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Penal 1-6
Penal 1-6
Derecho penal
Concepto, principios rectores del poder
punitivo y límites de la vigencia de la ley
penal
PID_00225873
Resulta fácil estar de acuerdo en que, de no existir mecanismos de respuesta La ley del más fuerte
ante las agresiones de las que uno pueda ser objeto en sus diversos intereses
En épocas anteriores a la exis-
(vida, integridad física, libertad, propiedad), las relaciones entre las personas tencia del Estado la reacción
quedarían sometidas a la ley del más fuerte. Naturalmente, siempre han exis- frente a las conductas lesivas
se centraba en mecanismos
tido medios de este tipo, que en tiempos pasados revestían un carácter pura- privados como la defensa y la
venganza.
mente privado (autodefensa, venganza); sin embargo, poco a poco, y a medida
que los grupos sociales se van organizando, estas formas de reacción frente a la
agresión se delegan en el jefe del grupo, y así comienzan a adquirir el carácter
público que las caracteriza en las sociedades actuales. Por otra parte, enseguida
se advierte que el procedimiento�más�efectivo para tutelar los intereses de
los individuos o de la propia colectividad no consiste en defenderlos frente a
cada agresión concreta, sino en evitar�que�lleguen�a�producirse�mediante�la
amenaza�de�un�mal.
Así pues, el Derecho penal es, ante todo, una parte del ordenamiento, un con-
junto de normas que prevén delitos y los castigan con penas, un Derecho po-
sitivo público de carácter obligatorio. Desde este punto de vista, hablamos de
Derecho�penal�en�sentido�objetivo. Por otra parte, y como se deduce de lo
anterior, estas normas regulan lo que llamamos el poder punitivo del Estado,
el ius puniendi estatal (al que suele denominarse Derecho�penal�en�sentido
subjetivo o potestad punitiva), atribuyéndole la tarea de tutelar los bienes ju-
© FUOC • PID_00225873 8 Concepto de Derecho penal
Acabamos de mencionar que el fin del Derecho penal radica en tutelar deter-
minados valores o intereses –los bienes jurídicos– para alcanzar, así, una con-
vivencia social pacífica. Estos bienes jurídicos, como más adelante detallare-
mos (véase el apartado 2.5.1. del siguiente módulo), deberán estar dotados de
una relevancia constitucional implícita o explícita. Dado que, como acabamos
de ver, el Derecho penal supone la restricción de derechos fundamentales y
especialmente de la libertad general de actuar, consagrada como valor funda-
mental de nuestro ordenamiento por el art. 1.1. CE, su intervención sólo po-
drá ser justificada en aras de la protección de bienes merecedores de tutela a
la luz del elenco de valores determinados por la norma fundamental.
(1)
¿Cómo opera el Derecho penal para cumplir esta función? Pues, en primer lu- El libro II del Código penal cons-
tituye precisamente el catálogo de
gar, por medio de la selección de aquellos valores o intereses que quiere pro-
todas estas conductas prohibidas
teger (la vida, la libertad, el honor, la intimidad, la propiedad, el medio am- consideradas delitos.
biente). En segundo lugar, y una vez realizada tal selección, el legislador emite
normas�en�las�que�se�describen�las�conductas�atentatorias�contra�dichos Pena y medidas de
seguridad
bienes, las conductas que se desea prohibir –ya sea porque directamente los
destruyen, ya sea porque los ponen en peligro–, creando así los delitos1. Para lograr su objetivo de pro-
teger bienes jurídicos, el Dere-
cho penal se vale de dos ins-
trumentos: pena y medidas de
Y precisamente para que la prohibición de dichas conductas tenga verdadero seguridad.
sentido, el legislador asocia una consecuencia desfavorable a su comisión (la
pena), con lo cual se está trasmitiendo un claro mensaje a los ciudadanos:
quien realice�esas�conductas se verá, a su vez, privado�de�ciertos�derechos
(la libertad en las penas privativas de esta, la propiedad en las de multa, otros
derechos en penas como las de inhabilitación o trabajos en beneficio de la
comunidad).
© FUOC • PID_00225873 9 Concepto de Derecho penal
(2)
Es, por tanto, un mal que se aso-
La pena es un mal, una privación de derechos con la que se amenaza a cia directamente a la comisión del
delito como su consecuencia jurídi-
los sujetos en caso de que cometan un delito2. ca.
(3)
Ahora bien, la amenaza de pena sólo puede operar realmente sobre aquellos Los sujetos llamados imputables,
o si queremos decirlo de otro mo-
sujetos que se encuentran en condiciones de entender este mensaje y de com-
do, libres, capaces de guiar su
portarse de acuerdo con esta comprensión3. Y sólo a aquellos individuos que comportamiento y de dejarse inhi-
bir por esa amenaza de pena.
libremente han infringido el deber de abstención que les ha asignado el legis-
lador tiene sentido imponerles el castigo en que consiste la pena. Si el sujeto (4)
Personas con anomalías menta-
–por varias razones– no posee el grado suficiente de capacidad para guiar su les, por ejemplo.
(5)
El concepto central de las medidas de seguridad es, por tanto, el de peligro- Esto es, si además es probable
que vuelva a delinquir.
sidad�criminal, que podemos definir como el juicio de pronóstico que afir-
ma la probabilidad de que un determinado sujeto cometa delitos en el futuro.
Ahora bien, en nuestro sistema no basta con esta mera probabilidad para que
entre en juego la figura que nos ocupa; sólo si el sujeto ya ha mostrado indi-
cios de su peligrosidad criminal con la comisión previa de un hecho típico y
antijurídico se podrá proceder, en su caso5, a la imposición de una medida de
seguridad. Dicho de otro modo, nuestro�Derecho�sólo�admite�las�medidas
de�seguridad�llamadas�postdelictuales. Volveremos a tratar estos asuntos en
el último módulo de esta obra.
© FUOC • PID_00225873 10 Concepto de Derecho penal
En realidad, ley penal es un término polivalente, por cuanto podemos aplicarlo a todo
el Código penal como un bloque (que, de hecho, se aprueba en el Parlamento como una
sola ley orgánica; en el caso del Código vigente, la LO 10/1995, de 23 de noviembre), a las
llamadas leyes penales especiales (como, por ejemplo, la LO 12/1995, de 12 de diciembre,
de Represión del Contrabando) o simplemente a cada uno de los fragmentos contenidos
en el Código como artículos.
En cualquier caso, lo que nos importa dejar claro es que las leyes� penales
son las disposiciones que contienen las normas�penales (constituyendo, por
tanto, el "continente"), mientras que estas últimas son, por su parte, el mensaje
dirigido tanto a los ciudadanos obligados a cumplirlas, como a los jueces que
han de aplicarlas (es decir, el "contenido" de la ley penal).
(6)
En lo que a su estructura formal se refiere, la norma�penal contenida en la ley La conducta descrita como deli-
6 to o como presupuesto de la medi-
penal, como toda norma jurídica, está compuesta de un supuesto de hecho y da de seguridad.
una consecuencia jurídica7 que se asigna en caso de que se verifique el primero.
(7)
La pena o la medida de seguri-
dad.
Pues bien, si nos fijamos en los artículos de la llamada Parte especial del Có-
digo (conformada por los libros II y III), observamos que, en principio, lo que
Norma primaria y norma
en ellos parece contemplarse es la idea de que a un determinado hecho le sea secundaria
asignada una determinada pena. La norma penal se dirigiría, así, al juez, quien
Aunque empleemos esta ter-
estaría obligado, si se cumple el supuesto de hecho, a imponer la correspon- minología que distingue en-
tre norma primaria y norma
diente consecuencia jurídica. Este mensaje suele llamarse norma�secundaria. secundaria, la norma penal es
Sin embargo, además de este aspecto o mandato dirigido al juzgador, las nor- sólo una, a pesar de contener
estos dos mensajes diferen-
mas de la Parte especial del Código también lanzan implícitamente un men- ciados: uno dirigido al juez y
otro, al ciudadano.
saje al ciudadano, prohibiéndole realizar aquellas conductas que llevan aso-
ciada una pena. Aunque el Código penal no establezca expresamente "queda
prohibido el homicidio" –sino que el art. 138 tan sólo diga que a quien ma-
te a otro le será impuesta una pena de diez a quince años de prisión–, este
también contiene la prohibición de la conducta de matar, lo que conocemos
como norma�primaria.
© FUOC • PID_00225873 11 Concepto de Derecho penal
Si la función�determinante del Derecho penal es, según ya hemos comenta- La norma penal
do, proteger�bienes�jurídicos con relevancia constitucional, este hecho com-
La norma penal expresa una
porta una serie de consecuencias de cara a la comprensión de la esencia o fun- valoración positiva de los bie-
ción de las propias normas penales (término que emplearemos, salvo que se nes jurídicos que el legislador
quiere proteger y un mandato
especifique otra cosa, para referirnos a las normas primarias dirigidas a los ciu- dirigido al ciudadano para que
se abstenga de lesionarlos.
dadanos). Pues bien, en la doctrina actual se suele admitir que la norma penal
presenta un aspecto de determinación�de�la�conducta (prohibición dirigida a
los ciudadanos en cuanto a la comisión de ese delito), y un aspecto de valora-
ción que precede lógicamente al anterior, pues sólo se puede prohibir aquello
que se considera disvalioso (matar, robar, abusar sexualmente de una persona),
u ordenar aquello que se considera deseable (por ejemplo, auxiliar a quien se
halla en peligro manifiesto –art. 195 CP–). Una vez admitida la coexistencia
de ambos aspectos en la norma penal, las discrepancias doctrinales se mani-
fiestan, pues, en torno a cuál de los dos elementos debe considerarse función
primordial o esencial de la norma penal, así como respecto a las consecuencias
de cada uno de ellos en la construcción teórica o dogmática del delito.
Esta comprensión de la norma penal resulta, sin embargo, criticable por varias razones.
Así, al hacer residir el injusto del hecho en el momento de desobediencia o de rebelión
ante el Derecho, estamos corriendo el riesgo de derivar en una concepción autoritaria de
la norma, en exceso orientada a regir las intenciones del individuo en detrimento de la
importancia de los resultados de su conducta. Además, y como estudiaremos con detalle
más adelante, tal concepción fundamentalmente imperativa confunde lo que en realidad
son dos elementos diferenciados dentro del delito (las esferas de la antijuridicidad y la
culpabilidad), sin lograr explicar adecuadamente cómo pueden infringir el mandato los
incapaces de percibirlo (niños pequeños, personas totalmente privadas de capacidad de
comprensión, etc.).
© FUOC • PID_00225873 12 Concepto de Derecho penal
8 (8)
Existe, no obstante, otro posible entendimiento de la norma penal que otor- Como el defendido por el pena-
lista alemán Mezger en las prime-
gue relevancia primordial a su aspecto�valorativo y que, sin negar la coexis- ras décadas del siglo pasado.
tencia de esta dimensión y la puramente imperativa, las considere por separa-
do en dos momentos distintos de la construcción teórica del delito (teoría�de
la�doble�función�de�la�norma�penal).
La norma es, en primer lugar, una valoración por parte del legislador so-
bre determinadas acciones y sus resultados: el establecimiento de unas
prohibiciones (robar) y mandatos (denunciar los delitos de cuya próxi-
ma o actual comisión se tenga noticia) expresa la selección y valoración
positiva de los bienes jurídicos que se busca proteger (el patrimonio, la
Administración de justicia, etc.).
De ahí que, en este primer sentido, se hable de la norma penal como norma
objetiva�de�valoración, es decir, como una opción axiológica del legislador
por la que establece un "deber ser" ideal, un orden de valores que quiere pre-
servar (y del que se deriva un deber o mandato general de abstenerse de lesio-
nar esos bienes jurídicos). Desde este entendimiento, la esencia�del�delito, lo
injusto de una conducta, su antijuridicidad, consiste precisamente en la vul-
neración�de�ese�deber�ser�ideal por medio de la lesión o de la puesta en peli-
gro del bien jurídico valorado de forma positiva por el legislador, lo cual nos
conduce a una diferencia importante con respecto al imperativismo: mientras
que en este último lo injusto del hecho consiste en la desobediencia del man-
dato (poniéndose el acento, por tanto, en un aspecto subjetivo), desde este
otro punto de partida, lo injusto de un comportamiento reside en la lesión o
puesta en peligro del bien jurídico seleccionado y valorado por el legislador;
es decir, en la vulneración del orden objetivo de valores establecido por aquel
(una cuestión objetiva).
Sin embargo, para esta teoría la norma penal también contiene un mandato
concreto dirigido a los ciudadanos (a cada uno de ellos), donde se prohíbe u
ordena una determinada conducta. Por este motivo, considera que junto al
aspecto objetivo-valorativo antes resaltado, la norma penal posee simultánea-
mente una segunda dimensión como norma�subjetiva�de�determinación. La
infracción de ese deber subjetivo, el incumplimiento de ese mandato o prohi-
bición dirigido a cada ciudadano concreto, es lo que según esta concepción co-
rresponde a un segundo momento de la teoría del delito: el de la culpabilidad.
1)�Teorías�de�la�retribución�(también�llamadas�teorías�absolutas)
Esta manera de entender la pena parte de la idea de que la tarea del Derecho La pena como retribución
Penal consiste en retribuir y compensar mediante la pena el delito cometido.
La pena como castigo�propor-
La función de la pena es entonces responder a un mal con otro mal –propor- cionado al mal causado y a la
cionado a la gravedad del primero–: la pena no obedece a razones de utilidad culpabilidad del autor.
El ejemplo, muy expresivo, empleado por Kant es el siguiente: "Incluso si todos los miem-
bros de una comunidad acordaran por unanimidad disolverse (p. ej.: si la población que
habita una isla acordara que cada uno tirara por su lado y esparcirse por el mundo), antes
de que ello se llevara a cabo debería ejecutarse al último asesino que estuviera en prisión,
para que todo el mundo supiera el trato que merecen sus hechos [...]".
No se trata, por tanto, de castigar los delitos por razones de utilidad –tales co-
mo desincentivar al crimen al ciudadano concreto que ha delinquido o al resto
de los ciudadanos–; aunque la pena resulte innecesaria desde el punto de vista
© FUOC • PID_00225873 14 Concepto de Derecho penal
2)�Teorías�de�la�prevención�o�relativas
A diferencia de las teorías retributivas o absolutas, que como hemos visto pres-
cindían de toda consideración de utilidad, las teorías preventivogenerales con-
ciben la pena ante todo como un instrumento útil a la sociedad, que persigue
© FUOC • PID_00225873 15 Concepto de Derecho penal
evitar la comisión de futuros delitos (por eso suele decirse que mientras las
teorías retributivas miran al pasado, las teorías preventivas miran al futuro).
Dichas necesidades de prevención son relativas y circunstanciales; de ahí que
estas teorías reciban el nombre de relativas. Históricamente se han pergeñado
dos grandes teorías relativas o de prevención: las de preventivo-generales y las
preventivo-especiales.
a)�La�teoría�de�la�prevención�general
En el caso de la prevención general, defendida por el penalista alemán Feuer- La pena como prevención
bach o el filósofo inglés utilitarista Bentham, la pena se concibe como una general
amenaza dirigida a la generalidad de los ciudadanos con la finalidad de inti- La pena como instrumento�de
midarles para que no cometan delitos en el futuro. A la pena se le atribuye, por intimidación�de�la�colectivi-
dad para que los ciudadanos
tanto, una finalidad intimidatoria o disuasoria, conseguida en primer lugar a se abstengan de delinquir.
través de las normas penales que los ciudadanos conocen. Desde este punto
de vista, la pena persigue motivar a la colectividad a comportarse de forma
"Coacción psicológica"
adecuada a Derecho, y esto opera incluso en un segundo momento, cuando
el delito ha llegado a realizarse y se impone la pena sobre el individuo concre- Decía Feuerbach (primera
mitad del s. XIX) que la pena
to: en tal caso, lo que interesa no es la incidencia o efectos de la pena sobre constituye un mecanismo de
"coacción psicológica" sobre
el sujeto que ha delinquido, sino el hecho de que la imposición efectiva de los ciudadanos para que no
la pena confirma a la generalidad la seriedad de la amenaza contenida en la delincan.
norma penal.
Aunque el efecto disuasivo de la pena constituye una necesidad indudable para proteger
bienes jurídicos (algo en lo que insistiremos enseguida), a la teoría preventivogeneral (en
su vertiente negativa clásica) se le han formulado críticas� importantes. 1) En primer
lugar, se achaca a estas teorías, cosa que ya hizo el propio Kant, que al atender sólo a
los efecto s de la pena sobre la colectividad, ignorando al sujeto concreto sobre el que se
impone, se instrumentaliza a este de forma contraria a su dignidad. 2) Como crítica más
fundamental se arguye que en sí misma la lógica de la prevención general no reconoce
el límite del principio de proporcionalidad entre la gravedad del delito y la de la pena:
sobre todo si se parte de una concepción de prevención general negativa o intimidatoria,
considerar la evitación del delito como única finalidad de la pena puede conducir al terror
penal, a una continua exacerbación de la represión penal.
b)�Prevención�especial
La tercera gran concepción sobre la finalidad de la pena criminal se articula La pena como prevención
en torno a la idea de la prevención especial: a diferencia de la teoría de la pre- especial
3)�Teorías�mixtas
Dado que, como hemos podido ver, cada una de las tres grandes explicaciones
del sentido de la pena ofrece aspectos positivos y negativos, a partir de prin-
cipios del siglo XX surgen teorías, llamadas mixtas, que rechazan atribuir a la
pena una única finalidad, y que pretenden conjugar las ventajas de cada una
de las teorías anteriores; desde estos puntos de vista, la pena se entiende como
un fenómeno complejo que conjuga los elementos de retribución, intimida-
ción de la colectividad e intimidación y resocialización del delincuente.
Entre la gran diversidad de teorías mixtas sobre la pena, cabe destacar la conocida teoría
dialéctica�de�la�unión del profesor alemán Roxin. Para este autor, los tres fines de la
pena están presentes de modo distinto en cada uno de los momentos de la "vida" de la
pena. Así, 1) en la conminación de una pena a través de las normas penales prima la
finalidad de prevención general, pues de lo que se trata es de que la generalidad de los
ciudadanos conozca las prohibiciones de dañar bienes jurídicos y se deje intimidar por
ellas; 2) en un segundo momento, el de la imposición y de la medición de la pena al
delincuente concreto, lo que prima es la retribución de su culpabilidad, que será siempre
el límite máximo de la pena que pueda imponerse; también en este momento se incide
en la prevención general (por cuanto se confirma la seriedad de la amenaza de pena), pero
siempre con el límite de la culpabilidad; 3) en un tercer momento, el de la ejecución de la
pena, el acento residirá en las consideraciones de prevención especial y de resocialización:
de ahí la importancia de medidas como la suspensión de la condena a prueba o la libertad
provisional que se conceden con la finalidad de reinsertar al delincuente en la vida social
normal teniendo en cuenta su peligrosidad.
Asimismo, hemos señalado que la pena sólo se puede imponer a los sujetos ca-
paces de dejarse motivar por ella, y no a los que, por una u otra razón, no eran
libres en el momento de cometer el hecho (personas inculpables). De ahí que
podamos decir que la culpabilidad funciona como fundamento de la pena.
Esta sólo se impone a quien ha lesionado o puesto en peligro bienes jurídicos
de forma libre, es decir, pudiendo haberse comportado de forma adecuada al
Derecho. Además de esto, los principios rectores de nuestra forma de Estado,
consagrada en la Constitución, obligan a que no pueda imponerse una pena
mayor de la adecuada al mal causado con el delito y a la medida de culpabili-
dad de su autor. Por ello, además de fundamento de la pena, la retribución
de� la� culpabilidad (entendida en sentido amplio) también funciona como
límite infranqueable de la medida de la pena.
(9)
Lo anterior no supone desconocer el papel de la prevención especial, expre- Sentencia 150/1991, de 29 de
julio.
samente mencionada por el art. 25.2 CE cuando establece que "las penas y
medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción
Resocialización en prisión
social y no podrán consistir en trabajos forzados". Ahora bien, como ha seña-
lado el propio Tribunal Constitucional9 y comparte la doctrina mayoritaria, Posibilitar el acceso del delin-
cuente a programas culturales
la mención constitucional no obliga a atribuir a la prevención especial el ca- y formativos que le permitan
integrarse en el mundo laboral
rácter de fundamento conceptualmente necesario ni el de fin de la pena, sino una vez haya sido puesto en li-
que es preferible interpretarla en otro sentido: el del criterio esencial que ha bertad.
El art. 25.2 supone, sin duda, la prohibición constitucional de la pena de cadena perpetua,
que por definición no resulta compatible con la obligación de orientar la ejecución de la
pena hacia la resocialización. De ahí que la pena de prisión permanente introducida en la
reciente reforma del CP por la LO 1/2015 haya sido regulada como "revisable", abriendo
© FUOC • PID_00225873 19 Concepto de Derecho penal
la posibilidad de una vuelta a la libertad para el penado. Cuestión distinta es que –aun
salvada esta contradicción obvia o frontal con el art. 25.2– persistan otras razones que
permitan considerar esta pena dudosamente constitucional.
Interesa ahora conocer la ubicación del Derecho penal en el conjunto del or-
denamiento jurídico y las implicaciones que ello conlleva.
De todas las ramas del ordenamiento jurídico, el Derecho penal es la que pre-
senta una vinculación más íntima con la Constitución, constatable en un do-
ble sentido (positivo y negativo).
• Por otra parte, la Constitución contempla (de modo más o menos directo)
una serie de límites�negativos a la potestad punitiva del Estado. Si la in-
tervención penal supone la injerencia más grave del poder público en la
esfera de derechos y libertades del ciudadano, resulta del todo lógico que
la norma fundamental la someta a una serie de limitaciones, condensadas
en una serie de principios que serán objeto de estudio en el siguiente apar-
tado. En este momento sólo resta añadir que, aparte de tales principios y
como muestra de la íntima vinculación a la que antes hacíamos referencia,
la Constitución contiene varias menciones específicas al Derecho penal,
como la supresión de la pena de muerte, en el art. 15; la prohibición de
que la Administración pueda imponer penas privativas de libertad, en el
art. 25.3; o la ya estudiada alusión, en el art. 25.2, al carácter resocializador
de las penas y medidas privativas de libertad.
• Así, por ejemplo, cabe reseñar que la comisión de un delito genera una
responsabilidad civil que obliga a resarcir económicamente a la víctima
por el perjuicio producido, lo que supone un factor, entre otros, de cone-
xión con el Derecho�civil.
Ejemplo
• Con todo, podemos afirmar que el Derecho�administrativo es la rama del Non bis in idem
ordenamiento más estrechamente vinculada con el Derecho penal. Y si
Prohíbe castigar dos veces el
afirmamos tal cosa es porque la Administración ejerce una potestad san- mismo hecho con el mismo
cionadora muy amplia cuya naturaleza es necesario elucidar para, a par- fundamento, tal y como es-
tudiaremos más adelante con
tir de esta premisa, resolver la controvertida cuestión referente a la posibi- mayor detalle.
Como hemos venido señalando, las severas implicaciones del ejercicio del po- Marqués de Beccaria
der punitivo estatal sobre los derechos y libertades de los ciudadanos hacen
La Ilustración tuvo en el mar-
imprescindible el sometimiento de esa potestad a una serie de límites infran- qués de Beccaria uno de sus
queables. En la actualidad, tales principios limitadores forman parte del núcleo máximos exponentes en el
ámbito penal y procesal. Su
esencial del Estado social y democrático de Derecho consagrado por nuestra fundamental obra De los delitos
y las penas constituye una en-
Constitución. Con todo, el logro de su reconocimiento y positivización, hasta cendida defensa de la imperio-
sa necesidad de limitar el po-
llegar al momento presente, ha sido fruto de una larga y ardua conquista ini- der punitivo del Estado, que
ciada con la Revolución Francesa y el pensamiento de la Ilustración, una de en el Antiguo Régimen se ca-
racterizaba por el exceso y la
cuyas máximas preocupaciones residía, precisamente, en el control del poder arbitrariedad.
estatal como garantía de los derechos y libertades de los ciudadanos.
El principio de legalidad conlleva una serie de repercusiones que podemos Principio de legalidad
clasificar en dos grupos: garantías para el ciudadano y exigencias que ha de
El principio también se en-
satisfacer toda ley penal. cuentra constitucionalmente
reflejado, aunque de modo de-
fectuoso, en el art. 25.1 CE.
Garantías�para�el�ciudadano
• Por último, la ley penal debe ser stricta, esto es, estricta o precisa, lo que nos
conduce directamente el llamado principio�de�taxatividad o mandato de
certeza.
Desde una perspectiva de lege ferenda, tal cosa puede valorarse positivamente:
permitir a los tribunales eximir de responsabilidad mediante la analogía su-
pone, en definitiva, otorgarles un campo de decisión que corresponde exclu-
sivamente al poder legislativo, lo cual vulneraría el principio de legalidad, si
no en el sentido de garantía para el reo (que en este caso ciertamente no se ve
afectado, en la medida en que se trata de favorecerle y no de fundamentar o
agravar su responsabilidad), sí en la dimensión relativa a la división de poderes
que también informa el referido principio.
(10)
2) Como segunda técnica (normativa, en este caso) problemática a la luz del Sobre las leyes penales en blan-
co podéis ver, p. ej., la pionera
principio de legalidad tenemos que hacer referencia a las llamadas leyes�pena-
STC 127/1990, de 5 de julio.
les�en�blanco10, figura que aparece cuando el supuesto de hecho que da lugar a
la sanción no queda perfectamente determinado en la ley penal, sino que esta Ley penal en blanco
se remite a otra disposición (como un reglamento administrativo) para com-
Como ejemplos del uso de es-
pletarlo. Se emplea en materias excesivamente casuísticas o muy cambiantes te tipo de remisiones en el Có-
digo penal de 1995 podéis ver
(medio ambiente, alimentos, regulación sanitaria) para no dotar al Código de los arts. 316, 325, 333 y 334,
una extensión excesiva, así como para evitar su continua modificación. 360 ó 363.1.
• La remisión ha de ser clara y la norma tiene que resultar precisa una vez
efectuada la integración de las dos disposiciones.
Aunque no siempre resulta sencillo evaluar si una ley en blanco satisface los requisitos
exigidos por el Tribunal Constitucional, sí es posible identificar algunos supuestos cla-
ramente inconstitucionales: así ocurre con el art. 360 CP, pues en la medida en que se
tipifica el despacho o suministro de determinadas sustancias "sin cumplir con las forma-
lidades previstas en las leyes y reglamentos", parece claro que el núcleo de la prohibición,
lo que constituye el delito, es precisamente lo descrito en el reglamento como infracción
administrativa.
(11)
Esta posibilidad suscita en la doctrina dudas de constitucionalidad, tanto por El propio Tribunal Constitucio-
nal ha sancionado como constitu-
lo que se refiere a la posible vulneración de la competencia exclusiva del Es-
cionalmente válida esta posibilidad
tado en materia penal (garantizada en el artículo 149.1.6ª de la CE), como en la sentencia 120/1998, del 15
de junio.
por la conculcación del principio de igualdad ante la ley que según parte de
la doctrina se produciría si una misma conducta pudiera ser punible en una
comunidad autónoma pero no en otra. Lo cierto es, a nuestro juicio, que la
competencia exclusiva del Estado en materia penal no se verá socavada si la
ley penal en blanco satisface el requisito general de que el núcleo de la prohi-
bición se encuentre en la ley penal (que siempre es estatal), de manera que
el complemento por la normativa autonómica se reserve para cuestiones de
detalle. Y el principio de igualdad tampoco resultará vulnerado en la medida
en que la diferencia ante la ley (que una conducta sea punible en una comu-
nidad y no en otra) obedezca a diferentes necesidades de protección (pues el
principio de igualdad no prohíbe, sino que incluso requiere, otorgar un trato
diferente a lo que es desigual11).
Así, por ejemplo, las necesidades de protección de los recursos hídricos pueden no ser las
mismas en Galicia o Asturias que en Andalucía o Murcia, lo que justificaría que en estas
últimas pudieran ser sancionadas como delitos conductas que afectaran a dicho recurso
y que en los otros territorios citados tuvieran un significado y entidad lesiva distinta (de
manera que allí, por ejemplo, no pasaran de constituir infracción administrativa).
© FUOC • PID_00225873 26 Concepto de Derecho penal
Aunque tengamos que volver a hablar de este tema al hilo del estudio del bien
jurídico en el módulo II (concretamente en el apartado 2.5), conviene dejar
claro en este momento, como uno de los principios limitadores básicos del
Derecho penal, el hecho de que a este le conciernen las conductas�humanas
tan sólo en la medida en que sean socialmente�relevantes; es decir, en la me-
dida en que lesionen o pongan en peligro un bien jurídico de otro ciudadano
o de la colectividad. Si las conductas quedan únicamente en la esfera de lo
íntimo, sin haber llegado a tener una trascendencia lesiva o peligrosa de cara
a terceros, el Derecho penal no puede intervenir, pues no es su cometido en-
juiciar las conductas humanas desde el punto de vista de la moral.
Ejemplo
• A lo anterior cabe añadir el hecho de que, aun tratándose de tales bienes Los ataques más graves
jurídicos más importantes, el Derecho penal no actúa frente a cualquier
Nuestro Derecho sólo crimi-
tipo de ataque sobre los mismos, sino tan sólo respecto a los más�graves naliza los ataques más graves
o�intolerables. contra la propiedad, existien-
do muchos otros, como el me-
ro impago de una deuda, de
cuya sanción se ocupa el Dere-
Esta limitación del empleo del poder punitivo estatal responde al hecho de cho civil.
que los recursos de los que este se vale (penas y medidas de seguridad) son
los más gravosos de los que dispone el conjunto del ordenamiento jurídico. Y
Derecho penal "mínimo"
este mismo dato es el que obliga, en definitiva, a que la intervención del De-
recho penal sólo se legitime cuando el fin de protección al que sirve no pueda Un derecho penal "mínimo"
implica que el poder punitivo
obtenerse por instrumentos menos restrictivos de los derechos del ciudadano, se emplee el mínimo posible
para conseguir tutelar el máxi-
como son los ofrecidos por otras ramas del Derecho (multas administrativas,
mo de los bienes jurídicos (es
indemnizaciones por vía civil, etc.). Esta última idea, directamente vinculada decir, para que las libertades
de los ciudadanos sufran los
a la del carácter fragmentario, se denomina principio�de�intervención�míni- mínimos ataques posibles).
ma o de ultima ratio.
• aparición de nuevos bienes jurídicos (vid. epígrafe 2.2 del módulo II) u
objetos de tutela de carácter colectivo cada vez más desdibujados;
Frente a esta tendencia y los riesgos que supone, y aun sin desconocer
que la complejidad de nuestra sociedad y los vertiginosos cambios a los
que se ve sometida han de reflejarse en el Derecho penal, ha de insistirse
en la necesidad de que el legislador tome en serio el principio de inter-
vención mínima. Sería aconsejable poner coto a este proceso de hiper-
trofia al que estamos asistiendo y realizar un esfuerzo por subordinar la
intervención penal a la tutela de las demás ramas del ordenamiento.
Siguiendo a Cobo del Rosal/Vives Antón, este principio puede, a su vez, divi-
dirse en tres manifestaciones: el principio de adecuación, el de necesidad y el
de proporcionalidad en sentido estricto.
Ejemplo
El juez tiene vedado dejar de aplicar penas a su libre arbitrio porque resultaran innecesa-
rias o injustas a su entender. El propio Código penal, en su art. 4.3, dispone al respecto
que en tal caso debe acudir al Gobierno exponiendo lo que considere conveniente sobre
la derogación o modificación del precepto o la concesión del indulto.
© FUOC • PID_00225873 29 Concepto de Derecho penal
Por otra parte, la mencionada infracción del deber sólo va a producirse cuando
el sujeto actúa de modo doloso (esto es, voluntario) o de manera imprudente
(lesionando bienes jurídicos por mor de su desatención de las normas de cui-
dado exigibles), mas nunca cuando el ciudadano se ha comportado con la de-
bida atención o ignorando por completo –sin tener obligación ni posibilidad
de evitar tal error– las consecuencias de sus actos. De ahí que el propio Código
consagre en su art. 5 la máxima "no�hay�pena�sin�dolo�o�imprudencia", lo
cual supone la proscripción de los rechazables delitos�cualificados�por�el�re-
sultado. El principio de culpabilidad impide incrementar la pena de un delito
por el mero hecho de que la conducta termine causando un resultado más
grave si este no es imputable al autor ni a título de dolo ni de imprudencia.
El código anterior incluía algunos ejemplos de esta clase de delitos, basados en la máxima
de que quien inicia un comportamiento prohibido debe responder de todos los resulta-
dos que de él se deriven, incluso aunque fueran fortuitos. Así, se castigaba el llamado
aborto cualificado por resultado de muerte, en el que quien cometía un aborto ilegal
veía agravada su responsabilidad si la embarazada moría incluso aunque la muerte fuera
puramente fortuita.
© FUOC • PID_00225873 30 Concepto de Derecho penal
En su vertiente material (la procesal prohíbe juzgar dos veces por los mismos
hechos), el principio non bis in idem implica que nadie�pueda�ser�castigado
dos�veces�por�la�misma�infracción.
¿Es posible la doble sanción –lo que requiere distinto fundamento de las san-
ciones– en los casos en que un mismo hecho perfecciona una infracción pe-
nal y una administrativa? Dicho de otro modo: ¿es posible la doble sanción
penal y administrativa por unos mismos hechos sin vulnerar el principio non
bis in idem?
Según esta visión, la comisión de un delito de cohecho por un funcionario podría dar
lugar a la sanción penal prevista en los artículos 419 y siguientes del Código penal y
acumularse a la sanción disciplinaria impuesta por la Administración. En cambio, la con-
ducción bajo los efectos de determinadas tasas de alcohol, que simultáneamente realiza
el delito del artículo 379.2 del Código penal y una infracción administrativa del Código
de circulación sólo podrá ser sancionada por la vía penal, en la medida en que ambas
infracciones se fundamentan en la protección de un mismo interés (la seguridad en el
tráfico rodado).
Así, por ejemplo, la causación de lesiones de un preso a otro en una institución peniten-
ciaria podría ser sancionada simultáneamente como delito de lesiones (sanción penal)
y como una infracción contra el orden de la prisión que diera lugar a sanciones discipli-
narias; con la sanción penal se estaría tutelando la integridad física del sujeto agredido,
mientras que la disciplinaria se fundamentaría en el mantenimiento del orden en el es-
tablecimiento penitenciario.
cluyera con una absolución por entenderse que los hechos no llegaban a
ser constitutivos de delito, podrá reabrirse el expediente administrativo,
si bien la Administración se encontrará vinculada por los hechos que se
hayan determinado probados en el proceso penal (STC 77/1983, del 3 de
octubre).
lesiones del art. 147 y de aborto del art. 144 o 146 CP) si se ha producido la
vulneración de dos bienes jurídicos diferentes (integridad física de la madre
y vida prenatal), de manera que para captar todo el contenido de injusto del
hecho no bastaba con la aplicación de un solo precepto (concurso de delitos).
El asesinato es especial con respecto al homicidio, porque contempla todos sus elementos
(matar a otro) más la presencia de otros (alevosía, ensañamiento o precio).
que no entre en juego otro precepto penal (el principal). Tal subordinación a
Art. 8.2. : "el precepto subsi-
puede encontrarse expresamente establecida en el propio precepto subsi- diario se aplicará sólo en de-
fecto del principal, ya se de-
diario (en cuyo caso hablamos de subsidiariedad expresa), o ser deducible clare expresamente dicha sub-
sidiariedad, ya sea esta tácita-
del sentido de ambos preceptos en juego por medio de la interpretación mente deducible".
(subsidiariedad tácita).
El art. 556 CP se declara expresamente subsidiario del art. 550 CP al sancionar a los que
"sin estar comprendidos en el art. 550, resistieren a la autoridad o sus agentes". Una
relación de subsidiariedad tácita es la que puede deducirse entre los arts. 139 (subsidiario)
y 143.3 y 4 (principal), en la medida en que podemos interpretar que el legislador no
quiere castigar como asesinatos los casos incluibles en el homicidio a petición del art.
143 (de modo que el asesinato del art. 139 sólo sería aplicable de no hallarnos ante un
supuesto del art. 143.3 ni 4).
• El principio�de�consunción (art 8.3.º) se aplica cuando una norma con- Principio de consunción
templa el desvalor de la conducta de manera más completa que la otra,
a
Art. 8.3. : "el precepto penal
de modo que, de no existir la primera, habría que recurrir a más de una
más amplio o complejo absor-
norma para captar todo el desvalor del comportamiento. berá a los que castiguen las
infracciones consumidas en
aquel".
El subtipo agravado de robo en casa habitada del artículo 241.1 del Código penal ab-
sorbe la aplicación del allanamiento de morada del artículo 202. De no existir el artícu-
lo 241.1, la conducta sólo podría valorarse adecuadamente aplicando conjuntamente el
allanamiento y el robo del tipo básico, pero desde el momento en que existe el artículo
241.1, nos encontramos ante un concurso de normas con el artículo 202 y no ante un
concurso de delitos. Aplicar simultáneamente ambos preceptos supondría incurrir en un
bis in idem en la sanción del allanamiento, que por un lado se valoraría para dar lugar al
tipo agravado de robo en casa habitada, y por otro fundamentaría el castigo por allana-
miento. De ahí que, para evitar esa doble sanción, recurramos a los criterios del concurso
de leyes, de entre los cuales es el de consunción el más claramente aplicable al caso.
ejemplo, en todos los tipos penales que llevan ínsito el elemento "violencia",
que por sí mismo implica en los supuestos más graves, un delito de lesiones de
los artículos 147 y siguientes. Si tomamos el caso del delito de coacciones del
artículo 172, el problema reside en dilucidar hasta qué punto la sanción por
este delito (en el que el legislador ya ha valorado la concurrencia de violencia)
absorbe o consume la de cierta violencia (que no se castigaría por tanto sepa-
radamente), y a partir de qué momento la violencia ha de sancionarse por sí
misma en concurso de delitos con las coacciones.
• El principio� usualmente� denominado� de� alternatividad (art 8.4.º) (si Principio de alternatividad
bien se trata de una terminología discutible, dado que parece sugerir una
a
Art. 8.4. : "en defecto de los
libertad de elección entre dos alternativas, cuando no es este el caso) se
criterios anteriores, el precep-
aplica en los supuestos en que las dos normas en conflicto captan el des- to penal más grave excluirá los
que castiguen el hecho con
valor del hecho de manera igualmente completa sin resultarles aplicables pena menor".
ninguno de los criterios anteriores. De ser así, el legislador ordena optar
por la norma que imponga una pena más grave.
(12)
La máxima general que rige en este ámbito es la que establece que los hechos Artículo ya estudiado al referir-
nos al principio de legalidad.
serán enjuiciados de acuerdo a las leyes vigentes en la fecha de su comisión,
aunque en el momento del enjuiciamiento se encuentren ya derogadas. Di-
cho de otro modo, las normas penales no pueden aplicarse retroactivamente
a comportamientos realizados antes de su entrada en vigor. Se trata, ni más ni
menos, de una consecuencia lógica ineludible del principio de legalidad, en el
que encuentra su claro fundamento. Si el principio de legalidad, directamente
vinculado, a su vez, a la exigencia de seguridad jurídica, requiere que nadie
pueda ser sancionado sino en virtud de normas que han podido ser conocidas
antes de la comisión de los hechos, la prohibición de la retroactividad resul-
ta insoslayable. De ahí que esta garantía pueda considerarse ya ínsita en el
art. 25.1 CE12, además de en el art. 9.3 CE, que consagra "la irretroactividad
de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos in-
dividuales". Por su parte, el Código penal recoge el principio en su art. 2.1,
cuando establece que "no será castigado ningún delito con pena que no se ha-
lle prevista por Ley anterior a su perpetración. Carecerán igualmente de efec-
to retroactivo las Leyes que establezcan medidas de seguridad". Hallamos, no
obstante, una excepción�fundamental a esta exigencia general de irretroac-
tividad de las leyes penales: las leyes�posteriores�más�favorables para el reo.
Por efecto de una modificación legal, una conducta que se encontraba sancionada con
una pena de prisión de 1 a 2 años pasa a castigarse con una pena de inhabilitación pro-
fesional de 6 a 8 años. En principio pudiera parecer claramente más favorable la segunda
norma, en la medida en que las penas de prisión se perciben siempre como más aflictivas
que cualquier otra. Sin embargo, puede no ser realmente así, pues si el reo reuniera los
requisitos para que la pena de prisión le fuera suspendida (lo que estudiaremos en el mó-
dulo VI), finalmente le resultaría más desfavorable una condena larga de inhabilitación
profesional.
Ejemplo
• El caso de las leyes�temporales. Este tipo de leyes suele dictarse para afron-
tar situaciones excepcionales de especial gravedad, de modo que lo más
frecuente es que determinen una mayor responsabilidad penal que las pre-
cedentes, y también que las que las suceden, pues una vez superada la si-
tuación excepcional las normas posteriores suelen regresar a una regula-
ción más benigna. La cuestión esencial que se plantea –muy discutida bajo
el anterior Código penal, que no regulaba expresamente estos supuestos–
pasa por determinar la ley aplicable al delito cometido durante la vigen-
cia de la ley temporal si el enjuiciamiento tiene lugar cuando ya ha des-
aparecido tal situación excepcional y rige una norma más favorable para
el reo. En la actualidad, el problema se encuentra explícitamente resuelto
por el art. 2.2 CP, que opta por hacer en estos casos una excepción�a�la
retroactividad�obligada�de�las�normas�más�favorables, ordenando que
los hechos cometidos durante la vigencia de una ley temporal sean juzga-
© FUOC • PID_00225873 37 Concepto de Derecho penal
Ejemplo
Se echa al correo una carta injuriosa que no llega a su destinatario hasta cierto tiempo
después o se envía un paquete bomba que no explota hasta ser abierto transcurrido un
lapso de tiempo.
Art. 7 CP: "A los efectos de determinar la ley penal aplicable en el tiempo, los delitos se
consideran cometidos en el momento en que el sujeto ejecuta la acción u omite el acto
que estaba obligado a realizar".
© FUOC • PID_00225873 38 Concepto de Derecho penal
La ley penal es, asimismo, limitada en el espacio, de acuerdo con los principios,
y sus excepciones, regulados en el art. 23 LOPJ.
Ejemplo
• rebelión y sedición
• falsificación de la Firma o Estampilla reales, del Sello del Estado, de las firmas de los
Ministros o de los Sellos públicos u oficiales
• cualquier otra falsificación que perjudique directamente el crédito o los intereses del
Estado, e introducción o expendición de lo falsificado
• los perpetrados en el ejercicio de sus funciones por los funcionarios públicos españo-
les residentes en el extranjero o los delitos contra la Administración Pública española
Estos criterios y algunos otros, por entero o una parte, aparecen recogidos de
manera disyuntiva o acumulativa en función del delito o clase de delitos de
que se trate, sin que se evidencien las razones de este tratamiento dispar en
una técnica legislativa sencillamente deplorable.
Los delitos que pueden ser conocidos por la jurisdicción penal española son:
• Terrorismo.
• Cualquier otro delito, cuya persecución sea obligatoria de acuerdo con un tratado o
acto normativo de una organización internacional.
Imaginemos el caso del español que envía un paquete bomba desde España, provoca una
muerte en Marruecos y se queda en territorio español. Si se opta por la teoría del resultado
y se entiende que el delito fue cometido en Marruecos, en principio no sería competente
España, porque el delito no se cometió en su territorio; y tampoco va a poder juzgarlo
Marruecos, porque si por este motivo solicita la extradición, el principio de no entrega
© FUOC • PID_00225873 43 Concepto de Derecho penal
de los nacionales que rige en esta materia motivará su denegación por parte de España.
Hallaríamos los mismos problemas si el autor fuese marroquí y se refugiase en Marruecos.
Aunque el principio básico en esta materia atribuye a la ley penal una vigencia
general que obliga por igual a todos los ciudadanos, la propia Constitución le
reconoce una serie de limitaciones respecto a determinadas personas en razón
del cargo que ostentan, debiendo distinguirse entre las llamadas inviolabili-
dades y las inmunidades.
(13)
1)� Las� inviolabilidades implican una verdadera ausencia� de� responsabili- Estas limitaciones no responden
13 a la identidad concreta de las per-
dad�criminal respecto a determinados comportamientos; es decir, la impo- sonas, sino que se prevén en razón
sibilidad total de perseguirlos. En nuestro Derecho se reconocen los supuestos de la función o cargo desempeña-
do por ellas, por lo que sólo afec-
siguientes: tan a hechos cometidos en ejerci-
cio de dicha función.
• El más amplio se encuentra en el artículo 56.3 CE, según el cual "la persona
del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad". Según doctrina
mayoritaria, la al menos aparente amplitud del tenor literal del precepto
parece eximir de responsabilidad al Jefe del Estado por cualquier tipo de
comportamiento, si bien suele entenderse que en caso de cometer un de-
lito, el Rey quedaría inhabilitado en los términos previstos en el artículo
59.2 de la CE. No obstante, en nuestra opinión parece adecuado proponer
una interpretación restrictiva que limite tal privilegio tan sólo a los actos
realizados en el ejercicio de su cargo, es decir, a aquellos que, según la pro-
pia Constitución, deben ser refrendados por el Presidente del Gobierno y
los Ministros competentes (arts. 56.3 y 64 CE).
fensor del Pueblo y sus adjuntos (arts. 6.2 y 6.4 de la Ley Orgánica del
Defensor del Pueblo).
Así, el art. 71.2 CE establece que "durante el periodo de su mandato los Dipu-
tados y Senadores gozarán asimismo de inmunidad y sólo podrán ser deteni-
dos en caso de flagrante delito. No podrán ser inculpados ni procesados sin
la previa autorización de la Cámara respectiva". Esta última precisión obliga,
por tanto, a que para inculpar o procesar a diputados y senadores se tenga
que solicitar u obtener el llamado suplicatorio, el cual, para no convertir la
inmunidad en un puro privilegio personal lesivo del principio de igualdad,
sólo podrá ser denegado (y siempre de forma motivada) cuando esto resulte
necesario en orden a una adecuada tutela de la función parlamentaria.
Si nos conformáramos con una definición sintética de delito como hecho pe-
nado por la ley, es decir, como "hecho punible", nada habríamos dicho sobre
los presupuestos o elementos necesarios para dicha sanción. Dedicaremos los
próximos módulos a ir analizando detenidamente cada uno de estos elemen-
tos, que conforman la propia estructura del delito; en este momento nos con-
formaremos con sólo introducirlos.
3) Todo comportamiento típico comporta una lesión o una puesta en peligro El injusto de la conducta
de bienes jurídicos, y por ello la tipicidad misma encierra ya una carga inicial
A su vez, el injusto de la con-
de desvalor (lo que llamamos la antijuridicidad o el injusto del hecho, cuyo ducta puede realizarse de mo-
significado más completo estudiaremos en este mismo módulo). do pleno (consumación del
delito) o sólo de modo incom-
pleto (en la medida en que se
hayan realizado en todo o en
Sin embargo, para la existencia de delito no es suficiente con la tipicidad del parte los actos que en princi-
pio deberían haber consuma-
comportamiento y la desvaloración que ello implica, sencillamente porque do el delito, pero sin llegar a
puede ocurrir que el propio ordenamiento permita o incluso ordene la reali- conseguirlo: tentativa). Por
otra parte, la contribución del
zación de una conducta típica (supuestos en los que opera lo que conocemos sujeto al injusto específico del
delito puede revestir distintas
como "causas de justificación"). Así, p. ej., el art. 20.4.° CP nos permite defen- formas: ser el autor del mismo
dernos de las agresiones ilegítimas: de este modo, aunque lesionar a otro o o limitarse a contribuir (como
partícipe) a la conducta de au-
causarle la muerte constituyen conductas típicas, pueden resultar autorizadas toría ajena. De ambas cuestio-
nes (iter�criminis y autoría–par-
–siempre que se satisfagan determinados requisitos– si quien las realiza actúa ticipación) nos ocupamos en el
módulo 3.
en defensa propia o de un tercero. Con más razón aún no tendría sentido que
el Derecho penal sancionara a un sujeto si resulta que el ordenamiento no
sólo le permite, sino que incluso le obliga a realizar una conducta típica (p. ej.,
uno de los cometidos de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
según la ley que regula su actividad es practicar detenciones en determinadas
circunstancias, y a menudo han de emplear para ello una cierta violencia que
puede dar lugar a comportamientos típicos de lesiones). Todo ello nos con-
duce a decir que para que exista delito es necesario que el hecho típico resul-
te finalmente contrario a Derecho, es decir, que sea antijurídico a la luz de
la totalidad del ordenamiento; la antijuridicidad inicial del hecho típico será
neutralizada cuando concurra alguna de las causas�de�justificación previstas
como tales por el art. 20 CP (explicadas en el módulo 4).
Así pues, a partir de una definición sintética del delito como hecho punible,
hemos llegado a una definición�analítica mucho más precisa, en la que
© FUOC • PID_00225871 9 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Esta descomposición analítica del delito presenta una utilidad indudable. Por
un lado, se estructura de forma tal que cada uno de los elementos presupone
lógicamente la concurrencia de los que le preceden: en la práctica, si el juez
o Tribunal que conocen del hecho comprueban la ausencia de uno de los ele-
mentos estudiados, puede y debe renunciar a valorar el resto. Por otra parte, la
existencia de una teoría que estructure estos elementos adecuadamente sirve
además a una mayor seguridad jurídica y también a una mayor (y mejor) justi-
cia, porque la elaboración de estas categorías, las distinciones y jerarquizacio-
nes internas que en ellas se hacen posibilitan, como con toda claridad expone
Luzón, "plantear y fundamentar de modo controlable un amplio abanico de
respuestas diferenciadas y adecuadas a la entidad del hecho".
Ejemplo
Ejemplo
Así ocurre, por ejemplo, con la llamada excusa absolutoria de parentesco en los delitos
patrimoniales, prevista en el art. 268 CP, que exime de responsabilidad criminal (atribu-
yendo sólo la civil) a los que cometieren un delito contra el patrimonio (siempre que
no concurriera violencia o intimidación) si existe relación de parentesco con la víctima
© FUOC • PID_00225871 10 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
(por ejemplo, si un hijo hurta un bien que pertenece a su padre, o estafa a su propio her-
mano). El hecho es típico, antijurídico y culpable; sin embargo, el legislador prefiere no
sancionarlo penalmente por razones de política criminal (probablemente por entender
que en estos casos la intervención del Derecho penal es más perjudicial que reparadora).
Así pues, si el hecho analizado es típico de un delito respecto del que se en-
cuentre prevista una excusa absolutoria (como los patrimoniales sin violencia
ni intimidación), el juez siempre deberá haber constatado que no se cumplen
los requisitos de la excusa antes de declarar la punibilidad del hecho; en cam-
bio, si se tratara de un delito en el que no se encuentra prevista excusa abso-
lutoria alguna (que son la inmensa mayoría), la constatación de la tipicidad,
antijuridicidad y culpabilidad conducirá a afirmar sin más la punibilidad.
En su art. 10, el código ofrece una definición legal del delito, según la cual
Si bien se trata de una definición mucho más breve y menos técnica que la
doctrinal, sí pueden verse ínsitos en ella, de modo más o menos directo, los
elementos de la estructura del delito que antes hemos mencionado.
Así:
Al tratar sobre la norma penal en el módulo 1 (podéis ver el apartado 1.3.2) nos
referíamos a diferentes concepciones sobre la norma penal. Procede en este
momento señalar lo que puede desprenderse de cada una de ellas con relación
a la forma de concebir el delito.
Desvalor de resultado
• Sancionar la tentativa del delito con la misma pena que el delito consu-
mado. Aunque en la tentativa no se produce la lesión del bien jurídico
(a lo sumo su puesta en peligro) y en el delito consumado sí, en ambas
situaciones el desvalor de acción es idéntico –la tentativa se define preci-
samente porque el sujeto quiere consumar el delito, aunque no lo consiga
por causas independientes de su voluntad. Por tanto, si el núcleo del delito
se sitúa en ese aspecto, sería perfectamente coherente sancionar de igual
modo el delito consumado y el meramente intentado.
• La tentativa del delito siempre debería sancionarse con una pena menor
que el delito consumado. Aunque en ambos casos el desvalor de acción
sea idéntico, no sucede tal cosa con el desvalor de resultado: en el delito
consumado este desvalor se da en su plenitud (en el delito de homicidio,
A mata a B) mientras que en el delito intentado se produce tan sólo un
peligro (más o menos intenso) para el bien jurídico (A dispara a B pero B
esquiva la bala y sale ileso). Si el núcleo del injusto se hace recaer en el
desvalor de resultado, es obvio que la sanción de ambas figuras ha de ser
distinta.
© FUOC • PID_00225871 14 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
(1)
La efectiva lesión o la puesta en
Desde esta perspectiva, el injusto del hecho viene simultáneamente peligro del bien jurídico, esto es, el
desvalor de resultado).
condicionado por el aspecto o dimensión exterior1 del comportamiento
y por una dimensión interna2 o subjetiva. (2)
La existencia de intención de le-
sionar el bien jurídico –dolo– o de
una mera imprudencia, o eventua-
les elementos subjetivos añadidos
Esta concepción del injusto comporta lógicamente una serie de repercusiones que el tipo del delito pueda reque-
rir en su descripción).
en la composición de cada una de las grandes categorías del delito. Teniendo
en cuenta que se trata de la visión más extendida en nuestra doctrina, a los
efectos expositivos y didácticos que esta obra persigue nos ajustaremos a dicha
sistemática.
No puede dejar de mencionarse, con todo, que la ubicación del dolo y la imprudencia
dentro del conjunto de la estructura del delito constituye una cuestión enormemente
polémica. Si bien la doctrina hoy mayoritaria los considera elementos constitutivos del
injusto y por ello los estudia ya como parte del tipo (en el llamado tipo subjetivo), la
doctrina tradicional siempre los incluyó (y así lo sigue sosteniendo hoy un sector doctri-
nal) dentro de la categoría de la culpabilidad. Según esta última visión (a la que a su vez
puede llegarse por distintas vías, sea una concepción claramente valorativa de la norma
penal, sea una concepción causalista de la acción), a la antijuridicidad pertenecerían los
aspectos objetivos y externos del hecho (desvalor de resultado), mientras que en la cul-
pabilidad habrían de estudiarse los elementos subjetivos o internos (el dolo y la impru-
dencia entre ellos). Con todo, esta distinción tradicional entre lo objetivo (perteneciente
a la antijuridicidad) y lo subjetivo (a examinarse en sede de culpabilidad) no puede ser
tajante (y así lo admiten sus propios proponentes) desde el momento en que existen ti-
pos que exigen elementos subjetivos específicos, necesarios como acabamos de ver para
la lesividad misma del comportamiento (y por tanto, necesariamente pertenecientes al
tipo de injusto).
La averiguación del bien jurídico protegido por cada tipo penal consti-
tuye por tanto un elemento de primordial importancia en su interpre-
tación y aplicación.
Ved también
Hablamos de la función "político-criminal" o "de garantía" del bien ju-
rídico para referirnos a su virtualidad limitadora de la potestad puniti- Sobre el principio de ofensi-
vidad podéis ver el apartado
va del Estado, extremo este que se concreta en el hoy indiscutido prin- 2.2. del módulo 1.
cipio�de�ofensividad o de exclusiva protección de bienes jurídicos: el
delito sólo puede consistir en la lesión o puesta en peligro de un bien
jurídico ajeno.
Ahora bien, debemos darnos cuenta de que esta afirmación poco significa si Observación
no se la completa con una elaboración que dote de contenido a la noción de
Conviene no olvidar que en
"bien jurídico" –en la medida de lo posible, que enseguida veremos es limita- épocas no tan lejanas nuestro
da–; pues, en efecto, a falta de una mayor precisión del concepto, nada impe- propio Derecho penal prohibía
comportamientos de índole se-
diría sostener, por ejemplo, que también la moral social constituye un bien xual libremente consentidos
entre adultos por no ajustarse
jurídico (colectivo) que al Estado puede interesar proteger incluso penalmen- a determinados estándares de
moralidad impuestos desde el
te (de tal manera que, por ejemplo, resultara legítimo prohibir penalmente poder político. Y no olvidemos
comportamientos rechazados por la moral social dominante, como el incesto tampoco que tal cosa sigue su-
cediendo a día de hoy en mu-
libremente consentido entre adultos, o el bestialismo). chos países del mundo.
rias� para� el� libre� desarrollo� de� la� personalidad� del� individuo� en� la� vida
en�sociedad. A partir de aquí parece todavía posible, no obstante, avanzar un
paso más en la línea restrictiva de la potestad estatal incriminadora que aho-
ra nos interesa; y es que, en efecto, aproximaciones como aquellas no dejan
de constituir –aun en la línea adecuada– "orientaciones" al legislador que este
"debería" atender, lo que relativiza su idoneidad para fijar a aquel un verdadero
límite susceptible de traducirse en algún tipo de control jurídico-positivo.
Pues bien, en este sentido, el intento más consistente para dotar al bien
jurídico de alguna (siempre relativa) capacidad crítica del ius puniendi
estatal lo constituye la doctrina que pretende acudir a la Constitución,
única norma cuyo rango le permite operar como verdadero límite al le-
gislador, como ineludible marco valorativo de referencia a este respecto.
a la desprotección penal de la vida), sino más bien por una atenta consideración de los
principios de subsidiariedad y fragmentariedad como rectores de la actividad punitiva
del Estado; así, si la efectiva protección de un derecho fundamental (del valor subyacen-
te a este) no pudiera lograrse más que mediante el uso de la rama punitiva del ordena-
miento, sí parecería más factible estimar la inconstitucionalidad de la supresión del o
los tipos a través de los cuales venía otorgándosele tutela penal, y, a la inversa, tal cosa
resultaría perfectamente legítima en tanto los instrumentos propios de otras ramas del
ordenamiento se revelaran suficientes en orden a la adecuada protección del derecho.
En este sentido, y aun debiendo ser conscientes de las dificultades para ejer-
cerla, debe reconocerse al Tribunal Constitucional la facultad de anular una
disposición legal con base en la falta de arraigo constitucional del bien que
pretende protegerse (como sucedería, por ejemplo, con tipos que sólo preten-
dieran proteger una determinada moral en el ámbito de lo sexual o una con-
creta doctrina política).
Ejemplo
Con todo, en el Derecho penal moderno de un país democrático como el nuestro, los
tipos penales de legitimidad dudosa a la luz del bien jurídico protegido no son tan clara-
mente identificables como en los ejemplos propuestos. Piénsese, por ejemplo, en el delito
de maltrato de animales domésticos del art. 337 CP, de bien jurídico más que discutible.
Por otra parte, lo que acaba de decirse en modo alguno supone defender la
reducción de los objetos penalmente tutelables a los tradicionales bienes in-
dividuales (vida, integridad física, libertad, propiedad...); por el contrario, de
la valoración fundamental llevada a cabo por la norma constitucional –cuyo
art. 1.1. consagra el carácter social de nuestra forma de Estado, comprometi-
do con la posibilitación a los ciudadanos de iguales cotas de participación en
la vida política, social, cultural y económica– se deduce precisamente la per-
fecta legitimidad de la tutela penal de numerosos bienes jurídicos de carácter
colectivo (medio ambiente, patrimonio cultural o artístico, Hacienda pública,
etc.) la cual puede resultar imprescindible en orden a un efectivo desarrollo
de la libertad y personalidad de los individuos en su vida en sociedad. En es-
te sentido, la óptica restrictiva de la actividad punitiva del Estado de la que
aquí se parte (concretada, además de en el principio de exclusiva protección de
bienes jurídicos, en el principio de intervención mínima) en modo alguno se
identifica con el rechazo a la legitimidad de la protección de bienes colectivos.
Sentado lo anterior, a lo que sí obliga nuestra Constitución es a adoptar una
óptica personalista en la configuración e interpretación de los bienes jurídicos
(también los colectivos); en esta línea, la consagración de la dignidad de la
persona como fundamento de todo el sistema constitucional obliga a dotar
© FUOC • PID_00225871 20 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ejemplo
Así, en el ejemplo antes citado del art. 337 CP, el legislador debería haber estado espe-
cialmente atento a la hora de establecer el marco de pena. No parece tener sentido que
el maltrato del animal doméstico comporte una pena de tres meses a un año de prisión
más inhabilitación especial y que otros delitos de vinculación mucho más directa con la
vida e integridad del ser humano comporten una pena mucho menor (así, por ejemplo,
el delito de omisión de socorro del art. 195 CP, consistente en no auxiliar a una persona
desamparada y en peligro grave, comporta una pena de mera multa de tres a doce meses).
De ahí que el citado art. 337 CP suscite muchas dudas –además de con relación al bien
jurídico protegido– en cuanto a la proporcionalidad de la pena prevista.
(3)
Es decir, si está prevista como tal
Del principio de legalidad se deriva que una conducta sólo pueda ser en un precepto penal.
(5)
Como ya se ha comentado al comienzo de este módulo, a su vez el injusto de la conducta Que radica en su lesividad o pe-
puede realizarse de modo pleno (consumación del delito) o sólo de modo incompleto ligrosidad para un determinado
(en la medida en que se hayan realizado en todo o en parte los actos que en principio bien jurídico: vida, propiedad, etc.
deberían haber consumado el delito pero sin llegar a conseguirlo: tentativa). Por otra
parte, la contribución del sujeto al injusto específico del delito puede revestir distintas
formas: ser el autor del mismo o limitarse a contribuir (como partícipe) a la conducta de
autoría ajena. De ambas cuestiones (iter ciminis y autoría-participación) nos ocupamos
en el módulo 3.
© FUOC • PID_00225871 21 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ahora bien: ese injusto específico, que concurre en todo comportamiento tí-
pico (sea consumado o intentado, sea a título de autor o de partícipe), puede
no obstante resultar neutralizado por la concurrencia de una causa de justifi-
cación. Ello sucede, como veremos en el módulo 4, en situaciones de conflicto
entre bienes jurídicos (o intereses en un sentido más amplio), cuando la acción
típica ha sido necesaria para preservar o realizar bienes jurídicos o intereses de
superior importancia también garantizados por el ordenamiento (considerado
este en su conjunto). En tales casos, la conducta no deja de ser típica (el ciu-
dadano A retuvo a B contra su voluntad, cometiendo así un hecho típico del
delito del art. 163 CP) pero si satisface los requisitos de la respectiva causa de
justificación, diremos que pese a ello no es antijurídica, pues el ordenamiento
la considera autorizada (en nuestro ejemplo, A acababa de presenciar cómo
B cometía un delito, supuesto en que el art. 490 de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal autoriza a la detención no sólo a los agentes de la autoridad, sino
también a los ciudadanos; ello permitiría aplicar a A la causa de justificación
de ejercicio legítimo de un derecho prevista en el art. 20.7 CP).
Otros ejemplos
3.1. Concepto
puestos a los que aparece vinculada la pena (esto es, también los que atañen a En efecto, de una lectura de
la antijuridicidad, culpabilidad o punibilidad del comportamiento). El signifi- los diferentes preceptos de la
parte especial del Código pe-
cado que se desea es otro, más restringido. Se trata sólo de la primera –y si se nal sin ponerlos en relación
con todas las demás normas,
quiere la más importante– categoría del delito. podríamos obtener la conclu-
sión precipitada de que bas-
ta con que se dé la conduc-
ta allí descrita para que inme-
diatamente deba aplicarse la
pena como consecuencia jurí-
dica. Sin embargo, para que
pueda hablarse de delito y, so-
bre todo, de que se dan todos
los presupuestos de la pena, es
necesario que concurran más
elementos. Tomemos el art.
138 como ejemplo: si quien
mata a B lo hace en legítima
defensa (20.4 CP), su conduc-
ta será típica, pero no antijurí-
dica; si quien mata a B es un
niño de 7 años, su conducta
será típica y antijurídica, pe-
ro no culpable. En ninguno de
los dos casos la realización del
tipo conllevará la imposición
de la pena, pese a lo que apa-
renta significar el tenor del art.
138 CP aisladamente conside-
rado.
© FUOC • PID_00225871 23 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
(6)
• 6
La tipicidad es el elemento que en mayor medida plasma el principio�de Cfr., no obstante, lo señalado in-
fra en relación con la función de
legalidad (concretamente, la garantía criminal) en el concepto de delito. Y garantía: la categoría de la tipici-
lo hace señalando que, entre los distintos comportamientos posibles, sólo dad no es la única que refleja el
principio de legalidad. También las
podrán tener relevancia penal aquellos seleccionados por la ley penal. restantes categorías cumplen una
función de garantía.
• Esa descripción legal (= tipicidad) delimita cada figura delictiva de las de-
La dimensión valorativa
más.
La dimensión valorativa del ti-
po se identifica con la exigen-
cia de la antijuridicidad material
Para cumplimentar la tipicidad deben considerarse dos dimensiones dis- del comportamiento.
tintas de los tipos penales: una dimensión�fáctica y una dimensión
valorativa. De este modo, para que la conducta resulte típica, debe no
sólo coincidir formalmente con la descrita en el tipo penal (dimensión
fáctica), sino que a la vez tiene que afectar al bien jurídico en la forma
requerida por tal tipo (dimensión valorativa). Sólo así tendremos una
conducta con relevancia penal.
Ejemplo
• Quien hace una fotocopia en color de un billete de curso legal, realiza una conducta
que de facto encajaría en el art. 386.1.° CP (dimensión fáctica). Sin embargo, la con-
ducta es atípica por no integrar la dimensión valorativa del tipo, pues una burda fo-
tocopia carece de la idoneidad necesaria para lesionar el bien jurídico que se protege
con la tipificación de la falsificación de moneda.
• Quien conduce un vehículo a motor con una tasa de alcohol superior a 0,6 mg/l
en aire espirado, por un circuito particular habilitado en su finca rústica, no incurre
en el delito de conducción bajo los efectos del alcohol del art. 379, por más que se
cumplimente la dimensión formal (fáctica) de este tipo penal, ya que no se da en este
comportamiento la dimensión valorativa del tipo: la seguridad vial, y a través de ella
la vida o la integridad de los intervinientes en el tráfico rodado no se ve afectada.
2) Función negativa,�o�delimitadora�de�lo�penalmente�relevante: la
tipicidad señala lo que queda fuera del ámbito de la relevancia penal.
Atendiendo a los criterios y técnicas que hay que utilizar para alcanzar su sen-
tido, habitualmente se ha señalado en la doctrina que los términos usados en
la descripción legal pueden ser de las tres clases siguientes:
© FUOC • PID_00225871 25 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ejemplo
En el art. 234 se tipifica el hurto como la conducta de quien con ánimo de lucro "tomare"
las cosas muebles ajenas sin la voluntad del su dueño. La expresión entrecomillada –se
dirá– constituye un elemento descriptivo objetivo, por cuanto puede ser abarcado en este
caso por la vista y contemplado, por tanto, por un espectador objetivo.
Esta convicción descansa en la creencia de que los términos descriptivos no La expresión "tomare"
son susceptibles de generar tantas ambigüedades, y por lo tanto resultan más
Veámoslo en relación con la
acordes con las exigencias de legalidad. Sin embargo, no se puede desconocer expresión "tomare", antes re-
que la tipicidad, cualesquiera que sean los términos en los que se exprese, pre- ferida como ejemplo de tér-
mino descriptivo. Puesto que
senta una dimensión valorativa –ya comentada– que conlleva que su signifi- la acción ha de concretarse en
función de la lesión del bien
cado aparezca necesariamente vinculado a la tutela de un bien jurídico, y por jurídico (patrimonio), debe-
rá de todos modos valorarse
lo tanto, le sea inherente una valoración. si la consumación se produce
cuando se aprehende el obje-
to, cuando se distancia míni-
Por consiguiente, aunque la clasificación es –repetimos– clásica, y, desde el mamente del lugar en el que
se aprehende, cuando se tiene
punto de vista teórico, sumamente clara, su aplicación práctica resulta menos una cierta disponibilidad sobre
nítida y su rendimiento debe acogerse, por lo dicho, con cautela. lo "tomado",...
El objeto de atención debe ser ahora, pues, el de las clases de tipos dotados de
mayor proyección en el terreno de las consecuencias dogmáticas, y por ello,
de continua referencia en el curso de parte general.
a) Delitos de�lesión
La consumación del delito requiere un daño efectivo, una lesión del bien ju- Ejemplo
rídico.
Homicidio (art. 138 CP).
b) Delitos de�peligro
En otras palabras: peligro abstracto no equivale a presunción iuris et de iure del peligro.
Supone, simplemente, atender el legislador a la consideración de que un determinado
comportamiento se ha revelado por experiencia peligroso, por lo que desde el punto
de vista político-criminal se opta por anticipar la barrera de protección sin necesidad
de aguardar, en la confección del tipo correspondiente, a que se verifique el peligro en
concreto. Pero todo ello, insistimos, sin renunciar a la lesividad del comportamiento, ni,
por tanto, a que quepa prueba o apreciación en contrario en el supuesto concreto.
Con todo, no cabe desconocer que el legislador español ha ido dando pasos que niegan el
anterior planteamiento teórico; así, el art. 379.2, introducido por la LO 15/2007, convier-
te el anterior peligro abstracto que caracterizaba el delito de conducción bajo los efectos
del alcohol en una presunción: se cometerá, sin posible prueba en contrario sobre el nivel
de afectación y peligrosidad para la seguridad vial, si se rebasa una tasa de alcohol de 0,6
mg/l en aire espirado (o 1,2 g/l en sangre).
2) En función de la estructura:
a) Delitos de�mera�actividad
© FUOC • PID_00225871 27 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Esta fundamental distinción entre delitos comunes y especiales tiene relevancia a efectos
de participación en el delito. Sobre el concepto y problemática, podéis ver el módulo 3.
forzados por el autor, con consentimiento viciado o sujetos pasivos del delito). Es el caso
de los denominados delitos de participación�necesaria. Ej.: el menor consintiente en
los abusos sexuales –183 CP.
b)�Pluriofensivos, que incorporan varios bienes jurídicos que deben ser afec- Ejemplo
tados para realizar el comportamiento típico.
Acusación y denuncia falsas
(456 CP: honor/Administra-
6) En función de que requieran o no diferentes fases�para�su�consumación: ción de Justicia)
Delitos plurisubsistentes
7) En función de la coincidencia�o�no�de�los�momentos�de�consumación
y�terminación�del�delito
Ejemplo
• Hurto (art. 234 CP). Elemento subjetivo del injusto: ánimo de lucro. (Explicación:
la persecución del lucro es necesaria para que la conducta sea típica de hurto. Si no
concurre tal ánimo, la conducta es atípica –como hurto). Pero su efectiva consecu-
ción –aumento del patrimonio del autor en detrimento del ajeno– no afecta a la con-
sumación del hecho. Tal consecución o frustración, sería ajena al autor (p. ej., una
vez consumado el hurto, su autor pierde el objeto).
• Encubrimiento (art. 451.2 CP). Elemento subjetivo del injusto: intención de impedir
el descubrimiento del delito.
Ejemplo
• Abandono de destino (art. 407 CP). Elemento subjetivo del injusto: propósito de no
impedir determinados delitos.
• Descubrimiento de secretos (art. 197.1 CP). Elemento subjetivo del injusto: intención
de descubrir los secretos o vulnerar la intimidad de otro.
• Cohecho pasivo propio (art. 419 CP). Elemento subjetivo del injusto: intención de
realizar una acción contraria a los deberes del cargo.
Ejemplo
Según lo expresado, por tanto, la categoría del sujeto activo delimita el círculo
de posibles autores del delito.
Ejemplo
• Sujeto activo del delito de prevaricación judicial tipificado en el art. 446 CP es "el
juez o magistrado" (se trata de un delito especial propio). Autor del concreto delito
de prevaricación judicial cometido en fecha 25. 11. 2011 resultó ser el juez A. J. F.,
del Juzgado de Instrucción n° XX de los de Palma de Mallorca.
• Sujeto activo del delito de homicidio (art. 138 CP) es "cualquiera" (se trata, en este
caso, de un delito común). Fue condenado como autor del homicidio cometido el 27
de mayo de 2010 el procesado Juan H.N.
Interesa notar que, aunque algún autor ha afirmado ya que la reforma del Có-
digo penal operada por la LO 5/2010 ha modificado sustancialmente la cues-
tión del sujeto activo del delito al incorporar la previsión de responsabilidad
criminal de las personas jurídicas, esta no se ha visto en realidad afectada, en el
sentido de que siguen siendo plenamente válidos los términos anteriormente
expuestos. En efecto, la aludida reforma permite la atribución de responsabili-
dad a las personas jurídicas, pero por las conductas típicas realizadas por per-
sonas físicas que actúan en nombre, por cuenta o en provecho de las mismas.
El círculo de autores –capaces de realizar el tipo–, a lo que hace referencia la
categoría del sujeto activo, permanece inalterado. No así –si se quiere– el de
sujetos responsables penalmente.
© FUOC • PID_00225871 32 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Nota
Se denomina sujeto�pasivo al titular del bien jurídico protegido por la
norma (y, por consiguiente, lesionado o puesto en peligro por la con- • Sujeto pasivo en el delito
de lesiones lo es el lesiona-
ducta típica). do (titular del bien jurídico
integridad física)
• El sujeto pasivo en el deli-
to de prevaricación judicial
es el Estado (titular del bien
Puede observarse como no se establecen limitaciones respecto a la capacidad
jurídico Administración de
para ser sujeto pasivo del delito: lo será cualquiera que pueda ser titular de Justicia).
4.3. La acción
Pero para entender por qué ha sido cuestión tan debatida, por qué podemos
decir que ha habido avances en la discusión o por qué, en fin, puede juzgarse
hipertrofiada o sobredimensionada la atención que ha merecido, lo primero
que debe identificarse es, obviamente, el problema a resolver, o, por mejor
decir, el problema que (necesaria o tal vez un tanto innecesariamente) se ha
querido resolver. Sólo así sabremos si se ha resuelto y en qué medida, y si ha
merecido la pena el camino y en qué.
El concepto hegeliano de
La búsqueda de un supraconcepto de acción ha sido una opción cons- acción
tante desde que se abriera camino la construcción de un concepto dog-
El concepto hegeliano de ac-
mático de delito. Tal empresa se ha visto en buena medida avivada por ción, por ejemplo, que la con-
cebía como hecho imputable a
la creencia de que a ese hallazgo habían de venir aparejadas toda una la persona como culpable, pre-
serie de consecuencias necesarias para la arquitectura del delito (p. ej., juzgaba la culpabilidad, igno-
rando que puede haber accio-
la ubicación sistemática del dolo). nes antijurídicas no culpables.
El positivismo naturalista reac-
cionaría ante esta situación
exigiendo una acción prejurídi-
Como se ha señalado anteriormente, la importancia de esta polémica ha sido ca natural sobre la cual verter
los diferentes predicados –en
sobredimensionada, si bien es cierto que el curso de la discusión ha repercutido este caso sí– jurídicos.
en un notable desarrollo del sistema del delito, justamente por los elevados
rendimientos sistemáticos que en este campo se le pretendían al concepto de
acción.
© FUOC • PID_00225871 35 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
2) Por otra parte, pese a las altas expectativas sistemáticas que auspiciaron la
búsqueda, lo cierto es que el concepto de acción tiene escasa relevancia en
la construcción de la moderna Teoría del Delito, y ninguno de sus problemas
viene realmente predeterminado por el concepto de acción que se siga ni se
resuelve a través de él, como no se resuelven a través de él los restantes pro-
blemas fundamentales que tiene actualmente planteada la ciencia penal.
La acción no es más que, a los efectos que aquí nos interesan, el signi-
ficado de un determinado hecho, con independencia del sustrato que
lo sustente. Pero de ello no tiene que querer deducirse la completa es-
tructura del sistema penal.
1) para los planteamientos clásicos (por otra parte bien distintos entre sí), lo Propuestas clásicas
que habrá que buscar al preguntarse por la acción a efectos penales es un sus-
Llamamos aquí propuestas clá-
trato –material (= físico) o no– del que poder predicar las características del sicas a las tres concepciones
comportamiento delictivo; que, de forma sucesiva, abor-
daron la cuestión ya en la pri-
mera mitad del siglo pasado
con los parámetros de parti-
2) la concepción� significativa de la acción, en cambio, se desprende de la da antes indicados (concep-
ciones causal, final y social de
necesidad de no apoyarse en sustrato previo alguno: lo que interesará será el la acción). Sobre todo las dos
significado de una realidad concreta en la que aparece implicado normativa- primeras propiciaron en el se-
gundo tercio de ese periodo el
mente (conforme a reglas que informan de su sentido) un ser humano. punto álgido de la discusión.
Ejemplo
Caminar es un hecho con significado, y por tanto es una acción. Pero la afirmación no
interesa en abstracto, pues precisamente ese hecho puede tener varios significados, ya
que no es lo mismo pasear por el pasillo de nuestra casa que hacerlo por el de la casa del
vecino en contra de su voluntad (véase art. 202 CP). Por lo tanto, identificar sustratos con
significado potencial desprovistos del sentido que se les da desde una concreta tipicidad
carece de utilidad. Caminar sí interesa si se hace en morada ajena sin consentimiento del
dueño. Lo mismo puede decirse, por ejemplo, del mantenimiento de una relación sexual.
1) La fuerza�irresistible
Esta referencia expresa desapareció, sin embargo, en el código vigente, que ya Nota
no la recogió ni en el homólogo catálogo de eximentes (actual art. 20 CP) ni
Lógicamente, ninguna altera-
en el resto de su articulado. Tal desaparición se debió simplemente al carácter ción practicada en un cuerpo
superfluo de la previsión: en la medida en que en supuestos como los descritos legal sistemático carece de re-
percusiones, y en esto la des-
no hay acción (no pueden significar conforme a las reglas sociales que A ha aparición de la mención ex-
presa a la fuerza irresistible no
lesionado a C o que A ha matado a varios pasajeros, en los ejemplos propues- es una excepción. Así, p. ej.,
su presencia en el antiguo art.
tos), se hace simplemente innecesario que la ley afirme expresamente que se 8.° abría la puerta al menos a
está en ellos exento de responsabilidad criminal. plantear la aplicación de la exi-
mente incompleta en los su-
puestos de fuerza no entera-
mente irresistible, lo que hoy
No obstante su desaparición, los años de vigencia de aquella previsión propi- no resulta siquiera planteable.
ciaron la consolidación de un determinado entendimiento jurisprudencial y
doctrinal del concepto de fuerza irresistible, con precisiones que por inercia se
conservan aún hoy asociadas a su utilización. Con el uso de este término tan
acuñado no se hace, pues, referencia indiscriminada a cualquier supuesto de
ausencia de acción ocasionado por una fuerza ajena al sujeto, sino que sigue
asociándose a un concepto tasado (y no meramente descriptivo) de fuerza, que
en concreto viene caracterizado por las siguientes notas esenciales:
sí que tiene un significado (sí hay acción), bien que la afectación de la moti-
vación normal que en este caso experimenta el sujeto deba canalizarse hacia
la ausencia de culpabilidad por inexigibilidad de otra conducta (miedo insu-
perable, art. 20.6.ª).
En el caso de que la fuerza, por más que irresistible, tenga un origen distinto
(p. ej., A es empujado contra B por un viento de 120 km/h), resultará preferible
hablar de caso fortuito, reservando el término fuerza irresistible para aquellos
supuestos en los que la misma provenga de un tercero.
Debe tenerse en cuenta que incluso aunque el comportamiento del que se de-
riva inmediatamente el resultado lesivo se realice bajo una de las causas que
eliminan la acción, puede llegar a imputarse responsabilidad criminal en un
supuesto concreto: ello ocurre cuando el sujeto ha buscado conscientemente
colocarse en tal situación para cometer el delito o también cuando no ha evi-
tado colocarse en tal situación sabiendo que de la misma se podía derivar un
resultado lesivo (por ejemplo, un supuesto frecuente en la jurisprudencia es
el del conductor que advierte que se está quedando dormido al volante y no
detiene el vehículo, tras lo que se queda dormido y estándolo atropella a un
peatón; o el que se duerme al volante por efecto de unos fármacos cuando
se trata de medicamentos que causan somnolencia y se advierte que no debe
conducirse bajo sus efectos). En tales supuestos, aunque en el momento deci-
sivo para producir la lesión no puede hablarse de comportamiento humano
por faltar la más mínima voluntariedad (el sujeto causa una muerte estando
dormido), la imputación se retrotrae al momento anterior en el que el sujeto
buscó esta situación para delinquir o como mínimo pudo preverla y evitarla.
A esta construcción se la denomina actio�libera�in�causa, para expresar que
este hecho es "libre" en su causa, o, más precisamente, ha sido causado por una
conducta humana anterior a la cual puede atribuirse jurídico-penalmente.
5.1. Introducción
Resultados imputables al
Se trata, en suma, de determinar los criterios que permiten que el re- autor
sultado producido pueda realmente ser atribuido o imputado al sujeto
En la mayoría de los casos, la
como obra suya, lo que significa descartar que sea fruto del azar (más comprobación de esta relación
no plantea dificultad alguna:
o menos desgraciado) o de la intervención de otras personas (terceros si un sujeto dispara a otro al
ajenos al hecho inicial, pero también la propia víctima del mismo). corazón y la víctima muere de
inmediato, o le asesta una pu-
ñalada en la cara que determi-
na la pérdida de visión de un
ojo, no hay duda de que tales
Nos encontramos, sin duda, ante uno de los grandes problemas de la dogmá- resultados son objetivamente
imputables al autor, de tal mo-
tica penal, que como es lógico ha dado lugar a numerosos intentos de resolu- do que se habrá realizado el ti-
ción. Señalaremos primero, y tan sólo a grandes rasgos, cuál ha sido la evolu- po del delito de homicidio del
art. 138 o el de lesiones gra-
ción de su tratamiento hasta el momento actual, para centrarnos después en ves del art. 149.1 CP, respec-
tivamente. Sin embargo, co-
la teoría que hoy cabe considerar mayoritaria tanto en la doctrina como en la mo iremos viendo en diversos
jurisprudencia (la teoría de la imputación objetiva del resultado). ejemplos, en la producción de
un resultado final pueden in-
cidir también multitud de fac-
tores que pueden determinar
que no lo valoremos jurídica-
mente como obra del sujeto
que desencadenó el curso cau-
sal inicial.
© FUOC • PID_00225871 41 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Teorías de la causalidad
En realidad, cada una de las teorías que acabamos de citar ha influido de alguna manera
en la construcción de la visión actualmente dominante. La teoría de la relevancia, por
ejemplo, sentó lo que hoy constituye el punto de partida de la teoría de la imputación
objetiva, separando en planos diferentes la afirmación de la mera relación de causalidad
como juicio naturalístico (que por su parte se formula aceptando la idea de la equivalen-
cia de las condiciones) del juicio de imputación propiamente dicho, que necesitará de
criterios valorativos esencialmente jurídicos. Y entre tales criterios de imputación juega
un papel esencial, sin duda, la idea de la peligrosidad ex ante de la conducta, que se va-
© FUOC • PID_00225871 42 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
lora, como enseguida veremos, de acuerdo con parámetros sentados por la teoría de la
adecuación.
La construcción se asienta sobre la delimitación de dos planos consecutivos en Fórmula de la conditio sine
la apreciación de esa conexión entre acción y resultado imprescindible para qua non
afirmar la tipicidad: un primer paso (necesario pero no suficiente) ha de ser, sin Otra cosa es cuál es la forma
duda, la constatación de la relación de causalidad entre la acción y el resultado, más adecuada de comprobar
la existencia de tal relación de
pues si esta no existe carece de sentido seguir ahondando en la posibilidad de causalidad. Como ya se ha ex-
plicado, los proponentes ini-
imputación. En la doctrina mayoritaria en la actualidad se acepta la visión de ciales de la teoría de la equiva-
lencia de las condiciones acu-
la causalidad propugnada por la teoría de la equivalencia de las condiciones, dían para ello a la fórmula de
en el sentido de aceptar que causa es toda condición relevante para la aparición la conditio sine qua non: una
acción es causa de un resulta-
de un fenómeno. do si, suprimida mentalmen-
te la acción, el resultado no se
hubiera producido. Aunque
con frecuencia la jurispruden-
cia sigue utilizando esta fór-
Constatada la relación de causalidad, habrá de realizarse el verdadero mula para comprobar la cau-
juicio de imputación objetiva, que prescinde de criterios físico-natura- salidad, lo cierto es, como ex-
plicaremos enseguida, que su
lísticos para operar, en cambio, con criterios valorativos propiamente aplicación conduce a resulta-
dos injustos en ciertos supues-
jurídicos. Dicho de un modo gráfico, causar la muerte de otra persona tos, por lo que es conveniente
no es siempre jurídicamente valorable como "matar", esto es, como con- recurrir a algún otro modo de
comprobar esa relación.
ducta típica de homicidio.
Ejemplo
Dos sujetos tienen decidido matar a otro en plena calle, para lo que le esperan apostados
en lugares distintos; A es quien debe disparar primero desde una determinada posición,
pero si A no llegara a disparar por no encontrar el ángulo adecuado, B está también
preparado para disparar desde el lugar en que se encuentra.
En casos de este tipo, la fórmula de la conditio sine qua non conduciría al ab-
surdo de tener que negar la relación de causalidad entre el disparo de A y la
muerte de la víctima, puesto que si A no hubiera disparado, B lo hubiera hecho
y la víctima hubiera muerto igualmente.
Ejemplo
Dos sujetos deciden matar a la misma persona aunque no lo hacen por acuerdo mutuo,
sino cada uno sin saber de las intenciones del otro. Actuando por separado, cada uno de
ellos vierte una dosis de veneno en la taza de bebida que luego ingiere la víctima. Cada
una de las dosis hubiera resultado letal por sí misma.
De nuevo en este caso la fórmula de la conditio sine qua non nos conduciría
a un resultado injusto: ninguna de las dos conductas sería considerada causa
del resultado porque, de no haberse llevado a cabo, de todos modos la víctima
hubiera muerto (por la conducta del otro).
como el acaecido (la muerte del sujeto), existirá relación de causalidad entre
ambos, y ello con total independencia de que hubiera podido hipotéticamen-
te entrar en juego otro factor igualmente causal.
(7)
Con todo, la comprobación de la causalidad con este nuevo parámetro pue- STS de 23 de abril de 1992.
de presentar también algunos problemas en la práctica, que no obstante han
quedado resueltos por la jurisprudencia. El problema se plantea por los que Caso del aceite de colza o
del "síndrome tóxico"
solemos denominar cursos�causales�no�verificables, de los que la jurispru-
dencia española7 ofrece (junto al caso alemán conocido como "caso Conter- En los años ochenta del s. XX
cientos de personas resultaron
gan" o "caso de la talidomida") una inmejorable muestra en el llamado "caso muertas o sufrieron gravísimas
lesiones tras haber consumido
del aceite de colza". un aceite manipulado, aunque
no se pudo demostrar cuáles
fueron las concretas reacciones
El problema reside aquí en que en casos novedosos como estos, desconocidos en el organismo que encade-
naban el consumo y dichos re-
para la ciencia, puede suceder –dada la imposibilidad de experimentar con se- sultados.
res humanos y por tanto de reproducir en laboratorio la concreta cadena de
reacciones químicas acaecidas en el organismo– que no se llegara a constatar la
concreta ley natural que encadenaba el consumo de tales sustancias con unos
determinados resultados lesivos. Sin embargo, ha de subrayarse (y así lo hizo
la referida sentencia) que para la comprobación de la causalidad no es impres-
cindible el conocimiento completo de la concreta ley natural explicativa del
fenómeno; la relación de causalidad puede considerarse probada por otras vías
como las estadísticas (se comprobó que todas las personas que presentaron
ese tipo característico de síndrome habían consumido el aceite), aunque no
llegue a tenerse un completo conocimiento de cómo o por qué el consumo
desencadenaba tales resultados.
1)�Creación�de�un�riesgo�jurídicamente�desaprobado.
© FUOC • PID_00225871 45 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
• disminución de riesgo,
y a ello se añade
a)�Exclusión�de�la�imputación�objetiva�en�casos�de�ausencia�de�riesgo�o
riesgo�irrelevante. En primer lugar, para poder imputar objetivamente un re-
sultado a una conducta, esta ha de crear un riesgo o peligro de cara a la pro-
ducción de ese resultado: si la acción no pone en peligro de forma relevante
el bien jurídico protegido, el que acabe causando el resultado lesivo para el
mismo es fruto del mero�azar, lo que supone que no podamos imputar dicho
resultado al autor del comportamiento como obra suya. Ello nos conduce di-
rectamente a la noción de la previsibilidad, puesto que crear un peligro o
riesgo para un bien jurídico supone crear una situación de la que es previsible
que se derive un determinado resultado lesivo para dicho bien.
Ejemplo
Imaginemos el ejemplo clásico del sobrino que con ánimo de heredar a su millonario tío
convence a este de que suba a un avión, con la esperanza de que se estrelle y el tío muera.
Si el avión efectivamente sufre un accidente y el tío muere, ¿diríamos que la muerte se
puede imputar al sobrino, esto es, que este "ha matado"? Obviamente, no. Y la razón es
que la conducta de convencer a otro para que viaje en avión no aparece ex ante como
una conducta peligrosa para la vida, en la medida en que un espectador objetivo que
conozca la casi insignificante tasa de accidentes de aviación no podría prever que este
concreto accidente pudiera producirse. Ahora bien, la cuestión cambiaría por completo
si el sobrino hubiera convencido a su tío de que subiera a un avión el 11 de septiembre
del 2001, sabiendo que el mismo iba a estrellarse contra las Torres Gemelas de Nueva
York. En tal caso resulta necesario incorporar tales conocimientos especiales al juicio de
peligrosidad: cualquier persona inteligente que supiera que en un avión viajan terroristas
suicidas sí que consideraría peligroso para la vida convencer a un tercero de que suba
© FUOC • PID_00225871 46 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
al aparato, pues con tales conocimientos la muerte de los pasajeros resulta totalmente
previsible.
(8)
Lo dicho sirve para resolver (rechazando la imputación del resultado) aquellos Distinto sería, obviamente, si el
leve empujón se hubiera propina-
supuestos en los que es claro que la conducta no crea ningún riesgo o en todo
do en unas circunstancias en las
caso un riesgo insignificante de cara a su producción. Supuestos, por ejemplo, que el resultado sí que fuera pre-
visible, como sucedería, por ejem-
como el propinar un mero empujón que, a consecuencia de una mala caída, plo, si se empujara a alguien en la
calle en el borde de una acera: da-
determina la muerte por lesión cerebral de la víctima8. La cuestión no es tan do que en tales circunstancias es
sencilla, sin embargo, cuando el riesgo no es tan claramente irrelevante; surge previsible ex ante que pueda caer
a la calzada y ser atropellado si tal
así, entonces, el problema de determinar a partir de qué grado de posibilidades cosa sucede, los resultados sí que
de producción del resultado podemos considerar que existe previsibilidad y, serán imputables a quien le empu-
jó (SAP Barcelona de 9 de marzo
por tanto, creación de riesgo. del 2001).
Ejemplo
Pensemos en un fuerte puñetazo o patada que hace caer a una persona y golpearse vio-
lentamente en la cabeza contra el suelo: lo más frecuente es que este tipo de acciones
no causen caídas con traumatismos craneales o hemorragias cerebrales mortales, pero
desde luego no es completamente imprevisible que así ocurra. ¿Puede decirse entonces
que estas conductas han creado un riesgo de muerte suficientemente relevante? Sólo si
respondemos afirmativamente a esta pregunta podremos decir (si se cumplen los restan-
tes requisitos de la imputación objetiva) que el sujeto "ha matado", esto es, que se da el
tipo objetivo de homicidio –que sea doloso o imprudente es otra cuestión, que deberá
analizarse posteriormente. Condena por homicidio doloso la STS de 22 de diciembre de
2008 en un caso de violenta patada en la cabeza-caída-traumatismo craneal, e incluso la
STS de 4 de julio de 2003 condena (por homicidio imprudente) en un caso similar en el
que la conducta consistió en un fuerte empujón arrojando a la víctima contra el suelo.
De este modo, conductas como disparar o herir a otro con un arma blanca aunque sea
a una zona no vital (como los brazos o las piernas) sí suele estimarse que generan un
riesgo de muerte, pues aunque no sea lo más común que la produzcan, sí que existe la
posibilidad de que sobrevengan fuertes hemorragias o infecciones que a la postre desen-
cadenen el fallecimiento.
Ejemplo
b)�Exclusión�de�la�imputación�objetiva�en�casos�de�riesgo�permitido. Exis-
ten algunas actividades básicas para el funcionamiento de las sociedades ac-
tuales (y de entre ellas el mejor ejemplo es sin duda el tráfico rodado) que per se
crean un cierto riesgo para bienes jurídicos, pero que el ordenamiento jurídico
permite precisamente en razón de su enorme utilidad social –exigiendo, eso
sí, que quien las lleve a cabo respete unas determinadas normas de diligencia
o cuidado–. De este modo, quien cause un resultado en el desarrollo de algu-
na de estas actividades, pero manteniéndose dentro de los márgenes de riesgo
permitido (delimitados sobre todo por las normas de diligencia reguladoras de
dicha actividad), no será objetivamente responsable del mismo.
Ejemplo
1) Sin duda, la conducción de vehículos siempre crea un cierto riesgo para la vida e
integridad de los peatones; sin embargo, no se imputará el resultado de muerte a quien,
conduciendo correctamente, atropella a un peatón descuidado que aparece súbitamente
intentando cruzar corriendo la calzada –es decir, el conductor sin duda "ha causado" la
muerte del viandante, pero ello no es valorado jurídicamente como un homicidio–.
2) También genera ciertos riesgos el que los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Segu-
ridad porten armas de fuego para en su caso utilizarlas (siquiera de modo intimidatorio)
en el ejercicio de sus funciones; sin embargo, la STS de 9 de diciembre de 2009 entiende
que actuaba dentro del riesgo permitido el agente que, ante la resistencia de un detenido,
le intimida con su arma reglamentaria manteniendo puesto el seguro de la misma, de
manera que no se le imputa la muerte de aquel, producida tras un forcejeo entre agente
y detenido al intentar este último hacerse con la pistola.
c)�Exclusión�del�riesgo�permitido�en�casos�de�disminución�del�riesgo. Ejemplo
• Favorecimiento�de�una�autopuesta�en�peligro�de�la�propia�víctima. Esta
expresión se utiliza para referirse a los casos en los que es la víctima la que
se pone a sí misma en peligro de modo voluntario; en tal caso, la persona
© FUOC • PID_00225871 48 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ejemplo
1) El sujeto que provee a otro de una cantidad de droga para su consumo sólo será san-
cionado como autor de un delito de tráfico de drogas y no por homicidio en caso de
que el consumidor –conocedor del riesgo que asume– muera de una sobredosis (aunque
argumentando todavía en términos de causalidad, así la STS 11 de noviembre 1987, o la
STS 23 de junio de 1995);
2) La doctrina dominante sostiene que no debe imputarse a quien crea un riesgo jurídica-
mente desaprobado (p. ej., un incendio) los resultados lesivos sufridos por quienes reali-
zan voluntariamente tareas de salvamento o extinción del mismo (no obstante, condena
STS 17 de enero de 2001);
3) El que convence a otro para que realice una actividad peligrosa (patinar sobre un lago
helado) no responderá por el resultado de muerte, por muy previsible que este fuera, si
la víctima asumió voluntariamente el riesgo.
Convencer a un niño pequeño de que patine en un lago helado, u ofrecer droga a otro
ocultándole que esta se halla adulterada sí generará responsabilidad por los resultados
lesivos.
Ejemplo
Ejemplo
En el ejemplo antes mencionado del sobrino que pretende conseguir matar a su tío ha-
ciéndole volar en avión con la esperanza de que se produzca un accidente –ocurriendo
este por mera casualidad– no se podrá imputar la muerte pero tampoco siquiera tentativa
de homicidio, a pesar de que el sujeto sí actuaba con dolo de matar.
2)�Realización�del�riesgo�en�el�resultado
2) A asesta a B una puñalada con arma blanca en un muslo, lo que crea el riesgo de una
fuerte hemorragia que eventualmente puede llegar a ser mortal; ahora bien, también se
imputará el resultado a A si B contrae el tétanos y muere, puesto que la infección por
tétanos, aun no siendo el riesgo más importante creado por la conducta, sí es inherente
a la misma (no se trata, por tanto, de una fuente de riesgo distinta).
3) A arroja a B por un puente sobre un caudaloso río, pretendiendo matarle por ahoga-
miento; si la autopsia demuestra que B ha muerto no ahogado sino por el golpe sufrido
en la cabeza contra un pilar del puente, el resultado será igualmente imputable a A, pues
aunque no se trate del riesgo principal creado por la conducta, sí es un riesgo inherente
a ella.
Tendencia a imputar
Dicha tendencia a imputar se acentúa cuando las conductas de terceros constituyen me-
ras omisiones; es decir, cuando lo que sucede es que las personas responsables de contro-
lar ese riesgo inicial omiten hacerlo adecuadamente (los médicos no practican al herido
el escáner cerebral que hubiera estado indicado y, por tanto, no detectan el edema que
produce la muerte, la víctima o sus acompañantes no recaban asistencia sanitaria, o la
ambulancia se demora indebidamente retrasando demasiado el inicio de la atención mé-
dica al herido). La imputación del resultado al primer agente en casos de este tipo suele
fundarse en que tales omisiones en nada han modificado el curso de riesgo inicialmente
creado (SSTS 4 de julio de 2003, 22 de diciembre de 2008).
En todo caso, sí parece adecuado negar la imputación en supuestos en los que el riesgo
inicialmente creado (p. ej., una herida con pocas probabilidades de producir la muerte)
experimente un incremento muy notable por este tipo de actuaciones de terceros (en este
sentido, p. ej., la SAP Sevilla 21 de julio de 2003, que absuelve de homicidio y condena
sólo por lesiones en un caso de puñalada en una pierna que provoca una hemorragia
© FUOC • PID_00225871 51 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Por otra parte, aunque algunos autores utilizan el criterio del fin de protección
de la norma como independiente, este criterio también puede utilizarse en
este contexto para descartar la imputación del resultado por incumplimiento
del requisito que nos ocupa. Así, una conducta puede rebasar el nivel de riesgo
permitido y causar un resultado, pero no por ello este ha de serle imputado al
autor: no lo será si la norma infringida no tiene el sentido de evitar resultados
como el producido.
Ejemplo
3) Aquí podrían incluirse también los llamados casos de daños producidos por shock: A
mata a B (dolosa o imprudentemente); el padre de este, C, muere de un ataque cardíaco
al recibir la noticia. No puede imputarse a A la muerte de C porque la norma infringida
al matar a B –el tipo de homicidio– no pretende evitar este tipo de resultados indirec-
tos sobre familiares o allegados. Lo mismo cabría decir en algunos casos en los que, sin
embargo, el TS sí ha condenado (STS de 27 de febrero de 2001): así, si A, conduciendo
imprudentemente, colisiona con el vehículo de B y le causa unas leves lesiones, sólo po-
drán imputársele estas, y no la muerte de B si este fallece horas después de un infarto
causado por el estrés sufrido con el accidente, puesto que el sentido de las normas de
conducción es únicamente el de evitar las lesiones y muertes directamente conectadas
con los accidentes (vid. igualmente STS de 27 de enero de 1984).
© FUOC • PID_00225871 52 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
6.1. Introducción
Mientras que en las realizaciones típicas activas es la conducta del sujeto la que
genera o incrementa un peligro para el bien jurídico, en el caso de las omisio-
nes dicha situación de peligro ya existe y el ordenamiento espera que el sujeto
concernido intervenga activamente para neutralizarlo. Y así como los tipos de
acción se cumplen cuando el sujeto realiza la conducta en ellos descrita, los
de omisión se verifican por la no realización de la conducta exigida (pudiendo
realizar, por cierto, cualquier otra conducta activa alternativa o ninguna, pues
lo importante es que dejan de llevar a cabo la única que tienen el deber de
© FUOC • PID_00225871 53 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Son lógicamente más numerosas las normas penales prohibitivas –libertad ge-
neral de obrar excepto para lesionar bienes ajenos– que las prescriptivas –obli-
gación de actuar en un determinado sentido. Por eso, los delitos de omisión
cobran sobre todo sentido en el paso de un Estado liberal –donde lo que im-
porta es que el individuo no lesione bienes ajenos– a un Estado más social,
uno de cuyos rasgos es la idea de solidaridad –en el que no es suficiente que
el sujeto se abstenga de verificar conductas lesivas, sino que interesa también
que intervenga positivamente para su salvaguarda.
Ejemplo
Un niño que no sabe nadar cae al agua y perece ahogado mientras en su presencia el so-
corrista titulado del polideportivo municipal y un bañista amigo suyo continúan jugan-
do a cartas. Al primero le imputaríamos la muerte del niño como si la hubiese causado
activamente (homicidio en comisión�por�omisión), al segundo le sancionaremos por no
haber actuado (omisión pura del deber de socorro).
Pese a observar cómo un ciclista, que acaba de sufrir un accidente, yace en la cuneta
demandando auxilio, A opta por no detener su vehículo, prosiguiendo su camino (art.
195.1: omisión del deber de socorro).
Ejemplo
Otros ejemplos: omisión del deber de impedir determinados delitos (450.1), omisión de
auxilio a menores o incapaces abandonados (618.1), negarse a juzgar (448), inasistencia
a mesa electoral (143 LOREG), etc.
Elementos�del�tipo�de�la�omisión�pura
Por otra parte, la conducta debida puede verificarse personalmente o a través Ejemplo
de terceros, aunque no es infrecuente ex lege que esta segunda opción sólo en-
• Al no realizar la acción de-
tre en juego subsidiariamente en caso de imposibilidad de la prestación per- bida, A comete un delito de
sonal (p. ej., petición de auxilio a tercero en la omisión del deber de socorro, omisión pura –de omisión
del deber de socorro–, tan-
195.2, o a la autoridad pública en la omisión del deber de impedir determina- to si el ciclista fallece a cau-
sa de las heridas sufridas en
dos delitos, 450.2). Y todo ello, recuérdese, con independencia de que el peli- el accidente como si final-
mente logra sobrevivir gra-
gro llegue a concretarse en lesión o no, pues el delito de omisión pura se agota cias al auxilio de una terce-
en el simple incumplimiento del mandato de actuar en el sentido prescrito. ra persona.
Ejemplo
Los delitos�de�comisión�por�omisión u omisión impropia consisten
en la no realización de la conducta dirigida a evitar un resultado lesivo La madre, que tiene el deber
de alimentar a su hijo, deja de
para un bien jurídico protegido por parte de quien estaba especialmente hacerlo, muriendo este al cabo
de unos días por inanición (ho-
obligado a impedirlo, de manera que la no evitación se hace equivalente micidio, art. 138).
a su causación.
Sin embargo, hay delitos, como los recogidos en el art. 176 (funcionario que,
faltando a los deberes de su cargo, permite que otras personas inflijan torturas
u otros delitos contra la integridad moral) o el 432.1 (funcionario que con-
siente que un tercero sustraiga los caudales públicos que tiene a su cargo), en
los que sí se contiene una equiparación ex lege entre las omisiones menciona-
das (permitir/consentir que un tercero actúe) y las modalidades comisivas pa-
ralelas llevadas a cabo por el propio garante (otros ejemplos: 414.1 o 415). Se
trata de "omisiones con equivalencia comisiva legalmente determinada" que
pueden ser entendidas como una variante, expresamente prevista en los tipos
penales, de la comisión por omisión.
Precisamente por eso las denominaciones de omisión pura y comisión por omisión, que
acabamos de ver, resultan preferibles a las de omisión propia y omisión impropia, con
frecuencia utilizadas como sinónimas respectivamente de las anteriores pero no siempre
coincidentes, pues a menudo se recurre a estas últimas respectivamente para referirse a
las omisiones expresamente previstas en la ley penal –las propias– y a las omisiones no
tipificadas –que serían las impropias.
Elementos�del�tipo�de�la�comisión�por�omisión
Art. 11 CP:
b) Cuando el omitente haya creado una ocasión de riesgo para el bien jurídicamente
protegido mediante una acción u omisión precedente."
Sin embargo, todo ello resulta todavía insuficiente para afirmar la tipicidad de
la omisión impropia. Para poder considerar que quien omite la conducta de-
bida realiza el comportamiento típico del mismo modo que si hubiera obrado
de forma activa, constituye un presupuesto indeclinable que se encuentre en
una determinada posición: la posición� de� garantía (vid. infra 2), de la que
surge el deber de evitar la producción del resultado. Además, para que el resul-
© FUOC • PID_00225871 58 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
1)�Posición�de�garantía
los que legalmente proceda") y el art. 154.1 Cc ("la patria potestad se ejercerá
siempre en beneficio de los hijos [...] y comprende los siguientes deberes: [...]
velar por ellos"). Sobre esa base se ha imputado a los padres a título de autoría
los resultados lesivos producidos a causa de la desatención de las necesidades
básicas del menor.
un bien) como cuando cumple una función de control de una fuente de peli-
gro con respecto a los bienes jurídicos ajenos a los que puede dañar (conducta
precedente o injerencia, focos de peligro en el ámbito de dominio, deber de
vigilar por el comportamiento de otras personas a nuestro cargo).
Si bien es verdad que, tomando uno u otro punto de partida, se puede alcan-
zar una coincidencia importante entre el catálogo de concretas posiciones de
garantía tomadas en consideración (así las surgidas a partir de disposiciones
legales del derecho de familia en relación con las que, desde la teoría de las
funciones, se consideran casos de estrecha vinculación familiar, o entre las di-
manadas de obligaciones contractuales con las que tienen por base la asunción
voluntaria de una función de protección), debe reseñarse que en ocasiones la
teoría de las funciones permite dar cobertura a determinados supuestos que
quedan orillados del radio de aplicación del art. 11, pues constituyen asun-
ciones de funciones de protección no subsumibles en la ley o el contrato, y
que, ciertamente, pueden guardar alguna similitud con otros sí expresamente
contemplados (así, situaciones de estrecha vinculación personal como la co-
munidad de vivienda, como compañeros sentimentales que conviven bajo un
mismo techo, o casos de comunidad de riesgo, como el grupo de amigos que
emprenden conjuntamente una actividad arriesgada, como una expedición de
montaña). En todo caso, el catálogo de fuentes de posiciones de garantía del
art. 11, sin perjuicio de su defectuosa redacción, constituye un elenco cerra-
do y no ejemplificativo –no cabe interpretarlo de otro modo por imperativo
del principio de legalidad–, y no parece adecuado, por razones de seguridad
jurídica, intentar suplir sus pretendidas deficencias abriendo la posibilidad de
apreciar posiciones de garantía a casos no directamente vinculables a dicho
precepto.
2)�Equivalencia�entre�la�conducta�omisiva�y�la�activa
Ejemplo
Puede considerarse equivalente causar la muerte del bebé asfixiándolo con una almohada
que dejarlo morir por inanición al no proporcionarle el alimento necesario. En ambos
casos, puede decirse que la madre mata en el sentido del tipo del homicidio (art. 138). En
cambio, no parece posible afirmar sin violentar el uso del lenguaje que quien presencia
impasible la violación de su propia hija a manos de un tercero la está violando.
Ejemplo
Si A mata a B nos hallamos ante una conducta subsumible en el tipo objetivo del homi-
cidio. Si desconoce (ausencia de dolo) ni ha podido conocer (ausencia de imprudencia)
que con su conducta podía causar el resultado de muerte de B, por ejemplo, por no haber
advertido –ni haber podido advertir– su insólita presencia en la galería de tiro donde cada
mañana se ejercita, nos hallamos ante un hecho atípico, penalmente irrelevante.
Ejemplo
Mientras el homicidio doloso se castiga con una pena de prisión de diez a quince años
(art. 138), el imprudente se sanciona con una pena de uno a cuatro años de prisión si
la imprudencia es grave (art. 142) o con una pena de multa si es leve (art. 621.2). En
cambio, así como la defraudación tributaria dolosa se castiga con una pena de prisión de
uno a cinco años y multa (art. 305), resulta impune la comisión imprudente.
A la vista de todo lo señalado, cabe concluir que resultará de la máxima im- Conductas dolosas e
portancia la calificación de un hecho como doloso o imprudente: optar por imprudentes
una u otra posibilidad supondrá en algunos casos –cuando la imprudencia esté Incluso en los delitos que
tipificada– el tránsito de un marco penal más grave a otro más benigno, y en cuentan con ambas modalida-
des, la calificación de la con-
otros –cuando la imprudencia no esté tipificada– el paso de la sanción penal ducta como dolosa o impru-
dente reviste enorme trascen-
a la impunidad. También resultará necesario, en aquellos delitos que admiten dencia: al menos en los prin-
cipales delitos, como homici-
la realización imprudente, extremar la atención a la hora de fijar el umbral dio o lesiones (que son de he-
a partir del cual debe considerarse que concurre efectivamente imprudencia cho los de comisión impruden-
te más frecuente), los marcos
(que, como se verá más adelante, deberá ser grave, en la mayoría de los casos), penales de las conductas dolo-
sas e imprudentes no son con-
pues por debajo del mismo se sitúa la irrelevancia penal de la conducta. tiguos, sino que se produce un
salto entre los mismos (compá-
rense, por ejemplo, los marcos
7.2. El dolo: definición de pena del homicidio dolo-
so del art. 138 y el impruden-
te del art. 142); en otros, en
El Código penal no contiene una definición de dolo ni concreta qué caracte- cambio, el marco penal de la
imprudencia se calcula en fun-
rísticas debe reunir una conducta para poder ser calificada como dolosa. Sin ción del previsto para la rea-
lización dolosa, normalmen-
embargo, sí puede extraerse a�contrario del tratamiento que recibe, este sí ex- te rebajado en un grado (arts.
317, 331, 344, 358, etc.).
presamente regulado, la ausencia de dolo. En efecto, de acuerdo con el art.
14.1 del CP, si el autor desconoce total o parcialmente que concurren los ele-
mentos pertenecientes al tipo penal no puede ser castigado por delito doloso,
sino a lo sumo, incurriendo en un error de tipo, por delito imprudente (si este
se encuentra expresamente tipificado). Así, p. ej., si A no era consciente de
estar disparando sobre otra persona al confundirla con una pieza de caza no
podrá ser condenado por homicidio doloso, sino por delito imprudente si se
dan las circunstancias para ello. Esto es, el conocimiento constituye un ele-
mento indispensable del dolo, desde el momento en que, como se ha dicho,
el desconocimiento excluye el dolo (el error "sobre un hecho constitutivo de
la infracción penal", en la fórmula del art. 14.1).
Forma de culpabilidad
tratamiento diverso (podéis ver el apartado 9 de este mismo módulo para el error de tipo
y módulo 5 apartado 3.2 para el error de prohibición).
El dolo se proyecta, entonces, sobre el tipo objetivo, sobre los elementos que lo
conforman, tanto los esenciales –que se puedan corresponder con el tipo bá-
sico, como los accidentales que puedan dar paso a un subtipo agravado (sobre
el desconocimiento de estos últimos el podéis ver el apartado 9.4). De manera
que debe abarcar en primer lugar aquellas circunstancias descritas en el tipo
legal que concurren en el momento de llevar a cabo la conducta, pero tam-
bién, en los delitos de resultado, una previsión del curso causal y del resultado.
Todos estos elementos han de ser conocidos por el sujeto, aunque ciertamente
existen diferencias de matiz al respecto: es un verdadero conocimiento el que
versa sobre elementos preexistentes o coetáneos a la acción (p. ej., sé que ten-
go ante mí a otra persona), mientras que el predicable de un acontecimiento
que aún no ha tenido lugar no es tanto conocimiento como representación:
el sujeto no puede conocer lo que todavía no existe, sino que para afirmar
la presencia de dolo lo que tiene que ocurrir es que se haya representado el
resultado típico (p. ej., me represento el resultado de muerte de B como con-
secuencia de disparar mi arma en la dirección en la que se encuentra).
Por otra parte, la clase de conocimiento que se precisa en relación con los ele-
mentos normativos típicos, para cuya comprensión se requiere un juicio de
valor (podéis ver el apartado 3.3), resulta distinta que el que afecta a los ele-
mentos descriptivos. Para constatar la presencia de conocimiento de aquellos,
no aprehensibles por percepción sensorial, no es necesario, particularmente
en el caso de los elementos normativos de contenido jurídico ("cosas muebles
ajenas" en el delito de hurto, art. 234) que sean captados por el sujeto del mis-
mo modo que lo hiciera un jurista, sino que es suficiente con que los haya
podido comprender de un modo equivalente desde su perspectiva de profano
(que haya podido realizar una "valoración paralela en la esfera del lego").
Ejemplo
Para afirmar que un sujeto sabe que un determinado escrito constituye un documento
a efectos penales, no hace falta que conozca la definición de documento contenida en
el art. 26 CP como "todo soporte material que exprese o incorpore datos, hechos o na-
rraciones con eficacia probatoria o cualquier otro tipo de relevancia jurídica". Basta que
sea consciente de que dicho escrito sirve como medio de constatación de la información
que contiene.
© FUOC • PID_00225871 66 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
De acuerdo con lo dicho hasta ahora, acogemos aquí una concepción�cogni- Observación
tiva�del�dolo (sobre la que luego volveremos), centrada en el conocimiento de
Sin embargo, a la luz de lo
los elementos típicos. Ha de reconocerse, con todo, que a pesar de gozar cada apuntado anteriormente, no
vez de mayor predicamento en la doctrina, esta concepción dista del entendi- parece imprescindible un ele-
mento volitivo (por cierto, ul-
miento habitual y tradicional de dicha figura, que (aun requiriendo también terior y superpuesto a la volun-
tariedad general de la acción,
el elemento del conocimiento) identifica fundamentalmente dolo con volun- previamente constatada) para
poder afirmar la presencia de
tad. En efecto: según esta concepción tradicional (la llamada concepción�vo- dolo: no existen en el Código
litiva�del�dolo), el dolo se integra de dos elementos (de ahí que se denomi- penal unas posibles causas de
exclusión del dolo por ausen-
ne también "concepción bipartita del dolo"): conocimiento� y� voluntad. El cia de voluntad de un modo
paralelo a la que sí existen por
conocimiento constituiría más bien un presupuesto necesario para poder ve- ausencia de conocimiento (el
rificar si concurre o no voluntad, que queda caracterizada como el elemento error, art. 14.1).
Ejemplo
2)�dolo�directo�de�segundo�grado�o�de�consecuencias�necesarias: aquí el
sujeto se ha representado como segura la producción del resultado y, a pesar
de que no constituya el propósito de su actuación y de que incluso pueda no
desearla, la acepta sin reservas y actúa.
Ejemplo
El terrorista adosa una bomba lapa en los bajos del vehículo oficial del político sabiendo
que, como consecuencia de su acción, también morirán necesariamente el chofer y el
escolta. Igualmente, puede servir de ejemplo el conocido como caso Thomas: un armador
de Bremen provoca el hundimiento de un barco por medio de explosivos para cobrar el
seguro, conociendo que se hallaban tripulantes a bordo que perecerían inevitablemente
con la deflagración.
© FUOC • PID_00225871 67 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Ejemplo
El terrorista sabe que la bomba lapa se activa con el movimiento del vehículo y que
este transitará calles muy concurridas de la ciudad, de manera que pueden morir otras
personas.
Dolo directo
dicha tripartición carece por lo general de trascendencia, pues el trata-
miento que se dispensa a las tres modalidades de dolo es idéntico en el La división sólo puede cobrar
relevancia en algún caso muy
Código penal (que no distingue entre formas de dolo). puntual, cuando se considera
que una figura delictiva única-
mente puede cometerse por
dolo directo, excluyéndose la
responsabilidad por dolo even-
Donde sí se produce, en cambio, un salto valorativo determinante es en la
tual. Esta es siempre una cues-
calificación de la conducta como dolosa (mayor pena) o imprudente (menor tión interpretativa, que depen-
de de la utilización de deter-
pena o, incluso, impunidad si no está tipificada). Es lógico que sea precisa- minados términos típicos o
del sentido mismo de la figu-
mente en ese cometido de proponer criterios de delimitación entre el dolo y ra delictiva (es tradicional, por
la imprudencia donde mayor empeño ha puesto la doctrina, pues ciertamente ejemplo, la discusión sobre si
el delito de asesinato puede
no resulta fácil fijar la frontera entre la forma más tenue de dolo –el eventual– cometerse con dolo eventual).
y la más cargada de imprudencia –la consciente o con representación, en la
que el sujeto se ha representado la posibilidad del resultado–: ¿hasta dónde
puede afirmarse que el sujeto todavía quiere el resultado y a partir de cuándo
se encuentra ya ausente dicho contenido volitivo que impide poder continuar
hablando de dolo?
Ejemplo
Ved igualmente el Caso Lacmann (un sujeto apuesta que podrá alcanzar con un disparo
el vaso que sostiene una muchacha en una barraca de feria, dispara y falla; de saber
con seguridad qué iba a ocurrir, no hubiese disparado porque la muerte de la chica le
supone perder la apuesta) o el Caso Bultó (STS 28-11-1986: unos terroristas secuestran
a un industrial para pedir un rescate y le adosan un artefacto explosivo al cuerpo que
estalla al intentar la víctima desprenderse del mismo).
Para una concepción cognitiva del dolo, en la distinción entre dolo eventual
e imprudencia consciente solo resulta decisivo el elemento intelectivo, que se
cifra en el conocimiento�del�peligro�concreto�de�la�acción, no siendo sufi-
ciente el conocimiento de la peligrosidad meramente estadística que pueda
concurrir en general en la clase de acciones a la que pertenece la realizada
por el sujeto. En otras palabras, para la imputación a título de dolo se exige
el conocimiento de la concreta capacidad de la conducta para producir el re-
sultado fuera del marco del riesgo permitido. Concurrirá imprudencia, desde
luego, si el sujeto ni siquiera se representa el peligro de su conducta (la llama-
da imprudencia inconsciente), pero también si se representa de algún modo
el riesgo, aunque por error no llega a identificarlo como un peligro concreto
(imprudencia consciente).
Ejemplo
El conductor�suicida que para ganar una apuesta se introduce en una autopista en sen-
tido contrario y colisiona con otro vehículo, resultando muertos sus ocupantes, actúa
con dolo eventual, puesto que sabe que está generando un peligro concreto para la vi-
da e integridad física de otros conductores. En cambio, quien realiza un adelantamiento
antirreglamentario convencido de que puede regresar a su carril en caso de aproximarse
un coche en sentido contrario y que, ante esa eventualidad, no puede evitar la colisión,
actúa de forma imprudente.
Caso de la colza
Este posicionamiento ha tenido eco en una línea jurisprudencial cada vez más relevante
que tiene su punto de arranque en el caso�de�la�colza (ya citado al explicar la relación
de causalidad: empresarios que a principios de la década de los ochenta destinaron a
consumo humano aceite de colza desnaturalizado, comercializado en venta ambulante
como aceite de oliva, produciéndose un envenenamiento masivo que se cobró más de
trescientas vidas y provocó lesiones de distinta consideración en decenas de miles de
personas): "obrará con dolo el autor que haya tenido conocimiento de dicho peligro
concreto jurídicamente desaprobado para los bienes jurídicos" (STS 23-04-1992).
Observación
El término imprudencia en
De acuerdo con el artículo 10 del Código penal, no sólo son delitos los el CP
hechos dolosos, sino también "las acciones y omisiones [...] impruden-
En el plano puramente termi-
tes penadas por la ley". nológico, se debe destacar el
hecho de que el Código penal
de 1995 haya optado por la
utilización del término impru-
En lo que a cuestiones de fondo se refiere, la novedad más esencial que en dencia (e imprudente), quedan-
do definitivamente desplaza-
este ámbito presenta el Código penal de 1995 (que puede calificarse, incluso, do su equivalente más impreci-
so de culpa (y culposo, adjetivo
de una de las más destacadas de todo su articulado) consiste, sin duda, en la que sólo pervive en el artícu-
lo 121 en la regulación de la
consagración en su artículo 12 del ya citado sistema de incriminación tasa-
responsabilidad civil derivada
da (numerus clausus) de los delitos imprudentes, frente al tradicional sistema de delito). De cualquier modo,
sí que debe quedar claro que
abierto (numerus apertus) de sanción de la imprudencia (que el CP 1973 regu- el término culposo, caso de ser
utilizado (por ejemplo, por la
laba genéricamente en su artículo 565, imponiendo la pena de prisión menor jurisprudencia que aún se sirve
a quien "por imprudencia temeraria ejecutare un hecho que, si mediare dolo, en ocasiones de la antigua ter-
minología), debe interpretar-
constituiría delito"). se siempre como equivalente a
imprudente y en modo alguno
confundirse con el de culpable.
Artículo 12 CP
Este es el caso, por ejemplo, del homicidio (142 y 621.2), aborto (146), lesiones (152 y
621.3), lesiones al feto (158), alteraciones en el genotipo (159.2), sustitución de un niño
por otro en centros sanitarios (220.5), daños en cuantía superior a 80.000 € (267), blan-
queo imprudente de capitales (301.3), delito de peligro para la vida, salud o integridad
física de los trabajadores (art. 317), daños en bienes de valor histórico, artístico, cultural,
científico o monumental por cuantía superior 400 € (324), delitos relativos a la energía
nuclear (334), estragos (347), incendios (358), delitos contra la salud de los consumidores
(art. 367), etc.
Sin duda, además de resultar más acorde con el principio de intervención mí-
nima, la adopción de este sistema de incriminación de la imprudencia favo-
rece�enormemente�la�seguridad�jurídica, lo cual se pone claramente de ma-
nifiesto si tenemos en cuenta que, bajo la regulación anterior, no eran pocos
los delitos cuya compatibilidad con la comisión imprudente constituía obje-
to de intensa controversia doctrinal (así, por ejemplo, las detenciones ilegales
o determinadas infracciones contra la libertad sexual). En la actualidad, por
tanto, sólo podrá sancionarse la imprudencia expresamente prevista, con las
fundamentales consecuencias que ello comporta respecto de cuestiones como
la sanción del error vencible de tipo (que, al reconducirse a la imprudencia
por mor del artículo 14.1 Código penal, sólo será punible, como luego vere-
mos, en caso de existir la forma imprudente del concreto delito cometido) o
la diferenciación entre dolo eventual e imprudencia consciente, que tiene que
ser especialmente cuidadosa respecto de los delitos que no admiten la forma
imprudente, pues de la apreciación de uno u otra dependerá que se haya de
imponer la pena del delito doloso o dejar impune la conducta.
Cuestión distinta es el grado de acierto del legislador a la hora de seleccionar, Cláusulas generales
sin que puedan advertirse con claridad los criterios seguidos, las concretas fi- de incriminación de la
imprudencia
guras delictivas susceptibles de cometerse por imprudencia. Así, por ejemplo,
se ha discutido la conveniencia de la incriminación de los daños impruden- Asimismo, el Código penal
contempla algunas cláusulas
tes o de los ataques contra ciertos bienes jurídicos supraindividuales (caracte- generales de incriminación de
la imprudencia con un alcance
rizados, además, como delitos de peligro); pero, a la vez, se ha cuestionado la limitado a un grupo de figu-
desaparición de la posibilidad de comisión imprudente de la agresión o abuso ras delictivas. Así, por ejemplo,
la del art. 331, en el marco de
sexual sobre menores de trece años o personas privadas de sentido (por error los delitos contra los recursos
naturales y el medio ambien-
vencible de tipo sobre tales extremos). te ("Los hechos previstos en es-
te capítulo serán sancionados,
en su caso, [...] cuando se ha-
Por otra parte (siempre que se trate de un delito que admita la forma impru- yan cometido por impruden-
cia grave"). Ello conlleva pro-
dente), no existe ningún problema en admitir la compatibilidad entre impru- blemas de seguridad jurídica,
pues no resulta fácil dirimir si
dencia y comisión por omisión. puede ser proyectado sobre
determinadas formulaciones tí-
picas.
Ejemplo
2) Comete homicidio imprudente en comisión por omisión la madre que deja a su hija
pequeña sola con su pareja –quien ya la había golpeado con dureza otras veces– pudiendo
haber previsto que nuevamente podía agredirla y llegar incluso a matarla a golpes, cosa
que efectivamente sucede (STS de 2 de julio de 2009).
© FUOC • PID_00225871 73 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Como hemos mencionado al estudiar el dolo, para que este exista es necesa-
rio que el sujeto conozca todos los elementos del tipo, y entre ellos que se
haya representado (realmente) la posibilidad de producir el resultado típico;
se trata, por tanto, de un conocimiento que necesariamente ha de existir para
poder afirmar el dolo (con independencia de que luego sea calificado –según
la tripartición tradicional– como directo de primer grado, directo de segundo
grado, de consecuencias necesarias o eventual). En la imprudencia, en cambio,
no se produce esta previsión efectiva del resultado; a lo sumo, lo que puede
concurrir (así sucede en la forma de imprudencia más próxima al dolo even-
tual, esto es, la llamada imprudencia consciente) es una cierta conciencia de
la peligrosidad general o abstracta de la conducta, aunque por error el sujeto
no llega a identificarla con un peligro real o concreto (vid. supra la explicación
sobre la diferencia entre imprudencia consciente y dolo –eventual–).
© FUOC • PID_00225871 74 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Esta cuestión sirve de base, por tanto, a una diferenciación entre dos clases
de imprudencia:
Ejemplo
Ejemplo
El padre que deja una botella de lejía abierta al alcance de un niño pequeño realiza sin
duda una conducta contraria a los deberes de cuidado, que en función del resultado acae-
cido sería sancionable como homicidio o lesiones imprudentes si el niño ingiere el líqui-
do. Pero si no lo hace, la conducta resultará impune, porque en este ámbito doméstico
el legislador no ha creado delitos de peligro. En cambio, quien conduce con temeridad
manifiesta creando un peligro concreto para la vida o la integridad de las personas sí
será sancionado (por el delito de peligro del art. 380.1 CP) aunque no produzca ningún
resultado lesivo.
1)�Imprudencia�consciente�e�inconsciente
2)�Imprudencia�grave�y�leve
Es importante señalar que lo que se está teniendo en cuenta para apreciar la gravedad de la
imprudencia no es el elemento psicológico de la conciencia de la peligrosidad, que nada
tiene que ver con la distinción que ahora nos ocupa. De ahí que no deba identificarse la
imprudencia grave con la consciente y la leve con la inconsciente. Puede perfectamente
ocurrir que una imprudencia sea grave a la vez que inconsciente (porque el sujeto ni
siquiera se ha planteado que la falta total de diligencia con la que actuaba implicara un
peligro para bienes jurídicos).
Ejemplo
En el Código penal solo son punibles los hechos cometidos por imprudencia
grave. Anteriormente estaban incriminados también el homicidio y las lesio-
nes cometidos por imprudencia leve, como faltas únicamente perseguibles a
instancia de parte, conductas que tras la reforma de la LO 1/2015 carecen ac-
tualmente de relevancia penal.
© FUOC • PID_00225871 77 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
3)�La�imprudencia�profesional
9. El error de tipo
"El error invencible sobre un hecho constitutivo de la infracción penal excluye la respon-
sabilidad criminal. Si el error, atendidas las circunstancias del hecho y las personales del
autor, fuera vencible, la infracción será castigada, en su caso, como imprudente."
Error de prohibición
Para quien ubique desde posiciones más tradicionales al dolo en la culpabilidad, pese a la
presencia de error, restará en todo caso en pie un hecho típicamente antijurídico, el cual
se atribuirá al autor si resulta incriminada la imprudencia y el error fuese personalmente
vencible.
2) El error de tipo puede versar tanto sobre elementos� descriptivos (como Ved también
es el caso del ejemplo arriba transcrito) como sobre elementos�normativos
Sobre elementos descriptivos y
típicos, y, dentro de estos, sobre elementos normativos de contenido jurídico. normativos del tipo, podéis ver
En el caso de los elementos normativos, para apreciar la presencia de dolo (y el apartado 3.3 de este mismo
módulo.
con ello la ausencia de error), no se exige su conocimiento jurídico exacto,
sino que es suficiente con que el sujeto haya captado su significado en lo que
se denomina la valoración�paralela�en�la�esfera�del�profano.
1)� Error� sobre� el� curso� causal: el resultado perseguido se produce a través Ejemplo
de un curso causal distinto del representado por el sujeto. En algunos casos,
• A dispara a B con intención
si la desviación causal es muy relevante, quedará ya excluida la imputación de causarle la muerte, pero
objetiva (y a lo sumo, cabrá castigar por tentativa). Si esta subsiste pese a la realmente fallece cuando la
ambulancia que lo traslada
desviación y el curso causal realmente acaecido no merece una valoración ju- malherido al hospital tiene
un accidente.
rídica distinta, debe apreciarse delito doloso consumado. • A arroja a B a un río de
aguas profundas desde un
puente con la intención de
Una modalidad relevante la constituyen aquellos casos en los que el error versa que este perezca ahogado,
pero fallece al golpearse la
sobre la secuencia temporal del curso causal: cabeza con una roca de la
orilla.
© FUOC • PID_00225871 80 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Estos casos de doble injusto (lesión de un bien y puesta en peligro de otro) Ejemplo
deben resolverse acudiendo al concurso ideal entre un delito imprudente con-
A quiere matar a B, pero debi-
sumado (si el error es vencible y la imprudencia punible), para el hecho que do a su mala puntería mata a
realmente ha tenido lugar (siempre y cuando la desviación del curso causal no C, que se encuentra su lado.
sea tal que impida ya la imputación objetiva), y una tentativa de delito, para
el pretendido y no realizado.
• No hay cambio en la valoración jurídica de los hechos (los objetos son in- • A quiere matar a su enemi-
go B, pero, apostado a la
tercambiables): el hecho realmente acaecido merece la misma calificación espera de que salga de su
casa para emprender su pa-
típica que el que se creía realizar. En este caso el error es irrelevante: se seo matutino, dispara y ma-
querían causar daños en "propiedad ajena" y se han causado (se protegen ta a su vecino C, tomándo-
lo por aquel (homicidio del
los bienes ajenos careciendo de importancia quién sea su dueño); se quería art. 138).
matar a "otro" y se ha matado a "otro" (se tutela la vida humana prescin-
diendo de su titular).
Ejemplo
• Hay cambio en la valoración jurídica de los hechos: en este caso deben di-
• Cambio�de�tipo: A quie-
ferenciarse aquellos supuestos en los que el hecho equivocadamente reali- re matar al perro de B, que
continuamente se introdu-
zado origina un cambio de tipo de aquellos otros en los que supone el paso
ce en su jardín, y tras oír
del tipo básico a un subtipo agravado o atenuado o viceversa. En el prime- ruidos y ver moverse unos
arbustos, dispara matando
ro (cambio de tipo) el error es relevante, debiendo apreciarse un concurso realmente a B.
ideal de delitos entre el hecho pretendido (en grado de tentativa, y sólo si
• Paso�del�tipo�básico�a�un
concurriera un mínimo de idoneidad) y el realmente acaecido (cometido subtipo: A pretende hur-
tar un cuadro de un pin-
por imprudencia, si el error es vencible y la imprudencia punible). En el tor desconocido (art. 234),
pero lo confunde con otro
segundo (paso del tipo básico a un subtipo agravado o atenuado o vice- de extraordinario "valor
versa), debemos acudir a las reglas de solución del error sobre elementos artístico" (art. 235.1).
Los casos de error sobre la persona en los que concurre una protección penal
diferente entre la víctima pretendida y la realmente atacada (se pretende ma-
tar al rey –art. 485– y por confusión se mata a un ciudadano corriente –art.
138– o viceversa), deben ser resueltos de acuerdo con las reglas que rigen el
tratamiento del error sobre elementos accidentales.
9.3. La preterintencionalidad
De acuerdo con el apartado segundo del artículo 14 del Código penal, "el error Ejemplo
sobre un hecho que cualifique la infracción o sobre una circunstancia agra-
A, quien ha mantenido dete-
vante, impedirá su apreciación". nido ilegalmente a B duran-
te dieciséis días, lo pone en li-
bertad creyendo que única-
Quedan con esta formulación equiparados los efectos del error vencible y el in- mente han transcurrido cator-
ce días desde su detención (ar-
vencible: el desconocimiento del autor acerca de la concurrencia del elemen- tículo 163.3 en relación con el
163.1).
to cualificador impide la aplicación del tipo o subtipo cualificado o agravado
(subsistiendo el tipo básico, este sí, realizado con dolo).
Ejemplo
Nada se recoge, por el contrario, en el Código penal acerca del, en principio
A, quien ha mantenido dete-
equiparable, error inverso sobre una circunstancia privilegiante (o, desde otra nido ilegalmente a B durante
cuatro días, lo pone en libertad
perspectiva, error directo sobre el tipo básico), concurriendo realmente el tipo
creyendo que han transcurrido
básico. menos de 72 horas desde su
detención (artículo 163.1 en
relación con el 163.2).
Aplicar en estos casos el tipo básico constituiría un quebranto del principio
de culpabilidad (adviértase en cualquier caso que únicamente resultaría posi-
ble en la mayoría de los casos la aplicación de un tipo básico doloso –por no
encontrarse incriminada la imprudencia–, cuando el sujeto ha actuado desco-
nociendo la concurrencia de una de sus circunstancias). La solución más razo-
nable pasa por entender que el tipo básico realmente verificado no constituye
más que un subtipo agravado en relación con el subtipo (privilegiado) que
se creía estar realizando y aplicar, entonces, la regla contenida en el art. 14.2
(aplicación del subtipo privilegiado).
© FUOC • PID_00225871 84 Introducción a la teoría del delito. La antijuridicidad (I). El...
Por otro lado, se discute el tratamiento que hay que dispensar al error inverso Ejemplo
sobre una circunstancia cualificante o agravante, esto es, a la suposición de la
• A, quien ha mantenido de-
concurrencia de un subtipo agravado (concurriendo en la realidad el tipo bá- tenido ilegalmente a B du-
sico) o al igualmente equiparable error directo sobre una circunstancia privile- rante catorce días, lo pone
en libertad creyendo que
giante (o, desde otra perspectiva, error inverso sobre el tipo básico). Pese a que ya han transcurrido dieci-
séis días desde su detención
se trata de una cuestión extraordinariamente compleja, lo más razonable en (artículo 163.1 en relación
con el 163.3).
estos casos es aplicar el tipo básico y el subtipo privilegiado, respectivamente,
únicos concurrentes en la realidad. • A, quien ha mantenido de-
tenido ilegalmente a B du-
rante menos de 72 horas,
lo pone en libertad creyen-
do que han transcurrido
cuatro días desde su deten-
ción (artículo 163.2 en rela-
ción con el 163.1).
La antijuridicidad
(II). Autoría y
participación. Iter
criminis
PID_00225868
1. Autoría y participación
Esta cuestión es abordada por el Código penal en el título II del libro I, bajo la
rúbrica "De las personas criminalmente responsables de los delitos".
1.2. La autoría
Ello permite distinguir tres clases de autoría, siguiendo el orden del texto legal:
La primera de ellas (la de quien realiza� el� hecho� por� sí� solo), no plantea, Ved también
al tratarse de un único interviniente, especiales problemas de delimitación.
Ved los apartados 1.3 y 1.4 de
No así las otras dos, que requerirán por ello un estudio detenido en epígrafes este módulo.
sucesivos.
1.3. Coautoría
1.3.1. Concepto
El vigente Código penal se hizo eco expresamente (lo que fue acogido con
satisfacción por la doctrina) de esta modalidad de autoría –especialmente fre-
cuente en la práctica– al aludir en su art. 28 a quienes�realizan�el�hecho�con-
juntamente.
La coautoría se da:
Cuando varios sujetos, sobre la base de una acordada división del traba-
jo, determinan objetiva y positivamente de�forma�conjunta la acción
o acciones típicas, o cuando cada uno de ellos determina, en ejecución
del plan común, una de las varias acciones descritas en el tipo.
Ejemplo
• Uno o varios sujetos intimidan con un arma a los empleados y clientes de un banco
mientras otro/s sustrae/n el dinero. (Son todos coautores, pues ambas actuaciones –
intimidación y apoderamiento– son actos típicos del robo –véase el art. 237 CP.)
Aclarado el concepto general de autor, poco más hay que significar en relación Cooperador
con el aspecto objetivo de la conducta: evidentemente, debiendo tratarse, co-
El caso del jefe�de�la�banda –
mo en toda autoría, de la realización de actos típicos, la aportación del coautor que no acude al lugar del he-
deberá tener lugar en la fase�ejecutiva. Por la misma razón, se hace innece- cho– (problema que en otros
ordenamientos, dada la impor-
sario destacar la necesidad de que la contribución tenga un carácter esencial, tancia de su papel, ha lleva-
do a considerarlo coautor –o
precisión que, en cambio, se requiere si se sostiene sin más la teoría del domi- autor mediato–), debe resol-
verse, según lo expuesto, de
nio del hecho para definir el concepto de autor. otro modo. Generalmente, se-
rá cooperador (necesario) o,
en su caso, inductor.
La imputación recíproca lleva a que el comienzo de la ejecución se extienda,
al igual que la consumación, a todos los coautores, de modo que se apreciará
tentativa cuando uno de ellos dé inicio a la ejecución. Ved también
1)�Decisión�conjunta�al�hecho�("mutuo�acuerdo")
a) Tal acuerdo puede ser expreso o tácito, pero debe necesariamente existir
para poder hablar de coautoría.
b) El acuerdo puede tener lugar no sólo antes, sino también durante la ejecu-
ción. En este último caso se habla de coautoría�sucesiva.
a) El coautor no responderá por el exceso (esto es, el ir más allá del acuerdo)
de otro coautor.
© FUOC • PID_00225868 13 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
2)�Dolo
1.4.1. Concepto
Este es el criterio que marca la frontera entre la autoría�mediata y la induc- Ved también
ción, y no el de la falta de responsabilidad del ejecutor material (pues en los
Sobre la "inducción", podéis
casos en que este esté incurso en un error vencible, ya sea de tipo o de prohi- ver el apartado 1.6.
bición, podrá responder por imprudencia o con culpabilidad disminuida, pero
no por ello se excluirá la autoría mediata, dado que faltará la libertad en su
actuación).
• aquellos en los que el ejecutor actúa con miedo insuperable –art. 20.6–,
pues en ellos sí actúa con conocimiento de lo que hace y de su significado.
• determinados casos de inimputabilidad (p. ej., utilización de un menor de
edad), por la misma razón.
• Ausencia�de�tipicidad
Cuando el error sea invencible, estaremos ante una autoría mediata dolosa,
siendo irresponsable el instrumento (ejemplo 1); si, en cambio, el error es ven-
cible, la conducta del instrumento constituirá autoría (accesoria) imprudente
–art. 14.1. CP– (ejemplo 2, si la enfermera infringió un deber de cuidado que
le obligaba a realizar las comprobaciones pertinentes).
• Concurrencia�de�causas�de�justificación
Se interpone una falsa denuncia para que la Policía (que actuará justificadamente en
cumplimiento de un deber –art. 20.7 CP–) consume la detención ilegal que se propone
el autor mediato.
En relación a la ejecución imperfecta, la tentativa será apreciable desde el mo- Ved también
mento en que el autor mediato ponga en marcha el proceso que ha de incidir
Podéis ver el apartado 2.3.
decisivamente en el instrumento. No cuando el instrumento inicie la ejecu-
ción de actos típicos. (Téngase en cuenta que, como conducta principal que
es, la conducta del autor mediato debe subsistir por sí sola, no dependiendo
de la del instrumento.)
Desde el punto de vista subjetivo, la autoría mediata sólo puede ser dolosa.
(Cabe, eso sí, esta forma de autoría en delitos imprudentes.)
1.5. La participación
En este sentido, se puede decir que entre los tipos de autoría y las formas de
participación media una relación�de�integración: la descripción legal de la
participación se integra con la descripción de la conducta típica del autor.
La razón por la que se castiga no sólo a quien realiza de forma exacta el tipo
de la parte especial, sino también a los partícipes, nos la proporciona la teoría
del�ataque�accesorio�al�bien�jurídico (especificación de la teoría general del
favorecimiento o de la causación), en virtud de la cual el injusto del autor de-
termina esencialmente el injusto del partícipe (aunque no de forma exclusiva,
pues la participación conserva elementos autónomos como su propio dolo,
desvalor de acción o necesidad de que el bien jurídico se halle protegido tam-
bién frente al partícipe –y no sólo frente al autor–):
Puesto que el derecho penal se concibe como protector de bienes jurídicos, lo Ejemplo
adecuado para fundamentar el castigo de cualquier conducta será fijarse en el
El que induce a matar a otro,
grado y la forma en que aquellos resultan afectados. Hay que observar, así, que no lesiona directamente la vi-
no todo interviniente lesiona directamente el bien jurídico, sino que lo hace da, sino que contribuye a la le-
sión que realiza el autor.
a�través de la conducta de un/os interviniente/s principal/es (el/los autor/es).
Ejemplo
Si, p. ej., ante una agresión ilegítima, se entrega al autor el arma con la que este mata a
otro en legítima defensa, la contribución no constituye participación punible, porque se
interviene en un hecho típico (de homicidio), pero no antijurídico (por hallarse incurso
en una causa de justificación: 20.4).
1.6. Inducción
1.6.1. Concepto
1)�La�conducta
El abanico de medios por los que dicho influjo puede llevarse a cabo no apa-
rece en absoluto tasado, pudiendo consistir, por ejemplo, en consejos, media-
ción de precio, apuestas, provocaciones, etc.
© FUOC • PID_00225868 18 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
Ejemplo
Tal relación no se dará, por ejemplo, cuando simplemente se haya provocado una situa-
ción favorable para que surja una posible tentación del autor hacia la resolución criminal.
Para afirmar la tipicidad de la conducta del inductor, sin embargo, los juicios�hipotéticos
no deben constituir límite alguno. Así, p.ej., si se proporciona una información que se
sabe determinante en relación con el concreto inducido, tal influjo psíquico no deja de
constituir inducción por la consideración de que dicha información la hubiese podido
conseguir por sí solo el inducido.
Según la dicción legal (art. 28.b), la inducción debe ser directa. Tal exigencia Ved también
–en particular desde una interpretación sistemática con la figura regulada en
Sobre la provocación, véase
el art. 18 CP (provocación)– debe entenderse concretada en los siguientes re- el siguiente apartado de este
quisitos: módulo.
En los supuestos en los que la intervención simplemente refuerza una resolu- Ved también
ción ya existente, la doctrina suele afirmar la presencia de complicidad (psí-
Sobre la "complicidad", véase
quica). Sin embargo, si la decisión está efectivamente tomada y no hay apor- el apartado 1.8.
tación relevante alguna a la lesión del bien jurídico, parece preferible sostener
la irrelevancia de la contribución.
El error del inductor sobre esa circunstancia puede generar situaciones diver-
sas:
Y ello porque tal conducta, como en general toda participación (infra, 1.9.5.),
carece de la proximidad y, en consecuencia, de la peligrosidad necesaria res-
pecto de la lesión del bien jurídico (que realiza la conducta principal) para
merecer la reacción punitiva. En el caso de la inducción, además, la expresión
legal parece vetar claramente esta posibilidad al exigir que aquella sea "directa
a ejecutar el hecho".
Esto último permite explicar la razón de la impunidad de la conducta del que Ejemplo
se conoce como agente�provocador, esto es, de aquel que incita a la comisión
Con el fin de obtener pruebas
del delito pero con la intención de impedir a tiempo la lesión o puesta en sobre una determinada acti-
peligro correspondiente (consumación). vidad delictiva y de detener
a los responsables, un agente
de policía se infiltra en la orga-
nización criminal incitando a
En caso de que el sujeto provocado consiga, no obstante, consumar el delito, realizar el delito de que se tra-
te.
el agente provocador podría responder como autor (accesorio) de un delito
imprudente, siempre que subsistiese la imputación objetiva (lo que no se daría
si la consumación era absolutamente imprevisible).
1.7.1. Concepto
Como ya se ha adelantado, también en este caso la pena que le asigna el legis- El cooperador
lador es la misma que la prevista para el autor (art. 61 CP).
El cooperador�necesario pue-
de ostentar el dominio negati-
1.7.2. Aspectos objetivo y subjetivo vo del hecho (en particular si
su contribución es simultánea
a la perpetración del delito),
en la medida en que, retirando
1)�Aspecto�objetivo su aportación, puede desbara-
tar su efectiva realización.
En cambio, no ostenta el do-
Esta forma de participación es específica del derecho español, que, a diferencia minio positivo del mismo,
pues, por mucho que manten-
de otros ordenamientos (que prevén una sola modalidad de contribución), ga su contribución, la realiza-
contempla dos grados distintos de cooperación: la necesaria (aquí tratada) y ción del tipo está en manos
del autor.
la no necesaria (o complicidad, que se estudiará en el epígrafe siguiente).
Ejemplo
Si A entrega una copia de las llaves del local para que, horas o días después, B y C en-
tren a robar en él, A será cooperador necesario en el delito de robo. Pero también será
cooperador, y no coautor, si, de común acuerdo con B y C, les abre la puerta a la hora
convenida, aunque su intervención tenga lugar en este caso en el momento de la ejecu-
ción. (Parece razonable que así sea desde el momento en que la entidad de la aportación
de A respecto de la lesión del bien jurídico patrimonio es análoga en ambos casos, sin
que el momento de la aportación constituya un factor de sustancialidad bastante para
justificar que la intervención pase a convertirse, en el segundo caso, en una conducta
principal –autónoma.)
A tal efecto, deberá procederse a una valoración ex ante (esto es, situándose en
el momento previo a la realización del hecho) para decidir si, en las concretas
circunstancias en que aquel se realizó, la contribución fue o no decisiva para
posibilitar la ejecución. Será cooperación necesaria si efectivamente se con-
cluye que, de no concurrir esa aportación, el hecho no se hubiese realizado.
(Será complicidad, en cambio, si se concluye que la aportación simplemente
favoreció el mejor desarrollo de la ejecución, pero no fue determinante para
su existencia.)
2)�Aspecto�subjetivo
1.8. Complicidad
1.8.1. Concepto
El cómplice
La complicidad, forma de participación recogida en el art. 29 del Códi-
go penal, es la conducta de quien, sin realizar directamente actos típi- A diferencia del cooperador
necesario, el cómplice no os-
cos, incrementa el riesgo de lesión o puesta en peligro del bien jurídico tenta siquiera el dominio nega-
tivo del hecho, pues la retira-
por el autor de forma no sustancial, repercutiendo efectivamente en el da de su aportación no implica
resultado delictivo. imposibilitar su ejecución.
© FUOC • PID_00225868 23 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
1)�Aspecto�objetivo
Por simultánea hay que entender también la que se produce en la fase�post- Ved también
consumativa previa a la terminación del delito en aquellos delitos que con-
Sobre el concepto de "termi-
templen esa fase (p. ej., detenciones ilegales), siempre que la aportación se in- nación del delito", véase el
serte en la misma dirección lesiva de la conducta principal. Si, por el contrario, apartado 2.4.
Ejemplo
• Los medios por los que puede realizarse una conducta de complicidad
son ilimitados, pudiendo consistir tanto en una complicidad�física (p.ej.,
acompañar al autor al lugar de comisión, entregarle un bien no escaso
para agilizar la comisión, proporcionarle una dirección u otra información
abundante, etc.) como en una complicidad�psíquica (p. ej., a través de
consejos que fortalezcan la decisión del autor –siempre que no se trate ya
de un omnimodo facturus–).
© FUOC • PID_00225868 24 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
En este último ámbito (complicidad psíquica) suelen incluirse los supuestos Ved también
de promesa�previa�de�un�auxilio�posterior a la comisión, en la medida en
Sobre el omnimodo�facturus,
que refuerzan la comisión. (Evidentemente, a los efectos de la complicidad es supra, 1.6.2. (los sujetos en la
indiferente que el hecho, ex post, quede en grado de tentativa y no haya lugar inducción).
2)�Aspecto�subjetivo
1)�Participación�en�delito�intentado
2)�Participación�intentada
Cuestión distinta es la representada por los supuestos en los que el legislador Ved también
incrimina expresamente actos preparatorios (conspiración, proposición y pro-
Sobre los "actos preparatorios",
vocación). véase el apartado 2.2.
© FUOC • PID_00225868 25 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
1)�Participación�culposa
2)�Participación�en�delito�culposo
1)�Participación�(activa�y�omisiva)�en�delito�de�omisión
• Activa
• Omisiva
Quien "contribuye" con una omisión no será partícipe, sino, en su caso, autor
de su propio delito omisivo, si concurren en él los requisitos: en un delito de
omisión pura, si se encuentra en la situación típica; en una omisión impropia,
si ostenta la posición de garante y su inactividad equivale a la acción.
2)�Participación�en�comisión�por�omisión�en�delito�activo
En función del sujeto activo del delito se distingue (entre otras categorías)
entre delitos�comunes y delitos�especiales.
El delito común, en otras palabras, es el que puede ser cometido por cualquiera La alusión al sujeto activo
(vg., el homicidio –art. 138 CP– o el hurto –art. 234 CP–).
En estos delitos la alusión al su-
jeto activo queda expresada en
Por contraposición a los anteriores, se habla de delitos�especiales cuando el su descripción típica con una
genérica referencia a "el que"
tipo sí limita el ámbito de posibles autores, exigiendo, para poder serlo, que o "los que". (Aunque esta refe-
rencia no puede usarse como
se posea una determinada cualidad especial (p. ej., la prevaricación judicial regla, pues en ocasiones irá se-
guida de otras precisiones en
–art. 446 CP–, que sólo puede cometer quien ostente la condición de juez o la descripción de la conducta
magistrado). que limitarán el círculo de po-
sibles autores. Por ej., en el art.
311, cuyo sujeto activo debe-
rá ser empresario, aunque el
A su vez, dentro de estos últimos, se distingue entre delitos�especiales�propios tipo empieza aludiendo a "los
y delitos�especiales�impropios. que").
© FUOC • PID_00225868 27 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
Ejemplo
Delitos especiales propios
e impropios
Ejemplo de los primeros, según este criterio, sería, por ejemplo, la prevaricación judicial
(art. 446) o la administrativa (art. 404): si quien dicta una resolución injusta no es juez, en
el primer caso, o funcionario, en el segundo, sino un particular, la conducta no encuentra El criterio usualmente utiliza-
do para esta distinción atien-
tipo alguno en el que resulte subsumible. Ejemplo de los segundos, la malversación de
de a la existencia o inexisten-
caudales públicos (art. 432), que encontraría en la apropiación indebida (art. 252) una cia de una correlativa figura
figura común correlativa. común (entendida esta en el
sentido expuesto). Así, se con-
Carácter correlativo siderarán especiales propios
aquellos respecto de los que
Sin embargo, el criterio de distinción aludido no resulta satisfactorio en la medida en no se encuentre tal figura co-
que el�carácter�correlativo de la figura común respecto de la especial es�sólo�aparente. mún correlativa, e impropios
El contenido de injusto de la malversación, en el ejemplo citado, no es equiparable al en caso contrario. De este mo-
do, en los primeros la cualidad
de la apropiación indebida con la única peculiaridad de que la condición de funcionario
especial requerida por el tipo
determine una pena distinta por razones de culpabilidad o político-criminales. se convierte en factor determi-
nante de la existencia del ca-
Por ello es preferible efectuar la distinción en atención a otro criterio –precisamente el rácter delictivo, pues faltando
del contenido de injusto–, y considerar: en aquella la conducta no po-
drá subsumirse en tipo alguno
del Código penal; en los se-
• Delitos�especiales�propios aquellos delitos especiales en los que las con-
gundos, en cambio, la falta de
diciones del sujeto activo determinan un contenido de injusto específico, la cualidad especial no impide
que la conducta siga ostentan-
exista o no una aparente figura correlativa común. do carácter delictivo, al resul-
tar subsumible en la tipicidad
del delito común correspon-
Ejemplo diente.
Ejemplos de esta clase de delitos, según la definición propuesta, pueden ser los de preva-
ricación judicial o administrativa citados (respecto de los que no hay figura común apa-
rentemente correlativa), pero también la malversación (art. 432) o las detenciones ilega-
les practicadas por funcionario (art. 167), que encuentran en la apropiación indebida y
en la detención por particular sus correlativas figuras comunes.
• Delitos� especiales� impropios, aquellos delitos especiales en los que las Delitos especiales
condiciones del sujeto activo no determinan un contenido de injusto es- impropios
1) Con carácter� general, se plantea la cuestión acerca del tratamiento que Intraneus y extraneus
debe recibir el partícipe no cualificado (extraneus) en este tipo de delitos.
Se denomina intraneus, en el
ámbito de los delitos especia-
Ejemplo les, al sujeto cualificado, esto
es, a quien ostenta la cualidad
especial requerida por el tipo.
A, particular (extraneus), induce a un funcionario (intraneus) a dictar una resolución Extraneus es, en el mismo ám-
arbitraria en asunto administrativo (art. 404 CP). Al no reunir A los requisitos exigidos bito, el sujeto que carece de
para ser autor del delito de prevaricación administrativa – = ser autoridad o funcionario dicha cualidad.
público–, ¿puede A ser considerado partícipe en ese delito?; de no ser así, y al no existir
tampoco otro tipo penal en el que resulte subsumible su conducta, ¿debe esta quedar
impune?
A, particular, ayuda a B, funcionario, a sustraer efectos públicos que este tiene a su cargo
(art. 432 CP). Al no reunir A los requisitos exigidos para ser autor del delito de malversa-
ción de caudales públicos, ¿puede, en cambio, ser partícipe en ese delito?; ¿debe respon-
der como partícipe en un delito de apropiación indebida –figura común–?
Esta solución, favorable a la ruptura del título de imputación (= el autor debe responder
por el delito especial mientras que el partícipe debe hacerlo por el delito común correla-
tivo), ha sido sostenida por algunos autores en relación con los delitos especiales impro-
pios entendidos en el primer sentido indicado (que aquí se ha descartado). Pero como
se ha dicho, en ellos la cualidad del sujeto no es ajena al injusto de la figura, por lo que
el partícipe no cualificado deberá responder por el delito especial. En el ejemplo antes
propuesto, el partícipe extraneus responderá por contribuir a la malversación, no a una
apropiación indebida.
El indicado aptdo. 3.°, en vigor desde octubre de 2004, reza como sigue:
2) Un problema�específico�en�relación�con�los�delitos�especiales�propios es Impunidad de
el representado por la posible laguna de punición que resulta en los casos en intervinientes
los que es un extraneus, y no el sujeto cualificado, quien realiza la conducta Este problema no se presenta,
propia de autoría, reservándose el intraneus un papel accesorio (como partí- obviamente, en un sistema no
diferenciador, sino unitario�de
cipe) en la realización del hecho. En ellos, puesto que el extraneus no puede autor, pues en él es suficien-
te con la realización completa
ser autor, del funcionamiento del principio de accesoriedad –que exige para el del tipo, sin dependencias en-
tre las intervenciones a efectos
castigo del partícipe la presencia una conducta principal (de autoría)– resultará
de reconocer su punibilidad,
la impunidad de todos los intervinientes, pese a haber realizado, entre todos, supra, 1.1.
Ejemplo
Puesto que B (extraneus) no reúne la condición exigida por el tipo del art. 413 CP (ser
funcionario), B no es autor del mismo, aunque realice la conducta en él descrita. No
existiendo autor, la conducta del partícipe (A, inductor) debe quedar impune.
Para evitar la impunidad en estos casos, parte de la doctrina acude a la catego- Ved también
ría de la autoría mediata, creando la figura del instrumento�doloso�no�cua-
Sobre un problema análogo,
lificado: se entenderá que el sujeto cualificado es autor (mediato) del hecho, que da lugar a la construcción
siendo el extraneus un instrumento en la ejecución. Sin embargo, esta cons- de la figura del mal llamado
instrumento�doloso�sin�in-
trucción fuerza el concepto de autoría mediata, que, como se dijo, requiere la tención, supra, 1.4.2.
De todas formas, si se admitiese que la solución de lege lata debe ser la de la impunidad
de estos supuestos, el número de casos en los que debería admitirse tal consecuencia no
resulta tan frecuente, dadas las previsiones legales. Así, en el ámbito funcionarial buena
parte de los delitos encuentran figuras comunes correlativas (de modo que el extraneus
podrá tener en ellos la consideración de autor, siendo partícipe el funcionario); por otra
parte, el legislador ha equiparado en la mayoría de casos la ejecución material del fun-
cionario con su consentimiento para que otro ejecute (p. ej., arts. 414 o 415 CP); en otras
ocasiones, en fin, la actuación del particular presupondría ya la conducta delictiva del
funcionario (p. ej., art. 417 CP).
Ejemplo
Así, por ejemplo: el cómplice (necesario o no) del cómplice (= complicidad en cadena),
o es a su vez cómplice del hecho principal, o no es nada penalmente relevante.
2. Los autores a los que se refiere el artículo 28 responderán de forma escalonada, exclu-
yente y subsidiaria de acuerdo con el siguiente orden:
1.°) Los que realmente hayan redactado el texto o producido el signo de que se trate, y
quienes les hayan inducido a realizarlo.
Este precepto establece, para un grupo específico de delitos, una�posición�de Función de control y
garante (que obliga a los sujetos mencionados en él a evitar el resultado de- garantía
lictivo), de donde deriva una�responsabilidad�en�cascada, por omisión. Desde el punto de vista políti-
co-criminal, la asignación de
esta función de control y ga-
En relación con este art. 30 CP debe retenerse, como idea fundamental, la de rantía puede ser razonable con
relación a los directores de la
que el precepto representa una restricción�de�la�responsabilidad, y no una publicación, pero puede re-
sultar más cuestionable en re-
ampliación de la misma. Y ello en los dos sentidos siguientes: lación con los editores y más
aun con grabadores o impre-
sores.
2) Con relación a los�delitos que deben entenderse afectados por este régimen
especial, debe irse más allá de lo que sugiere la interpretación tradicional (que
incluiría únicamente los clásicos delitos de prensa: calumnias e injurias). Una
interpretación no meramente histórica, sino conforme al bien jurídico, debe
llevar a incluir todas aquellas infracciones en las que la difusión determina o
añade lesividad a su contenido de injusto.
Ejemplo
Así, por ejemplo, podrán incluirse las provocaciones punibles (p. ej., art. 18 CP), las ame-
nazas, o los delitos contra la intimidad o la imagen.
No, en cambio, y según lo dicho, delitos como, p. ej., el plagio (relativo a la propiedad
intelectual), pues, aunque puede cometerse usando medios de difusión mecánicos, no
encuentra en ello su sentido esencial como injusto.
Observación
El art. 31 CP viene a resolver un� problema� de� legalidad� (tipicidad)
en�delitos�especiales�propios: su existencia permite colmar las exigen- En el Código penal existen
otras previsiones relativas a es-
cias del tipo respecto de la conducta de la persona física (representante) ta cuestión. Véase el art. 318
CP en el ámbito de los delitos
aunque no concurra en él (sino en el representado) la cualidad especí- contra los derechos de los tra-
fica requerida en la tipicidad. bajadores.
Ejemplo
Como ejercicio, pueden multiplicarse los ejemplos acudiendo a artículos como el 307
(delito contra la Seguridad Social), 308 y 309 (fraude de subvenciones), 310 (delito con-
table), 319 (delito relativo a la ordenación del territorio), etc.
© FUOC • PID_00225868 32 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
Puesto que autor en sentido jurídico-penal sólo puede serlo quien reúne las
cualidades requeridas por el tipo (el intraneus, cuando se trata de un delito
especial), de no existir el art. 31 CP (introducido en nuestro derecho en 1983),
en supuestos como los mencionados nos encontraríamos con un problema de
tipicidad a la hora de subsumir la conducta del representante (extraneus) en
el tipo de delito correspondiente, subsunción que sólo sería posible vulneran-
do las exigencias derivadas del principio de legalidad. El artículo 31 evita esa
vulneración, posibilitando la subsunción.
Por lo tanto, los responsables en virtud del art. 31 deberán ser autores
en el sentido del art. 28, faltándoles únicamente la específica cualidad
requerida por el tipo.
1.11.1. Contextualización
a) Por una parte deja sin afrontar (ni por tanto atajar) el problema de la peli-
grosidad criminal del ente colectivo, por lo que resulta insuficiente.
b) Por otra, es el corolario lógico de un dogma que resulta no ser el único ca-
mino posible, siendo las supuestas limitaciones dogmáticas a la responsabili-
dad penal de las personas jurídicas claramente superables.
Decisiones marco
Así lo reclamaban multitud de decisiones marco, como la 2005/667 (sobre refuerzo penal
contra la contaminación de buques), 2005/222 (sobre ataques a los sistemas informáti-
cos), 2004/757 (sobre punición del tráfico de drogas) o 2004/1968 (sobre explotación
sexual y pornografía infantil).
© FUOC • PID_00225868 34 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
Otro camino emprendieron los proyectos de reforma del código penal, que
acabaron cristalizando en la reforma de 2010, en vigor desde el 23 de diciembre
de ese año. Con ella la cuestión de la responsabilidad penal de las personas
jurídicas fue abordada de una forma más amplia y ambiciosa, diseñando un
sistema en el que tal� responsabilidad� se� concebía� ya� como� propia� de� la
persona� jurídica (aunque nacida de los delitos cometidos por cuenta o en
provecho de las mismas).
Artículo 31 bis
«1. En los supuestos previstos en este Código, las personas jurídicas serán penalmente
responsables:
a) De los delitos cometidos en nombre o por cuenta de las mismas, y en su beneficio di-
recto o indirecto, por sus representantes legales o por aquellos que actuando individual-
mente o como integrantes de un órgano de la persona jurídica, están autorizados para
tomar decisiones en nombre de la persona jurídica u ostentan facultades de organización
y control dentro de la misma.
2. Si el delito fuere cometido por las personas indicadas en la letra a) del apartado ante-
rior, la persona jurídica quedará exenta de responsabilidad si se cumplen las siguientes
condiciones:
3.ª los autores individuales han cometido el delito eludiendo fraudulentamente los mo-
delos de organización y de prevención y
En los casos en los que las anteriores circunstancias solamente puedan ser objeto de acre-
ditación parcial, esta circunstancia será valorada a los efectos de atenuación de la pena.
4. Si el delito fuera cometido por las personas indicadas en la letra b) del apartado 1, la
persona jurídica quedará exenta de responsabilidad si, antes de la comisión del delito,
ha adoptado y ejecutado eficazmente un modelo de organización y gestión que resulte
© FUOC • PID_00225868 35 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
adecuado para prevenir delitos de la naturaleza del que fue cometido o para reducir de
forma significativa el riesgo de su comisión.
5. Los modelos de organización y gestión a que se refieren la condición 1.ª del apartado
2 y el apartado anterior deberán cumplir los siguientes requisitos:
1.º Identificarán las actividades en cuyo ámbito puedan ser cometidos los delitos que
deben ser prevenidos.
3.º Dispondrán de modelos de gestión de los recursos financieros adecuados para impedir
la comisión de los delitos que deben ser prevenidos.
6.º Realizarán una verificación periódica del modelo y de su eventual modificación cuan-
do se pongan de manifiesto infracciones relevantes de sus disposiciones, o cuando se
produzcan cambios en la organización, en la estructura de control o en la actividad desa-
rrollada que los hagan necesarios».
Artículo 31 ter
«1. La responsabilidad penal de las personas jurídicas será exigible siempre que se cons-
tate la comisión de un delito que haya tenido que cometerse por quien ostente los car-
gos o funciones aludidas en el artículo anterior, aun cuando la concreta persona física
responsable no haya sido individualizada o no haya sido posible dirigir el procedimiento
contra ella. Cuando como consecuencia de los mismos hechos se impusiere a ambas la
pena de multa, los jueces o tribunales modularán las respectivas cuantías, de modo que
la suma resultante no sea desproporcionada en relación con la gravedad de aquellos.
Artículo 31 quater
a) Haber procedido, antes de conocer que el procedimiento judicial se dirige contra ella,
a confesar la infracción a las autoridades.
d) Haber establecido, antes del comienzo del juicio oral, medidas eficaces para prevenir
y descubrir los delitos que en el futuro pudieran cometerse con los medios o bajo la
cobertura de la persona jurídica».
Artículo 31 quinquies
«1. Las disposiciones relativas a la responsabilidad penal de las personas jurídicas no se-
rán aplicables al Estado, a las Administraciones públicas territoriales e institucionales, a
los Organismos Reguladores, las Agencias y Entidades públicas Empresariales, a las orga-
© FUOC • PID_00225868 36 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
Para completar el régimen general descrito habrá que tener en cuenta, además,
las siguientes previsiones:
Por su parte, el art. 129 se dedica a las colectividades sin personalidad jurídica,
con el siguiente tenor:
2. Las consecuencias accesorias a las que se refiere en el apartado anterior solo podrán
aplicarse a las empresas, grupos o entidades o agrupaciones en él mencionados cuando
este Código lo prevea expresamente, o cuando se trate de alguno de los delitos por los
que el mismo permite exigir responsabilidad penal a las personas jurídicas.
2. Iter criminis
2.1.1. Concepto
Este es el objeto básico de estudio en este tema. Se trata de conductas orienta- Ejemplo
das a la consumación de un delito doloso, pero que no llegan a alcanzar esa
Con la intención de secuestrar
finalidad. De lo dicho se desprende que no pueden construirse en relación con a A, los secuestradores ultiman
los tipos imprudentes. los detalles del plan que de-
ciden llevar a cabo (conspira-
ción).
Con ánimo de matarle, A dis-
2.1.2. Fase interna y fase externa del delito para contra B, pero no consi-
gue el resultado pretendido al
desviarse el disparo (tentativa).
Como en todo actuar humano consciente, también en la actividad criminal
puede observarse un proceso que va desde su ideación hasta su total ejecución.
Ello permite efectuar en dicho proceso o iter una primera gran distinción entre
dos fases:
• la conspiración,
• la proposición, y
• la provocación (incluyendo en esta la apología).
1)�Fundamento�de�su�punición
2)�Sistema�de�incriminación
Lecturas recomendadas
Estos últimos resultan castigados sólo excepcionalmente, pues, al igual
que ocurre con la imprudencia, el Código penal ha previsto para ellos Véanse los artículos 141 (ho-
micidio, asesinato), 151 (le-
un sistema de incriminación específica: no son punibles los actos pre- siones), 168 (detenciones ile-
gales), 269 (patrimonio), 304
paratorios respecto de todos los delitos de la parte especial, sino sólo
(blanqueo de dinero), 373
respecto de aquellos que el legislador, atendiendo a la importancia del (tráfico de drogas), 477 (rebe-
lión), 488 (contra la Corona),
bien que tutelan y a la suficiencia lesiva de este tipo de ataques para los 519 (asociación ilícita), 548,
mismos, ha incriminado expresamente. 553, etc.
Art.�17.3�CP:
Art.�18.2�CP:
Y aun en algunos de los casos en los que tal incriminación aparece expresa-
mente prevista, su castigo puede considerarse discutible gracias a la interpre-
tación restrictiva que propicia la fundamentación objetiva expuesta (tal cues-
tionamiento no sería posible, en cambio, si la punición se justificase desde
© FUOC • PID_00225868 40 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
2.2.2. Conspiración
Art.�17.1�CP:
1)�Naturaleza
2)�Requisitos
b)�Resolución�ejecutiva
2.2.3. Proposición
La proposición existe cuando el que ha resuelto cometer un delito invita a otra u otras
personas a participar en él.
2.2.4. Provocación
• Una incitación� dolosa, dirigida a que otras personas consumen uno o Nota
varios hechos delictivos.
Sin que se requiera en el pro-
vocador, a diferencia del pro-
• Los hechos delictivos provocados pueden ser uno o más, pero siempre tra- ponente, la voluntad de ejecu-
tarlo por sí mismo.
tándose de delito/s�concreto/s, no de una incitación genérica a la activi- Al no tener que ser autor, el
extraneus podría ser provoca-
dad delictiva. dor a un delito especial.
Especificación
Nota
Aunque no es precisa la descripción de los detalles de la perpetración, bastando la espe-
cificación, con claridad, de la clase de injusto pretendido.
Si la incitación es idónea, pero
a un delito�imposible, la pro-
• La incitación debe realizarse con medios que faciliten la publicidad, y ante vocación es igualmente impu-
ne.
una colectividad de personas.
• Como todo acto preparatorio, la provocación debe reunir la ofensividad Ved también
(peligrosidad) necesaria, lo que debe traducirse en la exigencia de aptitud
Sobre el delito�imposible, in-
o idoneidad�(posible�eficacia) de la incitación para generar la comisión fra, 2.3.2.
del delito.
2.2.5. Apología
Es apología, a los efectos de este código, la exposición, ante una concurrencia de perso-
nas o por cualquier medio de difusión, de ideas o doctrinas que ensalcen el crimen o
enaltezcan a su autor.
La apología sólo será delictiva como forma de provocación y si por su naturaleza y cir-
cunstancias constituye una incitación directa a cometer un delito.
No obstante, debe hacerse notar que en la parte especial del código el legislador
se ha separado de su propia definición general de la apología al castigar como
delito específico el enaltecimiento o justificación de los delitos de terrorismo
y el menosprecio a sus víctimas (véase el art. 578 CP).
2.3. Tentativa
2.3.1. Concepto
Hay tentativa cuando el sujeto da principio a la ejecución del delito directamente por
hechos exteriores, practicando todos o parte de los actos que objetivamente deberían
producir el resultado, y sin embargo este no se produce por causas independientes de la
voluntad del autor.
1)�Fundamento�de�su�punición
© FUOC • PID_00225868 44 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
Ejemplo
Con la intención de matar a A, B le dispara con una escopeta de perdigones desde una
distancia muy superior a la del alcance del arma.
Con el mismo fin, A se dedica a clavar agujas en un muñeco que representa a la víctima.
(En supuestos en los que la inidoneidad de la tentativa es de tal calibre que carecería de
cualquier posibilidad de causar el resultado a juicio de cualquiera, se habla de tentativa
irreal.)
Ejemplo
Ejemplo
A, empleado en una industria cárnica, cierra la puerta de la cámara frigorífica con ánimo
de matar por congelación a su compañero B, siendo así que B no se encontraba traba-
jando en ella en ese momento.
Pese a que ex ante tal comportamiento pueda ser percibido por un espectador Delito putativo
objetivo como peligroso para el bien jurídico, no concurre el desvalor de resul-
Distinto de este tipo de su-
tado necesario, al no haberse producido la efectiva puesta en peligro del bien puestos, en los que el sujeto se
jurídico. La conclusión debe ser de nuevo, y por tanto, la de la impunidad. equivoca sobre la concurrencia
de un elemento del tipo (error
de tipo al revés, en la medida
en que cree que concurre un
2)�Sistema�de�incriminación elemento –el curso causal ap-
to– en realidad ausente), son
aquellos en los que el sujeto
A diferencia del modelo seguido por el legislador en la incriminación de los ac- yerra, también "al revés", sobre
el carácter prohibido de lo que
tos preparatorios, en la tentativa se ha optado por un sistema de incriminación hace, creyendo que es antiju-
rídico lo que en realidad no lo
genérica, esto es, por no especificar respecto de qué delitos resulta punible. es (error de prohibición al re-
vés). En estos casos se habla de
delito�putativo, que resulta,
Ejemplo por razones obvias, también
impune (el carácter delictivo
Así, p. ej., no cabrá tentativa respecto de: de lo realizado está sólo en la
mente del sujeto, tratándose
• Los delitos�de�mera�actividad, pues en ellos no hay un resultado al que se dirija la en realidad de una conducta lí-
acción, sino que se consuman con la simple verificación de esta. cita).
• Los delitos�imprudentes, al ser incompatibles con el carácter doloso que, como se
verá, requiere la tentativa.
1) El inicio�de�la�ejecución
Trazar con carácter general la línea divisoria a partir de la cual debe entenderse Nota
iniciada la ejecución no es tarea fácil, habida cuenta de la multitud de actos
No puede ocultarse la necesi-
equívocos que pueden presentarse dependiendo del plan del autor. dad, en la práctica, de acudir a
los criterios particulares segui-
dos doctrinal y jurisprudencial-
En cualquier caso, hay que descartar en esa labor tanto la validez de criterios mente para cada tipo específi-
co de delito.
netamente subjetivos, que atiendan únicamente al plan concreto del autor
(pues entonces sería el propio sujeto, y no la peligrosidad objetiva del hecho,
quien determinaría lo penalmente relevante) como la utilidad de un criterio Autoría mediata
meramente objetivo-formal, que identifique ese momento con la realización
En la autoría�mediata, como
de actos típicos, pues muchas modalidades de comisión de delitos de resultado se vio, la tentativa tiene lugar
en el momento en que la per-
aparecerán integradas por una sola acción instantánea, antes de la cual no sona de atrás pone en marcha
el proceso que ha de incidir
podría apreciarse acto típico alguno.
decisivamente en el instrumen-
to, no cuando este inicia la eje-
cución material.
Ejemplo
Para apreciar el inicio de ejecución habrá que atender, pues, al plan del
autor, pero limitando este planteamiento con un criterio objetivo-ma-
terial, cual es el de que el acto represente ya la puesta en peligro inme-
diata del bien jurídico, lo que se traducirá, habitualmente, también en
la inmediatez temporal de la lesión.
Ejemplo
La tentativa sólo puede ser dolosa, aunque admitiendo la modalidad del dolo
eventual.
Quedará exento de responsabilidad penal por el delito intentado quien evite voluntaria-
mente la consumación del delito, bien desistiendo de la ejecución ya iniciada, bien im-
pidiendo la producción del resultado, sin perjuicio de la responsabilidad en que pudiera
haber incurrido por los actos ejecutados, si estos fueren ya constitutivos de otro delito.
Ejemplo
1)�Consumación
La consumación
La consumación tiene lugar en el instante en el que se cumplimenta
la totalidad de los elementos requeridos por el tipo de injusto de que Desde este punto de vista, el
momento consumativo esta-
se trate. rá en función de la estructura
del delito en cuestión: si se tra-
ta de un delito de simple ac-
tividad o inactividad (omisión
pura), se producirá en cuanto
tenga lugar el mero hacer o no
Desde el punto�de�vista�del�desvalor, la consumación supone la verifi- hacer. Si se trata de un delito
cación de la afectación del bien jurídico en la forma exigida por el tipo: de resultado, en cuanto acaez-
ca este de forma objetivamen-
peligro (abstracto o concreto) o lesión. te imputable a la acción (p. ej.,
en los delitos imprudentes).
2)�Terminación
Ejemplo
Ejemplo
En el delito de detención ilegal (art. 163 CP), p. ej., la consumación se produce, como
en todo delito, cuando se afecta en la forma típica prevista el bien jurídico tutelado: en
este caso, cuando se produce la privación de libertad. Sin embargo, tal situación puede
prolongarse en el tiempo, persistiendo la lesión del bien jurídico por voluntad del autor.
El desvalor que entraña esa prolongación del estado antijurídico creado también es abar-
cado por el tipo delictivo. (La terminación del delito no se produce en tanto no cese la
privación de libertad.)
Esta última categoría, sin embargo, carece de sustantividad propia de la que puedan deri-
varse consecuencias sistemáticas relevantes, pues no siendo ese estado antijurídico sub-
siguiente contemplado por el tipo, nada diferencia a estos delitos de cualquier otro delito
de los considerados instantáneos, que también pueden ir seguidos de una situación an-
tijurídica más o menos duradera –incluso irreversible y por tanto indefinida– que resulta
igualmente irrelevante desde el punto de vista jurídico-penal (p. ej., el propio delito de
homicidio).
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• Participación
• Legítima�defensa
Aun consumado el delito, la lesión del bien jurídico continúa en la fase post-
consumativa, pudiendo integrar el requisito de "agresión ilegítima" exigido
por la circunstancia 4.ª del art. 20 CP para eximir de responsabilidad en caso
de reacción defensiva.
• Prescripción
Puesto que la necesidad de pena por un hecho antijurídico no puede empezar Nota
a decaer por el paso del tiempo antes de que haya cesado la agresión al bien
La prescripción del delito apa-
jurídico, el momento de la terminación del delito constituye el momento de rece regulada en los arts. 131
inicio para el cómputo de los plazos de prescripción del delito. y ss. CP.
3)�Agotamiento
Ejemplo
La efectiva causación a los acreedores del perjuicio pretendido por el deudor que se in-
solventa no afecta a la consumación del alzamiento de bienes (delito de mera actividad
tipificado en el art. 257 CP).
© FUOC • PID_00225868 51 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
Ejemplo
En el delito de encubrimiento del art. 451.3 CP, la ayuda prestada debe perseguir como
finalidad la de eludir la investigación de la autoridad o sustraer al presunto responsable
a su busca o captura. Si tal finalidad no impregna la ayuda objetivamente aportada, la
conducta será atípica. Ahora bien, su efectiva consecución es ya irrelevante para consu-
mar el delito (delito�de�resultado�cortado).
En el delito de revelación de secretos del art. 197 CP, el apoderamiento de los papeles de
otro debe hacerse con la finalidad de revelar, con un segundo acto posterior, sus secretos.
Sin embargo, que la efectiva revelación acabe o no teniendo lugar no afecta a la consu-
mación del delito (delito�mutilado�de�dos�actos).
Ejemplo
El autor de un robo que acude a un perista para venderle los efectos robados no respon-
derá del delito de robo en concurso con la inducción a la receptación (art. 298 CP), sino
sólo por el robo, que consume el desvalor posterior.
En el mismo ejemplo del robo, el desvalor de este delito podrá absorber ciertas amenazas
hechas por el autor a la víctima para evitar que le denuncie, con el fin de asegurarse así
la impunidad.
© FUOC • PID_00225868 52 La antijuridicidad (II). Autoría y participación. Iter criminis
Resumen
El Código penal no sólo castiga, por un lado, las conductas de autoría, sino
también las de otros intervinientes en el delito (participación); por otro, no
sólo castiga las infracciones consumadas, sino también otras que no alcanzan
ese grado completo de ejecución (actos preparatorios y tentativa).
1)�Autoría�y�participación
2)�Iter�criminis
Dentro de esa fase externa, el derecho español castiga dos clases de comporta-
mientos previos a la total realización del tipo de injusto (esto es, a su consu-
mación): los actos preparatorios y la tentativa.
Las causas de justificación que vamos a estudiar en este módulo son las que
podemos llamar causas "genéricas", que el legislador ha previsto de modo ge-
neral y no con respecto a figuras delictivas concretas. En otras ocasiones, sin
embargo, el Código contempla supuestos más determinados, que podemos
denominar "causas de justificación específicas" (que normalmente se estudian
en Parte Especial), cuando en relación a un delito concreto se toman en con-
sideración ciertos conflictos de intereses y se opta por resolverlos a favor de
la autorización del comportamiento siempre que se satisfagan determinadas
exigencias o requisitos (así, por ejemplo, los supuestos legales de interrupción
voluntaria del embarazo o la esterilización de incapaces del artículo 156.2º del
Código penal). Si la regulación legal específica de un determinado conflicto en
relación con un delito concreto no comporta su plena autorización sino sólo
una atenuación de la pena (por entenderse que concurre un menor contenido
de injusto), hablaremos de una "causa de justificación específica e incomple-
ta" (como es el caso del art. 143.4, que regula la intervención en la muerte de
una persona gravemente enferma que así lo solicita, o el del consentimiento
en las lesiones del artículo 155).
(1)
El CP recoge el elenco de causas de justificación en varios números de su ar- Lo cual explica el que el legisla-
dor haya optado por regularlas en
tículo 20, concretamente en los apartados 4.º (legítima defensa), 5.º (estado
un mismo artículo.
de necesidad) y 7.º (cumplimiento de un deber o ejercicio legítimo de un de-
recho, oficio o cargo). En los restantes apartados de dicho precepto legal se
registran otras circunstancias que, si bien tienen en común con las causas de
justificación el hecho de comportar una exención final de responsabilidad pe-
nal1, responden a un fundamento completamente distinto al de estas últimas:
son las llamadas causas de inimputabilidad (como, por ejemplo, la regulada
en el apartado 1.º, referida al padecimiento por el autor del hecho de una ano-
malía o alteración psíquica de determinadas características) y las de no exigi-
bilidad (como el miedo insuperable del apartado 6.º), de las que nos ocupare-
mos con detalle en el módulo correspondiente. Se trata, en cualquier caso, de
© FUOC • PID_00225869 9 La antijuridicidad (III). La justificación
causas que no eliminan la antijuridicidad del hecho (el cual sigue encontrán-
dose desvalorado por el ordenamiento), sino únicamente la culpabilidad del
autor concreto.
Quien convence o ayuda a otro a lesionar a un tercero en legítima defensa carece de res-
ponsabilidad criminal. Si el hecho principal es conforme al ordenamiento, resultaría un
sinsentido sancionar a quienes han participado en él. En cambio, quien como cómplice
ayuda a cometer un delito a una persona completamente intoxicada por las drogas ha de
ser castigado, puesto que la exención de responsabilidad del autor se basa en una anula-
ción de sus capacidades intelectivas y cognitivas que no concurre en el partícipe.
Artículo�21�CP
1.a. Las causas expresadas en el capítulo anterior, cuando no concurrieren todos los re-
quisitos necesarios para eximir de responsabilidad en sus respectivos casos."
Ahora bien, todo lo anterior no ha de interpretarse en el sentido de que cual- Eximente incompleta
quier incumplimiento de un requisito legalmente exigido en la regulación de
Las causas de justificación pue-
a
una causa justificante suponga la entrada en juego de los arts. 21.1. y 68 CP. den apreciarse como eximen-
tes incompletas si concurrien-
Según doctrina y jurisprudencia absolutamente asentadas, tal cosa sólo es po- do sus elementos esenciales se
sible cuando el requisito no satisfecho revista un carácter no�esencial para la incumple algún requisito no
esencial.
justificación, de modo que la no concurrencia de una exigencia considerada
esencial�o�imprescindible –como ocurre, por ejemplo, con la existencia de
una agresión ilegítima previa en la legítima defensa– impide no sólo que la
causa de justificación correspondiente pueda apreciarse como completa, sino
que también veda su estimación como justificante parcial o incompleta del
art. 21.1.a CP. Enseguida, al estudiar cada una de las causas de justificación
en nuestro sistema, efectuaremos la distinción necesaria entre los respectivos
requisitos esenciales e inesenciales.
© FUOC • PID_00225869 11 La antijuridicidad (III). La justificación
Por otra parte, se plantea la discutida cuestión acerca de si la justificación del Nota
comportamiento típico exige, además de los requisitos objetivos correspon-
El contenido exacto de los ele-
dientes, la presencia de algún elemento�subjetivo en el autor, es decir, que mentos subjetivos es algo doc-
este conozca la concurrencia de la situación justificante y quiera actuar en esas trinalmente controvertido ya
en sí mismo.
condiciones.
A dispara a B produciéndole la muerte sin saber que este se disponía, a su vez, a atacarle
de modo inminente. Aunque se cumplían los requisitos objetivos de la legítima defensa,
A lo desconocía y, por tanto, no actuaba para defenderse.
Caso real
Aunque carece de una fundamentación detallada, en esta línea podría enmarcarse la STS
de 11 de diciembre de 1990, que niega toda justificación al médico que realizó un abor-
to sin conocer las circunstancias de necesidad económica objetivamente concurrentes,
que, en cambio, llevaron a absolver a los padres (quienes, obviamente, las conocían) por
estado de necesidad.
la misma solución que a aquellos supuestos en los que falta algún requisito
objetivo (no esencial) exigido por la causa de justificación correspondiente: la
eximente incompleta del art. 21.1 CP.
Quien lanza una piedra contra la ventana de otro sujeto con la sola intención de dañar sus
bienes se halla justificado por el art. 20.7 si casualmente logra (resultado objetivamente
valioso para el Derecho) salvar la vida de dicho sujeto, que estaba a punto de perecer por
inhalación de gas. La falta de conocimiento de esa situación objetiva de peligro para el
bien jurídico impide justificar la acción típica por estado de necesidad, pero no veda el
hecho de acudir subsidiariamente a la causa de justificación de ejercicio de un derecho.
Hasta ahora nos hemos referido a los supuestos en que la actuación de un su- Ejemplo
jeto satisface los requisitos objetivamente exigidos por una causa de justifica-
A presencia cómo su hijo B es
ción, aun desconociéndolo este. Procede ahora abordar la situación en cierto introducido por la fuerza en un
modo inversa; es decir, los casos en que un sujeto actúa en el convencimien- coche por dos individuos; cre-
yendo que B está siendo obje-
to de que concurren los presupuestos objetivos exigidos por una justificante, to de una agresión ilegítima,
golpea y lesiona a estos últi-
cuando en realidad esto no es así. mos para defender a su hijo,
demostrándose posteriormen-
te que se trataba de dos poli-
En tales situaciones, usualmente denominadas de justificación (legítima de- cías de paisano que procedían
a la detención correcta de B.
fensa, estado de necesidad, etc.) putativa, el sujeto se halla, por tanto, inmerso
en un error�sobre�los�presupuestos�objetivos�de�una�causa�de�justificación,
que él cree concurrentes por equivocación. Para el estudio de dicho error y
su tratamiento legal (el cual dependerá, como veremos, de su consideración
como error de tipo o de prohibición, algo doctrinalmente muy debatido) nos
remitimos al lugar correspondiente en el módulo 5.
© FUOC • PID_00225869 13 La antijuridicidad (III). La justificación
Con buen criterio, la doctrina mayoritaria no exige con carácter general este
examen conforme a deber como un elemento subjetivo añadido para otorgar
la justificación, lo cual en el ejemplo propuesto supondría el amparo de la
conducta típica bajo la causa de justificación correspondiente.
2. La legítima defensa
2.1. Fundamento
Una vez superadas las concepciones monistas de la legítima defensa, como las
que la anclaban en el instinto de conservación o en la mera necesidad de sal-
var bienes en peligro (explicación esta última que no logra diferenciarla ade-
cuadamente del estado de necesidad), en la actualidad se sostiene mayorita-
riamente la doble fundamentación (individual y colectiva o supraindividual)
de esta causa de justificación:
Los requisitos exigidos por el art. 20.4 CP para la apreciación de una legítima
defensa radican en la existencia de una agresión ilegítima, la necesidad racio-
nal del medio empleado en la defensa y la falta de una provocación previa
© FUOC • PID_00225869 15 La antijuridicidad (III). La justificación
La alusión al carácter delictivo del ataque a los bienes, sin mayores distincio-
nes, significa admitir la legítima defensa también frente a infracciones patri-
moniales de escasa entidad: aunque se sancionen con una pena atenuada, los
hurtos o estafas de cantidades inferiores a los 400 euros son constitutivos de
delito, y pueden por tanto dar lugar a legítima defensa. La alusión legal al peli-
gro de deterioro o pérdida inminentes, por su parte, conlleva una consecuen-
cia de gran relevancia práctica: seguirá existiendo agresión ilegítima frente a la
que cabe defenderse mientras los bienes no se hayan perdido definitivamente,
esto es, mientras el agresor no haya logrado huir con ellos.
No puede ampararse en legítima defensa el herido que dispara sobre quien previamente
le agredió, pero ya se retiraba del lugar. Por el contrario, en una detención ilegal el ataque
al bien jurídico permanece en la medida en que se prolongue la privación de libertad,
por lo que la víctima podrá actuar en legítima defensa en cualquier momento de aquella.
Por otra parte, es adecuado que mencionemos llegados a este punto una ex-
tensa jurisprudencia del TS relativa a los supuestos de riña mutua o libremen-
te aceptada, situación esta en la que la existencia de agresiones recíprocas im-
pediría, según el Tribunal, la presencia de una verdadera agresión ilegítima,
de manera que se excluye, de este modo, la apreciación tanto de la eximente
completa como de la incompleta (vid., ejemplo, las sentencias de 13 de marzo
y 8 de octubre de 2001, o la de 4 de febrero de 2003). Dicha exclusión radical
de la justificación debería, no obstante, ser objeto de varias matizaciones (co-
mo el propio TS ha admitido en alguna ocasión; por ejemplo, en la sentencia
de 8 de julio de 1998). De entre estas matizaciones, la más importante afecta a
los casos en que durante una riña inicialmente aceptada (en la que los inter-
vinientes se acometen mutuamente, por ejemplo, con los puños) uno de los
sujetos se sale de los límites tácitamente acordados (empleando una pistola,
por ejemplo), supuestos en los que resultará más adecuado apreciar la agresión
ilegítima y admitir la posibilidad de legítima defensa del otro contendiente
(sin perjuicio de examinar más tarde la cuestión de la provocación previa del
defensor –lo que deberá hacerse sobre la base del último requisito de la justi-
ficante, que trataremos más adelante–). También se acepta la posibilidad de
defensa si la riña se ha interrumpido y uno de los contendientes la reinicia
agrediendo al otro.
© FUOC • PID_00225869 18 La antijuridicidad (III). La justificación
de una persona culpable. Así, por ejemplo, cabe justificar en virtud del art.
20.4 CP las acciones defensivas frente a agresiones llevadas a cabo por sujetos
inimputables o por alguna otra razón exentos de culpabilidad.
(3)
No obstante, aun admitiendo en principio la defensa frente a sujetos no cul- En caso de ser posible frente al
agresor no culpable sería aconse-
pables, hemos de señalar que en los últimos tiempos se está asentando la ten-
jable recurrir a la huida y evitar la
dencia a restringirla en este tipo de supuestos (o al menos en algunos de estos); defensa directa.
Si la inminencia o actualidad de la agresión son esenciales para dar lugar a lo "Exceso intensivo"
que podemos denominar una necesidad abstracta de defenderse (sin la cual
La falta de necesidad de la de-
se produce un exceso extensivo que, como sabemos, impide cualquier apre- fensa concreta empleada im-
ciación de la eximente, sea completa o incompleta), el requisito legal de la plica un "exceso intensivo" en
esta que, no obstante, permite
necesidad racional del medio empleado para impedir o repeler la agresión se la eximente incompleta.
Se producirá un exceso intensivo en la defensa si el atacado por otra persona sólo con
puñetazos saca una pistola y dispara a la cabeza del agresor, pudiendo haber ejercitado
otras alternativas defensivas.
A ello se une una segunda posibilidad: de existir un exceso intensivo (que que-
pa apreciar incluso habiéndose empleado esta perspectiva ex ante), este podría
llegar a estar cubierto por la causa de inexigibilidad de miedo insuperable (vid.
módulo V). Así lo han admitido expresamente algunas sentencias que en este
tipo de casos han absuelto de modo completo, como la STS de 24 de febrero
de 2000 (vid. igualmente la más compleja del 22 de febrero del 2007 sobre
compatibilidad entre la eximente incompleta de miedo insuperable y el error
determinante de una legítima defensa putativa incompleta).
Ahora bien, aun siendo ello cierto, no podemos dejar de mencionar la crecien-
te preocupación que la doctrina está mostrando por restringir la gran ampli-
tud de la que dicho punto de partida, aplicado sin más, dotaría a la eximente
estudiada. De ahí que –como parte de lo que suelen denominarse restricciones
eticosociales de la legítima defensa– se tienda a no admitirla (o como máximo
© FUOC • PID_00225869 20 La antijuridicidad (III). La justificación
Aun cuando la única forma de impedir el hurto de la cartera pase por disparar al ladrón
que huye con la intención de darle (por ejemplo, porque el propietario se encuentra im-
pedido para alcanzarlo corriendo tras él), la causación de la muerte o de gravísimas lesio-
nes a este no podría ampararse en la legítima defensa completa, dada la gran despropor-
ción entre el bien jurídico lesionado (la vida o la integridad física) y el que se pretendía
defender (el patrimonio ante una agresión de pequeña importancia).
3. El estado de necesidad
La segunda de las causas de justificación, contemplada en el art. 20.5 CP, per- Ejemplo
mite amparar el comportamiento de quien, para preservar un bien jurídico
Actúa en estado de necesidad
(propio o de otra persona) de un peligro inminente de lesión no tiene más sa- el excursionista que para evitar
lida que lesionar o poner en peligro un bien jurídico de un tercero, de manera morir durante una tempestad
entra en una casa de montaña
que produce, con ello, un mal que, valorado en su conjunto, ha de revestir ajena causando destrozos en la
puerta.
menor importancia para el ordenamiento que el que se pretendía evitar.
La regulación del estado de necesidad en nuestro Código (en la medida en que La tabla de Carneades
exige que "el mal causado no sea mayor que el que se trate de evitar") ha dado
Un ejemplo clásico, conocido
pie a una intensa polémica en el seno de la doctrina en torno a los supuestos como la tabla de Carneades,
en que ambos males puedan considerarse equivalentes. es el de dos náufragos que se
encuentran asidos a una tabla,
pero esta sólo puede soportar
el peso de uno de ellos. Para
La opinión doctrinal mayoritaria en nuestro país acoge la llamada teoría�de sobrevivir, uno de los dos fuer-
za al otro a soltar la tabla y es-
la�diferenciación, atribuyendo al estado de necesidad en estos supuestos la te muere ahogado.
naturaleza de causa de exculpación y no de justificación. De este modo, el art.
20.5 CP recogería simultáneamente un estado de necesidad justificante (para
los casos en que el mal producido sea efectivamente menor que el evitado, en
los que la conducta se considera jurídicamente correcta), y uno meramente
excluyente de la culpabilidad (aplicable a los supuestos de males equivalentes).
© FUOC • PID_00225869 22 La antijuridicidad (III). La justificación
2) La única forma de salvar los bienes en peligro tiene que ser la lesión de
intereses ajenos. Aunque la jurisprudencia no suele hacerlo (pues tiende a re-
querir sin más que la necesidad tenga un carácter absoluto), esta exigencia
podría disgregarse (tal como propone un sector doctrinal y una corriente ju-
risprudencial) en dos niveles distintos: en primer lugar, ha de existir lo que
podemos denominar la necesidad�abstracta de vulnerar bienes jurídicos, que
deberemos considerar un requisito esencial; de este modo, si hubiese sido po-
sible salvaguardar los bienes en peligro mediante una actuación perfectamente
respetuosa de los intereses de terceros, no podrá apreciarse estado de necesi-
dad ni en su variante completa ni incompleta. En segundo lugar, se exigiría la
llamada necesidad�concreta o subsidiariedad, referida al carácter imprescin-
dible del medio concreto elegido para solventar la situación de peligro. Par-
tiendo de que este sólo pudiera conjurarse mediante el sacrificio de intereses
jurídicamente protegidos, de entre todas las posibilidades se tiene que haber
optado por la menos lesiva, de modo que si el sujeto tenía a su disposición
otras alternativas menos invasoras, nos encontraríamos ante un caso de exce-
so intensivo (en nuestra opinión reconducible a la eximente incompleta).
Así, según un ejemplo muy común en la doctrina, la aplicación desnuda de este razona-
miento parecería conducir a justificar el hecho de que una persona sufriese contra su vo-
luntad la extracción de un órgano para trasplantárselo a quien lo necesita para sobrevivir,
dado que, a la luz de las penas asignadas a sus lesiones respectivas, el bien vida gozaría
en el Código penal de un mayor rango que la mera salud e integridad físicas.
Como factor que hay que tener en cuenta en esta ponderación global de todos
los intereses implicados debemos mencionar el principio�de�la�previa�distri-
bución�de�bienes, pues el ordenamiento jurídico reviste un carácter conserva-
dor en el sentido de favorecedor del statu quo. Esta idea es la que explica, utili-
zando un ejemplo doctrinal clásico, que no pueda justificarse la actuación del
portador de un lujoso abrigo de pieles que, para evitar que este quede dañado
en un fuerte aguacero, arrebata el paraguas a quien viste una prenda mucho
menos costosa. Por más que el sujeto pretendiera preservar un bien material
de mayor valor que el de la otra persona, la alteración de la distribución previa
de bienes que su conducta comporta supone que, considerada en su conjun-
to, esta produzca un mal mayor que el que pretende evitar, lo cual impide la
justificación.
La idea también puede aplicarse para dilucidar si nos encontramos ante males desiguales
o equivalentes. Así, en una variante del ejemplo de la tabla de Carneades, si después de
un naufragio, A se encuentra asido a una tabla que sólo soporta el peso de una persona
y ve cómo B se acerca con intención de salvarse a costa de él (de A), no puede decirse
que nos encontremos ante un conflicto entre bienes iguales (vida contra vida) de los que
en principio darían lugar a un estado de necesidad exculpante: la distribución previa de
bienes favorece a A, y motivará que su conducta consistente en no permitir que B se
agarre a la tabla (de donde se deriva la muerte de este) pueda considerarse justificada.
© FUOC • PID_00225869 25 La antijuridicidad (III). La justificación
Ejemplos� jurisprudenciales� de� apreciación� de� la� justificación� completa� por� ser� de
mayor�importancia�el�mal�evitado�que�el�causado
• En primer lugar tenemos que aclarar que, tal como precisa la doctrina ma-
yoritaria, el objeto de la provocación excluyente de la justificación ha de
ser realmente la situación de necesidad, es decir, el propio conflicto entre
bienes jurídicos. Para descartar la justificación no bastará, por tanto, con el
hecho de que el sujeto hubiese provocado de forma intencionada la situa-
ción de peligro previa a la colisión de intereses y que no necesariamente
tenía que haber desembocado en esta última.
• Debe quedar claro que tiene que tratarse de un riesgo de los que son inhe-
rentes a la profesión, y que en caso contrario no hay impedimento alguno
para aceptar el estado de necesidad.
Jurisprudencia
Como claro ejemplo de una apreciación inadecuada de este requisito podemos citar la STS
de 29 de octubre de 1951 relativa a una falsedad en documento público cometida por un
funcionario interino que buscaba con ello la obtención de fondos con los que pretendía
procurar un tratamiento a su mujer enferma. El TS alegó para rechazar la justificación
completa, entre otras cosas, que el funcionario tenía por el hecho de serlo obligación de
sacrificarse, apreciación claramente inadecuada por cuanto el hecho de ser funcionario
público no tiene nada que ver con la obligación de soportar riesgos para la salud propia
o de un familiar próximo. Obviamente, distinto es que en el caso concreto se hubieran
satisfecho otros requisitos de la justificante como los relativos a la subsidiariedad.
Ha de decirse, en todo caso, que este requisito tiene una incidencia casi nula
en la práctica, pues nunca se utiliza como argumento para denegar la justifi-
cación.
© FUOC • PID_00225869 28 La antijuridicidad (III). La justificación
Por otra parte, numerosos autores opinan que la esencia del precepto radica
en la referencia al cumplimiento de un deber o en ejercicio legítimo de un de-
recho. La referencia al oficio o cargo no tendría sustantividad propia, sino que
más bien ocurriría que el desempeño de un oficio o cargo se erigiría en fuente
de deberes o derechos. En cualquier caso, dado que el Código no especifica
requisitos ulteriores, lo que ha de entenderse es que el hecho típico queda jus-
tificado siempre�y�cuando�el�sujeto�se�comporte�dentro�de�los�límites�pro-
pios�de�su�deber,�derecho,�oficio�o�cargo (pues sólo entonces nos hallaremos
ante un ejercicio "legítimo"), límites que deberemos deducir de su regulación
en el sector del ordenamiento respectivo (civil, administrativo, etc.).
Ejemplo
Ejemplo
Sin lugar a dudas, la labor de estos profesionales (Policía nacial y Guardia Civil,
policías autonómicas y locales) implica la posibilidad de un uso de la violencia
que puede, a su vez, desembocar en resultados típicos de lesiones o incluso de
homicidio. En este contexto se trata de perfilar, con la ayuda de la Ley Orgánica
de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de 1986, los límites de ese empleo legítimo
de la violencia a efectos de amparar la conducta típica correspondiente bajo
la causa de justificación que nos ocupa.
En primer lugar, y aunque se trata de una cuestión obvia, hemos de mencio- Ejemplo
nar el requisito�consistente�en�que�el�agente�se�halle�en�el�ejercicio�de�sus
No son infrecuentes las resolu-
funciones, es decir, que la violencia sea ejercida en el desempeño de una fun- ciones relativas a agentes que
ción pública propia de su cargo (por ejemplo, proceder a la detención ante el portan su arma fuera de servi-
cio en locales de esparcimiento
cumplimiento de determinadas circunstancias o mantener el orden público). y terminan utilizándola en una
disputa personal.
El empleo de la fuerza por parte de un agente por motivos personales o priva-
dos no entraría dentro de la causa de justificación. En cualquier caso, nunca
deberemos confundir esta cuestión con el hecho de que la propia LOFCS, en
su art. 5.4.º, obliga a intervenir a los miembros de estos cuerpos "en cualquier
tiempo y lugar, se hallaren o no de servicio, en defensa de la Ley y de la segu-
ridad ciudadana".
Por otra parte, la doctrina ha ido perfilando los límites de este uso legítimo
de la fuerza de acuerdo con la idea fundamental de que dicho uso resulte ne-
cesario para cumplir las funciones que estos profesionales tienen encomen-
dadas por el ordenamiento. Ello se corresponde, además, con los principios
sentados� por� la� propia� LOFCS, de 1986, cuyo art. 5.2. establece que en el
cumplimiento de sus funciones los agentes deben regirse por los "principios de
congruencia, oportunidad y proporcionalidad en la utilización de los medios
a su alcance".
En cuanto al supuesto específico del uso de las armas de fuego reglamentarias, el mismo
art. 5.2 de dicha Ley establece que "sólo podrán utilizar sus armas en las situaciones
en que exista un riesgo racionalmente grave para su vida, su integridad física o las de
terceras personas, o en aquellas circunstancias que puedan suponer un grave riesgo para
la seguridad ciudadana y de conformidad con los principios a que se refiere el apartado
anterior".
© FUOC • PID_00225869 31 La antijuridicidad (III). La justificación
A este respecto se suele exigir, en primer lugar, una necesidad�abstracta del Ejemplo
empleo de la violencia para cumplir una función inherente al cargo, requisito
No hay necesidad abstracta
esencial cuya ausencia implica la imposibilidad de apreciar la causa de justi- de violencia cuando se practi-
ficación completa o incompleta (por ejemplo, STS de 19 de enero de 2005). ca una detención de un sujeto
que no opone resistencia algu-
Respecto a esta cuestión, en la actualidad está claro, una vez superadas vaci- na ni pretende darse a la fuga.
Uno de los ejemplos más tradicionales del ejercicio de un derecho con efecto
justificante ha sido desde antiguo el llamado "derecho de corrección" que el
Código civil (arts. 154 y 268) atribuía a padres y tutores sobre los hijos menores
no emancipados y los sometidos a tutela, respectivamente; su ejercicio, que
para resultar lícito y poder desplegar efectos justificantes en todo caso debía
ser "moderado", además de encontrarse presidido por un verdadero propósi-
to educativo, podía eventualmente amparar conductas típicas de amenazas,
coacciones, breves detenciones ilegales (prohibición de salir de la habitación o
© FUOC • PID_00225869 32 La antijuridicidad (III). La justificación
Pues bien, la evolución de nuestra sociedad hacia concepciones cada vez más
restrictivas de este derecho de corrección, muy especialmente en lo referido
al castigo corporal, ha culminado con la eliminación de su consagración nor-
mativa gracias a la modificación de los citados preceptos civiles por la Ley
54/2007. Ha de reconocerse, sin embargo, que con ello no se ha logrado dar
una solución enteramente satisfactoria a los supuestos de castigos corporales
leves (cachetes o bofetadas), sobre todo a la luz de la enorme severidad del
artículo 153 del Código penal, que asigna una pena de prisión de hasta un año
(alternativa a la de trabajos en beneficio de la comunidad) cualquier maltrato
de obra, también el ocasional, sobre una persona especialmente vulnerable
que conviva con el autor (lo que en principio incluirá a los hijos menores).
Con la regulación actualmente vigente, podremos por tanto encontrarnos con
acciones correctivas leves que en caso de ser ocasionales siguen considerán-
dose socialmente adecuadas y que, sin embargo, desaparecido el derecho de
corrección, pueden recibir pena de prisión (con la alternativa de trabajos en
beneficio de la comunidad) más en todo caso (art. 57.2 Cp) la pena accesoria
de alejamiento de la víctima del artículo 48.
correspondiente profesión, lo cual, en el caso que ahora nos ocupa, nos remi-
te a la Ley 41/2002, de Autonomía del Paciente. Pues bien, de dicha Ley no
se deduce en absoluto la visión antes mencionada, sino que, en sentido con-
trario, se trasluce la exigencia fundamental de contar con el consentimiento
previo del paciente a cualquier intervención sobre su persona; y si esto es así,
ya no podemos decir que el médico que actúa contra la voluntad del paciente
lo haga dentro de los límites sentados por la lex artis, de tal modo que el delito
producido (en este caso el de coacciones, o según un sector doctrinal, el de
4
lesiones) no podría justificarse por el art. 20.7 CP .
(4)
Los únicos casos en los que el ejercicio ilegítimo de la profesión permite actuar sin
consentimiento del paciente son los expresamente previstos por la Ley 41/2002 o por la
LO 3/86, de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública, a la que aquella se remite.
Como señalan Cobo del Rosal y Vives Antón, la respuesta tiene que ser sin
duda negativa. Y es que, en efecto, sería contradictorio que un mero deber de
obediencia carente de todo sustrato valorativo (en la medida en que partimos
de que se trata de una orden contraria a Derecho) fuese capaz de neutralizar el
desvalor inherente al comportamiento típico, por definición lesivo o peligroso
respecto de bienes jurídicos. La realización de la citada conducta no puede,
por tanto, ampararse en un supuesto deber de obediencia de órdenes superio-
res. Cuestión distinta será, obviamente, la de si el sujeto se encuentra incurso
en un error de prohibición (esto es, que actuase convencido de encontrarse
jurídicamente amparado) o en una situación de inexigibilidad (miedo insupe-
rable del art. 20.6 CP) que pudieran llegar a eliminar o, más probablemente,
a atenuar su responsabilidad penal.
Ejemplo
Un bañista presencia que dos personas se encuentran en serias dificultades para salir del
agua. Dándose cuenta de que una de ellas es su hijo pequeño, desatiende a la segunda para
socorrer a su hijo. La omisión de socorro respecto de la segunda persona estará justificada
por el cumplimiento del deber prevalente relativo a la salvación del hijo, reforzado por
la existencia de una posición de garantía específica.
© FUOC • PID_00225869 35 La antijuridicidad (III). La justificación
5. El consentimiento
Ejemplo
Ejemplo
Para concluir, únicamente resta señalar que la doctrina penal ha ido elaboran-
douna teoría general del consentimiento para determinar qué requisitos debe
satisfacer en orden a hacer desaparecer la tipicidad en los casos en que sea es-
te el efecto que se deduce del propio CP, así como para lograr la justificación
o simple atenuación en los casos en que así se prevé (determinadas lesiones,
por ejemplo), si bien es cierto que en estos últimos casos es frecuente que sea
el propio legislador quien especifique las características que desea exigir a la
manifestación de voluntad del sujeto pasivo. En cuanto a este aspecto se suele
señalar que el sujeto que consiente ha de poseer la llamada capacidad�natu-
ral�de�juicio para comprender el significado y consecuencias de su consenti-
miento (la cual no se identifica, por cierto, con la mayoría de edad civil), a lo
que se añade la ausencia�de�vicios�de�la�voluntad (como el error, la coacción
o el engaño) que invalidan el consentimiento prestado.
La culpabilidad
PID_00225872
1. La culpabilidad
1.1. Introducción
1.2. Evolución
Sin embargo, las insuficiencias de tal punto de vista pronto dieron paso (a par-
tir de las aportaciones de la sistemática neokantiana) a lo que suele denomi-
narse concepción�normativa de la categoría, donde la dimensión valorativa
cobraba una importancia esencial (aun sin negar la concurrencia de elementos
psicológicos). A partir de este momento, la culpabilidad se concibe como "jui-
cio de reproche" dirigido al concreto sujeto por haberse comportado de forma
contraria al ordenamiento. Pues bien, este nuevo entendimiento de la catego-
ría (que, como enseguida se verá, es el que aquí se comparte, aun con ciertas
precisiones) supone una lógica ampliación de su contenido. Si la afirmación
© FUOC • PID_00225872 8 La culpabilidad
Tal como se apuntaba más arriba, una vez superada la concepción de la culpa-
bilidad en clave meramente psicológica propia del primer causalismo, se con-
solida en la doctrina lo que suele denominarse concepción�normativa�de�la
culpabilidad, que entiende esta como un "juicio de reproche" personal diri-
gido al autor del hecho típico y antijurídico por haberse comportado de for-
ma contraria a Derecho. Pues bien, a partir de un determinado momento, tal
concepción se ve sometida a fuertes embates doctrinales, centrados ante todo
en rechazar su misma premisa fundamentadora (la de que el sujeto podía ha-
ber actuado de modo distinto a como lo hizo) por considerar empíricamente
indemostrable la base sobre la que esta, a su vez, se asienta: el libre albedrío
humano o libertad de voluntad.
Ahora bien, no todos los que adoptan esta perspectiva como punto de partida
extraen de ella las mismas consecuencias:
Pues bien, como paso previo a la crítica de algunas de estas propuestas, con-
viene comenzar por adoptar una toma de postura en torno al extremo origi-
nador de la controversia, es decir, el del papel que en Derecho penal tiene que
desempeñar (si es que eso es posible) el libre�albedrío�humano.
Por otra parte, el juicio que nos ocupa se debe realizar de un modo�individua-
lizado, esto es, atendiendo a las posibilidades de ese sujeto en la concreta situa-
ción en que se hallaba y huyendo de parámetros generalizadores. Por tanto,
la forma adecuada de resolver el problema no pasa por la aplicación sin más
del criterio generalizador del hombre medio. Esto ocurre por varias razones:
los presupuestos de un estado laico basado en una clara cesura entre derecho y
moral. La objeción tiene mucho de terminológica, y no logra afectar al núcleo
fundamentador de la categoría que nos ocupa.
• dichas penas no resultan relevantes para intimidar o motivar a quienes se Ejemplo (de 1)
hallan en tales situaciones, y
Las penas son innecesarias con
respecto al inimputable de es-
• tampoco son necesarias para el logro de tal objetivo respecto del resto de casa o nula motivabilidad oal
incurso en un error de prohi-
los ciudadanos. bición invencible (incapaz de
motivarse en la medida en que
ni siquiera advierte que actúa
de modo antijurídico).
Para los partidarios de este punto de vista, el hecho de que aquí se pueda de-
mostrar la innecesariedad de la pena en clave preventiva viene a significar que
la renuncia a la categoría de la culpabilidad no redunda en un menoscabo
© FUOC • PID_00225872 12 La culpabilidad
de las garantías a las que suele vinculársela (no castigo de inimputables, de Ejemplo (de 2)
incursos en errores de prohibición invencibles, etc.; a este respecto, podéis ver
El imputable no se siente me-
lo dicho en el módulo 1 al comentar el principio de culpabilidad). Sin embar- nos intimidado por el hecho
go, como gran parte de la doctrina se ha encargado de poner de relieve, que de que no se pene al inimpu-
table, en la medida en que re-
esto sea realmente cierto resulta harto discutible. Así, por ejemplo, el castigo conoce la diferencia que le se-
para de este y sabe que a él sí
del incurso en error invencible sí que podría resultar útil a efectos puramente le será impuesta una pena en
caso de delinquir.
preventivos, en la medida en que estimularía a los ciudadanos a comprobar
más cuidadosamente la licitud o ilicitud de sus comportamientos. Lo mismo
podría decirse con respecto a los inimputables por parte de quienes entienden
que estos también son en alguna medida accesibles a las normas.
Nota
Conviene insistir en que lo dicho en absoluto supone negar que la pena sólo se legitima,
como el propio Derecho penal, cuando resulta necesaria a efectos preventivos (podéis
ver el módulo I, apartado 1.4); pero que esto sea así no obliga –ni siquiera aconseja–
a prescindir de la culpabilidad como juicio autónomo de imputación, centrado en las
capacidades y condiciones del sujeto y en las circunstancias concretas concurrentes en la
situación en que el comportamiento antijurídico se produjo.
• Por último, en el caso de los delitos dolosos se deberá poder exigir al sujeto
comportarse de modo conforme a Derecho (exigibilidad; en la impruden-
cia esto ya habrá quedado contrastado, no requiriéndose la aparición de
este tercer elemento autónomo).
Ved también
Por lo demás, como se verá en su momento, de acuerdo con lo que se ha
expresado en este primer apartado del módulo, la exigibilidad constitu- Consultad el apartado 4.1.
2. La imputabilidad
(1)
Esa ha sido la fórmula mixta psicológico-normativa por la que acertadamente Y, con ello, a actuar en los térmi-
nos requeridos por el ordenamien-
ha optado el legislador en el Código penal. Como veremos en los siguientes
to jurídico.
subapartados de este apartado, por un lado se expresa el presupuesto de la
inimputabilidad (como, por ejemplo, una anomalía psíquica o la intoxicación
plena), y por otro el denominado efecto psicológico o psicológico-normativo
que lo anterior provoca en el sujeto: ausencia de capacidad para comprender la
antijuridicidad del hecho cometido o de la capacidad para acomodar la con-
ducta a dicho entendimiento1. Es posible, pues, que al sujeto le falte ya la po-
sibilidad de captar la ilicitud del hecho, pero también que, habiendo percibido
su carácter antijurídico, no haya podido optar por el comportamiento acorde
a la norma penal: en ambos casos nos encontramos ante un inimputable.
Así pues, desde la perspectiva que aquí hemos seguido, puesto que la culpa-
bilidad consiste fundamentalmente en la comprobación de si el sujeto ha in-
fringido el deber de abstenerse de delinquir que le era personalmente exigible
© FUOC • PID_00225872 15 La culpabilidad
y dado que para poder vulnerar dicho deber es necesario tener la capacidad de
cumplirlo, se puede afirmar que la imputabilidad constituye, asimismo, capa-
cidad de obligación.
En algunos supuestos concretos no resulta en absoluto fácil determinar cuándo nos en-
contramos ante un hecho típicamente ilícito cometido por un inimputable y cuándo,
por ejemplo, la enfermedad mental padecida por el sujeto que lo convierte en inimpu-
table repercute ya en "momentos anteriores" de la estructura del delito. Especialmente
complicada es, a veces, la delimitación entre la inimputabilidad y la propia ausencia de
acción. Recordad que se exige, como primer momento constitutivo del hecho criminal,
la presencia de un comportamiento humano voluntario. Pues bien, resulta ciertamente
imaginable, como se verá, que la perturbación padecida por el sujeto sea tal que llegue
a producir la anulación completa de su voluntad y no sólo el efecto psicológico deman-
dado en el artículo 20. Y, asimismo, también es posible que la enfermedad mental sea la
causa de la ausencia de un elemento subjetivo requerido en el tipo, o, según la sistemática
seguida, de la exclusión del dolo o de la suposición errónea de la concurrencia de una
situación justificante.
Hay que tener en cuenta que se trata de un cuadro necesariamente incompleto y eminen-
temente provisional (las categorías se encuentran en permanente proceso de revisión,
tanto en lo terminológico como en las clasificaciones efectuadas). De un tiempo a esta
parte tienden a imponerse las denominaciones y agrupaciones propugnadas en el Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V, 2013), de la Asociación psiquiá-
trica americana, y en el CIE-10, Trastornos mentales y del comportamiento: descripciones clí-
nicas y pautas para el diagnóstico (Clasificación internacional de las enfermedades: décima
revisión), de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
f)�Retraso�mental�(oligofrenia�o�subnormalidad�en�la�nomenclatura�tradi-
cional): se trata de supuestos caracterizados por la presencia de un desarrollo
mental incompleto o detenido, definido principalmente por el deterioro de
las funciones concretas de cada fase del desarrollo y que contribuyen al nivel
global de la inteligencia (cognoscitivas, motrices, lingüísticas, etc.). Frecuen-
temente, aparece acompañado de otros trastornos mentales. Un retraso men-
tal profundo (de acuerdo con los tests de inteligencia al uso, y estableciendo
los parámetros de normalidad entre 90 y 110, siendo 100 la cifra media ideal,
muestra un coeficiente intelectual inferior a 20, tradicionalmente denomina-
do idiocia, a la que se vinculaba una edad mental inferior a cuatro años, aun-
que debe reseñarse que en la actualidad se rechaza asociar una edad cronoló-
gica a una edad intelectiva) da lugar a la aplicación de la eximente completa.
Por lo general, al retraso mental grave (coeficiente entre 20 y 34) y al retraso
mental moderado (coeficiente entre 35 y 49) –tradicionalmente imbecilidad–
se les viene aplicando la eximente incompleta, aunque en sus franjas inferior
y superior pudieran en determinados casos ser susceptibles de merecer otras
respuestas. El retraso mental leve (coeficiente entre 50 y 69; debilidad mental)
puede dar lugar a la aplicación de la atenuante analógica. La torpeza mental,
sin embargo, no está considerada, al menos por sí sola, ni siquiera como ate-
nuante (coeficiente por encima de 70 y hasta 90): se trataría de sujetos plena-
mente imputables.
Algunas enfermedades se caracterizan por alternar fases agudas con fases asin-
tomáticas (la esquizofrenia o el trastorno bipolar constituirían casos paradig-
máticos; también la epilepsia). El Tribunal Supremo ha denegado la exención
de responsabilidad cuando el sujeto haya actuado en un "intervalo de razón".
Sin embargo, la cuestión resulta muy problemática por la extraordinaria difi-
cultad para distinguir entre auténticos momentos de lucidez y lo que no serían
más que efectos de la medicación en casos en que la enfermedad no remite en
realidad (pudiendo ser el delito la manifestación de un nuevo brote).
© FUOC • PID_00225872 19 La culpabilidad
Con anterioridad ya hemos señalado lo complicado que resulta distinguir aquellos casos
en los que una perturbación puede determinar la ausencia de comportamiento humano
de aquellos otros en que lo que provoca es un estado de inimputabilidad en el sujeto pero
no repercute en la configuración del hecho ilícito. Así, por ejemplo, y aunque resulta
discutido, los ataques convulsivos propios un ataque epiléptico, la narcosis o embriaguez
letárgica, o la hipnosis pueden dar lugar a la ausencia de comportamiento, activo u omi-
sivo, por encontrarse ausente en el sujeto toda voluntad. En cambio sí existe acción, aun-
que pudiera no haber imputabilidad o estar esta disminuida, en los casos de reacciones
primitivas, reacciones explosivas o actos en cortocircuito, actos impulsivos, etc. (En estos
últimos supuestos, podríamos encontrarnos ante una perturbación psíquica transitoria).
3) De acuerdo con el artículo 20, "en los supuestos de los tres primeros números
se aplicarán, en su caso, las medidas�de�seguridad previstas en este Código".
No resulta intrascendente la ubicación de esta cláusula al final del artículo 20,
pues, a diferencia de lo que ocurría en la legislación derogada (en la que la
previsión de medidas del artículo 8.1. se ceñía a los casos de enajenación), eso
permitirá su proyección a los supuestos de trastorno mental transitorio.
Artículo 96.3
Ved también
1) De acuerdo con el artículo 20.2 del Código penal, queda exento de respon-
sabilidad criminal quien "se halle en estado de intoxicación�plena por el con-
sumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias psico-
trópicas u otras que produzcan efectos análogos".
Es importante reseñar que el consumo prolongado de esas sustancias que gene- Alcoholismo crónico
ran adicción frecuentemente redunda en trastornos psíquicos permanentes de
Al alcoholismo crónico pue-
distinto orden. En estos casos de alcoholismo crónico o de intoxicación grave den ir asociados la demencia
y prolongada de estupefacientes (toxifrenia o psicosis tóxica), especialmente alcohólica, la alucinosis alcohó-
lica, el delirium tremens, el sín-
en casos de politoxicomanía, se debe admitir la aplicación de la eximente de drome de Korsakoff u otros
trastornos.
alteración o anomalía psíquica del artículo 20.1, lo cual posibilitará la, más
adecuada, imposición�de�una�medida�de�seguridad�de�internamiento�para
tratamiento�médico.
4) A los declarados incapaces de culpabilidad por haber delinquido en estado Ved también
de intoxicación plena o bajo la influencia de un síndrome de abstinencia se
Por lo demás, podéis ver las
les podrá aplicar, si fuera necesario y la pena que hubiera podido imponerse consideraciones generales so-
por el delito cometido en el caso de haber sido el sujeto responsable fuera bre la imposición de medidas
de seguridad contenidas en el
de privación de libertad, la medida de seguridad prevista en el artículo 102 apartado 2.3.3.
De acuerdo con el artículo 20.3. del Código penal, está exento de responsabi-
lidad criminal: " [...] el que, por sufrir alteraciones en la percepción desde el
nacimiento o desde la infancia, tenga alterada gravemente la conciencia de
la realidad".
Tras un primer pronunciamiento algo confuso sobre la fórmula legal (STS 14-3-1987), se
fue abriendo paso una interpretación amplia de la misma según la cual no resultaría im-
prescindible para su apreciación la concurrencia del presupuesto biológico mencionado.
Así, en la STS 20-4-1987 se indica que "la alteración en la percepción estará determinada,
en la generalidad de los casos, por un defecto sensorial –sordomudez, ceguera– o por una
anomalía cerebral susceptible de malinterpretar los datos suministrados por los sentidos,
aunque no pueda descartarse por completo... que la incomunicación y consecutiva falta
de socialización sean efecto de ciertas y graves anomalías del carácter o de excepcionales
circunstancias ambientales capaces de bloquear el proceso de integración del individuo
© FUOC • PID_00225872 25 La culpabilidad
A los declarados inimputables en virtud de esta eximente se les podrá aplicar, Ved también
si fuera necesario y la pena que hubiera podido imponerse por el delito come-
Podéis ver las consideraciones
tido en el caso de haber sido el sujeto responsable fuera privativa de libertad, generales sobre la imposición
la medida�de�seguridad prevista en el artículo 103 del Código penal: interna- de medidas de seguridad con-
tenidas en el apartado 2.3.3.
miento en un centro educativo especial (además, si es el caso, de las no priva-
tivas de libertad de los artículos 96.3 y 105). El internamiento no podrá exce-
der el tiempo que habría durado la correspondiente pena privativa de libertad
y, además, deberá cesar en cuanto el sujeto haya adquirido, por medio de la
educación, la capacidad para comprender la realidad jurídico-penal.
"Los menores de dieciocho años no serán responsables criminalmente con arreglo a este
Código.
Cuando un menor de dicha edad cometa un hecho delictivo podrá ser responsable con
arreglo a lo dispuesto por la ley que regule la responsabilidad penal del menor".
Evolución histórica
"Al mayor de dieciocho años y menor de veintiuno que cometa un hecho delictivo, po-
drán aplicársele las disposiciones de la ley que regule la responsabilidad penal del menor
en los casos y con los requisitos que esta disponga".
Sin embargo, a pesar de que en principio la LORPM contenía una previsión en ese senti-
do, singularizando el tratamiento que debía dispensarse a quienes denominaba jóvenes
(su aplicación se condicionaba a la concurrencia de determinados requisitos referidos al
tipo de infracciones cometidas –delitos menos graves sin violencia o intimidación en las
personas ni graves peligros para la vida o la integridad física de las mismas– o personales
–que su grado de madurez y circunstancias personales lo aconsejaran–, etc.), su entrada
en vigor para ese segmento de edad fue aplazándose de forma sucesiva hasta que quedó
finalmente descartada por la Ley orgánica 8/2006 del 4 de diciembre.
© FUOC • PID_00225872 27 La culpabilidad
2) Los mayores� de� catorce� y� menores� de� dieciocho� años quedan sujetos,
como se ha dicho, a la Ley orgánica 5/2000, reguladora de la responsabilidad
penal de los menores.
Esta ley les será de aplicación por la comisión de hechos tipificados como deli-
to en el Código penal o en las leyes penales especiales, siempre que no concu-
rran en ellos ninguna de las causas de exención o extinción de la responsabi-
lidad criminal previstas en nuestro ordenamiento jurídico-penal. No obstan-
te, hay que advertir que, dentro de esa franja de edad, a los menores en quie-
nes concurran las causas de inimputabilidad reconocidas en los tres primeros
apartados del artículo 20 del Código penal se les podrá aplicar, en caso nece-
sario, las medidas de internamiento en centro terapéutico o de sometimiento
a tratamiento ambulatorio previstas en la LORPM.
Además del internamiento en régimen cerrado y la libertad vigilada ya citadas, otras me-
didas previstas en la LORPM son el internamiento en régimen semiabierto, el interna-
miento en régimen abierto, el internamiento terapéutico, el tratamiento ambulatorio, la
asistencia a un centro de día, la permanencia de fin de semana, la libertad vigilada, la
prohibición de aproximarse o comunicarse con la víctima, la convivencia con otra per-
sona, las prestaciones en beneficio de la comunidad, la realización de tareas socioeduca-
tivas, etc. (podéis ver consultar el artículo 7).
Inimputabilidad
Por eso, en los delitos de resultado debe quedar exento de responsabilidad criminal quien
ejecuta la acción en situación de inimputabilidad –por ejemplo, por padecer un trastorno
mental transitorio o encontrándose en un estado de intoxicación etílica plena–, aunque,
por ejemplo, en el momento de producirse el resultado delictivo esta ya haya desapare-
cido. Asimismo, en aquellos casos en los que el delito se ve integrado por una pluralidad
de acciones, solamente se responderá por aquellas que se hayan realizado encontrándose
el sujeto en situación de imputabilidad.
Pese a esto, si la inimputabilidad aparece antes de pronunciada sentencia firme, debe ar-
chivarse la causa hasta que el procesado recobre la salud mental, pudiéndosele aplicar las
medidas de seguridad previstas en el Código penal (art. 383 LECr). Si, por el contrario, la
inimputabilidad sobreviene después de que se haya dictado sentencia firme ("una situa-
ción duradera de trastorno mental grave que le impida conocer el sentido de la pena"),
conforme al artículo 60 del Código penal queda suspendida la ejecución de la pena pri-
vativa de libertad que se ha impuesto, debiendo recibir el penado la asistencia médica que
requiera, para lo cual podrá decretar la imposición de una medida de seguridad privativa
de libertad que no podrá ser más gravosa que la pena substituida (en caso de recobrar la
salud mental, se atribuye al juzgador la facultad de suspender e incluso dar por extingui-
da la condena que resta si su cumplimiento resulta innecesario o contraproducente).
© FUOC • PID_00225872 29 La culpabilidad
Ausencia de acción
Una construcción de este tipo se utiliza igualmente para hacer referencia a situaciones de
provocación de la ausencia de otros elementos del hecho delictivo, singularmente a casos
de ausencia de acción: la madre, sabiendo que tiene un sueño agitado, asfixia durante
la noche con su cuerpo al recién nacido que duerme junto a ella en la cama (estado de
inconsciencia por sueño) (sobre el particular podéis ver el apartado 4.3.3 del módulo 2).
Asimismo, se sostiene que también existe una similitud estructural entre estos supuestos y
los de provocación de los presupuestos de una causa de justificación (actio illicita in causa:
así, la existencia de provocación suficiente por parte del defensor en la legítima defensa
o la provocación intencionada de la situación de necesidad en el estado de necesidad).
La diferencia más relevante que se deriva de la opción por uno u otro se cifra en la fi-
jación del momento del inicio de la ejecución del delito: en el caso del "modelo de la
tipicidad", la tentativa comenzaría con la colocación de la propia persona en estado de
inimputabilidad, mientras que, de acuerdo con el "modelo de la excepción", aquella no
se verificaría hasta el comienzo de la realización de los actos típicos.
3) Por lo que respecta al título� de� imputación� subjetiva� concurrente, no Ejemplo de actio libera in
resulta pacífica la determinación de cuándo nos encontramos ante una actio causa dolosa:
libera in causa dolosa y en qué ocasiones ante una actio libera in causa impru- A ingiere bebidas alcohólicas
dente (uno de los principales inconvenientes viene dado por la disparidad de con la intención de colocarse
en estado de embriaguez y en
opiniones sobre el objeto y momento de apreciación del dolo y la impruden- ese estado llevar a cabo una
acción delictiva.
cia en esta sede). Sin que aquí sea posible profundizar en la problemática, la
postura que se estima más correcta es la siguiente: para poder imputar el he-
cho a título de dolo, debe concurrir en el momento de la acción precedente el
denominado doble dolo, referido por un lado a la acción misma de colocarse
en estado de inimputabilidad y por otro al hecho típico que posteriormente se
cometerá en ese estado. En un segundo momento, y aunque resulta impropio
hablar de una apreciación de dolo o imprudencia en el instante de llevar a
cabo la acción lesiva posterior (puesto que hay inimputabilidad), se puede dis-
tinguir asimismo entre aquellos casos en los que el sujeto colocado en estado
de inimputabilidad realiza "dolosamente" el hecho (delito doloso consumado)
y aquellos en los que lo realiza "imprudentemente" (delito intentado, debido
a desviación del curso causal).
Los restantes supuestos (provocación imprudente de la situación de inimpu- Ejemplo de actio libera in
tabilidad o previsión o deber de previsión del hecho posterior) responden al causa imprudente:
esquema de la actio libera in causa imprudente (más fáciles de imaginar en la A ingiere bebidas alcohólicas
práctica), sancionable siempre que concurran los requisitos de la imprudencia pudiendo prever que ello le
colocará en estado de embria-
y, huelga decirlo, si con relación al delito en cuestión aquella se encuentra guez y que en tal estado es
probable que lleve a cabo una
efectivamente incriminada (vid. sobre la incriminación tasada de la impruden- acción delictiva.
cia el apartado 8.1 del módulo 2).
© FUOC • PID_00225872 31 La culpabilidad
En los casos de omissio libera in causa (in agendo –"omisión por comisión"– o
in omittendo) debe recurrirse a la punición omisiva, castigándose por comisión
por omisión o por omisión propia, si es el caso, dependiendo de la concurren-
cia o no de la posición de garantía. Del mismo modo deberá en principio pro-
cederse para la actio libera in causa in omittendo.
4) La construcción de la actio libera in causa resulta operativa tanto para el tras- La actio libera in causa
torno mental transitorio como para la intoxicación plena (dos supuestos en
Únicamente resulta imaginable
los que resulta posible que la situación de inimputabilidad la haya provocado en casos de trastorno mental
una conducta anterior del individuo). Así, de acuerdo con el segundo párrafo transitorio o estado de intoxi-
cación plena.
del artículo 20.1, el trastorno mental transitorio no eximirá de pena "cuando
hubiese sido provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o
hubiera previsto o debido prever su comisión". Del mismo modo, de acuerdo
con lo dispuesto en el artículo 20.2, el estado de intoxicación plena en el mo-
mento de verificar la infracción penal, no constituirá causa de inimputabili-
dad cuando haya sido buscado "con el propósito de cometerla o no se hubiese
previsto o debido prever su comisión".
En cambio, del tenor del artículo 20.2 parece desprenderse, según algún autor,
la voluntad de no proyectar la estructura de la actio libera in causa a aquellos
casos de actuaciones llevadas a cabo bajo el síndrome de abstinencia (figura
que viene recogida en el mismo precepto sólo tras el pasaje más arriba repro-
ducido). Con ello quedaría atajada una cierta tendencia jurisprudencial a re-
trotraer en estos casos el momento de la imputación al instante en el que el
sujeto, sabedor de que un tal estado podía desembocar en la realización de
conductas delictivas, decidiera no ingresar en un centro de deshabituación al
advertir su próxima aparición (supuesto de actio libera in causa in omittendo).
No parece del todo fácil reconducir estos casos, como propone algún autor,
a la comisión por omisión (por la vía de construir una posición de garantía
"de uno mismo").
Artículo 14.3 CP
"El error invencible sobre la ilicitud del hecho constitutivo de la infracción penal excluye
la responsabilidad criminal. Si el error fuera vencible, se aplicará la pena inferior en uno
o dos grados."
Mientras que el error de tipo se proyecta sobre el hecho valorado como ilícito Ved también
(objeto de la valoración: sobre el hecho constitutivo de la infracción criminal),
Sobre el error de tipo podéis
el error de prohibición versa sobre la valoración como ilícito que recae sobre ver el apartado 9 del módulo
el hecho (valoración del objeto: sobre la ilicitud del hecho constitutivo de la 2.
El camino hasta el reconocimiento de la virtualidad eximente (en caso de in- Ejemplo de error directo
vencibilidad) o atenuante (en caso de vencibilidad) del error de prohibición de prohibición
ha sido arduo. Tradicionalmente imperó el principio de error iuris nocet, como Un mormón recién llegado a
se ha señalado, y sólo desde hace unas décadas se ha ido atribuyendo relevan- nuestro país contrae segundo
matrimonio al estar conven-
cia en la jurisprudencia al error sobre la antijuridicidad de la propia conducta. cido de que la bigamia se en-
cuentra permitida.
Hasta 1983, con la introducción del art. 6 bis a) en el Código penal, no encuen-
tra el error de prohibición consagración legislativa en nuestro ordenamiento.
De lege lata no parece posible considerar otra opción (el Código penal habla en
el artículo 14 simplemente de "error sobre la ilicitud del hecho", sin ulteriores
añadidos) que aplicar a estos supuestos una atenuante analógica que refleje la
disminución de la reprochabilidad concurrente.
sibilidad de error, y los artificiales (mala quia prohibita). Algunos autores dife-
rencian entre delitos de Derecho penal nuclear, en el que el error de prohibi-
ción, al menos directo, resulta prácticamente inconcebible, y los de Derecho
penal accesorio o secundario.
Tras haber sido agredido por B y cuando este se da a la fuga, A le dispara por la espalda, en
la creencia errónea de que la legítima defensa le permite responder aunque haya cesado
la agresión.
Un político amenazado por una organización armada toma erróneamente por un terro-
rista dispuesto a matarlo a alguien que se aproxima disfrazado de partisano y pertrechado
con una escopeta de postas, y le abate de un disparo (legítima defensa putativa).
Sin embargo, tampoco constituye ni puede ser tratado como un error de tipo.
Desde luego, entre el error sobre el hecho típico y el error sobre la ilicitud del
hecho típico es evidente que se encuentra mucho más cerca del primero: al
tratarse de un error sobre el hecho típicamente ilícito constituye un error so-
bre el "objeto de la valoración" y no, como hemos visto, sobre la valoración
que el ordenamiento efectúa sobre el mismo. Por lo demás, la mención en el
artículo 14.1 a un error sobre el "hecho constitutivo" de la infracción podría
abrir, en principio, la posibilidad de aplicar dicha regla también para el error
sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación. Sin embargo,
ello no resulta conveniente. En primer lugar, porque comportaría la parifica-
ción de dos situaciones diferenciadas (así, desconocer que se mata y saber que
se mata aun en la creencia de estar haciéndolo en legítima defensa): la realiza-
ción dolosa del estricto hecho típico no desaparece por suponer erróneamente
el sujeto que lo ha llevado a cabo que concurren los presupuestos objetivos
de una causa de justificación. Por otra parte, la incriminación fragmentaria de
la imprudencia daría lugar a evidentes lagunas de punibilidad (quiérase o no,
la imprudencia tipificada en el Código penal está recortada a la medida de la
imprudencia de hecho típico).
En los casos de error inverso o error al revés, a diferencia de los vistos con an-
terioridad, el sujeto no ignora la concurrencia de un elemento del delito, sino
que, por el contrario, supone erróneamente su presencia (ello varía en el caso
del error al revés sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación
por el papel que estos desempeñan en la estructura del hecho punible).
© FUOC • PID_00225872 38 La culpabilidad
A, musulmán recién llegado a nuestro país, practica el adulterio creyendo que ello se
encuentra penado en nuestra legislación.
A dispara con su escopeta de mira telescópica sobre su enemigo B, sin saber que este
último, que se encuentra a cien pasos del primero, estaba a punto de accionar un coche
bomba aparcado junto a él.
Estos casos, a diferencia de los errores inversos de tipo o de prohibición, presentan una
apariencia distinta: en realidad se produce en ellos un déficit de conocimiento (mientras
que en el error directo sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación el
autor supone una circunstancia no concurrente en la realidad).
Sin embargo, esto último no parece razonable más allá de la teoría de los ele- Ved también
mentos negativos del tipo (que, al fin y al cabo, acaba viendo de este modo
Sobre todo esto, podéis ver
parificados el tratamiento del error inverso de tipo positivo con el error inver- también el apartado 1.3 del
so de tipo negativo). Algunos autores han sugerido la posibilidad de aplicar en módulo 4.
estos casos una eximente incompleta del artículo 21.1 (que vendría a reflejar
la disminución del injusto propia de –valga la expresión– una tentativa de he-
cho típicamente antijurídico). Esto no sólo permitiría dar a estos supuestos un
tratamiento distinto al del error inverso de tipo (al de la tentativa de tipo es-
tricto), sino que, incluso, permite contemplar su eventual concurrencia con, a
la vez, un error directo o inverso de tipo (imprudencia o tentativa de hecho tí-
pico, respectivamente). En cualquier caso, se trata de una cuestión no resuelta.
© FUOC • PID_00225872 39 La culpabilidad
4.1. Introducción
Ahora bien, se debe tener en cuenta que los conceptos de "posibilidad" y "exi-
gibilidad" no son coincidentes sin más. Es cierto que lo imposible no es exigi-
ble; sin embargo, es perfectamente admisible que un comportamiento posible
no sea, a pesar de ello, exigido por el Derecho. Pues bien, es precisamente ahí
donde la idea de exigibilidad entra en juego, no ya como criterio informador
de la idea misma de culpabilidad (que es lo que hasta el momento viene po-
niéndose de manifiesto respecto a los casos en que "no se puede" actuar de
otro modo), sino como un elemento independiente en el seno de la estructura
del juicio de imputación. Y es que, como se decía, en los comportamientos
© FUOC • PID_00225872 40 La culpabilidad
intereses en inminente peligro). Eso sí, el afectado por la conducta típica, que
se encuentra en idéntica situación, mantendrá el derecho a oponerse a aque-
lla, pues, no lo olvidemos, la misma sigue siendo considerada antijurídica o
ilegítima.
Ejemplos
• A se acerca a B (una mujer de 75 años de edad y muy débil físicamente) con una
navaja; aunque A avanza lentamente y se encuentra todavía a bastantes metros de
distancia, lo que posibilitaría que B disparara a partes no vitales del cuerpo antes de
que el atacante pudiera llegar a lanzarse sobre ella (lo que B percibe), B (que tiempo
atrás padeció un ataque similar) opta, muy atemorizada, por dispararle a la cabeza.
1)�El�miedo
2)�El�carácter�insuperable�del�miedo
© FUOC • PID_00225872 44 La culpabilidad
Artículo 454 CP
"Están exentos de las penas impuestas a los encubridores los que lo sean de su cónyuge o
de persona a quien se hallen ligados de forma estable por análoga relación de afectividad,
de sus ascendientes, descendientes, hermanos, por naturaleza, por adopción, o afines en
los mismos grados, con la sola excepción de los encubridores que se hallen comprendidos
en los supuestos del número 1.º del artículo 451."
De acuerdo con la doctrina mayoritaría, también este sería el caso del delito de omisión
del deber de socorro (art. 195.1: "El que no socorriese a una persona que se halle desam-
parada y en peligro manifiesto y grave, cuando pudiere hacerlo sin riesgo propio ni de terce-
ros [...]") o del de omisión del deber de impedir delitos o de promover su persecución (art.
450: "El que, pudiendo hacerlo con su intervención inmediata y sin riesgo propio o ajeno
no impidiere la comisión de un delito [...]"), en los cuales la vinculación de la demanda
de una prestación positiva por parte del ciudadano a la ausencia de riesgo propio o ajeno
se encontraría inspirada en el principio de exigibilidad.
© FUOC • PID_00225872 46 La culpabilidad
Resumen
Por lo que respecta a la esencia del juicio de culpabilidad como uno de los
pilares sobre los que se asienta la teoría del delito, en estas páginas –en con-
creto en el primer apartado– nos hemos pronunciado a favor de una concep-
ción fundamentalmente normativa (si bien no exenta de algunos elementos
psicológicos): en definitiva, se trata de realizar un juicio de valor que permita
responsabilizar personalmente al autor concreto de su comportamiento anti-
jurídico, lo cual sucederá cuando, a la vista de sus capacidades y de la concreta
situación en la que se hallaba, podía haber actuado de otro modo y esta actua-
ción le era exigible. En este sentido, la libertad de voluntad de la persona para
optar entre varios cursos de acción se configura como presupuesto ineludible
del juicio que nos ocupa; teniendo en cuenta que la propia Constitución se
asienta sobre una imagen del hombre como ser digno, y por tanto libre, tal
cosa no tiene por qué suscitar los intensos reparos doctrinales que a menudo
se le han dirigido.
Índice
Introducción............................................................................................... 5
Objetivos....................................................................................................... 7
1. Concurso de delitos........................................................................... 9
1.1. Introducción. El concurso de delitos como fenómeno de
pluralidad delictiva ..................................................................... 9
1.2. Concurso real .............................................................................. 9
1.3. El concurso ideal de delitos y medial de delitos ......................... 12
1.4. Delito continuado y delito masa ................................................ 16
5. La pena de multa............................................................................... 57
5.1. La pena de multa como pena patrimonial ................................. 57
5.2. El sistema de días-multa ............................................................. 58
5.3. La multa proporcional ................................................................ 60
7. Punibilidad.......................................................................................... 72
Resumen....................................................................................................... 74
Glosario........................................................................................................ 77
Bibliografía................................................................................................. 78
© FUOC • PID_00225870 9 Consecuencias jurídicas del delito
1. Concurso de delitos
Al responsable de dos o más delitos se le impondrán todas las penas correspondientes a las
diversas infracciones para su cumplimiento simultáneo, si fuera posible, por la naturaleza
y efectos de las mismas.
Una vez afirmada la existencia del concurso real, la solución penológica que
adopta el Código penal español es la de la acumulación�material. Esto es, se
imponen todas las penas correspondientes a los delitos cometidos (quot delicta,
tot poenae, conforme al brocardo romano: tantos delitos, tantas penas). Penas
que podrán cumplirse de forma simultánea si son de distinta naturaleza (por
ejemplo, una pena de prisión y una inhabilitación especial), pero que deberán
cumplirse de forma sucesiva, por orden de su respectiva gravedad, en caso de
ser homogéneas (varias penas de prisión).
• Por un lado, la suma de las penas no podrá exceder, con carácter general,
del triple del tiempo de duración de la pena más grave impuesta. Se trata,
como se ve, de un límite�relativo.
Artículo 76
a) De 25 años, cuando el sujeto haya sido condenado por dos o más delitos y alguno de
ellos esté castigado por la ley con pena de prisión de hasta 20 años.
b) De 30 años, cuando el sujeto haya sido condenado por dos o más delitos y alguno de
ellos esté castigado por la ley con pena de prisión superior a 20 años.
c) De 40 años, cuando el sujeto haya sido condenado por dos o más delitos y, al menos,
dos de ellos estén castigados por la ley con pena de prisión superior a 20 años.
d) De 40 años, cuando el sujeto haya sido condenado por dos o más delitos referentes
a organizaciones y grupos terroristas y delitos de terrorismo del capítulo VII del título
XXII del libro II de este código y alguno de ellos esté castigado por la ley con pena de
prisión superior a 20 años.
e) Cuando el sujeto haya sido condenado por dos o más delitos y, al menos, uno de ellos
esté castigado por la ley con pena de prisión permanente revisable, se estará a lo dispuesto
en los artículos 92 y 78 bis.
Un sujeto condenado a cinco penas de diez años cada una, que por aplicación del artículo
76 no podrá cumplir más de 20 años. Como este límite es inferior a la mitad de la suma
de las impuestas (25 años), entonces el juez puede acordar que los cálculos se hagan sobre
los 50 años. Así, por ejemplo, habrá cumplido el periodo de seguridad, para poder ser
clasificado en tercer grado, a los 25 años. Como a los 20 ya habrá cumplido, el sistema
© FUOC • PID_00225870 12 Consecuencias jurídicas del delito
Este sistema es facultativo (el juez puede o no acordarlo) y reversible (el juez
de Vigilancia puede revocarlo, acordando el régimen normal de cumplimiento
atendido el pronóstico favorable de reinserción social del penado).
Además, para evitar que en estos casos los intentos resocializadores del penado
resulten perfectamente inútiles, en infracción del artículo 25.2 CE, el art. 78
prevé un régimen especial: podrán acceder a tercer grado o a libertad condi-
cional cuando quede una quinta parte del límite máximo que cumplir o una
octava parte, respectivamente.
En la práctica, a quien le haya sido aplicado el art. 78 en casos de límite de cuarenta años,
deberá afrontar treinta y dos años de cumplimiento en régimen ordinario, y treinta y
seis hasta poder acceder a la libertad condicional, sin posibilidad de remisión alguna. Un
régimen sin duda más severo que la «nominal» condena a perpetuidad, que en la mayoría
de países europeos resulta de obligada revisión transcurridos quince o veinte años.
1)�El�concurso�ideal
Existe concurso ideal cuando un solo hecho constituye dos o más de-
litos.
Para algunos, por unidad de hecho basta la unidad de acción, esto es, el mo-
vimiento corporal que resulta de una única decisión de la voluntad –p. ej.,
poner una bomba que causa varias muertes; concurso ideal (homogéneo) de
tantos asesinatos como fallecidos. Quien identifica la unidad de hecho con la
unidad de acción otorga mayor campo de actuación al concurso ideal.
Otros autores sostienen que basta con la identidad parcial del sustrato fáctico
subyacente a ambos tipos. Los tipos operan como plantillas que recortan un
sector de la realidad. Cuando ambos tipos recortan un sector común, enton-
ces existe concurso ideal. En la práctica, este criterio puede sufrir restricciones
normativas, como de hecho hace el Tribunal Supremo español cuando, tra-
tándose de delitos dolosos, niega el concurso ideal en caso de varias muertes.
Así, el terrorista que pone una bomba respondería por concurso real, no ideal, de asesi-
natos. El argumento normativo es obvio: no debería premiarse el «ahorro» calculado de
energía criminal. Ejemplo: un padre dispuesto a matar a sus gemelos, arroja el cochecito
donde están ambos al río (¿concurso ideal?). Variante: saca primero a uno del cochecito
y lo arroja al río. Saca luego al segundo y lo arroja (¿concurso real?). Para solucionar el
dislate, se propone que, en caso de dolo directo o incluso eventual, la acción tenga una
significación plural al direccionarse a la pluralidad de resultados queridos.
2)�El�concurso�medial
Para perpetrar un robo en una joyería, los ladrones practican un «alunizaje», provocando
unos daños en el escaparate de vidrio reforzado de miles de euros. Concurso medial de
robo con fuerza y daños. La importancia de los daños causados no permite aquí su sub-
sunción, sin más, en el concepto de fractura exterior del robo con fuerza, pues exceden
de lo normal. De lo contrario –daños de poca importancia–, se estaría ante un concurso
aparente de normas por consunción –actos simultáneos copenados.
Así, por ejemplo, la coacción es siempre necesaria para cometer el robo con violencia o
intimidación, y por eso existe un solo delito, el robo; de lo contrario se infringiría el non
bis in idem al valorarse por partida doble la compulsión en la voluntad de la víctima.
3)�Tratamiento�penológico
(1)
Sobre tal marco deberá articular las reglas que rigen en materia de iter criminis, Solo podrán volver a valorarse
aquellos elementos atenuatorios
primero, y autoría y participación, en segundo lugar. De ahí resulta el marco
de acuerdo con el principio de non
penal abstracto sobre el que operar para obtener luego el marco penal concreto, bis in idem material.
tes del Código penal. Dicho marco penal concreto resultante debe ser luego
concretado teniendo en cuenta los principios que señala el art. 66.7 –gravedad
del hecho y personalidad del autor. De ahí resulta la pena concreta a la que
se refiere el precepto, a la cual simplemente debe sumarse un día de prisión,
un día-multa, o un día de privación de derecho, dependiendo de la naturaleza
de la pena, para la obtención del límite mínimo. El límite máximo será la suma
de las penas concretas de todos y cada uno de los delitos cometidos que con-
forman el concurso medial. Finalmente, determinado el nuevo marco penal,
deberá acudirse nuevamente a las reglas del art. 66 CP para individualizar la
pena a imponer1.
Imagínese un concurso medial entre falsedad de documento mercantil y estafa por valor (2)
Cfr. la pena resultante de la apli-
de 40.000 euros. Imaginemos además que concurre una circunstancia atenuante de repa- cación de la regla del concurso
ración del daño. El juez deberá, en primer lugar, concretar la pena del delito de falsedad. medial hasta la reforma de 2015.
Conforme al art. 392 CP en relación con el art. 390.1 correspondería un marco penal En este mismo supuesto, de 1 año
de prisión de seis meses a tres años. La atenuante resulta aplicable pues la circunstancia y 9 meses a 2 años, 4 meses y 15
21.5 exige solo reparar el daño ocasionado, y es obvio que el daño patrimonial ha sido días, lo que por resultar superior a
también consecuencia de la falsedad. En aplicación de la regla contenida en el art. 66.1 la suma de ellas por separado de-
CP, el marco penal concreto resultante sería el siguiente: pena de seis meses a un año y bería aplicarse la regla del concur-
nueve meses que adicionalmente hay que concretarla, adoptando los criterios que señala so real.
el art. 66.6 CP, por lo que el juez decide imponer la pena en su grado mínimo –seis me-
ses–. Luego deberá concretar también la pena del delito de estafa. Conforme al art. 248 –
al no concurrir ningún tipo cualificado del art. 250 CP– la pena resultante será también
pena de seis meses a tres años, resultando un marco penal concreto de seis meses a un
año y nueve meses (por la concurrencia de la atenuante) y, de acuerdo con la gravedad
del hecho, decidir que, acercándose la cuantía a la establecida en la circunstancia 5ª del
art. 250 CP, impondrá una pena de nueve meses. Así, tenemos, por un lado, el límite
mínimo: pena de nueve meses y un día (pena superior a la que habría correspondido por
la infracción más grave). Por otro lado, el límite máximo: pena de un año y tres meses (la
suma de las penas concretas: 9 + 6 meses). Este marco penal debería ser nuevamente con-
cretado. Por tanto, al concurrir una atenuante –por mucho que ya haya sido utilizada–
deberá volver a tenerse en cuenta para imponer la pena en su mitad inferior: de nueve
meses a un año2.
Solo, pues, en aquellos casos en los que la fijación de la pena concreta se acerca
al límite máximo del marco penal en abstracto, la nueva regla tendrá efectos
perjudiciales. Pues hasta la entrada en vigor de la LO 1/2015, dicho marco era
el límite infranqueable (absorción con agravación del marco penal abstracto).
Cuanta mayor amplitud tenga el marco penal abstracto y más se aleje del lími-
te máximo la pena impuesta al delito más grave, más posibilidades de que la
nueva regla sea beneficiosa para el reo. Esta desigual distribución de los efectos
agravatorios del concurso medial no encuentra en consecuencia fundamento
alguno desde el punto de vista axiológico. Pues se hace depender de dos cir-
cunstancias, una de las cuales es absolutamente errática: la amplitud del mar-
co penal abstracto dispuesto por el legislador.
Parte, pues, de la ficción jurídica de considerar un solo delito lo que no son más
que una pluralidad de infracciones homogéneas realizadas bien en atención
a un plan conjunto (dolo conjunto), bien por aprovechamiento de idéntica
ocasión.
de faltas, pues tal cosa supondría valorar por partida doble tales elementos
singulares (non bis in idem), una vez para realizar «el salto» al delito, y otra,
para agravarlo.
Si en la primera versión del código el delito continuado recibía la imposición Sistema de exasperación
de la pena de la infracción más grave en su mitad superior (sistema de absor- de la pena
ción�con�agravación), tras la reforma operada por la LO 15/2003, es posible Este sistema rige para toda cla-
aplicar ahora la pena superior en grado; concretamente puede llegarse hasta se de delito continuado, inclui-
dos los patrimoniales tras el
la mitad inferior de la pena superior en grado (sistema�de�exasperación�de acuerdo del pleno no jurisdic-
cional de la Sala de lo Penal
la�pena). del Tribunal Supremo de 30 de
octubre de 2007. Antes de ese
acuerdo, la jurisprudencia sos-
El denominado delito�masa constituye realmente una modalidad agravada de tenía que en los delitos patri-
moniales continuados se podía
delito continuado patrimonial, por razón de la notoria gravedad del perjuicio recurrir la pena, en atención
al perjuicio total causado, en
causado y el hecho de haber irrogado perjuicio a una generalidad de personas. toda su extensión, esto es, sin
Así, por ejemplo, las grandes estafas inmobiliarias. En estos casos, el juez o necesidad de agravar la pena
en su mitad superior.
Tribunal puede imponer motivadamente la pena superior en uno o dos grados,
en la extensión que estimen conveniente3.
(3)
Véase art. 74 CP.
© FUOC • PID_00225870 18 Consecuencias jurídicas del delito
Este sistema fue de facto derogado por la jurisprudencia del Tribunal Constitu-
cional, recaída en recursos de amparo (SSTC 14 febrero 1986 [RTC 1986, 22]
y 19 febrero 1987 [RTC 1987, 21]), que dejó solo intacto las medidas previstas
para inimputables y semiinimputables, al declarar la ilegitimidad de las medi-
das de seguridad que no subsiguieran a la previa condena penal por la comi-
sión de un hecho tipificado como delito (medidas predelictuales), cuanto su
imposición posterior añadida a una pena privativa de libertad (non bis in idem).
(4)
Atendiendo a su naturaleza, las penas se clasifican4 en penas�privativas�de El art. 32 CP establece la referida
clasificación.
libertad, privativas�de�derechos y pena�de�multa.
El criterio seguido por dicha norma toma en consideración el interés o bien ju-
rídico del propio penado que se ve comprometido tanto en el diseño como en
la imposición y ejecución de la correspondiente pena. Así, las penas privativas
de libertad son aquellas que suponen la privación de la libertad ambulatoria,
y las de multa, aquellas cuya finalidad se centra en producir una disminución
patrimonial del penado, si bien el resto de penas se clasifican conforme a un
concepto que representa un cajón de sastre, al emplear la referencia a penas
privativas de otros derechos –o penas privativas de derechos– por mera con-
traposición a las penas privativas de libertad.
a) La de inhabilitación absoluta.
© FUOC • PID_00225870 21 Consecuencias jurídicas del delito
b) Las de inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión, oficio, industria
o comercio, u otras actividades determinadas en este Código o de los derechos de la patria
potestad, tutela, guarda o curatela, tenencia de animales, derecho de sufragio pasivo o
de cualquier otro derecho.
De conformidad con el art. 50 CP, la pena de multa es una sanción pecuniaria que se
impone, por regla general, de acuerdo con el sistema de días-multa.
(5)
Según su gravedad, las penas se clasifican5 en graves, menos�graves y leves Dicha clasificación penológica se
contiene en el art. 33 CP.
en función de su naturaleza y duración. Las penas graves son aquellas que se
imponen a los delitos graves. Las penas menos graves son las que se imponen
a los delitos menos graves. Finalmente, las penas leves son las que se imponen
a los delitos leves (las faltas hasta la reforma del Código penal de 2015).
La referida clasificación tiene importancia en punto a determinar los plazos de Lecturas recomendadas
prescripción tanto del delito como de la correspondiente sanción. Asimismo,
Ver atribución de competen-
resulta operativa para establecer la competencia de los tribunales penales, en cia establecida a las audien-
que la de la Audiencia Provincial se corresponde, cuanto menos parcialmente cias provinciales y juzgados
de lo penal por el art. 14,
en la actualidad, con el conocimiento de aquellos delitos a cuya comisión núms. 3 y 4 LECrim.
corresponde la imposición de una pena grave. Sobre los plazos de prescrip-
ción de la infracción penal y
de la pena, véase, respectiva-
mente, los arts. 131 y 133 CP.
Las penas que tienen la consideración de graves son por regla general
las que tienen una duración superior a los cinco años, incluida la pena
de prisión.
c) La inhabilitación absoluta.
g) La privación del derecho a la tenencia y porte de armas por tiempo superior a ocho
años.
Las penas principales son aquellas que se aplican de manera autónoma, que Penas accesorias
aparecen como penas imponibles a los delitos regulados en el libro II CP. Por
A la pena de prisión igual o
contra, las penas accesorias son aquellas penas de inhabilitación que acompa- superior a diez años le corres-
ñan a la pena principal. Se trata de penas acompañantes que, partiendo de ponden como accesorias la pe-
na de inhabilitación absoluta
su carácter fundamentalmente infamante, originariamente acompañaban de o la inhabilitación especial pa-
ra el ejercicio de la patria po-
modo automático a la imposición de determinadas penas de prisión, y no se testad, tutela, curatela, guar-
da o acogimiento, o bien la
imponían por el delito cometido, sino por la pena principal impuesta. En la privación de la patria potes-
actualidad, su imposición no es automática en todos los casos, pero continúan tad cuando estos derechos ha-
yan tenido relación directa con
teniendo la duración que corresponde a la pena principal. el delito cometido. Junto a las
dos últimas penas referidas, al-
gunas otras penas privativas de
Las penas accesorias a la pena de prisión se contemplan en los arts. 55 y 56 derechos se contemplan como
accesorias a la prisión inferior a
CP, y varían en función de que la pena de prisión alcance o no los diez años los diez años.
de duración.
(6)
Sobre el mismo véase infla, apar-
6
El art. 57 CP contempla un régimen de accesoriedad sui generis para las penas tado 6.2.
de alejamiento.
(7)
Las penas imponibles a las personas físicas son las que se han enumerado cuan- El art. 33.7 CP enumera las pe-
nas que pueden imponerse a las
do nos hemos referido a las clases de penas según su naturaleza. Junto a ellas,
personas jurídicas.
en el precepto que determina la clasificación de las penas por su gravedad, el
Código penal7, tras la reforma de 2010, indica qué penas son imponibles a las
personas jurídicas.
© FUOC • PID_00225870 23 Consecuencias jurídicas del delito
c) Suspensión de sus actividades por un plazo que no podrá exceder de cinco años.
d) Clausura de sus locales y establecimientos por un plazo que no podrá exceder de cinco
años.
f) Inhabilitación para obtener subvenciones y ayudas públicas, para contratar con el sec-
tor público y para gozar de beneficios e incentivos fiscales o de la Seguridad Social, por
un plazo que no podrá exceder de quince años.
g) Intervención judicial para salvaguardar los derechos de los trabajadores o de los acree-
dores por el tiempo que se estime necesario, que no podrá exceder de cinco años.
(8)
Al margen de la pena de multa y de la de inhabilitación para la obtención de Las consecuencias accesorias se
contemplan en el art. 129 CP.
subvenciones y ayudas públicas, así como para contratar con el sector públi-
co y para gozar de beneficios o incentivos fiscales, el resto de sanciones con-
templadas ahora como penas resultaban ya imponibles como consecuencias
accesorias a las personas jurídicas antes de articularse un sistema de responsa-
bilidad penal de tales entes. De hecho, la mayor parte de estas penas –salvo
la de multa y la disolución– resultan todavía imponibles como consecuencias
accesorias8 a los entes sin personalidad jurídica.
En la parte especial del derecho penal, las penas previstas para cada delito
no consisten en una sanción de quantum absolutamente determinado, sino
en un marco penal sobre el que deben efectuarse diversas operaciones con el
objeto de determinar la sanción. Dicho proceso requiere, en primer término,
la determinación del marco penal abstracto, para, seguidamente, concretar el
marco penal legal y, finalmente, proceder a la individualización judicial de la
pena, que constituye la última de las fases, de la que resulta la pena concreta.
(9)
Las penas superior e inferior en grado9 a un marco penal dado se conforman Los límites de la pena superior
en grado así como de la pena in-
como a continuación se indica: ferior en grado se contemplan res-
pectivamente en los arts. 70.2 y 71
CP
1) La pena superior en grado se forma partiendo de la cifra máxima señalada
por la ley para el correspondiente delito y aumentando a esta la mitad de
su cuantía. El resultado de esta suma constituye el máximo del nuevo marco
punitivo, cuyo mínimo viene determinado por el máximo del marco penal de
que se partía incrementado en un día o en un día-multa.
(10)
2) La pena inferior en grado se calcula realizando el proceso inverso al antes El método para el cómputo de
la pena inferior y superior en grado
descrito, esto es, partiendo de la cifra mínima de la pena de partida, deducien-
se contempla en el art. 70.1 CP.
do de esta la mitad de su cuantía. El resultado de la referida operación10 de
resta constituye el límite mínimo de la pena inferior en grado, cuyo máximo
viene constituido por el mínimo de la pena de que se partía, reducido en un
día o en un día-multa. En el caso de la prisión permanente revisable la pena
inferior en grado es la prisión de 20 a 30 años.
• Pena superior en grado a la del delito de homicidio: de quince años y un día a vein-
tidós años y seis meses (15 años + 7 años y seis meses –que es la mitad de 15 años).
© FUOC • PID_00225870 25 Consecuencias jurídicas del delito
• Pena inferior en grado a la del delito de homicidio: de cinco años (10 años menos 5
años –que es la mitad de diez años–) a diez años menos un día.
• Pena del delito de homicidio en la mitad inferior: de diez años a doce años y seis
meses.
• Pena del delito de homicidio en la mitad superior: de doce años y seis meses a quince
años.
Con carácter general, las penas impuestas en la parte especial del Código penal
se imponen al autor de los delitos consumados. No se contemplan para cada
delito las penas que corresponden a los distintos partícipes ni a las fases de
ejecución anteriores a la consumación. De ahí que, frente a un delito intentado
o para determinar la responsabilidad penal del cómplice, debamos, partiendo
de la pena abstracta fijada en la ley para el correspondiente delito, operar con
las reglas de determinación cualitativa de la pena con el objeto de fijar el marco
legal de la misma, en los siguientes supuestos:
(11)
1) A las tentativas de delito les corresponde la imposición de una pena inferior Véase los arts. 62 y 64 CP.
en uno o dos grados a la señalada por la ley para el delito consumado, en la
extensión que se estime adecuada, atendiendo al peligro inherente al intento y
al grado de ejecución alcanzado, salvo en aquellos casos en los que la tentativa
esté especialmente penada por la ley11.
(12)
2) Si bien a los partícipes en el delito que integran el concepto legal de autor Véase los arts. 63 y 64 CP.
les corresponde la misma pena que al autor, a los cómplices se les impondrá la
pena inferior en grado a la fijada por la ley para los autores del mismo delito,
salvo en aquellos casos en los que la complicidad esté especialmente penada
por la ley12.
(13)
3) Tras las previsiones relativas al grado de realización del delito y a la parti- Véase arts. 73 y ss. CP.
cipación, procede aplicar las reglas concretas para los supuestos de concurso
de delitos13.
Puesto que nos hallamos frente a supuestos de determinación legal del marco penal, lo
que deja fuera del supuesto los casos de concurso real de delitos, fundamentalmente se
tratará de aplicar las reglas penológicas contenidas en el art. 74. 1 y 2 CP para el delito
continuado y en el art. 77 CP para el concurso ideal y medial de delitos.
(14)
Una vez determinada cualitativamente la pena, se plantea la cuestión de si en Así parece deducirse de lo dis-
puesto en el art. 66.8 CP en los ca-
la determinación cuantitativa de la misma, los jueces se hallan vinculados por
sos en que los jueces apliquen la
las reglas contenidas en el art. 66 CP. Las opiniones de la doctrina son aquí pena inferior en más de un grado.
divergentes. Sin embargo, hay supuestos en que la propia ley parece tomar
partido en el sentido de que el operador jurídico puede recorrer la pena en
toda su extensión14 una vez determinada cualitativamente.
Determinación�cualitativa
• De concurrir dos o más atenuantes o una o varias muy cualificadas sin concurrir
agravante alguna, se aplicará la pena inferior en uno o dos grados a la establecida
por la ley, atendidos el número y la entidad de dichas circunstancias atenuantes (art.
66.1.2.ª CP).
Determinación�cuantitativa
• Si concurre una sola atenuante se impone la pena en la mitad inferior (art. 66.1.1.ª).
• Cuando no se considere adecuada la aplicación de la regla 5.ª del art. 66.1 para la
multirreincidencia, la pena se aplicará en su mitad superior (art. 66.1.3.ª), lo mismo
que cuando concurran tres o más circunstancias agravantes sin atenuantes y no se
considere pertinente aplicar la pena superior en grado.
© FUOC • PID_00225870 27 Consecuencias jurídicas del delito
(15)
En los casos en que no concurran circunstancias atenuantes ni agravantes, el Véase el art. 66.1.6.ª CP.
juez tiene un amplio margen de discrecionalidad para la determinación cuan-
titativa de la pena. En tales casos puede imponer la pena que considere ade-
cuada atendiendo a las circunstancias personales del delincuente y a la mayor
o menor gravedad del hecho15.
Dado que, como se deduce del anterior apartado, la apreciación de las circuns-
tancias modificativas de la responsabilidad criminal constituye un elemento
capital en punto a la determinación cualitativa y esencialmente cuantitativa
de la pena, este constituye el lugar adecuado para abordar esta temática.
1)�Aspectos�generales�de�la�teoría�general�de�las�circunstancias�modifica-
tivas�de�la�responsabilidad�criminal
Junto a los mencionados, otro aspecto al que debe hacerse referencia en una
breve introducción a la teoría general de las causas de justificación es al prin-
cipio�de�inherencia, que constituye una concreta manifestación del principio
non bis in idem. La posibilidad de que dicho principio pudiera resultar vulne-
rado al apreciar una circunstancia modificativa de la responsabilidad criminal
genérica coincidente con la específica contemplada en un tipo delictivo está
vetada por el art. 67 CP. En virtud de este precepto, las reglas de determina-
ción de la pena del art. 66 CP no se aplican a las circunstancias agravantes o
atenuantes que la ley haya tenido en cuenta al describir o sancionar una in-
fracción, ni a las que sean de tal manera inherentes al delito que sin la concu-
rrencia de ellas no podría cometerse, en referencia tanto a la inherencia tácita
como a la expresa.
2)�Eximentes�incompletas�y�circunstancias�atenuantes
Dispone el art. 21.1 CP que son causas atenuantes las «1.ª Las causas expresadas en el
capítulo anterior, cuando no concurrieren todos los requisitos necesarios para eximir de
responsabilidad en sus respectivos casos».
© FUOC • PID_00225870 29 Consecuencias jurídicas del delito
(16)
Cualquiera de las causas eximentes a que se refiere el artículo 20 CP puede Así, por ejemplo, la ausencia de
necesidad de defensa en concreto
constituir una eximente incompleta cuando falta la concurrencia de alguno o
en la eximente de legítima defensa
algunos de los elementos considerados accidentales. La ausencia de uno de los del art. 20.4 CP.
16
elementos esenciales conduciría a la ausencia de apreciación de la eximente ,
tanto en su versión completa como incompleta.
Las eximentes incompletas, pese a hallarse contempladas en el art. 21.1 CP, tie- Diferenciación
nen una naturaleza distinta a las circunstancias atenuantes porque les corres-
Debe diferenciarse, pues, entre
ponde la misma naturaleza que la predicada de la correspondiente eximente causas de justificación incom-
en relación con la que se representan una versión incompleta. Suponen, pues, pletas y causas de inimputabi-
lidad o exculpación incomple-
una efectiva disminución del injusto o la culpabilidad. Suponen siempre una tas.
• Obrar por causas o estímulos tan poderosos que hayan producido arrebato,
obcecación u otro estado pasional de entidad semejante (art. 21.3.ª CP).
(17)
• Atenuante analógica17: cualquier otra circunstancia de análoga significa- Ejemplos�de�atenuante�analó-
gica: casos de comisión del deli-
ción a las anteriores (art. 21.6.ª CP). to a causa de padecer una ludopa-
tía o supuestos de confesión de los
hechos a las autoridades tras cono-
Las personas jurídicas tienen un elenco de circunstancias atenuantes especí- cerse que el procedimiento se diri-
ge contra el culpable, pero que ha-
fico, el contenido en el art. 31 quater CP, referidas todas ellas a actuaciones
yan sido útiles.
producidas tras la comisión de delito tendentes a facilitar la acción de la ad-
ministración de justicia o a minimizar los efectos del delito.
a) Haber procedido, antes de saber que el procedimiento judicial se dirige contra ella, a
confesar la infracción a las autoridades.
© FUOC • PID_00225870 30 Consecuencias jurídicas del delito
d) Haber establecido, antes del comienzo del juicio oral, medidas eficaces para prevenir
y descubrir los delitos que en el futuro pudieran cometerse con los medios o bajo la
cobertura de la persona jurídica.
3)�Circunstancias�agravantes
1.ª Alevosía.
Se considera que esta concurre cuando se comete cualquiera de los delitos contra las per-
sonas empleando en la ejecución medios, modos o formas que tiendan directa o espe-
cialmente a asegurarla, sin el riesgo que para el culpable pudiera proceder de la defensa
por parte del ofendido.
4.ª Cometer el delito por motivos racistas, antisemitas, u otra clase de discri-
minación referente a la ideología, religión o creencias de la víctima, la etnia,
la raza o nación a la que pertenezca, su sexo, orientación o identidad sexual,
razones de género, la enfermedad que padezca o su discapacidad.
5.ª Ensañamiento.
© FUOC • PID_00225870 31 Consecuencias jurídicas del delito
8.ª Reincidencia.
4)�Circunstancia�mixta�de�parentesco
(18)
La circunstancia mixta de parentesco, que puede agravar o atenuar la respon- Se prevé en el art. 23 CP.
sabilidad criminal, según la naturaleza, los motivos y los efectos del delito, se
aplica en aquellos delitos cometidos contra personas que tienen determinada
relación de parentesco con el autor o con el cónyuge o conviviente18 de este.
La víctima debe ser cónyuge o persona que esté o haya estado ligada de forma estable
por análoga relación de afectividad al ofensor, ascendiente, descendiente o hermano por
naturaleza o adopción de este, o de su cónyuge o conviviente.
(19)
Una vez determinada cualitativa y cuantitativamente la pena, aun no se ha Así se dispone en el art. 72 CP.
llegado a la fijación de una concreta a cumplir. La determinación del quantum
concreto de la pena constituye la última fase del proceso, que depende en ma-
yor medida de la discrecionalidad de jueces y magistrados. La discrecionalidad
judicial requiere, sin embargo, de fundamentación jurídica, y debe hallar re-
flejo en la motivación de la sentencia19.
Los criterios a los que debe atenerse el operador jurídico para fijar concreta- Efectos agravantes
mente la pena son los relativos a la mayor o menor gravedad del hecho come- y atenuantes de la
circunstancia mixta de
tido y a las circunstancias particulares del delincuente. parentesco
Tradicionalmente la circuns-
2.3.5. La determinación de la pena en los delitos leves, los delitos tancia mixta de parentesco ha
tenido efectos agravatorios en
imprudentes y en la pena de multa delitos contra las personas, y
efectos atenuantes en delitos
contra el patrimonio; tanto es
Tanto en los delitos leves como los imprudentes la determinación de la pena así que en algunos de estos úl-
timos casos puede incluso fun-
no queda sometida a las reglas establecidas en el art. 66 CP, de manera que los cionar como causa personal de
levantamiento de pena (art.
jueces aplican la pena según su prudente arbitrio.
268 CP).
(20)
La introducción en el Código penal de la responsabilidad penal de las perso- Así lo dispone el art. 66bis, pá-
rrafo primero, CP.
nas jurídicas ha supuesto la previsión de un sistema parcialmente específico
de determinación de la pena. En tal sentido, la aplicación de la pena de multa
–por cuotas o proporcional– a las personas jurídicas se somete a las reglas de
determinación contempladas en el art. 66 CP, salvo la referida a la multirrein-
cidencia20.
Sin embargo, cuando la pena sea cualquier otra de las imponibles a las personas
jurídicas, además de a las referidas reglas, para decidir ya no solo acerca de la
extensión, sino también de qué pena debe imponerse a las personas jurídicas,
debe atenderse además a las siguientes consideraciones:
(21)
Estableciéndose ulteriores limitaciones21 para imponer dichas sanciones por Dichas ulteriores limitaciones
las contempla el art. 66 bis.2.ª CP.
un periodo superior a los dos años, que se tornan más exigentes tanto en los
supuestos de disolución como en aquellos otros en los que las sanciones tem-
porales se acuerden por más de cinco años.
© FUOC • PID_00225870 33 Consecuencias jurídicas del delito
(22)
De conformidad con lo antes indicado, las penas privativas de libertad son Véase art. 35 CP.
aquellas que suponen una privación de la libertad ambulatoria. Entre las mis-
mas, se hallan la pena de prisión permanente revisable, la prisión la de loca-
lización permanente y la responsabilidad personal subsidiaria en caso de im-
pago de la pena de multa22.
Una de las reformas más importantes acaecidas con la reforma del Código
penal de 2015 ha sido la introducción de una nueva pena privativa de libertad:
la prisión permanente revisable.
Esta nueva pena privativa de libertad se halla prevista, aunque con nombres
diversos, en un buen número de ordenamientos jurídicos europeos y consiste
en la privación de libertad en un centro penitenciario (como si de la pena
de prisión se tratara) por un periodo –aquí se produce la principal diferencia–
indeterminado y que incluso puede llegar a ser perpetuo.
Entre otros países, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Noruega, Suecia, Dinamarca o
Finlandia prevén una pena de esta naturaleza.
(23)
El régimen que impone el cumplimento de la pena supone, además de una La ejecución de la pena de pri-
sión se halla pormenorizadamente
limitación evidente de la libertad ambulatoria del penado, limitaciones tales
regulada en la LOGP.
como la atinente al lugar de residencia del penado o las relativas a la forma
de distribuir su tiempo. Con todo, de acuerdo con el art. 25.2 CE, el penado
goza de los derechos fundamentales, con la excepción de los que se vean es-
pecíficamente limitados por el contenido del fallo condenatorio, el sentido de
la pena y la ley penitenciaria. Los reclusos tienen derecho en todo caso a un
trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes a la Seguridad Social,
así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad. Tam-
bién por mandato constitucional, las penas privativas de libertad, entre ellas
la prisión23, deben estar orientadas hacia la reeducación y reinserción social.
(24)
Cuando por aplicación de las reglas de determinación de la pena, la resultante Véase el art. 36.2 CP.
24
sea una pena de prisión inferior a los tres meses , la sustitución procede ope
legis –art. 71.2 CP.
Consciente de los efectos negativos de las penas de prisión de corta duración, el legislador
de 1995 establecía el límite mínimo de la pena de prisión en seis meses; sin embargo, el
legislador de 2003 rebajó ese límite a los tres meses, con la confesada finalidad de que la
privación de libertad de corta duración pudiera cumplir su función de prevención general
adecuada a los delitos de escasa importancia.
La duración máxima de la pena de prisión por regla general alcanza los veinte
años. Se considera que las penas de prisión de larga duración –las superiores
a los quince años de prisión– tienen un efecto de desocialización tan acusado
que resulta prácticamente imposible que el penado sea capaz de desarrollar
de nuevo su vida en libertad con normalidad. Pese a ello, las excepciones a la
regla general de duración máxima de la pena de prisión en veinte años son
numerosas en la parte especial. Sin ir más lejos, el art. 76, al determinar la
duración máxima de las privaciones de libertad en supuestos de acumulación
jurídica propios del concurso real, supera en varias ocasiones este máximo.
Según el art. 76, el límite máximo de cumplimiento efectivo de la pena puede llegar a los
veinticinco años, a los treinta e incluso a los cuarenta años en algunos casos.
La pena de prisión tiene la consideración de grave si supera los cinco años, y de menos
grave si la duración es entre tres meses y cinco años.
(25)
Para concluir, ni siquiera en los supuestos de aplicación del régimen de cum- El periodo de seguridad está re-
gulado en el art. 36.2 CP.
plimiento general –esto es, al margen de los supuestos de aplicación del régi-
men de cumplimiento íntegro–, la referida LO 7/2003 permitió que el régimen
de cumplimiento de penas de prisión graves pudiese flexibilizarse. Para estos
casos incluyó el denominado periodo�de�seguridad25, en cuya virtud en los
casos en que la duración de la pena de prisión impuesta sea superior a los cin-
co años, el juez o tribunal podrá ordenar que la clasificación del condenado
en tercer grado del tratamiento penitenciario no se efectúe hasta la mitad del
cumplimiento de la pena impuesta. Como excepción, a partir de la entrada en
vigor de la LO 1/2015 se prevé la posibilidad de acordar la progresión a tercer
grado con anterioridad al cumplimiento de la mitad de la pena por razones
humanitarias y de dignidad personal.
La regulación del periodo de seguridad se hace todavía más exigente tras las reforma de
2010, en que la imposición del mismo deviene ya preceptiva cuando los delitos cometi-
dos sean los referentes a organizaciones y grupos terroristas y delitos de terrorismo del
capítulo VII del título XXII, delitos cometidos en el seno de una organización o grupo
criminal, delitos del art. 183 CP, y los delitos del capítulo V del título VIII cuando la
víctima sea menor de trece años. En tales casos, el juez de Vigilancia puede acordar el
régimen general de cumplimiento excepcionalmente.
(26)
Inicialmente fue prevista como pena imponible únicamente a las faltas y con Véase la regulación de esta pe-
na en el art. 37 CP.
una duración máxima de doce días. Posteriormente, mediante la LO 5/2010, el
ámbito de aplicación de dicha pena se vio incrementado. De un lado, porque
su duración se amplió hasta los seis meses. De otro, porque además de operar
© FUOC • PID_00225870 38 Consecuencias jurídicas del delito
Así, por ejemplo, en privaciones domiciliarias de libertad que pueden alcanzar los tres
meses, debería preverse algún mecanismo en virtud del cual el penado que viva solo
pueda garantizar su sustento sin quebrantar la pena.
(27)
La tercera de las penas privativas de libertad contemplada en el art. 35 CP es la La regulación de esta institución
se halla contenida en el art. 53 CP.
responsabilidad personal subsidiaria en caso de impago de la pena de multa.
Esta conduce, tanto si el impago se produce por voluntad del condenado como
si este no satisface el importe de la sanción por vía de apremio, a sustituir el
impago de la multa por una responsabilidad personal subsidiaria cuyas reglas
de equivalencia vienen establecidas normativamente27.
(28)
Nos hallamos frente a una pena privativa de libertad28, por lo que su imposi- No se impone a los condenados
a pena privativa de libertad supe-
ción requiere la sumisión a todas las garantías de cumplimiento y cómputo de rior a cinco años.
este tipo de penas, debiendo hallarse fijada en sentencia.
En los supuestos de multa proporcional, son los jueces, según su prudente ar-
bitrio, quienes determinan la responsabilidad personal subsidiaria que proce-
da. A diferencia, pues, de lo que sucede con la multa establecida conforme al
sistema de días-multa, la duración de la responsabilidad personal subsidiaria
en caso de impago de la pena de multa proporcional apenas se determina en
la ley penal, a salvo de indicar el art. 53.4 CP que no podrá exceder de un
año de duración. También en este segundo caso, previa conformidad del pe-
nado, puede acordarse que se cumpla en forma de trabajos en beneficio de la
comunidad.
Sin embargo, dicha posibilidad choca con el escollo de que el cumplimiento de la res-
ponsabilidad personal subsidiaria como localización permanente únicamente es posible
cuando la multa se ha impuesto por una falta. De ahí que únicamente cabría el cumpli-
mento de dicha responsabilidad en forma de trabajos en beneficio de la comunidad, cuya
imposición requiere siempre del consentimiento del penado.
Dispone el art. 53.5 CP: «Podrá ser fraccionado el pago de la multa impuesta a una per-
sona jurídica, durante un periodo de hasta cinco años, cuando su cuantía ponga proba-
damente en peligro la supervivencia de aquella o el mantenimiento de los puestos de
trabajo existentes en la misma, o cuando lo aconseje el interés general. Si la persona
condenada no satisficiere voluntariamente o por vía de apremio, la multa impuesta en
el plazo que se hubiere señalado, el Tribunal podrá acordar su intervención hasta el pago
total de la misma».
Con el objeto de evitar los efectos perjudiciales que la ejecución de penas lar-
gas privativas de libertad puedan entrañar para la consecución de finalidades
resocializadoras, al tiempo que se tratan de observar las finalidades preventi-
vo-generales inherentes a la previsión de penas de prisión de más larga du-
ración, se articuló normativamente una sistema de ejecución de la pena de
prisión que contemple, como último de los estadios de la misma, la libertad
condicional.
(29)
Su regulación se contempla en
La suspensión de la ejecución 29
de las penas privativas de libertad inte- los arts. 80 y ss. CP.
Dispone el art. 87.1: «Transcurrido el plazo de suspensión fijado sin haber cometido el
sujeto un delito que ponga de manifiesto que la expectativa en la que se fundaba la deci-
sión de suspensión adoptada ya no puede ser mantenida, y cumplidas de forma suficiente
las reglas de conducta fijadas por el juez o tribunal, este acordará la remisión de la pena».
Las penas cuya suspensión puede producirse son las privativas de libertad in- Lectura recomendada
feriores a dos años, de lo que se deduce que cabe la suspensión de la ejecución
Esta última posibilidad plan-
de cualquiera de las mencionadas en el artículo 35 CP con excepción de la teó ciertas dudas doctrinales,
pena de prisión permanente revisable. Esto es, la de la pena de prisión, la de pese a que la opinión mayo-
ritaria era afirmativa. Con to-
la localización permanente, e incluso la de la responsabilidad personal subsi- do, no ha dejado de parecer
absurdo que no quepa sus-
diaria en caso de impago de la pena de multa.
pender la ejecución de la pe-
na de multa y sí la de la res-
ponsabilidad personal en ca-
En relación con la forma de procederse a la suspensión, se indica que la misma so de incumplimiento de la
debe acordarse, siempre que resulte posible, de forma motivada en la misma primera.
Al respecto, véase Gracia
sentencia condenatoria. En caso contrario, se procederá en el mismo sentido Martín (coord.); Alastuey
que se hacía hasta la entrada en vigor de la LO 1/2015. Esto es, una vez decla- Dobón (2004). Lecciones de
consecuencias jurídicas del deli-
rada la firmeza de la sentencia y previa audiencia a las partes, el juez o tribunal to (págs. 297 y ss.). Valencia:
se pronunciará sobre la concesión o no de la suspensión de la ejecución de Tirant lo Blanch.
la pena.
Puesto que la adopción de dicho sustitutivo es potestativa por parte del juez,
se indica que en la referida resolución motivada (la propia sentencia o auto
posterior) se atenderá fundamentalmente a las circunstancias del delito come-
tido, las circunstancias personales del penado, sus antecedentes, su conducta
posterior al hecho –en particular su esfuerzo para reparar el daño causado–,
sus propias circunstancias familiares y sociales, y los efectos que quepa esperar
de la propia suspensión de la ejecución y del cumplimiento de las medidas
que fueren impuestas.
a) Suspensión ordinaria,
(30)
Conforme a la suspensión ordinaria, esta se condiciona a la concurrencia de Véase el art. 80.2 CP.
30
tres requisitos :
1)�Primariedad�delictiva
No se tienen en cuenta a tal efecto ni las condenas anteriores por delitos im-
prudentes o por delitos leves, ni los antecedentes penales que hayan sido can-
celados o debieran serlo según lo dispuesto en el art. 136 CP. Tampoco se ten-
drán en cuenta los antecedentes penales relativos a delitos que, por su natu-
raleza o circunstancias, carezcan de relevancia para valorar la probabilidad de
comisión de futuros delitos.
Así, no pueden tenerse en cuenta para acordar o no la suspensión de una pena de prisión
de 1 año por la comisión de delito de tráfico de influencias (art. 428 CP) los antecedentes
penales por la comisión de un delito de lesiones (art. 147 CP).
2)�Que�la�pena�o�penas�impuestas,�o�la�suma�de�las�mismas,�no�supere�los
dos�años
La suma se efectúa solo en relación con aquellas penas que se han impuesto
en el mismo proceso, no de las impuestas en diversos procesos, pese a que se
refieran a delitos conexos.
3)�Que�se�hayan�satisfecho�las�responsabilidades�civiles�que�se�hubieran
originado�y�se�haya�hecho�efectivo�el�decomiso
(31)
En estos casos, la suspensión, además de condicionarse a la reparación efectiva En los supuestos en que se haya
cometido un delito en que la víc-
del daño o a la indemnización del perjuicio causado, deberá exigir o bien el
tima sea alguno de los sujetos es-
pago de una multa31 o bien la realización de trabajos en beneficio de la comu- tablecidos en el art. 173.2 CP so-
lo procederá la imposición del pa-
nidad. La extensión de la medida que se imponga deberá tener una duración, go de una multa en los casos en
que conste acreditado que entre el
una vez tenidos en cuenta los criterios de conversión, de entre 1/5 parte hasta agresor y la víctima no existen re-
2/3 partes de la pena suspendida. laciones económicas derivadas de
una relación conyugal, de convi-
vencia o filiación, o de la existencia
Criterios de conversión: de una descendencia común.
(33)
Distinto es la modalidad de suspensión prevista para aquellos que han come- La regulación de este régimen
se contempla en el art. 80.5 CP.
tido el delito por causa de su dependencia a las sustancias previstas en el núm.
2. del art. 2033. En este, si bien no se exige que los beneficiarios no sean de-
lincuentes primarios, ni que el límite de pena suspendible se cifre en los dos
años, pues caben las suspensiones de penas de hasta cinco años, sí se requie-
re el cumplimiento de la responsabilidad civil derivada del delito, a la que se
añaden otras exigencias que hacen que, hallándonos frente a un régimen más
permisivo en algunos aspectos, sea más exigente en otros.
(34)
El acuerdo de la suspensión, que depende del cumplimiento de los requisitos El plazo de suspensión lo deter-
mina el juez atendiendo a las cir-
antedichos, implica que el sometido a la medida debe observar una serie de
cunstancias personales del delin-
condiciones durante un determinado periodo de tiempo, cuya duración de- cuente, sus antecedentes, las cir-
cunstancias del delito cometido,
pende de la gravedad de la pena suspendida. Si se trata de una pena leve, el su conducta posterior y los efectos
plazo de suspensión va de los tres meses al año. Si nos hallamos frente a una que quepa esperar de la suspen-
sión. Art. 81 CP.
pena impuesta por una pena privativa de libertad de hasta dos años, el plazo
de suspensión34 es de entre dos y cinco años. Finalmente, en la modalidad de
suspensión extraordinaria en caso de drogodependientes, el plazo es de tres
a cinco años. En este último supuesto será además posible prorrogar el plazo
de suspensión por un tiempo no superior a dos años en aquellos casos en que
una vez extinguido dicho plazo se estime necesaria la continuación del trata-
miento.
© FUOC • PID_00225870 45 Consecuencias jurídicas del delito
(35)
En el referido periodo de tiempo, el reo que tenga suspendida la ejecución de Véase el art. 86 CP.
la pena debe observar una serie de obligaciones. La esencial y preceptiva en
cualquier supuesto de suspensión es que el reo no delinca durante el periodo
de suspensión. Dicha condición se entenderá incumplida en caso de que el
sujeto sea condenado por la comisión de un delito cometido durante el perio-
do de suspensión y ello ponga de manifiesto que la expectativa en la que se
fundaba la decisión de suspensión adoptada ya no puede ser mantenida. La
consecuencia de tal incumplimiento es la revocación de la suspensión, con la
35
consiguiente ejecución de la pena suspendida .
5.ª Comparecer personalmente con la periodicidad que se determine ante el juez o tri-
bunal, dependencias policiales o servicio de la administración que se determine, para
informar de sus actividades y justificarlas.
9.ª Cumplir los demás deberes que el juez o tribunal estime convenientes para la rehabi-
litación social del penado, previa conformidad de este, siempre que no atenten contra
su dignidad como persona.
Cuando se trate de delitos cometidos sobre la mujer por quien sea o haya sido su cónyuge,
o por quien esté o haya estado ligado a ella por una relación similar de afectividad, aun
© FUOC • PID_00225870 46 Consecuencias jurídicas del delito
sin convivencia, se impondrán siempre las prohibiciones y deberes indicados en las reglas
1.ª, 4.ª y 6.ª del apartado anterior.
1.ª El cumplimiento del acuerdo alcanzado por las partes en virtud de mediación.
(36)
El incumplimiento de las mismas no conduce con carácter general a la revo- Véase el art. 86 CP.
cación de la suspensión, sino que se faculta al juez para que, o bien sustitu-
ya la regla impuesta por otra, o bien prorrogue el plazo de suspensión –sin
que pueda exceder los cinco años– o bien, finalmente, revoque la suspensión
únicamente en supuestos de incumplimiento reiterado o grave36. Finalmente,
implicará igualmente la revocación de la suspensión el hecho de que el reo fa-
cilite información inexacta o insuficiente sobre el paradero de bienes u objetos
cuyo decomiso hubiera sido acordado, o no dé cumplimiento al compromiso
de pago de las responsabilidades civiles a que hubiera sido condenado, salvo
que careciera de capacidad económica para ello.
(37)
Por regla general, la expulsión se aplica a los condenados a penas de prisión Quedan exceptuados los su-
puestos en que, a la vista de las cir-
de más de un año impuestas a ciudadanos extranjeros, con indiferencia de su
cunstancias del hecho y las perso-
situación administrativa37. Sorprende esta amplitud, pues hasta la entrada en nales del autor, la expulsión resulte
desproporcionada. Tampoco, aun-
vigor de la reforma de 2015, únicamente podía acordarse a aquellos extranje- que con excepciones, cuando el
reo sea nacional europeo.
ros no residentes legalmente en España.
(38)
Excepcionalmente podrá, por
De acuerdo con el derecho positivo aquellas penas de prisión de más de un motivos de prevención general po-
año de duración deberán sustituirse por la expulsión del territorio español por sitiva, acordarse la ejecución de
una parte de la pena (hasta los
un periodo de entre cinco y diez años38. En los casos en que la condena a pe- 2/3) y el resto será sustituida.
(39)
Finalmente, junto con la suspensión de las penas privativas de libertad, el La libertad condicional y sus di-
39 versos regímenes aparecen con-
Código penal contempla la libertad condicional ; instituto que mediante la templados en los arts. 90 y ss. CP.
LO 1/2015 se ha modificado su naturaleza, de modo que se incorpora como
una modalidad de suspensión de una parte de la pena de prisión.
Este cambio de naturaleza jurídica no solo tiene efectos teóricos que afectan
al fundamento y al propio fin de la libertad condicional, además de las conse-
cuentes contradicciones que genera la nueva regulación respecto a lo estable-
cido en la normativa penitenciaria, sino sobre todo efectos prácticos.
(40)
El principal efecto derivado de esta nueva naturaleza es que el tiempo pasado Véase el art. 90.5 CP, que hace
una referencia expresa a los arts.
en régimen de libertad condicional no computa como tiempo de ejecución de
83, 86 y 87 CP.
la pena de prisión y, por tanto, en caso de revocarse deberá cumplirse la parte
de la pena suspendida sin que el tiempo pasado en libertad condicional pueda
ser descontado. Además, por lo que se refiere a la ejecución y revocación de
la institución deberá acudirse, en todo aquello que no esté específicamente
regulado en el art. 90 CP, a las reglas generales de la suspensión40.
1)�Régimen�general
El acceso al tercer grado penitenciario –de conformidad con el art. 77.5 LOGP–, requie-
re, además de los requisitos contemplados en el CP, que el penado haya satisfecho la
responsabilidad civil derivada del delito, considerando a tales efectos la conducta efec-
tivamente observada en orden a restituir lo sustraído, reparar el daño e indemnizar los
perjuicios materiales y morales; las condiciones personales y patrimoniales del culpable,
a efectos de valorar su capacidad real, presente y futura para satisfacer la responsabilidad
civil que le correspondiera; las garantías que permitan asegurar la satisfacción futura; la
estimación que el enriquecimiento que el culpable hubiera obtenido por la comisión del
delito y, en su caso, el daño o entorpecimiento producido al servicio público, así como
la naturaleza de los daños y perjuicios causados por el delito, el número de perjudicados
y su condición.
(41)
Además, la reforma de 2015 introduce un apartado cuarto al nuevo art. 90 CP Téngase en cuenta, no obstan-
te, que la reparación del daño eco-
en el que se establece, por un lado, la posibilidad de denegar la suspensión del
nómico a la que se refiere el art.
resto de la pena en aquellos casos en que el penado, o bien dé información 90.4 CP in fine forma parte, según
la regulación del art. 126 CP, de la
inexacta o insuficiente sobre el paradero de bienes u objetos cuyo comiso hu- responsabilidad civil derivada del
biese sido acordado o directamente para evitar que sean ejecutados, o bien no delito, y por tanto, ya era tenida
en cuenta sin necesidad de que el
cumpla con el compromiso de pago de las responsabilidades civiles conforme legislador de 2015 hubiera estable-
cido dicha cláusula de forma ex-
a su capacidad. Por otro lado, también posibilita que la suspensión sea dene-
presa.
gada en aquellos casos en que el penado hubiera eludido el cumplimiento de
la pena de multa impuesta o la reparación del daño económico causado a la
Administración a que hubiere sido condenado a reparar, siempre y cuando es-
te hubiere sido condenado por la comisión de alguno de los delitos previstos
en el título XIX del libro II del CP, relativos a los delitos contra la Administra-
ción Pública41.
2)�Regímenes�privilegiados
(42)
Cabe aun adelantar en mayor medida la concesión de dicho beneficio, pu- Véase el art. 90.2 CP.
diendo acordarlo una vez cumplida la mitad de la condena impuesta, en los
mismos términos antes mencionados –cumpliendo el resto de requisitos con-
templados en el art. 90.1 y con excepción de los delitos de terrorismo y los co-
metidos en el seno de organizaciones criminales– cuando el penado, además
de haber desarrollado las actividades referidas en el anterior párrafo, acredite,
además, la participación efectiva y favorable en programas de reparación a las
víctimas o programas de tratamiento o desintoxicación42.
Por delincuente primario debe entenderse aquel que no ha cumplido con anterioridad
ninguna pena de prisión. Por tanto no deben incluirse las penas de prisión cumplidas
por delitos que en el momento de resolverse la concesión de la libertad condicional ya
no formen parte de los antecedentes penales del sujeto por haber sido estos cancelados
o cancelables y tampoco aquellas penas de prisión impuestas con anterioridad pero que
su ejecución haya sido suspendida en su totalidad.
© FUOC • PID_00225870 50 Consecuencias jurídicas del delito
Sin embargo, con el objeto de intentar sistematizar las penas incluidas en es-
ta denominación, pueden diferenciarse las penas interdictivas del ejercicio de
funciones o facultades –que impiden al penado el desarrollo de determinadas
actividades o el ejercicio de determinadas facultades–, las denominadas penas
de alejamiento –que restringen la libertad de movimientos del penado limi-
tando sus posibilidades de contacto con la víctima o con determinadas perso-
nas– y la pena de trabajos en beneficio de la comunidad, que impone obliga-
ciones positivas al penado.
1)�Inhabilitación�absoluta
(43)
Produce la privación definitiva de todos los honores43, empleos y cargos pú- Art. 41 CP.
blicos que tenga el penado, aunque sean electivos, así como la incapacidad de
obtener los mismos o cualesquiera otros honores, cargos o empleos públicos,
y la de ser elegido para cargo público durante el tiempo de la condena. Tiene
tanto efecto extintivo como interdictivo.
2)�Inhabilitaciones�especiales
(44)
Produce la privación definitiva del empleo o cargo44 sobre el que recaiga, aun- Art. 42 CP.
que sea electivo, y de los honores que le sean anejos, así como la incapacidad
para obtener el mismo u otros análogos durante el tiempo de la condena. Tie-
ne tanto efecto extintivo como interdictivo.
(45)
El derecho de que se trate debe concretarse en la sentencia; se trata de una san- Art. 45 CP.
45
ción que priva al penado del derecho a ejercer la profesión , oficio, industria
o comercio o determinada actividad o derecho que se disponga en sentencia.
No tiene efecto extintivo, sino solo interdictivo.
46 (46)
Priva al penado de los derechos inherentes a la primera , y supone la extinción Art. 46 CP.
(47)
Priva al penado del derecho a ser elegido47 para cargos públicos durante el Art. 44 CP.
3)�Suspensión�de�empleo�o�cargo�público
(48)
Priva al penado de su ejercicio48 durante el tiempo de la condena. No tiene, Art. 43 CP.
4)�Privación�del�derecho�a�conducir�vehículos�a�motor�o�ciclomotores
(49)
Inhabilita al penado para el ejercicio de ambos derechos49 durante el tiempo Art. 47 CP.
fijado en la sentencia. Si la pena se impone por más de dos años tiene efecto
extintivo, puesto que comporta la pérdida de vigencia del permiso o licencia
que habilite para la conducción.
5)�Privación�del�derecho�a�la�tenencia�y�porte�de�armas
(50)
Inhabilita al penado para el ejercicio de ese derecho50 durante el tiempo de la Art. 47 CP.
condena, pero al igual que la anterior pena, tiene efecto extintivo cuando se
impone por más de dos años.
6)�Privación�de�la�patria�potestad
(51)
Se trata de una sanción incorporada por la LO 5/2010, para permitir que, fren- Art. 46 CP.
te a la comisión de determinados delitos, cupiera la imposición de una pena
que tuviese efecto extintivo en relación con la patria potestad51. Se dispone
que dicha pena implica la pérdida de la titularidad de la patria potestad, sub-
sistiendo los derechos de los que sea titular el hijo respecto del penado.
(52)
Tal componente claramente victimológico explica que estas sanciones se pre- Acerca de las medidas cautela-
res de similar contenido a las refe-
vean también como medidas de seguridad no privativas de libertad y, sobre
ridas penas, véase los arts. 544 bis
todo, que algunas de ellas puedan adoptarse como medidas cautelares52 ya y 544 ter LECrim.
En relación con cuáles y qué contenido tienen las denominadas penas de ale-
jamiento, se circunscribe a alguno de los siguientes:
1)�Privación�de�residir�en�determinados�lugares�o�de�acudir�a�ellos
2)�Prohibición�de�aproximarse�a�la�víctima�o�a�aquellos�de�sus�familiares
u�otras�personas�que�determine�el�juez�o�tribunal
3)�Prohibición�de�comunicarse�con�la�víctima�o�con�aquellos�de�sus�fami-
liares�u�otras�personas�que�determine�el�juez�o�tribunal
(53)
De lo indicado se deduce que son penas más restrictivas del derecho a la liber- Fundamentalmente pensaba
el legislador en medios de control
tad ambulatoria que privativas de derechos distintos a esta. Justamente para
monitorizado de penados. Acer-
hacer posible el control en ejecución de este tipo de restricción, se indica en el ca de la ejecución de estas penas,
véase RD 515/2006, de 6 de ma-
mismo precepto regulador de dichas penas que puede acordarse que el control yo.
de dichas medidas se realice a través de aquellos medios electrónicos53 que lo
(54)
permitan. El régimen de aplicabilidad de
tales penas se contempla en el art.
57 CP.
En relación con los delitos a los que corresponde la imposición de este tipo de
sanciones, no constituyen penas cuya imposición se contemple en el libro II
CP. Se trata de penas que siempre hacen las veces de accesorias; sin embargo,
el régimen de accesoriedad54 en tales supuestos no es el general o tradicional
–pena que acompaña a la pena principal y que dura lo que esta– sino especial,
pues se imponen en función del delito cometido.
Lectura recomendada
Se parte de la idea de que mediante este tipo de penas, consistentes en
la realización de actividades útiles para la comunidad, evitando la se- Acerca de tales característi-
cas de esta sanción, véase To-
paración del penado de la sociedad, permiten la vinculación del delin- rres�Rosell (2006). La pena de
trabajos en beneficio de la co-
cuente con los intereses jurídicos, al hacerlo partícipe en actividades de
munidad. Valencia: Tirant lo
reparación a la sociedad, lo que favorece la confrontación del reo con Blanch.
el daño producido por el delito cometido.
(55)
En cuanto a la caracterización normativa contemplada en el Código penal para Véase el art. 49 CP.
este tipo de sanción, se dispone en el texto punitivo que los trabajos en bene-
ficio de la comunidad obligan al penado a prestar su cooperación no retribuida
en determinadas actividades de utilidad pública que pueden consistir, en re-
lación con delitos de similar naturaleza al cometido por el penado, en labores
de reparación de los daños causados o de apoyo o asistencia a las víctimas, así
como en la participación del penado en talleres o programas formativos o de
reeducación, laborales, culturales, de educación vial, sexual y otros similares55.
a) Se ausenta del trabajo durante al menos dos jornadas laborales, siempre que ello su-
ponga un rechazo voluntario por su parte al cumplimiento de la pena.
d) Por cualquier otra razón, su conducta fuere tal que el responsable del trabajo se negase
a seguir manteniéndolo en el centro.
Una vez valorado el informe, el juez de Vigilancia Penitenciaria podrá acordar su ejecu-
ción en el mismo centro, enviar al penado para que finalice la ejecución de la misma en
otro centro o entender que el penado ha incumplido la pena.
7) Si el penado faltara del trabajo por causa justificada, no se entenderá como abandono
de la actividad. No obstante, el trabajo perdido no se le computará en la liquidación de
la condena, en la que se deberán hacer constar los días o jornadas que efectivamente
hubiese trabajado del total que se le hubiera impuesto.
5. La pena de multa
Junto con las penas privativas de libertad y las privativas de otros derechos, el
Código penal prevé la multa (art. 32 CP) como tercera gran clase de pena que
puede imponerse. La pena de multa es una species del genus pena patrimonial,
entendida esta última como una pena que afecta en sentido amplio al patri-
monio del condenado, concebido como conjunto de derechos y obligaciones
del sujeto de contenido económico.
De este modo, el sistema trata de garantizar dos cosas: por un lado, que la ex-
tensión o gravedad concreta de la pena dependa de la gravedad de la infracción
cometida (de la entidad de lo injusto-culpable), satisfaciéndose así el principio
de proporcionalidad. Por otro, que la pena sea igual de aflictiva al margen de
la fortuna del reo. El principio de igualdad�de�impacto satisface así las exi-
gencias del principio de igualdad en su vertiente material (tratar lo desigual de
forma desigual). De este modo trata de conseguirse un sistema más equitativo,
evitando que la multa sea una carga imposible de asumir para quien carezca
de ingresos o los tenga reducidos, con la consecuente conversión en pena per-
sonal subsidiaria. Justamente por ello, se prevé la posibilidad de que el juez
aplace el pago –hasta dos años– bien de una vez, bien en plazos (principio
de flexibilidad en la ejecución) (art. 50.6), e incluso de que si después de dic-
tada sentencia el penado empeora económicamente, pueda el juez, de modo
excepcional, reducir el importe de las cuotas o ampliar plazos (art. 51 CP).
1)�Extensión�de�la�pena
El artículo 50.3 CP señala que la extensión mínima será de diez días y la má-
xima de dos años, salvo que se trate de multa imponible a la persona jurídica,
que tendrá una extensión máxima de cinco años. Siempre que se imponga
por meses o años, se entenderá que los meses son de treinta días y los años de
trescientos sesenta (art. 50.4 CP).
© FUOC • PID_00225870 59 Consecuencias jurídicas del delito
Para determinar la extensión dentro de los límites fijados para cada delito,
esto es, para determinar el número de cuotas, el juez o Tribunal opera con
las mismas reglas ya explicitadas para determinar la duración de una pena de
prisión –esta es la ventaja de temporalizar la multa.
2)�Determinación�del�importe�de�la�cuota
3)�La�obligación�de�pago�de�la�multa
El fallo de una sentencia podría ser del siguiente tenor: «Condeno a fulano a una pena
de treinta días-multa a razón de cinco euros de cuota, lo que hace un total de ciento
cincuenta euros que deberá abonar de una sola vez, firme que sea la sentencia».
© FUOC • PID_00225870 60 Consecuencias jurídicas del delito
El artículo 52 del Código penal prevé así la existencia de tales multas, cuando
estén específicamente previstas para el delito correspondiente. Ejemplos de
delitos que prevén penas de multa proporcionales son los delitos contra la
Hacienda Pública (así, el delito fiscal del art. 305 CP que prevé, además de la
pena de prisión, pena de multa de tanto al séxtuplo de la cuantía defraudada)
o los delitos de tráfico de drogas (Cfr. art. 368 CP: multa del tanto al triplo del
valor de la droga objeto del delito).
Dentro de los límites de cada multa (ej. del tanto al duplo, o al triplo, del valor
de la droga con que se ha traficado), los Jueces o tribunales deben optar por
la cuantía, como señala el art. 52.2 CP, atendiendo no solo a las circunstan-
cias atenuantes y agravantes del hecho, sino principalmente a la situación
económica del sujeto.
(56)
Por último cabe mencionar que la LO 5/2010, al establecer la responsabilidad Véase art. 52.4 CP.
de las personas jurídicas, ha diseñado un régimen especial subsidiario para el
caso en que, prevista la pena de multa proporcional, no fuese posible calcular
el beneficio obtenido o facilitado, el perjuicio causado o el valor del objeto
o cuantía defraudada o indebidamente obtenida. Cuando tal base resulta de
imposible cálculo, se prevé la sustitución de la pena proporcional por una pena
de multa conforme al sistema de días-multa56.
Como se dijo en el apartado 4.1 de este módulo, junto con las penas, el CP
prevé medidas de seguridad para quienes, habiendo cometido un hecho típi-
camente antijurídico, resulte no obstante su imputabilidad negada o dismi-
nuida. Tras la reforma de 2010, una clase de medida de seguridad, la libertad
vigilada, resulta también imponible a los plenamente imputables.
caso de haber sido efectivamente impuesta al sujeto (cfr. arts. 101, 102, 103),
debiendo el juez o Tribunal fijar en sentencia ese límite máximo. Trata, pues,
el legislador de no hacer de peor condición al inimputable que al plenamente
imputable.
a)�La�peligrosidad�posdelictual:�la�previa�comisión�de�un�hecho�«previsto
como�delito»
Es esta una consecuencia obligada del principio según el cual toda reacción
punitiva estatal, de la clase que fuere, resulta solo constitucionalmente admi-
sible por razón del hecho cometido. La sola peligrosidad, ayuna de este previo
referente, no justifica una tal intervención de naturaleza penal, por impedirlo
el artículo 25.1 CE, según jurisprudencia del Tribunal Constitucional («... no
caben medidas de seguridad sobre quien no haya sido declarado culpable de
la comisión de un ilícito penal...» SSTC 23/1986 [RTC 1986, 23] y 21/1987 y
131/1987 [RTC 1987, 21 y 131]).
Por hecho «previsto como delito» no basta con entender la realización obje-
tiva de una conducta abstractamente prevista en el correspondiente precepto
penal, sino que cabe exigir la realización de un hecho típico, objetiva y sub-
jetivamente, además de antijurídico, lo que implica descartar la concurrencia
de causas de justificación que amparen la realización del hecho típico.
b)�El�juicio�de�peligrosidad�criminal
nales no estarán vinculados por las conclusiones de los peritos, pero tampoco
se podrán apartar, sin fundamentos respaldados en conocimientos científicos,
de las conclusiones médico-legales.
Conforme al artículo 96.2 del CP, las medidas privativas de libertad son las
siguientes:
(57)
• Internamiento� en� centro� psiquiátrico57. Prevista para los casos de Véase arts. 101 y 104 CP.
(58)
• Internamiento�en�centro�de�deshabituación58. Prevista para los supues- Véase arts. 102 y 104 CP.
tos del art. 20.2 –exención, completa o incompleta por grave intoxicación
o síndrome de abstinencia por adicción a sustancias tóxicas.
(59)
• Internamiento�en�centro�educativo�especial59. Prevista para los supues- Véase arts. 103 y 104 CP.
1) La inhabilitación profesional.
Todas estas medidas no privativas de libertad están indicadas –en pie de igual-
dad con las medidas de internamiento– para quienes se hallen incursos en las
eximentes completas de los núms. 1, 2 y 3 del artículo 20, así como para los
semiinimputables, según se desprende de los artículos 101, 102, 103 y 104 CP.
En todos ellos se prevé también la imposición ab initio de las medidas previstas
en el art. 96.3, esto es, medidas no privativas de libertad incluyendo la nueva
libertad vigilada.
© FUOC • PID_00225870 65 Consecuencias jurídicas del delito
(60)
Al contrario que las medidas privativas de libertad, cuya duración depende de Cfr. arts. 105 y 107 CP.
la que habría resultado de la pena de prisión impuesta si el sujeto no hubiese
sido declarado inimputable, las medidas de seguridad no privativas de liber-
tad tienen límites temporales propios, dependiendo de la clase de medida –
de hasta cinco o hasta diez años– desvinculados de la pena (arts. 105 y 107).
Todo ello sin perjuicio, como veremos, de que atendida la evolución favorable
del sometido, pueda el juez o Tribunal acordar el cese de la medida antes del
cumplimiento de tal plazo60.
1)�Sistema�vicarial�en�caso�de�medidas�de�seguridad�privativas�de�libertad
impuestas�a�semiinimputables
2)�Cumplimiento�de�las�medidas:�el�principio�de�flexibilidad
Artículo 97 CP
c) Sustituir una medida de seguridad por otra que estime más adecuada, entre las previstas
para el supuesto de que se trate. En el caso de que fuera acordada la sustitución y el sujeto
evolucionara desfavorablemente, se dejará sin efecto la sustitución, volviéndose a aplicar
la medida sustituida.
Para hacer posible la decisión del juez o Tribunal sentenciador sobre el mante-
nimiento, cese, sustitución o suspensión de la medida, dispone el artículo 98
CP que, cuando se trate de medidas de internamiento o de la libertad vigilada
a cumplir tras el cumplimiento de la pena de prisión, el juez de Vigilancia Pe-
nitenciaria eleve, al menos con periodicidad anual, una propuesta en tal sen-
tido, valorando los informes emitidos por los facultativos o profesionales que
hayan asistido al sometido a la medida de seguridad, o los realizados por las
Administraciones Públicas competentes. Si se trata de otras medidas, el juez
o Tribunal sentenciador debe recabar directamente de aquellos los oportunos
informes, para valorar la situación y evolución del sometido a medida, su gra-
do de rehabilitación y el pronóstico de reincidencia o reiteración delictiva.
(61)
Pero atendida la naturaleza de estas condenas, el Código penal61 prevé con- Cfr. art. 100 CP.
1)�Naturaleza�y�contenido�de�la�medida�de�libertad�vigilada
Tal es el caso de la prevista en el apartado 1 del artículo 106: «la obligación de estar siem-
pre localizable mediante aparatos electrónicos que permitan su seguimiento permanen-
te». Se trata de una medida sin precedentes en el CP previo a la reforma, que no existía en
el ahora simplificado catálogo del artículo 96.3 CP, o de la medida contenida en la letra
b): «la obligación de presentarse periódicamente en el lugar que el juez o Tribunal esta-
blezca», medida inspirada en el artículo 503 de la LECrim como mecanismo de control
de la libertad provisional. También de medida con finalidad de control ha de calificarse
la prevista en la letra c): «la de comunicar inmediatamente, en el plazo máximo y por el
medio que el juez o Tribunal señale a tal efecto, cada cambio del lugar de residencia o
del lugar o puesto de trabajo», medida inspirada en las conocidas notification orders del
derecho anglosajón, aun cuando con efectos menos estrictos, pues no parece obligar a
comunicar cualquier traslado temporal –viaje, etc.– como sí sucede en la mayor parte de
los países. Finalmente, en la idea de control genérico se basa la prohibición, ya contenida
en el artículo 96.3 antes de la reforma, de «ausentarse del lugar donde resida o de un
determinado territorio sin autorización del juez o Tribunal».
Junto con las medidas de control genérico o específico del penado, otras me-
didas pretenden simplemente proteger�a�la�víctima.
(62)
A la vista de lo expuesto, en el catálogo de obligaciones y prohibiciones con- Sobre el elenco de obligaciones
o prohibiciones que conforman la
cretas prevalecen las funciones asegurativas de la medida sobre las correctivas.
medida, cfr. art. 106.1 CP.
Mención especial merece la medida prevista en la letra k), «la obligación de
seguir tratamiento médico externo, o de someterse a un control médico perió-
dico». Su inclusión vino precedida de un intenso debate a propósito de la mal
llamada «castración�química» (rectius: terapias de reducción hormonal rever-
sibles). La medida plantea inevitables dudas de constitucionalidad en caso de
simple lectura formal, cuando se aplique a sujetos plenamente responsables –
imputables. Desde luego, queda excluido el tratamiento forzoso que implique
injerencia corporal o ingesta de medicación alguna, de acuerdo con una in-
terpretación sistemática (cohoneste con el art. 2 de la Ley 41/2002, de 14 de
noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente), y del art. 100 CP,
que excluye el delito de quebrantamiento, el juez deberá recabar el consenti-
miento del condenado, para lo que resultaría legítimo «ofrecer a cambio» un
cuadro menos restrictivo de medidas de control62.
2)�Presupuestos�de�aplicación�en�sentencia
Dos son los supuestos en los que procede la aplicación de la medida de se-
guridad, por un lado, como si de cualquier otra medida de seguridad se tra-
tase, puede imponerse al amparo de los artículos 101 a 104 a los declarados
inimputables o semiinimputables, como cualquier medida de seguridad más.
Lo sustancial de este primer supuesto es que se exigen los requisitos generales
que para la imposición de medidas de seguridad establece el artículo 95 del
CP: comisión del delito y adicionalmente existencia de un pronóstico de pe-
ligrosidad criminal.
que la víctima sea alguna de las contenidas en el art. 173.2 (art. 156 ter CP)
y los delitos de malos tratos habituales (art. 173.2 CP). Para el caso en que se
haya cometido un delito contra la libertad sexual o de terrorismo no se exige
ningún juicio de peligrosidad en sentencia. El legislador parte así de una pre-
sunción iuris et de iure de peligrosidad, automatismo que solo se ve atempera-
do en caso de que se trate de delincuente primario y el delito cometido no sea
grave. Aquí el juez o Tribunal podrá o no imponer la medida. En el resto de
delitos (homicidio, lesiones y malos tratos habituales) el juez o Tribunal tiene
la discrecionalidad de acordar o no su imposición en atención a la peligrosidad
criminal que presente el sujeto.
3)�Determinación�judicial�de�la�medida�tras�el�cumplimiento�de�la�pena
de�prisión
4)�Ejecución�de�la�medida:�principio�de�flexibilidad
7. Punibilidad
La doctrina suele distinguir entre varias clases de elementos sin que las dife-
rencias entre unos y otros resulten siempre pacíficas.
Así, en el primer ejemplo, el legislador decide que el conflicto se resuelva, sin trascender,
en el ámbito familiar. En el segundo ejemplo, el legislador trata de incentivar la regula-
rización fiscal, anteponiendo finalidades recaudatorias a las represivas.
(63)
4)�Causas�de�extinción�de�la�responsabilidad�criminal. Algunas de las causas Véase el art. 130 CP.
de extinción del art. 130 CP pueden verse –no lógicamente el cumplimiento
de la pena– como pertenecientes también a esa «categoría» de casos en los que
por razones distintas a lo injusto culpable se decide renunciar a la imposición
de la pena. Tal es el caso, significadamente, de la prescripción del delito, del
perdón del ofendido o incluso el indulto63.
© FUOC • PID_00225870 77 Consecuencias jurídicas del delito
Glosario
circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal f pl Elementos acci-
dentales que, sin afectar a la presencia del delito –que se mantiene inalterado–, concurren en
la realización del hecho e inciden en la modulación de los diferentes elementos –del injusto o
la culpabilidad– o, sin hacerlo, responden a criterios político–criminales, con el consiguiente
reflejo en la determinación de la pena.
concurso ideal de delitos m Caso en que un solo hecho constituye dos o más delitos.
concurso medial m Una de las infracciones constituye medio necesario para cometer
otra.
concurso real de delitos m Supuesto en que diversos hechos constituyen diversos delitos.
medidas de seguridad f pl Consecuencias jurídicas del delito que se aplican a inimpu-
tables y semiimputables (de manera cumulativa con la pena).
multa f Pena pecuniaria que puede imponerse tanto a personas físicas cuanto a personas
jurídicas, bien conforme al sistema de cuotas o días-multa, bien de carácter proporcional.
penas privativas de derechos f pl Penas que privan del ejercicio de derechos distintos
a la libertad ambulatoria y el patrimonio.
penas privativas de libertad f pl Penas que privan del ejercicio del derecho a la libertad
ambulatoria.
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