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PASOS PARA LA LECTURA COMPRENSIVA

1. Enseñar a resumir: hoy en día nos encontramos a personas que piensan que
resumir es “quitar” y no, resumir, es decir lo mismo de forma reducida y
con tus palabras, así también evitamos memorizar. (Podemos decir lo
mismo con nuestras propias palabras, ayudándonos con un diccionario
buscando la palabra que no entendemos o también podemos buscar en
google).

La pesadilla amarga
Había vivido en “El Dichoso Cerrito” por más de cuarenta años, y sin embargo la
felicidad no asomaba por sus ojos, cansado de esperar la realización de sus caros
anhelos.

Una persona vivió en una montaña por 40 años o más , pero su felicidad no llegaba
y estaba agotado de esperar sus deseos.

Aquel día, Andrés Echecopar, decidió, tras dar vueltas en su cabeza una idea
imposible de concretizarse. “Abandonar aquel suburbio de tanta significación en su
vida espiritual de hombre solitario y, viejo compositor de adendas vencidas por el
tiempo”.

Callado. Con el ánimo opacado, Andrés, fue descendiendo lentamente por las


deslucidas gradas, sin despedirse de nadie; murmurando entre dientes: ¡Para qué, si
después de todo igualito iba ser cuando cerrara los ojos por última vez!

Ya en el llano donde las calles se extendían con sus abultados vehículos chicharreros
y gente husmeando la suerte ajena. Parado, luego de otear largamente su humilde
casa, que a la distancia semejaba ser un palomar abandonado; suspirando, dijo:
“¡Que alguien te cuide! Porque, yo, en la madrugada cuando desempaqué el ultimo
sueño. El espacio imaginario de mis ideas quedó vacío.”

Intuyendo que mi suerte había estado siempre extinta desde la primera vez que
dibujé a Sandra: Bella como el sol de los Andes. Enfermándome de un amor no
escrito en mi corazón. Engañándome a mí mismo cada noche, desvelándose mi
juventud en un quebrado cenicero.

Escuchándose luego un extendido “¡Adiós…!”

Caminando Andrés directamente a la boca de un nuevo paradigma, sellado de


nostalgia, más cruda y oscilante que sus enterrados sueños; porque a la salida de la
ciudad le esperaba alguien para conducirle, no por un sendero de luz y esperanza,
sino de engaño y mentira; porque aquel personaje vestido de negra figura estaba
presto ahogar el alma del poeta en un cubo de agua envenenada, amordazando
cruelmente su espíritu. ¡Haciendo que viviera alejado de la aureola del Dios vivo!

Al despertar. Sorprendido se vio en el espejo otra vez. Ya no sudaba. Era él mismo.


Reposando más allá, entre la perniciosa sombra, la pequeña mesa arruinada de
tajos; el encapotado catre, cubierto de polvo y telarañas. Y el destartalado cenicero y
los viejos pliegos de papel esperando su atención uniforme.

Concluyendo que aquella pesadilla amarga muy bien podría ser acertada, si,
persistía en conquistar a la dueña del Dichoso Cerrito: imagen y sustancia creada
por él. Llamándola cada noche en sus sueños.

Llamándole, quien sabe, para emprender la partida metafísica más allá de sus
sentidos, afín de explorar un mundo tatuado por vorágines negros, cubriendo sus
ojos con la telaraña de una muerte espiritual anunciada.

Fin.

La pesadilla amarga es un cuento corto del escritor Ángel Javier Castro Sánchez


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