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28 de julio de 2019

Economía, política y sociedad

La definición más importante


La ciencia económica no puede reducirse a cuestiones matemáticas porque el comportamiento
humano no se refleja en todas sus dimensiones a través de la matemática.
Por Pablo Caramelo

En el marco de la ciencia económica, existen muchas definiciones importantes y leyes


fundamentales que conforman el profuso, amplio e incluso contradictorio andamiaje
teórico que esta ciencia social ha desarrollado a lo largo de muchos años de historia.
Sin embargo, existe una primera definición cuya correcta exposición y comprensión
resulta imprescindible para un adecuado abordaje de toda discusión económica. Esta
definición es, ni más ni menos, que aquella que nos específica en qué consiste la
economía, ya que resulta absolutamente improcedente transitar o abordar su ámbito
sin poseer una adecuada noción respecto al terreno que delimita su incumbencia. De
esta forma, aunque en primera instancia esto parece una obviedad, al detenernos un
momento a pensar en su definición, observaremos las contradicciones subyacentes.

Etimológicamente, el término economía proviene del griego antiguo "oikonomia", una


palabra compuesta, procedente del sustantivo "oikos", que significa 'hogar' y del verbo
"nemo", que refiere a la 'acción de distribuir y administrar'. Sin embargo, con el correr
del tiempo y el paso de los años, la complejidad y la extensión del análisis económico
fue desdibujando esta procedencia etimológica. A tal punto que hoy en día, la
definición más difundida en relación con este concepto es aquella que caracteriza a la
economía como la ciencia que estudia la administración de recursos escasos para la
satisfacción de las múltiples necesidades humanas. Sin embargo, esta
conceptualización no permite abarcar todo el terreno de estudio ni la complejidad de
esta disciplina.

El hecho de que la definición más difundida incurra en ciertas inexactitudes no


es casual y tampoco inocuo; su vigencia se debe a la hegemonía de la ortodoxia
económica a nivel global, en la formación de economistas bajo la influencia de la
corriente de pensamiento neoclásica. La cual intenta promover el divorcio de la
economía y la política, con la falsa pretensión de neutralidad en el discurso y la acción
de estos profesionales.
En primera instancia, el problema de la definición antes detallada radica en que los
bienes de este mundo no son escasos. Si bien es cierto que no son infinitos, los
recursos con los que el planeta cuenta resultan más que abundantes y suficientes para
garantizar una vida plena a todos sus habitantes. Además, el ser humano posee una
capacidad asombrosa para transformar su entorno y a través de ello incrementar la
producción de nuevos bienes mediante el trabajo, la ciencia y la tecnología.
Complementariamente, si bien las necesidades de los seres humanos son diversas, no
son infinitas, como la sociedad de consumo intenta establecer.

Por lo tanto, el escenario que la tradicional definición de economía nos presenta


parece invitar a la resignación de quienes no tuvieran una suficiente dotación de
recursos, ya que estos son exhibidos como escasos e insuficientes para todos desde
un primer momento. En la misma dirección, esta escuela de pensamiento económico
recurre frecuentemente a la metáfora de la manta corta para explicar los problemas en
economía. Sin embargo, la manta no es tan corta y cada día se hace más grande a
partir del trabajo, la producción y la innovación. De lo cual se desprende que el
verdadero inconveniente no se circunscribe a la escasez, sino en torno a cómo
se distribuye la posibilidad de cobijarse con esa manta.

El origen de esta tendencia que propone el estudio de lo económico como ámbito


disociado de lo social y de lo político se produce en la transición del feudalismo al
capitalismo. Es decir, que la ciencia económica tal cual como hoy la conocemos está
asociada con el surgimiento del Estado capitalista moderno. Circunstancia a partir de
la cual la economía ortodoxa desempeña en nuestra sociedad el rol de promover y
legitimar las políticas que los sectores dominantes determinan. Sin embargo, la
realidad económica resulta mucho más compleja de lo que los modelos matemáticos
que se enseñan en las universidades pueden abarcar. El desequilibrio es el rasgo
distintivo de las sociedades, debido a la permanente interacción de factores
imprevistos y contradictorios. Por lo que los fenómenos sociales y políticos no
pueden ser modelizados a partir de ecuaciones inflexibles que dejan de lado
variables fundamentales como el hambre o el sufrimiento de los agentes
económicos. La ciencia económica no puede reducirse solo a cuestiones
matemáticas, fundamentalmente porque el comportamiento humano no puede ser
reflejado en todas sus dimensiones a través de la matemática. Por eso, cuando la
economía deja de lado las cuestiones morales, éticas, sociales y políticas que le son
inmanentes y se reduce simplemente a modelos matemáticos puros, se cercena la
esencia del análisis económico.

La economía es política en toda circunstancia, por lo que ambas disciplinas se


desempeñan simultáneamente en el análisis y la comprensión de los procesos
históricos y sociales. Teniendo en cuenta este contexto, una definición que nos
aproxima con mayor precisión al concepto en cuestión es aquella que establece
a la economía como la ciencia social que estudia las leyes que rigen la
producción, la distribución, la circulación y el consumo de los bienes que
satisfacen necesidades humanas. De forma tal que el campo de estudio de la
ciencia económica no se circunscribe únicamente a los detalles técnicos de
producción, sino que abarca también las relaciones sociales que se desprenden del
propio proceso de producción y del modo en que la acumulación se despliega.

El hilo de este artículo no resulta un aspecto menor y no se reduce a una mera


cuestión de definiciones, en un marco en el cual las 26 personas más adineradas del
planeta poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad (3800
millones de personas), según datos de la ONG Oxfam. Y donde, según el propio Credit
Suisse, el 50 por ciento más pobre de la población mundial posee menos del 0,25 por
ciento de la riqueza neta mundial. Lo cual evidencia que, mientras algunos tienen una
fracción de la manta mucho mayor a la que necesitan para abrigarse, otros se mueren
de frío. Es por eso que debemos ser absolutamente conscientes de que la política
y, por ende, la distribución resultan centrales en el abordaje de toda discusión
económica, para evitar así que quienes buscan erigirse como sumos sacerdotes de la
técnica económica nos vendan sus recetas como verdades ineludibles y
desinteresadas.

* Caramelo es economista UBA

https://www.pagina12.com.ar/208391-la-definicion-mas-importante

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