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"Bolívar es un personaje de tantas facetas distintas y de una riqueza de contenido que sigue

siendo llamativo como estadista, como pensador, como escritor, como hombre de acción (Ospina,
2011, p.1) […] Otra mirada dice: “todo lo que los historiadores consideran falso fue lo que a mí
me emocionó y lo que me dio la imagen exacta de Bolívar” (García, 1989, p.3).

Sobre Simón Bolívar

La figura de Simón Bolívar a través de las narraciones históricas en la reconstrucción de su


pensamiento a partir de testimonios, comentarios y anécdotas no serán uniformes desde el punto
de vista de la historia ni el de la ficción. Así pues, hablar de sus peripecias tiene una dimensión
ética, estética y sobre todo política en su empresa de lograr la unificación de cinco naciones, para
formar lo que en honor a Colón sería La Gran Colombia.

El presente texto argumentativo busca analizar la construcción del pensamiento de Simón


Bolívar en dos obras literarias titulas El general en su laberinto de Gabriel García Márquez y En
busca de Bolívar de William Ospina, a la luz de la teoría Tiempo y narración, específicamente
los capítulos la construcción de la trama, y el entrecruzamiento de la historia y de la ficción de
Paul Ricoeur. En primer lugar, se explicará la teoría ricoeuriana para establecer el fundamento
ontológico y epistemológico del concepto Mythos y Mímesis en la construcción del relato. En
segundo lugar, una aproximación de la imagen bolivariana que crean los dos novelistas sea
canónico, tirano o humano. En efecto, consolidar el vínculo que presenta la literatura y la historia,
la delgada línea o mejor aún el componente ficcional que caracteriza la narración.

Ricoeur En tiempo y narración realiza un importante análisis sobre la construcción narrativa que
se teje sobre la literatura y la historia partiendo de los postulados sobre el tiempo en Las
confesiones de San Agustín, y el concepto de trama planteado En la poética por Aristóteles. Así
pues, se parte de la premisa de que la experiencia del tiempo humano –fenomenología– se puede
llevar al plano narrativo desde los conceptos Mythos para la configuración de la trama y Mímesis
como la actividad mimética en la narración.

El concepto de trama adquiere su significación en la configuración de la historia desde la


disposición de los hechos (Mímesis) y la estructura de la trama (Mythos). Los dos conceptos se
articulan sobre una nueva operación que se presenta sobre tres momentos que se conoce como la
triple Mímesis. La Mímesis I o pre-figuración se específica sobre el teatro de la vida –el aquí y el
ahora– donde se presentan las acciones, la significación del mundo temporal, y la posibilidad de
que la imitación se produzca a través del análisis y entendimiento de las actividades o los agentes
que se insertan en la simbología cultural del obrar humano. La Mímesis II que trata sobre la
configuración de la obra, ocupa un lugar que posibilita el antes y el después de la narración. Se
constituye sobre los elementos heterogéneos –la trama–, que integra fines, medios, caracteres,
pensamientos y posibilita la función de la Mímesis III sobre sus dos mundos: el mundo del texto
y el mundo del lector. En efecto, la narración histórica o ficcional tienen elementos comunes que
desde la triple Mímesis permiten su construcción, para el caso, la figura de Simón Bolívar.

En busca de Bolívar, William Ospina, enmarca la figura de Simón Bolívar de manera mítica,
canónica y mejor aún no comprendida. Sus hazañas en las tierras Latinoamericanas –por las que
tanto luchó–¸ fueron las mismas que lo desterraron e irónicamente las que glorificarían su nombre
después de su muerte. Aparece como un hombre culto que entendió las problemáticas de su
contexto y sin miedo de entrar hacia lo desconocido –como Don Quijote–¸ salió con una empresa
fija: la unificación de varias naciones con el fin de consolidar la libertad a Latinoamérica.

El Bolívar de Ospina pertenece a una memoria que ha tenido su resorte sobre la historia oficial,
aquella que solo se perpetúa a sí mismo –la imagen de Bolívar como el libertador–, que
demuestra su grandeza; y la vez, busca una teleología o una reproducción de su legado político
que lo convierte en un referente, en un símbolo que representa su inteligencia, su valor y su
ambiciosa empresa convirtiéndolo en un modelo de revolución.

“La política intentó convertirlo en estatua, detenerlo en el mármol, pero su leyenda se fue extendiendo
por la historia, por el arte y por la literatura; bibliotecas enteras se llenaron con sus hechos y con la
reflexión sobre sus hechos; su obra y su vida merecieron todos los análisis, fueron sometidas como
pocas al examen del tiempo, y se debate todavía sobre él como si estuviera vivo, como si estuviera a
punto de tomar cada una de sus decisiones. Pocos seres humanos llegaron a ser de tal manera referente
de todas las políticas y base de todas las doctrinas, por pocos llegan a disputarse de tal modo las

facciones más enfrentadas” (Bolívar, 2010, p.25).

Ospina utilizando la historiografía oficial –la lengua común– pone como eje articulador las
peripecias de Simón Bolívar como un hombre que en su época reflexionó acertadamente los
problemas estéticos de su contexto, “no sólo acunó el sueño visionario de liberar las provincias y
darles vida autónoma en repúblicas: concibió todo ello en un suelo harto indócil y en la época
temprana en que apenas nacían las repúblicas europeas” (Ospina, 2010, p.59).

Simón Bolívar era un hombre con una riqueza potencial, un hombre culto y deseado por la
mujeres, pero lo que más marca su personalidad es su pensamiento crítico sobre su contexto y su
convicción por cambiar la realidad. Ello lo llevó a tomar decisiones difíciles como la entrega de
Francisco de Miranda o aún más el fusilamiento de Piar, actos que son cuestionables pero desde
la voz de su empresa justificados. Ospina dice:

Bolívar advirtió el peligro: Piar era un gran líder, un militar destacado, un hombre al que la revolución
le debía victorias y hazañas: si su discurso se abría camino, la guerra de independencia literalmente
perdería su norte […] No fue Bolívar quien condenó a muerte a Piar: lo hizo un consejo de guerra
convocado por él. Pero una vez dictada la condena, dependía de Bolívar la ejecución o el perdón […]
El fusilamiento de Piar le recordó a todo el mundo en las tropas que la guerra era de verdad, que la
disciplina era implacable, y, al parecer, fortaleció el prestigio de Bolívar como jefe, afirmando aún más
su poder (Ospina, 2010, p.62).

Fue esa capacidad en la toma de decisiones que llevó a Simón Bolívar a ganarse el corazón de
la gente, al poner por encima su empresa y protegerla ante cualquier síntoma que la ponga en
riesgo. Un hombre que no se dejó llevar por los impulsos del amor –los vivió, pero los supo
controlar–, porque tuvo como telos el arte de la guerra para pelear con un Estado-Nación que
exprimía la tierra, sus habitantes y proyectaba el desarrollo de su propia historia.

La imagen que propone Ospina de Simón Bolívar es la que se enmarca en la historiografía


oficial o lo que en términos de Blanco se conoce como la lengua común. Es una lucha que se
maquilla por la libertad del Otro –el negro, el indio, el pardo, el indígena–, pero que enmascara el
interés de su propio proyecto político. En efecto, es una figura que se debe leer entre líneas, para
no caer en el discurso homogéneo que busca diferenciarse del heterogéneo para perpetuarse a sí
mismos en el curso de la historia.

El Bolívar de El general en su laberinto de Gabriel García Márquez narra los últimos días de
Simón Bolívar durante su viaje por el río magdalena hasta su muerte en Santa Marta. La
representación que toma el personaje es desacralizado, agobiado o mejor aún aquejado por la
enfermedad. La historia se cuenta desde el punto de vista de un narrador omnisciente quien
presenta los hechos heterogéneos que constituyen la trama en términos de Ricoeur; y la vez,
cuenta gran parte de la historia desde la voz de José Palacios.

La trama presenta a un Simón Bolívar humano que aún posee fuerza, convicción,
reconocimiento en sus hazañas, pero que poco a poco se va disminuyendo físicamente. El
proceso de re-significación es el que el permite a Márquez tener una visión diferente a la
propuesta por Ospina en las primera páginas de este escrito, porque su narración marca una
teleología que muestra los síntomas de salud que aquejan y poco a poco van proyectando su
muerte.

Lo que trata de mostrar Márquez es la narración menos conocida o documentada tanto por la
historia como por la ficción. Se inserta desde la narración de José Palacios –su mayordomo– la
decadencia física de Simón Bolívar, porque su viaje se convierte en una agonía que representa
para su empresa –la unificación de cinco naciones–, el derrumbamiento de su proyecto político de
libertar aquellas tierras.

“Hasta su desnudez era distinta, pues tenía el cuerpo pálido y la cabeza y las manos como
achicharradas por el abuso de la intemperie. Había cumplido cuarenta y seis años el pasado mes de
julio, pero ya sus ásperos rizos caribes se habían vuelto de ceniza y tenía los huesos desordenados por
la decrepitud prematura, y todo él se veía desmerecido que no parecía capaz de perdurar hasta el julio
siguiente. Sin embargo, sus ademanes resueltos parecían ser de otro menos dañado por la vida”
(Márquez, 1989, p.12).

El Bolívar de Márquez presenta un escenario de pesadumbre al no poder seguir construyendo su


grandeza, su gloria, sino que recuerda con tristeza las hazañas que defendía y ahora solo anida en
su pensamiento la desesperanza, ¿por qué? Claro está, porque su muerte específica la pérdida de
una nueva historia para Latinoamérica. Por tanto, sin importar sus hazañas, su viveza, su destino
se encontró en un laberinto del que nadie puede salir, “la enredadera nueva cuyas campánulas
amarillas no vería florecer el sábado siguiente en la casa cerrada por el duelo, los últimos fulgores
de la vida nunca más, por los siglos de los siglos, volvería a repetirse” (Márquez, 1989, p.266).

Con las anteriores líneas, es evidente que la figura de Simón Bolívar en las dos novelas En
busca de Bolívar de William Ospina y El general en su laberinto de Gabriel García Márquez, son
dos aproximaciones desde la narración que no unifican una misma mirada, sino que se bifurcan:
una tiene una mirada llena de triunfos y la otra una mirada decadente. Ello sucede porque la
construcción de la trama en sus diferentes etapas dispone unos hechos sobre el teatro de la vida
que, en presencia del escritor y el lector, transforman la mirada sobre la Mímesis I, es decir, el
obrar humano tiene una relación con el lenguaje –los recursos simbólicos– que no son los mismos
para cada persona, porque depende de la instancia temporal de cada época.

Así pues, la operación de la configuración que está mediada entre el antes y el después de la
narración la pre-figuración (Mímeis I) y la post-figuración (Mímesis III) sobre la construcción de
la trama, el orden de las acciones; en este caso, las diferentes peripecias de Simón Bolívar en las
dos novelas, una que narra sus diferentes luchas por la libertad y otra su último viaje y la traición
por las tierras que tanto luchó, es lugar que ocupa el intermedio y la función mediadora.

En esa medida, la re-figuración sobre el acto de leer da la posibilidad al lector de seguir el


sentido que quiere expresar la obra, para el caso, desde la ficción o la historia, proyectar la figura
de un Simón Bolívar como máximo referente de la historia latinoamericana, como hombre de la
independencia, o más bien alejarse de esa postura y ver la otra cara de la historia, porque “lo que
se comunica, en última instancia, es, más allá del sentido de la obra, el mundo que proyecta y que
constituye su horizonte. En ese sentido el oyente o el lector lo reciben según su propia capacidad
de acogida, que se define también por una situación a la vez limitada y abierta sobre el horizonte
del mundo” (Ricoeur, 2004, p.148).

La trama construida desde los hechos históricos y desde la armadura ficcional de la que se
valen los historiadores y los novelistas, para construir la figura de Simón Bolívar
inevitablemente pasa por la operación de la triple mímesis, porque su ejercicio de análisis parte
de su propio obrar humano desde el mundo del lector y el mundo del texto. En efecto, se vincula
la literatura y la historia para poner en cuestión la categoría de verdad de la narración, porque
“este fenómeno de interacción abre todo un abanico de casos: desde la confirmación ideológica
del orden establecido, como en el arte oficial o la crónica del poder, hasta la crítica social e
incluso la burla de todo lo real" (Ricoeur, 2004, p.151).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
(_____) (2011). Escritor colombiano William Ospina considera que Bolívar da identidad a
América Latina. Consultado el 19 de agosto de 2019 en:
https://www.elheraldo.co/cultura/escritor-colombiano-william-ospina-considera-que-bol-var-da-
identidad-a-am-rica-latina-48071#

Elvira, María (1989) Es un libro vengativo. Consultado el 19 de agosto de 2019 en:


https://www.semana.com/especiales/articulo/es-un-libro-vengativo/11551-3

García, Gabriel (1989). El General en su Laberinto. Alfred A. Knopf: Colombia.

Ospina, William (2010). En Busca de Bolívar. Lectulandia: Bogotá

Ricoeur, Paul (2004). Tiempo y narración I. Configuración del tiempo en el relato histórico.
México: siglo XXI editores.

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