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Después de largos años de complacencia general respecto al status

científico de su disciplina, los economistas empiezan a sospechar


Mark Blaug
la existencia de serias imperfecciones en la construcción de su
edificio metodológico. M ARK BLAUG examina los fundamentos
La metodología de
de LA METODOLOGIA DE LA ECONOM IA, que se ocupa de
los conceptos y de los principios básicos de razonam iento en esa
la economía
parcela del conocimiento. La pregunta acerca de COMO EX PLI­
CAN LOS ECONOMISTAS —subtítulo del volumen— remite a A lianza Universidad
la naturaleza, la estructura, los procedimientos de validación y las
implicaciones predictivas de sus teorías, así como a las relaciones
existentes entre la economía como ciencia y la economía política
como arte. Las dos primeras secciones resumen la evolución de la
nueva filosofía de la ciencia («Lo que usted siempre quiso saber, y
nunca se atrevió a preguntar, sobre la filosofía de la ciencia») y la
historia específica de la metodología económica (los verificacio-
nistas, los falsacionistas y la distinción entre economía positiva y
economía normativa). La tercera parte lleva a cabo una evalua­
ción metodológica del program a de investigación neo-clásico: la
teoría del com portam iento del consum idor, la teoría de la
empresa, la teoría del equilibrio general, la teoría de la producti­
vidad m arginal, la teoría de Heckscher-Ohlin del comercio
internacional, la polémica entre keynesianos y m onetaristas, la
teoría del capital hum ano y la teoría de la nueva economía de la
familia. Cierran la obra un capítulo de conclusiones («¿Qué es lo
que hemos aprendido hasta aquí sobre la economía?») y un útil
apéndice.

Cubierta Daniel Gil


Alianza Universidad Mark Blaug

La metodología de la economía
o cómo explican los economistas

Versión española de
Ana Martínez Pujana

Alianza
Editorial
INDICE

P refacio.............................................................................................. 11

P a r t e . I.Lo que usted siempre quiso saber, y nunca se atre­


vió a preguntar, sobre la filosofía de la ciencia.
1. De las ideas recibidas a las de P o p p e r....................... 19
L as ideas recibidas, 19.— E l modelo hipotético-deductivo, 20.
L as tesis de la simetría, 22.— Normas «versus» práctica efec­
tiva, 27.— E l falsacionism o de Popper, 29.— Una falacia lógi­
ca, 31.— E l problema de la inducción, 33.— Estratagem as inmu-
nizadoras, 36.— La inferencia estadística, 40.— Grados de corro­
boración, 43.— Conclusión fundamental, 46.

2. De Popper a la nueva heterodoxia............................. 48


L os paradigmas de Kuhn, 48.— M etodología «versus» historia,
52.— Programas científicos de investigación, 54.— E l anarquis­
mo de Feyerabend, 60.— D e vuelta a los prim eros principios,
64.— E n defensa del monismo metodológico, 66.

P a r t e I I .- Historia de la metodología económica.


3. Los verificacionistas: una historia del siglo xx en gran
p a r t e ................................................................................... 75
L a prehistoria de la metodología económica, 75.— E l ensayo de
Mili, 79.— Las leyes de tendencia, 85.— L a lógica de Mili, 89.
L as ideas económicas de Mill en la práctica, 92.— E l método
lógico de Cairnes, 97.— N eville Keynes resume la cuestión,

7
8 Indice Indice 9

101.— E l ensayo de Robbins, 106.— L os modernos austríacos,


111. 11. La teoría Heckscher-Ohlin del comercio internacional 235
E l teorema Heckscher-Ohlin, 235.— E l teorema de igualación
4. Los falsacionistas: una historia totalmente del siglo xx 114 de los precios de los factores de Samuelson, 236.— La para­
doja de Leontief, 237.— E l programa de investigación de Ohlin-
¿Ultraem pirism o?, 114.— D e nuevo los apriorism os, 117.—
Samuelson, 239.— Contrastaciones adicionales, 240.
E l operacionalismo, 119.— L a tesis de la irrelevancia-de-los-
supuestos, 124.— L a característica-F, 131.— E l mecanismo dar­
winiano de supervivencia, 134.— Falsacionismo ingenuo «ver­
12. Keynesianos «versus» m onetaristas............................. 242
su s» falsacionismo sofisticado, 141.— Vuelta al esencialismo, ¿U n debate inútil?, 242.— L as sucesivas versiones del mone-
143.— E l institucionalismo y los modelos esquemáticos, 147. tarismo de Friedm an, 244.— L a teoría de Friedman, 245.— La
L a corriente principal, 148. fase I I I del monetarismo, 247.— Recuperación del mensaje
de Keynes, 248.
5. La distinción entre economía positiva y economía nor­
mativa ................................................................................. 13. La teoría del capital hum ano........................................ 250
150
Núcleo «versus» cinturón protector, 250.— Individualism o me­
La guillotina de H um e, 150.—-Juicios metodológicos «versus»
todológico, 254.— Contenido del programa, 257.— L a hipótesis
juicios de valor, 152.— ¿U na ciencia social libre de juicios de
del mecanismo-espejo («screening hypothesis»), 259.— Evalua­
valor?, 155.—U n ejemplo de ataque contra el wertfreiheit, 161.
Breve bosquejo histórico, 162.— L a economía positiva paretina ción final, 264.
del bienestar, 165.— E l teorema de la mano invisible, 168.— 14. La nueva economía de la fam ilia.................................. 267
La dictadura de la economía paretina del bienestar, 170.—
E l economista como tecnócrata, 171.— L os prejuicios y la eva­ Funciones de producción de la unidad familiar, 267.-—L a ad-
luación de la evidencia empírica, 175. hocicidad, 270.— Algunas implicaciones, 271.— E l verificacio-
nismo de nuevo, 275.

P a r t e III.Evaluación metodológica del programa de inves­ P a r t e IV. ¿Qué es lo que hemos aprendido hasta aquí so­
tigación neo-clásico.
bre la economía?
6. La teoría del comportamiento del consum idor......... 183 15. Conclusiones....................................................................... 281
Introducción, 183.— L a ley de la demanda ¿es una ley?, 185. L a crisis de la economía moderna, 281.— Medición sin teoría,
D e las curvas de inferencia a la preferencia revelada, 188.— 285.— E l falsacionismo una vez más, 288.— L a economía apli­
Trabajos empíricos sobre la demanda, 192.— La importancia cada, 288.— E l mejor camino hacia adelante, 291.
de los bienes G iffen, 194.— L a teoría de las características de
Lancaster, 196.
Apéndice terminológico.................................................................. 294
7. La teoría de la em presa.................................................... 199
La defensa clásica, 199.— E l determinismo situacional, 203.— Indice de nombres............................................................................ 299
Implicaciones competitivas a pesar del oligopolio, 207.
Indice de m aterias............................................................................ 305
8. La teoría del equilibrio gen eral..................................... 212
L a contrastación de la teoría del E G , 212.— ¿U na teoría o un
marco de referencia?, 214.— Relevancia práctica, 216.

9. La teoría de la productividad m argin al....................... 218


Las funciones de producción, 218.— L a teoría hicksiana de las
participaciones relativas, 221.— Contrastaciones de la teoría de
la productividad marginal, 224.

10. El retorno de las técnicas y todo e s o ............................ 227


La medición del capital, 227.— L a existencia de una función
de demanda de capital, 228.— L a significación empírica del re­
tom o de las técnicas, 230.
PREFACIO

E n la elección de tema (contenido y método de la Economía) temo haber


incurrido en dos faltas: la del aburrimiento y la de la presunción. L as especu­
La expresión «la metodología d e ...» suele aparecer rodeada de
laciones en el campo de la m etodología son fam osas por su trivialidad y su funesta ambigüedad. Se considera a veces que con el término meto­
prolijidad, y ofrecen además campo abonado para toda clase de luchas intesti­ dología designamos los procedimientos técnicos de una disciplina, y
nas; no es posible llegar a una comprobación generalmente aceptada de las posi­ que se trata simplemente de un sinónimo algo rimbombante de la
ciones contendientes, y se considera que una victoria en este terreno, aunque palabra método. Con frecuencia, sin embargo, se utiliza esta palabra
fuese alcanzable, no beneficiaría a la ciencia en sí. L a esterilidad de las conclu­ para designar la investigación de los conceptos, teorías y principios
siones metodológicas constituye con frecuencia adecuado complemento del tedio básicos de razonamiento utilizados en una determinada parcela del
que provoca el proceso seguido para alcanzarlas. saber, y es precisamente a este sentido más amplio del término al que
Acusado de fastidioso y aburrido, el m etodólogo no puede refugiarse bajo nos referiremos en el presente libro. Para evitar malentendidos, he
un manto de modestia, ya que, muy al contrario, su figura se'yergue y se ade­
lanta, lista siempre, en consonancia con sus pretensiones, a aconsejar a diestro
añadido el subtítulo Cómo explican los economistas, sugiriendo que
y siniestro, a criticar el trabajo de los demás, trabajo que, sea cual sea su valor, «la metodología de la Economía» debe entenderse simplemente como
trata al menos de ser constructivo; se erige a sí mismo, en suma, como intér­ la aplicación a la Economía de la filosofía de la ciencia en general.
prete último del pasado y dictador de los esfuerzos futuros. El preguntarse acerca de cómo explican los economistas los fenó­
menos de cuyo estudio se ocupan es, en realidad, preguntar en que
Roy H arrod: Economic Journal, 48, 1938 sentido la Economía es una ciencia. En palabras de un eminente filó­
sofo de la ciencia de nuestros días: «E s el deseo de explicaciones
que sean al mismo tiempo sistemáticas y controladas por la evidencia
empírica, lo que genera la ciencia; y el objetivo característico de las
ciencias consiste en la organización y clasificación del conocimiento
adquirido sobre la base de principios explicativos» (Nagel, 1961, pá­
gina 4). Sin duda, la Economía proporciona multitud de ejemplos
de «explicaciones que son a la vez sistemáticas y controladas por la
evidencia fáctica», y, por consiguiente, no perderemos el tiempo aquí
tratando de defender la idea de que la Economía es una ciencia. La
10 11
12
L a metodología de la economía Prefacio 13

E c o n o m ía ta m b ié n e s, sin e m b a r g o , bins: The Significance and Basic Postulates of Economic Theory


unacienciapeculiar,distintaporejm
plo de la física, porque se dedica al estudio del comportamiento (1938) (Significación y postulados básicos de la teoría económica) de
humano y, por tanto, invoca como «causas de las cosas» a las razones Terence Hutchinson. Más recientemente, Milton Friedman, Paul Sa­
y m otivos que m ueven a los agentes humanos; se diferencia igual­ muelson, Fritz Machlup y Ludwig von Mises han realizado impor­
mente de la sociología o la ciencia política, por ejemplo, porque, en tantes contribuciones a la metodología de la Economía. Resumiendo,
cierta medida, logra proporcionar teorías deductivas rigurosas sobre pues, los economistas han sido desde hace tiempo conscientes de la
las acciones humanas, cosa que prácticamente no ocurre en esas otras necesidad de defender los principios «correctos» de razonamiento en
ciencias del comportamiento. En resumen, las explicaciones del eco­ su campo, y, aunque la práctica real puede tener muy poca relación
nomista constituyen una especie concreta de un género más amplio con lo que se predica, la consideración de qué es lo que se predica
de explicaciones científicas, y como tales presentan ciertos rasgos pro ­blem
áticos. puede tener interés en sí misma. Esta es la tarea a que se dedica la
Parte II de este libro. La parte I es una introducción breve al pen­
¿ C u á l e s , p u e s , lanaturaleza de las explicaciones económicas? En samiento actual en el terreno de la filosofía de la ciencia; en ella se
la medida en que dichas exp icaciones consisten en teorías definidas, exponen una serie de distinciones que serán utilizadas a lo largo del
¿cuál es la estructura de dichas teorías?, y, en especial, ¿cuál es la resto del libro.
relación existente entre los supuestos y las implicaciones predictivas Después de pasar revista a la literatura existente sobre metodo­
de las teorías económicas? Si los economistas validan sus teorías in­ logía económica, en los capítulos 3 y 4 de la Parte II, en el capí­
vocando a la evidencia fáctica, ¿resulta tal evidencia pertinente tan tulo 5 revisamos la espinosa cuestión del estatus lógico de la Eco­
solo respecto de las implicaciones predictivas de las teorías, o respecto nomía del Bienestar. Al final de dicho capítulo, habiendo ya obtenido
de los supuestos en que dichas teorías se basan, o respecto de ambos? una visión más o menos completa de las cuestiones candentes en la
Ademas, ¿que es lo que cuenta como evidencia fáctica para los eco­ Metodología de la Economía, estaremos en disposición de aplicar
nomistas? ¿Cómo es que teorías económicas que intentan explicar las conclusiones obtenidas a algunas de las principales controversias
o que es, son utilizadas también en forma prácticamente idéntica que se han dado en el campo de la Economía. En consecuencia, la
para dem ostrar/o que debe ser? En otras palabras, ¿cuál es exacta­ Parte III proporciona una serie de casos de estudio, con los que no
mente la relación existente entre la Economía Positiva y la Economía se pretende zanjar cuestiones controvertidas respecto de las cuales
Normativa, o en lenguaje ya pasado de moda, cuál es la relación exis­ los economistas aún no se han puesto de acuerdo, sino que consiste
tente entre la Economía como ciencia y la Economía Política como más bien en un intento de mostrar cómo cada controversia econó­
arte? hste es el tipo de pregunta de que nos ocuparemos en lo que mica implica cuestiones de metodología económica. El último capítulo
sigue. (Parte IV) reúne los distintos cabos expuestos en un intento de al­
Los economistas se han interesado por estas cuestiones desde los canzar unas conclusiones finales; éste es quizás el capítulo más per­
tiempos de Nassau William Sénior y John Stuart Mili, y una vuelta sonal del libro.
a estos autores del siglo xix para ver qué es lo que los economistas Posiblemente haya habido demasiados autores en el campo de la
creían, correcta o equivocadamente, que estaban haciendo al practicar metodología económica que no han considerado que su tarea consis­
su disciplina, puede ser de un gran provecho para todos nosotros. tiese en ir más allá de la simple racionalización de las formas tradi­
Ya en 1891 John Neville Keynes consiguió recoger todo el pensa- cionales de argumentación de los economistas, y acaso sea por esta
miento metodologico de los economistas de su generación, en su me­ razón por la que los economistas de hoy consideran en general la
recidamente famoso Scope and Method of Political Economy (Conte- investigación metodológica de poca utilidad. Hablando francamente,
nido y método de la Economía Política), que puede considerarse lo cierto es que la metodología económica ocupa poco espacio en la
como el punto de referencia obligado en la historia de la metodo­ formación de los economistas de hoy día, pero es posible que esto
logía económica. El siglo xx fue testigo de una compilación similar esté cambiando. Después de muchos años de complacencia general
contenida en The Nature and Significance of Economic Science (Natu­ respecto del estatus científico de su disciplina, un creciente número
raleza y significación de la Ciencia Económica) (1932) de Lionel de economistas empieza a plantearse en profundidad una serie de
Robbins, seguida unos años más tarde por un libro que obtuvo gran cuestiones acerca de lo que están haciendo. En cualquier caso, un
difusión y que mantiene tesis diametralmente opuestas a las de Rob- número cada vez mayor de ellos empieza a sospechar que no todo
14 L a metodología de la economía Prefacio ^

es perfecto en el edificio construido por la disciplina económica. donde pasé el mes de noviembre de 1976, gracias a la generosidad
No es mi intención enseñarles a ser mejores economistas, pero, por de la Fundación Rockefeller. Cuando dejé la idílica atmósfera del
otro lado, la mera descripción de lo que los economistas hacen, sin Centro de Estudios y Conferencias de Bellagio, mis compromisos do­
implicación alguna sobre lecciones objetivas al respecto no tiene de­ centes e investigadores me impidieron volver a trabajar sobre el
masiado interés; en un determinado momento incluso el espectador manuscrito durante todo el curso 1976-77, y aún después me llevo
más imparcial se sentirá dispuesto a adoptar el papel de árbitro. Al todo el año 1978 el terminarlo. Obtuve valiosos comentarios, dema­
igual que otros de mis colegas, yo también tengo mis ideas acerca siado numerosos para mi comodidad, sobre este primer esbozo de
de ¿Qué le ocurre a la Teoría Económica?, por citar el título del Kurt Kappholz y Thanos Skouras. Además, Ruth Towse leyó todo
libro de Benjamín Ward * , pero mi discusión no se referirá tanto al el manuscrito eliminando la mayor parte, si no todos, mis lapsus gra­
contenido de lo que hoy entendemos por Economía, sino a la forma maticales. Por esta ingrata tarea le debo una gratitud mayor de la
en que los economistas tratan de validar sus teorías. Sostendré en que puede pagarse con moneda al uso.
lo que sigue que no hay nada fundamentalmente erróneo en la meto­
dología económica normal, tal como la encontramos en los primeros M ark B lau g
capítulos de casi todos los libros de texto de Teoría Económica; el Londres, agosto de 1980
problema es que los economistas no practican lo que predican.
Cuando Laertes le dice a Ofelia que no se rinda a los avances
de Hamlet, ella replica: «No hagas tú como algunos enfadosos pre­
dicadores/ mostrarme el empinado y espinoso camino de los cielos/
mientras como inflado y vano libertino/ él mismo se engolfa con
regodeo por los caminos de la sensualidad.» En mi opinión, los eco­
nomistas del siglo xx se parecen bastante a esos «enfadosos predi­
cadores». Mis lectores podrán decidir por sí mismos si esta opinión
mía queda bien defendida en este libro, pero en cualquier caso, el
deseo de plantear correctamente esa defensa ha sido la razón prin­
cipal que me ha impulsado a escribirlo.
Este libro se dirige principalmente a los estudiantes de Economía,
es decir, a aquellos que han asimilado lo fundamental de la teoría
económica básica, pero que encuentran difícil, si no imposible, la ta­
rea de elegir entre teorías económicas alternativas. Pero el interés
de los economistas profesionales en los problemas metodológicos es
tal, que me atrevería a esperar que incluso algunos de mis colegas
llegasen a encontrar el libro interesante. Muchos otros estudiosos
de las ciencias sociales — sociólogos, antropólogos, profesionales de
la ciencia política e historiadores— suelen tender, o bien a envidiar
a los economistas por su aparente rigor científico, o bien a despre­
ciarlos por considerarlos como los lacayos de los gobiernos. Posible­
mente no encuentren en este libro un antídoto contra la envidia, sino
más bien un recordatorio de los beneficios que la economía obtiene,
y siempre ha obtenido, de su orientación política.
La elaboración de este libro se ha prolongado demasiado. El pri­
mer capítulo quedó esbozado en la Villa SerbeUoni, en Bellagio, Italia,

* Alianza Universidad (A U ), 19.


Parte I
LO QUE UD. SIEMPRE QUISO SABER,
Y NUNCA SE ATREVIO A PREGUNTAR,
SOBRE LA FILOSOFIA DE LA CIENCIA
Capítulo 1
DE LAS IDEAS RECIBIDAS A LAS DE POPPER

Las ideas recibidas

Cualquiera que consulte unos cuantos libros de texto de uso


corriente en el campo de la filosofía de la ciencia, descubrirá pronto
que se encuentra ante una extraña disciplina: no se trata, como podía
esperarse, del estudio de los factores sicológicos y sociológicos que
promueven y estimulan el descubrimiento de hipótesis científicas; ni
siquiera se trata de una reflexión sobre los principios, métodos y
resultados de las ciencias físicas y sociales que intente describir, al
más alto nivel de generalidad, los logros científicos más sobresalientes.
En vez de ello parece consistir básicamente en un análisis pura­
mente lógico de la estructura formal de las teorías científicas, un
análisis que parece adecuarse más a la prescripción de la práctica cien­
tífica correcta que a la descripción de lo que en la actualidad enten­
demos por ciencia; y cuando se menciona la historia de la ciencia
se escribe sobre ella como si la física clásica fuese el prototipo de
toda ciencia, a la que tarde o temprano habrán de conformarse todas
las demás si es que quieren merecer el título de «ciencia».
Esta caracterización de la filosofía de la ciencia resulta hoy un
poco anacrónica, puesto que refleja las ideas de los años dorados del
positivismo lógico, los que separan a las dos guerras mundiales. En el
período comprendido entre la década de 1920 y la de 1950 los filó­
sofos de la ciencia se mostraban en general de acuerdo con lo que
Frederick Suppe (1974) ha denominado «Las ideas recibidas acerca
19
20
L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 21

de las teorías» Pero los trabajos de Popper, Polianyi, Hanson, Toul- y Peter Oppenheim (1965) *, en el que se argüía que toda explica­
min, Kuhn, Lakatos y Feyerabend, para mencionar solamente a los ción verdaderamente científica tiene la misma estructura lógica: in­
amores mas importantes, han destruido en gran parte esas ideas cluye al menos una ley universal, más una delimitación de los con­
recibidas sin llegar a construir, sin embargo, una alternativa gene­ dicionantes iniciales relevantes que en conjunto constituyen el expla-
ralmente aceptada que las sustituya. En resumen, la filosofía de la nans, o premisas, de las cuales se deduce el explanandum, o afirma­
ciencia es un campo en el que ha reinado una gran agitación a par­ ciones acerca del fenómeno que se trata de explicar con la única
tir de 1960, lo que complica la tarea de proporcionar una guía clara ayuda de las reglas de la lógica deductiva. Por ley universal enten­
y simple del mismo en el espacio de sólo dos capítulos. En principio demos una proposición del tipo: «en todos los casos en los que se
lo mas conveniente parece ser empezar con algunos de los rasgos prin­ da el fenómeno A, se da también el fenomeno B», y tales leyes uni­
cipales de las ideas recibidas, y sólo después pasar a estudiar la nueva versales pueden ser determinadas, cuando se refieren a fenómenos
heterodoxia, utilizando la obra de Karl Popper como puente de en­ individuales B, o estadísticas, cuando se refieren a clases de fenóme­
lace entre las ideas antiguas y las nuevas, dentro del campo de la nos B (así pues, las leyes estadísticas toman la forma: «en todos los
nlosoria de la ciencia. casos en los que se da el fenómeno A, se dará también el fenómeno
B con una probabilidad de p, siendo 0 < p < l » ) . Por leyes de la 1»
gica deductiva entendemos el razonamiento por silogismos infalibles
El modelo hipotético-deductivo del tipo «si A es cierto, entonces, B es cierto también; A es cierto,
luego B también lo es» (éste es un ejemplo de lo que los logicos
Las ideas generalmente aceptadas acerca de la filosofía de la cien­ denominan silogismo hipotético). Excuso decir que la lógica deduc­
cia a mediados del siglo xix postulaban que las investigaciones cientí­ tiva es un cálculo abstracto y que la verdad lógica del razonamiento
ficas se inician a partir de una observación de los hechos, libre y deductivo no depende en modo alguno de la verdad fáctica c° nt^'
carente de prejuicios; siguen con la formulación de leyes universales nida en la premisa mayor «si A es cierto, B también lo es», ni de la
acerca de esos hechos por inferencia inductiva, y finalmente llegan, contenida en la premisa menor «A es cierto».
de nuevo por medio de la inducción, a afirmaciones de generalidad De la estructura lógica común a todas las explicaciones verda­
aun mayor, conocidas como teorías. Tanto las leyes como las teorías deramente científicas se sigue, como señalaron a continuación Hem­
son sometidas a un proceso de comprobación de los elementos de pel y Oppenheim, que la operación denominada explicación implica
verdad que contienen por medio de la comparación de sus implica­ las mismas reglas de inferencia lógica que la operación denominada
ciones empíricas con todos los hechos observados, incluyendo aque- predicción, con la única diferencia de que la explicación se produce
Uos a partir de los cuales se inició el proceso. Este enfoque inductivo después de ocurridos los acontecimientos en cuestión, mientras que
de la ciencia, perfectamente resumido por John Stuart Mili en su la predicción se produce a priori. En el caso de la explicación parti­
System of Logic, Ractocinative and Inductive (1843) (Sistema de mos de un fenómeno que deseamos explicar y descubrimos al menos
lógica deductiva e inductiva), y que sigue siendo hoy en día la idea una ley universal más un conjunto de condiciones iniciales que el
que el hombre de la calle tiene de la ciencia, empezó a derrumbarse fenómeno en cuestión implica lógicamente. E n otras palabras, para
gradualmente en la segunda mitad del siglo xix bajo la influencia de citar una causa determinada como explicación de u n fenomeno con­
los escritos de Ernst Mach, Henri Poincaré y Pierre Duhem, y a creto hemos de someter al fenómeno en cuestión a u n a ley univer-
principios de nuestro siglo empezó a tomar una visión prácticamente
opuesta en los trabajos del Círculo de Viena y de los pragmáticos
americanos (véanse: Alexander, 1964; 19 Harré, 1967; y también Losee, 1 Se trata de una versión más cauta de la misma tesis anunciada por Hempel
en 1 9 4 2 ( 1 9 4 9 ) , y que generó un gran debate entre los historiadores respecto
72, capítulos 10 y 11), de lo que surgió el modelo hipotético- del significado de las explicaciones históricas (véase nota 5). E n La lógica de la
deductivo de explicación científica. investigación científica de Popper, publicada por primera vez en aleman en
De todos modos, no fue hasta 1948 cuando este modelo hipo- 1 9 3 4 y después en inglés en 1 9 5 9 , pueden encontrarse fo r m u k c .Q n e s anteriores,
y formalmente menos precisas, del modelo h i p o t é t ic ( > d e d u c t iv o ( 1 9 6 5 pági­
tético-deductivo fue formalizado y propuesto como el único tipo
nas 5 9 y 6 8 - 9 ; véase también Popper, 1 9 6 2 , I I , pags. 262-63 y 3 6 2 - 6 4 y Pop-
válido de explicación en el campo de la ciencia. Esta autorizada ver­ per, 1 9 7 6 , pág. 1 1 7 ) , y ya en 1 8 4 3 lo encontramos también en Mili ( 1 9 7 3 ,
sión apareció en primer lugar en un famoso artículo de Cari Hempel páginas 4 7 1 - 7 2 ) .
22
L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber

sal o a un conjunto de leyes universales; por esta razón, un crítico plazo, pueden obtenerse previsiones económicas bastante fiables a
de la tesis de Hempel-Oppenheim la ha denominado «el modelo de corto plazo recurriendo a reglas empíricas que producen satisfacto­
explicación de la ley de cobertura» (Dray, 1957, cap. 1). En el caso rios resultados, aunque no tengamos ni idea de los por ques. En re­
de la predicción, por otro lado, partimos de una ley universal y de sumen, es perfectamente obvio que se puede predecir bien sin expli­
un conjunto de condiciones iniciales y deducimos de ellos proposi­ car nada. . ..
ciones acerca del fenómeno que desconocemos; las predicciones se No queremos decir con ello, sin embargo, que sea siempre taca
utilizan generalmente para comprobar si la ley universal se mantiene decidir si una determinada teoría científica, que ha demostrado una
en la práctica. En definitiva, la explicación es simplemente «una pre­ apreciable capacidad predictiva, debe dicha capacidad a la pura suerte
dicción proyectada hacia el pasado». o* a sus características intrínsecas como tal teoría. Algunos críticos
Esta idea de que existe una simetría lógica perfecta entre la na­ de las ideas recibidas han sostenido que el modelo^ de explicación
turaleza de las explicaciones y la de las predicciones ha sido deno­ científica de la ley de cobertura se basa en ultimo termino sobre el
minada tesis de la simetría, y constituye el centro neurálgico del análisis de causación de David Hume. Para Hume, lo que denomi­
modelo hipotético-deductivo, o modelo de la ley de cobertura, de la namos causación no es sino la conjunción constante de dos aconte­
explicación científica. Lo característico de este modelo es que no cimientos que aparecen uno detrás del otro en tiempo y espacio, y
de los que denominamos «causa» al que aparece primero en el tiem­
emplea otras reglas de inferencia lógica que las de la deducción (la
po, y «efecto» al que aparece después, aunque no necesariamente
importancia de esta característica se verá claramente en seguida).
existirá tal conexión entre ellos (ver Losee, 1972, págs. 104-6). Los
Las leyes universales implicadas en las explicaciones no se obtienen
críticos han rechazado este «modelo de causación de la bola de bi­
por generalización inductiva a partir de casos particulares; se trata
llar» de Hume, y han insistido en que las genuinas explicaciones
de meras hipótesis, conjeturas inspiradas, si se quiere, que pueden
científicas deben incluir un mecanismo que conecte la causa con el
contrastarse al utilizarlas para hacer predicciones acerca de fenómenos
efecto, lo cual garantizará que la relación existente entre los dos
concretos, pero que no son reducibles en sí mismas a la pura obser­
vación de los fenómenos. fenómenos es realmente «necesaria» (ver, por ejemplo, Harré, 1970,
páginas 104-26; Harré, 1972, págs. 92-5 y 114-32; y Harré y Secord,
1972, cap. 2).
La tesis de la simetría El caso de la teoría de la gravitación de Newton nos muestra,
sin embargo, que la insistente exigencia de un verdadero mecanismo
El modelo de explicación científica de la ley de cobertura ha sido causaf en las explicaciones científicas, tomada al pie de la letra, puede
atacado desde diversos ángulos, e incluso el propio Hempel, su más muy bien ser perjudicial para el progreso científico. Dejemos a un
acendrado defensor, se ha retractado hasta cierto punto a lo largo lado todo lo referente a los cuerpos en movimiento, dijo Newton,
de los años en respuesta a dichos ataques (Suppe, 1974, pág. 28n). excepto sus posiciones, masas y velocidades, y obtengamos una defi­
La mayoría de los críticos han tomado la tesis de simetría como blanco nición operativa de estos términos; la teoría de la gravedad resul­
de sus ataques. Se argumenta que la predicción no tiene por qué tante, que incorpora la ley universal de que los cuerpos se atraen
implicar explicación, e incluso que la explicación no tiene por qué im- con una fuerza que varía inversamente con el cuadrado de sus dis­
pilcar predicción alguna. La primera proposición resulta clara, en tancias, nos permite predecir el comportamiento de fenómenos tan
cualquier caso: la predicción tan sólo exige correlación, mientras que diversos como la órbita de los planetas, las fases de la luna, el flujo
la explicación requiere algo más. Así pues, cualquier extrapolación y reflujo de las mareas, e incluso la causa por la que las manzanas se
lineal de una regresión normal por mínimos cuadrados es una pre­ caen de los árboles. Y sin embargo, Newton no proporcionó meca­
dicción, sin que la propia regresión tenga necesariamente que estar nismo causa-efecto alguno que explicase la acción de la gravedad
basada en teoría alguna acerca de las relaciones existentes entre las y hasta la fecha no se ha descubierto tal mecanismo— , por lo que
variables relevantes, y mucho menos en ideas acerca de cuáles de fue incapaz de responder a la objeción de muchos de sus contem­
ellas son causas y cuáles efectos. Los economistas saben muy bien poráneos que argumentaban que la misma idea de la gravedad ac­
que al igual que ocurre con las previsiones meteorológicas a corto tuando instantáneamente a distancia, sin medio material alguno que
^ L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 25

arrastre la fuerza — ¿dedos fantasmales moviéndose a través del va­ ¿por qué?; es reducir lo misterioso y poco conocido a algo conocido
cio, quizás?— es completamente metafísica 2. generando así la exclamación: ¡Ah, o sea que es así!
y f a m ilia r ,
Pero, por otra parte, nadie negará hoy el Extraordinario poder Si se acepta este uso deliberadamente impreciso del lenguaje, pare­
predictivo de la teoría newtoniana, especialmente después del uso cerá claro que sí que existen teorías científicas que generan esos
por Leverrier de la ley de la inversa de los cuadrados en 1864 para ¡Ah! Sin que esto signifique gran cosa en cuanto a su capacidad de
predecir la existencia de un planeta hasta entonces desconocido, Nep- predicción del tipo de fenómenos de que se trate. Un ejemplo im­
tuno, a partir de las aberraciones observadas en la órbita de Urano; portante de esto, frecuentemente citado por los críticos de las ideas
el hecho de que la teoría de Newton hubiese cosechado tantos fra­ recibidas (por ejemplo, Kaplan, 1964, págs. 346-51; Harre, 1972,
casos como éxitos (recuérdense las infructuosas investigaciones de páginas 56, 176-77), es la teoría de la evolución de Darwin, que
Leverrier en busca de otro planeta desconocido, Vulcano, que expli- trata de explicar cómo las formas biológicas más especializadas se
case las irregularidades observadas en los movimientos de Mercurio), desarrollan a partir de una sucesión de formas menos especializadas
fue convenientemente olvidado. Por tanto, pues, puede afirmarse que por un proceso de selección natural, teoría que, sin embargo, no es
la teoría de la gravedad de Newton es solamente un instrumento capaz de predecir de antemano con precisión qué formas específicas
altamente eficiente para generar predicciones que son aproximada­ más especializadas surgirán bajo ciertas condiciones ambientales de­
mente correctas para virtualmente todos los propósitos prácticos den­ terminadas.
tro de nuestro sistema solar, pero que, sin embargo, no consigue La teoría darwiniana puede decirnos muchas cosas acerca del pro­
realmente «explicar» el movimiento de los cuerpos. En realidad, ceso evolutivo una vez que éste se ha producido, pero no nos dice
fueron consideraciones de este tipo las que llevaron a Mach y Poin- casi nada acerca de dicho proceso a priori. Y no es solamente que la
caré a afirmar en el siglo xix que todas las teorías e hipótesis cien­ teoría darwiniana no sea capaz de especificar las condiciones iniciales
tíficas son meramente descripciones condensadas de unos fenómenos requeridas para que opere la selección natural, sino que tampoco
naturales que, en sí mismos, no son verdaderos ni falsos, sino sim- proporciona leyes universales definidas acerca de las tasas de super­
pies convenciones que nos permiten almacenar información empírica, vivencia de las distintas especies bajo diferentes condiciones ambien­
y cuyo valor ha de venir exclusivamente determinado por el prin­ tales. En la medida en que la teoría es capaz de predecir algo, pre­
cipio de economía del conocimiento — esto es lo que se denomina dice la posibilidad de un cierto resultado, dependiendo de que otros
la metodología del convencionalismo. fenómenos se den también, y no predice la probabilidad de tal resul­
Baste dejar sentado, pues, que la predicción, aun cuando proven­ tado en el caso en que esos otros fenómenos estén presentes de he­
ga de teorías altamente sistematizadas y rigurosamente axiomatiza- cho. Por ejemplo, la teoría conjetura que una cierta proporción de
das, no tiene por qué implicar explicación alguna. Pero, ¿qué decir las especies con capacidad natatoria que vivían en un medio árido
de la afirmación opuesta? ¿Es posible obtener explicaciones sin hacer sobrevivirán a la repentina inundación de su hábitat, pero no puede
predicciones? La respuesta a esta pregunta depende claramente de predecir qué proporción sobrevivirá ante una inundación real y ni
qué sea lo que entendamos^exactamente por explicación, cuestión que siquiera puede predecir si esa proporción será mayor que cero (Scri-
hasta el momento hemos soslayado cuidadosamente. En el sentido ven, 1959). _
más amplio de la palabra, explicar es responder a la pregunta de: Sería erróneo concluir que la teoría darwiniana incluye la ramosa
falacia de post hoc, ergo proper hoc, es decir, la falacia consistente
2 Sabemos que Newton era perfectamente consciente de esta objeción; en en inferir causación de la mera conjunción casual, porque Darwin
una carta a un amigo decía: « L a gravedad puede tener por origen algún agente sí que elaboró un mecanismo causal para el proceso evolutivo. La
que actúa constantemente de acuerdo con ciertas leyes, pero he dejado a la causa de la evolución de las especies es, según Darwin, el proceso
consideración de mis lectores la cuestión de si dicho agente es material o inma­
terial» (citado por Toulmin y Goodfield, 1963, págs. 281-82; véase también
de selección natural, y la selección natural se manifiesta a través de
Toulmm y Goodfield, 1965, págs. 217-20; y H anson, 1965, págs. 90-1; Losee, la lucha por la existencia que opera a través de la reproducción y
1972, págs. 90-3). Igualmente, la historia del concepto de hipnosis (desde el de las variaciones aleatorias de lo que él denominó «gémulas», pro­
«magnetismo animal», pasando por el «m esm erism o», hasta la «h ipnosis») de­ ceso muy parecido al de la selección que practican los que se dedi­
muestra cómo fenómenos naturales bien contrastados, como, por ejemplo, el
uso de la hipnosis como anestésico en medicina, no tienen explicación, incluso
can a la cría de ganado. El mecanismo de la herencia en Darwin era
hoy en día, en términos del mecanismo causal que opera en á proceso. esencialmente un sistema por el cual los rasgos provenientes de los
^ L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 27

padres iban mezclándose en los hijos, quedando dichos rasgos gra­ predecir con la ayuda de leyes universales, no puede aplicarse a la
dualmente diluidos en sucesivas generaciones. Desgraciadamente, este teoría darwiniana de la evolución. Así pues, o bien el modelo de ley
mecanismo es defectuoso, ya que según él no podrían aparecer espe­ de cobertura es inadecuado, o bien la teoría de la evolución no será
cies nuevas, puesto que cualquier mutación iría perdiendo fuerza al una teoría científica.
mezclarse con otras características y, después de varias generacio­ Existen también otros ejemplos de teorías que parecen proporcio­
nes, acabaría por perder todo valor selectivo. El propio Darwin llegó nar explicaciones sin hacer predicciones definidas, tales como la sico­
a reconocer esta objeción y, en la última edición de su El origen de logía freudiana y la teoría del suicidio de Durkheim, aunque puede
las especies, hizo crecientes concesiones al desacreditado concepto objetarse que éstas no son teorías verdaderamente científicas. Pero
lamarckiano de la herencia directa de las características adquiridas, podemos citar un conjunto aún más amplio de ejemplos de este tipo
en un esfuerzo por encontrar una explicación convincente de la evo­ en las numerosas y variadas explicaciones históricas que, en el mejor
lución 3. de los casos, proporcionan condiciones necesarias pero no suficientes
Lo irónico del caso es que, para esa época, Mendel, desconocido
para Darwin y para todo el mundo, había descubierto ya el concepto
Í >ara que ciertos acontecimientos ocurran o hayan ocurrido; lo que
os historiadores explican, casi nunca es estrictamente deducible a
de gene, es decir, las unidades hereditarias discretas que se transmi­ partir de sus explanatts y, por consiguiente, no generan predicciones
ten de generación en generación sin mezcla ni disolución. La genética precisas. Existe el peligro, sin embargo, de llevar demasiado lejos
mendeliana proporciono a la teoría de Darwin un mecanismo causal esta tesis de la explicación-sin-predicción. Existen buenas razones
convincente, pero desde nuestra perspectiva actual no afectó aprecia- para no fiarse plenamente de dicha tesis, y quizás la pregunta rele­
blemente al estatus de la teoría de la evolución, que siguió siendo vante a plantear sería: cuando se ofrece una explicación que no per­
una teoría que explica lo que no puede predecir, cuya argumentación mite predecir, ¿ocurre esto porque no podemos obtener toda la infor­
se sostiene únicamente sobre apoyos indirectos y a posteriori. El pro­ mación relevante acerca de las condiciones iniciales, u ocurre porque
pio Darwin fue un defensor declarado del modelo hipotético-deduc­ la explicación no incluye leyes, o incluso generalizaciones amplias
tivo de explicación científica (Ghiseün, 1969, págs. 27-31, 59-76), de algún tipo? (en cuyo caso nos están dando realmente gato por
pero el hecho es que hoy sigue representando para nosotros «el pa­ liebre).
radigma de científico que explica pero no predice» (Scriben, 1959,
página 477) 4. Sin duda alguna, por tanto, el modelo de explicación
científica de la ley de cobertura, que afirma que tendremos una ex­ Normas «versus» práctica efectiva
plicación científica de un fenómeno si, y sólo si, somos capaces de
En último término, es difícil resistirse a la conclusión de que el
3 Subrayamos con cierta satisfacción que Darw in se inspiró en las ideas de un modelo de explicación científica de la ley de cobertura excluye una
economista, Thomas M althus, y fue decisivamente criticado por otro, Fleeming gran parte de lo que algunos al menos han considerado siempre como
Jenkin, profesor de ingeniería de la Universidad de Edim burgo (incidental­
mente, Jenkin fue el primer economista británico en dibujar las curvas de oferta ciencia. Pero esto es precisamente su objetivo: «decirnos lo que debe
y demanda). En efecto, fue Jenkin el que dem ostró en una recensión de El ser», y no «decirnos lo que es». Es esta función prescriptiva, nor­
origen de las especies (1859), escrita en 1867, que la teoría de Darw in, tal mativa, del modelo de la ley de cobertura, lo que sus críticos en­
como éste la formuló, era incorrecta. Puede que fuese esta objeción la que cuentran más objetable. Argumentan estos críticos que, en vez de es­
impulsó a Darwin a incluir un capítulo nuevo en la sexta edición de E l origen
de las especies, en el cual resucitaba las ideas de Lam arck (véase Jenkin, 1973, tablecer los requerimientos lógicos de una explicación científica, o las
especialmente las páginas 344-45; Toulmin y Goodfield, 1967, capítulo 9; Ghi- condiciones mínimas que las teorías científicas habrían de cumplir
selin, 1969, págs. 173-74; y Lee, 1969). idealmente, aprovecharíamos mejor nuestro tiempo dedicándonos a
4 Vale la pena recoger completa la cita de Scriven: «E n lugar de el Mito la clasificación y caracterización de las teorías efectivamente utiliza­
de la Segunda Venida (de Newton), favorito de los científicos, deberíamos
reconocer la Realidad del Ya-Llegado (D arw in), que es el paradigma de los
das en el discurso científico 5. Al hacerlo así, prosiguen estos autores,
científicos que explican pero no predicen.» Teniendo in mente consideraciones
semejantes, Popper (1976, págs. 168 y 171-80; y también 1972a, págs. 69 y 141- 5 E n el mismo sentido, los historiadores han argumentado que el modelo
142, 267-68) concluye que la teoría darwiniana de la evolución no es una teoría de explicación histórica de la ley de cobertura, malinterpreta lo que los histo­
científica contrastable, sino más bien «un program a de investigación metafísico, riadores realmente hacen; la H istoria es una disciplina «ideográfica» y no «no-
un marco posible de teorías científicas contrastadles». m otética», que se ocupa del estudio de acontecimientos y personajes concretos,
28 L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siem pre quiso saber 29

nos encontraremos con que su diversidad es más patente que su si­ emanado la oposición a las ideas recibidas. La discusión de las ideas
militud: no parece haber propiedades comunes presentes en todas de Popper nos permitirá volver a la cuestión de la simetría con más
las teorías científicas. elementos de juicio.
En efecto, además de las explicaciones deductivas, tipo leyes es­
tadísticas e históricas que ya hemos mencionado, la biología y las
ciencias sociales en general proporcionan abundantes ejemplos de ex­ El falsacionismo de Popper
plicaciones funcionales o ideológicas, que toman la forma de indi­
caciones acerca del papel instrumental que cumple un determinado Popper parte de la distinción entre la ciencia y la no-ciencia, a la
elemento de un organismo en la tarea de mantener a dicho organismo que él denomina criterio de demarcación, y termina con un intento
en un cierto estado, o acerca del papel que la acción humana indi­ de establecer normas que permitan evaluar las hipótesis científicas
vidual juega en la consecución de un cierto objetivo colectivo (ver en términos de su diferente grado de verosimilitud. Al hacer esto,
Nagel, 1961, págs. 20-6). Estos cuatro o cinco tipos de explicación Popper se aleja gradualmente de las ideas recibidas, según las cuales
aparecen en las diferentes teorías científicas, pudiendo clasificarse a el objetivo de la filosofía de la ciencia consiste en reconstruir racio­
su vez dichas teorías según diferentes dimensiones (por ejemplo, nalmente las teorías imperfectamente formuladas del pasado, de for­
Suppe, 1974, págs. 120-25; Kaplan, 1964, págs. 298-302). Pero in­ ma que éstas lleguen a adecuarse a ciertos cánones de explicación
cluso unas tipologías tan detalladas de las teorías científicas como las científica. Con Popper, la filosofía de la ciencia pasa a ser una disci­
citadas presentan ciertas dificultades, ya que muchas teorías combi­ plina dedicada a la búsqueda de métodos de evaluación de las teorías
nan distintas formas de explicación, de forma que ni siquiera es cierto científicas, una vez que éstas han sido ya propuestas.
que todas las teorías científicas clasificadas dentro de un mismo grupo El punto de partida de Popper es la crítica de la filosofía del
y bajo una misma denominación vayan a presentar las mismas pro­ Positivismo Lógico, encarnada en lo que se ha denominado el princi­
piedades estructurales. En otras palabras, tan pronto como adopta­ pio de verificabilidad del significado. Este principio estipula que to­
mos una visión amplia de la práctica científica, nos encontramos con das las proposiciones pueden clasificarse en analíticas y sintéticas — o
la dificultad de que el material existente es excesivo para permitir bien son ciertas en virtud de las definiciones incluidas en las mis­
una única «reconstrucción racional» de las teorías, de la que cabría mas, o bien son ciertas, si es que lo son, en virtud de la experiencia
derivar las normas metodológicas a las que se supone han de obede­ práctica— y a continuación declara que todas las afirmaciones sin­
cer todas las teorías verdaderamente científicas. téticas son significativas si, y sólo si, son susceptibles, al menos en
Esta tensión entre descripción y prescripción, entre la historia principio, de contrastación empírica (ver Losee, 1972, págs. 184-90).
de la ciencia y la metodología científica, dentro de la filosofía de la Históricamente, los miembros del Círculo de Viena (Wittgenstein,
ciencia, ha sido el factor primordial causante del virtual derrocamiento Schelick y Carnap) emplearon el principio de verificabilidad de la
de las ideas recibidas durante la década de 1960 (ver Toulmin, 1977). significación principalmente como un aguijón con el que desinflar las
Esta tensión se hace también sentir en el tratamiento que Popper pretensiones metafísicas, tanto dentro como fuera de las ciencias, sos­
da a la falsabilidad y su papel en el progreso científico, tratamiento teniendo que, incluso ciertas proposiciones que pasan por científicas,
que ha demostrado ser una de las fuentes principales de la que ha y, por supuesto, todas las proposiciones que no pretenden serlo, pue­
den descartarse como carentes de significación. En la práctica, el prin­
y no de las leyes generales de la evolución (véase D ray, 1957; 1966). Pero la cipio de verificabilidad generó una profunda desconfianza respecto
esencia del argumento inicial de Hem pel era que ni siquiera los acontecimien­ del uso en las teorías científicas de conceptos no-observables, tales
tos concretos pueden explicarse sin referencia a generalizaciones de algún tipo, como el espacio absoluto y el tiempo absoluto de la mecánica newto-
por triviales que éstas sean, y que los historiadores normalmente proporcionan
tan sólo un «esbozo de explicación», bien porque fallan en cuanto a la especi­ niana, los electrones de la física de partículas, los límites de las va­
ficación de sus generalizaciones, bien porque dan por sentado, sin justificación lencias de la química y la selección natural de la teoría de la evo­
suficiente, que aquéllas han sido ya satisfactoriamente contrastadas. E l debate lución. La metodología del operacionalismo constituye el producto
respecto de las ideas recibidas entre los filósofos de la ciencia tiene, por tanto, típico de este prejuicio antimetafísico del Positivismo Lógico; esta
su réplica exacta en el debate Hempel-Dray entre los filósofos de la H istoria
(véase McClelland, 1975, capítulo 2, en el que puede encontrarse un resumen
teoría fue propuesta por primera vez en 1927, y alcanzó posterior­
juicioso y puntual del tema). mente una amplia difusión por medio de la influyente obra de Percy
30 L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 31

Bridgman. Para descubrir la significación de cualquier concepto cien­ que sean éstas, mientras que cualquier afirmación universal puede
tífico, reconoce Bridgman, tan sólo necesitamos especificar las ope­ ser refutada, o lógicamente contradicha, por medio de la lógica de­
raciones físicas realizadas para asignarle valores: la longitud es la ductiva, por una sola afirmación particular. Utilizaremos el ejemplo
medición de objetos en una única dimensión y la inteligencia es lo que popperiano favorito (que en realidad tiene su origen en John Stuart
se mide en los tests de inteligencia (ver Losee, 1972, págs. 181-84). Mili): ningún número de observaciones acerca de que los cisnes son
Popper rechaza tales intentos de demarcación entre lo significante blancos nos permitirá inferir que todos los cisnes son blancos, pero
y lo que carece de significación, y los sustituye por un nuevo criterio la observación de un único dsne negro, nos permite refutar aquella
de demarcación que divide el conocimiento humano en dos clases conclusión. En resumen, no es posible demostrar que algo es mate­
mutuamente excluyentes, denominadas «ciencia» y «no-ciencia». Aho­ rialmente cierto, pero siempre es posible demostrar que algo es ma­
ra bien, la respuesta tradicional del siglo xix a este problema de la terialmente falso, y esta es la afirmación que constituye el primer
demarcación afirmaba que la ciencia difiere de la no-ciencia en virtud mandamiento de la metodología científica. Popper utiliza esta asi­
de la utilización por la primera del método de inducción: la ciencia metría fundamental en la formulación de su criterio de demarcación:
parte de la experiencia y procede, a través de la observación y la ciencia es el cuerpo de proposiciones sintéticas acerca del mundo
experimentación, a establecer leyes generales con la ayuda de las real, que es susceptible, al menos en principio, de falsación por me­
reglas de la inducción. Desgraciadamente, la justificación de la induc­ dio de la observación empírica, ya que excluye la posibilidad de que
ción entraña un problema lógico que ha preocupado a los filósofos ciertos acontecimientos se produzcan. Así pues, la ciencia se carac­
desde los tiempos de Hume. Para citar un ejemplo concreto: los teriza por su método de formulación de proposiciones contrastables,
hombres infieren la ley general de que el sol sale siempre por las y no por su contenido, ni por su pretensión de certeza en el cono­
mañanas de la experiencia pasada, en la que el sol ha salido cada cimiento; si alguna certeza proporciona la ciencia, ésta será más bien
día por la mañana; sin embargo, ésta no puede ser una inferencia la certeza de nuestra ignorancia.
lógicamente concluyente, en el sentido de que premisas verdaderas La línea que queda trazada en consecuencia entre la ciencia y la
necesariamente implican conclusiones verdaderas, porque no existe no-ciencia no es, sin embargo, absoluta; tanto la falsabilidad como
garantía absoluta alguna de que lo que hemos experimentado hasta la contrastabilidad son cuestiones de grado (Popper, 1965, pág. 113;
el momento persistirá en el futuro. Argumentar que la ley de la sa­ 1972b, pág. 257; 1976, pág. 42). En otras palabras, hemos de pensar
lida del sol por las mañanas está basada en la experiencia invariable en el criterio de demarcación como caracterizador de un espectro
es, en palabras de Hume, eludir la cuestión, porque lo único que más o menos continuo de conocimientos, en uno de cuyos extremos
hacemos con ello es trasladar el problema de la inducción del caso encontraremos ciertas ciencias naturales «fuertes», como la física y
de que se trate, a otro caso; el problema consiste en cómo podemos la química (a las que seguirán a continuación un conjunto de cien­
inferir lógicamente algo referente a la experiencia futura, sobre la cias más «débiles», como la biología evolucionista, la geología y la
única base de la experiencia pasada. En algún momento de la argu­ cosmología) y en cuyo extremo opuesto encontraremos a la poesía,
mentación, la inducción desde casos particulares hasta la formulación las artes, la crítica literaria, etc., encontrándose la historia y todas las
de una ley universal exigirá un salto ilógico de pensamiento, elemen­ ciencias sociales en algún punto intermedio, que esperamos esté más
to que muy bien puede llevarnos a conclusiones falsas, aunque nues­ cerca del extremo científico que del no-científico del espectro.
tras premisas fuesen ciertas. Hume no negó el hecho de que todos
generalizamos constantemente a partir de los casos particulares de
nuestra experiencia por costumbre y por asociación de ideas espon­ Una falacia lógica
tánea, pero lo que negó fue que tales inferencias tuviesen una justi­
ficación lógica. Este es el famoso problema de la inducción. Insistamos ahora sobre la distinción entre verificabilidad y falsa­
De la argumentación de Hume se sigue que existe una asimetría bilidad por medio de una breve disgresión referente al fascinante
fundamental entre inducción y deducción, entre demostrar y no-de­ tema de las falacias lógicas. Dado el silogismo hipotético: «Si A es
mostrar, entre verificación y falsación, entre afirmar la verdad y ne­ cierto, entonces B también es cierto; A es cierto, luego B también
garla. No es posible derivar, o establecer de forma concluyente, afir­ es cierto», la afirmación hipotética de la premisa mayor puede divi­
maciones universales a partir de afirmaciones particulares, por muchas dirse en un antecedente «A es cierto» y un consecuente «entonces,
32 L a m etodología de la economía
Parte I. L o que usted siempre quiso saber 33

B es cierto». Para llegar a la conclusión «B es cierto», debemos ser El problema de la inducción


capaces de afirmar que realmente A es cierto; en el lenguaje técnico
de la lógica, hemos de «establecer el antecedente» de la premisa ma­ Si la ciencia ha de caracterizarse por un continuo intento de fal­
yor de la afirmación hipotética, para que la conclusión de que «B es sación de las hipótesis existentes, con objeto de reemplazarlas por
cierto» se siga como necesidad lógica. Recuérdese que el término otras que resistan la falsación con éxito, parece lógico preguntarse
cierto utilizado en la argumentación se refiere a certeza lógica, y no de dónde vienen tales hipótesis. Popper sigue las ideas recibidas al
a certeza fáctica. negar todo interés al llamado «contexto del descubrimiento», como
Consideremos lo que pasa, sin embargo, si alteramos ligeramente distinto del «contexto de justificación» — el problema de la génesis
la premisa menor de nuestro silogismo hipotético como sigue: «Si A del conocimiento científico queda así relegado al campo de la sico­
es cierto, entonces, B es cierto; B es cierto, luego A es cierto». En logía o de la sociología del conocimiento (1965, págs. 31-2)— y el
vez de establecer la certeza del antecedente, establecemos ahora la insistir en que, en cualquier caso, y sea cual sea el origen de las
del consecuente, y tratamos de obtener, a partir de la certeza del generalizaciones científicas, dicho origen no se encuentra en la induc­
consecuente, «B es cierto», la certeza del antecedente «A es cierto». ción a partir de casos particulares. La inducción es, para Popper, un
Pero este es un razonamiento falaz porque ya no estamos en el caso mito: las inferencias inductivas no sólo no son válidas, como demos­
de que nuestra conclusión ha de seguirse con necesidad lógica de tró Hume hace ya mucho tiempo, sino que son prácticamente impo­
nuestras premisas. Un ejemplo puede ilustrar este punto: si Blaug sibles (Popper, 1972a, págs. 23-9; 1972b, pág. 53). La obtención
es un experto filósofo, sabrá cómo usar correctamente las reglas de de generalizaciones inductivas no es posible porque, en el momento
la lógica; Blaug sabe cómo usar correctamente las reglas de la lógica, en que hayamos seleccionado un conjunto de observaciones de entre
luego Blaug es un experto filósofo (cosa que no es cierta). el infinito número de observaciones posibles, habremos establecido
Así pues, es lógicamente correcto «establecer el antecedente» (al­ ya un cierto punto de vista y ese punto de vista es en sí mismo una
gunas veces denominado modus ponens), pero «establecer el conse­ teoría, aunque en estado burdo y poco sofisticado. En otras palabras,
cuente» es una falacia lógica. Lo que podemos hacer, sin embargo, es no existen los «hechos en bruto» y todos los hechos están cargados
«negar el consecuente» (modus tollens), y esto sí que es siempre de teoría — fundamental idea, a la que volveremos más adelante— .
lógicamente correcto. Si expresamos nuestro silogismo hipotético en Popper, al igual que Hume, no niega que la vida diaria esté llena
forma negativa, tendremos: «Si A es cierto, entonces B es cierto; de ejemplos que parecen inducciones, pero, a diferencia de aquél,
B no es cierto; luego A no es cierto». Siguiendo con nuestro ejemplo llega hasta a negar que éstas sean realmente generalizaciones libres
anterior: si Blaug no usa correctamente las reglas de la lógica, esta­ de la influencia de intuiciones anteriores. En la vida ordinaria, al
remos lógicamente justificados para concluir que no es un experto igual que en la ciencia, adquirimos conocimientos y los mejoramos
filósofo. utilizándolos a través de una constante sucesión de conjeturas y refu­
Esta es una de las razones por las que Popper subraya la idea taciones, para lo cual utilizamos el familiar método de prueba y error.
de que existe una asimetría entre verificación y falsación. Desde un En este sentido, podríamos decir que Popper no ha resuelto real­
punto de vista estrictamente lógico, nunca podemos afirmar que una mente el problema de la inducción, una de sus pretensiones favori­
hipótesis es necesariamente cierta porque esté de acuerdo con los tas, sino que más bien lo ha disuelto 6.
hechos; al pasar en nuestro razonamiento de la verdad de los hechos Para evitar malentendidos, tendremos que dedicar un momento
a la verdad de la hipótesis, cometemos implícitamente la falacia ló­ a examinar el doble sentido que puede atribuirse en el lenguaje co­
gica de «afirmar el consecuente». Por otra parte, podemos negar
la verdad de una hipótesis en relación con los hechos, porque, al 6 L a historia de la filosofía está simplemente plagada de intentos fracasados
pasar en nuestro razonamiento de la falsedad de los hechos a la false­ de resolver «el problema de la inducción». N i siquiera los economistas han
podido resistir la tentación de entrar en el juego de tratar de refutar a Hume.
dad de la hipótesis, invocamos el proceso de razonamiento, lógica­ Por ejemplo, Roy H arrod (1956) escribió todo un libro tratando de justificar
mente correcto, denominado «negar el consecuente». Para resumir la inducción como una form a de razonamiento probabilístico, en el que se con­
la anterior argumentación en una fórmula mnemotécnica, podríamos sideraba la probabilidad como una relación lógica y no como una característica
decir: no existe lógica de la verificación, pero sí existe lógica de la objetiva de los acontecimientos. L a cuestión a que nos referimos incluye una
serie de complicadas paradojas referentes al propio concepto de probabilidad,
refutación. en las que no podemos entrar aquí (pero véase Ayer, 1970, al respecto).
34 L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 35

rriente al término inducción. Hasta aquí hemos venido utilizando el equivoco que la idea corriente de que la inducción y la deducción son
término inducción en su sentido lógico estricto, como aquella argu­ operaciones mentales opuestas, siendo la deducción la operación que
mentación que emplea premisas que contienen información acerca de nos lleva de lo general a lo particular y la inducción la que va de lo
algunos elementos de una cierta clase de fenómenos, con objeto de particular a lo general. La dicotomía relevante no se plantea nunca
apoyar una generalización referente a dicha clase en su conjunto que entre inducción y deducción, sino entre inferencias demostrativas que
sea, por tanto, aplicable a elementos no-examinados del conjunto. son ciertas, e inferencias no-demostrativas que son dudosas (ver Co­
En Popper, lo mismo que en Hume, la inducción en este sentido no hén, 1931, págs. 76-82; Cohén y Nagel, 1934, págs. 173-84).
constituye argumento lógico válido; tan sólo la lógica deductiva pro­ Sólo con que consiguiésemos garantizar la utilización lingüística
porciona lo que los lógicos denominan argumentos «demostrativos» del termino «aducción» para las formas de razonamiento no-demos-
o compelentes, a través de los cuales las premisas verdaderas llevan trativas, y a las que vulgarmente se aplica el término «inducción»,
siempre a conclusiones verdaderas. Pero en el campo de las ciencias, podríamos evitar una gran cantidad de malentendidos (Black, 1970,
al igual, por otra parte, que en las formas cotidianas de pensamiento, página 137). Por ejemplo, con frecuencia nos encontramos con afir­
nos vemos continuamente enfrentados a argumentos denominados maciones del tipo: toda la ciencia se basa sobre la inducción; la de­
también «inductivos» y que tratan de demostrar que una determi­ ducción no es más que un instrumento de pensamiento que no puede
nada hipótesis se ve apoyada por determinados hechos. Tales argu­ servir como medio de adquisición de nuevos conocimientos, ya que
mentos pueden denominarse «no-demostrativos», en el sentido de es como una especie de máquina de hacer salchichas que tan sólo
que las conclusiones, aunque de algún modo vengan «apoyadas» por genera por un extremo lo que previamente se haya introducido por
las premisas, no están lógicamente «ligadas» a aquéllas (Barker, 1957, el otro; sólo por medio de la inducción podemos aprender algo nue­
páginas 3-4); incluso si las premisas son ciertas, una inferencia in­ vo sobre el mundo y, después de todo, la ciencia no es sino la acu­
ductiva no-demostrativa no puede excluir lógicamente la posibilidad mulación de conocimientos sobre el mundo que nos rodea. Este punto
de que la conclusión sea falsa. Así pues, la argumentación: «H e visto de vista, que prácticamente repite literalmente la argumentación de
un gran número de cisnes blancos; nunca he visto un cisne negro; John Stuart Mili en su Lógica, es simplemente un espantoso embrollo
por tanto, todos los cisnes son blancos», es una inferencia inductiva de palabras, en el que se supone que la inducción es lo opuesto de
no-demostrativa que no se deduce de las premisas mayor y menor, la deducción, y que ambos son los únicos métodos de pensamiento
con lo que ambas premisas pueden ser verdaderas sin que la conclu­ lógico existentes. Pero la inducción demostrativa no existe, y la aduc­
sión se siga de ellas lógicamente. En resumen, un argumento no^de- ción no es en absoluto lo opuesto de la deducción, sino que, de he­
mostrativo puede, en el mejor de los casos, persuadir a una persona cho, constituye otro tipo de operación mental completamente dife­
ya convencida, mientras que un argumento demostrativo debe con­
rente; la aducción es la operación no-lógica que nos permite saltar
vencer incluso a sus más obstinados oponentes. desde el caos que es el mundo real a la corazonada que supone una
La afirmación de Popper de que «la inducción es un mito» se
conjetura tentativa respecto de la relación que realmente existe entre
refiere a la inducción como argumento lógico demostrativo, y no a
la inducción como intento no-demostrativo de confirmar ciertas hipó­ un conjunto de variables relevantes. La cuestión de cómo se produce
tesis, intento que con frecuencia lleva consigo ejercicios de inferencia dicho salto pertenece al contexto de la lógica del descubrimiento,
estadística 7. Por el contrario, y como veremos más adelante, Popper y puede que no sea conveniente dejar de lado despectivamente este
tiene mucho que decir acerca de la inducción no-demostrativa, o lo tipo de contexto, como los positivistas, e incluso los popperianos,
que a veces se denomina la lógica de la confirmación. Por todo lo di­ desean, pero lo cierto es que la filosofía de la ciencia se ocupa, y se
cho, quedará claro que difícilmente podremos encontrar concepto más ha ocupado siempre, de forma exclusiva, del paso siguiente del pro­
ceso, es decir, de cómo esas conjeturas iniciales se convierten en
1 La tendencia a perder de vista el doble significado del término «induc­ teorías científicas por medio de su inserción y articulación dentro
ción» es responsable de algunos de los ataques que se han lanzado contra lo de una estructura deductiva más o menos coherente y completa, y de
escrito por Popper en detrimento del inductivismo (véase, por ejemplo, Grun- cómo esas teorías son posteriormente contrastadas con las observa­
baum, 1976). Barker (1957) nos proporciona un buen tratamiento de estas cues­
ciones. En definitiva, no debemos decir que la ciencia se basa en la
tiones, aunque su discusión de las ideas de Popper deja bastante que desear;
véase también Braithwaite (1960, capítulo 8). inducción: se basa en la aducción seguida de deducción.
36 L a m etodología de la economía
Parte I. L o que usted siem pre quiso saber 37

Estratagemas inmunizadoras
sinada por un único hecho discordante. En realidad, no tenía por
qué preocuparse: tales tragedias no ocurren jamás.
Pero volvamos a Popper. Este autor hace frecuentes referencias,
Popper no sólo es consciente de este argumento de Durhem, sino
especialmente en sus primeros escritos, al modelo de ley de cober­
que, en realidad, toda su metodología está concebida como un in­
tura de las explicaciones científicas, pero se detecta también en él
tento de evitar el problema expuesto por Durhem. Puesto que Popper
desde el principio una creciente desconfianza hacia la tesis de la si­
es considerado todavía en ciertos círculos como un falsacionista inge­
metría. Las predicciones tienen una importancia fundamental para
nuo, es decir, como alguien que cree que una única refutación basta
Popper respecto de la contrastación de las teorías explicativas, pero
para derrocar un teoría científica, quizas valga la pena citar su propia
esto no significa que considere el explanans de una teoría exclusiva­ respuesta a la tesis de la irrefutabilidad de Durhem:
mente como una máquina de producción de predicciones: «Considero
el interés del teórico en la explicación — es decir, en el descubri­
D e hecho, no es posible conseguir una refutación concluyente de ninguna
miento de teorías explicativas— como irreducible a su interés pura­ teoría, ya que siempre es posible decir que los resultados experimentales no son
mente técnico en la obtención de predicciones» (1965, pág. 61n; fiables, o que las discrepancias que se afirma existen entre los resultados expe­
también, 1972a, págs. 191-95; Popper y Eccles, 1977, págs. 554-55; rimentales y la teoría son tan sólo aparentes y que desaparecerán con el avance
y ver la nota 1 anterior). Los científicos quieren ser capaces de expli­ de nuestros conocimientos [P opper, 1965, pág. 50; ver también págs. 42, 82-3
car y por ello deducen las predicciones lógicas inherentes a sus expli­ y 108].
caciones, con objeto de contrastar sus teorías; todas las teorías «ver­
daderas» lo son tan sólo provisionalmente, ya que hasta el momento Es precisamente porque «no es posible conseguir una refutación
han hecho frente con éxito a la falsación; dicho de otro modo, toda concluyente de ninguna teoría» por lo que necesitamos poner límites
la verdad que conocemos se encuentra incluida en aquellas teorías
metodológicos a las estratagemas que los científicos pueden adoptar
que aún no han sido falsadas. en defensa de sus teorías, frente a los intentos de refutación de las
Todo dependerá, por tanto, de si, de hecho, es posible o no fal-
mismas. Estos limites metodológicos no son añadidos sin importancia
sar las teorías y de si, caso de que dicha falsación fuera posible, el
proceso de falsación es concluyente. Hace ya tiempo, Durhem argu­ a la filosofía popperiana de la ciencia, sino que son absolutamente
mentó que es imposible falsar de forma concluyente las hipótesis esenciales a la misma. No siempre se aprecia debidamente el hecho
científicas concretas, porque siempre estamos contrastando el expla­ de que no es la falsabilidad en sí lo que distingue en Popper lo que
nans en su totalidad, es decir, la hipótesis concreta junto con propo­ es ciencia de lo que no lo es; el verdadero criterio de demarcación
siciones auxiliares, y, por consiguiente, nunca podremos estar seguros entre la ciencia y la no-ciencia en este autor es la falsabilidad más
de si lo que hemos confirmado o refutado es la hipótesis en sL Así las reglas metodológicas que prohíben lo que él llamó inicialmente
pues, cabe siempre la posibilidad de defender cualquier hipótesis «supuestos auxiliares ad-hoc», denominación que posteriormente cam­
frente a la evidencia empírica contraria a la misma, con lo que su bió por la de «estratagemas convencionalistas», y que aparece en sus
aceptación o rechazo será, hasta cierto punto, una cuestión arbitraria. últimos escritos como «estratagemas inmunizadoras» (Popper, 1972a,
Pongamos un ejemplo: si quisiéramos contrastar la ley de la caída páginas 15-16 y 30; 1976, págs. 42 y 44).
libre de los cuerpos de Galileo, terminaríamos necesariamente con­ Si leemos La lógica de la investigación científica de Popper bus­
trastando la ley de Galileo junto con una hipótesis auxiliar acerca cando frases del tipo: «Propongo la regla...», «adoptaremos la regla
del efecto de la resistencia del aire, ya que la ley de Galileo se aplica metodológica...», o semejantes, encontraremos más de veinte frases
a la caída de los cuerpos en el vacío, y el vacío perfecto es imposible de este tipo. Nos parece instructivo incluir a continuación una mues­
de obtener en la práctica; nada nos impediría entonces rechazar cual­ tra de las m ism as8:
quier refutación de la ley de Galileo sobre la base de que los ins­
trumentos de medición no han logrado eliminar los efectos de la
resistencia del aire. En resumen, concluye Durhem, los llamados «ex­ 8 Para una lista completa de normas, véase Johannson (1957, capítulos 2-4
y 4-11); es éste un libro muy útil escrito por alguien que no demuestra, sin
perimentos cruciales» no existen (ver Harding, 1976). Se dijo de embargo, ninguna simpatía por lo que hoy en día pasa por ser filosofía de la
Herbert Spencer que su idea de la tragedia fue una bella teoría ase­ ciencia.
jg L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siem pre quiso saber 39

1) . . . adoptar las reglas que aseguren la contrastabilidad de las proposiciones disciplina que se ocupa del comportamiento de los científicos en ejer­
científicas, es decir, que aseguren su falsabilidad [1965, pág. 4 9 ]. cicio (1965, pág. 52). Es cierto que hace frecuentes referencias a la
2) . . . sólo pueden incluirse en la ciencia aquellas proposiciones que sean con- historia de la ciencia — Einstein es para él una fuente destacada de
trastables intersubjetivamente [1965, pág. 5 6 ].
inspiración (1965, págs. 35-6)— , pero no pretende haber proporcio­
3) . . . en caso de que nuestro sistema se vea amenazado, no lo salvaremos por
medio de la utilización de ningún tipo de estratagema convenáonalista
nado una racionalización de qué es lo que los científicos hacen cons­
ciente o inconscientemente 9. Su objetivo parece ser el de aconsejar
[1965, pág. 8 2 ]. _ ,
4) . . . sólo son aceptables aquellas [hipótesis auxiliares] cuya introducción no a. ,£Clen cos cómo han de proceder para estimular el progreso
disminuya el grado de falsabilidad o contrastabilidad del sistema en cues­ científico y sus reglas metodológicas son explícitamente normativas,
tión, sino que, por el contrario, lo aumenten [1965, pág. 83]. al igual que aquella famosa norma del escolástico medieval Occam
5) Los experimentos contrastados intersubjetivamente serán, o bien aceptados, Razor, que puede ser racionalmente discutida, pero no puede ser
o bien rechazados, a la luz de otros contraexperimentos. Se rechazará la derrocada por medio de contraejemplos históricos. En este sentido,
mera apelación a derivaciones lógicas que supuestamente habrán de ser des­ el titulo de la obra magna de Popper, La lógica de los descubrimien­
cubiertas en el futuro [1965, pág. 8 4 ]. tos científicos, induce a confusión en dos aspectos I0. La lógica de los
6) Sólo consideraremos una teoría como falsada si descubrimos un efecto repro­ descubrimientos científicos no es una lógica pura, es decir, una serie
d ú c e le que la refute. E n otras palabras, sólo aceptaremos la falsación si se
de proposiciones analíticas; en sus propias palabras «la lógica de los
propone y corrobora una hipótesis empírica de bajo nivel que describa tal
descubrimientos científicos debería identificarse con la teoría del mé­
efecto [1965, pág. 86].
7) . . . debe atribuirse prioridad a aquellas teorías que admitan las contrasta­
todo científico» (1965, pag. 49) y tal teoría consiste, como hemos
ciones más severas [1965, pág. 121].
visto, en el principio de falsabilidad más un conjunto de reglas meto­
8) . . . las hipótesis auxiliares deben utilizarse con la menor frecuencia posible dológicas negativas repartidas por sus escritos u . Además, la teoría
[1965, pág. 2 7 3 ]. del método científico, incluso descrita en términos generales como
9) . . . cualquier sistema nuevo de hipótesis habrá de implicar o explicar las una especie de lógica, no es una lógica de los descubrimientos cientí­
regularidades corroboradas del antiguo [1965, pág. 2 5 3 ]. ficos, sino mas bien una lógica de la justificación, porque el problema
de como se descubren hipótesis científicas nuevas y fructíferas ha
Este es el conjunto de reglas, incluyendo la propia regla de fal­ sido considerado desde el principio por Popper como un tema sico­
lógico y, como tal, dejado de lado *.
sabilidad, que constituye el criterio de demarcación entre ciencia y
no-ciencia en Popper. Pero, ¿por qué habríamos de adoptar tal cri­
terio de demarcación? «L a única razón que me guía al proponer un 9 A sí pues, señala Popper, N ewton creía haber estado utilizando el método
criterio de demarcación», declara Popper, «es que resulta útil y fruc­ baconiano de inducción, lo cual hace que sus logros sean «aún más admirables,
tífero, ya que con su ayuda pueden aclararse y explicarse un gran ya que los alcanzó a pesar del inconveniente que supone el profesar unas creen­
número de cuestiones» (1965, pág. 55). Pero, fructífero ¿para qué? cias metodológicas falsas» (Popper y Eccles, 1977, pág. 190; véase también Pop-
per, 1972b, pags. 106-07). Incluso Einstein, asegura Popper (1976, págs. 96-7)
¿Para la ciencia? La aparente circularidad del argumento sólo desapa­ fue durante años un positivista dogmático y un operacionista.
rece si recordamos que la dedicación a la ciencia tan solo puede jus­ 10 Puede que esto sea solamente una cuestión de mala traducción, ya que
tificarse en términos no-científicos. Queremos adquirir conocimientos el título original en alemán L ogik der Forscbung quiere decir más bien Lógica
de la investigación.
sobre el mundo que nos rodea, aun cuando sólo sea un conocimien­ 11 Sigue siendo normal encontrar exposiciones de las ideas de Popper que
to falible, pero la cuestión de por qué una persona^ quiere adquirir excluyen este elemento fundamental constituido por las reglas metodológicas
tales conocimientos sigue siendo una cuestión metafísica profunda, y que prohíben las «estratagem as inmunizadoras». Véase, por ejemplo Aver (1976
p ap u as 157-9); Harré (1972, págs. 48-52); Williams (1975); e incluso Mageé
hasta el momento no contestada, referente a la naturaleza humana
(ver Maxwell, 1972). * E sta segunda parte de la argumentación de Blaug se refiere al título de la
«Las reglas metodológicas», nos dice Popper (1965, pág. 59), traducción de la obra de Popper al inglés: The Logic of Scientific Discovery
«son consideradas aquí como convenciones». Nótese que no trata de (Lógica de los descubrimientos científicos), título de discutible traducción como
indica la nota 10 antenor. L a versión española tradujo dicho título por L a ló­
justificar sus reglas apelando a la historia de la ciencia, y que, en gica de la investigación científica, con lo que no se plantea la confusión termi­
realidad, rechaza explícitamente la idea de la metodología como una nológica a la que Blaug se refiere. (N ota del traductor.)
40 L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 41

La inferencia estadística es inocente. La evidencia en sí misma, siendo típicamente «circuns­


tancial», como se dice, no puede ser evaluada a menos que el jurado
Muchos comentaristas se han sentido profundamente incómodos decida primero si el riesgo de cometer el error Tipo I ha de ser
con una concepción de las reglas metodológicas que no es, de algún, menor o mayor que el de cometer el error Tipo II. ¿Queremos un
modo, una generalización basada en los logros científicos del pasado. sistema legal en el que nunca condenemos a personas inocentes, lo
Pero los economistas están admirablemente equipados para apreciar cual lleva aparejado el coste de permitir ocasionalmente que queden
el valor de las reglas metodológicas puramente normativas, ya que en libertad individuos culpables, o nos aseguramos de que los culpa­
se encuentran con ellas cada vez que estiman una relación estadística. bles siempre serán castigados, a consecuencia de lo cual habremos
Como nos dicen todos los textos elementales de Estadística, la infe­ de condenar ocasionalmente a algún inocente?
rencia estadística supone el uso de observaciones muéstrales para in­ Pues bien, generalmente los científicos temen más la aceptación
ferir algo acerca de las características desconocidas de la población de la falsedad que la falta de reconocimiento de la verdad; es decir,
en su conjunto, y al realizar tales inferencias podemos muy bien ser, se comportan como si el coste de los errores Tipo II fuese mayor
o bien demasiado estrictos, o demasiado permisivos: corremos siempre que el de los errores Tipo I. Podemos deplorar esta actitud por con­
el riesgo de incurrir en lo que se ha denominado error Tipo I, la siderarla indicio de un conservadurismo retrógrado, manifestación
decisión de rechazar una proposición que en realidad es cierta, pero típica de la poca predisposición a aceptar ideas nuevas por parte de
también corremos el riesgo de incurrir en el error Tipo II, la decisión aquellos que tienen intereses Aeados en las doctrinas recibidas, o
de aceptar una proposición que en realidad es falsa, y, en general, no podemos saludarla como muestra de un sano escepticismo, la piedra
hay forma de establecer una contrastación estadística que no impli­ de toque de lo mejor de la actitud científica. Pero cualquiera que
que la asunción de ambos riesgos a la vez: se nos instruye para que sea nuestro punto de vista al respecto, necesariamente habremos de
contrastemos las hipótesis estadísticas indirectamente, por medio de concluir que, de esta forma, lo que consideramos como reglas meto­
una versión negativa de la hipótesis a contrastar, es decir, por medio dológicas entra en la propia cuestión de si un hecho estadístico es
de la hipótesis nula, H». El error Tipo I, o «tamaño» del test, con­ aceptado como tal. Siempre que digamos que una relación es estadís­
siste entonces en rechazar indebidamente Ho, y el error Tipo II, o ticamente significativa a un nivel de significación bajo, como el 5 o
«potencia» del test, consiste en aceptarla indebidamente. Se nos
el 1 por 100, nos comprometemos con la decisión de que el riesgo
enseña además a elegir un tamaño pequeño, digamos 0,01 ó 0,05, y
de aceptar una hipótesis falsa es mayor que el riesgo de rechazar
a maximizar la potencia consistente con dicho tamaño o, alternativa­
una verdadera, y esta decisión no es en sí misma una cuestión lógica,
mente, fijar el error Tipo I en alguna cifra arbitrariamente pequeña
y maximizar después el error Tipo II para un error Tipo I dado. ni puede ser justificada simplemente con referencia a la historia de
Esto nos lleva finalmente a una conclusión, tal como la de que la los logros científicos del pasado (ver Braithwaite, 1960, págs. 174
hipótesis dada queda establecida a un nivel del 5 por 100 de signi­ y 251; Kaplan, 1964, capítulo 6).
ficación, lo cual quiere decir que estamos dispuestos a asumir el En vista del carácter estadístico inherente de la moderna física
riesgo de aceptar la hipótesis en cuestión como cierta, aunque exista cuántica (Nagel, 1961, págs. 295 y 312), las anteriores observacio­
al menos una posibilidad de cada veinte de que sea falsa. nes no son únicamente pertinentes para una ciencia social como la
El objeto de esta sencilla disertación en lo que se ha denominado Economía. Siempre que las predicciones de una ciencia sean de natu­
la Teoría Neyman-Parson de la inferencia estadística consiste en de­ raleza probabilística (¿y qué predicciones no lo son?, incluso un
mostrar que cualquier test estadístico de una hipótesis dependerá experimento de laboratorio destinado a confirmar una relación tan
siempre, de forma importante, de una hipótesis alternativa con la simple como la ley de Boyle tendrá que contar con que el producto
cual se compara, incluso si dicha comparación no es sino un artificio, de la presión por el volumen nunca es una constante exacta), la
nuestro H». Pero esto es cierto, no sólo respecto de las contrasta- idea de establecer evidencias que no necesiten invocar los principios
ciones estadísticas de las hipótesis, sino de todas las contrastaciones de la metodología normativa, es simplemente absurda. La filosofía de
de «aducciones». ¿Es Pérez culpable de asesinato? Bueno, depende de la ciencia de Popper hubiese sido mucho mejor comprendida, la lite­
si el jurado le supone inocente hasta que se demuestre su culpabi­ ratura que ha suscitado estaría mucho menos plagada de los malen­
lidad o le supone culpable hasta que él mismo pueda demostrar que tendidos que tanto abundan en ella, si hubiese hecho referencia
42 L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siem pre quiso saber 43

explícita desde el principio a la teoría de Neyman-Pearson sobre la Popper mantuvo toda su vida en contra de la utilización de la teoría
inferencia estadística. de la probabilidad en la tarea de evaluar la verosimilitud de una hi­
Por supuesto, es cierto que esta teoría de la contrastación de pótesis — cuestión demasiado embrollada como para introducirla
hipótesis no surgió de los escritos de Jerzy Neyman y Egon Pearson aquí— , pero sólo se trata de una suposición por mi parte.
hasta el período 1928-1935, convirtiéndose en parte de la práctica
normal durante la década de 1940 (Kendall, 1968), mientras que
La lógica de Popper fue publicada por primera vez en alemán en Grados de corroboración
1934, fecha posiblemente demasiado temprana para que hubiera po­
dido aprovechar las ideas nuevas contenidas en dicha teoría. Pero Aunque Popper niega la idea de que las explicaciones científicas
Ronald Fisher, en un famoso artículo publicado en 1930, había de­ sean simplemente «pases» que nos permiten inferir predicciones, in­
sarrollado ya el concepto de inferencia fiduciaria, que es virtualmente siste de todos modos en que las explicaciones científicas sólo pueden
idéntico a la moderna teoría Neyman-Pearson de la contrastación evaluarse en términos de las implicaciones que proporcionan. La veri­
de hipótesis (Barlett, 1968), y, además, Popper ha escrito mucho ficación de las predicciones de una explicación teórica, es decir, la
sobre filosofía de la ciencia con posterioridad a 1934. El olvido por demostración de que existen fenómenos observables que son compa­
parte de Popper de las implicaciones que la moderna teoría de la tibles con la explicación en cuestión, es tarea fácil: por absurda que
inferencia estadística tiene para la filosofía de la ciencia resulta tanto sea una teoría, raro será que no encuentre alguna observación que la
más sorprendente cuanto que dicho autor inicia su discusión sobre la verifique. Una teoría científica sólo es puesta realmente a prueba
probabilidad en La lógica con la sugerencia de que las proposiciones cuando el científico especifica de antemano las condiciones observa­
estadísticas son inherentemente no-falsables, ya que «no excluyen bles que pueden falsar la teoría 13. Cuanto más exacta sea la espe­
ningún fenómeno observable» (1965, págs. 189-90). «E s claro», sigue cificación de dichas condiciones de falsación, y cuanto más probable
diciendo Popper «que la “ falsación práctica” sólo puede obtenerse sea que éstas se den, mayores serán los riesgos que corre la teoría.
a través de la decisión metodológica de considerar los acontecimien­ Si tan temeraria teoría resiste repetidamente la falsación con éxito
tos altamente improbables como imposibles» (1965, pág. 191). Aquí y si, además, predice con éxito resultados que no se siguen de las
está el punto central de la teoría de Neyman-Pearson y, cuando lo demás explicaciones teóricas alternativas, se dirá que la teoría está
consideramos desde este punto de vista, resulta obvio que el princi­ ampliamente confirmada o, como Popper prefiere decir, que está «bien
pio de falsación exige normas metodológicas que lo hagan efectivo. corroborada» (1965, capítulo 10). En definitiva, una teoría estará
La falta de utilización de la teoría de Neyman-Pearson por parte de bien corroborada, no cuando esté de acuerdo con un gran número
Popper, y particularmente su reluctancia aparente a mencionarla, de hechos, sino cuando seamos incapaces de encontrar hechos que
quedará como uno de esos misterios irresueltos de la historia de las la refuten.
ideas n . Supongo que tendrá algo que ver con la oposición que En la filosofía de la ciencia tradicional del siglo xix, las teorías
científicas aceptables habían de cumplir toda una lista de condicio­
12 Lakatos (1978, I , pág. 25n) señala que «el falsadonism o de Popper es la
base filosófica de algunos de los desarrollos más interesantes en el campo de
la estática moderna». E l enfoque Neyman-Pearson se basa totalmente sobre el fal- (Nueva Y ork, 1948), y el de R udolf Carnap: Logical Foundations of Probability,
sacionismo metodológico, pero Lakatos no comenta el hecho de que Popper que hagan referencia al trabajo de W ald o al trabajo de Neyman y Pearson, que
ignora siempre la teoría Neyman-Pearson, que se desarrolló independientemente data de 1933.»
de la teoría de la falsación de Popper, y que en gran parte es anterior a ella. 13 Resulta interesante encontrar en un determinado momento en Darwin
Véase también Ackerman (1976, págs. 84-5). Braithw aite (1960, pág. 199n), (1968, págs. 228-29) una puntualización tan popperiana: «S i pudiese probarse
después de señalar la íntima conexión existente entre el «problem a de la induc­ que una parte cualquiera de la estructura de cualquier especie se hubiese cons­
ción» y los trabajos anteriores de Fisher sobre la significación de las contrasta- tituido exclusivamente en beneficio de otra especie, mi teoría quedaría aniqui­
dones, que culminaron en la teoría de la inferencia de Neyman-Pearson, y que lada, ya que tal cosa no podría haberse producido a través de la selección na­
dieron lugar posteriormente a la teoría de la decisión estadística de Abraham tural»; cita el caso del cascabel de la serpiente de cascabel como ejemplo, pero
W ald, incluye una nota a pie de página, extremadamente reveladora, en la que inmediatamente elude la cuestión del comportamiento altruista, añadiendo: «N o
dice: «A unque varios autores dedicados al campo de la lógica se refieren al dispongo de espacio aquí para la discusión de casos como éste.» E l problema
método de “ máxima probabilidad” de Fisher, tan sólo conozco dos trabajos en de como explicar el altruismo en los animales sigue siendo una constante pre­
este campo: el de C. W. Churchman: The Theory of Experim ental Injerence ocupación de los modernos sociobiólogos.
44 L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 45

nes, tales como la consistencia interna, la simplicidad, integridad, de comparación métrica entre teorías, cuando, de hecho, este autor
economía de supuestos, generalidad de explicación, y quizás incluso niega explícitamente la posibilidad de atribuir expresión numérica al
la relevancia práctica de sus implicaciones. Es interesante señalar grado de falsabilidad de un sistema teórico. Ante todo, no es posible
que Popper lucha por reducir al máximo estos criterios tradicionales falsar teoría alguna por medio de un único experimento — la tesis
a su exigencia general de predicciones falsables. Obviamente, la con­ de irrefutabilidad de Durhem. En segundo lugar, aunque podemos
sistencia lógica es «la exigencia más general» para cualquier teoría, exigir de los científicos que no traten de evitar la refutación de sus
porque una explicación que se contradiga a sí misma será compatible teorías por medio de «estratagemas inmunizadoras», debemos reco­
con cualquier acontecimiento y, por consiguiente, nunca podrá ser nocer el valor funcional que, en ciertas circunstancias, puede tener
refutada (Popper, 1965, pág. 92). Igualmente, es obvio que cuanto el seguir confiando tenazmente en una teoría refutada, en la espe­
mayor sea la generalidad de una teoría, más amplio será el campo ranza de que sea posible corregirla hasta capacitarla para hacer frente
de sus implicaciones y, por tanto, más fácil será refutarla; en este a las anomalías descubiertas (Popper, 1972a, pág. 30); en otras pala­
sentido, la extendida preferencia por teorías científicas de creciente bras, el consejo que el popperianismo ofrece a los científicos no ca­
amplitud puede interpretarse como un reconocimiento implícito del rece de ambigüedades. En tercer lugar, la mayor parte de los proble­
hecho de que el progreso científico se caracteriza por la acumulación mas de evaluación de teorías suponen, no solamente un duelo entre
de teorías que han sido capaces de hacer frente a severas contrasta­ una teoría y un conjunto de observaciones, sino una lucha a tres
ciones. Popper arguye también, y esta es una cuestión más contro­ bandas entre dos o más teorías rivales y un cuerpo de evidencia
vertida, que la simplicidad de una teoría puede equipararse a su empírica que ambas teorías explican de forma más o menos satisfac­
grado de falsabilidad, en el sentido de que cuanto más simple sea toria (Popper, 1965, págs. 32-3, 53-4 y 108). Estas tres considera­
una teoría más estrictas serán sus implicaciones observables, y por ciones relegan el concepto de grados de corroboración de una teoría
consiguiente mayor su contrastabilidad; y que es por esta característica al papel de comparación original ex-post, que será inherentemente
de las teorías más simples por lo que la ciencia busca la simplicidad cualitativa (Popper, 1972a, págs. 18 y 59):
en sus formulaciones (Popper, 1965, capítulo 7). No está claro que
este sea un argumento convincente, puesto que el propio concepto Denomino grado de corroboración de una teoría al conciso informe que eva­
de simplicidad de una teoría viene muy condicionado por la pers­ lúa el estado de la discusión crítica respecto de dicha teoría en un momento
pectiva histórica en que los científicos se sitúen. Más de un historia­ dado t, en cuanto a la forma en que ésta resuelve sus problem as; en cuanto
a su grado de contrastabilidad; en cuanto a la severidad de las contrastaciones a
dor de la ciencia ha señalado que la elegante simplicidad de la teoría
que ha sido sometida; y en cuanto a la forma en que ha enfrentado tales con­
de la gravitación de Newton, que tanto impresionó a los pensado­ trastaciones. La corroboración (o grado de corroboración) de una teoría será,
res del siglo xix, no conmovió especialmente a sus contemporáneos por tanto, el informe evaluador del comportamiento pasado de la misma. Al
del siglo xvn, y si las modernas teorías de la mecánica cuántica y de igual que la preferencia, la corroboración es esencialmente comparativa: en ge­
la relatividad son ciertas, hemos de reconocer que no son teorías neral, lo único que podemos decir es que la teoría A posee un grado de corro­
precisamente simples 14. Los intentos de definir qué es lo que enten­ boración mayor (o menor) que el de la teoría alternativa B, a la luz de la dis­
demos exactamente por simplicidad de las teorías han fracasado hasta cusión crítica de ambas, lo cual incluye las contrastaciones realizadas hasta un
el momento (Hempel, 1966, págs. 40-5), y puede que Oscar Wilde cierto momento de tiempo, t. A l tratarse tan sólo de un informe sobre el com­
tuviera razón cuando decía, en son de mofa, que la verdad raramente portamiento pasado, tendrá alguna influencia respecto de nuestra preferencia
de una teoría sobre otras, pero no nos dice nada en absoluto respecto de su
es pura y nunca es simple. futuro comportamiento, ni respecto de la « fiabilidad» de una teoría... N o creo
Pero sea como fuere, el caso es que la referencia de Popper a que los grados de verosimilitud, o la medición del contenido de verdad, o del
los «grados de corroboración» de una teoría puede sugerir la idea contenido de falsedad (o, digamos, el grado de corroboración, o incluso la pro­
babilidad lógica) puedan llegar a determinarse numéricamente nunca, excepto
14 Como ha observado Polanyi (1958, pág. 16): «L a s grandes teorías rara­ en ciertos casos-límite (tales como los casos 0 y 1).
mente son simples en el sentido ordinario del término. Tanto la mecánica cuán­
tica como la teoría de la relatividad son muy difíciles de entender; tan sólo
nos lleva unos cinco minutos el memorizar los hechos que la relatividad explica, El problema de dotar de alguna precisión al concepto de corrobo­
pero son necesarios años de estudio para dominar la teoría y ver dichos hechos ración se agrava aún más por el hecho de que las teorías rivales pue­
en su adecuado contexto.» den referirse en la práctica a campos ligeramente diferentes, en cuyo
46 L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 47

caso ni siquiera serán conmensurables, estrictamente hablando. Si, es en nuestra propia experiencia?», Popper responde que el conoci­
además, cada una de ellas forma parte de un sistema de teorías más miento empírico verdadero no existe, ya se base en nuestra propia
amplio, la tarea de compararlas en términos de su grado de corro­ experiencia o en la experiencia de toda la Humanidad. Y aún más:
boración o verosimilitud se hace casi imposible. Esta dificultad bá­ no existe método seguro alguno que nos garantice que el conoci­
sica de la metodología popperiana viene muy bien expresada en la miento falible que poseemos sobre el mundo es positivamente el me­
«reconstrucción racional», algo malintencionada, que de su trabajo jor que podemos poseer, dadas las circunstancias. El estudio de la
hace uno de sus discípulos, Imre Lakatos (1978, I, págs. 93-4): filosofía de la ciencia puede agudizar nuestra capacidad de evaluar
qué es lo que constituye el conocimiento empírico aceptable, pero
Popper es el falsacionista dogmático que jam ás publicó una página: fue esa evaluación seguirá siendo provisional en cualquier caso. Podemos
inventado — y «criticado»— primero por Ayer y después por muchos otros... pedir a los demás que critiquen nuestra evaluación de la forma más
Popperi es el falsacionista ingenuo, P o ppen el falsacionista sofisticado. E l verda­ severa posible, pero lo que no podemos pretender es que exista de­
dero Popper pasó de una versión dogmática del falsacionismo metodológico a positado en algún lugar un método perfectamente objetivo, es decir,
una versión ingenua del mismo durante la década de 1920, y llegó a las «reglas un método intersubjetivamente demostrativo, que pueda convencer
de aceptación» del falsacionismo sofisticado en la década de 1950... Pero el
de forma concluyente a cualquiera acerca de lo que es, o no es, una
Popper real nunca abandonó por completo sus reglas de falsación anteriores
teoría científica aceptable.
(ingenuas). H asta el presente ha venido exigiendo que .se establezcan de ante­
mano los « criterios de refutación» ; debe decidirse qué situaciones observables,
caso de ser efectivamente observadas, supondrían la refutación de una teoría.
Sigue considerando la «falsación » como un duelo entre la teoría y la observa­
ción, sin que necesariamente se vea implicada en el proceso ninguna otra teoría
considerada como mejor que aquélla... A sí pues, el Popper real está consti­
tuido por una mezcla del Popperi junto con algunos elementos del Poppen.

La caracterización que Lakatos hace de Popper puede parecer,


quizás, algo injusta, pero de lo que no cabe duda es de que, como
veremos, su intento de diferenciar su propia producción de la de
Popper (Lakatos = Poppers) sí que está justificada, ya que Popper
concede que los científicos suelen tener una nueva teoría escondida
en la manga cuando concluyen que la teoría antigua está falsada, pero
no insiste en que tengan que tener tal teoría escondida en la manga
o en que deberían tenerla, que es el punto central de la argumenta­
ción de Lakatos (Lakatos, 1978, II, págs. 184-85, 193-200; ver tam­
bién Ackerman, 1976, capítulo 5).

Conclusión fundamental

Hemos llegado así a una de nuestras conclusiones fundamentales:


al igual que la lógica del descubrimiento no existe, tampoco existe
una lógica demostrativa de la justificación; no existe algoritmo for­
mal ni procedimiento mecánico alguno de verificación, falsación, con­
firmación, corroboración, o llámeselo como se lo llame. A la pre­
gunta filosófica de: «¿Cóm o podemos adquirir un conocimiento apo-
díctico sobre el mundo, cuando en lo único en que podemos basarnos
Capítulo 2 Parte I. L o que usted siempre quiso saber 49

DE POPPER A LA NUEVA HETERODOXIA mientras que para Kuhn, la historia de la ciencia se caracteriza por
largos períodos en los que se preserva el status quo, y que sólo en
ocasiones se ven interrumpidos por saltos discontinuos de un para­
digma vigente a otro, sin puente conceptual alguno de comunicación
entre ellos.
Para centrar el tema, empecemos definiendo los términos a em­
plear. En la primera edición de su libro, Kuhn emplea frecuente­
mente el término paradigma en el sentido que indica el diccionario,
y que designa ciertos componentes ejemplares de los logros cientí­
ficos del pasado que siguen sirviendo como modelo para los científi­
cos de hoy. Pero emplea también el término en un sentido bastante
distinto, que designa tanto la elección de problemas como la selec­
ción de las técnicas con que analizarlos, llegando incluso a veces a
atribuir al término paradigma el sentido, mucho más amplio, de vi­
sión general del mundo; y es esta última acepción del término la
que, de hecho, retienen la mayoría de los lectores del libro. En la se­
gunda edición de La estructura de las revoluciones científicas (1970),
Kuhn admite la imprecisión terminológica de la versión anterior del
mismo 15, y sugiere que se sustituya el término paradigma por el de
Los paradigmas de Kuhn matriz disciplinaria: «disciplinaria», porque se refiere al patrimonio
común de los que practican una determinada disciplina; y «matriz»,
Hemos visto que la teoría de Popper es claramente normativa, porque se compone de un conjunto ordenado de elementos de variada
generadora de unas prescripciones para la sana práctica de la ciencia naturaleza, cada uno de los cuales exige ulterior especificación (Kuhn,
que, posiblemente pero no necesariamente, surgen a la luz de los 1970a, pág. 182). Pero sea cual sea el lenguaje empleado, el con­
mejores logros de la ciencia en el pasado. En este sentido, la meto­ cepto central de su argumentación sigue siendo «toda esa variada
dología popperiana de la falsación se mantiene en línea con las ideas constelación de creencias, valores, técnicas y demás, compartidas por
recibidas, aunque en muchos otros aspectos se separa de ellas. En los miembros de una determinada comunidad», y sigue diciendo que
La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn (1962), sin em­ si tuviese que escribir el libro de nuevo, empezaría con una discu­
bargo, la ruptura con las ideas recibidas es casi total, ya que su énfa­ sión sobre la profesionalización de la ciencia, antes de pasar a exa­
sis no recae sobre las prescripciones normativas, sino sobre las pres­ minar los «paradigmas» compartidos, o «matrices disciplinarias», de
cripciones positivas. Además, la inclinación a preservar las teorías los científicos (1970a, pág. 173).
y a inmunizarlas contra la crítica, que Popper acepta de mala gana Y no es que lo anterior suponga una concesión fundamental por
como punto de partida de la adecuada práctica de la ciencia, se con­ parte de Kuhn, por la sencilla razón de que el rasgo distintivo de las
vierte en el tema central de la explicación del comportamiento cien­ ideas de Kuhn no es el concepto de paradigma compartido, sino más
tífico que Kuhn nos proporciona. Kuhn considera a la ciencia normal, bien el de «revoluciones científicas», como claras rupturas en el de­
es decir, la actividad dedicada a resolver problemas en el contexto sarrollo de la ciencia, y especialmente la idea de la existencia de drás­
de un marco teórico ortodoxo, como la norma, mientras que la cien­ ticos cortocircuitos de comunicación en los períodos de «crisis revo­
cia revolucionaria, o derrocamiento de un marco teórico por otro a lucionaria». Recordemos los elementos principales con los que Kuhn
consecuencia de repetidas refutaciones y acumulación de anomalías, construye su teoría: los practicantes de la ciencia normal forman un
sería lo excepcional en la historia de las ciencias. Resulta tentador colegio invisible, en el sentido de que están de acuerdo tanto sobre
hacer la frase de que, para Popper, la ciencia se encuentra en un
estado de revolución permanente, ya que para él la historia de la 15 M asterm an (1970, págs. 60-5) ha identificado, de hecho, 21 definiciones
ciencia es la historia de una sucesión de conjeturas y refutaciones; diferentes del término paradigm a en la prim era edición del libro de Kuhn.
48
50 L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siem pre quiso saber 51

los problemas que requieren solución como sobre la forma general esta «crisis de la física moderna» (Toulmin, 1972, págs. 103-5) 18.
que tomará la solución de los mismos; además, tan sólo el juicio de No tenemos necesidad, sin embargo, de detenernos a discutir estos
los colegas es considerado como relevante a la hora de definir pro­ puntos, ya que, en la segunda edición de su libro, Kuhn admite fran­
blemas y soluciones, a consecuencia de lo cual la ciencia normal es camente que su previa descripción de las revoluciones científicas
un proceso autosostenido y acumulativo de resolución de problemas adolecía de una cierta exageración retórica; los cambios de paradigma
concretos dentro del contexto de un marco analítico común; la inte­ durante las revoluciones científicas no implican discontinuidades en
rrupción de la ciencia normal, cuando ésta se interrumpe, viene anun­ el debate científico, es decir, no suponen elección entre teorías alter­
ciada por la proliferación de teorías y por la aparición de contro­ nativas pero totalmente inconmensurables; la incomprensión mutua
versias metodológicas; el nuevo marco ofrece solución definitiva a que es de esperar entre los científicos en períodos de crisis intelec­
problemas anteriormente no resueltos, y esta solución resulta ser re­ tual es sólo una cuestión de grado; y la única razón que justifica la
trospectivamente reconocida, aunque previamente fuese ignorada; la denominación de «revoluciones» para los cambios de paradigma es
generación antigua y la nueva encuentran terreno común a medida la conveniencia de subrayar el hecho de que los argumentos que se
que los problemas no resueltos del antiguo marco conceptual se con­ utilizan para defender el paradigma nuevo contienen siempre elemen­
vierten en ejemplos corroboradores en el seno del marco nuevo; y tos no-racionales que van más allá de las demostraciones lógicas o
como junto a las ganancias se produce siempre alguna pérdida de matemáticas (Kuhn, 1970a, págs. 199-200). Y, por si esto fuera poco,
contenido, la conversión al nuevo enfoque participa de la naturaleza Kuhn sigue diciendo que su teoría de las revoluciones científicas ha
de una conversión religiosa, que supone un cambio de Gestalt; y a sido malinterpretada como si únicamente se refiriese a las revolucio­
medida que el nuevo marco conquista terreno, se va convirtiendo nes mayores, como la copernicana, la newtoniana, la darwiniana o la
a su vez en ciencia normal para la generación siguiente. einsteniana, insistiendo en que su esquema estaba igualmente dirigido
El lector familiarizado con la historia de la ciencia pensará inme­ a cambios de menor importancia en campos científicos concretos,
diatamente en la revolución copernicana, la revolución newtoniana cambios que pueden no parecer en absoluto revolucionarios para los
o la revolución protagonizada por Einstein y Plank. La llamada revo­ situados fuera «de cada comunidad, consistente quizás en menos de
lución copernicana, sin embargo, tardó ciento cincuenta años en com­ veinticinco personas como miembros directos» (1970a, págs. 180-81).
pletarse y encontró a cada paso una fuerte resistencia 16; incluso la En otras palabras, en su última versión Kuhn presenta cualquier
revolución newtoniana tardó más de una generación en lograr la acep­ período de progreso científico como marcado por un gran número
tación total en los círculos científicos europeos, y durante ese tiempo de paradigmas superpuestos y entremezclados, algunos de los cuales
los cartesianos, leibnizianos y newtonianos se enzarzaron en agrias pueden ser inconmensurables aunque, ciertamente, no todos ellos lo
disputas respecto de todos y cada uno de los puntos innovadores de serán; los paradigmas no se sustituyen unos a otros repentinamente
la teoría 17; igualmente, el paso de la física clásica a la física relati­ y, en cualquier caso, los paradigmas nuevos no surgen y se asientan
vista y cuántica en el siglo xx no supuso incomprensión mutua alg u n a de repente, sino que obtienen la victoria después de un largo pro­
ni conversiones cuasireligiosas, es decir, cambios de Gestalt, si es que ceso de competencia intelectual19. Es evidente que estas concesiones
hemos de creer los testimonios de los directamente implicados en
18 Entre las muchas críticas de que el libro de Kuhn ha sido objeto, nin­
16 La teoría eliocéntrica copernicana es, por cierto, el mejor ejem plo que guna tan devastadora como la de Toulmin (1972, págs. 98-117), que sigue la
encon tramos en la historia de la ciencia del persistente atractivo que se ha historia de las ideas de Kuhn desde su primera versión en 1961 hasta su ver­
atribuido a la simplicidad como criterio de progreso científico: la Revolutionibus sión final en 1970. Para una visión bastante favorable, aunque en muchos pun­
Orbium Caelestium de Copérnico no llegaba a la fiabilidad predictiva del Alma- tos igualmente crítica, véase también Suppe (1974, págs. 135-51).
gesto de Ptolomeo, y tampoco se libraba de todos los epiciclos y excéntricos 19 E n resumen, Kuhn fue abandonando, una por una, las cuatro tesis que
que plagaban la teoría geocéntrica de Ptolomeo, pero sí que era la explicación W atkins (1970, págs. 34-5) encontró enunciadas en su libro, a saber: a) la tesis
más simple disponible de la mayoría, si no de todos, los fenómenos referentes del m onopolio paradigmático: un paradigma no tolera rivales; b) la tesis de
al movimiento de los planetas conocidos en la época (Kuhn, 1957, págs. 168-71). incompatibilidad: los paradigm as nuevos son incomparables e inconmensurables
17 Como señaló el propio Kuhn en su prim er trabajo sobre la revolución con los antiguos; c) la tesis del no-interregno: no hay período de indecisión por
copernicana (Kuhn, 1957, pág. 259): «hubieron de transcurrir cuarenta años parte de los científicos entre el abandono de un paradigma y la adhesión a
para que la física newtoniana llegase a sustituir por completo a la física carte­ otro, y d) la tesis del cambio instantáneo de visión del mundo: cuando los cien­
siana, incluso en las universidades británicas.» tíficos se pasan a un paradigm a nuevo lo hacen instantánea y totalmente.
52 L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 53

diluyen considerablemente la dramática importancia del mensaje ori­ decir, sin ninguna noción previa de lo que es la práctica científica
ginal de Kuhn. Lo que queda, sin embargo, es su énfasis sobre el sana, supone cometer la falacia inductiva en el estudio de la historia
papel que juegan los juicios normativos en las controversias cientí­ del pensamiento. Si Popper tiene razón respecto del mito de la induc­
ficas, especialmente las que se centran en la comparación de enfo­ ción, aquellos que desean «decir las cosas como son» se encontrarán
ques científicos alternativos, junto con una desconfianza, vagamente arrastrados a «decir las cosas como debieran ser», ya que, al contar
formulada pero profundamente sentida, hacia los factores cognosci­ la historia de la evolución pasada de una forma y no de otra, estarán
tivos, como la racionalidad epistemológica, en comparación con los necesariamente revelando sus puntos de vista implícitos sobre la na­
factores sociológicos como la autoridad, la jerarquía y la identificación turaleza de la explicación científica. En resumen, todas las proposi­
con un grupo, como determinantes del comportamiento científico. ciones de la historia de la ciencia están cargadas de metodología.
Lo que Kuhn parece haber hecho es fundir prescripción y descrip­ Por otro lado, parecería lógico que todas las proposiciones acerca
ción, deduciendo su metodología de la ciencia de la historia de la de la metodología de la ciencia estuviesen también cargadas de his­
ciencia. toria. En efecto, el predicar las virtudes del método científico igno­
En cierto sentido, La estructura de las revoluciones científicas de rando completamente la cuestión de si los científicos actuales o del
Kuhn no es una contribución a la metodología, sino a la sociología pasado han practicado efectivamente tal método, resultaría cierta­
de la ciencia. No es, por tanto, de extrañar que la confrontación entre mente arbitrario; además, en la práctica, ni el mismo Popper puede
kuhnianos y poperianos nos lleve más bien a un impasse. En efecto, resistirse a hacer ciertas referencias a la historia de la ciencia, como
el propio Kuhn (1970b, págs. 1-4, 19-21, 205-07, 238, 252-53) sub­ justificación parcial de sus ideas metodológicas. Parece ser, por tanto,
raya las similitudes entre su enfoque y el de Popper, insistiendo en que nos encontramos cogidos en un círculo vicioso, que implica tan­
que él es al igual que Popper «un creyente convencido en el pro­ to la imposibilidad de una historiografía de la ciencia libre de cargas
greso científico», aunque admite la naturaleza inherentemente socio­ metodológicas y totalmente descriptiva como la de una metodología
lógica de su propio trabajo. Igualmente, los popperianos admiten de la ciencia ahistórica y puramente prescriptiva 20. No existe, en mi
como una cuestión de hecho el que «hay mucha más ciencia normal, opinión, salida efectiva a este círculo vicioso. Para justificar esta afir­
mación hemos de considerar la obra de Imre Lakatos, obra diseñada
medida en hombres-hora, que ciencia extraordinaria» (Watkins, 1970,
expresamente para convertir este círculo vicioso en un círculo de
página 32; también Ackerman, 1976, págs. 50-3), pero consideran
virtudes. En una serie de artículos, publicados en su mayor parte
tales concesiones al realismo como irrelevantes respecto del enfoque entre 1968 y 1971, Lakatos desarrolla y amplía la filosofía de la
esencialmente normativo de la filosofía de la ciencia; en palabras del ciencia de Popper como herramienta crítica de la investigación his­
propio Popper: «Para mí, la idea de volverse hacia la sociología o la tórica, adoptando como máxima un párrafo de uno de los dictat de
sicología (o ... la historia de la ciencia) en busca de ilustración res­ Kant: «L a filosofía de la ciencia sin historia de la ciencia es algo
pecto de los objetivos de la ciencia y de su posible progreso, resulta vacío; la historia de la ciencia sin filosofía de la ciencia es la ceguera»
sorprendente y decepcionante» (Popper, 1970, pág. 57). (Lakatos, 1-78, I, pág. 102). Esta máxima expresa perfectamente el
círculo vicioso a que nos hemos referido.
Metodología «versus» historia
20 E ste círculo vicioso viene perfectamente expresado en palabras de un
Nuestra discusión del libro de Kuhn nos ha devuelto, comple­ dentífico que con frecuencia ha reconocido estar en deuda con Popper. Al dis­
cutir la paradoja que supone el tratar de contrastar la metodología científica
tando el círculo, al viejo problema que plantea la relación entre la a través de la práctica de los científicos, Peter M edaw ar (1967, pág. 169) se­
metodología normativa de la ciencia y la historia positiva de la cien­ ñala: «S i suponemos que la m etodología no es correcta, entonces tampoco nues­
cia, un problema que se ha alzado una y otra vez ante las ideas reci­ tra contrastación de su validez será correcta. Si suponemos que es correcta,
bidas sobre las teorías científicas a lo largo de toda una generación. entonces no hay razón para someterla a contrastación, ya que ésta no podrá
invalidarla.» E n Lakatos y M usgrave (1970, págs. 46, 50, 198, 233, 236-38),
El problema es el siguiente: la pretensión de que es posible escribir así como en Achinstein (1974), H esse (1973) y Laudan (1977, capítulo 5) puede
una historia de la ciencia «tal como realmente ocurrió», sin prejuzgar encontrarse evidencia adicional sobre el reconocimiento generalizado de este
en modo alguno la distinción entre ciencia «buena» y «mala», es círculo vicioso, tanto entre los filósofos de la ciencia como entre sus historiadores.
54 L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 55

Programas científicos de investigación examinar la historia de la ciencia con la ayuda de una metodología
explícitamente falsacionista, con objeto de ver cuál es la amplitud
La metodología de la ciencia de Popper es una metodología agre­ real del área de conflicto 23.
siva en el sentido de que, según sus criterios, una gran parte de lo Lakatos empieza negando que las teorías concretas sean las uni­
que denominamos «ciencia» puede desecharse como metodológica­ dades adecuadas para realizar evaluaciones científicas; lo que debería­
mente incorrecta. La metodología de Kuhn, por el contrario, es una mos evaluar, y lo que inevitablemente evaluamos de hecho, son gru­
metodología defensiva, ya que trata de reivindicar, en vez de censu­ pos de teorías más o menos interrelacionadas, o programas científicos
rar, la práctica real de la ciencia21. Por otro lado, la obra de Lakatos de investigación (PCI) 24. A medida que una determinada estrategia de
puede considerarse como un curioso compromiso entre la ahistórica, investigación, o PCI, se enfrenta con falsaciones, experimentará va­
si no antihistórica, metodología agresiva de Popper y la metodología riaciones en sus supuestos auxiliares, las cuales, como Popper ha
relativista, defensiva, de Kuhn, compromiso que, en cualquier caso, señalado, podrán suponer un aumento o una disminución de conte­
se mantiene plenamente dentro del campo considerado como poppe- nido, o como Lakatos prefiere decir, representarán un «cambio temá­
riano22. Lakatos es «menos duro» con la ciencia que Popper, pero tico progresivo o degenerador». Un PCI será calificado de teorética­
mucho más «duro» que Kuhn, y se siente siempre más inclinado a mente progresivo si las sucesivas formulaciones del programa suponen
criticar la mala ciencia con la ayuda de una buena metodología que un «aumento de contenido empírico» respecto de cada formulación
a evaluar las especulaciones metodológicas recurriendo a la práctica precedente, es decir, si aquél predice algún «acontecimiento nuevo,
científica. hasta entonces inesperado»; será empíricamente progresivo si «dicho
Para Lakatos, como para Popper, la metodología en sí no pro­ aumento de contenido empírico resulta corroborado» (Lakatos, 1978,
porciona a los científicos un formulario de reglas para resolver los I, págs. 33-4). Y a la inversa, si el PCI se caracteriza por la continua
problemas científicos; su. campo es el del enfoque lógico, y su conte­ adición al mismo de ajustes ad-hoc que tratan simplemente de aco­
nido un conjunto de reglas no-mecánicas destinadas a la evaluación modar cualesquiera hechos observados, recibirá la denominación de
de teorías ya plenamente articuladas. Donde Lakatos difiere clara­ «degenerado».
mente de Popper, sin embargo, es en que para él la lógica de la eva­ Estas distinciones son relativas, y no absolutas. Además, son apli­
luación que utiliza es al mismo tiempo una teoría histórica que in­ cables sobre un período de tiempo y no en un momento determi­
tenta explicar retrospectivamente el desarrollo de la ciencia. En su nado. El carácter vuelto hacia el futuro de una estrategia de inves­
calidad de metodología normativa de la ciencia, ésta será irrefutable, tigación, como distinta de una teoría aislada, desafía la evaluación
ya que ha sido deducida a partir de una determinada epistemología, instantánea. Para Lakatos, por tanto, un PCI no será «científico»
pero como teoría histórica, que afirma que los científicos del pasado de una vez por todas y para siempre; puede dejar de serlo con el
se comportaron de hecho de acuerdo con la metodología de la falsa­ transcurso del tiempo, al ir gradualmente pasando del estatus de pro­
bilidad, es perfectamente refutable. Si la historia de la ciencia se grama «progresivo» al de «degenerado» (la astrología constituye un
adecúa a la metodología normativa, parece decirnos Lakatos, tendre­ ejemplo de esto), pero igualmente puede ocurrir lo contrario (¿la
mos razones que añadir a las puramente filosóficas en favor del fal­
sacionismo; y si no lo hace, tendremos razones que justifiquen nues­
tro abandono de los principios normativos. En otras palabras, Lakatos 23 A sí es, en cualquier caso, como yo leí a Lakatos. Hay que advertir que
no es éste un autor que se preste fácilmente a interpretaciones precisas. Su
insiste en que, en último término, no podemos eludir la tarea de tendencia a tratar puntos vitales en notas a pie de página, su prolijidad en
cuanto a poner etiquetas a las diferentes posiciones intelectuales y a acuñar
21 Fue L atsis (1974) quien me sugirió esta distinción entre metodologías frases y expresiones nuevas, así como sus continuas referencias atrás y adelante
agresivas y defensivas. en sus propios escritos — como si fuese imposible entender cualquier parte de
22 Bloor (1971, pág. 104) sostiene, como veremos, una postura extrema al los mismos sin entenderlos en su totalidad— no facilita precisamente la com­
respecto, al caracterizar la obra de Lakatos como «un acto de revisión masiva, prensión.
que supone una traición a lo esencial del enfoque popperiano, y una absorción 24 Si el concepto de programas científicos de investigación sorprende a algún
total de algunas de las posiciones más características de Kuhn». Y no es sólo lector por su vaguedad, recuérdese que el concepto de teoría es igualmente
este autor quien ve poca diferencia entre las ideas de Kuhn y las de Lakatos vago. D e hecho, es difícil definir el concepto de teoría incluso cuando emplea­
(véase, por ejemplo, Green, 1977, págs. 6-7), adoptando una actitud que pres­ mos el término en un sentido restringido, puramente técnico (Achinstein, 1968,
cinde del objetivo básico de la argumentación de Lakatos. capítulo 4).
56 L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 57

parapsicología?). Tenemos así un criterio de demarcación entre cien­ Lakatos argumenta que el criterio de falsabilidad de Popper no
cia y no-ciencia que en sí mismo es histórico, puesto que incluye la sólo exige que las teorías científicas sean contrastables, sino también
evolución de las ideas en el tiempo como uno de sus elementos cons­ que cada una de ellas sea independientemente contrastable, es decir,
titutivos. susceptible de predecir resultados no predichos por las teorías rivales.
La argumentación de Lakatos prosigue, dividiendo los componen­ En tal caso, la «corroboración» popperiana requiere al menos dos
tes de un PCI en partes rígidas y flexibles. «L a historia de la cien­ teorías, y lo mismo puede decirse de los PCI. Un PCI concreto será
cia», observa Lakatos, «es la historia de los programas de investiga­ considerado superior a otro si explica todos los fenómenos predi­
ción, más que la historia de las teorías», y cada programa científico chos por su PCI rival y, además, hace predicciones confirmadas (La­
de investigación puede caracterizarse por su «núcleo», que estará ro­ katos, 1978, I, págs. 69, 116-17). Lakatos ilustra su argumentación
deado de un cinturón protector de hipótesis auxiliares que han de por medio del análisis de la teoría newtoniana de la gravitación
hacer frente a la contrastación. «E l núcleo es considerado como irre­ — «posiblemente el programa de investigación de mayor éxito de la
futable por "la decisión metodológica de sus protagonistas” , y con­ historia»— y describe entonces la evolución de los físicos que, a par­
tiene, además de creencias puramente metafísicas, una “heurística tir de 1905, fueron engrosando el campo de la teoría de la relati­
positiva” y una “ heurística negativa” , consistentes de hecho en una vidad, que incluye la teoría de Newton como un caso especial, y
lista de lo que hay que hacer y otra de lo que no hay que hacer» califica de «objetivo» este paso del PCI newtoniano al einsteniano,
(páginas 49-52). Él cinturón protector contiene las partes flexibles porque la mayoría de los físicos actuaron como si creyeran en su
de un PCI y es en él donde el núcleo se combina con las hipótesis metodología de los programas de investigación científica (MPIC).
auxiliares para formar las teorías concretas y contrastables en las que Ocurre, por supuesto, que este incidente concreto de la historia
se basa la reputación científica del PCI. de la ciencia no supuso prácticamente pérdida kuhniana alguna de
Los términos núcleo y cinturón protector han sido claramente contenido en su proceso de sustitución de un PCI degenerado por
elegidos en un sentido irónico. Nótese, sin embargo, que en el es­ otro progresivo, ya que el sistema newtoniano puede considerarse
quema de Lakatos no está presente la obsesión positivista que ansia como un caso particular de la teoría einsteniana más general. Pero
librarse de la metafísica de una vez por todas. Al igual que Popper no toda la historia de la ciencia se adecúa tan nítidamente al con­
(1965, pág. 38), Lakatos está convencido de que los descubrimientos cepto de un progreso científico gradual y acumulativo en el que las
científicos son imposibles sin algún tipo de recurso a la metafísica; viejas teorías se ven constantemente superadas por teorías nuevas,
lo único que ocurre es que la metafísica de la ciencia se mantiene más generales. Con frecuencia, por el contrario, los aumentos de con­
deliberadamente oculta en el núcleo, de forma parecida a como las tenido logrados por el progreso científico se producen a costa de pér­
cartas de que disponen los jugadores en el juego del poker se man­ didas de contenido en otras áreas, en cuyo caso nos enfrentamos de
tienen ocultas en manos del que da las cartas, mientras que el juego nuevo con el familiar problema kuhniano de la inconmensurabilidad
real de las ciencias tiene lugar en términos de las cartas que están de las sucesivas estrategias de investigación. En cualquier caso, Laka­
en manos de los jugadores,, es decir, en términos de las teorías fal- tos prosigue haciendo la sorprendente proposición de que toda la
sables contenidas en el cinturón protector 25. historia de la ciencia puede ser descrita en este mismo sentido, como
la preferencia «racional» de los científicos por programas progresivos
25 E l «núcleo» de Lakatos expresa una idea virtualm ente idéntica a la suge­ en vez de degenerados, y ello porque piensan que las ganancias de
rida por Schumpeter con el concepto de «visión» en la H istoria de la Economía contenido exceden siempre a las pérdidas, y define los intentos de ha­
— «el acto cognoscitivo preanalítico que proporciona las prim eras materias para
el esfuerzo analítico» (Schumpeter, 1954, págs. 41-3)— o el de «hipótesis so­
cerlo así como la historia interna de la ciencia (pág. 102).
bre el mundo» de Gouldner, que pesa considerablemente en su explicación de Por el contrario, la historia externa de la ciencia estará consti­
por qué los sociólogos adoptan ciertas teorías y rechazan otras (Gouldner, 1971, tuida, no solamente por las presiones normales del medio social y
capítulo 2). L a teoría de M arx sobre las ideologías puede interpretarse como político que solemos asociar con la palabra externo, sino también
una teoría concreta respecto de la naturaleza del «núcleo» de Lakatos; Marx
tenía mucha razón al creer que la «ideología» juega un papel importante en las por cualquier actuación de los científicos que no esté de acuerdo con
teorías científicas, pero estaba muy equivocado al suponer que el carácter de la M PIC; como, por ejemplo, la preferencia de un PCI degenerado
clase de las ideologías era decisivo para su aceptación o rechazo por parte de los sobre uno progresivo en base a que el primero es más simple que
científicos (véase Seliger, 1977, especialmente págs. 26-45 y 87-94). el segundo. Lakatos no pretende decirnos ni por un momento que la
58 L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 59

historia interna sea toda la historia: el hacerlo implicaría suponer La prueba, por tanto, nos la dará la práctica: queda por ver si la
que los científicos son siempre perfectamente «racionales», proposición historia de la ciencia, sea natural o social, es más fructífera cuando
demasiado kuhniana para que Lakatos la adopte (págs. 130 y 133). se la concibe como una sucesión de programas de investigación pro­
Afirma, por el contrario, que la pretensión de que toda la historia gresivos lakatosianos que se superan constantemente unos a otros
de la ciencia puede explicarse como una reconstrucción racional pu­ con teorías de contenido empírico creciente, en vez de cuando se la
ramente «interna» no se sostendrá a la luz de la evidencia histórica, concibe como una serie continua de refinamientos paradigmáticos
pero recomienda que se dé prioridad a la historia interna, antes de puntuados cada varios siglos por una revolución científica kuhniana.
ocuparnos de la externa. Lo que habría que hacer, según este autor, Los conceptos de PCI y de M PIC de Lakatos han inspirado ya
es «relatar Ja historia interna en el texto e indicar en notas a pie de toda una serie de reinterpretaciones, tanto de episodios conocidos
pagina los malos pasos” de la historia real, a la luz de dicha recons­ como de otros menos conocidos, de la historia de la ciencia (ver
trucción racional» (pág. 120), consejo que él mismo sigue en su fa­ Urbach, 1-74; Howson, 1976), incluyendo una o dos aplicaciones al
mosa historia de los teoremas matemáticos de Euler sobre los po­ campo de la Economía que examinaremos con más detenimiento en
liedros (Lakatos, 1976)26. un capítulo posterior de este libro. Otros más competentes que este
Una historia de la ciencia escrita sobre estas líneas, aventura La­ autor tendrán que juzgar si estos estudios demuestran o no el poder
katos, exigiría en realidad pocas notas a pie de página dedicadas a heurístico del programa de investigación metahistórico de Lakatos,
la historia externa. pero en justicia hemos de señalar que, en último término, Lakatos se
En respuesta a los sermones de Lakatos basados en su propia encuentra con la misma dificultad que acosó a Popper en su búsqueda
teoría sociopsicológica, Kuhn (1970b, pág. 256) minimiza las dife­ de una posición intermedia entre la arrogancia prescriptiva y la hu­
rencias existentes entre ellos: «Aunque su terminología es diferente, mildad descriptiva.
su aparato analítico es tan próximo al mío como pudiera desearse: Como vimos anteriormente, Popper parece aconsejar a los cien­
núcleo, trabajo dentro del cinturón protector y fase de degeneración tíficos lo que tienen que hacer — sin descartar, sin embargo, la posi­
son términos paralelos de mis conceptos de paradigma, ciencia nor­ bilidad de que puede conseguirse el progreso científico ignorando sus
mal y crisis.» Insiste, sin embargo, en que «lo que Lakatos considera consejos. Igualmente, Lakatos caracteriza su M PIC como un enfoque
historia no es historia en absoluto, sino filosofía que inventa ejem­ ex-post de los programas de investigación del pasado que no puede
plos. Tal como él argumenta, la historia no podría tener, en prin­
equipararse directamente con un consejo heurístico a los científicos
cipio, el menor efecto sobre la posición filosófica previa que de forma
de hoy para que abandonen los programas degenerados y se unan
exclusiva la conforma» (Kuhn, 1971, pág. 143). Lakatos responde
a un PCI progresivo. Lakatos predica la tolerancia respecto de los
a estos argumentos diciendo que el enfoque que él da a la historio­
grafía de la ciencia es perfectamente capaz de explicar a posteriori PCI nacientes que hasta el momento no han logrado predecir hechos
hechos históricos nuevos, es decir, hechos que resultan inesperados nuevos, y rehúsa la condena de los científicos que mantienen su adhe­
a la luz de los enfoques vigentes entre los historiadores de la ciencia. sión a PCI degenerados, siempre que admitan con honradez que su
En este sentido «la metodología de los programas de investigación programa está, de hecho, degenerado. Añade, sin embargo, que los
historiográficos» puede ser defendida con base a la propia MPIC, ya editores de revistas científicas estarán perfectamente justificados al
que demostrará ser progresiva si, y sólo si, promueve el descubri­ rehusar la publicación de trabajos basados en PCI degenerados, y lo
miento de hechos históricos nuevos (Lakatos, 1978, I, págs. 131-36). mismo ocurrirá con las instituciones dedicadas a promover y finan­
ciar la investigación, en cuanto a la dedicación de sus fondos (La­
26 Sería más exacto decir que este consejo era una racionalización de su katos, 1978, I, pág. 117). No resulta difícil comprender que tales
historia de los teoremas de Euler, publicada por primera vez en 1964. Este
chispeante trabajo, escrito en form a de diálogo platónico, así como todas sus distinciones equivalen a una especie de esquizofrenia intelectual, es­
referencias a la historia de las matemáticas, se consignan en notas a pie de pecialmente cuando no se fijan límites de tiempo para la actuación
página, y en ellas se demuestra que todos esos conceptos tan antiguos como de los científicos, editores de revistas especializadas o instituciones de
«rigor», «elegancia» y «prueba», que por mucho tiempo han sido considerados investigación. Feyerabend (1976, pág. 324 n) señala maliciosamente
como pertenecientes a la lógica pura, se han visto sujetos a una evolución his­
tórica tan compleja como sus conceptos científicos correspondientes de «cogita- que «habría mucho que comentar sobre la idea de que un ladrón
ción», «sim plicidad», «necesidad deductiva», etc. puede robar todo lo que quiera, y ser alabado como un hombre ho­
60 L a metodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 61

nesto por la policía y el hombre de la calle, siempre que reconozca terístico título Personal Knowledge (Conocimiento personal), la argu­
ante todos que es un ladrón». mentación basica referente al carácter de la ciencia contradice el
Es claro que el esfuerzo de Lakatos en cuanto a separar la eva­ título, al sostener que sea lo que sea lo que entendemos por cono­
luación de la recomendación y a retener una metodología de la cien­ cimiento científico, ciertamente no es un conocimiento puramente
cia que sea francamente normativa, pero que sea al mismo tiempo personal que no puede ser transmitido a otros (véase, por ejemplo,
capaz de servir de base para un programa de investigación en el cam­ Polianyi, 1958, págs. 21, 153, 164, 183 y 292-94; véase también Zi-
po de la historia de la ciencia, ha de juzgarse o bien como un éxito man, 1967, 1978). Puede que el acuerdo no sea completo respecto
con severas cualificaciones o bien como un fracaso, aunque sea un de qué es lo que puede ser transmitido compulsivamente a otros,
fracaso magnífico 27. pero no existe desacuerdo en cuanto a la idea de que las teorías cien­
tíficas han de establecerse en términos de observaciones accesibles,
en principio, a cualquier observador. Una vez que admitimos esto, sin
El anarquismo de Feyerabend embargo, parece obvio que las observaciones nuevas alterarán las
formulaciones de las teorías, y, en consecuencia, estaremos introdu­
Muchas de las líneas tendenciales de la obra de Lakatos hacia la ciendo un inevitable elemento evolucionista en la evaluación de las
suavización de los rasgos «agresivos» del popperianismo y la amplia­ teorías científicas. Así pues, el ataque popperiano contra «la falacia
ción de los límites de lo permitido han sido seguidas y ampliadas genética» que surge al mezclar los orígenes históricos con la validez
por otros críticos recientes de las ideas recibidas, tales como Hanson, empírica, se derrumba sin remedio.
Polianyi y Toulmin, pero quien más lejos ha llegado por este camino Otra característica persistente del nuevo enfoque sobre las teorías
ha sido Feyerabend 28. científicas es la idea de que todas las observaciones empíricas están
Todos estos escritores niegan la distinción positivista entre «el necesariamente cargadas de teoría y que incluso los actos ordinarios
contexto de descubrimiento» y el «contexto de justificación» (véase, de percepción, tales como el acto de ver, de tocar, de oír, están pro­
especialmente, Toulmin, 1972, págs. 478-84, y Feyerabend, 1975, fundamente condicionados por nuestras conceptualizaciones previas;
capítulos 5 y 14). Por supuesto, todos ellos están de acuerdo en que en palabras de Hanson (1965, pág. 7), para quien esta cuestión cons­
la justificación lógica y empírica no puede reducirse a una exposición tituye prácticamente una idea fija: «hay mucho más que ver que lo
de sus orígenes históricos, pero se niegan rotundamente, a pesar de que entra por el ojo» 29. En esta cuestión concreta, el nuevo enfoque
ello, a separar los enfoques ex-post de validez del estudio de la géne­ se acerca a Popper, que señaló hace tiempo la paradoja que supone
sis de las teorías. En otras palabras, todos ellos siguen a Kuhn y a la exigencia de que las teorías sean severamente contrastadas en tér­
Lakatos en su rechazo del programa popperiano que postula una filo­ minos de sus predicciones observables, mientras que, al mismo tiem­
sofía de la ciencia completamente ahistórica, tanto más cuanto que po, se sostiene que todas las observaciones son en realidad inter­
todos subrayan repetidamente el carácter esencialmente colectivo y pretaciones que hacemos a la luz de alguna teoría. Lejos de evitar
cooperativo del conocimiento científico: es su contrastabilidad inter­ esta aparente contradicción, Popper rehúsa inteligentemente definir
personal, incorporada en el concepto de resultados repetibles en for­ el término observable: «Creo que deberíamos considerarlo como un
ma definida, lo que constituye el distintivo de la ciencia, siendo este término-definido que resulta suficientemente preciso para su uso»
distintivo el que realmente la diferencia de otras actividades del inte­ (Popper, 1965, pág. 103, y también pág. 107n). Para algunos, esto
lecto humano. Incluso en el libro de Michael Polianyi, con su carac­ resulta decepcionante: es como si, para cubrirnos, se nos ofreciesen
ropas transparentes 30. Pero aquellos que han asimilado la tesis de
irrefutabilidad de Durhem con todas sus consecuencias, y que han
27 Este fallo queda confirmado por el intento valiente, aunque poco convin­
cente, de reformular el concepto de M P IC en Lakatos, realizado por uno de
sus discípulos: véase W orrall (1976, págs. 161-76). Berkson (1976) y Toulmin 29 Los economistas estarán probablemente familiarizados con los argumentos
(1976) nos proporcionan otras críticas a la obra de Lakatos. esgrimidos por Hanson, ya que vienen citados en el prim er capítulo de Samuel-
28 Hay que citar a G astón Bachelard, un filósofo francés de la ciencia poco son: Economía (1976, págs. 10-12).
conocido fuera de Francia, junto con los críticos ingleses y americanos de las ^ 30 Un escritor marxista, H indess (1977, capítulo 6), nos proporciona una
ideas recibidas. Para comentarios sobre las ideas de Bachelard, véase Bhaskar critica de Popper bastante ingeniosa y nihilista, aunque variable en cuanto a su
(1975). aplicación de la lógica, y que discurre sobre estas mismas líneas.
62 L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 63

aprendido la lección lakatosiana de que toda contrastación implica tual de Feyerabend como filósofo de la ciencia ha sido adecuadamente
una lucha a tres bandas entre los hechos y al menos dos teorías riva­ calificada como «un viaje desde un Popper ultrapopperiano hasta un
les, podrán aceptar fácilmente la naturaleza necesariamente cargada Kuhn ultrakuhniano» (Bhaskar, 1975, pág. 39).
de teoría de las observaciones empíricas. En Contra el Método, Feyerabend arguye, ante todo, que no
Pues sí, hay que reconocer que los hechos llevan en sí una carga existe canon alguno de metodología científica, por plausible que sea
teórica mayor o menor, pero dicha carga no provendrá necesaria­ y por firmemente basado que esté en la epistemología, que no haya
mente de aquellas teorías que intentan corroborarse con su concurso. sido violado impunemente en algún momento de la historia de la
En este sentido, cabe la posibilidad de dividir los hechos en tres ciencia; además, algunos de los científicos más importantes lograron
categorías: en primer lugar tenemos los hechos que son observaciones el éxito precisamente porque incumplieron deliberadamente todas las
de acontecimientos, en los que dichas observaciones son tan nume­ reglas convencionales de comportamiento (Feyerabend, 1975, pág. 23;
rosas o evidentes por sí mismas que el hecho en cuestión es univer­ véase también capítulo 9). En segundo lugar, la tesis de que la ciencia
salmente aceptado como concluyente. Pero hay también muchos in­ crece por medio de la incorporación de las antiguas teorías como
feridos, tales como la existencia de átomos y genes, que no son datos casos particulares de las nuevas y más generales es un mito: la su­
de nuestra experiencia diaria, pero a los que se atribuye de todos perposición de teorías rivales es en la realidad tan rara que incluso
modos el estatus de hechos incontrovertibles. Finalmente, tenemos el falsacionismo sofisticado se ve privado de anclaje racional (pági­
otros hechos aún más hipotéticos, respecto de los cuales la evidencia nas 177-78). En tercer lugar, el progreso científico, sea cual sea el
deja que desear, o se ve sujeta a interpretaciones incompatibles (como, procedimiento que adoptemos para concebirlo o medirlo, se ha pro­
por ejemplo, la telepatía); el mundo está ciertamente lleno de «he­ ducido en el pasado, precisamente, porque los científicos nunca se
chos» misteriosos, que siguen en espera de una interpretación racional vieron constreñidos por compromiso alguno con la filosofía de la
(ver Mitchell, 1974). En resumen, los hechos tendrán algún tipo de ciencia: la filosofía de la ciencia es una de esas «espúreas discipli­
independencia respecto de las teorías, aunque sólo sea porque pue­ nas... que no tienen ni un solo descubrimiento en su haber», y «el
den ser ciertos, aunque la teoría concreta en cuestión sea falsa; pueden único principio que no tiene un efecto inhibitorio sobre el progreso
también ser consistentes a bajo nivel con un cierto número de teorías es el de todo vale» (págs. 302 y 323). La ciencia, insiste Feyerabend,
cuyas proposiciones entran en conflicto a nivel más alto; y el proceso es «mucho más “ chapucera” e “ irracional” que su imagen metodo­
de escrutinio de los hechos supone siempre una comparación entre lógica»; más aún, no existe criterio de demarcación que pueda sepa­
teorías más o menos falibles. Una vez que admitimos que el conoci­ rarla adecuadamente de la no-ciencia, de la ideología o incluso del
miento plenamente cierto nos está negado, dejará de desasosegarnos mito (págs. 179 y 297). «Todo vale», explica Feyerabend, «no sig­
la idea de que la forma misma en que observamos los hechos que nifica que no existan principios metodológicos racionales; lo que
ocurren en el mundo que nos rodea tiene un carácter teorético por significa es que, si hemos de tener principios metodológicos univer­
naturaleza. sales, tendrán que ser tan vacíos de contenido y tan indefinidos como
Sin embargo, si consideramos la idea de que los hechos están car­ ese de “ todo vale” ; el “ todo vale” no expresa, por tanto, una con­
gados de teoría junto con la idea kuhniana de la pérdida de contenido vicción más personal, sino que es una forma de resumir en broma
entre teorías, paradigmas o PCI sucesivos, de forma que encontramos los argumentos de los racionalistas» (1978, pág. 188; también pági­
dificultades a la hora de realizar comparaciones entre dos sistemas nas 127-28, 142-43 y 186-87). En resumen, Feyerabend no está en
teóricos rivales, si es que no nos encontramos con que aquéllos son contra del método en las ciencias, sino que más bien está en contra
literalmente inconmensurables, llegaremos a una situación en la que del método en general, incluyendo su propio consejo de ignorar todo
parecen cerrarse ante nosotros todas las posibilidades de elegir racio­ método («para ser un verdadero dadaísta hay que ser también anti-
nalmente entre teorías científicas cuando éstas entran en conflicto. dadaísta»).
Y es esta posición de anarquismo teorético la que Feyerabend sos­ Pero no es sólo la metodología lo que Feyerabend quiere poner
tiene con gran ingenio y elocuencia en su libro Contra el método, en en su sitio; el verdadero blanco de su escéptica elocuencia es la in­
el que llega a decir que sería más exacto describir su posición como fluencia represiva que ejerce la propia ciencia, y especialmente la
la de un «dadaísmo petulante», en vez de calificarla de «anarquismo pretensión mantenida por los órganos científicos establecidos de que
serio» (Feyerabend, 1975, págs. 21 y 189-96). La evolución intelec­ sólo ellos conocen los métodos correctos con los que descubrir la
64 L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 65

verdad: el poder público y la ciencia deben mantenerse separados, trones — el hecho es que la gente más educada creyó durante dos
de forma que los padres puedan ejercer su derecho a que sus hijos siglos en la brujería (Trevor-Ropper, 1969); habremos recibido real­
aprendan magia en vez de ciencia en las escuelas estatales, si eso mente la visita de supermanes procedentes del espacio exterior, por­
es lo que desean (1975, pág. 299). El único valor último, el de más que así nos lo asegura von Dániken, utilizando el viejo truco de la
alta prioridad, es la libertad, y no la ciencia. En palabras de uno de verificación sin referencia a explicaciones alternativas bien contrasta­
sus críticos: «Para Feyerabend, la única libertad que merece tal nom­ das; el planeta Venus habrá salido proyectado de Júpiter alrededor
bre es la de hacer lo que a uno le salga de dentro y de la forma en del año 1500 antes de Jesucristo, habría llegado casi a chocar con
que le salga de dentro» (Bhakasar, 1975, pág. 42). En definitiva, la Tierra, y sólo alrededor del año 800 antes de Jesucristo se habrá
el libro de Feyerabend supone una propuesta de sustitución de la asentado en su presente órbita, como Emmanuel Velikovsky quisiera
filosofía de la ciencia por la filosofía de «la imaginación al poder» 31. hacernos creer, reivindicando así la Biblia como relación más o menos
fiable de las catástrofes contemporáneas33; las plantas tendrán emo­
ciones y podrán recibir mensajes de los seres humanos34; las curacio­
De vuelta a los primeros principios nes por la fe estarán a la par con la medicina moderna; y el espiri-
tualismo cabalgará de nuevo, como respuesta al ateísmo.
¿Qué podemos hacer con un escepticismo, relativismo y volunta­ Si nos resistimos a aceptar tan radicales implicaciones, hemos de
rismo tan extremos que, como los de Feyerabend, consiguen aniqui­ tener bien claro que nuestra resistencia no puede apoyarse sobre los
lar, no sólo su propio análisis y recomendaciones, sino la propia sólidos fundamentos de la epistemología, ni puede tampoco apoyarse
disciplina a la que se supone estar haciendo una contribución? ¿De­ en la praxis como suelen decir los leninistas, es decir, en la experien­
bemos concluir realmente, después de siglos de sistemático filosofar cia práctica de grupos sociales que actúan con base a ciertas ideas;
sobre la ciencia, que ésta es igual que el mito y que en la ciencia en efecto, la praxis podría justificar el anticomunismo de McCarthy
todo vale, lo mismo que todo vale en los sueños? Si lo hacemos así, y el antisemitismo de los Protocolos de Sión con la misma facilidad
la astrología no será ni mejor ni peor que la física nuclear; después con que justifica la creencia en una conspiración trotskista en los
de todo, alguna evidencia corroboradora hay que confirma la astro­ juicios de Moscú, ya que en realidad tan sólo es un nombre atractivo
logía genética, y que predice las elecciones vocacionales de los indi­ para designar a la opinión mayoritaria 35. La única respuesta que po­
viduos a partir de las posiciones de ciertos planetas en el momento demos dar a la filosofía del todo vale es la disciplina que proporcio­
de su nacimiento32; las brujas podrán ser tan reales como los elec- nan los ideales de la ciencia. La ciencia, con todos sus fallos, es el

31 Ninguna de las críticas hechas al libro de Feyerabend Contra el Método el criterio de demarcación de Popper, como una ciencia genuina, aunque refu­
ha podido, sin embargo, empañar su enorme «encanto», en el mejor sentido de tada. Véase también Eyseneck (1979).
esta palabra; es un libro que presenta una divertida falta de respeto hacia la 33 E l argumento de Velikovsky sería más plausible si se retrotrajese a alre­
ciencia institucionalizada, un enamoramiento de todos los marginados, incluyendo dedor de un millón de años, y constituye un espléndido ejemplo de una teoría
marxistas, astrólogos y Testigos de Jehová, y que se ríe tanto de sí mismo como realmente erizada de predicciones, casi todas las cuales son ad-hoc\ además, ha
de los demás; en realidad, resulta difícil estar seguro de si el autor nos está cosechado tanto fracasos como éxitos (Goldsm ith, 1977).
o no tomando el pelo todo el tiempo. Contra el M étodo mereció una gran can­ 34 E sta conjetura concreta carece de una teoría que la apoye y únicamente
tidad de comentarios, y en un libro reciente Feyerabend (1978) reacciona en cuenta en su favor con unos pocos y sugestivos resultados experimentales, jun­
su forma característica contestando a sus comentaristas con el doble de páginas to, por supuesto, con su profundo atractivo psicológico (véase Tompkins y
que aquéllos emplearon en sus comentarios, acusándoles de falta de compren­ Bird, 1973).
sión, malinterpretación, distorsión pura, evasión de cuestiones y, lo peor de 35 Como observa Polianyi (1958, pág. 183): «C asi todos los errores siste­
todo, acusándoles de falta de sentido del humor. Feyerabend nos asegura que máticos que han confundido a los hombres durante miles de años se basaban
existen otros métodos, diferentes de los defendidos por los científicos, que pue­ en la experiencia práctica. Los horóscopos, las incantaciones, los oráculos, la
den complementar los procesos científicos racionales, pero cuáles sean estos mé­ magia y la brujería, las curaciones de los curanderos y de los que practicaban
todos, eso no nos lo dice; su contraevidencia consiste principalmente en anéc­ la medicina antes del advenimiento de la medicina moderna, se encontraron
dotas personales sobre satisfactorias experiencias personales con la medicina todos ellos firmemente establecidos durante siglos a los ojos del público, preci­
no-ortodoxa. samente por su supuesto éxito práctico. E l método científico fue creado pre­
32 Véase West y Toonder (1973, págs. 158 y 162-74). Kuhn (1970b, pági­ cisamente con el propósito de dilucidar la naturaleza de las cosas en condiciones
nas 7-10) ha sido uno de los que han argumentado que la «astrología genética» de mayor control, y por criterios más rigurosos, que los presentes en las situacio­
(que predice el futuro de naciones y razas enteras) debe ser admitida, según nes que los problem as prácticos generan.»
T
66 L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siempre quiso saber 67

único sistema ideológico autocrítico y autocorrector que el hombre técnicas de investigación que son diferentes de las empleadas común­
ha inventado en toda su historia; a pesar de la inercia intelectual, a mente en las ciencias naturales, como, por ejemplo, técnicas de par-
pesar de su conservadurismo inherente y a pesar de la tendencia ticipante-observador en Antropología, técnicas de encuesta social en
a cerrar filas para mantener a raya a los heréticos, la comunidad cien­ la Sociología, y el análisis estadístico multivariante en Psicología,
tífica sigue siendo leal al ideal de competencia intelectual en el que Sociología y Economía, en contraste con la técnica de experimentos
no se permiten otras armas que la evidencia y la argumentación. controlados de laboratorio utilizada en la mayor parte de las ciencias
Puede ser que a veces un científico determinado no esté a la altura físicas. Nótese, sin embargo, que quizás las técnicas de investigación
de estos ideales, pero de todos modos la comunidad científica en su no difieran más entre las ciencias sociales y las naturales tomadas en
conjunto constituye el caso paradigmático de una sociedad abierta. su conjunto que entre cada una de ellas tomadas separadamente. Pero
el monismo metodológico no tiene nada que ver con las técnicas de
investigación, sino más bien con «el contexto de justificación» de las
En defensa del monismo metodológico teorías. La metodología de una ciencia es su rationale para aceptar
o rechazar sus teorías o hipótesis. Así pues, mantener que las cien­
Hasta el momento, al hablar de la ciencia, nos hemos referido cias sociales deberían emplear una metodología distinta de la de las
muy poco a las ciencias sociales, y aún menos a la Economía. Sin em­ ciencias naturales equivale a defender la sorprendente proposición
bargo, para completar las bases de nuestra discusión posterior sobre de que las teorías o hipótesis referentes a cuestiones sociales debe­
el análisis de la metodología económica, hemos de plantearnos ahora rían validarse por medios radicalmente diferentes de los que validan
la famosa pregunta referente a las ciencias sociales: ¿existe un mé­ las teorías o hipótesis referentes a los fenómenos naturales. La nega­
todo científico aplicable a todas las ciencias, sea cual sea el tema ción categórica de ja l dualismo metodológico es lo que constituye lo
de que se ocupen, o deben las ciencias sociales emplear una lógica de que denominamos monismo metodológico.
investigación especial y propia? Hay muchos científicos de las cien­ En contra de esta doctrina se alza una antigua objeción y una
cias sociales que miran hacia la filosofía de la ciencia para saber cómo objeción nueva. La objeción antigua es la sostenida por algunos filó­
pueden imitar mejor a la Física, la Química y la Biología, pero hay sofos alemanes del siglo xix, miembros de la escuela neokantiana, y
también algunos que están convencidos de que las ciencias sociales gira en torno del concepto de Verstehen, o «comprensión». La obje­
poseen una comprensión intuitiva de sus temas centrales de la que ción nueva emana de algunos de los últimos trabajos filosóficos de
de alguna forma carecen los científicos de las ciencias físicas. Incluso Wittgenstein y se relaciona con el significado de las acciones huma­
los filósofos de la ciencia que insisten categóricamente en que todas las nas, regidas como siempre lo están por normas sociales. Considere­
ciencias deben seguir la misma metodología, establecen a veces reque­ mos cada una de ellas.
rimientos especiales para la validez de las explicaciones en ciencias El término alemán Verstehen denota comprensión desde dentro
sociales. Así, Popper, en La pobreza del historicismo, enuncia pri­ por medio de la intuición y la empatia, como opuesta al conoci­
mero la doctrina del monismo metodológico — «todas las ciencias
teoréticas o generalizadores, (deberían) hacer uso del mismo método,
I miento desde fuera, a través de la observación y el cálculo; en otras
palabras, el conocimiento en primera persona que es inteligible para
tanto si se trata de ciencias naturales como de ciencias sociales»— nosotros por ser hombres, en vez del conocimiento en tercera per­
para prescribir después un principio de individualismo metodológico sona que puede no tener correspondencia alguna con lo que hayamos
para las ciencias sociales: «L a tarea de las ciencias sociales consiste podido asimilar en tanto que seres humanos. Es claro que los cien­
en construir y analizar nuestros modelos sociológicos con todo cui­ tíficos de las ciencias naturales carecen de este tipo de conocimiento
dado en términos descriptivos o nominalistas, es decir, en términos de participante, de conocimiento de primera mano, porque les es im­
de los individuos, de sus actitudes, expectativas, relaciones, etc.» posible imaginar lo que es ser átomo o molécula 36. Pero los cientí­
(Popper, 1957, págs. 130 y 136). Todo lo cual resultará, al menos, ficos de las ciencias sociales, interesados como están en el comporta­
algo confuso para el principiante. miento humano, pueden colocarse por simpatía en la posición de los
Empecemos con la argumentación de la doctrina de la unidad de
las ciencias, que es lo que aquí denominamos monismo metodo­ Véase una divertida defensa de la doctrina del Verstehen por Marchlup
lógico. Nadie niega que las ciencias sociales emplean con frecuencia en su «S i la materia pudiese hablar» (1978, págs. 315-32).
68 L a m etodología de la economía
Parte I. L o que usted siempre quiso saber £9
agentes humanos que están analizando, pueden recurrir a la intros­
pección como fuente de conocimiento del comportamiento de dichos central de esta corriente de pensamiento considera que el significado
agentes, y de esta forma hacen uso de una ventaja inherente que no es una categoría abierta al análisis causal y que, en la medida en
poseen sobre los estudiosos de los fenómenos naturales. El Verstehen la cual las acciones humanas gobernadas por reglas sean el tema de
no será sólo, pues, una característica necesaria de las explicaciones estudio de la investigación social, la explicación en ciencias sociales
proporcionadas por las ciencias sociales, con lo que se descalifican deberá discurrir, no en términos de una concatenación física causa-
algunas ramas de la psicología como el behaviorismo de Skinner, sino • ' S*n° Cn t^rm*nos ^e las motivaciones e intenciones de los
que constituye también una fuente única de capacidad de compren­ individuos. En otras palabras, el conocimiento propio de las ciencias
sión que no existirá para el conocimiento necesariamente externo de sociales sólo podrá adquirirse si se llega a «aprender las reglas», y
los científicos de las ciencias físicas. para llegar a aprender las reglas habrá que conocer a su vez los fenó­
La dificultad metodológica que plantea la doctrina del Verstehen menos desde dentro, es decir, adquiriendo la experiencia que supone
es la misma que encontramos en cuanto al uso de la introspección el actuar conforme a dichas reglas. Así pues, la reciente objeción
como fuente de evidencia respecto del comportamiento humano: aducida contra el monismo metodológico nos lleva, en último térmi­
¿cómo sabremos si un determinado uso del Verstehen es fiable? Si no, a la antigua objeción en contra de la doctrina del Verstehen;
rechazamos un determinado acto de empatia, ¿cómo podra el que ambas están sujetas a las mismas criticas, ya que no ofrecen método
lo realiza validar su método? Si la validez del método empatico pu­ alguno de contrastación interpersonal con el que validar las propo­
diese establecerse de forma independiente, aquél resultaría normal­ siciones referentes al comportamiento gobernado por normas (Rud­
mente redundante. Además, podemos dudar de si la información ner, 1966, págs. 81-3; Lesnoff, 1974, págs. 83-95; Ryan, 1970,
capítulos 1 y 6).
extra obtenida por medio de la introspección y la empatia será real­
mente una ayuda para los científicos sociales, ya que el conocimiento La cuestión del Verstehen y de la significación del comporta­
de primera mano genera el molesto problema de cómo manejar aquella miento gobernado por normas se encuentra a la vez íntima y con-
información que deliberada o inconscientemente, distorsiona la reali­ rusamente ligada al principio popperiano del individualismo meto-
dad. En consecuencia, resulta fácil montar una defensa de la intuición dológico. Este principio afirma que las explicaciones de los fenómenos
y la empatia como fuente adicional de conocimiento disponible para sociales, políticos o económicos podrán considerarse adecuadas tan sólo
los científicos sociales, y que pueden ser de ayuda a la hora de inven­ si se establecen en términos de las creencias, actitudes y decisiones
tar hipótesis acerca del comportamiento humano, pero no resulta de los individuos. Este principio se opone al principio de la metodo­
tan fácil mantener la defensa de una ciencia social basada en el logía totalizadora, considerada por los proponentes de aquél como
verstehen, dentro del «contexto de justificación» (ver Nagel, 1961, insostenible, y según la cual se postula que los «todos» sociales tie­
páginas 473-76 y 480-85; también Rudner, 1966, págs. 72-3; Les­ nen objetivos o funciones que no pueden ser reducidos a las creen­
cias, actitudes y acciones de los individuos que los forman. La fuerte
noff, 1974, págs. 99-104).
Esta objeción reciente al monismo metodológico ha sido sostenida insistencia de Popper en defender el individualismo metodológico no
enérgicamente, e incluso de forma algo fatua, por Peter Winch, en tiene explicación clara en sus propios escritos (Ackerman, 1976, pá­
su polémico libro The Idea of a Social Science (1958), y se relaciona gina 166), y los últimos años de la década de 1950 vieron desarro­
con algunas de las ideas de Max Weber sobre metodología, especial­ llarse un gran debate sobre esta cuestión, debate en el que Popper
mente con el concepto de tipos ideales que incorporan el significado no participó directamente 38.
que los agentes sociales atribuyen a sus propias acciones 37. El punto Este debate consiguió aclarar ciertas confusiones que inevitable­
mente rodean la recomendación imperativa del individualismo meto­
dológico. La expresión «individualismo metodológico» fue inventada
37 L o s tipos ideales de W eber no son exactamente concepciones abstractas,
sino elaboraciones concretas relacionadas específicamente con el proceso de pen­
samiento, con los sentimientos de los agentes humanos y con los acontecimientos sición de las mismas no era clara: sus tipos ideales, ni son «tipos» ni son
resultantes de las acciones de dichos agentes (por ejemplo, el homo economicus, «ideales». Tanto Burger (1976) como Machlup (1978, capítulos 8 y 9) tratan
el capitalismo, la burocracia, etc.). E n resumen, la definición que W eber hace ™ c 3 adecuada y experta la maltratada teoría de los tipos ideales de Weber.
de sus tipos ideales incluye el Verstehen como uno de sus elementos princi­ /m /n \ debate queda reproducido casi en su integridad tanto en Krimerman
pales. En parte las ideas de W eber fueron m alinterpretadas porque su expo- (1969) como en O ’N eill (1973); pero véase también Nagel (1961, págs. 535-44),
Lukes (1973), Ryan (1970, capítulo 8) y Lesnoff (1974, capítulo 4).
70 L a m etodología de la economía Parte I. L o que usted siem pre quiso saber 71

al parecer por Schumpeter, que, ya en 1908, fue el primero en dis­ las repercusiones involuntarias de las acciones humanas» (1972b pá­
tinguir entre individualismo metodológico e «individualismo polí­ gina 342; también págs. 124-25; y 1962, II, pág. 95; 1972a, pági­
tico»; el primero prescribe una forma de análisis económico que se na 160n). Pero, ¿cómo será esto posible si las leyes sociales no exis­
inicia siempre a partir del comportamiento de los individuos, mien­ ten, es decir, si no existen proposiciones referentes a «todos» que
tras que el segundo expresa un programa político en el que la pre­ sean algo más que sus partes constituyentes? Sin duda, el individua­
servación de la libertad individual es considerada como la piedra lismo teórico de la Economía y la Política en tiempos de Hobbes
angular de toda acción gubernamental (Machlup, 1978, pág. 472). y Locke culmino de forma no-intencionada en la doctrina de los filó­
Popper no hace esta distinción de forma tan clara como Schumpeter sofos escoceses del siglo xvm , pero esta no es razón para que el
la hizo, y, por consiguiente, su defensa del individualismo metodo­ estudio de las consecuencias no-intencionadas de las acciones indivi­
lógico, o más bien su crítica de la metodología totalizadora, se uti­ duales se convierta ahora en el rasgo necesario y fundamental de las
liza a veces ilegítimamente como defensa del individualismo político ciencias sociales. Si así fuese, ¿qué ocurriría con el imperativo del
(Popper, 1957, págs. 76-93); una tendencia similar a ésta resulta individualismo metodológico?
también detectable en la primera crítica hecha por Friedrich Hayek En este punto, resultará útil señalar lo que el individualismo
(1973) al «cientifismo», la servil imitación de los métodos de las metodologico estrictamente interpretado (o para el caso la doctrina
ciencias físicas (Machlup, 1978, págs. 514-16) que parece haber ins­ del Verstehen) implicarían para la Economía. En efecto, dicha meto­
pirado a Popper a la hora de formular el principio del individualismo dología excluirla todas las proposiciones macroeconómicas que no
metodológico 39. Igualmente, muchos de los seguidores de Popper, si puedan ser reducidas a proposiciones microeconómicas, y puesto que
no el propio Popper, deducen el individualismo metodológico de lo pocas de ellas han sentado sus fundamentos microeconómicos, esto
que se ha denominado el «individualismo ontológico», es decir, de supondría a su vez el decir adiós a casi toda la macroeconomía reci­
la proposición de que los individuos crean todas las instituciones bida. Algo erróneo tendrá que haber en un principio metodológico
sociales y que, por consiguiente, los fenómenos colectivos son sim­ que tiene implicaciones tan devastadoras. La referencia a la Econo­
plemente abstracciones hipotéticas derivadas de las decisiones de los mía no resulta en absoluto ociosa, ya que el propio Popper nos ex­
individuos. Pero aunque el individualismo ontológico es trivialmente plica que el individualismo metodológico debe interpretarse como la
cierto, no tiene necesariamente relación con la forma en que debería­ aplicación a las cuestiones sociales del «principio de racionalidad»,
mos o no deberíamos investigar los fenómenos colectivos, es decir, o del «método cero» aplicado a la «lógica de una situación». Este
no tiene por qué relacionarse con el individualismo metodológico. método de análisis situacional, explica en su biografía intelectual,
Una interpretación obvia de lo que el individualismo metodoló­
. . . era un intento de generalizar el método de la Teoría Económica (la teoría
gico quiere decir consiste en equipararlo con la proposicion de que
de la utilidad marginal) de form a que resultase aplicable a otras ciencias so­
lodos los conceptos de la sociología son reducibles, y deberían ser ciales. .. este método consiste en construir un modelo de la situación social,
reducidos, a los de la psicología. Pero Popper denuncia esta inter­ incluyendo especialmente la situación institucional en el cual el agente actúa,
pretación como psicologismo, aunque su ataque al mismo no ha re­ de form a que quede explicada la racionalidad (el carácter cero) de su acción.
sultado muy convincente, y una gran parte del debate sobre esta Tales modelos son, por tanto, hipótesis contrastables de las ciencias sociales
cuestión se ha centrado en la práctica sobre la distinción entre «he­ (Popper, 1976, págs. 117-18; también 1957, págs. 140-41; y 1972a, págs. 178-79
chos o instituciones societarios» irreducibles y «leyes societarias» y 188).
posiblemente reducibles, a la luz de la cual puede interpretarse que
Popper insiste sobre la conveniencia de reducir las leyes sociales a Recomendaremos, en cualquier caso, el individualismo metodo­
los individuos y a las relaciones existentes entre ellos. Desgraciada­ lógico como postulado heurístico, ya que, en principio, resulta alta­
mente, Popper argumenta también en el sentido de que «la tarea mente deseable el definir todos los conceptos totalizadores, factores
fundamental de las ciencias sociales teoréticas... consiste en trazar macroscópicos, variables agregadas, o como quiera que las llamemos,
en términos del comportamiento individual, siempre que esto sea
posible. Pero cuando no sea posible, no enmudezcamos basándonos
39 H ayek se ha retractado en gran parte de sus posiciones anteriores res­
pecto del monismo metodológico y adopta ahora una actitud que puede califi­
en que no podemos desafiar el principio del individualismo metodo­
carse de popperiana-con-una-diferencia: véase Barry (1979, capítulo 2). lógico. En palabras de uno de los participantes en este debate:
72 L a m etodología de la economía Parte II
L o más que podemos pedir a un científico s o c ia l. . . es que mantenga el HISTORIA DE LA METODOLOGIA ECONOMICA
principio del individualismo metodológico firmemente asentado en su mente,
como un ideal al que es bueno aproximarse todo lo posible. E sto nos garanti­
zaría al menos que ya nunca perderá el tiempo con conceptos tales como «mente
de grupo» y «fuerzas im personales», económicas o de otra naturaleza; que nunca
más ocurrirá que las propiedades no-observables de los fenómenos sean atribui­
das a entes colectivos igualmente no-observables; y que, al mismo tiempo, el
científico social no se quedará con la boca abierta por razones metodológicas
ante cuestiones sobre las que, con mayor o menor precisión, se pueden decir
muchas cosas (Brodbeck, 1973, pág. 293).

Habiendo, pues, reafirmado el monismo metodológico, incluso en


contra de la aparente disolución del tema por parte de Popper, queda
claro, sin embargo, que no pretendemos negar la relativa inmadurez
de todas las ciencias sociales, incluida la Economía, en relación con
al menos algunas de las ciencias físicas. Incluso admitiendo que la
distinción entre ciencias físicas «fuertes» y ciencias sociales «débiles»
es tan sólo una cuestión de grado, hay que reconocer que tales dife­
rencias de grado pueden ser de considerable importancia. Ninguna
ciencia social puede envanecerse de haber creado nada parecido a las
leyes universales de la Química moderna, o a las constantes numé­
ricas de la Física de partículas, o a la fiabilidad de predicciones de
la mecánica newtoniana. La comparación entre ciencias físicas y socia­
les resulta algo más favorable para aquéllas cuando las comparamos
con la Biología, la Geología, la Fisiología o la Meteorología, pero
incluso en estos casos sigue existiendo una gran distancia entre nues­
tros conocimientos del comportamiento humano y nuestros conoci­
mientos sobre los fenómenos naturales40. Puede ser que, en prin­
cipio, no encontremos grandes diferencias entre los métodos de las
ciencias físicas y los de las ciencias sociales, pero en la práctica las di­
ferencias entre ellos pueden ser casi tan drásticas como las existentes
entre los métodos de las ciencias sociales y los principios de la crítica
literaria, por poner un ejemplo.

40 Véase Machlup (1978, págs. 345-67), que contiene un juicioso intento de


abordar la importante pregunta de: ¿Son inferiores las ciencias sociales? Su
respuesta es: sí, pero no tanto como parece pensar la mayoría de la gente.
Capítulo 3
LOS VERIFICACIONISTAS: UNA HISTORIA
DEL SIGLO XIX EN GRAN PARTE

La prehistoria de la metodología económica

Una diferencia sutil, aunque significativa, separa los escritos sobre


metodología de los economistas del siglo xix de los del siglo xx, o
más bien de los escritos aparecidos en los últimos cuarenta años.
Los grandes economistas-metodólogos del siglo xix centraron su aten­
ción sobre las premisas de las teorías económicas, y advirtieron in­
sistentemente a sus lectores que la verificación de las predicciones
económicas era, en el mejor de los casos, tarea harto azarosa. Se con­
sideraba que las premisas habían de derivarse de la introspección
o de la observación casual de lo que hacen nuestros semejantes, y
que, en este sentido, aquéllas podían considerarse como verdades
a priori, conocidas, por así decirlo, previamente a la experiencia; un
proceso puramente deductivo llevaba de las premisas a las implica­
ciones, pero dichas implicaciones serían ciertas a posteriori tan sólo
en ausencia de causas perturbadoras. Por consiguiente, el objetivo de
la verificación de las implicaciones consistía en determinar el campo
de aplicación de las teorías económicas, y no en evaluar su validez.
Estos autores del siglo xix desplegaron un ingenio sin límites a la
hora de proporcionar razones que les permitiesen ignorar lo que
parecían ser claras refutaciones de las teorías, pero nunca llegaron
a establecer las bases, empíricas o de otro tipo, sobre las que hubiese
sido posible rechazar una determinada teoría económica. En resumen,
los grandes metodólogos británicos del siglo xix eran verificacionis-
75
76 L a m etodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 77
tas, y no falsacionistas, y predicaban una metodología defensiva des­
^ _No resulta fácil caracterizar esta metodología de la Escuela His­
tinada a proteger a la joven ciencia frente a cualquier ataque.
tórica Escocesa, porque ni Adam Smith ni ninguno de los demás
Si tomamos la publicación de La riqueza de las naciones en 1776
miembros de la Escuela emplearon nunca muchas palabras para defi­
como la fecha de «nacimiento» de la Economía como disciplina inde­
nirla. En cualquier caso, tal método parece consistir, por un lado, en
pendiente, la naciente ciencia de la Economía Política tenía unos
una firme creencia en las etapas históricas, basada en la relación entre
cincuenta años cuando Nassau Sénior publicó su Introductory Lecture
«modos» o tipos definidos de producción económica y ciertos prin­
on Political Economy (Conferencia introductoria a la Economía Po­
cipios de la naturaleza humana, y por otro lado, sobre un profundo
lítica) en 1827; se trata de la primera discusión explícita de este
compromiso con la simplicidad y la elegancia como criterios absolu­
autor sobre los problemas de la metodología económica, discusión
tamente prioritarios de una adecuada explicación, tanto en el campo
que elaboró y amplió una década después en su Outline of the Science
de las ciencias físicas como en el de las ciencias sociales (ver Skinner,
of Political Economy (La ciencia de la Economía Política en líneas
1865; Macfie, 1967, capítulo 2; y Smith, 1970, págs. 15-43). Adam
generales) (1836). El año de 1836 vio también la publicación del
Smith hizo en realidad una importante contribución a la filosofía de
famoso ensayo de John Stuart Mili On the Definition of Political
la ciencia en este campo con su trabajo, de enorme erudición, The
Economy and on the Method of Investigation Proper to It (Sobre la
Principies which Lead and Direct Philosophical Enquiries, Illustrated
definición de Economía Política y el método de investigación adecuado
by the History of Astronomy (Principios que dirigen y encauzan la
a la misma) (1836), con el que dejó bien sentada su reputación como
investigación filosófica: el caso de la Historia de la Astronomía), es­
destacado comentarista de temas económicos, una reputación que se
crito alrededor de 1750, pero que sólo llegó a publicarse después
vio considerablemente reforzada con la publicación de un trabajo
de su muerte, en 1799 *. Escribiendo tan sólo sesenta años después de
importante en el campo de la filosofía de la ciencia, como es su System
la aparición de los Principios de Newton, Smith describe el método
of Logic (1844), seguido del magistral Principies of Political Economy
newtoniano como aquel según el cual se establecen «ciertos princi­
(Principios de Economía Política) (1848). Los siguientes hitos im­
pios, primarios o demostrados, en un primer momento, a partir de
portantes son la obra Character and Logical Method of Political
los cuales se explican diversos fenómenos, relacionándolos todos en
Economy (Carácter y método lógico de la Economía Política) de
una misma cadena». Dado el papel de piedra angular que juegan los
John Elliot Cairnes (1875) y el indiscutiblemente autorizado resumen
sentimientos de simpatía por otros seres humanos en La teoría de
de toda la metodología de la era clásica que John Neville Keynes
los sentimientos morales, y el comportamiento que persigue ante todo
nos proporciona en su The Scope and Method of Political Economy
el propio interés en La riqueza de las naciones, ambos libros pueden
(Contenido y método de la Economía Política) (1890), un libro apa­
considerarse como intentos deliberados por parte de Smith de aplicar
recido en el mismo año de la primera publicación de los Principies
el método newtoniano, primero a la Etica y después a la Economía
of Economics (Principios de Economía) de Alfred Marshall, y con el
(Skinner, 1974, págs. 180-81). Es curioso que Smith atribuya en su
que comparte un enfoque metodológico conciliatorio.
ensayo sobre la Astronomía el origen de la ciencia no a la curiosidad
No queremos decir con esto que Adam Smith, David Ricardo y
ociosa de los hombres o a su deseo de dominar la naturaleza, sino
Thomas Malthus careciesen de principios metodológicos, sino sim­
al simple deseo de maximizar «lo maravilloso, lo sorprendente, lo
plemente que no vieron la necesidad de expresarlos explícitamente,
admirable». Incluso su patrón para juzgar las ideas científicas era
considerándolos quizás tan obvios que no necesitaban defensa alguna.
más o menudo de tipo estético que de tipo cognoscitivo, y subrayaba
Adam Smith resulta ser un caso especialmente sorprendente, ya que,
la ventaja que supone el ser capaces de explicar diversos fenómenos
de hecho, empleó formas de razonamiento radicalmente diferentes
por el único y familiar principio de la gravedad casi tanto, si no más,
en las distintas partes de su obra. Los libros I y II de La riqueza que las ventajas que puedan proporcionar nuestra capacidad de hacer
de las naciones utilizan con profusión el método de estática compa­
predicciones fiables. Existe una gran dosis de convencionalismo en
rativa, asociado posteriormente con la obra de Ricardo, mientras que
las explicaciones que Smith elabora para la revolución copernicana
los libros III, IV y V de La riqueza de las naciones, así como la
mayor parte de su Teoría de los sentimientos morales, constituyen
ejemplos de utilización de la metodología característica de la llamada 1 E l trabajo de Smith sobre Astronom ía se encuentra ahora disponible como
Escuela Histórica Escocesa. volumen I I I de la Edición de Glasgow de: W orks and Correspondence of Adam
Smith (O bra y Correspondencia de Adam Smith) (1980).
78 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 79

y para la newtoniana, inspirado probablemente en el igualmente inci­ Malthus abrigaba serias dudas acerca de la metodología de Ricar­
piente convencionalismo de Hume; es decir, Smith rehúsa describir do, especialmente en lo que se refiere a la costumbre de éste de diri­
la mecánica newtoniana como «la verdad», contrastando radicalmente gir la atención exclusivamente hacia las implicaciones de equilibrio
con la actitud general de su época (Thompson, 1965, págs. 223-33; a largo plazo de las fuerzas económicas, y sospechaba, aunque nunca
Lindgren, 1969, pág. 901; Hollander, 1977, págs. 134-37 y 151-52; fue capaz de expresar de forma clara esta sospecha, que había en
y Skinner, 1974). Sin embargo, no tiene mucho sentido el preocu­ Smith un método inductivo que era diametralmente opuesto al enfo­
parse ahora de lo que Smith quería realmente decir con su concep­ que deductivo de Ricardo. En la práctica, sin embargo, el estilo de
ción de las teorías científicas como «máquinas imaginarias», porque su razonamiento de Malthus era idéntico al de Ricardo, y sus amplias
ensayo pasó totalmente desapercibido entre los economistas clásicos diferencias en cuanto a la cuestión del valor y a la posibilidad de que
ingleses que le sucedieron y, en realidad, parece no haber ejercido se produjesen situaciones de «superproducción generalizada» no supo­
influencia alguna sobre la filosofía de la ciencia del siglo xxx. nían diferencias metodológicas sustanciales entre ellos.
En Ricardo, lo histórico, lo institucional y lo fáctico, que habían
figurado de forma tan prominente en los escritos de Adam Smith,
quedaron como telón de fondo, e incluso su filosofía social es discer- El ensayo de Mili
nible tan sólo en forma de alusiones (Hutchinson, 1978, págs. 7-10,
y capítulo 2). Aunque sus ideas metodológicas hay que leerlas entre Ricardo murió en 1823, y la década siguiente fue testigo de un
líneas, Ricardo era un claro defensor de lo que hoy denominamos vigoroso debate sobre la validez del sistema ricardiano, acompañada
«el modelo de explicación hipotético-deductivo», según el cual se de un intento por parte de sus principales discípulos, James Mili y
niega categóricamente que los hechos puedan nunca hablar por sí John Ramsay McCulloch, tendente a la identificación- del ricardia-
mismos. No resulta fácil saber si Ricardo consideraba las predicciones nismo con la Ciencia Económica. Con frecuencia los períodos de con­
de su sistema — el coste creciente del cultivo de alimentos, la pre­ troversia intelectual engendran clarificaciones metodológicas, y esto
sión de la población sobre la oferta de los mismos, la creciente parti­ fue lo que ocurrió durante esta fase crítica de la Economía Política
cipación de los terratenientes en la distribución de la renta, y la clásica inglesa. Tanto Sénior como John Stuart Mili vieron ahora la
desaparición gradual de las oportunidades de inversión— como ten­ necesidad de formular los principios que gobernaban los métodos de
dencias puramente condicionales o como previsiones históricas incon­ investigación de los dedicados a la Economía Política.
dicionales, ya que la piedra angular de su forma de escribir es la Debemos a Sénior la primera formulación de la hoy familiar dis­
minimización de la distinción entre las conclusiones abstractas y las tinción entre una ciencia pura y estrictamente positiva y el arte im­
aplicaciones concretas. En realidad, Schumpeter (1954, págs. 472-73) puro e inherentemente normativo de la Economía (una cuestión cuyo
ha denominado esta predisposición de Ricardo a aplicar modelos de examen dejaremos para el capítulo 5), así como la primera formula­
un alto grado de abstracción directamente a la complejidad del mundo ción explícita de la idea de que una Economía científica se basa
real «el vicio ricardiano». Por un lado, Ricardo le dijo a Malthus esencialmente sobre «unas pocas proposiciones muy generales, pro­
que su objetivo consistía en dilucidar principios y que, por tanto, venientes de la observación, o de la introspección, y que cualquier
«imaginaba casos extremos... capaces de mostrar el funcionamiento hombre, tan pronto las oye, las admite como parte de su propio
operativo de dichos principios»; por otro lado, estaba siempre dicién- pensamiento», de los cuales se deducen una serie de conclusiones que
dole al Parlamento que algunas de las conclusiones de la Economía serán ciertas tan sólo en ausencia de «causas perturbadoras concre­
eran «tan ciertas como el principio de gravitación» 2. En cualquier tas» (citado por Bowley, 1949, pág. 43). Sénior llegó hasta a reducir
caso, no hay duda de que el mensaje que sus seguidores asimilaron estas «pocas proposiciones muy generales» a cuatro, a saber: 1) que
a partir de sus escritos fue el de que la Economía es una ciencia, no a cada persona desea maximizar su riqueza con el menor sacrificio po­
causa de su método de investigación, sino a causa de la certeza de sible; 2) que la población tiende a crecer con mayor rapidez que los
sus resultados. medios de subsistencia; 3) que el trabajo, mediante la utilización de
máquinas, es capaz de generar un producto neto positivo; y 4) que
2 Como recopilación de comentarios ocasionales de Ricardo sobre metodo­ la agricultura está sujeta a rendimientos decrecientes (ver Bowley,
logía, véase de Marchi (1970, págs. 258-59) y Sowell (1974, págs. 118-20). 1949, págs. 46-8). Aquí, al igual que en el resto de sus escritos,
80 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 81

Sénior se muestra como uno de los escritores más originales entre explícito. Y es tan sólo de estos aspectos de los que se ocupa la Economía
los economistas clásicos. De todos modos, la discusión que Mili hace Política. L a form a en que ésta necesariamente procede consiste en tratar este
de estas mismas cuestiones es a la vez más cuidadosa y más penetrante objetivo principal y explícito como si fuese el único; lo cual constituye la hipó­
que la de Sénior y además presta mucha más atención que Sénior tesis más cercana a la verdad de todas las posibles, y que serán igualmente
simplificadoras. E l economista se pregunta cuáles son las acciones que tal deseo
al problema de la verificación de las conclusiones de la teoría pura.
generaría si, dentro de las áreas en cuestión, no fuese impedido por ninguna
El ensayo de Mili On the Definition of Political Economy (Sobre otra motivación. D e esta form a se obtiene una aproximación más cercana al
la definición de la Economía Política), de 1836, parte de la distin­ orden real de los asuntos humanos en dichas áreas de la que de otro modo
ción de Sénior entre la ciencia y el arte de la Economía Política, que sería posible. E sta aproximación debe, por tanto, corregirse de forma que tenga
es la distinción entre una colección de verdades materiales y un cuerpo en cuenta los efectos de cualesquiera impulsos de otro tipo, cuya interferencia
de reglas normativas, para seguir luego caracterizando el objeto de con los resultados obtenidos pueda demostrarse en cada caso particular. Sola­
la Economía, de nuevo al igual que Sénior, como una «ciencia men­ mente en unos pocos de los casos más conspicuos (tal como el importante papel
tal», fundamentalmente referida a las motivaciones humanas y formas que juega el principio de crecimiento de la población) se interpolarán estas
de conducta de la vida económica (Mili, 1967, págs. 312 y 317-18). correcciones en la exposición de la Economía Política; habiéndonos alejado,
pues, en cierta medida en estos casos de los estrictos procedimientos puramente
Esto nos lleva directamente al famoso pasaje en el que nació el denos­ científicos, en beneficio de la utilidad práctica. E n la medida en la cual se sabe,
tado concepto del homo economicus. Aunque es algo largo, vale la o se supone, que la conducta de la Hum anidad en la búsqueda del incremento
pena citar este pasaje casi completo, y vale la pena leerlo y releerlo: de sus riquezas se encuentra bajo la influencia colateral de cualesquiera propie­
dades de nuestra naturaleza distintas de la del deseo de obtener la mayor can­
L o que hoy entendemos comúnmente por el término «Econom ía Política» tidad posible de riquezas con el menor esfuerzo y autonegación posibles, las
. . . hace abstracción de todas las pasiones o motivaciones humanas, excepto conclusiones de la Economía Política dejarán de ser aplicables a la explicación
aquellas que pueden considerarse como principios antagonistas perpetuos del o predicción de los acontecimientos reales, hasta que sean modificadas de forma
deseo de riquezas, es decir, la aversión al trabajo y el deseo de goce presente que puedan tener en cuenta el grado de influencia ejercido por esas otras causas
de costosos placeres. E stos principios entran hasta cierto punto en sus cálculos [páginas 321-23].
porque no solamente entran ocasionalmente en conflicto, al igual que otros
deseos, con la búsqueda de riquezas, sino que la acompañan como una especie de
rémora, o impedimento, encontrándose por tanto inseparablemente unidos a
La definición que Mili nos proporciona del homo economicus
aquélla. L a Economía Política considera a la H um anidad como ocupada sola­ presenta rasgos que vale la pena destacar. Mili no nos dice que de­
mente en la adquisición y consumo de riquezas; y su objetivo consiste en mos­ beríamos tomar al hombre en su integridad, fijando nuestras preten­
trar cuál es la línea de acción que se vería la Hum anidad impelida a adoptar, siones en la correcta predicción de cómo se comportará de hecho en
viviendo en sociedad, si tal motivo, excepto en la m edida en la cual quede sus actuaciones económicas. Esta es la teoría del «hombre real» que
contrarrestado por las dos motivaciones antes citadas y que son sus oponentes, Sénior mantuvo durante toda su vida a pesar del ensayo de Mili
fuese la única consideración que influyese en sus acciones . . . L a ciencia . . . pro­ (ver Bowley, 1949, págs. 47-8 y 61-2) y que es también el punto de
cede . . . bajo el supuesto de que el hombre es un ser destinado, por naturaleza, vista adoptado posteriormente por Alfred Marshall y nos atrevería­
a preferir en todos los casos más riqueza a menos riqueza, sin otra excepción
mos a decir que el adoptado por todos los economistas contemporá­
que la que constituyen las dos contramotivaciones ya mencionadas. Y no es que
economista alguno haya sido nunca tan absurdo como para suponer que la Hu­
neos (ver Wbitaker, 1975, págs. 1043 y 1045n; Machlup, 1978,
manidad está realmente constituida por tales seres, sino porque ésta es la forma capítulo 1 1 )3. Lo que Mili nos dice es que hemos de abstraer ciertas
en que la ciencia ha de proceder necesariamente. Cuando un efecto procede de motivaciones económicas, a saber, la de la maximización de la riqueza
una concurrencia de causas, aquellas causas deben estudiarse una por una, y sus sujeta a las restricciones que suponen la renta de subsistencia y el
lryes deben investigarse separadamente, si es que deseamos obtener, a través
de las causas, el poder de predecir o controlar sus efectos . . . N o existe, quizás, 3 Vale la pena recordar que en la obra de Adam Smith no encontramos
acción alguna en la vida del hombre en la que éste no se encuentre bajo la nada que se parezca al homo economicus construido por Mili. En Smith, los
influencia, directa o remota, de algún im pulso distinto al del deseo de riquezas. hombres ciertamente actúan según lo que para ellos constituye su propio inte­
I,a Economía Política no pretende que sus conclusiones sean aplicables a estos rés, pero este interés nunca se concibe como dirigido únicamente a fines pecu­
niarios, y con frecuencia aquél es concebido como una cuestión de honor, de
aspectos de la conducta humana en los que el deseo de riquezas no constituye
ambición, de estima social o de pasión de dominio, en vez de sólo como un
la motivación principal. Pero existen ciertamente algunos aspectos de los asun­ deseo de riquezas (véase Hollander, 1977, págs. 139-43; Winch, 1978, pági­
to» humanos en los que la adquisición de riquezas es el objetivo principal y nas 167-68).
82 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la m etodología económica 83

deseo de ocio, al tiempo que hemos de tener en cuenta la presencia chas más cosas que «la aversión al trabajo y el deseo de goce presente
de motivaciones no-económicas (tales como las costumbres y hábitos) de costosos placeres», ya que de hecho incluyen el deseo de maximi­
incluso en aquellas esferas de la vida que entran dentro del campo zar todo tipo de riqueza física incluso a costa de la renta monetaria, y
normal de la Economía. En definitiva, Mili opera con una teoría del minimizar la varianza de la renta incierta, y no sólo su valor medio,
«hombre ficticio». Además, subraya también el hecho de que la es­ resulta claro que el problema de especificar las motivaciones que im­
fera económica es tan sólo una parte del área total de la conducta pulsan al homo economicus es tarea algo más difícil que la planteada
humana. En este sentido, la Economía Política trabaja sobre dos abs­ por Mili. En lenguaje de nuestros días, ni siquiera hoy resulta fácil
tracciones: una, la conducta realmente motivada por la renta mone­ decidir qué argumentos deberían entrar en las funciones de utilidad
taria, y otra, la conducta que supone «impulsos de otro tipo». que los agentes económicos tratan de maximizar, y cuáles son lícitos
Nótese también que la teoría malthusiana de la población es ad­ dejar fuera.
mitida como uno de esos «impulsos de otro tipo». Con frecuencia Las páginas dedicadas al homo economicus en el ensayo de Mili
se olvida que la presión de la población sobre los medios de subsis­ vienen seguidas inmediatamente de la caracterización de la Economía
tencia se basa fundamentalmente, en Malthus, sobre lo que él llamaba Política como «una ciencia esencialmente abstracta» que emplea «el
«la pasión irracional» que lleva al hombre a tratar de reproducirse, lo método a-priori» (1976, pág. 325). El método a-priori se contrasta
cual difícilmente se compagina con la idea clásica del hombre como con «el método a posteriori», y Mili admite que el primero de estos
agente dedicado al cálculo económico. Como es bien sabido, Malthus términos resulta poco afortunado, ya que se utiliza a veces para de­
no admitió otras limitaciones a la presión de la población que las signar una forma de filosofar que no está fundada en absoluto en la
positivas de la «miseria y el vicio» y la preventiva de la «restricción experiencia: «por método a priori entendemos aquel que requiere,
moral», que suponía posponer los matrimonios junto con la prác­ como base de sus conclusiones, no solamente la experiencia, sino
tica de una estricta continencia antes del matrimonio, y que Malthus una experiencia específica. Por método a priori entendemos (lo que
nunca llegó a considerar limitación voluntaria alguna al tamaño de normalmente se ha entendido) el razonamiento a partir de una hipó­
las familias después del matrimonio. En ediciones posteriores de su tesis» (págs. 324-25). Por tanto, la hipótesis del homo economicus
Ensayo sobre la población, Malthus concedía que la restricción moral está basada sobre un tipo de experiencia, a saber, la introspección
se había convertido, de hecho, en una limitación automática en la y la observación de nuestro prójimo, pero no se deriva de observa­
Gran Bretaña de su época, estimulada a su vez por el propio creci­ ciones específicas de hechos concretos. Puesto que la hipótesis es un
miento de la población; en otras palabras, contrapuso «la pasión na­ supuesto, puede «carecer de fundamentación alguna en cuanto a los
tural por la procreación» a la igualmente natural tendencia smithiana hechos», y en este sentido puede decirse que «las conclusiones de
que lleva a cada individuo a «preocuparse por la mejora de sus con­ la Economía Política, al igual que las de la Geometría, sólo serán
diciones de vida» (ver Blaug, 1978, págs. 74-5). Así pues, puede ciertas, por tanto, en abstracto como suele decirse, es decir, sólo
considerarse que el gran problema malthusiano revierte en la cues­ serán ciertas bajo determinados supuestos» (págs. 325-26).
tión empírica de hasta qué punto los matrimonios realizan de hecho
Así pues, Mili denomina ciencia de la Economía Política a un
cálculos económicos correctos respecto del número de hijos que debe­ cuerpo de análisis deductivo basado sobre premisas psicológicas su­
rían traer al mundo. Es clarc, por tanto, que el concepto de homo
puestas, y que abstrae, incluso respecto de dichas premisas, todos
economicus viene íntimamente asociado con la cuestión de la validez
los aspectos no-económicos de la conducta humana:
de la doctrina malthusiana, punto básico de la versión ricardiana de
la Economía clásica.
Hay que subrayar también que ni Mili ni Sénior relacionaron la Cuando los principios de la Economía Política han de ser aplicados a un
caso particular, será necesario tener en cuenta todas las circunstancias concretas
discusión en torno al homo economicus con el papel de los motivos
pertinentes a dicho caso; no sólo examinando las circunstancias del caso general
no-pecuniarios en la elección de ocupación por parte de los trabajado­ al que el caso particular en cuestión corresponde, sino también aquellas cir­
res, relación que Adam Smith señaló en el importante capítulo 10 del cunstancias que puedan darse en este caso concreto y que, por no ser comunes
libro I de La riqueza de las naciones, como elemento decisivo en la con las de una clase más amplia y conocida de casos, no han sido estudiadas
determinación de los salarios (véase Blaug, 1978, págs. 48-50). Cuan­ o reconocidas por la ciencia. E stas circunstancias pueden denominarse causas
do tenemos en cuenta que estos motivos no-pecuniarios suponen mu­ perturbadoras.
84 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 85

E sta es la única incertidumbre con que se enfrenta la Economía Política; Aunque lo anterior constituye en muchos aspectos una impecable
y no sólo ella, sino también las ciencias morales en general. exposición del verificacionismo, Mili no llega a igualar el fracaso en
Cuando las causas perturbadoras son conocidas, los arreglos necesarios para la verificación de una predicción con la refutación de la teoría que la
tenerlas en cuenta no van en m odo alguno en contra de la precisión científica, generó; para él, «una discrepancia entre nuestras anticipaciones y los
ni constituyen desviaciones respecto del método a priori. L as causas perturba­
hechos reales» mostrará, no que la proposición original es errónea
doras no deben ser desconsideradamente tratadas como meras conjeturas. Al
igual que las fricciones en el campo de la mecánica, a las que han sido compa­
y debe por tanto ser descartada, sino tan sólo que aquella proposi­
radas con frecuencia, fueron quizás consideradas en un principio como meras
ción es «insuficiente».
consecuencias poco conocidas, cuya presencia habría de adivinarse con ayuda Los pasajes que tratan de la necesidad de verificar nuestras teo­
de los principios generales de la ciencia; pero, con el tiempo, muchas de ellas rías terminan con una soberbia formulación de las leyes de tendencia-,
t
son introducidas dentro del dominio de la propia ciencia abstracta, y se admite
Sin duda, el hombre afirma con frecuencia, respecto de toda una clase de
que sus efectos pueden estimarse por procedimientos fiables como los que se
fenómenos, cosas que sólo son ciertas para una parte de los mismos; pero el
utilizan para estimar las variables que dichas causas perturbadoras vienen a
modificar. Porque estas causas tienen sus leyes, al igual que las variables que error en estos casos consiste generalmente no en que la proposición ha sido
vienen a modificar tienen las suyas; y a partir de las leyes de las causas pertur­ enunciada de forma demasiado amplia, sino en que el tipo de proposición enun­
ciada no es correcto; se predice un cierto resultado, cuando debería haberse
badoras, es posible predecir a priori su naturaleza y dimensiones, por medio de
predicho solamente una cierta tendencia a dicho resultado: una fuerza que
procesos semejantes a los empleados para estudiar las leyes más generales que
actúa con una cierta intensidad en dicha dirección. En relación con las excep­
se dice aquéllas vienen a modificar o perturbar, pero con las cuales, hablando
ciones hay que decir que, en cualquier ciencia tolerablemente avanzada, no
con propiedad, habría que decir que son concurrentes. E stos efectos de las
deben existir excepciones. L o que se supone una excepción a un determinado
causas especiales deben, pues, añadirse o restarse al efecto general de las leyes
generales [pág. 330], principio es siempre otro principio distinto que interfiere con el primero: otra
fuerza que actúa en contra de la primera fuerza y que la desvía de su camino.
Y es por esta causa, la influencia de causas perturbadoras, por No existen las leyes y las excepciones a las leyes — las leyes que actúan en el
99 por 100 de los casos, y las excepciones que lo hacen en el 1 por 100— , sino
lo que «el economista que no haya estudiado ciencia, sino sólo Eco­
que existen dos leyes, cada una de las cuales actuando posiblemente en el
nomía Política, fracasará en su intento de aplicar su ciencia a la
100 por 100 de los casos, y que generan un efecto conjunto al operar simul­
práctica» (pág. 331). táneamente. Cuando existe una fuerza que, por ser menos importante de las
Debido a la imposibilidad de realizar experimentos controlados dos, denominamos fuerza perturbadora, y que prevalece en un caso determinado
en los temas que implican acciones humanas, el método mixto induc- sobre la otra fuerza, de form a que dicho caso constituye lo que comúnmente
tivo-deductivo a priori es «la única forma legítima de investigación denominamos una excepción, esa misma fuerza perturbadora actuará probable­
filosófica en el campo de las ciencias morales» (pág. 327). Y el mé­ mente como causa modificadora en muchos otros casos a los que nadie califi­
todo específicamente inductivo a posteriori entra en escena «no como caría de excepciones [pág. 333].
medio de descubrir la verdad, sino de verificarla».
Nunca será, por tanto, excesivo el cuidado que pongamos en la verificación
Las leyes de tendencia
de nuestras teorías, proceso por el cual compararemos, con referencia a los casos Hemos encontrado ya leyes de tendencia en Ricardo y en Malthus,
concretos a los que tenemos acceso, los resultados que la teoría nos lleva a
y bueno será que nos detengamos por un momento a considerar su
esperar y predecir, con la recolección más fiable posible de los hechos que real­
mente han ocurrido. L as discrepancias que podam os encontrar entre nuestras
justificación en un trabajo científico. La referencia de los economistas
anticipaciones y los hechos efectivamente sucedidos es a menudo lo que dirige clásicos a causas perturbadoras de las que se decía eran capaces de
nuestra atención hacia causas perturbadoras de importancia que hasta el mo­ contradecir las conclusiones de las teorías económicas tiene su eco
mento no habíamos tenido en cuenta. En realidad, con frecuencia nos descubren en la apelación de los economistas actuales a las cláusulas ceteris
también errores de pensamiento, aún más serios que la omisión de las que pue­ paribus, que van invariablemente unidas a las proposiciones económi­
den denominarse causas perturbadoras; con frecuencia nos revelan que la base cas generales, o formulaciones de las «leyes» económicas 4. Existe,
misma de nuestra argumentación es insuficiente; que los datos a partir de los tanto entre el hombre de la calle como entre los estudiosos de la
cuales hemos construido nuestro razonamiento incluyen tan sólo una parte, y no
siempre la más importante, de las circunstancias que realmente determinan el 4 Para una historia del uso hecho por los economistas de la frase ceteris
resultado en cuestión [pág. 3 3 2 ], paribus, véase Rivett (1970, págs. 144-48).
86 L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 87

ciencia, la extendida impresión de que las cláusulas ceteris paribus pero proporcionó estimaciones de la magnitud de la distorsión que
abundan en las ciencias sociales, mientras que raramente las encon­ puede resultar de los factores que, como la fricción, eran ignorados
tramos en la Física, la Química y la Biología. Nada más lejos de la por la ley. Como acabamos de ver, Mili era perfectamente consciente
realidad. Una teoría científica que pudiese prescindir enteramente de de estas características de las cláusulas ceteris paribus en la mecánica
las cláusulas ceteris paribus habría logrado, en efecto, ser perfecta­ clásica: «Al igual que la fricción dentro de la mecánica... las causas
mente cerrada: ninguna variable de efectos importantes sobre el fe­ perturbadoras tienen sus leyes, como las causas perturbadas por ellas
nómeno en cuestión habría sido omitida de la teoría, y las variables tienen las suyas» (Mili, 1976, pág. 330). En las ciencias sociales, sin
incluidas en la misma mantendrían en efecto una cierta relación entre embargo, y en la Economía en particular, es muy corriente encon­
ellas y ninguna con variables exógenas a la misma. Quizás solamente trarse con afirmaciones tendenciales que carecen de cláusula ceteris
la mecánica de los cielos y la termodinámica no-atómica han llegado paribus específica — una especie de cajón de sastre donde se mete
a aproximarse a una integridad tan perfecta (Brodbeck, 1973, pági­ todo lo que desconocemos— , o si existe tal especificación, ésta está
nas 296-98). Pero incluso en el campo de la Física, las teorías tan expresada tan sólo en términos cualitativos, y no cuantitativos. Así,
cerradas y completas son una excepción, y fuera de la Física existen se dice que la «ley» marxista de la tendencia a la disminución de la
pocos ejemplos dentro de las ciencias naturales en los que el cetera tasa de beneficios está sujeta a ciertas «causas contrarrestadoras» y,
relevante, en vez de quedar sometido a una condición de constancia, aunque dichas causas se nombran, se mantiene que son estimuladas
se encuentre, de hecho, formando parte de la teoría5. Normalmente por la propia caía de la tasa de beneficios a la que se supone vienen
la cláusula ceteris paribus aparece en las ciencias naturales con tanta a contrarrestar (Blaug, 1978, págs. 294-96). Lo que tenemos es, pues,
frecuencia como en las ciencias sociales, a la hora de contrastar una una tasa de variación negativa, que aparece a la luz de la ley básica,
relación causal; generalmente estas cláusulas toman la forma de afir­ y varias tasas de variación positiva que contrarrestan los efectos de
maciones en el sentido de que se ignoran los efectos de todas las aquélla; es claro que el resultado conjunto de todas estas fuerzas
demás condiciones iniciales y relaciones causales relevantes que pue­ puede ser tanto positivo como negativo 6. En resumen, a menos que
dan existir, aparte de las que van a ser contrastadas. En resumen, encontremos la forma de restringir de algún modo la significación
las ciencias naturales hablan de hipótesis auxiliares que aparecen en de la cláusula ceteris paribus, y que pongamos límites definidos al
cada contrastación de una ley científica — recordemos la tesis de irre- comportamiento de las causas «perturbadoras» o «contrarrestadoras»,
futabilidad de Durhem— , mientras que las ciencias sociales hablan toda la argumentación se verá incapaz de generar una sola predicción
de leyes o hipótesis que se mantienen si se cumple la condición cete­ refutable, ni siquiera en términos de la dirección total de la variación
ris paribus. Pero el objetivo perseguido es el mismo en ambos casos, en cuestión, y mucho menos seremos capaces de tener predicciones en
es decir, excluir del análisis todas las variables a excepción de aque­ términos de la magnitud de dicho cambio.
llas que están específicamente incluidas en la teoría. Mili aprovechó la útil distinción hecha por Bishop Whately en
Puede argüirse, por tanto, que casi todas las proposiciones teo­ 1831, entre las proposiciones tendenciales en el sentido de: 1) «la
réticas son leyes de tendencia, tanto en las ciencias naturales como existencia de una causa que, de operar sin impedimentos, generaría
en las ciencias físicas. Pero es cierto que existe una gran diferencia un cierto resultado», y en el sentido de 2) «la existencia de tal estado
entre la mayoría de las proposiciones tendenciales de la Física y la de cosas, que en él puede esperarse que un cierto resultado se pro­
Química, y virtualmente todas las proposiciones que se hacen en duzca», a pesar del impedimento que pueda suponer la existencia
Economía y Sociología. Por ejemplo, la ley cuantitativa de caída de de hecho de ciertas causas perturbadoras (citado por Sowell, 1974,
los cuerpos de Galileo lleva en sí ciertamente una cláusula ceteris páginas 132-33). En palabras del propio Mili: «Con frecuencia enun­
paribus implícita, porque todos los casos de caída libre suponen la ciamos un cierto resultado, cuando lo que queremos enunciar es una
existencia de resistencias del aire en cuyo seno se produce la caída tendencia hacia tal resultado — una fuerza que actúa en tal dirección
del cuerpo. Galileo empleó de hecho el concepto ideal de «vacío con una cierta intensidad. En lo que se refiere a las excepciones hay
perfecto» para librarse del efecto de lo que él llamó «accidentes», que dejar sentado que no existirán excepciones propiamente dichas
5 «Puede fácilmente aducirse», observa Lakatos (1978, I, pág. 18), «que las
cláusulas ceteris paribus son más la regla que la excepción en la ciencia» (véase 6 H e vuelto a examinar este debate marxista en Blaug (1980, capítulo 2) a
también Nagel, 1961, págs. 560-61). la luz de las propias ideas de M arx sobre metodología económica.
88 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la m etodología económica 89

en ninguna ciencia tolerablemente avanzada» (Mili, 1976, pág. 333). que Mili no fue sólo un importante filósofo de la ciencia, sino tam­
Puede decirse que la distinción de Whately presenta las condiciones bién un experto lógico (por no mencionar que también era psicólogo,
mínimas que ha de cumplir una ley de tendencia aceptable: tiene experto en ciencia política y filósofo social).
que ser posible decidir si cualquier proposición tendencial legítima
se adecúa a la primera o a la segunda definición de Whately; de otro La lógica de Mili
modo, no habremos conseguido deducir una implicación que sea
falsable, ni siquiera en principio. Es evidente que ni la «ley» de la El Sistema de Lógica de Mili no es un libro de fácil comprensión
caída de beneficios de Marx ni la «ley» de la población de Malthus para los lectores de hoy. Como hemos visto, este libro trata con
cumplen esta condición, y que en ambos casos las cosas empeoran desprecio la lógica deductiva (denominada en el mismo raciocinación)
aún más, porque sus proponentes sugirieron que las causas «pertur­ a la que considera como una especie de máquina intelectual de hacer
badoras» o «contrarrestadores» de la tendencia básica vienen a su salchichas, mientras que hace apología de la lógica de la inducción,
vez inducidas por la propia tendencia, con lo que el primer sentido a la que considera como el único camino que nos proporciona cono­
de término utilizado por Whately, la proposición tendencial, nunca cimientos nuevos. Subyacente a gran parte de su argumentación, en­
podría observarse de hecho bajo ningún conjunto de circunstancias contramos en Mili aquí un intento de demoler todas las creencias que
concebibles. Kant denominó proposiciones sintéticas a priori, es decir, el intuicio-
Las proposiciones tendenciales en Economía deben ser conside­ nismo entronizado en el área de las creencias morales primero y,
radas, por tanto, como promesas que sólo quedarán redimidas cuando posteriormente, en el área de la lógica y las matemáticas; la idea de
se haya tenido debidamente en cuenta la correspondiente cláusula Mili de que las matemáticas son una especie de ciencia cuasiexperi-
ceteris paribus 7, y cuando ésta haya sido especificada, preferiblemente mental está claramente pasada de moda. Finalmente, después de dedi­
en términos cuantitativos. Después de la claridad extrema desplegada car la casi totalidad del libro a la defensa del método inductivo en
por Mili en su tratamiento de estas cuestiones en su ensayo meto­ la ciencia y las matemáticas, Mili se vuelve en su sección final hacia
dológico, difícilmente podemos evitar el plantearnos la pregunta de la metodología de lo que él denominó las «ciencias morales» (ciencias
si mostró la misma claridad en su análisis de los problemas econó­ sociales) y aquí, sorprendentemente, sí que reconoce la improceden­
micos. Schumpeter (1954, pág. 537n) dijo una vez: «E l significado cia de los métodos inductivos, debido a la concurrencia de causas
literal de una profesión de fe metodológica carece de interés, excepto compuestas de muchas fuerzas. Estos tres rasgos del libro que co­
para el filósofo... cualquier elemento criticable de una metodología mentamos, tomados en su conjunto, contribuyen a dificultar tanto la
carecerá de importancia siempre que podamos abandonarlo sin que colocación del libro dentro de contexto como su relación con los aná­
ello nos fuerce a abandonar cualquier implicación del análisis asociado lisis previos del autor dedicados a la metodología de la Economía 8.
con el mismo», y lo mismo puede decirse de cualquier elemento Lo que Mili tenía que decir respecto de la lógica formal queda
recomendable de una metodología. Pero antes de volvernos a la Eco­ desfigurado en gran parte por la forma indiscriminada en que juega
nomía de Mili para ver si ..responde a este enfoque metodológico, a un tira y afloja continuo con el doble sentido del término induc­
será útil echar un rápido vistazo a la Lógica de Mili, por ser la obra ción, tratándolo a veces como una forma lógicamente demostrativa
que primero atrajo la atención del público hacia este autor. Y lo de contrastación causal, y otras como un método no-demostrativo de
haremos porque al evaluar su obra económica es importante recordar confirmar y corroborar las generalizaciones causales — la aducción,
en nuestro lenguaje— , confundiéndose, a su vez, esta segunda acep­
7 En esta cuestión sigo a K aplan (1964, págs. 97-8); en sus propias pala­ ción con el problema del descubrimiento de leyes causales nuevas9.
bras: «U na ley de tendencia es aquella que se presenta como una ley en sentido
estricto, a la que se llegará cuando hayan sido identificadas y tenidas en cuenta 8 Existen numerosos comentarios a la Lógica de Mili. En mi opinión, los
las fuerzas contrarrestadoras. Por tanto, el valor científico de una ley de ten­ más útiles son los de N agel (1950), Anschutz (1953), la introducción de McRae
dencia dependerá de su efectividad para servir de estímulo y guía en la investi­ a Mili (1973) y Ryan (1974, capítulo 3).
gación de esas otras fuerzas determinantes. En sí misma, sólo será una carta 9 Gamo señala Medawar (1967, pág. 133): «Desgraciadam ente, en Inglaterra
de pago que circulará libremente en el mundo científico mientras pueda mante­ se nos ha educado en la creencia de que los descubrimientos científicos recurren
nerse la confianza del público en que eventualmente será redimida por algo a un método análogo, y de naturaleza semejante, al método deductivo, es decir,
equivalente a su valor nominal, y en este sentido, la cláusula de “ todo lo demás el método de la Inducción — un proceso lógico de pensamiento que, a partir
se contiene constante” no es una redención, sino otra parte de la prom esa.» [ ...] de simples declaraciones de hecho que surgen de la evidencia que nos propor-
90 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 91

Pero aunque Mili está mezclando constantemente el origen de las Habiendo propuesto sus cuatro métodos, tanto como ayudas al
ideas con cuestiones referentes a su justificación lógica, la teoría de descubrimiento de leyes causales como medios para probar que aqué­
la lógica se convierte en él esencialmente en un análisis del método llas se mantienen universalmente, Mili dedica la última sección de
científico destinado a evaluar la evidencia, y su libro se entiende su Lógica a las ciencias sociales, campo en el que admite francamente
mucho mejor cuando lo consideramos como un trabajo sobre mode­ que dichos cuatro métodos no son aplicables. Y no son aplicables
los y métodos que cuando lo leemos como un estudio sobre lógica por la pluralidad de causas que operan, por la mezcla de efectos dife­
simbólica, entendida ésta en la acepción que atribuimos al término rentes y por la imposibilidad de realizar experimentos controlados.
en el siglo xx. Los dos rasgos por los que Mili es recordado entre Por consiguiente, para las ciencias sociales Mili recomienda: 1) el
los filósofos de la ciencia son: su tratamiento de los cánones de la «método geométrico o abstracto»; 2) el «método físico o deductivo
inducción, interpretados como un conjunto de reglas no-demostrativas concreto», y 3) el «método histórico o deductivo inverso». Se dice
de confirmación — los cuatro métodos de acuerdo, diferencia, resi­ que el primero de estos métodos es de uso limitado, ya que tan sólo
duos y variaciones concomitantes— y su análisis de la causación, con es aplicable allí donde una única causa produce todos los efectos.
el que trataba de resolver el «problema de la inducción» de Hume, El tercero se ocupa, según Augusto Comte, de establecer las genui-
por medio de la introducción del principio de uniformidad de la na­ nas leyes del cambio histórico, basadas sobre ciertos principios uni­
turaleza como premisa fundamental de cualquier explicación causal. versales de la naturaleza humana. Es el segundo método, el físico
Los cuatro métodos de Mili siguen mencionándose hoy en día como o deductivo concreto, al que se supone responde la Economía Polí­
un esquema elemental de la lógica del diseño de la investigación tica. Se nos dice también que este es el método utilizado en astro­
experimental, pero su tratamiento de la causación se discute hoy tan nomía siempre que las leyes de las diferentes causas que actúan
sólo con objeto de mostrar lo difícil que es contradecir la prueba aditivamente hayan sido determinadas primero con la ayuda de los
proporcionada por Hume en cuanto a la imposibilidad de la certi­ cuatro métodos, después de lo cual serán verificadas en relación con
dumbre inductiva 10. las observaciones empíricas las implicaciones deducidas de dichas le­
yes (Mili, 1973, págs. 895-96). En este punto, Mili inserta los pasa­
donan nuestros sentidos, puede llevarnos con certeza a descubrir leyes generales jes sobre el homo economicus procedentes de su ensayo de 1836
verdaderas. E sta sería ciertamente una creencia que nos incapacitaría intelec­
tualmente, si es que alguien creyese en ella realmente, y de ella hay que culpar y que anteriormente hemos citado, y pasa a discutir la etiología polí­
principalmente a la metodología de la ciencia de Jo h n Suart Mili. L a principal tica, la anunciada aunque aún no-nacida ciencia deductiva de la for­
debilidad de la inducción milliana era su falta de separación entre los actos mación del carácter nacional, que se convertiría algún día, y en ello
mentales que supone el descubrimiento y los correspondientes a la contras­ creía Mili firmemente, en el fundamento de todas las ciencias sociales.
tación.»
10 E l método de acuerdo afirma que «si dos o más ejemplos del fenómeno
Y aún hay más en esta última sección de la Lógica de Mili: una
que se investiga tienen una única circunstancia en común, esta circunstancia decidida defensa del monismo metodológico; una firme adopción del
de acuerdo entre todos los ejem plos es la causa (o el efecto) del fenómeno en principio del individualismo metodológico; y una insistencia en que
cuestión»; el método de la diferencia afirma que «si un caso en el que se pro­ el análisis positivo, y no el normativo, es la clave de la ciencia, in­
duce el fenómeno que estamos investigando, y un caso en el que aquél no se
produce, tienen todas sus circunstancias en común excepto una, que se produce cluso en las ciencias sociales. Pero el repentino apoyo al método
tan sólo en el primer caso, esta circunstancia, que es la única en que difieren deductivo que aquí encontramos, después de cientos de páginas en
los dos casos, será el efecto o la causa, o un componente esencial de la causa, las que se defiende el inductivo, por no mencionar el hecho de que la
de dicho fenómeno». E l método de los residuos afirma que «si separamos de mayor parte de la discusión en esta última sección se refiere a la en­
cada fenómeno aquellas partes que por inducciones previas sabemos que son
el efecto de ciertos antecedentes, el residuo del fenómeno será efecto de los tonces naciente ciencia de la Sociología y que sólo incidentalmente
antecedentes que quedan». Finalmente, el método de las variaciones concomi­ toca la ya madura ciencia de la Economía, parece pensado para dejar
tantes afirma que «siem pre que un fenómeno varíe de una forma concreta al lector totalmente confuso respecto de las ideas de Mili sobre la
cuando otro fenómeno varía en otra forma concreta, aquél será o bien la causa filosofía de las ciencias sociales.
o bien el efecto de dicho fenómeno, o estará conectado con él por medio de
algún tipo de causación» (M ili, 1973, V I I, págs. 390, 391, 398 y 401). A pesar Cinco años después de terminar su Sistema de Lógica, Mili pu­
de la plétora de comentarios sobre los cuatro «m étodos» de Mili, no es fácil blicó su importante obra Principios de Economía Política, que no
mejorar el tratamiento que le dieron Cohén y N agel (1934, págs. 249-72); véase contiene discusión explícita alguna sobre metodología ni tampoco
también Losee (1972, págs. 148-58). hace referencia retrospectiva alguna a la Lógica para mostrar que los
92 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 93

Principios constituyen un ejemplo de sana metodología. No es de legó a sus seguidores (ver 1815, 1817 y 1819) dio lugar a un buen
extrañar, por tanto, que los que criticaron las ideas de Mili en el número de proposiciones contrastables — un precio creciente del
campo de la Lógica omitiesen todo intento de averiguar si este autor grano, una creciente participación de las rentas de la tierra en la
practicaba en Economía lo que predicaba para la ciencia en general. Renta Nacional, un nivel constante de los salarios y una tasa descen­
Tanto William Whewell como Stanley Jevons fueron los campeones dente de beneficios sobre el capital— y a su vez dependía de otras
del método hipotético-deductivo de explicación científica, en directa proposiciones también contrastables, y especialmente de la del cre­
oposición a las ideas de Mili. Whewell escribió una larga respuesta cimiento de la población a una tasa al menos tan rápida como la
a la Lógica de Mili, en la que intentaba enfocar la filosofía de los de crecimiento de la producción de alimentos. Además, dada la ausen­
descubrimientos científicos desde la historia de la ciencia, inspirán­ cia de libertad de importación de grano en la Inglaterra de la época,
dose en Kant más que en Hume (Losee, 1972, págs. 120-28); y todas ellas eran proposiciones positivas, y no hipotéticas, porque
Jevons, en su contribución más importante a la filosofía de la cien­ Ricardo negaba drásticamente que pudiesen existir fuerzas «contra-
cia, The Principies of Science: A Treatise on Logic and Scientific restadoras» capaces de anular tales proposiciones, excepto «por algún
Method (1873), criticaba continuamente «las innovaciones introduci­ tiempo» (ver Blaug, 1973, págs. 31-3). La Ley del Trigo no fue
das por Mili en la lógica de la ciencia, y especialmente su doctrina derogada hasta 1946 y los datos estadísticos disponibles para las dé­
del razonamiento que va de lo particular a lo particular», añadiendo cadas de 1830 y 1840 falsaron cada una de estas predicciones ricar­
que la inducción no pertenece a la inferencia lógica, sino que es sim­ dianas. Por ejemplo, los rendimientos decrecientes se vieron sobra­
plemente «la conjunción de hipótesis y experimentación (véase Harré, damente compensados en la agricultura británica por el progreso
1967, págs. 289-90; Medawar, 1967, págs. 149ff; Losee, 1972, pá­ técnico, como lo demuestra la regular caída de los precios del trigo
gina 158; y MacLennan, 1972). Pero ninguno de ellos relacionó sus desde los altos niveles que alcanzó en 1818; las rentas de la tierra,
críticas a la Lógica de Mili con sus Principios, a pesar de que Whe­ por su parte, no subieron probablemente en los veinticinco años que
well fue un pionero en la matematización de la economía ricardiana, mediaron entre la muerte de Ricardo en 1823 y la aparición de los
mientras que Jevons fue ciertamente uno de los tres fundadores del Principios de Mili en 1848, manteniéndose invariables en este pe­
marginalismo, que se opuso a la influencia de Mili en el campo de la ríodo tanto la renta por acre como su participación relativa en la
Economía con tanta firmeza como se opuso a él en el campo de Renta; a su vez, los salarios reales ciertamente aumentaron durante
la Lógica. el período, y la población aumentó más lentamente en Gran Bretaña
Quizás podríamos encontrar explicación a este curioso fenómeno entre 1815 y 1848 que entre 1793 y 1815. Todos estos hechos, con
por el que se trata a los dos Mili como si fuesen dos escritores dife­ la posible excepción del proporcionado por la evolución de la renta
rentes, en el hecho de que ni Mili ni sus críticos vieron relación al­ de la tierra, fueron reconocidos por Mili en sus Principios, y, sin
guna entre la Lógica y los Principios; para todos los propósitos prác­ embargo, este libro mantiene los principios del sistema ricardiano
ticos, es como si ambos libros hubiesen sido escritos por autores sin cualificación alguna. Mili siguió siendo un fiel defensor de la
diferentes. Como Jacob Viner dijo una vez (1958, pág. 329): «Los Economía ricardiana, no tanto por ignorancia de la distancia que
Principios carecen de características metodológicas definidas. Al igual separaba la teoría de los hechos como por el recurso continuo a
que en el caso de La riqueza de las naciones de Adam Smith, algunas diversas «estratagemas inmunizadoras», la principal de las cuales con­
de sus partes son predominantemente abstractas a priori, mientras sistía en vaciar las correspondientes cláusulas ceteris paribus de cual­
que en otras encontramos una gran cantidad de datos fácticos y de quier contenido objetivo que hubiesen podido tener.
inferencias tomadas de la Historia.» Una gran parte de las dificultades en este terreno pueden retro­
traerse a la ambigua actitud mantenida por el propio Ricardo res­
pecto del período temporal requerido para que las fuerzas básicas
Las ideas económicas de Mili en la práctica a largo plazo presentes en su sistema asegurasen su dominio sobre
ciertas fuerzas contrarrestadoras a corto plazo. Se decía que la agri­
Dediquemos ahora un momento a examinar lo que Mili hizo real­ cultura estaba sujeta a rendimientos decrecientes históricos, porque
mente en el terreno de la verificación de las implicaciones de sus lo más que podía esperarse del progreso técnico es que retrasase los
premisas ricardianas, hipotéticas y abstractas. La doctrina que Ricardo efectos del crecimiento de los costes de producción de los alimentos,
94 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 95

sin que fuese posible, sin embargo, la compensación permanente de Mili, debería investigarse en busca de variables suplementarias con
la escasez de suelo fértil; Ricardo llegó incluso a decir que los terra­ las que cubrir la distancia existente entre los hechos y los antece­
tenientes carecerían de incentivos privados para introducir mejoras dentes causales establecidos en la teoría, ya que ésta será verdadera
técnicas en la producción de alimentos. En forma similar, Ricardo en cualquier caso en sus propios términos, a causa de la verdad con­
reconocía que eventualmente los trabajadores podrían llegar a con­ tenida en sus supuestos. Y, desde luego, esta actitud es perfecta­
sumir más productos manufacturados en vez de productos agrícolas, mente reconocible en las páginas de sus Principios. Cuando se pu­
en cuyo caso el crecimiento de los costes de la producción agrícola blicó este libro habían transcurrido ya veinticinco años desde la
no elevaría necesariamente los salarios reales ni comprimiría por tan­ muerte de Ricardo, y hacía dos años que las Leyes del Trigo habían
to los beneficios. Por último, cabía también dentro de lo posible que sido por fin derogadas; durante los veintitrés años siguientes Mili
los trabajadores empezasen a practicar la «contención moral», permi­ publicó hasta seis ediciones de los Principios, y en cada sucesiva
tiendo en consecuencia que el capital se acumulase a una tasa más edición se hacía más difícil negar la refutación por la práctica de
alta que la del crecimiento de la población, lo cual alejaría de nuevo virtualmente cada una de las predicciones históricas ricardianas, con­
el fantasma del «estado estacionario». Pero todas estas eran meras dicionadas como estaban a la falta de libertad de comercio (Blaug,
concesiones al realismo: Ricardo carecía de teoría que pudiese expli­ 1973, págs. 179-82). La teoría malthusiana de la población, en espe­
car el progreso técnico, o las variaciones en la composición del pre­ cial, había sido categóricamente contradicha por la evidencia fáctica,
supuesto familiar de los trabajadores, o la actitud de los matrimonios cosa aceptada por la mayoría de los economistas de la época (Blaug,
hacia el control del tamaño de las familias. De todos modos, es justo 1973, págs. 111-20). Pero el problema malthusiano pesó largamente
reconocer que Ricardo enunció sus proposiciones tendenciales en for­ en la filosofía social de Mili, y de algún modo se las arregló para
ma de predicciones condicionales, cuya falsación por los aconteci­ retenerlo en los Principios, como una proposición de estática-com­
mientos era perfectamente concebible. parativa — si la población fuese menor los salarios serían más altos—
Por otro lado, Ricardo pensaba sin duda que sus teorías resul­ al tiempo que se mostraba de acuerdo con la apreciación de que la
taban de ayuda para los legisladores, porque las distintas fuerzas tendencia de la población a sobrepasar con su crecimiento la produc­
contrarrestadoras eran transitorias y no lograrían de hecho contrarres­ ción de medios de subsistencia no se había manifestado de hecho
tar las fuerzas básicas del sistema en un futuro previsible. Al ser en la práctica (de Marchi, 1970, págs. 267-71). La doctrina ricar-
presionado, tuvo que comprometerse a fijar el «corto plazo» como diana que afirma que la protección tenderá a aumentar el precio del
un período de unos veinticinco años, con objeto de poner ejemplos grano y la proporción de la renta nacional percibida por los terra­
de los efectos a largo plazo de las variables postuladas (de Marchi, tenientes recibió un tratamiento semejante (Blaug, 1973, págs. 181-
1970, págs. 255-56 y 263), lo cual no quiere decir, sin embargo, 182 y 208), lo cual hizo virtualmente imposible la consideración de
que hubiese recomendado una espera de veinticinco años para com­ la derogación de las Leyes del Trigo como un experimento social
probar si sus teorías eran o no ciertas. El carácter general de su enfo­ utilizable para contrastar el sistema ricardiano.
que se oponía a la verificación, al menos si por verificación enten­ Incluso los que más simpatía sienten hacia la Economía de Mili
demos la comprobación de si una teoría resulta confirmada por la reconocen que éste fue, como mucho, un tibio verificacionista n . La
evidencia, en vez de esperar simplemente para ver si alguna circuns­ verdadera cuestión es si Mili, habiendo reconocido la creciente irre-
tan cia compensadora ha sido dejada de lado (véase O ’Brien, 1975, levancia de la teoría ricardiana con el paso del tiempo, debería haber
páginas 69-70). admitido, no sólo su irrelevancia, sino su falta de validez. En las
Se ha dicho con razón que «la posición metodológica de J. S. sucesivas ediciones de los Principios durante el período 1848-71,
Mili no era diferente de la de Ricardo: la única diferencia es que Mili
enunció formalmente las “ reglas” que Ricardo adoptara implícita­ 11 Como dice de Marchi (1970, págs. 272-73) en su defensa de Mili: «N o
mente» (de Marchi, 1970, pág. 266). Como hemos visto, Mili era puede decirse que M ili tratase siempre de contrastar sus teorías con los he­
un verificacionista, no un prediccionista: la prueba de una teoría en chos . . . M ili estaba a veces dispuesto a vivir con una amplia separación entre
su teoría deductiva y los hechos . . . E staba dispuesto a utilizar la información
ciencias sociales no se centra en su fiabilidad predictiva ex-ante, sino fáctica en la confirmación de su teoría; pero nunca se permitía que los hechos
en su potencia explicativa ex-post; Mili no creía en la tesis de si­ históricos . . . se elevasen por encima de la teoría hasta un estatus propio de
metría. Si una teoría no consigue predicciones fiables, hubiera dicho validez.»
96 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 97

Mili fue aumentando con regularidad la longitud del período en el para explicar lo que realmente sucede en el mundo real, teniendo
que se permitía al progreso técnico posponer los efectos de la ley en cuenta, además, los efectos de las causas no-económicas. Nunca
de los rendimientos decrecientes en la agricultura, y, por consiguien­ contrastamos la validez de una teoría, porque las conclusiones son
te, los de la tendencia subyacente a que el crecimiento de la pobla­ ciertas, son un aspecto del comportamiento humano, en virtud de
ción excediese el crecimiento de los medios de subsistencia. En cual- los supuestos en que se basan, supuestos que, a su vez, son ciertos,
quir caso, si nos atenemos a la primera edición de los Principios, en virtud de estar basados sobre hechos obvios de la experiencia
puede siempre argumentarse que «el período comprendido entre la humana pasada. Estamos a mil leguas, por tanto, de la generalizada
muerte de Ricardo y los Principios de Mili era demasiado corto para idea actual de que los supuestos no han de ser contrastados direc­
constituir una prueba concluyente respecto de las predicciones de tamente, aunque su contrastación podría ser útil de ser posible, por­
Ricardo», especialmente si estamos de acuerdo en que «la contras­ que, en último término, lo único que importa son las predicciones, y
tación de predicciones no era, en cualquier caso, la piedra de toque porque la validez de una teoría económica queda establecida siempre
sobre la que ni Mili ni Ricardo hubiesen estado dispuestos a rechazar que las predicciones que genera se vean repetidamente corroboradas
sus análisis» (de Marchi, 1970, pág. 273). En cuanto a las ediciones por la evidencia n .
posteriores de los Principios, ¿no sería mucho pedir de cualquier
pensador, dirían algunos, el exigirle el abandono de un cuerpo de
pensamiento a cuya defensa ha dedicado su vida entera? Después El método lógico de Cairnes
de todo, Mili se retractó de la doctrina del fondo de salarios, y esto
es mucho más de lo que hicieron sus inmediatos discípulos, como Si nos quedase alguna duda acerca de cuál es realmente la meto­
Henry Fawcett o John Elliot Cairnes. La cuestión, sin embargo, no dología clásica, un examen de la obra Character and Logical Method
consiste en decidir si Condenamos o absolvemos a Mili, sino más bien of Political Economy (Carácter y método lógico de la Economía Po­
en describir correctamente sus ideas metodológicas, así como la for­ lítica) de John Elliot Cairnes contribuiría a disiparlas; esta obra fue
ma en que llegó a aplicarlas en la práctica. publicada por primera vez en 1875, y revisada en 1888, cuando la
Mili, junto con todos los demás escritores de la tradición clásica, revolución marginalista estaba en su pleno apogeo y habían trans­
apelaba fundamentalmente a los supuestos para juzgar la validez de currido más de cincuenta años desde la muerte de Ricardo; sin em­
las teorías, mientras que, como veremos, los economistas modernos bargo, se hace escasa referencia en ella al marginalismo, mientras
apelan básicamente a las predicciones. Esto no significa que los auto­
que muestra, como veremos, una creencia de Cairnes en la validez
res clásicos se desinteresasen de las predicciones; obviamente, estando
fundamental de las tendencias ricardianas, tan firme como la profe­
como estaban implicados en la política, no podían evitar el hacer
sada por Mili en su día. Si entre Mili y Cairnes observamos alguna
E redicciones. Más bien creían que, así como los supuestos verdaderos
an de generar conclusiones verdaderas, los supuestos supersimpli- diferencia — y se trata de una diferencia mínima— es que Cairnes
se muestra más estridente y dogmático al negar que las teorías eco­
ficados, como los del homo economicus, los rendimientos decrecien­
tes para un estado invariable de la tecnología, una oferta de trabajo nómicas puedan ser refutadas por simple comparación de sus impli­
infinitamente elástica para una tasa salarial determinada, etc., han de caciones con los hechos, matiz que puede explicarse por las diferen­
llevar necesariamente a predicciones supersimplificadas, que nunca se cias de personalidad entre estos dos autores y porque, además, Cairnes
adecuarán exactamente al curso real de los acontecimientos, aun cuan­ había vivido toda la época de ascenso de la Escuela Histórica Inglesa
do hagamos serios esfuerzos para tener en cuenta las causas pertur­ y se sentía claramente irritado por el profundo desprecio con que
badoras relevantes. Las causas perturbadoras omitidas de la explica­
ción de los acontecimientos no incluyen, después de todo, únicamente 12 V éase Hirsch (1980), quien, con toda la razón, reparte capones entre
las causas perturbadoras de menor importancia relativa dentro del varios comentaristas actuales, incluido yo mismo, por nuestros comentarios sobre
campo económico, sino que incluyen también causas no-económicas la diferencia entre el verificacionismo clásico y el falsacionismo moderno. Ahora
me doy cuenta de que mi anterior caracterización de la metodología clásica
de mayor importancia. Así, en Economía, como explicaba Mili, con­ (Blaug, 1978, págs. 697-99) estaba equivocada en este aspecto. Hirsch mantiene
trastamos las aplicaciones de las teorías para decidir si hemos tenido también que la metodología clásica es una metodología defendible, lo cual es,
en cuenta suficientes causas perturbadoras de tipo económico como por supuesto, otra cuestión.
9g L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la m etodología económica 99

los miembros de dicha escuela desechaban por irrealistas los postu­ permite»; «la verificación sólo puede realizarse en las investigaciones
lados de la Economía clásica (ver Coats, 1954, y Koot, 1975). ^• económicas de forma muy imperfecta; pero si aquélla se realiza cui­
Cairnes parte de la conocida proposición de que la Economía dadosamente, frecuentemente nos permite, de todos modos, obtener
Política es una ciencia hipotética, deductiva; sus conclusiones «se una corroboración de los procesos de razonamiento deductivo sufi­
corresponderán con los hechos tan sólo en ausencia de causas per­ ciente como para justificar un alto grado de confianza en las conclu­
turbadoras, o en otras palabras, aquéllas no deben ser consideradas siones obtenidas», consideración cuyo impacto queda desgraciada­
como verdades positivas, sino hipotéticas» (Cairnes, 1965, pág. 64). mente diluido cuando cita a Ricardo como «el autor que ha utilizado
Cita a Sénior cuando dice que la Economía Política no debe ser con­ este recurso de la forma más libre y efectiva» (págs. 92-3).
siderada como una ciencia hipotética, sino como una ciencia basada Los economistas están siempre dispuestos a considerar «la influen­
en premisas reales. No hay nada de hipotético en las premisas de la cia de principios subordinados que modifican los efectos de causas
Economía Política, replica Cairnes, porque están basadas sobre «he­ más poderosas», afirma Cairnes, siempre que éstos puedan estable­
chos indudables de la naturaleza humana y del mundo»; «el deseo cerse fuera de toda duda. Como ejemplos, cita el análisis de Smith
de obtener riquezas con el menor sacrificio posible», y «las cualidades sobre los salarios diferenciales para idéntico trabajo en mercados de
físicas de los agentes naturales, especialmente la tierra, sobre los que trabajo gráficamente contiguos y la teoría de los precios internacio­
se ejerce la industria humana», son ambos hechos «cuya existencia y nales de Ricardo y Mili, como casos de teorías que nacen de los efec­
carácter pueden fácilmente comprobarse» (págs. 68 y 73). En este tos de un «principio subordinado», el de que la movilidad del trabajo
sentido, la Economía presenta realmente una ventaja en relación con es imperfecta (pág. 101). Como un ejemplo aún más claro de esto,
las ciencias naturales: «E l economista parte de un conocimiento de las recurre a la demostración que Tooke incluye en su Historia de los
causas últimas. Se encuentra al inicio de su tarea en la posición que precios, respecto de que el nivel de precios en Gran Bretaña no
los físicos sólo alcanzan después de larga y laboriosa investigación» había variado en las décadas precedentes en la misma dirección que
(página 87). Es cierto que el economista no puede en general realizar la cantidad de dinero. Cairnes arguye que la explicación de este fenó­
experimentos, pero puede realizar experimentos mentales, e incluso meno reside en el aumento de los depósitos, que llegó a invertir
puede realizar «experimentos físicos directos sobre el suelo» (pági­ la relación causal entre la circulación de dinero bancario y el nivel
nas 88-93). Así pues, sus supuestos no son «conjeturas», sino que general de precios (págs. 101-04). Para remachar su argumentación
provienen de observaciones que pueden probarse «directamente y con añade:
facilidad» (pág. 95, y también pág. 100). Cairnes procede entonces N o hay que suponer que la discrepancia a que hemos aludido (entre los
a explicar qué se quiere decir cuando se afirma que la Economía precios y la circulación de dinero bancario) pueda llegar a invalidar la ley ele­
Política es una ciencia hipotética, a saber, que es una ciencia que mental que afirma que, ceteris paribus, el valor del dinero varía inversamente
hace predicciones condicionales acerca de acontecimientos que están con su cantidad. E ste principio sigue descansando sobre las mismas bases de
siempre sujetos a una cláusula ceteris paribus; en sus propias pala­ hechos físicos y mentales que subyacen a todas las doctrinas de la Economía
bras: «Las doctrinas de la Economía Política deben entenderse en el Política, y siempre constituirá el principio fundamental de la teoría monetaria.
Lo único que aquella discrepancia nos muestra es que en el caso práctico en
sentido de que afirman, no lo que ocurrirá, sino lo que debería o
cuestión no se cumplió la condición ceteris paribus, y, por tanto, el hecho dis­
tendería a ocurrir, y sólo en este sentido sus proposiciones serán crepante no será más inconsistente con la ley económica de lo que pueda serlo
ciertas» (pág. 69, y también pág. 110). _ _ la no-correspondencia de un complejo fenómeno mecánico con lo que un novato
Siguen unas cuantas páginas excelentes sobre los múltiples sig­ que sólo conoce las leyes más elementales de la mecánica pueda considerar con­
nificados de la palabra inducción, incluyendo los dos sentidos del sistente con aquéllas. Una moneda que cae desde una altura llega al suelo antes
término que anteriormente hemos mencionado, en las que Cairnes que una pluma, y, sin embargo, nadie negará por ello la doctrina de que la
afirma que el Uso del método hipotético-deductivo, como distinto ^ aceleración generada por la gravedad es la misma para todos los cuerpos [Cair­
del método inductivo-clasificador, es un signo inequívoco de la ma­ nes, pág. 103n],
durez alcanzada por una disciplina (págs. 74-6 y 83-7). Debido a la
multiplicidad de factores que influyen en la vida económica, las ver­ Difícilmente encontraremos un ejemplo más claro del abuso que
dades hipotéticas de la Economía han de ir siempre acompañadas puede hacerse de la cláusula ceteris paribus, cuando ninguno de los
de «aquellas formas de verificación que la investigación económica cetera han sido especificados y mucho menos cuantificados.
fT
100 L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 101
Las leyes económicas, concluye Cairnes, «pueden ser refutadas ción directa a nuestra consciencia o nuestros sentidos, no podrán verse afectados
únicamente si se demuestra, o bien que los principios y condiciones por cualesquiera fenómenos que puedan aparecer durante nuestras posteriores
supuestos no existen, o bien si las tendencias que la ley deduce no investigaciones . . . ni se verá afectada tampoco la teoría que está fundamentada
se siguen como consecuencia necesaria de los supuestos de la misma» sobre este tipo de supuestos, siempre que el proceso de razonamiento utilizado
(página 110; y también pág. 118). En resumen, demuéstrese que los sea correcto. L a vínica alternativa que nos queda en este caso es suponer la
supuestos son poco realistas, o bien que existen inconsistencias lógi­ existencia de una causa perturbadora. E n el caso que nos ocupa, es decir, el de
cas, pero no se tome nunca la refutación de las predicciones como bajo qué circunstancias podemos suponer que existirá la renta de la tierra,
la consideración de dichas circunstancias no podrá afectar a nuestra fe en el
causa del abandono de una teoría económica, especialmente porque
hecho de que el suelo de cualquier país no será todo él igualmente fértil, y
en Economía sólo es posible deducir predicciones cualitativas (pági­ que la capacidad productiva . del suelo m ejor será limitada, ni debilitará, por
nas 119 y siguientes) 13. Como comprobación de que ésta no es una tanto, nuestra confianza en las conclusiones que se deducen de dicho hecho
interpretación indebida de lo que Cairnes quería decir, consideremos [páginas 202-03n],
su posición respecto de la teoría malthusiana de la población: la teoría
malthusiana es una ley tendencial y, por consiguiente, «no es incon­ Una y otra vez, hemos encontrado en Sénior, en Mili, en Cairnes,
sistente con la doctrina de que los medios de subsistencia puedan e incluso en Jevons, la idea de que la «verificación» no es una con­
aumentar, de hecho, con mayor rapidez que la población»; en reali­ trastación adecuada de la validez de las teorías económicas, de su
dad, estaba perfectamente dispuesto a admitir que «las investigacio­ verdad o falsedad, sino que será tan sólo un método que nos permita
nes posteriores demostraron que los medios de subsistencia habían establecer las fronteras de aplicabilidad de una teoría que es, en sí,
aumentado, de hecho, con mayor rapidez que la población, en la obviamente cierta. Verificamos con objeto de descubrir si las «causas
mayoría de los países y especialmente en todos los países en creci­ perturbadoras» pueden explicar las discrepancias que observamos en­
miento» (págs. 158 y 164). Y, sin embargo, la teoría malthusiana tre los obstinados hechos reales y los correctos razonamientos’ teóri­
es cierta. Además, añadía, sin ella no sería posible comprender los cos; si observamos discrepancias ha de ser porque la teoría ha sido
teoremas ricardianos (págs. 176-77), comentario que, por supuesto, erróneamente aplicada, pero la teoría en sí seguirá siendo válida.
nos proporciona la clave de su actitud metodológica defensiva res­ Y nunca se considera la cuestión de si existe alguna forma de demos­
pecto de las predicciones económicas. En otras palabras, Cairnes trar que una teoría es falsa 14.
adoptó el programa ricardiano de investigación y, por tanto, defendía
la teoría malthusiana como elemento indispensable de tal programa.
Un ejemplo más redondeará la argumentación. La teoría ricar­ Neville Keynes resume la cuestión
diana de la renta de la tierra no parece adecuada para predecir correc­
tamente lo que ocurrirá en el cultivo de las tierras nuevas de las La década de 1880 ha pasado a la historia del pensamiento eco­
colonias, y Cairnes reconocía este hecho. Este tipo de «fenómenos nómico como la década del famoso Methodenstreit entre Cari Menger
residuales» puede ser fatal para las ciencias físicas, pero no para la y Gustav Schmoller, cuando la influencia de la Escuela Histórica
Economía. Alemana alcanzó las costas británicas y proporcionó argumentos a
Cliff Leslie y John Ingram, los más vociferantes de los historiadores
Cuando una doctrina de las ciencias físicas consigue explicar hechos que nativos. El objetivo perseguido por John Neville Keynes en su The
«parecen inesperadamente en el curso de la investigación, esto se considera
Scope and Method of Political Economy (Contenido y método de la
siempre como una poderosa confirmación de la veracidad de dicha doctrina.
Prro los principios últimos de la Economía Política, al no haber sido estable-
Economía Política) (1891) era el de reconciliar la tradición de Senior-
i idos con base a este tipo de evidencia circunstancial, sino con base a la apela- Mill-Cairnes con las nuevas ideas de la Escuela Histórica, a partir
de las sugerencias contenidas en la tolerante discusión metodológica
expuesta por Henry Sidgwicfe en su obra Principies of Political Eco­
13 Cairnes negó su propia afirmación sobre la im posibilidad de hacer pre­
nomy (Principios de Economía Política) (1883). Pero aunque Keynes
dicciones cuantitativas exactas en Economía, con su trabajo empírico sobre los
efectos de los descubrimientos de oro en A ustralia; véase Bordo (1975), un
trabajo que, sin embargo, trata casi desesperadamente de asimilar la metodo-
14 E sta consideración es tan aplicable a M arx como a la corriente principal
l<>KÍa de Cairnes a la posición falsacionista moderna (Hirsch, 1978; Bordo, 1978).
de la economía clásica (véase Blaug, 1980, capítulo 2).
102 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica io

recomendaba a Adam Smith como el economista ideal por la forma ción con las propiedades físicas del suelo y la constitución fisiológica
en que logró combinar el razonamiento abstracto-deductivo con el del hombre»;^ y 5) que el homo economicus es una abstracción y
histórico-inductivo, su libro revela un intento sutilmente disfrazado que, por consiguiente, la «Economía Política es tan sólo una ciencia
de defensa del método abstracto-deductivo en Economía 15. Keynes de tendencias, y no de hechos consumados». Finalmente, añade — lo
hace esfuerzos para lograr que sus ideas resulten aceptables, subra­ que puede casi considerarse como una sexta tesis:
yando de continuo el hecho de que, incluso el método a priori de la
Economía Política clásica, empieza y termina con la observación em­ M ili, Cairnes y Bagehot insisten todos ellos, sin embargo, en que debemos
pírica, mientras recuerda a sus lectores que esos verdaderos pilares incluir la apelación a la observación y la experiencia, antes de que las leyes
del método abstracto-deductivo que fueron Mili y Cairnes hicieron hipotéticas de la ciencia puedan ser aplicadas a la interpretación y explicación
ambos contribuciones importantes al análisis histérico-deductivo en de los hechos concretos. Y a que en este momento debemos dilucidar hasta qué
punto . . . se ha de tener en cuenta el efecto de causas perturbadoras. La com­
sus estudios sobre la propiedad agrícola el primero y sobre el^ trabajo
paración con los hechos observados proporciona una contrastación de las conclu­
esclavo el segundo. Keynes pudo haber destacado la tradición hete­ y e s deductivamente obtenidas y permite establecer los límites de su aplica-
rodoxa británica que se había mantenido en contra de las ideas de bilidad [pág. 17; el subrayado es m ío].
Senior-Miü-Cairnes sobre la Economía, pero en vez de ello prefirió
enfrentar a Smith y Mili con Ricardo, como modelos de cómo aplicar
Su referencia a la Escuela Histórica, a la que caracteriza por man­
adecuadamente las reglas del método hipotético-deductivo.
tener una visión de la Economía «ética, realista e inductiva», es igual­
El libro se inicia con un resumen perfecto de la tradición de
Senior-Miü-Cairnes, que Keynes 16 (1955, págs. 12-20) consideraba mente sucinta: la Escuela Histórica niega todas y cada una de las
constituida por cinco tesis: 1) que es posible distinguir entre una cien­ cinco tesis de Senior-Mill-Cairnes y, además su actitud respecto de
cia positiva y un arte normativo de la Economía Política; 2) que los la intervención gubernamental en los asuntos económicos es aproba­
toria en vez de condenatoria (págs. 20-5) 17.
acontecimientos económicos pueden ser aislados, al menos hasta cierto
punto, de otros fenómenos sociales; 3) que la inducción directa a A Keynes le agradaba subrayar, como anteriormente dijimos, que
partir de hechos concretos, o el método a posteriori, resulta inade­ la Economía «empieza en la observación y termina con la observa­
cuado como punto de partida en Economía; 4) que el procedimiento ción» (pág. 227), y veía claramente el doble significado del término
inducción, según el cual «la determinación inductiva de las premisas»
correcto es el método a priori, que parte de «unos pocos hechos
fundamentales referentes a la naturaleza humana... tomados en reía, al inicio de la argumentación supone una operación lógica diferente
de «la verificación inductiva de las conclusiones» al final de la misma
15 E sto puede explicar el comentario un tanto enigmático hecho por Marshall (páginas 203-04n y 227). Aunque en ocasiones hizo la observación
en una carta a Foxwell: «E n cuanto al método, me considero a medio camino de que las premisas en Economía «suponen poco más que la refle­
entre Keynes + Sidwick 4- Cairnes y Schmoller + Ashley» (citado por Coase, xiva contemplación de ciertos hechos entre los más familiares y co­
1975, págs. 27-8). Pero M arshall fue un caso de teórico habilidoso que en todos tidianos» (pág. 229), su libro nos sirve para recordar una vez más
sus escritos sobre m etodología subrayó la necesidad de recoger y ordenar los
hechos, y que continuamente matizó el papel de la teoría abstracta (véase Coase, que, como dijo Viner (1958, pág. 328), «la introspección... era um­
versalmente considerada en el pasado, sea cual sea la moda vigente
O ’Brien (1975, págs. 66-8; y también 1970, págs. 96-8) pone a Hume, hoy en día, como una técnica “ empírica” de investigación, que se
Smith, Say y McCulloch en el mismo saco como grupo de inductivistas y los distinguía claramente de la intuición o de las ideas innatas». Para
contrasta con el grupo de los deductivistas ortodoxos, es decir, Ricardo, Sénior,
Torrens, Mili y Cairnes. Pero es dudoso que esta clasificación resista un examen Keynes la introspección no es sólo una fuente de premisas económi­
a fondo. H ay que subrayar también que Keynes tan sólo hace una referencia de
pasada a las protestas metodológicas que Richard Jon es realizó en solitario en la
década de 1830. Quizás en esta cuestión su instinto fue más acertado que el de 17 Sobre la Escuela H istórica en general, véase Schumpeter (1954, págs. 107-
los miembros de la Escuela H istórica Inglesa, que tenían a Richard Jones como 124) y Hutchison (1953, págs. 145-52). Sobre el M ethodenstreit en particular,
un pionero; en efecto, en su trabajo sobre la renta de la tierra, Jones, a diferen­ véase Hutchison (1973), quien concluye: «D e hecho, el M ethodenstreit no era
cia de en sus pronunciamientos programáticos, no mantiene un enfoque induc­ básicamente una lucha entre dos métodos, sino más bien un choque de intereses
tivo general de las cuestiones económicas, sino más bien una negación explícita respecto de cuál era el tema de estudio más interesante: los precios y el aná­
del supuesto ricardiano de competencia perfecta entre terratenientes (véase lisis de asignación de recursos o el desarrollo y cambio general de las economías
Miller, 1971). e industrias nacionales» (págs. 34-5).
104 L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 105

cas empíricamente fundada (págs. 173 y 223), sino que «la ley de operan de una forma predominante, en el mundo económico real»
los rendimientos decrecientes puede también ser contrastada por me­ (páginas 223-24; también 228-31 y 240n).
dio de la experimentación» (pág. 181). Sin duda es cierto que Keynes Sin embargo, no se nos ofrece evidencia alguna, fuera de un em­
nunca se planteó la cuestión de cómo la introspección, siendo por pirismo casual, en defensa de dicha proposición. Así pues, los fenó­
definición una fuente de conocimiento imposible de contrastar in­ menos que parecen contradecir la hipótesis del homo economicus
tersubjetivamente, puede llegar a constituir un verdadero punto de
son simplemente considerados como excepciones de la regla. En efec­
partida empírico para el razonamiento económico. Ni tampoco citó to, «el amor a un cierto país o a una cierta localidad, la inercia, la
ejemplo alguno de contrastación real de la ley de los rendimientos costumbre, el deseo de estima personal, el amor a la independencia
decrecientes a través de la aplicación de una cantidad variable de
o al poder, la preferencia por la vida campestre... se encuentran
factores a una cantidad fija de tierra, aunque tal contrastación había
entre las fuerzas que ejercen su influencia sobre la distribución de
sido intentada ya tiempo atrás por Heinrich von Thünen y varios la renta y que el economista puede sentir la necesidad de tener en
otros agrónomos alemanes. En cualquier caso, no se puede acusar cuenta» (pags. 129-31), y la doctrina de Mill-Cairnes referente a la
a Keynes, como se acusa a los economistas clásicos, de haberse in­ existencia de categorías no-competitivas de trabajo, es recomendada
ventado sus supuestos sin otra consideración que la de su convenien­ «como una modificación de la teoría del valor recibida... que pro­
cia analítica y de dar muy poca importancia al mayor o menor rea­ viene de la observación y que tiene por objeto poner las teorías eco­
lismo de aquéllos (véase Rotwein, 1973, pág. 365). nómicas en contacto más estrecho con los hechos del mundo real»
Keynes nos proporciona también evidencia adicional respecto del (página 227n).
tema de que el homo economicus era, en la economía clásica y neo­
Ciertamente, sólo cuando lleguemos a verificar las predicciones
clásica, una abstracción del «hombre real» y no del «hombre fic­ de una teoría económica seremos capaces de juzgar el grado de rea­
ticio». Como hemos visto, Mili insistió sobre la idea de que el homo lismo de un conjunto concreto de supuestos, y en este punto Keynes
economicus era una simplificación hipotética que aislaba un conjunto cita la Lógica de Mili: «L a base de la confianza que se tiene en una
seleccionado de motivaciones que de hecho influyen sobre la conducta ciencia deductiva concreta no está en el propio razonamiento a priori,
económica. Sénior estaba en esta cuestión más cerca de la idea mo­ sino en el acuerdo que pueda existir entre sus conclusiones y la ob­
derna de que se trata simplemente de un postulado de racionalidad, servación a posteriori» (pág. 321). Pero, incluso aquí, cubre su apues­
un supuesto de comportamiento maximizador sujeto a ciertas restric­ ta: «Podemos tener razones independientes para creer que nuestras
ciones. Cairnes, por su parte, retomó la posición de Mili, al subrayar premisas se corresponden con los hechos... a pesar del hecho de que
que la hipótesis del homo economicus está muy lejos de ser arbitra­ sea difícil obtener una verificación explícita de las mismas» (pág. 233).
ria, y posteriormente el homo economicus ha sido considerado de Además, puesto que «en todos los casos en los que se utiliza el mé­
formas diversas: como un axioma, como una verdad apriorística, como todo deductivo la cualificación ceteris paribus se encuentra presente
una proposición obvia, como una ficción útil, como un tipo ideal, en mayor o menor medida», no debemos «suponer que una teoría
como una construcción heurística, como un hecho indiscutible de ha sido derrocada porque los ejemplos de su operatividad no aparez­
nuestra experiencia y como el esquema típico de comportamiento can de forma patente ante el observador (págs. 218 y 233). Para
humano bajo el capitalismo (Machlup, 1978, capítulo 11). Ahora ilustrar la perversa influencia de las «causas perturbadoras», discute
bien, Keynes defiende con denuedo el realismo de la concepción del Keynes el fracaso de la derogación de las Leyes del Trigo, que no
homo economicus, en el sentido de que se supone que, en las condi­ consiguió generar la inmediata caída de los precios del mismo pre-
ciones de nuestro mundo moderno, el comportamiento económico dicha por Ricardo, y redondea su argumentación con una condena
tendente a defender los propios intereses predomina sobre las moti­ a Ricardo por desplegar una «indebida confianza en la absoluta y
vaciones altruistas y benevolentes (págs. 119-25). Las premisas de uniforme validez de las conclusiones por él alcanzadas», y por no
que la Economía parte, argumenta este autor, no se eligen en térmi­ tener en cuenta «el elemento tiempo» y «los períodos de transición,
nos de «como-si»: «aunque la teoría pura supone el funcionamiento durante los cuales se están desarrollando los efectos últimos de las
de ciertas fuerzas bajo condiciones artificialmente simplificadas, no causas económicas en juego» (págs. 235-36 y 238).
por ello deja de sostener que las fuerzas cuyos efectos investiga son A lo largo de estas páginas cruciales dedicadas a las «Funciones
la verae causae, en el sentido de que operan de hecho, y ciertamente de la observación en la utilización del método deductivo» en el li­
106 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 107

bro de Keynes se nos hace la sugerencia, indudablemente debida a Fue en este momento cuando Lionel Robbins decidió que era
la influencia de Marshall, de que no puede esperarse que la teoría hora de reformular en terminología moderna las ideas de Senior-
económica como tal genere predicciones directas, ya que es en reali­ Mill-Cairnes, con objeto de demostrar que lo que los economistas
dad «una máquina que produce análisis» y que debe ser utilizada ortodoxos habían hecho y estaban aún haciendo tenía sentido. Había,
en conjunción con una detallada investigación de las «causas pertur­ sin embargo, en la argumentación de Robbins elementos tales como
badoras» relevantes en cada caso (ver Hutchison, 1953, págs. 71-4; la famosa definición de la Economía en términos de medios-fines, y la
Hirsch y Hirsch, 1975). Keynes nos asegura que «la hipótesis de afirmación del carácter no-científico de toda comparación interperso­
la libre competencia... es aproximadamente válida para un gran nú­ nal de utilidad, que provenían de la tradición económica austríaca,
mero de fenómenos económicos» (págs. 240-41), pero no nos propor­ más que de la angloamericana w.
ciona guía alguna respecto de cómo hemos de determinar lo que se En una década que se destaca por las grandes controversias eco­
considera una aproximación válida en cualquier caso concreto. Su nómicas que en ella se desarrollaron, el Ensayo sobre la naturaleza
capítulo sobre «Economía Política y Estadística» resulta algo sim­ y significación de la Ciencia Económica de Robbins (1932) aparece
plista, y no menciona más técnica estadística que los diagramas. Por como una obra maestra polémica que hizo furor. Como deja bien
supuesto, la fase moderna de la historia de la Estadística, asociada claro el Prefacio a su segunda edición de 1935, el grueso de las reac­
con nombres como los de Karl Pearson, George Yule, William Gros- ciones que en su momento generó el Ensayo de Robbins se centró
set y Ronald Fisher estaba aún en sus comienzos en 1891 (Kendall, en el capítulo seis, con su insistencia en el carácter puramente con­
1968). Keynes asegura que la Estadística es esencial para la contras­ vencional de las comparaciones interpersonales de bienestar. Igual­
tación y verificación de las teorías económicas, pero no proporciona mente, en su argumentación en defensa de la neutralidad de la ciencia
un solo ejemplo de controversia económica que se hubiese resuelto económica respecto de los objetivos de la Política Económica, Robbins
recurriendo a la contrastación estadística, aunque no le hubiera sido fue ampliamente malinterpretado como detractor de las discusiones
difícil encontrar ejemplos adecuados en la obra de Jevons, Cairnes sobre política entre economistas. Por otro lado, su definición de la
y Marshall. En consecuencia, sus lectores se quedan con la impresión Economía, de tipo austríaco — «L a Economía es la ciencia que estudia
general de que, puesto que los supuestos en Economía son ciertos el comportamiento humano como una relación entre (una jerarquía
normalmente, sus predicciones también serán normalmente ciertas, dada de) fines y medios escasos susceptibles de usos alternativos»— ,
y que siempre que no lo sean, una investigación diligente de los he­ y que se refería a un aspecto, más que a un tipo, del comportamiento
chos nos revelará en cada caso las causas perturbadoras ad-hoc a las humano (Robbins, 1935, págs. 16-7; Fraser, 1937, capítulo 2; Kirz-
que podemos atribuir la discrepancia observada. ner, 1960, capítulo 6), pronto ganó terreno y encuentra eco hoy en
día en todos los libros de texto sobre teoría de los precios.
«E l principal postulado de la teoría del valor», enunció Robbins
El ensayo de Robbins (1935, págs. 78-9), «establece el hecho de que los individuos pueden
ordenar sus preferencias en una cierta escala y que, de hecho, esto
La esperanza expresada por Keynes y Marshall de que pudiese es lo que hacen». Este fundamental postulado es, al mismo tiempo,
producirse una reconciliación entre los defensores de posturas meto­ una verdad analítica apriorística, «un elemento esencial de nuestra
dológicas diferentes no habría de tener larga vida. El nuevo siglo concepción de la conducta en el terreno económico», y un «hecho
acababa de empezar cuando empezó a oírse en la lejanía el estruendo elemental de la experiencia» (págs. 75 y 76). Igualmente, el princi­
sordo del Institucionalismo Americano, y hacia 1914 los escritos de pio de decrecimiento de la productividad marginal, otra proposición
Thorstein Veblen, Mitchell y Commons habían generado toda una fundamental de la teoría del valor, se sigue tanto del supuesto de
escuela de inductivismo heterodoxo que cruzó el Atlántico; el insti­
tucionalismo creció y se afianzó durante la década de 1920, amena­ i® Robbins se distinguió entre los economistas de su época por citar con
zando en un determinado momento con convertirse en la corriente más frecuencia a autores austríacos y alemanes que ingleses o americanos. Sin
embargo, estaba profundamente influido por la obra de Wicksteed: Common
principal del pensamiento económico americano. Y , sin embargo, para Setise of Political Economy (E l sentido común en Economía Política) (1910),
la década de 1930 había prácticamente desaparecido ya, aunque re­ un intento pionero de incorporar las ideas de los austríacos a la teoría econó­
cientemente ha experimentado una cierta revitalización. mica británica.
108 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 109

que existe más de un factor de producción escaso como de la «simple operan en dicha situación», conclusión que ilustra después en tér­
e indiscutible experiencia» (págs. 77-8). Así pues, ambos son «pos­ minos de la teoría cuantitativa del dinero y de la teoría del ciclo
tulados cuya contrapartida real existe y nadie discute dicha existen­ económico (págs. 116-19). E incluye a continuación, como era de
cia... No necesitamos experimentos controlados para establecer su esperar, unas cuantas páginas sobre los peligros inherentes a toda
validez: de tal modo forman parte de nuestra experiencia diaria, que contrastación empírica de las predicciones económicas (págs. 123-27).
basta con enunciarlos para que sean reconocidos como obvios» (pá­ En su famoso y controvertido capítulo sexto, Robbins niega la
gina 79; también págs. 68-9, 99-100 y 104). En realidad, como Cair­ posibilidad de hacer comparaciones interpersonales de utilidad que
nes había dicho ya tiempo atrás, en este aspecto la Economía pre­ sean objetivas, porque éstas «nunca podrán ser verificadas por obser­
senta una ventaja sobre la Física: «En Economía, como hemos visto, vación o introspección» (págs. 136 y 139-41). En una crítica devas­
los componentes básicos de nuestras generalizaciones fundamentales tadora al uso de la introspección como fuente empírica de conoci­
nos resultan conocidos por comprensión inmediata, mientras que en miento económico publicada unos años después, en 1938, Hutchison
las ciencias naturales sólo son conocidos por inferencia. Hay muchas (1965, pags. 138-9) señala la contradicción lógica existente entre la
menos razones para dudar de la contrapartida real del supuesto de adopción de comparaciones /«/rapersonales de utilidad como base
preferencias individuales de las que hay para hacerlo del supuesto justificada de la teoría del consumidor y el rechazo de las compara­
del electrón» (pág. 105). Esto no es, por supuesto, sino la familiar ciones /«terpersonales de utilidad como base de la Economía del
doctrina del Verstehen, que siempre fue un ingrediente fundamental Bienestar. Y ciertamente, es curioso que Robbins esté dispuesto a
de las ideas económicas de la Escuela Austríaca. La doctrina del confiar tanto en el supuesto de que los demás tendrán aproximada­
Verstehen siempre va de la mano de la desconfianza hacia el mo­ mente la misma psicología que uno mismo como base de la teoría
nismo metodológico, y también encontramos esta característica en del valor, mientras que rechaza el mismo tipo de supuestos cuando
Robbins: «Probablemente es de esperar un daño menor de la insis­ se trata del bienestar de los demás. Dicho de otro modo, si no existe
tencia en las diferencias existentes entre las ciencias sociales y las método objetivo alguno para inferir nada acerca del bienestar de los
naturales que de la insistencia en sus semejanzas» (págs. 111-12). demás. Dicho de otro modo, si no existe método objetivo alguno para
Igualmente, siguiendo a Cairnes, Robbins niega que puedan pre­ inferir nada acerca del bienestar de los distintos agentes económicos,
decirse los fenómenos económicos en términos cuantitativos; incluso tampoco existirá método objetivo alguno que nos permita hacer infe­
las estimaciones de la elasticidad de la demanda, que parecen sugerir rencias acerca de las preferencias de los distintos agentes económicos.
lo contrario, son en realidad muy inestables (págs. 106-12). Lo que Así, el supuesto de que «los individuos pueden ordenar sus prefe­
el economista puede utilizar es el mero cálculo cualitativo, que, por rencias en una cierta escala y, de hecho, eso es lo que hacen», es sin
supuesto, puede ser aplicable o puede no serlo en cada caso concreto duda «parte de nuestra experiencia cotidiana», pero también es cierto
(páginas 79-80). Rechaza categóricamente la contención de la Escuela que ciertos comportamientos que también «forman parte de nuestra
Austríaca de que todas las verdades económicas son relativas respecto experiencia cotidiana» vienen a contradecir aquel supuesto: esque­
del tiempo y el espacio, derrama abundante desprecio sobre los ins- mas de consumo mantenidos rígidamente por costumbre, a pesar de
titucionalistas americanos — «ni una sola “ley” merecedora de tal las cambiantes circunstancias; compras orgiásticas o impulsivas que
nombre, ni una generalización cuantitativa de validez permanente, pueden ser totalmente inconsistentes con cualquier ordenación previa
ha surgido de sus esfuerzos»— y decididamente se adhiere a lo que de preferencias; consumos motivados únicamente por el deseo de
desde los tiempos de Sénior y Cairnes se ha considerado como la aprender sobre los propios gustos por experiencia, por no mencionar
concepción «ortodoxa» de la ciencia económica (págs. 114 y 82). el consumo motivado, no por las propias preferencias, sino por nues­
A continuación, Robbins contrasta los «estudios realistas» que tra percepción de las preferencias de otros, como en el consumo que
«contrastan la aplicabilidad de una respuesta cuando ésta se produce» se hace por seguir la corriente, la moda, o por esnobismo (Koopmans,
y las teorías «que son las únicas capaces de proporcionar soluciones» 1957, págs. 136-37). Los apriorismos no son ciertamente menos peli­
(página 120), y concluye así: «L a validez de una determinada teoría grosos en la teoría de la demanda que en la teoría de la economía
depende de su derivación lógica de los supuestos generales de los del bienestar.
que parte. Pero su aplicabilidad a una situación dada dependerá de Afortunadamente, en el caso de Robbins, disponemos por fin de
la medida en la cual sus conceptos reflejen de hecho las fuerzas que las reflexiones posteriores de un metodólogo acerca de sus pronun­
110 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica m

ciamientos en la materia. Casi cuarenta años después de la publica­ a diferencia de la típica ciencia natural, el material al que ha de aplicarse no
ción de su Ensayo publica Robbins su autobiografía, y en ella con­ resulta homogéneo en el tiempo en m ultiplicidad de aspectos. E l objetivo de
sidera retrospectivamente la acogida que tuvo su Ensayo sobre la un modelo consiste en segregar los factores relativamente constantes o semi-
permanentes de aquellos que son transitorios o fluctuantes, con objeto de
naturaleza y significación de la Ciencia Económica. Se muestra poco
desarrollar una forma lógica de pensamiento respecto de estos últimos, y de com­
convencido por las críticas que recibió, pero en perspectiva concede prender la secuencia tem poral a que darán lugar en casos concretos.
que había prestado poca atención al problema de la contrastación, L os buenos economistas son escasos porque el don de utilizar la «observa­
tanto de los supuestos como de las implicaciones de la teoría econó­ ción vigilante» para elegir buenos modelos, aun siendo algo que no requiere
mica: «E l capítulo dedicado a la naturaleza de las generalizaciones técnicas intelectuales muy especializadas, parece ser bastante escaso.
económicas adolece demasiado de lo que hoy en día se denomina En segundo lugar, y en contra de Robbins, creo que la Economía es esen­
esencialismo... fue escrito antes de que la estrella de Karl Popper cialmente una ciencia m oral y no una ciencia natural. E s decir, que emplea la
se elevase en nuestro horizonte. Si entonces hubiese conocido su pio­ introspección y los juicios de valor.
nera exposición del método científico... esta parte del libro hubiese
sido escrita de forma muy diferente» (Robbins, 1971, págs. 149-50;
también 1979). Los modernos austríacos
En realidad, esta primera hostilidad de Robbins hacia la investi­
gación cuantitativa no era un rasgo distintivo suyo, sino que era La idea de que las verdades económicas — basadas como están
ampliamente compartida por muchos de los principales economistas en postulados tan inocentes y plausibles como el consumidor maxi-
de la década de 1930; consideremos al respecto las observaciones mizador con una escala consistente de preferencias, el empresario
hechas por John Maynard Keynes (1973, págs. 296-7) en una carta maximizador que se enfrenta con funciones de producción que tienen
a Roy Harrod, escrita en 1938 (las referencias a Schultz se refieren a toda la forma y comportamiento que se les atribuye en los libros
Henry Schultz, cuya Theory and Measurement of Demand [Teoría de texto, y la existencia de una competencia activa tanto en los
y medición de la demanda], [ 1938] constituyó la piedra angular de la mercados de bienes de consumo como en los de factores producti­
naciente Econometría): vos— exigen verificación tan sólo para comprobar que son en efecto
aplicables a cada caso particular, nunca fue defendida con tanta dedi­
En mi opinión, la Econom ía es una rama de la Lógica, un método de pen­ cación y elocuencia como en el Ensayo de Robbins. Pero, en cualquier
samiento; y creo que tú no rechazas con suficiente firmeza los intentos «a lo caso, ésta iba a ser también la última vez en la historia del pensa­
Schultz» de convertirla en una ciencia pseudonatural. Se pueden hacer progresos miento económico en que las tesis verificacionistas serían defendidas
útiles simplemente utilizando nuestros axiomas y máximas, pero no iremos muy
en estos términos. En unos pocos años los nuevos vientos del falsa­
lejos a menos que construyamos modelos nuevos y mejores. E sto exige, como
tú dices, «una observación vigilante del funcionamiento real de nuestro sis­
cionismo, e incluso del operacionalismo, empezarían a soplar en el
tema». E l progreso en Econom ía consiste casi exclusivamente en la progresiva campo de la Economía, estimulados por el desarrollo de la Econo­
mejora lograda en la elección de m odelos... metría y por el avance de la economía keynesiana (a pesar de la poca
Pero en la esencia de un modelo está el que no sea posible atribuir valores simpatía con que Keynes veía las investigaciones cuantitativas). Por
reales a las variables de las funciones, ya que de hacerlo así lo inutilizaríamos supuesto, los viejos principios metodológicos, como los viejos solda­
como tal modelo, al hacerlo perder generalidad y su valor como método de dos, nunca mueren: tan sólo desaparecen. Y así, mientras que el
pensamiento. Por eso es por lo que creo que Clapham con sus cajas vacías está resto de los economistas profesionales rechazaron, a partir de la
llamando a una puerta equivocada, y creo también que los resultados que ob­ Segunda Guerra Mundial, la complacencia en las posturas verifica­
tenga Schultz, si es que obtiene alguno, no serán muy interesantes (ya que de cionistas, un pequeño grupo de los últimos economistas de la tradi­
antemano sabemos que no serán aplicables a otros casos que puedan surgir
ción austríaca han protagonizado una vuelta a una versión más ex­
en el futuro). E l objetivo de los estudios estadísticos no será tanto el tratar de
encontrar las variables que faltan desde el punto de vista de la predicción, sino
trema de la tradición de Senior-Mill-Cairnes.
el de contrastar la relevancia y validez del modelo. Esta escuela, la llamada Economía Austríaca Moderna, toma como
L a Economía está constituida por una ciencia que piensa en términos de modelos, no a Cari Menger o Eugen Bohm-Bawerk, sino a Ludwig
modelos, junto con el arte de elegir los modelos que son relevantes para nuestro von Mises y Friedrich Hayek. Estos autores se inspiraron en el ata­
mundo contemporáneo. Y tiene que ser una mezcla de estas dos cosas porque, que de Hayek en contra del «cientifismo», o monismo metodológico,
112 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 113

con su énfasis en el principio del individualismo metodológico, pero de equilibrio al que se dedican la mayor parte de los economistas
su inspiración más directa provino de la obra de von Mises: Human (Dolan, 1976, págs. 5-8 y 19-51) 20. Habría mucho que decir respecto
Action: A Treatise on Economics (1949), con su defensa de la pra- del cuarto y último de estos principios, que se deriva de la influen­
xeología, la teoría general de la acción racional, según la cual el su­ cia de Hayek sobre la Escuela Moderna Austríaca, pero los tres pri­
puesto de una acción individual consciente es un prerrequisito abso­ meros, que provienen de von Mises, dotan a la economía continental
luto para la explicación de cualquier tipo de comportamiento, inclu­ de un tufillo antiempírico, totalmente alejado del verdadero espíritu
yendo el comportamiento económico, que constituye en realidad un científico. En la década de 1920, von Mises hizo importantes contri­
principio sintético a priori que habla por sí mismo 19. Von Mises buciones a la economía monetaria, a la teoría de ciclo económico
adopta un apriorismo radical tan sin concesiones, que hay que leerlo y, por supuesto, a la economía socialista, pero sus escritos posteriores
para creerlo: «Lo que concede a la Economía su posición peculiar sobre los fundamentos de la ciencia económica son tan disparatados
y única en la órbita del conocimiento puro y de la utilización prác­ e idiosincráticos que nos preguntamos cómo es posible que alguien
tica de dicho conocimiento es el hecho de que sus teoremas concretos se los haya podido tomar en serio. Como Paul Samuelson (1972,
no son susceptibles de verificación o falsación alguna en el terreno página 761) dijo una vez:
de la experiencia... la medida última de la corrección o falta de
ella de un teorema económico es únicamente la razón, sin ayuda E n relación con la esclavitud, Thomas Jefferson dijo que, al considerar que
alguna de la experiencia» (von Mises, 1949, pág. 858; véase también existe un D ios justo en los cielos, temblaba por su país. Pues bien, en relación
páginas 32-41 y 237-38; Tothbard, 1957; Mises, 1978; Rizzo, 1978). con las exageradas pretensiones que solían sostenerse en cuanto al poder de la
deducción y el razonamiento apriorístico en Economía — hechas por los escri­
Junto con su apriorismo radical, Mises insiste en lo que él deno­
tores clásicos, por Karl Menger, por el Lionel Robbins de 1932 . . . por los dis­
mina el dualismo metodológico, la disparidad esencial de enfoque cípulos de Frank Knight y por Ludw ig von Mises— , yo tiemblo por la repu­
entre las ciencias sociales y las naturales, basado en la doctrina del tación de mi disciplina. Por fortuna, todo esto lo hemos dejado ya atrás.
Verstehen y en el rechazo radical de cualquier tipo de cuantificación,
ya sea de las premisas, ya sea de las implicaciones, de las teorías Sí, creo que realmente lo hemos dejado atrás.
económicas (Mises, 1949, págs. 55-6 y 347-49, y 863-64). Aunque
se dice que todo esto no es sino una continuación del enfoque de
Sénior, Mili y Cairnes, la idea de que incluso la verificación de los
supuestos resulta innecesaria en Economía es, como hemos visto,
una mixtificación y no una reformulación de la metodología clásica.
En resumen, los ingredientes esenciales de la metodología de esta
nueva rama de la economía austríaca, que cuenta entre sus adherentes
( on nombres como los de Murray Rothbard. Israel Kirzner y Ludwig
l.achmann, parecen ser los siguientes: 1) una insistencia absoluta en
el individualismo metodológico como un postulado heurístico a priori-,
2) una profunda desconfianza hacia todos los agregados macroeconó- 20 Para una buena biografía de los modernos economistas austríacos, véase
D olan (1976, págs. 224-27). Littlechild (1978, pág. 22), al establecer las carac­
micos, tales como la Renta Nacional o el Nivel General de Precios; terísticas de los modernos austríacos, observa que «n o hay dos austríacos que
3) una firme desaprobación de toda contrastación cuantitativa de las hayan estado completamente de acuerdo en cuestiones de m etodología... De
predicciones económicas y, en especial, el categórico rechazo de todo todos m odos, sí que ha habido un amplio acuerdo sobre su postura metodoló­
lo que suene de lejos a Economía Matemática y Econometría; y, por gica en general, acuerdo que Kirzner ha resumido como sigue: los economistas
austríacos son subjetivistas; subrayan la acción humana deliberada; no se sien­
último, 4) la creencia de que hay mucho más que aprender del estu­ ten muy felices con las construcciones que subrayan el equilibrio con exclusión
dio de cómo los procesos de mercado convergen hacia el equilibrio de los procesos de mercado; sienten una profunda desconfianza hacia los inten­
<|ue del interminable análisis de las propiedades de los estados finales tos de aplicar procedimientos de medición cuantitativa a la Economía; se mani­
fiestan escépticos ante las “ pruebas” empíricas de los teoremas económicos, y,
en consecuencia, expresan serias reservas respecto de la validez e importancia
19 F.stos mismos puntos de vista fueron expuestos anteriormente en su de una gran parte de los trabajos empíricos que la profesión económica realiza
(irundprobleme del Nationaloekonomie (1933). hoy en (fia».
C ap ítu lo 4 Parte I I . H istoria de la metodología económica 115

LOS FALSACIONISTAS: UNA HISTORIA tismos en todas sus formas, pero al atacar los postulados de la eco­
TOTALMENTE DEL SIGLO XX nomía ortodoxa, que según Mises y Robbins eran intuitivamente ob­
vios, fue demasiado lejos, invalidando así lo que pudo haber sido un
esfuerzo decisivo para la reorientación de la metodología de la Eco­
nomía de la posguerra.
Como punto central de la argumentación de Hutchison encontra­
mos la idea de que todas las proposiciones económicas pueden ser
clasificadas exhaustivamente entre proposiciones tautológicas y pro­
posiciones empíricas, siendo las primeras aquellas que no prohíben la
aparición de fenómeno alguno concebible en el mundo real, y siendo
las últimas aquellas que sí que prohíben la aparición en el mundo
real de al menos algún fenómeno concebible (1965, pág. 13). Sea
cual sea nuestra opinión acerca de tal clasificación dicotómica de las
proposiciones científicas — algunos filósofos modernos han cuestionado
el dogma positivista de que toda proposición puede ser claramente
clasificada entre las categorías de lógicamente necesaria, o proposición
«analítica», y lógicamente indeterminada, o proposición «sintética»
(Nagel, 1961, pág. 371)— , lo cierto es que Hutchison tendió a ca­
racterizar como tautologías la mayor parte de las proposiciones eco­
¿Ultraempirismo?
nómicas. Al hacerlo así, desdibujó la distinción, vital en Economía,
El año 1938 vio la publicación de The Significance and Basic entre aquellas proposiciones que son simplemente definiciones dis­
Postulates of Economic Theory (Significación y postulados básicos frazadas y aquellas que, aunque en principio son contrastables, están
de la Teoría Económica) de Terence Hutchison, y con ella se produjo formuladas de forma que deliberadamente impiden su contrastación.
la introducción explícita del criterio metodológico de falsabilidad Por ejemplo, las proposiciones metafísicas pertenecientes al «nú­
de Popper en los debates económicos. El hecho de que Hutchison cleo», tales como la creencia en que el sistema de precios invariable­
hubiese reconocido la importancia del criterio de demarcación de mente tiende a armonizar los intereses de todos los agentes econó­
Popper ya en 1938 resulta en sí mismo destacable, ya que la Logik micos, o la de que todos los agentes económicos actúan racionalmente
der Forschung de Popper (1934) era por entonces completamente en persecución de sus propios intereses, son en realidad proposiciones
desconocida, e incluso la famosa obra de divulgación de las ideas acerca del mundo real que, sin embargo, aparecen como irrefutables
filosóficas del Círculo de Viena de Ayer: Language, Truth and Logic incluso en principio, ya que no parece que prohíban la ocurrencia
(Lenguaje, verdad y lógica) (1936), ignoró por completo la signifi­ de acontecimiento alguno. Igualmente, Hutchison rechazó como tau­
cativa crítica de Popper al principio de verificación del significado. tológicas las proposiciones económicas que van acompañadas de cláu­
Hasta cierto punto, ni siquiera Hutchison se dio plena cuenta de lo sulas ceteris paribus no-especificadas (1965, pág. 42), mientras que,
novedoso del pensamiento popperiano; en efecto, aunque citó fre­ de hecho, se trata simplemente de proposiciones empíricas no-con-
cuentemente a Popper, estableció el criterio fundamental de que las trastables referidas al mundo real. Consideremos la dos proposiciones
proposiciones económicas que aspirasen al estatus de «científicas» siguientes: el establecimiento de un impuesto sobre los cigarrillos
deberían ser susceptibles, al menos en teoría, de contrastación empí­ tenderá, ceteris paribus, a elevar su precio, y la imposición sobre los
rica interpersonal, sin reconocimiento alguno hacia Popper en cuanto
a dicho criterio (Hutchison, 1965, págs. 10, 26-7, 48, 49, 126, (1941, pág. 735) mencionó a los em piristas británicos junto con Mach, Schlick
156) 21. El principal blanco de ataques de Hutchison esan los aprio- y Carnap en Viena, sin hacer referencia a Popper. Para un tratamiento posterior
de las cuestiones metodológicas en Economía, ofrecido por un filósofo de las
ciencias sociales que es Hutchison en todo, aunque expresado en un lenguaje
21 Resulta significativo que, al contestar unos años después a la pregunta
diferente, véase Kauffm an (1944, capítulo 16); tampoco este autor menciona a
de Frank Knight acerca de cuál era su punto de partida filosófico, Hutchison
Popper.
114
116 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 117

cigarrillos tenderá, ceteris paribus, a reducir su precio; estas dos ve reforzada por su respuesta a la posterior acusación de ultraempi-
proposiciones no pueden ser tautologías, porque son claramente in­ rismo que le dirigió Machlup. En efecto, en su libro (1978, pági­
compatibles entre sí. Tal como están enunciadas, ambas son propo­ nas 143-44) Machlup cita a Hutchison como ejemplo destacado de
siciones «sintéticas» acerca de la realidad, y ninguna de ellas es ultraempirismo, refiriéndose con este calificativo a aquellos que «in­
contrastable, ni siquiera en teoría, ya que el cetera no ha sido enu­ sisten en la verificación independiente de todos los supuestos a tra­
merado. Así pues, si una proposición es, en principio, falsable, pro­ vés de datos objetivos obtenidos por medio de la observación», y
hibirá algún acontecimiento o conjunto de acontecimientos concebi­ propone «un programa que parta de los hechos en vez de partir de
bles, pero la inversa no es cierta, ya que una proposición puede pro­ supuestos». Hutchison (1956) niega esta acusación de ultraempirismo
hibir la ocurrencia de algún conjunto concebible de acontecimientos y no encuentra dificultad alguna en demostrar que muchas de las
y ser, sin embargo, irrefutable incluso en teoría, como en realidad afirmaciones de su libro acerca de la importancia de la contrastabilidad
lo son todas las proposiciones tendenciales cuyas cláusulas ceteris se referían, no a los supuestos, sino a «las proposiciones finales» de
paribus no han sido especificadas. la Economía.
Esta crítica a Hutchison suscitó el trabajo de Klappholz y Agassi En cualquier caso, el grueso del contenido de su libro sugiere lo
(1967). En vez de la dicotómica clasificación de Hutchison entre contrario, e incluso su respuesta a Machlup, escrita casi veinte años
proposiciones analítico-tautológicas y proposiciones empírico-sintéti­ después que el libro, contiene indicios de que Hutchison seguía con­
cas, Kappholz y Agassi proponen una clasificación en tres grupos: vencido de que el trabajo empírico en Economía puede ser tan útil
1) proposiciones analítico-tautológicas; 2) proposiciones empírico- en la contrastación de los supuestos como en la de las implicaciones
sintéticas, y 3) proposiciones empírico-sintéticas que son contrasta- de las teorías. En consecuencia, Machlup argumenta que la contras­
bles, al menos en principio, con lo que se reduce el número de con­ tación directa de supuestos tan fundamentales como la maximización
ceptos económicos que caen dentro de la primera categoría y aumenta de la utilidad por parte de los consumidores y la maximización de
el número de los que caen dentro de la segunda. Hutchison, afirman los beneficios por parte de las empresas, a través, por ejemplo, de en­
estos autores, critica con frecuencia a los economistas por proponer cuestas que recojan las respuestas de un gran número de consumi­
tautologías, cuando en realidad están proponiendo afirmaciones em­ dores y empresarios, resulta «gratuita, si no engañosa»; ante esta
píricas no-contrastables: «A partir de su revisión de la Teoría Eco­ crítica, Hutchison (1956, pág. 481) contesta: «N o importa, en prin­
nómica se obtiene la impresión de que la mayoría de los economistas cipio, si la especificación de las condiciones de una contrastación de
de su época produjeron casi exclusivamente tautologías, y ello a este supuesto fundamental (el de racionalidad) se obtiene “ directa”
pesar de que su libro apareció dos años después de la publicación e “independientemente” , o trabajando “ indirectamente” hacia atrás,
de la Teoría General de Keynes, y Keynes se ocupó sin duda de cues­
desde las contrastaciones de las conclusiones para llegar a los supues­
tiones empíricas» (Klappholz y Agassi, 1967, pág. 28) 22.
tos de los que aquellas conclusiones se deducen.» En realidad, sí que
La principal prescripción metodológica de Hutchison es que la
importa, y mucho, e importa «en principio», ya que es precisamente
investigación científica en Economía debería dedicarse únicamente
a las proposiciones empíricamente contrastables. Desgraciadamente, en esta cuestión donde Hutchison se separa de Machlup y, como
se expresa de forma bastante vaga respecto de la cuestión de si la veremos, de Friedman y de su influyente artículo de 1953 Essay
exigencia de contrastabilidad se refiere a los supuestos o a las pre­ on the Methodology of Positive Economics (La metodología de la
dicciones de la teoría económica. En conjunto, parece subrayar más Economía Positiva). Machlup no se equivoca mucho al calificar al
la contrastación de los postulados, lo que hoy denominamos supues­ Hutchison de 1956, y con más razón aún al de 1938, como un
tos, como el propio título de su libro sugiere, y esta impresión se «ultraempirista recalcitrante» (Machlup, 1978, págs. 49.3-503).

22 Hutchison tenía toda la razón al argumentar que los economistas prote­


gían (y lo siguen haciendo) ciertas proposiciones empíricas sustantivas, por el De nuevo los apriorismos
procedimiento de presentarlas como si fuesen tautologías y definiciones (véase
Leontief, 1950; Klappholz y M ishan, 1962; y también Hutchison, 1960; Kapp­
holz y Agassi, 1960; Hutchison, 1966; Latsis, 1972, págs. 239-41; Rosenberg,
Si hemos de hacer justicia histórica al libro de Hutchison, sin
1976, págs. 152-55). embargo, habremos de recordar una vez más la fuerza que tenían
118 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 119

en la década de 1930 los apriorismos, es decir, el enfoque metodo­ ; Resulta curioso que Knight, que se había convertido en uno de
lógico que consideraba que la Economía es esencialmente un sistema los principales oponentes a la teoría austríaca del capital, siguiese
de deducciones puras obtenidas a partir de una serie de postulados j durante toda su vida sosteniendo puntos de vista metodológicos
provenientes de la experiencia interna, los cuales no se consideran tomados directamente de Mises y compañía (ver Gonce, 1972; Hirsch
sujetos a verificación externa alguna. En este contexto, la publica­ y Hirsch, 1976, págs. 61-5).
ción del libro de Hutchison fue saludada por una recensión vehe­ Hay que añadir que, en años recientes, Hutchison ha seguido
mente y bastante confusa de Frank Knight, que tenía la longitud insistiendo en la relevancia de las prescripciones metodológicas de
de un artículo, en la que éste expresaba su profunda irritación ante Popper en el campo de la Economía, aunque concediendo que la
lo que consideró como el «positivismo» de Hutchison, al tiempo que defensa del monismo metodológico puede ser casi tan peligrosa como
rechazaba la idea de que la verdad en Economía tenga nada que ver la del dualismo metodológico favorecido por los defensores de la
con la verdad en las ciencias naturales, mostraba su adhesión a la doctrina del Verstehen.
doctrina del Verstehen en Economía23, y concluía como sigue: «No
es posible “ verificar” proposición alguna referente al comportamiento E n relación con los puntos de vista sostenidos por m í en un trabajo anterior
de “ la Economía” por ningún procedimiento “ empírico” , si es que (The Significance an Basic Postulates of Economic Theory), sigo manteniendo
el criterio de contrastabilidad y falsabilidad en Economía. Sin embargo, aunque
definimos las palabras claves de esta frase como han de ser definidas
este trabajo puede ser considerado, en muchos aspectos, como un trabajo escép­
para que su uso tenga alguna relevancia y precisión» (Knight, 1956, tico, su «naturalism o» optim ista me parece ahora difícilmente defendible para
página 163; véase también 1964, pág. 168). Cuando Hutchison (1941) lo que se consideraba normal en 1938; es decir, la sugerencia de que las cien­
se reafirmó en sus posiciones, Knight volvió a la carga con el cate­ cias sociales pueden, y deben, desarrollarse sobre las mismas líneas que la Física
górico rechazo de que las proposiciones económicas referentes al com­ y demás ciencias naturales... M e parece profundamente engañoso el insistir
portamiento económico pudiesen ser contrastadas empíricamente, por­ sobre ciertas similitudes generales existentes entre las ciencias naturales y las
sociales (aunque tales similitudes ciertamente existen), y el afirmar que sus dife­
que el comportamiento económico está dirigido hacia unos fines
rencias son tan sólo «d e grado», sin dejar bien claro hasta qué punto esas
y, por tanto, su significación depende de nuestro conocimiento intui­ diferencias son importantes en la práctica (Hutchison, 1977, pág. 151; véase
tivo de su carácter deliberado: también págs. 57, 59-60; y Hutchison, 1965, págs. vii-x).

M i argumento era y es que el categórico contraste que el Sr. Hutchison y


tantos otros (? ) nos presentan, entre proposiciones susceptibles de contrastación
y «concepciones valorativas de sentido común», y su insistencia en que sólo
El opéracionalismo
las proposiciones del primer grupo son admisibles en teoría económica, es una
pretensión falsa y debe ser simplemente descartada. L os hechos contrastables En el mismo año en que Ayer popularizó el Positivismo Lógico
no son realmente Econom ía... E sta incapacidad de contrastar puede o no ser en su Language, Truth and Logic, Percy Bridgman reformulaba el
considerada como «lamentable»^- pero, en cualquier caso, esa es la realidad opéracionalismo metodológico en su obra The Nature of Phisycal
(Knight, 1941, pág. 753; véase también Latsis, 1972, págs. 235-36). Theory (La naturaleza de la Teoría Física) (1936). Un año después,
Paul Samuelson empezó a escribir su tesis doctoral sobre Foundations
of Economic Analysis (Fundamentos del Análisis Económico), que
23 Igualmente, Machlup (1978, págs. 152-53), al atacar el ultraempirismo de
Hutchison, declara: «E sta es, en realidad, la diferencia esencial entre las cien­
llevaba por subtítulo The Operational Significance of Economic
cias naturales y las sociales: que en estas últimas los hechos, los datos de la Theory (La significación operacional de la Teoría Económica). La te­
“ observación” , son también resultado de interpretaciones de las acciones huma­ sis fue finalmente publicada en 1948 e inmediatamente reconocida
nas por parte de otros seres humanos. Y esto impone sobre las ciencias sociales como un hito en Teoría Económica, no tanto a causa de su metodo­
una exigencia que no existe en el caso de las ciencias naturales, es decir, la logía como a causa de su demostración de que los supuestos norma­
exigencia de que todos los tipos de acción humana que se usan en los modelos
abstractos construidos con fines analíticos han de ser "com prensibles” para la les de maximización condicionada no son suficientes para derivar de
mayoría de nosotros, en el sentido de que seamos capaces de imaginar a perso­ ellos la mayor parte de las predicciones económicas: el método de es­
nas razonables actuando (al menos algunas veces) de la forma postulada por tática comparativa carecerá de contenido a menos que se especifique
el tipo ideal de conducta en cuestión.» su correspondiente sistema dinámico, y que se demuestre que dicho
Parte I I . H istoria de la metodología económica 121
120 L a metodología de la economía

sistema es estable: el llamado principio de correspondencia de Sa- pretación le resulta fácil demostrar que esto equivale a eliminar toda
muelson (Samuelson, 1948, págs. 262 y 284). formulación matemática de las teorías. Si, por otro lado, aceptamos
Uno de los objetivos centrales de su libro, nos dice Samuelson, operaciones mentales como las funciones matemáticas, argumenta
consiste en obtener «teoremas operacionalmente significativos» en Machlup, la fuerza metodológica del operacionalismo queda en entre­
Economía: «Por teorema significativo entiendo simplemente una hi-! dicho; en efecto, las teorías que únicamente incluyesen conceptos
pótesis sobre cuestiones empíricas que puede concebiblemente ser operacionales mensurables en términos físicos no serían otra cosa
refutada, aunque sólo sea en condiciones ideales» (pág. 4; tambiérl que generalizaciones de bajo nivel referentes a regularidades empí­
páginas 84, 91-2, 172, 220-21 y 257). Resulta bastante irónico, sin ricas (Machlup, 1978, capítulo 6, especialmente las págs. 179-83).
embargo, que éste no es el operacionalismo tal como normalmente Esto resulta tan obvio que no valdría la pena mencionarlo si no fuese
se entiende este término. La metodología del operacionalismo, taí por el impacto emotivo que adquiere el adjetivo de la expresión
como la establece Bridgman, se refiere fundamentalmente a la cons-* «teoría operacional», adjetivo que, en cualquier caso, es empleado por
trucción de una serie de reglas de correspondencia que se supone Samuelson como sinónimo de «empírica». Machlup (1963, págs. 56-7)
conectan los conceptos de la teoría abstracta con operaciones de me­ llega incluso a negar que el concepto de equilibrio merezca el cali­
dición física. La definición hace de teorema operacionalmente signi-í ficativo de «operacional» — «el equilibrio es una herramienta del
ficativo en Samuelson, es, en realidad, el falsacionismo popperiano análisis teorético, y no un concepto operacional, y los intentos de
expresado en el lenguaje del Círculo de Viena. obtener contrapartidas operacionales del mismo no se han visto co­
Continúa Samuelson estableciendo su fundamental distinción en­ ronados por el éxito»— , consideración que parece olvidar la impor­
tre el razonamiento estático comparativo, que desde entonces ha dado, tancia del cálculo cualitativo. La idea de equilibrio no es, cierta­
en denominarse cálculo cuantitativo, y el cálculo cualitativo. Pocas mente, sino la predicción que las contrapartidas observables en el
veces es posible en Economía especificar la magnitud de la variación mundo real de las variables endógenas de los modelos económicos
de una o más de sus variables exógenas, pero hemos de insistir como se mantendrán constantes en tanto en cuanto se mantengan constantes
requerimiento mínimo, arguye Samuelson, en que al menos sea posii las contrapartidas en el mundo real de las variables exógenas del
ble determinar el signo algebraico de la variación: «La utilidad de modelo (Finger, 1972). En resumen, una teoría operacional será sim­
nuestra teoría surge del hecho de que, por medio de nuestro análisis,' plemente una teoría falsable. Sin mencionar el nombre de Samuelson,
con frecuencia nos vemos capaces de determinar la naturaleza de las el propio Machlup parece implicar algo semejante cuando dice:
variaciones que experimentan nuestras incógnitas a consecuencia de N o es fácil saber qué es lo que realmente quieren decir con el término los
determinadas variaciones de uno o más parámetros. De hecho, nues­ economistas que utilizan la frase de «teoría operacional». N o encontramos en
tra teoría carecería de sentido en el sentido operacional si no impli­ ellos ilustraciones ni ejemplos que aclaren dicho término . . . E s posible que los
case algún tipo de restricción sobre las cantidades observables, que economistas, al abogar por una «teoría operacional», quisiesen decir . . . que
sirva de base para una posible refutación de aquélla» (pág. 7; tam­ las teorías deberían tener una relación suficiente con el mundo real, con los
bién págs. 19, 21, 24 y sig-., 257 y 350-51). De su aplicación del datos de la observación, y que esa relación sería «suficiente» si nos permitiese
criterio del cálculo cualitativo a algunos de los pilares de la teoría la verificación por comparación con la evidencia empírica (1963, pág. 66).
recibida del pasado Samuelson concluye que el contenido empírico
de la moderna teoría del consumidor es escaso (págs. 90, 92, 97-8, ¡Exactamente!
117 y 172) y se manifiesta igualmente escéptico respecto de laá prin­ r Donald Gordon (1968) hace un esfuerzo más prometedor en cuan­
cipales proposiciones de la «nueva teoría del bienestar» que intenta to a precisar el significado del operacionalismo en Economía. Empieza
formular hipótesis significativas sobre el bienestar sin recurrir a las este autor de forma similar a como lo hace Bridgam, definiendo la
comparaciones interindividuales (págs. 244 y 249). proposición operacional como aquella que afirma o implica una ope­
Machlup ha ridiculizado insistentemente la idea de un programa ración que, en principio, podría realizarse, y cuyos resultados cons­
de investigación operacionalista en Economía. En una lectura poco tituirán la contrastación de la proposición. Pero permite la «opera­
caritativa (y probablemente poco justa también) de Bridgam, Mach­ ción» de la introspección, además de las operaciones físicas de reco­
lup interpreta el operacionalismo como el abandono de toda cons­ ger, compilar y computar (1968, págs. 48-9) — al igual que Bridgam
trucción mental en la elaboración de teorías, y a partir de esta inter­ admitía los experimentos mentales de lápiz-y-papel— , a consecuencia
122 L a m etodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 123

de lo cual su definición de opéracionalismo resulta casi imposible de deremos la conocida argumentación con la que algunos profesores de
distinguir de la definición popperiana de la falsabilidad. Aplica des­ primer curso de Economía «demuestran» la proposición de que la
pués Gordon el principio de correspondencia de Samuelson para propensión marginal al consumo del modelo macroeconómico keyne-
reinterpretar la definición que este autor hace de teorema operacio- siano debe ser menor que la unidad; en efecto, se dice, si fuese igual
nalmente significativo, como sigue: si una relación funcional entre o mayor que la unidad el multiplicador keynesiano sería por defini­
variables observables ha de tener significación operativa, debe de­ ción infinito, en cuyo caso el modelo presentaría las características
mostrarse que dicha función es dinámicamente estable; la prueba dinámicas de una situación de inestabilidad explosiva; pero en el
de la estabilidad de una función estará en la aplicabilidad a la mis­ mundo real no observamos tal inestabilidad explosiva y, por tanto,
ma del cálculo cualitativo, lo cual implica a su vez que la correspon­ la propensión marginal al consumo ha de tener un valor menor que la
diente cláusula ceteris paribus esté sujeta a restricciones definidas. unidad, c.q.d. En una réplica a Gordon en relación con este tipo de
Así pues, en la interpretación usual de las curvas de demanda, argumentación, Samuelson (1966, págs. 1769-70) se retracta un tanto
donde mantenemos constantes los gustos de los compradores, así de su anterior optimismo de los Fundamentos. El principio de corres­
como sus rentas y los precios de los demás bienes complementarios pondencia, explica, será, en el mejor de los casos, un instrumento
o sustitutivos del bien en cuestión, las rentas y precios dados son heurístico y «en los Fundamentos... di un salto delante como hom­
el cetera que restringe la curva de demanda a ciertas situaciones bre de la calle y empirista casual al afirmar que, en mi opinión, la
empíricamente observables, mientras que el supuesto de gustos dados hipótesis de estabilidad dinámica era una hipótesis “ realista” . Ya no
es una hipótesis empírica en el sentido de que la curva de demanda estoy tan seguro de esto... nuestros sistemas teóricos son siempre
no se desplazará, o se desplazará en pequeña medida, durante el representaciones idealizadas del mundo real, en las que se ignoran
período relevante. De ello se sigue que, en principio, no existe dis­ muchas variables presentes en él, y puede que sean precisamente esas
tinción válida entre el cálculo cuantitativo y el cualitativo. Si somos variables que ignoramos las que lo mantienen estable».
capaces de hacer predicciones cualitativas acerca de la demanda de El cálculo cualitativo y el principio de correspondencia han sido
un producto será porque su curva de demanda no se desplaza du­ posteriormente desarrollados y utilizados para la contrastación de las
rante el período de observación, en cuyo caso podremos predecir teorías económicas (ver, por ejemplo, Archibald, 1961, 1965; Lan-
también su pendiente y elasticidad en términos- cuantitativos. Por caster, 1962 y 1966a), pero el insistir ahora sobre estas cuestiones
otro lado, si no podemos hacer predicciones cualitativas sobre la sería adelantarnos a nuestra historia. Nos corresponde ahora prestar
demanda porque la curva de demanda experimenta desplazamientos, atención a la pieza central de la metodología económica de la pos­
tampoco podremos hacer predicciones cualitativas acerca de las va­ guerra, el trabajo sobre cuestiones metodológicas que prácticamente
riaciones de la demanda. En la práctica, sin embargo, la distinción todos los economistas de hoy han leído en algún momento de su
entre el cálculo cuantitativo y el cualitativo resulta vital para la exi­ carrera: mé refiero al «Ensayo sobre Metodología de la Economía
gencia de significación operativa, o mejor dicho, en mi opinión, para Positiva» de Milton Friedman (1953). La tesis central de este trabajo
la exigencia de falsabilidad (Gordon, 1968, págs. 50-1). afirma que los economistas no deberían preocuparse de adoptar su­
El principio importante que parece quedar establecido con esta puestos «realistas», proposición que generó una tormentosa contro­
discusión es el de que podremos inferir la existencia de algo semejante versia que tardó casi una década en desvanecerse24, y la argumenta­
a una función de demanda bien definida y con inclinación negativa
para la mantequilla, siempre que: 1) podamos predecir correctamente 24 Tan famosa se ha hecho la tesis de Friedman, que se ha convertido in­
cluso en tema central de chistes muy conocidos. O ’Brien (1974, pág. 3) dice
el signo algebraico de la variación que se producirá en la cantidad que los estudiantes de la Universidad de Belfast le contaron el siguiente chiste
demandada de mantequilla ante una variación de precio, y 2) tenga­ (yo oí la misma historia en una reunión de economistas en Bangkok, cuatro
mos buenas razones para suponer, con la ayuda del principio de años antes): «U n economista, un ingeniero y un químico se encuentran juntos
en una isla desierta y disponen de una gran lata de jamón de York, pero no de
correspondencia, que el mercado de la mantequilla es dinámicamente abrelatas. Después de varios infructuosos ejercicios de ciencia aplicada por parte
estable. En sus Fundamentos, Samuelson se basa con frecuencia en del ingeniero y del químico que intentaban abrir la lata, ambos se volvieron
un empirismo casual a la hora de satisfacer la condición 2), dejando irritados hacia el economista, que les había estado observando todo el tiempo
así a la condición 1) el papel fundamental en la obtención de teore­ con una sonrisa de superioridad en los labios. “ ¿Q ué haría usted ?” , le pregun­
taron, a lo que el economista contestó tranquilamente: “ Supongamos que tene­
mas operacionalmente significativos. Para ilustrar este punto, consi­ mos un abrelatas.” »
124 La metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 125

ción de Friedman es tan sutil que aún hoy es difícil encontrar dos No está en absoluto claro, como muchos comentaristas han seña­
economistas que estén de acuerdo sobre qué es exactamente lo que lado (Rotwein, 1959, págs. 564-65; Melitz, 1965, págs. 40-1; Nagel,
dijo Friedman. Esto ocurre, en parte, porque el ensayo mantiene dos 1961, pags. 42-4 y 1968), lo que se entiende por «realismo» de los
tesis diferentes, que son presentadas la una como corolario de la supuestos. A veces se dice que los supuestos de una teoría económica
otra, aunque en realidad poco tienen que ver entre sí. son «poco realistas», en el sentido de que son abstractos. Como he­
mos visto, este es sin duda uno de los sentidos que le da Friedman:
los supuestos «realistas» serán descriptivamente exactos en el sen­
La tesis de la irrelevancia-de-los-supuestos tido de que tienen en cuenta todas las variables relevantes al caso
y rehúsan dejar ninguna fuera. Friedman, por supuesto, no encuentra
Inicia Friedman su ensayo con la vieja distinción de Senior-Keynes- dificultad alguna en demostrar que absolutamente todas las teorías
Cairnes entre Economía positiva y normativa, continúa afirmando la que no sean una réplica exacta de la realidad, idealizan el compor­
unidad metodológica esencial de todas las ciencias físicas y sociales, tamiento de los agentes económicos y simplifican las condiciones
incluyendo las partes positivas de la economía, y prosigue con una iniciales supuestas, siendo, por consiguiente, descriptivamente inexac­
exposición de las características de esa metodología unitaria (a pesar tas. Tampoco encuentra dificultades en demostrar que, si la simpli­
del tono popperiano del pasaje, no hace referencia explícita a Popper cidad es un criterio deseable para evaluar las teorías, toda buena
ni a ningún otro filósofo de la ciencia): teoría habra de incurrir necesariamente en idealizaciones y simpli­
ficaciones.
Consideradas como un cuerpo de hipótesis sustantivas, las teorías han de Pero los supuestos de las teorías de las ciencias sociales, como la
ser juzgadas por su poder predictivo respecto del tipo de fenómenos que inten­ Economía, pueden calificarse de «realistas» en otro sentido, es decir,
tan «explicar». Sólo la evidencia fáctica puede demostrar si aquéllas son «correc­ en el sentido de si adscriben a los agentes económicos motivaciones
tas» o «falsas», o mejor aún, si deben ser provisionalmente «aceptadas» como que nosotros, como seres humanos, encontramos comprensibles. La
válidas o «rechazadas». Como explicaré con más detalle más adelante, la única doctrina del Verstehen nos dice que esto es un desiderátum de la
prueba relevante de la validez de una hipótesis (nótese que dice «la única») teorización en ciencias sociales. Friedman, en la última parte de su
es la comparación de sus predicciones con la experiencia. L a hipótesis será
ensayo, se basa en esta interpretación de la frase «realismo de los
rechazada si la experiencia las contradice («frecuentem ente», o con mayor fre­
cuencia que las predicciones de otras hipótesis alternativas); y será aceptada si
supuestos» y la rechaza tan categóricamente como rechaza la inter­
sus predicciones no quedan contradichas; si una teoría ha sobrevivido a una pretación de la exactitud descriptiva: el que los empresarios testifi­
gran cantidad de oportunidades de ser contradicha, tendremos una gran con­ quen que persiguen la maximización de sus beneficios, o incluso el
fianza en ella. L a evidencia fáctica nunca puede «p rob ar» una hipótesis; sólo que reconozcan o no el sentido de la cuestión que se les plantea, no
puede no-desaprobarla, que es lo que generalmente queremos decir cuando deci­ supone contraprestación alguna del «realismo» de lo que él deno­
mos, de forma algo inexacta, que una hipótesis ha sido «confirm ada» por la mina «la hipótesis de la maximización del rendimiento», ya que un
experiencia [Friedm an, 1953, págs. 8-9]. proceso darwiniano de rivalidad competitiva garantiza que sólo aque­
llos que los maximizan lograrán sobrevivir. Bajo una amplia gama
Rápidamente, pasa Friedman a exponer su principal blanco de de circunstancias, escribe, «los individuos se comportan como-si
ataques, la idea de que la conformidad de los supuestos de una teoría estuviesen persiguiendo racionalmente la maximización de sus rendi­
con la realidad proporciona un medio de contrastación de la misma mientos esperados... y tuviesen pleno conocimiento de los datos ne­
adicional y diferente al de la contrastación de sus predicciones. Esta cesarios para lograr su intento» (pág. 21). Podemos ahora releer la
extendida idea, escribe, «es fundamentalmente errónea y generadora frase de Friedman: «para ser importante... una hipótesis debe ser
de graves inconvenientes» (pág. 14). No sólo es innecesario que los descriptivamente falsa en sus supuestos», en el sentido de que las
supuestos sean realistas, sino que el que no lo sean es una positiva hipótesis han de imputar a los agentes económicos motivaciones del
ventaja: «para tener importancia... una hipótesis debe ser descripti­ tipo como-si, que éstos no pueden mantener de forma consciente
vamente falsa en sus supuestos» (pág. 14). Esta rimbombante exa­ (sería como suponer que los jugadores de billar calculan el ángulo
geración es lo que Samuelson ha denominado «la versión extrema y aceleración de las bolas cada vez que consiguen meter una en el
de la característica-F». agujero); lo que importa es si una teoría basada en motivaciones del
1 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 127

tipo como-si tiene, de hecho, capacidad predictiva. Se trata del re­ vez que eliminamos cualquier referencia al campo de aplicación de
chazo más categórico imaginable de la doctrina del Verstehen, y una teoría, ésta se hace incontrastable, ya que cualquier refutación
equivale a una metodología del instrumentalismo: las teorías son puede ser rechazada sobre la base de que la aplicación hecha no fue
únicamente instrumentos para hacer predicciones o, aun mejor, ma­ correcta. Pero, habiendo introducido esta importante clarificación
pas de inferencia que justifican las predicciones que hacemos (Codd- metodológica, Friedman pierde inmediatamente la razón que tenía
ington, 1972, págs. 12-13). Así pues, la formulación de tipo como-si al admitir que la teoría de la competencia perfecta es aplicable a
de las hipótesis económicas no sólo rehúsa ofrecer mecanismo causal cualquier empresa, dependiendo de las circunstancias: «No existe
alguno que relacione el comportamiento de las empresas con la ma- inconsistencia alguna en considerar a la misma empresa como un
ximización de los beneficios, sino que excluye explícitamente la posi­ competidor perfecto para unos problemas y como un monopolio para
bilidad de una explicación de este tipo. otros» (pág. 36; véase también pág. 42). Es decir, que Friedman se
Pero existe un tercer sentido en el que podemos sostener que vuelve de nuevo a la interpretación instrumentalista extrema de las
los supuestos de las teorías son «poco realistas», y es quizás esta teorías económicas25.
interpretación la que tienen in mente la mayoría de los críticos de Despues de hacer la distinción de los tres sentidos en los que los
Friedman. Me refiero al caso en que se cree que los supuestos son, supuestos pueden ser considerados como realistas o irrealistas, hay
o bien falsos, o altamente improbables, a la luz de la evidencia di­ que añadir que Friedman agrava considerablemente el problema de
rectamente observada sobre el comportamiento economico (por ejem­ concreción de su significado, escribiendo todo el tiempo a lo largo
plo, cuando se observa que las empresas practican una regla empírica de su ensayo la palabra «supuestos» entre comillas, sin la menor
fija para determinar los precios de sus productos, independientemente consideración hacia el diferente estatus lógico de los distintos tipos
de las circunstancias económicas). Sin embargo, aun manteniendo su • de supuestos. Ni siquiera distingue explícitamente entre condiciones
rechazo de la necesidad de contrastar directamente los supuestos, iniciales, hipótesis auxiliares y condiciones limitativas. Como ha se­
Friedman admite el «Uso de los Supuestos como Contrastacion indi­ ñalado Archibald (1959a, págs. 64-5), los supuestos en Economía
recta de una Teoría», por citar el título de una parte importante de pueden referirse a: 1) proposiciones sobre las motivaciones, como
su ensayo que generalmente se olvida (págs. 26-30). Es decir, los j las de maximización de la utilidad o los beneficios; 2) proposiciones
supuestos de una teoría considerada como falsa con base a un empi- j sobre el comportamiento real de los agentes económicos; 3) propo­
rismo casual, pueden figurar como implicaciones de otra teoría más siciones sobre la existencia y estabilidad de ciertas relaciones fun­
amplia, cuyas implicaciones pueden ser contrastadas, o lo han sido j cionales; 4) restricciones sobre el conjunto de variables a tener en
ya, en cuyo caso puede demostrarse que dichos supuestos son falsos | cuenta; y 5) condiciones bajo las cuales se supone que la teoría es
en un determinado contexto, pero no en otros posibles. j
Esto nos enfrenta con la importante cuestión de cuál es el papel I
ablem,e nte estaremos todos de acuerdo con Archibald (1963, pági-
de los supuestos en la construcción de las teorías: este papel consis­ | ñas 69-70) cuando argumenta: «Supongam os que podemos predecir con éxito
tirá, entre otras cosas, en especificar el campo de aplicación de dicha alguna parte del comportamiento de una unidad económica, utilizando la teo­
teoría. Como Friedman observa con razón: «el uso enteramente vá­ ría A , y otra parte del mismo utilizando la teoría B ; y que allí donde A acierta
lido de los “ supuestos” para especificar las circunstancias en las que j s.e e<3ulv°c a , y viceversa. Una forma de interpretar esta situación consiste en
decir que disponemos de diferentes teorías para diferentes problemas, mientras
una teoría se mantiene, se interpreta con frecuencia erróneamente que otra torma de interpretarla consistiría en considerar que tanto A como B
en el sentido de que los supuestos pueden utilizarse para determinar están refutadas. ¿Cóm o procederem os? M i opinión es que tanto las predicciones
las circunstancias en las que una teoría sena aplicable» (pág. 19). ° e A como las de B forman parte de nuestro fondo de conocimientos
En otras palabras, no deberíamos examinar los supuestos de la teoría utues, disponibles para fines que yo llamo ingenieriles, pero que tanto A como
O, en cuanto que hipótesis científicas, están refutadas. Podríamos entonces in­
de la competencia perfecta para ver si ésta es aplicable a la indus­ tentar la construcción de una teoría más general, que incorpore a A y a B y
tria de los cigarrillos, porque si la teoría está correctamente formu­ una parte de dicha teoría consistiría en la especificación de las circunstancias
lada la especificación de las circunstancias bajo las cuales es aplicable bajo las cuales se mantendría cada subteoría. Tal teoría nueva sería susceptible
constituirá un componente esencial de la misma; sabemos ya de ante­ de refutación, puesto que dicha especificación puede ser errónea. En el caso de
la mezcla monopolio-competencia, mi alegato es precisamente que se trata de una
mano que la teoría de la competencia perfecta no es aplicable a la mezcla ad boc y no de una teoría más general que incluya la correspondiente
industria, altamente concentrada, de la fabricación de cigarrillos. Una pecincacion, con lo que dicha teoría no es susceptible de refutación.
j2 g L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 129

aplicable. La cuestión del realismo de los supuestos se plantea clara­ «que, aunque tienen significación empírica, no requieren contrastación
mente de forma muy distinta para cada uno de estos cinco tipos de empírica independiente» (pág. 147). Y no es sólo que estas con tes­
supuestos. taciones directas, independientes, sean «gratuitas», añade Machlup,
Igualmente, Melitz (1965, pág. 42) distingue entre supuestos sino que incluso son «engañosas», ya que «el supuesto fundamental
«auxiliares», que se usan en conjunción con una hipótesis teórica, (de maximización) debe entenderse como una idealización que utiliza
con objeto de deducir sus consecuencias lógicas, y supuestos «gene­ elementos tan alejados de los conceptos operacionales que su refu­
rativos», que sirven para deducir la propia hipótesis. A pesar del tación testimonial ha de quedar excluida» (pág. 147). Esto no signi­
hecho de que cada supuesto puede servir en cualquiera de estos dos fica que sea inviolable, nos asegura Machlup, porque puede ser re­
aspectos, dependiendo de la predicción concreta que estemos^ consi­ chazado junto con el sistema teórico del que forma parte, si existe
derando, algunos de los supuestos más utilizados en Economía fun­ otro sistema satisfactorio disponible.
cionan normalmente en uno de los papeles más que en el otro; en t En resumen, Machlup adopta el punto de vista de que una teoría
efecto, la cláusula ceteris paribus es un supuesto auxiliar típico,; nunca quedará completamente desacreditada, incluso en contextos
mientras que la maximización de beneficios es típicamente un su-: en los que se sabe que sus supuestos fundamentales son falsos, a
puesto generativo. Aunque el «realismo» puede ser relevante para menos que exista la posibilidad, o la oferta de hecho, de una nueva
ambos tipos de supuestos, las discrepancias que puedan existir entre teoría que la mejore. Admite que el supuesto de maximización con­
los supuestos auxiliares y la realidad serán más serias para la con­ sistente de la utilidad y los beneficios es contrario a los hechos en
trastación de una teoría que la falta de «realismo» de los supuestos lo que se refiere a algunos consumidores y algunos empresarios (pá­
generativos, ya que estos últimos son normalmente susceptibles de gina 498), pero el problema, tal como él lo ve, consiste en que no
diversas interpretaciones alternativas. Baste dejar claro aquí que toda podemos saber cual es la significación de las desviaciones de la con­
la tesis de la irrelevancia de los supuestos se ha visto desde el prin­ ducta maximizadora, excepto en el contexto de predicciones especí­
cipio contaminada por el uso indiscriminado del término supuestos.. ficas. Por tanto, deberíamos «aceptar el supuesto de conducta maxi-
Machlup, acudiendo en ayuda de Friedman, distingue toda una! mizadora como un postulado heurístico, y tener siempre en cuenta
clase de supuestos, postulados o hipótesis fundamentales: los «prin-í que las deducciones que hagamos sobre esta base pueden a veces
cipios heurísticos» (porque sirven de útil guía en el análisis), «postu­ alejarse bastante de los datos observados. En otras palabras, podemos
lados básicos» (porque por el momento no han sido contestados), las* contrastar empíricamente si los resultados generados por la acción
«ficciones útiles» (porque no necesitan adecuarse a «los hechos», sino de la gente se encuentran la mayor parte del tiempo razonablemente
que son útiles solamente en razonamientos del tipo como-si), «reglas; cerca de lo que sena de esperar en el caso en que la gente se com­
de procedimiento» (porque son resoluciones acerca de los procedimien-, portase siempre como irrealísticamente se supone que lo hace» (pá­
tos analíticos a seguir), «supuestos definitorios» (porque son consi- gina 498) Esto divide el terreno metodológico, según Machlup,
derados como convenciones puramente analíticas) (Machlup, 1978, entre los aprioristas radicales, como Mises, Knight y Robbins en un
página 145). En cualquier teoría, estos tipos de supuestos funda­ extremo y los ultraempiristas como Hutchison en el otro, y con
mentales vienen acompañados de lo que este autor denomina «con­
diciones supuestas», es decir, condiciones iniciales específicas, como ^ Igualmente, Bear y Orr (1967, pág. 195), sin apoyar totalmente la tesis
el tipo de caso, el tipo de ambiente y el tipo de economía a la que de irreievancia-de-Ios-supuestos, argumentan que éstos resultan difíciles de con­
trastar en fcconomia y que, por consiguiente, podemos legítimamente considerar
la teoría ha de aplicarse y de las que se obtendrán unos resultados , en un enfoque de segunda mejor alternativa (de second best), que los supuestos
para la contrastación (págs. 148-50). Machlup está de acuerdo en que no contradicen abiertamente ninguna observación son correctos, y proceder
que, para verificar una teoría (siempre habla de verificación y no de en consecuencia a contrastar directamente las predicciones. «Categóricamente
falsación), las «condiciones supuestas» deben corresponderse con afirmamos», dicen estos autores, «que es erróneo rechazar las predicciones del
situaciones observables, pero excluye de tal escrutinio todos los su-£ modelo de competencia perfecta sobre la base de que no se cumple alguna
de las cuatro o cinco condiciones intermedias racionalizadas que los libros de
puestos fundamentales. El supuesto de que los consumidores sonl texto senalan como definitorias de la competencia perfecta. Tal rechazo sería
capaces de ordenar sus preferencias en una escala consistente y elijl Mi error, a causa de las dificultades con que nos encontramos a la hora de esta­
de que los empresarios prefieren un beneficio mayor a uno menor blecer con qué amplitud o con qué significación varía cada situación real res­
en condiciones de riesgo igual, son ambos supuestos fundamentales pecto del ideal de competencia perfecta, o a la hora de establecer incluso cuál
puede ser el ideal de competencia perfecta».
Parte I I . H istoria de la metodología económica 131
I -jq L a metodología de la economía
proyecto de inversión para compararlo con el coste del mismo, es­
Zeuthen, Samuelson, Lange, Friedman, y posiblemente él mismo tara destinado a generar respuestas ambiguas, cuya interpretación
ocupando el terreno intermedio comprendido entre estos dos extre- exigirá normalmente que demos respuesta previa a la cuestión misma
mos; dice Machlup respecto de estos últimos: «Ninguno de ellos que se investiga. Pero es posible investigar sobre otras líneas, y en
sostiene que no existe experiencia alguna que pudiese hacerle aban­ vez de preguntar: «¿Cuáles son los objetivos de la empresa?», pode­
donar su teoría, y ninguno de ellos desea que sus supuestos funda- mos preguntar: «¿Cóm o se toman de hecho dichas decisiones y cómo
mentales sean contrastados empíricamente de forma independiente se resuelven los conflictos que puedan aparecer dentro de la empresa
de la contrastación de las proposiciones con las que vienen combina­ respecto de las decisiones estratégicas referentes a la producción y
dos cuando se aplica la teoría» (pág. 495). la inversión?» La teoría tradicional de la empresa considera a ésta
El villano de la trama es, por tanto, el que insiste en la veri­ como una «caja negra» y no explica sus mecanismos internos de
ficación directa de los supuestos fundamentales como prueba critica toma de decisiones. Una investigación que trate de arrojar luz sobre
de la validez de una teoría, considerando tal verificación como cues­ esta «caja negra» servirá sin duda para iluminar los intentos de con-
tión previa a, o independiente de, la contrastación de las predicciones trastacion de las predicciones de la teoría de la caja-negra del compor­
de la misma. Pero, ¿existió alguna vez tal villano? Lo que los críti­ tamiento de las empresas, y en cualquier caso, en ausencia de tal
cos de Friedman han argumentado es: 1) que las predicciones fiables investigación, será casi tan difícil contrastar las predicciones como
no son la única prueba relevante a la hora de evaluar la validez de los supuestos.
una teoría y que si lo fuese, sería imposible distinguir entre las corre­ Sorprendentemente, Friedman admite este argumento: el pregun­
laciones genuinas y las espúreas; 2) que la evidencia directa respecto tar a los empresarios qué es lo que hacen y por qué lo hacen, señala
de los supuestos no es necesariamente más difícil de obtener que los en un momento de su ensayo, es «casi totalmente inútil como medio
datos referentes al comportamiento de los mercados que son nece­ de contrastar la validez de las hipótesis económicas», aunque puede
sarios para contrastar las predicciones, o mejor, que los resultados resultar útil para «sugerir el camino a seguir en los intentos de expli­
que obtenemos al examinar los supuestos no son más ambiguos que cación de las discrepancias observadas entre las predicciones de la
los que se obtienen al contrastar las predicciones; 3) que los intentos teoría y los hechos» (Friedman, 1953, pág. 31n). Así pues, parece
de contrastar los supuestos pueden proporcionarnos importantes in­ que después de todo la contrastación de los supuestos motivacionales
tuiciones que serán de ayuda a la hora de interpretar los resultados puede tener un papel limitado que jugar en la validación de las teo­
de las contrastaciones de las predicciones; 4) que si a lo único que rías, que es el punto 1), y además puede resultar útil para la inter­
podemos aspirar es a la contrastación de las implicaciones de teo­ pretación de los resultados de las contrastaciones de las predicciones,
rías basadas en supuestos que claramente se contradicen con los he­ punto 3), y de aquí podemos inferir también el punto 2). En reali­
chos, deberíamos exigir contrastaciones realmente severas de dichas dad, releyendo a Friedman, nos sorprende el hecho de que éste tiene
teorías 27. mucho cuidado en no decir nunca que el realismo de los supuestos
Para subrayar los puntos 2) y 3), dediquemos un momento a exa­ sea trrelevante sin que el calificativo vaya acompa ñado del adverbio
minar lo que entendemos por «contrastar los supuestos». Podemos en gran medida. En otras palabras, Friedman evita las dos versiones
estar de acuerdo en que cualquier intento de interrogar a los empre­ extremas de la tesis de irrelevancia-de-los-supuestos, o de lo que Sa­
sarios acerca de si realmente intentan maximizar sus beneficios, o muelson ha bautizado como la característica-F.
ac erca de si realmente igualan su ingreso marginal a su coste mar­
ginal, o de si descuentan los ingresos esperados de un determinado
,& característica-F
27*Véase Koopm ans, 1957, pág. 140; Archibald, 1959a, págs. 61-9; Rotwein,
1959, pág. 556, y 1973, págs. 373-4; W inter, 1962, pág. 233; C y e r t y Grun-
!>rm 1963 págs. 302-08; Melitz, 1965, pág. 39; D e Alessi, 1965; Klappholz El debate que ha surgido en torno al ensayo de Friedman se vio
y t í ; 1967? Págs. 29-33; Rivett, 1970, pág. 137; McClelland, 1975, pági- considerablemente embrollado por el intento de Samuelson de redu­
iiiin 136-39; Coddington, 1967a; Rosenberg, 1976, págs. 155-70; N aughton 1978, cir la argumentación de Friedman a la «versión básica de la carac-
rn defensa de las tesis de Friedman, véase M a c h lu p , 1978, pag. 153n; Pope y
Pope 1972a y 1972b. Como resumen de algunas de las críticas hechas a ined- teristica-F»,^ intento durante el cual abandonó su anterior defensa
nmn, véase Boland (1979), que no concede, sin embargo, crédito suficiente a del «operacionalismo» y optó por la metodología del «descriptivis-
dichas críticas.
^ 2 L a metodología de la econ om w l
Bote EL Historia de la metodología ecocóoica i

mo», con lo que dejó a la mayor parte de los participantes en lí |


Pope 1972b, pág. 236; Wong, 1973, pág. 321). Además, incluso
polémica con la sensación de que si la metodología de Friedman era ]
una teona completamente axiomatizada, que será en principio des­
criticable, la nueva metodología de Samuelson era aun peor.
componible en sus supuestos, no podrá ser empíricamente contras­
Según Samuelson, la característica-F aparece en dos versiones,
tada a menos que venga acompañada de unas condiciones iniciales
una versión básica, que afirma que la falta de realismo de los supues­
y de unos supuestos auxiliares, más o menos «realistas», que propor­
tos de una teoría es irrelevante para la validez de aquella, y u a
cionen aproximaciones mensurables para las variables que aparecen
versión extrema que adscribe un mérito positivo a los supuestos
en la teoría. Así pues, la demostración de Samuelson de la falac a de
poco realistas sobre la base de que una teoría que sea significativa
h¡o jM cttn .n c.-F parece referir» únicamente al papel formal de las
tratará siempre de explicar realidades complejas por medio de algo
más simple que la realidad misma. Ignorando la versión extrema, r r ° “ “ truniento analítico con el que organizar nuestras ideas
sobre el mundo, y no al papel sustantivo de las teorías como «expli-
Samuelson concentra su ataque sobre la caracteristica-F basica: .
AfcCW1-lld- 1975> P ^ s- “ ÍM1; Rosen-
es fundamentalmente errónea, al pensar que el irrealismo, en el sentido de
inexactitud fáctica, incluso en grados tolerables de aproximación, pueda consi­ de FHeivTn113 °P*n* ° n’ eslabón más débil de la argumentación
derarse de otro modo que como un demérito de la teoría o hipótesis en cuestión de Friedman es su compromiso con la metodología del instrumenta-
qUC Una VCZ qU? k s teorías son consideradas meramente
^ ^ f e f contenido ^empírico correcto de una teoría constituye su valor, mientras como instrumentos generadores de predicciones, la tesis de irrelevan-
que su falsedad constituye su debilidad. Considero que la idea de que una
teoría es mejor cuanto mayores sean sus debilidades constituye una monstruosa ? * d e r , BUpU^ ° S T uIta inatacable- «La única contrastación rele-
perversión de las ideas científicas; y nótese que en las afortunadas ciencias a j e ,una hlPótesls», nos dice Friedman, «es la
comparación de sus predicciones con la experiencia». Pero tal com­
exactas a nadie se le ocurre pretender tal cosa [1972, pag. 7 6 1 J.
paración puede mostrar que una teoría determinada predice extrema­
damente bien, aunque no proporcione explicación alguna en función
Pero admitiendo que deberíamos preocuparnos por la inexactitud
de un mecanismo causal que explique la predicción obtenida. La
fáctica de nuestros supuestos, la verdadera cuestión es si deberíamos
ciencia puede responderse, debería pretender algo más que la simple
también descartar una teoría sólo porque se sabe que s u s supuestos
obtención de predicciones fiables. Pero en vez de cuestionar el re­
son poco realistas, y en esta cuestión, sin embargo Samuelson no se
curso implícito de Friedman a la tesis de simetría, el propio Samuel­
pronuncia. Cuando recordamos que, incluso, Friedman afirmó sola­
son mvoca dicha tesis al optar por la metodología del descriptivismo:
mente que el irrealismo de los supuestos es «en g r a n medida»^ «re­
levante para evaluar la validez de una teoría, y si añadimos el hecho Una encuesta G allup m ostraría que existe al parecer una extendida tenden-
de que muchos de los supuestos motivacionales de las teorías econó­ C1® * , artar f 1! terca ‘n sistenda en el concepto de «teoría» como una des­
micas incluyen variables que son directamente m obKtvabks con­ cripción (estratégicamente simplificada) de regularidades observables y refuta-
cluiremos que la vehemente condenación de la característica-F que es . . . una descripción (formalizada o no en ecuaciones) que funcione bien a
Samuelson nos proporciona no nos enseña gran cosa. ^ la hora de describir una amplia gama de realidades observables, es toda la
Samuelson llega hasta proporcionarnos una demostración lógica «explicación» que podremos obtener (o que podemos necesitar o desear) en este
del error contenido en la característica-F (1966, pags. 1775-76), pero mundo . . .U n a explicación, como las legítimamente usadas en la ciencia, es un
tipo mejor de descripción, y no es algo que en último término va más allá de
dicha demostración presupone una teoría «euclidiana» perfectamente
a descripción [Sam uelson, 1 9 7 2 , págs. 7 6 5 - 6 6 ; también 1966, pág. 1 7 7 8 ] ,
axiomatizada, con una estructura deductiva completa que nos ase­
gure que los supuestos, proposiciones teoréticas y consecuencias d
Aparte del hecho de que la metodología del descriptivismo está
los mismos, se implican todos ellos mutuamente unos a otros. Pero,
úgo pasada de moda (Nagel 1961, págs. 118-29), nos preguntamos
de hecho, la mayor parte de las teorías económicas carecen de tal
cuál es el objetivo de esta denodada insistencia en que la respuesta
axiomatización completa, y no poseen una estructura lógica simple,
a la pregunta de «¿P or qué?» es siempre la respuesta a la pregunta
y es por esto precisamente por lo que puede tener algún sentido
distinguir entre los supuestos de las teorías y s u s implicaciones (véase e «¿Como. ». En último término, Samuelson se muestra casi tan
defensivo respecto de la Economía como Friedman.
De Alessi, 1971, págs. 868-69; Machlup, 1978, pag. 481; Pope y
No es de extrañar que la mayoría de los comentaristas hayan
I^ L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la m etodología económica
135
concluido que en la disputa entre Samuelson y Friedman no hay
lup, 1978, pág 140). Con la ayuda de esta clarificación terminológica
cuestiones metodológicas fundamentales en juego, ya que e instru-
podemos considerar ahora su escepticismo respecto de las contrasta-
mentalismo es insostenible porque la tesis de simetría es ialsa> y ® clones empíricas en un campo como el de la Economía:
descriptivismo, aun siendo perfectamente defendible, es una meto­
dología excesivamente modesta, que parece más bien un instrumen,
, J \ l0Sr ° S Cn qJU e la S Predicciones del economista son condicionales, es
talismo para pobres (Boland, 1970; Wong, 1973). Además se ha ” ¿ r “ S e,n condiciones específicas, pero en los que no es posible com-
acusado a ambos autores de no practicar lo que predican. Machlup
S n o r £ T t0 f t0, S co1n diciones especificadas, la teoría subya­
(1978 págs. 482-83) se refiere al teorema de la equiparación inter­ cente no quedará desconfirmada sea cual sea el resultado de la observación Ni
nacional de los precios de los factores de Samuelson (ver capitulo 11) tampoco es posible desconfirmar una teoría cuando las predicciones tienen la
para demostrar que este autor es tan responsable de la caracteris- forma de una cierta probabilidad menor del 100 por 100, ya que si se predice
tica-F como pueda serlo Friedman, en el sentido de que también él un acontecimiento con probabilidad, digamos, del 70 por 100, cualquier tipo de
parece inferir consecuencias significativas referentes al mundo real, Tan ¿1° que°bten8amos de su contrastación será consistente con la predicción
a partir de supuestos cuya no-correspondencia con los hechos está k n r n ííh ir /1 ^ Se produ’ ese “ iles veces, podríamos verificar
k probabilidad postulada por medio de la frecuencia de «éxitos» y «fracasos»
ampliamente reconocida. Y Archibald (1961, 1963) ha argumentado
convincentemente que el ataque de Friedman y Stigler contra la teo­ Íté n ab ^ fd n n -Í°S “ tentOS dc verificar nuestras teo ^ s económicas
estén abocados a la frustración, pero sí significa que la mayor parte de nuestras
ría de la competencia monopolística de Chamberlain se basa en cues­ M b r o b te n e r'm n * * * * ? * * más 3 ^ « a c i o n e s que al tipo de verificación que
tiones de consistencia, simplicidad, relevancia, etc., y no en su taita Z L r a expenm entos controlados repetibles o con situaciones perfec-
de capacidad predictiva, es decir, que dicho ataque se dirige contra ‘“ ennC° nOCldaS / recurrentes. Y esto significa también que nuestras con­
los supuestos de la teoría, en vez de contra sus predicciones. Pero testacion es no serán lo suficientemente convincentes como para generar una
dejando aparte estos puntos polémicos, lo sorprendente es que tanto S c S Í nefC£Sana’ y , ell° aUn m m á o la may ° ría de Ias Personas razonables
a p lic a d a s estuviesen dispuestas a aceptarlas como concluyentes y a considerar
Friedman como Machlup y Samuelson adoptan, cada uno a su ma­
nera lo que anteriormente hemos denominado una metodología de­ [p á g T n ^ C55r]eSPO ntC C° m° n^ eSC° nfirmada> decir, a darle su visto bueno
fensiva, cuyo principal objetivo parece consistir e n proteger a la Eco­
nomía de las crecientes críticas dirigidas contra el irrealismo de sus
Este párrafo puede leerse como una crítica perfectamente válida
supuestos, por un lado, y contra las estridentes v i g e n c i a s de predic­
del «falsacionismo ingenuo», que reformula la tesis de irrefutabilidad
ciones severamente contrastadas, por otro (Koopmans, 1957, p g
de Durhem, pero puede leerse también como una defensa del uso del
ñas 141-42; Latsis, 1976, pág. 10). Nos hemos ocupado ya de la pri­
«falsacionismo sofisticado», ya que es precisamente porque las con­
mera parte de dicha defensa, pero no hemos dicho todavía nada de
testaciones de las teorías económicas «están más cerca de ser ilus­
la segunda parte. traciones que verdaderas verificaciones» por lo que necesitamos tantas
ta! I T T 8 C° m° SCa p0 e' Pero esto implica que los economis­
tas deberían concentrar sus recursos intelectuales en la tarea de ge­
El mecanismo darwiniano de supervivencia nerar predicciones falsables bien especificadas, es decir, que deberían
asignar una prioridad menor a criterios como los de simplicidad,
Machlup al tiempo que subraya la importancia de la investiga-
» E c o S m í., se — siempre dispuesto a s u t a g elegancia y generalidad, y una prioridad mayor a los criterios de ca­
pacidad predictiva y utilidad empírica. Pero resulta claro, según el
también lo poco concluyentes que son las contrastaciones de las h p
tono general de la argumentación de Machlup, que este autor ordena
tesis económicas. Hemos señalado ya que este autor prefiere e len-
sus prioridades precisamente al revés (ver Melitz, 1965, págs 52-60-
guaje del verificacionismo al del falsacionismo aunque es perfecta­
Rotwein, 1973, págs. 368-72). A lo largo de su dilatada carrera, en
mente consciente de la argumentación poppenana en el sentido de
la que se ha ocupado repetidamente de los problemas metodológicos
que las teorías verificadas son simplemente aquellas que hasta el. m
en Economía, Machlup ha mostrado siempre un singular ingenio para
mentó se han resistido a la falsación: «L a contrastación de una hipó­
descartar todas las contrastaciones de las teorías económicas que los
tesis empírica conduce, o bien a su desconfirmación, o bien a sü
críticos han realizado, pero nunca nos ha dicho qué tipo de eviden­
no-desconfirmación, pero nunca a su confirmación definitiva» (Mach-
cia, caso de materializarse, estaría dispuesto a considerar como una
j^ L a m etodología de la economík Parte I I . H istoria de la metodología económica

refutación de, digamos, la teoría neo-clásica del comportamiento em­ cuando los precios y las cotizaciones de Bolsa se derrumban ante la
presarial, o la teoría de la productividad marginal de la demanda amenaza de adopcion de una política monetaria más estricta, podemos
de factores (por ejemplo, Machlup, 1963, págs. 190 y 207). N ° tiene sentirnos confortados porque de nuevo la realidad no ha desautori­
sentido el recomendar los trabajos empíricos, como ciertamente Mach­ zado las implicaciones de la hipótesis de la maximización de rendi­
lup hace, si éstos nunca afectan realmente a las creencias que uno mientos. Sin embargo, dada la multiplicidad de hipótesis que podrían
m a n t i e n e , . * explicar dichos fenómenos, nunca podemos estar seguros de que la
La actitud de Friedman hacia la contrastación empírica es algo falta de refutaciones de la misma no sea un signo de la reluctancia
diferente de la Machlup; en efecto, aunque está de acuerdo en que de los economistas a desarrollar y contrastar hipótesis heterodoxas.
«no existe certeza en la ciencia, y la evidencia en favor o en contra Resultaría mas convincente que se nos dijese qué acontecimientos
de las hipótesis nunca puede quedar establecida de forma totalmente economicos quedan excluidos por la hipótesis de maximización o me­
“ objetiva” » (Friedman, 1953, pág. 30), está convencido de que el jor aun que acontecimientos serían los que, de ocurrir, nos obligarían
programa neoclásico de investigación ha sido frecuentemente some­ a abandonar tal hipótesis Como Archibald ha señalado con razón
tido a contrastación y de que, además, ha superado con éxito la ma­ L u ’ Pf-g ' • ’ d verdadero objetivo del pasaje sobre las «incon­
yor parte de las pruebas a las que ha sido sometido. En primer lu­ tables aplicaciones» consiste en «estimular la complacencia y desani­
gar, argumenta, hemos visto que la competencia supone un proceso mar esas revisiones escépticas de lo que se supone obvio, que son
darviniano que genera exactamente los mismos resultados que se el prerreqmsito del progreso». Sugiere este autor que Friedman, a
seguirían si todos los consumidores maximizasen su utilidad y todas pesar de lo que dice en otras partes de su obra, no está realmente
las empresas maximizasen sus beneficios, a consecuencia de lo cual interesado en la contrastación de la hipótesis de maximización de
el modelo neoclásico predice correctamente aun cuando sus supuestos rendimientos y que lo que intenta en realidad es confirmarla. Como
puedan ser contratios a los hechos. (La exposición clasica de este sabemos, no hay hipótesis más sospechosa que aquella que por todas
argumento es la de Almen Alchian, y la denominaremos, por tanto, partes se ve confirmada por la evidencia, y además, la edad de una
la tesis Alchian.) Más aún: hipótesis y la ausencia de otra hipótesis rival generalmente aceptada
no sólo no proporciona «un poderoso testimonio de su valor» por
Disponem os de un cuerpo de evidencia aún más importante para la hipótesi, citar las propias palabras de Friedman, sino que toda doctrina falsa
de la maximización de rendimientos en las incontables aplicaciones de dich. que en el mundo ha sido, ha sido defendida sobre estas bases.
hicótesis a problemas específicos y en la repetida falta de desconfirmación de Nos queda, pues, lo que anteriormente he denominado la tesis
sus implicaciones. E sta evidencia es extremadamente difícil de documentar, ya
e Alchian, es decir, la idea de que todos los supuestos motivacio-
que está repartida entre numerosos memorándums, artículos y monografías que
nales en Microeconomía pueden considerarse como supuestos del
principalmente se ocupan de problemas específicos muy concretos eni W dé
ocuparse de someter la hipótesis a contrastación Sin embargo, e “ ntinuado
tipo «como-si». Esta tesis puede verse como una versión edulcorada
uso y aceptación de dicha hipótesis durante un largo periodo y los repetidos de la tesis de irrelevancia-de-los-supuestos — no tiene sentido discu­
fracasos en que han terminado los intentos de formulación de alternativas cohe­ tir el realismo o irrealismo de los supuestos del tipo como-si, porque
rentes e internamente consistentes que gocen de g e n e r a l aceptación, constituy este tipo de supuestos no son, por definición, ni ciertos ni falsos—
un poderoso testimonio indirecto de su valor [págs. 22-3J . o bien puede verse como una reinterpretación radical de la hipótesis’
de maximización de rendimientos que, de hecho, desplaza el centro de
Es éste sin duda el pasaje más frustrante de todo el ensayo de acción racional del plano individual al social. Al basarse con tal
Friedman, ya que no aporta un solo ejemplo de esas «incontables determinación sobre a tesis de Alchian, Friedman está en realidad
aplicaciones». Ciertamente, cuando el precio de las fresas sube du­ repudiando el individualismo metodológico que se supone normal­
rante un verano especialmente seco, cuando la crisis del petróleo mente parte esencial del enfoque neoclásico a las cuestiones econó­
viene acompañada de una fuerte subida del precio de este producto, micas; en efecto, en vez de deducir predicciones contrastables en-el-
plano-general, a partir de las acciones racionales de los agentes indi­
28 Machlup (1978, pág. 46) se ha descrito recientemente a sí mismo como viduales en-el-plano-particular, las predicciones de la Microeconomía
«un convencionalista, en el sentido de alguien que acepta como significativa
y útiles proposiciones básicas que no afirman nada, sino que son convenciones
se obtienen de un nuevo tipo de mecanismo causal, a saber, un pro­
[resoluciones, postulados) referentes a los procedimientos analíticos a seguir». ceso de selección dinámica que recompensa a aquellos hombres de
L a metodología de la economía i
138 P » r s IL r_ sarrs ce k tD e® óc*xa ecoocc^cs 15C
negocios que, por las razones que sean, actúan como maximizadores | ; Como Sidney Winter (1962, pág. 240) ha señalado, en su sistemá­
racionales, mientras que penaliza con la quiebra a todos aquellos que ^ tico examen de la tesis de Alchian:
actúan de otro modo. No se trata, pues, de una reinterpretación beha-,
viorista de la teoría tradicional, sino que se trata más bien de una Existe, por tanto, una dificultad básica en las formulaciones existentes del
teoría nueva, a la que antes me refería como la segunda tesis meto­ mecanismo de selección, una dificultad enraizada en el hecho de que las desvia­
dológica de Friedman, cuyas implicaciones teoréticas son tan amplias ciones relativas de las diferentes empresas en cuanto a la maximización de sus
que resulta asombroso el comprobar hasta qué punto ha ganado acepi beneficios puede cambiar con el tiempo. Puesto que no existe tratamiento cui-
tación sin que sus especiales características hayan merecido gran aten­ d a d o » alguno del proceso dinámico por el cual ciertos esquemas de comporta­
ción (pero ver Koopmans, 1957, págs. 140-41; Archibald, 1959a pá­ miento aparecen como viables y otros como inviables, no se ha tenido suficien-
ginas 61-3; Winter, 1962; y Diesing, 1971, págs. 59-60 y 299-303) . emente en cuenta que no es posible en general ordenar las empresas en una
escala que las clasifique por su cercanía al comportamiento maximizador, ya
La referencia hecha a un proceso de selección dinámica nos mues­
que tal escala presupondría un determinado estado de cosas, y tal estado de cosas
tra inmediatamente lo que hay de erróneo en esta apelación a la tesis varia con el propio proceso dinámico.
de Alchian, ya que la Microeconomía tradicional es, en gran parte,
si no en su totalidad, un análisis de estática-comparativa atemporal, y Para poder defender la tesis de Alchian, pues, tendríamos que
como tal, su fuerte son las situaciones de equilibrio y su debilidad ser capaces de predecir el comportamiento en situaciones de desequi­
los procesos por los que se alcanzan tales situaciones de equilibrio. librio, es decir, tendríamos que completar la teoría de la empresa
«Dejemos que el determinante aparente e inmediato del comporta­ que normalmente utilizamos con una teoría de la entrada y salida
miento empresarial, sea el que sea: reacciones habituales, elecciones de empresas en la industria, una teoría que explicase la aparición
al azar, o lo que se quiera», nos dice Friedman (1953, pag. 22); y desaparición de empresas en la escena económica, y esta teoría hoy
«porque allí donde tal determinante inmediato lleve de hecho a un por hoy no existe. Supongamos que existen rendimientos crecientes
comportamiento consistente con la maximización racional e informada a escala en la producción, o cualquier otra fuente de reducción de
de rendimientos, el negocio prosperará y adquirirá recursos con los costes basada en la tecnología; si una empresa no-maximizadora ob-
que expandirse; y allí donde esto no ocurra, la empresa tendera a ene una ventaja inicial sobre otra empresa maximizadora por haber
perder recursos». Pero el proceso por el cual algunas empresas pros­ entrado antes en la industria, por ejemplo, la ventaja proporcionada
peran cuando su comportamiento efectivo se aproxima al compor- por la escala puede permitir a la empresa no-maximizadora un cre­
tamiento maximizador lleva tiempo, y no se nos proporciona razón cimiento^ más rápido que el de la maximizadora, haciendo así irre­
alguna para creer que dichas empresas, habiendo prosperado en un versible la ventaja inicial detentada por aquélla; en consecuencia, las
período, actuarán consistentemente en el período siguiente; en otras únicas empresas que podemos observar son empresas que no maxi-
palabras, es posible que las reacciones habituales lleguen a generar mizan sus beneficios (Winter, 1962, pág. 243). Incluso la simple
una tendencia acumulativa, en el sentido de que las empresas que presencia de productos diferenciados y la correspondiente existencia
obtienen beneficios crezcan más que las que no son rentables pero, de gastos de publicidad en la industria, puede generar resultados se­
ciertamente, las «elecciones casuales» no generaran tal tendencia. mejantes. Ahora bien, por supuesto siempre es posible definir un
conjunto de supuestos — rendimientos constantes a escala, identidad
29 Así, Harry Johnson (1968, pág 5), apoyando la tesis de irrelevancia-de- de productos, mercados perfectos de capitales, reinversión de todos
los-supuestos, afirma sin cualificación alguna: «E stá demostrado . . . que tanto> a los beneficios, etc.— que respaldarían la tesis de Alchian, pero tal
las empresas tratan conscientemente de maximizar sus beneficios o minimizar
s u s c o ste? como si no, la competencia eliminará a las empresas ineficientes; procedimiento nos_ llevaría a completar el círculo, enfrentándonos de
y que tanto si el comportamiento del consumidor es racional como s i e s p u r ^ nuevo con la cuestión del «realismo» de los supuestos (págs 242-45)
mente arbitrario, las curvas de demanda de un producto tenderán a presentar En esencia, el problema que plantea la tesis de Alchian es el mismo
la pendiente negativa propia del análisis marshalliano. E n consecuencia, los eco­ que el planteado por la significación de la idea de «supervivencia del
nomistas pueden considerar a la economía como un sistema interdependiente
que responde al cambio de acuerdo con ciertos principios generales de tipo más apto» en la teoría darwiniana: para sobrevivir, lo único que
racional, y pueden hacerlo con mucha mayor confianza de la que parecía justi­ hace falta es estar mejor adaptado al medio que los rivales, y lo
ficada hace treinta años.» Para otros ecos de la tesis darwiniana, véase Winter mismo que no podemos asegurar a partir de la selección natural
(1962, pág. ln ). que las especies que de hecho sobreviven sean perfectas, tampoco
J4 0 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica

podemos asegurar a partir de la selección economica que las empre­ Falsacionismo ingenuo «versus» falsacionismo sofisticado
sas que sobreviven maximizan de hecho sus beneficios.
Resumiremos nuestro largo análisis del ensayo de Friedman rei­ Estamos ya casi al final de nuestra revisión de las controversias
terando sus tres argumentos centrales, que en conjunto proporcionan metodológicas explícitas en el campo de la Economía moderna, y lo
a los economistas de cualquier filiación un firme estimulo hacia la que queda por decir puede decirse rápidamente. Los últimos años
construcción de modelos abstractos prescindiendo de excesivas pre­ de la década de 1950 vieron la publicación de dos libros sobre meto-
ocupaciones respecto de su fundamentación sobre supuestos poco do ogia económica, y en ambos se negaba que la Economía fuese una
plausibles: 1) los supuestos son «en gran medida» irrelevantes res­ ciencia. El estudio de Sidney Schoeffler: The Failures of Economics
pecto de la validación de las teorías, las cuales habran de ser juzgadas (Los fallos de la Economía) (1955) nos recuerda el libro de Barbara
«casi» únicamente en términos de su valor como instrumento gene­ Wootton: Lament for Economics (Lamento por la Economía) (1938)
rador de predicciones fiables; 2) la teoría económica establecida posee escrito en la preguerra, aunque aquél llega mucho más lejos en su
una excelente hoja de servicios, según se desprende de sus «innume­ negación de las pretensiones científicas de la Economía. El argumento
rables aplicaciones... a problemas específicos»; y 3) es la dinámica centrd de Schoeffer no puede ser más simple: la totalidad de la
de la competencia en el tiempo lo que explica esta espléndida hoja de tradición hipotético-deductiva de la teorización en Economía es un
servicios, sean cuales sean los hechos o el comportamiento mante­ callejón sin salida y los economistas deberían investigar la totalidad
nido y las motivaciones de dicho comportamiento para los individuos. j . erjframad ° social, abandonando la pretensión de que existe una
No es de extrañar, desde luego, que el persuasivo y convincente en­ disciplina autónoma denominada Economía; las predicciones cientí­
sayo de Friedman haya servido de solaz a toda una generación de ficas sólo son posibles cuando constituyen leyes universales que no
economistas. i dependen de las circunstancias, y puesto que el sistema económico
Considerando en perspectiva la totalidad del debate que ha ro­ esta siempre sujeto a los efectos de fuerzas no-económicas, así como
deado el ensayo de Friedman, no puede uno menos de asombrarse a la del azar, no pueden existir leyes económicas ni tampoco, por
ante la falta de sofisticación metodológica desplegada a lo largo y consiguiente, predicciones económicas que merezcan el nombre de
ancho del mismo. La idea de que las teorías pueden dividirse clara­ tales (Schoeffer, 1955, págs. 46 y 162). Todo ello expuesto en cin-
mente entre sus componentes esenciales y que la luz de la investiga­ cuenta y cinco páginas, después de las cuales el resto del libro con-
ción debe dirigirse únicamente hacia las implicaciones, sin enfocar siste en el examen de una serie de casos de estudio sobre los fracasos
jamás otras partes de la teoría, puede entenderse tan sólo como la cosechados por modelos económicos concretos.
reacción en contra de un siglo de bombardeo crítico dirigido hacia Esta diatriba totalmente negativa viene atemperada por una pro­
la teoría ortodoxa, que la Escuela Histórica Alemana protagonizó puesta positiva de creación de un tipo totalmente nuevo de disci­
primero, y que continuaron los institucionalistas americanos. El tono plina económica, que sorprendentemente resulta ser una teoría ge­
de estas críticas, que invariablemente venían acompañadas de las mas neral de la acción racional basada en estudios inductivos sobre toma
sangrientas objeciones respecto de los supuestos de la teoría orto­ de decisiones (pags. 189-221). No tiene mucho sentido que nos de­
doxa sin mencionar nunca su contenido predictivo, inevitablemente tengamos a separar lo razonable de lo absurdo dentro de la argumen­
generó entre los defensores de las doctrinas recibidas la idea reac­ tación de Schoeffer (para ello ver Klappholz y Agassi, 1967, pági­
tiva de que «los supuestos son en gran medida irreleyantes». Es como nas 35-8), porque cualquier prescripción metodológica que suponga
si varias generaciones de físicos hubiesen ridiculizado la teoría de la barrer por completo el conjunto de ideas económicas recibidas y em­
gravedad de Newton sobre la base de que ésta adopta el supuesto, pezar de nuevo a partir de cero debe descartarse porque se excluye
claramente irrealista, de que la masa de los cuerpos en movimiento a sí misma; los economistas han ignorado siempre y seguirán igno­
se concentra en su centro, lo cual pudo muy bien haber inducido a rando los consejos de aquellos que pretenden que porque no podemos
Newton a contestar que las predicciones lo son todo y los supuestos correr, no tiene sentido el tratar de andar.
no significan nada. Enfrentados con la acusación de que no es posi­ . . . J í obra Economics as a Science (La Economía como Ciencia)
ble tomarse en serio ninguna teoría que incluya supuestos contrarios (1958) de Andreas Papandreu, utiliza una argumentación algo dis­
a la realidad, la tesis de la irrelevancia de los supuestos resulta casi tinta pero igualmente radical, que gira en torno a la distinción entre
inevitable. modelos y teorías', para Papandreu, los modelos, a diferencia de las
Parte I I. H istoria de la metodología económica 143
j^ 2 L a metodología de la economía

«la esperanza de que la Economía pueda progresar hasta ser una


teorías, no pueden ser refutados, porque su «espacio social» rele­ ciencia» (pág. 146), pero no ofrece guía alguna sobre la forma de
vante no está adecuadamente caracterizado; pero incluso las «teorías lograrlo.
básicas» han de venir acompañadas en Economía de supuestos auxi­
, 1?.stI0 ®°® ,^eva a Ia primera edición del popular libro de texto
liares, o «reglas de correspondencia», que relacionan las variables de Richard Lipsey: An Introduction to Positive Economics (Intro­
teóricas de la teoría con el mundo real, y por medio de las cuales ducción a la Economía Positiva) (1963), cuyo primer capítulo sobre
aquéllas se convierten en «teorías aumentadas», que son genuina- el método científico supone la franca adopción del falsacionismo de
mente refutables. Su reproche a la práctica normal en Economía se Popper en su versión «ingenua», es decir, la creencia de que las
centra en que, según él, los economistas raramente formulan «teorías teorías científicas pueden quedar refutadas por una sola y decisiva
aumentadas», y se conforman sólo con «modelos», o con «teorías bá­ contrastación. Este «falsacionismo ingenuo» de la primera edición
sicas», que son esquemas explicativos ex-post virtualmente irrefu­ dio> lugar al «falsacionismo sofisticado» de la segunda: «H e abando­
tables (Papandreu, 1958, págs. 9-11, 136, 139 y 144-45; véase tam- nado la idea popperiana de la refutación y me he pasado a un enfo­
bién 1963). t , .. ., que estadístico de la contrastación, que acepta que ni la refutación
Básicamente, lo que Papandreu defiende es una generalización
ni la confirmación pueden ser nunca definitivas, y que únicamente
de la tesis de irrefutabilidad de Durhem, que de algún modo inter­ podemos aspirar a descubrir, basándonos en cantidades finitas de un
preta como una dificultad peculiar de las teorías económicas (véase conocimiento imperfecto, cuál es el balance de probabilidades entre
páginas 134-35). Aunque subraya este autor la importancia de la las hipótesis alternativas» (Llipsey, 1966, pág. xx; véase también pá­
«significación empírica», parece confinar las «teorías básicas» a la es­ gina 52n) . El enfoque que este pasaje revela es el mismo que se
tática comparativa cuantitativa, negando que la Economía pueda adopta en ediciones posteriores del libro31, y hasta-el momento
envanecerse de haber generado, al menos, algunas predicciones cua­ este texto de Lipsey sigue constituyendo el modelo de Introducción
litativas confirmadas. Pero nunca resulta fácil decidir qué es lo que a la Economía inspirada en las ideas de Popper, un modelo que
quiere decir exactamente, porque toda su argumentación queda ente­ constantemente subraya a lo largo de sus páginas la necesidad de
rrada bajo montañas de ese nuevo tipo de lenguaje teórico formal establecer la evidencia empírica que favorece a una teoría concreta,
para economistas (ver Klappholz y Agassi, 1967, págs. 33-5; Rosen- y compararla con la evidencia que favorece a sus teorías rivales.
berg, 1976, págs. 172-77). El estridente positivismo de Papandreu i
parece haber generado un único discípulo que aplicó lo esencial de
su argumentación a la teoría del comportamiento del consumidor Vuelta al esencialismo
(Clarkson, 1963); pero sobre esto volveremos en seguida (ver capi-
En este punto podemos sentir la tentación de hacernos eco de
tUl°E l apunto siguiente en nuestra cronología es el referente a la Hutchison, quien expresaba recientemente la opinión de que, actual­
Filosofía Económica de Joan Robinson (1962), un librito desconcer­ mente, «quizas la mayoría de los economistas — aunque no todos__
tante, que describe a la Economía, en parte, como un estudio cien­ estarían de acuerdo en que la principal tarea del economista consiste
tífico sobre la sociedad y, en parte, como un vehículo de propagación en mejorar las predicciones disponibles acerca del comportamiento
de ideologías (es decir, un alegato especial de tipo apologético), pero
cuyo impacto acumulativo consiste en sugerir que las id e a s económi­ , 30 L a fuente de esta volte-face es probablemente Archibald (1967), que re­
cas recibidas tienen mucho más de lo último que de lo primero, be fleja la «tradición oral» de la Escuela de Economía de Londres (donde Popper
menciona a Popper como el que separa las proposiciones metafísicas fue profesor) en los primeros años de la década de 1960, en el sentido de que
de las científicas, y se mencionan las dificultades inherentes a toda el verdadero Popper es el P o ppen y que el «enfoque estadístico de la contras­
ta ro n » , o JJopper2, no ha sido realmente sancionado por el propio Popper. En
ciencia social para generar evidencia concluyente en apoyo de sus realidad, tanto Archibald como Lipsey estaban hablando a convencidos
teorías como la razón por la que la ideología se introduce con tanta . j . sc', en. especial, los nuevos capítulos sobre metodología de la actual
frecuencia en nuestros razonamientos: «la Economía va cojeando con quinta edición del libro de Lipsey (Lipsey, 1979, capítulos 1-3), que no deben
un pie sobre teorías no-contrastadas y el otro sobre consignas incon­ confundirse con Lipsey y Steiner (1978), la versión americana de Lipsey (1979),
que. omite, sin embargo, todas las discusiones metodológicas a las que me estov
trastables» (Robinson, 1962, pág. 25; también pags. 3, 22-3). bl refiriendo aquí.
libro termina con un alegato en el sentido de que no abandonemos
144 La metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 145

y los acontecimentos económicos» (Hutchison, 1977, pág. 8). Nunca reproducción será, por tanto, la «esencia» del sistema económico, y
resulta fácil evaluar el estado de opinión respecto de un asunto como lo único que puede proporcionar una base sana para la Teoría Eco­
este, pero baste decir aquí que existen multitud de indicios en el nomica. El problema con la Economía Neoclásica, afirman estos auto­
sentido de que la mayoría, si es que es una mayoría, no representa res, es que no existe nada en su esquema que nos asegure que las
más del 51 por 100 de los economistas actuales. Los economistas empresas y consumidores serán capaces de reproducirse de período
radicales, marxistas y neomarxistas, poskeynesianos y neokeynesia- en período.
nos, institucionalistas y heterodoxos de diversas filiaciones, que en Después de esto, era de esperar que se nos dijese que la Teoría
conjunto constituyen una apreciable proporción de la joven genera­ Económica «sana» es la Teoría del Crecimiento, ya que se ocupa
ción, no estarían ciertamente de acuerdo en que las teorías económi­ fundamentalmente, por supuesto, de las propiedades infinitamente
cas deban aceptarse o rechazarse en base a sus predicciones, ni tam­ reproducibles, o estado estacionario, de las sendas de crecimiento
poco en que la contrastación empírica de dichas predicciones consti­ económico. Pero no, lo que se nos dice es que la única alternativa
tuya, por así decirlo, la Meca de los economistas de hoy. Incluso el a la Economía Neoclásica que incorpora este aspecto esencial de la
agresivo catálogo que Benjamín Ward nos presenta en su What’s «reproducción» es la Economía clásica marxista, refiriéndose con ello
wrong with Economics? (¿Qué le ocurre a la Teoría Economica?)
a la Economía Neoricardiana, basada fundamentalmente en el trabajo
(1972), uno de los mejores intentos hasta la fecha de reconsiderar
de Sraffa, más que en el de Marx (Hollis y Nell, 1975, págs. 188
la Economía bajo un prisma kuhniano, niega que la falta de énfasis
suficiente en las consecuencias empíricamente falsables de las teorías y 195). El capítulo con que finaliza el libro, dedicado a un breve
constituya uno de los problemas básicos de nuestra disciplina en el esquema de «La Economía clasica Marxista con fundamentos racio­
momento presente (Ward, 1972, pág. 173). nales», parece retractarse en gran parte de lo anteriormente dicho:
Para comprender hasta qué punto prevalece efectivamente una dándose cuenta de repente de que el capitalismo está suieto a movi­
metodología antipopperiana en algunos sectores de la profesión, basta mientos cíclicos periódicos y quizas a su colapso final, los autores con­
con examinar la reciente contribución metodológica de Martin Hollis ceden que «con frecuencia, los sistemas no consiguen reproducirse
y Edward Nell: Rational Economic M.an (El hombre económico ra­ a si mismos», en cuyo caso resulta difícil comprender por qué se
cional), que lleva por subtítulo A Philosophical Critique of Neo- ha subrayado tanto a la «reproducción» como la esencia del problema
classical Economics (Crítica Filosófica de la Economía Neoclásica) económico.
Hollis y Nell tratan de cargar a los «economistas positivistas»
Este libro examina la no-santa alianza entre la Economía Neo­ con el problema de la inducción, ya que creen que, al demoler la
clásica y el Positivismo Lógico, sin mencionar, sin embargo, ni a inducción, aquellos han cortado toda posibilidad de existencia de un
Popper ni a Lakatos, ni a positivista alguno posterior a Ayer (algu­ programa neoclásico de investigación que sea fructífero. Prorrumpen
nos de los trabajos de Popper aparecen citados en la bibliografía, en invectivas en contra de los supuestos típicos de la Economía Neo-
pero no se hace referencia explícita o implícita a sus ideas en el clasica, tales como los supuestos que aseguran una información per­
texto). El Positivismo, argumentan estos autores, es una filosofía fecta, olvidando al parecer a Hutchison, quien, ya en 1938, había
falsa, que arrastra en su caída a la Economía Neoclásica; en efecto, expuesto esos mismos argumentos, y subrayan diversas dificultades
la tesis positivista de la separabilidad entre hechos y juicios de valor ciertas de los intentos de contrastación de las teorías económicas
es insostenible, porque todos los hechos están cargados de teoría y como si nadie antes que ellos hubiese sospechado la existencia de
todas las teorías están cargadas de juicios de valor. Según ellos, es tales problemas. En algún sentido, que queda envuelto en el misterio,
posible construir una epistemología más satisfactoria a partir del se supone que la Economía clásica Marxista escapa a estas dificulta­
racionalismo, concepto que definen como la demostración de que des, aunque, por supuesto, las evita únicamente evadiendo las prue­
existen verdades a priori de tipo kantiano: «Nuestra estrategia de­ bas empíricas de validación de teorías. En realidad, resulta claro que
penderá de nuestra capacidad de identificar lo esencial, insistiendo su enfoque racionalista y esencialista del conocimiento económico
después en que lo que es esencial ha de encontrarse en la practica» no deja lugar alguno a la investigación empírico-cuantitativa. Así
(Hollis y Nell, 1975, pág. 254; véase también pág. 178). Los sistemas pues, este libro barre simplemente con todos los avances en el pen­
económicos han de reproducirse a sí mismos, y este hecho de la samiento metodológico a que el popperianismo dio lugar en la pos­
146 L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 147

guerra. Nos sentimos casi tentados a decir que si estos autores hu­
biesen leído los numerosos y devastadores comentarios de Popper El institucionalismo y los modelos esquemáticos
sobre la filosofía del esencialismo (Popper, 1975, págs. 26-34; tam­
bién Popper y Eccles, 1977, págs. 172-94; y Popper, 1976, pags. 18- ¿He cubierto reajnente todo el menú posible de metodologías
21), su libro hubiera quedado privado de su razón de ser. económicas? Algunos dirían que no, en la medida en que reconocen
Quizás este momento resulte tan adecuado como cualquier otro en los escritos de los institucionalistas americanos una forma de ex­
para decir unas pocas palabras más acerca de la filosofía del esencia­ plicación que no es ni apriorista, ni convencionalista, ni operacio-
lismo, ya que dicha filosofía levantará su fea cabeza una o dos veces nista, ni instrumentalista, ni descriptivista, ni falsacionista: es lo que
más a lo largo de nuestra discusión. El esencialismo se retrotrae se ha denominado modelos esquemáticos, porque tratan de explicar
hasta Platón y Aristóteles, para quienes el conocimiento, o «ciencia», los acontecimientos por medio de la identificación del lugar que les
se inicia con las observaciones de acontecimientos concretos y pro­ corresponde en un esquema de relaciones que se supone caracteriza
cede por simple enumeración inductiva hasta aprehender por intui­ al sistema económico en su conjunto (Wilber y Harrison, 1978). Los
ción aquello que es universal en los acontecimientos — su «esencia»— , constructores de modelos esquemáticos, se nos dice, rechazan toda
que queda después iluminada en una definición del fenómeno en forma de «atomismo» y rehúsan hacer abstracción de parte alguna
cuestión. La doctrina que afirma que el objetivo de la ciencia con­ del sistema; sus hipótesis de trabajo son relativamente concretas y
siste en descubrir la verdadera naturaleza o esencia de las cosas, y próximas al sistema que se describe, y si de algún modo generalizan
en describirla por medio de definiciones, tuvo una enorme influencia lo hacen por medio de la elaboración de tipologías; sus explicaciones
en el pensamiento occidental hasta el siglo xix. Popper contrasta subrayan la «comprensión», más que la «predicción», y consideran
esta rama del esencialismo metodológico con el nominalismo metodo­ que una explicación contribuye a aumentar la comprensión si, gracias
lógico, que Newton introdujo en debates científicos, y según el cual a ella, somos capaces de situar nuevos datos en el lugar que les
corresponde dentro del esquema establecido.
el objetivo de la ciencia consiste en describir, con la ayuda de leyes
No me cabe ninguna duda de que lo anterior constituye una des­
universales, cómo se comportan las cosas en diferentes circunstan­
cripción bastante exacta del método de algunos institucionalistas como
cias, y no consiste en determinar qué son las cosas realmente. Thorstein Veblen, Clarence Ayers, y quizás Gunnar Myrdal, pero es
Popper ha señalado hace tiempo que el esencialismo tiene efectos difícil adivinar algo que se parezca a un modelo esquemático en los
perniciosos sobre las teorías sociales, porque estimula la tendencia escritos de John R. Commons, Wesley Clair Mitchell y John Ken-
antiempírica consistente en resolver los problemas por medio de defi­ neth Galbraith, autores que muchos considerarían como destacados
niciones. Hollis y Nell nunca nos dicen, en realidad, cómo hemos institucionalistas. Es claro que todos estos autores se encuentran en
de arreglárnoslas para seleccionar lo que sea la «esencia» de los sis­ algunos aspectos: ninguno de ellos tendrá nada que ver con concep­
temas económicos; se deduce de lo que dicen que esto supone abs­ tos como los de equilibrio, comportamiento racional, ajustes instan­
traer «correctamente», pero no proporcionan criterio alguno que no táneos y conocimiento perfecto, y todos favorecen ideas como las
sea un burdo realismo, para reconocer las abstracciones «correctas» del comportamiento grupal bajo la influencia del hábito y las cos­
de las que no lo son 32. Los adherentes al esencialismo tienden a tumbres, prefiriendo considerar el sistema económico como un or­
zanjar cuestiones sustantivas recurriendo a un diccionario de confec­ ganismo vivo en vez de como una máquina. Pero esto es algo muy
ción propia, y Hollis y Nell ejemplifican esta tendencia a la perfec­ distinto de la contención de que todos ellos comparten una metodo­
ción: la reproducción es la «esencia» de los sistemas economicos, logía común, es decir, un método común de validar sus explicaciones
porque... te lo digo yo. (ver Blaug, 1978, págs. 710-13 y 726-27). Puede que exista algo a
lo que podamos denominar Escuela Institucionalista, pero lo que es
claro es que no dispone de una metodología específica, diferente de
32 Así, Nell (1972a, pág. 94) escribe en otro lugar: «D ebem os examinar la economía ortodoxa.
el realismo de las definiciones y supuestos de nuestros m odelos, así como la Una descripción mucho mejor de la metodología práctica de los
medida en la cual aquéllos incorporan lo esencial. Si son realistas, el funciona-
miento del modelo reflejará el del sistema economico en una form a abstracta y institucionalistas es la que ^C^ard (1972, capítulo 12) nos proporciona
relativamente simple.» bajo la denominación de story telling (contar historias, relatar), que,
según dicho autor, describe también una gran parte de la Economía
148 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 149

ortodoxa, especialmente de la Economía Aplicada. Esta actividad esté formulado rigurosamente, construido con elegancia, y siempre
consistente en «contar historias» utiliza el método que los historia­ que contenga una relevancia potencial respecto de situaciones iden-
dores denominan coligación, y que consiste en unir los hechos, gene­ tificables en el mundo real. Como hemos visto, los economistas ac­
ralizaciones de bajo nivel, teorías de alto nivel y juicios de valor en tuales predican con frecuencia el falsacionismo, pero raramente lo
una narración coherente, por medio del aglutinante de un conjunto practican; su filosofía práctica de la ciencia puede describirse correc­
implícito de creencias y actitudes que el autor comparte con sus tamente como un «falsacionismo inocuo» 33.
lectores. Utilizado con mano hábil, este tipo de procedimiento puede Para apoyar lo dicho, examinaremos el estatus empírico de un
resultar extremadamente persuasivo, y, sin embargo, nunca resulta conjunto seleccionado de teorías económicas vigentes. Antes de entrar
fácil explicar a posteriori por qué resulta persuasiva. en ello, sin embargo, tendremos que hacer una disgresión para con­
¿Cómo podemos validar uno cualquiera de estos relatos? Nos siderar la problemática cuestión de la Economía del Bienestar. Uno
preguntaremos, por supuesto, si los hechos están correctamente rela­ de los rasgos que distinguen a la Economía de la Física, la Química
tados, si se han omitido otros hechos, si las generalizaciones de bajo y la Biología es que las proposiciones en Economía con frecuencia
nivel encuentran en la práctica ejemplos que las contradigan, y si sirven al mismo tiempo como explicaciones de comportamiento y
podemos encontrar historias rivales que se adecúen a los hechos. como normas estipuladas de comportamiento. En lo que se refiere
En resumen, recorreremos un proceso que es idéntico al que regu­ a evaluar teorías que deducen un óptimo social a partir de ciertos
larmente empleamos para validar las explicaciones hipotético-deduc- juicios de valor fundamentales, la filosofía actual de la ciencia nos
tivas de la economía ortodoxa. Sin embargo, puesto que la actividad será de poca ayuda. ¿Será ésta la razón por la que hay tantos econo­
de contar historias carece de rigor, carece de una estructura lógica mistas actuales que no acaban de tomarse el falsacionismo en serio?
definida, sus relatos serán muy fáciles de verificar y prácticamente
imposibles de falsar. Esta actividad resulta, o puede resultar, tan
persuasiva, precisamente porque nunca corre el riesgo de equivocarse.

La comente principal

De nuestra revisión de la metodología económica de la posguerra


no hemos obtenido nada que se parezca a un consenso entre econo­
mistas. Pero, aun a riesgo de tener que redondear algunas aristas,
cabe identificar lo que podríamos denominar el enfoque adoptado
por la corriente principal del pensamiento económico. A pesar de las
discusiones surgidas en torno a la característica-F, Friedman y Mach­
lup parecen haber persuadido realmente a la mayoría de sus colegas
de que la verificación directa de los postulados o supuestos de la
Teoría Económica resulta tanto innecesaria como engañosa; las teo­
rías económicas deberán ser juzgadas, en último término, por sus
implicaciones respecto de los fenómenos que pretenden explicar.
Al mismo tiempo, se sostiene que la Economía no es sino una «caja
de herramientas», y la contrastación empírica mostrará, no tanto si
ciertos modelos son verdaderos o falsos, sino más bien si aquéllos
son o no aplicables a una situación dada. El tono metodológico pre­
valeciente no es sólo altamente protector de la Teoría Económica
recibida, sino que es también ultrapermisivo dentro de los límites
de las «reglas del juego»: casi cualquier modelo sirve, siempre que 33 D ebo esta afortunada expresión a Coddington (1975, pág. 542).
Parte I I . H istoria de la metodología económica 151
C ap ítu lo 5

LA DISTINCION ENTRE ECONOMIA respecto de los valores u objetivos, como no sea lo que digan los
POSITIVA Y ECONOMIA NORMATIVA políticos. Nos encontramos aquí con una serie de terribles confusio­
nes lógicas que expusieron a los economistas a un ataque generali­
zado que alcanzó a la idea misma de una Economía Positiva libre de
juicios de valor. Hay ciertamente mucho que aclarar en este terreno,
pero después de dedicar el tiempo necesario a dichas aclaraciones,
esperamos estar en disposición de reformular la distinción entre Eco­
nomía Positiva y Normativa como otra de las normas metodológicas
popperianas, especialmente relevante para una ciencia con implica­
ciones políticas como es la Economía.
Fue David Hume, en su 7 ratado sobre la naturaleza humana,
quien estableció hace ya mucho tiempo la proposición de que «no
puede deducirse el “ deber ser” a partir del “ ser” », es decir, que las
proposiciones puramente fácticas, descriptivas, tan sólo podrán im­
plicar otras proposiciones fácticas, descriptivas, y nunca normas o
pronunciamientos éticos o prescripciones que ordenen una determi­
nada actuación. Esta proposición ha sido correctamente denominada
la «guillotina de Hume» (Black, 1970, pág. 24) por implicar una
hermética distinción lógica entre el campo de los hechos y el de los
La guillotina de Hume valores. Pero, ¿cómo sabremos si una determinada proposición se
refiere al «ser» o al «deber ser»? Por supuesto, esto no puede deci­
La distinción entre Economía Positiva y Economía Normativa, dirse sobre la base de si la frase que contiene la proposición está
entre la Economía «científica» y los consejos prácticos sobre cuestio­ expresada gramaticalmente en forma indicativa o imperativa, porque
nes de política económica, cumple ahora ciento cincuenta años, pues existen frases expresadas en forma indicativa, como, por ejemplo,
podemos retrotraerla a los escritos de Nassau Sénior y John Stuart «el asesinato es un pecado», que son en realidad proposiciones sobre
Mili. En algún momento situado en la segunda mitad del siglo xix, lo-que-debe-ser disfrazadas de proposiciones sobre lo-que-es. Ni tam­
esta distinción quedó unida, y prácticamente identificada, con la dis­ poco podemos juzgar esta cuestión por el hecho de que la gente está
tinción utilizada por los filósofos positivistas entre el «ser» y el más fácilmente de acuerdo con proposiciones que expresan lo-que-es
«deber ser», entre hechos y valores, entre las proposiciones declara­ que con aquellas que expresan lo-que-debe-ser, ya que fácilmente po­
tivas y supuestamente objetivas acerca del mundo y las evaluaciones drá verse que existe un acuerdo mucho menor acerca de, por ejem­
prescriptivas respecto de sus diversos estados. Se decía, en consecuen­ plo, la proposición fáctica de que el universo se originó sin inter­
cia, que la Economía Positiva se refería a los hechos, mientras que vención supranatural alguna en un enorme estallido ocurrido hace
la Economía Normativa se ocupaba de los valores. billones de años, que el que pueda existir acerca de la proposición
Posteriormente, en la década de 1930, apareció la nueva Econo­ normativa que afirma, por ejemplo, que no debemos comer niños.
mía del Bienestar, que trató de proporcionar una Economía Norma­ Una proposición referente a lo-que-es, es simplemente una proposi­
tiva libre de juicios de valor, y en lo sucesivo, parecía que la distin­ ción que puede ser materialmente verdadera o falsa; una proposición
ción entre Economía Positiva y Economía Normativa iba a centrarse que afirma algo respecto del estado del mundo, algo que es así y
en la separación de los hechos y valores no-controvertidos, por un así, y no de otra manera — y respecto de la cual es posible utilizar
lado, y de los valores controvertidos, por otro. La consecuencia de métodos de contrastación interpersonal para descubrir si es cierta
todo ello fue una ampliación de la Economía Positiva tradicional que o falsa. Por su parte, una proposición normativa expresa una eva­
permitiese incluir en ella la totalidad de la Economía pura del Bien­ luación sobre el estado del mundo — aprueba o desaprueba, alaba
estar, dejando a la Economía Normativa el tratamiento de los pro­ o condena, se regocija o deplora— , y lo único que podemos hacer
blemas específicos de política, campo en el que poco se puede decir al respecto es emplear argumentos que persuadan a otros a aceptarla.
150
152 L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 153
Ciertamente puede objetarse que la proposición normativa de que descriptiva, que sea considerada cierta, que no se base sobre un
no debemos comer niños puede ser contrastada por métodos de con­ consenso social definido acerca de que «debemos» aceptar dicha pro­
trastación interpersonales (¿por un referéndum político, por ejem­ posición sobre lo-que-es.
plo?). Pero todo lo que un referéndum político podrá establecer será
que todos nosotros estamos de acuerdo en que comer niños no está
bien; y nunca podrá establecer que es malo. Pero se objetará enton­ Juicios metodológicos «versus» juicios de valor
ces que esto es cierto también respecto de cualquier verificación o
falsación interpersonalmente contrastada de una proposición acerca Nagel (1961, págs. 492-95) trata de proteger la guillotina de
de lo-que-es. En último término, se dirá, una proposición fáctica y Hume frente a este tipo de objeción, precisamente cuando traza una
descriptiva sobre lo-que-es se considerará verdadera porque nos he­ distinción entre dos tipos de juicios de valor en las ciencias sociales
mos puesto de acuerdo para acatar ciertas reglas «científicas» que — juicios de valor caracterizados y juicios de valor estimativos— .
nos enseñan que hemos de considerar dicha proposición como cierta, Los juicios de valor caracterizados juegan en la elección del tema
aunque puede, de hecho, ser falsa. El decir que existen «hechos a investigar, la forma de investigación a seguir y los criterios a
en bruto» que debemos aceptar tanto si nos gusta como si no, es adoptar para juzgar la validez de nuestros descubrimientos, tales
cometer la falacia inductiva, y además, por la teoría de la inferencia como la adherencia a los cánones de la lógica formal, la selección
estadística de Neyman-Pearson deberíamos saber ya que la acepta­ de datos en términos de normas definidas de fiabilidad, cualquier
ción de un hecho cualquiera en el campo de la ciencia implica nece­ decisión explícita a priori sobre los niveles de significación estadís­
sariamente el riesgo de una decisión tomada en condiciones de incer- tica, etc.; en resumen, todo lo que anteriormente hemos denominado
tidumbre, lo que supondrá unas ciertas posibilidades definidas, pero juicios metodológicos. Los juicios de valor estimativos, por otro lado,
no conocidas, de incurrir en error. Así pues, aceptamos o rechaza­ serán aquellos que se refieren a proposiciones evaluativas, incluyendo
mos las proposiciones sobre bases que son en sí mismas convencio­ la deseabilidad de ciertos tipos de comportamiento humano y las
nes, y en este sentido, incluso «Los científicos, qua científicos, hacen consecuencias sociales que generarán tales tipos de comportamiento;
juicio de valor», por citar el título de un conocido artículo sobre así pues, todas las proposiciones sobre la «sociedad ideal» son jui­
metodología (Rudner, 1953). Los juicios morales se definen normal­
cios de valor estimativos. La ciencia, como actividad social que es, no
mente como prescripciones que implican un cierto tipo de compor­
puede funcionar sin juicios de valor metodológicos, pero, según Na­
tamiento que es el que se supone que todo el mundo adopta en las
mismas circunstancias. Pero, ¿no serán las proposiciones fácticas exac­ gel, puede liberarse, al menos en principio, de cualquier compromiso
tamente el mismo tipo de juicios que afectan ciertos tipos de actitudes con los juicios de valor estimativos o normativos.
en vez de a ciertos tipos de comportamiento? Sin embargo, a nivel sociológico, como distinto del nivel filo­
Los filósofos morales han expresado recientemente sus dudas sófico, esta diferencia desaparece en gran parte. En último término,
merca de la dicotomía ser/deber-ser, generalmente en el sentido de no es posible escapar al hecho de que todas las proposiciones no-tau­
qur los juicios morales no son simplemente expresiones de ciertos tológicas descansan, respecto de su aceptación, sobre la disposición
sentimientos o imperativos que fuerzan a alguien a actuar, sino que de acatar ciertas reglas del juego, es decir, sobre ciertos criterios
■.oh en realidad un tipo especial de proposiciones descriptivas sobre que, como jugadores, hemos adoptado colectivamente. Podría parecer
el mundo (Hudson, 1969; Black, 1970, capítulo 3). La argumenta­ que un desacuerdo respecto de los hechos puede resolverse por me­
ción que hemos venido desarrollando en contra de las implicaciones dio de una decisiva apelación a la llamada evidencia objetiva, mien­
de la guillotina de Hume es, sin embargo, algo diferente. En ningún tras que un desacuerdo sobre valores morales sólo puede resolverse
momento he pretendido afirmar que las proposiciones sobre lo-que- por una exhortación dirigida a nuestras emociones, pero, en el fondo,
drbe ser son lógicamente equivalentes a las proposiciones sobre lo­ ambas argumentaciones descansarán sobre ciertas técnicas definidas
que es, sino más bien que la aceptación o rechazo de las proposi­ de persuasión, que dependerán a su vez para ser efectivas de un tipo
ciones sobre el ser no implica un proceso cognoscitivo muy diferente u otro de valores compartidos. No obstante, al nivel operativo de la
del implicado por la aceptación o rechazo de las proposiciones sobre investigación científica, la distinción de Nagel entre juicios metodo­
el deber-ser; mi argumento es que no existe proposición empírica, lógicos y normativos es, de todos modos, real y significativa.
Parte II. H istoria de la metodología económica 155
154 L a m etodología de la economía

Cualquier economista reconocerá que existe todo un mundo de si dicho juicio se supone aplicable bajo cualesquiera circunstancias
diferencia entre la contención de que existe una curva de Phillips, concebibles, y será “no-básico” cuando esto no ocurra» (Sen, 1970,
una relación funcional definida entre el nivel de empleo y la tasa página 59). En la medida en la cual un juicio de valor sea del tipo
de variación de los salarios, y la contención de que el desempleo es no-básico o impuro, la discusión en torno al mismo podrá tomar la
tan deplorable que deberíamos estar dispuestos a aceptar cualquier forma de una apelación a los hechos, lo cual resulta muy conve­
nivel de inflación con tal de vernos libres de él. Cuando un econo­ niente, puesto que existe una tradición establecida para zanjar dispu­
mista dice que debería permitirse a los individuos gastar su renta tas referentes a los hechos, mucho más firme que la aplicable a las
como deseen, o que nadie debería tener la posibilidad de controlar disputas referentes a los valores. Sólo cuando hayamos destilado
recursos materiales que le permitan emplear a otros, o que los go­ finalmente un juicio de valor puro — pensemos en la oposición paci­
biernos deben ayudar a las víctimas de las inexorables fuerzas eco­ fista estricta a todo tipo de guerras, o la afirmación de que «valoro
nómicas, es claro que dicho economista está expresando juicios de esto por sí mismo»— será cuando habremos agotado toda posibilidad
valor normativos. No existe método alguno que pueda reconciliar de análisis y discusión racional35. No hay duda de que la mayor
juicios de valor diferentes — como no sean las elecciones políticas parte de los juicios de valor que se expresan en torno a los problemas
o la lucha en las barricadas— . Y es este contraste en cuanto a los sociales son altamente impuros, y, por consiguiente, perfectamente
métodos de arbitrar los desacuerdos lo que presta su relevancia a la adecuados para intentar influir por medio de la persuasión sobre los
distinción de Nagel. que los sostienen, argumentando que los hechos son distintos de
Hemos ido un poco demasiado lejos al sugerir que los juicios como ellos creen que son.
normativos son de tal naturaleza que nunca son susceptibles de dis­
cusión racional destinada a reconciliar las diferencias que puedan
existir entre distintas personas. Incluso si Hume tenía razón al negar ¿Una ciencia social libre de juicios de valor?
que «lo que debe ser» pueda deducirse lógicamente de «lo que es»
y, por supuesto, a la inversa, no puede negarse que las ideas acerca Una vez limpias las impurezas de los juicios de valor impuros
de «lo que debe ser» se ven poderosamente influidas por «lo que es», por medio del debate racional, nos quedaremos con proposiciones
y que los valores que mantenemos casi siempre dependen de todo fácticas y juicios de valor puros, y entre ellos se abrirá sin duda un
un conjunto de creencias fácticas. Esto nos indica cómo puede pro­ abismo irreconciliable respecto de la interpretación que cada uno dé
al concepto de «hecho» y al concepto de «valor». Incluso si supone­
ceder el debate racional sobre un juicio de valor en disputa: plan­
mos que los juicios de valor son tan impuros como normalmente
tearemos circunstancias fácticas alternativas y nos preguntaremos si,
caso de prevalecer tales circunstancias, estaríamos dispuestos a aban­ son, lo único que hemos demostrado hasta el momento es que la
diferencia entre los métodos utilizables para alcanzar acuerdos sobre
donar dicho juicio de valor. Un ejemplo obvio y muy conocido es el
referente al extendido juicio de valor de que el crecimiento econó­ juicios metodológicos y sobre juicios de valor es una diferencia de
grado, y no una diferencia sustancial; pero nada de lo que hemos
mico, tal como viene medido por la Renta Nacional real, es siempre
dicho nos permite concluir que tal diferencia de grado no merezca
deseable; pero, podríamos preguntarnos, ¿lo será incluso si perjudica
en forma absoluta a las categorías más bajas de la escala de distribu­ que nos ocupemos de ella.
La argumentación de que la diferencia es tan pequeña que puede
ción personal de la renta? Otro ejemplo pertinente es el juicio de
ignorarse nos lleva al terreno de ciertos críticos radicales, que afirman
valor sostenido con frecuencia de que la pena capital es siempre mala.
que absolutamente todas las proposiciones sobre fenómenos sociales
En este caso, podríamos preguntar: ¿seguiría usted sosteniéndolo
están impregnadas de juicios de valor y que, por consiguiente, care­
si existiese evidencia incontrovertible en el sentido de que la pena
cen de objetividad. Como Nagel (1961, pág. 500) ha señalado, esta
capital constituye un desestímulo efectivo para los potenciales ase­
posición es demasiado extremista, ya que, o bien ella misma es la
sinos? Y así sucesivamente.
Cuando seguimos esta línea de pensamiento, nos encontramos 33 Sen (1970, pág. 63) parece negar que uno pueda encontrar alguna vez
con la distinción entre juicios de valor «básicos» y «no-básicos», o un juicio de valor puro: « E s interesante subrayar que se puede demostrar que
lo que yo prefiriría denominar juicios de valor puros e impuros: «un algunos juicios de valor son no-básicos, pero no es posible demostrar la existen­
cia de un solo juicio de valor básico.»
juicio de valor puede caracterizarse como “ básico” para una persona,
L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 157
156

única excepción a la regla, en cuyo caso ya existe al menos una pro­ discusiones podían tomar la forma de: 1) un examen de la consis­
posición objetiva que puede sostenerse respecto de las cuestiones tencia interna de las premisas valorativas de las que pueden deri­
sociales, o bien la propia proposición está cargada de valoración, en varse juicios normativos divergentes; 2) la deducción de las implica­
cuyo caso nos vemos constreñidos a una regresión infinita que acaba ciones de aquellas premisas valorativas, a la luz de las circunstancias
en un subjetivismo extremo en el que, simplemente, todas las opi­ prácticas a las que son aplicables; y 3) la descripción de las conse­
niones cuentan por igual. Además, el rechazo de la mera posibilidad cuencias fácticas de las formas alternativas en que se materializan
de una ciencia social «objetiva» y libre de juicios de valor suele venir los juicios de valor (Weber, 1949, págs. 20-1; y Runciman, 1968,
revestido de toda clase de irrelevancias que terminan en la negación páginas 564-65). Es claro, por tanto, que la distinción de Sen entre
de toda distinción significativa entre juicios de valor metodológicos juicios de valor básicos y no-básicos, puros e impuros, que invita
y juicios de valor normativos. a la discusión racional sobre los juicios de valor efectivamente man­
La doctrina de la ciencia social libre de juicios de valor afirma, tenidos por la gente, concuerda completamente con el espíritu webe-
ante todo, que el estatus lógico de las proposiciones fácticas, des­ riano37.
criptivas, sobre «lo-que-es», es sustancialmente distinto del de las Entre los que atacan la doctrina del Wertfreiheit, pocos son los
proposiciones normativas, prescriptivas, sobre «lo-que-debe-ser», y que tienen el coraje de sostener sus propias convicciones, ya que
en segundo lugar, que los juicios metodológicos necesarios para al­ después de manejar todos los argumentos acostumbrados en contra
canzar un acuerdo sobre las proposiciones fácticas difieren de forma de dicha doctrina, suelen terminar diciendo que estamos a favor de
importante de los juicios de valor. La pretensión de que una ciencia la verdad objetiva y de la «ciencia desinteresada», aunque nunca
social puede estar libre de juicios de valor no niega, pues, que los aclaran cómo es posible que tal cosa exista cuando lo referente al
prejuicios ideológicos se introduzcan en la propia selección de los te­ «ser» está inextricablemente unido a lo referente al «deber ser».
mas que el científico ‘ social decide investigar, ni que las inferencias Si no existen al menos algunas proposiciones descriptivas, fácticas,
que se deducen de la evidencia fáctica estén a veces influenciadas respecto de las regularidades sociales que estén libres de juicios de
por valores de un cierto tipo, ni incluso que los consejos prácticos valor (aparte de los juicios de valor caracterizados implicados en los
que los científicos sociales ofrecen estén con frecuencia cargados de juicios metodológicos), parece difícil escapar a la conclusión de que
juicios de valor encubiertos, que tratan de persuadir y no simple­ tenemos licencia para afirmar lo que nos dé la gana.
mente de aconsejar. Aquella pretensión no se basa tampoco en modo La negación de la objetividad en ciencias sociales es más común
alguno en un supuesto distanciamiento impersonal de los científicos en la Sociología que en la Economía. En realidad, la actitud de los
'.ocíales concretos, sino que se basa sobre los aspectos sociales de la economistas respecto de la dicotomía ser/deber-ser, es más bien com­
actividad científica, sobre una tradición crítica que constantemente placiente, como si creyesen que basta con establecerla claramente
actúa sobre los prejuicios de los científicos concretos. Max Weber para que resulte obvia (ver Kappholz, 1964). No ha sido fácil, por
dejó esto perfectamente claro hace unos cincuenta años, cuando ela­ tanto, encontrar ejemplos de economistas enredándose consigo mis­
boró la doctrina del Wertfreiheit (libertad respecto de las valoracio­ mos al negar primero que la Economía pueda estar libre de juicios
nes), y el malinterpretarle a estas alturas realmente no tiene excusa36. de valor, para acabar afirmando que, de todos modos, algunas opi­
Obviamente, Weber no negaba que las ciencias sociales, tal como niones son más válidas que otras. Pero quizás baste con un único
se practican efectivamente, están entreveradas de prejuicios políticos; e instructivo ejemplo.
pero es precisamente por esta razón por la que predicó la posibilidad
de unas ciencias sociales libres de juicios de valor. Además, el Wert-
Un ejemplo de ataque contra el wertfreiheit
frciheit no significaba para él que las valoraciones que los seres hu­
manos hacen no puedan ser racionalmente analizadas. Por el con­ Robert Heilbronner (1973) comienza su ataque negando la doc­
trario, insistió en que las Wertungdiskussionen (discusiones sobre trina del monismo metodológico, sobre la base de que la diferencia
valores) no sólo eran posibles, sino también altamente útiles. Estas entre las ciencias sociales y las naturales consiste en que las acciones

36 Véase Runciman (1972); Cahman (1964); Hutchison (1964, págs. 55-6 y 37 E n este punto, resulta instructivo leer a W ard (1972, págs. 13-15) sobre
el sistema legal como mecanismo generador de consenso sobre valores.
•'R 9), y Machlup (1978, págs. 349-53 y 386-88).
158 L a m etodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica j ^
humanas están sujetas tanto a las predisposiciones latentes como a la
deliberación consciente, y que, en ausencia de supuestos referentes núcleo teórico. Afortunadamente, yo no seré juzgado por mi visión
al significado de dichas acciones, no podría derivarse conclusión alguna sino que lo seré por las teorías que dicha visión genera en el « c in ­
a partir de los hechos sociales. «E s en este punto», declara, «donde turón protector». A menos que hagamos alguna distinción de e ste
los juicios de valor entran en el cuadro». ¿Y cómo entran? Uno de los tipo, la tesis de que las ciencias sociales están impregnadas de ju icios
ejemplos que proporciona es el de «el prejuicio político obvio obser­ de valor se convierte en algo trivial, ya que la impregnación valoí a -
vable en la elección de las tareas de investigación que la profesión tiva se considera hoy como un rasgo universal de todas las propo­
se asigna a sí misma» (pág. 137). En términos de Nagel, sin embar­ siciones teoréticas, y, por consiguiente, no es un problema específico
go, este es un caso de juicio metodológico, y no de juicio de valor. de las ciencias sociales. Para demostrar que Heilbronner no es el
Concediendo que este tipo de críticas han sido ya hechas antes único en meter sencillamente en el mismo saco todas las proposicio­
en numerosas ocasiones, Heilbronner continúa diciendo que prefiere nes que no sean puramente fácticas, colocándolas todas bajo la indis­
examinar «un aspecto menos explorado del problema, un aspecto criminada etiqueta de «juicios de valor», consideremos la creencia
situado en los intersticios del propio análisis económico, más que muy extendida a partir de Robbins, de que las comparaciones inter­
en las premisas que subyacen al pensamiento económico» (pág. 138). personales de utilidad son juicios de valor que no tienen lugar po si­
Los economistas no se encuentran científicamente distanciados al ela­ ble dentro de una Economía del Bienestar que sea «científica». Peto
borar sus teorías, declara Heilbronner, y nos coloca ante una ilustra­ las proposiciones acerca de comparaciones interpersonales de utilidad
ción del caso que no resulta precisamente convincente: «La falta de no son juicios de valor, sino simplemente proposiciones incontras­
disposición de los economistas a aceptar el fenómeno del imperia­ tables: serán, sin duda, verdaderas o falsas, pero hasta el momento
lismo como tema adecuado de investigación, o su tozuda adhesión no hemos encontrado el método que nos permita averiguar lo q u e
a una teoría benigna del comercio internacional, a pesar de estar son (Klappholz, 1964, pág. 105). Los juicios de valor pueden s^r
enfrentados a la inquietante evidencia de que el comercio internacio­ incontrastables, pero no todas las proposiciones incontrastables son
nal no ha conseguido beneficiar a los países pobres» (págs. 139-49). juicios de valor (Ng, 1972).
Los economistas, como todos los demás investigadores sociales, aña­ Igualmente, existe la tendencia a definir los juicios de valor corno
de, no pueden evitar el sentirse emocionalmente implicados en la cualquier proposición persuasiva expresada en lenguaje emotivo, igno­
sociedad de la que son miembros: «Todo científico social enfoca su rando totalmente el hecho de que las proposiciones puramente des­
tarea con el deseo, consciente o inconsciente, de demostrar la fun­ criptivas, y también las definiciones de términos, pueden ser tan
cionalidad o disfuncionalidad del sistema social que está investigan­ persuasivas como los propios juicios de valor (Klappholz, 1964, pá­
do» (pág. 139). En vista de esta «extrema vulnerabilidad respecto ginas 102-03). Para aumentar aún más la confusión, tenemos la ten­
de los juicios de valor», los economistas no pueden ser imparciales dencia, también muy pronunciada, a identificar los juicios de valor
o desinteresados: «así pues, los juicios de valor, de tipo sociológico con proposiciones ideológicas (véase, por ejemplo, Samuels, 1977).
en parte, y en parte referentes al comportamiento, han impregnado Ideología es una de esas palabras para las que cada uno dispone de
la Economía desde sus proposiciones pioneras hasta sus representa­ una definición propia con la que puede hacerla expresar lo que desee.
ciones más recientes y sofisticadas» (pág. 141). Según la doctrina marxista de la ideología, doctrina que tan sólo
En este punto, hemos de hacer una breve disgresión para comen­ vagamente podemos discernir a partir de las afirmaciones asistemá-
tar el uso tan libre que Heilbronner hace del término juicios de va­ ticas y a veces contradictorias de Marx y Engels (Seliger, 1977), el
lor, con el que designa cualquier proposición metafísica incontrastable hombre no posee verdades, sino solamente credos, que enmascaran
que pueda colorear la visión del economista, proposiciones que, en un cierto conjunto de intereses materiales, y esto es aplicable a todos
su conjunto, constituyen lo que Lakatos ha denominado el «núcleo» los hombres excepto a los miembros de la privilegiada clase prole,
de las teorías. Si yo afirmo que el capitalismo ha hecho más por los taria y a sus concienciados portavoces (como Marx y Engels). Pero
trabajadores que cualquier otro sistema económico alternativo en el si la ideología es «falsa consciencia», distorsión de la verdad, nos
pasado, y que seguirá haciendo en el futuro, no estoy expresando será imposible reconocer la ideología como tal, a menos que dispon­
con ello un juicio de valor, sino que estoy revelando mi visión, mi gamos de algún criterio no-ideológico que nos permita distinguir la
verdad de la falsedad, en cuyo caso sería útil que se nos dijese cuál
160 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 161

es este criterio (Ryan, 1970, págs. 224-41; Barnes, 1974, capítulo 5). Soluciones a la imposibilidad del wertfreiheit
Sea como sea, puede ser útil definir las proposiciones ideológicas
como juicios de valor que alardean de ser proposiciones fácticas El ataque que Heilbronner desencadena contra la Economía libre
(Bergman, 1968), definición que expurga los elementos tendenciosos de juicios de valor empalidece hasta la insignificancia al lado del de
de la teoría de la ideología y rescata lo que en ella hay de válido. Gunnar Myrdal, que ha hecho de la idea de que las ciencias sociales
Según esta definición, los juicios de valor en sí mismos no son ideo­ están impregnadas de juicios de valor uno de los temas fundamen­
lógicos, aunque todas las proposiciones ideológicas son juicios de tales del trabajo de toda una vida. Pero su solución a los problemas
que crea dicha impregnación es bastante diferente de la de Heil­
valor disfrazados.
bronner, y es diferente, en realidad, de la de cualquier otro crítico
Con estas clarificaciones in mente, volvamos al ataque de Heil- del W ertfreiheit38.
bronner contra la doctrina de la Economía libre de juicios de valor.
La solución propuesta por Myrdal no consiste en suprimir los
«No creo que los economistas deban proponerse hacer análisis libres juicios de valor, ni en dejar claro en qué punto entrarán necesaria­
de juicios de valor», declara; pero, añade, «debo afirmar con toda mente a formar parte de la argumentación, separando así la Economía
la fuerza de que soy capaz que no creo que el economista tenga el Positiva de la Normativa, sino que consiste más bien en declararlos
derecho, en nombre de los valores que defiende, a distorsionar los abiertamente al inicio del análisis. De esta forma, considera este
datos, promover o promulgar recomendaciones de política sin evi­ autor que, por procedimientos misteriosos que no explica, la argu­
dencia que las apoye, o hacer pasar sus conclusiones cargadas de mentación quedará revestida de objetividad: «L a única forma en que
valoraciones por conclusiones que poseen una validez “ científica” podemos perseguir la “objetividad” del análisis teórico, consiste en
(páginas 133 y 142). Heilbronner admite francamente que esto suena exponer nuestras valoraciones claramente, de forma consciente, espe­
«como una contradicción de términos» (pág. 138), pero cree que es cífica y explícita, permitiendo que determinen la investigación teó­
posible cuadrar el círculo, siguiendo los métodos de las ciencias na­ rica... En sí, los conceptos cargados de valoración no tienen nada
turales. Este método consiste, según él cree, en «la apertura en los de malo si están claramente definidos en términos de premisas valo­
procedimientos por los cuales la ciencia aborda su tarea, exponién­ rativas claramente establecidas» (Myrdal, 1970, págs. 55-6; véase tam­
dose a... un doloroso escrutinio en relación con sus premisas, expe­ bién Hutchison, 1964, págs. 44-5, 48-9, 69n, 109 y 115n). También
rimentos, razonamientos y conclusiones». Y, «puesto que los eco­ este autor define virtualmente todo lo que no es estadístico como
nomistas realizan pocos experimentos que puedan repetirse en con­ un «juicio de valor» (págs. 73-6), pero hemos de suponer que va
más allá en su radical negación de la existencia de proposiciones
diciones de laboratorio, sus resultados no son tan susceptibles de
fácticas; o éticamente neutrales, en Economía. Porque, si es posible
falsación como los de los de las ciencias naturales, pero pueden ser
afirmar que la elasticidad de la demanda de importación de auto­
igualmente sujetos a escrutinio y crítica en un foro de opiniones ex­
móviles en Gran Bretaña en 1979 es del 1,3, y esta cifra es cierta
pertas» (págs. 142-43). o falsa independientemente de mis deseos y de los demás, nos en­
No podemos menos de aplaudir tales sentimientos, pero, ¿a qué contraremos ante al menos una proposición de Economía Positiva,
viene el gastar páginas y páginas para persuadirnos de que toda la cuya objetividad no depende de mi declaración de valores.
Economía está absolutamente contaminada de juicios de valor, ha­ Según Myrdal, es imposible distinguir la Economía Positiva de
biendo definido indiscriminadamente a estos últimos de forma que la Normativa, y las pretensiones al respecto tan sólo pueden generar
incluyan toda clase de proposiciones incontrastables, proposiciones frustración. Pero ¿es realmente vano el tratar de separar la contras­
emotivamente expresadas, y proposiciones ideológicas, tan sólo para tación de las hipótesis económicas que no recurren directamente a
llegar a la conclusión de que es posible salvar un cuerpo de descu­ nuestros deseos y esperanzas, aunque sólo sea como ideal al que hay
brimientos de la Economía Positiva que parece ser misteriosamente
objetivo? Y, ¿cabe la posibilidad de que lleguemos a acumular tal 38 Véase la sofisticada crítica del W ertfreiheit que ofrece Gordon (1977), el
cuerpo de descubrimientos objetivos con prontitud si nos dedicamos cual, al igual que Heilbronner, concluye que las ciencias sociales están, sin reme­
dio, impregnadas de valores, al tiempo que aboga de todos modos por la obje­
a ir por ahí clamando en contra de la posibilidad misma de una tividad como criterio de comportamiento del trabajador científico, al menos
Economía libre de juicios de valor? como ideal inalcanzable.
^62 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 163

que tender, de las expresiones de aprobación o desaprobación de lo podrá ofrecer consejos, ni siquiera si se complementa la ciencia de
que ocurre en el mundo? Es claro que no existe una distinción abso­ la Economía con los juicios de valor oportunos, y Sénior llegó hasta
lutamente a toda prueba entre Economía Positiva y Normativa, lo decir en un momento de su vida que los economistas no debían
mismo que no existe distinción absolutamente concluyente entre aconsejar en absoluto (Bowley, 1949, págs. 49-55; Hutchison, 1964,
medios y fines; pero el declarar la ubicuidad e inevitabilidad^ de los página 32; O ’Brien, 1975, págs. 55-6).
juicios de valor, sin examinar con precisión cómo y hasta qué punto Cairnes, siguiendo los pasos de Sénior y Mili, se expresó, de
entrarán en el razonamiento económico, tan sólo puede llevar a un acuerdo con su manera de ser, de forma mucho más categórica de lo
tipo de relativismo en el que todas las opiniones económicas son que éstos nunca hicieron: «L a ciencia económica no tiene más rela­
simplemente una cuestión de elección personal39. La hora de la ción con nuestro sistema industrial moderno que la que pueda tener
influencia terapéutica de la distinción entre Economía Positiva y la ciencia de la mecánica con nuestro actual sistema de ferrocarriles»
Normativa, que fuerza a los economistas a explicar sus juicios de (Cairnes, 1965, pág. 38). John Neville Keynes separó útilmente, no
valor, aún no ha pasado. «La distinción entre lo positivo y lo nor­ sólo la ciencia positiva del arte normativo, como habían hecho sus
mativo», como ha observado Hutchison (1964, pag. 191) correcta­ predecesores, sino también: 1) la «ciencia positiva» de 2) la «ciencia
mente, «deberá mantenerse claramente siempre que sea posible-, in­ normativa o regulativa» y 3) del «arte», es decir, del sistema de re­
cluso a costa, algunas veces, de una mayor efectividad en la persua­ glas para la consecución de determinados fines: «E l objetivo de la
sión». Aquí tenemos, pues, otra norma metodológica popperiana que ciencia positiva consiste en el establecimiento de uniformidades, el
de la ciencia normativa en el establecimiento de ideales, y el del arte
añadir a nuestra lista anterior (capítulo 1).
en la formulación de preceptos (Keynes, 1955, pág. 35). La concep­
ción de una «ciencia normativa» como puente entre la «ciencia po­
sitiva» y el «arte» de la Economía Política se acerca mucho, como
Breve bosquejo histórico
veremos, a la aspiración de la moderna Economía del Bienestar.
Hasta ahora hemos aclarado la mayor parte de las cuestiones Pero la clasificación a tres bandas de Neville Keynes no ganó
previas y podemos ya enfrentarnos con la cuestión principal: ¿cómo amplia aceptación, y otros economistas ingleses de la época se hicie­
es posible que algunas proposiciones económicas, como las famosas ron simplemente eco de la antigua distinción entre Economía Posi­
equivalencias marginales de la optimalidad de Pareto, aparezcan con tiva y Normativa sin añadirle nada nuevo (Hutchison, 1964, págs. 32-
disfraces sutilmente diferentes tanto en la Economía Positiva como 41; Smyth, 1962). En el continente, sin embargo, tanto Walras como
Pareto dibujaron la línea divisoria, no entre la Economía Positiva
en la Normativa? y Normativa, sino entre Economía pura y aplicada (Hutchison, 1964,
Un breve bosquejo histórico de la distinción entre lo positivo
y lo normativo en Economía nos ayudara a preparar el terreno para páginas 41-2); y para Pareto, y seguramente también para Walras, la
el análisis de esta cuestión. Esta distinción hace su aparición prime­ Economía pura incluía tan sólo la Economía Positiva y excluía tanto
lo que Neville Keynes denominó la «ciencia normativa o regulativa»
ramente en los escritos de Sénior y del joven Mili en forma de dis­
como el «arte» de la Economía40. Pareto afirmaba, en su famosa
tinción entre la «ciencia» y «el arte» de la Economía Política. Estos
autores fueron conscientes de que, al pasar de la ciencia al arte, ne- formulación de las condiciones de optimalidad, que la competencia
cesariamente entran en escena premisas extracientíficas, éticas, y perfecta maximizaría automáticamente la ofelimidad colectiva (des­
también se dieron cuenta de que se requerían elementos no-econó- preciaba el término utilidad, por sus visos de cardinalidad), en el
micos tomados de otras ciencias para poder ofrecer consejos prácticos sentido de que ninguna asignación de recursos alternativa podría
respecto de problemas concretos (Hutchison, 1964, págs. 29-31). En beneficiar a nadie sin perjudicar al menos a una persona. Desde su
resumen, estos autores sostenían el punto de vista curioso, desde punto de vista, ésta era una proposición de Economía pura, comple­
nuestra perspectiva actual, de que el economista, en cuanto tal, no tamente independiente de cualquier juicio de valor ético. En reali­
40 Tarascio (1966, págs. 46-50 y 127-36) sostiene que Pareto, al isual que
Weber, defendió, no un rígido divorcio entre los estudios puros y aplicados,
39 Véase Lesnoff (1974, págs. 156-8). Hutchison (1964, capítulo 2), dedicado
sino tan sólo la minimización subjetiva de los juicios normativos en las ciencias
al «Papel y fuentes de los juicios de valor y prejuicios en Econom ía», dice
sociales. Pero no es eso lo que yo leí en Pareto.
prácticamente todo lo que se puede decir sobre el tema.
164 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 165

dad, lo que hoy denominamos optimalidad de Pareto fue para él idea de que la sociedad, expresándose a través de sus representantes
simplemente una definición de máxima ofelimidad colectiva; pero políticos, compara de hecho las utilidades de diferentes individuos;
la ofelimidad colectiva constituía tan sólo un subconjunto de una estas comparaciones son, por así decirlo, recogidas en una función
ofelimidad social más general que pertenecía ya al campo de la So­ de bienestar social, que agrega las preferencias de los individuos en
ciología, y Pareto insistía siempre en que la Economía pura, por sí una escala social de estados de la economía. Una vez en posesión
misma, no puede resolver problemas prácticos (Tarescio, 1966, pá­ de tal función, el economista puede identificar un determinado cam­
gina 8). bio como un MPP, y posteriormente podrá consultarse también la
En cuanto a situaciones distintas de las del equilibrio competitivo, función de bienestar social para determinar si deberían efectuarse
Pareto no ofrecía guía alguna respecto de las variaciones que podrían realmente los pagos compensatorios. Llegados a este punto, es difícil
aumentar o disminuir la ofelimidad colectiva. En la década de 1930, resistirse a la conclusión de que la Economía del Bienestar se con-
John Hicks y después Nicholas Kaldor proporcionaron contratacio­ fiesa abiertamente normativa, punto de vista que puede considerarse
nes de compensación, al definir los aumentos del bienestar económico como el dominante (ver Hennipman, 1976, págs. 40-1).
como cualquier variación que pudiese beneficiar a alguien en sus pro­ Sin embargo, siempre ha habido quien ha mantenido la posición
pios términos, sin perjudicar a nadie. La recomendación de que una adoptada por Pareto, en el sentido de que la Economía del Bienestar
mejora paretiana potencial de este tipo (MPP) debería hacerse mo­ es una rama de la Teoría Económica Positiva, tan neutral y objetiva
netariamente efectiva compensando de hecho a las víctimas de un como cualquier otro de sus componentes. Creemos que vale la pena
cambio económico, constituía desde luego la exposición de un juicio examinar con un cierto detenimiento los argumentos de los que así
de valor, pero la pura descripción de tal cambio como un MPP por opinan.
parte del economista no implicaba juicio de valor alguno. Sobre esta
débil base, que descansa en realidad sobre la sutil distinción entre
una posible mejora y una mejora deseable, se erigió la «nueva» Eco­ La economía positiva paretína del bienestar
nomía del Bienestar, libre de juicio de valor, poderosamente asistida
por las tesis de Robbins, en el sentido de que el peor juicio de valor El herético punto de vista de que la Economía Paretiana no des­
era el consistente en realizar comparaciones cardinales entre las uti­ cansa sobre base valorativa alguna fue defendido con gran vigor por
lidades de diferentes personas 41. Archibald (1959b). Su argumentación es básicamente muy simple: la
La optimalidad de Pareto, al igual que el conjunto de precios de Economía Paretiana del Bienestar investiga la eficiencia con que fun­
equilibrio generado por un sistema de competencia perfecta, se de­ cionan diferentes mecanismos de satisfacción de unas necesidades
fine tan sólo en relación con una distribución de recursos inicial dada dadas a la luz de las elecciones que los propios individuos realizan
entre los miembros de la sociedad, y lo que se aplica a la optimalidad considerando su propio interés; así pues, los teoremas paredaños no
de Pareto es aplicable también a las MPP. Esta restricción se expresa requieren evaluación alguna de dichas necesidades (págs. 320-21).
a veces diciendo que las reglas paredañas proporcionan solamente una El mapa de preferencias de un individuo será idéntico a su mapa
ordenación parcial de los estados de la Economía, ya que carece de de bienestar, y la afirmación de que su bienestar es mayor en el es­
criterio de elección entre las infinitas distribuciones potenciales de la tado B que en el estado A nos dice simplemente que dicho individuo
dotación de recursos existentes. La nueva Economía del Bienestar elegiría el B en lugar del A, si le fuese posible. Lo que la Economía
libre de juicio de valor, tomó también como dada la distribución Paretiana del Bienestar pregunta es: ¿bajo qué condiciones puede
prevaleciente de servicios de factores, y en la medida en la cual los hacerse pasar al individuo en cuestión de A a B, sin que las posi­
pagos de compensación no se recomendaran efectivamente, no recurría bilidades de elección de los demás empeore, o dicho de otro modo,
a juicio de valor alguno. Fue el artículo que Bergson publicó en 1938 bajo qué condiciones se materializará una M PP? Los juicios de valor
sobre la función de bienestar social, al que Samuelson concedió un entrarán en el cuadro únicamente cuando se dé el paso decisivo hacia
lugar predominante en sus Fundamentos, el que primero planteó la la prescripción (pág. 327) A2. Siempre que no entremos en el terreno

41 Para una breve revisión de la nueva Economía del Bienestar, véase Blaug 42 Archibald evita, por tanto, la equivocación de H arrod (1950, págs. 389-90)
al expresar una argumentación sim ilar: «S i un individuo prefiere la mercancía
(1978, págs. 618-39 y 643-44), así como las referencias que allí se citan.
o servicio X al Y , será económicamente mejor que lo obtenga. . . . E l bien eco-
L a m etodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 167

de la prescripción, nuestra argumentación no dependerá en modo


alguno de actitudes de aprobación o desaprobación, y serán suscepti­ postulado puede interpretarse en un sentido positivo que nos dice
bles, por tanto, de refutación empírica, al igual q u e cualquier otra que las preferencias individuales se consideran dadas, sin implicar
proposición de la Economía Positiva. Incluso «la familiar proposicion en absoluto que cada uno sea o no el mejor juez de lo que es bueno
paretiana que afirma que si un mercado perfecto se encuentra en para él. Igualmente, el segundo postulado puede leerse como una
equilibrio, no existirá cambio alguno que pueda ampliar el campo de negación de la existencia de intereses independientes del de la comu­
elección de un consumidor sin restringir el de algún otro» es una nidad (tales como los intereses del «Estado»), y que esto es una
proposición empíricamente falsable, al menos si se expresa en tér­ cuestión de hecho, y no una cuestión de gustos: «el decir que "cada
minos de una teoría de la.demanda también falsable (pág. 325). individuo cuenta” es un truismo aritmético cuando el bienestar eco­
Archibald resume así la cuestión: «Los teoremas de la Economía nómico de los miembros de una sociedad es el tema a investigar»
del Bienestar son teoremas de Economía Positiva; se refieren a rela­ (página 53). Finalmente, el tercer postulado, que Hennipman no
ciones entre objetivos dados y medios disponibles. En Economía discute, es simplemente una redefinición de la optimalidad de Pareto
existe una única dicotomía: la existente entre la investigación em­ en términos del significado que Pareto mismo dio a dicho concepto;
pírica acerca de cómo puede hacerse algo y las recomendaciones nor­ por consiguiente, este tercer postulado no nos plantea cuestiones que
no nos hayan planteado ya los otros dos.
mativas acerca de lo que debería hacerse» (págs. 320-21).
Hennipman (1976) es otro escritor que adopta la interpretación Para Hennipman, como para Archibald, la quintaesencia de los
objetivos de la Economía Normativa es la capacidad de hacer reco­
objetiva, técnica, de la optimalidad de Pareto: «Proposiciones como
mendaciones de política, y la contribución de la optimalidad de Pa­
las que afirman que, bajo ciertos supuestos, la competencia perfecta
reto en este contexto es, en el mejor de los casos, bastante modesta,
es una condición suficiente para la optimalidad paretiana, y que el
monopolio, los derechos de aduana y las externalidades generan pér­ ya que tan sólo proporciona una ordenación parcial de estados so­
ciales alternativos; además, es estática, e ignora el bienestar de las
didas de bienestar, son proposiciones positivas, que serán verdaderas
generaciones futuras, excepto en la medida en la cual dicho bienestar
o falsas, independientemente de nuestras creencias éticas o ideoló­
sea tenido en cuenta por los individuos de la generación presente; y
gicas» (pág. 47). La optimalidad de Pareto se basa en tres postula­
olvida^ todo objetivo colectivo que no sea de algún modo la suma
dos fundamentales: 1) tan sólo las preferencias libremente elegidas
de objetivos individuales. De todos modos, la teoría Paretiana, in­
cuentan con preferencias individuales o varas de medir el bienestar
siste Hennipman, tiene también un papel que jugar en la Economía
individual (en el lenguaje popular: cada individuo es el mejor juez
Positiva, al detallar las implicaciones del comportamiento económico.
de su propio bienestar); 2) el bienestar social incluye el bienestar de
Asi pues, la proposición de que las tarifas aduaneras, el monopolio
cada individuo miembro de una sociedad (excepto el de los niños y
y las externalidades traen consigo pérdidas de bienestar no debe
los lunáticos), y el de nadie más que no sea miembro individual de
tomarse como una recomendación en favor de la eliminación de tales
dicha sociedad; y 3) sólo las reasignaciones de recursos decididas por
fenómenos; en resumen, la demostración de la existencia de una
unanimidad cuentan como mejoras del bienestar social. Sobre la base
MPP es una cosa, y la recomendación de una acción que haga algo
de estos tres postulados puede demostrarse lo que Samuelson ha
al respecto es otra muy distinta (págs. 54-5).
denominado coloristamente el teorema de la mano invisible, la equi­
Todo lo que se necesita para invertir la interpretación objetiva
valencia entre el equilibrio de una economía perfectamente compe­
de la optimalidad de Pareto es introducir el juicio de valor de que
titiva y las condiciones de optimalidad de Pareto. sería deseable eliminar las «ineficiencias» que implica la existencia
Hennipman reconoce que los tres postulados de la teoría pare­
de una MPP. «En esta insignificante diferencia», subraya Hennip­
tiana son normalmente interpretados como juicios de valor, de lo
man, «radica el centro de la controversia» (pág. 58), frase que me­
que se sigue que la optimalidad de Pareto es un concepto normativo
rece ser subrayada. Resumiendo su argumentación: si mantenemos
(página 51). Pero, al igual que Archibald, argumenta que el primer
una interpretación puramente neutral de la optimalidad de Pareto,
el criterio paretiano no nos proporcionará recomendación alguna de
nómico será entonces el preferido. . . . A l juzgar las instituciones y las prácticas política, y nos dirá simplemente que, cuando una cierta configura­
y hacer recomendaciones, el economista tendrá en cuenta este criterio, ya que ción económica crea las condiciones en que madura una MPP, exis­
constituye su norma de lo que es bueno y lo que es m alo.»
tirán bienes y servicios disponibles que pueden distribuirse mejorando
Parte I I . H istoria de la metodología económica 169
j^ g L a metodología de la economía

tecnología subyacente apropiada (que excluya los rendimientos cre­


las condiciones de vida de alguien y sin empeorar las de ninguna
cientes a escala) y algunas condiciones acerca de la información y los
otra persona; pero niega que tal distribución de extras sea deseable,
costes de las transacciones (eliminando las externalidades que pudie­
y en los casos en los que alguien resulta perjudicado como conse­
ran surgir), y habremos llegado a una posibilidad de equilibrio en
cuencia, no puede recomendarse la compensación económica de los
competencia perfecta, que es óptimo en el sentido de Pareto. Este
perdedores. es el teorema de la mano invisible, y para formularlo o demostrarlo
sólo necesitamos, al parecer, manejar los resultados puramente obje­
tivos de los procesos de mercado. Así pues, el teorema de la mano
El teorema de la mano invisible invisible parece pertenecer a la Economía Positiva, en cuyo caso hay
que dar a Archibald y Hennipman toda la razón.
¿Qué haremos, pues, con este argumento, algo forzado, de que
Si el teorema de la mano invisible es un teorema de Economía
el concepto de optimalidad de Pareto, tan claramente impregnado de
! Positiva, será empíricamente falsable, porque la Economía Positiva
juicios de valor, puede ser susceptible, sin embargo, de una ^nt£ir'
es una rama de la Economía que contiene todas las hipótesis falsa-
pretación perfectamente objetiva, y libre de toda valoración? En
bles de que la Economía dispone. Pero el teorema de la mano invi­
términos puramente lógicos, la argumentación Archibald-Hennipman
sible no es falsable. Como hemos visto, Archibald pretende que lo
es impecable: la aceptación de las preferencias individuales como da­
es, aunque añade francamente que lo será solamente en términos de
tos y el tratamiento de las elecciones sociales como si estuviesen
una teoría de la demanda que sea a su vez falsable, con lo que exclu­
únicamente compuestas de elecciones individuales, son ambos juicios
ye la existencia de curvas de demanda de pendiente positiva. Pero
metodológicos, pero no juicios de valor. Pero al mismo tiempo, se
como más adelante demostraremos (ver capítulo 6), la teoría de la
requiere un distanciamiento realmente sobrehumano para no caer
demanda existente no es una teoría refutable, ya que predice la exis­
en el «simple» supuesto de que la eliminación de las MPP es algo tencia de curvas de demanda con inclinación positiva, con tanta
deseable, especialmente si vamos más allá del propio Pareto y aban­ facilidad como curvas de demanda de pendiente negativa. No pode­
donamos el tercer postulado de unanimidad, permitiendo por tanto
mos, por tanto, excluir la posibilidad de que un equilibrio compe­
los pagos compensatorios a las víctimas del cambio económico. La
titivo deje al menos a algún consumidor enfrentado con una curva
Economía del Bienestar es, después de todo, la rama de la Economía
de demanda de pendiente positiva para al menos algún bien «tipo
que se ocupa de los criterios éticos por los cuales decidimos que
G iffen», a consecuencia de lo cual existirá una MPP, ya que una
una determinada situación es más deseable que otra, y hablar de
reducción en el precio de bien-Giffen expandirá su capacidad de elec­
una Economía del Bienestar positiva es caer literalmente en el len-
ción, y puesto que este consumidor comprará ahora menos cantidad
ouaje de la paradoja. No debemos rechazar ningún argumento sim­
del bien-Giffen en vez de más, liberará recursos que aumentarán en
plemente porque viola las convenciones lingüísticas, pero realmente
vez de disminuir el campo de elección disponible para los demás
nos parece que la defensa de la utilización de dos interpretaciones
consumidores de bienes normales. Así pues, existirá de hecho una
de la optimalidad de Pareto, una de ellas libre de juicios de valor
reasignación de recursos que mejoraría las condiciones de al menos
y totalmente encuadrada en la Economía Positiva, y la ° t ra cargada
un consumidor sin empeorar las de ningún otro, lo cual contradice
de valoración, es algo así como tratar de partir un cabello en dos. el teorema de la mano invisible. Y si el teorema de la mano invisible
La base de la argumentación está en el significado del teorema
no es falsable, pertenecerá a la Economía Normativa y no a la Eco­
de la mano invisible. Es cierto que el mecanismo de mercado per­ nomía Positiva.
mite a los individuos ser los mejores jueces de sus propios intereses;
El concepto de optimalidad de Pareto y su concepto asociado de
que les estimula efectivamente a actuar con independencia de lo que
MPP no deberían confundirse con los teoremas de la Economía Posi­
hagan los demás («nada de tú-ismos», como decía Wicksteed); que
tiva. Si esto implica que el economista ha de darnos la impresión
genera resultados colectivos en los que sólo cuentan las preferencias
de que existen argumentos puramente técnicos y libres de juicios de
individuales como argumentos de la función social de bienestar; y valor para ciertos cambios económicos, y que realmente los términos
que impone una distribución funcional y personal de la renta que mismos de «eficiente» e «ineficiente» pertenecen a la Economía Nor­
no estará necesariamente en conformidad con las nociones eticas de
mativa y no a la Positiva, pues tanto mejor, ya que las pretensiones
justicia distributiva extramercado. Sólo hay que añadir a esto una
170 L a metodología de la economía
Parte I I . H istoria de la metodología económica 171

de pronunciarse «científicamente» en cuestiones de «eficiencia», sin


recurso alguno a los juicios de valor, han generado una inmensa con- ] no pueden reducirse a los tres postulados de la Economía Paretiana
fusión. del Bienestar. Sin necesidad de explorar más a fondo la argumenta­
ción de Rowley y Peacock, ésta nos sirve para vindicar el punto de
vista de que existe en realidad una aceptación de los juicios de valor
La dictadura de la economía paretiana del bienestar paretianos mucho menor de lo que al economista le gustaría creer.
En realidad, los economistas no son muy buenos en eso de averiguar
Habiendo colocado a la Economía paretiana del Bienestar deci­ los valores que otras personas mantienen, ya que, en la medida en la
didamente dentro del campo de la Economía Normativa, no puedo cual han tratado de evadir las Wertungdiskussionen, se han prohibido
resistir la tentación de hacer unos cuantos comentarios sobre los a sí mismos en gran parte el análisis de los juicios de valor como
rasgos más curiosos de la moderna Economía del Bienestar, aunque área fructífera de investigación. Y la absurda tesis de que los valores
constituyan en sentido estricto una disgresión del tema que nos ocupa. no controvertidos no son juicios de valor, no ha contribuido preci­
samente a aclarar las cosas.
Los tres postulados de la Economía Paretiana del Bienestar (sobera­
nía del consumidor, individualismo en las elecciones sociales y una­
nimidad) son considerados frecuentemente como inocuos, porque son
El economista como tecnócrata
principios que reciben un asentimiento casi universal. La creencia
de que casi todo el mundo acepta los postulados paretianos se inter­
preta muchas veces como una demostración de que la economía pare­ Incluso aquellos que rechazan la idea de una Economía Paretiana
tiana está libre de juicios de valor. Estamos aquí ante otra definición del Bienestar como parte de la Economía Positiva pueden creer, de
sin sentido de los juicios de valor: los juicios de valor son aquellas todos modos, que hay muchas cosas que el economista, en cuanto
prescripciones éticas que generan controversia. que economista, puede decir en cuestiones de política sin invocar jui­
No perderemos el tiempo en criticar tal definición, pero sí que cios de valor. La defensa de esta idea suele plantearse en términos
valdrá la pena subrayar que los postulados paretianos no reciben en de la distinción entre medios y fines, entre instrumentos y objetivos,
absoluto universal asentimiento. Ciertamente, no podemos afirmar que nos recuerda inmediatamente la famosa definición de Robbins
que absolutamente todo el mundo consideraría una determinada MPP de la Economía como aquella ciencia que estudia la asignación de
como inequívocamente deseable. Y no son sólo los situados a la recursos escasos entre unos fines dados y alternativos. Dejemos que
izquierda del espectro político los que rechazarían el postulado 1) los gobiernos decidan su «función de objetivos», y que la definan
sobre el bienestar individual, y especialmente el postulado 2) sobre en términos de fines u objetivos múltiples para la actividad econó­
bienestar social. Incluso los liberales clásicos se han rebelado recien­ mica; la tarea del economista consistirá en delinear la «función de
temente en contra de lo que denominan «la dictadura de la Economía posibilidades», los costes y beneficios de las asignaciones alternativas
Paretiana del Bienestar», que sanciona una amplia gama de inter­ posibles de unos medios escasos; siempre que la distinción fines-
venciones gubernamentales para alcanzar la optimalidad de Pareto, medios se mantenga estrictamente, los consejos que el economista
subsanando así los defectos de la mano invisible por medio de la ofrezca a los gobiernos serán, o más bien podrían ser, objetivos, li­
mano extremadamente visible de la acción gubernamental. Los libe­ bres de juicios de valor43, y el mensaje de los libros de texto sobre
rales, arguyen Rowley y Peacock (1975), aceptan una relación de el papel del economista como tecnócrata consejero de los políticos
intercambio entre la libertad y le individualismo; están dispuestos discurre precisamente sobre estas líneas.
a tolerar limitaciones de la libertad individual, pero sólo si dicha
limitación asegura una mayor libertad para otros; el liberalismo se 43 Una única referencia será suficiente para documentar esta argumentación
preocupa esencialmente por el mantenimiento y ampliación de la tradicional. Lange (1967, pág. 8), después de señalar que es necesario llegar
libertad negativa, en el sentido de ausencia de coerción de unos indi­ a un acuerdo interpersonal sobre los objetivos de la Política Económica, sigue
diciendo que «una vez que los objetivos están fijados y que se han adoptado
viduos sobre otros, y esto puede entrar en conflicto con la soberanía ciertos supuestos respecto de las condiciones empíricas, las reglas de utilización
del consumidor, postulado 1) de Pareto. En cualquier caso, las pre­ “ ideal” de los recursos podrán derivarse a partir de las reglas de la lógica y
misas valorativas que subyacen a la filosofía del liberalismo clásico verificarse por medio de las reglas de verificación. E ste procedimiento es inter-
personalmente objetivo.»
172 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 173

En cierto sentido, esto no es sino la dicotomía ser/deber-ser, descubrir cuál sea la función de preferencias que subyace a las deci­
hechos-valores, Economía Positiva-Normativa una vez más, y como siones de política, tampoco será capaz de evaluar las decisiones to­
tal, estará sujeta a las mismas dificultades que estas distinciones ge­ madas en el pasado, ni de mejorar las que se tomen en el futuro.
neraban. Lo mismo que anteriormente abogábamos en favor del di­ A medida que se reflexiona sobre estas líneas se perfila la suge­
vorcio entre la Economía Positiva y la Normativa, por considerarlo rencia de que, en realidad, algo no funciona en la purista posición, a
clasificador como convención metodológica terapéutica, podemos aho­ ló Robbins, que dibuja una rígida distinción entre los medios y los
ra recomendar el cuadro que presentan los libros de texto del con­ fines de la Política Económica, ya que dicha distinción presupone
sejero económico de los gobiernos que mantiene sus propios juicios que los responsables de la toma de decisiones eligen primero sus
de valor escrupulosamente al margen, como un ideal al que tender, objetivos y buscan después las políticas que pueden ayudarles a al­
más que como una descripción de lo que realmente ocurre en la canzarlos. De hecho, sin embargo, cualquier responsable de la toma
realidad. Esto es lo que Robbins intentaba cuando advertía a la pro­ de decisiones inicia su actividad normal, y gradualmente empieza a
fesión que el economista, en tanto que economista, no puede reco­ definir sus objetivos a la luz de su experiencia con distintas polí­
mendar legítimamente un curso determinado de actuación pública. ticas. En otras palabras, los responsables de la toma de decisiones
Existen problemas respecto de esta distinción, sin embargo, que no tratan de conseguir lo que quieren, sino que más bien aprenden
van más allá de las dificultades que plantea la distinción entre lo a querer y apreciar lo que consiguen. Los medios y los fines se en­
positivo y lo normativo. En efecto, la idea que hay detrás de tal cuentran indisolublemente unidos, y la evaluación de decisiones del
distinción supone que el economista despliega el menú de posibili­ pasado, o los consejos técnicos respecto de las decisiones futuras,
dades alternativas, y que entonces el que toma las decisiones elige buscarán en vano una función de preferencias sociales inexistente.
entre dicho menú a la luz de su función de preferencias. Por desgra­ Este enfoque del proceso de toma de decisiones, ■tan diferente
cia, normalmente se busca el consejo de los economistas, no sólo del enfoque clásico de los libros de texto, ha sido enérgicamente
para dilucidar la función de posibilidades, sino también para tratar discutido en los últimos años por algunos economistas y científicos
de adivinar cuál sea la función de preferencias. El responsable de la de las ciencias políticas. La referencia más significativa al respecto es
toma de decisiones busca consejo tanto respecto de los fines como la constituida por el libro A Strategy of Decisión (Estrategia de la
respecto de los medios. Y ¿cómo podrá el economista descubrir la decisión) de Braybrooke y Lindblom (1963), que lleva el significativo
función de preferencias del responsable de la toma de decisiones, subtítulo de Polity Evaluation as a Social Process (La evaluación
sin imponer la suya propia? Las preguntas al respecto obtendrán política como proceso social)44. Braybrooke y Lindblom rechazan
normalmente la callada por respuesta: si el responsable de la toma todo enfoque generalizado del proceso de toma de decisiones óptimas
de decisiones es un político, tratará ante todo de maximizar su pro­ y defienden en su lugar lo que ellos denominan el incrementalismo
pio apoyo electoral y esto se consigue mejor escondiendo los objeti­ discontinuo, que es discontinuo porque la toma de decisiones, lejos
vos que revelándolos. Tampoco podrá el economista deducir la fun­ de efectuarse de una vez, se aborda por partes, y que es incremental
ción de preferencias del estudio del comportamiento pasado, ya que porque considera tan sólo un conjunto limitado de políticas que difie­
puede haber inconsistencias entre una decisión y la siguiente; o puede ren tan sólo incrementalmente de las existentes; el incrementalismo
que la función de preferencias se haya alterado en el tiempo como discontinuo no sólo ajusta los medios a los fines, sino que explora
consecuencia del proceso de aprendizaje con la práctica; además, las los propios fines durante la aplicación de los medios, en un proceso
propias circunstancias son cambiantes, y esto dificulta aún más las in­ qúe, en realidad, elige fines y medios simultáneamente.
ferencias del pasado. Por si esto fuera poco, la idea de un único Es claro que Lindblom y Braybrooke han logrado un enfoque
responsable de la toma de decisiones será, en todo caso, una con­ mucho más realista del papel que juegan los consejeros económicos
vención útil, ya que, normalmente, la toma de decisiones referente en la toma de decisiones. Obviamente, el proceso de toma de deci­
a la Política Económica corresponde a equipos, cuyos miembros pue­
den muy bien estar en desacuerdo respecto de los fines; en conse­
44 Véase también W ildavsky (1964, especialmente el capítulo 5); Churchman
cuencia, las sucesivas políticas adoptadas pueden ser expresión de (1968, págs. 11-2) y D ror (1968, 1971), el último de los cuales contiene una
fines conflictivos, dependiendo de cuál ha sido el miembro del equipo crítica poco convincente de Braybrooke y Lindblom . Lindblom (1965, 1968) ha
que influyó más en cada momento. Pero si el economista no puede detallado la argumentación algo más desde entonces.
174 L a m etodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 175

siones, y especialmente el de toma de decisiones políticas, nunca con­ Los prejuicios y la evaluación de la evidencia empírica
sigue más de la tercera mejor alternativa, aunque sólo sea porque
el tiempo necesario para recoger la información pertinente que ase­ Todas las hipótesis científicas presentan connotaciones filosófi­
gurase la posibilidad de «hilar más fino» es el recurso más escasa cas, sociales e incluso políticas, que pueden generar prejuicios entre
Pero, ¿no sería posible retener el cuadro que presentan los libros los científicos al evaluar la evidencia empírica disponible a favor o
de texto de una labor de asesoramiento económico libre de juicios de en contra de una determinada hipótesis (pensemos tan sólo en las
valor, puramente técnica, al tiempo que admitimos, e incluso subra­ reacciones desencadenadas entre los científicos por la teoría de la
yamos, que el asesoramiento económico que se dé en la realidad selección natural de Darwin o la teoría de la relatividad de Einstein).
nunca se corresponderá estrechamente con el ideal? Pero es que te­ Los prejuicios ideológicos y los alegatos sesgados de todo tipo cons­
nemos aquí un tipo ideal que, si Baybrooke y Lindblom tienen razón, tituyen un rasgo universal del trabajo científico, cuyo único remedio
es imposible de aproximar en la práctica, con lo que el modelo mis­ esta en la crítica pública realizada por otros científicos y basada en
mo de la función asesora contribuirá al autoengaño sistemático de las normas profesionales vigentes en el campo de que se trate. Hasta
los economistas. Hemos visto este tipo de autoengaño en funciona­ aquí, por lo tanto, no hay diferencia entre la Economía y cualquier
miento cuando comentábamos los estímulos prestados a la idea de otra disciplina científica.
que existe un campo prometedor de Economía positiva paretiana del Sin embargo, existen prejuicios especiales que los economistas
Bienestar carente totalmente de juicio de valor, o basada en valores tienden a adoptar con más frecuencia, y que no tienen paralelo en
que son inocuos porque se supone que reciben universal asentimiento. las ciencias físicas. Una poderosa fuente de tales prejuicios especiales
reside en la íntima conexión existente entre ciertas proposiciones de
La función de asesoramiento económico deberá basarse en últi­
la Economía Positiva y proposiciones muy semejantes de la Economía
mo término sobre hipótesis falsables pertenecientes a la Economía
Normativa. «Al menos desde los tiempos, de los fisiócratas y de Adam
Positiva, es decir, sobre la demostración de que la relación empírica
Smith», observó Samuelson (1948, pág. 203) en una ocasión, «ha
existente entre las variables económicas es ésta y no otra 45. En el estado siempre presente en el cuerpo principal de la literatura eco­
momento en que los economistas van más allá de tales demostra­ nómica la sensación de que, de algún modo, la competencia perfecta
ciones, entran en el campo, totalmente diferente, de la Economía representa una situación óptima». El teorema moderno de la mano
Normativa, en el que su especialización, como tal, les servirá de poco, invisible proporciona un apoyo riguroso a tal sensación, ya que, bajo
a causa de la larga tradición en que la economía moderna se ha de­ ciertas condiciones, el equilibrio perfectamente competitivo a largo
sarrollado, y que niega tanto los aspectos valorativos de las creencias plazo genera una asignación de recursos que es óptima en el sentido
económicas como las realidades de la política práctica. El campo de de Pareto, y toda asignación de recursos óptima en el sentido de Pa­
la Economía Positiva es más restringido, y el de la Economía Nor­ reto es una situación de equilibrio perfectamente competitivo a largo
mativa más amplio, de lo que los economistas están normalmente plazo. Por supuesto, esto deja de lado la cuestión de la justicia o
dispuestos a admitir. injusticia de la distribución de recursos subyacente al equilibrio com­
petitivo, y muchas cosas más. Pero, de todos modos, todo economista
siente en lo más profundo de su ser que el teorema de la mano invi­
45 Así, Low e (1977) argumenta extensamente que la Economía Positiva ha
perdido cualesquiera capacidades predictivas que hubiese podido tener en el pa­ sible no es solamente una demostración abstracta de hipotética sig­
sado, porque di moderno sistema industrial es demasiado inestable como para nificación en la estratosfera de las ideas, sino que, de algún modo,
permitir predicciones fiables sobre su comportamiento; en consecuencia, este parece pertinente tanto para el socialismo como para el capitalismo,
autor propone un método de «inferencia instrumental» como base de una nueva y llega casi a proporcionar la justificación universal del sistema de
ciencia de la Econom ía Política, en la que los políticos fijan primero ciertos
objetivos macroeconómicos y los economistas dedican luego sus esfuerzos a estu­ precios como mecanismo de racionamiento en prácticamente cual­
diar los incentivos privados necesarios para mantener al sistema económico en quier economía. Y si esto no es lo que la Economía pretende en úl­
la senda que lleva a la consecución de los mismos. Pero lo que no nos explica timo término, ¿para qué nos sirve?
es cómo un asesor económico, privado de la Economía Positiva, podrá arrojar No resulta sorprendente, por tanto, que los economistas luchen
luz sobre las relaciones existentes entre los incentivos privados y la acción indi­
vidual. Para todo un volumen dedicado a criticar la proposición de Lowe, véase
con uñas y dientes cuando se les enfrenta con una refutación empí­
Heilbroner (1969). rica de cualquier proposición de Economía Positiva que afecte al
176 L a metodología de la economía Parte I I . H istoria de la metodología económica 177

supuesto de competenda perfecta. Ya que lo que está en juego en dones existentes acerca de la importancia de las llamadas “ economías
este caso no es solamente la proposición concreta que ha sido some­ de escala” explican en gran parte la existencia de puntos de vista
tida a contrastación, sino toda la concepción de «eficiencia» econó­ divergentes acerca de la deseabilidad o necesidad de una regulación
mica, que presta su razón de ser a la disciplina económica. Es lógico, detallada de la industria por parte del Gobierno, e incluso del socia­
en estas condiciones, que la tenacidad intelectual frente a las refuta­ lismo como sustituto de la empresa privada».
ciones empíricas y la tendencia a proteger como sea teorías ya falsa- ¿H a habido en realidad algún economista que haya llegado a
das por medio de estratagemas inmunizadoras haya estado, y siga creer en el socialismo o en el capitalismo empujado por la evidencia
estando, de tal modo presente en la Historia de la Economía. empírica disponible acerca de las economías de escala? Lo más pro­
Como hemos visto, Heilbroner acusaba a los economistas de bable es que los argumentos que convierten a los economistas en
falta de distanciamiento en la evaluación de la evidencia empírica. planificadores o partidarios del libre mercado no sean ni siquiera
Pero, ¿qué científico mantiene tal distanciamiento? No es cierto que argumentos de tipo económico, sino de otra naturaleza. Por más que
el estudio del universo no evoque emociones, mientras que el estudio busquemos a lo largo y a lo ancho del cuerpo de doctrinas económi­
de la sociedad las evoque necesariamente. En realidad, la religión es cas recibidas, no encontraremos un ataque o justificación bien formu­
la fuente más antigua y profunda de preconcepciones ideológicas, y la lados de la propiedad privada de los medios de producción. La mayor
ciencia ha avanzado a base de desafiar las respuestas que la religión parte de los economistas están sin duda convencidos de las ven­
proporcionaba y de ir progresivamente desplazándolas. Además, cuan­ tajas del sistema descentralizado de toma de decisiones en cuanto
do los científicos de las ciencias naturales expresan puntos de vista al ahorro de información que permite, pero, como Lange y Lerner
sobre cuestiones políticas, tales como la guerra biológica, el uso de demostraron hace ya tiempo, la propiedad pública puede coexistir
bombas de hidrógeno, la energía nuclear, la esterilización, la vivisec­ con una gran parte de las virtudes del sistema de precios bajo un
ción, etc., están mezclando hechos con valores, como todo el mundo, régimen de «mercado socialista». Existen también argumentos de tipo
y tenderán igualmente a deformar la evidencia disponible. No es en económico para defender la propiedad privada referentes a la ten­
estos términos como hemos de distinguir entre la Física y la Eco­ dencia inherente hacia el dinamismo técnico que presenta un sis­
nomía. Las limitaciones de la Economía como ciencia empírica pro­ tema de competencia atomística, pero estas ventajas han de contra­
vienen de otras fuentes, principalmente del hecho de que los teoremas pesarse con las tendencias también inherentes hacia las depresiones
de la Economía del Bienestar están continuamente pasando del cam­ recurrentes, por no mencionar las desigualdades en la distribución
po de la Economía Normativa al de la evaluación de la evidencia de la renta personal. Raras veces se discute, sin embargo, el lazo
empírica de la Economía Positiva. Los economistas tienden a pola­ fundamental existente entre la libertad económica y la libertad polí­
rizarse en las categorías de «planificadores» y «defensores del libre tica, posiblemente porque los economistas se sienten en general incó­
mercado», y suelen interpretar la evidencia empírica en pro y en modos al tener que reconocer que lo que realmente hay detrás de
contra de las hipótesis económicas concretas a la luz de dichas acti­ su preferencia por la propiedad privada frente a la pública es un
tudes polarizadas (Hutchison, 1964, págs. 63 y 73-82) 46. El actual razonamiento de teoría política47. Joan Robinson (1962, págs. 138-
estado de cosas es casi el opuesto al que Friedman expone (1953, 139) da plenamente en el clavo en el siguiente pasaje, de maravillosa
página 6) cuando aventura la opinión de que «las distintas predic- concisión:

46 Como Krupp (1966, pág. 51) ha observado con razón: «E l grado de con­ Cabe la posibilidad de defender nuestro sistema económico sobre la base
firmación de una teoría en su conjunto está en gran medida relacionado con de que, completado con elementos correctores keynesianos, es, en palabras del
los juicios de valor que reflejan, entre otras cosas, la selección de las hipótesis propio Keynes, «el mejor de que disponem os». O decir que, en cualquier caso,
que la forman. N o es casualidad, por tanto, que los defensores de la teoría de tan malo no es, y que los cambios siempre son dolorosos. En resumen, que
la fijación competitiva de precios defiendan simultáneamente los rendimientos nuestro sistema es el mejor que tenemos. O es posible también adoptar la línea
decrecientes a escala, un bajo grado de concentración industrial, la teoría de
la inflación generada per el lado de la demanda, una elevada función consu­
mo, la efectividad de la política monetaria en el mantenimiento del pleno em­ 47 Pero no todo el mundo se siente incómodo; por ejemplo, véase Hayek
pleo, la insignificancia de las externalidades y la sustitución como prevaleciente (1960), Friedman (1962) y Machlup (1978, pág. 126). También, Lipsey (1969,
en general sobre la complementariedad como relación básica del sistema eco­ página 309) discute francamente el atractivo político del teorema de la mano
nómico.» invisible.
178 L a m etodología de la economía
Parte II. H istoria de la metodología económica 179
dura de pensamiento que Schumpeter derivó de M arx. E l sistema es cruel, in­
justo, turbulento, pero nos abastece de bienes, y como son bienes lo que se nes sobre lo-que-debe-ser. No hay en ello paradoja alguna. La mutua
desea, al demonio con todo lo demás. O podem os también, admitiendo sus de­ interacción de hechos y valores es precisamente el combustible que
fectos, defenderlo en el terreno político — la democracia, tal como la conocemos, mantiene encendida la llama del trabajo científico, y ello ocurre tanto
no hubiese podido desarrollarse en ningún otro sistema y no podría sobrevivir en el campo de las ciencias sociales como en el de las ciencias físicas.
sin él— . L o que no es posible, a estas alturas, es mantener una defensa de corte El progreso científico se produce únicamente cuando conseguimos
neoclásico, sobre la base de que se trata de un delicado mecanismo autorregu- maximizar el papel que juegan los hechos y minimizar el que juegan
lado que, dejado a sí mismo, generará la mayor satisfacción para todos. los valores. Si la Economía ha de progresar, los economistas tendrán
Soy de la opinión de que, dejando las cuestiones semánticas aparte, los cuatro
que conceder absoluta prioridad a la tarea de generar y contrastar
puntos de defensa que Robinson ofrece cubren de hecho las posiciones que
generalmente se mantienen al respecto, y que el tercer punto es el que más
teorías económicas falsables. En último término, tan sólo podemos
fuerza tiene para los que quieren «defender nuestro sistema económico». confiar en el mecanismo de la contrastación de hipótesis para erradi­
car los prejuicios políticos y sociales a un ritmo mayor que aquel al
que las nuevas circunstancias los recrean. La Meca del economista
Incluso entre la mayor parte de los economistas que creen en el
no será, pues, la Biología, como Marshall creyó, ni tampoco otra
capitalismo, los «defensores del mercado libre» de todas filiaciones,
rama cualquiera de la ciencia. La Meca del economista es el propio
existen profundas diferencias respecto de la medida en la cual las des­
método científico.
igualdades de renta son remediables en nuestra sociedad por medio de
la Política Económica usual. Por ejemplo, en un estudio que trataba
de revisar las ideas de los economistas académicos, de empresa y al
servicio de la Administración, comparadas con las de los políticos
y periodistas, Samuel Brittan (1973) nos mostraba a los economistas
como una comunidad tendente a mantener unas opiniones sobre polí­
tica pública que los separan del otro grupo en casi cualquier punto
de discusión sobre estas cuestiones; en efecto, los economistas mues­
tran un aprecio por el funcionamiento del mecanismo de los precios
como método de asignación de recursos según las escaseces relativas
y las preferencias reveladas de los consumidores, que no suele en­
contrarse entre los no-economistas. En cualquier caso, el que un eco­
nomista concreto estuviese dispuesto o no a suscribir la «ortodoxia
económica liberal dependía con frecuencia de si «estaba dispuesto a
considerar las cuestiones referentes a la asignación de recursos por
sí mismas, en la creencia de que cualquier efecto importante e inde-
seado sobre la distribución de la renta podría ser compensado, o más
que compensado, por medio de los sistemas impositivo y de segu­
ridad social» (pág. 23; véase también Kearl, y otros, 1979). No hay,
pues, muchas razones que justifiquen la optimista idea de Friedman
(1953, pág. 5) de que todos nosotros estamos más divididos en rela­
ción con los efectos ptedichos de la acción política de los gobiernos
que en relación con cuestiones de valores fundamentales.
Anteriormente decíamos que muy pocos mantenemos juicios de
valor en estado puro y que, a pesar de la guillotina de Hume, el
campo de «lo que es» invade continuamente el campo de «lo que
debe ser», pero acabamos de sostener ahora que las proposiciones
sobre el-ser son constantemente valoradas a la luz de proposicio­
Parte III
EVALUACION METODOLOGICA DEL PROGRAMA
DE INVESTIGACION NEO-CLASICO
Capítulo 6
LA TEORIA DEL COMPORTAMIENTO
DEL CONSUMIDOR

Introducción

Estamos ahora preparados para utilizar nuestros conocimientos


de metodología en la evaluación de las teorías económicas. Al hacer­
lo, debemos empezar siempre estableciendo lo que Popper llama la
«situación-problema», a la que la teoría se supone va a dar solución.
Este punto de partida obvio se olvida con frecuencia. A continua­
ción, tendremos que decidir qué es lo que la teoría predice, pero en
el punto a que hemos llegado convendrá que intentemos evaluar la
evidencia empírica referente a las predicciones de la teoría, sin olvi­
dar, sin embargo, las características de la «explicación» que subyace
a la misma. ¿Proporciona la teoría un mecanismo causal que nos
lleva sistemáticamente de las acciones de los agentes económicos y
del funcionamiento de las instituciones económicas a los resultados
predichos por la misma?
Ninguna de estas cuestiones es susceptible de discusión fructífera
si tan sólo disponemos de una única teoría. En efecto, las teorías
sólo pueden evaluarse adecuadamente en términos de hipótesis alter­
nativas, por la simple razón de que la metodología no proporciona
normas absolutas a las que hayan de conformarse todas las teorías:
lo que nos proporciona son criterios en cuyos términos podemos cla­
sificar las teorías en una escala de mayores o menores posibilidades.
Así pues, la evaluación de las teorías económicas consistirá esencial-
183
184 L a m etodología de la economía Párte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 185

mente en responder a la pregunta: ¿Cuál de entre todas las teorías La ley de la demanda ¿es una ley?
alternativas está mejor dotada para sobrevivir?
ú
En lo que sigue presentamos un conjunto de casos de estudio, | En la Historia de la Economía abundan las leyes proclamadas
cada uno de los cuales ilustra una lección metodológica o más de una. eñ letras mayúsculas: la Ley de Gresham, la Ley de Say, la Ley de
Algunas veces, la lección que la metodología nos enseña demuestra la;Oferta y la Demanda, la Ley de los Rendimientos Decrecientes, la
que el contenido empírico de una teoría ha sido exagerado o com­ Ley de la Utilidad Marginal Decreciente, etc. Sin embargo, el tér­
pletamente malinterpretado; otras veces, nos demuestra por qué exis­ mino ley ha ido adquiriendo gradualmente para los economistas la
ten buenas razones para retener una teoría a pesar del hecho de que connotación de algo un poco pasado de moda, y los economistas de
haya sido refutada; y otras, nos demuestra simplemente que econo­ hoy prefieren presentar sus más queridas proposiciones de tipo gene­
mistas destacados, con puntos de vista metodológicos bien definidos, ral como «teoremas», en vez de como «leyes». En cualquier caso, si
se muestran, sin embargo, renuentes a la hora de aplicar los princi­ por ley entendemos aquellas relaciones bien corroboradas y univer­
pios que ellos mismos defienden. Estos casos de estudio no han sido sales postuladas entre acontecimientos o clases de acontecimientos
seleccionados al azar, ya que cada uno de ellos constituye un pro­ y que han sido deducidas a partir de unas condiciones iniciales con­
grama de investigación satélite perteneciente a un programa central trastadas de forma independiente, pocos economistas actuales sosten­
más amplio que con frecuencia recibe la denominación de Economía drían que la Economía haya producido hasta ahora más de una o dos
Neoclásica, aunque la denominación de «corriente ortodoxa princi­ de estas leyes l. Pero esta recomendable modestia metodológica puede
pal del pensamiento económico» sería igualmente correcta. Esto no también llevarse demasiado lejos. Después de todo, los filósofos de la
quiere decir que tratemos exhaustivamente cada aspecto del programa ciencia no se muestran muy de acuerdo acerca de las condiciones
de investigación neoclásico — esto exigiría toda una serie de libros necesarias y suficientes que una proposición científica ha de satisfacer
para hacer justicia al tema— . Lo único que nos cabe hacer aquí es para cualificar como ley científica, y en este sentido existen diferen­
sugerir las líneas de tal evaluación generalizada de la Economía Neo­ tes tipos de leyes que juegan distintos papeles en los diferentes tipos
clásica, al trazar algunas de las interconexiones existentes entre dis­ de teorías científicas (ver capítulo 1; también, Rosenberg, 1976, capí­
tintos subprogramas diferentes pero complementarios, y al demostrar tulos 4-6). Así pues, cualesquiera que sean los hábitos lingüísticos
cómo cada una de las partes del programa central más amplio reciben de los economistas, no se puede negar que la famosa Ley de la De­
su fuerza de las demás partes, en el supuesto, generalmente no con­ manda posee el estatus de ley científica.
trastado, de que esas otras partes están empíricamente bien corro-, Lo que no resulta fácil de decidir, sin embargo, es si la Ley de la
boradas. Demanda es una «ley determinista», una «ley estadística» o una «ley
A lo largo de los próximos capítulos, que constituyen la Parte III causal». Si la Ley de la Demanda se refiere a los individuos, afir­
de este libro, estaremos continuamente preguntándonos: ¿Cuál es en mando que la cantidad demandada de cualquier mercancía por un
realidad el «núcleo central» básico del programa de investigación consumidor atomístico variará inversamente con su propio monetario,
neoclásico?; es decir, ¿qué^es lo que hace que un análisis de, por puede descartarse de entrada la pretensión de que expresa una con­
ejemplo, el crimen o la oferta de dinero, constituya un elemento de comitancia invariable de acontecimientos. Pero si la ley se refiere
la Economía Neoclásica, en vez de serlo de la Economía Marxista,
Radical, Institucional o lo que ustedes quieran? Además, habremos
1 Samuelson (1966, pág. 1 5 3 9 ) subraya que sus años de e y erien c ia le han
tic preguntarnos también: ¿En qué circunstancias deberíamos dete­ enseñado «h asta qué punto resultan tan traicioneras las “ leyes” en la vida eco­
nernos a considerar un programa de investigación alternativo con un nómica; por ejemplo, la Ley de Bowley sobre la participación relativa constante
«núcleo» diferente y un conjunto distinto de «heurísticas» positiva de los salarios; la Ley de Long sobre la participación constante de la población
y negativa, especialmente cuando dicho programa alternativo de in­ en la fuerza de trabajo; la Ley de Pareto sobre la desigualdad intercambiable de
las rentas; la Ley de D enison sobre la tasa constante de ahorro privado; la
vestigación está dirigido a un conjunto diferente de cuestiones y viene Ley de Colin Clark sobre el 25 por 100 de techo a los gastos e impuestos guber­
asociado con normas metodológicas también distintas? Las respuestas namentales; la Ley de M odigliani sobre la tasa constante riqueza-renta; la Ley
i estas trascendentales cuestiones irán apareciendo a lo largo de la de M arx sobre el decrecimiento de la tasa de salarios y /o del decrecimiento de
Parte III, y volveremos explícitamente a ellas en el capítulo final la tasa de beneficios; la Ley de Todo-el-Mundo sobre la constancia de la rela­
ción capital-producto. Si éstas son Leyes, la M adre Naturaleza es una criminal
de la Parte IV.
nata» (véase también Hutchison, 1964, págs. 94-5).
Pafte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 187
186 L a m etodología de la economía

de Lancaster, por no mencionar las teorías estocásticas más recientes


a la conducta de mercado del conjunto de los consumidores de un
sobre el comportamiento del consumidor. A lo largo de todo el pro­
producto homogéneo, será posiblemente cierto que, al menos hasta
ceso, la intención era demostrar de algún modo la idea de una curva
Marshall, fue considerada como una ley determinista, es decir, como
de- demanda con inclinación negativa a partir de axiomas de compor­
una regularidad empírica que no admite excepciones. A partir de
tamiento individual fundamentales y compelentes. Después de todo,
Marshall, sin embargo, ha sido considerada de hecho como una ley
ni ‘las curvas de demanda individuales ni las de mercado son entes
estadística del comportamiento de mercado, una ley que tiene una
directamente observables; todo lo que podemos observar en cualquier
probabilidad de cumplirse cercana a la unidad, pero no igual a la
momento es un único punto de la curva de demanda de un bien.
unidad. Todo estudiante de primer año de Economía aprende que,
Estamos, por tanto, abocados a estimar estadísticamente las curvas
sujeta a una serie de condiciones referentes a los gustos, las expec­
de demanda, y esto sólo es posible en situaciones en las que quepa
tativas, las rentas y los precios de los demás bienes, una elevación
adoptar supuestos muy restrictivos acerca de las condiciones de oferta
en el precio de un bien viene seguida de una disminución de la can­
del mercado en cuestión. Este problema de identificación fue expues­
tidad demandada, a menos que el bien en cuestión sea un bien Giffen
to explícitamente por primera vez en la década de 1920, pero incluso
o un bien ostentoso; en resumen, las curvas de demanda de mercado
los economistas del siglo xix reconocieron el problema implícita­
pueden tener inclinación positiva o negativa. Sin embargo, como ve­
mente. Así, los pioneros de la teoría de la demanda sólo tenían dos
remos, existe una aplastante evidencia empírica en el sentido de que
posibilidades: o seguir a Agustín Cournot y Gustav Cassel en su
la mayor parte de las curvas de demanda presentan inclinación nega­
formulación de las curvas de demanda decrecientes como una pura
tiva: la «ley de la curva de demanda con pendiente decreciente»,
generalización empírica, o deducir la Ley de la Demanda a partir de
como Samuelson (1976, pág. 61) la denomina, es de hecho una de
un conjunto de supuestos primarios sobre el comportamiento econo-
las «leyes» estadísticas mejor corroboradas de la Economía.
mico. Dada la importancia de las curvas de demanda decrecientes
Por otro lado, la Ley de la Demanda puede construirse también
como elemento esencial de la teoría competitiva de los precios, no
como una «ley causal», es decir, como una ley que explica el com­
resulta sorprendente que aquéllos eligiesen la segunda vía.
portamiento humano en términos de las razones, deseos y creencias
Fue Marshall el que descubrió que la así denominada Ley uni­
de los agentes humanos «racionales», que constituyen el mecanismo
versal de la Demanda está desgraciadamente sujeta a una posible
causal que nos lleva desde la disminución del precio hasta el aumento
excepción, a saber, la paradoja de Giffen, el caso en que, por expre­
de la cantidad demandada (Rosenberg, 1976, págs. 53-5, 73-7 y
sarlo en lenguaje moderno, el efecto-renta positivo de una variación
108-21). Sea como sea, los economistas no afirman que los seres
del precio es tan grande que elimina el efecto-sustitución negativo
humanos sean «racionales» por definición, y en la medida en que no
generado por tal variación. El hecho de que Sir Robert Giffen nunca
lo afirman, la Ley de la Demanda será una proposición refutable
llegase en realidad a formular la paradoja de Giffen (Stigler, 1965,
empíricamente, que se presenta en forma de ley y se refiere a las
página 379) resulta significativo: Marshall estaba buscando, por así
respuestas económicas que genera una variación de los precios.
decirlo, la paradoja de Giffen y, por tanto, estaba decidido a encon­
Además, la Ley de la Demanda no constituye una generalización
trarla. Se dio perfecta cuenta de que, para todo propósito práctico,
inductiva a partir de un conjunto de observaciones ateoréticas. Por
hemos de definir las curvas individuales de demanda como sujetas a
el contrario, se alega que dicha ley es una deducción lógica obtenida
una cláusula ceteris paribus que incluye los gustos, las expectativas
a partir de lo más cercano a una teoría totalmente axiomatizada de
sobre precios futuros, las rentas monetarias de los consumidores y
que disponemos en Economía: la moderna teoría estática del com­ todos los demás precios, excepto el que estamos considerando. Defi­
portamiento del consumidor. Esta teoría tiene una larga y compleja
nida de este modo, sin embargo, no era ya posible afirmar que existe
historia, que con frecuencia nos ha sido relatada (ver Blaug, 1978,
de hecho una ley «universal» de demanda.
paginas 343-74 y 388-89), y que va desde el cardinalismo introspec­
Marshall coqueteó también, como ha señalado Friedman (véase
tivo de Jevons, Menger, Walras y Marshall, pasando por el ordina-
Blaug, 1978, págs. 370-72 y 389), con una interpretación de las cur­
lismo introspectivo de Slutsky, Alien y Hicks, hasta el ordinalismo
vas de demanda basada en la renta-raí-constante, según la cual los
behaviorista de la teoría de la preferencia revelada de Samuelson, el
precios de todos los bienes relacionados estrechamente con el bien
cardinalismo behaviorista de la teoría de la utilidad esperada de Neu-
en cuestión varían inversamente con él (en términos prácticos, divi­
mann-Morgenstern y la teoría de las características de las mercancías
188 L a m etodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 189

dimos la renta monetaria por medio de un índice de precios de Las- en cuanto a la adquisición de bienes duraderos, ni sobre las deci­
peyres), de forma que «se compense» al consumidor de cualquier siones de ahorro o de mantenimiento de riqueza en unas formas y
variación de su renta real generada por la variación del precio. Esta no en otras. Se refiere tan sólo a las decisiones de adquisición de bie­
curva de demanda de renta-real-constante, o curva de demanda com­ nes perecederos, y en especial a la decisión de asignación de la renta
pensada, deberá ciertamente tener inclinación negativa por las propias disponible entre los distintos bienes perecederos, y, sin embargo, ni
condiciones impuestas en su construcción, y, por consiguiente, arguye siquiera es capaz de predecir qué bienes serán consumidos de hecho.
Friedman, deberíamos elegir esta interpretación como la idónea, ya Lejos de generar hipótesis económicas contrastables sobre el compor­
que es la única que presenta implicaciones claramente contrastables. tamiento de la demanda, lejos de ser inspiración y guía de la inves­
Pero, por desgracia, nunca podremos observar una curva compensada tigación empírica, la teoría se ha mantenido casi constantemente a la
de demanda, mientras que sí que podemos observar al menos un zaga de los estudios estadísticos, en vez de dirigirlos. Aunque los
punto de la curva de demanda de renta-monetaria-constante. La for­ estudios referentes a los efectos de la renta sobre el gasto del con­
mulación de la curva de demanda de renta-real-constante escamotea sumidor basados en datos de presupuestos familiares eran ya moneda
simplemente la cuestión, ya que el efecto-renta de una variación en corriente en la década de 1870, el papel de la renta como variable
el precio es una parte integrante del comportamiento del consumidor clave de la teoría de la demanda no fue teóricamente reconocido
en el mundo real al igual que el efecto-sustitución, y dejar el primero hastá la década de 1890 y no fue sistemáticamente analizado hasta
fuera del análisis equivale a ajustar el mundo real a nuestras teorías, la de 1930 (Stigler, 1965, pág. 211). Igualmente, los primeros estu­
en vez de ajustar nuestras teorías al mundo real2. Y en la medida en dios estadísticos actuales sobre la demanda se iniciaron justo antes
la cual estemos interesados en la variación total que se produce en la de la Primera Guerra Mundial (Stigler, 1965, págs. 219 y sigs.), y,
cantidad demandada a consecuencia de una determinada variación del sin embargo, el desarrollo de la teoría de las curvas de indiferencia
precio, tendremos que >medir tanto el efecto-renta como el efecto- de Allen-Hicks en la década de 1930 no incluía nada de los avances
sustitución. conseguidos para entonces en la comprensión empírica de la demanda.
La teoría de la inferencia, que apareció después de una genera­
ción de críticas hostiles, aunque poco efectivas, a la teoría de la uti­
De las curvas de indiferencia a la preferencia revelada lidad marginal por parte del institucionalismo americano 3, reafirmó
la concepción del homo economicus, como poseído de lo que Maurice
La descomposición de la respuesta ante una variación en el precio Clark denominó «una pasión irracionalmente racional por el cálculo
entre los efectos sustitución y renta, realizada por Slutsky-Allen-Hicks, desapasionado», al tiempo que se enorgullecía indebidamente de su
y el signo invariablemente negativo del efecto-sustitución, son los derivación de todas las implicaciones clásicas a partir del cálculo
únicos logros sustantivos del inmenso esfuerzo intelectual que cientos ordinal, en vez de del cardinal. El concepto de «indiferencia», que
de economistas dedicaron durante más de un siglo al análisis del supone la comparación por pares de conjuntos de mercancías infini­
comportamiento del consumidor. Esta teoría, como Lancaster (1966b, tamente cercanos unos a otros, es tan introspectivo e inobservable
página 132) dijo, «aparece hoy como un ejemplo conspicuo de cómo como puede serlo el concepto de comparaciones cardinales entre uti­
obtener los mínimos resultados posibles del mínimo de supuestos». lidades marginales4. Esto no tiene importancia si la formulación faci­
La teoría no nos dice nada sobre las decisiones de los consumidores 3 Para una revisión de este gran debate de las entreguerras sobre los fun­
damentos psicológicos de la Economía, véase Coats (1976). E l librito de Sargant
2 Sólo con que pudiésemos ignorar a voluntad el efecto-renta de una varia­ Florence (1927) recrea maravillosamente la atmósfera de esta trasnochada con­
ción en los precios, la teoría de la demanda sería muchísimo más simple. Así, troversia.
Becker (1976, págs. 159-60) demuestra que para una am plia variedad de reglas 4 L a obtención de las curvas de indiferencia a partir de experimentos de
de toma de decisiones por parte del consumidor, incluyendo las decisiones deter­ elección simulados tiene una larga y desigual historia, que se retrotrae hasta
minadas jugimdo a los dados, las curvas de demanda del mercado seguirán pre­ el intento pionero realizado en 1931 por el psicólogo Louis Thurstone y que
sentando inclinación negativa (esencialmente porque las elevaciones de precios ha sido repetido tan sólo en dos ocasiones desde entonces. Un intento reciente
restringen el conjunto de oportunidades alcanzables, mientras que las caídas de más sofisticado realizado por MacCrimmon y T oda (1969) generó una evidencia
precios lo amplían). E sta demostración supone una curva de demanda de renta- positiva pero dudosa respecto de las tres propiedades familiares de las curvas
real-constante y no una curva de demanda marshalliana de renta-monetaria- de indiferencia: 1) no-intersección, 2) pendiente negativa y 3) convexidad res­
constante. pecto del origen.
190 *
L a m etodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación. 191

lita la obtención de predicciones empíricamente significativas sobre bien en cuestión, pero esta inferencia se deduce de forma igualmente
el comportamiento del consumidor, pero, de hecho, el aparato de las fácil, si no más fácil aún, a partir de la vieja teoría marshaüiana del
curvas de indiferencia no nos sirve de ayuda para averiguar de ante­ comportamiento del consumidor.
mano qué curvas de demanda presentan inclinación negativa y cuáles Posteriores desarrollos en este campo consiguieron axiomatizar
la presentan positiva, ya que nunca podemos observar directamente la TPR hasta el punto en que sus supuestos y conclusiones quedasen
ni el efecto-sustitución ni el efecto-renta (el efecto-renta vendrá defi­ tan firmemente conectados que el establecer la verdad de uno de ellos
nido respecto de un nivel original de utilidad total), y no podremos, fuese suficiente para establecer la verdad de todos los demás, y vice­
por tanto, medir el tamaño de uno de ellos para añadirlo al del otro versa (Houthaker, 1961, págs. 705-08). En sí, esta formulación pro­
con objeto de predecir la variación total de la cantidad demandada porciona un ejemplo perfecto de nuestra anterior afirmación en el
resultante de una variación en el precio. Lo mismo que antes, la teo­ sentido de que (ver capítulo 4) la distinción lógica entre «supuestos»
ría del comportamiento del consumidor seguirá siendo una raciona­ e «implicaciones» desaparece totalmente en una teoría perfectamente
lización ex-post-facto de cualesquiera variaciones experimentadas por axiomatizada. Utilizando la TPR es posible derivar todas las propie­
la demanda final. Podremos, pues, confirmar la Ley de la Demanda, dades conocidas de las curvas de demanda que anteriormente se
pero nunca podremos desconfirmarla. derivaban por medio de las teorías ordinales y cardinales de la uti­
La exposición clásica de la teoría de la indiferencia fue presenta­ lidad. Lo que denominamos elección «racional» en teoría de la utili­
da en los primeros tres capítulos de Valor y Capital de Hicks (1939), dad, se traduce en «preferir más a menos», «consistencia» y «transi-
y para entonces Samuelson había ganado ya la carrera al demostrar tividad» de la TPR. En resumen, la TPR y la teoría de la utilidad
los mismos resultados clásicos a partir de un número aún menor de son lógicamente equivalentes, y la defensa original que Samuelson
supuestos. La teoría de la preferencia revelada (TPR) de Samuelson hace de la TPR como un nuevo enfoque al problema del compor­
se proponía purgar la teoría del comportamiento del consumidor de tamiento del consumidor debe, por tanto, rechazarse por injustifi­
sus últimos vestigios de utilidad, restringiéndola a las comparaciones cada 5. En este sentido, la exigencia expresada por algunos metodó-
operacionales entre sumas de valores (cantidades por precios). Si los logos «agresivos» de que los supuestos de la TPR deben ser contras­
consumidores prefieren más bienes a menos bienes, si eligen tan sólo tados de forma independiente (Clarkson, 1963, págs. 55-6, 62-3
un conjunto definido de bienes en cada situación presupuestaria, y se y 83) carece de sentido. No tenemos por qué argumentar, estilo
comportan consistentemente en elecciones sucesivas, comprarán una Friedman, que Freud y Marx nos han enseñado que la gente no
cantidad menor de un bien cuando su precio suba y hubieran com­ sabe por qué se comporta como se comporta y que, en cualquier
prado una cantidad mayor de dicho bien caso de haberse elevado sus caso, lo que compete a una ciencia social es trazar las consecuencias
rentas. Esta ley generalizada de la demanda o «teorema fundamental
de la teoría del consumo», como Samuelson lo denominó, incluye 5 Como W ong (1978) ha demostrado, en realidad Samuelson ha cambiado
todas las implicaciones observables de la teoría de la indiferencia y de opinión dos veces respecto de la finalidad de la T P R : en su artículo origi­
nal de 1938 (Samuelson, 1966, capítulo 1), la finalidad de la teoría consistía en
presenta, además, la ventaja de inferir las preferencias de los consu­ derivar los principales resultados obtenidos por la teoría de la utilidad ordi­
midores a partir de su comportamiento revelado, y no al revés. Ade­ nal de H icks, sin tener que recurrir al concepto de indiferencia, o sin tener que
más, el efecto-renta en la TPR es medible en principio, ya que es recurrir a ningún otro concepto no-observable; en un artículo escrito en 1948
el cambio de renta opuesto en signo al cambio de precio que se re­ (Samuelson, 1966, capítulo 9), en el que bautizó el nuevo enfoque, la T P R se
convierte en la base de un método operativo de construcción de un mapa de
quiere para restaurar el conjunto de bienes originalmente adquirido. indiferencia individual a partir de observaciones del comportamiento de merca­
De todos modos, la TPR es tan difícil de refutar como lo es el do del individuo, resolviendo así el problema que el artículo anterior había
análisis de las curvas de indiferencia, ya que, a menos que dispon­ descalificado como espúreo; finalmente, en otro artículo que data de 1950 (Sa­
gamos de información precisa acerca de la elasticidad de demanda muelson, 1966, capítulo 10), la T P R recibe otra interpretación diferente, a
saber, la exploración y formulación del equivalente observacional de la teoría
de una mercancía, no podremos predecir de antemano, a partir del de la utilidad ordinal, lo cual parece entrar de nuevo en conflicto con los obje­
teorema fundamental de la teoría del consumo, que la cantidad deman­ tivos tanto del primero como del segundo artículo citado. Para aumentar aún
dada del mismo vaya a variar inversamente con su precio. Por su­ más la confusión, Samuelson ha cambiado también de opinión al menos una
puesto, podemos inferir que tal resultado será tanto más probable vez en lo que se refiere a su m etodología básica: en 1938 era «operacionalista»,
mientras que en 1963 se había retirado a la metodología más modesta del «des­
cuanto menor sea la proporción del gasto total que se gasta en el criptivism o».
192 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 193

sociales no-intencionadas de las acciones individuales, y no examinar (1972) señalan que una gran parte del trabajo empírico en este campo
el grado de consciencia y deliberación que los individuos despliegan. ha sido puramente «pragmático» y realizado con escasa referencia a
La TPR constituye un caso en el que la contrastación del «realismo» cualquier teoría del comportamiento del consumidor (págs. 1150-52).
de las implicaciones es lógicamente equivalente a la contrastación del Incluso allí donde se realiza de hecho un esfuerzo por basarse en la
«realismo» de los supuestos. teoría convencional, muchos investigadores han ignorado simplemente
El poder predictivo de la TPR con respecto a las relaciones de el problema de agregación de las demandas individuales que plantea
demanda no es, por supuesto, mejor que el de las antiguas teorías la formulación de un comportamiento de demanda agregado, tratando
del comportamiento del consumidor, ya que también esta teoría re­ en consecuencia los datos medios de demanda per capita como si
sulta no-falsable empíricamente, al descansar sobre proposiciones uni­ proviniesen de un único consumidor con renta media per capita. En
versales no-restringidas. Aunque la TPR suele alabarse porque pro­ general, observaban estos autores, la teoría del comportamiento del
mueve el énfasis sobre las implicaciones observables de la teoría del consumidor «no proporciona lo que podría esperarse, es decir, la
consumo (Houthakker, 1961, pág. 713), no.es fácil demostrar con forma ideal de establecer experimentos en el análisis de la demanda»
pruebas que haya inspirado investigaciones empíricas nuevas en el (página 1154). Nunca se pretendió, por supuesto, que la teoría fuese
campo de la demanda. Asevera esta teoría, por ejemplo, que la orde­ aplicable a individuos concretos, sino más bien al individuo medio
nación de las preferencias del consumidor viene revelada a través de estadístico. «Resulta, por tanto, razonable considerar la teoría como
la secuencia cronológica de sus elecciones efectuadas cuando los pre­ una fábula nada más (un paradigma, en la jerga moderna), que nos
cios están variando, lo cual implica directamente que su contribución sugiere las restricciones que permitirían la solución de un problema
a la explicación de la demanda de bienes de consumo duradero será de estimación e interpretación que de otro modo resultaría irresolu­
escasa, puesto que los servicios de estos bienes no son necesariamente ble» (pág. 1168). En realidad, si todos los consumidores se compor­
consumidos en relación fija con su fecha de adquisición, y, por tanto, tasen exactamente de acuerdo con la teoría pura del comportamiento
las elecciones referentes a bienes de consumo duradero no nos des­ del consumidor, las curvas de Engel serían líneas rectas paralelas y la
cubrirán nada respecto de las preferencias de los consumidores (Mor- estimación de las relaciones de demanda resultaría virtualmente im­
genstern, 1972, pág. 1168). posible. Desgraciadamente, sin embargo, «no conocemos intento com­
Pero, aparte de esta limitación, existe la dificultad mucho más pleto alguno de construir verdaderos sistemas agregados de relaciones
importante de que se trata de una teoría de la elección referida a un de demanda» (pág. 1170).
único consumidor, mientras que la medición y contrastación de las «L a mayor parte de los trabajos de Economía aplicada», siguen
hipótesis acerca de la demanda se refieren fundamentalmente al com­ diciendo Brown y Deaton, «han subrayado en realidad la estimación
portamiento de mercado. La teoría convencional del comportamiento más que la contrastación... La contrastación rigurosa tenía que espe­
del consumidor individual, sea de tipo antiguo o moderno, se en­ rar hasta que fuese posible disponer de estimaciones de sistemas
cuentra de hecho a miles de kilómetros del tipo de datos referentes completos de funciones de demanda» (págs. 118-19). El supuesto
al mercado con los que normalmente trabaja el economista. En el de que las funciones de demanda son funciones homogéneas de grado
terreno del análisis empírico de la demanda, la cuestión de si pode­ cero respecto de precios y rentas monetarias, que es una de las pro­
mos suponer la existencia misma de funciones de utilidad — un con­ piedades típicas que se supone presenta en teoría de los precios, ha
junto estable de ordenaciones de preferencias entre consumidores— sido rechazada de hecho en algunas contrastaciones de sistemas com­
pesa mucho más que el inacabable debate sobre las cuestiones teóricas pletos de ecuaciones de demanda (págs. 1189-95). En términos más
de cardinalidad versus ordinalidad, o de curvas de indiferencia versus generales, estos autores concluyen que «se ha subrayado en exceso
preferencia revelada. el efecto-sustitución de las variaciones de los precios»; «para muchos
propósitos prácticos, los efectos de las variaciones de la renta son
de mayor importancia que los de las variaciones de los precios» (pá­
Trabajos empíricos sobre la demanda ginas 1157 y 1154). Finalmente, observan estos autores que «el pro­
blema de cómo afectan las variaciones en la distribución de la renta
En su autorizada revisión de la investigación empírica sobre la al comportamiento de consumo medio per capita, ...es quizás... el
demanda a partir de la Segunda Guerra Mundial, Brown y Deaton eslabón perdido más importante en la construcción de una teoría
194 L a m etodología de la economía
Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 195
de la demanda del consumidor que sea empíricamente aplicable»
(1979, págs. 192-93) presenta, como es típico en él, una discusión
(página 1158).
En estas condiciones, hay mucho que decir en favor de la pro­ del problema completa y franca:
puesta de Mishan de que deberíamos hacer borrón y cuenta nueva . . . la moderna teoría de la demanda hace predicciones inequívocas solamente
en la teoría del comportamiento del consumidor: «después de todo cuando se dispone de información exógena acerca de las elasticidades-renta de
el despliegue de virtuosismo técnico asociado con dichos teoremas, al demanda . . . si no sabemos nada acerca de los efectos-renta, podremos aún aven­
economista en ejercicio no le queda gran cosa que pueda ayudarle turar una proposición de tipo probabilístico. E l grueso de la evidencia existente
a haber frente a las complejidades del mundo real. En realidad, no sugiere que si tuviésemos que adivinar, sin conocimiento previo alguno, si la
le haría ningún daño el permanecer ignorante de todas las teorías curva de demanda de un determinado producto X presenta pendiente positiva
del comportamiento del consumidor, y aceptar como un acto de fe o negativa, la prim era respuesta sería, con mucho, la favorita.
la obvia e indispensable «ley de la demanda» (Mishan, 1967, pági­
nas 82-3). Pero, como un acto de fe ¿hacia qué? Presumiblemente, Stigler (1966, págs. 24, 71-2) es aún más terminante: «todas las cur­
hacia la evidencia. Y, en realidad, no hay duda de que la mayoría vas de demanda conocidas presentan pendiente negativa».
de los economistas, incluyendo a aquellos que repudiarían violenta­ ¿Cóm o podremos convencer a un escéptico de que esta «ley de la demanda»
mente la actitud iconoclasta de Mishan, aceptan la ley de la demanda es realmente cierta para todos los consumidores, todos los períodos y todos los
a causa del peso de la evidencia empírica, y no a causa de los dicta­ bienes? Sin duda, no por medio de unos pocos (sean 4 ó 4.000) ejemplos selec­
dos teóricos de la teoría pura del comportamiento del consumidor. cionados, ni tampoco por una demostración teórica rigurosa que no existe por­
Además, como hemos señalado anteriormente, la teoría pura del com­ que se trata de una regla empírica. Tampoco recurriremos a afirmar que es
cierta, o que los economistas creen en ella, porque podríam os equivocarnos. Qui­
portamiento del consumidor no es empíricamente refutable, ya que
zás la prueba más convincente que podríamos presentar sería ésta: si un econo­
la ley estadística de la demanda sólo se deriva de dicha teoría me­ mista pudiese demostrar el fallo de esta ley en cualquier mercado concreto, o
diante la adición a la misma de un supuesto auxiliar extra que afirma cualquier momento de tiempo, se aseguraría la inmortalidad profesional y una
la alta probabilidad de que cualquier efecto-renta positivo sea de­ rápida promoción. Puesto que a la mayoría de los economistas no les desagra­
masiado pequeño para compensar el efecto-sustitución negativo de una darían ninguna de las dos recompensas, hemos de suponer que la total ausencia
variación del precio. de excepciones no provendrá de la falta de intentos al respecto.

Hicks (1956, págs. 66-8 y 93-4) es quizás el único economista con­


La importancia de los bienes Giffen temporáneo que intenta racionalizar la falta de evidencia empírica
en favor de las curvas de demanda crecientes utilizando un argu­
Una ojeada por encima a los libros de texto más utilizados en mento de tipo teórico: los bienes Giffen, argumenta, se observan
Economía bastará para dejar establecida nuestra proposición de que raramente en la realidad, porque las curvas de demanda de pendiente
la ley de la demanda se formula como tal ley a causa de la evidencia positiva tienden a generar un equilibrio inestable; con lo que, al pa­
disponible en relación con las elasticidades-renta. Samuelson (1976, recer, implica que la mayoría de los equilibrios del mundo real son
página 437n) ignora simplemente dicha evidencia, y en su libro de claramente estables.
texto supone que todas las curvas de demanda tienen inclinación ne­ Hemos dicho ya lo suficiente para establecer la contención de
gativa, mientras que en nota a pie de página admite que algunas que la consideración general de los bienes Giffen como curiosidades
curvas de demanda pueden en realidad presentar inclinación positiva. teóricas no está basada sino en la evaluación general de la evidencia
Alchian y Alien (1964, págs. 54 y 62-4) ignoran igualmente la evi­ empírica acerca de la demanda de mercado. En vista de este hecho,
dencia estadística, pero mencionan alguna evidencia casual en favor sin embargo, resulta sorprendente comprobar la cantidad de libros
de la ley de la demanda (por ejemplo, los precios más bajos de las de texto que dedican páginas y páginas a exponer la intrincada teo­
frutas y verduras en temporada), declarando que aquélla «es una ría del comportamiento del consumidor, mientras que casi no men­
ley, simplemente porque describe una verdad universal y verificada cionan — y mucho menos llevan a los estudiantes a valorar— la vasta
respecto del comportamiento del consumo y del mercado». Lipsey literatura existente sobre la medición empírica de la demanda. Por
supuesto, existen algunas excepciones notables (por ejemplo, Baumol,
196 L a metodología de la economía
Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 197

1965, capítulo 10; Green, 1976, capítulo 9; Lipsey, 1979, capítu­ economista dispone», ya que la asignación de coeficientes empíricos
lo 15), pero, en general, la tendencia pedagógica de los economistas a la tecnología de consumo presenta varios y graves problemas. Pero,
actuales se inclina hacia la atribución de una importancia decisiva a en principio, insiste, la tarea es abordable y el resultado es «un mo­
los postulados de la teoría del consumidor, mientras que consignan delo mucho más rico en capacidad heurística explicativa y en capaci­
sus implicaciones respecto del comportamiento de demanda en los dad predictiva que el modelo tradicional del comportamiento del
niveles superiores de la disciplina, que deberán ser estudiados, en
consumidor» (págs. 154-55). Una implicación fundamental del aná­
todo caso, posteriormente. El seguir a Mishan rechazando por com­ lisis de Lancaster es la de que los consumidores generalmente se si­
pleto los axiomas, suena demasiado a una sustitución de la teoría túan en un equilibrio de esquina en la mayoría de las dimensiones
por la evidencia empírica disponible sobre la misma, pero de todos de elección que les lleva de una esquina a otra en respuesta a las
modos la intensidad de los esfuerzos intelectuales que tradicional­ variaciones de los precios, lo cual quiere decir que nunca se obser­
mente se han dedicado a los supuestos como distintos de las impli­ varán en la práctica ajustes continuos a lo largo de algo que puede
caciones de la teoría pura del comportamiento del consumidor guarda
parecerse a una curva de indiferencia. Además, se dice que la nueva
una relación casi inversa con la significación relativa de los mismos.
teoría arroja luz tanto sobre la sustituibilidad y complementariedad
«intrínsecas» entre bienes como sobre las elecciones ocupacionales,
el mantenimiento de activos y el papel de la publicidad en la promo­
La teoría de las características de Lancaster ción e introducción de bienes nuevos (págs. 144-45).
Sin embargo, los ejemplos que Lancaster no proporciona respecto
La evidencia empírica acerca del comportamiento de mercado es,
de las predicciones empíricas de la teoría que, según dice, son nega­
como hemos visto, ambigua y difícil de evaluar. Aunque sólo fuese das por la teoría ortodoxa, resultan menos convincentes: 1) que la
por esta razón, el examen de los supuestos de la teoría nunca resul­
madera no será un sustituto próximo del pan, pero que los coches
tará redundante. Además, incluso a estas alturas, tal examen puede
rojos de una determinada factura serán sustitutos próximos de los
revelar inesperadas limitaciones; y una reelaboración de los supuestos
coches grises de la misma factura; 2) que los bienes pueden ser des­
puede muy bien generar variaciones sorprendentemente nuevas sobre
plazados totalmente del mercado por bienes nuevos o por variaciones
viejos temas. Un caso relevante a este respecto es el del nuevo en­
del precio; 3) que las elecciones realizadas por los trabajadores entre
foque que Kelvin Lancaster aplica al comportamiento del consumi­
trabajo y ocio responderán a un esquema ocupacional bien definido;
dor, y que toma como punto de partida la vieja idea de que los
4) que un activo monetario puede desaparecer totalmente de la eco­
consumidores no valoran los bienes por sí mismos, sino que los valo­
nomía (ley de Gresham); 5) que las variaciones de los precios pueden
ran más bien por los servicios que proporcionan. El elemento nuevo
no afectar en absoluto a las elecciones individuales; y 6) que existen
que Lancaster (1966b, 1971) añade es la consideración de que estos
ciertas discontinuidades en el espectro de elasticidades cruzadas entre
servicios o «características» pueden ser concebidos como componen­
bienes, que definen un grupo de bienes, y que pueden ser intrínsecos
tes objetivamente mensurables, que son los mismos para todos los
e independientes de las variaciones de los precios. Lo que ofrece
consumidores, y que se combinan en proporciones fijas para consti­
dudas no es que éstas sean genuinas predicciones de la nueva teoría
tuir un determinado bien, combinándose estos bienes a su vez en con­
que no pueden obtenerse a partir de la teoría tradicional del com­
juntos de «actividades» de consumo. El elemento personal de la elec­
portamiento del consumidor, sino el si estas predicciones están bien
ción del consumidor surge de la elección efectuada entre estos vectores
confirmadas y, además, si las dos teorías predicen realmente cosas
fijos de características incorporadas a cada conjunto diferente de bie­
diferentes cuando son aplicadas al mismo conjunto de fenómenos.
nes. Así pues, se describe a los consumidores como maximizadores, no
La «situación-problema», o cuestión empírica crítica de la teoría
de una función de utilidad, sino de una función de transformación,
del comportamiento del consumidor es, como hemos visto, el signo
que describe la utilidad que se obtiene al transformar un conjunto
de la pendiente de la curva de demanda de mercado de bienes, y
particular de características en un conjunto particular de bienes.
podríamos preguntarnos, por tanto, si la teoría de Lancaster arroja
Lancaster (1966b, págs. 135, 152-3) es plenamente consciente
alguna luz sobre la famosa cuestión de la probabilidad práctica de
de que puede pensarse que la nueva teoría «corre el peligro de su­
los bienes Giffen. El propio Lancaster (1966b, pág. 145) conjeturaba
marse a la extensa colección de conceptos no-operacionales que el
que su teoría crea presunciones nuevas acerca de la improbabilidad
198 L a metodología de la economía Capítulo 7

de los bienes Giffen, es decir, presunciones nuevas acerca de la mayor LA TEORIA DE LA EMPRESA
probabilidad de las curvas de demanda de mercado con inclinación
negativa. Pero algunos de sus seguidores sugieren justamente lo con­
trario (Green, 1976, pág. 161; Lipsey y Rosenbluth, 1971), añadiendo
que una reconsideración de la evidencia disponible les daría la razón.
No podemos pretender dejar aquí resuelta esta cuestión (por carecer
de tiempo y espacio para ello), pero lo que tales desacuerdos pare­
cen sugerir es que es demasiado pronto para saber cuáles son las
implicaciones de la nueva teoría del consumo basada en las carac­
terísticas.
Sería un error metodológico de tipo muy común hoy el insistir
en que no vale la pena considerar la teoría hasta que se demuestre
que las «características» de los bienes son medibles en un sentido
operativo — los supuestos de las teorías deben ser «realistas»— , y
en cualquier caso, el supuesto especialmente preocupante, el de las
proporciones fijas en la generación de características, es una simpli­
ficación conveniente que no resulta estrictamente necesaria para sus
implicaciones. La cuestión vital sigue siendo la siguiente: ¿cuáles son
las predicciones refutables respecto del comportamiento de mercado La defensa clásica
que la nueva teoría genera? y ¿son dichas predicciones realmente
«hechos nuevos» capaces de discriminar entre la teoría antigua y la
Si la función de la teoría ortodoxa del comportamiento del con­
nueva? No hay duda de que la teoría de Lancaster es más rica en
sumidor consiste en justificar la noción de una curva de demanda de
contenido que la antigua, lo cual no es sorprendente puesto que
inclinación negativa, la función de la teoría ortodoxa de la empresa
incluye a aquélla como caso especial, pero lo que no está tan claro
consiste en justificar la noción de una curva de oferta de inclinación
es si este aumento de generalidad viene o no acompañado por resul­
positiva. La teoría neoclásica u ortodoxa de la empresa productora
tados nuevos y sustantivos de tipo contrastable. El hecho de que lá
de un solo producto, y que utiliza tan sólo la producción o el precio
nueva teoría haya sido poco desarrollada a partir de su formulación
como variable estratégica en un medio estático pero altamente com­
original, especialmente en lo que se refiere a su aplicación a proble­
petitivo, ha estado con nosotros durante 140 años (desde que Cournot
mas empíricos, alimenta aún más el escepticismo respecto de su fe­
la inventó más o menos en 1838), período durante el cual ha sido
cundidad. Podemos detectar el impacto de la teoría de Lancaster en
criticada repetidamente, especialmente respecto de su supuesto cen­
la extendida tendencia a calcular «índices hedonísticos» de movimien­
tral que establece que los hombres de negocios tratan de maximizar
tos de precios teniendo en cuenta las variaciones en la calidad de los
sus beneficios monetarios sujetos a las limitaciones impuestas por el
bienes, pero esto indicará, en el mejor de los casos, una influencia
esquema prevaleciente de demanda.
indirecta y no directa. En conjunto, parece cierto que la nueva teoría
Se ha dicho que las empresas maximizan de hecho una función
no ha conseguido despegar hasta el momento, y la cuestión de si
dé utilidad múltiple que incluye los beneficios, el ocio, el prestigio,
alguna vez lo hará queda a la opinión de cada uno.
la liquidez, el control, etc.; que más que los propios beneficios, maxi­
No hay nada en la metodología económica que nos ayude a afinar
mizan las ventas totales sujetas a un nivel mínimo de beneficios; que
nuestra opinión al respecto, ya que la metodología puede agudizar
no maximizan los beneficios en absoluto, sino que los «satisfacen»
nuestra capacidad evaluativa de teorías nuevas, pero, en último tér­
ajustando sus objetivos a la luz de la experiencia hasta alcanzar nive­
mino, los programas de investigación, tales como la teoría de las
les satisfactorios; que no pueden maximizar a causa de la incertidum-
características de Lancaster, han de demostrar su valía a través de
bre prevaleciente y que, por tanto, adoptan reglas empíricas como
su impacto sobre el trabajo efectivo de los economistas.
la de la fijación del precio en función del coste total; y que lo que
199
200 L a metodología de la economía
Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 201

desean no es maximizar, sino sobrevivir, actuando en consecuencia


de forma satisfactoria la dirección del cambio de las variables eco­
en términos de reglas administrativas que sirven para mantenerles un
nómicas fundamentales no debería rechazarse tan sólo porque esté
paso más adelante que sus rivales. Tales críticas y sus propuestas co­
basada en supuestos «irrealistas». Pero la dificultad se encuentra pre­
rrespondientes de reconstrucción de la teoría del comportamiento de
cisamente en la demostración de los resultados predictivos de la teo­
la empresa han proliferado en los últimos treinta años, llegando a
ría de la empresa y en que para tal demostración recibimos normal­
f ¡enerar lo que algunos comentaristas han denominado la quiebra de
a teoría tradicional de la empresa (Nordquist, 1967).
mente muy poca ayuda por parte de los más decididos partidarios
de la misma. Después de todo, la evidencia casual contradice la teoría
La defensa clásica de la teoría tradicional de los libros de texto,
con tanta frecuencia como la corrobora. Por ejemplo, la teoría pre­
expuesta con toda su fuerza durante el famoso debate Lester-Machlup
dice inequívocamente que una empresa maximizadora de beneficios
de 1946, afirma que el análisis marginal en general y la teoría neo­
que actúa en un mercado perfectamente competitivo no hará publi­
clásica de la empresa en particular, no pretenden proporcionar una
cidad de sus productos, ya que carecerá de incentivos para ello, puesto
explicación completa de la conducta del empresario en todos sus
que la producción adicional sólo puede obtenerse con costes margi­
aspectos, sino que pretende más bien predecir los efectos que puedan
nales crecientes. Pero, de hecho, muchas empresas hacen publicidad
tener ciertos cambios específicos de las fuerzas de mercado. La tan
de sus productos diferenciados, de lo que habremos de concluir, o
vapuleada teoría neoclásica de la empresa merece sobrevivir por su
bien que los costes marginales a corto plazo son constantes para una
capacidad de generar predicciones verificables de tipo cualitativo, ta­
amplia gama de producciones observadas, en cuyo caso la mayor
les como: «un aumento de la demanda llevará a una elevación tanto
parte de las predicciones usuales de la teoría no se cumplirán, o bien
de la producción como de los precios de los productos»; «un aumen­
que la estructura de mercado prevaleciente es monopolística en vez
to de los salarios monetarios generará una disminución del empleo»;
de perfectamente competitiva; sin embargo, la teoría de la compe­
«un impuesto sobre los beneficios de las empresas no tendrá efecto
tencia monopolística no nos proporciona predicciones claras sobre el
alguno sobre la producción»; y así sucesivamente. La mayoría de las
efecto que pueda tener una variación de los costes o de la demanda
teorías alternativas no son ni siquiera capaces de hacer predicciones
sobre el precio del producto, el tamaño de planta o el número de
tan poco precisas como éstas, y en términos generales cuentan mejor
empresas operando en la industria (véase Blaug, 1978, págs. 416-17
la historia a expensas de la indeterminación de sus resultados.
y 446-47). Nos queda, pues, tan sólo la triste conclusión de que la
Hay que admitir, por supuesto, que la empresa de los libros de
teoría neoclásica de la empresa no es aplicable a la mayoría de las
texto es «un tipo ideal» que difiere claramente de la realidad', por
empresas industriales que producen bienes finales para el consumo
ejemplo, en lugar de concebir a los empresarios como maximizadores
y que ni siquiera es aplicable a todas las empresas que producen
de un índice de preferencias que incluye rendimientos pecuniarios y bienes intermedios.
no-pecuniarios, como hace la teoría de la demanda del consumidor, Igualmente, la predicción de la teoría tradicional en el sentido
la función de utilidad del empresario queda reducida a los rendi­
de que una elevación de los salarios monetarios generará una caída
mientos monetarios directamente observables; además, los elementos en el volumen de empleo ofrecido por las empresas, no recibe el
como el tiempo, la incertidumbre y los costes de obtención de infor­ apoyo de la evidencia referente a las funciones de emplo a corto
mación, quedan fuera como complicaciones innecesarias. Pero de to­ plazo, ya que éstas presentan una marcada estabilidad en relación
dos modos, la teoría es simple, elegante, internamente consistente, y con la inflación de salarios; por otro lado, si el empleo variase siem­
genera predicciones definidas de tipo cualitativo que han sido corro­ pre negativamente con los salarios monetarios a largo plazo, obser­
boradas. Tal es la argumentación de Machlup (1978, capítulos 16 varíamos curvas de Phillips que relacionarían la tasa de desempleo
y 26), y también la de Friedman, en defensa de lo que éste último con la tasa de variación de los salarios monetarios, cosa que en ge­
llama «la hipótesis de maximización de los rendimientos» (ver capí­ neral no observamos. Sin duda, podemos suavizar la teoría tradicional
tulo 4). por medio de diferentes ajustes ad hoc en sus supuestos, de forma
Tales defensas serían convincentes si viniesen acompañadas de un que éstos tengan en cuenta la estabilidad a corto plazo de las fun­
examen detallado de los éxitos predictivos de la teoría tradicional. ciones de empleo y su inestabilidad a largo plazo, pero al hacerlo
No necesitamos adherirnos a la metodología del «instrumentalismo» así perderemos tanto la simplicidad como la claridad de las predic­
para estar de acuerdo en que cualquier teoría simple que prediga ciones de la teoría tradicional. Como último ejemplo, consideremos la
202 L a metodología de la economía
. Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación ... 203

predicción de la teoría tradicional en el sentido de que un impuesto Al colocar a la teoría de la empresa en su contexto teórico apro­
proporcional sobre la renta de las empresas, tal como el impuesto de piado no hacemos sino tomar ideas prestadas de la metodología de
sociedades, no será repercutido por las empresas a sus clientes a corto los programas científicos de investigación de Lakatos (MPCI). En
plazo, ya que el impuesto reduce el nivel de beneficios pero no el realidad, podemos apreciar mucho mejor la fecundidad de dicha
volumen de producción al cual se maximizan aquéllos. Existen prue­ MPCI al considerar lo que tiene que decirnos acerca de la evaluación
bas abundantes, sin embargo, que aseguran que el impuesto de socie­ de la teoría tradicional del comportamiento de la empresa. Conviene
dades sí que se repercute de hecho (Ward, 1972, pág. 18) y esto hacerlo por medio de un examen crítico de la denuncia hecha por
constituye una pieza de evidencia relevante, aunque no necesaria­ Latsis de la teoría tradicional de la empresa, que constituye el primer
mente decisiva, en contra de la teoría neoclásica de la empresa (y a intento que encontramos en la literatura de ofrecer un caso de estudio
favor, por cierto, de la hipótesis de la maximización del volumen de de la MPCI en Economía.
ventas). Así pues, no hay duda de que la teoría tradicional del com­
portamiento de la empresa no supera fácilmente la prueba del empi­
rismo casual. Ninguna teoría lo hace, por supuesto, pero quizás haya­ El determinismo situacional
mos dicho ya lo suficiente para sugerir que, como evaluación de la
evidencia disponible en pro y en contra de la teoría usual de la em­ Latsis parte de la proposición de que todas las teorías de la com­
presa, no bastará simplemente con un encogimiento de hombros y petencia perfecta, imperfecta y monopolística pueden considerarse
el dedo apuntando hacia el mundo real. conjuntamente como partes del mismo programa neoclásico de investi­
A pesar de los tantos marcados por los críticos de la teoría tra­ gación en el campo del comportamiento de la empresa, que presenta un
dicional del comportamiento de la empresa, ésta ha conseguido sobre­ determinado «núcleo», un «cinturón protector» y una «heurística po­
vivir en los libros de texto y en incontables aplicaciones a problemas sitiva» (véase capítulo 1). El «núcleo», argumenta, está formado por:
de Microeconomía aplicada. ¿Cómo puede explicarse esta prolongada «1) la maximización de beneficios, 2) el conocimiento perfecto, 3) la
longevidad? El apreciar la teoría por su capacidad de supervivencia independencia en la toma de decisiones, y 4) los mercados perfectos»
en vez de por su capacidad de generar predicciones empíricamente (Latsis, 1972, pág. 209; 1976, pág. 23). Sin entrar en discusiones
verificadas equivale a dejar sin explicar la curiosa falta de interés sobre la elección de lenguaje, debemos subrayar el hecho de que el
que la mayoría de los economistas muestran respecto del comporta­ «núcleo» de un PCI está formado por proposiciones metafísicas, es
miento predictivo de la teoría convencional. Ni siquiera podemos decir, prácticamente irrefutables; por consiguiente, si denominamos
defendernos diciendo que la teoría tradicional predice tan bien o a los elementos 1) al 4) «supuestos» de la teoría de la empresa, como
mejor de lo que puedan hacerlo las teorías alternativas del compor­ se suele hacer en el lenguaje corriente de los economistas, cualquier
tamiento de la empresa hasta ahora formuladas, porque la teoría de cuestión acerca de su «realismo» o falta de él traiciona una falta de
la maximización condicionada del volumen de ventas de Baumol y la comprensión de su estatus metodológico. Con objeto de transformar
teoría gerencial de Williamson, por citar tan sólo dos de entre un este «núcleo» en una teoría de la empresa perteneciente al «cinturón
gran número de teorías alternativas, implican predicciones estáticas protector» del programa de investigación, las proposiciones pertene­
totalmente diferentes de las de la teoría convencional, y, sin embar­ cientes al núcleo deben complementarse con supuestos auxiliares,
go, se han hecho escasos intentos de comparar los logros o fracasos tales como «1) la homogeneidad de los productos, 2) el gran número
respectivos de dichas teorías (pero véase Cyert y Hendrick, 1972). El de empresas, y 3) la libre entrada y salida de la industria» (1972,
problema básico reside en que no es posible evaluar la teoría tradi­ página 212; 1976, pág. 23), cuya presencia o ausencia en cada caso
cional de la empresa sin evaluar la totalidad del sistema clásico de particular estará sujeta a verificación independiente; en resumen,
determinación de los precios, puesto que la teoría de la empresa es podemos legítimamente preguntarnos si los supuestos auxiliares son
tan sólo un elemento de lo que constituye en realidad un programa «realistas», porque nos proporcionan los criterios de aplicabilidad
científico de investigación más amplio en el campo de la Microeco­ de la teoría. La «heurística positiva» del PCI neoclásico consiste en
nomía. Al alabar o condenar la teoría convencional de la empresa, una serie de directrices que se reducen a una única regla: derívense
necesariamente estaremos juzgando la potencialidad del programa de las propiedades de estática-comparativa de las teorías. Más concreta­
investigación más amplio del que aquélla forma parte integrante. mente, 1) divídanse los mercados entre compradores y vendedores;
204 L a m etodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 205

2) especifíquese la estructura de mercado; 3) formúlense las defini­ Pero, ¿cuáles son estas predicciones? El objetivo de la teoría
ciones del «tipo ideal» de los supuestos de comportamiento; 4) esta­ consiste en contestar a preguntas como: «1) ¿Por qué se intercam­
blézcanse las condiciones ceteris paribus relevantes; 5) tradúzcase la bian las mercancías a ciertos precios?; 2) ¿Cuáles son los efectos de
situación a problema matemático extremo y examínense las condicio­ las variaciones de los parámetros (la demanda, por ejemplo) sobre las
nes de primer y segundo orden; y así sucesivamente (1972, págs. 212- variables de nuestro modelo, una vez que se han producido los ajus­
213; 1976, pág. 22). tes correspondientes?» (1972, págs. 212-13). Latsis dedica poco tiem­
La etiqueta aplicada por Latsis al programa neoclásico de inves­ po a la consideración de este tipo de predicciones cualitativas de la
tigación en el campo del comportamiento de la empresa es la de teoría, bajo condiciones dadas. Se refiere aquí y allá a la evidencia
«determinismo situacional», porque «bajo las condiciones que carac­ que indica que las empresas altamente competitivas no se comportan
terizan a la competencia perfecta las posibilidades de elección del a veces en la forma predicha por la teoría (1972, págs. 219-20; 1976,
responsable de la toma de decisión al decidir entre pautas alterna­ página 28), pero, en general, da por sentado que la teoría tradicional
tivas de actuación se ven reducidas simplemente a la decisión de si no presenta una hoja de servicios muy brillante en cuanto a sus pre­
permanece o no en la industria» (1972, pág. 209; 1976, pág. 25) 6. dicciones, sin molestarse en discutir el caso a fondo.
Aquí parece ignorarse el hecho de que, aparte de permanecer o no Encuentra Latsis pocas dificultades para demostrar que el recurso
en la industria, la empresa competitiva tiene que decidir también habitual a las condiciones de competencia perfecta como aproxima­
cuánto producir, pero el centro de la argumentación es que las em­ ción de la realidad no especifica los límites de aplicabilidad de la
presas competitivas producirán el nivel de producción que maximiza teoría tradicional de la maximización de beneficios, de forma que in­
sus beneficios, o no producirán nada: «Denominaré a estas situacio­ cluso el comportamiento de los oligopolistas ha llegado a analizarse
nes, en las que la pauta obvia de actuación (para una amplia gama con los mismos instrumentos. Pero tales críticas no nos dicen nada
de concepciones del comportamiento racional) viene determinada úni­ acerca del «grado de corroboración» de una teoría. Para decir algo
en este sentido, necesitamos información sobre el comportamiento
camente por las condiciones objetivas (de costes, de demanda, tecno­
pasado de la teoría, en términos de la severidad de las contrastaciones
lógicas, de número de participantes, etc.), situaciones «de salida úni­
a las que se ha enfrentado y de la medida en la cual ha conseguido o
ca» o «de camisa de fuerza» (1972, pág. 211; 1976, pág. 19). no superar dichas contrastaciones (véase capítulo 1). Latsis no nos pro­
En otras palabras, una vez que el responsable de la toma de deci­ porciona tal información, en parte porque, según su argumento fun­
siones, que actúa con una función de beneficios de comportamiento damental, todas las sucesivas versiones del programa han fracasado
normal y en un mercado perfectamente competitivo, obtiene la infor­ en cuanto a la generación de resultados empíricos, pero, fundamen­
mación perfecta que necesita respecto de la situación a la que se talmente, porque de antemano se pensaba que no iban a generarlos.
enfrenta, no hay nada que pueda realmente hacer, de acuerdo con Por ejemplo, se supone que la solución tangencial de Chamberlain
la teoría neoclásica de la empresa, sino producir un único nivel de predice excesos de capacidad en el caso de muchos vendedores con
producción o salir de la industria. No existen en dicha teoría ni me- productos diferenciados, e, igualmente, se supone que las teorías de
( anismos internos de toma de decisiones, ni búsqueda de información, la maximización conjunta de beneficios bajo condiciones de oligopolio
ni reglas que permitan tratar con la ignorancia y la incertidumbre: el predicen rigidez de precios. No podemos evitar el preguntarnos, por
problema de la elección entre líneas alternativas de acción queda tanto, si estas predicciones se ven respaldadas o no por la evidencia.
reducido al mínimo que asegura que el supuesto de maximización . Es difícil, por tanto, evitar la conclusión de que la caracterización
de beneficios automáticamente señala el mejor camino. Los supuestos de Latsis de la teoría neoclásica de la empresa como «degenerada»
motivacionales de la teoría ortodoxa, concluye Latsis, podrían suavi­ (1972, pág. 234; 1976, pág. 30) está basada en realidad sobre un
zarse desde la maximización de beneficios hasta la huida de la ban- examen de los supuestos de la teoría más que sobre el estudio de
( arrota, sin afectar a sus predicciones (1972, pág. 233; 1976, pág. 24). sus implicaciones contrastables. Esta conclusión se ve reforzada al
considerar su discusión de las ideas de la Escuela Carnegie de com­
6 La frase «determinismo situacional» proviene de L a sociedad abierta y sus portamiento de las empresas como programa de investigación rival de
mrminos de Popper, donde se describe a la metodología de la teoría económica la teoría neoclásica de la empresa. Adopta este autor la útil distinción,
i oino «un análisis de la lógica situacional». presente en los escritos de Simón, Cyert y March, Williamson y
206 L a metodología de la economía
Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 207
Baumol, entre el behaviorismo propiamente dicho y el organizacio-
nalismo, el primero con su énfasis sobre el proceso de aprendizaje En otras palabras, el programa de investigación neoclásico es
y los excesos de capacidad en un medio constantemente cambiante condenado como «degenerado», aunque no tiene rival en sus domi­
y tan sólo parcialmente conocido, y centrado el segundo sobre las nios, y además, la condena se basa en la lógica del «determinismo
necesidades de supervivencia de las organizaciones, y según la cual situacional» y no en la apreciación de sus predicciones empíricas. En
el behaviorismo se aplica a un solo responsable de la toma de deci­ ultimo término, por tanto, Latsis niega la esencia de la MPCI de
siones, mientras que el organizacionalismo niega que tal agente único Lakatos, ya que la teoría neoclásica se rechaza principalmente a causa
exista, e insiste en que los objetivos de los que toman las decisiones de su esterilidad teórica, y sólo secundariamente a causa de su falta de
no deberían ser postulados a priori, sino descubiertos a posteriori corroboración empírica. No hay nada de malo en tal tipo de críti­
a través de la observación del propio proceso de toma de decisiones cas, pero no es lo que hubiésemos esperado de la aplicación de la
en el mundo real. La teoría tradicional representa al que toma las M PIC a la Economía.
decisiones por medio de una cifra, mientras que tanto las teorías
behavioristas como las organizacionaüstas centran su atención sobre
la naturaleza y características del agente o agentes que toman las de­ Implicaciones competitivas a pesar del oligopolio
cisiones, y lo hacen repudiando todos los conceptos de optimización
pertenecientes al «núcleo», llegando incluso a rechazar la idea de una Las economías industriales modernas se caracterizan por un sector
solución analítica general aplicable a todas las empresas enfrentadas manufacturero constituido casi enteramente por unas pocas empresas
a una misma situación de mercado. grandes para las que la estructura de mercado típica es la del oligo­
Sería prematuro, arguye Latsis, el intentar una evaluación de la polio más que la de la competencia perfecta o monopolística. La com­
Escuela Carnegie como programa incipiente de investigación. Puede petencia entre pocos no se parece a la competencia entre muchos,
que el enfoque presente un potencial válido respecto de problemas principalmente porque la existencia de un pequeño número de em­
para los que la teoría tradicional no resulta adecuada, pero «la teoría presas introduce el fenómeno de la interdependencia en la toma de
neoclásica proporciona algunas respuestas simples a cuestiones que decisiones, a consecuencia de la cual el comportamiento de cada em­
no pueden ni siquiera plantearse en términos del behaviorismo» (es presa dependerá en importante medida de cuál crea ésta que vaya
decir, en el terreno de la estructura y comportamiento de mercado) a ser el comportamiento de las demás, y así sucesivamente hasta el
(1972, pág. 233). Igualmente, la Escuela Carnegie no ha logrado infinito. También en este punto, la historia comienza con Cournot,
«predecir con éxito ningún hecho nuevo e inesperado», y «como cuyo modelo de competencia oligopolística logró eliminar todas las
programa de investigación, es mucho menos rico y mucho menos interesantes complicaciones de la interdependencia mutua. Desde en­
coherente que su oponente neoclásico» (1972, pág. 234). Pero esto tonces, se han propuesto numerosas teorías especiales del oligopolio,
no implica tampoco la superioridad de la teoría tradicional, ya que que han tratado de generar implicaciones definidas, a pesar de la
Latsis se apresura a añadir que se trata de programas de investigación existencia de este fenómeno de interdependencia mutua, pero que
inconmensurables: «Ambos enfoques son, en mi opinión, drástica­ no han cosechado grandes éxitos. Pocos economistas estarían hoy en
mente diferentes y mutuamente excluyentes en extensas áreas» (1972, desacuerdo con el críptico resumen que Martin Shubik hace (1970,
página 233) 7. página 415) del estatus actual de la teoría del oligopolio: «La teoría
del oligopolio no existe. Lo que existe es un conjunto de elementos
y Componentes de modelos, algunos de ellos razonablemente bien ana­
7 Loasby (1976, capítulos 7 y 11) alcanza las mismas conclusiones, basándose lizados y otros escasamente estudiados. Nuestras mal llamadas teorías
en Kuhn en lugar de en Lakatos en cuanto a su marco metodológico, pero es en este campo se basan sobre una mezcla de sentido común, dispa­
incluso más severo que Latsis en su condena de la teoría tradicional de la em­
presa, que ignora los procesos de decisión interna de las empresas (véase tam­ rates, unas pocas observaciones, una gran cantidad de empirismo
bién Leibenstein, 1979, págs. 481-84). E n respuesta a Latsis, Machlup (1978, casual y una cierta dosis de matemáticas y de lógica.»
página 525) se refugia gustosamente en la admisión de la inconmensurabilidad
entre el behaviorismo y el marginalismo, argumentando que «un programa de
investigación destinado a generar teorías que expliquen y predigan las acciones lidad de la teoría marginalista, la cual, al estar basada sobre la invención de
de empresas concretas no podrá nunca competir con la simplicidad y genera- un maximizador de beneficios ficticio, no puede pretender explicar el compor­
tamiento de las empresas del mundo real».
208 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación. 209

La teoría neoclásica de la empresa resulta inaplicable a situacio­ petencia factible bajo condiciones en las que prevalece la gran em­
nes de oligopolio, no porque sus supuestos sean «irrealistas», sino presa, aunque podemos encontrar elementos sueltos de tal teoría en
porque sus condiciones antecedentes o limitativas no se cumplen. En Adam Smith, en John Stuart Mili y, especialmente, en Alfred Marshall
principio, por tanto, no tiene sentido el tratar de contrastar sus pre­ (véase Peterson, 1958; Loasby, 1978; Williams, 1978, capítulo 4).
dicciones a través de la observación del comportamiento de Unilever Lo que tenemos es, por un lado, una teoría rigurosa del compor­
o de la US Steel, ya que, cualquiera que sea el resultado de tal inves­ tamiento de la empresa bajo condiciones de competencia perfecta,
tigación, no afectaría para nada al estatus empírico de la teoría neo­ teoría que no merece ya el asentimiento general de los economistas
clásica de la empresa. De todos modos, las principales predicciones y que, en cualquier caso, no resulta contrastable bajo condiciones
cualitativas de dicha teoría se utilizan con frecuencia en Economía de oligopolio y, por otro lado, una teoría poco cuidada de la com­
Aplicada con objeto de obtener respuestas rápidas y aproximadas a petencia factible, que merece el asentimiento casi universal pero que
cuestiones que se refieren a todo el espectro de empresas existentes, está insuficientemente especificada para ser potencialmente falsable.
incluyendo algunas que son claramente oligopolistas. La idea que Nos quedamos, pues, al final con una defensa casi perfecta del con­
justifica esto es que, a pesar de la existencia del monopolio y del cepto de equilibrio competitivo; estrictamente hablando, no es apli­
oligopolio, el proceso dinámico de rivalidad entre empresas gigantes cable a la mayor parte de las situaciones del mundo industrial de
genera resultados que se aproximan a los del proceso de competencia hoy en las que estamos interesados, y, sin embargo, incluso en tales
perfecta, de forma que, ¡oh, maravilla!, la teoría neoclásica de la situaciones, no se sabe cómo, pero nos proporciona en gran parte las
empresa se convierte en una parábola útil que proporciona poderosas mismas conclusiones (véase Yamey, 1972). Como McClelland (1975,
conclusiones incluso en situaciones que violan virtualmente todos los página 125) señala: «L a piedra angular de la Microeconomía, tanto
supuestos auxiliares.de la teoría. Se ha dicho (Lipsey, 1979, pági­ teórica como aplicada, es la creencia de que las equivalencias margi­
nas 339-40) que esta idea es tan vaga que resulta de poca utilidad nales del mundo neoclásico se alcanzan en grado tolerable en cual­
a la hora de hacer predicciones y tomar decisiones políticas. Vaga quier situación económica que queramos analizar. Hasta el momento
ciertamente lo es, pero esto no quiere decir que tal punto de vista presente, tal creencia — con la importancia que reviste— sigue siendo
no implique predicciones definidas respecto del comportamiento eco­ en gran medida una hipótesis no-contrastada.»
nómico. En realidad, la pretensión teórica de que el comportamiento Para algunos esta es una conclusión inevitable, ya que siempre
de todas las empresas se aproxima al de las empresas competitivas han dudado de que el comportamiento económico pueda ser explica­
a largo plazo es una teoría del comportamiento de la empresa dife­ ble en términos de un sistema estático de equilibrio. Obras como
rente de la teoría estática neoclásica; en efecto, se trata de una teoría la de Janos Kornai: Antiequilibrium (1971), la de George Shackle:
dinámica referente al proceso de competencia, como distinto de la Epistemics and Economics (1973), la de Brian Loasby: Choice, Corn-
teoría estática de la situación de equilibrio competitivo; distinción pexity and Ignorance (1976) y los escritos de la «Nueva Economía
con la que ya nos hemos encontrado antes, cuando discutíamos la Austríaca» (véase capítulo 4), insisten sobre el hecho de que las deci-
tesis de Alchian (véase capítulo 4). ciones económicas se toman bajo condiciones de persistente incerti-
Al evaluar dicha teoría dinámica, nos encontramos con la difi­ dumbre y conocimiento incompleto; el paso del tiempo supone un
cultad de que raramente se formula de forma que resulte contrasta- cierto aprendizaje, y, por consiguiente, las decisiones económicas son,
ble, ni siquiera en principio. Se cree generalmente: a) que el gran en principio, irreversibles; así pues, la economía del equilibrio, con
tamaño y las barreras a la entrada son necesarios para crear un se­ su concepto de acción racional, no podrá aplicarse a una explicación
guro contra el riesgo, que estimule la inversión innovadora: el cre­ del comportamiento económico en el tiempo. De ello se sigue que
cimiento requiere grandes empresas, como a Schumpeter le gustaba es imposible cualquier tipo de ciencia económica predictiva, puesto
decir; b) que una reducción de las barreras de entrada en una indus­ que el propósito de la teoría no será predecir lo que va a pasar, sino
tria oligopolista reducirá, no obstante, sus precios y costes; y c) que tan sólo clasificar los distintos resultados posibles (Shackle, 1973,
cuanto mayor sea el número de empresas en una industria, mayor páginas 72-3).
será el grado de flexibilidad de precios en la misma, y algunas veces Por supuesto, repudiamos tan radicales y antipopperianas conclu­
incluso la tasa de dinamismo técnico. Pero tales ideas casi nunca se siones, y nos reafirmamos en la necesidad de llevar a la práctica el
presentan juntas en una exposición coherente de la teoría de la com­ programa de «cálculo cualitativo» de Samuelson. Si la predicción
210 L a m etodología de la economía
Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 211

del comportamiento económico resultase realmente imposible, si nin­ observar sus consecuencias en el mundo real. Como Hutchison (1965,
guno de nosotros fuese capaz de predecir nada sobre el comporta­ páginas 105-06) dijo hace ya tiempo: «Para justificar nuestra dedi­
miento de otras personas, la propia vida económica, y no sólo las cación a la posición concreta del equilibrio, será necesario establecer
teorías sobre la vida económica, resultarían inimaginables. La total como verdad empírica el hecho de que existe una tendencia hacia tal
incapacidad de predecir los acontecimientos económicos no sólo ba­ posición en nuestro sistema económico, o que los reajustes se produ­
rrería con nuestra teoría económica tradicional, sino que barrería cen en general con mayor rapidez que aquella a la que se producen
también con cualquier otro tipo de Economía, así como con cualquier las perturbaciones.»
pretensión de proporcionar consejo a los gobiernos y empresas.
Sin duda, el postulado de que los agentes económicos actúan
racionalmente en persecución de sus propios intereses, con conoci­
miento perfecto y expectativas correctas, tan sólo tiene sentido cuan­
do nos encontramos en equilibrio, y esto complica la cuestión de
cómo podemos alcanzar el equilibrio a partir de una situación de
desequilibrio, ya que, en equilibrio, los precios de mercado incorpo­
ran toda la información que necesitamos, pero fuera del equilibrio
nos confunden sistemáticamente. Por otro lado, ¿cómo podremos
tener en cuenta las expectativas incorrectas y el conocimiento incom­
pleto? Existe un conjunto de expectativas correctas basado en el
conocimiento completo para cada una de las situaciones económicas
posibles, pero existe también una infinita variedad de conjuntos in­
correctos. El clasificar simplemente todos estos tipos de expectati­
vas correctas y todos los posibles estados de ignorancia, sigfinicará
la renuncia virtual a cualquier tipo de generalización (Hutchison,
1977, págs. 70-80). Incluso Herbert Simón, con su concepto de «ra­
cionalidad limitada», como sustituto constructivo del concepto de
«maximización en condiciones de certidumbre», no pretende ser to­
davía capaz de hacer proposiciones generales sobre el proceso de toma
de decisiones en las organizaciones empresariales (véase Simón, 1979).
En resumen, la petición de abandono del postulado de maximización-
en-condiciones-de-certidumbre no ha sido atendida hasta ahora por
ninguna propuesta realmente convincente que ponga algún otro pos­
tulado en su lugar.
En lo que se refiere a la teoría tradicional de la empresa, sin
embargo, la cuestión vital sigue siendo la de la contrastación de sus
predicciones en un mundo en el que las condiciones requeridas para
su aplicación raramente se ven satisfechas. Es posible que la teoría
posea poca capacidad predictiva fuera de los mercados de productos
agrícolas y de la Bolsa, en cuyo caso sería mejor probablemente que
dirigiésemos nuestra atención hacia la consideración de las teorías
del desequilibrio de la empresa, con la condición, sin embargo, de
que éstas proporcionen predicciones definidas sobre los acontecimien­
tos económicos. Lo que no podemos hacer es seguir operando con
conceptos de equilibrio al tiempo que negamos la posibilidad de
1
Capítulo 8 Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 213

LA TEORIA DEL EQUILIBRIO GENERAL economías de escala en ciertas industrias, por no mencionar el fenó­
meno de las externalidades, sugiere inmediatamente que algunas de
las.condiciones iniciales del E G no se ven satisfechas, y que la teoría
del E G es, por tanto, inaplicable, en vez de falsa.
Podría argumentarse, sin embargo, que la teoría del EG está inade­
cuadamente formulada a efectos de la contrastación de su implica­
ción central, que nos dice que existe al menos una configuración de
equilibrio para todos los precios en todos los mercados de una eco­
nomía. Por ejemplo, la incorporación del dinero al esquema del EG
presenta dificultades, a menos que introduzcamos un supuesto de
incertidumbre generalizada. Pero la teoría del comportamiento del
consumidor, la teoría de la empresa, y la teoría de la productividad
marginal de la demanda de factores productivos, están todas ellas
basadas sobre el supuesto de conocimiento cierto de los acontecimien­
tos futuros. En otras palabras, cualquier intento de contrastar la teoría
del E G en su conjunto implicará algo más que el arsenal tradicio­
nal de proposiciones microeconómicas del tipo de las que el equilibrio
parcial proporciona.
Sin embargo, incluso al hablar de la contrastación de la teoría
La contrastación de la teoría del EG del E G suena como una nota falsa, porque aunque se diesen en la
realidad las condiciones de pleno empleo, difícilmente podríamos
Fue León Walras quien sugirió por primera vez en 1874 que el verificar la existencia del E G en todos los mercados, por simple ob­
comportamiento maximizador de productores y consumidores puede servación. En cierto sentido, la teoría del E G no hace predicción
generar, y bajo ciertas condiciones ciertamente generará, una situación alguna, sino que trata de establecer la posibilidad lógica del E G sin
de equilibrio entre las cantidades demandadas y ofrecidas de cada
demostrar cómo se producirá éste, y sin siquiera pretender que dicho
producto y cada factor de la economía. Esta proposición respecto de
EG llegará a producirse como consecuencia del funcionamiento de
la posibilidad, e incluso la probabilidad, de existencia de un equilibrio
general (EG ) no fue rigurosamente demostrada hasta la década de fuerzas espontáneas. Sin duda, el propio Walras creyó que había
1930, pero mucho antes la demostración, de tipo bastante burdo, proporcionado una explicación de cómo los mercados competitivos
que el propio Walras había proporcionado convencía a un creciente del mundo real alcanzarían el equilibrio a través de un proceso de
número de economistas. En la medida en que el EG walrasiano es tdtonnement, o de prueba y error. Pero existen serias deficiencias en
una consecuencia lógica del comportamiento maximizador de los agen­ la idea walrasiana del tdtonnement (véase Blaug, 1978, págs. 611-12)
tes económicos, la demostración rigurosa de la existencia de un EG y hasta el momento no se ha podido demostrar que el equilibrio final
parecía proporcionar una contrastación independiente de la validez para la economía en su conjunto sea independiente de la senda que
de diversas teorías de equilibrio parcial. Sin embargo, las economías nos ha llevado a él, o que, de todas las sendas posibles, la que de
industrializadas modernas presentan con frecuencia situaciones de hecho se elige vaya a converger hacia el equilibrio. Todo el trabajo
desequilibrio, y quizás de desequilibrio crónico, en los mercados de reciente del tipo del realizado por Arrow y Debreu en el campo de
trabajo. ¿Podemos inferir, en consecuencia, que cuando una econo­ la teoría del E G se ha limitado a los «teoremas de existencia» — teo­
mía no presenta las condiciones de equilibrio en sus mercados, este remas que establecen las condiciones bajo las cuales un sistema de
hecho falsa teorías microeconómicas tales como la teoría del com­ EG presenta una solución única— y a cuestiones sobre la estabilidad
portamiento del consumidor y la teoría del comportamiento de la del equilibrio una vez que éste se alcanza. En otras palabras, esta­
empresa, basadas ambas en el comportamiento maximizador de con­ mos casi tan lejos como lo estaba Walras de descubrir la contrapar­
sumidores y empresarios? No, porque la existencia generalizada de tida en el mundo real de esas fuerzas invocadas por la teoría del EG.
212
214 L a metodología de la economía
Parte I I I . Evaluación metodológica del program a de investigación... 21 5
¿Una teoría o un marco de referencia?
lo sorprendente que tal pretensión puede parecer a cualquiera que no perte­
nezca a tal tradición de pensamiento . . . N o basta con afirmar que, aunque es
Las demostraciones Arrow-Debreu de la existencia de un EG posible inventar un mundo en el que lo que se afirma sobre la «mano invisible»
dependen críticamente de dos supuestos: el de que los conjuntos de es cierto, ésta no funciona de hecho en el mundo real. Debemos demostrar pre­
producción y consumo son convexos, y el de que todos los agentes cisamente cómo y por qué podría funcionar si se diesen en el mundo real los
económicos poseen algunos recursos que otros agentes aprecian. La rasgos que consideramos esenciales para que prevalezca. Al intentar contestar
estabilidad global de tal situación de equilibrio depende, a su vez, a la pregunta de «¿P o d ría se r?» aprenderemos mucho acerca de por qué y
de la presencia de ciertos procesos dinámicos que garanticen que to­ cuándo no puede ser.
dos los agentes económicos conocen el nivel de la demanda agregada
y de que no se realicen de hecho transacciones a otros precios distin­ La idea de que la «teoría» del E G es simplemente la precisión
tos de los de equilibrio. Algunos de estos supuestos pueden suavi­ de una tradición económica tan antigua como Adam Smith, que nos
zarse un poco, de forma que se permita la existencia de rendimientos permitirá demostrar cómo un equilibrio competitivo óptimo, en el
crecientes a escala en una minoría de las industrias, e incluso de un sentido de Pareto, nunca se materializará de hecho en la práctica,
cierto grado de competencia monopolística en todas las industrias. es en el mejor de los casos una verdad a medias. Sin duda existen
Pero la existencia de oligopolio, por no mencionar la presencia de elementos del teorema de la mano invisible tanto en Adam Smith
externalidades en la producción y el consumo, destruyen todas las como en Alfred Marshall. Pero, de todos modos, el análisis Smith-
soluciones de EG , al igual que lo hacen con las del equilibrio com­ Marshall sobre una economía competitiva libre y factible sigue una
petitivo. tradición diferente de la de Walras y Pareto. Si realmente el «E G
Puesto que la teoría del E G carece de contenido empírico, resulta es fuerte en el equilibrio y muy débil en cómo éste llega a produ­
difícil justificar el término teoría, de forma que sus más conspicuos cirse» (Hahn, 1973a, pág. 327), el análisis de Smith-Marshall será,
defensores se han cuidado en realidad de denominarla marco de refe­ por el contrario, débil en el equilibrio y muy fuerte en cómo éste
rencia o paradigma (ver Hahn, 1973a, pág. 3). La cuestión operativa se llega a producir, ya que consiste más en un estudio del proceso
no consiste en preguntarse por qué hemos de necesitar tal marco, competitivo que en el análisis de los resultados finales del equilibrio
sino en preguntarse por qué hemos de seguir inviniendo recursos in­ competitivo (Loasby, 1976, pág. 47). Pero dejando aparte los pedi-
telectuales escas^' en el continuo refinamiento y elaboración del mis­ grees históricos, la conexión entre la «teoría» del E G y el teorema
mo. ¿Qué es 1 jue aprendemos, si es que aprendemos algo, del de la mano invisible resulta ser bastante tenue. El teorema de la mano
marco de referencia constituido por el EG , acerca del funcionamiento invisible es una exposición, o bien descriptiva, o bien valorativa, acer­
real de los sistemas económicos? La defensa tradicional de dicho ca de la naturaleza de la competencia perfecta (ver capítulo 5), mien­
marco consistía en afirmar que el establecimiento preciso de las con­ tras que el marco del EG no pretende describir el mundo real en
diciones necesarias y suficientes que se requieren para obtener un ningún sentido, y, ciertamente, no pretende evaluarlo.
EG arrojauan luz en algún .sentido sobre la forma en que realmente Como francamente admite Frank Hahn (1973a, pág. 7), la cons­
se alcanza el E G en el mundo real. Pero, recientemente, el marco trucción del EG :
que supone el E G ha sido defendido en términos enteramente nega­
. . .-no tiene pretensiones formales o explícitas de ningún tipo: no contiene, por
tivos: lo que ahora se nos dice es que facilita la refutación decisiva
ejemplo, presunción alguna en el sentido de que la secuencia de estados econó­
de argumentos generalmente defendidos y que son falsos (Arrow micos reales vaya a desembocar en un estado de equilibrio. Sin embargo, su
y Hahn, x971, págs. vi-vii). motivación proviene de una proposición causal muy débil: la de que ninguna
secuencia plausible de estados económicos desembocará en un estado que no
E xiste una larga e impresionante lista de economistas, desde Adam Smith
sea de equilibrio . . . Veremos más adelante que ésta no es una proposición es­
hasta nuestros días, que han tratado de demostrar que una economía descenj
tricta, en el sentido de que no describe ningún proceso concreto en funciona­
tralizada motivada por el propio interés y guiada por señales de precios, sería
miento. También es claro que, por débil que sea esta proposición, puede tam­
compatible con una disposición coherente de los recursos económicos que podrí»
bién ser falsa.
considerarse, en un sentido definido, como superior al amplio conjunto de dií¡
posiciones alternativas. Adem ás, las señales de precios operarían de tal modá
que tenderían a establecer dicho grado de coherencia. E s importante comprender Podemos examinar la consistencia interna del marco de EG, con­
cebido como un ejercicio puramente lógico, pero ¿cómo podremos
Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 217
216 L a metodología de la econom ía

sante la defensa de Hahn, sin embargo, al menos desde nuestro punto


demostrar la falsedad de «la proposición causal muy débil» que afir-1
de vista, es su aparente adhesión a la metodología popperiana del
ma que si una secuencia de estados económicos es plausible desemi
falsacionismo, a la que no permite, sin embargo, influir a lo largo
bocará en una situación de equilibrio? La palabra «plausible» sugiere!
de toda la argumentación, sobre su propio compromiso con el pro­
una cierta referencia a las condiciones del mundo real, y, sin embar-1
grama de investigación del EG . «El estudiante de E G cree», ob­
go, el marco del E G carece al parecer de puente alguno que pueda!
serva Hahn (1973b, pág. 324), «que dispone de un punto de partida
salvar la distancia entre el mundo de la teoría y el mundo de losf
hechos. desde el que avanzar hacia una teoría descriptiva», y, sin embargo,
los continuos refinamientos de la «teoría» del E G en décadas recien­
tes, que han ido debilitando sus axiomas y generalizando sus condi­
Relevancia práctica ciones de aplicabilidad cada vez más (véase Weintraub, 1977), no han
logrado acercarnos a esa teoría descriptiva. En resumen, es difícil
En cualquier caso, Hahn (1973a, págs. 14-15; 1973b, pág. 324)^ resistirse a la conclusión a la que lleva Loasby (1976, pág. 50), en
nos asegura que el marco del E G es de «gran significación práctica»! el sentido de que el programa de investigación del EG ha combinado
porque puede ser utilizado para la refutación de todo tipo de ideas' «un implacable rigor en la teoría, con una descuidada permisividad
falsas referentes a los recursos no-reproducibles, a los tipos de cam-: en su aplicación».
bio fluctuantes y a la ayuda exterior. Pero después de defender la Puede argumentarse que el análisis input-output es impensable
relevancia práctica de la «teoría» de Arrow-Debreu, Hahn (1973a, -j sin una base previa de razonamiento de tipo walrasiano, y que in­
página 41) concede que «el paradigma se presenta, por supuesto, a i cluso la Macroeconomía Keynesiana, al menos en su versión corrien­
un nivel muy ambicioso de generalidad, de forma que para muchos í te, no es sino un modelo de E G simplificado, en el que existen tres
e importantes usos prácticos un aparato más modesto de tipo mar- ) sectores y la tasa salarial viene exógenamente determinada. No es
shalliano funcionaría muy bien». Y añade un comentario aún más cuestión, por tanto, de abandonar sencillamente el marco de EG , que
demoledor: de hecho está profundamente enraizado en el cuerpo de doctrina
económica recibida y que se encuentra, por así decirlo, en la inter­
N os parece, por tanto, razonable exigir que nuestra idea del equilibrio refleje sección de todos los programas de investigación satélites que en con­
el carácter secuencial de las economías reales . . . E sto requiere a su vez que los junto constituyen el PCI neoclásico más amplio. Pero sin necesidad
procesos de información y costes, de transacciones y costes de las mismas y de abandonar el edificio del EG , tal como es, lo que podemos poner
también la incertidumbre y las expectativas, queden explícita y esencialmente en duda es la idea de que aquél proporciona un punto de partida
incluidos en la idea de equilibrio. Y esto es lo que la construcción Arrow-Debreu válido desde el que aproximarnos a una explicación sustantiva del
no hace. N o creo que por ello dicha construcción sea inútil, pero lo que es funcionamiento del sistema económico. Su principal característica ha
cierto es que debe renunciar a cualquier pretensión de proporcionar las nece­
sido la continua formalización de problemas puramente lógicos, sin
sarias descripciones de los estados terminales de los procesos económicos [Hahn,
1973a, pág. 16],
la menor consideración por la obtención de teoremas falsables acerca
del comportamiento económico, que es lo que, insistimos, constituye
la tarea fundamental de la Economía. La extendida creencia de que
Podrían decirse muchas más cosas acerca de la densa defensa que
Hahn hace de la «teoría» del EG , que a veces parece referirse al toda teoría económica debe adecuarse al molde del E G si es que ha
de cualificar como ciencia rigurosa, ha sido quizás responsable, en
análisis del equilibrio, en general, y al análisis del EG como una
mayor medida que cualquier otra influencia intelectual, del carácter
versión particular del mismo 8. Lo que hace particularmente intere-
puramente abstracto, y no-empírico, de una gran parte del pensa­
miento económico moderno.
" Para otros comentarios sobre los argumentos de H ahn, véase Coddington
(1975); Loasby (1976, pp. 44-50); y Hutchison (1977, pp. 81-87). Merece des­
tín arse que Coddington, al contrario que Loasby y Hutchison, niega que pue­
dan valorarse las teorías examinando su verosimilitud, en el sentido de «grados
ilr corroboración»: hay que valorarlas y aduce, en términos de su adecuación
para «sostener las tareas intelectuales que nos fijam os» (Coddington, 1975, p. 541),
rn cuyo caso resultará difícil criticar cualquier teoría, incluida la «teoría» EG.
Capítulo 9
Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación. . 219
LA TEORIA DE LA PRODUCTIVIDAD
MARGINAL ' Si la oferta de dichos factores productivos viene exógenamente
determinada, esta teoría llega a «determinar» los salarios y las rentas.
Desde el punto de vista de la empresa, sería más exacto decir que
los factores productivos «determinan» los productos marginales, y
que éstos «determinan» los precios de los factores. Incluso consi­
derando tan sólo los mercados de factores, esta teoría será sólo una
«pretendida» teoría marginal de determinación de los precios de los
factores según su productividad marginal, basada sobre el supuesto
de que la oferta de todos los factores viene dada. Como Denis Ro-
bertson solía decir, los precios de los factores «miden» los productos
marginales, y lo que «determina» los precios de los factores no es
tanto la primera derivada de la función de producción, sino el com­
portamiento maximizador de los productores. La igualdad entre los
precios de los factores y los productos marginales es una solución
dé equilibrio de un conjunto de ecuaciones simultáneas, y no parece
tener mucho sentido el seleccionar a la «productividad marginal»
como una especie de jugador que es el que hace el primer movi­
miento. Por ésta y otras razones, sería muy conveniente que la frase
Las funciones de producción «teoría de la distribución según la productividad marginal» desapa­
reciese de la literatura.
La teoría ortodoxa de la empresa adopta el supuesto de que siem­ La mayoría de los grandes economistas del siglo xix rehusaron
pre es posible especificar una función, denominada la función de pro­ agregar las funciones de microproducción de las empresas en una
ducción, que expresa el máximo volumen de producción física que función de producción agregada para la economía en su conjunto, y
puede obtenerse de todas las combinaciones técnicamente factibles utilizaron en vez de ello la teoría de la productividad marginal para
de cantidades físicas de los factores de producción, dado el nivel atacar problemas especiales en el espíritu de la Economía del equi­
existente de conocimientos técnicos de libre disposición, referentes librio parcial, o bien, como Walras hizo, operaron con la idea de
a la relación existente entre productos y factores. Se acostumbra a un conjunto totalmente desagregado de n funciones de producción.
clasificar los factores productivos en clases más o menos homogéneas, Además, estos economistas se molestaron en negar explícitamente la
creencia dé que la teoría de la productividad marginal proporcionase
que deberían denominarse «horas-hombre», «horas-máquina» y «acres-
respuestas claras a las grandes cuestiones de la propiedad privada
por-año», en vez de «trabajo», «capital» y «tierra», ya que se supone
y la justicia distributiva, ya que todos ellos habían aprendido la lec­
que los factores en cuestión son variables-flujo y no variables-fondo.
ción que John Stuart Miü les enseñara: las leyes de la distribución,
Añadiendo el supuesto, muy conveniente, de que la función de mi- a diferencia de las de la producción, pueden verse decisivamente
croproducción así definida es diferenciable y el supuesto estrictamente afectadas por la acción colectiva.
necesario de que la empresa está maximizando sus beneficios (no se La idea de que la distribución funcional de la renta puede expli­
valora la renta física de los empresarios), la teoría procede a derivar carse invocando simplemente los principios de la productividad mar­
de ellos las funciones de demanda de factores como formas inversas ginal, tal como aparece en las funciones de producción más simples
de las ecuaciones de productividad marginal. Si los mercados de los del tipo Cobb-Douglas, fue apuntada virtualmente por primera vez
productos y de los factores son competitivos, las empresas emplearán en la Teoría de los salarios de Hicks (1932), en el capítulo 6 de
obreros, máquinas y espacio, pagando por ellos salarios, rentas de dicho libro concretamente. Después de algunos años, en gran parte
alquiler de las máquinas y rentas de la tierra, en cantidad igual a la dedicados a explorar el concepto de elasticidad de sustitución inven­
de sus respectivos valores marginales o ingresos marginales. tado por Hicks, la revolución keynesiana hizo caer en desgracia toda
una serie de temas que Hicks había suscitado. Sólo después de la
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Segunda Guerra Mundial llegó a captar la imaginación de los eco­ ticas no deben descartarse con un encogimiento de hombros, pero
nomistas lo que Samuelson ha denominado la teoría neoclásica de la sí que implican una cierta confusión de términos. Por teoría de la
producción y la distribución. Después del artículo pionero de Solow distribución, los críticos entienden una teoría de las participaciones
publicado en 1957, la estimación de funciones de producción agre­ distributivas, mientras que en la teoría ortodoxa la teoría de la dis­
gadas con propósitos de medición de las fuentes del crecimiento tribución de la renta es una teoría de la determinación de los precios
y de obtención de inferencias sobre la naturaleza del cambio tecno­ de los factores. En efecto, hasta Hicks no existía en realidad una
lógico, se convirtió en práctica corriente en la investigación econó­ teoría de la participación de los salarios y beneficios en la renta na­
mica, práctica que ignoró las profundas dificultades que rodean el cional que fuese generalmente aceptada; a partir de Hicks dispone­
concepto mismo de función de producción agregada (ver Blaug, 1978, mos de tal teoría, pero en cuanto a su significación precisa nos en­
páginas 491-93). contramos con frecuentes malentendidos. Para bien o para mal, dicha
Una gran parte de este trabajo empírico resultó ser poco más teoría no excluye la creencia de que la «lucha de clases» tenga mu­
que «medición sin teoría» 9, y lo que surgió en el proceso fue la cho que ver con la determinación de las participaciones relativas, e
teoría simplista de la productividad marginal, que caracterizó a una incluso con la determinación de las tasas de salarios y beneficios.
gran cantidad de artículos publicados en la década de 1960: uno o
dos productos, dos factores, funciones de producción agregadas dife-
renciables por dos veces y con rendimientos constantes a escala, un La teoría hicksiana de las participaciones relativas
factor capital maleable y homogéneo, y una relación monótona entre
la relación capital-producto y la tasa de rendimiento sobre el capital, La teoría hicksiana inserta una clasificación de las innovaciones
progreso técnico no-incorporado clasificado como neutral o ahorrador en tres categorías relacionadas con las participaciones relativas, en
de factores, competencia perfecta, ajustes instantáneos e información una teoría normal de la determinación de los precios de los factores
sin costes. Incluso la «nueva Historia Económica cuantitativa» de la según la productividad marginal, llevando deliberadamente la argu­
década llegó a infectarse totalmente de este estilo de teorización en mentación al nivel de la economía en su conjunto. De acuerdo con
el que se obtenían dramáticas conclusiones sobre el pasado a partir Hicks, el cambio tecnológico «neutral» lleva a una relación capital-
de la medición global de unas pocas variables microeconómicas bien trabajo invariable, para precios relativos de los factores constantes;
seleccionadas (ver McClelland, 1975, págs. 194-201 y 230-37). mientras que, de acuerdo con Harrod, llevará, por el contrario, a una
¿Qué inferencias prácticas pueden derivarse de la teoría simplista relación capital-producto constante para un tipo de interés dado;
de la distribución basada en la productividad marginal? Los críticos ambos están de acuerdo en que dejaría invariables las participaciones
radicales de la economía ortodoxa están persuadidos de que cuestio­ relativas de salarios y beneficios (ver Blaug, 1978, págs. 495-502).
nes como las de los sindicatos, la estructura corporativa de poder, el En años posteriores se gastó una gran cantidad de energía en el
estado de la demanda agregada y las políticas de precios y rentas intento de demostrar que estas dos definiciones se convierten en una
de los gobiernos, todas ellas relevantes al parecer respecto de la sola si la función de producción agregada es tal que implica una elas­
cuestión de la distribución de la renta, quedan de algún modo rele­ ticidad de sustitución igual a la unidad, tal como ocurre, por ejem­
gadas a la «sociología» por el teórico neoclásico, quien explica sala­ plo, con la función de producción Cobb-Douglas. Las mediciones
rios y beneficios a partir solamente de la tecnología, las preferencias que utilizaban datos agregados normalmente confirmaban la hipótesis
de los consumidores y una oferta dada de factores. Este tipo de crí­ Cobb-Douglas, pero a nivel de la industria pronto se vio la necesidad
de ajustar funciones de producción que incorporaran elasticidades de
9 En su autorizada revisión de la literatura sobre las funciones de produc­ sustitución no-unitarias, tales como la denominada CES (función
ción, W alters (1963, pág. 11) concluía: «D espués de considerar los problemas de producción con elasticidad de sustitución constante). En tales ca­
de agregación, es fácil abrigar dudas acerca de si merece la pena emplear una
concepción como la expresada por la función de producción agregada. L a gran
sos, la evidencia se presta con gran facilidad a interpretaciones tipo
variedad de condiciones competitivas y tecnológicas que encontramos en nues­ Hicks, por la sencilla razón de que la teoría de Hicks es totalmente
tras economías modernas sugiere que no podremos aproximar los requerimientos taxonómica, capaz por tanto de explicarlo todo y de no explicar nada.
básicos de una agregación que tenga algún sentido, ni siquiera al nivel de las En una revisión muy completa de la literatura sobre el progreso
empresas de una misma industria o a nivel de sectores reducidos de la eco­
nomía.» técnico, publicada por Kennedy y Thirlwall (1972, pág. 49), estos
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222 L a metodología de la economía |

autores concluyen: «N i el delicado modelo competitivo ni los desarro-, efecto, tales predicciones carecen prácticamente de relevancia para
líos menores del monopolio-oligopolio nos preparan para predecir los la negociación colectiva, ya que podemos hacer que las cifras tomen
efectos distributivos del cambio tecnológico; en el mejor de los ca­ casi cualesquiera valores que nos interesen, dependiendo de cómo
sos, disponemos de las definiciones de un progreso técnico “ neutral-:, midamos dichas participaciones (Blaug, 1978, pág. 511). Ni tampoco
en-el-sentido-de-Harrod” o “ neutral-en-el-sentido-de-Hicks” , que nos es que las participaciones relativas constituyen un problema teórico
permiten explicar sabiamente ex-post, mientras que ex-ante todo particularmente interesante. Por supuesto, es cierto que, por defini­
permanece en la oscuridad». Igualmente, al revisar la teoría de la dis­ ción, la participación del factor trabajo en la renta total es igual a la
tribución de la renta, Johnson (1973, pág. 42) no se para a medir tasa media de sueldos y salarios dividida por el producto medio ob­
sus palabras al subrayar la misma cuestión, diciéndonos que «la elas­ tenido por el trabajo para la economía en su conjunto; igualmente,
ticidad de sustitución, tal como se emplea en la teoría de la distri­ la participación de los beneficios será, por definición, igual a la tasa
bución, es una tautología, en el mismo sentido que el concepto de media de beneficios obtenidos por el capital invertido, dividida por
elasticidad de demanda lo es también...; en ambos casos, el problema el producto medio del capital (o multiplicada por la relación capital-
económico es la medición, y no la exposición de las implicaciones producto). Pero los productos medios del trabajo y del capital no
de una medición hipotética». Continúa este autor observando que son variables de comportamiento en la teoría usual; los agentes eco­
«ningún aparato teorético logrará explicar la distribución funcional nómicos no los maximizan o minimizan; ni los productores-consu-
de la renta... en términos causales fundamentales, pero lo que puede midores, ni los trabajadores-capitalistas, responden de ellos; son sim­
hacerse es medir las variaciones que experimentan los factores obser­ plemente magnitudes ex-post que pueden medirse y han sido medi­
vables e interpretar posteriormente estos resultados a la luz de los das, pero que, no obstante, carecen de estatus teórico. Es perfecta­
conceptos teóricos» (1973, pág. 191). Desgraciadamente, cuando los mente posible, por tanto, tener una teoría de la tasa de salarios o una
propios conceptos teoréticos mantienen tan sólo una tenue relación teoría de los beneficios, sin tener una teoría de la participación de
con el comportamiento microeconómico, como ocurre en el caso de salarios y beneficios en la renta, y viceversa. Lo que importa es que
la función de producción agregada, la interpretación de los resultados las participaciones relativas son el resultado de una amplia variedad
puede no llevarnos muy lejos. Incluso la teoría de las innovaciones de fuerzas y que cualquier teoría que trate de abordarlas directa­
inducidas, que durante un tiempo pareció ofrecer la estimulante pers­ mente se encontrará adoptando tal cantidad de heroicos supuestos
pectiva de lograr una explicación endógena del cambio tecnológico simplificadores que los resultados que puedan obtenerse de ella serán
como un proceso a través del cual las empresas «aprenden» a extra­ meras curiosidades analíticas. Aparte de la obediencia a la tradición
polar las tendencias pasadas del efecto ahorrador de factores de la del pasado, y especialmente a algunos de los problemas que Ricardo
tecnología, ha ido desvaneciéndose poco a poco por falta de unos se planteó, personalmente no encuentro razón convincente alguna que
fundamentos microeconómicos suficientemente coherentes (Bronfen- justifique la obsesiva preocupación con las participaciones relativas
brenner, 1971, págs. 160-62; Blaug, 1978, págs. 506-09; Nordhaus, en la renta que podemos encontrar tanto en los escritos de los críti­
1973). No es, pues, de extrañar que un libro reciente sobre la dis­ cos de la teoría de la productividad marginal como en los de sus
tribución de la renta, escrito por un «defensor cauto» de la economía defensores.
neoclásica, llegue eventualmente a la conclusión de que «en el pre­ Mientras nos mantengamos en el campo de la teoría ortodoxa de
sente estado de nuestra ciencia la predicción de las participaciones la distribución funcional de la renta formulada en términos de equi­
en la renta se encuentra fuera de nuestro alcance» (Pen, 1971, pá­ librio general, es muy improbable que obtengamos respuestas que
gina 214) 10. conmuevan al mundo. En dicha teoría, repito, puede decirse que la
En cierto sentido, es difícil comprender por qué a alguien le distribución funcional de la renta viene «determinada» por la distri­
puede interesar la predicción de las participaciones en la renta. En bución inicial de recursos entre consumidores, sus preferencias, las
funciones de producción de las empresas y las motivaciones de com­
10 Lipsey (1979, págs. 409-10) es casi el único entre los autores de libros portamiento de consumidores y empresas. Pero la teoría no «explica»
de texto que se muestra de acuerdo con Pen y expresa sus dudas acerca de que por qué se alcanza el equilibrio, si es que se alcanza, o por qué habría
una teoría contrastable de la macrodistribución, si llega a existir eventualmente, de seguir alcanzándose, y en este sentido no proporciona una expli­
sea una teoría de la productividad marginal. H icks (1965, pág. 172), sin em­ cación causal de la distribución funcional de la renta. En resumen,
bargo, sigue persuadido de que al antiguo aparato le queda aún algo de vida.
224 L a metodología de la economía ; Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 225

tanto la teoría neoclásica como la no-neoclásica de la distribución fun­ : mación. Las empresas que operan bajo condiciones competitivas no
cional de la renta son teorías mucho más modestas de lo que muchos poseen incentivo alguno que les incite a pagar los costes de una for­
de sus enemigos nos querrían hacer creer. Como Hahn (1972, pág. 2) mación profesional general, porque no tendrán seguridad alguna de
señala oportunamente: ique vayan a ser capaces de retener a los trabajadores que recibieron
. tal formación. Como consecuencia, los costes de los programas de
Denominaré neoclásica a una teoría de la distribución, si emplea un modelo
de competencia perfecta en equilibrio permanente . . . E sta teoría no tiene nada
sencillo que ofrecer como respuesta a la pregunta de por qué la participación
Í formación profesional general son repercutidos en los propios bene­
ficiarios de los mismos, en forma de unos ingresos menores durante
de los salarios o beneficios en la renta es la que es. La cuestión viene urgida
el período de formación. Por otro lado, los trabajadores que reciben
por nuestro interés en la distribución de la renta entre las clases sociales, y las . una formación especializada deberán ganar tanto como pudiesen ga­
clases sociales no son una variable explicativa de la teoría neoclásica . . . Por un nar en otro sitio, porque de otro modo no tendrían incentivo para
lado, los que utilizan la teoría neoclásica no han podido resistir la tentación permanecer en la empresa en cuestión; las empresas se recuperan
de hacer que la teoría genere respuestas sim ples a cuestiones motivadas socio­ de estos gastos de formación específica pagando a los trabajadores
lógicamente. Por otro lado, los economistas, impresionados por la inadecuación especializados una cantidad menor que su producto marginal; si con­
del modelo para responder a tales cuestiones . . . han llevado sus críticas al te­ sideramos, sin embargo, el caso de los trabajadores de edad, sólo
rreno lógico, siendo asi que allí es donde éste se m uestra particularmente sólido. aquellos que anteriormente recibieron una formación profesional ge­
neral serán capaces de obtener un salario igual a su producto mar­
ginal; en general, pocos de los trabajadores que operan en un mer­
Contrastaciones de la teoría de la productividad marginal cado de trabajo perfectamente competitivo obtendrán como ingreso
su producto marginal efectivo. Es claro que, en estas circunstancias,
La teoría de la determinación de los precios de los factores según no resultará fácil contrastar la teoría de los salarios basada en la
su productividad marginal es una teoría muy modesta. Es también productividad marginal.
una teoría que presenta un elevado grado de abstracción, ya que está Por otro lado, podemos preguntarnos si son los trabajadores indi­
formulada en términos tan generales que la hacen virtualmente inútil viduales los que han de recibir su producto marginal o si los que lo
para responder a cuestiones específicas acerca, por ejemplo, de la reciben son más bien los grupos de trabajadores con especialización
estructura salarial en los mercados de trabajo. Este punto viene muy idéntica a los que se paga lo mismo, a causa, por ejemplo, de las
bien ilustrado a través de una serie de preguntas planteadas por Les- dificultades que supone la identificación de los trabajadores mejores
ter Thurow (1975, págs. 211-30) en su «Do-It-Yourself Guide to y peores de entre los que tienen la misma especialidad; en conse­
Marginal Productivity» (Guía «Hágalo-Vd.-mismo» de la Productivi­ cuencia, algunos trabajadores de la especialidad recibirán más, y otros
dad Marginal). menos, de lo que estaría justificado por su producto marginal. Argu­
¿Se paga a los trabajadores su productividad marginal en cada mentos similares pueden aplicarse a otros tipos de agrupaciones de
momento concreto de tiempo, o sólo se les paga ésta a lo largo de trabajadores, tales como los trabajadores de un determinado sexo,
toda una vida de trabajo? Si hay que creer en la distinción de Gary edad y cualificación dentro de una determinada industria, en las que
Becker, entre la «formación profesional general» y la «formación pro­ igualmente las empresas pueden pagar a los miembros del grupo el
fesional especializada» (véase Blaug, 1972, págs. 192-99) los ingresos mismo salario, al menos inicialmente, a causa del problema que su­
de los trabajadores que reciben una formación profesional general pone la medición exacta del producto marginal de cada individuo.
serán necesariamente menores que su producto marginal presente, Si, como frecuentemente se dice, una gran parte del trabajo en la
siendo cierto lo contrario para los trabajadores que reciben una for­ industria es realizado por grupos de trabajadores que coordinan sus
mación profesional especializada. La formación profesional general se esfuerzos, los miembros de estos equipos pueden recibir el producto
define como aquella formación que eleva la productividad del que la marginal medio, no sólo inicialmente, sino durante toda su vida ac­
recibe, independientemente de para qué empresa concreta trabaje, tiva, simplemente porque no es posible identificar su contribución
mientras que la formación profesional especializada se define como particular a la producción; tampoco en este caso recibirán los traba­
aquella formación que tan sólo refuerza la productividad futura de jadores precisamente su propio producto marginal. Vemos, una vez
los que la reciben dentro de la empresa que proporciona dicha for- más, los enormes problemas que plantea la contrastación de las pre-
226 L a metodología de la economía Capítulo 10
dicciones de estática-comparativa de la teoría de la productividad EL RETORNO DE LAS TECNICAS
marginal. Y TODO ESO
Estas dificultades existirían incluso en condiciones de competen-1
cia perfecta en los mercados de productos y factores. En el mundo
real, sin embargo, muchos de los salarios que observamos se ganan
en industrias que no son competitivas, que producen en condicione^
de rendimientos crecientes a escala, en cuyo caso algunos de los fao!
tores habrán de recibir una remuneración menor que sus respectivos
productos marginales, y esto puede muy bien ocurrirle al factor tra^
bajo. Además, los salarios que observamos pueden ser salarios de
desequilibrio y, en cualquier caso, vendrán afectados por las condi-;
ciones de la oferta de trabajo en los diferentes mercados locales, poc
no mencionar la desigual distribución entre los trabajadores de las
preferencias por los aspectos psíquicos de la renta.
Quizás hemos dicho ya bastante para que se abra paso la idea
de que la afamada o malafamada teoría de los salarios basada en la
productividad marginal nunca ha sido formulada con suficiente de-*
talle como para servir de ayuda en la explicación del esquema obser­
vado de salarios relativos. No es de extrañar, por tanto, que rara­
mente haya sido sometida a contrastación, y que los resultados de La medición del capital
dichas contrastaciones no hayan sido concluyentes. Si una única frase
pudiese resumir la evidencia empírica disponible al respecto, lo más La teoría de determinación de los salarios según la productividad
que podría afirmarse es que la teoría de la productividad marginal marginal nunca ha carecido de críticas en todas las etapas de su his­
predice de forma bastante correcta los cambios a muy largo plazo toria, pero, al menos hasta época reciente, la teoría del interés ba­
en las diferencias salariales entre industrias y entre ocupaciones; por sada en la productividad marginal había sobrevivido más o menos
otro lado, la teoría fracasa patentemente en sus intentos de predic­ incólume. En la década de 1950, sin embargo, Joan Robinson, se­
ción de los movimientos de las diferencias salariales a corto plazo guida por un conjunto de economistas procedentes de Cambridge
(ver Burton y otros, 1971, especialmente las págs. 275-80; Perlman; cómo ella (nos referimos a Cambridge, Reino Unido), lanzaron un
1969, capítulos 4 y 5 ) 11. El estatus empírico de la teoría de la deter-i ataque totalmente nuevo contra la denominada teoría de la distri­
minación de los precios de los factores según su productividad mar­ bución según la productividad marginal, dirigida en particular contra
ginal permanece, por tanto, poco claro. Ciertamente, esto es también la simplificación hicksiana — dos factores, un producto— de la teoría
así respecto de otras muchas teorías económicas, pero de todos mo­ neoclásica de la determinación de los precios de los factores. El vo­
dos la teoría de la productividad marginal ha cosechado más fracasos lumen de capital de una economía, argüían estos autores, siendo
que otras teorías en lo que se refiere a la correcta especificación de como es un conjunto de máquinas heterogéneas, y no un fondo ho­
su campo de aplicación a problemas concretos. La teoría ha seguido
mogéneo de capacidad de compra, no puede valorarse en sus propias
siendo, durante toda su larga historia, una tesis perfectamente gene­
unidades técnicas, aunque aparentemente el «trabajo» y el «tierra»
ral, sin contenido específico.
puedan medirse de este modo; la valoración del capital necesaria­
mente presupone un determinado tipo de interés, y esto significa
que el tipo de interés no puede venir determinado por el producto
marginal del capital, a menos que caigamos en un razonamiento circu­
lar; por consiguiente, la teoría de la productividad marginal no puede
11 E l libro de texto de Perlman sobre Economía del Trabajo se destaca de
muchos de sus rivales por su acento totalmente popperiano. explicar cómo se determina el tipo de interés.
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228 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 229

Una gran parte de estas críticas caerá por los suelos en cuanto rencia lógica de la teoría neoclásica de la distribución, ya que si no
sustituyamos la formulación simplista de la teoría de la productividad existe una relación estrictamente monótona entre las variaciones del
marginal por la versión walrasiana desagregada, que no incluye ni tipo de interés y la relación capital-trabajo, debemos abandonar la
implica para nada el concepto de función de producción agregada, idea de explicar el tipo de interés en términos de la escasez relativa
ni tampoco la noción de volumen agregado de capital como variable del capital en la economía, lo que constituye, después de todo, la
económica. Además, la idea de que la agregación de los bienes de esencia de la teoría del tipo de interés basada en la productividad
capital plantea dificultades únicas que no se encuentran en la agre­ marginal, y que en realidad deberemos abandonar toda idea de formu­
gación del factor trabajo, por no mencionar la agregación de la pro­ lar la demanda de capital como función inversa del tipo de interés.
ducción física, no es sino una mala interpretación muy popular (Blaug, La década de 1960 fue testigo de un gran debate sobre la vali­
1978, pág. 490). Incluso si es necesario medir el capital en sus pro­ dez del concepto de retorno de las técnicas. No es necesario pasar
pias unidades técnicas con objeto de hacer comparaciones de tipo por una revisión de la historia del «gran debate sobre el retorno de
general entre economías que se encuentran en diferentes situaciones las técnicas», que culminó con la rendición incondicional de Samuel­
de equilibrio estacionario, la cuestión de encontrar una unidad natu­ son, el cual había negado anteriormente la posibilidad del retorno,
ral con la que medir el capital no surgirá si lo único que nos inte­ excepto en condiciones poco usuales, porque Geoffrey Harcourt
resa, como ocurre siempre que nos mantengamos dentro del cálculo (1972, capítulo 4) nos proporciona una descripción, golpe por golpe,
cualitativo, son las variaciones marginales alrededor de la posición de de este episodio tan instructivo de la evolución del pensamiento
equilibrio. Para tales variaciones, los diferentes bienes de capital se económico moderno. ¿Qué es exactamente el retorno de las técni­
agregan, de hecho, en un fondo de capacidad adquisitiva, y el tipo cas? El ejemplo más claro que se puede poner es el proporcionado
de interés de equilibrio sobre el capital monetario invertido en dife­ por Samuelson en su declaración de rendición incondicional de 1966,
rentes actividades surgirá tan sólo porque los inversores no se inte­ en el que nos presenta dos procesos que exigen el mismo tiempo de
resan por las diferentes características físicas reales de los bienes de producción de un determinado producto con la ayuda de cantidades
capital. desiguales de trabajo, pero sin utilizar máquina alguna (ver Blaug,
1978, pág. 532). Puede demostrarse fácilmente que el proceso que
utiliza menos trabajo no será necesariamente el más beneficioso a
La existencia de una función de demanda de capital cualquier tipo de interés, ya que si el trabajo que emplea se utiliza
en un momento anterior del ciclo productivo se convertirá en el más
Pero los críticos de Cambridge tienen otra flecha que lanzar. caro de los dos procesos a elevados tipos de interés, porque sus
En la teoría simplista de la productividad marginal, la intensidad de nóminas se acumularán con mayor rapidez a interés compuesto. Tam­
uso del capital en una economía se relaciona únicamente con los pre­ bién resulta fácil demostrar que existen esquemas de aplicación del
cios relativos de los factores; concretamente, una disminución del factor trabajo en ambos procesos según los cuales el que emplea me­
tipo de interés o un aumento de la tasa de salarios, necesariamente nos trabajo es el más beneficioso de los dos a tipos de interés bajos,
eleva la relación capital-trabajo en la economía. Pero cualquiera que mientras que será el de menor rentabilidad a tipos de interés altos, y
sea la versión de la teoría de la productividad marginal que adopte­ que, posteriormente, a medida que el tipo de interés sube más y más
mos, argumentan los críticos de Cambridge, no es posible demostrar vuelve a ser otra vez el de más rentabilidad de ambos. Este es el
que una disminución del tipo de interés necesariamente vaya a alte­ fenómeno del retorno, que surge en este sencillo ejemplo del efecto
rar la ordenación de las técnicas disponibles según su rentabilidad a interés compuesto de las variaciones del tipo de interés sobre los
en forma unidireccional, de forma que se produzca un aumento de la costes comparativos del factor trabajo aplicado en fechas diferentes
intensidad de capital en la economía. Esto es así a causa del fenó­ en varios procesos técnicos que tardan exactamente lo mismo en pro­
meno de doble retorno de las técnicas que puede producirse inclusc ducir un determinado producto; en ejemplos más complicados, dicho
bajo unas condiciones estrictamente neoclásicas de competencia per­ fenómeno surge tanto de la aplicación escalonada de los factores a
fecta, perfecta información, funciones de producción microeconómi­ procesos productivos idénticos como del hecho de que la producción
cas continuamente diferenciables y comportamiento maximizador. Se generada en tales procesos entra a veces como factor de producción en
dice que el fenómeno del retorno de las técnicas destruye la cohe­ otros procesos.
230 L a metodología de la economía , Parte I I I . Evaluación metodológica del program a de investigación... 231

La significación empírica del retomo de las técnicas economistas de Cambridge tienden a considerar que tales condiciones
son tan estrictas que difícilmente se producirán en el mundo real, y
Todo el mundo está hoy de acuerdo en que el retorno de las sobre esta base concluyen que el retorno es la norma y no la excep­
técnicas es perfectamente posible, y todos admiten también que su ción (Harcourt, 1972, pág. 171n), pero otros han seguido el mismo
posible presencia destruye la necesaria relación monótona entre la camino y alcanzado al final del mismo la conclusión exactamente
intensidad de capital y los precios relativos de los factores. Ahora opuesta (Eltis, 1973, págs. 115-16 y 123-25). Igualmente, se ha de­
bien, ¿cuál es la probabilidad de que se dé el retorno? Samuelson, mostrado que la significación empírica del retorno depende de: 1) si
al tiempo que concedía la validez del teorema de retorno de las téc­ el tipo de interés cae por debajo de un nivel crítico, y 2) de si los
nicas, ha expresado sus dudas respecto de su importancia empírica, precios de los productos disminuyen a medida que las empresas re-
y Hicks (1973, pág. 44) ha sugerido recientemente que «el retorno adoptan alguna de las técnicas previamente utilizadas (Ferguson y
parece encontrarse en el límite de lo que puede realmente ocurrir». Alien, 1970). La conclusión principal de la controversia tal como
Los economistas de Cambridge, por otra parte, han insistido en que aparece en la literatura hasta el momento — y en absoluto hemos
el retorno de las técnicas y su fenómeno asociado de reversión del asistido aún al final de la misma— parece ser la de que la medición
capital (relaciones capital-trabajo más bajas en vez de más altas a de la probabilidad del retorno depende de la medición del grado de
medida que el tipo de interés sube) son fenómenos extremadamente sustituibilidad de los factores en una economía, y este es un tema
probables hasta el punto de que, en realidad, constituyen la regla que no es probable veamos resuelto definitivamente en un próximo
general, pero no han intentado medir la significación empírica del futuro.
retorno en las economías reales ni han discutido tampoco el pro­ Los modelos favoritos de la Escuela de Cambridge incluyen siem­
blema de cómo podemos intentar dicha medición. Es claro que ésta pre tecnologías lineales tipo Leontief — cada bien se produce en cada
no será tarea fácil. Estrictamente hablando, las variaciones que se sector por medio de una única técnica de coeficientes fijos— y esto,
producen en la relación capital-trabajo como consecuencia de las naturalmente, hace descansar todo el peso de la sustituibilidad sobre
variaciones en los precios relativos de los factores suponen movi­ la elección por parte de los consumidores de una combinación de pro­
mientos instantáneos entre estados alternativos de equilibrio estacio­ ductos en vez de otra, donde las diferentes combinaciones suponen
nario, cosa que se encuentra a mil leguas del proceso de sustitución diferentes técnicas y, por consiguiente, entra la sustitución por la
de trabajo por capital en la realidad, que es en lo que todos pensa­ puerta trasera. En otras palabras, incluso en el peor de los casos, en
mos cuando nos enfrentamos con la proposición de que una econo­
el que la sustituibilidad queda excluida por definición, se reintroduce
mía que dispone de una abundancia de capital como la existente en
América tendrá que tener un tipo de interés más bajo que una eco­ en definitiva algún tipo de sustitución de factores a través del esque­
nomía con abundancia de mano de obra como la de la India. ma de demanda final, que incluye la demanda de compradores ex­
Enfrentados con el problema familiar de contrastar proposiciones tranjeros. Este resultado será aún más probable si adoptamos el aná­
de estática comparativa, y sintiéndose renuentes ante la investiga­ lisis de actividades como forma de describir las posibilidades técnicas
ción de la importancia del retorno por medio de tediosos microes- abiertas a las empresas, análisis que representa una posición inter­
tudios sobre la duración de los procesos productivos y su esquema media entre la total fijeza y la total variabilidad de los coeficientes
temporal asociado de factores productivos, los economistas de Cam­ de producción (ver Blaug, 1978, págs. 454-57). No está claro, por
bridge han buscado refugio en los teoremas analíticos que expresan tanto, que la sustitución de técnicas se produzca de hecho. Si el re­
las condiciones necesarias para que el retorno de las técnicas no pue­ tomo no se produce, aún podremos tener reversión del capital (Har­
da producirse. El más famoso de estos teoremas muestra que para court, 1972, págs. 128-29 y 145-46), pero para obtener tal resultado
excluir el retorno en un modelo de n sectores con coeficientes técni­ se necesitan supuestos aún más tortuosos acerca de la tecnología
cos fijos, necesitaríamos incorporar a nuestro modelo al menos un — tales como amplias diferencias entre los coeficientes de producción
bien de capital que sea excepcional en los siguientes sentidos: 1) to­ de las diferentes técnicas— . Si no nos resulta fácil convencernos de
dos los factores de la economía han de entrar en la producción de que el retorno de las técnicas es un fenómeno corriente, más difícil
dicho bien de capital, y 2) su producción ha de responder a una fun­ aún nos resultará convencernos de que la reversión del capital vaya
ción de producción continua neoclásica con coeficientes variables. Los á producirse de hecho alguna vez.
2^2 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 233

No hay, por tanto, nada de absurdo en la famosa declaración de enteras de trabajo intelectual desprovistas de un marco teórico que
«fe» de Ferguson (1969, págs. xvii y 266) en las parábolas neoclási­ las encuadre. No hay nada de irracional, como Popper y Lakatos han
cas hasta el momento en que «los económetras puedan proporcio­ demostrado, en la tendencia de los científicos a mantener su adhesión
narnos una respuesta». Samuelson (1976, pag. 618), en la ultima a un programa de investigación a pesar de las anomalías que éste
edición de su libro de texto, expresa similares sentimientos: «La pueda presentar, siempre que no exista un programa alternativo dis­
ciencia de la Economía Política no posee aún conocimientos empíri­ ponible. Para seguir con nuestro ejemplo anterior, es como si a un
cos suficientes para decidir si el mundo real se encuentra mas cerca economista que argumenta que un impuesto concreto sobre los pro­
del hipotético caso extremo representado por: a) la parábola neo; ductores de mantequilla elevará probablemente el precio de la misma
clásica o b) el paradigma del retomo simple». Tanto Joan Robinson le dijese otro economista que su razonamiento está basado sobre la
(Robinson y Naqvi, 1967, pág. 591) como Harcourt (1972 págs. 25i idea ortodoxa de que todas las curvas de demanda tienen inclinación
29 y 122; 1976, págs. 37 y 58) niegan, sin embargo, que la cuestión negativa y todas las curvas de oferta la tienen positiva, y que el
pueda nunca resolverse por medio de la evidencia empírica, ya que equilibrio se produce en el punto de intersección de ambas curvas;
el retorno de las técnicas y la reversión del capital, dicen estos auto­ la moderna teoría del comportamiento del consumidor nos muestra
res, son proposiciones referentes a estados de equilibrio alternativos que las curvas de demanda pueden tener inclinación positiva o nega­
y tales posibilidades contrarias a los hechos nunca pueden ser obser­ tiva; por tanto, la proposición inicial acerca del impuesto sobre la
vadas en el mundo real, ni siquiera en principio. producción de mantequilla puede ser tanto falsa como cierta. La ma­
Si hubiéramos de tomarnos en serio esta fantástica afirmación, yoría de los economistas enfrentados con una argumentación seme­
ella sola se bastaría para convertir en impermeable a la refutación jante replicarían que, aunque las curvas de demanda con inclinación
empírica la totalidad del programa de investigación neoclásico. En positiva son perfectamente posibles, no se presentan con frecuencia,
efecto, tomemos el ejemplo más sencillo posible de una predicción y que el trabajo empírico sobre curvas de demanda estadísticas nunca
neoclásica: un impuesto sobre la mantequilla generará u n a elevación ha conseguido generar ni siquiera un ejemplo convincente de las
del precio de la misma, ya que desplaza la curva de oferta de mante­ mismas (ver capítulo 6). Igualmente, puede admitirse que el retorno
quilla hacia la izquierda; consideremos los precios de la mantequilla de las técnicas y la reversión del capital son fenómenos perfectamente
con vistas a verificar esta predicción, asegurándonos por todos los posibles, pero hasta que se demuestre que son empíricamente signi­
medios a nuestro alcance de que la curva de demanda de mante­ ficativos y no sólo lógicamente significativos, los economistas harían
quilla no se ha desplazado durante el período de observación. «¡Ah, mal en arrojar por la borda sus libros de texto sobre teoría de los
no!», nos dirían John Robinson y Harcourt, «está usted comparando precios, economía del trabajo, teoría del crecimiento y teoría del
posiciones alternativas de equilibrio que suponen el paso de un tiem­ desarrollo, tan sólo porque los modelos en ellas contenidos presentan
po lógico y no real, y, por consiguiente, su predicción, estrictamente algunas anomalías difíciles de digerir n .
hablando, no es susceptible de falsación empírica». Esta escapatoria Además, los críticos de Cambridge carecen de la fuerza necesaria
haría sin duda más fácil la defensa de la teoría neoclásica, pero sólo para mantener sus propias convicciones antiempíricas. En efecto, ¿lle­
al coste de pasarnos de la metodología del falsacionismo a la del garían a negar que resulta aconsejable, en general, que la India y
esencialismo (ver capítulo 4). De hecho, a pesar del homenaje ren­ China favorezcan las técnicas intensivas en trabajo? (Sen, 1974). No
dido de labios afuera por Joan Robinson a la metodología popperiana hay duda de que, en casos particulares, tendríamos que realizar deta­
(1977, págs. 1318-20 y 1323), los escritos de los autores de la Ls- lladas evaluaciones de proyectos, pero ciertamente nos resultaría sor­
cuela de Cambridge caen continuamente en argumentaciones de tipo prendente encontrar una economía con fuertes excedentes de mano
esencialista. , , de obra que adoptase técnicas tan intensivas en capital como las
La formulación de una declaración de fe en que los económetras
nos r e s o l v e r á n algún día la cuestión es a l g o m u y diferente. Tanto-la 12 N ell (1972b, pág. 511), en una exposición pionera de las doctrinas de
Cambridge, observa: «L o s bienes G iffen y las curvas de oferta de trabajo que
historia de las ciencias físicas como la de las ciencias sociales esta
se inclinan hacia atrás son, obviamente, casos especiales. Por el contrario, en
repleta de tales declaraciones de «fe», es decir, de la determinación una economía multisectorial, el retorno de las técnicas y la reversión del capital,
de ignorar las anomalías lógicas q u e presenta una teoría hasta que parecen ser la regla general, y no la excepción.» No se ofrece evidencia empírica
se demuestre que son empíricamente importantes, para no dejar areas alguna en apoyo de ninguna de las dos afirmaciones.
234 L a m etodología de la economía Capítulo 11
adoptadas en América o Gran Bretaña. Si esto es así, ¿no estamos LA TEORIA HECKSCHER-OHLIN
concediendo que el retorno es insignificante en el mundo real, al DEL COMERCIO INTERNACIONAL
menos en lo que se refiere a las comparaciones económicas de tipo
general? En resumen, estaremos perfectamente justificados si retene­
mos nuestra teoría neoclásica de la distribución, por lo que pueda
valer, Y excuso añadir que no es que valga gran cosa.

El teorema Heckscher-Ohlin

Ricardo encontró que la causa del comercio internacional era la


relativa inmovilidad del capital entre las fronteras nacionales, y ex­
plicó la composición del comercio mundial por las persistentes dife­
rencias de productividad del trabajo existentes entre las naciones;
suponiendo que los precios relativos de las mercancías varían propor­
cionalmente con los costes relativos del trabajo, demostró que el co­
mercio libre haría que cada país exportase aquellos bienes en los que
poseyese una ventaja comparativa y que tal comercio crearía una situa­
ción para ambos países más beneficiosa que la de la autosuficiencia.
La teoría ricardiana no hacía intento alguno de explicar las dife­
rencias de productividad subyacentes que dan lugar a las diferencias
de costes comparativos entre países, que son las que, a su vez, origi­
nan el comercio internacional. En la moderna teoría de Heckscher-
Ohlin, estas diferencias de productividad se atribuyen a las diferen­
cias de dotación inicial de factores entre países, que son las que lle­
van en realidad todo el peso de la explicación, ya que las causas más
obvias que influyen en la composición de los bienes objeto del co­
mercio internacional, tales como las diferencias internacionales en la
calidad de los factores, así como las diferencias existentes entre las
funciones de producción de cada producto, quedan deliberadamente
excluidas por definición. La teoría Heckscher-Ohlin culmina en lo
que hoy conocemos generalmente como el teorema Heckscher-Ohlin
235
238 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del r "ograma de investigación... 239

cualquier caso aquél era considerado únicamente como una aproxi­ El programa de investigación de Ohlin-Samuelson
mación primera a las condiciones del mundo real en cuanto a dife­
rentes impuestos, derechos de aduana, costes de transporte, econo­ ¿Se hubiera perdido mucho si la paradoja de Leontief hubiese
mías de escala, condiciones de demanda, movilidad de factores e llegado a poner fin a la investigación en el marco del programa Ohlin-
imperfecciones de la competencia; finalmente, 4) hubo un grupo cons­ Samuelson? Obviamente, la respuesta a esta pregunta es una cuestión
tituido principalmente por economistas de empresa que rechazaron de opiniones. Baste con decir que la mayoría de los teóricos del co­
tanto el THO como el programa Ohlin-Samuelson, y que se apoyaron mercio internacional no se comportaron como si fuesen falsacionistas
en la paradoja de Leontief para defender sus poco cuidados modelos «ingenuos», ya que mantuvieron su adhesión a «núcleo» del pro­
del «ciclo productivo» y las «diferencias tecnológicas», que explica­ grama Ohlin-Samuelson, proscribiendo todo intento de explicar la es­
ban la estructura del comercio de bienes manufacturados en términos tructura del comercio internacional que no se basase en la teoría de
fie la dinámica de la innovación en cuanto a los productos y de la los precios de los factores centrada sobre las proporciones de éstos
información y ventajas de técnicas de marketing de que gozan los dentro de un marco de EG . No es fácil decidir tampoco si el progra­
productores en países de renta alta. ma Ohlin-Samuelson ha sido y sigue siendo un programa de investi­
Fueron muy pocos los economistas que reaccionaron como lo hizo gación «progresivo», en el sentido lakatosiano de ser capaz de generar
Charles Kindleberger: «Lo que Leontief ha demostrado no es que una serie de hechos nuevos; la mayoría de las ideas nuevas surgidas
los Estados Unidos sean un país en el que el capital es escaso y el al amparo del enfoque de Ohlin-Samuelson no han sido tanto cues­
trabajo abundante, sino que el teorema Heckscher-Ohlin es falso» tiones de hecho como conexiones analíticas entre los fenómenos pre­
(citado por De Marchi, 1976, pág. 124). La mayoría de los teóricos sentes en el comercio interior e internacional (de Marchi, 1976, pá­
del comercio internacional siguieron refinando la, al parecer, refutada gina 123). Lo que es seguro es que el programa hizo mucho para
teoría de las proporciones de factores, sintiéndose crecientemente popularizar la teoría simplista de la productividad marginal, que ha
preocupados por el continuo caudal de problemas teóricos irresueltos influido en todas las discusiones sobre distribución de la renta habi­
que la paradoja de Leontief había suscitado, como por ejemplo: ¿Qué das en la posguerra: el modelo de comercio internacional basado en
es un factor y cómo entran los diferentes factores individuales en el las proporciones de los factores estimuló la enseñanza de parábolas
proceso productivo? ¿Puede excluirse la reversión de la intensidad que se reducían a dos países, dos bienes y dos factores, en el con­
factorial en un mundo en el que hay una multiplicidad de factores? texto de funciones de producción agregadas con rendimientos cons­
¿Qué condiciones son las necesarias para asegurar que el T IPF es tantes a escala, unificando así el tratamiento, tanto del comercio
cierto, a medida que aumenta el número de factores? doméstico como del internacional, por medio de una teoría de EG
Ya en 1941, Samuelson y Stolper habían tratado de formular el con un alto grado de agregación y simplificación que prometía más
teorema de que las tarifas protectoras pueden beneficiar al factor de lo que era capaz de cumplir. La evaluación del programa de inves­
relativamente escaso tanto en términos absolutos como en términos tigación de Ohlin-Samuelson no puede, por tanto, separarse de la
relativos. Este teorema demostró ser una piedra angular en la historia evaluación del programa más amplio de E G de Hicks-Samuelson-
del programa de investigación Ohlin-Samuelson. El trabajo posterior Arrow-Debreu, del que forma parte integrante.
Resulta bastante irónico que una parte tan importante del tra­
realizado sobre el T IPF pretendía demostrar la biunivocidad de la
bajo realizado en este campo fuese estimulado y promovido por los
relación existente entre los precios de los bienes y los correspon­
esfuerzos de Samuelson, el acendrado defensor del opéracionalismo
dientes precios de los factores en un mundo con muchos bienes y en teoría económica, al menos en sus primeros años (ver capítulo 4).
muchos factores que se intercambian en mercados diferentes pero re­ «La totalidad de la discusión (sobre la igualación de los precios de
lacionados, completando así la articulación de un marco de E G en el los factores)», observaba un comentarista, «constituye, para bien o
que los modelos ricardiano y ohliniano eran considerados simplemente para mal, un conspicuo ejemplo de teorización no-operacional» (Ca­
como casos especiales, argumentando el primero desde unos precios ves, 1960, pág. 92). Samuelson admite francamente que es de esperar
de los factores dados hacia los precios de los bienes, mientras que el que las diferencias de precios que se observan efectivamente en el
segundo argumentaba, por el contrario, desde unos precios dados de mundo real difieran considerablemente de la igualación ideal de los
los bienes hacia los precios de los factores. precios de los factores que se produce bajo condiciones estáticas y de
240 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del program a de investigación... 241
a -

competencia perfecta. En cualquier caso, este autor prosiguió sus in­ cuenta con mayores posibilidades... (De todos modos), las diferencias
vestigaciones sobre el T IP F en la creencia de que, de algún modo, de eficiencia entre países parecen suficientemente bien establecidas
«sí que proporciona intuiciones válidas acerca de las fuerzas que con­ como para hacer altamente improbable que la hipótesis de la dotación
forman el comercio mundial» (citado por de Marchi, 1976, pág. 118), de factores tenga una validez universal» (Stern, 1965, págs. 20-21).
afirmación que nos recuerda a la metodología del apriorismo que se Las explicaciones del ciclo productivo, del atraso tecnológico y de
supone Samuelson despreciaba (ver capítulo 4). las economías de escala del comercio presentan una hoja de servicios
Retrospectivamente, es difícil resistirse a concluir que: un poco mejor, pero las familiares dificultades con que se enfrentan
los intentos de comparar las vagas predicciones de los modelos cuasi-
L a discusión sobre la igualación de los precios de los factores ha sido una
especie de jueguecito intelectual. A l tiempo que ha generado algunos resultados
dinámicos con las rigurosas predicciones de los modelos estáticos, es­
incidentalmente útiles para la clarificación de la estructura de la teoría pura . . . pecialmente cuando estos últimos vienen acompañados de diversas
llevándonos a la interesante conclusión de que, en ciertas circunstancias, el co­ elaboraciones ad-hoc, nos impide atribuir la victoria a ninguno de los
mercio puede no tender siquiera a la igualación de los precios de los factores, dos contendientes. Estos problemas de comparación, como dice Ro-
sigue siendo d erto que ningún responsable de política ha expresado nunca el bert Stern (pág. 30):
deseo de saber si el libre comercio podría encontrar respuestas que tengan al­
guna capacidad de explicar los hechos, estadísticos o de otro tipo, observables . . . son en parte una cuestión teórica y en parte una cuestión de metodología
en el mundo real [Corden, 1965, pág. 3 1 ]. empírica. Por lo que se refiere a la teoría, la cuestión es que el modelo de
dotación de factores tiene todavía que integrar sistemáticamente un mecanismo
exógeno de cambio tecnológico y de difusión de la tecnología. H asta que se
Contrastaciones adicionales logren mayores progresos en este terreno será difícil establecer los diferentes
determinantes del comercio. L a cuestión metodológica consiste en encontrar pro­
Las considerables diferencias entre los precios de los factores que cedimientos válidos que nos permitan elegir entre las distintas teorías, así como
se observan en la realidad entre países violan claramente el TIPF. seleccionar la m ejor” explicación disponible, a la vista de unos conjuntos de
Pero si los precios de los factores no se igualan de hecho a nivel datos que presentan un alto grado de colinealidad.
mundial, esto puede significar simplemente que uno o más de los
supuestos en los que se basa el modelo de comercio internacional El comercio internacional se encuentra entre los temas más anti­
de las proporciones de factores de Ohlin-Samuelson, no son aplica­ guos de estudio de los economistas, y la teoría pura del comercio
bles. Por tanto, volvemos en último término a la cuestión de la vali­ internacional ha sido, desde tiempo atrás, una de las ramas más rigu­
dez empírica del THO , que depende esencialmente de la cuestión de rosas de la Economía. Sin embargo, ésta ha sido también una de las
si la composición del conjunto de bienes objeto de comercio viene ultimas areas de investigación económica en caer bajo la influencia
decisivamente influida por la dotación de factores o si, por el con­ del falsacionismo, e incluso hoy, sigue siendo un campo de especia-
trario, las diferencias tecnológicas, las economías de escala y las im­ lización económica particularmente propenso a la enfermedad del for­
perfecciones de los mercados pesan más que aquélla. Esta cuestión malismo. Peter Kenen (1975, pág. xii), un eminente teórico del co­
ha sido intensamente estudiada en un gran número de trabajos em­ mercio por sus propios méritos, resumió la situación de principios
píricos surgidos después del de Leontief, la mayoría de los cuales de la década de 1970 con las siguientes palabras:
tienden, de hecho, a refutar el THO. En palabras tomadas del último
trabajo de revisión de estos intentos de contrastación de la teoría del Toda una década después de que otras especialidades hayan experimentado
una transformación por la aplicación de los métodos econométricos, el comercio
comercio internacional14: «E l modelo Heckscher-Ohlin simple no
y las finanzas internacionales presentan una obstinada inmunidad a la cuantifi-
presenta fundamentos empíricos sólidos. Cuando se tienen en cuenta | cación. Se han convertido en el último refugio del teórico especulativo . . . Pode­
explícitamente los recursos naturales y el capital humano, el modelo mos citar algunas excepciones significativas . . . pero bien poco se ha hecho para
verificar las proposiciones fundamentales de la teoría del comercio internacional
14 L a teoría pura del comercio internacional ha sido repetidamente revisada
en los últimos años, en trabajos que presentaban un énfasis variable sobre la o para medir los efectos de las restricciones al comercio. L a teoría ha sido con­
cuestión de su contrastación empírica: véase la lista comentada que presenta siderada como verdadera en un sentido inmutable, y, por consiguiente, la tarea
Bhagwati (1969, pág. 8) y la lista más completa que ofrecen Caves y Johnson del teórico del comercio internacional consistía simplemente en describir sus
(1968, pág. xii). implicaciones para el bienestar y la política económica.
Capítulo 12 Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 243

KEYNESIANOS «VERSUS» MONETARISTAS instrumentalismo expuesta por Friedman (véase capítulo 4) tiende a
convertirse con demasiada facilidad en un empirismo ingenuo o en
una teoría posterior a la medición en vez de ser una medición pos­
terior a la teoría. La segunda es que el intento de establecer una
posición teorética por medio de la falsación de la teoría rival siempre
genera una concreción de las cuestiones que, como ocurrió en la con­
troversia que comentamos, gradualmente resuelve de hecho las prin­
cipales diferencias.
Los últimos quince años han sido testigos de una inacabable serie
de esfuerzos destinados a lograr una contrastación empírica decisiva de
los enfoques keynesiano y monetarista de las causas de las fluctua­
ciones económicas. Un observador imparcial podría fácilmente llegar
a pensar que esta discusión no ha demostrado otra cosa que el hecho
de que la evidencia empírica parece ser incapaz de hacer cambiar de
opinión a ningún economista. Pero una observación más detallada
de la literatura revela una tendencia regular hacia el estrechamien­
to de la distancia existente entre los distintos puntos de vista, y en
especial hacia un creciente reconocimiento de las limitaciones que
¿Un debate inútil? presentan todas las contrastaciones al uso de la efectividad relativa
de las políticas fiscal y monetaria. El debate aparece entonces no
Al abordar este tema llegamos al fondo de la furiosa controversia solamente como un carrusel sin fin que sólo puede llevarnos a un
que ha rodeado las cuestiones de política macroeconómica en los úl­ callejón sin salida, sino como una discusión abierta con un ritmo
timos años. El gran debate entre keynesianos y monetaristas acerca definido, y en la que las sucesivas posiciones adoptadas mejoran gra­
de la potencialidad respectiva de las políticas fiscal y monetaria ha
dualmente en relación con las que van siendo abandonadas. Al mismo
dividido a la profesión, acumulando un volumen de literatura que
podemos hoy calificar de enorme. No pretendo realizar una revisión tiempo, debe reconocerse que la persistencia de esta controversia, a
de esta literatura que me permitiera definir las diferencias entre las pesar de todos los movimientos y contramovimientos efectuados en
dos partes y plantear la cuestión de si estas diferencias son o no ambos campos, sólo puede explicarse en términos de un cierto «nú­
irreconciliables 15. Ni siquiera intentaré una evaluación del grado en cleo» muy profundo de desacuerdo respecto de la capacidad de auto-
que los programas de investigación alternativos de monetaristas y ajuste que presenta el sector privado en las economías mixtas y, por
keynesianos muestran signos de «degeneración», aunque hay que consiguiente, respecto de la medida en la cual las políticas fiscal y
decir que la creciente debilidad de las iniciales formulaciones de la monetaria son, de hecho, estabilizadoras o desestabilizadoras (Leijon-
posición monetarista, así como la creciente disposición de los mone­ hufvud, 1976, págs. 70-1). Una vez más, el debate entre keynesianos
taristas para adaptarse a las formas keynesianas de análisis, propor­ y monetaristas muestra que los economistas (al igual que otros cien­
cionan indicios del derrumbamiento de la contrarrevolución moneta­ tíficos) se caracterizan por su tendencia a defender su núcleo de creen­
rista. Mi objetivo en esta sección será más limitado, y consistirá en cias fundamentales de las amenazas de las anomalías observadas, pri­
extraer dos lecciones metodológicas fundamentales del debate entre mero, por medio de ajustes realizados en las hipótesis auxiliares que
keynesianos y monetaristas. La primera es que la metodología del rodean al núcleo central; que seguirán haciendo esto mientras les sea
posible, y que sólo en raras ocasiones, cuando el «núcleo» básico
15 Entre los distintos trabajos de revisión del debate en sus diferentes eta­ haya sido refutado en todos y cada uno de los campos en los que haya
pas, he encontrado personalmente que los de Chick (1973), Selden (1977) y librado batalla, estarán dispuestos a reconsiderarlo y adoptar un nue­
Mayer (1978) son los más útiles; todos ellos contienen completas bibliografías. vo punto de partida.
242
244 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 245

Las sucesivas versiones del monetarismo de Friedman páginas 90-1). En el mismo año 1963 apareció también el famoso
artículo de Friedman y David Meiselman, que presentaba el primer
Consideremos, en primer lugar, la posición del propio Friedman conjunto de estimaciones en una sola ecuación, o estimaciones en
en esta controversia. Su artículo sobre «La Metodología de la Eco­ «forma reducida», del modelo keynesiano simple, con las que tra­
nomía Positiva» precedió en varios años a su primera reformulación taba de demostrar que la velocidad del dinero era una variable más
de la teoría cuantitativa del dinero (Friedman, 1956). Un año des­ estable que el multiplicador keynesiano. Albert Ando y Franco Mo-
pués del despegue del monetarismo, publicaba este autor La Teoría digliani, entre otros, llegaron a la conclusión opuesta, y la American
de la Función-Consumo (1957), libro que puede considerarse como Economic Review dedicó la totalidad de la edición de 1965 a la
un buen ejemplo de su metodología en su aspecto más favorable, y exposición de diversas comparaciones entre formulaciones uniecuacio-
en el que, después de formular una nueva teoría de la función-con­ nales de los modelos keynesiano y monetarista, con lo que quedó
sumo en términos de la renta permanente en vez de en términos de demostrado a satisfacción de todos que estos modelos en forma redu­
la renta anual, y de obtener de ella una serie de predicciones especí­ cida, por carecer de la debida especificación de sus ecuaciones estruc­
ficas y refutables respecto del gasto agregado de consumo, Friedman turales subyacentes, eran incapaces de discriminar entre los dos mo­
reexamina todos los datos cruzados y series temporales disponibles delos rivales (Brainard y Cooper, 1975, págs. 169-70).
para demostrar que su teoría explicaba sin dificultad las observaciones
frente a las que se había estrellado la doctrina keynesiana al uso.
Cualquiera que sea nuestro veredicto último respecto de La Teoría La teoría de Friedman
de la Función-Consumo 16, esta obra habrá de figurar entre los trata­
mientos realmente magistrales que la literatura económica nos ofrece Con esto hemos llegado al punto álgido del debate, que se pro­
sobre la relación existente entre la teoría y los datos empíricos. Y, sin dujo unos siete años después del nacimiento del monetarismo, mo­
embargo, la historia de la defensa del monetarismo por parte de Fried­ mento en el cual Friedman no había proporcionado todavía una teoría
man aparece, en contraposición, como la caricatura de su propia me­ explícita que fuese capaz de generar las regularidades empíricas que
todología. se supone apoyan la posición monetarista. La publicación en 1970
Empieza Friedman con la reformulación de la antigua teoría cuan­ del artículo «Marco teórico del Análisis Monetario» de Friedman
titativa del dinero como una teoría, no de la relación existente a largo se produjo dentro de lo que podríamos llamar la Fase II del mone­
plazo entre el volumen del gasto agregado y el volumen de produc­ tarismo 17. Y hete aquí que algunos monetaristas, como Brunner y
ción total — una especie de Macroeconomía primitiva— , sino como Metzler (1972, págs. 838-39 y 848-49) repudian el esquema elabo­
una teoría de la demanda de dinero por parte de empresas y consu­ rado por Friedman y expresan su sorpresa ante el hecho de que
midores. Continúa con una investigación empírica sobre la demanda Friedman hubiese escogido para representar su argumentación el dia­
de dinero en los Estados Unidos durante el período 1867-1960, su grama hicksiano de la IS-LM (ejemplo típico del análisis de equilibrio
imponente obra Historia monetaria de los Estados Unidos 1867-1960,
estático-comparativo), al tiempo que argumentan que son las cues­
escrita en colaboración con Anna Schwartz, así como con una se­
tiones de tipo temporal y la rapidez relativa del funcionamiento de
rie de trabajos sobre los retardos que presentan los efectos económi­
cos de la política monetaria. En este punto de su argumentación, con­ los ajustes de precios y cantidades lo que proporciona la clave de las
cede el autor gran importancia a la demostración de que la función diferencias de enfoque entre keynesianos y monetaristas, y que, por
de demanda de dinero es relativamente estable y que, además, se tanto, la IS-LM no es instrumento adecuado para esta discusión. Y, en
muestra insensible a las variaciones del tipo de interés (Laidler, 1969, realidad, aparte de su repetida insistencia en que los monetaristas
enfocan los problemas económicos en el espíritu del análisis parcial
16 Mayer (1972) proporciona un completo resumen y evaluación de las nu­ marshalliano, mientras que los keynesianos lo hacen dentro de un
merosas contrastaciones existentes de la hipótesis de la renta permanente, y marco walrasiano de EG , Friedman negó que existiesen diferencias
concluye que Friedman tiene razón al menos en parte, ya que la elasticidad-renta teóricas, y ni siquiera ideológicas, entre los dos campos.
del consumo es mayor para la renta permanente que para la transitoria, pero,
por otro lado, la propensión al consumo de la renta transitoria no es cero, como
implica la teoría de Friedman. 17 L a Fase I viene resumida en Friedm an (1968).
246 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 247

La adopción del aparato IS-LM, argumentó Friedman, era debida La fase III del monetarismo
a su deseo de demostrar que ambos grupos comparten un terreno
común y que las diferencias entre ellos se centran en los distintos En las fases I y II del monetarismo, el marco en que se desarrolla
supuestos dinámicos que adoptan respecto del ritmo de los ajustes , la discusión es, en gran parte, el del corto plazo keynesiano, pero el
exigidos por las discrepancias existentes entre la cantidad de dinero largo plazo entra en la discusión en la Fase II y llega a dominar la
que el público desea mantener y la cantidad que mantiene de he­ escena en su Fase III, que data aproximadamente de 1972. La argu­
cho: «L a velocidad relativa de ajuste de precios y cantidades sigue mentación que ahora se maneja es la de que, cualesquiera que sean
siendo la clave de la diferencia de enfoque y anáÚsis entre aquellos ; los efectos a corto plazo de las variaciones en las variables monetarias
economistas que se consideran keynesianos y los que no» (Friedman, sobre los precios y cantidades, las expectativas económicas se ajus­
1970, págs. 210-11; véase también págs. 234-35). De todos modos, tarán automáticamente por sí mismas a las variaciones de la oferta
Friedman no consiguió explicar cómo se llega realmente a las deci­ monetaria, a consecuencia de lo cual la política monetaria tendrá poco
siones relativas a la determinación de precios y cantidades en una o ningún efecto sobre la producción a largo plazo; esta es la teoría
economía como la de los Estados Unidos, y, en este sentido, no con­ de la tasa «natural» de desempleo de Friedman, formulada a la luz de
siguió elaborar teoría alguna respecto de cómo se dividen los efectos las «expectativas racionales».
de los cambios monetarios entre variaciones de precios y variacio­ Entre tanto, se construyeron complicados modelos económicos,
nes de la producción real (Chick, 1973, págs. 111-13). En conse­ que seguían los diferentes canales por los que el dinero puede influir
cuencia, la sugerencia de que la dinámica «del mecanismo de trans­ sobre el PNB, el PNB real y el nivel de precios. Tanto el «keynesia-
misión» entre el dinero y la actividad económica incorpora la clave nismo de Neanderthal», que niega que las autoridades monetarias
de la disputa entre keynesianos y monetaristas, es inestable, o más tengan control alguno sobre la oferta monetaria, como el «moneta­
bien, Friedman no proporciona método alguno que permita contras­ rismo de Neanderthal», que niega eficacia alguna a la política fiscal
tarla. Los monetaristas han sido acusados de defender una «teoría incluso a corto plazo, han quedado muy atrás. En cierto sentido, es
de la caja negra» del mecanismo de transmisión, mientras que, de verdad que los monetaristas han ganado la batalla, ya que los gobier­
hecho, ven el mecanismo de transmisión como una cuestión de ajuste nos prestan hoy mucha más atención a la oferta monetaria de lo que
entre las tenencias de cartera, pero definiendo dicha cartera de forma hacían hace una década, al tiempo que un keynesianismo mucho más
tan amplia que no hay ninguna variable que se destaque como deter­ sofisticado, que tiene en cuenta los efectos-impacto de la política mo­
minante de las demás. En resumen, los monetaristas modelan el me­ netaria a lo largo de diversos canales y no sólo a través de los efectos
canismo de transmisión, pero no proporcionan una teoría del mismo. de las variaciones del tipo de interés sobre la inversión, ha venido a
El cálculo cualitativo es, como sabemos, un poderoso método sustituir a las versiones caricaturescas que se hicieron de Keynes en
para establecer la dirección en que opera una relación causal postu­ la década de 1950. En un sentido más profundo, sin embargo, los
lada. Pero resulta ser un instrumento muy burdo para medir las monetaristas han perdido, porque el monetarismo no ha llegado a
magnitudes efectivas que dicha relación implica. Si el debate entre clarificar el mecanismo causal que genera sus resultados empíricos,
keynesianos y monetaristas es, como Friedman sostiene, fundamen­ llegando incluso a veces a negar que dichos resultados necesitasen
talmente una cuestión de velocidades de ajuste ante variaciones de interpretación alguna a la luz de una teoría causal que les sirviese
los distintos parámetros, lo que se necesita es el cálculo cuantitativo. de apoyo, y tampoco ha logrado refutar más que una burda defor­
La política económica intenta controlar la economía y no solamente mación del keynesianismo que atacaba (Johnson, 1971, págs. 10 y 13).
predecir su comportamiento, y el control de una economía requiere El keynesianismo, por su parte, demostró ser capaz de absorber las
normalmente el conocimiento, no sólo del signo de los efectos econó­ ideas monetaristas en una rama más sofisticada de la Macroeconomía,
micos, sino de las magnitudes precisas de dichos efectos; ciertamente, que es lo que parece estar surgiendo de esta melée de quince años
algún tipo de control será posible con base al cálculo cualitativo, pero de duración. Es totalmente cierto que la controversia ha persistido,
un control más «afinado» exige algo más que el conocimiento del y aún persiste, a pesar de montañas de evidencia empírica: está claro
signo de los cambios que se producen. Este fracaso en la elaboración que los economistas no se dejan apabullar por las refutaciones empí­
de un cálculo cuantitativo de los cambios económicos anunciaba, de ricas. Por otro lado, el debate ha mostrado claros signos de progreso,
hecho, la muerte del monetarismo. al superar gradualmente tanto el keynesianismo simplista como el
248 L a m etodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 249

monetarismo simplista, de forma que en la actualidad resulta mucho las que pueden combinarse sus elementos para formar algo denomi­
más difícil que antes clasificar a los economistas entre keynesianos nado «keynesianismo». Las discusiones acerca del mensaje central de
y monetaristas. Keynes constituyen, por tanto, una especie de neblina intelectual que
ha de dispersarse antes de que podamos considerar los respectivos
méritos de las argumentaciones keynesiana y monetarista. Al leer
Recuperación del mensaje de Keynes este debate tiene uno a veces la sensación de que los especialistas
en Macroeconomía están más interesados en la exégesis de La Teoría
Retrospectivamente, el debate entre keynesianos y monetarist&s General que en el progreso de nuestro conocimiento sobre cómo fun­
de las dos últimas décadas ha de considerarse como una de las con­ ciona realmente nuestra economía.
troversias más frustrantes e irritantes de toda la historia del pensa­ Volvemos, pues, al final de esta discusión, a la primera de las
miento económico, una controversia que recuerda con frecuencia a dos lecciones fundamentales que pueden sacarse del debate entre
las peores disputas medievales. Una y otra vez, se utilizan violentos keynesianos y monetaristas. Friedman siguió en realidad la metodo­
argumentos polémicos que posteriormente son retirados — la teoría logía del «instrumentalismo» en la Fase I del debate, es decir, obtuvo
cuantitativa del dinero es una teoría de la demanda de dinero que predicciones sin obtener explicación teórica alguna; en la Fase II, sin
forma parte de una olvidada tradición oral de la Escuela de Chicago; embargo, incluso él capituló a la necesidad de una teoría que apo-
la demanda de dinero es inelástica al tipo de interés y la oferta de ! yase sus predicciones. Pero la teoría que elaboró demostró no ser
dinero viene exógenamente determinada; las variaciones sustanciales adecuada para sus propósitos y, en consecuencia, adoptó en la Fase III
de los precios y de las rentas son siempre consecuencia de las varia­ ; una teoría completamente nueva, basada sobre la distinción entre la
ciones de la oferta monetaria; los puntos de inflexión al alza y a la inflación anticipada y la no-anticipada. Así pues, en último término,
baja del ciclo económico vienen invariablemente precedidos por los el monetarismo de Friedman abandona la metodología del instrumen­
puntos de inflexión en el crecimiento de la oferta monetaria; etc.— talismo, y lo hace al parecer no porque ésta sea defectuosa en sí
y se reservan las mejores críticas para combatir esperpentos que de­ misma, sino porque no resulta suficientemente persuasiva.
forman los puntos de vista de los oponentes. Gran parte del debate
consiste en hablar entre líneas y hay veces en que es difícil recordar
qué es lo que realmente se está discutiendo, dificultad sentida incluso
por los más directos protagonistas de la discusión 18. Discurriendo
a lo largo de todo el debate, encontramos una lucha continua para
imponer la propia interpretación de lo que Keynes quiso realmente
decir, como si fuese imposible aclarar cuestiones importantes de polí­
tica económica sin antes decidir en qué difería Keynes de «los clá­
sicos». Puerto que la General Theory contiene al menos tres, y quizás
más, versiones de la teoría keynesiana 19, existen infinitas formas en

18 Consideremos, por ejemplo, el resumen de Friedm an (1970, pág. 217):


«Considero que la descripción de nuestra posición como la que afirma que el dependiendo del punto de vista de cada uno; 2) el keynesianismo fundamenta-
dinero es todo lo que cuenta respecto de las variaciones de la renta nominal lista — fuerte énfasis sobre la variación de las expectativas y sobre la omnipre­
y de las variaciones a corto plazo de la renta real, es una- exageración que con­ sente incertidumbre, tal como los encontramos en el capítulo 12 de La Teoría
firma nuestras conclusiones. Considero la afirmación de que “ el dinero es lo General y en el artículo de Keynes de 1937 sobre «T he General Theory of
único que im porta” , y punto, como una malinterpretación de nuestras conclu­ Em ploym ent» (L a teoría general del empleo), que implica que el enfoque de
siones.» Keynes no puede reconciliarse con la tradición neoclásica; y 3) el keynesianismo
19 Coddington (1976b) distingue al menos tres líneas en la interpretación del desequilibrio — una reformulación de Keynes en un marco de E G en la
de Keynes: 1) el keynesianismo hidráulico — la teoría de la renta-gasto en su que no existe el intermediario walrasiano, la información es incompleta e im­
variedad de diagrama de 45°, y la interpretación IS-LM , que considera el mo­ perfecta, y los precios proporcionan señales falsas, con lo que la renta variará
delo keynesiano como un caso especial, más que como una teoría general— , en consecuencia y no habrá sólo ajustes de precios. Véase también Blaug (1978,
también conocido como «la síntesis neoclásica», o «el keynesianismo bastardo», páginas 680-83 y 693-94) y Patinkin (1979).
Capítulo 13 Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 251

LA TEORIA DEL CAPITAL HUMANO sus fundadores? ¿H a progresado, en el sentido de profundizar cada
vez más en los problemas que se había planteado, o presenta sínto­
mas de estancamiento y malestar?
Nos encontramos aquí ante una excelente oportunidad para apli­
car la MPCI de Lakatos para ver qué es lo que tiene que decimos,
si es que puede decirnos algo, acerca de la evaluación del cuerpo de
ideas conocido por el nombre de teoría del capital humano. Provistos
de las ideas de Lakatos, podemos empezar preguntando: ¿cuál es el
«núcleo» del programa de investigación del capital humano, ese con­
junto de creencias puramente metafísicas cuyo abandono implicaría
el abandono del propio programa de investigación? A continuación
podemos preguntar: ¿Qué refutaciones se han producido dentro del
«cinturón protector» del programa, y cómo han reaccionado sus defen­
sores ante las mismas? Por último, podríamos plantear la siguiente
cuestión: ¿Es el programa de investigación del capital humano un
programa «progresivo» o «degenerado»?, lo que equivale virtual­
mente a preguntar: ¿H a aumentado o disminuido en el tiempo el
contenido empírico de dicho programa?
Resulta fácil demostrar que la llamada teoría del capital humano
Núcleo «versus» cinturón protector
es, de hecho, un ejemplo perfecto de programa de investigación: no
puede ser reducido a una teoría única, puesto que consiste simple­
Nos ocuparemos a continuación de una teoría que requiere un tra­ mente en la aplicación de la teoría normal del capital a ciertos fenó­
tamiento en profundidad que hasta ahora raramente ha recibido. El menos económicos; al mismo tiempo, constituye en sí mismo un
nacimiento de la teoría del capital humano fue anunciada en 1960 subprograma que pertenece al programa neoclásico más amplio, en la
codore Schultz, pero puede decirse que su nacimiento efectivo medida en la cual consiste tan sólo en la aplicación de los conceptos
Z , q7o'° T?.s * ños más tarde < «« »*> el Journal of Political Economy neoclásicos al uso, a fenómenos que los economistas neoclásicos no
. publico un suplemento sobre «Inversión en seres humanos». habían considerado previamente. El concepto de capital humano, o
7 , voiumcn incluía, entre varios otros artículos pioneros, los capí- «núcleo» del programa de investigación del capital humano, consiste
n T „ PS m\nares de Ia mon°g rafía Human Capital (Capital huma- en la idea de que la gente gasta en sí misma de formas diversas, no
„„ l icada en 1964 por Gary Becker, obra que desde entonces sólo buscando el goce presente, sino también buscando rendimientos
se na convertido en punto obligado de referencia en este tema. Así futuros pecuniarios y no-pecuniarios. En este sentido, las gentes ad­
pues, la teoría del capital humano nos ha acompañado durante más quieren cuidados sanitarios, compran voluntariamente educación y
ae quince años, durante los cuales el flujo de literatura en este cam­ formación profesional adicional, gasta tiempo en la búsqueda de un
po no a cesado, e incluso parece haber experimentado un incre­ empleo que les rinda el máximo, en vez de aceptar la primera oferta
mento en los últimos años. El primer libro de texto dedicado ex­ que les surja, compran información acerca de las oportunidades de
clusivamente al tema apareció en 1963 (Schultz, 1963). Después de empleo existentes, emigran para aprovechar mejores oportunidades
un periodo de cierta calma durante la segunda mitad de la década de empleo, y pueden preferir, en un momento dado, empleos con
tre iQ7n industna editora de textos dio un nuevo empujón: en- una remuneración baja pero con un elevado rendimiento potencial,
y 1973 nada menos que ocho autores se lanzaron al inten- en vez de empleos bien pagados pero sin posibilidades de futuro.
o, acompafíac]os por ]a rápida sucesión de publicaciones que suma- Todos estos fenómenos — sanidad, educación, búsqueda de empleo,
on siete antologías de los artículos clásicos sobre el tema del-capital- adquisición de información, emigración y formación profesional en
,u™a" " T todo'esoT- Es hora, por tanto, de preguntarnos a dónde nos el propio puesto de trabajo— pueden ser considerados como gastos
toao ello. ¿Ha cumplido la teoría las elevadas expectativas de de inversión, más que gastos de consumo, tanto si los que los realizan
250
252 L a m etodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 253

son los individuos en su propio beneficio como si los asume la socie­ plicación de que esta demanda de consumo suponía también una
dad en beneficio de sus miembros. Lo que une a todos estos fenó­ «capacidad» para consumir el bien en cuestión, pero la mayoría de
menos no es la cuestión de quién los asume, sino más bien el hecho los economistas se sentían satisfechos con dejar a los sociólogos y
de que el que toma las decisiones, sea quien sea, está considerando psicólogos sociales la tarea de demostrar que tal «capacidad» depen­
el futuro como justificación de sus acciones presentes. día a su vez de la clase social de la que los estudiantes provenían
Necesitamos tan sólo un supuesto adicional, a saber, que el que y, en especial, del nivel educacional alcanzado por sus padres. Puesto
toma las decisiones es una unidad de consumo en vez de un indivi­ que esta teoría de la demanda de consumo de educación anterior a
duo, para extender la analogía a la planificación familiar, e incluso 1960 nunca fue utilizada para explicar las tasas de asistencia a es­
ii las decisiones de casarse y divorciarse20. No nos sorprende hoy cuelas y universidades en el mundo real, no importa la formulación
el encontrar consideraciones del ciclo vital aplicadas a la teoría del concreta que adoptemos de la misma.
ahorro, pero antes de lo que Mary Jean Browman denominó correc­ La cuestión está en que la idea de que las ganancias no-obtenidas
tamente «la revolución del capital humano en el pensamiento econó­ constituye un elemento importante del coste privado de la escolari­
mico» surgida en la década de 1960, no era tan normal el tratar dad y que los estudiantes adoptan una visión de futuro respecto de
gastos tales como los servicios sociales de sanidad o educación como sus perspectivas de ganancias en el mercado de trabajo, hubiese sido
análogos a la inversión en capital físico; y, ciertamente, nadie soñaba rechazada como poco plausible en el período anterior a 1960, sobre
en aquellos días con encontrar un campo analítico común entre la la base de que los estudiantes carecen de la información necesaria
economía del trabajo y la economía de los servicios sociales. para hacer tales predicciones y de que se sabe que, en cualquier caso,
No hay, por tanto, duda alguna respecto de la genuina novedad la información disponible no es muy fiable. El programa de investi­
del «núcleo» del programa de investigación del capital humano. Ni gación del capital humano, por otro lado, al tiempo que considera
tampoco existe ninguna duda acerca de la riqueza de posibilidades también como dados los «gustos» y «capacidades» a que antes nos
de investigación que la adhesión a tal programa abre ante nosotros. hemos referido, subraya el papel de los ingresos presentes y futuros,
El «cinturón protector» del programa de investigación del capital
argumentando además que estos ingresos mostrarán variaciones a cor­
humano está repleto de «teorías» del capital humano, correctamente
to plazo mucho más amplias de lo que podría justificar la distribu­
designadas con tal palabra, y en realidad su lista es tan larga que
difícilmente podremos proporcionar aquí una relación exhaustiva de ción de los antecedentes familiares entre las sucesivas cohortes de
las mismas. Pero creemos que pocos teóricos del capital humano se estudiantes.
mostrarían en desacuerdo con la lista de las que hemos decidido La diferencia entre la visión antigua y la nueva es, pues, funda­
destacar aquí. mental, y los supuestos auxiliares que transforman el «núcleo» del
En el campo de la educación, la principal implicación teorética programa de investigación del capital humano en una teoría contras-
del programa de investigación del capital humano es que la demanda table de la demanda de educación adicional a la obligatoria son tan
de educación adicional a la legalmente obligatoria responde a las obvios que no requieren elaboración alguna; en efecto, a causa de
variaciones de los costes directos e indirectos privados de la escola­ las imperfecciones del mercado de capital los estudiantes no pueden
ridad, así como a las variaciones en los ingresos adicionales que pro­ financiar con facilidad los costes presentes de la escolaridad adicional
porcionan los años adicionales de escolaridad. La idea tradicional- con cargo a sus ingresos futuros; son perfectamente conscientes de
mente sostenida por los economistas antes de 1960 era la de que la los ingresos que dejan de obtener mientras están estudiando, y por
demanda de educación adicional a la obligatoria es una demanda de consiguiente demandan más escolaridad cuando se produce una ele­
un cierto tipo de bien de consumo y que, como tal, depende de los vación de las tasas de empleo de los jóvenes; las diferencias salariales
«listos dados, la renta familiar y el «precio» de la escolaridad en corrientes por años de escolaridad les proporcionan estimaciones bas­
forma de matrículas y pagos periódicos de la misma. Existía la com- tante fiables de las diferencias salariales que prevalecerán cuando
entren en el mercado de trabajo unos años después; etcétera. Además,
la teoría presenta dos versiones: pretende modestamente predecir la
•’° El programa de investigación del capital humano ha sido en realidad matrícula total de escolaridad no-obligatoria y, más ambiciosamente,
npllendo por Becker y otros a «la economía de la fam ilia». Véase, al respecto,
el m|>(tulo 14. predecir la matrícula en campos específicos de estudio dentro de la
254 L a m etodología de la economíá Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 255

educación superior, e incluso la asistencia a diferentes tipos de insti-» este criterio normativo no fue defendido con el mismo grado de con­
iliciones a nivel terciario. vicción por todos los defensores del programa de investigcación del
capital humano. Además, la llamada tasa social de rendimiento de la
inversión en educación ha de calcularse por fuerza exclusivamente
Individualismo metodológico con base a los valores pecuniarios observables; los rendimientos
no-pecuniarios de la educación, tales como las externalidades asocia­
Tal como fue formulado inicialmente por Schultz, Becker y Min- das con la escolaridad, vienen invariablemente asociados a juicios de
cer, el programa de investigación del capital humano estaba caracte­ valor cualitativos, y estos difieren de unos autores a otros (Blaug,
rizado por un individualismo metodológico, es decir, por la idea de 1972, págs. 202-05). Así pues, ocurría que las mismas tasas sociales
que todos los fenómenos sociales pueden y deben retrotraerse a sus de rendimiento de la inversión en educación generaban con frecuencia
fundamentos de comportamiento individual. Para Schultz, Becker y conclusiones diferentes respecto de la estrategia educacional óptima.
Mincer, la formación de capital humano se concibe típicamente como Por su carácter normativo, la exigencia de igualación de las tasas
realizada por individuos que actúan en defensa de sus propios inte­ de rendimiento de la educación no genera problemas de contrastación
reses 21. Esta es la forma natural de abordar fenómenos como la bús­ empírica. Desde el punto de vista de la Economía Positiva puede
queda de empleo y la emigración, pero tanto la sanidad como la resultar interesante preguntarse si los gobiernos asignan de hecho
educación, la recogida de información y la formación profesional, se los recursos de que el sistema educativo dispone de forma que se
encuentran hoy total o parcialmente bajo la responsabilidad de los igualen los rendimientos sociales a todos los niveles y tipos de edu­
gobiernos en muchos países. cación, pero pocos estudiosos del capital humano se comprometerían
La familiaridad con la educación y la medicina privadas, así como con una predicción precisa de resultados basada en dicho cálculo 72.
la casi total ausencia de sistemas gubernamentales de formación pro­ En ausencia de una teoría del comportamiento del gobierno que sea
fesional en el contexto norteamericano (al menos hasta 1968), sir­ generalmente aceptada, puede excusarse a los defensores del progra­
vieron de apoyo al razonamiento en términos del cálculo privado. ma de investigación del capital humano por su menosprecio de las
Allí donde, por el contrario, la sanidad y la educación están en gran implicaciones normativas de sus doctrinas. Desgraciadamente, parece
parte en manos del sector público, como ocurre en la mayor parte bastante difícil la contrastación de cualquier predicción positiva res­
de los países de Europa y del Tercer Mundo, nos sentimos tentados pecto de la demanda de educación no-obligatoria, a menos que se
a preguntar si el nuevo programa de investigación del capital humano tengan opiniones definidas acerca de las normas que guían el compor­
es también capaz de proporcionar una nueva normativa para la actua­ tamiento gubernamental en el campo de la educación. El mundo real
ción gubernamental. En el terreno de la educación, en cualquier caso, nos proporciona pocos ejemplos de países en los que la demanda de
el programa de investigación del capital humano sí que proporcionó educación no-obligatoria no se vea limitada por el número de plazas
un nuevo criterio de inversión social: los recursos han de ser asigna­ que los gobiernos deciden proporcionar. Al contrastar las predicciones
dos a años de escolaridad y niveles de educación de forma que se respecto de la demanda privada nos encontramos, por tanto, con­
iguale la tasa marginal de rendimiento «social» de la inversión en trastando al mismo tiempo predicciones acerca de la función de oferta.
educación, y yendo un paso más adelante, este rendimiento igualado
de la inversión en educación no debería ser menor que el rendimiento ® Igualmente, resulta interesante preguntarnos qué impacto tiene la educa­
que proporcionan las inversiones privadas alternativas. Sin embargo, ción sobre el crecimiento económico, independientemente de las motivaciones
que subyacen a la provisión de escolaridad formal. E l intento de dar respuesta
21 N ótese que el énfasis que se hace sobre las elecciones individuales es la a esta pregunta constituyó el centro motivacional de la literatura que brotó en
quintaesencia del programa de investigación del capital humano. Se ha dicho los prim eros años de la década de 1960 en torno a la contabilidad del creci­
que la educación mejora la eficiencia de la asignación de recursos, tanto en el miento, pero recientes dudas surgidas acerca del concepto de función de pro­
campo de la producción como en el del consumo, que acelera el progreso téc­ ducción agregada han acabado virtualmente con el interés de los economistas
nico, que eleva la tasa de ahorro, que reduce la tasa de natalidad y que afecta por esta cuestión: véase N elson (1973), pero también Denison (1974). Retros­
tanto al nivel como a la naturaleza de la criminalidad (véase Ju ster, 1975, pectivamente, parece dudoso, en cualquier caso, si el tipo de contabilización
capítulos 9-14). Pero a menos que estos efectos estimulen a los individuos a del crecimiento emprendido por Denison tiene en realidad algo que ver con
demandar educación adicional, no tendrán nada en absoluto que ver con el las cuestiones cruciales que la teoría del capital humano se plantea (Blaug,
programa de investigación del capital humano. 1972, págs. 99-100).
256 L a m etodología de la economía II; Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 257

Para conceder realmente su oportunidad al programa de investiga­ dizaje fuera del propio puesto de trabajo y fuera de la fábrica es
ción del capital humano tendríamos que referirnos a sistemas abiertos otra categoría de la «formación profesional»). Por lo demás, el énfa­
de educación superior, como los que existen únicamente en los Esta­ sis de Becker sobre la formación profesional como resultado de una
dos Unidos, Japón, la India y Filipinas. elección ocupacional por parte de los trabajadores parecía ignorar
Estos comentarios ayudarán sin duda a explicar por qué casi la complejas cuestiones referentes a la oferta de formación profesional
totalidad del trabajo empírico referente a la demanda de educación por parte de las empresas que disponen de «mercados de trabajo
se ve confinado a los Estados Unidos. De todos modos, incluso res­ internos» bien desarrollados. Con todo, difícilmente podrá sostenerse
pecto de este país, resulta sorprendente la poca atención que se ha que el enfoque del capital humano en cuanto a la formación profe­
dedicado de hecho a la explicación de la demanda privada de educa­ sional haya sido sometido alguna vez a una contrastación empírica
ción. Casi nada estimulante se hizo en este terreno hasta 1970, e decisiva.
incluso hoy la demanda de educación sigue siendo un tema que sor­ El tema de las migraciones genera dificultades similares en cuanto
prende por el abandono en que ha quedado dentro de la vasta litera­ a la evaluación de su grado de éxito o fracaso. Existe una rica litera­
tura empírica que ilustra «1 enfoque del capital humano. tura económica y sociológica acerca de las migraciones geográficas
Pasemos ahora de la educación escolar formal a la formación que nos viene desde el siglo xxx, e incluso del xvm , a la que el en­
profesional. Casi desde el principio, el programa de investigación del foque del capital humano añade bien poco excepto un pronunciado
capital humano se preocupó del fenómeno de la formación profesional énfasis en el papel de las disparidades geográficas de las rentas reales.
tanto como del de la educación general. La distinción fundamental No hay duda de que los trabajos empíricos recientes sobre las migra­
de Becker entre formación profesional específica y generalizada ge­ ciones se han visto profundamente influidos por consideraciones de
neró la sorprendente predicción de que los propios trabajadores se capital humano, pero no se puede hacer una evaluación clara y pre­
pagan su formación profesional vía unos ingresos reducidos durante cisa del estatus empírico del programa de investigación del capital
el período de aprendizaje (véase capítulo 9), contradiciendo así la anti­ humano en el campo de la migración (véase, sin embargo, Green-
gua idea marshalliana de que el mercado competitivo no proporciona wood, 1975).
estímulos adecuados para que los patronos ofrezcan niveles óptimos Nos queda, pues, por examinar la sanidad, la búsqueda de em­
de formación en el propio puesto de trabajo. Las predicciones sobre pleo y las redes de información laboral. La virtual explosión de la
la demanda de formación profesional se adecuaban perfectamente a las economía de la sanidad en años recientes y los desarrollos consegui­
predicciones referentes a la demanda de educación, ya que la educa­ dos en la teoría de la búsqueda de empleo en los mercados de tra­
ción escolar es un ejemplo perfecto de formación profesional general; bajo, o «los fundamentos microeconómicos de la teoría del empleo»,
en realidad, el modelo de Becker tiene la virtud de que predice correc­ tienen ambos sus raíces en el programa de investigación del capital
tamente que los patronos rara vez pagarán directamente la educación humano. En cualquier caso, éstas se convirtieron pronto en áreas
escolar adquirida por sus empleados, un fenómeno observado con independientes de investigación que hoy no mantienen gran relación
generalidad en el mundo real y que no había sido explicado por nin­ con «la revolución que la inversión en capital humano generó en el
gún programa de investigación alternativo (excepto, quizás, por el pensamiento económico». Por tanto, no examinaremos estas áreas
marxista). aquí (pero ver Culyer, Wiseman y Walker, 1977; Santomero y Sea-
La distinción entre dos tipos de aprendizaje adicional al obliga­ ter, 1978, págs. 518-25).
torio llevó pronto a una fructífera discusión en torno a la medida
en la cual la formación revierte o no totalmente en los trabajadores
individuales, pero en general no logró inspirar trabajos empíricos Contenido del programa
nuevos sobre la formación de la mano de obra en la industria (Blaug,
1972, págs. 191-99). En parte, esto podía explicarse por las dificul­ Si tomamos todos estos temas conjuntamente, el programa apa­
tades inherentes que encontramos al tratar de distinguir el aprendi­ rece como una explicación casi total de los determinantes de los
zaje sin costes en el propio puesto de trabajo, tanto del aprendizaje ingresos provenientes del empleo, que predice inversiones en forma­
informal en el propio puesto de trabajo como del aprendizaje formal ción de capital humano decrecientes con la edad y, por consiguiente,
fuera del propio puesto de trabajo pero en la propia fábrica (el apren­ perfiles de ingresos a lo largo de la vida que son cóncavos hacia
258 L a metodología de la economía P írre I I I . Evakiae-.ÓQ mecodológici del p to g rim * de mves ugraaon 25^

abajo. Sin duda el grueso de los trabajos empíricos inspirados en el i «falsacionismo ingenuo». Lo que se requiere para eliminar un pro­
marco conceptual del capital humano ha adoptado la forma de regre­ grama científico de investigación es, ante todo, una repetición de
siones de los ingresos de los individuos sobre variables tales como; refutaciones; se requiere, en segundo lugar, una molesta proliferación
las capacidades innatas, el sustrato familiar, el lugar de residencia, los de ajustes ad hoc destinados a evitar tales refutaciones, y en tercer
años de escolaridad, los años de experiencia profesional, el estatus lugar un programa rival que proponga explicar la misma evidencia
ocupacional y similares — la llamada función de ingresos. por medio de un marco teórico diferente pero igualmente poderoso.
Resulta a veces difícil saber exactamente qué hipótesis es la que Es posible que este rival del programa de investigación del capital
se está contrastando en todas estas investigaciones, aparte de la de humano haya hecho ya su aparición: se le conoce con el nombre de
que la escolaridad y la experiencia profesional son factores más im­ hipótesis del mecanismo-espejo (screening hypothesis) o credencia-
portantes que las capacidades innatas y el sustrato familiar. La expe­ lismo (credentialism), y se relaciona en alguna de sus versiones con
riencia profesional ha quedado a su vez reducida a la formación de la nueva teoría del mercado dual de trabajo o de la segmentación
capital humano, argumentando que los individuos tienden a invertir del mercado de trabajo. Sus orígenes provienen de la teoría de la
en sí mismos después de terminar sus años escolares por medio de toma de decisiones en condiciones de incertidumbre, y su impacto
la elección de ocupaciones que prometen una formación de tipo gene­ se deriva del descubrimiento de que el proceso de contratación de
ral; al hacerlo así, aceptan una reducción de sus ingresos de partida trabajadores es simplemente una especie de un género más amplio,
por debajo de las oportunidades alternativas que se les ofrecen, a a saber, el problema de seleccionar compradores o vendedores en
cambio de ingresos futuros más elevados a medida que su formación presencia de una información inadecuada respecto de sus caracte­
empieza a rendirles. En resumen, la tasa a la que los ingresos se rísticas.
elevan con los años de experiencia profesional es, en sí misma, una
cuestión de elección individual. Desgraciadamente, resulta imposible
en la práctica separar los efectos de tales inversiones posescolares de La hipótesis del mecanismo-espejo («screening hypothesis»)
la inversión normal en escolaridad formal, a menos que se suponga
que todas las tasas de rendimiento de las inversiones escolares y De acuerdo con la teoría del capital humano, el mercado de tra­
posescolares se igualan en el margen. La evidencia es aplastante, sin bajo es capaz de absorber continuamente trabajadores con crecientes
embargo, en el sentido de que las tasas de rendimiento de los dife­ niveles de educación, siempre que los ingresos específicos que la edu­
rentes tipos de capital humano no se igualan de hecho, o dicho de cación proporciona sean flexibles a la baja. Puesto que el nivel de
otro modo, en el sentido de que nunca se alcanza en la práctica el educación que se exige para cada puesto de trabajo no es una cons­
equilibrio en los mercados de capital humano. Con todo, sigue siendo tante técnica, sino una variable de decisión, importa poco el que
cierto que, hasta hoy, hemos tenido que conformarnos con tasas de los trabajadores mejor educados sean absorbidos en ocupaciones de
rendimiento de la formación de capital humano que son en realidad ingresos bajos o en el mismo puesto de trabajo que antes con ingre­
una media de las tasas de rendimiento de la escolaridad formal y de sos menores, con tal de que los ingresos medios por puesto de tra­
Ins tasas de rendimiento de diferentes modalidades de formación bajo sigan siendo los mismos; el mecanismo funciona tanto en el caso
profesional. en que los sueldos y salarios vienen determinados por las caracte­
F.n resumen, podemos decir que el programa de investigación del rísticas del puesto de trabajo como en el caso en que aquéllos vengan
<npital humano ha desplegado una fecundidad realmente asombrosa, determinados por las características de los trabajadores. En cualquier
que ha generado nuevos proyectos de investigación en casi todas las caso, existe suficiente variabilidad de los ingresos dentro de cada
rumas de la Economía. De todos modos, una revisión de sus logros ocupación como para sugerir que ambos efectos se dan simultánea­
li nt» el momento nos muestra que el programa no se encuentra por mente; además, las ocupaciones pueden ser rediseñadas, de forma
el momento bien corroborado en el sentido popperiano (Blaug, 1976; que quede destruida cualquier base de comparación entre los puestos
Rosen, 1977). Esta no es razón, por supuesto, para abandonar el de trabajo antiguos y los nuevos. En resumen, nada más ajeno del
programa de investigación del capital humano. El creer que los pro- programa de investigación del capital humano que la idea de que
urutnas de investigación se abandonan en el momento en que nos los requerimientos educacionales de los diferentes puestos de trabajo
rnmntramos con una refutación de los mismos es caer víctimas del vienen técnicamente determinados.
260 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 261

Estos mercados de trabajo autorregulados pueden o no funcionar plicar los de los empleados veteranos. En efecto, los ingresos no sólo
establemente, en el sentido de que mantengan la demanda de mano presentan una alta correlación con los años de escolaridad, sino tam­
de obra educada continuamente en línea con su oferta, pero lo que bién con los años de experiencia profesional, y un patrono tendrá
es seguro es que no funcionarán en absoluto a menos que los patro­ oportunidades sobradas de evaluar el comportamiento y rendimiento
nos prefieran los trabajadores más educados a los menos educados, de un trabajador veterano en la empresa de forma independiente, y
manteniéndose todo lo demás constante. El programa de investiga­ no necesitará seguir considerando basando su juicio en las cualifi­
ción del capital humano no nos dice nada acerca de por qué debería caciones educacionales del mismo. Además, la evidencia sugiere que
existir tal tendencia persistente en las preferencias de los empresa­ la correlación existente entre ingresos y años de escolaridad aumenta
rios: puede ser porque los trabajadores educados poseen capacidades de hecho durante los primeros diez o quince años de experiencia pro­
cognoscitivas que son escasas, puede ser porque poseen rasgos desea­ fesional, hecho que no resulta fácil de explicar por medio de esta
bles de personalidad tales como la confianza en sí mismos y el deseo versión débil de la hipótesis del mecanismo-espejo (véase Blaug, 1976,
de triunfar, y puede ser porque muestran un acoplamiento mejor a página 846).
las reglas organizativas. Pero cualquiera que sea la razón que expli­ Sin embargo, existe una versión más sofisticada del credencialis­
que dicha preferencia, sigue siendo cierto que todos estos deseables mo, que supera estas dificultades añadiendo la consideración de que
atributos no pueden conocerse con certeza en el momento en que el comportamiento laboral se juzga normalmente dentro de las em­
se realiza la contratación del trabajador. El patrono se encuentra, por presas a nivel de departamento. Cada departamento, jerárquicamente
tanto, enfrentado con un problema de selección: dadas las dificulta­ organizado, opera dentro de su propio «mercado interno de trabajo»,
des de predecir fiablemente el comportamiento futuro de los aspi­ cuya principal función consiste en mantener la producción frente a
rantes a un empleo, se sentirá tentado a considerar las cualificaciones las variaciones impredecibles de la demanda, al tiempo que se mini­
educacionales como un mecanismo-espejo que le permita distinguir mizan los costes del movimiento interno de mano de obra para la
entre los nuevos trabajadores en términos de sus respectivas habili­ empresa en su conjunto. En consecuencia, los departamentos funcio­
dades, motivaciones para triunfar y posiblemente orígenes familiares, nan con suficiente flexibilidad en sus plantillas como para permitir
es decir,''en términos de los rasgos de su personalidad más que de que cada nuevo contratado tenga asegurada una secuencia definida
sus capacidades cognoscitivas; estas últimas se adquieren en gran de promociones a lo largo de su vida profesional. De esta forma, ese
parte en la formación en el propio puesto de trabajo, y los patronos tipo de discriminación estadística basada en los títulos formales que
se preocupan, por tanto, principalmente, de seleccionar a los aspi­ opera en la determinación de los sueldos de partida en la versión
rantes a un determinado puesto de trabajo en función de su capacidad débil del credencialismo, se extiende a los ingresos de toda la vida
para absorber el aprendizaje. Puede que ésta no sea toda la historia, activa. Esta argumentación se refuerza por medio de la introducción
pero es ciertamente una buena parte de ella. Si esto es así, la corre­ de diversos factores «institucionales», tales como la tendencia de los
lación observada entre los ingresos y los años de escolaridad, que empresarios monopsonistas a compartir con los trabajadores los cos­
figura de forma tan prominente en los escritos de los teóricos del tes de la formación profesional específica, la respuesta retardada de
capital humano, puede ocultar una correlación más fundamental en­ las empresas a las contracciones cíclicas, los efectos de la contrata­
tre la escolaridad y los atributos que caracterizan a la capacidad de ción colectiva sobre la tendencia a la sustitución de trabajadores me­
asimilar el aprendizaje. La contribución de la educación al crecimiento nos educados por otros más educados, y el fenómeno del credencia­
económico consiste, por tanto, simplemente en proporcionar un me­ lismo de los vendedores, por el que las asociaciones profesionales
canismo de selección a los patronos, y así queda abierto el camino presionan en favor de exigencias educativas más amplias en las leyes
para considerar la cuestión de si la escolaridad formal constituye en estatales sobre licencias.
realidad el mecanismo de selección más eficiente que podríamos uti­ La teoría del credencialismo, especialmente en su versión más
lizar para tal fin. Esta es la llamada hipótesis del mecanismo-espejo sofisticada, parece rendir implicaciones radicales respecto de la polí­
o teoría del credencialismo, que, de una forma u otra, ha sido ex­ tica educativa, ya que sugiere, por ejemplo, que no es probable que
puesta por un gran número de autores (véase Blaug, 1976, pág. 846). la expansión educativa tenga mucho impacto sobre las diferencias de
Esta tesis da lugar a la objeción de que explica con facilidad ingresos, puesto que el aumento del flujo de graduados escolares
los sueldos de partida, pero encuentra grandes dificultades para ex­ tendrá simplemente el efecto de elevar las exigencias de los patro­
262 L a metodología de la economía
Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 263

nos; los graduados escolares habrán empeorado su posición en térmi­


bio de la perspectiva de unos ingresos futuros más elevados, supone
nos absolutos, pero igualmente la habrán empeorado los universita­
tan sólo que la asociación escolaridad-renta no es una asociación
rios y, por consiguiente, las diferencias de ingresos debidas a la edu­
espúrea. Como tal, ésta es plenamente consistente con el enfoque
cación seguirán siendo más o menos las mismas. Sin embargo, no
del mecanismo-espejo, que afirma que las escuelas no hacen sino
hay nada en esta argumentación que sea incompatible con la teoría
identificar habilidades preexistentes y que las habilidades que el mer­
del capital humano. La cuestión que nos ocupa es si este aumento de
cado valora son producidas en las escuelas». Si la diferencia entre
las exigencias de contratación puede continuar indefinidamente, lo
ambas explicaciones consiste, en realidad, en averiguar si las escuelas
cual implicaría que los licenciados universitarios serían sustitutos
producen aquellos atributos que los patronos valoran o si meramente
perfectos de los graduados escolares y éstos sustitutos perfectos de los identifican, la evidencia empírica que podría distinguir entre am­
los que sólo tienen estudios primarios y que, por tanto, el sistema edu­ bas sera posiblemente evidencia referida a lo que realmente ocurre
cativo es simplemente un mecanismo clasificatorio arbitrario. Incluso dentro de las aulas. Sin embargo, los dos bandos ie han dedicado a
en esta versión extrema del credencialismo, seguimos utilizando una investigar con datos de mercado que permitiesen derrotar al adver­
explicación de la demanda de escolaridad que es la misma que la sario, cuando, con toda probabilidad, ninguna contrastación sobre la
proporcionada por la teoría del capital humano: la utilización de las
que ocurre en el mercado podrá discriminar entre la explicación del
credenciales educativas como mecanismo-espejo por parte de los pa­
mecanismo-espejo y la del capital humano, porque la cuestión no está
tronos creará un incentivo en los empleados a producir aquellas «se­
en si la escolaridad explica los ingresos o no, sino en por qué los
ñales» que maximicen la probabilidad de ser elegidos, es decir, la explica.
posesión de una adecuada cualificación educativa, y este incentivo
Sería difícil encontrar un ejemplo mejor de la diferencia existente
quedará incorporado a la tasa privada de rendimiento de la inversión
entre la mera predicción de un resultado y su explicación por medio
en educación. de un mecanismo causal convincente. Para ciertos propósitos, esta
Si los licenciados universitarios no son sustitutos perfectos de diferencia carece de importancia, pero para otros resulta vital. Ade­
los graduados escolares, y así sucesivamente a lo largo de la escala
mas, la extendida creencia de que el examen del funcionamiento
descendente, existirá un rendimiento social genuino de la inversión
interno de instituciones económicas tales como las empresas y los
en educación y no sólo un rendimiento privado de la misma. En tal sistemas educativos no es asunto del economista, combinada con
caso, lo que la teoría del credencialismo implica es la acusación de los escrúpulos que con frecuencia se sienten ante la posibilidad de
que los teóricos del capital humano han estado midiendo una variable
excederse de lo que es el campo propio de la Economía, pueden
equivocada, ya que la tasa social de rendimiento de la inversión en
resultar decisivas para cortar el camino hacia la genuina explicación
educación es una tasa de rendimiento de un mecanismo de selección
de una correlación observable como la examinada aquí entre la edu­
ocupacional concreto y no el rendimiento de los recursos invertidos cación y los ingresos profesionales.
rn la mejora de la calidad de fuerza de trabajo. Sin embargo, ningún
Entre tanto, nos quedamos con la incómoda sensación de que los
defensor del credencialismo ha conseguido hasta el momento cuan-
defensores del credencialismo se contentan en gran medida con veri­
tilicar la tasa social de rendimiento entendida en este sentido. ficar su teoría apuntando a la «inflación educacional», sin compro­
La hipótesis del mecanismo-espejo es claramente mucho menos meterse en absoluto con predicción alguna que pudiese falsearla.
iimbiciosa que el programa de investigación del capital humano, ya
Lo fundamental de una teoría contrastadle es que defina estados de
que no nos dice nada acerca de la sanidad ni de las migraciones geo- cosas que no puedan darse si la teoría es cierta. Resulta a veces difí­
Hiáficas. Es también obvio que dicha hipótesis centra su atención
cil imaginar qué estados de cosas son los que el credencialismo ex­
Robre el lado de la demanda del mercado de trabajo, mientras que
cluye, especialmente cuando los credencialistas han evitado cuidadosa­
rl programa de investigación del capital humano tiene mayor fuerza,
mente hasta el momento cualquier investigación sobre las «funciones
en la medida en que la tiene, por el lado de la oferta. Así, puede muy
de producción de educación». Pero esto no significa que el debate se
bien ser cierto que los dos programas de investigación funcionen como reduzca simplemente a una tempestad en un vaso de agua. Lo que
complementarios y no como sustitutivos. En realidad, Finis Welch
está en juego es la cuestión de si el mercado de trabajo genera o no
( l ‘>75, pág. 65) ha observado que «la idea fundamental del capital
señales privadas percibibles por los individuos, que sean totalmente
humano, que es la de la renta corriente que deja de percibirse a cam­ diferentes de las señales sociales. El debate se centra sobre el signi­
264 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 265

ficado de la tasa social, más que privada, de rendimiento de la inver­ zado a atacar la cuestión de las diferencias de ingresos entre trabaja­
sión en capital humano. En este sentido, la argumentación se refiere dores y no consigue por tanto competir con la teoría del capital
a valores normativos: ¿Queremos seleccionar a los individuos en el humano en su propio terreno.
mundo del trabajo por medio de sus credenciales educativas? De no Quedamos, pues, condenados a juzgar el programa de investiga­
ser así, por supuesto que la tarea de establecer otros mecanismos ción del capital humano fundamentalmente en sus propios términos,
para la selección de trabajadores y su asignación a los diferentes lo cual es imposible estrictamente hablando — incluso el programa
puestos de trabajo no se encontrará más allá de las posibilidades del de investigación basado en la idea de que la tierra es plana no sal­
ingenio humano, pero, como ocurre con tanta frecuencia con los pro­ dría tan mal parado, caso de ser juzgado únicamente en sus propios
blemas normativos, nos encontramos aquí con una cuestión positiva términos— . Existen razones para pensar que el programa de investi­
que resolver previamente, a saber: ¿Cuál es el grado de eficiencia gación del capital humano se encuentra hoy en una situación bastante
del sistema educativo en la asignación de trabajadores a los diferentes crítica: a) porque su explicación de la demanda privada de educación
puestos de trabajo? Antes de unirnos a Ivan Illich en su Deschooling aún está en espera de ser adecuadamente corroborada; b) porque
Society (1971) (Desescolarizar la sociedad), deberíamos tratar de res­ ofrece consejo sobre la oferta de educación, pero ni siquiera aborda
ponder a dicha cuestión. una explicación del esquema de financiación de la educación, ni tam­
poco de la propiedad pública de escuelas y universidades que obser­
vamos en la realidad; c) porque su explicación de la formación adi­
Evaluación final cional posescolar sigue prestando menor atención de la debida al
papel del aprendizaje gratuito por la práctica conseguido por el sim­
El propósito de nuestra discusión consistía en preguntarnos: ¿Es ple paso del tiempo, por no mencionar los estímulos organizativos
«progresivo» o «degenerado» el programa de investigación del capi­ de los «mercados internos de trabajo»; d) porque sus cálculos sobre
tal humano? Ahora que hemos realizado una breve revisión de la tasas de rendimiento muestran una y otra vez amplias diferencias de
evolución de dicho programa durante la ultima década, ¿nos encon­ rendimiento entre los diferentes tipos de inversiones en capital hu­
tramos o no más cerca de poder responder a aquella pregunta? mano, mientras que su explicación de la distribución de ingresos
La evaluación de un PCI nunca puede ser absoluta, ya que los sigue suponiendo, no obstante, que todas las tasas de rendimiento
programas de investigación sólo pueden ser juzgados en relación con de la formación de capital humano se igualan en el margen. Y, por
sus programas rivales que tratan de explicar el mismo conjunto de último, peor aún, es su persistente recurso a supuestos auxiliares
problemas. Sin embargo, el programa de investigación del capital ad hoc para explicar cada resultado «perverso» que se observa, re­
humano carece de verdaderos rivales que abarquen un campo apro­ curso que culmina en una cierta tendencia a volver una y otra vez
ximadamente similar al suyo. Las teorías al uso, estáticas, del com­ sobre los mismos cálculos con nuevos conjuntos de datos, cosa que
portamiento del consumidor y de la empresa maximizadora de bene­ resulta un signo típico de degeneración en cualquier programa cien­
ficios proporcionan alguna explicación de fenómenos tales como la tífico de investigación.
matriculación en escuelas y la formación profesional en el propio Al mismo tiempo, hemos de reconocer los méritos cuando éstos
puesto de trabajo, pero son totalmente incapaces de explicar la par­ existen. El programa de investigación del capital humano se ha ale­
ticipación conjunta de patronos y trabajadores en los costes de adqui­ jado gradualmente de algunas de sus formulaciones primeras e inge­
sición de la formación profesional. La sociología clásica proporciona nuas, y ha atacado con denuedo el estudio de ciertos temas tradi­
ciertamente explicaciones alternativas de la correlación existente en­ cionalmente poco tratados en Economía, tales como el tamaño y la
tre educación e ingresos; y las teorías cuasipsicológicas de los merca­ distribución de la renta personal. Además, este programa nunca ha
dos de trabajo duales o segmentados pisan, sin duda, terreno acotado perdido completamente de vista su propósito original de demostrar
por los teóricos del capital humano. La dificultad con que nos en­ que existe una amplia gama de fenómenos del mundo real aparen­
contramos aquí es la falta de precisión en la formulación de hipótesis temente desconectados entre sí, pero que son resultado de un es­
y, en especial, la falta de compromisos con hipótesis falsables dife­ quema definido de decisiones individuales, que tienen en común el
rentes de las incluidas en el programa del capital humano. El pro­ rasgo de renunciar a ingresos en el presente en favor de la expectativa
grama marxista de investigación, por otro lado, justamente ha empe­ de unos ingresos futuros. Al hacerlo así, este programa descubrió
266 L a metodología de la economía Capítulo 14
hechos nuevos, tales como la correlación existente entre la educación LA NUEVA ECONOMIA DE LA FAMILIA
y los ingresos de edades concretas, que han abierto ante nosotros
áreas totalmente nuevas de investigación en Economía. El que este
ritmo pueda o no mantenerse en el futuro es por supuesto algo hipo­
tético, pero hay que destacar que la hipótesis del mecanismo-espejo
surgió primeramente en los escritos de los dedicados al programa de
investigación del capital humano, y que hasta el momento los traba­
jos empíricos más fructíferos de que disponemos para la contrasta­
ción de las hipótesis credencialistas siguen surgiendo de entre las
filas de los simpatizantes de la teoría del capital humano, y no de
las de sus enemigos.
Nada más fácil que predecir la evolución futura de la investiga­
ción científica — y nada más fácil también que equivocarse en dicha
predicción— . En cualquier caso, permítaseme arriesgarme en este
terreno. Con toda probabilidad, el programa de investigación del ca­
pital humano nunca llegará a morir del todo, pero irá desapareciendo
gradualmente al ser absorbido por una nueva teoría de la señalización,
la teoría de cómo profesores y estudiantes, patronos y empleados, y
en realidad compradores y vendedores de todo tipo, se seleccionan
mutuamente cuando sus atributos personales tienen importancia res­ Funciones de producción de la unidad familiar
pecto del objetivo de completar una transacción, y en el caso en que
la información sobre esos atributos que cuentan esté sujeta a incer- La teoría de Chicago sobre la familia maximizadora, denominada
tidumbre. Con el tiempo, la hipótesis del mecanismo-espejo será con­ a veces nueva economía de la- familia, nos proporciona nuestro último
siderada como la que marcó el punto de inflexión en la «revolución ejemplo específico de la aplicación de los principios metodológicos
del capital humano en el pensamiento económico», un punto de in­ en Economía. A partir del artículo que Gary Becker dedicó en 1965
flexión hacia un enfoque más rico y aún más completo de las elec­ a la asignación del tiempo, y de un trabajo anterior de Jacob Mincer
ciones secuenciales de los individuos durante su ciclo vital. y Becker sobre las tasas de fertilidad, formación de capital humano y
tasas de participación de las mujeres casadas en la fuerza de trabajo,
se ha ido desarrollando un amplio programa de investigación que
proporciona una interpretación unitaria a la totalidad de las diversas
actividades, de mercado y ajenas a él, de las familias: la decisión
inicial de casarse, la decisión de tener hijos, la división de las tareas
caseras entre el esposo y la esposa, la medida de su participación en
el mercado de trabajo, e incluso la decisión final de disolver el vínculo
matrimonial por medio del divorcio.
La teoría tradicional considera a la familia como una unidad de
consumo individual que maximiza una función de utilidad definida
en términos de los bienes y servicios que se intercambian en el mer­
cado. La nueva economía de la familia, por el contrario, considera
a la familia como una unidad multipersonal de producción, que ma­
ximiza una función de producción cuyos factores de producción son
Jas mercancías que el mercado ofrece y el tiempo, las habilidades
y los conocimientos de los diferentes miembros de la familia. El re­
267 '
268 L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 269

sultado de este nuevo enfoque no consiste solamente en una amplia­ no-especificadas de los gustos en el tiempo y las diferencias no-espe-
ción de los instrumentos normales de la Microeconomía a problemas cificadas de gustos entre los individuos pueden explicar, como sabe­
normalmente asignados al dominio de la sociología, la psicología so­ mos, casi cualquier comportamiento que podamos observar en la
cial y la antropología social, sino que implica también la transforma­ práctica. Por consiguiente, el nuevo programa de investigación de
ción de la explicación tradicional del comportamiento del consumi­ la Economía de la Familia toma su punto de partida en una «heurís­
do r23. Al igual que en la teoría de las características de Lancaster tica negativa»: de gustibus non est disputandum (sobre gustos no
(véase capítulo 6), esta nueva teoría postula que los consumidores hay nada escrito). Expresándola positivamente, esta heurística afirma
maximizan la utilidad atribuible a los bienes, y que dicha utilidad que «el comportamiento humano generalizado y/o persistente puede
depende de muchas más cosas que las cantidades consumidas de los ser explicado por medio del cálculo general del comportamiento ma­
bienes; así, los consumidores no maximizarán, por ejemplo, la can­ ximizador de la utilidad, sin necesidad de introducir la cualificación
tidad de viajes que hacen, sino que considerarán más bien los distin­ de que “ los gustos permanecen constantes” (Stigler y Becker, 1977,
tos atributos de la actividad de viajar (rapidez, costes, comodidad, página 76; también Becker, 1976, págs. 5, 7, 11-12, 133 y 144).
etcétera), de forma que las diferentes formas de viajar se convertirán La razón por la que se postula el supuesto de funciones de prefe­
en factores de la producción por parte de la familia del bien deseable rencias estables y uniformes es, por tanto, francamente metodológica,
«viajes». En realidad, habrá que introducir ahora el tamaño, estruc­ y está destinada a generar predicciones falsables definidas respecto
tura de edad, educación, raza, ocupación y otras medidas del estatus del comportamiento así como a evitar, siempre que ello sea posible,
socioeconómico familiar como variables explicativas del consumo de explicaciones ad hoc basadas en variaciones de los gustos, diferencias
la familia, además de las variables tradicionales tales como el precio en los mismos, ignorancia y comportamientos neuróticos o impulsi­
y la renta, y dicha introducción se hará vía sus efectos sobre los vos. Podría parecer, por tanto, que el programa de investigación de
precios-sombra de los servicios producidos por la familia. Chicago está firmemente comprometido, en una medida en que pocos
Este nuevo programa de investigación vendrá equipado con un programas de investigación económica lo están, con las normas me­
nuevo «núcleo». No hay nada de nuevo en la adhesión de este pro­ todológicas establecidas por Karl Popper. Aunque sólo fuese por
grama al individualismo metodológico, o a la idea racionalista de esta razón, el programa merece nuestra atención.
que todas las decisiones familiares, incluida la decisión misma de cons­ Sin embargo, este no es el momento ni el lugar para emprender
tituir una familia, son el resultado de una ponderación consciente una evaluación a fondo del modelo de producción familiar de Chicago.
de alternativas. Pero lo que sí es nuevo es la exclusión del uso de las Sus líneas generales están claras, pero gran parte de sus detalles
hipótesis generales que afirman que los gustos cambian con el tiem­ requieren mayor elaboración; la crítica del mismo acaba de empe­
po y que éstos difieren entre las distintas personas. Las variaciones zar24, y, sin discusión crítica, no es posible juzgar adecuadamente
los puntos fuertes y las debilidades de un programa de investigación
23 E n palabras de Becker (1976, pág. 169): « L a teoría tradicional del con­ incipiente; además, una evaluación adecuada del mismo requeriría
sumidor es esencialmente una teoría del consumidor individual, y es casi estéril, la consideración de explicaciones sociológicas y antropológicas alter­
aunque no lo sea totalmente (el importante teorema [sic] de las curvas de nativas del comportamiento familiar, lo cual nos llevaría a adentrar­
demanda de pendiente negativa lo salva de la esterilidad total). E n contraste,
la nueva teoría del consumidor es una teoría referente a una familia de varios
nos demasiado en territorio poco explorado. Me limitaré, por tanto,
miembros con funciones de utilidad interdependientes, y se centra sobre la a hacer algunos comentarios polémicos sobre el trabajo de Becker, que
coordinación e interacción entre los miembros respecto de las decisiones refe­ quizás resulten estimulantes para el lector y le empujen a estudiar
rentes a los hijos, el matrimonio, la división del trabajo relativa a las horas
trabajadas y a las inversiones en capacitación para actividades de mercado ajenas 24 Pero véase Leibenstein (1974; 1975), Keeley (1975) y Fulop (1977), todos
al mercado, la protección de sus miembros contra el azar, las transferencias los cuales tratan únicamente la teoría del comportamiento relativo a la fertilidad,
intergeneracionales entre sus miembros, etc. . . . L os economistas se encuentran, como una rama del nuevo programa de investigación. Leibenstein (1974, pági­
por tanto, en el inicio de su tarea de atribuir a la familia ese papel dominante nas 463, 466 y 468-69) hace algunos comentarios interesantes sobre las diversas
en la sociedad que tradicionalmente le han atribuido los sociólogos, antropólo­ posiciones metodológicas de los diferentes miembros de la Escuela de Chicago,
gos y psicólogos. Mientras que la teoría de la empresa no es hoy básicamente pero pierde la razón que podía tener al negar que la capacidad predictiva sea
diferente de lo que era hace treinta años, la teoría del consumidor ha dejado la contrastación decisiva de la validez de una teoría (1975, pág. 471). Véase
de ser un campo estéril dentro de la Economía para transformarse en una de también Ferber y Birnbaum (1977), la única crítica hasta la fecha que trata de
sus áreas más estimulantes y prom etedoras.» considerar la totalidad de la nueva Economía de la Familia.
11o L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 271

Im nueva Economía de la Familia y a formarse su propio juicio al generar esta implicación conocida y contrastada. De nuevo, esta con­
rr«pecto. clusión depende críticamente de lo que supongamos, tanto respecto
de la forma que adopte la función de utilidad del donante como de
la forma en que el bienestar del beneficiario entre como argumento a
I n ndhocicidad formar parte de dicha función.
Asimismo, por mencionar un último punto, Becker no puede
( .orno hemos dicho, Becker se manifiesta decidido a minimizar obtener algunas de las implicaciones de su teoría del crimen, por
Iiin estratagemas inmunizadoras, como las denomina Popper, y en ejemplo, la de que la fuerza disuasoria de la posibilidad de ser des­
«••.pedal a evitar el recurso a explicaciones ad hoc cada vez que la cubiertos es mayor para los criminales que la de la severidad del
teoría queda contradicha por las observaciones. En cualquier caso, es castigo una vez convictos, sin necesidad de recurrir a supuestos arbi­
torprendente la frecuencia con que, de hecho, recurre a supuestos trarios respecto de la preferencia que los criminales muestran por
■i.l hoc, con objeto de obtener implicaciones contrastables. Por ejem­ el riesgo (págs. 48-9). En otras palabras, el propio método de análi­
plo, la formación de capital humano aparece en el modelo de pro­ sis utilizado por Becker es casi tan ad hoc como el método conven­
ducción familiar disfrazada de inversión en la «calidad» de los hi­ cional; el cálculo cualitativo del modelo de producción familiar está­
lo s , mientras que la decisión de tener hijos se considera como una tico para un solo período se muestra sencillamente incapaz de generar
inversión en la «cantidad» de los mismos; los hijos son considerados, conclusiones cuantitativas definidas respecto de diversos aspectos del
pues, como si fuesen bienes de consumo duradero cuyos servicios comportamiento humano, sin la adición arbitraria de información
ilesean consumir los padres. El modelo predice que la renta familiar extra.
estará positivamente correlacionada, no con el número de hijos de
In familia, sino con la utilidad derivada de los servicios que los hijos
pioporcionan; la cantidad y calidad de los hijos son consideradas Algunas implicaciones
como sustitutivos en la función de producción familiar. Además, la
existencia de costes de oportunidad del tiempo que la madre dedica Los propios escritos de Becker se prestan demasiado fácilmente
il cuidado de los hijos hace que el aumento de la renta familiar ge­ a la caricatura, ya que emplean un complicadísimo aparato para ge­
nere una tendencia ahorradora de tiempo a sustituir la cantidad de nerar implicaciones muchas veces obvias, si no banales25. Su teoría
hijos por su calidad; en pocas palabras, los ricos tendrán menos hijos del matrimonio comienza con la observación de que «puesto que los
mejor educados, mientras que los pobres tendrán más hijos peor hombres y las mujeres compiten en la búsqueda de pareja, puede
educados. Pero esta conclusión básica del modelo respecto de la fer­ suponerse que existe un mercado de matrimonios» (pág. 206). Una
tilidad — una relación negativa entre renta y fertilidad, entre las dis­ persona decidirá casarse «cuando la utilidad esperada del matrimonio
tintas familias en un momento dado de tiempo y entre todas las exceda a la obtenida por permanecer soltero, o a la esperada de la
familias en el tiempo— queda explicada, no por el propio modelo, búsqueda adicional de una pareja más adecuada» (pág. 10). Las ven­
■ino por un supuesto auxiliar plausible (a saber, que la elasticidad- tajas del matrimonio se derivarán de las complementariedades exis­
renta de la demanda de calidad de los hijos es sustancialmente mayor tentes entre hombres y mujeres en relación con la productividad del
que la de la cantidad de los mismos) que se introduce para ayudar tiempo invertido en actividades ajenas al mercado y de su capacidad
i solventar el problema original de maximización (Becker, 1976, de adquisición de bienes de mercado (pág. 211). Para explicar el
páginas 197 y 199; véase también págs. 105-06). esquema de matrimonios efectivamente realizados, Becker aplica la
Igualmente, en la teoría de Becker sobre la economía del al­ teoría de Edgeworth del «núcleo» de una economía de intercambios
truismo, este autor concluye que un aumento de la renta del donante voluntarios26 para demostrar que los hombres y las mujeres se repar-
uimentará desproporcionadamente sus donaciones caritativas, mien­
tras que un aumento de la renta de los beneficiarios de dicha caridad 25 Véase la «sal gorda» con que nos obsequian Blinder (1974) y Bergstrom
(1976) al bromear sobre la economía del cepillado de los dientes el primero
tendrá exactamente el efecto opuesto (pág. 275), y aquí Becker derra­ y sobre la economía del sueño el segundo.
ma su desprecio sobre «la considerable adhocicidad» que necesita 26 L a teoría del «núcleo» de Edgew orth considera el caso de un conjunto
desplegar el enfoque convencional de la economía de la caridad, para de agentes que poseen inicialmente una cierta cantidad de bienes en ausencia de
272
L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 273

tírán formando familias de tal forma que se maximice para el con­ familiar está formulado con tal generalidad que resulta compatible
junto de matrimonios la producción de «bienes», de mercado y ajenos con casi cualesquiera observaciones. La literatura antropológica de­
al mercado, producidos por las familias: «Se dice que el reparto de dicada a estudiar los sistemas matrimoniales a lo largo de la historia
personas entre diferentes matrimonios es un reparto de equilibrio, de la humanidad se ha planteado una cuestión crucial: ¿por qué la
si no resulta posible que las personas que no están casadas entre sí monogamia se ha ido convirtiendo en el sistema dominante en todo
en dicho reparto contraigan matrimonio y mejoren con ello» (pá­ el mundo, mientras que la poligamia, que antiguamente era bastante
gina 10). Habiendo analmdo las ventajas del «matrimonio de con­ común, ha declinado drásticamente en el tiempo? Becker explica el
veniencia» en términos de las ventajas comparativas de hombres y predominio de la monogamia por ser «la forma matrimonial más
mujeres en cuanto a las diferentes tareas, Becker añade el siguiente eficiente» respecto de los diferentes sistemas de poligamia, basándose
comentario: en el supuesto de que las ganancias de productividad que se obtienen
de la unión de hombres y mujeres en familias están sujetas a rendi­
L as ganancias provenientes del matrimonio dependerán también de rasgos mientos decrecientes (pág. 211). Pero por razonable que este supues­
tales como la belleza, la inteligencia, la educación, que afectan a la productividad to pueda parecer, se verá fácilmente que, si los hechos sugiriesen
° 7 también> Probablemente, a la productividad de mer­ el predominio de familias comunales constituidas por múltiples fami­
cado. E l análisis del re p a rto . . . implica que un aumento en el valor de los ras-
lias interrelacionadas, esto podría acoplarse fácilmente dentro del
* “ ntq ” t’enen. 1111 e,f ecto .positivo sobre la productividad ajena al mercado,
manteniéndose la productividad de mercado constante, aumentarán normalmente modelo, sin más que suponer una forma diferente para la función
las ganancias obtenibles por medio del matrimonio. Seguram ente esto contribuye de ganancias obtenibles del matrimonio.
a explicar por qué, por ejemplo, las personas menos atractivas o menos inteli- En realidad, el propio Becker admite que existen supuestos sobre
r r v r r men° s P r o b ® ^ 8^ de casarse que las personas más atractivas las diferencias de productividad entre hombres que pueden explicar la
o más inteligentes [pág. 214] 27, poliginia, una versión particular de la poligamia (pág. 239). En otras
palabras, esta teoría no puede predecir el predominio de la mono­
Difícilmente encontraremos en la literatura un ejemplo mejor de gamia sin la adición de diversas limitaciones culturales respecto del
lo que es matar una pulga con un martillo pilón. comportamiento generacional. De hecho, la nueva economía de la
programa de investigación de Becker presenta, sin embargo, familia puede demostrar que las familias se adaptan racionalmente
una dificultad más seria, consistente en que el modelo de producción a la división tradicional del trabajo dentro del hogar, pero ¿querrá
esto decir que la propia división tradicional del trabajo es racional?
nada que se parezca a un sistema de precios; estos agentes son libres de for­
Se dice que maridos y esposas asignan las tareas familiares de acuerdo
mar bloques y coaliciones que les perm itan m ejorar su situación por medio del con el principio de la ventaja comparativa, dadas las limitaciones
comercio y no se permite redistribución alguna de bienes vía la actividad comer- que impone el mercado de trabajo, el cual condena en gran medida
? ’u j mef i ° Si qiÍe y a , uno de los agentes estén de acuerdo con el a las esposas al estatus de asalariados marginales. Una vez que hemos
resultado final. A m edida que el número de agentes aumenta, puede demos­
trarse, cosa que resulta bastante sorprendente, que: 1) el «núcleo» que contiene invocado la costumbre y la tradición en relación con las limitaciones
a todos los agentes que están de acuerdo con la distribución final de bienes de las oportunidades que ofrece el mercado, ¿cómo podremos excluir­
j asignación de equilibrio de los bienes que resultaría del funciona- las como argumentos de las propias funciones de preferencias? (Fer-
^ rr!n;,,nt^V ema PTeclos en competencia perfecta, y que 2) en el límite,
el conjunto de asignaciones de equilibrio com petitivo contendrá los únicos ber y Birnbaum, 1977, págs. 20-1).
resultados que satisfarán las exigencias de la estabilidad del «núcleo». Para una Aparte de explicar la prevalencia de la monogamia, la teoría del
(1978) SUnpllficada de este tema considerablemente difícil, véase Johansen matrimonio de Becker se encamina también a la explicación de un
„n<.27 E s t a a ^ rmacÍón ignora la cuestión del «am or», que sin embargo no supone
fenómeno tan corroborado en la práctica como el del «empareja­
una gran diferencia en ningún sentido: « A nivel abstracto, el ¿ ñ o r y otras miento asociativo positivo», en otras palabras, que cada uno tiende
dependencias emocionales, tales como la actividad sexual o el contacto estrecho a emparejarse con los de su condición, entendiendo «su condición»
^ " “,2a Per.s ona en particular, pueden ser considerados como bienes f a m i l i a r ^ como definida en términos de rasgos tales como la edad, estatura,
u me,r^ 0 ’ l no habrá que añadir por ello gran cosa a nues- educación, inteligencia, raza, religión, orígenes étnicos, valor de sus
tro anáhsu» (Becker, 1976, pág. 233). E l libro está de hecho lleno de tales
afirmaciones que rezuman autocom placenda, p or no decir falta total de gracia. activos financieros y lugar de residencia. La teoría de Becker pre­
274 L a m etodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 275

dice, sin embargo, que existirá un emparejamiento asociativo negativo permite explicar casi cualquier reparto de parejas que pudiera obser­
en relación con la capacidad de obtención de ingresos de esposos y varse (págs. 226 y 22 8 ) 28.
esposas, porque éstos son sustitutos muy próximos en la producción «¿Justifica mi análisis la creencia popular de que las mujeres más
familiar. Esta predicción resulta ser contradicha por la evidencia dis- encantadoras, bellas e inteligentes tienden a casarse con los hombres
ponible, pero aun así Becker argumenta que su teoría se refiere a más ricos y de mayor éxito?», se pregunta Becker (pág. 223). Bueno,
toda clase de parejas, mientras que la evidencia disponible está ses­ pues sí y no: el emparejamiento asociativo positivo es generalmente
gada, ya que tan sólo tiene en cuenta a aquellas parejas en las que el óptimo y, por consiguiente, surgirá de forma espontánea, pero no
la mujer trabaja (págs. 224-25). Al final de la discusión nos queda­ es invariablemente el óptimo, ya que las diferencias en capacidad de
mos, pues, con unas conclusiones casi vacías de contenido, que se obtención de ingresos aconsejan un emparejamiento asociativo nega­
nos presentan como mucho más dramáticas de lo que realmente son: tivo. Así pues, si las mujeres bellas y con talento se casaran con
hombres pobres y fracasados, ¿sería esto saludado como una sor­
. . . el enfoque económico proporciona numerosas implicaciones respecto del com­ prendente confirmación de la teoría? Finalmente, cuando añadimos
portamiento que son susceptibles de falsación. Por ejemplo, implica que los «el afecto», puede ocurrir cualquier cosa: «L a mayoría de la gente
«iguales» tienden a casarse entre sí, cuando medimos la semejanza entre ellos
i encontrará sin duda extraña y poco realista la idea de una asignación
en términos de inteligencia, educación, raza, orígenes familiares, estatura y otras
muchas variables, y que los «desiguales» tienden a emparejarse entre sí cuando
de mercado de las parejas amorosas. Y, como hemos demostrado, el
lo que medimos son ingresos y otras variables. L a implicación de que los hom­ afecto puede modificar en gran medida la asignación de mercado
bres con ingresos relativamente altos tenderán a casarse con mujeres con ingre­ entre personas casadas» (pág. 235). En realidad, «el afecto» es per­
sos relativamente bajos (manteniéndose todo lo demás constante) sorprende a fectamente capaz de convertir una asociación negativa en positiva
muchos, pero parece ser consistente con los datos disponibles cuando éstos se (página 238).
ajustan de forma que tengan en cuenta la amplia fracción de matrimonios en los
que la mujer no trabaja. E l enfoque económico implica también que las perso­
nas de alta renta se casan más jóvenes y se divorcian con menor frecuencia
El verificacionismo de nuevo
que otras, implicaciones que son consistentes con la evidencia disponible, pero
no con las creencias vigentes. O tra implicación es la que dice que un aumento
de los ingresos relativos de las esposas incrementan la probabilidad de disolu­
A pesar de su continua apelación a las normas metodológicas
ción del matrimonio, lo cual explica, en parte, la mayor tasa de disolución de del falsacionismo, la totalidad de los escritos de Gary Becker están
éstos que se observa entre las familias negras que entre las blancas [págs. 10-11], infectados de la opción, mucho más sencilla, del verificacionismo:
partimos de la evidencia disponible sobre el comportamiento humano
Una y otra vez, esta teoría se muestra compatible con toda la en áreas tradicionalmente olvidadas por los economistas y entonces
evidencia conocida respecto del matrimonio y el divorcio (págs. 214, nos congratulamos de haber conseguido explicar dicho comporta­
220, 221 y 224), lo cual no resulta sorprendente dada la flexibilidad miento con la sola utilización de la lógica económica normal. Pero
del modelo que utiliza. Por ejemplo, con objeto de combinar los lo que nunca hacemos es generar implicaciones realmente sorpren­
bienes y servicios adquiridos, con el tiempo y habilidades poseídos dentes que dirijan nuestra atención hacia «hechos nuevos» hasta
por los diferentes miembros de la familia, dentro de un único agre­ entonces insospechados, es decir, hechos para cuya predicción la teo­
gado denominado «renta plena», se supone que la «tecnología» fa­ ría no fuese específicamente diseñada. Además, alabamos el enfoque
miliar presenta rendimientos constantes a escala y que no existe económico como superior a cualquier alternativa disponible, pero
producción conjunta, y que todas las «mercancías» producidas por las restringimos el campo de comparación en ventaja nuestra y nunca
familias se ven afectadas de forma similar por los factores que incre­ especificamos de hecho los enfoques alternativos a los que nos esta­
mentan la productividad, tales como la educación (estos supuestos
garantizan la agregación de las funciones de microproducción). El 28 E l abandono de estos supuestos dificulta también la estimación de las
abandono del supuesto de rendimientos constantes a escala y la in­ funciones de protección de la familia, y, sin embargo, resulta difícil obtener
clusión de la producción conjunta, así como la multiplicidad de ras­ evidencia independiente que excluya los rendimientos decrecientes a escala en
la producción conjunta (véase Pollack y Watcher, 1975, especialmente las pagi­
gos por los que difieren entre sí los distintos miembros de la familia,
nas 256 y 270; 1977).
L a metodología de la economía Parte I I I . Evaluación metodológica del programa de investigación... 277

mos refiriendo 29. Está claro que, con estas reglas del juego, no po­ sujeta a unas preferencias plenamente estables y completamente uni­
demos perder. formes? Tal teoría está literalmente pidiendo a gritos el ser contras­
En sí mismo, el imperialismo económico de tipo intelectual no tada severamente, y si hemos de creer a Popper, la severidad de las
tiene nada de especialmente recomendable, sobre todo una vez que contrastaciones es la piedra de toque del progreso científico. Dudo
se reconoce, como Becker hace (págs. 8, 9 y 14), que el enfoque eco­ mucho de que Becker y compañía practiquen siempre lo que predi­
nómico no resulta aplicable con el mismo éxito a todos los aspectos can, pero al menos se comprometen claramente con unas normas
del comportamiento humano. Es de suponer que la invasión de otras metodológicas con arreglo a las cuales puede juzgárseles.
áreas del conocimiento por parte del economista encuentre su justi- Nada más sencillo que destrozar programas nuevos de investiga­
ficación, bien en la nueva luz que arroja sobre antiguos problemas ción mediante la acumulación de objeciones referentes al «núcleo»
de sociología, antropología y ciencia política, o bien por los efec- del programa, acompañada de una selección sesgada de las teorías
tos de repercusión que tales invasiones puedan tener sobre los temas del «cinturón protector». El estudio de la metodología económica
tradicionales de la Economía. Cualquiera que sea nuestra opinión nos enseña lo difícil que resulta evaluar incluso los programas de
sobre el programa de investigación de Chicago en el primer aspecto, investigación maduros, cuanto más los incipientes. El programa de
no puede negarse su contribución en el segundo. No cabe dudar del investigación de Chicago en Economía de la Familia es hoy una
valor explicativo de los costes no-pecuniarios del consumo, especial­ empresa en marcha que ha atraído a un gran numero de seguidores
mente los costes del tiempo empleado, dentro del análisis del com­ Mi impresión personal es que el programa funciona bien respecto del
portamiento relacionado con los viajes, las diversiones, la educación, crimen, menos bien respeto del matrimonio y la fertilidad, y bas­
las migraciones, la sanidad y, ciertamente, en el contexto de la bús­ tante mal en cuanto a las interacciones sociales; y ello, no porque
queda de información sobre las propiedades de los bienes y servicios no consiga deducir «teorías» sobre estos temas, sino porque dichas
de consumo duradero 30.' teorías no tienen mucho contenido. Sin duda, dentro de cinco años
Es igualmente cierto que la visión tradicional de los consumido­ pensaré de forma diferente; y así es como tiene que ser, ya que hay
res relacionándose con empresas en unos mercados de productos y que ser un filisteo para juzgar decisivamente un programa de inves­
factores en los que dichos consumidores siguen siendo esencialmente tigación de una vez por todas.
agentes decisorios individuales nos produce una cierta sensación de
incomodidad. La cuestión de si el problema del comportamiento fami­
liar se aborda mejor considerando a los consumidores como produc­
tores en vez de como consumidores sigue abierta, pero, en cualquier
caso, el modelo de producción familiar nos proporciona algo con lo
que enfrentar el enfoque de la demanda de Lancaster. Finalmente, no
podemos sino alabar un programa de investigación que se atreve a
prescribir una «heurística positiva» fuerte, y ¿qué puede ser más
fuerte u osado que la premisa de que todo el comportamiento hu­
mano refleja un intento único de maximizar una función de utilidad

T ? N o Pretendo>>> se retracta G ary Becker (1976, pág. 206), «haber desarro­


llado el análisis suficientemente como para explicar todas las similitudes y dife­
rencias existentes entre los sistemas matrimoniales de las diferentes culturas y
épocas. Pero el enfoque “ económico” se comporta muy bien en este terreno,
y ciertamente mucho mejor que cualquier teoría alternativa disponible». Más
adelante encontramos en este libro varias referencias breves a los estudios de
sociólogos y antropólogos y esto es todo lo que se nos dice acerca de los análi­
sis alternativos no-económicos de los diferentes sistemas matrimoniales. 31 Becker (1976) enumera la mayor parte de las contribuciones hasta 1975.
uv -j ° j el programa de Chicago puede explicar el fenómeno de la D esde entonces han aparecido muchas más: véase, por ejemplo, Becker, Landes
publicidad bajo condiciones de competencia perfecta (Stigler y Becker 1977 y Michael (1977); y Fair (1978). Véase también McKenzie y TuIloch (1975),
páginas 83-7). ’ ’ una divulgación a nivel de libro de texto de la nueva Economía de la Familia.
Parte IV
¿QUE ES LO QUE HEMOS APRENDIDO
HASTA AQUI SOBRE LA ECONOMIA?
Capítulo 15
CONCLUSIONES

La crisis de la economía moderna

La década de 1960 fue una década en la que la estima pública


de la Economía y la euforia profesional de los economistas llegó
a su punto álgido. La década de 1970, por otra parte, se ha visto
plagada de discusiones sobre «crisis», «revoluciones» y «contrarre­
voluciones», llegándose a veces a una verdadera orgía de autocrítica
por parte de algunos de los portavoces más destacados de la profe­
sión. Según Wassily Leontief (1971, pág. 3), «la continua preocu­
pación por lo imaginario e hipotético, en vez de con la realidad obser-
bable, ha conducido gradualmente a una distorsión de las normas
informales de evaluación utilizadas en nuestra comunidad académica
para valorar y clasificar los logros científicos de sus miembros. El
análisis empírico, según dichas normas de evaluación, obtiene un
rango más bajo que el razonamiento matemático formal». Además,
acusaba Leontief, los economistas no se preocupan lo suficiente de
la calidad de los datos con los que trabajan, actitud que Leontief
atribuía a la perniciosa influencia de la metodología del instrumen-
talismo o teorización del tipo como-si (pág. 5). Henry Phelps-Brown
(1972, pág. 3) llegó, sin embargo, mucho más lejos: lo que resulta
básicamente erróneo en la Economía moderna, argumentaba, es que
sus supuestos respecto del comportamiento humano son totalmente
arbitrarios, literalmente «caídos del cielo», y culpaba a este hábito
de construir mundos ficticios del fracaso obtenido en la formación de
281
282 Parte IV . ¿Q ué es lo que hemos aprendido hasta aquí sobre la economía? 283
L a m etodología de la economía

economistas que se dediquen al estudio de la Historia. David Wors- exógenos de la oferta de trabajo a un modelo que, por lo demás, es
wick (1972, pág. 78) expresaba sentimientos similares, añadiendo un modelo de equilibrio general, estático y de un solo período. En
que «existen hoy ramas enteras de teoría económica abstracta que vista de las enormes dificultades que presenta el manejo de tipos
carecen de ligazón alguna con los hechos concretos y que son prác­ de crecimiento distintos del puramente uniforme (aumentos equipro­
ticamente imposibles de distinguir de la matemática pura» l. porcionales de todas las variables económicas relevantes), la literatura
Benjamín Ward dedicó todo un libro a tratar la cuestión de se ha visto invadida de forma casi exclusiva por áridas y alambicadas
¿Qué le ocurre a la Teoría Económica?, y su respuesta fue, en resu­ elucubraciones sobre «reglas de oro» de la acumulación de capital.
men, que la Economía es básicamente una ciencia de la política nor­ Clara y simplemente: nunca se ha podido observar una economía
mativa que se adorna con la hoja de parra de un positivismo estricto. en crecimiento uniforme y, además, existen profundas razones inhe­
En la medida en la cual la Economía es una ciencia positiva, concluía rentes por las que el crecimiento real es siempre poco uniforme y es
Ward (1972, pág. 173), «el deseo de confrontar sistemáticamente la siempre desequilibrado.
teoría con los hechos no ha constituido un rasgo destacado de la dis­ La teoría del crecimiento se defiende normalmente como una for­
ciplina». Para él, sin embargo, este fracaso en la tarea de perseguir mulación abstracta de las condiciones requeridas para que la eco­
consistentemente la contrastación empírica «no constituye la dificul­ nomía se reproduzca a sí misma de un periodo al siguiente, de forma
tad central de la Economía moderna» (pág. 173). Mi propia opinión invariable en todos los aspectos esenciales, formulación que se su­
es, por el contrario, que la debilidad primordial de la Economía mo­ pone será posteriormente útil como punto de referencia con el cual
derna consiste precisamente en su reluctancia a producir teorías que contrastar los diferentes esquemas de crecimiento desequilibrado que
puedan estudiarse. Pero si no existe correspondencia alguna entre
generen implicaciones refutables claras, seguida de una falta gene­
la senda de crecimiento uniforme y la experiencia histórica efectiva
ralizada de disposición hacia la confrontación de dichas implicaciones
del desarrollo económico, no resulta fácil ver como puede esperarse
con los hechos.
que la teoría del crecimiento arroje luz sobre las causas del creci­
Consideremos, por ejemplo, la preocupación expresada desde miento desequilibrado o sobre las políticas que pueden requerirse
1945 por algunos de los mejores cerebros dentro de la disciplina para controlar la economía 3. Esto no quiere decir que la teoría del
económica por la esoteria de la Teoría del Crecimiento, ya que in­ crecimiento sea una pérdida de tiempo, pero, dado lo extremada­
cluso los que practican este arte admiten que la moderna teoría mente limitado de sus aplicaciones prácticas, podemos cuestionar la
del crecimiento no es todavía capaz de arrojar luz alguna sobre las magnitud de recursos que han sido dedicados a dicha teoría en los
economías reales en crecimiento2. La esencia de la moderna teoría últimos años. Ciertamente, más parece una actividad dedicada a re­
del crecimiento consiste simplemente en el análisis del estado es­ solver problemas lógicos que un desarrollo de la ciencia positiva.
tacionario al estilo antiguo, en el que se introduce un elemento de Pero quizás el ejemplo de la teoría del crecimiento sea dema­
crecimiento compuesto, añadiendo el progreso técnico y aumentos siado fácil. Consideremos en su lugar aquella parte del programa de
investigación neoclásico que más se acerca al rigor y la elegancia
de la física cuántica: la moderna teoría del comportamiento del con­
1 D os economistas, funcionarios gubernamentales, M cD ougall (1974) y Heller sumidor basada sobre los axiomas de la preferencia revelada, a la
(1975), han hecho declaraciones más optim istas al respecto, aunque dan la razón
de todos modos a Leontief, Phelps, Brown y W orswick en la mayor parte de que una larga lista de destacados economistas ha dedicado sus mejores
los puntos citados. Para estas y otras expresiones de la «crisis» de la economía esfuerzos. Como hemos visto, pocos indicios hay de que este prodi-
actual, y de las reacciones ante la misma, véase Hutchison (1977, capítulo 4) gioso esfuerzo haya tenido un gran impacto sobre la estimación de
O ’Brien (1974) y Coats (1977).
curvas de demanda estadísticas. Incluso si no se reconoce este hecho,
2 Como admite incluso H icks (1965, pág. 183), destacado teórico actual del
crecimiento, la moderna teoría del crecimiento «ha sido fértil en la producción
de ejercicios académicos, pero, por lo que de momento se puede apreciar, se
trata de ejercicios y no de problem as reales. N i siquiera son problemas reales 3 Recordemos que H ollis y N ell (véase capítulo 4) consideraban el estudio
hipotéticos del tipo de: “ ¿Q ué ocurriría s i . . . ? ” , donde el “ s i .. . ” es algo que de las condiciones de reproducción de una economía como la «esencia» de una
pueda concebiblemente producirse. Son más bien som bras de los problemas Ciencia de la Econom ía como es debido. Pues bien, los sistemas economicos
reales, de tal modo construidos que sea posible encontrarles solución por pura nunca se reproducen de form a exacta: los niños, por así decirlo, nunca se pare­
lógica». cen del todo a sus padres.
284 Parte IV . ¿ Q u é e s lo que hemos aprendido hasta aquí sobre la economía? 285
L a metodología de la economía

difícilmente podrá sostenerse que la cantidad y calidad del esfuerzo Medición sin teoría
intelectual dedicado a la racionalización de la pendiente negativa de $ >
la curva de demanda durante los últimos noventa años guarda las Pero, ¿no es cierto que los economistas se ocupan masivamente
debidas proporciones con sus frutos prácticos en el terreno de la de la investigación empírica? Ciertamente lo hacen, pero, desgracia­
investigación empírica. damente, una gran parte de esta actividad se parece a la de jugar al
O, para cambiar de tema, consideremos los inacabables argumen­ tenis sin poner la red; en vez de tratar de refutar las predicciones
tos de los libros de texto de Economía del Trabajo, respecto de los contrastables de su disciplina, los economistas de hoy se contentan
supuestos que sustentan la mal llamada «teoría de los salarios basada con frecuencia con demostrar que el mundo real se conforma a sus
en la productividad marginal» a expensas del espacio que se dedica en predicciones, sustituyendo así la falsación, que es tarea difícil, por
ellos a la consideración de lo que la teoría predice realmente acerca la verificación, que no lo es tanto. Hemos revisado ya algunos de los
del funcionamiento del mercado de trabajo. Si esto no es poner el ejemplos más significativos de esta actitud en la literatura referente
acento en lugar equivocado, ¿pueden decirme qué es? Consideremos á las' fuentes del crecimiento y en el área de la nueva Economía de
a continuación el teorema de Heckscher-Ohlin, decisivamente refu­ la Familia. Abundan en las revistas especializadas artículos que apli-
tado en todas sus variedades de diagramas 2 X 2 X 2 , que se enseñan tan el análisis de la regresión a todos los problemas económicos con­
en todos los libros de texto de comercio internacional, y ello no tanto cebibles, pero no es secreto para nadie que el éxito de tales empresas
como una parábola con propósitos pedagógicos sino, muy al contra­ se basa con frecuencia sobre una «econometría tipo receta»: exprésese
rio, como una explicación simplificada, pero sin duda válida, de los la hipótesis en términos de ecuación, estímese una variedad de for­
esquemas de intercambio de bienes entre países. Una vez más, todo mas de dicha ecuación, selecciónese la forma que mejor se^ ajuste,
el énfasis recae sobre la enseñanza de las sutilezas del teorema de descártese el resto y ajústese entonces la argumentación teórica de
Heckscher-Ohlin a expensas del tiempo dedicado a considerar la evi- forma que racionalice la hipótesis a contrastar (Ward, 1972, pagi­
dencia, realmente aplastante, en contra del teorema. nas 146-52). Marshall solía decir que la explicación científica es sim­
Tomemos, finalmente, los infinitos refinamientos conseguidos por plemente una «predicción vista hacia atrás». Pero la proposicion
Arrow, Debreu, McKenzie y muchos otros, en la formulación de las inversa es falsa, es decir, la predicción no es necesariamente una
explicación vista hacia adelante. El trabajo empírico que no consigue
pruebas de existencia del equilibrio general (EG). No puede negarse
discriminar claramente entre explicaciones alternativas, degenera rá­
que este tipo de trabajo ha generado algunas ideas importantes sobre
pidamente en una especie de instrumentalismo sin sentido, y no exa­
las características lógicas de las teorías económicas — el papel del
geramos al decir que el grueso de la investigación empírica actual
inero en los modelos con certeza perfecta, la exigencia de mercados
en Economía adolece de este defecto.
a futuros de todos los bienes con objeto de asegurar el equilibrio ¿Exageración? Quizás, pero muchos otros autores han dicho lo
competitivo, la necesidad de transacciones no-competitivas de desequi­ mismo. Peter Kenen (1975, pág. xvi) expresa esta misma idea en
librio para mantener estable el equilibrio competitivo, etc.— , pero forma categórica:
lo que puede dudarse con razón es que esta teoría del E G haya con­
tribuido de forma significativa a incrementar la capacidad predictiva Detecto una peligrosa am bigüedad en todo nuestro trabajo cuantitativo. No
,e . Economía moderna. Incluso esto no constituiría una crítica distinguimos claramente con suficiente cuidado entre la contrastaaon ae una
decisiva a la teoría del EG , si no fuese por el hecho de que el trabajo hipótesis y la estimación de sus relaciones estructurales. L a ambigüedad en
Economía es realmente rampante . . . Deberíamos dedicar más tiempo y estuerzo
realizado en este área se considera generalmente situado en los pri­
intelectual a la construcción de experimentos que pudiesen ayudarnos a discri­
meros puestos de la escala intelectual de la profesión de economista, minar entre hipótesis que tienen diferentes implicaciones económicas. N o basta
destinado a constituir una parte esencial de la formación de los eco­ con demostrar que nuestra teoría favorita se comporta tan satisfactoriamente
nomistas profesionales. Y, sin embargo, la teoría del EG es, como o mejor incluso— que alguna otra teoría, a la hora de explicar retrospecti­
máximo, una especie de «actividad que resuelve problemas que no­ vamente la evidencia disponible.
sotros mismos hemos creado» y el tiempo que se dedica a dominarle
es tiempo que se resta al aprendizaje de los métodos empíricos de Aquellos que explícitamente se rebelan contra la ortodoxia se
la Economía. muestran con frecuencia afectados de la misma enfermedad. Las lia-
286 L a m etodología de la economía
I Parte IV . ¿Q ué es lo que hemos aprendido hasta aquí sobre la economía? 287

maclas controversias de Cambridge sobre la teoría del capital, y cuy® ^ Incluso los economistas políticos radicales, un grupo en creci-
denominación más correcta sería la de controversias sobre la teoría | miento en los Estados Unidos, han dedicado la mayor parte de sus
de la distribución funcional de la renta, han estado clamando durantes [esfuerzos a «contar una historia nueva», en la que se da una nueva
más de veinte años sin referirse más que a los llamados «hechos estil (interpretación a los mismos viejos hechos en términos del paradigma
lizados», tales como la constancia de la relación capital-producto y I J I de los conflictos de poder, en vez de en términos del paradigma de
constancia de la participación relativa del trabajo, que, al ser exal lia maximización de la utilidad, como si las ciencias sociales fuesen
minados cuidadosamente, resultan no ser hechos en absoluto. La cues! Ireducibles a «núcleos» seleccionados a voluntad (ver Worland, 1973;
tión fundamental que se dirime entre Cambridge, Estados Unidos, yi lAplebaum, 1977). Los pocos trabajos empíricos aparecidos en la
Cambridge, Reino Unido, nos dice nada menos que Joan Robinson! |Reí»zVí¿> of Radical Political Economics (Revista de Economía Polí-
una verdadera autoridad en el seno de dicho debate (1973, pág. xii)l Jtica Radical) sobre la economía del imperialismo, sobre la discrimi-
no es tanto el famoso problema de la medición del capital, sino Ibación racial y sexual, sobre los rendimientos financieros de la edu-
cuestión de si es el ahorro el que determina la inversión a través Ifcación y sobre esquemas de movilidad social adolecen de falta de
de las variaciones de los precios, o si es la inversión la que deterl ■hipótesis claras bien articuladas que nos permitiesen distinguir las
mina el ahorro vía las variaciones de la tasa de beneficios. Es clara ■predicciones radicales de las ortodoxas (Bronfenbrenner, 1970; Lind-
que un modelo de crecimiento de tipo keynesiano, que asigna un pal |beck, 1971). Pero los economistas radicales tienen al menos la ex­
peí clave a la inversión autónoma, adquiere todo su sentido en una rusa de que manifiestan explícitamente su preferencia en el terreno
situación en la que el empleo no es pleno. Por otro lado, si las políl metodológico por la relevancia social y política y no por la fiabilidad
ticas fiscal y monetaria consiguen mantener el pleno empleo, parecerá “npírica, como prueba decisiva de lo que es una «buena» teoría 5.
que el crecimiento depende críticamente del ahorro más que de Id ti realidad, en la medida en que pueda decirse que los economistas
inversión, en cuyo caso los modelos de crecimientos neoclásicos, ante! adicales comparten una metodología común, ésta parece ser la del
keynesianos, serán los apropiados. La cuestión de la primacía resl oluntarismo o la de que «el pensamiento crea la realidad».
pectiva de la inversión y del ahorro es, por tanto, cuestión que del Igualmente, los austríacos de los últimos tiempos afirman deri­
penderá de si creemos que en el mundo real prevalece la situacióffl var sus ideas económicas del razonamiento a priori sin ayuda de la
de pleno empleo o si pensamos que lo que prevalece es el equilibrio! xperiencia, y, por consiguiente, repudian la contrastación empírica
con desempleo. ■; omo método para establecer la validez de sus conclusiones. De for-
Sin embargo, en la medida en la cual el debate se ha desarrol na similar, los institucionalistas se proponen la construcción de mo­
liado en el contexto de la teoría del crecimiento uniforme, y puesta mios sobre el comportamiento económico en términos de esquemas
que ambos contendientes están de acuerdo en que el crecimiento efinidos y se contentan con «comprender» el funcionamiento de
uniforme nunca se aproxima siquiera al del mundo real, las control na economía, incluso si esta comprensión supone escaso poder de
versias de Cambridge, tal como normalmente se formulan, no son predicción de la sucesión real de los acontecimientos económicos.
susceptibles de resolución por medio de la investigación empírica! Por último, los marxistas se encuentran demasiado comprometidos
cosa que no ha impedido a ambos contendientes el seguir batallando on la filosofía del esencialismo como para sentirse capaces de recoger
sobre cada tema con redoblaba furia. Los protagonistas de tmbofl 1 guante de la contrastación empírica; por supuesto, esperan que
bandos han descrito la controversia como una «guerra de paradigmas»! us profecías sean correctas, pero han creado una amplia provisión
pero, de hecho, los dos paradigmas coinciden en muchos puntos a pe estratagemas inmunizadores para proteger al marxismo contra la
en realidad se superponen entre sí. Retórica aparte, no hay muchd
campo de elección entre los estilos de teorización de los dos Caml IK regel (1977). Como revisión más bien hostil a estas ideas, véase Blaug (1975,
Bpítulo 6).
bridges 4. | 5 Franklin y Resnik (1973, págs. 73-4) proporcionan una declaración meto-
blógica radical típica: «D esde una perspectiva radical, en la que el análisis
ítá estrechamente ligado & la defensa de cambios fundamentales en el orden
4 Como revisiones llenas de sim patía hacia las teorías del Cambridge del ocial, un modelo o categoría abstracta no es solamente un instrumento estético
Reino Unido, denominadas a veces «economía poskeynesiana» (existe una ramí |ic), sino que está deliberadamente pensado para apoyar los cambios que se
americana de este grupo que acaba de fundar el Journal of Post-Keynesiari fienden, o para describir la naturaleza de las barreras que han de saltarse
Econom ics— Revista de Economía Post-Keynesiana), véase Asimakopoulos (19771 *i que se produzcan los cambios propuestos.»
288 L a metodología de la economf ■ Pane IV . ¿Q ué es lo que hemos aprendido hasta aquí sobre la economía? 289
í..

falta de materialización en la práctica de cualquiera de sus profe gramas científicos de investigación (PCI) en el sentido de Lakatos,
En suma, los radicales, los austríacos modernos, los institucionalist^ sino que son también programas de actuación política (PAP). Esta
y los marxistas tienen todos buenas excusas para no prestar función dual de las teorías económicas permite situaciones en las
atención a los imperativos metodológicos del falsacionismo. que una determinada teoría es simultáneamente un PIC «degene­
rado» y un PAP «progresivo», es decir, un programa que ofrece a
los gobiernos una agenda expansiva de medidas de política. (La eco­
El falsacionismo una vez más nomía marxista puede ser un caso de estos, y el monetarismo en su
última fase es quizás un ejemplo de la conjunción exactamente opues­
Los economistas pertenecientes a la corriente principal del pe® ta.) Tan sólo cuando una teoría define a la vez un PCI «progresivo»
samiento neoclásico no tienen tal excusa. Predican la importandw y un PAP «progresivo» también es cuando hablamos de una «revolu­
de someter las teorías a la contrastación empírica, pero raramente ción» del pensamiento económico (el ejemplo obvio es la Economía
mantienen en la práctica sus normas metodológicas declaradas. Lf keynesiana en la década de 1930) 6.
elegancia analítica, la economía de medios teóricos y la mayor an Sea como sea, el caso es que la Economía es, entre otras cosas,
pliación posible de aplicabilidad conseguida por medio de simplif una ciencia de la política, y que esta es una importante razón que
caciones cada vez más heroicas han merecido con frecuencia un puede explicar por qué la metodología de los PCI de Lakatos no se
mayor prioridad que la capacidad predictiva y la significación re! adecúa perfectamente a la historia de la Economía, o por qué se ade­
pecto de cuestiones de política. La filosofía de la ciencia vigente e cúa a la misma en cualquier caso de forma mucho más imperfecta
la Economía moderna puede realmente caracterizarse de «falsacit de lo que lo hace a la Historia de la Física. Es precisamente por
nismo inocuo». esta razón por lo que el intento de separar las proposiciones positi­
Es cierto que existen todavía algunos, como Shackle y los me vas de las normativas en Economía, así como de especificar clara­
demos austríacos, que argumentan aún que la predicción es absoh mente las condiciones que permitirían someter las proposiciones posi­
tamente imposible en una disciplina como la Economía, ya que < tivas a la contrastación con la experiencia sigue siendo hoy una tarea
comportamiento económico, al estar proyectado hacia el futuro, e tan importante para el progreso de la economía como haya podido
totalmente impredecible. Pero estos economistas se encuentran el serlo nunca.
minoría. Para la mayor parte de la profesión la batalla en favor de t Desgraciadamente, carecemos tanto de datos fiables como de téc­
falsacionismo ha sido ganada en el campo de la Economía (ojal nicas poderosas que nos permitan distinguir claramente entre las
pudiésemos decir lo mismo respecto de otras ciencias sociales). E proposiciones válidas y las menos válidas en Economía positiva, y
problema consiste ahora en persuadir a los economistas de que debei las presiones profesionales en el sentido de «publica o perece» esti­
tomarse el falsacionismo en serio. mulan continuamente el enfoque de «jugar el juego» del trabajo
cronométrico que no hace nada por mejorar los datos básicos o las
écnicas que normalmente se emplean para contrastar las hipótesis
La econometría aplicada conómicas. Esta debilidad, no tanto de la Econometría teórica como
le los procedimientos efectivos seguidos por los económetras dedi-
No es difícil imaginar poderosas razones por las cuales los eco ados a aplicarla, nos explica en gran parte por qué los economistas
nomistas no consiguen practicar la metodología que predican; ei c muestran con frecuencia reluctantes a seguir los preceptos del fal-
efecto, todos los científicos se aferran tenazmente a programas d< acionismo que profesan. En muchas áreas de nuestra disciplina
investigación «degenerados» en presencia de otros niveles «progresi curre que los distintos trabajos econométricos llevan a conclusiones
vos», pero los economistas son particularmente afectos a esta ten inflictivas y, dados los datos disponibles, con frecuencia no existen
dencia, aunque sólo sea porque el sistema económico, a diferencií íétodos efectivos que permitan decidir cuál es la conclusión correcta,
de los estados de la naturaleza, exigen ser evaluados y no sólo estu n consecuencia, siguen coexistiendo hipótesis contradictorias a ve­
diados con olímpico distanciamiento. Además, la Economía toca cons ÍL
is durante décadas o más.
tantemente cuestiones de política sujetas a políticas gubernamentales
de forma que las principales doctrinas económicas no son sólo pro 6 D ebo este argumento a R. G . Lipsey.
Parte IV . ¿Q ué es lo que hemos aprendido hasta aquí sobre la economía? 291

ción de las hipótesis económicas. Sexto, urge a las revistas especiali­


29Q L a metodología de la economía zadas a que publiquen artículos que contengan resultados significativos
y que exijan de los autores la presentación de sus datos no-publicados
Para algunos, esta es una buena razón que justifica el abandono de forma que su trabajo pueda ser fácilmente verificado por otros.
total de la Economía Aplicada. Pero ésta no constituye una alterna­ Por último, añade que «dadas las múltiples debilidades de las técni­
tiva muy atractiva porque dejaría a la Economía prácticamente sin cas econométricas, deberíamos ser suficientemente abiertos como para
procedimiento alguno para seleccionar, de entre la plétora de posi­ aceptar que la verdad no siempre se viste con los ropajes de las
bles explicaciones, aquella que mejor explica los acontecimientos eco­ ecuaciones y que no siempre nace en el seno de una computadora.
nómicos. Aun cuando argumentemos que existen otros métodos de Hay otras formas de contrastación, como el recurso a la Historia
contrastación de las hipótesis económicas, tales como los métodos Económica, que no deberían descartarse por arcaicas» (Mayer, 1980,
estrictos de la «coligación» practicada por los historiadores de la página 18).
Economía, o los métodos etnográficos favorecidos por algunos insti-
tucionalistas, las exigencias de los responsables de la política nos
llevarán de nuevo de todos modos a la utilización de la Econome­ El mejor camino hacia adelante
tría, que es la única que puede proporcionar un cálculo cuantitativo
además de cualitativo. Nuestra única esperanza, por tanto, consiste He sostenido a lo largo de este libro que el objetivo principal
en mejorar tanto la Econometría teórica como la aplicada, y en rea­ de la Economía consiste en predecir y no simplemente en explicar
lidad es en esta última donde podríamos conseguir mejoras bastante y he llegado a la conclusión de que todas las doctrinas alternativas
rápidas con sólo que se adoptasen mejores prácticas en el trabajo del pasado forman parte de una teoría ortodoxa de equilibrio estático
del día a día. . el PCI neoclásico, en suma— que se ha mostrado dispuesto a
Thomas Mayer (1980) presenta un cierto número de sugerencias ! dejarse juzgar en términos de sus predicciones. La Economía orto-
concretas que podrían hacer mucho para fortalecer la pretensión de | doxa puede realmente vanagloriarse de haber incrementado la capa­
que la Economía llegue a configurarse como una «ciencia fuerte». cidad predictiva de los economistas, pero al mismo tiempo hemos
En primer lugar, se hace eco de Leontief, al urgimos a poner mucho de subrayar hasta qué punto esa capacidad resulta limitada incluso
más énfasis en el problema de la recopilación de datos. En segundo hoy en día. No somos capaces de predecir el crecimiento del PNB
lugar, deplora la tendencia a considerar los resultados econométricos j en una economía con más de un año de antelación, y ni siquiera so-
como evidencia proveniente de un «experimento crucial» que nunca j mos capaces de predecir el crecimiento del PNN en sectores concretos
ha de repetirse; por el contrario, la mayor parte de los trabajos de [ de la economía con una antelación mayor a dos o tres años 1. Esto
Econometría Aplicada deberían tratar de repetir resultados anteriores
utilizando diferentes conjuntos de datos; a medida que vayamos ba­ 7 Así, V íctor Zarnowitz (1968, págs. 435-36) resume los logros obtenidos
sándonos cada vez más en el peso de muchos elementos de evidencia, en las previsiones sobre el PN B en los Estados Unidos con las siguientes pala­
en vez de en un único experimento crucial, los trabajos de revisión bras: « L o conseguido por los que se dedican a hacer previsiones económicas
deja en general mucho que desear, aunque incluye también algunos logros de
periódica deberían reunir los diferentes elementos de evidencia con importancia y es susceptible de mejoras en el futuro. Según un estudio reciente
vistas a resolver las contradicciones que puedan existir entre ellos. del N B E R , las predicciones anuales sobre el volumen del PN B para 1953-63
En tercer lugar, sugiere que si las revistas especializadas selecciona­ realizadas por unos trescientos o cuatrocientos profesionales (economistas de
sen los trabajos con base a la probable validez de los resultados que empresa y grupos de economistas de diferentes industrias, de la administración
estatal y de instituciones académicas) contenían errores que ascendían, por tér­
contienen, y no con base a la sofisticación técnica de las técnicas mino medio, a unos 10.000 millones de dólares. Aunque esta cifra sólo supone
empleadas, esto contribuiría eficazmente a elevar los niveles de eva­ .alrededor del 2 por 100 del nivel medio del PN B , los errores eran suficiente­
luación del trabajo econométrico. En cuarto lugar, recomienda que mente importantes como para crear diferencias significativas entre años buenos
nos guardemos contra la manipulación de los datos, exigiendo de los y años malos . . . Si los encargados de tales previsiones hubiesen supuesto que
el PN B iba a aumentar cada año por el aumento medio experimentado por el
autores que presenten todas las regresiones que hayan ajustado, y no mismo durante los años de la preguerra, el error medio resultante no hubiese
solamente la regresión concreta que apoya su hipótesis. Quinto, pro­ sido mayor de unos 12.000 millones de dólares.» Igualmente, Hans Teil (1966,
pone que los autores no utilicen todos sus datos para ajustar sus capítulos 6 y 7) ha demostrado que la utilización de un modelo de input-output
regresiones, sino que dejen algunos como reserva que sirva para con­
trastarlas; esto nos hace volver a la anterior distinción que señalá­
bamos entre la estimación de una relación estructural y la contrasta-
292 L a metodología de la economía Parte I V . ¿Q ué es lo que hemos aprendido hasta aquí sobre la economía? 293
£.
constituye ciertamente una mejora respecto de lo que puede obte-, de investigación en competencia, lejos de ser escasos, abundarán in­
nerse por mera extrapolación mecánica de tendencias del pasado* cluso demasiado.
pero, de todos modos, es insuficiente para justificar una actitud dé | Sena muy conveniente que todos estos programas de investiga­
complacencia respecto del estado de la moderna economía ortodoxa. ción alternativos se dedicasen al mismo conjunto de cuestiones que
Igualmente, para una amplia gama de problemas — funciones de preocupan dentro del PCI neoclásico, porque, en tal caso, podríamos
demanda de bienes de consumo, funciones de inversión, funciones elegir entre ellos únicamente, o al menos básicamente, a tenor de
de oferta y demanda de dinero y modelos econométricos a gran es­ la evidencia empírica. Pero, por desgracia, un rasgo característico
cala de la economía en su conjunto— resulta que la bondad del ajuste de muchos de los PCI rivales es que se plantean preguntas acerca del
de una regresión durante el período de la muestra se manifiesta mundo real que son diferentes de las planteadas por el PCI neo­
invariablemente como una guía poco fiable de lo que pasa en perío­ clásico, de forma que la elección entre ellos supone difíciles enjui­
dos posteriores al cubierto por la muestra (Shupak, 1962; Streisler, ciamientos sobre su potencialidad, es decir, sobre lo que prometen,
1970; Mayer, 1975, 1980; Armstrong, 1978, capítulo 13). Clara­ en cuanto a resultados empíricos, para el futuro. No es probable,
mente, existen aún serias limitaciones a la capacidad de los econo­ por tanto, que la metodología económica pueda decirnos cuál de estos
mistas para predecir la evolución efectiva de los acontecimientos programas rivales presenta más probabilidades de realizar en el fu­
económicos y, por consiguiente, existe también amplia justificación turo contribuciones sustantivas a nuestro conocimiento sobre el fun­
para el escepticismo en lo que se refiere a la corriente principal del cionamiento de los sistemas económicos.
pensamiento económico actual. | Lo que la metodología puede hacer es proporcionar criterios para
Existen hoy un cierto número de programas de investigación en la aceptación o rechazo de los programas de investigación, fijando
Economía que expresan esta sensación de desilución con los logros normas que nos ayuden a discriminar entre el trigo y la paja. Estas
pasados de la doctrina económica recibida. Los economistas radicales normas, como hemos visto, son jerárquicas, relativas, dinámicas, y
cuentan con su propio órgano de expresión, The Review of Radical en modo alguno carentes de ambigüedades en cuanto a los consejos
Political Economy (Revista de Economía Política Radical), y los ins­ prácticos que ofrecen a los economistas en ejercicio. En cualquier
titucionalistas con el suyo (The Journal of Economic Issues — Revistá caso, la cuestión última que podemos y debemos plantearnos respec­
de Cuestiones Económicas— , publicada por la Association of Evolu- to de cualquier programa de investigación, es la conocida pregunta
tionary Economics). Una nueva publicación, el Journal of Post-Key formulada por Popper: ¿cuáles son los acontecimientos que, caso de
nesian Economics (Revista de Economía Post-keynesiana), trata de materializarse, nos llevarían a rechazar el programa? Un programa
reunir a aquellos que esperan desarrollar la economía keynesiana en que no pueda enfrentarse a esta pregunta no alcanza los altos niveles
direcciones nuevas capaces de atacar los problemas de la inflación de exigencia que el conocimiento científico puede alcanzar.
y de la distribución de la renta. Asimismo, otro grupo de economis­
tas se muestra decidido a enfocar su programa de investigación según
el concepto de «racionalidad limitada» de Herbert Simón, demos­
trando una preocupación fundamental por los supuestos motivado-
nales de la teoría económica, y están a punto de lanzar un nuevo
Journal of Economic Behavior and Organization (Revista del Com­
portamiento y Organización Económicos) que dé expresión a su insa­
tisfacción con la teoría económica contemporánea. En otras palabras,
parece ser que estamos entrando en una era en la que los programas

para obtener previsiones sobre el valor añadido de veintisiete sectores de la


economía holandesa para un periodo de diez años, dada la demanda final obser­
vada para la economía en su conjunto, predecía mejor que una extrapolación
simple de la tendencia pasada para períodos de hasta dos o tres años, pero
predecía mucho peor para períodos superiores a tres años.
APENDICE TERMINOLOGICO
B I B L IO G R A F IA
INDICE DE NOMBRES

Achinstein, P ., 53n, 55n Barnes, B., 160, 298


Ackerman, R. J ., 42n, 46, 69, 268, Barry, N. P., 70
í 297 Bartlett, M. S., 42
A gassi, J ., 116, 130n,141-42, 298 Baumol, W. J., 195, 202, 206
Alchian, A. A ., 136-39, 194 Bear, D . V. T ., 129n
Alexander, P ., 20 Becker, G . S., 188n, 224, 250, 254,
Alien, R. F., 231 256, 267-77
Alien, R. G . D ., 186, 188-89 Bergmann, G ., 160
Alien, W. R ., 194 Bergson, A., 164
Ando, A ., 245 Bergstrom, F. C., 271n
Anschutz, R. P ., 89n Berkson, W., 60n
Applebaum , E ., 287 Bhagwati, J ., 237
Archibald, G . C., 123, 127, 130n, Bhaskar, R ., 60n, 63, 64
134, 137-38, 143n, 165-69 Bird, C „ 65n
Aristótle, 146 . Birnbaum, B. G ., 269n, 273
Armstrong, J . S., 292 Black, M ., 35, 151-52
Arro^sr, K . J., 213-14, 216, 239, 284 Blaug, M ., 82, 87, 93, 95, 97n, lOln,
Ashíey, W ., 102 147, 164n, 186, 187,201, 220, 222-
Asim akopoulos, A ., 286n 224, 228-29, 231, 249n, 255, 255n,
Ayer, A. J ., 33n, 39n, 46, 114,119, 256, 258, 260
144 Blinder, A. S., 271n
Ayers, C. E ., 147 Bloor, D ., 54n
Bohm-Bawerk, E. von, 111
Boland, L . A., 130n, 134
Bachelard, G ., 60n Bordo, M ., lOOn
Bagehot, W., 103 Bowley, M ., 79, 81, 163
Barker, S. F., 34, 34n Bowman, M. J ., 252

315
316 Indice de nombres Indice de nombres
317
Brainard, W. C., 245 Dray W ., 22, 28n Hahn, F. H ., 214-16, 224 Kaplan, A., 25, 28, 41, 88n, 298
Braithwaite, R. B., 34n, 41, 42n D ror, Y ., 173n Hansen, N . R ., 20, 24n, 60-1 Kaufmann, F., 88n, 115n
Braybrooke, D ., 174 Duhem, P ., 20, 36-7 Harcourt, G . C., 229, 231-32 Kearl, J . R ., 178
Bridgman, P ., 30, 120-21, 178 Durkheim, E ., 27 H arding, S. G ., 36 Keeley, M. C., 269n
Brittan, S., 178 Harré, R ., 20, 23, 25, 39n, 92 KendaÚ, M. G ., 106
Brodbedc, M ., 72, 86 H arrison, R . S., 147 Kenen, P. B., 241, 285
Bronfenbrenner, M ., 222, 287 H arrod, R., 33n, 110, 165n, 221-22 Kennedy, C., 221
Brown, A ., 192-93 Eccless, C., 36, 39n, 146
Hayek, F. A., 70, 111, 113, 177n Keynes, J . M ., 110-11, 116, 248, 249
Burger, T ., 69n Edgerw orth, F. Y ., 271
Heckscher, E . T „ 235-36, 238 Keynes, J . N ., 76, 101-06, 124, 163,
Burton, J . F., 226 Einstein, A., 39, 57
Heilbroner, R. L ., 157-61, 174n, 176 298
Eltis, W. A ., 231 Heller, W. W ., 282n Kindleberger, C ., 238
Euler, L ., 58 Hempel, C. G ., 20-2, 28n, 44, 297 Kirzner, I. M ., 107, 112, 113n
Cahnman, W. J ., 156n Eysenck, H . J ., 65n Hendrick, C. L ., 202 Klappholz, K., 116, 130n, 141-42, 157,
Cairnes, J . E ., 76, 96-108, 112, 124, Hennipman, P., 165-69 159, 298
163 H esse, M ., 53n Knight, F „ 113, 114n, 118-19, 129
C am ap, R ., 29, 43n, 115n H icks, J . R., 164, 186, 188-89, 195, Koopmans, F. C., 109, 130n, 134, 138
Fair, R. G ., 277n
Cassel, G ., 187 219, 221-22, 222n, 230, 239, 282n K oot, G . M., 98
Fawcett, H ., 96
Caves, R. E ., 239 Hindess, B ., 61n Kanai, J., 209
Ferber, M . A ., 269n, 273
Chalmers, A. F., 297 Hirsch, A ., 97n, lOOn, 106, 119 Kregel, J., 287n
Feyerabend, P. K ., 20, 60, 6 3 4 , 297
Chamberlin, E . H ., 134, 205 Hirsch, E ., 106, 119 Krimerman, I., 69n
Ferguson, C. E ., 231-32
Chick, V ., 242n, 246 H obbes, T ., 71 K rupp, S. R., 176n
Finger, J . M ., 121
Churchman, C. W ., 42n, 173n Hollander, S., 78, 81n Kuhn, T. S., 20, 48-52, 54, 58, 60,
Fisher, R ., 42
Clapham, J . H ., 110 H ollis, M ., 144-46, 283n 64n, 206n, 297
Franklin, R . J ., 287n
Clark, J . M ., 189 Houthakker, H . S., 191-92
Fraser, L . M ., 88n, 107
Clarkson, G . P. E ., 142, 191 H owson, C., 59
Freud, S., 27, 191
Coase, R. M ., 102n Hudson, W. D ., 152 Lachmann, L ., 112
Friedman, M ., 123-28, 130-34, 136-38,
Coats, A. W ., 98, 189n, 282n Hum e, D „ 23, 30, 33-4, 78, 90- 92, Laidler, D . E . W., 244
140, 148, 176, 177n, 178, 187, 191,
Coddington, A ., 126, 130n, 149n, 102n, 151-54 Lakatos, I., 20, 42n, 46, 53-60, 86n,
200, 243-49, 298
216n, 248n Hutchison, T . W., 78, 88n, 103n, 144, 158, 203, 206n, 233, 297
Fulop, M ., 269n
Cohén, M. R ., 35, 90n 106, 114-19, 129, 143, 145, 156n, Lamarck, J . B., 26n
Commons, J . R ., 106, 147 161-63, 176, 85n, 210, 216n, 282n, Lancaster, K . J „ 123, 187-88, 196-98,
Con te, A ., 91 298 268, 276
Cooper, R . N ., 245 G albraith, J . K ., 147 Landes, E . M ., 277n
Copem icus, N ., 50 G alileo, G ., 36 Lange, O ., 130, 171n, 177
Corden, W. M ., 240 Ghiselin, M. T ., 26n Illitch, I., 264
Latsis, S. J., 54n, U 6n , 118, 134,
Coum ot, A ., 187, 199, 207 G iffen, R ., 187 Ingram, J ., 101
y
203-07, 298
Culyer, A. J ., 257 Goldsm ith, D ., 65n Laudan, L ., 53n
Cyert, R. M ., 130n, 202, 205 Gance, R . A ., 119 Lee, K. K., 26n
Jenkin, F., 26n
Goodfield, J „ 24n, 26n, 297 Jevoiis, S., 92, 101, 106, 186 Leibenstein, H ., 206n, 269n
G ordon, D . F., 121-23 Johannson, J ., 37n Leijonhufvud, A., 243
Darwin, C., 25-6, 26n, 43n Gordon, S., 161 Leontief, W ., 116n, 237-38, 240- 281
Johansen, L ., 272n
D e Alessi, L ., 130, 132 G osset, W., 106 Lem er, A. P., 177
Johnson, H . G „ 138n, 222, 247
D eaton, A., 192-93 Gouldner, A. W ., 56n Leslie, C., 101
Jon es, R ., 102n
Debreu, G ., 213-14, 216, 238, 284 Green, F., 54n Lesnoff, M ., 68-9, 162n, 298
Ju ster, F. T ., 254n
de Marchi, N . B., 78n, 94-6, 237-39 Green, H . A. J „ 196, 198 Lester, R ., 200
Denison, E . F., 255n Greenw ood, M. J ., 257 Leverrier, U., 24
D iesling, P., 138 Griinbaum , A., 34n K aldor, N ., 164 Lindbeck, A., 257
Doland, E . G ., 113 Grunberg, E ., 130n Kant, E ., 5 3 ,8 9 ,9 2 Lindblom , C. E ., 174
318 Indice de nombres
Indice de nombres 319
Lindgren, J . R ., 78 Miller, W. L ., 102n
Lipsey, R. G ., 143, 177n, 194, 196, Mincer, J ., 254, 267 Pollak, R. A ., 275n Seater, J . J., 257
198, 208, 222n, 289 Mises, L. von, 112-13, 115, 129 Pope, C. L „ 130n, 132 Secord, R. F., 23
Littlechild, C . C., 113 Mishan, E . J ., 116n, 194, 196 Pope, D „ 130n, 133 Seliger, M ., 56n, 159
Loasby, B. J ., 206n, 209, 215, 216n, MitcheÚ, E . D ., 62 Popper, K ., 20, 26n, 29-34, 36-9, 41-8, Selden, R. T ., 242n
217 Mitchell, W. C., 106, 147 52-7, 59-61, 63, 65-6, 69-72, 110, Sen, A. K , 155, 157, 233
Locke, J . , 71 M odigliani, F., 245 114, 119, 124, 142-44, 146, 183, Sénior, N. W., 76, 79-82, 98, 101-04,
Losee, J ., 20, 23, 29, 30, 90n, 92, M orgenstem , O ., 186, 192 204n, 233, 269-70, 277, 293, 297 107-08, 111-12, 124, 150, 162-63
297 Musgrave, A ., 53n, 297 Ptolemy, C., 50n Shackle, G . S. L., 209
Low e, A ., 174n M yrdal, G ., 147, 161 Shubik, M., 207
Lukes, S., 69n Supak, M ., 292
Resnik, S., 287 Sidgwick, H ., 101
N agel, E ., 28, 35, 41, 68, 69n, 86n, Ricardo, D , 76, 78-9, 85, 93-7, 99, Simón, H . A., 205, 210, 292
McClelland, P. D ., 28n, 130n, 133, 89n, 90n, 115, 125, 133, 153-55,158, 102, 105, 223, 235 Skinner, A. S., 77-8
209, 220, 298 297 Rivett, K ., 85n, 130n Slutsky, E., 186, 188
McCulloch, J . R ., 79, 102n N aqui, K . J ., 232 Rizzo, M. J., 112 Smith, A., 76-8, 81n, 82, 92, 99, 102,
M acDougall, D ., 237, 282n Naughton, 130n Robbins, L ., 106-11, 113, 115, 129, 175, 209, 214-15
M acfie, A. L ., 77 N ell, E . J „ 144-46, 233, 283n 159, 164, 171-72, 298 Smyth, R. L ., 163
MacGrimmon, K . R., 189n Neben, R . R ., 255n Robertson, D . M ., 219 Solow, R., 220
Mach, E ., 20, 24, 115n Neumann, J . von, 186 Robinson, J ., 142, 177, 227, 232, 256 Sowell, T ., 78, 87
Machlup, F., 67n, 69n, 70, 72n, 81, Newton, I., 2 3 4 , 26n, 39n, 44, 57, Rosen, S., 258 Spencer, H ., 36
104, 117-18, 120-21,, 128-29, 130n, 77, 140, 146 Rosenberg, A., 116n, 130n, 133, 142,
Sraffa, P., 145
132, 134-36, 148, 56n, 177n, 200, Meyman, J ., 42-3 185-86
Steiner, P. O ., 143n
206n N g, Y.-K., 159 Rosenbluth, G ., 198
Rothbard, M. N ., 112 Stem , R. M ., 241
MacKenzie, L ., 284 N ordhaus, W. D ., 222
Rotwein, E „ 104, 125, 130n, 135 i- Stewart, I. M. T., 297
MacKenzie, R. B., 277n N ordquist, G . L ., 200
MacLennan, B., 92 Rowley, C. R ., 170-71 Stigler, G . J „ 187, 189, 195, 269,
Rudner, R. S., 68-9, 152 276n
M cRae, R . F ., 89n
Magee, B „ 39n, 297 O ’Brien, D . P „ 94, 102n, 123n, 163, Runciman, W. G ., 157 Stolper, W ., 238
M althus, R „ 26n, 76, 78-9, 82, 85, 88 282 Ryan, A ., 69, 89n, 160, 298 Streissler, E ., 292
March, J . G ., 205 Ohlin, B., 235-40 Suppe, F., 19, 22, 28, 51n
M arshall, A., 76, 81, 102, 106, 179, O ’Neill, J , 69n
186, 209, 215, 285 Oppenheim, 21-2 Samuels, W. J ., 159
M arx, K ., 56n, 87-8, lO ln, 145, 159, Orr, D ., 129n Samuelson, P . A ., 61n, 113, 119-24, Tarascio, V. J., 164
191 130-34, 159, 164, 166, 175, 185-86, Theil, M „ 291n
Masterman, M ., 49n 190-91, 194, 209, 229-30, 232, 236- Thirwall, A. P., 221
Maxwell, N ., 38 Papandreou, A. G ., 141-42 240' Thompson, M. F., 78
Mayer, T ., 242n, 244n, 290-92 Pareto, U ., 162-64, 168-69, 170- 215 Santomero, A . M ., 257 Thünen, J . H . von, 104
M edaw ar, P. B ., 53n, 89n, 92 Patinkin, D ., 249n Sargant Florence, P ., 189n Thurow, L. C., 224
Meiselman, D ., 245 Peacock, A. T ., 170-71 Say, J . B., 102n Thurstone, L ., 189n
Melitz, J „ 125, 128, 130n, 135 Pearson, E ., 42, 43n Schlick, M ., 29, 115n Toda, M ., 189n
Meltzer, A. M ., 245 Pen, J „ 222 Schmoller, G ., 101, 102n Tom pkins, B., 65n
Menger, C., 101, 111, 186 Períman, R., 226 Schoeffer, S., 141 Tooke, T ., 99
Michael, R . T ., 277n Peterson, S., 209 Schultz, H ., 110 Toender, J . R., 64n
M ili, J ., 79 Phleps Brown, E . H ., 281 Schultz, T. W., 250, 254 Torrens, R ., 102n
M ili, J . S , 20, 31, 35, 76, 79-83, 85, Plato, 146 Schumpeter, J . A ., 56n, 70, 78, 88, Toulmin, S., 20, 24n, 26n, 28, 51,
87-97, 99, 101-05, 107, 111-12, 150, Poincaré, H ., 20, 24 103n, 208 60
209, 219 Polanyi, M ., 20, 44n, 60-1, 65n Schwartz, A., 244 Trevor-Roper, H . R., 65
Scriven, M ., 25, 26n Tullock, G ., 277n
320
Indice de nombres I N D I C E D E M A T E R IA S
Urbach, P ., 59 W icksteed, P ., 107n
W ilber, C. K ., 147
W ildavsky, A ., 173n
Veblen, T ., 106, 147 W ilde, O ., 44
Velikovsky, E ., 65 Williams, K ., 39n
Viner, J., 92, 103 W illiams, P . L ., 209
W ilüamson, O . E ., 2 0 2 ,2 0 5
Winch, D ., 81
Wachter, L . M .( 275n Winch, P ., 68
W ald, A., 43n Winter, S. G ., 130n, 138-39
Walker, A ., 257 W iseman, J., 257
W alras, L ., 163, 186, 212-13, 215, W ittgenstein, L ., 29, 67
219 Wong, S., 133-34, 191n
W alters, A. A ., 220n W ootton, B., 141
W ard, B., 144, 147, 157n, 202, 282, W orland, S. T ., 287
285 W o rra llJ 60n
W artofsky, M. W ., 297 W orswick, G . D . N ., 282
W atkins, J . W. N ., 51n, 52
Weber, M ., 68, 156-57, 163n
Yamey, B. S., 209
W eintraub, E . R ., 217
Yule, G ., 106
Welch, F., 262
aducción, 35, 40, 89, 294 características, Teoría de las — de
W est, J . A ., 64n
altruismo, Econom ía del, 270 Lancaster, 196-98, 268, 276
Whately, R ., 87-8 Zarhowitz, V ., 291n análisis de actividades, 231 causación, análisis de, 23, 90
Whewell, W., 92 Zeuthen, F., 130 análisis input-output, 217, 231, 291n causas perturbadoras, en la Economía
W hitaker, J . K ., 81 Ziman, J ., 61 apriorismo, m etodología del, 75, 83- Clásica, 79, 8 3 4 , 96-7, 103, 106
84, 102, 107, 109, 112-14, 119-20, denda
129, 147, 240, 294 concepto de, 20, 30-1, 37-8, 64-6
astrología, 55, 64 historia de la, 19, 28, 38, 48, 52-5,
axiom atizadón de teorías, 132-33,191 57-8, 63, 92
metodología de la; ver también fi­
losofía de la, 29, 52-3
behaviorismo, 68 normal, 48-9, 50, 52
bien G iffen, 169, 186, 194-97, 233n revolucionaria, 48-51, 59
brujería, 64-5 dentifism o; ver monismo metodológico
búsqueda de empleo, 251, 254, 257 derre de los sistemas teóricos, 86
cinturón protector, en Lakatos, 56,
58, 159, 251-52, 277
Cálculo Círculo de Viena, 20, 29, 114, 120
cualitativo, 108, 120-23, 142, 200, d áusulas ceteris paribus, en Economía,
209, 228, 246, 296 85-8, 98-9, 105, 115-16, 122, 128,
cuantitativo, 120, 122, 246; ver 187
también predicción crimen, teoría del, 271
capital crisis de la moderna Teoría Económi­
demanda de, 228 ca, 281-82
característica-F; ver tesis de la irrele- Cobb-Douglas, 219, 221
vanda de los supuestos coligadón, método de, 148, 290

321
■>22 Indice de materias Indice de materias 323

comparaciones interpersonales, de uti­ distribución, teoría de la, 219, 221, Escuela Histórica Escocesa, 76-7 grupos no-competitivos, en Mili y Cair­
lidad, 107, 109, 159, 162 223-24 esencialismo, metodología del, 110, nes, 105
competencia doctrina del fondo de salarios, 96 145-46, 232, 287, 295 guillotina de Hum e, 145, 150-55,178
como proceso, 136-39, 208 doctrina de Verstehen, 67-9, 108,112, establecer el antecedente (modus po- gustos, cambios en los, 268-69
factible, 209, 215 118-19, 125, 297 nens), 32 v
concepto de — perfecta, 106, 129n, Durhem, Tesis de Irrefutabilidad de, establecer el consecuente, 32
175, 204, 209, 214-15 37, 45, 61, 135, 142, 295 Estadística, H istoria de la, 106 hechos
competencia monopolística, teoría de estática comparativa, método de, 138, cargados de teoría, 33-4, 62, 144
la, 135, 201, 205 Econometría, 110-13, 241, 284-85, 205, 230 estadísticos, 41
comportamiento del consumidor, teo­ 288-92 estratagemas inmunizadoras, en Popper, heurística, positiva y negativa, en La­
ría del, 120, 142, 186, 283 Economía 36-40, 45, 93, 176, 270, 287, 295 katos, 56, 184, 203, 269
contexto como ciencia, 79, 110, 179 explicación hipnosis, concepto de, 24n
de descubrimiento, 32, 35, 60 como un arte, 79 concepto de, 24-5, 36, 133, 183 hipótesis de la maximización de las
de justificación, 32, 59-60, 167-68 definición de la, 107, 171 estadística, 28 ventas, 202
convencionalismo, metodología del, — Positiva versus — Normativa, funcional, 27-8 hipótesis del mecanismo-espejo (screen­
24, 77, 136n, 147, 294 80, 91, 124, 150-51, 160-63, 165, histórica, 26-8 ing hypothesis), 259-66
contrastación de los, 130-31 171-72, 289 modelos de, 20-2, 28, 36 hipotético-deductivo
contrastabilidad, ver falsabilidad Economía de la Familia, 267-77, 255 extem alidades, 214, 236, 255 método, 91, 98-9, 102
corroboración, grados de, 43-5, 57, Economía del Bienestar; ver también modelo de explicativo, 20-2, 26,
99, 205, 216n optimalidad de Pareto 28, 36, 78-9, 148, 295
criterio de demarcación, 29, 30-1, 37- Economía de la Sanidad, 251, 253, falacia, 53 H istoria Económica cuantitativa, 220
38, 56, 63, 65n, 142, 294 ■ 257, 262 falacia genética, 61
homo economicus, concepto del, 80-3,
curva de demanda Economía del Desequilibrio, 139,284 falacias lógicas, 31-2
91, 96, 103-05
compensada, 188 Economía Keynesiana, 111, 219, 242, falsabilidad, 31, 37-9, 44-5, 114, 116-
interpretación de la, 122 244-45, 248, 289 117, 119, 122
inclinación negativa de la, 186-88, Economía N eoclásica, 184, 293 falsación, 30-3, 36, 38, 43, 285
ideas recibidas sobre las teorías, 19-
188n, 190, 194-95, 198 Economía post-keynesiana, 144, 286n, falsacionismo, metodología del, 29-31,
20, 22, 48, 52, 60-2, 296
curva de oferta 292 48, 54-5, 97n, lOOn, 111, 114, 121,
ideología, teoría de la, 56n, 142, 159-
con inclinación positiva, 199 Economía Radical, 144, 287-88, 292 147, 216, 232, 288, 295
160
curva de Phillips, 154, 201 educación y crecimiento económico; ingenuo, 37, 46, 135, 143, 23 9 ,2 5 9
inocuo, 149, 288 igualación de los precios de los facto­
ver también Teoría del Capital Hu­
sofisticado, 46, 63, 135, 143; ver res, teorema de, 134, 236, 239-40
mano
deducción, 20-1, 34-5, 75, 89, 91 elasticidad de sustitución, 219, 221 también estratagemas inmunizado- impuesto sobre los beneficios de las
demanda elasticidad-renta, 195 ras empresas, 202
de escolaridad, 252-53, 256, 262, empresa, teoría de la, 200-06, 210 ■ fertilidad, 267, 269n inconmensurabilidad de las teorías,
265-66 equilibrio, concepto de, 121, 147, 210- fiduciaria, 42 46, 57, 62, 206
efectos, 109 211 filosofía de la ciencia, 19-20, 35, 37n, incrementalismo discontinuo, 173
efecto-renta y efecto-sustitución so­ a largo plazo, 79 46-7, 60, 63 individualismo
bre la, 188-90, 193, 195 estabilidad del, 122-23, 213-14 Física Cuántica, 41, 44 metodológico, 66, 69-71, 91, 137,
elasticidad de, 108, 222 general versus parcial, 212-13, 245 formación profesional, general y espe­ 254, 268, 295
estudios estadísticos sobre la, 189, equilibrio general, teoría del, 212-17, cífica, 224,254-59,264-65 ontológico, 70
192-94, 196, 283 237-39, 245 función de ingresos, 258 político, 70
Ley de la, 185-87, 194-95 Escuela Austríaca, 107n, 209, 287-88 funciones de producción, 218-21,227, inducción, 20, 30, 34-5, 89, 98, 102-
teoría falsable de la, 166, 169 Escuela Cam egie de comportamiento 239, 274 103, 295
descriptivismo, metodología del, 131- de la empresa, 205-06 problema de la, 30, 33-5, 42n, 90,
133, 147, 191n, 295 Escuela Histórica 145
desempleo, tasa natural de, 247 alemana, 101-03, 108, 140 Galileo, Ley de caída de los cuerpos inductivo/a
dinámica, 208, 246 inglesa, 97, 105 de, 36, 86 método, 78, 89
324 Indice de materias Indice de materia? 325

inferencia ideas — sobre metodología econó­ M P P (mejora paretiana potencial), pragm atistas, 20
demostrativa, 34-4 mica, 87n, 287 164-65, 167-70, 296 praxeología, 112
estadística, 40-3 ley — del decrecimiento de la tasa modelo de explicación de la ley de praxis, metodología de la, 65
inductiva, 20 de beneficios, 87-8 cobertura; ver modelo hipotético-de­ predicción, 21-2, 24, 27, 36, 41, 43-
no-demostrativa, 34-5,89 matemáticas, H istoria de las, 58 ductivo 44, 96, 106, 109, 112, 124, 130, 143-
innovación, teoría de la, 222 maximización de los rendimientos, hi­ modelo IS-LM , 245-46 144, 147, 204-05, 213, 241, 249, 288
institucionalistas, 106, 108, 140, 144, pótesis de la, 125,136-38,200, 202 modelos esquemáticos, metodología de previsiones económicas, 23, 290-92
147-48, 189, 288, 292 matriz disciplinaria, 49 los, 147, 287, 296 previsión perfecta, supuesto de la,
instrumentalismo, metodología del, maximización de beneficios, 199-200, monetarismo, 242-49,289 145-46, 203
126-27, 133-34, 147, 200, 2 4 2 4 3 , 204
monogamia, 273 positivism o lógico, 19, 29-30, 144
249, 285, 295 mecánica newtoniana; ver gravedad,
motivos no-pecuniarios, en las eleccio­ preferencia revelada, teoría de la, 186,
introspección, 68, 83, 103, 109, 111, teoría de la
nes ocupacionales, 82, 99 190-92
121 métodos, 77 principio de correspondencia de Sa­
revolución, 50-1, 77 muelson, 120-21, 123
mecanismo causal, 25, 133, 183 proposiciones
juicios de valor, 150, 152-61, 170-71 mecanismo de supervivencia darwi- negación del consecuente (modus to-
analíticas, 29, 115-16, 294
caracterizadores, 153 niano llens), 32
operativas, 121-22
evaluativos, 153-54 medición del, 227-28 núcleo, en L akatos, 56, 58, 115, 158, sintéticas, 29, 31, 115-16, 144, 296;
metodológicos, 38-9, 153, 155,162 reversión del, 230-31 184, 203, 206, 239, 243, 251-53, 268, ver también proposiciones auxiliares
puros e impuros, 154-55 mercados a futuros, 284 277, 287, 95
proposiciones analíticas, ver proposi­
mercados internos de trabajo, 257, núcleo, teoría del, 271 ciones
261, 265
Ley de Boyle, 41 proposiciones auxiliares, 36, 55-6, 86,
metafísica, en la Ciencia, 56
leyes 127, 133, 142, 203, 243
methodenstreit, 103n
Occam, cuchilla de, 39 proposiciones sintéticas, ver proposi­
deterministas, 185-86 m etodológico/a
oligopolio, 205, 207-09, 214 ciones
en Economía, 185 dualismo, 67, 112, 119
en la Ciencia, 185 operacionalismo, metodología del, 29, psicologismo, 70
monismo, 66-9, 70n, 72, 91, 108,
estadísticas, 185-86 . 111, 119-21,147, 191n, 239, 296 publicidad, 197, 201, 276n
111, 119, 124, 157, 295
universales, 20-1, 25, 27, 30, 141- nominalismo, 146 optim alidad de Pareto, 162, 164-70,
147 metodológicas, reglas; ver también 175, 215
leyes de tendencia, 85-8, 94-5, 115, juicios de valor metodológicos, 39- racionalidad, principio de; ver tam­
296 40, 48, 54 bién homo economicus, 71, 105,
leyes del trigo, .93, 9 5 ,1 0 5 método abstracto-deductivo, 89, 91-2, paradigmas, en K uhn, 48-52, 58, 62, 117, 210, 292
liberalismo, 170-71 102 214 realismo de los, 123-28, 139-40
libre comercio, 236 en la economía clásica; ver también paradoja de G iffen, 187 relatar, contar historias (storytelling),
lógica método hipotético-deductivo paradoja de Leontief, 237-38 147-48, 296
de la confirmación, 34 metodología parapsicología, 56 rendimientos a escala
de la evaluación, 54 agresiva, 54, 191, 294 participaciones relativas, 221-24 constantes, 239, 274
de la justificación, 39, 46 como disciplina, 48, 54, 293 P C I (programas científicos de investi­ crecientes, 214, 226
del descubrimiento, 39, 46; ver defensiva, 54, 76, 100, 134, 294 gación), en Lakatos, 55, 62, 296 decrecientes, 275n
también deducción, inducción económica, 76, 293 degenerados, 55, 57, 59, 205, 242, rendimientos decrecientes, 79, 96,273
normativa versus positiva, 48, 52, 251, 288 ley de los, 104, 107-08, 185
54, 60 incipientes, 59, 198, 206, 269, 277 renta permanente, hipótesis de la, 244
Macroeconomía, 71, 112, 123, 217, migración, 251, 254, 257, 262 progresivos, 55, 57-9, 198, 239, retom o de las técnicas, fenómeno del,
242; ver también Economía Key­ Mili, cuatro m étodos de, 90-1 251, 276-77, 288, 296 228-33
nesiana M P C I (metodología de los programas planificadores versus partidarios del li­ revolución copernicana, 50-1
marxista científicos de investigación), en La­ bre mercado, 176-79 revolución darwiniana, 51
Economía, 289 katos, 57-9, 203, 207, 251, 296 pleno empleo, 213 revolución Einstein-Planck, 50-1
Alianza Universidad
326 Indice de materias
V olúm en es publicados
satisfacer, 199 teorías, concepto de, 20, 28-9, 44, 273 Karl Jaspers: Origen y meta de la 295 P. D. King: Derecho y sociedad en
segmentación de los mercados de tra­ 55n, 142 historia el reino visigodo
bajo, 259, 264 teorías del ciclo productivo en el co­ 274 Manuel García-Pelayo: Los mitos 296 Gerd Brand: Los textos fundamen­
selección natural, en Darwin, 25-6, mercio internacional, 237, 240-41 políticos tales de Ludwig Wittgenstein
29, 43n termodinámica, 86 275 Nicolás Ramiro Rico: El animal 297 Preston Cloud: El cosmos, la Tierra
silogismo, hipotético, 21, 31-2 Tesis de Alchian, 125, 136-39, 208, ladino y otros estudios políticos y el hombre
simplicidad, concepto de, 4 4 ,1 2 5 ,1 3 4 - 294 276 Leszek Kolakowski: Las principa­ 298 Emilio Lamo de Espinosa: La teoría
135 teoría de los estadísticos de Neymenn- les corrientes del marxismo. 1. Los de la cosificación: de Marx a la
situación-problema, en Popper, 183 Pearson, 40-2, 152, 296 fundadores Escuela de Francfort
sociología Teoría del Capital Hum ano, 250-59, 277 Benjamín Ward: ¿Qué le ocurre a 299 Elliot Aronson: El animal social, in­
del conocimiento, 33 267 la teoría económica? troducción a la psicología social
de la ciencia, 52 tesis de simetría, 22, 36, 94, 133, 296 278 ■ Francisco J. Ayala: Origen y evo­ 300 José Ferrater Mora y Priscilla
supuestos lución del hombre Cohn: Etica aplicada. Del aborto a
T H O (Teorema Heckscher-Ohlin), 235- la violencia
en Economía, 105, 110, 122, 123, 241, 284 279 Bernhard Rensch: Homo sapiens.
De animal a semidiós 301 María Cruz Mina Apat: Fueros y
126-28 tesis de la irrelevancia de los supues­ revolución liberal en Navarra
280 J. Hintikka, A. Macintyre, P. Winch
tos, en Friedm an, 123-34, 138,140, y otros: Ensayos sobre explicación 302 Cario M. Cipolla: Historia econó­
295 y comprensión mica de la Europa preindustrial
titonnement, 213 tipos ideales, en Weber, 68 281 Antología de la literatura española 303 Jesús Mosterín: La ortografía fo-
tautología, 115-16 totalismo, metodológico, 69, 71 de mediados del siglo XVII a me­ némica del español
telepatía, 62 diados del XVIII. Selección y no­ 304 J. Blondel, M. Duverger, S. E. F¡-
teorema de la mano invisible, 168-69, tas de Germán Bleiberg ner, S. M. Lipset y otros: El Go­
175, 177n, 215, 295 ultraempirismo, metodología del, 117, 282 T. W. Moore: Introducción a la bierno: estudios comparados
teoremas de existencia en, 213, 286 teoría de la educación 305 Curt Paul Janz: Friedrich Nietz-
129, 296
Teoría Cuántica del dinero, 244,248 283 E. H. Carr, R. W. Davies: Histo­ sche. 1. Infancia y juventud
ria de la Rusia Soviética. Bases 306 Jonathan Bennett: La «Crítica de la
teoría darwiniana de la evolución, 25- de una economía planificada (1926- razón pura» de Kant. 2. La dialéc­
27, 29, 175 verificabilidad, 31, 296 1929). Volumen I, 1.* parte tica
teoría de la gravedad, 23-4, 29, 44, como principio de significación, 29 284 E. H. Carr, R. W. Davies: Histo­ 307 G ilbelrt Harman. Jerrold J. Katz,
57, 72, 77-8, 86, 140 verificación, 30, 32, 75, 101, 111-12, ria de la Rusia Soviética. Bases W. V. Quine y otros: Sobre Noam
teoría del crecimiento, 282-83, 286 130, 134, 285 de una economía planificada (1926- Chomsky: Ensayos críticos
teoría de las curvas de indiferencia, 1929). Volumen I, 2.1 parte
verificacionismo, metodología del, 75, 308 Henri Frankfort: Reyes y Dioses
189-90 85, 94-5, 97n, 275 285 Alberto Recarte: Cuba: economía
y poder (1959-1980) 309 Hannah Arendt: Los orígenes del
teoría de la productividad marginal, verosimilitud, grados de; ver también totalitarismo. 1. Antisemitismo
136, 219-28, 239, 284 corroboración, 29, 45 286 Kurt Gódel: Obras completas 310 William Berkson: Las teorías de
teoría de la relatividad, 44, 57, 175 voluntarismo, metodología del, 287 287. y . A. Hobson: Estudio del imperia­ los campos de fuerza. Desde Fa-
teoría malthusiana de la población, 78- lism o raday hasta Einstein
79, 82, 88, 100 288 Francisco Rodríguez Adrados: El 311, y 312 Franco Venturi: El populis­
teoría ricardiana de la renta, 100 . mundo de la lírica griega antigua mo ruso
W ertfreiheit, 156-62
289 H1. J. Eysenck: La desigualdad del
313 Ramón Tamames: El mercado co­
mún europeo
hombre
314 Leszek Kolakowski: Las principales
290 Santiago Ramón y Cajal: Recuer­ corrientes del marxismo. II. La
dos de mi vida: Historia de mi edad de oro
labor científica
315 Gerald Holton: Ensayos sobre el
291 Mark Nathan Cohén: La crisis ali­ pensamiento científico en la épo­
mentaria de la prehistoria ca de Einstein
292 Wolfgang Stegmüller: La concep­ 316 Atlas de música
ción estructuralísta de las teorías
317 Víctor Sánchez de Zavala: Funcio­
293 Norman Cohn: En pos del Milenio nalismo estructural y generativismo
294 Imre Lakatos: Matemáticas, cien­ 318 Jean Piaget: Estudios sobre lógica
cia y epistemología y psicología
319 A. J. Ayer: Parte de mi vida 347 Javier Arce: El último siglo de la 370 Pedro Laín Entralgo: La relación 394 Jesús Mosterín: Conceptos y teo­
320 Cristóbal Colón: Textos y docu­ España romana ( 284 -409 ) médico-enfermo rías en la ciencia
mentos completos 348 Guillermo Araya: El pensamiento 371 Enrique Ballestero: Teoría econó­ 395 Arno J. Mayer: La persistencia del
de Américo Castro mica de las cooperativas Antiguo Régimen
321 Lloyd de Mause: Historia de la
Infancia 349 Imre Lakatos: La metodología de 372 Michael Ruse: La revolución dar- 396 E. Roy Weintraub: Microfunda-
los programas de investigación winista mentos
322 Sir Macfarlane Burnet y David científica
O. White: Historia natural de la 373 Julián Marías: Ortega. 1. Circuns­ 397 Antonio Tovar: Vida de Sócrates
enfermedad infecciosa 350 Howard F. Taylor: El juego del C.l. tancia y vocación
398 Cartas de particulares a Colón y
323 Stuart Hampshire: Spinoza 351 Bernard d'Espagnat: En busca de 374 Julián Marías: Ortega. 2. Las tra­ relaciones coetáneas. Recopilación
324 Marvin Harris: El materialismo lo real yectorias y edición de Juan Gil Fernández
cultural 375 Paro e Inflación. Perspectivas ins­ y Consuelo Varela
352 Pedro Laín Entralgo: Teoría y rea­
325 Ferrán Valls i Taberner, Ferrán lidad del otro titucionales y estructurales. Com­ 399 Jeremy Cherfas: Introducción a la
Soldevila: Historia de Cataluña pilación de Michael J. Piore ingeniería genética
353 K. S. Schrader-Frechette: Energía
nuclear y bienestar público 376 Carlos Pereyra: El sujeto de la His­ 400 Adam Ferguson: Cuando muere el
326 Talcott Parsons: El sistema social toria dinero
327 Kathleen Newland: La mujer en el 354 Alvin W. Gouldner: Los dos mar­
377 Howard Newby y Eduardo Sevilla- 401 E. H. Carr: Historia de la Rusia
mundo moderno xismos Guzmán: Introducción a la sociolo­ soviética. Bases de una economía
328 Anthony Kenny: Wittgenstein 355 José Luis Martínez: Pasajeros de gía rural planificada 1926-1929. Volumen III,
329 José Lorite Mena: El animal para­ indias 378 Manuel Ballbé: Orden público y mi­ parte I
dójico 356 Julián Marías: Antropología meta­ litarismo en la España constitucio­ 402 E. H. Carr: Historia de la Rusia
330 Joseph D. Novak: Teoría y prácti­ física nal ( 1812-1983 ) soviética. Bases de una economía
ca de la educación 379 Anthony A. Long: La filosofía he­ planificada 1926-1929. Volumen III,
357 Policía y sociedad democrática. parte II
331, 332 Edmund Husserl: investigacio­ Compilado por José María Rico lenística
nes lógicas 403 E. H. Carr: Historia de la Rusia
358 Luis Diez del Corral: El pensa­ 380 Dennis C. Mueller: Elección pú­ soviética. Bases de una economía
333 Jean Piaget y otros: Investigacio­ miento político europeo y la mo­ blica planificada 1926-1929. Volumen III,
nes sobre las correspondencias narquía de España 381 M.* Carmen Iglesias: El pensa­ parte III
334 Antonio Gómez Mendoza: Ferroca­ miento de Montesquieu 404 Paul Veyne: Cómo se escribe la
359 Crisis en Europa 1560-1660 . Com­
rriles y cambio económico en Es­ pilación de Trevor Aston 382 Rita Vuyk: Panorámica y critica historia
paña ( 1855-1913 ) de la epistemología de Piaget, 1 405 Paul Forman: Cultura en Weimar,
360 i. Bernard Cohén: La revolución ( 1965-1980 )
335 Hannah Arendt: Los orígenes del newtoniana y las transformacio­ causalidad y teoría cuántica 1918-
totalitarismo. 3. Totalitarismo nes de las ideas científicas 383 Juan Marichal: Teoría e historia 1927
del ensayismo hispánico 406 Daniel Bell: Las ciencias sociales
336 Svend Dahl: Historia del libro 361 Leszek Kolakowski: Las principales
desde la Segunda Guerra Mundial
corrientes del marxismo, III 384 G. W. F. Hegel: Lecciones sobre
337 Harald Fritzsch: Los quarks, la ma­ filosofía de la religión. 1. Intro- 407 La nueva historia económica. Lec­
teria prima de nuestro Universo 362 José Manuel Sánchez Ron: El ori­ - ducción y concepto de la religión turas seleccionadas. Compilación
gen y desarrollo de la relatividad 385 B. J. McCormick: Los salarios de P. Temin
338 Ramón Tamames: Estructura eco­
nómica internacional 363 Gustav Henningsen: El abogado de 386 Enrique Anderson Imbert: La crí­ 408 Robert K. Merton: Ciencia, tecno­
las brujas. Brujería vasca e Inqui­ tica literaria: sus métodos y pro­ logía y sociedad en la Inglaterra
339 Frederick J. Newmeyer: El primer sición española blemas
cuarto de siglo de la gramática ge- del siglo XVII
nerativo-transformatoria ( 1955-1980) 364 Margaret S. Mahler, Otto F. Kern- 387 Del cálculo a la teoría de con­ 409 Marc Ferro: La Gran Guerra (1914-
berg y otros: Diez años de psico­ juntos, 1630-1910 . Una introducción 1918)
340 Pedro Laín Entralgo: La medicina análisis en los Estados Unidos histórica. Compilación de I. Gat-
hipocrática ( 1973- 1982 ). Compilación de Ha- tan-Guinness 410 Carlos Castilla del Pino: Teoría de
rold P. Blum la alucinación
341 Richard Sennett: Autoridad 388 Earl J. Hamilton: El florecimiento
del capitalismo 411 Douglas C. North: Estructura y
342 Julián Zugasti: El bandolerismo 365 E. H. Carr: Las bases de una eco­ cambio en la historia económica
nomía planificada 1926-1929 389 Harían Lañe: El niño salvaje de
343 Curt Paul Janz: Frledrich Nietz- Aveyron 412 José Ferrater Mora: Fundamentos
sche, 2 366 Agustín Albarracín Teulón: La teo­ de filosofía
ría celular 390 Howard E. Gruber: Darwin sobre
344 Francisco Tomás y Valiente: Go­ el hombre 413 Javier Tusell: Franco y los cató­
bierno e Instituciones en la España 367 Robin J. Wilson: Introducción a la licos
del Antiguo Régimen teoría de grafos 391 Gwyn Harries-Jenkins S Charles
C. Moskos Jnr.: Las fuerzas ar­ 414 Curt Paul Janz: Friedrich Nietz-
345 John Tyler Bonner: La evolución 368 I. Prigogine e I. Stengers: La nue­ madas y la sociedad sche. 3. Los diez años del filósofo
de la cultura en los animales va alianza (Metamorfosis de la errante
ciencia) 392 Pedro Laín Entralgo: La espera y
348 Roberto Centeno: El petróleo y la la esperanza 415 Antonio Domínguez Ortiz y Ber­
crisis mundial 369 Teodor Shanln: La clase incómoda nard Vincent: Historia de los mo­
393 Carlos Moya: Señas de Leviatán riscos
416 Luis Angel Rojo: Keynes: su tiem­ 420 José María López Plñero: Oríge­
po y el nuestro nes históricos del concepto de
417 Jean-Paul Sartre: El ser y la nada neurosis
418 Juan Pablo Fusi: El País Vasco. 421 Hermann Heller: Escritos políticos
Pluralismo y nacionalidad
422 Camilo J. Cela Conde: De genes,
419 Antonio Rodríguez Huáscar: Pers­ dioses y tiranos. La determinación
pectiva y verdad biológica de la moral

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