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Agua

El agua en las explotaciones apícolas se usa exclusivamente para la higiene de los


manipuladores y para la limpieza de instalaciones, utensilios y equipos.
Hay que destacar que el agua no entra nunca en contacto con el alimento, ya que la
humedad empeora la calidad de la miel; por lo tanto, todos los equipos y utensilios
necesarios deben estar escrupulosamente secos antes de ser utilizados.
El suministro de agua debe ser de agua potable para evitar la contaminación de los
productos alimentarios; si el suministro proviene de la red, es preciso guardar todos los
recibos del agua. Deben adjuntar un croquis de la instalación en el Plan, que indique los
puntos de salida de agua.
La concentración de cloro a la salida del grifo debe estar entre 0,2-0,6 ppm de cloro
residual libre
Todas las actividades de la apicultura, desde el manejo apícola hasta el envasado que se
realiza dentro de las instalaciones del apicultor, son consideradas actividades de la
producción primaria, y en este contexto no es necesario el control de cloro a la salida de los
grifos siempre que el agua provenga de la red pública de manera directa (sin depósitos). Las
empresas que disponen de depósitos deben elaborar el Plan de limpieza y desinfección
incluyéndolos y deben controlar el nivel de cloro del agua a la salida del grifo.
Si el agua proviene de una captación propia, hay que asegurar su potabilidad mediante un
sistema de desinfección. En este caso, es preciso que un laboratorio autorizado realice los
análisis de control microbiológico; el número de análisis anuales que hay que llevar a cabo
depende del volumen de agua tratada.
El agua que se emplee para la preparación de alimentos para las abejas deberá ser potable o
limpia.
Agua Las abejas consumen diariamente agua para sus necesidades y las de la colonia. Es
esencial para su metabolismo pero también para mantener la humedad relativa en la cámara
de cría y regular térmicamente la colmena mediante la evaporación. La búsqueda de agua
puede suponer un gasto importante de tiempo y de energía si las abejas tienen que volar
varios kilómetros para encontrarla y acarrearla a la colmena. Por tanto, en la elección de los
asentamientos debe tenerse en cuenta la fácil disponibilidad de agua natural. Si no fuera así
o en épocas de sequía, se pueden utilizar bebederos (tipo bidones o con suministro
controlado mediante boyas). El agua suministrada a las abejas debe ser potable o limpia.
Los bebederos, si se utilizan, se mantendrán limpios y se desinfectarán cuando sea
necesario.
Temperatura
Las abejas, son incapaces de regular la temperatura de su cuerpo. Una abeja aislada del
resto de su colonia acabará, por tanto, teniendo la temperatura propia del lugar en que se
encuentre.

Es conocida de todos los apicultores la facilidad con la cual las abejas sorprendidas por la
caída de la tarde en los breves días invernales quedan paralizadas apenas unos centímetros
de la piquera de la colmena muriendo

durante la noche. Un fenómeno que en principio no debe alarmarnos a los apicultores, dado
que afecta principalmente a individuos enfermos de la colonia.

Las abejas comienzan a entrar en su estado de parálisis por debajo de los 9º si bien esta
temperatura no debe ser tomada en su valor más estricto dado que es influenciada por las
condiciones atmosféricas, especialmente el viento. En cualquier caso, de todos es sabido
que pese a la incapacidad individual de las abejas para regular su temperatura, el nido de
cría sí que permanece a una temperatura prácticamente constante de 34º-35ºC.

Las abejas elevan la temperatura del nido de cría hasta el entorno de los 35ºC. Este logro es
el resultado de la producción de calor que acompaña al movimiento de los músculos
torácicos, los potentes músculos que mueven las alas de las abejas durante el vuelo. Para
poder realizar ese ejercicio es necesario combustible, pues todo ejercicio no es más que una
combustión. En nuestro caso el combustible natural es la miel que en forma de reservas son
almacenadas para el propio alimento de la colmena y para el calentamiento del nido de cría.
Una abeja aislada es capaz, con el temblor de sus músculos, de elevar su temperatura
corporal en forma insignificante pero suficiente para el conjunto de la colmena si
consideramos el verdadero colchón térmico resultante de la agrupación densa de miles de
abejas en el racimo de invernada.

El consumo de miel por día para una abeja adulta en reposo es de 4mgr, por hora para una
abeja en vuelo se aproxima a unos 14mgr y por día para una larva de 26mgr.

Extra:

1. Las abejas polinizan 170.000 especies diferentes de plantas.


2. Al menos un tercio de cada cucharada que te llevas a la boca depende de la
polinización.
3. Una abeja melífera produce una doceava parte de cucharada de miel en toda su vida.
4. Para producir un kilo de miel, una abeja debería visitar cuatro millones de flores y
recorrer una distancia equivalente a dar la vuelta al mundo cuatro veces.
5. Una colonia de abejas es comparable con una ciudad pequeña en cuanto al número
de individuos. Aloja entre 30.000 y 60.000 obreras, de 300 a 1.000 zánganos y una
reina.
6. No hibernan, sino que siguen activas durante todo el invierno. Sin embargo, en esta
época se juntan para calentarse unas a otras.
7. Las melíferas son la única especie de abeja que muere tras lanzar una picadura.
8. Las abejas son constructoras con un gran sentido de lo económico y lo racional. Los
panales están entre las estructuras mejor diseñadas y organizadas de la naturaleza:
sus paredes se juntan en ángulos de 120º, formando hexágonos completos.
9. Salen de la colmena en cuanto la temperatura exterior supera los 10 ºC.

La importancia de la temperatura en la colmena reside en que las abejas mantengan los


panales de cría a una temperatura constante de 35ºC. Esta temperatura es vital para
garantizar que larvas y pupas se desarrollen de forma correcta. Para ello las abejas generan
calor, sin tener que despegar, moviendo los músculos torácicos de vuelo, al desacoplarlos
temporalmente de las alas. Al desacoplar las alas, toda la energía producida con la
vibración se transforma en calor.
Si las celdas de los panales fuesen cuadradas optimizarían el espacio pero los insectos
necesitan un cubículo adecuado a la anatomía que tendrán tras su metamorfosis. Si las
celdas fueran cilíndricas serían ideales para la crianza pero se perdería mucho espacio y
se emplearía más cera de la necesaria… por tanto, las abejas siempre construyen sus
celdas en hexágonos perfectos, maximizando la superficie útil.

Alguien podría pensar que los cuadrados también son una forma eficiente de
almacenamiento, y que con ellos se ahorraría cera, pero los cuadrados no son eficientes
repartiendo la carga en una estructura grande, de modo que un panal cargado de miel,
que puede llegar a pesar 4 kilos en un cuadro tipo Langstroth, se vendría abajo.

Por otra parte, los hexágonos de los panales de las abejas de la miel transcienden la
matemática del número áureo y la sucesión de Fibonacci, a la que están acostumbradas
las abejas cuando liban en las estructuras florales de las plantas.

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