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El día del trabajo

Amaneció nublado hoy, como talvez algún día de mayo en mi patria. Ese día, siempre los
primeros del quinto mes del ano, no había escuela, nadie trabajaba en casa, ni los diarios salían.
Era un día a respetar. Había asado en casa, como los domingos, a veces venia el tío Carlos y su
familia. Picada previa con vermut, los nueve de la familia de mi mama reunidos a la mesa. No
importaba el día de la semana que cayere. La cuestión era celebrar el día de los trabajadores de
la casa, los adultos que siempre, aunque a regañadientes, salían a cumplir sus obligaciones
diarias para traer un salario. Nunca se supo porque se había elegido ese día.
Aquí donde vivo, se celebra en septiembre. En el país donde se produjo la causa de la
celebración, que fue en mayo, se hace diferente. Cosas de los gringos.
Dejando de lado ese detalle, hoy me lo tomo y celebro. Me lo merezco, se lo merece mi esposa
y mis hijos, aunque a uno le toca trabajar, no se si lo viven de esa manera.
Aunque a veces me toco trabajar ese primer lunes de septiembre, lo vivo como en la infancia.
Seguramente agarrare la computadora luego y “avanzare” para que después de 3 días libres no
tenga mucho, no se. Hoy lo disfruto en memoria de los de mi familia. Este día incluyo a mi
suegra que ya no está y terminare ese vino “La finca” que nos gustaba a los dos.
Serrat nos canta y dice que “sus amigos son unos atorrantes…”, mis amigos habrán hecho sus
cosas, pero son unos trabajadores consientes y responsables, sus hijos siguen sus pasos, así
también los míos.
Fuimos criados para ser los que había que hacer y trabajar es una de esas cosas. Mis amigos no
son unos atorrantes, y por eso hoy, aunque el día del trabajador no coincida con el de ellos,
también festejo por ellos.
Le doy gracias a Dios por ellos y porque nunca nos faltó el pan nuestro de cada día.

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