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El punto máximo de efervescencia política fue alcanzado a partir de la segunda mitad del
siglo hacia los años sesenta aproximadamente. Este estado de desequilibrio resulta un
patrón determinante en el destino artístico del país y el posterior desarrollo de las
expresiones propiamente chilenas. Se trata de un caso sui generis a nivel regional, en el
que se abandona el espacio galerístico y los medios oficiales en pos de un arte popular.
Las diferentes manifestaciones se aúnan en una especie de proyecto nacional con un
propósito especifico.
Durante esta década existe una continuidad de las artes en el sentido más universal
innovación y evolución definen la plástica de este periodo. Artistas como Francisco
Brugnoli (1935), y Juan Pablo Langlois (1936) con sus “Cuerpos blandos” (1969)
introducen el arte conceptual, abriendo un espacio hacia nuevas formas creativas. Sin
embargo, también hay una mirada hacia las corrientes regionales, si bien había ocurrido
como en el resto del sur americano una modernización del arte inspirada en las
vanguardias europeas, el fulgor de la crisis resulta impulsor de las más auténticas
creaciones.
Las brigadas Ramona Parra mantuvieron una organización admirable, teniendo en cuenta su
labor clandestina. Distribuían el trabajo según las locaciones más favorables, donde a cada
miembro correspondía una función. “Así la labor comunitaria se dividía en tres grupos:
Los trazadores: fueron las personas encargadas de planificar y trazar los dibujos
sobre la muralla, usando pintura negra. En los primeros murales pintados por la
Brigada Ramona Parra, ellos fueron los responsables de delinear la leyenda que
acompañaban la composición
Los fondeadores: eran las personas encargadas de preparar el fondo de la pared del
mural con los colores más llamativos que se pudieran conseguir para atraer la
atención de los transeúntes.
Los rellenadores: fueron los responsables de rellenar los trazados hechos.” (Lara,
2004)
Por otra parte, las brigadas Ramona Parra continuaron su labor, esta vez con un enfoque
diferente, más didáctico. En este punto sus murales evolucionan hacia lo dibujístico y
aunque formalmente siguen siendo sencillos a nivel composicional se tornan un tanto
más complejo en comparación con sus obras iniciales. Los colores se tornan brillantes
casi siempre amarillo, azul y verde característicos de Chile.
Solo unos pocos artistas fueron capaces de extraer lo mejor de estas circunstancias para
elevar el arte chileno, fueron los que conformaron según la crítica Nelly Richard la
Escena de Avanzada. Estos artistas se dedican mediante el empleo de recursos novedosos
a generar discursos más auténticos sobre a la realidad chilena convirtiéndose
automáticamente en la contraparte de los medios oficiales. Era necesario traer
nuevamente el arte a las calles y romper el vacío cultural a través de acciones concretas
de modo que adquieren mayor relevancia la fotografía, el performance, el body art y el
arte instalativo.
La artista Catalina Parra (1940) irrumpe con su exposición “Imbunches1” (1977) cuyo
lenguaje grotesco pretende provocar desagrado visual e incluso horrorizar al público. Sus
obras estaban realizadas a partir de materiales reciclados, periódicos antiguos, alambre,
coseduras, tela y plástico. Tanto el efecto de la muestra como su nombre intentan reflejar
de alguna manera la compleja realidad chilena, las limitaciones y la manipulación por
parte de los poderosos.
Por otra parte, surge el grupo C.A.D.A (Colectivo Acciones de Arte). Tal como su
nombre indica este grupo interviene el espacio con sus acciones, pero no con el estilo
satírico y divertido de los performáticos europeos que poseen la estridencia del espíritu
dada, sino con una intención mucho más profunda y sublime. C.A.D.A convierte al
espectador más que en partícipe, en un creador de la propia experiencia. Lo invita a
denunciar a multiplicar un mensaje y a enfrentar la intimidación a partir de estos
pequeños pero desafiantes actos públicos. Es así como se realizan las acciones “Para no
morir de hambre en el arte” e “Inversión de escena” ambas en 1979. La primera estaba
1
Imbunche: criatura deforme y temida de la mitología chilena.
destinada a exponer los males y las carencias de los menos favorecidos, consistía en la
repartición de medio litro de leche lo cual aparecía escrito expresamente en el exterior
del paquete haciendo alusión a una de las medidas tomadas durante el mandato de
Allende con respecto a la alimentación de los infantes. Mientras que la segunda acción
consistió en bloquear visualmente con un lienzo blanco y diez camiones lecheros de la
compañía Soprole (aprovechando la cobertura de la acción anterior) la entrada del Museo
Nacional de Bellas Artes. No se trataba de un simple acto de rebeldía más bien era una
oposición una declaración contra la falsedad de los medios oficiales, incapaces de
generar un arte comprometido y visceral espejo de la realidad chilena.
Bibliografía
Barboza, B. A. (2011). Tucumán Arde y las acciones del C.A.D.A: arte político en las
vanguardias latinoamericanas. Revista Cátedra de Artes, 42-57.