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INTRODUCCION:

El presente material tiene doble objetivo: a) estudiar los aspectos funda mentales
de la actual crisis financiera centrada en Estados Unidos (EU) y de sus
repercusiones productivas e internacionales; y b) situar a la misma y a sus
posibles consecuencias dentro del marco más amplio y de más largo plazo de las
transformaciones en curso de la economía mundial. Este segundo aspecto nos
parece de gran importancia porque permite incluir en el análisis el papel de las
nuevas condiciones internacionales en la gestación y el desenlace de la crisis
actual, así como considerar las probables consecuencias de esta última en el
curso futuro de la economía mundial y los trascendentales cambios que la están
transformando de manera acelerada.
Por tal razón dividiremos la exposición en dos partes: la primera, referida
precisamente a la crisis en sí misma y las más probables consecuencias de la
crisis sobre la economía mundial y los países en desarrollo y a su contexto
económico general, y la segunda, la evolución general de la economía mundial
durante la última década, incluyendo el comportamiento de Estados Unidos dentro
de ésta y la relación de este último fenómeno con la crisis actual. Como se trata en
todos los casos de problemas complejos que requieren cada uno un estudio
particular, nos limitaremos a presentar someramente los mismos, apoyándonos en
estudios anteriores y en la serie de intervenciones que hemos tenido en
encuentros recientes sobre los temas señalados.
 

La actual crisis financiera y sus consecuencias productivas inmediatas


Vista desde una perspectiva espacial, la actual crisis internacional es sobre todo
una gran crisis de la economía de Estados Unidos, difundida ampliamente en el
ámbito mundial en un nivel aún muy incierto, cuya magnitud dependerá tanto del
grado de exposición de los diferentes países y regiones a los fenómenos que la
generaron, como de las políticas defensivas que los mismos adopten y del
aprovechamiento de las ventanas de oportunidad abiertas por la propia crisis. Pero
también es un colapso del orden internacional que engloba y cuestiona aspectos
económicos, sociales, políticos e institucionales propios del rumbo actual de la
globalización, de la supremacía internacional de neoliberalismo, del propio curso
de la economía del conocimiento (de la relación entre sus lados luminosos y
oscuros)1 y, muy en particular, de la hege monía mundial de Estados Unidos y el
orden mundial de Bretton Woods establecidos durante su liderazgo.
LA ESPECIFICIDAD DE LA CRISIS ACTUAL
La actual crisis internacional se diferencia de casi todas las crisis económicas
internacionales desencadenadas en los países capitalistas centrales, como las de
2001-2002 o la de 1990-1991, por ejemplo, para sólo citar las más recientes. La
especificidad de la crisis actual no es tanto el resultado de un proceso de
sobreacumulación de capital en los sectores productivos de punta,
desencadenada en el plano financiero por el estallido de una burbuja especulativa
bursátil centrada principalmente en esos sectores (Pérez, 2004), sino más bien
una crisis financiera-bancaria de nuevo tipo, 2 como veremos más adelante,
gestada dentro de una coyuntura de crecimiento sostenido de la economía
mundial, tanto de la producción y la inversión productiva como, en particular, de
los sectores de punta del actual ciclo económico mundial.

ESTADOS UNIDOS: PANORAMA ECONÓMICO 2021


Estados Unidos es la mayor economía a nivel mundial, por sobre China. Tras una
década de crecimiento, el crecimiento del PIB fue negativo en 2020 (-4,3%, FMI)
tras la crisis de COVID-19, ahondado por las crecientes desigualdades e
infraestructuras obsoletas, que están ralentizando el potencial crecimiento del PIB.
A pesar de la firma de un acuerdo comercial parcial en enero de 2020, las
tensiones comerciales persisten con China; la mayoría de los aranceles se
mantienen (19% en promedio a principios de 2020, en comparación con 3% a
inicios de 2018). Por lo que se puede prever a partir del programa del nuevo
presidente electo Joe Biden, las amenzas comerciales contra Europa debiesen
desaparecer, mientras que las tensiones comerciales con China debieran bajar de
tono. Tras una contracción profunda en el segundo trimestre de 2020, que reflejó
el impacto de las medidas de confinamiento, la economía de Estados Unidos
repuntó con fuerza con una tasa anualizada de 33,1%, aunque la segunda ola de
infecciones generó nuevas restricciones, haciendo que la situación fuese aún más
incierta. Según las previsiones del FMI en octubre de 2020, el crecimiento del PIB
debiese repuntar a 3,1% este año, con una estabilización en torno a 2,9% en
2022, asumiendo que la crisis global disminuya gracias a las diferentes vacunas
contra el COVID-19. En la actualización más reciente de sus Perspectivas sobre la
Economía Mundial, el FMI revisó sus proyecciones de crecimiento para Estados
Unidos, indicando un 5,1% en 2021 y un 2,5% en 2022 (lo que corresponde a una
diferencia de +2% y -0,4% respectivamente con respecto a la proyección de la
OMC de octubre de 2020).
En 2020, el déficit presupuestario llegó a un nivel récord de 15% como resultado
de las medidas adoptaras para mitigar el impacto de la crisis de COVID-19 (en
torno a 14% del PIB). Este déficit presupuestario debiese disminuir
progresivamente en 2021 y 2022 (a 7,6% y 6,1% respectivamente, FMI). La
relación entre la deuda del gobierno y el PIB, que ya experimenta una tendencia al
alza en los últimos años, se incrementó considerablemente durante 2020 para
financiar el gasto para apoyar a los hogares y negocios, llegando a 131,2%. Se
prevé que esta tendencia continúe, llevando el déficit a 134,5% del PIB en 2022.
Estados Unidos, sin embargo, goza de una flexibilidad financiera inigualable, en
cuanto emisor del dólar americano, la mayor divisa de reserva en el mundo. El
plan de estímulo multimillonario del presidente electo Joe Biden podría llegar a un
aumento del gasto de 5,4 billones USD en la próxima década en áreas como la
infraestructura, energía limpia, manufactura, educación y salud, mientras que los
impuestos sobre ingresos altos y corporativos debieran aumentar en 3,4 billones
USD en 10 años. Según el FMI, la tasa de inflación bajó en 1,5% en 2020 (en
comparación con 1,8% un año antes, debido a la presión sobre los ingresos de los
hogares y los bajos precios energéticos), bajo el objetivo de 2% fijado por la Fed.
No obstante, se prevé que la inflación salte a 2,8% en 2021, antes de bajar
nuevamente a 2,1% el año siguiente, aunque esto depende en buena medida de
los resultados del mercado laboral.
El impacto de la crisis de COVID-19 fue particularmente duro para el mercado
laboral de Estados Unidos. Según la Situación Laboral de diciembre de 2020
descrita por la Oficina de Estadísticas Laborales, en noviembre la tasa de
desempleo se inclinó a 6,7%; está tasa bajó 8% con respecto a su cifra más alta
reciente en abril, pero es 3,2% más elevada que en febrero. El número de
personas desempleadas, de 10,7 millones, siguió bajando en noviembre, pero
sigue siendo 4,9 millones más alto que en febrero. El FMI prevé una tasa de
desempleo de 7,3% en 2021, que bajará nuevamente en 2022 a 5,7%. Los
ciudadanos estadounidenses gozan de uno de los PIB per cápita más elevados
del mundo, estimado en 65.118 USD en 2019 por el Banco Mundial. No obstante,
las políticas actuales de salud pública tienden a empeorar las desigualdades: el
número de personas sin seguro de salid aumentó durante la administración de
Trump. En 2019, había 34 millones de personas en la pobreza, aproximadamente
4,2 millones menos que en 2018 (U.S. Census). Según un estudio de la
Universidad de Columbia, sin embargo, la tasa de pobreza mensual aumenté de
15% a 16,7% desde febrero a septiembre de 2020 debido a la crisis generada por
la pandemia de COVID-19.
Durante el 2020, la economía estadounidense registró su peor año en décadas
debido a las disrupciones provocadas por la llegada de la pandemia de Covid-19.
El consenso de expectativas del mercado anticipa una contracción de 3.5% en el
2020, muy por debajo del pronóstico de principios de año de 2.1 por ciento.
La realidad es que, sin el choque externo de la pandemia, la economía
estadounidense seguramente hubiera alcanzado o superado los pronósticos.
La contracción del 2020 es peor que la de la Gran Recesión del 2009 (-2.5%) y
solamente superada por la de 1946 (-11.6%) y la de 1932 (-12.9 por ciento). Sin
embargo, la recesión del 2020 pudo haber sido mucho peor de no ser por la
vorágine de estímulos fiscales y monetarios implementados para amortiguar el
súbito y prolongado cese de actividades ordenado para intentar contener la crisis
sanitaria provocada por la pandemia.
Por el lado fiscal, los estímulos en el 2020 incluyeron un paquete de 2.6 billones
de dólares (equivalente aproximadamente a 13% del PIB) implementado en tres
fases, que incluyó pagos directos a personas físicas, programas de apoyo para
pagar las nóminas y créditos blandos para las empresas. Por el lado monetario, la
Fed bajó las tasas a cero e indicó que mantendrán ese nivel hasta que la inflación
supere consistentemente el objetivo de 2.0%, lo cual podría suceder hasta el
2023.
Asimismo, la Fed activó un nuevo programa de duración indefinida de inyecciones
de liquidez a través del cual está inyectando aproximadamente 120,000 millones
de dólares al mes a los mercados mediante la compra de bonos del Tesoro e
hipotecarios.
Estas medidas de apoyo, aunadas a un nuevo paquete de estímulos fiscales de
0.9 billones de dólares aprobado recientemente y la esperanza de que gran parte
de la población en Estados Unidos podría recibir la vacuna para el Covid-19, ha
llevado a los especialistas a anticipar un fuerte repunte en la actividad económica
para el 2021.
El consenso de expectativas espera que el PIB crezca 4.0% en el 2021, con lo
cual el PIB recuperaría su nivel precovid hacia finales del año. Sin embargo, el
triunfo del Partido Demócrata en las elecciones de la semana pasada en Georgia,
que le dan el control del Senado al nuevo partido en el poder, ha abierto la puerta
a un paquete adicional de estímulos fiscales que podría alcanzar un billón de
dólares que incluiría distribuciones en efectivo y un programa de inversión en
infraestructura.
De aprobarse este paquete, el crecimiento del PIB podría sorprender al alza y
ubicarse por arriba de 5 por ciento. Estos escenarios son consistentes con una
recuperación en forma de “V”. Dado que la economía estadounidense gozaba de
buena salud antes de la llegada de la pandemia, la tesis central es que las
medidas de estímulo han funcionado como puente para navegar la crisis y evitar
secuelas permanentes en la economía, permitiendo una recuperación en la
demanda agregada que se vio reprimida por la pandemia.
La amenaza principal a este escenario optimista es que persistan los rezagos en
el programa de vacunación masiva y que las nuevas variantes del virus obliguen a
la implementación de nuevas restricciones a la actividad económica.
Principales sectores económicos
Estados Unidos es un país altamente industrializado con elevados niveles de
productividad y uso de tecnologías modernas. Los sectores clave incluyen la
agricultura (maíz, soya, res y algodón); manufactura de maquinaria, productos
químicos, comida y automóviles y mercado terciario en auge enfocado a las
finanzas, seguros, bienes raíces, arriendos y arrendamientos. El sector Agrícola
Americano es, sin duda, uno de los más grandes del mundo, y California por sí
misma produce más de un tercio de los vegetales del país y dos tercios de sus
frutas y frutos secos. Sin embargo, la agricultura solo representa 0,9% del PIB y
da empleo a 1% de la fuerza laboral (Banco Mundial, 2019). Según datos del
Departamento de Agricultura de Estados Unidos, considerando también a las
industrias de alimentos y relacionados, el sector primario contribuyó en 1,109
billones USD al PIB del país en 2019, con una parte de 5,2% (los resultados de las
granjas de Estados Unidos representan por sí solos 136.100 millones USD). En el
mismo año, 22,2 millones de trabajos a tiempo completo o parcial estuvieron
relacionados a los sectores de la agricultura y alimentos. El Departamento de
Agricultura prevé que el ingreso neto agrícola aumente 18.300 millones USD
(21,7%) en 2019 a 102.700 millones en 2020, a pesar de la crisis de COVID-19.
De hecho, mientras que se prevé que los ingresos efectivos de productos
agrícolas bajen 15.200 millones USD (4,1%), los pagos agrícolas directo de
gobierno debiesen aumentar en 64,4% (a 14.600 millones USD).

Incluyendo un amplio rango de actividades, el sector industrial aporta sobre 18,2%


del PIB y emplea a un 20% de la fuerza laboral. Además de las industrias
mencionadas más arriba, el país también es líder mundial en las industrias
aeroespacial y farmacéutica. Gracias a sus abundantes recursos naturales,
Estados Unidos se ha convertido en un líder en la producción de una cantidad de
minerales, y ha sido capaz de mantener una producción diversificada. El país es el
mayor productor de gas líquido natural, aluminio, electricidad y energía nuclear. Es
también el tercer productor a nivel mundial de petróleo y, por años, también ha
estado desarrollando extracción de gas de lutita a gran escala. Según las últimas
cifras de la Oficina de Análisis Económico, las industrias productoras de bienes
privados bajaron en 34,4% en el segundo trimestre de 2020, tras la pandemia de
COVID-19. Esta enorme caída refleja ampliamente una baja en la manufactura de
bienes durables (encabezados por los vehículos a motor, carrocerías y caravanas,
y partes).
La economía estadounidense se basa esencialmente en servicios. El sector
terciario contribuye con más de tres cuartos del PIB (77,4%) y emplea a más de
79% de la fuerza laboral del país. Una gran parte del PIB se compone del sector
de finanzas, seguros, bienes raíces, renta y arrendamiento (21% en 2019); al igual
que de los servicios profesionales y comerciales (12,8%). El sector gubernamental
(a nivel federal, estatal y local) aportó en torno a un 12,3% del PIB del país en
2019 (Departamento de Comercio de Estados Unidos). La Oficina de Análisis
Económico estima que la baja en las industrias productoras de servicios privados
en el segundo trimestre de 2020 se debió sobre todo a la baja en las actividades
de servicios de hospedaje y alimentos (que representaron -4,38% de cambio en el
PIB real); cuidados de salud y asistencia social (4,38% de cambio en el PIB real,
sobre todo los cuidados de salud ambulatorios); y transporte y almacenamiento (-
2,56% del PIB, y el sector de transporte aéreo es el que se vio más afectado)

EL IMPACTO DE LA PANDEMIA:
El impacto de la pandemia del coronavirus provocó esta primavera la mayor
contracción en la economía estadounidense desde que existen registros. El PIB
cayó un 9,5% en el segundo trimestre del año respecto a los tres meses
anteriores, según los datos publicados este jueves por el Departamento de
Comercio. En tasa anualizada supone una caída del 32,9%. Se trata de un
colapso de la economía sin precedentes, tanto en envergadura como en
velocidad.
Las nuevas cifras demuestran que el mayor daño ocurrió durante abril —los días
más duros del cierre de la economía por la pandemia— mientras que en mayo y
junio algunos negocios comenzaron a abrir. A pesar de la apertura en las últimas
semanas, el empleo se ha estancado y algunas pérdidas todavía se observan
mientras está latente la amenaza de un segundo cierre.
Los efectos del cierre de la economía por el avance del coronavirus en Estados
Unidos se han comenzado a reflejar de una forma más clara en otros indicadores.
Al menos 1,43 millones de personas se han registrado ante el Departamento de
Trabajo como desempleados en la última semana. Hace 19 semanas que el dato
no es menor al millón, lo que indica que a pesar de que varios sectores de la
economía han comenzado la apertura en las últimas semanas, algunos de ellos no
sobrevivieron al cierre. Y aunque la actividad económica está intentando acelerar
el motor lentamente, el aumento de casos en estados como Florida, Texas,
Arizona y California, impone nuevos desafíos.
La expansión económica récord de los Estados Unidos llegó a su fin a causa del
COVID-19, con pronósticos de una profunda recesión en 2020. Las perspectivas
continúan siendo muy inciertas, ya que resulta difícil estimar las repercusiones
sociales y económicas de la pandemia, que dependerán del éxito en la contención
del brote y de las medidas adoptadas para reiniciar la actividad económica.
La respuesta de política económica a la pandemia de COVID-19 ha sido inmediata
y muy amplia. En marzo, el Congreso de los Estados Unidos aprobó tres paquetes
de estímulo con el fin de contener el impacto en los hogares y las empresas. En
abril y junio se aprobaron nuevas leyes para mejorar la eficacia de los programas
incluidos en los tres paquetes fiscales mencionados. La Reserva Federal redujo
las tasas de interés hasta el límite inferior de cero, ofreció una expansión
cuantitativa ilimitada y recurrió a distintos instrumentos de política —unos que ya
existían y otros nuevos— para mantener en funcionamiento los mercados
financieros.
CONCLUSION:

La crisis del Covid-19 es una crisis sin precedentes, por lo que es difícil hacer
comparaciones con otras crisis mundiales previas. La economía real, compuesta
por empresas y trabajadores, está siendo la más afectada. Esta crisis está
afectando a todos los países, tanto a las principales potencias económicas como a
los países en vías de desarrollo. Se está produciendo al mismo tiempo una
destrucción de la demanda y de la oferta, y los mercados financieros se están
desplomando, llevando a algunos a una crisis crediticia, particularmente en el
sector del comercio minorista y el turismo.
El sector servicios será el más afectado en todos los países afectados,
especialmente debido a la imposición de restricciones al transporte y los viajes y el
cierre de muchos establecimientos minoristas y de hostelería. El comercio de
mercancías será imposible de mantener si no se prestan servicios como el
transporte. A diferencia de las mercancías, no hay inventarios de servicios que se
puedan retirar hoy y reponer en una etapa posterior, pudiendo ser irrecuperable
esta disminución del comercio de servicios durante esta crisis sanitaria y
económica. Sin embargo, existen algunos servicios que podrían beneficiarse de
esta crisis, como es el caso de los servicios derivados de las tecnologías de la
información y la comunicación, cuya demanda ha aumentado de forma
considerable, debido por un lado a la necesidad de las personas de entretenerse,
socializar y comunicarse a distancia, y, por otro lado, por el fomento del teletrabajo
que permite que los empleados trabajen desde sus casas sin tener que acudir de
forma presencial al centro de trabajo.
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