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El pecado en la Iglesia
K. RAHNER

En una teología completa, terminada, desarrollada en todas las direccio-


nes, no puede faltar el tema de la «Iglesia de los pecadores» o, con una
formulación que pone inmediatamente de manifiesto la importancia y la difi-
cultad de la cuestión, «la Iglesia pecadora».

Este tema forma parte de una eclesiologíacompleta y que reflexione ade-


cuadamente sobre su objeto; pues, el hecho de que algunos miembros de la
Iglesia viven en pecado mortal, y todos los miembros de la misma 1—-excep-
El hecho de que los pecadores permanecenverdaderos miembros de la Iglesia, en
cuanto al contemdo objetivo, fue definido por el Conciliode Constanza(Cf. los errores
de Hus y de Wicleff,p. e., DENZINGER1201,1203,1205,1206,etc.). Es conocidala historia de
este dogma: habían aparecido distintos movimientos heréticos—comoel montanismo, el
donatismo, los diversos predicadores ambulantes y sectarios del siglo XII: Cátaros,
Wicleff y Hus-—quesoñaban con una Iglesia totalmente limpia, de la cual debe ser
excluido todo el que haya perdido la gracia bautismal. Cf. R. A. KNOX : Enthusiasm
(Oxford 1955);en alemán: Christliches Schwürmertum (Kôln 1957);H. GRUNDMANN'. Ketzer-
geschichte des Mittelalters (Die Kirche in ihrer Geschichte, II, G, 1) (Gôttingen 1963).
El Concilio de Constanza terminó definitivamente con esas doctrinas. Desde Constanza,
en la enseñanzausual sobre los miembrosde la Iglesia,esta doctrina conciliarfue cierta-
mente transmitida, pero no elaborada a fondo: el pecador—conpecado mortal—,supues+o
que no haya perdido la fe, es miembro de la Iglesia (en parte, lo dicho vale tambien
de la teología reformada). Bajo esta forma de enfocar la cuestión,la Iglesia es con-
siderada desde su carácter visible, social, desde su forma de aparición histórica; y
de ahí se parte para determinar la condiciónde miembro (pleno).A este respecto, se
afirma que el pecado (aun público) de un cristiano, no toca—bajola dimensiónmen.
cionada—las notas constitutivas de la Iglesia y, por eso, no altera su propia condición
de miembro.
Es digno de ser notado el hecho de que la nueva Constitución,sin negar ni oscurecer lo
que definió el Conciliode Constanza(al acentuar el Spiritum Christi habentes (poseyendo
el Espíritu de Cristo), n. 14),comprende más honda y claramente nuestra cuestión. El Es-
pfritu Santo, la gracia interna, pertenece también a la esencia plena de la Iglesia; y, cuan-
do se pretende describir adecuadamentela condiciónde miembro en sentido pleno, debe
ser mencionada también la gracia personal. El pecador no es miembro de la Iglesia en el
mismo sentido y con la misma plenitud que el justificado. Esas dos formas de ser
miembro guardan entre sí un comportamiento idéntico a la relación que existe entre
el «sacramento meramente válido» y el «válido y fructífero». También el meramente
válido es realmente sacramento (de otra suerte, no podría «revivir»bajo ciertas con-
434 EL MISTERIO DE IGLESIA

tuando a profesar veraz y humildemente (Cf.DENZINGER-SCHON-


METZER
1537)el «perdónanos nuestras deudas» (Cf. Mt 6, 12; DENZINGER
229)..
es un dogma explícito de la Iglesia. Pero entonces surge el problema de cómp
se concilia ese hecho con otra verdad dogmática; a saber, la «Iglesia es san-
ta». ¿Cómo pueden conciliarse ambos hechos si la santidad de la Iglesia que
profesamos en el Credo no es reductible a la santidad indefectible de las
Instituciones objetivas, de su doctrina y de sus sacramentos? Esa pregunta
interesó vivamente a la antigua Iglesia y a la teología medieval, y tuvo allí
una historia muy movida. Hay un camino muy largo entre las declaraciones
de Pablo sobre la Iglesia santa «sin mancha ni arruga» (Ef 5, 27), y la tre-
menda afirmación de Agustín—ensu lucha contra la virtud soberbia de Pe-
)agio y del pelagianismo, el cual creía posible la ausencia de pecado en un
cristiano normal—de que las palabras de Pablo, tomadas en un sentido
estricto, sólo tienen validez en la Iglesia triunfante 2. De acuerdo con lo cual,
en el tiempo de los Padres y en la Edad Media, se hablaba sin reparos de la
Iglesia pecadora. Y se hablaba así, no sólo en el sentido de que la misericor-
dia de Dios ha convertido la humanidad pecadora en Iglesia santa—es decir,
en cuanto la Iglesia es pecadora por razón de su procedencia—,sino también
en el sentido de que peca ahora y se halla en un estado de pecaminosidad.
Según la revelación del Nuevo Testamento, la confianza de una fe firme
no ha de confundirse con una falsa seguridad. No hay ninguna confirmación
en la gracia. Aun el mismo Pedro niega al Señor. «Sería incomprensible el
que semejantes palabras y acontecimientos se refirieran solamente al acto
de fundación de la Iglesia y no tuvieran validez para toda la existencia de la
misma. El Nuevo Testamento habla, ciertamente, de las seguridades que han
sido dadas a la Iglesia; pero, a la vez, de la posibilidad de abusos y de caídas.
El carácter inmaculado de la esposa nunca es una rpnlidad terminada, no
es un vestido del que, una vez puesto, ya no hay que preocuparse»3. Las car-
tas pastorales dan un claro testimonio de las caídas y recaídas. Ningún
sacra-
mento, ninguna misión del Espíritu y ninguna discriminación de espíritus,
asegura definitivamente la salvación que procede de la fe (Cf. Hebr
Para los Padres, las diversas escenas del Evangelioreferentes a los 6, 4 s.).
tuvieron gran importancia en orden a la concepción de la naturaleza pecadores
Iglesia. La prostituta que aparece en Lc. VII, la sospechosa samaritanade la
con
diciones); pero no es lo que debería ser—y a realizar— a saber: la manifesta-
ción de la gracia conferida de hecho. Así, tiende
también,
Iglesia (como sacramento original), es válida, pero nola lepertenencia
da—de
del pecador a la
fica: la gracia interna de la Iglesia. Sin embargo, queda en hecho—lo que signi-
permanece un verdadero miembro de la Iglesia. firme que el pecador
Acerca de la interpretación de Ef 5, 27, en : los Padres latinos
tológica), la tradición, y en la moderna exégesis—tanto católica (interpretación esca-
Cf. especialmente H. SCHLIER:Der Brief and die Epheser como protestante—,
(Düsseldorf
sobre todo, p. 258,nota 4 (Lit.). Y, sobre la interpretación patrística, 1957),256 ss.,
Das Dekretum Gelasianum in kritischen Text herausgegeben und Cf. E. v. :
jnterpretación 38,4) (Leipzig-Berlín 1912), p. 236 s. Como untersucht (texto e
Symbole der Kirche, die Ekklesiologie der Váter (Salzburg complemento,- Cf. HUGORAHNER:
HANSURS v. BALTHASAR: 1964),394 s.
Casta meretrix en Sponsa Verbi. Skizzen
(Einsiedeln 1961),203-305,especialmente, 218. Sobre el A, T., Cf. Theologie TI
el N. T., cf. 215ss. Ibíd. p. 208 ss.; sobre
El. PECADOEN LA IGLESIA
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sus cinco o seis maridos (Jn 4, 17 s.), María


Magdalena4 y, en general, las
conversaciones de Jesús con los publicanos y los
INIt9, ll; Mt 11, 19 pls.), el relato de la adúlterapecadores (Cf. Mc 2, 15-16;
en Jn 8, junto con otras
palabras (Mt 21, 31 s.) y parábolas de Jesús (Cf. LC
para los Padres símbolos vivos del pecado y del 15, 11 s.), constituyen
Emulando el celo de los profetas veterotestamentarios infortunio en la Iglesia.
por
blo de Dios—lsrael---, ante la elección y la infidelidad della pureza del Pue-
en la nueva alianza, se intensifica la acusación Pueblo de Dios
y la conciencia de la culpa,
pero tambén la admiración por la maravilla del perdón
amenazas de los profetas contra la Jerusalén infiel, Sodoma y de la gracia. Las
y Sidón; las lamentaciones y muchos otros fragmentos y Gomorra, Tiro
de Isaías, Jeremías,
Ezequiel, Oseas y, también, del Cantar de los Cantares, pasan
el poder y la miseria del pecado en la Iglesia. Moab y su a simbolizar
nio de Oseas con la prostituta—como representación gráfica casa 5; el matrimo-
de la
del pueblo para con su Señor 6—- la primera prevaricación de Evainfidelidad
7 y,
cialmente, los textos sobre Jerusalén (Ez 16, 23; Jer 4, 29 ss.) 8—que son espe-
muy
fuertes—;el destino de Thamar y otros motivos9 se convierten para los
Padres y para la teología medieval en exhortaciones dirigidas a la Iglesia. Y
éstas se hacen especialmente intensas cuando el celo apasionado de los pro-
fetaq suscitados por el Espíritu y de los decididos reformadores de la Iglesia,
llama a• hacer penitencia por los colosales desórdenes e infortunios de la
misma 10. Es cierto que muchas veces se habla de la Iglesia, pecadora en vir-
tud de su origen; y de los hombres de la Iglesia, pero no directamente de
ésta, pues su carácter inmaculado ll nunca se puso en duda, a pesar de
fuertes acusaciones. Pero se habla también, precisamente, de hombres que
constituyen la Iglesia y la representan oficialmente, y, por tanto, están muy
adentrados en la esencia de la misma.
No vamos a estudiar aquí este aspecto eclesiológico en los Padres, nos
remitimos simplemente a los trabajos mencionados 12 . Pero las alusiones he-
chas muestran suficientemente que, en la escolástica posterior y en la teolo-
gía postridentina, ha decrecido sensiblemente el interés por este tema, si
Este tema lo ha expuesto con amblitud: U. HOLZMEISTER: Die Magdalenfrage in
der kirchehlichen überlieferung: «Zeitschrift für Katholische Theologie» 46 (1922),402 ss.,
556 ss. Cr. también, V. BALTHASAR: l. c., p. 235 ss.
5 Cf. los muchos textos que aduce v. BALTHASAR: art. cit., p. 222-239;JEANDANIÉLOU :
Sacramentum futuri (París 1950),p. 217-232.
V. BALTHASAR: art. cit., p. 239-251.
7 Ibíd. 251-257.
Ibíd. 257-280.
9 Ibíd. 280-289;sobre el motivo de «Babilonia»,Cf. p. 289ss.; sobre la «Sulamita»,
297 ss.
IO Sobre esto, Cf. YVE M.-J. CONGAR: Vrai et fause réforme dans l'Eglise («Unam
Sanctam», 20) (París 1950),p. 155ss., 170ss., 200 ss., 217 ss., 220; especialmente la tercera
parte, p. 356 s., 539 ss.
Acerca ae este tema, H. RIEDLINGER: Die Makellosig!ceitder Kirche in den lateinis-
chen Hohelied-Kommentaren des Mittelalters (BOPhMA38,3) (Münster 1958).
12 Cf. también, G. TBICHTWBIER:Die Sündenlehre des Origines (Studien zur Geschichte
der kath. Moraltheologie VII) (Regensburg 1958),p. 58-67;250 ss., 253 ss., 294 s., 336 ss.
Sobre Agustín, ct. F. HOFMANN: Der Kircnenoegrijj aes Hl. Augustznustn seinen Grund-
lagen und in seiner Entwicklung (München 1933),p. 233-257; M. SEYBOLD: Sozialtheologis-
che Aspekte der Sünde bei Augustinus (Studien zur Geschichteder katholischenMoral-
theologie XI) (Regensburg 1964)(Lit.).
FL DE IGLESIA
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bien nunca se ha negado que la Iglesia contiene algunos miembros pecado-


res En ese período, la Iglesia era identificada prácticamente con una ho-
mogénea sociedad cristiana. Ciertamente, se sabía y decía que muchos de los
que pertenecen a la Iglesia son pecadores y, sin embargo, permanecen miem-
bros de la misma. Pero, en ese hecho——que casi era considerado natural—no
se veía un problema vivo de la misma Iglesia. Esta fue concebida y alabada
como la «Santa Iglesia». Si surgía la pregunta de cómo, a pesar de sus miem-
bros pecadores, es santa (y no sólo lo será al final de los tiempos, pensa-
miento en el que Agustín y la mayor parte de los Padres latinos hallaban
consuelo), entonces, por una parte se alegaba la santidad «objetiva» de sus
instituciones, sacramentos y enseñanzas; y, por otra parte: especialmente en
la apologética—igualque el Vaticano I (Cf.DENZ.3013,3014)—,se resaltaba et
hecho de que la Iglesia, según se pone de manifiesto en sus numerosos san-
tos y mártires, así como en su influjo bienhechor con relación a los diversos
campos de la sociedad y de la cultura, ha mostrado siempre y sigue mos-
trando una fertilidad inagotable e incomparable en toda clase de bienes. La
Iglesia logra eso exhortando, reprendiendo y ofreciendo los medios de la
gracia para la conversión de sus miembros pecadores. En el fondo, también
la Encíclica Mystici Corporis, de Pío XII, se informa con esta respuesta
que se había hecho tradicional. La Iglesia—contrariamentea la tendencia de
Agustín—se convierte insensiblemente en una especie de «hipóstasis», en
una «entidad» que existe en sí misma y que se contrapone al Pueblo de Dios
como maestra v directora. Ella no parece constituir el mismo Pueblo de
Dios en su peregrinación sobre la tierra, cosa que no va en menoscabo de
su constitución jerárquica. Por eso, resulta fácil el concebir a la Iglesia como
«santa», sin dar lugar a la cuestión de si, y en qué medida, el pecado y el
fracaso de los miembros recae sobre ella y, en caso afirmativo, cómo puede
conciliarse esto con la verdadera santidad, que pertenece a la sustancia de su
credo. Menos radical y explícitamente todavía se formula la pregunta de si
y cómo la santidad «objetiva», institucional—enla doctrina, en los sacramen-
tos y en el derecho—,queda afectadapor la pecaminosidadde los miembros
de la Iglesia. Y notemos que esa realidad objetiva debe ser considerada no
sólo desde el aspecto del concepto abstracto, sino también en su realidad his-
tórica y en su ejecución por los hombres eclesiásticos.La teología que hemos
recibido, a base de la distinción entre santidad subjetiva y objetiva 14
, redu-
ce, degrada esa pregunta a la condiciónde una cuestión no esencial,con el
fin apologético de mantener las «notas de la Iglesia»15como elemento deci-
Cf. Pfo XII: Mystici Corporis (AAS 35) (1943), 238, 202. Cf. DENZINGER,
1201, 1203, 1205 s.,
1221, 2408, 2463, 2472-2478; además, 1544, 1578, 1963 s.
Cf., p. e., J. SALAVERRI: De Ecclesia Christi, en: «Sacra theologiae summa» (Ma-
drid 1962),núms. 1182-1192, 1204-1208,
1228-1240,1254-1263;Santidad de la Iglesia: Lexikon
für Theologieund Kirche, V2,128-129 (F. HOFMANN). Algunosintentos de profundización,
Cf. Die Kirche der Heiligen: Schriften zur Theologie,t. III (Einsiedeln-Zürich-Kôln 1964),
p. 111-126. Versión castellana: Escritos de Teología(Madrid 1963).
Sobre la idea Notae Ecclesiae y su historia, Cf. el artículo de A. KOLPTNG en
Lexikon für Theologie und Kirche VIP, 1041048 (Lit.), y también las alusiones de
J. RATZINGER en Lexikon für Theologie und Kirche V12, 181;históricamente, Cf. G. THTI.«:
Les notes de l'Eglise dans l'apologétique cath. depuis la Reforme (Gembloux 1937),287ss.;
E. DUDA : Joannis Stoijkovié de Ragusio O. P. (+1443) «Doctrina de cognoscibilitate Ec-
clesiae» (Roma 1958);A. LANG:Der Auftrag der Kirche (Fundamentaltheologie, t. II)
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sipo y clarantcntc «cognoscible» dc la misma. Por


diata de la Iglesia ha conservado aunque de una otra parte, la vida inme-
doctrina dc fe acerca de la necesidad de una purificacióny indeterminada—la
forma
con«tante en aa Iglesia, Todavía hoy dan testimonio de ello,de una penitencia
las oraciones del primer domingo de Cuaresma y del por ejemplo,
domingo 15 después
de Pentecostés 16.
En resumen: por el objeto mismo y por la historia del dogma eclesioló-
gico, la cuestión de la Iglesia de los pecadores es un problema real, el cual,
todavía no ha sido suficientementeelaboradoy, en una eclesiologíanormar
de nuestro tiempo, aún no ha encontrado el lugar que le corresponde. Sin
embargo, esta pregunta es de verdadera importancia religioso-existencial,
tanto para la vida del individuocomo para la de la misma Iglesia. El hecho
de que el pecado del individuo (el de los pastores y el de la grey) tiene im-
portancia para la Iglesia, le afecta, es una cuestión que apenas aparece en
la doctrina sobre el pecado que la teologíay la predicación normales nos
ofrecen, aun con ser un tema que se remonta a la tradición más antigua, a
la misma Escritura. Pues, sin la doctrina sobre la trascendenciadel pecado
y de la culpa individualespara la Iglesia,no se puede comprendertoda la
polifacética historia de la penitencia, desde sus raíces en el Antiguo Testa-
mento y en el Nuevo Testamento hasta la Edad Media posterior. Este tema
puede y debe tener gran importancia en la vida religiosa del individuo y en
el «despertar de la Iglesia en las almas».Y, cuando se trata de una constante
«metanoia»en la Iglesia y no de una mera adaptaciónde la liturgia, del
derecho y de la pastoral a las circunstanciasdel tiempo, ¿cómo puede estar
viva en toda su agudeza y profundidad la conciencia de Ecclesia semper
reformanda 17 , si instintivamente nos hacemos la idea de que sus miembros
son imperfectos e incluso pecadores,pero ella en sí misma no tiene ningún
defecto, pues es indefectiblemente«santa» y las deficienciasde los indivi-
duos son incapaces de proyectar ninguna sombra sobre la Iglesia?
El tema tiene también una gran importancia ecuménica.La teología pro-
testante hace constantemente el reproche de que la eclesiologíacatólica pro-
cede: «desde demasiado arriba», considerandola Iglesia solamente como una
institución objetiva, como una «institución salvífica»,y glorificándola luego
con una luciferiana teologia gloriae (teología de la gloria), en lugar de ver
en ella—conuna theologia crucis (teología de la cruz)—lacomunidad de los
pecadores. La cual necesita purificarse de su culpa siempre nueva, suplica
cada instante el evento actual de la gracia de Dios, siendo verdadera Iglesia,
en la medida en que está bajo la Cruz; de modo que no se enorgullezcade
su gloria, sino confiese su pecado y, solamente así, sea «santa». Una res-
(München 1954),154 ss. Se requieren ulteriores investigaciones para decidir la pregunta :
SI la Constitución,por lo menos implícitamente,ofrece un punto de apoyo para una
nueva perspecuva acerca de las Notae (o condiciones) Ecclesiae.
Cf. Missate Romanum, or. del dom. 15 después de Pentecostés: «Tu misericordia
continua, Señor, limpie y defienda a tu Iglesia; y ya que sin ti no puede salvarse, sea
gobernada siempre con tu ayuda...» 41) (París 1963):«Cómo
Cr. Y. M. J. CONGAR, O. P.: Samte Eglise («Unam Sanctam»
muchas alusiones a testimo-
(con
la santa Iglesia se debe renovar sin cesar», p. 131-154
nios de Padres y de la Tradición).
438 EL MISTERIO DE LA IGLESIA

a esta «protesta» contra la verdadera—o aparente—idea del


católica
puesta
acerca de la santidad de la Iglesia, ha de tener en cuenta toda la
catolicismo y la gracia; la esencia
doctrina católica sobre la relación entre la naturaleza
falsedad del principio lute..
de la gracia y de la justificación;la verdad y la y pecador) 18
; la relación
rano simul iustus et peccator (simultáneamente justo cristiana y de la Iglesia.
entre el aspecto presente y el futuro de la existencia doctrinalmente y
Pero la pregunta: ¿En qué medida los católicos respetamos peregrinan-
traducimos a la práctica de nuestra vida eclesiástica la condición
santa ecclesia
te de la pecadora ecclesiacrucis, a la vez que creemos en la plantea. Por
gloriae?19Es una cuestión seria que la teología protestante nos
eso, nuestro tema es también de gran importancia ecuménica.

11

La Constitución De Ecclesia no es—ni quiere ser—una eclesiología com-


pleta en todos los aspectos. Sin embargo, tampoco es un decreto que, para
rechazar nuevas herejías, solamente pretenda resaltar, esclarecer y defender
uno u otro punto de la doctrina eclesiástica.Trata de la Iglesia y, de alguna
manera, intenta una descripción completa de su esencia, según se desprende
de la estructura en el orden de los capítulos del decreto, y del fin pastoral
que éste se propone, el cual sólo puede lograrse mediante un tratado—--en
cierto sentido—exhaustivo del tema. De ahí que nos movamos dentro de los
límites de la Constitucióncuando intentamos esclarecer lo que ella enseña
acerca de la «Iglesia de los pecadores».
Ante todo, hemos de constatar—como un hecho y no como una acusa-
ción—quela Constituciónno trata esta cuestión con aquella claridad, inten-
sidad y amplitud que serían de desear. El tema no constituye ningún apar
tado dentro del Esquema, ni siquiera se le dedica un conjunto de frases
importantes.A continuaciónprocuraremos mostrar que, no obstante, el Con-
cilio no calla totalmenteacerca de esta cuestión e incluso ofrece importantes
puntos de apoyo para una teologíadel pecado en la Iglesia. Pero no podemos
decir que ese problema constituya un tema muy explícito, una «preocupa-
ción» en la mente de quienes redactaron el decreto o del Concilio,y que
aparezca allí la importancia ecuménica de la cuestión. Podríamos incluso
mar que el ductus parenético del texto (si nos es lícito usar esta expre-
Sión)casi siempreprocedede lo bueno a lo mejor de la virtud, pero no del
pecado y de su reconocimientohacia una aprehensión constantemente nueva
del perdón gratuito, cosa que, aun presupuesta la justificación interna, sería
perfectamente posible; pues también el justificado permanece pecador, ne-
cesitando permanentementedel perdón divino. Lo fundado de nuestra afir-
mación se pone de manifiesto por el mero hecho de que, en el Concilio,
18 Sobre esto, R. HERMANN: buthers These
190; W. JOEST:Gesetz und FFeiheit (Góttingen«Gerecht und Sünder zugleich» (Darmstadt
1961);R. KÕSTERS:
und Siinder zugleich»:«Catholica»18 (1964),48-77,V (toma de Luthers These «Gerecht
mann, con abundante bibliografía). posición respecto a H, Hec
19 Un intento notable de conciliar la
hallamos en HuG0 RAHNER:Die Kirche, gloria y la cruz en la imagen de la Iglesia, la
Gottes Kraft in .menschlicher Schwüche
burg 1957). (Frei-
EL PECADOEN LA IGLESIA
439

algunos Padres hubieran deseado algo más sobre el tema; pero su propuesta
no tuvo suficiente éxito Ñ. Este hecho muestra que nuestra observación no
se basa en una perspectiva meramente subjetiva. Con todo, esa especie de
silencio es muy comprensible, pues, desde sus mismos principios, el Esque-
ma no fue concebido como un tratado completo,sistemático,bien proporcio-
nado de toda la eclesiología. Fue creciendo poco a poco e incidentalmente, a
base de una prolongación del Esquema preconciliar, el cual, al principio,
sólo pretendía abordar ciertos temas particulares que la teología romana
(decisiva para el Esquema preconciliar) tenía por actuales. En una exposi-
ción profunda del tema no se hubiera podido fácilmente pasar por alto la
cuestión del pecado en la Iglesia: no sólo en el sentido de que algunos de sus
miembros son reos de pecados mortales y todos (según la mente, por ejem-
PIO, de Agustín) lo son de veniales, mereciendo, por tanto, el nombre de
pecadores; sino también bajo la pregunta explícita de si es lícito—e incluso
se debe—hablarde una Iglesia pecadora. Teniendoen cuenta la situación en
que se hallaba el pensamiento teológicoy la mentalidad de la comisión que
elaboró el decreto, no se podía esperar una mayoría suficientede votos sobre
esta cuestión. Muchos Padres no tenían una conciencia clara de la importan-
cia del problema: inmediatamente, en el campo teológico;y, mediatamente,
para el ecumenismo y la pastoral. Y en la eclesiologíatradicional de los últi-
mos siglos, si prescindimos de la doctrina acerca dé la pertenencia de los
pecadores a la Iglesia, el tema no estaba tan ampliamente elaborado que,
según la mayoría de los Padres conciliares y de las comisiones teológicas,
mereciera ser tratado explícitamente. Con lo dicho queda explicada la reserva
del decreto en esta cuestión.
Pero, aunque el decreto no ofrezca una exposición compacta del proble-
ma, sin embargo, tampoco lo deja totalmente de lado. En último término, la
Constitución dice lo suficiente para poder servir de germen a la futura teolo-
gía. La exposición siguiente pretende mostrar esa posibilidad que el decreto
ofrece.
111

da
Ante todo, vamos a señalar el contexto dentro del cual la Constitución
doctrina sobre la Iglesia de los pecadores; a saber, al hablar de la Iglesia
a través de
peregrinante. El tema de la Iglesia en camino, en peregrinación
evitar todo
p. e., en el deseo generalde (Eisenstadt,
20 Esta actitud de los Padres se manifiesta,como el obispo Stefan Laszló concretos.
«triunfalismo» en la Iglesia. Algunos Padres,
Austria), pidieron explícitamente que se tratara el tema, proponiendotextoseditado por
Cf. la exposición de LASZLÓ: Die Sünder in der Kirche, en Konzilsreden,
p. 35-38.En parte, se
(Einsiedeln-Zürich-Kôln 1964),
Y CONGAR-H. KÜNG:D. O'HAHLON anterior la atención
al Conciliollamó Katholische
nota allí el influjo de Küng, que en el tiempo eine
Die Lehre Karl Barths und
sobre esta temática, cf., p. e., Rechtfertigung.und Erneuerung als Ruf
20242; Konzit Wiedervereinigung. el tema,
Besinnung (Einsiedeln 1957),
1962), 22-52 (bibliograffa). Cf. también sobre JOUR_XET.
in die Einheit (Wien-Freiburg-Basel CH.
10 de esta exposición),
además de la obra mencionada de Congar (Cf. nota1951),vol. I, XIII s.; II, 395 s., 1943), espe-
L'Eglise du Verbe incarné (2 vol.) (Bruges 1941,
Gemeinschaft (Einsiedeln-Kôln
cialmente 893-894;H. DE LUBAC: Katholicismus als
humildes, intentos: cf., especial-
61 ss. El autor puede remitirse a sus propios, aunque (1947), editados tam-
163-177;
Zeit», 140
mente, Die Kirche der Sünder, en: «Stimmen der
(Freiburg i. B. 1948y Viena 1948).
hién independientemente: Die Kirche der Sünder
EL MISTERIO DE LA 1C,13SIA

de modo que lleva


la historia terrena sin hallar ninguna patria permanente, la Constitución.
la «figura de este mundo» (n. 48), va asomándose enal toda histórico y,
Ciertamente,con ese término, el Conciliose refiere caráctervicisitudes y
sobre todo, a la pobreza, al sufrimiento, a la humildad, a las
persecuciones de la Iglesia, que así imita al crucificado. Pero, de todas for-
mas, en lugar de la Iglesia de la eterna perfección, pasa a primer plano la
ecclesia peregrinans (la iglesia peregrinante), la ecclesia viatorum (la iglesia
de los hombres en ruta). Y con ello queda suficientemente resaltado que
la Iglesia no es una mera realidad celeste,la cual rcorre la Historia sin vivir
y. sufrir en medio de ellá, sin hallarse afectada por las situaciones de este
mundo. La Constitución, con muy buen criterio, casi antepone el concepto
de Pueblo de Dios al de «Cuerpo Místico de Cristo», e incluso la idea de ese
pueblo, con el cual Dios ha pactado su alianza, marca la pauta de toda la ecle-
siología conciliar. Y, por el mismo hecho de ver en la Iglesia la comunidad
que Dios ha congregado,estableceuna base para introducir la ídea de «Igle-
sia de los pecadores»,mucho más clara que la del concepto de una «institu-
ción salvífica», distinta de la salvación humana. A diferencia de este concep-
to, la idea del Pueblo de Dios jerárquicamente constituido, pone de relieve
que es precisamenteel fruto de la redención lo que sirve de medio para la
salvación del individuo.
Dentro de este contexto, la Constitucióndice oscuramente que también
los pecadores pertenecen a la Iglesia. Y deja en olvido la cuestión de si el
pecador apartado de la verdadera fe pertenece a la Iglesia en el mismo sen-
tido que el pecador creyente. El n. 44 de la Constitución trata de la impor-
tancia de la gracia justificante en orden al ingreso en la Iglesia 21y dice,
por otra parte, que algunos hombres incorporados a la Iglesia no están
justificados (in caritate non perseverans). Con términos de Agustín, se les
declara miembros de la Iglesia «con el cuerpo, no con el corazón».22.Por tanto,
Presupuesto que el spiritum Christi habentes (poseyendo el Espíritu de Cristo)
se refiere a la gracia de la justificación;y, que el Ecclesiaesocietati (a la sociedad
de la Iglesia) se entiende especificativa no reduplicativamente.O, de otra suerte
quedan en el aire las siguientes posibilidaaes: SI la Constitución se renere a
Iglesia precisamente en cuanto sociedad visible, entonces, la gracia justificante no la
puede ser incluida entre los elementos constitutivos de la incorporación a dicha
(en cuanto tal); y el Spiritum Christi habentes, califica especificativa
reduplicativamenteal sujeto de toda la frase (Illi...). En cambio, y no
si el Ecclesiae
cietati significa simplemente la Iglesia—quees una sociedad (especificativamente)-—, so-
en ese caso, el Spiritum Christi habentes puede y debe concebirse como
los elementos constitutivos de la «plena» incorporación (plene incorporantur). uno de
no es suficientepara precisar el significadoambiguo de la frase, pues tanto El plene
nificar una plena incorporación a la sociedad eclesiástica como una «plena» puede sig-
ción a la Iglesia en cuanto sociedadespiritual; esas dos dimensionesno incorpora-
totalmente. Si todo pecado no llevara también consigo un cierto se identifican
pecador y la Iglesia, no podríamos decir que en el sacramento distanciarse entre el
de
un reconciliari cum Ecclesia (reconciliarse con la Iglesia) (n. 11). la penitencia sucede
Sobre estos pensamientos, Cf. K. RAHNER:Vergessene
Wahrheiten über das Buss-
Sakrament, en; Schriften zur Theologie, II (Einsiedeln-Zürich-KôIn
amplia literatura); versión castellana, Escritos de Teología 1964), 143-183(con
Cf. AGUSTIN (Madrid
: De Bapt. c. Donat. V. 28, 39: PL 43, 197: «Ciertamente 1963).
Io que se dice en la Iglesia, dentro y fuera, hay que es claro que
pensarlo
cuerpo». Cf. también los textos tomados de Agustín y aducidos en el corazón, no en el
de la Constitución. Esos textos son paralelos de la en la nota 12 del II cap.
formulación adoptada en el decreto.
El PECADOEV LA IGLESIA 441

no pasa inadvertido el hecho de que una—bajo todos los aspectos—plena in-


corporación a la Iglesia implica la gracia santificante. Pero, de todos modos,
la Constitución dice que hay pecadores en el seno de la Iglesia (in Ecclesiae
sinu). Es decir, aunque un hombre sea enemigo de Dios, esté despojado de
la gracia y se entregue a la esclavitud del pecado y al poderío del demonio
(Cf.DENZINGER 1668),no obstante, puede conservar su «incorporación» a la so-
ciedad de la Iglesia (societas Ecclesiae). Ciertamente, el «en el cuerpo, pero
no en el corazón», en sí mismo, admite muchas interpretaciones 23. Pero, pon-
derando objetivamente todos los aspectos del decreto y la tradición teológi-
ca en la que inmediatamente se fundamenta, deberemos decir que se tra-
ta de una auténtica incorporación, la cual tiene una positiva importancia
salvífica24. Esa «positiva importancia salvífica» es comparable a la ope-
ración de un sacramento (sobre todo el Bautismo) recibido válida, pero
infructuosamente; en tal caso, aunque no se hubiera debido conferir el sacra-
mento, sin embargo, éste puede «revivir» y lleva en sí mismo una fuerza
interna que le conduce a ello. Lo dicho está implicado en la declaración de
que también los pecadores poseen el vinculum sacramentorum (vínculo de los
sacramentos) (Cf. n. 14)D. Y, por otra parte, eso significa que también los
pecadores configuran (por así decir) la «cualidad» de la Iglesia. Ellos pertene-
cen todavía—y, desde el punto de vista social, plenamente—al cuerpo de la
Iglesia (incorporantur) y son miembros del Pueblo de Dios constituido en
Iglesia Católica.
La Iglesia no se contrapone a los pecadores como un mero instrumento
de salvación, al cual no afectan las claudicaciones de éstos. En el pecado de
sus miembros no se trata solamente de una falta de éxito, sino que la Iglesia
debe considerar a esos miembros como un trozo de sí misma 26. De hecho,
el decreto sabe no sólo que hay pecadores en la Iglesia (el santo instituto de
salvación), sino también que ella misma es pecadora. Ciertamente, la Consti-
tución evita los términos «Iglesia pecadora», pero afirma el contenido obje-
En Agustín, tiene frecuentemente el significado de. una mera apariencia, de una
ficción: granzón en la era de la Iglesia. Cf. sobre esto el citado estudio de F. HOFMANN :
Der Kirchenbegriff des Hl. Augustinus (München 1933); J. RATZINGER: Volk und Haus
Gottes in Augustins Lehre von der Kirche (München 1954);H. U. v. BALTHASAR: Augus-
linus. Das Antlitz der Kirche (Einsiedeln 1955).
Se puede decir esto, porque esa «incorporación»implica una unión con Cristo,
por lo menos a través de la compago visibilis (unión visible), a través de «los vínculos de
la fe, de los sacramentos, del régimen eclesiásticoy de la comunión»(n. 14).
25 Dicha frase puede suscitar la pregunta de si el bautizado que se ha hecho incré-
dulo posee todavía ese vinculum sacramentorum y—por lo menos en el caso de una
incredulidad meramente «interna», es decir, que no se ha manifestado socialmente—,
el mismo vinculum professionis fidei (vínculo de la profesión de fe) (el cual es distinto
del acto de fe), siguiendo,por tanto, incorporadoa la Iglesia de un modo idéntico al del
simple pecador. Opinamos—junto con gran número de teólogos—que se puede dar tran-
quilamente una respuesta afirmativa, sin apartarnos por eso de la doctrina del Glieds- núm. 14
de la Constitución,pues allí no es tratada nuestra cuestión. Cf. K. RAHNER: Die
chaft in der Kirche nach der Lehre der Enzyklica Pius XII «Mystici Corporis Christi»,
en: Schriften zur Theologie II (Einsiedeln-Zürich-Kôln 1964),7-94, especialmente, p. 193
Y P. 14, nota 3. Versión castellana (Madrid 1963). (no sólo en este
u Se debería estudiar de propio: en qué medida la Constitución de la importancia
texto, sino también en otros), contiene una concepción profunda
salvífica de la Iglesia, y en qué medida esa concepciónde la Iglesia se diferencia, de
la eclesiologíapatrística, de la medieval,y de la reinante en el siglo xnc.
442 EL MISTERIO DE LA IGLESIA

tivo, a saber: el hecho de que ésta queda afectada por el pecado de sus miem-
bros. El decreto no dice cómo se ha de concebir teológicamente «ese quedar
afectada» (volveremos sobre ello al final de nuestra exposición); pero, cier
tamente, afirma el hecho. Ante todo, la Constitución dice explícitamente que
los pecados de los cristianos hieren a la Iglesia (peccando vulnerare). Natu-
ralmente, se podría interpretar que esa herida de la Iglesia consiste en las con-
secuencias públicas, sociales, del pecado; pero no en que—de algún modo---
la misma Iglesia es sujeto del pecado de sus miembros. Es decir: queda da.
ñada por el pecado, pero ella misma no es pecadora. Sin embargo, el texto
habla, además, de que la Iglesia: «debe purificarse siempre» (n. 8), «busca
sin cesar la penitencia y la renovación» (n. 8), «no deja de renovarse a sí
misma» (n. 9); lo cual, indudablemente, incluye una renovación «moral»n,
pues según el contexto, precisamente por eso la Iglesia es, y permanece, la
fiel y digna esposa del Señor. Pero la Iglesia no podría ser sujeto de esa
renovación y purificación si, en cierto sentido, no hubiese sido o fuera antes
sujeto de pecado y de culpa 28. Sería una arbitrariedad hermenéutica el afir-
mar que, de pronto, «Iglesia» significa aquí la masa media de los individuos
creyentes. Aquí, «Iglesia» significa lo mismo que en todo el decreto, a saber:
la Iglesia propiamente dicha. Ella es «la que recibe en su propio seno a los
pecadores» (n. 8) y, por eso, tiene «sufrimientos y dificultades» (n. 8), no sólo
externas, sino también internas; y, por cierto, en el mismo sentido (pariter).
Sería arbitrario el excluir precisamente las aflicciones y dificultades mora.
les 29.Habla en nuestro favor la afirmación (n. 65) de que la Iglesia, solamente
en María «ya» (iam) 30consiguió la perfección por la cual se presenta sin man-
cha ni arruga» (n. 65). Aquí se da, por tanto, cierta interpretación agustinia.
na de Ef 5, 25-27:si exceptuamos a María, la misma Iglesia—encuanto pe-
regrina—todavía tiene la «mancha y arruga»; los creyentes—los Christifide-
—-aún deben «vencer al pecado» (n. 65), «renovándose incesantemente»
les 31
Es significativoel hecho de que, también los carismas deban semir a la «renovación
de la Iglesia», según aparece en el número 12. De ahí se deduce que, implícitamente,
el Conciliopresupone una necesidadconstante de los carismas.
Hay que conjugar esto con el hecho de que: a) en sentido estricto, el sujeto de
la culpa y de la renovaciónmoral sólo puede ser un agente físico, substancial,dotado
de libertad; y, b) la Iglesia es «indefectiblementesanta» (Cf. n. 36).
Respecto a los dicho bajo (a), hemos de notar que, si no admitiéramosuna acepción
más amplia (de verdadera importancia en el campo religioso) del «sujeto de culpa, y
viceversa»,tampoco podríamos afirmar que la Iglesia es sujeto de la santidad (subje
tiva); lo cual ha de ser creído en virtud de la teologíaneotestamentaria,del Credo,
y del resto de la Tradición.
El «propio»,citado anteriormente en el pasaje del n. 8—«recibiendo en su propio
seno a los pecadores»-—, queda resaltado por el hecho de que está contrapuesto con el
mismo Cristo, el cual es el único que, no teniendo pecadd, pudo borrar los pecados
del pueblo. Cf. también n. 42,donde se dice que los hombressantos están «en el seno»de
la Iglesia, lo cual presuponeque la santidad de esos hombres significa algo para la de la
Iglesia.
Este iam debe referirse al privilegio de la exención de todo pecado, que fue
concedido a María en la tierra (Cf. DENZINGER,1516,1573,2800ss.); pues, en el cielo, la
Iglesia es también en los demás santos «sin mancha ni arruga».
n Es curioso en este pasaje (Cf. n. 65), el tránsito de Ecclesia (frase anterior) a
Christifidetes (frase posterior). Indudablemente, los redactores no se atrevieron a
decir aquf que la Iglesia debe vencer al pecado en sí misma y, de ese modo, crecer
en su propia santidad.
PECADO EN 'Gl CS IA

(n. 7, Cf. Ef 4, 23). Eslo supuesto, las palabras que


siguen se pueden referir
tranquilamente a la pnisnaaIglesia: «Pero como todos
cosas (Cf. Jac 3, 2), tenemos continua necesidad de tropezamos en muchas
mos de orar todos los días: perdónanos nuestras la gracia de Dios y he
deudas (Mt 6, 12)»(n. 40)32
Es un poco lamentable que las anotaciones del texto no citen el Concilio
Cartagenense 33y el Tridentino 34,pues estos lugares serían realmente «clasi-
cos» en comparación con los citados de hecho. De todos modos, se hace
mención de Agustín (junto con Pío XII); y, para él, ese antipelagiano«todos
somos pecadores» que comparte con el Cartaginense(fundado en Rom 3, 23;
5, 18 ss.), fue precisamente el motivo por el que llamó pecadora a la Iglesia.
relegando el «sin mancha ni arruga» a su estadio eterno. El hecho de que,
en cierto sentido, la Iglesia pueda ser consideradasujeto de la culpa de sus
miembros hace comprensible el que sea concebida también como sujeto de
las «tentaciones» (n. 9): «Caminando,pues, la Iglesia a través de peligros»,
Y notemos que, aquí, «tentación» significa incitación al pecado, y no mera
dificultad o prueba; pues, de otra suerte, no se distinguiría del término
«tribulaciones» usado en la misma frase. De lo dicho se desprende también
que, cuando la Constitución dice: los seglares en la Iglesia tienen la misión
de «vencer en sí mismo el reino del pecado» (n. 35) y los obispos tienen
la de «encauzar las costumbres hacia el bien» (n. 26)..., hace una decla-
ración de verdadera importanca eclesiológicay no da a estas palabras un
sentido meramente individual o, incluso, individualista.El Conciliodice que
el pastor, tomado de los hombres, se halla revestido de debilidad(Cf.Hebr. 5,
1 s.), precisamente para prestar ese tipo de servicioa los que yerran y a los
ignorantes. Sin embargo, la Constituciónno trata el tema de cómo los direc.
tores de la Iglesia pueden ser pecadores y, en el sentido agustiniano,lo son
todos (Cf. DENZINGER 229-230;1573);y, sobre todo, cómo esa condición de pe
cadores influye inevitablemente—aunqueen grados diversos—entodo el ejer.
cicio de su ministerio, de modo que la Iglesia—precisamente en su dimensión
oficial—es (casi necesariamente)pecadora, El decreto no entra en esta cues-
tión o, mejor dicho, no la desarrolla más ampliamente.
Queremos mencionar «brevemente»,pues sobrepasa el tema de este ar-
tículo, cómo la Constitución resalta constantemente la fuerza que Dios da a
la Iglesia, a través del Espíritu de Cristo, para superar el pecado dentro de
su propio seno. Sus miembros pueden y deben luchar contra los príncipes
de la iniquidad (n. 48); y vencer al mal en sí mismos (n. 65),para transformac
el mundo, que también está en la Iglesia (Cf.n. 31; 35).Además,en la Igle-
sia se halla continuamente presente el «ministerio de la reconciliación»
(Cf. núm. 28) y la aplicación (applicare) del único sacrificio redentor de la
Cruz de Cristo (Cf.nn. 3 y 28).

Agustíny a la MysticiCorvoris).
Cf. la nota 3 del n, 40, en el cap. V (referenciasa
229-230(can. 7 y 8).
Cf. DEXZINGER,
1537
Cf, DENZINGER, (decretum de iustificatione, cap. XI).
EL MISTERIO DE IGLESIA

en el mismo decreto, la Iglesia es llamada: «indefectiblemente santa»


Pero, «Iglesia santa» (n. 5, 8;
y, con las palabras del Credo, simplemente
(n. 39) (n. 9); «digna esposa»
26; 32)35; «esposa inmaculada» (n. 6); «pueblo santo» Dios» (n. 12). Cómo
«sacerdocio santo» (n. 10); «pueblo santo de
la Iglesiapuede ser a la vez pecadoray santa, es una cuestión sobre la cual
no es sufi-
el decreto no reflexionapropia y explícitamente.A este respecto,
eternidad será
ciente la solución de Agustín, según el cual la Iglesia de la
santa, «sin mancha ni arruga», y, anticipando el futuro, decimos eso mismo
de la terrena; pues la Constituciónda el predicado de santa a la Iglesia te-
rrena 36. Y, según el sentido del decreto, dicho predicado no se basa exclusi-
vamente en la santidad «objetiva»de las institucionesy doctrinas. Pues, den-
tro de este contexto, el Concilio se refiere frecuentemente a la santidad «sub-
jetiva» de los miembros. Todo el capítulo V es un testimonio claro de
esto. Pero, también el capítulo IV y el VI, solamente tienen un sentido pleno
dentro de la Constitución, si se reconoce la necesidad de esa santidad «sub-
jetiva». Por tanto, la Iglesia ha de ser a la vez «subjetivamente»santa y pe-
cadora. Pero la Constituciónno hace reflexionesconcretas sobre la cuestión
de cómo y en qué sentido sea posible eso. Dice, ciertamente, que la Iglesia
terrena posee «una verdadera santidad, aunque imperfecta» (n. 48). Y de ahi
se podría concluir que tiene validez respecto a la santidad de la Iglesia, lo
mismo que se puede decir con relación al individuo, a saber, es realmente
santa en virtud de la gracia justificante,pero su santidad aún está amenaza-
da, no ha llegado todavía a su plenitud y perfección37. Como dice explíci-
tamente el n. 40, dicha santidad debe ser actualizada todavía. Y podríamos
añadir que la Constituciónpresuponela existenciade justificados en la Igle-
sia, e incluso de mucha perfección,según aparece claramente en los capítu
los V y VI (cf., p. ej., n. 42). Pero, por el mero hecho de constatar que en la
Iglesia hay tantos pecadores como justos (quizá de mucha perfección), ¿que-
dan ya reconciliadaslas dos declaraciones?Y, para facilitar la posibilidad de
reconciliación, se podría añadir todavía que la Iglesia terrena, por lo menos
en María,ya ha alcanzadola «perfección»;graciasa ella, existe ya sin «man-
cha ni arruga» (n. 65). A pesar de todo, semejante conjugación de ambas afir•
maciones, de ningún modo es suficiente. Aun siendo parcialmente verdadera,
sería una mera escapatoriafrente a la estructura peculiar de nuestra pregun-
ta; sería una soluciónmuy precipitada.Pues, la «indefectibilidad»de la san-
tidad de la Iglesia (n. 39)no compete a los individuos particulares (ni siquiera
a la santidad ontológica y subjetivamente imperfecta) (Cf. DENZINGER 1541,
1544,1573,etc.). Por tanto, la «indefectibilidad» de la santidad de la Iglesia to-
davía no se ha hecho comprensible. Y la misma idea significa, evidentemente,
De acuerdo con lo cual: se habla de la «santidad de la Iglesia» (Cf. nn. 30,
y no de la santidad de cada cristiano; Cf. también la expresión «sariidad 42, 47, 48)
Dios» (n. 40). del Pueblo de
Exegéticamente,Cf. la bibliografía citada en la nota 2.
37 Cf. sobre esto: para el NT, H. KONG:Rechtfertigungund Heiligung
en: M. ROESLE—O, CVLLMANN: Begegnung der Christen (Festschrift fur nach Otto
dem NT,
(Frankfurt a. M. 1960)249-270. Karrer)
EL PECADOEN LA IGLESIA 445

que la relación entre pecado y santidad en la Iglesia no es la de una mera yu .x-


taposición extrínseca de ambos elementos distribuidos entre distintos miem-
bros, sino, por el contrario, la santidad de la Iglesia tiene una clara preemi-
nencia sobre su condición de pecadora. La cualidad decisiva de la Iglesia
está no en que es pecadora, sino en la santidad que la acción escatológica
de Dios ha puesto en ella, en su continua santificación y victoria sobre el
pecado, gracias a la virtud de Dios en Cristo. Por eso, la relación que el
pecado y la santidad guardan entre sí en cada individuo justificado—donde,
aun católicamente, es posible hablar de un «simultáneojusto y pecador» 38—-
no se puede aplicar a la relación entre el pecado y la santidad en la Iglesia.
En ninguna otra parte aparece tan claramente como aquí que la esencia de
la Iglesia no se identifica simplemente con la suma de sus miembros indivi-
duales. Pero, aquí está precisamente el problema decisivo, pues esa «esen-
cia» peculiar de la Iglesia no debe dar lugar a ninguna falsa «personifica-
ción». Mas el decreto no reflexiona directamente sobre esta cuestión. El único
lugar donde podríamos hallar un punto de apoyo para responder concreta-
mente a nuestra pregunta es el n. 48 de la Constitución. Con Cristo en
su Encarnación, Cruz y Resurrección—ha llegado ya el momento escatoló
gico. «La plenitud de los tiempos ha llegado, pues, hasta nosotros (Cf. I
Cor 10, 11), y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada
empieza a realizarse en cierto modo en el siglo presente, ya que la Iglesia
aun en la tierra, se reviste de una verdadera,si bien imperfecta santidad».
La cual significa39: a través de Cristo y de su victoria en la Cruz, no sólo
se ha constituido una posibilidad de salvaciónpara la humanidad redimida
—en cuanto conjunto—y, sobre todo, para la Iglesia, sino que, mediante la
gracia victoriosa de hecho, ya se ha manifestado la realización de esa posibi-
lidad. En efecto, a través de la victoria escatológica de Cristo, se ha realizado
y manifestado la existencia,de hecho, y no sólo como posibilidad,de la gracia
eficaz (no meramente suficiente)de Dios en Cristo; y esto, hasta el final de
los tiempos. Mediante esa predestinación (manifestada en Cristo) de la gracia
eficaz de la Iglesia—en cuanto totalidad 40
—, Dios, anteriormente a todo com-
portamiento actual de los miembros, ha preservado—enprincipio y esencial-
38 Sobre el «simultáneamentejusto y pecador»,Cf. la bibliografía citada en la nota 18.
lustus et Peccator, en: «Kerygma und Dogma»,1 (1955).p. 269-320; en orden a una posible
interpretación Católica de esta fórmula, Cf. H. KÜNG:Rechtfertigung. Die Lehre Karl
Barths und eine katholische Besinnung (Einsiedeln 1957),p. 231 ss.; H. U. v. BALTHASAR:
Karl Barth. Darstellung und Deutung seiner Theologie(Kóln 1962),p. 378ss. (Cf. también
la bibliografía citada allí, de: Grosche,A. Kirchgãssner,H. Volk); Cf. K. RAHVER: Gerecht
und Sünder zugleich, en: «Geist und Leben», 36 (1963),434-443.
39 Para mostrar mejor esta interdependencia objetiva, hubiera sido más oportuno
el que apareciera aquí (n. 48) la expresión «santidad indefectible» (n. 39), pues, la ca-
racterística peculiar de la situación escatológicade la Iglesia es: no una verdadera y
perfecta santidad, la cual también existió, por ejemplo, en el Antiguo Testamento; sino,
lo indefectible de esa santidad. Del mismo modo que la Iglesia—-ensu dimensión ins-
titucional—es indefectible cuando da testimonio de la verdad, diferenciándose así de
la antigua alianza, que no tenía ningún «magisterio infalible».
40 Con esto, no hemos dicho nada sobre cada uno de los miembros de la Iglesia.
El individuo puede perder la gracia y, por regla general, no sabe si perseverará en
ella (Cf. DENZINGER 1534, 1540, 1541, 1563s.). Cf., sobre todo, algunas observaciones de
K, RAHNER:Gerecht und Sünder zugleich (Cf. nota 38), p. 438-442
EL MISTERIO OE LA IGLESIA

la promesa divinas. De ahi


rnente-—asu Pueblo de que éste pierda la gracia y «indefectiblemente santa».
que la Iglesia (aun subjetivamente hablando) sea la justicia y al pe-
Por esto, la relaciónde la Iglesia—encuanto totalidad—a posibilidades,
dos
cado,no es la misma que la de una libertad neutral a sus sus propias
igualmente «objetivas»y de idéntcio rango. La Iglesia, en virtud de salvífica y
fuerzas humanas, se halla en una plena incapacidad de toda acción
de toda justicia (Cf DENZINGÊR, 1541ss., etc.), de modo que, también en este
sentido, es pecadora. Mas, por la gracia preveniente y eficaz de Dios, ella es
la absolutamente predestinada, -la constituida en verdadera santidad; aunque
esta santidad dispuesta por Dios, todavía deba crecer en•la tierra. Porque esa
disposición(para la Iglesia en cuanto totalidad) de la eficaz y predestinante
gracia de Dios,ya ha superado la libertad de los hombres, sin suprimirla ni
lesionarla (cosa que se manifestó también en la victoria de Cristo); conse-
cuentemente,el predicadode santidad es para la Iglesia—queha sido creada
por Diosy no por los hombres—loauténtico y decisivo en comparación con
el pecado.
Sin embargo, la expresión «Iglesia de los pecadores» tiene su profundo sig-
nificado. No sólo los individuos deben reconocer verdadera y humildemente
su condición de pecadores (Cf.DEÑZINGER, 229, 230; 1537),sino también la Igle-
sia, pues ella es la comunidad de esos pecadores. Y, en cuanto tal comunidad
de hombres pecadores redimida y ordenada por Dios (fruto de -la salvación), la
Iglesia es el instrumento a través del cual bios obra la salvación en el indi-
viduo (medio de salvación),Si creyéramos que el pecado de sus miembros
no afecta a la Iglesia, ésta no sería realmente el Pueblo de Dios, sino una
entidad meramente ideológica, con un carácter casi mitológico. Solamente si
Ja Iglesia se concibe a sí misma como «Iglesia de los pecadores», estará
constantementepersuadida41y logrará una inteligenciaprofunda de
necesitapurificarsey debe aspirar incesantementea la penitencia v que ella
a la re-
forma interna (Cf.n. 8). De otro modo, todas las pretensiones de reforma
quedarán en prudentes recetas y en deseos ineficaces,los cuales se
feccionarel derecho de una institución y desarrollar una gran podrán per-
tica—pastoral,pero no se hallarán en el terreno de la vida real,técnica—ytác-
dera fe y de la Iglesia humana. Si queda en claro que la de la verda-
manece siempre «la Iglesia de los pecadores», entonces Iglesia terrena per-
se hace perfectamente
compresiblesel cómo y el porqué es santa, a saber: por
Solamente ésta impide que la Iglesia—en cuanto cuerpo la gracia de Dios.
la gracia y verdad divinas;y la hace indefectiblemente total——se aparte de
de un modo especial en aquel momento en que la santa. Esa gracia obra
mente su esencia,a saber, en la Iglesia actualiza plena-
proclamacióndefinitivade su fe y en
los
La concienciade la necesidadde una continua
considerada como sospechosa,pues la misma reforma, ya no tiene por qué ser
suya esa preocupación.Cf, la Allocutiô Pauli autoridad suprema de
VI ad Emmos. Patres la Iglesia ha hecho
Praesules, Rvdmos. Praelatos ceterosque Romanae Cardinales, Exmos.
p. es: «...pero se encuentra la misma CuriaCuriae Officiales, en: AAS LV (1963),
793-800,
ne reforma, de la cual la misma Iglesia, en en la vanguardia de aquella
cuanto peren-
perpetua necesidad» (p. 797),Cf, la expresion perenne institución humana y terrena, tiene
a La jerarquía y su función en la Iglesia—respecto rinnovantento (Ibíd.)
a la doctrina, al culto, a
los
t A IGIFStA 447

Dado que, en ultimo terniino, eso es siennl)lx:y en cada caso concuet(


Obra de la gracia eficaz, contingente e indebida; consecuentcmente, la auto-
jntcligencia de la Iglesia Catélica incluye aquel «actualismo» en su ser v
obrar que la teologla protestante, con un error por su parte, cleja de ver en
la eclesiologia del catolicismo. También 10 «objetivo» y 10 «inslitucional» se
realiza-—ysolo se realiza con perfeccion-—bajola gracia de Dios. Y si la san-
tidad de la Iglesia no es meramente institucional, sino también «subjetiva»
—y, por cierto, gracias a una realidad que ya existe; no en virtud cie una
imputacién forense, ni de una esperanza escatolôgica de algo exclusivamente
futuro--—,de acuerdo con 10 antes expuesto, deberemos concluir que Dios da
esa santidad a la Iglesia, precisamente en cuanto concede a sus miembros
pecadores la posibilidad y el hecho de recurrir constantemente a la miseri-
cordia divina, que es la unica fuente de santificacién.

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KARLRAHNER : Kirche der Siinder, en : «Stimmen der Zeit», 140 (1947), 163-177;apare-
Cida independientemente (Wien 1948 y Freiburg 1948). IDEM: Die Gliedschaft in der
sacramentos, a la direcciôn y disciplina celesiâsticas—noes necesario que posea en
todos los casos y circunstancias la misma cualidad de indefectibilidad escatolégicaque
atribuimos al todo de la Iglesia. Sobre el sentido de estas cuestiones, respuesta y con-
secuencias de las mismas, cf. K. RAHNER : Kirche und Parousie Christi, en : «Catholi-
especialmente, apartado III, p. 122-126.
cas, 17 (1963),113-128; El fondo de ese articulo
pretende 10 mismo que el presente, 10 expone con mayor amplitud y excluye falsas
interpretaciones.
EL MISTERIO DE IGLESIA

Schrif-
Kirche nach der Lehre der Enzyklika Pius Xt/ «Mystici Corporis Christi», en:Escritos
ten zur Theologie II (Einsiedel, Zurich, Köln 7),
1964 7-94. Versiön castellana:
de Teotogia (Madrid 1963). IDEM : Vergessene Wahrheiten über das Bufsakrament,
en: Ebd., 143-183.IDEM : Die Kirche der Heiligen, en: Schriften zur Theologie III
(Einsiedeln, Zürich, Köln 19646), 111-126.IDEM: Kirche und Parusie Christi, en: «Cat-
holica», 17 (1%3), 113-128.IDEM: Gerecht und Sünder zugleich, en: «Geist und Le-
bcn», 30 (1903), 434443.
J. RATZINGER: Volk und Haus Gottes in Augustins Lehre von der Kirche (München 1954).
H. Ru•UINGER: Die Makellosigkeit der Kirche in den lateinischen Hohelied-Kommen.
taren des Mittelalters (BGPhMA38, 3) (Münster 1958).
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M. SEYBOtn:Sozialtheologische Aspekte der Sünde bei Augustinus (Studien zur Ges.
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G. TEICHTWETERt Die Sündenlehre des Origenes (Studien zur Geschichte der katholis-
Chen Moraltheologie VII) (Regensburg 1958).

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