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ANÁLISIS CRÍTICO DEL CONCEPTO DE CAPITAL DE MARX

Carlos Eduardo Rojas Rojas1


Bogotá, D. C., 6 de noviembre de 2014

INTRODUCCIÓN

A continuación abordo los fundamentos teóricos de un asunto que parece haberse tornado
fuera de discusión: ¿es inherente al sistema capitalista de producción el inequitativo y
deshumanizante reparto de la riqueza socialmente producida? Busco responder por medio
del análisis crítico del concepto de capital propuesto por Carlos Marx ya que su respuesta
afirmativa y su consideración de que dichos objetivos sólo serían posibles en un nuevo
estadio de desarrollo, el comunismo, resulta paradigmática.

Mostraré varias ambigüedades o vacíos que tienen su origen en el uso que hace Marx de la
dialéctica hegeliana: el empleo de tres categorías, una cualitativa (valor de uso) y dos
cuantitativas (valor de cambio y valor) para el análisis de la mercancía; su comprensión de
la superación de la producción de mercancías como la anulación de uno de los opuestos (el
valor de cambio) y del dinero; el desconocimiento de la necesidad de determinar otra
medida para la distribución del plusvalor.

Para cada una de estas problemáticas presento propuestas de comprensión que me llevan a
plantear que el reparto equitativo de la riqueza producida y la humanización no radica en
eliminar la producción de mercancías sino en fortalecer la deliberación pública para
determinar el destino y distribución del plusvalor socialmente generado.

I. ANÁLISIS DEL CONCEPTO DE CAPITAL

En el capítulo IV del tomo I de El Capital Marx señala que el capital surge cuando se
invierte el orden de los factores del cambio de mercancías mediado por el dinero: mientras
en éste ocupa el papel central en la relación entre dos mercancías expresado en la fórmula
M-D-M, el capital se presenta cuando la mercancía pasa a ocupar el lugar central y en sus
extremos se coloca el dinero con lo cual la fórmula será D-M-D.

M-D-M es la sucesión de dos acciones: vender (M-D) para comprar (D-M); mientras que en
D-M-D este orden se invierte: comprar (D-M) para vender (M-D). Así, nos encontramos no
sólo con la sucesión de dos acciones económicas sino de dos acciones jurídicas: se trata de
un cambio de mercancías y a la vez de un contrato, es decir, de una relación social.

En el cambio de dos mercancías mediado por el dinero (M-D-M) estamos ante una acción
en la que una mercancía con una cualidad determinada (valor de uso) se cambia por otra
mercancía con otra cualidad (otro valor de uso), donde el dinero cumple una función de

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Sociólogo, Magíster en Filosofía, Doctorando en Estudios Territoriales, Profesor Titular Universidad de
Caldas. carlos.rojas_ro@ucaldas.edu.co

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mediación; en el caso D-M-D se trata del cambio de una determinada cantidad de dinero
(valor) por otra cantidad mayor de dinero (plus valor), donde la mercancía desempeña el
papel de mediación. En este último caso se trata de comprar para vender y con ello obtener
un excedente, razón por la cual una forma más precisa de expresar esta relación será D-M-
D’, donde D’ (plus valor) corresponde a la cantidad inicial de D más un incremento.

Detengámonos en cada uno de los elementos constitutivos de las dos fórmulas.

A. LA MERCANCÍA

Marx inicia El Capital con el análisis de la mercancía ya que la considera como la forma
elemental de la riqueza en las sociedades en las “que impera el régimen capitalista de
producción”. (Marx: 1.977, 3) Como para el autor un nuevo estadio de evolución social no
implicaría la negación de la riqueza sino la producción, distribución y apropiación
humanizante de la misma, podemos afirmar que de lo que se trataría sería de la superación
de esta forma particular que reviste, es decir, la forma mercancía ¿ello es posible? y, en
caso de serlo ¿en que consistiría?

El sociólogo alemán concibe la mercancía como una unidad de contrarios: la cualidad y la


cantidad. El primero es la utilidad: las características específicas de un objeto (material o
espiritual) que lo hacen apto para satisfacer una necesidad humana, lo llama valor de uso.
El segundo aspecto lo identifica inicialmente como la proporción en que se cambia un
objeto por otro -valor de cambio- pero luego define como la cantidad de trabajo
socialmente necesario para la producción de un determinado objeto útil que hace posible su
intercambio equitativo por otro objeto, lo llama valor. Negar la forma mercancía de la
riqueza ¿podría implicar la superación de uno de estos aspectos o de los dos?

Para Marx no es posible suprimir el valor de uso de los objetos producidos pues ello
implicaría negar la constitución corpórea misma del ser humano, su condición ontológica
como ser sensible que experimenta necesidades y que requiere de objetos para satisfacerlas.
El valor de uso es consustancial a la satisfacción de las necesidades humanas y, en
consecuencia, es común a todos los estadios de la evolución social.

Así lo reconoce el autor en varios lugares de su obra. Al caracterizar el doble carácter de la


mercancía señala: “Cualquiera que sea la forma social de la riqueza, los valores de uso
constituyen siempre su contenido, indiferente en principio de esta forma” (Marx, 1.973:
16). “Los valores de uso forman el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea la
forma social de ésta.” (Marx, 1.977: 4)

La actividad vital que nos posibilita transformar la naturaleza en valores de uso es el trabajo
concreto: un conjunto de operaciones que se ajustan a las características propias del objeto
natural del cual necesitamos servirnos, se trata de los procedimientos específicos del oficio
del tejedor, del carpintero o del científico, entre otros, que permiten apropiarnos del
algodón (de la ceda o de la lana), de la madera o de las leyes de los fenómenos del mundo
para producir objetos que nos permitan satisfacer nuestras necesidades.

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Si la mercancía es la forma social elemental de la riqueza en el capitalismo y no es posible
negar o suprimir el valor de uso, en tanto uno de sus aspectos constitutivos, corresponde
analizar el otro aspecto: el valor de cambio o valor.

1. Valor de cambio

Mientras que en la Contribución a la crítica de la economía política Marx identifica la


mercancía con el valor de cambio y como la forma social específica que adquiere la riqueza
en el capitalismo, en El Capital diferencia el valor de cambio del valor pero, en algunos
apartados, equipara estos dos conceptos con el de mercancía, como forma social de la
riqueza en la sociedad capitalista.

En El Capital Marx introduce el concepto de valor como elemento necesario que hace
posible la equiparación o el valor de cambio de dos mercancías dada su igual magnitud:
“En el curso de nuestra investigación volveremos de nuevo al valor de cambio, como
expresión necesaria o forma obligada de manifestarse el valor, que por ahora estudiaremos
independientemente de esta forma”. (Marx, 1.977: 6)

Dos objetos cualitativamente distintos sólo puede intercambiarse como equivalentes a


menos que se reduzcan a una propiedad común, cual es la de ser producto del trabajo, pero
ya no del trabajo concreto (que produce valores de uso) sino del trabajo general o abstracto
que es entendido como el simple empleo de las capacidades humanas: fuerza, energía,
intelecto, etc., sin atenerse a las particulares formas de hacer uso de ellas sino sólo a su
magnitud que es susceptible de medirse por el tiempo de su duración.

A juicio del autor en otros estadios de evolución social la actividad orientada a la


producción de objetos útiles no revestía este carácter de trabajo abstracto. En la sociedad
patriarcal rural la producción revestía un carácter directamente social (división orgánica del
trabajo) en tanto que estaba orientada a la satisfacción de las necesidades de los integrantes
del grupo y la división del trabajo no era más que la distribución de los distintos trabajos
concretos entre los integrantes de la comunidad. En la sociedad feudal los objetos útiles
eran producidos en la forma de contraprestación personal o en especie: el príncipe feudal
intercambiaba su servicio de protección por el servicio de cultivo de sus tierras que le
prestaba el siervo de la gleba, así mismo el diezmo era la parte de la producción (en
especie) que el creyente entregaba a la Iglesia a cambio del cuidado de sus almas.

Sólo en la sociedad capitalista los bienes y servicios adquieren, además, el carácter de valor
de cambio en tanto que allí la producción (división indirectamente social del trabajo) no
está orientada a satisfacer las necesidades del conjunto social sino que cada productor actúa
de manera aislada y por ello el producto de su trabajo requiere revestir el carácter de trabajo
abstracto para poder equiparlo con el de los otros productores igualmente aislados: “El
trabajo representado en el valor de cambio es, por hipótesis, trabajo del individuo aislado.
Sólo se vuelve social tomando la forma de su contrario inmediato, la forma de generalidad
abstracta”. (Marx, 1.973: 26)

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En la Contribución a la crítica de la economía política Marx considera que a diferencia del
valor de uso, el valor de cambio en tanto forma social de la riqueza es transitorio, no es
propio de todos los estadios de evolución social y, en consecuencia, en un estadio superior
al capitalismo podría ser negado. Dicha negación consistiría en la superación del
aislamiento de los productores que sólo encuentran en sus objetos medios destinados al
cambio. Ello implicaría la superación del trabajo abstracto como forma de equiparar
cuantitativamente los distintos trabajos concretos por medio de los cuales se producen
valores de uso, se trataría de un retorno a la división orgánica del trabajo.

Encuentro los siguientes problemas. En primer lugar, admitiendo que en la sociedad


patriarcal rural tanto como en la sociedad feudal la división del trabajo pueda ser de
carácter orgánico, allí al igual que en la sociedad capitalista en la que se producen valores
de cambio, los productos del trabajo no están orientados exclusivamente a la satisfacción de
las necesidades del propio productor, los objetos producidos no eran únicamente valores de
uso para sus productores directos: el hilado era útil para los hombres como también los
tejidos lo eran para las mujeres; la seguridad era útil para el siervo de la gleba tanto como el
cultivo de la tierra lo era para el príncipe.

De lo que se trataría en un estadio de evolución social superior al capitalismo sería que los
productores no actuaran aisladamente cada uno buscando satisfacer su propia necesidad
sino que, sin mediaciones y de forma cooperativa, distribuyeran los diferentes trabajos
concretos de forma tal que se lograra producir los objetos útiles que permitieran satisfacer
las necesidades del conjunto social.

Estos, pues, los elementos de juicio necesarios para responder al interrogante sobre la
posible superación o negación del valor de cambio. Encuentro dos posibles respuestas.

En primer lugar, si nos atenemos a la experiencia humana y dado que el valor de cambio ha
sido una constante histórica, sólo que en estadios de evolución social distintos al
capitalismo ha tenido un carácter marginal o subsidiario mientras que en éste se torna
predominante, no sería posible suprimir el valor de cambio sino que la producción de
objetos útiles para la satisfacción de las necesidades sociales volviera a ser lo
preponderante y la de objetos destinados al cambio fuera lo circunstancial.

Esta opción implicaría la división orgánica del trabajo bajo diferentes formas comunitarias,
de grupos humanos, comunidades autárquicas, que producen directamente para la
satisfacción de sus necesidades y que, de manera esporádica o marginal, se relacionan con
otros grupos o comunidades para intercambiar los remanentes de su producción.

La segunda opción es esta: si es posible negar o superar el valor de cambio, esto implica
que ni siquiera de manera tangencial se produzcan objetos destinados al intercambio, que ni
los individuos ni las comunidades orienten la producción hacia la satisfacción de sus
autárquicas necesidades sino que el conjunto del género humano, como una unidad
orgánica, distribuya de manera directamente social el conjunto de las actividades

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productivas y la distribución de los objetos útiles producidos, con lo cual se negaría toda
forma de mediación en la división social del trabajo.

Aquí surge este interrogante: ¿en cualquiera de estos casos los productores no requieren
contabilizar el tiempo de trabajo necesario para la producción de los valores de uso
intercambiados o distribuidos?

2. Valor

En El Capital Marx reconoce que el cálculo del tiempo de trabajo necesario para producir
los objetos útiles no es un asunto exclusivo de la moderna sociedad capitalista sino que, al
igual que con lo relacionado con los valores de uso, ha sido una constante en la historia
humana aunque no se le haya prestado la misma atención en todos los estadios evolutivos.

Todo trabajo es, de una parte, gasto de la fuerza humana de trabajo en el sentido
fisiológico y, como tal, como trabajo humano igual o trabajo humano abstracto,
forma el valor de la mercancía. Pero todo trabajo es, de otra parte, gasto de la
fuerza humana de trabajo una forma especial y encaminada a un fin y, como tal,
como trabajo concreto y útil, produce valores de uso. (Marx, 1.977: 13, 14)

En otro apartado el autor indica que en la antigüedad se encuentran referencias con respecto
a la duración del tiempo empleado para producir los objetos útiles, es decir, su valor: “Los
antiguos germanos calculaban las dimensiones de una yugada de tierra por el trabajo de un
día, razón por la cual daban a la fanegada el nombre de Tagwerk (o Tagwanne) (jurnale o
jurnalis, terra jurnalis, jurnalis o diornalis, en latín)” (Marx, 1.977: 37)

En El Capital encuentro elementos de juicio necesarios y suficientes para afirmar que en un


estadio de evolución social posterior al capitalismo no será posible negar o superar el valor
en virtud de que es una verdad fisiológica incontrovertible que todos los trabajos útiles o
actividades productivas, por más que difieran unas de otras así como su forma social, son
todas funciones del organismo humano y porque es evidente incluso mediante los sentidos
que la cantidad se distingue de la cualidad del trabajo.

Si nos atenemos al doble carácter de la mercancía (valor de uso y valor); si reconocemos


que no es posible negar o superar el valor, en tanto verdad fisiológica; si recordamos que
anteriormente concluimos que tampoco es posible negar o superar el valor de uso, en tanto
verdad ontológica; entonces nos encontraremos con que en un estadio social evolutivo
posterior al capitalismo también habrá producción, cambio y consumo de mercancías.

Seguramente que esta afirmación será rechazada tajantemente puesto que con ella se
desvirtúa por completo el fundamento básico del régimen capitalista de producción
señalado por Marx: que en él la riqueza aparece como un inmenso arsenal de mercancías y
la mercancía como su forma elemental. Dado que anteriormente quedaron planteadas dos
opciones sobre la posible superación o negación de la mercancía en un estadio de evolución
social diferente del capitalismo, veamos más detenidamente el asunto.

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3. Mercancía: ¿valor de cambio o valor?

Para resolver el dilema plantado será necesario volver sobre las imprecisiones o
ambigüedades detectadas en las obras estudiadas y superarlas. En primer lugar, habría que
señalar que Marx encuentra en la mercancía no dos sino tres categorías: valor de uso, valor
de cambio y valor. La primera y la última de ellas están claramente determinadas: la
primera en relación con la utilidad (cualidad) y la última con respecto al tiempo de trabajo
socialmente necesario para la producción (cantidad).

Si por mercancía entendemos la unión de valor de uso y valor, en todos los estadios de
evolución social, incluso el posible comunismo futuro, ha habido y habrá producción,
distribución y consumo de mercancías. Otra cosa sucede si comprendemos por mercancía la
unión de valor de uso y valor de cambio: en estadios evolutivos anteriores al capitalismo la
producción de mercancías era secundaria y lo fundamental era la producción de valores de
uso; en la sociedad capitalista la relación se invierte y la producción valores de cambio es lo
prioritario y la de valores de uso pasa a ser lo subordinado; mientras que en la posible
sociedad comunista futura, los valores de cambio podrían pasar a ser nuevamente
secundarios y cobrar preponderancia los valores de uso o, también, cabe la posibilidad de
que los valores de cambio sean suprimidos totalmente.

La primera precisión que habrá que formulársele a Marx es esta: el valor de cambio no es
la forma necesaria de expresión del valor sino su forma particular en las sociedades en las
que impera el régimen capitalista de producción, entonces es contingente. En todos los
estadios de evolución social es una verdad fisiológica incontrovertible que los seres
humanos le han prestado atención al tiempo de trabajo necesario para la producción de
objetos útiles, si bien es cierto que en unos estadios ha encontrado más interés que en otros.
El valor se ha expresado como: división orgánica del trabajo al interior de la familia e
intercambio subsidiario de bienes entre familias, contraprestaciones personales o de
servicios en la sociedad feudal, valor de cambio en la sociedad capitalista y, posiblemente,
tendrá la forma social de valor de distribución en una posible sociedad comunista futura.

Si en todos los casos por fuerza los seres humanos se ocuparon del tiempo de trabajo
socialmente necesario para la producción de objetos útiles, no lo hicieron con el mismo
interés: sólo en la moderna sociedad capitalista este cobra un sentido predominante en tanto
que es la medida que posibilita intercambiar valores de uso con igual magnitud de valor,
aquí el valor de cambio deja de ser subsidiario, pasa a ser hegemónico mientras que las
otras formas sociales de producción y distribución, si bien es cierto que son afectadas por el
creciente dominio de la forma valor de cambio, subsisten dentro del régimen de producción
de mercancías.

La diferencia con el futuro estadio evolutivo del comunismo es que los productores no
actuarían de manera aislada sino de manera directamente social conforme con un plan
social y los bienes producidos serían, no ya intercambiados, sino distribuidos, es decir
adoptarían la forma de un valor de distribución.

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Así las cosas, será necesario determinar como mercancía la unión de valor de uso y valor de
cambio en tanto forma específica de expresión del valor en las sociedades en las que impera
el régimen capitalista de producción. También será necesario dejar sentado que siendo el
valor de uso una constante histórica, es decir, se presenta en todos los estadios de evolución
social, sólo el valor adquiere formas sociales distintas de expresión en cada uno de dichos
estadios lo cual conlleva una connotación lógica que precisaré posteriormente.

La segunda precisión es: el trabajo abstracto es común a todos los estadios de evolución
social, las diferencias en cada uno de ellos radican en el grado de atención que se le ha
prestado: en la sociedad patriarcal rural servía de base para la distribución de las
actividades al interior de la familia, en la sociedad feudal para determinar la duración de las
contraprestaciones personales o de servicios, en las sociedades en que impera el régimen
capitalista de producción pasa a ocupar un lugar preponderante como factor que permite
determinar el valor de los objetos producidos y en su expresión como valor de cambio; en
la posible sociedad comunista seguirá siendo la unidad de medida del valor y su expresión
como valor de distribución.

Tercera precisión: en ningún estadio de evolución social los individuos producen los
objetos útiles para satisfacer sus propias necesidades, lo que encontramos son: grupos
humanos con una división orgánica del trabajo, en los que las distintas actividades se
distribuyen entre los individuos con el fin de producir los objetos necesarios para satisfacer
las necesidades del conjunto social y, por otra parte, grupos humanos en los que la división
del trabajo presenta un carácter indirecto o mediado, en los que los individuos producen de
manera aislada objetos necesarios para otros productores igualmente aislados.

Hechas estas precisiones resulta necesario destacar que para Marx el cambio es una forma
específica de paso de objetos de las manos de un productor a las manos de otro: éste sólo se
da entre productores individuales aislados unos de otros; denomina distribución al paso de
objetos de un productor a otro en el caso de productores directamente socializados, que
obran conforme con un plan común. El cambio además reviste una forma jurídica: el
contrato de compra y venta.

Con estas precisiones y esta aclaración bien podemos afirmar que para Marx un nuevo
estadio de evolución social implicaría necesariamente la negación o superación de la
mercancía entendida como valor de cambio, como la forma social específica de expresión
del valor en la sociedad capitalista. El trabajo abstracto, por su parte, dejaría de ser el
elemento mediador que posibilita reconocer la igualdad social de los diversos trabajos
particulares aislados, como lo es en la sociedad capitalista, para pasar a constituir un
elemento de distribución de los diferentes trabajos concretos así como de los objetos
producidos de manera directamente social.

La superación del valor de cambio implicará el retorno a una división orgánica del trabajo
en la que, conforme a un plan libremente acordado por los productores, se produzca los
objetos útiles para satisfacer las necesidades del conjunto social.

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Aunque he afirmado que la superación del valor de cambio podría entenderse como un
retorno a la situación en la que diversos grupos humanos o comunidades producen ya no de
manera privada y aislada sino de forma autárquica y, con ello, intercambian de manera
subsidiaria parte de su producción con otros grupos o comunidades igualmente autárquicas,
esta opción sería rechazada por Marx en tanto que dicho intercambio circunstancial
seguramente conduciría a la erosión de los vínculos comunitarios ya que tan pronto como
las cosas adquieren el carácter de mercancías en las relaciones de la comunidad con el
exterior, este carácter se adhiere a ellas también, de rechazo, en la vida interior de la
comunidad.

Así las cosas, la opción que resulta sostenible para Marx es la de la superación total de la
forma valor de cambio lo cual implicará que el género humano en su conjunto organice de
manera directamente social, conforme con un plan acordado libremente, el conjunto de las
actividades productivas y la distribución de los objetos útiles.

En este punto es posible retomar la dificultad de orden lógico advertida anteriormente en el


análisis realizado por Marx: si bien es cierto que en lo hasta aquí estudiado el autor procede
de manera dialéctica, es decir, mostrando las múltiples determinaciones entre los elementos
contradictorios presentes en la mercancía no encuentro igual claridad al momento de
analizar la negación o superación dialéctica de esta unión de contrarios sino sólo la
negación o superación de uno de sus elementos: el cuantitativo. Me explico.

Hegel, el maestro de Marx, concibe los procesos de transformación no como el resultado de


la negación de uno de los elementos que conforman las relaciones contradictorias sino que
comprende que lo que ha de ser negado es la síntesis de los dos elementos contradictorios
dando paso con ello al devenir. Es así como procede en sus obras. En la Lógica, por
ejemplo, parte de la indeterminación pura, del Ser, y en el curso de su análisis se encuentra
con el elemento opuesto de aquella indeterminación pura: el No-ser o la Nada, otra
indeterminación pura; su síntesis la expresa como devenir que, en un primer momento, es
puramente abstracta para luego negarse, es decir, tornarse concreta.

La negación del devenir abstracto es el paso de la indeterminación pura a lo concreto y


determinado: la existencia. Determinarse es adquirir una cualidad, llegar a ser alguna cosa,
es el ser en sí o la realidad e implica, en consecuencia, diferenciarse de otra cosa, ser para
otra cosa. La unidad del ser en sí y del ser para otro es el ser para sí o la idealidad.

Por esta vía la cualidad deviene en cantidad, encontramos que la cualidad es una entre otras
cualidades: tenemos lo uno y otros unos, muchos unos. En la abstracción, a la cantidad le es
indiferente la cualidad: se atiene tan sólo al aumento o disminución de una misma cosa. La
cantidad abstracta deviene concreta cuando se determina, es el quantum: la cantidad
limitada, la cantidad de alguna cosa. La unidad de cantidad abstracta y concreta es el grado:
es el momento en que la cantidad alcanza su límite y cambia de cualidad, es decir, cuando
aumentar o disminuir la cantidad deviene en un cambio de cualidad.

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De esta manera la cantidad deviene nuevamente cualidad: “Pero el resultado de esta
dialéctica no es un simple retorno a la cualidad, como si ésta fuese lo verdadero y la
cantidad lo falso, sino la unidad y la verdad de ambas, es decir, la cualidad cuantitativa o la
medida” (Hegel, 1.985: 184). Medir, en consecuencia, es determinar la cantidad de una
cualidad determinada.

Podrá advertirse en esta sucinta presentación que para Hegel la negación dialéctica no se
plantea como la supresión de uno de los términos de la contradicción, sino como la
negación de su unidad, de su síntesis.

Si retomamos los planteamientos de Marx en los que precisa la mercancía como la unidad
de valor de uso y valor de cambio la negación de la mercancía en un estadio evolutivo
posterior al capitalismo implicaría la negación de uno de los elementos contradictorios, el
valor de cambio, pero no del otro, el valor de uso. De esta manera aparece lo cualitativo
como lo verdadero y lo cuantitativo como lo falso, no estamos ante negación de la síntesis,
de la unidad de los elementos contrarios: el valor de uso y el valor de cambio.

Si la unidad de contrarios está dada por el valor de uso y el valor, su síntesis radicaría en la
forma social que estos dos elementos se expresan, como: división orgánica del trabajo en la
sociedad patriarcal rural, contraprestación personal o de servicios en la sociedad feudal,
valor de cambio en la sociedad capitalista y valor de distribución en la posible futura
sociedad comunista. En estos casos de todas maneras lo que se niega, y en consecuencia
cambia de forma de expresión, es el aspecto cuantitativo pero no el cualitativo, en
consecuencia, las distintas formas sociales de expresión del valor, en general, y el valor de
cambio, en particular, no constituyen la síntesis dialéctica de valor de uso y valor, sino
diferentes formas de organización de la actividad productiva y de distribución o
intercambio de los productos obtenidos.

Es posible afirmar que los estadios sociales evolutivos precapitalistas constituyen diversas
formas de expresión de la unidad contradictoria de valor de uso y valor, diferentes formas
de expresión de la división orgánica del trabajo; la negación de estas diversas modalidades
del trabajo directamente social vendría a ser la división indirectamente social del trabajo
propia de la sociedad capitalista y, finalmente, la negación de la sociedad capitalista en la
futura sociedad comunista consistiría en el retorno a la división orgánica del trabajo social.

En este caso estaríamos ante categorías más generales (división orgánica del trabajo –
división mediada o indirectamente social del trabajo – retorno a la división orgánica del
trabajo) pero el problema seguiría siendo el mismo: nos encontraremos ante formas de
organización del trabajo y de distribución de los objetos producidos pero no ante la síntesis
de valor de uso y valor.

En este último caso puede formularse este interrogante: ¿es posible encontrar en el estadio
social del comunismo diversas formas de expresión del trabajo directamente social de
manera similar a lo sucedido en las sociedades precapitalistas?

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Teniendo en mente el planteamiento hegeliano según el cual la negación dialéctica de la
cualidad y de la cantidad es la superación de la síntesis, de la unidad y la verdad de ambas,
es decir, la cualidad cuantitativa o la medida, propongo examinar a continuación si es
posible concebir el dinero como la negación de la unidad o síntesis del valor de uso
(cualidad) y valor (cantidad) o, en otros términos, el dinero como la medida o la cualidad
cuantitativa.

B. EL DINERO

Si cada productor aislado determina el tiempo de trabajo que le implica producir los objetos
que destinará al cambio ¿cómo puede establecer que dicha magnitud de tiempo es la
socialmente necesaria, que se corresponde con la media social?

Este problema se resuelve cuando se le asigna a una mercancía la función de servir de


equivalente universal: el dinero que, además, facilita el creciente número de intercambios y
permite enfrentar las dificultades para que los productores aislados puedan encontrarse
directamente e intercambiar los objetos que cada uno de ellos requiere o la probabilidad de
que, aún encontrándose, no requieran la misma proporción de objetos el uno del otro.

La determinación de la mercancía específica que cumplirá el papel de equivalente general


escapa al mero análisis, es la acción social humana desplegada a través de la historia la que
ha ido definiendo diferentes mercancías hasta llegar a los llamados metales preciosos (plata
y oro), entre otras razones porque son materiales cuyos ejemplares particulares revisten
todos la misma cualidad (garantizan que cada uno de ellos tenga la misma corporeidad) y
pueden ser divisibles a voluntad a la vez que recobrar su unidad por la sumatoria de las
partes en que hayan sido divididas.

Así, cada productor por separado encontrará que puede comparar el tiempo de trabajo
contenido en su respectivo producto con un único equivalente (el dinero); tasando el valor
de su mercancía en oro (o en la que haya sido destinada a esta función) podrá determinar
que su trabajo invertido efectivamente corresponde con el socialmente necesario.

Ahora bien, si conforme con lo expuesto anteriormente las distintas formas sociales de
expresión del valor (división orgánica del trabajo, contraprestaciones personales o de
servicios, valor de cambio y valor de distribución) no pueden considerarse propiamente
como la negación de la síntesis del valor de uso y valor, dado que son precisamente
expresión del cambio de uno de los opuestos (el valor) pero no de su unidad (de la síntesis
con el valor de uso) propongo a continuación otra posible vía de análisis.

Es posible afirmar que el dinero se presenta como la negación de la síntesis de valor de uso
y valor en tanto que en un valor de uso determinado (el oro, o la mercancía destinada a
servir de equivalente general) toma cuerpo su antítesis: el valor.

Para Marx el dinero es una mercancía específica que se destina a servir de equivalente
universal, es un valor de uso (dada su especificidad) que cumple la función de encarnar el

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valor o, expresado de otra manera, el dinero es una mercancía cuya utilidad es la de servir
de objetivación del valor. El dinero es, también, la medida o la cualidad cuantitativa.

En este mismo sentido el autor hace referencia al trabajo: el trabajo concreto que conduce a
la producción de la mercancía destinada a cumplir la función de dinero es la objetivación de
su contrario: el trabajo abstracto.

Aquí nos enfrentamos con un problema: conforme con lo señalado anteriormente, en un


estadio evolutivo social superior al capitalismo ésta síntesis resultaría innecesaria como
consecuencia de la negación del valor de cambio pero esta anulación del dinero no es
propiamente la negación dialéctica de dicha síntesis.

Me explico. Entiendo con Hegel que la negación dialéctica consiste en que la síntesis
deviene en su contrario, así pues, ¿cuál es el opuesto de la síntesis dinero, de esta unidad de
valor de uso y valor? En el siguiente apartado sustentaré que esta negación dialéctica del
dinero es, precisamente, el plus valor.

Un segundo problema: en Hegel el devenir permanente de los contrarios, su síntesis y su


negación, implican tanto la superación como la conservación, en consecuencia habría que
preguntarse ¿qué se conserva de la forma dinero en el momento de su superación? En Marx
no se contempla esta posibilidad sino que el destino del dinero se concibe como
desaparición, por innecesario, y ésta como superación pero sin que se conserve nada de este
momento dialéctico.

Si lo hasta aquí estudiado se ha basado en el intercambio de equivalentes, es decir, de


objetos con la misma magnitud de valor ¿cómo es posible que de un intercambio de
equivalentes surja un plus valor, un excedente?

Esta pregunta contiene el sentido radical del régimen capitalista de producción puesto que
aquí los productores aislados no sólo buscan producir objetos para posteriormente
intercambiarlos sino que, fundamentalmente, esperan obtener al final de todo este proceso
un mayor valor del inicialmente invertido, es decir, una ganancia.

La explicación sobre como de un intercambio de equivalentes puede surgir un plus valor


implica también la pregunta sobre los criterios de distribución de dicho valor agregado
¿quién puede reclamar legítimamente su derecho al plus valor obtenido?

C. EL PLUSVALOR

Ya antes hemos definido el trabajo como la acción por medio de la cual el ser humano toma
de la naturaleza los objetos que ésta la brinda y los transforma para satisfacer sus
necesidades vitales, así, el proceso de trabajo será el análisis de los elementos concretos que
conforman esta acción; por su parte, el proceso de creación de valor o de valorización
constituye el análisis de esta misma acción solo que ateniéndose al aspecto abstracto, al
tiempo de trabajo socialmente necesario contenido en la transformación de dichos objetos.

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Los factores simples del proceso de trabajo son para Marx: el objeto, los medios y la
actividad adecuada a un fin (el trabajo) que combina los dos anteriores para obtener de ellos
un resultado. El objeto es, en términos generales, la naturaleza, es decir, la tierra, el agua,
los minerales, las plantas y los animales no humanos. Estos elementos pueden ser usados
directamente como objetos de consumo o como medios de trabajo y, en caso de ser
afectados por el trabajo humano, pueden pasar a constituirse en: valores de uso, materias
primas o instrumentos.

Estos mismos elementos son los que Marx serán analiza en el proceso de creación de valor
o de valorización, para ello los traducirá a tiempo de trabajo socialmente necesario para su
producción, en últimas el producto será considerado como la sumatoria de los tiempos de
trabajo contenidos en estos factores hasta aquí expuestos salvo, claro está, la naturaleza en
tanto que no es producto del trabajo humano, al igual que algunos instrumentos.

Podrá advertirse conforme con lo hasta aquí señalado que el proceso de creación de valor
no es más que la sumatoria de los tiempos de trabajo pretérito contenidos en el resultado del
proceso de trabajo, en el producto, pero ¿cómo puede explicarse, entonces, el surgimiento
de un plus valor?

La respuesta de Marx es: al desplegarse la fuerza de trabajo (valor de uso), en desarrollo de


la actividad, ésta revela una cualidad que le es propia, que no tienen los otros factores: ella
produce más valor que el suyo propio. En términos de tiempo de trabajo socialmente
necesario: durante el lapso de tiempo que el trabajador hace uso de su fuerza de trabajo
(trabajo presente o actual), produce objetos que sumados contienen una mayor cantidad de
tiempo de trabajo que la que implicó producirlo a él como trabajador (trabajo pretérito).

Al lapso de tiempo de desarrollo de la actividad productiva que llega hasta el límite en que
la fuerza de trabajo produce su propio valor Marx lo llama proceso de creación de valor y al
lapso de tiempo adicional que supera este límite, lo denomina proceso de valorización.

Con base en estos elementos podemos retomar la pregunta guía: ¿es posible negar o superar
el plus valor?

Inicialmente la respuesta puede ser afirmativa, para ello sólo es preciso que el trabajador
desarrolle la actividad productiva solamente durante el tiempo de trabajo que implica
producir su fuerza de trabajo, es decir, reponer su propio valor. Pero como éste ha vendido
su fuerza de trabajo por un tiempo determinado será el comprador quien puede, con todo
derecho, hacer uso de este valor de uso durante todo el tiempo contratado.

Si tenemos en cuenta que las materias primas, los instrumentos y la fuerza de trabajo son
tiempo de trabajo pretérito o acumulado, que el desarrollo de la actividad productiva es
trabajo presente, actual o vivo, y que quien decide el destino del producto obtenido de la
combinación de dichos factores es el comprador y no quien desarrolla la actividad

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productiva, podremos comprender por qué Marx afirma que en la sociedad capitalista el
trabajo pasado o muerto domina sobre el trabajo presente o vivo.

De esta manera una respuesta cabal sobre la posibilidad dialéctica de negación o superación
del plus valor sólo es posible si analizamos las relaciones sociales que se establecen entre
vendedores y compradores de fuerza de trabajo, entre proletarios y burgueses. por el
momento permítaseme señalar tres aspectos problemáticos que encuentro en lo hasta aquí
tratado.

En primer lugar, en el capítulo V del primer tomo de El Capital, donde Marx aborda los
dos procesos que hemos venido estudiando, al momento de contabilizar los distintos
valores que entran a formar parte del producto, desconoce por completo el aporte del
tiempo de trabajo invertido por el comprador de la fuerza de trabajo, por el burgués: “¿Es
que no trabaja también él, vigilando y dirigiendo el trabajo del tejedor? ¿Y es que este
trabajo suyo no crea también valor? (Marx, 1977: 144)

Contrasta esta apreciación, que afectará la contabilidad que sobre ella se erige, con la que
años antes había expuesto en El manifiesto del partido comunista. Allí precisamente
destaca como la burguesía basa su poder en el trabajo, en consecuencia, habrá que incluirse
en la contabilidad del valor del producto el tiempo de trabajo que el burgués aporta en su
producción y, como este trabajo es más complejo que el del proletario, habría que
reconocérsele que también aporta un mayor plus valor al resultado final o producto.

Esta necesaria corrección en la contabilidad de los valores contenidos en los factores que
conforman el producto, no altera en lo sustancial el problema de la posible negación o
superación del plus valor, sólo nos indica que no sólo el proletario sino también el burgués
en tanto trabajador, y ya no como comprador de la fuerza de trabajo, puede reclamar su
derecho a su participación en el plus valor generado.

Así, pues, propongo considerar que la negación del régimen capitalista de producción
implicaría la superación del actual criterio de apropiación del plusvalor conforme con el
derecho que asiste al comprador de la fuerza de trabajo de hacer uso de esta mercancía
durante todo el tiempo que la adquirió hasta agotar su vida útil en dicho lapso, para pasar a
discernir y concretar un nuevo derecho que contemple la distribución social del plusvalor
conforme con criterios que permitan determinar la contribución de cada uno de los sujetos
implicados en dicho proceso de valorización, en otros términos: que la sociedad en su
conjunto determine la distribución social del plusvalor y no, como hasta ahora se ha
señalado, que este sea apropiado por cada uno de los individuos aislados.

Este planteamiento permitiría comprender tanto la superación como la conservación


conforme con la dialéctica hegeliana: conservación de la apropiación individual de los
productos hasta el límite que implica el proceso de creación de valor y la superación de la
distribución del plusvalor ya no como apropiación privada sino social, es decir, en términos
de Marx, de manera orgánica por parte del conjunto social.

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II. LA SUPERACIÓN DIALÉCTICA DEL CONCEPTO DE CAPITAL

En el análisis crítico del concepto de Capital de Marx me ocupé de la posible negación o


superación de cada uno de los elementos que lo componen: mercancía, dinero y plusvalor,
la hacerlo encontré una serie de ambigüedades o vacíos que tienen su origen en el uso que
hace Marx de la dialéctica hegeliana.

Al despejar dichas ambigüedades y vacíos sustenté que la síntesis de valor de uso y valor es
el dinero y que la negación de éste es el plusvalor. Sostuve que la negación del capital de
una manera consecuentemente dialéctica implica la superación tanto como la conservación.

A mi juicio la superación dialéctica del intercambio de no equivalentes reside en determinar


otra medida: en primer lugar, para que el intercambio de dinero por fuerza de trabajo pueda
considerarse como equivalente habría que reconocer que este se extiende sólo hasta el
límite en el que la fuerza de trabajo produce su propio valor (creación de valor) y, en
segundo lugar, que a partir de este límite, cuando esta mercancía especial produce plusvalor
(valorización), cuando genera el no equivalente, se precisa de otro criterio o medida para su
distribución.

Así presenté la posibilidad de considerar la negación del plusvalor en sentido dialéctico, es


decir, de superación y de conservación: conservar el momento de intercambio de dinero por
fuerza de trabajo en tanto que equivalentes hasta el límite en el que ésta, la fuerza de
trabajo, produce su propio valor y se superara el criterio actual de uso de dicha mercancía
especial hasta su consumo total (que excede su propio valor) para establecer una medida
distinta para la distribución del plusvalor, criterio o medida que sólo podrá ser determinada
por los implicados mismos: por el conjunto social en tanto que se reconoce que la
producción de plusvalor excede el ámbito de lo puramente individual y constituye un
asunto en el que concurren todos los integrantes del conjunto social por medio de una
renovada y revitalizada deliberación pública.

Es indiscutible que estos planteamientos se apartan notablemente de la propuesta formulada


por Marx en tanto que él consideró que la negación del capital radicaba en la anulación de
la división mediada o indirectamente social del trabajo, en la que cada productor aislado
busca la satisfacción individual de sus particulares necesidades, y consecuentemente el
retorno a una división orgánica o directamente social del trabajo en la que los individuos
asociados libremente determinarían como producir y distribuir los objetos necesarios para
satisfacer las necesidades del conjunto social.

Al concluir este trabajo es mi esperanza que los elementos de juicio hasta aquí expuestos
puedan contribuir a transformar la situación actual en la que el trabajo pasado o muerto
domina sobre el trabajo presente o vivo hacia una situación en la que el trabajo vivo llegue
a disfrutar plena y dignamente de los productos de su propia actividad, servirse del trabajo
pasado, rendirle el debido tributo a nuestros ancestros por ese trabajo acumulado que
dejaron a nuestra disposición y dejar a nuestros descendientes un legado con el que nos
podamos sentir dignificados.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Hegel, G. W. F. 1.985. Lógica. Madrid: Ediciones Orbis.

Hegel, W. F. G. 1993. Fenomenología del Espíritu. Santafé de Bogotá, D. C.: Fondo de


Cultura Económica.

Marx, Carlos, 1.973. Contribución a la crítica de la economía política. Bogotá: Editorial


Anteo.

Marx, Carlos y Engels, Federico. 1.975. La ideología alemana. Buenos Aires: Ediciones
pueblos unidos.

Marx, Carlos, 1.977. El Capital. Tomo I. Bogotá: Fondo de Cultura Económica.

Marx, Carlos y Engels, Federico. 1.977. Manifiesto del partido comunista. En: Marx,
Carlos y Engels, Federico. Obras escogidas en dos tomos. Tomo I. Moscú: Editorial
Progreso.

Marx, Carlos, 1.985. Grundisse. Lineamientos fundamentales para la crítica de la


economía política. 1857 – 1858. Dos tomos. México: Fondo de Cultura Económica.

Publicado en:

Rivera Monsalve, Magda (ed.), (2015) El pensamiento de Marx en el siglo XXI. Memorias
del primer seminario internacional El Capital 150 aniversario. Bogotá, D. C.: Nueva
Editorial Teoría y Praxis. ISBN: 978-958-59002-1-9.

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