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Introducción
La inconmensurabilidad ontológica
La crítica que Feyerabend dirige contra el positivismo lógico, particularmente contra la teoría
de la reducción de Nagel y la teoría de la explicación de Hempel y Oppenheim –con sus
respectivos principios de deducibilidad y de estabilidad del significado– lo conduce a dar
razón de la inconmensurabilidad existente entre teorías comprehensivas. Toda teoría –
explica Feyerabend–, en virtud de su ontología, no sólo define un modo particular de ver la
realidad, sino que estable una manera de seleccionar, disponer y explicar; la evidencia o
hechos observacionales, fija la significación que adquieren los términos 65 Revista de
Filosofía, vol. XXVIII, N° 1, 2016 / ISSN 1016-913X teóricos y observacionales, crea los
instrumentos de observación y medición, y codifica los modos en que los resultados deben
interpretarse.
En Adiós a la razón (1987), Feyerabend explica que fue formulando su versión ontológica
de la inconmensurabilidad en la medida que fue descubriendo la dependencia de los
elementos metodológicos y semánticos con respecto a la ontología de la teoría: “Anthony
Perovich (AP) muestra que, al discutir la inconmensurabilidad, yo he pasado de una versión
semántica a una versión ontológica, y que ocasionalmente he confundido ambas cosas. El
cambio se explica (post hoc, ¡desde luego!) por mi creciente convicción de que la
metodología es algo parasitario en la ontología y no al revés… Yo añadiría que los
‘principios universales’ no deben interpretarse de una forma demasiado intelectualista.
Feyerabend asegura que “una teoría es incompatible con otra si sus consecuencias
ontológicas son incompatibles con las consecuencias ontológicas de la última”. Lo que
ocurre cuando se pasa de una teoría A a una teoría B, explica Feyerabend,“es una
sustitución de la ontología” y un correspondiente cambio en el significados de los términos
teóricos y observacionales. Con ello, quiere decir que la inconmensurabilidad ontológica es
en definitiva la causa y explicación última de la inconsistencia semántica y metodológica
entre teorías. En La ciencia en una sociedad libre (1978) escribe: “Pero lo que yo digo no es
que las pinturas sean inconmensurables entre sí, sino que las cosmologías que de ellas (y
de la literatura, la filosofía, la teología e incluso la geografía de la época) se infieren son
inconmensurables”.
Esta doctrina es la que permite a Feyerabend ampliar la noción de ciencia. A través de ella,
como se expone en el siguiente punto, descubre que aquellos elementos que pretendían
excluir tanto el positivismo lógico como el racionalismo crítico de Popper a un contexto de
descubrimiento o a un ámbito pre-científico o pre-racional, constituyen el corazón de la
misma ciencia. Entre los años 1955 y 1968, Feyerabend utiliza frecuentemente la noción de
“metafísica” en el sentido popperiano, es decir, para referirse a todo aquello que no puede
ser objeto de falsación empírica.
Feyerabend asume esta concepción de la metafísica no como una tesis propia, sino en
orden a llevar a cabo una reducción al absurdo de la misma, es decir, con el fin de mostrar
la contradicción intrínseca que supone.
Feyerabend asegura que entiende la ontología en el mismo sentido que Quine, es decir,
como visiones contingentes o eventuales que facilitan descripciones hipotéticas acerca de la
estructura y naturaleza del mundo físico. Feyerabend asume la concepción de ontología de
Quine como aquella ciencia relativa a la elección de una eventual red lingüística dentro de la
cual reificamos el material observacional, pero la asume en orden a reducir al absurdo la
pretensión de que la ontología se limite a preguntarse por la existencia de entidades dentro
de un discurso lingüístico.
de la ciencia. En realidad, una de las objeciones más generales, no solo contra el uso de
teorías inconmensurables sino incluso contra la idea de que existan tales teorías en la
historia de la ciencia, es el miedo de que restringirían severamente la eficacia de la
argumentación tradicional no dialéctica. Examinemos, pues, con un poco más de detalle los
standards críticos que, según algunos, constituyen el contenido de una argumentación
‘racional’. Más en particular, examinemos los standards de la escuela popperiana cuya
ratiomanía nos concierne principalmente”
Por el contrario, lo que pretende mostrar, por reducción al absurdo, es que estas actitudes
no son sino una consecuencia lógica que se sigue de los mismos supuestos del positivismo
lógico y del racionalismo crítico.
Una teoría tiene contenido empírico solo si esta es comprobable o falseable –afirma el
vienés, tratando de abarcar con tal definición tanto la visión de Popper como la de Carnap al
respecto–. Popper distingue dos tipos de sentencias básicas lógicamente posibles: “…la
clase de todas aquellas sentencias básicas con las cuales algo es inconsistente (o que
estas excluyen, o prohíben): llamamos a esto la clase de falseadores potenciales de la
teoría; y en segundo lugar, la clase de todas aquellas sentencias básicas con las cuales
algo no se contradice (o que estas ‘permiten’”). Para Popper, aquellas sentencias que
establecen falseadores potenciales de una teoría constituyen su contenido empírico. Es
necesario destacar que Popper no concede a las sentencias básicas un carácter
fundacional o indubitable. Por el contrario, en Conjeturas y refutaciones sostiene que todos
los términos son teóricos, aunque algunos son más teóricos que otros. Esto implica que las
Gargiulo
En general, los críticos de nuestro autor no supieron ver que la visión relativista de la ciencia
que se seguía de la doctrina de la inconmensurabilidad no implica para Feyerabend el
fracaso de la racionalidad científica en cuanto tal. Con ella busca cuestionar un determinado
modelo de racionalidad con su consecuente noción de progreso científico. El vienés no
pretende postular una concepción relativista respecto a la ciencia, sino mostrar que el
modelo positivista y racionalista de racionalidad debe reconocer el relativismo como una
consecuencia que se sigue de su impotencia para poder explicar el progreso científico en
ciertas transiciones teóricas.
Feyerabend mantiene en principio una postura ambigua, o al menos oscilante. Entre 1961 y
1970 asegura que los conceptos inconmensurables se refieren a un mismo núcleo de
cosas, pero desde 1975 postula la tesis inversa: las teorías son construcciones con su
propio dominio de referencia.
Feyerabend no sostuvo dos posturas contrarias –como parece dar a entender Craig
Dilworth– sino que, más bien, alcanza en 1975 una formulación más precisa del problema.
En La ciencia en una sociedad libre (1978) el vienés subraya que, desde los cánones del
positivismo lógico y del racionalismo crítico, no hay modo de poder determinar desde el
interior de una teoría científica si ella se refiere o no a la misma entidad que su teoría rival.
Demuestra que es imposible poder distinguir desde el interior de una teoría científica el
objeto real del objeto teórico, los elementos subjetivos de los objetivos, lo metafísico de lo
empírico, lo racional de lo que parece ser irracional, pues cada teoría científica, en función
de la ontología o visión del mundo que la anima, establece un criterio de demarcación
particular y arbitrario entre estas realidades. De aquí que los participantes de una teoría se
ven obligados a reconocer en una revolución científica que no pueden dominar, con las
formas de racionalidad que tienen a su alcance, la nueva ontología o visión del mundo que
supone la nueva teoría.
Desde el exterior de una teoría se puede fácilmente racionalizar cualquier transición teórica,
asegura Feyerabend contra Lákatos. Sin embargo, tampoco en este caso se encuentra un
criterio epistémico externo a las teorías inconmensurables que nos permita definir qué es lo
real, qué es lo progresivo o qué es lo racional. Esto es lo que lo conduce a Feyerabend a
presentar como una consecuencia lógica un relativismo según el cual las teorías científicas
no son más que descripciones arbitrarias, todas ellas igualmente válidas o equivalentes.
que permite corroborar o falsar una teoría. Ahora, la sustitución de ontología que presentan
ciertas transiciones teóricas invalida justamente esta posibilidad de falsar o determinar,
intersubjetivamente, la verosimilitud de las teorías. Esto se debe a que si la evidencia
empírica o las sentencias observacionales no poseen el mismo sentido o significado en las
teorías en competencia, estas no pueden constituir la base común para corroborar una
teoría y falsar otra.
Conclusión
positivo, se puede decir que la inconmensurabilidad, tal como la formuló Paul Feyerabend,
es un intento de mostrar la necesidad de buscar una concepción de la racionalidad científica
más amplia, omnicomprensiva y capaz de abordar tesis metafísicas.