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La Organización de las Naciones Unidas considera anciana a toda persona adulta mayor
de 65 años para los países desarrollados y mayor de 60 años para los países en
desarrollo. Es decir, en México se considera adulta mayor a la persona a partir de que
cumple los 60 años de edad. Según la OMS, el envejecimiento es un proceso fisiológico
que inicia al nacer y que sufre cambios durante todo el ciclo de vida. Su antecedente
científico tiene cuatro vertientes: envejecimiento exitoso, salud y enfermedad en la
persona mayor, funcionalidad en la vejez y autocuidado en la persona adulta mayor. La
primera refiere un estado de bienestar; la segunda evoca la prevención, educación y
promoción de la salud; la tercera trata sobre el nivel de dependencia y autonomía en
actividades básicas, y la cuarta está enfocada en aquellas acciones que las personas
mayores realizan para preservar su salud. Al comienzo del nuevo siglo, las perspectivas
de envejecimiento de las personas y de las poblaciones plantean algunos de los desafíos
sociales, económicos y humanitarios más grandes que ha conocido la humanidad en su
conjunto. En algún momento se pronosticó que entre los años 2011 y 2012 la población
mundial llegaría a los 7 000 millones de adultos mayores. Esto ya casi es un hecho;
actualmente la gente vive más, lo que se documenta en los estudios demográficos,
incluidos los de nuestro país, produciéndose una tendencia progresiva y exponencial al
aumento cuantitativo, sobre todo en este sector de edad. Entre otras razones están los
avances de la ciencia, particularmente la medicina, la cual ha disminuido o aplazado las
causas que antaño provocaban la muerte, por ejemplo, enfermedades infecciosas,
cardiovasculares y neoplásicas, siempre dentro del marco de desarrollo social. Como
consecuencia de este proceso de envejecimiento, en los países desarrollados la sociedad
comienza a plantearse problemas sanitarios y sociales que hace poco tiempo eran
escasamente considerados. Los factores socioeconómicos y psíquicos de estas personas
también adquieren más protagonismo en la vejez, aumentando así la demanda de los
servicios de salud (Balcázar G; Solórzano T., 2006). Medir la salud en el paciente anciano
es complejo debido a que se relaciona con medir la resultante de diversas variables de
carácter biológico, psicológico y social, así que la salud del adulto mayor debe medirse en
correspondencia con su funcionabilidad (Millán I., 2010). Por tanto, el cuidado es una
actividad permanente y cotidiana en la vida de los sujetos. Todos o casi todos se cuidan.
Las demandas de cuidados aparecen por distintas circunstancias que se dan a lo largo de
dicho proceso, o simplemente para promover la existencia de calidad. El autocuidado no
es solo una función inherente a los profesionales de la salud, sino que también involucra
al adulto mayor, a su familia, a sus vecinos a los grupos de voluntarios y a la comunidad
en general, así que ellos tienen el potencial de convertirse en sus propios agentes de
autocuidado e incorporar a su vida diaria conductas de salud que fomenten su bienestar
integral para la solución de sus problemas. Ante lo descrito, esta investigación utiliza
fundamentos basados en los argumentos de Orem (1995), sobre la Teoría de Déficit de
Autocuidado enfocada en la persona adulta mayor. Autocuidado en la persona adulta
mayor Actualmente es indiscutible el derecho de los adultos mayores a participar
activamente en los programas de salud tanto en el sector público como privado, donde el
autocuidado representa una alternativa eficaz para el logro de los objetivos, ya que, al
mejorar sus conocimientos sobre los aspectos de salud y control, la disminución de los
factores de riesgo y la promoción de la conducta de autocuidado, se obtiene una
población adulta mayor más saludable. Uno de los pilares filosóficos de la profesión de
enfermería radica en el convencimiento del poder ilimitado que tiene el aprendizaje del ser
humano, independientemente de su edad, posibilitando que a través del proceso
educativo las personas de la tercera edad incorporen a su vida diaria conductas de salud
física, social, mental y espiritual que favorezcan su bienestar, abandonando los estilos de
vida que pueden perjudicarlas (OPS, 1993). Larry C. Coppard et al. definen autocuidado
como todas aquellas acciones y decisiones que toma un individuo para prevenir,
diagnosticar y tratar su situación personal de enfermedad; todas las acciones individuales
dirigidas a mantener y mejorar su salud; y las decisiones referidas a usar tanto los
sistemas de apoyo informal como los servicios médicos formales. Es decir, el autocuidado
es toda aquella acción individual que realiza el individuo por el bienestar de su persona,
ya sea, físico, psicológico o social, con el fin de prevenir enfermedades o la complicación
de las mismas (OPS, 1993). El autocuidado significa aceptar la responsabilidad personal
de la propia salud; mucha gente la practica sin asistencia de profesionales ya que solo se
requiere de un poco de entrenamiento. El autocuidado significa adoptar estilos de vida
saludable y hábitos de buena salud, tanto nutricionales como de ejercicio y relajación, con
el apoyo de nuestra familia y amigos (González J., 2000). El autocuidado es un concepto
de vital importancia, ya que involucra a la persona mayor como actor competente capaz
de tomar decisiones, controlar su propia vida y asegurarse la posibilidad de gozar de un
buen estado de salud. En este sentido, el autocuidado permite alcanzar una mejor calidad
de vida, a través del fortalecimiento del potencial de autonomía y de la responsabilidad de
sí mismo, indispensables en el logro de un envejecimiento pleno y saludable (Araya A.,
2012). La mayoría de las personas mayores tienen la capacidad física y mental
necesarias para realizar actividades de autocuidado a sí mismas o a otras personas. Sin
embargo, esta posibilidad real es cuestionada por laicos, profesionales y los mismos
adultos mayores, debido a conceptos equivocados y puntos de vista negativos sobre la
vejez, al considerar que las personas de la tercera edad indiscutiblemente padecen de
rigidez, enfermedad y discapacidad. Los individuos disponen de información sobre
autocuidado a través de la escuela, los amigos, la familia, campañas de salud y
vacunación, así como de los medios de comunicación (OPS, 1993). Llevar a cabo el
autocuidado a la salud es responsabilidad de cada individuo, así como preservarla de
cualquier factor de riesgo que amenace su integridad. Por ello es importante conocer el
nivel de preocupación que muestra la sociedad por mantener el equilibrio en salud. En la
Asamblea Mundial de la Salud No. 42, celebrada en Ginebra en mayo de 1989, se
estableció que la salud integral de los jóvenes debe ser considerada como un elemento
básico para el desarrollo social y económico global. Disponer hoy en día de conocimiento
sobre el autocuidado en salud debe ser un tema importante, en especial para la población
joven, quienes son los que menos creen requerir supervisión médica o psicológica
(Fuente V., 2011). Actualmente los jóvenes adquieren dicha información por medio de las
redes sociales y la tecnología, mientras que las personas mayores adquieren algunos de
sus conocimientos básicos sobre autocuidado a través de sus experiencias cotidianas y
tras observar situaciones que suelen afectar a la salud; sin embargo, es necesario que
aprendan nuevos conocimientos y prácticas que les permitan realmente convertirse en
sus propias fuentes de bienestar. Los adultos mayores, debido al envejecimiento más
pronunciado en el que se encuentran, han aprendido a preocuparse y ocuparse de su
salud, quedando bien definido este grupo etario a pesar de la suma de enfermedades.
Algunos adultos mayores no solo son capaces de realizar actividades de autocuidado,
sino que también pueden colaborar en el cuidado de otras personas con mayores
limitaciones físicas y psicológicas gracias a sus experiencias de vida (OPS, 1993). El
autocuidado no solo es una función inherente a los profesionales de la salud, sino que
también involucra al adulto mayor, a su familia, a los vecinos, a los grupos de voluntarios
y a la comunidad en general. Este tipo de actividades es lo que se conoce como “cuidado
laico” e implica que la persona comparta con otros la responsabilidad del cuidado de su
salud. El individuo, solo o con ayuda de otros, se convierte de esa manera en su propio
agente de cuidado. El autocuidado convierte a la persona de edad avanzada en motor de
su propio bienestar y con el apoyo familiar y la participación de los recursos de la
comunidad, puede encontrar la solución a la mayoría de sus problemas. La comunidad
debe tomar parte activa en la promoción de la autosuficiencia, con el fin de reducir la
situación de dependencia de los adultos mayores (OPS, 1993). Nunca es tarde para
iniciar medidas preventivas y cambios en los estilos de vida perjudiciales para la salud;
por ejemplo, dejar de fumar, usar cinturones de seguridad, abstenerse de consumir
alimentos que agraven las condiciones crónicas, mantener el tono y fuerza muscular
mediante ejercicios, y realizar actividades que mejoren el funcionamiento orgánico y
social, disminuyendo los efectos de las enfermedades que puedan surgir más adelante en
la vida (OPS, 1993). Diversos estudios han demostrado que las personas sedentarias de
60 años y más que deciden tomar parte en programas regulares de ejercicio mejoran su
rendimiento cardiaco y disminuyen sus niveles de lípidos en la sangre. A menos que se
logren mayores avances en la prevención y el tratamiento de las discapacidades
vinculadas con la vejez, hará falta un mayor cupo en los hogares de ancianos y más
camas en los hospitales para enfermedades graves, situación que vuelve imperativa la
implementación de programas que promuevan la salud en estas personas, quienes
requieren un elevado nivel de autocuidado (OPS, 1993). autosuficiencia, con el fin de
reducir la situación de dependencia de los adultos mayores (OPS, 1993). Nunca es tarde
para iniciar medidas preventivas y cambios en los estilos de vida perjudiciales para la
salud; por ejemplo, dejar de fumar, usar cinturones de seguridad, abstenerse de consumir
alimentos que agraven las condiciones crónicas, mantener el tono y fuerza muscular
mediante ejercicios, y realizar actividades que mejoren el funcionamiento orgánico y
social, disminuyendo los efectos de las enfermedades que puedan surgir más adelante en
la vida (OPS, 1993). Diversos estudios han demostrado que las personas sedentarias de
60 años y más que deciden tomar parte en programas regulares de ejercicio mejoran su
rendimiento cardiaco y disminuyen sus niveles de lípidos en la sangre. A menos que se
logren mayores avances en la prevención y el tratamiento de las discapacidades
vinculadas con la vejez, hará falta un mayor cupo en los hogares de ancianos y más
camas en los hospitales para enfermedades graves, situación que vuelve imperativa la
implementación de programas que promuevan la salud en estas personas, quienes
requieren un elevado nivel de autocuidado (OPS, 1993).
Por esto enfermería no solo cumple con la indicación médica, sino que atreves de su
propia valoración elabora un plan de cuidados individualizado para cada paciente y su
entorno familiar, el cual no debe ser estricto ni seguirse paso a paso, ya que estos podrán
variar según las circunstancias y estado del paciente.
El plan de cuidado, deberá contener:
Valoración del paciente: se valorará el estado del paciente, de disconfort, estado
de ánimo, si está acompañado por familiares, aspecto físico (respiración, color de
la piel, higiene, etc.), grado de dependencia.
Control: es la respuesta que el paciente tiene al tratamiento, grado de ansiedad de
la familia y el paciente.
Detección: es detectar las complicaciones potenciales derivadas del tratamiento en
el paciente y la familia.
Prevención: de complicaciones a largo y acorto plazo con respecto al tratamiento,
así como el aspecto psicológico que puede afectar al paciente y a la familia.
Colaboración: con el resto del equipo de salud y la familia.
Evaluación: si se ha logrado el objetivo del tratamiento, y si hay un clima de
confianza entre el equipo de salud, el paciente y la familia.