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24.03.2019
Cultura
Como datos biográficos vale repasar que luego de su infancia en el norte santafesino,
ingresó como pupilo en el colegio santafesino "La Inmaculada" de los Padres Jesuitas.
Fue ordenado sacerdote en Roma en 1930, donde también logró el título de Doctor en
Filosofía en la Universidad Gregoriana. En 1935 regresa a la Argentina, llevando a cabo
una enorme actividad intelectual.
Luego de muchos años en los que a lo largo de sus libros describiría de variadas formas
autorreferenciales su doloroso caso, en 1966 se arregló definitivamente su situación
canónica absurda e injusta. Sus últimos años los pasaría más recluido que nunca en su
departamento del barrio de Constitución, ámbito que describen con claridad Pablo
Hernández y Rodolfo Braceli en sendos reportajes que le harían, un tiempito antes de su
muerte.
En cuanto a su obra, se ha dicho que Castellani era inclasificable o, también, de género
único. Su tema principal fue la teología (y dentro de ella la esjatología: "Jesucristo
vuelve, y su vuelta es un dogma de fe"), pero también brilló como crítico literario,
periodista, poeta, cuentista y novelista. Pero acaso lo que mejor lo defina sea su especial
sentido del humor, sumamente irónico y capaz de mecharlo en cualquier tema del que
estuviera escribiendo o disertando, inclusive el Fin de los
Tiempos. Quizás sea ese uno de los aspectos que más lo emparentaba con el inglés
Chesterton. Como muestra, basta un botón, permitiéndonos recomendar el fabuloso
"Credo del incrédulo".
LA IDEOLOGIA
En relación a su filiación ideológica, también es absolutamente imposible de etiquetar.
Dentro de la Iglesia, imposible catalogarlo como progresista. Su ortodoxia y su
profundo amor por la Verdad descartan de plano esa posibilidad. Ahora bien, menos
posible aún es identificarlo como conservador, seguramente por sus disputas con la
jerarquía que lo llevaron a una de sus grandes luchas: su combate contra el fariseísmo
católico. Son célebres sus quejas por un catolicismo amanerado o mistongo y sus cartas
a sus superiores y obispos.
Vale citar una al Nuncio Apostólico de aquél entonces en la que le reclamaba: "No
pedimos a S.E. que salve a la Nación Argentina, déjenosla nomás; le pedimos que
cumpla el mínimum mínimo de su deber. No pedimos a los Obispos que sean todos
varones santos; les pedimos solamente que parezcan varones. No pedimos a los Curiales
que tengan la santidad; les pedimos que perciban y no persigan la santidad. No pedimos
a lo sacerdotes que crean en el Evangelio; les pedimos solamente que enseñen el
Evangelio: todo el Evangelio".
Por otra parte, en lo político, también es sumamente difícil ubicarlo. En efecto, mal
puede afirmarse que haya sido de izquierda, recordando su ortodoxia. Es cierto, en el
contexto de su expulsión, en el que se ganaba la vida dando conferencias, frecuentó a
varios intelectuales de izquierda con los que entabló una cordial relación. Ejemplo de
ello es el interesante Los zurdos y Castellani (Pablo Hernández). No obstante, a pesar de
esa cordial relación, ninguno logró convencerlo de que apostatara. Al respecto, es
célebre su respuesta a Leónidas Barletta: "Tengo fe en Cristo y en la Iglesia por El
fundada, que creo indestructible".
EL CASO BORGES
Aquí es por demás de interesante dedicarle una mención especial a la relación con
Borges. En su faceta de crítico literario, Castellani le dedicó unos cuantos conceptos,
algunos elogiosos y otros, bastante ácidos, entre los que vale mencionar la "agorafobia"
de la que lo acusaba y su calidad de "blasfemo tímido". Por otra parte, ambos, Castellani
y Borges, compartieron junto a Ernesto Sábato y Horacio Ratti, el famoso almuerzo en
la Casa Rosada con el presidente Videla. Lo cierto es que, luego del almuerzo, tanto
Borges como Sábato destinaron elogiosos comentarios hacia Videla, en tanto que
Castellani fue el único que se atrevió a interceder por el paradero de Haroldo Conti, ante
el desesperado pedido de su pareja.
Para ir finalizando, vale destacar que no son pocos los que opinan que el Padre
Castellani fue una especie de Profeta. En tal sentido, no está de más citarlo en el prólogo
a uno de sus mejores libros (Su Majestad Dulcinea): "Hay que saber que el que escribe
un libro de estos no escribe lo que quiere sino lo que le sale de la cabeza; la cual a veces
parece como conectada con una voluntad imperiosa, que no es la propia."
Pero quizás también, citando a su biógrafo, por aquello de que nadie es profeta en su
tierra; pareciera que los argentinos sufrimos de un mal por el cual sólo apreciamos algo
argentino si antes resulta alabado por extranjeros (el Martín Fierro, el tango y el mismo
Borges son ejemplo de ello).
Quizás, ahora que el lúcido y valiente español Juan Manuel de Prada anda
aprovechando cuanta ocasión sea para difundir y alabar su obra, quizás, sea hora de que
el Padre Castellani sea reconocido como lo que realmente fue, uno de los más grandes
pensadores que ha dado la "Argentada Tierra".
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