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Primeramente, se proponen, como es claro, a aclarar el sentido con el que se referirán al

pensamiento crítico. Así, llegarán a decir que: “pensamiento crítico es la decisión


correlativa de formarse como yo verdadero, libre y autónomo en la correlación de la
persona individual con la comunidad” (), cosa que se comprende como ideal pedagógico y
que es fundamental para el desarrollo mismo del pensamiento crítico. Por ello, se plantea
un acercamiento a cada fase esencial para el pensamiento crítico; iniciando por Kant,
pasando por Husserl y la escuela de Frankfurt, hasta llegar a la crítica de la razón
instrumental.

De tal modo, sobre Kant recaen diferentes críticas respecto a la construcción y desarrollo de
sus teorías. Aunque, como abuelo espiritual está presente en el proceso pedagógico –gracias
a que quiso hacer sujeto al sujeto-, termina por someter al sujeto a un sujetamiento que ha
de finiquitar su libertad. Así, las críticas van desde el hecho de que su teoría se queda corta
en el marco de la dinámica política en el paso de la historia, hasta que, no piensa en la
relatividad histórica, imposibilitando una visión genética del imperativo categórico. No ve
la importancia, en la formación del sujeto, del carácter comunicativo del lenguaje; por lo
tanto, tiende a la razón monológica, olvidando los caudales simbólicos y excluyendo la
formación intercultural.

Paralelamente, con la fenomenología genética del lenguaje y de la comunicación de Husserl


-que toma a la filosofía como un proceso histórico-, se acogen la formación pedagógica del
experimentar histórico de la humanidad, implementándolas tanto en la vivencia política del
pueblo como la dialéctica filosófica y científica. Ahora bien, con Habermas, y su teoría
critica de la sociedad, se da una estructura normativa para el pensamiento crítico, cosa vista
en la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt. Así, sale a flote la crítica al positivismo
científico y a la razón instrumental, que usan a la ciencia y la técnica como medio de
dominación de la naturaleza, rechazando toda reflexión y dimensión crítica, positivizando
las ciencias sociales; pues, como dicen: “podríamos caracterizar el positivismo como el
privilegio absoluto del entendimiento frente a la razón” (Pág. 75).

De igual modo, en la critica de la razón instrumental, se pone en juego el pensar Weberiano


en la perdida de sentido y libertad a causa de la modernización. De allí que, la sociedad
unidimensional de consumo no dé espacio a la opinión pública, y solo se preocupe por la
positivización con fines productivos. Por ello, se le da prioridad al hecho de que la vida
merece ser vivida de una manera digna; esto, le brinda soporte a la teoría social buscando
dignidad desde la acción humana. Adorno y Horkheimer, traen a la luz la vuelta en contra
de la razón instrumental hacia la naturaleza humana, pues la era de consumo solo deja
anticultura, dejando solo lógica mercantil.

Llegado este punto, lo que procede es indagar en el porqué es necesaria una formación de la
persona enfocada en el pensamiento crítico. Los modos de ser de la persona se dan con el
sonare del per se y con el proson, de allí que se diga que son los que fundan el pensamiento
ético y moral. Igualmente, la dialéctica y la retórica se ponen en juego en relación con el
otro, un alter al que se escucha y que escucha, en un relacionarse y diferenciarse para un
valer su propio ser en el mundo público. Así, escuchar al otro quiere decir: saber lo que
dice, lo que pretende con lo que dice, si es cierto o no, además de la manera en que lo hace;
paralelamente, se requiere no solo ser receptor, sino también: compartir el punto propio,
hacerlo de manera argumentada y bajo los parámetros de la discusión.

Entonces, el pensar crítico exige llevarse a cabo en el marco de la comunicación pública y


argumentada. Así, la máscara alude a la cara visible de la persona, expresada en
argumentos y posturas ante todos los puntos, sin dejar a flote su intimidad. Debido a esto,
surge la necesidad de una pedagogía de la argumentación y una didáctica del pensamiento
crítico para que todo miembro de la sociedad, desde una temprana edad en su formación,
sea instruido en la deliberación argumentada y la vida en sociedad, para un mejor
desenvolvimiento de las relaciones intersubjetivas. Se debe terminar esa tendencia
globalizante a enfocar este tipo de formación a solo una parte especifica de la población.

Continuamente, es vital entender cómo debe brindársele a las personas la formación en el


pensamiento crítico, cosa de la cual se proponen cuatro puntos. En primer término, tenemos
las reglas fundamentales de la argumentación, en una diferencia entre lógica y
argumentación, que nos lleve a comprender que se pone en juego una estructura formal, al
igual que un contenido retórico en la discusión. En segundo término, se debe llevar la
argumentación a la práctica mediante ejercicios en el aula, que dejen ver un grado de
racionalidad – con confusión y claridad- aceptable, construyendo claridad desde lo más
oscuro. En tercer término, es necesario saber de qué se está hablando, sin contexto la
discusión y los argumentos no tienen piso, por ello hay que identificar al auditorio. Y, como
último término, lo más arduo es realizar la argumentación oral de manera escrita, ya que
convergen tanto la retórica como la oratoria. El pensar crítico es un proceso práctico, o
pragmático como diría Habermas, y tiene procedencia tanto lógica -para claridad y eficacia-
como retórica -para un desarrollo democrático de ideas-, y requiere un buen
acompañamiento.

Ahora bien, el pensamiento crítico no tiene nada que ver que las competencias que por lo
general se presentan para realizar una determinada tarea. Por el contrario, el pensamiento
crítico constituye una práctica cotidiana, en ámbitos morales y políticos, cosa que solo
puede ser desarrollada mediante la ejecución de la misma. Así mismo, ya queda claro que
las formas del debate son la lógica y la retórica; cosa a la que Habermas le agregará partes
éticas y políticas como normas pragmático-trascendentales del discurso argumentado; pues,
para él, hay problemas pragmáticos -para los propósitos-, éticos -para lo bueno- y morales -
para lo justo-. Por este medio, las constituye como normas pragmático-trascendentales ya
que no incumben solo a una parte del mundo, sino que son cosas que surgen en el realizarse
mismo del discurso argumentativo. De tal manera, la forma de convivencia con la que se
comparte el espacio público en la toma de decisiones públicas tienen injerencia moral; cosa
ligada a decisiones racionales e intersubjetivas de una ética en continua formación y
actualización.

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