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La vuelta del ajuste caótico

Lucas Ferrería1

Resumen
El presente trabajo realiza una comparación entre la política económica del
gobierno de Mauricio Macri y la llevada a cabo entre los años 1981 y 1989. Para ello se
tomó en cuenta los puntos de partida de ambos procesos, los contextos
internacionales en lo que ocurrieron y ocurren, los diagnósticos sobre los
desequilibrios existentes y el herramental de políticas con que se los abordaron.
Creemos que dicha comparación es relevante por las diversas similitudes entre ambos
procesos, principalmente, la profundización del desequilibrio en las cuentas externas
que vuelve ineficientes y caóticos los procesos de ajuste centrados en la reducción del
déficit fiscal y la política monetaria contractiva. Si tenemos en cuenta lo que significó la
década del 80 como estancamiento del producto, redistribución regresiva del ingreso,
incremento de la deuda externa y antesala de la convertibilidad, la advertencia de
repetición no debe ser desestimada.

Palabras clave: desequilibrio externo, política económica, monetarismo, estructuralismo, fuga


de capitales.
JEL: E63.

INTRODUCCIÓN
1
Licenciado en Economía Política UNGS, lucasferreria@gmail.com

1
El presente trabajo intenta realizar una comparación entre las políticas económicas
durante el gobierno presidido por Mauricio Macri y las llevadas a cabo durante la década de
los 80. Tomaremos como inicio de dicho período histórico la renuncia del ministro de
Economía de la dictadura Martínez de Hoz en el año 1981 y, como final del mismo, la
culminación anticipada del mandato presidencial de Raúl Alfonsín en el año 1989.
La selección de ambos períodos no es arbitraria, estamos convencidos, por sus múltiples
aspectos en común, de la relevancia que tiene dicha comparación para analizar el actual
proceso. El primer punto en común que desarrollaremos es el punto de partida para ambos
procesos. Más específicamente, la compleja situación de una economía con déficit de cuentas
externas, tendencias de alta inflación, desaceleración del crecimiento y déficit fiscal. Será
importante destacar diferencias respecto a las causas de los déficits, su magnitud y el hecho de
que cuando asume Mauricio Macri aún no se había traducido, en déficit de balanza comercial,
el estrangulamiento externo característico de la economía argentina luego de una fase
expansiva. Sin embargo, esto no invalida el objetivo de este trabajo: mostrar la ineficiencia y
los costos socioeconómicos de los procesos de ajuste llevados a cabo en ambos períodos para
intentar revertir los desequilibrios macroeconómicos.
Presentaremos dos marcos teóricos contrapuestos, monetarismo y estructuralismo, y su
abordaje sobre la inflación y el desequilibrio externo. Esto es fundamental para entender cómo
pensaban, y piensan, los gobiernos de turno las causas de los problemas a los que se enfrentan
y, por lo tanto, la acción que correspondería para revertirlas. Lo que según un marco teórico
puede ser la causa de un problema, y por lo tanto la variable a la cual apuntan sus políticas,
para otro puede ser simplemente una consecuencia, o síntoma, cuyo origen se encuentra en
otro lado.
Otro aspecto fundamental a la hora de analizar cualquier política económica, y que
tendremos en cuenta, es el contexto internacional en el cual es llevada a cabo. Aquí también
encontramos fuertes similitudes en los períodos a comparar, no sólo por lo que ocurre en el
resto del mundo sino por la extrema vulnerabilidad que muestra el país frente a estos cambios.
Realizaremos un recorrido cronológico por las medidas que fueron llevadas a cabo,
pensando su efecto esperado y el ocurrido realmente. La intención no es enumerar un cúmulo
de medidas aisladas junto con sus efectos para desmentir o convalidar cierta teoría, sino,
ubicar como objeto de estudio la dinámica que adquieren ambos procesos de ajuste. Su
recorrido está fuertemente condicionado por el punto de partida que mencionamos
anteriormente. Veremos como las cuentas fiscales y externas están directamente relacionadas
complejizando el intento por equilibrarlas.
En síntesis, lo que intentaremos mostrar es una nueva repetición en la historia
argentina. Dos procesos largos de ajuste, el primero de una década y el actual de tres años,
con el FMI garantizando una larga continuidad. El primero de ellos podemos analizarlo como
un todo finalizado, con la hiperinflación de 1989 como su culminación. Difícilmente podamos
decir algo nuevo sobre aquel período. Nuestro aporte intentará ser el de mostrar la repetición,
en la actualidad, de ciertos factores determinantes como: los problemas, u objetivos, a los que
se enfrenta la política económica, los escenarios internacionales en los que se desarrolla y las
dinámicas que adquieren dichos procesos de ajuste ante la repetición de las medidas
implementadas.

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MARCOS TEÓRICOS RELEVANTES
En esta sección presentaremos dos marcos teóricos contrapuestos sobre inflación y
desequilibrio externo, el monetarismo y el estructuralismo. Ninguno de ellos es un reflejo
exacto de los procesos argentinos ni de la lógica por detrás de las políticas económicas, pero sí
consideramos que tienen un grado de poder explicativo sobre estas cuestiones.

Teoría monetarista de la inflación / Régimen metas inflación:


Su principal exponente es Milton Friedman y es hoy en día la explicación adoptada por la
ortodoxia económica. Su tesis central es que un proceso inflacionario es siempre un fenómeno
monetario. (FRIEDMAN 1963)
Surge de una concepción cuantitativa del dinero basada en la siguiente identidad
contable:
MxV=PxQ
M= cantidad nominal de dinero; V= velocidad de circulación de dinero; P= nivel general
de precios; Q= Índice del nivel de producción.
Si despejamos la variable nivel general de precios:
P=MxV/Q
Como vemos, el nivel de precios depende de la cantidad nominal de dinero, la velocidad
de circulación y el nivel de producción.
La posición monetarista supone que Q está determinado por la capacidad productiva de
la economía, que no puede cambiar en el corto plazo, y que V es independiente de la política
monetaria en el largo plazo. Es decir que la única variable que podría generar un aumento
sostenido en el nivel de precios sería un aumento excesivo en M. Si hay un aumento en M que
no se corresponde con un aumento proporcional en Q, entonces nos encontramos en una
situación de exceso de demanda, por lo que el mecanismo de ajuste será un aumento en el
nivel de precios hasta equilibrar la identidad contable de la que partimos.
M es la variable exógena del modelo, es decir, que la política monetaria, a través de la
emisión, puede alterar los valores de equilibrio P. A cierta oferta de bienes y servicios (Q),
determinada por la capacidad productiva, le corresponde una cantidad de dinero (M) para
facilitar las transacciones. Si la política monetaria expande la cantidad de signos de valor por
encima de esas necesidades (M´), genera una demanda excesiva, superior a Q. Mientras este
exceso de demanda siga existiendo, los precios tenderán a aumentar para equilibrar oferta y
demanda. En definitiva, se trata de un desajuste global entre la oferta y la demanda
monetaria.
Además de presentar la inflación como un fenómeno exclusivamente monetario, se
sostiene que dichos procesos son altamente perjudiciales para el crecimiento económico. No
sólo eso, garantizar un régimen de inflación cercana a cero sería condición fundamental para el
crecimiento económico sostenido de un país. De esta manera, los agentes económicos pueden
tomar decisiones en un marco de estabilidad y previsibilidad. Una política monetaria que
garantice esto y las propias fuerzas del libre mercado garantizan el sendero del crecimiento.

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“La alta inflación impide la estabilidad y el desarrollo financiero, el crecimiento sostenible y la
igualdad de oportunidades.” (Presentación Política Monetaria 2016, BCRA 2016)
Una política monetaria expansiva por parte del Estado sólo podría, en algunos casos,
expandir la producción en el corto plazo por la ilusión de los empresarios, generada por el
aumento general de precios, de contar con mayores ganancias y por lo tanto invertir más. La
aceleración posterior de la inflación, por el proceso antes mencionado, haría caer las ganancias
empresariales y reacomodaría el nivel de producción al mismo punto de partida previo a la
política monetaria expansiva. Es decir que, neutralizado el efecto inicial, su único resultado es
un aumento del nivel de precios (FRIEDMAN 1968 y PHELPS 1967).
En definitiva, la política monetaria es ineficiente para alterar los niveles de actividad y
empleo, más allá de efectos pasajeros. Su objetivo debe ser el de proveer la cantidad de dinero
justa y necesaria para las transacciones en cierto nivel de producción. Si se observa una
aceleración de la inflación es indicio de un exceso de demanda originado por un exceso de
dinero, por lo tanto, se debe proceder a una política monetaria contractiva.
En las últimas dos décadas, las políticas monetarias orientadas por esta perspectiva
adoptaron la forma de los llamados Regímenes de Metas de Inflación (RMI), política
recomendada por el FMI. Si bien el enfoque monetarista de la inflación es el mismo, se decidió
cambiar el instrumento de política, convirtiendo la cantidad de dinero en una variable
endógena.
Su nombre se debe a que se preanuncian metas anuales de inflación. El instrumento
elegido para controlar los excesos de demanda, y por lo tanto la inflación, es la tasa de interés.
La misma tiene una relación inversa con la inversión, variable fundamental de la demanda
agregada. Si se observa un aumento desproporcional del nivel de precios, se eleva la tasa de
interés real, de esta forma se deprime la inversión por el aumento del costo de endeudarse y
por el mayor atractivo de destinar los ahorros a depósitos o instrumentos bancarios que
paguen interés. La caída en la inversión arrastra a la demanda agregada, eliminando el exceso
que causa la inflación.
Otro aspecto fundamental del RMI es la restricción a la política fiscal. El gasto estatal
primario no debe superar a sus ingresos. Es decir, tiende a eliminar el déficit fiscal primario
para no generar, por esta vía, una inyección de liquidez que eleve la demanda agregada y
presione sobre el nivel de precios. Se impone una férrea disciplina al gasto público a través de
metas fiscales, al mismo tiempo, se propone la independencia de los Bancos Centrales para
evitar el financiamiento del déficit fiscal primario a través de emisión. (CIBILIS – LO VUOLO
2004).
Por último, el RMI debe asegurar una flotación administrada del tipo de cambio. Esta
será la variable que proteja el nivel de actividad frente a shocks externos. Para ello es crucial
limitar el efecto de las fluctuaciones del tipo de cambio en los precios internos.

La inflación estructural:
Este enfoque surgió como respuesta a la aplicación de políticas monetaristas ortodoxas
en América Latina. Uno de sus principales autores es Julio Olivera y está enfocado en la
explicación de la inflación, problema recurrente en los países de la región, a través de la
estructura económica de estos países y de su lugar en el sistema económico mundial.

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Partiendo de la misma identidad contable que el enfoque monetarista:
MxV=PxQ
Lo que cambia de un enfoque a otro es la relación entre las variables. Si bien no
descartan que pueda producirse aumentos de precios por excesos de demanda, ese sería el
caso de una economía con plena utilización de sus recursos (KEYNES 1936), y no es lo
observado en América Latina. Aquí los aumentos no se deben a un desajuste global entre
oferta y demanda sino, a desequilibrios en sectores puntuales que son claves para el total de la
economía por ser parte de los costos de la mayoría de los bienes y servicios. Por ejemplo, los
bienes agrarios tienen una oferta altamente inelástica, si su demanda crece, por mejoras en el
poder de compra de la sociedad o por el propio aumento natural de la población, entonces
habrá una presión al alza de sus precios. Al ser un bien fundamental para el consumo de los
trabajadores, que necesitarán un aumento nominal de su sueldo para alimentarse, esta alza se
traslada al nivel de precios general. Lo mismo ocurre con cualquier aumento de precios
particular de insumos claves para el proceso productivo en general. Existen rigideces, por la
imperfección de los mercados, que impiden la superación de estos desequilibrios vía aumento
de su producción. (OLIVERA 1967)
Estos desequilibrios sectoriales serían el empujón inicial de los procesos inflacionarios.
Una de las formas que adquiere su posterior dinámica es la puja distributiva. Dependiendo el
poder coyuntural de los sindicatos, los trabajadores intentarán mejorar sus salarios nominales
para no perder poder adquisitivo frente a los aumentos de precios. Luego los capitalistas
remarcarán sus precios para no perder margen de ganancia. Las expectativas sobre la inflación
futura juegan un rol clave en estos procesos. (GIGLIANI 2007).
El aumento de P provocado por las propias condiciones estructurales de la economía,
requiere de un aumento en M para poder convalidar el nivel de transacciones correspondiente
a Q. No se niega la evidencia empírica acerca de la relación entre base monetaria e inflación.
Lo que se sostiene es que el aumento de precios es el que motiva a una expansión monetaria y
no al revés. En todo caso, lo que la política monetaria puede hacer es no convalidar dichos
aumentos, manteniendo o reduciendo la base monetaria, lo que llevaría a una situación donde
los medios de pago no son suficientes para realizar las transacciones y, por lo tanto, cae el
nivel de producción.
En este aspecto la política monetaria sería ineficiente para el control de precios ya que
no actúa sobre los desequilibrios estructurales de la economía. Su única posibilidad sería
reduciendo drásticamente M, lo cual llevaría a tal recesión por caída de la demanda agregada
que P tendería a bajar. Eso dista de ser una solución ya que, al no actuar sobre desequilibrios
puntuales sino sobre la demanda global, sus efectos recesivos son desproporcionados. Esto
explica los recurrentes procesos inflacionarios junto con recesión y aumento de la capacidad
instalada ociosa en Argentina.
Este enfoque también permite ver el efecto de los desequilibrios externos en el nivel de
precios. Las características estructurales de los países latinoamericanos (se profundizará más
adelante) hacen que el crecimiento de su producto conlleve una aceleración de sus
importaciones que no se corresponde con un aumento proporcional de sus exportaciones.
Luego de una fase expansiva, se llega entonces a una situación de desequilibrio en la balanza
de pagos que obliga a una devaluación. Dicha devaluación se traslada, en gran parte, a precios

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al encarecer los productos importados, que no pueden ser reemplazados por producción local
por la diferencia abismal de productividad industrial, y encarece los alimentos que, al ser
bienes transables, se rigen por precios internacionales. (DIAMAND 1972)
Por último, para los estructuralistas, la relación entre inflación y crecimiento es ambigua
y depende del nivel que adquieran las tasas de inflación. Niveles altos de inflación tienen
severos efectos negativos sobre la economía al dificultar cualquier toma de decisiones,
empeoran los ingresos fiscales y se tornan muy difíciles de contener. Sin embargo, niveles
moderados proveen a los capitalistas de una segunda chance frente a dificultades y sus efectos
negativos son muy débiles. Según estudios empíricos, Pollin y Zhu (2005), en los países de
ingreso medio se registra una relación positiva entre crecimiento e inflación moderada, la
misma pasa a ser negativa cuando supera el 15% anual. Por otro lado, muestran los efectos
recesivos de los RMI que, a través de su incidencia sobre la demanda agregada, intentan llevar
la inflación a niveles inferiores al 5% anual.

Enfoque monetario de la balanza de pagos (EMBP):


En línea con la visión monetarista sobre la inflación, la ortodoxia sostiene que los
desequilibrios externos son fenómenos monetarios. Si los pagos en moneda extranjera
superan a los ingresos (déficit de la balanza de pagos), es necesario centrarse en cómo se está
financiando dicho desequilibrio para resolverlo.
Para ello parte de los balances del sistema bancario, suponiendo que el total del dinero
se encuentra en depósitos para simplificar el análisis. Los activos del sistema bancario
consolidado (Banco central + privados) serían las reservas internacionales (R) y los créditos
internos otorgados (Cr) que abarca los créditos a privados y al Estado. El pasivo es la oferta
monetaria (M1), que es función de la base monetaria aumentada por el multiplicador
monetario (creación secundaria de dinero). Así la función de equilibrio para dicho sistema
sería:
E x R + Cr = M1 E= tipo de cambio
Frente a una situación de déficit de la balanza de pagos, el Banco Central estaría
vendiendo reservas a cambio de pesos para que se puedan realizar esas transacciones. En ese
caso, la reducción de M1 por la venta de R, generaría una contracción monetaria y un
correspondiente descenso del gasto interno de los agentes por debajo de su ingreso. La
contracción monetaria implica un descenso de los precios locales, aumentando las
exportaciones y reduciendo importaciones. Así se genera un excedente que haría volver las
cuentas externas al equilibrio.
Si este mecanismo automático de ajuste no funciona y continúa el desequilibrio, se debe
a que el Banco Central está realizando políticas de esterilización. Esto quiere decir que para
evitar la caída en la actividad que significa el descenso de M1, se está aumentando Cr para
revertir ese impacto. Es decir que Cr es el factor determinante al financiar y sostener el
desequilibrio externo.
La política monetaria debería dejar que caiga la actividad por el descenso de M1 y así
retornar al equilibrio. En este sentido, quienes proponen este tipo de ajustes, como el FMI,
hacen énfasis en el desequilibrio fiscal (componente de Cr) como variable a ajustar. Además, la
autoridad monetaria debe permitir que la caída en M1 se traslade a una mayor tasa de interés.

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Así, la tasa de interés local queda por arriba de la internacional, atrayendo capitales
financieros hacia el país que facilitan la solución del desequilibrio externo (CEPAL 1989).

La estructura productiva desequilibrada:


Marcelo Diamand (1972) presenta esta mirada estructuralista sobre el origen de los
recurrentes desequilibrios externos que afectan a las economías latinoamericanas.
Dichas estructuras se caracterizan por tener dos sectores con marcadas diferencias de
productividad, de allí el nombre de este enfoque. Por un lado, cuentan con un sector
productor de materias primas internacionalmente competitivo, su elevada productividad se
debe a las condiciones de riqueza material de la región. Por otro lado, convive un sector
industrial cuyos precios de producción son mayores a los internacionales, por su menor
productividad, dificultado su exportación. Para peor, los sectores industriales tienen gran
dependencia de importaciones como insumos y bienes de capital. Para poder desarrollarse
requieren de divisas que son incapaces de generar por sí mismos.
Cada vez que ocurre una fase de aumento del producto impulsado por el mercado
interno y la actividad industrial, conlleva un crecimiento más que proporcional en las
importaciones. Los intentos por sustituir esas importaciones con producción local encontraron
límites a la hora de sustituir bienes de capital y con alto contenido tecnológico. Con respecto a
las exportaciones primarias, su oferta es bastante inelástica por las propias condiciones
naturales de producción y, por lo general, ya se encuentra produciendo cerca de su total
potencial. No suele observarse un aumento de las exportaciones agrícolas en las fases
expansivas, por el contrario, los saldos exportables suelen ser menores. Así es que todos los
procesos de crecimiento económico de la región llegan al punto donde el desequilibrio externo
los frena y hace retroceder.
Con el establecimiento de un tipo de cambio alto, los altos costos locales se traducirían
en menores costos en divisas. Sin embargo, en estos países el tipo de cambio se establece en
relación con el sector primario exportador. Aquí opera la noción de “tipo de cambio real” o
“natural”, basado en países desarrollados pero tomado por la ortodoxia local, que sería aquel
que equipara los precios locales con los internacionales. Al tomar como referencia al sector de
mayor productividad, la industria está fuertemente limitada para exportar y el desequilibrio
externo se vuelve inevitable.
La teoría ortodoxa sostiene que una devaluación ayuda a equilibrar las cuentas externas
por el aumento de las exportaciones y la disminución de importaciones. Al aplicarse en
estructuras desequilibradas y con rigideces respecto al movimiento de factores, esta medida
puede llevar al ajuste del desequilibrio, pero por un mecanismo distinto. La devaluación
aumenta el precio de los insumos importados y de los alimentos exportables que se propaga al
resto de los precios. Esto significa transferencia de ingresos hacia los exportadores,
disminución de los salarios reales y de la demanda agregada y recesión. La recesión implica
una caída de las importaciones, para consumo y para la industria, que equilibra las cuentas
externas. El equilibrio externo se logra con la caída de la actividad y no por un aumento de las
exportaciones o sustitución de importaciones (WAHREN 2015).
El estructuralismo reconoce la necesidad de financiamiento por las importaciones que
requeriría un largo proceso de transformación de la estructura productiva. Sin embargo,

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advierte sobre el carácter pro cíclico del capital financiero (CEPAL 1989). Las economías con
desequilibrio estructural recibirán flujos de capitales que financian y estimulan la actividad
económica y, por lo tanto, las importaciones. A medida que crecen las importaciones, el nivel
de endeudamiento y se manifiesta la brecha externa con pérdida constante de divisas, los
flujos financieros se reducen y aumenta su costo. La financiación de importaciones en la
primera etapa y luego el peso de la deuda y sus intereses en el balance de pagos, convierten al
financiamiento externo en un agravante a la restricción externa estructural.

PUNTOS DE PARTIDA
En esta sección presentaremos los puntos de partida de los procesos de ajuste que nos
proponemos comparar, específicamente, el contexto internacional en el que se desarrollan, la
situación de las cuentas fiscales y externas y las tendencias inflacionarias. Como veremos, las
similitudes son significativas.

Contextos internacionales:
Es imprescindible tomar en cuenta el contexto económico internacional de la década de
1970 y 1980 para comprender el proceso de “ajuste caótico” que tuvo lugar en Argentina y en
toda la región. La década del 80´ es conocida para la región como “la década perdida” por la
situación de estancamiento general y la crisis regional de la deuda externa.
El aumento de los ingresos crecientes de los países exportadores de petróleo (OPEP) a
partir del aumento del petróleo en 1973 y el fin del patrón dólar/oro significó un aumento de
liquidez mundial. Ocurrió una vertiginosa expansión de los movimientos financieros, América
Latina fue uno de los destinos predilectos, donde se combinó la ansiedad de la banca
internacional por ubicar la liquidez con la imprudencia de los gobiernos para tomar deuda.
Finalizaba el período dorado para dar inicio a la etapa neoliberal del Consenso de
Washington. Sólo en 1982 la tasa de interés de EEUU aumentó en más del doble, elevando
drásticamente los servicios de la deuda de la región pactados mayoritariamente en tasa
variable y revirtiendo los flujos de capitales. Ese mismo año comenzaba la crisis de la deuda, el
Fondo Monetario Internacional asumió la representación de los acreedores y negoció acuerdos
de “salvataje” con los países acreedores que debían negociar por separado. Se imponía a los
países deudores su apertura comercial, desregulación del mercado financiero, privatizaciones y
achicamiento del Estado.
(1) AMÉRICA LATINA: INDICADORES DE FLUJOS FINANCIEROS EXTERNOS
en miles de millones de U$D
Ingreso neto de Deuda Intereses Saldo cuenta
AÑO LIBOR %
capital externa pagados corriente
1973-79 prom
anual 17.600 102.300 7.600 8,8 -12.200
1980 29.500 222.500 17.900 14,0 -28.100
1981 37.300 277.700 27.100 16,8 -40.400
1982 19.800 318.400 38.700 13,6 -40.600
1983 3.000 344.000 34.200 9,9 -7.400

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1984 10.300 360.400 36.100 11,3 -1.000
1985 4.700 368.000 35.100 8,6 -4.400
Fuente: CEPAL.

Los países industriales toman diversas medidas proteccionistas como la Comunidad


Económica Europea, antecedente de la actual Unión Europea, y Estados Unidos que subsidian
sus producciones agrícolas, limitando las exportaciones de la región. Se observa una
contracción del comercio internacional y una caída de los términos de intercambio de los
alimentos y materias primas. (FERRER 1983).
El contexto internacional actual comparte cuatro características fundamentales con el
recién descripto. La suba de la tasa de interés de Estados Unidos, la reversión del movimiento
de los capitales financieros, la mayor volatilidad del sistema financiero mundial y un aumento
de las medidas proteccionistas de las potencias.
Actualmente, la administración de Donald Trump lanzó una política fiscal expansiva para
incentivar la economía norteamericana junto con restricciones arancelarias a distintas
importaciones. La política expansiva aceleró las tasas de inflación por lo que la Reserva
Federal, su banco central, decidió comenzar a subir su tasa de interés. Según informes del FMI
(2018) las expectativas de inflación siguen siendo altas por lo que es esperable que las tasas se
mantengan en niveles elevados.
(2) TASA ANUAL DE INTERÉS FED

 fecha de modificación porcentaje


 21 marzo 2018 1,750 %
 13 diciembre 2017 1,500 %
 14 junio 2017 1,250 %
 16 marzo 2017 1,000 %
 14 diciembre 2016 0,750 %
 16 diciembre 2015 0,500 %
 16 diciembre 2008 0,250 %
Fuente: Global rates .

Como era de esperar esto está generando una afluencia de los capitales financieros del
mundo hacia los países centrales, que suben su tasa de interés y representan inversiones más
seguras. Esto afecta directamente a los países dependientes del capital financiero. Durante la
última década los países de menores ingresos fueron los que más se endeudaron, lo que ahora
los pone en una delicada situación a ellos y al conjunto del sistema financiero mundial. Estiman
que la reducción de los flujos financieros hacia las economías emergentes sería de U$D 60 mil
millones anuales (INFORME SOBRE ESTABILIDAD FINANCIERA FMI).
Respecto al comercio internacional, las perspectivas de crecimiento económico mundial
en el corto plazo lo favorecerían. Sin embargo, hay un principio de “guerra comercial”, tanto
en lo discursivo como en las medidas implementadas por las potencias. Medidas
proteccionistas como los aranceles al acero importado por EEUU y las respuestas equivalentes
de sus socios afectados indican un clima de retroceso del comercio internacional. Las
implicancias para las exportaciones de la región aún son inciertas.

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Desequilibrios cuenta externa y fiscal:
La dinámica económica de la década del ochenta está fuertemente condicionada por las
condiciones heredadas de la dictadura militar. El factor que más influyó negativamente fue el
crecimiento exponencial de la deuda externa y su peso sobre las cuentas externas y fiscales.
(3) PRINCIPALES VARIABLES MACROECONÓMICAS 1975 – 1983
en millones de U$D
Deuda externa
Año Saldo result fisc 1° % Inf
S. Público S. Privado Total BC Var R. I. %PBI anual % var PBI
1975 4.941 9.144 14.085 1.490 -791 -12,6 182 -1
1976 6.648 3.091 9.739 883 1.192 -8,5 444 -0,7
1977 8.127 3.635 11.762 1.490 2.226 -2,2 176 6
1978 9.453 4.210 13.663 2.565 1.998 -2,7 175 -3,9
1979 9.960 9.074 19.034 1.109 4.442 -3,0 159 6,8
1980 14.450 12.703 27.153 -2.519 -2.796 -3,7 100 0,7
1981 20.024 15.647 35.671 -287 -3.433 -5,3 164 -6,2
1982 28.798 14.836 43.634 2.288 -5.080 -3,7 343 -5,2
1983 31.565 13.526 45.091 3.331 -4.204 -6,4 433 3,1

Fuente: INDEC

El Plan económico liderado por el Ministro Martínez de Hoz se caracterizó por la


apertura indiscriminada de importaciones, la desregulación financiera y el aumento de la
deuda externa tanto pública como privada. Esto dio lugar a la predominancia de la
especulación financiera por sobre la inversión productiva. Altas tasas de interés en pesos
atraían capitales extranjeros, en un período de alta liquidez internacional como vimos
previamente, destinados a la valorización en títulos locales y luego fugados al exterior.
La deuda externa era de aproximadamente U$D 9 mil millones cuando comenzó la
dictadura y U$D 45 mil millones cuando finalizó. El destino de la mayoría de esos dólares fue
financiar la fuga de capitales y las ganancias especulativas. La estructura productiva lejos de
beneficiarse por la afluencia del capital financiero se vio perjudicada por las crecientes
importaciones y por el incentivo a la especulación. El nivel producto manufacturero era en
1983 un 20% menor que en 1974 (FERRER 1983).
Por parte de las cuentas fiscales, se impuso un ajuste ortodoxo de reducción del gasto
para contener la inflación. Se redujo fuertemente el déficit, aunque no fue eliminado en
ningún año, en gran parte por el aumento en gastos militares e intereses de la deuda. La
financiación del déficit se realizó a través del endeudamiento externo hasta 1980, con el
argumento de evitar el efecto inflacionario de la emisión.
La dictadura militar significó, para la economía, el incremento exponencial del nivel de
endeudamiento externo sin ninguna contrapartida en la estructura productiva que permita
repagar esa deuda. A partir de allí la deuda ejerció una insostenible presión sobre las cuentas
externas e internas y tuvo un incremento ininterrumpido hasta el default del año 2001. En
1982 los intereses de la deuda representaban el 17% del gasto consolidado del sector público y

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el 6% del PBI. En 1983, si bien existió un superávit comercial de U$D 3,3 mil millones, se debía
pagar U$D 5 mil millones por intereses y U$D 20 mil millones por amortizaciones (FERRER
1983). Esta etapa también da inicio a un proceso de fuga de capitales cuya tendencia
acompaña a la deuda externa, que es quien la financia (BASUALDO 2017).
Aquí vemos una restricción externa cuyos orígenes exceden a las explicaciones de los
marcos teóricos mencionados, monetarismo y estructuralismo. Evidentemente no se trata de
un caso de exceso de demanda ya que la participación salarial en el PBI y la inversión
productiva cayeron sistemáticamente, al mismo tiempo que se reducía el gasto público. Por
otro lado, la balanza comercial no evidenciaba los problemas típicos de la estructura
productiva desequilibrada. Lo que aquí generó la restricción externa, que condicionó toda la
década del 80, fue el endeudamiento indiscriminado combinado con especulación financiera
como forma predominante de valorización del capital y la fuga de capitales.
(4) PRINCIPALES VARIABLES MACROECONÓMICAS 2003 – 2015
en millones de USD

Deuda result fisc


Año Saldo BC Var R. I. % Inf anual % var PBI
externa 1° %PBI
2003 164.778 16.088 3.581 3,9 13,4 8,8
2004 171.473 12.130 5.319 3,3 4,4 9
2005 114.255 11.700 8.857 3,2 9,8 8,9
2006 109.504 12.393 3.530 2,8 10,9 8
2007 125.366 11.273 13.098 2,4 8,8 9
2008 125.859 12.556 9 2,1 22,6 4,1
2009 119.267 16.886 1.346 0,1 16,2 -5,9
2010 134.011 11.382 4.157 -0,4 25,8 10,1
2011 145.154 9.020 -6.108 -0,8 22,1 6
2012 145.722 12.008 -3.305 -1,2 24,6 -1
2013 141.491 1.521 -11.824 -2,4 27,6 2,4
2014 144.801 2.668 1.195 -3,5 39,1 -2,5
2015 152.632 -3.419 -4.871 -4,0 29,9 2,7

Fuentes: INDEC, Banco Mundial, IPC Congreso para inflación desde 2008.

Podemos observar en las estadísticas de ambos períodos que hay tendencias


condicionantes de los procesos de ajuste que se dan en ambos casos. Es necesario mencionar
las diferencias en la profundidad y los motivos de estos desequilibrios. La situación en la que
finalizó la gestión de Martínez de Hoz al frente del Ministerio de Economía era, como los
números lo indican, mucho más delicada que la del comienzo del gobierno macrista. Para
nuestro análisis, nos centraremos en las similitudes de ambos puntos de partida en dos
sentidos: el desequilibrio de las cuentas externas, las tendencias inflacionarias y el déficit fiscal.
Respecto a las cuentas externas, podemos definir dos momentos distintos. Desde el
2003 hasta 2010 vemos un proceso de acumulación de divisas. Un factor determinante fue el
elevado superávit comercial. Dicho resultado se debió principalmente al aumento del precio
internacional de las materias primas y a la caída de las importaciones por la crisis que estalló
en 2001. La afluencia de dólares por vía comercial permitió la disminución de la deuda externa,

11
principalmente por los canjes, renegociados con acreedores privados de bonos, de 2005 y
2010 y por la cancelación por adelantado de la deuda con el FMI en 2006. El promedio anual
de dólares fugados en el período 2002-2007 fue de U$D 7,3 mil millones (BASUALDO 2017),
una cifra alta pero que se financio con un superávit comercial aún mayor.
A partir de 2010, la restricción externa vuelve a aparecer como condicionantes de los
ciclos de crecimiento en el país. Por un lado, observamos el característico empeoramiento de
la balanza comercial como resultado de la estructura productiva desequilibrada y su
dependencia de importaciones. Estructura que no sufrió grandes transformaciones durante los
años de expansión económica, mientras que se recomponía la demanda de importaciones para
consumo y para la producción. El superávit comercial comenzó a decrecer hasta convertirse en
déficit en 2015. Con respecto a la cuenta de capitales también se observó un deterioro en este
período. La fuga de capitales entre 2008 y 2015 promedió los U$D 12 mil millones anuales,
confirmando su condición estructural de desequilibrio externo (BASUALDO 2017). Si bien el
peso de los intereses de la deuda perdió importancia en este período, adquirió mayor
relevancia la pérdida de divisas por remisión de utilidades no reinvertidas de empresas
extranjeras, superando los U$D 10 mil millones en 2011 (SCHORR – WAINER 2014). El
financiamiento externo fue limitado a partir del recrudecimiento del conflicto con los fondos
buitres en 2011.
La reaparición del desequilibrio externo significó un freno al crecimiento económico,
pérdida de reservas y la vuelta al endeudamiento externo. Como respuesta, tardía sin duda, el
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner recuperó YPF para comenzar inversiones en el
sector energético, principal causante del déficit comercial e intentó controlar el flujo de
divisas. En ese sentido se reguló la compra de divisas, se establecieron controles a las
importaciones, limitaciones a la remisión de utilidades, obligatoriedad de liquidar el total de
las divisas a los sectores exportadores.
Respecto a las cuentas fiscales también se observa un deterioro a partir del año 2008
luego de un lustro de elevados superávits primarios. El gasto público se incrementó
fuertemente en ese año como estrategia para contrarrestar los efectos de la crisis
internacional sobre la producción y el empleo al mismo tiempo que se profundizó la política de
subsidios al consumo energético. También se implementó en este período la Asignación
Universal por Hijo y las moratorias jubilatorias. El aumento del gasto fue tal que anuló las
mejoras en la recaudación por la recuperación de los fondos previsionales, la creciente
actividad económica y el aumento de la presión tributaria, principalmente las retenciones al
agro y el impuesto a las ganancias.

Tendencias inflacionarias:
Como podemos ver (cuadro 3), el promedio de inflación anual durante la dictadura fue
de 250 %, una situación muy delicada por los altos índices y por su duración en el tiempo que
dificulta frenar la tendencia. Si bien es cierto que se observa al mismo tiempo un constante
déficit fiscal, claramente no es un caso de inflación por exceso de demanda como lo plantea la
teoría monetarista.
Afirmamos que la inflación durante la dictadura lejos estuvo de deberse a un exceso de
demanda porque durante estos años el ingreso por habitante se redujo en un 15%, el salario

12
real medio 30%, el desempleo y subempleo ascendió al 15%, crecimiento anual promedio del
PBI cercano a cero, la capacidad ociosa industrial se ubicó en el 40% y la del sector de la
construcción en un 50% (FERRER 1983).
Claramente podemos ubicar como disparador del proceso inflacionario la devaluación
realizada en el año 1975 por el gobierno de Isabel Perón como respuesta a la crisis en las
cuentas externas desencadenada por la primera crisis del petróleo y a las realizadas durante la
dictadura.
(5) PROMEDIO ANUAL VAR % PRECIOS ANTES Y DESPUES DEVALUACIONES

Fuente: Wahren 2012 en base a INDEC.

Este fue el puntapié inicial para una tendencia explosiva que también corresponde a
cuestiones ajenas al exceso de demanda monetarista. Comenzó un período de puja distributiva
que acelera las tendencias inflacionarias. No solo entre obreros y capitalistas, luego de una
fuerte recomposición en 1975 la participación de los trabajadores en el ingreso se redujo del
45% en 1974 hasta el 25% en 1983, sino también entre las distintas facciones del capital que se
disputaban la riqueza extraída de los trabajadores a fuerza de represión (BASUALDO 2017).
En el período más reciente, la tendencia inflacionaria se inicia en 2007 en coincidencia
con la desmejora de las cuentas externas, la crisis financiera internacional y el conflicto por las
retenciones móviles con el campo. También sostenemos que en este caso el exceso de
demanda agregada no fue la principal causa de la inflación.
No lo es en el sentido de la demanda agregada, pero si ocurrieron cuellos de botella en
sectores claves que tienen incidencia sobre el total de la economía como el energético. El
deterioro de este sector condicionó la balanza comercial y perjudicó las cuentas externas. Lo
mismo ocurrió en distintos sectores industriales que luego de años de crecimiento, y cuando
se requieren inversiones de capital que amplíen la capacidad instalada, no pudieron
acompañar el incremento de la demanda (SCHORR y WAINER 2014). La creciente fuga de

13
capitales que observamos en el apartado anterior es la contracara de la falta de inversión
durante este período.
Los altos precios internacionales de las materias primas durante la década de los 2000
presionaron al alza los precios locales, la dificultad para establecer retenciones a las
exportaciones de esos productos no permitió disminuir este efecto.
Hasta el año 2007 la recomposición de los salarios, luego del piso de 2002, había podido
implementarse sin entrar en fricciones con el capital por las elevadas tasas de crecimiento del
producto. Con el aumento de los alimentos, los sindicatos, que adquirieron mayor fuerza por la
implementación de las negociaciones paritarias obligatorias, pudieron renegociar
sistemáticamente para mantener el salario real, lo que llevó a una puja distributiva que
alimentó la suba de precios.
Si bien las variaciones porcentuales anuales son menores que durante la dictadura, la
inflación desde 2007 pasó a un nivel preocupante por dificultar las previsiones de inversión,
perjudicar la competitividad externa de la industria local y perjudicar en la distribución del
ingreso a los asalariados, sobre todo a los trabajadores informales.
(6) EVOLUCIÓN PRECIO BIENES AGROPECUARIOS, SALARIO, TIPO CAMBIO NOMINAL,
MANUFACTURAS Y SERVICIOS

Fuente: Asiain 2011

EL AJUSTE CAÓTICO EN LOS 80´


En este apartado veremos la dinámica que adquirió el proceso de ajuste llevado a cabo
tras la renuncia de Martínez de Hoz al ministerio de economía en 1981 hasta la hiperinflación
de 1989 que precipitó el final del gobierno de Raúl Alfonsín.

Inicio ajuste caótico 1981-83:


Damill, Fanelli y Frenkel (1994) ubican en estos años al “proceso de ajuste caótico”,
nosotros sostendremos que dicha categorización puede extenderse hasta 1989.

14
Las nuevas autoridades económicas se pusieron como objetivo la reducción del déficit
fiscal centrado en el aumento de las tarifas públicas y la corrección del desequilibrio externo a
través de la devaluación de la moneda y el control de las importaciones.
Los resultados de las medidas contra la inflación no fueron para nada positivos. El
tarifazo para reducir el déficit fiscal primario y la recesión impuesta por la devaluación
significan una caída de la demanda, sin embargo, profundizaron la tendencia inflacionaria. Lo
que aquí opera es la inflación estructural por aumentos en bienes claves de la economía, la
energía, fundamental para todo el proceso productivo, y los insumos importados. Por otro
lado, la composición del déficit fiscal mostraba, como resultado de la política de
endeudamiento y las frecuentes devaluaciones, el creciente peso del presupuesto destinado a
pagar intereses, lo cual dificultaba equilibrarlo reduciendo únicamente los gastos de
funcionamiento e inversión del Estado.
(7) VARIACIÓN ANUAL % IPC
AÑO INFLACIÓN
1980 100,8
1981 164,7
1982 343,5
1983 433,7
1984 688
1985 385,4
1986 81,9
1987 174,8
1988 387,7
1989 3079,5
Fuente: INDEC.

Las constantes devaluaciones de este período generaron una recesión económica por lo
cual se redujeron fuertemente las importaciones. Por lo tanto, a partir de 1982 comenzó un
periodo de superávit comerciales que se extendería hasta 1991. Sin embargo, esto no permitió
cerrar la brecha externa, el superávit comercial promedio del período equivalía al 50% de los
dólares que se debían pagar en concepto de intereses de deuda. Es decir que la restricción
externa no se solucionó con la caída de la actividad como indicaría el EMBP ni tampoco se
correspondía estrictamente a la estructura productiva desequilibrada, ya que el saldo de la
balanza comercial era positivo.
Lo que se observa, es una nueva característica estructural de desequilibrio externo de la
economía argentina desde la última dictadura militar hasta la actualidad. El insostenible peso
de los intereses de la deuda que sólo pueden ser pagados con nueva deuda y la constante fuga
de capitales (BASUALDO 2017).
(8) DESEQUILIBRIO EXTERNO 1981-1989
En millones U$D
SALDO SERVICIOS DEUDA
AÑO FUGA CAPITALES CTA CTE
COMERCIAL FINANCIEROS % PBI EXTERNA
1981 -287 -4,5 7.790 -4.714 35.671

15
1982 2.288 -7,3 6.451 -2.658 43.634
1983 3.331 -8,9 2.339 -2.438 45.069
1984 3.522 -8,8 738 -2.391 46.171
1985 4.581 -9,7 808 -953 49.326
1986 2.128 -8,7 102 -2.859 51.422
1987 542 -8,1 3.797 -4.238 58.324
1988 3.813 -8,4 -2.062 -1.572 58.473
1989 5.376 -10,1 7.481 -1.379 63.314
Fuente: INDEC, BASUALDO Y KULFAS (2000) y DAMILL, FANELLI y FRENKEL (1994).

La guerra de Malvinas en 1982 y el inicio de la crisis de la deuda latinoamericana


significaron el fin del financiamiento externo, la única vía para continuar tomando deuda era el
FMI.

Acuerdo stand-by FMI 1983-84:


Desde la asunción presidencial de Raúl Alfonsín en diciembre de 1983 hasta febrero de
1985 se desempeñó como ministro de economía Bernardo Grinspun. Los complejos desafíos
eran: lograr la recuperación de la actividad económica, frenar la inflación y renegociar los
vencimientos de la deuda externa con los acreedores, que demandaban un mayor ajuste.
En 1983 se observa una leve recuperación del PBI explicada por un aumento de los
salarios y el consumo, la inversión continuaba en retroceso como contracara de la fuga de
capitales. Se decidió adoptar una estrategia gradualista de reducción del déficit fiscal,
principalmente en los gastos militares, para no perjudicar la recuperación económica y las
condiciones de vida de una sociedad golpeada por la dictadura.
Los aumentos salariales derivaron en pujas distributivas entre los sindicatos y los
empresarios que se trasladaron a precios, la inflación de 1984 fue de casi 700%. Además, falló
la estrategia del gobierno de negociar con los acreedores por separado y conformar un club de
deudores junto a los demás países de la región. El FMI asumió la representación de los
acreedores y en septiembre de 1984 se realiza un acuerdo stand-by con dicha institución, a
pesar del intento inicial del gobierno radical por evitarlo. Las exigencias del FMI, características
de este tipo de acuerdo y en concordancia con la teoría económica ortodoxa, eran: shock
devaluatorio, aumento de tarifas públicas y restricción monetaria (DAMILL, FANELLI y FRENKEL
1994).
Las devaluaciones y los tarifazos también fueron fundamentales en el pico inflacionario
de 1984 y en una nueva caída de los salarios reales y la actividad económica. Un efecto
paradojal de estas medidas es que la recesión, implícita en el ajuste ortodoxo del FMI,
perjudicó la recaudación tributaria y aumentó el valor en moneda local de los intereses de la
deuda, dificultando la reducción del déficit fiscal.

Plan Austral 1985-86:


En febrero de 1985 renunció el ministro Grinspun y asumió Juan Vital Sourrouille. La
preocupación, casi excluyente, paso a ser la erradicación de la inflación inercial. En junio de ese
año se anunció la reducción de 12% del gasto público, suspensión de la obra pública, aumento
de las tarifas y los combustibles y el propósito de incorporar capital privado en empresas

16
estatales (FERRER 2008). Al mismo tiempo, se lanzaba el Plan Austral, una conjunción de
políticas ortodoxas y heterodoxas, acordadas previamente con el gobierno de EEUU y el FMI
(CANITROT 1992), con el principal objetivo de detener la inflación. La corrección del
desequilibrio externo pasaba a un segundo plano.
Las medidas heterodoxas incluyeron disminución de la tasa de interés real para alentar
la inversión privada, aumentar las retenciones, para mejorar cuentas fiscales y evitar los
traslados a precios en bienes transables como los alimentos, y la regulación de la indexación
de los contratos, para evitar la presión sobre los precios de las expectativas de inflación futura.
Inicialmente, se realizó un reacomodamiento de precios relativos que incluyó aumento de
salarios, jubilaciones, pensiones y tarifas públicas. Luego, se estableció el congelamiento de
estas variables, de los precios en general y del tipo de cambio. Con respecto a las medidas
ortodoxas, el gobierno se comprometía a reducir el déficit fiscal del 11% del PBI al 4% y a una
política monetaria restrictiva. Es decir que el déficit fiscal no sería financiado a través de
emisión sino a través del financiamiento del FMI.
Los primeros efectos fueron positivos, 1986 fue el año con menor inflación y mayor
crecimiento del PBI en toda la década. La actividad industrial creció en este período un 20%
(DAMILL, FANELLI y FRENKEL 1994).
(9) TASA DE CRECIMIENTO DEL PRODUCTO 1981-1989

VARIACIÓN
AÑO
% PBI
1981 -5,6
1982 -4,9
1983 3,8
1984 2,2
1985 -7,5
1986 7,8
1987 2,9
1988 -2,5
1989 -7,4
Fuente: Banco Mundial

A pesar de la disminución de la inflación general y el control de precios, ocurrió un


trastrocamiento de los precios relativos. El aumento de la demanda, por la mejora en los
salarios y el crecimiento económico, generó aumentos mayores en aquellos sectores cuya
oferta es inelástica en el corto plazo. Este es el caso de los alimentos frescos y de materias
primas para la industria, dos variables fundamentales para determinar el precio del salario y la
producción, que no habían entrado en el acuerdo de precios. En cambio, la industria, por la
recesión previa, contaba con capacidad instalada ociosa que puso en marcha para atender la
creciente demanda sin necesidad de aumentar excesivamente sus precios. Esto es un claro
ejemplo de la irrealidad del supuesto ortodoxo de la libre y eficiente movilidad de recursos
entre sectores económicos para ajustar oferta y demanda. Lo que ocurrió fue un exceso de
demanda en ciertos sectores, aumentos de los precios de bienes fundamentales y reaparición
de la puja distributiva.

17
Por otro lado, la recuperación de la actividad significó un aumento de las importaciones
que, combinado con la caída de los términos de intercambio de nuestras exportaciones,
redundó en una desmejora del saldo comercial. El desequilibrio externo alcanzó su mayor
déficit de cuenta corriente del período en 1987, mostrando las limitaciones a cualquier intento
de reactivación económica que acelera la pérdida de divisas por la necesidad de
importaciones. Se aceleró la dinámica de endeudamiento para financiar el creciente déficit, al
igual que durante la dictadura, el endeudamiento se utilizaba para financiar la fuga de
capitales y pagar los vencimientos de la propia deuda.

Cambio autoridades BCRA 1987-88:


A finales de 1986 la nueva aceleración de la inflación y la presión del FMI provocaron el
cambio en las autoridades del BCRA y el endurecimiento de la política monetaria. La nueva
gestión aumentó la tasa de interés para disminuir la demanda de liquidez, también los encajes
remunerados de los bancos y la colocación de títulos públicos como estrategia de esterilización
de la liquidez. El aumento desproporcionado de los títulos públicos y su alto rendimiento fue
denominado “festival de bonos” (FERRER 2008).
La suba de la tasa de interés no funcionó como desincentivo a la fuga de capitales que
aumentó fuertemente en 1987 ni como desacelerador de la inflación. La situación de
desconfianza por el sostenido desequilibrio externo y la tendencia inflacionaria aumentaban
los riesgos de mantener activos y ahorros en moneda local. Al ser el gobierno el único tomador
de deuda en el mercado local, toda suba de la tasa de interés generaba un aumento del déficit
fiscal y del endeudamiento, por lo que, lejos de desincentivar la fuga de capitales, la terminaba
incentivando (CANITROT 1992). Como señala Keynes (1936), la tasa de interés es un fenómeno
altamente psicológico y convencional, si las expectativas del futuro son pesimistas, en el caso
argentino respecto al índice de precios y al tipo de cambio, no hay tasa de interés que
garantice la conveniencia o rentabilidad de cierto activo.
Estas políticas generaron una desaceleración de la actividad, reducción del crecimiento
en 1987 y una caída del producto en 1988. El déficit fiscal, que había disminuido, volvía a
aumentar por la caída de la recaudación que implicaba la recesión y la inflación. Sólo los
préstamos del FMI durante 1987 permitieron estirar la agonía de una situación de
desequilibrio externo evidentemente insostenible y explosiva.

Plan Primavera / Hiperinflación 1988-89:


En abril de 1988 se suspenden los pagos al exterior, a través de una moratoria de hecho,
por la falta de divisas. Además, el tercer trimestre de dicho año alcanzó la tasa de inflación más
alta desde el inicio del Plan Austral. En agosto de ese año y ante estas circunstancias, se
anuncia el Plan Primavera cuyo único objetivo era evitar la hiperinflación hasta las elecciones
presidenciales programadas para mayo de 1989.
La principal medida era una reducción drástica del gasto público y un tipo de cambio
diferencial para las exportaciones agrarias, cuyo efecto práctico es similar a las retenciones a
las exportaciones de este sector. Además, se realizaron acuerdos con sectores empresarios
para regular los incrementos de precios.

18
El Plan Primavera tuvo un éxito fugaz en su inicio. Leve desaceleración de la inflación y
disminución del déficit fiscal. Los activos domésticos volvían a ser demandados, aunque cada
vez debían ser colocados a menor plazo, con esto se financiaba el déficit fiscal con un
instrumento financiero muy volátil.
A principios de 1989 el desequilibrio externo volvía a sentenciar el intento de
recuperación económica y disminución de la inflación. El nuevo gobierno de EEUU retiró su
apoyo al gobierno de Alfonsín y el Banco Mundial suspendió los desembolsos programados.
Era el final anunciado del financiamiento externo a un país cuya cuenta corriente fue
deficitaria 10 años consecutivos. Esto, sumado a la incertidumbre política local por las
próximas elecciones y la alta probabilidad de un triunfo del peronismo, catapultó la fuga de
capitales a niveles insostenibles.
Entre enero y febrero de 1989 se desató la fuga de capitales que debió ser afrontada con
las pocas reservas internacionales que le quedaban al BCRA y que no podía reforzar con
endeudamiento externo. Se estima (DAMILL, FANELLI y FRENKEL 1994), que se vendieron
aproximadamente U$D 450 millones por semana durante ese período y la fuga durante todo
ese año superó los U$D 7.400 millones. El gobierno renunció a las pautas cambiarias previstas
por el Plan Primavera y devaluó la moneda sistemáticamente como contrapartida de la caída
de las reservas. El precio del dólar se multiplicó por ocho en cuatro meses generando una
inflación de 1700% entre febrero y agosto.
(10) TIPO DE CAMBIO NOMINAL E INFLACIÓN
Variación % anual

Fuente: Wahren 2012 en base a INDEC y BCRA.

La hiperinflación de 1989 generó tal descalabro económico, social y político que forzó el
final del gobierno de Raúl Alfonsín 5 meses antes de la finalización de su mandato
constitucional.

¿Por qué lo llamamos ajuste caótico?:


Extendemos esta caracterización al período comprendido entre 1981 y 1989 por el
constante, ineficaz y costoso intento de llevar adelante un proceso de ajuste que corrija los
desequilibrios fiscales. Pese a reconocer como principales objetivos la reducción de la

19
inflación, del déficit fiscal y del desequilibrio externo, ninguna de las autoridades de la política
económica logró revertir estas variables más allá de mejoras fugaces luego del anuncio de un
nuevo plan.
Como resultado, la variación anual promedio del PBI durante este período fue de -1%,
por lo que también recibió el nombre de “década perdida”. La inflación anual promedio fue de
637% y fue determinante en la distribución regresiva del ingreso en el período. La brecha
externa causada por el peso de la deuda y la fuga de capitales nunca pudo cerrarse a pesar del
sostenido superávit de la balanza comercial, y fue financiada con nuevo endeudamiento
externo. Este contexto derivó en las privatizaciones de la década del 90´, como parte de pago
de la deuda, y el Plan de Convertibilidad, que decretó la paridad cambiaria para detener la
inflación.
Nuestra hipótesis, la cual se sostiene en todo el análisis precedente del fracaso de las
medidas tomadas, es que el error principal fue enfocar las medidas a la reducción del gasto
público y la restricción monetaria. La idea de generar superávit fiscal para pagar los intereses
de la deuda y para reducir la tendencia inflacionaria nunca pudo ser llevada a cabo. No pudo
ser llevada a cabo, justamente por el descuido del desequilibrio externo. Este desequilibrio,
como ya vimos, ya no se debe solamente a una estructura productiva desequilibrada
dependiente de importaciones, sino también a una nueva dinámica de valorización financiera
del capital, iniciada con la última dictadura militar, que combina el endeudamiento con la fuga
de capitales.
Sostenemos que dicho desequilibrio debió centrar la atención de las autoridades por sus
efectos directos sobre las demás variables a corregir como el déficit fiscal y la inflación. Cada
shock externo negativo del período demostraba la vulnerabilidad del conjunto de la economía
y dinamitaba cualquier intento de crecimiento y de mejora de los desequilibrios
macroeconómicos. Esta explica la dinámica caótica e ineficiente del proceso de ajuste. El
ejemplo más claro de trasmisión de los shocks externos son las devaluaciones que ocurren
frente a la disminución del nivel de reservas. Las devaluaciones por sí solas demostraron ser
ineficientes para cerrar la brecha externa y perjudiciales para la inflación y las cuentas fiscales.
Intentar frenar los precios con disminución del déficit fiscal y restricción de la política
monetaria es ineficiente si el tipo de cambio nominal aumenta constantemente. Por otro lado,
la devaluación significa caída de la recaudación y un aumento de la cantidad de pesos
necesarios para afrontar los crecientes intereses de la deuda externa, empeorando el déficit
fiscal.

LA POLÍTICA ECONÓMICA MACRISTA


¿LA VUELTA DEL AJUSTE CAÓTICO?

En esta sección analizaremos las principales medidas económicas del, aún inconcluso,
mandato de Mauricio Macri. Prestaremos especial atención al diagnóstico realizado por las
autoridades del punto de partida que describimos anteriormente. Veremos qué efectos están
teniendo esas medidas y si son eficientes para el objetivo que fueron planeadas. Intentaremos

20
demostrar la similitud con el proceso de ajuste caótico realizado en la década del 80´. Ese es el
objetivo final de este trabajo.

Diagnóstico inicial:
En materia económica el gobierno de Cambiemos inicia su gestión con dos objetivos
claros: bajar la inflación y desregular las relaciones económicas.
La centralidad de estos objetivos es evidente al ver las medidas que fueron
implementadas y se corresponde con una visión ortodoxa de los problemas que se debían
afrontar y la forma de resolverlos. El libre mercado funciona bien y lleva al crecimiento por sí
solo. Si esto no estaba ocurriendo, a pesar de la medición del INDEC de crecimiento en 2015,
era por los desequilibrios macroeconómicos, los excesivos impuestos y las regulaciones
estatales que limitan el ahorro y la inversión. En ambos casos la culpa era del rol del Estado en
la gestión previa. Siguiendo el paradigma monetarista, el exceso de emisión monetaria para
financiar el déficit fiscal era el responsable de la inflación y, a partir de eso, del desequilibrio
general2. Por otro lado, también bajo una mirada ortodoxa, sostienen que existía en Argentina
un exceso de impuestos y regulaciones que dificultan el ahorro privado, la inversión y la
formación de un mercado de capitales de mayor tamaño.
Respecto al desequilibrio externo, que ya era evidente desde el año 2010 , también se
observa un diagnóstico ortodoxo similar al EMBP. Este desequilibrio también se debe a
cuestiones monetarias, un exceso de crédito interno (déficit fiscal) que financia un nivel de
actividad mayor al del equilibrio externo y una caída de las reservas que ocultaba la necesidad
de devaluar hasta el tipo de cambio que lleve al equilibrio. Esta mirada también sostiene que el
libre comercio internacional es lo más beneficioso para cualquier economía, de esta forma,
cada país se especializa en lo que es más productivo y se logra una mayor eficiencia. Por
último, hasta que las propias fuerzas del mercado equilibren la balanza de pagos, el déficit
sería financiado con endeudamiento externo atraído por la flexibilización de las finanzas y una
alta tasa de interés.

Política económica macrista:


Respecto a la inflación, y de acuerdo a la lectura monetarista del problema, las
principales medidas fueron reducción del gasto público primario y la suba de la tasa de interés
para restringir la oferta monetaria. También se anunció que, hasta llegar al equilibrio, el déficit
fiscal sería financiado con deuda externa y no con emisión monetaria.
La reducción del gasto público estuvo básicamente concentrada en la fuerte disminución
de los subsidios a la energía. Según los datos del Ministerio de Hacienda, en 2015 esta partida
representó más del 12% del gasto público, 11% en 2016, 6% en 2017 y en 2018 se anuncia una
reducción mayor. Esto, sumado a la liberación del precio de los combustibles, tuvo como
contrapartida fuertes aumentos de la energía, sector fundamental para los hogares y la
industria. Según el INDEC, los aumentos del IPC de CABA, la región que más subsidios recibía
previamente, muestran aumentos de electricidad (562%), agua (338%) y gas (223%) entre 2015
y 2017.

2
Presentación Política Monetaria 2016, BCRA 2016

21
El BCRA fue el encargado de elevar las tasas de interés para restringir la demanda de
dinero y desincentivar la inversión. De esta forma, se eliminaría el exceso de demanda que
estaba causando la inflación. En el mismo sentido, una alta tasa de interés permite aspirar
liquidez circulante al ofrecer un elevado rendimiento en el tiempo por ese dinero, esto
significó un aumento del stock de LEBAC de $ 315.000 millones a fines de 2015 hasta $
1.265.422 millones en 2018.
Respecto a la desregulación del mercado, las medidas son más numerosas. Básicamente
se dividen en eliminación o disminución de impuestos para sectores de altos ingresos,
liberalización del comercio exterior e interno y desarticulación de mecanismo de control sobre
movimientos de divisas y del capital financiero.
Se eliminaron las retenciones a las exportaciones de trigo y maíz y se estableció la baja
gradual en el caso de la soja. Se redujo el impuesto a los bienes personales y sobre los autos de
alta gama. El impuesto a las ganancias, pagado por trabajadores con altos ingresos, es el único
que no fue eliminado pese a las promesas de campaña. Un informe de la Jefatura de Gabinete
muestra que en 2018 lo pagan más trabajadores que en 2015. Estos cambios implican un
deterioro en la recaudación impositiva y agravan el déficit fiscal, lo cual es una fuerte
inconsistencia de la política económica actual.
La apertura comercial se intensificó quitando las DJAI, servían como filtro y control de
importaciones, y reemplazándolas por licencias automáticas y no automáticas. También se
quitaron las restricciones a la exportación de granos y carne. El gobierno impulsa activamente
un acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea cuyos términos permanecen en las
sombras, pero sin duda tiene como objetivo una mayor apertura comercial entre países con
marcadas diferencias de productividad. En el mercado interno, se relajaron los acuerdos de
precios con los empresarios, se liberaron los precios de los combustibles para que sigan los
movimientos del precio internacional y el gobierno presionó activamente para que las
negociaciones salariales, públicas y privadas, cierren por debajo de la inflación.
La desregulación financiera es, sin duda, donde el gobierno realizó cambios más
profundos en sus primeros años de gestión. Fin del cepo cambiario y de los montos tope para
la compra y venta de divisas. Eliminación del encaje obligatorio para capitales especulativos y
tiempo mínimo de estadía en el país. Se quitó la obligatoriedad de los exportadores de liquidar
las divisas obtenidas por las exportaciones en la plaza local y las regulaciones a las empresas
trasnacionales para que reinviertan en el país sus utilidades.
Es necesario mencionar al endeudamiento externo como pilar fundamental de la política
económica macrista. Para ello, una de las primeras medidas fue pagar a los fondos buitres el
total de la suma reclamada. Así es que el gobierno inicia un feroz endeudamiento externo y
Argentina se vuelve el destino favorito, y pasajero, del capital especulativo.

La vuelta del ajuste caótico:


El desequilibrio externo actual existe desde el año 2010. Como vimos, se debe
básicamente a dos razones. La dependencia de importaciones por la estructura desequilibrada
que se refleja en el déficit de la balanza comercial y la fuga de capitales, que, pese a los
controles, se mantuvo en niveles elevados.

22
El actual gobierno desestima la importancia del desequilibrio externo y centra su política
en la reducción del déficit fiscal, la política monetaria restrictiva y la desregulación del
comercio y las finanzas. El resultado, como era de esperar, fue la profundización del
desequilibrio externo.
(11) DESEQUILIBRIO EXTERNO 2015 – 1° trim. 2018
En millones de U$D

SALDO
FUGA SALDO CUENTA PRECIO U$D DEUDA
AÑO BALANZA
CAPITALES CORRIENTE (base=2015) EXTERNA
COMERCIAL
2015 -3.419 7.505 -17.170 100 152.632
2016 2.128 11.666 -14.901 121 181.170
2017 -8.471 24.941 -30.800 144 232.952
1° trim 2018 -2.494 6.931 -9.623 220 253.741
Fuentes: INDEC, BCRA, Basualdo 2017.

La liberación de las importaciones, en un contexto donde el saldo de la balanza


comercial ya venía mostrando un retroceso, implicó un déficit del comercio internacional
récord en 2017 y, muy probablemente, empeore en 2018. En 2018 además hay que sumar el
efecto negativo de la sequía sobre las exportaciones agrarias. Si tenemos en cuenta la
composición de las importaciones y la falta de inversión local, las perspectivas de una mejora
en la estructura productiva para el repago de la deuda son negativas. El sector energético es el
único que atrajo inversiones, su resultado aún es incierto.
La fuga de capitales también muestra una dinámica explosiva. La desregulación
financiera, las altas tasas de interés y la persistencia de la inflación lo explican. En abril de 2018
comenzó una corrida del peso al dólar que elevará aún más la fuga en 2018. De los más de U$D
100.000 millones de deuda externa tomada durante esta gestión, aproximadamente la mitad
fue utilizada para financiar la fuga de capitales y otro tanto a pagar el exceso de importaciones,
la remisión de utilidades de empresas extranjeras (U$D 2.900 millones en 2016) y el déficit del
sector turismo.
Al igual que durante la década de 1980, la profundización del desequilibrio externo tiene
severos efectos para el conjunto de la economía.
(12) CRECIMIENTO PBI, DÉFICIT FISCAL (% del PBI), INFLACIÓN 2015 – 2018

VARIACIÓN GASTO FISCAL DÉFICIT


AÑO INFLACIÓN
% PBI EN INTERESES FISCAL
2015 2,7 2,1 6,1 29,9
2016 -1,8 2,3 6,8 40,3
2017 2,8 3 6,9 24,8
2018 estimación REM 0,5  ------ -------  30
Fuentes: INDEC, BCRA, BANCO MUNDIAL, IPC CONGRESO para 2015.

Los datos muestran el error de diagnóstico del gobierno y, por lo tanto, el fracaso de su
plan económico. Ni la desregulación de la economía está generando crecimiento ni la
reducción del gasto público primario reduce la inflación.

23
El déficit de cuenta corriente sostenido en el tiempo requiere de un incremento
constante del endeudamiento externo, esto hace aumentar el monto a pagar por el Estado en
concepto de intereses, sumado a los intereses pagados por la estrategia de las LEBAC,
aumentando el déficit fiscal. Al mismo tiempo, las devaluaciones como estrategia para mejorar
la cuenta corriente, elevan la cantidad de pesos necesaria para pagar los intereses en dólares,
aumentando aún más su peso en el presupuesto 3. La dificultad para reducir el déficit fiscal
también se debe a la quita o rebaja de impuestos mencionada anteriormente.
Las devaluaciones en Argentina tienen severos efectos recesivos, inflacionarios y de
transferencia de ingresos hacia los sectores más ricos de la economía (WAHREN 2012). El alto
nivel de inflación, con un promedio anual superior a los últimos años del kirchnerismo, se
explica en gran parte por el aumento del tipo de cambio. Este efecto es potenciado por la quita
de retenciones y la liberalización del precio de los combustibles. Además, el aumento de
precios en bienes claves para el entramado productivo como la energía, demuestran la
importancia de la explicación estructural de la inflación. Poco puede hacer en este contexto la
suba de la tasa de interés y la reducción del gasto primario para contener los precios.
El crecimiento del PBI tampoco tuvo el resultado esperado, los primeros 3 años de
cambiemos van a promediar 0,5 % de crecimiento anual (estimación REM para 2018). Esto
también se relaciona con la brecha externa y las condiciones estructurales. La reducción del
gasto público, la pérdida de poder adquisitivo del salario y el desincentivo a la inversión, por
las altas tasas de interés, la desregulación financiera y la fuga de capitales, son todos
componentes de la demanda agregada en retroceso. Además, la apertura de importaciones
destruye el entramado productivo local de una industria cuyo nivel de productividad es menor
al de las potencias mundiales. Por más transferencias de ingresos que se hagan al sector
concentrado del empresariado, difícilmente se vuelquen a inversiones productivas. Las
expectativas negativas de la demanda agregada presente y futura, tasas de interés tan altas y
constante riesgo de devaluación por el déficit crónico de la cuenta corriente vuelven a la fuga
de capitales la opción más segura y redituable.
El caos e ineficiencia de este proceso de ajuste se hizo evidente ante el shock externo
negativo que supuso el alza de las tasas de interés de la FED en abril de 2018 4. Los capitales
especulativos que habían llegado para valorizarse a la tasa de interés más alta del mundo 5, se
fueron en manada hacia plazas financieras más seguras. Que Argentina sea el país más
golpeado frente a ese shock externo habla de la importancia de abordar el desequilibrio
externo. Devaluación del 50 % en dos meses, caída de las estimaciones de crecimiento,
aumento de las estimaciones de inflación. Sin embargo, el gobierno decidió continuar con las
medidas que profundizaron el desequilibrio externo. Recurrió al FMI para firmar un acuerdo
stand-by por un nuevo endeudamiento de U$D 50.000 millones, anunció una profundización
del recorte en el gasto público primario y elevo las tasas de interés por encima del 40% anual.
Se insiste con la teoría del exceso de demanda cuando la capacidad productiva instalada ociosa
ronda el 35%. No se implementó ni una sola medida para regular la fuga de capitales, la

3
https://www.pagina12.com.ar/96969-fortisima-suba-de-pago-de-intereses
4
https://www.pagina12.com.ar/114329-no-es-la-corrida-es-el-modelo
5
https://www.infobae.com/economia/2018/04/02/argentina-es-el-pais-con-las-tasas-de-interes-mas-
altas-del-mundo/

24
pérdida de dólares por turismo, la remisión de utilidades no reinvertidas ni el déficit de la
balanza comercial.

CONCLUSIONES
Como vimos en la sección sobre los puntos de partida, ambos procesos de ajuste inician
en contextos de desequilibrio externo, alta inflación y dificultades para generar crecimiento
económico en contextos internacionales desfavorables. Sin embargo, es necesario resaltar
que, tal como los muestran los cuadros 3 y 4, los indicadores económicos tras la dictadura
militar eran mucho más complejos que en 2015. Por otro lado, el gobierno de Alfonsín alternó
políticas ortodoxas con algunas heterodoxas, sobre todo en el abordaje de la inflación, pero su
abordaje sobre un desequilibrio externo en crisis fue limitado.
Eso no influye en la comparación que aquí se intenta hacer. Lo que aquí vimos es que
ningún proceso de ajuste que desestime la importancia del desequilibrio externo va a poder
encausar las variables macroeconómicas. No sólo eso, este tipo de ajustes significó costos
socioeconómicos muy altos para el país y en especial para la clase trabajadora. El ajuste
caótico en los ochenta significó un aumento sideral de la deuda externa, profundizando lo
ocurrido durante la dictadura y comprometiendo el futuro del país. Dicho endeudamiento no
tuvo una contrapartida en el crecimiento económico ni en la capacidad productiva del país
para poder pagarla, cayeron los salarios reales, la inversión y el nivel de empleo. La deuda fue
utilizada para financiar la fuga de capitales y la ganancia especulativa.
El gobierno actual parece encerrado en el mismo laberinto. El dogma ortodoxo de sus
economistas, no le permite ver que, aún si se logra el equilibrio fiscal y si produce un
estancamiento tal de la economía que caen las importaciones hasta equilibrar la balanza
comercial, la cuenta corriente seguirá siendo deficitaria, principalmente por la fuga de
capitales y el pago de la deuda externa. Fuga de capitales que es un problema estructural de
nuestra economía, agravado por las políticas actuales, y que sin duda requiere un papel central
en la discusión económica y política sobre su naturaleza y solución. El proceso de ajuste
caótico puede continuar profundizándose hasta el punto en que se agota el financiamiento
externo y llega la crisis.
La vuelta al FMI es otra variable que se repite en ambos procesos. Esto no es un hecho
menor ya que dicha institución garantiza la continuidad de procesos de ajuste ortodoxos
centrado en la reducción del déficit fiscal, política monetaria restrictiva y desregulación
económica. Al mismo tiempo, significa una pérdida de soberanía respecto a la política
económica de futuros gobiernos.

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