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RESUMEN
El principal objetivo del análisis es evaluar las posibilidades de concreción del
proceso de integración regional en Africa, considerado como la única oportunidad
para la recuperación de este continente, amenazado de exclusión o marginación de
la mundialización, y la única alternativa a los fracasados modelos de desarrollo
exclusivamente nacionales experimentados a lo largo de las tres o cuatro últimas
décadas. El artículo, tras inventariar los fundamentos que justifican dicho proceso,
pone de manifiesto los obstáculos políticos, jurídicos y económicos, y atribuye los
escasos resultados cosechados fundamentalmente al enfoque librecambista inadecua-
do para las economías coloniales africanas y al apego a las soberanías nacionales.
Aboga, como propuesta, por el enfoque de planificación regional sectorial y coordi-
nada, a la manera de la SADC(C), por no enfrentarse a las excesivamente políticas
nacionalistas de los gobiernos africanos y por fundamentarse en los proyectos de
infraestructuras. Todo ello ilustrado por el estudio del proceso de integración regional
en Africa Austral.
PALABRAS CLAVE: Africa, Suráfrica, integración, desarrollo, dependencia, naciona-
lismo, desigualdad.
ABSTRACT
The main objective of this analysis is to assess the feasibility of the process of regional
integration in Africa, such a process is considered as the only chance for this continent to
recover itself, threatened with exclusion or marginalization from globalisation and the only
alternative to the failed exclusively national models of development tested along the last
three or four decades. In this paper, it is made an inventory of the foundations that justify
such a process, exposes the economic, legal and political obstacles and it is attributed the
scarce positive outcomes to the free trade focus inadequate for the African colonial
economies, and to the attachment to the national sovereignty. It is defended, as a proposal,
the focus of a coordinate and sectorial regional planning, SADC (C)-wise, as it does not
confront excessively nationalist politics of the African governments and because it is based
on projects for infrastructures. All the above is illustrated by the survey of the process of
regional integration in Southern Africa.
KEY WORDS: Africa, South Africa, integration, development, dependence, nationalism,
inequality.
1. INTRODUCCIÓN
La propuesta en la VI cumbre extraordinaria de la Organización de la Unidad Africana
(OUA), celebrada el 6 y 9 de septiembre de 1999 en Sirte (Libia), de la creación de los “Estados
Unidos de Africa” o la “Unión africana” (una especie de “OUA bis” o reformada, tanto en sus
principios como en sus estrucuturas, tal y como descata en su carta constitutiva adoptada en la
cumbre de Lomé de julio de 2000) por el coronel Qaddafi a sus colegas africanos, de aquí al año
2000-2001. Pese a su carácter algo idílico, tiene el mérito de reabrir un debate que se inició a
finales de la década de los 50 para desarrollarse a lo largo de las tres o cuatro últimas décadas
con la proliferación de agrupaciones regionales de toda índole en el continente (véase anexo I),
y alcanzar su apogeo con las presiones actuales de la Unión Europea (el convenio de Cotonú de
junio de 2000 a favor de la creación de áreas de libre comercio en Africa, de aquí al año 2005)
y de la mundialización neoliberal a favor de la integración regional, considerada como la única
y última oportunidad para la recuperación de Africa, que sólo puede conseguirse colectivamente.
Este debate tiene toda su importancia, máxime cuando la casi totalidad de las Consti-
tuciones africanas proclaman la unidad africana regional y continental, y por el necesario
balance de esta estrategia considerada como una solución a los problemas de integración
nacional y de desarrollo económico, tras el fracaso de las estrategias exclusivamente nacio-
nales en ambos aspectos.
El presente análisis intentará diagnosticar el estado de la cuestión y las perspectivas que
presenta dicho proceso, que por su naturaleza exige un enfoque multidisciplinar, para com-
prenderlo en su totalidad.
Varios analistas de los problemas de integración regional en Africa concuerdan en
señalar el carácter desalentador de los resultados alcanzados por dicho fenómeno, que con-
trasta con la multitud de las instituciones creadas por los gobiernos, que no dejan de crecer
como hongos desde las independencias de la década de los 60 hasta el momento presente.
Se habla al respecto de las agrupaciones de la primera, segunda y tercera generaciones.
Varias son las razones que explican este estancamiento e incluso retroceso, y son de
orden político, jurídico y económico, que es preciso diagnosticar con las pertinentes propues-
tas en todos estos ámbitos, para que este proceso juegue un papel realmente positivo en la
recuperación y el desarrollo de Africa, para el siglo venidero.
En este orden de ideas, se trata de proponer un modelo de integración el que mejor
encaja con las realidades africanas y a las especificidades de sus problemas políticos, eco-
nómicos y jurídicos.
(1) Se trata de los países del Africa Austral, que coordinaron sus actividades políticas, militares y económicas para
liberarse de la dominación de la Suráfrica del apartheid y de sus agresiones.
Central (CEEAC)2, la Unión del Magreb Árabe (UMA), la Comunidad de Desarrollo de Africa
Austral (SADC), la Zona de Comercio Preferencial de Africa Oriental y Austral (PTA), convertida
en 1993 en Mercado Común del Africa Oriental y Austral (COMESA) como etapa de la unión
aduanera3, etc.
3. Las comisiones hidrológicas, para el aprovechamiento de una región común cons-
tituida por un lago o río internacional, para la coordinación de estudios para el desarrollo de
una cuenca: la Comisión de la Cuenca del río Chad (CBFT), la Alta Autoridad de Liptako-
Gourma (ALGR), la Organización para el Aprovechamiento del Río Gambia (OMVG), la Orga-
nización para el Aprovechamiento del Río Senegal (OMVS), la Organización para el Aprove-
chamiento del Río Kagera (OBK), la Comisión del Río Níger (CFN), etc.
4. Las instituciones financieras y bancarias4 cuyos objetivos son la integración mone-
taria, la ayuda financiera mutua o la financiación de proyectos de desarrollo común: el Banco
de Desarrollo de Africa Occidental (BOAD), el Fondo de Solidaridad Africano (FSA), el Banco
de Desarrollo de los Estados de Africa Central (BDEAC), etc.
5. Los organismos limitados a un sector específico, técnico o de investigación tales
como las uniones de transportes y comunicaciones, las asociaciones culturales y científicas
o de protección de un producto agrícola o de lucha contra una epidemia: Air Afrique, Unión
Panafricana de Telecomunicaciones, Unión Panafricana de Correos, Unión Africana de Ferro-
carriles o los organismos especializados de la OUA, etc.
Desde el punto de vista cronológico, todas estas organizaciones pueden agruparse en
las tres generaciones siguientes:
- Las agrupaciones subregionales de inspiración colonial, o de la primera generación,
por ser creadas sobre la base de las afinidades coloniales: la CEAO, la UDEAC5 , el
Consejo de la Entente, la OCAMM, la EAC y la CEPGL.
- Las agrupaciones de la segunda generación o poscoloniales entre países vecinos con
diferentes tradiciones coloniales, tales como la CEDEAO-ECOWAS, que agrupa a los
(2) La CEEAC fue creada en octubre de 1983, con el objetivo de fusionar a la UDEAC y a la CEPGL. Hasta la cumbre
de Malabo de junio de 1999, esta agrupación no ha podido funcionar por el retraso de los Estados miembros en el
pago de sus contribuciones.
(3) Para un análisis interesante y resumido de estas agrupaciones regionales económicas, véanse Robson (1985),
Tordoff (1997: 260-288), Bidaurragazaga Aurre (1998).
(4) Se suelen excluir de esta clasificación los bancos de la zona del franco, tales como el Banco Central de los Estados
de Africa Occidental (BCEAO) y el Banco de los Estados de Africa Central (BCEAC), por su vinculación con el franco
francés. En la opinión de Bitoumbou (1992: 208), por sus mecanismos esta zona favorece los intercambios verticales
entre los países africanos y Francia en detrimento de los horizontales interafricanos.
(5) Estas dos agrupaciones subregionales se convertirán, más tarde, respectivamente, en Unión Económica y Monetaria
de Africa Occidental (UEMOA), fusión en enero de 1994 entre la CEAO y la UMOA –Unión Monetaria de Africa
Occidental-, instituida en mayo de 1962, y en Comunidad Económica y Monetaria de Africa Central (CEMAC), en marzo
de 1994, que fusiona la Unión Aduanera y Económica de Africa Central (UDEAC) y la Unión Monetaria de Africa Central
(UMAC). Tanto la UEMOA como la CEMAC, dotadas de Parlamentos comunitarios, Tribunales de Justicia, Centros
regionales de derechos humanos, fueron creadas a raíz de la devaluación en un 50% del franco CFA, el 11 de enero
de 1994. La desaparición de la CEAO francófona también fue motivada por el deseo de mantener una única organi-
zación a nivel del Africa Occidental, la CEDEAO, conforme a las recomendaciones del PAL. Cabe recordar que la CEAO
fue creada con el apoyo de Francia, en 1973, para contrarrestar la influencia de Nigeria en Africa Occidental.
(6) Excluimos las agrupaciones creadas por la Suráfrica del apartheid, para satelizar a los países de su entorno, tales
como la Unión Aduanera de Africa Austral (SACU), creada en 1969, o la zona rand, que no fue un proceso de
integración, sino de dominación por un centro político y económico, Suráfrica, frente a los Estados BLNS (Botsuana,
Lesoto, Namibia, y Suazilandia). Sin embargo, y de acuerdo con Mouhoubi (1992: 200), con una Suráfrica democrática,
multirracial y sin ambiciones de dominación, esta moneda puede convertirse en el trampolín de la integración econó-
mica en la zona, que pasa por la previa democratización económica interna de Suráfrica.
(7) La entrada en vigor del Tratado de Abuja fue aplazada para el año 2025.
(8) La SADC fue creada en agosto de 1992 por el tratado de Windhoek en reemplazo de la Conferencia para la
Coordinación del Desarrollo en Africa Austral (SADCC), creada en 1980 por los países de la Línea de Frente, por
razones de seguridad colectiva, y para coordinar la cooperación regional de los proyectos de desarrollo, con la meta
de reducir la dependencia de la región con respecto a la Suráfrica del apartheid
(9) Esta tesis, calificada de “estatalista”, se fundamenta en el derecho internacional público, que considera el Estado
como el único órgano legítimo en el proceso de federalización.
supresión de las fronteras heredadas de la colonización podría abrir la caja de Pandora; por
otra, los que consideran que dicho Estado, que se ha descalificado por sus fracasos tanto en
materia de desarrollo como de democracia, y por convertir, según puntualizan Chabal y Daloz
(1999), el desorden en instrumento político, no tiene la legitimidad para pretender actuar en
nombre de las nacionalidades, que viven por encima de las fronteras artificiales, y que se trata
de recuperar esta ósmosis popular para hacer coincidir el Africa de los Estados con el Africa
de los pueblos, o sea las culturas populares con las fronteras políticas10 , además de ser el
Estado-nación un modelo político anacrónico, cuestionado desde arriba por la mundialización
y desde abajo por el etnicismo. Sólo el Estado federal superaría los conflictos de nacionali-
dades y las ideologías etnicistas11 . Prevalece la primera tendencia, hecho éste que explica la
adhesión de las organizaciones políticas y económicas interafricanas a los principios del
respeto de la soberanía e independencia de cada Estado. O Dicho de otra manera, siguiendo
a Diaïte (1983: 367), estas agrupaciones han sido puestas al servicio de la consolidación del
Estado-nación y de su estabilidad interna, para limitarse a una simple cooperación entre los
Estados. De ahí la resistencia activa y pasiva al proyecto supranacional de los “Estados Unidos
de Africa” de Kwame Nkrumah, reactivado por Gaddafi, y del “Estado federal del Africa negra”
del profesor Cheikh Anta Diop.
En lo internacional, la integración regional viene dictada por una serie de consideracio-
nes políticas, entre ellas: la realización de la unidad africana, la formación de estructuras
políticas regionales en el proceso de consolidación poscolonial, la creación de bloques para
tener un peso en los foros políticos internacionales o para negociar las reformas en los
mercados e instituciones internacionales (McCarthy, 1997: 216, Chazan, et alii, 1999: 310),
en particular para resistir a los intentos de recuperación neocolonialistas por parte de las
grandes potencias. En este contexto, es preciso recalcar también la organización de la defensa
colectiva o el mantenimiento de la paz y seguridad en una región determinada -como en los
casos de la SADCC en el Africa Austral contra las agresiones de la Suráfrica del apartheid ; del
Acuerdo de no Agresión y de Asistencia en materia de Defensa (ANAD), creado en octubre de
1983 para defender los intereses económicos y asegurar la estabilidad interna de los Estados
miembros de la CEAO, y del Pacto de Asistencia Mutua (PAM)12, instituido en mayo de 1981,
(10) Los defensores de esta tesis defienden el punto de vista según el cual la integración, tanto nacional como regional
no se impone, sino que se negocia. Por lo tanto, dicha integración ha de ser asunto de los pueblos, y no de las élites
desvinculadas de sus pueblos y realidades, es decir una especie de “integración orgánica” horizontal a partir de las
fuerzas populares de la sociedad civil, e incluso de la diplomacia tradicional, es decir, la resurrección de las naciones
precoloniales por encima de las fronteras coloniales.
(11) Basándose en los factores culturales, en particular en la lengua swahili, Alí Mazrui (1996: 118ss) defiende esta
tesis para resolver los conflictos entre hutus y tutsis en Ruanda y Burundi, marcados por una profunda bipolarización
etno-política, mediante su federación con Tanzania o Zaire, menos homogéneos que aquellos. Propone la misma
solución para los países del norte de Africa que reúnen los factores potenciales de integración: una misma religión (el
islam), una lengua común (el árabe) y una misma cultura (árabebereber).
(12) Este acuerdo dará lugar a la Ecomog, (ECOWAS Ceasefire Monitoring Group) o la fuerza de interposición de la
CEDEAO, que intervendrá en los conflictos internos de Liberia y Sierra Leona. Estas iniciativas, consideradas como la
participación de los propios africanos a la pax africana, no sólo se convertirán en el instrumento de las ambiciones
hegemónicas regionales y continentales de Nigeria que suministra el grueso de las tropas y de los recursos (Mortimer,
1996: 149), sobre todo durante la dictadura de Sani Abacha, sino que además permitieron a las tropas nigerianas
dedicarse a las prácticas delictivas y agresiones contra la población civil.
para defender los Estados miembros contra una agresión externa, mediar en los conflictos
entre dichos Estados y la intervención política y militar en los conflictos internos fomentados
desde el exterior-, y las necesidades de negociación con los bloques extraafricanos, en par-
ticular con la Unión Europea, como en el caso de la UMA.
3.2. Fundamentos económicos de la integración regional
Al igual que en el caso anterior, los Estados africanos se enfrentan a importantes dificul-
tades económicas, que constituyen obstáculos a su desarrollo: el tamaño insignificante de los
mercados internos en muchos países del continente13, la ausencia de las infraestructuras básicas
y de redes de transportes, y la fuerte dependencia con respecto a las materias primas minerales
y agrícolas, con las consiguientes estructuras económicas de extroversión. Es decir, el continente
se caracteriza por graves deficiencias físicas y de capital humano, que explican el fracaso de
todas las experiencias de desarrollo, desde el modelo autocentrado pasando por el modelo de
economía mixta hasta el modelo liberal basado en los programas de ajuste estructural, que han
profundizado la miseria de los pueblos africanos. Se habló al respecto de la crisis de las teorías
de desarrollo, por haber sufridos todas fracasos de mayúscula proporción.
Africa se ha hundido en las dos últimas décadas en una tremenda crisis de desarrollo,
ilustrada por los datos siguientes: el PNB de todos los países subsaharianos, excluyendo a
Suráfrica, es el equivalente del PNB de Bélgica u Holanda con sus diez millones de habitan-
tes 14, o la mitad del de Gran Bretaña; el 30% de los pobres del mundo que viven el umbral
de pobreza más absoluta, con menos de 1 dólar al día, está en Africa; 41 de los 50 países más
pobres del mundo son africanos; el comercio interafricano sólo representa el 5% del comercio
exterior del continente a causa de las disparidades en los sistemas monetarios y las barreras
comerciales; los países africanos representan menos del 1% del comercio mundial; muchos
Estados africanos son económicamente inviables15 y sobreviven merced a la caridad interna-
cional, y son incapaces de asegurar los gastos de la soberanía nacional e internacional.
Tales características excluyen cualquier posibilidad de desarrollo en solitario, y llaman
al sentido común de la adopción de la integración regional como estrategia de desarrollo o
el camino más adecuado hacia él. Sólo la integración regional puede permitir la creación de
grandes espacios de soberanía económica o mercados internos, la explotación racional de los
recursos comunes y su conversión en riquezas mediante las economías de escala, para con-
seguir el desarrollo endógeno y la autosuficiencia colectiva. En otras palabras, la integración
regional es el instrumento adecuado para realizar el desarrollo autopensado, autofinanciado y
(13) Siete países del Africa Subsahariana tienen una población por debajo de 1 millón, catorce tienen más o menos
cinco millones, y también catorce no tienen litoral o salida al mar.
(14) De ahí la puntualización de Foroutan (1993: 234), para quien tales características justifican la integración econó-
mica de los países africanos, pues es inconcebible que el significado económico de un país como Bélgica esté dividido
en 40 países independientes, contando con cada uno con sus mercados aislados, su administración pública, su
moneda, su Ejército e ineficientes redes de transportes.
(15) La mayoría de estos Estados calificados de “casi-Estados” o “Estados colapsados”, son meras estructuras de
opresión creadas por la colonización por razones de administración y de explotación. No disponen ni de la población
ni de la superficie suficientes, para impulsar un modelo de desarrollo viable.
(16) Es el caso particular de la UMA, que fue concebida más como un instrumento diplomático de los países de Africa
del norte para negociar con la Comunidad Europea, como queda dicho, o para resolver el problema del Sáhara
Occidental. Lo mismo puede decirse de la SADCC, creada en el momento de la confrontación económica y militar con
la Suráfrica del apartheid.
Estado y la primacía de las relaciones verticales de las clases gobernantes sobre las horizon-
tales, constituyen los principales obstáculos para la integración regional en Africa.
Pese a expresar sus buenas intenciones para realizar la unidad africana o la integración
regional, en la práctica los gobiernos africanos han sido celosos de sus soberanías nacionales
a las que no han podido renunciar, total o parcialmente, para favorecer dicho proceso. Todo
lo contrario, han fomentado los nacionalismos exacerbados y xenófobos con respecto a los
ciudadanos de los países vecinos, convertidos en cabezas de turco de los fracasos internos,
llegando hasta el extremo de sus expulsiones masivas, sobre todo en los momentos de crisis,
como sucedió en Nigeria con la expulsión de los naturales de los países de la zona en 1983,
1985 y 1992, en Zambia con la de los inmigrantes del Africa Occidental en 1984, 1991 y 1994,
en Congo-Brazzaville con la de los zaireños en 1993, por citar sólo algunos ejemplos. En
todas partes, en nombre de la soberanía nacional, los gobernantes han definido y/o adoptado
ideologías y estrategias de integración exclusivamente nacionales (el nyayoismo o harembee
en Kenia, la autenticidad en el Congo-Zaire, el ujamaa en Tanzania, el humanismo en Zambia,
etc.), que denotan la ausencia de una ideología panafricana de integración. Han apoyado de
una manera tibia el proceso de integración regional sólo como una alternativa a la pérdida de
la legitimidad interna.
Inspirados en el sistema neopatrimonial, mediante la fusión y confusión del patrimonio
del Estado y de los dirigentes, en el que han basado sus regímenes para el enriquecimiento
personal, los dirigentes africanos destacan por la falta de voluntad política para realizar la
integración regional, convirtiéndose en los principales obstáculos a dicho proceso que han
sistemáticamente torpedeado con sus permanentes luchas de liderazgo regional y el
etnonacionalismo17 . Durante la guerra fría, dichas luchas condujeron a la desaparición de
ciertas organizaciones como la EAC, la única que tuvo “verdaderas instituciones
supranacionales” (Thiam, 1972: 71), o “casi supranacionales”, a causa de las discrepancias
ideológicas y de estrategias de desarrollo entre Tanzania (nacionalismo económico y socialis-
mo africano), Kenia (liberalismo) y Uganda (economía mixta y después dictadura militar) –cf.
Khan, 1985; Eken, 1979, además de las desigualdades de niveles de desarrollo y de la retirada
de la ayuda externa a dicha organización.
Los frecuentes golpes de Estado (unos 60 desde la década de las independencias) y
cambios gubernamentales, junto a los conflictos interétnicos o de nacionalidades, no sólo
impiden el seguimiento de los compromisos regionales, sino que además han absorbido lo
esencial de las energías de los gobiernos africanos para conseguir un mínimo de estabilidad
(17) Muchos de los dirigentes africanos han convertido la etnocracia o la gestión étnica del Estado en modo de
gobierno, apoyándose en los oriundos de sus nacionalidades o provincias respectivas, que ocupan los puestos clave
en el aparato de Estado, y que son los únicos a tener su confianza. Peor, no dudan en acusar a los candidatos o a
sus potenciales rivales en las elecciones presidenciales de ser descendientes de padres naturales de los países vecinos,
para descalificarles y apartarles. Ello, precisamente, está en contra del fomento del espíritu comunitario en los pueblos.
A estos dirigentes, según puntualiza Ropivia (1994: 155 y 157), los etnicistas les niegan cualquier pretensión a la
construcción nacional y regional, por avivar las contradicciones étnicas. Los regímenes autoritarios que han impuesto
en lo interno, violando el derecho a la libertad de sus pueblos con las prácticas etnofascistas, les descalifica para
asumir la misión externa de federación o integración regional.
(18) Sería deseable que estos Parlamentos dispongan no sólo de la facultad de asesoramiento, sino también de la de
control o censura de los órganos supremos de estas organizaciones, las Conferencias de Jefes de Estado y de
Gobierno, que podrían ser llevados ante los tribunales de ambas organizaciones en caso de abusos de derechos
humanos (Quashigah, 1997: 264-265).
(19) Este principio de derecho internacional expresado en la Asamblea General de la ONU, otorga el igual derecho de
voto a todos los Estados, independientemente de su tamaño, demografía y recursos naturales. Pero la interdependen-
cia, y no la independencia, que caracteriza las relaciones económicas internacionales, crea una desigualdad de hecho
entre los Estados en función de estos factores.
crea un verdadero vacío jurídico, que explica la ausencia de base al edificio comunitario,
siendo el Estado africano por sus estructuras y mecanismos un Estado de no Derecho, máxime
cuando las propias Constituciones nacionales carecen de aplicación para sólo servir de ador-
nos para la imagen internacional. Ello viene ilustrado por la ausencia en el sistema africano
o en el derecho internacional africano de un órgano dotado de un poder jurisdiccional. La
Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos20 pone de manifiesto dicha ausen-
cia. Esta Comisión se ha convertido, según el profesor Ndeshyo (citado por Makoundzi-Wolo,
1988: 176-177), en la “Comisión de Derechos de los Estados y de los Jefes de Estado y de
Gobierno”, pues según el autor mencionado (cf. Ndeshyo, 1984: 173), las normas jurídicas del
sistema africano tienen como principal objetivo el fortalecimiento del Estado y de su soberanía,
es decir, el desarrollo del micronacionalismo en contradicción con el ideal de unidad africana.
4.3. Obstáculos económicos
La falta de complementariedad económica entre los países africanos, la ausencia de una
política regional de desarrollo y de moneda común, el inadecuado modelo de integración
librecambista y las instituciones y mecanismos asimétricos (desigual nivel de desarrollo), han
bloqueado la mayoría de las organizaciones interafricanas de las tres o cuatro últimas décadas.
Las economías africanas, monoproductoras y monoexportadoras, siguen manteniendo
las estructuras extrovertidas y dependientes heredadas de la colonización. En otros términos,
dichas economías producen y exportan lo mismo, con los consiguientes debilitamiento del
comercio interafricano, extrema dependencia externa, duplicaciones y deterioración de los
términos de intercambio, tal y como se puede apreciar en los cuadros 1 y 2. En muchas de
estas agrupaciones, con la excepción de la difunta CEAO, el comercio intrarregional es insig-
nificante, pues no supera el promedio del 4%, y que en algunos casos, como los de la UDEAC,
la CEEAC, la URM, la CEPGL, la PTA/COMESA y la SADC, ha retrocedido o se ha estancado,
entre 1979 y 1992, tal y como se puede apreciar en los cuadros 1 y 2.
Las organizaciones interafricanas se caracterizan por la carencia de unas infraestructuras
básicas para la integración, al adoptar los Estados miembros modelos de desarrollo exclusi-
vamente nacionales. Por lo tanto, no existen aún espacios a integrar. Hay que crearlos. Lo que
existe son países subdesarrollados con economías vulnerables y vías de comunicación y
transportes orientadas hacia la exportación de las materias primas a Europa y la importación
de los productos manufacturados procedentes de ella (Robson, 1987: 31). Todo ello hace
difícil el proceso de regionalización, ya que se establece una competición entre los países
africanos para conseguir las divisas, mediante el fortalecimiento del comercio vertical en
detrimento del comercio intrarregional, además de la ausencia a nivel de cada Estado de
mecanismos para apoyar las iniciativas de integración.
(20) Es el único órgano del que está dotada la Carta Africa de Derechos Humanos y de los Pueblos, y que es más un
centro de estudios, dependiente de la Conferencia de Jefes de Estado y de Gobierno, que una jurisdicción.
CUADRO 1
DATOS BÁSICOS DE LAS PRINCIPALES ORGANIZACIONES REGIONALES
AFRICANAS
CUADRO 2
PORCENTAJE DEL COMERCIO INTRARREGIONAL EN LAS EXPORTACIONES
TOTALES DE LAS AGRUPACIONES REGIONALES AFRICANAS
(21) Éstos, como en el caso del Fondo de Cooperación, Compensación y Desarrollo (FCCD) de la CEDEAO, apuntan
a corregir las pérdidas de las que sufren algunos Estados como consecuencia de la aplicación de las disposiciones del
tratado, en particular el favorecer los proyectos y las inversiones en los países más desfavorecidos, y la financiación
de industrias de interés común, es decir, el desarrollo de las infraestructuras regionales. En la práctica, el FCCD ha
sido poco operativo, para no decir decepcionante.
(22) Se trata de los criterios siguientes: la tasa de inflación debe estar por debajo del 10 %, la tasa de déficit
presupuestario en relación con el PIB por debajo del 3 %, los préstamos del Banco central al Estado no deben superar
el 5% de los ingresos presupuestarios anuales, y los bancos centrales deben limitar las fluctuaciones de la tasa de
cambio de la moneda nacional por debajo del 10 %.
(23) Esta organización, que fue la más grande del continente al agrupar a todos los Estados del Africa Austral y
Oriental, se enfrentó a serios problemas políticos (distintas ideologías oficiales con las consiguientes discrepancias en
las estrategias de desarrollo, diferentes alianzas con las potencias extraafricanas, ausencia de entusiasma por la
integración por parte de ciertos países, que preferieron mantener el estatus de observadores), y económicos (desigual
distribución de beneficios y costos de la integración, resultada del desigual nivel de desarrollo entre los Estados
miembros).
(24) Esta situación, además de crear problemas de pagos y de tasas de cambio entre las distintas monedas, favorece
el contrabando entre los países con divisas fuertes (franco CFA) y los con monedas no convertibles, con efectos
negativos en la promoción del comercio oficial intrarregional (cf. Okolo, 1991: 232-247)
(25) Se trata de una moneda de origen colonial (Colonias Francesas de Africa), que se convirtió en 1973 en “Franco
de la Comisión Financiera en Africa”, para el Africa Occidental (UEMOA), y “ Franco de la Cooperación Financiera en
Africa”, para el Africa Central (CEMAC). La estabilidad y convertibilidad de esta moneda, expresión de la “solidaridad
africana” y de la “solidaridad franco-africana”, es un potente factor de inversión en estos países, que tienen acceso
a todas las divisas del mundo y, por lo tanto, a las importaciones de los bienes de equipo, es decir, la integración de
los mercados de capitales de esta zona en el mercado mundial. Sin embargo, favorece al mismo tiempo la huida de
capitales o la exportación de los beneficios de las empresas francesas, así como la excesiva importación de bienes de
consumo en detrimento de los productos locales. La decisión de devaluar en un 50% dicha moneda (100 F CFA = 1FF),
el 11 de enero de 1994, mediante la modificación de la paridad inicial, pone de manifiesto no sólo el abandono por
Francia del paternalismo económico en esta zona o, mejor dicho, su retirada estratégica y progresiva de ella para
orientarse hacia las regiones más dinámicas, sino además manifiesta su visto bueno para el sometimiento de las
economías de estos países a los programas de ajuste estructural de las instituciones de Bretton Woods, que siempre
han considerado al franco CFA como una moneda sobreevaluada que contrastaba con el maldesarrollo de los países
miembros, en particular de Costa de Marfil y de Camerún. Éstos constituyen una carga cada vez más insoportable para
el Tesoro francés (desarrollo del sector informal y del contrabando, pago de sueldos de funcionarios, ausencia de
Estados de Derecho, disminución de mitad de la participación de la zona en el comercio exterior francés, etc.). Ello
pone en entredicho el futuro de dicha moneda, sobre todo con la creación del euro, ya que el Tratado de Maastricht
no la menciona por ninguna parte, aunque reconozca a Francia el poder de “emitir monedas en sus territorios de
ultramar”. Además, la existencia del franco CFA, que es una integración monetaria que debería culminar la unión
económica, no ha favorecido “la integración efectiva de bienes y de factores de mercado” (Foroutan, 1993: 239). Todo
lo contrario, desvaloriza las monedas autónomas de los países vecinos, tales como la naira nigeriana o el franco
congoleño. (Sobre el balance del franco CFA, sus ventajas y desventajas, véanse Brasseur y Engelhard, 1985: 511-520;
Neurisse, 1987; Delage y Massiera, 1994; y Godeau, 1994).
Sin embargo, según subraya Guillaumont (citado por Hugon, 1993:101), durante las dos
primeras décadas de su independencia, los países de la zona del franco CFA conocieron una
gran estabilidad de cambio y mejores resultados económicos en su comercio exterior que los
países que no forman parte de ella y con monedas inconvertibles, e incluso consiguieron entre
1975 y 1985 una tasa de crecimiento anual del PNB del 4,6% contra el 1,4% en estos últimos
(Clément, citado por McCarthy, 1996: 222).
Con el reemplazo del franco francés por el euro, creado en enero de 1999, y que entrará
en vigor en julio de 2002, el franco CFA será vinculado con el euro y seguirá beneficiando de
los principios de paridad fija y de garantía de convertibilidad, ya establecida en el marco de la
cooperación con el franco francés (o la vinculación del franco CFA a la zona euro por mediación
del franco francés), confirmada por el tratado de Maastricht, en su artículo 234. El principal
problema al que se enfrentarán los países de la zona CFA es la aplicación de los criterios de
convergencia (reducción del déficit público anual, de la deuda pública y el control de la inflación
y de las tasas de interés), condiciones difíciles de cumplir por estos países, generalmente carac-
terizados por la indisciplina presupuestaria y la ausencia de buena gobernabilidad, y que podría
conducir a su exclusión de la cooperación monetaria con la Unión Europea. Otro problema
añadido podría ser la devaluación del franco CFA, para ajustarla al euro, con graves consecuen-
cias sobre las exportaciones y la deuda externa de los países africanos. Los aspectos positivos,
además de constituir la zona del franco CFA un espacio monetario único de 15 países26 , resul-
tarían de la estabilidad nacida de la pertenencia a una zona monetaria fuerte o la zona euro, el
acceso al mercado europeo basado en una única tasa de cambio, la financiación de las expor-
taciones en una divisa fuerte que sustituiría al dólar evitando el pago de las comisiones por parte
de los empresarios africanos, y el aprendizaje de las buenas reglas de gestión presupuestaria,
conforme a las exigencias de Maastricht, por los Estados africanos.
En definitiva, según subraya Lelart (1998: 210ss), el euro podría contribuir a la
dinamización de las cámaras de compensación de las distintas zonas del continente convir-
tiéndose en una moneda de pago, a la estabilización de las monedas africanas no convertibles
como moneda de referencia en los intercambios y, por lo tanto, al fortalecimiento de la
integración económica de dichas zonas27. Se habla incluso del “afreuro” o del “afrecu” (inte-
gración del franco CFA en el euro) destinado a favorecer la integración regional en Africa, en
el marco de la cooperación entre Europa y Africa o de relaciones euroafricanas, evitando los
extremos y consecuencias negativas de la mundialización y de los nacionalismos (Hugon,
1994:189). El futuro de la zona CFA es pues una incógnita. Se bajan tres posibilidades (Stern,
1998: 4): su desaparición pura y simple, su readaptación a los nuevos acuerdos o el fortale-
cimiento de las relaciones ya existentes.
Es preciso recordar que existe una tendencia cada vez más fuerte por parte de los
africanos de liberarse de la dominación extranjera para conseguir una autonomía monetaria y
(26) Se trata de Benin, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guinea-Bissau, Malí, Níger, Senegal y Togo (UEMOA), Camerún,
Centroáfrica, Congo-Brazzaville, Gabón, Guinea Ecuatorial y Chad (CEMAC), y Comores.
(27) Véase también Hugon, 1998: 392.
(28) Estas devaluaciones, impuestas por el Banco Mundial y el FMI para fomentar las exportaciones y la sustitución
de importaciones en las actividades nacionales, o sea para hacer más competitivas las economías de la zona, han
tenido efectos contrarios al fundamentarse dichas economías en los productos básicos, controlados por las multi-
nacionales, y en excedentes en los mercados internacionales.
(29) Prueba de ello es que los jefes de Estado no sólo acuden más a las cumbres de la francofonía o de la
commonwealth que a las panafricanas, como queda subrayado, sino que además no aplican en sus políticas econó-
micas nacionales las recomendaciones del PAL, adoptadas por ellos mismos, y basadas en la integración regional o
la autosuficiencia colectiva (collective self-reliance) como estrategia de desarrollo, y consideradas como una “profesión
de fe en el regionalismo”. Sin embargo, en la práctica, se remiten a los programas de ajuste estructural del Banco
Mundial y del FMI, que les imponen las duras leyes del mercado, para tener acceso a sus préstamos.
(30) Los tratados de estas nuevas instituciones, dotadas de la supranacionalidad en el aspecto de política monetaria, se
inspiran ampliamente en los Tratados de Maastricht y de Roma, modificado por el Acta Única, para pasar de las uniones
monetarias tuleladas a las uniones aduaneras, con la meta de crear una moneda única verdaderamente regional y liberada
progresivamente de la tutela del Tesoro francés (cf. Hugon, 1998: 371). Existen presiones cada vez más fuerte para la
ampliación de estas uniones a otros países del Africa Occidental y del Africa Central, para crear una única unión económica
y monetaria africana, mediante la revitalización y el fortalecimiento de las actividades de las cámaras de compensación
del Africa Occidental (WACH), del Africa Central (CACH), y del Africa Austral y Oriental (CCH) a las que se deberían juntar
los demás países no miembros, que podrían también crear sus propios acuerdos de compensación.
Además, según recuerda Schoeman (1999: 178-179), este modelo supone la cesión de
la soberanía en ciertas áreas económicas a los órganos comunes o supranacionales, y se
esperan los resultados a largo plazo, mientras que en Africa existe un fuerte apego a la
autonomía nacional, expresión de la soberanía y de la identidad nacionales31 , y se espera de
la integración regional, puesta al servicio de dicha economía, resultados a corto plazo.
De todo ello, es obvio que el modelo librecambista, que es la culminación de una previa
creación de infraestructuras básicas y de la capacidad de producción, no es el más apropiado
ni para la promoción de la integración regional ni para la realización de los objetivos de
desarrollo de los países africanos. Se ha de enfatizar ante todo en la construcción de
infraestructuras físicas y de producción complementarias, para vincular a los pueblos y a los
países africanos, sobre todo en los aspectos en los que éstos pueden sacar beneficios inme-
diatos, tales como las industrias de fábrica de las herramientas agrícolas, de los materiales de
construcción y de productos farmacéuticos, de la rehabilitación de las agrupaciones sectoria-
les y comisiones hidrológicas mucho más cercanas a las preocupaciones y necesidades dia-
rias de los ciudadanos, además de la construcción de las vías de comunicación horizontales
(construcción de carreteras regionales, creación de compañías en las áreas comunes, y coor-
dinación de sistemas de ferrocarriles, por ejemplo), para vincular a los pueblos y los espacios
regionales.
En este orden de ideas, y de acuerdo con el profesor Asante (1991: 103 y 109), la
integración por el mercado o la liberación del comercio no es el más apropiado o viable para
las subdesarrolladas economías africanas por generar relaciones asimétricas de intercambios,
por fomentar la polarización y la dependencia, y sólo por aprovechar a las multinacionales; es
decir, es generadora de la inestabilidad y la desintegración. Según el mismo autor, el enfoque
que combina de una manera interdependiente la integración de las infraestructuras físicas, la
integración de las estructuras de producción y la integración de los mercados africanos, es el
más idóneo para dichos países.
Abundando en el mismo sentido, Mistry (1996) manifiesta que la integración por el
comercio, sin una previa política regional de producción tal y como se experimenta en las
organizaciones africanas, explica los insignificantes resultados cosechados por la integración
regional tanto en su enfoque de promoción de intercambios como en él de producción (véase
anexo II). Se debería combinar ambos procesos de integración para desarrollar una industria
básica manufacturera. Además, las disparidades en las estructuras aduaneras bloquean el
comercio regional y dificultan la armonización (Aryeetey, 1998. 140, véase también Foroutan,
1993: 239 y 265), máxime cuando los países africanos se caracterizan por importantes dife-
rencias de ingresos per cápita, por la falta de complementariedad económica y por ineficientes
e inadecuados mecanismos de compensación en vigor. Sus estructuras de producción son
tales que no tienen nada, o poco, que intercambiar, al producir lo mismo, y se resisten a
eliminar las barreras aduaneras a causa de la desigual distribución de beneficios y costos de
(31) De ahí el desarrollo de los nacionalismos exacerbados rivales, para controlar o acapararse de los recursos internos
y externos, fuentes de los conflictos fronterizos entre los Estados (cf. Langhammer y Hiemmenz, 1990: 14).
la integración entre los socios, con grandes diferencias económicas. El resultado, tal y como
destaca en el cuadro 3, es el desarrollo de los intercambios verticales con los países de la
Unión Europea y del resto del mundo, que constiuyen en la mayoría de los casos más de la
mitad del comercio externo, en detrimento de los horizontales. Esta tendencia se explica por
el carácter extrovertido y dependiente de materias primas de las economías africanas.
CUADRO 3
DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE LOS INTERCAMBIOS COMERCIALES DE
ALGUNAS AGRUPACIONES AFRICANAS
(32) Sobre los problemas generados por la coexistencia de todas estas agrupaciones en una misma zona, véase
Gonçalves (1999: 183-184).
de libre comercio, que benefician a países como Zimbabue dotado de una importante base
industrial (Kasekende y Abuka, 1998: 480). En el otro extremo, las compensaciones pagadas por
Suráfrica a los pequeños países de la SACU, que las han convertido en su principal fuente de
ingresos, como consecuencia de las pérdidas nacidas de la polarización de los intercambios por
Suráfrica y de las desigualdades de desarrollo, crean un sentimiento de frustración en los cír-
culos de poder surafricanos, según subrayan Mwase y Maasdrop (citados por McCarthy, 1999:
33), al considerar que su país saca más costes que beneficios en dicha organización.
Existe un potencial conflicto entre la COMESA y la SADC. La COMESA, que integra a
23 Estados de Africa Austral y Oriental (9 desde su conversión en zona de libre comercio el
31 de octubre de 2000) con distintos niveles de desarrollo y grandes diversidades de capa-
cidades económicas y de ingresos per cápita y culturales, desde los países más industrializados
(Kenia, Mauricio y Zimbabue) hasta los países menos avanzados (Yibuti, Etiopía, Somalia y
Uganda), orienta su acción hacia la creación de la Comunidad Económica Africana, recomen-
dada por el Plan de Acción de Lagos (1980), prevista para el año 2000 y aplazada para el
2025, y que pasa por la creación de una única agrupación en Africa Austral y Oriental al igual
que en las demás regiones del continente, mientras que los Estados miembros de la SADC que
sacan intereses directos en el enfoque de integración de esta organización, basado en los
proyectos de desarrollo nacionales, son reacios al proyecto global de la COMESA favorable
a la creación de las infraestructuras regionales y a la coordinación de las políticas
macroeconómicas de los Estados miembros (Kasekende y Abuka, 1998: 481). Además, las
ventajas que sacan de sus relaciones con Suráfrica, explican la hostilidad de los Estados
miembros de la SADC hacia la COMESA, por absorber ésta el grueso de los fondos de la
ayuda externa destinados a la zona, y por su insistencia en el enfoque librecambista o la
eliminación progresiva de los derechos arancelarios en el comercio entre los Estados miem-
bros (supresión total en octubre de 2000), pese a las ya mencionadas desigualdades de
desarrollo que existen entre ellos. Ello ha conducido a la recién retirada de Tanzania, que se
siente perjudicada por dicho enfoque o por la conversión de la COMESA en un área de libre
comercio. A ello cabe añadir la clara polarización del proceso de integración de la SADC por
Suráfrica en detrimento de la COMESA, en particular las relaciones privilegiadas que este país
mantiene con los países BLNS, convertidos en satélites durante el régimen del apartheid con
el que crearon, con excepción de Botsuana cuya moneda nacional, la pula, es convertible, la
Zona Monetaria del Rand (RMA). Dicha zona fue convertida en 1986 en la Zona Monetaria
Común (CMA), para tomar la forma de una verdadera integración monetaria, desde 1992, con
los acuerdos monetarios bilaterales firmados por Suráfrica con cada uno de estos países, y en
particular con Namibia que se dotó después con su propia moneda. En la actualidad, existe
una libre circulación de capitales entre estos países que tienen acceso a los mercados de
capitales en Suráfrica. La SACU y la CMA constituyen las formas de integración económica
más avanzada en la zona (cf. McCarthy, 1998: 227-240), pues han creado un verdadero
mercado común con un arancel exterior común (TEC), la libre circulación de bienes y servicios
y un sistema de reparto de los ingresos aduaneros. La decisión de Suráfrica de no adherirse
a la COMESA ha puesto en entredicho el futuro de esta organización, que expresa su clara
hostilidad al liderazgo de Suráfrica en el Africa Austral.
Existen, pues, en la zona importantes rivalidades entre la SADC y la COMESA, y una cierta
duplicación de sus actividades. Hay una ausencia total de intereses comunes en esta última. La
primera, creada para reducir la independencia económica con respecto a Suráfrica, ha integrado
en la actualidad a ésta convertida en el motor de la integración regional. La SADC sigue man-
teniendo su enfoque de coordinación y armonización de las inversiones en los sectores especí-
ficos (en particular en los transportes y telecomunicaciones) junto a otro gradual de integración
por el mercado, siendo el objetivo fortalecerse como la primera y principal organización del Africa
Austral. Por su parte, la COMESA, hija del proyecto panafricanista supranacional de la OUA y de
la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Africa (ECA), se ve obstaculizada en su
enfoque de integración por el mercado con metas supranacionales, por abarcar una región
mucho más amplia caracterizada por graves deficiencias de infraestructuras de transportes, con
países menos avanzados (sólo 5 de los 23 Estados miembros tienen un PNB per cápita por
encima de los 300 $, y 6 tienen una población por debajo de los 2 millones de habitantes), las
distorsiones entre la multitud de monedas nacionales sobreevaluadas, inconvertibles y sin una
tasa fija de cambio junto a las grandes disparidades de nivel de industrialización, la dependencia
de muchos Estados miembros con respecto a los derechos aduaneros, y el desarrollo de los
mercados paralelos (Kasekende y Abuka, 1998: 477-480). Todos estos inconvenientes tornan a
la COMESA en un espacio poco atractivo para el comercio y para las inversiones externas, y
aniquilan o reducen sensiblemente la implantación de sus decisiones. Su enfoque de integración
se ha convertido en un freno de la misma.
En definitiva, la divergencia de intereses de los Estados miembros hacia ambas organiza-
ciones se explica fundamentalmente por el hecho de que la SADC(C), creada en la época de la
lucha contra el apartheid ha creado importantes lazos de solidaridad, con el consiguiente forta-
lecimiento de la identidad y cohesión regionales, entre sus integrantes, mientras que la COMESA
recomendada desde arriba por la ECA y por la OUA, sobre la base de las consideraciones y
criterios geográficos, es interpretada como una pesada burocracia alejada de los intereses con-
cretos de los Estados del Africa Austral, que no se identifican con ella. Según puntualiza Foroutan
(1993: 249), la política de desestabilización de la Suráfrica del apartheid ha tenido dos efectos
positivos para el Africa Austral, y la SADC(C) en particular: ha creado una cohesión entre los
Estados de la región, y ha generado más simpatía de la comunidad internacional hacia la
SADC(C), con el consiguiente aumento de la ayuda hacia los países de la zona.
Una de las soluciones que se está barajando, consiste en aprovechar la actual tendencia
favorable al libre comercio, para conseguir beneficios más allá de las fronteras nacionales y
convertir el sector privado en el motor de la integración regional, limitando el papel del Estado
a una intervención moderada para controlar el mercado (Kasekende y Abuka, 1998: 487). Esta
liberalización de los mercados ya es un hecho mediante la actual penetración surafricana de
los sectores de minería, banco, transporte aéreo y ferroviario, telecomunicaciones, cervecería,
supermercados, turismo y ganadería, etc., de la casi totalidad de los Estados miembros. Es una
clara conversión de los países de la zona en mercados de Suráfrica, que saldrá beneficiada de
la liberalización en detrimento de sus socios por las propias leyes del mercado, y por el propio
fracaso de las experiencias de integración librecambista en el continente. De este modo, se
está pidiendo en el seno de la SADC un protocolo complementario sobre la política de las
inversiones regionales con el fin de facilitar a corto plazo los movimientos de capitales, la
creación de una cámara de pagos destinada a compensar las desigualdades de desarrollo en
la zona33 (a la manera del sistema vigente en la SACU), y la reducción de la polarización de
los intercambios a favor de Suráfrica.
La concentración de los medios de transportes y de comunicación en Suráfrica, junto
a la proximidad geográfica con los países de la SADC y la mayor capacidad de producción de
este país, le dan una clara ventaja sobre sus socios, es decir la facultad de beneficiarse en
solitario del crecimiento por tener totalmente a su favor los intercambios comerciales de la
zona. Las importaciones de aquéllos desde Suráfrica superan ampliamente sus exportaciones
hacia este país, que ha conseguido aumentar en más del 250 % la penetración comercial del
Africa Austral, para el periodo que se extiende entre 1988 y 1994. El resultado es una clara
asfixia económica de su único competidor en la zona, Zimbabue, así como el permanente
déficit comercial y la desindustrialización de los demás países. Esta situación conlleva dos
graves consecuencias: la concentración de la producción de la zona en Suráfrica convertida
en un centro, y la exclusión de las zonas rurales en la propia Suráfrica donde amplias capas
de la población viven en condiciones de subdesarrollo y de pobreza similares a las de los
demás países africanos (McCarthy, 1999: 30-31).
El enfoque minimalista, flexible y funcional, con menos estructuras administrativas de
la SADC(C), basado en la coordinación y la cooperación sectorial, parece el más adecuado
para los países africanos. Sin realizar todas sus metas, en particular la reducción de la depen-
dencia con respecto a Suráfrica y el desarrollo del sector de los transportes, la SADC ha
conseguido crear un sentimiento comunitario entre sus miembros y una sólida identidad entre
sus élites, ambos requisitos fundamentales para la integración regional, que son totalmente
inexistentes en la COMESA, con su enfoque maximalista para el que los Estados africanos no
reúnen las capacidades institucionales y técnicas junto a los apegos a la soberanía nacional.
Concebida como una organización de seguridad para hacer frente a las agresiones
económicas y militares de la Suráfrica del apartheid, la SADC se está convirtiendo, a su
manera, en un marco de resolución de conflictos en el Africa Austral, con resultados decep-
cionantes por la indiferencia de las grandes potencias, el poco compromiso de Suráfrica que
dispone de importantes efectivos y medios militares para resolverlos, y el optar por la solución
militar por los propios beligerantes. Ello viene ilustrado por los casos de Angola y del Congo-
Zaire, en los que el moribundo órgano de resolución de conflictos de la SADC (Órgano de
Políticas de Defensa y Seguridad), creado en enero de 1996, para intervenir en los conflictos
y encargarse de las operaciones de mantenimiento de la paz en la región, no pudo hacer nada,
por la ausencia de una estructura permanente de resolución de conflictos, de una política
exterior y de defensa común, de estatutos que definen los criterios de su mandato, y el bloqueo
creado por la rivalidad entre Suráfrica y Zimbabue para presidir dicho Órgano (Cilliers y Mills,
(33) Existen distintos niveles de desarrollo en esta organización: Suráfrica es el país más industrializado; Angola,
Lesotho, Malaui, Mozambique, la RDC, Tanzania y Zambia forman parte de los países menos avanzados; Botsuana,
Mauricio, Namibia, Suazilandia, Seychelles y Zimbabue ocupan una posición intermedia.
1999: 6-7). La continuación de estas guerras es una prueba suficiente de su falta de efecti-
vidad.
Es obvio que la ampliación de la SADC a la RDC no sólo ha dividido esta organización,
por posicionarse distintamente los países miembros con respecto al conflicto de este país, sino
que además la ha debilitado como un instrumento de integración económica y de garante de la
seguridad en la región (Cilliers, 1999: 144), que difícilmente podría convertirse en un área de
libre comercio en el año 2004, según el calendario recomendado por la Unión Europea.
A los problemas tradicionales de la zona, en particular él de las desigualdades de
desarrollo entre los Estados miembros, y el peso abrumador de Suráfrica (cuyo PIB representa
el 80% del de todos los países de la SADC unidos, superándole en el indicio de desarrollo
humano sólo países como Seychelles y Mauricio, a causa de la exclusión de la mayoría negra
durante el sistema del apartheid), tal y como se refleja en el cuadro 4, se han añadido otros
de gran magnitud de la RDC, hundida en un tremendo marasmo económico y en una profunda
crisis política, como consecuencia de varias décadas de mal gobierno y saqueo. La incorpora-
ción de este país, apoyada por Mugabe para crear un contrapeso a la dominación de Suráfrica
y conseguir nuevos mercados para la economía de su país, y por Mandela para apoyar la
política del “renacimiento africano”, ha traído más problemas que alivios.
CUADRO 4
DATOS BÁSICOS DE LOS PAÍSES DE LA SADC
CUADRO 4
DATOS BÁSICOS DE LOS PAÍSES DE LA SADC (CONTINUACIÓN)
(34) Antes de la adhesión de Seychelles, Mauricio y la RDC a la SADC, Suráfrica representaba el 40% de la población
y el 20% de la superficie totales de la región, con un PNB tres veces mayor al de los países de la SADC unidos (y
de Nigeria, que es la segunda economía más grande del Africa Subsahariana), y una renta per cápita siete veces mayor
al promedio de las de los demás Estados miembros (Ohlson, 1996: 25). Es decir, más o menos el equivalente de la
renta per cápita de Brasil o México.
(35) Ya en 1991, el entonces director de relaciones internacionales del ANC y actual presidente de Suráfrica, Thabo Mbeki,
dejó clara la incapacidad de ayuda de Suráfrica a los países de la zona, al manifestar que los problemas de Suráfrica son
numerosos y prioritarios para que se ocupe de inmediato de los problemas de los demás (Cf. Thompson, 1992: 274-275).
Es también el punto de vista del profesor Ibbo Mandaza (1996: 90) quien, contra la euforia y la ilusión suscitadas para
la liberación de Suráfrica, considerada por muchos analistas como el futuro motor de la integración económica del Africa
Austral, recordó que esta nación es ante todo un país del Tercer Mundo con sus problemas internos.
Pese a nuestra apuesta o preferencia por la segunda opción, que parece ser la más
sensata en la situación actual de Africa y de las propias exigencias de un mundo cada vez más
competitivo, donde no hay sitio para los más débiles, opinamos que ambas tesis se funda-
mentan en las verdades a medias, y que se trata de conciliar.
El Estado africano, por su debilidad intrínseca y por convertirse en instrumento de
depredación que explica la triste contradicción entre la pauperización de los pueblos africanos,
entre los que se han creado barreras con el etnonacionalismo y la retribalización, y las rique-
zas del continente en recursos naturales, se ha desacreditado para movilizar las energías y los
recursos con el fin de canalizarlos hacia la realización de una integración regional fiable. Sin
embargo, la propia realidad del sistema internacional (ONU) y del derecho interafricano (OUA),
sólo reconoce a los Estados o a los Estados-nación (state-centric view of international
system)36, y no a los pueblos, como los principales protagonistas del proceso de exofederación
por ser los únicos en poseer la soberanía y, por lo tanto, los únicos habilitados para la
creación de nuevos actores de relaciones internacionales, por naturaleza interestatales o cen-
tradas en los Estados.
Partiendo de esta cruda realidad, se impone una serie de reestructuraciones internas y
externas basadas en la institucionalización de prácticas populares, a saber: la integración de
la economía informal popular en la economía oficial o formal, el favorecer la participación
popular en el ejercicio del poder y, por extrapolación, en el proceso de integración. Dicho de
otra manera, se ha de realizar en lo interno la democratización económica, política y social,
el abandono por los dirigentes de sus alianzas externas a favor de la solidaridad africana. El
objetivo es crear un Estado fuerte, popular y democrático como motor de la integración
regional, pues, según McCarthy (1997: 230), sólo los Estados fuertes y bien gobernados, y
sin grandes diferencias en los sistemas políticos y económicos, pueden conseguir un regio-
(36) Este modelo, vigente hasta hace poco, retrocede cada vez más por varias razones expuestas a continuación (cf.
Delmas, 1995: 140ss; Olatunde Ojo, 1985: 18ss). La proliferación o inflación de los Estados, creados sobre la base
del reconocimiento del derecho de las minorías a crear sus propios Estados, desembocando en una verdadera “anar-
quía de las soberanías”, y por la mundialización de la democracia, de los derechos humanos y de la economía de
mercado, crea una crisis sistémica en las actuales relaciones internacionales y quita el protagonismo al Estado debi-
litado por la globalización y la localización, con la consiguiente pérdida de la influencia del sistema estatal a causa de
la crisis de los Estados. Sin embargo, éstos existen más por su reconocimiento por otros Estados que por la repre-
sentación organizada de una nación. Dicha inflación también se explica por fundamentarse el sistema jurídico inter-
nacional en la primacía absoluta de los Estados y sus soberanías, en detrimento de los derechos de los pueblos
reconocidos de una manera tibia en las resoluciones, declaraciones y otros documentos de intención. Por lo tanto, por
ser reconocido y tener protagonismo, cada pueblo aspira a crear su propio Estado. Por otra parte, la incapacidad de
muchos Estados para asumir sus funciones, la interdependencia generada por la revolución electrónica (autopistas de
la información con Internet), tecnológica o nuclear en cuanto a la seguridad y al bienestar de las personas por encima
de los Estados, el temor de fortalecer el Estado y sus intereses que le puede convertir en un monstruo en contra de
los individuos, y el protagonismo de las entidades no estatales, tales como los movimientos o instituciones religiosos
y las multinacionales, cada vez más importantes que muchos Estados tanto desde el punto de vista cultural como
desde el punto de vista económico; todas estas razones explican hoy la existencia de la multitud de actores interna-
cionales, privados y oficiales, que quitan el protagonismo a los Estados. Según recuerda de una manera acertada
Marcel Merle (1995: 93), estamos todavía lejos de la democratización de las relaciones internacionales, pues los
individuos que participan en las actividades internacionales antes que ciudadanos del mundo, son nacionales de un
Estado, el único al que se reconoce el derecho de ratificar los tratados, el derecho de guerra, el derecho de represen-
tación, el derecho de ejercer la justicia y la exclusividad de la competencia territorial.
nalismo próspero. Y en el estado actual de las cosas, las aspiraciones de los pueblos cons-
tituyen este denominador común político y económico. No sólo, como afirma Edgar Pisani
(1989: 218), la geografía y la historia han dividido el continente en grandes regiones cohe-
rentes culturales (oeste, centro, este, sur y norte) 37, sino que además los pueblos actúan por
encima de las fronteras artificiales y contra las barreras aduaneras, aplicando a su manera la
libre circulación de personas, bienes y capitales, mediante las migraciones y los intercambios
o ajustes populares, que los Estados o sus dirigentes no han podido concretar, y que se trata
ahora de institucionalizar. Dicho de otra manera, la pertinencia de esta última opción se
explica por el hecho de que el Estado africano, que es un “casi-Estado” -Quasi-State- (Jackson,
1990), sufre de graves carencias que le impiden asumir las cargas de la soberanía, y no reúne
todos los atributos de un Estado normal, por sus fronteras imprecisas, poblaciones cambian-
tes, gobiernos centrales ineficientes, e incluso criminalizados e informalizados, y por su ex-
trema dependencia externa.
Para apoyar lo anteriormente dicho e inspirándose en el espíritu comunitario popular del
Africa precolonial sin fronteras, el profesor Joseph Ki-Zerbo (1980: 981) considera que “un
referéndum sincero en los diferentes Estados daría, sin lugar a dudas, y en casi todos los
países una inmensa mayoría en pro de la unidad” (cf. también Chazan et alii, 1999: 311). El
obstáculo a dicha unidad lo constituyen los dirigentes por sus preocupaciones políticas per-
sonales, y la ambigüedad de sus decisiones reducidas a meras declaraciones de intenciones
(Kabamba, 1979: 58).
Una vez realizados estos requisitos internos, el Estado ha de adoptar nuevos mecanis-
mos regionales políticos (difusión a todos los niveles del mensaje de unión o comunidad,
adopción de una diplomacia común para tener un peso en el sistema internacional, dotación
de importantes poderes de iniciativas de promoción de la construcción comunitaria a los
secretarios generales de las agrupaciones panafricanas, instauración de mecanismos de pre-
vención y resolución de conflictos intra e interestatales con la misión de promover la demo-
cracia y el respeto de derechos humanos, creación de Parlamentos regionales encargados de
favorecer la cesión por los Estados miembros de sus soberanías a los órganos comunitarios,
y de control de éstos), jurídicos (abandono del principio de la unanimidad, creación de ins-
tituciones y tribunales regionales supranacionales), y económicos (instauración de meca-
nismos reales y eficaces de compensación para hacer beneficiar a todos de la integración que,
de este modo, se convertirá en un proceso irreversible, realización de proyectos e
infraestructuras regionales, adopción de políticas macroeconómicas e industriales destinadas
a favorecer la interconexión entre las distintas economías nacionales, creación de una moneda
común, participación de los pueblos en el desarrollo a nivel nacional y regional).
Sin recomendar el abandono total de la integración librecambista, sugerimos su man-
tenimiento no como un objetivo en sí, sino como un mecanismo o etapa para crear un espíritu
(37) Es lo que Schulders (1990: 31ss) califica de “Africa de las Regiones”, que presentan un cierto número de factores
comunes que pueden recuperarse para promover las uniones, las comunidades y las agrupaciones económicas regio-
nales. Sin o con los dirigentes, una integración regional inédita desde los cimientos o los pueblos ya ha empezado en
Africa.
comunitario. Por ello ha de acompañarse, según sugiere Robinson (1996), con la cooperación
regional en la inversión en las infraestructuras de formación e investigación, que pueden
beneficiar a todos los Estados miembros independientemente de su tamaño y nivel de desa-
rrollo, y de paso resolver el problema de compensación mediante la reducción por los Estados
de su dependencia con respecto a los ingresos procedentes de los derechos aduaneros38.
La CEA, que se fundamenta en el modelo de integración por el mercado, debe evolu-
cionar hacia la integración por la producción y la armonización de las políticas fiscales y
monetarias (Aryeetey, 1998: 141), por abarcar todo el continente, o al menos combinando
todas estos enfoques, como queda subrayado. Por lo tanto, la OUA a la que está sometida ha
de cambiar sus principios y estructuras, para favorecer la supranacionalidad. Y para evitar la
duplicación, el burocratismo y la confusión de las funciones, siendo la meta crear una única
institución encargada de la gestión de los problemas del continente y en particular de la
integración regional, se ha de proceder, según la propuesta de N´Guettia Kouassi (199: 111-
112), o bien a la sustitución de la OUA por la CEA, bien a la incorporación de ésta en la
primera. La nueva organización, así creada, o sea la “Unión africana” recomendada por Gaddafi,
será dotada de un poder supranacional, con capacidad de tomar sanciones, y de un Parlamen-
to panafricano, en representación de los pueblos, y se basará en el principio de mayoría y no
de unanimidad.
En la opinión de Alí Mazrui (1996: 124-125), en Africa, la integración regional, que él
somete a la previa instauración de la democracia, ha de ser al mismo tiempo económica
(liderada por Suráfrica por su poderío económico y que jugaría el mismo papel que Francia
y Alemania en la creación de la Comunidad Económica Europea), cultural (mediante la adop-
ción de una lingua franca, que podría ser el swahili, hablado por 100 millones de personas,
y por su imparable expansión en el continente), política (con un papel motor de los países de
Africa del norte39 por tener factores potenciales de integración en torno a la religión, la lengua,
(38) Algunos autores sugieren la unión o la integración con los países del Norte (Unión Europea, EE.UU), para
beneficiarse de la liberalización global y, sobre todo, para financiar con la ayuda los proyectos industriales y las
infraestructuras regionales así como los sistemas de compensación. Efectivamente, las pocas experiencias de integra-
ción regional que han tenido un cierto éxito son las que han beneficiado de la asistencia técnica y financiera de los
países del Norte, en particular las organizaciones técnicas o de prestación de servicios, tales como el CILSS o Air
Afrique. Por esta razón, se aboga cada vez por la unión monetaria euroafricana o la creación del afreuro o afrecu (al
que hemos aludido más arriba), encargado de asegurar la convertibilidad de las monedas nacionales. Sin embargo, esta
propuesta tiene el inconveniente de ir a contracorriente del espíritu de desarrollo autosuficiente o de autosuficiencia
colectiva, considerado como el objetivo prioritario de la integración regional (cf. Aryeetey, 1998: 142-143). Por lo tanto,
la propuesta de Ouane (1990: 44-45), de una gestión concertada o colectiva de la oferta y de la diversificación de las
materias primas, cuyo el 60 % de la producción procede del continente, tiene cada vez más fuerza para conseguir no
sólo importantes beneficios para todos, sino también la estabilización o el aumento de sus precios en los mercados
internacionales y liberarse de la explotación de las multinacionales. Esta estrategia de alianzas económicas supone una
previa adopción de políticas comunes de inversiones regionales y la armonización de políticas nacionales de produc-
ción y comercialización de productos básicos.
(39) Sin embargo, ciertos países de esta zona manifiestan su claro interés más hacia Europa -con las negociaciones
bilaterales con la Unión Europea (Marruecos y Túnez) y las “conferencias 5 + 5” entre los países europeos y magrebíes
del Mediterráneo Occidental-, y el Oriente Medio (Egipto), que hacia el Africa Subsahariana. Además, los países del
norte de Africa, y en particular los de la UMA, siempre se han caracterizado, en las 3 ó 4 últimas décadas, por
profundas divergencias que bloquean el proceso de integración o el discurso magrebino, entre ellos: los nacionalismos
exacerbados, los conflictos o rivalidades entre las élites en el poder, la creación de uniones bilaterales o de bloques
antagónicos destinados a aislar a los demás, las reveindicaciones territoriales, el debilitamiento o ingobernabilidad de
la cultura y una historia comunes), y militar (con un papel preponderante del Africa Occidental
por el antecedente del Ecomog que, pese a sus fallos, encarna la manifestación pionera en la
instauración de la Pax Africana, condición previa en el proceso de integración regional).
Dicho de otra manera, en las perspectivas de Edem Kodjo (1985), se trata de crear unos
polos de integración en torno a los grandes Estados con una importante proyección regional
económica, política, cultural y militar, conforme a las regiones geo-culturales del continente
(Suráfrica en Africa Austral, el Congo-Zaire en Africa Central, Nigeria en Africa Occidental,
Etiopía en el Cuerno de Africa y Egipto en el Africa del norte) 40, Estados que absorberían por
osmosis a los pequeños Estados de su entorno, por la vía diplomática (panafricanismo de
integración) y no militar (panafricanismo armado).
CONCLUSIONES
El resultado de los tres o cuatro últimas décadas de la integración regional en Africa es
poco significativo, por su puesta al servicio de la construcción del Estado-nación por los
poderes políticos, e incluso para su unidad y estabilidad. En esta función se beneficiaron del
respaldo de las antiguas potencias coloniales, en su afán de preservar los Estados que crearon,
y de paso seguir sirviendo sus intereses neocolonialistas de toda índole. El principal obstáculo
a dicho proceso es la falta de voluntad política por parte de los dirigentes, que han privilegiado
el mimetismo de los países industrializados y en particular de la Unión Europea, cuyo tratado
ha inspirado y sigue inspirando las cartas constitutivas de las organizaciones interafricanas,
descuidando las características y las realidades propias del continente.
En la actualidad, la excusa externa utilizada para justificar el fracaso de la integración
regional ha desaparecido prácticamente, al dar la máxima prioridad tanto la Unión Europea
como las instituciones financieras internacionales a dicho proceso en Africa, y del que se han
convertido en promotores. Esta oportunidad ha de aprovecharse para realizar los importantes
cambios y poner la integración regional al servicio del desarrollo y de la unidad de los países
africanos. Se trata de pasar de la retórica, que ha prevalecido hasta ahora, para movilizar y
racionalizar las instituciones creadas por tal objetivo, empezando por la eliminación de las que
son no eficientes para rentabilizar los recursos humanos y materiales. Ha llegado la hora de
superar la mera elaboración de cartas y tratados, constantemente violados y no respetados, y
de los que los pueblos no se sienten concernidos, para pasar a la etapa decisiva de coordi-
nación de las políticas nacionales de desarrollo centradas en las infraestructuras horizontales
ciertos Estados por el auge del islamismo opuesto a la integración estatal a favor de la umma, las divergencias sobre
el contenido del proyecto magrebí, las disparidades regionales, el problema del Sáhara Occidental y el derecho a la
diferencia de ciertos grupos culturales como los bereberes. La integración magrebí tiene un carácter fundamentalmente
diplomático, y está bloqueada por las frecuentes crisis en los Estados de la zona y por los problemas políticos entre
ellos (cf. Zeraoui, 1993: 346-370; Benallegue, 1992: 95-103; Kabunda, 1993: 209-233; Zartman, 1999: 171-186).
(40) Sin embargo, muchos de estos Estados tienen graves problemas políticos y económicos internos, para asumir,
de una manera eficiente, este papel de polo de desarrollo y de integración. El Congo-Zaire está hundido en una
tremenda crisis política y económica, Suráfrica aún se caracteriza por la falta de democratización económica interna,
y Nigeria acaba de salir de una larga y nefasta dictadura militar.
(41) La SADCC experimentó este enfoque con su estrategia de la coordinación de cada una de las 7 áreas confiada
a uno de los Estados miembros. El desarrollo desigual, el también desigual reparto de los recursos naturales entre
ellos, y la fuerte dependencia frente a las finanzas y tecnologia extranjeras explican que no se consiguieran los objetivos
de independencia económica y autosuficiencia de la zona, salvo en el área de transportes, que irónicamente fortaleció
la dependencia con respecto a Occidente (cf Thompson, 1992: 241ss).
bios populares y las actividades del “sector informal” o de la economía popular en el proceso
de integración, por el dinamismo de sus “empresarios” decididos a encontrar ellos mismos
soluciones a sus problemas de supervivencia y pobreza, desafiando las fronteras estatales). La
concreción o aplicación de las ventajas combinadas de todos los enfoques42 y la incorpora-
ción de las realidades políticas, sociológicas y económicas de la historia del continente, junto
a la cesión de la soberanía y la creación de instituciones adecuadas, permitirán a la integración
regional convertirse en el instrumento de la superación de la crisis actual en la que está
hundido el continente.
En definitiva, la integración regional en Africa viene obstaculizada por el fracaso del
desarrollo, es decir la crisis económica y financiera interna, en parte consecuencia de la
aplicación de los programas de ajuste estructural, junto a la crisis del Estado nacionalmente
debilitado y sin una base política y jurídica sólida. La fuerte preocupación de los dirigentes
por estos problemas internos explica el contraste entre la proliferación de las agrupaciones y
su inercia o falta de eficacia. Los que deberían ponerse al servicio del continente, los dirigen-
tes africanos, son los primeros en contribuir a su debilitamiento, pues se niegan en realidad
a someterse a las exigencias y costes de la integración (interrelaciones entre socios, políticas
de desarrollo coherentes y concertadas, y limitación de las soberanías nacionales) a favor de
las soluciones fáciles a corto plazo. Dicha integración, a diferencia de otras partes del mundo,
viene caracterizada por (cf. Aryeetey, 1998: 410-413; Kasekende y Abuka, 1998: 462): la
multiplicidad de objetivos a menudo incompatibles, la pertenencia de los Estados miembros
a dos o varias agrupaciones a la vez con los consiguientes conflictos de fidelidad, la ausencia
de instituciones supranacionales fuertes y de mecanismos de sanción que se traduce por la
no aplicación de las disposiciones del tratado, la falta de voluntad política, la inexistencia de
mecanismos de compensación adecuados, las políticas comerciales nacionales excesivamente
proteccionistas, y la escasez de infraestructuras de complementariedad entre los Estados
miembros que exportan productos similares, con el consiguiente debilitamiento del comercio
intrarregional y la duplicación de actividades.
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País U C U C C C C S C S C E M C C OM OM L N OB A B C O
M E E E E E O A O A M A R I E VG VS C B K LG A E U
A D M E M P M D I C A C U L B A R D A A
E O A A G E C U S C -
A A C C L S S U
O A A
Angola X X X X X X
Argelia X X X X
Benín X X X X X X X
LA INTEGRACIÓN REGIONAL EN ÁFRICA: ANÁLISIS POLÍTICO...
Botsuana X X X X X
Burkina Faso X X X X X X X X X
Burundi X X X X X X X
Cabo Verde X X X X
Camerún X X X X X X
Centroáfrica X X X X X
Chad X X X X X X X X
Comores X X X X X X
Congo-Brazza. X X X X X
Congo-Kinshasa X X X X X X X
Costa de Marfil X X X X X X X
Egipto X X X X
Eritrea X X X X
A D M E M P M D I C A C U L B A R D A A
E O A A G E C U S C -
A A C C L S S U
O A A
Etiopía X X X X
Gabón X X X X X
Gambia X X X X X
93
LA INTEGRACIÓN REGIONAL EN ÁFRICA: ANÁLISIS POLÍTICO...
94
País U C U C C C C S C S C E M C C OM OM L N OB A B C O
M E E E E E O A O A M A R I E VG VS C B K LG A E U
A D M E M P M D I C A C U L B A R D A A
E O A A G E C U S C -
A A C C L S S U
O A A
Namibia X X X X
Níger X X X X X X X X X X
Nigeria X X X X X X
Ruanda X X X X X X X
Santo T. y P. X X X X
LA INTEGRACIÓN REGIONAL EN ÁFRICA: ANÁLISIS POLÍTICO...
Senegal X X X X X X X X
Seychelles X X X X X X
Sierra Leona X X X X X
Somalia X X X X
Suazilandia X X X X X X X
Sudán X X X X
Suráfrica X X X X X X
Tanzania X X X X X X
Togo X X X X X X X
Túnez X X X
Uganda X X X X X X
Yibuti X X X X
Zambia X X X X X
Zimbabue X X X X X
UMA. Unión del Magreb Árabe, creada en 1989
CEDEAO/ECOWAS: Comunidad Económica de Estados del Africa Central, fundada en 1975
UEMOA: Unión Económica y Monetaria del Africa Occidental, creada en 1994, fusión de la UMOA y de
la CEAO, fundada respectivamente en 1962 y 1973
M. KABUNDA BADI
95
LA INTEGRACIÓN REGIONAL EN ÁFRICA: ANÁLISIS POLÍTICO...
96
ANEXO II. Características generales, objetivos y balance de las agrupaciones regionales del Africa Subsahariana
(ASS*)
Agrupación Año de Núm. de Pob. PNB PNB por Grado de % del total de las Objeti vos Balance en el año 2000
creación miembros en total en h ab. ($) apertura exportaciones en el
millone (mil comercio con el ASS
s mill. $)
1980 1990
Africa Occidental
CEDEAO 1975 16 195 64 3 26 50 3,6 6,4 Liberalización del L a mayoría de estos objetivos
comercio intrarregional n o han sido alcanzados, con
en 1989; introducción excepción de una cierta
de un TEC; libre cooperación en áreas limit adas
m ovimiento de la mano
de obra; armonización
m onetaria y fiscal
CEAO 1973 7 50 24 4 76 46 13,2 15,0 In tegración por el É xitos parciales y conversión
comercio y eliminación en UEMOA
de todas las barreras en
la década de los 90
URM 1980 3 12 4 3 35 46 0,9 2,9 Creación de la unión E stancamiento
LA INTEGRACIÓN REGIONAL EN ÁFRICA: ANÁLISIS POLÍTICO...
aduanera
Africa Central
UDEAC 1976 6 24 19 8 06 42 2,1 5,9 In tegración por el I mportantes bloqueos y
comercio y unión conversión en CEM AC
m onetaria total; TEC;
libre movimiento de la
m ano de obra y de
capitales
CEPGL 1982 3 47 12 2 60 28 4,1 7,6 Creación de una Unión E stancamiento
Aduanera y libre
m ovimiento de la mano
de obra; cooperación
Africa Austral y Oriental
PTA/COMESA 1981 18 212 58 2 74 40 8,4 7,6 Creación de un área de I mportantes éxitos en la
libre comercio; realización de sus objetivos,
liberalización total del p ero amenazados por la
comercio en 2000 competencia de la SADC(C)
SADC(C)** 1980 10 80 25 3 11 55 3,5 6,3 Cooperación para la I mportantes éxitos en la
liberación económica; realización de sus objetivos,
proyectos comunes en sobre todo los referentes a la
los sectores de liberación política; bloqueos
transportes, n acidos del conf lictos del
comunicación, Congo
agricultura, industria, y
energía.
Agrupación Año de Núm. de Pob. PNB PNB por Grado de % del total de las Objeti vos Balance en el año 2000
creación miembros en total en h ab. ($) apertura exportaciones en el
millone (mil comercio con el ASS
s mill. $)
1980 1990
SACU*** 1910 5 39 89 2 294 54 ND ND Unión aduanera; Realización de todos sus
integración de o bjetivos
M. KABUNDA BADI
m ercados, capitales y
m ano de obra; TEC
Total ASS 47 480 162 3 40 43 2,8 6,0
97
LA INTEGRACIÓN REGIONAL EN ÁFRICA: ANÁLISIS POLÍTICO...