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CUIDAR

DESDE
EL
CORAZÓN

Tarthang Tulku

Dharma Publishing
Cuidar Desde El Corazón es el primero de ​
una nueva serie de libros por Tarthang Tulku

ISBN 978-0-89800-218-8
Library of Congress Control Number: 2020932362

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Ratna Ling, 35755 Hauser Bridge Road,
Cazadero, CA 95421

10 9 8 7 6 5 4 3 2 1
Dedicatoria a la Versión en
Español

Quisiéramos dedicar esta versión en español a Claudio


Naranjo, buscador incansable, maestro y hermano,
quien días antes de su partida, aceptó prologar este
libro.
Su silencio cálido, su atención solícita, su permanente
concernirse y cuidar desde el corazón palpitan en estas
páginas.
Los traductores
Tabla de contenido

Dedicatoria a la Versión en Español iii


Prefacio
ix
Introducción
xiii
prólogo
Sanador Oculto xxviii
Cuidar es esencial xxviii
Concernirse por el cuidar xxxii
El verdadero asunto xxxiii
Expresiones del cuidado xxxv
El cuidar te incluye xxxvii
Cómo usar este libro xxxix
Elíxir oculto xl
primera parte
Ocuparnos de los Orígenes xliii
Antes de comenzar xliii
Aquí mismo, ahora mismo xliv
De dónde somos 2
Elementos aquí que provienen de allí afuera 7
Raíces desconocidas 8
Complejidad en los límites 10
Profundidades del misterio 13
Apuntando a los secretos 15
El problema de apuntar 19
Reglas para nuestra experiencia 22
Identificando a quienes gobiernan nuestra experiencia
52
La mente reflexiona sobre el concernirse y cuidar 30
iv
Obstáculos al cuidar 32
Ejemplos ominosos 33
Invertir nuestras vidas 35
Operar con pérdidas constantes 37
Misión/deber del concernirse 38
segunda parte
Un Llamado Urgente a Cuidar 41
Inciertos del cuidar 41
Concernirse y cuidar en un mundo saturado 42
Misterio en constante movimiento 44
Causa: desconocida 47
Aferrándonos a la vida 49
La única forma de cuidado que conocemos 51
Una forma diferente de concernirse 55
En nombre de todos 57
No podemos seguir simulando 60
Misión clave 63
Ejercicio: Promesa matinal 64
tercera parte
La Atención Cuidadosa 65
Preciosa vida 65
El poder de concernirse 66
Redescubriendo la capacidad perdida de concernirse 68
Cuidado y conocimiento 71
Valorar el cuidado 73
Ejercicio: Creencias sobre el concernirse-cuidar 75
Exploración: Lo que creemos acerca del
concernirse-cuidar 75
Creencias que dificultan el concernirse-cuidar 77
Creencias que facilitan el concernirse-cuidar 78
Más allá de concernirse “en torno a” 79
La calidad del concernirse-cuidar 80

v
Ejercicio: La bondad del observar neutro 82
Una mirada más amplia 83
Ejercicio: Protege tus potenciales 85
Desarrollar un concernirse más fuerte 87
Un mirar desde el cuidado 90
Fe en el concernir-cuidar 92
El concernirse-cuidar es 93
cuarta parte
Cuidar de Nosotros Mismos 95
Las profundidades del concernirse 95
Cuidando de la mente 97
Abiertos al concernirse 100
El cuidado y la apreciación 102
Recogiendo el néctar 104
Ejercicio: Recuerdos gozosos 107
Exploración: Asombrosa encarnación 108
El potencial de los sentidos 111
Incorporando el cuidado a nuestra experiencia 113
Espacio para el cuidar 116
Abrazando el desafío 117
Ejercicio: Una campanilla 118
Exploración: desarrollar la disciplina 119
La importancia de una meta 120
La importancia de ser conscientes 121
La importancia de la paciencia 121
La importancia de incentivarse 122
La importancia del relajamiento 123
La importancia de confiar en uno mismo 124
La travesía por las ondas del mar 124
Ejercicio: El origen del apretón 126
quinta parte
Compartir el Cuidar 129

vi
Abiertos al mundo 129
Vidas externas, internas y secretas 130
Más allá de los sesgos 132
Comenzar con lo simple y lo pequeño 133
Cuidar más allá de los conceptos 136
Formas de cuidar 138
Corazón humilde 140
Pedir ayuda 142
Lo que el corazón sabe 143
Mensajeros del cuidado 144
Exploración: cultura de la negligencia 145
Concernirse-cuidar en un mundo de dolor 148
Un estudio sobre el arte de cuidar 151
Gestos del concernirse 152
Responsables del cuidar 154
Guiarse por el cuidado 157
Ejercicio: tiempo para cuidar 158
Comunicar el cuidado 160
Puentes hacia el cuidado 162
Exploración: cómo crear un mundo más fundado
en el cuidado 163
Negociaciones delicadas 171
Respuesta cuidadosa 172
Himno del cuidar 174
sexta parte
La Sabiduría de Concernirse 177
El concernirse es una medicina especial 177
Una larga historia 178
Educación y progreso 179
El poder secreto de la mente 180
La mente controladora 184
Concernirse y la sombra de la mente 187
Concernirse es lo primero 188

vii
Una cuidadosa conversación 190
El que se concierne 204
Jugar con descuido 208
La inmediatez del concernirse y cuidar 213
La alegría de cuidar 219
El cuidar y la sabiduría 224
Activar la sabiduría del cuidado 228
Ante lo real 231
Las múltiples lunas de la mente 237
Ondas en el tiempo y el espacio 242
Más allá de los límites 245
epílogo
Cuidar desde el corazón 253
Saber Concernirse 264
Sobre el Autor
Una vida dedicada a la actividad del Dharma 274

viii
Prefacio

El material de este libro se originó en una serie de


conversaciones con diferentes editores durante varios
meses. Estos tomaron notas y las elaboraron, y parti-
cipamos en varias rondas de discusión que llevaron a re-
visiones sustanciales. Por lo general, las conversaciones
se realizaron por separado y los editores no interactua-
ron sino en una fase avanzada del proceso. Por ello, las
secciones pueden tener tonos algo disímiles y algunos
temas son abordados desde diferentes ángulos.
Esta fue una decisión deliberada de mi parte, porque
quería encontrar diversas formas de formular unas mis-
mas ideas fundamentales. Todos hemos recorrido dis-
tintos caminos; todos respondemos a cosas diferentes.
El cuidado es de tal importancia para nuestras vidas que
me pareció fundamental brindar tantos caminos para
una indagación del cuidado como fuera posible.
Mi petición a los editores fue que expresaran mis pen-
samientos en un lenguaje simple y accesible. Estaba ha-
blando de mi experiencia y reflexiones y no quería que el
material pareciera demasiado teórico o abstracto. Cada
uno de nosotros realiza una travesía en el curso de su
ix
Prefacio

vida y mi intención era compartir algo de lo que había


aprendido en mi propia travesía, para que los lectores
pudieran ponerlo en práctica en sus vidas.
He vivido en Estados Unidos por cincuenta años. Du-
rante ese tiempo, he supervisado la creación de un man-
dala de organizaciones, así como un mandala físico de
templos y jardines que simboliza de manera tangible la
posibilidad de que el budismo tibetano tenga un impac-
to en esta cultura. He creado obras de arte, he tomado
decisiones financieras y he tenido innumerables con-
versaciones con estadounidenses de todos los ámbitos
de la vida y muchas disciplinas. He seguido escribiendo
libros y he dedicado todos los recursos que tengo a la
preservación del patrimonio de la tradición budista ti-
betana que amo y aprecio.
En todas estas actividades, me he basado no tanto en
mi formación budista como en mis interacciones con
los estadounidenses y otros occidentales. Después de
muchos años de reuniones diarias y sesiones de planifi-
cación, casi he olvidado cómo hablar en tibetano colo-
quial. Ha sido una formación práctica y estoy profun-
damente agradecido a Occidente, a mis estudiantes y
amigos, y a la libertad de culto que contribuye a que
Estados Unidos sea un gran país.
Las garantías fundamentales que brindan los Estados
Unidos a la libertad de culto han hecho posible todo
esto. Nuestra comunidad ha logrado algo sustancial.
Por mi parte, estoy satisfecho de no haber desperdicia-
do el tiempo y la energía de las personas.
x
Prefacio

Lo que he aprendido por sobre todo es la importancia


del concernirse y cuidar. Si no me hubiera importado
preservar el Dharma, mi labor nunca habría prospe-
rado. El concernirse hace que todas las cosas buenas
sucedan: ese es el mensaje que deseo compartir.
El concernirse-cuidar no es difícil de entender o de po-
ner en práctica. Todos saben cuidarse a sí mismos, a
sus seres queridos y a su comunidad. Pero lo que sabe-
mos en principio no siempre lo encarnamos en nosotros
mismos. Podemos usar el lenguaje adecuado, decir las
palabras correctas, sin realmente comprometernos al
concernirse-cuidar de manera completa y profunda.
Lo que digo aquí no es nuevo. En cierto modo, ya lo
sabes. Aun así, te insto a que tomes estas ideas en serio.
Todo lo que creas que tiene valor no será de mucho
beneficio si no manifiestas tus convicciones a través del
cultivo y la práctica del cuidado. Sin embargo, si le das
importancia, lograrás resultados tangibles. Aprenderás
a confiar en ti mismo y eso permitirá que otros también
confíen en ti. Entonces podrán marchar juntos, dejando
huellas que las futuras generaciones puedan encontrar
y quizás seguir.
Si estos pensamientos te ayudan a despertar a la im-
portancia del concernirse y cuidar, puede que ello sea
de alguna utilidad, tanto para ti como para aquellos
con los que estableces contacto. Puede incluso llegar
a tener un impacto positivo en esta cultura y en estos
tiempos.
xi
Prefacio

Me gustaría reconocer el trabajo de muchas personas


que participaron en la producción de este libro. Mis
editores —Abbe Blum, Hugh Joswick, Jack Petranker
y Julia Witwer— prepararon y organizaron el manus-
crito. Barbara Belew elaboró la introducción y la sec-
ción final del libro. Mis hijas Pema Gellek y Tsering
Gellek revisaron el material e hicieron valiosas contri-
buciones. Robin Caton, con gran amabilidad y celeri-
dad, revisó y corrigió el trabajo. Sally Sorenson y Ron
Spohn, trabajando bajo mi dirección con notable veloci-
dad, diseñaron y formatearon este libro; Ralph McFall
y el paciente y esforzado equipo de Dharma Mangalam
Press lo imprimieron y encuadernaron. A todos ellos,
mi profunda gratitud.
Cuidar desde el corazón es mi ofrenda a todos los que
necesitan del cuidado, pero en particular a aquellos de-
dicados occidentales con quienes he trabajado durante
todos estos años. A los amigos, estudiantes, simpati-
zantes y voluntarios que han hecho posible mis pro-
yectos, les ofrezco este libro con mi agradecimiento.
Espero que encuentren algo significativo y beneficioso
en sus páginas.
Tarthang Tulku
Odiyan, junio de 2018

Esta edición en español ha sido traducida del inglés por


Francisca, Juan Diego y Cristóbal Santa Cruz y revisa-
da por Eduardo Schamó.
xii
Introducción

Si estás leyendo este libro es porque te ha sido dado el


precioso regalo de una existencia humana. Eres uno de
los miles de millones de seres humanos que hoy pue-
blan la tierra. Como tales, vivimos nuestras vidas y no
siempre reconocemos nuestra necesidad mutua. Nos
abrimos paso a través de cada día, respondiendo lo me-
jor que podemos a las demandas de la existencia. Sin
embargo, en algún momento nos damos cuenta de que
todo nuestro arduo esfuerzo no nos ha traído satisfac-
ción ni felicidad.
Miramos hacia atrás y nos preguntamos cómo pasó el
tiempo. Miramos hacia adelante y nos damos cuenta
de que nuestro tiempo restante en esta vida es una in-
cógnita. Los días que nos quedan, pocos o muchos, son
muy preciosos. ¿Pero qué podemos hacer para aprove-
char el tiempo que tenemos hoy para que nos lleve a un
resultado diferente?
xiii
Introducción

Estamos inmersos en un momento extraordinario de la


historia, una era en que la tecnología promete y ofre-
ce una cantidad increíble de “mejoras”. La creación de
productos cada vez “mejores” nos impulsa a querer y
creer que necesitamos la siguiente innovación. Lo que
poseemos se vuelve cada vez más importante a medida
que nos esforzamos por obtener y mantener nuestro es-
tatus y la seguridad que creemos que conlleva. La ima-
gen que presentamos ante los demás también adquiere
una importancia creciente.
Mediante un gran esfuerzo, podemos presentar al
mundo la evidencia externa de que somos exitosos y de
que estamos bien en todos los planos. Pero internamen-
te sabemos que esta espléndida fachada no es sino una
construcción que debe mantenerse a toda costa para
ocultar lo que falta en nuestras vidas: la felicidad y un
sentido de satisfacción.
Tras esa fachada, vivimos dubitativos acerca de nuestro
propio valor, temerosos de ser descubiertos en nuestras
falencias y con la culpa por las decisiones que hemos
tomado. No nos sentimos dignos del amor y el respeto
de los demás, y los elogios resbalan de la fachada por-
que creemos que se basan solo en lo que deseamos que
los demás vean. No podemos imaginar que puedan ver
la bondad en nosotros si les permitimos que traspasen
nuestra exterioridad cuidadosamente construida.
Las preocupaciones y los pensamientos negativos con-
ducen a la depresión y la ansiedad. Fantasías exagera-
xiv
Introducción

das de lo que nuestra vida podría y debería ser se arrai-


gan en nosotros, lo que nos lleva a hacer más y más
de lo que creemos que nos traerá satisfacción o, al me-
nos reducirá nuestro dolor y miedo. Ejercemos presión
sobre nosotros mismos para hacerlo todo mejor, pero
estamos tan atrapados en nuestras soluciones recurren-
tes que no somos capaces de reconocer que más de lo
mismo no es la respuesta. Y cada día solo trae nuevas
frustraciones y miedos.
Nos hemos perdido tratando de encontrar satisfacción
personal y, en ese afán, hemos perdido de vista todo
lo demás. Tal vez estemos perdiendo nuestra capaci-
dad de concernirnos y cuidar. Estamos continuamen-
te bombardeados por noticias trágicas de todas partes
del mundo, y vemos muestras de sufrimiento en nues-
tras comunidades, pero no podemos mirar por mucho
tiempo a aquellos que están sufriendo pues mirado de
cerca y vivido como una realidad cotidiana, su dolor es
abrumador.
Confrontados con el sufrimiento donde sea que posa-
mos la mirada, nos hemos vuelto insensibles. ¿Qué pue-
de hacer una persona para aliviar una pequeña fracción
de los problemas que conducen a tragedias y sufrimien-
tos tan grandes en nuestros hogares, nuestras comuni-
dades y el mundo? ¿Cómo podría una persona incidir
de manera efectiva? Recurrimos a la “esperanza” de
que las cosas mejoren, aunque no hay evidencia de que
la ausencia de acción traiga un cambio positivo.
xv
Introducción

Nuestra atención en la apariencia de las cosas nos im-


pide mirar hacia dentro y comprobar que cada acción
o falta de acción tiene consecuencias. Las palabras que
pronunciamos, las formas en que interactuamos, nues-
tros gestos, nuestros pensamientos y la forma en que
los expresamos afectan a quienes nos rodean. Nuestra
falta de voluntad o incapacidad para interactuar tam-
bién envía un mensaje, a menudo recibido como eviden-
cia de que no nos importa. Y la verdad es que, si bien
quisiéramos vernos a nosotros mismos como concerni-
dos, es demasiado atemorizante abrir nuestros corazo-
nes cuando no creemos que podamos ofrecer algo que
tenga una real incidencia.
Se requiere esfuerzo para prestar atención a nuestras
propias acciones. Se necesita tiempo para detenerse y
reflexionar sobre el impacto de lo que decimos y hace-
mos. Para hacer el esfuerzo y tomarse el tiempo, ten-
dríamos que preocuparnos por los demás y por noso-
tros mismos de una manera casi radical; y tendría que
importarnos lo suficiente como para que hagamos el
arduo trabajo de realizar cambios.
Puede que nos preguntemos si realmente vale la pena
probar algo diferente, o si introducir cambios en la for-
ma en que vivimos nuestras vidas podría llevarnos a
algo mejor. Estamos familiarizados con nuestro cami-
no actual y creemos que podemos continuar haciendo
lo que siempre hemos hecho en nuestros intentos de
evitar (o al menos encubrir) el sufrimiento que ocupa
xvi
Introducción

gran parte de nuestra energía. Puede ser muy aterra-


dor intentar un nuevo camino con un destino poco cla-
ro. Es mucho más fácil y predecible quedarse con lo que
sabemos, sin importar los costos.
¿Por dónde podríamos empezar? Si reasignamos una
pequeña parte de la energía que destinamos para man-
tener nuestra fachada protectora, ¿se derrumbará todo
y nos dejará expuestos? ¿Qué pensarán de nosotros
nuestros amigos y familiares, y los demás? ¿Qué suce-
de si nosotros y ellos aprendemos cosas sobre nosotros
que creemos que es mejor dejar ocultas e inexploradas?
¿Y si descubren lo poco que nos preocupamos de noso-
tros mismos?
El dilema crece, en gran parte porque estamos tan cen-
trados en nuestro propio sufrimiento que no podemos
ver más allá. Sin embargo, si todos estamos atrapados
en dilemas similares, eso trae repercusiones significa-
tivas que cada uno de nosotros, en nuestras familias,
comunidades, estados y naciones, vivimos a diario.
Nos estamos perdiendo a nosotros mismos –nuestra
humanidad, nuestras almas, nuestra compasión, nues-
tra conciencia, nuestras propias vidas– entregándonos
al sufrimiento y permitiendo que nos controle y nos
dicte dónde y cómo enfocamos nuestra energía.
En nuestro afán por mantener la fachada, confundimos
los esfuerzos que a ello dedicamos con una auténtica
preocupación por nosotros mismos. En la práctica, no
xvii
Introducción

estamos cuidando sino la fachada, que no es lo que so-


mos. Es solo una construcción que nos separa de nues-
tro ser verdadero. Nuestros temores nos dicen que es
mejor mantener esta cobertura porque nuestro verda-
dero ser no estaría a la altura del estándar que hemos
establecido para una imagen aceptable ante los demás.
Está claro que proseguir por nuestra senda actual aca-
rrea consecuencias reales y que estas nos afectan todos
los días. Nos quedamos sin energía para preocuparnos
por la forma en que nuestro sufrimiento individual y
nuestros intentos de aliviarlo nos están afectando a
todos.
Debido a que somos tantos los que estamos en el mismo
camino destructivo, estamos perdiendo las enseñanzas
y la sabiduría que nos recuerdan dónde se encuentran
la felicidad, la alegría y la satisfacción.
Eso hace que estemos perdiendo contacto con el cono-
cimiento esencial que nuestros sentidos nos brindan en
abundancia cada día. No entendemos cómo funcionan
nuestras mentes y que nuestros pensamientos no re-
presentan verdades, sino que sirven para perpetuar la
narrativa en curso que mantiene la fachada a la que nos
aferramos de manera tan desesperada. Hemos perdido
la conciencia de la valiosa sabiduría que nuestras emo-
ciones pueden proporcionar y optado por visualizar los
sentimientos como algo que se debe suprimir, pues son
impredecibles y, por lo tanto, atemorizantes.
xviii
Introducción

Por consiguiente, no nos ocupamos de cosas tan impor-


tantes como: a qué pensamientos atendemos, los senti-
mientos que surgen a lo largo del día, lo que nos traen
los sentidos o cómo nos comunicamos con los demás.
Esto significa que hemos optado por no contactarnos
con las partes de nuestro ser que pueden ayudarnos
a encontrar satisfacción y una sensación de bienestar.
Hemos cometido el error de suponer que nuestros pen-
samientos son herramienta suficiente para salir del
embrollo en el que nos encontramos, a pesar de que
nuestros pensamientos han desempeñado un papel im-
portante en su gestación.
Esto también significa que hemos perdido la capacidad
de cuidar de los dones que nos han sido otorgados, lo
que nos podría llevar a la iluminación: nuestros cora-
zones, mentes, almas, emociones y sentidos. Incluso he-
mos perdido la brújula que podría ayudarnos a evaluar
los efectos de nuestras elecciones, palabras, pensamien-
tos y acciones, dejándonos sin un punto de referencia
estable para la orientación que necesitamos en nuestras
pugnas.
Si decidiéramos que queremos algo diferente para la
vida que nos queda, ¿qué deberíamos hacer?
Un paso es reconocer y apreciar que siempre estamos
en este momento. Hay muchos recursos a nuestro al-
cance si estamos dispuestos a dejar de aceptar que lo
que somos ahora no es todo lo que somos capaces de
ser y de convertirnos. El llamado a “estar aquí ahora”
xix
Introducción

es algo que hemos escuchado, pero es posible que no se-


pamos cómo ponerlo en práctica o que no entendamos
su importancia.
Cuando elegimos estar presentes, demostramos una in-
tención y disposición para contactarnos con todo lo que
trae cada momento: los pensamientos que surgen, los
sentimientos que están presentes, nuestras conexiones
sensoriales con el mundo físico y nuestras interacciones
con otros seres.
Crecer en nuestra capacidad de mantener contacto con
el momento presente no es fácil, pero podemos aprender
a hacerlo. Entrenarnos en cómo funciona nuestra men-
te puede brindarnos herramientas para comprender
que lo que parece real y lógico suele ser una fabricación
sin sustancia. También podemos crecer aprendiendo
cómo funcionan nuestras emociones, las complejidades
que representan y revelan, y cómo permitir que la ex-
periencia de los sentimientos nos traiga enseñanzas.
Aprender a meditar o participar en una práctica espi-
ritual puede abrirnos a conocer sobre nuestra misión
en esta vida y la travesía que tenemos por delante. Sin-
tonizarnos con todos nuestros sentidos –lo que vemos,
oímos, tocamos, saboreamos y olemos– nos permite
acceder a riquezas genuinas que en nuestra prisa po-
demos obviar por completo, como un viajero que pasa
más tiempo tomando fotos que teniendo la experiencia
de estar en algún lugar nuevo.
xx
Introducción

Realizar cualquiera de estas acciones expone la vulne-


rabilidad de nuestros corazones, sentidos y mentes, por
lo que también es importante protegerlos a medida que
aprendemos cómo funcionan estos preciosos recursos.
Debemos ser como guardianes buenos y confiables de
nuestros pensamientos, sentimientos y corazones; solo
cuando seamos capaces de esto por nosotros mismos,
podremos proteger a los demás de la misma manera.
Compartir lo positivo y negarnos a que lo negativo
nos domine puede ayudarnos a permanecer en la senda
de una vida plena y feliz. Ser consciente del trabajo de
otros en esta senda, y recordar que cada uno de noso-
tros influye en otros de manera poderosa también es im-
portante, pues tenemos la opción de ser una influencia
positiva o negativa con cada acción que emprendemos.
Si elegimos participar más plenamente en nuestras
propias vidas, descubriremos que también nos relacio-
namos con los demás a un nivel más profundo. Comen-
zaremos a reconocer y valorar nuestra interconexión y
veremos que incluso las pequeñas acciones cotidianas
tienen un impacto más amplio del que creíamos. Co-
menzaremos a disfrutar de las conexiones que se desa-
rrollan más allá de nuestras relaciones inmediatas, vin-
culándonos másplenamenteconnuestrascomunidades.
En el proceso, aprenderemos cómo comunicarnos de
manera más positiva, cómo compartir y cómo concer-
nirnos y cuidar verdaderamente de los demás.
xxi
Introducción

Para construir mejores comunidades se requieren es-


tas habilidades. Podemos trabajar juntos para aprender
a valorarnos unos a otros y a desarrollar un entendi-
miento común de lo que importa al aprovechar el co-
nocimiento y la sabiduría que hay en cada uno de noso-
tros. La voluntad de aprender de los demás es esencial.
Muchos de mis estudiantes son estadounidenses, un
país que ha encarnado durante mucho tiempo la liber-
tad y las oportunidades para las personas de todo el
mundo. Como ciudadanos de esta nación, debemos to-
mar en serio las responsabilidades que exigen nuestras
libertades, porque el ejemplo que damos, junto con mu-
chas otras naciones occidentales, es muy potente. Como
integrantes de la comunidad local y global, podemos
elegir participar con otros para disfrutar de una buena
travesía por esta vida. Si aprovechamos el poder de la
tecnología moderna, podemos conectarnos con otras
personas cercanas y lejanas para comprender la trave-
sía que compartimos durante esta vida, y apoyar los
esfuerzos de los demás para valorar el viaje.
Las personas nacidas en Estados Unidos tienen la liber-
tad de tomar estas decisiones y actuar en consecuencia
porque nuestra nación se fundó en estos derechos. En
Estados Unidos y en democracias similares, si desea-
mos ser una fuerza para un cambio positivo en el mun-
do, no hay nada que nos detenga, excepto nuestra propia
falta de voluntad para actuar. La elección de participar
más plenamente en nuestras propias vidas nos brinda la
xxii
Introducción

oportunidad de obtener lo que decimos que queremos,


la felicidad para nosotros y para nuestro mundo. Elegir
no participar significa perder esa oportunidad.
Pero espera, puedes estar pensando, este salto de simple-
mente tratar de encontrar alivio a nuestro sufrimiento in-
dividual para asumir la felicidad de la comunidad global
parecedemasiadogrande”.¿Realmentequeremosaceptar
que nuestras acciones tienen tanto impacto en otra cosa
que no sea nuestro bienestar diario? ¿No sería acaso me-
jor quedarnos con nuestros conflictos familiares, aunque
seanagotadores,yquenuestrosintentosporresolverlonos
dejan insatisfechos? Al menos nuestras rutinas familiares
pueden proporcionar alivio temporal, a veces.
Es cierto que elegir algo nuevo es difícil. Pero también
es cierto que correr el riesgo puede llevarnos a la sa-
tisfacción y felicidad que deseamos disfrutar en lo que
queda de nuestro tiempo en esta vida. Incluso las accio-
nes pequeñas pueden tener un impacto mayor de lo que
creemos. Cualquier apertura a la posibilidad de concer-
nirnos y cuidar reverbera a través de todos nosotros.
El cuidado, el perdón y el respeto son cualidades que
podemos elegir desarrollar de manera activa; Resul-
tarán muy valiosos en nuestra búsqueda de un cam-
bio positivo. Estas cualidades se demuestran a través
de gestos y se expresan en palabras y en los detalles
de nuestras interacciones cotidianas. Cada una de estas
cualidades constituye un elemento importante en cómo
nos relacionamos con nosotros mismos, con otros seres
xxiii
Introducción

y con nuestro entorno. La práctica de cada uno pue-


de ser mejorada mediante nuestra voluntad de culti-
var una mente receptiva y hacer un buen uso de lo que
aprendemos.
Cuidar significa atesorarnos a nosotros mismos y a los
demás; significa que concebimos toda la vida como un
don precioso. Cuando nos importa, mostramos amabi-
lidad y preocupación; prestamos atención, nutrimos y
protegemos; somos benevolentes y reflexivos, valoran-
do y protegiendo lo que atesoramos. Nuestras palabras
y acciones transmiten la profundidad de nuestro cui-
dado, porque nos alejamos de la simple ignorancia de
nuestro propio dolor y el de los demás para actuar.
La demostración de concernirse-cuidar toma muchas
formas, y cada uno de nosotros lo experimenta a su
manera. Es posible que no siempre sepamos lo que ne-
cesitamos para sentirnos cuidados y atendidos, pero sa-
bemos cuándo no está presente. Esto es cierto para los
demás también.
Podemos pensar en preocuparnos de nosotros mismos
como un acto egoísta, asumiendo que cualquier cuidado
que nos brindemos nos aleja del cuidado que podemos
ofrecer a los demás. Pero esto no es cierto. Más bien,
la disposición a cuidarnos a nosotros mismos expande
nuestra capacidad de cuidar a los demás porque nues-
tros corazones están abiertos al calor de lo que es pre-
cioso para cada uno de nosotros. Crecemos en nuestra
xxiv
Introducción

capacidad de cuidar cuando practicamos abrir nuestros


corazones a todos los seres, incluidos nosotros mismos.
Perdonar requiere ver con una visión más amplia que
nos permita dejar de lado la necesidad de sentir que
hemos sido perjudicados. Perdonar nos permite liberar
la carga de ira y dolor para avanzar sin trabas. Nos li-
bera para un mejor uso de la energía y cambia nuestras
interacciones con aquellos que creemos que nos han
perjudicado. El perdón no dice que lo que se hizo fue
correcto o incorrecto; más bien, nos permite dejar de
sentir la necesidad de probar lo incorrecto de lo que ha
sucedido. Somos libres de vivir en el presente, aliviados
de la necesidad de culpar o castigar a quienes nos han
hecho sufrir.
Al ofrecer el perdón, experimentamos compasión: por
aquellos cuyo dolor condujo a las acciones que nos hi-
cieron daño, y por nosotros mismos mientras cargamos
con la carga del dolor que resultó de ese daño. El per-
dón nos ofrece un respiro del sufrimiento, tanto en el
presente como en el futuro. Es un regalo que podemos
optar por dar o retener, pero otorga beneficios tanto al
donante como al receptor, incluso cuando el receptor
no sabe que le ha sido dado.
El respeto es otra expresión crucial del cuidado. Cuando
sentimos respeto, reconocemos el mérito. Estimamos
lo que respetamos y a quienes respetamos, y encontra-
mos formas de demostrar nuestra conciencia de su va-
lor. Apreciamos su bondad y honramos su ser. Incluso
xxv
Introducción

podemos desear aprender de ellos, desarrollar las cuali-


dades que representan. Nuestra admiración de las cosas
o los seres que respetamos se basa en la aceptación de
todo lo que son, en la conciencia de sus imperfecciones.
El amor propio es una cualidad igualmente importan-
te a desarrollar. Nosotros también tenemos cualidades
admirables además de nuestras imperfecciones. Noso-
tros también tenemos bondad y sabiduría. El recono-
cimiento de nuestro propio mérito es un paso impor-
tante, ya que nos permite reconocer más plenamente el
mérito en los demás. Si somos incapaces de respetarnos
a nosotros mismos, nos resultará muy difícil extender
el respeto a los demás, porque no sabremos cómo reco-
nocer lo que es digno de respeto.
En esta introducción, he reflexionado sobre cómo nues-
tra necesidad individual de concernirnos y cuidar pue-
de llevarnos a considerar las razones más amplias que
explican por qué el cuidado es importante para cada
uno de nosotros y para las comunidades más amplias
en las que vivimos y existimos. Este panorama más
amplio es importante, si deseamos entender por qué es
importante el estudio del cuidado.
Cuando procuramos aliviar nuestro propio sufrimien-
to, nunca actuamos en el vacío. Nos transformamos, y
en el proceso, todo se transforma: la forma en que nos
relacionamos con nosotros mismos y con los demás,
cómo estos otros se relacionan con sus propias vidas
y con ellos mismos, y así sucesivamente, a medida que
xxvi
Introducción

las ondas causadas por nuestras acciones fluyen hacia


afuera. Dependiendo de nuestra conciencia y compren-
sión, el impacto de lo que hacemos puede crear más su-
frimiento o puede marcar una diferencia significativa,
tangible y beneficiosa para todos nosotros.
Podemos elegir ser parte del movimiento hacia relacio-
nes más afectuosas y positivas con aquellos en nuestra
esfera inmediata, y por extensión con aquellos en la co-
munidad más amplia de nuestro mundo.
“Cuidar” es una palabra muy pequeña, pero conlleva un
gran efecto. Cuando nos abrimos a un tipo de cuidado
más expansivo, estamos haciendo algo que nos importa
a todos. Asumir este compromiso puede requerir un
cambio profundo, y la decisión de hacer ese cambio
puede ser pavorosa. Pero al elegir concernirnos y cui-
dar, descubrimos nuestro coraje. Nuestros miedos solo
pueden detenernos si les damos ese poder.
Espero que lo que encuentres aquí te brinde el estímu-
lo que necesitas para elegir cuidar desde el corazón,
estudiarlo en profundidad y expresarlo en todo lo que
haces.

xxvii
prólogo
Sanador Oculto

Cuidar es esencial
Cuando llegué por primera vez a los Estados Unidos,
no tenía gran conocimiento del mundo occidental. El
idioma, la cultura, el sistema educativo, la gente, todo
era nuevo para mí. Era un poco inocente: había muchas
cosas que quería lograr, así que empecé a trabajar con
personas y emprender proyectos, y solo procuré hacer
las cosas lo mejor que pude. Mirando hacia atrás, puedo
ver que a veces cometí errores, porque a pesar de mis
buenas intenciones, no siempre sabía lo que necesitaba
saber.
He oído decir que cuidar de los bosques y plantar ár-
boles es un ideal estadounidense, algo que tengo en co-
mún con la gente de mi país adoptivo. Amo todo tipo
de plantas y árboles, y aprecio sus colores y formas
maravillosamente diferentes. Y así planté audazmente,
juntando árboles de todo el mundo para echar raíces
en los parques y jardines del centro de retiro que llamé
Odiyan.
xxviii
Sanador Oculto

Aquí en Odiyan planto especies nativas para apoyar


nuestra ecología. Cultivo huertos de manzanos y cítri-
cos, ciruelas y castañas y moras, y rodales de gingko,
magnolia floreciente y cipreses altos. En los cuaren-
ta acres del Mandala Interior de Odiyan, he plantado
cientos de miles de árboles. Si incluimos los setos, ar-
bustos y flores plantados en este lugar en los últimos
treinta años, la cifra se acerca al millón.
Pero cuando comencé, no entendía qué tan profundos
debían ser los agujeros para mis árboles. No pensé en
proteger las raíces de los topos; no sabía cómo garan-
tizar que el suelo fuera lo suficientemente bueno, cómo
determinar el equilibrio correcto de nutrientes en la
tierra de hoja, cómo proporcionar la cantidad correcta
de sol y sombra. Me tomó tiempo reconocer que mu-
chos árboles necesitaban ser bien estacados o plantados
resguardo de los vientos, que soplan fuertemente desde
el océano aquí.
Hoy, puedo ver más claramente lo que no sabía hace
treinta años sobre jardinería y silvicultura. Muchos fac-
tores requieren atención y previsión. Debemos conocer
las propiedades de la capa superior del suelo local, los
patrones climáticos y los hábitos de crecimiento de los
árboles, que una vez establecidos pueden necesitar una
poda anual. Luego está la cosecha, que debe ser coor-
dinada cuidadosamente por nuestra pequeña población
residente, para que nuestra fruta no se desperdicie.
xxix
Prólogo

A lo largo de los años, hemos aprendido cuánta agua


realmente necesita cada árbol, arbusto, flor y planta. Y,
sin embargo, de vez en cuando, mis alumnos y yo nos
olvidábamos de regar o dejábamos sin mantención las
líneas de riego y los árboles se perdían.
¡Una triste visión! Mi inversión había desaparecido y,
más importante, estas formas de vida hermosas e inspi-
radoras, casi como amigos para mí, habían desapareci-
do. Estas lecciones me enseñaron que debo trabajar con
energía y planificar con cuidado el bienestar de estas
preciosas vidas a mi cargo.
Prestar atención, permanecer conscientes, ofrecer cui-
dado son aspectos importantes en cada esfuerzo, en
cada ámbito.
Porque cuando miramos más de cerca, ya sea el medio
ambiente, la economía, nuestras comunidades, empre-
sas y gobierno, familias y relaciones, arte, cultura y re-
ligión, o ciencia y educación, todo parece adolecer de
una falta de cuidado. Sin atención en la comunicación,
las personas se malinterpretan fácilmente, lo que puede
crear dolor y problemas para todos. Incluso los diver-
sos tipos de meditación o instrucción de “atención ple-
na” ampliamente disponibles en la actualidad parecen
carecer de algo a este respecto.
Puede que necesitemos una nueva introducción al con-
cernirse y cuidar. Nuestro enfoque tradicional no ha
tenido mucho éxito; por regla general, el hecho de de-
xxx
Sanador Oculto

cirnos a nosotros mismos que debemos cuidarnos o que


necesitamos recibir cuidado no parece funcionar muy
bien. Estos discursos y expresiones de dolor no nos
traen la curación que necesitamos.
La filosofía budista sostiene que este mundo que nos
tomamos tan en serio es una ilusión, un espejismo. Po-
dríamos decidir, a la luz de esa idea, que el cuidado no
es tan importante; después de todo, nuestra existencia
es impermanente e insustancial. Pero por muy tempo-
rales que sean estas circunstancias, creo que constata-
remos, si nos miramos con sinceridad, que todos que-
remos vivir felices.
Vivimos en un marco de acciones y reacciones, causas
y efectos predecibles. Las plantas en nuestro jardín
pueden ser parte de un espectáculo mágico del espa-
cio, pero responden cuando les damos agua. Incluso po-
dríamos decir que estos sueños nuestros necesitan un
cuidado amoroso, ya que brillan en nuestra conciencia,
creciendo y apareciendo según los patrones específicos
de este misterioso mundo de ilusión.
En definitiva, somos seres sintientes. Queremos pre-
servar lo que es bueno, disfrutar y mantener lo que es
precioso en nuestras vidas.
Cuidar es la clave.

xxxi
Prólogo

Concernirse por el cuidar


¿Qué tipo de atención le damos a cuidar?
Tal vez nos preocupamos mucho, de muchas cosas; o
tal vez decimos: “Tengo muchas preocupaciones”. En
este caso, llevamos nuestras preocupaciones como una
pesada carga. Tal vez, en cambio, somos precavidos y
cuidadosos todo el día.
Cuando nos importa, prestamos atención; ¿Pero pres-
tamos suficiente atención al cuidado?
La mayoría de las veces, tenemos un método, un enfo-
que para el concernirse y cuidar. Nuestro principal mé-
todo podría describirse como el método “de”: cuidamos
“de” las cosas, de nuestros seres queridos, de nosotros
mismos. Esto parece no solo beneficioso a primera vis-
ta, sino simplemente necesario. Las plantas necesitan
agua; los perros necesitan paseos; los niños necesitan
apoyo y atención. Nuestros trabajos deben ser atendi-
dos. Nuestra salud debe ser cuidada. Cuando se trata de
cuidar, ¿qué más se necesita decir?
Pero este “cuidar de algo” no necesariamente transmite
la esencia, el corazón del cuidado. Por un lado, obede-
ce a una distinción estrictamente forzada entre aquí y
allá, esto y aquello, tú y yo.
En ese sentido, concernirse “por”, cuidar “de” y preocu-
parse “de”, son conductas que están marcadas por la
creencia de la mente en su distancia y diferencia con
xxxii
Sanador Oculto

el mundo; todas (estas conductas) llevan huellas de ese


doloroso régimen.
Esta puede ser la razón por la que a menudo experi-
mentamos el cuidar, el nuestro y el de otros, como algo
negativo: el cuidado es lo que falta en nuestras vidas, y
lo sabemos principalmente a través de su ausencia.
Es como si creyéramos que el cuidado es un medica-
mento escaso que ya no podemos fabricar, algo que
damos a regañadientes y con parsimonia, hasta que se
agota. Nos sentimos agotados, si somos los que cuida-
mos; o necesitados e insatisfechos si somos los destina-
tarios de dicha atención.
Sin embargo, la magia del cuidado es real. Puede que
no tengamos idea que lo hace posible. Pero podemos
sentirlo cuando no está presente, y respondemos con
alegría cuando lo está.
Incluso puede que sea difícil imaginar una forma al-
ternativa de cuidar. Pero puede que el cuidado real ya
esté presente, implícito en la experiencia, esperando ser
descubierto y refinado.

El verdadero asunto
Necesitamos alimentos para vivir, y podemos sobrevi-
vir con alimentos incluso si no tienen sabor. Pero hay
personas que han dominado el arte de cocinar: algunos
de nosotros sabemos cómo hacer que incluso una simple
xxxiii
Prólogo

ensalada o un vaso de jugo de fruta sea una experiencia


memorable. Este tipo de comida eleva los espíritus y
nutre el corazón y la mente, al igual que el cuerpo.
El verdadero cuidado es similar. Tiene un sabor úni-
co. Es una esencia curativa que se puede extraer de la
experiencia, de la misma manera que una gastronomía
virtuosa puede resaltar maravillosos sabores en nues-
tra comida.
Esta cualidad especial es el sello de autenticidad del
concernirse y cuidar. Es el curso de agua que nutre la
vida. Podemos sentir su presencia en pensamientos y
gestos, pero no se detiene allí; fluye debajo de todas
nuestras expresiones de bondad, y es más profundo y
más amplio que cualquier palabra o acción.
Sabemos que el cuidado es real cuando nos encontra-
mos con este ambiente alentador, este delicioso sabor,
este sentimiento indefinible de paz: respondemos a él
como responden las plantas a la humedad. Esta mara-
villosa calidad expresa un tipo de concernirse-cuidar
puro, más allá del “desde” y “hacia” de las relaciones,
comparaciones y medidas.
Creo que hay más que descubrir sobre el cuidar que lo
que entendemos comúnmente. Puede ser que podamos
aprender un nuevo arte del cuidado observando más de
cerca, no solo lo que nos importa, sino también cómo
nos importa y cuidamos.
xxxiv
Sanador Oculto

El cuidado podría impregnar todo lo que hacemos. Po-


dría brillar a través de cada faceta de nuestro trabajo.
Podría revelar la belleza en el corazón de nuestras ac-
tividades más básicas. Comer, dormir, hablar con ami-
gos, lavar platos: cuando nuestras vidas ordinarias es-
tán investidas de la calidad del cuidado se transforman.

Aprender a cuidar puede significar aprender a cuidar


no solo de una o dos cosas, como nuestras cosas favori-
tas o las que más nos preocupan. Podríamos aprender a
abrir nuestros corazones a esta calidad expansiva e in-
condicional del concernirse-cuidar, experimentándola
y expresándola por nosotros mismos.

Expresiones del cuidado


Cuando está realmente vivo en nosotros, el concernir-
se y cuidar es más que una teoría. Se manifiesta en la
forma en que vivimos nuestras vidas normales: cómo
hacemos nuestros trabajos, apoyamos a los miembros
de nuestra familia y nos relacionamos con nuestra co-
munidad y nuestro entorno.

Es importante que el cuidado se manifieste en formas


perceptibles, prácticas y de la vida real. Mantener los
espacios limpios, cocinar alimentos saludables y deli-
ciosos, o mostrarle a los demás una actitud amable y
temperamento sereno, a veces puede expresar nuestro
cuidado con mayor eficacia que las palabras floridas.
xxxv
Prólogo

Como sabemos por nuestra propia experiencia, a veces


las palabras no logran ser lo suficientemente profun-
das para cambiar algo dentro de nosotros. Necesitamos
encontrar una manera de transmitir un cuidado real a
nosotros mismos y a otros que se adentren en nuestros
corazones y mentes, donde el suelo es fértil y pueden
crecer semillas de nuevas posibilidades.

En este ámbito del cuidado activo, nuestras acciones se


comunican al igual que nuestras palabras.

Este tipo de comportamiento puede ser reconocido,


apreciado y emulado rápidamente por otros, sin nece-
sidad de instrucciones o conocimientos especiales. Bri-
lla en la forma en que tratamos nuestras herramientas,
en la forma en que cocinamos nuestras comidas, en la
forma en que se siente estar en nuestras casas y jar-
dines. Muestra cómo nos movemos por la calle, cómo
desempeñamos nuestros deberes como ciudadanos o
miembros de la comunidad. El verdadero cuidado es
inmediatamente evidente en como dejamos todo lim-
pio detrás de nosotros, cómo mantenemos, reparamos
y fortalecemos lo que es débil.

El cuidar no deja el trabajo duro a los demás, ni imagi-


na que algún cuerpo abstracto, “ellos”, solucionará todo
y pagará por todo. Cuando realmente nos importa, nos
encargamos nosotros mismos, rápidamente y sin nin-
gún problema.
xxxvi
Sanador Oculto

Cuando realmente encarnamos este conocimiento del


concernirse-cuidar, decimos: “No hay problema: consi-
dérelo hecho”.
El verdadero cuidado se manifiesta en un verdadero
respeto por los demás; lleva tiempo apreciar sus esfuer-
zos y fomentar su crecimiento y desarrollo. Si alguien
hace algo bueno, por ti, por su familia, por la comuni-
dad, el cuidado se denota. De esta manera, el cuidado
inspira cuidado.

El cuidar te incluye
Podemos comprender fácilmente lo importante que es
sentirse apreciado, cuando vemos cuán útil y beneficio-
so es el aprecio para las personas que nos rodean. Y, sin
embargo, rara vez nos apreciamos a nosotros mismos.
Normalmente no nos tomamos el tiempo para celebrar
pequeñas victorias y logros, o para alentarnos a no-
sotros mismos cuando practicamos el cuidado. Sé ho-
nesto: ¿cuán a menudo te has dicho a ti mismo: “¡Bien
hecho! Esto valió la pena el tiempo y esfuerzo. Ese yo
mío hizo un buen trabajo, ¡regocijémonos!”?
Algunos de nosotros nunca escuchamos estas palabras
de nosotros mismos.
Sin embargo, este autoestímulo y autoapoyo nos pres-
tan la fuerza para lograr mucho, para mejorar. A medi-
da que mejoramos, ganamos autoestima; con el tiempo,
xxxvii
Prólogo

la autoestima se convierte en confianza en sí mismo.


Podemos sentir una honesta autoestima que nos permi-
te reconocer nuestras propias virtudes.
Después de todo, notaste la necesidad, ofreciste amabi-
lidad y cuidado. Tu disciplina, sinceridad y amabilidad
trajeron algo bueno al mundo. Esa bondad es eminen-
temente digna de atención.
¿Parece egoísta decirlo? Podríamos pensarlo al prin-
cipio, ya que, como regla general, estamos poco acos-
tumbrados a la idea de que una apreciación profunda,
incluso para nosotros mismos, es una parte esencial del
concernirse-cuidar.
Podemos ver muy claramente los beneficios del cuida-
do; Podemos ver con la misma claridad las consecuen-
cias cuando falta atención solícita. Podemos tomarnos
un poco de tiempo para examinar nuestras propias vi-
das y ver los mismos patrones desplegarse en la histo-
ria humana: en cada escala, en cada situación, podemos
ver la diferencia que hace el cuidado.
Concernirse y cuidar saca lo mejor de nosotros. Es
compatible con proyectos grandes y ambiciosos, y da
profundidad y significado a nuestro conocimiento. Pero
el cuidado no solo se manifiesta en grandes gestos: tam-
bién está en los pequeños detalles. Incluso solo prestar
atención, mantener la calma y sopesar lo que decimos
antes de hablar puede contribuir a crear un ambiente
xxxviii
Sanador Oculto

de verdadera preocupación. Este es el cuidar que todos


podemos llevar a cabo.
Y el cuidado es magnético, atractivo: también inspira a
otros a preocuparse.

Cómo usar este libro


Insertas en estas páginas, encontrarás algunas adicio-
nes inusuales.
Las expresiones, mostradas en cursiva, expresan los
sentimientos del corazón: sus anhelos, miedos y des-
cubrimientos. Es posible que no sientas todas las cosas
que comparten estas expresiones, pero quizás puedas
sentir empatía con algunas.
Los ejercicios ofrecen puntos para explorar de manera
práctica por ti mismo. Según el ejercicio, puedes invo-
lucrar estos puntos a través de tu cuerpo y tus senti-
dos, tus pensamientos y recuerdos o el espíritu de tu
imaginación.
Las exploraciones contienen sugerencias para desarro-
llar algunas de las habilidades prácticas del concernir-
se-cuidar, así como reflexiones sobre situaciones de la
vida real que muchos de nosotros enfrentamos.
Si disfrutas este libro, te recomiendo que intentes leer-
lo tres veces o de tres maneras: una primera vez, pro-
fundizando en tu experiencia para ver si puedes descu-
brir la esencia del concernirse y cuidar; una segunda,
xxxix
Prólogo

concentrándote en la sanación interna que hace posible


el cuidado; y una tercera, explorando la forma en que
nuestra conducta y comportamiento pueden transfor-
marse cuando nos abrimos al cuidado.

Elíxir oculto
¡Esta alegría secreta que fluye debajo y dentro de nues-
tra experiencia, esta bondad secreta! Si realmente pu-
diéramos tocarla, si tan solo supiéramos cómo, si pudié-
ramos experimentarla en nosotros mismos, tendríamos
un gran recurso interno, la base del bienestar, la forta-
leza y la felicidad. Tendríamos un sentido inquebranta-
ble de nuestro propio valor y un camino hacia una vida
profundamente significativa.
Mi padre, Sogpo Tulku, no solo era un lama, un con-
sejero y un líder comunitario; también era un médi-
co tibetano con un entrenamiento integral. Cuando yo
era un niño, asistiéndolo mientras cuidaba a la gente
de nuestro valle, me contó sobre las hierbas curativas
especiales que crecían en las montañas.
El conocimiento de estas hierbas curativas fue trans-
mitido de una manera especial. Los maestros no les
dijeron a sus alumnos cómo cosechar las plantas. Los
textos explicaban los usos y las virtudes de las plantas,
pero no describían cómo se veían ni dónde se encontra-
ban. Para encontrar las hierbas, era necesario estudiar
cuidadosamente los movimientos del maestro, ya que
xl
Sanador Oculto

eran solo sus huellas las que podían llevar al estudiante


a la planta correcta.
Quizás el elixir interno de cuidar desde el corazón sea
similar. Los asesores, maestros y textos pueden decir-
nos lo que hace la medicina, pero no cómo encontrarla.
Espero que estas palabras sirvan como indicadores, la
forma en que los pasos de mi padre revelaron la ubica-
ción secreta de preciosos medicamentos que ayudan y
sanan.

xli
primera parte
Ocuparnos de los Orígenes

La comprensión de algunas características


básicasdenuestraexistenciacomoseressintientes
puede ayudarnos a identificar la importancia de
concernirse.

Antes de comenzar
¿Por qué deberíamos ocuparnos de nuestros orígenes?
¿Tiene alguna importancia establecer de dónde veni-
mos? ¿Incide en lo que experimentamos aquí y ahora?
Puede que sea más importante de lo que pensamos.
Esto se debe a que, entreveradas en lo profundo de
nuestro ser, hay condiciones con causas muy antiguas,
las que a su vez nos llevan a actuar en formas que siguen
causándonos daño, de manera individual y colectiva.
Si queremos experimentar, comprender y ofrecer una
nueva forma de concernirnos y cuidar, debemos ase-
gurarnos de que el agua alcance las raíces; si quere-
mos incidir de un modo que no sea superficial, debemos
1
Primera Parte

comprender de la forma más profunda aquello que nos


ha llevado a adoptar nuestras posturas actuales, cuáles
son los factores que nos han conducido a las situaciones
que experimentamos hoy.
A medida que lees, sigue preguntándote: ¿De dónde
vengo? ¿Qué elementos contribuyeron a que yo sea esta
persona, de esta forma, en este lugar y momento? ¿Qué he
invertido en esto, a qué he destinado mi tiempo y energía
en este esquema?
¿Acaso es inevitable esta forma de ser?

Aquí mismo, ahora mismo


Aquí estamos: aquí mismo, ahora mismo, en este ins-
tante y lugar. Para indicar esto, decimos que estamos
presentes o que habitamos el momento presente. Todo
el mundo sabe que eso es así; todo el mundo está de
acuerdo. No hay nada controvertido en este punto, nada
que indagar.
Sin embargo, podemos preguntarnos a qué nos refe-
rimos exactamente cuando decimos, “Estoy presente”.
En primer lugar, el acto de localizar el yo parece re-
querir que también hagamos presente el yo. Para que
esto sea posible, debemos realizar algunas afirmaciones
adicionales. Por ejemplo, parece que estoy diciendo que
mi presencia presente es un subproducto de una estruc-
tura temporal que separa el pasado y el futuro del pre-
2
Ocuparnos de los Orígenes

sente. También estar aquí significa que yo podría estar


en otro lugar, de lo contrario la afirmación no tendría
sentido.
Por otra parte, para que yo esté presente, debo tener
una identidad que me separe de otras cosas o entidades.
Yo estoy aquí y otras cosas están allá.
Detrás de todo esto, hay una estructura establecida que
presupone la posibilidad de movimiento. Estoy aquí
porque no estoy allá. ¿Cómo llegué acá? Debe haber
habido una transición, un andar. Yo estaba allá y ahora,
mediante algún tipo de movimiento, me he desplazado
“desde” allá “hasta” aquí. Siempre está abierta la posibi-
lidad de que prosiga el movimiento, de que me desplace
del “aquí” presente a otro “allá” (el cual se transformará
en mi nuevo “aquí”).
Llegados a este punto tenemos suficientes elementos
para reconocer que estar aquí depende de un conjunto
de estructuras en el espacio y en el tiempo. He llegado
aquí desde otro lugar; “desde” ese lugar de partida he
llegado hasta acá. ¿Cómo se armó esta estructura “des-
de, hasta” y “aquí y allá”?
Si abordamos concienzudamente esta pregunta, no solo
en términos teóricos sino de nuestra existencia presen-
te real, veo que yo, al igual que tú, soy el producto de
muchas fuerzas o estructuras que me precedieron, lo-
calizadas en lo que denominamos el pasado.
3
Primera Parte

Al estar aquí, presente, tengo raíces, algo que podría-


mos denominar un linaje, “un parentesco” o ascendencia.

De dónde somos
El lugar de donde decimos que provenimos y lo que
asumimos como nuestros orígenes tienden a cambiar
con el paso del tiempo.
Los niños occidentales de cuatro años, aún no instrui-
dos, preguntan, “¿Cómo me hicieron?”, “¿De dónde
vengo?”, “¿Qué es Dios?”, “¿Por qué se mueren las per-
sonas?” o también, “¿Por qué no me puedo quedar des-
pierto hasta tarde?” Estas preguntas básicas incomo-
dan a los adultos. “Así es como son las cosas”, “Porque”,
“No lo sé” o “Anda a dormir” son las respuestas usuales
del adulto perplejo o exasperado.
Para la mayoría, las circunstancias de nuestras vidas
adultas nos han obligado a abandonar ese tipo de pre-
guntas respecto de nosotros mismos. En momentos de
frustración o agotamiento incluso podemos considerar-
las absurdas. ¿Pero a qué costo?
Desde una etapa muy temprana, nuestra curiosidad na-
tural y abierta recibe duros golpes. La exploración es
desincentivada de manera sutil y explícita. ¿Pero están
realmente cerrados todos los caminos? ¿De qué for-
ma despertar al aspecto viviente de “nuestros orígenes”
puede abrir nuevos caminos o al menos profundizar
nuestros campos de conocimiento?
4
Ocuparnos de los Orígenes

En esa misma temprana edad, mientras aprendimos a


renunciar a esas preguntas fuimos introducidos de ma-
nera persistente a historias de pertenencia, exclusión e
identidad. Crecimos situándonos dentro de marcos fa-
miliares, ciudades natales, equipos, estados, regiones,
países, razas, grupos étnicos y religiones.
En esa etapa asumimos una determinada identidad:
pertenecer a un grupo y no a otro. Encarnamos histo-
rias que hasta hoy seguimos conociendo, reconociendo,
aceptando o rechazando y contando sobre nosotros y a
nosotros mismos.
Un rasgo muy occidental es el hecho que, después de
aprender tantas narrativas, muchos de nosotros revisa-
mos nuestras historias, a medida que nos alejamos de
nuestro territorio, familia de origen y seleccionamos
nuestros propios espacios íntimos. Nos incorporamos
a mundos profesionales más amplios, adquirimos com-
portamientos codificados y destrezas sociales. En eta-
pas posteriores de la vida, puede que nuestras historias
ya no entretengan y que sigamos contando sus momen-
tos más relevantes, sin darnos cuenta de que el hábi-
to narrativo ha reducido lo jugoso de la experiencia.
Confiar en la retroalimentación de patrones complejos
carentes de vitalidad puede ser agotador para nosotros
mismos.
Si nos volvemos conscientes de cómo “quién soy” de-
pende de las circunstancias de nuestro nacimiento y
cultura, puede que comencemos a formular la pregunta
5
Primera Parte

de otra forma: “¿Cuál es el comienzo del comienzo?”


Puede que recurramos a la ciencia, la filosofía o la re-
ligión en busca de una respuesta más satisfactoria a
esa pregunta original e inocente sobre nuestro origen.
¿En qué basamos nuestras vidas, en qué tipo de conoci-
miento y fundamento esencial?

En Occidente, la ciencia y la religión remiten a los


orígenes de determinadas formas. Dios como creador
brinda lo que podríamos llamar un “punto de apoyo”
para los comienzos. “Dios lo hizo así” es la respuesta
última para ciertas religiones. Puede resultar tranqui-
lizadora para los creyentes, pero deja a Dios fuera de
toda comprensión para los científicos.

En esos relatos, la forma en que el creador se relacio-


na con las condiciones causales que siguen produciendo
el mundo sigue siendo un misterio. La figura de Dios
es declarada incognoscible para los seres humanos y el
juicio divino prohíbe ciertas indagaciones. Somos ta-
chados como seres no divinos, frágiles o pecadores.

Hay quienes postulan que Dios es fuente de amor y


compasión infinita y que el amor hacia los demás es el
elemento central de la ética de amar a Dios. En cambio,
algunos filósofos de la ética se basan en la causalidad
para determinar lo que es bueno y lo que es malo y ven
las consecuencias de nuestros actos como el factor de-
terminante de nuestras normas culturales.
6
Ocuparnos de los Orígenes

Estas son algunas de las formas en que hemos tratado


de responder a la pregunta acerca de los orígenes en
nuestra historia humana, pero en la actualidad muchas
personas consideran tan insatisfactorias esas respues-
tas como la que se le entregaba al niño curioso.
El éxito de la ciencia occidental en brindar soluciones
viables a los problemas le ha conferido autoridad para
determinar lo que es conocimiento en nuestra época.
Los científicos investigan las causas y condiciones pro-
poniendo diferentes teorías basadas en experimentos
controlados y repetibles que pueden remontarse en el
tiempo para explicar los orígenes. Aunque la ciencia
busca lo que es verificable y coherente, cuando se trata
de la cuestión de los comienzos, es inherentemente es-
peculativa e incognoscible, como lo demuestran las di-
versas teorías sobre cosmología que compiten entre sí.
Las explicaciones fluctúan entre lo que ha sido probado
y lo que se considera más allá del conocimiento —al me-
nos por ahora.
La explicación que la mayoría de las personas acepta
hoy como esencial para nuestra historia humana es que
habitamos la Tierra, un planeta dentro del universo.
La narrativa científica occidental actual es que nuestro
universo comenzó con una gran explosión (big bang)
hace alrededor de 13.7 mil millones de años, en el que
el espacio y el tiempo emergieron juntos de una sin-
gularidad cósmica que creció y sigue expandiéndose a
gran velocidad.
7
Primera Parte

Los astrónomos diseñan mapas valiéndose de datos sa-


telitales para describir la luz más antigua del univer-
so. Han deducido que el universo consiste en un 68%
de energía oscura, energía que no se entiende, y de un
27% de materia oscura que posee gravedad. Según esta
medición, solo es comprensible el 5% del universo ob-
servable, es decir la parte que podemos ver, que incluye
planetas como la Tierra, nosotros como seres sintien-
tes, el sol y las galaxias, y la energía como la luz, el
calor y los rayos X. El origen de estos orígenes sigue
siendo un misterio.
La observación científica ha establecido con suficiente
certeza que vivimos en un planeta que gira alrededor
de una estrella de tamaño mediano que denominamos
nuestro sol. Hay otras estrellas ubicadas dentro de la
Burbuja Local, que es una región de espacio y polvo de
la que forma parte nuestro sol. La estrella más cercana
al sol está a aproximadamente 4,3 años luz de distan-
cia, en lo que llamamos el sistema Alfa Centauri. Esta
Burbuja Local de estrellas local gira alrededor del cen-
tro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Nuestra galaxia
alberga a cientos de miles de millones de estrellas y la
Vía Láctea, a su vez, es parte de un grupo local de ga-
laxias que contiene la galaxia de Andrómeda, apenas
visible a simple vista en una noche despejada.
A una escala aún mayor, este grupo local es parte de un
gran número de galaxias –más de 200 mil millones de
8
Ocuparnos de los Orígenes

galaxias en el universo detectable– que se extienden en


todas las direcciones, incontables y vastas.

Elementos aquí que provienen de allí afuera


Los científicos occidentales están comprensiblemente
interesados en​​ encontrar nuestro lugar en este univer-
so. Se dice que todos estamos hechos de polvo de es-
trellas; en términos menos poéticos, esto significa que
los elementos básicos que componen todas las cosas en
nuestro planeta, incluidos nuestros propios cuerpos, se
formaron en algún momento a partir de la fusión can-
dente de muchos soles.
Un estudio reciente sobre 150.000 estrellas reveló que
los seres humanos y la vida sensible en este planeta
comparten aproximadamente el 97% de los tipos de
átomos que conforman nuestra Vía Láctea. Incluso se
ha descubierto que los componentes básicos de la vida
–el carbono, el hidrógeno, el nitrógeno, el oxígeno, el
fósforo y el azufre–, los mismos elementos orgánicos
encontrados en ciertos meteoritos, necesitan luz estelar
(luz ultravioleta) para formarse como sustancias quími-
cas en el espacio.
Es probable que casi la mitad de los elementos de nues-
tros cuerpos se haya formado en galaxias vecinas a
partir de la explosión de estrellas gigantes y que estos
hayan flotado en vientos intergalácticos de enormes
nubes de gas. Esto ha llevado a algunos astrofísicos a
9
Primera Parte

decir que podemos considerarnos como inmigrantes


cósmicos pues, en la práctica, somos visitantes de otras
galaxias.

Raíces desconocidas
Podemos estar conscientes de estas historias sobre el
origen del cosmos en mayor o menor grado, según
nuestros antecedentes e intereses. Pero esta vasta e in-
concebible expansión no parece tener mucho que ver
con nosotros en ningún sentido ordinario. ¿Cómo en-
cajamos en este esquema?
Mirando los orígenes en los términos más familiares
de la historia humana, cada uno de nosotros puede con-
siderar una amplia gama de eventos específicos que lo
trajo a la existencia. Por ejemplo, existo como tal por-
que mis padres me dieron vida y sus padres les dieron
vida, y así sucesivamente, a través de las generaciones.
A un nivel más global, sucedieron eventos importan-
tes que me ubicaron en estas circunstancias actuales:
guerras y oportunidades para el comercio, migracio-
nes provocadas por brotes de enfermedades, guerras o
hambrunas.
Podemos ver hoy cómo los desastres naturales, las
hambrunas y las guerras desarraigan a personas cuyos
ancestros puede que hayan vivido en un lugar durante
siglos y los diseminan por todo el planeta. América, el
gran crisol de culturas, es quizás un claro ejemplo de
10
Ocuparnos de los Orígenes

una tierra moldeada por estas convulsiones, pero hoy


en día, en todas partes del mundo, los países experi-
mentan crisis similares. Es como si un gran viento ba-
rriera periódicamente la vida de millones de personas,
reconfigurando de forma totalmente nueva un paisaje.
De esta manera, innumerables eventos determinan mi
linaje y contribuyen a él. Algunos afectan a muchas
personas, mientras que otros me son exclusivos. Mis
amistades de infancia, una decisión tomada a la ligera
de ir en una dirección en lugar de otra, retrasar mi
partida solo unos minutos en un momento clave: estos
son los eventos impredecibles que determinan quién
soy hoy. Si se cambiara tan solo uno de ellos, yo sería
alguien completamente distinto.
Si nos esforzamos, tal vez podamos dar nombre a to-
dos los eventos que distinguen estos diversos niveles de
explicación y rastrear, al menos en parte, sus interac-
ciones complejas y múltiples. Sin embargo, no importa
cuán lejos avancemos en este tipo de indagación, parece
que al final nos lleva al mismo resultado. Lo que pode-
mos decir con certeza es que somos el producto de in-
numerables fuerzas y eventos, mucho más allá de nues-
tra capacidad para comprender o incluso identificar.
Cada historia que contamos para explicar el origen de
“Estoy aquí” será sumamente incompleta, una selección
casi arbitraria de un conjunto de eventos y situaciones.
A su vez, todos estos acontecimientos se desarrollan
contra un fondo que se desvanece en las sombras. Si
11
Primera Parte

dirigimos nuestra mirada en otra dirección, aparecen


nuevos elementos y factores, pero cuando miramos ha-
cia un lado, dejamos otras regiones en la oscuridad.
Si consideramos las cosas bajo esta óptica, nues-
tra real ignorancia acerca de nuestras raíces es muy
desalentadora.

Complejidad en los límites


Como una forma de hablar de todas estas interacciones,
podríamos decir que encarnamos innumerables seres
y sucesos. En algunos contextos, podríamos hablar
de partículas que se unen para producir algo que no
estaba antes allí. Si recurrimos a otras formas de mi-
rar, podríamos referirnos a energías, conocidas y des-
conocidas, que fluyen a través del tiempo, generando
resultados.
Claramente, estaría más allá del conocimiento de una
sola persona rastrear todas estas interacciones en todos
los campos posibles del conocimiento. Con tantos fac-
tores en juego y sujetos a análisis, ninguna explicación
de cómo algo llegó a ser –del origen de lo que actual-
mente es como es, del “desde” del que surge el estar
aquí– podrá ser completa.
Las transiciones que llevan del pasado al presente, del
“desde” al “hasta”, resultan indescifrables en algún
punto. Podemos confiar en la evidencia de los sentidos,
y somos libres de hacer uso de nuestra imaginación
12
Ocuparnos de los Orígenes

para especular, teorizar, explicar y formular hipótesis.


Sin embargo, no nos llevará muy lejos.
¿En qué otras autoridades podemos confiar? ¿La tradi-
ción? ¿Razonar a partir de principios fundamentales?
¿Quién puede dar una respuesta satisfactoria a estas
preguntas básicas sobre nuestros orígenes?
Frente a estos límites, la ciencia adopta su propio enfo-
que particular para alcanzar el conocimiento. Observa
las causalidades y trata de descubrir vínculos. Lo hace
a través de un extenso análisis de océanos de datos, tan
vasto que solo computadoras poderosas pueden clasi-
ficarlos y solo un análisis estadístico sofisticado pue-
de llegar a conclusiones fructuosas. Los científicos de
diferentes campos teóricos combinan herramientas de
medición cada vez más sofisticadas con un manejo es-
tadístico de la información y algoritmos que ayudan a
identificar relaciones. Tales métodos hacen constante-
mente nuevas conexiones y generan nuevas áreas para
la investigación. Si tenemos suerte, el conocimiento
creado de esta forma será útil.
El budismo tiene su propio enfoque, que es muy diferen-
te. También habla en términos de causas y condiciones,
pero eso no significa que solo estas fuerzas materiales
actúen unas sobre otras. Incluye los mecanismos del
karma en el ámbito de las causas y condiciones. Esto
pone en juego elementos “subjetivos” que la ciencia ge-
neralmente decide excluir, ya que el karma se basa en
13
Primera Parte

gran medida en la intención con la que se llevan a cabo


las acciones.
A primera vista, la investigación científica y los mé-
todos budistas para examinar la experiencia parecen
tener poco en común. Sin embargo, las formas de inda-
gación científicas y budistas comparten algo básico: un
sentido de los límites.
Dondequiera que inicien sus investigaciones, el rango
de explicación y comprensión se expande de inmediato
hacia el ámbito de lo incomprensible. De hecho, la his-
toria de la física moderna parece mostrar que cuanto
más profundizamos en las “partículas” fundamenta-
les que conforman el mundo material, más misteriosa
se vuelve su naturaleza esencial. Algo similar podría
decirse de la comprensión budista, que considera que
nuestra realidad convencional es verdadera solo en un
sentido relativo y establece otra realidad esencial, acce-
sible a la visión de los iluminados.
Al enfrentar estos desafíos, la ciencia pospone las po-
sibilidades de comprensión para el futuro. En la actua-
lidad no podemos decir, por ejemplo, cómo surge la
conciencia de la materia, pero la mayoría de los cientí-
ficos dirá que algún día tendremos la respuesta. En el
budismo, la “estrategia” es diferente: hay innumerables
realidades que solo las personas muy avanzadas en el
camino espiritual pueden conocer, ya sea que existan
ahora, en el pasado o en el futuro.
14
Ocuparnos de los Orígenes

Profundidades del misterio


Para nosotros, como individuos, ubicados aquí y en
ninguna otra parte, lo desconocido opera en todos los
niveles. No importa cuán lejos se expanda el alcance de
lo observable, ciertas conexiones siguen siendo miste-
riosas, casi mágicas. En el nivel ordinario y cotidiano,
podemos ofrecer explicaciones claras y predecir lo que
es probable que ocurra en una situación dada, pero hay
innumerables eventos ordinarios que nos dejan a oscu-
ras. ¿Por qué una persona se recupera de una enferme-
dad persistente mientras que otra sucumbe? ¿Cómo es
que alguien de talentos medianos alcanza una posición
de liderazgo o el éxito que otra persona, mucho más
capacitada, no logra? ¿Qué hace que dos personas se
enamoren?
Hay más. ¿Qué explica el movimiento de la mente de
un momento a otro, sin una conexión clara entre lo que
le aparece a la mente ahora y lo que apareció hace un
momento? Un recuerdo olvidado hace mucho tiempo
surge repentinamente solo para dar paso a una ima-
gen inesperada, a un repentino estallido de intuición o
a un momento de tristeza. Decido girar a la izquierda
en lugar de a la derecha y esta pequeña decisión altera
irreversiblemente mi vida.
¿Cómo sucede? ¿Por qué es así y no de otra manera?
La ciencia tiene sus interpretaciones y los enfoques psi-
cológicos budistas ofrecen sus propias formas de análi-
15
Primera Parte

sis, pero las particularidades del instante se resisten a


todas estas explicaciones.
Sin embargo, a pesar de que no podemos ofrecer res-
puestas claras, no podemos escapar a la sensación de
que hay vínculos entre los eventos que conforman
nuestras vidas y que estos podrían ser rastreados. Lo
microscópico y lo macroscópico parecen estar interco-
nectados. Un evento depende de otros, tanto en el ni-
vel externo como en el interno. Algunos dirán que los
eventos surgen al azar, pero esa no es nuestra experien-
cia, al menos no en toda circunstancia. Incluso cuando
no podemos seguir el hilo, la relación entre “desde” y
“hacia” sigue operando.
No es solo que en tales circunstancias sospechemos que
hay vínculos. La verdad es que insistimos en ello. De
hecho, podemos dedicar nuestras vidas a buscar expli-
caciones, esforzándonos por darle sentido a lo que ha
sucedido. Si una narrativa resulta errónea o incomple-
ta, buscamos otra.
Al darle sentido a lo que surge, podemos identificar
ciertos aspectos fundamentales en nuestra experiencia,
sea cual sea su condición en términos científicos. Pode-
mos hablar de espíritu, conciencia, conciencia y cogni-
ción o de la mente como el operador fundamental de la
experiencia.
Por ejemplo, podemos hablar de la experiencia como
pasado, presente o futuro, a pesar de que la física no
16
Ocuparnos de los Orígenes

tiene espacio para tales categorías en sus ecuaciones;


sin embargo, para nosotros como seres humanos, di-
chas distinciones están muy presentes. Podemos iden-
tificar lugares en el espacio e investigar lo encarnado,
ya sea en el nivel externo de las apariencias convencio-
nales o en un nivel interno más refinado. Estas son las
bases para nuestro entendimiento.
Puede que esos fundamentos sean también los vehícu-
los de nuestra transformación. Si pudiéramos distin-
guir estas operaciones recurrentes, trasladándonos a
las partes sutiles del flujo constante de transiciones que
constituyen nuestra experiencia, podríamos aprender
muchas cosas valiosas. En las profundidades misterio-
sas y desconocidas, las posibilidades de comprensión
nos hacen señas.

Apuntando a los secretos


En la tradición budista, la fuente de una comprensión
más profunda, la comprensión que necesitamos para
aprehender el misterio de nuestros propios orígenes, es
la sabiduría. Sin embargo, la sabiduría en sí misma es
misteriosa. Cuando preguntamos qué significa ver con
los ojos de la sabiduría, surgen diferentes respuestas.
De hecho, la palabra “sabiduría” se usa para traducir
diversas palabras del sánscrito o tibetano, que trans-
miten una variedad de significados que calzan solo de
manera parcial con otras palabras.
17
Primera Parte

Debido a ello, pueden surgir confusiones. Se pueden


vincular ideas que deben permanecer separadas o se
pueden marcar distinciones que no tienen sentido en el
vocabulario original. Son aspectos difíciles y Occidente
aún se encuentra en las etapas embrionarias de un en-
tendimiento que posibilitaría una claridad real. Pese a
todo, debemos proceder lo mejor que podamos.
En el budismo Mahayana, diferentes escuelas presen-
tan diversas formas de sabiduría, diversas formas de
abordar los misterios dentro de los cuales se despliegan
nuestras verdades relativas. Lo que se conoce como las
enseñanzas de la Segunda Iniciación se basan en la sa-
biduría analítica, que descansa en última instancia en la
comprensión fundamental del shunyata, cuyo término
aún se traduce inadecuadamente como “vacío”.
Son las enseñanzas del Prajnaparamita, que van más
allá de toda comprensión convencional. Dado que nin-
guna formulación puede capturar de manera definitiva
su significado interior, se presentan en diferentes for-
mas y diferentes textos a la luz de las diferentes capaci-
dades de los seres sensibles.
El Buda presentó una amplia gama de enseñanzas. Al-
gunos textos se han perdido, pero la profundidad de su
realización brilla en los que perduran.
Las enseñanzas Mahayanas de la Tercera Iniciación,
por otra parte, abordan los misterios finales de manera
diferente. Aquí, la verdad fundamental del ser está vin-
18
Ocuparnos de los Orígenes

culada a prabhasvara (o prabhasa), un término que po-


dríamos traducir como “luz radiante sin límites”, una
luminosidad inseparable del conocimiento y las formas
en que el conocimiento se imprime en nuestro ser.
En las enseñanzas de la Tercera Iniciación, shunyata
nos conduce en la dirección de la coexistencia de la apa-
riencia convencional con el secreto, la forma interna del
ser, luminosa en su propia naturaleza.
Algunas escuelas y comentarios señalan que las tran-
siciones como la de lo convencional a lo trascendente
son accesibles a través de una unidad única que acla-
ra instantáneamente la mente. Como un cristal puro y
sin defectos, o como una manifestación dinámica que
inspira nuestros pensamientos y mentes, esta forma lu-
minosa de conocimiento revela la coexistencia de las
expresiones de conocimiento ilimitado con shunyata, la
apertura subyacente y el vacío de todo lo que aparece.
Grandes maestros budistas, como Asanga y Vasuban-
dhu, han explorado estas interconexiones en formas
que aún no han sido investigadas con profundidad en
Occidente. Así como las enseñanzas sobre shunyata en-
fatizan que la apariencia está vacía de toda sustancia,
las enseñanzas sobre prabhasa dejan en claro que la
percepción tiene la capacidad intrínseca de alcanzar el
conocimiento.
Al activar tales formas de comprensión, descubrimos
las profundidades ocultas dentro de nuestras formas
19
Primera Parte

comunes de percepción. En nuestra comprensión con-


vencional, basamos nuestros conocimientos e inter-
pretaciones en “desde” y “hacia” y en las estructuras
predeterminadas de la conciencia y la mente. De esta
manera, formamos nuestro sentido de causalidad y co-
nexión, y vinculamos puntos para crear las redes de
interpretación de las que dependemos para dar sentido
a lo que experimentamos.
Sin embargo, en los Sutras de la Tercera Iniciación, se
nos enseña que las sensaciones que nos llegan a través
de nuestras facultades sensoriales, las presentaciones
del pensamiento y la naturaleza de nuestro ser son im-
presiones y expresiones de una forma más fundamental
del ser. La claridad y el vacío coexisten. Es esta coexis-
tencia, por muy misteriosa que sea, la que hace posible
la transformación.
Al investigar el significado último de tal comprensión,
necesariamente dependemos de las palabras y del len-
guaje. Valiéndonos de ellos como herramientas, hace-
mos nuestro mejor esfuerzo para proyectar un signi-
ficado que, a fin de cuentas, está más allá del alcance
de las palabras y las ideas. Por supuesto, el riesgo es
que, al recurrir a las etiquetas y los conceptos, perde-
mos significados que están disponibles solo en el nivel
experiencial.
Es el antiguo problema del dedo que apunta a la luna:
el dedo no es la luna y no tiene nada en común con
ella; sin embargo, necesitamos el dedo para mostrar-
20
Ocuparnos de los Orígenes

nos dónde mirar. Podemos preguntarnos, como lo han


hecho algunos eruditos occidentales: ¿Apuntará la luna
de vuelta?

El problema de apuntar
En otro nivel, el problema de avanzar más allá de nues-
tro conocimiento habitual para alcanzar los niveles
más profundos de sabiduría puede entenderse como el
problema del espacio y la forma. Las formas surgen a
través de la toma de posiciones: para que una forma
particular esté allí, debe ocupar la posición que señala-
mos como “allí”.
Sin embargo, todo posicionamiento se aparta de la per-
fecta apertura del espacio, que algunas tradiciones bu-
distas identifican como fuente y esencia de la sabiduría.
El espacio y el posicionamiento operan en diferentes
dimensiones. Si hablamos de “la mitad del espacio”,
nuestra locución se contradice, ya que el espacio como
tal no tiene bordes ni fronteras. No tiene sentido hablar
de la mitad del espacio, así como, cuando se trata de
espacio, no podemos hablar de arriba o abajo o cima y
fondo. En el espacio, todas las direcciones son iguales.
Esta es la misma dificultad que ya hemos señalado. Al
operar con palabras y conceptos, procedemos definien-
do y separando. Pero esta forma de señalar nunca nos
permitirá apuntar al espacio mismo.
21
Primera Parte

Esta limitación tiene consecuencias para nuestra com-


prensión de cómo funcionan los sentidos. Por ejemplo,
cuando escuchamos un sonido, localizamos automáti-
camente la fuente del sonido en términos de un espacio
físico mapeado. Sin embargo, para la audición como tal,
independientemente de la denominación y la etiqueta
que nos permiten identificar la fuente del sonido, este
tipo de coordenadas espaciales puede no tener sentido.
En lugar de centrarnos en lo que se señala, tal vez sería
útil mirar el acto de señalar.
Apuntar parece presuponer un puntero que apunta y
un punto que se señala. Sin embargo, hay otra forma de
ver este asunto. Cuando señalamos, no podemos sepa-
rar realmente el acto de señalar de lo que se señala. Si
no hubiera un punto que apuntar, no podría apuntar a
nada; si no señalara, la identidad del punto al que estoy
señalando nunca surgiría. Una cosa está marcada en
dependencia con la otra. Parece que estamos atrapados
en un círculo.
Sin embargo, este círculo se crea solo porque confiamos
en nuestros conceptos, en las etiquetas que separan el
puntero, lo que se señala y el acto de señalar, y luego
nos esforzamos por volver a unirlos. Señalamos las co-
sas y, al hacerlo, establecemos su estado independiente,
con todos los problemas que esto conlleva.
Aún así, tenemos una opción. Podríamos hacerlo de
otra manera. En lugar de quedar atrapados de esta for-
22
Ocuparnos de los Orígenes

ma, podemos investigar el señalamiento en sí mismo,


entendiendo que quien señala y lo que se señala son
manifestaciones de la actividad de señalamiento.
Puede parecer que esta sugerencia no nos lleva a ningún
lado. ¿Acaso las preguntas que hacemos sobre apuntar
no nos dirigen de inmediato hacia las estructuras que
presupone apuntar? Ya lo hemos visto: no hay un acto
de apuntar sin un puntero y un objeto que podríamos
llamar el punto.
La dificultad parece ser que señalar en sí mismo es
un acto definido de manera conceptual. Si pudiéramos
mantener el enfoque en la actividad de señalar, las cir-
cunstancias aparecerían de manera muy diferente.
Las estructuras de las que depende apuntar están ahí,
pero son simplemente estructuras. No hay necesidad de
aceptar la realidad o la solidez de esas estructuras. En
cambio, podemos verlos como momentos en la dinámi-
ca de apuntar. Podemos reconocer esta dinámica como
lo que hace posible la aparición de lo señalado.
Visto desde este punto de vista, tiene sentido decir que
lo importante es la luminosidad de saber. Lo que se
sabe en el acto de señalar es, en cierto sentido, secun-
dario. Esto no significa que debamos ignorar lo que se
señala, lo que, después de todo, puede tener un gran
significado para nosotros. En cambio, simplemente po-
demos reconocer que lo que se conoce en el acto de
23
Primera Parte

señalar es la expresión inmediata de un conocimiento


más fundamental.
A medida que avanzamos a través de las etapas de
nombrar, interpretar, etiquetar, identificar y ubicar,
una apreciación de este conocimiento fundamental nos
puede brindar un apoyo clave. Nos permite recordar
que las estructuras que damos por sentado tienen una
naturaleza “siempre emergente” y “nunca establecida”.
Esto es válido incluso para aquellas estructuras que
nos parecen indiscutibles. Es cierto para lo que surge
e inmediatamente desaparece, pero es igual de cierto
para las verdades fundamentales del régimen en el que
operamos: las reglas y los roles que cumplen nuestras
mentes.
Vale la pena explorar este régimen con cierto detalle,
ya que puede desempeñar un papel en el por qué sabe-
mos tan poco acerca de nosotros mismos y nuestros
orígenes, y por qué estamos tan necesitados de cuidado.

Reglas para nuestra experiencia


Preguntar acerca del régimen que habitamos y de dón-
de viene nos permite considerar los componentes bá-
sicos de lo que entendemos como realidad. También
establece el escenario para investigar la representación
de nuestra identidad. Vemos que las condiciones para
nuestra experiencia ya se han generado en gran medi-
da antes de que nos demos cuenta de que la experien-
24
Ocuparnos de los Orígenes

cia está sucediendo. Esto nos lleva a formular algunas


preguntas básicas: ¿Cómo se relacionan las condiciones
y se convierten en lo que tomamos como realidad? ¿Y
qué gobierna estas condiciones?
Para explorar estas preguntas, podríamos proponer, en
forma algo lúdica, que hay dos reglas estrictas involu-
cradas en ser nosotros mismos.
Regla No. 1 para entender nuestra experiencia: cada
objeto necesita un sujeto. No puede haber uno sin el otro
y tampoco podríamos tener lo que llamamos “realidad”
sin ambos.
Bajo esta regla, la percepción significa que algo se nos
aparece. Hay un reconocimiento cabal de que algo está
sucediendo. En el momento en que aparece un objeto, el
sujeto está simultáneamente allí. La realidad tal como
la conocemos no puede hacer sentir su presencia sin
sujetos y objetos.
Regla No. 2 para entender nuestra experiencia: sin un
“desde” no puede haber un “hacia”. Puede que esta afir-
mación requiera algo de elaboración: podríamos decir
que, si algo existe, debe tener un “desde”, un comienzo;
y un “hacia”, una proyección hacia adelante, una per-
manencia en el tiempo.
Esta regla no solo se refiere a la existencia de objetos
en el mundo. Estamos tratando de entender cómo los
objetos le aparecen a un observador. Para que aparezca
25
Primera Parte

algo, debe haber una relación entre un “desde” y un


“hacia”. “Hacia” no tiene ninguna función cuando no
hay ningún objeto: si el objeto no está allí, no hay “ha-
cia”. Por lo tanto, cada “hacia” necesita un “desde” y
cada “hacia” proviene de un sujeto.
Para llevar esto un poco más lejos, podríamos decir que
el sujeto es lo opuesto al objeto. El sujeto, el encargado,
el hacedor, el agente, es un “desde” que se relaciona
“con” un objeto. La relación sujeto-objeto se configura
desde el principio. La aparición de un objeto requiere
un sujeto.
Una vez que estamos en este nivel, el yo aparece y co-
mienza a tener experiencias. Comenzamos a establecer
conexiones internas significativas. Somos felices o no,
estamos sanos o no, experimentamos alegría o dolor. A
través de la repetición de estos “desde” y “hacia” circu-
lantes, desarrollamos una identidad.
Todos estos elementos y etapas se unen para conformar
una experiencia. Este es el caldero en el que se gesta la
experiencia.
Cuando la recepción de impresiones se vuelve abru-
madora, sentimos presión. Cuando alcanza un punto
de ebullición, nos sentimos confundidos, frustrados o
deprimidos.
Debido a que nuestro cuerpo y nuestra mente son en
muchos aspectos un misterio para nosotros, una espe-
26
Ocuparnos de los Orígenes

cie de continente inexplorado, no somos conscientes de


las condiciones que podrían contribuir a nuestro sen-
tido de felicidad o infelicidad. Nuestros sentimientos
y emociones pueden estar relacionados con diferentes
tipos de causas, desde la dieta, el ejercicio, la estructu-
ra del ADN de nuestros padres, el equilibrio químico,
hasta innumerables incógnitas. Parece que no sabemos
por qué estamos contentos o infelices y no podemos
determinar cómo será el siguiente instante.
Nuestras vidas parecen estar gobernadas por el azar,
como si cada momento surgiera de un generador de nú-
meros aleatorios. No sabemos qué número aparecerá a
continuación.
Estamos acostumbrados a pensar en nosotros mis-
mos como sujetos y dueños, maestros de todo lo que
examinamos, señalando “allá afuera” desde “aquí”. Sin
embargo, nuestra certeza encubre mucha confusión.
Cuando desempeñamos el papel del dueño y señor de
esta manera, en realidad estamos siendo sujetos obe-
dientes que han internalizado profundamente las “re-
glas” de la experiencia.

Identificando a quienes gobiernan nuestra


experiencia
Ya que somos los que señalamos, es probable que con-
sideremos que lo más fundamental en cualquier acto de
señalar es, y en esto no hay sorpresa, el que señala. Esto
27
Primera Parte

nos lleva a la dimensión de propiedad, que resulta esen-


cial. Al señalar, somos dueños de lo que es señalado.
Incluso si no podemos afirmar que poseemos aquello a
lo que apuntamos, por ejemplo, una hermosa puesta de
sol, aún así, reclamamos la propiedad de la experiencia
de haber visto lo que ahora estoy señalando.
¿Es realmente necesario incluir esta dimensión de pro-
piedad? Parece que sí. Si no hubiera un dueño de la
experiencia, no habría certeza acerca de lo que se ex-
perimenta y no podríamos confiar en que funcione de
manera confiable.
La identidad del propietario es lo que da continuidad a la
experiencia. Establece y cristaliza la experiencia como
algo que puede conocerse, como un todo reconocible.
Dicho de otra manera, vivimos nuestras vidas dentro
de un régimen que le da sentido a lo que es así, y ese
régimen funciona solo sobre la base de afirmaciones de
propiedad. El régimen mismo tiene gobernantes y los
gobernantes gobiernan. Ponen en movimiento las fuer-
zas que lideran o conducen lo que se presupone hacia
lo que es. Una afirmación de propiedad y control está
presente desde un comienzo, y se abre camino a través
de cada faceta de lo que aparece.
Cuando buscamos a estos gobernantes del régimen en
nuestra experiencia, no tenemos que mirar muy lejos.
En medio de la experiencia, configurándola de manera
bien definida, se encuentran yo y mí mismo y lo mío
28
Ocuparnos de los Orígenes

y la mente. Estos son los identificadores identificados,


los tomadores de decisiones y los operadores, los que
otorgan la forma y el aspecto y brindan juicios. Las re-
glas y leyes que establecen la existencia dependen de su
actividad, ya que son ellos quienes enmarcan las distin-
ciones, identifican diferentes partes y sus interacciones,
y validan las ventajas y desventajas.
Es importante que no entendamos estas estructuras de
una manera demasiado personal. Nadie está diciendo
que yo, este mí mismo personal e individual, con su
historia y personalidad, soy de alguna forma el sobe-
rano secreto de todo lo que observo, como si tuviera
una posición que nadie más pudiera reclamar. Mi punto
es otro. Independientemente de nuestras circunstancias
particulares, tanto las tuyas como las mías, a cada con-
junto de experiencias se le asigna un propietario cen-
tral, un identificador y un tomador de decisiones. Así es
como funciona el régimen.
Parece útil referirse a este soberano como múltiple, al
igual que las entidades colaboradoras de yo y mí mis-
mo y mío y mente. “Yo” ordena las infinitas manifes-
taciones, toma decisiones, asigna y se apropia. El “yo”
desempeña el papel dominante: se establece como el
número uno, el primero y principal. Sin embargo, “mí”
también está activo, confirmando que el trabajo de “yo”
es “mi” labor. “Mí” establece la identidad de “yo” y “yo”
depende de las distinciones que hace “mí”.
29
Primera Parte

A modo de analogía: un guía turístico no puede des-


empeñar su papel a no ser que haya turistas para guiar.
Primero estos deben aparecer; luego deben confirmar
la autoridad del guía. Solo entonces el guía turístico
puede empezar a trabajar. De la misma manera, “mí”
afirma el papel de “yo”. Establece el camino de “yo” y
confirma sus deberes y responsabilidades. Puede que
yo sea el actor, la entidad identificada, pero no tengo
más remedio que desempeñar el papel que “mí” ha
confirmado.
De esta manera, “yo” depende de “mí”, así como los
actores en el escenario requieren de una audiencia para
ser identificados como actores. Dadas las condiciones
bajo las cuales yo y mí mismo operamos, esto significa,
en parte, confirmar la encarnación física de “yo”, que
“yo” generalmente está listo para identificar como mí
mismo. Una vez identificado, “mí mismo” afirma: “Sí,
y soy”. Sin ese reconocimiento, nada funcionará como
debería: el régimen dejará de tener sentido.
“Mí” saluda a “yo”, como un soldado saluda a un oficial.
“Sí, señor”, dice “mí” y, por ese mismo acto, “mí” con-
firma que “yo” debe asumir la responsabilidad de cómo
son las cosas y del papel que “yo” desempeña dentro
de la “realidad” establecida. Dentro de esa estructura,
“mío” también cumple una función, haciendo los enla-
ces y conexiones necesarios.
Sin embargo, esta estructura sigue siendo incompleta.
A pesar de ser el que está en el centro, el “número uno”,
30
Ocuparnos de los Orígenes

“yo” tiene problemas. En términos simples podríamos


decir que siempre tiene sed y hambre; que anhela algo
que no sabe encontrar. Incompleto, busca sin éxito,
ahora y siempre, permanentemente incómodo.
Aquí esperaríamos que “mí” interviniera, ofreciera
apoyo, para hacer “mío” lo que le falta a “yo”. Sin em-
bargo, “mí” no está a la altura de la tarea. “Mí” no pue-
de ver lo que “yo” no puede hacer, porque “mí” no es el
actor; al final, no tiene forma de resolver el problema
central –el hambre o la carencia– en torno al cual “yo”
estructura su ser.
Podríamos expresarlo de esta manera: “mí” no sabe
cómo cuidar a “yo”, al igual que “yo”, a fin de cuen-
tas, no sabe cómo cuidar a “mí”. La interacción de “yo”
y “mí” es la conexión central y gobernante, pero falta
algo. Un conocimiento vital no logra coherencia.
“Yo” tiene muchos trucos bajo la manga. Puede dictar y
simular, puede copiar y seguir patrones preexistentes.
Dentro de un cierto rango de posibilidades, puede im-
provisar para llegar a donde quiere. Pero cuando estas
soluciones no son suficientes, la verdad final es que “yo”
no tiene manera de cuidar a “mí”, “mí” no tiene manera
de cuidar a “yo” y “mío” no puede establecer el vínculo.

31
Primera Parte

La mente reflexiona sobre el concernirse


y cuidar
Al preguntarnos cómo cuidar de “yo”, mí” y “mío”
cuando ellos no pueden cuidarse entre sí, somos lleva-
dos a la mente. ¿Pero qué podemos decir sobre la mente
y su capacidad de concernirse? En el ámbito de la ex-
periencia en que nos movemos y vivimos, la mente está
muy cerca. Quizás sea lo más cercano que tenemos. Sin
embargo, la mente permanece desconocida en muchos
aspectos. Si queremos superar esa ignorancia, o al me-
nos comprenderla más a fondo, debemos volver a mirar
con nuevos ojos.

En la interacción de mí y mío, la mente parece desem-


peñar un papel neutral. Actuamos, y gracias a la mente,
nuestras acciones se reflejan nuevamente ante nosotros.
Percibimos y pensamos, y la mente es como el espejo en
el que se manifiestan los objetos de nuestras percepcio-
nes y pensamientos.

La mente hace su contribución a la experiencia a través


de las facultades sensoriales y sus formas propias de
conciencia. Muestra y comparte; determina el “sí” de
esto y el “no” de aquello. Determina las reglas por las
cuales “yo”, “mí” y “mío” desempeñan sus roles y juzga
el resultado. Ofrece una lógica de existencia y aparien-
cia, así como sus opuestos, y nos da una idea de lo que
es verdad, lo que realmente es.
32
Ocuparnos de los Orígenes

Eso no es todo. Lo que aparece ante la mente, a través


de la mente, no es en sí neutral. La mente puede diri-
girse hacia la “alegría” de la alegría, o el “dolor” del
dolor. Puede permitir que la confusión reine, junto con
la incertidumbre, el embotamiento o la ambivalencia.
La mente nos puede embarcar en un periplo a lugares
oscuros y desconocidos, reflejando dimensiones funda-
mentales de la experiencia que conocemos muy bien.
En todas estas operaciones, ¿qué se puede decir de la
mente misma? ¿Se ve afectada por lo que refleja o es
más como un espejo? Cuando consideramos la mente
y las operaciones mentales, rápidamente nos damos
cuenta de que para que la mente desempeñe su rol, debe
ser transparente, como un cristal muy puro. Es solo
a través de esa transparencia, que opera como el fun-
damento de la mente, que esta es capaz de revelar las
formas e imágenes que constituyen nuestras percepcio-
nes y pensamientos. Es solo en su apertura que puede
presentar tales apariencias a “yo” y a “mí”. A medida
que proliferan las imágenes, la mente crea las condicio-
nes que dan forma a lo que aparecerá. Ofrece su propio
conocimiento único.
Puede parecer que esto equivale a una neutralidad per-
fecta, pero no es así. La transparencia no significa au-
sencia. De hecho, es más bien lo contrario. Al presentar
patrones y apariencias, la mente manifiesta una diná-
mica del concernirse.
33
Primera Parte

No se trata del tipo de cuidado puntual que “yo” puede


ofrecer a “mí” y “mí” puede ofrecer a “mío”, que es el
tipo de cuidado que podemos experimentar en nuestras
transacciones diarias.
El concernirse y cuidar que manifiesta la mente tie-
ne una calidad más profunda. No importa qué aspectos
específicos puedan manifestarse, positivos o negativos,
el concernirse de la mente se basa en la luminosidad
radiante. En última instancia, es inseparable del saber.

Obstáculos al cuidar
Vivimos en una cultura cuyos valores a veces parecen
opuestos al cuidado. Enfrentamos nuestras profesiones
o responsabilidades de manera casi obsesiva, lo que di-
ficulta la comunicación en el nivel en que se puede ma-
nifestar el concernirse. A medida que los niños crecen
hacia la madurez, se los entrena de diversas maneras
para ser cínicos con sus líderes y escépticos respecto
de la existencia misma del cuidado auténtico. Apren-
den que la mayoría de las personas se preocupan solo
por sus propios objetivos egoístas o por el bienestar de
quienes están cerca de ellos.
La educación que reciben los jóvenes también contri-
buye poco para reforzar la importancia del cuidado, ya
que se les entregan muy pocos elementos para concer-
nirse y cuidar. Como se les enseña la historia de una
manera superficial, aprenden relativamente poco sobre
34
Ocuparnos de los Orígenes

los grandes logros de esta civilización y de otras que


han contribuido tanto al mundo. Naturalmente, termi-
nan enfocándose en su propia situación personal: fami-
lia, carrera, trabajo y una red de amistades cambiantes.
Como nadie se concierne, aspectos importantes de
nuestro patrimonio humano simplemente desaparecen.

Ejemplos ominosos
Veo este peligro en mi propio país, el Tíbet, ahora bajo
dominio extranjero, donde se desalienta sistemática-
mente el estudio de una tradición de sabiduría y com-
pasión de mil quinientos años, e incluso el idioma tibe-
tano no se enseña en las escuelas.
Para mí, un símbolo de tal desprecio por lo que tiene
un valor real es la pérdida, año tras año, de las lenguas
indígenas que ya no se hablan o enseñan: me han dicho
que, en promedio, desaparece una cada dos semanas.
Cuando se trata del medio ambiente, prevalecen los
mismos patrones. Día tras día se nos reitera que el pla-
neta está en peligro, que un cambio rápido e irreversi-
ble es inminente. Algunas personas reaccionan, pero
la mayoría permanece pasiva, esperando que los demás
hagan algo. De vez en cuando, surge una emergencia,
la gente toma medidas, pero después de un tiempo nos
acomodamos en las mismas rutinas. Cuando surge la
siguiente emergencia, nos pilla por sorpresa.
35
Primera Parte

Muchos otros ejemplos demuestran la misma falta sis-


témica de atención. La pobreza aumenta de manera
constante y con el tiempo lo percibimos como un fenó-
meno natural. La violencia estalla en nuestras escuelas
y en las calles, y nada cambia. Poblaciones enteras en
todo el mundo padecen el hambre o la guerra y todos
están de acuerdo en que se debe hacer algo. Sin embar-
go, los que se preocupan parecen incapaces de actuar,
mientras que los que están en el poder parecen tener
otras preocupaciones.
En el plano material, puede que nos falte el conoci-
miento para evaluar lo que realmente es bueno para
nosotros. Si vamos de compras hay literalmente millo-
nes de artículos disponibles. ¿Cuánto conocimiento te-
nemos de dónde vienen, cómo fueron fabricados y qué
impacto tendrán en nosotros o en el medio ambiente?
Incluso cuando se sabe que un producto es tóxico, los
fabricantes no tienen incentivos para realizar cambios
si esto afecta de manera negativa sus ganancias.
Si bien esta cultura ha desarrollado tecnologías muy
valiosas, la falta de atención significa que a veces no
vemos el contexto más amplio. Por ejemplo, hoy en día
hay muchos medicamentosdisponibles que pueden ayu-
dar a aliviar los síntomas o incluso curar las enferme-
dades. Sin embargo, a veces sucede que las drogas que
brindan alivio en el corto plazo resultan tóxicas para el
cuerpo en el largo plazo. En otros casos, las drogas que
36
Ocuparnos de los Orígenes

alivian el dolor pueden llevar a la adicción y finalmente


a la desesperación.
Es notable que en una sociedad como la nuestra, con
tantas ventajas y tantos recursos disponibles, la tasa de
suicidio siga en aumento.
Claramente, enfrentamos una grave disfunción como
sociedad, con poca evidencia de que nuestra situación
vaya a mejorar. Pero no es el momento de desesperar-
nos. Más bien, podríamos entenderlo como una llama-
da a las armas o un grito de ayuda.

Invertir nuestras vidas


No conocemos todas las conexiones causales que deter-
minan nuestra experiencia, ya sea que examinemos las
estructuras químicas, las estructuras mentales y cultu-
rales o las estructuras emocionales. Todas tienen sus
propios comienzos y contribuciones causales a nuestro
bienestar. Los cambios internos sutiles afectan nuestras
respuestas antes de que nos demos cuenta de nuestras
percepciones. Podemos ver que hay olas de presión, de-
beres que difieren de una cultura a otra y tentaciones
específicas de ciertos entornos. Con esto en mente, de-
bemos considerar cuidadosamente cómo invertir mejor
nuestro tiempo y energía.
La cultura estadounidense se centra en una visión de
éxito y prosperidad individual para nosotros y nuestros
seres queridos. Desde una edad temprana se nos enseña
37
Primera Parte

que para tener éxito se requiere una buena educación,


un buen trabajo, dinero, poder, reputación, ser querido
y tener un espíritu joven. Todos estos elementos con-
forman el sueño estadounidense y son parte de lo que
significa ser feliz. El sueño alimenta la identidad y nos
proporciona una visión del bien mayor: proteger y pro-
mover el bienestar para el yo y para aquellos que están
en nuestro círculo más cercano.
Por lo general, las personas invierten en el placer y en
los sentidos sin cuestionar si esta inversión es sensata.
Me siento feliz si disfruto de mi juventud, si estoy orgu-
lloso de mis logros y si he tenido muchas experiencias
maravillosas que he tachado de mi lista de deseos.
Mientras tanto, las sustancias químicas se mueven en el
cuerpo, cambian continuamente, se reemplazan y final-
mente envejecen: las glándulas se agotan, la energía se
desvanece, la piel pierde su tersura. Si invertimos mu-
cho en los placeres de nuestros sentidos, nuestra inver-
sión inevitablemente dejará de reportarnos utilidades.
Si invertimos en el cuerpo, sus placeres no durarán; al
final, solo quedan recuerdos y fantasías. No tenemos
opción: el cuerpo cambia. Si invertimos exclusivamente
en energía juvenil y valoramos solo esas exhibiciones
externas, transitorias de belleza y poder, cuando llegue
el momento, no tendremos recursos internos.
Si consideramos nuestra vida como un viaje, entre-
lazado con los vastos procesos del universo que han
hecho posible nuestra existencia, desde los elementos
38
Ocuparnos de los Orígenes

que compartimos con las estrellas hasta la alquimia en


movimiento de nuestros cuerpos y nuestras acciones
dentro de la cultura humana, podemos preguntarnos
cómo estamos utilizando este patrimonio. ¿Qué hemos
recibido a cambio de todo nuestro esfuerzo por alcan-
zar la fama, el dinero, las buenas experiencias y las
relaciones?
¿Cuánto estamos recuperando de nuestras inversiones?
Algunas personas pueden objetar: “Tengo mis activida-
des. Estoy orgulloso de mis logros. Tengo mi familia.
La vida es bella”. Pero todos estos son solo recuerdos,
declaraciones en tiempo presente de lo que ya pasó. En
verdad, la inversión se está agotando.

Operar con pérdidas constantes


Otro podría responder, encogiéndose de hombros: “Mi
inversión se perdió, pero así es la vida. Todos los seres
humanos estamos en la misma situación. Haga lo que
haga, no tengo solución ni elección”. El mercado de ac-
ciones sube o baja. No tenemos opción al respecto. Al
final, somos casi iguales. Todos acabamos como empre-
sas en quiebra.
Este ha sido el camino de los seres humanos desde
siempre. Nuestras vidas no parecen diferentes de las
que nos han precedido. Hemos hecho grandes avances
en la mejora de nuestras condiciones de vida; tenemos
agua limpia, maravillas mecánicas y eléctricas. Pode-
39
Primera Parte

mos corregir una mala visión con anteojos o cirugía


con láser y enderezar dientes torcidos. Hemos avanza-
do en un sentido técnico, pero parece que no podemos
resolver la estructura interna de la infelicidad.

No podemos ignorar estas circunstancias de nuestra


realidad. Sin embargo, no queremos rendirnos a la des-
esperación. Nuestro viaje por la vida ha sido una inver-
sión de tiempo, historia, educación y generaciones de
esfuerzo. Sería un terrible desperdicio ceder a la triste-
za y la infelicidad. Esta no puede ser la última palabra
sobre este asunto.

Misión/deber del concernirse


En los países modernos occidentales, como Estados
Unidos, hay cosas que “necesitas absolutamente”: co-
sas para ser y cosas para hacer. Necesitamos asegu-
rar nuestros intereses; necesitamos cuidar a nuestras
familias.

Necesito hacer mi trabajo, necesito conducir este


auto, limpiar esta casa, recoger a estos niños. ¡Es-
tascosastienenquesuceder!Despuésestoycansa-
do. Después, necesito algo de tiempo para mí. ¡No
me molesten cuando estoy comiendo!
No hay tiempo para evaluar cuánto de este esfuerzo es
realmente significativo.
40
Ocuparnos de los Orígenes

Estoy haciendo mi mejor esfuerzo, pero tengo


deberes, responsabilidades. No puedo pensar en
esto ahora.
Tengo que seguir haciendo esto. Tengo que seguir
siendo yo mismo.
Pareciera que debemos seguir cumpliendo con nuestros
deberes hasta que se agoten las inversiones que hemos
realizado. ¿Pero qué sucede después? Necesitamos eva-
luar el valor real de nuestra forma de vida.
Esto significa que necesitamos urgentemente prestar
atención al concernirse. Debemos prestar atención a la
confusión, la insatisfacción y la soledad que nos rodea.
Necesitamos cuidarnos unos a otros y actuar con las
mejores intenciones.
Al concernirnos, podríamos desarrollar una mejor
manera de estar presentes cuando nuestros amigos
y nuestras familias nos necesiten. Podríamos ser una
presencia más fuerte en el mundo que tanto nos requie-
re. Podríamos ser capaces de acrecentar la paciencia
y la tolerancia para aceptar los desafíos que enfrenta-
mos, incluso los malentendidos de quienes nos rodean.
Incluso si nuestro cuidado no es correspondido, po-
dríamos contar con los recursos internos para seguir
concerniéndonos.
En el peor de los casos, incluso si nuestro cuidado por
los demás solo tuviera un efecto limitado, podríamos
comprometernos a no sufrir más nosotros mismos. El
41
Primera Parte

verdadero concernirse requiere una cooperación inter-


na, una coalición de pensamientos, sentimientos y sen-
saciones. Nada nos impide experimentar y expresar ese
tipo de atención.
Considera las posibilidades: podríamos cuidarnos y
dejar de lado la insatisfacción, la soledad y el arre-
pentimiento. Gradualmente, podríamos encarnar una
comprensión profunda y real del cuidado. Podríamos
demostrar que estamos mejor cuando nos cuidamos.
Incluso podríamos convertirnos en modelos de ello.
Es posible que no tengamos suficiente dinero o poder
para ayudar a un gran número de personas, pero po-
dríamos encarnar este conocimiento del concernirse.
Podríamos manifestar un cuidado práctico en palabras
y gestos, impresiones y expresiones.
Podríamos marcar una diferencia.
Teniendo en cuenta esto, es hora de preguntarnos, muy
en serio:
¿Cuánto sentido y satisfacción traen nuestras
acciones?
¿Qué hemos recuperado de nuestra inversión?
¿Hemos sanado nuestros corazones?
¿Hemos conocido el amor en profundidad?
¿Hemos beneficiado a otros?
42
segunda parte
Un Llamado Urgente a
Cuidar

Tenemos que estar dispuestos a reconocer que el


mundo requiere urgentemente de cuidado.

Inciertos del cuidar


Es fácil sentirnos abrumados por las presiones y obli-
gaciones de la vida moderna. Todos parecemos aboca-
dos a comparar y competir. Nos sentimos presionados a
ganar dinero, obtener una buena educación, encontrar
un trabajo interesante y mantener a la familia. Incluso
en relación a nuestros seres queridos, es fácil sentir-
nos a la deriva y que nuestros sentimientos iniciales
de “cuidar de” se diluyan y transformen en deberes y
responsabilidades. Estamos atrapados por los dictados
de nuestra situación y apenas disponemos de tiempo
para reflexionar sobre lo que valoramos y la calidad de
nuestras vidas.

43
Segunda Parte

Al dedicarnos a nuestras metas y obligaciones persona-


les, nuestro sentimiento de concernirnos se focaliza en
forma cada vez más limitada en estos aspectos. Cerra-
mos los ojos frente al dolor que esta visión restringida
ocasiona a los demás y a nosotros mismos. Nos dejamos
absorber por responsabilidades externas y por la bús-
queda de seguridad personal y tendemos a olvidar lo
que es importante para nuestra propia valoración. Pue-
de que expresemos que es necesario cuidar de nuestra
familia, nuestros trabajos, nuestras obligaciones: “Eso
es lo que me importa”. Al mismo tiempo la calidad de
nuestro concernirse es limitada, está bajo presión y no
es muy nutritiva.
Nos quedamos atrapados en las comparaciones y la
competencia y no permitimos que florezca el cuidado
en relación a nosotros mismos o a los demás. Distraídos
y carentes de conexiones profundas, nuestra soledad va
creciendo. Al carecer de conocimiento interior, nos ce-
rramos. No sabemos cómo desarrollar las cualidades de
concernirse que nos permitirían abrirnos con destreza
y alegría a nosotros mismos y al mundo.

Concernirse y cuidar en un mundo saturado


El mundo moderno puede ser muy distante e imperso-
nal. Está saturado y lleno de personas que no conoce-
mos, con las cuales, sin embargo, estamos en perma-
nente contacto.
44
Un Llamado Urgente a Cuidar

Si circulamos por las calles de cualquier ciudad o pue-


blo grande, ingresamos a cualquier centro comercial,
nos encontraremos con una masa de desconocidos cuyo
volumen habría sorprendido a nuestros antepasados.
Nos movemos entre ellos sin establecer contacto visual;
les dirigimos la palabra lo menos posible, y lo que de-
cimos, por lo general, está circunscrito a las transac-
ciones comerciales. Adquirimos nuestras mercancías,
damos las gracias y cada uno sigue su propio camino.
Esta circunstancia –el hecho de estar solos en un mun-
do saturado– puede traer consigo un sentimiento pro-
fundo de soledad.
Pero no solo experimentamos esta condición entre ex-
traños. Aunque nuestros seres queridos se esfuercen
por apoyarnos, puede que nos sintamos poco com-
prendidos en el hogar e incluso alienados de nuestras
propias familias. Los amigos nos tienden una mano en
tiempos difíciles; sin embargo, las experiencias dentro
de nuestras redes sociales suelen provocarnos ansiedad,
frustración y resentimiento.
Para muchos de nosotros, estas mismas cualidades de
soledad y saturación marcan nuestras vidas internas.
Puede que nos sintamos abrumados por nuestros senti-
mientos y hacemos grandes esfuerzos por reacomodar
nuestros pensamientos.
Pareciera que estamos perdiendo nuestra capacidad de
cuidar como si estuviéramos en peligro de perder el
45
Segunda Parte

concernirnos en sí, porque se ha vuelto tan difícil con-


fiar en los demás, incluso en nosotros mismos.

Misterio en constante movimiento


Si somos honestos con nosotros mismos, un breve exa-
men interior nos confirmará que nuestros sentimientos
y el funcionamiento de nuestra mente no son realmente
predecibles. No estamos del todo seguros hacia dónde
vamos, ni dónde hemos estado. Al mirar hacia atrás,
vemos cuánto hemos cambiado en diez o incluso cin-
co años. Las células de nuestro cuerpo han sido reem-
plazadas varias veces durante el transcurso de nuestra
historia personal, las estructuras químicas han cam-
biado. Incluso las partículas de nuestro cuerpo se han
transformado.
Durante esos años, nuestra mente también ha sufrido
transformaciones. Antiguas creencias han sido exami-
nadas y revisadas. Hemos desechado viejas actitudes o
estas se han ido rigidizando con el tiempo, volviéndo-
nos defensivos y torpes.
También hay cambios más sutiles que se han producido
en nuestro espíritu y que son difíciles de expresar con
palabras.
¿Pero cuántos de nosotros aceptamos realmente esta
sencilla verdad? Cuando nos observamos en el espejo,
vemos la imagen de lo que somos hoy. Decimos, “Esta
es la persona que soy”: real, reconocible, común y de
46
Un Llamado Urgente a Cuidar

alguna manera inalterable –el rostro que vemos hoy es


muy similar al que vimos ayer. Por lo general, no re-
flexionamos que el rostro que vemos hoy en el espejo ya
está transformándose en el recuerdo del mañana.

Conduciendo el automóvil por una carretera a orillas


de un río, observamos las aguas que fluyen. El río nos
parece un compañero constante, una realidad inaltera-
ble. Pero el río también se mueve.

Todo en nuestras vidas, tanto por dentro como por fue-


ra, se mueve. Así de simple.

Ante nuestros ojos, todo parece estar detenido, o ger-


minando lentamente, como un árbol. Pero si modifi-
cáramos la forma en que medimos ese crecimiento,
descubriríamos que el mundo está cambiando a una ve-
locidad sorprendente y nosotros también.

Pensemos en la rapidez con que se mueve nuestro pla-


neta en el espacio. No vemos los cambios, no sentimos
el movimiento, pero nuestro planeta, nuestro sistema
solar y las galaxias están constantemente cambiando
de posición con respecto al resto del universo.

Comprender las causas y condiciones nos permite loca-


lizar y describir todas las formas de materia, cada ser
que nace. ¿Pero acaso podemos describir el espacio que
parece ser el fundamento de esta actividad? El funda-
mento del espacio mismo, el origen de la energía que
47
Segunda Parte

hizo nacer el universo: ese punto se desconoce hasta el


día de hoy y tal vez sea incognoscible.
Es difícil definir el cimiento o fundamento de lo que
existe, el punto que aparentemente nos sirve de sostén,
un punto de inicio, un punto de apoyo que el mero he-
cho de estar aquí parece requerir.
Inestable, insustancial: ese aparente fundamento es más
el eco de una voz, una percepción transitoria, un sueño
o la apariencia de un sueño. Cuando observamos todo
lo que nos rodea, parece un mundo mágico, una obra
de ficción o de teatro. Más aún: cuando nos observa-
mos en el acto de observar, descubrimos que es posible
que nosotros mismos seamos actores. No solo somos
los espectadores sino también los actores, parte de este
mágico espectáculo del espacio, puesto en escena por la
mente para la mente.
Puede que el mago, la mente activa que proyecta, sea
también un cuerpo mágico. El misterio fluye en ambas
direcciones, desplegándose ante sí mismo, hacia ade-
lante y hacia atrás, en dimensiones que nuestras per-
cepciones comunes no pueden abarcar.
Podríamos imaginar que estos momentos de misterio
son como las ondas del mar: surgen, se mueven a través
de las aguas de nuestra experiencia de vida y se desva-
necen. Algunas se repiten y otras interactúan, crean-
do nuevas ondas, nuevos patrones de comportamiento.
Pero, aunque podamos comprender esta idea a nivel in-
48
Un Llamado Urgente a Cuidar

telectual, por lo general nos sentimos poco preparados


cuando aparecen nuevas olas.
Cada pensamiento doloroso, cada emoción, cada altiba-
jo: lo tomamos todo con tanta gravedad, dolor, tristeza,
soledad, agitación y orgullo. Tal vez tratemos de ra-
zonar que estos sentimientos son transitorios. Pero es
muy difícil decir, “estas sensaciones ya son solo recuer-
dos”, y creerlo realmente. Por ahora al menos, parecen
estar muy presentes.
Hay belleza y misterio en esto, pero la mayoría de no-
sotros no hemos tenido ninguna experiencia que nos
enseñe a vivir con esa magia, cómo practicarla nosotros
mismos. En cambio, generalmente percibimos el miste-
rio como si fuera un muro: no podemos franquearlo y
no podemos ver lo que esconde.

Causa: desconocida
La mayoría de nosotros desconocemos las relaciones de
causalidad que explican de dónde venimos o cómo lle-
gamos a transformarnos en lo que somos hoy. Sin em-
bargo, el mundo occidental se especializa en dilucidar
las causas de las cosas, el cómo de todo. Tal vez podría-
mos utilizar dicha capacidad, analizar lo que da origen
a nuestro sufrimiento y aprender que no es fortuito.
Si tuviéramos una mejor comprensión, podríamos des-
cubrir cómo el sufrimiento, la soledad y la desesperan-
za se han apoderado de nosotros.
49
Segunda Parte

Porque pareciera que no sabemos cómo impedir que


nuestras experiencias se tornen amargas; no sabemos
cómo brotan estos pensamientos. ¿Cómo llegamos
a sentirnos solos? Son pocas las oportunidades para
aprender sobre las causas y condiciones; no hay nada
que nos indique cómo llegamos a adoptar la creencia de
que nuestros pensamientos son más que meras burbu-
jas que en algún momento reventarán.
No conocemos toda la historia, pero podemos ver que
los pensamientos y los sentimientos están conectados
con el lenguaje y que la identidad es producto de la
relación sujeto-objeto. En un nivel profundo, estamos
constituidos por conceptos y nuestra identidad tiene
sus raíces en interpretaciones.
En algún espacio profundo e inaccesible de un momen-
to en el tiempo casi indeterminable, sujeto y objeto sur-
gen automáticamente cada vez que se forma una per-
cepción. Algo está ocurriendo, antes incluso de que los
pensamientos y sentimientos hayan cobrado forma. Las
puertas de los sentidos se abren y somos presa de ellos.
Una vez que sujeto y objeto están conectados, hay una
respuesta inevitable, irrevocable. Lo que aparece nos
gusta o no. Respondemos “sí” o “no”. Es así como nos
conectamos con la experiencia.
Pero no sabemos cómo contactar el instante preciso en
que se conforma la experiencia ni las condiciones que
permiten que surja.
50
Un Llamado Urgente a Cuidar

Sin tener claridad acerca de cómo han cobrado forma


los acontecimientos de nuestra vida, tenemos tan solo
un sentido difuso de nuestra propia historia. Nuestros
recuerdos no se remontan muy atrás y tienen zonas
oscuras. Al reflexionar sobre los caminos de nuestra
existencia, llegamos a un punto más allá del cual parece
imposible pesquisar causa alguna. Inseguros de nues-
tros propios orígenes, nos sentimos también inseguros
de lo que viene después, una vez que haya transcurrido
el breve curso de nuestra existencia.

Aferrándonos a la vida
Es tal vez por esta razón que nos aferramos a lo que
emerge: lo que se juzga bueno o malo es poseído como
bueno o malo. Queremos aferrarnos al sentimiento,
aunque sea venenoso aferrarnos, aunque los pensa-
mientos sean fuente de problemas. Preferimos aferrar-
nos a nuestro dolor y establecer una identidad.
Por ejemplo, hay veces en que reconocemos que estamos
enojados o que nos sentimos inadecuados, incómodos
y avergonzados. Y nos aferramos a esta identificación:
“Sí”, decimos, “esto lo sé. Esto es real. Hay ocasiones en
que mis sentimientos surgen sin advertencia, pero son
míos, son reales, y los acepto”. Queremos poseerlos, a
pesar de que son efímeros, como burbujas.
Si supiéramos cómo cuidar de nosotros mismos, solta-
ríamos estos sentimientos y pensamientos, porque no
51
Segunda Parte

solo son limitantes: son tóxicos. Enferman y envenenan


nuestra experiencia.

Si realmente deseamos nuestro bienestar, con toda se-


guridad no queremos crearnos más sufrimientos y pro-
blemas o dejar que el dolor nos “intoxique”. No quere-
mos vivir una vida vacía, solitaria. Sin embargo, nos
aferramos al dolor y al aislamiento.

Tengo problemas. Estoy en dificultades.


Esa es mi realidad.
Al vivir de este modo, me temo que estamos perdiendo
más y más de nuestra humanidad. Nos desarrollamos
tecnológicamente, abarcando cada vez más y más; tra-
bajamos en forma incesante, corriendo cada vez más
de prisa, hasta que nos sentimos exhaustos. Las metas
de nuestro trabajo parecen estar al servicio de las re-
glas que han sido establecidas y no promueven nuestro
bienestar.

Hay veces en que las personas que se mueven en nues-


tra sociedad materialista, competitiva llegan a un pun-
to en que declaran, “estoy harto de competir. No quiero
más”. El sistema de recompensas mundanas les brinda
poco sustento o sentido incluso a quienes son exitosos
en dichos términos. Como muchos de nosotros hemos
podido comprobar, el trabajo que realizamos se torna
rápidamente rutinario si carece de sentido intrínseco.
52
Un Llamado Urgente a Cuidar

Otros, menos afortunados, sin perspectivas ni oportu-


nidades, simplemente se rinden.
“No me importa” es la manifestación de un resenti-
miento y se traduce en “no puedo seguir” o “no com-
prendo” o “ya no significa nada para mí”. Algunos nos
volcamos a las drogas o al alcohol para lidiar con nues-
tro permanente dolor y ansiedad.

La única forma de cuidado que conocemos


La ansiedad y apatía que vislumbramos en nosotros
mismos y en los demás podría ser el resultado de la
forma en que experimentamos nuestra impermanencia,
el carácter misterioso, inestable de nuestra existencia
como seres sintientes.
Tenemos una comprensión muy limitada de la imper-
manencia. Tampoco contamos con guías confiables que
nos enseñen como relacionarnos con ella. Al no dispo-
ner de mejores formas de manejar los altibajos de nues-
tra travesía, aprendemos a replegarnos en nosotros
mismos, a erigir barreras para protegernos, a ocupar
nuestras mentes con fantasías escapistas o con nues-
tras propias preocupaciones. Sin embargo, esta forma
de enfrentar la inestabilidad que experimentamos en
nuestro interior y en el mundo externo no nos permite
sacar el máximo provecho de nuestra travesía.
En cambio, estamos a merced del “yo” y del “mí mismo”
cargados de ansiedades. La mente se aferra al “mío”,
53
Segunda Parte

aferrándose a estas posiciones con todas nuestras fuer-


zas, pero son hitos inciertos en un paisaje extraño.

Perdidos y solos, en el espacio privado de nuestras


mentes, sufrimos en formas que no podemos nunca
realmente compartir, ni siquiera con nuestros amigos
o seres queridos.

¡El hoy me duele! Devora mi vida. El solo hecho


de lidiar con el día a día consume todo mis es-
fuerzos y energía. No hay nada místico ni miste-
rioso en ello: esta situación es real. ¡Sé de lo que
hablo! Sé lo que estoy sintiendo.
Este sentido de mí mismo, de mi dolor, ¡es todo lo
que tengo!
Este es el mundo de acuerdo a mi persona, de
acuerdo a mi mente, a mi yo. No me sobreprote-
jan, no me digan que estoy sufriendo ¡ya lo sé!
¡Sé que tengo hambre! ¡Sé que tengo frío, que
estoy con rabia y que me siento solo! Sé que no
puedo satisfacer mis necesidades. Es por ello que
exteriorizo en actos lo que siento: al menos puedo
hacer eso, y más. Puedo mostrarles mi sufrimien-
to. Puedo decirles que no debe continuar.
Esta es mi realidad. Y este grito, esta expresión
de mi dolor, es la única forma que conozco de
concernirme.
54
Un Llamado Urgente a Cuidar

Cuando este dolor se apodera de nosotros, nos volve-


mos miopes y nos centramos exclusivamente en noso-
tros mismos y en nuestras preocupaciones, ignorando
el dolor de los demás.
¡Necesito esto más que tú! ¡Ya he sufrido bastan-
te! ¡Aunque te cause daño, es mi derecho! Además,
¿qué has hecho tú por mí? ¡Esta pequeña migaja
de bienestar, la necesito!
¿Qué más debo hacer? ¿Qué más hay? ¡Esto es lo
único que sé hacer! Tengo que ser una persona y
lidiar con esta situación. ¡Eso es lo que es real!
¡ESO al menos lo sé!
¿Acaso puedes culparme si trato de huir de las
necesidades de las demás personas? ¿Puedes cul-
parme si no presto atención a mis propias necesi-
dades? Nunca logro satisfacerlas. ¡Lo mejor que
puedo hacer es distraerme!
Un poco de diversión, un poco de placer. ¡Lo nece-
sito más que tú!
Tengo que tenerlo, porque me lo merezco. Lo
merezco porque todos los días hago cuanto pue-
do para cumplir con este rol. ¡Trabajo tan duro y
nadie comprende! ¡A nadie le importa!
Vivimos nuestras vidas presos de los dictámenes de
nuestras creencias, de patrones establecidos que nos
fueron impartidos desde la infancia, nos gusten o no.
55
Segunda Parte

Esta es mi vida. Es como es.


Soy como soy.
Trabajamos bajo este yugo, viviendo en un mundo
forjado y moldeado conforme a los dictámenes de una
mente a la que se le ha enseñado a creer fervientemente
en su propio aislamiento.
En este mundo, todos crecemos sintiéndonos solos; to-
dos crecemos necesitados de más cuidados.
Sin un conocimiento del concernirse, sin una compren-
sión clara de lo que podría significar, luchamos entre
nosotros, convencidos de que para que uno de nosotros
tenga, el otro no puede tener. Nos atrincheramos en tra-
tarnos mal a nosotros mismos y a los demás.
Nuestra incapacidad para concernirnos tiene conse-
cuencias que se materializan en el mundo que nos ro-
dea y en el mundo interno de nuestros pensamientos
y sentimientos. Vemos cómo van diluyéndose nuestras
potencialidades y cómo cada generación repite los mis-
mos patrones destructivos.
Tal vez soñamos con algo diferente, pero cuando trata-
mos de imaginar otra cosa, algo más nutritivo, nuestras
propias mentes, sujetos obedientes de este régimen des-
pótico, se transforman en nuestros peores enemigos.
¿Podríamos… podríamos acceder a un alimento
verdadero?
“¡Sí, claro! ¿cómo lo harías?”
56
Un Llamado Urgente a Cuidar

Bueno… no lo sé.
“¡Si no lo sabes, entonces cállate”!
Si alguna vez has sentido esto, no estás solo.

Una forma diferente de concernirse


Pensemos en todos los seres humanos que han existido
en este planeta desde que aparecimos en las llanuras
africanas. Pensemos en nuestros familiares y amigos,
en nuestros profesores y líderes comunitarios; pense-
mos en todos los rostros que nos rodean.
Reflexionemos sobre el sufrimiento reflejado en esos
rostros. ¿Quién puede ayudarnos? ¿Qué se puede ha-
cer? ¿Hay alguien que realmente esté ocupándose de
este problema?
Es verdad. Damos por sentado que tiene que ser así. Pero
creo que realmente estamos en una crisis.
¿Hay alguna enseñanza, alguna orientación a la que
podamos recurrir? Tal vez lo que se requiere es una
nueva forma de cumplir con esta tarea de ser humanos,
una nueva constitución, nuevos valores. Puede que nos
beneficiemos aprendiendo más sobre el cuidado, sobre
nosotros mismos.
¡No me importa!
No…no es verdad. Sí me importa.
Pero es tan difícil de aceptar…hay tanto su-
frimiento. No quiero mirar… Quiero evitarlo.
57
Segunda Parte

Me importa, pero estoy tratando de que no me


importe.
Para concernirnos, es necesario mirar. Puede ser difí-
cil. Vacilamos, nos sentimos abrumados, porque es do-
loroso. Es difícil comprobar cuántos de nosotros esta-
mos sufriendo. Lo sentimos tan difícil porque muchos
de nosotros no hemos desarrollado la fuerza interior
para enfrentar el sufrimiento de los demás. Es como
tratar de caminar descalzo por un camino pedregoso.

La sabiduría, el autorrespeto y la autoapreciación pue-


den brindarnos el apoyo que nos vuelva más fuertes.
Solo entonces seremos capaces de ayudar a otros.

Por lo tanto, aprender a cuidar-de comienza por noso-


tros mismos. Una vez que reconocemos nuestra urgen-
te necesidad de cuidado, podemos comenzar a cuidar de
nuestro propio cuerpo y mente. Podemos aprender el
vehículo del cuidado por dentro y por fuera.

Cuando estamos seguros de que hemos desarrollado


la capacidad de manejar los altibajos de nuestra propia
travesía, tenemos algo que ofrecer.

No todos tendremos la oportunidad de profundizar


en el concernirse, de realizar un aprendizaje cabal de
cómo cuidar de nosotros mismos. La mayoría de noso-
tros luchamos por sobrevivir hasta el día siguiente. So-
mos pocos los que realmente podemos obtener ayuda,
58
Un Llamado Urgente a Cuidar

enseñanzas, soluciones: la mayoría solo nos aferramos


a la esperanza.

Pensar en cuán excepcional es que los seres humanos


accedan a las profundidades del concernirse-cuidar nos
permite apreciar la oportunidad única que se nos pre-
senta. ¿Estamos a la altura de la tarea? Lo que apren-
damos no es tan solo en beneficio propio.

En nombre de todos
Somos quienes somos gracias a nuestros padres, a nues-
tros profesores y a todos quienes nos cuidaron a medi-
da que fuimos creciendo. Aunque no siempre podamos
ver o reconocer el cuidado que recibimos, el hecho de
que estamos aquí, vivos, significa que alguien nos ayu-
dó cuando éramos incapaces de ayudarnos a nosotros
mismos.

En nombre de quienes nos brindaron ayuda, tenemos


que cuidar de nosotros mismos, tenemos que cuidar de
este ser que protegieron con tanta energía. En nombre
de ellos, debemos honrar sus esfuerzos y mantenernos
con vida y en buenas condiciones.

Y en nombre de todos aquellos que aún sufren, tenemos


que relacionarnos con bondad con nosotros mismos,
brindarnos apoyo y cuidar de nosotros mismos, incluso
cuando el mundo que nos rodea nos defrauda.
59
Segunda Parte

Por sobre todo, debemos proteger nuestros corazones


de la desilusión y el resentimiento. No porque alguien
nos trate en forma poco amable debemos replicar esta
actitud con nosotros mismos.
El mundo tiene que ver cuánto he sido herido. Si
me hago daño a mí mismo, entonces se arrepenti-
rán. ¡Pero será demasiado tarde! Ya no estaré con
ellos, y les tocará sufrir a su vez.
Esta es una actitud común y es importante reflexionar
en profundidad acerca de sus consecuencias. Muchos de
nosotros sufrimos y hemos pasado por grandes penu-
rias. Nadie aprecia que le digan que está haciendo el pa-
pel de víctima o que su sufrimiento es mera actuación.
Un pensamiento de este tipo minimiza y desestima el
dolor de la persona que sufre.
No obstante, al provocarnos daño en forma deliberada
para “vengarnos” de quienes nos hicieron sufrir, no nos
sanamos, solo generamos más dolor.
Pero estás siendo injusto. No estoy haciendo nada
fuera de lo común ¡toda persona que ha sido mal-
tratada sufre de ese modo! Y todos nos infligimos
daño en forma permanente. Solo estoy haciendo
lo que hace todo el mundo.
Nos tratamos de esta manera porque nos hemos acos-
tumbrado a ello. Modelamos nuestra conducta de
acuerdo a la conducta de los demás, sean estos nuestros
padres o pares.
60
Un Llamado Urgente a Cuidar

Imité su conducta, seguí su modelo. ¿Qué otra


cosa podía hacer? Mi mente, mis pensamientos,
todo me fue enseñado para adoptar el patrón.
¡Todo mi entorno reforzó el mensaje! ¡Todo me
decía: encárnalo, adóptalo, acéptalo! ¡Está incor-
porado en mi lenguaje, mis ideas, mi identidad!
Piensa en alguien a quien amas, alguien a quien admi-
ras, aunque se trate de un héroe a quien nunca real-
mente conociste. Pregúntate si querrías que esa perso-
na maravillosa tuviese que transitar por un camino tan
oscuro y solitario. Cuando detectamos esas conductas
en las personas que amamos, vemos claramente que
son dañinas, que no son conductas a imitar. ¿Podemos
cambiar la situación? Tal vez ya no sea necesario tran-
sitar por ese mismo camino.
Puede que este enfoque del concernirse –comenzar por
nosotros mismos– nos resulte ajeno.
¿Cómo podría el cuidar de nosotros mismos bene-
ficiar a otras personas? ¿No es acaso una actitud
egoísta? ¿No sería mejor dirigir esa energía hacia
afuera, hacia quienes más la necesitan?
Pero es el punto de partida correcto. No siempre pode-
mos ayudar a los demás, pero al menos podemos garan-
tizar nuestro propio bienestar a un nivel muy profundo,
el tipo de bienestar que nos puede ayudar a sortear las
tormentas y a lidiar en forma más creativa con las pe-
nurias que experimentamos. Si podemos aprender esto,
61
Segunda Parte

podemos tratar mejor a los demás. Por lo menos po-


demos garantizar que no estamos contribuyendo a sus
sufrimientos.
Más aun, tenemos la posibilidad de ayudar a otras per-
sonas a aprender la misma cosa. Esta es la única forma
en que podemos tener alguna incidencia en el sufrimien-
to y el abandono que tantos de nosotros padecemos.

No podemos seguir simulando


Este mundo moderno, especialmente en los pueblos de
Occidente, está lleno de tragedias, lleno de sueños. To-
dos participamos en el juego, asumiendo papeles prota-
gónicos en nuestras mentes. Pero no fuimos nosotros
quienes escribimos estos relatos.
Calificamos nuestras experiencias y sentimientos tal
como se nos enseñó. Cuando aprendimos a hablar, a ser
humanos, también aprendimos a desempeñar nuestros
roles.
Aprendimos: No soy tú. Aprendimos: Quiero esto, no
quiero esto otro. De esto se trata la felicidad; así se
siente la tristeza. Sin siquiera darnos cuenta, obede-
cemos muchas reglas que tienen que ver con ser uno
mismo. Y seguimos las reglas del drama cuando nos
relacionamos con las demás personas.
Cada vez que nos comunicamos, nos comunicamos con-
forme a las reglas de este teatro de la mente. Y la repre-
62
Un Llamado Urgente a Cuidar

sentación se ve reforzada, tomamos estas reglas y roles


tan en serio que olvidamos que somos todos actores.
En gran medida somos inconscientes del poder seduc-
tor y subliminal de esta representación y ello nos torna
vulnerables. Nuestros pensamientos e impresiones sen-
soriales pueden dejarse fácilmente influenciar por estas
tragedias omnipresentes. No siempre tenemos concien-
cia de cómo ocurre esto o que siquiera haya ocurrido.
No, no, estos son mis verdaderos sentimientos.
Así es como siempre me siento cuando ocurre algo
malo. Hay una razón por la cual me siento incó-
modo: alguien se enojó conmigo, alguien fue poco
bondadoso.
… ¿Qué quieres decir? Fui engañado…
Apenas aparece el drama, lo hacemos nuestro. Lo reco-
nocemos, nos identificamos con él. Y luego se plasma en
la mente. Estamos entre las fauces del cocodrilo. Una
vez que estamos ahí, es muy difícil escapar.
No puedo evitarlo: comprendo el lenguaje. Me
llega el mensaje. ¡No puedo simplemente ignorar
mi cultura, esta forma de vida, este sentimiento!
Parece tan urgente, tengo que participar… y lue-
go quedo atrapado.
A este desastre lo denominamos “realidad”
y luego…
Y luego, se vuelve imposible cambiar.
63
Segunda Parte

Nuestros mejores conocimientos no siempre han po-


dido cuidar de nosotros, consolarnos, inspirarnos. La
mayor parte de nuestra educación se rige por las mis-
mas reglas; es parte de la representación teatral. Re-
fuerza los patrones que vemos. Incluso los pensadores
más brillantes no parecen inmunes. Nuestros mejores
filósofos también están perplejos ante el sufrimiento y
muy limitados en su capacidad para ayudarnos.
Pareciera que mientras más se desarrolla el mundo,
mientras más rápido se mueve, el sufrimiento también
se desarrolla y expande con mayor celeridad.
Quisiera poder decir, “estás exagerando solo para
producir un efecto”. Pero puedo ver la verdad.
Esta dolorosa forma de vida no es solo mía. Esto
no solo está ocurriendo en mi familia o en mi
ciudad natal. Hay señales de la misma lucha en
todo el mundo.
La mayoría de las veces reaccionamos frente al dolor
tratando de simular que estamos bien. Incluso las per-
sonas adineradas, exitosas y famosas simulan, pero a
veces tienen problemas muy serios. Aun así, tienen que
seguir simulando, sonriendo, porque su papel lo exige.
Puede que no seamos famosos, ¿pero acaso somos muy
diferentes?
La simulación no nos ha sido muy útil. Es necesario que
seamos auténticos con nosotros mismos. Tenemos que
prometer que nunca nos infligiremos daño. Debemos
64
Un Llamado Urgente a Cuidar

asegurarnos que el corazón y la mente estén protegidos


de nuestra negatividad: que nunca sufran daño, nunca
sean golpeados, nunca sean sometidos a empujones, pe-
llizcos o presiones. Es necesario que decidamos nunca
más volver a mortificarnos.
Porque cuando nos maltratamos por mucho tiempo,
llega un momento en que ya nada o nadie nos importa.

Misión clave
Es importante tomarse un momento para reflexionar
sobre la seriedad de nuestra situación.
Somos tantos los afligidos, los que vivimos en confu-
sión, víctimas de un temor desesperado a la pérdida.
Hay tantas personas limitadas por los dictámenes de
la identidad, que tiene muy poco que ofrecer en térmi-
nos de belleza, conocimiento o sanación. Atrapados por
las demandas de la identidad, entrampados como los
demás, en formas de ser que desincentivan el cuidado,
muchos hemos sacrificado nuestro sentido íntimo de lo
que es importante.
Pero, pese a lo que nos ha ocurrido, seguimos siendo
seres pensantes, capaces de sentir. Y en lo profundo de
nuestro ser tenemos el poder de concernirnos, tanto
con nosotros mismos como con los demás.
Nuestras experiencias pueden ser más que una fuente
de recuerdos dolorosos. Pueden ser parte de una mi-
65
Segunda Parte

sión importante, un camino que ha sido recorrido por


los sanadores más dedicados de la humanidad, por sus
grandes salvadores, destacados héroes, conocidos o
desconocidos, famosos o anónimos.
¿Qué los hace tan grandes? Tan solo esto: les impor-
taban todos los seres sintientes. Sabían cómo concer-
nirse y cuidar, cómo liberar a quienes los rodeaban de
la aflicción y la soledad. Sabían cómo transformar la
confusión en confianza, bondad y en una conciencia
inquebrantable.
Es necesario que aprendamos esa sabiduría y confianza.
Tenemos que apropiarnos de esos tesoros. Este es un
valor que ha sido reconocido por los seres humanos a
través de la historia; es el meollo de la religión, la esen-
cia de la filosofía. Estos podrían ser nuestros tesoros
personales. Con ellos, podríamos ayudarnos a nosotros
mismos y, con el tiempo, tal vez podríamos ayudar a
muchas otras personas.
Está bien. Estoy cansado de simular. Quiero
intentarlo.

Ejercicio: Promesa matinal


Cada mañana, antes de comenzar tu día, mírate
en el espejo. Contémplate con bondad y pacien-
cia y prométete que te cuidarás, pase lo que pase:
cuidar de tu cuerpo y alma, espíritu y corazón.
66
tercera parte
La Atención Cuidadosa

Ha llegado el momento de explorar el concernirse


conmásdetención,yaquenuestracomprensiónde
esta forma de ser determinará en última instancia
si realmente somos capaces de encarnarla.

Preciosa vida
El tiempo parece estar lleno de ciclos y repeticiones.
Observamos estos ciclos cuando tomamos conciencia
del paso de las horas y las semanas. A medida que se
desvanecen, rara vez reparamos que cada uno de estos
momentos es único e irremplazable.
Se requiere de atención para reconocer este hecho fun-
damental en nuestras vidas: el tiempo que se ha ido
no volverá jamás. Hasta que hayamos descubierto esta
verdad, no podremos destrabar el verdadero potencial
de nuestra coyuntura, aquel momento único e indivi-
dual que representa el estar encarnados en el tiempo.

67
Tercera Parte

Cuando presto atención a mi vida, descubro que


es breve, mucho más breve de lo que pensé. Es mi
oportunidad para hacer algo significativo y se
estádesvaneciendo.Creoquepuedehaberaquíun
gran potencial, pero sé que es fácil desperdiciarlo.
¿Es eso lo que deseo?
Este reconocimiento de que la vida es preciosa está en
el corazón mismo del concernirse-cuidar.

Esta vez no me dejaré desanimar, no me dejaré


disuadir ni distraer. Esta vez permaneceré fiel al
momento presente.

El poder de concernirse
Una vez que comprendemos la necesidad urgente de
cuidado, surge una oportunidad única. Es única, ya que
no implica exigencia alguna. No se trata de adquirir
nuevos conocimientos ni de dominar tópicos difíciles.
La esencia del concernirse no posee estructura: surge
de manera libre y directa de la experiencia.

Con la preocupación solícita, todo anda bien; todo está


en orden. Somos libres y estamos intrínsecamente sa-
nos. Nuestros gestos, nuestras expresiones e impresio-
nes reflejan el poder del cuidado. La profundidad del
pensamiento es inseparable de la vastedad del senti-
miento, del amor y de un concernirse cada vez mayor.
68
La Atención Cuidadosa

Hay métodos que podemos practicar, ejercicios que pue-


den desarrollar estas cualidades, pero al final, se trata
simplemente de que realmente estemos concernidos.
Incluso cuando nuestras historias parecen dejar poco
espacio al concernirse-cuidar, este irradia de todos mo-
dos, tanto en formas claramente visibles como menos
manifiestas. Socialmente, puede que nos ocupemos de
quienes carecen de los medios básicos de subsistencia.
Filosóficamente, puede que nos importe la indagación
que conduce al conocimiento. Los líderes se preocupan
de cumplir con sus compromisos y cuidar de las perso-
nas a las que lideran. La religión cuida del bienestar de
las almas o de los sufrimientos de los que nacieron para
morir. El arte se ocupa de la belleza y tal vez de la ense-
ñanza. El yo se ocupa de sus proyectos y de resguardar
su propia identidad.
No todas estas formas de concernirse-cuidar expresan
por igual su poder ilimitado. Sin embargo, sea cual sea
la forma en que se manifieste, es un poder transforma-
dor: pregúntale a alguien qué es lo que le importa y
como manifiesta dicha preocupación, y sabrás cómo esa
persona se relaciona con la sabiduría y la compasión, el
amor y el respeto.
El concernirse-cuidar es un aspecto vital de nuestra
travesía por la vida, constituye el sustento de la bondad
y la rectitud y propicia formas de vida ricas en satis-
facción y positividad. Cuando estamos concernidos, el
sentido permea todo nuestro quehacer y obramos sin
69
Tercera Parte

esfuerzo para que el sentido siga orientando nuestras


vidas. El cuidado se propaga en forma natural, como
las ondas del mar, impactando las vidas de los demás.
Cuando yo cuido de ti, es más probable que tú cuides
de mí. Cuando nos involucramos como comunidad, ello
tiene consecuencias sobre el entorno, sobre las medidas
que adoptamos en aras del bienestar de las generacio-
nes futuras, el bienestar de las personas con quienes
interactuamos, y las dinámicas mediante las cuales le-
gamos nuestros mejores valores y conocimientos a la
posteridad.

Redescubriendo la capacidad perdida de


concernirse
Si perdemos la capacidad de concernirnos, perdemos
todos estos beneficios. Puede que inicialmente no nos
importe el bienestar de los demás, pero al final, no sa-
bremos siquiera cómo cuidar de nosotros mismos. Los
pensamientos y conceptos que cruzan nuestra mente y
las sensaciones que atraviesan nuestro cuerpo son redu-
cidos y estrechos, sin fuerza para sustentar lo positivo.
Naturalmente, puede que nada de esto se manifieste en
la superficie. Es posible que una persona a quien nada
le importa o cuya capacidad de concernirse se haya es-
fumado lleve una vida exterior aparentemente exitosa
y próspera. Sin embargo, por dentro, no hay alegría ni
sentido de plenitud. Todo es penumbra. También pode-
mos trazar esta relación en el sentido contrario, ya que
70
La Atención Cuidadosa

donde hay infelicidad en cualquiera de sus incontables


formas o manifestaciones, podemos estar seguros de
que la capacidad de concernirse de una u otra forma se
ha perdido.

Cuando no podemos concernirnos, no podemos cuidar


de nosotros mismos, y entonces la vida se vuelve caóti-
ca, desosegada e inútil. Cualesquiera sean los frutos de
nuestros esfuerzos, no significan nada para nosotros.
Ninguno de los reconocimientos que recibimos nos trae
consuelo o alivio. Cualquier alimento que nos esforce-
mos por alcanzar se transforma en polvo en la boca.
Cada día es una rutina narcótica o una oscura incerti-
dumbre. No podemos guiarnos a nosotros mismos, no
podemos beneficiar a los demás y somos incapaces de
desarrollar la motivación para alcanzar objetivos más
elevados. Hemos perdido la capacidad de planificar, de
tomar decisiones y de proyectarnos hacia los demás o
de llevar estabilidad y orden a nuestras agitadas vidas.

Si nada me importa, no pertenezco. Comienzo a perder


mi humanidad y mi capacidad de aprender-saber, aban-
donando mi derecho de nacimiento como ser humano.
Mi conciencia se esfuma entre las tinieblas y camino
titubeante sin objetivo ni sentido de propósito. Al vivir
de este modo, le causo daño a los demás sin siquiera
proponérmelo y no obtengo ningún beneficio duradero
para mí mismo.
71
Tercera Parte

Pero es tan solo cuando reconocemos que no sabemos


cómo concernirnos o que hemos perdido la capacidad
de hacerlo que se presenta la oportunidad de cambiar.

La conciencia de que nada me importa ni me atañe me


permite elegir: puedo aprender a concernirme. Puedo
aprender a abrirme a las posibilidades que ofrece la be-
lleza, la amistad, y a la acción significativa que brinda
la vida.

Las señales de este tipo de transformación son fácil-


mente visibles. Cuando un desconocido tiende su mano,
puedo responder con bondad, ya que el cuidado me abre
a los demás. Actúo de nuevas formas, manifestando
respeto y amor. Soy capaz de apreciar todo lo que entra
en mi vida: desde las interacciones químicas y biológi-
cas que han dado origen a mi ser y me sustentan, hasta
la imaginación creativa que se expresa a través de mis
pensamientos y especulaciones.

El concernirse se manifiesta en cada momento de nues-


tras vidas. Puede que hayamos aprendido a pensar en
términos de proveedores de cuidado y cuidadores tales
como las enfermeras y encargados de la limpieza, los
trabajadores sociales y profesores. Ahora, sin embargo,
nos damos cuenta de que nosotros también tenemos la
responsabilidad y oportunidad de cuidar. Puedo cuidar
del futuro de este planeta y del bienestar de mis veci-
nos, de mis amigos y seres queridos.
72
La Atención Cuidadosa

Cuidado y conocimiento
A veces imaginamos que cuidado y conocimiento se
contraponen. Asumimos que el conocimiento pertene-
ce al ámbito de los hechos y el cuidado al de los senti-
mientos, que para ser confiable el conocimiento debe
estar totalmente separado de los sentimientos. Según
este enfoque, la preocupación solícita nos expone al ses-
go y al error.
Sin embargo, en la práctica, esta perspectiva carece de
sentido. Podemos comprobarlo al observar el trabajo
de los científicos, que en esta cultura son considerados
los grandes custodios del saber. La ciencia ha aprendi-
do tanto en los dos últimos siglos, llevando a notables
tecnologías y tratamientos médicos curativos, además
de innumerables descubrimientos que han transforma-
do nuestras vidas. También nos ha permitido acceder a
un conocimiento profundo sobre los albores del univer-
so, desarrollando métodos que permiten derivar nue-
vos conocimientos a partir de pequeños fragmentos de
información.
Al mismo tiempo, hay muchas cosas que la ciencia to-
davía ignora, desde la energía oscura y la materia oscu-
ra hasta el funcionamiento de la gravedad y las causas
de muchas enfermedades mortales, así como los gran-
des misterios que rodean el origen de la conciencia.
El vínculo entre estos dos ámbitos —lo conocido y lo
desconocido— es el concernirse-cuidar.
73
Tercera Parte

El conocimiento brota de las actividades de los cien-


tíficos porque han sido entrenados a proceder en for-
ma meticulosa. Cada experimento es cuidadosamente
pensado, cada estudio, cuidadosamente diseñado para
eliminar lo mejor posible los factores que pudiesen dis-
torsionar los resultados u obstaculizar la obtención de
resultados significativos.
El quehacer cuidadoso de los científicos opera a un ni-
vel diferente, tal vez más fundamental. Hay una carica-
tura del científico teórico según la cual no le importa el
uso que se haga de sus descubrimientos. Sin embargo,
incluso la investigación más abstracta requiere que se
proceda con un gran cuidado en el diseño y la imple-
mentación de los experimentos o protocolos, así como
en el análisis de los resultados.
Pero no es todo. A los científicos por lo general les im-
porta profundamente expandir su ámbito de estudio y
la búsqueda del conocimiento. Al igual que los filósofos
y los artistas creativos, a los científicos les importa lo
que hacen. Es uno de los motivos por los cuales son
meticulosos en lo que hacen y en cómo lo hacen. Por-
que los objetivos que persiguen les importan, se dedi-
can por completo, incluso cuando la investigación que
realizan tiene un alcance limitado y sus implicancias
son impredecibles. Dedicados y absortos en su trabajo,
responden a los ritmos de la situación que se presenta
y actúan consecuentemente. En ningún momento sepa-
ran el cuidado del conocimiento; el uno refuerza al otro.
74
La Atención Cuidadosa

En nuestras vidas cotidianas, el cuidado con que repre-


sentamos nuestros impulsos más nobles refleja directa-
mente el saber inherente de la mente y la infinita capa-
cidad de la mente para reflejar la apariencia. A través
del cuidado, descubrimos nuestro destino y desperta-
mos a nuestros objetivos. Aprendemos a dotar nuestras
vidas de sentido. El conocimiento en que nos apoyamos
y la calidad de nuestro quehacer también están mol-
deados por el cuidado. Hay cuidado por los amigos y
familiares, cuidado de nosotros mismos, y cuidado de la
energía que nos permite manifestarnos en el tiempo y
el espacio. Los niveles más profundos de senda, visión,
y la interacción cuerpo-mente también se ponen de ma-
nifiesto en el concernirse-cuidar.

Valorar el cuidado
Cuando exploramos las condiciones que posibilitan el
concernirse-cuidar, vemos que la clave es el conoci-
miento. En un comienzo son discernimientos que pue-
den presentarse fácilmente. Cuando comprendo más
profundamente las innumerables condiciones y circuns-
tancias que han permitido mi estar aquí en este tiempo
y lugar, me doy cuenta cuán interrelacionado estoy con
mi entorno y con otros seres vivos, y el cuidado brota
en forma natural. Observo que pienso a menudo en el
pasado y el futuro. Consciente de cómo yo mismo y
las personas que me son importantes aparecimos en el
75
Tercera Parte

mundo y hacia dónde estamos encaminados, actúo con


miras a asegurar un futuro más positivo y sanador.
En la historia de la humanidad, la capacidad de con-
cernirse-cuidar ha sido cultivada en múltiples formas.
Las grandes profesiones, cuyos mejores representantes
son reconocidos de una u otra forma en todas las socie-
dades –líderes religiosos, figuras políticas, y ejemplos
morales; profesores, sanadores y guías– vienen al mun-
do para expresar diferentes modalidades del concer-
nirse-cuidar. En cada cultura, una tras otra prosperan
las generaciones, porque el cuidado moldea por igual el
comportamiento de los grupos e individuos. Para los
padres, el cuidado de los hijos se convierte en el centro
de sus vidas y las personas en todas las latitudes en-
cuentran diferentes formas de manifestar el cuidado en
sus comunidades. Cuando esto no ocurre, la sociedad
sufre. Sin el concernirse-cuidar, la sociedad no puede
perdurar mucho tiempo.
Puede que no esté en nuestro poder abordar los proble-
mas que enfrenta la sociedad a gran escala: la amena-
za de las armas nucleares, la guerra y hostilidad entre
naciones, la creciente desigualdad, el daño irreparable
que ha sufrido nuestro amado planeta. Sin embargo,
tenemos el poder de concernirnos, el poder de cuidar.
Cuando cuidamos de nosotros mismos, de nuestro pró-
jimo y del mundo que habitamos, podemos desarrollar
una mayor conciencia. Porque nos importa el destino
de las generaciones futuras, podemos aprender de las
76
La Atención Cuidadosa

lecciones del pasado, investigar lo que está ocurriendo


ahora y actuar con respecto a las consecuencias futuras
de nuestros actos. Es necesario reflexionar acerca de lo
que ocurre cuando las personas no se sienten concer-
nidas, cuando nada les importa: tenemos evidencia de
ello en los registros de nuestra propia cultura y en los
sufrimientos de cada generación pasada.

Ejercicio: Creencias sobre el


concernirse-cuidar
Tómate unos veinte minutos para escribir, re-
flexionando acerca de tus íntimas creencias
sobre lo que constituye el concernirse-cuidar,
cómo opera, y lo que puede lograr. El propósito
de este ejercicio no es que concluyamos que esta-
mos captando de manera errónea el concernir-
nos-cuidar. Se trata más bien de elucidar lo que
internamente consideramos como verdad y que
exploremos esas creencias sobre el cuidado en
forma más detenida.

Exploración: Lo que creemos acerca del


concernirse-cuidar
Cuando comenzamos a prestar atención al cui-
dado, puede que descubramos algunas cosas im-
portantes. Tenemos la oportunidad de descubrir
nuestras creencias sobre el concernirse-cuidar:
77
Tercera Parte

en qué consiste realmente y si consideramos in-


cluso que es posible. Dependiendo de la natura-
leza de nuestras creencias, estas pueden limitar
severamente nuestra capacidad de dar y recibir
cuidado.
Observando nuestra experiencia, escuchando
a nuestros amigos, reflexionando acerca de las
ideas recibidas que todos asimilamos mientras
crecíamos, pareciera que muchos de nosotros
estamos convencidos de que el cuidado es un re-
curso limitado, como un combustible fósil. Des-
de este enfoque, el concernirse-cuidar impulsa
nuestros actos del mismo modo en que la gaso-
lina impulsa un automóvil. Si tratamos de hacer
demasiadas cosas, tenemos que recargar; solo
disponemos de un monto limitado de cuidado. Y
si nos exigimos en exceso, quedamos agotados.
Al parecer, también creemos que cuidar de algo
en forma solícita implica dejar de hacerlo por
otra, como si solo dispusiéramos de una peque-
ña regadera y tuviésemos que decidir cuáles de
entre todas las plantas podemos regar.
Desde esta perspectiva, el concernirse es asunto
de escoger entre las cosas y solo a esas prestarles
atención.
Esta elección de un objeto probablemente nos
parece normal- incluso parte esencial del con-
78
La Atención Cuidadosa

cernirse-cuidar. Después de todo, ¿qué sentido


tiene la preocupación solícita si no hay nada es-
pecial que a uno le importe, nada especial que
nos concierna? Sin embargo, tiene algunas con-
secuencias inesperadas para nuestra capacidad
de cuidado. Si apuntamos a una cosa parece
imposible apuntar a otra. Esta forma de pensar
sobre el concernirse lo convierte en algo intrín-
secamente limitado.

El corazón del concernirse es un “y”; no un “o”.


En lo más profundo de nuestro ser abrigamos
un potencial que trasciende nuestras limitacio-
nes artificiales. ¿Podemos acoger la posibilidad
de que somos plenamente capaces de concernir-
nos globalmente, en todas las direcciones- que
la brújula de nuestro cuidado alcance los 360
grados?

Creencias que dificultan el


concernirse-cuidar
“Solo dispongo de una cantidad limitada de cui-
dado. Si cuido de ti, no puedo cuidar de mí mis-
mo, y viceversa.”

“El trabajo arduo y la serenidad son mutuamen-


te excluyentes. Puedo hacer uno a la vez, pero no
ambos al mismo tiempo.”
79
Tercera Parte

“la solicitud y el cuidado son lo mismo que estar


abrumado: o si son diferentes, necesitas preocu-
parte para realmente demostrar que te importa.”

“Prodigar cuidado es desagradable, significa


realizar tareas sucias e ingratas.”

“Miscuidadosgeneralmentesonpocoapreciados.”

“Concernirse-cuidar es un “tener que”. Está mo-


tivado por el sentimiento que debería importar-
me. Si no demuestro el suficiente cuidado, me
siento culpable.”

“El cuidado lleva al agotamiento total.”

Creenciasquefacilitanelconcernirse-cuidar
“Tal vez no pueda solucionar todos los proble-
mas, pero sí puedo ayudar a la persona o situa-
ción frente a mí.”

“El cuidado y la solicitud no tienen por qué ser


sobrehumanos u ostentosos.”

“El cuidar de mí mismo no quita que cuide de ti.”

“Aunque las personas no siempre se den cuenta,


el concernirse marca una diferencia.”

“La energía para el concernirse-cuidar está


siempre presente.”
80
La Atención Cuidadosa

“Mientras mayor mi concernir, mayor mi capa-


cidad de cuidado.”
“El corazón del concernirse es el apreciar.”

Más allá de concernirse “en torno a”


Nos preocupamos “en torno a” las cosas; los animales,
los proyectos o el dinero. Nos preocupamos “en torno
a” nuestros trabajos, “en torno al” medio ambiente, a
la situación política. Este preocuparnos “en torno a” es
familiar y común.
En tiempos remotos… “en torno a” tenía un significado
más próximo a “girar alrededor”. Puede que ese senti-
do más antiguo de la palabra aún impregne sutilmente
su significado actual: preocuparme de algo a menudo
pareciera significar que mi concernir-cuidar gira alre-
dedor de lo que me preocupa, sin llegar a tocarlo.
De alguna manera, este tipo de concernirse se
siente como si yo estuviera simplemente ahí, con-
templando y preocupándome, impotente. No me
hace sentir bien.
¿Hay otra forma?
Se requiere un tipo de concernirse-cuidar más amplio,
más profundo. El cuidado podría tener una cualidad casi
cercana al gozo, la alegría de la compasión sin límites
que es libre de actuar, de ofrecer amor. Si el verdadero
concernirse-cuidar está presente, la vida se siente bien.
81
Tercera Parte

Atesoramos la compañía de las personas que amamos;


disfrutamos con actividades sencillas como comer, ca-
minar o simplemente estar sentados al sol. Cuando so-
mos este concernirse-cuidar, descubrimos la belleza en
todo lo que percibimos.
El cuidado profundo –el que reconocemos cuando pen-
samos en quienes cuidaron amorosamente de noso-
tros– no gira simplemente alrededor de lo que ama. No
se detiene ahí: sigue directo al corazón.

La calidad del concernirse-cuidar


En lo más profundo de nuestros afanes y preocupacio-
nes hay una calidad del concernirse.
A ratos es casi invisible, está soterrada bajo el resenti-
miento, las preocupaciones o el agotamiento. Sin em-
bargo, persiste bajo todo aquello, y aunque no siempre
sea fácil de contactar, tiene el poder de nutrirnos.
Las personas que abrigan pensamientos bondadosos no
tienen para qué pronunciar palabra alguna: podemos
sentir su gentileza y su deseo de ayudar. El corazón se
siente más liviano en su presencia. Al mirar a través de
sus ojos, vislumbramos nuestra propia bondad y valor.
Esta calidad del concernirse-cuidar no se restringe a
ninguna dinámica “desde” y “hacia”; en cambio, envuel-
ve al que da y al que recibe en una atmósfera que apaci-
gua y sana, casi sin que nos percatemos de ello.
82
La Atención Cuidadosa

Al salir de un ambiente sofocante y árido e ingresar en


uno fresco y sombreado, podemos sentir un cambio en
la sensación del aire que penetra en nuestros pulmones.
Absorbemos la humedad sanadora. En lo más profun-
do, suspiramos con alivio: nos relajamos. Eso está me-
jor, pensamos.
La calidad del concernirse-cuidar es algo similar y
cuando aplicamos el cuidado, ponemos sus beneficios a
disposición de todas las personas. Tal vez solo hayamos
experimentado este tipo de cuidado en forma limitada,
pero eso no necesariamente significa que esos límites
sean intrínsecos al concernirse-cuidar.
¿Podemos acceder a ese cuidado fundamental en forma
directa? Cuando aprendemos a reconocerlo, cuando de-
sarrollamos la conciencia de su existencia, le damos la
oportunidad de germinar.
Se expande en forma cada vez mayor: el cuidado empa-
pa el entorno y brota en nuevas y hermosas formas de
vida. Finalmente, el cuidado, aquel que cuida y el des-
tinatario del cuidado se abren al unísono, dando paso
a una disposición que lo envuelve todo, que no rechaza
ni desestima nada, una mente luminosa y concernida:
prodigando cuidado en todas sus formas, en y a través de
sí misma.
Honrando el espíritu de esta calidad del cuidado, po-
demos amigarnos con nuestra propia mente, nuestros
sentidos, nuestros sentimientos e inteligencia.
83
Tercera Parte

Sentirse culpable o inadecuado, culpándonos y aver-


gonzándonos a nosotros mismos: sabemos que no hay
cuidado de calidad en esto. Si no hay cuidado, tal vez no
deberíamos cultivar estas expresiones - así resultaría
mucho más fácil el cuidar .
La calidad del cuidado: tal vez sea esta la medi-
cina que tan urgentemente necesitamos.

Ejercicio: La bondad del observar neutro


¡Con qué rapidez nos juzgamos! Nos decimos:
“Dije algo incorrecto, actué en forma incorrec-
ta”. “Me equivoqué”. Pero si queremos com-
prendernos y aprender de nuestros errores, una
observación amable, neutra, hacia nuestros sen-
timientos y pensamientos sería más beneficiosa.
Comienza a observar cuántas veces te refieres a
ti mismo con expresiones poco bondadosas o te
reprochas por tus actos. ¡Pero, tranquilo! Cuan-
do vemos estas cosas, es natural querer reaccio-
nar, darnos instrucciones… incluso regañarnos.
“¡Mira! ¡Te trataste mal una vez más! ¡Deja de ser
necio!”
Oh…Creí que solo estaba observando, ¡pero inclu-
so esa “observación” fue cruel!
¿Cómo le pongo fin a esto?
84
La Atención Cuidadosa

El darse cuenta no necesariamente implica de-


cirnos cosas; el darse cuenta puede ser amable,
acogedor y silencioso. Pero si sientes que necesi-
tas decir algo, intenta decir, “Ahhh”.
Ahhh, ahí está. Ahhh, actué de ese modo. Ahhh, es
por eso que me sentí así.
Deja que tus “ahhh” se expandan, a medida que
la observación neutra se transforma en acepta-
ción y comprensión.

Una mirada más amplia


Tanto de lo que experimentamos nos conduce a cen-
trarnos en nosotros mismos y a solo concernirnos con
lo que está ocurriendo ahora. Agobiados por el estrés,
el trabajo, la familia y las finanzas, preocupados por la
rueda permanente de las noticias, puede que nos sin-
tamos presionados a concentrarnos en la seguridad o
simplemente en la supervivencia.
La ansiedad hace que esta presión sea aún más difí-
cil de tolerar, empujándonos a escapar hacia fantasías
o atrapándonos en pensamientos dolorosos, obsesivos.
En ciertas ocasiones, puede que estos mundos de fan-
tasía nos distraigan o entretengan, pero rara vez nos
ofrecen algo a cambio. El “mañana” que nos muestran
es imaginario, no está realmente relacionado con nues-
tro futuro, o con la forma real y asombrosa de nuestras
vidas a medida que nos movemos en el tiempo.
85
Tercera Parte

¿Podemos desarrollar un horizonte más amplio?

Puede que sea beneficioso imaginar nuestro mundo


en un centenar de años más. ¿Qué crees que queda-
rá? ¿Podemos lograr algo que perdure tanto tiempo?
¿Podemos actuar de acuerdo a un ángulo de visión tan
amplio? ¿Vivir nuestras vidas conforme a un plan tan
extenso?

Puede que esta nos parezca una idea inusual; no mu-


chos hemos sido educados para imaginar cómo será
el mundo después de nuestra partida. Pero si no po-
demos desarrollar la capacidad para adherir paciente-
mente a planes de largo plazo, perdemos oportunidades
importantes.

Poco a poco, iremos perdiendo nuestra preciosa energía


de vida y tendremos muy poco que mostrar al cabo de
nuestra estadía terrenal. Las generaciones que vienen,
las que podrían toparse con dificultades aún mayores
a las nuestras, no recibirán ninguna herencia, ningún
legado de sabiduría o bondad y nuestros propios sueños
quedarán sin realizar. Y desapareceremos, sin haber
ayudado a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.

Podemos comprobar cómo esto ocurre alrededor nues-


tro. Es un destino que recae sobre muchos de nosotros,
a ratos sobre personas muy cercanas a nosotros.

Es triste esta historia de una travesía vacía.


86
La Atención Cuidadosa

Ejercicio: Protege tus potenciales


Tómate un momento para reflexionar sobre las
personas en tu vida que de un modo u otro no
pudieron realizar su pleno potencial. Considera
cómo habrían sido sus vidas si hubiesen podido
entregar lo mejor de sí mismos y desplegar sus
dones. Imagina cuánta belleza y bondad habrían
aportado al mundo.

Ahora haz un listado de tus propias aspiraciones


íntimas, los sueños que quisieras ver cumplidos.
Examínalos cuidadosamente y analiza si son
dignos de una profunda inversión de tu tiempo
y energía. Si estás convencido que sí, haz una
promesa: en memoria de todos tus amigos y se-
res queridos que no pudieron realizar sus aspi-
raciones, tú no te echarás atrás, no te darás por
vencido.

Para desarrollar el concernirse-cuidar, tenemos que


transformarlo en una misión compartida por todos no-
sotros. Tú y yo, y todos los que conocemos, podemos
estimularnos mutuamente a concernirnos, para que el
cuidado siga siendo lo que siempre fue: un elemento
fundamental del universo.

No se trata simplemente de un deseo piadoso. Debemos


estar preparados para explorar cómo podemos llevar el
concernirse-cuidar al corazón de la ciencia, la religión,
87
Tercera Parte

la medicina, y todos los demás ámbitos en que el cono-


cimiento encuentra expresión.
Son muchos los ámbitos de indagación en los que el cui-
dado puede desempeñar un papel. Podemos preguntar-
nos cuál es la mejor dieta para proteger la salud de las
personas que amamos. Podemos encontrar formas para
conservar los preciosos recursos de nuestro hermoso y
nutritivo planeta. Podemos analizar las consecuencias
de nuestras acciones sobre las generaciones futuras, in-
vestigando cuidadosamente cómo evitar dañar o soca-
var nuestra propia capacidad para sobrevivir y florecer
en los siglos y milenios por venir.
Si podemos prestar atención de este modo, todos nues-
tros pensamientos se tornan concernirse-cuidar: el co-
nocimiento se transforma en conocimiento amoroso.
Ejercicio: Flor que se abre
En este ejercicio, escríbele una carta de amor
al momento presente. Estúdialo cuidadosamen-
te, aprecia sus detalles específicos. Dile cuán
importante es para ti. Si el momento presente
está cargado de tristeza o dificultades, trátalo
como tratarías a un amigo en dificultades; en-
víale aliento e inspiración.

88
La Atención Cuidadosa

Desarrollar un concernirse más fuerte


Si perdemos la capacidad de concernirnos-cuidar, es
más fácil que actuemos por motivos egoístas. Sin em-
bargo, ese enfoque solo nos vuelve más necesitados. In-
cita a la adicción y el conflicto, y prácticamente nos
obliga a cerrar los ojos ante las consecuencias de nues-
tros actos.

Puede que en parte esto tenga que ver con ver con la
ignorancia deliberada. Es posible, por ejemplo, que a
sabiendas de que el azúcar puede ocasionarle gran daño
a su cuerpo, un diabético elija comer azúcar de todas
formas y fingir que no lo afectará. Sin embargo, la ce-
guera de no importarnos puede que sea producto de
que nos centramos tan fuertemente en nuestras propias
necesidades y perdemos de vista lo que ocurre alrede-
dor nuestro. Podemos ver cómo se expresa esta tenden-
cia en los movimientos políticos que nos dividen con el
fin de manipularnos. Podemos verlo cuando redefini-
mos una situación para que un problema desaparezca
de la vista.

¿Cómo sería si todos nos sintiéramos verdaderamente


concernidos, si nuestro concernirse-cuidar nos llevara
a desarrollar un saber que nos permitiera mirar cla-
ramente en todas direcciones y sopesar el impacto de
cada acto? No podemos afirmarlo con seguridad, pero
sí imaginarlo.
89
Tercera Parte

Por una parte, no existirían las guerras ni los conflic-


tos territoriales, ya que todos cuidaríamos los unos de
los otros, independientemente de las barreras artificia-
les impuestas por la historia, la agresión y la codicia
en un mundo unificado. Podríamos vivir en armonía,
haciendo lo necesario para promover el bienestar de to-
dos nosotros.
¡Cuán extraño que nos resistamos a este tipo de
preocupación solícita y, sin embargo, cuán tristemente
predecible! Queriendo hacer las cosas a “mi” manera,
buscando solo “mi” beneficio, somos indiferentes a las
consecuencias de nuestras acciones para los demás. Nos
es indiferente el dolor y sufrimiento de millones de ani-
males criados en pavorosas condiciones para brindar-
nos un alimento que no requerimos para sobrevivir.
Prestamos poca atención al sufrimiento de quienes ha-
bitan otras regiones del planeta, excepto tal vez cuando
las imágenes de su sufrimiento nos obligan a enfrentar
lo que ocurre. Si las acciones de otras personas no nos
afectan directamente, no nos preocupamos mucho de
cómo tratan a sus enemigos, reales o imaginarios.
Claro está, puede que condenemos a quienes dañan a
los demás, tildándolos de malhechores; puede que ex-
presemos que están confundidos o equivocados o que
nos sorprendan sus formas erradas de pensar y sus
sentimientos distorsionados. Sin embargo, nada de eso
sirve si nos abstenemos de actuar. De hecho, puede que
ocasione más daño, ya que ahora los “malhechores” son
90
La Atención Cuidadosa

parte de la larga lista de personas cuyo bienestar nos


deja indiferentes. Cuando rechazamos, apartamos y
nos negamos a asociarnos con quien sea, por el motivo
que sea, no estamos obrando de manera que permita
restablecer el concernirse-cuidar en el mundo.

Cada uno de nosotros debe preguntarse cómo puede


cuidar el planeta lo mejor posible, este frágil mundo en
que vivimos. Hay que abrir el corazón y prestar aten-
ción a lo que ocurre en el mundo, al rumbo en que está
encaminada esta cultura y al daño que estamos provo-
cando o que todavía podemos provocar.

¿Cómo obrar orientados por la bondad, la rectitud, la


virtud? ¿Cómo podemos forjar lo que tiene valor? ¿Si
no nos preocupamos de los seres sintientes, del entorno
y de nosotros mismos, podemos realmente decir que
nuestro tiempo en esta tierra tiene un propósito? Y si
nos da lo mismo y carecemos de objetivos a los que
dedicamos nuestros esfuerzos, ¿cuál es la finalidad de
estar vivos?

Afortunadamente, sí disponemos de una guía de buenas


conductas para una vida mejor. Cuando nuestros ac-
tos engendran buenos resultados en forma consistente,
constituye una señal de que hemos podido manifestar
el cuidado. Cuando lo positivo se expande y participa-
mos gozosamente en su florecimiento, es una señal de
que estamos bien encaminados.
91
Tercera Parte

Un mirar desde el cuidado


La excelencia del pensamiento y la amplitud de visión
dependen de que aprendamos a concernirnos-cuidar.
Cuando nos sentimos concernidos, aprendemos a plani-
ficar, prevenir, preparar, proteger y expandir el ámbito
de la bondad. Aprendemos a preservar los tesoros que
nos han sido otorgados.
Al poner en práctica el cuidado, podemos promover el
conocimiento y trascender las preocupaciones del yo
mismo. Primero podemos encarnar el cuidado noso-
tros mismos y luego expandir su presencia a todo lu-
gar. Ese es nuestro deber. No constituye una carga, ya
que el concernirse-cuidar comienza por el cuidado de
nosotros mismos: nuestra salud y energía, los estados
que experimentamos, las amistades que disfrutamos y
el entorno mental del que dependemos. El cuidado nos
lleva a evaluar los productos que ingerimos y a estar
atentos a las condiciones de nuestra sangre, nuestras
células, músculos y órganos internos.
La ciencia occidental ha aprendido tanto. La biología,
la química y la neurología pueden enseñarnos con mu-
cho detalle lo que es dañino y lo que es saludable, aun-
que el conocimiento sea de carácter provisional y que
las orientaciones que ofrecen cambien con el tiempo.
El cuidado nos aconseja a seguir sus recomendaciones
a menos que otras formas de conocimiento nos señalen
otra dirección. Pero también hay maneras de mirar con
mayor amplitud.
92
La Atención Cuidadosa

Cuando nos sentimos concernidos, indagamos en lo


que es bueno para el corazón, la mente y el cuerpo.
Buscamos el propio bienestar y el de los demás: nuestra
familia, nuestros amigos, nuestra comunidad; la huma-
nidad, el mundo natural, y todos los seres sintientes.
Puede que no queramos mirar; puede que asumir res-
ponsabilidad nos acobarde o nos genere timidez. Sin
embargo, si permitimos que el cuidado germine en
nosotros, aprenderemos a mirar sin temor, preparados
para actuar.
Cada uno de nosotros sabe que algún día, tal vez den-
tro de poco, nuestro tiempo en la tierra tocará a su fin
y nuestro cuerpo desaparecerá. Este es el momento de
actuar, de hacer fructificar cada minuto, cada oportuni-
dad, día tras día. En casa, en el trabajo, en el juego: no
importa. Lo importante es el concernirse-cuidar.
Cuando en nuestro fuero interno comprendemos la im-
portancia del cuidado, tenemos que compartir ese sa-
ber con nuestros amigos, con los jóvenes, con todas las
personas. Podemos enseñar, pero también podemos de-
mostrarlo a través del ejemplo. El cuidado abre las puer-
tas al amor, al respeto, al aprecio y a una vida dotada
de sentido. Ese es el mensaje que podemos compartir.
Es fácil encontrar ejemplos de personas en el mundo
que no se sienten concernidas -tal vez por ignorancia,
tal vez por temor o por incapacidad de reconocer lo que
es posible. “Es demasiado”, escuchamos decir a las per-
sonas; “No sé qué hacer para incidir en algo”. Pero ese
93
Tercera Parte

es el modo incorrecto de mirar las cosas. Ahora mismo


podemos alentarnos a nosotros mismos y alentar a los
demás. Cuando fortalecemos el cuidado, nos volvemos
más fuertes.

Fe en el concernir-cuidar
Si no confiamos en nuestras propias capacidades para
cultivar el cuidado, podemos inspirarnos en los seres
humanos extraordinarios cuyas huellas están presentes
en nuestras historias. Los Bodhisattvas de la tradición
budista manifestaban el cuidar, también Jesús lo hacía,
así como otros grandes líderes espirituales. Puede que
no tengamos certeza de que las historias que narra la
religión sean ciertas, pero, aunque solo sospechemos
que apuntan a una vida basada en el concernirse-cui-
dar, puede que sea suficiente. Podemos dedicarnos a un
objetivo similar, siguiendo sus ejemplos lo mejor que
podamos, por el bien de todos los seres sintientes.
Uno de los grandes valores de las tradiciones religiosas
es que reflexionan sobre este asunto del concernirse-
cuidar. Se preguntan por la misión o el propósito de
la humanidad. Sin embargo, no solo las religiones re-
flexionan sobre estos temas. Podemos encontrar inspi-
ración en muchas partes.
No se trata de seguir una determinada secta, escuela o
tradición religiosa. No depende de aceptar algún dog-
ma, un conjunto de creencias o argumentos. Estos son
94
La Atención Cuidadosa

valores compartidos universalmente y el cuidado es la


clave para ponerlos en práctica.
El cuidado amoroso engendra alegría y una vez que
nos conectamos con él exige poco esfuerzo. Simple-
mente hay que prestar atención. Puede que haya pro-
blemas que has estado evitando: ahora puedes actuar.
Mantente saludable y productivo: renueva tu cuerpo,
tu mente y espíritu; y cada día, mañana, tarde y noche,
renueva tu compromiso. Estudia, observa y abre tu co-
razón. Comparte lo que es valioso y establece normas y
roles que te ayuden a manifestar el bien. La verdadera
felicidad no requiere de nada más.
Sin conocernos a nosotros mismos, lo único que pode-
mos ofrecer a los demás o a los objetivos que valoramos
son palabras vacías. Nuestras acciones carecerán de
efectividad si no sabemos cómo concernirnos-cuidar.
Por lo tanto, lo primero es alentarnos a nosotros mis-
mos a tener fe en el cuidar y a propiciarlo. Debemos
aplicar el autocuidado. Esa es nuestra tarea. Luego
podremos extender el cuidado a los demás y abarcar
círculos cada vez más amplios para llevarlo a nuestra
comunidad.

El concernirse-cuidar es
El concernirse-cuidar es la forma en que nos mani-
festamos, hablamos, gesticulamos y actuamos. En ese
95
Tercera Parte

sentido, el concernirse no es solo un objetivo a alcan-


zar: es una forma de encarnar.
El cuidar significa prestar atención. Es necesario com-
prender las condiciones, las estructuras químicas y la
raíz de las ventajas y desventajas de nuestra experien-
cia. Al tener conciencia de lo que hacemos, no come-
teremos tantos errores. Con la atención solícita, no la-
mentaremos nuestras acciones en el futuro.
No creamos intencionalmente la mayor parte de nues-
tros problemas, pero ocurren de todas formas. Nece-
sitamos prodigarnos un abrazo amoroso, para poder
comunicarnos directamente con nuestra rabia, temores
y resentimientos, para acabar con las separaciones. Al
acogernos a nosotros mismos, podemos transformar
nuestra negatividad.
En el concernirse-cuidar tengo un primer deber:
tengo que hacer esto ahora yo mismo. Viviré mi
vida sin remordimientos. El resto de mi vida mi
inversión será que mi mente, palabra y acción
sean inseparables y completamente abiertas.
Debo seguir atento y solícito, no solo una vez u
ocasionalmente sino de manera constante.
Que esta sea mi promesa secreta.

96
cuarta parte
Cuidar de Nosotros Mismos

El néctar del cuidado está a nuestro alcance, y a


través de nosotros, al alcance de los demás.

Las profundidades del concernirse


Puede que hayamos escuchado acerca de los ideales de
compasión de las religiones y tradiciones de sabiduría.
No obstante, antes de que estos puedan ser plenamente
comprendidos, es necesario cultivar el cuidado a nivel
personal, inmediato. Las cualidades del concernirse
pueden transformarse en compasión, pero si partimos
con palabras tan grandilocuentes, es fácil pasar por
alto la inmediatez del cuidar. La soledad y la confusión
son producto de no saber cómo concernirse a este nivel
esencial.

Para palpar la calidad del concernirse, tendremos que


sondear en sus profundidades. ¿Pero, cómo lograrlo?
¿Cómo aprender a poner en práctica un concernirse-
cuidar cada vez mejor?
97
Cuarta Parte

Todos podemos pensar en cosas que requieren más o


mejor cuidado en nuestras vidas. Puede que se nos ocu-
rran ideas o métodos para concernirnos mejor. Pero
hay un aspecto aún más importante cuando se trata del
cuidado.
¿Cómo cuidar de nuestras mentes?
¿Qué hacer con respecto a nuestros pensamientos dolo-
rosos, a nuestra rabia e impulsividad, nuestros patrones
repetitivos o nuestras reflexiones desesperanzadoras?
Esos pensamientos destructivos, alienantes, pueden
surgir de la nada, lastimándonos y provocándonos
dolor.
Es como si nos atormentara un fantasma oculto, dis-
puesto en cualquier momento a volver la mente en
contra nuestra. Cuando este fantasma se interpone en
nuestro camino, es poco lo que podemos hacer. Mien-
tras tanto, sin que reparemos en ello, la felicidad lenta-
mente se desvanece.
Si acaso hay un arte o una destreza para vivir sin infli-
girnos daño, pareciera que la hemos perdido.
A una gran escala cultural, nos hemos vuelto depen-
dientes de cosas que pueden aliviar nuestro dolor en
forma temporal, colmando los espacios vacíos con co-
mida, compras, libros y espectáculos, o el contacto con
amigos. Pero incluso los buenos amigos no siempre
pueden ayudarnos en lo más profundo: aunque sean
98
Ocuparnos de los Orígenes

muy cercanos, no pueden escuchar nuestros pensa-


mientos ni experimentar nuestros sueños.
En última instancia, somos los únicos que habitamos
nuestra mente; ahí donde las ideas, las impresiones sen-
soriales, las percepciones, los recuerdos, los sueños y
aspiraciones son nuestra única compañía.
Cuesta mucho mantener buenas relaciones con la fami-
lia y amigos. ¿Pero qué ocurre con esta otra relación
fundamental?
Cuando menos, en el nivel más básico de la ex-
periencia, sería tan bueno poder decir, con toda
sinceridad, “Estoy feliz, estoy bien”.

Cuidando de la mente
Todos tenemos problemas. Experimentamos estrés y
ansiedad, tensión, soledad, agitación, tristeza, paranoia
y muchas otras cosas. Hay veces en que nos sentimos
abrumados y nuestra situación parece no tener salida.
Cada rama del saber humano, desde la psicología hasta
la religión, la ciencia y la medicina, nos ofrecen formas
de trabajar con estos problemas. Dependiendo de dónde
acudamos para obtener ayuda, puede que nos indiquen
que oremos o meditemos, o que nos prescriban medica-
mentos o que nos enseñen a analizar nuestra situación
desde otra perspectiva. Hay ocasiones en que estas me-
didas resultan útiles y otras en que son ineficaces.
99
Cuarta Parte

Sin embargo, a un nivel más básico, no llegan a la de-


bida profundidad. Porque el origen de nuestros proble-
mas es la forma en que hemos aprendido a trabajar con
la mente.
La mente es una fuerza muy poderosa en nuestras vi-
das; ella nos brinda las etiquetas con que dotamos de
sentido nuestra situación y escogemos nuestras res-
puestas. Como un eco, hace llegar los sonidos hasta los
desfiladeros de nuestra experiencia. La mente estable-
ce y nosotros moldeamos nuestros encuentros con el
mundo a través de la retroalimentación que esta nos
brinda. Está presente en todos los momentos de vigilia,
a lo largo de nuestras vidas; tal vez incluso esté presen-
te en vidas futuras.
Aunque nos maravillemos ante las variadas y ricas
creaciones de la mente, resultaría extraño que estu-
viéramos del todo satisfechos con sus producciones.
Siguiendo los patrones que operan en la mente, a ve-
ces actuamos en formas virtuosas y beneficiosas, pero
también solemos entregarnos a la avaricia, la codicia y
el apego, la ignorancia y la emotividad.
¿Es esto realmente lo que queremos? Si la mente está
para servirnos ¿nos está brindando un buen servicio?
Cuando intentamos comprender la mente, nos topamos
rápidamente con dificultades. ¿Quién le dio su nombre
e identidad a la mente? ¿Cuál es la historia de su ori-
gen? ¿Cuál es su relación con el sistema nervioso y el
100
Ocuparnos de los Orígenes

cerebro? ¿Cuál es la relación entre la mente consciente


y la inconsciente? La mente es invisible e intangible;
no podemos definirla. Cuando la buscamos no podemos
encontrarla, tampoco podemos precisar su forma o co-
lor; ni siquiera sabemos exactamente en qué consiste.
No es sorprendente que la mente siga constituyendo un
misterio, pues la mente es una suerte de agente doble.
Cuando queremos interrogar a la mente, lo hacemos
con la mente, valiéndonos de las etiquetas que ella nos
brinda. Cuando nos identificamos con el sujeto que per-
cibe un objeto, es la mente quien nos brinda esas ca-
tegorías. Cuando estamos enojados o desilusionados,
cuando estamos de acuerdo o en desacuerdo con los jui-
cios de otras personas, cuando culpamos o admiramos,
estamos retroalimentando a la mente con los patrones
que ella misma pone a nuestra disposición.
Hoy se habla mucho acerca de cómo pronto podremos
programar a los robots para atender a nuestras necesi-
dades. Tal vez podríamos encontrar formas para pro-
gramar o reprogramar a la mente del mismo modo. Si
no podemos hacerlo, cabe preguntarse si nosotros mis-
mos no somos los robots que ejecutan los programas
instalados por la mente.
¿Podríamos entrenar a la mente para funcionar de otra
manera? Tal vez podemos enseñarle a concernirse. Tal
vez la mente podría transformarse en nuestro aliado a
medida que desplegamos el poder del cuidado. Sin em-
101
Cuarta Parte

bargo, primero es necesario crear un ambiente de cui-


dado al interior de la mente y para la mente.
No es tan difícil, pues el concernirse no depende de una
comprensión u análisis sofisticado. Lo que importa es
la empatía y la sinceridad. A medida que nos aproxima-
mos a la mente, podemos ser honestos, directos y gen-
tiles. “Me importa”, podemos decir. “Estoy listo para
escuchar. Tienes mi apoyo. ¿Qué puedo hacer?”
Listos para concernirnos, podemos aceptar lo que ven-
ga, respondiendo con un “sí” a cada nueva experiencia
e invitando a la mente a participar en ella.

Abiertos al concernirse
El concernirse abre las reacciones cerradas y defensi-
vas en que la mente ha aprendido a quedar atrapada.
Cuando la mente se siente vulnerable, los pensamientos
negativos nos invaden y embargan nuestra conciencia.
Resurgen patrones negativos del pasado. Si no respon-
demos con cuidado –con claridad y calma– seremos
arrasados, como si los vientos de un tornado hubiesen
azotado nuestra casa.
Cuando observamos a dónde nos conducen los patro-
nes negativos, ello puede ayudarnos a ser conscientes
y a estar atentos. De nada le servirá a la mente em-
pantanarse en patrones sobre los que no tiene ningún
control. Cuando ocurre, ya es demasiado tarde: la con-
102
Ocuparnos de los Orígenes

fusión interna se apodera de nosotros y perdemos la


capacidad de comunicarnos con nosotros mismos.
Ante la tendencia natural de la mente a caer en patro-
nes, podemos exhortarnos a nosotros mismos a rela-
jarnos y prestar plena atención a lo que está ocurrien-
do. Reconocer que la situación que enfrentamos no es
única puede servirnos de ayuda. Las personas en todas
partes experimentan los mismos tipos de frustraciones
y dificultades. Se sienten atrapadas en un espacio en
que la posibilidad de alcanzar la paz se ha desvanecido
y en que la natural vitalidad del corazón o del alma se
ha petrificado.
No somos los únicos que ingresamos a una zona de pe-
ligro, como si nos aventuráramos sobre un témpano o a
orillas de un volcán activo. Es necesario que reconozca-
mos los riesgos: emotividad insufrible, rabia incontro-
lable, profunda desesperación, odio gélido.
El poder del concernirse-cuidar puede transformar
todo esto, atemperando la atmósfera interna. Comen-
zamos con una serena autoconciencia que tranquiliza
las operaciones de la mente, creando el espacio para
una respuesta más abierta. Frente a la negatividad, po-
demos formular preguntas básicas, sencillas. ¿Dónde
está la negatividad? ¿Estamos sintiéndola en este mo-
mento o somos presa de un recuerdo doloroso o de los
temores de un futuro incierto? ¿Podemos anticipar ha-
cia dónde nos conducen estos sentimientos? ¿Podemos
anticipar las probables consecuencias para nosotros y
103
Cuarta Parte

para los demás? ¿Podemos cultivar delicadamente una


conciencia básica de nosotros mismos? ¿Podemos dejar
que el concernirse nos conduzca hasta ahí?
Mirar el mundo a través del prisma del cuidado cons-
tituye un antídoto para los patrones fosilizados de la
mente. Al mirar con los ojos de la autoconciencia, po-
demos discernir lo que está ocurriendo en el presente,
reconocer las circunstancias de su origen y predecir los
patrones posibles que pueden surgir en el futuro. Con
este conocimiento, podemos enseñarle a la mente una
nueva forma de actuar.

El cuidado y la apreciación
Nuestra iniciación al cuidado se reduce a algo muy
sencillo:
Sea lo que somos, sea lo que tenemos, se trata de mejorar-
lo, cuerpo, mente y espíritu. Todo lo que es bueno en no-
sotros, lo cultivamos. Lo que está germinando y creciendo
en nosotros, lo apreciamos.
No seamos tímidos. Es muy importante no desconocer
quiénes somos, lo que tenemos. Aunque sea difícil al
comienzo, es posible aprender a valorarnos. Incluso po-
demos decirnos: “Soy genial. Aprendí algo. Hice algo.
Ayudé a alguien. Marqué una diferencia”.
Cuanto más seamos capaces de apreciarnos a nosotros
mismos de este modo, tanto más podremos cultivar
104
Ocuparnos de los Orígenes

cualidades que apreciar. De hecho, al concernirnos po-


demos crear un ciclo de retroalimentación beneficioso
con la apreciación.

Ejercicio: la distracción y la apreciación


Cuando nos sentimos cansados y frustrados con
nuestras vidas cotidianas, nos distraemos fá-
cilmente. Puede que en lo inmediato nos haga
sentir bien distraernos con fantasías, seguir los
dramas imaginarios de nuestros programas fa-
voritos de televisión o enredarnos en los “dra-
mas” de la vida real en discusiones con cono-
cidos o extraños. Pero al final, nos puede dejar
con una sensación de vacío. Por otra parte, estas
actividades nos roban horas de tiempo preciosas
e irremplazables.

Prueba este antídoto: busca apreciar algo en lo


que estás haciendo. Algo que involucre tu cuer-
po y tus sensaciones. Puede que adviertas una
suave brisa, una alfombra suave bajo tus pies,
un entorno apacible o la presencia de personas
bondadosas.

La apreciación es especialmente importante


cuando finalizas una tarea difícil. Tómate unos
minutos para celebrar el cumplimiento de un
plazo o para admirar cómo se ve el jardín recién
regado o el piso limpio.
105
Cuarta Parte

Si disfrutas de este ejercicio, da un paso más allá:


tómate unos minutos para apreciar el arduo tra-
bajo de los demás con el mismo espíritu. Focali-
za tu atención en detalles específicos, no tan solo
en insípidas generalidades. Busca las cualidades
positivas que son únicas al logro de esa persona.
Ejercicio: Estar ahí para uno mismo
Si en algún momento te sientes descorazonado,
tómate un momento para sentarte en silencio.
Siente tu columna y la sensación de energía en
el eje del cuerpo que sostiene tu cabeza y te co-
necta a la tierra. Apóyate en ella como si apoya-
ras tu peso en un bastón. Confía en ella: siente
su fuerza y vitalidad y deja que esa sensación se
expanda por todo tu cuerpo. Aprecia esta sen-
sación como si fueras un árbol joven y hermoso,
tal vez todavía no el más grande, pero tornán-
dose cada vez más fuerte.

Recogiendo el néctar
Si insisto tanto en ello, de tantas distintas maneras, es
porque reviste mucha importancia:
Para traer al mundo el verdadero cuidado tenemos que
cuidar de nosotros mismos. Tenemos que volvernos ex-
pertos en el arte de apaciguar y tranquilizar el corazón
y la mente.
106
Ocuparnos de los Orígenes

Muchos de nosotros no hemos aprendido jamás a tra-


bar amistad con nosotros mismos. Puede que la propia
idea nos parezca ajena o que nuestra propia compañía
nos parezca un pobre sustituto de la verdadera compa-
ñía, del verdadero placer, del verdadero disfrute.
¿Cómo puede este ser cuyas fallas conozco tan
bien ser mi compañero y amigo? ¿Este cuerpo, que
es tantas veces fuente de dolor? ¿Esta mente, tan
apartada de una comprensión genuina?
Tendemos a centrarnos en cosas, ya sean objetos que
queremos poseer o cualidades internas que nos gustaría
desarrollar. Nos decimos, “Me apreciarían más si tu-
viera características más admirables. Tengo que hacer
más, ser más: entonces tendré aprecio por mí mismo”.
Así como somos incapaces de ver nuestro propio codo
sin ayuda de un espejo, puede que ignoremos lo que
realmente significa amarnos a nosotros mismos sin re-
ducirnos a la condición de objetos-cosas que nos gustan
o nos disgustan. Sin embargo, este enfoque, que posi-
blemente adoptamos y con el que hemos vivido des-
de que somos niños, encubre la maravillosa belleza de
nuestra encarnación.
¡Si tan solo pudiéramos vislumbrar, recordar cuán ma-
ravillosos y mágicos son nuestros cuerpos!
La elegancia de la red de nuestras venas y arterias, la
asombrosa complejidad del sistema nervioso, la elabo-
107
Cuarta Parte

rada química de nuestro cerebro, la forma en que coo-


peran las moléculas del cuerpo para manifestar la par-
ticularidad de cada uno de nosotros, nuestros cuerpos,
deberían llenarnos de admiración.

Nuestra encarnación es eminentemente digna de amor


y cuidado. Cuando aprendemos a valorar esta encar-
nación, aprendemos a reconocer más de nuestro po-
tencial, vislumbrando oportunidades y fortalezas cuya
existencia ignorábamos.

Cuando abrimos el corazón a esta maravillosa belleza,


dejamos de considerar que el cuidado es algo que tene-
mos que ganarnos mediante la perfección. Sentimos un
aprecio genuino, intrínseco por nuestro propio ser, sin
condiciones.

Cuando somos verdaderamente capaces de cuidar de


nosotros mismos, el canal se abre y somos libres de
recibir la sanación y felicidad que constituyen nues-
tro derecho de nacimiento, que son parte de nuestra
encarnación.

Nosotros somos los benefactores, también los benefi-


ciarios. Para abrir la capacidad de concernirnos tenemos
que abrir nuestros corazones a nosotros mismos.

Abrir esa capacidad es lo que genera la calidad del


cuidado, el néctar sanador que tan desesperadamente
necesitamos.
108
Ocuparnos de los Orígenes

Ejercicio: Recuerdos gozosos


Desde el momento en que despiertas por la ma-
ñana hasta que te acuestas, estás fabricando
nuevos recuerdos. La bondad con que te tra-
tas determina el carácter de dichos recuerdos.
Cuando luchamos con muchos recuerdos dolo-
rosos, podemos ver reducida nuestra capacidad
de abrirnos a la ayuda y a la sanación en el mo-
mento presente. Por otra parte, cuando tenemos
muy buenos recuerdos, es como si hubiésemos
aprehendido una esencia especial en nuestra ex-
periencia. Puede que el momento que desenca-
denó el recuerdo se haya desvanecido, pero el
sentimiento perdura. Ese sentimiento puede nu-
trirnos y apuntalarnos en nuestro diario vivir.
De este modo, nuestros recuerdos gradualmente
se transforman en una fuente de fortaleza.

Cada noche, al dar una mirada retrospectiva a tu


día, practica soltar las cosas que te contrariaron
y haz hincapié en las cosas positivas que recuer-
das. Puede que en un comienzo tengas que hacer
un esfuerzo para hallarlas; por lo tanto, sé pa-
ciente. Pero incluso los pequeños recuerdos –el
canto de un ave, el aroma del pan fresco, o el ca-
lor del sol en tu espalda– pueden marcar una di-
ferencia. Pueden brindarte su hermosa energía.
109
Cuarta Parte

Exploración: Asombrosa encarnación


Nuestro cuerpo es como un enorme continen-
te con países y regiones que posiblemente solo
conozcamos de nombre. Están los pulmones, el
corazón, los riñones, el hígado, la piel, los te-
jidos, los huesos, para nombrar algunos de los
órganos. O clasificamos el cuerpo de otro modo,
dividiéndolo en las regiones superior, media e
inferior, el lado derecho e izquierdo, la cabeza y
la garganta, lo interno y lo externo.
Pero el cuerpo también es vasto como el univer-
so. Está compuesto de más de treinta trillones
de células, trillones más de células de lo que hay
galaxias conocidas. Cada célula contiene agua
que transporta oxígeno y desechos y que favore-
ce las reacciones químicas; los textos científicos
nos dicen que el 65% de nuestro cuerpo es agua.
Como las galaxias, con las que compartimos la
sustancia y el origen, es poco lo que sabemos
sobre los complejos engranajes de este continen-
te. No tenemos conciencia del movimiento cons-
tante ni de las actividades o el funcionamiento
íntimo de estas estructuras.
Pensamos que somos los dueños de nuestro
cuerpo, pero no tenemos un control consciente
de procesos como la digestión, las enzimas que
catalizan las reacciones químicas o el reemplazo
de las células dañadas. Y si bien los habitantes
110
Ocuparnos de los Orígenes

autóctonos del cuerpo, como los músculos, los


nervios, la grasa, el hígado, la piel cumplen dife-
rentes funciones, debido a su especialización, los
sistemas del cuerpo también dependen el uno del
otro. Por ejemplo, el sistema respiratorio abas-
tece de oxígeno a los sistemas digestivo, repro-
ductivo, esquelético (entre otros), en tanto que el
sistema respiratorio y otros sistemas requieren
tanto de nutrientes como de formas para elimi-
nar los desechos metabólicos. Los roles también
se entrecruzan: la boca, por ejemplo, sirve tanto
a los sistemas respiratorio y digestivo, y el siste-
ma cardiovascular, que le proporciona oxígeno
y nutrientes a las células, también contribuye a
mantener la temperatura del cuerpo.
Varios trillones de nuestras células –alrededor
de la mitad de las células del cuerpo– no son
“nosotros” en absoluto, sino bacterias que habi-
tan predominantemente en el microbioma, el in-
testino que es tan importante para la digestión y
la inmunidad. ¿Entonces, quiénes son realmente
los habitantes autóctonos del continente cuerpo?
La mayoría de las células tienen un núcleo y to-
das son dirigidas por el ADN. Aunque el ADN
es muy pequeño para ser perceptible al ojo hu-
mano, podemos imaginar la conexión activa del
ADN en cada estructura y músculo, en la sangre
que circula y en las enzimas catalizadoras. Sin
111
Cuarta Parte

embargo, no estamos conscientes de las estruc-


turas internas que nos mantienen vivos, así como
tampoco estamos conscientes del movimiento de
las galaxias en el espacio. Las enzimas, el siste-
ma nervioso y los órganos funcionan en forma
coordinada y dependen del delicado equilibrio
de muchas funciones interdependientes.
Desde la alimentación hasta la digestión, desde
la respiración hasta los latidos del corazón, las
interacciones complejas que hacen fluir la san-
gre y llevan nutrientes a las células del cuerpo
ocurren sin un esfuerzo consciente y sin que nos
percatemos.
Nuestros cuerpos continentes están llenos de
movimiento constante. Después de todo, a nivel
microscópico no hay descanso, no hay pausa en
la actividad que nos mantiene vivos. Puede que
en este movimiento haya un “desde” a un “ha-
cia”; no obstante, no somos conscientes de estos
movimientos de automoción interrelacionada de
elementos biológicos.
En cambio, percibimos la continuidad de la for-
ma. Registramos el cambio lento. Una vez al
año, durante la celebración de Acción de Gra-
cias, observamos que a un ser querido le han sa-
lido canas y que sus arrugas están más pronun-
ciadas. Crecemos en estatura, nos volvemos más
gruesos; más adelante, perdemos peso y masa al
112
Ocuparnos de los Orígenes

envejecer. Pero bajo estos cambios evidentes hay


alteraciones químicas con ritmos en constante
movimiento.
Todas las partes están en movimiento y son
transitorias; no hay nunca una identidad defini-
tiva. No hay pausa ni descanso en el movimiento
de la energía al interior del cuerpo, en las inte-
racciones químicas, en el aliento, la sangre.
Después de todo, puede que la mente sea el ex-
plorador, el que dirige nuestra travesía, pero
nuestra encarnación es nuestro vehículo.

El potencial de los sentidos


Concernirnos-cuidar en forma más directa de nuestra
encarnación puede estimularnos a tomar más en serio
nuestros sentidos.
La belleza de los sentidos del cuerpo está en cómo se
conectan e interactúan. En la tradición budista tibeta-
na, contamos seis órganos de los sentidos, no cinco, ya
que incluimos la mente. Podemos visualizar cada uno
de estos órganos –los ojos, los oídos, la lengua, el cuer-
po y la mente– como puertas que se abren al mundo que
nos rodea y que sintonizan con nuestro interior. Están
siempre trabajando, desempeñan diferentes roles, cada
uno con su facultad sensorial específica, su carácter y
ámbito de operación.
113
Cuarta Parte

Aparentemente hay un instantáneo “llamado del de-


ber” en el proceso sensorial. Escuchamos, vemos y sen-
timos casi automáticamente. Tal vez deberíamos con-
tar con una palabra distinta al término “percepción”
para denominar el puro reconocimiento, porque lo que
surge parece preceder a una percepción activa, como si
se tratara de una función química o de una señal pro-
veniente de los órganos de la percepción. Pareciera que
este proceso también tiene un componente mental. Casi
podríamos llamarlo una conciencia, excepto que parece
activarse previo a nuestra plena conciencia del evento
sensorial.
Parece haber algo previo al aferrarse a la percepción,
al reconocer, nombrar y etiquetar. Aunque todavía no
aplica la regla del lenguaje o de la identificación, dichas
actividades se inician a partir de ese estadio, ya que lo
posibilita.
Los sentidos interactúan con varios sistemas a medi-
da que reciben estímulos transmitidos por los nervios.
Procesos sutiles transmiten esta información a los ór-
ganos. Todos los sistemas son vitalizados por la res-
piración y la mente reconoce, identifica e interpreta.
Cada uno de estos sistemas tiene sus propios patrones y
movimiento; sin embargo, lo que percibimos mediante
los sentidos se nos presenta como una sola experiencia
integrada.
En circunstancias normales, no tenemos conciencia de
estos patrones y de su gestación. Pero podríamos be-
114
Ocuparnos de los Orígenes

neficiarnos mucho al rastrear la conexión de los sen-


tidos con los sistemas corporales. Cuando prestamos
atención a este nivel, liberamos nuevos potenciales para
la experiencia. Puede que incluso algunas de nuestras
percepciones sensoriales se vean enteramente transfor-
madas por una nueva conciencia.

Incorporando el cuidado a nuestra


experiencia
Si somos afortunados, viajamos con nuestros cuerpos
siempre cambiantes hasta la vejez. Durante el proce-
so, conquistamos algunas pero no todas nuestras metas
e inevitablemente perdemos familiares y amigos en el
transcurso del camino.
Pero eso es humano. La vida es una travesía im-
predecible,ytodoloquepodemosesperarestener
más altos que bajos.
¿Pero por qué habríamos de estar satisfechos con tan
solo un poco de felicidad? Tal vez no sea necesario que
quedemos atrapados en una pobreza mental que acepta
y se aferra a cualquier cosa que aparece en lo inmediato.
Merece la pena examinar más detenidamente los me-
canismos de la experiencia para ver si podemos apren-
der qué es lo que gatilla esta cualidad de aferrarnos a
nuestras percepciones. Puede que esto resulte un poco
difícil, sobre todo al inicio. Al parecer, al momento de
cobrar conciencia de algo, la percepción ya ha traído
115
Cuarta Parte

consigo asociaciones, discriminaciones, juicios, signifi-


cados, interpretaciones.
Pero antes que intervenga la percepción, los órganos
de los sentidos están abiertos y disponibles. Entonces
aparece algo, como un destello de luz, y se abre camino
hasta las vías causales del correspondiente órgano de
los sentidos.
Cuando ocurre el reconocimiento, se establece una
identidad sutil y nos dirigimos al territorio familiar
de la conceptualización. Quedamos atrapados en los
ciclos de retroalimentación y actividad del mentalizar.
De inmediato, somos prisioneros de lo que nos gusta
y no nos gusta, de las ventajas y desventajas. Estamos
“posicionados”.
Nuestra comprensión habitual de la realidad se basa
en las “reglas” que están inscritas en la percepción. La
mente conceptual común y corriente opera en términos
de causas y condiciones. Esta mente establece distincio-
nes y se mueve en una u otra dirección.
Este es un régimen que refuerza el posicionamiento y
utiliza a la percepción para que imponga lo tangible y
el apego: con las percepciones, asimos e identificamos
de inmediato, creamos la etiqueta y nombramos.
Podríamos pensar en todas estas actividades como eta-
pas en una línea de producción; las percepciones son
elaboradas por la actividad sensorial del mismo modo
116
Ocuparnos de los Orígenes

en que las fábricas producen piezas de vehículos. Gra-


cias a la eficiencia de los sentidos y de la percepción, los
“vehículos” de nuestra experiencia están listos de in-
mediato, surgiendo con tanta fluidez que es posible que
nunca advirtamos los pasos involucrados en el proceso
de producción.
Con los sentidos encendidos, conducimos nuestros ve-
hículos. El vehículo siempre está listo para funcionar y
cada sentido es parte de esta maquinaria bien lubricada.
¿Es posible modificar este sistema? ¿Qué es necesario
para implicar a los sentidos y a la percepción en forma
realmente diferente?
Apoyarse en la cualidad del concernirse-cuidar podría
contribuir a sosegar estos procesos, calmando el fuego
rápido de nuestros juicios e identificaciones y dándonos
la oportunidad de relacionarnos en forma diferente con
las señales de nuestros sentidos. ¿Podemos aprender a
estar menos envueltos en la apariencia que surge y a no
quedar tan rápidamente inmersos en lo que sea que nos
indican nuestros sentidos? Tal vez podríamos explorar
la calidad receptiva resplandeciente o conmovedora que
está presente antes de que cristalicen las percepciones.
Puede que ahí encontremos el espacio abierto donde el
cuidado pueda realmente florecer.

117
Cuarta Parte

Espacio para el cuidar


En lo profundo de las misteriosas operaciones de nues-
tros sentidos, en lo hondo de la interacción entre per-
cepción y memoria, podemos hallar recursos maravi-
llosos que raramente palpamos.

Así como nuestros pensamientos positivos y los buenos


recuerdos pueden constituir un apoyo, podemos liberar
una felicidad básica, profundamente nutritiva, en las
operaciones de nuestros sentidos.

La clave está en no aferrarnos a nuestra experiencia.


En cambio, dejar que el espacio interno del sentimiento,
percepción o memoria se expanda.

Esta expansión que podemos practicar no es soñar des-


piertos o fantasear; no estamos tratando de permanecer
en un lugar placentero de nuestra mente o de evitar los
pensamientos y sentimientos dolorosos aferrándonos a
algo que se sienta bien. No es en nuestros juicios de la
experiencia que hallaremos la felicidad que buscamos.

En cambio, explora en tu interior. Deja que tu concien-


cia se mueva hacia un espacio cada vez más abierto.

Hurga en el espacio que permite que tus pulmones se


inflen. Hurga en el espacio entre y dentro de las células.
Imagina que este espacio es vasto: el espacio en tus hue-
sos, el espacio en tus órganos, el espacio que alberga las
operaciones milagrosas de tu sistema nervioso.
118
Ocuparnos de los Orígenes

También hay espacio entre y dentro de los pensamien-


tos, entre y dentro de todo lo que percibimos a través
de los sentidos, de todo lo que reconocemos, identifi-
camos, discernimos. Todas las estructuras de nuestro
conocer surgen en y a través del espacio.

Lo macro y lo micro tienen lo siguiente en común: el


espacio entre las células y las estrellas. Cuando nos
contactamos directamente con este espacio, el modo en
que nos relacionamos con las formas y configuraciones
de nuestra experiencia –las cosas que añoramos, las co-
sas que tememos, las cosas que simplemente sabemos,
con certeza, que existen– se transforma.

A medida que el espacio se expande, nos abrimos in-


terminablemente; ¿hasta dónde puede extenderse este
conocer y sentir, este concernirse?

Abrazando el desafío
La conciencia solícita nos permite estudiar en profun-
didad y con gran detalle cómo acontecen los ritmos de
nuestra experiencia.

Con su apoyo, podemos examinar más detenidamente


las aristas y los escollos de nuestros juicios de valor y
suposiciones. Contactándonos con la calidad del con-
cernirse-cuidar, podemos aprender a calmar las aguas
turbulentas de los pensamientos y sentimientos.
119
Cuarta Parte

La calidad del cuidado impregna cada parte de la expe-


riencia, enseñándonos a abarcarla y aceptarla, permi-
tiendo que nos conectemos con nuestros prójimos y con
el mundo que nos rodea, sin discriminar o establecer
comparaciones.
Este enfoque podría incluso permitirnos revisar nues-
tras creencias sobre las diferentes cualidades de nuestra
experiencia. ¿Puede cada uno de los puntos de nuestra
travesía ofrecernos algo verdaderamente valioso? Si
logramos adoptarlos amorosamente, es posible que se
transformen.
Para cuestionar las historias que hemos aprendido a
creer acerca de nosotros mismos, para confiar y abrir
nuestros corazones a la experiencia, aunque inicial-
mente nos inspire temor, ello nos exige un concernir
verdadero.

Ejercicio: Una campanilla


Aunque solo algunos hemos tenido la experien-
cia de estar literalmente a las órdenes de una
campanilla, muchos de nosotros utilizamos telé-
fonos y el correo electrónico y hemos visto inte-
rrumpida nuestra concentración por el “ping” de
una llamada o un mensaje entrante.
Este pequeño sonido puede provocarnos ansie-
dad si estamos a la espera de una comunicación
delicada o difícil.
120
Ocuparnos de los Orígenes

La próxima vez que suene una campanilla o el


teléfono, exigiendo tu presencia, presta atención
a cómo el sonido crea ondas en tu conciencia.
Puede que el impacto del sonido te incite a la ac-
ción inmediata; si trastoca lo suficiente tu calma,
puede incidir profundamente en cómo respon-
des al llamado.

En cambio, como una forma de práctica, ensaya


lo siguiente: cuando suene la campanilla, ya sea
del teléfono, el timbre que te llama al trabajo
o el sonido de un correo electrónico, mantén la
calma el tiempo suficiente para respirar profun-
damente dos o tres veces, de manera tranquila,
antes de contestar.

Exploración: desarrollar la disciplina


Hablamos a menudo de la importancia y el va-
lor de la disciplina. Puede que admiremos la
disciplina en otros o que nos castiguemos cuan-
do descubrimos que, internamente, carecemos
de ella. Pero, por lo general, no reflexionamos
acerca de cómo desarrollar la disciplina, paso a
paso.

Una forma de comprender la disciplina es


que, a nivel básico, significa valorar nuestras
prioridades.
121
Cuarta Parte

A final de cuentas, la disciplina que promueve


el bienestar no es necesariamente un asunto de
control, sino de cuidado.

La importancia de una meta


No desarrollamos simplemente la disciplina
como un fin en sí mismo, sino porque hay cosas
que quisiéramos realizar.
A ensayar: Haz un listado de cosas que realmen-
te deseas realizar en tu vida, en el corto o largo
plazo. Por ejemplo:

• Cultivar un hermoso jardín


• Comunicarte mejor con tus seres queridos
• Desarrollar hábitos más saludables
• Aprender un nuevo idioma
• Crear una obra de arte
• Mantener una práctica de meditación en
forma regular
• Comprender profundamente a los demás
y a ti mismo

Puede que tu listado sea muy diferente. Lo que


importa es que te sientas realmente concernido
por las cosas que ahí consignaste.

122
Ocuparnos de los Orígenes

La importancia de ser conscientes


La conciencia es un gran aliado de la disciplina.
Nos indica cuando estamos a punto de perder el
norte, nos ayuda a reconocer lo que nos aparta
de nuestros objetivos. Si descubrimos que es-
tamos descuidándonos, nos ayuda a identificar
necesidades que no han sido satisfechas. La con-
ciencia también nos permite reconocer cuándo
estamos necesitados de la ayuda de los demás.
Debemos atesorar nuestra conciencia: cuidar
de ella prestando atención a lo que tiene que
decirnos.
A ensayar: Lleva un diario con tus metas; utilí-
zalo para tomar nota, de manera clara y delibe-
rada, de lo que ocurre en tu mente a medida que
velas por metas de largo plazo y para registrar
lo que estás aprendiendo acerca de ti mismo.

La importancia de la paciencia
La disciplina tarda en germinar; puede que el
árbol no dé frutos de inmediato. Cuando no ve-
mos los cambios que esperamos, cuando una
tarea resulta más difícil de lo que suponíamos,
cuando nos enfrentamos a las consecuencias de
una mala planificación o toma de decisiones: es
en esos momentos cuando más necesario es cul-
tivar la paciencia.
123
Cuarta Parte

La meta puede parecernos lejana; puede que


nuestra concentración vacile y parpadee, como
una llama.
Pero si estamos convencidos del valor y la im-
portancia de nuestras metas y objetivos, si tene-
mos fe en el camino para alcanzarlos, podemos
dar un paso a la vez, con paciencia. Hay veces en
que solo la paciencia nos permite salir airosos.
A ensayar: Antes de ponerte a trabajar en un
proyecto o tarea, dedica unos minutos a visua-
lizarlo en toda su belleza y potencial positivo.
Ya sea limpiando un baño, entrenando para una
maratón, escribiendo un libro o cuidando de un
familiar enfermo, tómate unos minutos al co-
mienzo para colmar aquello que te concierne
con energía positiva. Reafirma tu compromiso
con el concernirse-cuidar.

La importancia de incentivarse
Presta atención cuidadosa a las palabras con que
te diriges a ti mismo. Pregúntate honestamente
si te tratas bien. ¿Aprobarías las palabras que te
lanzas a ti mismo si estuvieran dirigidas a un
animal o a un niño?
Como niños, es más probable que prosperemos
cuando recibimos palabras bondadosas y de es-
tímulo por parte de nuestros padres, profesores
124
Ocuparnos de los Orígenes

y amigos. Como adultos, podemos ser nuestro


propio compañero y guía bondadoso.
Para que el autoincentivo prospere, tiene que
ser consistente y genuino. Imagina que trabajas
en un centro de llamados que atiende los llama-
dos de emergencia de personas que han sufrido
un accidente automovilístico. Tu voz en la línea
está ahí para ayudar a que la persona mantenga
la calma y la alerta, estás ahí para ayudarlos a
ayudarse.
Podemos tratarnos exactamente de la misma
forma. Aunque aparentemos tranquilidad en la
superficie, en nuestros corazones sabemos que
estamos urgentemente necesitados de una voz
de aliento, gentil, serena y práctica.
A ensayar: Modifica activamente tu guión.
Cuando escuches voces internas desalentadoras
o denigrantes, crea un nuevo libreto y nuevas
palabras: Habla contigo mismo: “En el pasado te
menosprecié. Ahora quiero ayudarte a lograr lo
que deseas”.

La importancia del relajamiento


A primera vista, el relajamiento parece ser lo
opuesto de la disciplina. Después de todo, ¿qué
tiene que ver el descanso o el relajamiento con
alcanzar nuestras metas? Sin embargo, la natu-
125
Cuarta Parte

ralidad es el colchón que posibilita que trabaje-


mos arduamente en pos de lo que amamos y va-
loramos. Nos brinda una calma interna que nos
permite dar más de nosotros. Cuando estamos
verdaderamente relajados logramos más cosas;
cuando a la calma le sumamos la concentración,
puede que las nubes espesas e inquietantes se
disipen.
A ensayar: Tómate un receso programado. Sin
importar cuán presionado de tiempo estés du-
rante tu día normal, ve si puedes dedicar unos
momentos a relajarte. Estira el cuerpo, bebe un
poco de agua, descansa los ojos. Estos pequeños
recesos durante el día pueden realmente mejorar
tu productividad y contribuir a evitar el termi-
nar totalmente exhaustos.

La importancia de confiar en uno mismo


Puedes encontrar varios factores más que te son
importantes para perfeccionar la disciplina. Ob-
serva qué es lo que más te apuntala a medida que
persigues tus metas. ¿Podrían las demás perso-
nas beneficiarse con lo que has aprendido?

La travesía por las ondas del mar


Tener una buena travesía por la vida depende en gran
medida de cómo la mente entiende lo que está ocu-
126
Ocuparnos de los Orígenes

rriendo. Cada aspecto de nuestra experiencia, desde


cómo saboreamos la comida hasta cómo inhalamos el
aire que respiramos, está conectada con las actividades
de la mente. El poder que tenemos para realizar una
buena travesía por la vida es mucho mayor de lo que
imaginamos.

Muchas veces adoptamos la perspectiva del “turista”


frente a la experiencia. Hay personas que pueden em-
prender viajes notables, verdaderas aventuras, y, sin
embargo, sacar muy poco provecho de lo que ven, sien-
ten o hacen. Pero esta vida nuestra, esta gran travesía
en la que estamos embarcados, es muy importante, mu-
cho más significativa que unas vacaciones.

Cada día trae una calidad diferente de experiencia;


nada permanece igual, ya sea el entorno, las personas
con quienes compartimos, las estaciones, la política, o
simplemente el tiempo.

Si realmente vamos a expresar plenamente el cuidado,


tanto en relación a nosotros mismos como a los demás,
tenemos que aprender a navegar las inquietantes varia-
ciones, las intensidades emocionales y los desafíos físi-
cos y mentales que inevitablemente surgen.

¿Cómo trabajamos con las aristas cortantes de un


mal temperamento, con el impacto gélido de un plazo
inesperado?
127
Cuarta Parte

Tal vez haya una forma de extraer algo positivo de este


obstáculo aparente.
Cuando las olas surcan el océano, el agua no sufre daño.
Las variaciones aparecen y desaparecen y el océano si-
gue siendo el océano.
En forma similar, las diversas formas de nuestras ex-
periencias, los acontecimientos que constituyen nues-
tra travesía son las olas de la propia mente, sus propias
variaciones mágicas, fruto de la sutil interacción entre
tiempo y espacio y su poder para establecer patrones,
para comparar y contrastar. Si somos capaces de enten-
der nuestra experiencia en estos términos, puede que
cambie cómo nos sentimos acerca de lo que ocurre.
Si realmente reconocemos que nuestros altibajos son
dolorosos porque la mente ha confundido sus propias
olas con cosas reales, los obstáculos a nuestra felicidad
se esfuman.

Ejercicio: El origen del apretón


Cuando se nos presenta un desafío, tenemos una
elección: podemos apoyarnos a nosotros mismos
o transformarnos en un lastre para nuestro ser,
incluso en nuestro peor enemigo.
Piensa en algún momento de tu vida en que te
sentiste bajo gran presión. ¿Cómo te relacio-
naste con tus dificultades? Más importante aún,
128
Ocuparnos de los Orígenes

¿cómo te relacionaste contigo mismo? ¿Puedes


identificar el rol que desempeñó tu mente en la
generación del estrés?
A veces, especialmente al inicio, los obstáculos
surgen cuando tratamos de cuidarnos. El estrés
interno y externo puede intensificarse cuando
respondemos con gentileza Puede que nuestros
pensamientos y sentimientos se tornen más hos-
tiles que antes. Puede que incluso experimen-
temos acontecimientos externos que parecen
destinados a derrotar los esfuerzos para cuidar
de nosotros mismos. Es como si el mundo exter-
no y nuestros propios pensamientos estuvieran
conspirando en contra nuestra. “¿Crees que eres
fuerte, no es así?” Pero esta agresividad enmas-
cara mucha inseguridad por parte de la mente.
En circunstancias normales, la mente está con-
dicionada a vivir de crisis en crisis. Inclusive
el solo tratar de relajarse puede activar dicho
condicionamiento, provocando un brote de an-
siedad. En circunstancias que nuestras mentes
identifican como crisis, es incluso peor. Es como
si nuestras preocupaciones se hubiesen apodera-
do de nuestra mano y la oprimieran con fuerza.
¿Cuál es el origen de ese apretón? Si has de-
cidido que tienes miedo, si has decidido que es
imposible; si has decidido que estás deprimido
129
Cuarta Parte

o agotado, sentirás el apretón. Pero se trata de


una mala jugada de la mente.

Cuando tus preocupaciones comienzan a ago-


biarte, cuando tus pensamientos comienzan a
ejercer presión, no luches contra ellos pues eso
hace que la presión aumente.

En cambio, murmúrate a ti mismo: “Decidí que


estaba en problemas, realmente me he puesto en
una situación incómoda. Decidí que era dema-
siado, por eso me estás presionando en este mo-
mento. Sin embargo, dispongo de muchas otras
formas de experimentar lo que me ocurre. Todo
depende de mi punto de vista. Si mi perspectiva
es lo suficientemente poderosa como para hacer-
me sentir infeliz, tal vez sea lo suficientemente
poderosa para hacerme sentir realmente feliz.”

Cierra los ojos, y visualiza que eres agua pura


y refrescante. Este estrés parece intenso, do-
minante, pero no es sino una onda que surca el
agua. No puede ahogarte, porque eres tú, pro-
viene de tu energía, de tu esencia.

Las aguas puras y templadas gradualmente se


aquietan, tornándose muy claras.

Las ondas se mueven con suavidad y poco a poco


se desvanecen.
130
quinta parte
Compartir el Cuidar

Reconocer la necesidad, aprender los métodos,


abrir el cuidar en nuestros propios corazones,
todo ello nos guía hacia un punto de decisión:
¿podemos asumir la responsabilidad de compartir
el cuidado?

Abiertos al mundo
La senda del concernirse-cuidar no es solo para los mo-
mentos en que estamos solos, no es solo un tema para
nuestra meditación. Está abierta al mundo.
Detente un instante y piensa en las veces en que in-
teractúas con otras personas durante el día. Recuerda
los saludos ocasionales y los breves intercambios, las
reuniones formales y las largas conversaciones. Cada
punto de contacto tiene el potencial de ser un vehícu-
lo del concernirnos que hemos descubierto en nosotros
mismos.

131
Quinta Parte

Incluso cuando no pronunciamos palabra alguna, nues-


tro lenguaje corporal y nuestros gestos pueden ser po-
derosos vehículos. Podemos sosegar a otros con el con-
tacto de la mano. Incluso nuestra respiración tranquila
y constante puede ayudarlos a sentirse relajados.
Esta cualidad también se manifiesta cuando nos rela-
cionamos con el mundo más amplio de manera amable
y atenta. Está presente cuando evitamos pisar escara-
bajos, cuando apartamos con cuidado ramas o plantas
que se encuentran en nuestro camino y cuando abrimos
y cerramos puertas de manera suave y silenciosa. Todo
lo que hacemos, cada movimiento que realizamos, pue-
de ser una forma de comunicar atención solícita.
Cuando las personas perciben la calidad de tu cuidar,
se vuelven más positivas, más optimistas. Se torna más
fácil que la alegría brote en sus vidas cotidianas.

Vidas externas, internas y secretas


Cuando consideramos el cuidado, es importante re-
flexionar sobre aquellos que no nos importan. Puede
que no nos guste admitirlo, pero incluso cuando inten-
tamos ser abiertos y agradables, casi todos ponemos
algunas condiciones para concernirnos.
La forma en que nos identificamos con los demás de-
termina quiénes recibirán nuestra atención solícita. Al-
gunas personas cuidan de los animales o las plantas.
Algunas son atentas con los niños, pero no les gusta la
132
Ocuparnos de los Orígenes

proximidad de las personas mayores. Para otros, es al


revés.
Y casi todos hemos tomado una decisión privada y
personal respecto de individuos o grupos que no nos
agradan.
Algunas personas no merecen atención.
Hay personas vivas cuyos hermosos potenciales son
virtualmente ignorados por el mundo porque no tienen
hogar o están discapacitados o porque provienen del
país “incorrecto” o practican una religión “equivocada”.
Por otro lado, podemos sentirnos capaces de extender
una mano amiga a grupos que han sido tradicionalmen-
te ignorados o abusados, pero no podemos preocupar-
nos por las personas que consideramos privilegiadas,
ricas y exitosas.
¿Por qué debería preocuparme por ellos? Lo tie-
nen todo. ¡Más que yo!
Esta amargura es bastante común y comprensible,
dada la forma en que hemos aprendido a relacionarnos
con nosotros mismos. Sin embargo, cuando estamos
concernidos, nos damos cuenta de que todos los seres
humanos tienen vidas externas, internas y secretas. Lo
que mostramos a los demás, nuestras vidas externas,
puede que se parezca poco a nuestras vidas internas:
el mundo de los pensamientos y sentimientos, los re-
cuerdos y los temores que tiñen todo lo que hacemos.
133
Quinta Parte

A un nivel aún más profundo están las experiencias que


tal vez ni siquiera podamos compartir conscientemente
con nosotros mismos, nuestras vidas verdaderamente
secretas.
Es importante considerar esto, porque aquellos con vi-
das externas prósperas pueden estar sufriendo de ma-
nera inimaginable. Un artista rico y famoso, admirado
por millones de “seguidores” puede estar profunda-
mente aislado, asustado y enfermo, incluso literalmente
muerto de hambre. Es posible que esa persona nunca
haya experimentado una auténtica alegría o un cuidado
gentil y confiable.
La forma externa, la atmósfera interior y la historia
secreta pueden no coincidir.

Más allá de los sesgos


Las discriminaciones ocasionales que practicamos en
nuestra vida cotidiana no eran parte de nosotros cuan-
do éramos niños. Asumimos en forma gradual nuestros
sesgos; se podría decir que fuimos educados en nuestra
ignorancia.
Podemos desaprender los prejuicios que nos mantienen
separados, soltar estos comportamientos despectivos
y defensivos, y aprender lecciones valiosas de aquellos
que llevan una vida interior miserable, que sufren de
tormentos que ni la mejor atención médica o la mejor
alimentación mejorarán.
134
Ocuparnos de los Orígenes

Cuando cultivamos la calidad del concernirse-cuidar,


probamos un sabor que, desafortunadamente, solo al-
gunos de nosotros conocemos bien. Aquí también hay
muchas capas. Incluso si nuestras vidas parecen solita-
rias desde afuera, cuando nos cuidamos a nosotros mis-
mos, tenemos recursos internos, profundidades inter-
nas que nos sostienen y nos permiten brindar bondad
genuina a los demás. Al amigarnos con nuestro pro-
pio sentido del cuerpo y la mente, podemos mostrar a
los demás un espíritu especial. Incluso si tenemos muy
poco en cuanto a bienes materiales o comodidades, te-
nemos el respaldo interno de nuestra propia confianza:
sabemos que estamos bien.
Cuanto más profundamente participamos del néctar del
concernirse, más capaces somos de dejar atrás nuestros
sesgos y resentimientos. Cuanto más nos cuidamos a
nosotros mismos, más evidentes son las necesidades de
cuidado de los demás.

Comenzar con lo simple y lo pequeño


Al menos podemos comenzar ahora en una escala más
pequeña, con una forma inmediata de cuidar:
Lo que puedo hacer es limitado, pero puedo ha-
cerlo ahora.
Podríamos comenzar practicando para desarrollar el
estar presentes y la apertura. Cuando estamos real-
mente presentes y podemos sentir los problemas de
135
Quinta Parte

otra persona y ofrecer apoyo, estamos concernidos y


cuidando. Incluso podemos sentir a los animales, seres
que no pueden defenderse por sí solos en nuestro mun-
do basado en las palabras. A cada instante, podemos
acordarnos de prestar atención a lo que está sucediendo
y responder a los demás con una comunicación amable
y reflexiva.
Podemos hacer esto en un nivel físico e inmediato cui-
dando cosas tan simples como los utensilios de limpie-
za y las herramientas de jardinería. Podemos prestar
atención a cómo cuidamos las flores y plantas y cómo
respetamos a los animales. Podemos cuidar los espa-
cios y barrios donde vivimos. Podemos cuidar nuestros
cuerpos y nutrir las energías que deben fluir para que
podamos lograr nuestros objetivos.
Al relacionarnos con otros, podemos aprender a crear
una atmósfera amigable. Las impresiones que dejamos
y las actitudes que traemos influyen y pueden alentar a
otros. Podemos fortalecer nuestro cuidado escuchando
y prestando atención a las respuestas que despiertan
nuestras acciones, por ejemplo, aceptando la gratitud
de un amigo por nuestra ayuda o un sentimiento de
satisfacción por un trabajo bien hecho.
También es importante prestar cuidadosa atención a
los comentarios que recibimos de los esfuerzos fallidos.
Podemos desarrollar un nivel de atención solícita que
no necesita ser recompensado, aunque sea de manera
sutil, por nuestras acciones. Así, nuestras expresiones
136
Ocuparnos de los Orígenes

de cuidado pueden estar más disponibles para cualquier


persona que lo necesite, incluso para alguien enfermo
de cuerpo o espíritu, o indigente y sin hogar.
Según la tradición budista, el Bodhisattva manifiesta
un mayor nivel de cuidado por aquellos que son igno-
rantes. No se espera ninguna respuesta o retroalimen-
tación del destinatario de ese cuidado. Este es el tipo
de amor desinteresado y de compasión descrito en los
ideales religiosos más elevados.
Sin embargo, sin el concernirse-cuidar cotidiano de los
asuntos mundanos, esta actividad puede simplemente
ser invisible para nosotros. Puede resultar difícil ima-
ginar que alguien realmente sea o actúe de esta mane-
ra, por lo que es posible que nuestras mentes traduzcan
la actividad del Bodhisattva en términos conceptuales,
idealizados, en última instancia, abstractos.
Si la compasión y el cuidado se registran solo como
palabras o pensamientos, sin una conexión viva con
el corazón, hay poca comprensión. Las palabras si-
guen siendo conceptos sin mucho efecto a menos que
hayamos desarrollado esa conexión con el corazón. El
cuidado cotidiano, simple y ordinario es crucial para
que podamos desarrollar nuestra comprensión del
concernirse-cuidar.

137
Quinta Parte

Cuidar más allá de los conceptos


Necesitamos desarrollar un cuidado de “primera ca-
tegoría”: una comprensión básica de cómo aprovechar
nuestras oportunidades y disfrutar de la vida.
A demasiadas personas no se les ha enseñado a cuidarse
a sí mismas, a cuidar sus cuerpos o sus pensamientos.
Los estadounidenses en general, parecen gozar de una
energía juvenil y esto puede hacer que el cuidado sea
más difícil. Los jóvenes siempre están en movimiento
y nunca piensan en envejecer. Nadie les está enseñando
la mejor manera de avanzar hacia la armonía, el equili-
brio y la alegría. Aprenden de la manera más difícil, si
es que lo hacen, a través de tragedias, errores fatales o
la búsqueda de la felicidad en los lugares equivocados.
Aquellos de nosotros que somos educadores no pa-
recemos estar llegando a nuestros estudiantes en los
niveles más elevados del ser humano, porque nosotros
mismos no estamos alcanzando esos niveles de desinte-
rés y compasión. Debemos ir más allá que simplemente
decirles a las personas que deben hacer esto y no hacer
esto otro. Necesitamos enseñar de una manera integra-
da para alcanzar ese nivel superior.
Podemos lograrlo, no invocando un concernirse-cuidar
desinteresado, o discutiendo acerca de una forma abs-
tracta e ideal de Bodhisattva de compasión, sino en-
focándonos en nuestra condición humana compartida:
nuestra asunción de identidad, el dominio del lenguaje
138
Ocuparnos de los Orígenes

y los conceptos, y la forma en que hemos caído bajo la


dictadura de la mente.
Esta educación no puede ser un ejercicio intelectual;
cuidar no es una conferencia magistral. Debe ser algo
modelado, encarnado, expresado.
Después de todo, se nos ha dicho innumerables veces
que estemos atentos, que estemos conscientes, que sea-
mos cuidadosos, que prestemos atención. Es importan-
te darnos cuenta de que alguien ha estado traduciendo
para nosotros todo este tiempo: dictando, expresando e
influenciando nuestras impresiones.
Y algo en mí sigue esa huella como si fuera un
burro siguiendo una zanahoria atada a una cuer-
da. No sé de dónde proviene, pero tengo hambre.
Y el concepto de zanahoria se ve jugoso….
Sin embargo, tengo la extraña sensación de que
no habrá progreso si este concernirse-cuidar es
solo una idea abstracta, una mera expresión.
Hasta que no veamos más allá de los conceptos, el
cuidar no llegará al corazón.
Hay algunos aspectos positivos en ensayar el cuidado
de la misma forma en que un burro sigue una zanaho-
ria. No importa cuán defectuosas sean nuestras pala-
bras al transmitir el concernirse-cuidar, necesitamos
el lenguaje para captar la atención de nuestros oyentes.
Como maestros, podemos ofrecer zanahorias para ini-
ciar la indagación. También es importante dar ánimo;
139
Quinta Parte

es posible que necesitemos una pequeña palmada en la


espalda para ayudarnos a aprender.
Es cierto que siempre existe el peligro de que tras la in-
tención o la expresión de cuidar haya una búsqueda se-
creta de retroalimentación. Pero eso también está bien.
Aprendemos a cuidarnos a nosotros mismos cuando en
respuesta recibimos una sensación de paz. Aprendemos
a cuidar a los demás si la respuesta se conecta al cora-
zón. Gradualmente, dar y recibir atención solícita cons-
tituyen una unidad y no necesitamos depender tanto de
la retroalimentación.
El Bodhisattva no requiere de retroalimentación, ya
que el Bodhisattva responde a la ignorancia con total
compasión. El Bodhisattva ve, y ve a través de la orien-
tación sujeto-objeto, y saluda a la mente brillante, el
espacio vacío que es esencia de toda materia y forma.
En este sentido, el concernirse-cuidar es una respuesta
directa a la ignorancia.

Formas de cuidar
Quizás nosotros, como seres humanos comunes y co-
rrientes, no podemos comunicarnos en este nivel supe-
rior, pero sí podemos señalar el camino hacia el autocui-
dado y compartir con otros la simple alegría de estar
vivos. La alegría es una enseñanza clara, directa y de
“primera categoría”. Y es algo que podemos mostrar.
Puede que nuestra capacidad de dar tenga límites, pero
140
Ocuparnos de los Orígenes

podemos demostrar una forma de deleitarnos con nues-


tra propia encarnación.
Para ese tipo de comunicación es preciso anhelar el cui-
dar. Necesitamos una buena intención y un deseo de
ayudar a los demás. Pero luego debemos convertir esta
intención en un logro.
Podemos reconocer que solo tenemos un sentido limi-
tado de cómo lograrlo. Pero podemos responder lo me-
jor que podamos a la falta de cuidado que percibimos
debajo de las apariencias. Muchas personas no saben
cómo concernirse, cómo tener alegría y quererse a sí
mismos. Sus cuerpos y mentes están tan tensos, sus co-
razones tan desalentados, que muchos están adorme-
cidos. Cuando respondemos con atención solícita, sus
efectos pueden reverberar hacia afuera y traer vida y
energía a esos lugares fríos y entumecidos.
La sutileza de estos movimientos nos recuerda que es
posible que tengamos que ofrecer el cuidado de manera
indirecta. El lenguaje nos proporciona recursos limita-
dos en este sentido, porque con las palabras podemos
expresar solo los patrones pasados de nuestra experien-
cia. Estos patrones ya están configurados: los concep-
tos y comportamientos ya están presentes y los nuevos
están en gestación. La rueda avanza, y no tenemos más
remedio que adherir a ese movimiento.
No hay una salida fácil; tenemos que trabajar con lo que
se nos presenta y relacionarnos con las personas donde
141
Quinta Parte

están. Por otro lado, sin estos conceptos y creencias


–estas manifestaciones de la mente– no podríamos des-
cubrir un camino gradual de comprensión, una forma
de cuidar.
No estamos hablando de una realización perfecta. Estas
lecciones son para todo nuestro periplo, en su principio,
punto medio y final, no solo para cuando todos estemos
muy avanzados. No importa cuánto entendamos ahora,
queremos graduarnos, avanzar, seguir adelante.
A medida que nos desarrollamos, a medida que apren-
demos más y más sobre nuestras formas de concernir-
nos-cuidar, nuestra comprensión se abrirá gradual-
mente. Contaremos con un espacio más amplio, un
radio mayor para nuestro cuidar. Eso nos da un tipo de
gracia interior o bendición que podemos reconocer en
nuestras vidas.
Estas formas de cuidar podrían ser muy buenos
vehículos.

Corazón humilde
En nuestro esfuerzo por concernirnos-cuidar a los de-
más, puede que surjan momentos en que hacemos todo
lo posible pero no logramos lo que esperábamos o mo-
mentos cuando descubrimos que todavía no sabemos
cómo compartir plenamente la calidad de la atención
solícita.
142
Ocuparnos de los Orígenes

Podemos estar profundamente preocupados por el su-


frimiento de nuestros seres queridos, pero sin saber
cómo ayudar. Tratamos de hacer todo lo que podemos
a nivel humano, pero como todavía tenemos mucho
que aprender sobre nosotros mismos, aún no tenemos
la profundidad que nos ayudaría a saber qué hacer. En
esos casos, durante miles de años, los seres humanos
han recurrido a la oración.
No todos nos sentiremos cómodos con la idea de la ora-
ción. Si no eres religioso, puede ser más útil meditar
sobre la posibilidad viva de una mayor bondad, un ma-
yor poder de sanación. Recuerda a los seres humanos
que te parezcan más admirables; mantén cercano su
ejemplo.
Para aquellos que siguen el camino del Dharma, el
Buda, los Bodhisattvas y los grandes seres que por
momentos han caminado entre nosotros, poseen esta
profundidad de comprensión que sentimos que falta en
el mundo y en nosotros mismos. Por esta razón los bu-
distas creen que los Bodhisattvas tienen un gran poder
para transmitir bendiciones.
Sé por experiencia propia que estos grandes maestros,
estos maestros incomparables, se preocupan por noso-
tros, los seres sintientes. Si rezas, no se apartan.
Aunque tengamos limitaciones personales, podemos
invocar a los Iluminados. Saben que somos ignorantes
y responden, porque su misión es transformar la igno-
143
Quinta Parte

rancia. Y tienen una profunda simpatía y compasión


por nosotros, precisamente porque somos ignorantes.

Pedir ayuda
Si sabes que estás enfermo, debes llamar a los médicos
y sanadores. Es lo mismo cuando invocas a los Ilumi-
nados: vienen directamente a responderte. Están de-
dicados a la bondad, a la acción y virtud correctas. Y
nuestra ignorancia puede disiparse con las bendiciones
dirigidas a nosotros.
Cuando una tarea nos supera, podemos orar: “Necesito
tu ayuda”. Al apelar a la oración, nos convertimos en
agentes de los Bodhisattvas, en una misión del concer-
nirse y cuidar. El poder de la bendición viene debido a
su concernirse-cuidar. Nos dicen: sean conscientes del
cuidar. Ayuden a otros. Encarnen la bondad. Nos re-
cuerdan que podemos cuidar tanto como ellos.
Para encarnar estas virtudes, necesitamos una manera
de eliminar los residuos de nuestra forma asentada de
ser. El agua hace que sea mucho más fácil limpiar; del
mismo modo, la calidad del cuidado que se encuentra
en las bendiciones de estos grandes seres hace que sea
más fácil abrir nuestros corazones a la transformación.
En última instancia, nuestro deber es asumir la respon-
sabilidad del concernirse-cuidar. Este no es un deber
que se nos impone, como el deber de cumplir una obli-
gación social. Más bien, surge naturalmente como una
144
Ocuparnos de los Orígenes

respuesta sincera al sufrimiento. Pero puede que nece-


sitemos ayuda para ser más atentos. Grandes maestros
como Padmasambhava nos han dado herramientas y
métodos. Con su ayuda y la de grandes seres ejemplares
y maestros a lo largo de la historia de la humanidad,
podemos hacer un estudio serio y comprometido sobre
cómo servir y ayudar a los demás.

Lo que el corazón sabe


Nuestras mentes cognitivas tienen un importante rol
en el trabajo del concernirse-cuidar, porque prestar
atención, darse cuenta, es la base del cuidado.
Por lo tanto, tenemos que ser conscientes de nuestro
cuidado y cuidar con atención solícita. La preparación
y la atención consciente en el nivel cognitivo pueden
ahorrarnos una gran decepción.
Pero en el cuidar a un nivel superior, no hay medida
ni distinciones. No estamos buscando recibir retroali-
mentación; no es la razón por la que lo hacemos. Más
bien, estamos trabajando debido a la situación en la que
estamos todos inmersos.
A fin de cuentas, instrucciones conceptuales como
“Presta atención” son expresiones de la mente, sus pen-
samientos. Incluso tener la intención de cuidar es to-
davía una operación mental. Necesitamos más que eso:
necesitamos corazón.
145
Quinta Parte

La oración puede abrir el corazón, para que cuando


nos sintamos desanimados no nos rindamos. Si somos
sinceros y pedimos orientación, de corazón a corazón,
nuestros corazones comunicarán un mensaje interno,
al igual que los sentidos. El corazón prestará su poder,
inteligencia y estímulo a todo lo que hacemos.

Podríamos llamar a este camino un camino secreto


porque es profundamente personal y no consiste en de-
mostraciones externas de sentimientos religiosos. No
buscamos convertir a otros a nuestro modo de vida.
Somos simplemente mensajeros del concernirse-cuidar.

Mensajeros del cuidado


Si eres un mensajero del cuidado, depende de ti hacerlo
manifiesto. ¿Cómo puedes entregar el mensaje? ¿Cómo
puedes comunicar su importancia? ¿Cómo puedes de-
sarrollar la sabiduría y la inteligencia para compartir el
poder curativo de la atención solícita?

Podrías comenzar imaginando que eres el único que


entiende la importancia de la atención solícita. Es como
si de alguna manera encontraras la fórmula de un me-
dicamento que podría curar una enfermedad terrible.
¡Depende de ti actuar! Toda la humanidad está espe-
rando, inmersa en la desesperación, sin esperanza, sola,
en la devastación absoluta. Pero tú tienes el poder de
hacer algo al respecto.
146
Ocuparnos de los Orígenes

Repítete a ti mismo, con verdadera convicción, “Me


concierne”. Permítete sentir una fuerte simpatía y com-
pasión y sabrás qué hacer. Asumirás tu responsabilidad
de manera natural, de la misma manera que los padres
se responsabilizan de lleno por sus hijos. A medida que
surja la empatía y el concernirse, te encontrarás en
un ámbito donde las bendiciones y la sanación fluyen
libremente.
Concernirse-cuidar comienza con nuestra propia men-
te y sentimientos, nuestros amigos y compañeros más
cercanos. Cuando la mente se siente cuidada y estamos
listos para guiar nuestros sentimientos en direcciones
positivas, podemos relajarnos. Ya no nos sentimos tan
necesitados y estamos listos para cuidar de los demás.
Nuestra situación personal puede ser positiva y saluda-
ble, pero ahora vemos que eso no es suficiente. Cuando
nosotros mismos estamos libres de problemas, tenemos
una base para expandir nuestra visión e incluir el bien-
estar de los demás y del mundo que habitamos juntos.

Exploración: cultura de la negligencia


Cuando miramos las noticias, es difícil no pen-
sar que nuestro mundo parece estar abocado
a dañarse a sí mismo. El partidismo y la divi-
sión dominan la expresión cultural, creando
sesgos y discriminación social. Parece que solo
nos preocupamos por las demandas del yo, por
147
Quinta Parte

nuestras creencias, nuestra religión, nuestro cami-


no, lo correcto o lo incorrecto.
Aunque la sociedad civil está concebida para
mejorar nuestras vidas, los insultos, las palabras
duras y las falsedades se han convertido en he-
rramientas políticas aceptadas. Muchos líderes
gestionan sus ganancias y consolidan su poder a
expensas de sus seguidores vulnerables; rara vez
se involucran en asuntos más amplios, o abar-
can una visión verdaderamente inspiradora del
futuro.
Simplemente no nos cuidamos los unos a los
otros.
Aquellos que trabajan en educación, en los ám-
bitos del conocimiento y de la comunicación,
también parecen habitar un mundo carente de
cuidado.
Los médicos entienden el dolor y el sufrimien-
to, pero están obligados por ley a mantener una
distancia profesional; a menudo deben ejercer
dentro de una burocracia que hace que sea más
difícil atender con atención solícita las historias
de sus pacientes y pasar todo el tiempo que sea
necesario con ellos.
Parece que estamos demasiado preocupados con
nuestras propias vidas para preocuparnos por
148
Ocuparnos de los Orígenes

cualquier otra cosa, por no hablar de todos los


seres sintientes. Pero, así como somos incapa-
ces de encontrar formas de concernirse-cuidar,
estamos plantando semillas de destrucción. No
hay mucha calidad o nutrición en todo el ajetreo
y murmullo de nuestras vidas distraídas.
Podemos ver claramente el trágico impacto de
la negligencia en la sociedad estadounidense.
Fuentes confiables nos dicen que uno de cada
seis niños en los Estados Unidos no cuenta con
alimentos de manera periódica. Las tasas de di-
vorcio oscilan entre el cuarenta y el cincuenta
por ciento. La mayoría de las escuelas ahora rea-
lizan simulacros de tiroteos masivos y los estu-
diantes aprenden a cerrar y bloquear las puertas
de sus aulas contra eventuales ataques que po-
drían provenir de sus propios compañeros. Las
necesidades de los ancianos son ignoradas.
Las personas no saben cómo compartir la ale-
gría de comunicarse entre sí y la tecnología
ha complicado de sobremanera al mundo. Las
tecnologías interactivas móviles compiten para
convertir la atención humana en una ganancia
financiera, utilizando algoritmos para captar a
los usuarios.
Debemos desarrollar un tipo de cuidado más
sincero, un cuidado auténtico, como el amor de
una madre por un hijo. Necesitamos una manera
149
Quinta Parte

virtuosa y respetuosa de concernirnos-cuidar.


Solo así, el cuidado puede llevar a un cambio
real y efectivo en nuestras culturas.

Concernirse-cuidar en un mundo de dolor


Para ampliar hacia el exterior el círculo del cuidar, po-
demos comenzar con nuestros amigos, nuestra familia
y nuestros seres queridos. Podemos ser sensibles a las
necesidades de nuestra comunidad, las organizaciones
en las que participamos y las personas con las que tra-
bajamos. La mayoría de la gente llega hasta ahí, porque
hemos aprendido a aceptar la verdad de las etiquetas
que usamos para separar un grupo de otro, una raza de
otra, una ideología o un sistema de creencias de otro.
Podemos ver el daño que afecta a nuestros enemigos
como una victoria, pero eso no tiene sentido ni siquiera
en un nivel práctico. El sufrimiento de nuestros enemi-
gos no nos protege en nada.
El mundo ha padecido tantos conflictos a través de los
siglos. Una nación invade a otra y las personas que no
tienen ninguna incumbencia en el resultado se trans-
forman repentinamente en las víctimas. ¿Qué logran
tales batallas? Incluso si el curso de la historia cambia,
las vidas de las personas continúan como siempre lo
han hecho. Las conquistas y los cambios de régimen
figuran en los libros de historia, pero, a fin de cuentas,
¿qué diferencia hacen?
150
Ocuparnos de los Orígenes

El Tíbet es un buen ejemplo. Los primeros registros


tibetanos se remontan a unos 2.200 años. Durante
muchos siglos, los gobernantes del Tíbet expandieron
gradualmente su poder hasta que, en los siglos séptimo
y octavo, bajo los reyes del Dharma Srongtsen Gampo
y Trisong Detsen, el Tíbet se convirtió en un poderoso
imperio, gobernando gran parte de Asia. A mediados
del siglo nueve, sin embargo, gran parte del imperio
se había derrumbado. Las guerras, los conflictos y las
rivalidades prosiguieron durante el siguiente milenio,
con un bando tomando el poder y luego el otro.
Hoy, nada de eso importa. El Tíbet ha sido anexado
por su vecino más poderoso y su idioma y cultura es-
tán en riesgo de desaparecer. Destinos similares se han
abatido sobre innumerables países que alguna vez se
consideraron poderosos, incluso invencibles.
Si miramos los registros históricos, vemos que com-
partimos una humanidad común. Los altibajos de una
nación o país, una ideología u otra, no alteran este he-
cho fundamental. Una visión demasiado estrecha solo
oculta la verdad del sufrimiento y las aspiraciones uni-
versales que todas las personas tienen por la paz y la
libertad.
Estados Unidos fue uno de los primeros países en darse
cuenta de la importancia de la libertad y se fundó sobre
la base de esa constatación. Este simple hecho de alguna
manera distingue a Estados Unidos. Sin embargo, este
país también ha actuado en muchos momentos de su
151
Quinta Parte

historia socavando la causa de la libertad. Ha desaten-


dido los derechos de otros países y ha trabajado para
maximizar su propio poder. Por momentos ha actuado
desinteresadamente para salvaguardar los derechos de
los pobres y los débiles, pero en otras ocasiones ha ig-
norado el daño que ha causado en el mundo. ¿Podría el
concernirse-cuidar más hondo haber escrito la historia
de manera diferente?
Si no están guiados por el poder del cuidar, conceptos
como libertad, verdad y realización pueden convertir-
se fácilmente en palabras vacías. Sin embargo, cuando
realmente nos importa, cuando los líderes entienden
que no hay ningún beneficio en dañar a los demás, en-
tonces la libertad se vuelve inseparable del respeto y
aprecio por la diversidad del mundo. Ya no reacciona-
mos sobre la base de nuestras propias emociones, de-
seos y necesidades. Liberándonos interiormente, mi-
ramos hacia afuera para ver qué necesita el mundo y
actuamos en consecuencia.
Cuando ponemos límites a nuestra atención solícita,
trazando límites que excluyen a una persona, un gru-
po o una forma de ser, el cuidado se apaga, y su poder
para operar en nuestras vidas también se ve restrin-
gido. Pero cuando dejamos que el cuidado crezca de
acuerdo con su propio impulso interno, se manifiesta
todo su poder. Nos sentimos naturalmente preocupados
por toda la humanidad, y más allá de eso, con seres en
todas partes.
152
Ocuparnos de los Orígenes

La historia nos enseña que la guerra, el hambre, las


enfermedades y los desastres naturales siempre nos
acompañan. Las tragedias que se desarrollan a nues-
tro alrededor, y que a veces tocan de manera inespera-
da nuestras propias vidas, son un recordatorio de que
el sufrimiento no tiene límites. No es difícil constatar
que muchas personas hoy se encuentran atrapadas en el
sufrimiento.

No podemos pretender que la atención solícita resuel-


va todos los problemas, pero si nos acercamos a cada
situación con delicadeza y preguntamos qué podemos
hacer para ayudar, el campo del cuidado y su poder
para generar beneficios crecerán de manera incesante.
Es un camino que se abre de forma natural.

Un estudio sobre el arte de cuidar


Por lo general, aprendemos de nuestros padres, fami-
liares y amigos cómo expresar el cuidado en nuestras
vidas. Si prestamos atención y reflexionamos sobre la
retroalimentación que recibimos, podemos comenzar a
apreciar su valor real.

Es posible que nuestros familiares no hayan sabido


expresar su cuidado de manera efectiva y que no ha-
yan sido conscientes de lo que estaban transmitiendo.
Tal vez no pudieron compartir su conocimiento sobre
cómo volverse independientes, cómo perseguir objeti-
153
Quinta Parte

vos, cómo desarrollar las cualidades que nos harán fe-


lices y exitosos.
Si es así, entonces hemos de estudiar el arte de cuidar:
nuestras vidas deben ser nuestra responsabilidad. Si
podemos asumir la responsabilidad de nuestro propio
cuidado, podemos dejar un legado poderoso a quienes
nos sigan.
Hay lecciones muy prácticas del cuidar que podemos
encontrar todos los días, a cada instante. En toda si-
tuación hay algo de qué preocuparse. Dondequiera que
vayamos, hagamos lo que hagamos, podemos desarro-
llar nuestro cuidado dirigiendo la atención: ¿Cuál es la
calidad de mi atención solícita y qué veo que pudiera con-
cernirmeenestemomento?¿Cuántodemienergíahasido
empleada de una manera inédita?
Cualquier expresión, cualquier operación sensorial,
cualquier comunicación puede ser un ejemplo y una ex-
presión de cuidado.

Gestos del concernirse


Hay gestos simples y cotidianos que pueden comuni-
car nuestra atención solícita y nuestro deseo de ayudar.
Un toque, una expresión amistosa, una sonrisa o una
mirada directa y receptiva, todas esas señales mues-
tran que estamos disponibles, listos para ayudar. En
esta cultura, las personas se dan la mano cuando se
encuentran, y quizás eso muestre cierta disposición y
154
Ocuparnos de los Orígenes

apertura, un sentimiento de solidaridad. Sin embargo,


podríamos llevar esto mucho más lejos. ¿Pueden todas
nuestras acciones reanimar a aquellos que conocemos?
¿Podemos practicar el cuidado en la mañana, la tarde
y la noche? ¿Pueden nuestras palabras ser amistosas y
positivas?
Tales gestos son pequeños, pero pueden marcar una
diferencia real. Podemos practicarlos nosotros mismos,
y también enseñárselos a los niños, fomentando una ac-
titud de respeto y aprecio. Los niños pequeños parecen
saber, sin ninguna instrucción formal, cómo ser ama-
bles y atentos, al menos parte del tiempo. Pero después
de cierta edad, se retiran a sus propios mundos aisla-
dos. Para crear un futuro de más cuidado, necesitamos
apoyar y nutrir los corazones solícitos de los jóvenes,
para que así el concernirse-cuidar los acompañe hasta
la edad adulta.
Imagina el impacto si nuestro sistema educativo pro-
moviera el concernirse-cuidar y el conocimiento que lo
sustenta.
Los individuos tendrían los recursos para cuidarse a
sí mismos y entre sí. Al estar familiarizados con sus
propias mentes y cuerpos, las personas podrían comu-
nicarse sobre la base de la amistad y la confianza mutua
que llevan a un diálogo real. Sus pequeños gestos de
cuidado podrían transformar el árido desierto de ais-
lamiento en valles fértiles de alegría y respeto mutuo.
155
Quinta Parte

El mundo público también necesita con urgencia gestos


de cuidado. Los políticos y los diplomáticos aprenden
gestos persuasivos y un lenguaje especial que oculta
tanto como revela, pero el resto de nosotros necesita-
mos una forma diferente de comunicación, que refleje
la verdad interior de nuestro concernir-cuidar since-
ro. Cuando vivimos en comunidad con otros, debemos
prestar mucha atención a sus necesidades. Cuidando de
adentro hacia afuera, podemos comprometernos con el
servir.
Para realmente marcar una diferencia, empero, nece-
sitamos superar la ignorancia que aflora cuando algo
no nos importa. Ese es el verdadero enemigo. Cuando
no conocemos las condiciones que conducen al sufri-
miento, no podemos actuar para superarlo. Cuando no
reconocemos el valor de la atención solícita, perdemos
la oportunidad de beneficiarnos.
Por ello, crecer en conocimiento es de por sí un gesto
de concernirse-cuidar.

Responsables del cuidar


Un simple gesto de cuidar puede significar mucho y las
acciones meritorias abren la puerta a la compasión. To-
das las tradiciones religiosas y espirituales del mundo
reconocen esta verdad y los grandes líderes que hon-
ran han sido guiados por ella. El budismo habla de los
grandes Bodhisattvas, mientras que otras tradiciones
156
Ocuparnos de los Orígenes

hablan de ángeles, santos y mensajeros sagrados. Estos


cuidadores notables se han dedicado a aliviar el sufri-
miento que se presenta en forma de demonios o diablos,
o como una neurosis, enfermedad o dolor. Su sabiduría
da lugar a una atención solícita y compasión infinitas.
Como las iglesias, las sinagogas, los templos y las mez-
quitas son instituciones humanas, pueden corromperse.
En su mejor expresión, sin embargo, existen para ser-
vir y cuidar de sus seguidores y de los necesitados que
acuden a ellos. No importa cuáles sean sus doctrinas,
su misión es ofrecer gracia, amor y sanación interna.
Como vehículos para el cuidado y la compasión, cada
una de esas instancias mantiene sus propios linajes del
concernirse-cuidar, que merecen nuestro respeto y
gratitud.
En muchos sentidos, hacen suyo el principio del cuidar
y podemos imitar el ejemplo de sus mejores exponentes.
La responsabilidad por el concernirse-cuidar se ma-
nifiesta en estar dispuestos a cuestionar nuestra expe-
riencia. Por ejemplo, cuando surgen tensiones, rápida-
mente cedemos ante ellas. ¿Por qué sucede eso? ¿Por
qué aceptamos la verdad de sus afirmaciones? Cuando
surgen emociones negativas, ¿por qué las aceptamos
tan raudamente? ¿Cómo podríamos responder de ma-
nera diferente?
En este tipo de indagación, el punto de partida es la
calma interior. Hay sentimientos que brotan a la su-
157
Quinta Parte

perficie como la lava que fluye de un volcán, pero si nos


acercamos a ellos suavemente, simplemente conscientes
de lo que está sucediendo, podemos aprender a negociar
con nuestros propios dictámenes internos. Cuando una
emoción ya ha aflorado, es demasiado tarde para hacer
algo al respecto, pero antes de que eso suceda, tenemos
más opciones. Antes del resentimiento y la ilusión, la
frustración y la energía negativa, podemos entablar un
diálogo con la mente que está produciendo este tipo
de reacciones. Podemos comprometer la mente de otra
manera.
Cuando sentimos que los sentimientos negativos co-
mienzan a surgir, podemos analizar exactamente lo
que está sucediendo. ¿Está la mente directamente invo-
lucrada? ¿Los pensamientos juegan un papel?
¿Cómo se relacionan los sentimientos emergentes con
la conciencia o la cognición? No basta con identificar
el sabor específico de la negatividad: resentimiento,
desilusión, incomodidad, envidia, y otros. Necesitamos
profundizar y responder de manera más inmediata.
Antes de que la agitación emocional se consolide, antes
de que se imponga todo el peso de la negatividad emer-
gente y nos encontremos abrumados, debemos mirar
con cuidado, buscando con calma. Nuestra actitud no
tiene que ser desaprobadora ni defensiva. Más bien,
podemos reaccionar con simpatía, como un consejero
sabio dispuesto a ofrecer ayuda.
158
Ocuparnos de los Orígenes

Guiarse por el cuidado


En verdad, marcar una diferencia no es complicado. Es
simplemente cuestión de cuidar de nosotros mismos y
cuidar de la mente. Por ejemplo, casi todos nosotros
podríamos dar fe de la forma en que un mayor concer-
nirse-cuidar mejoraría nuestra vida laboral. El carác-
ter agitado de una jornada laboral común y corriente,
con sus tensiones y fricciones, es como un dolor cons-
tante y de baja intensidad, un reclamo silencioso para
un cuidarse mejor.
¿Qué podemos aportar a esta situación? Si tenemos
poco poder para hacer cambios materiales, ¿qué pode-
mos mejorar? ¿Hay alguna manera de replantear lo que
experimentamos para descubrir un impacto, una visión
o una expresión más positivos? Quizás algún compor-
tamiento que notemos en nosotros mismos o en otros
es doloroso o crea estrés. ¿Podemos encontrar una ma-
nera de obtener algo beneficioso de esta manifestación?
Con el enfoque correcto, el comportamiento doloroso
podría convertirse en el vehículo para una valiosa lec-
ción, un cambio significativo en el corazón, una pers-
pectiva más amplia, una comprensión más profunda o
un optimismo más brillante. Muchos otros tesoros po-
drían estar esperando, listos para emerger con ayuda,
con un poco de atención solícita.
Los buenos padres siempre están tratando de darles a
sus hijos una perspectiva positiva y de confianza, guián-
159
Quinta Parte

dolos y animándolos con gestos y palabras. Sabemos


lo importante que puede ser ese tipo de comunicación.
De manera similar, podemos tratar de comunicarnos
con las personas que nos rodean con la misma consi-
deración amable, sin importar su edad, antecedentes o
situación en la vida. Podemos respetarlas todas.
La tradición budista venera el símbolo del loto, una
hermosa flor que crece mejor en aguas fangosas. Al re-
cordar esa lección de transformación, podemos esfor-
zarnos por manifestar la bondad en nosotros mismos y
en los demás, sin importar las circunstancias.
Sin este esfuerzo continuo y cuidadoso, las familias se
deshacen y las comunidades no pueden sobrevivir. Es
especialmente importante cultivar este espíritu de res-
peto, esta búsqueda enérgica de las cualidades positivas
de nosotros mismos y de los demás, cuando emprende-
mos grandes proyectos juntos.
Los grandes proyectos requieren cooperación y enten-
dimiento mutuos. Requieren concernirse-cuidar. Para
que tales proyectos sean verdaderamente exitosos,
debemos preocuparnos no solo por el proyecto en sí
mismo en sus aspectos materiales, sino también por el
bienestar y la tranquilidad de todos los que participan.

Ejercicio: tiempo para cuidar


Ya sea que trabajes solo o en grupo, es probable
que tengas un proyecto u objetivo de algún tipo
160
Ocuparnos de los Orígenes

que te interese, como educar a niños pequeños


en el hogar, diseñar un edificio o cuidar de tu
equipo en un proyecto difícil.
Intenta incorporar en cada día laboral momen-
tos en los que te tomes tiempo para volver a co-
nectarte con tu objetivo, apoyarte y alentarte a
ti mismo y a tus compañeros o equipo, y deli-
beradamente soltar las inquietudes, preocupa-
ciones y rencores. Incluso veinte minutos de paz
pueden marcar una gran diferencia en nuestra
calidad de vida y cambiar la energía de un aula,
un hogar o un lugar de trabajo.
El sufrimiento y la ignorancia no son una teoría: son
reales.
Por ello, cuando se trata de concernirnos-cuidar, debe-
mos recordar lo más posible el aspecto práctico. Debe-
mos practicar a diario cómo cuidar los pensamientos,
las emociones y los problemas. Debemos preocuparnos
por los detalles simples y comunes de cómo un equi-
po trabaja en conjunto y no descuidar las tensiones
interpersonales.
Observa minuciosamente. Planea con suficiente antela-
ción y aplica tus creencias. Cuando un proyecto está en
marcha, observa cuánto tiempo queda y considera qué
se puede hacer para alcanzar la meta. Haz el mejor uso
de tus materiales y sigue adelante con todo lo bueno en
161
Quinta Parte

tu trabajo. Es realmente importante poner atención en


este nivel de detalle.

Comunicar el cuidado
En algún momento, nuestro concernirse-cuidar podría
acceder a otro nivel, volverse auténticamente desintere-
sado. Si lo hacemos bien, si es profundo y libre de pos-
turas, puede abrirse por completo y manifestarse más
allá de todo concepto.

Si el concernirse-cuidar trasciende cualquier descrip-


ción, ¿qué papel puede desempeñar el lenguaje en ex-
pandir el cuidado?

Pareciera que el lenguaje emula el lenguaje, haciéndose


eco de lo que ha sucedido antes. De palabra en palabra,
de concepto en concepto, el mundo está trazado. Pero
la mente fabricó el lenguaje conceptual.

Y la mente fabricó también el cuidar.

Mirado de otra forma: sin mente, no hay lenguaje. Sin


percepción, no hay conceptos. No habría conocimien-
to. Si no podemos conocer, no podemos identificarnos
con la “realidad”: lo bueno o lo malo. La mente cogni-
tiva tiene un papel que desempeñar en el desarrollo del
conocimiento y el lenguaje es su instrumento. De esta
manera, el lenguaje también puede ser un vehículo para
concernirnos-cuidar.
162
Ocuparnos de los Orígenes

Compartir el cuidado linda con el misterio de la buena


comunicación. Alcanza a otros a través de estas pala-
bras, estas formas que se basan solo en comparaciones,
distinciones, relaciones y proporciones de proporciones.

¡Qué mágico, qué extraño! ¿Cómo podría ocurrir esto?

La mente se relaciona con “cosas” y se presenta a sí


misma como un sujeto, un “alguien”. Pero el agente de
su comunicado no es “alguien”. Es el concernirse-cuidar
en sí mismo. El cuidar busca hacia afuera y lo que se
comunica es el cuidado.

Cuando la atención solícita es el mensaje que transmiti-


mos, la “cosa” de la que hablamos comienza a deshacer-
se de sus limitaciones impuestas por el idioma. El rol
de “orador” comienza a brillar, dando espacio para algo
más grande que cualquier alma.

Debemos hacer nuestro mejor esfuerzo para tener fe en


este extraordinario poder del cuidar para comunicarse
más allá de los límites de la razón, el hábito ... incluso
la experiencia sensorial.

Pero esto no puede ser una fe ciega. Cuando nos hace-


mos cargo, debemos tener cuidado con las palabras. Si
el lenguaje que utilizamos es discordante o desconoci-
do, las personas rechazarán el mensaje aunque sea el
correcto, incluso si el espíritu de lo que decimos sea
amable. Necesitamos usar un lenguaje que respete a
163
Quinta Parte

aquellos con quienes nos comunicamos, que los encuen-


tre exactamente donde están.
Si no lo hacemos, pueden decir, “no lo entiendo”. “No lo
necesito”. “No me importa”.
Si no me llega, si no entiendo, ¿cómo puede
importarme?

Puentes hacia el cuidado


Es posible que los seres verdaderamente grandes e
iluminados que nuestro mundo ha conocido no hayan
operado de acuerdo con las expectativas de un “yo”. Su
asombroso ejemplo aún nos acompaña hoy de muchas
maneras. Es una preciosa señal de posibilidades que
aún estamos en el proceso de descubrir.
Por ahora, las personas comunes y corrientes todavía
vivimos con nuestro “yo”. Pasamos nuestras vidas den-
tro de los estrictos confines que nos brinda el “yo”, “el
mío” y la “mente”. Esta estructura es de alguna manera
demandante: Nos hace constantes demandas que debe-
mos satisfacer.
Necesito que me quieran. Necesito que me di-
viertan. Necesito eso; por favor dámelo. ¡Necesito
respuestas para mi tranquilidad!
Pero estas limitaciones frustrantes también pueden
convertirse en puntos de contacto para nuevas y her-
mosas formas de vida. Al haber nacido en un cuerpo
164
Ocuparnos de los Orígenes

humano, tienes el potencial de transformar tus limi-


taciones en puentes a través de los abismos alienantes
que se encuentran entre los seres en este planeta. “Yo”,
“mí”, “mío” y “mente” pueden convertirse en vehículos
que te permiten alcanzar y ayudar a otros.

Tenemos la capacidad de transformar cada pensamien-


to, sentimiento y percepción sensorial en un tesoro, de
modo que incluso cuando estemos solos, incluso si el
mundo nos caracterizara como pobres en bienes mate-
riales, y no importa dónde estemos, podamos disfrutar
de nuestras vidas.

Esta alegría se convierte en cuidado, la base de nuestra


disposición a ayudar a los demás.

Exploración: cómo crear un mundo más


fundado en el cuidado
Estas reflexiones, escritas por Tsering Gellek, di-
rectora del Sarnath International Nyingma Insti-
tute, nos invitan a abrir nuestros corazones a las
formas sutiles y evidentes de sufrimiento que nos
rodean, porque solo cuando nos hemos permitido
reconocer ese dolor podemos aspirar a una sana-
ción duradera y significativa.

Cuidar es entender realmente que estamos en


una situación que nos atañe directamente.
165
Quinta Parte

A medida que el individuo en la sociedad mo-


derna se mueve a través de las diversas esferas
de la vida, el hogar, la escuela, el trabajo, quizás
los hospitales y finalmente la muerte, suele tener
cada vez menos apoyo de las personas que lo ro-
dean. Cuando pienso en épocas anteriores, creo
que había un sentido más profundo del cuidado
por parte de la familia, de los amigos y vecinos,
de nuestras comunidades religiosas o sagradas,
de los pueblos y aldeas en que vivíamos. Esta
atmósfera de cuidado, de arraigo, de estar en-
treverado en un tejido social superior nos dio un
cierto grado de comodidad. Podíamos tener paz
mental, sabiendo que ciertos valores superiores,
sagrados o religiosos, a su vez, tenían una base
estable en la que sustentarse y crecer.
Sin embargo, al mismo tiempo, debo recordar
que en ciertos caminos espirituales se dice que
el loto surge en las aguas fangosas del samsara.
Por lo tanto, en las condiciones actuales, con so-
ciedades modernas y tradicionales fracturadas y
profundamente heridas, me pregunto qué pue-
den producir estas aguas turbias. El despertar
a nuestra condición está ahora en la mente de
muchas más personas. Me pregunto: ¿Tenemos,
paradójicamente, incluso mejores condiciones
para despertar en estas aguas especialmente
fangosas?
166
Ocuparnos de los Orígenes

Donde quiera que esté, escucho hablar de perso-


nas exasperadas por las condiciones de la socie-
dad. Pensemos en las llamadas robotizadas que
las personas deben soportar durante horas para
obtener una voz humana; los hospitales que nos
tratan como uno más entre muchos en una cinta
transportadora; y los pasillos de productos en
muchos supermercados que cuentan con frutas
y verduras genéticamente modificadas, de gran
volumen pero sin sabor, ya que solo las personas
más privilegiadas parecen tener acceso a pro-
ductos más sabrosos. Por supuesto, los ricos pa-
gan un precio para disfrutar de esas cosas, pero
ahora el mayor lujo parece ser la capacidad de
disfrutar de los “simples placeres” de la vida: el
tiempo con los seres queridos, un paseo por el
bosque, un cuerpo y una mente relajados y la
oportunidad de poner los ojos en un horizonte
más amplio que las pantallas de nuestros teléfo-
nos y computadores.
A pesar de todos los “avances” que hemos pre-
senciado en Occidente, sabemos que hay mucho
sufrimiento y alienación en la sociedad. Los
individuos suelen expresar un profundo senti-
miento de soledad e incluso insatisfacción con
sus vidas. Es cierto que la medicina moderna ha
prolongado la vida y prevenido enfermedades.
La tecnología ha facilitado muchas cosas. Pero
167
Quinta Parte

la felicidad o la satisfacción para la mayoría pa-


recen estar más lejos que nunca.
Al mismo tiempo, las estructuras religiosas, tan-
to en Occidente como en Oriente, suelen tender
a volverse más superficiales o a radicalizarse. El
fundamentalismo está en aumento en todas las
religiones, ya que las personas con motivacio-
nes negativas aprovechan los vacíos emergen-
tes en la sociedad y los sistemas de gobierno
para difundir mensajes que tienden al odio y la
discriminación.
Si desarrolláramos un cuidado de calidad genui-
na, quizás las cosas podrían ser diferentes. Por
lo tanto, es importante ver cómo podemos desa-
rrollar conscientemente la calidad de la atención
solícita y considerar sus implicaciones más pro-
fundas para la sociedad.
El concernirse-cuidar parece tener muchas di-
mensiones. En un nivel, cuidar es amar y com-
prender las necesidades de los demás, en lo que
podríamos llamar una forma “horizontal”. En
lo esencial, el cuidado requiere que primero es-
temos conscientes: que seamos conscientes de
nuestro entorno, que estemos en sintonía con
las necesidades de los demás. La conciencia del
llanto de sufrimiento, estar conscientes de la in-
mediatez de la disrupción, la separación, el des-
168
Ocuparnos de los Orígenes

equilibrio o el dolor, es un aspecto fundamental


de la calidad del concernirse.
En estos casos de cuidado horizontal, cuido a
mi prójimo, a mi vecino, a otros seres sintientes,
incluso a los jardines o espacios que habito. Me
preocupo por la situación inmediata y busco en-
tender lo que podría generar mayor comodidad
y facilidad, mayor belleza y claridad a quienes
me rodean.
La segunda forma de cuidado, quizás menos
conocida, es un tipo de cuidado “vertical”. Esta
forma de atención solícita puede ser la de un pro-
pósito superior, o incluso trascendente, tal vez
no visible. En esta forma vertical de atención,
me imagino que nos preocupamos por cosas en
un arco del pasado y del futuro que pueden tras-
cender nuestro momento presente. Nos preocu-
pamos por nuestros antepasados y el medio am-
biente del que hemos nacido. Nos preocupamos
por los lagos y las montañas y el cielo, porque
sabemos que son nuestros progenitores. Tam-
bién nos preocupamos por las cualidades e idea-
les de nuestra futura encarnación. Nos importa
realizar nuestro potencial y el potencial de todos
y cada uno de los seres sintientes.
En esta forma de cuidar, de oración y aspiracio-
nes especialmente virtuosas, podemos descubrir
169
Quinta Parte

que el concernirse-cuidar es un vehículo muy


poderoso de autotransformación.
Sabemos que dentro de cada ser hay una luz que
puede manifestarse, y buscamos todos los me-
dios para ayudar a cultivar su despertar. Con
las manos juntas a la altura del corazón, oramos
conscientemente por su despertar. El cuidado
horizontal que brindamos a nuestros hermanos
y hermanas en el momento presente despierta
de manera natural el llamado a la forma vertical
de cuidado.
Cuidar significa hacer de nuestra vida un ejem-
plo de buena conducta. No significa que debe-
mos dar grandes discursos o escribir palabras
elegantes; nuestras acciones deben simplemen-
te demostrar nuestros ideales. Quizás aún más
importante, nuestro cuidado debe ser eviden-
te incluso cuando no hay nadie que nos vea o
nos felicite. Nuestras vidas deben ser nuestros
registros.
Encarnar la calidad del cuidado es tener un
mayor sentido de conciencia y empatía que se
mueve cada vez más lejos de nuestro entorno in-
mediato. Nuestro sentido del cuidado evoluciona
a medida que nos apegamos cada vez menos al
sentido del objeto que estamos ayudando o cui-
dando. El sentido del concernirse-cuidar como
un flujo, como una respuesta natural a los gritos
170
Ocuparnos de los Orígenes

del mundo, grandes o pequeños, es el alimento


para nutrir nuestro corazón. Podemos ver las
buenas señales de una actitud cuidadosa cuando
comienza a sentirse que fluye sin esfuerzo.
Es natural para aquellos que prodigan cuidado
que se sientan a veces sobrecargados y agotados,
como si hubiera una necesidad infinita que no
se puede satisfacer con los recursos propios. En
mi experiencia, es importante en esos momen-
tos hacer una pausa y aprender a regenerar el
sentimiento de corazón abierto que es un requi-
sito para un concernirse-cuidar saludable. Para
que el cuidado tenga la liviana calidad del amor
sin esfuerzo, el cuidador también debe sentirse
cómodo, espacioso y fluido. Debe tomar pausas
cuando sea necesario y aprender a recuperar
su energía y trabajar en intervalos. A medida
que aprende a ser consciente de su capacidad de
atención solícita en expansión, esos intervalos se
harán cada vez más cortos.
Para ofrecer cuidado a los demás, es importante
tener una comprensión del estado de ánimo de
uno mismo. Cuando uno comprende su propia
mente, se vuelve más preciso, menos torpe en el
tipo y la calidad del cuidado que ofrece a los de-
más. Es posible que no entendamos por qué hay
momentos en que las personas que buscamos
ayudar se enojan o no aprecian nuestros inten-
171
Quinta Parte

tos de cuidarlos. En esos casos, mi experiencia


ha consistido en dejar que la situación repose un
poco, ofrecer una pausa y tratar de comprender
mejor qué tipo de atención solícita se requiere.
A veces, la simple oferta de espacio y tiempo, es-
pecialmente para familiares y amigos cercanos,
puede ayudar a restablecer la conexión con el
espacio del concernirse-cuidar.
Cuidar es comprender profundamente lo que el
otro necesita. De esta calidad del cuidar surge
un encarnar más profundo de una vida basada
en la integridad y el bienestar para todos. Ex-
tender una cualidad de cuidado a través de to-
dos los límites del tiempo y el espacio permite a
los seres sintientes encarnar los ideales de todos
los grandes Bodhisattvas, santos y yoguis. Es-
tar libre de los ocho dharmas mundanos; vivir
de manera simple pero heroica, ni desanimado
por la magnitud del sufrimiento del mundo, ni
desalentado por la aparente soledad del trabajo,
es descansar alegremente en un corazón abierto,
listo para atender las necesidades de los demás
de forma espontánea, sin esfuerzo, de manera
natural y perfecta. La actividad de cuidar es la
joya que corona lo que significa ser humano.

172
Ocuparnos de los Orígenes

Negociaciones delicadas
Incluso si no tenemos éxito en un comienzo, no debe-
mos renunciar a nosotros mismos y a nuestra misión de
cuidar. Si nos rendimos, estamos diciendo que no queda
nada por hacer. Si dejamos atrás el cuidado, la humani-
dad y la esperanza se agotarán.
Por ello, incluso si te encuentras con obstáculos que im-
piden que tus esfuerzos prosperen, intenta incidir de
cualquier forma posible. Mejora tu comunicación, sua-
viza tus pensamientos; aprecia tus impresiones senso-
riales y tus percepciones. Al menos tú mismo puedes
estar bien; al menos puedes garantizar que no tienes
problemas en lo personal.
Tal vez no puedas ayudar a todos. Pero de manera se-
creta e interna puedes decidir entablar negociaciones
entre tu propio corazón y tu mente.
Cuando el corazón dice “Sí, genial”, la cabeza no nece-
sariamente está de acuerdo. Puede que lo que esté su-
cediendo sea superficial. A medida que llevamos a cabo
estas negociaciones, que lidiamos con nuestros propios
regímenes internos, podemos seguir buscando un te-
rreno de entendimiento común. Quizás estemos tra-
tando de ser guardianes del mundo natural y proteger
nuestro medio ambiente. Es una tarea difícil y puede
que no siempre veamos el éxito que anhelamos. Pero
siempre podemos cuidar nuestro propio ambiente inte-
rior. Por ejemplo, podemos cuidar mejor el microbioma
173
Quinta Parte

de nuestras bacterias intestinales. Si experimentamos


una armonía real, manteniéndonos libres de estrés las
veinticuatro horas del día, estas pequeñas criaturas que
nos cuidan con tanta entereza responderán de la misma
manera.
No queremos apabullarnos con nuestros fracasos, ata-
cando nuestros propios cuerpos y mentes con estrés y
enojo. Si ninguno de nuestros planes funciona, si nin-
guno de nuestros proyectos llega a buen puerto, al me-
nos podemos armonizar nuestra mente y nuestro cora-
zón y celebrar nuestra encarnación aquí y ahora.
Prometo que siempre buscaré formas de hacer las
paces entre mis propias facciones beligerantes.
Comomínimo,podemosnegociarunatreguaenel
conflicto, un alto al fuego. Quizás podamos hacer
algo incluso mejor que eso.
Prometoquenodejaréqueestasnegociacionesde
paz se interrumpan.

Respuesta cuidadosa
Cuando nuestros corazones están llenos de atención so-
lícita es hora de responder: con buenos gestos, buenos
consejos y buena dirección. Es hora de enseñar a otros
a cuidar, siempre respetando las circunstancias en las
que se encuentran. Enséñales con tu sinceridad, tu coo-
peración, tus consejos y tu conciencia.
174
Ocuparnos de los Orígenes

Puedes responder directamente, en primera persona,


diciendo, “esta es mi experiencia”, y compartiendo con
ellos: “Esto es lo que he hecho”. Recuerda que puedes
aprender mucho de las personas a las que imaginas que
estás enseñando. Surgirá una nueva comprensión, nue-
vos tesoros de conocimiento que pueden hacer buenas
contribuciones a tu propio desarrollo.
La satisfacción profunda viene de compartir de este
modo. Si podemos ser útiles, si podemos marcar una
diferencia, si nos alejamos de lo trágico, del dolor y
el desperdicio, somos inmensamente recompensados.
Nuestra inversión ha dado sus frutos. Nuestra educa-
ción –nuestro minucioso estudio del cuidado– ha valido
la pena.
No requerimos fama, dinero o cargo formal. Sabemos
que se pueden lograr grandes éxitos, descubrimien-
tos muy valiosos sin ninguna de estas cosas. El con-
cernirse-cuidar cada vez más amplio es la verdadera
recompensa.
Cuando disfrutamos de los frutos de nuestro cuidado,
resulta fácil estar agradecido. Se vuelve fácil decir:
Gracias, cuidar, por dar a luz a esta sabiduría,
estas bendiciones. Gracias por apoyarnos. Gra-
cias, cuidar, por no rendirte. Gracias por soste-
nerme: tus métodos están funcionando. Gracias
por tus esfuerzos sinceros: han traído resultados.
175
Quinta Parte

Gracias por concernirte.

Himno del cuidar


El cuidado conoce cada lugar
Pero el cuidado no sabe de posiciones.
El cuidado no tiene miedo de ensuciarse las
manos,
trabajar bajo el sol.
El cuidado ama los métodos y la alegría del
conocer más amplio.
El cuidado no gobierna ni discrimina.
Si hay cuidado, nadie tendrá que rebajarse; na-
die jamás será intimidado o golpeado.
Cuidar es sabiduría; el cuidado sabio previene
los problemas.
El cuidado puede hacerse cargo de la
impaciencia.
El cuidado puede evitar el desconocimiento.
Este conocimiento sublime puede llegar a ser
conocible
porque lo intento y no me rindo.
Este es el corazón de mi cuidado:
lo que sé, lo practico.
No estoy dispuesto a claudicar.
176
Ocuparnos de los Orígenes

Mi cuidado es continuidad, sabiduría y


compasión.
El cuidado prosigue, en nombre del cuerpo y la
mente.
El tiempo es precioso: necesito siempre
cuidarme.
Cuidar con coherencia no es un concepto.
Encárnalo. Yo también lo haré.
Para promover el cuidado, tenemos que escu-
char.
Necesitamos escuchar cuál es el problema.
Necesitamos ver por qué hay problemas:
Los árboles se están cayendo. La basura no se
recoge.
La gente grita y reclama, la gente sufre.
Este es el corazón de mi cuidado:
Lo que sé, lo practico.
No estoy dispuesto a claudicar.
Mira a tu alrededor.
Escúchalos, porque son tus amigos.
Indaga las motivaciones.
Pregunta: ¿Qué están buscando,
qué quieren decir?
177
Quinta Parte

¿Cuál es la posición que toman?


¿Qué cosas están en juego
y cuáles son las consecuencias?
¿Qué hace aquí la ignorancia,
qué es lo que falta?
Y nosotros, cuando los miramos,
¿qué nos falta?
¿Qué malinterpretación,
qué yo torturado decae atado y encadenado?
Cuando sentimos simpatía, dolor,
Estamos empezando a llamar al cuidado.
Podemos ser como cazadores, buscando:
¿Cuál es el problema?
Alguien no sabe por qué es infeliz.
Lo descubres: es por falta de cuidado, por
ignorancia.
Perdieron sus corazones, sus cabezas.
Y ni siquiera lo saben.
Hay mucho que hacer, pero los rescataremos.
Este es el corazón de mi cuidar:
Lo que sé, lo practico.
No estoy dispuesto a claudicar.
178
sexta parte
La Sabiduría de Concernirse

El concernirse-cuidar va a la raíz del sufrimiento


y puede llevarnos a la cima de la comprensión.

El concernirse es una medicina especial


A menudo pensamos que cuidar es algo que ayuda a ali-
viar el sufrimiento: Practicamos el cuidado cuando ha-
cemos reparaciones o cuando cuidamos a los enfermos.
O bien pensamos en el cuidar como algo para mejorar
la vida: mostramos nuestro cuidado al cultivar y coci-
nar alimentos, o prestando atención a las necesidades
de los demás. Este tipo de cuidado puede convertirse en
la fuerza motivadora de la armonía social.
Pero concernirse puede hacer más que aliviar o me-
jorar: puede eliminar el sufrimiento. Tiene ese poder
porque es el antídoto, no para el sufrimiento, sino para
la ignorancia, la raíz del sufrimiento.

179
Sexta Parte

Una larga historia


¿Cuánto sufrimiento han soportado los seres humanos
en su larga historia? Podemos imaginar el hambre, el
miedo, el anhelo y la frustración que nuestra especie
debió haber experimentado desde nuestra primera apa-
rición en un mundo que percibimos y que incide en no-
sotros, pero que rara vez podemos controlar.
Hace unos diez mil años, nuestros antepasados crea-
ron los primeros asentamientos y cultivaron los pri-
meros campos. Las ideas religiosas comenzaron a ser
codificadas. Hace cinco mil años, surgieron las prime-
ras civilizaciones complejas y al poco tiempo los seres
humanos vivieron dentro de economías estructuradas,
gobernadas por jerarquías y reguladas por leyes.
Junto a esta complejidad cultural aparecieron los con-
flictos interculturales. Surgieron los imperios, estable-
cidos a través de las relaciones comerciales y el poder
militar. Combatieron, crecieron, se transformaron y
se desmoronaron. Algunos han desaparecido hasta el
punto que apenas queda rastro de su antiguo poderío.
Los grandes conflictos que marcan la historia de la hu-
manidad han estado acompañados en cada etapa por
conflictos interpersonales a nivel social y familiar.
Y en medio de toda esta convulsión, comprobable en los
registros de nuestros antepasados, habitaban en lo pro-
fundo de nosotros las mismas guerras, libradas en los
campos de batalla silenciosos del corazón y la mente.
Esas batallas aún se están librando.
180
Ocuparnos de los Orígenes

Educación y progreso
Muchos hemos aprendido a considerar nuestra historia
humana como un relato de avances graduales. Es una
idea popular en Occidente. El ideal del progreso se basa
en el supuesto de que el mundo antiguo carecía de co-
nocimientos fundamentales que hemos ido adquiriendo
con el tiempo. En nuestra versión del progreso histó-
rico, hemos curado terribles enfermedades, erradicado
plagas y depredadores de nuestros hogares, reducido
de manera drástica la necesidad de trabajo físico e idea-
do formas de vida y modalidades de gobierno que brin-
dan beneficios a una población en constante expansión,
en círculos de cuidado cada vez más amplios. Hemos
convertido los desiertos en oasis verdes y las tierras
yermas en pastizales, brindándole alimento a miles de
millones de personas.
Se trata de avances sin duda muy positivos.
Pero estos mismos avances han traído efectos secunda-
rios inesperados. Nuestros intentos de controlar el mun-
do natural parecen haber provocado que la naturaleza
se salga de control. Hoy, somos testigos de acentuados
desequilibrios que afectan a los sistemas naturales a un
nivel profundo. Fenómenos como los cambios en los
océanos, la pérdida de los casquetes polares de hielo, las
sequías, las tormentas, los fenómenos meteorológicos
extremos, se están convirtiendo en algo común. Mu-
chas de nuestras ciudades más grandes y prósperas son
opresivas e incluso peligrosas para vivir y por doquier
181
Sexta Parte

los seres humanos luchan contra la contaminación, la


sobrepoblación, la violencia, las enfermedades masivas
y la pobreza crónica. Junto con estos problemas se ha
producido la normalización de formas de vida profun-
damente egoístas y la consagración en el corazón de la
sociedad de actitudes que nos dañan a todos.
Las graves consecuencias de nuestro impulso de con-
trolar y mejorar la naturaleza sugieren que nuestro
ideal de “progreso” amerita un análisis más detenido.

El poder secreto de la mente


El espacio no tiene una ubicación definida propia, pero
proporciona un lugar donde las formas se manifiestan.
Sabemos que el espacio es necesario, pero no podemos
señalarlo.
En cierto sentido, la mente es similar. Vemos sus mani-
festaciones, sentimos los efectos de sus decisiones, pero
no podemos apuntar a la mente en sí misma, aunque lo
intentemos.
A pesar de que el conocimiento se ha desarrollado, tor-
nándose cada vez más amplio y preciso, sigue basándo-
se en un conjunto de oposiciones básicas entre sujeto y
objeto, uno mismo y el otro, individuo y entorno. Así es
como la mente entiende las cosas.
Puede que nos sorprendamos mucho al descubrir has-
ta qué punto el mundo que conocemos (sus contenidos,
182
Ocuparnos de los Orígenes

cualidades, sabores, distinciones, “verdades” y “reali-


dades”) es producto de la actividad de reconocimiento,
identificación y orientación de la mente. La mente pue-
de estar entreverada mucho más profundamente en el
tejido de la realidad de lo que creemos.
En otras épocas, la religión ocupaba un lugar en la
vida cotidiana; los caminos espirituales nos permitían
crear espacio para un poder invisible y respetarlo. En
los tiempos modernos, hemos perdido en gran medida
el vocabulario que nos permitiría hablar de tales cosas.
Quizás sea una de las razones por las que nos cuesta
entender o incluso reconocer la existencia de la mente
y sus actividades: la idea misma de que algo invisible
puede producir efectos se ha vuelto extraña.
Lo que hoy llamamos el progreso del conocimiento es
la elaboración y proliferación de signos visibles, palpa-
bles y cognoscibles, que surgen gracias a un marco con-
ceptual que nos brinda la mente. Pero la mente misma
nunca se hace visible. Tanto nuestra educación como
los frutos de esta educación son parte de este marco.
El conocimiento que permanece en este nivel, dentro
de este marco, no puede descubrir su propio punto de
surgimiento. Sin darse cuenta de sus propios orígenes,
es posible que no pueda imaginar una forma de liberar-
se de sus limitaciones.
Si nos sentimos escépticos acerca del papel que desem-
peña la mente, podemos suponer que el mundo es de-
183
Sexta Parte

finitivamente distinto de la mente, que la mente no ha


tenido ningún papel en su producción. Pero sin nues-
tras mentes, no hay manera de identificar ningún ele-
mento que supuestamente exista independientemente
de la mente y sus identificaciones. De hecho, ni siquiera
podemos realizar el experimento.

En cualquier señalamiento, cualquier muestra de cosas


o su ausencia, la mente está involucrada. En cualquier
situación que tenga características notables, caracterís-
ticas que se pueden distinguir, etiquetar y nombrar, la
mente desempeña un papel destacado.

La mente discierne el orden o la ausencia de orden en


el universo. Incluso podríamos decir que la palabra “or-
den” es una creación de la mente, un nombre que le da a
los patrones que percibe. La mente se enfoca en las co-
sas felices y saludables, o lo contrario. Divide al mundo
en “bueno” y “malo”, más y menos, positivo y negativo.
El juez de todo esto es la mente.

La mente clasifica las ventajas y desventajas, los ricos


y los pobres, y los evalúa. Los sabores y matices que le
dan carácter al viaje de nuestras vidas son manifesta-
ciones de la mente, expresiones de sus decisiones.

Quizás sea útil pensar en nuestro viaje como una espe-


cie de recorrido. Nos recuerda que nuestra experiencia,
en cierto sentido, está envasada para nosotros.
184
Ocuparnos de los Orígenes

Lo que vemos está condicionado por el hecho de que


es visto. Es algo que hay que mirar: una presentación
cuyo carácter de presentación es inseparable de lo que
presenta. Nuestra experiencia se reduce a lo que ad-
vertimos: lo que notamos. En este viaje, nosotros los
viajeros también estamos en tránsito y la mente es res-
ponsable del recorrido y del turista por igual.
La mente, en ese sentido, hace que todo importe.
Un sentido mental atraviesa como un hilo toda nuestra
experiencia: detectamos su rastro en nuestras percep-
ciones, donde es difícil separar los juicios de las obser-
vaciones. La mente está en la experiencia, mantenién-
dola unida, creando las conexiones que permiten las
asociaciones que construyen las relaciones que forman
las estructuras a las que nosotros, por la fuerza de un
hábito prolongado, damos el nombre de “ forma”.
A lo largo de la historia, a lo largo de nuestros pasados
personales, ha sucedido de esta manera; volverá a suce-
der; está sucediendo ahora mismo.
Entonces preguntémonos: ¿Dónde está sucediendo?
¿Quién está hablando? ¿Es el pensador que identifica-
mos como “mi mente”? ¿Es algún tipo de observador?
¿Responderías sí o no?
Si la respuesta es afirmativa, ¿dónde está y cómo sabe-
mos que está ahí? Si la respuesta es negativa, ¿cómo lo
sabemos? ¿Quién observó la ausencia del observador?
185
Sexta Parte

¿A quién le importa?
No trates de aparentar tranquilidad. Me importa,
y a ti también.
Pero todavía podemos preguntarnos esto:
¿A quién le importa? ¿Y por el bien de quién?

La mente controladora
La mente es la que tiene el control. Declara cómo son
las cosas y emite sus dictámenes. En el juego de la men-
te, mi función es ser el receptor, el que escucha y res-
ponde. Se podría decir que mientras respondo, hago
uso de la mente, pero esto no significa que ahora tengo
el control. Es la mente la que controla y hace uso de
la mente. Poco a poco se establece la continuidad y un
orden toma forma: el régimen de la mente.
El tipo de cuidado que puede liberarnos del régimen
de la mente no tiene nada que ver con tratar de reco-
lectar algunas migajas de positividad, unos momentos
adicionales en los que podemos decir que nos sentimos
verdaderamente satisfechos. El cuidado que necesita-
mos es más como un ungüento curativo que calma y
libera suavemente la tensión que ha tironeado nuestros
adoloridos músculos y ligamentos.
Comienza con el reconocimiento de los patrones cen-
trales que han dado forma a nuestra experiencia: la di-
visión entre sujeto y objeto, la confianza irreflexiva en
186
Ocuparnos de los Orígenes

el “desde” y “hacia”, la realidad de nuestra ira y decep-


ción. Es ahí donde se necesita cuidado. Hay que encon-
trar una forma de trabajar con la mente.
La mente sabe cómo traernos problemas, ¿pero es todo
lo que puede hacer? Nos brinda lógica y formas inte-
ligentes de clasificación, nos muestra las consecuen-
cias de nuestras acciones, nos impulsa a ser racionales.
Todo eso es útil, pero no resolverá los problemas que la
mente suscita. De hecho, la mente utiliza la razón como
un tipo de arma, casi una forma de tortura. Procede
con sigilo, hablando en tonos suaves y medidos:
No has tenido éxito en tus esfuerzos; has fallado
en tus responsabilidades.
Nadie te respeta o se preocupa realmente por ti
y has fracasado completamente en cuidarte a ti
mismo.
Te mostraré por qué. Presentaré todas las expli-
caciones y, al final, tendrás que admitir que solo
puedes culparte a ti mismo. ¿Acaso no lo ves? Tu
situación es desesperada.
De todos modos, ¿qué derecho tienes a pensar que
puedes hacer cambios fundamentales? Los pro-
blemas que enfrentas ahora son los mismos que
enfrentan todos los seres humanos a través de la
historia. ¿Crees que los primeros habitantes de
las cuevas lo tenían más fácil? ¿Puedes encontrar
indicios de que las primeras civilizaciones vivie-
187
Sexta Parte

ron otras formas la vida? ¿Los pueblos indígenas,


que viven formas de vida más simples, pero más
brutales, te muestran un modelo diferente?
Realmente no hay soluciones. La situación es des-
esperada. Mucho mejor seguir las reglas que he
establecido. De hecho, no tienes otra opción.
Tienes que hacerlo.
No tiene sentido discutir con la mente cuando nos ha-
bla de esta manera. Y, sin embargo, no debemos dar la
espalda a la mente. De hecho, no podemos. Ella tiene
su propia lógica y tiene sentido para nosotros seguirla,
utilizar su forma de proceder y la información que nos
brinda.

Aunque no tenemos que aceptar sus conclusiones, po-


demos cooperar con ella. Y ahí donde parece no haber
espacio para la cooperación, podemos negociar.

Cuando la mente señala nuestras dificultades y rastrea


sus causas, debemos prestar mucha atención. Es cierto
que todos los seres sintientes experimentan sufrimien-
to y confusión. Es cierto que somos víctimas de nues-
tras circunstancias y condicionamientos. Es cierto que
vivimos en un mundo moldeado por la causalidad y que
nuestra situación, vista desde ese punto de vista, parece
desesperada. Estos son puntos importantes de recono-
cer y sobre los que hemos de reflexionar, para que el
cuidar crezca en nosotros.
188
Ocuparnos de los Orígenes

Sin embargo, hay una pregunta más básica que for-


mular y el concernirse-cuidar nos ayudará a ver su
importancia.
Veo la verdad de los patrones que señala la mente
y la acepto. Acepto las explicaciones que la men-
te ofrece con tanta paciencia, como si fueran mi
única opción Asumo la identidad que me ofrece la
mente, sin pensar que las cosas pueden ser dife-
rentes. Hago lo que la mente me dice que haga,
aunque puedo ver que seguir ese camino no lleva
a ninguna parte.
Acepto lo que la mente me dice, como si me hubie-
ran drogado para cumplir, y asumo y encarno sus
verdades.
¿Por qué esto es así?
La mente es el iniciador, el promotor, el conductor, pero
no tiene nada que ofrecerme sino más problemas, más
dificultades. ¿Por qué sigo por esta vía? Esta forma de
vivir no es aceptable.
Entonces, ¿qué me impide cambiarlo? La respuesta es
simple: no he aprendido a concernirme.

Concernirse y la sombra de la mente


Las expresiones y manifestaciones de la mente son
como sombras proyectadas; su existencia apunta a una
especie de ente proyector. Pero al mismo tiempo, lo que
189
Sexta Parte

aparece como forma solo es aparente porque bloquea


la luz.

Así, estas formas podrían estar conectadas a un tipo


de ignorancia, un límite establecido por la mente para
percibir y conocer. Cuando la mente decide, algo es
moldeado y luego liberado del molde del lenguaje para
realmente habitar el mundo. Al mismo tiempo, algo es
desechado, relegado a un segundo plano.

El concernirse-cuidar se comunica con lo que los jui-


cios de la mente no pueden abarcar. Es un antídoto a
la ignorancia que apunta a este plano, esta forma, esta
realidad.

Concernirse es lo primero
El concernirse-cuidar ocurre previo a las verdades que
proclama la mente y es en el cuidado donde debe origi-
narse nuestro desafío al régimen de la mente.

Antes de que llegue el primer mensaje, en el borde del


borde, podemos cuidar. Se envía una señal, pero antes
de esa señal, se genera una onda. Eso es lo que tenemos
que neutralizar. Podemos detener la bala antes de que
dé en el blanco, atrapar la flecha antes de que alcance
su objetivo.

Conozco todas las razones del status quo; sé a


dónde apunta todo esto. Pero porque me importa,
190
Ocuparnos de los Orígenes

no tengo por qué aceptarlo ciegamente. No tengo


por qué desempeñar el papel de receptor.
Cuando me importa, veo que es posible negociar. Para
que el régimen de la mente funcione, para que el dolor
que he aceptado durante tanto tiempo pueda activar-
se, es necesario que se articulen muchas circunstancias.
Para ello, se requiere mi cooperación. He sido entrena-
do para proporcionarla de manera irreflexiva, sin nun-
ca imaginar que podría proceder de otra forma. Pero
cuando me importa, entiendo que la elección es mía.
Mientras vivimos en el régimen, somos los perdedores.
Es como un negocio que está sujeto a tanta carga tribu-
taria que no es posible obtener ganancias. Si lo maneja-
mos de esta manera, siempre estamos en números rojos.
Perdemos nuestro tiempo y nuestra energía. Perdemos
el conocimiento al alcance de nosotros. Perdemos la po-
sibilidad de una alegría real. Perdemos la oportunidad
de vincularnos con otras personas que comparten las
cargas universales de dolor y sufrimiento, de perderse
en pensamientos, conceptos y emotividad.
Ahora, sin embargo, lo sabemos. Podemos pronunciar
la verdad. Sabiendo por nosotros mismos cómo cuidar,
podemos hacer frente al poder del régimen. Podemos
expresar claramente lo que está sucediendo y rastrear
cómo se han formado las estructuras que nos unen. Hay
espacio disponible, tiempo disponible y conocimiento
disponible. Si al menos nos sentimos concernidos, todo
lo que encontramos está abierto; nada ha sido cerrado.
191
Sexta Parte

Una cuidadosa conversación


Las culturas modernas le asignan un gran valor a la
educación como clave para el éxito y eso ciertamen-
te tiene sentido. Sin embargo, la educación no es todo.
Si realmente queremos tener éxito en este viaje por la
vida, el beneficio que podemos obtener a través de la
lectura de libros o de años de estudio en escuelas pres-
tigiosas no será suficiente.
Más bien, debemos desarrollar con el mayor cuidado el
conocimiento interno que nos permite sacar el máximo
provecho de cualquier situación. Los conceptos e ideas
son valiosos, pero no llegan al corazón de lo que necesi-
tamos. ¿De qué sirve comer cantidades enormes de ali-
mentos si lo que nos ponemos en la boca y el estómago
realmente no nutre el cuerpo?
Mi propia conclusión, basada en mi experiencia, pue-
de ser demasiado simple, pero la presento aquí porque
creo que ofrece algo valioso. Lo diría así: sea cual sea
el conocimiento en el que confiemos, la mente es la res-
ponsable de lo que sabemos.
La mente es el agente del conocimiento, el coleccionista
del conocimiento. Es quien nos guía en nuestro viaje.
Promueve nuestras actividades y establece el curso
que seguimos. Es la mente la que determina si hemos
de triunfar o fracasar, si experimentamos felicidad o
infelicidad. Podemos tener grandes logros y un entre-
192
Ocuparnos de los Orígenes

namiento perfecto, pero lo que hacemos con nuestras


vidas parece depender de la mente.
Si asumimos esto, podemos imaginarnos dialogando
con la mente. Las cosas no siempre han fluido bien y
es hora de negociar una mejor relación entre el yo y la
mente.
Yo: Siempre he seguido tus órdenes. He dado lo mejor y
he sido completamente obediente. Me das instrucciones
y yo hago lo que dices. Pero ahora creo que tenemos
que hacerlo de otra manera. Es hora de que hablemos.
Ahora depende de ti mostrar un poco de cooperación.
Mente: ¿Qué tienes en mente?
Yo: Comencemos con lo básico. Creo que tienes que
aceptar que todas tus órdenes, todas tus instrucciones,
no siempre han funcionado en mi beneficio. Sí, he teni-
do buenos momentos y te lo agradezco. Pero también
me has hecho pasar por momentos difíciles. Conozco
de cerca la soledad y la ansiedad. Sé lo que es actuar de
manera neurótica. Conozco diferentes tipos de sufri-
miento mental: culpa y dolor o simple negatividad.
Mente: ¿Y qué? Solo estás describiendo lo que todos
experimentan. Así es la vida. ¿Qué te hace pensar que
tengo algo que ver con eso?
Yo: Antes podría haberlo aceptado, pero ya no. A mi
modo de ver, eres como un ingeniero de software: subes
un nuevo programa y yo comienzo a ejecutarlo. Puedo
193
Sexta Parte

elegir qué movimientos hacer, pero todo sucede dentro


del programa. Al final, tú eres la única responsable.
Mente: Es una historia bastante simpática, pero espero
que te des cuenta de que es solo una historia. Estás cen-
trado en lo negativo, pero no te das cuenta de lo mucho
que he hecho por ti.
Yo: No estoy diciendo que no hayas hecho cosas buenas
también. Estoy dispuesto a concederte que participaste
en todo lo que sé. Es gracias a ti que tengo los datos o
la información sobre la que me baso. Pero ese no es el
punto. Mi experiencia se compone de algunas cosas que
son positivas y otras negativas. Si realmente coopera-
ras, si realmente te preocuparas por mí a un nivel pro-
fundo, orientarías mi experiencia hacia lo que es bueno
para mí.
Mente: ¿Y cómo hago eso? ¿Qué esperas de mí?
Yo: Si te importara, me ayudarías a concebir una senda
hacia la sanación y el bienestar. Me darías más atisbos
sobre el funcionamiento de mis sentidos. Me ayudarías
a concernirme y cuidar.
Mente: Me parece que me estás culpando por los pro-
blemas que tú te estás causando. ¿Cómo puedes hacer-
me responsable cuando eres tú el que sigue tomando
malas decisiones?
Yo: ¿Realmente soy yo quien está tomando las decisio-
nes o eres tú? Me parece que solo estoy siguiendo el
194
Ocuparnos de los Orígenes

guión que me has dado. Tengo que darte crédito: has


armado una buena estrategia. Has insistido en que yo
soy el que está a cargo, que yo soy el que está en el cen-
tro de todo. Y, lo admito, me encantó la idea. He dis-
frutado el sentimiento de autoimportancia. Pero todo el
tiempo, eras tú quien tiraba de las cuerdas.
Mente (riéndose): Sí, te encanta ser el Sr. Importante.
Yo: Acepto mi responsabilidad. ¿Pero quién se aseguró
de que reaccionara como lo hice? ¿Quién me hizo insis-
tir en mi identidad? Durante mucho tiempo, ni siquiera
vi que había una pregunta que formularse. Pero ahora
sé que estabas a cargo todo el tiempo. Tal vez es porque
ahora me importa más profundamente. Puedo ver hacia
dónde apunta todo esto.
Mente: No pareces darme crédito por la venda que de
pronto ha caído de tus ojos. Tu análisis parece un poco
unilateral.
Yo: ¡Me doy crédito por mi propio concernirme! El
punto es que realmente trabajé para lograrlo. No soy
solo yo siguiendo una secuencia de comandos, la se-
cuencia de comandos “Ahora veo”. Si siguieras siendo
aquello que da todas las órdenes, aún estaría sumido en
la oscuridad, te lo garantizo.
Mente: Ahora que puedes ver con tanta claridad (al me-
nos eso es lo que dices), ¿por qué no me indicas cómo he
estado tratando de engañarte todo este tiempo? ¿Qué
195
Sexta Parte

me hace tan inteligente? O tal vez debería preguntar,


¿qué te hace tan tonto? Se requieren dos para ser enga-
ñado, ya sabes.
Yo: Estoy completamente de acuerdo: se requieren dos
para ser engañado. Ya no voy a jugar ese juego. Por eso
es hora de que tú y yo acordemos un trato diferente.
Mente: ¿Y cuál es exactamente tu idea de lo que tendría
que cambiar?
Yo: Tal como lo veo, tu maniobra básica es esgrimir la
amenazante triada “yo”, “mí” y “mío”. Dictas instruc-
ciones, pero ¿a quién van dirigidas? Van a “mí”. ¿Emi-
tes órdenes y quién las ejecuta? “yo”. Estableces cómo
son las cosas, ¿y quién acepta la propiedad y confirma
lo que has expuesto? Es “mío”. Estableces las reglas
y luego depende de mí operar dentro de ellas. Es una
maravilla que yo pueda tener un pensamiento original.
Pero de alguna manera es posible. He podido descubrir
las lagunas en tu relato.
Mente: ¿Cómo sabes que has tenido éxito? Tal vez aca-
bas de encontrar una nueva variación en un tema que
he compartido. ¡No es que esté aceptando tus reclamos!
Solo digo que sigues cayendo en la misma contradic-
ción. Dices que yo lo configuro todo, pero que ahora
has podido encontrar una salida. ¿Cómo es posible?
Yo: Tú estableces la dirección que tomo. Es como pe-
dirle a alguien instrucciones y luego ir por el cami-
196
Ocuparnos de los Orígenes

no que te indican. Puedo ir por aquí y por allá; puedo


ir más rápido o más lento; puedo tomar un descanso
cuando quiero, pero sigo por el mismo camino.
Mente: ¿Y ahora has encontrado un nuevo camino? Pa-
rece poco probable.
Yo: No, ese es precisamente el punto. No es que tenga
que seguir un nuevo camino. Ahora me he dado cuenta
de que puedo simplemente dejar de lado el mapa y mi-
rar a mi alrededor con nuevos ojos.
Mente: ¿Qué tipo de caminos te imaginas siguiendo?
Yo: De los que hemos estado hablando. “Yo” es un ca-
mino; “mí” es un camino; “mío” es un camino. La iden-
tidad es un camino, al igual que el alma.
Mente: Así que estás dispuesto a dejar todo eso a un
lado, soltarlo como una mochila demasiado pesada.
Me pregunto qué encontrarás cuando lo hagas. Sin un
mapa, ¿realmente esperas llegar a algún lado?
Yo: No estoy diciendo que no necesito tu ayuda. Real-
mente no puedo imaginar cómo sería no poder confiar
en la mente. Solo digo que es hora de que seamos socios
y que trabajemos juntos.
Mente: Todo este cuadro que has estado presentando
no tiene sentido para mí. Ya somos un equipo. Tienes
una idea en tu cabeza, como esta idea absurda de que
necesitamos cambiar nuestra relación, ¿pero de dónde
197
Sexta Parte

viene esa idea si no es de mí? Así que digo: de acuerdo,


asociémonos. No es un problema, porque, tal como lo
veo, siempre hemos sido socios.
Yo: Ser socios significaría que somos iguales. ¡Pero eso
es una broma! En la forma en que hemos hecho las co-
sas hasta ahora, tú estableces todas las reglas.
Mente: Digamos que tienes razón, y que tenemos que
establecer un nuevo acuerdo y una nueva relación de
trabajo. ¿Qué significaría eso en términos concretos?
Yo: Quiero que aceptes actuar en mi nombre. Quiero
que me cuides, que me des buenos consejos cuando lo
necesite; para indicarme la dirección correcta cuando
lo requiero. Seamos claros. No estoy diciendo que no
me importes en absoluto. No creo que hubiera podido
haberme convertido en lo que soy sin tu cuidado. Pero
también ha habido oportunidades en las que no me has
cuidado en absoluto. Sé que las cosas nunca salen exac-
tamente como alguien anticipa o espera. Pero he apren-
dido de ti a aceptar muchas cosas que ahora comprendo
que no tendrían por qué haber sido así. Eso ya pasó.
Ahora solo necesito tu cooperación.
Mente: ¿Qué te hace estar tan seguro de que soy yo
quien tiene el control, que tengo todo el poder? Te he
visto atribuirte la autoría de lo que haces en incontables
oportunidades, pero no te escucho muy a menudo decir:
“No fui yo quien hizo eso, fue la mente”.
198
Ocuparnos de los Orígenes

Yo: Comparto parte de la responsabilidad. Ahora que


me doy cuenta de que concernirse y cuidar es la me-
jor manera de ser, entiendo que necesito desarrollar mi
propio cuidar. Pero si te importa, puedes mostrarme
cómo cuidar. ¡Hagámoslo juntos! La razón por la que
sigo diciendo que tienes el control es que, sin mí, la
experiencia proseguiría. Los ojos pueden ver, los oídos
pueden oír. No hace falta que uno mismo haga que eso
suceda. Pero sí se necesita una mente. Al menos, así
lo pienso. El “yo” me parece una historia que cuento,
pero no estoy seguro de que “yo” sea realmente la me-
jor historia disponible. Me he acostumbrado a la idea
de que soy el mismo yo ahora que hace una docena de
años, o cuando era un bebé pequeño, pero ¿acaso real-
mente tiene sentido? Lo único que tengo son algunos
recuerdos.
Mente: Diría que tus palabras han dejado de tener sen-
tido. Si solo eres una historia, ¿para qué quieres nego-
ciar conmigo? Es como tratar de hacer negocios con un
fantasma. “Firme aquí, señor fantasma”.
Yo: Puede que tengas razón en eso, excepto que tampo-
co estoy tan seguro acerca de ti. Eso es lo que me hizo
dudar hace un momento. Me he acostumbrado a pensar
en la mente como la que organiza todo y pone todo en
movimiento, pero ¿y si eso también es una historia? Si
me va a descartar como una simple historia, estoy listo
para decir lo mismo de ti.
199
Sexta Parte

Mente: Entonces soy una historia y tú eres una historia.


Supongamos que eso es cierto. Sin embargo, uno de
nosotros está contando otra historia, una historia sobre
quién es responsable de tu situación. ¿Por qué contar
esa historia? ¿Decidiste tú levantarte de la cama esta
mañana? ¿Eres tú quien elige lo que quieres leer o lo
que quieres desayunar? ¿Escogiste tener esta conversa-
ción? ¿Por qué me culpas de todo eso?
Yo: Esa es la historia, de acuerdo. Hago esto y no hago
eso, me gusta esto y no me gusta esto otro. Es mi ma-
nera de darle sentido al mundo. Pero no es como si esa
historia hubiera aparecido ahora mismo. Cuando cuento
esa historia, estoy reproduciendo el guión del yo. Doy
sentido al mundo porque estoy siguiendo tus reglas de
interpretación. Tu historia y tus reglas. Así es como
le doy sentido al mundo, porque así es como has pro-
clamado que son las cosas. Este momento presente no
aparece simplemente por arte de magia. Crece a partir
del pasado. Y parece que has moldeado ese pasado para
que se adapte a tus propósitos, no a los míos.
Mente: Diría que sigues convirtiendo tus deficiencias y
debilidades en una historia sobre mi poder total. En-
tonces dime: ¿de dónde proviene esa historia?
Yo: No estoy basando esto solo en mi propia experien-
cia. Puedo ver lo que está pasando en el mundo y puedo
estudiar historia. Ahí están las pruebas. No hay nadie
en la tierra que no haya sufrido. No hay nadie que no
haya tenido su cuota de problemas, no solo por las cir-
200
Ocuparnos de los Orígenes

cunstancias y condiciones, sino por los patrones que


has establecido. Cúlpame de mis propios problemas si
quieres, pero no soy solo yo. Todos sufrimos de la mis-
ma situación.
Mente: Eso es porque todos viven por sí mismos. Todo
el mundo está tratando de promover sus propios inte-
reses egoístas. Todos ponen al yo en el centro. No es
asunto mío.
Yo: Pero sí lo es. No conocemos otra forma. Lo has
configurado así: tú y tu régimen. Nosotros solo nos
adaptamos. No puedes decir que esa sea nuestra elec-
ción, porque nunca aprendimos que podríamos hacerlo
de otra forma. Y eso es cosa tuya. Cuando se trata de
eso, realmente no te preocupas por mí ni por nadie.
Mente: Dime: ¿qué crees que obtengo de todo esto? Si
sufres, yo sufro contigo. Si te sientes limitado o atrapa-
do, ¿no crees que experimento los mismos sentimien-
tos? ¿Por qué querría promover tu sufrimiento? ¿De
qué me sirve a mí?
Yo: Sé que cuando cumplo con las reglas que dictas,
cuando vivo en el régimen que has establecido, he de
sufrir. Yo soy el que tiene altibajos emocionales. Yo soy
el que queda atrapado en preocupaciones neuróticas,
obsesivas, juzgándome a mí mismo y juzgando a los de-
más, nunca satisfecho. ¡Pero no estoy tan seguro de que
compartas ese tipo de experiencias! Si el rey impone
un fuerte impuesto a sus campesinos, ellos son los que
201
Sexta Parte

tienen que hacer todo el trabajo agotador para traer la


cosecha y pagar al recaudador de impuestos. ¿Sufre el
rey igual que ellos? ¿Se despierta por la mañana con
dolor de espalda y en las extremidades? No lo creo.
Mente: Pero no has respondido la pregunta. ¿Qué bene-
ficio obtengo cuando sufres?
Yo: Puede que no te importe si sufro o no. Eso es lo que
he estado diciendo: no has demostrado que realmen-
te te preocupes por mí. Entonces, en ese nivel, puede
que seas neutral, lo que no considero algo bueno. Pero
para responder a tu pregunta, esto es lo que obtienes:
sigues a cargo. Tú eres quien maneja las cosas, las ex-
pone, propone y dispone. Puedo sentir la motivación
que hay detrás de eso: es agradable estar a cargo. Pero
mi conjetura es que para ti no es solo agradable; Es una
especie de necesidad absoluta. Si no eres el gobernante,
es como si ni siquiera existieras. No estoy diciendo que
quieras verme sufrir; no te importa si sufro. Pero sí te
importa que yo permanezca y cumpla tus reglas. Eso
es lo que quiero que cambie. Anhelo que te preocupes
por mí, no solo por ti. Y tengo la sensación de que, si te
importa, juntos podríamos hacer cosas notables.
Mente: Entonces, ¿qué es lo que quieres que haga?
Yo: Quiero que te involucres plenamente. Quiero que
participes en mi experiencia. Puede significar abrir
nuevos canales de comunicación. Puede ser que tengas
que conectarte más con el corazón. Tal vez así podamos
202
Ocuparnos de los Orígenes

encontrar una mejor manera de cooperar. Hasta ahora,


he tenido la sensación de que algo andaba mal, de que
alguien le estaba jugando una mala pasada a otro, pero
no podía verlo con claridad. Ahora he estudiado cómo
operas y he observado mis propias reacciones y las de
todos los que me rodean, y veo que fui ingenuo. He sido
engañado, pero no volverá a suceder.
El pasado ya fue, la historia es historia. Pero el futuro
está abierto. Así que exijo que actúes de manera dife-
rente. Insisto en tu cuidado, por mí y por todos los que
hemos vivido tanto tiempo bajo tu régimen. No estoy
dispuesto a aceptar las restricciones que has estableci-
do. No estoy dispuesto a conformarme con las formas
limitadas de conocimiento que tú permites. Yo soy el
conocedor y el conocedor necesita saber. ¿No puedes
cuidarnos? ¿No puedes permitir que surja un nuevo co-
nocimiento? ¿No nos puedes apoyar, para que supere-
mos nuestras limitaciones?
Mente: Supongamos que es verdad. Supongamos que
has estado viviendo dentro de una zona restringida,
aceptando las limitaciones que he establecido. No me
digas que no te has beneficiado en parte de ello. Te puse
en el centro; te puse a cargo. Tú decides y tú nombras.
Tú estableces el tono. Eso vale mucho, ¿no te parece?
Si yo soy quien configura las cosas, diría que tú has
sido mi cómplice. Si yo soy el rey, tú eres el ministro.
Yo: No te hagas el listo. El “yo” es tu ministro, yo, mí
y mío. Es cierto que te seguí el juego, pero es porque
203
Sexta Parte

tú escribiste el guión. Pero ahora se acabó. No seguiré


jugando ese juego.
Mente: ¿Y qué querrías ver en su lugar?
Yo: Quiero ver nuevos canales de comunicación que se
abran, canales que transmitan paz, calma y armonía.
Quiero librarme del control. Para eso, necesito tu ayu-
da, necesito tu cuidado. Has instituido un régimen en
el que soy como un esclavo, como alguien que no está
a cargo de su propio destino. No importa si actúo en
nombre de la verdad o de la realidad o de la mente y lo
que sabe. Sin embargo, tú lo encasillas y, acabo en una
dimensión de no elección. Eso es lo que debe cambiar.
Sabes a lo que me refiero: el dolor, las preocupaciones,
la soledad. Ya es suficiente. Pero necesito tu ayuda.
Mente: Vuelvo a preguntar, ¿qué esperas de mí?
Yo: Podrías comenzar admitiendo tu responsabilidad.
Aquí estamos todos, en este hermoso mundo que mues-
tra constantemente sus riquezas, una abundancia de
bendiciones. Sin embargo, en su interior, todo está apa-
gado, cerrado, tenso. La belleza y la alegría que siento
de vez en cuando desaparecen casi de inmediato, y me
encuentro vagando a la deriva, con los ojos y el cuerpo
tenso.
Mente: Y tú dices que es mi culpa.
Yo: Sí, te hago responsable. Pero estoy seguro de que
puedes ayudar a cambiarlo todo. Lo único que quiero
204
Ocuparnos de los Orígenes

de ti es que te importe. Estoy seguro de que puedo salir


de esta dictadura. ¿Me ayudarás?
Mente: Me sigue pareciendo más tu problema que el
mío. Sigues hablando de tus sentimientos. ¿Qué se su-
pone que debo hacer respecto de cómo te sientes?
Yo: Porque estoy seguro de que lo que siento tiene que
ver con abrirse a un mayor estado de conocimiento y
ese es tu dominio especial. Con tu cooperación, podría
abrir el poder magnético de mostrar y revelar, de com-
partir y exhibir. Esos son los operadores.
¿Podríamos encontrarnos en ese lugar de conoci-
miento? ¿Podríamos explorar los mecanismos juntos?
Tengo muchas preguntas y sé que puedes ayudarme a
analizarlas. ¿Cómo se asigna la apariencia? ¿Cómo po-
demos compartir? ¿Qué está haciendo el señalamiento?
Si me has estado engañando, ¿estás dispuesto a revelar
tus trucos? Yo compartiré si lo deseas; te mostraré si
quieres. ¿No quieres ir más allá de este juego sin fin,
esta constante desorientación?
Mente: Sí, veo algunas posibilidades.
Yo: ¡Bien! Sé que sabes de lo que estoy hablando. He
estado observando de cerca, y ahora veo, para que tú
también puedas ver. He sido ignorante e inocente. No
he sabido cuidarme; he vivido en la oscuridad, perdién-
dome la brillante luz del cuidado. Pero ahora puedes
ayudar. Podemos avanzar juntos. Porque ahora sé lo
205
Sexta Parte

siguiente: tú también necesitas cuidado. Tú tienes tu


propio papel, el papel de dictador. Pero eso no es su-
ficiente. Hay más cosas que puedes aprender. Si tú me
cuidas, yo puedo cuidarte.

El que se concierne
Por sobre la mente, más allá de la mente; por sobre los
sentidos, más allá de los sentidos; antes de que la reali-
dad se convierta en formas sólidas: está aquello que se
concierne y cuida.
¿Qué es? Nunca hemos sido presentados. Parece que es
un secreto íntimamente guardado. La mente misma no
parece saber.
Tal vez sea una parte superior de la mente, pero si es
así, la parte inferior de la mente, la que regula el régi-
men, parece no tener acceso ni tal capacidad.
¿Cómo podríamos describir esta mente bondadosa, in-
cluso de manera condicional? Como un aura de luz, un
lugar abierto, como la salida del sol al amanecer... o la
luz antes del amanecer. Neutral, libre de toda pertenen-
cia. Independiente y singularmente poderosa. Sujeta a
ningún dictado, libre de toda sugerencia. Una autori-
dad superior.
El régimen de la mente es como los tribunales infe-
riores en el sistema de justicia, que aplican de mane-
ra diligente las leyes, pero curiosamente nunca se sabe
206
Ocuparnos de los Orígenes

realmente de dónde proviene su autoridad para emitir


juicios. Es el territorio de lo presupuesto, donde libe-
rarse a sí mismo es un sueño imposible.

El concernirse-cuidar responde a una autoridad su-


perior. En el cuidado, no hay pertenencia al orden
establecido.

“Por encima de la mente”. “Por encima de” significa


más allá de la mente del régimen: más allá de la subje-
tividad y los contenidos de la experiencia, más allá de
la identificación y las afirmaciones del ego, más allá de
la emocionalidad. Significa otro ámbito, no apegado a
la realidad sensorial que la mente proclama.

No debemos confundirnos con el significado ordina-


rio de las palabras que usamos. “Arriba” es como vo-
lar, pero no de la forma en que vuela un avión o una
nave espacial. “Más allá” significa más allá del instante
inmediato, pero no dejando algo atrás. La “autoridad
superior” no sugiere una dictadura que deba ser derro-
cada o reclamos de propiedad que deben ser resistidos.

“Por encima y más allá” no ocurre una sola vez, como


un cohete que se libera de la gravedad de la tierra para
entrar en la inmensidad del espacio. Está “sucediendo”
todo el tiempo, tanto antes como después. Son círcu-
los de tiempo, comienzos del tiempo, finales del tiempo.
Eso es lo que significa cuidar.
207
Sexta Parte

Hasta que no conozcamos el cuidar desde dentro, todo


esto es misterioso, pero no tiene por qué ser así. Una
vez que tenemos la experiencia del concernirse-cuidar,
preservar el contacto no es difícil y se vuelve natural
encarnar cuidado. En ese momento, el amor, la com-
pasión, el respeto mutuo y la importancia encuentran
expresión. Ya no necesitamos esperar y soñar, imagi-
nar lugares y tiempos lejanos. Cuando confirmamos
nuestra atención solícita, nos encontramos en un lugar
mejor, un lugar más alto, un lugar donde somos libres.
Ese lugar no está en otra parte. A través del cuidar, el
sujeto y el objeto se transforman, y el mundo ordinario
e inmovilizado se convierte en el ámbito abierto de ello.
Concernirse-cuidar es abandonar todo escepticismo e
incertidumbre. Una vez que se reconoce el ámbito del
cuidar, una vez que uno se encuentra dentro de él, ob-
tiene una confianza total e irrefrenable. Ya no hay ne-
cesidad de esfuerzo. No hay labor que realizar, no hay
necesidad de distinciones entre lo correcto y lo inco-
rrecto, lo próximo y lo lejano.
¿Te gustaría estar más consciente? Ya no es necesa-
rio. ¿Desearías poder cultivar la compasión? No hay
necesidad. ¿Te preguntas cómo llegarás de aquí para
allá, dejar alguna vez tus viejos patrones y adoptar una
nueva forma de ser? Nada de eso se sostiene, no de la
manera habitual. Todas las preposiciones, el “desde” y
“hasta”, el “dentro” y “fuera”, el “antes” y “después” y el
208
Ocuparnos de los Orígenes

“de” son descartadas. Las verdades de la direccionali-


dad ya no se aplican y no hay polaridad.
Cuando vivimos nuestras vidas ordinarias, avanzamos
a la deriva. Nuestras rutinas y preocupaciones son pro-
saicas. Nos conformamos con un presupuesto limitado
y nos preocupamos por llenar nuestros estómagos con
alimentos que realmente nos gustan. Hacemos ejercicio
y nos preocupamos por nuestra salud. Rascamos nues-
tras picazones y perseguimos nuestros deseos. Grita-
mos y nos reímos y lloramos. Fantaseamos, imagina-
mos y lamentamos, y planificamos el futuro. Desde el
concernirse-cuidar, todo parece muy temporal, como
una carpa erigida en un acantilado ventoso. Concerni-
dos cuidando, nos encontramos en un lugar abierto. En
el concernir-cuidar, actuar desde una visión de cuidado,
no existe lugar donde viajar ni lugar donde debamos ir.
¿Cómo podemos llegar a este lugar donde “llegar allí”
ya no importa? Es una pregunta extraña, ya que tan
pronto como la formulo desaparece toda posibilidad de
respuesta real. El lenguaje, los conceptos y las percep-
ciones toman el control, asegurándose de que no haya
forma de llegar al cuidado. ¿Cómo podría haberla?
Hago mis juicios habituales y descargo mi experiencia
habitual. Hago mi mejor esfuerzo para descubrir esto
y aquello. Los resultados son la base de lo que hago a
continuación, pero al mismo tiempo solo confirmo que
estoy operando nuevamente dentro de las estructuras
del régimen.
209
Sexta Parte

Con gran diligencia, trato de arreglar las cosas, para


hacer mejoras. Pero mis esfuerzos nunca llevarán a la
atención solícita si no miro “detrás” del funcionamiento
del régimen. ¿De dónde vino esta situación? ¿Cómo se
desarrolló? ¿Cómo se produce el instante?
Todo es un espectáculo mágico, damos por sentado
esta realidad. Un instante surge muy parecido al an-
terior. ¿Cómo es posible que surja? No podemos decir;
no estamos conscientes. Peor aún, ni siquiera pregun-
tamos. La magia todavía está allí, pero la usamos en
nuestras propias formas restringidas y empobrecidas.
Confirmamos lo establecido y lo juzgamos como bueno
o malo. Asignamos etiquetas y pronunciamos la verdad
de lo que hemos identificado. Elegimos lo bueno sobre
lo malo y lo correcto sobre lo incorrecto y pensamos
que estamos llegando a alguna parte. Sin embargo, al
final, nuestro progreso resulta ilusorio.

Jugar con descuido


Según lo juzguemos apropiado, nuestras vidas constan
de tantas actividades, tantos intereses y preocupacio-
nes, tantos asuntos que deben resolverse. Vamos en
busca de riqueza, poder y belleza. Buscamos las filo-
sofías más refinadas, las obras de arte más atractivas
y la música más conmovedora. Trabajamos a través
de las complejidades de nuestras vidas como jugado-
res expertos absortos en una partida de ajedrez. Se han
establecido roles y reglas, y prevalecen varios órdenes
210
Ocuparnos de los Orígenes

determinados: lógico, matemático, científico, filosófico,


etc. Sin embargo, todas estas órdenes parecen condi-
cionales. Las condiciones tienen que ver con la mente.
Las estructuras inherentes de nuestras vidas establecen
lo que puede ser así. Resolviendo las implicaciones, en-
contramos ciertas formas de responder y recibir. Culti-
vamos ciertas habilidades. Jugamos ciertos juegos. No
hay nada nuevo aquí: lo que obtenemos es simplemente
el producto de lo que hemos ingresado. Sin embargo, lo
llamamos conocimiento o incluso sabiduría.
A medida que se desarrollan los juegos, proclamamos
nuestras pequeñas victorias. Celebramos resultados
positivos, creamos tiempos para el descanso y la rela-
jación, recibimos y otorgamos elogios. Aún así, cuan-
do el juego termina, nos encontramos de nuevo en el
mismo lugar en el que estábamos cuando empezamos.
E incluso mientras jugamos, parece ser que las circuns-
tancias controlan más que la habilidad con la que juga-
mos. ¿Cuántas de las cosas que celebramos realmente
pueden considerarse como un logro real?
Si miramos de cerca o vemos más claramente, innu-
merables patrones dan forma a nuestras circunstancias.
Existen los patrones amplios del samsara, los patrones
de la mente, los patrones que moldean el lenguaje, los
sentimientos y la imaginación. Las reglas que guían
nuestra conducta manifiestan ritmos y transiciones,
asegurando que cada punto se conectará con los demás,
expresando varias formas de energía, varias relaciones
211
Sexta Parte

con el tiempo y la mente. ¿Qué beneficio podemos en-


contrar de todo esto?
Vivir de esta manera nos brinda una forma de vida muy
variada. Están los cambios en nuestras propias vidas,
pero también los cambios que se desarrollan a lo largo
del curso de la historia. Una civilización surge, florece
y cae, y otra toma su lugar. Surgen diferentes filosofías
y se escriben grandes tratados para registrar formas
de comprensión que pronto serán olvidadas. Artistas,
músicos y estadistas presentan sus propias creacio-
nes, manifestando lo que sea que los haya estimulado
a producir.
Respondiendo a todo esto, conocemos y evaluamos e
intentamos repetir lo que consideramos valioso. Es
como consultar libros de cocina que nos muestran
cómo preparar nuestra gastronomía favorita: francesa,
italiana, china, india, cada una con su propio sabor, ca-
rácter y contenido. Quizás esas posibilidades fueron es-
tablecidas por maestros expertos, pero ahora nuestras
respuestas están en un nivel más simple, registrando lo
que nos gusta o no nos gusta.
Como niños ingenuos, basamos nuestras elecciones y
reacciones en las dimensiones más superficiales de lo
que se nos presenta. Recibimos la comunicación, ex-
presamos nuestro gusto y nos alineamos con lo que
comúnmente se acepta como bueno o valioso. Como
un joven adolescente que juega el último videojuego,
212
Ocuparnos de los Orígenes

estamos atrapados, y nuestra emoción se convierte en


nuestra propia recompensa.
Hay algo sorprendente en todo esto. Alguien ha ins-
talado todas estas estructuras, ¿acaso fue la mente?
Cualquiera que sea el responsable, es inteligente, lo
suficientemente inteligente como para atraparnos por
completo. Damos nuestro tiempo y energía a lo que nos
atrae; sin embargo, ¿cuánto disfrutamos realmente de
las maneras en que pasamos el tiempo? ¿Alguna vez
hemos decidido realmente por nosotros mismos que
esta es la forma en que queremos vivir?
Puede parecer que estamos hablando aquí solo de los
desvíos de actores inmaduros o poco sofisticados, pero
no es el caso. Basta con cambiar algunos elementos y es-
tas descripciones podrían aplicarse a cualquier persona
en cualquier momento, realizando cualquier actividad.
Los mandamases de la industria responden de la misma
manera; los maestros —los responsables de educar a la
próxima generación— tampoco son inmunes.
Sin embargo, sabemos que lo que realmente necesita-
mos es cuidado, así que echemos un vistazo desde esa
perspectiva. Hemos estado viviendo nuestras vidas sin
cuidado; Hemos sido despreocupados. Hemos decidido
no mirar debajo de la superficie. Hemos aceptado que lo
que importa es la búsqueda de ganancias o fama y nos
conformamos con jugar ese juego. Como consumidor o
fabricante, mi objetivo es ganar, si juzgo ganar en tér-
minos financieros, sociales o personales. Y así sucesiva-
213
Sexta Parte

mente. Pero si busco un poco más profundo, es posible


que me pregunte qué significa todo esto.
He vivido gran parte de mi vida de esta manera, tal vez
treinta o cuarenta años o más. ¿Realmente he disfruta-
do la presión constante, la competencia, las preocupa-
ciones? ¿Realmente me he beneficiado?
Quizás ese no sea el punto. Tal vez no haya nada más
en mi vida que desempeñar el papel que me han asigna-
do. Este es mi compromiso y mi obligación: esto es lo
que significa tener un ego y una imagen. Soy leal a mi
propia personalidad, ¿cómo podría no serlo? Me ocu-
po de encontrar razones consistentes para justificar lo
que hago y la vida que vivo. Con esa dedicación, cultivo
cierta disciplina.
Partiendo de esta base, cualquier cosa que haga cobra
sentido al encajar con mi identidad predeterminada.
Cumplo con mis deberes y cumplo con mis responsa-
bilidades. A cambio, descubro que me devuelve un ré-
gimen constante de deseo, preocupaciones egoístas,
ansiedad y una lucha constante por la realización y la
satisfacción. No importa cuán virtuosamente me com-
porte, ¿cuánto beneficio realmente obtendré?
Aquí estoy, jugando los mismos roles, atrapado en los
mismos patrones, manifestando la misma energía. Mis
formas de responder están fijas en el lugar: “debería” y
“debe” y “debe ser”. Mi educación apunta en las mis-
mas direcciones. La realidad que vivo se confirma a sí
214
Ocuparnos de los Orígenes

misma, la verdad que acepto y las virtudes que persigo


están todas congeladas. No puedo encontrar una nueva
forma de viajar: no hay escaleras que pueda subir, co-
hetes que pueda lanzar. De todos modos, no hay nuevos
mundos por descubrir. El sujeto interactúa con el obje-
to y el entorno se revela de manera predecible. Todas
las causalidades complejas cooperan.
¿Eso es todo? ¿Ese es el balance final?

La inmediatez del concernirse y cuidar


Lo que necesitamos ahora es cuidado. Es bueno actuar
de acuerdo con nuestros valores, pero solo si nos im-
porta, nuestras acciones serán significativas.
El cuidado es el lugar al que queremos llegar: el lu-
gar correcto, sin pensamientos conceptuales, sin pala-
bras o etiquetas. En el espacio abierto del cuidado, no
hay nombres, identificación o posición. No expongo mi
punto de vista, mi posición, mi conocimiento, mi re-
conocimiento o logro, o mi posesión de la verdad del
logro. Puede que no sirvan. Es cuando nos entregamos
sin tales apoyos que encarnamos completamente. No
necesitamos estas triviales pequeñas ayudas. No, suél-
talas. Deja que el viento disipe las nubes.
Vivimos en un mundo cambiante. Todos sabemos que
vamos envejeciendo, y nos encontramos con la transito-
riedad en todos los ámbitos. No somos indestructibles;
de hecho, somos vulnerables y transitorios. Estamos
215
Sexta Parte

basados en circunstancias: la bioquímica de nuestro


cuerpo, la realidad orgánica del corazón, el ADN que
modela nuestro ser. Y estas formas también son tran-
sitorias, se mueven hacia atrás y hacia adelante. Si ob-
servamos la historia, vemos cómo A se transforma en
B y B se transforma en C, hasta que al final hay Z,
excepto que tampoco es un final. El tiempo transcurre
en sus nanosegundos, y las ondas ondean. Sabemos esto
y también lo creemos, porque vemos los cambios que
están ocurriendo.
Entonces, ¿qué hacer? Necesitamos una nueva forma.
Debe ser inalterable, pero también debe estar dispo-
nible aquí y ahora. No hay consuelo en las historias de
vivir en un futuro lejano en un cielo eterno, tomando el
sol, en vacaciones permanentes. No nos interesa lo que
sucederá “algún día”.
No, el asunto es aquí y ahora. No hay necesidad de pre-
pararse para el futuro; preparémonos mejor en este
instante. Los proyectos distantes y las esperanzas fu-
turas pueden inspirarnos, pero este no es el lugar ni el
momento para esperar pacientemente la llegada de lo
que no cambia o decae. “Algún día” no sirve de nada.
Podemos borrarlo del calendario ahora mismo. No es el
subtítulo que requiere esta imagen.
El ahora del cuidar no es el ahora del tic tac del reloj,
ni tampoco el ahora que podemos señalar o desde el
cual podemos indicar. Cuando nos importa, el ahora
está completamente abierto; está unificado. No tiene ir
216
Ocuparnos de los Orígenes

y venir, no hay direcciones de ida y vuelta. El lenguaje


puede hablar de un ámbito de perfección, pero no nos
sirve si se trata de “otro lugar”, un lugar al que hay que
ir. “Allí” y “aquí” no son roles que podamos desempe-
ñar ni destinos que podamos buscar.
Al final, incluso nuestro sentido de una travesía es solo
una idea temporal; no tenemos que preocuparnos por
los destinos. Los tesoros están a nuestro alcance en to-
das partes, siempre y cuando contemos con el recurso
de la atención solícita.
Hasta ahora, no he sido tratado bien, ni por mí mismo
ni por las circunstancias y condiciones que he elegido
aceptar como reales. Al ver esta verdad tal como se
aplica a mí y a mi vida, veo que todos nos encontramos
en situaciones similares. Hay patrones que todos co-
nocemos bien, patrones que nadie ha podido penetrar
o alterar. Científicos, filósofos, artistas intérpretes, hu-
manistas: aquí ninguno de ellos tiene algo valioso que
ofrecernos. Ninguno de ellos ha entendido la cuestión,
no la ha entendido en absoluto.
Es hora de hacerlo de manera diferente. Es hora, por
fin, de concernirse y cuidar.
El tesoro del cuidado: una visión.
Una vez, una imagen acudió a mi mente: se podría de-
cir que la imaginé. Al principio, había un punto muy
pequeño, casi infinitesimal. El punto se expandió. Se
217
Sexta Parte

abrió en una pirámide, con el punto del vértice superior


y los bordes de la pirámide expandiéndose hacia afuera
y hacia abajo en cuatro direcciones. Las cuatro extre-
midades formaron la pirámide; según nuestra forma
habitual de pensar, diríamos que sentaron los cimientos
de la pirámide. Sin embargo, desde mi perspectiva, fue
el punto de la cúspide el que sentó los cimientos.
Me pareció que esta imagen del punto y la pirámide
simbolizaba al ser humano, con todas sus facultades y
capacidades sensoriales remontándose hasta ese peque-
ño punto. Pero lo vi aún con más especificidad. En la
fantasía que concebí, la imagen de la pirámide se vin-
culaba a una civilización muy antigua, activa mucho
antes de que nuestros registros históricos la consigna-
ran. Me imaginé que esas personas, en ese tiempo tan
lejano, practicaban la verdad desde un punto único, del
que todo se origina.
Llámeselo religión, filosofía o simplemente una forma
transformadora de conocer y de ser: esta comprensión
profunda permeaba su forma de vida transformándola
en algo completamente dinámico y vivo. La pirámide
representaba lo permanente y eterno, y orientaba su
conducta y visión. Todo lo que sentían y hacían se re-
lacionaba con la pirámide y con su punto de origen y
de sostén.
En la tradición budista en la que crecí, hablamos del
vajra, generalmente entendido como un diamante in-
destructible o un rayo todopoderoso. El vajra, como el
218
Ocuparnos de los Orígenes

punto en mi fantasía, puede entenderse como un punto


único, brillante, que irradia perfección en todas direc-
ciones, como un diamante en su indestructibilidad.
La visión del vajra está más allá de nuestra capacidad
habitual de ver, y las formas que representan el vajra
son meramente simbólicas. Sin embargo, el fulgor ra-
diante del diamante nos permite imaginar lo que el va-
jra está destinado a expresar. Es impenetrable, no por
su insuperable dureza, sino porque en el reino del vajra
no hay nada ni nadie. Al carecer de la dualidad sujeto y
objeto, el vajra es sagrado.
Puede que estas imágenes nos parezcan esotéricas e in-
accesibles, pero la verdad de la que nos hablan es un
tesoro que encarnamos, aquí y ahora. Nuestra respon-
sabilidad es dar a conocer este tesoro, traerlo a nuestra
experiencia y dejar que se despliegue gradualmente.
Ese es el mensaje que deseo transmitir cuando hablo de
concernirse-cuidar.
El desarrollo que posibilita el cuidar no es accesible en
forma directa. No es un objetivo a alcanzar, o una joya
reluciente a poseer. Nuestro enfoque debe ser más sua-
ve y diestro.
Si intentamos nombrarlo valiéndonos del lenguaje y
los conceptos, ya hemos errado el camino. Si hacemos
señas o apuntamos u ofrecemos analogías sutiles, cae-
remos en la confusión y la incomprensión. No estamos
tratando de brindar nuevos significados, aunque eso es
219
Sexta Parte

lo que el régimen mental y sus fieles habitantes exi-


gen. No estamos ofreciendo una nueva dirección o una
nueva inversión atractiva. Si adoptamos estos caminos,
solo caeremos en los malentendidos y el uso indebido.
Desde una perspectiva, estamos ya tan encaminados
por la senda que conduce al régimen que no podemos
esperar o imaginar la posibilidad de un cambio. Po-
dríamos comparar esta situación con la forma en que
nuestra economía se basa en el dólar como medida de
valor. Las personas trabajan toda la vida para gene-
rar suficientes dólares para vivir, o para acumular una
cantidad de dólares para dejarles a sus hijos o invertir
de otra forma. Es casi una locura, porque todos nos
dirán que el dólar es solo una idea: imágenes sobre pa-
pel, promesas de papel: un concepto que funciona solo
porque todos aceptan que funcione.
Sin embargo, funciona, y ha sido así durante siglos.
Funciona, aunque sabemos que hubo un tiempo en que
el dólar no existía, y hay lugares, incluso hoy en día,
donde las personas viven fuera de la red de las inte-
racciones financieras. Nada de eso hace ninguna dife-
rencia. Lo inventamos, pero ahora gobierna nuestras
vidas. Lo inventamos, pero ahora nos hemos transfor-
mado en sus servidores. En ese escenario, puede que el
cuidado no tenga un papel importante que desempeñar.
Ahora, sin embargo, podemos hacerlo de manera dife-
rente. Hay otras dimensiones del ser, secretas y sagra-
220
Ocuparnos de los Orígenes

das, que no tienen nada en común con nuestros precep-


tos establecidos.
El mundo externo observa dichas posibilidades y ve so-
ñadores y creyentes ingenuos; ve buscadores de tesoros
que al final quedarán decepcionados. Mira cuidadosa-
mente; mira desde dentro. Mira con atención y cuida-
do, y verás que los tesoros abundan.

La alegría de cuidar
Los tesoros que brinda el cuidado operan de otra ma-
nera. Podemos disfrutarlos sea que los poseamos o no.
Es como la alegría profunda: no depende de las cir-
cunstancias externas o de los buenos resultados. No re-
quiere de personas o posesiones, de riquezas, posiciones
o logros.
Hay grandes ejemplos en la tradición tibetana, maes-
tros como Milarepa o Longchenpa, o yoguis que prac-
ticaron con gran rigor en tiempos más recientes. No
tenían nada, pero al parecer eran profundamente feli-
ces. Podríamos reflexionar que tal vez su felicidad se
debía a que encontraron una forma de concernirse-cui-
dar que no depende de “ser feliz”.
Finalmente, podemos considerar el ejemplo del propio
Buda. Como príncipe, poseía todo lo que el mundo de
su tiempo podía ofrecer, sin embargo, lo dejó todo. Po-
dríamos preguntarnos, ¿cuál fue su motivación? ¿Cuál
221
Sexta Parte

fue la comprensión que le dio tal certeza del camino a


seguir?
No es necesario conocer la respuesta definitiva a estas
preguntas. Basta con saber que cuando sabemos cómo
concernirnos, el camino está abierto. Cuando estamos
concernidos, podemos compartir lo que tenemos y
apreciar lo que nos ofrece la vida. Podemos deleitar-
nos con cada nueva impresión, cada nueva apariencia.
Toda forma de existencia puede manifestarse como una
ofrenda de belleza perfecta.
En nuestra forma habitual de hablar y pensar, decimos
que quienes carecen de pertenencias materiales, o que
quienes padecen viven en gran angustia. Esto es ver-
dadero para los que aceptan el mismo sistema, los mis-
mos patrones. Sin embargo, no es difícil reconocer que
hay otro camino. En cada momento, tenemos acceso
a la mente y los sentidos. Podemos sentir y podemos
imaginar, podemos razonar y podemos especular. Se-
guramente estas son riquezas dignas de explorar, sin
importar las circunstancias y condiciones en que nos
encontremos.
Todos conocemos los patrones que nos limitan y la
emotividad que se insinúa en todos nuestros momentos
de vigilia. Conocemos los problemas que trae consigo.
Incluso aquí, sin embargo, hay tesoros a nuestro alcan-
ce si sabemos cómo mirar hacia adentro. Una vez que
abrimos la puerta del cuidado, podemos examinar cada
situación tranquila y serenamente. Podemos conectar-
222
Ocuparnos de los Orígenes

nos plenamente con cada punto y cada instante, y reco-


nocer que cada punto es único.
El cuidado es la respuesta a nuestras dificultades, no
porque les ponga fin, sino porque nos señala el camino
del amor y el respeto y nos enseña cómo hacer un viaje
significativo a través de esta vida. El cuidado se expan-
de en todas direcciones. Podemos cuidar de nosotros
mismos, podemos cuidar de los demás y del mundo en
el que nos encontramos.
Ahora ya sabemos lo suficiente acerca de ser descuida-
dos. Es hora de emprender otro camino.
En estos tiempos, el mundo se está volviendo más aris-
co y crudo, más intenso y difícil. Esta es una razón
adicional para concernirnos, ya que el cuidado puede li-
brarnos del sufrimiento. El cuidado es para ricos y po-
bres, para los que están arriba y los que están abajo. El
sufrimiento es universal, por lo que el cuidado también
debe ser universal. Cuando una persona pobre pierde
diez dólares, hay sufrimiento; cuando una persona rica
pierde un millón de dólares, también hay sufrimiento.
Estas diferencias importan en un nivel, pero cuando es-
tamos concernidos, las diferencias no significan nada.
Los ricos poseen más, pero también tienen más posibi-
lidades de perder lo que tienen. Los famosos disfrutan
de ciertos beneficios, pero su felicidad también depende
de las opiniones inconstantes de los demás. En todas
partes se acumulan las obligaciones y deberes, uno so-
bre otro.
223
Sexta Parte

Como no hay escapatoria, no hay lugar donde el con-


cernirse-cuidar carezca de importancia.
Cuando estamos concernidos, ¿podemos resolver los
problemas de los demás? No podemos saberlo, porque
los problemas no siempre tienen solución. Podemos es-
tar concernidos con la mejor de las intenciones y aun
así ser incapaces de aliviar los pesares que agobian a
otras personas. A nivel convencional, incluso el Buda
fue incapaz de erradicar el samsara.
Pero no hay que desesperar. Al final, somos simplemen-
te los mensajeros del cuidado, y podemos seguir sus pa-
sos hacia donde nos conduzca.
Incluso cuando estamos concernidos, puede que no es-
temos abiertos a las formas en que el cuidado se mani-
fiesta en el cosmos, a las bendiciones que ofrece. Los
grandes maestros nos ofrecen su cuidado incansable-
mente, pero puede que no seamos capaces de recibirlo.
Su compasión no tiene límites, pero a menos que apren-
damos a descubrirla en nuestra propia experiencia, no
podremos entregarnos al cuidado cuando surja.
Cuanto más comprendemos el cuidado, más reconoce-
mos que su presencia se da dónde están presentes dolor
y confusión, ignorancia y sufrimiento, y las muchas ca-
ras del ego. Está ahí en respuesta a las raíces de nuestra
ignorancia; está ahí como el potencial que abre todas
estas ilusiones. Cuando seamos capaces de abrirnos al
concernirnos-cuidar, caerán bendiciones. Si tenemos
224
Ocuparnos de los Orígenes

preguntas, las respuestas acudirán. Si tenemos una


aflicción que nosotros mismos no reconocemos, vendrá
la sanación. Cuando nosotros mismos somos el cuidar,
podremos recibir tales bendiciones.
Al momento de concernirnos-cuidar recibimos las ben-
diciones que ya irradian a través del tiempo y el espa-
cio. Encontramos en nuestras vidas un nuevo sentido
de unidad, y encarnamos la paz que viene con el cuida-
do. Somos completamente libres.
Esto es el resultado del cuidar. Podríamos decir que es
el final de la historia. En esta historia imperecedera,
no importa lo que poseamos, o nuestro estado físico
o emocional. Con concernirse-cuidar, el cuerpo y la
mente, el corazón y la cabeza alcanzan el equilibrio.
Ya no hay necesidad de la emotividad, que solo conduce
al odio y el conflicto. Se acaban las divisiones entre las
fantasías y los conceptos de la cabeza y el anhelo del
corazón. No hay deseos o agendas en conflicto, no hay
contradicciones y falta de comunicación.
Si deseamos cuidar, la unidad de la cabeza y el corazón
es un buen lugar para comenzar. Cuando nuestro ser
está en armonía, las bendiciones fluyen, y luego el cui-
dado se transforma en parte integral de nuestro ser. No
hay inquietudes sin respuesta, no hay antagonismos. El
cuidado disuelve todos los problemas.
¿Cómo concernirse cuando el cuidado parece distante?
Comenzamos con la idea misma del cuidado. Al prin-
225
Sexta Parte

cipio operamos solo a nivel del lenguaje y los concep-


tos, pero eso es suficiente para comenzar. Gradualmen-
te, nuestros obstáculos se orientan hacia la armonía y
nuestras dificultades se tornan más sutiles, liberándose
poco a poco. Al final de ese viaje, nos graduamos en el
cuidado. Hay un vasto conocimiento a nuestro alcance
en la sencilla verdad de concernirse-cuidar y poco a
poco podemos aprender a acceder a él. El lenguaje del
cuidado es universal. Con este conocimiento, podemos
empezar.

El cuidar y la sabiduría
Cuando aprendemos a concernirnos, el cuidado se ex-
pande. Sustentado por la conciencia, se abre plenamente
en todas las direcciones, en 360 grados. En ese momen-
to, podemos comenzar a formular preguntas que abran
nuevas áreas de investigación. El cuidado se transfor-
ma en el vehículo para el crecimiento de la sabiduría.
Veamos cómo podría ocurrir esto.
Todos estamos familiarizados con los pensamientos,
sentimientos y emociones que conforman nuestro reino
mental. Si observamos de cerca y con paciencia, vemos
que nuestros sentimientos, estados de ánimo, reaccio-
nes y juicios parecen surgir de la nada. En un momento
nos sentimos de una manera y enfocamos nuestra aten-
ción en determinada dirección, y al momento siguiente,
como una burbuja en el agua, brotan nuevos sentimien-
tos e inquietudes.
226
Ocuparnos de los Orígenes

¿Podemos cuestionar estos patrones y secuencias fa-


miliares, expandiendo gradualmente el alcance de
nuestra investigación y aventurándonos en territorios
desconocidos?
Aparece una burbuja. Supongamos que expresa un
sentimiento. ¿Dónde estaba ese sentimiento antes de
aparecer?
¿Vino de un lugar o ubicación específica? ¿Tenía la mis-
ma forma antes de llegar? Cuando desaparece, para ser
reemplazado por otra burbuja, ¿a dónde va? ¿Qué de-
termina cuánto tiempo perdura?
Hay más. ¿Cómo sé que la burbuja (soledad, alegría,
culpa, dolor, excitación, miedo, preocupación) es mía?
¿Qué me hace reclamarla como propia? ¿Qué ocurre si
no la reclamo? ¿Cambiaría algo?
Estas son preguntas fundamentales, pero quizás esta-
mos haciendo suposiciones que también deben ser cues-
tionadas. Cuando preguntamos de dónde vienen las
burbujas, ¿estamos realmente seguros de que las bur-
bujas tienen un “desde”? “Bueno, sí” dice la respues-
ta. “Nada surge sin que provenga “desde” un conjunto
de circunstancias y condiciones”. Esto equivale a decir
que los eventos siempre tienen una causa, y eso parece
razonable. Si niegas la causalidad, pareciera que estu-
vieras negando la opinión de que hay un orden en nues-
tro mundo. Cualquier cosa puede suceder en cualquier
momento, por cualquier motivo o sin motivo. De re-
227
Sexta Parte

pente todo deja de tener sentido. Solo en los sueños las


cosas ocurren sin causa. En la realidad, las cosas son
diferentes.
Para decirlo de otra manera, cada momento parece
confirmar que los eventos tienen un “desde” y que la
causalidad opera. Si abro la puerta, ese acto es parte de
toda una serie de acontecimientos que se desarrollan en
una secuencia. Podríamos comenzar con mi intención
de salir al exterior, que de alguna manera se traduce en
un conjunto de complejas reacciones físicas en el siste-
ma nervioso, todo lo cual eventualmente concluye con
mi mano girando la manija y abriendo la puerta. Cada
evento o secuencia induce el siguiente, y cada uno de-
pende del anterior o los anteriores.
Tal vez sea así, pero mantengamos la mente abierta. El
objetivo aquí es formular preguntas que nos ayuden a
comprender el sufrimiento y la frustración que todos
experimentamos, por lo que no parece haber ninguna
razón para no proseguir con nuestras preguntas. Si nos
importa ese sufrimiento, puede que queramos hacerlo.
Examinemos más de cerca el ejemplo de los sueños.
Supongamos que en un sueño nos desviamos de una
carretera, y el automóvil en el que nos encontramos
comienza a deslizarse hacia el océano que se encuentra
mucho más abajo. Parece muy real, y estamos aterrori-
zados. Entonces nos despertamos, y toda la situación se
desvanece. Todo lo que queda es el recuerdo.
228
Ocuparnos de los Orígenes

Puede que valga la pena rastrear la secuencia de eventos


en el sueño. Estamos conduciendo, girando el volante
en todas direcciones para mantenernos en la carretera
y luego algo sale mal. Tal vez tomamos un giro dema-
siado rápido y perdemos el control. Experimentamos el
resultado en todos sus vívidos detalles.
¿Pero de dónde aparecieron los acontecimientos del
sueño? ¿Cómo surgieron? ¿Cómo estoy en la carre-
tera? ¿Dónde está ubicado el camino? ¿A dónde voy?
¿Cuánto tiempo llevo conduciendo? En algún punto no
hay respuesta a estas preguntas. El hecho (en el sueño)
de que yo esté en la carretera, manejando un automó-
vil, es parte de un conjunto de circunstancias que se
desarrollan en una secuencia causal, pero esa secuencia
completa también es parte del sueño. Si hurgamos con
nuestras preguntas, resulta que no es más real que el
resto del sueño.
Cuando observamos esta situación con mirada solícita,
lo que reconocemos es que hemos quedado atrapados
en la apariencia de la burbuja que apareció y que ahora
nos rodea por todos lados. Las burbujas como esa se
sienten muy reales, y las personas quedan atrapadas en
ellas. Debido a que no ofrecen salida, pueden apoderar-
se de nuestras vidas, al menos hasta que estallen por
cuenta propia. Si no estallan, puede que las personas
terminen torturándose a sí mismas por mucho tiempo,
porque están atrapadas en la verdad de la burbuja. In-
cluso pueden abrigar pensamientos suicidas.
229
Sexta Parte

El cuidado puede ser el diluyente para este tipo de si-


tuación. Si de alguna manera podemos traer cuidado a
la situación, a la burbuja, se disuelve nuestro compro-
miso con lo que ha surgido. No es necesario que ana-
licemos toda la historia causal, toda la explicación y el
conjunto de percepciones que generamos para justificar
lo que estamos sintiendo. Porque estamos concernidos,
nada de eso importa.
Ese ‹no importa› puede ayudarnos a ver que no estamos
atados a la burbuja emocional. Observa la emoción de
esta forma, y se disuelve. No es tanto que la burbuja sea
real o no, sino que al cuidado no le importe la respuesta
a dicha pregunta. Esa es la sabiduría, inseparable del
cuidado, que puede ofrecernos la libertad.

Activar la sabiduría del cuidado


Para aplicar el solvente del cuidado, necesitamos edu-
car y ejercitar nuestro cuidado, para que sea lo sufi-
cientemente fuerte como para hacer frente a cualquier
circunstancia. El cuidado puede comunicar sentimien-
tos positivos y sinceridad. Se expresa en cualidades
amorosas genuinas, en la empatía y la compasión, en
la disposición y la sinceridad. Estas no son expresiones
que podamos generar a voluntad. Los argumentos so-
fisticados o analogías inteligentes no nos servirán de
ayuda. Lo que importa es el cuidado. Cuanto más nos
ocupemos, más obrará el cuidado sus maravillas en for-
ma espontánea.
230
Ocuparnos de los Orígenes

A medida que nos familiarizamos con el cuidado, po-


demos convertirnos en sus modelos, ayudando a otras
personas a activar su propio cuidado. Gradualmente,
podemos aprender a encontrar soluciones a nuestros
problemas apremiantes, porque cada vez que aparecen
burbujas de emotividad y negatividad que nublan nues-
tra comprensión, se disuelven casi de inmediato.
Es muy importante que aprendamos a activar el con-
cernirse-cuidar de esta manera. A pesar de todos los
avances tecnológicos desarrollados por esta sociedad,
de todos los conocimientos que nos ofrecen la ciencia,
la religión y la filosofía, todavía enfrentamos graves
problemas, a nivel personal, social y global, que no sa-
bemos cómo superar. Aquí es donde entra en juego el
cuidar. Cuando nos aferramos a nuestros problemas,
cuando sentimos que nos asedian como monstruos que
amenazan con destruir todo lo que hemos construido,
el cuidado nos ofrece un mensaje de esperanza y sana-
ción. Nos ofrece la posibilidad de penetrar en lo que de
otro modo parece profundamente sólido.
En esta cultura, generalmente dependemos de la racio-
nalidad para solucionar nuestros problemas. No obs-
tante, es insuficiente. Sin el concernirse-cuidar, la con-
ciencia basada en la razón y el análisis se transforma
en un dictador. Dictamina lo que debemos hacer, ofre-
ce soluciones, pero está tratando de resolver nuestros
problemas de burbuja desde dentro de la burbuja. La
racionalidad tiene un carácter agudo y penetrante, in-
231
Sexta Parte

cluso podríamos decir que es como un diamante. Pero


no podemos hacer estallar la burbuja con este tipo de
agudeza: no podemos atravesarla. Las burbujas estallan
cuando el corazón y el alma se tornan vulnerables. Es
entonces cuando el poder del cuidado puede obrar su
magia.
El cuidado nos enseña cómo satisfacer las necesidades
del niño que llora. Ofrece a los ciegos un nuevo lengua-
je de percepción. Nos permite manifestar parentesco
con el mundo.
En la antigüedad, la gente sabía que la sabiduría de-
pendía de la unidad del corazón y la cabeza, pero hoy
en día son pocos los que lo entienden. Sabemos cómo
pulir y endurecer el intelecto hasta que brille, pero no
sabemos cómo permitir que el corazón sea vulnerable.
Sin embargo, es el corazón vulnerable el que es
indestructible.
Podemos imaginar que la mente es como un niño pre-
coz. Capaz de dar sentido a lo que ocurre, capaz de ra-
zonar, explicar e insistir. Sabe cómo salirse con la suya.
Ahora, sin embargo, es hora de que la mente crezca,
que despierte a la verdadera sabiduría. Esto significa
extender el cuidado a los demás. Cuando las personas
solo se preocupan por sí mismas y por lo que llaman
“mío”, han perdido el contacto con la sabiduría del cui-
dar. Solo cuando el cuidado y la sabiduría nos enseñen
quiénes realmente somos, podremos crear las condicio-
232
Ocuparnos de los Orígenes

nes que nos permitan avanzar hacia el futuro con fe y


confianza.

Ante lo real
Que yo sepa, los bebés y los niños muy pequeños rara
vez sueñan. Mi teoría para explicar lo anterior, es que
aún no han desarrollado los conceptos y las imágenes a
partir de los cuales pueden construir un sueño. Con los
adultos es diferente. Por eso soñamos sin esfuerzo, in-
cluso aunque no siempre recordemos nuestros sueños.
Los sueños, como ya hemos visto, constituyen un de-
safío interesante para nuestra percepción habitual de
lo que es real. Una vez que estamos en el sueño, nos
parece real, exactamente del mismo modo en que la ex-
periencia de vigilia nos parece real. Excepto en algunos
raros casos, no dudamos de la realidad del sueño que
estamos teniendo. La pregunta nunca se nos ocurre.
Al mismo tiempo, muchos sueños presentan imágenes
y eventos que son completamente nuevos para noso-
tros. Es un enigma de dónde provienen todos estos
contenidos. ¿Sobre qué base los fabricamos? ¿Con qué
material urdimos su trama? ¿O es siquiera exacto decir
que somos los autores del sueño, cuando aparentemente
acude a nuestras mentes sin un control consciente?
Surgen preguntas similares en relación a los espejismos
que aparecen en un día caluroso en el desierto. Con un
espejismo, la situación es diferente: sabemos que lo que
233
Sexta Parte

vemos no es real; Sabemos que lo que aparece bajo la


forma de un río o un grupo de viajeros es producto de
la interpretación de estímulos visuales creados por el
sol, la humedad y otros elementos del entorno. Aun así,
el espejismo sigue pareciéndonos real. Hay animales
que también ven espejismos, y al parecer, para ellos el
espejismo es completamente real.
Al parecer, los espejismos varían en intensidad de-
pendiendo de cuánta energía pongamos en ellos. Por
ejemplo, si tenemos mucha sed, el espejismo de un río
parece especialmente vívido. Si corremos hacia el espe-
jismo, también se vuelve más vívido. Estoy seguro de
que la ciencia tiene algo que decir al respecto.
Luego está el ejemplo de un eco que se devuelve cuando
cantamos o gritamos en un cañón. Todos conocemos
este fenómeno, que parece funcionar mejor con sonidos
simples como A, O o E. A veces, los ecos pueden rebo-
tar de un lado a otro, por lo que escuchamos el mismo
sonido muchas veces.
Por último, están los arcoíris. Aquí la explicación cien-
tífica es muy clara y directa, pero la explicación no
tiene ningún impacto en cómo lo percibimos. Algunos
arcoíris son borrosos, casi invisibles, otros, en cambio,
son nítidos y claros, tan claros como los objetos que los
rodean.
Todos estos ejemplos ilustran circunstancias y situa-
ciones muy comunes. Si tratamos de imaginar que es-
234
Ocuparnos de los Orígenes

tos fenómenos se nos presentan por primera vez, po-


dríamos encontrarlos misteriosos, pero al crecer todos
aprendemos a reconocerlos, y de alguna manera los da-
mos por sentado.
De manera similar, es bastante fácil reconocer que la
forma en que entendemos el mundo depende de las eti-
quetas que les asignamos a nuestras diferentes percep-
ciones. Veo lo que estoy condicionado a ver o que espe-
ro ver. Si aparece algo fuera de lo común, es posible que
ni siquiera lo advierta, porque mi reacción inmediata
es percibirlo como algo que ya conozco. Por ejemplo, si
estoy acostumbrado a pasar por un restaurante todos
los días, pueden pasar días o semanas antes de que me
dé cuenta de que ha cambiado de dueño y que ofrece un
menú diferente.
Todo esto también es bastante claro y predecible. Sin
embargo, menos claro es el papel que desempeña la
mente en esta actividad de otorgarle sentido a la expe-
riencia. ¿De dónde provienen las etiquetas que utilizo?
Parece evidente que se originan en la mente. Pero la
mente también está activa en una etapa posterior, des-
pués del acto de percepción, ya que es la mente quien
decide la etiqueta que corresponde a la percepción. Pa-
rece que la mente desempeña un doble papel, ya que de-
fine la etiqueta y la coloca. Si la mente no desempeñara
ambos roles, dándole retroalimentación a la mente, no
habría conocimiento, definiciones ni interpretaciones.
235
Sexta Parte

Estas dos funciones de la mente parecen estar íntima-


mente ligadas. La mente me dice algo, y yo lo repito.
Descargo los datos de la mente y subo la respuesta. Es
como un cuerpo con dos cabezas. El sujeto le aplica una
etiqueta al objeto, y el objeto le devuelve esa misma
etiqueta al sujeto.
De lo que realmente estamos hablando es de un acto de
reconocimiento. Encontramos lo que estamos buscan-
do, porque así es como nos enseñaron a buscar. El co-
nocimiento va desde la mente a la mente, en un circuito
que se repite.
Todo esto puede ser verdadero para la percepción, pero
¿y antes de la percepción? ¿Es acaso la percepción tan
solo una burbuja más, que surge sin explicación? A un
nivel, la respuesta es no, ya que no percibiré un árbol
frente a mí si no hay un árbol allí. En ese sentido el
árbol es la causa de la percepción.
Pero no es ese el nivel que estamos analizando. Esta-
mos interesados e
​​ n el funcionamiento de la mente. Sur-
ge una situación en la que hay un árbol frente a mí.
¿Cómo es que lo percibo? Aquí tenemos que observar
con más sensibilidad. ¿Existe una capacidad de cono-
cimiento previa a la percepción, antes de que surja la
burbuja?
Si observamos, podríamos encontrar un “antes”. Es
como la hora del alba antes de que salga el sol, un ins-
tante en que aparece un destello de luz. Puede que ni
236
Ocuparnos de los Orígenes

siquiera sea luz, sino una cierta sensación de que la luz


está en el horizonte. Podríamos pensar en ello como el
“desde” de la percepción.
Por supuesto, la luz antes del amanecer es tan solo una
analogía. Pero de lo que se trata, es sugerir la posibi-
lidad de un conocimiento previo a la percepción, antes
de que un objeto haya sido identificado y aparezca la
burbuja. Podríamos decir que la percepción es comple-
ta cuando se percibe el objeto; por ejemplo, cuando los
rayos del sol naciente rebotan en una ventana o en una
cadena montañosa. Pero, ¿qué viene antes?
Antes del amanecer, hay luz. Dicha luz no es diferente
a la luz del sol cuando éste brilla en lo alto del cielo, al
igual que la humedad del océano a orillas del mar es
la misma que la humedad del océano en alta mar. Del
mismo modo, si la mente es la fuente del conocimiento
previo a la percepción que posibilita la percepción, ese
conocimiento será el mismo que el conocimiento que
surge después de que aparezca la burbuja, el conoci-
miento que pone las etiquetas y nombra identidades,
incluidas las identidades “Yo”, “mí” o “mío”. Cuando
definimos la experiencia, operan ambos aspectos del
conocimiento, la mente habla con la mente. Es como el
reflejo de la luna en cien estanques diferentes: cien imá-
genes, cada una de ellas una percepción aislada, pero
tan solo una luna.
La mente es por consiguiente el sujeto activo, tanto
antes como después. “Antes”, proyecta un conocimien-
237
Sexta Parte

to hacia afuera, pero si eso es todo, el acto de conocer


permanece incompleto. Es tan solo cuando el objeto ha
sido identificado que la actividad de la mente alcanza
su objetivo. En ese punto, la misión se ha cumplido. El
conocimiento se ha trasladado de una fase a otra, como
un barco que cruza un río.
Al identificar estos dos aspectos de la actividad de la
mente, nos topamos con una nueva pregunta. ¿Qué
sucede entre el impulso inicial de conocimiento, la luz
antes del amanecer, y el acto ya completo de conocer?
A medida que comenzamos a instalar las etiquetas y
los patrones de lenguaje, seguramente hay transiciones.
En esas transiciones, ¿hay lagunas? ¿Hay espacios en
blanco? ¿Podríamos descubrir tales brechas a través de
nuestra propia indagación interna?
Supongamos por ahora que existen vacíos, momentos
de incertidumbre o de no saber “incorporados” al acto
de conocer. Podemos decir que estos espacios en blan-
co son parte del conocimiento, no estarían allí sin él,
pero también son una suerte de no saber. Podríamos
imaginarlos como sombras proyectadas por la luz del
conocimiento, o como la materia oscura que se dice im-
pregna el universo, pero por ahora es completamente
incognoscible. Al igual que con la materia oscura, po-
demos imaginar que, si bien no podemos conocer las
brechas, podríamos investigar una proporción entre el
conocimiento que percibe e identifica y el no saber que
constituye las brechas.
238
Ocuparnos de los Orígenes

Las múltiples lunas de la mente


Estas ideas pueden parecer bastante inusuales. Sugie-
ren posibilidades que nadie suele reconocer. Pero si las
tomamos en serio, plantean la posibilidad de que en lo
profundo de nuestra comprensión habitual de la mente
subsista una gran ignorancia. La ciencia, la filosofía y
la psicología se esmeran por rastrear e investigar las
operaciones de la mente, cada una a su manera. Pero si
hay operaciones realmente desconocidas que se dan en
los espacios en blanco entre el diálogo de la mente con
la mente, tales esfuerzos están condenados al fracaso.
Todas nuestras etiquetas y teorías carecen de algo ver-
daderamente fundamental.
Alguien podría protestar: “¡Seguro que esto está mal!
Sí, nuestro conocimiento estándar de la mente es in-
completo, pero eso no significa que omita algo esencial.
Después de todo, siempre estamos descubriendo cosas
maravillosas sobre la mente”.
Puede que haya algo cierto en esto, pero hay motivos
para interrogarse. Nadie ha visto o palpado la mente.
La ciencia no tiene cómo detectarla. La idea misma de
mente surge sobre la base de la retroalimentación de
los sentidos, la reactividad del cuerpo y varias formas
de energía física. La mente busca conocer el mundo,
pero cuando intentamos invertir esa operación y co-
nocer la mente que conoce, no tenemos nada de que
aferrarnos más que los reflejos de la mente. Podemos
mirar los estímulos a la mente y las respuestas de la
239
Sexta Parte

mente; podemos identificar las expresiones de la men-


te y las impresiones que recibe, pero nada de eso nos
aproxima a la mente en sí.
Por supuesto, todos empleamos la etiqueta “mente”
para identificar al agente que está en el centro de todas
nuestras operaciones de conocimiento. Pero realmen-
te no podemos decir a qué apunta la etiqueta. Cuando
respondemos a un estímulo o asignamos un nombre o
identidad, decimos con confianza que es “la mente” la
que hace todo esto. Sin embargo, el fundamento de esta
etiqueta parece inestable. ¿Quién es el que responde?
¿Dónde ocurre la respuesta? ¿Cómo sucede? No tene-
mos idea.
Este no saber tiene algunas consecuencias potentes. Si
no conocemos la naturaleza de la mente, ¿qué tan sóli-
do es el conocimiento que compilamos? La mente eti-
queta, identifica y reacciona, y proyecta su capacidad de
conocimiento al mundo. Nos da “sí” y “no” y lo bueno
y lo malo. Pero cualquier estímulo que reciba la men-
te y cualquier respuesta que genere refleja a la propia
mente, al igual que un eco refleja el sonido original. El
conocimiento que produce la mente repite patrones que
la mente impone, patrones que han sido adjudicados de
antemano. Nuestras formas de conocer y lo conocido
están atrapadas en un circuito.
Es un poco como la teoría del Big Bang que explica el
origen del universo. Podemos hacer remontar todo lo
que ocurre al instante que viene inmediatamente des-
240
Ocuparnos de los Orígenes

pués del Big Bang, y podemos investigar con una espe-


cificidad cada vez mayor cómo se han desarrollado los
acontecimientos a partir de ese punto. Pero el Big Bang
en sí mismo es solo la etiqueta para un misterio. No
podemos observarlo o señalarlo. No podemos ubicarlo
en el espacio o el tiempo porque es el origen del espacio
y el tiempo. Está más allá del alcance de nuestros me-
canismos de búsqueda.
Si la mente misma es misteriosa, un Big Bang desco-
nocido, el camino que recorremos en todo y cada mo-
mento es inestable. Todo nuestro conocimiento depen-
de de la mente. Las preguntas que formulo provienen
de la mente; las respuestas que recibo son producto de
la mente; los datos que recojo y los métodos que utilizo
para recogerlos también dependen de las operaciones
de la mente. Damos por sentadas dichas operaciones,
pero si no podemos rastrearlas hasta su origen, si ni si-
quiera podemos identificar su origen, nuestra confian-
za en lo que sabemos, en todo lo que sabemos, parece
infundada.
Imaginemos que una persona es un experto jugador de
ajedrez. Ha estudiado cuidadosamente el registro de
juegos anteriores, sabe cómo desarrollar cada jugada y
ha memorizado todos los finales posibles. Sin embargo,
ninguno de esos conocimientos nos dice nada sobre el
juego del ajedrez en sí. ¿Quién definió las reglas que
todo jugador debe seguir? ¿Cómo evolucionaron? Ese
es un ámbito de conocimiento totalmente diferente.
241
Sexta Parte

Saber cómo seguir las reglas y desarrollar pericia en


cómo operar dentro de las reglas no tiene nada que ver
con saber cómo las reglas en sí fueron establecidas.
Del mismo modo, todos sabemos cómo operar con las
reglas del conocimiento instauradas por la mente. No
podemos afirmar que lo sabemos todo, porque el cam-
po del samsara es vasto. Abarca civilizaciones comple-
tas, todas las disciplinas de estudio posibles, innumera-
bles invenciones y momentos a lo largo de la historia.
Incluso las leyes que rigen la causalidad y el mundo
natural, como también el flujo del tiempo desde el pasa-
do hasta el presente y el futuro, encajan dentro de esta
estructura. Sin embargo, aunque pudiéramos expandir
exponencialmente el conocimiento de esta estructura
(el régimen instaurado por la mente, el juego cuyas re-
glas seguimos), no sabríamos cómo surgió el régimen
o quién es el responsable.
Es precisamente en ese punto que introducimos a la
mente como responsable. Pero se trata tan sólo de una
etiqueta. ¿Quién es esta “mente”, el jefe responsable de
toda la operación? ¿Quién es el productor, el patrocina-
dor? Parece imposible dar respuesta a estas preguntas
mediante el conocimiento que la mente pone a nuestro
alcance. Sin embargo, ¿qué otra opción hay?
Puede que nos topemos con este mismo tipo de dificul-
tades al analizar otros fenómenos. Consideremos nues-
tro conocimiento del mundo físico. Los objetos que nos
rodean, por ejemplo: la tierra, los árboles, los cuerpos,
242
Ocuparnos de los Orígenes

todos poseen una forma propia, ciertas características


distintivas o marcas que los hacen lo que son, y cada
una de estas características es susceptible de ser inves-
tigada. Observando un círculo, podemos registrar 30
grados o 90 grados o 270 grados. Podemos medir su
circunferencia. Podemos determinar si existe en dos di-
mensiones (un círculo) o tres dimensiones (una esfera).
En principio, podemos ver todas las dimensiones posi-
bles, un número infinito de dimensiones.
Para llevar a cabo este tipo de investigación, tengo que
localizar determinados puntos en el tiempo y el espa-
cio. Los puntos me permiten trazar la derivación y la
dirección. También me permiten establecer índices de
un conjunto de puntos con otro. Sobre la base de es-
tas proporciones, puedo construir el mundo conocido:
no solo las cosas sólidas, sino también las estructuras
humanas, como los edificios diseñados por arquitectos,
las obras de arte como esculturas y pinturas, y los rit-
mos creativos de la música. Las proporciones permiten
la retroalimentación, lo que nos permite distinguir un
conjunto de formas de otro.
Por lo general, no preguntamos qué es lo que posibi-
lita todas estas formas y proporciones, pero hay una
respuesta. Es el espacio el que manifiesta todas estas
formas. Sin espacio, ¿dónde aparecerían?
Ahora, sin embargo, nos enfrentamos al mismo tipo
de dificultad que al momento de observar la mente. El
espacio en sí no puede detectarse mediante el tipo de
243
Sexta Parte

conocimiento que aplicamos a los objetos que aparecen


dentro del espacio. Sabemos identificar las partes supe-
riores e inferiores, grandes y pequeñas, rectas y curvas.
Podemos definir la dirección y el movimiento, incluso
“es” y “no es”. Pero ninguna de estas características se
aplica al espacio. El espacio permite la manifestación,
pero no se manifiesta.
Antes dijimos que sin la mente no podría haber con-
ciencia o pensamientos, ni cognición, ni experiencia
sensorial, ni sentimientos, ni emociones, ni sentido de
identidad; sin embargo, la mente misma no está en nin-
guna parte. El espacio tiene la misma relación con lo
que aparece en el espacio: indispensable pero también
inaccesible.

Ondas en el tiempo y el espacio


Podríamos pensar que la relación entre el espacio y
la apariencia es como la relación entre el agua de un
lago y las ondulaciones u ondas que surcan sus aguas.
Cuando se trata de las ondas, podemos ampliar nuestro
conocimiento continuamente. Supongamos que planta-
mos un árbol y registramos su crecimiento a lo largo
de treinta años. Pensemos en ello como una onda en el
espacio. En cualquier momento podemos medir la altu-
ra y la circunferencia del árbol y describir en detalle su
apariencia. Podemos cuantificar lo que está ocurrien-
do, y podemos apreciar estéticamente lo que no puede
cuantificarse. De la misma manera, podemos graficar
244
Ocuparnos de los Orígenes

el amanecer y el atardecer y medir los días, años y dé-


cadas; Podemos separar el pasado del futuro. En cual-
quier momento, podemos detenernos y decir: “Eso es
todo. Así es como es.”
Estas son todas ondas, y podemos delimitarlas. A veces
nuestros marcadores parecen arbitrarios; por ejemplo,
si sacamos leche cultivada de la nevera, en algún mo-
mento se transformará en yogur, pero es difícil iden-
tificar el punto preciso en que esto ocurre. De la mis-
ma manera, un bebé se transforma en adulto, y a lo
largo de los años se van manifestando gradualmente
las señales de envejecimiento: arrugas, canas, dolores
y molestias. Las transiciones son graduales, y las eti-
quetas que utilizamos para distinguir una fase de otra
no pueden justificarse enteramente. Sin embargo, de-
pendemos de tales distinciones claramente definidas de
innumerables maneras.
Hacemos lo mismo con el tiempo. Los momentos con-
fluyen, y se siguen unos a otros a un ritmo dinámico,
pero abstraemos de ese flujo un conjunto de marcado-
res: las horas en un reloj de sol, los minutos en un re-
loj, el final de la primavera y el comienzo del verano.
Captamos las ondas de la apariencia en el espacio y el
tiempo mediante abstracciones que nombran y dan ca-
racterísticas específicas a lo que se manifiesta de forma
más fluida y en constante cambio.
Volvamos ahora a la mente, el misterioso actor, y el pa-
pel que desempeña en nuestro conocimiento. La men-
245
Sexta Parte

te pone a nuestro alcance toda la gama de conceptos.


Coopera con el lenguaje para llegar a un acuerdo, de
modo que una palabra signifique lo mismo para dife-
rentes personas. Nos da un sentido general de lo bueno
y lo malo, lo correcto e incorrecto, lo subjetivo y ob-
jetivo. Los conceptos y las etiquetas proliferan en un
proceso que se acelera con el tiempo: según algunas
estimaciones, ahora hay más de un millón de palabras
en el idioma inglés. Todo esto es problemático, porque
es en base a los principios de la abstracción que pode-
mos etiquetar. Le damos prioridad a las etiquetas que
creamos y a las categorías que dichas etiquetas generan
por sobre las apariencias reales que se manifiestan en
el espacio.
Al utilizar conceptos y etiquetas para señalar y definir
las ondas de la apariencia, la mente crea un nuevo con-
junto de espacios en blanco en nuestro cuerpo de cono-
cimiento. La leche se transforma en yogur, pero ¿qué
podemos decir de la transición? El bebé se transforma
en un niño: ¿en qué momento ocurre dicha transforma-
ción? El hielo se transforma en el agua: ¿De una vez o
de a poco? Limpiamos una habitación, pero ¿qué tan
limpia es limpia? Al valernos de las formas de conoci-
miento que nos brinda la mente, perdemos la noción de
inmediatez de lo que experimentamos. El resultado es
que se producen brechas. Al utilizar conceptos conge-
lados, tenemos que dar cuenta de las transiciones. Otra
brecha, otro misterio, uno con el que estamos tan fami-
liarizados que casi nunca lo advertimos.
246
Ocuparnos de los Orígenes

Nos quedamos con nuestras incógnitas conocidas y


nuestras incógnitas desconocidas. Por lo general, nos
focalizamos en lo conocido e ignoramos lo desconoci-
do. Nombramos lo que es real, e ignoramos la brecha
entre el nombre y lo que nombra, así como ignoramos
la brecha entre el conocimiento que nos permite identi-
ficar y el conocimiento antes de que surja la identidad.

Aun así, no estamos atrapados para siempre en tales


incógnitas. Los seres humanos estamos dotados de cu-
riosidad. Siempre listos para preguntar de dónde viene
algo, qué significa o cómo funciona. El deseo de co-
nocer nos motiva y energiza. Usamos la mente para
preguntar, y la mente retroalimenta cualquier cono-
cimiento disponible, pero sabemos que lo que ha sido
establecido no siempre nos dejará satisfechos. Eso es lo
que alimenta nuestra curiosidad.

En el acto de ejercer la curiosidad, lo cierto se torna in-


cierto. No hay reglas, ni certeza, ni un lugar fijo al que
llegar. Sabemos que no sabemos. Sabemos que nuestra
cognición es inadecuada, por lo que es necesario seguir
adelante. ¿Podría este ser un camino hacia la brecha?

Más allá de los límites


La luz viaja en ondas. Se irradia hacia afuera hasta que
choca con alguna barrera o límite y se refleja de vuelta
hacia su origen. El límite se convierte en un rompe-
247
Sexta Parte

cabezas para la luz, un rompecabezas a resolver, una


suerte de reflexión.
Es lo que ocurre cuando nos miramos en un espejo y
nuestra imagen se refleja de vuelta.
Este es solo un ejemplo. Nuestros dedos golpean el
teclado y las imágenes de las letras se reflejan en la
pantalla de la computadora. Hay solo unas pocas do-
cenas de teclas en el teclado, pero pueden manifestar
una infinidad de palabras que reflejan los conceptos y el
lenguaje que la mente pone a nuestro alcance. Las pa-
labras que aparecen en la pantalla se pueden imprimir
en papel: más reflexiones, más formas en que nuestros
límites retroalimentan lo que ha sido proyectado. Es
como elegir a un actor para leer el guión de la obra, o
forjar una imagen en arcilla para expresar la intención
del escultor. Todo lo que aparece automáticamente tie-
ne un papel que desempeñar y deberes que cumplir.
La mente, nuestro socio, puede manifestar tales inte-
racciones en muchos medios diferentes. La mente pro-
yecta, y lo que proyecta, se retroalimenta o modifica.
Valiéndose de los conceptos y etiquetas, y del lenguaje,
la mente ofrece pensamientos y preguntas; especula, y
crea rompecabezas.
Respondemos a lo que la mente transmite, ofreciendo
nuestra propia retroalimentación. Primero, descarga-
mos lo que se transmite, luego acusamos recibo y des-
pués lo procesamos y lo enviamos de vuelta. Respon-
248
Ocuparnos de los Orígenes

demos a lo que sabe la mente, dándole nuestra propia


expresión. Aceptamos la posición de sujeto, y desde esa
posición retroalimentamos lo que ha sido proyectado.
Tanto nosotros mismos como lo que se nos aparece po-
dríamos ser concebidos como ecos de la mente.
Nada de esto es tan difícil de describir, pero una y otra
vez nos topamos con el mismo misterio: el misterio del
“antes” y el “entre”; El misterio de las lagunas. El sol
brilla, pero ¿cómo aparece el sol? El huevo eclosiona,
pero ¿de dónde viene el huevo?
Experimentamos alegría o sufrimiento, pero ¿cómo se
originan tales sentimientos?
Dentro del régimen, tenemos respuestas que ofrecer.
Decimos: “Me siento triste porque alguien me criticó”.
La historia está completa: escucho lo que se ha dicho, lo
interpreto y reacciono de manera predecible. Primero
hay una vaga nubosidad, luego un sentimiento, luego
un juicio y una respuesta. Escuché lo que escuché, y sé
que la persona lo dijo en serio. Una secuencia de facto-
res que se desarrollan eventualmente me golpea, casi
como un golpe físico o un olor acre. Inevitablemente,
reacciono.
Sin embargo, nada de esto nos ofrece información so-
bre el “entre” o el “antes”. Hay luz antes del amanecer:
¿cómo surge? Conocemos la apariencia, pero ¿qué pasa
con el primer destello de la conciencia, antes de la cog-
249
Sexta Parte

nición? El instante inmediato brota como una burbuja,


pero no podemos rastrear sus orígenes.
Este no es un asunto teórico a debatir o especular;
apunta a algo que tiene un enorme impacto en nues-
tro bienestar. Nuestras formas de reaccionar y la igno-
rancia de la que provienen, colorean cada momento de
nuestras vidas. Cuando algo negativo surge de un “an-
tes” desconocido, reaccionamos con enojo o conmoción
o mediante una actitud defensiva.
¿Cómo pudo pasarme algo malo? ¿Por qué soy la
víctima?
Podemos caer en la depresión o la confusión, o tal vez el
orgullo defensivo o la inseguridad. El sabor exacto no
importa. Los patrones son los mismos.
Piénsalo. Cada momento, cada nuevo acontecimiento
es su propia burbuja. Todo lo que nombramos, lo que
percibimos, cualquiera sea el contenido, otra burbuja.
¿Qué viene antes de la burbuja? Nombrar las causas y
las condiciones es insuficiente, porque son parte de la
burbuja. Estamos buscando un ‘antes’ diferente, un “an-
tes” de las brechas, y exploramos a través de “entres”
desconocidos. ¿Podría tal exploración ser un antído-
to para nuestras dificultades, nuestras negatividades?
¿Podríamos ver antes de ver, saber entre saber?
No es necesario que consideremos el nombramiento
de tales posibilidades como una nueva teoría. No tene-
250
Ocuparnos de los Orígenes

mos que aceptarlo todo. Pero tal vez tales posibilidades


nombradas nos lleven a ponderar; tal vez nos animen
a explorar al interior de la inmediatez de nuestra ex-
periencia, a mirar a un nivel diferente. ¿Afectaría se-
mejante indagación a la atmósfera interior en la que
vivimos y respiramos? ¿Despertaría nuestro aprecio
por el poder creativo de la mente? ¿Podría orientar esa
creatividad en nuevas direcciones?
Si ya no tuviéramos que seguir las reglas que todos
aceptan, si ya no rotulamos cada percepción con la eti-
queta “real”, ¿qué sería de nuestros problemas? ¿Esta-
rían allí del mismo modo, o se disolverían? ¿Podríamos
acceder fácilmente a la naturalidad?
Puede que argumentemos que no sabemos cómo pre-
guntar de este modo, y quizás sea cierto, porque todo
lo que aprendemos hace que parezca imposible. Pero
no hay porqué tratar de hacer lo que parece estar más
allá de nuestras capacidades. Podemos comenzar sim-
plemente por enfrentar nuestras dificultades, las emo-
ciones que nos abruman, las sombras que entorpecen
nuestras vidas. Cuando las experimentamos plenamen-
te, podemos buscar sus orígenes, el lugar que se en-
cuentra “más allá” o “entre”.
No requiere de una visión penetrante. Simplemente de-
bemos encarnar la posibilidad de un conocimiento dife-
rente. Tal vez lo que irrumpe en nuestras vidas carece
de la sustancia que la mente le otorga. Tal vez se trate
251
Sexta Parte

de una exhibición mágica, de una creación a la que no


es necesario estar encadenados.
Diferentes tradiciones religiosas nos hablan de cómo
los seres humanos podemos liberarnos del samsara,
aunque no necesariamente utilicen ese término. Dicen
que podemos encontrar el camino al cielo, al nirvana,
a la iluminación, a la unión con Dios o a un reino de
belleza perfecta. Estas son metas loables. Podríamos
decir que son puertas de acceso a un más allá que en
realidad no está más allá.
Sin embargo, lo que estamos describiendo aquí nos
ofrece otra posibilidad. Podemos aceptar el samsara tal
como es, pues no tiene el poder sobre nosotros que le
atribuimos. Una vez que comprendemos mejor como
se manifiesta el samsara, cómo se crea, vemos que no
hay necesidad de ir a ningún otro lado. Comprende-
mos cómo fueron establecidas las reglas que seguimos
y cómo nuestras reacciones surgen en perfecta obe-
diencia y concordancia con dicha estructura. Llegados
a ese punto, cada nueva dificultad pierde su control so-
bre nosotros. Es un poco como despertar en medio de
una pesadilla: vemos lo que está sucediendo, pero tam-
bién vemos que no es real en la forma que dice serlo.
Desarrollamos la confianza para enfrentar cualquier
dificultad.
Puede que nada de esto tenga mucho sentido si acep-
tamos la visión materialista del mundo en que se ar-
gumenta que este reino físico constituye la única rea-
252
Ocuparnos de los Orígenes

lidad. Desde esa perspectiva, no tenemos opciones,


no hay otras formas de conocimiento. Las preguntas
sobre la libertad y la alegría interior no son más que
rompecabezas.
Sin embargo, podríamos imaginar que la ciencia occi-
dental analizó los fundamentos del paradigma mate-
rialista y dio un giro: que comenzó a explorar la posi-
bilidad de una dimensión espiritual dentro de nuestra
realidad vivida. No sería tan difícil poner en marcha
una investigación de este tipo, y podría conducir de
manera interesante a una comprensión más profunda.
Podría llevarnos al “antes” y al “entre” de lo que apa-
rece, a lo desconocido. En ese momento, las ideas aquí
exploradas podrían resultar útiles.
A las tradiciones que reconocen la existencia de reinos
más allá de nuestra existencia común —cielos llenos
de deidades o ángeles, u otras moradas divinas—les es
difícil comunicarse con quienes rechazan tal compren-
sión. Tal vez, si consideramos la apariencia como una
creación hermosa, potente, pero sin fundamento, esto
nos podría ayudar. Quizás el conocimiento que penetra
hasta ese nivel podría posibilitar el diálogo.
Tan solo descubriremos si podemos encarnar crea-
tivamente estas posibilidades. En el pasado lejano,
en la antigua Grecia, en las tierras budistas de Asia
o en Egipto, puede que estas perspectivas hayan sido
más ampliamente conocidas. Es difícil saberlo. Lo que
sí sabemos es que el conocimiento que hoy poseemos
253
Sexta Parte

es suficiente para permitir que el diálogo florezca. La


ciencia podría participar en el Mantrayana, la psicolo-
gía podría interactuar con el estudio de cómo surge el
lenguaje, la razón podría admitir que hay otras formas
de conocimiento. Cada disciplina, cada tradición, tiene
su propia forma de entender la creación. Hay innume-
rables oportunidades para que surjan nuevas formas de
conocimiento.

254
epílogo
Cuidar desde el corazón

He aquí algunos consejos finales: No te traiciones bajo


ninguna circunstancia.

No negocies tu felicidad; no te vendas a cambio de an-


siedad, resentimiento, adicción y soledad.

Haz esta promesa: De ahora en adelante, cuidaré de mí


mismo de la mejor forma posible, cuidaré de mi cuerpo y
mente,demisemocionesypercepciones.Deahoraenade-
lante, aprovecharé al máximo mi paso por la vida.

Creíamos que ansiábamos distraernos de nuestros pen-


samientos atribulados, ir a la siga de nuestros deseos y
huir de nuestros miedos. Pero no deseábamos las tris-
tes consecuencias que observamos en nuestras vidas y
en nuestros seres queridos.

Estos patrones son hipnóticos y engañosos. Esta es-


tructura ha sido reforzada por nuestros amigos y fa-
miliares, colegas y colaboradores, por los supuestos
inherentes a todas las culturas humanas y a toda insti-
tución. Todos hemos caído en la misma trampa.
255
Epílogo

Cuando nos decimos, “Eres terrible”, cuando afirma-


mos, “No puedo ayudarme”, inclinamos la cabeza y
aceptamos nuestro condicionamiento. La mente tiene
una capacidad asombrosa de moldear nuestra realidad
en función de la historia que le han contado. Cuando
cobijamos la crueldad y el resentimiento –cuando el
concernirse se transforma en algo que tenemos que
acaparar o cuando decidimos que el verdadero cuidado
es solo una ilusión– nos sumergimos en una autohipno-
sis profunda.
Hemos quedado atrapados en las fauces de los hábitos.
Sin embargo, cuando comprendemos esta dinámica,
nuestra posición se torna más decidida. Puede que in-
cluso seamos capaces de negociar con estas fuerzas po-
derosas y ponerlas a nuestro servicio. Podemos hacer
un nuevo pacto con la mente.
¿Por qué me he hecho esto?
Porque no tuve otra opción. Las circunstancias
estaban dadas. Desde un inicio la balanza estaba
inclinada en mi contra.
Ahora, complaciente, perpetúo el ardid. Yo tam-
bién me he transformado en un maestro del ardid.
Me engañé a mí mismo.
Creí que mi única oportunidad de alcanzar la
felicidad era materializando estos patrones. ¡Lo
256
Cuidar desde el corazón

creí realmente! La obsesión y la desilusión solo


conducen a la culpa.
Cuando intento escapar de las consecuencias,
genero más patrones. Estos patrones también ma-
nifiestan miseria. ¡No solo para mí! Mis padres
tenían patrones, una triste herencia. ¿Será este mi
legado?
No es esto lo que deseo, ni para mí ni para nadie.
Pero incluso ahora, esos engañosos hábitos per-
sisten. ¡Me dicen que no debo negociar conmigo
mismo, ni siquiera intentarlo! “Soy lo que soy”,
me dicen. “Tengo un sentido fuerte de mi pro-
pio yo! ¡Esta es mi identidad! ¡Es malo cambiar,
es peligroso! ESTOY BIEN ASÍ. No trates de
escapar.”
…Ese es mi carcelero que habla.
Realmente he sido traicionado. Lo he perdido todo. ¡Ya no
tengo nada que perder!
No me dejaré engañar nunca más.
Un buen asesor financiero nos puede advertir si esta-
mos en peligro de perder nuestro capital. Nos informa-
rá si estamos haciendo una mala inversión y nos ayuda-
rá a encontrar una mejor opción.
Cuando hay que proteger nuestro bienestar interno
y nuestros potenciales –cuando se trata de proteger
257
Epílogo

nuestra capacidad de ayudarnos a nosotros mismos y a


los demás– disponemos de pocos asesores de este tipo y
puede que consideremos que no hay alternativas.
Pero sí las hay. Con la práctica y un poco de orienta-
ción, podemos descubrirlas nosotros mismos y confir-
mar su existencia.
Espero que este libro haya servido para introducir al-
gunas prácticas y métodos iniciales que pueden ayu-
darnos, pero es solo un rasguño en la superficie. Hay
mucho por aprender. Podemos desarrollar nuestro pro-
pio enfoque mediante el estudio minucioso de nuestra
mente. ¿Dónde están las artimañas, las trampas de la
mente dominante? ¿Qué señales podemos detectar de
que se nos ha tendido una trampa antes de caer en ella?
Tenemos que dejar de lado nuestras dudas y angustias y
comprometernos en forma decidida con la realización.
Pues estos patrones son potentes. Nos han acompaña-
do por largo tiempo; están en nuestra sangre, nues-
tros huesos, y se apoderan de nosotros en un instante.
Los agentes de estos patrones están entretejidos con
nuestros pensamientos, delatándonos furtivamente.
Es un desafío poder separarlos para distinguirlos más
claramente.
Pareciera que estamos profundamente entrelazados
con los patrones que nos mantienen prisioneros. Pero
aún podemos actuar, aún podemos negociar.
258
Cuidar desde el corazón

Al observar detenidamente, podemos descubrir cómo


se arraigan estas experiencias dolorosas. Podemos exa-
minar su aparición temprana. Podemos estudiar cómo
ocurren, cómo llegamos a entramparnos y cómo esta
autotraición inicial culmina en los patrones que deno-
minamos “comportamiento”.

No quiero tratarme así nunca más. No puedo


tomármelo a la ligera. Necesito encontrar mi eje
vertebral, buscar métodos y técnicas que me ayu-
den. Debo creer en mí mismo y confiar que hay un
camino hacia adelante.
¿Puedo atrapar a estos traidores internos en el
momento del delito? ¿Puedo aprender a identi-
ficar cuando nuevamente he sido hipnotizado?
¡Debointentarlo,ennombredetodoslosqueestán
en una situación similar a la mía!
Nuestro camino comienza por el reconocimiento. Se
abre cuando nos permitimos sentir genuina simpatía y
empatía por nosotros y los demás. Cuando la simpatía
y la empatía son verdaderas y están vivas en nuestro
interior, se transforman en una poderosa motivación
para concernirse.

Dado este estímulo, cuidar puede surgir sin esfuerzo


alguno, brotando desde lo más profundo para permear
todo lo que somos y lo que hacemos. En su esencia, esta
cualidad de concernirse es indestructible.
259
Epílogo

Siento que tengo que concernirme. No estamos en


condiciones de dejarlo pasar así no más. Es in-
concebible. A nadie le importa; se puede ver en las
calles, lo puedes sentir incluso en aquellos lugares
que en apariencia se ven bien desde afuera. Por
dentro, estamos totalmente confusos, atrapados.
¿Hay alguien que no esté atrapado? ¿Podemos
averiguarlo? ¿Hay alguien ahí afuera que no
pierde la cabeza y el corazón una y otra vez?
¿Alguien que cuide de su espíritu? Esas personas
podrían servirnos de modelo. ¿Podemos reprodu-
cir sus resultados?
“Estás exagerando. No todo el mundo tiene esos
problemas. No necesitamos otros modelos de ca-
minos. Las cosas no están tan mal. Sea como sea,
no hay escapatoria.”
Puedes decir cosas así, pero ahora sé la verdad:
estás fanfarroneando.
Todo el mundo se siente solo. A todos nos enseña-
ron a buscar soluciones de corto plazo. Podemos
ahogarnos en sensaciones, pero al final cada uno
de nuestros placeres se disipa. Terminamos peor
de lo que estábamos.
Cuando seguimos intentando arreglárnosla con
falso cuidado y falsa comodidad, nuestra luz va-
cila; llega la oscuridad. ¿Y qué de las ondas y los
260
Cuidar desde el corazón

ritmos de nuestra impermanencia básica? Conti-


núan, sin pausa.
Estamosnecesitadosdealternativas, de antídotos.
Ahora he probado la verdadera paz. Si estudio
con detención este concernirme, obtendré mayor
confianza en ese sentir positivo. Se transformará
en una parte de mí: mi alma estará en el lugar
apropiado.
Cuando el corazón y la cabeza, el alma y el espíritu
colaboran, tenemos una base sólida para la felicidad y
aquellas partes de nosotros que, como integrantes del
sistema de autotraición, trabajaban en contra nuestra,
pueden transformarse en aliados.
Incluso nuestra antigua tendencia a identificar patrones
puede contribuir a la sabiduría de manera profunda y
significativa, mostrándonos cómo interpretar la histo-
ria y detectar con anticipación claves sutiles que nos
ayudarán a no caer en nuestras trampas habituales.
Sería bueno contar con un sistema de alerta tem-
prana …generalmente no me percato de que he
sido nuevamente abducido hasta que ya es dema-
siado tarde.
El asunto es que tengo estas memorias y asocia-
ciones. Me son tan familiares, estoy tentado de
hacer las cosas siempre de la misma manera. En
el pasado, no me daba cuenta como terminaba
261
Epílogo

nuevamente encadenado. ¡No quería enterarme


de los intentos de abducción…!
Incluso los conocedores entre nosotros, aquellos que
a veces denominamos “maestros”, pueden ser recap-
turados. Puesto que sucede todo el tiempo, podríamos
pensar que es inútil intentar proteger nuestra libertad
interior. Pero en este caso, la razón no es nuestro mejor
amigo.

La razón es fácilmente utilizada por nuestros secuestra-


dores. La razón se transforma rápidamente en razones,
excusas para dejar las cosas tal cual. Si queremos evitar
que se repitan estas dolorosas circunstancias, tenemos
que procurarnos soluciones reales y no excusas.

No queremos entregarles más municiones a estos


secuestradores.

Estoy dispuesto, quiero intentarlo, pero necesito


un método.
Cuando emprendemos el camino del concernirse, tene-
mos un excelente método, que podemos utilizar sea cual
sea nuestro estado de ánimo en ese momento y la per-
cepción que tengamos de nuestro nivel de comprensión.

Al concernirnos:

1. Prestamos atención cuidadosa, hacia adentro y hacia


afuera.
262
Cuidar desde el corazón

2. Buscamos un terreno común, listos para compartir


nuestra empatía.
3. Tratamos el concernirse como un vehículo precioso,
una fuente confiable de apoyo, fortalecida por nuestra
conciencia.
Puede que no seamos perfectos, pero seguimos apren-
diendo: agradecemos las oportunidades que nos brin-
dan nuestras experiencias, incluido el dolor. Nuestros
contratiempos pueden transformarse en fuente de co-
nocimiento, en terreno fértil dónde germinarán mejo-
res experiencias. Después de tanto sufrimiento, valora-
mos nuestra tranquilidad de espíritu.
Finalmente he llegado al punto en que no quie-
ro infligirme más daño. Me ha tomado tiempo
aprenderlo, pero estoy agradecido. Creo que este
hallazgo es muy importante.
Desearía que mi familia y amigos supieran lo que
estoy aprendiendo. A veces es difícil de explicar.
Tiene que haber alguna forma de transmitir su
valor. No cejaré hasta que la encuentre.
Aprenderé.
Comprenderé.
Saldré del laberinto.
Compartiré el camino de salida con otras
personas.
263
Epílogo

El conocimiento que vamos adquiriendo nos ayuda a


mirar nuestra experiencia de otra forma. Las ondas
del océano ahora reflejan la luz: los dramas de nuestro
mundo pueden ser verdaderas obras de teatro, de una es-
pecial belleza e interés que antes no podíamos percibir.

Cuando aprendemos a relacionarnos así con nuestra ex-


periencia, accedemos a una sabiduría que no se halla en
los libros. Empezamos a reconocer cómo las aparien-
cias y formas de nuestra experiencia surgen, se mani-
fiestan y desaparecen; aprendemos a aprovechar estos
cambios al máximo.

Podemos aprender de estas transiciones, adquiriendo


sabiduría del oleaje fluctuante del océano. Ahora po-
demos estar agradecidos inclusive con aquellas par-
tes de nosotros mismos que colaboraron en nuestro
sufrimiento.

Incluso puedo transformarte a ti…Te trans-


formaré en sabiduría. Cuando tus patrones se
desintoxiquen,esevenenopuedetransformarseen
néctar.
Puede que nuestros modelos, nuestros seres más ejem-
plares, hayan aprendido a ser sabios de esta manera.
Siguiendo su ejemplo, puede que seamos capaces de ex-
perimentar una transformación total, una superación
final de estos antiguos y dolorosos patrones.
264
Cuidar desde el corazón

¡Admitámoslo, es una ardua tarea! Exige mucha pacien-


cia, generosidad de espíritu, autoperdón y una amplia
conciencia. Tendremos que estar dispuestos a estudiar
acuciosamente nuestro tránsito por la vida, a dar tes-
timonio de nuestro propio proceso de aprendizaje para
ayudar a otros a desarrollarse, tal como lo hacemos no-
sotros, paso a paso.
En última instancia, si entendemos y apreciamos en
profundidad el poder de concernirse, podremos trans-
formarnos en mensajeros, compartiendo con los demás
aquello que nos ha traído hasta este lugar, aquello que
nos ha enseñado la gran importancia de concernirse.
Algún día tus familiares y amigos podrán decir: “Estos
últimos tiempos hay algo diferente en ti. Pareces más
sabio y gentil. ¿Qué pasó? ¿En qué cambiaste?”
Les podrás responder:
Procuré concernirme a plena conciencia y amar-
me lo mejor posible. Cuando fui capaz de ello,
descubrí en mi ser una bondad que quise proteger.
Entonces comencé a advertir la misma bondad en
las demás personas.
Aprendí de mis propias imperfecciones, es así
como recibí este conocimiento.

265
Epílogo

Saber Concernirse

Se nos ha concedido el precioso don de una vida hu-


mana y es importante cómo la vivimos en relación a
quienes nos rodean. Nuestras familias y amigos, las co-
munidades grandes y pequeñas, y todos los seres sin-
tientes, tanto conocidos como desconocidos, necesitan
que estemos disponibles, ofreciendo en nuestro diario
vivir lo mejor que tenemos. ¿Cómo podemos hacerlo?
Las respuestas a esa pregunta son complejas y conlle-
van muchos elementos, algunos de los cuales hemos
abordado en los capítulos de este libro.
Hemos explorado el concernirse desde varios ángulos.
Hemos reconocido lo que la mente sabe hacer bien—
nombrar y estructurar nuestras experiencias—pero
también nos hemos dado cuenta cómo las operaciones
de la mente y el lenguaje nos mantienen atrapados en el
sufrimiento. Hemos aprendido que el lenguaje es pro-
ducto de la mente, creando un circuito cerrado que es
necesario interrumpir si queremos abrirnos camino a
un concernirse más profundo.
Hemos explorado ejercicios para ampliar nuestro en-
tendimiento de la importancia de concernirse y tal vez
en nuestra práctica hayamos experimentado por mo-
266
Saber Concernirse

mentos la amplitud de concernirnos en profundidad y


que anhelemos volver a sentirla. Así hemos traído a casa
una suerte de recuerdo de nuestros viajes a los reinos
del concernirse—un recordatorio, aunque aún no sea la
expresión completa del potencial real del concernirse.
Hemos empezado a ver que, si bien podemos aprender
métodos y técnicas para concernirnos en profundidad
y aplicarlos diestramente, aún podemos quedar atra-
pados en el régimen de la mente. De hecho, por mu-
cho tiempo hemos estado atrapados de esta manera. La
mente cree que sabe lo que hay que hacer, pero no pue-
de darse cuenta de aquello que el lenguaje es incapaz de
aprehender.
Hemos explorado lo que significa experimentar la sa-
biduría de concernirse. Hemos descubierto que, así
como estamos conscientes de la luz antes del amane-
cer, tenemos la capacidad de acceder a la conciencia del
concernirse antes de que intervenga la mente. Hemos
aprendido que si nos relajamos antes que surjan los
pensamientos y nos dejamos tocar intencionadamente
por el concernirse, le abrimos paso a esta nueva posibi-
lidad. Hemos aprendido que podemos experimentar un
conocimiento dinámico y un concernirse genuino que
nos libera. Y hemos empezado a ver que el concernirse
es real y no sólo un concepto.
Puede que incluso hayamos intuido que concernirse
tiene una cualidad específica muy propia que podemos
experimentar en forma directa; de este modo, con prác-
267
Epílogo

tica, podemos aprender a dar cuerpo a la sabiduría y el


concernirse en nosotros.
Aunque tengamos confianza que llegaremos a buen
puerto no siempre es fácil transitar por un nuevo ca-
mino, ya que no estamos familiarizados con la senda
que nos conduce a esta nueva forma de ser. Tenemos
que estar convencidos que nuestra travesía comienza
por cuidar de uno mismo y ser capaces de apoyarnos a
nosotros mismos mientras aprendemos.
Existen muchos elementos orientados al buen auto-
cuidado que van desde el cuidado básico del cuerpo y
los recursos, hasta el tomar cuidadosas decisiones que
enriquecen nuestra vida y forjan el carácter.
Mediante una dieta saludable, un sueño reparador y la
forma en que nutrimos y utilizamos nuestra energía
corporal podemos mantener un cuerpo estable. Esto
nos provee de una base desde la cual podemos des-
empeñarnos en nuestras actividades diarias. Podemos
cuidar de nuestra mente al aprender a entender cómo
funciona, atesorando su conocimiento y creciendo en
sabiduría. Queremos ser capaces de emplear nuestras
mentes sin distracción alguna, sin estar abrumados por
el pensamiento de los demás, o por nuestra propia ne-
gatividad. Es importante también usar la increíble ca-
pacidad de aprender que tiene la mente, especialmente
cuando se trata de aprender a no malgastar tiempo y
energía. Es esencial dedicar tiempo a una contempla-
ción plena, ya que la contemplación puede ayudarnos
268
Saber Concernirse

a estar con los pies bien puestos en la tierra mientras


aprendemos a manifestar una mente sabia, una energía
llena de alegría y la más extrema paciencia. Entonces
somos capaces de conscientemente servir a e involu-
crarnos con los demás.
La forma en que manejamos nuestros recursos también
incide en nuestro bienestar físico y mental. Es impor-
tante ejercer la prudencia al momento de escoger nues-
tras posesiones; minimizarlas nos permite estar libres
de deudas. El comprar cuidadosamente y cuidar aque-
llo que adquirimos nos permite su usufructo por largo
tiempo. De igual manera es importante como adminis-
tramos nuestros recursos financieros, pues nos permite
disponer de los fondos necesarios para cualquier cir-
cunstancia que nos depare la vida. Cuando procedemos
de esta manera, también somos más libres de practicar
la generosidad como un acto de concernirse.
Otro aspecto del cuidar de nosotros mismos, es com-
prometernos a crecer en sabiduría. La lectura y el es-
tudio nos estimulan a ampliar nuestro universo mental
y a descubrir nuevos enfoques para reflexionar sobre
nuestra experiencia. Las conversaciones con otras per-
sonas sobre lo que estamos aprendiendo pueden con-
tribuir a fomentar nuevas formas de pensar. El tiempo
que compartimos con otros realizando actividades sig-
nificativas desarrolla en nosotros una sabiduría prácti-
ca que nos lleva a ser más saludables tanto en lo emo-
cional como en lo físico. Es necesario que recordemos
269
Epílogo

celebrar esta vida y apreciar el presente ya que el pre-


sente es lo único que tenemos. La sabiduría que crece
de la experiencia es todo lo que tenemos. La sabiduría
que crece de la experiencia y el aprendizaje influirán en
el cuidado que podemos sentir y demostrar en nuestro
diario vivir.
Otro aspecto que no debemos descuidar son nuestros
gestos para con los demás: las palabras que usamos,
nuestras expresiones faciales y nuestras acciones a lo
largo del día. Podemos cultivar la dulzura en nuestra
actitud y mantener la calma y el respeto en todas nues-
tras interacciones. Podemos aprender a darnos el tiem-
po para ser gentiles con todas las personas con que nos
encontremos a diario.
Mejorar nuestro carácter es otro elemento que debemos
estudiar y practicar. Cuando nos responsabilizamos de
cómo se desarrolla nuestro carácter, podemos recono-
cer más claramente que nuestras elecciones influyen en
quiénes nos convertimos. Las cualidades propias de un
buen carácter son la paciencia, la perseverancia, la to-
lerancia y la bondad Las cualidades propias de un buen
carácter son la paciencia, la perseverancia, la tolerancia
y la bondad.
• La paciencia con nosotros mismos y con otros nos
permite darnos el tiempo para estar presentes, aunque
estemos cansados o enfrentando dificultades. Nos ayu-
da a calmarnos y estar abiertos a lo que realmente está
270
Saber Concernirse

sucediendo, en vez de hacer suposiciones que conducen


a respuestas teñidas de indiferencia.
• La perseverancia abarca medios físicos y emocionales.
Cuando queremos manifestar nuestro cuidado a otras
personas, puede que tengamos que perseverar más allá
de lo esperado. Concernirse no siempre es fácil y puede
exigir medios que creíamos no poseer o que no con-
templábamos usar.
• Mostrar tolerancia hacia los demás como una forma
de concernirnos requiere que nuestra forma de pensar
se expanda más allá de lo que consideramos “correc-
to” o “aceptable”. Hay muchas formas de pensar y ser
que pueden conducir a una buena travesía por la vida, y
apreciar honestamente estas diferencias constituye un
gesto de cuidado hacia quienes eligen un camino dife-
rente al nuestro.
• La bondad puede parecer ser algo pequeño y simple,
pero en realidad es una de las actitudes más importan-
tes que podemos desarrollar. Nos acercamos con bon-
dad a otros seres, llevamos la intención de concernirnos
y también de no causar daño. Con gestos bondadosos
reconocemos lo que es valioso en todos nosotros y cele-
bramos las travesías que emprendemos. Sin bondad no
prosperaremos en nuestras vidas.
Nadie es perfecto en el cultivo de las cualidades antes
descritas. Sin embargo, es importante saber cuidarnos
de muchas maneras para vivir una vida con más senti-
271
Epílogo

do. Recordarnos que somos merecedores de cuidado,


nos ayuda a desarrollar un sentido de nuestros poten-
ciales y nos permite participar plenamente en lo que la
vida nos pone por delante. Los recuerdos de alegrías
y éxitos pueden transformarse en virtudes y podemos
vivir sin lamentos.
Debemos recordar que a un nivel fundamental todas
las vidas son un don precioso. Cuando nos acordamos
del valor innato de todos los seres, incluyendo el de
nosotros mismos, podemos actuar más plenamente en
maneras que manifiestan concernirse y cuidado.
Podemos escoger comenzar cada nuevo día, cada nue-
va jornada y cada nueva vida, con la continuidad de la
sabiduría y compasión adquirida en el pasado. Al obrar
de este modo evitamos quedar atrapados en las distrac-
ciones de la vida que nos abruman y nos quitan toda
alegría. Cuando se practica con determinación, la con-
tinuidad de nuestro concernirse se transforma en uno
de nuestros recursos más preciados.
Cuando consideramos cómo nuestros esfuerzos por lle-
var una vida plena impactan en nuestra vida y las de los
demás, debemos reconocer que nuestros esfuerzos tie-
nen una importancia más amplia. La forma en que ac-
tuamos todos los días repercute en las personas con que
entramos en contacto, y este no es el final de la histo-
ria. Nuestra influencia sigue expandiéndose más allá de
nuestro grupo de conocidos, porque la manera en que
actuamos afecta como otros actúan. Nuestras acciones
272
Saber Concernirse

reverberan, las ondas de nuestro quehacer se expanden


hacia afuera a partir de las decisiones individuales que
tomamos a diario. Y nuestras propias decisiones inte-
ractúan en forma compleja con las decisiones que otros
toman, incidiendo en la forma en que optamos respon-
der a lo que nos llega de los demás.
Si queremos vivir de acuerdo a nuestras verdaderas po-
tencialidades, buscaremos formas de actuar que nutran
y beneficien a todos los seres sintientes. Buscaremos
formas de seguir desarrollando nuestra sabiduría y ma-
nifestarla en lo que decimos, lo que pensamos, la forma
en que interactuamos con los demás y cómo empleamos
nuestros recursos. Desearemos manifestar alegría en
toda circunstancia y expresar bondad amorosa como
un camino de vida.
Al hacer esto, es bueno recordar que enseñamos con el
ejemplo. Podemos ser un modelo entre nuestros seme-
jantes de cómo vivir con un mayor concernirse; es im-
portante que lo hagamos en forma detallada, paciente y
reflexiva, para que así nuestra experiencia sea realmen-
te útil para los demás. A medida que envejecemos, más
profunda se vuelve nuestra comprensión y podemos
compartir los conocimientos recopilados a lo largo de
nuestra vida. Aunque también podemos beneficiarnos
de la sabiduría de aquellos más jóvenes que nosotros.
Lo más importante es que comuniquemos tan eficaz-
mente como podamos el mensaje que podemos aca-
bar con nuestro sufrimiento. Podremos hacerlo cuan-
273
Epílogo

do comprendamos que hay tesoros ocultos en nuestra


propia mente. Al hecho de compartir la sabiduría del
momento presente que hemos alcanzado se le suma el
deseo de transmitir lo que hemos aprendido en benefi-
cio de quienes nos seguirán. De esta forma, seres en el
futuro podrán también experimentar alegría, adquirir
las habilidades necesarias para concernirse y dejarse
cuidar, así como descubrir un profundo aprecio hacia
sus vidas. Nuestra disposición a compartir sabiduría es
una poderosa manera de concernirse y cuidar—de no-
sotros, nuestras familias, comunidades y el mundo.
En nuestras interacciones con los demás podemos ac-
tuar como consejeros, directores o dirigentes. Si que-
remos inspirar confianza, es importante que demostre-
mos sinceridad y autenticidad en nuestras conductas
y comunicaciones Al asumir estos roles, es nuestra
responsabilidad actuar en forma altruista y generar
un futuro saludable y sustentable. Si nuestras acciones
han de ser virtuosas y exitosas debemos trabajar en
forma concertada y cooperativa y compartir nuestros
conocimientos.
Como dirigentes, debemos aprender a desarrollar una
visión clara, bien equilibrada y bien fundamentada,
para que otros puedan compartirla y hacerla manifies-
ta. Cuando aquellos que trabajan juntos se inspiran en
una visión de tal envergadura, profundidad y desarro-
llo, ellos confían el uno en el otro y se sienten seguros
y vigorosos en su quehacer.
274
Saber Concernirse

Tenemos la oportunidad de vivir en un mundo donde el


concernirse se extiende más allá de concernirse “con” o
cuidar “de” para concernirnos con un propósito mayor.
El camino a ese mundo existe en cada uno de nosotros,
y a diario cada uno de nosotros toma las decisiones que
lo llevan a seguir en el camino o a desviarse.
Y de esta manera hemos dado una vuelta complete para
llegar a aquello que puede haberte atraído a abrir este
libro: Nuestro deseo profundo de dar término al ciclo
de nuestro propio sufrimiento. Ahora enfrentamos el
desafío de decidir si seguimos confiando en el régimen
de la mente o si voluntariamente optamos por una nue-
va forma de ser, en que concernirse es inseparable de
estar plenamente consciente. Hemos adquirido el cono-
cimiento que necesitamos, ¿pero contamos con la vo-
luntad para poner en práctica lo aprendido, encarnar el
cuidado en nuestros pensamientos, gestos, expresiones
y acciones?
Nos enfrentamos a una encrucijada. ¿Qué camino
seguirás?

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Sobre el Autor

Una vida
dedicada a la
actividad del
Dharma

Tarthang Tulku Rinpoche, también conocido como


Kunga Gellek Yeshe Dorje, nació en Golok, Tíbet
Oriental, en 1935.
Desde su temprana edad fue instruido, iniciado y em-
poderado por maestros tradicionales hasta el año 1958,
cuando debe exiliarse en la India debido a la ocupación
china del Tíbet, anexión que significó el inicio de la
destrucción total del patrimonio cultural y espiritual
de su nación. Al poco tiempo es nombrado por S.S.
Dudjom Rinpoche para representar la Escuela Nying-
ma en la Universidad Sánscrita de Varanasi. Ahí, con
el objeto de imprimir textos de budismo tibetano, esta-
blece Dharma Mudranalaya. En 1968 se traslada a Ca-
lifornia, Estados Unidos, convirtiéndose en el primer
lama en pisar suelo estadounidense.
En 1969 funda como núcleo de sus actividades el Cen-
tro de Meditación Tibetano Nyingma (TNMC), corpo-
ración sin fines de lucro. Establece Padma Ling como
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Una vida dedicada a la actividad del Dharma

centro de residencia y, en 1972 abre el Instituto Nying-


ma donde enseña públicamente hasta 1978. El progra-
ma de estudios comprende entre otros, teoría y prác-
tica del budismo tibetano, desarrollo humano desde la
perspectiva occidental y del budismo tibetano, tiempo-
espacio y conocimiento, técnicas de yoga y relajación
kum nye, seminarios y retiros. Cuatro centros inter-
nacionales, dos en Brasil y dos en Europa –Alemania
y Holanda– se encargan de difundir estos programas.
Durante este primer período, se aboca en forma para-
lela a varios proyectos: el Proyecto de Ayuda al Tíbet
(TAP), para apoyar a la comunidad tibetana en el exi-
lio; la creación de Dharma Press y Dharma Publishing,
imprenta y editorial que a la fecha tienen a su haber la
publicación de 150 títulos en idiomas occidentales y la
reproducción de un sinnúmero de grabados sobre arte
sagrado; la construcción del centro monástico de Odi-
yan, en la actualidad un mandala de templos y estupas
donde reside junto a su comunidad de estudiantes. En
la cercanía se encuentra Ratna Ling, centro de estudios
abierto al público desde 2004, donde se ofrecen retiros.
En 1981 inicia el proyecto Yeshe De, dedicado a la
publicación del Canon de Budismo Tibetano Edición
Nyingma (120 volúmenes), Grandes Tesoros de las En-
señanzas Antiguas (641 volúmenes), y en la actualidad
la colección de los Tantras Nyingma (150 volúmenes).
Estas publicaciones son distribuidas a bibliotecas inter-
nacionales, universidades y monasterios.
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Una vida dedicada a la actividad del Dharma

En 1989 funda el Nyingma Monlam Chenmo, Ceremo-


nia para la Paz Mundial que se realiza todos los años
en Bodh Gaya, India, en la cual participan durante una
semana entre 8.000 y 10.000 lamas y monjes. Esta ins-
tancia es utilizada para distribuir millones de textos,
objetos rituales e imágenes sagradas entre los asisten-
tes, así como para proteger y embellecer dicho lugar,
declarado monumento de Patrimonio de la Humanidad
por la UNESCO.
A partir de 2002 crea cuatro fundaciones dedicadas a
la preservación y fortalecimiento de las enseñanzas bu-
distas en el Tíbet y al apoyo de iniciativas similares en
la India, Bhutan, Nepal y países del sudeste asiático; un
ejemplo de ello es la instalación de 16 campanas de dos
toneladas y media en diferentes lugares sagrados, entre
ellos Wu Tai San, China. En 2013 inaugura en Sarnath,
India, el Instituto Internacional Nyingma, concebido
para establecer puentes entre oriente y occidente.
En 2009 funda en Berkeley, California, el Centro de In-
vestigaciones sobre lenguaje budista, el Colegio Dhar-
ma y La Fundación Guna, dedicada a la creación de
documentales. La Asociación Nyingma de Organiza-
ciones Mandalas (NAMO), creada en 2012, se encarga
de guiar y proteger la labor de sus 17 organizaciones.
Rinpoche ha dedicado su vida a preservar, proteger y
compartir la herencia del budismo tibetano, manifes-
tando su esencia de múltiples maneras, en beneficio de
todos los seres sintientes.
Sarvam Mangalam
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