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Oxímoron: el filo de lo chato


Submitted by admin on Thu, 10/04/2012 - 12:30
Por: 
René González
Los elegantes textos del incomparable Borges han sido para mí una fuente casi inagotable de palabras
alucinantes que me obligan a consultar al diccionario frecuentemente. Una de las más inolvidables fue
oxímoron. Leyendo El Áleph —en el cuento El Zahir— me tropecé con la mejor definición de la misma:
“En la figura que se llama oxímoron, se aplica un epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos
hablaron de una luz obscura; los alquimistas de un sol negro. Salir de mi última visita a Teodelina Villar y
tomar una caña en un almacén era una especie de oxímoron; su grosería y su facilidad me tentaron…”
Más adelante en el cuento que le da nombre al libro se lee:
“Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada; había en su andar (si el oxímoron es tolerable) una
como graciosa torpeza, un principio de éxtasis…”
En su Historia universal de la infamia, la mayoría de los títulos incurren continuamente en dicha figura:
El incivil maestro de ceremonias Kotsuké No Suké, El asesino desinteresado Bill Harrigan, El atroz
redentor Lazarus Morell.
La ubicua Wikipedia sentenciosamente menciona que las figuras literarias  o retóricas  se dividen en
figuras de dicción y figuras de pensamiento y en estas últimas, entre otras, se encuentran las figuras
lógicas. Éstas son procedimientos retóricos que tienen que ver con las relaciones lógicas entre las ideas
dentro de un texto; de forma especial se considera la relación de antinomia o contradicción y así se
enumeran la antítesis, la cohabitación, la paradoja y el oxímoron. Este helenismo que a su vez también es
un oxímoron —porque une los lexemas oxys: agudo, punzante y moros: romo, fofo, tonto— se originó en
el siglo xvii. El Diccionario de la Real Academia secamente lo define como “Combinación en una misma
estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido;
p. ej., un silencio atronador.”
Los poetas han hecho uso y abuso de dicha figura con variable fortuna; destacan Quevedo, “Es hielo
abrasador, es fuego helado, /es herida que duele y no se siente, /es un soñado bien, un mal presente, /es un
breve descanso muy cansado.”; y San Juan de la Cruz, “Que tiernamente hieres, soledad sonora, música
callada”. Los encontramos también, entre otros, en Lope de Vega, Santa Teresa de Jesús, Góngora,
Shakespeare, Baudelaire y Víctor Hugo. Y así nos regalaron Darío su “rugido callado” y Monterroso sus
“libros llenos de vacíos”.
Con el paso del tiempo esos oxímoros tan poéticos e inasibles y en el lejano topos uranus de la literatura,
fueron descendiendo y se introdujeron sigilosamente en mi realidad y ahora veo que se han convertido en
la sal de la vida, en el aceite que lubrica generosamente el engranaje social, porque ¿qué haríamos sin el
idiota perfecto que siempre tiene la culpa de lo que sea necesario? ¿Y las beatas de esta recatada ciudad
sobrevivirían sin su inmaculada concepción? Los hospitales públicos sin sus pacientes airados no serían
los mismos, así como los alumnos sin sus ángulos rectos y líneas punteadas. Los políticos son ricos
generadores de crecimientos negativos y éxitos parciales y su lista es larga: única opción, riesgo
calculado, solución aproximada, apuesta segura, constante cambio, copia original, estimación precisa,
opción obligatoria, versión definitiva; y así medran con su partido revolucionario institucional por un lado
y la derecha siniestra del Yunque por el otro.
Poco a poco me he dado cuenta que no se puede vivir sin esos oxímoros vitales e indispensables,
imposible unir el alma al cuerpo sin la intimidad compartida del amor libre con sus casi siempre y casi
nunca. Recuerdo con nostalgia las tiernas injurias de mi abuela. Sabina nos regaló la compañera soledad
imprescindible para vivir en el club de solitarios de la aldea global, donde la mayoría actúa con
naturalidad y tensa calma las medias verdades de la realidad virtual llena de secretos a voces, elocuentes
silencios y lujos imprescindibles. Y para finalizar ¿qué sería de nuestras existencias vacías sin el orden
aleatorio del libre albedrío?
René González, es diseñador editorial y caótico lector.
Publicado en la Revista: 
No. 5

Revista Nº 5

 Viajeros en el Islam
 Rebelarse vende
 ¿Qué fue Jesús?
 Presentación
 Mercados y ciudades
 Ambrose Bierce, la moral del parricidio
 Juan López, magister ludi
 Oxímoron: el filo de lo chato
 George Santayana: el americano accidental
 El fracaso de la guerra contra las drogas
 Cuando los ángeles se dibujan sobre las serpientes
 Borges y Bioy, los imperdonables

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