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BARILOCHE, 2001
Esta copla anónima del S. XVIII es aplicable a cuanto artista esté dando vueltas en
este mundo, antes, ahora y en el futuro. Aplicable a todos aquellos que escriben para ser
interpretados, a los intérpretes, a los actores, a los músicos y cantantes, también a la
gente que “hace” nuestra TV. Aplicable, pero rara vez aplicado.
Las cosas están tan distorsionadas desde hace tanto tiempo, que casi parece
normal que lo chabacano, lo francamente malo, lo descartable, sea moneda corriente en,
por ejemplo, la TV que acompaña nuestros días. Que refleja la vida, es innegable. La vida
que elige reflejar. Pero que podría ser otra TV, también es innegable.
LA HISTORIA(1)
OTRO SÍ DIGO
Hoy, mayo de 2004, puedo decir con cierta vergüenza (muy ajena) que si bien no
he sabido de un reality show donde se mate y se muera “de verdad”, sí hubo intentos
donde se planteaba la muerte más brutal e impúdica de la sensibilidad, el buen gusto y el
sentido común. Dos muestras: un proyecto donde la protagonista del reality show era una
joven embarazada que elegiría la pareja adoptante de su futuro hijo fue tan criticado por
la “opinión pública” (¿o por una cadena competidora?) que finalmente no vio la luz; otro,
que sí se concretó, estaba protagonizado por un falso millonario y una docena de jóvenes
que competían despiadadamente por conquistar su amor. Al llegar a la última etapa,
luego de ser sucesivamente evaluadas y descartadas como cualquier objeto de consumo,
eran avisadas de que en realidad el apuesto magnate no era otro que un simpático y
modesto obrero devenido actor. La miseria humana más descarnada era mostrada
entonces para ¿regocijo? del espectador estupefacto: casi todas las agraciadas doncellas
se “desenamoraron” rápidamente al conocer el verdadero estado financiero del galán. Y
por añadidura, se ofendieron.
(1)
Fuente consultada: “Estamos en el aire”, Una historia de la televisión en la Argentina, C. Ulanovsky, S. Itkin, P.
Sirvén, Edit. Planeta, Bs. As., 1999.