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Jean-C harles

Jean-Charles 4ª
Bouch oux
Bouchoux edición

Los perve rsos


perversos
narcisistas
narcisistas
Quiénes son
Cómo
Cóm o actúan
Cómo
Cóm o deshacerse de ellos

arpa
1111rcissiques
Título original: Les pervers narássiques

©
© del te
texto: Jean-Charles
x to : Jean -C harles Bouchoux,
B ou chou x, 2009
2009
©dela tradmxión:
© de la trad Udia C
ucción: Lidia Cuscó,
usco, 2016
2016
©
© de esta edición: Arpa & & Alfil Fditores,
Editores, S. L.

Primera
Prim era edición: septicm bre Je
septiembre de 2016
2016
Cu arra edición: diciembre
C uarta <licicrn bre de 22018
018

ISBN: 9978-84-16601-22-6
7 8 - 8 4 -1 6 6 0 1 - 2 2 -6
Depósito legal: R B 2348-2016
2 3 4 8 -2 0 1 6

Discüo
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Enríe Jard
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arpa
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iso del editor.
Jean-Charles
Jean -C h arles Bouchoux

Los perversos narcisistas


Quiénes
Q uiénes son
Cómo
C ó m o actúan
Cómo
C ó m o deshacerse de ellos

Traducción y nota introductoria


Tra<lm:.:ción
Lidia Cuscó
de Lídia Cusco

arpa
A mis hijos,
Édouard
Jean-Baptiste, Alexandre y Edouard

A todos los seres sensibles, para que puedan


encontrar los caminos de la felicidad
y creer en la igualdad de todos los seres

A ti, evidentemente
¿Qué significa esta tristeza
que embarga todo mi serf
ser?
No se me quita de la cabeza
un cuento de un remoto ayer.

Refresca ya y oscurece,
y sereno fluye el Rin.
La
I.a cumbre del monte reluce
con los últimos rayos del sol.

La más bella de las doncellas


arriba en la peña
fnña se divisa.
Sus doradas joyas refulgen
cuando su pelo de oro alisa.

Se peina wn
con f1eine
peine dorado,
cantando una bella canción
cantand<J
que tiene una melodía extraña
de un son estremecedor.

El navegante en su barquita,
prendido de un violento pesar,
no atiende ya a los peñascos:
hacia arriba mira sin cesar.

Al fin
fin las olas se tragan
al barquero yy su embarcaci6n.
embarcación.
Esto es lo que ha conseguido
Loreley con su canción.
!,oreley

H F .IN R IC H IlIlliI
HEINRICH EINEN E ( I1 82
8 233))
índice

Nota introductoria 13

Introducción: ¿Quién es el perverso narcisista? 15

Familiarizarse con los conceptos clave 25

Primera parte: Analizar la psicología del perverso


La palabra: campo predilecto del perverso narcisista 53
Narciso frágil 67
El perverso: un niño en un cuerpo de adulto 79
El duelo imposible 89

Segunda parte: Conocer las estrategias del perverso


Las estrategias del perverso 99

Tercera parte: Librarse del perverso


Los efectos del perverso sobre la víctima 12 1
Resistirse al perverso narcisista 13 7

Cuarta parte: Llegar a com padecer al perverso


En los orígenes de la perversión 17 3
Los caminos de la compasión 19 9
El perverso y su víctima: el vals deletéreo 223

Conclusión 229

Caso práctico:
Preguntas y respuestas en el caso de Vanesa 231

A n exo 239
Nota introductoria

A principios de veran o de 2 0 1 5 hice un viaje fugaz


a T ou lou se, en com p añ ía de una buena am iga que
quería asistir a un concierto.
Raquel, mi amiga, estaba intentando superar un estado
depresivo tras haber vivido una relación muy tóxica.
T en íam os unas cu an tas h oras por delante antes
del concierto y nos dedicam os a callejear por el cen­
tro de la ciudad. Al pasar frente a una gran librería,
d ecid im os entrar. A llí, en m edio de un m ontón de
libros, hubo uno que me llam ó la atención: Les Per-
vers Narcissiques, de Jea n -C h a rles B o uch ou x. A b rí
una página al azar, leí una frase y le dije a R aqu el:
«A cab o de descubrir una pequeña joya.»
Jean-Charles Bouchoux habla de los mecanismos per­
versos narcisistas com o a mí me habría gustado hacerlo,
con un lenguaje claro y conciso que permite que todo el
mundo pueda llegar a comprender cóm o funcionan estos
mecanismos, y lo que es más importante, cómo podemos
escapar de ellos. Su lectura me cautivó porque explica
con palabras sencillas y asequibles conceptos complejos.
14 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Q u e ría que R a q u e l lo leyese, p e ro su n ivel de


Irancés no iba a perm itirle una lectura cóm oda. De
regreso a Barcelona lo busqué en castellan o, pero no
existía. ¡C ó m o ! Un libro com o este tenía que estar
trad u cido, y no solo al castellano.
M e puse en contacto con el autor, quien me confir­
mó que su libro solo estaba publicado en francés. Le
propuse traducirlo y me respondió: «Antes tendrías que
encontrar a un editor.» Y así em pezó esta aven tu ra...
D esd e e n to n c es, he ten id o o ca sió n de a sistir a
algu n os sem inarios y con feren cias de Je a n -C h a rle s
B o u ch o u x. En ellos he sido testigo del enorm e im ­
pacto y agrad ecim ien to que ha recib id o p o r parte de
m uchos asistentes: «G racias por haberm e abierto los
o jo s» , « G racias a usted, he p o d id o salir del p o zo »,
«A h ora entiendo por fin qué clase de relación estaba
viviendo», «Su libro me ha salvado la v id a», etcétera.
Desde el principio, este proyecto ha generado muchí­
simo entusiasmo entre todos los que estamos implicados
en él. Sincronicidad y sinergia se com binan y se suceden.
A g rad ezc o a R o c ío M o r illa y E len a M o r illa su
colab oración desinteresada en el proyecto, y a R afael
C asas su ap ortación .
T rad u cir Los perversos narcisistas y red actar esta
nota para la edición españ ola ha sido un gran honor
para m í, y espero que pueda co n trib u ir a d ifu n d ir
sus enseñanzas.
L ÍD IA C U S C Ó

Barcelona, junio de 2 0 16
Introdu cción
¿Q uién es el perverso narcisista?

D espués de la prim era edición de este libro, que tuvo


un e xtrañ o éxito , recib í m uchas reacciones en form a
de testim onios y consultas. Por ese m otivo he querido
que, en ediciones posteriores, m i trab ajo se com pleta­
ra con el relato de algunos de estos testim onios, que
perm itirán una m ejor com prensión del tem a.
El perverso narcisista estructural utiliza el vínculo
fam iliar, profesion al o am oroso para som eter al otro.
N ecesita de esta proxim idad para ejercer su influencia
y no perm ite que su víctim a se aleje de él. Es frío , no
con oce la cu lpab ilid ad (porque proyecta sus afectos)
y no duda en cu lpab ilizar a los dem ás.
Los valores, los sentim ientos y el com portam iento
del p e rv e rso n arcisista cam b ian en fu n ció n de las
personas y del con texto que le rodean. En apariencia
es am ab le y puede fingir com pasión y sim patía. Es
seductor y, si es preciso, puede mostrarse muy servicial,
sobre todo si eso le perm ite alcan zar sus ob jetivos,
a m enudo a costa de los dem ás. N o tiene nunca en
cuenta las necesidades ni los sentimientos de los otros,
16 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

salvo para utilizarlos, m anipular a su víctim a, aislarla


y conseguir que haga lo que él quiere. Es egocéntrico,
y aunque tam bién es m entiroso, exige en el otro la
perfección y la verd ad. G eneralm ente hábil con las
p alab ras, utiliza el doble sentido para m an ip u lar y
asum ir el papel de víctim a, para que le com padezcan
o p ara in com od ar al otro deliberadam en te. A pesar
de carecer a m enudo de v alo re s p ro p io s, u tiliza la
m oral y los valo res de los dem ás p ara alcan zar sus
o b je tiv o s. Puede o frece r razo n am ie n to s a p a re n te ­
mente m u y lógicos p ara ju stificar sus actu acion es.
Puede ser celoso e infiel. N o so p o rta ser blanco de
las críticas, pero critica sin cesar. P ara crecerse, se
alim enta de la im agen de su víctim a: cu an to m ás la
m enosprecia, m ás fuerte se siente. Si siente an gu stia,
rápidam ente hace exp erim en tar al otro esta m ism a
an gu stia. A través de los m ecanism os que vam os a
exponer, verem os cóm o el p erverso narcisista hace
carg ar a los dem ás con lo que deberían ser su rab ia,
sus m iedos y su culpabilidad. O , dicho de otro m od o,
su locura.
A h o ra bien, si el perverso n arcisista con una es­
tru ctu ra perfecta e xiste , debem os sab er que todos
estam os exp u esto s a utilizar, en ciertos m om entos,
mecanism os perversos narcisistas. Por esta razón, más
que un ensayo sobre el perverso narcisista, este libro
intenta trazar un m apa de los m ecanism os y de los
orígenes de la perversión m ental, y esbozar el límite
entre norm alid ad y perversión .
¿QUIÉN ES EL PERVERSO NARCISISTA? 17

En este sentido, los person ajes de don Ju a n y C a-


san o va son p arad igm áticos de lo difícil que resulta
describir una p erson alidad con precisión: don Ju a n
seduce a las m ujeres y les propon e citas a las cuales
n o se p rese n ta, p ero en vía a su c ria d o S g an arelle
para co m p ro b ar que ellas sí acuden. C u an d o es así,
se siente satisfecho. En cam b io , C asan o va seduce a
las m ujeres, acude a la cita, «consum a» y desaparece.
T anto el uno com o el otro se defienden de la angustia
asociad a a la idea que tienen de su poder.
D on Ju a n con stata el poder de su im agen; C asa-
nova se asegura de no estar castrado. Pod ríam os ver,
pues, en C asan o va a un perverso sexu al; en d o n ju á n
a un perverso narcisista. Sin em bargo, los dos huyen
-d esp u és de h aber se d u cid o - porque en una relación
am orosa se sentirían dem asiado expuestos al peligro.
El perverso narcisista, tal com o vam os a estudiarlo,
seduce a su presa a la m anera de don Juan, pero luego
la retiene e intenta destruir su im agen. Se alim enta
de ella y proyecta en ella su p rop ia locura. Som ete a
su víctim a y la em puja a la depresión, la violen cia, la
perversión, la locura, la enferm edad y, en los casos más
extrem os, a la m uerte por suicidio o por accidente.
A lo largo de esta ob ra estudiarem os casos de per­
sonas reales que nos dem ostrarán que a veces es muy
difícil hacer un diagnóstico preciso. D escubrirem os
el caso de V an esa y verem os có m o , al igu al que la
Loreley del poem a citado en el epígrafe de este libro,
se convierte en una sirena seductora que se com place
18 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

al ver a los m arineros estrellarse contra sus arrecifes.


El lector que lo desee podrá analizar este caso prácti­
co y responder a unas cuan tas preguntas que hem os
agru p ad o al final del lib ro .' V erem os tam bién el caso
de Fran k, que disfruta enorm em ente critican do a su
m ujer y despreciándola, tratán d ola de perversa para
o lv id a r que él se sin tió traicio n ad o en su in fan cia.
T am bién el caso de S an tiag o , jefe de em presa, que
se crece a co sta de m en o spreciar a sus em p lead os.
De igual m odo analizarem os el caso de A n d rea, que
d e sa rro lla m ecan ism o s p e rv e rso s n a rcisista s p ara
salir de su caos y después, a diferencia del perverso
estru ctu ralm en te p erfecto, siente una an gu stia del
aban don o que le hace recaer. Su recorrido se com ple­
tará con el largo testim onio de Ju a n , com pañero de
Andrea, que después de haber experim entado dos años
de torm entosa relación con ella pon d rá toda su vida
en cuestión. En todos estos casos, los lectores serán
testigos de cóm o funcionan los m ecanism os exp u es­
tos a lo largo de esta ob ra. Finalm ente, verem os que
los padres perversos no dudan en sacrificar la salud
m ental de sus hijos con el único fin de preservar su
propio bienestar.

i El lector hallará preguntas sobre este caso práctico a lo largo del libro.
Al final de la obra se proponen respuestas no exhaustivas.
¿QUIÉN ES EL PERVERSO NARCISISTA? 19

Un p o c o d e historia

El psicoanalista francés Paul-Claude Racam ier inventó


el concepto de «perverso narcisista» en la década de
1 9 5 0 . E n aqu ella época tra b a ja b a con la p sico sis1,
con cretam en te con la esq u izo fren ia3. Para él, el es­
quizofrénico vive con horror sus conflictos internos y
se apresura en proyectarlos en el otro. En su libro Le
génie des origines (“ El genio de los orígenes” ) Racam ier
explica, acerca de los perversos: «Son infiltrados que
aprovechan cualquier excusa para atacar el placer de
pensar y la capacidad de crear; en el perverso narcisista
predom inan la necesidad, la capacidad y el placer de
protegerse de los conflictos internos, y particularmente
del duelo, haciéndose valer en detrimento de un objeto
m anipulado com o una herramienta y un contrapunto.»
H arold Searles, que estudia también la esquizofrenia,
destaca la interacción de los procesos inconscientes
entre el psicótico y su terapeuta. En su libro L’effort
pour rendre l'autre fou (“ El esfuerzo por volver loco
al o tro ” ), Searles nos dice: «V olver loco al otro form a
parte del poder de cad a uno: lo g ra r que 110 pueda
e x istir por sí m ism o, ni pensar, ni sentir, ni desear
acordándose de él m ism o y de lo que le es propio.» La

2 Psicosis: Trastorno mental grave, con alteración tiel sentido de la realidad.


El mundo interno del individuo y el externo pueden confundirse.
3 Esquizofrenia: Grave alteración de la noción de la realidad, en la que el
individuo deja de tener claro dónde están los límites entre sú mundo interno y el
mundo externo. I.os principales síntomas son los delirios y las alucinaciones auditivas.
20 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

perversión narcisista sería un m edio para la persona


de no llegar a delirar, para que sea otro el po rtad o r
de su caos y no caer así en la psicosis.
P ero fu e la fra n c e sa M a r ie -F r a n c e H ir ig o y e n ,
m éd ico p siq u ia tra y tam b ién p sic o a n a lista , quien
p op u larizó el térm ino en su o b ra E l acoso moral: el
maltrato psicológico en la vida cotidiana. Define el
acoso m oral, mecanism o típico del perverso narcisista,
com o «cualquier conducta ab u siva que se m anifies­
ta p articu larm en te en co m p o rtam ien to s, p a la b ra s,
a cto s, g esto s, escrito s, que pu edan aten tar co n tra
la p erson alidad , la dignidad o la integridad física o
psicológica de una person a, poniendo en peligro su
trab ajo o degrad an d o su am biente social».

La p erversió n narcisista

El térm in o «p e rve rso » ha fo rm a d o siem pre p arte


del len gu aje corrien te. Si un jefe de d ep artam en to
hace un com en tario p e yo rativo , es un perverso. Una
person a seductora es a m enudo tachada de perversa.
Si un problem a nos resulta m olesto, lo tacham os de
elem ento perverso.
A bord é el tem a del perverso durante uno de mis
se m in ario s de fo rm a ció n . C u a n d o pedí a los a sis­
tentes que dijeran la prim era p alab ra que les venía
a la cabeza, me propusieron «vicio so », «corru p to »,
«in m o ral», « m alo », «rebelde», «lib id in oso», «liber­
tin o » , «ob scen o » , « m a lv a d o » ... C a d a uno tenía su
¿QUIÉN ES EL PERVERSO NARCISISTA? 21

p ro p ia definición del p erverso . A ntes de avan zar y


ab o rd ar distintos con ceptos sobre las perversion es,
y con cretam en te la perversión n arcisista, conviene
definir su significado correctam ente.
En p sico p ato lo gía, un térm ino puede ser utilizado
en un sentido muy diferente al que tiene en el lenguaje
coloq u ial. Por ejem plo, la «m elan colía», palab ra que
nos parece rom ántica cu an do la utiliza un poeta, en
p sico p ato lo g ía describe una enferm edad grave. L o
verem os m ás adelante. El térm ino «perverso» tiene
una con n otación m oral, aunque por sí sola la m oral
no basta para definirlo.

Estructura d el libro

A continuación explico cóm o está estructurado el libro,


y por qué me p areció conveniente estru ctu rarlo así.
Prim ero, definim os la p alab ra p erverso, así com o
unos cuan tos térm inos de p sico lo g ía que nos serán
m u y útiles a lo largo de todo el libro.
A c o n tin u a c ió n , e stu d iarem o s la p sico lo g ía del
p e rv e rso n a rc isista (P rim era p arte ), así c o m o sus
estrategias (Segunda parte).
D espu és tratarem o s de a v e rig u a r có m o escap ar
de la perversión narcisista, cóm o deshacerse del per­
verso (Tercera parte). El perverso utiliza m aniobras
p articu lares, com o la de aferrarse a su víctim a. N o
le perm ite huir, se le «engancha» y luego la arrastra
hacia un entorno nocivo. E xp o n er los conceptos que
22 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

nos van a perm itir ab o rd ar este m ecanism o específico


nos ayu d ará a entender m ejor lo im portante que es
para la víctim a pon er distancia de inm ed iato, antes
de intentar cualquier otra cosa para escapar de la per­
versión. Intentarem os prever de antem ano las replicas
del perverso y sus intentos de «volver a engancharse».
Si estam os prevenidos frente a sus reacciones - y a se
sabe que hom bre p reven id o, vale p o r d o s - no nos
so rp re n d e rá ver al p e rv e rso resistirse , in ten tan d o
seducir de nuevo, am enazar o culpabilizar.
Por últim o, hablarem os de los orígenes de las per­
versiones y estudiarem os cóm o llegar a com padecer al
perverso (C u arta parte). ¿P or qué tratar estos tem as
después de haber desmontado sus mecanismos? Porque
verem os que en el proceso del duelo, que generalm en­
te es un recorrid o que deberá hacer la víctim a, son
necesarias varias etapas. El perdón es fu ndam ental
cuando acom paña los recorridos de la resiliencia, pero
si ocurre dem asiad o pronto puede tran sform arse en
negación e im pedir el trab ajo necesario.
C uan do Juan, el com pañero de A ndrea, consiguió
por fin separarse de ella, me dijo: «Primero tengo que
expu lsar el veneno. A partir de ahí podré curarm e y
reconstruirm e. Solo entonces intentaré comprender, y
luego perdonar. Espero volver a encontrar los cam inos
de la com pasión y volver a ser com o era antes.» Este es,
precisamente, el camino que trataremos de hacer juntos.
En el trabajo de acom pañam iento de las víctimas de
un perverso es m uy im portante proceder con orden.
¿QUIÉN ES EL PERVERSO NARCISISTA? 23

Podríam os plantearnos proponerle a la víctim a que se


cuestionase a sí m ism a e intentara averigu ar p o r qué
ha perm itido lo que le ha o cu rrid o, o p o r qué se ha
encontrado con esta clase de persona. Sabem os que el
perverso acaba de pasar mucho tiem po exigiendo a su
p areja que cargue con su cu lpab ilid ad. N o s podem os
im aginar que, al salir de esta experiencia, a la víctim a
le costará m ucho cuestionarse a sí m ism a. Pedirle que
lo haga supondría añadirle una carga suplem entaria y
el riesgo de hacerla su frir tod avía m ás: la víctim a ha
sufrido ataques que han dañado severamente la imagen
que tiene de sí m ism a. C uestion arse a sí m ism a podrá
fo rm a r parte del reco rrid o , pero este paso no deberá
darse hasta después de haber hecho un largo trab ajo ,
parecid o al del duelo, seguido de una reconstrucción
y de una reap rop iación de su identidad.
Fam iliarizarse
con los co n cep to s clave

¿D e que tratan el psicoanálisis y, de form a m ás gene­


ral, las ciencias hum anas, si n o de los orígenes y los
desplazam ientos de las distintas energías presentes
en el cuerpo hum ano y de los conflictos que surgen
cu an do se enfrentan unas a otras?
E stas energías pueden m an ifestarse en fo rm a de
pensam ientos, deseos o aversiones. D os deseos con
sentido opuesto pueden generar conflictos (por ejem ­
plo, el ham bre y las ganas de adelgazar, o el encuentro
con alguien a quien p referiríam os evitar). C u an d o el
conflicto es extern o, nos alcan za rápidam ente. Si es
interno, tam bién puede estar dirigido o proyectado
rápidam ente hacia los dem ás (por ejem plo, a veces
puede resultar m uy tentador com partir nuestro mal
hum or con los dem ás).
El p sico an álisis hace un estu d io de las energías
psíquicas. Freud explicó el aparato psíquico mediante
lo que se con oce co m o las tópicas , una especie de
m od elo « carto g ráfico » del psiqu ism o. A través de
la d in ám ica de las en ergías p síq u ica s, inten tam os
26 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

com prend er la calid ad , la can tid ad y los diferentes


desplazam ientos de estas energías. C on el estudio de
los m ecanism os psíqu icos, verem os cóm o se gestiona
esta energía y podrem os distin gu ir los m ecanism os
que son ap ro p iad o s de los que son patológicos y los
que son perversos.

La energía del d eseo

Para com prender qué es la perversión , abo rd arem os


en prim er lugar la noción de pulsión. Si adm itim os
n o rm alm e n te la e x iste n c ia de u n a e n e rg ía físic a ,
p o d em o s, de la m ism a m an era, a isla r una en ergía
psíquica. La pulsión está precisam ente constituida por
esta energía psíquica. Es una excitación interna, una
«carga energética que hace que el organ ism o tienda
h acia un o b je t iv o » .1 C u a n d o ten em os que c a rg a r
un peso, nuestro m úsculo produce una energía que
vam o s a invertir en el esfuerzo. D e la m ism a m an era,
un pensam iento, un deseo o una aversión fo rm u la ­
dos para responder a una necesidad p rod u cirán una
energía psíquica que será necesario gastar. C u alq u ier
necesidad o cu alq u ier produ cción mental crean una
tensión en el cuerpo. C o n el pasaje al acto hacia un
ob jetivo y hacia un ob jeto designado por el p siqu is­
m o, encontrarem os de nuevo un estado sin tensión.

i Laplanche J., Pontalis J.-B ., Vocabulaire de la psychanalyse, PUF, 2007 .


FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 27

P ero no to d o s lo s p en sam ien to s, deseos y aver­


siones tienen el m ism o «peso». A lgun os de nuestros
pensam ientos pesan m ás que otros. A d em ás, existe
una interdependencia entre la energía física y la ener­
gía p síq u ica: el exceso de preocu p acio n es nos deja
ag o tad o s, nos vacía de la energía física que tenem os
disponible.

Feliz y fuerte
Durante un taller, un conferenciante hace subir a una persona
al estrado. Como experimento le pide que tienda el brazo y
que resista a la presión que aplica sobre su puño para con­
seguir hacerle bajar el brazo, como si le echara un pulso. El
conferenciante le pide después que piense en algo alegre,
en un buen recuerdo. Ahora resultará muy difícil doblarle el
brazo. Después, el conferenciante le pide que piense en algo
triste que le haya ocurrido. La persona es incapaz de resistir la
presión sobre su brazo.

Este experimento demuestra muy bien la interacción entre las


energías psíquica y física.

C u alq u ier deseo, pensam iento o aversión p ro vo can


un estado de tensión en nuestro cuerpo.
Sin e m b a rg o , el o rg a n ism o pu ed e s o p o r ta r la
presión hasta cierto punto; tiende a d ism in u irla de
form a natural porque un estado de tensión dem asiado
intenso conduce al sufrim iento y pone en peligro el
organ ism o, tanto desde el punto de vista físico com o
psíquico. ¿C óm o se ponen de acuerdo nuestro cuerpo
28 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

y nuestra psique para evacuar estas pulsiones? ¿C óm o


se pasa de la necesidad al deseo, y có m o se descarga
nuestro excedente de energía? ¿C ó m o se desenvuelve
la persona sana y cóm o lo hace el perverso?

De la necesidad al d e se o 2

I.a pulsión se o rgan iza según tres p o lo s: su origen ,


su objetivo y su objeto. El origen es el lugar donde
surge la necesidad. Son los fundam entos de nuestro
cuerpo. El objetivo está elaborado por el psiquism o en
respuesta a la dem anda fisiológica. El objeto es la cosa
gracias a la cual podrem os saciar nuestra necesidad.
Por ejem plo, si tenemos ham bre, nuestro cuerpo se
pone en tensión y envía una señal; entonces nuestro
psiquism o elabora un deseo: «M e apetece un pastel.»
C o n el p asaje al acto hacia el ob jeto d esign ado (el
pastel) alcan zare m o s un estad o de sacied ad y c a l­
m arem os las tensiones. Para responder a una m ism a
necesidad, cada uno puede elaborar un deseo distinto:
necesidad de dulce, de salad o , de hacer dieta, etcéte­
ra. Pero es el organ ism o el que im pone al psiquism o
e lab o rar un deseo.

2 Según Sigraund F reu d , «I’ ulsions et destins des p ulsion s» en


Métapsycbologie, Folio E'ssais, Gallimard, 19 8 6 .
FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 29

La estructura de la pulsión

El ejem plo antes citado se ap o ya en una pulsión de


autoconservación, es decir, en un im pulso irreprimible
de co n se rv ació n de la v id a (beber, com er, dorm ir).
Freud identifica tres clases de pulsiones: las pulsiones de
autoconservación, las pulsiones sexuales (libido) y las
pulsiones de muerte (auto o heterodestructivas). C ad a
una de estas pulsiones busca ser saciada, porque el or­
ganism o tiende de form a natural a calm ar las tensiones.

¿P u ed e el d e se o generar sufrim iento?

C o m o ya hem os visto , to d o d eseo, to d a av ersió n ,


toda producción mental crea tensiones. El organism o
puede to lerar so lo cierto nivel de ten sión. N u estra
cap acid ad de toleran cia a la frustración depende de
nuestra estructura psíquica y del estad o de tensión
p ree xiste n te . C u a n to m ás m a d u ro s so m o s, m e jo r
so p o rta m o s cierto estad o de ten sió n . C u a n to m ás
relajados estam os, m ejor podem os acoger una nueva
necesidad o una nueva frustración.
30 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

L a base del siguiente diagram a representa un es­


tad o de tensión p sico co rp o ral b aja. Este estad o de
relajació n podría corresponder, por ejem plo, al que
sentim os cuan do estam os de vacaciones junto al mar.
El nivel superior del esquem a representa el um bral
de tolerancia a la presión, que tam bién podríam os lla­
m ar um bral de sufrim iento. N o olvidem os que ciertas
tensiones son el resultado de deseos inconscientes que
a m enudo rem ontan a la prim era infancia.

Sufrimiento y adición de las tensiones

P ara com prender m ejor este d iag ram a, im aginem os


a una p erso n a que está de v a ca cio n e s. C u a n d o se
dispone a subir a su coche, se da cuenta que tiene un
neum ático pinchado. N o es grave. C am b ia la rueda y
por la noche cuenta el incidente entre risas, m ientras
tom a una copa con sus am igos. Im aginem os ah ora
que a esta m ism a persona la despiden de su trab ajo
y, el m ism o d ía, la aban don a su pareja. Es probab le
FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 31

que caiga en un estado de tensión m uy intenso. Ju sto


después de recibir am b as noticias, llega a su coche y
descubre que el neum ático está pinchado. Entonces,
co m pren siblem en te, su fre un ataq u e de n ervios. Si
un tercero presencia la escena, no com prenderá que
reaccione así p o r tan po co (lo que, p o r otra parte,
dem uestra a la perfección lo difícil que es juzgar lo
que experim entan los dem ás).
O tro ejem plo es el de ciertas person as a las que
llam am os clin o m an íacas. Pasan to d o su tiem po en
la cam a. Se encuentran en un estado de tensión inte­
rior tal que cu alq u ier acción, cu alq u ier deseo, puede
a b o ca rla s al su frim ien to. El n eu rastén ico , co m o la
p erso n a c lin o m a n ía c a , e vita actu ar. P arece que lo
h ayan d e sp o ja d o de to d a la e n ergía. E n re a lid a d ,
sus energías están actu an d o en su inconsciente para
retener los deseos que allí habitan y que chocan con
sus valores m orales. Su nivel de tensión es tan elevado
que el m ínim o deseo, la m enor con traried ad , puede
hacerle cru zar el um bral de tolerancia y ab o carlo al
su frim iento. C o m o verem os m ás adelan te, a través
de m ecanism os que le son pro p io s, el perverso carga
sus defectos en el otro y evita así el sufrim iento.
Se han hecho experim entos con ratones a los que
se aplica una descarga eléctrica. Evidentem ente, cada
d escarg a inten sifica su nivel de ten sió n , hasta que
ésta les resulta insoportable. Si en la jau la hay varios
ratones, se vuelven agresivos entre ellos: cada ataque
les perm ite d escarg ar una parte de la tensión. Si el
32 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

ratón está solo en la jau la, acab ará p o r autom utilarse


royén d ose la pata.
A sí pues, ¿conducen los deseos al sufrimiento? A u n ­
que todo deseo o aversión es susceptible de aum entar
nuestra tensión interna, tam bién es cierto que cuando
el deseo es consciente y realista, no nos p rovocará una
tensión que seam os incapaces de soportar.

¿Som os todos iguales frente a la pulsión?

Cuando un bebé tiene una necesidad, exige satisfacción


instantánea. Si no obtiene una respuesta inm ediata,
grita y p royecta su rab ia. En caso de fru stració n , la
p sic o a n a lista inglesa M e la n ie K le in h a b la de od io
del bebé h acia su objeto de am or (el pecho); objeto
g racias al cual el niño sacia su necesidad, pero cu ya
a u sen cia m om en tán ea es g e n e ra d o ra de ten sio n es
internas. M á s adelante, el niño pequeño al que no se
le da su obieto de deseo, p atalea y llo ra. E l niño no
alcanza el p eríod o llam ad o de latencia hasta los seis
o siete años, cuan do aprende a posponer sus deseos.
Sin e m b a ig o , n u estra p siqu e se ha estru ctu rad o
durante nuestra p rim era infancia. Freud exp lica que
todo se decide antes de los seis años, que ¡fel niño es
el padre del h om b re». T odo deseo n o recon ocid o, o
no satisfecho, nos lleva a un conflicto interno y hace
surgír las correspondientes tensiones.
L a m ayoría de nosotros hemos aprendido a gestionar
estas apetencias y estas aversiones, a arreglárn oslas
FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 33

con lo que tenem os o a posponer nuestras necesida­


des. Para gestionar nuestras pulsiones inconscientes,
a m enudo recurrirem os a m ecanism os inconscientes,
los m ecanism os de defensa del yo.
Pero h ay person as que no soportan sus conflictos
intern os y se ap resu ran a e x p u lsa rlo s en fo rm a de
delirios, proyeccion es o de p asaje al acto. L o s per­
versos form an parte de este gru po: estudiarem os los
m ecanism os de defensa particulares con los que estas
person as logran p ro ye ctar sus pulsiones en el otro,
p ara así liberarse de ellas a expen sas de los dem ás.

Pulsión y perversión

El térm ino p erversió n 3 proviene del latín per vertare


y significa invertir, cam b iar el sentido. Puede haber
perversión cu an do se cam bia el ob jetivo o el objeto
«n orm al» de una pulsión. H ab larem o s pues de per­
versión del ob jetivo o del objeto.
Por ejem plo, para entender la noción de perversión
sexual, tenemos que definir antes el objetivo y el objeto
de una relación am o ro sa. A lgu n as religiones exigen
que una relación sexu al tenga com o único ob jetivo
la p rocreación en el seno de los sag rad o s lazos del
m atrim o n io . D esde este p u n to de v ista , cu a lq u ie r
relación am orosa que no persiga este ob jetivo, o que
se consum e fuera del m atrim on io, resulta perversa.

3 Perversión: Incapacidad de considerar a los demás como sujetos, sin


tener en cuenta la alteridad.
34 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

V em os com o la m o ral y la no rm a no son suficientes


para definir la perversión y que por lo tanto conviene
que cad a uno exp lo re sus lim ites.
Si conservam os com o definición de relación sexual
«la búsqueda de placer entre dos adultos consent'dores»,
h a y p erversió n siem pre que el o b jetivo sea distinto
a la b ú sq u ed a de p lace r co m p a rtid o (su frim ien to ,
d o m in ació n , su m isión , etcétera), y h a y p e rv e rsió n
del ob jeto cu an d o se trata de un ad u lto au e no da
su consentim iento.

¿ D ó n d e van n u estras p u lsio n e s?

Los m ecanism os d e defensa

Según la tópica freudiana4, los m ecanism os de defensa


son una parte del y o , m ás concretam ente la parte in­
consciente del yo. E l neurótico reprim e sus pulsiones
fuera del cam po de la consciencia, las «olvida», porque
de no hacerlo en traría en con flicto con sus valo res
m o rales. E stas p u lsio n e s q u ed an re p rim id as en la
parte inconsciente del psiquism o Pero las pulsiones
am enazan con infiltrarse de nuevo en la consciencia.
L os m ecanism os de defensa pueden perm itir la gestión
inconsciente de las p u lsion es, d esp ejarlas sin tener
que recu rrir al objetivo inicial.

4 Cartogralía del psiquismo de Freud.


FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 35

A prender a dominar las propias pulsiones


Durante una pelea conyugal violenta, en lugar de reprimir la
agresividad, se pueden romper platos en lugar de pegar a
la pareja. El objeto pareja es sustituido por el objeto plato:
utilizamos entonces el mecanismo de defensa llamado sus­
titución. Podemos también cambiar el objetivo y el objeto
de nuestra violencia; entonces, utilizamos el mecanismo de
defensa llamado desplazamiento.

Podemos desmontar el aparato electrodoméstico que se ha


estropeado, cambiar las piezas defectuosas y repararlo; o bien
hacer la limpieza, pelearnos con el polvo y tirar los objetos
que nos parecen inútiles. El objetivo y el objeto son entonces
intercambiables. Lo que cuenta es liberar energía sin recurrir
al objetivo inicial, y no entrar en conflicto con nuestros valores
morales inconscientes.

Algunos mecanismos están adaptados a una actitud «correc­


ta», algunos son patológicos; otros permiten liberar energía
psíquica o no liberarla.

D u rante un con flicto , una persona puede fan tasear


co n su pulsión y revivir de form a recurrente una es­
cena que le p ro vo ca angustia. Por ejem plo, después
de haber sido agredid o por el jefe de departam ento
y haberse q uedado m udo, Salvador, m ientras vuelve
a casa, revive la escena y en su im aginación le dice a
su su perior todo lo m alo que piensa de él. En su fan ­
tasm a, S alvad o r se concede el papel del bueno. Pero
este m ecanism o de defensa no le perm ite liberarse de
su angustia y, adem ás, es costoso en energía. Todos
u tilizam os m ecan ism os de defensa que pueden ser
36 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

típicos de las neurosis5, la psicosis6 o las perversiones.


Sin em bargo, el neurótico puede utilizar puntualmente
m ecanism os perversos o psicóticos. El perverso, a su
vez, utiliza generalm ente el m ism o tipo de d isp o si­
tivos, es decir, m ecanism os a m enudo p royectivos o
basad os en la negación.
El yo se con stru ye entre los deseos del ello7, las
prohibiciones del superyó s y el m undo exterior. Para
descargar la pulsión, el yo utiliza m ecanism os incons­
cientes: los m ecanism os de defensa del yo.

• El ello (instancia pulsional) es totalmente inconscien­


te. C o m o el niño pequeño, se rige com pletam ente
p o r el p rin cip io del placer. N o co n o ce ni ley ni
prohibición . L a instancia pu lsional está form ada
p o r n u e stro s d e se o s, n e ce sid ad e s, e m o cio n es y
recuerdos reprim idos, y tiende de fo rm a natural
hacia la expresión de sus energías.

5 Neurosis: Dificultad que tiene una persona para manejar sus emociones
y aparecen síntomas que perturban el bienestar del individuo.
6 Psicosis: Trastorno mental grave, con alteración del sentido de la
realidad. El mundo interno del individuo y es externo pueden confundirse.
7 Ello: Freud describe un aparato psíquico en el que hay tres instancias.
La primera de ellas es el Ello, donde residen todas nuestras pulsiones y es en
gran parte inconsciente. Esta instancia se rige por el principio de placer, no
entiende de juicios de valor, ni de limitaciones, sólo cuenta la realización de las
pulsiones o los deseos.
8 Superyó: Es la tercera y última instancia del aparato psíquico descrito
por Freud. El Superyó surge con la interiorización de las normas y los límites
que impone la realidad.
FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 37

• El superyó (nuestros valores m orales) es esencial­


mente inconsciente. A dem ás de nuestros valores
m orales, contiene los valores idealizados de nues­
tros educadores. Y le im pone al yo que se opon ga
a toda pulsión con traria a estos valores. •

• El yo 9 es esencialm ente consciente, se rige p o r el


prin cipio de realidad. La parte inconsciente del yo
es la que contiene los m ecanism os de defensa. Si la
pulsión entra en conflicto con las prohibiciones del
su peryó , «el y o , por orden del su peryó , se opone
a la p u lsión a ctiv a d a en el e llo » , escribe Freu d .

9 Yo: Es la segunda instancia del aparato psíquico, descrito por Freud.


El yo es en gran medida consciente y tiene que negociar la solución entre las
pulsiones del ello, que no conoce los límites que impone la realidad externa, y
el superyó.
38 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

El yo em ite una energía de igual fuerza y sentido


op u esto a la p u lsió n y a la co n train v estid u ra, y
ob liga a reprim ir la pulsión.

La represión es, pues, el aplazam iento de una pulsión o


de una inform ación; si esta excitación entra en conflicto
con los valores m orales del superyó, o si con su fuerte
tensión coloca al psiquismo en peligro, la pulsión queda
entonces reprim ida en el inconsciente. C om o es energía
psíquica y vehículo de tensión interna, deberá encontrar
una vía de expresión para salir del inconsciente. Estas
vías serán los sueños (la expresión de nuestras pu lsio­
nes durante el sueño), los lapsus, los actos fallidos, los
síntom as neuróticos o las som atizaciones.

Es mejor vivir un duelo


Un año después de haber perdido a su madre, Sofía se en­
cuentra con la enfermedad y la agonía de su padre. Como
no es capaz de enfrentarse a la situación, evita acompañarlo
hasta la muerte y se refugia en su casa. Quince años después,
inicia un psicoanálisis con motivo de la incomprensible tris­
teza y llanto recurrente que la afectan. Tras algún tiempo de
análisis, confiesa: «En una especie de ensoñación, acabo de
revivir la muerte de mi padre, veía de nuevo su mirada vacía.
He sentido una tristeza que no me había permitido sentir en
aquella época y he llorado mucho».

En psicoanálisis, a este fenómeno se le llama abreacción,


reacción a posteriori. Para protegerse, Sofía había aplazado y
reprimido su sufrimiento. Solo después de haber recuperado la
energía suficiente mediante su análisis pudo, al fin, permitirse
vivir su duelo, y por tanto liberarse de sus tensiones internas.
FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 39

¿Q u é hacer con las pulsiones m ortíferas?

En prim er lu gar es n ecesario hacer un tra b a jo sobre


uno m ism o para tom ar consciencia de ellas. D espués,
q u izá sea nuestra resp o n sab ilid ad reflexio n ar sobre
los grandes valores que apuntalan nuestras conviccio­
nes, inten tar co n o ce r sus orígenes y sus verd ad ero s
o b je tiv o s. P o r e je m p lo , la p rim era ley p o d ría ser:
« N o v o lv e rá s a m atar.» H a b ie n d o co m p ren d id o e
in tegrad o esta ley, yo decido no co m p rar un arm a
y no m atar a los que me m olestan . A sí que tendré
que en co n trar o tros m edios para poder evacu ar mis
ten siones m o rtíferas.
Si quiero com er carne, tendré que m atar anim ales
o pagar a un carnicero para que lo haga en mi lugar.
E n este caso se h ab la de acció n p o r m an d ato . U n
vegetariano que practique el budism o exp licará que
no utiliza ningún insecticida porque rechaza m atar a
cualquier ser vivo. En esto, cada uno debe reflexionar
y establecer sus p ropios límites.
40 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Una revolución puede ocultar otra


Julián, un paciente sindicalista, tuvo un lapsus revelador du­
rante una sesión. Para explicarme por qué se afilió al sindicato,
enumeró todas las injusticias de las que había sido testigo, y
acabó su frase diciendo: «y es por lo que he decidido opo­
nerme a mis padrones».

Reflexionamos sobre su lapsus. Vimos que «padrones» era una


mezcla entre «padres» y «patrones». El mecanismo de defensa
aquí empleado es la sustitución. Mediante la sustitución del
objeto, luchando contra su patrón en realidad arreglaba las
cuentas pendientes con sus padres. Después de su análisis
sigue siendo sindicalista, pero ahora lucha por el respeto de
las reglas sociales, cosa muy distinta.

El sindicalism o, el fem inism o y otros m uchos m o v i­


mientos permiten luchar contra las injusticias sociales
y sus efectos perversos. Pero estas acciones tam bién
pueden ser el m edio para expresar nuestros conflictos
intern os, y los defensores pueden aca b a r p arecién ­
dose a sus «ad ve rsario s» . Podem os opon ern o s a la
violen cia que se ejerce con tra el toro en una corrid a
y p royectar nuestra rab ia con tra el torero, ser racista
con los racistas, etcétera.
Un an álisis, o cu alq u ier otra terapia que h ayam os
elegido, nos ayu d ará a regular nuestros conflictos in­
ternos. A sí, de form a natural y en función de nuestros
valores esenciales, nuestra energía pu lsional encon­
trará su lu gar al servicio de nuestros proyectos y de
la sociedad.
FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 41

El perverso y sus pulsiones

El prim er m ecan ism o em pleado p o r el p erverso es


el p asaje al acto. El perverso no puede contener sus
pulsiones, el p asaje al acto le perm ite exp u lsarlas.
El perverso conoce la ley y sabe que lo que hace es
censurable, de m odo que para pasar al acto tendrá que
negar el origen y el alcance de sus actos, y en últim a
instancia hacer carg ar al otro con lo que debería ser
su cu lpab ilid ad.

La negación: «Quien bien te quiere te hará llorar»

L a negación es un m ecanism o de protección del psi­


quism o que im plica un rechazo de la realid ad . Esta
realid ad puede ser extern a o in tern a. En el m arco
42 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

del d u elo, verem os com o la in form ación puede ser


negada porqu e la pérdida se vive com o algo sim ple­
mente in sop ortab le.
En las p ato lo gías del narcisism o, la realidad y la
an gu stia que genera pueden ser n egadas igu al que
las consecuencias de los actos. Por ejem plo, cuando
d esen m ascaram o s a un p erverso se xu al, él exp lica
que si ha agred id o a una m ujer, es porqu e ella era
seductora o p o rq u e llevaba m in ifald a y, p o r tan to,
no es él el respon sable de sus actos, si no que ella es
la culpable.
D el m ism o m od o, un padre violen to con su hijo
puede u tilizar la m á x im a «quien bien te q u iera, te
h ará llorar» para justificar su conducta y sus pasajes
al acto violen tos. L a negación funciona entonces en
relación al origen de su violen cia, y en relación a las
consecuencias de sus actos.
L a n egación es diferente de la represión porqu e
ésta últim a es un m ecanism o de defensa neurótico.
Ciertamente, la represión permite negar el conflicto,
pero el conflicto es entonces apartad o del cam po de la
consciencia para volverse interno e inconsciente. En
el caso de S o fía, com o hem os visto antes, la angustia
relacionada con la pérdida de sus padres ha sido ap la­
zada m ediante la represión. En el caso del perverso
sexu al, o del padre violen to, la respon sabilidad que
podría generar la cu lpabilid ad está negada, no existe.
FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 43

Dem asiado duro para oírlo


Después de una prueba, el médico de Jeanne le comunica
que tiene cáncer. Ella le responde: «M e tranquiliza doctor,
me daba tanto miedo tener cáncer». La información es tan
insoportable para Jeanne, que pura y simplemente la niega,
como si no existiera. •

A excepción de algunos casos poco frecuentes, com o


en el d u elo, la n egación pertenece a la psicosis y a
las p a to lo g ía s lím ites. En la n eg ació n , el con flicto
está negado, sin efecto. La negación, a diferencia de
la represión, es anticonflictiva. El perverso utiliza la
negación para negar sus respon sabilidad es, así com o
la re a lid a d de sus a cto s. C o m o la n egación no es
suficiente para hacerle frente al superyó, el perverso
proyecta en el o tro , cu lpab ilizán d ole, lo que sería su
cu lpab ilid ad.
Si el perverso no lleva a cab o la represión de sus
deseos, no es porque no conozca la ley, es porque no es
capaz de aplazar sus deseos. N o soporta ni el aplaza­
miento de sus pulsiones, ni el conflicto interno ligado
a su culpabilidad, que engendraría sus pasajes al acto
si se sintiese responsable. Para pasar al acto, no basta
con la negación de los valores morales.
El p e rv e rso tiene tam bién que d ivid irse en dos,
con servar su buena imagen y proyectar su parte m ala
hacia el exterio r y hacer que otro cargue con ella.
44 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Encantador en apariencia
Magalí, casada con Frank, nos cuenta: «Había notado que
cuando recibíamos amigos suyos en casa, o cuando íbamos
a sus casas, Frank era encantador y podíamos pasar una ve­
lada muy agradable. Uno de sus amigos le confesó que me
encontraba guapa, y añadió: "¡Se nota cuánto te quiere!" A
la inversa, cada vez que nos veíamos con mis amigos, Frank
aprovechaba para montar un escándalo... Generalmente,
según él, por mi culpa.»

Todos podemos sentir pulsiones negativas (agresivas o de otro


tipo), aunque nuestros valores morales, y la imagen que nos
gustaría conservar de nosotros mismos, impiden que afloren.
Por eso tenemos que encontrar vías de evacuación distintas
al pasajes al acto.

Al separar sus respectivos entornos (sus amigos/los de su pare­


ja), Frank protege «su entorno», conserva una buena imagen y
utiliza la presencia de su mujer para revalorizarse. Al contrario,
no duda en enturbiar la imagen de su compañera en su propio
mundo, y la hace responsable. Actuando así, Frank conserva
una buena imagen frente a sus amigos, a los que conservará
en caso de ruptura, y descarga sus pulsiones cuando se ve
con los amigos de Magalí, culpabilizándola a ella de paso.

Para recuperarse, después de la separación Magalí tendrá


que cortar incluso con algunos amigos suyos. Frank les ha
dicho que ella es la responsable de los sufrimientos que ha
padecido.

C livaje e identificación p royectiva

El clivaje

El ser hum ano está dividido por naturaleza. El solo


hecho de tener un inconsciente y a lo dem uestra. ¿De
FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 45

dónde vienen los sueños nocturnos? ¿Por qué, cuando


se produce un lapsu s o un acto fallid o , com etem os
una acción con traria a la deseada? ¿C u ál es el origen
de los síntom as psíquicos o psicosom áticos? ¿C óm o
se instalan la cu lp ab ilid ad o el su frim ien to m oral?
T o d o s estos ejem p los d em u estran la e xiste n cia de
una lógica inconsciente. Pero si el clivaje puede ser
«vertical» (consciente/inconsciente), tam bién puede
ser «horizontal» y d ivid ir la p erson alidad en dos. En
un extrem o , está la d iso ciació n , com o ocurre en el
caso de D o cto r Je k y ll y M ister H yd e. V arias p erso ­
nalid ades que no se conocen coexisten en una sola
person a. Je k y ll es la buena person a y H yd e la m ala.
L a disociación de su person alid ad , y la esquizofrenia
resu ltan te, perm iten a Je k y ll perm an ecer co m o un
buen ob jeto, el niño bueno que esperaban que fuera.
D e las m alas pulsiones ya se encarga H yde.
T al y c o m o h em os v isto a n te s, el p e rv e rso no
reprim e su pu lsión en su inconsciente: se divide en
d os. E n cu an to al yo c liv a d o , perm ite el p asaje de
la pulsión con servan d o una parte «san a», de m odo
que coexisten dos «yo »: uno sano y otro m alsano.
L a parte m alsan a será p royectada hacia el exterior.
A l perverso, la identificación p royectiva le perm itirá
e xp u lsar lo que sería la cu lpab ilid ad en el neurótico,
culpabilizando al otro. Una vez m ás, la víctim a aparece
com o responsable de lo que le sucede.
46 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Infidelidades
Juan nos cuenta: «Andrea había sido infiel con todas sus parejas.
Por otra parte, me había explicado que su madre engañaba a
su padre, y que no dudaba en abandonar a su familia cuando
encontraba un nuevo amante. En cambio, afirmaba que la fi­
delidad era un aspecto esencial en la pareja. Ella suponía que,
como todos los hombres, yo era infiel. Un día me dijo: "Tú y yo
no tenemos los mismos valores (implicando, tú eres infiel), así
que comprenderás que es normal que yo también te engañe".»

Andrea está dividida: una parte de su superyó posee valores


de fidelidad, la otra parte posee valores contrarios. Andrea
se da aires de respetabilidad planteando valores adecuados.
Pero luego hace que Juan cargue con los defectos de ella.
Le endosa, pues, a su compañero sus propios valores; los
que ella siente como negativos, por identificación proyectiva,
para poder pasar al acto y ser infiel (a pesar de estar en total
desacuerdo con los valores que ella defendía al principio).

Proyectando sus «malos valores» sobre Juan, Andrea le hace


responsable, y se libera así de la responsabilidad de sus actos.

La identificación proyectiva

La identificación es un mecanismo normal que sirve para


la expansión del yo del individuo. Por turnos, al niño
a veces le gustaría parecerse a papá y a veces a m am á.
Superará este mecanism o cuando esté en condiciones
de disociarse del m undo que le rodea y de integrar
com o suyos sus propios rasgos de carácter. El perverso
narcisista los posee pero no soporta haber adquirido
ciertos rasgos de sus padres, los siente pero no quiere
integrarlos. Para liberarse, tendrá que atribuírselos al otro.
FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 47

«La identificación proyectiva es un fantasma a través


del cual un sujeto proyecta, con la esperanza de librarse
de sus pulsiones vividas como indeseables, una parte de él
mismo en el otro, intentando perjudicar, poseer y controlar
a otra persona.»10 Así es como el perverso acusa a su víctima
y la hace responsable de lo que le ocurre a él. Después de
librarse de sus pulsiones, proyecta lo que debería ser su
culpabilidad en su víctima, y conservando y aparentando
ser alguien de bien, se hace pasar por la víctima.

Proyectar el propio resentimiento sobre el otro


Frank, que comparte la custodia de su hija, lleva a la niña a la
escuela. Cuando llega al centro se entera de que el maestro
está enfermo y que la niña no puede quedarse en la escuela.
Frank llama entonces a su exmujer, la madre de la niña, y le
pide que se quede con ella. Cuando la madre le responde
que no podrá ser, porque tiene otra cosa prevista, Frank le
dice, lleno de rabia: «Descargas sobre mí tu incapacidad para
ocuparte de nuestra hija.» En lugar de gestionar él solo la
situación, o de reconocer que está agobiado con su niña, le
atribuye su incapacidad a su exmujer y proyecta sobre ella su
rabia, asociada al rechazo que acaba de soportar.

Cuando Andrea se siente mal, incluso sin razón, puede llamar


a Juan y decirle: «Eres una basura, eres egoísta, eres tóxico...»
Hablando así, es posible que descargue sobre él lo que ella
siente de sí misma, ya sea por sus pasajes al acto, o bien por
la imagen que le asignaron de ella misma durante su infancia.
Para sentir alivio, Andrea utiliza el mecanismo de la identifi­
cación proyectiva, atribuyendo a su pareja lo que ella piensa
de sí misma y desvalorizándole.

10 Ionescu S., Jacquet M .-M ., Lhote C ., Les mécanismes de défense,


Nathan Université, 19 9 7 .
48 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

El caso de Vanesa: el nacimiento de una sirena


Vanesa nació un año después de Vanesa, su hermana mayor,
que murió al nacer.
Podemos imaginarnos cómo la cuidaron de niña: ape-
nas tenía hambre, la fuente de su deseo estaba ahí para
satisfacerla. A esa edad, Vanesa experimentaba pocos
sentimientos distintos: la satisfacción con el pecho cuando
estaba ahí para alimentarla o la cólera como respuesta a la
frustración cuando tenía que redamar el tan deseado maná.
¿Cólera? los psicoanalistas hablan de odio. Efectivamente,
el niño sabe que la no-respuesta a su demanda de alimento
es sinónimo de muerte, y su reacción es proporciom,I a la
angustia que le produce el peligro que corre. En la familia
de Vanesa ya sabían lo que era la muerte de un bebé ... Así,
Vanesa no t-enía más que pensar en algo para que su deseo
fuera ~tisfecho.
Podemos imagínar el odio que Vanesa desarrolló en el
momento del destete, cuando el pecho que sintió durante
mucho tiempo como suyo le fue retirado. Lo vivió como si
le arrancasen algo. Aquello alimentaría un odio feroz contra
su madre y, al mismo tiempo, le haría tomar conciencia de
su dependencia hacia ella. Esta angustia de muerte- de los
primeros tlempos de vida evolucionaría hacia un sentimien-
to muy fuerte, una angustia de abandono.
FAMILIARIZARSE CON LOS CONCEPTOS CLAVE 49

m 5
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0 disociada de la madre, Vanesa


1 - i i •
;be que mientras su dre este a su lado, se sentirá siem-
■e segura. La única c Jición para Vanesa es contener su
iio, que podría hace jir a su madre o, aun peor, herirla,
odio de Vanesa se < erá visceral, a la vez que pasará
'opresivamente de l< se llamada oral — periodo en el
ial lo esencial de su ción con el mundo se hace a través
i i i r
? la boca— a la tase
Prim era p arte
A n alizar la psicolog
del p erverso
La p alab ra: cam po p red ilecto
del p erverso narcisista

«El campo predilecto, el instrumento maestro


de la perversión narcisista... es la palabra.»
PA U L-C LA U D E R A C A M IER

«El lenguaje es su verdadera arma, más temible quizá


que la violencia física. Se sirve de él para lograr
el sometimiento de su pareja.»
SIM O N E KORFF-SAUSSK

«Se conformará con las palabras para destruir a cualquier


persona susceptible de revelar su falla identificatoria.»
A LA IN K SEN SÉE

El sim bolism o d e las palabras

M i abu ela llam ab a a los p o licías birondelles.' A sí,


cuando me hablaba de golondrinas, yo debía entender

i Las hirondelles (las golondrinas) ofrecen una imagen al extender sus


alas que nos hacen pensar en los gendarmes (la policía francesa), vestidos con
uniforme completamente negro y con una capa del mismo color; (N. de la t.)
54 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

que quería decir gendarmes. Este doble sentido puede


ser utilizado de distintas m aneras. Puede ser cultural:
en Á frica del N o rte , se habla de gacela para nom brar
a una m ujer joven ; en los pueblos franceses se utiliza
pervenche 1 para designar a un a u x ilia r de policía. En
el caso de m i abu ela, esto pod ía esconder un tem or
a los uniform es: es lógico, puesto que h ab ía vivid o
las dos últim as guerras en el noreste de F ran cia.3 Los
actores cóm icos utilizan los juegos de p alab ras para
hacernos sonreír, algunos educadores o filósofos los
u tilizan p a ra o b lig a rn o s a reflexio n ar. L o s p oetas
juegan con las p alab ras p ara fascinarnos.
El perverso narcisista abusa ampliamente del doble
sentido de las palabras y de la paradoja que engendra.
Esto le permitirá someter a su víctima, retenerla y desva­
lorizarla, y así será también una fuente de placer para él.

z Pervenche es una planta con flores de co lor azul m alva, que crece
en lugares som bríos. Y es el mismo co lo r que tiene el uniform e de los
auxiliares de p olicía, que sin pertenecer a la policía propiam ente dicha,
están co n tra ta d o s p o r cad a m unicipio y se encargan de poner m ultas.
(N. de la t.)
3 Una de las funciones de los psicoanalistas es captar lo que se dice más
allá de las palabras y, cuando sea el caso, restituir las problemáticas significativas
para sus pacientes.
LA PALABRA: CAMPO PREDILECTO DEL PERVERSO NARCISISTA 55

J e t'aim e, mo¡ non plus


Juan recuerda: «Si quería dejarlo, ella me hacía magníficas
declaraciones de amor. Si quería seguir, me decía que yo no
era buena persona. Durante mucho tiempo estuve dudando
de sus declaraciones. ¿Era sincera cuándo me decía que me
am aba? No me quedó más remedio que admitir que sus
declaraciones eran anzuelos lanzados con el propósito de
aguijonearme cuando le venía bien, o herirme si le apetecía.
Estaba comprobando constantemente su omnipotencia.»

La función d e la palabra

La prim era función de la p alab ra es una función de


reconocim iento. C u an d o nos dirigim os a un niño que
no ha accedido todavía al sim bolism o de la palabra, lo
situam os com o sujeto. Entonces el niño es nom brado
y reconocido por la p alab ra del ad u lto. L a p alab ra
es entonces estructurante porque al niño le perm ite
«despegarse» de las cosas, del otro, y salir de la con ­
fusión. D espués, cuando el niño acceda al sim bolism o
de las palabras, éstas se convertirán en el vehículo de
la ley. La prohibición del incesto es un sím bolo que
permitirá al sujeto encontrar su lugar, porque establece
una separación y diferenciación entre generaciones. Si
esto es así, el sím bolo es palabra de vid a, porque per­
mite que surja el individuo y se desarrolle de m anera
correcta. Pero si el sím bolo sirve para la confusión, la
indiferen ciación, o lo incestuoso (volverem os a ello
m ás adelante), se tratará de palabra de muerte porque
56 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

no perm itirá que surja el individuo, ni la localización


de los límites corporales y psíquicos necesarios para
que em erjan las pulsiones de vida.

La palabra, portadora d e inform aciones

El objetivo de una palabra es vehicular una información.


Sin embargo, una palabra produce un efecto, del que el
locutor no es necesariamente responsable. Por ejemplo,
anunciar la muerte de alguien provocará seguramente una
tristeza en el interlocutor, y se entiende que la persona que
da la noticia no es la responsable.
H ab lare m o s, pues, de perversión en función del
o b jetivo y de la intención del locutor. ¿U tilizam os
una p alab ra para vehicular una in form ación , o bien
p ara p ro vo car una reacción, generar con fu sión , herir
o m an ipu lar al otro?

Silvia, profesora de parvulario, me recuerda que estaría bien


que cuando nos dirigimos a los bebés y a los niños pequeños,
pudiésemos separar el yo del tú. Tendríamos que preferir
«vas a hacer pipí» a «vamos a hacer pipí». Y preferir el «yo»
a «mamá», como en «te he preparado algo» o «mamá te ha
preparado algo».
LA PALABRA: CAMPO PREDILECTO DEL PERVERSO NARCISISTA 57

Una historia sin fin


Andrea le comunica a Juan que su historia de amor ha terminado:
«Mírame a los ojos, lo nuestro se ha acabado...» A Juan, esta
información le sienta como un tiro. Se marcha de su casa con
el alma rota. Al día siguiente, Andrea llama a Juan: «Pero, ¿por
qué te fuiste? Me has abandonado, deberías haber luchado.
Si estás dispuesto a perderme, entonces no mereces la pena.»
Para Andrea, las palabras no sirven para transmitir información,
si»ven para provocar, para herir y manipular a su compañero.
Jueg a con su propia angustia de abandono, se la traspasa
a Juan, que se convierte en portador, luego lo convierte en
responsable y culpable, lo que le permite presentarse como
víctima y evitar cualquier culpabilidad ligada al caos que ella
genera en la pareja.
58 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

C eloso e infiel
Frank padece unos celos fuera de lo común. Magalí recuerda:
«Un día estábamos frente a un cine y vio que un hombre me
miraba. Entonces me dio un gran codazo en las costillas tra­
tándome de perversa y diciéndome que hacía todo lo posible
para que me mirasen. Un año más tarde, me dejó por otra
mujer con la que mantenía una relación desde hacía algún
tiempo. Antes de irse me recordó todo lo malo que pensaba
de mí, pero que no había dejado de decirme a lo largo de
toda nuestra relación.»

También para Frank, jugar con las palabras le reporta un beneficio


considerable: la manipulación, el dominio y la identificación
proyectiva le permiten expresar sus angustias, haciendo que
su mujer cargue con ellas y convirtiéndola en culpable y sostén
de su malestar, relacionado con la mala imagen que tiene de
sí mismo. Así la mala es ella y no él. Además, descarga sus
pulsiones agrediendo a su mujer y, tratándola de perversa,
justifica su pasaje al acto (y más adelante su propia infidelidad)
con agresividad.

Frank no siente que sea una buena persona y, antes que intentar
mejorar, prefiere hundirá su compañera. De esta manera, alivia
sus propias tensiones transmitiéndoselas a su mujer.
LA PALABRA: CAMPO PREDILECTO DEL PERVERSO NARCISISTA 59

La com u n icació n p a ra d ó jic a 4

La desviación d e la palabra

He aquí una adivinanza con trampa: «¿ Qué es lo que no


puedes dejar de pensar, sin poder pensar nada? Respuesta:
una trampa paradójica».
PA U L-C LA U D E R A C A M IE R

M ed ian te la co m u n icació n p a ra d ó jic a , el perverso


desorien ta a su v íctim a, la enzarza en un lab erinto
de in form acion es co n trad icto rias, e im pide así que
pueda tom ar distancia, p ensar y reaccion ar de form a
sana. H e aq u í un ejem plo de frase p arad ó jica: «Todo
lo que digo es m entira. Si lo que digo es verd ad , en­
tonces so y un m entiroso. Si es una m entira, entonces
digo la verd ad.»
La com unicación paradójica ha sido estudiada por
investigadores am ericanos — Bateson ( 19 5 6 ) , W eac-
kland y Jack so n (19 6 0 ) y W atzalaw ick (19 6 7 )— y más
adelante p o r los psicoan alistas Searles5 y R acam ier.6

4 Véase Watzalawick P., Weackland J., Fisch R ., Cbangement: paradoxe


et psycbothérapie, Points Seuil, 1 9 8 1 .
5 Searles H., L’effort pour rendre l’autre fou, Folio Essais, Gallimard, 10 0 3 .
6 Racamier P.-C., Les scbizophrenes , Op. Cit.
60 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

M ensajes contradictorios
Juan cuenta: «Ella me decía: "M e gusta tu núcleo, pero no
tu citoplasma." Si la abandonaba, parecía que le quitaba lo
que, al parecer, ella amaba. Si me quedaba le ¡mponía lo que
soy, al menos así era en su discurso. Todo lo que yo decía o
hacía tenía un significado distinto. Si salía con amigos, obli­
gatoriamente la estaba engañando. Si le contaba un chiste,
me decía que me burlaba de ella. Acabé yendo con mucho
cuidado con lo que decía. Entonces ella me reprochó: "¡No
eres natural! ¡Sé natural!". Después de habernos separado,
al fin, nos volvimos a ver. Ella me dijo: "Te quiero pero estaba
mal contigo y quería dejarte." Cuando le hice ver que yo
había intentado dejarla, y que ella me había retenido, me
respondió: "M e había lanzado a 200 km/h y quería construir
algo contigo..." Así, en dos frases, me acababa de decjr: "Te
quiero, pero estoy mal contigo... quería dejarte, pero quería
construir algo contigo." Afortunadamente, gracias a la distancia
que se había establecido entre nosotros, pude darme cuenta
fácilmente de la toxicidad de sus propósitos.»

Orden paradójica...
Un día esperaba que viniera mi hijo, pero una amiga me llamó
diciéndome: «Me gustaría verte esta noche...». No me atreví
a decirle que no porque tenía a mi hijo, y le contesté: «Tengo
a mi hijo pequeño, pero, si quieres, puedo llevarlo con su
madre, y podemos vernos.» De este modo la puse ante una
situación incómoda: o bien me decía «sí, quiero que dejes a tu
hijo», o bien me decía de quedarnos en mi casa. Le planteaba
una orden de doble imposición, porque fuera cual fuese su
elección, sería mala.
LA PALABRA: CAMPO PREDILECTO DEL PERVERSO NARCISISTA 61

L a p a ra d o ja co n lleva un b lo q u eo de los acto s, del


pensam iento, de los sentim ientos y de la percepción
de la realidad. Las órdenes p arad ó jicas im piden una
elaboración mental correcta. Si las acepta, el sujeto
que es víctim a de ellas pierde poco a poco el sentido
de la realidad. Todos recurrim os a la orden paradójica
de vez en cuando. La diferencia entre un perverso nar­
cisista y una persona neurótica (es decir, una persona
norm al), está en el hecho que ésta últim a no utiliza
la com u n icación p arad ó jica com o arm a recurrente
para d e svalo rizar a los dem ás, o p ara p royectar su
an g u stia. La p erson a no p erversa, d án d ose cuenta
del ca rá cte r d e stru cto r de su d iscu rso , «co rrig e el
tiro » (excu sa, e x p lic a c ió n , p o sicio n am ien to c la ro ,
respon sabilizarse explícitam ente).

Orden paradójica (continuación)


Una hora más tarde he llamado a mi amiga y le he dicho:
«Sabes, si no nos vemos esta noche es porque tengo a mi hijo
pequeño, y creo que es mejor así, y tú no eres responsable
en absoluto.»
62 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

H aciend o esto, he liberado a mi am iga de la respon ­


sabilidad con la que la hacía cargar. A ntes, actuaba
com o un niño, un niño pequeño que no se atreve a
decir no, y que se lo hace decir al otro.

Cyril ya no sabe qué hacer


Cyril tiene cinco años y va a casa de sus abuelos. El niño teme
al abuelo y no le saluda. Muy enfadado, el abuelo le grita:
«Podrías venir a darme un beso, ¿no?»

Las palabras dicen «intercambiemos un acto de ternura», pero


el tono muestra enfado. El niño padece una doble imposición.
Si rechaza besar a su abuelo, es malo y gs el responsable del
enfado del abuelo. Si acepta, siente que corre un peligro.
Cualquiera que sea su elección, es mala. ¿Debe creer en lo
que siente o en lo que le dice su abuelo? Solo podrá obedecer
negando a su vez una parte de la realidad.

Cyrill está petrificado, pero acabará por obedecer.

Aunque Cyril ya controla sus esfínteres, cada vez que se queda


en casa de sus abuelos se vuelve de nuevo enurético.

P ara P a u l-C la u d e R acam ier, «el m od o p a ra d ó jic o


a fe c ta al ju e g o re la c io n a l. P e rp etu a u n a re la c ió n
fascin an te y p a ra liz a n te » . El ag re so r d iría: « ¡E lig e
entre tu yo, y y o !» 7
C on sus órdenes paradójicas, el perverso debilita el
yo de su víctim a, que ya no sabe dónde está la realidad.
Entonces, descalificaciones y proyecciones perm itirán

7 Racamier P.-C., Les schizophrénes , Op. Cit.


LA PALABRA: CAMPO PREDILECTO DEL PERVERSO NARCISISTA 63

al agresor traspasar sus propios conflictos al otro, evi­


tando así caer en una depresión. La parad oja tam bién
es p ara él objeto de placer y de om n ipotencia. H a y
una erotización de las defensas perversas, es decir que
el p erverso experim enta placer con la m anipulación.
El otro está totalm ente con fu n d id o, m ientras que el
agresor sabe m uy bien dónde se encuentra. C u an to
m ás desvaloriza al otro , m ejor se siente, cuanto más
lo « p arad o ja» , m ás fuerte se siente.

El placer de herir al otro


Gabriel, el ex compañero de Vanesa, a quien vamos descu­
briendo a medida que avanzamos, recuerda: «Vanesa me
explicó cómo le había dicho a su primer marido que iba a
dejarle: "Estábamos en la autopista, volvíamos de casa de
unos amigos, habíamos pasado una velada muy agradable.
En la gasolinera, le dije: Te dejo por otro. Se quedó lívido."»

Gabriel siente en Vanesa un cierto placer evocando esta es­


cena, y le pregunta: «¿Sentiste placer con su reacción?» Ella
le responde: « Sí, ¿cómo lo sabes?».

El desvío d e las circunstancias:


prescripción y utilización d e un contexto

El perverso no solo desvía el sentido de las p alab ras,


sino tam bién el sentido de las circunstancias. Ju e g a
con los elementos externos para m anipular su entorno.
Para justificar sus pasajes al acto y sus desvalorizacio­
nes, puede prescribir o utilizar un contexto para darse
64 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

un aire de respetabilidad, posicionarse com o víctim a


o dar lecciones. Es decir, crea las circunstancias que
después le reprocha a su víctim a.

G randes manipuladores
Santiago dirige un vivero. En el trabajo, un día pasa al lado de
Estela y le llama la atención porque donde están colocados los
bambús se pueden estropear por el sol. Estela es responsable
y traslada las macetas, que son muy pesadas. Al día siguiente
se queja de un fuerte dolor en la espalda. Santiago le dice:
«Eres mala. Ayer estuve observándote y lo haces mal. No me
extraña que te duela la espalda.» #

Santiago ha observado a Estela y, en lugar de ayudarla, deja


que se haga daño. Así, en lugar de felicitarla porque es res­
ponsable, le dice: «Eres mala...». Santiago da órdenes y luego
utiliza el contexto para poder desvalorizar a sus empleadas.

Poco tiempo después de su separación, Andrea se inscribe


en un taller de teatro en el que sabe que encontrará a Juan,
que intenta reconstruirse junto a sus amigos. En el taller de
teatro, para humillarlo, intenta seducir a todos y cada uno de
los hombres que están allí, en presencia de Juan. Cuando Juan
se enfada, ella dice: «¿Lo veis como él es el que no está bien?»
Andrea ha creado, aposta, las circunstancias que perjudicarán
a Juan y que le harán «estallar» en público. Afortunadamente,
la mayoría de los amigos de Juan, que no encontrarán ningún
beneficio en entrar en el juego de Andrea, no se dejarán en­
gañar y se lo harán saber.
LA PALABRA: CAMPO PREDILECTO DEL PERVERSO NARCISISTA 65

C u a n d o un p e rv e rso en tra en un g ru p o , o cu rre a


m enudo que una parte del gru po se vuelve perversa
y la com unidad queda dividida en dos. A sí podem os
descubrir en el seno del gru po el clivaje y las perver­
siones que, en el origen, pertenecían al perverso y que
ha sab id o e xtern alizar utilizand o y m an ip u lan d o a
una parte de la gente.

Vanesa: De Guatem ala a Guate


Vanesa se recupera apenas de la primera herida narcis
í
que fue ell destete.
. r- L
Sin embargo, alI mismo

tiempo que tiene
conciencia de su imagen en el espejo, sabe muy bien que a
oíos de sus padres es omnipotente, y que solo con su sonrisa
• i ' i i • ii ^ i
y su imagen, lograría hacerles volver junto a ella. Cuando era
bebé era el centro de atención de la familia. Vanesa era la
. . . . *
reina, tan reina que no veía como la barriga de su madre se
iba redondeando. Cuando nueve meses más tarde nació un
niño, el mundo de Vanesa se derrumbó de nuevo.

Efectivamente, en aquel momento las miradas se desviaron


n i - J •
de ella hacia ese pequeño ser que, como se daría cuenta mas
* j - - - j . , . . , , , ,
tarde, poseía un pequeño añadido, quiza responsable del
repentino desinterés que mostraban por ella. Al odio debido
al destete, se añadió la pérdida de su «falo» narcisista, y el de
la desilusión de no poseer ese añadido que ella creía que se
encontraba en el origen del interés que manifestaban por el
pequeño.
■» - 4
El odio de Vanesa debería estar dirigido contra su madre.
Pero debido a sus pulsiones, la angustia de abandono y la
culpabilidad, Vanesa obtenía un gran beneficio desviando su
odio contra el hermano pequeño, responsable de su des­
gracia, y trasladó su amor hacia el padre: Vanesa cree que su
padre se ha quedado solo por culpa del niño y de la madre,
totalmente entregada a su hijo.
66 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

!¡nta años más tarde, cuanc


aquel momento— tuvo un
so, pero en el que su hijo p
tió una intensa culpabilidac

¡, Vanesa perma
>nto mági los primeros moi
N arciso frágil

El p erverso n arcisista, a m enudo a sem ejanza de su


v íctim a, su fre una fa lla n arcisista, es decir, una falta
de co n fian za en sí m ism o y en su p ro p ia im agen .
N o se siente a m a b le , no ha p o d id o e n c o n tra r un
reflejo lo bastante bueno en su in fan cia com o p ara
t r a n q u iliz a r s e y c o n s tr u ir s e . P a ra c o m p e n s a rlo ,
d e sa rro lla una im agen d esm e su rad a de sí m ism o.
A s í, p a r a d ó jic a m e n te , en el c o e x is te n la e sc a sa
au to estim a, a so cia d a a su cao s intern o, y una idea
so b re v a lo ra d a de su p ro p ia im agen, que tendrá que
m antener a toda co sta, a base de so b rcac tu ar o de
d e sv alo rizar a los dem ás.

La im agen d e sí m ism o

El narcisismo es el am or que nos profesam os a nosotros


m ism os, la idea que tenem os de n osotros y de cóm o
nos perciben los dem ás. El narcisism o está ligado a
una im agen, una idea, a la im presión de uno m ism o.
L o s p sicólogos hablan de autoestim a.
68 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

En la m itología griega, N arciso (fruto de una vio la­


ción) está enam orado de la ninfa Eco. Esta muere antes
de que hayan podido declararse su amor. Sintiéndose
incapaz de am ar y de hacerse am ar, N a rc iso traslada
su am or h acia sí m ism o y ad o p ta la costu m b re de
ir a ad m irar su reflejo en la on du lación del agua de
un estanque. De tanto inclinarse, caerá al agua y se
ah o g ará. En este lu gar crecerá una flor que lleva su
nom bre: el N arciso .

«El narcisism o ro b a d o a los o b je to s»

Podem os sentirnos m ás im portantes cuan do tenemos


un coche bonito, una buena situación, una casa bonita,
una pareja guapa, niños guapos, etcétera. Freud habla
de «narcisism o rob ad o a los o b jeto s» .'

Desvalorización sistemática
Juan me cuenta: «Andrea elegía siempre amantes que no
pasaban desapercibidos: médicos, notarios... Al final de
cada historia, se marchaba despreciándolos, humillándolos y
diciéndoles: "Eres realmente un don Nadie." Y en mi caso,
me dijo: "Al principio das la sensación de ser alguien que está
bien y es capaz de ayudar, luego ya se ve que no eres como
parecías. Eres decepcionante."»

i «Pour introduire le narcissisme» en La pie sexuelle, PUF, 2002 ..


NARCISO FRÁGIL 69

Eligiendo com pañ eros que no pasan desapercibidos,


A nd rea intenta renarcisizarse, pero luego, com o no
se siente a la altu ra, prefiere despreciarlos antes que
intentar superarse a sí m ism a.
En una re la c ió n de a m o r « n o rm a l» , la m irad a
am o ro sa y el narcisism o que se desprende repercu ­
ten sobre cad a uno de los m iem bros de la pareja. El
p erverso tom aría sin dar, según Jac q u e s A ngelergues
y Fran<¿ois K a m e l.1 P au l-C lau d e R a c a m ie r e xp lica:
«L o s perversos narcisistas no le deben n ada a nadie,
no obstante todo se les debe a e llo s» .3
C u a n d o el p erverso desprecia a su v íctim a, p o r
e je m p lo c u a n d o le d ice «eres un im b é c il» , su a r­
gum en to presu pon e v a rio s sign ificad o s: tú eres un
im bécil y, pu esto que me he d ad o cu en ta, so y m ás
inteligente que tú. D esprecian do al otro , el perverso
cree que se revaloriza. A h o ra le correspon de a la v íc­
tim a justificarse y dem ostrar lo con trario. Al agresor
le será entonces m uy fácil desm ontar sus argum entos
y así ir hundiendo progresivam ente a su víctim a en
un c a o s p e rn ic io so . Un c a o s que en orig en es del
p erverso, pero que «evacúa» en el otro para aliviarse
él, al m ism o tiem po que culpabiliza a su víctim a. A sí,
caos y culpab ilid ad están ah ora en el punto de m ira
de sus órdenes. Es im portante señalar que, m ientras

z Véase «La perversión narcissique», Revue franfaise de psycbanalyse,


PUF, z o o 3.
3 Racamier P.-C., «De l’agonie psychique á la perversión narcissique»,
Revue franfaise de psycbanalyse, n“ 50, PUF, 1986.
JEAN-CHARLES BOUCHOUX

l.i vu lim a se ju stifica, protege al agresor, que no se


sentirá nunca en peligro, pudiendo ju gar así a ser él
el ofensor.

I I <repúsculo de un ídolo 4

Si podem os b rillar tom and o prestado el narcisism o


i Ir los objetos que nos rodean, podem os ser tam bién
los creadores de esos ob jetos. T o d o el m undo sabe
quién es G u sta ve E iffel. G u sta ve E iffel su p o crear
im falo a la altura de sus am bicion es, erigiendo -e n
p len o c o ra z ó n de P a r ís - su to rre e p ó n im a . P ero ,
para au torizarse a sí m ism o a crear, e inscribirse en
una pulsión de vid a, es necesario un n arcisism o lo
suficientem ente bueno.
La falla narcisista convierte en com plejo el acto de
creación5 y para algunos resulta más fácil inscribirse en
una pulsión de m uerte. A sí, si tod o el m undo conoce
el nom bre del inventor de la torre E iffel, igualm ente
todo el m undo con oce el nom bre de quien su pu es­
tam ente ordenó la destrucción de las torres gem elas
de N u eva Y o rk . De esta m anera, alguien incapaz de
brillar con ideas propias puede beneficiarse de ridicu­
lizar las de los dem ás. De ahí, p o r ejem plo, que una
persona pueda interesarse por la vida de Freud y de

4 Onfray M ., L e crépuscule d'une idole, Grasset, 2 0 1o.


5 La falla narcisista no impide la creación, y numerosos artistas presentan
una falla como esa. Por ejemplo, Van Gogh se corta la oreja (¿castración?) y
pinta su autorretrato «El hombre de la oreja cortada».
NARCISO FRÁGIL 71

otros pensadores, buscar algu n os errores y zon as de


penum bra y ap ro vech arlo para hacerse un nom bre.
A lgunos, con un espíritu m ercantil, no tienen ninguna
duda en d ar este paso.
En efecto, es interesante criticar una ob ra con el
ob jetivo de perfeccion arla y de llevarla aún m ás lejos
(pulsión de vid a), pero desprestigiarla y m ofarse de
ella no lleva a ninguna parte. Freud decía que había
que m atar al padre, pero hablab a del padre interno.
C astrar al padre en la realidad, m atarlo por sus inten­
ciones es, com o hem os visto, pro p io de los perversos
n a rc isista s. En c u a lq u ie r c a so , n o e n co n tra re m o s
aq u í ni am o r ni sab id u ría, y todavía m enos am o r a
la sabidu ría.
En cu an to a preguntarse por qué tanto o d io, me
parece que deberíam os dejar a esas personas vociferar
entre ellas, porque solo convencen a los convencidos.
El p sicoanálisis que se interesa por los conflictos, ya
sean internos (en el hom bre) o externos (en la socie­
dad), enseña desde hace más de un siglo a num erosos
in v e stig a d o re s, filó s o fo s , p o litó lo g o s, s o c ió lo g o s,
historiadores, etc.
El p sico an álisis no ha d ejad o de avan zar, y nos
corresp on d e criticarlo para hacerlo evolu cionar. Y,
en m i opin ión , hay que perm anecer sordos a las crí­
ticas estériles que solo despiertan interés en los que
las divu lgan .
72 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Fragilidad narcisista estructural o coyuntural

El futuro agresor identifica una fragilidad narcisista en


su víctim a. Esta fragilidad puede ser estructural: falta
de confianza y baja autoestim a, a menudo relacionado
con una infancia difícil. Tam bién puede ser coyuntural:
nuevo em pleo, nuevo encuentro, necesidad de probar,
o un error com etido al principio de la relación, que el
perverso se encargará de poner de relieve para someter
y culpabilizar a su víctima.
El p erverso, lo hem os visto, ap rovech a una falla
narcisista en su víctim a para som eterla. C o n sus crí­
ticas, se vuelve «poseedor» de la im agen de su presa.
M ien tras la víctim a se pega al discurso del perverso,
éste tiene el poder y puede m an ipu larla fácilm ente.

Entre seducción y desvalorización


En su vivero, Santiago solo contrata mujeres. Las trata con
proximidad y las llama «mis queridas», creando así un entorno
afectivo propicio a la confusión y a los pasajes al acto perver­
sos. Más adelante alternará los intentos de seducción con las
desvalorizaciones, frecuentemente machistas.

Santiago se aprovecha de la necesidad de trabajar y de su­


perar el período de prueba de sus empleadas para acosarlas,
y utiliza el vínculo de subordinación como «prótesis fálica».
NARCISO FRÁGIL 73

¿ E s m alo a m a r tu propia im a g e n ?

Tener una buena autoestim a supone una ven taja en


la v id a. P roced e de una im agen lo b astan te buena
que nos ha sido p ro p o rcio n ad a durante la infancia,
pero tam bién de elem entos que hem os e xtraíd o de
nuestro alrededor, sobre todo a partir de la im agen
que nos hem os creado de nuestros padres. Pero del
m ism o m od o que la creació n de la im agen es una
etapa necesaria en la evolución del individuo, tam bién
deberá ser superada m ás adelante.
L a p a la b ra «person a» viene del g riego persona,
que significa m áscara. Las person as dem asiado pre­
ocu pad as p o r su im agen tienen dificultades p ara ser
naturales. N o pueden tener valo res, ni ideas propias,
ni una verdadera person alidad. C u an d o hablan, no
pueden decir lo que sienten, deben decir lo que creen
que hay que decir para resultar interesantes. Sus valores
son a m enudo los valo res del otro o del gru po. Del
m ism o m od o, les resulta verdaderam ente difícil ir al
encuentro de los otros, a menudo mantienen relaciones
superficiales; incluso, en los casos m ás extrem os, se
pueden distanciar totalm ente del m undo.
Para paliar esto, debem os encontrarnos a nosotros
m ism os, reflexion ar sobre nuestros propios valores y
aceptarn os tal com o som os, con nuestros defectos y
nuestras cualidades, aun corriendo el riesgo de perder
una parte de nuestro entorno. Este será el prim er paso
hacia el cam ino de la libertad y la realización. Un pro­
74 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

verbio zen dice: «Estudiarse a sí m ism o es olvid arse


de sí m ism o. O lvid arse de sí m ism o es ser reconocido
por el u niverso.» L a im agen de uno m ism o es com o
una parte del andam iaje necesario para construir una
casa. Pero am arrarse a los puntales, una vez que la
casa ya está con stru ida, es inútil, un desperdicio de
energía, penoso e incluso p atológico.

¿P o r q u é el p e rv e rso tiene q u e d e m o str a r q u e su


víctima e s m ala?

El erro r de la víctim a del p erverso n arcisista es, a


m enudo, haber puesto en evidencia la falla entre la
im agen que él quiere m ostrar de sí m ism o y lo que
siente en su interior. El perverso se juzga a través de
los otros. A veces sin querer, la futura víctim a pone
de relieve la im agen m ediocre que el agresor tiene de
sí m ism o. El perverso intenta d espreciar la im agen
de su víctim a en lu gar de cuestion arse. N o soporta
el conflicto: en cuanto siente un conflicto, lo traslada
al otro. Éste es su prim er ob jetivo.
NARCISO FRÁGIL 75

Demasiado concienzuda
Raquel es contratada como comercial en una gran empresa. Su
jefe de departamento es también comercial. El error de Raquel
será trabajar bien y lograr mejores resultados que su superior.
Este no parará de acosarla. Cuando consigue un cliente, solo
está cumpliendo con su deber. Pero cuando comete el más
mínimo error (un ligero retraso, un olvido sin consecuencia...)
es inmediatamente reprendida. Cuando finalmente Raquel
cae en una depresión, su jefe de departamento dirá: «Se ha
puesto enferma.»

Su segundo ob jetivo es realzar la im agen que él tiene


de sí m ism o ... Por esta razó n , p arad ó jicam e n te , el
perverso narcisista adm ira a su víctim a. Pero no se
lo dirá nu n ca, incluso le dirá siem pre lo co n trario ,
pero si no la adm irase, no se q uedaría a su lad o... El
perverso narcisista se revaloriza en el con tacto con
su víctim a, a la que siente en el fond o m ás fuerte que
él. Pero m ientras que, en una relación e q u ilib rad a,
cada uno de los m iem bros de la pareja se renarcisiza
m u tu am ente, el p erverso n arcisista es p articu lar, y
com o dice P au l-C lau d e R acam ier: él tom a sin dar. El
perverso narcisista se revaloriza gracias a su víctim a,
pero no hay reciprocidad, sino m ás bien al con trario:
se las ingenia p ara despreciarla y d esvalorizarla.
L o s p erverso s, incluso cu an d o no proyectan sus
síntom as sobre los dem ás, están perpetuam ente a la
búsqueda de sus defectos; tam bién m uchos de ellos
acaban cayendo en las garras de otros perversos, lo que
76 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Ies proporcionará m ucha seguridad. Entonces pueden


fácilm ente localizar el síntom a sin tener necesidad de
p royectarlo , com o nos lo m uestra la continuación de
la historia de V an esa.
NARCISO FRÁGIL 77

------------- llega a la pubertad madre le pide que


limpie la habitación del hermano, tras ella limpia la
habitación del padre.

Al principio, Vanesa >le dice que


lo hara ella, ademas sajo que tiene. Vanesa se
encuentra con un dilema: o bien se convierte en la criada
de su hermano (¿su mujer?) y tranquiliza a su madre, o bien

la madre la
decerá y alii
joven herm;

es un «pende
*
luchar contra
de casa de ur

el padre
con chicos: «mi hija r

Debido a una mudanza, Vanesa tiene que repetir un curso:


«... a los doce anos ya tema mucho pecho, y esto me daba
una apariencia muy de mujer. Los niños de mi clase me

En la adolescencia, Vanesa desea trabajar para ganar un


sueldo. El padre le consigue un empleo como criada en
casa de una mujer adinerada. En realidad, la dama resulta
ser una prostituta de lujo, a quien Vanesa admira mucho por
su capacidad para servirse de los hombres, y por su liber­
tad. Cuando llega a la mayoria de edad, Vanesa deja la casa
de los padres para instalarse en un pequeño apartamento,
y su padre, durante mucho tiempo, rechazará verla: «Mi I
El perverso:
un niño en un cuerpo de adulto

«El niño es de una indelicadeza y de un


egoísmo intolerables. Solo le importan su
placer y la satisfacción de sus deseos; que
otros sufran o no le es indiferente.
(...) Muestra curiosidad por lo que los otros quieren
ocultar a su mirada (...) Da muestras
de crueldad hacia cualquier ser vivo más débil
que él y disfruta destruyendo los objetos.
(...) Exige impetuosamente la satisfacción
inmediata del menor deseo que siente y
no tolera la más mínima espera.»
AN NA FR EU D

E l p erverso n o se ha estru ctu rad o com pletam en te,


ha con servado una estructura infantil. Tom em os un
ejem plo ofrecid o recientem ente: un hom bre le pide a
su m ujer que suba con él en el coche. A l dar m archa
atrás, destroza el coche de su mujer, ap arcad o justo
detrás. Inm ediatam ente se vuelve hacia ella y le dice
«¡pero, ¿por qué habías aparcado ah í?!». Se com porta
com o un niño aunque se trata de un hom bre de más
80 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

de cincuenta años, jefe de una em presa. Es un niño


que no so p o rta que le sorpren dan con un error, no
soporta el conflicto interno y, a la que encuentra uno,
lo proyecta en el otro.
Freud nombra al niño «perverso polim orfo»: tendría
todos los rasgos del perverso y los iría reprim iendo a
m edida que iría avan zan d o en su evolución. En este
cap ítu lo verem os lo que debería ser la estructuración
del psiquism o durante la infancia.

C u lp ab ilid ad y angu stia d e a b a n d o n o

A medida que va creciendo, el niño se va estructurando


psíquicam ente. D esde las prim eras frustracion es, se
elabora el esbozo de un yo que tendrá que negociar
entre sus deseos internos y las posib ilid ad es que le
ofrece el m undo exterior.
El superyó será la últim a instancia psíquica que se
creará en el m om ento de la evolución psicoscxu al del
niño. Según Freud, el superyó es heredero del com plejo
de E d ip o. Es una in stan cia p síq u ica esencialm ente
inconsciente que contiene nuestros p ro p io s valores
m orales, pero tam bién los valores parentales y sociales
que hem os introyectado, es decir, que hem os tom ado
prestados del exterior, y que luego hem os ad o ptad o
en nuestro interior.
E l no-respeto de los v a lo re s del p ro p io su p eryó
im plica cu lp ab ilid ad , com o si el padre introyectado
nos castigara desde el interior, o que por el no-respeto
EL PERVERSO: UN NIÑO EN UN CUERPO DE ADULTO 81

de este «padre in tern o», nos gen erara angustia. E s,


pues, la form ación de este su peryó el que im pedirá
cualquier pasaje al acto inad ecuad o de nuestros de­
seos, y nos llevará a la represión o al desplazam iento
de nuestras pulsiones si no hay con form id ad con lo
que hem os integrado com o valo res m orales.
El ideal del yo aparece m ucho antes que el superyó,
que surge alrededor de los seis o siete años, período
de resolución del com plejo de Edipo.
El id eal del y o se crea a p a rtir de las p rim e ras
prohibiciones. A ntes, el niño se rige por el principio
de placer. Si lo quiere, lo coge. N o conoce ni la m o­
ral ni la prohibición. C u an d o su padre plantea una
p roh ib ición , la angustia del niño es perder su am or.
Podem os decir que el ideal del yo es la im agen que el
niño piensa que debe tener para ser digno de amor.
El ideal del yo coexiste con un yo ideal. Si el ideal
del yo está fundado sobre lo que im aginam os que son
los valores del o tro , a los que hay que adaptarse por
identificación, para seguir siendo digno de su am or
y no perd erlo , el yo ideal sería lo que debem os ser
para estar en acuerdo con nuestros propios valores, y
realizarnos plenam ente. U na separación m uy grande
entre el ideal del yo y el yo ideal (fidelidad/infidelidad
en Andrea) p ro vo cará angustia, y una gran dificultad
para actuar frente a la paradoja de los valores opuestos.
82 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

¡Harás como tu padre!


A Jorge le gustaría trabajar en algo relacionado con la natu­
raleza pero su madre querría que fuese ingeniero como su
padre. Después de haber aprobado estudios superiores y de
haber obtenido el título de ingeniero, se convertirá en peón de
caminos en un pequeño pueblo. Jorge ha logrado conciliar un
ideal del yo y un yo ideal opuestos, y conservar el equilibrio.

Para poder con ciliar valores opuestos de fidelidad e


infidelidad , A n d rea so lo puede recu rrir a m ecan is­
m os perversos. Catando A n d rea le dice a Ju a n : «no
tenem os los m ism os valores (tú eres infiel), así que es
n o rm al que yo te en gañ e», parece estarle diciendo,
p a ra d ó jic a m e n te , que lo s v a lo re s de fid elid ad son
n e ce sario s p a ra e stab le ce r u n a re la c ió n san a. Sin
em bargo, ella ha visto com o su m adre engañaba a su
padre regularm ente. Sus valores ideales y lo que ella
ha com prendido, e integrado, de los valores parentales
divergen totalm ente.
Por identificación con su m ad re, ideal del yo y yo
ideal están com pletam ente opuestos en su caso, y solo
pro yecta alg u n o s de sus v alo re s p a ra d ó jic o s en su
«n o vio » . A sí, con virtién d olo en portador, ella puede
justificar sus p asajes al acto a través de la venganza,
inscribiéndolos en el m arco de una «legítima defensa».
Para resolver tem poralm ente su p arad o ja, a A ndrea le
resultan necesarios m ecanism os particulares com o el
EL PERVERSO: UN NIÑO EN UN CUERPO DE ADULTO 83

clivaje y la identificación proyectiva; es decir, atribuirle


al otro una parte de sus p ropios valores y deseos.
El perverso narcisista, no habiendo podido crearse
una im agen sana, no está realm ente diferenciado del
o tro y, de esta m an era, puede c o n fu n d irse co n él,
otorgarle sus m alas intenciones y atribuirse el «buen
papel». M an ipu lan d o al otro, y asentando su poder, el
p erverso narcisista intenta reunificarse convirtiendo
al otro en su cosa, su prolon gación . Si el otro d esa­
pareciera, el perverso caería en un terrible estado de
angu stia, com o si el otro se fuera con una parte de él.
Si el su peryó es edípico, el ideal del yo es n arcisis­
ta. El su peryó hace referencia a valores m orales, el
ideal del yo a una im agen. El no-respeto del superyó
im plica cu lp ab ilid ad . El no-respeto del ideal del yo
im plica una angustia m ucho m ás fuerte, una angustia
de ab an d on o.
D ebido a su estructura infantil, que coexiste con
un yo aún débilm ente estru ctu rad o, el ideal del yo es
m enos pod eroso que el su peryó p ara orden ar el no
pasaje al acto, y el yo dem asiad o poco d esarrollad o
para oponerse a la pulsión. El niño pequeño puede
reprim ir un deseo en presen cia de su padre y estar
tentado de pasar al acto en su ausencia. Si le sorpren ­
den, estará tentado de reaccion ar con una negación
o con una proyección: «no he sido y o ...» o «es culpa
del otro...» C om o provocación, el niño puede también
pasar al acto delante de su padre para co m p ro b ar su
am or, o su pro p io poder.
84 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

«El principio de placer, es decir, la necesidad de una


descarga inm ediata, es incom patible con un razo n a­
m iento correcto, que se basa en una reflexión y en el
aplazam iento de la reacción. El tiem po y la energía
ah o rrad o s con este aplazam iento se utilizan p ara el
razonam iento. En las prim eras etapas, el yo débil aún
no ha apren dido a ap lazar las c o sa s.» 1
En el capítu lo Sobre los orígenes de la perversión ,
verem os por qué el perverso narcisista no ha podido
acced er al co m p le jo de E d ip o . Se siente co m o un
niño en un cu erp o de a d u lto . N o ha d e sa rro lla d o
un su p eryó ; se m ueve por su ideal del yo y no co n ­
sigue en co n trar sus lím ites. P o r consiguiente, se verá
fácilm ente d esb ord ad o p o r sus pu lsiones, bu scando
con stan tem en te p o d er co m p ro b a r su poder, y per­
m anece com o p o rta d o r de una angu stia m asiva de
ab an d on o.
Por el hecho de sentirse in com pleto, el perverso
narcisista está siempre buscando una «prótesis fálica»;
es decir, un ob jeto que le perm ita m antener la ilusión
de su poder sobre las cosas y los acontecim ientos.

El o rig e n d e la n e c e s id a d d e p o d e r

D u rante la vid a in trau terin a, el niño no tiene co n ­


ciencia de sus co n to rn o s, vive com o una so la cosa
con el resto del m undo. Es continente y contenido.

i Fenichel O., La théorie psychanalytique des névroses, PUF, 1987.


EL PERVERSO: UN NIÑO EN UN CUERPO DE ADULTO 85

C u an d o nace, este sentim iento aún perdura, él es el


m undo y el m undo es él.
D esde las prim eras frustraciones, habrá un esbozo
de un yo. El niño llam a al pecho y el pecho no acude.
«P ara él, el pecho de la m ad re no es m ás que una
parte de él m ism o. (...) D esea el pecho por el am or
del pecho (...) pero ¿qué pasa si sus dem andas no son
satisfechas? (...) El bebé descubre su dependencia de
la m adre». A m edida que crece, a la vez que elabora
su yo, progresa hacia la alteridad. Su m adre y él deja­
rán de ser uno solo para ser dos. Fantasm áticam ente,
bu scará de nu evo la fu sión por iden tificación a su
m adre: «Si soy com o ella, som os iguales.»
F lacia los dieciocho meses aparece lo que Jacques
L acan llam ará «el estadio del espejo». A ntes, el niño
no se reconocía en el espejo. Este período le permite la
adquisición narcisista de su im agen, al m ism o tiem po
que aprende su nom bre, y tam bién a afirm arse y a
decir no. De la m ism a m an era, el niño, si siente a su
m adre com o suficientem ente buena, se revaloriza en
la m irada de su m adre, que satisface todas y cada una
de sus necesidades.
Pero si la m adre deja al niño en su habitación, y
va al en cu en tro de un tercero , el niño com pren d e
que no es capaz de retenerla. «O tro» posee algo que
el niño no p osee, o él que no está suficientem ente
d e sarro llad o para retener la atención de su m adre.
Esta cosa, este objeto que tiene el poder de atraer a
la m ad re, es n o m b rad o « falo » en p sico an álisis. El
86 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

falo es un objeto fantasm ático que tiene el poder de


retener la atención del otro. Puede tratarse de cu al­
quier objeto de poder: un coche bonito, una situación
p rofesion al gratifican te, una pareja atractiva, niños
g u ap os, etcétera.
Ese o tro con el que la m ad re va a reunirse será
a d m ira d o y o d ia d o a la vez p o r el n iñ o . D e esta
envidia, od io y de la idea de represalias que podrían
su scitar los deseos del niño si fu eran d escub iertos,
n acerá una an g u stia m u y fuerte que los p sic o a n a ­
listas nom brarán angustia de castración. Si el padre
es suficientem ente bueno y c a riñ o so ; si la ley está
instalada, si la m adre le perm ite al niño despegarse,
el niño avan zará hacia la resolución de sus conflictos
internos, renunciará a sus deseos y a su od io, y podrá
deshacer sus conflictos edípicos y estructurarse. En
este caso el E d ip o será estructurante. Pero si el padre
es asfixiante, inaccesible o insignificante; o si la m adre
no le perm ite e m an cip arse, el niño co rre el riesgo
de regresar a un estadio anterior, de vo lver hacia la
m adre y no su p erar el Ed ipo.
EL PERVERSO: UN NIÑO EN UN CUERPO DE ADULTO 87

Manchar la imagen del padre


Gabriel: «Cuando Vanesa estaba enfadada, podía decir:
"vosotros los hombres, no tenéis cojones"..., o de su jefe de
departamento, "es un picha corta"».

El perverso narcisista usa sus órdenes para tomar el poder y


castrar la imagen del padre, o de sus equivalentes sociales.
«... El portador del ideal edípico es el padre. El perverso narci­
sista intenta aniquilar y dejar sin efecto el ideal del yo edípico
en beneficio de un ideal del yo pregenital, dominado por la
omnipotencia narcisista».2 Paradójicamente, Vanesa parece
conceder un valor muy importante a las partes genitales de
los hombres a los que menosprecia. Esto nos remite a las
relaciones con el padre, a la vez amado, admirado y odiado.

Bernard, el falo de su madre

En psicoanálisis, cualquier objeto de poder o de orgullo


es susceptible de ser con sid erad o com o un falo . En
este caso, ¿querer a los hijos y estar orgulloso de ellos,
es con sid erarlos un falo? Evidentem ente, quererlos y
estar orgu lloso de ellos es fo rm idable. N u n ca se am a
dem asiado. Pero algunos padres am an m al. Escuche­
m os a los padres a la salida de las escuelas: «El m ío
c o n tro la b a los esfín teres a los dos a ñ o s» ; « L a m ía
h ab lab a con veinte m eses». Seguram ente sería m ás
interesante rem itir a nuestros hijos a su interioridad:
«C o n fío en ti...» , «sé que tienes cap acid ad es...»

2 Ksensé, A. «Hystérie et perversión» en «La perversión narcissique»,


Revue Fran^aise de Psychanalyse, PUF, 2 0 0 3 .
8? JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Pero veam os la historia de B ernardo:

Un hijo tan guapo


La madre de Bernardo estaba muy orgullosa de su hijo. Cuan­
do venían amigos a casa, ella le decía: «Ven para que todo el
mundo te vea. ¡Mirad qué guapo es mi hijo!». Pero, en cuanto
Bernardo abría la boca, ella le ordenaba: «¡Cállate, no se habla
en presencia de los adultos!» Su imagen estaba muy valorada
en el discurso de su madre. Pero paradójicamente, no le per­
mitía expresarse. Solo podía existir en el discurso de su madre.

Además, su padre, probablemente celoso de su relación, a


veces podía molerlo a palos.

Para evitar la cólera de su padre y conservar el amor de su


madre, Bernardo debía ser un santo. Podía pasarse horas
sentado sin hablar.

Un día, cuando Bernardo tenía cinco años, fue sorprendido


enseñándole el pene a una amiguita. Su madre exclamó: «No
volverá a hacerlo nunca más». En la adolescencia, supo que
había besado a una chica. Y le dijo: «Espero que no hagas tus
guarradas en público...».

Actualmente, con treinta años, Bernardo es impotente. Sigue


viviendo con su madre. Presenta la mayoría de los síntomas
de las patologías relacionadas con el narcisismo, pero es in­
capaz de tener pasajes al acto perversos; ha desarrollado una
estructura border line (en el límite de la patología psicótica)
con descompensaciones esquizofrénicas (tratándose de la
esquizofrenia, Freud lo llamaba «neurosis narcisista»).

Recientemente, Bernardo me ha dicho: «Soy como un Ferrari


sin gasolina...». Bernardo tiene una idea muy elevada de su
propia imagen y, al mismo tiempo, es impotente. Es como un
niño de dieciocho meses que solo existe en la mirada de su
madre. Es el falo de su madre y solo puede vivir como ta! en
detrimento de su propia interioridad y de su propia existencia.
El duelo im posible

¿Por qué estudiar el proceso del duelo en el m arco de


un trab ajo sobre el perverso narcisista?
Para su perar el com plejo de E d ip o , el niño tiene
prim ero que renunciar a sus deseos, y luego «desidea­
lizar» a sus padres, que vo lverán entonces a ser seres
hum anos norm ales a los que el niño se esforzará por
igualar. Freud dice, incluso, que hay que m atar al padre.
Por tanto, al niño le convendrá hacer una especie de
duelo con las im ágenes idealizadas que ha integrado
con la finalidad de volverse sujeto e inscribirse en el
m undo real. D u elo, por otra parte, que le perm itirá
o cu p ar un lugar en la sociedad.
La m ayoría tenemos dificultades para aceptar tanto
las pérdidas com o el período necesario de transform a­
ción que im plica la renuncia. Esta dificultad es propia
de nuestra evo lu ció n y de los ab an d o n o s a los que
hem os tenido que enfrentarnos durante la infancia.
Son renuncias que irem os encontrando de nuevo a lo
largo de toda nuestra vid a, y que a m enudo serán la
ocasión para realizar cam bios im portantes.
90* JEAN-CHARLES BOUCHOUX

El p e rv e rso n arcisista es in cap az de to d o esto .


Él no puede hacer frente al con flicto, sobre todo el
cau sad o por la pérdida de sus objetos internos. Para
el perverso narcisista, los objetos internos son la im a­
gen idealizada de los objetos externos introyectados.
Por ejem plo, el niño llora cu an d o la m adre sale de
la habitación. El niño no con oce m ás que lo que le
indican sus sentidos. Si él no ve a la m ad re, nada le
muestra que ella siga existiendo. N o podrá soportar la
ausencia de su m adre hasta que no haya introyectado
su im agen, es decir, cu an d o pueda acord arse de ella.
So lo entonces, incluso cu an d o esté au sente, p o d rá
co m p ro b ar la existencia de la m adre en su interior.
M á s ad e lan te , cu an d o estu d iem o s a los p ad res
p erverso s, verem os cóm o al perverso n arcisista no
le han perm itido separarse.

La angu stia d e la p é rd id a

El perverso narcisista, para evitar la angustia de separa­


ción, em parentada con el duelo -q u e podría sucederle
si le a b a n d o n a ra n - no inviste durante m ucho tiem po
a su víctim a com o sujeto, m ás bien tiene que con ver­
tirla en un objeto. El perverso reclam a ser reconocido
com o alguien bueno, espera ser revalorizad o. L o que
generalm ente ha conocido en su infancia es que quien
da am or y reconocim iento tam bién puede retirarlo en
cu alq u ier m om ento. A l perverso se le ha p ro p o rcio ­
nad o una idea tan baja de sí m ism o que piensa que
EL DUELO IMPOSIBLE 91

esto no dejará de reproducirse, p o r eso el otro nunca


perm anecerá junto a él. La desvalorización del otro
le perm ite luchar contra el peligro que representaría
su pareja si fuese un buen ob jeto, porque la pérdida
sería terrible y, ad em ás, el perverso se la atrib u iría
a él m ism o. En cam bio la pérdida de un mal objeto
pod ría perm itir m antener la ilu sió n de un a liv io , y
atribu ir la cau sa de esta pérdida a la propia víctim a.
Los ad agios populares nos lo recuerdan: «M u erto
el perro, m uerta la rab ia» . M a ta r al perro p o r m iedo
a que se salve (puesto que tiene la rabia) perm ite no
sentirse una víctim a poten cial, y establecer nuestra
om nipotencia. Pero cuan do la rab ia es fam iliar, co n ­
viene m antener al perro para poder m atarle de nuevo,
tantas veces co m o sea necesario, y así no tener jam ás
que hacer frente a la pérdida.
El perverso utiliza tantos m ecanism os proyectivos,
que no acaba de conocer verdaderam ente al otro, solo
con oce la proyección de sus p ro p io s objetos internos
y de sus p rop ios defectos.
En cu an to a la víctim a del p erverso, deberá seguir
procesos equivalentes a los del duelo si quiere huir
de la influencia de su verdugo: salir de la negación,
y aceptar el enfad o y la tristeza para reconstruirse.
92 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Las d ife re n te s f a s e s del p r o c e s o d e d u e lo

L os trab ajo s realizad os sobre los procesos de duelo


perm iten diferen ciar v arias fases:

• La negación: cu an do nos anun cian la m uerte de


a lg u ien c e rc a n o , si la re v e la c ió n es d e m a sia d o
in so p o rtab le, no podem os creerlo. El p siqu ism o
rechaza la n oticia, y hace com o si no existiera. D e
este m od o, nuestro psiqu ism o se protege de una
inform ación dem asiado violenta. «N o es verd ad...,
ha debido de eq u ivo carse..., no puedo creerlo...»

• La rabia: a la negación le seguiría una fase de rabia.


Esta rabia es una tentativa para expulsar los afectos
ligados a la revelación. Los afectos insoportables son
eyectados hacia el exterior, a m enudo declaran do
culpable a un tercero. «Es cu lpa del m ed ico...» o
«el otro con ducía dem asiad o d eprisa...»

• La depresión: cuan do se acepta la in fo rm ació n , la


rabia se supera. Pero entonces aparece una enorm e
tristeza, generalm ente acom pañada de culpabilidad
y de rem ordim ientos, una depresión, y en los casos
m ás g ra v e s, una m e lan co lía. P od ría ser q u e, en
algunos casos, esta fase se m antenga inconsciente:
por ejem plo, una duración adecuada de duelo que,
si no fuera respetada, im plicaría cu lpab ilid ad . El
sufrim iento podría ser tam bién la últim a prueba
para m ostrar que el vínculo ha existido realm ente.
EL DUELO IMPOSIBLE 93

• La aceptación: p o r fin, h ay renuncia. El sujeto se


rinde ante la evidencia. La inform ación se integra
y la persona p od rá reorganizar su vida en función
de la pérdida. Podrán sucederse la sublim ación y
la resilien cia (estu diarem os con m ás detalle los
m ecanism os de sublim ación y de resiliencia en el
capítu lo Resistirse al perverso narcisista).

Las p a t o lo g ía s del d u e lo

A cada una de las fases anteriores le correspon den


p a to lo g ía s aso cia d a s a la in cap acid ad de hacer un
duelo.
Si el sujeto no sale de su negación, es la psicosis.
En su p elícu la Bajo la arena , F ran ^ois O zon pone
en escena al p erso n aje in terp retad o por C h arlo tte
R am plin g, que pierde a su m arido en la playa m ien­
tras se bañan. E lla no puede aceptar su desaparición .
C u an d o , m ás tard e, le enseñan el cuerpo de su m a­
rido, rechazará identificarlo. D urante meses, seguirá
h ab lan d o con él y, poco a poco, se desconectará del
m undo. A l períod o depresivo le correspon de, sobre
to d o , la depresión o la m elancolía por incapacidad
de poder hacer un duelo.
El m elancólico se siente com o alguien despreciable,
y se hunde en una cu lp ab ilid ad y un intenso d o lo r
m oral. El origen de la enferm edad es inconsciente y
el depresivo, o el m elan cólico, puede que en realidad
no hayan tenido que padecer nunca un duelo, pero
94 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

puede tortu rarles el m iedo a perder sus ob jetos in­


ternos por la in cap acid ad de ren unciar a im ágenes
de su infancia.
E l p erverso narcisista e vo lu cio n aría entre la ne­
gación y la rab ia. A la negación le correspon dería la
d esvalorización de su víctim a, es decir, la negación
de su im portan cia, lo que le perm itiría m inim izar su
pérdida potencial. A la fase de rab ia le corresp on d e­
rían las agresiones, las tentativas de expu lsió n de sus
sentim ientos y la cu lp ab ilización del otro.

¡Es culpa de los médicos!


Después de un accidente, los médicos se verán obligados a
amputar la pierna a Mauro. Al cabo de diez años, Mauro sigue
enfadado. Explica, a quien quiere escucharlo, que todo es culpa
de los médicos, que fueron unos ineptos. El mantenimiento de
su rabia le impide ver las cosas como son, y esto hace que no
caiga en una depresión. Su incapacidad para superar la rabia
no le permite llegar a la resiliencia y superarlo.

El perverso narcisista desvaloriza a su p areja pero la


retiene al m ism o tiem po. La pérdida de su «objeto»
im p lica ría lo que P a u l-C la u d e R a c a m ie r llam a la
« su icid o sis» , que se p arecería a la m elan co lía y a
la incapacidad del m elancólico para hacer el duelo.
P au l-C lau d e R acam ie r h ab la de la vuelta co n tra sí
mismo de la rabia, lo que podría conducirle al suicidio.
EL DUELO IMPOSIBLE 95

¿Existen m e d io s para facilitar o ac e le ra r


un d u e lo ?

Existen numerosos medios para facilitar un duelo, sobre


todo con la puesta en m archa de ritos y de períodos
de duelo que, culturalm ente, han existid o siem pre, a
pesar que tienden a desaparecer. Q uizás deberíam os
rein ven tarlos, lo que nos perm itiría con vertirlos en
m ás conscientes que culturales.
H ab lam o s m ucho de duelo, pero a veces e rró n ea­
mente. H a y duelo cuan do hay una m uerte. N o o b s­
tante, com o hem os visto, incluso si el térm ino duelo
no es el adecuad o, el proceso es el m ism o cuando hay
pérdida, o angustia por la pérdida, lo que exp lica que
hablem os de in capacid ad , de angustia o de proceso
del duelo.
U na person a me contó que para acab ar de una vez
p o r tod as con su padre alco h ó lico e incestu oso, - y
después de haber hecho un largo trab ajo terapéu tico-
le envió por co rreo un litro de vin o, un salchichón y
una larga carta a su padre. O tra person a me contó
que, después de una ru ptu ra difícil con un hom bre
perverso n arcisista, le había escrito una larga carta
que después había qu em ado, y cu yas cenizas había
d isem in ad o en la o rilla de un río frecu en tad o p o r
am b os en otros tiem pos.
El ritual nos perm ite caracterizar y con cretar los
hechos y, eventualm ente, nuestras decisiones y salir de
nuestra negación. N o tendría que darn os vergüenza
96 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

h ab lar en voz alta frente a una tu m ba, o p on er en


m archa determ inados rituales, sean cuales fuesen.
P or otra p arte, llegado el m om en to, respetar un
p e río d o de d u elo p erm ite, in clu so si es d o lo ro so ,
reconstru irse y, m uy a m enudo, salir fo rtalecid o de
la experiencia.
S e g u n d a p arte
C o n o ce r las estrateg ias
del p erverso
Las estrateg ias del perverso

C o m p r e n d e r sus m o tivacio n es

Neurosis, psicosis y perversión

El hom bre nace varias veces. Después de su nacim ien­


to físico , nace al m undo, a la altcrid ad ; luego, a su
im agen y, finalm ente, a la sociedad, al tercero y a la
ley. A la fase objetal (la separación del otro y el descu­
brim iento de la alteridad) le suceden la fase narcisista
(el encuentro con su p rop ia imagen) y la fase edípica.
A m edida que va creciendo, el niño deberá, en prim er
lugar, tom ar conciencia del otro, es decir, darse cuenta
que existen ob jetos no-yo exteriores a él, que él no
lo es todo y que todo no es él. L a incapacid ad para
integrar plenam ente esta etapa conduce a las psicosis
o, dicho de otro m odo, a la indiferenciación entre uno
m ism o y el resto del m undo, y a los terrores corres­
pondientes creados por las angustias de fragm entación
y de disociación , debidas al sentim iento que el otro
es poseedor de una parte del yo del individuo. Si esta
100 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

etapa se supera, el hom bre puede nacer a su im agen,


a la idea que se hace de él o de cóm o le perciben, y
a sus ideales n arcisistas. E sto le perm itiría estar en
con sonan cia con él m ism o o con los otros.
La incapacid ad de superar esta etapa nos conduce
a las estructuras n arcisistas1 que pueden estar aco m ­
p añ ad as por angustias de ab an d on o, si la im agen del
sujeto no parece estar conform e a lo que im agina que
se espera de él, y de una incapacid ad p ara conocerse
y/o conocer verdaderam ente al otro. Si se integra una
im agen de uno m ism o lo bastante bu en a, el sujeto
va hacia el descubrim iento del tercero y de la ley. La
aceptación de las reglas sociales le perm itirá ocu p ar
un lugar en la sociedad y con tinu ar su evolu ción. La
in cap acid ad de ren u nciar a los fan tasm as edípicos
conduce a las neurosis, a la cu lpab ilid ad y a las a n ­
gustias llam adas de castración.
El perverso narcisista, p o r razones que estu d iare­
m os m ás adelante, no ha pod id o nacer a su im agen.
E v o lu cio n a, atrap ad o entre las fases objctal y n arci­
sista, y utiliza al otro com o un espejo del que obtiene
buenos aspectos, y hacia el cual proyecta sus m alas
p ro p en sio n es, esp eran d o llen ar su vacío y escapar,
en caso de regresión m ás p rofu n d a, a la psicosis que
le acecha.

i Las perversiones narcisistas no son las únicas estructuras narcisistas.


Algunas descripciones de otras estructuras límites están propuestas en el anexo
al final de la obra.
LAS ESTRATEGIAS DEL PERVERSO 101

¿E l perverso es un enferm o?

En prim er lugar ten dríam os que definir qué es una


patología. C uando estudiam os las patologías, pasam os
m ucho tiem po trab ajan d o sobre la diferencia entre
lo norm al y lo p ato ló gico . Invito al lector a reflexio ­
nar sobre ello. H ay quien p rop on e que se defina la
p ato lo g ía com o lo que nos llevaría al su frim ien to.
Pero, com o hem os visto, el sufrim iento puede form ar
parte integrante de un proceso que nos conduce a la
resiliencia, com o en el proceso del duelo.
A veces confundim os el síntoma con la enfermedad.
Por ejem plo, si ingerim os un veneno, quizás nuestro
cuerpo nos haga vom itar. Si con sid eram os el vóm ito
co m o la enferm edad , tom arem os un an ti-vom itivo.
Si con sid eram os el veneno com o origen del m al, al
c o n tr a r io , to m a rem o s un v o m itiv o . L a p a to lo g ía
podría ser tal vez una ruptura del vín cu lo. Si nuestro
cuerpo no reconoce el veneno, no nos hará vom itar
y entonces caerem os enferm os. El esquizofrén ico se
siente caó tico , entonces se desconecta de su interior
y, después, del m undo externo. Sus delirios son p ro ­
yeccio n es de su in terio rid ad a fin de recu p erar un
estado sin tensión cuando sus pulsiones lo desbordan.
V olvien do al perverso narcisista, él es un vom ita-
dor. E x p u lsa su caos y vuelve enferm os a los dem ás.
Q uizás nos ha ocu rrid o alguna vez, después de haber
so p o rtad o una tensión im puesta por un tercero, en
el trab ajo o en otro lugar, de volver a casa y avisar:
102 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

«¡C uidado, estoy de mal h u m or!». Es com o decir, estoy


listo para e xp u lsar mi caos a la prim era ocasión que
se presente. Q uizás incluso esto ha p asad o , y hem os
p ro v o c a d o una d isp u ta . A m en u d o , al fin a l de la
disputa nos sentim os m ejor, pero nuestro entorno se
siente m al. Es posible incluso que entonces, h ayam os
ju gad o a ser con ciliadores y h ayam os hecho el papel
de buenos: «V am os, hay que calm arse...» . Pero esto
es una situación perversa n arcisista. Puntualm ente,
esto no n os con vierte en p erverso s, p ero es im p or­
tante señ alarlo y trab ajar sobre ello para que no se
reproduzca.
El perverso narcisista «perfecto» es estructuralmente
perverso. N o conoce ni el sufrim iento ni los rem or­
dim ientos. E l no está enferm o, es su entorno el que
enferm a. Si p o r ejem plo, una noche, al vo lver a casa,
m olestam os al otro porque nosotros no estam os bien,
al día siguiente, al despertarnos, nos sentirem os mal y
nos dará vergüenza. Sufrirem os, nos culpabilizarem os
y, para salir de nuestro sufrim iento, nos d iscu lpare­
mos. En este caso estam os m ás cerca de la neurosis
que de la perversión. El perverso narcisista no sufre,
som os nosotros los que sufrim os en su lugar. Se trata
de alguien frágil. En prin cipio es alguien que debería
su frir exagerad am en te, pero que, por un sistem a de
proyección y, sobre todo de identificación proyectiva,
se justifica: «por tu cu lp a...» . El es la causa del error
o del p ro b lem a, pero le atrib u ye al o tro su p ro p io
defecto. El beneficio que obtiene es tal (escapar de su
LAS ESTRATEGIAS DEL PERVERSO 103

sufrim iento y de su locura) que no podrá cuestionarse.


En cam bio, hay personas que utilizan frecuentemente
estos m ecanism os cuando están pasándolo m al. C u an ­
do vuelven a un estado norm al, si la negación no es
suficiente, tienen que hacer frente a su cu lpab ilid ad ,
y entonces pueden sentir angustias de ab an d o n o por
sus p asajes al acto , y p o r las con secu en cias que le
podría hacer p ag ar al otro. E stas person as corren el
riesgo de su frir de nuevo una regresión y de vo lver
a u tiliz a r lo s m ism o s m ecan ism o s p e rv e rso s. Son
p erso n as que su fren m u cho. Q u izás p od rán hacer
un trab ajo person al y lograrán su perarlo. Será largo,
pero no im posible.
P au l-C lau d e R ac am ie r dice: «L o s perversos n ar­
cisistas vienen a la co n su lta cu an d o to d a v ía no lo
son del to d o » . El terap eu ta d eb erá entonces estar
m uy atento p ara no aco m p añ ar a su paciente en sus
perversion es, porque, tal y com o sospecham os, estos
m ecanism os son m uy difíciles de ver en el discurso de
alguien que se presenta com o víctim a, y deberá vigilar
para no desculpab ilizarlo sino, al con trario, llevarle
a reflexion ar sobre cuales podrían ser sus valores.

Cargar al otro con sus fallos

Los mecanismos que utiliza el perverso narcisista com o


el clivaje, la negación y la identificación p royectiva,
son tam bién m ecan ism os típ ico s de las p ato lo g ías
p aran o icas y p aran o id es. El racism o, ya sea racial,
104 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

social o sexu al, es un ejem plo tipo de la utilización de


estos m ecanism os perversos y, sobre tod o , del clivaje
del objeto. El clivaje del o b jeto, com o lo hem os visto
ya, protege de una angustia de disociación del yo con
la proyección de una parte de uno m ism o sobre una
parte del objeto, designado com o m alo.
P or ejem p lo , los adeptos del K u K lu x K lan han
dividido el objeto sociedad en dos: los blancos buenos
y los negros m alos. P or la noche, se esconden debajo
de un capirote y van a «cargarse la chusm a». D urante
el d ía, son buenos padres de fam ilia, y seguram ente
pasan por ser buenos ciu d ad an os. De esta m an era,
proyectan su parte m ala durante la noche y su parte
buena durante el día. La ideología p olítica, racial, re­
ligiosa o sexista se convierte, entonces, en la «prótesis
fálica» donde todo se vuelve legítim o.

En el origen del clivaje

Freud fue el prim ero en postular que el bebé descarga


lo esencial de sus pulsiones en el tran scu rso de una
tom a. C u an d o surge la necesidad (en prim er lugar, el
ham bre o la sed) se vuelve rápidam ente intolerable.
(La no-respuesta a sus necesidades im plicaría rá p i­
dam ente la muerte del bebé).
H em os visto com o M elan ie K lein llam a a la rabia
del bebé «od io»; odio que iría acom p añado de deseos
de destrucción. H acia los tres meses de vid a, el bebé
solo estaría en relación con una visión parcial de su
LAS ESTRATEGIAS DEL PERVERSO 105

m adre. M elan ie K lein llam a a este o b jeto 1 p arcial, el


pecho. El niño p royecta sus pulsiones de am or y de
odio sobre él. El pecho es v ivid o com o todo bueno
o todo m alo. El pecho bueno es el que da seguridad,
y el pecho m alo es el persecutorio con el bebé. A l no
satisfacerle, se instala y crece la angustia. El niño se
siente entonces perseguido por el m al ob jeto, al que
vive com o nefasto. P ara protegerse y poder exp resar
su rab ia, el bebé va a alu cin ar com o si existieran dos
objetos, uno bueno, el pecho que tranquiliza, y el otro
m alo, el pecho persecutor. Entonces p o d rá, sin riesgo,
p royectar su am or sobre uno, y su odio sobre el otro,
sin correr el riesgo de destruir el buen objeto. M elanie
K lein nom bra esta fase, o p osición , esqu izoparanoi-
de. Es el clivaje del objeto. Esto perm ite defenderse
co n tra un c liv a je del y o que p o d ría im p lica r una
angustia de disociación . P royectar el odio sobre un
ob jeto y el am or sobre otro le ah orra al sujeto tener
que dividirse en dos, llevándole a una disociación de
su p e rso n alid ad (buen su jeto, m al sujeto) com o en
ciertas psicosis, o dirigir su rab ia con tra él m ism o.
En el p erío d o esq u izo p aran o id e de la evolu ció n
del niño e n co n tra ría m o s, pues, la génesis de estos
m ecanism os de defensa que son el clivaje del objeto
y la proyección. El clivaje del ob jeto le perm itirá al
perverso protegerse de una angustia de disociación

i El término «objeto» tiene el sentido que hemos explicado más arriba:


la estructura de la pulsión (origen, objetivo, objeto).
106 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

debida al clivaje del yo. D esign an do a una persona


entre la multitud, com o pasa en el racism o, el perverso
puede p royectar su od io sobre una parte del objeto
(la sociedad) y su am or sobre otra parte (los que se
le parecen, los del m ism o sexo , del m ism o co lo r o de
la m ism a condición social).

La fase depresiva

El niño prosigue su evolución y se dirige hacia la al-


teridad. Com prende que existe otro, que no responde
obligatoriam ente a sus deseos y que está sep arad o de
él. Este otro que, m ás que ser un ob jeto, se volverá
p ro gresivam en te un su jeto, perm itien do m ás tarde
al niño descubrirse él m ism o com o sujeto. A ntes de
esto, el niño ten drá que in tegrar el sentim ien to de
am b ivalen cia p ara salir de su ilusión de la existencia
de dos objetos.
A la fase esq u izop aran oid e le seguiría un p eríod o
llam ad o depresivo. H acia los cu atro m eses, el bebé
co m p re n d e que n o e x iste n d o s o b je to s sin o u n o
so lo . A sí sale de este p e río d o a lu c in a to rio de los
prim eros m eses de su vid a. En ton ces ve a la m adre
co m o a una p erso n a co m p leta. E lla será al m ism o
tiem po qu erida y o d iad a. P ara no co rrer el riesgo de
destruirla o de perd erla, el bebé reservará para él sus
deseos de agresión. A sí, su angustia se volverá contra
él m ism o y estará en el origen de su depresión . La
depresión del bebé solo p od rá superarse si la m adre
LAS ESTRATEGIAS DEL PERVERSO 107

es percib id a com o suficientem ente buena, y por tan ­


to el buen o b jeto puede ser in terio rizad o de m od o
du rad ero . En ton ces la im agen interior de la m am á
p od rá paliar, llegado el m om en to, su au sen cia. Si la
fase depresiva es d em asiad o in so p o rtab le (verem os
m ás ad elan te las p osibles cau sas en el cap ítu lo En
los orígenes de la p erversión ), el niño corre el riesgo
de q u ed a rse in sta la d o en el e sta d io e sq u iz o p a ra -
noide. Y sien do ad u lto ten drá tendencia al cliv aje,
p r o y e c c ió n , id e a liz a c ió n y d e n ig ra c ió n del o tro ,
m ecan ism os típicos de las perversion es n arcisistas.
Si el niño no puede ab o rd ar la fase dep resiva, corre
el riesgo de co n servar los m ecanism os de clivaje y de
proyección de sus afecto s para evitar la depresión .
El p erverso n arcisista es de este tip o , y su o b jetivo
es tran sferir su an gu stia al otro. C u an to peor va su
p areja, m ejor va él.

A tra p a r y aislar:
m e d io s para s o m e t e r a la víctima

L a negación, el clivaje y la identificación p royectiva,


com o hem os visto anteriorm ente, no son los únicos
m ecanism os que utiliza el perverso narcisista. T om an­
do distan cia, y saliendo de la fu sión que le im pone
el perverso, la víctim a no tendría m ás rem edio que
con statar la locura de su pareja. El perverso es m uy
consciente de esto. Por tanto no debe perm itirle a su
pareja tom ar distan cia. P o r esta razón, el perverso
108 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

debe im pedir que su pareja frecuente a personas que


podrían hacerle ver el aspecto anorm al de su relación.
Por esta razón va a intentar aislar a su víctim a, y así
poder seguir d esvalorizán d ola.

T odos estam os sujetos a fallas narcisistas en ciertos


m om en tos clave de nuestra vid a. U na p erson a que
aca b a de e n co n tra r un n u evo tra b a jo ten d rá, p o r
ejem plo, una gran necesidad de reconocim iento. Se
encuentra en una situ ación de incerteza y necesita
dem ostrar sus cu alid ad es. En ese m om ento co n sti­
tuye el blanco ideal para un perverso n arcisista, que
la cu b rirá de elogios antes de d esp reciarla. Pero su
falla es aq u í coyu n tu ral (el nuevo trab ajo ). E xisten
tam bién fallas narcisistas m ás estructurales, que nos
vienen de nuestra infancia y son consecuencia de un
m altrato o de un «no-buen-trato». El perverso detecta
enseguida estas fallas.
LAS ESTRATEGIAS DEL PERVERSO 109

¡Jam ás sin ti!


Juan siente que su novia no está bien. El mismo ha notado que
cuando no se siente bien, el hecho de participar en talleres de
teatro, para poder expresarse, le ayuda a superar ese estado.
Así que, con total naturalidad, le propone a su novia que le
acompañe. Su objetivo es: ayudar a Andrea a estar mejor y
presentarle a gente que él aprecia. Pero en cada clase en la
que participarán, Andrea lo incomodará: amenaza de separa­
ción, reproches de todo tipo, chantaje de ruptura precipitada
o intentos de seducción de los amigos de Juan.

Por ejemplo, Andrea se reúne con Juan para un curso. Por


razones profesionales llega unos días después que el curso haya
empezado. Allí, ve a Juan divertirse con sus amigos. Desde la
primera noche le hace saber -por enésima vez- sus ganas de
dejarle. Juan se lo toma mal. Después, Andrea no dejará de
reprocharle su reacción: «Deberías haber comprendido que
estaba mal en lugar de estar de morros...».

De esta manera, aunque Andrea le ha amenazado con aban­


donarle, Juan es el culpable de haber reaccionado mal. Sus
amigos le hacen ver que su comportamiento cambia radical­
mente cuando está Andrea presente. Al cabo de un tiempo,
Juan decidirá ir solo al curso. Durante el trayecto, Andrea le
llama para decirle que le va a dejar, y por primera vez, gracias
a la distancia, Juan lo acepta.
110 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Hacer el vacío alrededor del otro


Frank y Magalí reciben a viejos amigos de Magalí en su casa.

Una mañana, los hombres salen para ir a comprar croissants.


Entonces, Laura, amiga de Magalí, va a verla a su cama. Magalí
está embarazada. Laura, que sueña con tener un niño, la acribilla a
preguntas. Cuando los hombres vuelven a casa, Frank sorprende
a las dos jóvenes mujeres riéndose en la cama de matrimonio.
Entonces él entra en un estado de cólera intensa, acusa a Magalí
de haber mancillado la cama conyugal y echa a sus invitados.

Magalí se hunde. Más tarde, Laura llama disculpándose, y le


dice que prefiere cortar la relación con ellos. Frank ha conse­
guido aislar a Magalí de sus amigos, que podrían ayudarla,
así él mantiene una mayor influencia sobre ella.

Frank ha aprovechado la situación para proyectar su angustia


de celos* y convertir a los otros en culpables.

La utilización d e un tercero

T om em os el ejem plo de la m arquesa de M erteuil y


del vizconde de V alm ont en Las amistades peligrosas.
M erteuil utiliza a V alm ont para lograr sus fines. Ella
le controla a través de los desafíos que debe llevar a

* Algunos psicoanalistas plantean la idea que una pulsión homosexual


reprimida estaría en la base de los rasgos paranoides. Los mecanismos de defensa
empleados serían la vuelta de la pulsión en su contrario y luego la atribución
de esta pulsión al otro por identificación proyectiva. La insoportable pulsión
homosexual «te am o” estaría transformada en «te odio». «Te odio» estaría
proyectado en el otro y se volvería «él me odia” . El sujeto podría entonces
vivir su pulsión bajo la form a: «El me odia, por tanto es normal que yo le
odie también». En función del grado de delirio que acompañe la patología,
hablaremos de patología paranoica o paranoide. El rasgo paranoide forma
parte de la perversión narcisista.
LAS ESTRATEGIAS DEL PERVERSO 111

cabo si quiere m antener su imagen a sus ojos. El clivaje


se produce en el interior de la pareja. M erteuil tiene el
papel bueno respecto a sus víctim as, e incluso a veces
es su confidente. Es V alm ont quien siem bra el caos por
mandato. Merteuil sería Jekyll y Valm ont sería Hyde por
delegación. V alm ont se convierte, entonces, en el falo
de M erteuil. Es interesante ver cóm o M erteuil no está
nunca en peligro, puesto que es Valm ont quien actúa.
Podem os encontrar tam bién la utilización de ter­
ceros en g ru p o s, em presas o instituciones. C u an d o
un perverso entra en un g ru p o , a m enudo, una parte
del gru po se vuelve perverso.

Julián venga a su compañera


Julián me cuenta que, en su empresa, los em pleados se
reúnen cada mañana. Sin embargo, no es raro que el jefe
de servicio elija a uno de sus empleados para convertirlo en
«chivo expiatorio» de su mal humor. Los otros miembros del
grupo son testigos de la agresión y tienen que posicionarse.
Las opciones son, o bien volverse cómplice del acosador, o
bien oponerse a él y poner en peligro el puesto de trabajo.

Una mañana, el jefe de servicio trata de zorra en público a


una de sus empleadas. Y se reúne con sus colegas para reírse,
lo que intensifica el alcance de la ofensa. Los demás bajan la
mirada y permanecen en silencio, convirtiéndose así en cóm­
plices pasivos de su jefe. Julián forma parte de los silenciosos
y abandona después la sala de reunión, con un sentimiento
de enorme vergüenza y culpabilidad. Dos días más tarde, no
pudiendo aguantar más, insulta al jefe de servicio y consigue
que el director-que, por otra parte, conoce el comportamiento
de su jefe de servicio- le despida.
112 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

C u a n d o un p e rv e rso u tiliza a un terce ro , él no se


pone nunca en peligro. A sí, al final de Las amistades
peligrosas , V alm ont es asesinado.

Desvalorización, manipulación y necesidad de


controlar al otro

Pegarse a su víctim a perm ite al perverso con servarla.


El aislam iento de su víctim a le proporcion a seguridad
ante la presencia de terceros que podrían inm iscuirse
en su relación. L a identificación proyectiva lo libera
de sus afectos. Pero el p erverso n arcisista, después
de proyectar el síntom a de su locu ra, convierte a su
víctim a en p o rta d o ra . Perder a su ob jeto sign ifica­
ría, p ara el agresor, encontrar sus propios síntom as.
C o n servarlo es perm anecer frente al p o rtad o r de sus
sín to m as q u ien , a su vez, p o d ría d e v o lv é rse lo s. El
perverso tam bién necesita despreciar la p alab ra del
otro. A dem ás, el perverso es p ortad or de una angustia
de ab an d on o que le hace tem er que el otro se v aya.
Cuando Andrea amenaza a Juan con abandonarle, ella
«juega» con su propia angustia de abandono, haciéndole
cargar a él con sus sentimientos. Pero para poder dejar
a alguien es necesario estar con él. Esto explica cóm o
el perverso denigra y deja a su pareja, y luego vuelve a
buscarla de nuevo. La denigra para dem ostrar que no
pierde gran cosa si se separan. La rechaza por su propio
placer, y para lograr tranquilizarse de su angustia de
abandono; después la seduce de nuevo para conservarla
LAS ESTRATEGIAS DEL PERVERSO 113

y volver a empezar, usando para esto alternativam ente


mecanism os de seducción, de proyección, de pasajes al
acto y de culpabilización m asivos.

As ¡ f 3: los perversos im postores

El perverso fan tasea po co , él pasa al acto. Es p oco


em pático, lo que vive su víctima no es su problem a; al
contrario, esto puede incluso ser fuente de placer para él.
E xisten v arias clases de perversos: p erson as que
sufren m ucho y que utilizan m ecanism os perversos
narcisistas para intentar escapar de ese sufrim iento,
perversos consum ados, que ni sufren ni se culpabilizan,
y una catego ría cap az adem ás de im itar em patia y

3 «Como si» en inglés.


114 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

de sim ular una falsa consciencia, p ara pasar después


fríam ente al acto.
D on ald W innicott los llam a as if. Pueden su avizar
la voz, citar bellas teorías y hasta sim u lar sim patía
hacia sus víctim as. A lgun os pueden, incluso, asum ir
un papel perfectam ente creíb le4 (protector, defensor
de grandes cau sas...), hacer enferm ar a sus víctim as5
y luego cu rarlas o hacer que las curen.

Confesiones que lamentamos...


Juan, en presencia de Andrea, le confiesa a su hermana que
ha estado perturbado por el sufrimiento de su antigua novia, y
que le dedicó una tarde para ayudarla a remontar su estado de
ánimo. Su hermana le dice que no debería hablar así delante
de Andrea. Pero ella, muy razonable, replica que conoce a
Juan y que esto no le preocupa. Juan se queda impresionado
por tanta madurez e indulgencia por parte de Andrea. Pero la
actitud de Andrea solo es circunstancial y debida a la presencia
de público. Después, le reprochará durante meses a Juan su
reacción y así podrá amenazarle, desvalorizarle y proyectar en
él sus propias angustias. Andrea utiliza el contexto para poder
destacar delante de la hermana de Juan haciendo «como sí»,
y luego se aprovecha del mismo contexto para descargarse
sobre su compañero, convirtiéndole en portador de sus propias
angustias, manipulándole, culpabilizándole e incomodándole.

4 En la película Catch me if you can [Atrápame si puedes J de Steven


Spielberg, Leonardo di Caprio se hace pasar sucesivamente por un piloto
comercial, después por cirujano, y luego falsificador.
5 Por mandato, como en el caso extremo del síndrome de Munchháusen.
LAS ESTRATEGIAS DEL PERVERSO 115

Con las manos en la masa,


el testimonio de Cyril
Hace cuatro meses que comparto mi vida con un hombre,
tiene diecinueve años, yo veintinueve. Me hizo creer que había
heredado alrededor de un millón de euros de una sociedad y
de una granja en Australia. La precisión de sus argumentos, asi
como los documentos (tipo testamento) me llevaron a creerlo.
Poco a poco me fui dando cuenta de que me mentía en diversas
cosas, pero recientemente he comprendido hasta qué punto
era grave, porque me había enseñado el presupuesto para la
compra de un coche nuevo, o para la compra de casas (visitas
y firmas de compromiso de compra que mantenía durante un
mes entero, pero se retractaba siempre en el último momen­
to). Ahora sé que tuvo una infancia difícil, porque me llevó al
centro de acogida de menores donde estuvo acogido. Solo
sé que esto es cierto. Pero no me creo lo de su adopción.
Dudo de todo.

Sufrió mucho durante su infancia. Sé que esto puede explicar


su comportamiento, pero no quiere dejarse ayudar. Para él
soy yo quién tiene el problema. Desde que estoy con él, me
he implicado emocionalmente y económicamente. (Me ha
costado alrededor de cuatro mil euros; él tenía mi coche, mi
tarjeta de crédito... mi vida.) No sé qué hacer, he leído que
este tipo de personas no cambian nunca, ni siquiera por amor...
Sé que tengo que huir de él pero me siento atrapado por mis
sentimientos hacia él.

Un vínculo d e dependencia fuerte

P ara que h aya perversión es necesario que haya un


vínculo fuerte. Puede tratarse de un vínculo de subor­
din ación, fam iliar o am oroso.
116 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

En algunos casos, rom per con el perverso puede


suponer perder el tra b a jo , la com pañ ía de los hijos
y/o la casa.
En el con texto de un progen itor perverso, rom per
con él sign ifica p erd er al p rogen itor. Sin em b arg o
este p ro gen ito r no ha desem peñad o bien su pap el,
no ha sab id o p ro p o rcio n ar tran q u ilid ad y devolver
una im agen su ficien tem en te bu en a. Es m ás d ifícil
separarse de un mal progenitor que de un progenitor
suficientemente bueno. De este m odo, permaneceríamos
sujetos a aq u ello que nos falta. El poder del perverso
estaría, pues, a la altura de lo que no da. H ab ría una
especie de deuda que nos impediría m archarnos. En la
relación am o ro sa, ¿es el am or, el apego o la carencia
lo que nos retiene y le da fuerza al otro? Podríam os
p en sar que la fu erza de la víctim a es su cap acid ad
de dar, y que la fuerza del perverso es su capacid ad
p ara n o d ar n a d a , p ero p ro m eter m u ch o. En este
c aso , com p ren d eríam o s m ejo r p o r qué el p erverso
intenta d esvalorizar cu alq u ier intento de su víctim a
por ayu d arle.
LAS ESTRATEGIAS DEL PERVERSO 117

Je a n B ergeret p lan tea una relació n entre d istan cia


y fu sió n , de m an era altern a. C a d a uno en traría en
el deseo del otro y le daría m iedo verse d esb ord ado
por éste. El estudio del perverso debería rem itirnos a
un estudio de n o so tros m ism os, el m ejor m edio para
reen con trarse uno co n sig o m ism o, p ara unificarse
por sí m ism o. Q u izás esta es la form a de no seguir
teniendo la necesidad de encontrarnos con perversos
y poder, si ese es nuestro deseo, im plicarnos en una
relación serena, calm ante y con structiva.
Tercera p arte
Librarse del p erverso
Los efecto s p erverso s
sobre la víctim a

La perversión narcisista se sitúa en la intersección entre


la locura y la neurosis. N o es extraño que personas que
padecen trastornos psiquiátricos utilicen m ecanism os
perversos narcisistas, intentando atribuir su locura al
otro. E l perverso estructuralm ente perfecto, gracias a
sus pasajes al acto, está a salvo m ientras tenga a una
víctim a p ara descargarse. En cu an to a las víctim as,
acaban siendo portadoras de los síntom as del perverso
(angustia de ab an d o n o , cólera, etcétera). En función
del g rad o de relación entre el perverso y su víctim a,
la cosa irá de la depresión a la tentativa de suicidio,
de la violen cia a la perversión o de la con fu sión a la
d esp erso n alizació n '; es decir, a la locura.

i Despersonalización: En muchas enfermedades mentales, puede aparecer


este síntoma como una sensación de extrañeza respecto de sí mismo.
122 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Una confusión total

El perverso con sus actos siem bra una con fu sión tal
que su víctim a, a m enudo, no puede actu ar de form a
inteligente. L a s órdenes p a ra d ó jica s, las agresiones
violen tas, la d esvalo rizació n seguida de seducción ,
no perm iten a la víctim a p o d er reac cio n ar de una
m anera san a. La p a ra d o ja es tal que la víctim a no
sabe si debe creer lo que le dicen sus sentidos, lo que
ve o lo que oye. Toda lógica se vuelve cad u ca. C o m o
con secu en cia, la víctim a se encuentra en un estad o
de alerta constante, se vuelve desconfiada y siente un
peligro que la acecha sin poder localizarlo. A su vez,
ella va a desarrollar rasgos paranoides.
Im agin em os que estam os con d u cien d o, y que al
m ism o tiem p o m an ten em os una co n v e rsa ció n in­
teligente con nuestro acom p añ an te. D e p ron to, un
vehículo se a p ro x im a d em asiad o ráp id o p o r la d e­
recha; inm ediatam ente desactivarem os toda nuestra
inteligencia y solo nos qu ed arán los reflejos. A h o ra
som os incapaces de m antener una con versación . En
caso de em ergencia, nuestro cerebro desactiva la parte
intelectual en beneficio del có rte x que gestiona los
reflejos. N o h ay entonces m ás ello, ni yo , ni superyó,
solo una alerta, una atención am p lificada, y una in­
cap acid ad para poder reflexionar. El perverso acaba
sum iendo a su víctim a en este tipo de estado.
LOS EFECTOS PERVERSOS SOBRE LA VÍCTIMA 123

Síntomas post-traumáticos
Estela me cuenta: «En cualquier momento, Santiago, mi jefe,
podía llamarme para decirme que era una persona formida­
ble y que me quería; o decirme que era mala y que quería
despedirme. Yo estaba en un estado de tensión permanente.
Un día abrió la puerta de mi coche alguien a quien yo estaba
esperando, pero me sobresalté de manera anormal...»

Estela presenta síntomas de estrés postraumático semejantes


a los que presentan las personas que vuelven de una guerra,
o que han vivido una catástrofe.

Es m uy im portante ponerse en m anos de una p erso­


na neutral y co rd ial, que no du d ará en recalificar la
realidad tal y com o es, en n o m brar al perverso com o
tal, la relación com o insoportable y los pasajes al acto
com o inadm isibles.
124 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Las d e f e n s a s b ajas

Del m ism o m od o que existen m ecanism os de defensa


psíquicos que gestionan nuestro interior, existen m e­
canism os com o la p araexcitació n que nos protegen
de excitacion es que nos llegan del exterior.
« L a fu nción de la p a ra e x c ita ció n es p roteger al
o rg an ism o p síq u ico co n tra los estím u los que p r o ­
vienen del m undo exterio r y que, p o r su intensidad,
podrían llegar a destruirlo.»1 La paraexcitación es una
instancia cognitiva que estaría situada en la periferia
del sistem a psíqu ico, en la frontera entre los órgan os
de los sentidos y el m undo exterior. El psiquism o ten­
dría entonces la p osibilid ad de investir m ás o m enos
los estím ulos extern os, en función de sus cualidades.
Por ejem plo, si me encuentro a un hom bre que no
con ozco, puede que al prin cipio me m uestre descon­
fiado: ¿es un hom bre bueno o un hom bre m alo? ¿es
b o n dad oso o peligroso? En función de la respuesta,
investiré - m á s o m e n o s- en las in fo rm acio n es que
me llegarán de este encuentro. Si com prendo que este
hom bre está loco y oigo que me insulta, sus p alab ras
me influirán poco. A l co n trario , si me encuentro con
un viejo am igo, entraré en contacto con él de corazón.
Y si me habla m al, entonces podrá herirme fácilmente.

2. Laplanche J., Pontalis J. B., Vocahulaire de la psychanalyse, Op. Cit.


LOS EFECTOS PERVERSOS SOBRE LA VÍCTIMA 125

L a p a ra e x c ita ció n nos protege pero lim ita tam ­


bién la calid ad y la can tidad de las aportacion es del
m u n d o exterio r. E n cam b io , cu an d o tenem os m ás
co n fian za, la d istan cia que tenem os con el m undo
exterio r se reduce.
U na de las «ventajas» de la com u nicación p a ra ­
dójica utilizada p o r el perverso narcisista es destruir
la p araexcitación de su víctim a, y así conseguir que
sean m ás eficientes las órdenes y otras proyecciones.
El p erv e rso , a m enu d o, hace que a una fase de se-

¡Eres una persona tóxica!


Juan recuerda: «Acabábamos de pasar un fin de semana
fantástico. Yo estaba feliz: volvíamos por fin a estar juntos.
Yo sabía que más allá de nuestras disputas, nos queríamos
y estábamos hechos el uno para el otro. Al acabar el fin de
semana, ella me dijo: "¡Qué bueno eres! ¿cómo puedes ser
tan bueno después de todo lo que te he hecho?" Le respon­
dí que era porque la quería, y que, normalmente, yo era así
de forma natural. Al día siguiente, me llamó. Yo pertenecía
solo a mi amor y estaba dispuesto a aceptar lo que viniese.
Entonces, sin ninguna razón, ella m e dijo: "Eres una persona
tóxica. ¿N o comprendes que siempre he querido dejarte?"
No fui capaz de responder. Me acababan de clavar una lanza
helada en el corazón...»
126 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

du cción le preced a una fase de d e sv alo rizació n de


la im agen de su p a re ja . A s í, la v íc tim a , h ab ien d o
b ajad o sus defensas, está com pletam en te a m erced
del discurso de su verdugo.
A lgun as personas que han padecid o dem asiad os
ataqu es p arad ó jico s en su in fan cia, o que presentan
trastornos estructurales, pueden encontrarse despro­
vistas de p araexcitación , incluso pueden confundirse
con el resto del m undo. Si sucede esto, estas personas
recurren a mecanism os m ás potentes com o el repliegue
autístico o, en m enor grad o , la despersonalización.

La despersonalización

Pegar a un niño
Bernardo confiesa: «Cuando mi padre me pegaba, no era tan
duro. Le pegaba a mi cuerpo. Los golpes no hacen tanto daño.
Me enroscaba como una bola y esperaba a que se acabara...»

Para soportar lo insoportable, Bernardo se separa de


su cuerpo y se convierte en espectador de sí mism o. Se
distancia de la escena. Le pegan al cuerpo. Esta des­
personalización se convertirá, progresivam ente, en su
principal m ecanism o de defensa frente a los conflictos,
tanto internos com o externos. Bernardo, siendo adulto,
frente al m enor problem a o a la m ás mínima crítica,
LOS EFECTOS PERVERSOS SOBRE LA VÍCTIMA 127

se convierte en espectador. Si el conflicto es externo,


abandona la relación. Si le hacen una pregunta, evita
responder o se sale por la tangente. Si el conflicto es
interno, se encierra. Poco a poco, Bernardo desconecta
de sí mismo, del mundo, y vive solo en casa de su madre.
La despersonalización le permite no delirar, le sitúa en
la frontera entre la locura y la norm alidad. Se vuelve
una persona extrañ a, aislada, pero no cae en la locura
ni en la perversión. Su despersonalización viene a paliar
la falta de paraexcitación que no fue capaz de poner
en m archa frente a unos padres violentos y perversos.
El perverso, con sus ataques paradójicos repetidos,
nos conduce hacia la locura. La violencia, la depresión
y la despersonalización son mecanism os de respuesta a
sus ataques. La violencia es un intento de expulsión de
la toxicid ad del perverso. L a depresión es una vuelta
contra uno m ism o de esta violencia que, m uy a m enu­
do, no puede volver contra su verdugo por tem or a las
represalias o al aban don o; y la despersonalización es
un intento de evitar el conflicto. La despersonalización
y el estado de estrés postraum ático son los síntom as
principales en las víctim as de los perversos.

¿Un p e rv e rs o p u e d e v o lve r p e rv e rs o a otro?

A e xce p ció n de los n iñ o s, que to d a v ía no han e s­


tab lecid o plenam ente su estru ctu ra, el perverso no
puede con vertir a otra persona en estructuralm ente
p e rv e rsa. S o lo puede d e svelar su interior, es decir,
128 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

su estructura. Para volverse p erverso, hay que estar


predispuesto a serlo.
El p erverso nos em pu ja a la depresión , a la v io ­
lencia, a la enferm edad, etcétera, que son a m enudo
respuestas coyunturales. Puede ser norm al responder
de m anera puntual a una agresión con un m ecanism o
perverso, pero esto no nos convierte en perversos. Si
nos pegan en la m ejilla derecha, cad a uno de n o so ­
tros responderá a su m anera. A lgun os devolverán la
b o fe tad a, o tros la su frirán y se ag u an tarán , y m uy
p o co s p o n d rán la otra m ejilla. P ara com p ren d erlo
mejor, ten dríam os que ob servar los desplazam ientos
de en ergía desde un p u n to de v ista d in ám ico . L a s
agresiones del p erverso, ya sean órdenes, p arad o jas
u o tras ag re sio n e s, em iten lo que llam arem o s una
excitación exó g en a, haciéndonos portad ores de una
energía que yo llam o, a veces, el caos del perverso.
La respuesta a la excitación exógena se convierte en
excitación endógena, es decir en pulsión. Esta pulsión
adopta la fo rm a de violen cia. ¿C u ál es el fu tu ro de
esta energía? O bien se la devolvem os al agresor en
fo rm a de p ro ye cció n , o bien la d esp lazam o s hacia
o tro o b jeto u o b je tiv o , o bien la vo lve m o s co n tra
nosotros m ism os, y entonces aparece la depresión o
la enferm edad.
En los ejem p los que hem os visto , F ran k agrede
a su mujer. M a g a lí se vuelve depresiva. Bernardo se
despersonaliza. El em pleado sufre la agresión de su jefe
de servicio, y se la devuelve fuera de tiem po. El jefe de
LOS EFECTOS PERVERSOS SOBRE LA VÍCTIMA 129

servicio se descarga de las agresiones, quizás padecidas


en su casa o durante su infancia. En cuanto a n o so­
tros, es im portante que nos preguntem os: ¿cuáles son
nuestras propias respuestas? ¿nos parecen adecuadas?
¿de dónde vienen? ¿deberíam os plantearnos otras?

¿E x iste una víctima tip o ?

C hristophe C arré, au to r de un libro sobre los m an i­


p u lad o res,3 nos sugiere que las víctim as de los m an i­
puladores tienen una serie de rasgos com unes: son a
m enudo gen erosas, sinceras, am ables y abiertas a los
dem ás; tienen confianza en la relación pero m uestran
ingenuidad; les falta confianza en ellas mism as; buscan
una relación que las ayude a estructurarse; se m uestran
excesivam en te em páticas y respon sables. L a víctim a
es tam bién p rotectora, am a, con su ela, da seguridad;
acepta las críticas y se culpabiliza fácilmente; renuncia
con m ucho gusto a su espíritu crítico, a su autonom ía
y a su d ign idad ; quiere com p lacer siem pre y d ar lo
m ejor de ella m ism a; acepta som eterse, se ilusion a
y persiste en su in vestid u ra a fe ctiv a. Es a m enudo
arrogante, o rgu llosa, rechaza ver la realidad de frente
y no se percibe a sí m ism a com o una víctim a.
En algunos casos, las víctim as presentan una ten­
dencia m asoqu ista: buscan voluntariam ente d o lo r y
hu m illación junto a un perverso.

3 Carré C ., La manipulation au quotidien , Éditions Eyrolles, 1007.


130 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

C o m o ya hem os v isto , el p erv erso y su víctim a


com parten a m enudo una falla narcisista. Esta debi­
lidad puede ser co yu n tu ral, com o p o r ejem plo una
necesidad puntual de ponerse a prueba. En este caso,
la v íctim a p o d rá su p e ra rlo fácilm en te si co n sig u e
ren arcisizarse, es decir, recu p erar con fian za en ella
m ism a, pero la m ayo r parte del tiem po la falla nar­
cisista es estructural. Es m uy frecuente que víctim a
y v e rd u g o u tilicen el m ism o tip o de m ecan ism o s:
clivaje, negación, p royeccion es..., pero la víctim a, al
con trario del perverso, proyecta am or y, a m enudo,
ren arcisiza a su p areja, lo que, p arad ójicam en te, la
vuelve aun m ás in soportab le para el perverso. Para
el p erverso , quien le da am or, am ab ilid ad y le p ro ­
p orcion a una buena im agen, se lo p od ría q u itar en
cualquier m om ento. M á s adelante verem os cóm o, en
algunos casos, la am abilidad podría ser percibida por
el perverso com o una tom a de poder.
LOS EFECTOS PERVERSOS SOBRE LA VÍCTIMA 131

Cada víctima reacciona de manera diferente


Santiago contrata a Estela, Caty, Sofía y Natalia para su vivero.
Durante meses, no dejará de acosarlas alternando desvalori­
zación y tentativas de seducción. Afortunadamente, las chicas
se ayudan entre ellas. Santiago intenta separarlas. Cuando
comprende que están demasiado unidas y que empiezan a
ponerle en peligro, las despide alegando motivos económicos
antes de contratar a otras personas.

Frente a esta desnarasizaáón masiva, cada una va a reaccionar


a su manera: Caty y Sofía volverán a recuperar su confianza en
ellas mismas; Caty crea una empresa de trabajos paisajísticos y
Sofía su propio vivero. Estela permanecerá mucho tiempo sin
poder volver a trabajar en una empresa porque ahora teme
las relaciones jerárquicas. Al final, acaba como representante
itinerante para una pequeña sociedad. En este trabajo no
ve nunca a su jefe y no tiene contacto con él más que por
teléfono o por correo. Natalia no retoma ninguna actividad:
está siempre depresiva.

Cada una ha reaccionado en función de su composición y de


su historial. Pero, tanto si se han dirigido hacía la resiliencia
como sí han caído abatidas, hay que destacar que ninguna
de ellas, a día de hoy, ha encontrado trabajo en un equipo y
junto a un superior jerárquico.

Un poco de higiene parental

¿C ó m o podem os ayu d ar a nuestros hijos p ara que


no se v u elv an p erverso s? E m pecem os p o r no co n ­
sid e ra r a n u estro s h ijo s co m o o b je to s ni co m o la
pro lo n g ació n de n o so tros m ism os. D ebem os tratar­
les com o su jeto s, deb em os d arles lo que necesitan
y a sí e n co n tra rá n su cam in o . D eb em o s d efin ir las
132 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

norm as y prestar atención a lo que transm itim os con


nuestros actos. Puede ser p a ra d ó jic o , por ejem p lo,
pro h ib ir fu m ar a un hijo adolescente si nos ve fu m ar
(«haz lo que yo d ig o , pero no lo que yo h ago »). En
cu an to a las gran d es leyes com únm ente ad m itid as
(com o el su icid io, el incesto, etcétera), no deben ser
tran sgred id as, puesto que sign ificaría hacer p asar lo
im posible p o r p osib le, lo fan tasm ag ó rico p o r real, y
de algu n a m an era ab rir la caja de P an dora.
Por e jem p lo , el p ad re de E rn est H e m in g w a y se
su ic id ó , E rn e st H e m in g w a y se su ic id ó , y su nieta
M a r g a u x se su icid ó la v ísp e ra del a n iv e rsa rio del
su icid io de su ab u e lo .4 M u ch a gente tiene, a veces,
ideas suicid as, pero el p asaje al acto está p roh ib id o,
y parece im posible m ientras no llega a inscribirse en
la realid ad .

4 En el marco de las programaciones transgeneracionales, hay que señalar


que M argaux, que padecía alcoholismo, se llamaba así en honor a un vino, el
Chdteau Margaux. Para intentar superarlo, solicitó cambiar la ortografía de
su nombre para llamarse Margot.
LOS EFECTOS PERVERSOS SOBRE LA VÍCTIMA 133

El papel de los padres


La madre de Frank le dice que, cuando el padre no está, él
es el cabeza de familia. Haciendo esto, la madre introduce
lo incestual* en el campo de lo real, permite lo que debería
estar prohibido (¿cómo fantasear que nos vamos a casar
con mamá cuando ella nos nombra cabeza de familia en el
lugar del padre?), y por ahí le impide a su hijo acceder al
fantasma del Edipo, y después poder renunciar a él para
poder estructurarse. Cuando el padre vuelve a casa, Frank
se siente engañado. Siendo adulto, y ya casado, fantaseará
con la presencia de un tercero que no tardará en intervenir.
Frank sentirá entonces una gran angustia y proyectará su
paranoia sobre su mujer. Después se anticipará, engañará a
su mujer y, después de dejarla embarazada, la abandonará,
habiéndola desvalorizado.

Siendo niña, Andrea sabe que su madre engaña a su padre.


Cuando la madre encuentra un amante, deja la casa y aban­
dona a marido e hijos. Andrea sufre y ve sufrir a su padre. De
mayor tiene unos valores delirantes, paradójicos, en los que
el sufrimiento es en sí mismo prueba de amor, el amor es una
confesión de debilidad, y la maldad banal resulta normal. An­
drea prefiere el rol de verdugo al de víctima, como si ninguna
otra vía fuera posible.

* El térm ino incestual no existe, es un neologism o inventado por


Paul-Claude Racamier, que alude a lo que es de carácter incestuoso, sin
llegar a ser un pasaje al acto sexual. (N. de la t.)

Pod ríam os pensar, pues, que todo niño que no haya


vivido con unos padres lo bastante buenos, y presentes,
va hacia un com portam iento patológico. C om o hemos
visto, el psiquism o tiende hacia la calm a, sobre todo
por la expresión de su energía. O curre lo m ism o con
134 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

la estructuración de la personalidad. El espíritu tiende


naturalm ente a d esarrollarse; no h ay m ás que ver el
placer que supone para un niño pequeño el hacernos
partícipes de sus progresos.
Freud habla de pulsiones de vid a y de pulsiones
de m uerte. Pod ríam os decir que las pulsiones de vida
nos em p u jan h acia d elan te y que las p u lsion es de
muerte nos llevan hacia atrás. En el experim ento con
los ratones descrito en el prim er cap ítu lo , si la puerta
de la jau la está ab ierta, y después de haber su frid o
una descarga eléctrica, el ratón se escapa y descarga
una parte de sus pulsiones en su huida.
Se han m edido las tensiones internas de dos ratones
que han su frid o la m ism a descarga eléctrica. En un
caso , la puerta de la jau la al estar ab ie rta, perm ite
al ratón reaccion ar y salvarse. En el otro , al estar la
puerta cerrad a, el ratón m ostrará un nivel de tensión
netam ente su perior al del o tro ratón. Salván d ose, el
prim er ratón ha podid o descargarse de una parte de
sus tensiones. So lo en últim a in stan cia el rató n , si
puede, recurrirá a la agresividad contra los otros, o
contra él m ism o, si no tiene otra elección.
En el m ecanism o de la regresión, el individuo hace
una especie de regreso psíqu ico h acia atrás para ir
a buscar una energía que le perm itirá afro n tar una
situ ación d ifícil. Frente a una dificu ltad de la vid a,
no es e x tra ñ o ver a un niño reg resar a un estad io
anterior y, por ejem plo, vo lve r a caer en la enuresis.
Paradójicam ente, el hom bre tiende hacia la expresión
LOS EFECTOS PERVERSOS SOBRE LA VÍCTIMA 135

de sí m ism o yen d o hacia delante. La pulsión de vida


nos em puja hacia el final de la vida y la pulsión de
muerte querría llevarnos de nuevo hacia el nacimiento.
Si el niño no encuentra solu ción en casa, buscará
otras soluciones en otro lugar. L as reacciones p ato ­
lógicas llegan com o últim o recu rso, si la puerta de
la ja u la está cerrada.

Consolarse fuera de casa


Juan me contaba que cuando era niño, el ambiente en su
casa era insoportable. Juan es el mayor de los hermanos. Sus
padres alcohólicos gritaban mucho. En esos momentos, él
salía e iba a refugiarse sobre un cerezo donde se reunía con
su perra, buscando consuelo. Juan llegó a decirme que había
desarrollado su Edipo con una perra y un cerezo.

Si este ejemplo os hace sonreír, me siento feliz. Creo que el


humor es un magnífico mecanismo de defensa. Tengamos
confianza en nuestros hijos. Si dejamos la puerta de la jaula
abierta, encontrarán lo que es bueno para ellos.
Resistirse
al p erverso narcisista

¡C u id a d o con las etiq u etas!

En un cu rso, Isabel me com enta: «M i herm ana tiene


un pretendiente. N o tiene estudios y es militar. A ella,
en cam bio, le gustaría estudiar. É l quiere casarse con
Isabel, pero no deja de decirle que estudiar es inútil,
y le pide que lo deje. ¿Es un perverso narcisista?»
A n tes de resp o n d e r a la p re g u n ta , me g u sta ría
propon er el siguiente test:

Test de
las nueve cruces X X X

X X X

X X X

¿Es p osible unir las nueve cruces con un lápiz con


tan solo cu atro segm entos sin levan tarlo en ningún
m om ento? Si no has encontrado la solución es porque
te has dejad o atrap ar en un m arco de referencia.
138 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Solución
X - - --X- -- X
/
1
* X X
* v.
' s

X \

En el transcurso de una form ación en psicopatología,


escuche una conversación entre dos alumnos. Era la vuelta
de las vacaciones de N avid ad . Uno de los protagonistas
de la conversación estaba bronceado. Su com pañero le
dice: « ¡H as estado esquiando!». El otro le contesta: «N o,
he estado en C u ba». Retom é este ejem plo en clase: «Te
has fijado en un síntoma: está bronceado. Un contexto:
es invierno. Te has rem itido a tu m arco de referencia
y has planteado un diagnóstico: ha estado esquiando.
A q u í vem os los límites y los peligros de los estudios
teóricos. Os recuerdo que el psicoanálisis no se aprende,
se vive. A quí, com o m ucho, vais a encontrar algunas
referencias y, espero, más preguntas que respuestas».1
Volviendo a la pregunta inicial de Isabel, es evidente
que el novio de su herm ana tiene una falla narcisista.
Pero esto no le con vierte en un p erverso. Isabel ha
detectado un indicio, no m ás.

i En su obra El invitado, Éric-Emmamiel Schinitt pone en escena a Freud


y a su hija. Freud le dice a su hija: «Los niños son espontáneamente filósofos:
hacen preguntas.» Anna le pregunta entonces a su padre: «¿Y los adultos?»
Freud responde: «Los adultos son espontáneamente idiotas y responden.»
Schmitt É .-E ., Le visiteur, Actes Sud, 2.001.
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 139

Un día, mi hijo pequeño, preadolescente en aquella


ép oca, me d ijo : «M i ob jetivo en la vida es ap lastar
a mi h e rm a n o m a y o r» . En p rim e r lu g a r le di las
gracias por su sinceridad y con fian za, y luego le hice
esta pregunta: «¿En tu opin ión , entre un p asto r y un
director general, cuál de los dos ha tenido m ás éxito?
T u vo la tentación de respon der el director gen eral,
que es lo que salta a la vista; pero m i h ijo im aginó
que, si y o le hacía la pregunta, el tem a m erecía una
reflexión. Entonces me propuso: “ El que esté haciendo
el trab ajo que quería hacer.” »
El futuro cuñado de Isabel, ya lo he dicho, presenta
una falla narcisista, debido sobre todo a su carencia de
un título universitario y a la falta de reconocim iento.
C on trariam en te a lo que dice, le concede una gran
im portancia a los títulos; si no, ¿por qué estaría m o ­
lesto con la idea de que su futura m ujer estudie? Ella
quizás podría recordarle que le quiere, sea cual sea su
nivel de estudios y que, si la ayu d a a realizarse, aún se
sentirá mejor. N ad ie supera a nadie. Es la apreciación
de cad a uno. ¿Q ué m ás podem os desear para los que
am am o s que ver cóm o se realizan ? En cu an to a la
pregunta planteada por Isabel, tenem os que recordar
que, en el m arco de nuestra form ación , h ay que ser
m uy cau to y no co lg a r etiq u etas d iag n ó stic as con
dem asiada rapidez.
140 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

¿ N o e s p e rv e rso tratar a algu ien d e p e rv e rs o ?

Por identificación p royectiva, decir de alguien que es


perverso, intentando atribuirle al otro lo que siente
uno m ism o, puede ser un com portam iento perverso.
F ran k no deja de decirle a M a g a lí que ella es per­
versa, A n d rea le dice a Ju a n que es tó xico . Sin em ­
bargo, p ara la víctim a es im portante que el perverso
sea n o m b rad o com o tal.
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 141

Dejar tiempo a la víctima


Un amigo, consejero jurídico en una asociación, me explicaba
que al inicio de sus funciones, se sentía muy orgulloso de sus
nuevas responsabilidades. Le concedieron un despacho muy
bonito en el que podía recibir a los miembros de la asociación
para aconsejarles. Un día, se presentó una señora visiblemente
depresiva. Ella le explicó que su jefe la acosaba con el fin de
empujarla a presentar la dimisión. Mi amigo le dijo que no tenía
que presentar la dimisión, sino que debía enviarle una carta
certificada a su jefe para que reconsiderase su actitud. Así, si
un día tenía que presentar su dimisión por culpa de su jefe,
podría solicitar en el juzgado que considerasen su dimisión
como despido improcedente. Le hizo un modelo de carta y
le aconsejó que la enviase. Quince días más tarde, la señora
volvió a ver al consejero. El le preguntó si había enviado la
carta. Ella le contestó que había preferido presentar su dimi­
sión. Entonces él se enfadó un poco: «¿De qué sirve que me
pida consejo si luego acaba haciendo lo contrario?» En ese
instante, la señora se deshizo en lágrimas. Mi amigo me dijo
que se sintió desvalorizado por la actitud de la señora, pero
que este acontecimiento le había permitido comprender que
era necesario un cambio de actitud. La señora acababa de sufrir
acoso durante varios meses. Enfadándose, le había confirmado
lo que le decía su jefe: que ella no era una buena persona.
Más que a pedir un consejo, había ido en busca de consuelo.

A partir de ahí, mi amigo cambió completamente la forma de


funcionar. Dedicó mucho más tiempo a escuchar a la gente,
después a transmitirles seguridad respecto a sus propios
valores, y en fin, llegado el momento, a nombrar al perverso
como tal. El consejo jurídico ahora estaba en última instancia.
142 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Frente a las ó r d e n e s, p re g u n ta r en e s p e j o

C u an d o el perverso juzga «tú no eres inteligente...»,


vem os cóm o se coloca en una posición de fuerza, se
valora a expensas del otro y él no corre ningún riesgo.
D iciendo esto, sobreentiende dos cosas: la prim era,
que el otro tiene una m ala im agen, y en segundo lugar
que él es suficientemente inteligente y está autorizado
p ara decírselo. Presupone que él es superior. El be­
neficio del perverso narcisista está precisam ente ahí:
¡llega a so b re v a lo ra r su im agen m ientras n o so tro s
intentam os justificarnos, desesperadam ente, cuan do
no tenem os por qué hacerlo!
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 143

R e cu p e ra r el c o n ta c to con los a lle g a d o s

Después del aislam iento que ha impuesto el perverso a


su víctim a, será esencial para ella recuperar el contacto
con los viejos am igos, aunque haya que disculparse
y exp licar algu n os acontecim ientos.

Reencontrarse con los amigos


Magalí cuenta: «Me decía que era normal romper con mi vida
de antes. Tenía que dejar de ver a los amigos en común con
mi expareja y, los otros amigos no le gustaban lo bastante.
Él, sin embargo, conservaba a los suyos. Después de nuestra
ruptura, habría querido reanudar la amistad con mis amigos y
tuve incluso que cortar con algunos. (...) Cuando recuperé el
contacto con Laura, me dijo que se sentía aliviada al saber que
nos habíamos separado y volvimos a ser amigas como antes.»

A m enudo, la víctim a del perverso presenta tam bién


una fa lla n arcisista y le resu lta difícil p edir ayu d a.
A dem ás, a ella le gusta com placer y prefiere inscribirse
en el deseo del otro antes que exponer el suyo propio.
A p re n d e r a p edir ayu d a es una gran lección de
vid a, y la ocasión para la víctim a de inscribirse en su
propia necesidad aprendiendo a existir por ella misma.
144 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Volver a p o n e r distancia

C on tra la atadura que impone el perverso a su víctima


es m uy im portante poner distancia. Por ejem plo, re­
fugiánd onos junto a personas cordiales, aprendiendo
a descon ectar el teléfon o, perm aneciendo so rd o s a
las llam ad as de nuestro v erd u g o , que no d ejará de
alab arn o s de nuevo, teniendo m uy presente el infier­
no que hem os v ivid o y, sobre tod o, no vo lvien d o a
con fiar nunca m ás, pensando que las cosas p odrían
ser de otra m anera.
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 145

C o m o verem os m ás adelan te, el perverso está enfer­


m o, nunca p od rá fu ncion ar de otra m anera. El m ejor
regalo que podem os hacerle es dejarle. Solo entonces,
si no es com pletam ente perverso, podrá cuestionarse
a sí m ism o. Pero lo que ocurre a m enudo, y m uy ráp i­
dam ente, es que bu scará una nueva víctim a, so pena
de hundirse, y negará la im portancia de su relación
anterior.

Cuando el perverso cambia de presa


Juan explica: «Andrea era muy celosa. Comentaba hasta qué
punto la fidelidad era importante para ella. Después podía decir
todo lo contrario, como que sería normal que me engañase.
Cuando al fin nos separamos definitivamente, a los pocos
días, conoció a un hombre casado y se apresuró en hacérmelo
saber. Me dijo: "Al menos, con él, no tendré miedo a que me
engañe, y no tendré que prometerle fidelidad".»

Atreverse a odiar

Incontables víctimas de perversos están, com o N arciso,


en busca de su im agen; del am or perpetuo, no tanto
en su corazón com o en la m irada del otro. El perverso
los arrastra hacia la depresión o hacia la violencia. La
depresión es una m anera de dirigir con tra nosotros
m ism os la violen cia que engendran la p arad o ja y la
desvalorización .
146 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

A m enudo la víctim a, buscando ser buena, no osa


exp resar su odio porque «no es correcto », no da una
buena im agen. En ton ces, a sem ejanza del perverso,
hará una negación e, incapaz de p royectar otra cosa
que no sean buenos sentimientos, volverá su odio con­
tra ella m ism a, con virtiéndose en su p rop io verd ugo
para proteger al otro, así com o a su p rop ia im agen.
N o es raro encontrarnos con víctim as, años después
de su separación o de su despido, todavía depresivas. El
enfado form a parte del proceso del duelo. L a víctim a,
cuan do no se perm ite odiar, no puede desarrollar un
duelo sano. D escu lp ab ilizar a la víctim a de sus sen­
tim ientos negativos y hacerle com prender que od iar
puede ser norm al, le perm ite exp u lsar una parte de
sus afectos atreviéndose a reconocer, y a expresar, los
sentim ientos que ha v ivid o com o negativos.
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 147

¡Eres un inútil!
Miguel es director de una empresa y le gustaría que Salvador
se marchara. O sea que hace todo lo que puede para empu­
jarle a presentar su dimisión. Un viernes por la noche llama a
Salvador y muy enfadado le dice: «¡Lo que has hecho está muy
mal, esto no va a acabar bien!». Cuando Salvador le pregunta
a qué se refiere, Miguel le responde: «Lo sabes perfectamente.
No tengo tiempo de comentarlo ahora. Nos veremos el lunes,
tengo que irme, pero espérate lo peor.»

Durante todo el fin de semana, Salvador se encuentra mal, y


en su cabeza da vueltas y más vueltas a los últimos aconteci­
mientos. El lunes, Salvador espera que Miguel lo convoque.
Nunca le convocará. Salvador me dice: «Acabé entendiendo
que le basta con plantar una semilla, generalmente la víspera
del fin de semana o de mis vacaciones. Después, ya me en­
cargaba yo de ser mi propio verdugo. Me angustiaba tanto
que acabé por caer enfermo».

Salvador intentaba adaptarse a la imagen que imaginaba que


debía de ser la buena. Las órdenes paradójicas de Miguel se
lo impedían, puesto que no se basaban en nada. No enfadán­
dose, Salvador le seguía el juego a Miguel. Además, una vez
sembradas las órdenes perjudiciales, era Salvador quien se
hacía daño, pensando y repensando sin cesar en los últimos
acontecimientos, e intentando comprender. Incapaz de proyectar
su enfado sobre Miguel, Salvador acabó poniéndose enfermo.
148 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

H acer limpieza del en to rn o

Isabel me pregu n ta: «D esde que he em pezado una


terapia, he con statado que mis relaciones con el en­
torno han cam biado. ¿N uestras carencias tranquilizan
a los dem ás?»
C u an d o hacem os un trab ajo con nosotros m ism os,
nuestras relaciones con los dem ás cam bian. N uestras
proyecciones se apacigu an a m edida que integram os
nuestras carencias. Tam bién nuestras dem andas están
m ás cerca de nuestros valores que de la necesidad de
repetición de nuestros trau m as, o de la necesidad de
satisfacer, a cu alq u ie r p recio , las d em an d as de los
dem ás. En nuestro entorno ocurre, a veces, que hay
person as que sienten que tienen ventaja relacion án ­
dose con n o so tro s p o r el hecho de tener las fa lla s
que tenem os. E fectivam en te, esto les da segu rid ad:
no es raro que los padres, los am igos o las p arejas se
opon gan a la terapia de sus allegados, a veces incluso
acaloradam ente. Pueden decir que les da miedo perder
al otro , o la influencia que pueda tener el terapeuta
sobre su allegado. En realidad, a menudo, les da miedo
perder al p o rtad o r del síntom a, lo que tendría com o
efecto poner de relieve sus propios síntom as, o b ligán ­
doles o bien a m irarse al espejo, o a en co n trar con
urgencia un nuevo objeto. Pero, ¿estam os aq u í para
tran quilizar a nuestro entorno con nuestro m alestar?
U no de los resultados del trab ajo sobre uno mismo
puede ser ver cóm o estas personas se alejan, cam bian
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 149

o se ad ap tan . Y, a m enu d o, en co n tram os a nuevas


personas. C u an d o nuestro estado de ánim o cam bia,
el m undo cam bia.

N o m b ra r a un tercero

C o n su co m p o rta m ie n to , el p e rv e rso se sitú a p o r


encim a de las leyes.
Si el niño pequeño ha escuchado la ley propuesta
por su m adre, su padre, una tía, un tío, un edu cad or
o cu alq u ier otra person a, en el inconsciente, según
el psicoan álisis, la ley h ay que ponerla del lado del
padre para rom per así la diada m adre/hijo.
E l p erverso trata de a n u lar y d ejar sin efecto la
p alab ra del p adre, y por tanto su realid ad psíqu ica.
Paul-Claude Racam ier habla incluso de autoengendra-
m iento. En su fan tasm a, el perverso se h ab ría hecho
solo. N o puede so p o rtar la idea de la existencia del
p adre, excep to para u tilizarlo con fines p erson ales.
L a presen cia de una p erson a que represente la ley
será in so p o rtab le p ara el p erverso. P odría pon er de
relie v e sus m e can ism o s c o lo c á n d o le fren te a una
gran angustia.
150 JEAN-CHARLES 80UCH0UX

¡La ley os lo prohíbe!


Cuando Santiago contrata a Estela para su vivero, le propone
un sueldo fijo y una comisión sobre las ventas como remune­
ración. Pero Estela no verá ni en pintura las comisiones sobre
las ventas. Un día se presenta en su despacho con su contrato
para reclamar lo que le deben. Santiago le arranca el contrato
de las manos y coge un bolígrafo para tachar las cláusulas que
ya no quiere reconocer. Estela se pone a gritar, Santiago no la
escucha. Al fin, Estela dice: «Este contrato es solo una foto­
copia, el original está depositado en un sindicato.» Entonces,
riéndose maliciosamente, Santiago le da un beso en la mejilla
sin pedirle su consentimiento, tira el contrato al suelo y sale
del despacho. Estela está descolocada por el pasaje al acto
de Santiago, pero está tranquila porque ha podido recuperar
el único ejemplar que existe de su contrato.

Mientras Santiago siente que está protegido de la mirada de


los demás, se siente todopoderoso. Solo cuando Estela invoca
a un tercero representando la ley, Santiago cambiará de actitud.

El perverso narcisista pretende ser todopoderoso: más


fuerte que el p ad re, m ás fuerte que la m ad re... N o
habiendo ab o rd ad o el E d ip o, el perverso no soporta
la trian gu lación , es decir, la presencia de un tercero
que viene a insinuarse en la relación m adre/hijo y a
im poner nuevas reglas.
El perverso actú a generalm ente en secreto, p ro ­
tegiéndose de las m iradas de los dem ás para no ser
ju zgad o ni entu rbiar su im agen. C o m o hem os visto,
el perverso se siente castrad o , incom pleto. O btiene
su poder de las ap arien cias. Posee una ilusión m uy
frág il que, él lo sabe, no a g u a n ta ría delante de un
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 151

tercero coherente y con suficiente distancia para p o ­


der em itir un juicio lógico. N o m b ran d o a un tercero
que represente la ley, E stela rein trod u ce la noción
del padre: esto el perverso no lo puede soportar. Es
interesante ver que el pasaje al acto de Santiago (el
beso robado) es particularm ente infantil.

Santiago no soporta la presencia de un tercero. Andrea


y F ran k intentan seducir a un tercero para ap ro p iár­
selo. En am bos casos, el tercero sabrá plantear la ley
y con du cir la situación hacia una m ayo r coherencia.
152 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Perjudicar al otro manipulando a sus amigos


Aprovechando que se va de vacaciones por primera vez, Juan
acepta separarse cuando Andrea se lo exige de nuevo. Des­
pués Andrea, llorando, se pondrá en contacto con el entorno
familiar, las amistades de Juan y, sobre todo, con el director
de la compañía de teatro para explicar su sufrimiento por el
abandono de Juan. Así, el entorno le reprocha a Juan que
haya abandonado a Andrea, y que la haga sufrir.

Paradójicamente, Juan, que había protegido siempre la imagen


de su novia callándose sus problemas, tendrá que explicar lo
que le ha tocado vivir. Una parte de sus allegados no da cré­
dito a lo que oye: «Se la veía tan amable...» Juan tendrá que
cortar con algunos amigos porque, al parecer, que obtienen
un cierto placer con el caos.

Contactando con el entorno de Juan, Andrea intenta embe­


llecer su imagen e impedir que Juan pueda reconstruirse. Con
su actitud, Andrea intenta nuevos ataques -por mandato-
instalando el caos en el entorno de Juan. Más que negarlo,
Andrea intenta utilizar al tercero, el director de la compañía
de teatro, como equivalente paternal. Anticipándose, es ella
la que nombra al tercero intentando seducirle y manipularle.

Afortunadamente, las explicaciones de Juan son convincentes


respecto de la manipulación de Andrea, y el director se posi-
cionará pidiendo a Andrea que no siga frecuentando el grupo
cuando Juan esté. Y le recomienda que busque otro grupo.
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 153

Frank va al encuentro de
la psicoanalista de Magalí...
Para lograr superarlo, Magalí empieza un psicoanálisis. Cuando
Frank se entera, pide cita con la terapeuta de Magalí sin decirle
quién es. Le explica entonces, con todo lujo de detalles, que
es víctima de una perversa narcisista. Solo al final de la sesión
dirá que su mujer es Magalí, y que ella ha empezado ya una
terapia con la analista.

Afortunadamente, la psicoanalista le explicará a Frank que,


si lo hubiese sabido antes, no le habría concedido una cita
y le recomienda firmemente que se busque otro terapeuta.

Com batir al perverso

P au l-C laud e R acam ier dice del perverso: « M atad lo ,


y le da igual. ¡H u m illa d lo , y se m u e re !» .2 Si os en­
furecéis frente a un p erverso n arcisista, sobre todo
en pú blico, podem os ap o star sin eq u ivocarn os que
a p ro ve ch ará el co n te xto que ha pu esto en m archa
para volver esta agresividad contra vosotros m ism os:
« ¡A l fin, te descubres!... Sabíam os que eras m alo, pero
hasta este p u n to ...» . P au l-C laud e R acam ier exp lica
que si, en cam bio, lo herís, lo hum illáis o si reveláis su
falla narcisista, dem ostrando que es él quien es m alo,
p od ría entrar en su icid osis; dicho de o tro m od o, el
p erverso p o d ría vo lve r su rab ia co n tra él m ism o y
autodestruirse.

z Racamier P.-C., Le génie des origines, Op. Cit.


154 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

El perverso narcisista tiene una gran falla narcisista,


lo que protege es su im agen... D etrás de su apariencia
de om n ipotencia, es alguien extrem adam ente frágil.
Vale la pena decir que esta vía no es la panacea. Lo
ideal es co rtar por lo sano cu alq u ier relación con él;
es el m ejor regalo que uno se puede hacer a sí m ism o.
Protegerse uno m ism o es lo prim ero que hay que sa­
ber hacer en la v id a... Tam bién es el m ejor regalo que
podéis hacer al perverso, porqu e así se verá ob ligad o
a buscarse una nueva víctim a o bien a cuestionarse
a sí m ism o.
Esto plantea también la cuestión de nuestros propios
aspectos perversos. Es norm al, cuando hemos padecido
dem asiad os ataques desnarcisizantes, que queram os
exp u lsar nuestra rab ia hacia el otro , recordarle sus
errores y su respon sabilidad . Pero no olvid em os que
el perverso es un ser hum ano particularm ente frágil.

El Festín d e pied ra

En el Festín de piedra de M o liere, don Ju a n «m ata a


sus padres». Al principio de la o b ra, desobedece a su
padre real y va donde le ha prohibido ir, convirtiendo
su p alab ra en nula y sin efecto. M á s adelante seduce
a doña E lv ira , que debía desposar a D ios haciéndose
m onja y entrando en el convento. Casándose con doña
E lvira, a la que aban don a enseguida, don Ju a n ocupa
el lugar de ese padre im aginario que es D ios. Después
se encuentra con el C om en d ad or, representante de
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 155

la ley, al que m ata en un duelo. Pero su fantasm a le


atorm en ta. A l final, la estatua de piedra del C o m en ­
d a d o r’ viene a buscar a don Ju a n para llevarle a los
infiernos. Freud exp lica: «La neurosis se ap o ya en un
desam paro de la represión». P au l-C lau d e R acam ier
añade: «La psicosis se ap o ya en un d esam paro de la
negación. Si la negación fuese perfecta, sería la per­
versión ». Incapaz de m antener la negación, d o n ju á n
es perseguido por sus angustias y cae en el infierno.

3 De ahí el título El Festín de piedra.


156 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Salir d e la repetición

Freud dice: «Lo que permanece incom prendido vuelve,


com o un alm a en pena, no conoce reposo hasta que
se encuentran resolución y lib eració n ».4
C o m o hem os visto, en nuestro psiqu ism o se o p o ­
nen varias instancias. U na instancia pu lsional, que en
nom bre del principio del placer y de la constancia, - o
de la h o m eostasis5- tiende a hacer «salir» nuestras
pulsiones (el ello), y una instancia p ro h ib id o ra, que
contiene nuestros valores m orales, pero tam bién los
valores idealizados de nuestros educadores (el super-
yó ), el yo que se organ iza entre los deseos del ello,
las prohibicion es del su peryó, y la realid ad externa.
El resultado de estos deseos opuestos crea conflictos
que van a gastar m ucha energía. P ara evacu ar nues­
tras pulsiones, podem os acab ar diciendo lo que no
h ab ríam o s qu erido decir (lapsus), hacer lo que hu­
biésem os preferido no hacer (acto fallid o ), soñar lo
impensable, etcétera. En la realidad, la com pulsión a la
repetición tiende a llevarnos hasta situaciones difíciles
extrañ am ente parecidas a situaciones de la infancia,

4 Freud S., “ 1 9 09. Análisis de una fobia de un niño pequeño de cinco


años: el pequeño H ans”, en Cinq lefons sur la psychanalyse [Cinco lecciones
sobre psicoanálisisl, Payot, 2 0 0 j .
5 Homeostasis: Principio que hace que nuestro organismo o nuestro
psiquismo tiendan naturalmente hacia el equilibrio. Por ejemplo, si comemos
demasiado salado, nuestro organismo reclama agua para restablecer un equilibrio
en nuestro cuerpo, o sea una cierta tasa de sal por litro de agua. Lo mismo ocurre
con nuestro psiquismo que no puede soportar más que un cierto estado de tensión.
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 157

sin du d a, con la esperanza inconsciente de resolver


el problem a y liberar la angustia correspondiente.
Incluso si podem os m arch arn os para huir de una
situación , nos da tanta seguridad encontrarnos con
lo que ya conocem os, que puede pasarnos que rep ro­
duzcam os determ inadas escenas de form a idéntica.
N o es extrañ o ver cóm o una m ujer m altratad a deja
a su pareja después de años de lucha p ara vo lve r a
encontrar de nuevo a un hom bre violento.
M ien tras la problem ática de la infancia no se re­
suelva, ni la angustia infantil haya sido localizad a, ni
nuestros esquem as h ayan sido resueltos, la situación
ansiógena corre el riesgo de repetirse hasta el infinito.
Es poco recom endable proponer a la víctim a de un
p erverso n arcisista, cuan do sale de una experiencia
difícil, que haga un trab ajo para cuestionarse. Pero
en cu an to h aya recu p erad o la suficiente en ergía y
confianza en ella m ism a, será necesario que esto se
produzca con el fin de no vo lver a caer en una situ a­
ción similar.
En prim er lugar, cu rarse, después reconstruirse y,
al final, cuestionarse.
158 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Volver sin parar a las angustias de la infancia


Juan: «De niña, Andrea sabía que su madre tenía amantes. A
veces no volvía a casa en varios días. Andrea veía la angustia
de su padre, y se sentía abandonada. De niño, yo recuerdo
estar esperando a mis padres a la salida de la escuela; a veces,
se les olvidaba venir a buscarme».

«Cuando éramos felices -Andrea y yo-, ella entraba en un


estado de angustia considerable porque estaba segura que la
abandonaría. Es a partir de ahí cuando empezó a amenazarme.
Cuando la sentía tan mal, la estrechaba entre mis brazos para
tranquilizarla, y era un momento de mucha felicidad. Tenía
tendencia a sobreprotegerla. No entendí hasta mucho después
que era justamente esto lo que me haría pagar».

Juan y Andrea tienen en común una angustia de abandono.


Juan adopta el papel de la buena madre con su novia. Ella,
el papel de mala.

Cada uno lucha con sus propios recursos contra su angustia


infantil. Los mecanismos perversos que Andrea desarrolla son
consecuencia de los malos tratos que padeció en las primeras
etapas de su vida.

Gerardo y sus mujeres


Gerardo es el único hombre de la familia, el último de tres hijos.
Su padre se fue de casa ya hace tiempo. Entre su madre y sus
hermanas mayores, Gerardo se asfixia. Demasiado amables
con él, creen que tienen que dirigir su vida.

Gerardo se va de casa cuando conoce a Clara. Clara vive con su


madre y su hermana mayor. Gerardo se instala con la familia de
su novia y se encuentra exactamente con el mismo esquema.
De forma idéntica, se encuentra viviendo con tres mujeres
que lo adoran y que están decididas a llevar las riendas de
su vida. Un año más tarde conoce a Olga, veinte años mayor
que él, y se va con ella. Viven juntos y Gerardo la ayuda con
la educación de sus dos hijas.
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 159

N o se g u ir b u s c a n d o la propia im age n
en la mirada del otro

Paradójicam ente, es m ás fácil para un niño separarse


de padres suficientem ente buenos que de padres que
no lo han sido. C o m o ad u lto , tam bién es m ás fácil
hacer el duelo de alguien si hem os encontrad o una
buena im agen junto a él.
O bservem os a un niño en el parque. Prim ero no se
atreve a separarse de su referente. Después se aleja dos
pasos y vuelve enseguida. L u ego se atreve a alejarse,
pero se va girando regularm ente para com prob ar que
el adulto sigue ahí. A l final, si está lo bastante tran ­
q u ilo, acab ará olvid án d ose de su acom pañante y se
entregará com pletam ente al juego. De este m od o, ha
integrado en él la presencia de un adulto lo bastante
tran qu ilizador a la vez que va gan an d o confianza en
sí m ism o.
El niño, o incluso el adu lto, en la búsqueda de su
imagen tendrá muchas dificultades para dejar a alguien
que no le ha rem itido una buena representación de
él m ism o. N o es raro que la víctim a de un perverso
diga: «El otro se eq u ivoca, no me ha entendido. V oy
a ser aú n m ejor, y así me q u errá...» .
D e h ech o, p ara dejar a un p erv e rso , y sobre tod o
p ara no v o lv e r a en co n trarn o s con o tro s, es n ece­
sario en co n trar: la buena m an era de d irig ir nuestra
m irad a sob re n o so tro s m ism os, llegar a con ocern os
su ficien tem en te, re e n c o n tra r n u estra im agen p o r
160 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

n o so tro s m ism o s y p o d e r s u p e ra r y o lv id a r esta


im agen . Se trata q u izás de p od er acep tar que tene­
m os d e fe cto s y, evid en tem en te, c u a lid a d e s; fa lta s
p e ro ta m b ié n c a p a c id a d e s . D e este m o d o ya no
seguirem os b u scan d o nuestra im agen en la m irada
del otro . C o n o ce rn o s en p ro fu n d id ad nos p erm itirá
responder, seren am ente, a quién nos asesta el golpe
«¡tienes un d efecto !» : «sí, tienes ra z ó n ...» , o incluso
«n o, te e q u iv o ca s» .

Aprender a desear

¿P o r qué alg u n as p e rso n as so lo se in scrib en en el


deseo del otro? ¿Por qué no se autorizan a desear por
y para ellas m ism as? A sí, G ab rie l, el com pañ ero de
V an esa, solo concreta los deseos de su com pañ era y
no em ite jam ás deseos propios.
Si inscribirse exclu sivam en te en el deseo del otro
es com o negar los deseos pro p io s, es evidente que el
origen está en relación con el E d ip o y, seguram ente,
con lo incestuoso; es decir, con los deseos prohibidos.
Para P au l-C laud e R acam ier, lo verem os con m ás de­
talle en el capítu lo L o s orígenes de la perversión , lo
incestuoso, que está en relación con una problem ática
paren tal, es un fantasm a an tifan tasm a.
L o in cestu o so im pid e el fa n ta sm a , p o r tan to el
acceso a la p ro p ia ca p a cid a d p ara desear p o r uno
m ism o. L o verem os m ás adelante, no podem os fan ­
tasear m ás que con aquello que parece inaccesible.
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 161

Si nos ap ro xim am o s a la cuestión de las perversio­


nes narcisistas, podem os decir que el perverso niega
los deseos, e incluso la su bjetividad de su víctim a. El
problem a es que, a veces, puede llevar a la víctim a
a negar el co n ju n to de sus d eseos. Y esta co rre el
peligro, entonces, no solo de inscribirse en el deseo
del otro, sino tam bién en el discurso y en la opinión
del perverso. Si el perverso le dice que es una buena
persona, ella se siente una buena persona. Si el per­
verso le dice que es m ala, ella se siente m ala.
A m enudo, la víctim a, a sem ejanza del perverso,
está siem pre e sp e ra n d o o b ten er una im agen , una
identidad. N o es capaz de desear por sí m isma porque
no es realm ente consciente de sí m ism a.
En el otro extrem o, las personalidades esquizoides6
se desconectan de su interior y después de los otros,
por ser las esclavas de la p a la b ra , de los actos y de
los deseos de los otros.
V olvien do a la educación de nuestros hijos, evite­
m os pedirles que hagan las cosas para com placern os
y que se inscriban en nuestro deseo: «H azlo por m í»,
«cóm ete la sopa» o «haz los deberes»...

6 Ver las personalidades límite en el anexo.


162 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Confiar en los hijos


Los padres de Pedro están separados. Pedro vive con su madre.
Cuando pasa a secundaria, la madre pide que repita el curso
por sus resultados. El director de la escuela le recomienda pasar
a una formación profesional, a pesar de considerarlo como
un callejón sin salida. Pedro acude entonces a su padre. Él le
dice que confía en él, y le pregunta qué es lo que él quiere.
Pedro contesta que desea vivir con su padre, pasar a secun­
daria y hacer un bachillerato tradicional. Entonces pasará a
secundaria, obtendrá el bachillerato con buena nota y luego
cursará estudios superiores. El padre, que reconoce a Pedro
como alguien digno de confianza, le autoriza a que tome las
riendas de su vida deseando por él mismo y para él mismo.

Hay ahí una especie de transferencia de autoridad, de trans­


misión. Pedro, estando suficientemente tranquilo en cuanto a
su imagen, y autorizado a desear por sí mismo, puede tomar
las riendas de su vida.

R e n u n c ia ra c o m p r e n d e r

N uestra mente necesita com prender lo que nos ocurre.


N o hay nada tan terrorífico com o lo desconocido. Un
ru id o que se nos acerca en la oscu rid ad nos creará
angustia hasta que encendam os la luz y veam os que
se trata de un inofensivo raton cito. Es n orm al, pues,
querer dar sentido a lo que nos pasa. Sin em b argo, el
enferm o narcisista nos sum erge en la con fusión con
intenciones y com portam ientos que no tienen ningún
sentido; m ientras, nos agotam os queriendo llenar este
vacío de un sentido que solo nos pertenece a nosotros.
«Si actúa así, es p o rq u e...». Sin em bargo, no hay un
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 163

porqué y, al querer poner sentido donde no lo hay, nos


deslizam os suavemente hacia el delirio, y la confusión.
R en u n ciar a com prender lo que el perverso nos dice
será fundam ental para que salgam os de la confusión.
Sugerirle al lector que renuncie a com prender al otro,
en una obra consagrada al estudio del com portamiento,
puede parecer sorprendente.
La intelectualización y la racion alización son m e­
canism os de defensa que perm iten el aislam iento de
un con flicto g racias al pensam iento. Si estos m eca­
nism os nos alejan a m enudo de nuestras experiencias
vivid as -e n el m arco de una relación fu nd ada sobre
m ecanism os p erversos n a rcisista s- pueden perm itir
tem poralm ente la distan cia necesaria p ara el a le ja ­
m iento del con flicto patógeno.
164 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Después de haber leído la prim era edición francesa


de Los perversos narcisistas, N a ta lia m anifiesta, en
un m ensaje que ella m ism a titula:

¡Nat... y su estudio sobre los perversos


narcisistas!
Le agradezco que me permita este diálogo sobre un tema,
entre otros, cuyo estudio me ha salvado de esta locura en la
que, tarde o temprano, se ven acorraladas las presas de un
perverso.

Desde hace dos años he leído, más o menos, todos los libros
que se han publicado sobre esta plaga y su libro tiene el mérito
de explicar de manera muy exacta el funcionamiento de estas
personalidades que no lo son... ¡Me gusta la perspectiva y la
claridad y, ni qué decir tiene, que he encontrado mi propia
biografía a través de sus líneas!

Es lo propio de la escritura creo, hacerse eco de otras expe­


riencias vividas, y en este caso concreto, se trata de existencias
desvitalizadas, vampirizadas y sacrificadas en nombre de un
dominio que no sabemos nombrar, pero que sentimos de
manera casi animal en el fondo de nosotros mismos... ¡El ins­
tinto de supervivencia, probablemente! Se levantan los tabús
sobre muchas cosas, la horrible violencia conyugal en hogares
sin historia que, con demasiada frecuencia, llegan al instante
fatal... Obras como la suya resultan reveladoras y, créame,
salvan vidas. Estas páginas han contribuido de forma muy
brillante a esclarecer mi desesperación. Soy una apasionada
de la escritura; uno de mis últimos relatos se titulaba «El vals
maldito», y creo que el título ya habla por sí solo...
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 165

N atalia utiliza dos m ecanism os para intentar superar


la relación con el p erverso: el prim ero, «su estudio
sobre los p erversos n arcisistas» le perm ite intelec-
tu a liz a r su p ro b le m á tica y sa lir de la ló g ica de su
pareja; el segundo, la creación, le perm ite dar sentido
y proyectar sobre el papel lo que fue ese vals de las
palab ras-p ro n u n ciad as, p alab ras incom prensibles y,
así, su blim ar su enfad o e incom prensión, y entrar en
la vía de la resiliencia.

Sublim ación y resiliencia

La sublimación

La sublim ación es un m ecan ism o de defensa p a rti­


cularm ente ad ap tad o a un com portam iento co rrec­
to. L as pulsiones están d esplazad as hacia ob jetivos
socialm en te valo rad o s. L a ag resivid ad o los deseos
sexuales pueden estar desviad os hacia ob jetivos de­
p o rtivo s, artísticos o m orales, lo que los con vierte,
a ojos de algunos p sicoanalistas o psicólogos, en la
defensa ideal. A lg u n o s incluso con sid eran la su b li­
m ación com o el ob jetivo de cu alqu ier trab ajo sobre
uno m ism o, lo que perm ite una m ejor adaptación al
m edio social.
Sin em bargo, aun cu an do con sideram os la su bli­
m ación com o un m ecanism o de defensa, incluso a n ­
ticonflictivo, no por eso es m enos inconsciente. En el
ejemplo del paciente sindicalista y de su lapsus, después
166 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

de haber hecho un análisis sigue siendo sindicalista,


pero sus objetivos inconscientes ya han desaparecido.
Ya no lucha contra sus m ayores (parrons), sino por
una m ayo r justicia social.
C u an to m ayor es el encuentro con nuestro incons­
ciente, m enos utilizam os los m ecanism os de defensa
y m ás gan am o s en libertad. Y a n o estam os guiad os
por fuerzas inconscientes que se nos escapan, sino por
nuestras m otivacion es reales, lo que nos lleva hacia
la vía de la resiliencia.
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 167

Tener éxito para uno mismo


Javier vuelve de la escuela y le dice a su padre que ha sacado
un catorce sobre veinte en su trabajo. El padre, aparentemente
exigente con su hijo, le dice que no es suficiente. Entonces
Javier redobla su esfuerzo y, al cabo de un tiempo, le presenta
a su padre un dieciséis sobre veinte. El padre sigue sin estar
satisfecho y le pide a su hijo que se esfuerce más. Cuando
Javier le presente un diecinueve sobre veinte, su padre le
preguntará por qué no ha sacado un veinte.

Javier espera el reconocimiento de su padre, a la vez que


alimenta rencor por no poder obtenerlo. Así que invierte toda
su energía en sus estudios. Javier será profesor, pero no tendrá
el reconocimiento esperado. Cuando, orgulloso, le anuncie a
su padre que acaba de obtener la oposición a catedrático, él
le preguntará: «¿Te lo han regalado?».

Con el pretexto de exigir lo mejor para su hijo, el padre de


Javier rechaza reconocerlo y le coloca en posición de fraca­
so. La utilización de sus pulsiones, sublimadas al servicio del
aprendizaje, permite a Javier realizar estudios superiores. Po­
dría agradecérselo a su padre pero, a pesar de haber llegado
a catedrático, vivirá mucho tiempo tomando antidepresivos.

Solo después de un psicoanálisis, Javier renunciará al recono­


cimiento de su padre, encontrará su equilibrio y podrá entrar
en resiliencia. Desde entonces, ya no toma antidepresivos.
Además ha creado un espacio de exposición para jóvenes
artistas donde pueden exponer sus obras y obtener reconoci­
miento. Gracias a su análisis y a la concreción del origen de sus
deseos, Javier ha pasado de la sublimación de sus pulsiones
a una auténtica resiliencia.
168 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

La resiliencia

En física, la resiliencia es la cap acid ad que tiene un


m aterial de re c u p e ra r su fo rm a in icial después de
haber estado com prim ido. Si ap lastas una pelota de
e sp u m a, rec u p erará su fo rm a en cu an to relajes la
presión.
En p sic o lo g ía , la resilie n cia es la ca p a c id a d de
so p o rta r gran d es presiones frente a la ad v ersid ad ,
pero también de poder reconstruirse psíquicam ente en
caso de destrucción de las estructuras de la person a,
ya sean físicas, psíquicas o m ateriales.
L as nociones de resiliencia han sido desarrolladas,
sobre todo, por Boris C yrulnik en sus obras Les vilains
petits cañarás y Un merueilleux malheur .7

Otra vida después de un accidente


Durante una escalada, René tiene un accidente y pierde una
parte de la pierna. Después de haberse curado, adaptado
y después reconstruido, René se forma como educador de­
portivo para jóvenes minusválidos. Aparte de sus cualidades
deportivas, para los jóvenes es un vivo ejemplo de lo que se
puede superar con una minusvalía.

René está muy feliz con su nuevo papel, y cuando habla de su


accidente, habla como de un episodio de suerte en su vida.

7 Cyrulnik B., Un merveilleux malheur, r.ditions Odile Jacob, 1999; Les


vilains petits canards, Editions Odile Jacob, 2.001.
RESISTIRSE AL PERVERSO NARCISISTA 169

De los ejem plos citados se desprende que los prin ci­


pales m ecanism os que perm iten la resiliencia, al co n ­
trario de la su blim ación , son conscientes. Para Boris
C y ru ln ik , los factores de resiliencia son, sobre todo,
la adquisición de recursos internos, los encuentros, las
posibilidades de p alab ras y de acciones, la capacid ad
de darle sentido a lo que nos ocurre, el am or p rop io,
el sentido del hum or, etcétera.
La m ayor parte de nuestros recursos internos y de
nuestras cap acid ad es creativas se han d e sarro llad o
d u ran te la in fa n c ia . C o m o verem os m ás ad elan te,
D on ald W innicott, psicoanalista inglés, ha trab ajad o
m ucho con el juego com o espacio tran sicion al entre
el fantasm a y la realid ad , y con su interacción sobre
la evolu ción del niño.
C u arta p a rte
Llegar a co m p ad ecer
al perverso
En los oríg enes
de la perversión

¿N iñ o s m altratad o s?

¿Podemos decir que todos los perversos narcisistas han


sido víctim as de m altrato? D epende de la definición
que h agam os de m altrato.
P o d ríam o s p lan te arn o s cu á l es la intención del
e d u c a d o r p a ra d e fin ir el m a ltr a to , lo q u e, co m o
v e re m o s, a m en u d o es lo ad e c u a d o . Pero alg u n as
fo rm as de «no-buen-trato» pueden ser el resultado
de mentes aparentem ente bondad osas. U na encuesta
ha revelad o que los niños criad o s en o rfa n a to s de
E u ro p a del Este, que no habían recib id o ni buenos
ni m alos tratos, presen taban caren cias psicológicas
porqu e no habían pod id o fo rm u lar nunca ninguna
dem anda. Las m ism as carencias se han encontrado
en niños m uy m im ados.
Si se alim enta al niño antes de que tenga ham bre,
o si obtiene algo antes de desearlo, nunca form u lará
un deseo ni con ocerá la fru stración , puesto que s a ­
bem os que el hom bre se desarrolla en la capacid ad
174 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

para desear y p ara renunciar: es en el encuentro con


las reglas, y con los lím ites, donde se estructura.
M u c h o s de n o so tro s tem em os el c o n flic to . Sin
em b argo, el conflicto puede ser útil y estructurante.
Tom em os el ejem plo de un adolescente que Ies dice
a sus padres que esa noche sale y que no sabe a qué
hora volverá. Cuando su padre se opone, el adolescente
se va a su habitación y se encierra después de dar un
portazo. Es im portante saber que al hijo, incluso si
m uestra e n fa d o , eso lo tran q u iliza: ha en co n trad o
fuera de él los límites que aún no está del todo seguro
de tener com pletam ente por sí m ism o.

Poner límites al hijo


El padre de Nicolás, que es artista, abandonó a su mujer y a
sus cuatro hijos para entregarse a su arte. Nicolás me explica
que nunca le ha faltado nada ni ha conocido la violencia pero
que, no obstante, vive en un estado de angustia permanente,
y puede ser muy agresivo y despreciativo con su pareja.

Nicolás reconoce que de niño le dieron mucho amor, pero


que no le pusieron límites. Efectivamente, siendo adolescen­
te, cuando volvía tarde o no estaba a la hora de las comidas,
nadie le decía nada.
EN LOS ORÍGENES DE LA PERVERSIÓN 175

C o m o hem os v isto , cu an d o la p u lsió n se presenta,


y a sea a g re siv a o se x u a l, el p e rv e rso p asa al acto
m ientras que el n eu rótico se lo proh íb e y reprim e,
o d esplaza su pu lsión . E l prim ero , a d iferen cia del
segundo, no tiene lím ite. C u an d o N ic o lá s presiente
una pulsión, está aterrorizad o porque tiene la sensa­
ción que p od ría p asar al acto a pesar su yo, que nada
p odría im pedírselo. Sus padres no le han ayu d ad o a
estru ctu rarse. Su violen cia es de hecho un m iedo y
un rechazo de sí m ism o.
C u an d o a un niño pequeño le dam os un cachete
en el cu lo para darle a entender que ha sob rep asad o
los lím ites; o cu an d o un niño reclam a com er fuera
de h oras y le d ecim o s que ya sab em o s lo que está
pidiendo pero que deberá esperar a la h ora de la c o ­
m ida, estam os haciend o un acto de co m p asió n con
él porque le estam os ayu d an d o a educarse.
M u ch os perversos han padecido m alos tratos, pero
m uchos de ellos fueron niños m im ad os que no han
encontrad o ni límites ni fru stracion es, lo cual no les
perm ito estructurarse.
A lg u n o s p sic o a n a lista s se han in te re sa d o en la
evolu ción del niño y han buscado las cau sas de una
buena o una m ala evolu ción. D on ald W innicott en­
cuentra en la prim era relación m ad re-h ijo el origen
de la evo lu ció n p síqu ica del niño. En prim er lugar,
en el m an ejo y la m irada de la m adre, después en los
espacios y los objetos transicionales a su disposición.
P au l-C lau d e R acam ier ve en una relación incestuosa
176 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

de los padres con el niño el origen de lo que im pedirá


su evolu ción, y que no le perm itirá acceder al Edipo
y luego separarse de sus referentes.

J u e g o y realidad

E n su lib ro Jeu et réalité , 1 D o n a ld W in n ico tt nos


propone herram ientas para com prender la evolución
del niño y su cap acid ad de ser y pensar; es decir, para
ju gar en la realidad con su individ u alidad.
P ara D on ald W innicott, la creativid ad es la p o si­
bilid ad de p o sicio n arse en la com u n id ad sin negar
la p ro p ia subjetividad. El niño, para p asar del senti­
m iento de serlo todo a la relación de ob jeto, y luego
a la su bjetividad, utilizará lo que D on ald W innicott
llam a ob jeto s y esp acios tran sicio n ales. C u a n d o el
bebé reclam a y la m adre no acu d e, el niño deberá
encontrar por sí m ism o un ob jeto que sustituya a la
m adre; un ob jeto tran sicion al p ara so p o rtar su a u ­
sencia: el pulgar, el chupete o cualquier otro objeto
que la su stitu ya. Es a h í donde se juegan el sentido
y el sim bolism o que perm itirán al niño tender hacia
la o b jetivid ad en las interacciones que él crea con el
m undo. En un lugar entre fusión y separación, el niño
entrará en una experiencia en la cual se m an ifestará
su creativid ad . L a creativid ad perm ite al individ u o
inscribirse en la com u nidad con servan d o su subjcti-

i Winnicott D. W .,/e « et réalité. Folio Essais, Gallimard, zo o 2.


EN LOS ORÍGENES DE LA PERVERSIÓN 177

vidad. D on ald W innicott llam a «área interm edia» a


las experiencias que lleva a cab o el niño entre el yo
y el n o -yo, es decir, con los objetos externos a él. Es
a través del juego y de las relaciones de su entorno
com o el niño adq u irirá su independencia.
A l principio, com o hem os visto, el bebé es incapaz
de distanciarse por sí m ism o. Tiene un sentim iento
de om n ip oten cia, com o si satisficiera él m ism o sus
propias necesidades. Está instalado en la ilusión de su
om nipotencia. En la experiencia de la om nipotencia,
el objeto es a la vez encontrado y creado. El bebé no
distingue el fantasm a (objeto creado) de la realidad
(objeto encontrado), el yo del no-yo. C u an d o el niño
pueda p ercib ir objetivam en te los o b jetos, intentará
destruirlos. Su pulsión será una tentativa de despegarse
del objeto, aun conservando influencia sobre él. Intenta
verificar su om nipotencia para no salir de la ilusión.
El juego perm ite la desilusión frente a la pérdida
de este co n tro l m ág ico , y el acceso al sentim ien to
de libertad. E l niño que experim en ta un d esarrollo
sano deja a trás la o m n ip oten cia después de h aber
intentado destruir al ob jeto, ponerse a ju gar con él
y con struir su realid ad . El perverso n arcisista, al no
haber recibido seguridad en su infancia, perm anece
an clad o en sus prim eros tiem pos de vid a e intenta
co m p ro b ar su om nipotencia continuam ente, con el
riesgo de destruir a los que intentan com prend er y
recrear su realid ad . Para el p erv e rso , su víctim a es
com o un ob jeto tran sicion al que intenta destruir, y
178 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

luego vuelve a buscarla en la realid ad. N o habiendo


habido distancia con su madre, no ha podido encontrar
su p ropia im agen, atrap ad o entre el deseo de fusión
y la n ecesidad de d ista n cia . El p e rv e rso n arcisista
verifica su om nipotencia con la seducción e intenta
despegarse del otro intentando destruir su im agen.

La im portancia del en torn o

L a m adre tra b a ja para la satisfacción del bebé. Es lo


que D on ald W innicott llam a preocu pació n m aternal
p rim aria. Si el entorno es lo bastante bueno, el bebé
experim entará una sensación de om n ipotencia antes
de a lcan zar una m ad u rez suficiente p ara in iciar el
proceso de separación entre el yo y el no-yo. Según
D o n ald W in n icott, p ara asegu rar el rol del niño, el
entorno debe pro p o rcio n ar el holding, el handling y
el objeto-representativo.
El holding representa lo que va a ap u n talar p sí­
quicam ente al niño, es decir, lo que servirá de ap o yo
a su yo. El niño lo encontrará prim ero en la m irada
de su m adre, y en su cap acid ad para responder a sus
necesidades, y después en las relaciones que estab le­
cerá con su entorno.
El handling, el «m anejo» del niño que, si es lo bas­
tante tranquilizador, le perm itirá delim itar su cuerpo.
El objeto representativo consiste en la iniciación
progresiva a la realidad poniendo objetos al alcance
del niño para que los pueda experim entar.
EN LOS ORIGENES DE LA PERVERSIÓN 179

Una madre paradójica


Andrea confiesa: «Mi hermana me ha contado que, cuando yo
era bebé, mi madre alcohólica no soportaba mi llanto. Podía
llegar a dar fuertes patadas a mi cuna. Luego se culpabilizaba
e iba a comprarme juguetes. Todavía ahora, ella me puede
insultar una noche, y venir al día siguiente a casa para darme
dinero para ayudarme».

L a m adre de A nd rea, puesto que era caótica, n o sabía


calm ar a su hija. A n d rea, de ad u lta, reprod u cirá los
m ism o s e sq u em as a lte rn a n d o m om en to s de am o r
con p erío d o s de odio hacia quien h abrá identificado
com o ob jeto de amor.

Las v ariacio n e s en el rostro d e la m a d re

D o n a ld W innicott e x p lica que al p rin cip io el bebé


no e x iste , es d ecir que él no tiene se n tim ie n to de
e x iste n c ia en él m ism o. D irig e su c a ra h acia la de
su m ad re para intentar ver alg o de él m ism o. Si su
m adre lo con sid era una p erso n a, p od rá ponerse en
co n tacto con su p rop ia existencia. E sto será posible
si la m ad re Jo ve com o a un in d iv id u o , y no com o
parte de ella m ism a.
180 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

G ra c ia s a un refu erzo a trav é s del yo m atern o ,


el yo del niño se integrará en el interior, y el n o-yo
se p ro yectará hacia el exterior. E sto le perm itirá al
n iño, progresivam ente, desm arcarse de su m adre y,
por tanto, del m undo exterior.
L a m adre del perverso no ha sabido ni reconfortar
a su hijo ni ayu d arle a separarse. Esto ha sucedido
porque la m adre ha tom ado a su hijo p o r una parte
de ella m ism a o porqu e ha utilizado a su hijo com o
falo, o com o p ortad or de su síntom a y responsable de
su m alestar o rechazo. El niño no ha podido integrar
la im agen de su m adre m ás que al precio de un clivaje
delirante: p ara seguir am an do a su m adre, el niño ha
tenido que negar su aspecto n egativo e integrar una
im agen delirante de su m adre. D eberá, pues, sostener
su fan tasm a y rech azar cu alq u ier aspecto n egativo
de su m ad re, con el riesgo de p ro y e cta rlo en o tro ,
identificad o esta vez com o m al ob jeto. D espu és, el
perverso, de nuevo solo al precio de un clivaje, y con
proyecciones m asivas cu yo coste asum irá la víctim a,
pod rá encontrar una relativa paz interior frente a sus
objetos internos.
EN LOS ORIGENES DE LA PERVERSIÓN 181

Una reacción sorprendente


Olivia y Maura trabajan en el mismo despacho. Olivia perdió
a su madre siendo muy joven, y se encontró a solas con su
padre cuidando de su hermano pequeño. Maura fue maltratada
durante su infancia por su madre, pero sigue teniendo una
relación muy estrecha con ella. Cuando ingresan a su madre
en el hospital con un diagnóstico crítico, Maura se sume en
un estado de angustia muy fuerte. Una noche, Olivia la abraza
para consolarla. Al día siguiente, Olivia llega antes que Maura
al despacho. Necesita utilizar un teléfono y coge el de Maura.
Cuando Maura llega y ve a Olivia con su teléfono, la agarra
por el cuello e intenta estrangularla. Afortunadamente, unos
compañeros de trabajo advierten el forcejeo y logran sepa­
rarlas. Olivia acaba hospitalizada y tiene que llevar un collarín
durante varios meses.

Olivia creía que hacía bien consolando y conteniendo a


Maura. Se posicionó como buena madre, abrazándola. No
podía imaginarse que Maura desarrollaría un clivaje (buena
madre/mala madre) y dirigiría su violencia y surencor contra
ella: esta acción permite a Maura seguir amando a su madre,
temporalmente liberada de su odio.

El fantasma

Freud descubre el fantasm a con sus pacientes neuróti­


cos. Freud com prende que es el fantasm a inconsciente
lo que estructura la actividad psíquica: el d esarrollo
del n iñ o se o rg a n iz a a lre d e d o r de la s a ctiv id a d e s
fan tasm áticas. En su prim era teoría de las neurosis,
Freud pensaba que la cau sa era un incesto. D espués
com prende que se trata de un fantasm a inconsciente
que intenta emerger, y que el fantasm a es la realiza­
182 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

ción de los deseos rep rim id os. D e m an era que sus


pacientes no m ienten, se ilusion an. Entonces Freud
inventa la teoría del Edipo com o conflicto nuclear de
todas las neurosis.
En el fan tasm a, la persona es sujeto de su propio
deseo y sujeto de su propio inconsciente (que es el que
dirige sus fantasm as). Estando p roh ib id o su deseo, el
fantasm a va a colocarse entre el deseo y la prohibición.
Permanece secreto porque es de naturaleza incestuosa.
Freud describe el fantasm a com o un escenario: debe
corregir y apu n talar la realidad.
C o m o h em os v isto , el p siq u ism o se rige p o r el
principio de placer (inconsciente) y por el principio de
realidad (consciente). El fan tasm a, a m edio cam in o,
perm ite co n servar una zona protegida donde reina el
principio de placer sin perju icio en la realid ad. P ara
una persona estructurada norm alm ente, la realidad
es frustrante y el fan tasm a im portante. El fantasm a
permite paliar los deseos prohibidos. Para el perverso,
el fan tasm a es débil: no so p o rta la fru stració n , no
puede contenerse, y está en el pasaje al acto.
EN LOS ORÍGENES DE LA PERVERSIÓN 183

¿Princesa u ogro?
Cuando Estelle ya no soporta más a su jefe, va a tiendas de
ropa de lujo y se imagina vestida de princesa.

Cuando un día Frank encuentra una multa en el parabrisas de


su coche, vuelve enfadado a su casa y le da una bofetada a su
hija porque no había hecho los deberes.

Estelle fantasea con tener poder vestida de princesa. Frank


pasa al acto con agresividad para liberarse de su rabia e im­
potencia frente a la autoridad.

Los mitos d e E d ip o y a n t e e d i p o 2

N o h ab ien d o p o d id o acced er al E d ip o , el perverso


no ha ten id o la p o sib ilid a d de e stru c tu ra rse . P o r
ta n to , tiene p o c o s lím ite s que le im p id an actu ar.
P au l-C lau d e R a c a m ie r llam a «an teedipo» a lo que
le ha im pedido acced er al E d ip o . Si la génesis de las
p erversion es puede com pren d erse g racias a D o n ald
W in n ico tt en las re la cio n e s p reco ce s m a d re -h ijo ,
P au l-C lau d e R a c a m ie r p rop on e co n tem p larlo bajo
el prism a de la incestuosidad y de sus con secu encias
sobre el E d ip o .

i Anteedipo es un neologismo inventado por Paul-Claude Racamier.


(N. de la t.)
184 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

A ntes de ab o rd ar las nociones de in cestu osid ad' y


de anteedipo4, es muy im portante haber com prendido
dos puntos:

• En la historia del individuo, el fantasm a del Edipo


es estru ctu ran te . El niño p ro yecta sus deseos y
su agresividad sobre sus padres. De ahí nace una
angustia llam ada, en psicoanálisis, angustia de cas­
tración. El niño con un desarrollo sano renunciará
a sus deseos p ara escap ar a su angustia y cederá
sus energías al servicio del aprendizaje, la creación
y los valores m orales.

• El co m p le jo de E d ip o no es en n ingú n c a so un
com p lejo fam iliar; es la produ cción de un único
ind ivid u o: el niño.

C om o hemos visto, en prim er lugar, Freud escucha a


sus pacientes, descubre en sus discursos lo que cree que
es una seducción sexual del niño ejercida por el adulto.
Después Freud com prende que se trata de un fantasm a
creado por el niño a partir de sus deseos. Entonces
plantea la hipótesis del fantasm a del Edipo e inventa
el psicoanálisis.

3 Incestuosidad es un neologismo también inventado por Paul-Claude


Racamier y se refiere a un clima que tiene algo de incestuoso, pero sin que haya
pasaje al acto sexual propiamente dicho. (N. de la t.)
4 Racamier P.- C., Uincesteet I’incestuel, Éditions du collége de psychanalyse,
1 9 9 5 ; Antoedipe et ses destins, Éditions Apsygée, 1989.
EN LOS ORÍGENES DE LA PERVERSIÓN 185

Cincuenta años m ás tarde, Pau l-C laud e R acam ier


inventa el anteedipo, a p artir de ante (antes) y anti
(que im pide). La posición anteedípica se sitúa antes
del co m p lejo de E d ip o y, si es d em asiad o potente,
impide que surja el Edipo. El anteedipo sería el Edipo
no resuelto de sus propios padres, o que llevaría a una
posición incestuosa del p rogen itor hacia su hijo. El
p rogen itor reviviría con su hijo el Ed ipo no resuelto
con sus propios padres.
186 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

En la habitación de los padres


Carla es hija única. Los padres de Carla tienen en común una
historia de abandono. La madre es de origen extranjero y sus
padres se sintieron desarraigados cuando llegaron a Francia.
El padre de Carla se crio en la asistencia pública y dice que él
se ha hecho a sí mismo.

Desde su nacimiento hasta los trece años, Carla se vio obligada


a dormir en la habitación de sus padres. Podemos imaginar
el amor que la niña proyectaba sobre sus padres y la rabia
que sentía cuando los oía tener relaciones sexuales. Se sentía
engañada, humillada, al mismo tiempo que fantaseaba con
poder participar de esas relaciones.

Carla tuvo sus primeras relaciones sexuales con quince años


bajo el techo familiar. Ella me dice: «Tengo la impresión de
haber tenido siempre actividad sexual», y más tarde: «mi sexo
es un arma».

Más adelante, Carla sabrá que su madre se «quedó» emba­


razada del ginecólogo que hizo el seguimiento de su parto,
y que dos años después del nacimiento de Carla tuvo que
abortar. Igualmente descubre que su madre había tenido un
amante al que vio regularmente durante siete años, mientras
dejaba a su hija al cuidado de los abuelos.

M ien tras que el com plejo de E d ip o es un fan tasm a


destin ado a seguir sién dolo p ara luego vo lver a ser
rep rim id o, la in cestu osid ad se inscribe en lo real e
impide que se elabore el fantasm a. Efectivam ente, solo
se puede fan tasear sobre lo inaccesible. Por ejem plo,
el niño que duerm e en la habitación de sus padres no
fantaseará jam ás con poder acceder a su habitación
puesto que ya está allí.
EN LOS ORÍGENES DE LA PERVERSIÓN 187

L o incestuoso está hecho de secretos, de lo no-d i­


cho. «El secreto ejerce una influencia de n o -d ich o,
de no-d ecir, de n o -sab e r y de n o -p e n sa r» , e x p lic a
P au l-C lau d e Racam ier.
El anteedipo es un fantasm a antifantasm a, en tanto
que se inscribe en la realid ad , y no en el im agin ario
del n iño. P or ah í, im pid e cu a lq u ie r fa n ta sm a , por
tan to, cu alq u ier renuncia y toda evolu ción ulterior.
C o m o hem os visto , Freud con vierte el com plejo
de Edipo en el conflicto nuclear de todas las neurosis.
Freud d em ostró, g racias a sus in vestigacion es, que
toda person a que hubiese su perad o el com p lejo de
E d ip o tendría un d e sa rro llo san o . E n cam b io , que
toda persona incapaz de renunciar a sus deseos - y de
superar el com plejo de E d ip o - se vo lvía neurótica, y
que todo sujeto, no habiendo a b o rd ad o el com plejo
de E d ip o , sería psicótico. Freud llam aba a la esqui­
zofren ia, neurosis narcisista.
M á s ad elan te, las in vestigacio n es a v an zad as de
P au l-C lau d e R acam ie r dejan entrever ciertas causas,
com o la incestuosidad, que podrían oponerse al buen
d e sa rro llo del E d ip o , y que e x p lica ría n la entrada
en una tercera cate g o ría de e stru ctu ras: las p erso­
nalidades lím ite donde encontram os, sobre todo, las
perversiones narcisistas.
188 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Cabeza de familia en funciones


Frank es el mayor de los hermanos. El padre de Frank era un
hombre anodino. Era representante comercial y estaba poco
en casa. Cuando estaba ausente, la madre designaba a Frank
como cabeza de familia. Cuando el padre volvía, Frank tenía
que desaparecer y «dejar su sitio».

De adulto, Frank tiene unos celos enfermizos. Está convencido


que le van a engañar, a excluir. Al principio de sus relaciones,
vigila a sus novias y sospecha de ellas; después, cuando su
angustia es demasiado fuerte, las engaña y, más tarde, aban­
dona el hogar. Frank va ya por su tercer matrimonio y tiene
cuatro hijos.

¿Igual que con papá?


Cuando la madre de Olivia muere, su padre la conmina a
hacerse cargo de sus hermanos pequeños. Siendo una joven
adulta, Olivia comunica a su padre que va a asociarse con un
hombre para crear una empresa donde ella asumirá la gestión.
El padre se opone por considerar indecente asociarse con
un hombre con el que no está casada y, al mismo tiempo,
le pide que sea ella quién se haga cargo de la contabilidad
de su empresa. Olivia se vuelve agorafóbica y no podrá salir
de su casa, en la que sigue gestionando la empresa paterna.

Cuando Olivia empieza un análisis, tiene problemas de dinero.


Entonces le propone a su analista llevarle su contabilidad a
cambio de sus sesiones. Cuando su analista le señala «¿cómo
con papá?», Olivia no contesta y deja la terapia. Para ella es
demasiado pronto para poder renunciar al lugar que le han
impuesto y tomar conciencia del origen de sus síntomas.
EN LOS ORÍGENES DE LA PERVERSIÓN 189

F ran k y O livia han sido design ados, por uno de sus


progenitores, com o pseudopareja. H an sido co n fro n ­
tados a la incestuosidad, lo que no les ha perm itido
acceder al fantasm a del E d ip o y renunciar a él para
estructurarse y abrirse de form a sana al m undo. Frank
se convertirá en perverso narcisista y obtendrá un gran
beneficio hum illando a sus parejas antes de dejarlas.
De esta m an era o cu p a de m an era fa n ta sm á tic a el
lugar de la m adre, junto a los hom bres que considera
su stitu tos del padre. A sí, F ra n k perm anece en una
p o sició n in cestu o sa. O liv ia d e sa rro lla rá sín tom as
neuróticos graves.

Incestual5 y repetición

C u an d o un niño ha estado inm erso en lo incestuoso,


se ha sentido engañad o y ha visto a sus padres en ga­
ñarse, no puede plantearse una relación norm al con
otra person a. Entonces el niño vuelve a representar
continuam ente la m ism a escena esperan do interpre­
tar «el buen papel». C o m o consecuencia, cualquier
relación lo pone en p eligro y hace su rgir en él una
angustia incontenible. Por ejem plo, Fran k espera ser
en gañ ad o, se vuelve d esconfiado, agresivo y, luego,
engaña y aban d on a a su mujer.

5 «Incestual» alude a lo que es de carácter incestuoso. Ver nota 45 de


este capítulo.
190 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

¡Sobre todo, nada de contrato moral!


De niña, Mónica ve cómo su madre engaña a su padre, y lo
ve sufrir. Cuando sorprende a su madre con otro hombre, le
guarda el secreto, convirtiéndose así en cómplice de la madre.
De mayor, Mónica solo encuentra hombres perversos, general­
mente casados, porque con ellos no hay contrato moral. Ellos
le explican que la quieren en «el aquí y el ahora». En realidad,
después de haberse descargado, vuelven junto a su mujer.

Más adelante Mónica conoce a Alain, un com pañero de


trabajo. Alain es cariñoso y fiel, lo que paradójicamente an­
gustia a Mónica: en él no encuentra los valores a los que está
acostumbrada.

A Mónica le gusta la fotografía. Le pide a un amigo fotógrafo


que le haga fotos con ropa ligera, erótica y sugestiva. Luego
le pide a su amigo que organíce en su trabajo una proyección,
intentando esconder su cara para no ser reconocida. Invita a
Alain a la proyección para darle «una sorpresa». Alain se siente
humillado delante de sus compañeros y desaparece durante
la sesión. Más tarde Mónica lo encuentra aturdido al borde
de la carretera, intentando volver a casa andando.

Alain está sufriendo como sufría su padre cuando ella era niña.
Parece que Mónica no sea capaz de contemplar otro tipo
de relación. Cuando se separarán, Alain rechazará cualquier
contacto con Mónica. Ella no entiende nada. Mónica hubiese
querido que fuesen amigos.

Juan confiesa: «Yo he funcionado durante mucho tiempo como


Andrea. Prefería ser el amante antes que el marido engañado.
Habré necesitado la mitad de una vida para comprender que
no podía amar sin haberme encontrado, que no podría vivir
nada sin arriesgarme. Por primera vez en mi vida, me entregué
por amor a Andrea».
EN LOS ORÍGENES DE LA PERVERSIÓN 191

A c o s tu m b r a d a a e sta r su m e rg id a en un clim a de
incestuosidad durante su in fan cia, M ó n ica no puede
p lan te arse una relació n n o rm al, p u esto que eso la
p on d ría en una situación de d em asiad o peligro. A sí
que engaña antes de ser engañad a.
Ju a n , después de una relación d em asiad o difícil,
decide cu estio n arse a sí m ism o y en fren tarse a sus
angustias. Sabe que no tendrá otra m anera de acceder
a la felicidad y a una vid a estable.
L o s padres de C a rla , con ocien d o su relación, van
a m u ltiplicar las órdenes y accion es perversas para
lo g rar que su h ija se quede pegada al seno fam iliar.
L a m adre le dice: «Tu historia de am or no es m ás que
una historia p ara fo lla r» . D espués, una am iga de la
m adre co n ocid a por sus dotes de videncia, profetiza
que «su relación no p asará de tal m es». Finalm ente
el p ad re, que parece o d iar a su hija hasta el punto de
decirle «estás loca, no llegarás nunca a n ad a... tu hijo
tam bién se vo lverá lo c o » , o rgan iza un viaje e invita
a C a rla , a sus hijos y, sin que ella lo sepa, tam bién
al m arido.
192 JEAN-CHARLES BOÜCHOUX

Padres perversos
Carla tiene treinta años cuando seduce a Víctor, su médico,
mientras está -según dice- separándose de su marido, con
el que tiene dos niños y con quien vive todavía en casa de
sus padres.

El inicio de su relación es apasionado, ella le escribe a su


amante: «Eres el hombre ideal. Todos los caballos tienen una
mancha que permite reconocerlos, pero tú no tienes ninguna
mancha, eres perfecto...»

De hecho, Carla no se toma el tiempo necesario para cono­


cerle en la realidad. Proyecta sobre él una imagen idealizada,
y conserva así la idea delirante que se hace de Víctor. Para
Carla, conocerle bien supondría el riesgo de perder su ob­
jeto idealizado, su objeto de amor fantasmático, parecido al
fantasma que se formó de sus padres para poderlos amar.

Víctor está enamorado pero también se siente un poco culpable.


Percibe que la relación no funciona, pero dice que se aferra a
la idea de hacerle un bien. Muy a menudo, Carla llevará a su
amigo hasta situaciones insoportables: citas fallidas, amenazas
de ruptura con importantes mensajes de amor: «Eres el hombre
de mi vida... Me siento bien contigo... Querría un hijo tuyo...»

Al principio, Víctor tiene la sensación que Carla pone su amor


a prueba, y en lugar de alejarse multiplicará sus muestras de
amor con regalos y grandes compromisos. Paradójicamente,
cuanto más le demuestra su amor, más le pone ella a prueba,
y entonces más en peligro se siente él y más se une a ella.
Carla llegará incluso a engañarle y a hacérselo saber.
EN LOS ORÍGENES DE LA PERVERSIÓN 193

Los padres de C arla mantienen a toda costa la co n fu ­


sión. Etim ológicam ente, «confusión» significa perm a­
necer en fusión. La fam ilia no es ya entonces vivida
com o un gru po de ind ivid u alidades, sino com o una
entidad entera. L o s clivajes se producen en el seno
de la fam ilia. C ad a p rotagon ista no es m ás que una
instancia design ada. En el caso de C a rla , se supone
que va a llevar con sus hijos los síntom as de la locura,
dejan do así a los padres protegid os frente a sus p ro ­
pias enferm edades. El yerno es el hijo ideal que no ha
sabido tener la m adre; los am antes son las válvu las
de segu rid ad . C u a n d o C a r la encuen tra a V íctor, le
conm ina inconscientem ente a que sea el buen padre
que la sacará de ahí. P aradójicam en te, cada vez que
él intenta ayu d arla para investir la realid ad , ella le
co lo ca en situación de fracaso por m iedo a perder a
sus padres y no estar p rep arad a.6
. L o s padres de C arla com prenden que están per­
diendo a su h ija, p o rtad o ra de sus síntom as, con el
riesgo que supone para ellos estar frente a su propia
locura. Por eso harán lo que sea para volver a atar a
su hija, atrayén d ola y aislán d ola de nuevo.

6 Podríamos pensar que, para ella, el padre real es malo. El hombre ideal
estaría forzosamente fuera de casa (como pasaba con mamá y con su amante)
o quizás, incluso, fuera de la realidad.
194 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Niño síntoma

Andrea fue una niña que no llegó en el momento oportuno. De


pequeña le dijeron que no era bien recibida: hubieran querido
«deshacerse de ella», pero hubiese sido demasiado peligroso.

Entonces, ¿por qué ha preferido la madre decirle a Andrea


que no la quería, si no para hacerle daño y debilitarla volun­
tariamente?

Cuando la madre estaba borracha, podía pasar frente a la


cuna y darle una patada si la niña lloraba. Conservaba a la
niña porque era muy práctico poder dar patadas a su cuna:
se descargaba y creaba así un niño síntoma en la familia. Era
él el que caería enfermo.

De niña, Andrea rechazaba la comida y se volvió anormalmente


delgada. Su madre la llamaba Buchenwald.' Andrea se convirtió
en el niño síntoma.

El niño síntoma está conminado a volverse loco en lugar de


los otros.

Cuando Andrea encuentra a Juan, enseguida le dice: «Te he


reconocido...» Sabe que con él logrará salir adelante. Cuando
ella se lo presenta a su madre, él no es más que amabilidad,
timidez y educación. La madre también lo ha reconocido y
dice: «¡Es un cretino!» El veredicto ha sido pronunciado y ya
no podrá ser apelado.

* Buchenwald fue uno de los campos de concentración más grandes en


territorio alemán. (N. de la t.)
EN LOS ORIGENES DE LA PERVERSIÓN 195

La p a ra d o ja del niño síntom a es que debe ser «co n ­


se rv a d o » , d e sv a lo riz a d o y m an tenid o en su m a ra s­
m o. Si el n iñ o d e sa p a re c ie se , su s p a d re s ca e ría n
enferm os (descom pensación, depresión, enferm edad,
accid en te...).
O tra p a ra d o ja es que el v ín cu lo p a to ló g ico es el
ú n ico q u e el n iñ o co n o ce con sus p a d re s, p rim er
ob jeto de su am or. P ara el niño, ro m p er este vín cu lo
es arriesgarse a perd er a sus padres y en trar en un
perío d o de su frim ien to em p aren tad o con el duelo.
A d em ás, cu an d o la fam ilia entiende que va a perder
al p o rta d o r del síntom a fam iliar, m u ltiplica los re­
g alo s y pruebas de am or, y en tu rb ian la im agen de
su «co m p añ ero » . P arad ó jicam en te, el niño síntom a
se siente feliz de h ab er recu p erad o su lu g ar; si no
¿có m o entender el h o rro r de la m ad re que le dice
a su hijo que no fue d esead o ? ¿C ó m o en ten der el
h o rro r de la m u jer que le dice a su « co m p añ ero »
que no ha sido desead o, y que va a ser aban d o n ad o ?
La m ad re de A n d re a llam a a su h ija Buchenw ald
porqu e rechaza alim en tarse; y la m ujer llam a a su
p areja b asu ra.
A sí, la pareja se con vierte en el síntom a del niño
síntom a. El beneficio es considerable. El niño conserva
su lu g ar ju nto a su padre y posee ah o ra su p ro p io
objeto. T odo cam bia, la pareja pasa de sujeto am ado
a objeto de descarga para ser denigrado y conservado.
C u an d o se aleja, el sujeto se pone de rodillas y le dice
que la am a. C u an d o se acerca, la rechaza y la insulta.
196 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

A ndrea pone en su sitio la actitud de su m adre, lo


que le permite conservarla y no volverse loca mientras
su pareja se quede. A h o ra es el «am igo» el que está
destin ado a volverse loco.
EN LOS ORÍGENES DE LA PERVERSIÓN 197
encue11uo d u11ur1e1.

Gabriel es más joven que ella. É1 dice que la entiende. Es


cariñoso, respetuoso, desea llevarse a Vanesa, cambiar de
regiól" y construir una historia común donde no les conozcan.
Paradójicamente, la amabilidad de Gabriel angust~a a Vane-
sa. Ella alterna fases de seducción con ases de desvaldri -
zación. Cada tentativa que Gabriel haga p<)ra demostrar su
amor y su sinceridad será destruida por Vanesa.
Cuando se separan, Gabriel le escribe a Vanesa: «... Tú dices
de los hombres; "Son todos unos cabrones, sin cojones,
zanganos ... ". Me has hablado del que te ha obligado a
acostarte ·con otra mujer; del que, hablé{'ldote hecho dejar
a tu marido, te ha dejado diciéndote: "Hay muchas más
chicas bonitas, ¿por qué me ljaría con una que ya tiene
un hijo?"; del que te pegó porque te negastes a la caneia
que é-1 esperaba; del que tu madre esperaba mientras él la
engañaba.
198 JEAN-CHARLES BOUCHOUX
JEAN•CHARLES

Para ti, "todos los hombres son unos cabrones" . Sin embar-
go, todos los hombres no son unos cabrones. Tendrías que
admitir que la actitud de los que has conocido era anormal.
En cierta forma, tú les proteges.
Por c;,tra parte, nunca me has agredido tanto como cuando
iban bien las cosas entre nosotros. Ninguno de ellos habría
hecho lo que yo he hecho por tí. Ninguno te ha querido
como yo te he querido.
Nuestras historias se parecen y se complementan. Yo siem-
pre he querido ayudarte. ¿Te has dado cuenta que siempre
he querido complacerte buscando una respuesta a tus
deseos? Yo quería convertirte en la níña que te prohibían
ser desde los dieciséis años, obtener para ti el ascenso que
te -negaban desde hace quince años, abrir la librería de tus
sueños. Yo también te necesitaba a ti. Interesarte en el más
mínimo de mis deseos habría sido reconocerme una mínima
existencia pero eso podía cuestionarte ... "».

Pregunta 5
¿Podemos encontrar incestuosidad en la historia de Vanesa?
¿Qué implica esto?

Pregunta 6
¿En la carta de Gabriel a Vanesa, qué es lo que nos permite
pensar que la víctima de un perverso protege, a veces, a su
verdugo?
Los cam inos
de la com pasión

El poder de la compasión

Víctor, que es médico, explica: «Nací en una familia como la


de Carla. Mi abuelo intentó volver loco a mi padre; mi padre
ha intentado volvernos locos a nosotros; mi sobrino es esqui­
zofrénico. Para no volverme loco, yo he elegido los caminos
de la sabiduría (me queda aún un largo camino por recorrer)
y de la relación de ayuda. Así, al "esfuerzo por volver al otro
loco", he preferido "el esfuerzo por volver al otro sabio (este
es el camino que me habría gustado recorrer con ella)"».

V íctor y C arla tienen en com ún una im portante falta


de autoestim a debid a, sobre tod o, a los m alos tratos
que les dieron sus padres. Sus m ecanism os se parecen
y son a la vez o p u esto s. Pero esto no pretende ser
una nueva adivin anza p arad ó jica: V íctor y C arla son
com o el negativo y el positivo de la m ism a fotografía.
M u estran lo m ism o y, no obstante, son opuestos.
200 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Freud explica que el neurótico es el n egativo del


perverso. Tienen los m ism os deseos, pero el perverso
p asa al acto m ientras que el neu rótico reprim e sus
pulsiones. En el caso de C arla y Víctor, los dos utilizan
clivaje, negación, proyección y tom as de poder. C on
un m ism o tipo de historia, se producen dos caracteres
ap aren tem en te o p u esto s. Sin e m b arg o , m irán d o lo
bien, encontram os los m ism os m ecanism os, incluso
cu an do en un caso pod ríam os h ab lar de perversión
narcisista y en el otro de altruism o.
C arla proyecta su parte m ala, Víctor la buena; Carla
proyecta su rencor, V íctor proyecta amor. Pero am bos
intentan m antener su im agen y co m p ro b ar su poder.

El altruismo

El altruism o puede ser un m ecanism o de defensa. En


este caso es «entregar al otro lo que perm ite al sujeto
e scap ar del c o n flicto » .1 El altru ism o puede incluso
lle g a r a fo rm a r p arte del carácter, p o r fo rm a c ió n
reactiva, de sentido opuesto a la pulsión de origen:
la pulsión de od io se con vertiría en am or, el egoísm o
en altru ism o (no es raro ver a niños que «prefieren»
q u erer al segu n d o h e rm an o an tes que d e te sta rlo ,
siendo esta pulsión m ás cóm oda frente a la m adre).

i Ionescu S., Jacquet M .-M ., Lothe C ., Les mécanismes de défense,


Op. Cit.
LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 201

Por otra parte, el título del párrafo anterior «el poder


de la com pasión » es intencionadam ente provocador.
L a verdadera com pasión no puede con cordar con las
necesidades de poder. L o s terapeu tas lo saben m uy
bien: el tra b a jo de cu alq u ier p sicoan alista em pieza
p o r su p ro p io an álisis y, sobre tod o , con el análisis
de sus m o tivacio n es y de sus p ro p ias pu lsiones de
poder. El análisis, supuestam ente, debe desarrollarse
desde la hum ildad y la bondad . Pedirle a alguien que
esté «en la hum ildad y la bondad» sería una nueva
o rd e n p a r a d ó jic a . S o lo e n tre g á n d o n o s a n u estro
p ro p io an álisis y aceptan do estu d iar nuestras partes
n e g ativ as, p o d rem o s situ arn o s en la h u m ild ad . A l
tener que o b se rv a r y ser indulgentes con n o so tro s
m ism os - e l único m edio para dejar em erger nuestras
p artes in c o n sc ie n te s- es p o r lo que p o d re m o s ser
benevolentes con los otros, com o hem os tenido que
serlo con nosotros m ism os durante nuestro análisis,
in volu n taria e inconscientem ente.

Perdón o negación

¿H ay que perdonar para com prender? Si el perdón es


divino cuando acom paña los cam inos de la resiliencia,
puede ser negación si interviene dem asiad o pronto.
Es im portante seguir un cam in o de resiliencia antes
de intentar com pren d er y perdonar. Sentir el su fri­
m iento del o tro puede ser lo que nos haya unido a
él. C om p ren d erlo podría hacernos volver hacia él y
202 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

hacernos caer de nuevo en un infierno. Solo podem os


ayu d ar desde la distancia justa.
Los terapeutas lo saben: distancia y neutralidad son
necesarias en una relación de ayuda. Es precisam ente
lo que no es capaz de hacer la víctim a de un perverso
que, com o hemos visto, puede estar atada a su verdugo.

¿Podemos curar a nuestra familia


y a nuestros amigos?

Solo podem os ayu d ar si existe la distancia justa. En


los ejem plos que he retom ad o, es justam ente la falta
de distancia, y la buena volu n tad de O livia y Ju a n ,
lo que hace de ellos las víctim as anheladas por gente
que están tan mal com o M au ra o A ndrea.

Recientemente, alguien me decía que había estado muy


cerca de una pareja de am igos que estaban a m atar,
que les había hecho de confidente alternativam ente.
C u a n d o la p a re ja se re c o n c ilió , p refirie ro n c o rta r
la relación con él, que probab lem ente ah o ra era el
poseedor o p o rtad o r de sus síntom as.
LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 203

Volviendo a los síntom as transgeneracionales, pro­


pon go de nuevo intentar seguir los desplazam ientos
de energías y o b se rv ar que, para salir de las tran s­
m isiones perversas, es necesario hacer un trab ajo en
p ro fun didad sobre uno m ism o.

Una historia familiar difícil


En 1945, la abuela de Clara fue violada a los diecisiete años
por un soldado americano. Se quedó embarazada de la madre
de Clara. Al principio intentó por todos los medios deshacerse
del bebé, pero la niña nació. La abuela de Clara era violenta
con su hija, actualmente no se hablan y, cuando la abuela habla
de su hija, la llama la zorrita.

La madre de Clara era muy joven cuando, a su vez, se quedó


embarazada. A pesar de un intento de aborto ilegal, Clara
nació. Y durante toda su infancia ha padecido violencia, tanto
física como moral, por parte de su madre.

Cuando Clara viene a la consulta se queja de angustias noc­


turnas y de insomnios, sobre todo cuando duerme en casa
de su madre, donde aparecen angustias de muerte con una
violencia, a veces, irreprimible.

Lo que la ha hecho decidirse a venir a la consulta, es que,


unos días antes, cuando su propia hija hizo caer un objeto
que se rompió, Clara se enfadó tanto que dio un puñetazo
y atravesó el cristal de la ventana de la cocina. Después de
un tiempo de análisis, Clara, que tiene cuarenta años, se fue
de vacaciones a casa de su madre. A la vuelta, me confiesa
que ha revivido la angustia de cuando era niña: era incapaz
de quedarse dormida sin una lucecita, se imaginaba que su
madre subía a su habitación con un cuchillo y aprovechaba
que estaba dormida para matarla.
204 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

En este ejem plo podem os com prender fácilm ente las


pulsiones m ortíferas que se transmiten de una persona
a o tra , de g en eració n en g en eració n . H acie n d o un
an álisis, C la ra se fue liberan d o poco a poco de sus
an gu stias. A ctu alm en te se en carga de la educación
de sus hijas, que están m uy bien y ha retom ad o sus
estudios. A l librarse del esquem a fam iliar, ha liberado
a las p ró xim as generaciones de estas pulsiones, que
y a no seguirán transm itiéndose.
U na vez m ás, a m enudo n ecesitam os lib erarn o s
nosotros m ism os p ara liberar a los dem ás.

De la proyección a la toma de distancia

V o lvem o s a la p ro yecció n : si qu eréis hacer el bien


alre d e d o r v u e stro , em pezad p o r h aceros el bien a
vo so tro s m ism os. Caritas bene ordonata incipit a se
met ipsos 1 (el D alái L am a lo llam a egoísm o altruista).
El térm ino de proyección está m al elegido: cuando
Ju liá n , el sindicalista del que hem os h ab lad o antes,
com prende su desplazam iento, sigue siendo sindica­
lista pero cam bia su ob jetivo interno y trab aja para
el b ien estar so c ia l. C u a n d o so m o s con scien tes de
n u estras p rim e ras m o tiv a cio n e s y las in teg ram o s,
podem os en trar en una verd ad era co m p asió n y un
verd adero altru ism o, sin negar nuestras necesidades
personales en el límite de la abnegación. Ya no se trata

2 «La caridad bien entendida empieza por uno mismo.»


LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 205

de p royección , si no de to m ar realm ente distan cia,


que no será posible m ás que al precio de una larga
renuncia, una especie de E d ip o tard ío. Entonces, de
nuevo, podem os ver que el hom bre nace varias veces:
al m un do en su n acim ien to, a su im agen hacia los
dieciocho m eses, a la sociedad después del E d ip o y a
su auténtica naturaleza a lo largo de toda su vida (a
m enudo en los m om entos de crisis).
A este n ivel, p o d ría ser in teresan te o b se rv a r el
orig en de la p a la b ra « p a r a n o ia » , ra sg o p a rtic u la r­
mente destacable en los perversos narcisistas de todo
tip o (ra c ista s, s e x is ta s ...). N oia es el n ac im ie n to ,
para , lo q u e im pide (com o con un p a ra c a íd a s). A l
p erverso n arcisista se le ha im p ed id o nacer, m uy a
m en u d o - c o m o hem os v is t o - p a ra co m o d id ad de
sus p ad re s.
A n d ré G reen nos dice: « H a y que p en sar que la
aceptación del cu estion am ien to de uno m ism o que
im plica el an álisis, sep ara la caracterizació n de un
sujeto según los criterios del m a l» .3
A menudo juzgam os a los otros con el m ism o rase­
ro de nuestros propios errores. Sin em bargo, cuan do
estudiam os los mecanism os perversos de un individuo,
vem os rápidam ente que, antes de ser verd ugo, había
sido víctim a.
El ob jeto de este libro es ofrecer una carto grafía
de los m ecanism os perversos narcisistas. N o s co rres­

3 Green A., La folie privée: psychanalyse des cas limites, Gallimard, 1990.
206 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

ponde a cada uno de nosotros trab ajar sobre nosotros


m ism os, detectar en el m undo los seres que podrían
ser peligrosos para n o so tros, protegern os o, al m e­
nos, m antener una d istan cia suficiente. C u an d o ya
estam os protegidos es inútil, y quizás hasta peligroso,
p royectar nuestras opiniones.
P ara las v íctim as, p rim ero es n ecesario cu rarse,
re c o n stru irse y lu e g o p ro te g e rse . E n to n c e s, sí, el
perdón es d ivin o, y puede perm itir una metanoia, un
nuevo nacim iento.
A ntes de concluir, quería ceder la p ala b ra a Ju a n
q u e, d espu és de h ab e r hecho un la rg o tra b a jo de
an álisis y de d u elo , nos con cede su testim o n io . El
lector p o d rá encontrar, a través de este testim onio,
lo esencial de la teoría que acab am os de desarrollar.

Amor y castigo: el testimonio de Juan

C u an d o nos encontram os, A nd rea llevaba siete años


con un hom bre que ella decía que no am ab a y al que
engañaba regularmente. Por mi parte, yo mantenía una
relación sin fu tu ro con alguien que no estaba libre.
Rápidam ente, nos reconocim os el uno al otro. Ella
decía que llevaba toda la vida esperándom e: «Tengo la
sensación de haberte esperado desde hace mil años».
Y o también sentía que éram os alm as gemelas. N uestras
relaciones am orosas eran m agníficas: com plicidad y
p roxim id ad nos perm itían vivir m om entos de placer
p o co com unes. A n d rea era e x tra ñ a , podía cam b iar
LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 207

com pletam ente en cuestión de instantes. A veces me


parecía estar con una joven en can tad ora, a veces con
una niña que necesitaba que la protegieran. Esto se
veía, incluso, en sus cartas, que podían estar m uy bien
escritas, sin faltas de o rto g rafía, o escritas com o si se
tratara de un niño.
Puse fin a mi relación anterior sin decírselo. Q uería
dejarle a ella el tiem po necesario p ara acab ar la suya
a su ritm o. A su vez, A ndrea dejó tam bién su relación
y pudim os, al fin, vivir nuestro am or sin escondernos.
Yo le h abía dicho a mi exn o via que daba nuestra
relación p o r term inad a, pero no le había dicho que
había con ocido a alguien. A sí que ella seguía m ante­
niendo la esperanza de volver a verme. C u an do, al fin,
se lo dije p ara que no siguiese haciéndose ilusiones,
se hundió. N o pensaba que yo fuera capaz de hacer
tanto daño.
Durante algiin tiempo estuve preocupado y Andrea lo
notaba. Sentí la necesidad de volver a ver a mi exnovia
y tran qu ilizarla. D ecirle que, si había dejado nuestra
relación , no era p o rq u e no la quisiese sino porqu e
nuestra relación no tenía fu tu ro y no me con ven ía.
Vi a m i e x n o v ia , después de h aber llo ra d o m ucho,
sonreír de nuevo y m archarse m uy serena. M e sentía
feliz. La había ayu d ad o a recuperarse. C o n toda mi
alegría, com etí «el error» de com entárselo a A nd rea.
A p artir de ah í, nuestra relación cam b ió ra d ica l­
mente. A n d rea me em pezó a acu sar de ser infiel y me
d ijo que y o ten ía que com p ren d er que no pudiese
208 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

q u ed arse con m igo. M e sentía cu lp ab le. Por cu lpa de


m i to n tería, iba a perder a la m ujer de mi vid a. A sí
que m u ltipliq u é las p rueb as de am o r y los gran des
c o m p ro m iso s. Le dije que no ten ía n in gu n a du d a
y que era con ella con quien q u ería c o m p a rtir mi
vid a. A l co n trario , ella me decía, incluso en p ú blico,
que du d aba entre quedarse con m igo y vo lve r con su
an tigu o e xco m p añ ero . C o n esto con segu ía hacerm e
sentir una rab ia descontrolada, un estado totalm ente
desconocido p ara mí hasta ese m om ento. Seguí argu ­
m entándole cosas, hasta el día que finalm ente acabé
acep tan d o la situ ación . Le dije que la entendía, que
era n o rm al que quisiese v o lv e r con el o tro puesto
que al p arecer él la tran q u ilizab a y ten ía alg o que
a m í me fa lta b a .
A h í su discu rso cam b ió . M e dijo que era a m í a
quien am aba y que ella tam poco tenía ninguna duda.
A l fin h abíam os salido de esa etapa difícil. H ab ía re­
encontrado a la m ujer que am ab a e íbam os a poder
ser felices juntos.
Pero mi felicidad no duró m ucho. A lgunas semanas
m ás tarde fui a cenar con unos am igos con los que
hago teatro. E lla pensó que estab a con o tra mujer.
Ib a a ten er que p a g a r de n u e v o p o r mi e rro r del
pasad o. M e dijo que se había acab ad o , que nuestra
historia era dem asiad o caótica. V olví a mi casa con
m ucha pena en el alm a, sintiendo que mi vida ya no
tenía sentido. Entonces me llam ó: «¿P or qué me has
dejado? Tienes que luchar por m í.»
LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 209

L o que vin o después fu ero n tiem pos en los que


se a lte rn a b a n m o m e n to s m a g n ífic o s , m o m en to s
caó tico s y críticas d esp iad ad as de ella h acia m í. Yo
era, según A n d re a , e go ísta, estru ctu ralm ente infiel,
e tc é te ra . E sta b a en un e sta d o de ten sió n tal que
era in ca p a z de r e fle x io n a r de fo rm a sa n a . T ard é
m ucho en darm e cuenta que los reproches que me
h acía no ten ían que v er c o n m ig o . Te v u e lv e lo co
que te reprochen defectos que no tienes. N o puedes
reaccionar. D espués de haber reflexio n ad o bastante,
co m p ren d í que no era a m í a quien ella se refería.
M e di cuenta que los reproch es que me h acía iban
d irig id o s precisam en te a su m ad re y al p ad re de su
hija. A través m ío, aju stab a cuentas con ellos. Pero
en aq u ella ép o ca, con el d esespero, no p o d ía enten­
derlo. M e lo tom ab a tod o al pie de la letra.
El am bien te era cad a vez m ás tenso. Si co n tab a
un chiste, se creía que me bu rlaba de ella. Si llegaba
p ro n to al tra b a jo , era la p ru eb a de que tenía una
am ante. A sí que em pecé a ir con m ucho cu idad o con
lo que decía y con lo que hacía. M e dijo: « N o actúas
con n atu ralid ad , escondes a lg o ...» .
H asta el día que estallé. Tuve un en fad o que no
era habitual. Le dije que lo que me reproch ab a eran
sus cuentas pendientes; cosas que estaban obsoletas
y su p erad as y que en cam b io , ella m an ten ía. Q ue,
sin estos rep ro ch es no tendría nad a que o b je ta r y
que p o d ría m o s ser felices. E n to n ces, de n u evo , su
c o m p o rta m ie n to cam b ió . C a y ó en una especie de
210 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

depresión. N o teniendo nad a m ás de que acu sarm e,


no sabía qué hacer con sus angustias.
A veces me llam aba para explicarm e que había to­
m ado m edicam entos para acabar con su vida, y que no
sabía quién iría a buscar a su hija a la escuela. C o m o
es farm acéu tica, sabía que tenía a m ano lo necesario
para ejecutar sus planes. Si llam aba a urgencias, me
decía que no com p ren d ía sus llam ad as de so co rro
y que la ponía en una situación em barazosa frente
a d escon ocid os. R ecu erd o una vez qu e, después de
haberm e dejad o insultar de m anera im portante, me
quedé estupefacto, incapaz de reaccionar. Ella empezó
a hacer lo que debía esperar que yo hiciera. Em pezó
a pegarse v arias b o fetad as en la cara. Le sujeté las
m anos. Le decía: «P ara, me haces d añ o ...» . H asta el
día en que la dejé que lo hiciera. Se p artió el labio.
Después me dijo: «Lo ves, por tu cu lpa...». Por m ucho
que le dijese que sabía que estaba atravesando un mal
m om en to, que lo su p eraría, y que en ese m om ento
difícil, yo quería estar a su lado porque la am ab a, ella
no cam biaba de actitud en absolu to.
Un d ía fui a su casa y e n co n tré a su h ija en el
salón ju gan d o con una am iga. C u an d o le pregunté
dónde estaba su m adre, me respondió que estaba en
su habitación. A llí encontré a A n d rea, que se había
tom ado una gran cantidad de som níferos, ansiolíticos
y alco ho l. Tom é las riendas de la situación. Preparé
la cena para la pequeña y la acosté. E stu ve tod a la
noche estrechando a A nd rea m uy fuerte contra mí.
LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 211

A l día siguiente, en lu gar de ir a trab ajar, llevé a la


niña a la escuela, sabiendo que su padre iría a reco­
gerla. D espués fuim os con mis am igos a un curso de
teatro. C u an d o me sentía m al, sabía que ahí m ás que
en cualquier otro lugar, p odía superarlo. Pensaba que
A ndrea encontraría tam bién allí las herram ientas que
necesitaba. Ya la había llevado otras veces pero, cada
vez, h abía acab ad o m al. Parecía no sop ortar bien que
yo intentase en co n trar una solu ción . D u rante todo
el fin de sem ana me quedé a su lad o. P or la noche
dorm im os juntos.
U na noche, agotad o, m e eché de lado para dorm ir­
me. Y ella, sintiéndose ab an d o n ad a, me dijo: «V oy
a vo lver a tom ar som n íferos». Entonces yo me di la
vuelta rápidam ente y me disculpé: «Perdón, no lo he
tenido en cuenta». Rápidam ente se durm ió, acurrucada
a mi lad o. De nuevo pasé una noche en vela, pero me
gu staba sentir que se relajab a, quizás gracias a mí.
C re o que ese fin de sem an a cam b iaro n m u chas
cosas entre n osotros. A l fin ella com prendió cuánto
la am ab a y que estaba dispuesto a hacer cu alq u ier
cosa p ara que estuviésem os bien juntos.
L o que siguió fue un mes delicioso. L a gente p a ­
recía envidiar nuestra relación. N o era e xtrañ o que
escuchase: «se os ve tan bien juntos» o «me alegro por
ti...» . A l cab o de un mes nos íbam os juntos de v aca­
ciones con nuestros hijos. C u an d o llegam os, A ndrea
supo p o r su hija que su padre le h abía pegad o poco
antes de que nos fuéram os. Esta noticia la trastocó.
212 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Por la noche, tuve una pequeña riña con los niños.


Inm ediatam ente, A ndrea me acu só de m altratar a su
hija. Sin em b argo, la niña solo me m ostraba am or y
cariño. L a conclusión de A n d rea no era acertad a; en
cualquier caso, no tenía que ver conm igo. O fendido,
me fui a d ar una v u elta, p en san d o que después de
reflexionar, A n d rea se discu lparía. Pero no encontré
ni media disculpa. A l co n trario , com o de costum bre,
me reprochó mi reacción.
Por la noche, cuando me di la vuelta para quedarm e
d o rm id o, me am enazó de nuevo: «V olveré a tom ar
m ed icam en to s» . Sentí u n a v io le n cia que no h ab ía
sentido nunca antes. U tilizaba mi preocupación por
ella, mi am or y mi am abilid ad para m anipularm e. La
agarré con una extrañ a violencia y, afortunadam ente,
acabé conteniéndom e. Sin em bargo, me iba a sentir
cu lp ab le du rante m ucho tiem po p o r h aber sacad o
este lado que desconocía de m í m ism o.
En el tiem p o que sig u ió fu i am a b le , p ero q u izás
un p o co d istan te. E n to n ces ella em pezó un n u evo
d iscu rso : «Y a n o eres co m o an tes, v u e lv e a ser el
q u e e r a s ...» . L e h ice d a rse c u e n ta q u e a n te s no
p a ra b a de c ritica rm e . ¿ C ó m o p o d ía p ed irm e que
c a m b ia se p a ra v o lv e r a ser lo q u e, al p arecer, no
p o d ía so p o rta r?
A fortu n ad am en te, se o rgan izaro n nuevos cursos
de teatro. M e apunté solo y me reencontré con mis
am igos. Por prim era vez desde hacía un año, me volví
a reír a carcajad a lim pia.
LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 213

A hora sé, viéndolo con perspectiva, que ese período


me salvó la vida y no me can so de d ar las gracias a
mis am igos. D espués volví. A nd rea notó mi natu ral
a le g ría de v iv ir y al p a re c e r no p u d o s o p o r ta r la .
A d e m ás, le dije lo m ucho que me h ab ía d ivertid o .
A ñ ad í que allí había una chica guap a que me había
encontrado m uy atractivo. Por supuesto, tam bién le
dije que había rechazado sus proposicion es porque
yo no estaba libre y era especialm ente fiel.
¿Por qué se lo dije? A hora pienso que lo hice porque
lo necesitaba. D espués de un año de desprecios con s­
tantes, necesitaba revalorizar un p oco mi im agen. De
todos m od os, había destacado tam bién que era fiel.
Tuve que vo lver para hacer un segundo cu rso, y
A n d rea tenía p lan ead o encontrarse conm igo. M e fui
un poco antes de lo previsto, porque estaba impaciente
por volver a encontrarm e con las risas y la sim patía
de mis com pañeros. A n d rea no lo sop ortó. D urante
el viaje, me llam ó y me dijo que había decidido poner
fin a nuestra relación. Le pedí que lo pensase bien. Y
me lo confirm ó. Por prim era vez, lo acepté.
N o tuve noticias de ella durante una sem ana, lo
que me perm itió relajarm e y vo lve r a un estado nor­
m al. D espués, el teléfono v o lvió a sonar. M e llam aba
llorand o para decirm e cuánto me am aba y que nos
sería im p osible se p ararn o s. G ra c ia s a la d istan cia,
lo aguan té. Le reiterab a mi deseo de acab ar con la
re la c ió n . Sin e m b a rg o , a p ro v e c h a b a sus lla m a d a s
para recordarle que la am ab a, que no era de ella de
214 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

lo que huía sino del aspecto insoportab le de nuestra


relación. A pro vech é m ucho este período alejad o de
ella y recuperé m ucha energía.
A mi regreso no tardam os en volver a vernos. A p e­
nas la veía, me dab a cuenta de cóm o la am ab a. Sin
em bargo, aguanté y no intenté volver a reconquistarla.
El precio de nuestra relación era dem asiad o elevad o.
A n d rea me envió los m ensajes m ás b on itos que
he recib id o en mi vid a. M e decía exactam ente lo que
h abría soñ ad o escuchar. ¡L a am ab a tanto!
Evidentem ente, volvim os a caer el uno en los brazos
del otro. El prim er día de nuestro reencuentro fuim os
a la p laya. Fue un m om ento m aravillo so . C reo que
pu ed o d ecir que cad a vez que ella lo p e rm itía, me
sentía m ás p ró xim o de lo que nunca he estado con
nadie en mi vid a. D urante el viaje de vuelta, le dije
que d e se ab a p a sa r el sigu ien te fin de sem an a con
ella, y que el siguiente estaría de nuevo en el curso de
teatro. Se en fad ó m ucho, alegan d o que organ izab a
mis fines de sem ana sin tenerla en cuenta. Por m ás
que se lo exp licase, ella no me escuchaba. C u an d o la
dejé frente a su casa, me d ijo que daba por acab ad a
nuestra relación. M e fu i, pero cam bié de opinión. Si
era para escuchar una hora m ás tarde que la había
ab an d o n ad o , valía la pena que le dem ostrase que no.
D i m archa atrás y v o lv í a su casa. Entonces, ella me
dijo: «M íram e bien a los o jo s, lo nuestro se acab ó » .
A n d rea nunca había sido tan tajante. D u rante la
noche, quise vo lve r a verla. Por el cam in o, recibí una
LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 215

llam ada suya. Le dije que estaba llegando, entonces me


dijo que perdía el tiem po, que todo se había acabado.
M e v o lví a mi casa. C u an d o iba por la carretera, me
llam ó y me dijo: «¿L o ves? N o me am as; de lo con ­
trario ya estarías en mi ca sa ...» C olgu é sin contestar.
De regreso a casa creí que m e volvía loco. Intenté
lla m a rla p a ra una ú ltim a a c la ra c ió n p ero ella no
cogía el teléfono. Entonces decidí irm e. Le envié un
m ensaje en el que le decía que a p ag ab a el teléfon o
hasta el final del fin de sem ana; después cogí el tren
e hice mil kilóm etros. Fui a ver a m i am iga del alm a.
C u an d o, de vuelta, encendí mi teléfono, tenía decenas
de m ensajes en los que A n d rea exp resab a, lloran d o,
cuánto me quería y su miedo a perderme. C uando, por
fin, pudo ponerse en contacto con m igo, le dije dónde
había p asad o el fin de sem ana y que estaba fuera de
cuestión retom ar nuestra relación. E lla llo rab a y me
decía que no p o d ría v iv ir sin m í, que yo era lo que le
daba sentido, su razón de vivir.
En ton ces caím o s el uno en los b razos del o tro .
A lgunas sem anas m ás tarde, el am biente era propicio
para el am or. Le com uniqué que había com prendido
el origen de sus angustias, que era mi ausencia lo que
la angustiaba y mi presencia lo que la tranquilizaba, y
que por tanto había tom ado la decisión de venir a vivir
con ella. Y ella me dijo: «A ntes tengo que confesarte
que la sem ana p asad a te engañé con un e xtran jero
que no co n o cía». De nuevo, se me heló la sangre en
las venas y me sentí incapaz de articu lar una p alabra.
216 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Quise irm e, pero ella intentó im pedírm elo físicamente.


Esperé que se alejara un poco y me fui corrien do. N o
debía hablar, no debía escucharla. M e vo lvía loco. L o
que decía era incom prensible para mí. M i cerebro ya
no podía elab o rar pensam ientos inteligentes.
A l día siguiente, A nd rea recorrió ochenta kilóm e­
tros para venir a verm e a mi trab ajo y, ahí, se puso
de rod illas: «Sé que me quieres, no podrem os v iv ir
el uno sin el o tro » . N u estra relación duró seis meses
m ás. L a altern ancia de m om entos m aravillo so s y de
m om entos infernales continuó. Podía verla cam biar
de c a ra , de vo z e incluso de acento en cu estión de
instantes.
L o que me había encantado al principio se convertía
en mi infierno. C u an d o la veía, no sabía a quién iba
a encontrarm e.
Un día le com uniqué mi tentativa de suicidio. Esto
no hizo que cam b iara su actitud en ab solu to, quizás
hasta tu vo el efecto con trario.
C a d a o c a sió n de se n tir p la c e r era d e stro z a d a .
C u an d o me aco m p añ ab a a los cursos de teatro, las
co sas siem pre a cab ab an m al porqu e gen eralm en te
am enazab a con irse antes de que se acab ara. Incluso
acab ó p asan d o al acto y se fue en m itad del cu rso
con un pretexto falso , hum illándom e así delante de
mis am igos.
M e puse enferm o, algo que puede pasar, pero vo lví
a enferm ar por segunda vez, lo que no es norm al en
mí. C a í en ferm o tres veces en dos m eses. C o g ía de
LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 217

tod o: grip e, resfriad o , an g in as... Perdí unos quince


k ilo s en p o co tie m p o . E ra in cap az de r e fle x io n a r
de form a inteligente. L os discursos de A nd rea eran
con trad ictorio s. Un día me decía que la fidelidad era
esencial, al día siguiente que era inútil. Un d ía, que
yo era el hom bre de su vid a, al día siguiente que era
un hom bre cu alq u iera.
C u an d o llegó nuestro segundo an iversario , unos
am igo s de ella nos in v itaro n . P asam o s una v elad a
m uy agradable y luego, durante todo el fin de sem ana
nos am am os com o el prim er día. A l final del fin de
sem ana me dijo, con los ojos chispeantes de em oción:
«Q ué bueno eres, ¿cóm o puedes ser tan bueno des­
pués de tod o lo que te he hecho?» Le contesté que
era porqu e la quería y yo era de form a natural así.
¿Podía ser, después de dos años de horror, que al fin
nos encontráram os y pudiéram os vivir nuestro am or
con n orm alid ad?
A l día siguiente me llam ó, yo me sentía feliz, re­
cord an d o to d avía el m aravillo so fin de sem ana que
acab áb am os de pasar. Ella me soltó: «Eres una per­
sona tó x ic a , ¿no entiendes que siem pre he qu erido
dejarte?». C olgu é, incapaz de responder. Por la noche
la llam é. Pero ella me colgó el teléfono en las narices.
A l d ía sigu ien te me e n v ió un m e n saje , y co m o
no le con testaba, me escribió: « L o ves, has acab ad o
aban don án d om e.»
En los d ías que sig u iero n , me iba llam an d o re­
g u larm en te, me decía que ella hubiese q u erid o que
218 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

fu ésem os am an tes. Le pedí que dejase de ponerse


en co n tacto con m igo. Le exp liq u é que cad a una de
sus lla m a d a s me p ro v o c a b a d ías de su frim ie n to y
de insom n io.
Prim ero me tenía atrap ad o por la cu lpab ilid ad y
luego por la preocu pació n que sentía por ella, pero
fue el m iedo a la muerte lo que hizo que no volviese
con ella. M e quedé en mi casa, p ostrad o , incapaz de
reaccionar.
A fortu n ad am en te, un mes después tenía p ro g ra ­
m ado un curso de teatro con mis am igos. A h í, podría
reconstru irm e, y p asar a otra cosa. C u an d o llegué,
A ndrea estaba ahí, sonriente en m edio de mis am igos.
Q uiso hablarm e y yo rechacé cualquier contacto. E v i­
dentem ente, ella encontró a alguien para que viniese
a decirm e que me h abía d ejad o y que estab a triste
porque me veía sufrir.
Ella, que siem pre se había m ostrado desagrad able
durante nuestros cursos, ahora se m ostraba sonriente
con mis am igos. Sentí una rab ia interior que eviden­
tem ente no pod ía expresar. M e sentía con una ag re­
sividad intensa, tanto que la gente acabó evitándom e.
M e vo lvía loco. Por la noche, no podía dorm ir. Fue
entonces cu an d o sentí la an g u stia m ás b ru tal que
recuerde. M e veía siendo un niño pequeño, presa de
una terrible angustia de ab an d on o, casi sinónim o de
m uerte. Pensaba que mis am igos iban a rechazarm e,
que nadie me querría, que acab aría errando com o un
alm a en pena. M e ah ogab a en la negrura de mi alm a.
LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 219

A fortunadam ente, y paralelam ente, me sorprendió


ver que podía so p o rtar esta prueb a. E ra consciente
que me volvía loco y, en alguna parte, pude conservar
la confianza. M i estructura interna me perm itía hacer
frente a esta locura.
En los tiem pos que siguieron , y o solo era od io y
sufrim iento. De nuevo estab a p o strad o en mi casa.
H ubiese querido destruir a A ndrea, devolverle el daño
que me había hecho. Para protegerla de mi m ald ad,
co rté cu a lq u ie r c o n ta c to con ella. L o g ré a g u a n ta r
m ucho tiem po, pero d esgraciad am en te, acab é v o l­
vién d om e loco y le envié m ensajes trem endam ente
violen tos. Entonces A ndrea tuvo el placer de com u ­
nicarm e q u e, ap en as unos días después de nuestra
sep aració n , h abía en co n trad o a un h om bre casad o
al que le había com en tado que no tenía que esperar
que ella fuese fiel, y a que él no lo era.
M e dije que una vez hem os u tilizado un ob jeto,
lo tiram os y cam biam os inm ediatam ente de objeto.
D esde ese m om ento, y por fin, salí de mi locura. Pude
ob servar las cosas con perspectiva. D urante dos años
había ded icado tod a mi energía a poder sostener a
A n d rea; luego me hundí. El resultado fue perder mi
trabajo y tener que devolver mi casa. Actualm ente soy
com o una págin a en b lan co, sin im agen, sin futuro.
C u a n d o n o s c o n o c im o s me se n tía b ie n , y me
con ocían p o r mi buen humor. E lla estaba m uy m al.
A ctualm ente, hem os intercam biado nuestros papeles.
Yo estoy m al, ella está bien y se encarga de hacérm elo
220 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

saber. Un tiem po después de nuestra separación , me


escribió: «C uídate. Si tú te cuidas, entonces, yo estaré
guerrie (curada) » . 4
La gran pregunta que me planteo es si cuando decía
que me am aba com o nunca había am ado, eran palabras
sinceras o, com o lo he pensado algunas veces, se tra ­
taba de un ame-son* destinado a arponearm e cuando
me alejaba, o a destriparm e cuan do me acercaba. Sin
em bargo, estoy orgulloso de haber perm anecido fiel a
mis valores, y tam bién de h aber estado con ella, para
lo bueno y para lo m alo ; de haberla ap o yad o , de h a­
berla ayu d ad o a superarlo y no haberla aban don ado.
M i psicoanalista me dice que debería renarcisizar-
me. Pero no estoy seguro. C reo que la im agen de uno
m ism o es algo que hay que proteger en un m om ento
de la vid a, pero que es necesario superar algún día.
El perverso es una caricatu ra y un espejo d efo r­
m ante. A n d rea me enseñó alg o de m í m ism o. C ier­
tam ente, yo sería incapaz de hacer el dañ o que ella
hace, pero yo tam bién tengo un funcion am ien to de
apariencias. Sé que me correspon de ahora hacer una

4 La falta escrita, si es significativa, se llama lapsus calami en psicoanálisis.


Ya había oído el juego de palabras: «en los que curan, el sí mismo está negado»,
(efectivamente, volcarse en los demás puede ser una buena manera de olvidarse y
evitar un trabajo sobre sí mismo). Andrea es farmacéutica en el hospital. Parece
que para ella la raíz de la palabra guérir (curar) es guerra (en francés: guerre)
y no curación (en francés: guérison).

* Ame-son significa literalmente «alma-sonido», pero el autor lo utiliza


por su valor fonético, idéntico a la palabra harne^on, que significa «anzuelo».
(N. de la t.)
LOS CAMINOS DE LA COMPASIÓN 221

selección y en co n trar m is au tén tico s v a lo re s, y no


los que enunciam os para q u ed ar bien, sino los que
existen realm ente en mi interior.
R ecu erdo que de niño me gustaba bañarm e en un
río con ocido por sus corrientes. M u ch as personas se
habían ahogado y la gente del pueblo decía que estaba
loco por n ad ar allí. Yo sab ía que no co rría ningún
peligro, porque si me arrastrab a un torb ellin o, solo
tenía que dejarm e engu llir p ara v o lv e r a salir, m ás
allá, a la superficie. La gente que se h abía ah ogad o
seguram ente debió de luchar con tra la corriente. En
este entorno de vid a, decidí hacer lo m ism o, dejarm e
llevar por esta crisis p ara vo lver a salir a la superficie
más lejos, y reconstruir una vida más adecuada para mí.
Sé que saldré de esto y, desgraciadam ente, viendo
los valores y la actitud de A n d rea, sé que ella volverá
a caer en su m arasm o. E lla dice que todo el m undo
actú a com o ella. Q uizás yo le he m ostrad o lo co n ­
trario. El día que ella vu elva a caer en el sufrim iento,
me com prom eto a estar a su lad o. Pero, esta vez, a
una distancia suficiente para no caer con ella. Volveré
hacia ella, no con M i am o r y M i co m p asió n , pero
con am or y com pasión , sin esperar nada a cam bio.
El p erverso y su víctim a:
el vals d eletéreo

El síntoma del otro

Leticia fue educada por una m adrastra que presenta­


ba num erosos rasgos perversos narcisistas. C u an d o
Leticia siente en ella un aspecto que le recuerda a su
m ad rastra -a c titu d , expresión , reflejo... - , se detesta.
Entonces aísla en el pensam iento estos aspectos que
se parecen dem asiad o a ese otro en ella.
E l aislamiento es un mecanismo de defensa típico
de la neurosis obsesiva. Consiste en aislar un pensa­
miento o un comportamiento, de tal manera que las
conexiones con otros pensamientos o con el resto de
la existencia del sujeto se encuentran rotas.' Leticia
recurre así a las denegaciones, cu alq u ier producción
de una p alab ra es inm ediatam ente anu lad a por otra:
« N o me apetecía venir... pero no pienses que no que­
ría verte; no quiero a mi hija cuando hace esto... en
fin, no creas que no la quiero...». En la denegación,

t Laplanche E ., Vocabulaire de la psychanalyse PUF, 2 010.


224 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

a diferencia de la negación, el sujeto reconoce lo que


ha dicho pero anu la el sentido de su discurso.
D e niña, Leticia estaba siem pre en peligro a partir
del m om ento en que producía una palab ra o un acto:
«Dices tonterías..., por tu culpa..., haces tonterías...»
T am bién a h o ra , cu alq u ie r p ro d u cc ió n , sob re tod o
verbal, la pone en peligro. Entonces, incapaz de acusar
al o tro de sus p ropias debilidades com o lo haría un
perverso mediante el mecanismo de proyección, Leticia
lo aísla en el pensam iento y adopta una actitud o b se­
siva. En el tran scurso de su análisis, Leticia reconoce
en ella m ism a rasgos perversos de su m adrastra, pero,
incapaz de p asar al acto, estos aspectos perm anecen
en el estado de pulsiones.
La p arad oja a resolver por Leticia es que es norm al
detestar a esta m adrastra que no era lo bastante bon­
dadosa, pero que tam bién, com o todo niño, ha am ado
a esta m adre y se ha identificado con ella. Tendrá que
com prender que su neurosis es la prueba de que ella
no es perversa, puesto que es incapaz de pasar al acto
com o lo habría hecho su m adrastra. Su m adrastra, en
su lugar, era incapaz de cuestionarse y de someterse a un
análisis. Este rasgo, que finalm ente Leticia interioriza,
no pertenece a otro sino que, gracias a la observación
y la con descen dencia que deberá pon er en su sitio
respecto de ella m ism a, podrá transform ar la energía
de su pulsión y ponerla a su servicio.
A sí, le correspon de a la víctim a hacer su yo el sín­
tom a que el perverso ha proyectado en ella, y curarse.
EL PERVERSO Y SU VÍCTIMA: EL VALS DELETÉREO 225

Amor loco

El perverso utiliza a su víctim a com o un espejo del


que obtiene los aspectos buen os, y donde proyecta
sus m alas intenciones. Por esta razó n , la relación en­
tre Ju a n y A nd rea es edificante. Por ejem plo, cuan do
A n d re a se pega en la c a ra , Ju a n le dice: «Para, me
haces daño...». D esp u és, cu an d o ella se da cuenta
que se ha ab ierto el la b io , le dice: «Lo ves, por tu
culpa...». N o sería m ás lógico decir: «Para, te vas a
hacer daño», y luego, «por mi culpa...». Del m ism o
m od o, la orden p arad ó jica: «no tenemos los mismos
valores, es pues normal que te engañe...», m uestra
perfectamente el funcionam iento en espejo paradójico.
A n d rea le atribu ye sus p ro p io s v alo res, y así puede
pasar al acto por «su culpa».
Ju a n , com o A n d rea, ha tenido una infancia difícil.
Se reconoce en A nd rea {«tú eres mi parte esencial...,
somos dos almas gemelas»). D espués de proponerle
a A n d rea que juntos observen sus propios síntom as,
y que juntos busquen el cam ino p ara encontrar una
salid a (lo que había rechazado categóricam ente A n ­
d rea)... Ju a n intenta cu rar a A ndrea en lo que a él le
hace sufrir, y A nd rea le pide a Ju a n que sea po rtad o r
de sus p rop ios defectos.
Ju a n reconoce sus p ro p io s sín tom as en A n d rea,
intenta cu rarla y am arla. Ella proyecta sus síntom as
en Ju a n , y luego intenta destruirle.
226 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Si tú te curas, yo estaré guerrie

En últim a in sta n cia , Ju a n an aliza la actitu d de su


com pañera com o una tentativa de asesinato. En efec­
to, un año y m edio después de su encuentro, a fuerza
de d esvalorización , Ju a n , prision ero del discurso del
otro, intenta suicidarse y se lo confiesa enseguida a
A n d rea, que no cam bia de actitud.
Seis meses m ás tarde, Ju a n da por acab ad a su rela­
ción; después, com o hemos visto con su testim onio, se
va a ver a sus am igos y allí se encuentra, a pesar suyo,
a A ndrea que intenta im pedirle que se reconstru ya.
Si lo an alizam o s bien, lo que Ju a n analiza com o
una ten tativa de asesinato («carga con mi depresión,
después ves a matarla suicidándote, porque yo soy
incapaz ») p o d ríam o s verlo com o una ten tativa de
suicidio p or delegación. Él se escapa del suicidio justo
por lo que A ndrea le escribirá después: «Cúrate: si tú
te curas yo estaré g u e rrie .»

Un espejo paradójico

Andrea adm ira a Ju an y le tiene una confianza absoluta,


incluso si ella dice lo contrario. Podríam os pensar que,
com o hem os visto, en esta relación en espejo, A ndrea
se renarcisiza con la presencia de Ju a n , y proyecta en
él lo que ella no sop orta de ella m ism a. C u an d o se lo
señalo a Ju a n , él asiente y me exp lica que, unos días
antes de su sep aración , había com en tado delante de
EL PERVERSO Y SU VÍCTIMA: EL VALS DELETÉREO 227

A ndrea alg o relacio n ad o con problem as de dinero.


E n to n ces, A n d rea le p ro p u so p restárselo . C u a n d o
Ju an le com entó que seguram ente se iban a separar,
ella le dijo que, de todos m od os, confiaba en él. En el
últim o fin de sem ana que pasarán ju ntos, y dos días
después de decirle que era tó xic o , ella le dirá: «Qué
amable eres, cómo puedes ser tan amable después de
todo lo que te he hecho...»
A n d rea va a lograr la proeza de p asar al otro lado
del espejo. Ju a n , p ara protegerse, tendrá que co rtar
toda relación con A ndrea y tam bién con sus p ropios
am igos, a los que A ndrea sigue viendo.
En un fin de año, Ju a n se llevó a su hijo y a A ndrea,
que se encontraba m al, a un curso de m editación con
am igos suyos. D os años después, de nu evo el fin de
año, Ju a n no pudo reunirse con sus am igos porque
A nd rea estuvo allí con su hija y una am iga en plena
depresión. De m odo que han intercam biado su lugar:
Ju a n está aislad o y depresivo, y A ndrea vuelve a es­
cenificar -d e m anera id én tica- lo que Ju an le había
ofrecid o.
Conclusión

Y a veis, m ientras e] m un do sea m u n do, h abrá Lo-


releis y don Ju an es. ¡Si supiesen el dañ o que hacen!
A no so tros, com o Ulises am arrad o a su m ástil, nos
co rre sp o n d e e scu ch ar y p e rm a n e ce r so rd o s a sus
llam ad as. ¡P a ra d o ja , p a ra d o ja ! Pero no olvid em os
nunca que se trata de antiguos niños m altratados y
que, si la víctim a puede esperar salir de su infierno,
el p erverso perm anecerá prisionero de su estructura.
Esperem os que puedan com prender que el dañ o que
ca u sa n , au n q u e en el m om en to les a liv ia , los hará
v o lve r una y o tra vez al m ism o punto. Esperem os
tam bién que un día puedan en co n trar los cam in os
que los ayuden a salir adelante.
D ejem os la conclusión para N elson M an d ela, que
después de h aber p asad o treinta y cinco años en la
cárcel y de haber su frid o el acoso de una sociedad
que predica el racism o y utiliza m ecanism os perver­
sos narcisistas para m antenerse y justificar sus actos,
escribe:
230 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Del miedo

«N u estro m iedo m ás p rofu n d o no es a no estar a la


altura, nuestro miedo m ás profundo es a ser poderosos
m ás allá de todo lím ite. Es nuestra p rop ia luz, y no
nuestra o scu rid ad , lo que m ás nos aterra. N o s pre­
guntam os: ¿Q uién soy yo para ser brillante, radiante,
talentoso y m aravilloso? De hecho ¿quién eres tú para
no serlo? (...) E n cogerse, v iv ir em pequ eñecid os, no
le hace ningún favo r al m undo. La inspiración no es
encogerse p ara evitar crear inseguridad en los dem ás
(...) N o se encuentra solo en algunos elegidos, está en
cada uno de nosotros y, a m edida que dejam os brillar
nuestra propia luz, les dam os inconscientem ente a los
dem ás el perm iso para poder hacer lo m ism o. L ib e­
rándonos de nuestro p ro p io m iedo, nuestra presencia
autom áticam en te libera a los dem ás».

N liL S O N M A N D E L A

Discurso de investidura a la presidencia


P retoria, 1 0 de m ayo de 19 9 4
C aso práctico

Preguntas y respuestas en el caso de Vanesa

Familiarizarse con los conceptos clave

¿Q u é es lo que, en este texto, evoca la negación en la


familia d e Vanesa?

«Vanesa nació un año después de Vanesa, su herm ana


m ayor que m urió al n acer»: la negación es ya un m e­
can ism o que está en m archa en la fam ilia de Vanesa.
Los padres le ponen el m ism o nom bre a la segunda
hija para «olvid ar el fracaso» de la anterior.

La palabra, campo predilecto del perverso narcisista

El pensam iento m ágico es uno d e los rasgos com unes


en las patologías d e l narcisismo. ¿D ón de p od em os
localizar la génesis d e este tipo d e pensam iento en la
evolución cíe Vanesa?

«G eneralm ente le basta pensar en su deseo para que


sea satisfecho» (ver en el prim er texto).
El pensam iento m ágico está atribuido a las fijaciones
232 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

ligadas a los prim eros tiem pos de vida. A m enudo el


bebé n o tiene m ás que pensar en su deseo y la m adre
está ahí para satisfacerlo. C o m o adulto, puede seguir
fu n cion an d o de la m isma m anera.
A sí, «cuan do, treinta añ o s m ás tard e, su h erm a­
n o , joven p ap á, tendrá un accidente del que sald rá
ileso pero en el que su hijo pequeño perderá la vid a,
Vanesa experim entará una intensa cu lpab ilid ad: “ Lo
he od iad o tanto, que ha acab ad o p ag án d o lo ...” (...)
T od a su vid a V an esa p e rm an ecerá in sta la d a en el
pensam iento m ág ico de los p rim eros m om entos de
su vida en los que era suficiente tener un deseo para
que se realizara.»

Narciso frágil

El perverso narcisista se debate contra los valores

Saradójicos. ¿A qué clase d e valores am orosos se ve


artesa confrontada?

«En la p u b e rta d , la m ad re de V an esa le p ide que


lim pie la h abitación de su herm ano m ientras ella se
encarga de la habitación del p ad re». En el discurso
de la m adre, y por lo que V anesa puede ver en casa,
el papel de la m u jer co n siste en h acer la lim pieza
para su m arido.
«El padre es un “ pen d ón ” notorio. Ella la verá (a
su m adre) pelearse co n tra una riv al. D esp u és so r­
prenderá a su padre saliendo de la casa de una de sus
am antes; secreto que deberá guard ar...» L as m ujeres
CASO PRÁCTICO 233

que el padre parece ver con buenos ojos están fuera


de la casa; sin em bargo siem pre vuelve a casa, junto
a la m adre de V anesa.
«Parad ójicam ente, el padre no le perm ite a su hija
que salga con chicos. “ M i hija no es una p u ta...” » El
padre llam a putas a las chicas que salen con chicos.
E n tem as re la c io n a d o s con v a lo re s a m o r o s o s ,
V anesa se ve co n fro n tad a a una situación de las más
p a ra d ó jica s en las que las tensiones son in e x tric a ­
bles. Para salirse de esto, V anesa deberá elegir entre
volverse una m am á «buena» y en gañ ad a, o una puta
que el padre parece despreciar pero de la que v alo ra
m anifiestam ente la com pañía.

Sobre los orígenes de la perversión

Pregunta 7
Las perversiones narcisistas también están vinculadas
a la dificultad de hacer un duelo. ¿Qué es lo que
demuestra esta dificultad en la familia de Vanesa?
L o s padres de V an esa, no pudiendo enfrentarse a la
muerte de la hija m ayor, e incapaces de hacer el duelo,
con m in an a V an esa para reem p lazarla. Por esto le
ponen el m ism o nom bre.
234 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

Pregunta 2
¿Cuál es la relación entre la dificultad d e hacer un
duelo en la familia d e Vanesa y la elaboración d e su
im agen?

El niño que m uere es perfecto. El prim ogénito es el


hijo del fantasm a. N o habiendo com etido nunca una
falta, es puro.
El ob jetivo inconsciente que se le otorga a Vanesa
es inalcanzable. N o podrá nunca elaborar una imagen
(ideal del yo) a la altura de las exp ectativas incon s­
cientes de sus padres.

Pregunta 3
¿D ón d e se sitúan las diferentes etapas que dan forma
a la pulsión d e p o d e r d e Vanesa?

H ija única en la realidad, Vanesa atrae todas las m i­


radas sobre ella. Sabe m uy bien que es om nipotente
en la mirada de sus padres hasta que nace el segundo
hijo, que resulta ser un niño. Entonces Vanesa pierde
el «falo narcisista», que representaba su imagen en la
mirada de sus padres, al desviarse las m iradas hacia el
recién nacido.
Podem os pensar que ella lo atribu irá al hecho de
que es una niña. Pero volverá a encontrar un senti­
m iento de poder cu an do su m adre le presta atención
en su acceso al con trol de esfínteres.
CASO PRÁCTICO 235

Entonces V anesa tendrá el sentim iento de poder


co n trolar a su m adre, accediendo o no a su deseo1.

Pregunta 4
¿En qué m omento podem os detectar una paradoja en
Ja historia d e Vanesa, y despu és en su m odo d e actuar?

La m adre coloca a Vanesa frente a una doble contra­


dicción al pedirle hacer la limpieza para su herm ano,
mientras ella se ocupa de la habitación del padre. Vanesa
solo puede resolver esta p a ra d o ja con una elección
dolorosa. O bien ella es buena, el equivalente para su
hermano de su mujer en la cultura familiar, o bien carga
a su m adre con más trabajo al rechazar hacerlo ella.

Pregunta 5
¿P od em os encontrar incestuosidad en la historia de
Vanesa? ¿Q u é implica esto?

Esta parad oja la coloca en una posición incestuosa de


sum isión frente a su herm ano. A dem ás Vanesa está
in vo lu crad a en la sexu alid ad de sus padres. Siendo
la cóm plice de las infidelidades de su padre para no
hacer sufrir más a su m adre, Vanesa adquiere - a pesar
su y o - un lu gar en su sexu alid ad .
V an esa, en lu g ar de p od er fantasear, tendrá que
seguir haciendo com posiciones con una realidad que

i Entre otros síntomas, que no han sido desarrollados en el texto, en el


momento en que tiene que enfrentarse a alguna dificultad en su vida adulta,
Vanesa sufre episodios de estreñimiento agudo.
236 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

le viene im p u esta. D e h ech o, no p o d rá acced er al


Edipo para después renunciar y seguir evolucionando.
Sien d o a d u lta , V an esa seg u irá con la p a ra d o ja ,
a lte rn a n d o fa se s de se d u c c ió n y de d e s v a lo r iz a ­
ció n con sus p a re ja s. H a b itu a lm e n te , V an esa elige
p a re ja s v isto sa s y m ás m a y o re s que e lla. Sin du d a
les co n ce d e el lu g a r del p a d re , a la vez a m a d o y
o d ia d o , en co n trán d o se así en una p o sició n in ces­
tu o sa y a n sió g e n a . Su co m p a ñ e ro , G a b rie l, es m ás
jo v e n que V an esa.
¿Q u izás a él le con cede el lu gar de su h erm an o
pequeño?

Pregunta 6
¿Q u é es lo que, en la carta d e Gabriel a Vanesa,
nos perm ite pensar que, a veces, la víctima d e un
perverso p ro teg e a su verdugo?

Gabriel supone que Vanesa lo desvaloriza para proteger


a su padre. Según él, el hecho que Vanesa piense que
los hom bres son unos cabron es, protegería las fecho­
rías de su padre que se con vertirían así en norm ales.
C u an to m ás am an te se m uestra G a b rie l, m ás lo
ataca V an esa. C u an to m ás bueno es él, ella m ás lo
desvaloriza.
Q uizás G ab riel tiene razón en cuanto a uno de los
orígenes de los m ecanism os de Vanesa. El sería el mal
ob jeto, lo que perm itiría a Vanesa seguir am an do de
form a delirante a sus buenos ob jetos introyectad os
durante la infancia.
CASO PRÁCTICO 237

Pero, h ablan do así, él sigue protegiéndola. Si ella


lo desvaloriza hasta ese punto, es para esconder su
p ropia falla narcisista - y no la de sus p a d re s- y para
proyectar el caos de ella, convirtiendo a G ab riel en el
p ortad or de ese caos. C u an to peor vaya G ab riel, más
p osib ilid ad es de ir bien tendrá V an esa. P ara seguir
am an d o a V an esa, G ab riel tiene que recu rrir a una
idealización de su pareja.
R acio n alizació n e intelectualización son los m e­
canism os de defensa que perm iten a G ab riel poner a
distancia sus propios afectos, y m antener su negación
frente a la to xicid ad de los com portam ientos de su
com pañera.
A n exo

Juntos hem os con sid erad o los orígenes p robab les de


las perversiones narcisistas. Encontram os m alos tratos
de padres que tienen un im portante déficit de im agen.
Estos m alos tratos los hem os con sid erad o durante el
m anejo del niño, según las teorías de D on ald W inni-
cott, pero tam bién a través de la incestuosidad, com o
nos lo propon e P au l-C lau d c Racam ier. Sin em bargo,
estas causas no nos conducen siem pre a la perversión.
Propongo que observem os juntos algunos de los demás
trastornos de la p erson alidad narcisista.
V am os a intentar despejar los rasgos com unes de
estos diversos caracteres.

Las patologías del narcisismo

C om o hemos visto, Freud hace del com plejo de Edipo


el conflicto nuclear de todas las neurosis. En sus inves­
tigaciones, él considera que todo individuo habiendo
liqu idad o el com plejo de Ed ipo puede equ ilibrarse.
El sujeto que no es capaz de su p erar el com plejo de
240 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

E d ip o es un n eu rótico; el que no abo rd a el com plejo


de E d ip o es psicótico.
T rab ajo s m ás recientes perm iten despejar otra c a ­
tegoría de personalidades: las personalidades límites.
Otto Kernbcrg' llega a proponer que las personalidades
límites son un gru po de organización psicopatológica
que tienen en com ún una form a de estructura patoló­
gica relativam ente estable. Según él, las personalidades
lím ites no serían un lu gar de paso entre neu rosis y
psicosis, sino una estructuración com pleta.

¿Por qué llamar a ciertas patologías límites,


patologías del narcisismo?

Si retom am os la evolu ción p sico sexu al del niño, ten­


dríam os que despejar tres grandes etapas:

• El descubrimiento de los objetos no-yo (fase objctal).

• El descubrim iento de su im agen y de la alteridad


(fase narcisista).

• El d escu b rim ie n to del tercero y de la so cie d ad


(fase edípica).

i Kernberg O., Les troubles limites de la personnalité, Dunod, 1 9 97.


ANEXO 241

A cad a una de estas tres fase s le co rre sp o n d e n


angu stias; a la incapacidad de su perarlas, le corres­
ponden patologías.
A la fase objetal le corresponden las angustias de
división, disociación y las psicosis. A la fase narcisista
le corresponden las angustias de ab an d on o y p a to ­
logías lím ite. A la fase edípica, le corresponden una
angustia de castració n , cu lp ab ilid ad y las neurosis.

Las p e rs o n a lid a d e s límite

Existen tantas teorías com o teóricos sobre este tem a.


D o n a ld W in n icott h ab la de fa lso as if , es decir de
una p e rso n alid ad que se ad ap ta a las necesid ad es
del en to rn o . Je a n B erg e re t e vo ca una re la c ió n de
altern an cia entre la fu sión y la d istan cia, de ida y
vuelta. Según Je a n Bergeret, el border Une entra en
el deseo del otro y puede verse desb ord ad o por éste.
P ara él, el sujeto no se m ueve m ás que por su ideal
del yo . E l origen estaría en un trau m atism o precoz
que no sería suficientem ente largo para sum ergir al
niño en la psicosis, pero sí suficiente para im pedirle
el acceso al E d ipo.
242 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

A dem ás de un origen genético, O tto K ern berg co n ­


sidera que h ay una debilidad del yo que con lleva:

• Una falta de tolerancia a la angustia.

• U na falta de control pulsional.

• U na falta de d esarrollo de vías de sublim ación.

C o m o hem os d ich o an te rio rm e n te , e xisten tan tas


teorías com o autores h ay sobre este tem a. Se habla
de estad o lím ite, de o rg a n iz a c ió n lím ite de la per­
so n alid ad , de border line, de p reesq u izofrén ico, de
psicosis de carácter, de esqu izoidía, de esquizofrenia
pseudon eurótica, de falso self, de neurosis grave, etc.

Los m e c a n ism o s d e d e fe n s a típicos d e


los e s t a d o s límite

El clivaje

E n co n tram o s un cliv aje sobre el o b jeto o sob re la


im agen de sí m ism o. El clivaje es una defensa contra
una angustia extrem a.
El clivaje tiene com o objetivo preservar una imagen
de sí m ism o sin relación con la realid ad, a m enudo
com puesto por un carácter «grandioso»*.

2 Cuando Bernard me dice: «soy como un Ferrarri sin gasolina»,expone


a la vez tanto la idea grandiosa que tiene de él mismo com o su impotencia.
ANEXO 243

La idealización

E l m ecan ism o de la id ealizació n recae tanto sobre


el o b jeto co m o sobre uno m ism o. El o tro no tiene
ningún defecto, presenta todas las cu alidad es y to ­
dos los m éritos,. El sujeto se encuentra en relaciones
idealizadas porqu e la m ás m ínim a m ancha sobre el
barniz, reactiva inm ediatam ente la angustia destruc­
tiva y m ortífera que proviene de los m alos objetos*.
La solu ción contra la angustia es, o bien la ideali­
zación o bien la den igración despreciativa. El riesgo
es que cuanta m ás alta sea la idealización, m ás dura
será la caída.

La identificación proyectiva

Tiene com o función exp u lsar a los m alos ob jetos, las


m alas im ágen es de uno m ism o o del o b jeto que la
persona no puede interiorizar, y de hacérselas llevar
al otro.
La in troyección de los m alos ob jetos representa
una am enaza para la buena im agen de sí m ism o. La
so lu ció n es, pu es, una p ro ye cció n so b re el o b jeto
exterior que se vuelve m alo y peligroso.

La n e g a c ió n , la om n ip o te n c ia, la desvalorización

Lo que se adm ite conscientem ente, el sujeto lo niega


en sus p asajes al acto, o en sus afectos. Frente a la
244 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

idealización y para mantenerla, tanto uno mismo com o


el objeto se vuelven om nipotentes, de tal m anera que
los m alos objetos no pueden hacer nada con tra ellos.
El riesgo es una caíd a del ídolo, una d esvalorización
im portante con un hundim iento de la im agen de uno
m ism o.

El p a s a je al acto

Permite evacuar hacia el exterior los deseos o las nece­


sidades antes de cu alqu ier reflexión y m entalización.
T odas estas defensas tienen com o ob jetivo evitar al
sujeto ab o rd ar su depresión. Pero en cu alq u ier m o ­
mento sus traum atism os pueden reaparecer, y le puede
poner en peligro al poder resucitar su falla narcisista.
C u an d o ocurren ciertos acontecim ientos de la vida
(d u elo, ru p tu r a ...), el su je to puede e n co n tra r una
com pensación en la huida hacia delante p ara evitar
la depresión, o caer en una depresión con angustia
de ab an d on o (pérdida de objeto).

A lg u n o s retratos-tipo q u e presen tan trastornos


d e la p e rs o n a lid a d 3

L a s p e rs o n a lid a d e s e sq u iz o id e s y e s q u iz o típ ic a s
presentan una indiferencia en las relaciones sociales

3 I.as personalidades limite pueden tom ar prestados varios de estos


retratos.
ANEXO 245

y una restricción en la varied ad de las expresion es


em ocionales. L a person alidad esquizotípica tendría,
adem ás, síntom as esquizofrénicos: creencias extrañas,
co m p o rtam ien to b iz a rro , aislam ien to so c ia l... L o s
episodios de despersonalización que les hacen dudar
de la realid ad les perm iten quedarse anclados en la
realid ad y no entrar en el delirio.
L a p erson alidad an tisocial, o p sicó p ata, era co n ­
siderada com o m ás bien m asculina, pero parece que,
co m o la h isteria que ha e stad o a trib u id a d u ran te
m ucho tiem po a las m u jeres, estas p e rso n alid ad es
tienden hacia la igu ald ad. L o s psicópatas son in ca­
paces de ap lazar el cum plim iento y la satisfacción de
un deseo. N o soportan la frustración y no conocen ni
rem ordim ientos ni cu lpab ilid ad. A m enudo incluso,
al co n trario , no es extrañ o oírles jactarse de haber
ro b ad o , pervertido o m an ip u lad o . H ay un aspecto
perverso en el p sicópata porqu e experim enta placer
haciendo daño.
A diferencia del perverso que conoce la ley pero
la niega, el p sicópata ha integrado valores erróneos,
ha tom ado lo m alo p o r lo bueno. Sus relaciones son
superficiales, u tilitarias. Es un vividor. L o que busca,
es la satisfacción inm ediata.
A m enudo encontram os en el psicópata conductas
ad ictivas. G eneralm ente son person as que están al
m argen de la sociedad. L a personalidad histriónica4o

4 «Histriónica» viene de «histrión»: comediante, actor, bufón.


246 JEAN-CHARLES BOUCHOUX

histérica5era esencialm ente femenina pero se observa


cada vez m ás en algunos hom bres.
El histriónico está a la búsqueda de atención con s­
tante. B u sca sin p a ra r la aten ción de los otro s. Son
p erson as ego cén tricas que m u estran una lab ilid ad
em ocion al y una artificialid ad de los afecto s. C a m ­
bian fácilm ente de actitu d, de voz y, a veces, incluso
de acento o de m an era de e xp resarse en función de
su p ú b lico. Son p erso n as que fácilm ente están solos
p o rq u e in ten tan e v ita r la s re la c io n e s a u té n tic a s,
pero que se sienten m ás tran q u ilo s cu an d o la gente
les m ira. Están seduciendo perm anentem ente, pero
cu an d o esta etapa ha p asad o , no pueden segu ir con
la relació n .
L o s h istrió n ic o s son p e rso n a s frá g ile s a p e sa r
de la im agen que les ofrecen a los dem ás. Son m uy
em otivos pero con un hum or cam biante. A m enudo
tienen co m p o rtam ien to s m a n ip u la to rio s (chantaje
con el suicidio) y com portam ientos ninfóm anos. La
sexu alid ad es exh ib id a, pero les cuesta m ucho co n ­
servar una relació n . Tienen una m ala im agen de sí
mismas. Generalmente son portadoras de una angustia
de a b an d o n o y, si se sienten rech azad as, podem os
ob servar m anifestaciones depresivas y ansiosas.
Las p erson alid ad es narcisistas tienen c o m p o rta ­
m ientos « g ran d io so s» . Se ponen por encim a de los
dem ás, necesitan ser ad m irad o s com o si fuesen seres

5 «Histérica» viene del termino griego listera, que significa útero.


ANEXO 247

excepcionales. Están rápidam ente autosatisfechos, les


falta m odestia y se lo hacen sentir a los otros.
E sta p re o c u p a c ió n e x c e siv a p o r uno m ism o , y
esta necesidad de ser am ado (O tto Kernberg) pueden
estar ad ap tad as a las relaciones sociales y perm itirles
a lc a n z a r un cierto é x ito . T ienen p o co s e scrú p u lo s
para ab u sar de los dem ás. Sob revaloran sus cu alid a­
des y subestim an sus errores, lo que puede acarrear
situaciones de fracaso y dificultades relaciónales. N o
entienden los sentim ientos de los dem ás. L o s otros
están ahí solo p ara servirles.
Las person alidad es narcisistas com o el psicóp ata,
son vividores. N o sienten ninguna culpabilidad y pue­
den ser m uy celosos. Entonces intentan desvalorizar al
otro, desacreditarlo para ocupar su lugar. Son personas
que están fácilm ente solas porque no tienen ninguna
con sid eración hacia los dem ás. Su so b revalo ració n
de ellos m ism os esconde una im portan te tendencia
depresiva que cualquier fracaso podrá hacer resurgir.
Otto Kernberg hace la hipótesis de que si una madre
es distante y fría, su niño habrá tenido la sensación de
ser m alq u erido, y lo com pensaría con el sentim iento
de ser único para p aliar la falta de am or m aternal.
Vem os m ás person alidades narcisistas en los hijos
únicos y en los prim ogénitos.
El libro que los perversos narcisistas no quieren
que leas. ¿Quiénes son? ¿Cómo actúan?
¿Cómo deshacerse de ellos?
El perverso narcisista utiliza el vínculo familiar,
profesional o sentimental para someter al otro.
Necesita de esta proxim idad para ejercer su influencia
y no permite que su víctim a se aleje de él. Es frío,
no conoce la culpabilidad y no duda en culpabilizar
a los demás. Puede ser celoso e infiel. N o soporta
ser blanco de las críticas, pero critica sin cesar. Descarga
su rabia y sus miedos sobre el otro. Si siente angustia,
rápidam ente hace experim entar al otro la m ism a
em oción. Para crecerse se alimenta de la imagen de su
víctima: cuanto más la menosprecia, más fuerte se siente.
A partir del análisis de los mecanismos perversos
narcisistas, Jean-C harles Bouchoux, psicoanalista
y psicoterapeuta francés de reconocido prestigio
internacional, ofrece pistas seguras para que las víctimas
contrarresten las tentativas de control y m anipulación
de «sus» perversos. Los perversos narcisistas ha
cautivado a m ás de Z50.000 lectores en Francia.

«Bouchoux consigue que cualquiera pueda comprender


cóm o funcionan los m ecanismos perversos narcisistas
y, lo que es m ás importante aún, cóm o podemos
escapar de ellos», t . t d t a c u s c ó , psicóloga clínica

«Un libro excelente para entender este tipo de


personalidad carente de empatia y, sobre todo,
aprender a protegerse de ella».
r a f a e l c a s a s , psiquiatra

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#narcisism o #liberación

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