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Sentencia C-156/03 Dr.

EDUARDO MONTEALEGRE LYNETT


8.- En cuanto a los hermanos, la obligación de dar alimentos fue
establecida por el Código únicamente en favor de los hermanos
legítimos. No existe entonces obligación entre hermanos
extramatrimoniales, ni tampoco a favor del hermano legítimo por
parte de su hermano extramatrimonial, ni al contrario, a favor del
hermano extramatrimonial por parte del hermano legítimo. Pero
entre hermanos de simple conjunción legítimos (medios
hermanos) existe la obligación. (Subrayado y negrilla fuera
del texto)

Esta Corte ha además precisado que esta obligación alimentaria tiene


fundamento constitucional, pues “se vincula con la necesaria protección
que el Estado debe dispensar a la familia como institución básica o núcleo
fundamental de la sociedad, y con la efectividad y vigencia de derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución”, ya que el cumplimiento
de dichas obligaciones aparece “necesario para asegurar en ciertos casos
la vigencia de los derechos fundamentales de las personas al mínimo
vital o los derechos de la misma estirpe en favor de los niños, o de las
personas de la tercera edad, o de quienes se encuentren en condiciones
de marginación o de debilidad manifiesta (art. 2º, 5, 11, 13, 42, 44 y 46
C.P.) Subrayado y negrilla fuera del texto)

“…En conclusión, cada persona debe velar por su propia subsistencia y por
la de aquellos a quienes la ley le obliga, con fundamento en el principio de
solidaridad, según el cual los miembros de la familia tienen la obligación
de procurar la subsistencia a aquellos integrantes de la misma que no
están en capacidad de asegurársela por sí mismos…”

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Sentencia C-875/03 Dr. MARCO GERARDO MONROY CABRA

Otro avance jurídico en la materia se produjo con ocasión de la expedición del Código del Menor. El
Decreto 2737 de 1989 –Código del Menor- dispuso en su artículo 133 que la obligación de suministrar
alimentos no sólo incluye los bienes indispensables para la subsistencia del menor, sino aquellos
necesarios para su desarrollo integral armónico. De conformidad con el artículo mencionado, los
alimentos que se deben a los menores de edad incluyen “todo lo que es indispensable para el sustento,
habitación, vestido, asistencia médica, recreación, formación integral educación o instrucción del
menor”. En estos términos, el artículo introdujo un concepto moderno de obligación alimentaria, más
acorde con el principio de dignidad humana y con las necesidades actuales del desarrollo infantil.

En conclusión, de acuerdo con la normatividad posterior al Código Civil, puede decirse que aunque la
clasificación de alimentos congruos y necesarios no ha sido definitivamente abolida, ésta sí ha perdido
vigor respecto de muchas de las personas frente a las cuales se tiene obligación alimentaria. Los hijos
menores de edad, por ejemplo, no se sujetan a dicha clasificación, por lo que puede afirmarse que
respecto de ellos la clasificación del artículo 411 no es aplicable.

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Sentencia T-008/98 Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

3. La Corte Constitucional ha entendido que la acción de tutela no procede


contra decisiones judiciales, salvo que se trate de una vía de hecho que
afecte derechos constitucionales fundamentales y siempre que se cumplan
los restantes requisitos de procedibilidad de la citada acción. En este
sentido, la tutela sólo habrá de proceder contra una vía de hecho judicial si
no existe ningún mecanismo ordinario de defensa o, si éste existe, a
condición de que el amparo constitucional resulte necesario para evitar la
consumación de un perjuicio irremediable de carácter iusfundamental.

5. La Corte ha indicado que sólo hay lugar a la calificación del acto judicial
como una auténtica vía de hecho si el vicio que origina la impugnación
resulta evidente o incuestionable. Aquellos asuntos que puedan ser objeto
de polémica judicial o que no surjan a simple vista como lesiones
superlativas del ordenamiento jurídico, no pueden dar origen a la
descalificación, por vía de tutela, de la sentencia impugnada. A este
respecto, esta Corporación ha indicado: “La vía de hecho predicable de
una determinada acción u omisión de un juez, no obstante poder ser
imputada como nulidad absoluta, es una suerte de vicio más radical aún
en cuanto que el titular del órgano se desliga por entero del imperio de la
ley”[3].

6. Para que la acción de tutela proceda contra una decisión judicial, se


requiere que el acto, además de ser considerado una vía de hecho, lesione
o amenace lesionar un derecho fundamental. Ciertamente, puede suceder
que en un proceso se produzca una vía de hecho como consecuencia de
una alteración mayúscula del orden jurídico que, no obstante, no amenaza
o lesiona derecho fundamental alguno. En estas circunstancias, pese a la
alteración del orden jurídico, la tutela no puede proceder. La Corte se ha
pronunciado en este sentido al afirmar que la vía de hecho se configura si y
sólo si se produce una operación material o un acto que superan el simple
ámbito de la decisión y que afecta un derecho constitucional
fundamental[4].

Sentencia No. T-055/94 Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ

VIA DE HECHO-Elementos
Tradicionalmente se ha señalado la existencia de los siguientes
elementos para la configuración de una vía de hecho en la actuación
estatal: 1) una operación material, o un acto, que superan el simple
ámbito de la decisión, 2) un juicio sobre la actuación que desnaturaliza
su carácter jurídico, lo cual implica una mayor gravedad que la que se
deriva del simple juicio de ilegalidad y 3) una grave lesión o amenaza
contra un derecho fundamental.

Sentencia T-125/12

Con el fin de orientar a los jueces constitucionales y determinar unos


parámetros uniformes que permitieran establecer en qué eventos es
procedente la acción de tutela contra providencias judiciales, la Sala Plena
de la Corte Constitucional, en las sentencias C-590 de 2005[2] y SU-913 de
2009, sistematizó y unificó los requisitos de procedencia y las razones o
motivos de procedibilidad de la tutela contra sentencia. Actualmente no
“(…) sólo se trata de los casos en que el juez impone, de manera grosera y
burda su voluntad sobre el ordenamiento, sino que incluye aquellos casos
en los que se aparta de los precedentes sin argumentar debidamente
(capricho) y cuando su discrecionalidad interpretativa se desborda en
perjuicio de los derechos fundamentales de los asociados
(arbitrariedad)”[3].

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