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Elección popular de alcaldes y concejales en los ayuntamientos.
Liberalismo económico y reducción de la protección arancelaria.
Constitución de un cuerpo armado, la Milicia Nacional, como garante de
las libertades.
Los progresistas concentraron su apoyo social en las clases medias
urbanas: artesanos, tenderos, empleados...
Sus principales dirigentes fueron Espartero, Mendizábal, Madoz,
Olózaga y Prim.
A lo largo del reinado de Isabel II y la regencia de su madre María
Cristina solo estuvieron en el poder durante breves períodos: 1835-1844
y 1854-56 (Bienio progresista). La mejor concreción de su programa fue
la Constitución de 1837.
Hacia 1849 sufrieron una escisión por su izquierda, naciendo el Partido
Demócrata. Que defendían el sufragio universal, la asistencia social
estatal y una amplia libertad de asociación.
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Designación de los ayuntamientos por el gobierno central.
Supresión de la Milicia Nacional.
Este programa se concretó en la Constitución de 1845, Ley de
Ayuntamientos de 1845 y Ley Electoral de 1846.
Su apoyo social residía en las clases altas del país: terratenientes,
grandes industriales, burguesía financiera y comercial.
Sus principales dirigentes fueron Martínez de la Rosa, el general
Narváez y Alejandro Mon.
La Constitución de 1837.
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Creación en 1844 de la Guardia Civil, fuerza armada encargada de
aplicar la ley y orden esencialmente en el medio rural. Como medida
complementaria se suprimió la Milicia Nacional.
Ley de Ayuntamientos de 1845, que reforzaba el centralismo reservando
al gobierno el nombramiento de los alcaldes.
Reforma del sistema fiscal de 1845, elaborada por Alejandro Mon. Se
estableció un nuevo sistema fiscal más racional, eficaz y moderno, que
puso fin al enrevesado sistema impositivo del Antiguo Régimen.
Ley Electoral de 1846 que configura un verdadero régimen oligárquico.
Se estableció un sufragio muy restringido que limitó el cuerpo electoral
a 97.000 varones mayores de más de 25 años, lo que suponía el 0.8% del
total de la población.
Concordato de 1851. Acuerdo con la Santa Sede por el que el Papa
reconoció a Isabel II como reina y aceptó la pérdida de los bienes
eclesiásticos ya desamortizados. A cambio el estado español se
comprometió a subvencionar a la Iglesia y a entregarla el control de la
enseñanza y a encargarla labores de censura.
La Constitución de 1845.
De carácter moderado, se diferencia de la de 1837 en una serie de
aspectos esenciales:
Soberanía compartida del Rey y las Cortes. Esto se concreta en un poder
legislativo compartido por ambas instituciones y en una clara
preeminencia de la Corona en el proceso político.
Confesionalidad del Estado: “La religión de la nación española es la
religión católica”.
Recorte de los derechos individuales, especialmente la libertad de
expresión.
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Isabel II: la organización del régimen liberal.
Del Bienio Progresista a la "Revolución Gloriosa" (1854-1868).
El Bienio progresista (1854-1856).
El poder cada vez más dictatorial de Narváez propició un creciente
descontento que culminó en un pronunciamiento de complejo desarrollo.
Iniciado por el general O'Donnell en Vicálvaro, el golpe militar se
radicalizó tras la publicación por los rebeldes del denominado
Manifiesto de Manzanares, lo que hizo que consiguiera un amplio
respaldo popular y animó a otros generales a unirse a la rebelión.
Finalmente el golpe triunfó y propició la formación de un gobierno
presidido por el progresista Espartero.
La otra gran figura del gobierno, el general O'Donnell creó un nuevo
partido, la Unión Liberal, que trató de cubrir un espacio de centro entre
moderados y progresistas, aunque gobernó junto a estos en el inicio del
bienio.
Durante este corto período destacaron las siguientes medidas:
La desamortización general de Madoz en 1855 que culminó el proceso
desamortizador, con los bienes de los municipios.
Unas nuevas Cortes Constituyentes iniciaron la elaboración de una
nueva constitución más progresista que no llegó a aplicarse.
Se adoptaron medidas para propiciar la modernización económica del
país como la Ley de Ferrocarriles de 1855.
La vuelta de los moderados al poder (1856-1858).
La agitación social creciente provocó la ruptura entre Espartero y
O'Donnell. Nombrado el líder de la Unión Liberal presidente del
gobierno en julio de 1856 se inició un proceso de revisión de la labor del
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bienio que finalmente trajo la vuelta de Narváez y los moderados al
poder en octubre de 1856. Se volvía así al régimen moderado de la
Constitución de 1845.
La Unión Liberal de O’Donnell (1858-1863).
Tras un período de dos años con Narváez y los moderados (1856-1858),
O’Donnell y la Unión Liberal volvieron al poder en 1858. Esta época
estuvo marcada por la euforia económica ("boom" de los ferrocarriles) y
por el intervencionismo exterior: guerra de Marruecos (1859-1860),
intento fallido de recuperar Santo Domingo, expedición a México,
guerra contra Perú y Chile... Esta amplia actividad bélica apenas dio
ningún resultado práctico para el país.
La vuelta de los moderados (1863-1868).
La vuelta de Narváez al poder en 1863 marca el inicio del período
terminal del partido moderado. La inestabilidad política y la deriva
autoritaria de los gobiernos caracterizaron una etapa en la que la
bonanza económica llegó a su fin tras la crisis económica de 1864.
Los intentos de insurrección como el motín de San Gil en Madrid en
1866 fueron duramente reprimidos. El creciente autoritarismo del
anciano Narváez llevó a la formación del Pacto de Ostende: unionistas,
progresistas y republicanos se aliaron para derribar a Isabel II y el
régimen moderado.
La república del año 1874: el golpe del general Pavía y el camino a la
Restauración.
El 4 de enero de 1874, el general Pavía encabezó un golpe militar. Las
Cortes republicanas fueron disueltas y se estableció un gobierno
presidido por el general Serrano que suspendió la Constitución y los
derechos y libertades.
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El régimen republicano se mantuvo nominalmente un año más, aunque
la dictadura de Serrano fue un simple paso previa a la restauración de
los Borbones que planeaban los alfonsinos con su líder Cánovas del
Castillo. La restauración se vio finalmente precipitada por un golpe
militar del general Martínez Campos el 29 de diciembre de 1874. El hijo
de Isabel II fue proclamado rey de España con el título de Alfonso XII.
Se iniciaba en España el período de la Restauración.
Evolución económica y social. El arranque del movimiento obrero
(1833-1875).
Evolución económica.
La población española se incremento a lo largo del período, aunque en
menor medida que en los países más desarrollados. El descenso de la
mortalidad y el mantenimiento de una alta natalidad explican esta
tendencia. La mayor parte de la población siguió siendo rural. Se calcula
que en 1865, el 80% de la población seguía viviendo en el media rural.
La agricultura vivió una profunda reforma basada en la abolición del
régimen señorial, la supresión de los mayorazgos y las grandes
desamortizaciones de Mendizábal y Madoz. Con este conjunto de
medidas se liberalizó la agricultura, permitiendo que la tierra pudiera
circular libremente en el mercado, y se eliminaron los frenos que
impedían el desarrollo de una agricultura capitalista dirigida al mercado.
La mayor parte de la tierra pasó a manos de propietarios privados
individuales.
La gran transformación económica de este período fue el proceso de
desamortización de los bienes eclesiásticos iniciado en 1835 por el
progresista Mendizábal, que luego vino a ser completado por el también
progresista Pascual Madoz durante el Bienio progresista con la
desamortización de los bienes de los municipios.
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Juan Álvarez de Mendizábal, bien desde el cargo de ministro de
Hacienda o presidiendo el Consejo de Ministros, inició la
desamortización de los bienes y tierras eclesiásticas amortizadas en
1836, además de suprimir las órdenes religiosas (clero regular).
La desamortización consistió básicamente en la expropiación de los
bienes desamortizados y su nacionalización y posterior venta en pública
subasta al mejor postor.
La desamortización tuvo tres objetivos:
El objetivo principal fue financiero. Buscar ingresos para pagar la deuda
pública del Estado, además se conseguirían fondos para la guerra
carlista.
Había también un objetivo político: ampliar la base social del
liberalismo con los compradores de bienes desamortizados. Además,
buena parte del clero regular apoyaba a los carlistas.
Finalmente, se planteó de forma muy tímida un objetivo social: crear
una clase media agraria de campesinos propietarios.
Los resultados no fueron todo lo positivos que se podría haber esperado:
No solucionó el grave problema de la deuda pública.
En el terreno político, el liberalismo ganó adeptos, pero también se creó
un foso que perduró largo tiempo entre el liberalismo entre la opinión
pública católica.
En el terreno social, la mayor parte de los bienes desamortizados fueron
comprados por nobles y burgueses urbanos adinerados. Los campesinos
pobres no pudieron pujar en las subastas.
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La desamortización no sirvió para mitigar la desigualdad social, de
hecho, muchos campesinos pobres vieron como los nuevos propietarios
burgueses subieron los alquileres.
Los resultados de la desamortización explican porque la nobleza, en
general, apoyó al liberalismo, y porque muchos campesinos se hicieron
antiliberales (carlistas), al verse perjudicados por las reformas.
La Iglesia vio desmanteladas las bases económicas de su poder. A
cambio de la expropiación el Estado se comprometió a subvencionar
económicamente al clero. El primer ejemplo presupuestario fue la
Dotación de Culto y Clero de 1841.
La última gran desamortización se inició en 1855 mediante una ley
elaborada por Pascual Madoz. Afectó esencialmente a las tierras de los
municipios y supuso la liquidación definitiva de la propiedad amortizada
en España.
Sus resultados tampoco fueron muy positivos:
Arruinó a los ayuntamientos, que, entre otras cosas, estaban al cargo de
la instrucción pública.
No solucionó el sempiterno problema de la deuda pública.
Perjudicó a los vecinos más pobres que se vieron privados del
aprovechamiento libre de las tierras comunales.
Pese a sus insuficiencias y errores, las desamortizaciones de Mendizábal
y Madoz cambiaron de forma radical la situación del campo español.
Baste con señalar que afectaron a una quinta parte del conjunto del
suelo. Lamentablemente, el atraso técnico y el desigual reparto de la
propiedad de la tierra siguieron siendo problemas clave de la sociedad y
la economía españolas.
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En la industria España vio como la revolución que se había iniciado en
Gran Bretaña y se extendía a otras zonas del continente, sólo afectaba de
forma muy localizada al país en Cataluña y País Vasco.
Diversos factores explican este retraso:
Escasez de carbón y materias primas.
Atraso tecnológico y dependencia del capital exterior.
Falta de articulación de un mercado interior caracterizado por las
dificultades de comunicación y por el bajo poder adquisitivo de grandes
masas de la población.
Factores políticos como la pérdida del mercado colonial, los destrozos
de la guerra de la Independencia o la inestabilidad política.
La expansión del tendido ferroviario fue un factor clave de
modernización como en el resto del mundo. España llegó con retraso al
nuevo medio de transporte y la primera línea fue la construida entre
Barcelona y Mataró en 1848. Curiosamente, el primer ferrocarril en los
dominios españoles fue construido en Cuba en 1837 en el trayecto La
Habana-Güines. Tras la promulgación de la Ley General de
Ferrocarriles en 1855 tuvo lugar un verdadero "boom" del ferrocarril. En
1866 la red alcanzó los 5.145 kilómetros de extensión.
La política comercial fue en general proteccionista. Las leyes
arancelarias de 1841 y 1849 favorecieron los intereses de los
industriales del textil catalán y de los terratenientes castellanos
cultivadores de trigo. Sólo durante el Sexenio Democrático se intentó
una política liberal con el Arancel Figuerola de 1869. La Restauración
significó de nuevo la vuelta al proteccionismo con la ley arancelaria de
1875.
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En el terreno financiero este período se caracteriza por las dificultades
de la Hacienda estatal agobiada por la Deuda Pública. Pese a estos
problemas en este período se adoptaron algunas decisiones históricas:
En 1856 se creó el Banco de España que vino a sustituir al Banco
Español de San Fernando. En 1874 quedó configurado como banco
nacional con el monopolio de la emisión de papel moneda.
En octubre de 1868 se adoptó la peseta como nueva unidad del sistema
monetario.
Evolución económica y social. El arranque del movimiento obrero
(1833-1875).
La evolución social.
El principal rasgo de este período es la paulatina desaparición de la
sociedad estamental y su sustitución por una sociedad de clases basada
en el derecho de propiedad y en la igualdad ante la ley. Esta nueva
sociedad permitió mucha mayor movilidad social, bien por el éxito en
los negocios, bien por la carrera administrativa y, sobre todo, militar.
Se configuró un nuevo grupo social dominante configurado por la alta
burguesía (empresarios textiles catalanes, financieros madrileños y
vascos...), la oligarquía terrateniente propietaria de grandes latifundios
especialmente en la España meridional, y los altos cargos del estado y el
ejército.
Por debajo emergieron unas clases medias urbanas no demasiado
numerosas (pequeños propietarios rurales y urbanos, oficiales del
ejército, funcionarios, médicos, profesores...).
La población campesina configuraba la mayoría de la población del país
y era bastante heterogénea: propietarios, arrendatarios y jornaleros sin
tierra que conformaban más de la mitad de la población rural.
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Por último, ligada a la débil industrialización, se configuró un pequeño
grupo de obreros industriales.
Los orígenes del movimiento obrero en España.
La débil y muy localizada industrialización española explica la debilidad
del movimiento obrero hasta el sexenio democrático. Se calcula que en
1860 había en torno a ciento cincuenta mil obreros industriales en el
país, más de la mitad de los cuales vivía en Cataluña.
No obstante, ya desde la década de 1830 nacieron algunas asociaciones,
como las “sociedades de auxilio mutuo”; se produjeron algunas
protestas de carácter ludita, como los conflictos en 1835 en la fábrica
“El Vapor” en Barcelona, o las protestas contra las “selfactinas” en
1854; la aparición de los primeros periódicos. Estas primera
manifestaciones del movimiento obrero fueron duramente reprimidas
por los gobiernos de la época.
El movimiento obrero durante el sexenio democrático.
Las libertades políticas permitieron un importante impulso al
movimiento obrero durante el sexenio.
En 1864 se había creado en Londres la Asociación Internacional de
Trabajadores (A.I.T.), donde durante un cierto tiempo convivieron los
seguidores de las ideas de Carlos Marx (marxistas o socialistas) y los
seguidores de Mijaíl Bakunin (anarquistas).
Las nuevas libertades traídas por la "Revolución Gloriosa" permitieron
la creación de la Sección Española de la A.I.T. Su fundación se debió al
impulso del anarquista italiano Giuseppe Fanelli. Desde un principio en
los "internacionalistas" españoles hubo claro predominio de la ideología
anarquista, inspirada en el pensamiento de Bakunin. Como era de
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esperar por su mayor grado de industrialización, el movimiento
anarquista tuvo un mayor desarrollo en Cataluña.
Por otro lado, Paul Lafargue, yerno de Marx, vino a nuestro país a
propagar las ideas del marxismo. En 1872, creó un pequeño grupo
madrileño que poco después daría lugar al PSOE.
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