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Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Historia Sociocultural de Colombia 2021-II,

profesor Augusto Javier Lopez Gomez

Comunidades realistas en el marco


de la revolución independentista

Por Juan Esteban Cuervo Bautista

A través de los años en Colombia se ha creado una historia oficial que formó una
oposición entre la época colonial y la etapa post revolucionaria que dio origen a la
creación de las repúblicas independientes. Esta historia, como cualquier otra, se ha
construido en beneficio de uno u otro discurso para legitimar las necesidades de los
dirigentes o dependiendo de la necesidad conceptual del momento.
En esta dualidad necesaria para construir una identidad nacional que otorgase unión
a las gentes que habitan en el territorio se tomaban los elementos de la monarquía
como fuente directa de la opresión y el retraso en el que se encontraban los
habitantes de la región, en el que se incluían criollos, indígenas y negros como una
parte total de la comunidad que se levantó en armas para expulsar a los invasores
ibéricos.
Con este discurso que trata de homogeneizar las causas independentistas como
una corriente liberadora y que buscaba cambiar la realidad inmediata de los pueblos
que recorrían Bolívar y sus comandados, aún cuando tanto en esa época, como
posteriormente, esto estaba lejos de la realidad.
No es algo oculto, que la inclusión de la población marginada durante la época de la
revolución independentista se fue dando con cautela, cuando no con deliberada
negativa, siendo incluso negada muchas veces la participación de grupos no
blancos dentro de las luchas y menos aún en la construcción política.
Prueba tajante es la oscilación entre las posturas a favor y en contra de la esclavitud
durante toda la campaña de Bolívar y las posteriores naciones que se construían en
América ya después de haber expulsado a los españoles y que solo hasta 1853 se
concretó como una realidad que conformó legalmente como libres a las poblaciones
negras que quedaban aún como esclavos aunque en la práctica las condiciones de
vida habituales no variaron mucho y menos la mentalidad que se tenía sobre estas.
Pero las propias comunidades marginalizadas tenían una autoconcepción en
desarrollo y que lejos del estado de indefensión e ignorancia que se les quería
atribuir, tanto indígenas como negros habían ido adquiriendo elementos discursivos
que les permitieran mejorar las condiciones de vida a las que se habían visto
sometidos desde la época colonial.

Durante la colonia se había construido un estado legal en el que se consideraba a


los indígenas como “miserables”, valor dado a viudas y huérfanos, y que avala
una serie de consideraciones paternalistas por parte de la monarquía y su
maquinaria burocrática para sostener la población nativa dentro del sistema de
dominio que habían impuesto desde ultramar.
Bajo este estatuto se creaban leyes que protegían a los indios y trataban de
defenderlos de los abusos criollos, pero que lejos de estar enfocados en una causa
humanista se daba en el contexto económico del tributo por parte de las
encomiendas y en la necesidad de prolongar la vida útil de los vasallos del rey.
En menor medida, ya sin los tintes paternales, se protegían a los esclavos de la
sevicia de sus amos en aras de minimizar las posibles revueltas negras que se
habían convertido en una amenaza latente para muchos hacendados e incluso para
regiones enteras en las que la población negra y mulata supera con creces a la
blanca, lo cual se convertía en una estrategia mejor que la mera represión militar.
Con la actitud leguleya que caracterizaba a la monarquía española se usaron las
cortes reales y sus funcionarios para mantener a raya los abusos de los criollos
sobre la población, fungiendo como defensores en la mentalidad ya colonizada y
formándose así la imagen del rey como protector y dador del bienestar común tanto
de esclavos e indígenas, llegando al punto en que veían en la ley un medio para
mantener condiciones de vida más dignas dentro aún cuando estas leyes fueran las
que otorgaban privilegios a sus opresores.
Ambas poblaciones hicieron uso, en la medida de sus posibilidades, de la
legislación de indias mediante los individuos a los que por necesidad los mismos
españoles habían ido otorgando elementos de autoridad respecto a sus congéneres
para mantener el control sobre poblaciones numerosas. Estos individuos gozaban
de ciertas libertades y comodidades respecto a sus pares que les permitían sentirse
superiores a ellos pero sin integrarse tampoco a una sociedad criolla y libre, siendo
el caso de los caciques y los capitanes de cuadrilla.
Los caciques se habían convertido en pivotes de autoridad que relacionaban a la
comunidad indígena a su cargo con los representantes imperiales que a su vez les
cedían este control sobre los resguardos, algo que se dio desde los inicios de la
conquista y que disminuye el choque cultural entre unos y otros. En un sentido
similar, los capitanes eran dotados de una autoridad entre sus congéneres y en
ambos casos se les responsabilizaba de ellos.
Por esta situación de intermediación, iban adquiriendo capacidades con las cuales
ejercer poderío pero también la necesidad de preservar a su propia gente. Así, poco
a poco se alfabetizaron y ganaron cierto dominio sobre el discurso legal y sus
mecanismos para solucionar diferentes clases de situaciones que eran perjudiciales
para su comunidad o para la continuación de su cargo.
En esas dinámicas se dieron situaciones en las que la realeza, aún cuando era la
perpetuadora de su yugo, también era defensora en contra de los intereses de los
hacendados criollos que eran las autoridades directas y quienes más sacaban
provecho de los malos tratos que les eran dados. Por lo tanto, la monarquía era una
entidad, abstracta en sus mentes, que les prometía un bienestar y a la que querían
agraciar para obtener favores, hecho que da lugar al pensamiento realista en
oposición a los movimientos de insurrección criolla que tenían como núcleo aquellos
criollos que directamente los explotaban y a los cuales temían por las acciones
violentas a las que eran sometidos.
Desde que empezó el espíritu de emancipación en el continente americano a raíz de
la revolución francesa en europa que llevó a la independencia de Haití, unido a la
posterior invasión napoleónica de la península ibérica, las autoridades españolas
motivaron a los grupos indígenas y esclavos a unirse a la defensa del rey Fernando
VII ante cualquier posible revuelta o intento de conquista que se diera en las tierras
americanas, otorgando beneficios que eran de gran interés para cada grupo.
En el caso de los esclavos aspiraban al estatus de vasallos libres, que ya poseían
los indígenas, como otro medio para obtener la libertad mediante la participación en
la defensa de los derechos monárquicos, mientras que los resguardos se movían
por la disminución del tributo al cual eran obligados a pagar y que mediante
acciones voluntarias aspiraban que se les reconociera su lealtad al rey.
Por eso no es correcto disminuir las causas que motivaban a estos sectores
oprimidos, puesto que la visión que tenían era más práctica que ideológica, ya que,
en un binarismo entre realistas contra republicanos, eran estos últimos los que se
entendían como insurgentes belicosos con ánimos de una expansión perjudicial
para las prácticas de vida que habían adquirido en los últimos años de la colonia.
Se quiere dar a entender en los discursos nacionales que aquellos que estaban del
lado de la monarquía eran ignorantes que habían sido engañados o coaccionados
para pertenecer a un bando en el cual eran subyugados, pero lejos de eso, la
realidad es que cada población midió las posibilidades que aparecían en el
panorama de eventos y buscaron lo que mejor se adaptara a las necesidades de su
gente en una época en la cual la revolución de independencia era aún algo etéreo y
que había nacido a raíz de los eventos de una invasión del que era, en su concepto,
el legítimo soberano de esas tierras.
El pensamiento no era homogéneo y mutaba dependiendo de las necesidades
locales y personales, tanto de negros e indígenas como de criollos y mestizos. Así
mismo, los intereses que movían a los grupos variaba y se enfocan en diferentes
problemáticas locales y grupales particulares, en las que cada uno velaba por sus
propios intereses. Los grupos esclavos e indígenas, particularmente en el
suroccidente de la nueva Granada, eran comunidades diferentes con procesos
autónomos y que debido a decisiones en pro de su propia idea de libertad, fueron en
contra del proyecto nacional dando paso a una fuerte represión posterior a la
expulsión de los españoles, pero que a medida que la historiografía revisa los
sucesos acontecidos durante el siglo XIX adquiere un valor social e ideológico que
ayuda a comprender mejor aquel momento histórico, a replantear los mitos
fundacionales en el marco de la diversidad y a construir una identidad nacional
mucho más ligada a la realidad, derrumbando dualismos que han sido adjudicados
posteriormente.

Bibliografía

Echeverri, M. (2016). Esclavos e indígenas realistas en la Era de la Revolución. trad. Silvia


Rivera Cusicanqui. Ediciones Uniandes. Banco de la República de Colombia.
Tirado Mejía, A. (1971). Introducción a la historia económica de Colombia. Universidad
Nacional de Colombia. El Áncora Editores.

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