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Nos falta usted,

García Márquez
Óscar Ordóñez Arteaga
Poeta, escritor y periodista

Hace poco, fuimos sorprendidos con el anuncio poco novedoso de que la editorial Random House desea
publicar “En agosto nos vemos”, la que podría considerarse como la novela póstuma de Gabriel García
Márquez.
Sin embargo, ello no es noticia. Ya supimos de este relato el 19 de marzo de 1999, cuando El País, de
Madrid, contó que el propio García Márquez sedujo al público que asistió al Foro Iberoamericano de la
Sociedad General de Autores con la lectura –en ese entonces– del cuento «En agosto nos vemos».
Al margen del género de este nuevo relato, queda demostrada una vez más que la paciencia es amiga del
éxito. No se trata de más fama para García Márquez, sino de que lo suyo era el cuidado de la escritura. Fue
esa una de sus mejores «virtudes» de escritor: la paciencia y el tiempo que se tomaba para publicar un nuevo
libro. Porque desde que había concebido una idea para escribir pasaban años hasta verla en el papel. Eso se
escuchó en el homenaje que le rindió (con motivo de su muerte) el programa «No es un día cualquiera», de
Radio Televisión Española, dirigido por la periodista Pepa Fernández.
«Ningún libro mío ha sido escrito si (es que) no han transcurrido, por lo menos, 20 años de gestación»,
dijo el colombiano más célebre de todos los tiempos.
Esa afirmación tiene un sustento: en mayo de 1997 se atrevió a sugerir a sus colegas periodistas que
escriban sin prisas; en especial, el reportaje, porque creía que el mal básico de los reportajes de su patria era
«la prisa» con la que se elaboraban.
Pero esta sentencia se podría aplicar también, y sin ningún problema, a la escritura de ficción. Desde que
él se subió a las alas de la paciencia entendió para toda la vida que esta –tarde o temprano– habría de regalarle
la calidad. Es esa calidad la que sus lectores extrañamos desde que se ha ido.
Es esa su calidad la que se advierte, se siente –incluso– se toca en sus libros, donde también encontramos
un refugio feliz, sin otro pretexto mejor que el de recordarlo. Es difícil olvidar a un escritor de esta calidad
porque, a lo largo de su vida pública, compartió con sus lectores las claves de aquello que los críticos llaman
hoy calidad.
Pero la forma en que él transmitió ese saber de calidad fue siempre desde la vereda del asombro. No fue, a
diferencia del escritor Mario Vargas Llosa, un académico, un teórico o un ensayista en cuyas líneas
demostraba argumentos de sus ideas.
No, Gabriel García Márquez fue, ante todo, un creador de imágenes. Con ellas forjó sus cuentos y sus
novelas. Son esas imágenes las que tienen el poder de haberle dado a él aquello que ya podremos definir
como rótulo de calidad. ¿Reunirá esa característica «En agosto nos vemos»?
La novedad, más bien, consiste en saber si concluyó sus memorias de «Vivir para contarla», cuyo primer
tomo (de supuestamente cuatro) salió en 2002. Falta que nos cuente –de su propia voz– y como corresponsal
de «El Espectador» su viaje a Europa; falta que nos cuente de la pobreza que sufrió en París, la época en que
la dictadura colombiana de Gustavo Rojas Pinilla (13 de junio de 1953 - 10 de mayo de 1957) cerró «El
Espectador»; falta que nos cuente cómo la casualidad hizo que el colombiano se encuentre con uno de sus
grandes maestros literarios: Ernest Hemingway.
Falta que nos cuente el supuesto fracaso de pareja que experimentó en París; falta que nos dé detalles de
su viaje a Venezuela, donde vio caer después la dictadura de Marcos Pérez Jiménez; falta que nos cuente de
cómo su corazón encontró refugio en el amor de Mercedes Barcha, cuando se casó con ella; falta que nos
cuente la presión de la que fue objeto por el Gobierno de Estados Unidos cuando trabajaba para Prensa Latina,
agencia de noticias de Cuba.
Falta que nos cuente el asombro que experimentó en su viaje por carretera desde el sur de EE.UU. a
México, pues había descubierto otros pueblos como su amada Aracataca.
Falta que nos cuente, con esa calidad, propia de los prestidigitadores de la imaginación, cómo comenzó a
escribir su monumental «Cien años de soledad». Aunque de este hecho ya nos habló en un artículo suyo
publicado en 2001 y del que nos contó, muy sonriente, aquel lunes 26 de marzo de 2007, durante la
inauguración del IV Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Cartagena de Indias,
Colombia.
En esa oportunidad, la Real Academia Española (RAE) y al Asociación de Academias de la Lengua
Española (ASALE) presentaron la edición conmemorativa de la novela «Cien años de soledad». Sí, Maestro
Gabo, falta que usted nos cuente muchas cosas más y también nos falta usted. Pero, ¡paz en su tumba!

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