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Al igual que en el resto de las naciones latinoamericanas el siglo XX chileno estuvo

mediado por numerosos conflictos especialmente del tipo político-social. La sucesión de


dictaduras, la guerra civil (1929-1930) y la lucha constante entre las diferentes facciones
políticas, tuvo como resultado un país altamente polarizado; necesitado de cambios y
estabilidad.

El punto máximo de efervescencia política fue alcanzado a partir de la segunda mitad del
siglo hacia los años sesenta aproximadamente. Este estado de desequilibrio resulta un
patrón determinante en el destino artístico del país y el posterior desarrollo de las
expresiones propiamente chilenas. Se trata de un caso sui generis a nivel regional, en el
que se abandona el espacio galerístico y los medios oficiales en pos de un arte popular.
Las diferentes manifestaciones se aúnan en una especie de proyecto nacional con un
propósito especifico.

Durante esta década existe una continuidad de las artes en el sentido más universal
innovación y evolución definen la plástica de este periodo. Artistas como Francisco
Brugnoli (1935), y Juan Pablo Langlois (1936) con sus “Cuerpos blandos” (1969)
introducen el arte conceptual, abriendo un espacio hacia nuevas formas creativas. Sin
embargo, también hay una mirada hacia las corrientes regionales, si bien había ocurrido
como en el resto del sur americano una modernización del arte inspirada en las
vanguardias europeas, el fulgor de la crisis resulta impulsor de las más auténticas
creaciones.

La situación existente reveló nuevas necesidades culturales y sociales respecto al arte.


Los medios oficiales y centros divulgativos generalmente privados, reducían el consumo
artístico a sectores privilegiados de la sociedad, se hace necesario entonces, generar un
tipo de arte capaz de llegar a todos por igual, de comunicar y difundir. En ese caso el
muralismo mexicano había demostrado su eficacia como movimiento a nivel didáctico,
expresivo y social, convirtiéndose en un referente. Surgen así, las Brigadas Muralistas
Ramona Parra en el año 1964. En sus inicios se trataba de un grupo de jóvenes
vinculados al partido de izquierda o al menos simpatizantes, entre los que destacan: Juan
Tralma Lizama (“Chin Chin”) y Alejandro González (“Mono” González). A diferencia del
movimiento mexicano se caracteriza por un gran activismo y logra movilizar a determinados
grupos de la sociedad haciéndolos partícipes y no solo testigos. La brigada pudo asociar en
su núcleo a numerosos miembros, no solo artistas sino todos aquellos con la voluntad de
defender la causa común del pueblo chileno. Llegaron a extenderse por todo el país
convirtiéndose en un proyecto integrador que ofrecía a sus integrantes la posibilidad no solo
de documentar la realidad del país sino también de enviar un mensaje transformador.

Las brigadas Ramona Parra mantuvieron una organización admirable, teniendo en cuenta su
labor clandestina. Distribuían el trabajo según las locaciones más favorables, donde a cada
miembro correspondía una función. “Así la labor comunitaria se dividía en tres grupos:

 Los trazadores: fueron las personas encargadas de planificar y trazar los dibujos
sobre la muralla, usando pintura negra. En los primeros murales pintados por la
Brigada Ramona Parra, ellos fueron los responsables de delinear la leyenda que
acompañaban la composición

 Los fondeadores: eran las personas encargadas de preparar el fondo de la pared del
mural con los colores más llamativos que se pudieran conseguir para atraer la
atención de los transeúntes.

 Los rellenadores: fueron los responsables de rellenar los trazados hechos.” (Lara,
2004)

Estas subdivisiones laborales de alguna manera anuncian la simplicidad de sus primeras


acciones que carecían de una labor dibujística profunda. Eran fundamentalmente
alusiones o consignas donde predominaban los colores oscuros e intensos principalmente
el negro. Sus trabajos podían clasificarse según el alcance de la temática abordada en
internacionales, nacionales y locales, teniendo siempre como premisa la divulgación y la
denuncia. Uno de sus actividades iniciales más importantes o al menos de las más
influyentes en el campo político fue su propuesta para apoyar al Partido Unión Popular
en las elecciones de 1969. Esta se compone de dos secciones superior e inferior unidas en
una sola pieza en algo semejante a una X, que al analizarla por separado tiene en su parte
superior una V y en la inferior una A aludiendo a la tan deseada victoria de Allende en
las elecciones. Su trazado sencillo podía ser reproducido tanto por manos expertas como
por las de un obrero y hasta un niño, lo cual permitió un mayor nivel de difusión y una
gran acogida por parte del pueblo.

El Arte en los años 70. Triunfo de Salvador Allende:


Con el triunfo de Salvador Allende en las elecciones de 1970 los sectores desfavorecidos
de la población chilena ven cumplidos sus deseos de cambio. Allende representa no solo
una figura política, sino la revolución en sí, la victoria de aquellos cuyas voces eran
silenciadas. Durante su gobierno se realizan numerosas reformas, se nacionalizan
recursos y se toman numerosas de medidas populares. En este sentido el arte también se
beneficia de las bondades del nuevo mandato que insiste en la producción de arte “para
todo el pueblo”. Además, se concientiza la necesidad de combinar las expresiones más
elevadas de la cultura con aquellas que pueden llegar a todos por igual
independientemente de su status o nivel intelectual.

Durante este periodo cesa el clandestinaje artístico que se transforma en libertad de


creación. Lo que antes era un arte dedicado a la lucha y la denuncia se convertirá en la
documentación de la nueva realidad y soporte a las acciones del nuevo líder. Surge
además un proceso nacionalista en las artes con acciones que involucran a todo el pueblo
en un intento por perpetuar y universalizar lo propiamente chileno.

En este contexto ocurren cuatro eventos destacables en el panorama cultural:

 El Tren de la Cultura (1971)

 Muestra “El Pueblo tiene arte con Allende” (1970)

 Encuentro de artistas Plásticos del Cono Sur (1972)

 Creación del Museo de la Solidaridad. (1971)

Los dos primeros responden a proyectos nacionales destinados a promover la cultura y


llevarla a todos los lugares del país incluso a las zonas de difícil acceso, iniciando así la
cadena de cambios sociales que debían establecerse en el país. Mientras que los segundos
tienen la participación de artistas internacionales que en su mayoría intentaban expresar
su solidaridad con el nuevo gobierno y mostrar simpatía con la labor de la izquierda,
movidos por un profundo sentido latinoamericanista.

Por otra parte, las brigadas Ramona Parra continuaron su labor, esta vez con un enfoque
diferente, más didáctico. En este punto sus murales evolucionan hacia lo dibujístico y
aunque formalmente siguen siendo sencillos a nivel composicional se tornan un tanto
más complejo en comparación con sus obras iniciales. Los colores se tornan brillantes
casi siempre amarillo, azul y verde característicos de Chile.

Las brigadas se dedicaron a plasmar la nueva realidad y dar cobertura a las


transformaciones político-sociales del país con murales como el de la Plaza Baquedano
(1971) o el de Las Rejas en Santiago (1972) destinados a reafirmar la prioridad de la familia,
mujeres y niños bajo el nuevo gobierno. A pesar de esta necesaria y meritoria labor realizada
en el país no olvidaron su labor de denuncia y pintan murales como el realizado en 1971
por el encarcelamiento de la defensora de los derechos de la población negra en Estados
Unidos Ángela Davis asumiendo una posición combativa y demostrando su compromiso
con la comunidad internacional

Golpe de estado de 1973. Instauración de una dictadura


militarista y repercusiones en el arte:
La llegada de Allende al poder había logrado grandes cambios y garantías civiles -antes
inexistentes- para el pueblo chileno. Pero lo cierto es que estos cambios -bastante
radicales- causaron insatisfacción en algunos sectores de la sociedad. El desequilibrio
entre los diferentes actores político-económicos y el avance norteamericano en su fase
imperialista por el sur del continente, costaron al presidente Allende la vida, como
consecuencia del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 y posterior instauración
de la dictadura militarista de Augusto Pinochet.

Pinochet al llegar al poder se encarga de anunciar al mundo y al pueblo chileno el


carácter del nuevo gobierno, a través de actos de violencia que se extendieron durante
todo su mandato calificado por algunos como la dictadura más cruenta de la historia de
Chile. Sus primeras acciones estuvieron encaminadas a destruir todos aquellos logros
populares, actividad o institución que recordara al antiguo gobernante.
Con la dictadura, el circuito de arte entendido como proyecto político-social integrador
desaparece. El trabajo de los muralistas es destruido, se clausuran las principales
instituciones promotoras del arte como El Museo de la Solidaridad y La Facultad de
Bellas Artes de la Universidad de Chile, sin contar que la mayoría de los artistas fueron
exiliados o huían del país para evitar las nuevas circunstancias. De esta manera el arte
queda privatizada nuevamente y reducida al alcance de pocos, con excepciones mínimas
como el caso del Museo Nacional de Bellas Artes.

Solo unos pocos artistas fueron capaces de extraer lo mejor de estas circunstancias para
elevar el arte chileno, fueron los que conformaron según la crítica Nelly Richard la
Escena de Avanzada. Estos artistas se dedican mediante el empleo de recursos novedosos
a generar discursos más auténticos sobre a la realidad chilena convirtiéndose
automáticamente en la contraparte de los medios oficiales. Era necesario traer
nuevamente el arte a las calles y romper el vacío cultural a través de acciones concretas
de modo que adquieren mayor relevancia la fotografía, el performance, el body art y el
arte instalativo.

La artista Catalina Parra (1940) irrumpe con su exposición “Imbunches1” (1977) cuyo
lenguaje grotesco pretende provocar desagrado visual e incluso horrorizar al público. Sus
obras estaban realizadas a partir de materiales reciclados, periódicos antiguos, alambre,
coseduras, tela y plástico. Tanto el efecto de la muestra como su nombre intentan reflejar
de alguna manera la compleja realidad chilena, las limitaciones y la manipulación por
parte de los poderosos.

Por otra parte, surge el grupo C.A.D.A (Colectivo Acciones de Arte). Tal como su
nombre indica este grupo interviene el espacio con sus acciones, pero no con el estilo
satírico y divertido de los performáticos europeos que poseen la estridencia del espíritu
dada, sino con una intención mucho más profunda y sublime. C.A.D.A convierte al
espectador más que en partícipe, en un creador de la propia experiencia. Lo invita a
denunciar a multiplicar un mensaje y a enfrentar la intimidación a partir de estos
pequeños pero desafiantes actos públicos. Es así como se realizan las acciones “Para no
morir de hambre en el arte” e “Inversión de escena” ambas en 1979. La primera estaba

1
Imbunche: criatura deforme y temida de la mitología chilena.
destinada a exponer los males y las carencias de los menos favorecidos, consistía en la
repartición de medio litro de leche lo cual aparecía escrito expresamente en el exterior
del paquete haciendo alusión a una de las medidas tomadas durante el mandato de
Allende con respecto a la alimentación de los infantes. Mientras que la segunda acción
consistió en bloquear visualmente con un lienzo blanco y diez camiones lecheros de la
compañía Soprole (aprovechando la cobertura de la acción anterior) la entrada del Museo
Nacional de Bellas Artes. No se trataba de un simple acto de rebeldía más bien era una
oposición una declaración contra la falsedad de los medios oficiales, incapaces de
generar un arte comprometido y visceral espejo de la realidad chilena.

Las sucesivas transgresiones en el campo político, las insatisfacciones del pueblo y la


agresión perenne condicionaron el arte chileno. La denuncia y la combatividad se
convierten en constantes de sus expresiones artísticas y, a pesar de no ser las únicas
temáticas, son las más fieles y nacionalistas. Se va conformando poco a poco no solo una
historia del arte sino un arte documental de la historia de Chile y Latinoamérica.

Bibliografía
Barboza, B. A. (2011). Tucumán Arde y las acciones del C.A.D.A: arte político en las
vanguardias latinoamericanas. Revista Cátedra de Artes, 42-57.

Deibe, L. C. (s.f.). Tesis de Maestría. Chile en la Bienal de La Habana. Recorrido


histórico-artístico de las artes plásticas chilenas: sus ecos en la Bienal de La
Habana. La Habana, Cuba.

Dujisin, I. T. (2009). La década de los sesenta en Chile: La utopía como proyecto.


HAOL, 139-149.

educarchile. (21 de enero de 2022). Obtenido de


http://centroderecursos.educarchile.cl:80/handle/20.500.12246/37572

Lara, P. A. (2004). Tesis de Licenciatura. El arte muralista de las Brigada Ramona


Parra 1967-1973. Chile: Universidad de Chile. Facultad de Filosofía y
Humanidades. Departamento de Ciencias Históricas.

Sánchez, R. R. (2012). Tesis de Mestría. Arte, politíca y resistencia durante la dictadura


chilena: del C.A.D.A a mujeres por la vida. México: Universidad Nacinal
Autonóma de México.

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