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DERECHO COOPERATIVO

DOCTRINA Y CONCEPTUALIZACIÓN:
BASES CONSTITUCIONALES DEL DERECHO COOPERTIVO
Y
LA ECONOMÍA SOLIDARIA

ESTUDIANTE:
JUAN SEBASTIAN LEÓN MOLINA

DOCENTE:
DINO VALENCIA VARELA

Universidad Cooperativa de Colombia


Facultad de Derecho
Bogotá, agosto de 2021
SEGUNDA ACTIVIDAD: BASES CONSTITUCIONALES

TITULO II.

DE LOS DERECHOS, LAS GARANTIAS Y LOS DEBERES

CAPITULO 1.

DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES

 “ARTICULO 38. Se garantiza el derecho de libre asociación para el


desarrollo de las distintas actividades que las personas realizan en
sociedad.”

El derecho de asociación se encuentra consagrado en el artículo 38 de la Carta


Política.
El comportamiento de las personas que conforman una comunidad es sometido
por el constituyente a determinadas regulaciones, teniendo en cuenta la
naturaleza de los diferentes tipos de actividades y los propósitos buscados por
quienes las desarrollan. Así, la Constitución Política garantiza ciertos derechos de
los cuales la persona puede disfrutar individualmente, como los derechos de
circulación, de escoger profesión u oficio o de libertad individual, mientras que
reconoce y garantiza ciertos derechos que sólo pueden ser ejercidos a partir de la
conformación y reconocimiento jurídico de una organización integrada por
varias personas, como ocurre con el derecho de asociación.
El derecho de asociación permite a las personas integrar estructuras organizativas
sometidas a estatutos jurídicos que, generalmente, requieren ser avaladas por las
autoridades públicas. Estas organizaciones procuran que quienes se dedican a
una determinada actividad, puedan realizar sus proyectos a partir de la existencia
de una nueva entidad jurídica que los aglutina y representa, pero que se
caracteriza por ser distinta de las personas naturales que la conforman. Es decir,
el ejercicio del derecho de asociación supone un número plural de personas que
acuerdan la creación de un ente a través del cual realizarán un proyecto de interés
colectivo, dentro de un marco jurídico regulado por el Estado.
De acuerdo con esta disposición constitucional, todas las personas cuentan con la
facultad libre y autónoma de unir sus capacidades y recursos con el propósito de
promover la realización de proyectos comunes, valiéndose de las diversas formas
organizativas previstas en el ordenamiento jurídico, entre ellas las asociaciones,
instituciones de utilidad común, corporaciones, sociedades, sindicatos,
cooperativas y fundaciones.
El ejercicio del derecho de asociación permite la creación de entes jurídicos
diferentes de las personas naturales que los integran, para dotar a la organización
así creada de derechos y permitirle contraer obligaciones, a efecto de lograr los
fines comunes que identifican al grupo, los cuales no siempre implican lucro
económico. Se trata de un derecho de rango fundamental que permite a las
personas escoger de manera autónoma y libre la organización a la cual quieren
pertenecer y de la cual deciden desvincularse o desafiliarse, según lo previsto en
los estatutos de la misma organización y en las normas que constitucionalmente
sean aplicables.
El derecho fundamental de asociación tiene dos dimensiones. La primera, de
carácter positivo, comporta la facultad de toda persona para comprometerse con
otras en la realización de un proyecto colectivo, libremente concertado, de carácter
social, cultural, político, económico etc., a través de la conformación de una
estructura organizativa, reconocida por el Estado y capacitada para operar en el
tráfico jurídico. Desde esta perspectiva, el ejercicio del derecho de asociación
apareja el deber de someterse a las reglas estatutarias cuando éstas han sido
adoptadas en debida forma y cuando su contenido no afecta bienes, derechos o
intereses tutelados por el ordenamiento jurídico. La segunda dimensión presenta
una faceta negativa, claramente derivada del derecho general de libertad y pieza
fundamental de todo sistema democrático. Se trata de la facultad de toda persona
para abstenerse de formar parte de una determinada asociación y del derecho
correlativo a no ser obligado, ni directa ni indirectamente, a ello.

CAPITULO 2.

DE LOS DERECHOS SOCIALES, ECONOMICOS Y CULTURALES

 “ARTICULO 58.

El Estado protegerá y promoverá las formas asociativas y solidarias de


propiedad.”

La función social de la propiedad, derivada del artículo 58 constitucional, presenta


diversas y matizadas caracterizaciones, las cuales están determinadas por la
naturaleza de los bienes, su clase, y la entidad que es titular de los derechos que
de ella emanan, así como también por la posición económica de las personas que
la poseen. La función social tiene, por una parte, el significado de moderar y
restringir el alcance del derecho de propiedad, mientras que por otra parte, le
corresponde el de implicar una mayor afirmación de ciertas clases de propiedad,
como lo son las formas asociativas y solidarias de propiedad, en las cuales, la
base de la unión asociativa no la constituyen únicamente los aportes de capital
con fines exclusivamente especulativos o de utilidad, sino primordialmente el
trabajo personal y el esfuerzo conjunto, todo ello encaminado a lograr unos
propósitos de interés común, que se reflejan en la mejora de las condiciones
económicas de sus miembros, mediante la distribución equitativa y democrática de
los excedentes económicos y en la satisfacción de urgentes y apremiantes
necesidades colectivas de los asociados, en lo familiar, social y cultural.
Así, en virtud de que las formas de economía solidaria son consideradas no sólo
como una eficaz alternativa para satisfacer las necesidades colectivas
apremiantes mediante una distribución democrática de los excedentes, que
excluye el afán indiscriminado de lucro, sino también, lo que no es menos valioso,
como una pedagogía contra los excesos del individualismo, el Constituyente de
1991 no sólo concedió un carácter especial y preferencial a las distintas formas de
economía solidaria, al consagrar lo estipulado en el inciso tercero del artículo 58,
sino que atribuyó a los poderes públicos una responsabilidad específica para el
efecto. Se trata, pues, de un mandato constitucional al legislador para que adopte
las medidas que considere oportunas en desarrollo de esta norma fundamental.
De acuerdo con esto, se evidencia que el constituyente consagró como una
obligación especial de los poderes públicos fomentar, fortalecer y proteger estos
tipos de propiedad. El legislador no puede entonces descindir la garantía especial
que la Carta otorga a la propiedad solidaria y asociativa; tampoco puede la
administración pasar por alto la prioridad en su fomento y protección. Igualmente,
los jueces y especialmente la jurisdicción constitucional, encargada de velar por la
integridad de la Carta deben en cumplimiento de sus funciones contribuir dentro
de su órbita al logro de tales propósitos.
Vemos pues como la misma Constitución le señala al Estado la obligación de
promover y proteger las formas asociativas y solidarias de propiedad, para lo cual
el legislador debe introducir mecanismos que fortalezcan y estimulen la
organización de este tipo de empresas, entre ellas las cooperativas, por cumplir
éstas formas de propiedad una importante función social, en cuanto instrumentos
reguladores del mercado y de los precios, que coadyuvan a la redistribución del
ingreso en favor de los más débiles económicamente.
Dichos mecanismos se traducen, obviamente, en tratamientos diferenciales, de
preferencia y estímulo, que exigen una legislación especial, distinta de la aplicable
a otro tipo de empresas, como por ejemplo a las de carácter comercial, por
tratarse de supuestos y objetivos diferentes.
La Corte Constitucional ha explicado que las disposiciones constitucionales
aludidas no son simples enunciados teóricos sino directivas de acción política que
le imponen al Estado el deber de fomentar, apoyar, promover y proteger a las
organizaciones solidarias y asociativas de trabajo, así como la propiedad solidaria.
Ello pues se estima que se trata de instrumentos útiles para lograr el desarrollo
económico dentro de esquemas democráticos, y que contribuyen de manera
equitativa a la distribución de la propiedad y del ingreso, y a la racionalización de
la economía en favor de la comunidad, en especial de las clases populares.
En este sentido ha señalado que la realización de los referidos postulados
constitucionales demandan del Estado la puesta en marcha de un conjunto
coordinado de medidas que comprende la adopción de una legislación adecuada
que propicie el surgimiento y desarrollo de esa clase de organizaciones en el
marco de la libertad de asociación y de la libertad de empresa; el apoyo a entes
cooperativos especializados de crédito; la educación cooperativa, con observancia
de los principios superiores de la libertad de enseñanza en sus diversas
proyecciones; la ayuda logística y de orientación a la formación de cooperativas; el
estímulo a su integración en organizaciones de grado superior; la participación de
estos entes en programas de bienestar social y su representación en instancias
gubernamentales; el reconocimiento de su existencia jurídica y el control de su
gestión y una acción coherente de las entidades competentes con miras a su
extensión.
Igualmente, la Corte ha precisado que la obligación de estímulo a las
organizaciones solidarias no obsta para que su actividad pueda ser objeto de
control por parte del mismo Estado.
Cabe advertir, sin embargo, que si bien el legislador goza de amplia competencia
configurativa en relación con el sector solidario y especialmente con las
cooperativas, mediante la implementación de adecuados mecanismos de control y
promoción de su gestión, resulta claro que esta intervención no puede llegar al
extremo de afectar el contenido esencial de la libertad de asociación tanto en su
aspecto negativo - libertad de no asociarse-, como en su aspecto positivo -libertad
de crear otras asociaciones.

 “ARTICULO 60. El Estado promoverá, de acuerdo con la ley, el acceso a la


propiedad.

Cuando el Estado enajene su participación en una empresa, tomará las


medidas conducentes a democratizar la titularidad de sus acciones, y
ofrecerá a sus trabajadores, a las organizaciones solidarias y de
trabajadores, condiciones especiales para acceder a dicha propiedad
accionaria. La ley reglamentará la materia.”

En el Estado Social de Derecho las autoridades públicas tienen el deber de


garantizar la efectividad de los derechos consagrados en la Constitución y de
asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado.
La propia Constitución consagra el derecho social y económico de acceso a la
propiedad, como un elemento afirmador del carácter democrático y participativo de
la república, soporte de la dignidad humana y del libre desarrollo de la
personalidad.
Así, el artículo 60 de la Constitución Política crea para el Estado colombiano el
compromiso de promover el acceso a la propiedad, a partir del cual la misma
norma superior plantea otro mandato más específico, relativo a la necesidad de
procurar la democratización de la propiedad accionaria que estando radicada en
cabeza del Estado, éste decida transferir a terceros.
Ese precepto superior ordena entonces que la ley reglamente las circunstancias
dentro de las cuales se llevará a efecto este mandato, respecto de lo cual sólo
señala que las acciones que se pretenda enajenar deberán ofrecerse bajo
condiciones especiales a los trabajadores de la empresa cuya propiedad total o
parcial se ha decidido vender, así como a las organizaciones solidarias y de
trabajadores, quedando a criterio del legislador la definición de todos aquellos
aspectos no expresamente determinados por esta regla constitucional, entre ellos
cuáles tipos de entidades encuadrables dentro de estos criterios serán objeto de
tal ofrecimiento.
Como única excepción a esa libertad normativa aparece la ya referida necesidad
de que la ley contemple dentro de los destinatarios de la oferta en condiciones
especiales a los empleados de la entidad que por ese proceso se privatiza, así
como a otras organizaciones, aquellas que puedan considerarse solidarias y de
trabajadores.
De esta manera, la posibilidad de que un determinado tipo de entidad pueda,
dentro de ese marco constitucional, ser definida como destinataria de las
condiciones especiales de que trata esta disposición, depende de que aquella
pueda ser catalogada como organización solidaria o de trabajadores.
Específicamente, el Artículo 60 de la Constitución Política opera de dos maneras.
El primer inciso obra como principio general o cláusula programática orientadora
de la labor legislativa, cuyo sentido y alcance se enlaza directamente con los
postulados del Estado Social de Derecho y con la naturaleza participativa del
modelo constitucional colombiano. El segundo inciso actúa como regla o mandato
que ordena al Estado tomar las medidas conducentes para democratizar la
propiedad estatal que se enajena, y ofrecer “condiciones especiales” a los
trabajadores y organizaciones solidarias y de trabajadores para garantizarles una
posibilidad real de acceder a dicha propiedad.
Por ello, el derecho de acceso a la propiedad implica el deber general a cargo del
Estado de proveer lo necesario para su realización, particularmente en relación
con la propiedad estatal y su función social, de acuerdo con la ley. En ese orden,
la situación en que se encuentran los grupos solidarios y de trabajadores para
colocarse en posición competitiva frente a los sujetos económicos convencionales,
debe ser reforzada a través de 'condiciones especiales' que obren como
mecanismos eficientes e idóneos para el logro del objetivo constitucional fijado en
el artículo 60.
El deber social de garantía de acceso a la propiedad estatal societaria y,
específicamente, de la democratización de su titularidad, se concreta en la
obligación de ofrecer 'condiciones especiales' a un sector social determinado, en
desarrollo del mandato constitucional de promoción de la igualdad real y efectiva.
Este deber se estructura, en primer término, en el reconocimiento de los
trabajadores y organizaciones solidarias y del trabajo como los destinatarios de un
régimen especial de acceso a la propiedad accionaria del Estado, que por estar
consagrado directamente en la Constitución no admite restricción o limitación por
parte del legislador. También se materializa en el establecimiento de instrumentos
mediante los cuales los beneficiarios puedan hacer realidad la voluntad
constitucional de acceso y democratización de dicha propiedad, esto es,
verdaderas prerrogativas frente a las condiciones ordinarias de acceso previstas
para el público en general, suficientes para garantizar a sus titulares la posibilidad
real y efectiva de concretar la adquisición de activos estatales en los procesos de
enajenación accionaria. Estamos, entonces, frente a un principio de diferenciación
positiva a favor de trabajadores y organizaciones solidarias, que exige del Estado
condiciones de acceso real a la propiedad accionaria que se pone en venta.
Así, el 1° inciso de la norma en cuestión, incluye una cláusula "programática y
promocional", a través de la cual el Constituyente consagró un derecho de todas
las personas de acceder a la propiedad, que el Estado debe intentar realizar en la
medida de sus posibilidades jurídicas y fácticas, mientras que, por su parte, el
inciso 2°, responde a una característica normativa distinta, pues está construido a
la manera de una regla, ya que establece una obligación específica para el caso
concreto de enajenaciones de capital del Estado en una empresa, o lo que es lo
mismo, consagra una regla clásica bajo la forma de mandado definitivo, puesto
que a una determinada hipótesis fáctica (la enajenación de participación estatal en
una empresa) atribuye una consecuencia ineluctable: el derecho de preferencia de
los trabajadores y organizaciones solidarias.
De acuerdo con lo anterior, es claro que el mandato constitucional que promueve
la democratización, no sólo propende por facilitar el acceso a la propiedad estatal
a los más pobres o desprotegidos, sino que también pretende equilibrar la
participación de los diferentes sectores de la sociedad en el manejo de los bienes
y servicios, con el propósito de que dicha participación implique una reformulación
de los objetivos y políticas de desarrollo social y crecimiento económico.
Bajo este contexto, la Corte Constitucional ha dicho que democratizar la propiedad
significa facilitar el acceso a la misma, en condiciones de equidad, a quienes
pudiendo manejarla con criterios de eficiencia y productividad, no podrán obtenerla
en el marco de una estricta competencia financiera, para ello ha de otorgárseles
prerrogativas, 'condiciones especiales', dice la Constitución, que les permita
acceder a ella, sin perder de vista que en un Estado Social de Derecho, la
propiedad es un instrumento que debe servir para la dignificación de la vida de los
ciudadanos.

 “ARTICULO 64. Es deber del Estado promover el acceso progresivo a la


propiedad de la tierra de los trabajadores agrarios, en forma individual o
asociativa, y a los servicios de educación, salud, vivienda, seguridad social,
recreación, crédito, comunicaciones, comercialización de los productos,
asistencia técnica y empresarial, con el fin de mejorar el ingreso y calidad
de vida de los campesinos.”

El derecho al acceso progresivo a la tierra de los campesinos y trabajadores


rurales juega un papel transversal para garantizar el Corpus iuris que nuestro
ordenamiento jurídico reconoce en cabeza de la población rural del país, y para
salvaguardar el "campo" entendido como bien jurídico de especial importancia
constitucional. Este derecho, que hace parte de una "estrategia global de
desarrollo rural", articulada alrededor de los artículos 64, 65 y 66 constitucionales,
impone en cabeza del Estado obligaciones de respetar y de proteger, y otras de
realizar (facilitar progresivamente), cuyo cumplimiento le permite a la población
campesina garantizar su sustento y realizar su proyecto de vida. A pesar de que,
en principio, el legislador puede hacer distintos usos de los bienes baldíos, la
Corte Constitucional ha sentenciado una afectación prioritaria de dichos terrenos,
a saber: destinarlos para alcanzar los fines que se persiguen con la reforma
agraria. Esta destinación no sólo es acorde con algunos de los preceptos que
informan nuestro Estado Social de Derecho, sino que se instaura como un
mandato primordial, progresivo, y generalizable en cabeza del Estado, a favor de
los trabajadores del campo que carecen de tierra.
La jurisprudencia de la Corte Constitucional ha sostenido de manera reiterada que
el artículo 64 de la Constitución Política constituye el fundamento de la acción
Estatal para crear las condiciones necesarias que permitan el acceso de los
trabajadores agrarios a la propiedad de la tierra, con la finalidad de lograr un
mejoramiento sustancial de la calidad de vida de las personas campesinas. Este
artículo, como lo ha sostenido la Corte, es el producto del reconocimiento de los
constituyentes de 1991 de la mayor vulnerabilidad -por razones económicas,
sociales y culturales- que enfrenta la población rural con la finalidad de establecer
una igualdad no sólo jurídica sino económica, social y cultural para los
protagonistas del agro.
El artículo 64 C.P. no sólo incorpora un mandato que persigue asegurar un título
de propiedad de los trabajadores agrarios, en forma individual o asociativa, sino
que también incluye otros elementos como el acceso a vivienda, tecnología,
mercados, asistencia financiera y empresarial, buscando así fortalecer el nivel de
ingreso de la población campesina e incidir de esta manera en su calidad de vida.
Estas disposiciones entrañan así el diseño de una estrategia global del desarrollo
rural que el Constituyente configuró como un cometido estatal destinado a lograr el
crecimiento del sector campesino y consecuencialmente, un mejoramiento
sustancial de la calidad de vida de la población rural.
El derecho al acceso progresivo a la propiedad de la tierra de los campesinos y de
los trabajadores agrarios implica la intervención del legislador, quien se encarga
de definir los contornos de los programas o de las políticas con las cuales se
alcanza la voluntad del Constituyente.
En el marco de esta estrategia global de desarrollo rural, la Corte ha reiterado que
el deber de promover el acceso progresivo a la propiedad de la tierra,
especialmente a favor de quienes la trabajan, lo materializa el Estado a través de
varios tipos de políticas, relacionadas con la concesión de créditos especiales, la
facilitación de mecanismos para la compra de tierras, entre ellos, la entrega de
subsidios, el fomento de actividades agrícolas, la adjudicación de bienes baldíos,
entre otras.

Por lo tanto, la Corte Constitucional señaló que nuestro ordenamiento jurídico


protege tres dimensiones del derecho al acceso a la tierra. (i) La garantía de la
seguridad jurídica de las diferentes formas de tenencia de la tierra, lo que incluye
el respeto por la propiedad, la posesión, la ocupación, la mera tenencia, entre
otras. (ii) Acceso a los bienes y servicios que permitan realizar los proyectos de
vida de la población rural, como educación, salud, vivienda, seguridad social,
recreación, crédito, comunicaciones, comercialización de los productos, asistencia
técnica y empresarial. (iii) Acceso a propiedad de la tierra a través de distintos
mecanismos, como la titulación individual, colectiva o mediante formas
asociativas; concesión de créditos a largo plazo; creación de subsidios para la
compra de tierra; y desarrollo de proyectos agrícolas.
Este Corpus se encuentra atravesado en su integralidad por el derecho al acceso
progresivo a la tierra, de forma tal que se establece en cabeza del Estado una
serie de obligaciones, no sólo de proteger y de abstenerse de intervenir, de
manera arbitraria y sin justificación suficiente, en ese espacio de autonomía que
les permite a las comunidades agrícolas asegurarse por sí mismas sus medios de
subsistencia y realizar su proyecto de vida; sino de procurarle a la población
campesina, paulatinamente, el acceso a los bienes y servicios necesarios e
indispensables para llevar su forma de vida amparada constitucionalmente,
promoviendo así el postulado de la dignidad humana.

“ARTICULO 333.

La empresa, como base del desarrollo, tiene una función social que implica
obligaciones. El Estado fortalecerá las organizaciones solidarias y estimulará el
desarrollo empresarial.”

La Constitución de 1991, especialmente al adoptar un modelo de Estado Social de


Derecho, introdujo un modelo de economía social de mercado en el que, de un
lado, se admite que la empresa es motor de desarrollo social (artículo 333
superior), por esta vía, se reconoce la importancia de una economía de mercado y
de la promoción de la actividad empresarial, pero por otro, se asigna al Estado no
sólo la facultad sino la obligación de intervenir en la economía con el fin de
remediar las fallas del mercado y promover el desarrollo económico y social.
La intervención del Estado en la economía busca entonces conciliar los intereses
privados presentes en la actividad empresarial, con el interés general involucrado
en el buen funcionamiento de los mercados para lograr la satisfacción de las
necesidades de toda la población en condiciones de equidad.
La Corte Constitucional ha sostenido que el artículo 333 reconoce dos tipos de
libertades: la libertad de empresa y la libre competencia.
La libertad de empresa comprende la facultad de las personas de afectar o
destinar bienes de cualquier tipo (principalmente de capital) para la realización de
actividades económicas para la producción e intercambio de bienes y servicios
conforme a las pautas o modelos de organización típicas del mundo económico
contemporáneo con vistas a la obtención de un beneficio o ganancia. Esta libertad
comprende, entre otras garantías, (i) la libertad contractual, es decir, la capacidad
de celebrar los acuerdos que sean necesarios para el desarrollo de la actividad
económica; (ii) la libre iniciativa privada.

La libre competencia, por su parte, consiste en la facultad que tienen todos los
empresarios de orientar sus esfuerzos, factores empresariales y de producción a
la conquista de un mercado, en un marco de igualdad de condiciones. Según la
jurisprudencia constitucional, esta libertad comprende al menos tres prerrogativas:
(i) la posibilidad de concurrir al mercado, (ii) la libertad de ofrecer las condiciones y
ventajas comerciales que se estimen oportunas, (iii) la posibilidad de contratar con
cualquier consumidor o usuario. En este orden de ideas, esta libertad también es
una garantía para los consumidores, quienes en virtud de ella pueden contratar
con quien ofrezca las mejores condiciones dentro del marco de la ley y se
benefician de las ventajas de la pluralidad de oferentes en términos de precio y
calidad de los bienes y servicios, entre otros.
No obstante, en los términos del artículo 333, las libertades económicas no son
absolutas. Esta disposición señala que la empresa tiene una función social que
implica obligaciones, prevé que la libre competencia supone responsabilidades, e
indica que la ley delimitará el alcance de la libertad económica cuando así lo exijan
el interés social, el ambiente y el patrimonio cultural de la Nación. Con base en
esta disposición de la Carta, la jurisprudencia constitucional ha concluido que las
libertades económicas son reconocidas a los particulares por motivos de interés
público. Por esta razón, en reiterada jurisprudencia, esta Corporación ha aclarado
que las libertades económicas no son en sí mismas derechos fundamentales.

TITULO XII
DEL REGIMEN ECONÓMICO Y DE LA HACIENDA PÚBLICA

CAPITULO 2.

DE LOS PLANES DE DESARROLLO

 “ARTICULO 339. Habrá un Plan Nacional de Desarrollo conformado por


una parte general y un plan de inversiones de las entidades públicas del
orden nacional. En la parte general se señalarán los propósitos y objetivos
nacionales de largo plazo, las metas y prioridades de la acción estatal a
mediano plazo y las estrategias y orientaciones generales de la política
económica, social y ambiental que serán adoptadas por el Gobierno. El plan
de inversiones públicas contendrá los presupuestos plurianuales de los
principales programas y proyectos de inversión pública nacional y la
especificación de los recursos financieros requeridos para su ejecución,
dentro de un marco que garantice la sostenibilidad fiscal.

Las entidades territoriales elaborarán y adoptarán de manera concertada


entre ellas y el gobierno nacional, planes de desarrollo, con el objeto de
asegurar el uso eficiente de sus recursos y el desempeño adecuado de las
funciones que les hayan sido asignadas por la Constitución y la ley. Los
planes de las entidades territoriales estarán conformados por una parte
estratégica y un plan de inversiones de mediano y corto plazo.”

La Constitución Política en el artículo 339 dispone que cada Gobierno debe


adoptar un Plan Nacional de Desarrollo, que estará conformado por dos partes: en
la general se señalarán los propósitos y objetivos nacionales de largo plazo, las
metas y prioridades de la acción estatal a mediano plazo y las estrategias y
orientaciones generales de la política económica, social y ambiental que serán
adoptadas por el Gobierno. Por su parte, el plan de inversiones de las entidades
públicas del orden nacional incluye los presupuestos plurianuales de los
principales programas y proyectos de inversión pública nacional, y la
especificación de los recursos financieros requeridos para su ejecución, dentro del
marco que garantice la sostenibilidad fiscal.
En la parte general del plan se contemplan las políticas y estrategias que permitan
realizar los objetivos y metas nacionales, territoriales y sectoriales, así como la
determinación de los programas que los materialicen. Igualmente, se fijan las
políticas en materia económica, social y ambiental, que guiarán la acción del
Gobierno durante el cuatrienio correspondiente.
De esta forma, la parte general tiene un carácter estratégico mientras que el plan
de inversiones reviste un carácter operativo.
La parte general contendrá las estrategias y orientaciones generales de la política
económica, social y ambiental. Estrategia es el arte de dirigir, en este caso de
encauzar la economía hacia esas prioridades y metas del mediano plazo, teniendo
como horizonte los objetivos del largo plazo, que el planificador considera
propósitos nacionales. Tratándose de la dirección de la economía, de sus
orientaciones generales, de aquello que es global y que hace relación al todo y no
a los segmentos como pueden ser las unidades territoriales o los componentes
funcionales, el plan de desarrollo a que hace referencia el art. 339 de la
Constitución es un documento y un acto que en lo económico es paradigma de
todo lo que hay de unitario y de macroeconómico en el sistema social colombiano.
En consecuencia, en Colombia corresponde a la ley establecer las metas
nacionales y sectoriales de la acción estatal a mediano y largo plazo y los
procedimientos y mecanismos generales para lograrlos, así como las estrategias y
políticas en materia económica, social y ambiental que guiarán la acción del
gobierno para alcanzar los objetivos y metas que se hayan definido. Así por
ejemplo, si se adopta como prioridad nacional el fortalecimiento o el apoyo a un
determinado sector, con la finalidad de que a través de esta política de apoyo se
realicen objetivos constitucionales valiosos, como el mejoramiento en el empleo, el
aumento en la productividad, la satisfacción de derechos sociales, etc., ello debe
constar en la parte general del Plan Nacional de Desarrollo.
 “ARTICULO 342. La correspondiente ley orgánica reglamentará todo lo
relacionado con los procedimientos de elaboración, aprobación y ejecución
de los planes de desarrollo y dispondrá los mecanismos apropiados para su
armonización y para la sujeción a ellos de los presupuestos oficiales.

Determinará, igualmente, la organización y funciones del Consejo Nacional


de Planeación y de los consejos territoriales, así como los procedimientos
conforme a los cuales se hará efectiva la participación ciudadana en la
discusión de los planes de desarrollo, y las modificaciones
correspondientes, conforme a lo establecido en la Constitución.”
FUENTES

Corte Constitucional. Sentencia C-1190/05 MP Clara Inés Vargas Hernández.


Recuperado de: https://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2005/c-1190-
05.htm

Corte Constitucional. Sentencia C-595/99 MP Carlos Gaviria Díaz. Recuperado de:


https://vlex.com.co/vid/-43562909

Corte Constitucional. Sentencia C-589/95 MP Fabio Morón Díaz. Recuperado de:


https://vlex.com.co/vid/-43559341

Corte Constitucional. Sentencia C-1145/04 MP Álvaro Tafur Galvis. Recuperado


de: https://vlex.com.co/vid/43622276

Corte Constitucional. Sentencia C-393/12 MP Nilson Pinilla Pinilla. Recuperado de:


http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/c-393_2012.html#INICIO

Corte Constitucional. Sentencia C-885/07 MP Mauricio González Cuervo.


Recuperado de: http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/c-
885_2007.html#1

Corte Constitucional. Sentencia C-075/06 MP Rodrigo Escobar Gil. Recuperado


de: http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/c-075_2006.html#1
Corte Constitucional. Sentencia C-077/17 MP Luis Ernesto Vargas Silva.
Recuperado de: http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/c-
077_2017.html#top

Corte Constitucional. Sentencia C-263/11 MP Jorge Ignacio Pretelt Chaljub.


Recuperado de: https://www.corteconstitucional.gov.co/RELATORIA/2011/C-
263-11.htm

Corte Constitucional. Sentencia C-415/20 MP José Fernando Reyes Cuartas.


Recuperado de: http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/c-
415_2020.html#inicio

Corte Constitucional. Sentencia C-507/08 MP Jaime Córdoba Triviño.


Recuperado de: http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/c-
507_2008.html#1

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