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Ilustraciones:

Ilustraciones:
Eulalia
Eulalia Ospina Uribe
Ospina Uribe
Fernando CortésRamos
Fernado Cortes Ramos
1
CONTENIDO

En Colombia corren muchos ríos:


Algunos son negros, otros son blancos 8
Cómo y por qué en Colombia
se cruzaron tantas razas 16
El renacuajo paseador 23
Mirringa Mirronga 26 3
Simón el Bobito 30
El cuello de la Camisa 34
Chácharas de niños 40
Hansel y Gretel 44
PROLOGO

Este libro de cuentos esta dedicado al millón y medio de


niñas y niños beneficiarios del programa Familias en Acción,
quiénes han sido los inspiradores para poder escudriñar en
nuestra memoria aquellos cuentos que nos hicieron soñar y
construir fantasías cuando niños.

Hoy como adultos queremos compartir aquel pasado de


ensueños, ilusiones y alegrías, sea esta publicación el instrumento
que permita a las niñas y niños de Familias en Acción compartir
la lectura de esos maravillosos cuentos con sus amiguitas y
4 amiguitos y tener momentos de ensoñación con autores que hace
más de dos siglos escribieron estos relatos infantiles que siguen
presentes en nuestra memoria como los versos de Mirringa
Mirronga y el camino recorrido por Hansel y Gretel.

Rita Combariza Cruz


Directora Nacional
Programa Familias en Acción
INTRODUCCIÓN
Romper con la cadena histórica de la exclusión y la
marginalidad, es el propósito del Programa Familias en Acción,
al entregar a los niños y niñas colombianas, -beneficiarios de
los subsidios condicionados de nutrición y educación-, este
libro que les facilitará el acceso al conocimiento de la literatura
infantil colombiana y universal.

Los cuentos, “En Colombia corren muchos ríos algunos


son negros y otros son blancos” y “Cómo y porqué en Colombia
se cruzaron tantas razas” de la escritora Pilar Lozano, hacen
parte del libro “Colombia, mi abuelo y yo”, editado por
Panamericana Editorial, y se publican con la autorización de la
autora y de la editorial.

Nació en Bogotá en 1951. Estudió Comunicación Social


en la Universidad Javeriana. Sus recorridos por el territorio
colombiano en su oficio de periodista, le han servido para
inspirarse en la literatura infantil y a través de su obra literaria, 5
muchos niños y niñas han conocido Colombia.

Rafael Pombo no podía faltar en esta entrega, pues desde


el siglo diecinueve cumple su papel de recrear, de generación en
generación, durante tres siglos, la imaginación infantil, desde la
pintoresca moral y literaria.

Nació en Bogotá en 1833 y murió 1912. Estudió ingeniería.


Fue diplomático y miembro del parlamento Colombiano.
Es considerado uno de los narradores más importantes del
romanticismo hispanoamericano. Logró recrear su infancia a
través de la literatura infantil, y hoy muchos colombianos la
han compartido y recuerdan cuentos como: Simón el Bobito, el
Renacuajo Paseador, Mirringa Mirronga, entre muchos otros.

Hans Christian Andersen hace también su aporte a este


libro desde los sentimientos e ideas del mundo infantil con un
lenguaje cotidiano y sencillo, desde su propia experiencia de
vida como el mismo lo expresara alguna vez: “hace veinticinco
años llegué con mi atadito de ropa a Copenhague, un muchacho
desconocido y pobre: y hoy tome chocolate con la reina.”

Nació el 2 de abril de 1805 en Odense, Dinamarca, al


norte de Europa y muere en 1875; es uno de los escritores de
cuentos de hadas para niños más conocido.Vivió una infancia
de pobreza y abandono y fue criado en el taller de zapatería de
su padre. A los 14 años se fugó a Copenhague y trabajó para
Jonas Collin, director del teatro real, quien le pagó sus estudios.
Escribió más de 150 cuentos infantiles, y por esta obra ha sido
reconocido en el mundo como una de los grandes autores de la
literatura mundial.

Jacob Grimm y Wilhelm Carl Grimm, más conocidos en


la literatura universal como los Hermanos Grimm, entran en
este texto para compartir su creación con los niños y las niñas
colombianos con Hansel y Gretel.

Jacob Grimm nació el 4 de Enero en 1785, en Hanou,


6 murió en 1863; Wilhelm Carl Grimm nació el 24 de Febrero de
1786, en Hanou, murió en 1859.

Después del fallecimiento de su padre, su familia quedó


en una situación económica muy precaria, razón por la cual
estos dos hermanos tuvieron que marcharse a Kassel, con una
tía materna. Luego en la universidad de Marburg estudiaron
derecho y literatura medieval. Tienen una gran influencia en la
filología germana y se destacaron por adoptar las leyendas, el
folklore y las historias alemanas de tradición y transmisión oral.

Irma Lucía Acevedo Carvajal


Coordinadora Área de Capacitación
Programa Familias en Acción
¡Niños y Niñas! ahora tienen un texto para leer todas las
noches antes de acostarse y en los momentos de descanso
con sus hermanos, hermanas, amigos y amigas. Así que
a soñar, porque estamos seguros, que estos textos les
darán mucha alegría y les van a gustar mucho.

7
En Colombia corren
muchos ríos:
Algunos son negros,
otros son blancos
Pilar Lozano

Somos un país rico en agua; el cuarto con mayor


disponibilidad del líquido. Al final de la lista, aparecen
naciones como Libia, que no posee ni un solo río
permanente.

Pero no todos los ríos son iguales. En los llanos y en


la selva, por ejemplo, unos son blancos y otros son
negros.
8
Los blancos nacen en las cordilleras. En su viaje recogen
sedimentos como gredas, arenas y la tierra fértil de las
montañas. Los peces los prefieren porque en sus aguas
encuentran suficiente comida; el hombre también: en
sus orillas los suelos son más productivos.
Los ríos negros nacen en las planicies del llano y de la
selva. Corren generalmente sobre un lecho de arenas
oscuras. Por eso sus aguas se ven negras, aunque de cerca
resulten cristalinas. Los peces grandes no viven allí. En
su lugar, hay miles de peces diminutos de vivos colores.
Son los peces ornamentales que exhiben en los acuarios.

Hace años se distinguían los ríos blancos de los negros


no sólo por el color de sus aguas, sino porque en
las playas de los blancos dormían cientos de
caimanes y zumbaban batallones de mosquitos.
Hoy en Colombia casi no hay caimanes.

Navegar por un río negro es como volar en


el agua. Como sus aguas parecen un espejo,
reflejan toda la vegetación. ¡Uno no sabe
dónde empieza “el reflejo”!

Al llegar a este punto interrumpí la lectura de


las notas de Papá Sesé. Me moría de curiosidad
por saber qué ríos eran blancos y cuáles negros.
Busqué un mapa en el baúl y elaboré
una pequeña lista.
Ríos blancos: Amazonas, Orinoco, Caquetá, Meta,
Putumayo, Arauca, Guaviare....

Ríos negros: Vaupés, Guanía, Vichada, Inírida, Tomo y


el Negro, por supuesto.

Retomé la libreta de mi abuelo. Así continuaban sus


notas.

Para muchos colombianos no existen más caminos


que los ríos. Me gusta pensar que todas las mañanas,
en los puertos fluviales, hay tanto movimiento como
en un aeropuerto o en cualquier otro terminal de
transporte.

Como en los aviones y en los buses, existen varias opciones


10 para el viajero del río. Las voladoras, las embarcaciones más
veloces, resultan también las de pasajes más costosos.

Son lanchas metálicas o de fibra plástica impulsadas


por motores fuera de borda. Lo más barato es viajar en
falca.
Son pintorescas barcas de madera, con techo de
paja para proteger a los pasajeros del sol y de la
lluvia. Aunque lentas, pueden transportar hasta 40
personas.

Colombia vivió su niñez y su adolescencia alrededor


del río Magdalena, que atraviesa casi todo el país de
sur a norte. Por años fue llamado el río de la Patria.
Por allí entraba y salía todo el comercio, e iban y
venían pasajeros en buques de vapor empujados por
inmensas ruedas de madera.

Fue la columna vertebral de un país desarticulado


por falta de vías de comunicación. El sueño de los
hombres de Cúcuta, Bogotá, Bucaramanga, Medellín,
Manizales o Calí, a comienzos del siglo XX, era
construir carreteras, o vías férreas, para llegar al 11
Magdalena y así unirse al resto de Colombia. ¡El
Magdalena pasa por 10 de los 32 departamentos! En
su cuenca vive el 80 por ciento de la población del
país, mide 1.540 kilómetros.

Hoy navegan por sus aguas planchones que llevan


carga y lanchas que transportan pasajeros de un pueblo
a otro: de Mompós a Magangué, de allí a El Banco o
Plato, de Plato a Tamalameque y de allí a Gamarra; de
Gamarra a Barrancabermeja o hasta Puerto Triunfo.

El otro gran río, el Cauca, viaja paralelo al Magdalena


y recorre 1.350 kilómetros. Es un río caprichoso. Corre
entre las cordilleras Central y Occidental. A su paso
por Caldas y Antioquia, las dos cordilleras se acercan
tanto que parecen besarse. El Cauca, entonces, avanza
encajonado formando caídas y raudales.

Por años, y por culpa del Cauca, Antioquia estuvo


dividida en dos: oriente y occidente. José María Villa,
ingeniero y violinista, las unió con puentes a finales del
siglo XIX. El más bello es el Puente del Occidente. ¡Una
inmensa hamaca tejida en alambre y madera de 300
12 metros de larga! Conecta a Sopetrán con Santa Fe de
Antioquia. Aún existe y es monumento nacional.

El Atrato es el río por el que siempre he soñado


viajar. Corre por el medio del departamento
del Chocó y desemboca en el golfo de
Urabá. Barcos de madera van y vienen
permanentemente de Quibdó,
que es la capital del Chocó, a
Cartagena.
El viaje dura normalmente 15 días. Pero si al llegar al
mar sopla muy fuerte la brisa, la travesía se alarga,
pues se debe arrimar a una playa y esperar que
amainen los vientos.

En el Pacífico desembocan más de 240 ríos, la mayoría


muy cortos. El San Juan, el más caudaloso de ellos,
es rico en oro y platino. Nace cerca de donde nace el
Atrato. Al retazo de tierra que separa a los dos ríos,
algunos lo llaman el Arrastradero. Arrastran las canoas
de un río a otro y forman un canal que une el Atlántico
y el Pacífico.

Conozco los ríos que entregan sus aguas al


Amazonas y al Orinoco como la palma de mi
mano. Los cruzan cientos de embarcaciones
pequeñas, pero por ellos navegan también unas 13
embarcaciones grandes muy especiales. Son las
tiendas ambulantes de los mercaderes. Corriente
arriba venden arroz, sal, gasolina, cerveza y
cachivaches. Corriente abajo, compran madera,
plátano, pescado y demás productos que les ofrecen
los habitantes de las orillas. Uno que me gusta
mucho es el Guaviare; es el límite entre llano
y selva.
¡Qué lástima que del Amazonas, un río tan ancho que
en algunos sitios puede medir hasta 13 kilómetros,
Colombia no posea sino 116 kilómetros! En total, el
Amazonas mide 6.500 kilómetros de largo.

Así terminaban las notas sobre los ríos de Papá Sesé.


Luego, escribió algo con letra más grande. Era como
una especie de recuadro y decía así:

Muchos ríos de Colombia están enfermos, algunos de


gravedad. Padecen un mal contagioso: la contaminación.
Los hombres han confundido los ríos con basureros;
por eso arrojan desperdicios en ellos.

También sufren de otra enfermedad: la anemia.


Cada día parecen más flacos y débiles. De seguir así,
14 terminarán siendo simples hilitos de agua. Sólo los
árboles los pueden salvar, pues son los encargados de
recoger el agua para alimentarlos. ¡Pero los hombres
tumban y tumban bosques sin piedad!

Si en Colombia continúan derribando los bosques, mis


biznietos no conocerán ni un río, ni una quebrada, ni
una laguna. Etiopía, hace apenas 70
años, era un gran bosque; hoy es
un inmenso desierto donde la
gente se muere de sed.
Por esto me encanta ver a los niños de Quizgó, un
resguardo indígena encaramado en las montañas del
Cauca. Cuando salen de la escuela corren a buscar
“ojitos de agua”; así llaman a los nacimientos de agua.
Para que estos “crezcan” y formen quebradas y ríos,
siembran alrededor muchas plantas, entre ellas una
llamada “alegría”. Estos pequeños saben también
“sembrar agua”, donde no hay: hacen un hueco y lo
rellenan con agua de río; luego lo rodean de alegrías.

En sus últimos años, este pensamiento atormentó


mucho a mi abuelo. Sufría cuando escuchaba
hablar de los bosques que se están perdiendo
por la explotación maderera incontrolada, la
ganadería, los cultivos de coca y amapola... Un
día, leyendo un artículo, lo vi llorar. Se refería
a los productos químicos que muchos vierten 15
en los ríos. ¡Causan tanto daño! “Hay que
poner fin a esta locura”, me dijo, y me dio
un beso en la frente. Supe que quería estar
solo y me fui a dormir.
Cómo y por qué
en Colombia se cruzaron
tantas razas
Pilar Lozano

-Abuelo, ¿cómo llegaron los hombres a Colombia?


le pregunté una noche al viejo. Me arrunché bien en un
cojín y escuché esta historia:

-Pequeño, los científicos encargados de escudriñar en


el pasado de los hombres, no se han puesto de acuerdo
sobre cuándo y cómo llegó el hombre a América.

-Unos dicen que por el estrecho de Bering pasó gente


de Asia a América de Norte. Otros aseguran que los
16 polinesios, que eran grandes navegantes, pues sabían
manejar los vientos, fueron los primeros en arribar al
continente. Otros afirman que América fue poblada
por el sur, desde Australia, a través del polo.

-En Colombia, los investigadores han llegado a una


conclusión asombrosa luego de estudiar con delicada
paciencia algunos trozos de huesos y piedras; en el año
10.000 antes de Cristo, ya había hombres viviendo en
estas tierras. Sin embargo, dicen ellos, los agustinianos
fueron de los primeros en desarrollar una cultura
importante en nuestro país. Habitaron lo que hoy es el
sur del Huila. En el parque arqueológico de San Agustín
se conservan aún las inmensas estatuas talladas en
piedra y las tumbas donde enterraron a sus muertos.
-San Agustín era un hermoso centro cultural. Allí
se rendía culto a los muertos. Las estatuas de piedra
representan animales míticos: la rana simboliza la
muerte; el águila, la creación; y el mono la virilidad.
Los agustinianos, con toda su creadora imaginación,
desaparecieron unos trescientos años antes de la
conquista.

-Pues bien, lo cierto es que cuando los españoles


desembarcaron en lo que hoy se llama Colombia, en
1502, encontraron, según muchos estudiosos, unos 850
mil nativos.

-En el centro del país vivían los muiscas. Explotaban la


sal, el oro y las esmeraldas. Adoraban al Sol, la Luna y
el arco iris.
17
-En lo que hoy son Quindío
y Risaralda, habitaban los
quimbayas. Ellos tenían la
costumbre de vestirse en oro
cuando marchaban a la guerra.
Nadie le dio al oro formas tan
hermosas como los quimbayas.
-Al norte, los españoles encontraron a los motilones.
Les temían porque eran aguerridos y envenenaban
sus flechas para matar a sus enemigos.

-Los tayronas poblaban la Sierra Nevada de Santa


Marta, y sabían mucho de arquitectura.

-Los pijaos, los caribes, los muiscas, los pances, los


zenúes y muchos grupos más... vivían también en
Colombia...Unos usaban la pintura del cuerpo como
único vestido; otros se cubrían con hermosas mantas
de lana.

-Y como había tanto oro y tanta plata, y eran tantas las


minas del Nuevo Mundo, la Corona española decidió
traer esclavos negros para ayudar a explotar tamaña
18 riqueza. En las bodegas de los galeones trajeron de
África los hombres negros, encadenados por el cuello
y con grillos en los pies. Los negros, altos y fornidos,
eran los únicos capaces de resistir el calor del trópico
y los arduos trabajos de las minas.

-Dicen los historiadores que entre 1540 y 1810


pudieron llegar a Colombia unos 150 mil esclavos
negros. Ellos aportaron de sus países de origen,
Senegal, Guinea y Gambia, su música de tambores,
su fuerza y su magia.
-Los colores de estas tres razas –indígena, blanca y negra–
se mezclaron y hoy Colombia es mayoritariamente
mestiza. Esa fusión de culturas la hace inmensamente
rica. El 16 por ciento de sus 44 millones de habitantes
–cifra del dos mil-, son afrocolombianos, es decir, 10
millones y medio.

-Los indígenas, con la conquista, poco a poco se fueron


extinguiendo. Unos no soportaron los trabajos rudos
de las minas. Otros fueron arrasados en las batallas
contra los españoles y otros muchos, al ver sus tierras
invadidas, murieron derrotados por la tristeza.

-Fueron dueños de muchas tierras, en la actualidad


ocupan sitios apartados en los que tratan de salvar su
cultura y sus costumbres. Son un poco más de medio
millón. Pertenecen a 84 etnias y hablan diferentes 19
lenguas.

-Hay muchos grupos: los cuna, los uitotos,


los curripacos, los paeces, los tucanos, los
ticunas, los wayúus, los guambianos....
-¿Sabes? yo fui amigo de un cacique puinave. Él vivía
en río Guaviare, en un caserío se llama Barrancominas.
Tenía 38 años de edad y era cacique de 40 pueblos. Él me
contó muchas historias fantásticas.

-Decía, por ejemplo, que todos los de su tribu pueden


convertirse en tigre. “Uno siente cuando la forma del
humano va vagando y va subiendo la forma de tigre”, me
decía. Eso sí, mantenía como un secreto la sabiduría que su
padre le había transmitido cuando él sólo tenía 14 años.

-En la escuela, además del español, los niños indígenas


y los niños de piel negra aprenden su lengua nativa y, a
través de ella, creencias, tradiciones y valores heredados
de los antiguos.

20 -Los emberas hablan de Akore, su Dios. El profesor


guambiano enseña que u es flor; isiki, viento; pel, luna.
El ticuna utiliza muchas tildes: con él aprenden los
pequeños de muchas aldeas de la Amazonía que Yoy
fue quien hizo la gente.

-Los niños wayuús son hijos de la lluvia. Cuando Juya,


la lluvia, cae del cielo, la recogen en ollas. Es el agua
para calmar la sed en los días de la larga sequía en el
desierto. Con la primera tierra mojada, los pequeños
moldean sus muñecos: personas, burros, ollas. Los
secan al lado del fogón y juegan con ellos todo el
año. Ellos hablan Wayuunaikí, un idioma con más
vocales y menos consonantes que el español.

-Los wayuús conocen que Juya, la lluvia, encontró


Mma, la tierra, la fecundó y así nacieron los
primeros hijos de la tierra.
-Los niños arhuacos son hijos de la madre tierra, la
dueña de todo. Para ellos, que viven en la sierra Nevada
de Santa Marta, la montaña más alta a orillas del mar
del mundo entero, jugar con barro significa ofender a
la madre. Por eso no lo hacen.

-Los guambianos son hijos de los duendes y de las


raíces de los árboles. Viven en el Cauca en unas
montañas que parecen forradas en terciopelo verde.
Les gusta corretear impulsando llantas viejas con un
palo y treparse en zancos para jugar a ser gigante. Los
zancos también les sirven para espantar a los duendes,
unas personas chiquiticas, con pies y manos al revés,
que llevan siempre sombreros gigantes.

-Los niños de piel negra en las dos costas, Atlántica y


Pacífica, ven en la escuela una materia que se llama 21
afroamérica. Allí hablan de BenKos Biojó. En
1599, este esclavo, traído de Senegal, lideró
una rebelión y fundó cerca de Cartagena, el
Palenque de San Basilio, el más famoso pueblo
de negros rebeldes o cimarrones. En 1630, lo
detuvieron y lo colgaron en las puertas de
Cartagena de Indias.
-En San Basilio se conservan la música y el Lumbalú,
ritual africano, melodía de tambor y voz, que se canta en
los velorios.

-Los niños en su lengua palenquera –mezcla de


dialectos africanos, español y portugués– cantan:
“mano americano ma discriminación e ma racismo e
justo un humano” (Hermano americano, no importa la
discriminación y el racismo es injusto e inhumano).

-“La niña mariquita/no puede comer”, cantan los


pequeños de piel negra de la costa Pacífica en las
rondas mientras mueven, en vaivén, las caderas.
Les encanta cantar y bailar; de todo hacen versos.
A la hora del recreo, o en cualquier rato libre, tallan
pequeñas canoas. Una piedra, un destornillador, un
22 palo les sirve de herramienta. Luego les amarran una
cuerda, como hacen los niños de la ciudad con sus
carros de juguete, y los arrastran por el río......
El renacuajo paseador
Rafael Pombo

El hijo de Rana, Rinrín Renacuajo,


salió esta mañana muy tieso y muy majo,
con pantalón corto, corbata a la moda,
Sombrero encintado y chupa de boda.
“¡Muchachos, no salgas!” le grita mamá,
pero él le hace un gesto y orondo se va.

Halló en el camino a un ratón vecino,


y le dijo: “¡Amigo! venga usted conmigo,
“Visitemos juntos a doña Ratona
“Y habrá francachela y habrá comilona.”

23
A poco llegaron, y avanza Ratón,
Estírase el cuello, coge el aldabón,
Da dos o tres golpes, preguntan: “¿Quién es?”
”-Yo, doña Ratona, beso a usted los pies.”

“¿Está usted en casa?” –“Si, señor, sí estoy;


“Y celebro mucho ver a ustedes hoy;
“Estaba en mi oficio, hilando algodón,
“Pero eso no importa; bien venidos son.”

Se hicieron la venia, se dieron la mano,


Y dice Ratico, que es más veterano:
“Mi amigo el de verde rabia de calor,
“Démele cerveza, hágame el favor.”

Y en tanto que el pillo consume la jarra


24 Mandó la señora traer la guitarra
Y a Renacuajito le pide que cante
Versitos alegres, tonada elegante.

”-¡Ay! De mil amores lo hiciera, señora,


“Pero es imposible darle gusto ahora,
“Que tengo el gaznate más seco que estopa,
“Y me aprieta mucho esta nueva ropa.”

”-Lo siento infinito, responde tía Rata,


“Aflójese un poco chaleco y corbata,
“Y yo mientras tanto les voy a cantar
“Una cancioncita muy particular.”
Mas estando en esta brillante función
De baile y cerveza, guitarra y canción,
La Gata y sus Gatos salvan el umbral,
Y vuélvese aquello el juicio final.

Doña Gata vieja trinchó por la oreja


Al niño Ratico maullándole: ¡“Hola!”
Y los niños Gatos a la vieja Rata,
Uno por la pata y otra por la cola.

Don Renacuajito mirando este asalto


Tomó su sombrero, dio un tremendo salto,
Y abriendo la puerta con mano y narices,
Se fue dando a todos “noches muy felices.”

Y siguió saltando tan alto y aprisa,


Que perdió el sombrero, rasgó la camisa, 25
Se coló en la boca de un pato tragón,
Y éste se lo embucha de un solo estirón.

Y así concluyeron, uno, dos y tres,


Ratón y Ratona, y el Rana después;
Los gatos comieron y el Pato cenó,
¡Y mamá Ranita solita quedó!
Mirringa Mirronga
Rafael Pombo

Mirringa Mirronga, la gata candonga,


Va a dar un convite jugando escondite,
Y quiere que todos los gatos y gatas
No almuercen ratones ni cenen con ratas.

“A ver mis anteojos, y pluma y tintero,


“Y vamos poniendo las cartas primero.
“Que vengan las Fuñas y las Fanfurriñas,
“Y Ñoño y Marroño y Tompo y sus niñas.

“Ahora veamos qué tal de alacena.


26
26 “Hay pollo y pescado, ¡la cosa está buena!
“Y hay tortas y pollos y carnes sin grasa.
“¡Qué amable señora la dueña de casa!
“Venid mis michitos Mirrín y Mirrón.
“Id volando al cuarto de mamá Fogón
“Por ocho escudillas y cuatro bandejas,
“Que no estén rajadas, ni rotas ni viejas.

“Venid mis michitos Mirrón y Mirrín,


“Traed la canasta y el dindirindín,
“¡Y zape, al mercado! que faltan lechugas
“Y nabos y coles y arroz y tortugas.

“Decid a mi amita que tengo visita,


“Que no venga a verme, no sea que se enferme;
“Que mañana mismo devuelvo sus platos,
“Que agradezco mucho y están muy baratos.

“¡Cuidado, patitas, si el suelo me embarran!


“¡Que quiten el polvo, que frieguen, que barran 27
“¡Las flores, la mesa, la sopa!...¡Tilín!
“Ya llega la gente. ¡Jesús, que trajín!”
Llegaron en coche ya entrada la noche
Señores y damas, con muchas zalamas,
En grande uniforme, de cola y de guante,
Con cuellos muy tiesos y frac elegante.

Al cerrar la puerta Mirriña la tuerta


En una cabriola se mordió la cola,
Más olió el tocino y dijo “¡Miaao!
¡“Este es un baquete de pípiripao!”

Con muy buenos modos sentáronse todos,


Tomarón la sopa y alzaron la copa;
El pescado frito estaba exquisito
Y el pavo sin hueso era un embeleso.

De todo les brinda Mirringa Mirronga:


28 “-¿Le sirvo pechuga?” –“Como usted disponga;
“Y yo a usted pescado, ¿que está delicado?”.
“-Pues tanto le peta, no gaste etiqueta:

“Repita sin miedo” –Y él dice: “Concedo;”


Más ¡ay! que una espina se le atasca indina,
Y Ñoña la hermosa que es habilidosa
Metiéndole el fuelle le dice “¡Resuelle!”
Mirriña la cuca le golpeó en la nuca
Y pasó al instante la espina del diantre,
Sirvieron los postres y luego el café,
Y empezó la danza bailando un minué.

Hubo vals, lanceros y polka y mazurca,


Y Tompo que estaba con máxima turca,
Enreda en las uñas el traje de Ñoña
Y ambos van al suelo y ella se desmoña.

Maullaron de risa todos los danzantes


Y siguió el jaleo más alegre que antes,
Y grito Mirringa: ¡“Ya cerré la puerta!
“¡Mientras no amanezca ninguno deserta!”

Pero ¡qué desgracia! entró doña Engracia 29


Y armó un gatuperio un poquito serio
Dándoles chorizo del tío Pegadizo
Para que hagan cenas con tortas ajenas.
Simón el Bobito
Rafael Pombo

Simón el bobito llamó al pastelero:


“¡A ver los pasteles! ¡los quiero probar!”
“-Si, repuso el otro, pero antes yo quiero
“Ver ese cuartillo con que has de pagar.”

Buscó en los bolsillos el buen Simoncito


Y dijo: “¡De veras! No tengo ni unito.”

A Simón Bobito le gusta el pescado


Y quiere volverse también pescador,
Y pasa las horas sentado sentado,
Pescando en el balde de mamá Leonor.

30 Hizo Simoncito un pastel de nieve


Y a asar en las brasas hambriento lo echó,
Pero el pastelito se deshizo en breve,
Y apagó las brasas y nada comió.
Simón vio unos cardos cargando ciruelas
y dijo: -“¡Que bueno! Las voy a coger.”
Pero peor que agujas y puntas de espuelas
Le hicieron brincar y silbar y morder.
Se lavó con negro de embolar zapatos
Porque su mamita no le dio jabón,
Y cuando cazaban ratones los gatos
Espantaba el gato gritando: ¡ratón!

Ordeñando un día la vaca pintada


Le apretó la cola en vez del pezón;
Y ¡aquí de la vaca! Le dio tal patada
Que como un trompito bailó don Simón.

Y cayó montado sobre la ternera


Y doña ternera se enojó también,
Y ahí va otro brinco y otra pateadera
Y dos revolcadas en un santiamén.

Se montó en un burro que halló en el mercado


Y a cazar venados alegre partió, 31
Voló por las calles sin ver un venado,
Rodó por las piedras y el asno se huyó.
A comprar un lomo lo envió taita Lucio,
Y él lo trajo a casa con gran precaución
Colgado del rabo de un caballo rucio
Para que llegase limpio y sabrosón.
Empezando apenas a cuajarse el hielo
Simón el Bobito se fue a patinar,
Cuando de repente se le rompe el suelo
y grita: “¡Me ahogo! ¡Vénganme a sacar!”

Trepándose a un árbol a robarse un nido,


La pobre casita de un mirlo cantor,
Desgájase el árbol, Simón da un chillido,
Y cayó en un pozo de pésimo olor.

Ve un pato, le apunta, descarga el trabuco;


32 Y volviendo a casa le dijo a papá:
“Taita, yo no puedo matar pajaruco
“Porque cuanto tiro se espanta y se va.”
Viendo una salsera llena de mostaza,
Se tomó un buen trago creyéndola miel,
Y estuvo rabiando y echando babaza
Con tamaña lengua y ojos de clavel.
Vio un montón de tierra que estorbaba el paso,
Y unos preguntaban: “¿Qué haremos aquí?”
“-¡Bobos! Dijo el niño, resolviendo el caso;
Que abran un gran hoyo y la echen allí.”

Lo enviaron por agua, y él fue volandito


Llevando el cedazo para echarla en él:
Así que la traiga el buen Simoncito
Seguirá su historia pintoresca y fiel.

33
El cuello de la Camisa
Hans Christian Andersen

Érase una vez un caballero muy elegante, que por


todo equipaje poseía un calzador y un peine; pero
tenía un cuello de camisa que era el más notable del
mundo entero; y la historia de este cuello es la que
vamos a relatar. El cuello tenía ya la edad suficiente
para pensar en casarse, he aquí que en el cesto de la
ropa coincidió con una liga.

Dijo el cuello:
-Jamás vi a nadie tan esbelto, distinguido y lindo.
¿Me permite que le pregunte su nombre?

34 -¡No se lo diré!– respondió la liga.

--¿Dónde vive, pues?– insistió el cuello.

Pero la liga era muy tímida, y pensó


que la pregunta era algo extraña y
que no debía contestarla.
-¿Es usted un cinturón, verdad?
–dijo el cuello-, ¿una especie de
cinturón interior?
Bien veo, mi simpática señorita, que es una prenda
tanto de utilidad como de adorno.

-¡Haga el favor de no dirigirme la palabra! –dijo la


liga-. No creo que le haya dado pie para hacerlo.

-Si, me lo ha dado. Cuando se es tan bonita –replicó


el cuello- no hace falta más motivo.

-¡No se acerque tanto! -exclamó la liga-. ¡Parece usted


tan varonil!

-Soy también un caballero fino –dijo el cuello-, tengo


un calzador y un peine.

-Lo cual no era verdad, pues quien los tenía era su


dueño; pero le gustaba vanagloriarse. 35

-¡No se acerque tanto!


-repitió la liga-.
No estoy acostumbrada.

-¡Que remilgada!- dijo el


cuello con tono burlón; pero
en éstas los sacaron del cesto,
los almidonaron y, después
de haberlos colgado al sol
sobre el respaldo de una silla,
fueron colocados en la mesa
de planchar; y llegó la plancha
caliente.
-¡Mi querida señora -exclamaba el cuello-, mi querida
señora! ¡que calor siento! ¡Si no soy yo mismo! ¡Si
cambio totalmente de forma! ¡Me va a quemar;
va a hacerme un agujero! ¡Huy! ¿Quiere casarse
conmigo?

-¡Harapo!- replicó la plancha, corriendo orgullosamente


por encima del cuello; se imaginaba ser una caldera
de vapor, una locomotora que arrastraba los vagones
de un tren.
-¡Harapo! – repitió.

El cuello quedó un poco deshilachado de los bordes;


por eso acudió la tijera a cortar los hilos.

-¡Oh! –exclamó el cuello-, usted debe de ser primera


36 bailarina, ¿verdad? ¡Cómo sabe estirar las piernas! Es
lo más encantador que he visto. Nadie sería capaz de
imitarla.

-Ya lo sé- respondió la tijera.


-¡Merecería ser condesa! –dijo el cuello-. Todo lo que
poseo es un señor distinguido, un calzador y un peine.
¡Si tuviese también un condado!

-¿Se me está declarando, el asqueroso?– exclamó la


tijera, y, enfadada, le propinó un corte que lo dejó
inservible.

-Al fin tendré que solicitar la mano del peine. ¡Es


admirable cómo conserva usted todos los dientes,
mi querida señorita! –dijo el cuello-. ¿No ha pensado
nunca en casarse?

-¡Claro, ya puede figurárselo! –contestó el peine-.


Seguramente habrá oído que estoy prometida con el
calzador.
37
-¡Prometida!- suspiró el cuello; y como no había nadie
más a quien declararse, se las dio en decir mal del
matrimonio.

Paso mucho tiempo, y el cuello fue a parar al almacén


de un fabricante de papel. Había allí una nutrida
compañía de harapos; los finos iban por su lado, los
toscos por el suyo, como exige la corrección. Todos
tenían muchas cosas que explicar, pero el cuello los
superaba a todos, pues era un gran fanfarrón.

-¡La de novias que he tenido! –decía-. No me dejaban


un momento de reposo. Andaba yo hecho un petimetre
en aquellos tiempos, siempre muy tieso y almidonado.
Tenía además un calzador y un peine, que jamás
utilicé. Tenían que haberme visto entonces, cuando
me acicalaba para una fiesta. Nunca me olvidaré de mi
primera novia; fue una cinturilla, delicada, elegante y
muy linda; por mi se tiró a una bañera. Luego hubo
una plancha que ardía por mi persona; pero no le hice
caso y se volvió negra. Tuve también relaciones con
38 una primera bailarina; ella me produjo la herida, cuya
cicatriz conservo; ¡era terriblemente celosa! Mi propio
peine se enamoró de mí; perdió todos los dientes de
mal de amores. ¡Uf!, ¡la de aventuras que he corrido!
Pero lo que más me duele es la liga, digo, la cinturilla,
que se tiró a la bañera. ¡Cuántos pecados llevo sobre
la conciencia! ¡Ya es tiempo de que me convierta en
papel blanco!

Y fue convertido en papel blanco, con todos los demás


trapos; y el cuello es precisamente la hoja que aquí
vemos, en la cual se imprimió su historia. Y le está bien
empleado, por haberse jactado de cosas que no eran
verdad. Tengámoslo en cuenta, para no comportarnos
como él, pues en verdad no podemos saber si también
nosotros iremos a dar algún día al saco de los trapos
viejos y seremos convertidos en papel, y toda nuestra
historia, aun lo más íntimo
y secreto de ella, sera
impresa, y andemos
por esos mundos
teniendo que 39
contarla.
Chácharas de niños
Hans Christian Andersen

En casa del rico comerciante se celebraba una gran


reunión de niños: niños de casas ricas y familias
distinguidas. El comerciante era un hombre opulento
y además instruido; a su debido tiempo había sufrido
los exámenes. Así lo había querido su excelente padre,
que no era más que un simple ganadero, pero honrado
y trabajador. El negocio le había dado dinero, y el hijo
lo supo aumentar con su trabajo. Era un hombre de
cabeza y también de corazón, pero de esto se hablaba
menos que de su riqueza.

Frecuentaba su casa gente distinguida, tanto


de “sangre”, que así la llaman, como de
40 talento. Los había que reunían ambas
condiciones, y algunos que carecían de
una y otra.

En el momento de nuestra narración


había allí una reunión de niños,
que hablaban y discutían como
tales; y ya es sabido que los
niños no tienen pelos en
la lengua. Figuraba entre
los concurrentes una
chiquilla lindísima,
pero terriblemente orgullosa; los criados le habían
metido el orgullo en el cuerpo, no sus padres, demasiado
sensatos para hacerlo. El padre era chambelán, y éste
es un cargo tremendamente importante, como ella
sabía muy bien.

-¡Soy camarera del Rey!– decía la muchachita. Lo


mismo podría haber sido camarera de una bodega,
pues tanto mérito hace falta para una cosa como para
la otra. Después contó a sus compañeros que era “bien
nacida”, y afirmó que quien no era de buena cuna no
podía llegar a ser nadie. De nada servía estudiar y
trabajar; cuando no se es “bien nacido”, a nada puede
aspirarse.

-Y todos aquellos que tienen apellidos


terminados en “sen”–prosiguió-, tampoco 41
llegarán a ser nada en el mundo. Hay
que ponerse en jarras y mantener
a distancia a esos “¡sen!, -sen!” y
puso en jarras sus
lindos brazos de
puntiagudos codos,
para mostrar cómo
había que hacer.
¡Y que lindos eran
sus bracitos!
Era encantadora.
Pero la hijita del almacenista se enfadó mucho. Su
padre se llamaba Madsen, y no podía sufrir que se
hablara mal de los nombres terminados en “sen”.
Por eso replicó con toda la arrogancia de que era
capaz: Pero mi padre puede comprar cien escudos de
bombones y arrojarlos a los niños. ¿Puede hacerlo el
tuyo?

-Mi padre –intervino la hija de un escritor– puede


poner en el periódico al tuyo, al tuyo y a los padres
de todos. Toda la gente le tiene miedo, dice mi madre,
pues mi padre es el que manda en el periódico.
Y la chiquilla irguió la cabeza, como si fuera una
princesa y debiera ir con la cabeza muy alta.

En la calle, delante de la puerta entornada, un pobre


42 niño miraba por la abertura. El pequeño no tenía acceso
en la casa, pues carecía de la categoría necesaria. Había
estado ayudando a la cocinera a dar vueltas al asador,
y en premio le permitían ahora mirar desde detrás de
la puerta a todos aquellos señoritos acicalados que
se divertían en la habitación. Para él era recompensa
bastante y sobrada.
“¡Quien fuera uno de ellos!”, pensó, y al oír lo que
decían, seguramente se entristeció mucho. En casa,
sus padres no tenían ni un mísero chelín para ahorrar,
ni medios para comprar un periódico; y no hablemos
ya de escribirlo. Y lo peor de todo era que el apellido
de su padre, y también el suyo terminaba en “sen”.
Nada podría ser en el mundo, por tanto. ¡Que triste!
En cuanto ha nacido, creía serlo como se debe, pues
de otro modo no es posible.
Así discurrió aquella velada.

Transcurrieron muchos años, y aquellos niños se


convirtieron en hombres y mujeres.

Levantábase en la ciudad una casa magnífica, toda


ella llena de preciosidades. Todo el mundo deseaba
verla; hasta de afuera venía gente a visitarla. ¿A cuál 43
de aquellos niños pertenecía? No es difícil adivinarlo.
Pero tampoco es tan fácil, pues la casa pertenecía
al chiquillo pobre, que llegó a ser algo, a pesar de
que su nombre terminaba en “sen”: se llamaba
Thorwaldsen.

¿Y los otros tres niños, los hijos de sangre, del dinero


y de la presunción? Pues de ellos salieron hombres
buenos y capaces, ya que todos tenían buen fondo. Lo
que entonces habían pensado y dicho no era sino eso,
chácharas de niños.
Hansel y Gretel
Hermanos Grimm

Hansel y Gretel habían perdido a su madre, y su


padre, un pobrecito leñador, se había vuelto a casar
con una mujer que no quería a los niños.

La familia estaba en la más completa miseria. La


madrastra propuso al leñador que abandonara a los
niños en el bosque para que alguien los recogiera.
Serían dos bocas menos que alimentar.

El leñador, que amaba mucho a sus hijos, se resistía,


pero su mujer le convenció.

Los niños habían escuchado todo. Gretel se echó a llorar,


44 pero Hansel, que era muy listo, salió sigilosamente de
la casa y se llenó los bolsillos de piedrecitas blancas y
brillantes.
Al día siguiente, fueron todos al bosque. Por el camino,
Hansel, sin que nadie le viera, iba dejando caer, una
por una, las piedrecitas. Por fin, se detuvieron en un
claro y el leñador encendió fuego.

-Esperadnos aquí– dijo la madrastra, y se alejó detrás


de su marido.

Pasaba el tiempo y los niños se quedaron dormidos al


calor de la lumbre. Cuando despertaron era de noche,
pero Hansel buscó las piedrecitas blancas, siguieron
su rastro y volvieron a casa.

Al verlos aparecer, la madrastra se enfadó, pero el


leñador se alegró profundamente y abrazó a sus hijos
con ternura.
45
Pasaron unos días, y otra vez los niños oyeron decir a
su madrastra:
-Mañana nos adentraremos aún más en el bosque,
para que no puedan encontrar el camino de vuelta.

Inmediatamente, Hansel saltó de la cama y quiso


salir a buscar piedrecitas,
pero encontró la puerta
cerrada con llave.
-No te preocupes, Gretel –dijo a su hermana-. Algo se
me ocurrirá.

Al día siguiente, por el camino Hansel se dedicó a


desmigar el mendrugo que la madrastra le había
dado.

Cuando su padre y la madrasta les dejaron, se


quedaron dormidos junto al fuego.

Al despertar, unas horas después, Hansel y


Gretel buscaron las migas de pan como
antes habían buscado las piedrecitas.

Los niños buscaron y buscaron,


pero las migas no aparecieron.
46
-¡Se las han comido los
pájaros!- exclamó Gretel,
desconsolada.

-Encontraremos el camino,
ya lo verás -dijo Hansel-
cogiendo a su hermana
de la mano.
Caminaron durante toda la noche, pero siempre
volvían al mismo sitio. Cuando amaneció, agotados,
se quedaron dormidos.

A mediodía, les despertó el calorcito del sol. De


repente, Gretel descubrió una preciosa casita, oculta
entre los árboles.

-¡Hansel! -gritó la niña- ¡Ven! Mira lo que he encontrado.

Los niños se acercaron a la casa asombrados.

-¿Has visto, Gretel? Las paredes son de pan, el tejado


de chocolate y las ventanas de azúcar.

Y como estaban hambrientos, empezaron a arrancar


trozos de la casa para comérselos. Pero de repente 47
oyeron una voz que salía del interior:

-¿Quién se atreve a comerse mi casa?

Los niños se quedaron sobrecogidos.

Entonces se abrió la puerta y apareció


una anciana muy fea, que tenía una
enorme chepa.

La anciana, al verlos, cambió su feroz


expresión por otra, más sonriente, y
les dijo:

-Os habéis perdido en el bosque,


¿verdad? Los niños asintieron.
-No tengáis miedo. Conmigo estáis a salvo.

-Entrad en mi preciosa casita, pequeños, entrad. Os


esperan maravillosas sorpresas. Deliciosas golosinas
para comer y mullidas camas para descansar.

Hansel y Gretel no lo dudaron un instante. La anciana


parecía tan amable...

Los niños se sentaron a la mesa y la anciana les ofreció


deliciosos manjares que comieron con verdadero
apetito.

Después los acompañó a una alegre habitación en la que


había dos camitas blancas, para que pudieran descansar.

48 Al ver a los niños dormidos, la anciana, que en realidad


era una bruja malvada, soltó una siniestra carcajada.
-¡Ya sois míos! –gritó-. Primero me comeré a Hansel y
después a Gretel. ¡No podréis escapar!

Al día siguiente, la bruja encerró a Hansel y obligó


a Gretel a hacer las labores de la casa, mientras ella
trataba de engordar al niño para comérselo.
Cada mañana se arrodillaba ante la caseta donde le
tenía encerrado y le decía:
-Enséñame el dedo para ver cuánto has engordado.

Como la bruja veía mal, Hansel siempre le enseñaba


un hueso de pollo.

-¡Gretel! –gritaba entonces la bruja, furiosa- ¡Tráele


más comida! ¡Está muy flaco!

Pasó el tiempo, y un día la bruja se hartó de esperar


y decidió comerse a Hansel, aunque no hubiera
engordado un solo gramo.

La bruja mandó a Gretel encender el horno y le ordenó


que se asomara a ver si estaba bien caliente.
49
A Gretel se le ocurrió una brillante idea. Secó sus
lágrimas y dijo en un susurro:
-No puedo, el hueco es demasiado pequeño.

-¡Eres una tonta! –vociferó la bruja-. Mira. Yo soy más


grande que tú y puedo hacerlo.
Y entonces, cuando la bruja metió la cabeza por
el hueco del horno, Gretel la empujó con todas sus
fuerzas y cerró la puerta después. La bruja había
muerto.

Inmediatamente fue a liberar a su hermano.

Hansel y Gretel revolvieron la casa de la bruja y


encontraron muchas riquezas.

-Y ahora, vámonos a casa –dijo Hansel.

-Esta vez encontraremos el camino, seguro -Afirmó


Gretel.

Es verdad que tuvieron que andar mucho, pero al


50 final llegaron a su casa.
Su madrastra había muerto, y su padre estaba
tristísimo desde que había abandonado a sus hijos en
el bosque.

Cuando les vio aparecer sanos y salvos, una enorme


alegría llenó su corazón. Les abrazó y les pidió perdón
por lo cruel que había sido con ellos.

Las perlas y las piedras preciosas les salvaron de la


miseria, y a partir de entonces vivieron los tres muy,
muy felices.

51
Colorín colorado
estos cuentos se han acabado...

Ilustraciones:
Eulalia Ospina Uribe
Fernado Cortes Ramos
 1

Esta segunda edición de 500.000 ejemplares, con la concepción gráfica, diseño y


diagramación de Publicaciones MV Limitada, se terminó de imprimir en los talleres
de Cargraphics S.A., en noviembre de 2007.

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