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El fin último
natural y las causalidades natural y sobrenatural.
Es con la aparición de autores escolásticos como San Agustín y Santo Tomás de Aquino
que se introduce una forma peculiar de causalidad, similar en su estructura pero
diferente en cuanto a los fines que propone la filosofía aristotélica. Si para Aristóteles y
los filósofos clásicos el fin último del hombre era concretable, a través de la virtud en un
plano de existencia mortal, para Santo Tomás de Aquino y los escolásticos esto ya no
será así. La única forma de alcanzar dicho objetivo es a través del pasaje a la vida
eterna. Es decir, podemos observar cómo estos pensadores medievales dividen el
proceso causal en dos momentos bien diferenciados. Un momento natural (terrenal), y
otro sobrenatural (divino).
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“Pero gobernar es conducir lo gobernado a su fin28. Puesto que el hombre, además de
los fines que debe alcanzar en esta vida, debe lograr su máxima felicidad en la visión
de Dios después de la muerte, el hombre debe prepararse ya en esta vida para alcanzar
un fin extrínseco que exige que no solamente sea gobernado por el poder temporal, sino
también por otro poder que lo conduzca a ese fin último que es su eterna salvación29”
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“Puesto que es la relación entre fines la que define la relación entre poderes, la
respuesta de Tomás está formulada en términos rigurosamente teleológicos. Es aquí
donde aparece el problema de la causalidad en términos de causalidad final. Aunque
en la argumentación tomista del De regimine la presencia de la causalidad es tácita, es
sin embargo evidente, dado que es la concepción antropológica del fin último del
hombre identificado con la visio Dei la que define, en términos de causalidad final, el
problema político concreto de las relaciones entre el poder temporal y el espiritual.”
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“El hecho de que Tomás llegue a la virtud como fin del hombre individual y, por ende,
de la multitud, parece constituir un momento relevante de su teoría política. Y
ciertamente lo es, pero no de una teoría filosófica, sino de una teoría teológica de la
política. En efecto, mientras Aristóteles procede como filósofo y descarta como últimos
todos los bienes cuya carencia de autonomía impide considerarlos como fin último,
Tomás en cambio procede como teólogo y descarta como fin del hombre en sociedad
todos los bienes que no sean la virtud que ordena al hombre, como dirá de inmediato, a
la visión divina33”.