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Podría llegar a afirmarse que en cualquier reunión donde coincidan más de un docente y/o
padre, indefectiblemente aparecerá una cuestión planteada desde distintas miradas, pero que contiene
la misma idea generalizada: los chicos no leen. Y esto se constituye en problema, sin llegar a
problematizarse del todo.
Pero, ¿qué es leer?. ¿Significa lo mismo para un adulto que para un adolescente? A poco que
indaguemos, un adulto responderá que leer es “leer un libro”. Un adolescente, aunque no sea
totalmente consciente de ello, está expuesto a múltiples oportunidades de ejercitar distintos modos de
lectura, más cercanos a la cultura iconográfica en la que vivimos. Estamos invadidos por las
imágenes, rodeados de un flujo constante de estímulos y de mensajes, que nos sumerge, queramos o
no, en un perturbador y a la vez seductor universo de imágenes: cine, radio, TV, publicidad,
historietas, periódicos, revistas, dibujos animados, videojuegos, etc. Cada uno de estos lenguajes, en
su especificidad, requiere de una alfabetización también específica.
imágenes?... ¿Los chicos ya casi no quieren leer? ... ¿Técnicas audiovisuales?... ¿Cómo relacionar las
horas de TV de nuestros alumnos con su aprendizaje?... ¿Las imágenes no pueden sustituir a las
palabras?... ¿El lenguaje de la imagen?... ¿Defender a los chicos de la imagen?... La cuestión está en
cuántos de nosotros hemos intentado dar respuesta a estos interrogantes, indagar con curiosidad en la
temática. Pero lo que ya muy pocos nos atrevemos a cuestionar es que la imagen es un “problema” y
exige una postura aunque sea para rechazarla.
La percepción hacia los medios y las actitudes de los sujetos en general hacia los medios de
comunicación podría ser una interesante línea de investigación en nuestras aulas, específicamente
orientada, según la temática que nos ocupa, hacia el mundo de la imagen. Pero más que eso, es una
verdadera necesidad. Es imprescindible que, como docentes y adultos, exploremos nuestros propios
consumos, nuestros supuestos, nuestras anticipaciones.
En primer lugar, habrá que revisar la cuestión de que no hay paradoja alguna en el hecho de
que la imagen, por ser no verbal, como lo “exige” la escolarización más tradicional, sea en muchos
casos inductora de conductas verbales más eficaz que algunos textos escritos. Y por ende, inductora de
verdaderas oportunidades de expresión oral y escrita, de una riqueza y profundidad insospechadas.
Por otra parte es necesario aceptar que tanto el niño y el adolescente, como el adulto, leen la
imagen de forma limitada. Y que toda “exposición” frente a unas representación mediada, en este caso
la imagen, en cualquiera de sus expresiones (imagen fija artística, publicitaria, documental, etc.,
imagen en movimiento televisiva o cinematográfica) sin filtraje consciente por parte del receptor, se
convierte en una fuente de riesgo manipulatorio para ese receptor y por tanto coarta su libertad.
Por ende, el docente debe asumir sus propias limitaciones a la hora de leer la imagen y debe
ponerse sin reticencias en igualdad de condiciones con el alumno. Tenemos, como adultos, una
experiencia mayor (hemos “visto” más) pero desde un principio debemos admitir que también nos
hallamos expuestos a esos riesgos de manipulación.
En este terreno, el adulto no aparece como introductor de un universo “desconocido”, como lo
es sin duda para los chicos en otros campos del conocimiento como las ciencias exactas, por ejemplo.
Los chicos “conocen” ya por experiencia directa y abundante el material con el que se va a trabajar,
especialmente cuando se trata de la imagen en movimiento. Y pese a que en los sectores populares su
experiencia icónica con la imagen fija es en la mayoría de los casos muy limitada, como decíamos más
arriba, ya cuenta con determinados hábitos perceptivos, según su visión del mundo, con un esquema
de preferencias y gustos que desde su punto de vista, son “incuestionables”. Por lo tanto, el adulto –
intruso en un mundo que los chicos consideran propio- tendría que evidenciar un sincero entusiasmo
por el mundo de las imágenes, sin suspicacias de fondo, puesto que si en el fondo persistimos en la
percepción del trabajo con imágenes como una “evasión”, una “pérdida de tiempo”, un juego sin
consecuencias, reforzaremos la sensación que los mismos chicos tienen al respecto, como veremos
más adelante. Una sensación sin duda “aprendida” a lo largo de su tránsito escolar.
Ese “entusiasmo” que produce el trabajo con imágenes, parece provenir del hecho de que la
imagen es aún uno de los pocos campos privilegiados, casi vírgenes, en los que coinciden
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espontáneamente el placer y el interés de conocer característicos de los chicos. Este dato es, estoy
convencida, fundamental para emprender cualquier proyecto áulico que involucre el universo de la
imagen. La pérdida o subordinación de uno de esos dos factores – placer e interés- sería un verdadero
obstáculo para el éxito de la experiencia.
Otro obstáculo insoslayable es la falta de capacitación docente en este campo, ya que en los
trayectos de formación habituales, no suele incursionarse en una formación específica para la lectura
de imágenes. VER SI NO LO REPITO MÁS ADELANTE
mensajes culturales, cuando se revela el significado de cada elemento. Las representaciones visuales
que encontramos a diario, así como las del pasado, no son fragmentos de una realidad estable,
“muestras” de vida, sino organizaciones artificiales de significado. Ni el arte, ni la literatura, ni
siquiera la mente humana, reflejan fielmente la realidad, sino que la re presentan según códigos y
convenciones más o menos conscientes
Lo que vemos no es solamente luz, color, figuras, sino sobre todo formas, las que nuestra
cultura ha definido como visibles. Y esto no depende de la capacidad fisiológica de “ver”, sino del
modo en que podemos, se nos permite o se nos hace ver, ya que todos nacemos en un “sistema” de ver
y representar el mundo, que heredamos y legamos tal como lo encontramos. Pero “entender” lo que
vemos y captar los elementos ocultos dentro de las cosas “visibles”, depende del grado de
alfabetización icónica que podamos alcanzar. Es decir, aceptando que la imagen es otra forma de
lenguaje, y que es una necesidad aprender a leer imágenes, así como aprendemos a leer palabras. Es
necesario aclarar que el concepto de alfabetización visual no guarda relación con el de “educación
visual”, que se refiere a enseñar a ver plásticamente, y que pertenece al campo de trabajo de los
artistas plásticos. Así como nadie discutiría la necesidad de alfabetizar para la lectoescritura, hoy
resulta imprescindible, además, la alfabetización visual o alfabetización icónica, como decíamos al
principio, para manejarse en una sociedad en la que la producción y consumo de imágenes son cada
vez mayores, y donde la comunicación icónica es parte de la vida diaria. Cuando se habla de
”alfabetización visual”, se entiende que la imagen posee un lenguaje, ya que es un medio para
comunicar mensajes. El problema consiste, entonces, en aprender a “leer” este lenguaje visual, que no
es directo y simple, sino que necesita de un aprendizaje. Cada vez más, los instrumentos de
comunicación escrita se van transformando en instrumentos de comunicación gráfica, basada en
códigos específicos que conviene conocer al menos en un grado suficiente. Es decir: se alfabetiza
porque hay un lenguaje; porque hay un lenguaje es necesario alfabetizar.
¿Por qué? Como ejemplo, pensemos en lo siguiente: los analistas de política internacional en
los medios están hablando en este momento de que las imágenes son parte de la estrategia de la guerra.
Hay una “guerra de imágenes”, así denominada textualmente, en una continua escalada que va desde
la visión que nos ofrecieron durante la Guerra del Golfo las grandes cadenas como la CNN, semejante
a la pantalla de un “jueguito electrónico”, con imágenes difusas, ininteligibles, a esta nueva guerra,
en la que vemos en directo, a todo color (sólo falta el olor a muerte), degollar en cámara a rehenes de
Irak, torturar y humillar a prisioneros de Estados Unidos. “¿Cuánto tiempo pasará hasta que en
nuestra cultura saciada se incorporen peligros en serio, que alimenten nuestras ansias de más dolor,
más acción, más emociones?”, dice el escritor Salman Rushdie refiriéndose a la cuestión de los
espectáculos “populares”, como los reality show. Cuánto tiempo pasó, digo yo, desde que
escuchábamos o leíamos que se cometían atrocidades en nombre de guerras “pacificadoras”, a
presenciarlas en vivo y en directo por obra y gracia de los señores de la guerra, por una parte, y de los
dueños del “espectáculo de la información”por otra.
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densidad de imágenes percibidas varía, por supuesto, según se trate de un habitante de grandes
ciudades superpobladas o de uno de un pequeño pueblo rural. Así como no puede compararse la
densidad de imágenes que llegan a un hogar que dispone de televisor, con la que rige en otro que
carece de él, o la de una persona que tiene acceso a Internet, diarios, revistas, cine, con la de alguien
que tiene ese acceso (por razones casi siempre de marginación social), absolutamente denegado.
Partiendo de esta premisa, deberíamos brindar a nuestros chicos la oportunidad de exposición a
múltiples imágenes de calidad, en principio sin exigencia alguna de análisis, sino como un
“entrenamiento visual” que debería facilitar las etapas posteriores; un contacto con las expresiones
icónicas de la civilización de la que son parte, que en tanto construcciones, son uno de los fenómenos
sociales más importantes. Y por ende, verdaderas oportunidades también de “socializarse”.
Y aquí es necesario aclarar que adhiero al concepto de Santos Guerra, para quien existe una
diferencia sustancial entre socializar -incorporar a los seres humanos a la cultura, y una cosa que hay
en la cultura son las imágenes que esta produce, por ejemplo- y educar, o sea incorporar críticamente
a la cultura, por lo cual hace falta ejercer una dimensión crítica de cómo se utilizan esas imágenes, en
este caso.
Esta propuesta debe tomarse sólo como eso: una propuesta. No se trata de un modelo único y
tampoco es absolutamente original. Pero hay que tener en cuenta que como en todo lenguaje, hay un
código básico que aprender , que no puede soslayarse.
El análisis del tema no se agota en lo meramente técnico, puesto que hay interrogantes mucho
más profundos que deben acompañar (sino preceder) al estudio de los elementos técnicos y expresivos
de la imagen: ¿Quién propone la imagen? ¿Quién la selecciona, cómo la presenta, con qué la
acompaña? Y de acuerdo con esto: ¿cuál es la intencionalidad del emisor? ¿Qué nos sugiere, qué calla,
qué otorga?
Después de este primer acercamiento, se podrán analizar contenidos, intenciones y valores
sociales de la imagen, y acercarse al descubrimiento de los elementos técnicos que participan de la
construcción de una imagen, lo cual abre las puertas para una posterior construcción propia, la
producción cultural que demanda Giroux.
Diversos autores proponen distintas formas de acercamiento al análisis, pero en principio un
concepto de F. Lambert, según el cual “el lector es un receptor cultural, que describe e interpreta lo
que ve con sus palabras, de acuerdo a su historia individual, sensibilidad, personalidad, sueños...”
puede guiarnos hacia las actividades que harán vivenciar el carácter polisémico de la imagen: a partir
de una misma imagen podemos decodificar distintos significados. Esta sería una primera lectura
subjetiva de la imagen.
Luego, en una segunda lectura o descripción conceptual podrá observarse qué muestra la imagen,
quiénes están representados, en qué contexto temporal, espacial, histórico, qué cosas se pueden
descubrir de una “realidad” representada intencionalmente, a través del recorte que el autor nos
propone. Por otra parte, podrán analizarse las características elementales de la imagen: ¿tiene una
función predominantemente estética, apela a nuestras necesidades de consumidores, como en la foto
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publicitaria, es una imagen que documenta un momento histórico, social o político, como en la foto de
prensa, es simple, compleja, cuál es su grado de semejanza con la realidad que representa?
Finalmente, habrá que adentrarse en los fundamentos técnicos, una lectura objetiva: ¿cómo están
usadas la luz y el color, cuál es el encuadre que se seleccionó entre muchos posibles, qué plano y qué
ángulo de toma se eligieron para esta foto, cuáles son las características de la composición? ¿Y cómo
influyen todos estos factores técnicos en el significado global de la imagen?
mejor manera de asomarse a su mundo, y de enriquecernos mutuamente. Ojalá que esta apertura
facilite también la de sus almas y las nuestras.
BIBLIOGRAFÍA
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