenta o setenta bucles... ¿Por qué se suicida Yocasta? Yocasta se entera y se suicida.

LIC. FERNANDO RODRÍGUEZ: Yocasta se había dado cuenta antes e intenta detener a Edipo. Pero parece que si
Edipo no seguía, ella se lo habría ‘bancado’.

A.E.: Sí, las mujeres siempre se adaptan mucho mejor que los hombres a las circunstancias de la vida. Las que
sostenían la vida en el campo de concentración fueron las mujeres. Cuando los hombres entraban ahí, entre
una y dos semanas quedaban, todos, completamente catatónicos. Y las mujeres, a las cuatro horas, ya estaban
buscando comida para los chicos... ¡Quién no lo sabe! Las mujeres siempre nos llevan dos pasos adelante.
Pero digo, una vez que se ‘destapa la olla’, ella sale corriendo y se suicida. Si fuese tu mamá, o mi mamá,
¿probaríamos pasaje al acto, no? ¿Cómo pensarían el acto de un paciente así, con cuya madre se había
acostado? Esas historias pasan todos los días. Pero si yo les cuento esta historia, ¿cómo la tomarían? Puede
ser un pasaje al acto. ¿Y si vuestro paciente sale corriendo de una mujer que se suicida con el cinturón de su
vestido y todo lo demás? ¿Saben cómo era el vestido de Yocasta, no?

[Cambio de Cinta]
... porque parece que Yocasta era ‘jovata’ pero estaba buena! Era una bella reina, parece que estaba ‘fuerte’,
la vieja. Arranca el broche y se pincha los ojos, ¿qué dirían ustedes? Pasaje al acto de la madre, identificación
del hijo. ¡Y para Lacan es la realización necesaria del acto del saber! ¡Es muy problemático, eh! Pero van a ver
cómo las pendientes se le producen a él solo.
En la página siguiente:

«Lear al igual que Edipo, muestra que quien avanza en esa zona, ya se avance en ella por la vía irrisoria de Lear o por la
vía trágica de Edipo, avanzará en ella sólo y traicionado».

Ustedes saben que éstas son las coordenadas, que la de “solo” todos la ponen para leer lo trágico y,
“traicionado”... Recuerdan cómo funda Lacan su escuela: “Fundo tan solo como siempre he estado...”.No hace falta
hablar del “traicionado”; lean ese librito de Miller sobre todos los documentos de la historia del psicoanálisis en
torno a Lacan y verán que “traicionado” está por todas partes. Porque cuando uno sostiene estas cosas, uno
verdaderamente las sostiene, ¡no es ‘piripipí’, eh! Lacan se creía solo y traicionado.

«La última palabra de Edipo es, lo saben, ese “me phŷnai” que tantas veces repetí ante ustedes, que entraña toda esa exégesis
de la negación. Les mostré su enfoque en francés, en ese pequeño “ne”, con el que no se sabe que hacer, suspendido ahí en
esta expresión “je crains qu'il ne vienne” que se acomodaría tan bien si no estuviese ahí como una partícula paseándose entre
el temor y la llegada. No tiene ninguna razón de ser, excepto que es el sujeto mismo. Es, en francés, el resto de lo que quiere
decir en griego el “me” que no es de negación. Podría retomar con ustedes cualquier texto».

En EDIPO EN COLONA, a Edipo vienen a buscarlo siempre las mismas fuerzas: están Creonte con un pequeño
grupo de soldados que quieren raptarlo para tenerlo de su lado, y están los dos hijos que también quieren
asociarlo a una de las dos ciudades de la batalla que también fue narrada como LOS SIETE CONTRA TEBAS. Uno
de los dos hijos de Edipo –parece que el mayor– hace alianza con otras ciudades enemigas de Tebas para
reconquistar el trono. Igualmente, siempre es problemático reconquistar el trono de tu ciudad, haciendo alianza
con los enemigos de tu ciudad, porque después te rompen el culo... ¡Es un clásico argentino! Cavallo, Beliz,
todas esas figuritas siempre se juegan así. Edipo harapiento y ciego, acompañado por Antígona –que fue la
hija que decidió acompañarlo en este castigo–, recibe todas estas fuerzas que quieren capturarlo para recibir
su apoyo. Qué paradoja: así de ciego, harapiento, viejo y casi moribundo era la piedra de toque del éxito de
cualquiera de ellos. ¿Ven la inversión de roles? Entonces, Edipo dice: “Ahora que nada soy, ¿es que soy un
hombre?”. Es al revés de cómo lo dice Lacan. ¿Entienden lo que dice Edipo? “¡¿Ahora que soy un viejo de mierda,
que me estoy por morir, me saqué los ojos y que viví como el ‘orto’ treinta años, estos hijos de puta, ahora, me vienen
tomar con valor?! ¡¿Ahora!? ¡Ahora se van a la ‘concha’ de su madre..!”. Se tira a esa tumba y dice: “Ahora que
nada soy...”. El “me phŷnai” es “nada soy”. No es un acceso a la sabiduría sino un rechazo a quienes lo
expulsaron y treinta años después ganaron una batalla. Lo más mezquino de lo mezquino. Como la historia de
San Martín en Boulogne Sur Mer, cuando después de veinte años de haberlo echado a la mierda, todos lo
querían traer porque si lo traías a ése... Es exactamente esa historia. San Martín podría haber dicho: “Ahora
que estoy totalmente por fuera, después de que me olvidaran y se cagaran en mí por veinte años, ¿ahora valgo?”. No es
como lo está trabajando Lacan, eh. Lacan lo descontextúa y lo toma como un acceso máximo a la sabiduría:
primero, abandona los bienes; luego la metáfora de la sabiduría antigua, que es la ceguera –Tiresias– y, por
último, el suicidio.
El “ne”, el “ne” expletivo, para Lacan. A diferencia de cómo se lo tomó aquí, muchas veces, Lacan dice que su
teoría del sujeto –en oposición a la teoría del yo– no se resuelve con “moi” y “je”. Como a los que no sabemos
francés siempre nos sorprende mucho que haya dos partículas que indican la primera persona del singular; y,
dado que Lacan utilizó “moi” para el “Ich” freudiano –el Yo–, entonces caemos como chanchos en creer que el
sujeto es “Je”. Lacan dice que no. ¿Por qué? Porque para Lacan no hay ninguna partícula que indique un sujeto
dividido, porque si lo indicara de alguna manera estaría obviando el hecho de su división. Entonces, en
SUBVERSIÓN DEL SUJETO..., Lacan dice que si en el francés existiese alguna partícula que indicase al sujeto
dividido del inconsciente, ésa sería el ne expletivo. Éste es el contexto de este párrafo que leí. ¿Se entiende
por qué? Porque es afirmar algo mediante la condición necesaria de agregar una negación. La división es
clarísima.
En la página 364:
«También otros textos lo manifiestan, en Antígona por ejemplo, en el pasaje en que el guardia, hablando de ese alguien que
aún no se sabe que es Antígona, dice: Partió sin dejar huellas».

La próxima vez, trabajaremos estos textos directamente del griego. Tengo marcados todos los pasajes con
problemas de traducción en que repara Steiner. Así que vamos a ver si esto que dice Lacan es exactamente
así, porque Lacan propone un cambio en la traducción.

«...Partió sin dejar huellas. Y agrega, en la versión que elige la edición, “epheuge me eidenai”. Esto quiere decir, en principio,
evitó que se sepa quien es, “to me eidenai”, como lo propone una variante. Pero si, en la primera versión, se tomasen las dos
negaciones al pie de la letra, se diría que evitó que uno no sepa quien es. El “me” esta ahí por la Spaltung de la enunciación y
el enunciado que les expliqué. El “me phynai”, quiere decir, “Antes bien, no ser”».

Y, ahora, viene la frase fatídica:

«Esta es la preferencia con la que debe terminar una existencia humana, la de Edipo, tan perfectamente lograda que no muere
de la muerte de todos, a saber, de una muerte accidental, sino de la verdadera muerte, en la que él mismo tacha su ser».

¿Así es como debe terminar “toda existencia humana perfectamente lograda”..?

«Es una maldición consentida de esa verdadera subsistencia que es la del ser humano, subsistencia en la sustracción de él
mismo al orden del mundo».

Entonces, para Lacan, la realización de una vida humana y, obviamente, el fin pleno y completo del análisis –
el didáctico–, implican necesariamente la “sustracción de él mismo al orden del mundo”... Lacan propone que
el análisis didáctico te cura de la condición humana.
La frase sigue y se te ponen los pelos de punta:

«Esta actitud es bella y, como se dice en el madrigal, dos veces bella por ser bella».

Van ver, de esto, cómo se va al fascismo.

«Edipo nos muestra dónde se detiene la zona límite interior de la relación con el deseo. En toda experiencia humana, esta zona
siempre es arrojada más allá de la muerte, porque el ser humano común regla su conducta sobre lo que hay que hacer para
no arriesgar la otra muerte, la que consiste simplemente en hincar el pico».

¿Ven lo que pasa? Que puede llegar al “ser humano común” —al ‘cagón’, al que no se anima, al despreciable,
al ‘sorete’... ¿Ven lo que nos queda del otro lado? Es el Superhombre, en nuestro ideal. Y, para colmo, este
párrafo está dicho con la contundencia exagerada con la que Lacan dice las cosas, que parece que estuvier a
leyendo las Tablas de la Ley que acaba de entregarle Dios mismo, en el monte... “En toda experiencia
humana...”, ¡hay que decir eso, eh!
Entonces, tenemos, por un lado, al “ser humano común” –la condición humana, el ‘cagón’, el infecto del que ni
siquiera vale la pena hablar– y, por el otro, los otros, los del estilo de Edipo, que son aquellos que atraviesan
su análisis y hacen un didáctico... ¿Ven que arma un espíritu ideológico muy fuertemente idealista, de un
idealismo tal que es nihilista? Nadie sabe cómo son las cosas. ¿Alguno de ustedes tiene la sensación de saber
lo que es el ser humano, de lo que es la condición humana? A esta altura, de estas cosas, sé que no sé nada,
pero lo que sí entiendo es que si uno lee sin asumir una posición ética respecto de lo que lee, eso trae
consecuencias que uno debería revisar. ¿Ustedes saben que Lacan es famoso en París por la cantidad de
suicidios en sus pacientes? Luego de leer esto que acabo de leerles, uno se pregunta si, para Lacan, eso no
sería un éxito... ¡Si me estoy ‘yendo de mambo’, por favor, párenme! ¡Algunos de ustedes son amigos míos!

LIC. FERNANDO RODRÍGUEZ: [inaudible].

A.E.: Pero el problema de los suicidios de los pacientes de Lacan existe. Uno lee esto y entiende el porqué: los
empujaba a cruzar la línea, creyendo que así se realizaban.
LIC. FERNANDO RODRÍGUEZ: Sí, pero también se dice de él que era uno de los pocos psiquiatras que se animaba
a tomar pacientes suicidas.

A.E.: Sí, sí, claro, después se lo puede justificar. Miller dice que nadie tomaba pacientes tan graves como Lacan.
Hoy en día, justificar eso dentro del lacanismo, lo de tomar pacientes graves no quiere decir que los empujes a
cruzar la línea. Porque podría haber sido un analista que tomó muchos pacientes graves y que se caracterizó
por tener poco porcentaje de suicidios. La clínica 1 tiene 35% de suicidas, la clínica 2 tiene 38% y la clínica 3
tiene un 79%... ¡No podrían justificarlo diciendo que trabajan con psicóticos! La clínica 3 tiene un alto porcentaje
de suicidas con respecto a las clínicas 1 y 2, que también atienden psicóticos. ¡Es patético cuando se hacen
justificaciones de ese tipo!

Ahora vamos a ver si existe otra lectura posible, tomando otros párrafos que nos permitan otra solución para el
problema de la realización del acto del deseo.
¿Recuerdan lo que les propuse la vez pasada, de que el problema groso siempre es la reacción terapéutica
negativa? Bueno, entonces les leo de la página 372 de la edición castellana, y 361 de la francesa:

«Ven que el problema no data de ayer. Esa benevolencia está tan poco asegurada para nosotros por la experiencia que
partimos, nosotros, de lo que se llama púdicamente la reacción terapéutica negativa y que, de un modo realzado por su
generalidad literaria, llamé la ultima vez la maldición asumida, consentida, del “me phynai” de Edipo. Esto deja íntegro el
problema de todo lo que se decide más allá del retorno al sentido».

¿Entendieron ésa? Es en el mismo Seminario 7, no estamos ‘chancheando’ con el 24... Miren los problemas
que nos plantea el Seminario 7 —según el propio Lacan, el mejor. La reacción terapéutica negativa es curarse
de la condición humana. Es la “maldición asumida” de los seres humanos en tanto que tales. ¡Es un lío, esto!
¿Se acuerdan de cuando estuvo con nosotros Jean-Michel Vappereau y dijo que el problema del goce era la
forma en que se interpretaba la reacción terapéutica negativa? Ustedes siempre que tienen un problema
conceptual profundo con un paciente –cuando el paciente mejora, mejora y mejora y luego, empeora, empeora
y empeora–, ahí agarran “pulsión”, “pulsión de muerte” –¡que nunca usaron en su puta vida..!–, “lo que pasa es
que usted no quiere su propio bien” empiezan a decirle... ¿Vieron? Cuando empezamos a decir ‘boludeces’, ¡es
el momento clínico! Lacan le da estatuto de “me phynai”, o sea asumir la maldición. Entonces, ¿se busca la
reacción terapéutica negativa? Cuando adviene la reacción terapéutica negativa, entonces, ¡ahí está, ya está,
es esto: llegamos!
Bueno, unos renglones más adelante:

«Consistió en tomar lo que llamé la perspectiva del Juicio Final, quiero decir en elegir como patrón de medida de la revisión de
la ética a la que nos lleva el psicoanálisis, la relación de la acción con el deseo que la habita».

Este “con el deseo que la habita” está exactamente igual en francés. Pueden revisarlo aquellos que quieran.
Acá adviene otro problema en la cuestión ética. Vemos que hay un problema real de bienes. Argentina es el
país donde las leyes de la gravedad se alteran, con lo cual ningún ejemplo normal puede funcionar en un país
en que todo es anormal. Entonces, hablemos de otros. Supongamos una persona que quiere dedicarse al arte
y que sus padres le dicen que es mejor no se dedique a eso porque va a ‘cagarse de hambre’ (¡En Argentina
no decimos eso porque igualmente se va a ‘cagar de hambre’, no importa a qué se dedique..! Pero en un país
normal no es así). Cualquiera puede decir –y no hace falta ser psicoanalista– que, efectivamente, para esa
persona, la realización de su deseo, habría que ver si tiene que ver con ganar mal –no acumular dinero–, o
bailar o pintar, u otras actividades tan poco lucrativas como cualquiera de las artísticas.
Freud habló del más allá de los valores pero para él, la sublimación necesitaba del reconocimiento social, y al
ser así no podía ir más allá de los valores. Ésa fue la impasse freudiana porque él lo trabajó como el chiste:
como el chiste se realiza cuando tú te ríes, la sublimación se realiza cuando a ti te gusta. Siempre doy el mismo
ejemplo: si les pidiese que nombren a los diez autores más famosos, entre esos diez, ¿meten a Vivaldi? En
general, sí. Y saben que Vivaldi murió en la miseria y el fracaso total porque sus Cuatro Estaciones fueron
consideradas un ‘sorete’ infecto. Con lo cual, en el sentido freudiano, no fue una sublimación. En ese siglo.
Imagínense que Van Gogh se entera ahora que un cuadro suyo vale treinta y cinco millones de dólares, cuando
le pedía a Théo que le mande dos ‘mangos’ porque no tenía ni para pinturas... Es obvia que si lo sujetamos al
reconocimiento social, la mitad del arte queda caído. Freud murió en ese punto, y nosotros tenemos que ir más
allá de los bienes reconocidos y valorizados por la sociedad.
Lo que aquí plantea Lacan, al decir “al deseo que la habita”, está particularizando al deseo. Es ésta la otra
lectura posible. Hay dos vías para entender un psicoanálisis dirigido hacia la realización del acto del deseo. Hay
análisis lacanianos que no conducen a la realización del acto del deseo porque conducen al reconocimiento del
goce. Pero dejando de lado a estos análisis, que ya no trabajan con la realización del acto del deseo, hay dos
formas de entender un psicoanálisis dirigido hacia la realización del acto del deseo: una es la del deseo como
la realización de mi propia falta en ser, lo que me lleva a un acto que presentifique en lo real mi segunda muerte,
no la muerte biológica sino la segunda muerte del significante, esto es, que “nada soy”. El ejemplo princeps: la
saga de Edipo, Antígona.
Pero hay otra forma de entender la realización del acto del deseo: pensar que el deseo es particular en cada
uno. Con lo cual, lo que da la realización del “solo” del deseo es porque ese acto es particular ya que tu deseo
tiene condiciones, marcas, propiedades particulares no compartidas por el otro pero que, al contrario del
anularte vos, podrían significar una nueva forma de advenir.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: No, no. También el de “soledad” porque el acto de tu deseo –pensado, por ejemplo, en el Seminario XIV,
como sublimación– puede, efectivamente, hacer que vos produzcas algo que no tenga el menor reconocimiento
social. Recuerdan el ejemplo que da Lacan, de Jacques Prévert3, con respecto a sus cajitas de fósforos
adornando la chimenea de su casa-quinta. Lacan va de visita a la casa del autor de poesía romántica más
sublime, y dice que la sublimación de Prévert es una guirnalda de cajas de fósforos usada alrededor del agujero
de su chimenea... ¡Ha de haber sido la tomada de pelo más alevosa que jamás sufrió Prévert! ¿Entienden lo
que Lacan quiere decir con eso? Que, quizás, PAROLES no sea la realización del acto del deseo del Prévert. ¿Y
entienden en ejemplo de sus cajitas de fósforos? Porque el vacío está triplemente entornado: el vacío de la
cajita en otro vacío de la cajita hecho guirnalda, en torno al vacío del agujero de la chimenea. Ene se sentido,
Lacan –que es loco total– va decir que la sublimación de Leonardo no es la Gioconda, sino el cuadro del dedo
levantado de San Juan Bautista. ¡Vaya uno a saber por qué puso ahí el acento! Pero ¿entienden en dónde
Lacan está poniendo el acento? En dónde se reúnen los japoneses, como moscas? Si ustedes necesitan dos
mil japoneses juntos, ¿adónde van a buscarlos? A lo de la Gioconda... ¿Vieron que la Gioconda no se puede
ver? No porque tenga algún vidrio, ¡sino porque siempre está lleno de japoneses, sacando fotos, con
sombreritos y banderas! Entre la Gioconda y ustedes, siempre hay un mil japoneses... ¿Por qué? Porque
consideran que es ésa la obra magna de Leonardo. La que tiene reconocimiento social. Y quizás, desde otra
perspectiva, desde la perspectiva subjetiva, podríamos decir que la realización del acto del Leonardo está
presente en otro cuadro que, justamente, no es el más reconocido. Así que, sí es “solo”. En el acto del deseo,
efectivamente, uno está solo. Lo que digo es que una cosa es considerar al deseo como la metonimia de mi
propio ser, o sea aquello que nadifica mi ser; y otra es concebir un deseo particular. Por ejemplo, si uno se
preguntase si Freud, como persona –él, el ‘chabón’–, avanzó en el camino de su deseo, entendiendo como tal
“solo”, “más allá de los bienes”, “fuertemente vinculado al deseo de saber” (no necesariamente para todos el
deseo tiene que ser deseo de saber, aunque en Occidente moderno el último refugio para el deseo sea el del
saber en la Ciencia), eso, en la historia de su vida, ¿lo tenemos? ¿Sí o no? ¡La segunda tópica, ‘de acá a la
China’! Porque, con la pulsión de muerte no lo siguió ningún post-freudiano hasta Melanie Klein –en su círculo
íntimo perdió el apoyo. Cambió totalmente su teoría por su curiosidad para poder seguir explicando las cosas
que veía en su clínica, cosa que no hacemos nosotros. Cuando nosotros no encontramos una explicación, lo
explicamos todo igual. Él tomó lo que no entraba de eso y cambió toda la teoría. Ahí podríamos tener,
efectivamente, el acto de realización de deseo de saber de Sigmund Freud. Y no se arrancó los ojos, para ello.
No tuvo que morir, para ello. En Freud, ¿se realizó o no se realizó el deseo de saber? ¿Tuvo un destino parecido
al de Antígona? Abre dos caminos absolutamente distintos. El psicoanálisis lacaniano está muy tomado por el
nihilismo. Pero cuando decimos la “realización del acto del deseo”, ¿es nadificarse, o, justamente, realizarse
adviniendo al mundo mediante un acto particular? Y es muy difícil encontrar un acto particular si no es por
manifestaciones de soledad. Es muy difícil que la toma de la Bastilla haya sido el acto del deseo de alguien.

LIC. HAYDÉE MONTESANO: Cuando te referís a la soledad, ¿no estás queriendo decir “sin Otro”, no?

3
Seminario 7, clase 8.
A.E.: No, no. Claro que no. Al revés. Justamente, por eso. Porque suele decirse “sin Otro”. No, yo conservo el
“soledad” por la condición particular que necesariamente y por definición no puede ser compartida. Pero decir
“sin Otro”, estás sacándolo de todo mundo humano. Me da la impresión que los ejemplos que da Lacan,
precisamente, son ejemplos de personas que se salen del mundo humano, son personas emparedadas: Edipo
de una manera; Antígona, de otra; el hermano del medio, de otra, etc. Hay varias historias muy complicadas de
enterramientos. Son personas que terminan emparedadas. ¿Es emparedado como uno realiza su deseo?
Podemos, también, tomar algo de Hegel. El Romanticismo es el momento –como planteabas hoy, Irene– del
sufrimiento del individualismo moderno. Hegel marca tres momentos para el individualismo moderno y cada
uno de ellos es la inversión dialéctica del anterior: Fausto, Don Quijote y no tenemos una figura hegeliana para
la tercera pero se trata de quien se suicida realizando el acto rectificatorio. ¿Hace falta que yo les pida que lean
acerca de lo que está pasando en Medio Oriente para que ustedes revisen si el acto suicida, efectivamente, es
un acto por fuera de los ideales? Lo más engañoso es que lo más común de la modernidad no es que haya
gente que se suicida –gente que se suicida hubo siempre– sino que el gesto político advenga por la vía del
suicidio es un invento moderno. Antes, las personas, eran más proclives a matar a otros; ahora, Hamas reclutó
quinientos suicidas. Y yo le tengo un respeto a esos ‘chabones’ porque no ‘joden’. ¡Si dijésemos que el Ejército
Argentino reclutó quinientos suicidas..! Pero los musulmanes fundamentalistas no joden. ¿Por qué lo hacen?
Por un Ideal. Ese Ideal se llama el más allá en donde estarán ellos sentados a la derecha de Alá. En este caso,
el suicidio es un ideal. La realización del acto del deseo, ¿es suicida? ¿Es negarse a sí mismo? ¿O la realización
del acto particular, en tanto que es solo, necesariamente va a hacerte cambiar todo el contexto de tus relaciones
anteriores, con lo cual la figura que vos representabas antes ya no existe más? Digámoslo un poco más ajustado
a la letra: lo que vos eras antes, luego de la realización del acto de tu deseo, eso que eras necesariamente
murió. Pero, cuidado con suponer que eso coincide con Antígona y Edipo, en donde queda idealizado el acto
suicida. Precisamente, historias en donde resulta muy complicado establecer el valor de esas muertes. Voy a
tratar de demostrarles que, en Antígona, su muerte no es una muerte de ella, sino una muerte familiar. O sea,
ella no adviene como sujeto, adviene como Labdácida.

LIC. FERNANDO RODRÍGUEZ: Lo que vos planteás es que, tal vez, el trabajo que hace Lacan sobre estas figuras
no sea metafórico en el sentido en que vos estás señalándolo, sino que él hablaba directamente de que este
pasaje, efectivamente,.................. [inaudible lo siguiente].

A.E.: La segunda muerte. No la muerte que te viene por tener un cuerpo biológico, sino la muerte asumida, la
del acto al que le ponés el pecho. Como, para Lacan, va más allá de los bienes –y el bien fundamental es la
vida–, ese acto representa la barradura que el sujeto hace sobre sí. A mí me parece que es una pésima lectura
que Lacan mismo hace de su propia teoría, seguramente tomado por ideales muy románticos y heroicos que
Jacques tenía. Porque hay otra forma totalmente distinta de entenderlo que produce un resultado
absolutamente distinto. Tengo la fortuna de discutir unos treinta o cuarenta casos por año pero, en el cien por
ciento de los casos, cuando pregunto al analista que presenta el caso sobre lo que desea el paciente, me mira
con cara de “¡yo qué sé!”. Porque no se supone que se trate de eso. ¿De qué se supone que se trata? Escuchen
bien esta expresión: de la “Destitución subjetiva”... ¡“Ahora que nada soy”! ¡¿Es no ser nada?!
Un pasaje más, de la página 379:

«Propongo que de la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en
su deseo».

Ésta es una proposición repetida hasta el hartazgo por el ambiente psicoanalítico lacaniano. ¡Hay frases que
entran por el culo y salen por la boca, eh! Como tenemos estructura de botella de Klein, ¡lo que se encula sale
por la boca..!

«Esta proposición, aceptable o no en tal o cual ética, expresa bastante bien lo que constatamos en nuestra experiencia. En
ultimo término, aquello de lo cual el sujeto se siente efectivamente culpable cuando tiene culpa, de modo aceptable o no para
el director de conciencia, es siempre, en su raíz, de haber cedido en su deseo».

Esto es falso ciento por ciento. Hay muchísimos casos en los que se siente culpa por la falla del Otro. En nuestra
clínica se verifica siempre. Entonces, la gente ‘cagona’, que es la “gente común”, el “ser humano común”, es la
que cede frente al deseo. ¿Saben lo que sale de esto? El Superhombre lacaniano, no el de Nietzsche. ¿Saben
cómo es el Superhombre lacaniano? El “deseo decidido”... Ahora, en la E.O.L., las gentes se dicen entre sí:
“No, lo que pasa es que vos no tenés el deseo decidido”... ¿Qué quiere decir tener el deseo decidido? ¿Se acuerdan
del tipo a quien, en Inglaterra, le dieron la jubilación anticipada por tenerla siempre parada? ¡Es complicado
tenerla siempre parada! ¿Recuerdan a ese obrero que tenía que ‘coger’ doce, trece o catorce veces por día?
No podía ir a trabajar si estaba ‘cogiendo’ a cada rato. Bueno, parece que a eso se llama “deseo decidido”...
Por ejemplo, Jacques-Alain Miller es un tipo que tiene el “deseo decidido”. Se dice en todos lados, se habla del
“deseo decidido”.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: No, los lacanianos no dicen así. En el campo del psicoanálisis se toma al sujeto en análisis y se intenta
responsabilizarlo. ¡Ustedes están en hospitales y centros de Salud! ¡Lo saben bien! De lo único que se puede
ser culpable en la experiencia analítica es “haber cedido en su deseo”.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: La posición de Freud es complicada. Para Freud, un sujeto que adviene en análisis en posición culpable,
hay que asignarle a esa culpa valor de verdad. En Freud, eso es taxativo. Si un sujeto dice “yo soy culpable”,
Freud le respondería: “Podría no serlo de lo que usted cree, pero es culpable”. Ahí engordás al superyó, que
se te convierte en tridimensional como un rinoceronte, y de ahí no salís más. Salvo que te pongas todavía más
contento porque adviene angustia... No estamos hablando de teorías, son clínicas, es una clínica específica.
Yo, de teoría no sé. No sé lo que es el deseo. No tengo tanto ‘bocho’ para eso, no sé lo que es el deseo. En lo
hay que pensar son los casos y qué posición uno asume. Tomen a un paciente neurótico (que, como analistas,
es el noventa y nueve por ciento de nuestra clientela) y díganle que tiene la culpa y verán cómo reacciona. Y
prueben la otra regla absolutamente contraria: de todo aquello de lo cual usted se siente culpable, no es usted
el culpable. Yo hago como Freud pero cambio de sujeto, no de historia.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: Pero el autorreproche, ¿es consecuencia de qué, para Freud? De un desaguisado sexual infantil. Lo digo
según la edición de Amorrortu. ¿Vieron esas frases increíbles de Amorrortu? ¡”Desaguisado”! Es un
desaguisado sexual infantil. Siempre hay, para Freud, un punto donde es verdad. Lo que a Freud se le escapa
es que al sujeto se hace cargo de la falla del Otro. ¿Hace falta que les diga “Ratas”? ¿O que les diga “Dora”?
¿Hace falta que les diga “Hans”? ¿No son todos los casos así? Estoy hablando de casuística. Hablemos de
nuestros casos, ahora. ¿De qué se trata cuando el sujeto se siente ladrón, estafador o un desastre? ¿Quién,
que no sea un desastre, va a un psicoanalista? ¿Para qué iría alguien a un psicoanalista cuando el desastre es
el Otro? ¿Cómo un narcisista va a ir a un análisis? ¿Cómo un Menem va a analizarse? De la Rúa tampoco
porque es tan estúpido que, en la carrera de estúpidos, sale segundo por estúpido... Ése sí que debería pero
es para electro-shock. ¡De la Rúa es para electro-shock! ¡Imaginate decirle a De La Rúa “¿Y a Usted qué se le
ocurre?”..! ¡Un mandato completo puede tardar en contestarte! Menem es una persona narcisista. ¿Ustedes
creen que iría a un analista? No hay clínica del narcisismo en la clínica psicoanalítica y nosotros trabajamos
como que sí la hay. Les decimos a las personas que son narcisistas y, entonces, ¿qué tenemos que hacer? La
“destitución subjetiva”...
En los análisis que yo conduzco, de lo que se trata siempre es que el sujeto rechaza la asunción de la condición
subjetiva para proteger a alguno. Es lo contrario de la “destitución subjetiva”. Siempre es así. Y depende de
cómo se lean estos párrafos, dejando caer aquello que podríamos considerar fantasmático de Lacan, y ver el
estatuto que tienen algunos párrafos suyos como el de la “realización del acto del deseo”. ¿Cómo se lo entiende
a eso? ¿Como aquello que me destituye a mí, o como aquello que me habilita a advenir con mi rasgo particular?
Pensemos el caso del análisis didáctico, tal como lo propone Lacan, es decir que cada uno de nosotros debería
haber llegado al punto de Edipo. En realidad, debería esperarse a los testimonios del pase, en que uno
testimonie que ha llegado al punto de no ser ya nada. ¿Por qué habría que no ser nada para ser psicoanalista?
Yo les hago las preguntas que me hago yo, las preguntas tranquilas. ¿Por qué no debería ser nada para ser
psicoanalista? Porque aclarémoslo: para ser analista no hay que ser nada para poder ser todas las figuras “de
mentiritas”. El problema de los analistas es cuando a algunas figuras reclamadas por la clínica –“de mentiritas”–
las tomamos en serio y no queremos hacerlas. O sea, el problema está cuando la dialéctica del análisis nos
lleva a hacer el tonto, el distraído, el malo y, si por ejemplo estamos muy identificados a ser el bueno, entonces
en un análisis en donde la dialéctica del juego te lleva a ser el malo, no lo puedas hacer. Lacan dice que hay
que pagar con la persona, es decir, que esa máscara de bueno que te ponés, tenés que cederla. Cederla para
jugar otras, “de mentiritas”. Y cuantos más juegos seamos capaces de jugar, seremos más aptos para mayor
cantidad de pacientes. Cuanto más pegada tengamos la persona, tendremos menos posibilidades de atender
pacientes. El otro día –¿fue aquí en donde lo conté?– una supervisión de un caso en el que el paciente consulta
a un segundo analista porque el primero tenía la radio puesta, tenía música puesta. El paciente le pregunta a
su analista si podía bajar la música y el analista le responde que no. No fue más.

[Cambio de cinta]

Le pidió que bajara la música y él le dijo que no. ¡Ése era un ultra-lacaniano que ya empezó con la “destitución
subjetiva”! “¿Quién se cree que es este ‘sorete’? ¡Si no es nadie, si es un ‘sorete’ que no es nadie! ¡Cómo va a pedirme
eso!”... En realidad, es cierto, si hubiese sido verdaderamente lacaniano, no le habría dicho que no,
simplemente ni le habría contestado...

LIC. PAOLA GUTKOWSKI: [inaudible].

A.E.: Eso es más complejo. Es más complejo ese problema. Algún día podríamos pensarlo. Porque los
pacientes no se quejan de que no hablaba y yo me imagino que eran analistas que hablaban pero que no decían
lo que había que decir. O puede que digan que no le decía nada –de lo que había que hablar– un analista que
hablaba mucho.

LIC. HAYDÉE MONTESANO: Pero también sí se quejan de haber ido a tres o cuatro entrevistas y el analista ni
varíala boca, que quedaba en silencio.

A.E.: ¿Y por qué ese silencio? Aquellos que lo practican a propósito, ¿por qué lo hacen? Están practicando la
Hilflosigkeit, provocando el desamparo. Consiguen que se angustie muchísimo. A mí me pasó con mi primer
analista –que es el presidente de la A.P.A, antilacaniano militante pero que, ahora, ya no lo es porque el tipo
no es ‘boludo’...–, no me decía nada. ¡Y yo soy más obsesivo que la mierda! ¡No sé cómo es que seguí yendo!
Durante las primeras diez o quince entrevistas no me dijo nada, no abrió la boca. En ese caso –fíjense qué
sutileza–, lo que él estaba practicando era la “neutralidad analítica”... Estaba viendo qué aparecía como material
sin contar que lo que aparecía como material estaba totalmente infectado por su silencio. Pero en el lacanismo,
ese silencio es una práctica del desamparo que, como comienzo, no la critico sino como teoría. El problema del
que se trata es la realización del acto del deseo.
Hay que retomar el problema del síntoma porque no todas las neurosis implican sujetos posicionados y
dispuestos a curar su neurosis. A muchos no les interesa curar la neurosis porque en lo más mínimo están en
la búsqueda de un cambio de posición subjetiva, se conforman con muchísimo menos y no es una falla ética,
es la economía. A cada uno, por motivos muy raros, la economía le cierra de distintas maneras. El problema
del síntoma no se puede resolver jamás si no se concibe al síntoma como el falso acto. El síntoma es el acto
que viene al lugar del acto del deseo. Y el acto del deseo no es la “destitución subjetiva”, está muy claramente
indicado por el síntoma ya que el síntoma es siempre un rasgo activo. ¿Entienden por qué es un rasgo activo?
Porque su presencia molesta, si no, no habría síntoma. Eso no es síntoma hasta que no tenga una presencia
que te molesta. El acto del síntoma es, justamente, un acto que viene al lugar del acto del deseo. Y ese acto
del deseo, el que resuelve el síntoma, no es la “destitución subjetiva”. Otra cosa muy distinta son las
identificaciones ideales que impiden la realización del acto del deseo. ¿Vieron esos dos casos paradigmáticos
de los tipos que deben una materia o que se reciben y juegan al diploma? Todas las familias tienen uno o dos
así. Son casos rarísimos. Esos tipos a los que les faltan dos materias o aquellos que se reciben y dan el diploma
al padre para que se lo meta en el ‘orto’. Ahí sí, uno puede llegar a tener que revisar si no se trata de que está
estudiando medicina –medicina es un caso paradigmático argentino, pero podría cualquier otra cosa– por
identificación al Ideal. Entonces, habría que revisar ahí si el sostenimiento del Ideal no impide el acto del deseo.
Si el Ideal no entorpece para nada el acto del deseo y el análisis no es análisis didáctico, ni siquiera hay que
trabajarlo. Los psicoanálisis lacanianos siempre atacan al Ideal, y lo atacan sistemáticamente. ¿Para qué atacar
al Ideal sistemáticamente? No hace falta. ¿Qué tiene de malo sacarse un diez? Les digo, francamente, que
tampoco tiene nada de necesariamente bueno. Por el hecho de que alguien se saque diez, yo no pienso que
necesariamente le vaya bien a esa persona. ¿Vieron que, ahora, en Argentina, se dice así: “¿Che, cómo está
Carlos? –Bien, ¡delgado!”? Se toma eso como directo testimonio del estado de la persona. Francamente, un
diez no es bueno en sí mismo. Pero el lacanismo llegó a pensar que el diez era malo en sí mismo. ¿Por qué?
Porque eso produce “una consistencia en la condición subjetiva”... La pregunta es: ¿y por qué hay que deshacer
la condición subjetiva? Se lo pregunto de verdad. ¿Por qué hay que hacerlo? Nadie de ustedes se anima, con
razón, a contestarme que es así “porque Lacan lo decía”. ¿Es cierto que la verdadera condición de cada uno
de nosotros es no ser nada? Sería eso, ¿no? La condición humana sería el velamiento de que no somos nada.
¿Nunca tuvieron un paciente que no sea nada? ¡Es terrible esa clínica, eh! La melancolía o cualquier cosa
parecida.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: Es una clínica terrible la del sujeto que siente no es nada. Es terrible, es terrible. Es la clínica que más
frecuentemente termina en suicidio. Yo no veo ninguna ventaja en la posición de alguien que está convencido
de que no es nada. Francamente, yo no le veo ninguna ventaja en ningún sentido. Por ejemplo, un padre que
no se crea padre. Porque después lo atacamos. O sea, nosotros decimos que el sujeto no es nada y que la
dirección de la cura es que llega a ser nada. Y después tenemos un paciente niño y decimos que su padre es
un ‘boludo’ porque no hace de padre, que no asume la posición, que es un ‘cagón’... Entonces, ¿tiene que ser,
o no tiene que ser? ¿Por qué tendría que no ser? A ver si estamos tomados por un nihilismo de nuestra época
que atraviesa un montón de concepciones. Es un problema que estuvimos viendo con Carlos Reynoso respecto
al relativismo histórico. ¿Y a lo que nos llevó Ignacio Lewcowicz? Lewcowicz, que vino a dar una conferencia
sobre historia, nos demostró que nada era nada –salvo, claro, la Grecia Antigua que era la ‘posta, posta’... Pero
el relativismo histórico es muy problemático porque lleva a un punto en donde nada vale nada y, entonces,
¿qué es el objeto? Digo, ¿no es condensador de valor? ¡Y después decimos que “la madre no libidiniza al
chico”! En nuestras cabecitas locas todas las frases van. Imagínense un niño en marasmo. ¿Qué decimos de
ello? “¡No! ¡Lo que pasa es que la madre es lacaniana!¡Está ‘re’-analizada y lleva a su hijo a la Hilflosigkeit”... ¡Hasta
podría ponerle al niño ese nombre, en vez de Juanito, el pequeño Hilflosigkeit! ¿Entienden el punto de
contradicción? En nuestra teoría, a diferencia de Freud y en especial a diferencia de todo el post-freudismo, la
teoría de Lacan es la teoría que mejor y más progresó en la concepción de lo que condensa valor. Nosotros
tenemos el objeto a. Entonces, a partir del objeto a tenemos la posibilidad de pensar, cuando la cosa está
valorizada, por qué esta valorizada. ¿Cuál es el condensador teórico del valor, en Freud? El ‘pito’, el falo como
‘pito’, la cola del caballo del cabello de la mujer, las uñas largas, todo lo que sea en punta, todo lo que es en
punta y cautiva la mirada. El problema de ello es que es muy social., porque el falo es un elemento social,
cultural. Como es Freud quien da el primer paso, está muy pegado a la valorización social y no se puede
despegar. Hace falta un Lacan, o aun más movimientos posteriores. Pregunto a los muchachos: ¿cuál es la
mejor forma de intervenir sobre la falta de erección? ¿Cómo intervienen si tienen un paciente que está
terriblemente angustiado porque no se le para?

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Lacan es el autor que mejor elaboró el problema del valor, en psicoanálisis. El problema gravísimo se da
cuando un niño no está representando la asignación de valor, de sus padres. El desamparo al que nos referimos
no es el desamparo como propio de la falta de valor. ¿Entienden que no me refiero a “valor” como “coraje”? Me
refiero al valor de lo que importa, de lo que me importa, aquello que es no enajenable, no permutable; aquello
que, en caso de perderlo, pierdo parte de mis entrañas. ¿O no existe el duelo? Si Lacan tiene que llevar a sus
hijos al desamparo, la verdadera demostración de ese desamparo es que se ‘cague en’ si matan a alguno de
ellos, porque no serían nada. Y el problema es que argumentamos todo al revés, porque estamos diciendo que
el niño es el único verdadero objeto a. Lacan lo dice así, que el único y verdadero objeto a es el niño. ¡Lo
contrario de Hilflosigkeit! No nacemos en estado de desamparo. Algunos nacen en estado de desamparo.
Nacemos como representamos de cierta condensación del valor para el Otro. Con lo cual, se invierten
totalmente los términos. ¿Hacia dónde hay que llevar el análisis? No hay que llevar al estado de desamparo.
Sí el analista debe ser un jugador que esté dispuesto a no estar identificado permanentemente a su personaje.
LIC. FERNANDO RODRÍGUEZ: [inaudible].

A.E: “Llegado al caso”, no. Se trata de una regla general. El didáctico es el análisis que no se saltea pasos. Y
el paso que no se saltea es que el sujeto esté dispuesto a ser en su personaje.

Por último: la teoría de la locura, de Jacques Lacan. No se conoce su teoría de la locura. Y, como no se la
conoce, solamente se la trabaja en sentido positivo. Esto es, que es loco aquel que se cree que es X, sin que
el Otro lo reconozca como X. Entonces, cualquier persona que camine por la vereda y diga que es el presidente
de la Nación, está loco si no es el presidente de la Nación. Lacan agregaría un punto más que es que, si el tipo
no respondiese por la función delegada y creyese que tiene que ver con algo íntimo de él, entonces igualmente
estaría loco aunque fuese elegido. ¿Me siguen? No es menos loco el caso negativo. Y no se lo trabaja nunca.
Quizás alguno de ustedes que está recibido, que se ha analizado unos cuantos años, que ha estudiado bastante
y que, cuando le derivan pacientes, los rechaza. Y los rechaza con el argumento de que “no, lo que pasa es que
yo todavía no estoy...”. Está loco. ¿Por qué? Porque ha recibido su propio mensaje en forma invertida desde el
Otro: hubo un tercero –el derivador– que le dijo “Tú eres analista, yo le dije a Juan que vaya a verte porque tú, Pedro,
eres analista”. Hay muchos que rechazan sistemáticamente a los pacientes derivados. Es muy común. Ésa es
una locura exactamente igual pero menos olfateada por el lacaniano. Porque el lacaniano se desespera por la
otra, del que se cree, del que está identificado. Pero la otra locura es exactamente igual. ¿Vieron la película La
Vida de Brian? ¿Por qué él no era el Mesías? Todo el Pueblo Judío lo corría con que él era el Mesías y el tipo,
diciendo como loco que no era el Mesías. ¿Quién creía él que era el Mesías? ¿Qué estaba esperando? ¿Tener
dos ‘pitos’? ¿Por qué no es el Mesías, si la gente lo reconoce como tal? Ahí tenemos un caso de locura negativa.
Si a ustedes alguien los coloca en el lugar del analista, entiendan que puede ser más loco e identificatorio negar
serlo que serlo. “–Quiero hablar con vos porque tengo algo que preguntarte. –No, ¿por qué conmigo si yo no...?”. Es
una locura idéntica. Lo que sucede es que, como tenemos esta política antiidentificatoria, nos resulta que sólo
es perniciosa la locura positiva. Y, en realidad, nuestros pacientes en general tienden a padecer de algo, es de
que no asumen los lugares. Pero no por el costo narcisístico que les significaría asumirlos, sino porque están
dejando vacante el lugar para que lo asuma el Otro.

Bueno, en nuestra próxima reunión tendremos, como invitado, a Cuasnicu, quien vendrá a disertar sobre el
nihilismo.

LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS, LIC. ALFREDO EIDELSZTEIN


4ª REUNIÓN – 26/VII/2001
Dejo en la biblioteca de Apertura un material de Fernando Rodríguez que se llama ALREDEDOR DE ANTÍGONA COMO
PARADIGMA DE ETICIDAD, que se publicó en una edición de la Facultad de Psicología y cuyo tema es, absolutamente,
el nuestro. Precisamente, la idea de hoy es empezar a hablar de Antígona, luego de una presentación que haré del
problema. Y en la próxima reunión, trabajaríamos a Antígona como si fuese un caso clínico.
Ustedes saben que la numeración de los versos es estándar, de manera que van a poder seguirla en cualquier
edición que, desde luego, tenga la numeración de los versos. Haré las citas directamente por número de verso. La
mejor edición es la de Gredos, de la que tenemos una copia en biblioteca. Trabajaremos, también, con ANTÍGONAS
de George Steiner; con ANTÍGONA de Søren Kierkegaard, y el material de Fernando.
No sé cuántos de ustedes pudieron participar en la conferencia de Ricardo Cuasnicu acerca de un tema que no era
primeramente el convenido pero que, finalmente, fue mejor porque resultó mucho más pertinente para lo que
estábamos discutiendo. Trabajó el problema de los valores en Occidente moderno. En unos pocos días ya
dispondremos de la desgrabación de la conferencia y, todos aquellos interesados podrán conseguirla en la biblioteca
de Apertura.
La perspectiva que él planteaba es absolutamente no novedosa, diagnosticada ya hace siglos. Se podría decir que
es el nihilismo, o sea, en Occidente moderno se carece de valores. No hay valores. No hay valores en el sentido de
lo que funcionaba como valores; y su desaparición sería a consecuencia de lo que podríamos designar como la
“muerte de Dios”, es decir, a partir del cambio en la posición religiosa del sujeto occidental. Aunque les propongo
que tengamos mucho respeto por estas fórmulas que –todas ellas– nos exceden en nuestra capacidad de análisis e
información de que disponemos, les propondría también que no las aceptemos con una sumisión absoluta. Hay que
ver bien qué es lo que quiere decirse cuando se dice “Dios ha muerto”. Primero, habría que revisar bien qué se
supone que era la posición del creyente en las sociedades antiguas. Si quieren revisarlo, les propongo leer algunos
de los diálogos de Platón sobre la posición de Sócrates al respecto. Verán que, hace dos mil quinientos años,
Sócrates preguntaba en voz alta a sus interlocutores si efectivamente creían que las cosas eran tal como se las
contaban. Cuidado con la ingenuidad de suponer que hace mil, dos mil, o dos mil quinientos años la gente creía y
que, ahora, el occidental no cree. Es mucho más complejo que eso. Pero sí, quizás, por el lado que nos estamos
metiendo la diferencia sea más neta: sí se han perdido los valores asociados a una posición religiosa. Eso, sí.
En realidad, habría que poder decir algunos argumentos más. Porque, a mi entender, la diferencia no radica
exclusivamente en este problema de los valores en el cambio de la posición religiosa, sino que, además, en el
advenimiento de la Ciencia. Y es clarísimo que la Ciencia no tiene valores. Para la Ciencia, no hay valor alguno.
Nada, para la Ciencia, está bien ni está mal. Porque para la Ciencia no opera la causa final. La Ciencia carece de
valores, primeramente, porque como tal solamente puede ser sometida a la pregunta de si algo es o no científico.
Con lo cual, siempre discutiremos cuáles son las condiciones para que x cosa sea considerada, sí o no, científica. Y
es por eso que tantas veces se confundió la pregunta respecto de la Ciencia con una respuesta respecto de su
método, porque la Ciencia carece del trabajo sobre la causa final. ¿Qué busca la Ciencia? Quizá, muchos de ustedes
estén tentados a responder que la Ciencia busca saber. Pero tengan cuidado con eso. Voy aprovechar las
articulaciones de Lacan. Lo que Lacan propone respecto de la Ciencia es muy interesante. Propone que, en la
Ciencia moderna, se ha refugiado el deseo de saber. Pero no hace coincidir la Ciencia con el deseo de saber, que
la Ciencia sea la manifestación del deseo de saber. En realidad, el deseo de saber puede estar manifestándose en
muchos otros rubros que no sean el científico. Lo que Lacan diagnostica es que, en Occidente, por las propiedades
del vínculo social, se ha refugiado en la Ciencia. Con lo cual, la Ciencia nos queda como una mera forma de proceder
y, como tal, carece de objetivos. Y hay que tener cuidado con lo religioso. No supongan que la creencia en los dioses
implica religiosidad. Los griegos, por ejemplo, carecían de un término para referirse a la religión. No tenían el
concepto de religión, pero sí dioses y un fuerte trabajo intelectual sobre el vínculo humano con ellos, de los dioses
entre sí y de los dioses con los humanos. A pesar de eso, no tenían un término para designar lo que nosotros
designamos como “religioso” . ¿Entienden lo que quiero decirles? Que no se angustien mucho con la desaparición
de la religión.

PREGUNTA: ¿Te referís a la religión como lo sagrado?

A.E.: No, justamente ésa es la diferencia: que puede haber una política y una actitud frente a lo sagrado que no
implique la religión. Por ejemplo, hoy me decía una paciente: [...referencia clínica...]. ¿A ustedes les cuesta mucho
decir que, para ese hombre, era sagrado el domingo a la tarde, o los ravioles de la ‘vieja’? Hay en el mundo moderno
cuestiones francamente tratadas como sacras que, para ninguno de nosotros, jamás implicarían nada de religiosidad.
Habría que pensar bien a qué llamamos “religión”, en Occidente.
El primer problema, entonces, es la ausencia de valores. La ausencia de valores por la cuestión del cambio de la
posición religiosa. Sobre eso les decía que no se angustien porque la desaparición de lo religioso no es nada más
que un cambio que ya sufrió la subjetividad humana porque se vivió sin religiosidad y, a pesar de ello, con amplios
valores. Habitualmente no se dicen estas cosas. Se habla de tal manera que siempre parece que, a partir de ahora,
el abismo. En Occidente siempre suponemos que lo que tenemos, siempre estuvo, siempre fue así. Ése es un
prejuicio occidental. Ya los historiadores lo conocen de memoria y no es ningún diagnóstico mío. Es el prejuicio
occidental típico: todo lo que en Occidente se hizo durante cien o doscientos años, se supone que siempre se hizo.
Hace dos o tres años, escuché a una psicoanalista hablar muy dramáticamente acerca de la desaparición, el rechazo,
la desmentida –no sé, cualquiera de ésas– del vínculo del ser humano occidental moderno con la muerte. Del rechazo
de la muerte. Y creía que lo demostraba preguntando: “¿Quién, ahora, va al cementerio?”... Al cementerio se empieza
a ir hace doscientos años. Y en los dos mil quinientos o tres mil años de tradición occidental, nunca a nadie se le
ocurrió jamás ir al cementerio. Desde el romanticismo se acostumbró a visitar la tumba. Antes del romanticismo, a
nadie se le ocurría. Entonces, cuando se pierde esa costumbre, parece obvio a los occidentales que se está
perdiendo algo que siempre se hizo. Y, en verdad, es una costumbre de muy corta data; ni siquiera el cristianismo
se ha caracterizado por eso. El cristianismo se caracterizó por –en un enorme período de mil años– entregar los
muertos a la custodia de la Iglesia.

Entonces, han desaparecido los valores a causa de la desaparición de la posición religiosa que avalaba determinados
valores. La Ciencia, como una forma nueva de operar sobre el saber en Occidente, contribuye a la ausencia de
valores porque tiene mucho predicamento pero carece de ellos. Todos los planteos éticos respecto de la Ciencia son
siempre equivocados: no puede hacerse planteos éticos a la Ciencia porque la Ciencia no es un terreno donde el
planteo ético pueda hacerse. Podría planteárselo al médico pero primero habría que convencer a los médicos de
que no son científicos. Ése es un problema gravísimo. Los médicos se creen científicos, y son practicantes. Si fuesen
científicos, no habría reclamo ético alguno para hacerle.
Y, finalmente, la economía. Es clarísimo que la economía –que tampoco es una ciencia– carece de valores. La
práctica económica, como tal, no tiene ni bien ni mal. No hay ninguna práctica económica que, para la economía
esté mal vista. Y ya llegó la hora de que salgamos de la idea de que el ‘sorete’ más infecto que existe sobre esta
Tierra es la Argentina. ¡No ‘se den tanta manija’! Ése es el estado actual del humor argentino que es muy fluctuante:
“¡Somos los campeones del Mundo!”... ¡Y ahora somos el peor ‘sorete’ infecto del mundo, y todos quieren suicidarse,
matarse y salir corriendo! Las mismas mierdas que hacemos nosotros, se hacen en todas partes. Lo que pasa es
que, como bien lo explicó Cuasnicu, la distribución de las cosas en este mundo ha sido de manera tal que nos hemos
quedado haciéndonos cargo de una pesada carga. ¡¿Ustedes se imaginan a un juez chileno reclamando a España
que entregue a Franco porque se torturó a un chileno?! Pregunto yo: ¿entregará Estados Unidos a los funcionarios
y jerarcas máximos de IBM que hicieron toda la trampa con el Banco Nación? Así que, tampoco seamos tan ‘boludos’
de creer que somos un ‘sorete’ infecto que valdría la pena que desapareciese de la Tierra. Cuidado con eso. La
economía no tiene valores. Y nosotros estamos padeciendo la ausencia radical de valores.

Cuando decimos “ausencia de valores”, no es que no podamos buscar los términos que representaban los valores
en el diccionario, digo que como tales ya no operan para nosotros. Si nos encontramos frente a un estado nihilista,
o sea donde la nada ha sustituido a los verdaderos valores que había, ¿cuál es la posición del psicoanalista? ¿Cómo
se posiciona un psicoanalista frente a eso? Bueno, lo que siempre aconsejo hacer es suponer que lo que sucede en
la sociedad, nos sucede exactamente igual a nosotros. Y como somos sujetos inmersos en la sociedad, no hay
motivo alguno para suponer que no opera en nosotros; salvo que podamos dar testimonio de que hicimos un trabajo
para sacarnos esa mierda de encima. Si no, la tenemos. Con lo cual, lo que estoy proponiéndoles es que la práctica
psicoanalítica se caracteriza, también, por el nihilismo. Se verifica. Los lacanianos son los peores porque son los
más sinceros, los más ingenuamente sinceros. Dicen ‘de una’ las barrabasadas más terribles, sin vaselina... Y,
efectivamente, para un psicoanalista lacaniano, no hay valores: “Si el deseo es de muerte: ¡que se tire por la ventana!”...
Y si la ventana es del consultorio mismo, y el lacaniano tiene los huevos bien puestos, ni se moverá de su silla... Éste
es el paradigma de la Facultad de Psicología, de lo que es el psicoanálisis. No hay valores. No hay ni bien, ni mal.

Si no hay ni bien ni mal, no se puede trabajar, no hay cómo orientarse. Y si uno no puede orientarse, el trabajo es
no orientado. Y si el trabajo es no orientado, no conduce a ninguna parte. Entonces, uno tiene análisis de veinte años
que no van a ninguna parte. Y no van a ninguna parte porque el psicoanalista cree que la mejor orientación que
puede dar al trabajo es que no vaya a ninguna parte, dado que si fuese a alguna parte, ahí, adonde fuese, sería un
valor, un bien. Y, ahí –nadie sabe bien por qué– siempre se dice: “¡Ah! ¡Pero ése es un Ideal!”... Y el psicoanálisis
lacaniano está peleado con los ideales (¿vieron que cuando uno se pelea mucho con algo, termina identificándose
enormemente con eso?). Es decir, son prácticas que carecen de orientación. Lo que estoy proponiéndoles es revisar
eso.

LIC. HAYDÉE MONTESANO: Pensaba además que, como suele decirse, el psicoanálisis es una de las corrientes que
se ha planteado la pregunta por la ética. Ahora, la ética es una disciplina que trabaja los problemas morales. Y el
asunto es que cuando carecemos de categorías morales en juego, podemos situar el problema ético [inaudible lo
siguiente].

A.E.: Con lo cual, la maniobra que tendremos que hacer es desligar ética de moral. Lo que vamos a tener que trabajar
es si se puede concebir algo de la índole de lo ético, desprendido de una moral. Porque moral, no la hay. Hoy, moral,
no la hay porque la economía no tiene moral, porque la Ciencia no tiene moral y la moral que imperaba en nuestra
sociedad ha desaparecido. Hoy, prácticamente cualquier filósofo cojonudo dice de sí mismo que es nihilista. La
posición del nihilista es como la del desengañado: “¡Pobres aquellos que creen en el amor, el matrimonio, en la
educación!”. El nihilista es un desengañado. El problema de esos casos es que son inanalizables. El engaño del
desengañado es inanalizable. Ese es un problema durísimo.
Yo había preparado materiales y traje citas para hablar del bien, de los valores. Les digo todo lo que hasta ahora
salteé: La Ciencia y la Verdad, la escatología, Posición del Inconsciente, etc. Pero no vamos a perder el tiempo con
eso. Sólo una cita de la clase 11 del Seminario XIV. Voy a proponerles las condiciones que yo creo que el
psicoanálisis posibilita de concebir una ética. Pero tenemos un pacto: hablamos tranquilos porque reconocemos que
no sabemos. Entonces, si yo digo que es la única ética que hay, es para no estar diciendo todo el tiempo “salvo que
yo no sepa que haya otra”. No voy a estar diciendo eso, todo el tiempo. De manera que si descubren que hay otra,
tráiganla y expónganla, pero no crean que me critican con eso, porque yo digo hasta donde yo veo. O sea que me
parece que el único planteo ético que, hoy, Occidente es capaz de sostener es el que propone el psicoanálisis. El
problema es que en psicoanálisis no se sostiene porque los psicoanalistas estamos inundados de nihilismo, invadidos
por el nihilismo. La obra de Lacan está pletórica de nada. Lo que habría que ver es si su enseñanza tiende hacia el
nihilismo –hacia la nada, hacia la muerte, deseo de nada, deseo de muerte–, o si se puede leerla de otra manera
como para que diga otra cosa.

«El abordaje que hemos propuesto la última vez consiste en volver a partir de una definición del acto: el acto es
significante. El acto es un significante que se repite. Aunque ocurra en un solo gesto, razones topológicas vuelven posible
la existencia del doble bucle creado a partir de un solo corte».

Entonces, el acto es un significante. Y es un significante que se repite. Esto es el Seminario XIV, en que Lacan tiene
muy bien desarrollado que si un significante se repite cae bajo la lógica de que es el mismo y no es el mismo. Si yo
dijera, por ejemplo: “Mi padre es mi padre”, puedo estar queriendo decir que mi padre adoptivo, después de tanto
luchar y bregar, termino reconociendo que fue mi verdadero padre y que, por tanto, me ‘cago’ en mi búsqueda ‘al
pedo’ de mi padre biológico. Es una frase llena de sentido. Con lo cual, en “mi padre es mi padre”, “padre” no dice lo
mismo en el primer caso que en el segundo. “Padre” es y no es el mismo significante, justamente, porque se repite.
Entonces, el acto es un significante, y es un significante que se repite. Con lo que hace falta al menos dos. Lacan
aclara que el acto puede, él mismo, consistir en un solo gesto. Ustedes podrán preguntarme si es gesto o significante.
Lo que sucede es que, en el mundo humano, cualquier gesto puede pasar a tener estatuto de significante. Cualquier
gesto puede tener valor significante. A veces, hasta un acto azaroso tendemos a convertirlo en un acto significante.
Empezamos a preguntarnos por qué, “¿por qué a mí?”, etc. Con lo cual, lo convertimos en significante. Entonces, un
gesto en el mundo humano es significante. Y un gesto puede ser un acto ya que Lacan explica que, sobre un
superficie topológica, un corte bien practicado puede revelar el doble bucle. De manera que no se trata de que ese
gesto reduce o niega que sean dos significantes, sino que justamente puede advenir que sean dos mediante un
gesto que los establezca.

«Es instauración del sujeto como tal, es decir, que de un acto verdadero el sujeto sale diferente, su estructura es
modificada por el corte».

Entonces, el acto es significante, es significante que se repite y, a partir de él –del acto–, se produce la instauración
del sujeto como tal. Pero, ¡cuidado! “Instauración del sujeto como tal” está queriendo decir una nueva dimensión de
sujeto. Cada vez que adviene sujeto, no puede decirse que no había antes sujeto. No puede producirse un
advenimiento de sujeto, en términos absolutos. O sea que las condiciones mínimas para el advenimiento subjetivo
son que haya significantes y que haya sujetos. Cosa que es obvia. Pero el problema de eso es que nos impide
conocer –antropológicamente hablando–el surgimiento del ser humano, porque se convierte en un problema lógico
imposible dado que para establecer el surgimiento del primer sujeto humano hace falta decir que “antes” tuvo que
haber significantes y sujetos.

«El sujeto no puede reconocer ese acto en su verdadera pendiente inaugural. Está tomado en la Verleugnung»

Está tomado en la desmentida. En el Seminario XIV, Lacan llega por primera vez a una teoría de la desmentida. Voy
leerles el párrafo siguiente.

«Ahora bien, es esencial recordar que a propósito de la sexualidad, la lengua ya hace que se hable de acto sexual. Se
trata en efecto, sin duda, de un acto que no es la copulación pura y simple, dado que se trata de una repetición en el más
alto punto significante».
Esto es rarísimo. Lacan dice que el acto sexual es la repetición más pura del significante. Obviamente, todos aquellos
que ya están inundados y sumergidos en el problema del goce no pueden, en absoluto, aceptar esta teoría.

«...dado que se trata de una repetición en el más alto punto significante –aquella de la escena edípica. A tal punto que
ese acto instaura algo que es sin retorno para el sujeto, y que la desmentida que en su Verleugnung personal ese sujeto
quisiera aportarle, no cambia nada».

Entonces, dice Lacan que al acto sexual la lengua lo designa como acto. Es el primer acto. Hay muchos actos: el
acto de nacimiento, por ejemplo. El acto de nacimiento es un acto increíble. Uno nació a partir de un acto.
Lacan dice que, efectivamente, el acto sexual es una acto. Pero el acto está fundado en la repetición, con lo cual el
valor repetitivo del acto sexual –que nada tiene que ver con la copulación, con el coito– es fundamental, porque repite
la escena edípica.
Retomo, entonces, el siguiente párrafo:

«No obstante que el acto esté fundado sobre la repetición, requiere del rigor de una ubicación lógica en la medida en que
ya sea del lado ético-religioso, que mueve a sonreír, enseñándoles la Iglesia que el acto sexual tiene por único objetivo
la reproducción; o ya sea del lado de la biología contemporánea [¿ven?, la religión y la Ciencia], permitiéndonos el
código genético aislar desde el origen significantes vehiculizadores bien específicos. Todo conspira a enmascarar esa
verdad que el Edipo nos deja en claro, a saber, que el producto de la repetición, en el acto, en tanto que el sujeto es
vuelto opaco por el hecho del inconsciente, participa ahí como sometido a lo que ese acto tiene de significante. Está ya
allí, en ese espacio bien definido para el cumplimiento del acto, y que se llama la “cama”, en la medida misma en que el
agente de ese acto sabe muy bien que ha sido engendrado y es hijo».

Así pues, yo les voy a proponer una ética fundada en la repetición. La ética que voy a proponerles se funda en la
repetición. O sea que los valores se establecen –en Occidente moderno y, dado que socialmente ya no hay forma
de establecerlos– caso por caso. Es decir, se trata de una ética particular. Pero esta ética particular se sostiene en
la medida en que hagamos como fundamento de la misma a la repetición. Pensémoslo juntos un minuto.
El acto es un significante, un significante que se repite y, al repetirse engendra subjetividad, un sujeto nuevo. Lo cual
no quiere decir que advenga allí una subjetividad en donde no la había –porque eso no puede suceder–, sino que
adviene algo nuevo en cuanto al sujeto. Y Lacan dice que el primer acto que hay que considerar es el acto sexual.
Siempre que uno lee –ustedes o yo–, toma algunas cosas y reprime otras. Aun Lacan mismo cuando habla de sí,
cuando se cita, cita algunas cosas de él y a otras las deja caer. Como él dijo –y es necesariamente así–, no se puede
hablar de todo. Y ustedes vieron que, del acto sexual, se acentúa muchísimo que no la hay, el “no hay relación
sexual”, etc., etc. Existe este problema.
Si el acto sexual es el primer acto que debemos concebir porque implica una repetición, y en la repetición misma
está en juego la reproducción de la escena edípica ya que el “agente” de ese acto sabe muy bien –sabe muy bien
bajo la lógica de la desmentida, de la Verleugnung– que ha sido engendrado y que es hijo; entonces, ¿qué
significante tomaríamos para empezar a escribir esta repetición –que yo digo que funda la ética–, para dar cuenta
del acto como acto sexual en relación a la escena edípica? ¿Qué significante elegirían?

LIC. FERNANDO RODRÍGUEZ: “Hijo”.

A.E.: “Hijo”. Entonces, vamos a empezar por “Hijo”. Nosotros advenimos, necesariamente, como “hijo”. Hasta ahora.
Obviamente, esta ética de la repetición vinculada a la escena edípica tiene vigencia hasta la clonación. A partir de la
clonación, y que la clonación tenga efectos sensibles en lo cultural por el efecto de la presencia de sujetos clonados,
en veinte o veinticinco años más veremos cómo gira todo en función de eso. Pero, hasta ahora, todos advenimos
como “hijo”.
Entienden por qué insisto con el tema de los seres clonados, ¿no? Porque la Ciencia va a producirlos dado que no
tiene valores. Nosotros vamos a seguir pensando en si es o no ético. No habrá ninguna empresa multinacional que
esté dispuesta a perder la carrera de producir eso. Es un negocio.
Bueno, teníamos el “acto sexual” y de lo que les advertí es no suponer que adviene una subjetividad nueva allí donde
no la había. Lo que realmente se produce es lo siguiente –lo haré con un trozo de una cinta de Möbius:

ACTO SEXUAL

0 “Hijo”

“Hijo” 1
A lo que me refiero es que había una dimensión de subjetividad y, lo que aquí se inscribe, es una transformación de
ello por efecto del significante. ¿Ven la torsión? Ya aquí [del lado “0” del esquema] había subjetividad y significante.
Y en este caso, ¿qué significante pondríamos a trabajar? Sin duda alguna, “Hijo”. Porque, sin lugar a dudas, aquellos
que nos engendraron, necesariamente, estaban en la posición de hijos [“Hijo” del lado “0” del esquema]. Con lo cual,
aquí se produce S1 y, aquí, S2. Es elemental, hay que partir necesariamente de aquí. No se puede hacer evolución
del niño. El niño no adviene de cero, no existe el cero. Justamente, éste es el problema con el que nos encontramos.
Lo que cambia, a nivel significante, con el advenimiento de una persona, de una cuerpo, es que se establece una
nueva repetición de este esquema, en donde “Hijo” ya pasa a ser otra cosa. Y así sigue encadenándose. Espero que
no se les escape que este esquema de la repetición no trae problemas con el “dos”. Yo escribí la misma letra, no
escribí S y S’. Es el mismo significante que se repite.

S1 S2

Todas nuestras posiciones fundamentales en la familia, designadas mediante significantes –“madre”, “padre”, “hijo”,
“hermano”, “hermana”–, necesariamente son repetidas. Necesariamente son repetidas. De manera que, cada vez
que nosotros advenimos a uno de esos lugares, necesariamente estamos repitiendo. Y a ustedes no se les escapa
que “Sujeto” se escribe acá, ¿no? [en el punto de torsión, entre el lado “0” y el lado “1” del esquema]. ¿Entienden
adónde voy? A que la ética del psicoanálisis es la ética que nos exige, para trabajar con una ética de lo particular,
erradicar la idea de individuo. ¿Entienden lo que quiere decir “individuo”? Que he aquí un sujeto; he allí, otro sujeto;
tres, cuatro, cinco, seis sujetos, etc. La noción de sujeto no coincide con la individuo. Es dificilísimo que no hagamos
esa coincidencia porque toda la concepción la subjetividad tiende, masivamente, hacia el individuo. En Occidente,
hoy es prácticamente muy difícil convencer a alguien de que se puede hablar de un sujeto en particular sin hacerlo
coincidir con el individuo. Ésta ética, la que propone Lacan, es una ética que erradica la función de individuo. El
sujeto siempre adviene en la repetición. Lo que quiero evitar es que ustedes crean que a esta repetición se la entienda
tal como leemos los materiales clínicos: es decir que en una serie “A, B, C, D, E, F, A, T, S...”, supongamos que la
repetición es tal porque aparece “A” de nuevo. Leyendo materiales, buscamos los significantes que se repiten en el
texto del sujeto. Pero no se trata de eso. Y, por otra parte, llegó la hora de revisar un problema que tenemos: la
relación que tenemos los psicoanalistas lacanianos con el texto del material. Hubo, entre muchas otras, una frase
fatídica de Lacan, una que es mortal: «al pie de la letra», tomar el material del paciente, “al pie de la letra”. Anteayer
fui a comentar un caso de un paciente esquizofrénico al hospital Tornú. No de las peores esquizofrenias. Al principio
les propuse pensarlo como parafrenia, pero terminamos convenciéndonos de “esquizofrenia” era lo que convenía
decir. La analista que atendió a ese sujeto lo planteó bajo la pregunta de qué hacer y no de qué diagnosticar. Era
una chica joven que hizo un muy buen planteo: “¿qué hacer con los pacientes que no tienen ‘tela’?”. Yo le propuse
sustituir “tela” por “trama” y trabajar qué hacer con las líneas de texto porque aun ahí le demostré que había lo que
hacer.
[Cambio de Cinta]

El paciente estaba muy preocupado por la salud de su madre. Él siempre pensaba más en la internación de su madre
que en la suya propia. Entonces, yo le proponía a ella intervenciones en ese sentido, que se podría haber pensado
intervenciones de la índole de proponerle a él que realice cosas vinculadas con esta preocupación que él tiene. Por
ejemplo, llamarla a su madre para preguntarle cómo está. Si él estaba preocupado por el estado de salud de su
madre, verán que es una cosa bastante sencilla e ínfima en sus posibles efectos negativos; es sólo un llamado. Y,
entonces, la analista y otras jóvenes personas me decían “Ah, bueno, pero eso no lo dijo él”. A eso quería llegar. El
fundamento crucial del supervisor lacaniano, mejor dicho, del episcopado lacaniano –dado que supervisor viene de
ahí, de “Epis Copus”– es siempre “el material del paciente”... El “material del paciente”. Con lo que se trabaja es el
“material del paciente”. Y a todos los chicos jóvenes siempre les caen ahí con el crucifijo y el agua bendita del
“material del paciente”, aclarándoles “¡Pero eso, es tuyo!”... Ésa es la entrada del supervisor lacaniano, bien
superyoica –todo lacaniano es superyoico. Pero no me interesa tanto lo superyoico en sí mismo, sino la cuestión de
de quién es el material. Primeramente, volvemos al comienzo: Freud habló de construcciones, y ¡suponer que la
construcción es del paciente es una estupidez rayana con la imbecilidad! La construcción es, necesariamente, del
analista. Y también Freud habló –aunque yo lo critique– de “comunicación de inconsciente a inconsciente”. Con lo
cual, ¿de dónde sale esto del “material del paciente”? Bueno, no sale del psicoanálisis. Lacan dijo que había que
tomarlo “al pie de la letra”, pero no dijo que había que tomar lo que parece que sale como resultado de tegumentos
y movimientos musculares de un cuerpo... Así, parecería ser que el “material” es lo que sale concretamente de esa
boca. ¡Pensemos bien en lo que sale de esa boca! ¿Sale del interior de ese cuerpo? Dos sesiones hacen falta para
darse cuenta de que uno está hablado. La diferencia entre la esquizofrenia y la neurosis es que el esquizofrénico
sabe que está hablado, en tanto que el neurótico supone que opera a partir de su yo. Con lo cual, el primer problema
que debemos corregir teóricamente para poder establecer una ética, es que el sujeto con el que operamos es la total
oposición, lisa y llana, de la noción de individuo. O sea que el psicoanálisis mal entendido trabaja de la siguiente
manera –el esquema de trabajo del psicoanálisis post-freudiano sería así:

X Y

Entonces, el supervisor, ¿cómo te sanciona? Pregunta: “¿De quién es esto? No, todo el material es lo que sale de acá [de
«Y»]”... Yo coordiné ateneos clínicos, en la Facultad de Psicología, para alumnos de Sicopatología –es decir, para
alumnos que están aproximadamente en la mitad de la carrera–, y si decías algo que no fuese la estricta cita “sic”
de lo que decía el paciente, al segundo te sancionaban: “¡¿Y eso? ¡¿Eso de dónde salió?!”... ¡Es decir que ya estaban
infectados e incurables desde la mitad de la carrera! ¡Ya se los había inoculado por atrás la suficiente cantidad de
veces como para que reaccionen así!
Bueno, eso sucede porque se trabaja con el individuo. Y si se trabaja con el individuo, entonces no hay posibilidad
ética alguna. Si existe el individuo, no hay ética. La única posible y practicable por el psicoanálisis es la de la
repetición. Pero la repetición no solamente en el material que se repite, ya que hay otra repetición que no es,
estrictamente hablando, del material dicho. No puede preguntarse si no es una repetición el siguiente ejemplo.
¿Vieron esos casos de abuelas a los cuarenta años de edad? Casos en que ellas tuvieron un hijo a los quince, y su
hijo tuvo, a su vez, un hijo a los quince. Eso, ¿sí o no es repetitivo? Sí. ¿Hace falta que te lo diga explícitamente y
que vos, tontamente, lo escribas en una hoja para que te advenga como repetición? Ni siquiera hace falta que sea
dicho. No estoy proponiendo un metalenguaje. Digo que hay repeticiones que van más allá de lo estrictamente
enunciado. Observen ustedes que aun a Lacan no le tiembla el ombligo al decir que un gesto es un significante. Que
un acto es un significante. O sea una persona, haciendo algo, perfectamente te lo está diciendo. No hace falta que
lo diga verbalmente, o que lo registre un grabador. Para colmo, el sujeto tampoco coincide con esto [el recipiente “X”
del dibujo], el sujeto requiere siempre al menos de dos instancias –ése es el invento del psicoanálisis, el
descubrimiento de Freud. Es imposible concebir la subjetividad con una sola persona, porque teniendo subjetividad
con una sola persona, ¿cómo leer “Hijo”? O sea, ¿cómo son ustedes como hijos? ¿Cómo son ustedes como padres?
¿Cómo son ustedes como hermanos?
El otro día supervisaba un caso de diez años de análisis, y le pregunto a la analista que venía a supervisar: “¿Y el
padre?”. Me respondió: “Ah, no sé. No sé nada del padre. ¿Qué raro, no?”... Le pregunté cómo es que podía ser eso y
me respondió: “Ah, no. Lo que pasa es que nunca habló de él”... Estaba practicando esto, que si ella preguntaba por su
padre, entonces ¡a ella se le había ocurrido el padre, y tenía que ver con ella! Ahí estaba ya el supervisor con la
ostia, haciendo una sombra sobre ella... ¿Entienden cuál es el problema? Necesariamente, esos significante están
en juego por la mera condición humana que implica que el sujeto adviene por repetición. Es imposible pensarlo por
fuera de un contexto repetitivo. Es impensable. No hay forma de operar en un análisis si uno no tiene en cuenta que
de lo que se trata siempre es de la repetición del significante. Es en la repetición donde adviene la subjetividad. Y la
repetición significante no tiene por qué estar limitada y cercenada a los significantes efectivamente pronunciados y
salidos de una boca. Si quieren verificarlo, revisen qué sucede cuando el sujeto de la experiencia –fíjense qué
interesante: aun siendo psicoanalista lacaniano– tiene que citar una interpretación correcta pronunciada por su
analista en la última sesión. ¿Vieron ese caso? Cuando el paciente, que es analista lacaniano, tiene que citar, en la
sesión 2, una interpretación correcta de la sesión 1: ¿a quién le endilga el decir? No sabe. Si la interpretación es
correcta, no va a decir “lo que vos me dijiste”, entonces empieza con “Lo que se dijo en la sesión pasada”... Y es así,
es “lo que se dijo”. No hay que suponer, en absoluto, que tiene que salir algo del plexo solar de la persona recostada...
El psicoanálisis lacaniano trabaja así. Es el único psicoanálisis que trabaja así, y siendo el psicoanálisis que se
plantea el problema ético, es el único psicoanálisis que está imposibilitado de toda ética. Y, por eso, es el más nihilista
de todos dado que piensa al sujeto por fuera de los mayores contextos repetitivos. Si uno dice diez veces “caca”, el
lacaniano te dice: “¡Ah, pero cómo dice ‘caca’!”... Y si es ultra-lacaniano, nada más dice: “Caca...”. O bien, luego del
segundo “caca” te viene con un “Dejamos acá”...

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: No, se lo localiza acá:

A B C D E F A T S

Se lo localiza al entredicho ahí. Y se hace la panacea del nihilismo, justamente, con el intervalo. Y lo que yo les estoy
proponiendo es que adviene acá:

ACTO SEXUAL

0 “Hijo”

“Hijo” 1

S1 S2

SUJETO
El intervalo en donde adviene el sujeto es entre mi condición de hijo y la condición de hijo de mis padres. Es la única
forma de justificar la trascendencia que damos en psicoanálisis a la tercera generación. ¿Por qué? Porque la falla
en la posición de este hijo se verificará cuando este hijo repita. Cuando se repita, ahí se verifica la falla. ¿Entienden
por qué? Porque en el primer “hijo” no puede advenir la falla. El problema está en los abuelos de Schreber, no en los
padres de Schreber. El problema arranca, al menos, en los abuelos de Schreber. ¿Se entiende lo que planteo?
Quiere decir que la ética del psicoanálisis es una ética que erradica el individuo. Con lo cual, no hay más “tú”, ni “yo”;
cuestión que si uno hace con un mínimo análisis lingüístico, sabe. El mínimo análisis lingüístico sabe que las
partículas “yo” y “tú” no designan nada en lo real. Son sólo ficciones que introduce el discurso. Con lo cual, lo que
tenemos es el discurso y, al menos, siempre dos posiciones a ser tomadas en cuenta. ¿Lo digo de otra manera? El
sujeto es lo que un significante representa frente a otro. Y, ahí, pongan a cualquiera: “esposo”, “esposa”, “nuera”,
“cuñado”, “yerno”, lo que quieran. Solamente valen en la misma medida en que repiten, y el sujeto adviene entre
esos términos.
Así es que la historia tiene, para nosotros, valor de mito. Porque, justamente, la estructura de los mitos radica en la
repetición. Cuando yo digo “la estructura de los mitos radica en la repetición” estoy diciendo: a) que es un elemento
fundamental del mito y, b) que es lo que nos interesa aquí –no estoy desmintiendo las otras propiedades de los mitos.
Ni siquiera estoy diciendo que lo más importante, desde toda perspectiva en que se aborde el mito, sea lo repetitivo.
Lo que digo es que, sin que sea un detalle, para el psicoanálisis la historia de cada uno de nosotros es un mito
justamente porque los mitos se estructuran a partir de repeticiones. Ahora bien, para nosotros hay que deshacer la
lógica del “individuo”. Occidente está plenamente convencido del individuo y, además, se ha dado un paso más ya
que, ahora, el sujeto se reduce a la dotación genética. Se ha dado un paso más en la distancia entre lo que el
psicoanálisis designa –éticamente– como sujeto, y lo que se concibe como subjetividad hoy en Occidente. Ahora se
trata de la “dotación genética”...
Lo que ha sucedido en este proceso de individuación, característico de nuestra cultura, es que se ha perdido el mito
como social, y ahora nos encontramos con el mito individual del neurótico. Con lo cual, nosotros lo encontramos con
el estatuto de individual pero lo que tenemos que operar ahí es recuperar el sujeto. Cuando el mito sí tenía estructura
social es cuando la estructura social estaba armada en fratrías. Las fratrías se armaban a partir del Nombre del Padre
que es lo que Freud malentendió. Freud lo hacía deducir como sustituto del padre de la horda primitiva, vía el tótem
que armaba la fratría. Ahí, Lacan lo rectificó perfectamente –y está de acuerdo con todas las ciencias–, diciendo que
lo que opera allí para nada es un padre animal. Lo que Lacan propone es que las fratrías se arman a partir del
Nombre del Padre. Es decir, lo que dicen los lingüistas, los sociólogos, los antropólogos. Eso ya es ciencia
establecida. Pero para nosotros ha desaparecido la función ordenadora social del Nombre del Padre. Para nosotros
no hay fratrías. Con lo cual, se nos ha desplazado el Nombre del Padre al papá, dado que lo que nosotros tenemos
son familias, no fratrías. Familia que, en realidad, está desapareciendo. El psicoanálisis dice que lo que está
desapareciendo es la figura del padre, pero no está desapareciendo la figura del padre, ya que la figura del padre
nunca puede desaparecer porque es algo portado por el lenguaje, es el Nombre del Padre. Lo que está
desapareciendo es la familia. Ahora lo que se concibe como ideal es que cada individuo haga su carrera. Los jóvenes
de Europa no quieren casarse porque eso afecta sus carreras. Nosotros, en cambio, como tenemos trabajo, ese
problema no lo tenemos... De manera que a lo que se está llegando es a que haya una persona en una casa y, a lo
sumo, algunos con un hijo. Las histéricas van siempre primeras. Las grandes histéricas modernas ya lo hicieron,
como por ejemplo, el caso de Xuxa, etc. Porque ése es el ideal. Un individuo es su carrera, y en todo caso, un hijo
pero como hijo de alguien, ya no de familia. Todo ha ido fragmentándose y ha quedado el Uno como elemento último.

Si ustedes revisan un análisis estructural de los mitos, como es el que hace Lévi-Strauss. Todo mito se caracteriza
por ser una estructura. Y si es una estructura, tal como él lo postula, debe tener dos propiedades: elementos discretos
y relaciones entre ellos. Lo que propone Lévi-Strauss –ése sí que es un tipo muy creativo– es que un elemento de
un mito es un “mitema”. Y la propiedad fundamental de un mitema es la repetición: es un haz de relaciones que se
repite. Un mitema es un haz de relaciones que se caracteriza por su repetición, y adviene como elemento tan sólo
porque repite. Por otra parte, ¿vieron que en psicoanálisis ya no se practica más escribir las historias? Ya no se
practica más y no sé por qué. No sé por qué no se practica más la escritura de la historia. Cada vez lo noto más y
más. Se trabaja siempre en presente y en función de lo que dice el paciente, en el presente. Pero no se rescribe más
la historia. Es muy común en Buenos Aires. Tengo muchos casos de re-análisis, de gente que se analizó seis, siete,
ocho, doce o hasta quince años, que no tienen la menor idea de su historia. Nunca se postuló en sus análisis el
establecimiento de su historia. Ahí yo ya no entiendo el porqué. Y eso ya ni tiene que ver con los lacanianos.
Realmente no sé por qué es. Me parece que es como una desvirtuación, del colmo entre el silencio y del acto como
corte y el “dejemos aquí”, el instante, los tres minutos y toda esa eyaculación ultra-precoz... Me parece que es tanta
la precipitación en la forma de concebir el tiempo, que se supone que es pérdida de tiempo dedicarse a un tiempo
pasado. Me da la impresión de que habría que revisar los efectos de esos análisis porque me parece que no son
muy curativos de nada. Me parece.

LIC. HAYDÉE MONTESANO: Pienso que quizá tenga que ver con el famoso desprestigio de lo imaginario...... [inaudible
lo siguiente].

A.E.: Si les gustan todas esas cosas, si a ustedes les gusta “simbólico, imaginario y real” –a mí no me gusta–, y les
debe gustar –como corresponde– que lo real es como Real Madrid, como Boca Juniors, es decir, ¿cuál es ‘el más
mejor’? ¡El real! Década del cincuenta: imaginario. Década del sesenta: simbólico y, ¡en los setenta, lo real..! Son
cosas increíbles. Pero si les gusta lo real, esto [que les explico] es real. Lo real adviene por repetición. Esto es real
y real puro. Lo que digo es que no adviene lo real si no repite. Todo lo otro es imaginárselo o es ir a las palabras de
Lacan. Pero esto es real puro. Lo que estoy diciendo es que la subjetividad adviene, realmente, sólo vía la repetición.

El año pasado, invitamos a un antropólogo, Carlos Reynoso que más que antropólogo era criticón. ¡Era un criticón,
el ‘turro’! Tiene diez libros que son pura crítica. Diez libros de permanente crítica a ‘chabones’. Bueno, Reynoso le
critica en un artículo entero a Lévi-Strauss algo que es justamente lo que yo voy a proponerles. Y quisiera que
ustedes lo escuchen porque va a ser la base de nuestro trabajo sobre Antígona. Les voy a proponer a Antígona como
una práctica de trabajo analítico. O sea, voy a intentar plantear qué trata allí del sujeto, y qué de ética.
Hay, al menos, cuatro mitemas propuestos por Lévi-Strauss en el Edipo, en su puesta a prueba de su teoría. El
primer mitema es “Relaciones del Parentesco Sobreestimadas”. Si es un mitema, tiene que haber relaciones
repetidas. Las relaciones son las de parentesco, es decir tiene que haber padre-hijo en forma repetida. Y se
caracterizan por ser “sobreestimadas” y “subestimadas”:
RELACIONES RELACIONES
DESTRUCCION DE DIFICULTADES PARA
CONSANGUINEAS CONSANGUINEAS
MONSTRUOS CAMINAR ERGUIDO
SOBREESTIMADAS SUBESTIMADAS
Cadmo busca a su
hermana Europa,
raptada por Zeus
Cadmo mata al dragon
Los espartanos se
exterminan
mutuamente
Labdaco (padre de
Layo) = cojo
Edipo mata a su padre
Layo
Layo (padre de Edipo) =
torcido
Edipo inmola a la
Esfinge
Edipo = "pie-hinchado"
Edipo se casa con
Yocasta, su madre
Etíocles mata a su
hermano Polinices
Antigona entierra a
Polinices, su hermano,
violando la prohibición

Van a tener que pegarse un pequeño baño de mitología. Es decir, tienen que leer toda la historia de los Labdácidas.
De cada uno de los personajes de la saga tiene que conocer un poco. No sé si recuerdan que Cadmo que siguió en
la búsqueda, los otros hermanos desistieron. Si no, no se entiende por qué las relaciones son “sobreestimadas”. Que
Cadmo busque a su hermana Europa raptada por Zeus no parece a primera vista una relación “sobreestimada”. Pero
hay que conocer la historia un poco mejor ya que Cadmo fue el único que siguió buscándola. La primera serie,
entonces, la de las “Relaciones Sobreestimadas de Parentesco” es: Cadmo busca a su hermana Europa raptada por
Zeus; Edipo se casa con Yocasta, su madre, y Antígona entierra Polinices, su hermano, violando la prohibición.
Bueno, cuando Reynoso lee esto, en realidad, no sé bien qué le pasa. ¡La verdad es que se pone tan ‘boludo’! Un
tipo tan importante, titular de cátedra, que tiene diez libros escritos y que da conferencias por todos lados, ¡es patético
lo ‘boludo’ que es! ¿Saben lo que dice de esto? Que Cadmo busque a su hermana Europa no es la repetición de que
Edipo se casa con su madre, dado que un hermano busque a su hermana no tiene ninguna relación repetitiva con
que Edipo se case con su madre. ¿Entienden el problema que a él se le plantea? Que es una repetición que,
francamente, no tiene la garantía de la identidad tal que a todas luces y para todo intérprete sea una repetición. Ésta
es la crítica de Reynoso.

INTERVENCIÓN: Lee, precisamente, “al pie de la letra”...

A.E.: Claro, se queda “al pie de la letra”. Y ustedes podrán preguntarme cuál es el problema de quedarse al pie de
la letra. Bueno, les diré: si ustedes son analistas –lean un poco a Humberto Eco–, por fuerza, son dos cosas
simultáneamente: a mi gusto, la más linda es que uno es intérprete de textos; y la otra, la más pesada, es que uno
soporta la transferencia. Quizás a alguno de ustedes le guste más la parte transferencial y le ‘embola’ más la de
intérprete. Pero somos intérpretes de textos. Y, si para interpretar un texto, vamos a buscar que el texto mismo diga
“He aquí que yo me repito”, uno podría decir que esta interpretación puede perfectamente hacerla una máquina. Es
decir que alcanzaría con una máquina, sin que haga falta un intérprete. No sé si ustedes ya probaron esos
espectaculares traductores de computadoras. Son programas endiablados pero que justamente fallan en este punto,
en el de pescar una repetición subjetiva. No pueden pescar una repetición subjetiva, sólo pueden trabajar con
repeticiones de combinatoria. Pueden reconocer en una serie dada de ceros y unos, módulos de tres ceros
consecutivos, pero eso no es interpretar un texto. Con lo cual, en la estructura de un mitema se produce la necesidad
de que sea interpretado.
Bueno, paso al otro mitema: “Relaciones de Parentesco Subestimadas”. Los espartanos se exterminan mutuamente.
Los “espartoi” son hombres crecidos de la tierra a partir de dientes de dragón arrojados sobre la tierra. Una versión
dice que Cadmo tira en el medio una piedra y, ellos entre sí se matan. ¿Qué carajo de relaciones de parentesco
subestimadas hay aquí? Un dragón que cuida un manantial, Cadmo lo mata y le arranca los dientes, que luego planta
y a partir de eso nacen los “espartoi”... ¿Por qué habría allí relaciones de parentesco subestimadas? Bueno, los
“espartoi” son como hermanos, vienen del mismo lugar, salieron todos de la misma boca, son todos de la misma
generación de dientes de dragón. Cualquiera de nosotros que hubiésemos nacido “espartoi”, ¿no nos habríamos
considerado hermanos? Entonces, se está aplicando una interpretación común y coloquial de la estructura subjetiva,
que es la de considerarlos como hermanos. Luego, “Edipo mata a su padre Layo” y “Etíocles mata a su hermano
Polinices”. Si escribiéramos en la primera columna un positivo y en la otra un negativo, diríamos que hay una
atracción excesiva por miembros de una misma familia, y en este último caso habría algo así como una repulsión.
Vinculados al amor, los primeros; y al amor, los segundos.
Mitema C): “Cadmo mata al dragón”, “Edipo inmola a la esfinge”. Si no les queda claro, vayan al diccionario y verán
que la esfinge es un tipo particular de monstruo. Nosotros no solemos decir que es un monstruo. Y el último mitema,
“Dificultad para caminar erguido”, es Lábdaco –padre de Layo– que en etimología parecería significar “cojo”; Layo –
padre de Edipo–, en cierta etimología quiere decir “torcido”; y Edipo, “el de los pies hinchados”.
Con cual, observen ustedes que un elemento adviene como tal, tan sólo cuando éste se repite la suficiente cantidad
de veces como para que advenga como elemento. No se trata de que esté repetido una cantidad de veces en el
texto dicho de una persona. De manera tal que, cuando nosotros trabajamos un elemento en la historia de un caso,
esa historia se teje entre dos; porque si no, no existe como texto. [Ejemplificación con un caso clínico].
Ahora bien, ese texto adviene cuando yo me meto con él. Si yo no me meto con él, ese texto no adviene. La ética
que estoy proponiendo construir es una ética en la que hay que erradicar la noción de individuo. La subjetividad –
que nada tiene que ver con las personas– adviene entre. Y la forma de advenir entre, radica en la repetición. La
única forma de establecerlo es en la repetición. Es por eso que la ética con la que vamos a trabajar es una ética de
la repetición. Con lo cual, vamos a plantear cuál es la repetición en juego y cuál es la posición que se asume frente
a ella. Si no planteamos la posición frente a la repetición, estamos en el nihilismo. Supongan que un paciente dice:
“Yo, frente a eso, me mataría”. ¿Qué diría un lacaniano típico? “Y bué, él frente a eso se mataría”... ¿Cuál es la posición
ética que estoy proponiendo? Hay una Verleugnung de una repetición. Pero no una desmentida tal como la entiende
Freud –no quisiera hoy entrar en eso–, sino una desmentida tal como la entiende Lacan. Según la propone Lacan,
para darles una fórmula abreviada, la desmentida se da cuando un sujeto desconoce su propia condición subjetiva.
Entonces, cuando alguien dice “Yo, frente a eso, me mataría”, la ética que yo propongo es: “Dígame a mí, repetición
de qué es esto de lo que se trata”.

Bien, pasemos a Antígona. Propongo que establezcamos las condiciones de particularidad de una ética así, sobre
una práctica de interpretación que, en este caso, sería pura interpretación dado que nada hay de transferencia –
transferencia de Antígona hacia nosotros no hay en absoluto. Sería como una mera interpretación de un puro texto,
donde pongamos a trabajar esta ética. La primera cuestión es que si ponemos a trabajar esta ética, se nos desvanece
Antígona porque lo que deberíamos hacer es estudiar una inversión de éstas [referencia al esquema de la repetición,
en la pizarra]. Con lo cual, de hacerlo, lo que deberíamos hacer es estudiar los Labdácidas.
Lamentablemente, hoy olvidé el libro... Pero hay tres pasajes en que Sófocles dice “Hija desgraciada de un padre
desgraciado”. Para la próxima reunión, traeré las citas en que el mismo Sófocles indica con claridad, y en varios
lugares, que no existe Antígona. Yo les propongo que el análisis de Hegel y el análisis de Lacan sobre Antígona
están radical y profundamente fallidos, porque creen que existe Antígona como una entidad individual. Y, entonces,
se preguntan por el brillo de Antígona. Y Antígona no tiene ningún brillo. Es como si yo tomase una cinta, le pegase
cuatro semitorsiones y les planteara algo respecto de la condición individual de sólo un sector de la cinta. Se dan
cuenta de que es una estupidez, ¿no? Además, tampoco me interesaría tanto hacerlo, porque yo necesitaría saber
si esa cinta –en su conjunto– es o no moebiana en su estructura, haciendo una suma de todas las semitorsiones.
Con lo cual, lo que yo les planteo es que vamos a tener que hacer un análisis de Antígona, esto es, vamos a estudiar
a los Labdácidas. No hay otra forma de hacerlo. Y el brillo es la torsión que se aplica en torno al significante
“Antígona”, de toda la estructura de los Labdácidas.

Para terminar, una cosa que a mí me parece que es un chiste: Edipo –que se llama “el de los pies hinchados”, que
debía tener los pies como dos mazacotes– se para delante de la Esfinge y ésta le pregunta –a él, al ‘chabón’ de las
‘patas’ reventadas–: “¿Cuál es el animal que cuando nace tiene cuatro patas, luego dos y, por último, tres?”. ¡¡¡Lo
está ‘cargando’ mal!!! ¡Le está preguntando al ‘chabón’ que tiene las ‘patas’ así! ¡Al ‘chabón que cuando llega, todo
el mundo dice: “¡Che, ahí viene el de las patas!”!... ¡Es un chiste! Les advierto que si leen Antígona desde la propuesta
que les hago, encontrarán al menos sesenta o setenta repeticiones fulgurantes......

[Cambio de cinta]

..... repeticiones, si ustedes aceptan tomarlas así. ¿Entienden? Que una cosa y su torcimiento es la repetición de
esa cosa. Es así, si aceptan trabajar con una lógica significante.

LIC. FERNANDO RODRÍGUEZ: Otra versión etimológica aceptada acerca del nombre “Edipo” es “el que sabe acerca de
los pies”.

A.E.: ¿Ven que es una ‘joda’? ¿Ven que es un chiste? ¿Se imaginan la escena? Una primera cuestión que no sé
cómo atravesó las edades, porque nosotros tenemos ya como seis generaciones de psicoanalistas: ¿por qué el
oráculo es negativo? Como nuestra misma condición subjetiva es la de vivir eternamente en una ‘nube de pedos’,
no nos damos cuenta de ciertas cosas. ¿Si ustedes tuvieran que hacer una de esas películas de Walt Disney, cómo
representarían, cómo dibujarían a Layo y a Yocasta? Sean sinceros conmigo. ¿Cómo los harían? Yo los haría
jóvenes, atléticos y divinos. ¿Qué tipo de reyes se imaginan que eran? Como unos reyes divinos. Entonces, ¿por
qué ese horrible oráculo? La cuestión ética que yo les propongo es no considerar que Layo sea un individuo. No
existe tal individuo. Es sólo una torsión de una historia. Y, como es una torsión de una historia, corresponde la
pregunta ética de qué se está torciendo en esa historia para que advenga un suceso así. Ese suceso es un oráculo
terrible: “tendrás un hijo que te asesinará”. ¡Es terrible! ¿Por qué eso?

«Crisipo era hijo de Pélope y de la ninfa Axíoque. Cuando el tebano Layo, desterrado por Zeto y Anfión, se refugió en la
corte de Pélope, donde acogido hospitalariamente, enamoróse del joven Crisipo y lo raptó. Pélope maldijo entonces
solemnemente a Layo y este fue el origen de la maldición de los Labdácidas. Crisipo se suicidó de vergüenza».

Ésta es espectacular, pero hay una mejor. Ésta nos permitiría armar mejor el mitema.

«Layo, hijo de Lábdaco –rey de Tebas–, y bisnieto de Cadmo. Layo es el padre de Edipo. Habiendo muerto Lábdaco
cuando Layo era aún muy joven, Lico, hermano de Niceto, se hizo cargo de la regencia. Después, Lico fue muerto por
Zeto y Anfión que vengaban a su madre Antíope y se apoderaron del reino de Tebas. Layo huyó y buscó refugio junto a
Pélope, donde se enamoró del joven Crisipo, hijo de Pélope, inventando así –por lo menos lo creen algunos– el amor
contra-natura».

¡Está espectacular! A veces, los textos explotan. No dice “el amor homosexual” sino “contra-natura”. No dice
“homosexual”. Porque diciendo “contra-natura” perfectamente nos deja leer también el incesto, que es un amor
contra-natura. Quiere decir que Layo está puesto en una posición que ya determina la posición de Edipo porque es
por un pecado de Layo que Edipo paga lo que le sucede como oráculo. Si ustedes buscasen como hacen todos los
psicoanalistas –¡y los lacanianos!–, ese palo con clavos que te meten por el ‘orto’ que se llama “responsabilidad”...
Hay que cambiar la ética porque la ética que tenemos no es nada más que hacerse cargo del superyo del sujeto y
repetirle: “¡¿Por qué has hecho lo que has hecho?!”... El psicoanalista cree que ya con eso justifica los honorarios...
Lacan lo dice respecto de la experiencia analítica misma. No se le puede decir a un sujeto “¿por qué has hecho lo
que has hecho?” respecto de lo que ha hecho en análisis. Y por eso todo el escándalo que Lacan hace con el acting-
out, que es que no hay acto que el sujeto haga –en el sentido de los sujetos que obstaculizaban el análisis por sus
actuaciones– que no sea consecuencia de la posición del analista y dirigido al analista. ¿Ven que arma otra ética?
Con lo cual, para entender a Edipo, necesariamente tenemos que salir de la estupidez de suponer que Edipo es una
entidad. No existen esas entidades. Las entidades son haces de relaciones que tiene que repetirse. Que Edipo ‘se
coja’ a su madre –es una relación– necesariamente hay que entenderlo como repetición de otro haz de relaciones
que hay que interpretar. Porque no esperan que las cosas les vengan regaladas, mediante la expectativa de que eso
esté escrito con exactamente los mismos términos. ¿Y por qué eso implica una ética, dado que no sólo por la forma
de interpretar un texto se arma una ética? Porque nosotros nos vamos a brindar, en el vínculo con el paciente, para
hacer una nueva repetición de éstas. Por eso es una posición ética, y por eso está la ética del psicoanalista. Y por
eso Lacan desarrolló lo que Freud jamás pudo entrever –y ningún psicoanalista concibió–, que es el deseo del
psicoanalista. El deseo del psicoanalista entra en juego porque la posición del analista implica una ética que tiene
que ser homogénea a la ética mediante la cual concebimos la subjetividad. Y, como la subjetividad es una relación
repetida, el psicoanalista ¿qué dice? “Venga, vamos. Hagamos nosotros la relación y repitámosla una vez más”. Y, eso,
para invertir la posición. Con lo cual, la ética que se arma es una ética particular pero que implica el rechazo radical
de toda la concepción occidental sobre la existencia de individuos. Hay cuerpos, pero no hay individuos. Al menos,
así es para el psicoanálisis. Sólo hay sujetos. Y los sujetos tienen estructuras de haces de relaciones repetidas. El
psicoanalista lo concibe así, y su ética es ofertarse a participar. Entiendan que el silencio y el corte en tanto que
“¡Dejamos aquí!”, invalidan toda posibilidad de efectivizar, de realizar esta ética. Hay que jugarla: si te toca “padre”,
tendrás que hacer de padre; y si te toca “hijo”, tendrás que hacer de hijo. Pero hay que jugarla. Es la diferencia con
la filosofía, es la diferencia con Cuasnicu. La diferencia con Cuasnicu es que él habla del nihilismo pero eso no le
hace asumir ninguna posición –no existe el “deseo del filósofo”. ¿Y por qué no hay deseo del filósofo? Porque el
filósofo, en su actividad, no tiene una posición ética. Aquellos que estuvieron presentes en la exposición de Ricardo
Cuasnicu, vieron que hice todo lo suficiente para que eso se note. Vieron que, cuando terminó, le pregunté delante
de todos ustedes: ¿podría decirme algo acerca la posición nazi de Jünger y de Heidegger? “¡Ah, qué sé yo! Yo, de eso,
tanto no sé”... ¡Estaba hablando del nihilismo, en donde todo no vale nada! Murieron seis millones de personas, ¡eso
es nihilismo ‘al por mayor’! ¿Cuántos mató Stalin? ¿Veinte millones? ¿Veinticinco millones? ¿Veintisiete millones de
conciudadanos? ¡Eso es nihilismo practicado!
Ahora bien, en el filósofo no hay posición ética, justamente, porque él no asume posición al respecto. El psicoanalista
que trabaja con su paciente –que tiene “represión”, “resistencia”, “desmentida”, etc.–, tampoco. El único que es
verdadero analista es el que la juega en la escena, aportando la posibilidad de participar de una relación que genere,
en la escena, la posibilidad de producir una inversión más en ese sistema de relaciones. Y es claro que tiene que
ser una relación artificial. La posición del analista debe ser de tal manera que para él quede claro que se trata de
una posición artificial. Y esto arma una ética y una posición del analista absolutamente distintas: no existe el paciente
y no existo yo. “Tú” y “Yo” son ficciones discursivas; y lo único verdaderamente consistente como estructura de
sujeto, es tomar esta relación como repetida. Si no la tomamos como repetida, no hay forma de trabajar. Entienden,
entonces, por qué acentúo tanto el valor de la historia. La historia es el plafond sobre el que estableceremos las
repeticiones, con estructura de mito. Y, “con estructura de mito” quiero decir lo que hace Claude Lévi-Strauss. Con
lo cual, desde la próxima reunión leeremos Antígona y, lo que yo les propongo es tratar de establecer esto [referencia
al esquema de la torsión moebiana de la pizarra]. Hablar de Antígona no existe. Es Antígona-Eteocles, Antígona-
Polinices, etc. Si no, no existe. Y hacerlo dentro de un sistema de repeticiones, ya que si no vemos el sistema de
repeticiones de eso, no se puede establecer nada. A partir del establecimiento de ese esquema es que podemos
hablar de valor. Así es como recuperamos los valores. Ésos son nuestros valores. Ahí se tensa la estructura sobre
la cual se puede escribir nuestros valores. Es la única posibilidad que queda de escribir valores. No crean que en
Estados Unidos hay más valores que acá –tienen mejor ‘aceitado’ que vas ‘en cana’. En Estados Unidos, ¡todos se
quieren ‘coger’ a las pasantes! ¡Y también roban ‘guita’! No se confundan, no crean que allá tienen valores. Tienen
mejor aceitado el sistema de ir ‘en cana’. El problema, aquí, es que nadie va ‘en cana’, no es que haya menos valores.
¡Pero este país es tan raro, que hasta Menem está ‘en cana’..! ¡No ven que es increíble! ¡Menem está ‘en cana’
cuando nadie está ‘en cana’ en este país!

Bueno, lo que les propongo para la próxima reunión es leer, al menos, Edipo Rey, Edipo en Colona y Antígona, para
así tener toda la saga. Y verán que tendrán que cambiar el orden con que Sófocles la escribió, porque no respeta la
estructura del mito. Tienen un mes para hacerlo, pero si no les da el tiempo, al menos lean Antígona de la edición
de Gredos. Vamos a leerlo como un caso, buscando el sistema de repeticiones. No vamos a buscar ningún atributo
personal –si Antígona tenía o no huevos, es decir, si tenía o no un “deseo decidido”, etc.–, sino el sistema de
repeticiones. Y otra cosa muy complicada es esa lectura que dice que su hermano era, para ella, el objeto a... Ni
siquiera eso vamos a poder decir. No va a existir la función de valor puro de algo para alguien. Desaparece
completamente, como así también desaparece “pulsión” en el sentido de “él, por el culo, y ella, por la boca”...
¿Entienden por qué? Porque desaparecen “Él” y “Ella”. En todo caso, si se trata de X e Y, habrá que estudiar dentro
de qué sistema de relaciones fundamentales están; es decir, si es “madre”, “padre”, “hermano”, “huérfano”, etc.

Muchas gracias, nos vemos en la próxima reunión.

LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS, LIC. ALFREDO EIDELSZTEIN


5ª REUNIÓN – 23/VIII/2001
Buenas noches. Les propongo, entonces, el plan de trabajo para hoy. Para que seguro lleguemos a comenzar
el análisis de Antígona (que, como yo les había propuesto, iba a ser el análisis dentro de la perspectiva que yo
propongo, es decir tomar la estructura de la perspectiva en la lectura misma; y dado que la fundamenté en la
repetición, sin lugar a dudas no tomaré a Antígona –me parece un error preguntarse por Antígona– sino que
voy a tomar lo que se conoce como –y fíjense en el nombre– “Ciclo Tebano”. ¡Más regalado que eso, para una
lectura topológica, no hay! Un ciclo tebano, o sea Edipo Rey, Edipo en Colono y Antígona), reduje al máximo
todo lo que quería volver a presentar, o lo que tenía que decir antes de empezar el análisis. Con lo cual, con
respecto del tema del valor yo les había preparado material que traje para que trabajemos bien las acepciones
más comunes, las más gruesas, de los términos “bien” y “valor”. Pero dejaremos de lado todo ello porque no
habrá tiempo para eso. Y lo que sí necesariamente de ese trabajo tomaré hoy con ustedes es la noción –la
noción, y no el “término”– de valor para el Indoeuropeo, porque es sumamente interesante y, por otra parte, si
uno puede fundar algo en el Indoeuropeo, uno sabe que tiene los pies firmes sobre los orígenes reales de
nuestra cultura. Luego retomaré “ética” y “moral” e intentaremos articular un poco su distinción –entre ética y
moral– a lo que ya hemos trabajado acerca del nihilismo, Nietzsche, la religión cristiana y la noción de causa
para Lacan. A continuación, tomaré la noción de sujeto y, finalmente, trabajaremos con las dos primeras líneas
del texto de Antígona –sólo las dos primeras líneas, que son un mundo...– que les traje escritas en griego tal
cual son, y tal cual se las translitera en inglés. Una transliteración que no sé si es estándar. ¿Entienden? Cuando
se translitera a una lengua, hay que ver con qué reglas fonéticas lo está haciendo el transliterador porque quizás
lo translitera distinto. Si se transliteran las letras del Idish a las letras de nuestro abecedario, hay que ver quién
lo hace. Porque si lo hace un ‘yanki’, lo hará de manera distinta –aunque respete el canon– con que lo hará un
argentino, ya que los sonidos equivalentes en la escritura de sus respectivas lenguas son distintos. El dato me
lo pasó Pablo Peusner y lo que conseguí es el texto en griego y cómo es transliterado al inglés, tal como aparece
en la página Web (Perseus) de la que nos informó Pablo. En esa página, encontrarán en inglés definiciones
palabra por palabra. Y si nos da el tiempo –creo que sí, porque todo lo que les propondré lo haré de la forma
más económica–, les daré un modelo topológico de la estructura del sujeto, sobre la que trabajaremos; y
leeremos, también, el comentario que hace Steiner –en su libro ANTÍGONAS– acerca de las dos primeras líneas
del texto de Antígona. Y aun si llegamos, tomaremos el Ciclo Tebano, tomándolo en sus tres comienzos, esto
es, haciendo con él –tal como uno podría hacerlo en las sesiones con un paciente– lo siguiente: no
necesariamente escribirlas secuencialmente, es decir:

1 ________________

2 ________________

3 ________________

Sino que uno podría, también, escribirlas de la siguiente manera:

1
________________ 2
________________ 3
________________

Haciendo así, uno podría ver, por ejemplo, que todos los comienzos son iguales, o que todos los cierres se
equiparan. Si uno lo escribe todo en continuidad, eso se pierde. Para lograr ese efecto, hace falta escribir
teniendo en cuenta dos dimensiones tal como se hace en la poesía. Con lo cual, yo elegiré para la escritura,
una forma de presentar el comienzo de Edipo Rey, Edipo en Colono y Antígona, así tal como se escribe –un
renglón, luego otro debajo, y luego el otro– pero voy a encolumnarlos de tal manera que los tres comienzos no
estén juntos. Me parece que si uno lo hace así, gana mucho.
¿Por qué el concepto de valor? Para ser bien establecida, toda noción de ética necesariamente debe ser
articulada –es decir, asociada y distinguida– a la de moral. No alcanza con decir: “No es lo mismo”. Uno tiene
que decir que no son lo mismo porque están articuladas, de manera que hay que precisar la articulació n. Y,
precisamente, la articulación pasa por el uso de valores.
He estado trabajando un ciclo de conferencias de Heidegger, de 1940, que se llama EL NIHILISMO EUROPEO. En
él, Heidegger dedica diez clases a comentar, a la letra y de manera espectacular, la Voluntad de Poder de
Nietzsche; y cinco clases de estupendos comentarios acerca del Cogito cartesiano. Realmente, es un material
excelente y dado que son conferencias, son fácilmente legibles porque no tienen la encriptación de los libros
de Heidegger en los que uno no entiende nada... Lo que destaca Heidegger, del trabajo de Nietzsche, es que
fue Nietzsche quien estableció el valor del valor. Hasta Nietzsche, la noción de valor no ocupaba la posición
que tiene para nosotros, obviamente, a partir de él. Y, como la relación ética-moral tiene que ser precisamente
articulada, entonces yo quería que al menos abriésemos la oreja a cómo se fundó la noción de valor en el origen
lingüístico de nuestra cultura. Si el inconsciente está estructurado como un lenguaje, y uno pudiese tomar en
cuenta las formas en que se funda toda la serie de lenguas implicadas en el psicoanálisis –el alemán, el francés,
el castellano y el inglés, todas ellas derivadas del indoeuropeo– y nosotros logramos estudiar cómo se funda la
noción de valor, quizás nos ilumine respecto a lo que sería un trabajo como el siguiente: supongamos que los
términos –se trata de una suposición que ya existe en Heidegger, que no es mía– en determinado momento
tuvieron un vínculo directo con el ser (o sea, que los términos de una lengua hablaban directamente del ser), y
que luego se produjo un distanciamiento en cuanto a que los términos, por el significado que fueron adquiriendo,
se distinguieron de la reflexión sobre el ser. Es por eso que Heidegger propone volver a reflexionar sobre el ser,
restablecer la función de la pregunta fundamental, el habla de la pregunta esencial, de la esencia de las cosas.
Y para eso él propone volver, por ejemplo, al griego –suponiendo que el griego antiguo era un idioma que tenía
un contacto más directo con la problemática del ser. Es una hipótesis complicadísima, tiene una enorme base
hipotética porque, ¿cómo se demuestra y garantiza eso? Tiene el mismo problema del texto de Freud sobre el
valor antitético de las palabras primitivas, en el que uno obtiene reflexiones sobre el ser, de la verdad, de la
cosa, a partir de cómo se desarrolló. Pero, igualmente, me daba la impresión de que aunque fuese sumamente
conjetural –y, en ese sentido, altamente desconfiable–, valía la pena que estudiemos la noción de valor tal como
es establecida. En este caso, es muy raro porque es un caso en donde es muy consistente; es decir, en todo
el campo del indoeuropeo se lo opera igual. Hay muy pocos términos compartidos por todas las lenguas del
indoeuropeo: el “tres”, el “padre” y dos o tres más. Así se descubrió. Se descubrió que se decía ciertos términos
de la misma manera en lenguas tan distintas que, a fines del siglo XIX, empezó a pensarse en que debía
obviamente haber algún motivo por el que haya coincidencias tan notables en lenguas tan dispares. Bueno, la
noción de valor es uno de esos casos. O sea, es dicha con los mismos términos y con el mismo significado, en
todo el campo del indoeuropeo.
Voy a leerles, entonces, siete citas muy cortitas del capítulo 10 del libro VOCABULARIO DE LAS INSTITUCIONES
INDOEUROPEAS, de Émile Benveniste. Este capítulo 10 se llama “Compra y Rescate”.

«Para la noción de “precio”, de “valor”, tenemos un término indoeuropeo, cosa rara en el dominio de la economía. Está
representado por el griego alphé (), sobre todo por el verbo denominativo álphano (), “ganar un
premio, sacar un beneficio”, y en indoiranio por....».

Salteo todos los ejemplos que da del sánscrito, etc. Continúo.

«De este modo, el sentido de álphano, “tener un valor”, será más exactamente “procurar un premio, cierto beneficio”;
es el premio que un hombre procura con su venta a aquel que de derecho lo posee por hecho de guerra [...] Vemos
aquí la relación de álphano y de ónos, precio de compra; anteriormente se vinculaba a peráo, vender. Se verá que
ónos se refiere también a la trata de hombre [...] He ahí todos los ejemplos del verbo en Homero. No hay la menor
variación en el sentido: es un hecho notable que esta determinación constante todavía no haya sido subrayada:
áphano significa “producir un beneficio” hablando de un hombre puesto en venta por su propietario. Ése es el sentido
propio del verbo “valer”».
«Valer» es el valor de un hombre, en relación a otro hombre que lo posee. ¡Es fuerte! ¡Es fuertísimo! ¿Entienden
que, después, la vaca, el oro, todo es en función de esta noción original de valor?
«El hecho notable es que arh- no se dice más que de un hombre, jamás de un objeto. Desde el védico, esta restricción
con una cualidad humana, incluso aunque haya sido transpuesta al dominio moral, indica que el “mérito” es el “valor”
personal de un ser humano. Gracias al griego, podemos unir de nuevo la noción de “mérito” personal a la de “valor”
comercial, asociada ésta a los verbos que significan “comprar” y “vender”. El derecho de aquel que captura sobre
aquel que es capturado, la transferencia de prisioneros, la venta de hombres en subasta, he ahí las condiciones de
donde progresivamente han derivado las nociones de “compras”, de “venta”, de “valor”».

Y lo mismo, en latín. Voy salteando los párrafos porque no hace falta que yo les lea todo. Es una demostración.
Yo sólo leo las conclusiones. El que quiera, lea el capítulo 10.

«Es un solo y mismo proceso el que se expresa a través de palabras diferentes. Sea en expresiones antiguas, uenum,
onéomai, o más recientes como bugjan para comprar, siempre hay un indicio que nos informa de la naturaleza de este
proceso: compra o venta, no de mercancías, de bienes, de géneros, sino de seres humanos».

Con lo cual, observen ustedes que la noción de valor, estrictamente hablando y para nuestra cultura –que es
heredera, en todo sentido, del indoeuropeo–, es el valor de un hombre, pero tampoco puro, sino el valor de un
hombre en relación a otro hombre –su poseedor, su captor. No pierdan de vista, entonces, que la noción de
valor surge a partir de ahí, y no como cualquier mente utilitarista habría explicado, a partir de su fantasía, cómo
surgen las nociones de valor. Bunge hubiese dicho: “Evidentemente...” –siempre, estos ‘boludos’ empiezan
diciendo “evidentemente”. Cuando uno investiga, las cosas sorprenden; y eso de “evidentemente” sucede
cuando uno no investiga nada... Cuando uno no investiga nada, todo es “evidentemente”, todo es
“Evidentemente, alguien tenía muchas vacas y otro tenía muchos granos y, entonces, intercambiaron los sobrantes y así
empezó el comercio”... No, ¡mentira! No empezó así, no empezó por necesidades –empezó por el intercambio
de personas. Si ustedes quieren, una buena base de demostración es que lo que dice Lévi-Strauss no es un
‘pedo místico’: los intercambios son intercambios de mujeres, generalizados y ordenados dentro de la sociedad.
¿Y, eso, de dónde sale? No, no, se verifica. Les advierto que estudiando un poquito de indoeuropeo, muchas
de las teorías más extravagantes se verifican. Por ejemplo, la del Nombre del Padre de Jacques Lacan está
totalmente verificada, siendo que esta obra de Émile Benveniste es posterior a la postulación lacaniana del
Nombre del Padre como teoría. En el capítulo de Benveniste que estudia al “padre”, empieza preguntando si el
padre es la persona que se casa con la madre o si se trata más bien de un nombre. Y concluye: sin lugar a
dudas, es el Nombre del Padre. Y ésta es una obra bastante posterior a los desarrollos de Lacan.

Entonces, ésa es la noción original y real de valor. Luego tenemos cómo hemos recibido nosotros el sistema
de valores. Y a este sistema de valores que nosotros hemos recibido hay que establecerlo muy bien: es a partir
de la moral –nuestra moral, la moral que impera para nosotros, es la moral cristiana. Con lo cual, nosotros
tenemos que hacer ahora es distinguir entre ética y moral cristiana dado que la moral que se impuso en
Occidente es la cristiana. Y no solamente se impuso, sino que tuvo una vigencia de mil años. De suerte que los
determinantes de semejante moral, sobre nosotros, son sumamente contundentes por esa duración de mil años.
La moral con la que debemos enfrentarnos –y debemos habérnosla con el estatuto de que está muerta– es una
moral que se caracteriza por el Más allá. Es decir, vivimos en un mundo en que las nociones de bien y de mal
se establecen a partir de otro mundo. De manera que toda la evaluación de lo que hice y toda la evaluación de
lo que haga estarán regidas por cómo eso sea recibido en el Más allá. Y, en realidad, es así como hay que leer
el título MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL. Aunque ninguno de nosotros lo leyó –quédense tranquilos, de todos
modos uno se vincula con una obra a partir de su título–, uno tiende a quedarse con la idea de que se superó
el bien y el mal. No, también estaba inscrito en el título el problema del “Más allá”. Otras morales que participaron
en otras religiones que no incidieron en Occidente, no se caracterizan por este “Más allá”. Con lo cual, el bien
y el mal se leen a partir de la causa final ya que la causa final va a ser el destino de lo que se haga aquí, en el
Más allá –el otro mundo, el paraíso, el infierno, etc.
Hay una conferencia de Heidegger, de 1956, que se llama algo así como “El Significado de la Frase «Dios ha
muerto»”, que es muy interesante. Porque se verifica que no, que mucha gente sigue teniendo vínculos directos,
de trabajo permanente con Dios. Cuando Nietzsche dice que Dios ha muerto, está diciendo que a partir de
determinado momento, ese mundo del Más allá deja de ser determinante para el análisis de lo que se hizo y de
lo que se haga. O sea, se empieza a decidir la evaluación de lo que se hace y de lo que se hará, en función de
este único mundo; nos quedamos sin el otro mundo –eso quiere decir “Dios ha muerto”. Lo que ocurre es que
Nietzsche dice las cosas de una manera que parecen muy transparentes –son frases respecto de las que uno
dice, de inmediato: “No hay ningún problema con ellas”– pero en verdad son muy difíciles de entender. Por
ejemplo, la idea de la Voluntad de Poder es una idea que, si no se la explica un poco, queda como un misterio
absoluto.
Así pues, nos hemos quedado sin la causa final. El problema del “Dios ha muerto” y la no vigencia de esta moral
es a partir del momento en que perdemos la causa final. Y, para nuestra discusión, conviene siempre oponer
que la causa –el objeto a, como causa– que propone Lacan es siempre la causa primera, en franca oposición
a la causa final.
Es importantísimo pensar cuál es el momento de la caída –y el porqué– del mundo del Más allá como
determinante de todo lo que suceda en este mundo: el Cogito cartesiano. ¿Y por qué es el “Pienso luego
existo”? Porque, ahí, la verdad –tomada como certeza– se funda en un acto del sujeto consigo mismo. Con lo
cual, como ven, se deduce claramente que en el “cogito ergo sum” desaparece el Más allá, dado que fundo la
verdad en el propio acto de pensar. Ya he discutido con alguno de ustedes, en su momento, que no se trata,
en ese “pensar”, del pensar tal como nosotros tendemos a entenderlo. Es mucho más amplio lo que Descartes
propone. Con lo cual, lo que se establece es que a partir del cogito cartesiano –cuando surge la Ciencia
moderna–, no es a consecuencia de la Ciencia moderna que Dios ha muerto –que es lo que tendemos a creer–
, sino que el sujeto empieza a fundarse en su propia realidad de lo que hace. De lo que resulta el
desvanecimiento del Más allá. Y, como consecuencia del cogito cartesiano, se funda el nihilismo que Nietzsche
critica –pero que él practica.

Entonces, nosotros vamos a sustituir la causa final –ponerla a operar sería ‘al pedo’ porque efectivamente ya
no nos es convincente– por la causa primera. Con lo cual, fundaremos una ética que se distinguirá de la moral
justamente por que propondremos otra forma de concebir la causa –la causa va a ser “primera”. Y es esta causa
primera la que nos permitirá responder a la pregunta de cómo evaluar lo que pasó –el pasado– y de cómo
decidir sobre lo que vendrá –el futuro. Va ser una ética que nos permitirá posicionarnos en relación al pasado
y al futuro, es decir que será la condición de presente. La condición de presente –o sea, esa posición que
permite mirar hacia algo, convirtiéndolo en pasado, o hacia a otra cosa que en perspectiva funcione como
futuro– va a ser la forma en que podamos responder a la pregunta de cómo evaluar acerca de lo que pasó, y
cómo decidir. Como ustedes verán, será un ética totalmente planteada, funcionando en un andarivel temporal.
Si uno la quita de su funcionamiento temporal, no funciona. Lo que también la hace muy netamente distinguible
de la moral ya que no hay universales para aplicarle. ¿Entienden? Planteemos, por ejemplo, el fornicar. Bueno,
esta ética no es aplicable al fornicar, no puede decirse a partir de ella “No fornicarás”, porque a eso habrá que
contextuarlo temporalmente. Justamente, esta moral del Más allá –a la que estamos oponiendo la ética– puede
operar con universales porque se plantea fuera del tiempo. Y realmente su estar fuera del tiempo fue un lujo:
¡duró mil años! ¡Casi parecía eterna! La caída de esta moral generó un impacto como el de la caída de Roma.
Para nosotros, hoy, ¿cuándo caerá Estados Unidos? ¡Nunca! Para nosotros eso no será nunca, o que podrá
ocurrir dentro de mil años, o bien ‘de pedo’ cualquier día de estos...
¿Entienden lo que implica una ética que sólo esté planteada y que solamente pueda ser pensada en el tiempo?
Que cada vez que ustedes tengan que evaluar algún acto, tienen que preguntarse necesariamente –para tener
el contexto de evaluación de ese acto– de dónde se viene y hacia dónde se va. Sin eso, es imposible leer. Sin
eso, mediante esta ética, es imposible leer. Cualquier lectura que sea atemporal queda invalidada. Ejemplos
de lecturas atemporales para evaluar actos: alguien hace algo y un analista dice “¡mucha pulsión de muerte!” o
“¡Goce!”. Cualquier cosa de este estilo queda invalidada porque está planteada por fuera del tiempo. Para
aplicar esta ética, nosotros exigiríamos que “pulsión de muerte”, “goce”, “resistencia”, etc., respondan a la
pregunta: ¿de dónde es que se venía y hacia dónde se iba, como para entender eso de lo que se trata? Por
fuera del tiempo, nada.

Entonces, ahora les voy a proponer recuperar la definición de sujeto que hicimos la pasada reunión, vía el acto.

LIC. HAYDÉE MONTESANO: A mí se me complicó un poco cuando vos te referís a la noción de tiempo. Para
ubicar esto, ¿se trata de una ética que pone en juego la noción de tiempo sobre algo, o bien una ética que está
ella misma tomada por el tiempo?

A.E.: No existe la ética. Lo que sí existe es que uno, a veces, se ve enfrentado a evaluar lo que hizo, lo que
tiene que hacer, lo que hará, o lo que le está pasando –está muy angustiado, está muy triste, está aburrido, etc.
Para poder hacerlo, desde la perspectiva del objeto a –causa del deseo–, hace falta ponerlo en una máquina.
Si no lo ponés dentro de una máquina, no podés hacerlo. Y esa máquina es pasado-presente-futuro. Por eso
es que pongo el énfasis en el “Ciclo” Tebano. ¡Es increíble lo del “Ciclo Tebano”! y esta maquinita se opone
radicalmente a todas las categorías morales porque las categorías morales son atemporales. Entiendan ustedes
que si una moral es tramitada por las circunstancias, ¡no sirve para nada! “No robarás”: uno puede decir “No,
bueno, lo que pasa es que yo tenía poco y él tenía mucho”... No es tramitable una moral desde una perspectiva de
una relación al tiempo. Esta ética es inexorablemente relativa al tiempo. Lo que ocurre es que en la ficción
discursiva moderna hemos erradicado un decir de apariencia moral pero finalmente –dado que estamos
tratando las cosas por fuera del tiempo– se convierten en lo mismo.

INTERVENCIÓN: Y se pierde la singularidad, que es lo que incluye lo temporal. Hacer la evaluación en relación a
lo singular de ese tiempo y de ese paciente.

A.E.: ¿Entendieron lo que ella plantea? Igualmente, eso vamos a tener que discutirlo mucho. Es lo primero que
empieza a aparecer: que si uno toma las circunstancias, no hay posibilidad de aplicarles ningún universal;
porque las circunstancias siempre son singulares. Nunca hubo otro hijo como éste, de esa mujer, en esa
posición de la familia que, a su vez, está en ciertas circunstancias. De todas maneras, voy a plantearles la falla
de ese argumento. Ese argumento tiene la virtud de tomar el problema del tiempo pero tiene la desventaja de
ser apto para la tramitación de la idea de individuo... ¡Encontré ago espectacular en Heidegger!: Heidegger
funda en el Cogito cartesiano la noción moderna de libertad. En efecto, a partir del Cogito cartesiano, la gente
se libera. Y se libera de todo. ¿Qué limitación tengo yo, de alguien o de algo, en el Cogito?

INTERVENCIÓN: Y “la represión viene del pasado” también abona esa idea, ¿no? ........... [inaudible lo siguiente]

A.E.: Claro, pero si vos aceptás la represión ya no hay Cogito, porque el pensar es del Otro. Es decir, ponés a
trabajar a lo inconsciente. Pero si uno no pone a trabajar al inconsciente y trabaja con el Cogito, no solamente
uno deja de tener en funcionamiento el “Más allá”, sino que adviene también la dimensión de la libertad. ¿Nunca
les pasó a ustedes de estar en la posición estúpida de decirle a alguien: “Bueno, ¡pero eso es lo que pienso yo!¡Para
mí es así!”..? ¡Es la posición más estúpida de las posiciones estúpidas! Eso se funda en la lógica indiscutible
del Cogito. Es una posición de certeza. En vez de la verdad “revelada” del Dogma y los Doctos de la Iglesia,
pasa a ser una certidumbre que se funda en el propio acto del que yo testimonio como mío. Y fíjense en que,
en ese caso, ni siquiera haría falta analista ya que si uno se funda en la certeza de un acto que uno evalúa de
sí, sería la demostración más cabal de que el analista es un ‘afano’.

Recuerdan que habíamos deducido una noción del sujeto a partir de la noción de acto propuesta por Jacques
Lacan, en el SEMINARIO XIV. Y acá entrará de nuevo el problema de lo singular. A mi entender, Lacan trabaja
lo singular, por primera vez, neta y completamente distinguido de lo particular –porque el problema es distinguir
lo singular de lo particular– en el SEMINARIO XXIII, el del Sinthome. La noción de Sinthome resuelve ese
problema. Es para eso que Lacan desarrolla “síntoma” desde esa perspectiva, desde la perspectiva del
Sinthome –para poder pensar la diferencia entre singular y particular, a mi entender, sin que se te haga
“individuo”. Bueno, ¡es lo que pienso yo..!

Las condiciones para pensar el sujeto son:

1) Partir del significante. Y partir del significante supone dos o tres cosas:

a) que en cuanto tal, no significa nada y que, justamente por eso, para que signifique –y tiene que
significar– hay que tomarlo por letra. O sea, hay que insertarlo dentro de una combinatoria. Y la otra
propiedad introducida por el significante en el mundo es:
b) el rasgo unario. La función del rasgo unario es la que funda la cuenta, el poder contar. Pero poder contar
en el sentido más moderno del contar, es decir, contar los objetos de un conjunto.

Vieron que la noción de conjunto –matemáticamente hablando– es una noción que se funda en que las
existencias son meramente enunciativas y, a pesar de ser meramente enunciativas, se les aplica una lógica
estricta. ¿Entienden? El conjunto A tiene tres elementos: el número uno, un adoquín y el hada madrina.
Cualquier mente razonable diría que no se pueden sumar esas tres cosas, que son de naturaleza
completamente distinta. ¿Cómo sumar el hada madrina a un adoquín? O, ¿cómo sumar un adoquín y un
número? Pero para la teoría de conjuntos, se trata de un conjunto de tres elementos. Y la teoría de conjuntos,
que tiene sus desarrollos simultáneamente a los del psicoanálisis, es una teoría eminentemente enunciativa.
¿Entienden lo que eso quiere decir? Que alcanza sólo con decirlo. La posibilidad de contar estos tres elementos
está fundada por un atributo del significante –que el significante introduce en el mundo–, que es el rasgo unario.
Volvamos al ejemplo. Tenemos el número, el adoquín y el hada madrina. Bueno, les ruego me disculpen,
sustituiré el hada madrina por su varita mágica...

1 2 3

Ésta es la función del rasgo unario –la que permite contar. Una de las diferencias más netas –que siempre se
olvida– entre la vida en cultura y la vida del animal –que vive en sociedad– estriba en la imposibilidad de contar
que tiene los animales. Ahí se verifica la inexistencia de una atributo fundamental del significante: proveernos
del rasgo unario. El rasgo unario es lo que te permite decir “Uno”. En el caso de nuestro ejemplo, nosotros
podríamos contar “uno [un número], uno [un adoquín], uno [una varita mágica]”. Pero también podemos contar
así: “Uno, dos, tres”. Se puede contar las cosas que hay arriba de este escritorio como una, o bien puedo
empezar a distinguirlas: lo que está por encima del mantel y lo que está por debajo del mantel. Ven que a este
“uno” –de esta “una” cosa y esa otra “una” cosa– puedo emplearlo en donde yo quiera porque dispongo del
atributo del rasgo unario. Lo que muchas veces nos confunde para contar es que acá ponemos esto [“1, 2, 3”
en el esquema]. E. Kasner y J. Newman definen “contar” como la puesta en relación de estas cosas, uno a uno,
mediante la seria de los números naturales. Pero se olvidan de un problema fundamental que es la posibilidad
de convertir las cosas en una forma tal que sean contadas de a una. Porque yo podría poner aquí, en vez de
estos elementos, tres hormigas y, en ese caso, ya no sería un conjunto de tres elementos porque “hormiga” es
uno solo. Pero también podría poner la población de un hormiguero –en tanto que uno–, otra población de
hormiguero en tanto que otro uno, etc. ¿Ven la función del rasgo unario? Con lo cual, tenemos: a) que el
significante en cuanto tal, no significa nada; b) para que signifique tiene que pasar a letra. Es obvio que para
que pueda ser leído tiene que tener estatuto de letra. Y el estatuto de letra es lo mismo que yo digo que tiene
que advenir en cierta dimensión temporal, porque es imposible pensar la combinatoria por fuera de cierta
dimensión temporal. Para cualquier combinatoria siempre primero esto, luego aquello, y luego lo otro, ¿no? La
combinatoria:

abc
O sea, la función del ordinal: primero, segundo, tercero.
Tenemos, entonces, que el significante en cuanto tal no significa nada y que para ser leído tiene que pasar a
letra, es decir que tiene que estar dentro de una combinatoria, y para estar dentro de una combinatoria tiene
que haber al menos un elemento antes y un elemento después. Podría ser que no, que alcanzase sólo con otro
más: que sea S1 y S2. Pero hablemos ‘tranqui’ y después vemos. Siempre hay que tratar de hablar y poner a
trabajar, en la orientación científica del decir, la menor cantidad de elementos posible. Si yo digo tres y se podría
decir con dos, entonces hay que decir con dos. Para operar científicamente hay que hacer una reducción. Pero
esa reducción tiene que ser máxima. Si yo digo algo con tres y podría decirse con dos, entonces me equivoqué,
y no puedo argumentar “Bueno, con dos también”. Pero por ahora dejaré tres –“abc”–, y si “b” es un significante
y alguien dice “b”, yo tendría que responderle: “Mire, si Usted me dice ‘b’, yo no entiendo nada. Tiene que darme al
menos ‘a’ y ‘c’ para que yo pueda decir algo sobre ‘b’”. Y, además, “b” tiene el atributo de la función del rasgo
unario –se puede contar como uno. Puede parecer contradictorio pero lo que estoy diciendo es que también
puedo contarlos: “1”, “2”, “3”.

Segunda condición, entonces, para pensar el sujeto:

2) Hace falta que el significante se repita. Ahora bien, hay que ver qué quiere se quiere decir cuando se dice
que el significante “se repita”. Porque yo podría decir:

xyz

Y podría estar entendiendo que la repetición significante que introduce al sujeto se tratara de esto:

xyx
Primero una “x”, luego una “y”, y enseguida otra “x”. Ésta es una forma de entender la repetición del significante.
Pero otra forma de entender la repetición significante es concebir un significante y otro significante:

S1 S2

Y aquí se repitió, también, un significante. Son dos formas en que yo puedo leer la repetición. Pero, para mi
conveniencia, voy a proponerles tomar esta última.
Entonces, para pensar al sujeto me hacen falta la función del significante y la función de la repetición. Pero los
términos en juego, para eso, serían sujeto y Otro:

SA

Éstos serían, al menos, los dos términos que yo necesitaría. Pero así pasarían a ser uno:

SA

Lacan dice que cuando se cierra el inconsciente, se abre. Cuando se cerró pasó a tener esta estructura de un
círculo cerrado. Pero pasar a tener la estructura de un círculo cerrado lo hace pasar a ser uno. Con lo cual, para
que nosotros tengamos algo que nos provea información sobre el sujeto, hace falta que el sujeto aparezca en
la estructura que tiene que tener para que aparezca, que es sujeto-Otro [SA]. Ahora bien, lo que hace falta para
obtener de ella una combinatoria es que se repita:

SA SA

S A

Y pueden repetir esta estructura todas las veces que quieran. Bien, permítanme ahora mostrarles algunos
modelos que les traje [el expositor enseña unos modelos de cintas biláteras y bicolores –blanco de un lado y
verde, del otro].

A A’

S S’

Verán que puse AS y A’S’, sólo para no ser criticado que sepa algo de topología. Aplicándole una semitorsión
y uniendo los extremos, obtengo entonces una banda de Möbius.

Y, ¿por qué? Porque lo que voy a postular es que, en la relación sujeto-Otro, cada vez que se establece esa
relación –éste es el canon lacaniano, la propuesta de Lacan–, se agrega una inversión. Hay una inversión de
términos. ¿Ven que aquí tengo S y de arriba A’? Es decir que los términos se me han invertido. En realidad, yo
debería ejemplificarlo más prolijamente con A, B, C, D, tal como hacen los matemáticos.
Pero no estoy queriendo hablar de eso. Quiero decir que se agrega una torsión. Lacan plantea la torsión en
alienación y separación. O sea, en el campo en donde se produce alienación y separación –que son los dos
mecanismos fundamentales de producción del sujeto–, Lacan dice que se cierra en forma de bucle. Pero aclara
que ese bucle incluye una torsión, que se produce una inversión; cosa que así escrito uno puede darse cuenta.

Aquellos que trabajaron conmigo deben haber pensado........

[Cambio de cinta]

........... voy a cambiar ahora. Y, en vez de trabajar con el abrazo de los dos toros, voy a trabajar con el abrazo
de dos bandas de Möbius. Puede, quizá, resultarles caprichoso. No voy a leerles la cita pero en las páginas 41
y 42 de EL ATOLANDRADICHO, Lacan propone tomar un toro –yo no lograba entender para qué servía eso–,
hacerle así y darle la vuelta completa de tal manera que el dedo que estaba del lado de abajo, termine del lado
de afuera. Con lo cual, él propone hacer con el toro una maniobra tal que produzca una banda de Möbius.

Lo hace cuando Lacan empieza diciendo “Aquí hace falta un poco de topología”. Lo primero que propone como
“un poco de topología” es esta maniobra. Una maniobra que no es muy canónica. Por otro lado, no me quedaba
claro para qué lo hacía. No sé por qué lo hace pero de todos modos me viene muy bien, me viene ‘macanudo’.
Porque estoy diciendo que son los mismos dos toros que vengo proponiéndoles para entender la estructura de
la subjetividad, sólo que de esta manera me permite poner a trabajar una inversión.
Claro que uno empieza a ver modelos así y uno dice “ ‘Tá bien, ¡qué sé yo! ¿Para mi consultorio? ¡Dejame de
‘hinchar las pelotas’!”... Pero piensen en los mismos ejemplos de la reunión pasada. Piensen en la posición de
alguien. Por ejemplo, alguien, un hijo, en relación a su madre –yo no veo ningún inconveniente en ello.
Hijo S A Madre

Bien, para evaluar la posición de alguien siempre hace falta, al menos, no suponer que ese alguien es un
individuo. Para evaluarlo psicoanalíticamente hablando, hace falta no suponerlo un individuo. La clara
demostración de ello es que si fuera posible ser tomado como un individuo, ¿para qué un dispositivo de dos
personas? Habría que seguir progresando en la búsqueda de esos dispositivos que a partir del psicoanálisis se
desarrollaron –todos los tests proyectivos y de personalidad. Justamente, lo que se intentó hacer con ellos es
reducir al máximo –convertir prácticamente en nada– a la figura del analista. Lo que yo les propongo es que la
figura del analista tiene que estar porque hay que reproducir la maquinita en donde adviene el sujeto; ya que el
sujeto sería aquello que, en el círculo con el que estamos trabajando, sería atraversarlo de esta manera:

El sujeto sería lo que sería atravesado así. Para tener qué atravesar, para que algo salga del inconsciente, hay
que tener, entonces, el bucle. Y, para tener el bucle, hay que reproducirlo con el significante que se repite. Y
en nuestro caso, el significante que se repite sería “hijo” y “madre”.
Pero el problema es que tiene que haber una inversión y, ¿cuál es la inversión que está en juego? Es que quien
es madre en esta posición [“A” en el esquema], necesariamente es “hijo” en otra posición. Con lo cual, ahí, al
menos, tenemos la primera inversión necesaria. Rasgo unario: cada banda de Möbius se puede contar. Yo
puedo decir “una” banda de Möbius, y “una” otra (dos) banda(s) de Möbius, etc.

Pero lo que estoy postulando es la inexistencia de la banda de Möbius en tanto que aislada, si es que con eso
quieren ustedes representar a un sujeto. De manera que tenemos un vínculo de la índole de sujeto (S) y Otro
(A), que implique una torsión. Y si les propongo ejemplos del tipo hijo-madre, me parece que son contundentes.
No sé si les gusta más el ejemplo de hombre-mujer, tramitados por la vía de “hijo” como varón, y aquel de sus
padres que sea varón –hoy, con decir “papá” no alcanza porque podría tratarse de una pareja de gays que
adoptaron al chico, de lo cual habría que ver cuál de los dos ha operado el lugar de varón.

LUCIANO ECHAGÜE: Una pregunta con respecto a las dos bandas de Möbius enlazadas. El lugar de encuentro
entre ambas, quiero decir, esa suerte de cuadrado que ambas configuran en el encuentro, ¿supone una
continuidad entre ellas? Es decir, ¿son dos bandas enlazadas o se trata de un lugar común de lo que resultaría
un continuum entre ellas?

A.E.: No, no, no. Por eso mismo yo agregué lo del rasgo unario. No, no. Se cuenta una, y se cuenta otra. Yo
podría haber traído dos bandas de colores diferentes. Por ejemplo, una banda bilátera verde y blanco, y la otra
azul y blanco. Si les aplico las semitorsiones, convirtiéndolas en moebianas, y las enlazo, vos podés tener la
posibilidad de entrarle al vínculo del que hablamos por el lado de la banda verde –desde la perspectiva del
verde–, o bien desde la perspectiva del azul. Lo que estoy postulando es la inexistencia de subjetividades
entendidas como bandas de Möbius aisladas. Es inconcebible. Para el psicoanálisis, el individuo es
inconcebible porque si no se produce la repetición, no tenemos en dónde leer.

PREGUNTA: [ianudible].

A.E.: Con una sola banda de Möbius habría individuo, pero no habría sujeto.

PREGUNTA: Si en una sola banda de Möbius no hay anverso y reverso, ni exterior e interior, entonces entiendo
que en ese planteo no habría individuo.

A.E.: No. Yo no aproveché la superficie. Es claro que no hay anverso y reverso, ni exterior e interior. Debreíamos
empezar a estudiar las superficies para ver qué atributos podríamos aplicarles y qué no. Pero lo que sí es cierto
es que el lado verde y el lado blanco no existen. Si alguien me pidiera que pinte todo un lado sin atravesar
ningún borde, yo podría pintarlo todo sin atraversar borde alguno. Aunque parezca increíble, tiene un solo lado.
Supongamos que en análisis tenemos a un paciente que es hijo –lo cual es ridículo, lo que sucede es que
tenemos más pacientes jóvenes que viejos–, uno podría preguntarse cómo lo podemos entender. Si uno quiere
entenderlo como “hijo” –estoy eligiendo este significante a propósito–, es claro que el significante en cuanto tal
no significa nada: nadie puede ser hijo en tanto que tal, como el Cogito. El Cogito, sí: como ser pensante se
produce la ilusión de que uno puede pensar en tanto que tal –ego cogito, ego sum. Pero en tanto que hijo, no.
Ya que hijo solamente adviene en relación a la madre. Tomemos, por ejemplo, el siguiente texto: “Este hijo se
queja de que la madre no lo quiso”. El problema está en que nosotros, como psicoanalistas, no sabemos qué
hacer con esa frase. Porque, de nuevo, lo tomamos como un elemento y no sabemos lo que quiere decir “no lo
quiso”. ¿Qué quiere decir? ¿De dónde saqué que la madre no quiso al muchacho? Es lo que me dijo él mismo.
Pero como no sé lo que eso quiere decir porque es un significante –toda esa frase tiene para mí valor de
significante–, ¿qué es lo que debo hacer? Le pregunto “¿Qué quiere decir para vos que tu madre no te quiso?”. Y
él, ¿qué me dirá? “¡’Chabón’! ¡Lo que estoy diciendo es que mi mamá no me quiso!”... Y uno podría poner a trabajar
la siguiente pregunta: ¿y por qué debería quererlo? Si alguien se queja de que no se lo quiso, es porque se
parte de la presunción de que debería haber sido querido. ¿Entienden cuál es el problema que estoy
planteando? Que, casi sin quererlo, le estoy preguntando acerca de cómo quiso su abuela a su madre, dado
que si una madre tiene que querer a su hijo, necesariamente estoy remitido a la otra. Si no, ¿de dónde sale que
una madre debe querer? Necesariemente, así como es madre de uno, es hija de otra.

Si quisieran pensarlo un poco más, habría que hacer un pequeño trabajo con estas bandas moebianas,
trazando la línea media y haciendo así. Podríamos empezar a pensar el problema del “ocho interior”, que no
significaría otra cosa que el problema del replegamiento.

Ustedes saben que este replegamiento, que hice en forma continua –sin cortar ni pegar nada–, no cambia la
estructura. Si yo hago esto con la banda de Möbius y me la guardo en el bolsillo, sigue siendo la misma banda
de Möbius. No pierdan de vista, entonces, que estoy trabajando con el doble bucle propuesto por Lacan como
“ocho interior”; o sea que, para establecer algo de la índole de un corte ustedes sepan que si ustedes no traen
ese contexto extructural, no van a poder hacer el corte. ¿Entienden lo que estoy diciendo? Si alguien viene a
análisis a quejarse porque su mamá no lo quiso, ustedes no pueden trabajar ese material –es intrabajable. Si
quieren trabjarlo, tendrán que hacer lo que hacen los amigos del tipo en el barrio, lo que le dice el primo: “¡Y,
bueno! ¡Vos viste cómo es tu ‘vieja’! ¡No sé para qué fuiste tantos años a análisis si todavía seguís quejándote, semejante
grandulón, de que tu mamá no te quiso!”. Eso es lo que hay que hacer. ¿Entienden lo que es?: la única verdadera
forma de la represión –la represión social... Se le dice a la persona: “¡Dejate de ¡hinchar las pelotas’! ¡Basta con
tu queja!”. Si uno no puede ponrelo a trabajar, necesariamente tiene que quedar así. Uno termina en el punto
en el que “tú” eres tú, “ella” es ella y la que te tocó en suerte, ¡jodete!..
Lo que estoy planteando es que no existen per se hijos ni madres. Sólo existen relaciones. Y que la gente sigue
quejándose porque la relación sigue siendo no adecuada a los términos planteados por el sujeto. No se puede
responder: “Y... ¡qué va a hacer! ¡Ella es así!”, dado que no existe “ella”. La única forma de salir de ese atolladero
es conseguir el contexto discursivo.
En realidad, lo que yo armé hace un rato es la verdadera estructura de la cadena. Y cuando decimos que la
psicosis está fuera del discurso es justamente porque no tenemos esa estructuración encadenada para dar
cuenta de la posición. Ésa es la problemática de la psicosis –que no contamos con esa estructura para incluir
al sujeto. Y si quieren verificarlo, observen ustedes que el Esquema I de Jacques Lacan, sobre el estado de
Schreber –a diferencia del Esquema R, que es para cualquier neurosis–, carece de torsión. ¿Entienden qué
quiere decir que carezca de tosión? ¡Es espectacular!: que la “madre” es madre. Y, justamente, el problema de
los padres de los psicóticos es que son lo que son. Y por eso no hay transferencia ni cura porque el padre es
lo que es –es el padre, que lo goza, lo destruye, lo fagocita, etc. Y eso no puede curarse porque no está plegado
de manera tal que ninguno sea lo que es, sino que participa de una cadena. El fuera de la cadena de la psicosis
representa exactamente ese problema.
Entonces, la cuetión del acto. El acto –tanto el acto habido, como la decisión que estoy tomando para lo que
habilitará un acto– también debe ser planteado en términos de, al menos, dos bandas meobianas –con sus
propias inversiones- abrazadas entre sí. Lo único que agrego ahora –con respecto a aquello que ya trabajé con
algunos de ustedes acerca de los dos toros abrazados– es la inversión. La desventaja del toro es que no permite
inscribir la torsión. Es por ello que, para pensar este problema, Lacan sustituye el toro por la botella de Klein.
Porque si uno toma la botella de Klein a partir de una cilindro, puede hacerle una inversión.

Si uno compara los dos sentidos, se produce una inversión. Y lo que Lacan, obviamente, requiere incorporar
es una inversión.

Para nosotros, toda la perspectiva de la lógica del individuo y de la libertad se nos opone a estas concepciones.
Es decir, por ser miembros de Occidente, no terminamos de entender que el psicoanálisis es un producto de
Occidente para enfrentar invertidamente toda esta tendencia occidental; que el psicoanálisis erradica la idea de
individuo –recupera la subjetividad en tanto que no individual. Y por eso es que el psicoanálisis plantea –aunque
no todos los psicoanalistas– que no hay libertad. No hay libertad y no la habrá. La libertad es un delirio y una
locura moderna. ¿Entienden por qué? Porque ninguno puede hacer nada ya que ninguno es, y todos
participamos de relaciones en las que sólo nos compete el cambio en la relación. ¿Nunca les ocurrió a ustedes
que, para comprobar los cambios de alguno de sus pacientes, hayan optado por el testimonio del entorno?
¿Nunca llegaron a ese punto? Algún paciente cuyos padres digan “No, el chico no mejoró, anda mal”, y uno dice
“¡Pero no puede ser, si el ‘pibe’ anda bárbaro!” y pregunta a sus padres “¿Y en la escuela qué dicen?”, a lo que
responden “¡Ah, no! En la escuela dicen que está bárbaro, eh!”. O sea, ustedes verifiquen que, si alguien dice que
mejoró muchísimo en análisis, ‘chequeen’ que lo que tiene que estar cambiando es un vínculo, y que si no se
verifica en el otro que participa en el vínculo entonces no hay tal cambio, lo es ilusorio.

Bueno, pasemos entonces a la primera línea del texto de Antígona. En griego dice:

«      » [O koinon autadelphon Ismenes kara]

En la edición de Gredos lo tradujeron así: «Oh, Ismene, mi propia hermana de mi misma sangre». La traducción de Mason
–uno de los más famosos traductores de Antígona al francés–, lo traduce así: «Tú eres mi sangre, mi hermana Ismene,
mi querida». La traducción standard inglesa –olvidé traerles el nombre del traductor– dice así: «Ismene, mi hermana,
verdadero niño de mi propia madre». Es ésta la primera experiencia que hay que hacer.
¿Saben lo que significa “ ”? Es la comunidad. Lacan trabaja la comunidad en POSICIÓN DEL
INCONSCIENTE. “” es “cabeza” y “” sería “compartida” o algo por el estilo. De suerte que la
trasducción literal sería algo así: «Oh, comunidad compartida, Ismene, cabeza»... Ven que cada traductor puso lo que
se quiso, ¡si es imposible de enteder! Es decir, hagan ustedes lo que quieran, si es lo mismo. ¡Es imposible de
entederlo! Esto sería como la asociación libre porque el texto griego dice: «Oh, comunidad compartida, Ismene,
cabeza»... Esta escena se produce por fuera del palacio, es una conversación secreta entre Antígona e Ismena,
dado que el decreto de Creonte ya había sido pronunciado, lo cual obliga a ellas a hablar en un lugar discreto.
Hay autores que dicen –o que inventaron– que como Ismene salía, Antígona reconoció el borde de su cabeza...
Entonces, el primer problema con el que nos encontramos aquí es que es imposible establecer el texto con los
restos del griego de que disponemos. Con lo cual, los traductores han intentado hacer lo que pudieron. Y no
pierdan de vista el enorme porcentaje que hay de lectura agregada porque si no, es ilegible. Vacúnense contra
eso, no crean que está el texto. Nosotros tenemos un problema de una ingenuidad notable. En realidad, nadie
sabe lo que dice, no se puede entender y no se entenderá nunca. De modo que todas las traducciones del
comienzo de Antígona de que ustedes dispongan, siempre serán recreaciones, alguna de las cuales son
absolutamente insólitas. Por ejemplo, “sangre” no dice en ningún lado y la mayor parte de los traductores ponen
“sangre”; o bien ponen “madre”. Y esas palabras “madre” y “sangre” existen en griego. No es que no haya en
griego palabras para eso y que por tal motivo se pone cualquier acepción.

Quiero leerles la lectura que hace George Steiner, estudioso de lenguas comparadas y que publicó este libro
que se llama ANTÍGONAS, LA TRAVESÍA DE UN MITO UNIVERSAL POR LA HISTORIA DE OCCIDENTE. En él, Steiner
propone una explicación de por qué de este mito se hizo un mito universal. Este libro es muy posterior a Lacan.
Pero quiero leerles algunos pasajes porque, entre otros autores, toma a Lacan –se leyó absolutamente todo lo
que hay publicado sobre Antígona– y porque da una explicación fundamental. Dice:

«El primer verso de la obra consta de cinco palabras de las cuales “Oh” e “Ismena” son perfectamente comprensibles.
Los otros tres fueron objeto de numerosas exégesis [...] La provocación dirigida a Ismena –pero también a nosotros–
se refiere a las contradicciones entre las dignidades y valores liberales del individuo, por un lado; y los más arcaicos
pero perennemente presentes ideales y reflejos de la comunidad».

Lo que plantea aquí no es lo más ‘grosso’. Eso es estándar. Siempre se lee a Antígona como la oposición entre
los intereses de la comunidad y la posición irrenunciable de alguien que se posiciona en los elementos que
determinan la posición de alguien más allá de la comunidad: en esta obra es llamado los “dioses oscuros”.

«En el texto de Sófocles, este conflicto –o más precisamente, las indeterminaciones sentimentales y expresivas que
el conflicto engendra– encuentra una forma sintáctica exacta [esto no lo dijo nadie, yo lo leí sólo en él]: cuando
Antígona habla de las aflicciones que Zeus desencadena y desencadenará “sobre nosotras dos” emplea el número
dual...».

El número dual es una propiedad del griego. En griego se podría conjugar en Yo, en Nosotros, o bien en una
conjugación propia del griego –que otras lenguas, como la nuestra, no tienen– que es en la del número dual,
es decir, “Nosotros dos”. O sea, hay una forma de conjugación específica cuando se trata de “nosotros dos”, el
número dual.
«Éste es un accidente gramatical de uso común en el coloquio, como lo sabemos por Aristófanes. Aparece en las
desinencias de los verbos, nombres sustantivos y adjetivos cuando se trata de dos sujetos designados o calificados.
Nosotros no podemos reproducir en nuestras lenguas este particular instrumento lingüístico [...] Literalmente y en
sentido figurado, la exhortación de Antígona a Ismena emerge para su hermana –y para nosotros mismos– de una
oscuridad que se disipa. Las palabras de Antígona interrogan y enjuician las nuevas discreciones de la intimidad
humana (un ser discreto es también, por definición, un ser separado y fragmentado)».

Entiendan que no se trata aquí de un sujeto dividido. Es todo lo contrario: porque éste es fragmentado, separado
de los otros.

«Ismena, en persona, emplea personalmente el pronombre de primera persona y el posesivo singular: “Polínices es
también mi hermano”. Pero precisamente sobre esta mera singularidad de la fraternidad Antígona descarga la irónica
furia de un dualismo. Si Polínices es solamente hermano de Ismena, estará ciertamente condenado a una muerte
deshonrosa y a la profanación de un cadáver. Polínices debe ser sentido y visto como el hermano que Antígona e
Ismena comparten en una simbiosis total».

Esta “simbiosis total” de la que habla Steiner es lo que yo propongo como estructura del sujeto –o sea, no hay
sujeto sin Otro. Y la subjetividad es lo que se lee en tanto que producto de la simbiosis.

«La más nueva sintaxis del egotismo, del apartamiento individual, sintaxis que todavía es la nuestra, irrumpe a través
de los misterios y derechos de la sangre sintiendo esos misterios sin lograr, empero, aprehenderlos. La gramática de
Antígona es anterior a nuestras clasificaciones. Cuando en los versos 71 y 72 con su vehemente “a él habré de
sepultar” y su ruptura de sentido después del verbo, Antígona emplea el “ego”, la palabra es una amarga concesión.
Ese “yo” es ahora el indicador de su soledad, de esa obligada ruptura con la unidad de parentesco, con la colectividad
de la familia o del clan que hacía posible la fusión de sentimientos, de propósitos y de acciones. El coro trágico griego
puede haber sido un vestigio tardío de esas funciones».

Lo que propone Steiner –que es lo que propone en todo el libro– es que Antígona quedó escrito como mito
universal, a causa de que marcó el surgimiento en la cultura del individuo. Lo que decimos con el Cogito
cartesiano es que el individuo se libera y adquiere certeza de sí mismo. Observen ustedes que Creonte no se
posiciona en sí mismo. Lo que estamos diciendo es que adviene la certeza de sí mismo. Lo que marca el
surgimiento de Antígona es la posición individual. En realidad, lo que dice Steiner es que cuando Sófocles
escribe ANTÍGONA, ya está consustanciado el “ego” en esta forma, como separación del resto y producto de una
individualidad porque ya en el teatro –en la tragedia griega– había aparecido la figura del protagonista; ya que
en el teatro griego antes de este momento, sólo era el coro. El teatro griego siempre aparece como función del
coro, es siempre un conjunto de gente hablando –aunque, en realidad, se supone que cantaban. Entonces, lo
que tenemos es un conjunto de personas hablando a otro conjunto de personas pero el conjunto de personas,
en sí mismo, era el rasgo unario, tal como se lo contaba. Así pues, se contaba uno, por un clan. Se contaba
uno, por una fratria. Pero no había el contar uno, por una persona. No había la noción de persona contable
como una. Antígona es el advenimiento del Uno. Lo que ocurre es que Sófocles tenía una mente mucho más
poderosa que la de todos nosotros juntos. Es una mente de la del tipo de Bach, con su forma de escribir la
música según una estructura matemática –por ejemplo, con sus fugas. Sófocles hace lo mismo. Y lo que no se
les tiene que escapar es que Antígona, que fue leída en Occidente –y especialmente por Lacan– como aquella
que representaba más que nunca lo particular –porque siguió adelante con el acto de su deseo–, en realidad,
lo que representa en la tragedia son los valores anteriores. ¿En qué radican los valores anteriores? En que ella
no podía tolerar que su hermano no sea enterrado porque ella misma no era enterrada, ya que para ella, entre
su hermano y ella, no había diferencia. Por eso dice Steiner que ella conjuga en número dual, mientras que
Ismena le responde en el singular. ¿Entienden? Ismena le dice: “También es hermano mío”, y Antígona le plantea
“nuestro hermano”, el hermano de “nosotras dos”. Porque, para Antígona, el cadáver de su hermano, Ismena y
ella participan de la única unidad contable, y entonces el destino de cualquier parte de la unidad es común para
todos los elementos de la comunidad. Lo que empieza a producirse en el mundo griego –y por eso, quizás, este
mito quedó universalmente inscripto– es el surgimiento del yo, de una posición del yo. Pero no pierdan de vista
que la posición de Yo es la de Creonte, no la de Antígona. ¡Es increíble la inversión que produce Sófocles! ¡No
lo podemos seguir, eh! Es una mente demasiado potente, demasiado soberbia. ¿Entienden la inversión que
hizo? Esta inversión está producida todo el tiempo. En nuestra próxima reunión, les voy a mostrar cien
inversiones absolutamente increíbles. Absolutamente, increíbles. Ni siquiera hace falta que yo les diga que,
porque el cadáver de uno queda insepulto, el castigo de la otra es ser sepultada en vida... De este tipo de
inversiones, esta obra tiene de a miles. Es increíble que una persona pueda presentar una historia que tenga
una linda estructura de historia, cuando es un verdadero sistema de bucles producidos por inversiones. El
problema de la lectura que Lacan hace de Antígona es que la lee en términos individuales, la lee como el acto
de su deseo. Y leyéndola como el acto de su deseo nunca pudo llegar al verdadero problema de que Antígona,
como individuo, no existe. Hay que leerla en el contexto de la cadena de la cual ella participa.

Dicho así, todo esto es muy lindo. Pero hay que empezar a buscar argumentos que lo demuestren. Hoy les
daré sólo una muestra.

LIC. PAOLA GUTKOWSKI: Con esa lógica, no tendría sentido hablar de deseo “propio”.

A.E.: Claro, no existe. El deseo del hombre es el deseo del Otro. Siempre todo depende de qué cosas
reprimimos y qué cosas conservamos cuando leemos a Freud, a Klein, a Lacan, etc. Si vamos a conservar el
“deseo decidido” o si vamos a conservar que la estructura esencial del deseo del hombre es el deseo del Otro.
Todo depende de cómo uno proceda. Hoy, en la EOL está lleno de gente con “el deseo decidido”... ¿Qué es el
“deseo decidido”? No existe el deseo decidido. No existe el deseo, no hay nada que pueda ser llamado el deseo.
Se trata de una ficción discursiva en la que el héroe moderno, en lugar decir de él que es “heroico”, “valiente” o
“cojonudo”, ahora se dice que tiene el “deseo decidido”... Son formas de caracterizar ficciones discursivas
modernas. ¿Cuáles son estas ficciones discursivas modernas? Que existen los individuos. Todo Occidente
corrió hacia ese lado. Y eso produjo un nuevo tipo de malestar. El psicoanálisis es aquella disciplina destinada
a recibir el malestar producido en la subjetividad a causa de que ella es concebida, hoy, en forma individual.
Entonces, lo primero que le metemos es otra persona. El mejor consejo que tiene un psicoanalista para alguien
que se siente muy mal, es decirle: “Che, ¿por qué no hablás con alguien?”. Y por eso no tenemos nada que decirle
a aquel que dice “No, yo prefiero hablarlo con mis amigos”. Si eso le resuelve el problema, ¡’macanudo’! Pero
nosotros siempre proponemos que hable con alguien, es decir, que salga del Cogito, que salga del individuo.
Se dice mucho que Freud descubrió el inconsciente e inventó el psicoanálisis, pero lo que no se dice es por
qué tuvo éxito. Un montón de ‘chabones’ creen haber descubierto cosas e inventaron dispositivos para tratar
esas cosas, pero la mayor parte de esos dispositivos ha muerto ya hace muchísimos años. ¡Puede haber,
claro, tres o cuatro locos aún! Por ejemplo, aquí, en el Cerro Uritorco hay dos o tres argentinos –siempre son
argentinos...– que trabajan con el “orgón” de Wilhelm Reich... ¿No lo creen? Búsquenlo en Internet: pongan
“Orgón”, aprieten Enter y verán que aparecerá “Uritorco”. ¿Dónde? ¡En dónde más! ¡En Córdoba..! ¡Argentina..!
Seguramente son algunos psicólogos sociales salidos de la escuela de Pichon Rivière... ¡Y después nos
preguntamos por qué nos va como nos va! Y, bueno, ¡somos producto de nuestra historia! Pero eso no quiere
decir que Reich haya tenido éxito en su interpretación de los hechos, sólo porque haya dos locos encerrados
en el Cerro Uritorco esperando que baje algo ahí... En cambio, sí me parece que el psicoanálisis es un fenómeno
social. Uno podría decir que tuvo éxito. Pero, ¿qué quiere decir que tuvo éxito? Que hizo un diagnóstico que
fue articulable a una demanda tácita que había. En realidad, no tan tácita: las histéricas de esa época decían
“¡Usted cállese, y escuche!”. Porque hoy, ningún médico escucha. Las histéricas necesitaban un médico que
escuche. De ahí surgió el psicoanálisis. La demanda no fue tan tácita. ¿Por qué tuvo éxito? Justamente, porque
hay un padecer que no es asimilable a la lógica que se nos impone –la de creernos individuos. Por eso es que
yo me opongo tanto a los libros psicoanalíticos que postulan que el fin de análisis es recuperar la libertad. Eso
es enloquecer aun más. En fin, ya les hablé el año pasado de la locura y la libertad.

Bien, les dije que hoy sólo haría una pequeña muestra de lo vengo planteando. Les leeré el primer pasaje del
texto de EDIPO REY, el primero de ANTÍGONA y el primero de EDIPO EN COLONO.

EDIPO REY ANTÍGONA EDIPO EN COLONO


«Oh, Ismena, mi propia hermana de mi
«Oh, hijos, descendencia nueva del «Antígona, hija de una anciano ciego».
misma sangre».
antiguo Cadmo».

¿Ven cómo están planteados los personajes? Pero primero voy a leerles una frase de Lacan que me parece
que la vez pasada cité mal, intentándo decirla de memoria. En castellano es: «Que se diga queda olvidado tras lo que
se dice en lo que se escucha». En francés es un poco más amplio porque en francés es «qu’on dise reste oublié derrière
ce qui se dit dans ce qui s’entend». En francés, “Entendre” es tanto “escuchar” como “entender”. Y yo no sé bien con
cuál me quedaría. Porque a mí me parece que el problema que se olvida que se dice es cuando se entiende,
no cuando se escucha. A veces, cuando se escucha está todo bien. El problema es cuando uno en tendió.
Cuando uno entendió es porque ya te fuiste al carajo...
Entonces, ¿qué se dice aquí? No qué entendieron. ¿Qué se dice en lo que les leí? Que, para presentar a las
personas, se da su filiación. Y no vayan a creer ustedes que presentar a alguien con su filiación es lo mismo
que presentar a alguien por el apellido, so pretexto de que el apellido es el paterno. ¡Creer que “Antígona, hija
de una anciano ciego” y “Antígona Pérez” sean la misma cosa, que el apellido dé filiación, es una falsedad y un
salto cultural en el vacío! El apellido no da filiación. Para nosotros, el apellido se nos pasó a nombre porque
designa una individualidad. Observen que todos estos personajes están presentados en la filiación.

LIC. HAYDÉE MONTESANO: Me llamó la atención el apellido que buscaste para Antígona. En Marechal hay,
precisamente, una Antígona Pérez y también una en Venezuela [inaudible lo siguiente].

A.E.: claro, lo arruinaron todo. Con eso, todo el problema quedó borrado. Y quedó borrado por una fuerte presión
que es absolutamente imposible de contrariar: la de tender cada vez más al individuo que, en nuestra cultura,
en estos momentos, es el cuerpo y el bagaje genético. Ésa es ya una batalla perdida. Pero que culturalmente
sea una batalla perdida, no significa que el psicoanalista no pueda, en su consultorio, atacar uno por uno los
problemas que de esta custión se registran.

Bueno, para que ustedes vean el bucle y la repetición, ¿les parece que empiece por EDIPO REY? ¿Recuerdan
cómo empieza EDIPO REY, no? Ya está la peste en la ciudad y el coro va delante del palacio invocando a Edipo,
que sale a hablar con el coro. Observen cómo se presenta el coro y vean cuán inteligente es este Sófocles:

EDIPO REY ANTÍGONA EDIPO EN COLONO


«Oh, Ismena, mi propia hermana de mi
«Oh, hijos, descendencia nueva del antiguo «Antígona, hija de una anciano ciego».
misma sangre».
Cadmo».
Sacerdote: Oh, Edipo, que reinas en mi
país, ves de qué edad somos los que
nos sentamos cerca de tus altares: unos
sin fuerzas aún para volar lejos; otros,
torpes por la vejez.

¡Este Sófocles es un ‘chabón’ muy vivo, eh! Imaginen que están jugando al Truco con él, y les baja esta carta:
tienen que pensar por qué bajó esa carta... ¿No lo ven aún? Bueno, imaginen que ustedes tienen a Edipo como
paciente hace diez años, y que Edipo –ustedes ya están enterdados de que la ciudad está divina, de que se la
‘coge’ a la Yocasta regularmente, etc.– les viene con un sueño: un sacerdote, delante de un grupo a las puertas
del palacio, en torno a un altar, le dice a él las siguientes palabras: “Oh, Edipo, que reinas en mi país, ves de
qué edad somos los que nos sentamos cerca de tus altares: unos sin fuerzas aún para volar lejos; otros, torpes
por la vejez”... ¿Lo ven? ¡Es la misma pregunta de la Esfinge! ¡Es increíble! El diálogo comienza con una
repetición que, para quien conoce la historia, es obvia. Es, de nuevo, la Esfinge presentada aquí. Lo que pasa
es que no estamos abiertos a escuchar las repeticiones.

Bien, paso a leerles el versos 28 y 35:

EDIPO REY
Sacerdote: Oh, Edipo, que reinas en mi
país, ves de qué edad somos los que nos
sentamos cerca de tus altares: unos sin
fuerzas aún para volar lejos; otros, torpes
por la vejez.
[Verso 35] Tú que al llegar liberaste la
[Verso 28] ¡Odiosa epidemia de la
ciudad cadmea del tributo que
divinidad que produce la peste!
ofrecíamos a la cruel cantora.

¡Otra vez, la peste! Cuando Edipo entra en la ciudad, entra salvando a la ciudad de una peste y ahora [en el
verso 35], le tocan la puerta y le dicen de vuelta de la peste. Otra repetición..............

[Cambio de cinta]

........... del hecho de haber asesinado a Layo, es que ahora alguien pague con una muerte, lo que fue con una
muerte. Pero no lo entiendan como la ley del Talión, es una pura repetición.

LIC. LAURA BALDOVINO: [inaudible].

A.E.: Cuando la estructura de la sociedad carece de la función del individuo, necesariamente, ella repite y repite.
Porque lo único que quiebra la historia de una sociedad, en tanto que repetitiva, es la aparación del individuo.
Demos un paso para atrás: ¿en qué se diferencia una historia mítica de una historia moderna como la que
escribimos nosotros? La historia mítica se caracteriza por presentar siempre explicaciones en estructura
intemporal repetitiva. Cada año hay que reproducir cierto ritual para que haya, de vuelta, la cosecha. Todos los
años se repetirá lo mismo, y todos los años habrá cosecha. Pero si este año se repitió el rito y no hubo cosecha,
es porque alguien cometió algún delito que hay que establecer dado que se cortó la repetición. La estructura
con que se piensa a la humanidad en sí misma, es permanentemente repetitiva. Y lo que está presentando
Sófocles –sabiéndolo o no– es que la estructura de toda la historia son repeticiones. En este caso, el quiebre
por el advenimiento del sujeto está presentado, en la historia, por inversiones. O sea, se trata de repeticiones
que implican una inversión. Por ejemplo, ¿por qué Edipo se encontró con Layo y lo asesinó en la encrucijada?
¿Por qué Edipo estaba? Edipo volvía de confirmar en el oráculo que, efectivamente, iba a ser parricida.

LIC. PABLO PEUSNER: En realidad, lo que se dice es que el oráculo le confirmó el oráculo anterior y a partir de
ello Edipo decidió que era hijo de Pólibo. Por eso no quiso volver y se dirigió a Tebas.

A.E.: No quiso volver a Corinto y se fue a Tebas. Entonces, por un oráulo, Edipo huye. ¿Y Layo? ¿Por qué Layo
estaba ahí? Les leo el verso 114: «Layo fue asesinado yendo a consultar el oráculo a causa de la Esfinge». ¡Los dos, por el
oráculo! ¡La historia es increíble! Pero lo que ocurre es que nosotros no buscamos la estructura de la historia
que está en juego porque suponemos individualidades. Es decir que los dos van por el mismo motivo, pero en
forma invertida: uno viene del oráculo por lo que éste le dijo, y el otro va al oráculo porque todavía estaba la
Esfinge y hacía falta destruirla. Layo fue a cumplir una función de rey, no estaba paseando. Esto está dicho
pero nosotros no le ‘damos bola’. Y no le ‘damos bola’ porque no creemos que tenga nada que ver. El único
motivo por el cual se encontraron es esa inversión en la repetición de la misma historia: uno viene del oráculo
y el otro va al oráculo. Y por eso la encrucijada. No hace falta decir que el oráculo interviene por tercera vez,
reclamando que se castigue al asesino, con una segunda peste sobre la misma ciudad. ¿Ven la tercera? El
oráculo interviene por tercera vez, reclamando que se castigue al producto de la segunda peste.
Vamos muy despacito, recién estamos por la segunda página y ya vemos que todo es repetitivo. Pero aún
estamos en EDIPO REY. El argumento de ANTÍGONA es mil veces más sofisticado. No por nada ganó la olimpíada,
porque es increíble lo que hizo. Lo que pasa es que se cree que lo que dice ANTÍGONA está en el contenido, y
lo que yo les propongo es que no está en el contenido sino en la estructura del relato . No en el contenido. Lo
maravilloso es que Sófocles metió un contenido lo suficientemente impactante a punto tal de que uno sea capaz
de llorar, viendo esa obra. Pero de lo que se habla es de otra cosa.
En la 320 aparece Tiresias. En Edipo Rey, Tiresias sostiene que hay oposición entre los intereses de la ciudad
y alguno o algunos de sus habitantes. Es decir, el mismo problema que tendremos después con la otra entrada
de Tiresias. Y saben lo que sucede entre Tiresias y Edipo: lo mismo que sucede entre Tiresias y Creonte... Se
produce el mismo rechazo por los mismos argumentos. ¡Es increíble! En el verso 378, Creonte aparece como
el enemigo. Vieron que se supone que Edipo cree que fue Creonte quien compró al vidente para que diga
exactamente eso que dijo, en contra de Edipo. Y, efectivamente, en Antígona, Creonte también aparece como
enemigo. De modo que hasta los personajes cumplen la misma función en las diferentes historias. Los
personajes siempre hacen lo mismo pero de otra manera. Lo que aquí nos confunde es que no podemos creer
que es un hacer de otra manera lo mismo, porque ccreemos que se trata de la historia de una famila, cuando
en realidad de lo que se trata es un ciclo. Parece una historia pero uno no se da cuenta de que es un ciclo. Lo
que Sófocles hizo es tomar un mito de estructura temporal circular, darle una magnífica estructura de teatro,
ocultarlo con un relato histórico –no lo presenta como un relato mítico–, recuperando la estructura del tiempo
circular de bucle repetitivo. En ese bucle repetitivo, cada historia se puede contar por el rasgo unario. Desde
luego que yo no estoy diciendo que no pueda contarse la historia desde Ismene, o que no pueda contarse
desde Antígona; no estoy diciendo que se funden en una unidad indiscernible; no digo que Eteocles sea lo
mismo que Polínices. No se comportaron de la misma manera. Con lo cual, yo puedo como rasgo unario marcar
la condición particular de cada uno, en el seno de una estructuración en la que respecto a ellos doy la
perspectiva. ¿Entienden? Una cosa es el abrazo [de las bandas moebianas] visto desde este lado, y otra cosa
es verlo desde este otro lado. Pero no existe el indoviduo.. En esta historia no existen los individuos, todos
están tomados por historias que los superan, en la medida en que: a) son bucles repetidos, y b) ninguno de
ellos cumple un rol individual. Están tomados dentro de una historia en donde las unidades determinantes son,
al menos, grupos muchísimo más numerosos.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: No digo que Lacan no tome y trabaje, en Antígona, el término até. Pero cuando vos terminás de leer la
Antígona de Lacan, ¿no te queda la sensación de que habló de la ‘chabona’?

INTERVENCIÓN: [inaudible]............. a la maldición familiar.

A.E.: Claro, las respuestas de la ‘chabona’ a la maldición familiar. Lo que yo estoy diciendo es que eso no
existe. Uno puede ver la historia familiar a través de esa perspectiva pero creo que el brillo de Antígona es,
justamente, testimoniar que hay dos formas de concebir la subjetividad: la del individuo –la forma de “Yo”– y la
del sujeto. A mí me parece que Lacan no acentúa ese problema. Me parece que lo que dice Lacan es que,
frente a la até familiar, Antígona dio su respuesta. Y que la respuesta que se caracteriza es la correspondiente
en la ética del psicoanálisis, porque Antígona no le quita el cuerpo a que su respuesta sea trágica. Y lo que yo
creo de la estructura de esta tragedia es que, toda ella, supera a Antígona como individuo. Ni siquiera sus actos,
las coordenadas de lo que sucede, su destino y su castigo tienen que ver con la respuesta individual de
Antígona. No hay tal respuesta. No hay Antígona como unidad.

PREGUNTA: ¿Sería, en definitiva, un término más de todo el conjunto?

A.E.: Que solamente puede ser leído desde la perspectiva del conjunto. Si no, no.

PREGUNTA: O sea que no habría protagonista.

A.E.: No habría individuos. Hay protagonistas dependiendo a quién vos escuches. Si tu paciente es Antígona,
el protagonista de tu historia es Antígona. Pero la historia la engloba, disolviendo las ilusiones de su condición
yoica. Y el analista entra en escena con las dos patas, justamente, para poner en acto esta teoría del sujeto –
no hay “Usted”. Decir “Usted” es una ficción discursiva, decir “Yo” y “Tú” es una ficción discursiva. No existen
“Yo” ni “Tú”. Por eso es que Lacan propoen que la resistencia es la del analista. ¿Y en dónde se verifica la
resistencia del analista? En el freno de la posición del paciente. Y a mí me parece que Lacan no acentúa eso,
que Lacan nos propone que Antígona siempre atrapó a Occidente porque Antígona se caracteriza por un brillo.
¿Cuál es ese brillo? Que fue fiel a su deseo a pesar de que el deseo la llevó a un límite trágico. ¡Son doscientas
cincuenta páginas las que Lacan dedica a Antígona! Lacan dijo muchas cosas pero lo que propongo es ver en
dónde puso el acento. Y yo creo que lo puso en la perspectiva de leer a Antígona como individuo, como una
subjetividad. El mismo Lacan utiliza “sujeto” a veces en sentido completamente no individual, y otras veces lo
utiliza –tal como nosotros hacemos– refiriéndose a “un sujeto de treinta y cinco años...”, etc. Lacan también
tiene esta doble posición. Cuando trabaja el esquema óptico y pone al espejo en el medio y a la espiral del
sujeto, no se trata de los dos toros abrazados. Ahí es un punto pivote del analista y el recorrido de alguien en
torno a ese punto que, de ninguna manera es la misma estructura de los toros abrazados que propone en los
Seminarios 8, IX y X. No es el Lacan de esta escritura:

A S

S A

Nosotros todavía no hemos levantado los problemas de esta escritura. Es una de las fórmulas de la división del
sujeto. En el SEMINARIO X propone varias; ésta es una. Ésta responde a la pregunta por el sujeto, en el Otro.
Esto es igual a cuántas veces 2 en 8. Y es a partir de la pregunta por el sujeto en el Otro, en donde adviene el
objeto a. Para nosotros, el objeto a es un objeto propio del sujeto. Nos olvidamos de esta función cuando
pensamos el objeto a. Nosotros creemos que se trata del objeto a de alguien. Y decimos, por ejemplo: “Para
este caso, el objeto a es escópico”... No existe el objeto a para alguien, porque no existe “alguien”,
psicoanalíticamente hablando. Obviamente que en casi todas las ciencias, hoy en Occidente, existe el individuo.
Pero nosotros este “a” siempre es el objeto de la pulsión que será algo correspondiente a este [$], es decir, que
lo pensamos por fuera de esta relación [A-S]. Lo que yo les propongo es que no hay objeto del deseo causa
del deseo para Antígona que sea de ella, de Antígona. Se trata de Antígona-Polínices, Antígona-Edipo,
Antígona-Labdácidas, etc. Es Antígona en tanto que Labdácida. De manera que, en eso, ella no realizaó el acto
de su deseo, ya que no hay acto de su deseo. No existe el acto del deseo. No hay deseo. La diferencia
categórica entre goce y deseo es justamente eso –que el goce sí pertenece al cuerpo. Y entonces puede ser
no medido pero contado como unidad: el goce para ella, el goce para él y el goce para mí. Pero no podemos
decir eso del deseo, no se puede decir “el deseo de ella”, “el deseo de él” o “mi deseo”. No se puede decir “el
deseo”. Y me parece que el análisis que hace Lacan –al menos, tal como lo leí yo, o en la posición en que
quedé después de leerlo varias veces– es que parece que se habla de que Antígona “se animó” a realizar el
acto de su deseo aunque sea trágico... Y si realizó el acto correspondiente a su deseo, en todo caso no es de
Antígona. Lacan está leyendo el brillo de Antígona desde la perspectiva –y por eso se acentuó tanto– del héroe
trágico. Y es muy claro que lo heroico tiende a lo individual. Siempre el héroe trágico se caracterizó por lo solo
que estaba. En el análisis de los mitos, una función propia del héroe trágico es la soledad –tanto de la locura o
de la sinrazón, como de la conquista de no sé qué magnífica obra del tipo de Ulises. Pero, siempre, solo. Lo
que estamos proponiendo con Steiner es que el advenimiento del héroe es el advenimiento del Yo en la cultura.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: Entendé esto: Si, para nuestra cultura, hay un brillo en Antígona es que Sófocles produjo para ese
personaje algo bello. Otra cosa es que Antígona, en el contenido de la historia, ella, se haya quedado frenada
en el límite de lo bello. El brillo de Antígona no radica en lo que Antígona hizo sino el resultado que el personaje
tuvo sobre nosotros.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: Ah, no, Yo, entonces, no leo así como vos la leés, a la lectura que hace Lacan. A mí me parece al revés.
Pero aclaremos algo: yo quise traer una versión de la interpretación de Antígona que me parece la más
conveniente hacer, hoy, para dar un marco a la ética que sea adecuada a la clínica que yo creo que hay que
practicar. No me importa si coincide mucho, o no, con Lacan. Ni siquiera hago mucha referencia a Lacan porque
no me interesó mucho su análisis de Antígona. Y Steiner no lo propone en contra de Lacan. Lo toma como a
un autor menor. Yo acepto esta discusión pero yo no lo propuse en contra de Lacan. Lo que digo es que me
parece que esto que propone Steiner, como explicación del brillo de Antígona, es una idea más potente que la
que Lacan propone, esto es –tal como yo lo había entendido–, que Antígona representa algo que nos cautiva
en Occidente porque realizó el acto a pesar del horror que el acto implicaba. Podríamos, algún día, discutir lo
que dice Lacan de Antígona –sería un trabajo interesantísimo– pero no es, para nada, lo que yo estoy
proponiéndoles. Lo mismo hice el año pasado, cuando presenté mi crítica a lo que Lacan hace y alo que dejó.
Por ejemplo, yo rechazo eso de la dimensión trágica de la experiencia analítica. Porque me parece que la
dimensión trágica de la experiencia analítica –si no está bien leído–, lo primero que propone es pensar al
paciente como héroe trágico. Creo que pensarlo así, trae problemas.

INTERVENCIÓN: [ianudible].

A.E.: A mí me parece que no, que Lacan no se refiere a eso. Me parece que se refiere al costo del acto. Pero
de todos modos, ésa sería otra discusión que podríamos hacer en alguna reunión que previamen te
convengamos para ello. Pero lo que yo estoy proponiendo es que hay otra lectura de Antígona, que puede
hacerse tomando el texto sin dejarse impactar por el contenido. Tomando el texto en función de una
combinatoria como la de LA CARTA ROBADA, las repeticiones, disolviendo así el problema del individuo. Y explico
por qué: no por cómo concibamos a la persona que está en juego, sino porque cada elemento significante –al
valer en tanto que partícipe de una combinatoria, y duplicada su lectura por el valor de la repetición– pierde su
entidad. Pierde entidad el elemento. O sea que no importa tanto qué dijo el oráculo, sino que cada uno de estos
actos fue originado por algo que dijo el oráculo. Debemos apartarnos de los contenidos y lo que la lectura de la
combinatoria evita es, precisamente, el contenido. Es una lectura formal. Y, formalmente hablando, lo que hizo
Sófocles es magnífico.

Hay otro problema que es el estatuto que va a terminar de tener, en el psicoanálisis lacaniano, lo que todas las
corrientes del psicoanálisis conservaron –inclusive Lacan–, con la interpretación. O sea, qué estatuto va dársele
a que el trabajo del analista es interpretar. Y, al menos yo leo que, en los últimos seminarios de Lacan –en los
que él ya trabaja con la noción de corte–, que el corte opera en la sesión a través de la interpretación del
analista. Con lo cual, al analista como intérprete, hay que ver qué estatuto le damos. Porque puede ser un
Demiurgo, una pitonisa o simplemente un lector de un texto.

PREGUNTA: ............... cómo zafar de eso......... [inaudible].

A.E.: Se zafa de eso y, más aun, se cura de la neurosis como sostenimiento del sujeto supuesto saber en la
misma manera en que se considera que, en el sujeto de que se trata, participa el analista. Es decir, que el
analista interpreta igual que el paciente, sin saber qué lugar tiene en aquello que interpreta. Porque participa y
no hay individuo. Y la individualidad del analista, también, queda disuelta. La máxima ignorancia del analista es
qué rol cumplimos en cada análisis, porque participamos del sujeto de cada uno de esos análisis. De manera
que interpretamos teniendo las dos patas adentro. Y es por eso que Lacan, hasta erradicó el fin de análisis. El
psicoanalista lacaniano ni siquiera dice “Esto terminó”, ni siquiera da el alta porque no es capaz de decirlo. En
el pase, quien establece el valor de lo revisado, es un tercero. En cambio, el analista que da el alta, sabe: “Usted
se curó, éste es el punto de arribo; ya llegamos”. Alguien que sea capaz de eso, sabe. La práctica en A.P.A consistía
en eso: era el analista el que te daba el alta. Lo que propone Lacan de que el analista participe plenamente en
el asunto, de estar completamente dentro, carece de cualquier posición de episcopado, de supervisión que le
permita decir “hemos arribado”. Con lo cual, hay que llamar a un tercero que lo diga. El analista interpreta, pero
interpreta como cualquiera de los que está dentro, sin poder saber. Como el pobre de Edipo, que iba para allá,
sin saber que iba en la posición justamente invertida con respecto a la de su padre. Es por eso que Lacan se
queja tanto de que Freud haya llamado “inconsciente” al inconsciente. Porque lo que caracteriza a Edipo no es
la inconsciencia. ¡Es no saber! ¡No saber quién era el padre y quién no lo era! El problema ético no pasa por
un problema de inconsciencia, sino por un problema de saber. Y Edipo es un paradigma de alguien que está
participando en una historia, absolutamente determinado, sin saber que justamente que creyó más personal
fue lo más determinado de todo.

LIC. MÓNICA JACOB: Nosotros hablamos de la estructura de la historia pero, en realidad, ¿no se trata de la
estructura del discurso de Sófocles? Eso no es lo mismo que la historia de Edipo, de Antígona y de la familia.
Esa estructura, entonces, ¿a quién corresponde?
A.E.: Excelente pregunta. Excelente pregunta porque nos trae el más neto de estos problemas, que es el
problema del autor.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: Por eso, Lacan insiste tanto a lo largo de toda su obra –entiendo yo– en la crítica del caso de Kris. Porque
lo que Lacan pone en tela de juicio es la suposición de saber. No es que el psicoanálisis discuta que se sepa –
¡se sabe un montón–, sino que lo que el psicoanálisis no acepta es que alguien sepa, que el saber pueda estar
en alguien. Porque saber y “alguien” no van.
Los grandes de nuestra cultura, de nuestra sociedad, son los menos libres. Son los que más se dejan llevar por
las historias que cunden y, entonces, las expresan. Pero son historias cocinadas en sociedad y expresadas por
la persona. Hasta los descubrimientos científicos es mentira que sean hechos por alguien. Siempre ocurre que
diez años antes, tres meses después o en otra ciudad al mismo tiempo, otra persona plantea lo mismo. El caso
de la famosa prisa de Freud por publicar, por miedo a que le publiquen las cosas antes que él. ¿Y por qué eso?
Porque eso ya se estaba cocinando por ahí; se estaba cocinando ya en esa lengua. Freud surgió justo cuando
aparecieron las histéricas que querían analizarse, ¡qué casualidad! ¿Es así? Es una ingenuidad pensar que se
trate de una casualidad. Es el problema del autor. ¿Por qué apurarse, si sos autor? No porque alguien te lo
escuche va a publicárlo. Eso se está cocinando. Los genios son los menos libres, los que se dejan llevar. Así
sucedió con Freud, ¡y por eso se produjo todo este ‘quilombo’ que es el psicoanálisis! Sófocles no es el autor.
Sófocles fue el tipo más blando para dejarse hablar por el ello –eso piensa. Y él expresó lo que eso estaba
pensando. Nuestros genios son los tipos que testimonian de aquello de lo que eso piensa. Y nuestro problema
es que decimos “¡Che, qué ‘bocho’! ¡Cómo piensa él!”... Es lo que ocurrió con el cerebro de Einstein: se lo puso
en un recipiente para medir el volumen de líquido desplazado... ¡¿Eso es la subjetividad?! Parece que para
tener un genio, tenés que tener un cerebro genial dado que se supone que es genético; que se trata de
‘chabones’ que de adentro les salen ideas magníficas... Eso no existe, es una ficción de nuestra época.

El problema de Lacan, con Kris, es que Kris ni siquiera se preguntó qué lugar tenía él mismo en toda esa
historia. O sea que trabajó, al exceso, la noción de individuo. Lamentablemente, los psicoanalistas trabajamos
plenamente con la noción de individuo. En ese punto, fracasamos. No estamos levantando el problema con el
que el psicoanálisis está destinado a operar. ¿Y por qué “deseo del psicoanalista”? Por esto. ¿Por qué no
“deseo del psiquiatra”, “deseo del urólogo” o “deseo del pedicuro”? ¿Por qué cada profesión no tiene su deseo
que pudiésemos tipificar? ¿Por qué es que sólo al psicoanalista lo tipifica una posición del deseo? Porque es
la única posición socialmente establecida, ofrecida al abrazo de deseo. Es la única posición social que, como
tal, es una posición ofrecida a olvidarte de “Tú” y olvidarte de “Yo” –es “entre nosotros”. Ésa es la clínica bajo
transferencia –que no hay “Tú”, ni “Yo”–, y la única forma de levantar los problemas subjetivos. Y me parece
que hay una forma de leer Edipo Rey, Antígona y Edipo en Colono que lo testimonia de una manera notable,
porque parece que justamente ése fue el momento en que se escribió el quiebre que se venía produciendo: el
pasaje del saber y la historia mítica al saber racional. Surge en Grecia, nada menos que en esos siglos. Y no
por nada la filosofía se funda ahí, en la reflexión sobre el ser. No se olviden que el de Grecia fue el primer
Pueblo que tuvo el verbo “ser”.

INTERVENCIÓN: Además, hay un hecho fundamental que es el pasaje de la oralidad a la escritura que se funda
allí.

A.E.: Bueno, pensalo. Si el mito se transmite en el “había una vez”, si se transmite así, no hay canon. El quiebre
de la religiosidad en el mundo que produjo la Biblia reside en que introdujo un canon. Y, al producir un canon,
dejó de haber las versiones, y eso también contribuyó al individuo. Porque todos tenían su Edipo, todos tenían
diversos Edipos. El Edipo que tenía cada quien era el que le había contado su madre que, por otra parte,
seguramente era distinto del Edipo que le había contado su abuela a su madre. Pero el que le contó su madre
a él tiene que ver con la versión que recibió su madre, de su abuela. Pero ahí se impuso este quiebre en que
advino una nueva dimensión de la subjetivida que, en Occidente, fue profundizándose cada vez más. Y el
Cogito cartesiano le da pleno derecho de ciudadanía. Pero el Cogito cartesiano es el momento en que se
sanciona –desde el siglo V a.C. ya había empezado a producirse.

PREGUNTA: [inaudible].
A.E.: Fijate en la maniobra sobre el saber que hace Sócrates. ¿Acaso Sócrates no hace una maniobra sobre el
saber que ataca el sujeto supuesto saber? Y eso, Heidegger lo trabaja muy bien. En Grecia no había genios.
El genio es un producto moderno. La evaluación, la Universidad, el examen, el test, todo eso es moderno, es
la forma del saber moderno. A nosotros se nos hizo que alguien sabe; padecemos del sujeto supuesto saber.
Y uno podría preguntarse: “¿Y para qué carajo vas a ponerte a curar a la sociedad de lo que la sociedad es? ¿Qué
somos, de un partido ecologista?”... No, no, no. Es que nosotros atendemos neuróticos. Y, precisamente, los
neuróticos son los sujetos que sobre eso hacen la pregunta. Es una clínica para neuróticos. Y por eso, en la
lógica lacaniana, el neurótico no es “el peor”, es “el mejor”. Es aquel que, por lo menos, se ha hecho la pregunta.
Y, ¿la pregunta por qué? Por esto mismo.

Bueno, nos vemos en la próxima reunión.


LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS, LIC. ALFREDO EIDELSZTEIN
6ª REUNIÓN – 25/X/2001

La idea de hoy es trabajar el texto de ANTÍGONA. Y obviamente que voy a proponer una base argumentativa
sobre la cual apoyar la lectura y el comentario de ANTÍGONA. Y de concluir hoy ese trabajo, en la próxima reunión
voy a proponer trabajar en general –no sé qué selección haré– los textos que yo ya había propuesto para leer
ANTÍGONA: el de Kierkegaard, el de Steiner, etc. Pero voy a agregar LIBERTAD Y COMPULSIÓN EN LA ANTIGUA
GRECIA, que es un libro de Conrado Eggers Lan –de la editorial Eudeba– que me recomendó Pablo Peusner.
Y también, del mismo autor, INTRODUCCIÓN HISTÓRICA AL ESTUDIO DE PLATÓN que es de la editorial Colihue.
Tomaré también algo de DIOS, LA MUERTE Y EL TIEMPO de Lévinas y, seguramente, volveremos a trabajar en
alguna medida Descartes, Nietzsche y Heidegger en función del problema del nihilismo.
Para la reunión de hoy ya les recomendé y vuelvo a recomendarles el libro de Hofsdater, ESCHER-GÖDEL-BACH:
UN ETERNO Y GRÁCIL BUCLE. No sé por qué, supongo que para respetar las letras “e”, “g” y “b”, es que pusieron
en castellano “Eterno y Grácil Bucle”. En inglés queda mejor porque es “Golden Braid”. “Braid” es “bucle”,
“trenza” y “golden braid” es, cuando es de oro, un galón. ¿Vieron los galones de los trajes de los militares? O
sea, aprovecha de la lengua, toma del inglés una expresión. En cambio “grácil bucle”... Pusieron “grácil”;
lamentablemente, buscaron una palabra cualquiera con “g”.

El desarrollo en torno a la ética tiene que ver con la concepción del sujeto. O sea, es en función de una
determinada concepción del sujeto, que se desarrolla una ética. ¿Cuál es la concepción de sujeto en juego que
yo propongo, en función de la cual es que propongo desarrollar esta perspectiva para la ética en psicoanálisis?
Rápidamente, les doy siete acepciones del diccionario de María Moliner. Primero, la etimología: del latín
«subjectus», participio de «subjícere», derivado de «jácere», que Moliner pone como “arrojar”. En realidad, es
más específico lo que hace Heidegger en su trabajo, que lo hace derivar al latín del griego, porque él aclara
que, más bien, es un “poner adelante”. Si es “arrojar” es un “arrojar hacia delante”, con lo cual queda expuesto
“adelante”. Y las siete acepciones son:

1. Participio adjetivo: ‘La cuerda está bien sujeta’.


2. Susceptible de sufrir cierta cosa que se expresa; ‘Este programa está sujeto a modificaciones’.
3. (Lógica). Ser del que se afirma o niega lo expresado en una proposición.
4. (Filosofía). Espíritu humano considerado como antítesis del mundo externo, en su capacidad o función
de recibir las impresiones de este mundo y conocerlo.
5. «Individuo». Se emplea para designar a un hombre cualquiera: ‘La policía detuvo a un sujeto
sospechoso’.
6. (Gramática). Ser al que se atribuye la realización de la acción, estado, etc., expresados por el verbo.
7. (Poco usual). «Asunto»: ‘El sujeto de la conferencia’.

La séptima es la única que, según dice, es poco usual. En francés y en inglés es la primera acepción.
Efectivamente, es poco usual, para hablar del “tema” de la conferencia, emplear el término “sujeto”. Nosotros
no lo utilizamos.

En realidad, en psicoanálisis, además de cualquiera de estas acepciones –que utilizamos necesariamente cada
vez que decimos “sujeto”– hay al menos seguramente para todos ustedes, a partir de Lacan, una acepción de
“sujeto” que es lo que los lacanianos solemos decir como “efecto sujeto”, que sería el advenimiento de cualquier
formación del inconsciente de Freud. Es decir, hay una nueva acepción de “sujeto” que es freudiana pero
designada por Lacan, que es “efecto sujeto”. Y por “efecto sujeto” llamamos, por ejemplo, al advenimiento de
un lapsus, a la producción de un sueño. Cualquier tipo de formación del inconsciente que advenga en la escena,
por su advenimiento, nosotros le decimos “efecto sujeto”.
Yo quería proponer que –a mi entender– hay una acepción más, que es específicamente lacaniana. Y la ética
que yo propongo es la ética derivada que sería para nosotros –si ustedes quieren– una novena concepción de
“sujeto” que podríamos poner en serie con estas primeras ocho (que son las siete de la lengua, más la acepción
freudiana). ¿Y de qué acepción de “sujeto” se trata? Voy a aprovechar, para designarla, el título de la
conferencia de 1966 que Lacan dio en Estados Unidos que se conoce como “La Conferencia de Baltimore”, de
octubre de 1966, que está disponible en www.ecole-lacanienne\bibliotheque, tanto en inglés como en francés.
También salió en el último número de ACHERONTA –la Acheronta nº13–, publicada en castellano.

LIC. PABLO PEUSNER: [inaudible].


A.E.: Sí, ése es un problemón. Porque ellos prefirieron colocar una palabra de nuestra lengua antes que poner
una palabra en lengua extranjera. Pero el problema es que no hay una palabra en nuestra lengua para e sa
palabra extranjera que, en realidad, tampoco la hay en francés; la palabra es: «immixing». Les doy las dos
traducciones que yo tengo del título de la conferencia de Lacan, en Baltimore. Ya había salido publicada en
castellano en LACAN ORAL, una vieja publicación de Xavier Bóveda. En Lacan Oral, el título está traducido como
“DE LA ESTRUCTURA COMO «IMMIXING»...”. “Immixing” es cuando se produce una mezcla íntima o esencial de los
elementos. Voy a darles dos metáforas burdas. “Mixtura” no sirve porque una ensalada es mixtura. “Immixing”
es como se mezclan Ketchup y mayonesa para producir la salsa golf. O sea, cuando la esencialidad de cada
uno de los elementos pasa a participar de la mezcla. Y, de la ensalada, si a uno no le gusta el tomate, uno
puede sacarlo. Y en “mixtura” –hay incluso una marca: “Mixtura Fina”–, o aun en “mixtura fina”, si uno pusiese
un cuenta-hilo –que es esa lupita especial para tejidos–, uno podría distinguir perfectamente los elementos.
«Immixing» es cuando la esencia íntima de los elementos está disuelta y participa de la mezcla. Vuelvo,
entonces, al título: «ACERCA DE LA ESTRUCTURA COMO “MIXTURA” DE UNA OTREDAD, CONDICIÓN SINE QUA NON DE
ABSOLUTAMENTE CUALQUIER SUJETO». De vuelta, convendría decir: «ACERCA DE LA ESTRUCTURA COMO “IMMIXING”
DE UNA OTREDAD, CONDICIÓN SINE QUA NON DE ABSOLUTAMENTE CUALQUIER SUJETO». O sea que la estructura que
le corresponde a absolutamente cualquier dimensión de sujeto implica “inmixión” –lo diremos así– de Otredad.
En LACAN ORAL dice: «DE LA ESTRUCTURA COMO “IMMIXING” DEL PRERREQUISITO DE ALTERIDAD DE CUALQUIER
SUJETO». Lo ‘jodido’ de ésta es que dice “prerrequisito”, como si fuese algo anterior; y no se trata de algo que
esté lógicamente antes.

O sea que lo que propongo que es una nueva acepción de “sujeto” –que implica una ética que se desprende
de la enseñanza de Lacan– es que cualquier acceso al sujeto implica una “inmixión” de Otredad. Quiere decir
que jamás se podría decir: “He ahí sujeto” porque sería como decir “He ahí tomate”; y si fuese tomate, no
sería «Immixing», sería sólo “mezcla”. Es muy fácil decir “El sujeto y Otro”. Igualmente, Lacan lo aclara bastante
porque se refiere mucho al título que le dio a esta conferencia. No sé si alguno de ustedes leyó esta conferencia:
la reacción del público fue tirarle tomates... Por eso debe ser que estoy hablando tanto de tomates... ¡No le
entendieron nada, nada de nada! Lacan es bastante oscuro en esa conferencia porque no está hablándoles
directamente. Es como si les interpretase, pero no les habla directamente a los ‘yanquis’, con lo cual se produce
un problema de incomprensión total. Lo que Lacan propone ahí es el Uno y el Dos de Frege y cómo entenderlos
a partir del Cero. Y, justamente, lo que está proponiendo Lacan es que no hay “1” que parta de “1”. Cualquier
“1” que ustedes consideren tiene un prerrequisito o una condición sine qua non de Otredad. De modo que
siempre que ustedes tengan “sujeto”, tienen que saber que están hablando de una manera sumamente
fragmentaria, porque diciendo “sujeto” tienen que tener en cuenta que al decir eso están hablando de un
«Inmixión» de Otredad. Y tienen que tener en cuenta, para “sujeto”, cuál es la dimensión de Otredad que les
permita a ustedes acceder al sujeto. Pero si les permite acceder al sujeto, no acceden nunca al sujeto como tal
—siempre es en este prerrequisito, en esta condición sine qua non que es “inmixturado” con “Otredad”. La ética
que yo propongo desarrollar es exactamente ésa: una ética que dice que no a considerar, en Psicoanálisis, al
sujeto sin Otredad. El sujeto sin Otredad se llama “Individuo”. Y el individuo es el máximo ideal, el ideal
fundamental de Occidente. Piensen en los ideales occidentales, los más radicales: “libertad”, “sí mismo”,
“responsabilidad”, etc. Todos ellos tienden al individuo. Es decir que lo que Occidente nos propone a todos
nosotros es: “¡Sé Individuo! ¡Hazte, tú, responsable de tu cosa! ¡Crece, sé adulto!¡Debes aceptar a tus padres
como son!”. Siempre es ésa la propuesta que se hace.

Observen ustedes que este efecto sujeto –como “inmixión” de Otredad– no es exactamente lo mismo que el
inconsciente de Freud. Por eso les propongo acepciones distintas: las siete de Moliner –que son buenas y están
bien dichas–, más el efecto sujeto como formación del inconsciente, más “inmixión” de Otredad. Les digo esto
porque justamente, en Freud, el problema es que a él se le escapa la “Inmixión” de Otredad. Les voy a proponer
un punteo muy rápido pero suficientemente abundante para que vean las distintas perspectivas de pensar este
problema desde Freud y desde Lacan. En Freud, les propongo considerar solamente el “aparato psíquico” que,
si bien Freud siempre propuso distinguirlo del sistema nervioso central, siempre lo consideró “interno”. Con lo
cual, yo les voy a proponer que Freud procede a uno de los cierres más notables de la subjetividad como
individualidad, al proponer la existencia de un aparato psíquico interno. Y, para reforzar lo del aparato psíquico
como interno, les propongo no olvidar que para Freud la pulsión es un manantial de energía psíquica
proveniente del interior del cuerpo.

Nueve, nueve elementos tomados muy a vuelo de pájaro, de Lacan, para que ustedes escuchen la diferencia
y cómo casi se podría decir que toda la enseñanza de Lacan está orientada en contra de esta perspectiva
freudiana:
1- El inconsciente entendido como discurso del Otro —es imposible que sea interno.
2- El Yo como precipitado de las identificaciones del otro o al otro.
3- El objeto a. ¿Vieron que está muy acentuado por nosotros el metaforizar al objeto a como la “tripa”,
como la “tripa causal”? Sin embargo hay un problema gravísimo con la “tripa causal” que radica en que
el objeto a como “tripa causal” vela el problema de si es, o no, interno; y parecería ahí como que es
interno. Pero si ustedes toman en cuenta, al menos, la siguiente fórmula de la división subjetiva del
Seminario X, verán que frente a la pregunta de la ................. del sujeto al Otro, es en la relación que
podríamos plantear la división subjetiva; o sea, qué o cuánto del sujeto en el Otro es ahí donde adviene
el resto que es el objeto a.

A S
S A

Pero el objeto a pasa a ser, entonces, el resto de la operatoria de la puesta en relación del sujeto con el
Otro. Para nosotros, como “tripa causal” siempre es el ‘cacho’ de carne, la libra de carne del mercader
de Venecia; todas esas metáforas siempre nos conquistan porque la tendencia al individuo reina.

LIC. PAOLA GUTKOWSKI: ¿Y con la “laminilla”?

A.E.: Claro, es así. La laminilla es así.

LIC. PAOLA GUTKOWSKI: ¿Es mejor que la “tripa causal”?

A.E.: Al revés. Está acentuado lo otro. No es que se distingue de la “tripa causal”. Expresa, justamente, todo lo
contrario. Vieron que, para Lacan, la metáfora de la laminilla es cuando la laminilla viene y te mata. Vieron que
es un ser bidimensional que a la noche puede subir por la cama, taparte y asfixiarte y, entonces, ¿cómo harías
para quitártela si es bidimensional? No podríamos quitárnosla —en realidad, tampoco te ahogaría si fuese
bidimensional. Pero sería todo lo contrario ya que es lo ominoso por excelencia. ¿Entienden que es otredad
radical, si es lo que viene del mundo a matarte? Así que observen ustedes que es un problema que hace falta
abrir porque la intuición nos lleva a reducir Lacan a Freud, cuando la oposición es notable.

4- Superyo. La herencia de la falla del Otro. (Si no les gustan las definiciones, yo no las propongo como
lindas, sólo les propongo si ustedes creen que son, o no, de fuerte filiación a la enseñanza de Lacan; si
son lacanianas.).
5- Deseo. El deseo del hombre es el deseo del Otro.
6- Pulsión. Lo que me enseñaron mis colegas con quienes trabajé el tema de la pulsión respiratoria. En la
clase 15 del Seminario 11 –que se llama “Del Amor a la Libido”–, Lacan dice que él va a hacer una única
propuesta novedosa y que distinguirá su propuesta de la de Freud: donde Freud propone «werden» –
una palabra que ustedes conocen: wo Es wahr soll Ich werden–, Lacan propone, en la fórmula de la
pulsión, sustituir el «werden» de la pulsión por el «machen».
MACHEN A
WERDEN

Es en el punto donde Lacan propone agregar al circuito pulsional el “ser chupado”, “ser ‘cagado’”, “ser mirado”, “ser oído” por el
Otro, que es lo que se le escapó a Freud. A Freud se le escapó, de la función pulsional, el Otro. Lacan dice, justamente, que lo que
él tiene para agregar:

Campo de A

Es claro que este dibujo debe plantearse tal como Lacan mismo lo describe, así: porque verdaderamente es un círculo. No sé por
qué el dibujo que él presenta no aparece cerrado, no sé por qué no lo cierra. Habrán visto que, para él, el circuito pulsional que
entorna el objeto a, para entornarlo, debe pasar por el campo del Otro. Bueno, es precisamente lo que él propone que se le escapa a
Freud. El campo del Otro que implica directamente, el ida-y-vuelta. Si ustedes quieren, esto podría ser mirar, todo esto podría ser
un ojito. Esto sería “mirar” pero el circuito pulsional no cierra si ese no se articula a “ser mirado por el Otro”.
7- Síntoma. Ustedes saben que Lacan escribe “síntoma” así: s(A). Sea lo que sea para ustedes el síntoma
escrito así, es indudable que es del Otro, también.
8- Resistencia. La resistencia es del analista.
9- Acting-out. La acentuación que Lacan hace del acting-out en toda su enseñanza es notable. Más aún,
llama la atención la notable insistencia que hace Lacan del acting-out, y del valor que le da, por ejemplo,
al caso del hombre de los sesos frescos en donde, para colmo, leer eso como acting-out es una lectura
bastante rara, porque habrán visto que el sujeto ni siquiera lo hace después de una intervención del
analista. Ese caso, francamente, es increíble. Lacan lo desfigura plenamente en muchas situaciones.
Pero lo que yo quería destacar es la acentuación que Lacan hace del acting-out. Y les doy una fórmula
del acting-out de la clase 11 del Seminario XIV, en donde Lacan dice que el acting-out es en relación a
un momento preciso de la intervención del analista.

Con lo cual, si ustedes observan, “inconsciente”, “Yo”, “objeto a”, “superyo”, “deseo”, “pulsión”, “síntoma”,
“resistencia” y “acting-out”, todos ellos están entendidos por Lacan como “inmixión” de Otredad, cosa que en
Freud no es así.
No sé cómo les estará yendo en el consultorio privado –¡me imagino cómo les está yendo..!– pero, ¿vieron que
si viajan en taxi y cuentan que son analistas, hay algo que los taxistas –que se creen tan analistas– no
entienden? Ellos siempre dicen: “¡Ahhh! ¿Psicólogo? ¡Debe estar lleno de trabajo, con estos problemas que
hay!”. No la entienden porque son muy malos analistas. En todo caso son psicólogos. Ustedes habrán visto la
mejora que hay. Cosa que Freud había descrito ya. Él atravesó la Primera Guerra Mundial y el preámbulo de
la Segunda y no sé si ustedes saben que durante la Primera Guerra Mundial, obviamente, se le vació totalmente
el consultorio; vivía de dádivas de extranjeros. Ahí tienen ustedes también una pista para darse cuenta de la
esencia de la “inmixión” de Otredad. O sea que la condición de subjetividad para ser enlazada a un analista
está permanentemente en juego en función de una Otredad. Y es en función de esa Otredad que la subjetividad
se hace posible. Porque si no, el taxista tendría razón. Es verdad que ahora hay muchísimo más angustia –en
eso no se equivocan los taxistas, ellos mismos la tienen aumentada–, la preocupación, la “mala sangre” –que
vaya a saber qué es–, etc., etc. Lo que pasa es que esas cosas están pensadas en sí mismas. La angustia está
pensada en sí misma. Y, claro, si hay mucha angustia, se consulta. Pero lo que pasa es que, así entendida, la
angustia está desprendida de la Otredad; y depende en qué contexto de Otredad la angustia se inscribe para
saber el valor que tiene. La ética que yo propongo es una ética de la concepción del sujeto como “inmixión” de
Otredad, que me parece es la posición lacaniana. Y que en ese sentido, Lacan se opone radicalmente a Freud.

Entonces, ANTÍGONA. ANTÍGONA leída así. ¿Se entiende? Realmente, ANTÍGONA es una maravilla. A veces no
me queda claro, cuando lo leo, si es una maravilla de Sófocles o si yo me deliré mal. No consumo drogas de
esas que se llaman “drogas”... Consumo las comunes, aspirina, tabaco, alcohol... pero a veces me pregunto si
no estaré yo mismo drogado porque me parece, francamente, que es increíble, absolutamente increíble la
“inmixión” de Otredad. O sea, les propongo que el brillo de Antígona es la inmixión de Otredad de la cual hay
en los mil trescientos versos de ANTÍGONA, miles. Miles de inmixiones de Otredad. Hay miles pero yo les
propondré hoy sólo tomar en cuenta las más notables y sorprendentes. Y el brillo de Antígona pasa, entonces,
por no considerar que Antígona es un ente. Si Antígona fuese un ente, si fuese algo que se contase uno, no
tendría brillo alguno. El brillo pasa por la inmixión de Otredad en la que ella consiste. Para que no les pa rezca
excesivamente delirante, les propongo no olvidar que para Lacan el brillo de Antígona pasa por el entre-dos, el
entre-dos-muertes. A pesar de lo cual, voy a proponerles que a él mismo se le escapa –pero no del todo–, que
él mismo no termina de descubrir el infernal juego de entre-dos que Antígona plantea todo el tiempo, en cada
uno de sus versos, y de una manera absolutamente increíble. Por eso les recomendé leer ESCHER, GÖDEL,
BACH, porque efectivamente es muy difícil de descubrir esas cosas si uno no realiza cierto análisis. Por ejemplo,
suponer que la música de Bach es un canon matemático trabajado de una manera notablemente fina en sus
recursos. Pero no solamente Lacan propone que Antígona implica un entre-dos sino que, en sentido estricto,
Edipo implica un entre-dos, Hamlet implica un entre-dos; porque no hay acceso que no sea en el entre-dos.
Vieron que Lacan escribe “entre-dos-muertes”, entre guiones: eso es inmixión; si no, no haría falta el guión.
Nosotros a los guiones no les ‘damos mucha bola’. Habitualmente, los lacanianos, cuando citamos “Nombre del
Padre”, lo escribimos sin guiones cuando, en realidad, Lacan siempre lo escribió entre guiones: “Nombre -del-
Padre”. Está queriendo decir algo con eso. Y al entre-dos-muertes también lo escribió así. Y lo que yo creo que
está queriendo decir es la inmixión, producir una escritura que responda a la inmixión.

En la versión de Biblos de ANTÍGONA, Leandro Pinkler y Alejandro Vigo hacen una muy buena presentación –
realmente, muy buena– de toda la obra, como un paneo, y en el análisis que hacen antes de entrar al verso por
verso o sección por sección, analizan toda la obra de Sófocles, destacando que la estructura de esta obra se
caracteriza por ser un díptico; o sea, tiene dos protagonistas y no uno. Cosa que ya es un tema. Si ustedes la
leen con cuidado, es cierto que lo que capturó a Occidente es Antígona y no Creonte. Pero yo les voy a
demostrar que, efectivamente, tiene dos protagonistas, dos ejes excéntricos articulados entre sí. Esta obra es
un díptico y no solamente eso, sino que ellos citan a Carol Reinhart –uno de los más famosos comentadores
de Antígona– cuando él dice que Antígona es un caso típico de tragedias de doble destino. Con lo cual,
observen que el dos impera, cosa que a nosotros se nos escapa. Un parrafito, entonces, de la página 24 de la
edición de Biblos lo describe así:

«Según esto, en el caso de Antígona, no puede haber duda seria sobre la abierta intencionalidad de Sófocles de
construir el drama sobre la base de dos figuras centrales...».
Los que hemos leído un poquito a Lacan, ya nos reímos: no puede haber “dos figuras centrales”. Centro hay
uno solo. En todo caso, habrá dos focos y, entonces, la estructura será elíptica; y si hay dos focos, no hay
centro.

«...dos figuras centrales y opuestas; y de trazar así el cumplimiento de dos destinos distintos pero indisolublemente
vinculados».

Todo el mundo se olvida de esto. Porque es una estructura combinatoria matemática de lo que se trata, pero
como carece de sentido pierde encanto para el comentarista. Se trata entonces de “dos destinos distintos pero
indisolublemente vinculados”. Yo les propongo que siempre es así. Que en Antígona no se trata de un destino,
y no porque rechacemos la teoría del destino –que, ciertamente, rechazamos– sino porque jamás existe el “un”
destino. En el mundo humano –a mi entender, al menos eso es lo que se propone como absolutamente nuevo
y distintivo en la enseñanza de Lacan–, toda vida humana siempre está implicada en dos destinos distintos pero
“indisolublemente vinculados”.

Entonces, voy a plantear como si Antígona tuviese la estructura de la parte formalizada de “La Carta Robada”.
O sea, voy a decir que es cómo un lenguaje formal determina un sujeto. Y, en este caso, esto diciendo “sujeto”
como inmixión de Otredad. Y entienden que si digo “sujeto como inmixión de Otredad”, digo “Antígona y
Creonte”; si digo “Antígona”, digo “Antígona, Edipo y Yocasta”; si digo “Antígona”, digo “Antígona, Etéocles y
Polinices”; si digo “Creonte”, digo “Creonte, Hemón y Eurídice”; si digo “Creonte”, digo “Creonte y los
labdácidas”, etc. Hay que ver, cada vez, cuál es la forma que esa inmixión de Otredad adquiere. Pero lo que
estoy planteando es que de lo que se trata es de la subjetividad como inmixión de Otredad. Y creo que lo que
hace Sófocles es demostrar eso. Propongo que en la época de Sófocles hubo un conflicto –lo mismo que dice
George Steiner en ANTÍGONAS–, no entre ciudad y familia, sino el sujeto entendido como inmixión de Otredad y
el individuo. Que, en realidad, está más o menos entre familia y ciudad porque si la forma social es la familia,
ahí cuentan todos como miembros de familia. Si la forma social es la ciudad, ahí cada uno vale como ciudadano
—un voto, otro voto y otro voto, que es la democracia ciudadana griega. Por otra parte, ustedes saben que en
la constitución política, en la ciudad empieza a ser determinante en dónde vivís, y en la familia no. Con lo cual,
el ciudadano empieza a ser determinado por dónde vive; o sea, serán ciudadanos todos los hombres libres que
vivan en esta ciudad. No es ciudadano de esta ciudad, uno que viva en otra ciudad. Saben que Grecia como
tal no existía. “Grecia” es un concepto moderno. Lo que había eran ciudades, y los elementos de la ciudad eran
los ciudadanos que se contaban de a uno. En la familia no valen por uno. Con lo cual, si ustedes quieren, la
verdadera conflictiva que ahí se desarrolla es entre el sujeto entendido como inmixión de Otredad, y el individuo.
Ahí empieza a producirse la escisión que en nuestra época ya se ha consumado.

LIC. HAYDÉE MONTESANO: [inaudible].

A.E.: Y por otra parte, si investigásemos un poquito –cosa que yo no hago porque no estoy informado ni
dispongo de tiempo como par hacerlo–, de Sófocles, las más antiguas son dípticos; y las últimas escritas en su
vida son de personajes unitarios. Como si en el mismo contenido ya se hubiese cedido a la fuerza individualista.
A Estados Unidos, en Baltimore, ¡Lacan fue a hablar de inmixión de Otredad! ..........................
[inaudible]...................... Piensen mejor así el Self, que como Yo. Es más interesante el problema. Vieron que
ellos traducen el “Yo” como “self”, y tenemos la psicología psicoanalítica del Yo. Pero el problema vale más
como “auto”, como “sí mismo”. Y el cierre a nivel conceptual de la subjetividad, dije yo, que Freud colaboró
muchísimo para eso al meterlo del lado de adentro, y le dejó la pelota picando a las neurociencias, para las que
la subjetividad es exactamente igual que sistema nervioso central. Y todos aquellos que hacen neurociencias
en países afectados por el psicoanálisis –por ejemplo, todos los que hacen neurociencias en la Argentina–,
todos ellos dicen: “¡Pero si nosotros decimos exactamente lo mismo que Freud, en el PROYECTO...!”. Siempre lo
dicen, ¡les encanta! Esa parte les encanta. Terminan siempre diciendo algo así como “¡Era lo que queríamos
demostrar!”. Porque, efectivamente, en Freud, ese problema está. Si bien Freud escuchó y se posicionó
éticamente frente al discurso de las histéricas –que planteaban la inmixión de Otredad–, no escapó de eso.
¿Qué dicen las histéricas? “¡Dime tú qué estoy diciendo yo, porque yo no tengo la más puta idea, ni siquiera sé
qué es lo que estoy diciendo!”. Ésa es la posición histérica y por eso son pasibles de ser analizadas; los
obsesivos, no tanto. Freud asumió una posición pero otra cosa es cómo la teorizó. Y al teorizarla, ‘se tragó’ el
problema de la tendencia moderna individualista.

Así, voy a proponer entonces cómo un lenguaje formal determina un sujeto, entendido como inmixión de
Otredad:
a) Como distinto de Destino. O sea, el sujeto no tiene destino al ser determinado formalmente como
inmixión de Otredad.
b) Como distinto de origen.
c) Y las coordenadas para evaluar la posición ética no tienen que ver con libertad y determinación.
Observen ustedes que para hablar de libertad y determinación hace falta partir de la noción de individuo.
Grosso modo, ¿se dan cuenta de que “libertad” e “inmixión de Otredad” son como Boca y River, o como
Racing e Independiente?

Entonces, voy a proponer cómo es que un lenguaje formal determina a un sujeto distinto de destino, origen y
de libertad y determinación. Voy a proponerlo como:

1) Como repetición. La estructura de la historia y del tiempo mítico es repetitiva. Recuerdan que yo les
acentué el “Ciclo” Tebano.
2) Como repetición fallida. “Repetición Fallida” no quiere decir “no repetición”. Quiere decir la paradoja de
la repetición: una vez que se produce algo en relación a la segunda vez que se produce, ese mismo
algo se ha repetido y no se ha repetido. Es la paradoja esencial de la repetición.
3) En torno al objeto a. Es muy importante tener la noción de “en torno al objeto a”.

Cuando rechacé “destino”, rechacé esto:

Y cuando rechazo “origen”, rechazo esto:

a
En cambio, lo que estoy proponiendo es:

REPETICIÓN

Repetición Fallida

a En torno al
objeto a
En realidad, así escrito, “en torno al objeto a” está rápido y mal escrito, luego lo escribiré más lentamente y bien.
Pero observan que la escritura es “en torno” al objeto a, no es ni “hacia” el a, ni “desde” el a. Esto está mal
escrito porque, en realidad, la estructura debería ser la del toro.

Vuelta en
más del
deseo a Vueltas de la
Demanda

Y hay que distinguir entonces lo que se produce como objeto de cada una de estas vueltas, las vueltas de la
Demanda, de esta vuelta en más que es la vuelta del deseo en que va a inscribirse el objeto a..........

[Cambio de cinta]

............ entonces tenemos, 1), 2), 3) y

4) no sé bien cómo decirlo: sobre o en una combinatoria de elementos simbólicos considerados como
tercero, esto es, la función de Otredad. Y,
5) En vez de “determinación y libertad”, lo que propongo tomar como términos es: “oferta y elección”.

Bien, Antígona es un díptico. Es un díptico esencial. De música, yo no sé nada de nada, pero los que sepan de
música por favor no me corrijan, déjenme hablar metafóricamente, no me exijan ser preciso. O sea, lo que yo
propongo es que la estructura de Antígona es un díptico, es un dos. Como si el dos –uno y otro– constituyesen
el tema fundamental, el leit motiv; y que ese tema fundamental –podríamos decir, esos dos– está en Antígona
presentado bajo una enorme pluralidad de formas de presentar el leit motiv. Tal como si fuese en las fugas de
Bach, en las que hay un tema, en las que cada tema es presentado según una variación. Así, el tema
fundamental de Antígona es el entre-dos. Eso es lo que dice Sófocles. Sófocles dice: “Es Dos”.
Yo sé que para muchos de ustedes hay ya un ruido en la cabeza, a partir de la formación de Lacan de “hay
Uno”... Yo sé que muchos de ustedes pueden estar preguntándose: “Sí, ¿pero el «hay Uno»?”. En RESEÑAS
DE ENSEÑANZA, publicadas por la editorial Manantial, está el “Reseñas...” del Seminario «OU PIRE...». Y ahí,
Lacan dice que más allá de que el sujeto sea lo que un significante representa ante otro significante, hay una
condición fundamental del sujeto como Uno. Está dicho por Lacan. Yo voy a proponerles, hoy, todo en sentido
contrario a eso. Obviamente, debe ser que todavía no he entendido esa parte de su enseñanza...

Lo que yo propongo es esos dos, planteados de todas las maneras posibles: a nivel de la forma, a nivel de
contenido, a nivel de lenguaje, a nivel de metalenguaje. Van a ver cómo proliferan de una manera notable. En
realidad, uno de los problemas más arduos de análisis, o sea de cada uno de los casos que cada uno de
nosotros conducimos –o nuestros propios casos, en donde nosotros somos los analizantes y no los analistas–
es plantear cómo se relacionan esos dos. Metafóricamente hablando: a veces decimos “las dos caras de la
misma moneda”, o “anverso y reverso”, o “lo inverso”, o “lo contrario”, o “lo contradictorio”, o “lo opuesto”, o
“Usted creyó que porque estaba haciendo lo opuesto respecto de su padre, terminó haciendo lo mismo”, etc. O
sea, lo que planteo es cómo concebir la relación entre esos dos. Y planteo, primero, que lo que Sófocles quiere
decirnos es que son dos; y, segundo, que la forma en que lo plantea es de todas las formas posibles.
Bueno, ahora hay que ver si los convenzo... Traje unos treinta o cuarenta casos, pero les garantizo que debe
haber más de cien o doscientos. Sólo hay que ponerse un poco a disposición de Sófocles y dejarse llevar por
el texto para que empiecen a advenir. O sea que hay que tener cierta posición de escucha. ¿Empezamos?

¿Cómo empieza? Dice Antígona:

«Ismene, hermana mía, de la misma sangre».

Es decir, primera función del Dos —hermanas, Antígona e Ismene son hermanas. Es éste el primer Dos. Y le
dice:

«Nosotras, que tenemos las mismas desdichas que Edipo».

Entonces, ahí tienen a Antígona e Ismene como hijas de Edipo –que hacen uno– y a Edipo que es el otro —el
dos. Podemos empezar a trabajarlo con letras, con letras distintas. Así, el primer caso sería (A) e (I), y el
segundo sería “(A e I) y (E)”. Observen entonces en los primeros cinco renglones del texto. Dos hermanas. Una
sabe y la otra no (vieron que Antígona sabe e Ismene no sabe lo que Creonte dice). Pero también está planteado
el problema de que son dos hermanas en relación con dos hermanos. Un pedido: si ‘me voy al carajo’, por favor,
alguno hágame alguna mueca que yo –que estoy medio en paranoide– la pesco rápido y cambio de tema, eh...
O sea que si ven que esto empieza a ser un delirio mío que prolifera, por favor, avísenme. Habrán visto que me
demoré bastante en empezar a hacer esto, que hace tres reuniones que prometo empezar con el texto y no lo
hago... No es por cualquier cosa, ¡porque me parece que es una locura mía total! Pero cualquier cosa, ustedes
me dicen, eh; casi todos son amigos míos, así que tengan la gentileza de hacerme algún gesto raro para que
me dé cuenta y lo dejo, para pasar a hablar de otra cosa...

LIC. HAYDÉE MONTESANO: [inaudible]

A.E.: Claro, lo que estoy proponiendo es que ése es el tema. El tema son las variaciones del tema. No hay otro
tema que las variaciones del tema. Entonces, son dos hermanas y dos hermanos, dos mujeres y dos hombres,
una que sabe y la otra que no sabe. Los dos hermanos mueren por acción recíproca; dos hermanos, uno ataca
y otro defiende. Y finalmente, vieron que ese relato termina diciendo que una asume una posición y la otra
asume otra posición. Con lo cual, tenemos dos hermanas opuestas enfrentadas a dos hermanos opuestos.
¿Sigo? ¡Miren que yo me asusto! ¿Es así, no? Son los cinco primeros renglones y ya dije unas diez. Y eso que
no he hecho un trabajo exhaustivo.
Saben que Sófocles se hizo “Best-seller” con ANTÍGONA. Algunos dicen que se hizo General, por Antígona, por
haber ganado una competencia y el público aceptó que sea Antígona. Bueno, acá dice que Creonte da el
dictamen de que Polinices quedará sin enterramiento y que quien no cumpla recibirá lapidación pública. Pero
después, Sófocles se corrige y cambia el castigo: Creonte dice “No, no voy a hacer eso, voy a hacer otra cosa”.
Es muy llamativo ese cambio, ¿no? Es imposible que un mito sea así. El mito es “Había una vez”. Eso de que
cambió de opinión, no va... Bien, paso al verso 50 en que Ismene habla de Edipo, Yocasta y los hermanos.
Ismene dice:

«Ismene. —¡Ay de mí! Acuérdate, hermana, cómo se nos perdió nuestro padre, odiado y deshonrado, tras
herirse él mismo por obra de su mano en los ojos, ante las faltas en las que se vio inmerso. Y, a continuación,
acuérdate de su madre y esposa –las dos apelaciones eran debidas–, que puso fin a su vida de afrentoso modo,
con el nudo de unas cuerdas...».

Podríamos decir que Yocasta se ahorcó “con sus propias manos”.

«... En tercer lugar, de nuestros hermanos, que, habiéndose dado muerte los dos mutuamente en un solo día,
cumplieron recíprocamente un destino común con sus propias manos».

¿Lo ven, no? O sea, tenemos que lo que ella presenta es que todos los miembros de la familia se mataron a sí
mismos con sus propias manos. Uno podría decir que no, que los dos primeros se suicidaron y los dos últimos
se asesinaron. Sí, pero se asesinaron mutuamente. Con lo cual sigue pudiéndose ser dicho “con sus propias
manos”. Hay varias partes del texto de Antígona que no van –ahora las trabajaremos– pero hay una fuerte que
no va, que todo el mundo cuando la lee dice: “¡No! ¡Esto no va!”, que es la parte en que ella dice: “No, por mi
hermano sí, pero por mi esposo y por mi hijo no lo haría” . Y uno se pregunta: ¿y esto qué tiene que ver? No
sé cómo les pareció a ustedes ese párrafo. Ese párrafo no va, uno se pregunta de qué se trata.

Pasemos al verso 170:

«Creonte. —[...] Puesto que aquellos, a causa de un doble destino, en un solo día perecieron, golpeando y
golpeados en crimen parricida...».

Aquí tenemos el problema del doble destino y cómo golpean y son golpeados, como si tuviésemos la fórmula
de la pulsión. Luego de esto quisiera que presten atención al 255, que es otro momento increíble del re lato.
Uno tiene que respetar muchísimo a los comentaristas pero también tiene que hacer de los comentaristas cierta
lectura. Porque a veces los mejores y los más grandes comentaristas no comentan lo más increíble. Aquí, en
el verso 255, viene el pobre soldado, el desgraciado que salió sorteado para traer las malas noticias y le cuenta
a Creonte lo que ha sucedido. Y en eso que ha sucedido en 255, sucede un relato porque Polinices recibe dos
enterramientos. No hay uno, ¡hay dos! Eso no se dice. Y el primero, ¿quién lo hizo?

«Guardián. — [...] Cuando el primer centinela nos lo mostró, un embarazoso asombro cundió entre todos, pues
él había desaparecido, no enterrado, sino que le cubría un fino polvo, como obra de alguien que quisiera evitar
la impureza. Aun sin haberlo arrastrado, no aparecían señales de fiera ni de perro alguno que hubiese venido».

¿Entienden el problema? No hay huellas. El problema es que hay dos enterramientos. En el verso 405 está el
otro. Les cuento la historia. Viene el tipo y dice que sucedió algo asombroso, que el cuerpo de Polinices se
encuentra cubierto por una fina capa de polvo, lo cual no es tan fácil de lograr porque espolvorear una fuente
con una capa de polvo no es tan difícil, pero cubrir un cadáver con una delgada capa de polvo es difícil. Por
ejemplo, ¿cómo hacés para cubrir con una fina capa de polvo los laterales del cadáver? Pero no solamente
eso, sino que el mensajero se encarga de decir que lo está y sin huellas. Y si es así, sin huellas, ¿cómo pudo
haberlo hecho Antígona? Si hubiera huellas no habría asombro alguno y el tipo habría dicho que alguien lo
enterró, que hay huellas, pero no se sabe quién lo hizo. De manera que hay dos enterramientos. Observen el
díptico, ¡es enfermante, eh! No sólo que Polinices fue enterrado, ¡sino que lo fue dos veces! No lo hizo Antígona,
no pudo haberlo hecho. Pero en este caso no importa tanto el contenido. El problema está planteado en el
verso 285.

«Creonte. — [...] ¿Acaso dándole honores especiales como a un bienhechor iban a enterrar al que vino a
prender fuego a los templos rodeados de columnas y a las ofrendas, así como a devastar su tierra y las leyes?
¿Es que ves que los dioses den honra a los malvados? No es posible».

Los dioses. La pregunta ahí es si acaso los dioses honran a los malvados. ¿Entienden el problema? Porque si
es un prodigio –es una sociedad politeísta, etc.– es siempre puesto en relación a una causa divina. ¿Pero los
dioses de Tebas honrarían enterrando a quien atacó Tebas?
En el verso 380, tenemos la frase “desventurada hija de desdichado padre”, una de las frases fundamentales.
O sea, donde se entiende a Antígona en total relación al padre. Y en el verso 405 sí aparece el enterramiento
hecho por Antígona, que es el segundo enterramiento. Aquí, todo es dos. No van a encontrar nunca uno.

LIC. HAYDÉE MONTESANO: También hay otro tema, el de la doble condición: Antígona es tanto hija como hermana
de Edipo.

A.E.: Ésa es la matriz, la matriz en donde todos los vínculos son al menos dos. Pero verán que si se dejan un
poco, les va a explotar la cabeza porque van a aparecer cientos de relaciones duales, de inmixiones de Otredad.
En el verso 405 aparece el enterramiento hecho por Antígona.
«Guardián. —La he visto enterrar al cadáver que tú habías prohibido enterrar. ¿Es que no hablo clara y
manifiestamente?».

Éste es el segundo enterramiento. Fue claro. ¿Cómo iba a haber guardias protegiendo el cadáver, que no vean
que alguien lo enterró? Más aún, que lo haya enterrado sin dejar huellas. No hay ningún comentarista que diga
que hay dos enterramientos, ¡es increíble! ¡Es increíble porque hay dos, no uno! Y, para colmo, uno divino y
otro humano, uno con huellas y otro sin huellas. Pero no solamente eso porque si siguen leyendo, verán otro
díptico —¡es demasiado para nosotros!

«Guardián. —[...] se pudo ver a la muchacha. Lanzaba gritos penetrantes como un pájaro desconsolado cuando
distingue el lecho vacío del nido huérfano de sus crías...».

Bueno, ¿tengo que decirles que “pájaro” aparece unas trescientas mil veces? Polinices fue condenado a ser
devorado por los pájaros y, ¿tengo que decirles que los que vinieron a atacar Tebas, vinieron como “pájaros”?
Por cualquier lado que se metan, es un delirio que prolifera por todas partes.

«Guardián. —La cosa fue de esta manera: cuando hubimos llegado, amenazados de aquel terrible modo por ti,
después de barrer toda la tierra que cubría el cadáver y de dejar bien descubierto el cuerpo, que ya se estaba
pudriendo, nos sentamos en lo alto de la colina, protegidos del viento, para evitar que nos alcanzara el olor que
aquél desprendía, incitándonos el uno al otro vivamente con denuestos, por si alguno descuidaba su tarea.
Durante un tiempo estuvimos así, hasta que en medio del cielo se situó el brillante círculo del sol. El calor
ardiente abrasaba. Entonces, repentinamente, un torbellino de aire levantó del suelo un huracán –calamidad
celeste– que llenó la meseta, destrozando todo el follaje de los árboles del llano, y el vasto cielo se cubrió. Con
los ojos cerrados sufríamos el azote divino».

Bueno, con eso me alcanza. El primer enterramiento es algo anómalo producido por los dioses. Acá, anticipando
el segundo, se produce lo mismo, que es un efecto de vuelta de la presencia divina. O sea, cada cosa que
sucede, sucede dos veces. El segundo enterramiento –que hace Antígona– está precedido también por algo
asombroso —un azote divino.
Pasemos ahora a uno impresionante, uno que es verdaderamente increíble. Todo el mundo dice “No, lo que
pasa es que Antígona defendía a la familia y qué se yo; y Creonte es el tirano, dictador de la ciudad, que se
excede”... Bueno, entonces, verso 630:

«Antistrofa 2. [...] Pero he aquí a Hemón, el más joven vástago de tus hijos. ¿Acaso llega disgustado por el
destino de su prometida Antígona, afligiéndose en exceso por la frustración de sus bodas?
[Hemón entra en escena]
Creonte. —Pronto lo sabremos mejor que lo saben los adivinos. [Dirigiéndose a Hemón] ¡Oh hijo! ¿No te
presentarás irritado contra tu padre, al oír el decreto irrevocable que se refiere a la que va a ser tu esposa? ¿O
sigo siéndote querido de todas maneras, haga lo que haga?».

¿Ven? ¿Ven que Creonte utiliza el argumento de Antígona? ¿Cuál es el argumento de Antígona, respecto de
Polinices? “Haga lo que haga, es mi hermano, y yo tengo que enterrarlo”. ¿Y Creonte qué le dice? “¡Para
nada! No pueden recibir el mismo enterramiento que los justos y honrados por la ciudad, aquellos que han
atacado la ciudad”. ¿Y qué es lo que Creonte dice a su hijo? “¿Es que no soy tu padre, haga lo que haga?”.
¡Es exactamente el otro argumento! ¡Es mentira que Creonte defiende unos intereses y Antígona defiende otros
y, entonces, la ciudad y la familia..! ¡Es mentira! Está duplicado todo, por todos lados. Respecto de su hijo, él
utiliza el argumento de Antígona. ¡Es increíble! Él no le dice “¿Acaso no obedecerásl al rey de Tebas?”. No, no
le dice eso; le dice “¡Yo soy tu padre y todo lo que diga tu padre habrás de aceptarlo!” , que es el argumento
de Antígona... O sea, si Creonte se la ‘recontra’ ‘coge’ a Antígona y lo matan, ¿Hemón tiene que enterrarlo, o
no? ¿Tiene que enterrarlo, según el argumento de Creonte? Sí, porque es su padre. ¿Y no decía él mismo lo
contrario? ¡Es increíble! Bueno, es al menos increíble para mí, no sé si lo es para ustedes. Sinceramente, ¡no
sé cómo va a terminar esta reunión, eh..!
Verso 655:

«Creonte. —[...] ¡Que invoque por ello a Zeus protector de la familia! Pues si voy a tolerar que por su nacimiento
son mis parientes alteren el orden, ¡cuánto más lo haré con los que no son de mi familia!».

Es decir, se mezclan los argumentos. Es falso que Creonte sostenga los de la ciudad y no los de la familia. Si
fuese paciente de ustedes, ¿qué le dirían? “Pero entonces, ¿en qué quedamos? Me parece que usted cae en una
contradicción: le dice a su hijo que tiene que hacer tal cosa y tal otra y, después le dice a su hijo que haga
justamente lo contrario”.
Bueno, continuemos con el verso 770. Acá aparece el alevoso cambio de opinión de Creonte.

«Corifeo. —¿Y con qué clase de muerte has decidido matarla?


Creonte. — La llevaré allí donde la huella de los hombres esté ausente...».

¡”Donde la huella de los hombres esté ausente”! ¡Como en el primer enterramiento! Está todo... ¡A mí todo me
parecen huellas de perseguidores hoy! ¿No lo ven ustedes? ¡Es infernal!

«...y la ocultaré viva en una pétrea caverna, ofreciéndole el alimento justo, para que sirva de expiación sin que
la ciudad entera quede contaminada. Así, si suplica a Hades –único de los dioses a quien venera–, alcanzará
el no morir, o se dará cuenta, por lo menos en ese momento, que es trabajo inútil ser respetuoso con los asuntos
del Hades»

Entonces, cambió de opinión —antes, por lapidación, y ahora es enterrarla viva. De manera que, tenemos que
Antígona es enterrada viva y Polinices es no sepultado muerto. Antígona con comida –con una cantidad
específica de alimento, según los comentaristas– para que muera por inanición; Polinices será comida para
perros y aves. Antígona sin luz del sol, y él muerto e insepulto a la luz. ¿Ven que la que se elige es exactamente
la inversa? Y ésta es una complicación, si él ya había dicho por lapidación. ¿Por qué cambia la opinión? O sea,
hay dos castigos distintos –todo es dos– pero el segundo, para colmo, es exactamente la inversa especular —
si ustedes pusiesen a Polinices frente a un espejo, lo que tendrían del otro lado del espejo, como inversa, es
Antígona. Cada uno de los elementos se caracteriza por ser el opuesto del otro.
Verso 810:

«Antígona. —Vedme, ¡oh ciudadanos de la tierra patria!, recorrer el postrer camino y dirigir la última mirada a
la claridad del sol. Nunca habrá otra vez. Pues Hades, el que a todos acoge, me lleva viva a la orilla del
Aqueronte sin participar del himeneo y sin que ningún himno me haya sido cantado delante de la cámara
nupcial, sino que con Aqueronte celebraré mis nupcias».

Acá se lo llama “cámara nupcial”, pero también se lo llamó “lecho de muerte” o “lecho mortal”. ¿Recuerdan
cómo es la escena final de Hemón y Antígona? Él entra, aparentemente la encuentra muerta –ella se ahorca
con su vestido, igual que Yocasta–, se abraza a ella, entra Creonte, e intenta matar a su padre pero no logra
dar el golpe porque Creonte da un paso al costado y, entonces, se mata y por último salpica con sangre el
cuerpo de Antígona. Termina abrazado a ella... ¡No quiero ponerme muy obsceno! ¿No se dieron cuenta aún?
Él eyacula arriba de ella, escupe “su sangre” sobre el cuerpo de ella... ¿Ven que también es “cámara nupcial”?
¿Ven que terminan ‘cogiendo’? Así como está dicho, “lecho nupcial”, “lecho mortal”, cámara nupcial, cámara
de enterramiento”, en la escena final... ¿No les parece?

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Les leo, entonces. Verso 1240:

«Aún con conocimiento, estrecha a la muchacha en un lánguido abrazo y, respirando con esfuerzo, derrama
un brusco reguero de gotas de sangre sobre su pálida faz. Yacen así, un cadáver sobre otro, después de haber
obtenido sus ritos nupciales en la casa de Hades y después de mostrar que entre los hombres la irreflexión es,
con mucho, el mayor de los males humanos».
¡No voy a decirles que le eyacula en la cara! Pero está dicho que en vez de cámara nupcial, tendré cámara de
enterramiento; en vez de lecho mortal tendré lecho mortal. Terminan teniendo el vínculo amoroso, representado
de una manera simbólica pero –me parece– no imposible de ser leída, especialmente por nosotros. Si cualquier
persona hubiese soñado esto, ¿ustedes qué le dirían?

Pasemos al verso 825. Aquí voy a hacer uso del único tipo que yo encuentro que hizo un comentario
efectivamente interesante de un problema que tiene 825:

«Antígona. —Oí que de la manera más lamentable pereció la extranjera frigia, hija de Tántalo, junto a la cima
del Sípilo: la mató un crecimiento de las rocas a modo de tenaz hiedra. Y a ella, a medida que se va
consumiendo, ni las lluvias ni las nieves la abandonan, según cuentan los hombres. Y se empapan las mejillas
bajo sus ojos que no dejan de llorar. El destino me adormece de modo muy semejante a ella.
Corifeo. — Pero era una diosa y del linaje de los dioses, mientras que nosotros somos mortales y de linaje
mortal. Sin embargo, aun muriendo es glorioso oír decir que has alcanzado un destino compartido con los
dioses en vida y, después, en la muerte.
[...]
Antígona. — ¡Ay de mí! Me tomas a risa. ¿Por qué, por los dioses paternos, no me ultrajas cuando me haya
marchado, sino que lo haces en mi presencia? ¡Oh ciudad! ¡Oh varones opulentos de la ciudad! ¡Ah fuentes
Dirceas y bosque sagrado en Tebas, la de los bellos carros! A vosotros os temo por testigos de cómo, sin
lamentos de los míos y por qué clase de leyes, me dirijo hacia un encierro que es un tumulto excavado de una
imprevista tumba. ¡Ay de mí, desdichada, que no pertenezco a los mortales ni soy una más entre los difuntos,
que ni estoy con los vivos ni con los muertos!
Coro. —Llegando a las últimas consecuencias de tu arrojo, has chocado con fuerza contra el elevado altar de
la Justicia, oh hija. Estás vengando alguna prueba paterna».

Como ven, sin lugar a dudas, el texto propone que ella está pagando algo de la índole de una cuestión paterna.
Pero el problema es que ningún comentarista, hasta ahora, había llegado a explicar esta metáfora de Níobe
que está aquí planteada. Un autor español dice: «Se debe a Errandonea la más inteligente solución a este problema.
Ve Errandonea en este canto coral, no como es lo habitual el comentario de hechos ya ocurridos, sino preanuncios e
insinuaciones de futuras desdichas que el coro expresa bajo el velo simbólico de tres episodios y figuras míticas. Desde este
punto de vista, la oda adquiera una relevancia y una significación dramática nunca antes advertidas. El episodio de Dánae
que, encerrada por su padre, recibió sin embargo la visita de Zeus en su prisión de bronce, viene a presagiar que en su
tumba de piedra recibirá Antígona por parte de su prometido Hemón, dispuesto a morir junto a ella. La historia del filicida
Licurgo representa el preanuncio del destino del propio Creonte que con su condena a Antígona y llevó a la muerte a su hijo
y terminó, él mismo, como Licurgo, con locura [...] Por último, la figura de Cleopatra privada de sus dos hijos como
consecuencia de las decisiones de su marido Fineo, anticipa el destino de Eurídice, esposa de Creonte que, tras haber
perdido a su hijo Megareo pierde ahora a Hemón, en ambos casos a su juicio por responsabilidad de su esposo» .
O sea que, observen que hasta 1960, no se había interpretado que lo que hacía Sófocles era producir
repeticiones y que, para producirlas, utilizaba una pluralidad enorme de recursos estilísticos. En este caso, tres
referencias míticas, es decir, en este caso, cada historia que se incluye dentro de este gran mito es una historia
tomada de otra historia, a su vez.

LIC. PABLO PEUSNER: Estuve investigando qué pasó con Ismena porque en este texto no se explica qué destino
tuvo la hermana de Antígona. No hay mucho sobre ella pero sí se sabe que también murió junto con quien era
su novio –Teoclímeno se llamaba el tipo ........ [inaudible]....

A.E.: Todos los mitos tienen como estructura temporal un tiempo cíclico. Lo que yo propongo es que lo que
Sófocles dice –no los mitos en sí mismos– es que todo es Dos. Donde busques Uno, siempre hallarás Dos. Eso
es lo que propongo como el brillo de Antígona. Yo no voy tanto a esos lugares porque no estoy proponiendo
que los mitos digan eso. Los mitos lo dicen de una única manera: todo se repite, siendo que se repite como
repetición fallida. Porque el mito no dice que cada día el sol sale en la misma posición, sino que las historias se
repiten pero, siendo que se repiten, no se repiten exactamente igual. Lo que propongo es que el brillo de
Antígona –que no es el personaje mítico sino la tragedia de Sófocles– radica en que Sófocles nos enseña, sin
decirlo, que “todo es al menos dos”, y al decir “todo es al menos dos”, podemos también hacer de uno y de dos
un encabalgamiento.

X Y
1 2

Lo que yo propongo es que el brillo de Antígona es la estructura de la inmixión de Otredad —no hay nada que
sea Uno. Y lo que propongo es que es el contenido que le dio Sófocles, por eso no sé si en mi argumento
tendría tanto valor este caso, porque no fue contemplado por Sófocles.

En el verso 905 es donde aparece ese caso rarísimo:

«Antígona. —[...] Y, ahora, Polinices, por ocultar tu cuerpo, consigo semejante trato. Pero yo te honré
debidamente en opinión de los sensatos. Pues nunca, ni aunque hubiera sido madre de hijos, ni aunque mi
esposo muerto se estuviera corrompiendo, hubiera tomado sobre mí esta tarea en contra de la voluntad de los
ciudadanos. ¿En virtud de qué principio hablo así? Si un esposo se muere, otro podría tener, y un hijo de otro
hombre si hubiera perdido uno, pero cuando el padre y la madre están ocultos en el Hades no podría jamás
nacer un hermano. Y así, según este principio, te he distinguido yo entre todos con mis honras, que parecieron
a Creonte una falta y un terrible atrevimiento, oh hermano».

Saben que hubo muchos autores que hasta propusieron que esto era un injerto, que no era de Sófocles, por la
extrañeza del argumento. Y dado que Aristóteles lo cita en un texto tardío encontrado alrededor de 1940, se
corroboró que sí, que es de Sófocles. Así, los comentarios del siglo XIX acerca de que esto era un agregado
falso, quedaron descartados. De todos modos, fíjense qué raro es que hasta ciertos autores sostuvieron que
esto no podía ser de Sófocles. Eso de que los hijos sean sustituibles es lo que no se acepta, como si fuese
“¡Bueeeeno! ¡Dame otro y ya está!”... Este argumento es increíble, no cabe dentro de ninguna sensibilidad,
que una mujer –los hombres, los hombres somos medio bestias–, ¡que una mujer diga “Bueno, un hijo por otro,
se muere uno, ya está, tengo otro...” realmente no es un argumento!
Ahora bien, piénsenlo en el siguiente sentido...

PREGUNTA: ¿Pero no tiene que ver con la posición de ella, la posición de hija........ [inaudible]....

A.E.: Bueno, vos estás empleando la psicología del Uno: “la posición de ella”. Estás explicándolo por cómo es
Antígona. Y lo que yo digo es que nada aquí tiene que ver con cómo es nadie. Porque, acá, el ser en tanto Uno
está disuelto —aquí, todo es Dos.
¿Qué es lo que ella dice en 905? Que por el hermano, sí; que por el esposo y el hijo, no. Acá tenemos dos
protagonistas: Antígona y Creonte. ¿Y qué le pasa a Creonte? Se le mueren la esposa y el hijo... ¡Es increíble!
Lo que ella está diciendo es lo que le va a tocar a él, después. Lo que ocurre es que si uno piensa que tiene
que ver con la psicología de ella, uno se vuelve loco y siempre alguna explicación encuentra: una identificación
a la madre, una identificación al padre; o una identificación mixta, o el Edipo... En realidad, de lo que se trata
es que estamos pensando esta escena como unitaria, y no existe esta escena como unitaria. Lo que ella ya
está planteando es lo que le va a pasar a Creonte. Ella dice: “Yo, por mi hermano, lo hago; pero no lo haría
por un hijo o un esposo” que es exactamente lo que le sucede al otro protagonista, a quien se le mueren esposa
e hijo. ¡Es increíble que ningún comentarista lo ponga a trabajar! Es un díptico que prolifera como díptico en
todos sus términos, y también en éste que parecería el más asombroso. Ella dice eso y, dos páginas más
adelante, aparece un ‘chabón’ –que a la sazón viene a ser Creonte– que es el otro protagonista al que le pasa,
exactamente, eso.
Si así y todo no les convence, ¿les gusta otra? Vieron que habíamos hecho una serie de Edipo-Yocasta-
Polinices-Eteocles? ¿Y cómo mueren Eurídice y Hemón? “por sus propias manos”, se suicidaron los dos.
En el verso 985 se verifica la estructura del díptico porque ahí sale Antígona y el que sigue siendo protagonista
exclusivo de toda la historia es Creonte. O sea, si tienen dudas sobre la estructura díptica de la obra, si ustedes
creen que es algo así como Batman o El Zorro –en donde están el bueno y el malo pero siempre es la historia
de Batman o de El Zorro–, en este caso no es así, porque en 985 sale de escena y no retorna, y desde ese
punto hasta el verso mil tresciento y algo –en donde termina– la tragedia entera pasa a ser de quien es a partir
de entonces el protagonista absoluto: Creonte. Con lo cual, la estructura díptica, en este caso, es indiscutible.
Si no les convence del todo la estructura díptica, fíjense en Tiresias. Tiresias, él mismo, le dice a Creonte que
él no apareció una única vez, él apareció dos veces. Porque en el mito se dice que la posibilid ad de defender
Tebas de los argivos, fue exitosamente realizada por Creonte, que era un general y por lo cual se convierte en
rey que, en realidad, se dice “Tirano” por los consejos de Tiresias. Con lo cual, Tiresias, ahora que le trae malos
augurios...................

[Cambio de cinta]

Verso 990:

«Tiresias. — Príncipes de Tebas, por un camino comúnhemos venido dos que ven por uno solo. Pues para los
ciegos el camino es posible gracias al guía».

Él es ciego y está refiriéndose a que viene acompañado por el lazarillo. Es bastante llamativo, ¿no? que le haga
falta un lazarillo a un adivino capaz de tener los poderes que tiene Tiresias... Pero, ¿a qué otra cosa se está
refiriendo Tiresias, con esto que dice? Le dice a Creonte –a quien se le estaba ‘pudriendo el rancho’ mal–
“¡Ciego! Escucha y abre tus orejas”. ¿Entienden? Que el poderoso requiere del debilucho. O sea que ahí
también tenemos de vuelta la misma estructura, en donde Tiresias reconoce que siendo todo lo adivino que se
quiera, sin lazarillo no llega a ninguna parte.

En 1014, le cuenta el otro azote.

«Temeroso, me dispuse al punto a probar con los sacrificios de fuego sobre altares totalmente ardientes. Pero
de las ofrendas no salía el resplandor de Hefesto, sin que la grasa de los muslos, después de gotear sobre la
ceniza, se consumía, se llenaba de humo y salpicaba. Las bolsas de hiel se esparcían por los aires, y los muslos
se desprendían y quedaban libres de la grasa que los cubría. De este muchacho aprendía tales cosas: que no
se obtenían presagios de ritos confusos, pues él es para mí un guía como yo soy para los demás».

¿Recuerdan este episodio, no? Tiresias escucha que las aves se matan entre sí –de nuevo, las aves–, se
pudren las ofrendas en los altares y se infectan todos los altares. En todo el ciclo tebano siempre aparece un
momento de desgracia: la esfinge, el no nacimiento de Edipo, acá en esta altura. “Él es para mí un guía como
yo soy para los demás”, ¿ven de nuevo esta indicación de esta función? Lo que está diciendo Tiresias es que
ni él es Uno ya que todas estas desgracias él las vio a través de ese muchacho que no es nadie. ¿Ven la
estructura díptica, tal como si dijésemos “analista y paciente”? No hay el uno sin el otro. Tiresias le está
advirtiendo a Creonte que aun el rey, el Tirano, debe saber escuchar al otro. Porque el tirano, solo, no hace
más que encontrar su desgracia. Si el tirano se cree Uno, ¡está frito! Que es, efectivamente, lo que sucede. ¿Y
cómo se lo dice Tiresias? “¡Che, no seas ‘boludo’ que si no escuchás lo que yo te digo, te vas ‘a la lona’!”. Pero
también se lo dice de esta otra forma: “Yo mismo, que soy adivino, necesito de este muchacho para que me diga
las máximas desgracias porque si no, ni yo mismo las veo!” .

Otra. ¿Cuál es la posición de Creonte? ¿Qué dicen los libros sobre Creonte? Que es el malo de la película.
¿No se define a Creonte como el tirano autocrático que quiere imponerse? Observen al máximo tirano en el
verso 1098:
«Corifeo. —El adivino se va, rey, tras predecirnos terribles cosas. Y sabemos, desde que yo tengo cubiertos
éstos mis cabellos, antes negros, de blanco, que él nunca anunció una falsedad a la ciudad.
Creonte. — También yo lo sé y estoy turbado en mi ánimo. Es terrible ceder, pero herir mi alma con una
desgracia por oponerme es terrible también.
Corifeo. —Necesario es ser prudente, hijo de Meneceo.
Creonte. —¿Qué debo hacer? Dime. Yo te obedeceré».

¡Miralo al ‘guacho pistola’! No está dicho que tiene dos posiciones notablemente distintas. ¿Se acuerdan de
cómo se presentó en la primera escena, cuando le dice al coro: “Escúchenme, si no hacen lo que yo les digo,
¡yo los voy a pasar por armas a todos!”... Y, después, Creonte termina diciendo: “¿Qué debo hacer? Dime. Yo
te obedeceré”. Si no les queda claro, él dice: “Yo te obedeceré”. ¿No era que la posición de Creonte se sostenía
en que había que obedecer al rey?

Y esto sí lo destaca Lacan. Es una de las pocas cosas que destaca Lacan: Tiresias le dijo a Creonte que vaya
y salve a la muchacha, y que entierre al muchacho. ¿Y qué es lo que hace Creonte? Exactamente, al revés —
hace todos los rituales para enterrar al muchacho y sólo después va a salvar a la muchacha. No neguemos que
como idea es increíble. ¿Qué harían ustedes, primero? Salvar al que se puede salvar y luego enterrar al que
ya esta hecho ‘fiambre’. Pero él lo hace al revés y de vuelta tenemos un díptico pero, en este caso, con una
inversión que es causa de todas las desgracias. Porque si él hubiese hecho lo que le dijo el adivino... Aunque
él creía que estaba haciendo lo que le dijo el adivino. No sabía que no lo estaba haciendo, cuando creyó que
lo estaba haciendo. ¡Es infernal!

En 1240 aparece lo que yo les proponía, que después tuve que convencerlos con las palabras de Sófocles: los
ritos nupciales. Y en 1130 se repite el asesinato de un hijo por Creonte –porque Hemón es el segundo–,
reprochado por Eurídice. Y Eurídice es la segunda en insultarlo –son dos que lo insultan– y, finalmente, en
1325, Creonte desea su muerte diciendo “vivo entre los muertos”... ¿De quién era esa frase? ¡De Antígona! O
sea, Creonte que era el opuesto, termina estando exactamente en la misma posición. ¿Ven que todo se duplica
de una manera infernal? Si todavía no lo ven, si todavía yo no pude salpicar mi sangre sobre vuestras caras,
les pregunto: ¿acaso toda esta historia –toda esta historia– no lleva por argumento los siguientes argumentos
no en forma explícita pero casi dichos?:
Primero, ¿no se trata acaso de la oposición entre el hombre y la mujer? Creonte y Antígona, uno hombre y la
otra, mujer. ¿No le dice Creonte a Hemón “siervo de hembra”? Con lo cual, está ese problema entre Creonte y
Antígona, también. ¿Entienden cuál es el problema, no? Que si hubiese sido Antígona quien hubiera traicionado
a la ciudad y Polinices el que decide enterrarla, quizás Creonte lo habría dejado hacer. Porque hubiese sido un
hombre. Acá, el problema que tenemos es que Creonte no se la va a ‘bancar’ nunca porque es una mujer. Y
habrán visto el trato despectivo que Creonte hace de la mujer, cuando dice: “encontrarás otro campo para
arar”... Creo que si yo digo “Tira más un pelo de ‘concha’ que una yunta de bueyes”, estoy tratando a la mujer
con un poco más de respeto que el mismo Creonte...
Segundo, ¿acaso la disputa entre Creonte y Antígona no es también una disputa entre joven y viejo? ¿No está
también la oposición joven-viejo? ¿Y no está este problema, también, entre Creonte y Hemón? Qués es lo que
caracteriza las palabras que yo les leí del coro? Es un conjunto de ancianos. O sea, está la oposición hombre-
mujer y la oposición joven-viejo. ¿Acaso Edipo no mata a Layo tal como Polinices mata a Eteocles,
injustamente? ¿Cómo son las últimas palabras de Creonte? Las leo:

«Creonte. —Quitad de en medio a este hombre equivocado que, oh hijo, a ti sin que fuera ésa mi voluntad dio
muerte y a ti, a la que está aquí, ha desdichado. No sé a cuál de los dos mirar, a qué lado inclinarme. Se ha
perdido todo lo que en mis manos tenía...».

La primera frase: “Quitad de en medio a este hombre equivocado”. ¿Qué significa este “quitad de en medio”?
¿No sufre el mismo destino que Edipo? Edipo termina expulsado de la ciudad, es “quitado de en medio” por
culpa de sus actos desgraciados y asquerosos. Creonte termina igual, exactamente igual que Edipo. Creonte
en todo el ciclo tebano –en Edipo Rey, Edipo en Colona y en Antígona– es el archienemigo. Y a pesar de ser
el archienemigo, terminan igual. Es como si estuviesen en enemistad pero que los dos terminasen con el mismo
destino.

Tercero, ¿acaso no está también la oposición tirano-súbdito? ¿Creonte no dice “deben obedecerme”? Lo que
también se invierte en “Dime. Yo te obedeceré”. Y más aun: ciego-lazarillo, vidente-ignorante, traidor de la
ciudad-defensor de la ciudad... ¿No están todas estas oposiciones trabajadas como fundamentales? Y les
advierto que hay muchísimas más. El problema es que, como se le confiere sentido, lo que se hace es “se trata
de esto”. Y lo que yo propongo es que es un lenguaje formal y que la estructura determina al sujeto como
lenguaje formal, como repetición y como repetición fallida. Y, como repetición fallida, siempre va a armar Uno
y Dos en torno a un elemento tercero que es el objeto a. Lo que Sófocles nos dice todo el tiempo es que toda
historia humana, en cualquier punto por donde se acceda a ella, siempre será una repetición fallida —no hay
acceso al sujeto sin inmixión de Otredad. Ése es el brillo de Antígona. Para mí, todo lo demás es intento de
darle sentido, o sea “esto es lo importante porque ‘no cede frente a su deseo’, porque es la familia contra la
ciudad, porque es la tiranía”... Se intenta buscar temas que den brillo a la obra, que sea el tema el que dé brillo
a la obra. Lo que estoy proponiendo es que es la estructura formal lo que da el brillo a la obra. Es como nosotros
entendemos que son las historias humanas. Vieron que nosotros tomamos las repeticiones sin darles sentido.
Tomamos como repetición cualquier combinatoria que indique la repetición, aunque no tenga sentido. Lo que
yo propongo es que en nosotros prepondera una concepción del sujeto considerado como una entidad unitaria
caracterizada por propiedades psicológicas: “Se trata de una persona que es analizable, que es obsesivo, que es
histérica, que se resiste, que quiere saber, que no quiere saber” ... Porque estamos tomados por la concepción
reinante de la subjetividad, que es la subjetividad como Uno.

Para concluir, lo que propongo es que la propuesta que hace Lacan –y por eso me parece que se enganchó
tanto con Heidegger– es que el psicoanálisis viene a significar una respuesta a contrario de la tendencia
occidental de reducir la subjetividad, el sujeto, al individuo; y que es el psicoanálisis el que responde, por dos
motivos: porque se terminó de cerrar, ya existe el individuo, ya se cerró el individuo; lo vemos en muchos
análisis y no solamente porque lo verificamos en la clínica. Todos nuestros pacientes, los que están en análisis,
de lo que se quejan es eso, de la existencia del individuo. Lo que siempre traen es un “se trata del otro”. ¿Cómo
se verifica es? Porque se buscan un analista. Todos aquellos que se buscan un analista es porque dicen “Acá,
si no metemos otro, no se entiende de lo que se trata” , porque de lo que se trata es de la relación al otro. Metamos
a otro y entonces se buscan un analista. Lo que propone Lacan –recién a la altura del Seminario 17 o XX– es
que no solamente el psicoanálisis adviene como respuesta de reintroducir la otredad para cualquier análisis de
sujeto porque se ha producido un llamamiento de la histérica a su entrada, sino que adviene en un momento
social en donde la Ciencia ha producido el cierre. ¿Cómo es que la Ciencia ha producido el cierre? Si leen lo
que dice LA ANATOMÍA DE LA TERCERA PERSONA, van a ver que en las postrimerías del siglo XIX todavía la
Ciencia no se había impuesto plenamente. Lean el interesantísimo estudio sobre el mesmerismo. ¡Mesmer era
un ‘chanta’ de acá a la China! Pero con muchísimo respaldo y credibilidad en lo científico, que da origen al
mesmerismo, de donde venimos todos nosotros... Venimos, poquitos años después, de una posición que no
está muy lejos... ¡de la alquimia! En ese momento, el discurso de la Ciencia no había cerrado aún. Hizo falta el
desarrollo del siglo XIX y del XX para que se produzca el cierre de la Ciencia. De manera que el psicoanálisis
nace justo cuando la Ciencia produce lo que Lacan, en el Semiario 17, llama “una dictadura del saber racional”.
Un plena, total dictadura del saber racional. Saber que se encarga, fundamentalmente, de reprimir el saber
mítico. Aquí Lacan da el paso —“reprimir” el saber mítico. Y Lacan dice –es increíble lo que dice en el Seminario
17– que el inconsciente es las ruinas de ese saber mítico. En Occidente, donde han ido a refugiarse los restos
del saber mítico es el inconsciente. El inconsciente es donde se sitúan los restos del saber mítico. Es por eso
que nosotros, especialmente, nos encontramos con estructura de un saber exactamente como el de Antígona.
¿Vieron que Freud decía que el inconsciente se caracterizaba por no operar con las leyes de la lógica? ¿De
qué lógica? De la lógica simbólica moderna, que es la forma en que la Ciencia se pro cura una operatoria que
forcluya la verdad, tal como lo encontramos funcionando en el inconsciente. ¿Cómo sería Creonte en el
inconsciente? Sería tirano plenipotenciario y ‘pichi’ a la misma vez, exactamente como lo vemos operando aquí.
Y esto sólo es válido para Occidente moderno porque en otras culturas no hay “dictadura del saber de la
Ciencia”. Lo que estoy diciendo es que el psicoanálisis brinda una escena con estructura díptica, justamente,
para que sea alojada esta dimensión de sujeto. Lo que pasa es que los psicoanalistas la rechazamos. ¿Por
qué? Porque los psicoanalistas nos consideramos estar interviniendo sobre alguien. El “¿qué lugar ocupa Usted
en aquello de lo que se queja?” es una posición fallida. La posición del psicoanalista debe ser un “¿Qué lugar
ocupo yo en aquello de lo que Usted se queja?” , ¡eso es ser psicoanalista! Lo otro es ser psicólogo, juez,
abogado, asistente social, etc. Es la psicóloga quien le dice “Y Usted, ¿Usted qué culpa tiene? Si la violaron en
la esquina, ¡Usted, también, con esa minifalda..!”. La psicóloga trabaja con el sujeto como individuo. Y cada
vez que el psicoanalista dice cosas tales como “se resiste”, “está proyectando”, “introyecta”, “es obsesivo”,
“goce fálico”, “mirada”, está rechazando lo esencialmente psicoanalítico y haciendo una claudicación ética.
Claudicación ética que pasa por el deseo del psicoanalista. ¿Cuál es el deseo del psicoanalista? El deseo del
psicoanalista es ofertarse a hacer el Otro, que haga inmixión en la escena para que aparezca el sujeto como
inmixión de Otredad.

Si les parece, hoy dejaremos aquí. En la próxima reunión nos meteremos con los comentaristas.
LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS, LIC. ALFREDO EIDELSZTEIN
7ª REUNIÓN – 8/XI/2001
Yo había pensado trabajar hoy varios textos de referencia y entre ellos incluir el de Kierkegaard, ANTÍGONA: EL
SENTIDO DE LA TRAGEDIA. Yo ya lo había leído y les había hecho algún que otro comentario sobre lo impactante que había
sido para mí leerlo. Ahora, en realidad, lo releí –y la segunda vez, nunca es lo mismo– y estudié. Terminó pareciéndome
todavía más importante de lo que había dicho antes. Con lo cual, para hacer las cosas bien, les propongo que en la próxima
reunión nos aboquemos a él así Ustedes tienen la oportunidad de leerlo. Porque el problema con el que me encontré para
preparar lo que quería exponer en la reunión de hoy era cómo presentarlo; una cosas es comentar a Freud o a Lacan –de
quienes uno tiene las grandes coordenadas. En cambio, de Kierkegaard, no tenemos las coordenadas, ni vamos a tenerlas.
Salvo alguno de Ustedes, la gran mayoría de nosotros no conoce su obra, ni la conoceremos. Con lo cual, hay que conocer
bien el texto porque no hay cómo orientarse. Y yo voy a hacer un comentario párrafo por párrafo. Es un texto corto, son
veinticinco páginas. Estuve buscando por Internet, en el poquito tiempo que he tenido hoy, si había algo pero no conseguí
nada. No sé si Pablo o Luciano tienen alguna idea de cómo podría conseguirse este texto en Internet, pero me parece que
no está. En nuestra biblioteca, Haydée tiene una copia del texto, de manera que –para este curso nosotros nos
reencontraremos dentro de dos semanas– vean la forma de conseguírselo porque lo comentaré párrafo por párrafo por la
cuestión de que Kierkegaard propone tomar a Antígona como el paradigma de la tragedia antigua. Tendremos así, su
teoría de la tragedia. Y su forma de presentar el texto es algo parecida a lo que sucede con Lacan: uno no le pesca de
primera vez por qué es que pasó de este párrafo a este otro... a veces hay dobles espacios y cambio de tema y uno no se
entera bien de qué es lo que ocurrió. Pero si uno lo lee varias veces y se propone estudiarlo, se sigue muy bien el texto.
Y, para eso, hay que tenerlo bien leído. Es sumamente interesante este autor y Ustedes saben los avales que tiene por
parte de Lacan —para Lacan, Kierkegaard es una de las personas que mejor pescó el alma humana, si no es el que mejor
lo hizo. Y entiendan que, en eso, estaba incluido Freud. No es que Lacan dijo que después de Freud, o después del
Psicoanálisis, Kierkegaard era el que mejor pescó el alma humana.

Y hoy estuve buscando este texto por Internet, no sólo para que Ustedes pudieran bajarlo –dado que ya no se
consigue este librito–, sino porque además el que yo tengo –una de las dos versiones que figuran en Internet como tales–
es de la muy vieja editorial Losange, que tiene algunas palabras que me gustaría revisar. Por ejemplo, dos veces dice
“dialéctica”, y Ustedes ya conocen la oposición entre Kierkegaard y el sistema hegeliano; con lo cual, me sorprende
muchísimo que figure ese término. Pero, por otra parte, es evidentemente dialéctico el argumento que él propone. Sin
embargo, deberíamos ‘chequearlo’ con otra traducción. De modo que, si no les parece mal, les propongo que dejemos
todo eso para la próxima reunión, en que haremos el comentario de este texto. Y de tanta envergadura es este trabajo que
hasta propone otro argumento: propone pensar otra Antígona que, antes de que empiecen las desgracias debidas al no
castigo de la muerte de Layo, ya sabía que sus padres eran su abuela Yocasta y Edipo, es decir, que ya sabía del incesto.
Kierkegaard propone que ella, Antígona, ya lo sabía. Y ésa es una idea muy interesante. Piensen Ustedes que tienen un
paciente que viene a la consulta luego de descubrir que es el hijo de un vínculo incestuoso entre su abuela y el hijo de su
abuela. Y que venga a la consulta porque se lo contaron. ¿Acaso Ustedes no le dirían: “¿Y Usted nunca se dio cuenta de
nada?”? ¿O no le preguntarían eso? Entiendan que hay preguntas que son insoslayables. A veces, el sentido común es
lo que más falta. Bueno, él propone que ella sabía. Y, justamente, la posición de ella es la que asume por saber. Desde la
perspectiva que yo propongo, desde la ética del sujeto en contra de la ética del individuo. La propuesta de Kierkegaard es
exactamente la mía respecto de la ética antigua. Así que, para la próxima reunión, eso. Y les propongo que, para la última
reunión, trabajemos lo que Lacan dice de Antígona. Así como le dedicaremos una reunión a lo que plantea Kierkegaard
acerca de Antígona, que la última reunión refiera a repensar y tensar los argumentos trabajados entre nosotros a la luz de
lo que propone Lacan; podríamos tomar algunas clases en especial del Seminario 7, todas las clases sobre el brillo de
Antígona, o ampliar la búsqueda y ver las otras veces en que Lacan trabajó el tema. Así, la última sería tensar los
argumentos, proponiendo como interlocutor a Lacan y su lectura de Antígona.

Lo que quisiera retomar hoy, entonces, es lo que yo creo que podría estar funcionando como obstáculo al
argumento que es la base de este curso, que es que la posición ética del Psicoanálisis implica recuperar la concepción de
un sujeto que no hace Uno por ningún lado. Digo “recuperar” porque es una concepción que ya hubo. Pero no estoy
proponiendo que haya que recuperarla porque es la que hubo; es decir, no me parece que el mundo moderno esté
degradado respecto de lo “sublime” del mundo antiguo –por ejemplo, Grecia antigua y clásica– y que tengamos, por ese
motivo, que vivir una vida reorientada a recuperar los valores griegos. No es eso lo que propongo. Lo que propongo es
que, quizás, como en la Modernidad terminó de consolidarse el cierre de esa posición que impone taxativamente la función
de un individuo que hace Uno por todos lados, la existencia del Psicoanálisis se debe a la necesidad que emergió debido
a la imposibilidad de albergar esa condición subjetiva en ningún otro científico en Occidente. O sea que el Psicoanálisis se
hace cargo del retorno por la erradicación de esta dimensión de la subjetividad en Occidente. Y propongo que en todas
las épocas debe haber habido, en la tendencia de un sujeto que no hace Uno hacia el individuo que hace Uno –que es
una tendencia uniforme–, respuestas que se hicieron cargo de levantar el “al-menos-dos” de la condición subjetiva.
Entonces, lo que propongo es que en esta época científica se produjo el cierre y que la respuesta que se obtiene, desde
el campo de la Ciencia, es el Psicoanálisis. No es la única respuesta. A cada época, según la lógica que impera en la
elaboración de saber, le corresponde un tipo de respuesta. Nuestra elucubración de saber es la científica. La respuesta
que de ese mismo campo se da, que dice que no al sujeto entendido como individuo y Uno, es el Psicoanálisis. Si quieren,
el campo en donde inexorablemente ya el sujeto hace Uno sin vacilación –y con el respaldo de la Ciencia– es el de las
neurociencias. Nosotros ya hemos tenido la oportunidad de encontrarnos con alguien que representaba ese discurso para
el que todo lo que corresponde a la vida, a los actos y a la lógica de un sujeto se entienden según lo que sucede en “Un”
cerebro. Es claro que aquella persona no lo dijo en esos términos. Él, Diego Golombek, dijo: en “el” cerebro. Pero es claro
que el problema que se planteaba –y que Diego, entonces, no encaró– es que se trataba de “Un” cerebro, luego otro [“un”]
cerebro, etc. Es decir, los cerebros se cuentan por uno. En aquel momento yo le pregunté cómo es que se comprendían,
en su sistema, los problemas que se plantean a nivel social y cultural, y dijo que, eso, él, no podía responderlo, que no
podía dar cuenta de eso. En la Ciencia se escapa este factor. Yo le preguntaba a él cómo podía entender él que sucediesen
cosas como corrientes de opinión... Ustedes vieron que hay corrientes de opinión que se verifican existentes cuando se
las diagnostica. Por ejemplo, aparece en el diario un comentarista que dice: “Evidentemente, en Argentina estamos
viviendo como si al cosa y tal otra”. Y si es un buen diagnóstico, todos decimos: “¡Cierto! ¡Tiene razón!”. Y si decimos
así es porque nadie lo había dicho antes. Eso existía pero no lo había dicho nadie. Quiere decir que hubo un movimiento
que nos tomó fuertemente a todos por igual, sin que ello haya sido dicho por nadie. Y yo le pregunté a este neurocientífico
cómo es que explicaba eso y me dijo que, eso, él no podía explicarlo. ¿Entienden? Por ejemplo, todos nosotros quizás
estemos sintiendo que Apertura se va a la mierda, pero quizá no los sepamos siquiera. O sea que lo pensamos pero no
sabemos que lo pensamos. Hasta que uno de nosotros dice: “¿Pero no creen Ustedes que nuestro problema pueda ser
que creamos que Apertura se va a la mierda?”, y todos respondemos “¡Uy! ¡Sí! Ahora que lo decís, ¡tenés razón!” .
Bueno, eso. Eso es lo que le pregunté a aquel muchacho tan joven y tan talentoso de las neurociencias. Y no era una
pregunta menor porque casi todo el mundo circula fuertemente determinado por estas cosas, mucho más que lo que pasa
por la cabecita loca de alguien. Y él me dijo que él no podía explicar eso. La existencia de las neurociencias es lo que mató
del todo –en el campo de la Ciencia– la concepción del sujeto que no hace Uno, ya que los cerebros se cuentan
necesariamente de a uno.

Ahora bien, en Psicoanálisis tenemos el siguiente problema: el Psicoanálisis se posiciona a contrario pero el
problema que enfrenta es que, ideológicamente, la sociedad en que el Psicoanálisis se inserta sostiene al sujeto como
Uno. Y esto implica dos problemas: primero, que los autores que encarnaron más radicalmente el “¡No!” a “El sujeto hace
Uno”, a pesar de haberlo encarnado pueden teorizar como que sí —Freud. Freud, como ninguno, se prestó a hacer dos,
y esa es la diferencia con Breuer. Breuer dijo: “¡¿Que yo la embaracé?! ¡Pero si yo ni me la ‘cogí’, loca de mierda!” ...
Freud, en todo caso, dice: “Bueno, yo le sostengo la escena”. Con lo cual, Freud dio su cuerpo a que la histérica arme la
escena dual pero teorizó a contrario de ello. Freud inventó –y nos convenció de eso– que todos tenemos dentro un “aparato
psíquico”. Esa idea es un monstruo, una idea delirante como pocas. Que alguno de Ustedes me diga un solo motivo por
el cual se pueda decir que hay “aparato psíquico”. Un motivo razonable. Y un motivo razonable no es “Porque Freud lo
dijo”. ¿Alguno de Ustedes tiene algún motivo que justifique la existencia del “aparato psíquico”? Y si los aprieto contra la
pared, les pregunto si del inconsciente, y estamos en la misma. Porque, ¡que se demuestre la existencia del inconsciente..!
No tendría que trabajar mucho para convencerlos de que hay sueños que no son inconscientes. Con lo cual, que Ustedes
me digan que el sueño demuestra la existencia del inconsciente, es falso. No existe el inconsciente. Lo que ocurre es que,
frente a los sueños, algunos de nosotros asumimos actitudes muy raras: creer que son un mensaje para nosotros. Y
estamos todo el día ‘dale que te pego’ a que es un mensaje. Entiendan que el aparato psíquico es individual, tal como lo
propone Freud en EL YO Y EL ELLO, es decir, como un individuum psíquico. Freud trabajaba con individuos. Freud no pudo
dar el paso que sí dio Lacan. Pero el problema con Lacan somos nosotros, no Lacan. El problema es qué valor damos a
ciertas partes de la enseñanza de Lacan en función de la presión ideológica constante y permanente hacia el individuo.
Todo el posicionamiento firme a partir de la mitad de la enseñanza de Lacan en torno al rechazo de la intersubjetividad
nos hace a nosotros sostener que Lacan dice que no hay intersubjetividad. Eso, para nosotros, hoy, es recuperar el
individuo. Y no es que Lacan dice que no hay intersubjetividad porque él intenta recuperar el individuo. Lo que pasa es
que nosotros lo leemos ideológicamente. Y eso no es un defecto de lectura —no hay otra forma de leer. La única forma
que hay de leer es tener un sistema y meter lo nuevo dentro de ese sistema; sistema que es ideológico, que es un conjunto
de ideas. Y las más fuertes ideas que todo sistema ideológico da no es sobre el sistema de producción sino cómo se
considera a la persona. En nuestro sistema, se concibe a la persona en forma individual. Y nosotros intentamos meter la
enseñanza de Lacan dentro de ese sistema. Porque si no, ¿qué es entenderlo? Cuando Ustedes leen Lacan, intentan
entenderlo. Después de muchos años, uno deja de intentar entenderlo, y empieza a practicar otro tipo de lectura: moldearse
uno mismo al texto. Lo que hacemos nosotros al comienzo es querer entenderlo, es decir, intentar moldear el texto para
que se meta dentro de uno. Lacan calculó que la escritura de Freud era demasiado permeable a ser entendida; con lo
cual, lo nuevo de Freud se había perdido porque el texto era muy fácil de ser incorporado al sistema ideológico. Y Lacan
optó por encriptar para que nadie “meta dentro” nada. Fue una apuesta. Me parece que no produjo resultados mucho
mejores...
De modo que, si no les parece mal, les propongo pensar hoy la idea de intersubjetividad y qué implica para Lacan
el “rechazo de la intersubjetividad”. Porque, sin lugar a dudas, los que pudieron pensar lo que yo proponía era muy posible
que piensen que yo estaba proponiendo todo el tiempo entender al sujeto dentro de un sistema intersubjetivo. Si no hay
sujeto que sea Uno... Y nunca dije que lo Otro del sujeto sea el objeto a. Saben que no me refería a eso. Con lo cual, un
obstáculo para que Ustedes puedan seguirme –“obstáculo” como “ruido de línea” entre nosotros, no para convencerlos,
yo no quiero convencerlos–, calculé que podía ser el rechazo por parte de Lacan de la intersubjetividad, que causó tanto
entusiasmo entre los comentaristas de Lacan. No hay comentarista de Lacan que lo deje de acentuar: “Lacan, al comienzo
de su enseñanza, trabajaba con la intersubjetividad, pero después la abandona”... Cosa que a los lacanianos les encanta
porque, eso, lo entienden... Eso se entiende perfectamente.

Preparé dos citas que son sumamente tempranas en Lacan, que me parece nos permitirán empezar la discusión.
Una es de INTERVENCIÓN SOBRE LA TRANSFERENCIA y la otra de la clase 1 del SEMINARIO 1. No sé si Ustedes pensaron en
INTERVENCIÓN SOBRE LA TRANSFERENCIA, al menos, si pensaron en su título. Porque ese título podría querer decir que el
analista interviene –ya tienen el “Inter” en la oreja, ¿no?– en la transferencia; que se puede leer que el analista interviene
en el “Inter”.

LIC. PAOLA GUTKOWSKI: Y eso hace que se cuente al menos tres.

A.E.: Eso hace que se cuente, al menos, tres. Pero podría ser que, con una lógica un poquito más depurada,
hiciese falta contar hasta cuatro. No lo estoy afirmando necesariamente para este problema. Una pregunta, primero, para
comprometerlos: en el transcurso de la enseñanza de Lacan, la noción de sujeto, ¿cae o no cae? Es decir, ¿Lacan sigue
operando con la noción de sujeto al final de su enseñanza, sí o no? Sí. No me vengan con esa del “primer Lacan, segundo
Lacan y tercer Lacan”... Aceptaría que me dijesen “Sí, pero no es lo mismo”. Ya sé, ya sé, nunca es lo mismo. Pero con
la noción de sujeto, sigue. Díganme, entonces, qué quiere decir cuando Lacan concibe la relación analítica como una
relación entre analista y analizante, en función de la noción de sujeto. Lo que les pregunto, concretamente, es ¿dónde es
que va el sujeto?

ANALISTA ANALIZANTE

Todo el mundo lo pone acá:

ANALISTA ANALIZANTE
SUJETO

Y ése es nuestro problema. Lo que yo propongo es que el sujeto va acá:

ANALISTA ANALIZANTE

SUJETO

Entre analista y analizante se establece lo que es el sujeto. Me parece que no requiere de una demostración
compleja, y que es una acomodación de términos fundamental. Sin embargo, nosotros decimos que el sujeto “no se tiene
que hacer cargo de, o responsable de...” todo el piripipí. Cuando, en realidad, Lacan dice que, en todo caso, si algo del
sujeto fracasa la responsabilidad cae de este lado [“Analista” en el esquema]. O sea, observen que el trastrocamiento de
términos es notable. Lo que nosotros hemos hecho es tomar al paciente de Freud y llamarlo “sujeto”. Y alternativamente
lo llamamos “sujeto” y “analizante”, según retóricamente nos dé la gana. Y, en verdad, Lacan hizo un cambio notable en
la lógica porque esto [“Sujeto” en el esquema] a Freud se le había escapado.

Cuando la paciente le dice al analista “Yo estoy embarazada de Usted” –lo que significa, en todo caso, “Usted
tiene deseos de embarazarme, de tener hijos conmigo”–, Breuer dice que no y se toma el aliscafo... En cambio, Freud dice:
“Yo me quedo pero le advierto que yo no; en todo caso eso será algo que Usted está proyectando en mí” . Ya sólo con la
idea de proyección se verifica que, en Freud, la idea de individuo imperaba. Y Klein lo había rectificado, no sé si por loca
o por genio... ¡Parece más lógico y cuerdo Schreber que Klein! Pero ella se dio cuenta que con “proyección” e “introyección”
se estaba planteando una espacialidad equivocada. Y, entonces, planteó la “proyección introyectiva” y la “Introyección
proyectiva”. ¿Qué quiso decir con eso? Que no hay desde un lugar a otro lugar. Si hacen un esquema de proyección
introyectiva e introyección proyectiva y verán que les quedan los dos toros abrazados que yo les planteo siempre. Y si no
les convence, el que vino después no fue Lacan –¡mentira que fue Lacan!– sino Winnicott, diciendo que hay un espacio
de la madre, un espacio del niño y un espacio transicional en que se localiza el objeto transicional; y que hay que contar
tres ya que la experiencia transicional no puede ser reducida al dos. Recién con Lacan tenemos el aporte –para mí– más
interesante, que es la idea de “sujeto”. O sea, no se trata ni de “Yo” ni de “Tú”. En todo caso, se trata de “Eso”. A “Eso”
hay que convertirlo en “Sujeto” —Wo Es war soll Ich werden. Pero que Eso sea convertido en Sujeto es que sea dicho, no
que nadie lo asuma como Yo, no que el analizante lo asuma como Yo. Por otra parte, en el transcurso del análisis se
disuelve ese Yo. Es decir que lo que adviene como sujeto inconsciente no es asimilable como ningún Yo. Todo el enorme
esfuerzo realizado por Lacan en producir la noción “sujeto”, a nosotros se nos disolvió porque se nos confunde con la
“persona”, creyendo que es la forma lacaniana de decir “persona”. En realidad, es lo que exige contar hasta tres y que no
invalida contar hasta dos. O sea, está el analista que oferta, está quien toma esa oferta y decide dirigir una demanda –ahí
ya contás hasta dos–, y luego está el advenimiento del sujeto.

Ahora bien, ¿en qué sentido es que Lacan rechaza la existencia de la intersubjetividad? Se lo propongo, porque
es cierto que la rechaza y es cierto que a partir de los primeros seminarios ya dice explícitamente que él la rechaza. Leeré,
pues, un pasaje de la primera página de INTERVENCIÓN SOBRE LA TRANSFERENCIA. Dice:

«Hemos tenido que recortar algo, puesto que también nos adelantábamos aquí mucho sobre lo que hemos podido, en
cuanto a la transferencia, enunciar desde entonces (1966).
Nuestro colega B. .., por su observación de que el efecto Zeigarnik parecería depender de la transferencia más de lo que la
determina, ha introducido lo que podríamos llamar los hechos de resistencia en la experiencia psicotécnica. Su alcance consiste en
poner en valor la primacía de la relación de sujeto a sujeto en todas las reacciones del individuo en cuanto que son humanas...».

Ésta es exactamente mi posición, mi posición ética, la mía, la personal. “Poner en valor la primacía” (la “primacía”
es determinancia, esto es, A sobre B) “de la relación de sujeto a sujeto en todas las relaciones del individuo en cuanto que
son humanas”. Entonces, cualquiera de nosotros, como individuo, si pensamos sobre ese individuo una reacción humana...
Dígname un ejemplo de reacción no humana. Una reacción no humana es, por ejemplo, responder con fiebre al Antrax.
Ésa es una reacción animal. Y no porque yo diga que muchas otras especies animales sean posibles de ser contagiadas
con el Ántrax —hay enfermedades que son para algunas especies y que no están en otras. Pero digo, en la reacción febril
no hay nada humano. Cualquier cosa que sea humana, para ser tal, debe estar esencialmente determinada como no
animal. Así pues, díganme un ejemplo de una reacción humana.

LIC. PABLO PEUSNER: Por ejemplo, el miedo al Ántrax.

A.E.: Sí, pero eso es ya muy sofisticado porque ya se trata de saber. Implica saber. Algo más sencillo. Si a este
párrafo un psicoanalista de niños no lo tiene claro, entonces, ¡que se suicide..! ¡Que se suicide, como analista de niños..!
O sea, ¡que pase directamente al taxi..! ¿Qué sería, entonces, una reacción humana, por ejemplo, en un caso de niños?

INTERVENCIÓN: Hacerse pis.

A.E.: Hacerse pis, por ejemplo. Pero no, una más linda aún: hacer lío, el “le pega a los chicos”... Llevan al chico al
psicólogo porque desde el primer día en el Jardín ‘surtió’ mal a la mitad de los ‘pibes’; y, al segundo día, ‘surtió’ a la otra
mitad de los pibes... Obviamente, la psicopedagoga intervino automáticamente –porque es una psicóloga de U.B.A.– y
propuso un tratamiento para el niño. Así, entonces, se lo llevan a la psicóloga porque “el niño pega”. ¿Y qué diría, en este
caso, el papá? “Es muy caprichoso, es violento y desobediente; no respeta las indicaciones ni acepta los límites”... Se
está entendiendo una reacción humana en términos individuales: “Él es así, él es violento. Conviértalo en no violento,
quítele la violencia que él tiene”. Se está proponiendo el “pegar a los chicos” como una característica individual. Y Lacan
dice que esta posición que estamos tratando de establecer «consiste en poner en valor la primacía de la relación de sujeto
a sujeto en todas las reacciones del individuo en cuanto que son humanas». Si en el Jardín, este año, en la Salita de Tres,
los chicos son muy ‘quilomberos’ –y por tanto hay problemas con la Salita de Tres–, ya sería una cuestión humana. En
cambio, si hay diarrea porque dieron a todos sandwichitos podridos, no... Ésta no es humana. Pero si en la Salita de Tres
son unos ‘quilomberos’, ¿qué propone entender esto? Que no es así, que no es que estos chicos que entraron en la Salita
de Tres “son” así y nacieron así. No, no son así. Hay que encontrar la relación sujeto a sujeto en donde eso cobre una
lógica. ¿Lo entienden? Entonces es, o el grupo de chicos de tres y la maestra; o el grupo de chicos de tres, la maestra y
todo el Jardín. Hay que buscar la relación sujeto a sujeto –“asunto” con “asunto”– porque si no, las reacciones humanas
no se entienden. El Psicoanálisis está perdido en tanto trate de entender individualmente las reacciones humanas, con
expresiones tales como “inanalizable”, “es muy actuador”, “va de acting en acting”, etc. O sea que concebimos las cosas,
que son humanas, como individuales —“Te voy a mandar a alguien que es obsesivo”... Y Lacan dice que la intervención
es en la transferencia porque la lógica de la causa del acto es en transferencia.

«[...] consiste en poner en valor la primacía de la relación de sujeto a sujeto en todas las reacciones del individuo en cuanto
que son humanas, y la dominancia de esta relación en toda puesta a prueba de las disposiciones individuales...».

¿Entendieron eso? Que es más determinante la relación con el entrevistador, que la capacidad intelectual o
cerebral del alguien en los resultados de un test. ¡Es fuertísimo! ¿Entienden lo que esto quiere decir, no? Que a un equipo
de fútbol le va como le va, no por la suma neta de las calidades futbolísticas individuales de los jugadores —¡si fuese así,
Racing debió haber sido Campeón mucho antes..!

«...consiste en poner en valor la primacía de la relación de sujeto a sujeto en todas las reacciones del individuo en cuanto
que son humanas, y la dominancia de esta relación en toda puesta a prueba de las disposiciones individuales, ya se trate de una
prueba definida por las condiciones de una tarea o de una situación».

O sea que, para Lacan, a todos los tests están invalidados. Todos los tests. En realidad, están ya tan invalidados
que nadie tiene expectativa alguna en ningún test; ni siquiera el mundo anglosajón. Ni siquiera en el mundo anglosajón –
en donde se aplican–, nadie tiene ninguna expectativa en ningún test. Los tests están totalmente de ‘capa caída’. Lo que
pasa es que estaban mal concebidos. ¿Por qué? Porque se suponía que la posibilidad de medir, era de rendimientos
individuales, cuando lo que se trataba de medir eran reacciones humanas. Es decir, sí se pueden medir reacciones
individuales cuando se quiere medir glóbulos rojos en sangre, porque eso no es humano. Pero siempre que se quiera
establecer lo que es humano, Lacan propone que lo que el Psicoanálisis oferta a la sociedad es que siempre hay primacía
de la relación sujeto a sujeto.

«Por lo que hace a la experiencia psicoanalítica debe comprenderse que se desarrolla entera en esa relación de sujeto a
sujeto dando a entender con ello que conserva una dimensión irreductible a toda Psicología considerada como una objetivación de
ciertas propiedades del individuo».

Entonces, en Psicoanálisis –propone Lacan– nosotros sostenemos la relación de sujeto a sujeto. ¿Sobre qué?
Sobre “toda Psicología considerada como una objetivación de ciertas propiedades del individuo”. No me nieguen que todos
Ustedes practican el Psicoanálisis, objetivando todo el tiempo propiedades del individuo. Ustedes dicen: “¡Es un superyo
muy severo!”, “Lo que pasa es que es un sujeto actuador”, “Se resiste”, “Lo que pasa es que Usted no quiere saber” ... O
sea, el trabajo científico, esa búsqueda y pesquisa del saber que está en juego en el trabajo analítico, Ustedes siempre y
necesariamente lo hacen desde una perspectiva psicológica. Ustedes intentan objetivar propiedades del individuo. Por mi
experiencia, se verifica que cuanto más posición de prestigio el psicoanalista ocupe, más tiende a la objetivación de las
propiedades del individuo —si Ustedes lo hacen, vuestros supervisores lo hacen veinte veces más. Un supervisor, en el
hospital, dice: “Evidentemente, se trata de una psicosis, y en esta psicosis se trata de esto, de aquello y de lo otro; y,
evidentemente, a este paciente le sucede esto y lo otro” ... O sea, se objetivan propiedades del individuo. Ésa es una
tendencia irrefrenable. Piensen en ello. Reina en nuestra práctica. Es inevitable. Y habría que ver si así estamos
sosteniéndonos, en el campo del Psicoanálisis, aunque la objetivación sea hecha con conceptos psicoanalíticos. Más aun,
Lacan propone que el Psicoanálisis ha colaborado como nadie, en Occidente –habría que decir que, especialmente, en
Buenos Aires– a una posición iatrogénica porque es la que ha dado para la objetivación de las propiedades del individuo
los conceptos con más aval científico y mejor cuño de entrada en la subjetividad. Efectivamente, los únicos que hemos
descubierto el superyo somos nosotros, y hemos ofertado a la sociedad que dentro de la persona un objeto a diagnosticar
es el superyo. Así, llegamos a ser capaces de decir: “Las mujeres tienen menos superyo” ... Esa frase estúpida la dijo
Freud. Esa frase estúpida –es una frase muy estúpida– la dijo Freud y todos la compramos. Y la compramos porque
creemos que es una objetivación. ¿Y saben a quién veo totalmente jugada en eso, ciento por ciento? A Colette Soler. Si
Ustedes la leen o la escuchan en sus conferencias de los últimos cinco años, verificarán que está jugadísima –no sé como
decirlo, lo digo tal como lo pienso– en la Psicología de la mujer; está todo el tiempo diciendo cómo es una mujer, objetivando
todo el tiempo las propiedades de las mujeres. ¡Y las chicas están ‘chochas’ con Colette Soler porque les dice cómo son
“los reales” de la mujer, “los goces” de la mujer..! Su posición es, en efecto, ésta. Y habría que ver si cuando Lacan discute
y se autocritica la intersubjetividad, si lo que está criticando implica abandonar esto. Ahora vamos a pasar a decir que no
hay intersubjetividad. Y yo voy a sostener que no hay intersubjetividad. Lo que les pregunto es: porque no haya
intersubjetividad, ¿el Psicoanálisis consiste en objetivar propiedades del individuo? Ésa es la cuestión.

Paso a la clase 1 del Seminario 1:


«Evocaré rápidamente la experiencia germinal de Freud, de la que hace un instante les hablé, ya que en suma ella fue en
parte el objeto de nuestras lecciones del último trimestre, enteramente centrado alrededor de la noción de que la reconstitución
completa de la historia del sujeto es el elemento esencial, constitutivo, estructural, del progreso analítico».

Entonces, reconstitución, reconstrucción “completa de la historia del sujeto”. En eso radica el proceso analítico.

«Creo haberles demostrado que éste es el punto de partida de Freud. Para él siempre se trata de la aprehensión de un caso
singular. En ello radica el valor de cada uno de sus cinco grandes Psicoanálisis. Los dos o tres que ya hemos examinado, elaborado,
trabajado juntos los años anteriores, lo demuestran. El progreso de Freud, su descubrimiento, está en su manera de estudiar un caso
en su singularidad».

Lo que Freud aportó en Occidente –dice Lacan–, lo más notablemente particular, es que cada caso es singular.
Debemos pensarlo porque, de nuevo, nos empuja mucho hacia el individuo. La clínica del “caso por caso” nos deja
regaladitos y de frente a considerar a cada uno, como Uno. Y si la lógica es del caso por caso, cada caso que yo atienda,
necesariamente, tiene que tener algo que lo caracterice en su esencia de uno. Si no, ¿para qué estoy diciendo “caso por
caso”? Pero Lacan se pregunta, a continuación:

«¿Qué quiere decir estudiarlo en su singularidad? Quiere decir que esencialmente, para él, el interés, la esencia, el
fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles,
es decir hasta una dimensión que supera ampliamente los límites individuales».

[Cambio de cinta]

...... Ésta es la clase 1 del Seminario 1. Así que, yo calculo que Ustedes, a esto, ya lo leyeron. Y digo, hasta ahora
no debe haber nada que los sorprenda. Pero creo que Ustedes no habían leído este “hasta una dimensión que supera
ampliamente los límites individuales”. Y está en Lacan.
Entonces, para Lacan, la esencia de lo que aporta Freud como novedad y que tipifica al Psicoanálisis es la clínica
del “caso por caso”. ¿Y qué estamos tratando de decir con es? Que con la clínica del caso por caso, erradicamos de
nuestra posición cualquier posición psicológica que se caracterice por la generalización, es decir, aquellas en que cada
caso valga por la puesta en relación con el estándar. O sea, las cosas en Psicoanálisis valen –o no valen– por una lógica
que lo quita de lo “poco frecuente” o “muy frecuente”. Cosa que, por otra parte, no hacen los psicoanalistas. Nosotros
seguimos trabajando como buenas psicólogas... El otro día, supervisé un caso de una psicoanalista que atendía a una
mujer joven que se tragaba el semen de su novio. Y esta psicóloga me decía que le parecía muy raro que una chica joven
tuviese esa práctica sexual. Yo le dije: “Mirá, ¡si vos empezaste a tragártela de vieja, no es culpa de la ‘piba’! Si ella se
la quiere tragar, ¿por qué no se la va a tragar?”... Observen que lo que ella estaba haciendo es un trabajo de psicóloga,
no de psicoanalista. Pero habría que verificarlo, habría que verificarlo para no ser fascista. O sea, para no ponerlo en
gustos y prácticas de “sujetos de clase media, semi-judía, porteña y psicoanalítica”... Si a nosotros nos trajesen un caso
de un hombre que tiene cuatro esposas, nos parecería raro pero en el mundo árabe es la práctica habitual. Y eso no hace
promiscuos a los árabes. Son distintos. No pierdan de vista que, igualmente, en general, lo que nos resulta raro de los
casos es establecido a partir de una posición psicologizante, es decir, lo que es “poco frecuente”. Y al trabajar así, no
respetamos la lógica del caso por caso, en donde en el caso, lo que es raro adquiere la condición de rareza por los vectores
propios del caso. Ahí aparece lo raro, en los vectores propios del caso. Pero en general no se trabaja así. Hoy supervisé
un caso –Martín estaba presente– en que la analista que atendía a esta persona psicótica me decía que el caso no le
parecía una persona psicótica porque según su experiencia –la analista tendría unos veintiún años de edad...– esta
persona no era como los otros psicóticos. Era una posición psicológica ‘de acá a la China’, que es la que tenemos todos,
todo el tiempo, porque vivimos en una sociedad caracterizada por el discurso de la Psicología. No es un defecto nuestro.
Es un trabajo de depuración que hay que hacer. Lo que verifica que hay que analizarse porque si no, uno no depura de la
Psicología que hay. Entonces, nosotros trabajamos en la lógica del caso por caso para salir de la posición psicológica. ¿Y
qué significa eso, en concreto? Que lo raro del caso es raro sólo para ese caso, por la lógica interna del caso, y no por la
atención flotante del analista. No se trata de la atención flotante, no es estar ‘en la nube de pedos’ y cuando a un le dicen:
“¿Nunca ‘cogerías’ así?”, uno se pregunta “¡Che, qué raro, eh!”... Ustedes busquen lo que les parece raro en cada caso,
o escúchenlo de los colegas –que es más fácil–, y verán que lo que les parece raro es que la gente ‘coge’ de otra manera.

Ahora bien, ¿cómo se logra llegar a la estructura del caso por caso, esto es, al advenimiento del sujeto? Lacan
propone esto: recuperando toda la historia. Y es obvio que recuperar toda la historia es ir más allá de los límites
individuales. Piensen Ustedes –si los sorprendió el argumento de Lacan– en cómo podrían ser capaces de escribir una
historia de un individuo. ¡”Historia” no va con “individuo”! Para nosotros –obsérvenlo– historia es recuperar el pasado y,
para Lacan, es ir más allá de los límites individuales. Eso es historia: ir más allá de los límites individuales. Practíquenlo y
van a encontrarlo. Cuando alguien dice que le sucede algo de la índole de un goce muy desagradable, o sea algo que
tendría la virtud de convertirse en síntoma, si quieren verificar que el sujeto está más allá del individuo, hagan la pregunta
de Perogrullo que ya no se hace más –desde que existe la teoría del goce ya no se hace más–: la pregunta de cuándo
empezó. La teoría del goce obliga a pensar que el goce estuvo desde siempre —el goce no va y viene, es una permanencia.
Ésa es la desventaja de la teoría del goce. Es un Psicoanálisis muy pesimista, un Psicoanálisis que sostiene que
prácticamente nada puede hacerse. Nada puede hacerse porque es un goce... Y se considera que el goce es el “hueso”
de la Cosa... A mí, desde chiquito me enseñaron que no tiene hueso... ¡Pero, bueno! Dicen que la Cosa tiene hueso; yo
les garantizo que no. ¡Bué, hasta donde yo sé la Cosa no tiene hueso..! El objeto a no tiene hueso, no tiene un núcleo
consistente en su centro. Es cualquier cosa menos algo que pueda ser concebido como un núcleo consistente. Pero
observen Ustedes que si se lo supone, se lo supone desde siempre. Y al suponérselo desde siempre, se dejó de preguntar
“¿Desde cuándo?”. En Psicoanálisis, ya no se pregunta más “¿Desde cuándo?”. Se perdió la pregunta: “¿Desde cuándo,
el síntoma?”. Y la función de esta pregunta es justamente para encontrar las coordenadas históricas. ¿Y qué son las
coordenadas históricas? Si estaba estudiando, si iba al colegio, si trabajaba, si estaba casado o divorciado, si vivía con su
madre o si ya se había ido a vivir solo, etc. Es decir, todos los vínculos intersubjetivos que tenía. De modo que historia es,
necesariamente, intersubjetividad. No así en Freud. En Freud no queda tan claro. Como él produjo el esquema del aparato
psíquico y equiparó el aparato psíquico a ese registro de inscripciones, nos hizo creer que de lo que se trataba era del
rellenado de ese material con los elementos necesarios; y en realidad, para Lacan –me parece que clínicamente es mucho
más acertado– es recuperar el sistema de vínculos. O sea que recuperar la historia es: “Cuando el síntoma empezó, ¿qué
pasaba entonces?”. Uno puede descubrir, entonces, que no conviene decir tanto que “es obsesivo” o “es histérico” sino
que “el síntoma empezó cuando se casó”. Pero nosotros trabajamos con características individuales, trabajamos con el
sujeto como individuo. Es una mera Psicología.

LIC. PAOLA GUTKOWSKI: [inaudible].

A.E.: Lo que Lacan propone en LA DIRECCIÓN DE LA CURA es la rectificación de la relación del sujeto con lo real, en
el comienzo del tratamiento. Pero me parece que lo que está puesto en juego allí –o sea, lo que trae tu pregunta–, es las
coordenadas del inicio del tratamiento. Es decir, cuándo un paciente pasa a analizante. Me parece que remite a otra
cuestión, a qué hace falta concebir para entender la existencia de un analizante. Nosotros nos conformamos con la
existencia de malestar y queja con el malestar. Y creo que toda la reflexión que Lacan hace sobre la posición del esclavo,
en el sentido de la rectificación que propone hacer de la lectura que habitualmente se hace a partir de Hegel –de que el
amo goza y se queda, y el esclavo padece y es motor de movimiento–, porque Lacan dice que muchísima gente padece
y se queda con su padecer. Sufrir y quejarse no es sinónimo de analizante. Si no, el caso típico sería mi mamá... ¡No
conozco a nadie que sufra y se queje tanto como mi mamá!

INTERVENCIÓN: Vos, porque no conocés la mía...

A.E.: Puede ser, puede ser. No dije que no la hay... Mi mamá es de esas mujeres que hacen, por ejemplo, este
tipo de maniobras: si vos tenés un problema y se lo contás, ella sufre el doble que vos, por tu problema —¡te roba todos
los problemas..! Pero no por eso es analizante. Para que pueda considerarse entrada en análisis, hace falta verificar que
a partir del encuentro con el analista y el trabajo propuesto, haya un cambio en la relación con aquello que repite igual y
que es causa de sufrimiento y queja. No la sugestión, porque muchos dicen: “Se quedó pensando en lo que yo le dije, y lo
pasé al diván”. Eso es sugestión. Nos conformamos con un poquito de sugestión.

LIC. PAOLA GUTKOWSKI: [inaudible].

A.E.: Sí, si estamos esperando un cambio en relación con lo que repite igual, sí, yo esperaría olfatear algo nuevo.
Algo nuevo, siempre muy sutilmente planteado. Porque no hay que confundirlo con la cura, porque si decimos que es la
cura tendremos la paradoja que hay cura antes de la entrada en análisis. Y no vayan a creer que es ridículo, porque
muchos analistas creen que lo terapéutico es un ‘sorete’ infecto que en todo caso “viene por añadidura”, que “no es el
verdadero análisis”... Muchos consideran que es lo primero y que, luego, viene el verdadero análisis.

ANALISTA ANALIZANTE PACIENTE


Yo les propongo no poner aquí [entre paciente y analista, en el esquema] la cura. En todo caso, la cura también
coincide con el pasaje desde analizante a analista. No propongo que primero se resuelva el síntoma y que después, en
todo caso, haya algunas personas que quieran seguir por su deseo de saber, y se hagan analistas. Yo no verifico
clínicamente esa diferencia, no la veo justificada en términos clínicos.
Lacan dice todo una sola vez. Él mismo dice que todo lo que dice, lo dice sólo una vez; y que si nunca escribió
libros y dio seminarios es porque buscaba, en cada clase del Seminario, decirlo una vez y de una forma nueva. A propósito
lo hacía así. Lo cual no significa ‘chanterío’. Porque uno puede dar una descripción de este pizarrón desde esta perspectiva,
pero también puede describírselo de manera novedosa desde este otro lado, y desde atrás; y siempre se estaría dando
una descripción nueva, desde distintas perspectivas, del mismo pizarrón. ¿Por qué introducías esto, a esta altura, Paola?

LIC. PAOLA GUTKOWSKI: [inaudible].

A.E.: Advendrían distintos sujetos. Decilo aun más fuerte. Lo que nos escandaliza –no me nieguen que eso nos
produce escándalo– es la presión que sobre nosotros hace la noción de individuo. Lo que habría que agregar es que la
rectificación adviene cuando la pregunta da en el clavo. Uno puede preguntar “¿Cuándo empezó?”, y el paciente,
responder “Cuando me casé”, y que eso no le diga nada al paciente. Pero otras veces uno da en el clavo y, efectivamente,
eso sorprende. Y ahí sí ya empieza a haber una rectificación.

Otro problema, si advinieran dos sujetos a distintos analistas, ¿por qué podríamos decir que un análisis curó y el
otro no? Muchos de Ustedes deben haber hecho reanálisis o tener pacientes con reanálisis porque es muy frecuente la
clínica del reanálisis en Buenos Aires. Es muy frecuente. Y hasta hay pacientes que se disculpan por ser la primera vez
que hacen análisis. ¡Como si uno tuviera que analizarse muchas veces! Es tanta la locura psicoanalítica, acá, que si un
paciente no se analizó muchas veces, se disculpa... Pero en los casos de reanálisis, uno podría decir que el último fue
exitoso mientras que los otros fueron fracasados. Lo que estoy proponiendo pensar es que no siempre convendría
quedarse con distintos sujetos. También podríamos decir que no hubo análisis ni advenimiento subjetivo, es decir, el
analista no soportó de tal manera que se arme la escena como para que advenga el sujeto. Y muchos análisis no son tales
porque no adviene el sujeto. ¿Entienden lo que digo? Cuidado con conformarse –hasta Ustedes mismos como
analizantes– con que éste es un sujeto que ves en este análisis y en otro análisis es otro. Porque debería suceder que se
produzca un advenimiento subjetivo que produzca la solución de lo que en ese caso se trata de resolver. Lo que propongo
es que si un análisis es exitoso, es el último; que no se trata de que para este sujeto es así, y si se analiza con otro analista
es otro sujeto distinto, etc. Así, se infinitiza. Hubo una oferta de análisis, una demanda de analista, pero no hubo analista.
Y es muy difícil que haya analista —no hay nada más difícil que ser analista. Siempre el problema es cómo deviene alguien
analista. No es tan difícil el tema de cómo alguien deviene analizante. El asunto es cómo alguien deviene analista, y ahí
estamos de vuelta en la misma: si hay que analizarse, si no hay que analizarse, qué hay que analizar, qué no hay que
analizar, hasta qué punto del análisis hay que llegar, etc. Todos nosotros practicamos antes de analizarnos, ¿no? ¿Alguno
de Ustedes esperó a terminar su análisis para empezar a recibir pacientes? En general, no sucede. Y cuando sucede,
tendemos a desconfiar, diciendo que “son ‘obses’” que no van a empezar nunca. Con lo cual, como nosotros comenzamos
a atender pacientes antes de analizarnos, ahí se produce un problema enorme: cómo ser analista si uno no se analizó.
¿Todos nacemos con posibilidades naturales de ponernos en posición de analista? ¿O eso se adquiere en un análisis?
Es una polémica viva desde que Freud tuvo un colega con quien hablar. Pero Freud no se analizó. Es decir, si descartamos
que el único analista haya sido Freud –lo cual es posible, de modo que todos nosotros no seríamos más que payasos
copiones de un judío loco que hubo en Viena–, la idea es cómo alguien se hace analista. Cuando yo empecé con el tema
del Psicoanálisis –antes de mi acceso a Lacan–, en ese momento la única pregunta que se hacía era con respecto a los
“criterios de analizabilidad” de los que todos los ‘popes’ de la I.P.A. venían a hablarnos. Ni siquiera se preguntaban por el
problema del analista. Se preguntaba por las condiciones objetivas e individuales de alguien para poder analizarse. Si era
“muy actuador” o si tenía “poco superyo” no se podía analizar... Estoy hablando de hace veinticinco o treinta años atrás.
Ahora se pregunta si tiene ‘tela’... Es decir, el fascismo ha conquistado nuestras cabezas de una manera espantosa.
¿Entienden lo que quiere decir “tener tela”? Si ‘se hace la paja’ pensando en las mismas cosas que vos... Ahí ya no es
cómo ‘coge’, sino en qué piensa cuando ‘se hace la paja’. Si piensa en las mismas cosas que cuando vos ‘te pajeás’,
entonces “tiene tela”. Es el fascismo. El fascismo es la lógica del vínculo reinante. Contra el fascismo casi no quedan
límites. Y la Ciencia es eminentemente fascista, porque como la Psicología estandariza... Miren si será fascista el tema:
hemos descubierto, treinta años después, que las vacas yanquis traen colesterol, no las argentinas. Ustedes saben que a
los que tenían colesterol, en Argentina, les prohibían comer carne. Porque las vacas de ellos están criadas sin caminar y
con granos. Eso es colesterol puro. En cambio, nuestras vacas caminan por el campo –son más atléticas– y comen pasto,
es decir, son vacas deportistas y vegetarianas... ¡Si hasta con el colesterol nos tragamos el imperialismo yanqui, calculen
cuánto más los estándares de Psicología! Así que eso de “tener tela” es fascismo puro. Ése es el problema de no terminar
de entender, con Lacan, que todo orden simbólico es completo —nunca falta tela. En el deterioro más grande del peor
paciente esquizofrénico que Ustedes vean abandonado en un banco de un hospital, no falta ningún término y no hay
ningún problema de falta de elementos para operar con el problema que ese sujeto tiene. Quizás no quiere ‘coger’ con
Kim Bassinger pero eso no quiere decir que le “falte tela”.

Entonces, la clínica del caso por caso –que dice que no a la Psicología– implica restablecer un más allá de los
límites individuales para el caso por caso. ¿Cuál sería la estructura básica para albergar esa clínica? Se trata de establecer
la clínica del caso por caso, que a su vez implique que un caso se logra establecer cuando uno salió más allá de los límites
individuales, si no, no tenés un caso. ¿Cómo hacen los lacanianos? “Goce fálico y la mujer no existe” –o existe, nunca
sé cómo es–, etc. ¿Vieron cómo es? “El objeto es...”, ¿y qué va a ser? ¡ “escópico”..! Parece que el objeto siempre es
“escópico”... Siempre se dice “el objeto escópico, el goce fálico y un fantasma masoquista”... ¿No es así un caso? Eso es
un caso. En realidad, eso es el perfil psicológico de una persona. Quizás sea sabio y el mejor perfil psicológico que se
pueda hacer de una persona. No estoy diciendo que eso sea de poco valor. Quizás sea espectacular. Por eso, Lacan dice
que es tan terriblemente iatrogénico, porque los conceptos psicoanalíticos tienen una perspicacia y una posibilidad de ver
en la persona como ninguna otra teoría. Pero el problema es que individualiza más que nunca. Ahora bien, desde esta
perspectiva, el mejor dispositivo es también interindividual; o sea, tiene que ser no apto para el autoanálisis. Los tests son
aptos para el autoanálisis. ¿No pueden Ustedes aplicarse un Bender y luego evaluarlo? Pueden autoaplicarse un test de
inteligencia, salvo que sean tan ‘boludos’ que ni siquiera puedan aplicarse un test de inteligencia. Pero esta teoría
psicoanalítica indica que esto solamente puede ser trabajado con alguien, o que la estructura de lo que vos buscás es con
alguien. Es por eso que no hay autoanálisis. Porque lo que busca el psicoanálisis es establecer la lógica del caso que va
más allá de los límites individuales. Para que este más allá de los límites individuales advenga realmente en la escena,
hace falta que la escena no sea individual. El deseo del analista es lo que posiciona al analista en una escena así. El deseo
del psicoanalista es alguien que está disponible: “quiero, tómeme, me dejo ser el conforme su escena” . Y por eso es tan
difícil. En general, podríamos decir que ninguno de nosotros es apto para constituir cualquier escena —hay límites de
gustos, estéticos, morales, de edad, etc., que no nos permiten estar disponibles para hacer de partenaire para que advenga
el caso que es ir más allá de los límites individuales.

Ahora bien, ¿por qué Lacan sostiene que la verdadera concepción del sujeto impide que advenga una relación
sujeto-sujeto? Lo que Lacan propone es que la relación analizante-analista tacha, rechaza la relación sujeto-sujeto. En la
Psicología y en las Ciencias Humanas de la década del ’50, hay una notable primacía de la concepción de las relaciones
sujeto-sujeto. Con lo cual, no pierdan de vista que Lacan se está posicionando frente a las Ciencias Sociales y su forma
de concebir la subjetividad.
La propuesta de Lacan es que el sujeto siempre es uno, o sea que el sujeto se cuenta de a uno. Pero que, como
tal, adviene como uno en una escena siempre al menos dos. Y sabemos que, verdaderamente ............. [inaudible].............
es por eso que certificamos el Edipo, de Freud. Lacan dice que, en el Edipo de Freud, al menos es madre-padre-falo-niño,
ya en el Seminario 4. Es decir, hace falta al menos cuatro. Entonces, lo que Lacan propone –y esto ya no es un hecho de
concepción sino un hecho clínico– es que no hay escena en donde se trate de dos sujetos. No hay escena en que se trate
de dos sujetos. En cada escena es un sujeto. Si, por ejemplo, Ustedes quisieran analizar LA CARTA ROBADA desde esta
perspectiva, tendrían dos escenas en las que, en cada una de ellas, los personajes son cuatro –no hay que perder de vista
que uno de los personajes es una carta, no una persona; de ahí lo difícil de nuestro trabajo– pero si yo les preguntase cuál
es el sujeto de la primera o de la segunda escena, ¿qué responderían Ustedes? Ya queda claro que no son individuos, ya
no se trata de que la reina, el rey y Dupin son sujetos. Si así hiciésemos, contaríamos individuos o personas —llámenlos
como gusten, pero a mí me gusta llamarlos “personas”. ¿Cuál es el sujeto, entonces? Piensen, por ejemplo, en la segunda
escena: Dupin, el prefecto, el ministro y la carta. ¿Cuál es el sujeto? Si el sujeto se tratase del individuo, todos contarían.

LIC. PAOLA GUTKOWSKI: [inaudible].

A.E.: ¿Entienden lo que dijo Paola? Que el sujeto es alternativamente cada uno de ellos, cada vez.

INTERVENCIÓN: Los cuatro.

A.E.: ¿Los cuatro? ¿El sujeto son los cuatro? ¿O más bien, el sujeto es esta historia: “La Reina recibe una carta
de un amante y cuando entra el rey, intenta esconderla ante los ojos del ministro, quien a su vez dice «¡papita pa’ el loro!
Yo, a ésta, ¡la cago!»”? Piensen en la segunda escena: ¿quién sería el sujeto ahí? Lo que les propongo es que el sujeto
es este texto: “La Reina recibe una carta de un amante y cuando entra el rey, intenta esconderla ante los ojos del ministro,
quien a su vez dice «¡papita pa’ el loro! Yo, a ésta, ¡la cago!»”. Todo eso es el sujeto. Y ésa es nuestra dificultad. ¿Y por
qué la dificultad? Porque va más allá de los límites individuales. Ustedes querían poner el sujeto en alguien o en la suma
de los cuatro.
Entonces, lo que Lacan está proponiendo es que no hay más que un sujeto. Y de lo que se trata en cada análisis
es de un sujeto, porque sujeto se cuenta de a uno. Pero para nosotros es difícil de entender que el sujeto se cuenta de a
uno porque lo hemos identificado a individuo. Y, entonces, no somos capaces de entender que, por ejemplo, un paciente
psicótico significa un sujeto –uno y tan sólo uno– que atraviesa tres generaciones e implica, por tanto, al menos, seis o
siete personas. Con lo cual, tenemos al menos a los padres de la madre, a los padres del padre, el padre, la madre y el
paciente. ¿Cuál es el sujeto? Toda esa historia. Un sujeto es toda esa historia. Y para atrapar toda esa estructura del
sujeto hace falta poner, al menos, dos personas, y es por eso que no hay autoanálisis. El analista –el verdadero analista,
no el egresado de la Facultad de Psicología que quiere tener pacientes y que le ‘copa’ Lacan...– es aquel que se oferta en
cada caso a ir a ocupar ese Otro lugar necesario y mínimo para que esté dada la estructura del advenimiento del sujeto.
Porque, a partir de ese al-menos-dos, es donde van a poder empezar a replicar los otros al-menos-dos: el vínculo de ese
paciente con su padre, etc. Y, ahí, la pregunta ‘de cajón’ que el analista suele no hacer –y no entiendo por qué no la hace–
es: “Y su madre, ¿qué hacía?”. Con lo cual, entiendan que el papá tampoco es papá, tampoco es pensado como Uno, es
pensado en relación a su mujer y por qué esa mujer se posicionó así respecto de él: “¡Ah! ¡Porque Usted no sabe cómo
la trataba su madre a ella!”. Y luego nos preguntaremos por qué es que el padre de la madre, a su vez, dejó que eso
fuera así. ¡Es una estructura que es tan fácil, que es pueril! Lo que estoy proponiendo es que si no metemos al menos dos,
estamos diciendo que se establece de a uno. Y si se establece de a uno, no tendremos nunca un sujeto. Y aunque sea un
caso que queramos presentar distinto de todos, no será en la lógica del caso por caso. ¿Se entiende lo que digo? O sea,
si no pasamos de los límites individuales, tampoco tendremos lo particular de cada caso. Porque lo particular de cada caso
es ese sujeto. Y, si Ustedes quieren, coincide con “historia” porque es una historia. El problema con el que lidiamos
permanentemente los lacanianos es el entorpecimiento que nos hace, para trabajar con la historia, el hecho de que
operemos con la estructura. El que trabajemos con la estructura, creo que nos indica a todos que no hace falta trabajar
con la historia y que es pérdida de tiempo trabajar con la historia porque se trata de la estructura. Que no haya Otro del
Otro, que el goce fálico o que el objeto a no sé qué cosa, no me cuenta esta historia. Eso es como un pseudo-saber que
parecería fundamental y esencial pero que en realidad no te da siquiera las coordenadas del caso; solamente te da los
límites en los que el caso puede moverse. Pero el caso solamente adviene verdaderamente, cuando adviene el sujeto. Y
Ustedes solamente tienen sujeto cuando han ido más allá de los límites individuales. ¿Y cuál es el primer testimonio
palpable de que han ido más allá de los límites individuales? Porque no necesariamente sucede cuando el paciente habla
de la mamá. No por hablar mal de la mamá alguien logra ir más allá de los límites del individuo ya que, por ejemplo, puede
llegar a creer que la madre es un individuo.

Entonces, lo que les propongo es trabajar de esta manera: clínica del caso por caso que da caso singulares o
particulares. Para lograrlo, tenemos que ir más allá del individuo. Y para posibilitarlo y diagnosticarlo, el analista tiene que
estar en función de contar como Otro. Si el analista no cuenta como Otro, dentro del caso, Ustedes deben saber que aún
no se han producido las condiciones para que advenga el sujeto. Otra cosa es que advenga un analizante. El analizante,
precisamente, es alguien que ha abandonado la posición de paciente. Ése es otro problema: es cómo se vincula el
paciente, a partir del encuentro con el analista, con su sufrimiento. Y le exigimos una condición de novedad, un cambio.
Hasta que no advenga ese cambio... Es otra coordenada.

Bueno, hasta aquí, hoy.


LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS, LIC. ALFREDO EIDELSZTEIN
8ª REUNIÓN – 22/XI/2001
Bueno, la reunión de hoy estaba destinada a trabajar el texto de Kierkegaard, EL SENTIDO DE LA TRAGEDIA, sobre
Antígona. Pero, sobre eso, primeramente una cuestión metodológica: ¿alguien de Ustedes, aparte de Mónica,
tiene alguna versión del texto de Kierkegaard que no sea fotocopia de la que yo dejé en nuestra Biblioteca? No,
entonces son las únicas dos. Porque respecto del trabajo del texto, se acuerdan que yo les había propuesto,
en nuestra última reunión, no hacerlo entonces para así poder contar hoy con más lectura –yo incluido– y,
además, porque les había propuesto un trabajo de párrafo por párrafo. De hecho –que yo sepa– no hay ninguna
traducción ni ningún texto establecido últimamente. Mónica, ¿de qué fecha es la edición que vos tenés? Bueno,
la mía es de por ahí. Así que ambas son bien viejas, tienen más de cincuenta años. Que yo sepa no hay nada
más nuevo. De modo que sólo contamos con estas dos ediciones. Cuando comparé estas dos ediciones,
inicialmente, no parecía que hubiera gran disparidad entre ellas. Esta noche me voy a llevar la edición que tiene
Mónica para estudiarla un poco más detenidamente. Bueno, el original es absolutamente inaccesible porque
está en danés.
Les advierto que el tema de comentar el texto, parágrafo por parágrafo, es la consecuencia de mi edición.
Porque en la edición que tiene Mónica, los parágrafos no están divididos como en la mía; son todos puntos
seguidos, salvo puntos y aparte que son menos que los que tengo yo y que para colmo no están divididos con
doble espacio, tal como sí tiene mi edición. Para mi lectura, los dobles espacios son profundas fuentes de
localización de escansiones, siendo que la escansión, retroactivamente, te da el tema. Entonces, uno puede,
desde un doble espacio a otro doble espacio, preguntarse de qué se habla en ese parágrafo. Si vos no tenés
los dobles espacios, y tenés tres páginas seguidas, no podés hacerte la misma pregunta, es otra la pregunta
que te hacés. Con lo cual, el primer problema es que el comentario que voy a hacer hoy sobre mis veintiocho
parágrafos, será de acuerdo a la edición que yo tengo del texto de Kierkegaard, del que propondré trabajar casi
todos hasta el diecisiete. Una gran diferencia entre las ediciones de las obras completas de Freud de Biblioteca
Nueva y Amorrortu, es que –y de eso nunca se habla– Biblioteca Nueva no respetó los dobles espacios dejados
por Freud. Cosa que es una barbaridad porque no se pesquisan los cortes de tema. Y, entonces, no pesquisás
los temas. López Ballesteros lo tomó como que no existían los dobles espacios a pesar de lo cuidadoso que
era Freud con la letra.
Ésta es la última reunión sobre ética. Cuando retomemos, el año que viene, trabajaremos seguramente lo que
Lacan dice sobre Antígona en el Seminario 7 –y algunas otras cosas que diga sobre Antígona en otros
seminarios–, tal como les había propuesto la última vez. Y también, seguro, propondré al menos una reunión
sobre Steiner, porque es el único que propone una articulación neta entre el valor que tiene Antígona y una
transformación en la lengua —que es una idea, francamente, espectacular.

¿Por qué trabajar Antígona en un trabajo extenso –pero no tanto– sobre ética, y trabajando ética desde la
perspectiva de un problema en la dirección de las curas que nosotros sostenemos actualmente? O sea, ¿qué
valor tendría para nosotros revisar un texto de hace dos mil trescientos o dos mil cuatrocientos años, para
conducir curas hoy? ¿Cuál es la lógica? No sabemos de qué se trata, no somos tan cultos, pero suponemos
que el mundo moderno tiene profundas y esenciales diferencias con el mundo antiguo. Con lo cual, ¿para qué
nos serviría un trabajo tan profundo sobre algo que no pertenece a nuestra cultura y menos que menos a
nuestro tiempo? De hecho, en el trabajo de Kierkegaard que revisaremos hoy, llegaremos hasta el parágrafo
diecisiete, dejando por fuera a Antígona. Voy a aprovechar de este texto de Kierkegaard, todo lo que sería la
preparación que él propone a su desarrollo y recreación de Antígona. Todo el trabajo de Kierkegaard está hecho
en la lógica de qué relación guarda la relación de tragedia en la antigüedad con la noción de tragedia en la
modernidad. Y eso, ¿para qué sirve? ¿Para qué sirve la noción que uno tiene actualmente de algo, con una
noción que se tenía en la antigüedad? Uno podría decir que es una entre tantas y, para colmo, tan distantes en
el tiempo. En definitiva, ¿para qué vale la pena conocer o estudiar a los griegos? Hay versiones sobre ello. Por
ejemplo, nosotros hemos tenido la suerte de compartir una, la que nos propuso Nacho Steinberg: que convenía
conocer profundamente la lógica del desenvolvimiento de la sociedad griega porque, evidentemente, para
Nacho, era muy superior a la nuestra. Es decir, había localizado ahí un ideal. Y me parece que todos Ustedes
deben estar medianamente preparados para poner en tela de juicio la idea de que hay una sociedad mejor que
la otra. Afortunadamente, la desgracia del enfrentamiento de cierto fundamentalismo árabe con el imperialismo
yanqui nos ha dado la oportunidad de tener tres meses intensos para discutir el problema mayor: si hay
sociedades superiores y sociedades inferiores. Ustedes saben que fue una polémica, aunque los yanquis la
tengan muy aplacada porque les tocaron el culo. Pero en Europa se discutió bastante si efectivamente podía
sostenerse que Occidente es o no superior al mundo regido por el Islam, si el Islam es superior a Occidente, si
puede incluso preguntarse quién es superior a quién, etc. Quedó bastante claro que no es ésa la forma –que al
menos tenga cierto rigor científico– de estudiar una sociedad, esto es, comparala con otra en función de cuál
es la mejor.

Entonces, ¿cuál es el valor que tendría, hoy, para nosotros, pensar Antígona? ¿Cuál, el valor de estudiar
profundamente su mito y la versión de Sófocles sobre el mito? ¿Cuál sería el valor de tomar, por ejemplo, un
autor como Kierkegaard que, sea como sea, está bastante alejado de nosotros si bien las marcas que él dejó
en la Filosofía –existencialismo, etc.– son todavía fuertes en sus ecos? ¿Qué valor tiene todo ello, siendo que
no es para nosotros que el mundo griego es un ideal? En ese sentido, no entraré en la polémica con Heidegger,
quien propone que en la Grecia Antigua y Clásica el ser de la cosa está más directamente presente en el pensar
griego que en el nuestro, y que en transcurso del tiempo ha ido perdiéndose salvo en ciertas modalidades de
operación de ciertas lenguas —“casualmente”, en la época de Hitler, Heidegger llegó a descubrir que el alemán
se aproximaba mucho al ser de la cosa, mucho más que el francés, el inglés y el castellano... Una verdadera
“coincidencia” en el tiempo... ¡Qué casualidad! ¡Siendo que Heidegger era militante nazi! Militante ‘cagón’, pero
militante nazi a fin de cuentas. Cuando lo convocaron al frente de batalla, dijo “No, lo que pasa es que yo soy muy
intelectual”... Para colmo, ¡’arrugó’! Pero esto también implica bastante a Lacan porque para él la verdad está
más cerca de la alétheia que de la vérité. Ésos son problemas agudos y que, al menos en Lacan, me parece
que la idealización de la sociedad griega antigua y clásica no se verifica. Y, entonces, ¿para qué conocerla? La
idea es la siguiente. A mí me produjo un impacto cuando me di cuenta de esto: Jakobson dice, en su trabajo
sobre las afasias, que el Yo es la última partícula que se aprende y la primera que se pierde en las afasias.
¿Recordaban esa frase, no? Pero, ¿en la Grecia Antigua? En la Grecia Antigua no tenían la noción de “Yo”.
Entonces, ¿en la Grecia Antigua? ¡Las pelotas de Mandinga! ¡Se te va todo al carajo! ¿Qué? ¿No eran ellos
seres humanos? ¿No eran sujetos humanos hablantes completos? ¿O les faltaba algo en el aparato p síquico
de Freud? Freud, tanto como Jakobson, se fueron al carajo. De la mano, los dos juntos se fueron al carajo.
Porque si hay fechados textos de antes del “Yo” en el griego, y textos de después del “Yo” en el griego, la
pregunta es: Don Sigmund, ¿y el aparato psíquico de los de antes del “Yo”? ¿Les faltaba un ‘cacho’? ¿Era un
lavarropas sin centrifugado? Porque el aparato psíquico es una máquina, como una heladera. ¿Entienden el
problema? Que cuando nosotros decimos que el Yo es lo último que se adquiere en la lengua y lo primero en
perderse en las afasias, siempre olvidamos de decir “en Occidente”, “en las lenguas modernas de Occidente”.
El hiperformalismo que muchos le critican a Jakobson –de la que nosotros somos totales herederos– sólo es
aplicable en las lenguas modernas europeas, y no así en China y Japón. Quiere decir que condensación y
desplazamiento son leyes fundamentales del lenguaje, “de las lenguas modernas herederas del indoeuropeo
en Europa y en todos los países conquistados por Europa”, pero no en china y en Japón. Quiere decir que
cuando estos sujetos hablan de “la” estructura del lenguaje, en realidad están haciendo una maniobra típica de
imperialismo occidental.

Ya les hablé varias veces –y está descrito por muchos autores, fundamentalmente historiadores– de cuál es el
prejuicio característico de Occidente: las cosas son tal como las concebimos nosotros. Y esto olvida límites
temporales y espaciales. Entonces, todo lo que a nosotros nos resulta anómalo y raro como consecuencia de
comparación de los patrones que reinan en Occidente. Con lo cual, el problema es que esta no limitación
témporo-espacial hace que Occidente olvide lo Otro. Ahora bien, que Occidente olvide lo Otro no significa que
para nosotros casi no son seres humanos los “negros de mierda del África o los “negros de mierda de acá que
son más negros de mierda que aquéllos”... Entonces, lo que les propongo es que sin darnos cuenta, el
verdadero prejuicio de Occidente –y esto estaba ya un poco estudiado por Freud– es el Ideal del Uno —
Occidente idealiza el Uno y se propone como paradigma del Uno. Ustedes saben que Freud estudió un poco
este problema y que, para él, es a consecuencia de la torsión que aplicó el Cristianismo al monoteísmo hebreo.
El monoteísmo hebreo se caracteriza –según Freud– por “nosotros somos distintos”; o sea, “nosotros somos
los únicos que creemos en Yahvé”, ya que jamás se postuló que no hubiese otros dioses. Los hebreos se
caracterizaban por creer sólo en Yahvé. Jamás a Yahvé se le ocurrió decir que no hay otros dioses, y miren
que era Yahvé, ¡decía cada cosa! Nunca dijo eso. Y a eso, Freud propone estudiar la inversión que le produce
el Cristianismo porque el Cristianismo fue el que llevó a cabo un “todos como nosotros”, que es otra forma
distinta de implicar el monoteísmo con respecto al “nosotros, distintos a todos”. Es por ello que para Freud se
hace bastante consistente el antisemitismo, porque el judío se posiciona como excepción. Entonces, convoca
a reprimir esa excepción especialmente a partir de que el Cristianismo se convierte en la religión del imperio y
donde, entonces, retorna un “todos como nosotros”. Y es por eso que la conquista española, en tanto que
cristiana –en tanto que cristiana–, se caracterizó por liquidar cualquier esbozo de otra religión, de una manera
sumamente imperialista. Podríamos decir que, en ese sentido, la virtud de estudiar a Grecia es que Grecia nos
aporta una aproximación a lo Otro. Ustedes vieron que en las décadas del ’50 y del ’60, los estudios
antropológicos tuvieron un notable entusiasmo por las poblaciones de la Polinesia, pero con la diferencia que
la Polinesia es, para nosotros, absoluta Otredad, siendo que la Grecia antigua es lo Otro de nosotros mismos.
De todos modos, uno podría decir: “O.K., todo muy lindo, ¿pero por antiimperialismo es que vamos a estudiar a la
Grecia antigua? ¿Por qué? ¿Porque nuestra posición es la del anti-Uno?”. ¿Por qué habría que ser anti-Uno? ¿Qué?
¿Tendríamos que hacer uno estudio de que con el Uno se vive peor y que rechazando al Uno se v ive mejor?
¿Quién es capaz de decir eso? Así, caeríamos en el primer problema: el de si hay sociedades inferiores y
superiores —las sociedades del Uno serían inferiores a las sociedades del al-menos-dos. ¡Es ridículo! No se
puede hacer. La idea es –y por eso estoy proponiendo esta lógica en la ética para el Psicoanálisis– si el
Psicoanálisis, en Occidente, no es una posición occidental destinada a rescatar el reclamo por sufrimiento
causado por el Uno en el seno de Occidente: lo Otro. O sea, la idea es ésta: ¿por qué hay psicoanálisis? Lo
hay por dos motivos y conviene que nunca olvidemos que son dos; todo el mundo cree que es por un solo
motivo. Pregunten al primer ‘tachero’ que encuentren quién es Freud. Se va a dar vuelta y dira: “¡El Padre del
Psicoanálisis! ¿Quién no lo sabe?”... De manera que el primer motivo por el que se cree que hay psicoanálisis es
porque Freud lo parió, porque hubo un padre que parió eso. Y, efectivamente, para eso se cree que hay padre
—para justificar de dónde viene algo. Pero, francamente, hubo un montón de ‘chabones’ que parieron un
montón de ‘boludeces’ que nunca llegaron a ningún lugar, en tanto que esta ‘boludez’ creada por Freud nos
tiene convocados, al menos a nosotros, ciento veinte o ciento treinta años después, en una cultura tan distinta
de la de él. Con lo cual, es porque Freud lo inventó pero también porque respondió a un demanda tácita de la
sociedad. Es decir que la idea que yo pongo a trabajar es que hay psicoanálisis porque hacía falta. Y si no lo
hubiese inventado Freud, lo habría inventado otro ‘chabón’. Quizás no habría sido el mismo psicoanálisis pero
sí habría sido psicoanálisis, porque lo que propongo es que la cláusula del éxito es que había una demanda
tácita. Y, ¿en qué consistía esa demanda tácita? Propongo pensar que consistía en el rechazo, por parte de
cierto sector de la población occidental, del imperio del Uno. Pero no del imperio del Uno a nivel político sino
del imperio del Uno a nivel subjetivo. O sea, el psicoanálisis existe porque hubo sujetos que no pudieron de
ninguna manera aceptarse como individuos. Y, evidentemente, tienen que ser las histéricas —¿quiénes, si no
ellas?

DRA. IRENE EIZYKOVICZ: Me llama la atención porque cuando vos decís que se ubica al padre para justificar de
dónde viene algo, es la misma formulación de una clínica del padre y de una clínica más allá del padre.

A.E.: Claro. Lógicas, hay pocas, eh. Si uno las pesquisa bien, siempre son pocas y los encadenamientos
causales se arman muy bien. Y esto, evidentemente, arma clínicas. La ética que yo propongo –ya lo saben, al
menos quienes pudieron seguir algunas de estas reuniones– va en contra de aceptar que toda condición
subjetiva está alojada en lo que se entiende por individuo. Lo que propongo es que cierta dimensión de la
condición subjetiva no entra en lo individual. Y ésa es la condición de la cual se hace cargo la práctica analítica,
según postulo yo. Aunque si uno verifica lo que hacen los practicantes, es justamente todo lo contrario... Más
aún, esto se reprime. Y si se lo tiene que reprimir, por algo será, aunque nunca se lo piensa, ya que es la
mayoría de los analistas la que dice: “Bueno, bueno, todo muy lindo, pero basta de quejarse tanto y de hablar del otro:
aquí se trata de hablar de Usted”... Habitualmente, eso entra como represión porque, por lo general, los pacientes
vienen a hablar del otro. Mi propuesta es que el psicoanálisis existe porque la condición subjetiva requiere
esencialmente de esta dimensión de Otredad en sí mismo. Y lo que descubrió Freud es eso. Desgraciadamente,
por lo cánones de su época, llamó “inconsciente” a lo Otro que constituye al sujeto, volviéndolo a poner del lado
de la conciencia. Con lo cual, una vez que Freud murió, los practicantes dijeron: “Bueno, entonces, que tome
conciencia”. De modo que la maniobra fue totalmente contraria. Y, en esto, el relevo lo produce, francamente,
Lacan, cuando le da estatuto esencial a lo Otro en el sujeto.

Bien. Me van a matar y no lo van a poder creer: antes de empezar con Kierkegaard –más de uno se preguntará
si a mi mujer le hago lo mismo...–, me gustaría que sientan, que experimenten, que hagan algún mínimo
trayecto. Les traigo dos series de citas breves y bien justificadas, de dos textos que me propuso Pablo Peusner:
uno de ellos es LIBERTAD Y COMPULSIÓN EN LA ANTIGUA GRECIA, de Conrado Eggers Lan. Y el otro es
INTRODUCCIÓN HISTÓRICA AL ESTUDIO DE PLATÓN, del mismo autor, y que parecería a priori un poco más alejado
de nuestro tema, aunque verán que no es tan así ya que el capítulo al que haré referencia se llama «El Despertar
de la Individualidad». Este capítulo –el número tres– es sumamente contradictorio. Hoy, habría que entrevistar
a Conrado para mostrárselo y cagarse de la risa junto con él... porque lo que él propone es que el Yo surge e
indica el momento de su surgimiento. Se puede decir cuándo surge el Yo. En estos textos no está, y en estos
textos griegos antiguos sí está. Pero, increíblemente, es tan hijo de su época –Conrado–, que dice el
“despertar”. Si es “despertar” es porque estaba de antes. ¡Es terrible! ¡Esto es como el virus del SIDA: si no se
te mete por delante, se te mete por detrás! Hay que estar cuidándose todo el tiempo; te distrajiste una vez y,
¡púmbate! No es “El Despertar” ya que no estaba de antes y no hay ninguna condición natural para que la
evolución del orden simbólico hubiese llevado a la individualidad. Es un registro histórico: se pasó de la
subjetividad entendida como no Uno, hacia la subjetividad entendida esencialmente como Uno que,
correctamente, se llama “individualidad”.

Paso entonces a la cita que yo quería que escuchen, que está en la página 29 de este libro:

«Es indudable que la poesía lírica jónica, desde Arquíloco por lo menos, con toda su carga de intimidad y expresión de
un yo que pugna por asomarse al lenguaje, constituye el punto central de esa “época del despertar de la personalidad”;
punto ya pronunciado por Hesíodo quien, a diferencia de los poetes homéricos, habla de sí mismo en sus poemas y
aparece como individuo».

Y en la página 30, dice:

«Ya en un ensayo de 1884, Federico Engels destacaba dos características esenciales del Estado, dadas en Atenas
cuando menos a partir de Clístenes: “En contraposición con la antigua organización gentilicia, el Estado se caracteriza,
en primer lugar, por la distribución de sus integrantes según la región”; más atrás fundamentaba históricamente este
aserto: “Clístenes, en su nueva constitución, ignoró las cuatro tribus antiguas basadas en clases y fratrías. En su
reemplazo, dispuso una organización nueva sobre la base de la distribución –ya intentada por Solón en las naucrarias–
de los ciudadanos sólo según el lugar de su residencia. Ya no era más la pertenencia a una tribu la que decidía, sino el
domicilio».

Y esto último se verifica en el Censo que padecimos todos hace algún tiempo. ¿Vieron cómo se hizo el Censo?
¿Quién era censado en cada domicilio? Quien durmió la noche anterior en ese domicilio... ¡Es el colmo! No el
censo, porque el censo ya se hacía en tiempos de Roma. Pero observen Ustedes que, en el desarrollo
sociopolítico, empieza a ser considerado cada sujeto ya no como miembro de una fratría –como en TÓTEM Y
TABÚ– sino como individuo, dado que cada uno es contado según el lugar en donde vive. Según el lugar en
donde vive, cada uno vale por uno. Ése es un movimiento sumamente interesante para nosotros porque es una
de las bases del surgimiento de la noción de individuo. Con lo cual, observen que no se trata de un “despertar”
de una individualidad, sino la consecuencia de una evolución que es la Polis.
Para aquellos de Ustedes que conocen algo de mis elaboraciones acerca de Thémis y Diké, fíjense si yo
hubiese conocido antes el siguiente párrafo:

«La segunda característica básica para Ehrenberg está conectada con la primera: la sustitución de la thémis (o justicia
tribal, lícita por provenir de un noble, aunque puede mostrarse como ilícita y, en ese caso, “no thémis”, si sus
consecuencias se acreditan inadecuadas para mantener el dominio de dicho noble) por la diké, o justicia de la Polis [...]
“el individuo fue reconocido como unidad legal, aparte de su clan. Por primera vez se estableció el derecho de cualquier
ciudadano a iniciar acción legal contra un criminal, en lugar de que ésta fuera, como hasta entonces, prerrogativa exclusiva
de la familia o del clan de la persona perjudicada”».

¿Entienden? Si alguien ‘se cogía’ a tu hija, era el clan el que había sido afectado y no vos como padre, ni
siquiera si hubiesen matado a la niña. Recuerdan toda la polémica que yo planteo con la metáfora paterna y
que el padre representa la ley; lo que propongo es que no hay que confundir Thémis con Diké, dado que la ley
del padre es Thémis y no Diké. Miren si yo hubiese tenido, entonces, esta articulación tan precisa. Porque,
efectivamente, Thémis –como ley del padre– posiciona a cada individuo como sujeto dentro de un linaje y, al
menos, en un sistema tripartito. Fui a la presentación del libro SUPERYÓ Y FILIACIÓN, en el que se plantea todo
lo contrario: se confunde la ley que opera para el psicoanálisis con Diké; y todos los casos con los que trabajan
el superyó son de asesinos seriales, el cabo Lortie, las hermanas Papin, todos casos de crímenes. En el libro
se fundamenta que el crimen está en función de la falla del padre. Y, ahí, lo que hacen es confundir la ley del
código –Diké con Thémis–, que es la ley que corresponde porque es la ley de la fratría, o sea, es la ley que
organiza la vida comunitaria en la misma medida en que organiza la realidad.

No están hoy aquí las personas que más se apoyan en, por ejemplo, el libro de Diana Rabinovich sobre EL
DESEO DEL PSICOANALISTA, LIBERTAD Y DETERMINACIÓN EN PSICOANÁLISIS. Observen Ustedes que hay un
problema con el concepto de libertad planteado en este libro (a más de que se plantea allí la existencia de cierto
“margen de libertad” aparentemente propuesto por Lacan, y del cual –que yo sepa– Lacan jamás ha hablado),
en el mismo proceso que yo les marco entre sujeto e individuo. Paso, entonces, a leerles un pasaje de LIBERTAD
Y COMPULSIÓN EN LA ANTIGUA GRECIA:

«Además, la palabra “libertad” aparece con una connotación no individual sino colectiva, social hasta Heródoto, el
historiador, o quizá Píndaro, por lo menos hasta donde sabemos (tal vez diez o veinte años antes que Heródoto, ambos
en el siglo V)».

Antes del siglo V, jamás a nadie se le ocurrió que había libertad individual. Lo que era libre –o no– era el Pueblo,
la fratría, el clan o la familia. Pero jamás a nadie se le ocurrió postular la existencia de una libertad individual. Y
si no estudiamos esa diferencia, podemos estar sosteniendo lo que nos parece más propio de la estructura del
sujeto, cuando en realidad es un ideal de la época. Para colmo, un ideal de la época que va en contra de lo que
busca el psicoanálisis. Y por eso toda mi introducción, porque uno podría preguntarse: “¿Y qué? ¿Qué hay con
que uno haga algo que vaya a favor de los ideales de la época? ¿Acaso alguno de los que están aquí a veces no quiere
tener ‘guita’, ‘coger’ bien y tener una familia?”. Bueno, uno descubre a veces en sesión que no todo el tiempo uno
quiere eso... De todos modos, ¿cuál sería el problema con eso? El problema, justamente, está en que el
psicoanálisis se hace cargo de aquello que no se adecua, por estructura del sujeto, a los ideales de la época,
entre ellos: la noción de individuo entendido como que cada cuerpo implica una subjetividad.

PREGUNTA: [inaudible].

A.E.: Vamos a discutirlo detalladamente. Y escuchen ésta, de la página 22 (se está refiriendo a un autor):

«Hace mucho hincapié en la muerte, y eso va a ser importante para el concepto de libertad que, como puede observarse,
aparece en situaciones en que es negada».

O sea, no solamente que la libertad no necesariamente es libertad individual –es decir, no necesariamente es
siempre como la Revolución Francesa lo propone–, sino que para colmo, a veces, en ciertas estructuraciones
socioculturales, solamente vale cuando es perdida y jamás cuando es buscada. Esto es, se puede llorar por la
libertad perdida y obviamente que Eneas, luego de la caída de Troya, puede llorar por la libertad perdida pero
jamás él producirá ningún acto, jamás propondrá la creación de Roma para lograr de vuelta la libertad.
¿Entienden Lo que digo, siguiendo a estos autores? Que la libertad tan sólo figura en ciertas estructuraciones
culturales como algo que se pierde pero jamás como algo que se busca, porque solamente aparece cuando no
la hay.

Paso a leerles la última:

«Ahí la libertad de Agamenón ha encontrado sus límites en una causa externa, en un origen externo que no lo exime de
responsabilidad. Él no dice que le quita la libertad, eso lo interpreto a través de lo que él dice al decir “yo me hago cargo
pero ojo que no fui yo quien empezó esto sino que a través de mí fueron Zeus, la Moîra y la Erinia”, de manera que ahí
estamos en un concepto de libertad, limitada aun para el supremo ánax terrestre; “terrestres” porque los dioses también
son ánaktes, son señores, y Zeus es el supremo ánax de los dioses y aunque es el supremo ánax entre los dioses también
tiene límites su propia libertad».

Vieron que Agamenón dice “sino que a través de mi fueron Zeus, la Moîra y las Erinias” (las Erinias son
divinidades más antiguas, más poderosas, menos definidas, más negras), pero observen Ustedes que en ese
mundo –es claro, en el mundo politeísta, en el que dios no es uno– ni siquiera el Supremo Señor, el Amo
máximo es verdaderamente amo y pleno dueño de sí mismo. Con lo cual, observen que siempre que hay
libertad, aun para los dioses, es una libertad limitada.

Bueno, ahora sí: Kierkegaard. Yo no sé nada de él, no conozco nada de su biografía, ni soy un especialista.
Así que vamos a trabajarlo como un texto cortito y acotado. Y toda la lógica que desprenderemos del texto será
un intento de encontrar las preguntas que plantea y las respuestas en el mismo texto, origen de las preguntas.
Tal como si fuese un material clínico. Es la misma lógica. El material es éste y entonces todas las preguntas
que el marial nos proponga deben encontrar al menos el esbozo de sus respuestas en el mismo material.
Como les decía, de Kierkegaard, al menos hoy, no haré hincapié en Antígona –salvo alguna intervención de
Ustedes– ya que ni siquiera creo que lleguemos a los parágrafos finales en los que él inventa su amada
Antígona. Y ni siquiera voy a proponerles que el eje del trabajo –aunque va a encaminarse por ahí– vaya a ser
establecer qué es lo “trágico verdadero” –tal como lo llama Kierkegaard en la traducción que yo tengo– sino
que mi propuesta será que intentemos establecer a partir de estas páginas la concepción de sujeto que
Kierkegaard propone.

Bien, para aprovechar un poco la mística en la que vivimos, les recuerdo dos renglones del Seminario 11 de
Lacan, de su clase 5, en el apartado 3:

«Freud encuentra así la solución del problema que, para el más agudo de los interrogadores del alma antes de él -
Kierkegaard- ya se había centrado en la repetición».

Ustedes pueden revisarlo. El 99% de las veces en que Lacan habla de Kierkegaard –una o dos veces lo hace
hablando del origen del existencialismo–, hace hincapié en la teoría de Kierkegaard de la repetición (dicho sea
de paso, hasta donde yo lo entiendo, el concepto lacaniano de represión es lo contrario de lo que propone
Kierkegaard, así que eso es una catástrofe...). Pero, sea como sea, Lacan designa a Kierkegaard como “el más
agudo de los interrogadores del alma” antes de Freud. ¡El más agudo de los interrogadores del alma! Es cierto:
Lacan es quien produce este tipo de frases pero aunque sean en asociación libre, tiene un valor de verdad. Y
eso significa que más agudo que Sócrates, más que Platón o Aristóteles... “El más agudo de los interrogadores
del alma” hasta Freud.

Voy a trabajar parágrafo por parágrafo. En el primer parágrafo, cuando Kierkegaard dice:

«Si alguien afirmara que lo trágico continúa siendo lo trágico...»

Lo que propone es que lo trágico continúa siendo lo trágico, pero en el mismo parágrafo indica una diferencia
esencial entre lo trágico moderno y lo trágico antiguo.

«...lo trágico continúa siendo lo trágico, hay una diferencia esencial entre lo trágico moderno y lo trágico antiguo»

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Lo trágico sigue siendo lo trágico o hay una diferencia “esencial”? Bueno, es
ésa toda la lógica con la que trabajaremos todo el tiempo. Increíblemente, se parece muchísimo a la dialéctica
hegeliana. Este párrafo es inmensamente dialéctico. En la versión que tiene Mónica aparece el término
“dialéctica”. Toda la obra filosófica de Kierkegaard va en contra del sistema hegeliano. Pero este párrafo es
eminentemente dialéctico, en donde propone una síntesis —la tesis es: lo trágico sigue siendo lo trágico; la
antítesis es: lo trágico moderno no es lo mismo que lo trágico antiguo; y finalmente la síntesis es: sí y n o. De
modo que trabajaremos qué de sí, y qué de no.
El parágrafo 2, que en mi versión empieza así:

«Frente a semejante esfuerzo unilateral...».

vean Ustedes que, allí, lo primero que va a criticar Kierkegaard es el “esfuerzo unilateral” de aquellos que
intentan separar lo trágico antiguo de lo trágico moderno. En realidad, la idea que él propone es que toda
variación –por profunda que sea– de un concepto, se da en el seno mismo del concepto —una idea sumamente
dialéctica. Y en este mismo parágrafo, sostiene que hay una definición canónica, de Aristóteles, para establecer
qué es lo trágico, pero que para Kierkegaard tiene un enorme defecto: son definiciones demasiado generales.
O sea que, Kierkegaard propone que las definiciones de Aristóteles no son lo suficientemente específicas para
establecer la esencia del concepto de lo trágico, de tal manera que pesquisando la esencia de ese concepto
pueda trabajarse la diferencia esencial entre lo trágico propio de la antigüedad y lo trágico moderno. ¿Se
entiende la idea?
En el tercer parágrafo, que en mi versión comienza así:

«Si un tratadista de estética al viejo modo dijera que la comedia presupone los caracteres y la situación...»

lo que propone Kierkegaard es que lo que se tiende a concebir como comedia –recuerdan Ustedes que
“comedia” y “tragedia” son conceptos de teatro antiguo– presuponiendo caracteres y situaciones. Si vos querés
pensar caracteres o situaciones, podés pensar a los hermanos Marx o a Los Tres Chiflados en una película.
Los Tres Chiflados son tres caracteres (Moe, Larry, Curly) y cada película es una situación (cuando son
mayordomos de una casa, cuando trabajan de mecánicos, cuando van de vacaciones, etc.).
En este parágrafo, Kierkegaard propone que son demasiado laxas las situaciones que pueden encuadrarse
como “situación”, y demasiado laxos los caracteres que pueden encuadrase en “caracteres”. De manera tal
que, así, no obtendríamos una buena definición. Y é propone una definición bastante operativa, práctica y
sencilla: que la comedia es fuente de risa y la tragedia es fuente de llanto. Hay un problema neto y gravísimo
en este párrafo: Kierkegaard desconoce la distinción entre lo cómico y el chiste, ya que hay otra fuente de risa
que es el chiste que para nada pasa por lo cómico, ni tiene nada que ver con caracteres ni situaciones —el
chiste tiene una materialidad de lenguaje. Con lo cual, uno puede perfectamente reírse de un chiste bien
logrado, que juega tan sólo con relaciones entre palabras, es decir que no requiere de caracteres ni situaciones,
y es igualmente fuente de risa. No hay que perder de vista que, en eso, Freud fue más agudo...............

[Cambio de cinta]

............... pero nos quedamos con eso: fuente de risa y fuente de lágrimas. Y en el parágrafo 4 (para nosotros
crucial –lo anterior es preparatorio–) directamente Kierkegaard nos propondrá algo de la índole de lo trágico
verdadero. Va a empezar a establecer qué es lo trágico verdadero. Y si tuviésemos la fórmula de lo trágico
verdadero, entenderíamos Antígona, sería la esencia de Antígona. Y, teniendo lo trágico verdadero, podríamos
tratar de establecer, con él, cómo lo trágico moderno reasume lo trágico verdadero de lo trágico antiguo. Hay
que poseer la esencia de lo trágico, de lo específicamente trágico, para poder establecer la torsión entre lo
moderno y lo antiguo de las versiones de lo trágico. Así, en este parágrafo, Kierkegaard propondrá lo siguiente:

«Por otro lado, demostrando esto me consideraré satisfecho ya que dicha restricción está impuesta por el mundo
contemporáneo que evoluciona mucho más en el sentido de lo cómico que en el sentido de lo trágico»

Quiere decir que, para Kierkegaard, no solamente hay una forma de especificar al mundo contemporáneo sino
que se especificará por hacia dónde tiende. Entonces, dirá que el mundo moderno tiende a lo cómico. No sé,
yo siempre, de todas las situaciones, ¡siempre encuentro ejemplos en la Argentina! Pero encontrando ejemplos
en la Argentina, no sé si estoy dando un ejemplo canónico o si estoy trabajando con un ............... Tal como
hacen los lógicos como Kriepke: “Supongamos un mundo posible en donde sucediera que hay tres sexos para la especie
humana, en lugar de dos. ¿Qué sucedería?”. Bueno, Argentina es como ese mundo posible porque acá todo sucede
de tal manera. Pero, ¿acaso en Argentina, quién de Ustedes hoy no está sumido por las preocupaciones
terribles que estamos padeciendo que pueden perfectamente ser connotadas como la “tragedia” argentina? ¿Y
quién de Ustedes no se da cuenta que la tragedia argentina tiende a lo cómico? ¡Enciendan la TV! ¿Qué tipo
de personaje es De La Rúa, trágico o cómico? ¡Absolutamente tragicómico! ¡Es cómico todo el tiempo! ¡Es un
payaso! La tragedia argentina tiene una connotación cómica notable por la disparidad. Nos estamos yendo al
carajo a un ritmo increíblemente veloz y, precisamente, lo sorpresivo de la Argentina es el ritmo al que no es
estamos hundiendo día a día. Y, sin embargo, tiene una manifestación cómica. Todo el tiempo es cómica. El
fascista este que está a las doce de la noche, Hadad, tiene un muñequito, un arlequín o un payasito –porque
es un payasito– que es el presidente... ¿Se acuerdan aún de Menem? ¿Se olvidaron ya de él? ¡Porque se les
va a venir por el ‘orto’ ya, de vuelta..! ¡Más vale que lo recuerden, eh! Si Alfonsín volvió como presidente de la
U.C.R. –¡es un grano en el ‘orto’!–, ¡ahora este otro también va a volver pero como presidente del país!
¿Recuerdan de los primeros años del mandato de Menem, que nos reíamos todo el tiempo de él? Mi hijo todavía
se ríe: el primer chiste político, cultural y social que mi hijo recuerda y todavía no puede llegar a olvidar –¡pobre,
es argentino!– es cuando Menem dijo que sus libros de cabecera, que tenía sobre su mesita de luz, eran los
libros de Sócrates... ¡¿Se acuerdan de eso?! ¿Saben que en Estados Unidos, antes de la guerra contra el
Talibán, no hacían más que cagarse de la risa de Bush? Es lo que dice Kierkegaard, en este libro, de cómo
son los políticos —son personajes cómicos, no son trágicos. O sea que –y realmente, esto tiene una anticipación
notable– el mundo moderno tiende hacia lo cómico en vez de tender hacia lo trágico. Esto, en Lacan, no está.
Lacan dice que la esencia propia del deseo es una esencia trágica, que la experiencia analítica tiene una
dimensión trágica pero no lo tensó con el problema de la época. Y uno podría preguntarse: “Pero ¿por qué tiene
que ser una tragedia el análisis de uno? ¡Bastante tragedia tengo yo fuera del análisis!”. No hace falta ir a análisis para
que sea tragedia. Lo que Lacan está proponiendo –sabiéndolo o no– es que en análisis se recupera aquello
que la tendencia social reprime. Porque al hacer de De La Rúa un personaje cómico, se está reprimiendo la
dimensión trágica de su personaje. El personaje mismo, en vez de ser un personaje trágico, es notablemente
cómico. Muchos se enojan, pero en general la gente se ríe de Alfonsín, cuando recuerdan su “Felices Pascuas,
la casa está en orden”. Y habría que ver si los musulmanes se ríen de Osama Ben Laden... ¿Ustedes creen
que ellos se ríen? A mí me parece que es eso es un tema Occidental. ¿Ustedes creen que los árabes se ríen
de esos tipos? En 1815, Kierkegaard vivía en una época de máximo Imperialismo, una época en que ni se sabía
que había otro mundo, una época anterior a todo el desarrollo de las ciencias sociales, antropológicas,
lingüísticas, etc.
Entonces, tenemos delineado nuestro mundo (occidental). Nuestro mundo tiende más a lo cómico que a lo
trágico. Con lo cual, un testimonio de ello es la risa –y, efectivamente, nosotros nos reímos en vez de llorar–
como respuesta a la tendencia del mundo. Vieron que los máximos y más agudos críticos de las situaciones
sociales tienden a ser los humoristas; pero lo presentan todo en forma de risa. Uno se sonríe cuando lee una
hoja de Mafalda. Pero más allá de que tienda a la risa o que tienda al llanto, intentaremos establecer cómo se
especifica este sentido de lo trágico y el sentido de lo cómico.

«Toda nuestra existencia está minada por la duda sobre la realidad y el valor del individuo y de esta duda extrae el
aislamiento sus ventajas»

Con lo cual, el verdadero problema que plantea Kierkegaard –el resto del texto lo demuestra– es el aislamiento.
El aislamiento, base de la individuación, toma su fuerza de una duda moderna. ¿Cuál es esa duda moderna?
La duda es sobre la realidad y el valor del individuo. ¿Hace falta explicarlo o lo tienen en la piel? No sé por qué
pero siempre se me ocurren ejemplos de Argentina... El “Riesgo País” ya llegó a 80.000 puntos o algo así... ¿A
cuánto estaba hoy? Bueno, supongamos que estaba a tres mil doscientos puntos. Yo podría decirles que el
“Riesgo País” es la evaluación de nosotros como pagadores de nuestra deuda. Tenemos una pésima
evaluación. Con lo cual, eso es proporcional a la tasa de interés que nos cobran. Somos malos pagadores, casi
al borde de la quiebra. Pero también yo podría decirles –y tengo una buena data en el Ministerio de Economía–
que en realidad son cuatro o cinco enormes grupos financieros que a propósito están produciendo especulación
porque han apostado al dólar futuro y están haciendo que estalle todo. ¿Entonces cuál de las dos es? ¿La
primera o la segunda? Bien, ésa es la duda de la realidad. ¿Ustedes creen que porque un avión pase por aquí
así, y otro pase a los tres minutos, que a éste se le cae el motor? ¿Ustedes se la creen ésa? ¡Es darle un valor
y un poder a un pedo! ¡Es como decir que yo me tiré un pedo y se cayó el obelisco..! ¿Ustedes creen que ese
avión se cayó por la turbulencia generada por un avión que había pasado varios minutos antes por ahí? El otro
día me dijeron esto –y me lo dijeron en un programa de ciencia e investigación histórica, eh–: que en Pearl
Harbour estuvo ausente el empleado que manejaba el radar. ¿Estados Unidos no tenía radares, no sabían que
se les venían los japoneses? Fue una buena maniobra, los agarraron distraídos. Pero, “tan” distraídos? Ni un
tiro pudieron hacer los yanquis... ¿Cómo puede ser? El empleado que recibió la alarma del radar, que debía
pasarla a los centros del comando, no estaba en su puesto. Estaba todo arreglado por el gobierno yanqui para
justificar su entrada en la guerra, reventar a Rusia y a Europa y quedarse con el dominio del mundo que,
efectivamente, pasó justo después de eso. ¿Ustedes no la creen? Ya sé, mejor no creerlo. Ya sé cómo hacen
Ustedes: “¡Andá a cagar!¡Yo me veo el partido y se va todo a la concha de su ma’! A mí lo único que me interesa es si
gana Racing o Boca”... Ya sé lo que todos hacemos —la política del avestruz. Ya Freud lo sabía.
LIC. HAYDÉE MONTESANO: [inaudible].

A.E.: No, no, no, no. Hay un canal que es sobre historia, que pasa investigaciones bastante serias, de origen
yanqui y financiadas por los propios yanquis, que dicen que en los documentos está registrado que no estaba
el empleado que debía pasar la alarma al alto comando, y que de haber estado habría advertido de la llegada
de los aviones japoneses con dos horas de anticipación. Y saben Ustedes que los japoneses mandaron aviones
‘truchos’, aviones ‘de madera’, no ultra-sofisticados. Fue increíble. Y Ustedes, ¿qué me dirán? “¡Pero si se
murieron como ocho mil tipos!”. ¿Y qué? ¿Acaso el Pueblo yanqui no se decidió a entrar en la Guerra? ¿Lo creen
o no? ¿Se tomaron o no se tomaron las Malvinas para subir el prestigio? ¿Para qué se lo soltó a Menem? La
política argentina siempre es igual. De La Rúa cree que mejor reventar a Ruckauf y a Duhalde, metiéndoles un
palo en el culo –y mirá que Menem es un palo en el culo para Ruckauf y para Duhalde–, y no porque Urso se
equivocó. Y, para colmo, ¡Urso se equivocó! ¿Hay o no duda de la realidad? Duda de la realidad y del valor del
individuo. Y, del valor del individuo, ¿debo darles a Ustedes, como ejemplos, a Ustedes mismos? ¿Qué valor
tiene cada uno de Ustedes? En varios días, ¿no pasan de valer algo a no valer nada? Incluso en el mismo día,
¿no les pasa varias veces? Y en Argentina, como siempre, se da todo el tiempo... Quizás en Bélgica debe ser
más estable. Ahí, la gente se debe morir de aburrimiento porque en Bélgica no pasa nada.
Entonces, el aislamiento –dice Kierkegaard– se sostiene en la duda sobre el valor del individuo, en el valor de
cada uno de nosotros, y en la duda de la realidad. ¿Qué está queriendo decir esto? No que la realidad es
manipulada de tal manera que vale la pena que no seamos ingenuos y que tengamos duda. Siempre los
gobernantes manejaron las cosas de tal manera para quedar bien parados. No es ahora. Lo que está
proponiendo es que antes no se dudaba de la realidad.

«... y de esta duda extrae el aislamiento sus ventajas. Encontramos un signo inequívoco de ello en nuestras aspiraciones
sociales que, en la medida en que trabajan por oponerse a esas aspiraciones aisladas, son en sí la expresión misma del
aislamiento».

Esto es sutil, sutil, sutil. Ahora, fuera de Argentina: si piensan en Occidente, ¿Occidente trabaja e invierte plata
–como Occidente, como sociedad– en aspiraciones sociales o en aspiraciones aisladas? Piensen en Estados
Unidos o en Inglaterra. ¡En aspiraciones sociales! Plenamente sociales. Hay, por ejemplo, seguro de
desempleo. El seguro de desempleo es un destino social de recursos que se le quitan a los individuos para el
bienestar general. La educación pública, la salud pública que son características de nuestra época, son
aspiraciones sociales. Pero lo que está diciendo Kierkegaard –y es genial– es que la existencia de ideales
sociales demuestra la lucha contra las aspiraciones aisladas. En el mundo antiguo no había aspiraciones
sociales porque no había que luchar contra las aspiraciones aisladas. ¿Se entiende? Como la sociedad
funcionaba como tal, no hacía falta preocuparse por el conjunto. Es ridículo proponerse preocuparse por el
conjunto, cuando lo que vale es el conjunto. Es interesantísimo. Uno podría decir: “Pero si vos en la antigüedad,
en Grecia o en Roma, si te enfermabas y no eras un amo, ¿qué te pasaba? ¡Cagabas como un perejil y nadie te daba una
mano!”. Eso, así, está todo mal pensado. Porque no existía un individuo que se enfermase —era un clan, una
familia, una fratría que tenía un problema. Con lo cual, ya era social. A nosotros, como se nos desdibujó ese
plafond social –porque la tendencia es hacia el aislamiento de cada uno de nosotros–, hubo que generar
aspiraciones sociales. Y toda la tendencia ultra-moderna hacia las aspiraciones sociales, lo que demuestras es
el imperio del aislamiento y de las aspiraciones aisladas.

«En verdad, el aislamiento se produce siempre que se hace valer el número como una entidad. Allí donde un individuo
se hace valer por sí solo, nos encontramos enseguida con el aislamiento».

Bueno, esto ya es el núcleo del problema. Ya está, con esto, estamos en el núcleo del problema. Lo que plantea
Kierkegaard es que el aislamiento domina siempre que en las consideraciones humanas vale el número.
Obviamente, está trabajando con el número fundamental del problema —el uno. Pero no es ‘boludo’ porque
también dice que el aislamiento impera (y si la sociedad moderna tiene sentido hacia lo cómico es porque se
trata del aislamiento –o sea, el personaje cómico por excelencia es el personaje aislado y uno) en una sociedad
donde impera el número. Y no se confunde con que si el número es cien, mil o un millón, es el mismo problema:
tiende al aislamiento. Y es aquí en donde va a proponer que aunque se trate de los mil quinientos millones de
la población de esa época, ese número vale por la unidad. Es decir que cuando empieza a reinar el número –
sepan que toda la lógica de la psicología moderna se apoya en el número– a lo que se tiende es el aislamiento.
Siempre que hagamos valer el número, la lógica que imperará es la del aislamiento porque, justamente, el
número es de la lógica de lo discreto. Si Ustedes, en matemática, intentan distinguir aritmética de geometría,
una de las definiciones más canónica de la diferencia es que la aritmética es la ciencia de lo discreto, siendo
que la geometría –por el plano– es la ciencia de lo continuo. Las superficies se caracterizan por lo continuo y
por eso es que la topología es una forma de operar con lo continuo, un continuo que puede estirarse. Pero la
aritmética siempre se define como la ciencia de lo discreto. Y lo que propondrá Kierkegaard es que el
aislamiento impera en nuestra sociedad porque en lo que nuestra sociedad se ha convertido es en una sociedad
reinada por el número, o sea, lo que se cuenta de a uno. Tal como yo les leía de Conrado Eggers Lan, cuando
la sociedad empieza a contar a sus miembros por uno. ¿Cuál es el problema, hoy, en Afganistán? Ya está, a
los talibanes los hicieron mierda y, aunque parezca mentira, a los yanquis les fue bien en una guerra... ¿Quién
creyó que les iba a ir bien? ¡Ni siquiera los propios yanquis! El problema ahí es que saben que el problema que
tienen son las familias, los clanes. Quieren hacer un gobierno de unidad en una población en la que la unidad
no va ni por putas porque son todos clanes y tribus. Entonces, de lo que se trata es que si se hiciese una
elección entre ellos, no se resolvería el problema porque la solución sería vía el número. Y Ustedes saben que
cuando la solución es vía el número, no se gana nada. Supongan que hay, de protestantes, un millón; y de
católicos, un millón quinientos mil. Se unifica, se hace una elección que ganan los católicos y ahí empieza el
problema porque se intentó resolver la cuestión por la vía del número. No pierdan de vista que, en Psicoanálisis,
hemos descartado la función del número –no hay nada para nosotros que sea numerable, no hay nada discreto.
La única cosa mensurable en la lógica de Freud es la libido, pero no es discreta —no se puede decir “una”
libido, “dos” libidos, “tres” libidos, etc. Nosotros tendemos a eso y nos encanta eso de “mucha libido”, eso de
“tiene muy libidinizado el mundo” o “tiene poco libidinizado el mundo”... Sea como sea, en Psicoanálisis, está
erradicado el problema de resolver las cuestiones por la vía del número —nunca tenemos uno, dos o tres de
algo. Y ven que la democracia no es una solución. Ven qué grave es el problema. Y se ha demostrado que la
democracia no es una solución. Para Apertura –muchas veces lo hemos discutido–, hacer una elección
democrática no sería lo mejor que podría sucedernos ya que si hubiese once que estuviesen a favor de algo y
diez en su contra, si se impone la idea de los once se está echando a los otros diez, que es lo que sucede en
todas las sociedades psicoanalíticas, ¿o Ustedes creen que hay golpes de Estado en las sociedades
psicoanalíticas? En ninguna hay golpes de Estado, son todas ultra-democráticas. ¿Qué significa eso? Que un
‘capanga’ consigue un voto más que el otro ‘capanga’ y este último, con todos sus seguidores, se va al carajo
porque pierden en una elección democrática. Ése es el problema de todas las sociedades. ¿y cuál es el
verdadero problema? Que se está intentando resolver el funcionamiento, entre sujetos, por la vía del número.
Y por la vía del número –de lo que nunca nos damos cuenta– impera el aislamiento. Con lo cual, un grupo será
aislado y echado a la mierda...

Pasemos al parágrafo 5.

«Agreguemos a esto que las asociaciones tienen un carácter arbitrario: se forman frecuentemente por un motivo fortuito
cualquiera. Hoy en día, innumerables asociaciones prueban que los lazos de nuestra época en verdad se desanudan».

Ése es el diagnóstico del Estado: los lazos de nuestra época –propone Kierkegaard– se desanudan. Es por eso
el sentido hacia lo cómico: porque impera el aislamiento. Y da dos ejemplos, uno en el plano político y otro en
el plano religioso. Y propone una muy interesante anécdota de la responsabilidad, que parece plasmada en
Argentina. ¿Qué dice cualquier gobernante argentino? “La responsabilidad es del gobierno anterior...”. Quizás,
realmente uno podría decir que ya estaba antes todo podrido. Siempre me pregunté por qué Machinea hizo la
mierda que hizo. ¿Recuerdan que las expectativas mejoraron, que las ventas aumentaban? ¿Recuerdan que
hubo una pequeña mejora desde que ganó De La Rúa, antes de que se vaya Menem, hasta con Machinea?
Pero después de Machinea, todos los impuestazos, las reducciones salariales que nos llevaron adonde estamos
ahora. Y siempre me pregunté por qué Machinea hizo esa mierda, por qué no hizo al revés, por qué no bajó el
I.V.A. Vieron que nosotros tenemos que con el aumento del I.V.A. y con la reducción de los sueldos del Estado,
el Estado está peor. Porque es tan poco lo que se vende que entonces no se recauda... Y si siguiésemos así,
llegaría el momento en que llegaríamos a no pagar nada de sueldo –un empleado público ganaría cero pesos–
y la situación estará aun peor, dado que la recaudación sería igual a cero o menos uno... Quizás ya estábamos
tan mal en ese momento, y Machinea estaba ya en la misma situación que Cavallo. Lo que empecé a pensar
ahora es que cuando Machinea asume ya estábamos todos en default. Lo que ocurre es que no nos lo fue
dicho, con lo cual quizá Menem dejó el default, ¿qué sé yo? Yo no lo defiendo a De La Rúa. Lo voté pero no lo
defiendo porque me parece que ha sido el peor gobernante de toda la historia –quitando, obviamente, la
dictadura, a cuyos gobernantes no elegimos. Lo que Kierkegaard propone como anécdota de la responsabilidad
es “esto que me pasa a mí, como político, como jefe, es a consecuencia de lo que hizo el otro político o jefe”.
Ahora bien, siendo esto así, ¿no estaríamos saliendo del problema del aislamiento y empezaríamos a trabajar
en la intersubjetividad? No, para nada. Así que tenemos que analizar muy bien este problema. Cada uno hace
uno y lo que quita es la responsabilidad de uno sobre otro uno. O sea, yo observo el contexto, me referencio al
otro y entonces hablo de la “pesada herencia” que me dejaron, etc. Con eso, lo que se hace es: “Yo, como uno,
me quito de mi responsabilidad”.

A ver si esta frase no es para Ustedes verdad absoluta:

«Los hombres de Estado y los sacerdotes...»

Saben que Kierkegaard era profundamente creyente y que proponía que una de las grandes soluciones era la
religión, ¿no?

«Los hombres de Estado y los sacerdotes, ¿no tienen de común con los antiguos augures que no pueden mirarse sin
sonreír?».

¿No creen Ustedes que esto es verdad? ¿No creen Ustedes que cuando se encuentran entre ellos no se ríen?
Se ríen. Yo no lo vi pero me contaron ese caso que se hizo famoso por TV, el caso de “¡Papito!”. Bueno, en
esas reuniones, ¿no se ríen? ¡Se cagan de la risa! O sea, ¡lo que dice Kierkegaard es de un diagnóstico tan
pero tan fino! Cuando ellos están solos, efectivamente, se ríen. ¿Creen Ustedes que, cuando se deciden ciertas
cuestiones a nivel papal, no se ríen? ¿Ustedes creen que cuando Duhalde, Ruckauf, De La Sota y Reutemann
se reúnen entre ellos, no se ríen? Les pregunto en serio, ¿creen que no se ríen? Y se ríen de ellos mismos, no
de nosotros. ¡Si nosotros damos lástima! ¡¿Cómo se van a reír de nosotros si nosotros somos patéticos?! ¡Se
ríen de ellos! De las figuras cómicas que ellos representan. ¿No creen que Moyano se caga de la risa de eso
de que es “el gran revolucionario argentino”? ¡Debe cagarse de la risa! Y se cagan de la risa de ellos mismos.

«Nuestra época, sólo en contadas y muy difíciles ocasiones, quiere asumir la vida como algo que lleva en sí un sentido
de cierta importancia: una responsabilidad».

Ustedes ya saben cómo pienso yo el problema de la responsabilidad. Pienso que es una lógica insuficiente que
muy superyoicamente los psicoanalistas tiran por la cabeza a todas las personas que van a consultarles. En
los hospitales ya es algo monstruoso: toda psicóloga recién recibida –y todavía quedan dudas si tiene o no
pelitos– ya está en el consultorio del Alvear, del Moyano o del Borda haciendo “¡que asuma la responsabilidad
subjetiva!”... “¡¿Qué lugar ocupa Usted en aquello de lo que se queja?!”... ¡Siempre con el palo con punta bien
afilada preparada para empalar al primer ‘gil’, haciéndolo “asumir su responsabilidad”! Parecería muy
contradictorio, en Kierkegaard, con todo lo que viene después –que es en contra del aislamiento– la postulación
de la responsabilidad. Ya les advertí, con Agamben, de dónde viene la noción de responsabilidad. Viene de
“sponsor”, y “sponsor es el suegro, o sea aquel que garantiza el pacto matrimonial de que la novia va a ser
entregada. ¡Qué gracioso suena eso ahora! ¡Están todas las mujeres intentando casarse con alguien y todos
los tipos, ‘rajando’! ¡Ahora, habría que poner el “sponsor” del otro lado porque no agarrás un ‘chabón’ para
casarse ni por putas! Así y todo, parece que había una época en que las chicas eran las que no querían casarse
y, entonces, había que garantizarlo. Con lo cual, para aquellos de Ustedes que aún trabajen con la
responsabilidad, no olviden que es contradictorio con la otra frase que les encanta de que “no hay garantía”...
La responsabilidad apunta a la garantía ya que el “sponsor” es el garante del pacto. Y la responsabilidad es
ésa: “si Usted se comprometió a ser garante de este pacto matrimonial, sea del forro del culo, ¡pero me trae a la piba y
me la entrega!”...

¿Qué quiere decir aquí Kierkegaard con “responsabilidad”? Les leo, de nuevo, la frase y Ustedes me dirán si la
leo bien o si la leo mal:
«Nuestra época, sólo en contadas y muy difíciles ocasiones, quiere asumir la vida como algo que lleva en sí un sentido
de cierta importancia: una responsabilidad».

¿Se dan cuenta de que ha definido la responsabilidad? ¿Cómo la definió? Como “asumir la vida como algo que
lleva en sí un sentido de cierta importancia”. No sé si se dan cuenta del alcance de esto.

INTERVENCIÓN: [inaudible].

A.E.: Está ese problema pero hay que ver si se lo quiere asumir, y qué significaría asumirlo. Ustedes ya saben,
ya lo dije hoy: rechazamos el “inconsciente” de Freud porque no tiene nada que ver con la conciencia. ¡Basta!
Ustedes podrán decir: “Ay, Alfredo, ya lo sabíamos”. Sí, pero después practican “hacer conciente lo inconsciente”,
“que tome conciencia”. Y como buenas psicólogas que son, deben haber pensado “No, yo se lo tengo que decir
así se da cuenta en lo que se está metiendo, ¡que asuma que eso es una locura!”, y eso porque coge de este lado y no
de aquello otro lado que es como les gusta coger a Ustedes. Para Lacan no se trata de no conciencia, se trata
de no-saber. Con lo cual, asumir y saber y no-saber en Lacan van de la mano porque para Lacan se trata de
un no-saber. No una inconsciencia. Lo que pasa es que recién se anima a decir eso –que es lo que primero
que tenía que haber dicho– casi a punto de morir. Igualmente, es cierto, hay que tener ‘cojones’ para poder
decir esas cosas, cosas como que la designación de Freud está fallida y llena de problemas. El inconsciente,
en la práctica analítica, no se trata de la no conciencia, ni tampoco de inconsciencia con la salvedad de
preconciente e inconsciente. Se trata de un “no querer saber nada de ello”. Así que el término que corresponde
sea “saber” no sé si todavía no es mejor. Lo que ocurre es que es una disparidad notable entre “asumir” y
“saber”.
Entonces, lo que les propongo es que para Kierkegaard, la responsabilidad de que se trata es asumir –o saber–
la vida como algo que lleva en sí un sentido de cierta importancia. Vamos a tratar de establecer cuál es este
sentido porque todo el trabajo está planteado en el problema del sentido: ANTÍGONA, EL SENTIDO DE LA TRAGEDIA.
Y habrá que ver, entonces, si el sentido del que se trata –de saber o de asumir– no es el sentido que está en
juego en lo verdaderamente trágico.

Bueno, salteo la anécdota de la responsabilidad y paso a la segunda parte de este parágrafo, que es más largo.

«Toda la historia demuestra con singular evidencia que el nudo de las ligazones del Estado se ha deshecho. El aislamiento
que así resulta, es por naturaleza cómico. Cómico, sobre todo porque la subjetividad no quiere hacerse valer más que
como pura y simple forma».

Ésta es una definición espectacular de la concepción moderna de la subjetividad —como “pura y simple forma”.
Y cuando Ustedes diagnostican, en Psicoanálisis, lo que están haciendo es establecer eso: cuál es la forma
pura y simple que le corresponde a esa individualidad. Cuando dicen “psicosis”, cuando dicen “neurosis
obsesiva”, cuando dicen “es un perverso”, están tratando de establecer –con cierto apoyo en el Psicoanálisis y
en la Ciencia– cuál es la forma pura y simple que le corresponde al aislamiento. Ustedes tienen un sistema –
neurosis, psicosis y perversión– con el que intentan establecer cuál es la forma pura y simple que le corresponde
a ese uno. Esta pura y simple forma es como nosotros tendemos a aplicar el verbo “ser” al sujeto. El otro día,
una psicóloga me derivaba a su marido y me decía en tono de advertencia: “¡Es un obsesivo!”... Lo que estaba
haciendo es el uso –tan común en Buenos Aires– de categorías del psicoanálisis para establecer cuál es la
forma pura y simple que ella creía que le correspondía al ser-uno del marido. Y el problema es que,
verdaderamente, el marido no es de ninguna índole –no “es” obsesivo. Habrá que ver si se produce un vínculo
conmigo y cuál es la característica que podríamos aplicar al vínculo entre él y yo para poder tratar de establecer
algo que se pueda decir sobre eso. Pero él no “es” de ninguna manera.

Ahora pasaremos a definir la tragedia antigua. Es donde aparece Aristóteles, en el parágrafo 6.

«Lo característico de esta última [la tragedia antigua] es que la acción no procede tan sólo de los caracteres,
subjetivamente no es lo bastante reflexiva para ello sino que incluye una cierta intensidad de sufrimiento».

Con lo cual, lo que está proponiendo es que Antígona no “es” de ninguna manera. ¿y por qué Antígona no es
–ni puede ser– de ninguna manera? Porque en la tragedia no está planteada la reflexión. En este sentido,
podríamos empezar a pensar si se trata, sí o no, de una polémica con Hegel, en el sentido de la autoconciencia.
O sea, si contra lo que se está oponiendo Kierkegaard es a la tendencia a la autoconciencia. Porque lo que nos
propone aquí es que lo que caracteriza al héroe trágico es el carecer de una característica del héroe moderno:
la reflexión —el héroe moderno es reflexivo. Es decir, el héroe moderno se caracteriza por la autoconciencia.
¿Entienden lo que esto quiere decir?: “¿Cómo soy yo? ¿Qué me está pasando a mí? ¿Qué es lo que estoy haciendo?
¿Tengo derecho de ‘cogerme’ a mi madre y matar a mi padre, o es eso más bien una porquería?”, etc. Piensen en
Antígona. ¡Se nos escapan las cosas más gordas, eh! Piensen en Antígona y pregúntense si Antígona piensa
sobre ella, si reflexiona; o sea, si se posiciona frente a un espejo e intenta tratar de establecer qué tipo de forma
es ella. No, nunca.

INTERVENCIÓN: [acerca de Antígona y cierta concepción psicoanalítica sobre el “deseo decidido”].

A.E.: No, no. Cuidado, porque estás utilizando “bucle” de una manera específica y le estás dando una
connotación específica. Porque no olvides nunca que el bucle tiene dos vueltas. Y esto se caracterizaría por
tener una única vuelta. En todo caso, sería “círculo” y no “bucle”. Reservemos para “bucle” la lógica del “Ocho
Interior”, con lo cual debe haber una vuelta y la otra vuelta que permita cerrar la primera. Si no, no lo hay. Se
trata de alguien que intenta pensarse a sí mismo, lo cual parecería ser lo que el psicoanálisis propone a la
gente: un lugar en donde pueda pensarse un poco mejor a sí mismo para “conocerse un poco más”; una suerte
de introspección dirigida en la que el analista, cada tanto, dice “No, no, no. Me parece que te estás yendo un poco
al carajo. No lo veo tan azul, es más bien verde”. Es una persona que intenta establecer quién es, cuando lo que
yo voy a proponer es justamente todo lo contrario —lo que busca el análisis es que la persona deje de ser, que
es precisamente la causa de lo propiamente terapéutico del análisis. ¿Por qué el análisis es terapéutico? Dicen
que “lo terapéutico tiene que venir por añadidura”... ¡Basta ya de esas frases de mierda! Hagamos mejor una
pregunta más sencilla: ¿por qué mierda lo es? ¿Por qué produce algo de la índole de lo terapéutico? Digo, ¿por
qué produce alivio? Vieron que Kierkegaard sostiene que la tragedia produce alivio; que produce sufrimiento
pero, finalmente, alivio. ¿Por qué, a veces, el psicoanálisis produce alivio? No digo que tenga que producirlo,
hay mucha gente que no le gusta que produzca alivio aunque a mí me parece ‘copado’ que lo produzca. Lo que
se verifica es que a veces lo produce, que desencadena psicosis, que causa acting-out, y a veces causa alivio.
Lo que habría que pensar es por qué carajo pasa. A mí me parece que pasa, justamente, porque co rta con la
reflexión, porque corta con el circuito de que alguien se piensa a sí mismo intentando con ello establecer una
forma de ser.

DRA. IRENE EIZYKOVICZ: Sería como la mortificación, la petrificación del muro del lenguaje. Queda petrificado
ahí.

A.E.: Queda petrificado en el Uno. Hace Uno. Entonces, el psicoanálisis interviene –aunque el psicólogo no
quiera hacerlo, aunque favorezca el Uno–, tan sólo por respetar el dispositivo, produciendo un efecto terapéutico
que es la tendencia contraria a que el sujeto haga Uno consigo mismo.

Fíjense si lo que viene ahora no es el SEMINARIO IX a pie juntillas:

«Lo que, evidentemente, se debe a que el mundo antiguo no había proyectado en sí mismo la subjetividad».

¡Todo el SEMINARIO IX no lo dice tan bien como está expresado acá! Que no hay que confundir subjetividad con
“sí mismo”, porque subjetividad es lo contrario de “sí mismo”.

«El individuo se mueve –es cierto– con una relativa libertad pero se apoya en determinismos sustanciales como el Estado,
la familia, el destino».

Piensen en lo “sustancial” de este determinismo. Porque habría que ver si, para Ustedes, en general (y por
favor no se enojen si yo digo “Ustedes” porque creo que yo tengo un trabajo hecho sobre esto y me parece que
en general no está hecho; así que yo estimo que Ustedes no lo tienen hecho), la libertad es sustancial y el
determinismo es accidental. El mundo antiguo no había hecho coincidir la subjetividad con ningún “sí mismo”.
Todo el SEMINARIO IX está hecho para atacar la articulación “significante” o “subjetividad” con “même”, con “sí
mismo”, con lo “mismo”. Si el individuo se apoya en determinismos sustanciales, la esencia del sujeto es el
Estado, la familia, el destino. Nosotros creemos que todo sujeto nace libre y que después viene “la mierda de
tus padres” a imponerte todas esas marcas ‘chotas’ que hay que trabajar en un análisis para quitárselas de
encima... Es decir, el fin del análisis según el libro de Diana Rabinovich...........

[Cambio de cinta]

....................”yo soy libre para hacer lo que yo quiera!”. Es el mundo moderno y por eso es tan cómico. Con lo
cual, lo que propone Kierkegaard es que lo “sustancial” es la determinación.

«Este determinismo sustancial constituye la carga del destino en la tragedia antigua y hace de ella lo que es. Por esto, la
caída del héroe no es solamente consecuencia de sus actos sino que, a la vez, un sufrimiento; mientras que en la tragedia
moderna, la caída del héroe es en definitiva acción y no sufrimiento».

Bueno, acá está el problema con el término “sufrimiento”, que es un problema del texto. Porque todo el texto se
tensa, entre tragedia antigua y tragedia moderna, en la oposición sufrimiento-dolor. En ambas ediciones –la de
Mónica y la mía– hay muy poquitas notas –observen Ustedes qué casualidad– y, en ésta, sólo una y es del
traductor. Para un texto danés, tan difícil, uno esperaba un montón de notas para ayudarte a orientarte. Pero
no, hay muy poquitas notas y en ambas ediciones coinciden en el mismo párrafo, que está más adelante, en
donde se establece la diferencia entre sufrimiento y dolor. El dolor es cuando la causa del padecer es interna.
El sufrimiento, en cambio, es cuando la causa del padecer es externa. Para Kierkegaard, la estructura esencial
de la tragedia antigua radica en que la causa del padecer es externa. Y la tragedia moderna se caracteriza en
que la causa del padecer es interna. ¿Saben cómo se llama la causa del padecer interna? “Goce”.

«Y ésta es la razón por la cual la tragedia moderna se basa esencialmente en la situación y el carácter».

Recuerdan que habíamos dicho que la situación y el carácter tendían a lo cómico. ¿Volvemos a pensarlo? Si
la causa del padecer es más bien interna, entonces de lo que se trata es del acto del sujeto . Si de lo que se
trata es el acto del sujeto, entonces todo tiene que ver con el carácter del sujeto –que “es obsesivo”, que “es
mujer”, que “es un goce fálico”, que “es un goce no fálico”, que “es perverso”– y en la situación donde eso se
encuentra: “Evidentemente, en esta situación Usted respondió así porque Usted es obsesivo”. ¿Entienden? Se lo toma
caracterizado como un uno, mientras que lo que podríamos preguntarnos es si no se trata, verdaderamente, en
la esencia de la posición subjetiva, del sufrimiento. O sea, que en el padecer ya está escrito esencialmente lo
Otro que no hace Uno. Está lo Uno y lo Otro. Y si no se establece lo Otro, no se establece verdaderamente la
condición subjetiva. Nuestra picardía, la de los psicoanalistas, es que le metemos de artificio a otro;
reproducimos experimentalmente las condiciones estructurales: “¿Usted quiere saber de qué se trata? Bueno, venga
conmigo, vamos a armar un uno y otro y, entre éste y aquél advendrá lo que tiene por estructura que advenir entre uno y
otro”. Mientras que, habitualmente, lo que hace el psicoanalista es decir: “Es un sujeto que es así, así y asá, que le
pasa esto, esto y esto, a consecuencia de que tuvo una mamá así, así y asá, y él respondió de esta manera”.

DRA. IRENE EIZYKOVICZ: “Sufrimiento”, como término, ya tiene una connotación subjetiva. En cambio, “dolor”
está más del lado de lo orgánico.

A.E.: Ah, yo no puedo seguirte en eso porque no sé si Kierkegaard hace esa articulación. En el mundo moderno,
indudablemente, es así: que eso que es del Uno, como coincide lógicamente con el cuerpo, tiene que tener
como causa última, necesariamente, una causa corporal. Y ahí mordió mal Freud. Y una vez que Freud mordió
mal ahí, no vamos a corregirlo nunca más a pesar de Lacan. Piensen en la fórmula de la pulsión. Jacques-Alain
Miller se enloquece con esa fórmula y dice: “¡Pero en vez de la ‘D’ mayúscula, este ‘boludo’ tenía que haberle puesto
‘a’ minúscula!” porque la pulsión se organiza toda ella en torno al objeto a. Y no es así. Lacan ya sabía lo del
objeto. Alrededor de los sesenta años de edad, Lacan no se había olvidado del objeto de la pulsión. Él, que era
kleiniano en el origen, que tomó mucho del objeto transicional de Winnicott, no se olvidó del objeto. Lo que
quiso decir con la fórmula de la pulsión (“($D)”) es que es nada del cuerpo. Y el objeto es proclive a ser pensado
en el cuerpo, por ejemplo: “tripa carnal”. Ahí ya tenés regalado el cuerpo. Para colmo, “tripa carnal” parece
poético. ¡Es un asco de poesía! Pero parece poético. Parece que en torno a aquello que la pulsión opera es
sobre algo que falta en el cuerpo, cuando en realidad “($D)” te dice por todos lados que no —ni “$” es del
cuerpo, ni “D” es del cuerpo. Ni siquiera el “” es del cuerpo, porque el agujero de la zona erógena, para Lacan,
está del tegumento para acá y no del tegumento para allá. ¿Entienden? Está del límite del labio, para acá y no
para allá. No es algo que sale de la carne. Es más bien algo que se apoya en el labio. Es decir que está todo
pensado al revés... Pero es cierto, no sé si “dolor” en Kierkegaard implica el cuerpo porque no conozco
Kierkegaard.

Bien, ya que se ha hecho muy tarde, cerraré con dos o tres citas más y llegaremos hasta donde nos dé el
tiempo. En el parágrafo 7, dice:

«Lo que creo haber explicado aquí en una forma bastante clara aunque sucinta, servirá para establecer una diferencia
entre la tragedia antigua y la moderna que me parece de gran importancia. Me refiero a los distintos tipos de culpabilidad
trágica».

Los héroes trágico antiguo y moderno tienen distintos tipos de culpabilidad. ¡Es espectacular! Aquí, ya
directamente rompe totalmente la cabeza. La culpabilidad del héroe trágico antiguo se caracteriza por lo que él
llama la “colisión trágica”. Saben que “colisión” es “choque” pero también hay una acepción que es “oposición
de ideas”. Hay una tercera acepción que es “raspón o herida”. Pero como “oposición de ideas” está en todos
los diccionarios. ¿Cuál es la “colisión trágica” del héroe antiguo?

«Si el individuo no es culpable, no presenta interés trágico porque la colisión trágica carece de tensión. Si, por el contrario,
responde a una culpabilidad absoluta, tampoco logra interesar en el sentido trágico».

¿Lo entienden? Es fácil. Si sí es culpable, entonces es un criminal y no habría ningún héroe trágico. Si no es
culpable en absoluto, es una pura víctima. Con lo cual, lo que ya está planteando Kierkegaard es culpable y no
lo es al mismo tiempo. ¿Ven cuál es la lógica? ¿Entienden ahora por qué nos quejábamos al comienzo de
“frente a semejante esfuerzo unilateral”? La lógica de Kierkegaard es exactamente la nuestra —que el sujeto,
sí y no, es culpable. Y ésa es la estructura fundamental de la tragedia.

«Por desgracia, la fuerza que se demuestra, el valor con que se emprende la formación del propio destino, el propio Yo,
no es más que ilusoria».

O sea, el “margen de libertad” de Rabinovich.

«Y así es como se pierde lo trágico para ser desplazado por la desesperación».

La nuestra es desesperación.

«Lo trágico, por su naturaleza, provoca amargura acompañado de un sentimiento de alivio, efecto que no es nada
despreciable».

¡Yo quisiera analizarme con él! ¡Decí que se murió..! ¡Me cago de ganas de tomar unas sesiones con este tipo!

«Pero si intentamos encontrarnos a nosotros mismos del modo tan poco natural con que lo hace nuestra propia época,
nos perdemos y resultamos cómicos».

Un ejemplo de lo cómico que había pensado: Charles Chaplin en “El Gran Dictador”. ¿Se acuerdan? Está con
el bigotito, en el escritorio gigante, como Menem. Es como Menem, chiquitito, así, esmirriado...
Y escuchen, ahora sí, la definición de sujeto. Tomen nota:

«Por singular que pueda ser un hombre, ¿no es acaso una criatura de Dios, un hijo de su tiempo, de su pueblo, de sus
amigos? ¿Y no es en esto donde reside precisamente su propia verdad?».
Y ahora –lo prometo–, la última cita (para vos, Pablo). ¿Se acuerdan de que nos matamos para pensar el caso
clínico de un niño? ¿Recuerdan que hubo hasta heridos y muertos en aquella discusión, no? Después de esa
discusión, hubo gente que no apareció más... Les leo, entonces:

«El niño no es suficientemente conciente en cuanto a sentir el dolor y, sin embargo, su sufrimiento es infinitamente
profundo».

No conozco mejor definición que esa. ¿Se acuerdan de cuando Ustedes eran niños? ¿Se acuerdan de vuestro
padecer de niño? ¿No era siempre por causa externa? Después, ¡te hacés adulto y te hacés ‘pelotudo’! Después
te engañás con que “Yo soy yo y entonces, si esto me pasa a mí, por algo me pasa, y lo que pasa es que yo no puedo...
porque lo que pasa es que yo, porque yo no puedo...”. ¡Ésa es la ‘boludez’ adulta! El niño está siempre más
directamente vinculado con la estructura y jamás se le escapa que lo que le pasa tiene que ver con la mamá,
con el papá y con el ‘pelotudo’ del hermano. ¿Recuerdan esa película, “Mi pobre Angelito”? ¿Vieron la posición
de ese niño? ¿Qué es? Es un punto de observación del sistema y de denuncia de todas las fallas del sistema:
la madre que se lo olvida, el gordo ‘pelotudo’ del hermano que lo gasta y lo goza todo el tiempo, etc. Pero jamás
él va a pensar “¡Debo ser yo! ¡¿Pero qué lugar ocupo yo en aquello de lo que me quejo?!”... Jamás va a pensar eso.
Porque siempre está justo en la posición. Por eso los análisis de los niños son siempre exitosos y rápidos.
Atiendan niños y seducirán padres porque los padres les van a decir: “¡Che, hiciste milagros!”. ¿Ustedes
conocen algún analista de adultos respecto del cual se diga: “¡Ha hecho milagros!”... ¿Y por qué los chicos
tienen esa disposición al cambio? ¿Por qué un análisis de un chico de tres años no dura veinte años? ¿Y por
qué el análisis de un ‘boludo’ de veinte ya dura otros veinte? ¿Qué ocurrió entre los tres y los veinte para que
de en un año de análisis se pase a veinte? ¡Es una catástrofe! Y los resultados, inmensamente más limitados.
¿Por qué? Porque el niño está en la plena posición intersubjetiva. Luego viene la represión social, la cultura, va
al colegio. Y cuando va al colegio, aparece la psicóloga del gabinete... Esta definición de Kierkegaard del niño
es increíble. ¡No conozco psicólogo de niño que esté tan cerca del alma de un niño! ¡Es espectacular!

Luego aparece Cristo. Piensen por qué el caso de Cristo no es una tragedia. Es espectacular. ¿Por qué la vida
de Cristo no es una tragedia? ¿Por qué Cristo no es como Antígona? ¿Por qué Cristo no es un héroe trágico?
En fin, lo último: el tema de la culpabilidad que está también en relación con el tema de Cristo. Es
interesantísimo. ¡Escuchame, al tipo lo colgaron del ‘forro del culo’! ¿Es menos o es más que lo que le pasó a
Antígona, cuando la metieron en una cueva y le cerraron la puerta? ¡La vida de ese ‘chabón’ parece una
tragedia! ¿Por qué no es, entonces, una tragedia? Y es verdad, no es una tragedia. ¡Este tipo, Kierkegaard,
pescó de qué se hablaba, eh! ¿Entienden por qué Cristo no es una tragedia? Porque no es culpable de nada.
Para que sea una tragedia tiene que ser culpable y no culpable al mismo tiempo.

LIC. PAOLA GUTKOWSKI: Ese tema está bien levantado por Saramago.

A.E.: Sí, Saramago levanta aún más cosas. Saramago le pescó la onda. Mejor que leer el libro sobre SUPERYO
Y FILIACIÓN, lean EL EVANGELIO SEGÚN JESUCRISTO, de Saramago y entenderán algo de la culpa.

Bueno, entonces, lo último:

«La culpabilidad trágica va mucho más allá de la subjetiva, es culpabilidad hereditaria. Pero hemos de precisar que la
culpabilidad hereditaria, como el pecado hereditario, son determinaciones sustanciales. Y precisamente ese carácter
sustancial es lo que le otorga toda su profundidad al sufrimiento. La trilogía de Sófocles, tan admirada siempre, gira
esencialmente en torno de ese interés auténticamente trágico, sólo que descubrimos la culpabilidad hereditaria lleva en
sí una íntima contradicción: es en forma simultánea culpabilidad y no culpabilidad».

Ésa es la estructura del superyo. Ésa es, exactamente, la estructura del superyo —una culpabilidad hereditaria
respecto de la cual el sujeto es culpable y no es culpable.

«El individuo se hace culpable por piedad pero esta culpabilidad adquirida por piedad tiene, a pesar de ello, todas las
anfibologías [...] estéticas posibles».
Con lo cual, observen Ustedes que para Kierkegaard, indudablemente, la culpabilidad trágica es culpabilidad
hereditaria. Y la culpabilidad hereditaria es, sustancialmente, culpabilidad trágica. Quiere decir que Antígona no
tiene ningún “deseo decidido” de nada, ni hace “el acto de su deseo”, ni el brillo de Antígona es a consecuencia
de que ella “no vaciló en realizar el acto de su deseo” aunque le quemasen el culo a consecuencia; sino que el
brillo de Antígona se produce según Kierkegaard –a lo cual yo adhiero plenamente– dentro del sistema de la
trilogía. Y, en la trilogía, ella, de lo que padece, es la culpabilidad hereditaria que es la sustancia de la
culpabilidad trágica. Y respecto de la culpabilidad hereditaria, el sujeto es culpable y no culpable, a la vez. O
sea, observen Ustedes que lo que plantea Kierkegaard es que el superyo es el heredero de las fallas del Otro,
y que respecto de las fallas del Otro el sujeto no puede encarar su posición más que como sujeto dividido, esto
es, que es culpable y no culpable a la vez. Si leen ANTÍGONA, verán que Antígona sostiene las dos posiciones:
que ella asume la responsabilidad de su acto y que ella no es culpable de lo que está haciendo ni del castigo
que recibe. Con lo cual, la lectura que hace Kierkegaard me parece fabulosa.
¿Vieron que Lacan dice que la angustia es en el tiempo, que la relación angustia-tiempo es esencial? Bien, eso
está perfectamente explicado en el parágrafo 31 de este libro de Kierkegaard. Y otra cosa que explica muy bien
es que la angustia es la consecuencia de la reflexión sobre sí mismo del sufrimiento, o sea, de la culpabilidad
hereditaria. Quiere decir que la angustia es un sentimiento típico de nuestra época. Podríamos decir, incluso,
que no había angustia en la antigüedad, ¡y ahí ya nos fuimos al ‘sorete’ total! Porque para nosotros es
inconcebible un sujeto sin angustia. ¿Qué sería? ¿Un sujeto sin angustia de castración? ¡Chau! ¡Ahí todo s
nosotros ya ‘seríamos boleta’! Nosotros, un sujeto sin angustia de castración ya no sabemos lo que es. O la
rechaza, o la acepta, o convive con ella, o neurosis, o perversión, psicosis, lo que sea. Pero ¡sin angustia de
castración! Sin angustia de castración no lo concebimos. Lo que plantea Kierkegaard es una idea muy
interesante: que la angustia es la consecuencia, es ese resto que deja la incorporación, como dolor, del
sufrimiento. ¡Es espectacular!

«La angustia es el instrumento con el cual el sujeto se apropia del sufrimiento y lo asimila».

Lo asimila como propio. ¿Entienden la idea? La angustia no es sin objeto –dice Lacan. ¡No! Lo que pasa que
Lacan roba a dos manos y no hace como yo... Yo robo con las dos manos y después, más o menos, doy las
pistas para que lo encuentren. Él roba con las dos manos. ¡Y, sí! ¡’Jodete’ si no leés! Está bien. Está acá. Pero,
¿entienden la idea? Piensen la angustia. La angustia no es sin objeto. ¿Y cuál es el objeto de la angustia? Para
que sea angustia, no lo sé, porque si no es miedo. “Estoy angustiado y no sé por qué”... ¿Ven el “sí” y el “no”? En
este caso, el “sí” y el “no” es cuando lo que es del Otro, uno lo asume como propio —la angustia del sujeto es
frente al deseo del Otro, la angustia del sujeto es frente a la falta de deseo del Otro, la angustia del sujeto es
frente a la falla del Otro, etc. Pero lo que hace falta para que se produzca es que eso sea asimilado como
propio.

Bueno, dejamos aquí.

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