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‘‘Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz’’ Tom Robbins.

Mi infancia feliz.

Por Yessica Aguirre Cano.

Queridos lectores,

Cuestionarnos quiénes somos y de dónde venimos, es situarnos casi, de manera obligada, en


un estado que nos impacta, que nos asombra, pero sobre todo; que nos atemoriza, no porque no
sepamos quiénes somos, todos conocemos esa respuesta, sino porque indagar sobre esas
preguntas nos adentra en lo más profundo de nuestro ser y es allí a donde tememos llegar. Somos
conscientes de que si realmente buscamos en nuestro interior, hallaremos esa respuesta que tanto
nos acobarda conocer. Sin embargo y, a pesar de todo ello, ha llegado el momento de conocer la
verdad, ustedes no me conocen y les aseguro que hasta el final de esta historia no sabrán quién
soy, pero yo, podré revelarles uno de los relatos más estremecedores que en sus vidas, van a
presenciar a través de la lectura:
Barrio Mártires, Bogotá Colombia, 1996, he aquí donde inicia este relato y donde
infortunadamente o quizá afortunada; también termina. Esta es la historia de Josh, un niño más,
aventurado en las peligrosas calles de nuestro país. Antes de presentarles a este personaje que
con certeza, amarán tanto como yo, pido a ustedes disfruten de esta lectura dejando de lado la
perspectiva poco empática que nos impide conocer o mejor; comprender a las personas que como
él, vivieron esta cruda realidad. Previo al encuentro entre ustedes, queridos lectores y Josh, deben
abandonar los prejuicios, advierto, no permitiré que conozcan de él y sus vivencias si en ustedes,
existe ese factor que desde el privilegio, permite cegar sus ojos y peor aún su corazón, nublando
la posición desde la que ven la realidad o al menos, realidad que a nuestro tan mencionado Josh,
le tocó experimentar. Sé que ustedes, al igual que yo, luego de esta historia, no seguirán siendo
los mismos. Ahora sí, los invito a conocer al personaje principal de esta historia:
¡Josh, mi querido Josh!
Él es Josh, quizá ustedes solo logren percibir a un niño más, viviendo en una inundable
pobreza, pero esperen a conocerlo para que sepan, por qué es tan especial.
¡La virtud de saber valorar!

Josh era un niño que disfrutaba de las cosas que otras personas seguramente no y
posiblemente es lo que suceda con todos aquellos niños y niñas que viven en estas precarias
condiciones. Un niño más en las calles, puede que no signifique nada para ustedes, pero para mí,
lo significa todo. Como han de suponerlo y con lo que hasta aquí les he contado, este niño, era
uno de los tantos que vive en extrema situación de pobreza en uno de los barrios más vulnerables
de Colombia, uno de esos lugares que se transforman en rincones inhabitables y en puntos ciegos
para la mayoría de las personas. Aun así y con lo poco que la vida le había brindado, Josh era un
niño feliz, vivía con mamá y papá y aunque con muy poco en las manos, con mucho en el
corazón, hasta que sucedió lo que un día lo marcó y cambió lo que sería su destino; papá murió
en medio de una violencia en el mismo barrio en donde él crecía y forjaba su futuro, dejándolo
con tan solo 7 años y a la deriva en un lugar en donde la violencia día con día le arrebataba a
miles de familias su felicidad.
¡La educación, un tesoro que destruyen las calles!
Sin embargo, mamá y Josh debían continuar, todo sería más difícil para ellos porque papá ya
no estaba, pero aun así, rendirse nunca fue una opción. El sueño de mamá era ver a su único hijo
saliendo adelante y superando todas las adversidades que la vida por destino o casualidad había
puesto en su camino. En una promesa consigo mismo, Josh iba a la escuela todos los días con
ilusiones que después la calle destruiría.
¡Soy feliz por ti!

Recuerdo que Josh al pasar por la escuela veía a muchos otros niños disfrutando de sus
comodidades y, él era feliz con solo observarlos, tanto así, que me atrevería a afirmar que más
que ellos mismos. Sus ojitos tan pequeños en tamaño pero tan grandes en ilusión brillaban al ver
que no todo era tan malo para todo el mundo y que aunque él no, otros niños sí podían tenerlo
todo y disfrutar de la felicidad sin el temor a que un día la violencia, las calles o la maldad, se los
arrebatara.
¡El primer amor!

El único lugar donde Josh se sentía seguro era en los brazos de su madre y en la escuela
¡cómo amaba esa escuela! Siempre era el último en conseguir los materiales de su clase, pero el
primero en sobresalir y deslumbrar a sus maestros. En su grado había una niña que se llamaba
Lucy, era hermosa, la niña más linda de todo el colegio, creería que fue su primer amor, pero ese
amor inocente y colmado de ilusión que todos en la niñez llegamos a presenciar. Lucy le sonreía
siempre y tenía el poder de convertir un día triste y decaído en el mejor de todos, es por esto que
Josh tenía la seguridad de que los detalles no son especiales por lo que materialmente
representan, sino por la persona que los entrega. Algunas veces, saliendo de clase, Josh en vez de
ir a casa a ayudar a su mamá con el trabajo, minuciosamente vigilaba a Lucy, la seguía a todas
partes, a él solo lo reconfortaba ver por más tiempo esa sonrisa resplandeciente que tenía el
poder de iluminar su día.

¡Lo hizo por mí!

Durante muchos años la madre de Josh trabajó en las calles de la ciudad con la ilusión de
algún día poder brindarle a su hijo más de lo que hasta ese entonces, día y noche sobreviviendo a
jornadas extensas llenas de inseguridad, pues salir a trabajar, jamás garantizó volver a casa con
algo de comida. En ocasiones y cuando no debía ir a la escuela, Josh ayudaba a su mamá en el
centro de la ciudad con la venta de alguna de las tantas cosas que a ella se le ocurrían. Uno de
esos días, el monstruo de las calles tocó la vida de Josh, arrebatándole una vez a mamá un ser
querido. Josh entró en el temido mundo de las drogas, poco a poco hasta tocar fondo, él solo
quería escapar de la realidad un poco y dejar de sentir por algunas horas que su realidad, era una
canción triste que la vida había decidido dedicarle a él.

¡No puedo salir!


Tras años y años de lucha consigo mismo, las drogas seguían ganándole la batalla a Josh,
pues lo convertían en una persona irreconocible, ahora las calles ya no eran su enemigo, sino su
hogar y las personas a las que tanto les temía cuando niño, ahora eran sus amigos.
Josh dejó de ir a la escuela, ya ni siquiera le motivaba ver los ojos de Lucy y su madre,
después de incontables esfuerzos por recuperar a su hijo, terminó dándose por vencida, pues de
ese niño tierno y con ojos brillosos, ya no quedaba nada, lo que ella recordaba como Josh, solo
era un recuerdo que con los años, se empañaba más.

¡El final de un nuevo comienzo!


Un día, algo iluminó a Josh y lo encaminó a encender de nuevo a ese niño especial que todos
conocían y, como la voluntad, hace la fuerza, decidió empezar de nuevo. Era obvio que no sería
para nada fácil, muchas puertas permanecerían cerradas para él, pero aun así, no se rindió o
bueno, no me rendí ¿recuerdan que al inicio les dije que me conocerían al finalizar esta historia?
Pues sí, yo soy Josh y después de años inmerso en el mundo de las drogas y meses de
rehabilitación, por fin le gané la guerra al monstruo que por años me persiguió.
¡No fue fácil!
No les diré que no pensé muchas veces en recaer, que no quería regresar al mundo que me
quitó durante tantos años la felicidad, porque les mentiría, inicié desde cero, primero, me
rehabilité y luego empecé a ver por mí mismo haciendo lo que había aprendido de mamá;
trabajando. Así que como pude, siempre y honestamente, con mucho esfuerzo me gané cada cosa
que hoy tengo, tuve la oportunidad de seguir estudiando y forjar mis inicios, pero esta vez,
tomando buenas decisiones. Ahora, soy un escritor muy importante de la ciudad de Bogotá, me
reencontré con mamá y le realicé el sueño de verme convertido en un profesional.

¡Dando segundas oportunidades!

Hoy en día, trabajo por los niños y niñas que se enfrentan a la misma realidad que yo, realizo
trabajos comunitarios y actividades didácticas en los diferentes rincones de la ciudad que los
alejan de las drogas y, les doy a ellos la mano que nadie me brindó a mí. Me siento muy
orgulloso de quien soy ahora y aunque todavía trabajo en mí y deseo ser más, puedo decir que
soy feliz y no me siento culpable por ello porque mi corazón; a pesar de que forjado a palos no
tiene maldad. Como dirían en los cuentos de princesas e irreales hadas ¡colorín colorado, este
cuento se ha acabado!

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