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El agua llega a la 

Isla de Margarita desde el Estado Sucre, a través de un tubo


submarino que provee dos millones de litros por minuto. El agua corriente es
aceptada para el aseo personal, más no es recomendable para el consumo
humano, por lo que se aconseja beber agua mineral embotellada o de filtro.

nueva Esparta recibe agua dulce a través de dos sistemas instalados en el estado
Sucre: el acueducto Luisa Cáceres de Arismendi, conectado al embalse de
Clavellinos, y el sistema Turimiquire. Es la única isla del Mar Caribe que se
abastece desde tierra firme. Las autoridades dijeron en 2016 que Clavellinos
quedó inoperativo debido a la sequía. Pero, reportes de Hidrocaribe muestran que,
independientemente de las condiciones climáticas, las fugas y las tomas ilegales
en acueductos y tuberías disminuyen el suministro de agua que recibe la isla.

Los planes de racionamiento de Nueva Esparta fueron homologados y ajustados a


una escala en la que se podía estimar las horas de servicio mensuales. En
promedio, las localidades del estado sometidas a racionamiento reciben agua
alrededor de dos veces al mes. En general la isla recibe alrededor de 90 horas de
agua al mes, equivalentes a sólo 12,5% del abastecimiento pleno mensual (720
horas).

Para solventar los problemas de abastecimiento que Nueva Esparta habría sufrido
“desde hace más de 40 años”, el gobierno del presidente Hugo Chávez prometió
construir el acueducto Luisa Cáceres de Arismendi, una tubería de 90 kilómetros
paralela al viejo sistema de Clavellinos. El proyecto se inició en 2004 y estaba
prevista su inauguración en 2010. Cuatro años después, Hidroven declaró en la
Memoria y Cuenta que sólo se habían sustituido 680 metros de 11 kilómetros de la
red entre Chacopata en Sucre y Coche. El tramo submarino, que se financió a
través de un convenio de cooperación con Irán, aún no se ha construido.

El embalse de Clavellinos opera desde 1967. Los viejos conductos submarinos


que envían agua a la isla son de acero y están recubiertos de concreto. El
ingeniero mecánico Hernán Rivero, dedicado al manejo y tratamiento de aguas,
advirtió que tienen muchos años y son vulnerables a roturas. Los describe como
una galleta crocante que se fractura con facilidad.

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