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almendron.com/tribuna/responsabilidad-solidaria/
Lo primero que me surge es decir que la responsabilidad personal no viene por ensalmo,
necesita los cultivos de la deliberación y la decisión para hacerse operativa, pues las tres
conjuntamente -«deliberación, decisión y responsabilidad» (Tillich)- forman el dinamismo de
la libertad.
La deliberación se refiere a los procesos de conocimiento que hay antes de tomar una
decisión, ponderando pros y contras, sopesando razones y teniendo muy en cuenta los
datos de la realidad. En ese sentido, deliberar forma parte de la dinámica de la libertad. En
la deliberación, el agente moral mantiene un debate consigo mismo o con otros para
formular(se) las razones de su obrar. Aunque la deliberación sea personal, nunca es
estrictamente individualista, bien porque se acude al contraste con otros, bien porque se
tienen en cuenta normas, valores o experiencias que hemos recibido.
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En la Ética a Nicómaco Aristóteles explica que no deliberamos sobre los saberes
apodícticos que son de una manera y no pueden ser de otra, ni sobre lo que no depende de
nosotros o de lo que sucede sin que tengamos ningún control o depende del azar, sino
sobre las cosas que nos afectan y sobre las que tenemos algún tipo de control e implicación.
Y dice que una sabia deliberación es la rectitud que nos sirve para distinguir el objeto que
debemos buscar, el medio que debemos emplear y el tiempo en que es preciso obrar, y que
aspira siempre al bien. Esos elementos los trató Tomás de Aquino al considerar la virtud
cardinal de la prudencia como «recta razón de lo agible».
Junto a las grandes decisiones que marcan toda una vida, están las pequeñas que parecen
insignificantes, pero no lo son. Entre las grandes y las pequeñas decisiones las hay
intermedias. Es decisión a decisión como construimos nuestra vida. Cada vez que nos
decidimos por la verdad, la justicia, el bien común o la solidaridad, por lo que llamamos
«valores», construimos humanidad de la buena.
En su libro «Todos los nombres» el Premio Nobel José Saramago escribe que no tomamos
nosotros decisiones, son ellas las que nos toman a nosotros. Conviene enfatizar esa
pasividad, porque libera del voluntarismo al sujeto de la acción, pero sin cruzar la línea hacia
el determinismo. «Ser tomados por la decisión» hace resonar el sentido del don que entraña
la libertad para convertirse en tarea humana.
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que, consiguientemente, es imputable por las consecuencias de ese hecho. Ciertamente la
responsabilidad de los actos recae sobre la persona en la medida en que éstos son
voluntarios. Eso sí, la imputabilidad y la responsabilidad pueden quedar disminuidas e
incluso suprimidas «a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los
hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales» (CEC, 1735).
Estamos ante una muy dura pandemia que nos exige actuar con responsabilidad,
deliberación y decisión, es decir, hacer fructificar el don de la verdadera libertad, signo
eminente de la imagen divina del ser humano, para una auténtica solidaridad.
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