Se puede ir apreciando que, para el derecho romano, la mujer no
representaba una categoría jurídica separada, si no una definición de la mujer misma. Sin embargo, para el derecho había algo fundamental: la división de los sexos. Es decir que existía una base que restringía las reuniones entre hombres y mujeres como norma. Así como también debemos tener en cuenta que, según el alcance y función va a variar los conceptos sociales y culturales que prevalen en la sociedad romana con respecto en la manera de tratar la ley con referencia a la distinción entre hombre y mujer.
3.1. Hija de Familia
Gamboa. I (2008), nos menciona en su artículo denominado La Mujer
Romana que “la filia, forma parte de la familia, y está sometida a la potestad del paterfamilias y su posición es similar a la de los hijos varones”. Dando a entender que ambos presentaban las mismas limitaciones con respecto a que se encontraban sujetos a la autoridad de los clanes, imposibilitándolos de poseer bienes y restricciones. Sin embargo, debemos tener en cuenta que, tras la muerte del padre y aquí es en donde ya se comienza a trazar la línea de diferencia entre géneros. Puesto que, la mujer se convierte en sui iuris, quedando sujeta como mujer adulta a tutela mulierum en razón del sexo.
Así como se viene mencionando en un principio, tanto como para filius
y filia no podían disponer de patrimonios, impidiendo el desarrollo de un negocio propio. En donde todo lo que lograban adquirir pasaba a ser parte del padre. Ya a finales de la República, comienzan a introducirse excepciones a la originaria incapacidad patrimonial de los hijos. Respecto a las niñas y niños, y la aparición de diversas ciencias se abrió camino al reconocimiento cada vez más amplio de la titularidad de derechos patrimoniales. Dando prioridad a hija, brindándole facultades de disposición sobre sus propios bienes, tiene igualdad de capacidad que el hijo para contraer obligaciones en nombre propio y contra ella se dan acciones directas.
3.2. Mujer Casada
Nos explica Gamboa. I (2008), que al contraer matrimonio no cambia la
situación familiar que venían trayendo consigo los cónyuges. Es decir, la mujer sigue perteneciendo a su familia y el marido a la de él. Por eso, si una mujer quiere relacionarse con sus hijos e hijas, formando así una familia, era necesario la conventio in manum de manera obligatoria, consistiendo en que la mujer dejaba a su familia, para dar cabida a otra, convirtiendo al esposo en paterfamilia. Y era visto por la sociedad como vivir en honor. Si nos ponemos a pensar paulatinamente el derecho clásico relativo con respecto a las relaciones interpersonales entre marido y mujer es muy raro e inhumano, por la falta de normas y la regulación legal que se exigían.
En una relación matrimonial, el esposo no tiene autoridad legal sobre su
esposa. La mujer mantuvo siempre el nombre original de su familia. Y como regla general, la esposa no debe compartir la dignidad de su esposo excepto en el caso sea la esposa de un senador. En la relación entre hijos y una mujer casada, ella pasa a ser hermana mayor de sus hijos, algo ilógico a nuestro parecer. Quedando en el segundo lugar de la marginalidad en relación a su hijo, trayendo consigo consecuencias sucesorias. Dado que, la mujer se encontraba en la misma posición que el hijo en la familia y la heredera legítima de su esposo, al igual que sus hijos. Cabe resaltar que el esposo no tenía la misma autoridad frente su esposa que con sus hijos. Mostrando el estatus legal que la mujer representaba.
En época histórica el marido no poseyó nunca el ius vitae necisque
sobre la mujer, ni el derecho a venderla. Es cierto que cuando la mujer se hallaba sometida a la patria potestas o a la tutela mulierum, una y otra quedaban absorbidas por la manus. La mujer in manu no podía tener patrimonio propio, el que tuviese antes de contraer matrimonio o el que adquiriese después de contraído se transmitía automáticamente al marido, el cual es el propietario exclusivo de ese patrimonio con derecho a disponer de él discrecionalmente inter vivos o mortis causa, la mujer era heres legitima de su marido al igual que eran herederos legítimos los hijos in potestate. A efectos de la herencia legítima del ius civile, hereda de su marido una cuota idéntica a la de sus hijos y, eventualmente puede heredar de sus hijos como agnada, porque estarían bajo la misma patria potestas de no haber muerto el antecesor común.
En tiempos históricos, el esposo no obtenía lo que necesitaba de su
esposa y no tenía derecho a venderla. Es cierto que cuando la mujer sufre patria potestad o tutela mulierum, ambas son absorbidas por el hombre. La esposa en Manu no puede tener su propio patrimonio, o el patrimonio que tenía antes del matrimonio o el patrimonio que recibió después de firmar el contrato se transfieren automáticamente al marido, que es el propietario. Decisión sobre la vida o causa de la muerte, la mujer es la heredera legal del marido y los hijos con autoridad son los herederos legales. Para los efectos de la sucesión legal de las autoridades civiles, heredó de su marido una parte como sus hijos, y es posible heredar de sus hijos como carga, porque estarían bajo el mismo ascendiente si el municipio ancestral. No ha muerto aún.
3.3. Divorcio en Roma
Titular de la patria potestas es el Paterfamilias. La patria potestas, se puede
extinguir con la emancipación del sometido, pero en principio sólo desaparece con la muerte del pater, de manera que ni la edad, ni los cargos políticos, ni el matrimonio, etc., son suficientes para anularla. Esta concepción de la familia hace que existan varias generaciones bajo la potestas de un paterfamilias.