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EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS

CAPÍTULO 7
En el desarrollo de su mision, Jesus va recorriendo pueblos y aldeas de la region de
Galilea. Muchas personas salen a su encuentro de distintos estratos sociales como el
caso del siervo del centurion hasta la mujer con la que nadie quiere encontrarse o
cruzarse porque es considerada una pecadora publica. Independiente del rango en que
se encuentre la persona que se presenta a Jesus, nada inquieta al maestro mas que
amar. En otras palabras, Jesus no se acomoda en una manera de ser para unos y en una
muy diferente para otros. Con sabias palabras y su mirada de misericordia rompe los
moldes sobre el trato a las personas y unifica a todos en su amor.

La presencia de Jesus va rompiendo los moldes que vuelve distante e indiferentes a las
personas. En este sentido, atiende al servidor del centurion cuando podría haberse
negado por ser un trabajador para el imperio que los gobierna; se acerca a la viuda
para consolarla cuando podía haber sido indiferente ante la situacion que la
condenaba; se deja lavar los pies por una mujer reconocida como pecadora cuando
pudo evitar el contacto con esta persona para evitar la murmuracion de los demas.

Al meditar, nos presentamos ante Jesus con nuestros moldes, con nuestras barreras
que emergen en el transcurso de las jornadas de cada día; barreras para amar,
perdonar, acoger, consolar, ser felices. En consecuencia, por la accion del Espíritu
Santo que opera en el tiempo nuevo de la Iglesia, somo recreados, implicados en un
nuevo nacimiento con un nuevo diseno ya no segun los impulsos de la carne, sino segun
el impulso del Espíritu Santo. De esta forma, lo que somos es transformado no por lo
que no es dado, sino por aquello de lo que somos liberados. En efecto, cada vez que
meditamos nos damos la oportunidad de renacer por la presencia misteriosa del
Espíritu Santo y dejar atras los moldes que obstruyen la capacidad de entablar
relaciones autenticas y fructíferas.

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