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Von Humboldt, W. (2010) - Historia de La Decadencia y Ocaso de Los Estados Libres Griegos y Otros Textos Sobre La Antigüedad Clásica. (Mas, S, Trad) - Madrid, España - Plaza y Valdés-CSIC
Von Humboldt, W. (2010) - Historia de La Decadencia y Ocaso de Los Estados Libres Griegos y Otros Textos Sobre La Antigüedad Clásica. (Mas, S, Trad) - Madrid, España - Plaza y Valdés-CSIC
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Antonio Valdecantos (Universidad Carlos III de Madrid)
Antonio Zirión (Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM, México)
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO
DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
CLASICA 3
Madrid – México
2010
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PLAZA Y
VALDÉS
D. L.: M-16403-2010
Índice
W
ilhelm von Humboldt sintió la pasión por la Antigüedad desde
su adolescencia. En abril de 1790 confiesa retrospectivamente a
su mujer que fue un niño y un joven desgraciado y solitario que
buscaba llenar este aislamiento y esta amargura con los libros, especialmen-
te griegos;2 tal vez, pues, el típico caso del joven inteligente y sensible que,
ante la incomprensión generalizada que siente a su alrededor, se refugia en
la lectura, consiguiendo así tan sólo que su soledad y aislamiento se redo-
blen. Pero al margen de elucubraciones más o menos psicoanalíticas, que
verían en aquella pasión el elemento compensatorio de una vida insatisfe-
cha, en su interés por la Antigüedad fue decisivo Heyne, con quien estudió
en Göttingen desde la primavera de 1788 y del que aprendió a considerar
la Antigüedad como una totalidad y a ver en la filología algo más que mera
—————
1 Este trabajo se inserta en el marco del proyecto de investigación «Filosofía de la His-
toria y valores en la Europa del siglo XXI» (FFI2008-04279).
2 Cfr. también la carta del 19 de mayo de 1791, igualmente dirigida a Carolina von
Dachroeden.
10 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
crítica textual. Fue asimismo importante la amistad con Wolf, también dis-
cípulo de Heyne, si bien posteriormente maestro y alumno se enfrentaron
por turbios asuntos académicos. Pero Humboldt no era un filólogo.
En una carta dirigida a Wolf del 1 de diciembre de 1792 menciona un
proyecto, la revista Hellas, para el que quiere ganar al gran filólogo: aun-
que reconoce que estudia con intensidad «pequeñeces gramaticales, mé-
trica, acentos, etc.» y sostiene que ha decidido ocuparse en exclusiva «de
la Antigüedad y preferentemente de lo griego», admite que no puede ha-
cerlo en calidad de filólogo profesional, ya que se lo impide su formación
y educación. Su forma de ser le ha conducido a interesarse por los anti-
guos desde un punto de vista diferente. Humboldt, pues, se siente en la
necesidad de disculparse por no dedicarse al mundo antiguo desde la
perspectiva y con los intereses de la filología académica, reconociendo así
de manera implícita la dificultad, incluso la imposibilidad, de reconciliar
la minuciosidad exigida por esta disciplina con su propia concepción de
la Antigüedad: si se atiene a aquélla corre el peligro de perder su forma
de ser, su Individualität, pues tal es la palabra empleada, admitiendo así
que su concepción de la Antigüedad es personal, así como su tendencia a
ver en la filosofía, más que un sistema, la expresión de una singularidad.
Humboldt se consideraba a sí mismo «un mero espectador del mundo».3
Además de los estudios particulares y concretos —continúa—, también
hay uno que «enlaza a todo el hombre, que no lo hace más capaz, más
fuerte, mejor en este o aquel aspecto, sino que lo convierte en general en
un ser humano más grande y más noble». Dado que tal formación (Bil-
dung) se dio en grado máximo entre los griegos, puede promoverse de la
mejor manera estudiándolos, pues ningún otro pueblo «unió tanta senci-
llez y naturaleza con tanta cultura».
—————
3 Bruchstück einer Selbstbiographie, GS XV, p. 453. Cito las obras de Humboldt, indi-
cando volumen y página, por Wilhelm von Humboldts Gesammelte Schriften, 17 Bände. He-
rausgegeben von der Preussischen Akademie der Wissenschaften, Berlín, 1903-1936. Cito
los textos sobre la Antigüedad por la presente edición, en la que incluyo la paginación de
los Gesammelte Schriften.
LA GRECIA DE WILHELM VON HUMBOLDT O ILUSTRACIÓN Y CLASICISMO 11
—————
4 Wilhelm Meisters Lehrjahren, en Werke, vol. 7, p. 291 (H.A.).
5 Ya en su Ideen zu einem Versuch, die Gränzen der Wirksamkeit des Staats zu bes-
timmen (1792), GS I, propone, en la tradición liberal anglosajona, reducir el Estado al mí-
nimo necesario para asegurar la paz interior y la seguridad exterior y, ahora no tan liberal-
mente, para asegurar una Bildung cuyos gastos deberían correr a cuenta del Estado y que
debería estar al alcance de todo el pueblo sin distinción.
6 Cfr. J. Abellán, «La idea de Universidad de Wilhelm von Humboldt», en F. Oncina
Coves (ed.), Filosofía para la universidad, filosofía contra la universidad (De Kant a Nietzsche),
Madrid: Universidad Carlos III/Dykinson, 2009, pp. 273-296. C. Menze, «Anspruch,
Wirklichkeit und Schicksal der Bildungsreform Wilhelm von Humboldt», en B. Schlerath
(ed.), Wilhelm von Humboldt. Vortragszyklus zum 150. Todestag, Berlín/Nueva York: Wal-
ter de Gruyter, 1986, pp. 55-81. Del mismo autor: Die Bildungsreform Wilhelm von Hum-
boldts, Hannover: Schroedel, 1975.
12 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
lugar donde acontecen procesos naturales necesarios, éste sólo puede refe-
rirse al ámbito específicamente humano.
La Bildung, en efecto, es un extraño concepto, difícilmente traducible,9
producto de la estetización de nociones religiosas y filosóficas previas lle-
vada a cabo de la mano de la «graecomanía» que sacudió a Alemania, al
menos desde Winckelmann, y que satisfizo, o quiso satisfacer, funciones
sociales muy determinadas: el gebildeter Mensch no es ni el «caballero cris-
tiano», que olvida o margina, por pagano, el legado clásico y quiere vivir de
acuerdo con los principios irrenunciables de su fe, ni tampoco el galant-
homme para el que este legado no forma, sino que en todo caso adorna.10
Humboldt no podía reencontrar su Grecia en París, donde estuvo, tras fi-
nalizar sus estudios, entre 1797 y 1801,11 y donde pudo conocer de primera
mano el modo de hacer las cosas «a la griega». «En París todo se hace a la
griega», escribe ya en 1763 Friedrich Melchior de Grimm, amigo íntimo de
Diderot y de Madame d’Epinay, en un texto destinado a la Correspondence
littéraire:
Desde hace unos años, se han buscado los ornamentos y las formas antiguas; el
gusto ha mejorado considerablemente y la moda se ha generalizado hasta tal
punto que ya todo se hace a la griega. La decoración exterior e interior de edi-
ficios, los muebles, las telas, las joyas de todo tipo, en París todo se hace a la
griega. Esta afición ha pasado de la arquitectura a las tiendas de nuestros mo-
distas; las señoras se peinan a la griega; los petimetres se considerarían deshon-
rados si llevaran un baúl que no fuese de estilo griego.12
—————
9. En mi versión traduzco Bildung por «formación», reservando la palabra «educa-
ción», más neutral, para verter la voz alemana, igualmente neutral, Erziehung.
10 Evidentemente, no pretendo hacer justicia ni a la ética ni a la estética rococó. Sobre
estas cuestiones cfr. J. Seoane, La política moral del Rococó. Arte y cultura en los orígenes del
mundo moderno, Madrid: Antonio Machado, 2000. Sobre el transfondo y las funciones so-
ciales de la Bildung, veáse H. Weil, Die Enstehung des deutschen Bildungsprinzips, Bonn,
1930.
11 Cfr. Pariser Tagebüchern, GS XIV.
12 Tomo la cita de Marie-Laure de Rochebrune, «El estilo “a la griega” o la primera fa-
se del neoclasicismo francés», en el catálogo de la exposición El gusto «a la griega». Naci-
miento del neoclasicismo francés, Madrid: Patrimonio Nacional, 2007. Realmente, lo que
aquí se denomina «a la griega» es el resultado del hastío producido por los excesos del es-
14 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
Los franceses y los alemanes se han dividido los elementos fundamentales del
carácter griego y en estas partes son tan similares a los griegos que muestran la
máxima disimilitud entre ellos. Los franceses tienen de los griegos la excitabili-
dad, la movilidad y la insistencia en una forma (sólo determinada entre ellos,
casi convencional). Los alemanes, la libertad frente a la unilateralidad, la co-
rrección en la perspectiva externa, la profundidad en el interior, mas a menudo
sin fuego suficiente, y siempre con más afán por el contenido interno sólo ex-
ternamente expresado que por la forma sensible. Pero a pesar de que ambas
naciones sólo expresan la similitud de manera incompleta, resulta impensable
una alianza de ambas para completar la imagen. Más bien marchan ambas
completamente alejadas la una de la otra y al final llevan a cabo algo que reside
casi igualmente alejado de lo griego, sólo que los alemanes alcanzan algo que
está más próximo de lo griego, quizá incluso más elevado, que lo alcanzado por
ellos, pero que precisamente por ello es auténticamente inalcanzable, puesto
que los franceses encallan del todo en caminos erróneos y quedan entre lo ob-
tenido y lo realmente pretendido.13
No es que los italianos estén más cerca de los griegos que los franceses o
los alemanes, pues aunque les son máximamente similares en general, tam-
bién son «máximamente incapaces de alcanzarlos en las partes concretas de
su carácter».14 Pero a Humboldt le interesa Roma como una especie de es-
cenografía, como «el país de la imaginación y el anhelo».15 El 22 de octu-
bre de 1803 escribe a Karl Gustav von Brinckmann que esta ciudad es un
desierto, pero el más bello y el más sublime que jamás haya visto; Roma es
sólo para pocos, para los mejores, que en ella «encuentran un mundo».
Humbolt —como Winckelmann, como Goethe, como Herder— encontró
en Roma el mundo de la Antigüedad clásica. Sin embargo, en la misma
medida en que se aproximó física y espiritualmente a la Antigüedad, se
alejó de ella, tal vez porque únicamente la distancia, o el juego entre ésta y
la proximidad, permiten la visión del todo.
—————
14 Latium y Hellas..., p. 110.
15 Rezension von Goethes zweiten römischem Aufenhalt, GS VI, p. 531.
16 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
II
Sólo en Roma pudo Humboldt comprender que Hellas y Latium se nos
ofrecen como individualidades y totalidades cerradas que deben contem-
plarse desde la lejanía: el camino, en definitiva, que conduce del optimismo
ilustrado de ese joven Humboldt, que declara enfática y kantianamente que
la verdad no puede someterse a ninguna autoridad externa,16 y que puede
utilizar al Mundo Clásico como elemento de contraste entre la Antigüedad
y la Modernidad,17 que de aquí, decía, lleva al desencanto del funcionario
prusiano en tareas diplomáticas en Roma que confiesa que la Antigüedad
es una idealización y que, más adelante, aún en Roma, pero ya en 1807, ve
sorprendentes paralelismos entre el triste destino de Atenas y el que tal vez
aguarde a Prusia.
Humboldt es extremadamente coherente: los griegos no son un pueblo
cuyo conocimiento nos resulte históricamente útil, sino un ideal.18 La An-
tigüedad, y por tal debe entenderse únicamente «a los griegos y entre ellos
casi exclusivamente a los atenienses»,19 y más en concreto a unos pocos
poetas,20 es el imperativo de atenerse a un ideal,21 pero que no puede eli-
minarse, pues ofrece al menos una dirección que revela las deficiencias de
la Modernidad, puestas de manifiesto con particular claridad por las con-
secuencias no deseadas de la Revolución Francesa, y que, en consecuencia,
decía, señala la necesidad de Bildung. Humboldt reelabora ideas schilleria-
nas.
—————
16 Por otra parte, sin embargo, la verdad parece ganar en dignidad y fuerza persuasiva
«cuando se ve con qué celo la habían afirmado los sabios de la Antigüedad»; Humboldt
también reconoce a la vez que la filosofía, además de «luz», también debe despedir «calor»;
cfr. Sokrates und Platon über die Gottheit, über die Vorsehung und Unsterblichkeit (1787),
GS I, pp. 1-2.
17 Cfr. Über Religion (1789), GS I; Ideen über Staatsverfassung durch die neue französis-
che Revolution veranlasst (1791), GS I.
18 Sobre el carácter de los griegos…, p. 119.
19 Sobre el estudio de la…, p. 65.
20 «Como fuentes y modelo del espíritu griego y en sentido estrictísimo sólo reconozco
a Homero, Sófocles, Aristófanes y Píndaro», escribe a Schiller el 6 de noviembre de 1795
(p. 178 de la presente edición).
21 Latium y Hellas…, pp. 84-85.
LA GRECIA DE WILHELM VON HUMBOLDT O ILUSTRACIÓN Y CLASICISMO 17
—————
23Sobre el estudio de la..., pp. 72 y ss.
24Cfr. P. Giacomoni, Formazione e Transformazione. «Forza» e «Bildung» in Wilhelm
von Humboldt e la sua epoca, Milán: Franco Angeli, 1988, pp. 151-156 («La grecità come
Trieb»).
25 Sobre el estudio de la…, p. 79.
LA GRECIA DE WILHELM VON HUMBOLDT O ILUSTRACIÓN Y CLASICISMO 19
Al irresistible impulso que, sin embargo, surge de la parte del ánimo en la que
sólo domina la ley auto-dada, el alemán (pues su lengua está particularmente
enraizada en el ámbito que, para ser totalmente adecuado, necesita de la ayuda
de la sensación) lo nombra con una palabra que no conoce ninguna otra na-
ción: anhelo (Sehnsucht), y el hombre tiene en esta medida un carácter deter-
minado sólo en tanto que conoce un determinado anhelo. En todo hombre se
agita un anhelo tal, pero pocos son suficientemente felices como para manifes-
tarlo puro y determinado, sin destruirlo en afectos antagónicos; aún menos lo
son al extremo de aproximarse, por caminos auténticamente ideales, a las for-
mas originarias de la humanidad; y extraordinariamente rara es la suerte de
que, cumplida esta doble condición, también las circunstancias externas lo sa-
tisfagan suficientemente para ganar nueva fuerza mediante su satisfacción.26
Entre los griegos, de acuerdo con Humboldt, sucedió esto último. Plan-
teadas así las cosas nadie discutirá la utilidad del estudio de Grecia, ni que
pueda ser sustituido con provecho por el de alguna otra nación o algún
otro pueblo, precisamente por el carácter único y extraordinario de los
griegos, esto es, porque son inalcanzables.27
—————
26 Historia de la decadencia y ocaso…, p. 160.
27 Algunos autores, a modo de sutil modulación de la tesis del Sonderweg, han conside-
rado a los grandes clasicistas alemanes de los siglos XVIII y XIX como xenófobos y racistas
por haber tenido a los griegos como un pueblo único y extraordinario y, en consecuencia,
presos de este prejuicio, haber desatendido «las raíces afroasiáticas» de la civilización clásica
(Martin Bernal: The Afroasiatic Roots of Classical Civilization. The Fabrication of Ancient
Greece, 1785-1985, Brunswick [N. J.], 1987, en especial los capítulos 4 y 6). En esta medida,
en estos filohelenistas anidaría un espíritu al menos potencialmente adverso a las tendencias
universalistas y cosmopolitas de la Ilustración. Sin embargo, cuando se mira a este periodo
histórico sorprende lo rápido que la euforia de los primeros momentos se convirtió en re-
chazo o perplejidad, la celeridad con la que se perdieron los ideales ilustrados ya dentro de
la misma Ilustración, no sólo entre sus críticos ni en la historiografía sobre ella. En el Le
Cosmopolite, ou le Citoyen du Monde de Louis-Charles Fougeret de Montbron, de 1750, el
ciudadano del mundo se ha convertido, simplemente, en un individuo que rechaza la ley y
la moral de su país; la definición que ofrece la Enciclopedia es igualmente negativa: «hombre
que carece de residencia fija, o bien alguien que no se siente extranjero en ninguna parte», y
Rousseau, en el Emilio, advierte contra esos presuntos filósofos que buscan lejos, en los li-
bros, deberes que no quieren cumplir en su entorno y que aman a los tártaros para no tener
que amar a sus vecinos. Por otra parte, en la situación convulsa generada por la Revolución,
tanto fuera como dentro de Francia, los Estados nacionales requerían un patriotismo que
20 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
Nos vuelven a confrontar, desde todo punto de vista, con nuestra peculiar y
perdida libertad (si es que puede perderse lo que nunca se tuvo, pero a lo que
se tenía derecho por naturaleza), en la medida en que superan al instante la
presión del tiempo y fortalecen por el entusiasmo la fuerza, que está en noso-
tros, para superarla espontáneamente.29
—————
muy pronto se enfrentó directamente con el cosmopolitismo idealista, ahora visto como sig-
no de traición nacional. La felicidad, exigencia irrenunciable de los primeros ilustrados, es
—dirá Kant en la Metafísica de las costumbres— una monstruosidad que se contradice a sí
misma: la sustitución de la eleutheronomía por la eudemonía conduce irremisiblemente a la
euthanasía de toda moral. La demanda de libertad, tal vez el máximo ideal ilustrado, se
mostró aporética en el mismo instante en el que se intentó articular de una manera coheren-
te la libertad civil con la económica, para quedar reducida a una exigencia de libertad reli-
giosa o, como mucho, «de pluma», por decirlo de nuevo con palabras kantianas, ahora to-
madas de En torno al tópico: «Eso vale para la teoría, pero no para la práctica». Idéntico
movimiento de entusiasmo y rápida desilusión se observa en la cuestión que desearía tratar
en estas páginas, la posibilidad de imitar, o recuperar, los modelos clásicos.
28 Cfr. J. Wohlleben, Die Sonne Homers, Gotinga: Vandenhoeck & Ruprecht, 1990,
cap. 7: «Eine notwendige Täuschung. W. von Humboldt».
29 Sobre el carácter de los griegos..., p. 119.
30 Sobre el estudio de la…, p. 76.
LA GRECIA DE WILHELM VON HUMBOLDT O ILUSTRACIÓN Y CLASICISMO 21
nudo, que todo el mundo lo sabe, pero también que es indiferente. Plan-
teadas así las cosas, o sea, con un cierto ánimo no exento de cinismo, la
ideología, para mantener su papel cohesionante, no debe ser creída; es
decir, tomarse demasiado en serio la ideología de la «grieguidad» puede
incluso resultar disfuncional.
Por decirlo así, los griegos no sólo simbolizan una humanidad superior,
sino que se simbolizan a sí mismos.
concreto, al dualismo más allá/más acá. Cuando Kant, por ejemplo, habla
de superar supersticiones e ignorancias, se refiere (no única, pero sí pri-
mordialmente) a supersticiones e ignorancias religiosas. Mas en la lucha
contra este dualismo entre un mundo terrenal y otro supraterrenal, o entre
saeculum y eternidad, la filosofía ya secularizada generó nuevos dualismos:
fenómeno y cosa en sí, libertad y necesidad, inclinación y deber, sensibili-
dad y moralidad, naturaleza y espíritu, o cualesquiera otros que el lector
ocurrente tenga a bien recordar. Pero el problema no es tanto el dualismo
(pues uno, digamos, bien temperado no tendría por qué ser incompatible
con cierto espíritu ilustrado), cuanto la victoria, a costa de la otra, de una
de las partes enfrentadas. En el caso que interesa particularmente a Hum-
boldt: la victoria de la cultura al precio de la naturalidad y la sencillez, o la
de éstas al precio de aquélla. Es el tema, muy de la época, de la «escisión»
como característica esencial de la Modernidad.
III
En el capítulo XCV de su Über Goethes Hermann und Dorothea, Hum-
boldt distingue tres periodos en el desarrollo de la cultura humana: el de
la mera naturaleza, el de la mera cultura y el de la formación acabada o
perfecta (vollendete Bildung).34 El hombre estricta y absolutamente na-
tural, dado que conforma una unidad plena consigo mismo que no co-
noce escisión alguna, ni tan siquiera piensa, pues la esencia del pensa-
miento consiste en diferenciar entre quien piensa y lo pensado:35 en el
acto de pensar se rompe la unidad originaria del hombre consigo mismo
y con el mundo que le rodea; el hombre se hace sujeto consciente y el
mundo se le convierte en objeto. Este hombre «natural» tampoco tiene
lenguaje, puesto que para que algo pueda ser objeto de pensamiento de-
be adoptar la forma de una expresión lingüística: en la medida en que el
hombre va más allá de sus capacidades sensitivas puramente animales
—————
34 Über Goethes Hermann und Dorothea, GS II, pp. 304-305.
35 Über Denken und Sprechen, GS VII, p. 582.
24 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
Nuestra inteligencia se amplía, instruidos mejor sobre nosotros mismos nos res-
tituimos nuestra libertad natural, dejando atrás los desconciertos a los que nos
había seducido una cultura unilateral, regresamos a la senda de la naturaleza;
seremos, en efecto, de nuevo lo que fuimos antes de partir, pero nosotros mis-
mos y el mundo somos comprensiblemente claros, y esta comprensión mejor y
más plena comunica al mismo tiempo otra forma a nuestro sentimiento y a
nuestras inclinaciones: quedan refinados sin haber modificado realmente su
esencia. Este es el periodo de formación acabada (die Periode der vollendenten
Bildung).38
—————
36 Über die Verschiendenheit des menschlichen Sprachbaues und ihren Einfluss auf die
geistige Entwicklung des Menschengeschlechts, GS VII, p. 58.
37 Über Goethes…, GS II, p. 306.
38 Über Goethes…, GS II, p. 305.
LA GRECIA DE WILHELM VON HUMBOLDT O ILUSTRACIÓN Y CLASICISMO 25
—————
39 Cfr. Plan einer vergleichende Anthropologie (1795), GS I.
40 Ideen zu einen Versuch, die Gränzen der Wirksamkeit des Staats zu bestimmen (1792),
GS I, p. 111.
41 Über den Geist der Menschheit, GS II, p. 330.
42 Ideen über Staatsverfassung, durch die neue französische Constitution veranlasst
(1791), GS I, p. 80.
43 Cfr. Über Goethes..., GS, II, cap. III: «Einfachster Begriff der Kunst».
44 Cfr. P. B. Stadler, Wilhem von Humboldts Bild der Antike, Zurich: Benziger & Ein-
siedeln, 1959, p. 40.
26 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
bles al sentido del tacto y, por tanto, susceptibles de ser gozados. Los grie-
gos, sin embargo, dirá Humboldt modulando el tema del hermafrodita
(Winckelmann) y del travestido (Goethe),46 supieron superar esta distancia
entre una y otra forma de belleza, a saber, en sus dioses, o más bien en la
representación plástica de éstos, pues sólo la divinidad ofrece la imagen
prototípica o primigenia (das Urbild, por decirlo al modo goetheano) del
tipo verdaderamente masculino y verdaderamente femenino, y el mismo
ideal, gracias a la imaginación creadora artista, se convierte en individuo e
individualidad: la diferenciación sexual se explica y se consuma en la uni-
versalidad de la humanidad, en la que las formas específicas masculina y
femenina se superan y se unifican.47 Evidentemente, esto es una fantasía o
un ideal.
Valga lo anterior tan sólo a modo de ejemplo: nosotros, parece, vemos y
pensamos contradicciones allí donde los griegos veían y vivían continuida-
des, y lo que antaño era vivido con insultante despreocupación y descuido
es ahora, decía, un ideal o más bien la fantasía de un ideal. ¿Cómo enton-
ces trazar un puente o una línea de continuidad entre ese pasado ideal tan
envidiable y este presente real menos deseable?
La misma pregunta acentúa la distancia o más bien la conciencia de la
distancia, y sólo entonces, desde una y otra, se plantea de manera particu-
larmente aguda el problema de la recepción: ¿Cómo superar la lejanía?
¿Cómo hacer historia? Un problema que no existía para Winckelmann, o
del que no era consciente, pues gracias a un lenguaje que desconoce la tec-
nicidad del discurso filosófico idealista e ilustrado, gracias a su prosa con
dimensión y ritmo épico, las estatuas cobran vida y a través suyo la misma
Antigüedad, es decir, se hace presente la total y absoluta continuidad entre
los cuerpos bellos y la misma idea de belleza: para Winckelmann la Anti-
güedad es sobre todo esto, esa continuidad mediada por la intemporal y
—————
46 Me he ocupado de estas figuras en «La Grecia de Winckelmann» (en Johann J. Win-
ckelmann, Reflexiones sobre la imitación de las obras griegas en la pintura y la escultura, Ma-
drid: FCE, 2008) y en «Centauros, nubes, estatuas» (en Johann W. Goethe, Elegías roma-
nas, Madrid: Antonio Machado, 2005).
47 Cfr. Über die männliche und weibliche Form, GS I, y Über die Geschlechtsunterschied
und dessen Einfluss auf die organische Natur, GS I.
28 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
IV
En La tarea del historiador, Humboldt señala que la historia, con toda su
carga de materialidad, es sin embargo «realización de una Idea».48 En tal
caso, el historiador debe dirigirse a esas fuerzas creadoras y actuantes, que
son expresión de la Idea viviente, como si el pasado, y especialmente el pa-
sado griego, fuera una especie de paisaje en el que deseamos introducirnos
directamente, para vivirlo así en su (falsa) inmediatez.49
A Humboldt, ya lo indicaba más arriba, no le sirve la filología académi-
ca, tampoco una historia por aquel entonces en formación como disciplina
autónoma, pero ya tocada por cierto espíritu positivista, válgame el ligero
anacronismo. Por eso hay que distinguir entre una visión «ideal» y otra
«histórica», porque el estudio atento de las fuentes, o el establecimiento de
cronologías coherentes referidas a los pueblos de la Antigüedad, no permi-
ten seguir concediendo por más tiempo un estatuto particularmente privi-
legiado a los griegos, como, por otra parte, ya había señalado Herder con el
—————
48 Sobre la filosofía de la historia de Humboldt, cfr. J. Navarro Pérez, La filosofía de la
historia de Wilhelm von Humboldt: una interpretación, Valencia: Edicions Alfons el Mag-
nànim, 1996.
49 Cfr. A. Gómez Ramos, «¿Se puede ser histórico sin ser historicista?», en Devenires
X, 19, 2009, pp. 102-120.
LA GRECIA DE WILHELM VON HUMBOLDT O ILUSTRACIÓN Y CLASICISMO 29
—————
50 Über die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaues, GS VII, pp. 34-35.
51 Betrachtungen über die bewegenden Ursachen in der Weltgeschichte, GS III, pp. 350-351.
30 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
—————
52
Cfr., por ejemplo, Betrachtungen über die Weltgeschichte, GS III, p. 354.
53
Cfr. R. Kosseleck, «Historia Magistra Vitae. Über die Auflösung des Topos im Hori-
zont neuzeitliche bewegter Geschichte», en Vergangene Zukunft, Francfort del Meno:
Suhrkamp, 1984, pp. 38-66.
54 Historik (Peter Leyh, ed.), Stuttgart/Bad Cannstatt, 1977, p. 441.
55 Betrachtung über die Weltgeschichte, GS III, p. 353.
56 Betrachtung über die Weltgeschichte, GS III, p. 354.
57 Betrachtung über die Weltgeschichte, GS III, p. 353.
58 Über die Aufgabe des Geschichtsschreibers (1821), GS IV, p. 47.
LA GRECIA DE WILHELM VON HUMBOLDT O ILUSTRACIÓN Y CLASICISMO 31
—————
59 Sobre el estudio de la…, p. 79.
60 Latium y Hellas…, p. 113.
61 Latium y Hellas…, p. 113.
62 Über die Aufgabe…, GS IV, p. 50.
32 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
V
Ya lo decía más arriba: está en juego más el espíritu que la realidad, como
sucede en el arte. También lo anticipaba: los griegos nos confrontan con
nuestra perdida libertad, y ahora cabe añadir: en el medio de la belleza,
pues si la Antigüedad es una Erscheinung, el juicio sobre las «apariencias»
de la Antigüedad sólo puede ser estético. El «ideal clásico» es expresión de
este hecho: no sacar a Grecia de la historia convirtiéndola en un fenómeno
a-histórico, pero sí trasladarla a lo suprahistórico.
De nuevo estamos cerca del Schiller de la educación estética, de esa
imaginación creadora capaz de transformar la realidad en la que vivimos,
como si fuera para nosotros ilimitada. Afirma Humboldt: así como la filo-
sofía busca el fundamento último de las cosas y el arte el ideal de belleza, la
historia quiere las imágenes del destino de la humanidad con la más fiel
verdad, en su plenitud viviente y con la más pura claridad. Frente a ese
romanticismo que cabría ejemplificar en la actitud religiosa de Ranke, la
posición de Humboldt frente a la Antigüedad en concreto y frente a la his-
toria más en general nace de su idealismo filosófico: de aquí que mencione
sin solución de continuidad la tarea del historiador junto a la del filósofo y
a la del artista. El arte y la historia son una imitación de la naturaleza, un
conocimiento de la forma verdadera, un encontrar lo necesario y prescindir
de lo accidental y azaroso. Al igual que el pintor, el historiador únicamente
produce una caricatura cuando atiende tan sólo a las circunstancias parti-
culares de los acontecimientos sin procurarse la intuición de las fuerzas ac-
tuantes, que —a diferencia de lo meramente accidental— son lo verdade-
ramente peculiar. Estas fuerzas sólo son reconocidas por medio de un
concepto universal bajo el que son conceptualizadas; lo accidental, por el
contrario, no presupone nada universal. En este sentido, la aprehensión de
LA GRECIA DE WILHELM VON HUMBOLDT O ILUSTRACIÓN Y CLASICISMO 33
—————
63 El Deutsches Wörterbuch entiende que, originariamente, la palabra bilden significa
producir un objeto determinado respetando las reglas del arte que presiden su fabricación;
bilden, en este sentido, es sinónimo de gestalten y de formieren. Así entendida, la palabra
presupone una imagen originaria, Urbild, por relación a la cual, imitándola, se «conforma»
o se «forma» el objeto. Bildung, pues, menta, por un lado, la actividad de producir, el dar
forma a un objeto determinado y, por otro, la relación de semejanza o imitación entre la
imagen originaria y su reproducción; indica, en definitiva, proceso, producción según una
regla que se configura por relación a la especificidad del producto y en base a un modelo o
idea-guía. Y dado que el producto que ahora interesa es el hombre, la Bildung será, en efec-
to, transformación, pero no del mundo, sino del sujeto, de su sustancia espiritual.
64 Cfr. J. Wohlleben, Die Sonne Homers…, p. 69.
65 Historia de la decadencia y ocaso…, p. 147.
34 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
Pero así es el destino de la realidad, a saber, que ella, puesta tan pronto demasia-
do profundamente, tan pronto demasiado elevadamente, nunca permite el equi-
librio pleno y bello entre la forma de aparición del objeto y la capacidad de
aprehensión del observador, equilibrio del que procede el disfrute del arte entu-
siasta y fructífero y, sin embargo, siempre callado y tranquilo. No es culpa de la
naturaleza, sino nuestra, cuando ella parece estar pospuesta a la obra de arte, y si
en esta medida el respeto por el arte es signo de una época en alza, en tal caso, el
respeto por la realidad es indicio de una que aún se ha elevado más alto.67
—aunque sea mediante «un engaño necesario» que sólo dura unos instan-
tes— nos reconciliamos con nosotros mismos, y ello a causa y bajo las con-
diciones del «dominio completo de la imaginación poética».69 Por esto la
lectura de los griegos nos consuela70 y acalla ese «anhelo» al que ya me re-
fería más arriba. Todavía en 1823 escribe a F. G. Welcker:
—————
69
Über Goethes..., GS II, p. 136.
70
Über Goethes..., GS II, pp. 135-136.
71 Carta a F. G. Walcker del 18 de marzo de 1823.
72 Sobre la vinculación entre filosofía de la historia y política, cfr. A. Gómez Ramos,
Reivindicación del centauro. Actualidad de la filosofía de la historia, Madrid: Akal, 2003.
LA GRECIA DE WILHELM VON HUMBOLDT O ILUSTRACIÓN Y CLASICISMO 37
VI
En 1807, Wolf dio comienzo a su Museums der Altertumswissenschaft con
una «Exposición de las ciencias de la Antigüedad»: tras determinar su con-
cepto y objeto se pregunta por su finalidad y, siguiendo el humboldtiano
Sobre el estudio de la Antigüedad, responde que reside en «el conocimiento
de la humanidad antigua misma». Pero Wolf no llevó a cabo este proyecto,
quizá porque su acribia filológica se lo vedaba, o tal vez porque ésta le impi-
dió acceder a públicos más amplios, a ese Leserwelt al que Kant se refiere en
¿Qué es la Ilustración?, que configura una especie de auditorio ideal destina-
tario del «uso público» de la razón y que, ciertamente, bien podía ser minori-
tario, pero en todo caso no tan exiguo como el de los interesados, digamos,
por las sutilezas del aoristo o las complejidades del acusativo interno. El
mismo Humboldt, en la carta a Schiller que incluye la presente edición, nos
transmite la sabrosa noticia, pero en modo alguno sorprendente o que pueda
o deba producir indignación, de que Herder y Goethe sabían griego «sólo
muy moderadamente». El problema, insisto una vez más, no está aquí.
En una carta dirigida a su mujer Caroline el 21 de abril de 1818, Hum-
boldt se refiere retrospectivamente a su Sobre el estudio de la Antigüedad
como un ensayo «sobre la individualidad de los griegos y el modo de ver la
Antigüedad» y recuerda que lo hizo circular entre algunos amigos, que se
tomaron la molestia de escribir en los márgenes algunas anotaciones. Estas
notas, que la presente edición recoge, tienen ahora cierto interés, en parti-
cular las del coadjutor Karl Theodor von Dalberg, gobernador de la ciudad
de Erfurt en nombre del arzobispo de Maguncia y desde 1802 príncipe
elector de esta última ciudad. A Schiller le importa sobre todo la posibili-
dad de aprovechar las ideas del ensayo de Humboldt para su propio pro-
yecto intelectual de conjugar el carácter modélico de la Antigüedad con los
derechos de la Modernidad.73 Wolf, por su parte, está interesado en asig-
—————
73 Los estudiosos del pensamiento schilleriano han llamado la atención sobre la nota 8,
pp. 61-62 de la presente edición, en la medida en que anticipa ideas que posteriormente se-
rán retomadas y ampliadas en las Cartas sobre la educación estética del hombre: la concep-
ción de la Modernidad no como pérdida o degradación respecto al Mundo Clásico, sino
como posibilidad abierta que apunta al futuro.
38 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
Finalmente, incluso se comunica a todos aquellos para los que este estudio
permanecerá eternamente ajeno. Pues en una sociedad altamente cultivada,
cualquier conocimiento de un particular puede denominarse, en el sentido más
exacto, propiedad de todos.76
—————
77 Cfr., sin embargo, S. Bacin, «Filosofía aplicada: la idea de Fichte para una nueva
universidad», en volumen colectivo editado por F. Oncina Coves ya citado más arriba, pp.
199-232.
78 Sobre estas cuestiones, cfr. H. König, Zur Geschichte der Nationalerziehung in Deuts-
chland im letzten Drittel des 18. Jahrhundets, Berlín: Monumenta Paedagogica, 1960, vol. I,
pp. 477-486.
40 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
—————
83 A. W. Schlegel, «Goethes Hermann und Dorothea», en Sämtliche Werke (Von E.
Böcling, ed.). Bd. 11, Leipzig, 1847, p. 207.
84 Über Goethes..., GS II, p. 124.
85 Über Goethes..., GS II, p. 277.
86 Über Goethes..., GS II, p. 230.
42 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
juez de todas las naciones»;87 por ello el espíritu alemán, y solo él, está lla-
mado a una misión de capital importancia: ser puente entre el mundo anti-
guo y el moderno, que de lo contrario «habrían permanecido separados
por un abismo infinito». Alemania se encuentra finalmente a sí misma al
asumir esta heroica tarea, a la que, por otra parte, ya estaba abocada en el
nivel de la misma lengua, pues el alemán está muy próximo al griego y,
aunque en principio todas las lenguas expresan un mundo88 y, en conse-
cuencia, todas tienen igual dignidad,89 la griega, sin embargo, es la mejor
por su eufonía, que permite «la ventaja de poder enlazar con la expresión
del pensamiento una música maravillosa»: entre los griegos no había sepa-
ración entre poesía y música.90 Los alemanes, dice Humboldt pensando tal
vez en la obra de Winckelmann, «poseen el mérito indubitable de haber
aprehendido por vez primera con fidelidad la formación griega y haberla
sentido con profundidad». Pero aún hay más:
—————
92 Über das vergleichende Sprachstudium in Beziehung auf die verschiedenen Epochen der
Sprachentwicklung, GS IV, p. 18.
93 Grundzüge des allgemeinen Sprachtypus, GS III, p. 395.
94 Ueber der Nationalcharakter der Sprachen, GS IV.
95 Über Goethes..., GS II, pp. 195 y ss.
44 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
Puede decirse con orgullosa alegría que esta doble oposición consuma su ca-
rácter alemán. Pues una visible inclinación a una ocupación exclusiva del espí-
ritu y del corazón, así como una fuerte propensión hacia la verdad y la interio-
ridad en ambos, son rasgos característicos de la peculiaridad de nuestra nación,
que portan en sí innegablemente sus mejores productos filosóficos y poéticos, y
a través de los cuales, cuando se añade el genio del artista, sus obras alcanzan al
mismo tiempo una materia fecunda y firmeza interior mayor.99
VII
La humanidad debe ser pensada —señala Humboldt— progresando hacia
una perfección más elevada, si bien esta circunstancia no puede entenderse
teleológicamente, pues la perfección no es una meta que esté al final de la
historia. Antes al contrario, la humanidad se perfecciona en la medida en
que cada individuo y cada nación satisface la variante de la idea de huma-
nidad presente en él o en ella, pues «el individuo sólo puede representar el
ideal de la perfección humana desde un lado, sólo según la medida de su
peculiaridad».102 Sin embargo, de hecho, Humboldt sólo considera dos va-
riantes de esta perfección: la griega y la alemana. Los griegos, en tanto que
realizaron de manera paradigmática la unidad entre espíritu y naturaleza,
satisficieron su peculiaridad al máximo; los alemanes, en tanto que enlazan
máximamente con los griegos, podrán satisfacer al máximo su peculiaridad,
o lo que es lo mismo, sólo ellos, si acaso alguien, están destinados a apren-
der las lecciones de la Revolución francesa que pueden extraerse del Her-
mann und Dorothea.
Paul Michael Lützeler ha señalado que la distinta valoración y recep-
ción que obtuvieron el poema de Goethe y la Luise de Voss debe verse
desde el trasfondo de la discusión sobre la Revolución francesa.103 Hasta
cierto punto, la Luise es una obra antirrevolucionaria o, al menos, los opo-
—————
101 Historia de la decadencia y ocaso..., p. 165.
102 Cfr. Das achtzehnte Jahrhundert, GS II, p. 38.
103 Cfr. P. M. Lützeler, «Hermann und Dorothea», en P. M. Lützeler y J. E. McLeod,
Goethes Erzählwerk. Interpretationen, Stuttgart: Reclam, 1985, pp. 263-264.
46 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
habrá entonces, como quiere Dalberg, que abandonar las veleidades clasi-
cistas de Humboldt (o las esteticistas de Schiller) y optar por esa educación
puramente política que proponían los partidarios de la Nationaler-
ziehung?105
En un momento dado de su Historia de la decadencia y ocaso de los Es-
tados libres griegos se lee que Atenas sucumbió por falta de una educación
puramente política: Humboldt emplea la palabra Erziehung, no Bildung,
justamente porque ésta no puede ser «puramente política», sino que debe
estar orientada, según el modelo griego, hacia la totalidad de las fuerzas
que habitan en el ser humano. El sistema político ateniense, dice, estaba
amenazado por un triple peligro: en primer lugar, el que nacía de los otros
Estados helénicos; en segundo lugar, el que se derivaba de los reinos más
poderosos que rodeaban Grecia; en tercer lugar, el que surgía de los bárba-
ros del norte y de los piratas del sur. En tales circunstancias:
[...] habría sido necesaria para los ciudadanos una adecuada educación pura-
mente política, y tanto más cuanto que entre los antiguos, en lugar de una he-
rramienta sin vida y unas instituciones muertas, se presentaba a menudo el
hombre viviente, y en lugar de los individuos particulares que se dedican a una
determinada ocupación, tal y como la situación lo demanda, tenían que presen-
tarse todos los ciudadanos.
Pero la educación cívica quizá fuera aún más necesaria para mantener la consti-
tución interna. Si entre nosotros resulta extraño que un individuo busque
usurpar el poder supremo subvirtiendo las leyes o desalojando al soberano legí-
timo, o que los partidos contrapuestos pongan en peligro la paz pública, es en
gran medida porque entre nosotros escasea el sentido cívico y el amor patrio, y
con estas virtudes también están ausentes los vicios y crímenes que las acompa-
ñan como mal necesario. El interés privado y el público están separados por un
amplio abismo, la desgracia y el oprobio de la nación ya no son sentidos como
desgracia y oprobio propios. Entre nosotros, el trabajo físico y la preocupación
—————
105 Cfr. D Sorkin, «Wilhelm von Humboldt: The Theory and Practice of Self-Formation
(Bildung), 1791-1810», en Journal of the History of Ideas, 44, 1, 1983, en esp. pp. 71-73.
48 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
por las necesidades de la vida han pasado de los hombros de los esclavos a los
hombros del pueblo; las clases pudientes, empero, conocen una gran cantidad
de ocupaciones para adquirir capital, colmar el ocio y formar las fuerzas que
son totalmente independientes del Estado, o que cuando también están unidas
a la administración pública, podrían proseguir igual de bien bajo cualquier
constitución. El espíritu de los griegos y de los romanos, por el contrario, esta-
ba totalmente ocupado por este gran interés, devorador de cualquier otro, y,
acostumbrado a este alimento más poderoso, le repugnaban como indignas
muchas de nuestras ocupaciones y prefería la noble ociosidad de una actividad
insignificante.
VIII
Nietzsche sabía que el idealismo clasicista es aporético por naturaleza, y
que tal aporía se hace cuerpo, por ejemplo, en ese Humboldt que señala
que no hay solución a la contradicción entre realidad e idealidad, o tal vez
sólo en algunos momentos aislados y afortunados. En «El futuro de nues-
tras instituciones educativas»,112 pide sentir la Antigüedad a través del
ejemplo de los «caudillos y mistagogos de la Bildung clásica» —Winckel-
mann, Lessing, Goethe, Schiller, Humboldt—, bajo cuya guía cabe encon-
trar el camino que nos conduce al país del deseo, a Grecia; pero entonces
se aprende una Alemania enajenada (verfremdet) en el mundo helénico.
Esos «caudillos y mistagogos» son, pues, los continuadores y modernizado-
res del «engaño sacerdotal», y Grecia, por su parte, es la otra cara o la con-
dición de posibilidad de la crítica cultural a la Modernidad.
En el apartado 6 de su Enciclopedia, titulado «Génesis y formación del
filólogo clásico»,113 se plantea la cuestión de cómo un individuo llega a
convertirse en filólogo: ¿cómo habrá de ser la filología del futuro?
Nietzsche sigue las convenciones del género «Enciclopedia filológica», tal y
como habían sido establecidas por Wolf, pero, a la vez, en contradicción
con ellas, señala con vigor la contingencia histórica de la filología. En este
texto, las disonancias entre forma y contenido son inmensas. Nietzsche
exacerba las tensiones heredadas del género hasta el extremo de su perver-
sión: la filología no puede escapar de las paradojas de su propia temporali-
—————
chen Philologie in Deutschland von den Anfängen bis zur Gegenwart, 2 vols., Múnich y Leip-
zig: R. Oldenburg, 1883.
112 KSA 1, pp. 685-687.
113 Hay traducción en D. Sánchez Meca, El culto griego a los dioses, Madrid: Aldeba-
rán, 1999, pp. 263-296; véase también el estudio introductorio.
LA GRECIA DE WILHELM VON HUMBOLDT O ILUSTRACIÓN Y CLASICISMO 51
En Leipzig averigüé qué significa el atributo «humanista» por medio del térmi-
no genérico del Gymnasium. También allí estudiábamos latín y griego con
prioridad sobre cualquier otra materia, a un ritmo de quince horas escolares
por semana; sin embargo, no lo hacíamos por la gramática, sino para que de es-
te modo reviviera en nuestras jóvenes almas algo del espíritu de la Antigüedad,
formando a sus portadores hasta hacer de ellos personas interiormente libres y
amantes del ideal. Puede que se considere una pérdida de tiempo que desper-
—————
114 Cfr. J. Porter, Nietzsche and the Philology of the Future, Stanford: Stanford Univer-
sity Press, 2000, pp. 174-175.
52 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
E
l estudio de los restos de la Antigüedad —literatura y obras de ar-
te— brinda una doble utilidad, material y formal. Material en tanto
que ofrece asuntos a otras ciencias, que ellas reelaboran. En esta
medida, es lo mismo y, por tanto, las ciencias humanistas1 son ciencias au-
xiliares de aquéllas; por muy importante que esta utilidad pueda ser por sí
misma, les es realmente ajena.
2
La utilidad formal, a su vez, puede ser doble: por una parte, en la medida
en que se considera a los restos de la Antigüedad en sí y como obras [I,
256] del género al que pertenecen y, por tanto, únicamente se los ve por sí
mismos; y, en segundo lugar, en la medida en que se los considera como
obras del periodo del que proceden y referidas a sus creadores.2, 3 La pri-
—————
1 «Mejor literatura antigua clásica. Así, la historia puede ser una ciencia auxiliar para el
saber médico o para la jurisprudencia. Así, a su vez, el saber médico puede ser subsidiario
de la misma literatura. Así, todo —como en el mundo— fin y medio.» (Nota de Wolf.)
2 Esto aún lo distinguiré. (Nota de Humboldt.)
3 «A este respecto sobre todo la historia externa de la literatura». (Nota de Wolf.)
56 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
3
A partir de la consideración de los restos de la Antigüedad en atención a
sus creadores surge el conocimiento de los mismos antiguos, o de la huma-
nidad en la Antigüedad. En las páginas siguientes únicamente se atenderá a
este punto de vista, en parte por su importancia interna, en parte porque
raras veces acostumbra a tomarse en consideración.
4
El estudio de una nación brinda por antonomasia todas aquellas ventajas
que ofrece la historia en general, en tanto que mediante ejemplos de accio-
nes y acontecimientos amplía el conocimiento del hombre, agudiza la capa-
cidad de enjuiciamiento, eleva y mejora el carácter; pero aún hace más. En
la medida en que no indaga tanto el rastro de los acontecimientos que se
siguen unos de otros, cuanto más bien intenta investigar el estado y la si-
tuación total de la nación, ofrece, por así decirlo, una biografía de la misma.
5
Lo distintivo de una biografía tal es, sobre todo, lo siguiente: que, en la
medida en que se expone todo el estado político, religioso y doméstico de
la nación y se desarrolla su carácter desde todos los lados y en todas sus cone-
xiones, no se investigan meramente las relaciones mutuas de los rasgos de ca-
rácter particulares, sino también sus relaciones con las circunstancias exter-
nas, como causas o consecuencias. Aquí sólo persigo las ventajas de este
rasgo característico de un estudio tal, postergando todo lo restante, tratado
más a menudo. [I, 257]
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 57
6
Sólo en el trato con los hombres acostumbra a considerarse necesario el
conocimiento de los hombres, y suele denominárselo conocimiento de los
hombres cuando se observa a un conjunto de hombres particulares y cuan-
do de este modo se ha adquirido una destreza para descubrir sus intencio-
nes internas a partir de sus acciones externas y, viceversa, para determi-
narlos a actuar mediante móviles que les están dados artificialmente. Ahora
bien, filosóficamente, el conocimiento del hombre —conocimiento de lo
humano en general, así como de los individuos reales particulares— no
puede significar sino el conocimiento de las distintas fuerzas humanas inte-
lectuales, emocionales y morales, de las modificaciones que alcanzan en su in-
teracción, de los posibles tipos de sus relaciones correctas e incorrectas, de la
relación de las circunstancias externas sobre ellas, de aquello que éstas tienen
que realizar inevitablemente en una situación dada y de lo que nunca pue-
den hacer; brevemente, conocimiento de las leyes de la necesidad de las
transformaciones realizadas desde el interior y de la posibilidad de las trans-
formaciones realizadas desde el exterior. Este conocimiento, o más bien el
esfuerzo por él —pues aquí sólo es posible el esfuerzo—, conduce al ver-
dadero conocimiento del hombre y es indispensable, si bien en distintos
grados de intensión y extensión, para todo hombre en tanto que hombre,
aunque viva totalmente aislado de los hombres.
7
En primer lugar —para comenzar por lo más sencillo—, para el hombre de
acción, al que en lo siguiente opondré al que se ocupa sólo con ideas, así
como ambos al meramente gozador. Toda vida práctica, desde los tratos en
la sociedad más insignificante hasta el gobierno del mayor Estado, se refie-
re más o menos inmediatamente a los hombres; y quien verdaderamente
tiene presente su dignidad, en ninguna de estas relaciones se olvidará del
fin más elevado de toda moralidad, el ennoblecimiento y creciente forma-
ción del hombre. A este respecto le resulta indispensable aquel conoci-
miento, en parte para fomentar este fin; en parte, cuando su sociedad es
58 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
8
Quien se ocupa con ideas —puesto que aquí puedo dispensarme de la pre-
cisión propia de las divisiones lógicas— es historiador en el sentido máxi-
mamente amplio de la palabra, o filósofo, o artista. Si abstraigo de él en el
sentido más estricto —el que describe hombres y acciones humanas—, tal
vez el historiador requiera mínimamente de aquel conocimiento. Sin em-
bargo, si el investigador de la parte de la naturaleza mínimamente pertre-
chada con similitudes con lo humano no desea limitarse a enumerar los fe-
nómenos externos, sino también divisar la construcción interna, en tal
caso, no puede prescindir totalmente de él. Pues no sólo todas nuestras
ideas acerca de la organización surgen originariamente del hombre, tam-
bién a través de toda la naturaleza impera una analogía tanto de las formas
externas como de la construcción interna. De esta manera, no cabe ningu-
na mirada profunda en la estructura de la organización, ni siquiera de la
naturaleza inanimada, sin un conocimiento fisiológico del hacer humano, y
éste, a su vez, no es posible sin uno psicológico; del mismo modo, con la
extensión de este último, crece la agudeza de aquella primera mirada, si
bien, ciertamente, a menudo en muy pequeño grado. Finalmente, dado
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 59
que, en general, sólo deseo iluminar lo menos claro, debo apuntar que aquí
paso por alto la mirada sobre la conexión de la naturaleza toda así como la
relación de la inanimada con la humana, que ningún gran investigador de
la naturaleza desatendería.4 [I, 259]
9
Fiel a este principio, a propósito del filósofo sólo me detendré en el metafí-
sico máximamente abstracto. Pero si éste también debe medirse con toda
capacidad cognoscitiva, si, además, no hay otro camino que conduzca del
ámbito de los fenómenos al ámbito del ser real que el de la razón práctica,
si sólo la libertad y la necesidad de una ley ordenada universalmente puede
conducir a la demostración de los principios más importantes, suprasensi-
bles,5 en tal caso, la observación máximamente diversa de las fuerzas hu-
manas, entremezcladas en este y otros grados, debe facilitar tanto más este
empeño, así como permitir ver de la manera más segura aquello que es uni-
versal y se mantiene idéntico en toda mezcla.
10
El único fin del artista es la belleza. La belleza es la satisfacción universal,
necesaria, pura, en un objeto sin concepto. Una satisfacción que no puede
obtenerse a la fuerza mediante convicción y que, sin embargo, debe impo-
nerse, que debe ser universal y cuyo objeto no estimula mediante el con-
cepto, tal satisfacción debe referirse necesariamente a toda la disposición
anímica del receptor en su máxima individualidad, como también pone de
manifiesto, ya, la infinita diversidad de los juicios del gusto. Así pues, quien
desea producirla debe haber identificado, por así decirlo, su ser con el ser
—————
4 Todo este apartado debe verse, tal vez, sobre el trasfondo de las Ideen zur Philosophie
der Geschichte der Menschheit (1784-1791) de Herder.
5 Recuérdese que la primera edición de la kantiana Crítica de la razón práctica había
aparecido en 1788.
60 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
más sutil y más variado, ¿y cómo será esto posible sin un estudio profundo
y continuo?6 Al margen de esta elucidación universalmente demostrativa,
pero también más abstracta, el artista, por así decirlo, forma parte de [I,
260] la clase de los hombres prácticos, y necesita tanto más todo aquello
que es indispensable para éstos cuando actúa inmediatamente sobre lo más
elevado y más noble. Así pues, no sólo en tanto que hombre para actuar
moralmente, sino también para obrar con éxito en tanto que artista, debe
conocer en profundidad el objeto sobre el que actúa. Al fin y al cabo, su ta-
rea es o bien expresión o bien descripción. La primera se refiere única e
inmediatamente a la sensación; la última, puesto que de lo contrario no se
aprehende la descripción, mediatamente, y así ésta y el hombre sensitivo en
general siempre constituyen su estudio principal.
11
Finalmente, bien mirado, del hombre meramente gozador no cabe decir
nada, puesto que el carácter caprichoso del goce no acepta regla alguna.
Pero aquí, equitativamente, no me sitúo en el lugar del hombre más noble,
sino en el del hombre en general en sus momentos más nobles. En éste, las
alegrías del género más elevado son aquéllas que, por medio de sí y de
otros, se reciben mediante auto-observación, trato en todos los grados,
amistad, amor. Cuanto más elevadas son éstas, tanto más rápidamente se
destruyen sin una aguda aprehensión del ser verdadero de sí mismo y de
los otros.7 Pero esto nunca es posible sin un profundo estudio del hombre
—————
6«Artistas y poetas, el genio de un Shakespeare, Ossian y Homero y tantos otros, no
fueron formados mediante ningún otro estudio continuado. Mediante este estudio conti-
nuado estos hombres ganaron en perfección, en fuerza; sin embargo, perdieron algo. No
obstante lo anterior, estoy convencido de que sus obras habrían sido más perfectas si no
hubieran estudiado tanto. El estudio excesivo de modelos ajenos atemoriza y entonces se
apagan las chispas del genio propio.» (Nota de Dalberg.)
7 «El gusto del conocedor del arte que investiga y reflexiona profundamente es más fino y
más digno de confianza que el gusto de aquel que siempre y sólo se guía por las impresiones
que los objetos despiertan en él mediante efectos azarosos y mediante su propia disposición in-
terna esencial. Pero en muchos casos el sentimiento del primero no será tan íntimo, tan vivaz,
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 61
12
Hasta ahora, con esfuerzo, he considerado al hombre disgregado en ener-
gías particulares. Si, empero, la indispensabilidad del conocimiento del que
aquí hablo no se mostrara en ninguno, quedaría sin embargo confirmado
precisamente por el hecho de que es absolutamente necesario para unificar el
esfuerzo particular en un todo unitario y precisamente en la unidad del fin
más noble, la máximamente elevada y máximamente proporcionada forma-
ción del hombre.8 Pues emplear aspectos parciales de la fuerza fácilmente
—————
como el sentimiento del último. En la oscuridad e indeterminación de sus conceptos pone un
valor ilimitado en el objeto amado. Mediante la comparación y la investigación el estudio
muestra a aquél los límites e imperfecciones del objeto amado: desaparece el poder mágico de
la pasión; su corazón pierde receptibilidad. En atención a un contento tranquilo gana median-
te el estudio. Entonces los conocimientos conducen a la verdad; la pasión a abismos de errores.
Y por ello es recomendable el estudio del hombre.» (Nota de Dalberg.)
8 «¿No tendría que valer, aproximadamente, del progreso de la cultura humana preci-
samente aquello que tenemos ocasión de observar en cualquier experiencia? Pero aquí se
observan tres momentos:
62 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
produce una atención menor [I, 262] a la utilidad de este empleo, en tanto
que energía, y demasiado grande a la utilidad de lo producido, en tanto
que ergón,9 y sólo la frecuente consideración del hombre en la belleza de
su unidad reconduce la mirada dispersa al verdadero fin final.
13
Así actúa aquel conocimiento, cuando, por así decirlo, ha sido adquirido
como material; pero igual de provechosamente, y quizá aún más, actúa su
forma, la manera de adquirirlo. Para aprehender en su unidad el carácter de
un hombre, y aún más el de una nación todavía más diversa, debe uno po-
nerse en movimiento a sí mismo con sus fuerzas unificadas.10 Quien
aprehende siempre debe asimilarse en cierto modo con lo que desea
aprehender. De aquí surge el más elevado ejercicio de emplear equilibra-
damente todas las fuerzas, un ejercicio que forma al hombre tan preferen-
temente. Quien se entrega a este estudio de manera persistente aprehende
además una infinita multiplicidad de formas, y así se pulen las aristas de las
—————
1. El objeto está totalmente ante nosotros, pero abstruso y mezclado.
2. Separamos rasgos particulares y distinguimos. Pero nuestro conocimiento es clara-
mente aislado y estrecho de miras.
3. Unimos lo separado y el todo está otra vez ante nosotros, pero ahora ya no abstruso
sino iluminado desde todos los lados.
Los griegos estaban en el primer periodo. En el segundo estamos nosotros. El tercero aún
se espera, y entonces ya no se deseará retrospectivamente a los griegos.» (Nota de Schiller.)
9 El par conceptual «energía/ergón» desempeña un papel fundamental en la posterior
filosofía del lenguaje de Humboldt. «Ergón» es la obra o el resultado de una ocupación es-
piritual; «energía», la fuerza espiritual o la capacidad formal que lo genera. Poco más ade-
lante este par conceptual se precisa con el de «materia/forma».
10 «Para el maestro de ciencias humanistas, para un Wolf, un Ernesti, etc., este estudio es
asunto fundamental. Para el hombre que se dedica a la vida activa es, me parece, cuestión se-
cundaria. La reflexión constante puede convertirse en una apasionada distracción; y entonces
se debilita la diligencia del hombre de negocios práctico. La literatura también es para él una
ciencia auxiliar; pero todo lo que necesita puede haberlo adquirido en su juventud. Pero en
todo caso es para él un agradable recreo en sus momentos de asueto y al mismo tiempo un re-
forzamiento de su espíritu; pero no un estudio constante.» (Nota de Dalberg.)
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 63
14
Ciertamente, el estudio hasta ahora considerado del hombre en general en
el carácter de una nación particular (a partir de los monumentos dejados
por ella) es posible hasta cierto punto a propósito de todas y cada una de
las naciones, pero en una u otra de ellas, preferentemente, sobre todo en
una de ellas, según los siguientes cuatro momentos:
1. Según si los restos que quedan de ella son o no una fiel imagen de su espíri-
tu y su carácter. Todo producto de la ciencia o del arte tiene su propia per-
fección, por así decirlo, objetiva e ideal,12 determinada por su naturaleza,
—————
11 «Si se pulen todas las esquinas todo se hace lisamente redondo y uniforme. A este res-
pecto cabe comparar el arte de la educación con el arte del pulidor. El diamante es embellecido
en su forma cuando mantiene muchas caras sin quedar totalmente redondeado. Una imitación
excesivamente prolongada y una atención a reflexiones y obras de arte ajenas hacen desaparecer
totalmente lo peculiar del carácter. También a este respecto est modus in rebus [Horacio, Sat. I,
1, 106: «Hay una medida en las cosas»]. Scaliger, Casaubon, Salmasius serían los mayores hu-
manistas. Pero lo que escribieron de cosecha propia, fue muy mediocre.» (Nota de Dalberg.)
12 «¿Acaso no sería verdad que cualquiera debe estudiar sobre todo aquella nación en
la que quiere actuar como maestro, escritor, hombre de negocios o padre de familia? De lo
contrario le sucedería como al famoso Reisken, que sabía cómo era Arabia y no sabía dónde
vivía en Leipzig. Debe construirse en su espíritu a partir de principios estrictamente demos-
trados una representación racional (imagen reflexiva ideal) según la cual juzgue en los casos
particulares las peculiaridades específicas. (Estas peculiaridades son en fondo siempre per-
fecciones o imperfecciones.) Para los alemanes, me parece, el estudio fundamental de litera-
tura es la literatura alemana; para los ingleses, la literatura inglesa, etc. En cualquier caso, la
literatura griega es muy a menudo un objeto de importantes y agudas comparaciones; sin
embargo, nunca es el objeto principal.» (Nota de Dalberg.)
64 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
15
2. Según si el carácter de una nación posee multiplicidad y unidad, lo que en
el fondo es lo mismo.13 La grandeza individual, los bellos rasgos de carác-
ter y su [I, 264] consideración tienen su indiscutible utilidad, pero que no
forma parte de la que interesa aquí. El estudio del hombre en general en un
ejemplo particular exige la multiplicidad de los distintos aspectos del ca-
rácter, así como la unidad de su ligazón en un todo unitario.
16
3. Según si una nación es rica en la multiplicidad de las distintas formas.
Aquí, de nuevo, no importa tanto si la nación cuyo estudio debe ofrecer
aquella utilidad se encuentra en un grado prominente de formación o de
eticidad, sino que importa mucho más si es suficientemente estimulable
desde el exterior, y suficientemente móvil desde el interior, para recibir
una gran riqueza de formas.
—————
13«Esto requeriría una explicación más detallada. La multiplicidad no puede negarse a
una gran parte de nuestros contemporáneos, ¿pero la unidad?» (Nota de Schiller.)
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 65
17
4. Según si el carácter de una nación es de un tipo tal que se aproxima supre-
mamente a aquel carácter del hombre en general que en cualquier situación,
sin atender a las diferencias individuales, puede y debe existir. Una compara-
ción superficial también muestra las diferencias de este tipo entre naciones:
naciones que poseen una formación tan local que su estudio es más el estu-
dio de un género humano particular que el de la naturaleza humana en ge-
neral,14 y naciones en las que se expresa fundamentalmente esta naturaleza
humana. Aquello de lo que hablo aquí puede surgir a partir de un doble
fundamento: en primer lugar, por deficiencia de individualidad, por nuli-
dad; en segundo lugar, por simplicidad del carácter. Sólo esto último es
provechoso. El estudio del hombre ganaría mucho mediante el estudio y la
comparación de todas las naciones de todos los países y tiempos. Pero, al
margen de la inmensidad de este estudio, importa más el grado de inten-
sión, con una única nación, que el de la extensión con el que se estudia un
conjunto de naciones. Así pues, es aconsejable limitarse a una o a un par de
ellas; es bueno escoger aquellas que, por así decirlo, representan a muchas.
18
Lo que sigue deberá esforzarse en mostrar que, según estos cuatro momentos,
el estudio de las naciones antiguas permite mejor aquella utilidad del conoci-
miento [I, 265] y la formación del hombre, la única que en estos momentos
importa. Aquí llamo antiguos sólo a los griegos y, entre ellos, casi exclusiva-
mente a los atenienses. Si acaso no se siguen por sí mismos del razonamiento
más adelante mencionaré mis motivos. 1.er Momento (14). Los restos de los
griegos portan en sí las máximas huellas de la individualidad de sus creadores.
Las más importantes son las literarias. En éstas, el examen topa en primer lu-
gar con la lengua. En una lengua surgen desviaciones de la individualidad de
los hablantes sobre todo por los tres siguientes motivos: 1) Por préstamo de
palabras y expresiones de lenguas extrañas. 2) Por la necesidad de designar
—————
14 «Indios, chinos.» (Nota de Wolf.)
66 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
19
Los productos espirituales mismos son la historia, la poesía (a la que agre-
go aquí el arte en general) y la filosofía. La historia es en su mayor parte
griega y, donde no lo es, los historiadores griegos más tempranos aún están
—————
15 «La historia contiene huellas seguras de que los tirios convirtieron a los salvajes grie-
gos en hombres civilizados.» (Nota de Dalberg.)
16 «A este respecto, me parece, la literatura griega no posee ningún privilegio particular, pues
todos estos privilegios, creo, también pueden aplicarse a la literatura alemana. Quien estudie a
Otfrieden, los Minesinger, Bragur Adelung Heinatz y otros se convencerá de ello. La historia de la
literatura de cada lengua de cada pueblo ha subido los mismos escalones.» (Nota de Dalberg.)
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 67
20
La distinción entre poesía e historia ya presupone ideas más determinadas
sobre posibilidad e imposibilidad, probabilidad e improbabilidad, con una
palabra: crítica. Ésta sólo la alcanzaron los griegos tarde; y, en especial,
mediante la vinculación de su fábula con la religión y el orgullo nacional,
más tarde de lo que cabría esperar. Así pues, durante mucho tiempo [I,
267] poesía e historia en modo alguno estuvieron separadas y, cuando
realmente se separaron más entre sí, el artista, que no trabajaba tanto para
conocedores y aficionados cuanto para un pueblo que en la obra de arte no
sólo quería ver arte, sino también a sí mismo y su gloria, no pudo hacerlo
de aquello que podía impresionar a este pueblo y que, por tanto, estaba
cercanamente emparentado con su individualidad. ¿Cómo, a su vez, no
habrían de ser griegas en alto grado las transformaciones reales de la fábula
debidas al artista, si éste no tenía ante sí ningún modelo ajeno19 y si incluso
—————
17 «El historiador más antiguo de los griegos es Heródoto, que buscaba aprehender los
hechos de todos los pueblos y lugares.» (Nota de Dalberg.)
18 «Nuestras crónicas antiguas y escritores medievales son en los rasgos pequeños aún
más ricos en contenido. Y a algunas crónicas, por ejemplo las de los suizos, en los rasgos de
grandeza del alma, no les va a la zaga ninguna historia.» (Nota de Dalberg.)
19 «Es altamente probable que los griegos tuvieran ante sí modelos egipcios, que per-
trecharon algunas obras con elevado gusto y proporción, como Winckelmann ha mostrado
agudamente.» (Nota de Dalberg.)
68 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
la auténtica teoría de las artes sólo surgió más tarde? Además, todos los gé-
neros más prominentes de poesía —épica, trágica, lírica— nacieron entre
los griegos a partir de costumbres e instituciones públicas, en banquetes,
fiestas, sacrificios, y así conservaron hasta los tiempos más tardíos un viso
de este origen histórico, no auténticamente estético.20
21
La filosofía debería portar mínimamente las huellas de la peculiaridad de
los que filosofan. Pero entre los griegos la filosofía práctica siempre se mos-
tró griega en muy alto grado, e igualmente la especulativa, al menos duran-
te mucho tiempo.21
Las naciones modernas, por el contrario: su lengua (18), formada me-
diante préstamos de lenguas extranjeras y la filosofía reorganizada en alto
grado; incluso su historia patria (19) narrada menos individualmente debi-
do a la familiaridad con todos los tiempos y zonas de la tierra, y otras cau-
sas concomitantes; su poesía (20), tomada casi por entero de mitologías
ajenas y conformada según teorías universales objetivas; [I, 268] su filosofía
(21), abstracta y universal.
22
2.º Momento (15). En el periodo en el cual tenemos el primer conocimiento
más completo de lo griego, éste aún estaba en un nivel muy bajo de cultura.
En este estado, puesto que las necesidades y los medios para satisfacerlas
sólo son pocos, se dedica más cuidado al desarrollo de las fuerzas perso-
nales que a la confección y al uso de objetos. La deficiencia de estos medios
—————
20 «Estoy convencido con el autor de que, en relación con el gusto, las artes figurativas
y los conceptos verdaderos de belleza alcanzaron entre los griegos un nivel muy alto de per-
fección; y a este respecto sus obras son el objeto principal de un estudio principal.» (Nota
de Dalberg.)
21 «También en filosofía los griegos tomaron mucho de los egipcios, como Brucker y
otros han mostrado.» (Nota de Dalberg.)
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 69
auxiliares hace aún más necesario este desarrollo. Puesto que en general
todavía no existe ninguna incitación para dedicarse preferentemente a
cuestiones concretas, ya que el hombre sólo sigue sin más el curso de la na-
turaleza, por ello, cuando actúa o padece, todo su ser está tanto más unifi-
cado con la actividad cuanto que es afectado sobre todo por la sensibili-
dad, y precisamente ésta agarra a todo el ser con la máxima fuerza. Por ello,
entre las naciones con un nivel más bajo de cultura hay comparativamente un
mayor desarrollo de la personalidad en su totalidad que en las naciones con
uno más elevado.22
2323
Pero entre los griegos se muestra un fenómeno doble, notabilísimo, y quizá
único en la historia. Cuando todavía delataban muchos rasgos propios de la
tosquedad de las naciones que comienzan, ya poseían una receptividad en ex-
tremo grande frente a cualquier belleza de la naturaleza y del arte, un sentido
del ritmo sutilmente conformado y un gusto correcto, no de la crítica, pero sí
de la sensación, y si se encuentran instancias contra este sentido del ritmo y
este gusto, es innegable al menos aquella sensibilidad y receptividad; y
cuando la cultura escaló un nivel muy alto, alcanzó sin embargo [I, 269] una
simplificación del sentido y del gusto que, de ordinario, sólo se encuentra en
la juventud de las naciones.24 Desarrollar las causas de esto queda aquí fue-
ra de lugar. Pero el fenómeno está ahí. El griego delata en sus primeros
balbuceos un sentir sutil y correcto; en la edad madura del hombre no
—————
22 «Totalmente cierto, porque las naciones cultivadas se determinan mediante reglas,
que siempre son algo universales, y los pueblos naturales, mediante sentimientos. La razón
produce unidad y, por tanto, a menudo uniformidad; el sentido porta multiciplicidad.»
(Nota de Schiller.)
23 «Este apartado necesita y merece aclaración. También sería necesario determinar
cuándo es puesto realmente el primer periodo.» (Nota de Schiller.)
24 «La cultura de los griegos era meramente estética, y de ello creo que debe partirse
para comprender este fenómeno. Tampoco debe olvidarse que en lo político los griegos
tampoco sobrepasaron la edad juvenil, y la cuestión es si en una edad varonil habrían mere-
cido esta alabanza.» (Nota de Schiller.)
70 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
pierde del todo su primer y simple sentido infantil. Aquí, me parece, reside
una gran parte de lo auténticamente característico de la nación.
2425
Puesto que la sensibilidad para lo bello (23) —peculiar de los griegos— se
enlazó con la atención al desarrollo de las fuerzas personales y sobre todo
las corporales (22) (en todas las naciones menos cultivadas habitualmente
mayor), así como con la inclinación a la sensorialidad, particularmente
fuerte en el clima griego, por ello, el cuidado por la formación del cuerpo
para la fortaleza y la agilidad tuvo que surgir tanto más necesariamente
cuanto que la situación externa también las hacía indispensables, y la ex-
presión exterior de ambas en un sentido de la belleza fácilmente agitable
tuvo que ganar respeto y amor. Pero incluso cuando la cultura se alzó muy
alto, y hacía tiempo que se había suprimido la atención preferente a la
fuerza corporal, continuó sin embargo manteniéndose, más que en cual-
quier otro pueblo, el cuidado por formar [I, 270] la fortaleza, la agilidad y
la belleza corporal. Donde los conceptos universales y abstractos aún son
escasos y predomina en tan alto grado la receptividad para lo bello, ahí
también debe uno representarse primeramente las perfecciones meramente
espirituales bajo estas figuras: en el alma griega la belleza corporal y la espi-
ritual se fusionaban con tanta delicadeza la una en la otra, que incluso hoy
en día los alumbramientos de esta fusión, por ejemplo en los razonamien-
tos de Platón sobre el amor, brindan una satisfacción en verdad arrebata-
—————
25 «Todo este admirable pasaje me resulta pintado con rasgos tan delicados y al mismo
tiempo determinados tan correctamente que en ello se reconoce lo mucho que el noble autor ha
alimentado su delicado y bello espíritu con los frutos más amables que produjeron los tiempos
más bellos de Atenas. ¿Pero podrían recomendarse estos frutos como alimento universal para el
espíritu más salvaje pero también más pletórico de fuerzas del alemán? ¿No le repugnarían a los
tiempos presentes y al espíritu de sus contemporáneos? Quien quiera sentir, pensar, actuar se-
gún el espíritu de los griegos será visto por sus contemporáneos como chirriante e ineficaz. En
mi opinión, la literatura alemana debe ser el estudio fundamental para los alemanes, y la belleza
de las flores griegas sirve para adornar aquello que el sentido alemán, fuerte y varonil, creó se-
gún sus relaciones y necesidades propias y presentes.» (Nota de Dalberg.)
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 71
dora. Pero aunque esta disposición de ánimo en este grado sólo fuera par-
ticular e individual, cabe en efecto establecer como hecho histórico que el
cuidado por la formación corporal y espiritual fue muy grande en Grecia y
que estuvo guiado preferentemente por ideas de belleza.
2526
Si acaso cabe producir una representación de perfección, diversidad y unidad
humanas, debe ser aquélla que parte del concepto de belleza y de la represen-
tación de la sensible. De acuerdo con este tipo de representación, al hombre
moral puede faltarle la correcta proporción de los aspectos particulares del
carácter tan poco como a una bella pintura o a una bella estatua la propor-
ción de las partes; y quien, como el griego, está alimentado con la belleza de
las formas y está, como él, tan entusiastamente acorde con la belleza y sobre
todo con la corporal, debe, al fin y al cabo, poseer una sensibilidad igualmen-
te fina tanto contra la desproporción moral como contra la física. Así pues, a
partir de todo lo dicho resulta innegable una gran tendencia de los griegos a
conformar al hombre en la máxima multiplicidad y unidad posibles.
Debo observar aquí —y, en verdad, precisamente aquí porque aquí puede
surgir de la manera más fácil la objeción a la que la observación debe enfren-
tarse— que lo que aquí se ha dicho del carácter de los griegos es imposible
que pueda ser literalmente verdadero a propósito de toda una nación en to-
dos sus individuos particulares. Sin embargo, es cierto [I, 271] que realmente
había individuos particulares con la disposición de ánimo descrita, que éstos
no sólo existían con mayor frecuencia que en cualquier otro lado, sino que
también, por así decirlo, había matices de esta disposición esparcidos por to-
da la nación, y que los escritores, sobre todo los poetas y filósofos —por así
decirlo, la imagen del espíritu de la parte más noble de la nación—, poseían
en particular este carácter. Más no es necesario para hacer posible obtener el
fin para el que aquí se recomienda el estudio de los antiguos.
—————
26 «Este bello pasaje, que me ha resultado muy instructivo, demuestra que, con toda
certeza, los griegos crearon en relación con la belleza las obras más perfectas, que con dere-
cho deben recomendarse como modelos estéticos.» (Nota de Dalberg.)
72 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
26
Otras circunstancias debidas a la situación externa de los griegos aún con-
tribuyeron a fomentar este cuidado por la formación y este tipo de forma-
ción del hombre. Entre éstas cuento sobre todo las siguientes: 1) La esclavi-
tud. Ésta dispensó a los libres de una gran parte de los trabajos cuya
realización exige un ejercicio unilateral del cuerpo y del espíritu —habili-
dades mecánicas—.27 El libre tenía ocio, tiempo para formar su cuerpo
mediante la gimnasia, su espíritu mediante las artes y las ciencias, su carác-
ter en general participando activamente en los asuntos públicos, tratos con
otros para formar un pensamiento propio. Entonces, el libre también resal-
tó la representación de su superioridad sobre el esclavo, al que no creía
agradecer meramente la felicidad, sino al que reclamaba en virtud de su
prominencia personal, y —dada la degradación de los esclavos, ciertamente
surgida por su posición— con el derecho28 que obtenía en parte, como en
la defensa de la patria, al precio de peligros y fatigas, que el esclavo no
compartía con él. A partir de aquí, sumado todo ello, se formó la liberalidad,
que no ha vuelto a encontrarse en tan alto grado en ningún otro pueblo; esto
es, se enseñorearon del alma ánimos más nobles, más grandes, en verdad
dignos de hombres libres, así como esa vivaz expresión suya en la elegancia
de la formación y de la gracia de los movimientos corporales. [I, 272]
27
2) La forma de gobierno y la orientación política en general. En Grecia, la
única constitución realmente acorde con las leyes era la republicana, en la
cual todos los ciudadanos podían participar más o menos. Puesto que ca-
recía de fuerza, quien deseaba obtener algo debía recurrir a la persuasión.
—————
27«Es sin embargo extraño que en la Edad Media la esclavitud no muestre huella algu-
na de un influjo similar. La diferencia de las restantes circunstancias aclara, ciertamente,
mucho, pero no todo.» (Nota de Schiller.)
28 «Contra esta observación, creo, puede objetarse lo siguiente: también los esclavos se
dedicaban con frecuencia a las bellas artes. Los esclavos eran en gran parte prisioneros de
guerra de muy noble origen, etc.» (Nota de Dalberg.)
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 73
28
3) La religión. Era totalmente sensible,30 fomentaba todas las artes y me-
diante su exacta unión con la constitución del Estado las alzaba hacia una
dignidad mucho más elevada y hacia una indispensabilidad mucho mayor.
En esta medida, no sólo se alimentaba el sentimiento de belleza del que
hablaba más arriba (24), sino que también se hacía más universal, pues en
sus ceremonias, siempre acompañadas por el arte, participaba todo el pue-
blo. Ahora bien, en la medida en que, como he intentando mostrar ante-
riormente (25), este sentimiento de belleza fomentaba la correcta y [I, 273]
equilibrada formación del hombre, contribuía mediatamente a este respec-
to de manera muy prominente.
—————
29 «Entre los griegos no había ningún mérito dominante. El más mínimo virtuosismo
era ovacionado y el comediante era tan inmortal como el general. Entre los romanos, el
hombre de Estado devoró toda la atención de la nación.» (Nota de Schiller.)
30 «No meramente sensible, sino la hija máximamente libre de la fantasía. No existía
ningún canon que encadenara a la fuerza poética.» (Nota de Schiller.)
74 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
29
4) El orgullo nacional. El griego en general poseía un alto grado de vivaci-
dad y sensorialidad, que se expresaba de manera especialmente fuerte en el
sentido del honor y la gloria y en la estrecha unión del ciudadano con el
Estado en el sentimiento del honor nacional. Puesto que, en efecto, el valor
de la nación descansaba en el de sus ciudadanos, y de éste dependía parti-
cularmente su victoria en las guerras y su florecimiento en la paz, por tal
motivo, este orgullo nacional duplicaba la atención por formar el valor per-
sonal. La gloria de la nación se apropiaba entonces de cualquier mérito o
talento de cada uno de sus ciudadanos particulares. La nación, pues, los
tomaba bajo su protección, y de aquí surgió un nuevo motivo para estimar
las artes y las ciencias.
30
5) La separación de Grecia en varios pequeños Estados.31 Cuando un Estado
existe sólo y por sí, la formación de sus fuerzas toma el camino que una
fuerza particular debe tomar. Se eleva en sí y, cuando ha alcanzado una de-
terminada medida, degenera en algo otro. Sus degeneraciones, empero,
siempre y sólo están motivadas en tal formación, y con ello siempre está li-
gada, más o menos, la unilateralidad. Mas en Grecia la recíproca comuni-
dad de las distintas naciones, que estaban casi todas en distintos grados de
la cultura y que poseían tipos muy diferentes de formación, hacía que de
una nación se transfiriera algo a las otras, y aunque —en la organización de
las naciones antiguas— lo extranjero sólo encontrara en ellas difícil acceso,
siempre pasaba sin embargo mucho más que si cada una de ellas hubiera
existido aisladamente. Esto sucedió tanto más cuanto que de esta manera
se facilitaron los tránsitos de las costumbres de una a las otras. Más aún,
aunque esto no hubiera ocurrido, la mera coexistencia y la mutua rivalidad
hacía que la una no pudiera descuidar ventajas mediante las cuales pudiera
—————
31 «Muy importante.» (Nota de Dalberg.)
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 75
[I, 274] aventajar a las otras y, al menos, esta rivalidad movilizó más acti-
vamente las fuerzas de cada una de ellas.32
31
3.er Momento (16). Muchas causas concurrentes produjeron entre los anti-
guos caracteres nacionales muy firmes y, en esta medida, poca diversidad en
el carácter y en la formación de los ciudadanos particulares. Así, por un lado,
entre ellos dominó una multiplicidad relativamente menor que entre los mo-
dernos; sin embargo, por otro lado, también a este respecto las naciones más
formadas científicamente constituyeron una notable excepción y, además,
coincidieron dos circunstancias que volvieron a favorecer de nuevo aquella
multiplicidad, y quizá tanto más de lo que experimentó por el primer lado. 1)
La fantasía del griego era tan estimulable desde el exterior, y él mismo era tan
ágil en sí, que no sólo era receptivo en alto grado para toda impresión, sino
que también permitía sobre su formación cualquier gran influencia, a través
de la cual, al menos, su figura peculiar en sí adoptaba una modificada.
32
2) La religión no ejercía dominio alguno sobre la fe y los credos, sino que se
limitaba a ceremonias que todo ciudadano siempre consideraba al mismo
tiempo desde el lado político; e igual de poco encadenaban al espíritu las
ideas de moralidad, puesto que ésta no se limitaba a virtudes y vicios parti-
culares, según la medida de una utilidad o perjuicio unilateralmente pon-
derada, sino que antes bien estaba determinada en general según ideas de
belleza y liberalidad.
—————
32 «Esta bella observación, me parece, es aplicable en alguna medida a Alemania y a la
república europea.» (Nota de Dalberg.)
76 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
33
4.º Momento (17). Cómo más arriba se observó (23), un rasgo predomi-
nantemente distintivo del carácter griego es un grado inusual de la forma-
ción del sentimiento y la fantasía en un periodo todavía muy temprano de
la cultura, así como una fiel conservación de la simplicidad e ingenuidad
infantil en uno ya [I, 275] bastante tardío.33 En esta medida, el carácter ori-
ginario de la humanidad en general se muestra en gran parte en el carácter
griego, sólo que mezclado con el grado más elevado de refinamiento que tal
vez sea posible por siempre. Y, sobre todo, el hombre que representan los
escritores griegos está compuesto por límpidos rasgos altamente simples,
grandes y siempre bellos, al menos considerados desde determinados pun-
tos de vista. En toda situación y en toda época, el estudio de tal carácter
siempre tiene que actuar de manera provechosa sobre la formación huma-
na, puesto que, por así decirlo, constituye el fundamento del carácter hu-
mano en general.34 Pero en una época en la que por la conjunción de in-
numerables circunstancias la atención está más dirigida a cosas que a
hombres, y más a masas de hombres que a individuos, más al valor y utili-
dad externos que a la belleza y al disfrute interior, y en la que la cultura
elevada y múltiple ha conducido muy lejos de la primera simplicidad, en tal
época, tiene que resultar en especial provechoso mirar retrospectivamente
a naciones en las que todo esto sucedía punto menos que al contrario.
34
Un segundo rasgo especialmente característico de los griegos es la elevada
formación del sentimiento de belleza y del gusto y, sobre todo, la extensión
universal de este sentimiento por toda la nación, de lo que cabría enumerar
—————
33 «Este pasaje contiene la muy fructífera verdad de que en la época moderna se dirige
la atención excesivamente poco al disfrute interno de la vida. Un estudio acertado, creo, re-
side en la observación de los niños y de su constante desarrollo, ahí se lee todos los días en
el libro viviente de la naturaleza y se aprende a conocer al hombre en su disposición natu-
ral.» (Nota de Dalberg.)
34 «¡Por no hablar en modo alguno de los méritos científicos de los griegos!» (Nota de Wolf.)
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 77
3536
De este modo, la disposición del carácter de los griegos según todos los
momentos más arriba enumerados es extremadamente ventajosa para el es-
tudio del hombre en general en ellos, como en un único ejemplo. Pero este
estudio también es posible en ellos sobre todo por las dos siguientes cir-
cunstancias: 1) Se ha conservado una cuantiosa cantidad de monumentos
—————
35 «Excelente y correctísimo.» (Nota de Dalberg.)
36 «Estoy convencido de que el hombre debe conocer de la manera más exacta y estudiar
con el máximo cuidado aquellos objetos que le están más próximos, porque, realmente, estos
objetos son aquellos que actúan incesantemente sobre él y sobre los que él retroactúa incesan-
temente; y porque en la acción y reacción reside el uso de las fuerzas humanas y el fin final de
la existencia humana; y porque la razón humana dirige este actuar de la manera más provecho-
sa posible, cuando el hombre, mediante el estudio constante, conoce de la manera más exacta
aquellos objetos sobre los que él, si dispone de tiempo y de felices circunstancias y disposicio-
nes internas, puede actuar máximamente y que, a su vez, vuelven a actuar sobre él de acuerdo
con estas circunstancias. Según este principio, los objetos de estudio están para el hombre en
el siguiente orden de importancia: 1) Autoconocimiento. 2) Conocimiento de sus asuntos y
saberes profesionales. 3) Conocimiento de las personas que componen sus relaciones familia-
res. 4) Conocimiento de aquellos hombres con los que tiene que ver debido a sus asuntos pro-
fesionales. Por consiguiente, 5) conocimiento de sus compatriotas: de sus costumbres, ideas,
inclinaciones, etc., y para este conocimiento el estudio de la literatura de su lengua materna es
un importante medio auxiliar. 6) Otros conocimientos resultan importantes en la medida en
que en su ámbito de actuación están próximos al mismo como punto medio. 7) Según este cri-
terio, de acuerdo con mi opinión, la literatura griega merece la preeminencia tan sólo en la
medida en que contiene el modelo más perfecto del mejor gusto y porque puede contribuir al
cultivo estético del gusto.» (Nota de Dalberg.)
78 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
36
Si se admite que, de hecho, para el fin final aquí señalado se requiere en es-
pecial el estudio de una nación, cabe entonces decidir rápidamente si sería
sencillo que el lugar de la griega pudiera ocuparlo alguna otra. A propósito de
una nación tal, en efecto, o bien tendrían que regir todas las razones aquí
alegadas y, ciertamente, lo que debe ser señalado, tomadas en conjunto, o
bien habría que sustituir las ausentes por otras igualmente importantes. Pero
las más fuertes de ellas descansaban todas de manera mediata e inmediata en
el hecho de que los griegos, al menos para nosotros, son una nación que co-
mienza (18-23, 33, 35). Esta exigencia también será, pues, absolutamente ne-
cesaria e indispensable. No es posible decidir de antemano si en algún lugar
de la tierra aún por descubrir se mostrará una tal nación38 que uniera con es-
ta singularidad los restantes méritos o similares o más elevados que los de la
griega, o si el conocimiento más exacto de los chinos o de los hindúes acaso
los mostrará como tal nación. Pero que ni los romanos ni ninguna otra na-
ción moderna pueden ocupar su lugar, lo determina ya la circunstancia única
de que todas ellas se nutrieron mediata e inmediatamente de los griegos; y de
—————
37 «Ninguna nación comienza. Los griegos se nutrieron de los tirios y los egipcios, los ro-
manos de los griegos, nosotros de los romanos; los americanos de nosotros.» (Nota de Dalberg.)
38 Cfr. Kant, Kritik der Urteilskraft, pp. 258-260. (Nota de Humboldt.) Humboldt está
pensando en la elucidación kantiana de la idea normal de belleza y sus diferencias naciona-
les (Crítica del discernimiento, § 17).
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 79
las restantes naciones igual de antiguas que los griegos nos quedan demasia-
dos pocos monumentos. Así pues, a mi entender, los griegos siempre serán
únicos a este respecto; sólo que esto no es precisamente un mérito suyo pro-
pio, sino más bien un azar de su y nuestra situación relativa.
37
Si el estudio de los griegos se toma con la intención que aquí he expuesto,
impone entonces, naturalmente, sus propios preceptos universales y parti-
culares. Los máximamente universales y [I, 278] principalísimos podrían ser,
por ejemplo, los siguientes: 1) La utilidad de un estudio semejante nunca
puede alcanzarse mediante una descripción de los griegos, aunque haya sido
concebida por el hombre más sabio y la cabeza más grande. Pues, en primer
lugar, si esta misma descripción quiere permanecer del todo fiel, nunca po-
drá ser suficientemente individual, y si desea ser por completo individual,
deberá descuidar su fidelidad; y, en segundo lugar, la máxima utilidad de un
estudio semejante no reside precisamente en la contemplación de un carácter
tal y como era el griego, sino en la propia búsqueda de él. Pues gracias a ella
el mismo buscador quedará afinado de una manera similar; el espíritu griego
pasará a él y, mediante la manera en la que se entremezcle con el suyo pro-
pio, producirá bellas figuras.39 En esta medida, no resta sino el propio estudio,
emprendido en incesante atención a este fin.40
38
2) El estudio de los griegos debe emprenderse según un cierto orden sistemático
y referido a este fin final.41 Pues aunque todos los escritores son igualmente
importantes en atención a este fin, uno se detiene con justicia en primer lugar
en los más ricos y se escoge en éstos un orden fijo, que aquí, empero, es difícil
—————
39 «Bello y verdadero; y aplicable a todos los estudios.» (Nota de Dalberg.)
40 ¿Para qué el trato con hombres, puesto que la forma del trato humano puede descri-
birse? Sería lo mismo.» (Nota de Wolf.)
41 «¿Orden de los studii a tal efecto?» (Nota de Wolf.)
80 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
39
3) Uno no debe demorarse sólo muchísimo tiempo en los periodos en los que los
griegos eran máximamente bellos y estaban máximamente formados, sino, pre-
cisamente al contrario, sobre todo en los primeros y más tempranos. Pues en
ellos están realmente las semillas del verdadero carácter griego;43 y es más fá-
cil y más interesante verlo sucesivamente, cómo se modifica paulatinamente y,
finalmente, degenera. Varias de las razones aducidas en lo anterior (22, 23,
33) se ajustan muy especialmente tan sólo a estos periodos tempranos.
40
Los medios auxiliares para este estudio y, en particular, con la intención
aquí desarrollada, son sobre todo los siguientes: 1) Trabajo inmediato con
las mismas fuentes mediante la crítica y la interpretación.44 Este medio, na-
turalmente, merece el primer lugar.
—————
42 «¡Enseguida! Al menos a propósito de los poetas. Pero a propósito de los historiado-
res lo último. Así pues, mi plan de autores debe ser el siguiente, que junto a poetas más an-
tiguos haya historiadores más tardíos: Diodoro, Apolodoro, Homero, Hesiodo, Heródoto,
Tucídides, Jenofonte.» (Nota de Wolf.)
43 «Desde un punto de vista estético yo elegiría los escritores máximamente perfectos.
No puedo convencerme de la utilidad del otro punto de vista. Desde esta perspectiva, de
acuerdo con mi opinión, para un alemán la preeminencia la tiene el estudio de la literatura
alemana.» (Nota de Dalberg.)
44 «Crítica e interpretación son tareas importantes para el lingüista, menos importantes
para el hombre que busca en la literatura sabiduría vital y conocimiento de los hombres.»
(Nota de Dalberg.) «No utilizar ningún pasaje sin conocer exactamente a todo el autor.»
(Nota de Wolf.)
SOBRE EL ESTUDIO DE LA ANTIGÜEDAD Y DE LO GRIEGO EN PARTICULAR 81
41
2) Descripción del estado de los griegos, antigüedades griegas en el sentido
más amplio de la palabra, al que el fin final aquí dispuesto da la máxima ex-
tensión. Este trabajo auxiliar es necesario en parte para la comprensión de
las fuentes particulares, en parte para una mirada panorámica universal y
como introducción para el estudio global en general.45 Cualquier escritor
sólo trata un objeto particular, y no se está en condiciones de aprehender
lo particular en toda su concreción sin estar instruido convenientemente
sobre la situación en general. [I, 280]
42
3) Traducciones. En atención al escritor traducido éstas pueden tener una
triple utilidad: 1. darlo a conocer a aquellos que no están en condiciones de
leer por sí mismos su original; 2. para aquel que lee él mismo el original,
para servir a la comprensión del mismo; 3. para aquel que está a punto de
leer el original, para iniciarlo en su manier, en su espíritu. Si se determina
la importancia de esta distinta utilidad según el punto de vista aquí adop-
tado, entonces la primera es la más pequeña e insignificante; la segunda es
más importante, pero todavía pequeña, puesto que a este respecto las tra-
ducciones son el peor medio auxiliar; la tercera, empero, es la más impor-
tante, puesto que mediante ella la traducción anima a la lectura del original
y apoya al mismo lector de una manera más elevada, en la medida en que
no notifica pasajes concretos, sino que, por así decirlo, afina el espíritu del
lector con el del escritor, y también este último aparece todavía más claro
cuando se lo observa en el medio doble de dos lenguas distintas. La obten-
ción de esta última utilidad únicamente debe conducir a la valoración del
original y, así, la máxima utilidad de una traducción es aquélla que se des-
truye a sí misma. Las exigencias fundamentales de una traducción varían
en función de este triple fin. Respecto del primero, se exige acomodar el
—————
45«Este estudio exige toda la vida de un hombre, es muy apreciable para hombres co-
mo Heine y Wolf, no práctico para el hombre de negocios.» (Nota de Dalberg.)
82 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
4349
Para producir en toda su magnitud la utilidad en lo anterior expuesta, el
estudio de la Antigüedad [I, 281] exige la máxima sabiduría, máximamente
desplegada y exactísima, que, es natural, sólo puede encontrarse en muy
pocos. Pero la utilidad, también presente si bien en grados menores, siem-
pre existe cuando uno se ocupa con este estudio sólo en general, aunque
con menor empeño por la profundidad; finalmente, incluso se comunica a
todos aquellos para los que este estudio permanecerá por siempre ajeno.
Pues, en una sociedad altamente cultivada, cualquier conocimiento de un
particular puede denominarse, en el sentido más exacto, propiedad de to-
dos.
—————
46«Así, Wieland.» (Nota de Wolf.)
47«Así, Voss.» (Nota de Wolf.)
48 «Excelente.» (Nota de Dalberg.)
49 «Debo admitir que concuerdo con la opinión de Pope. Quien desea beber de las
fuentes que lo haga hasta el fondo o que las deje estar; los hombres semiinstruidos son
hombres desafinados, la gracia natural desaparece en tales hombres y la noble consumación
en la educación del gusto puede conseguirse mediante un estudio constante.» (Nota de
Dalberg.) Dalberg se refiere a Alexander Pope, Essay on Criticism, 2, 16: «Drink deep or
taste not the pierian spring».
[III, 136] Latium y Hellas1, o consideraciones
sobre la Antigüedad clásica
H
ay un cuádruple disfrute de la Antigüedad:
por la lectura de los escritores antiguos,
por la contemplación de las obras de arte antiguas,
por el estudio de la historia antigua,
por vivir en suelo clásico. Grecia: sentimientos de más profunda melan-
colía. Roma: punto de vista más elevado, panorámica más completa.
Todos estos distintos placeres ofrecen en conjunto la misma impresión,
sólo que acrecentada en distinto grado, y lo característico de esta impresión
consiste en lo siguiente:
en que cualquier otro objeto parece apropiado tan sólo para una única
ocupación; la Antigüedad, por el contrario, parece una patria mejor, a la
que siempre se regresa con agrado; [III, 137]
—————
1 Como es obvio, Humboldt utiliza el término latino para referirse a la región del Lacio
y el griego para referirse a Hélade.
2 Dioniso de Halicarnaso, Antiquitates Romanae I, 3, 3, y n. I, 4.
84 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
también cabe, en efecto, describir al griego (aquel al que cabe pensar úni-
camente como el autor de las obras auténticamente griegas) del siguiente
modo: [III, 138]
que su carácter más esencial consiste en representar la forma de la indi-
vidualidad humana como debería ser y, ciertamente, lo cual es una condi-
ción secundaria más azarosa, hacerlo preferentemente en objetos de la in-
tuición.
Aclarar esto exigiría un capítulo sobre la individualidad, cómo es y de-
bería ser.
Una consideración casi superficial y una reflexión mínima ofrecen ya las
siguientes tesis.
En tanto que también cabe describir un carácter según sus exterioriza-
ciones e incluso sus propiedades, la auténtica individualidad queda siem-
pre oculta, inexplicada e inconceptualizada. Ella es la vida del mismo indi-
viduo y su parte que aparece es la mínima.
En cierto modo, sin embargo, cabe conocerla como la consecuencia de
un cierto afán que excluye un conjunto de otros afanes; como algo que de-
viene positivamente por medio de la limitación.
En virtud de la disposición de nuestra razón, esta limitación conduce a
un ideal por encima del individuo.
La comparación de varios individuos con este ideal y entre sí hace posi-
ble contemplar la complementación mutua de varios para representar el
ideal, y algunos individuos conducen expresamente a él.
El ejemplo más llamativo de esto es la diferencia de los géneros, y un
espíritu particularmente atento a la misma puede llegar a conocer de la
forma más perfecta mediante ella la relación del individuo con el ideal, y a
partir de aquí encontrar de la manera más sencilla todos los otros casos si-
milares presentes en la creación.
Especialmente en este ejemplo se aprende que también para la clase
más limitada, y finalmente incluso para el individuo, hay un ideal, que se
alcanza porque se hace más estricta y menos unilateral la consecuencia del
afán, o dicho de otra manera, muestra la peculiaridad más mediante aque-
llo que es que por lo que excluye.
Pero puesto que todo ser sólo puede ser algo por el hecho de que no es
otra cosa, por ello, hay una contradicción verdadera e insalvable y un
86 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
1. la figura, de la plástica;
2. el ritmo, de la poesía;
3. la sensación, de la religión despertada por el entusiasmo de la fantasía.
1. EN EL ARTE
El único principio que conduce a una explicación correcta del arte griego
es que recorrió exactamente el camino contrario al que habitualmente se
presupone: no se elevó, comenzando por una tosca imitación de la natura-
leza, hasta un ideal divino, sino que, partiendo del puro sentido por las
[III, 143] formas universales del espacio, la simetría y la corrección de las
proporciones, creó a partir de ellas un ideal divino y así descendió hacia los
hombres.
Parecerá ridículo indicar un curso a priori al arte griego, derivarlo más
de las secas formas de la matemática que de la manante plenitud de la vida.
Pero me remito al juicio de cualquiera que sepa ver la Antigüedad con un
sano sentido: si —condúzcase también respecto de la verdad como quie-
ra— no parece menos perfecto así que si el artista griego hubiera tomado
su camino a partir de la idea y no hacia la idea. Entonces se comprende por
sí mismo que en el arte, donde se unen necesariamente idea y experiencia,
nunca puede tratarse de una exclusión, sino tan sólo de un predominio de
una de las dos. Tal vez la siguiente deducción haga lo dicho más compren-
sible y menos paradójico.
En la medida en que no copia al antiguo, y en el sentido antiguo, el arte
más moderno parte en la representación de la imitación de la naturaleza, y
en el significado busca con esfuerzo la belleza, el carácter o ambos al mis-
mo tiempo. Trata la naturaleza sin poseer una clave mediante la cual pu-
diera explorarla para conocer las únicas formas puras utilizables, que están
ocultas y por así decirlo tapadas por su infinita multiplicidad e individuali-
dad, y de los fines que pone uno es oscuro y difícilmente determinable y el
otro conduce fácilmente a un ámbito ajeno al arte.
A este respecto hay que disculpar al arte más moderno, porque incluso lo
seduce la facilidad de la ejecución, que le han procurado tantos ejercicios
preparatorios, pues tiene modelos insuperables y se le induce a querer igua-
LATIUM Y HELLAS, O CONSIDERACIONES SOBRE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 91
larse inmediatamente a ellos, sin siquiera estudiar en ellos la fatigosa vía que
él, como si fuera su hermano mayor, tendría que recorrer hoy en día.
El arte griego dominaba la multiplicidad de la naturaleza mediante el
simple concepto de la relación orgánica y alcanzaba la belleza y el carácter
sin aspirar inmediatamente a ellos, tan sólo empeñado en imprimir en su
obra aquellas formas simples con la máxima corrección y simetría posibles.
Sin embargo, el arte griego nunca habría podido seguir este camino si, por
así decirlo, hubiera tenido que empezar desde el principio, y no, tan sólo, ha-
ber tomado lo que otro pueblo con profundo sentido, [III, 144] mas excesi-
vamente rígido y férreo, hubo elaborado a lo largo de siglos tan sólo con uni-
forme aplicación. El arte egipcio era rígido, pero grandioso, y sólo pudo
mantener un impulso más libre y más feliz en sus meticulosísimas proporcio-
nes. La ciencia egipcia dio a conocer a los griegos los principios matemáticos,
que quizá (como la teoría de la esfera, que Hércules habría traído de Egipto)4
eran muy sencillos, pero que agarraron con fuerza infinita el juvenil espíritu
alcanzado aquí por vez primera por la belleza de las ideas.
Puesto que la determinación de las obras de arte griegas era originaria-
mente religiosa, el concepto de proporción fue objeto de una doble aten-
ción. Pues los griegos rechazaron aludir al poder supraterrenal de los dio-
ses mediante signos jeroglíficos5 y buscaron expresarlo inmediatamente en
la proporción de sus miembros, en la medida en que ellos configuraron sus
figuras según las leyes de acuerdo con las cuales se movían las esferas y las
estrellas, y según las cuales se regía el cosmos.
Pero estas proporciones dominan miembros de un cuerpo orgánico,
que vivifica una fuerza que habita en él, y aquí reside la maravillosísima pe-
culiaridad del arte antiguo: que cada parte particular parece irradiar de es-
ta fuerza y volver a sumergirse en ella. Es absolutamente imposible com-
prender cómo es esto posible, mostrar cómo hacerlo; es la parte del arte
que no cabe explicar por la corrección de las proporciones, la elección de
las formas, la imitación de la naturaleza, etc., puesto que no reside en nada
—————
4 Cfr. Diodoro Sículo, Bibliotheca 4, 27, 5, que, sin embargo, no habla de los egipcios,
sino, al igual que las restantes fuentes, de Atlas y el globo terráqueo.
5 O sea, con una escritura sagrada de carácter simbólico, como —de acuerdo con
Humboldt— sucedió entre los egipcios.
92 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
particular, sino que antes bien amalgama y vivifica todo lo particular. Pero
de la siguiente manera es posible, sin embargo, aclarar algo el misterio.
El espíritu humano tiene una fuerza innegable para irradiarse inmedia-
tamente a sí mismo y en su figura más peculiar, para adherirse a una mate-
ria tan pronto ésta es vencida por una idea, como algo emparentado con su
naturaleza, y a ser cognoscible en ella. En qué medida alcanza a este res-
pecto el éxito, depende de su empeño y dirección fija, así como de la [III,
145] pureza y el poder con el que la idea está acuñada en la materia dada.
Así pues, cabe explicar en alguna medida el maravilloso fenómeno por el
hecho de que la fantasía del artista griego estaba enteramente enardecida
por la idea de esta fuerza vivificadora de su obra de arte y productora a
partir de sí de cada parte de la misma, y porque ella daba a su sentido ma-
yor grandeza e intimidad, a su ojo mayor agudeza, a su mano mayor segu-
ridad. Pues a partir de aquí puede surgir una consecuencia y una concor-
dancia de las partes más imperceptibles de todos los contornos, que escapa
de toda medida y toda alusión en particular; incluso en la fortaleza y ternu-
ra con la que están trazadas dos líneas por lo demás perfectamente iguales
se reconoce la distinta fuerza de la fantasía del artista.
Así pues, el artista griego aspiraba sobre todo a algo que confiaba a la
profundidad de su obra, para que a partir de ella irradiase de nuevo hacia
el exterior como vida libre. Con gusto se mantenía dentro de fronteras de-
terminadas porque sabía hacer este pequeño campo diferente y diferente-
mente fructífero; buscaba más la simplicidad que la multiplicidad, más la
firmeza, la corrección y la severidad que la facilidad y la gracia. Por ello, y
por la determinación externa religiosa o incluso pública del arte, por el
aprendizaje metódico en escuelas y por un noble temor a desmejorar lo an-
taño acertadamente encontrado, surgió el trabajo con caracteres determi-
nados y con caracteres ideales divinos, puesto que se mantenían a la vista
las máximas y máximamente puras proporciones de la figura, así como la
profundísima vida.
Pero lo que merece máxima admiración es que ya en la época del arte
más estricto6 siempre se evitó la sequedad y la dureza y que, en consecuen-
cia, toda la plenitud de la vida se trasvasó tanto a aquellas grandes formas
—————
6 El periodo más arcaico.
LATIUM Y HELLAS, O CONSIDERACIONES SOBRE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 93
mar y la tierra; todas las épocas de la vida desde el nacimiento hasta la di-
vinización y los castigos de ultratumba; los puntos finales del mapamundi
desde los rasgos hindúes de Baco hasta el jardín de las Hespérides;7 y toda
la serie de la época heroica desde la lucha de los titanes hasta la conquista
de Ilión.8 [III, 147]
2. EN LA POESÍA
—————
7 Es decir, todo el mundo conocido por los griegos: desde el extremo oriente hasta oc-
cidente.
8 O sea, desde los tiempos míticos más originarios hasta la caída de Troya, ya en tiem-
pos históricos.
LATIUM Y HELLAS, O CONSIDERACIONES SOBRE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 95
La misma lengua muestra que la poesía griega tomó de hecho este ca-
mino. Ninguna de las lenguas que conocemos es tan rica en múltiples rit-
mos, ajusta tanto las cesuras del verso a las de las palabras, ni lleva tan lejos
más el carácter de la naturaleza sonora que una única manera de sentir
humana, como, por ejemplo, el latín en la solemnidad, el italiano en la duc-
tilidad, el inglés en la fuerza para ir al corazón y sacudirlo.
¿Cómo habría sido esto posible si no se supone que un gran pueblo, in-
cluso dividido en distintos linajes, infinitamente vivaz, eternamente locuaz
y canoro, estuvo animado por un sentido dirigido por la naturaleza al ritmo
y a la eufonía? Sólo en los labios [III, 149] de un pueblo semejante pudie-
ron pulirse las ásperas y colisionantes sílabas, antes unidas por otros prin-
cipios que los del oído; sólo en sus labios tuvieron que contraerse y alargar-
se por sí mismos los sonidos.
El afán principalísimo y originario del ritmo griego apunta a la plenitud y
riqueza de elementos ligeramente regulados, y si se coincide con lo dicho más
arriba sobre la sensación —que, en efecto, allí donde da el impulso, la forma
está ahí más desnuda y seca— se ve entonces que este afán, como sucede en
general entre los griegos, es al tiempo un afán desde sí hacia el exterior, hacia
la naturaleza, hacia la aproximación al principio en ella que todo lo vivifica.
Pues siempre se trata de la misma búsqueda de lo infinito en lo finito,
de la divinidad en lo terrenal, puesto que es innegable que en ella hay más
que lo terrenal y que este más sólo es accesible para el entusiasmo. Por to-
das partes define al espíritu griego este impulso hacia lo divino. Se presenta
en toda su belleza en los nobles esfuerzos de los individuos y del pueblo;
pero su silueta impera incluso en lo totalmente insignificante, incluso en los
errores y extravíos, al igual que la sombra de Hércules merodea en los in-
fiernos mientras él mismo reina entre los celestiales.9 Nada, empero, acerca
tan inmediatamente lo inalcanzable máximo como la música y el ritmo,
puesto que en el arte plástico siempre estorba la limitación a un objeto de-
terminado, y los antiguos tenían al mismo tiempo —lo que tienen que
agradecer en exclusiva a la eufonía de su lengua— la ventaja de poder en-
lazar con la expresión del pensamiento una música maravillosa al punto de
serles ajena la separación entre poesía y música, que tal vez no habría sur-
—————
9 Odisea xi, 601 y ss.
LATIUM Y HELLAS, O CONSIDERACIONES SOBRE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 97
gido sin una época que fue demasiado pobre en pensamiento y en lenguaje
para ser capaz de una poesía digna, y demasiado rica en un sentimiento
acrecentado por la piedad como para servirse de una música más indigente.
Los metros griegos no toleran en modo alguno una comparación con los
nuestros, ni han sido imitados directamente por los nuestros. Aquéllos son
música real, éstos a menudo tan sólo algo artificioso que debe elevarse a la ca-
tegoría de arte por medio del genio del artista. Incluso su imitación tiene lími-
tes. Pues sólo cabe imitar, sobre todo, la regularidad de la organización, no la
plenitud y belleza [III, 150] de los elementos, y precisamente en ésta, como
hemos visto, reside el momento más importante en el efecto que producen.
El contenido también está conformado con el mismo espíritu que do-
mina en el ritmo de la poesía griega, a saber, también aquí todo se subor-
dina a la forma; precisamente por ello el tratamiento se hace casi plástico.
Pues es como si el fin de toda la poesía griega sólo apuntase a represen-
tar, como una única figura colosal, al género humano en su contraposición
y en su comunidad con los dioses, y con ellos al mismo tiempo al destino.
Tan poderosa y tan puramente se enlazaba todo.
En esta medida, se rechazaba y evitaba con diligencia todo lo excesiva-
mente individual. En los rasgos de su carácter marcadamente diferenciados,
pero simples, no debía aparecer el individuo particular, sino el hombre.
En la poesía, como en la plástica, estos rasgos están incluso fijados ya de
manera inmodificable. No se pensaba en multiplicarlos, sino en grabarlos
en el ánimo de múltiples maneras. De igual modo, la poesía también tenía
un círculo determinado y la seria no descendía a la vida civil y común.
El pensamiento, como la sensación, se atenía a la misma claridad y evi-
dencia, universal e incontestable. Como en ésta lo excesivamente particu-
lar, en aquél se evitaba lo demasiado abstracto.
Pero en este ámbito tan determinado podía producirse en su cooperación
máximamente viva toda profundidad, claridad, sensorialidad e idealidad.
La profundidad no es una sofisticada cavilación, sino aquélla que, por
así decirlo, se constituye por sí misma, del mismo modo que el ánimo es sa-
cudido de la manera correcta.
La claridad no es tal que aleje todo lo que parecía oscuro o enmaraña-
do, sino aquélla que separa con decisión la materia máximamente rica y
máximamente plena de contenido.
98 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
3. EN LA RELIGIÓN
una ocupación con un mundo supraterrenal, que cada cual —según la na-
turaleza de su espíritu— podía considerar sensible y espiritualmente, literal
y simbólicamente, en la que podían entrar por el portón del arte y la filoso-
fía, de la ciencia y la historia. Los mismos griegos sabían muy bien que gran
parte de sus mitos tenían origen extranjero; en esta medida, poseían en
ellos la sabiduría oscuramente expresada de todos los pueblos, los intentos,
los balbuceos de la humanidad por expresar lo infinito. Lo que aislado
tendría que haberse perdido necesariamente, se recubrió de la venerabili-
dad del tiempo, de las naciones más antiguas y más alejadas.
Pero el griego siempre vertía lo ajeno en su peculiaridad, [III, 155] y
sólo en los tiempos más tardíos de Grecia y Roma se erigieron cultos ex-
tranjeros uno al lado de otro sin conexión alguna, producto de la supersti-
ción. Dejaba incluso salir todo de sí y convirtió Delfos en el ombligo del
mundo,13 donde coincidían las águilas enviadas por Zeus a ambos lados.
Aproximándose todo a sí y a su manera de sentir, reforzaba y vivificaba el
efecto sobre la imaginación y el ánimo.
El griego consideraba a todos sus dioses, más o menos, como hijos de la
tierra que él habitaba; hubo para él un tiempo en el que los dioses se pa-
seaban entre los hombres; en gran parte habían nacido entre ellos e incluso
se mostraban algunas tumbas.14 La seca explicación de que los dioses eran
hombres divinizados por gratitud sólo es propia de tiempos tardíos. La
creencia más temprana y más bella no preguntaba por la posibilidad física
o la verdad histórica. Pensaba un tiempo en el que los elementos de la
creación no estaban tan diferenciados, los destinos no tan regularmente re-
partidos, donde el Olimpo y la tierra aún se entremezclaban entre sí, y cada
linaje entretejía este tiempo con la historia de sus antepasados. Este domi-
nio inmediato de las fuerzas de la naturaleza ni siquiera fue tenido por en-
teramente finalizado; aún perduró en ciertos casos y tan sólo se trasladó a
regiones alejadas o solitarias.
La estirpe de los héroes se enlazó de inmediato con la vida de los dioses
sobre la tierra, con su historia y su servicio. Los egipcios no conocían esto.
—————
13 La noticia se lee, por ejemplo, en Plutarco, De defectu oraculorum, 409 e.
14 Por ejemplo, la de Dioniso en Delfos (cfr. Plutarco, Isis y Osiris, 365 a).
LATIUM Y HELLAS, O CONSIDERACIONES SOBRE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 103
De este amplio campo sólo es posible poner de relieve algunos puntos par-
ticulares.
Diodoro de Sicilia observa en un lugar que los egipcios no hacían ni
música ni ejercicios gimnásticos,15 y en otro dice: Iolao fundó gimnasios,
templos y todo lo que forma parte de la felicidad de los hombres, y aún se
encuentran huellas de ello.16 Así pues, venerar a los dioses y formar los
cuerpos para la belleza y la fuerza constituían las primeras necesidades de
la humanidad griega. Si a ello se añade la música, en el amplio sentido en el
—————
15
Focio, Bibliotheca I, 81, 7.
16
Focio, Bibliotheca V, 15, 2. Iolao era un héroe griego, amigo y pariente de Hércules.
Ejerció su labor bienhechora, sobre todo, en Cerdeña.
LATIUM Y HELLAS, O CONSIDERACIONES SOBRE LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 105
que los griegos la tomaban, y las academias de los filósofos, se ve que los
griegos, además de su vida pública y doméstica, aún tenían una tercera,
que ninguna otra nación conocía en esta extensión ni utilizaba en este gra-
do. Pues su peculiaridad reside en que se ocupaba de cosas que no estaban
orientadas inmediatamente a un fin externo, en que era libre de las cadenas
del Estado y las leyes y, sin embargo, en una gran parte de los ciudadanos
y, ciertamente, entre los más formados, concertaba sin cesar vínculos de
hermosa sociabilidad, en la que ancianos y jóvenes encontraban un lugar
igualmente adecuado. Contrasta con ello de manera llamativa la ociosidad
de algunos pueblos orientales, la coerción de las castas egipcias y la unilateral
orientación de los romanos a la guerra, la jurisprudencia y la agricultura.
El valor que los griegos daban a un cuerpo libremente formado hace
que sobresalgan entre todas las naciones. Se expresa aquí el fino y profun-
do sentido de que lo espiritual no debe separarse de lo corporal, sino ex-
presarse en ello, y de que el trabajo no determina al hombre libre, [III,
158] sino el subordinárselo; este cuidado, este parecer, de honrar la forta-
leza y la agilidad corporal fue sustentado hasta los tiempos más tardíos por
dos cosas, por el recuerdo de los héroes patrios y por la gloria de los ven-
cedores en los Juegos públicos.
Esta costumbre de respetar altamente la corona olímpica como la victo-
ria máximamente importante y el afán máximamente útil, esta silueta de la
gloria tan sólo a partir de la antigüedad de los Juegos y de la venerabilidad
de su fundador,17 las festividades sagradas ligadas con ellos, la confluencia
de todos los pueblos griegos, el sonoro aplauso de la multitud enardecida,
todo ello —para la naturaleza sensiblemente ideal de los griegos, así como
para su simplicidad sin adorno— lo atestigua con mayor vivacidad que
cualquier otra cosa el que la competición más antigua y más sencilla, la ca-
rrera a pie, permaneció tanto hasta los tiempos más tardíos la más venerada
que cada Olimpiada llevaba el nombre de su vencedor, y nunca fue despo-
seída de este lugar por el esplendor y la riqueza de la cuadriga.
De esta manera de vivir y a partir de ella surgieron otras dos cosas, pro-
pias sobre todo sólo de los griegos: fiestas sociales raras veces por entero
despojadas de filosofía, poesía y arte, y el amor a los bellos adolescentes.
—————
17 La fundación de los Juegos Olímpicos se atribuía a Hércules.
106 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
—————
de Temístocles. Cimón (s. V a.C.) siguió la política oligárquica de Arístides, buscando
acuerdos con Esparta, en contra de lo propuesto por Pericles. Foción (s. IV a.C.), por su
parte, buscó el acuerdo con Filipo de Macedonia. En Ocaso y decadencia de los Estados li-
bres griegos, Arístides, sin embargo, es considerado un «carácter ideal».
110 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
namente expresado que por la forma sensible. Pero a pesar de que estas
dos naciones sólo expresan la similitud de manera incompleta, resulta im-
pensable una alianza de ambas para completar la imagen. Más bien mar-
chan completamente alejadas la una de la otra y al final llevan a cabo algo
que reside casi igualmente alejado de lo griego, sólo que los alemanes al-
canzan algo que está más próximo del sentido de lo griego, quizá incluso
más elevado, que lo alcanzado por ellos, pero que precisamente por ello es
auténticamente inalcanzable, puesto que los franceses encallan del todo en
caminos erróneos y quedan entre lo obtenido y lo realmente pretendido.
Totalmente disímiles de los griegos son los romanos en su unilateridad
política, los españoles en la suya fanáticamente exaltada y los ingleses en la
suya sombríamente sentimental y material. Sin embargo, estos últimos
muestran su parentesco con el alemán por el hecho de que en su oratoria
política y en sus sátiras, a menudo igualmente orientadas en esta dirección,
están más cerca de los griegos que de los romanos; el francés, por el con-
trario, nunca va más allá de la imitación de los romanos.
La historia de los griegos constituye más que cualquier otra cosa una
sólida demostración de lo aquí dicho sobre el carácter de la nación. Pues
delata por todas partes que los acontecimientos de Grecia sólo fueron un
resultado de la coincidencia del carácter expuesto con las respectivas cir-
cunstancias.
Puede dividírsela en cuatro periodos en los que adopta preferentemente
un contenido distinto.
Antes de las Guerras Persas21 sucedieron pocos acontecimientos nota-
bles; los Estados necesitaban ocio y tiempo para equilibrarse con sus veci-
nos más próximos y para darse una constitución algo estable.
Durante las Guerras Persas la defensa común de la patria devoró cual-
quier otra preocupación. [III, 164]
El antagonismo entre los atenienses y los lacedemonios22 ocupó el in-
tervalo entre estas guerras y la hegemonía macedonia,23 en el que, además
—————
21 Es decir, antes del 492-449 a.C., fecha en la que tuvieron lugar estas guerras.
22 Referencia a la Guerra de Peloponeso.
23 O sea, en el 338 a.C., cuando tras la batalla de Queronea quedó establecida la hege-
monía macedonia.
112 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
I.
Los griegos no son para nosotros tan sólo un pueblo históricamente
útil de conocer, sino un ideal.
Sus ventajas sobre nosotros son de tal tipo que precisamente su
inalcanzabilidad nos hace conveniente imitar sus obras y benéfico recordar
en nuestro ánimo oprimido por nuestra situación sombría y mezquina el
suyo libre y bello.
Nos vuelven a confrontar, desde todo punto de vista, con nuestra pecu-
liar y perdida libertad (si es que puede perderse lo que nunca se tuvo, pero
a lo que se tenía derecho por naturaleza), en la medida en que superan al
instante la presión del tiempo y fortalecen por el entusiasmo la fuerza, que
está en nosotros, para superarla espontáneamente.
Son para nosotros lo que sus dioses fueron para ellos: carne de nuestra
carne y sangre de nuestra sangre, toda la infelicidad y todas las desigualda-
des de la vida; pero son un sentido que transforma todo en juego y que, en
efecto, sólo borra las asperezas de lo terrenal, pero preserva la seriedad de
la idea.
II. Ésta no es una visión azarosa, sino necesaria. Nada moderno puede po-
nerse al lado de lo antiguo. Pues el aliento de la Antigüedad, que necesa-
120 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
IV. Para comprender cómo una nación entera pudo darse un carácter sólo
explicable mediante la genialidad, hay que retroceder unos pocos pasos y
tomar en consideración la individualidad.
La individualidad de un hombre es lo mismo que su impulso. El univer-
so entero sólo persiste por el impulso, y vive [VII, 611] y no es sino en la
medida y en tanto que lucha con éxito por vivir y ser. Puesto que el impul-
so no puede ser sino determinado, mediante él también surge la forma de
la vida, y toda diferencia de la existencia sólo descansa en la diferencia del
mismo impulso vital o de su posibilidad para abrirse paso a través de la re-
sistencia que encuentra.
Este impulso es el mismo en los cuerpos y en el mundo del espíritu,
pues, por una parte, en la organización crea figuras que sólo produce por
medio de los pensamientos, y, por otra, por ejemplo en el arte y en la len-
gua, crea tales figuras por medio de las cuales parecen darse pensamientos
que en caso contrario no cabría expresar. En esta medida, puede servir de
igual modo tanto para explicar lo máximamente elevado en la naturaleza
espiritual como lo máximamente simple en la naturaleza corporal.
Así pues, lo que dio existencia al carácter de los griegos fue que en ellos
supo hacerse por entero dominante el impulso para ser pura y plenamente
hombres.
Lo que, por tanto, sólo parece poder ser, de manera maravillosa, pro-
ducto del genio, surgió por mero ofrecimiento en la naturaleza, como en
general en el hombre lo máximamente formado siempre se allega inmedia-
tamente a lo originario, de lo que, por así decirlo, sólo es un circunloquio o
una traducción más clara.
VI. Animado por tal (IV) anhelo (V), el afán de los griegos sólo podía en-
caminarse a la representación de la vida suprema (III), esto es, de la exis-
tencia humana.
El esfuerzo fundamental del hombre se orienta a la ampliación ilimitada
de las energías unificadas de su receptividad y espontaneidad y, puesto que
abarca al mismo tiempo lo visible y lo invisible para ajustar su contradic-
ción sin aniquilar ni lo uno ni lo otro, en la medida en que esto puede al-
canzarse, se orienta a su unificación aparente en un símbolo, esto es, en
una figura en la que lo universal aparece como particular y lo particular se
ensancha hasta lo universal.
El griego se consagró a este esfuerzo de manera más pura y más exclusi-
va que cualquier otra nación, y de aquí surgen un tercer, cuarto y quinto
rasgo fundamental de su carácter.
Él buscaba siempre lo necesario y la idea, rechazando las innumerables
contingencias de lo real.
Su energía principalísima era el arte, el ámbito de los símbolos.
Si, por tanto, la capacidad dominante de su alma era la imaginación, era
tan sólo la auténtica y creadora, que no se anticipa a ninguna otra fuerza y
nunca ignora su ámbito; poseía, pues, la misma capacidad para la especula-
ción pura y la misma sabiduría práctica. Era natural e ideal, nunca quimé-
rico ni fantasioso.
SOBRE EL CARÁCTER DE LOS GRIEGOS, LA VISIÓN IDEAL E HISTÓRICA DE LOS MISMOS 123
VII. El sentimiento de humanidad era tan profundo entre los griegos que
percibían profundamente qué poco la necesidad de la duración instantánea
se entreteje en este sentimiento. En la estrecha frontera entre vida y muerte
sólo deseaban vida y vida plena. [VII, 613]
Así pues, el menosprecio de las formas muertas sería un sexto rasgo
fundamental de su carácter; sólo movilizaban con agrado las fuerzas reales,
no convencionales.
VIII. Pero todo este carácter sólo obtiene su plena claridad, determinabili-
dad y multiplicidad mediante aquello que constituye el séptimo rasgo fun-
damental de los griegos: que para ellos las alegrías de la sociabilidad aven-
tajaban cualquier otro placer, que todas sus instituciones parecían
formadas por la inclinación a poner a su personalidad en frotamiento recí-
proco, y que tenían una orientación manifiesta para hacer todo popular,
del mismo modo que incluso sus rasgos de carácter más finos estaban pre-
sentes de hecho en todo el pueblo.
Incluso las familias constituían entre los griegos unidades menos aisla-
das que entre los romanos, y sus vínculos disgregaban menos la comunidad
nacional general.
IX. Gracias a todos estos rasgos el carácter de los griegos constituye el ideal
de toda existencia humana, al punto de que puede afirmarse que indican de
manera inmejorable la forma pura de la determinación humana, si bien poste-
riormente la satisfacción de esta forma puede acontecer de otro modo.
Pues, como se ha dicho en lo anterior, la determinación del hombre
siempre es creación del absoluto a partir de sí mismo, pero con ayuda de la
universalidad de los fenómenos a través de los cuales lo absoluto se mani-
fiesta en lo individual.
Relación correcta entre receptividad y espontaneidad, amalgamiento ín-
timo de lo sensible y lo espiritual, preservación del equilibrio y la propor-
ción en la suma de todos los esfuerzos, reducción de todo a la vida real y
activa, y representación de toda sublimidad en particular en todo el con-
junto de las naciones y del género humano: tales son, por así decirlo, las
124 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
E
n tanto que emprendo la tarea de escribir la historia de la deca-
dencia y ocaso de los Estados libres griegos tengo un triple fin a la
vista: en primer lugar, trasladarme a una época en la que el com-
bate —profundamente conmovedor, pero siempre cautivante— de las
fuerzas mejores contra una fuerza en exceso poderosa se luchó de una
manera infeliz, pero gloriosa; en segundo lugar, para mostrar que la de-
generación sólo fue culpable en parte de la decadencia de Grecia, que la
causa más oculta fue realmente que el griego poseía una naturaleza exce-
sivamente noble, sensible, libre y humana para fundamentar en su época
una constitución política, por aquel entonces limitada necesariamente a la
individualidad; en tercer lugar, para proponer un punto de vista desde el
cual cabe abarcar cómodamente en toda su extensión la historia antigua y
moderna.
—————
1 Desde finales del siglo XVIII era habitual utilizar la palabra «Freistaat» («Estado li-
bre») para indicar una organización política republicana.
2 «¿Qué sigue siendo la Atenas de Pandión más que un nombre?» Ovidio, Metamorfo-
sis XV, 430. Pandión fue un rey legendario de Atenas.
128 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
—————
5
Es obvia la referencia a Horacio, Epístolas II, 1, 156: Graecia capta ferum victorem ce-
pit («Grecia, la conquistada, al fiero conquistador conquistó»).
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 131
ni tan siquiera el comercio les había enseñado que para disfrutar verdade-
ramente del propio bienestar y de la propia libertad debían respetarse el
bienestar ajeno y la libertad ajena; incluso Cartago sólo aspiraba a provin-
cias y colonias, y poco o absolutamente nada a alianzas con otras ciudades
comerciales libres. Dado que extendía los estrechos lazos de un pequeño
pueblo a regiones más amplias de la tierra, el sistema colonial era el único
elemento [III, 176] a partir del cual tal vez podría haber surgido una cons-
titución política similar a las nuestras modernas; el fuego sagrado de la ciu-
dad colonial estaba encendido sobre el altar de la ciudad madre, aquélla
sacrificaba todos los años el peaje de su gratitud a los dioses cuya protec-
ción ésta había enviado propiciamente. Piadosos lazos de infantil temor y
de amor paterno enlazaban a la colonia y a la metrópoli y ambas eran y se
veían constantemente como una única estirpe y una única nación. Tampo-
co ninguna nación supo fundar este sistema tan bellamente, de una manera
tan extensa, tan duradera, tan beneficiosa, tan agradable, como los griegos;
ninguna tan poco como los romanos. La libertad que, ciertamente, encan-
decía a ambas naciones hasta las fibras más profundas de su pecho, dio al
romano todo lo necesario para mantener la independencia exterior e inte-
rior: irritación contra dominadores arbitrarios o extranjeros, desconfianza
contra todo aquel que quisiera serlo, odio y arrojo frente a todo aquel que
pudiera serlo, obediencia sin fisuras a las leyes, y —todo ello, en efecto, en
los únicos tiempos de los que merece la pena hablar— subordinación total
del interés privado al bien común. Pero el juego de su albedrío confiado a
sí mismo (pues obediencia y albedrío son los dos elementos constitutivos
de la libertad), el calor que abarca la totalidad del modo de pensar, la afa-
bilidad que se extiende a todo lo que sólo afecta a un pueblo libre, aquello
que no conforma Estados adustos, sino que embellece a la humanidad y
alegra la vida, este don delicioso y dulce quedó reservado en exclusiva a los
griegos. Pero el sistema colonial griego también era excesivamente débil
para hacer algo más que fomentar el comercio, la geografía y la formación,
y transformar mares inhóspitos en mares hóspitos; dominar naciones pode-
rosas, limítrofes, bárbaras, le era tan poco posible que más bien él mismo
resistió con esfuerzo sus acometidas. Sólo entre Estados consanguíneos,
aquellos cuyos conflictos era mejor llamarlos «discordia civil» que «gue-
rra», eran pensables relaciones de verdadera vecindad, una política respe-
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 133
tuosa del adversario que no deja que el rival se haga demasiado poderoso
pero que no desea aniquilarlo. Aquello que Europa vio en el siglo XVIII8
sólo cabe reencontrarlo, y únicamente en cierto modo, en las relaciones in-
ternas de Grecia. Cuando en aquel singular consejo sobre el destino de la
Atenas vencida por los lacedemonios, [III, 177] el tebano Evanto propuso
destruir la ciudad y convertir en pasto para las tropas beocias el suelo que
sostenía los trofeos de la libertad griega y las obras maestras del arte griego,
los focidios se levantaron, se opusieron con firmeza y dijeron que no había
que dejar tuerta a la Hélade.9 Cuando Escipión Nasica10 se opuso igual-
mente a la destrucción de Cartago, su única intención, por el contrario, era
contener a sus ya degenerados conciudadanos conservando a un enemigo
poderoso, pero en lo esencial ya no peligroso. Por lo demás, no se encuen-
tra huella alguna de que se hubiera pensado en articular una relación de
equilibrio entre Roma y Cartago, o entre Cartago y Siracusa, o entre Grecia
y Persia, o entre otros Estados extranjeros y rivales, que hubiera tenido
como intención la posibilidad de una convivencia libre de temor, pacífica y
tranquila. La dirección política hacia el exterior de los Estados de la Anti-
güedad no podía apuntar a la libertad, sino que necesariamente tenía que
hacerlo al dominio, y para ellos la seguridad sólo cabía encontrarla en el
dominio universal. Esto lo ha demostrado la experiencia mediante ensayos
repetidos: en los romanos, los cuales, siguiendo esta máxima, si bien no
expresada con claridad, fueron afortunados, y en los espartanos, los cuales,
partiendo de la contraria, condenados políticamente más que cualquier
otro pueblo por su educación [III, 178] y su estrechez, fracasaron sobre
todo a este respecto, porque todas las disposiciones de Licurgo sólo esta-
ban calculadas para la defensa: como si para un pueblo de la Antigüedad
hubiera sido posible conservar su libertad dentro de sus fronteras, como
pudo e hizo Suiza hasta la Revolución francesa. Los Estados antiguos ni tan
—————
8 Humboldt se refiere a la política del balance of power que se llevó a cabo en Europa
desde finales del siglo XVII.
9 Ulpian zu Demosthenes Rede über die After-Gesandschaft (Reiskische Ausgabe) S. 361.
Z. 26. Plutarch im Lysander. Ed. Lond. II. 22. (Nota de Humboldt.) Demóstenes, Sobre la
embajada fraudulenta, 64-65. Plutarco, Vida de Lisandro, 15.
10 Plutarch im Cato. II. 363. Ed. Lond. (Nota de Humboldt.) Plutarco, Vida de Ca-
tón, 27.
134 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
siquiera podían hacerlo como los nuestros, en los que la confianza descansa
en tratados de paz y pactos, sino que se asemejaban a máquinas constante-
mente en tensión. Cuando su poder era menor o se presentaba una ocasión
para el ataque antes ausente, comenzaba también de inmediato el peligro.
Pero más allá de este peligro aún hubo otro que Europa, felizmente, ya
no conoce desde hace siglo y medio,11 las invasiones de las hordas bárba-
ras. Éstas se encontraban incluso fuera de las fronteras del relajado sistema
de pueblos que como mucho aún existía (si bien en modo alguno merecía
realmente este nombre) entre Italia, Grecia, Asia y el norte de África. Pues-
to que con ellas, a lo sumo, sólo guardaban alguna relación sus vecinos
también semibárbaros, pero ni siquiera se conocen los nombres de sus tri-
bus, por no hablar de las causas y rumbos de sus campañas, sólo cabe
comparar sus invasiones con fenómenos naturales, huracanes o plagas de
langosta. Contra ellas no valía política alguna, ninguna precaución, ningu-
na sabiduría podía anticiparse a sus proyectos, sólo la vigilancia para dete-
ner a los invasores de las fronteras, sólo la valentía para expulsar de nuevo
a los que ya habían invadido.
Al haber crecido con el tiempo los peligros que para un Estado griego
surgían del triple sistema de sus relaciones políticas (primeramente frente a
los otros Estados helénicos, a continuación frente a los reinos más podero-
sos que rodeaban Grecia, finalmente frente a los bárbaros del norte, a los
que en el caso de los habitantes de las costas y las islas podrían añadirse los
piratas del sur), habría sido necesaria para los ciudadanos una adecuada
educación puramente política, y tanto más cuanto que entre los antiguos,
en lugar de una herramienta sin vida y unas instituciones muertas, se pre-
sentaba a menudo el hombre viviente, y en vez de los individuos particula-
res que se dedicaban a una determinada ocupación, tal y como la situación
lo demandaba, tenían que presentarse todos los ciudadanos. Pues lo que
Licurgo dijo de su patria, [III, 179] que su muro tenía que ser el pecho de
sus ciudadanos,12 vale más o menos para todas las ciudades de la Antigüe-
dad, también para las bien fortificadas. Por aquel entonces no se conocían
ni los obstáculos ni los medios de defensa que los tiempos modernos opo-
—————
11 Alusión a la llegada de los turcos hasta las mismas puertas de Viena.
12 Plutarco, Vida de Licurgo, 19.
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 135
aún menos de una manera pura y desinteresada, por a qué leyes, a qué so-
berano se obedece (es más fácil llevar a cabo bajo cualquier mal —con tal
de que sea soportable— lo que hace cómoda a la vida privada y lisonjea la
inclinación individual, que atacar con valor el mal perentorio); en parte ca-
recemos de tiempo para preocuparnos de estos asuntos, en parte no que-
remos emplear en ello el realmente existente. Los antiguos, por el contra-
rio, no sólo tenían todo el tiempo, sino que no deseaban emplearlo en
ninguna otra cosa, y por ello amenazaban a sus Estados más peligros naci-
dos de las ocurrencias de los alborotadores, de los proyectos de los ambi-
ciosos, de las intrigas de los corrompidos e incluso, en ocasiones, de la in-
transigencia de los buenos.
Para conjurar con algún éxito estos peligros no hubo ningún otro medio
que inculcar la constitución del Estados en los ciudadanos, hacer que do-
minen en ellos ciertas máximas calculadas en función del todo, de manera
que desplacen a las individuales. En Roma hubo una máxima semejante, de
tal manera que se deshonraba a los romanos a ser otra cosa que soldados,
jueces y hombres de Estado o, a lo sumo, labradores del suelo público; una
máxima exactamente igual para las relaciones exteriores era el dominio su-
premo de Roma sobre las otras naciones. Un pueblo entero no podía pen-
sar, como un conquistador individual, en un dominio universal. Por otra
parte, los romanos desconocían la política propia de los Estados modernos
de determinar sus fronteras cuidando de manera combinada, dilatando y
restringiendo, la seguridad exterior y la conservación interior; sólo los em-
peradores, escarmentados por las invasiones exteriores y los disturbios in-
ternos, llegaron a una política tal, incluyendo o excluyendo provincias a la
hora de determinar las fronteras; presumiblemente, los antiguos colocaron
aquí la posible extensión de su dominio. Pero ser árbitros de las naciones
era un principio suyo claramente expresado e insoslayable, [III, 181] y allí
donde —lo que en el transcurso del tiempo nunca pudo faltar— se les diri-
gía ruegos justos o injustos, allí se inmiscuían y habitualmente acababan
sometiendo al mismo tiempo a los opresores y a los oprimidos. Estas dos
máximas, ligadas con otras muchas, ora comunes a todos, ora peculiares de
algunos estamentos, opusieron obstáculos insuperables al trato liberal con
extranjeros y a la propia y diversa formación. Otras naciones conocieron
similares limitaciones. Y en la vida a menudo ociosa y casi siempre comuni-
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 137
taria de los antiguos, puesto que las costumbres, también en puntos mo-
ralmente indiferentes, tenían una importancia totalmente distinta a la que
nosotros les concedemos, estas limitaciones también se extendieron a asun-
tos que, como la prohibición de esta o aquella música,13 nos parecen casi
inconcebibles.
Llamaba a los griegos demasiado nobles y libres para tales limitaciones,
tan necesarias sin embargo, según lo dicho, para la estabilidad duradera de
los Estados antiguos, y cuando digo «griegos» me refiero especialmente a
los atenienses. Pues Grecia subió y zozobró con Atenas. Sólo Atenas de-
mostró a lo largo de los siglos suficiente espíritu emprendedor y deseo de
gloria, valor y astucia, y, a pesar de muchas injusticias manifiestas, suficien-
te equidad y espíritu comunitario griego a propósito del todo, como para
ser guía de los Estados libres griegos; un mérito que además, dadas las cir-
cunstancias, sólo una potencia marítima podía mantener duraderamente.
Cuando Atenas sucumbió al dominio extranjero, los restantes griegos no
pudieron seguir siendo libres; más aún, tan pronto como Atenas perdió su
posición hegemónica, incluso su independencia corrió peligros cada vez
más visibles.
Cómo, pues, el carácter ateniense contradecía precisamente estas limita-
ciones, lo señalarán más las consecuencias de toda esta historia que lo que
aquí puede demostrarse en concreto. Pero a nadie familiarizado con el Áti-
ca le parecerá extraña la afirmación.
Sólo en los tiempos modernos la formación ha tomado la dirección de la
individualidad, sólo desde el cristianismo, a través del intento no del todo
coronado por él exito de unificar a todas las naciones, ha desgarrado todos
los vínculos nacionales. Allí donde nosotros nos afanamos como indivi-
duos, allí buscaban tener éxito los antiguos como pueblos.
Sin embargo, a este respecto hubo aún una diferencia: si en una nación
—como entre los romanos— fue más ostensible la coerción [III, 182] de la
constitución, o —como entre los egipcios— las cadenas de las costumbres
casi convertidas en limitaciones naturales, o finalmente —como entre los
griegos— el impulso libre hacia una formación comunitaria cívico-social. Y
—————
13 Cfr., por ejemplo, el libro III de la República de Platón. También Aristóteles, Políti-
ca, VIII, 7.
138 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
los pueblos del próximo Oriente hasta nuestros días, aunque también hay
mucho aquí que ni conoce un comienzo ni se sigue como consecuencia. Si
este periodo se considera desde su punto de vista más importante, desde
aquel al que aspira toda historia, más aún, toda sabiduría, desde la cultura
espiritual, el alma de este periodo es entonces la formación griega. Ella en-
cendió las primeras chispas, sus efectos benéficos continúan viviendo en
nosotros y lo mejor de lo nuestro tenemos que agradecérselo inmediata-
mente a ella. Pero ella misma sólo se desarrolló plenamente en su punto
culminante, que fue al tiempo, a su vez, el comienzo del declive de la Hé-
lade. Por ello consideraba a la decadencia de los Estados libres como un
punto medio para abarcar de una ojeada toda nuestra historia. Tiene en
común con la decadencia del Imperio Romano que la época moderna se
desarrolló a partir de ambas. Pero de la caída de Roma nacen más bien
nuestras constituciones, leyes, relaciones estatales; a partir de la griega, más
nuestra formación interior, nuestra vida espiritual y en parte ética, nuestra
ciencia y nuestro arte. Incluso el antiguo y el neoplatonismo ejerció una
decisiva influencia sobre nuestra religión, puesto que el Imperio Romano
sólo contribuyó a su extensión y a su fundamentación política, y así Roma
formó en muchos sentidos el cuerpo al que Grecia insufló el alma.
Puede afirmarse con razón que los griegos sólo han llegado a nosotros
gracias a la mediación de los romanos, puesto que el Imperio Oriental, cu-
yos prófugos restablecieron la literatura griega en Occidente, también fue
un resto del Imperio Romano.14 Si aquéllos no hubieran sido destruidos
por éstos, esto es, por un pueblo poderoso, bien fundado y ya cultivado,
sino, como los mismos romanos, por las itinerantes hordas bárbaras, o si
sus vencedores, incluso con ruda barbarie que no debe imitarse, no se hu-
bieran apropiado de una parte tan grande de sus tesoros artísticos, en tal
caso, es presumible que sólo nos habría quedado extremadamente poco.
Así pues, la influencia de los griegos sobre nosotros [III, 184] sólo comien-
za allí donde los romanos se aproximaron a ellos; pero la mano de los ro-
manos no se aproximó sino para someter o destruir.
—————
14 Humboldt se refiere al importante papel transmisor que ejerció Bizancio, muchos de
cuyos intelectuales, tras la conquista turca, emigraron a Occidente.
140 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
Desde esta época la Hélade quedó entretejida con el Lacio de tal mo-
do que aún hoy en día apenas si puede darse un paso por las ruinas de
Roma sin acordarse con emoción del país que, tratado por el destino aún
más cruelmente que Italia, está ahí devastado por los bárbaros. Así, unifi-
cados bajo el nombre de Antigüedad Clásica, pasaron ambos a los tiem-
pos modernos, y desde hace tiempo no se distingue con nitidez y cuidado
qué forma parte del espíritu griego y qué del romano; con frecuencia, aún
hoy en día, se confunden ambos. Los alemanes poseen el mérito indubi-
table de haber aprehendido por vez primera con fidelidad la formación
griega y haberla sentido con profundidad; pero al mismo tiempo yace en
su lengua ya prefigurado el medio pleno de misterio para, más allá de los
círculos de estudiosos, poder ampliar su benéfica influencia a una parte
considerable de la nación. Otras naciones no han sido a este respecto
igualmente felices o, al menos, no han demostrado de manera similar su
familiaridad con los griegos ni en comentarios, ni en traducciones, ni en
imitaciones, ni finalmente (y de esto se trata sobre todo) en el postergado
espíritu de la Antigüedad. En esta medida, desde entonces el alemán ha
establecido con los griegos un vínculo más firme y más estrecho que
cualquier otra nación, más también que aquellas que están mucho más
próximas en el tiempo.
Tomando en este sentido la decadencia de los Estados libres griegos
como punto medio de la historia, desearía extraer de aquí aquellos resulta-
dos a los que toda historia, más aún, toda empresa humana, aspira al final.
¿Pues de qué ayuda que el espíritu se disperse en miles y miles de particu-
laridades sin hallar el punto en el que finalmente puede descansar? Pero
este punto de reposo sólo se encuentra en la posición en la que el hombre
aprehende su relación con el mundo de la forma más fiel y más fructífera,
así como en la dirección en la que se sitúa respecto de él en la interacción
máximamente adecuada a su peculiaridad. Sólo desde este punto de vista
le será posible cultivar con más apasionada participación lo aún tierno y
educable, contemplar con más apesadumbrada tranquilidad lo ya irrevoca-
blemente petrificado en los destinos de los individuos, las naciones y los
tiempos, así como intervenir con celo y diligencia —donde exige la necesi-
dad o permite la sabiduría— en la realidad [III, 185] tal y como lo rodea,
sin ignorar lo ideal y lo divino como la verdadera y auténtica patria. Pero la
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 141
dado y desde los tiempos más tempranos: qué en espíritu y carácter, len-
gua, ciencia y arte de los romanos venía de Grecia y qué era peculiar suyo.
Pues el segundo apartado mostrará con el ejemplo de las naciones moder-
nas que para la comprensión y el aprovechamiento de la Antigüedad es ex-
traordinariamente importante si en su estudio se parte más de los romanos
o de los griegos, o entre éstos si se llega de los escritores áticos a los jónicos
[III, 187] o de éstos a aquéllos.20 Sin embargo, en este segundo apartado
sólo se hablará preferentemente de Alemania. De ambas partes, como re-
sultados de toda la obra, se seguirán consideraciones finales: miradas sobre
el curso de la cultura humana en general, a su presumible desarrollo ulte-
rior, sugerencias para cooperar oportunamente a este respecto, máximas
para el enjuiciamiento y la formación de individuos y naciones. Sin embar-
go, esto último sólo puede llevarse a cabo fragmentariamente, en pocos y
breves axiomas, y sólo en la medida en que quepa deducirlo a partir del au-
téntico objeto del trabajo. Pues en modo alguno se pretende utilizarlo co-
mo revestimiento para un razonamiento ajeno a él, sino tan sólo emplear de
la mejor manera posible la riqueza de sus conclusiones.
Pero para llevar a cabo en sus contornos más externos el plan aquí dise-
ñado se debe poder hacer pie, como en fundamentos, en ciertos hechos y
convicciones. Para la lectura de esta obra es necesario, en primer lugar,
aportar un determinado concepto del carácter y la situación de los pueblos
griegos; a continuación, convenir sobre ciertos principios acerca de aquello
que las naciones pueden ser originariamente y serán posteriormente, sobre
los medios mediante cuyo uso se alejan de sus fines o se aproximan a ellos,
y sobre el valor de la masa de cultura que adquieren escalonadamente.
Pues fenómenos morales como el carácter, el crecimiento y la decadencia
de las naciones no cabe simplemente narrarlos, sino que al mismo tiempo
deben explicarse a partir de fundamentos universales; y permiten diversos
pareceres, de los cuales los elegidos en la exposición requieren tanto una
justificación razonada como histórica.
—————
20 Por escritores áticos, Humboldt entiende sobre todo los tres grandes trágicos: Es-
quilo, Sófocles y Eurípides. Con escritores jónicos se refiere a la épica de Homero, a la lírica
de Arquíloco, Tirteo, Alceo, Safo, Anacreonte, etc., y a la prosa científica de Tales, Anaxi-
mandro, Anaxímenes y Heráclito.
144 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
INTRODUCCIÓN
1. Capítulo
por siempre entre ellos y nosotros, nos incita, gracias a fuerzas que reciben
nuevas alas mediante su consideración, a alzarnos desde nuestra situación a
la altura que nos es dada. Imitamos sus modelos con la conciencia de su
inalcanzabilidad; llenamos nuestra fantasía con las imágenes de su vida li-
bre y ricamente provista con la sensación de que nos ha sido tan negada
como les fue a ellos la ligera existencia de los habitantes de su Olimpo.22
Esto último puede servir para trazar una apropiada metáfora de nuestra
relación con ellos. Sus dioses tenían, como ellos, figura humana y estaban
formados de materia humana; [III, 190] las mismas pasiones, placer y do-
lor, sacudían sus pechos; tampoco les eran desconocidas las fatigas y las in-
comodidades; el odio y el acoso se agitaban con vehemencia en las salas de
las viviendas de los dioses; Marte falleció entre guerreros muertos,23 Her-
mes peregrinó con fatiga sobre el solitario desierto del mar,24 Latona sintió
todas las tribulaciones de la futura madre,25 Ceres todo el miedo de la ma-
dre huérfana.26 No de otra manera encontramos también en la Hélade to-
dos los accidentes de la vida; no sólo las contrariedades que afectan a los
individuos y a las naciones, también las violentísimas pasiones, excesos e
incluso brutalidades de la naturaleza humana desenfrenada. Pero así como
el esplendor único del Olimpo sin nubes fundía y disolvía todos aquellos
colores más oscuros, de igual modo había algo en los griegos que no permi-
tía que el ánimo zozobrara realmente, que borraba las asperezas de lo te-
rrenal, que transformaba la vitalidad exuberante en juego suntuoso y que
suavizaba la férrea presión del destino en afable gravedad.
Este «algo» es precisamente lo ideal de su naturaleza, y todo el notable
fenómeno, la impresión que, incluso en el análisis más frío y más imparcial,
no nos producen ni las obras ni la consideración de ningún otro pueblo,
surge de que los griegos tocan de hecho en nosotros el punto que es el fin
—————
22La expresión es homérica; cfr. Iliada VI, 138; Odisea iv, 805.
23Iliada V, 885-886.
24 Tal vez Humboldt piense en Odisea v, 44 y ss., o en Iliada XXIV, 340 y ss.
25 Latona, nombre latino de Leto, madre de Apolo y Artemisa, perseguida por la ira de
Hera, tuvo que recorrer toda la tierra hasta que finalmente encontró refugio en Delos, don-
de pudo alumbrar a sus hijos.
26 Ceres, nombre latino de Deméter, vagó igualmente por toda la tierra en búsqueda de
su hija Perséfone, robada por Hades.
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 147
conduce a la unidad de las ideas; invita a sumergirse cada vez más profun-
damente en cada una de sus partes, mediante un encantamiento espontá-
neo encadena al espíritu a determinadas fronteras y lo amplía hasta la infi-
nitud. Lo moderno, por el contrario, como la realidad, alude a lo espiritual
en la medida en que lo representa real e inmediatamente; lo moderno, a
menudo, no conoce otra unidad que la que el sentimiento se recolecta él
mismo, sólo a partir de él y por iniciativa suya, y a menudo ejerce [III, 194]
su mejor y más elevado efecto sólo por el hecho de que conduce por enci-
ma de sí mismo y fuera de sus fronteras. Más aún, incluso cuando lo mo-
derno está penetrado por el mismo sentido que lo antiguo y también queda
próximo en sus efectos, le falta sin embargo, como la iluminación del pai-
saje en un día nublado, aquel brillo que sólo fusiona íntimamente, que sólo
compendia todo con firmeza mediante sus propios rayos.
Pues sienta, elija y se esfuerce el hombre como quiera, lo más delicado
de sus obras, así como lo más elevado, debe agradecerlo a aquello que sur-
ge de la mano sin que el artista lo sepa y pasa al sentido sin que el observa-
dor pueda dar cuenta de ello, a saber, sólo por la feliz disposición de su na-
turaleza y por la favorable afinación del momento. Y aunque pueda estar
pertrechado con genio y energía hasta el punto que lo permiten los límites
de la naturaleza humana, lo que, sin embargo, irradia máximamente en él
es sólo aquello que no es él inmediatamente: la fuerza de la raza que lo en-
gendra, el suelo que lo porta, la nación cuya lengua lo rodea. El hombre
forma parte de la naturaleza y no está destinado a permanecer ahí solo y
aislado: la palabra de su boca es elemento o eco del sonido de la naturale-
za; la imagen que arroja, contorno del sello en el que ella también derrama
sus figuras; su voluntad, impulso inmediato de su fuerza creativa. Su auto-
nomía no es por ello menor, pues en la totalidad de la realidad la fuerza de
la naturaleza es su propia fuerza y en su aparecer todo —nación, suelo,
cielo, entorno, mundo pasado, mundo contemporáneo— le está cerrado,
mudo y muerto si no sabe abrirlo mediante su propia fuerza interna, si no
sabe percibirlo, vivificarlo. Por ello, la señal más segura del genio en cual-
quier exteriorización de fuerzas, y sobre todo en la más enmarañada, en la
vida, es poner de relieve por todas partes mediante admiración o despre-
cio, amor u odio, lo fascinador, lo monitorio, lo impulsor, y allí donde la
realidad nada concede, despertar en torno a sí a partir del pasado un mun-
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 151
do nuevo y más bello: medios auxiliares a los que los modernos a menudo
se sienten obligados, mientras que los antiguos encontraban todo lo que
necesitan en el entorno más próximo y a éste en correspondencia completa
con su deseo más íntimo.
Así pues, por mencionar sin demora el ámbito en el que es dificilísimo
combatir contra la Antigüedad, un artista moderno puede rivalizar en ex-
celencia con las obras de la Antigüedad. [III, 195] Aún hoy en día, como
antaño, el genio puede resurgir, el estudio ha recorrido desde entonces al-
gún camino pleno de fatigas, y el arte, enriquecido por ello y por la expe-
riencia, ha hecho múltiples progresos. Pero lo nunca alcanzable, lo que se-
para entre sí a la Antigüedad y a la Modernidad por un abismo insalvable,
es el hálito de la Antigüedad que cubre con una magia inimitable tanto el
menor fragmento como la obra maestra más perfecta. Esta magia no forma
parte del artista individual, no del estudio, ni siquiera del mismo arte; es el
reflejo, la flor de la nación y de la época, y puesto que éstas no regresan,
aquella magia queda asimismo irremediablemente perdida con ellas. Pues
es un triste, pero también noble, privilegio de lo viviente el nunca engen-
drar de nuevo de la misma manera, y lo pasado en él también es eterna-
mente pasado.
Aquí, pues, en el hecho de que la obra es más que el objeto que ella re-
presenta inmediatamente, concuerda entre sí todo lo que posee algún gra-
do de peculiaridad. Pero lo que distingue a la Antigüedad en este punto es
doble: en primer lugar, que en la afinación momentánea y el carácter del
artista, y en éste y su entorno, su tiempo y su nación, domina una coinci-
dencia maravillosa y mágica; y, en segundo lugar, que todas estas cosas son
tan Una con la idea a expresar que ellas no la contraponen como persona-
lidad en la obra, sino que la unifican con ella para alcanzar un efecto más
elevado, la hacen más objetiva por medio de la fuerza subjetiva. Ambas co-
sas no podrían ser el caso si la humanidad que habla desde la Antigüedad
no fuera una expresión más pura, más clara o al menos más fácilmente
cognoscible de las ideas según las cuales ansía todo pecho auténticamente
humano, o si estas ideas no lo encandecieran más vivamente de lo que uno
está justificado a sospechar en cualquier otro caso. Así pues, aquel hálito
de la Antigüedad es hálito de una humanidad luminosa irradiada por la di-
vinidad —¿pues qué, sino la idea, es divino?— , y una idea tal se engendra
152 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
badores o arrebatadores, fue del todo ajena para los griegos; ellos descono-
cían la ocupación excesiva con pensamientos y sensaciones, tras los cuales
queda a la zaga toda expresión, y lo que no se presentaba voluntaria y na-
turalmente en el doble reino de la vida y la poesía no formaba parte de su
puro y soleado horizonte. Némesis fue una divinidad auténticamente griega
y, aunque su concepto original es común a todas las épocas y naciones, en
ninguna parte fue tan sutil, múltiple y poéticamente elaborado como en la
Hélade. Pero entre los griegos esta aversión a lo desproporcionado no sur-
gió en realidad a partir de una repugnancia frente a lo desmesuradamente
destacado o frente a lo que se aleja de la naturaleza habitual (a menudo tan
sólo testigo de debilidad y afeminamiento), sino de inmediato a partir de la
necesidad de exigir por todas partes la vida suprema que sólo brota a partir
de la armonía que nada excluye, y a partir del profundo sentimiento de la
naturaleza que es un organismo omnipresente. Así se apoyan recíproca-
mente el uno en el otro los dos elementos de aquel gusto verdaderamente
bueno, pues el gusto siempre es unilateral y nefasto cuando el exceso y la
fuerza, absoluta y tomada por sí sola, lo repele o atrae.
Un individuo es una idea representada en la realidad. La fuerza vital fí-
sica es un afán renovado a cada momento para procurar validez en la reali-
dad a la idea de organismo; la fuerza vital moral es el mismo empeño de
procurar validez en la realidad al carácter espiritual peculiar. En esta me-
dida, puesto que la vida aparece como una continua creación y el carácter
como su resultado, aquélla puede e incluso debe considerarse como un arte
y éste como una obra de arte. Así como forma parte del genio artístico
aprehender las dobles condiciones de la idea y del fenómeno, a las cuales
está sometida al mismo tiempo toda obra de arte, y (puesto que lo bello
nunca es producido por abstenerse sea de la exigencia que sea) acrecentar
el que las unas sólo parezcan creadas para las otras; así como el genio en-
cuentra el punto indivisible en el que, tras violenta lucha, lo invisible se
desposa con lo visible en la exposición, así también el genio hace esto en la
vida, [III, 199] y máximamente el más elevado de todos los genios, todo un
pueblo viviente que actúa en común.
Así pues, lo que, sea por méritos propios o por azar, tenían los griegos
de antemano sobre nosotros y donde nunca podemos siquiera atrevernos a
rivalizar con ellos, fue este sentido por así decirlo innato para la máxima-
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 155
—————
28 La fabula Atellana, así llamada por la ciudad de Atela, en la Campania, era una re-
presentación teatral popular de carácter bufonesco y con un lenguaje sumamente grosero;
originariamente, se utilizaba en ellas la lengua osca: de aquí el nombre ludi Osci.
29 Iliada III, 64 y ss.
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 157
¿Cómo nos describen los romanos no, esperemos, a todos los griegos, entre
los cuales los aún dignos de sus ancestros, como aún hoy en día el vencido
que sabe respetarse, fueron tenidos ocultos entre sus muros convertidos en
páramos por aquellos destructores dominadores del mundo, cómo nos
describen no a éstos, sino a aquéllos que se limitaban a vagar por las casas
de los ricos como una clase de esclavos más distinguida y, puesto que se
vendían de nuevo cada día, más despreciable? Como fanfarrones holgaza-
nes, curiosos, charlatanes, inquietos y constantemente mudables. Pero in-
cluso en estos defectos con derecho despreciados aún es visible una chispa
del antiguo espíritu, aún es visible la libertad frente a las necesidades de la
vida, aún un cierto apego a aquello que no adula corporalmente a los sen-
tidos, sino que como hálito y, por así decirlo, aroma sólo acaricia a la fanta-
sía y al espíritu, aún es visible algo de aquello que si bien no concede alas
celestiales al alma, sí, sin embargo, arroja la carga del cuerpo, ese lastre
contra el que Platón, en los tiempos más bellos de Grecia, tantas y tan elo-
cuentes quejas presenta. La holgazanería puede volver a ser aquel noble
ocio que entre nosotros da nombre al trabajo más digno; la curiosidad y la
charlatanería, espíritu investigador, elocuencia y poesía; la volubilidad
puede retornar a ser bella concepción, por muy diferente que sea, de todo
lo grande y digno de admiración en la humanidad y la naturaleza. También
en las épocas más bellas de Grecia el deseo de gloria y el amor a la sociabi-
lidad estaban hermanados entre sí de tal modo que aquél, en lugar de per-
derse por las ramas y buscar su satisfacción en la lejanía, se limitaba a
aquellos objetos que estaban inmediatamente en el círculo de los ciudada-
nos y de la comunidad, y también ahí recogía al instante el fruto de sus tra-
bajos. Por ello se prefería sobre todo la victoria en los Grandes Juegos a
cualquier otra gloria. Pues era alcanzada a la vista de los panhelenos,30 el
nombre del atleta y su ciudad resonaba fuerte en los oídos de los amigos y
los adversarios, y cuando el vencedor regresaba a su patria [III, 202] el des-
tello de este ensalzamiento le ceñía por siempre. Gracias a esta sociabilidad
bellamente disfrutada en el marco de un despreocupado ocio, el amor a la
patria también recibió un carácter propio y, puesto que todos los griegos
—————
30 En los Grandes Juegos, en efecto, participaban todos los griegos: eran, pues, un
acontecimento panhelénico.
158 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
conocían una patria común, el amor al suelo griego y al cielo griego recibió
asimismo un carácter propio. Los dioses patrios también descendieron al
círculo de los habitantes de la campaña y no abandonaron, como el voluble
hombre, su antaño firmemente asentada residencia; los héroes nativos no
abandonaron sus tumbas. Así pues, un desterrado no quedaba meramente
separado de los paisajes inanimados de su patria y de los recuerdos de su
infancia y juventud, sino también de las alegrías más amadas de su vida, de
los sentimientos más elevados de su pecho. Por ello, el destierro, tan fre-
cuente dadas las orientaciones políticas de Grecia, se convirtió en una de
las fuentes más ricas de interesantes sensaciones entre los griegos, y Pínda-
ro lo describe cuando dice...31 [III, 203]
Expresando nada menos que el concepto máximo de felicidad de cual-
quier griego. Estos pocos rasgos aquí mencionados sólo previenen el re-
proche de que en lo anterior tal vez se ha afirmado demasiado y demasiado
sublime del carácter griego, sólo muestran que poseía originariamente pre-
disposiciones, incluso en su degeneración no del todo desaparecidas, que,
dado un feliz desarrollo, podían crecer hasta lo máximamente alto y bello.
Pero el hombre conoce raras veces la divinidad de su naturaleza pura e in-
corrupta, y desconfía de ella donde la ve como una figura extraña o una
alucinación engañosa. Pero, además, los griegos estaban tan felizmente
formados en sí y tan benéficamente favorecidos por el destino desde el ex-
terior, que aquel impulso antes mencionado, extraviándose raras veces o
nunca de su meta, también supo hacerse por entero dominante. Lo que
sólo parecía poder ser obra del genio, fue, por consiguiente, más obra de la
naturaleza, como en general en el hombre lo más sutilmente conformado
siempre se enlaza con lo originario, donde, por así decirlo, sólo queda bajo
—————
31 En el manuscrito falta la cita. Tal vez Humboldt estuviera pensando en los versos fi-
nales de la Pítica IV, que él mismo tradujo. En la versión de E. Bádenas y A. Bernabé: «Y,
en efecto, él, como Atalante, pugna ahora contra el cielo, lejos de patria y hacienda. Pero
Zeus, el imperecedero, liberó a los Titanes. Y es que con el tiempo, al cesar la brisa, hay
cambios de velas. Desea, pues, tratar de haber achicado un día hasta el fondo su funesta en-
fermedad, ver su casa, y, entregado a fiestas junto a la fuente de Apolo, abandonar a menu-
do el ánimo de la juventud, y, tomando entre compatriotas conocedores de la poesía una
forminge finamente labrada, tañerla en paz sin causar pena a nadie y sin sufrir él mismo pe-
sares de sus conciudadanos».
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 159
del dominio del impulso fundamental que la guía debe considerarse la ci-
ma extrema de la victoria alcanzada. En esta medida es el fin último del
universo; si se aparta la vista de él, cualquier esfuerzo, aun en apariencia
noble, es bajo, mecánico y terrenal. Y el universo investigado, conocido,
medido, la profundidad indagada de la verdad, la elevada altura del ánimo,
son vanidosas ostentaciones de fuerzas desperdiciadas jugando si finalmen-
te no se manifiestan vivientemente en el hombre que piensa, habla, actúa, si
aquello que obran en él no se refleja en su mirada, y sus palabras y acciones
no dan cuenta de ellas.
Indiscutiblemente, en cualquiera habita tanto un carácter determinado
tal como un impulso organizatorio físico determinado, pero la diferencia
entre ambos es tan sólo que mientras que el último (exceptuados unos po-
cos casos) siempre alcanza su fin final, aquél consigue el suyo sólo muy ra-
ras veces hasta el punto [III, 208] de que la materia, del todo vencida,
adopta su figura pura y fielmente. Más aún, en el fondo ni tan siquiera cabe
pensar que aunque uno también quisiera adherirse a la opinión de que en
algún momento de la creación hubiera habido una subida caótica de las
formas formativas, y los contornos de las figuras y los órganos de la vida
hubieran fluctuado largo tiempo aquí y allá antes de retrotraerse a los lími-
tes determinados y a los géneros firmemente diferenciados, no cabe pensar,
decía, que ahora domine una época idéntica de las formas formativas mo-
rales, a pesar de que por lo demás los caracteres auténticamente morales
posean el privilegio de convertirse en especie individualmente. Tal vez a
través de los tiempos su número sólo fue muy pequeño, y pequeñísimo el
de aquellos que intervinieron de forma significativa en la vida activa, como
entre los griegos Arístides, Sócrates, Epaminondas, Filopomenes y otros;
Escipión y Catón entre los romanos; Lutero y Federico32 en la historia mo-
derna. En más individuos, como entre tantos poetas y sabios, la forma, más
convertida en reflexión que en acción, sólo se reflejará en sus obras, y la
mayoría sólo mostrarán rasgos particulares, elaborados de manera caracte-
rística, sólo mostrarán elementos de la idealidad, no a ella misma, y no más
suerte tendrán las naciones enteras.
—————
32 Federico II de Prusia.
164 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
tanto su estado más tosco como su estado más finamente formado, anhelo
que en él apuntaba, ciertamente, a lo intelectual y supraterrenal, pero que
en éstos se dirigía a aquello que antes del sentido y la fantasía se configura-
ba como sonido y contorno. Era, pues, suficientemente afortunado para
poder aspirar a aquel fin último al que una nación puede elevarse, sin con-
trición ni lucha internas y, por así decirlo, de manera instintiva. Pues el
destino impera sobre las naciones como sobre los individuos: a unas las do-
ta más pobremente, a otras con mayor riqueza, y sólo a pocas les es dado
ser conscientes directamente y sin desconcertarse del afán que están de-
terminadas a seguir preferentemente.
Pero, en segundo lugar, sería necesaria una aclaración más detallada de
la esencia de la individualidad, [III, 213] porque la investigación de la eco-
nomía del destino para con la misma, si se me permite la expresión, y la in-
vestigación de qué caracteres han erigido la nación y los siglos, que consti-
tuye el objeto de nuestro examen, y en qué medida cabe todavía ahora
salvarse a partir de la ruina de ambas y emplearla para nuestro desarrollo,
continúan siendo el objetivo principal de este trabajo. Pues dado que el
transcurso de los siglos, sea en los individuos o en las naciones, siempre
exhibe paulatinamente, como hecho, un concepto más elevado de humani-
dad que es fin de todo afán humano, por ello, cualquier investigación que
toque a la historia aunque sea de lejos no puede dirigir su mirada a ningún
otro lado, y la que menos una investigación que atañe a los griegos y que
vuelve a enlazar innegablemente la Antigüedad con la época moderna. Y
ésta es, en efecto, la perspectiva de la que partimos. A través de la plenitud
de su movimiento, la vida debe unir y crear ideas sublimes más allá de ella
misma y de toda realidad; al mismo tiempo por el propio esfuerzo y por el
favor del destino, el hombre debe poseer una fuerza para producir fenó-
menos espirituales que, obligados con el pasado, sean nuevos y fructíferos
para el futuro. Y así como el arte busca, o mejor crea, una idea pura e in-
corporal en la belleza ideal, del mismo modo la filosofía debe estar en con-
diciones de producir la verdad, y la vida activa la grandeza del carácter.
Todo, pues, debe perseverar siempre en su actividad y en su actividad
creadora, todo debe tender a la indagación de lo aún desconocido y a la
producción de lo aún no acontecido; todo hombre debe creer estar en un
punto que aún debe dejar tras sí.
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 169
Quien no está de acuerdo con esto, quien se figura que el arte supremo
sólo consiste en alcanzar una verdad complaciente, la filosofía suprema
sólo en la ordenación de conceptos claramente desarrollados, el valor mo-
ral supremo sólo en una felicidad bien dispuesta o en una perfección al-
canzable privada o socialmente mediante la mera legalidad, sin sentir que
la belleza, la verdad y el contenido del carácter surgen a partir de un afán
[III, 214] inconceptualizable en su disposición y manera de actuar, y que
en vez de poder enjuiciarse según una medida existente, ellos mismos cons-
tituyen por su acción la medida para enjuiciamientos propios y ajenos, de
éste tenemos que separarnos aquí de inmediato. Todo lo dicho hasta el
momento sobre los griegos y su relación con nosotros tiene que parecerle
exagerado y quimérico, y puesto que el punto en el cual comienza para no-
sotros la verdad caracteriza para él, precisamente, su final, nuestros con-
trapuestos caminos no pueden en modo alguno encontrarse en ningún
momento.
Después de que hasta ahora no hayamos demostrado, puesto que en
realidad no requiere demostración alguna, sino sólo mostrado, según la
impresión universal y por nadie negada, que los griegos poseen un carácter
ideal, y después de haber indicado dónde reside éste realmente, aún tene-
mos que determinar la naturaleza de su idealidad con mayor precisión y,
sobre todo, en contraposición con la nuestra moderna. Pues aquí no se in-
tenta realmente describir el carácter griego, sino iluminar su idealidad, esto
es, responder a las preguntas de si ésta es de hecho verdadera o sólo apa-
rente, y cómo debemos tratarla para nuestro beneficio.
Sólo el entusiasmo enciende el entusiasmo, y los griegos sólo ejercen so-
bre nosotros un efecto tan maravilloso por el hecho de que aquel anhelo
celestial que los encandecía se expresa en ellos vivientemente. De lo con-
trario no sería comprensible en modo alguno ni cómo a menudo incluso
restos insignificantes suyos sacuden tan profundamente el alma, ni cómo
algunas contradicciones y defectos que encontramos en ellos no nos estor-
ban aquella impresión. Ha habido por largo tiempo el malentendido, y a
menudo aún lo hay hoy, de comparar sus obras, en lugar de con ellas mis-
mas, con los géneros bajo los cuales pueden subsumirse desde una conside-
ración científica, de, en lugar de extraer de ellas pura y claramente el gran y
delicado espíritu de sus creadores, querer buscar en ellos reglas y teorías.
170 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
nus misma, el Sueño asociado a las Musas como favorito (Pausanias II, 31,
5),42 así como tantas otras figuras de la Antigüedad, eran por el contrario
símbolos verdaderos y auténticos. Pues en la medida en que surgen de ob-
jetos simples y naturales, de un adolescente que benéficamente desborda
exuberante fuerza, de una muchacha que, floreciendo, es consciente con
extrañeza de su florecer, de la libertad con la que el alma en el sueño, libe-
rada de toda preocupación, vagabundea por el reino ligeramente entrela-
zado de los sueños, en la medida, decía, en que surgen de estos objetos,
llegan a ideas que antes no conocían, más aún, que en sí permanecen eter-
namente inconceptualizables y que aisladas nunca se dejan aprehender pu-
ramente, sin, al menos, quedar despojadas de su individualidad y de su au-
téntica esencia, como por ejemplo las de las fuentes del entusiasmo poético
que, como Schiller lo expresa tan bellamente,43 produce y sólo se excita
poderosamente cuando en el sueño los miembros, las fuerzas más frías,
descansan, por así decirlo, entumecidos, y la vida, como el sueño, inunda
con un nuevo brillo. Cuanto más profunda y más bellamente se aprehende,
por ejemplo en este último caso, la idea del sueño, donde el hombre, con-
fiando en las divinidades protectoras, cierra el ojo en vela, relaja el puño
protector y se da desnudo e inerme; donde se retira alegre del tumulto de
la vida al seno de la noche solitaria, renuncia dichoso incluso al placer y
sólo se abandona a la parte máximamente pura y etérea de su ser, la nunca
adormecida imaginación; donde ora despierta de sueños embelesadores
con la melancólica emoción de que primero, por así decirlo, debe aniquilar
su existencia para paladear la dicha divina superando sin esfuerzo las difi-
cultades, ora de sueños terribles, profundamente agitado por el hecho de
que tal vez le acechen con perfidia espíritu y destinos que le oculten la
deslumbrante claridad del día; donde él, finalmente, a cada orto y ocaso,
como en un breve preludio, comience de nuevo, siempre consumada de
nuevo, la gran ruta de su existencia, entonces, tanto más profundamente y
plena de contenido le aparece también [III, 218] la idea expresada en esta
imagen. Pues el símbolo tiene la peculiaridad de que la representación y lo
representado, siempre seduciendo por turno al espíritu, obligan a demo-
—————
42 Realmente, II, 31, 3.
43 Referencia, tal vez, a «Die Macht des Gesanges».
HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS 173
rarse más tiempo y a penetrar con mayor profundidad, mientras que la ale-
goría, por el contrario, cuando ha sido encontrada la idea mediadora, sólo
deja tras sí, como un enigma solucionado, una fría admiración y una ligera
satisfacción por la figura que amenamente ha salido bien.
La mera y auténtica alegoría es totalmente ajena a los griegos y la mayor
parte de las veces, allí donde se encuentra, pertenece a épocas tardías; pues
donde el sentido deja de reconocer a los símbolos, fácilmente se degradan
éstos en alegorías.
Carta a Schiller.
Tegel, 6 de noviembre de 1795
L
o que Usted, querido amigo, me dice en su última carta sobre la di-
ferencia entre los poetas griegos y modernos, me ha brindado una
rica materia para la reflexión y lo he encontrado infinitamente ver-
dadero. Mi propio sentimiento siempre ha realizado la diferencia por Us-
ted señalada entre, por una parte, los griegos y, por otra, los romanos junto
con todos los modernos y, en esta medida, sus ideas me encuentran muy
preparado. Mucho tendría que decir sobre éstas, pero me lo ahorro hasta
haber leído su ensayo.1 Hoy, sólo un par de palabras sobre esta materia pa-
ra aclararle el punto de vista desde el que yo, al margen de ideas ajenas, veo
el asunto, y del que partí hace poco en mi carta sobre su determinación de
los poetas.2
Me parece que Usted no me ha comprendido de manera totalmente
correcta en mi comparación entre Usted y la peculiaridad griega. Parece
creer que lo alejo mucho de los griegos y que considero este alejamiento
como un defecto del auténtico espíritu poético, y yo no opino ninguna de
las dos cosas. Sin lugar a dudas, los motivos que Usted aduce demuestran
un parentesco extremadamente grande de su espíritu con el griego, y creo
—————
1 Humboldt se refiere a «Über das Naive» (parte primera de Über naive und sentimen-
talische Dichtung).
2 Carta del 16-10-1795 (Seidel I, 178-185; NA 35, 384-388).
176 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
que ya hemos hablado de que Usted, quizá, pensaría menos sutil y menos
correctamente sobre los griegos si estuviera acostumbrado a leer griego.
Estoy muy lejos de considerar a los conocimientos lingüísticos en sentido
estricto siquiera una medida muy importante de la familiaridad con el es-
píritu de los griegos, y Goethe y Herder, que saben griego sólo muy mo-
deradamente, son a este respecto ejemplos que hablan por sí solos.
Aquello, empero, por lo que Usted está tan emparentado con los griegos
es la pura genialidad, el auténtico espíritu poético. Éste —y al respecto
no se necesita testimonio ulterior alguno— está en Usted como en los
griegos, sólo que, ciertamente, de una manera por completo diferente y
reforzado por otro alimento. En Usted, en efecto, además de esta primera
y esencial parte constitutiva del genio poético, aún hay otra, que puedo
llamar con Usted de la manera más breve espíritu, que, sin embargo, en
modo alguno le impide (al menos no con necesidad, si bien aquí y allí en
ocasiones) ser al mismo tiempo del todo, mas no meramente, naturaleza.
Este carácter —dice— lo comparte Usted con todos los modernos, y a es-
te respecto soy enteramente de su opinión, pero esta peculiaridad es en
Usted 1) más fuerte que en cualquier otro lado y por ello Usted es, si
puedo expresarlo así, el máximamente moderno, 2) más pura (separada
máximamente de lo accidental), y por ello sólo Usted, entre todos los
poetas que conozco, se aproxima a los griegos, sin por ello, sin embargo
—para volver a utilizar sus propias palabras—, salirse ni un paso del ám-
bito peculiar de los modernos. Para aclarar esto debe permitirme alejar-
me ahora de sus expresiones.
En todos los poemas griegos, sin diferencia del género y de la época,
domina un espíritu. Las desviaciones no son significativas y no las inclui-
mos cuando no hablamos del carácter griego desde un punto de vista his-
tórico, sino crítico y estético. Creo poder expresar este espíritu de manera
total y exhaustiva si digo: todos los productos poéticos griegos, además de
ser auténticos frutos del genio, portan en sí la impronta y el carácter de la
receptibilidad, si me permite expresarme de una forma tan oscura, sólo pa-
ra Usted comprensible. En toda producción del genio la espontaneidad
debe predominar sobre la receptibilidad. En caso contrario no cabe trata-
miento alguno de la materia, y por ello deduzco que el carácter auténtica-
mente femenino, por mucho que también posea con preferencia geniali-
CARTA A SCHILLER 177
—————
4
Humboldt aún creía en la autenticidad de los poemas del bardo Ossian. Sólo en 1895,
L. Chr. Stern demostró de manera definitiva que se trataba de una falsificación.
CARTA A SCHILLER 179
De los modernos sólo añadiré lo suficiente para con dos palabras regre-
sar a Usted. En todos ellos no es visible aquella abertura de los sentidos,
aquella consideración tranquila; la forma del espíritu interna, formada se-
gún múltiples direcciones, es visible de una manera destacada. De aquí su
mayor contenido, pero de aquí, también, las grandes diferencias entre ellos,
puesto que estas direcciones tienen motivos azarosos y nacionales. Así, en-
tre los italianos y los ingleses se da una fantasía desbordante, en los prime-
ros más opulenta y sensorial, en los segundos más profunda y exaltada. En-
tre los alemanes predomina el contenido del espíritu y de la sensación, y en
atención a lo último Goethe es indiscutiblemente original, sobre todo en
sus piezas teatrales que no imitan ni a las griegas ni a las inglesas —Eg-
mont, Werther, Fausto, Tasso—. En Usted, finalmente, querido amigo,
ciertamente predomina el contenido reflexivo, pero sería injusto reducirlo
a ello. Si pienso en su peculiaridad, al margen de todos los obstáculos que
le oponen tiempo, salud, estudio y lengua, entonces su forma espiritual está
afinada más pura y necesariamente que cualquier otra, y así creo poder jus-
tificar la afirmación en apariencia paradójica de que Usted, por una parte,
puesto que sus productos portan en sí precisamente el cuño de la esponta-
neidad, es el exacto contrario de los griegos, pero que sin embargo entre
los modernos les está máximamente próximo, pues a partir de sus produc-
tos habla de la manera más pura junto a lo griego la necesidad de la forma,
sólo que Usted la crea a partir de sí mismo, mientras que los griegos la to-
maban de la naturaleza externa igualmente necesaria en su forma. Por ello,
en efecto, la forma griega se asemeja más al objeto de los sentidos, la suya
más al objeto de la razón, si bien al final aquélla también descansa en una
necesidad de la razón y la suya también habla naturalmente a los sentidos.
Pero para acercarse a éste, su ideal, debe serle desigualmente difícil, y, por
tanto, no era en modo alguno una idea incorrecta, que en ocasiones nos ha
ocupado, afirmar que Usted, por así decirlo, enlaza entre sí a Kant y a
Goethe. Precisamente por medio de este enlace cabría alcanzar la más ele-
vada corona poética.
Hasta aquí sobre estas cuestiones hasta su ensayo. Debo confesarle que
desde aquella carta que le dirigí me ocupa la idea de esbozar en un ensayo
no muy largo una imagen del espíritu poético griego en pocos rasgos carac-
terísticos y con algunos ejemplos eminentes. He sido conducido a esta idea
180 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
porque ahora leo a casi todos los poetas griegos más de una vez y con un
cuidado extraordinario. También contribuiría con gusto a su ocio invernal.
Pero este proyecto, como tantos otros, también se frustrará por indecisión
y falta de ánimo, y sólo me dejará la desagradable sensación de las horas
perdidas. [...]
Carta a Goethe.
San Marino, 23 de agosto de 1804
S
u carta, mi querido amigo, sólo ha estado en camino catorce días y el
14 la recibí aquí sin problemas. El 16 fui a Roma a recoger mi correo
y aproveché la ocasión para hablar con Mercandetti.1 Le hice poner
por escrito su respuesta punto por punto, la repasé con él y le hice notar
dónde quedaban aún oscuridades. A lo largo de esta semana empaquetará
su respuesta, de nuevo sin modificación, junto con las medallas que desea
mandarle para una mejor comprobación de su talento y mañana —voy de
nuevo a Roma— hablaré con él y al final de esta carta le daré cumplida
cuenta de todo. Ahora, pues, sólo dos observaciones. Aceptaré con mucho
gusto cualquier recado que tenga relación con este asunto, excepto la ins-
pección del trabajo, puesto que no entiendo nada de ello. Tampoco sé a
cuál de los artistas de aquí podría encargárselo. Gmelin2 me parece el más
conveniente y Gmelin, por aprecio a Usted y a mí, lo haría con agrado. Pe-
ro Fernow y Mayer3 conocen a todo el personal de aquí y podrían aconse-
jar de la mejor manera. Notifíqueme expresamente, pues, su elección. De
lo contrario, no puedo responderle de nada. En segundo lugar: ¿considera
—————
1 Tommaso Mercandentti (1758-1821), grabador romano de cuños al que Goethe había
hecho algunos encargos.
2 Wilhelm Friedrich Gmelin (1760-1820), grabador al cobre alemán afincado en Italia.
3 Karl Ludwig Fernow (1763-1808), historiador del arte y filólogo. Johann Heinrich
Meyer (1760-1832), historiador del arte y director de la escuela de dibujo de Weimar.
182 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
llamar actividad—, ando un poco ocioso. Creía poder trabajar mucho aquí,
en el campo, ¿pero quién puede sentarse a la mesa en esta región celestial,
en este verano de ninguna manera caluroso? Todas las tardes camino, pa-
seo a caballo o en burro, más lejos o más cerca, y veo y disfruto tanto y tan
íntimamente que deberé considerar este verano como un tiempo extrema-
damente bien empleado. No sé si Usted conoce bien estas montañas latinas
y las orillas de los lagos Albano y Nemo. A quien permanece en Roma rela-
tivamente poco tiempo, Roma le atrae más. Pero quien tiene ocio para re-
correr aquí todo en detalle, encuentra puntos de vista inconcebibles, una
riqueza en un espacio muy grande, que siempre fecunda de nuevo por sí
mismo la fantasía. Encuentro la gran diferencia entre estos paisajes y los
nuestros en que los nuestros siempre nos ponen o bien fuera de nosotros
impetuosamente o bien dentro de nosotros sombríamente, siempre nos in-
quietan o nos sumen en la melancolía, esto es, son emotivos. Aquí todo se
disuelve en tranquilidad y serenidad. Uno queda afinado siempre límpida-
mente, siempre sosegadamente, siempre objetivamente. A menudo he no-
tado que los paisajes españoles actúan en general como los alemanes.
He reflexionado a menudo acerca de estas cuestiones, sobre todo acerca
del efecto que Roma produce, y me he preguntado cuánto de ello puede
ser objetivo. Schelling, pienso, dijo en alguna ocasión6 que la Antigüedad
clásica es una ruina de un género humano más originario y más elevado, y
algo de verdad hay en ello; cualquier comparación entre lo moderno y lo
antiguo cojea, porque para nosotros ya no hay un único género que abar-
que a los dos. Un verso de Homero, aun el más insignificante, es el sonido
de un país que todos reconocemos como mejor y, sin embargo, no alejado
de nosotros, cada uno de ellos agarra al mismo tiempo y a la vez el senti-
miento junto con la piedad frente a los dioses y el anhelo de la patria. Mu-
chas cosas concurren para producirlo, ya contribuye significativamente el
que aquellos felices hablaran una lengua que para nosotros nunca sirve pa-
ra acuñar lo común. Pero, para mí, la auténtica explicación reside en los
tiempos de la barbarie. Debido al cristianismo y al estado de salvajismo so-
cial (los griegos sólo conocían un salvajismo natural) el hombre quedó tan
abatido que perdió para siempre la tranquilidad natural, la paz interior sin
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6 Meth. d. akad. Studium. 2 Vorl. WW III, 247.
184 HISTORIA DE LA DECADENCIA Y OCASO DE LOS ESTADOS LIBRES GRIEGOS
sitan los lugares donde están los más divinos que existen en estos tiempos
de Dios, van después a Nápoles, donde quedan pasmados, y al regreso se
lamentan compasivamente de tener que vivir en Roma. No puedo, mi más
querido amigo, obsequiarle con el cuadro de mis penas. Por suerte, siem-
pre coinciden con la Pasión del Señor en Semana Santa, a ellas se añaden el
aburrimiento de las ceremonias religiosas y la música que odio hasta la
muerte. De este modo, todas estas cosas en conjunto me sirven como pro-
vechosa penitencia y se disuelven en puro disfrute al llegar el verano,
cuando por suerte el fantasma del aire maléfico vuelve a ahuyentar a todos
estos monstruos ultramontanos.
Puesto que antes mencionaba las excavaciones, no sé si Usted tiene una
idea clara de la atrocidad que han perpetrado en el arco de Septimio Seve-
ro. Han hecho un hoyo, como en torno a la columna de Trajano, y lo han
cercado con un muro, para así no ganar sino que uno, en todo caso, pueda
tomar la medida de un arco muy mediocre e idénticos bajorrelieves. Es im-
pensable poder ver algo, puesto que por arriba aún está cubierta la mitad y
abajo siempre se está demasiado cerca. El arco más que medio sepultado
ha deteriorado totalmente la bella entrada al campo. Ahora se construye
una fuente igual en torno al arco de Constantino y también se excava en el
Circo Máximo.
Aquí en Marino visito casi todas las tardes nuevas ruinas ocultas entre vig-
nen y macchien densamente entrelazadas. Como es natural, raras veces en-
cuentro algo notable, pero como meta para un paseo no conozco nada más
entretenido. De este modo se camina de la mejor manera por toda la región y
no se pierde ninguna bella perspectiva. Ciertamente, en ocasiones también
hago fatigosos intentos errados y me seducen muros bastante modernos. Así
me sucedió ayer, cuando se me arrastró, por Velletri, once miglias más allá del
Castell Ariano, e inmediatamente después todo era nuevo, sólo poco dudoso
en alguna medida. Pero quedé resarcido por el camino y por el paisaje. Pues
el Castell está quizá más alto que el Monte Cavo, frente a Cori, con una vista
celestial sobre el campo y el mar hasta Monte Circello. Igualmente bello fue el
camino hasta allí, pues, pasando sobre la Rocca di Papa y la llamada «Pradera
de Aníbal», se recorre el bosque de Fajola casi en su totalidad.
Precisamente un día antes había leído con gran placer el trabajo de Voss
CARTA A GOETHE 187
tarse sólidamente sin cometer realmente injusticia y llega con lentitud al fin
en el que uno puede detenerse con toda justicia. Me han gustado algunas re-
censiones metafísicas, porque indican breve y fehacientemente la diferencia
de los sistemas, pero no sé si hay alguna que muestra a su autor perfectamen-
te a la altura metafísica. La que más me ha desagradado, para que Usted lo
sepa todo, es la reseña de la Novia de Schiller.16 Hay en ella una confusión
de todos los géneros poéticos y, al mismo tiempo, una pretensión, una de-
clamación nauseabunda sobre el pobre tiempo que ahora tan a menudo hay
que aguantar. El recensionista ni tan siquiera parece haber comprendido la
idea del coro en sentido schilleriano. De acuerdo con él debe ser una especie
de auxiliar para cuando la acción no lo expresa todo, un medio para atenuar
impresiones en exceso fuertes o Dios sabe qué. Ni tan siquiera parece haber
barruntado que el coro es el mundo para las personas individuales de la ac-
ción. Por ello también le parece del todo maravillosa la, precisamente, muy
bella división del coro. Cita los pasajes afectivos y así interpretados como
demostraciones que están en acta; brevemente, me parece un santo sorpren-
dente. La recensión de Voss sobre Adelung me ha alegrado mucho. Aquí ca-
si siempre tengo el Adelung entre las manos, porque estoy privado de otros
muchos recursos, y cada día reconozco más sus defectos. Sólo habría desea-
do que Voss mismo hubiera mencionado más hechos.
Voss debe tener muchos materiales propios sobre etimología. Debería
Usted convencerlo para que de vez en cuando comunique algo de ello a la
Revista Literaria. Al comienzo de los volúmenes convendría un razona-
miento más detallado, y tras las líneas, al final de las hojas, un conjunto de
notas más particulares.
He leído con gran interés la reseña del método pedagógico de Pestalozzi.
Encuentro sin embargo al reseñador demasiado indulgente. Dígame Usted
mismo qué sería del género humano si todos los niños tuvieran que repetir
maquinalmente a lo largo de treinta años: «los ojos están bajo la frente», «dos
por dos son cuatro», «un cuadrado tiene cuatro lados iguales», etc. Mucho
me temo, si se desea mejorar en especial las escuelas de las clases bajas, que se
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16 Recensión de J. F. F. Delbrück de la obra de teatral de Schiller Die Braut von Messi-
na, aparecida igualmente en el número de abril de 1804 de la Jenaische Allgemeine Litera-
turzeitung.
CARTA A GOETHE 189
H.
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17 En una carta del 12 de febrero de 1804, Humboldt había informado a Goethe de
una joven romana de 17 años que, bajo su dirección, había comenzado a improvisar poe-
mas. Goethe había mostrado interés por publicar algunos de estos poemas en la Jenaische
Allgemeine Literaturzeitung.