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INTRODUCCIÓN

Para el desarrollo del presente trabajo se escogió el paper titulado “El Síndrome de
Fatiga Crónica: Características Psicológicas y Terapia Cognitivo Conductual” (Sandín,
2005) dado que presenta elementos teóricos y prácticos bien definidos, de manera clara y
acotada, los que a su vez pueden ser contrastados desde los postulados de diversos autores
de la corriente cognitiva.

El paper de Sandín (2005) presenta el Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) como una
entidad diagnóstica cuya aparición se remonta recién al final de la década de los ochentas,
siendo bastante desconocida, por lo que ha recibido escaso interés desde la psicología
científica. El SFC se caracteriza por la presencia de fatiga grave e incapacitante, la que
tiene lugar junto con una combinación de síntomas físicos y psicológicos. Por todo esto el
trabajo de Sandín (2005) examina algunos aspectos conceptuales y prácticos sobre el SFC,
desde una perspectiva psicopatológica y clínica. Finalmente se describe el estado actual del
diagnóstico del SFC, algunos procesos psicológicos asociados así como algunas estrategias
de intervención cognitivo – conductual aplicables al SFC.

El paper que se analiza en el presente trabajo expone una temática de gran


importancia no sólo para la psicología, sino que sobre todo para los tiempos actuales. La
importancia para la psicología está dada por la necesidad de comprender un síndrome de
poca data y que ha recibido poca preocupación desde la psicología clínica hasta el
momento, hecho que en sí mismo reviste el desafío de comprender los procesos de génesis
y mantención del síndrome. Por otra parte, es una enfermedad de reciente aparición, lo que
puede estar dando cuenta de nuevos fenómenos en la vida moderna que pueden estar a la
base del síndrome y, por lo tanto, su importancia radica en la posibilidad de identificar los
elementos patógenos en la vida actual y, consecuentemente, se abre la posibilidad de
desarrollar estrategias preventivas en el mejor de los casos o por lo menos estrategias de
intervención de segundo orden para evitar sus consecuencias invalidantes, las que no sólo le
competen al afectado, sino que a la sociedad en su conjunto.
ANÁLISIS Y DISCUSIÓN

¿Qué es el Síndrome de Fatiga Crónica (SFC)? Los hechos.

Según Sandín (2005) el síndrome de fatiga crónica (SFC) es un tipo de fatiga


patológica, la cual “produce malestar y sufrimiento y que perturba la calidad de vida del
individuo” (Sandín 2005, p. 85). Si bien la fatiga se ha asociado, en su carácter de síntoma,
a diversas patologías, es de interés en sí mismo por dos razones principales: (1) porque
produce perturbaciones en la vida cotidiana de los individuos que la padecen y (2) por su
alta prevalencia en la población, la que oscila entre un 20% y un 40% (Kellner, 1994,
citado en Sandín, 2005)

El criterio diferencial entre fatiga crónica y fatiga prolongada es temporal. La fatiga


prolongada dura al menos un mes y la fatiga crónica dura 6 meses o más de manera
permanente, o si es intermitente estar presente más del 50% del tiempo. (Sandín, 2005)

Por otro lado, los factores que propician el inicio de la fatiga crónica no son
necesariamente clínicos. Sin embargo lo más importante de recalcar es que este síndrome se
relaciona más estrechamente con los trastornos emocionales que con las enfermedades
físicas, pese a lo cual es importante enunciar que no hay estudios que den cuenta de si están
más relacionados con problemas físicos o psicológicos, lo que se puede deber a que es un
fenómeno universal y de naturaleza no específica.

Etiología del SFC

Existe para este síndrome, al igual que en otros trastornos, tanto factores de
predisposición como factores precipitantes. En los primeros se encuentra los trastornos
psicológicos, dentro de los cuales los más comunes son los trastornos de ansiedad, la
depresión y los trastornos somatoformes, así como ciertas características de personalidad,
entre otros. Los segundos incluyen los de naturaleza física, como las infecciones, y de
naturaleza psicológica, como lo es el estrés psicosocial. (Sandín, 2005)

Los fenómenos psicológicos desempeñan un papel importante en el síndrome, lo


que no implica que se deba solamente a éstos. En este sentido el SFC no puede explicarse
con un modelo simplista, ya que los factores antes mencionados puede ser distintos, “por lo
que el tratamiento no debe estar basado en la naturaleza del agente causal” (Sandín, 2005,
p.90).

¿Qué tiene para ofrecer al respecto la terapia cognitivo – conductual?

La terapia cognitivo-conductual ha mostrado eficacia significativa en los pacientes


con diagnóstico de SFC. La mayoría de los tratamientos en esta línea se basan en el
ejercicio físico programado, en el control del ritmo de la actividad, en el afrontamiento del
estrés asociado a la enfermedad y la reestructuración cognitiva. (Sandín, 2005)

Friedberg y Jason (2001, citado en Sandín, 2005) explican que mediante las
habilidades de afrontamiento se busca enseñar a las personas a utilizar pensamientos
constructivos. Así las creencias son puestas en entredicho, de modo que pueden ser
reemplazadas para que inciten a la tolerancia de las limitaciones que provoca la
enfermedad.

Sandín expone en el paper el procedimiento de tratamiento cognitivo-conductual


desarrollado por el grupo de Sharpe, utilizado y modificado por él y su equipo para efectos
de una intervención en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED, en
España), el cual se lleva a cabo en distintas fases: La primera es Evaluación y formulación,
la que consiste en una etapa de psicoeducación en la que el énfasis está puesto en la
implicación de los componentes comportamentales, emocionales, cognitivos y sociales. La
idea es realizar una reformulación de la enfermedad, para lo que se realiza una explicación
positiva de la enfermedad en términos biopsicosociales y la visión de que es una
enfermedad que puede ser modificada mediante la autoayuda práctica. (Sandín, 2005)

La segunda fase es la de Intervención cognitivo conductual, parte fundamental del


tratamiento que se planifica en función de las necesidades del paciente y cuyos objetivos se
dirigen a tres aspectos: (1) Control de la actividad, (2) revisar y reestructurar los
pensamientos, (3) afrontamiento del estrés.

La tercera fase consiste en la Revisión y modificación de actitudes desadaptativas.


Se ha visto que estos pacientes suelen poseer elevados niveles de perfeccionismo, metas
poco realistas y otras actitudes desadaptativas que obstaculizan el progreso de la
rehabilitación. Si bien estos elementos son más difíciles de modificar que los pensamientos
desadaptativos, se aspira a, mediante discusión, minimizar su influencia y a ciertas
modificaciones en las mismas.

La cuarta fase es la de Solución de problemas relacionados con dificultades


prácticas, es decir, problemas que haya tenido el paciente en su ambiente laboral producto
de la enfermedad.

Finalmente la quinta fase es la de Consolidación y planificación futura. Una vez


finalizada la terapia lo que se busca es evitar las recaídas, de modo que se realizan algunas
orientaciones prácticas para evitarlas, mediante estrategias que sirvan para posibles
dificultades futuras.

Relaciones con los postulados de Ellis

La importancia que Sandín (2005) pone en la comorbilidad de aspectos emocionales


y psicológicos da cuenta de las consideraciones de Ellis a la hora de proponer su teoría. Así,
es relevante destacar que éste hizo hincapié en el papel de los procesos cognitivos y
afectivos en la psicopatología y el proceso de cambio conductual (Meichenbaum, 1997)

Ellis postula el modelo ABC, en la que hay una situación o hecho “adverso” en
términos del sujeto (A) y que en escapa a su control actual, el cual es interpretado
incorrectamente dando lugar a una creencia irracional (B), la que determina el despliegue
de conductas desadaptativas o consecuencias (C). Visto así, lo que este modelo postula es
que son las creencias irracionales las que están a la base de la patología y, por tanto, el foco
de la intervención debe estar puesto en éstas y no en las conductas, que son sólo
consecuencias de las primeras. Si se logra modificar la creencia irracional en dirección de
creencias racionales, la conducta consecuente también cambiará y se tornará adaptativa.

Según lo visto hasta ahora, lo expuesto por Sandín (2005) es coherente con lo
postulado por Ellis. Así se tiene que, dentro del modelo ABC de Ellis, el factor A
corresponde a la enfermedad misma, B corresponde a las creencias y sentimientos de
minusvalía e incapacidad del paciente (“no me la puedo con esta enfermedad”, “ya no soy
el mismo de antes y nunca podré volver a serlo”, etc.) y el factor C corresponde a las
conductas asociadas a dichas creencias (permanecer postrado, alteraciones de la vida
cotidiana, anulación de la actividad física, etc.), las que son altamente desadaptativas y,
según lo dicho por Sandín (2005) contribuyen significativamente a la perpetuación del
síndrome y de sus consecuencias sociales asociadas.

Desesperanza aprendida y Estilos atribucionales de Seligman & Maier

Según lo visto en clases, podría decirse que el SFC, particularmente en lo que se


refiere a las creencias y pensamientos de minusvalía que perpetúan el síndrome, es similar a
la desesperanza aprendida que plantean Seligman y Maier (1967), entendida como una
condición psicológica en la que el sujeto cree estar indefenso y que no tiene ningún control
sobre la situación en la que se encuentra. Como resultado de esto el sujeto permanece
pasivo frente a la situación displacentera, incluso si tiene la posibilidad real de cambiar
estas circunstancias. También los individuos aprenden que algunos eventos son
incontrolables, lo que genera el abandono de la búsqueda de solución al problema.

En ese sentido es positivo que el paper apele al en el control del ritmo de la


actividad del sujeto, desde un enfoque cognitivo-conductual, cuyo objetivo es incrementar
la funcionalidad física y la calidad de vida de éste, ya que si bien es difícil modificar esta
condición psicológica, hacerlo mostrándole las herramientas las que dispone el paciente
para que tome el control es una buena opción.

Por otro lado, desde lo expuesto en el paper se puede inferir que el estilo
atribucional del individuo que padece SFC es de carácter interno, global y estable. Si esto
es así, tendría semejanzas con la depresión, trastorno psicológico que exhibe alta
comorbilidad con el SFC, relación no menor si se tiene en cuenta que ambos trastornos
tienden a solaparse (Sandín, 2005)
CONCLUSIONES Y REFLEXIÓN

Aspectos relevantes

A partir de la lectura crítica del paper y su posterior análisis, se llegó a la conclusión


que son tres los elementos más relevantes:

1. La intrincada relación entre los factores psicológicos y físicos que subyace a este
síndrome, tanto a nivel etiológico como de mantención, obstaculiza de manera
significativa su diagnóstico, lo que tiene importantes implicancias para un
tratamiento adecuado y oportuno.

2. El hecho de que este síndrome no esté totalmente reconocido como una entidad
diagnóstica en sí misma, sino que tienda a ser confundida como síntoma en la
configuración de otras patologías, favorece la perpetuación del desinterés de la
comunidad científica y, con ello, las posibilidades de investigación y búsqueda de
formas de prevenirla se reducen aún más.

3. Finalmente está el significativo hecho de que la terapia cognitivo – conductual se


erige como “el alumno destacado” en el tratamiento del SFC, siendo más eficaz que
el tratamiento farmacológico, lo que plantea una vez más la interrogante acerca de
frente a qué nos enfrentamos en términos de etiología.

Aportes y posibles líneas de investigación futura

El aporte del paper y su propuesta tiene que ver con que pone en el tapete un asunto
que ha recibido poca atención desde la comunidad tanto médica como psicológica hasta el
momento. En esta línea da pie para realizar investigaciones serias cuyo objetivo sea la
búsqueda y establecimiento de criterios precisos y distintivos, lo que podría facilitar la
aceptación generalizada del SFC como una entidad diagnóstica independiente y su posterior
introducción en, por ejemplo, alguna edición del DSM, lo que daría sustento difícilmente
refutable acerca de su autenticidad verdadera existencia. Sólo de este modo sería realmente
factible prestar la ayuda correspondiente a los afectados.

Siguiendo la línea de lo anteriormente planteado, se abre la posibilidad de ir un paso


más allá y continuar la investigación en busca de nuevos elementos en el síndrome que
permitieran, por ejemplo, correlacionar subtipos de SFC con estructuras de personalidad,
con lo cual se estaría un poco más cerca de poder tratarlo con mayor eficacia e incluso
prevenir su aparición mediante medidas de promoción de la salud en los grupos más
vulnerables.

Reflexiones

En lo que al paper en sí mismo se refiere, queda la impresión de que le hizo falta


profundizar en la modificación de creencias de los individuos, que si bien es abordado
desde las técnicas de afrontamiento, lo hace de manera superficial desde el método de
Friedberg y Jason (2001, citado en Sandín 2005) y de manera más completa en el
tratamiento propuesto por Sharpe (1997, citado en Sandín, 2005), porque apela a la
psicoeducación y a la revisión y reestructuración activa de los pensamientos y creencias
irracionales, tales como “no puedo hacer nada excepto descansar”.

En cuanto a los temas desarrollados, el hecho de que el SFC recién tenga su


aparición durante los ochentas dice mucho sobre el ritmo de vida actual, el que
posiblemente presiona más allá de la capacidad responsiva de la persona promedio. Esto
hace pensar sobre lo que la sociedad le exige a sus miembros, sobre la celeridad con que se
dan los cambios y sobre los motivos que impulsan a los individuos a desear estar a la altura
de esas exigencias, aún cuando el costo es demasiado alto, de lo cual el SFC es sólo un
representante más.

Finalmente cabe mencionar que la teoría que sostiene la terapia cognitivo –


conductual contempla pobremente la posibilidad de realizar intervenciones de carácter
primario (prevención). En general sólo tiene lugar como intervención secundaria o terciaria,
por lo que se espera la aparición de sintomatología para su tratamiento. En este sentido, si
bien es una terapia que contempla muchos elementos de la esfera de la psicología, su
utilidad demuestra que se condice mucho más con el modelo médico, por lo que de acuerdo
a las nuevas concepciones en las que la promoción de la salud se hace prioritario, el
enfoque cognitivo – conductual tiene una deuda pendiente.
REFERENCIAS BIBLLIOGRÁFICAS

Meichenbaum, D. & Gilmore, J. (1984) La naturaleza de los procesos inconscientes: una


perspectiva cognitivo-conductual. Terapia Psicológica, 4, 7-22.

Sandín, B. (2005) El síndrome de fatiga crónica: Características psicológicas y terapia


cognitivo – conductual. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 10(1), 85 – 94.

Seligman, M.E.P., & Maier, S.F. (1967). Learning to Be Depressed. Failure to escape
traumatic shock. Journal of Experimental Psychology, 74, 1-9. En Roger R Hock (Ed.)
Forty Studies that Changed Psychology: Explorations into the History of Psychological
Research, Chapter 3: Learning and Conditioning. p 242-248. Fifth edition, Upper Saddle
River, NJ: Prentice Hall. (2005).

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