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El séptimo sello

Parece que Bergman se inspiró para esta película en uno de los sesenta y seis frescos
medievales pintados por Albertus Pictor (Alberto el pintor) en la pequeña Iglesia de
Täby en el siglo XV, a unos quince kilómetros de Estocolmo. Dicho freco se halla en la
penumbra del coro y en ella se nos muestran a la muerte jugando al ajedrez con sus
víctimas.

Fresco de la Iglesia de Täby de Albertus Pictor

El inicio de la película nos muestra imágenes inolvidables, como la entrada de la


película con un cielo nublado y el fuerte resplandor que se manifiesta entre ellas a la que
sigue ese mismo cielo bajo el cual se nos muestra el majestuoso vuelo de una águila...

Al inicio del Septimo sello

Tras estas bellísimas imágenes iniciales sigue la presentación del retorno del caballero
cruzado Antonius Block (Max Von Sydow) a su país, una Suecia devastada por la peste
negra (la voz en off recita unos conocidos versículos del apocalipsis de Juan en las
cuales el cordero abre el septimo sello). Con él va su escudero Juan (Gunnar
Björnstrand)... Ambos están descansando en una playa abrupta en la que de repente
aparece la muerte dispuesta a llevarse a Antonius... Así se inicia la película.
Max Von Sydow como Antonius Bloch

I. ANTONIUS BLOCK: LA MUERTE INTERROGA LA VIDA.

Efectivamente, aparece la muerte (Bengkt Ekerot) quien le confirma a Antonius que


viene a buscarlo... Éste le propone jugar una partida de ajedrez en la cual si vence él la
muerte le permitirá seguir con vida, mientras que si pierde la muerte podrá proceder a
llevárselo con ella. Así se da inicio a esta partida alrededor de la cual podremos ir
viendo a diferentes personajes que se añaden en el camino de Antonius hacia su castillo.

La muerte jugando al ajedrez con Antonius

En una escena posterior se desarrolla un diálogo entre la muerte (disimulada como


confesor) y Antonius que pone de relieve el tormento de Antonius, a la vez que así se
nos pone en relación con los temas que Bergman aborda con la película: la muerte, de el
sentido la vida, el más alla de la muerte y la existencia de Dios:

Antonius: Quiero confesarme y no se que decir... Mi corazón esta vacío. El vacío es


como un espejo puesto delante de mi rostro, y al contemplarme siento un desprecio
profundo de mi ser... por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas. Me he alejado
de la sociedad en la que viví. Ahira habito un mundo de fantasmas, prisionero de
fantasías y ensueños.
La muerte: Y a pesar de todo no quieres morir...
Antonius: ¡Si... quiero!
La muerte: Entonces a qué esperas...
Antonius: Deseo saber que hay después...
La muerte: Buscas garantías...
Antonius: Llámalo como quieras.
La muerte: ¿¡Porqué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con nuestros sentidos!?
¿¡Porqué se nos esconde en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y
milagros que no hemos visto!? Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismo como
vamos a fiarnos de los creyentes. ¡Qué va a ser de nosotros los que queremos creer y no
podemos! ¿¡Porqué no logro matar a Dios en mi!? ¿¡Porqué sigue habitando en mi
ser!? ¿¡Porqué me acompaña humilde y sufrido a pesar de mis maldiciones que
pretenden eliminarlo de mi corazón, porqué sigue siendo una realidad que se burla de
mi y de la cual no me puedo liberar... me oyes!?
La muerte: Te oigo...
Antonius: Yo quiero entender, no creer... No debemos afirmar lo que no se logra
demostrar. Quiero que Dios me tienda su mano, vuelva su rostro hacia mi y me hable...
La muerte: Él no habla...
Antonius: Clamo a él en la tinieblas y desde las tinieblas nadie contesta a mis
clamores...
La muerte: Tal vez no haya nadie...
Antonius: ¡Pero entonces la vida perdería todo su sentido. Nadie puede vivir mirando
a la muerte y sabiendo que camina hacia la nada.!
La muerte: La mayor parte de los hombres no piensa en la muerte y en la nada.
Antonius: ¡Pero un día llegan al borde de la vida y tienen que enfrentarse a las
tinieblas!
La muerte: Si, y cuando llegan...
Antonius: ¡Calla! Se lo que vas a decir... que nos hace crear el miedo una imagen
salvadora que llamamos Dios.
La muerte: Te estás preocupando...
Antonius: Hoy a venido a buscarme la muerte. Estamos jugando una partida de
ajedrez. Es una prórroga que me da la oportunidad de hacer elago importante...
La muerte: ¿Qué piensas hacer?
Antonius: He gastado mi vida en diversiones, viajes, charlas sin sentido. Mi vida ha
sido un continuo absurdo. Creo que me arrepiento... ¡Fui un necio! En esta hora siento
amargura por el tiempo perdido, aunque se que la vida de casi todos los hombres corre
por los mismos cauces... Por eso quiero emplear esa prórroga en una acción única que
me de la paz.
La muerte: Por eso juegas al ajedrez con la muerte...

El tormento de Antonius

En ese diálogo crucial se plantea toda la temática alrededor de la cual gira la película.
Sin embargo yo quiero destacar que toda ella gira en torno a lo que podemos llamar la
dimensión interrogadora de la muerte a la propia vida, la de cada uno. Como su
manifestación nos pone, de repente, ante ese "darse cuenta" que se hace tan aterrador a
Antonius: "He gastado mi vida [...] Mi vida ha sido un continuo absurdo." Antonius, a
su vez, nos pone en contacto con lo que el llama las tinieblas: "Nadie puede vivir
mirando la muerte y sabiendo que camina hacia la nada." El absurdo que Antonius
siente acerca de como ha vivido no es más que su propia falta de sentido que se
proyecta de repente como una profunda necesidad de tener "garantías" sobre la
continuidad en un más allá. Pero el miedo a como "gastó su tiempo" se transforma en
una necesidad de certeza... de certeza de Dios y del más allá, porque si no es así el
dolor y la angustia de la vida vivida sin sentido y enfrentada a la posibilidad del abismo
de la nada se torna en un profundo tormento. La posibilidad de la nada, del horror de la
nada (ver la entrada dedicada al Viaje alucinante al fondo de la mente) se transforma
entonces en un espejo del vacío del corazón de Antonius, y nada más horroroso que
llegar consciente de una vida vacía - un corazón vacío - ante la muerte sentida entonces
como la puerta a la nada. Se cumplen así en Antonius las palabras de Kierkegaard
cuando dice:

Así la muerte es el arquetipo más conciso de la vida, o bien la vida es restituida a su


más concisa figura en la muerte. Por eso ha sido siempre tan importante para aquellos
que piensan de verdad sobre la vida humana, contrastar muchísimas veces, recurriendo
a este conciso arquetipo, lo que han comprendido  acerca de la vida. Porque ningún
pensador puedo puede con la vida tal y como lo hace con la muerte... [1]

- El horror de la nada.

En una escena posterior de la película podemos notar la angustia de Antonius cuando en


su camino se cruza con la ejecución de una joven acusada de bruja (Maud Hansson)...

Antonius: Te acusan de tener pacto con el diablo.


Joven: ¿Porqué hablas conmigo?
Antonius: No es por curiosidad sino por graves razones personales... Quisiera ver al
diablo.
Joven: ¿Para qué?
Antonius: Quiero verle y preguntarle sobre Dios. El sabe más que nadie y me revelará.
Joven: Puedes verla cuando quieras.
Antonius: ¿Cómo?
Joven: Siempre está cerca de mí... Mírame a los ojos... ¡Fíjate! ¿No le ves?
Antonius: Lo único que veo en tus ojos es el horror que paraliza tus púpilas.
Joven: ¡Oh! ¿No ves a nadie? ¿A nadie? Tal vez se encuentre a tu espalda.
Antonius: - se gira hacia atrás agitadamente - No... tampoco.
Joven: Pero si él esta siempre conmigo... Hasta los monjes lo han visto. Basta que yo
alargue mi mano para encontrarme con la suya, ni el fuego podrá hacerme daño.
Antonius: ¿Te lo ha dicho él?
Joven: Yo lo sé...
Antonius ¿¡¡Te lo ha dicho él!!?
Joven: Yo lo sé... Yo lo sé. ¿No lo ves en mis pupilas? Él es mi fuerza y me seguridad,
por eso todos me temen, porqueno resisten la presencia de él.

Antonius le mira decepcionado... No ha hallado ni su encuentro ni la respuesta que logre


apagar su inquietud y tormento. En un breve encuentro inmediatamente posterior con La
muerte ésta le increpa diciéndole: ¿Acabarás de hacer preguntas?, a lo que Antonius le
responde: No... no acabaré. Nadie te responderá - le contesta la muerte -. En un último
intento, antes de que se queme a la joven en la hoguera, Antonius la coge por su cabeza
y la mira fijamente a sus ojos en nuevo intento de... ver.
Antonius busca ver al diablo...
Juan, su escudero, personaje del que hablaremos más adelante, le pregunta a Antonius:
"¿¡Que es lo que ve!? [...] ¿Quién la va a recibir en el más allá? ¿Serán los ángeles, o
Dios o el diablo o simplemente la nada? ¿Será la nada señor?" A lo que Antonius,
desesperado responde: "¡¡La nada no puede ser !!". Pero Juan prosigue: "Mira sus
ojos... Su pobre cerebro está haciendo ahora un terrible descubrimiento. Se sumerge en
el abismo de la nada." Antonius, profundamente desesperado grita un desgarrado NO.
Y Juan finaliza diciendo: ¡Me subleva nuestra impotencia para ayudarla! ¡Porque es
igual al suyo nuestro espanto! en un fina observación de todo el mecanismo de
proyección que se da en esta escena, y en la cual la mirada de la joven es el espejo sobre
el que se proyecta el horror de los que la miran en esa su mirada final ante la muerte.

II. EL ESCUDERO JUAN Y EL ESCEPTICISMO.

La figura del escudero se encuadra en la clásica tradición que nos ilustró el Quijote, en
el cual su figura es la justa contrapartida del caballero. Juan (Gunnar Björnstrand, uno
de los actores de Bergman) se nos muestra como un hombre consciente de los horrores
de la guerra en la que acompañó a su caballero, aparece como un hombre descreído, a
veces mordaz, en otras compasivo: - "Aquí tienes al escudero Juan. Se ríe de la muerte,
blasfema de Dios , se burla de sí mismo y sonrie a las mujeres. Su mundo es solo el
mundo de Juan, un pobre bufón ridículo para  todos e incluso para sí mismo. Tan
indiferente es para el cielo como para el infierno" - dice al pintor de frescos (Gunnar
Olson) de la pequeña iglesia en la que hacen parada con su señor -. Esta es una buena
definición definición del escudero Juan.

El escudero Juan (a la izquierda) con el pintor de la iglesia.


En un posterior encuentro Juan se encuentra con Raval, un antiguo profesor de
seminario "reciclado" ahora en ladrón de bienes de los muertos al que Juan le atribuye
haber ·envenenado" a su señor para que se embarcara en la locura de la Cruzada. Este
episodio, junto con el de la profesión de penitentes y la ejecución de la joven acusada de
bruja ponen el referente del papel de la religión oficial como representantes de un Dios
paranoico y vengativo al estilo del Yahvé bíblico que representan el discurso antivida
que durante siglos la ha caracterizado.

Al final de la película, cuando la muerte viene a buscar al caballero y a todos aquellos


que están con él, Juan es el que muestra una actitud valiente y noble a diferencia de la
cobardía y desesperación con la que Antonio la afronta, y pone de relieve la discusión
que se plantea entre vida y sentido a través de la presencia de la muerte:

Antonius: De profundis clamavi ad te dominem (Desde las profundidades te llamé, oh


Señor)... ¡Oh Dios, ten misericordia de nosotros que vivimos en las tinieblas pues que
somos pequeños y estamos angustiados!
Juan: En las tinieblas que confiesas vivir, en las que confieso que vivimos los hombres
no encontrarás a nadie que escuche tu angustiosa súplica y se pueda conmover. Sécate
las lágrimas y mira el fin con serenidad.
Antonius: ¡Oh Dios, estés donde estés! Porque ciertamente debes de existir, ten
misericordia de nosotros.
Juan: Hubieras gozado más de la vida despreocupándote de la eternidad, pero es
demasiado tarde. En éste último instante goza al menos del prodigio de vivir en la
verdad tangible antes de caer en la nada.
Karin: - la esposa: de Antonius - Silencio... silencio...
Juan: Si, me callaré... Callaré protestando.

Juan: Sécate las lágrimas y mira el fin con serenidad.


Se realiza aquí uno de los temas esenciales: el centramiento en el presente, en el aquí y
el ahora. Sin embargo, Juan es la visión que aunque clara y valiente también se sofoca
en la nada y la falta de sentido... En su tono de voz no deja de observarse una cierta
amargura y enfado y, a pesar de la simpatía que despierta su protesta, en ella también se
observa su desengaño. Efectivamente, algo que caracteriza a todos los que llegan al
castillo de Antonius es la soledad y la falta de amor. Efectivamente, Antonius y su
escudero Juan, su esposa Karin (Inga Landgré) a la que reencuentra en el castillo, la
misteriosa joven (Gunel Lindblom) que no habla y que acompaña a Juan, y la pareja
representada por el herrero (Ake Fridell) y su mujer Lisa (Inga Gill), son seres que
llegan al final sólos y sin amor. Sin amar ni ser amados. Quizá esta sea la clave de la
cuestión cuya respuesta debemos buscarla en otros protagonistas de la película: los
juglares o comediantes.

III. LOS JUGLARES: AMOR E INOCENCIA.


Efectivamente, los juglares o comediantes son el "aire fresco" que recorre el general
tono sombrío de la película con la muerte como protagonista y el desvarío religioso por
el otro. Sus protagonistas no en vano se llaman José (Nils Poppe) y María (Bibi
Andersson) que junto con su pequeño hijo Miguel y otro comediante llamado Jonas
(Erik Strandmark) viajan en su carro dando representaciones de un pueblo a otro.

Representación de los juglares


José, María y su hijo Miguel representan los únicos personajes entre los que el amor
está presente, el amor entre ellos y el amor a su hijo, también el amor a los que a ellos se
acercan y a su vocación de llevar alegría y diversión... En una de las escenas de la
película sorprende el contraste entre su espectáculo que, de repente, se ve interrumpido
por la procesión de penitentes con todo su desfile de atrocidades. Todo un mundo de
sufrimiento, horror, culpa y castigo. Y de entre entre ellos surge un monje que lanza un
discurso absolutamente anti-vida, culpabilizador y castigador.

Procesión de los penitentes.


La ligereza de los juglares, su humor y espontaneidad contrasta con toda esa densidad
con la que se carga el oscurantismo y el sadismo religioso.

Es precisamente con ellos con los que Antonius vive uno de esos contactos gozosos con
la vida. el único momento donde el caballero parece darse cuenta de lo importante que
es el amor y el amistad:

La fe es un grave sufrimiento. Es como amar a alguien que está fuera en las tinieblas
que no se presenta por mucho que se le llama. Sentado aquí, con vosotros, que irreales
resultan estas cosas. Pierden su importancia [...] Siempre recordaré este día. Me
acordaré de esta paz, de las fresas y del cuenco de leche, de vuestros rostros a esta
última luz. Me acordaré de Miguel así dormidito y de José con su laúd. Conservaré el
recuerdo de todo lo que hemos hablado. Lo llevaré entre mis manos, amorosamente,
como se lleva un cuenco lleno de leche hasta el borde... Me bastará este recuerdo como
una revelación.

Amistad con los juglares

"Me bastará este recuerdo como una revelación" es como un pequeño momento de
claridad de nuestro atribulado caballero que de repente parece comprender cuan
importante es aprovechar el momento presente ante el cual los más densos pensamientos
se hacen pequeños y se apaciguan. En este momento se le pueden aplicar a Antonius la
reflexión que al respecto hace Claudio Naranjo:

tales quejas y lamentos no son más que un mal juego que jugamos con nosotros mismos
- un aspecto más del hecho de rechazar el éxtasis potencial del ahora. En el fondo,
estamos donde queremos estar, estamos haciendo lo que queremos hacer, aun cuando
equivalga a una tragedia aparente. Si podemos descubrir nuestra libertad dentro de
nuestras esclavitud, también podemos descubrir nuestra alegría esencial bajo la
cubierta de victimización. [3]

José y María, aun a pesar de vivir rodeados del terror de la muerte que la peste
representa sea cual sea el lugar al que vayan, parecen instalarse en vivir en la ligereza de
la alegría del momento sobreponiéndose con ella al pensamiento trágico con el que
suele apegarse nuestra mente cuando se dan las circunstancias. El ideal de que el mundo
o la vida son buenos depende, como en tantas cosas, de como participa en él el
participante... y, fundamentalmente, de la aceptación del presente y de la actitud con la
que éste se afronta. En esta reunión de los juglares con el caballero y su escudero, María
parece dar una lección a Antonius cuando tras hablar de lo hermosa que es la amistad,
Antonius se queja de que dura poco, a lo que María le responde: "Como todo. Un día
sucede al otro. Todo tiene su atractivo". El sentimiento de lo trágico, que estudiamos
en detalle en las entradas dedicadas a la película de Orson Welles El proceso de Kafka,
deriva de ese apego al aspecto sombrío de la vida, a sus dificultades y contrariedades así
como al sentimiento de impotencia con el cual afrontamos las circunstancias.

IV.  MUERTE Y SENTIDO: camino hacía la totalidad psíquica y existencial.

Entendiendo la muerte como un aspecto de la vida humana que la interroga, y tal y


como nos van mostrando los distintos personajes de El septimo sello, podemos
establecer una relación entre la muerte y la existencia, y entre esta y la totalidad
psíquica a la que, como dijo Jung, tiende nuestra psique a la vez que también nos
resistimos a ello, o en palabras de Claudio Naranjo: Siempre estamos buscando
terminar lo inconcluso, completar la gestalt incompleta y, sin embargo, siempre
estamos evitando hacerlo [4] - Gestalt puede traducirse como totalidad -. En el libro
Un mago de Terramar, su autora, Ursula K. Leguin nos dice en un momento de la
aventura:

... a medida que un hombre adquiere más poder y sabiduría, se le estrecha el camino,
hasta que al fin no elige, y hace pura y simplemente lo que tiene que hacer...[5]

Ese hacer pura y simplemente lo que tiene que hacer sería esa consideración de la
existencia como una gestalt completa, en el sentido de que el hombre de sabiduría no se
interrumpe neuróticamente y, en consecuencia, se gestiona con las frustraciones
externas: hace lo que tiene que hacer. Y por lo tanto, en la medida en que somos
capaces de desarrollar nuestra vida y hacemos lo que tenemos que hacer, esa vida va
tomando forma, una forma existencial por la que, progresivamente, nos sentimos más
satisfechos con ella. Para mí, una de las descripciones más realistas e impactantes en ese
aspecto gestáltico de la existencia proviene de C. G. Jung, quién en su libro de
memorias – escrito en colaboración con Aniella Jaffé – nos dice, ya hacia al final de su
vida, y en relación con ella:

Estoy contento de que mi vida haya transcurrido así. Fue una vida rica y me ha
aportado muchas cosas. ¿Cómo hubiera podido esperar tanto? Fueron cosas
puramente inesperadas las que sucedieron. Mucho hubiera podido quizás ser de otro
modo, si yo mismo hubiera sido otro. Pero fue como debía ser; pues es por ello que soy
como soy. Mucho ha surgido intencionadamente y no siempre resultó ventajoso para
mí. Sin embargo la mayoría de cosas se han desarrollado naturalmente y por la
intervención del destino. Me arrepiento de muchas tonterías que han sido causadas por
mi obstinación, pero sino hubiera sido por ellas no hubiera alcanzado mi objetivo. Así
pues, estoy desilusionado y no estoy desilusionado. Estoy desilusionado de los hombres
y de mí mismo. He aprendido cosas maravillosas de los hombres y yo mismo he logrado
realizar más de lo que me esperaba. No puedo formarme un juicio definitivo porque el
fenómeno de la vida y el fenómeno del hombre son demasiado grandes. Cuanto más
avanzaba en edad menos me comprendía, o me reconocía o sabía de mí.

De mí estoy asombrado, desilusionado, contento. Estoy triste, abatido, entusiasmado.


Yo soy todo esto también y no puedo sacar la suma. No estoy en condiciones de
comprobar un valor o una imperfección definitivos, no tengo juicio alguno sobre mi
vida ni sobre mí. De nada estoy seguro del todo. No tengo convicción alguna definitiva,
propiamente de nada. Sólo sé que nací y existo y me da la sensación de que soy llevado.
Existo sobre la base de algo que no conozco. Pese a toda la inseguridad, siento una
solidez en lo existente y una continuidad en mi ser.[6]

Contemplado desde esa perspectiva de completitud – que incluye la incompletitud -, de


formación – que incluye lo no formado -, la definición de Gestalt o Totalidad
incompleta deviene en la dificultad de un ser humano para realizar su existencia,
entendida esa existencia como aquella que surge del desarrollo de la propia  experiencia.
En ese caso la existencia es más pobre, más incompleta, en tanto en cuanto un ser
humano está más bloqueado para experienciarla, una pobreza relacionada con  la
dificultad para ganar experiencia - propio de lo neurótico -. En consecuencia, tanto más
completa es la vida cuando se “llena” de experiencia, o en las siempre lúcidas palabras
del poeta:

                                          Pide que tu camino sea largo.


                                          Que numerosas sean las mañanas de verano,
                                          En que con placer, arribes a bahías nunca vistas.
                                           …
                     
                                          Ten siempre a Itaca en la memoria.
                                          Llegar allí es tu meta.
                                          Más no apresures el viaje.
                                          Mejor que se extienda largos años;
                                          y en tu vejez arribes a la isla
                                          con cuanto hayas ganado en el camino,
                                          sin esperar que Itaca te enriquezca.

                                          Itaca te regaló un hermoso viaje.


                                          Sin ella el camino no hubieras emprendido.
                                          Más ninguna otra cosa puede darte.

                                          Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.


                                          Rico en saber y vida, como has vuelto,
                                          comprendes ya que significan las Itacas [7].
Ante la muerte

Cuando nos atrevemos a interrogar nuestra vida a la luz de la consciencia de la muerte


se comprenden muy bien los versos de Kavafis así como los de Machado:

Caminante, son tus huellas


El camino, y nada más;
Caminante, no hay camino,
Se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
Y al volver la vista atrás
Se ve la senda que nunca
Se ha de volver a pisar.[8]

Hay, en el sentido que aquí mostramos, un claro paralelismo entre la idea de gestalt
como tendencia a realizar la propia existencia con el principio de individuación de Jung,
quién lo define como:

El proceso de formación y particularización de los seres individuales y, en especial, el


desarrollo del individuo psicológico como ser distinto de lo general, distinto de la
psicología colectiva. La individuación es, por tanto, un proceso de diferenciación cuya
meta es el desarrollo de la personalidad individual. La necesidad de individuación es
una necesidad natural, en cuanto que impedir la individuación mediante normas
inspiradas preponderantemente o casi exclusivamente en criterios colectivos significa
perjudicar la actividad vital individual. [9]

Lo cual no es a costa de la colectividad, sino que el proceso de individuación conlleva a


relaciones más amplias e intensas:

El proceso de individuación tiene dos aspectos principales: por una parte es un proceso
interno o subjetivo de integración; por otra es un proceso objetivo de relación 
igualmente imprescindible. Lo uno no puede ser sin lo otro, aunque el primer plano lo
ocupe ora lo una, ora lo otro.[10]

No parece pues extraño que la vida relacionada con el ganar experiencia sea aquello que
le confiere sentido, tanto en el de la totalidad psíquica como en el sentido entendido
como camino de propia vida. La consciencia de la muerte como interrogadora de la vida
nos indica que no nos distraigamos y que mal negocio es "dejar para mañana aquello
que puedes hacer hoy" teniendo en cuenta que ni tan siquiera esto puede considerarse
una sentencia definitiva, pues considerada como sentencia, tiene también sus obvias
excepciones...

_______________________
[1] Kierkegaard, Soren. Las obras del amor. Sígueme ediciones,pág.413
[2] Naranjo, Claudio. La vieja y novísima gestalt. Actitud y práctica. Editorial Cuatro
Vientos, pág. 44
[3] Ídem anterior, pág. 50
[4] Ídem anterior, pág. 46
[5]  Le Guin, Ursula K. Un mago de Terramar (Libro I de Los Libros de Terramar).
Minotauro.
[6] Jung, C. G. Recuerdos, sueños, pensamientos. Biblioteca breve. Seix Barral.
[7] Kavafis, Constantino. Poesías Completas. Traducción de José María Alvarez.
Poesía Hiperion.
[8] Machado, Antonio. Campos de Castilla – CXXXVI – Proverbios y cantares.
[9] Jung, C. G. Tipos psicológicos. Definiciones. Edhasa.  Par. 854
[10] Jung, C. G. Psicología de la transferencia. Obras completas Vol. 16. Editorial
Trotta. Par. 448

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