El fragmento analizado se corresponde con una reflexión sobre cómo se podría
hacer una distinción entre los conceptos de ruido y sonido. Desde un punto de vista físico, acústico, anatómico y cultural, los autores expresaran sus distintas opiniones sobre estos fenómenos y su distinta categorización. Changeux nos explica, desde un punto de vista físico-acústico, cómo se produce un sonido y las limitaciones del oído humano para percibir todos los sonidos provenientes de la naturaleza. Posteriormente, el neurobiólogo francés explica su visión sobre cómo diferenciar un sonido de un ruido, apoyándose en la tesis de las frecuencias armónicas. El ruido tiene como características la aleatoriedad de las frecuencias y su percepción “desagradable”, en contraposición de un sonido que está jerárquicamente ordenado tomando como base un sonido fundamental y su serie armónica correspondiente. Boulez acepta en primera instancia esta distinción, añadiendo diversos matices. Reflexiona sobre lo inusual que es encontrar sonidos en la naturaleza, salvo en pocas excepciones, debido a que en la mayoría de los casos son producto de la mano del hombre. Admite la complejidad de analizar el fenómeno del ruido y discrepa con Changeux respecto a que la gama armónica sea un elemento tan obvio para distinguir ambos conceptos, recordando que no deja de ser una clasificación interválica que nos permite medir aspectos como tensión o tendencias anárquicas o armónicas (en el sentido de orden y corroboración de las cosas), pero que la construcción y su concepción han variado dependiendo incluso de factores culturales. Por último, Manoury legitima personalmente las intenciones de los compositores contemporáneos de salirse de tales jerarquías y corsés y buscar expandir los horizontes sobre los que componer música. Se acaba con un debate entre Boulez y él sobre las propias limitaciones anatómicas de nuestra propia percepción, utilizando como ejemplo el sistema armónico, siendo el semitono en una polifonía ya un elemento casi imperceptible. Personalmente, me produce una profunda reflexión la opinión de Boulez sobre el sistema armónico. Si nuestro oído sufre limitaciones para distinguir, como dice el doctor McAdams, al que Boulez hace referencia, un semitono en una polifonía y como el compositor francés incide, que no pueden utilizarse los armónicos naturales como parte de un lenguaje, sino como un concepto físico, ¿qué podría considerarse como elementos de un lenguaje en música? ¿El ritmo, la interválica, la tímbrica? Es extremadamente complicado hacer una diferenciación entre sonido y ruido, pero si tuviera que dar mi definición personal, un sonido sería un elemento que el oyente pudiera identificar y atribuirle un sentido o significancia, como le atribuimos a las palabras en los distintos idiomas. En este planteamiento, podría darse la situación que el compositor fuese el único capaz de llamar sonido a su propia obra si el oyente o receptor no consigue identificar los códigos internos de esos sonidos, pudiéndolos identificar como ruido.