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Eso

Capítulo I
Lo había hecho una vez más. Se encontraba sudoroso entre sus sábanas, ese sueño que le acaloraba todas las noches, pensar en
esos pechos, en esos labios, en esos muslos de Venus...
Raúl se incorporó en su cama, había intentado retener el orgasmo, pero le había costado. El semen se escurría entre sus dedos,
maldijo entre dientes, puesto que consideraba eso asqueroso. Buscó en su armario hasta encontrar la toalla que usaba
acostumbradamente para limpiar el resto de sus "juegos nocturnos". Se limpió como pudo y se volvió a acostar, abriendo antes la
ventana de par en par.
-"Dios mío... Esto no puede ser sano..." –Pensó, aún con la respiración agitada.-
Pero es que ese sueño lo tenía una y otra vez, este año en su clase de instituto habían coincidido varias de sus musas... Ana... Marta...
Solo de pensar en ellas se volvió a acariciar de nuevo, su miembro estaba relajado después del orgasmo, y tardaría unos minutos en
reponerse, pero no le dio tiempo, puesto que el sonido de la puerta de la calle al abrirse le sacó de ensoñaciones.
Escuchó las voces de su hermana Laura y otra persona al entrar, reía, seguramente había tomado una o dos copas de más, una voz
masculina la acompañaba.
-Chss... No despiertes a mi hermano... –Decía Laura.- Vamos a mi cuarto...
Raúl guardó silencio, ahora empezaría lo mismo que casi todos los días. Las risas, los besos, las caricias, los gemidos... Y,
efectivamente, empezó.
Su miembro empezó a erguirse de nuevo ante los gemidos y las risas de placer de su hermana, los sonidos de penetración, el olor a
sexo... Se corrió al mismo tiempo que la chica, moviendo su mano a un ritmo vertiginoso, manchando ya de forma inocultable sus
sabanas.
Esperó a que el ligue de turno de su hermana se hubiera marchado, abrió su puerta silenciosamente, pero cuando estaba en el pasillo,
escuchó el ruido del agua al correr. Se acercó hacia el baño, y vio a su hermana sentada en el bidé, de espaldas a él, con una de sus
manos en su entrepierna.
-¿Te he despertado? –Dijo ella sin girarse.-
-No, tranquila. –Contestó Raúl.- ¿Quién era ese?
-No lo sé... Tú no le conoces... –Masculló Laura.- Pásame la toalla.
Raúl le dio a su hermana la toalla, sin embargo, esta, con descaro, en vez de taparse sus intimidades, la usó para secarse las manos.
Tuvo que hacer un esfuerzo realmente considerable para no comerse con los ojos el sexo de su hermana, esta le miraba con
curiosidad. Raúl se había puesto únicamente unos pantalones antes de salir del cuarto.
-¿Te la has estado cascando? –Rió ella.-
-Anda ya... –Mintió Raúl.- ¿Te queda mucho?
-No, ya he terminado, me voy a dormir, estoy rota...
Cuando Laura pasó a su lado le dio un pellizco en el trasero.
-Cada día estás más bueno. –Rió ella.- Que no sorprenda que una noche entre en tu cuarto para que me eches un polvo.
-Lo esperaré con ganas. –Raúl intentó poner ironía en su voz, pero pareció más ansiedad que otra cosa.-
Escuchó como la puerta del cuarto de su hermana se cerraba, él hizo lo propio con la del baño, corrió el pestillo. Dejó el grifo de la
ducha correr, y se ducho, con agua fría, algo que no solía hacer muchas veces, dado que la detestaba, pero esa noche, la necesitaba.
-"Eres un pajero asqueroso." –Se amonestó mentalmente.- "Y encima le miras el coño a tu hermana, cerdo..."
Se puso su albornoz y salió del baño, aún era de noche, debían ser las cinco de la mañana, decidió que era mejor intentar dormir un
poco más. Quitó las sabanas de su cama, las enrolló en el suelo, procurando no mancharse con su corrida y se tumbó en el colchón.
La aspereza y frescura del colchón fue lo que necesitó para dormirse, deseando volver a tener ese sueño que tanto le excitaba, ese
sueño que le había hecho correrse tantas veces durante los últimos tres meses...

Capítulo II
En el instituto todo era aburrido y rutinario, como siempre. Le escocían los ojos a causa del sueño, pero no podía faltar más a clase,
bajo amenaza de que sus profesores le quemaran en la hoguera. Las notificaciones llegaban a casa como si fueran cartas de banco, y
su hermana Laura no podía dar más excusas por él. En los últimos meses había sido operado de apendicitis, se había roto una mano
y una pierna, así como había hecho dos largos viajes por Europa, todo, obviamente, eran excusas que ponía para justificar las faltas
de su hermano.
-Como iba diciendo... –El profesor alzó la voz, sacándole de su estado comatoso.- Las causas que llevaron a las potencias
occidentales a otra gran guerra fueron...
Raúl volvió a su estado de somnolencia, incapaz de concentrarse en las causas de la segunda guerra mundial, sacó su agenda e hizo
como que leía algo muy interesante. Repasó su horario, después de Historia tenían Educación Física, dos horas, al ser viernes les
tocaba en la piscina, maldijo por lo bajo.
-"Piscina..." –Pensó.- "Eso significa que estarán ellas con sus precisos bikinis."
Suspiró, pensando en que su "amiguito de ahí abajo" no podría mantenerse indiferente ante ese estímulo. La clase tocó a su fin, y
recogió sus libros sin muchas ganas.
-¡Raúl! –Gritó unos de sus compañeros.- Despierta tío, que vas a cámara lenta...
-¡Ya voy! –Rumió él.-
Metió la mochila en su taquilla y sacó la bolsa de deporte lo más rápido que pudo, corrió por el pasillo para alcanzar a sus compañeros
de clase.
-El de mates es un cabrón... –Gruñó Felipe, uno de sus amigos.- Ponernos un examen el lunes... Con el resacón que tendré el
domingo, estas que puedo estudiar...
-Pues no salgas, porrero. –Reía Daniel.- Por un fin de semana no te vas a morir.
-Es que me tiene manía, puto profesor. –Se defendía Felipe.-
-¿Hoy nos toca Waterpolo? –Raúl bostezó.-
-Sí, todo este mes... –Felipe le miró a la cara, se fijó en sus ojeras.- ¿Has pasado mala noche?
-Mi hermana... –Susurró Raúl, pues sus amigos ya conocían de sobra las aficiones de Laura.-
-Joder... –Daniel se relamió.- Con todos los respetos tío, cogía a tu hermana y la mataba a polvos, que pivón...
-Antes tendrías que encontrarte la polla, pajero. –Rió Felipe.-
-Chsst... –Raúl les hizo callar.-
Llegando a la entrada del centro deportivo del instituto, se toparon con el grupo de chicas. Ahí estaban ellas... Marta... Con su pelo
rubio, sus ojos claros, su cuerpo lleno de curvas, su sonrisa perpetua... Ana... Pelo negro, pecho más voluminoso, gesto delicado, ojos
claros en los que adentrarse para no salir...
Raúl sintió un escalofrió que le recorría todo el cuerpo, centrándose sobre todo en sus genitales.
-Cuidado no se te vaya a poner dura. –Le susurraron Daniel y Felipe al oído, entre risas ahogadas.- Disimula un poco tío...
Marta estaba más pálida que de costumbre, sus ojos estaban atravesados por unas pequeñas ojeras, que no conseguían apagar su
belleza.
-Hola. –Saludaron las chicas una tras otra.-
-Ho... Hola... –Saludó Raúl, mientras tragaba saliva.-
Ellas rieron ante el tartamudeo del chico, pero no le dieron más importancia. Sus amigos, Felipe y Daniel, estuvieron riéndose de él
todo el camino hacia los vestuarios.
Mientras se desnudaban, Felipe llamó su atención chistando.
-Oye, ¿Es normal que un huevo sea más grande que el otro? –Susurró preocupado.-
Daniel y Raúl se miraron.
-Sí, mirad, es que, creo que el izquierdo es más grande. –Felipe les puso sus genitales casi en la cara.-
-Oh, joder, Felipe, no seas maricón y aparta eso de mí. –El tono de voz áspero de Daniel puso en alerta al resto del vestuario, Felipe
se puso el bañador, con gesto de enfado.-
Una vez todos se pusieron su reglamentario bañador negro ceñido, salieron a la piscina, dándose una pequeña ducha antes de ir al
encuentro de su instructor de Waterpolo. Raúl rió incomodo cuando vio a las chicas salir de su vestuario, sus bikinis, verdes en el caso
de las chicas, le hicieron temer que su "pequeño" se levantara a ver que pasaba.
-Hoy vamos a hacer un pequeño partido, los equipos de siempre. –Dijo su instructor mientras repartía las pelotas.- Yo haré de arbitro,
Daniel, no te olvides del casco.
El instructor le lanzó el casco a Daniel, que hacia de portero, este maldijo en voz baja, puesto que opinaba que ese casco le hacía
tener la cabeza enorme.
En la piscina aledaña, las chicas hacían lo mismo, entre risitas, como todo lo que hacían, Raúl asociaba ese sonido de risas juveniles
al paraíso de sus sueños, donde, justo antes de besar a sus dos musas, escuchaba sus risas, alegres, frescas... Inmediatamente se
obligó a pensar en otra cosa, dado que recordar sus tropelías nocturnas le hacía sentir dolor en el bajo vientre.
Estuvieron jugando una hora y media, cambiaron equipos, practicaron tiros libres, pases... Raúl no tuvo su día, metiendo tan solo uno
de los ocho tiros que tuvo, cosa que el instructor notó y amonestó.
-A ver si bebemos menos y trabajamos más, no quiero estatuas en mi clase. –Gruñó mientras le daba una "cariñosa" palmada en la
espalda.-
-Dame un respiro... –El tono de voz de Raúl no fue para nada respetuoso, cosa que el instructor notó.-
-Sí, un respiro, ¡Recoge el material! –Dijo este.- El resto, al vestuario, hay que repasar sobre los equipos, creo que hay que hacer
cambios.
Ante las miradas de "Te jodes, por bocazas" de sus amigos, Raúl maldijo en silencio y se metió en la piscina a recoger las porterías y
los balones, que flotaban fantasmagóricamente en el agua tranquila.
Después de varios viajes, de cargar con esfuerzo las porterías y de meter los balones en sus bolsas, observó como las chicas
terminaban su particular partido, entre risas, felicitándose unas a otras por los tantos marcados, entre ellas no había competitividad ni
roces absurdos. Verlas saltar, nadar hacia los balones, reír, tocarse, unas con otras...
Demasiado tarde se dio cuenta de que su amigo había despertado, con la excusa de recoger un balón que se le había escapado, se
sumergió en el agua de la piscina de los chicos, donde continuó observando a las chicas. Dios, era un paraíso... Todas parecían
ángeles, ángeles semi-desnudos, que se tocaban, que hacían que sus voluminosos pechos botaran...
Pero el espectáculo cesó, y su instructora les mandó ir al vestuario, Raúl pensó que era mejor, puesto que su erección ya le dolía, vio
como el agua se escurría por el cuerpo de Ana, y deseó convertirse en gotas de agua. Espero a ver como Marta salía de la piscina,
pero no la vio. Las otras chicas comentaban, la instructora hablaba con ellas sin prestar atención al agua... Raúl se incorporó en la
piscina, tenia un mal presentimiento.
Aún con su erección a media potencia, se arriesgo a salir de la piscina, buscó con la vista, y entonces, tuvo un estremecimiento. Se
lanzó a la piscina de las chicas con violencia, abrió los ojos bajo el agua, y la vio. Como una ninfa, permanecía sumergida, con el pelo
ondeando en el agua, su tez más pálida que nunca. No había nadado tan rápido en su vida, la cogió entre sus brazos y emergió. Sus
gritos prontamente llenaron todo el centro, haciendo salir a la gente de los vestuarios, alarmada.
En una situación menos grave, habría sido consciente de que su erección, a media potencia aún, se frotaba contra los glúteos de la
mujer, y que su mano se anudaba sobre los pechos de la mujer. Pero no había malas intenciones en ello, realmente, ni siquiera fue
consciente, simplemente intentaba llegar al bordillo de la gran piscina.
Prontamente los instructores se hicieron cargo de ella, le tomaron el pulso, comprobaron su respiración, la hicieron incorporarse y
apretaron en la zona de su estomago, Marta escupió un poco de agua, y tosió con violencia.
-¡Marta! –Vociferaba la instructora con preocupación.- ¿Estas bien?
Pero no hubo más espectáculo que ver, los instructores mandaron a los alumnos al vestuario, a que se cambiaran, ellos se llevaron a
la chica a la enfermería. Raúl nunca había estado más preocupado, y en el vestuario, jamás se había podido palpar el silencio de esa
forma, sin un comentario de que a tal mujer se le marcaban los pezones, sin el comentario de que el culo de tal chica cada día era
mejor... Hubo silencio, silencio mortal.
Raúl se duchó a un ritmo vertiginoso, se cambió de ropa y salió corriendo, dejando olvidada incluso su bolsa deportiva, que Felipe se
encargó de coger por él. Corrió hasta la enfermería, entró sin llamar.
Un pequeño gritito le sobresaltó y le hizo retroceder, instantáneamente cerró los ojos, pero el "mal" ya estaba hecho.
-¡Cuando aprenderéis los jóvenes a llamar a la puerta! –Gritó la enfermera.-
Esta corrió el biombo detrás del cual estaba Marta sentada, aún muy pálida, se había deshecho de la parte superior de su bañador,
para facilitar la auscultación de la enfermera. Los había visto, un segundo, sí, pero esa imagen quedara grabada en su memoria para
siempre. Sus senos eran redondos, sus aureolas, color carne...
-Yo... Yo solo... Quería saber... –Tartamudeó Raúl.- Si estaba... Bien...
-Lárgate de aquí. –Amonestó de nuevo la enfermera, cerrándole la puerta en las narices.-
En el pasillo, un segundo después aparecieron Ana y el resto de las amigas de Marta.
-¿Cómo está? –Preguntó esta con su voz frágil.-
-No me lo han dicho... –Dijo este afectado.-
-Menos mal que has estado ahí... –Los ojos de Ana estaban vidriosos.- He llamado a su madre, pero... Dios... Es que...
Ana se puso a llorar, y sus otras amigas la consolaron.
-Le dije que no era bueno venir sin desayunar nada... Que la clase era muy exigente... Ella no me hizo caso... –Sollozó.- Y si le hubiera
pasado algo...
-No es tu culpa. –Dijo una de sus amigas.-
-Gracias, Raúl, si no hubieras estado ahí...
Tuvo un doble estremecimiento, primero porque Ana pronunciara tan dulcemente su nombre, segundo, por como le había mirado, era
una de esas miradas estilo película, estuvo tentado un buen rato a besarla, pensando que sonaría de fondo música romántica, pero
finalmente, fuera de ensoñaciones, no hizo nada.
A sus amigas las invitaron a pasar unos minutos más tarde, a él no le dejaron. Finalmente, triste, se marchó a casa. En el autobús
empezó a ser consciente del episodio, no solo le había salvado la vida, sino que... Había visto sus pechos... Y... Los había tocado...
También se acordó de cómo su miembro había acariciado varias veces sus nalgas. Su erección fue brutal pasados unos minutos, y
agradeció llevar unos vaqueros, aunque el dolor era grande.
Llegó a casa, y nada más entrar, se internó en el baño. La paja fue monumental, su miembro estuvo escupiendo semen un buen rato, y
cuando el flujo se detuvo, el siguió bombeando, no quería terminar, era demasiado delicioso... Se hizo tres pajas más en apenas media
hora. Manchó la bañera y el suelo del baño con su semen, que limpió con papel higiénico, no sin dificultades.
Abandonó el baño cansado después de tal esfuerzo, decidido a dormir un par de horas, hasta que volviera su hermana, por el camino,
vio la puerta del cuarto de Laura, en la cama, como si fuera uno más de los cojines, había un gran consolador rojo. Suspiró, intentando
que su mente, ya de por sí sedienta de sexo, no pensara en la imagen de su hermana utilizando tal juguete.

Capítulo III
Le despertó el sonido del teléfono, somnoliento, despegó el auricular.
-Quien... –Dijo con voz pastosa, medio dormido.-
-¿Estas segura de que este es su número? –Dijo una voz simpática y femenina que identificó al instante, al parecer hablando con
alguien que había a su lado.-
-¡Marta! ¿Eres tu? –Se despertó al instante.-
-Ah, sí, Raúl... –Ella se rió un poco.-
Tapó el teléfono y gritó de felicidad.
-Bueno... –Continuó Marta.- Solo quería darte las gracias por lo de esta mañana...
-No es nada, de verdad...
-No seas tonto... A saber qué estarás pensando de mí...
-No, de verdad... –Intentó no darle demasiada importancia a la situación.- Lo importante es que estas bien...
-Gracias... –Parecía emocionada, sollozó un par de veces.- Te debo una muy grande.
-Prométeme una cosa. –Dijo Raúl con tono solemne.-
-¿El qué? –Contestó ella preocupada.-
-Que a partir de ahora vas a desayunar todos los días.
Ambos rieron en el auricular, y Raúl casi lloró de la emoción.
-Lo haré... Gracias... –Ella suspiró.- Ya nos veremos en clase ¿No?
-Sí, claro... Cuídate...
-Adiós Raúl.
-Adiós Marta.
Gritó como un autentico loco, saltó en la cama, y después, por inercia, se hizo una paja, se corrió en las paredes, pero le dio igual,
Marta le había llamado, Marta, su musa... Encendió el ordenador, tecleó su contraseña, y buscó rápidamente su carpeta con las fotos
de Ana y Marta, había sido un trabajo difícil reunir esa colección, pero se sentía muy orgulloso de ella... No aparecían desnudas,
obviamente, pero a él no le importaba...
Su burbuja de felicidad estalló cuando su hermana llegó a casa. Como pudo, limpió los restos de su corrida de la pared, pero se
notaba si te acercabas. Lo que hizo fue salir a su encuentro en el pasillo. Ella vestía un traje de ejecutiva al que había ido
desabrochando botones en el ascensor, lanzó los zapatos hacia su cuarto y suspiró.
-Me han llamado del colegio. –Dijo mientras se quitaba el maquillaje.- ¿Qué ha pasado con Marta?
-¿Cómo sabes que es Marta?
-¿No era esa la chica que te gustaba?
-Anda ya... –Rió incomodo, y su hermana le miró, atravesándole con la mirada, siempre sabía lo que pensaba.- ¿Qué tal en la oficina?
-Aburrida, como siempre.
Entraron en la cocina y empezaron a sacar las cosas para hacer la comida, ella le contó algo sobre un ruso al que habían vendido una
gran mansión en la costa, otra cosa sobre el reparto de primas en la inmobiliaria y de que podrían irse a esquiar la temporada que
viene, dado que había cogido sus vacaciones para ese entonces.
-Si, sí... –Respondió él por décima vez, incapaz de hacer el mínimo caso a su hermana.-
-Puede que el domingo venga Cristina a dormir, tranquilo, se mantendrá lejos de ti. –Añadió ella.- ¿Qué te parece?
-Sí, sí... –Respondió mecánicamente.-
-Voy a bajarte los pantalones y te haré la mamada más espléndida que te puedas imaginar.
-Sí, sí... –Raúl dudó.- ¿Qué?
-¡Qué me hagas caso! –Le lanzó el salero, que Raúl atrapó con dificultades.- No me gusta hablar con las paredes...
Comieron en silencio, Laura revisaba unos papeles de su oficina, negando de vez en cuando con la cabeza. Realmente, Laura era una
mujer preciosa. Su pelo era negro, como el de su hermano, y sus ojos, de un profundo color esmeralda, se remarcaban mucho en su
cara afilada y pálida. Por lo demás, pechos pequeños, una cintura fina, y un trasero que quitaba el hipo.
-O sea, que sí. –Dijo de pronto, como si llevaran hablando toda la comida.- Que me llamó tu director, al parecer había pasado algo en
la piscina con Marta, ¿Está bien?
-Sí, me ha llama...
-¡Te ha llamado! –Gritó ella de repente.- ¡Dios!
-No sé que hay de espectacular. –Repuso él cortante.-
-Que una chica te llame es un espectáculo, hermanito. –Rió ella.- Que si no fuera por como me miras, diría que eres un marica.
-Por como... –Bufó.- ¡Yo no te miro!
-Sí, claro... –Volvió a reírse.- A saber cuantas pajas te has hecho pensando en mí.
-Seguro que no tantas como tú. –Cogió su plato, cuyo contenido ya había terminado, y se levantó.-
Había esperado que su hermana lo negara, pero tan solo se ganó una mirada lujuriosa y una sonrisa impúdica. Recogió un poco la
encimera de la cocina y se fue a su cuarto. Era viernes y tenia planeada una larga noche de Internet, hablar un poco con sus amigos
del resto del mundo seria lo mejor para despejarse después de tan terrible día.
Se conectó, y pronto encontró justo lo que buscaba, ahí estaban, Rocío, Tanya, Carla... Él nunca había sido muy proclive a los amores
a través de Internet, pero sabia una cosa, que podías hacer sentir bien a muchas personas si tenias un mínimo de delicadeza, así
conseguía resarcirse un poco de tantos pecados que tenía en su conciencia.
Pero su noche de paz se vio interrumpida, la línea, una vez más, se había caído. Estaba cansado, le dolía la espalda a causa del
Waterpolo, y estaba enfadado con su ordenador. Así, sin mucho animo, empezó a buscar alguna diversión entre sus carpetas antiguas.
No fue consciente de donde estaba hasta que ya había pasado esa peligrosa línea, había accedido, a través de la defectuosa
Conexión en Red, al ordenador de su hermana, una carpeta llamó poderosamente su atención.
"Capturas", no supo por qué, pero entró con ansia, encontrando aquello que buscaba. Eran docenas, cientos de fotografías de su
hermana. Fotografías en las que mostraba poca ropa, en algunas vestía lencería fina, en otras estaba completamente desnuda, el
resto eran de sexo explicito...
Su miembro empezó a despertarse con ansia de descargar la tensión acumulada. Era el mayor descubrimiento que hacia en el
ordenador, tan solo superado por las páginas de Internet de sexo gratis. Las miró todas, una a una, sintió como su pene hacía fuerza
por salir de sus pantalones, una gota de sudor cubrió su frente... Rápidamente, temeroso de que ese manantial de placer
desapareciera, hizo una copia, que guardo bajo clave en su ordenador.
Siguió buscando, encontró videos, relatos eróticos escritos por la propia mano de su hermana, incluso, lo que parecía ser su diario del
sexo, donde anotaba sus relaciones sexuales, las calificaba por colores y por números. Raúl acababa de descubrir un acceso directo
al corazón de su hermana, al corazón, y, si lo deseaba, a su coño.
Se masturbó hasta que realmente no pudo más, estaba agotado, sudado y aún excitado mentalmente, pero su miembro no daba a
más, incluso le dolía después de ese día tan movidito, agradeció que a causa del agotamiento no soñara con su particular fiesta con
Ana y Marta, dado que eso le hubiera obligado a tener que hacerse otra paja.
Al apagar su ordenador, se dejó caer en la cama. Aún era pronto, apenas las ocho de la tarde, pero no necesitaba más... Cerró los
ojos, y se durmió. Fue consciente de que su hermana había llamado a su puerta varias veces, pero no pudo levantarse ni abrir
completamente los ojos, estaba agotado de tanto masturbarse.
Se despertó pocos minutos antes de las siete de la mañana, dispuesto a retomar ese nuevo día con energía, para, más tarde, gastarla
toda degustando los placeres de ese santo grial del sexo. Se duchó con esmero, dejándose seducir por las aguas, le puso sábanas
limpias a su cama, barrió el suelo. Incluso quitó algo de polvo de sus estanterías. Cuando terminó de organizar su escritorio no eran ni
las nueve, por lo que, aburrido, hizo el desayuno.
Realmente él nunca desayunaba, no tenía tiempo si quería llegar pronto al instituto, pero, por una vez, se esmeró. Preparó tostadas,
exprimió zumo, y llenó un tazón con los cereales de chocolate que su hermana adoraba, uno de sus caprichos de la infancia. Se
entusiasmó los primeros tres minutos, después, al comprobar que su hermana no saldría, decidió ir él mismo a por ella. Puso todo en
una bandeja, y se rió por el pasillo, dado que todo parecía sacado de una empalagosa película de amor.
Tocó a la puerta y entró.
Las cortinas dejaban entrar tan solo unos tímidos rayos de Sol, por lo demás, todo tenia un profundo olor a mujer, desde retazos de
perfume al intenso olor de su vagina. Encima de la mesilla de noche estaba su famoso juguete rojo, Raúl sintió un escalofrió al verlo.
Su hermana abrió un poco los ojos, su semblante somnoliento cambió al instante nada más darse cuenta del detalle de su hermano.
-Eres un cielo. –Dijo mientras le daba un beso largo en la comisura de los labios.-
-Solo me aburría... –Se excusó él.-
-Sabes... Eres el primer hombre que me trae el desayuno a la cama sin esperar un polvo a cambio... –Dejó su vaso de zumo de
naranja y le miró.- ¿Por qué no quieres un polvo, verdad?
-Yo... Eh... Pues... –Tartamudeó Raúl, ante las carcajadas de su hermana, se dio cuenta de que estaba bromeando, o al menos, eso
prefirió pensar él.- Que aproveche, y buenos días, por cierto.
La dejó desayunar tranquila, aunque de vez en cuando escuchaba a su hermana reírse sola, seguramente dentro de alguna de sus
maquinaciones perversas. Raúl se dedicó a ver algunos programas de televisión, un sábado por la mañana encontrar alguna cadena
que no ofreciera una serie que protagonizara una adolescente neurótica con los chicos era cuestión de insistir. Se rindió al ver que no
encontraría ningún programa decente.
-Raúl, mañana vendrá Cristina... –Dijo su hermana desde algún rincón de la casa.-
-Sí, me lo dijiste ayer. –Respondió.-
-¿No te molesta, verdad?
-No.
Cristina era la gran amiga de juergas de su hermana Laura, tenían un gusto común por los chicos y ambas estaban un poco
trastornadas, pero, en el fondo, eran buenas personas. Físicamente, Cristina tenia mucho más pecho que Laura, el cabello corto y
negro, era un poco más bajita y tenia más caderas, pero seguía siendo igual de apetecible, pues en su rostro estaba reflejada la lujuria
las 24 horas del día.
-¿Hoy vas a salir? –Preguntó su hermana a voces.-
-No lo sé... –En realidad, Raúl no tenia muchas ganas de salir, quizás si recibiera alguna llamada de Felipe o Adrián avisándole de
alguna fiesta especial...-
Su hermana llegó, estaba con su bata de seda puesta, por como se marcaban sus pezones, Raúl supo al instante que era lo único que
llevaba.
-Tienes que salir, tío, no esperes que las chicas vengan a casa a babear por ti. –Comentó mientras le alborotaba el pelo.- Píllate una
buena borrachera, que se te ve algo decaído.
-Supongo que de borracheras tu me podrás dar muchas lecciones. –Dijo con tono sarcástico.-
Laura se lanzó hacia su hermano, intentando rememorar sus ratos infantiles donde intentaban hacerse cosquillas el uno al otro, pero
pronto la poca ropa de su hermana se hizo patente en su desnudez, las manos de Raúl recorrían los costados de la mujer, y esta, sin
ningún tipo de duda, buscaba sus glúteos, su tórax... Pronto, entre risas, ella le besó en los labios, un beso corto y sencillo, seguido de
muchos más. La respiración de ambos se agitó, su último beso fue con lengua, y fue largo y profundo.
-¡Dios mío! –Gritó su hermana incorporándose de un salto, mostrando perfectamente su cuerpo desnudo, dado que su bata de seda
estaba abierta.- No puedo entretenerme mucho más, tengo muchas cosas que hacer y he quedado, lo siento, hermanito, ya
terminaremos nuestra partida luego.
Y se marchó rápidamente al baño, donde se duchó fugazmente, se vistió, y salió al encuentro de su amiga Cristina, y, seguramente, un
par de chicos con los que pasarían el resto del día.
Raúl tuvo el incesante deseo de masturbarse en ese momento, pero prefirió recurrir a su nuevo tesoro. Encontró un video de su
hermana masturbándose, lenta y detenidamente, por como enfocaba y desenfocaba la cámara, debía ser otra persona la que lo
grababa.
Los dedos de su hermana entraban y salían de su vagina húmeda, mientras que su vientre se arqueaba y gemía, con mucha agilidad,
se dedicó a su clítoris, corriéndose instantáneamente entre pequeños grititos. Raúl tuvo la sensación de que tendría una corrida en
seco, sin siquiera haberse tocado.
El video continuaba, ella estaba rendida en la cama, acariciándose muy lentamente los muslos, mientras recuperaba el aliento. Cerró
el video, considerándolo justo en ese momento como un grave insulto a la confianza que su hermana había depositado en él. Apagó el
ordenador, cogió su teléfono móvil justo en el momento en que empezaba a vibrar, Felipe le llamaba, algún antro les esperaría esa
noche.

Capítulo IV
El local estaba lleno de jóvenes que, unos apretados con otros, hacían el vano intento de bailar, aunque lo más que lograban era imitar
el movimiento de un epiléptico. Daniel y Felipe se habían arrimado a un par de chicas, que, no muy entusiasmadas, aceptaron
quedarse con ellos.
Raúl, algo distraído, jugaba con su botellín de cerveza en uno de los extremos de la barra.
-Se te ve muy solo, campeón. –Dijo una voz femenina a su derecha.-
-Estela... –Musitó él.- ¿Qué haces tú por aquí?
Estela era la típica chica de instituto cuya reputación está por los suelos, de ella se decía que era una presa fácil, o "bragas rápidas"
como solían llamarla. Por curiosidades del destino, Raúl siempre había tenido en alta estima a la chica, dado que la identificaba un
poco con él. Su política de "no juzgues si no quieres ser juzgado" le había llevado a esa situación, en una clase de Psicología, donde
su profesor, un poco hippie que era, les mandó escribirles dedicatorias a sus compañeros. Una tras otra, fueron textos irónicos y
dolorosos hacia Estela, siendo el de Raúl el único que había tenido unas palabras hermosas para ella.
-Bueno, pues he salido a ver si la noche mejoraba un poco. –Pidió una copa al camarero.- ¿Y tu?
-Tenia que distraerme un poco, si no lo hacia, me iba a volver loco. –Brindó su botellín de cerveza con el vaso de Estela.- ¿La noche va
bien?
-Un tío me ha intentado meter mano cuando intentaba ir al lavabo... –Dijo ella, intentando que su voz sonara a un susurro pese a estar
gritando por encima del volumen de la música.-
-¿Y?
-¡Pues que no era lo que yo quería!
-Oye, que tal si salimos de aquí. –Sugirió Raúl, dado que el volumen de la música le estaba provocando dolor de cabeza.-
-Te sigo, campeón. –Contestó ella apurando su copa.-
La zona de bares estaba próxima al paseo marítimo, ocupado por algunos turistas trasnochadores. Ahí, con más silencio, pudieron
pasear y hablar tranquilos. Se preguntaron por su vida, por el instituto, por la familia, parecían dos buenos amigos paseando, sin más
preocupaciones que el no encontrar demasiadas personas a su alrededor. Dado que el vestido de Estela brillaba por su ausencia de lo
corto y fino que era, Raúl, entre risas, le ofreció su chaqueta.
-Eres un buen tío, de verdad... –Susurró ella mientras le cogía el brazo.- No entiendo como no tienes novia.
-Será que no he encontrado a la adecuada. –Dijo con el tono más monótono que tenia.- O es que ellas no me encuentran a mí.
-¿Aún sigues encaprichado por las Mises?
-Pues... –Raúl sonrió, Mises era como Estela llamaba a Marta y Ana.- Supongo...
-Sabes que eres mi campeón... –Ella le cogió del antebrazo.- Que lo haría todo por ti...
Le llevó hacia uno de los bancos del paseo, obligándole a sentarse, ella se apoyó en su regazo. Le miró fijamente a los ojos. Ella era
alta, delgada, con pechos ni muy grandes ni muy pequeños, labios carnosos y piernas largas. Tenia una densa melena castaña y unos
ojos marrones que inspiraban necesidad.
-Estela, Estela, un día un hombre te hará muy feliz... –Susurró.-
Ella se incorporó ligeramente para besarle, un beso dulce y suave, cargado de afecto contenido. Raúl aceptó el beso, y cerró los ojos,
para sentirlo mejor. Durante un par de minutos estuvieron fundidos. Estela, con los ojos llorosos, le miró penetrantemente.
-¿Por qué no puedes ser tu ese chico? –Sollozó ella.-
Como Raúl no respondió, ella siguió con sus caricias, que, poco a poco, fueron afectando a zonas más erógenas. Cuando la mano de
la joven llevaba un rato cerca de la entrepierna de Raúl, este no tuvo más remedio que pedirle que fueran a otro sitio más discreto.
Estela se abalanzó sobre él nada más hubieron llegado a su casa, ella se había independizado muy joven, sus padres no habían
puesto muchas pegas, dado que el dinero provenía de la herencia que les había dejado su abuela.
-Raúl... –Gemía ella mientras recibía los besos de este en el cuello.- Me gustas mucho...
Su camiseta pronto voló, jugueteando ella durante unos segundos con su sujetador antes de conducir las manos de Raúl hacia el
broche, esperando que se lo quitara él. No le costó mucho, estaba acostumbrado desde pequeño a que su hermana le pidiera que se
los desabrochara, era uno de sus múltiples métodos de provocarle.
-Vamos... –Apremiaba ella, llevada por la lujuria.-
Se empezó a bajar la falda, pero Raúl detuvo sus manos.
-Conmigo, puedes ser tu misma... –Susurró de forma solemne, pensando en su fuero interno en qué demonios estaba diciendo y por
qué no se abalanzaba sobre esa presa fácil y la engullía entera. Pero Estela le dedicó una mirada dulce y sincera.- Tú misma.
Comprendió a lo que se refería, y su ritmo fue más pausado, se besaron intensamente, jugaron con sus lenguas, gimió en el momento
en el que Raúl le mordió el lóbulo de una de sus orejas... Una de las manos de Estela acariciaba el miembro de Raúl por encima de su
pantalón, este hacía notar su ansia de salir y dar guerra.
Pero Raúl siguió imprimiendo un ritmo más lento, se detuvo en cada centímetro de la piel de Estela, bajó con delicadeza su falda,
acariciando sus muslos, provocando otro gemido de Estela, cuyo vientre se erizaba poco a poco.
-Eres... –Gemía.- Eres...
Con suma lentitud, emulando el comportamiento que había visto y leído mil veces en todo el material erótico y pornográfico que había
podido obtener, fue consciente de que, para una mujer, los "juegos previos" son casi más importantes que el polvo en sí. Estela llevaba
unas braguitas tipo tanga, de un color pastel muy bonito. Tenían una pequeña mancha de humedad, al parecer, estaba disfrutando con
esta atípica relación.
-Tranquila... –Susurró Raúl, mientras besaba su cuello.- Hoy eres una princesa, no una puta...
Raúl fue consciente de que una lágrima, quizás de placer, quizás de emoción, había recorrido el rostro de la mujer. Bajó por el cuello,
hasta llegar hasta sus senos, que paladeó con disfrute. Raúl aún era virgen, pero había tenido otros roces amorosos, siempre sin
penetración. Cuando mordisqueó suavemente sus aureolas doradas, ella gimió intensamente.
Besó su vientre, su ombligo, se detuvo en sus caderas, que acarició con suavidad, pareció que por fin iba a llegar a su pubis, pero, con
descaro, lo saltó, bajando por sus piernas, besándolas en todo momento...
-Eres... –Gimió ella de nuevo, con cada vez más temblores.- Me haces...
Su respiración ya era muy violenta, y su vientre estaba totalmente erizado. Estaba a punto de tener un orgasmo. Raúl, con el mismo
ritmo que desde el principio, besó los muslos de Estela por su cara interior, mucho más sensible. La mancha de humedad de sus
braguitas era ya de considerables proporciones.
Besó por encima de sus braguitas, y Estela gimió con considerable entusiasmo. Con suavidad, bajó sus braguitas, que, húmedas como
estaban, lanzó a la cara de su dueña.
-Es el olor del placer. –Carcajeó Raúl, provocando que la chica riera también.-
Su clítoris estaba muy inflamado. Estela tenia depilado todo el pubis, salvo un triangulo justo encima de la vagina. Raúl solo tuvo que
acariciar el clítoris con su lengua para que Estela estallará.
-¡Oh!, Joder, ¡Sí! –Gritó, mientras degustaba un brutal orgasmo.- ¡Sí!
Las piernas de la mujer se atenazaron sobre la cabeza de Raúl, que fue empujado hacia su vagina, recibiendo toda la descarga de
flujos vaginales. Tampoco habría tenido mucha intención de marcharse, acogió en su boca todo lo que salió de Estela, y venció su
deseo de morder su clítoris, dado que sabia que en el momento del orgasmo, a las mujeres les molestaba que les tocaran el clítoris,
esa lección debía agradecérsela a una novela erótica que le regalaron en su decimocuarto cumpleaños.
Acarició los muslos de la joven mientras esta, sin prisas, terminaba. Recuperarse de un orgasmo de esas características siempre
llevaba unos minutos, permaneció con los ojos cerrados y respirando entrecortadamente un largo rato. Poco a poco, mientras se
calmaba, los fue abriendo. Raúl pensó que nunca la había visto más hermosa. Los ojos entreabiertos, las mejillas un poco enrojecidas,
y una sonrisa de felicidad en su cara.
-Lo sabia... –Susurró con voz dulce.- Eres especial... Yo... Yo...
-Chssst... –Raúl se tumbó a su lado, y jugó con su pelo.- Descansa...
-Pero... –Replicó ella.- Yo ya he terminado, y tú...
-Para mi está bien como está. –Raúl la besó con suavidad.- No olvides que hoy eres una princesa.
Estela le abrazó con intensidad. Raúl sintió como varias de sus lágrimas cálidas mojaban su cuello, la mujer susurró cosas como
"Gracias", o "Siempre has sido un cielo conmigo", para concluir con un "Te quiero tanto...".
Raúl supo que la mujer, a causa del agotamiento, se había dormido. Consideró durante unos instantes marcharse a casa, pero no lo
consideró muy cortes, dejar que Estela se despertara sola... Eso sería hacer lo mismo que todas las demás personas que habían
pasado por esa cama. Él no, esta vez sería, aunque fuera por un día, el jinete vestido de blanco que la hiciera sentir especial.
-"Al fin y al cabo." –Pensó.- "No tienes nada mejor que hacer."
Tapó a Estela con la sábana que colgaba de la cama, la abrazó, quedando sus manos por encima de sus senos. Besó su cuello e
intentó dormirse.

Capítulo V
Una calurosa mañana de domingo inundaba la habitación por los grandes ventanales de la casa de Estela. Raúl tardó unos segundos
en darse cuenta de donde estaba, observó el techo, intentando darse cuenta de por qué su lámpara había cambiado.
Fue un suspiro relajado a su lado lo que le hizo recordar. Giró lentamente hacia Estela, su belleza se acentuaba de una manera
imposible de creer. Dormida, sin tener que hacer frente a ninguna lacra de la sociedad que tanto daño le hacía, sin preocupaciones,
sin estrés... La sábana le cubría tan solo la mitad de los senos, al parecer, durante sus sueños se había movido, una de sus suaves
manos reposaba en el torso de Raúl.
Tuvo que contenerse por no besar a la mujer, despertarla, y hacer el amor con ella. Su habitual erección matutina empujaba para salir
de su ropa interior, tuvo que respirar hondo diez veces antes de calmarse un poco, no podía evitar pensar en Ana y Marta, sus
musas... Si ellas se lo pedían... Pero no, ese era un campo demasiado doloroso para un domingo por la mañana.
Era la primera vez que se despertaba en la cama de una chica, no habían llegado a hacer el amor, pero la situación era igual de
complicada. Estuvo pensándose durante unos momentos la idea de levantarse, vestirse y marcharse, pero la descartó por superficial.
-"Eso debe ser lo que hacen los demás." –Pensó denuevo.- "Bueno, si es que no se van después del polvo, claro..."
Pese a todo, se levantó. La casa de Estela estaba más ordenada de lo que suponía de una persona joven, era de estas casas
modernas que tienen la cocina conectada con el salón, como si fuera una barra de bar. Raúl, silencioso, se giró para observar a Estela
desde el marco de la puerta. Era una diosa... Cualquier pintor clásico la habría cogido de modelo para representar una joven Venus, al
levantarse Raúl, la sabana se había cruzado, mostrando algo de su bello púbico, su mueca relajada, sus senos perfectamente
contorneados en su total desnudez...
Fue incapaz de aguantar más... Con todos los pensamientos en su cabeza, se internó en el baño de la joven y se masturbó, fue una
paja rápida, necesaria para bajar la hinchazón de su miembro, pero la disfrutó desde el principio hasta las últimas gotas. Una vez
todos los "desperfectos" estuvieron arreglados, se propuso ducharse, de nuevo se mostraba su inexperiencia en este asunto. Había
recolectado el resto de su ropa del cuarto de Estela, pero no sabia que hacer. ¿Ducharse y volver a ponerse la ropa del día anterior?
-"Bueno, por lo menos me refrescaré."
Se introdujo en la moderna bañera de Estela y observó los diferentes geles y champúes, estaba acostumbrado a que su hermana
tuviera mil tipos de marcas diferentes, así como docenas de envases, pero en casa él tenia su solitario champú, que llevaba usando
desde hacía años. Como este no estaba, decidió aventurarse con un frasco de aspecto femenino que rezaba "Para cabellos secos".
El agua purificadora le hizo sentir muy bien, mientras le recorría, pensó que, si las cosas con Ana y Marta salían mal, quizás podría
quedarse con Estela, ella parecía buena chica, además, podría enseñarle muchas cosas del arte amatorio, donde apenas había
profundizado, literalmente hablando.
Una vez terminado de vestirse, abandonó el baño, limpio, más seguro de sí mismo. Toda la casa de Estela era un pequeño oasis de su
vida caótica, era una buena casa, con dos habitaciones con baño, el salón y la cocina. Pensó que era genial que una persona de tan
corta edad pudiera tener algo que considerar "suyo", pero era el legado de su abuela, el único de sus familiares que, según le había
contado, sintió real aprecio por la muchacha.
Ni el ruido de la ducha, ni los paseos de Raúl, ni el Sol que entraba a raudales, hicieron despertarse a Estela. Al joven se le hizo un
crimen terrible zarandearla y despertarla, y estuvo varios minutos pensando que hacer. Al final decidió lo más clásico y ridículo posible,
algo que ya le había funcionado el día anterior, la cosa era hacer sentir especial a la mujer, ¿No?
Con sumo cuidado, abandonó el apartamento de la joven, tomando prestadas sus llaves, que estaban en un simpático llavero con
forma de sol. Corrió, casi voló por la calle hasta una cercana churrería, había un par de jubilados tomándose el desayuno, y pensó por
un momento que esto era demasiado anticuado incluso para él, pero, cuando el olor a chocolate caliente rozó su nariz, se dejó llevar.
Sus fondos no eran muy grandes, se obligó a recordar que debía pedirle dinero a su hermana cuando la viera. Compró una docena de
porras y una de churros, así como un buen chocolate.
Cargado con el pringoso producto, que portaba en una bolsa, tuvo el descaro de robar una rosa del portal colindante al de Estela. La
rosa no era precisamente perfecta, pero había sido improvisado. Mientras subía en el ascensor, estuvo pensando cuantos
adolescentes debían hacer esas cosas, y cuando buscó las llaves en su bolsillo, continuó rumiando el asunto, cuantos adolescentes
habrían dejado a una preciosa mujer desnuda en la cama sin hacer el amor con ella. Se turbó tanto que se tomó un par de segundos
para relajarse, el aroma de los churros le hacia sentirse bien, le recordaba a su infancia.
Abrió la puerta con suavidad, sin hacer ruido. Para su consternación, el ruido de la ducha y la cama vacía indicaron que Estela se
había despertado, maldiciendo la perdida de tan "original" sorpresa. Repartió el chocolate en dos vasos y los llevó a la mesa del salón,
donde dejó los churros y la rosa. El ruido del agua cesó. Fueron diez o quince segundos tensos, hasta que Estela salió del baño.
-Buenos días... –Dijo Raúl.-
Estela no pudo reprimir un gritito, mientras abría mucho los ojos y se tapaba la boca. Llevaba un albornoz muy sexy, pobremente
anudado, lo que dejaba a la vista el nacimiento de sus senos. Sus ojos se pusieron vidriosos, y se abalanzó a los brazos del joven. Su
pelo, que llevaba envuelto en una toalla, se desparramó sobre su hombro, pero no le importó, olía a frutas, le encantaba, le
embriagaba.
El abrazo fue silencioso pero largo, en el lado izquierdo del cuello sentía la humedad del pelo desparramado de la joven, en el
derecho, un par de templadas gotas, al parecer, se había emocionado de verdad. Raúl se sorprendió recreando la escena, ella
despertándose, viendo que estaba sola, que me había ido sin dejarla una mísera nota de despedida...
-El chocolate se está enfriando. –Susurró entrecortadamente, temeroso de romper la magia.-
-¡Chocolate! –Ella le plantó un beso profundo en la comisura de los labios, Raúl giró la cara para que el beso fuera plenamente en los
labios, un beso suave, con sabor a malvasía.- ¡Has traído churros! ¡Me encantan!
No se tomó ni el tiempo para vestirse, se sentó en una de las sillas de la mesa del salón, Raúl lo hizo frente a ella. Con una sonrisa de
oreja a oreja y sus ojos marrones aún vidriosos, mojó su primer churro en el chocolate.
-¿Qué tal, bella durmiente? –Rió Raúl, mientras hacia lo propio con una porra.- He estado a punto de despertarte, pero se te veía tan
tranquila.
-Sí... –Su sonrisa era impresionante.- Hacía mucho que no dormía tan bien.
Estuvieron hablando y riendo durante largos minutos, mientras la población de churros y porras disminuía considerablemente, ella
llevaba la melena castaña echada a un lado, su bata, desanudada, seguía mostrando el nacimiento de sus senos, pero a Raúl no le
importó, realmente se lo estaba pasando bien.
-Eres muy bueno conmigo. –Suspiró ella.-
-Porque te lo mereces. –Raúl le quitó importancia, él sentía algo especial por Estela, habría dado cualquier cosa por verla sonreír,
tomó otra de sus notas mentales, tendría que prestarle más atención desde ese entonces, realmente ni siquiera sabía por qué
teniéndola siempre tan cerca nunca había pasado algo parecido.-
Sus manos chocaron sobre el último de los churros, ambos la apartaron rápidamente.
-Tómatelo tú. –Dijo al instante Raúl, muy cortés.-
-¡Qué dices! –Alegó ella.- Los has comprado tú, además, entre los dos nos hemos comido dos docenas, tendrás que nadar mucho
para que no se note en tu figura.
-No, no, es para ti. –Carcajeó Raúl.- ¿No le vas a dejar ahí solo, verdad? ¿Qué te ha hecho el pobre churro?
-Hay que encontrar una solución diplomática. –Ella frunció el ceño como si estuviera pensando, de repente, posó sus ojos en los de
Raúl, y rió, tapándose la boca con las manos, como una niña.-
-¿Qué? –Sus carcajadas eran contagiosas.- ¿Qué pasa? ¿Tenemos solución diplomática?
-¿Has visto La Dama y el Vagabundo? –Ella no pudo contener sus sonora risa, sus ojos color castaña brillaron aún más
intensamente.-
-Bien, bien... –Raúl intentó mantener la compostura.- Entonces, señorita Dama, si me hace los honores, intentaré ser un vagabundo
decente.
Acarició el churro entre sus labios y se inclinó hacia ella, que, tras un par de respiraciones profundas, pudo reprimir sus carcajadas.
Sus dientes se acercaron al bendito churro. Poco a poco, intentando contener la risa, fueron avanzando, inclinándose cada vez más en
la mesa. Cuando tan solo quedaba un milímetro de churro por morder, sus labios se unieron, en un beso con sabor a chocolate.
Ambos rieron después, como niños después de hacer algo especialmente divertido. Estela apuró su vaso de chocolate, manchándose
totalmente en la zona del bigote, ante las risotadas de Raúl, que finalmente tuvo que limpiarla, dado que ella no acertaba.
Tras recoger la mesa, fueron al sofá, encendieron la televisión, y se hizo el silencio. De vez en cuando, se sorprendían mirándose. Raúl
tuvo muchas dificultades para no mirar las extensas piernas de la joven, que relucían fuera del corto albornoz. Pasaron por varios
canales insípidos y sin fundamento, hasta que sintonizaron una de las series juveniles del momento. Fueron largos minutos de quietud,
ninguno de los dos sabía como proseguir, finalmente, fue Raúl el que abrió la boca. En un reloj de pared se marcaba casi el mediodía.
-Debo ir a casa a cambiarme de ropa. –Sugirió, pese a que eso suponía poner punto y final a doce horas de magnifica reunión.-
-Yo tengo que peinarme... –Suspiró.- Y vestirme, claro.
El joven se levantó, nadie le había enseñado en el instituto como se hacían esas cosas, las relaciones personales debía ser una
asignatura obligada en los centros educativos, dado que era lo único realmente útil en la vida.
-Nos vemos luego, u otro día... –Masculló Raúl, buscando las palabras exactas.-
-Sí, ya nos llamamos o algo. –Ella se levantó del sofá.-
Caminaron despacio hacia la puerta.
-Bueno, venga, me lo he pasado muy bien contigo. –Dijo ella, visiblemente incomoda también.-
-Sí...
Se dieron dos besos en las mejillas, por la cara de ambos, no era suficiente para despedirse. Abrió la puerta, se despidió con la mano,
y dijo adiós, ella cerró pasados unos segundos. Por casualidad, mientras esperaba al ascensor, notó el llavero de la mujer en su
bolsillo. Llamó a la puerta, que se abrió al instante, como si la joven hubiera estado detrás durante esos segundos, sin moverse un
ápice.
-Me llevaba tus llaves...
-Oh... –En su rostro se marcaba notablemente la desilusión, quizás había esperado otra cosa.-
Extendió la mano para dárselas, sus dedos se entrelazaron sobre ellas, los ojos marrones claros de la mujer brillaban de forma
especial. Raúl avanzó un paso y le dio un beso, en los labios, suave, sin prisas, las manos de ella acariciaban suavemente su espalda.
Una vez se separaron, el ascensor acababa de llegar, había tardado justo lo necesario.
Raúl hizo ademán de retirarse, pero la mujer le contuvo. Esta, mirándole a los ojos, llevó la mano del chico, lentamente, hacia su Monte
Venus, Raúl tragó saliva cuando sus dedos, conducidos por los de la mujer, penetraron ligeramente sus labios mayores.
-Esto... –Susurró ella.- He decidido... Que te esperaré.
-Pero... –Raúl intentó replicar, pero ella le detuvo.-
-No me importa cuanto tardes. –Sentenció, dándole otro beso en los labios.- Te esperaré.
Le soltó, repentinamente cohibida, le miró una última vez, y cerró la puerta. Raúl suspiró, no solo porque le había emocionado la
proposición de la mujer, que esperaría a que él aclarara sus ideas, sino porque su miembro había cobrado una fuerza monumental,
apretaba el pantalón con furia. Raúl se pasó los dedos, impregnados de olor a mujer, cerca de la nariz. Sonrió, se introdujo en el
ascensor, y se marchó.

Capítulo VI
Cuando llegó a su casa estaba cansado, agotado... Su cuerpo necesitaba un par de horas de sueño inmediato, sueño y nada más.
Pero nada más cerrarse la puerta, dos voces femeninas le abordaron en el pasillo.
-Vaya, vaya, vaya... –El timbre inconfundible de Cristina, la mejor amiga de Laura, su hermana.- ¿Tu primera noche durmiendo fuera?
Si es que, a esa edad...
-Míralo, ya está hecho todo un hombre... –Laura fingió emocionarse.-
-No sé de qué habláis. –Cortó ceñudo.-
-Oh, venga, Raulito... –Él siempre odiaba como le llamaba Cristina.- ¿A quien te has tirado? ¿Qué tal ha sido?
-No ha pasado nada... –Le tenían arrinconado en el pasillo.- De verdad...
-¿Seguro? –Ambas mujeres se miraron.- ¿Entonces donde has dormido?
-En casa de... –Dudó, realmente, su historia no era para contarla, había dos salidas, que creyeran que era homosexual o idiota.- Un
amigo, estoy cansado, me duele la cabeza... Dejadme descansar un rato...
-Venga, vale... –Las mujeres se apartaron, Cristina le dio dos besos en forma de saludo.- Pero no te creas que te has librado, Raulito.
Al retirarse, Cristina le dio un pellizco en el trasero, él bufó, pero se escabulló a su habitación, no fuera que las mujeres decidieran
acosarle otra vez. Cayó redondo en su cama, inmaculadamente recogida. Se durmió, pero tan solo unos minutos, hacía calor, mucho
calor. Cerró otra vez los ojos, dispuesto, por lo menos, a moverse lo menos posible.
Estuvo haciendo un repaso mental de los acontecimientos, realmente, ¿Había cambiado tanto en unas pocas horas? Le parecía lejano
todo el episodio de Marta y la piscina. Pensar en Marta le hizo suspirar, pero estaba demasiado cansado para deprimirse. Se durmió
otro rato, después, incapaz de dormir en una habitación sobrecalentada, se dispuso a ducharse y ponerse ropa limpia, por lo menos
para entretenerse.
Se dio su segunda ducha del día, utilizando esta vez su champú y envolviéndose en su toalla preferida. Con la toalla enredada en la
cintura, abandonó el baño. En el pasillo maldijo su suerte. Cristina estaba en ese momento ahí. No tenia reparos en que le viera así,
realmente, al crecer a su lado y siendo el sexo algo que se "palpaba" en el aire de forma clara, desde que vivía con su hermana, había
visto tantos hombres y mujeres desnudas que lo único que sentía era fastidio, bueno, para no engañarse, fastidio y excitación, pero a
Cristina, como siempre se decía, la tenía "muy vista".
-Vaya, vaya, vaya... –Ella siempre repetía esa coletilla.-
-No estoy de humor. –Masculló.-
Pero ella fue más rápida, y Raúl más masoquista. La mano de la mujer se introdujo en la toalla, él miró al techo, este juego lo habían
hecho muchas otras veces a lo largo de los últimos años, ella siempre buscaba la forma de alterarlo, de ponerlo nervioso, su orgullo no
le permitió ni siquiera inmutarse. A su edad, una ráfaga de aire le hacia tener una erección, y la caricia experta de la amiga de su
hermana, poco a poco animó su traicionero cuerpo.
-Vaya, vaya, vaya... –Repitió, buscando los ojos del joven.-
Nunca había apreciado tanto a su hermana Laura, que apareció de la cocina, hablando algo sobre que les apetecía.
-¿Qué haces? –Rió ella.-
-Nada. –Carcajeó Cristina.- Metiéndole mano a tu hermano.
-Joder, es que no paras... –Laura bufó.- Anda, déjale vestirse, que tiene que ayudarnos a cocinar.
-Bah... –Se hizo la triste.- En fin, nos vemos luego, Raúl.
Era la primera vez en años que le llamaba por su verdadero nombre, además, su mirada era extraña, más de lo que de costumbre.
Raúl maldijo en voz baja, dado que su querido miembro no rebajó su hinchazón, y él se negó a masturbarse tras las caricias de esa
mala mujer, mala, sí, pero atractiva.
Como de costumbre, le tocó a él hacer la comida. Comieron entre risas, las chicas hablaban sobre citas con alguien, cosas que Raúl
no entendía, temas de trabajo, de chicos, de los antiguos tiempos.
-Oye, Laura... –Dijo Cristina de repente.- ¿Me puedo follar a tu hermano?
Lo repentino de la pregunta dejó a Raúl con un nudo en la garganta, el trozo de carne que intentaba tragar se le atravesó, y, entre
toses y abundante agua, consiguió tragarlo. Ellas reían con malicia, realmente, algunas cosas no iban del todo bien en la mente de
esas dos mujeres.
-Claro, mientras él quiera. –Aclaró Laura.- Aunque antes que tu voy yo, ¿Verdad que sí Raúl? ¿A que yo te lo pedí antes?
-Ya... –Respondió, incorporándose.- Sí, claro... Me voy a terminar unos trabajos.
Raúl pasó un par de horas con los trabajos del instituto, absorto en sus pensamientos y maldiciendo su poca habilidad numérica. Pese
a todo, consiguió hacer algo decente. Las risas de su hermana y Cristina llegaban claramente a su habitación, haciéndolo distraerse
cada dos por tres. Varias veces, mientras terminaba de pasar unos documentos al ordenador, estuvo tentado de ver algo del
"contenido secreto" de su hermana, pero se contuvo, con esas dos sueltas en la casa, nunca se tomaban suficientes precauciones.
Como si olieran que estaba pensando en ellas, llamaron a su puerta.
-Raúl, ¿Estás muy ocupado? –El tono extrañamente cordial de su hermana le alertó al instante.- Te necesitamos.
-No puedo.
-Venga...
-No.
-Creo que estás mal de liquidez. –Dejó caer ella.-
-Eres una mala zor... –Se contuvo, realmente necesitaba dinero.- ¿Qué quieres?
Tres minutos después estaba en el colosal cuarto de su hermana, que eran, en realidad, dos cuartos unidos, puesto que se había
tirado un tabique. Todo era colosal, la cama, los armarios empotrados, la decoración... Había un fuerte olor a mujer, pasando desde el
perfume más dulce, a los cosméticos, así como un tinte de sexo inconfundible. Raúl no se sorprendió, sabia que la unión entre Cristina
y Laura iba más allá de las simples carantoñas, por no decir que ambas se habían acostado tantas veces juntas que no se sabia
donde empezaba la una y terminaba la otra.
Cristina tenia el pelo revuelto, tan solo llevaba un exiguo tanga negro, su pechos, grandes y hermosos, mostraban perlas de sudor. La
gran cámara de su hermana reposaba en un trípode.
-Bueno, es que queremos que nos grabes, simplemente eso. –Aclaró Laura, pero su rostro estaba cruzado por la malicia de nuevo.-
-Estáis locas...
Dijo, abochornado por lo que le planteaban, pero con un cosquilleos en las piernas a causa de la intriga, no podía evitar reconocer que
era un salido, el sexo le podía, y más, verlo en vivo, algo que nunca había hecho. Si a esto unías que eran dos mujeres guapas... Pese
a que una era su hermana y odiaba a la otra, empezó a sufrir calambres en su entrepierna. Ya las había visto desnudas muchas veces,
también sabía de sus juegos sucios, pero era la primera vez que le pedían una participación tan activa. ¿Por qué justo esa noche?
¿Por qué ellas? ¿Acaso algo había cambiado en el universo y de repente él, Raúl, era el epicentro del cosmos? Vació su mente, su
hermana, con tono meloso, le sacó de ensoñaciones.
-¿Por 20€? –Laura le mostró un billete.-
-No, adiós.
-¿Por 50€? –Sacó otro.-
-No... –Raúl dudó.-
-Esta bien, te doy 70€, es que es urgente, pero joder, me estás atracando a mano armada, si lo sé no te lo pido...
Raúl aceptó los billetes, sintiéndose sucio, como una vulgar prostituta que vendía su dignidad a cambio de dinero. Cogió la cámara y
respiró hondo. Las había visto desnudas otras veces, dado que ellas procuraban mostrarse como Dios las trajo al mundo siempre que
tenían oportunidad, él no sabía si lo hacían porque les gustaba o simplemente para perturbarlo a él. Las mujeres se miraron, la lujuria
se entremezcló con la malicia, sin duda, tenían otro plan.
-Tan solo tienes que grabarnos, intenta lucirte, estos videos me encantan...
-Sí, los puedes ver cuando seas vieja y estés arrugada, y pensarás: "Joder, cuantas veces me corrí en los brazos de Cristina". –Rió su
amiga.-
Raúl cerró la puerta y apartó el trípode, estaba algo agitado, su entrepierna ya empezaba a palpitar, intentaría resistir, pero, que
demonios, era imposible, además, eso era lo que ellas querían, por lo menos les quitaría definitivamente la idea de que era
homosexual.
Empezaron un juego peligroso, Cristina desnudó muy lentamente a Laura, besando todo su cuerpo, lanzándole miradas provocadoras
a Raúl de vez en cuando. Sus besos eran apasionados y maestros, esas mujeres sabían mucho del arte amatorio, más que muchas
de las actrices eróticas que había visto en las películas.
Pronto los pechos de su hermana quedaron al descubierto, Cristina los mordisqueaba entre caricias, provocándole gran placer a
Laura. Raúl sufría escalofríos y le temblaban las manos, tanto que peligraba la imagen de la cámara. Su entrepierna ya bullía en plena
actividad, tenia la boca seca, y cada vez sentía más calor en la habitación, con dos pequeñas panteras en la cama.
Se centró en lo suyo, sabia lo que las mujeres querían de él, pero se propuso no caer. Su cuerpo le traicionaba, pero su mente se fue
a otro sitio, estuvo revisando mentalmente sus deberes, que se entremezclaban con las imágenes de las dos mujeres, al final, incapaz
de diferenciarlos, se consagró a su propio orgullo.
Su hermana llevaba otra de esas braguitas tanga tan sensuales, cuando Cristina se lo bajó, atrapándolo entre sus dientes, Raúl pensó
que sufriría una corrida en seco. El coño de su hermana palpitaba de actividad, emitía reflejos húmedos a causa de la iluminación
especial, el olor a sexo lo inundó todo de forma clara y dulzona. No podía hacer caso omiso a sus hormonas, le pedían salvajemente
poseer a la mujer, a cualquiera de ellas, pero hacerlo, rápido, vigorosamente... Los testículos le empezaron a doler, él frunció el ceño.
-Acércate un poco más... –Le susurró Cristina.- Quiero que cojas un plano justo desde abajo.
Laura se abrió de pierna en la cama, sus ojos velados por la absoluta lujuria, Cristina llevó su boca al pubis de la mujer, que empezó a
besar con suavidad. La chica estaba en posición de perrito, con las piernas ligeramente abiertas. Cuando Raúl se internó en la cama
para intentar grabar desde ahí, pensó que no podría resistir sin lamer, morder, poseer ese coño deseoso que le ponían en la cara.
Agradeció que Cristina aún llevara el tanga, puesto que verla también desnuda le habría trastocado.
-Así, acércate más. –Continuó con sus instrucciones, al final Raúl acabó casi entre sus piernas.- Ahí, sí, ahí.
Comenzó la acción autentica, Cristina le lanzó un mirada melosa, como insinuándole que se apuntara, Raúl se mantuvo en su
posición, firme, con la cámara temblando en sus sudorosas manos, las muestras evidentes de una gran y dolorosa erección en el
pantalón. La amiga de su hermana carcajeó con una risa juvenil y extraña, atractiva...
Le lanzó un beso y se inclinó sobre la necesitada vagina de su hermana, que debía arder a mil grados por lo menos. Sus expertos
labios, así como su gran comodín, la lengua, esa lengua que tanto y a tantos había probado y conquistado.
Entre gemidos y movimientos rítmicos de su vientre, Laura expresó su gran agrado, Cristina, concentrada en su papel de dar placer.
Su lengua volaba, y de vez en cuando, un pequeño mordisco hacia levantar verdaderos sollozos de placer en su hermana.
-Graba... –Decía Cristina los breves segundos que separaba su boca del Monte Venus de Laura.- Más cerca, más...
Las mejillas de Laura estaban atravesadas por dos líneas coloradas, su vientre subía y bajaba con violencia, sus caderas se erguían
de vez en cuando, y sus manos, nerviosamente, se aferraban a cualquier cosa, las sábanas, la almohada, sus pechos, el cabello de
Cristina...
-Siempre fenomenal, siempre inigualable... –Musitó entre gemidos su hermana.-
-Sí, soy la mejor. –Rió Cristina rápidamente.-
Raúl enfocó el clítoris hinchado de Laura, imagen que Cristina le indicaba que grabara, con esa sonrisa provocativa otra vez.
-Cris... ¡Cris! –Gritó Laura.- ¡Ah! ¡Ah!
Su orgasmo fue brutal, Cristina, maliciosamente, apretó sus muslos contra la cama, impidiendo a Laura retozar a voluntad. De la
vagina de su hermana brotó una cantidad considerable de denso líquido, y sus gemidos alcanzaron grados de perversión inusitado,
entremezclándose el "Me corro, me corro" con un "arráncamelo, arráncamelo..." refiriéndose al clítoris.
Cristina dejó totalmente abierta la vagina palpitante de Laura, negándose el placer de paladear sus fluidos.
-Graba más de cerca. –Raúl hizo oídos sordos al zoom de la cámara y se acercó más a la vagina de su hermana.- Que la cámara
capte perfectamente como su coño pide una buena verga dentro.
Tuvo dificultades por no extender su mano libre hacia la entrepierna de su hermana y acariciarla. Cristina se le abrazó por detrás,
clavándole sus erectos pechos en la espalda, le acaricio el hombro, diciéndole, en un lenguaje de caricias, que todo lo que veía podía
ser suyo. Raúl tuvo que contener la respiración para no sufrir un ataque al corazón, nunca había comprendido bien eso de "un
calentón", pero en ese momento... Habría robado y asesinado por un polvo, tan solo una infinitesimal parte de su mente continuaba
mandándole señales de peligro.
-"No caigas en ese juego." –Repetía una voz en un recoveco de su cabeza.- "Ellas solo te provocan..."
Laura se movía ahora como a cámara lenta, recuperándose del tremendo impacto muscular que había supuesto su orgasmo, tenia los
ojos cerrados y la boca ligeramente abierta. Su frente estaba perlada de gotas de sudor, y tenia el pelo desparramado por la cara, de
una forma salvajemente sugerente.
-Es hermosa, ¿Verdad? –Susurró Cristina en su oído.- ¿Quieres tocarla?
-Es mi hermana. –Carraspeó con una voz tremendamente seca.-
-Sí, ¿Y qué? Yo soy una mujer, y ella otra, no creo que quede ninguna ley natural que quebrantar en este cuarto. –Rió ella, mientras le
besaba en el cuello.-
-No... –Musitó él.- No...
-Venga... –Cristina le besó con suavidad.- Tu amiguito está a punto de reventar...
La mano de la mujer bajó hacia su entrepierna y acarició su miembro por encima del pantalón. Le quemaban las mejillas, sus ojos se
entrecerraban, el olor a sexo le enloquecía.
-Yo... –Se intentó agarrar al único pensamiento que tenia en mente, un pensamiento que le avergonzaba y le hacía sentir aún más
nervioso que las caricias de Cristina.- Soy virgen...
-Hay, Raulito... –Cristina estrechó su abrazo.- Ya sabes que yo no lo soy...
-Sí, lo sé. –Tartamudeó mientras las caricias de la mujer se hacían más intensas.-
-Pero, ¿Quién mejor para tu primera vez que nosotras? –Sus roces estaban enloqueciéndole, sostenía la cámara agarrada con fuerza,
demasiada quizás.- Hemos compartido mucho... Comparte esta experiencia irrepetible... Yo me estoy corriendo de ganas desde hace
mucho tiempo, y tu hermana...
-Ella...
-Sí, siempre. –Rió Cristina.- Es algo que la pone cachonda desde hace años, es más...
Cristina señaló a una de las mesillas, donde descansaba el famoso consolador rojo.
-¿Sabes como se llama?
-Co... Como... –Su respiración estaba ya muy agitada.-
-Raúl, ¿Cómo se iba a llamar? ¡Le puso tu nombre!
Las carcajadas sonoras de Cristina hicieron salir a Laura del limbo en el que estaba, sus ojos verdes se clavaron en los de su
hermano, rogándole, suplicándole... Los pezones de Cristina le acariciaban la espalda de nuevo, provocándole escalofríos que
terminaban y empezaban en su entrepierna.
-Raúl... –Susurró esta, con esa mirada sugerente que le volvía loco.- Raúl...
Cristina interpretó su silencio como un sí. Y todas las voces y barreras mentales que tenía desplegadas, flaquearon. Era un juguete en
manos de dos princesas, dos princesas dominantes, fuertes y con un gusto por el sexo fuera de toda lógica o sentido.
Pronto su camiseta voló en las manos de Cristina. Su hermana recobró la vitalidad justo a tiempo de unirse a la fiesta, la cámara dejó
de tener la menor importancia, acabó en algún lugar entre las sábanas, grabando ciegamente.
Los besos cada vez subieron de tono, la lengua de Cristina exploró todos los recovecos de su boca con maestría. Era su primer beso
de esas magnitudes, y su inexperiencia quedó de manifiesto desde el principio. La amiga de su hermana tan solo sonreía, se la veía
notablemente emocionada, no tan solo por el morbo de estar "corrompiendo" al hermano de gran amiga Laura, sino porque se sentía a
gusto con ello.
-Tu solo... –Susurraba Laura.- Déjate llevar...
-Te vamos a tratar muy bien. –Corroboró Cristina.-
-Pero, sobretodo, una única regla... –Ambas rieron.- Nunca te enamores.
La minúscula parte de su mente que le decía "Alto, no lo hagas, esto está mal", quedó instantáneamente callada por la voz de su
lujuria, en momentos posteriores, cuando lo recordara, seria consciente de por qué había en el mundo tantos crímenes pasionales...
La pasión, la lujuria... Te hacían volver a tu estado más primitivo, sin ninguna duda.
Como le habían dicho, se dejó llevar, y pronto, las dos musas del sexo se adueñaron de su cuerpo. Quedó completamente desnudo
más pronto de lo que le hubiera gustado, su erección era tan notable que se sonrojó, sintiendo las miradas de aquellas dos mujeres en
su miembro.
-Vaya, vaya, vaya... –Exclamó Cristina, reteniendo una sonrisa.- Nos lo vamos a pasar bien...
-Espera, Raúl. –Laura dudó, una sombra de duda cubrió sus verdes ojos.- Esto... Esto debe quedar absolutamente entre nosotros...
-No creo que haga falta aclarárselo... –Cristina ya besaba al joven muchacho, acaparando su cuello, con intimidante suavidad,
intentando hacer las cosas poco a poco.-
-Este es nuestro secreto... –La voz de Laura se tornó en un susurró hipnótico.- Si respetas las reglas, podrás jugar.
-Cuantas veces quieras, y en cómodas posturas. –Matizó Cristina, adoptando el tono de una vendedora de teletienda.- Siempre que
quedé satisfecho con el producto...
Ante el asentimiento sordo del muchacho, las dos prosiguieron con su labor, Laura le miró a los ojos, en ellos, bajo capas y capas de
perversión, se ocultaba el deseo, un deseo reprimido durante muchos años.
-Habrá que tener cuidado, está al punto... –Susurró Cristina, mientras besaba su torso.-
-Seria mejor terminar y volver a empezar desde el principio...
-Me cedes los honores, sí, ¡Gracias!
Cristina dejó el torso de Raúl, le miró con malicia a los ojos, sin dejarse intimidar por el ardiente deseo y el miedo velado del joven,
beso su ombligo, se entretuvo con su pubis a medio rasurar, cosa de la natación, y por fin, llevó sus manos al erecto mástil del joven...
Era la primera vez que tenia unas manos, que no fueran las suyas, en su miembro, al menos si descartaban todas las anteriores veces
que le habían metido mano impunemente. Laura se colocó a la espalda de Raúl, observando el singular "trabajito" que iba a realizar
Cristina. Las manos de esta ya resbalaban a lo largo y ancho del tronco del joven, que se retorcía de placer, estaba apunto de
estallar...
-Tranquilo, Raúl. –Cristina lanzó su terrible mirada, sus carnosos labios estaban a tan solo medio centímetro de su glande.- Estás en
buenas manos.
Dicho esto, introdujo el miembro de Raúl en su boca. Fue la sensación más indescriptible que había sentido jamás... La lengua de
Cristina hacia virguerías, le acariciaba el borde del glande. Sintió un deseo irrenunciable de correrse, pero hizo un gran esfuerzo
mental para no terminar tan pronto, no quería dar mala impresión.
-Que rica está tu polla... –Susurró Cristina en uno de los breves instantes que no tenía la boca llena con el miembro de Raúl.- Que
rica... Que rica...
-Cristina es una de las personas que mejores mamadas hace de la ciudad... –Corroboró Laura, que le estaba acariciando suavemente
el resto de su cuerpo, mientras conducía las manos del muchacho hasta sus pechos para que se los acariciara.- Como prostituta no
tendría precio...
Dicho esto, y para intentar lucirse, Cristina, que ya llevaba unos momentos lamiendo a gran ritmo el miembro de Raúl, se lo introdujo
todo, de una sola vez... Notar la campanilla de la mujer le hizo no poder contenerse.
-Déjalo salir, déjalo... –Le susurró Laura, mordiéndole el lóbulo de la oreja.-
-Ah... Ah... Aaaah... ¡No! ¡No puedo más! –Raúl aguantó tanto como pudo, pero no había nada que hacer.- Me... Me co...
Cristina recibió el primer chorro en la garganta, rápidamente se apartó, dejando que las siguientes dos descargas les dieran de lleno
en la cara y en el pecho. Fue la mejor corrida de toda su vida, no tenia ninguna duda. La sensación de humedad y la paja que te hacia
con los labios... Nunca antes lo había probado, pero sabia que lo haría muchas veces más.
Laura le abandonó en su placer infinito y se abalanzó sobre Cristina, le arrancó de los labios hasta la última gota de semen, parecían
dos fieras, luchando con sus lenguas por el líquido que daba la vida. Su hermana hizo mella en los grandes pechos de Laura,
gimiendo lujuriosamente mientras los paladeaba, cosa que no hizo más que excitar sobremanera a la otra mujer, que continuó su labor
de limpiarla totalmente...
Acabado el regalo blanco de los pechos de Cristina, se abalanzó sobre la decaída polla de su hermano, y la limpió con ansia, no
dejando ni una sola gota de leche.
-Es deliciosa...
-Hacia tiempo que no probaba una así...
-Sabe tan...
-¡A Virgen! –Rieron ambas a la vez, una risa maliciosa, lujuriosa, pervertida...-
Raúl permanecía tumbado, tan largo era, el ritmo cardiaco aún acelerado, los ojos muy abiertos, su mente en una nebulosa muy
lejana.
-Pobrecito... –Rieron de nuevo.- ¿Habremos sido muy duras?
-Tu tranquilo Raúl... –Comentó Laura, situándose de rodillas encima de su mustio aparato.- Ahora debes devolverle el favor a Cristina,
ella se ha portado bien contigo.
-Sí, sí... –Quizás de forma muy vulgar, se abrió de piernas, enseñando hasta el último rincón de sus genitales.- Hazme una buena
paja...
Su mente se reactivó al instante, no existían cosas como respirar o pensar con claridad, pero sí la de hacer correrse a Cristina,
enseñarle que era un niño, sí, pero que en eso tenia algo de practica. Decidió utilizar su método de hacerla sufrir, fue poco a poco,
lentamente, muy lentamente...
Beso sus muslos, los acaricio, restregó hasta la punta de su nariz, y, finalmente, ansioso, se abalanzó sobre su presa. Los dedos de
Laura resbalaban de dos en dos al interior de su vagina, ella también se estaba aclimatando...
Dejo que su lengua corriera, se esforzó, incluso, hasta sentir calambres en dicha parte de su cuerpo, lamió los labios mayores,
provocando gemidos de placer de la mujer, apartó sus labios menores, aconteciendo que esta, gritando y con la frente perlada de
sudor, empezara a arquear el vientre.
-Sí, joder... ¡Sí! ¡Dios! ¡Tu hermano me está haciendo una paja! ¡Dios! –Decía entre gemidos, ante la atenta mirada de Laura, cuyos
dedos ahora entraban de tres en tres.-
Cuando pensó que estaba a punto, introdujo uno de sus dedos por la vagina de la mujer, realizando un pequeño masaje, dirigió su
lengua al clítoris en concreto, y explotó. Fue un orgasmo largo, larguísimo, después supo que eran dos encadenados. Cristina soltó la
mayor cantidad de jugos que hubiera podido imaginar, tuvo que realizar grandes esfuerzos para tragarlos todos, pero estaba decidido
a no abandonar ni una gota al abrigo de las sábanas o su voraz hermana. Cristina retozaba, reía, lloraba de placer... El morbo y una
buena paja, así como ser su primera de la noche, le habían dado una buena experiencia nada más empezar.
-¡Joder! ¡Qué lengua! –Gimió, aún retorciéndose.- Es... ¡Joder!
Laura parecía llevada al limbo, sus tres dedos entraban y salían tan rápido que apenas se los podía ver.
-Tú... –La voz de Cristina era desconocida, cargada de violencia.- Fóllatela, fóllatela... ¡Quiero ver como te follas a tu hermana!
Su voz era un grito poderoso, Raúl, que estaba otra vez totalmente empalmado a causa del morbo de la corrida de Cristina, no estuvo
dispuesto a que se lo repitieran dos veces. Tomando ligeramente la iniciativa, apartó la mano de Laura de su vagina, dirigió su polla
hacia la diana y...
Indescriptible. Fue una explosión, su hermana explotó, más por el morbo que por el placer, pero explotó. Raúl sintió por primera vez el
orgasmo de una mujer desde dentro, las contracciones vaginales sobre su polla, los gemidos de esta, el dolor de sentir sus uñas
clavadas en la espalda... Cristina, sin perder el tiempo, daba buena cuenta del consolador rojo que llevaba el nombre del chico, que
entraba y salía de ella como si fuera parte de su anatomía.
-Despacio... –Susurraba Laura.- Métela despacio, y sácala. Ve subiendo el ritmo.
Fue consciente de que para su hermana darle estas indicaciones en mitad de un delirio era sumamente difícil, así que hizo lo mejor
posible en esa situación, no concentrarse. Al principio las penetraciones no tuvieron ningún ritmo, pero, tras un largo minuto, consiguió
acompasarlas.
Sentir la presión de una vagina joven en su polla era lo mejor, más que la mamada... Cada vez que Laura respiraba, todo se
estremecía, y su polla recibía un nuevo estimulo, quería correrse, no quería aguantar más sin correrse dentro de una mujer, su
hermana, su amiga, no le importaba nada en absoluto.
-¡Aguanta! –Gritaba Laura, por encima de lo gemidos de Cristina, que observaba a tan solo un palmo de la polla de Raúl, mientras
hacia volar el consolador en su mano.- ¡Aguanta!
-No puedo... –Susurró él, tenia los ojos cerrados, se le escapaba, como a los niños pequeños, el placer era demasiado, se estaba
follando a su hermana, se la estaba follando como si fuera una puta...- ¡No puedo!
Sintió como la descarga subía por su polla, ante la presión de los potentes músculos vaginales de su hermana, salió disparada, fue la
mayor corrida de su vida... Laura, solidarizándose, aún en su placer de estar casi en el orgasmo, continuó con el vaivén de las
caderas, haciendo, si cabía, aún más intenso el placer que sentía Raúl.
-¡Vamos cabrón! –Gritaba esta, fuera de sí.- Me voy a correr con tu polla dentro... ¡Den... troooo!
Como si estuviera ensayado, Cristina y Laura se corrieron al unísono, el consolador rojo resbaló de las lubricadas entrañas de Cristina,
Laura cabalgó a su hermano entre delirios, aprovechando los últimos segundos de su erección.
Sentir de nuevo los músculos vaginales de su hermana en el orgasmo le volvió a exprimir. Él, absorto de placer, se dejo caer en el
colchón, casi inconsciente. Cristina, en un atisbo de fuerza, se sentó encima de su pecho. Era fabuloso sentir el chorreante coño de la
mujer restregarse por sus pectorales, aún más, incluso, el pequeño tacto áspero de su bello púbico.
Laura aún seguía con su polla dentro, aunque esta había perdido la fuerza, estaba besándose apasionadamente con Cristina,
magreándose los pechos, eran dos fieras, parecían querer borrarse la una a la otra con la lengua como única arma. Ante esa imagen,
su miembro intentó saltarse las leyes de la biología y activarse antes de tiempo, sintió como crecía, y ejerció ligera presión con su
caderas.
-Ese es mi Raúl... –Gimió Laura, reconfortada.- Ese es mi Raúl...
-¡No! ¡Tienes que compartirlo! –Cristina poco más y la derribó de encima del joven.- Tú quédate ahora con el "otro" Raúl...
Pero eso no pareció satisfacer a Laura. Cristina se introdujo la polla de un solo golpe, y empezó a cabalgar, buscando un orgasmo
rápido.
-Tú... Cómeme el coño, ¡Vamos!
La orden de Laura no dejaba lugar a dudas... Se sentó sin miramientos encima de la boca del muchacho. Era insostenible, pronto
empezó a marearse, no supo si era a causa del placer, de la tensión, o de que el coño de Laura apenas le dejaba respirar. Cerca del
clímax, Raúl se sorprendió pensando que, quizás, en momentos de pasión se podía realmente perder la cabeza. Tuvo un último
orgasmo terrible, esta vez, y para disfrute de todos, fue simultáneo en los tres cuerpos, que quedaron desparramados como una pila
de naipes, derrotados.

Capítulo VII
Su reloj biológico le despertó en torno a las siete de la mañana, después de años de levantarse a esa hora para ir al instituto, le
costaba mucho sobrepasarla a menos que hubiera alcohol en su corriente sanguínea.
Las dos mujeres se habían unido formando un ovillo, una tenue sábana cubría sus cuerpos. Raúl se despertó, la cabeza le daba
vueltas, y le dolía la espalda. Abandonó la estancia preocupándose por abrir ligeramente la ventana, la fragancia de la pasión era
densa aún habiendo pasado horas.
Se dio una ducha larga, donde comprobó, para su horror, que tres grandes arañazos, con la forma perfecta de un surco creado por
uñas de mujer, surcaban su espalda. Era lunes, y tenían waterpolo... No lo había pensado, pero era la primera vez que volvería a ver a
Marta tras su pequeña indisposición. También Estela esperaría verlo... ¿Tanto había cambiado en dos días? Había evitado una
desgracia con Marta, incluido una visión fugaz de su contorno desnudo, había dormido en casa de Estela, y... Se había tirado a su
hermana y a su mejor amiga...
Sí, definitivamente, dos días habían dado para mucho.
Observó las paredes de su habitación mientras se vestía, tantas fotografías, adornos... No conseguía creer que todo eso le hubiera
interesado de verdad alguna vez, era tan extraño, tan diferente... Eran los recuerdos de un niño, no del Raúl actual.
Cogió su cartera sin reparar en que no había preparado los libros, pero no le importó en absoluto, tenia miedo, sí, pero también
inquietudes agobiantes. Contuvo un suspiro cuando vio a Felipe y a Daniel en el autobús, ambos portaban un libro de matemáticas en
las manos, se le calló el alma a los pies al recordar el examen, suspendería sin ninguna duda.
-Hombre, pero si está aquí Raúl. –Felipe abandonó su libro con suma facilidad.- Un moscardón me ha contado que el sábado te fuiste
con Estela de la mano...
-¿Te la has tirado? –La pregunta indiscriminada de Daniel le hizo daño.- ¿Es verdad lo que dicen? ¿Le va la marcha?
-Por el bien de nuestra amistad, si es que existe... –Respondió Raúl.- No volveréis a hablar mal de Estela, es mi amiga.
-Eso suena a polvo. –Rieron ambos, ignorando su tono serio.-
-¡No hubo nada de eso! –Se defendió.- Pero os lo aviso...
-Vale, joder... –Felipe volvió a su libro de matemáticas, que abrió por una pagina al azar.- No sé, es que como tienes esa cara...
-Tienes dibujado en la cara "Acabo de follar". –Puntualizó Adrián.- Y ya era hora chico, este y yo pensábamos que eras marica...
Raúl se acomodó en su asiento y cerró los ojos, no tenia sentido intentar repasar, ese examen era uno de los más difíciles del curso,
pero le quedaba la recuperación para salvar el cuello. Pensó en lo que decían, ¿Realmente se le notaba en la cara?
El autobús aparcó frente a los jardines del instituto, y todos en tropel lo abandonaron, rumbo a la cafetería, sitio donde agotarían las
existencias de café. Quedaban quince minutos para tener que entrar a clase. Raúl alegó indisposición para no acudir a la masificada
cafetería, donde se tendría que pelear para conseguir un azucarillo.
Aprovechó esos momentos para refrescarse, observó que los arañazos que cubrían su espalda eran visibles, demasiado quizás, seria
el hazmerreír de la clase de natación. Fruto del destino, o de que ella le estaba buscando, se cruzó con Estela en las escaleras que
daban al pabellón de Historia, su primera clase. Tras los saludos pertinentes, notó que Estela había vuelto a modificar su uniforme
escolar, acto que consistía en hacerle un doble o triple dobladillo a la falda de cuadros, con razón de no incumplir las normas de
uniforme, pero mostrar cuanta más carne posible.
Estela pasó del triple dobladillo, mostrando casi todo, siendo una de las que engrosaban ese nutrido club de fulanas, ha un único y
recatado dobladillo, ¿Seria parte de su nueva vida? La pregunta hizo eco en la mente de Raúl hasta que ella lanzó un órdago.
-Te noto diferente... –Exclamó.- Es como si... No sé...
-¿Diferente? –Su tono de voz le delató.-
-Tienes la misma cara que yo puse cuando me compraron mi primer coche. –Exclamó, entrecerrando los ojos de concentración.-
También es la misma cara que tuve el día de mi primer...
El ruidoso timbre del inicio de las clases le salvó, Estela no terminó su frase, y él se despidió con un "Nos vemos luego" antes de salir
corriendo por el pasillo, lo que le hizo ganarse una mirada reprobatoria de un incauto profesor que pasaba por ahí.
La clase de Historia fue balsámica, les dieron un discurso sobre los métodos de regulación de bienestar social de Stalin, siendo el
momento culminante de la clase el momento en el que anunció su forma de evitar el hambre de dos millones de personas de una
céntrica comarca del país, eliminó a un millón, y el resto se repartió la comida que a estos les tocaba, fascinante...
El resto de la mañana tan solo tuvo un sobresalto, Marta se acercó con su paso risueño de siempre, habiendo recuperado parte del
color de su cara, y, tras darle dos besos en cada mejilla y agradecerle otra vez lo sucedido en la piscina, le dijo que ese día le
encontraba diferente, y que ya hablarían más tarde.
Sentir los besos de Marta le hizo enternecerse, no tuvo una erección, pero estuvo al borde las lágrimas, afortunadamente, ella fue
absorbida por su grupo de amigas, que la observaba desde la distancia con profunda dedicación, entre ellas estaba Ana, con una
sonrisa muy especial.
Raúl estaba confuso, Marta y Ana habían sido sus grandes amigas en la infancia, con la adolescencia se habían distanciado. Él era
consciente de que no se podía amar a dos chicas, pero no sabia como explicarlo, a su lado, le faltaba el aire, deseaba abrazarlas,
besarlas... Pocas veces pensaba en el "sucio y salvaje" sexo con ellas, le excitaba mucho más sentir una caricia en los hombros, o un
beso en el cuello... Todo se lo permitía a su mente en lo que se refería a Marta y Ana.
Tras el almuerzo, donde Felipe y Adrián consolaron su fracaso en el examen a base de comer bocadillos. Llegaron a su temida clase
de waterpolo, ya en el vestuario se hizo el remolón a la hora de cambiarse, perdiendo tiempo en tonterías como peinarse y quitarse los
zapatos. Cuando estuvo solo, se puso el bañador en un suspiro y se quitó la camiseta, los arañazos seguían ahí, como muestra
inequívoca de sus fechorías nocturnas.
Había trazado un plan mental, ir de espaldas a la gente y lanzarse rápidamente a la piscina, donde sus compañeros estarían
terminando de calentar. En el agua todo quedaría disimulado, al menos un poco. Al principio creyó que funcionaria, se lanzó de cabeza
y se apoyó en uno de los bordes donde comenzó a calentar a un ritmo vertiginoso, sus compañeros no se cercioraron de sus marcas
de guerra.
Llevaban quince minutos con pases suaves cuando su instructor les dio una mala noticia.
-Hoy practicaremos los cambios. –Sentenció con firmeza.- En medio de un partido, los cambios han de ser rápidos para no cabrear al
árbitro, ya lo sabéis, cuando el que sale toca el bordillo, el que entra se lanza.
Para añadir más expectación, las chicas acababan de entrar en la piscina, después de tener una lección teórica en su vestuario. Se
sintió mareado, estuvo a punto de decirle al entrenador que se iba, pero no podía, tan solo debía hacerlo, no darle mayor
importancia...
Cuando la fila de relevos fue medrando, hasta que llegó su turno, él se hinchó se coraje y lo realizó con soltura, cuando tocó el bordillo,
el que esperaba fuera se lanzó, subió por la piscina, y entonces, sonó el pitido acusador.
-Raúl, ¿Qué es eso de tu espalda? –La voz potente de su entrenador reverberó por todo el complejo.- ¿Te has raspado con la piscina?
Dos docenas de caras se volvieron hacia el, también algunas chicas, más por casualidad que por intención. Cuando los ojos de estos
observaron su espalda, dado que no pudo darse la vuelta a tiempo, comenzaron los murmullos, y, tres segundos después, las
carcajadas. Felipe y Adrián, ambos en la piscina, hacían grandes esfuerzos por salir a flote entre un mar de carcajadas, ambos
lloraban de la risa al grito de:
-¡Se la ha follado, se la ha follado...!
Las carcajadas y la singular forma de expresión de sus amigos, alertó al resto de las chicas. Se sonrojó al máximo cuando sintió la
risueña risa de Marta, así como su mirada. Fue consiente de que la joven observaba sus cicatrices, dignas de cualquier película
erótica de bajo presupuesto, de sus heridas pasaron a su cara, y sus miradas se cruzaron un segundo, no pudiendo evitar sentirse
desgraciado al extremo. Pero parecía que la chica parecía contenta, sonreía, casi con sinceridad, intentando que sus carcajadas no se
elevaran demasiado sobre la de su grupo de amigas. Ana, por el contrario, parecía seria, aunque sus ojos brillaban.
Su instructor parecía contrariado y sumamente irritado, esperando una buena bronca, agachó la cabeza, pero su paseo a la
humillación no había cesado. La entrenadora de las mujeres, la bella Claudia, llegó hacia ellos.
-Yo me ocupo de Casanova, vigila a mis niñas.
El paseo le llevó por delante de la piscina de las chicas, donde las risitas fueron patentes, y las miradas tan penetrantes que le hicieron
sentir de goma. Por si fuera poco, la entrenadora le llevó al vestuario femenino. Era una experiencia nueva para él, y se sorprendió al
comprobar que era más grande que el suyo, que olía mejor, y que estaba mejor equipado. La ropa de las chicas colgaba dentro de
impolutas taquillas, había retazos de su ropa interior por aquí y por allá, siempre perfectamente ordenada y doblada. El vestuario de
los chicos era poco menos que una leonera, se sintió extrañamente afectado por ese ejemplo de eficiencia femenina.
-No te preocupes por las risas. –Musitó la entrenadora Claudia.- Ya lo olvidarán.
Él no abrió la boca, estaba sonrojado, mareado, nunca tendría que haber acudido a clase...
-¿Eres Raúl, verdad? –Continuó ella mientras buscaba en un botiquín empotrado en la pared.- Las chicas suelen hablar mucho de ti...
Finalmente sacó una cajita blanca, que balanceó para comprobar que no estaba vacía.
-Tienes una forma muy curiosa de llamar la atención.
Su única respuesta fue un gruñido ahogado.
-Estos apósitos harán que los arañazos cicatricen más rápidamente, son impermeables, así que podrás seguir con el entrenamiento. –
Ella colocó con suavidad dichos apósitos, que desprendían un suave olor a menta.- Aunque hoy te recomendaría que lo dieras por
terminado, se te ve muy pálido, ¿Estas bien?
-Sí, gracias. –Su voz sonó extrañamente endeble.-
-Aiss... Chico, tienes que estar concentrado en lo tuyo, ya sabes como son los jóvenes, hoy hablaran mucho de ti, y mañana no se
acordarán, así es la vida en un instituto.
Raúl agachó la cabeza de nuevo.
-En fin, bueno, ya me devolverás el favor de los apósitos otro día. –Nunca había conocido mucho a Claudia, solo de las expresiones
morbosas de sus compañeros de género, pero estaba resultando una mujer encantadora.-
-¿Funcionarán? –Carraspeó, dándose cuenta de que estaba dando la impresión de ser un niño insulso.- Los apósitos, quiero decir.
-Sí, claro, son muy buenos. –Rió para sus adentros.- Son los que yo uso en estos casos.
No entendió la picaresca hasta que, un par de segundos después, el rostro de la profesora cambió, se ensombreció, aclaró su
garganta. Raúl lo había entendido todo, dudó mucho que un hombre tuviera la capacidad de arañarla de esa forma, y sacó de ese
rostro ensombrecido que su orientación sexual estaba un poco fuera del cauce de lo natural.
-Gracias... –Exclamó Raúl, intentando romper el tenso silencio.- Es una lástima que no sea usted nuestra entrenadora, veo que las
chicas tenían mucha razón al hablar de su simpatía.
En realidad nunca había escuchado a las chicas decir tal cosa, pero le pareció apropiado, además, le preocupaba seguir viendo ese
fantasma tan terrible en el rostro de la entrenadora Claudia, que se había mostrado comprensible con sus "heridas".
-Vaya, eres un buen mentiroso, casi me lo creo. –Esa sombra de duda se disipó.- Si mis chicas dijeran eso, significaría que no le hago
entrenar lo suficiente.
Ambos rieron abiertamente, y Raúl se sorprendió de cómo había desaparecido su preocupación en un par de minutos.
-Venga, vamos fuera, le dejaré bien claro a todos que nada de comentarios.
-No se preocupe, entrenadora, todo está bien.
Ella volvió a mostrar su sonrisa clara, le dio dos palmaditas en la espalda y señaló la puerta del vestuario. Raúl la miró de nuevo, era
bellísima, tuvo serias dudas de por qué nunca se había fijado. De ella sabia, por su apellido, Schoeder, que era alemana, también
conocía por la pagina web del instituto que había estado en el equipo nacional de su país en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92,
siendo apenas una niña. Como había acabado en ese instituto español, al despedirse de ella frente a las piscina tuvo la triste
sensación de que su llegada a esa entidad privada de la docencia estaba relacionada a su tendencia sexual. Aún más, tuvo la duda de
qué pensarían los padres si supieran que la profesora que veía todos los días a sus hijas desnudas era lesbiana...

Capítulo VIII
Los chistes en el vestuario fueron tantos y tan buenos que Raúl acabó incluso haciendo los suyos propios, contagiado de ese espíritu
del humor. La historia de sus marcas de guerra se extendió por todo el instituto en cuestión de minutos. En todos los pasillos había
alguien que le miraba y estallaba en carcajadas, o un murmullo que se iniciaba a su paso. Los chicos solían darle palmadas en la
espalda, mientras reían, las chicas, por otra parte, tan solo lanzaban pequeñas risas y susurraban.
Raúl lo ignoró completamente, se puso el MP3 que había tomado prestado de un ocioso Felipe, y mientras sonaba una música
extranjera y escandalosa, todo fue mejor. Como el día parecía no querer terminar sin sobresaltos, tuvo uno nuevo.
Estaba en el pasillo, escuchando por tercera vez consecutiva la misma canción de un grupo sueco que tocaba heavy duro, sintió un
toquecito en el hombro, se volvió de malos modos, cansado de todos los chicos que habían hecho eso mismo.
Cual fue su sorpresa al comprobar que era Marta la que le había dado, al parecer, tan solo quería llamar su atención. Raúl se sintió
extrañamente arrepentido del ademán despreciativo que había hecho.
-Marta, sí, perdona... –Se quitó los auriculares.- No sabía que eras tu.
-No pasa nada. –Comentó ella con su mejor sonrisa.- Te estaba llamando...
Señaló hacia el principio del pasillo, donde su grupo de amigas, incluida Ana, observaba con expectación, disimularon cuando Marta
se giró hacia ellas.
-Perdona, es que llevaba los auriculares, no te he debido escuchar. –Maldijo secretamente al grupo sueco que había evitado escuchar
su nombre en la boca de tan apreciada mujer.-
-Bueno... –Ella dudó unos instantes, no miraba abiertamente a los ojos de Raúl.- Es que, supongo que no lo sabrás, pero este jueves...
-Tu cumpleaños. –Fue consciente de que se había precipitado cuando la chica arqueó una ceja.- Me acuerdo de cuando éramos
pequeños.
-Buena memoria... –Ella recuperó su sonrisa.- Pues, sí... Es mi cumpleaños... Voy a organizar una pequeña fiesta, nada del otro
mundo, mi padre, que se ha puesto muy pesado con esto de que cada vez soy más mayor... Alquiló uno de los reservados del club
Azur, supongo que lo conocerás...
-Sí... –Raúl estaba tan inmóvil que parecía de mármol.-
-Me preguntaba si te gustaría ir... –Lo dijo muy rápido, sin poder evitar que un leve rubor apareciera en sus mejillas.- No tienes que
hacerlo sino quieres, pero lo pasaremos bien y todo eso...
Raúl estuvo a punto de saltar a la pata coja, pese a todo, se contuvo.
-¡Claro! –Expuso su mejor sonrisa.- Allí estaré.
-Genial... –Lo hizo involuntariamente, pero soltó un pequeño suspiro, como si se hubiera quitado una gran tensión de encima.- Bueno,
ya hablaremos, y te digo la hora, donde quedamos, y todo eso...
-Sí, bien...
-Bueno... Nos vemos luego...
Ella se giró y dio un par de pasos, esta vez fue Raúl quien la detuvo con un toquecito en el hombro.
-Marta... –Su mirada fue muy penetrante.- Gracias por invitarme.
-No es nada... –Tragó saliva.- Además, ¿Cómo podría no querer a mi lado a la persona que me salvó la vida en la piscina?
-¡Marta, venga!
El grito de una de sus amigas rompió tan romántico momento, Raúl le deseó todos los dolores posibles en su próxima "cita del mes".
Marta sonrió y se marchó, el grupo de chicas la acribilló a preguntas, todas salvo Ana, que sostenía su postura frágil.
El viaje de vuelta a casa lo tuvo en silencio, ignorando por completo a Felipe y Adrián que lo acosaban con preguntas totalmente
indiscretas. En otras condiciones, Raúl les habría dicho alguna tontería para que se callaran, pero no estaba por la labor. Recordaba
con intensidad todo lo sucedido la pasada noche, no se arrepentía en absoluto, incluso esperaba repetirlo asiduamente.
Su llegada a casa no fue tan triunfal como esperaba, no había nadie. Una notita pegada a la nevera decía: "He tenido que ir a trabajar,
me encargaré de hacer la compra, llegaré tarde." No hubiera sido extraño de no ser porque la nota continuaba con una letra distinta, la
de Cristina supuso: "Qué rápido te has largado, campeón, no todos dejarían a dos chicas desnudas en la cama, tendrás que volver a
demostrarme que no eres una locaza." Para aderezarlo y darle un toque teatral, habían dejado una marca de labios en el papel,
pintalabios rojo, para ser más exacto.
Fue al baño y comprobó que los apósitos, efectivamente, estaban realizando su tarea de ayudar a cicatrizar las heridas. Se los colocó
nuevamente y se dio la ducha de rigor, corta, insulsa... Tenia muchas cosas en la cabeza, la entrenadora Claudia y su problema, la
invitación de Marta, lo que dirían sus compañeros al día siguiente...
Se vistió y estuvo unos minutos ultimando unos ejercicios que tenia retrasados, imprimió un nuevo trabajo, y se extendió en el sofá,
dispuesto a ver alguno de los programas de moda. Se quedó seco en el primer anuncio, la movidita noche, el entrenamiento de
waterpolo, la tensión sufrida... Estuvo durmiendo tres largas horas, donde agradeció que ningún teléfono sonará, se despertó con la
boca pastosa y un tremendo dolor en las cervicales a causa de la postura, estiró el cuello y bostezó.
Había tenido un sueño magnifico, uno de esos que generalmente aderezaba con una buena paja, pero no tenia ganas, esperó a que la
erección bajara por sí misma. El sueño había borrado todo lo referente a sus compañeros y a Claudia, ahora tan solo veía a Marta,
cohibida en su presencia, pidiéndole que acudiera a su fiesta de cumpleaños.
Pero las dudas reaparecieron, ¿Qué le iba a regalar? ¿Qué se iba a poner para ir a la fiesta? ¿Tendría que bailar con ella? Empezó a
caminar por el salón. Redujo sus tres preguntas a la del regalo, las otras podía aparcarlas hasta el día mismo de la fiesta. No tenia ni
idea de lo que se le regalaba a una chica de su edad, tan solo se le ocurrían cosas clásicas, peluches, demasiado infantiles, perfumes,
demasiado clásicos...
Soltó un jadeo irritado mientras se lanzaba a su cama. Necesitaría ayuda femenina, eso seguro. Pensó en su hermana, pero no pudo
hacerse a la idea, aguantar sus risitas sarcásticas, sus miradas divertidas... No, no tenia tanta confianza, además, podía jugarle una
mala pasada... Siendo un chico con poca compañía femenina que le respetara a su alrededor, tan solo le quedó una persona, una
amiga que sin duda le ayudaría, Estela. Aplaudió su ocurrencia, Estela sabía de muchas cosas, seguramente adivinaría cual era el
regalo perfecto.
Corrió a su cuarto y rebuscó en una de sus estanterías, dentro de "El Príncipe" de Maquiavelo, en la página 75, su gran tesoro y
reserva monetaria. Recogió esos sustanciosos billetes que tanto le había costado no gastar en tonterías, era su tesoro, una cantidad
suficiente para pagar un buen viaje de fin de curso, con fiestas y desfases incluidos. Laura siempre le había dado mucha importancia a
esa sección de las relaciones sociales, supuso que le daría una cantidad considerable de dinero, tanta que seguramente no tendría
que utilizar su "reserva estratégica", pero siempre era mejor prevenir cualquier imprevisto.
Tuvo que hacerse cargo de alguna que otra tarea doméstica, puso una lavadora con las sábanas de la cama de su hermana, que ella
había dejado en el suelo, descuidadamente. También le puso un juego limpio, ordenó su habitación...
Se distrajo con un videojuego mientras caía el Sol, era muy interesante eso de ir reventando cabezas con una heroína cuya gran
característica era una talla 110 de pecho. Tuvo que apagarlo finalmente, dado que lo único que hacia era utilizar la cámara para verle a
la mujer el canalillo.
Cuando las farolas ya se habían encendido en la calle escuchó la puerta de la casa abrirse, su hermana apareció con su maletín y
cargada de bolsas, se apresuró a ayudarla, cosa que ella agradeció con un soplido cansado.
-Ser una ama de casa no es fácil. –Rió sus propias palabras, si alguien tenía menos de ama de casa era ella. Siendo justos, Raúl era
el que se encargaba de todos los aspectos domésticos.- ¿Qué tal el día?
-Salió el Sol por la mañana y se puso por la noche. –Dijo con voz ausente mientas colocaba la compra en la nevera.- Normal.
-Hombre... –Laura parecía querer preguntarle algo.- Hoy te has ido muy pronto... Podrías haber no ido al instituto, te habría hecho un
justificante o algo.
-Tenia un examen... –Sonrió al ver que su hermana había comprado fresas y nata, no pudo evitar que la boca se le hiciera agua.- ¿Y
Cristina?
-Quería quedarse, pero tenia muchas cosas pendientes... –Se dejó caer en una de las sillas de la cocina, en algún momento del
camino se había deshecho de los zapatos.- Te manda saludos.
Dedujo que su hermana tendría hambre y decidió hacer unas ensaladas con dados de queso, uno de los platos que mejor sentaba por
la noche.
-¿Qué tal ayer?
La pregunta ya había sido anunciada con anterioridad, pero le provocó un sobresalto.
-Bien...
-¿Bien? –Su hermana rió.- ¡Fue genial!
Raúl siempre había tenido grandes dificultades para hablar de sus cosas, en realidad, supuso que le costaría menos desnudarse en
público que expresar sus sentimientos. De todas maneras pesó que su hermana estaba intranquila por ese motivo, decidió relajarse un
poco.
-Bueno, a decir verdad... –Dejó a un lado la lechuga, no se atrevía a mirar a su hermana la cara.- No lo había imaginado ni en mis más
perversos sueños.
-No creo que tenga nada de perverso... El sexo, siempre que sea consentido y con precauciones, no tiene nada de peligroso.
-Pero no tomamos ninguna precaución... –Esa espina helada atravesó su cuerpo en un instante, no lo había pensado, pero...-
-Cristina y yo sí, tomamos la píldora, y no te preocupes, no tenemos ninguna enfermedad, dudo que encuentres dos vaginas más
sanas.
-Menos mal...
-Pero cuando lo hagas con cualquier otra chica, usa preservativo, no seas idiota. Con nosotras puedes ir a pelo si te gusta más.
Raúl no pudo evitar sonreír abiertamente, su hermana acababa de dejar la puerta abierta a volver a hacer el amor con ella, sabía que
esa practica, el incesto, era peligrosa y muy antinatural, pero ella, aparte del placer, tenia la intención de darle experiencia, algo muy
importante en ese mundo de primeras impresiones.
-Eso será si yo quiero. –Dijo sarcásticamente.- No fue el mejor polvo de mi vida, a decir verdad...
-Fue el único polvo de tu vida. –Matizó su hermana, entre risas.- Pero no estuvo mal, realmente esperaba menos...
-¿Qué quieres decir? –Abandonó las ensaladas, seguía de espaldas a su hermana.-
-Pues, bueno, fuiste un poco torpe... –Su tono era estricto.- Te corriste algo rápido, a decir verdad...
Toda la burbuja de felicidad que había formado en su cabeza estalló.
-Fue tu primera vez, es verdad... Pero... Joder... De no ser por Cristina, habría sido una noche patética...
-Es curioso que diga eso la que tuvo dos orgasmos conmigo dentro. –Se sentía ofendido, supuso que era normal su torpeza, había
sido la primera vez, pero tampoco lo había visto como esa debacle.-
-Fingí. –Cortó ella.-
-Y una mierda. –Estuvo a punto de lanzar el tomate que tenia en sus manos.- No soy idiota, sé lo que son las contracciones vaginales,
sé lo que note.
Se dio la vuelta para ver su hermana, ella exhibía una sonrisa radiante y sus ojos brillaban con carisma. Raúl comprendió que había
sido todo una broma, un bulo, lanzado con la única idea de ver su expresión irritada.
-Eres una...
Abandonó la cocina y se encerró en su cuarto, era una reacción infantil, pero le habían herido en su orgullo viril con la única intención
de divertirse. Respiró hondo y se dejó caer en la cama, estaba enfadado, mucho, quizás era una respuesta desproporcionada, pero
después de la creciente tensión del día...
Su hermana llamó a la puerta poco después.
-Raúl... –Dijo con voz arrepentida.- Que era una broma, sabes que ayer lo pasamos bien... Más que bien...
No hubo respuesta por parte de Raúl.
-Venga, por favor, no te enfades... –Ella suspiró.- Si no sales me quedaré sin cenar, sabes que no se me dan bien las ensaladas...
No pudo evitar pensar en que lo que decía era cierto, su hermana era la peor cocinera que había visto en toda su vida.
-Haré lo que sea por compensarte... –Puso mucho énfasis en "lo que sea".-
Raúl abrió la puerta de su cuarto con poca delicadeza, estuvo a punto de darle en la nariz a su hermana. Sin mirarla volvió a la cocina
y retomó con presteza su ensalada.
-Mi salvador... –Rió ella, que seguía encontrando cómica la situación.-
Se aproximó por detrás y le acarició la espalda, sus manos pronto bajaron a su trasero, pero Raúl la ignoró, le iba a dejar las ganas.
Mientras su hermana se deshacía en caricias, él terminaba de aliñar la ensalada. Plantó un tenedor en la de su hermana y se la
entregó de malos modos. Sacó una botella de agua mineral de la nevera y se sentó en la mesa para comer.
-Bueno, gracias, que aproveche...
Durante la cena ella le lanzaba miradas significativas, resopló varias veces, pero no hubo respuesta, al parecer, Raúl encontraba más
interesante un dado de queso.
-El jueves es el cumpleaños de Marta, ¿Verdad? –Dijo de repente.-
-¿Cómo lo sabes? –No se acordó de que no le hablaba.-
-Está apuntado en tu calendario. –Aclaró Laura.- Además, siempre he sido buena con las fechas... ¿Este año te ha invitado?
Los últimos tres años, en los que no había sido invitado, el día del cumpleaños de Marta había sido un gran día de depresión y
silencio, se solía internar en su cuarto, poner música triste y, en las tinieblas, pensar en la muerte y cosas similares.
-Le decía porque podíamos ir al cine, o algo así... –Continuó ella.-
-Me ha invitado. –Concluyó él.-
-Eso está muy bien. –Su hermana no pudo evitar desplegar una sonrisa de circunstancia.- ¿Has pensado en el regalo?
-Tengo que comprarlo.
-Si quieres puedo darte algunos consejos...
-Ya he quedado con una amiga para comprarlo. –Mintió él.-
-¿Tienes amigas? Vaya... –Su hermana suspiró.- Mi niño se está haciendo todo un hombre...
-No soy tu niño. –Gruño Raúl.-
-Eso no era lo que pensabas ayer cuando hacíamos el amor. –Su tono se convirtió en un susurro.- Eres mi niño, y no dejaras de serlo
por muy borde o cabezón que intentes ser.
-Supongo que no hay más remedio... –Pasados sus minutos de enfado, volvió a ser el joven dicharachero.- Necesitaré dinero...
-Tranquilo... –Ella dejó su tenedor y buscó en su maletín, de donde sacó un sobre.- Hoy he cobrado una venta...
Su hermana le pasó varios billetes, le dejó impresionado por la cantidad, era más de lo que se había esperado.
-Que generosa estás hoy, me veo tentado a pedirte un coche.
-No soy generosa, solo pago tus servicios de ayer. –Rió ella.- Te prometí 70€, a eso le he sumado lo que creo que es necesario para
hacerle unos regalos a tu amada Marta.
-En fin... –Él guardó con presteza el dinero, no fuera que Laura se lo pensara mejor.-
-Ya sabes, si quieres más dinero, tendrás que hacerme un trabajito. –Le sacó la lengua, uno de los gestos que su hermana solía
desenterrar de vez en cuando, era su pequeño guiño a la infancia. A sus 24 años, conservaba la vitalidad de una niña de 10.-
-Yo pensaba dejártelos gratis. –Concluyó él, lanzándose al vacío.-
-Cuando quieras...
Raúl captó de sobra que su hermana le estaba ofreciendo un polvo en ese mismo momento, pero no tenía ánimos, quería estar bien
descansado para el día siguiente. Se despidió de Laura, que le dio un beso en los labios, cosa que era costumbre desde hacía
muchos años, salvo que ese fue más intenso. Ya en su habitación se cambió los apósitos, recordó a la entrenadora Claudia mientras lo
hacía, pensó en ella, en su cara triste... Era una desgracia para todo el género masculino que una mujer tan bella como aquella fuera
lesbiana...

Capítulo IX
El martes fue un día en el que no pasó nada significativo, siguiendo al pie de la letra las palabras de la entrenadora Claudia, los
comentarios sobre sus "marcas de guerra" se habían reducido a lo mínimo, tan solo algún rezagado seguía haciendo mención a tan
cómico episodio.
El miércoles empezó a preocuparse, el día siguiente por la noche seria la fiesta, y no tenia nada, no haba encontrado el momento de
llamar a Estela, pero fue ella la que lo hizo, el sexto sentido femenino, al parecer.
-¿Raúl? –Dijo ella, su voz sonaba muy fresca a través del teléfono.-
-¿Estela?
-¡Sí! Vaya, siempre me dicen que mi voz cambia mucho por teléfono.
-Un poco...
-Bueno, ¿A qué esperas?
-¿A que espero?
-¡Tenemos que ir a elegir el regalo de Marta!
-Oh... –Raúl suspiró, el aire fue audible desde el otro teléfono.- Bueno, sí, es verdad, tendría que haberte llamado, ¿Cómo lo sabes?
-Escuché al grupito hablando sobre los que iban, escuché tu nombre, y deduje que estarías a punto de ahorcarte por no saber que
llevar.
-Es extrañamente cercano a lo que estaba pasando...
-Somos amigos ¿No? Tengo la obligación de ayudarte, aunque para mí va a ser un placer.
-Estela, eres la mejor.
-Lo sé, lo sé, no hace falta que me lo repitas. –Ella rió.- En fin, quedamos a las seis en el centro comercial, ¿Vale?
-Ahí estaré... ¿Nos vemos en la fuente?
-No llegues tarde.
-Eso tendría que decirlo yo... –Ambos rieron esta vez.-
-Venga, que me voy a pensar que me estas tirando los tejos.
-¿No podría hacerlo? –Preguntó Raúl.-
-Sí, pero para eso no necesitas un teléfono.
-Eso espero. –Otra vez risas.- Nos vemos en el centro comercial...
-Hasta luego...
-Adiós.
Raúl resopló, le dio las gracias secretamente a Estela por haberle echado ese gran cable, no se atrevía a llamarla, aunque había
estado a punto varias veces. Lo que él temía era cuando le preguntara sobre los arañazos, la había estado evitando por ese mismo
motivo, pero no tenía sentido esperar más.
A las seis y diez llegó al centro comercial, Estela, vestida con un conjunto de pantalón y camiseta, muy parecido a uno de los que su
hermana usaba para trabajar, le miró a través de sus gafas de Sol.
-Llegas tarde. –Gruñó.- Creí que me darías plantón.
-Es que he venido en autobús. –Se excusó él.- Tu tienes coche, no entiendes ese problema.
-La próxima vez paso a recogerte y ya está. –Se quitó las gafas y mostró sus seductores ojos avellana.- Venga, que es tarde.
-¿Tarde? –Se sorprendió Raúl.-
-Tenemos que encontrar un regalo lo suficientemente especial, pero sin destacar, puesto que es el primero, y no puedes jugar todas
tus cartas en la primera partida. –Dijo ella, como si lo hubiera pensado mucho.- Supongo que tu estrechez masculina no te habrá
dejado ver más allá de la colonia y los juguetes, eso servirá en el futuro, ahora no...
El chico no salía de su asombro.
-En otro caso te aconsejaría algo de lencería, pero creo que es muy precipitado. –Le lanzó una mirada significativa.- Al menos eso
creo.
Por fin el tema de las cicatrices se dejaba a entrever.
-Bueno, considero que solo nos quedan dos opciones, los dos epicentros de la vida de una mujer en formación, el armario y el joyero.
-¿Ropa o joyas?
-Sí, mejor ambas cosas, no sé, ¿Qué me dices?
-Pero... Es que no sé que tallas usa...
-Joder, que cortitos sois los tíos... –Bufó.- Yo sí sé sus tallas, no te preocupes, no son muy diferentes de las mías, a decir verdad.
Tranquilo, sabré lo que le vendrá bien.
Realmente nunca había comprendido mejor lo de que las mujeres son peligrosas en un Centro Comercial, visitaron quince tiendas,
donde lo vieron todo, absolutamente todo, incluso la ropa infantil. Estela tenia un ojo clínico para la ropa, era todo una experta, al
margen de la idea que había revoloteado en la cabeza de Raúl de que solo se inclinaría hacia la ropa más atrevida, pero tenia un
gusto impecable...
Con ella revolotear entre percheros no era tan malo. Pronto tuvieron varias prendas en la lista de posibles, todas exquisitas, preciosas,
ni muy atrevidas ni muy clásicas, simplemente con estilo, tal y como le gustaban a Marta. Raúl iba pagando todo lo que Estela
consideraba apropiado, pronto tuvieron una considerable cantidad de bolsas, que, por supuesto, cargaba solo Raúl.
-Bueno, venga, vamos a dejar esto en mi coche y luego volvemos.
-Mejor... –Dijo este, agobiado por tal cantidad de bolsas, que, pese a que no pesaran mucho, abultaban exageradamente.-
Cuando las bolsas descansaron en el maletero del coche de Estela se pararon a tomar un helado, hablaron un poco de la jornada, de
que aún tenían que ver una tienda más y después irían a la joyería... Estela parecía tan contenta, tan feliz... Raúl supuso que seria
muy difícil para ella eso de tener amistades, no solo por su personalidad, también por su reputación... Él nunca se había dejado guiar
por lo que decían los demás, Estela solo era una niña grande que necesitaba mucho cariño...
Por fin llegaron a la última tienda de ropa, Estela examinó alguna prendas, pero quedó absolutamente embriagada con un vestido, de
una sola pieza, corto pero sin ser llegar a lo escandaloso, era de colores cálidos y agradables.
-Espera un momento, debo probármelo. –Se internó en uno de los probadores con el vestido y un par más de prendas, bajo la atenta
mirada de una dependienta de cara estricta.-
No objetó nada, a fin de cuentas, Estela se había probado todo cuanto había querido, dejando a Raúl abandonado en los solitarios
bancos de las tiendas de ropa femenina, donde siempre había algún que otro chico incauto.
-Raúl, puedes venir un momento. –Sonó la voz de Estela desde el probador.- Tienes que ayudarme a anudar una cosa.
La mirada de la dependienta le atravesó de inmediato con malos modos, cansada de que jóvenes parejas dieran rienda suelta a la
pasión dentro de sus impolutos probadores. Pese a todo, Raúl entró ante la puerta entreabierta del probador de Estela.
Nunca antes, ni siquiera esa mañana cuando dormía apaciblemente en sueños, desnuda, con el semblante de un ángel, la había visto
más radiante. El vestido se acoplaba perfectamente a la anatomía de Estela, de forma casi mágica, ni siquiera hecho a medida seria
mejor.
-Estas... Estas... –Intentó decir él.- Preciosa...
-Gracias. –Parecía muy contenta.- Realmente es un vestido precioso.
-Te queda como un guante.
-¿Crees que le gustará a tu Marta?
-¿Marta? –Raúl se había olvidado por completo de que lo que se suponía que hacían durante toda esa tarde era buscar un regalo
para ella.- Oh... Bueno... No sé...
-No sé, es mucho para la primera vez... –Musitó ella, triste.- Es una pena, porque este vestido es sencillamente perfecto, pero... De
todas maneras ya hemos comprado muchas cosas...
-Es un vestido precioso... –Lo que realmente habría querido decir es que ella era realmente preciosa, pero sufrió un repentino ataque
de vergüenza.-
-En fin... –Ella dio una vuelta para que la viera entera, se estaban mirando a través del espejo.-
-Vale, no se diga más. –Dictaminó Raúl.- Te lo regalo.
-¿Qué? –Ella abrió la boca, sorprendida.- ¿Por qué?
-¿Necesito un motivo?
Sus ojos se humedecieron repentinamente, en un visto y no visto, se abalanzó sobre sus brazos. Ella le apretó con fuerza, y le dio un
repentino beso, corto, pero cargado de calor.
-Eres... Eres...
-No soy tan estúpido, este vestido está hecho para ti... –Se ganó un nuevo beso.- Tómalo como la compensación por tus consejos de
moda.
-Esos son gratis. –Rió, mientras limpiaba sus lágrimas.- Pero, ¿Sabes lo que significa que un chico regale un vestido a una chica?
-No, ¿Qué significa?
-Que me tienes que invitar a cenar, es la tradición, la chica se pone el vestido que le han regalado en una cena a la luz de las velas.
-Vaya, que romántico. –Ambos rieron.- Entonces habrá que hacerlo, pero, salgamos ya, que creo que la dependienta estará pensando
en actos obscenos.
-Bueno, eso no seria nada malo. –Se dio la vuelta de nuevo y empezó a recogerse el pelo para quitarse el vestido.- ¿Me ayudas?
Desanudó el cordoncillo que mantenía el vestido en su sitio, sin preguntarse como habría conseguido la joven anudarlo. El vestido
cayó poco a poco, Raúl supo que para lucirlo, Estela se había despojado del sujetador, pero no pudo evitar vislumbrar con fijación esos
senos tan hermosos.
-Sí, mira, mira, que seguro que te gusta. –Dijo ella, no siendo la primera vez que lo escuchaba Raúl.-
-Anda, venga, iré pagando. –Se tomó la libertad de darle una palmadita en el trasero.-
Cuando volvió hacia la dependienta con el traje entre sus manos, su cara de enfado desapareció, el olor de una venta era más fuerte
que su odio a los jóvenes promiscuos.
-¿Le sienta bien el vestido a su novia? –Dijo ella, con tono de voz meloso.-
-Sí, me lo llevo. –Por algún motivo, no tenia ningunas ganas de corregirla.-
Con la bolsa del vestido en una mano y Estela de la otra, llegaron a una de las joyerías. No tardaron mucho en dar con un colgante
que hacia juego con una de las prendas que le habían comprando a Marta. Estela, sin embargo, siguió buscando en los estantes.
Llegó al mostrador donde la dependienta, observada desde lejos por el encargado, les cobró el colgante y una pequeña pulsera que
Estela había decidido comprarse.
-¿Una pulsera? –Preguntó Raúl.-
-No, es que todos los chicos son iguales... –Puso los ojos en blanco, arrancando una risa suave de la vendedora- Se pone en el tobillo,
es para el vestido que me has comprado...
-Siempre se aprende algo nuevo. –Dijo él mientras anotaba mentalmente que se podían comprar pulseras para el tobillo.-
Eran ya las nueve, habían pasado tres horas de compras, las tiendas empezaban a cerrar, ellos, como una pareja más, caminaban,
hablaban, se miraban, reían... Cualquiera que les hubiera mirado habría jurado que eran novios desde hacia muchos meses, que se
querían y vivían el uno para el otro.
-Hoy me lo he pasado muy bien. –Exclamó ella, balanceando la mano que permanecía atada a la del chico.- Debemos repetirlo más a
menudo.
-Siempre que quieras.
Estaban ya en el garaje, Estela utilizó su llave magnética para abrir las puertas, ambos subieron al coche. En vez de arrancar, miró a
Raúl.
-Lo de las marcas de tu espalda... –Dijo de pronto.- No sé, si quieres podemos hablar de ello...
-Supongo que tendrás preguntas...
-Bueno, solo sé que ha sido tu primera vez...
-Sí, lo ha sido.
-¿Fue bonito? –Suspiró.- Yo perdí mi virginidad con un cerdo que solo quería de mí colgarse la medallita de desvirgar a una niña...
-Ha sido una experiencia agradable. –Aclaró él, agradeciendo el interés de Estela.-
-Entonces todo bien, campeón. –Expuso una gran sonrisa.- Pero no olvides que me tienes para lo que quieras.
Raúl la besó, no supo por qué, pero consideró que era lo más apropiado, de nuevo se sorprendió del sabor de sus labios, Estela pasó
por encima de la palanca de cambios y se sentó encima del chico, casi tumbándose encima de él. Continuaron besándose durante un
buen rato.
-Eres la mejor persona que conozco. –Dijo ella, mientras le miraba con sus ojos avellanados.-
-No debes conocer a muchas... –Rió él.-
-Unas cuantas, no te creas...
Estela llevó la mano del joven hacia sus senos.
-Quiero hacer el amor contigo... –Susurró de repente.- Pero quiero que sea por algo especial, yo... Bueno... Te quie...
-¡Estela! –Raúl se sobresaltó de repente, como si un viento frío le golpeara duramente en la cara.- No lo digas, aún no... No lo
merezco, por favor...
Ella solo se amilanó con un beso, un nuevo beso, y un abrazo, ambos compartían asiento del coche, se besaban, se acariciaban.
Sentía un precioso pezón de Estela bajo sus dedos, lo acariciaba, pero no con motivos sexuales, sino por el simple placer de notar
como la joven se estremecía bajo sus brazos.
-No he sido la primera en acostarse contigo. –Concluyó ella.- Pero prométeme que seré la primera mujer con la que te acuestes en un
coche.
-De acuerdo. –Rió él.- Es un trato.
-En fin, vamos campeón, te llevaré a casa. –No sin llevarse un último gran beso, la chica se despegó de él.-
Colocó sus ropas y volvió a su asiento. Al poner en marcha el contacto, sus ojos brillaban intensamente, transmitiendo esa vitalidad tan
bonita que tanto le gustaba a él. Muchas veces más tendría Raúl el placer de perderse en ellos...
Capítulo X
Como el viernes era el Día del Profesor, jornada en la que no se hacía otra cosa que mirar a la pizarra mientras los profesores bebían
cava en sus despachos, el jueves apuntaba a ser una gran fecha en su calendario.
Acudió a clases con normalidad, donde tuvo un nuevo encuentro con Marta, que le especificó la hora y el lugar donde quedarían antes
de entrar al local. No prestó mucha atención a nada, ni siquiera al profesor de matemáticas cuando le recriminó delante de toda la
clase su examen en blanco, obteniendo como única respuesta una mirada curiosa.
Ya en casa estuvo toda la tarde en tensión, se relajó un poco cuando recibió una llamada de Estela, en la que le avisaba de que si
cualquier cosa salía mal, tan solo tendría que marcar su número de móvil y la tendría ahí en dos minutos. Esa sensación de "tener la
espalda cubierta" le reconfortó significativamente.
Se duchó, acondicionó cada milímetro de su piel, pelo y ropa, poniéndose lo mejor que tenia para ese tipo de situaciones, algo que
nunca le habían visto porque no había tenido la ocasión de lucirlo. Llevaba sus mejores zapatos, dinero en la cartera, el teléfono móvil,
y, por obligación familiar, dos preservativos guardados.
A la hora convenida y tras cenar un par de sándwich, cogió sus bolsas y llamó a un taxi, que le dejó en el sitio donde ya empezaba a
reunirse parte del grupo que estaba invitado. Conocía a muchos, a otros no los había visto en su vida... Tuvo el grandísimo placer de
coincidir con Ana. Esta le saludo vagamente, pero él, animado, le dio dos besos.
-Bueno, como cuando éramos niños ¿No? –Dijo él, intentando parecer dicharachero.-
-Sí... Algo así... –Ella le miró a los ojos, Raúl sintió el terrible deseo de acunarla. La vida no había tratado muy bien a Ana, su padre
había muerto de un ataque al corazón hacia varios años, ambos habían estado muy unidos en esa difícil etapa.- Me gustan tus
pantalones.
-La ocasión merece sacar las mejores galas... –Puso tono de circunstancia.- Es lo que tenemos que hacer los que no somos guapos
de nacimiento, por eso no tienes ese problema.
Ante su pobre, pobrísimo, intento de piropo, Ana no pudo más que soltar una pequeña carcajada, le miró divertida, Raúl no pudo más
que pedir clemencia con una significativa mirada.
-Hacía mucho que no intercambiábamos más de tres palabras. –Apuntó ella.- Es una lástima, no sé, supongo que no han surgido
oportunidades.
-Nos quedan grandes recuerdos de la infancia. –Apuntó él, que se había visto tentado a decirle a Ana que si no habían hablado era
porque ellas no habían querido.- Aunque lo de hablar más lo podemos solucionar, no sé, ¿Tienes correo electrónico? ¿Móvil?
Ella sonrió, entre divertida por el nerviosismo del joven y preocupada por que sus únicas formas de hablar con una chica fueran tan
"clásicos". Pese a todo, intercambiaron datos, Raúl ya conocía su teléfono desde hacía tiempo, pero ahora tenia permiso para llamarla,
mandarle mensajes de texto... Era una gran puerta que se abría ante él. Mientras esperaban a Marta, que se retrasaba como si en vez
de una fiesta, estuviera celebrando una boda, se habían formado algunos corrillos de personas, hablaban sobre los regalos, la hora a
la que se marcharían...
-¿Qué le has comprado? –Dijo Ana, señalando a las tres bolsas que llevaba colgadas del brazo.-
-Bueno, no ha sido una decisión fácil... –Suspiró él.- Pero me decanté por algo de ropa.
-¿Sabes sus tallas?
-Necesité ayuda femenina.
-Entiendo. –Parecía una excusa válida, al parecer, Estela no era la única que pensaba que la idiotez de los hombres iba adherida en
sus cromosomas.- Bueno, supongo que le gustará, Marta no ha cambiado mucho de estilo en estos años.
No pudo evitar pensar en que se refería a que ella no había tenido que enfrentarse a la perdida de uno de sus padres y el consiguiente
cambio de vida.
-¿Qué tal está tu madre? –Preguntó inocentemente.-
-Bueno, ahí está, ahora le ha dado por hacer yoga... –Ana suspiró, como si considerara eso ridículo.- Se acuerda mucho de ti, te
sorprendería la de veces que me dice "¿Dónde está ese chico tan guapo con el que jugabas?"
-Vaya... –No pudo evitar sonreír, la madre de Ana siempre había sido muy amable con él.- Hay cosas que no cambian...
-¿Qué tal tus padres? –Preguntó ella, deseosa de no hablar más de su familia.-
-Bueno, desde que se "jubilaron de sus hijos", vivo con mi hermana, no sé si te acordarás de Laura...
-Claro que sí, la veo muy a menudo, hablé con ella ayer mismo.
-¿En serio? –Tuvo serias dudas sobre como habían coincidido Laura y Ana.-
-Sí, bueno, ella siempre fue como una hermana mayor, a veces la llamo y eso...
Raúl se sintió profundamente traicionado, durante años había estado esperando, en las actividades de grupo, de clase, tener algún
tipo de contacto con Ana, que siempre se le había hecho mucho más inalcanzable que Marta, y eso ya era decir, teniendo ahora la
noticia de que entre ella y Laura había una relación tan nutrida y relajada. No pudieron hablar más, porque justo en ese momento llegó
Marta con un par de sus amigas.
Ana llevaba un conjunto precioso de falda y blusa, remarcando su bien más genuino, su escote. Marta en cambio, llevaba un precioso
vestido de gasa, perfecto para esa noche tan especial. Les dejaron entrar por la puerta VIP del local, realmente el reservado era para
las grandes ocasiones, solo estaban los del cumpleaños, tenían barra libre, y no tenían que aguantar los apelotonamientos y los
agobios de las salas normales.
-Felicidades Marta. –Le dio dos besos en las mejillas y le entregó sus bolsas con los regalos.- Hoy estás preciosa.
-Gracias Raúl, tu tampoco estás nada mal. –Ella dejó aparcadas las bolsas, había un momento especial en la noche en el que abriría
todos los regalos juntos.- Me debes un baile, no se te olvide.
El ambiente era bastante bueno, a las bebidas se sumaban unos aperitivos excelentes, la música no estaba muy alta, por lo que se
podía hablar sin tener que gritar demasiado. La sala quedó ocupada por unas 30 personas, dos tercios de ellas eran chicas. Pronto
empezaron a bailar en la gran pista, que estaba al lado de las pequeñas mesas donde apoyaban sus bebidas, aparte de la barra. Raúl
estaba algo distraído, tanto que no se dio cuenta de que varias chicas le hacían gestos de salir a bailar, indirectas genuinamente
femeninas, que escaparon de su limitada capacidad de observación.
Por el hecho de que las mesas estaban justas para cada tres, tuvo una animada conversación con una chica pelirroja, nueva en el
instituto ese año pero con la que no había hablado ni una sola vez, sobre como los jóvenes se dejan guiar por la simplicidad de la
cultura.
-Mira, si en la televisión saliera el tío bueno de turno diciendo que todas nos tenemos que suicidar, habría miles que lo harían. –Dijo
ella, blandiendo su vaso frente a Raúl.-
-Bueno, generalizando, es verdad, pero hay casos, hay personas que piensan por si mismas. –Él levantó su botellín de cerveza.-
-Con eso me das la razón, si la mayoría de los jóvenes son así, entonces podemos decir que "los jóvenes son así". –Apuró un largo
trago de su combinado de limón con Martini.- Vivimos en un mundo de mayorías.
-Ponme un ejemplo. –Retó él.-
-¡Ja! Estamos rodeados de ellos. –Señaló con uno de sus largos dedos hacia el otro lado de la sala.- Mira, todas las vampiresas sin
dignidad, haciendo cola por un poco de atención.
En el otro lado de la sala estaban seis de los chicos que habían sido invitados, a su alrededor, como un enjambre, más de una docena
de chicas, con cara de simples, mirándolos atentamente, como si fueran algo fascinante. Lo más curioso de todo es que las chicas, al
unísono, reían, asentían, o decían alguna frase ocurrente, intentando llamar la atención. Realmente los jóvenes estaban un poco faltos
de expresión...
-Bueno, pero, mira hacia allí. –Raúl señaló con los ojos hacia la barra, donde Ana, al parecer la única que escuchaba la música, seguía
el ritmo con la cabeza, cerrando los ojos con concentración, ignorando la muchedumbre que pasaba a su alrededor.- Ella está siendo
independiente y original.
-Tan solo la excepción que confirma la regla. –La pelirroja se rió, mostrando una hilera de dientes blancos.- Por cierto, me llamo Nadia.
-Encantado Nadia, ante usted el joven, luego poco original, Raúl, a sus pies, señorita.
Nadia rió las caballerosidades de galán de telenovela que Raúl había improvisado.
-No sé, eso también podría considerarse una excepción. –Dictaminó ella.- Para ser normal tendrías que rascarte la entrepierna
mientras gruñes, mirándome el escote.
-Eso se puede arreglar. –Raúl, sin pudor, llevó su mano libre hacia su entrepierna, dirigió sus ojos el escote de Nadia, y abrió la boca,
como esperando que se derramara un hilo de saliva.- ¿Ya soy normal?
-No, no es tan fácil. –A duras penas hablaba por encima de sus risas.- Aunque es un avance.
Estuvieron hablando un largo rato más, Nadia era una persona extrovertida, aunque para llegar a ese punto había que romper una
gran capa de hielo, Raúl supo que de no ser porque les habían puesto en la misma mesa y el tercer miembro había desaparecido a las
primeras de cambio, nunca habrían hablado. Físicamente, Nadia era pelirroja, tenia alguna que otra peca diseminada por las mejillas,
pero eso sin quitarle ni un ápice de belleza, era de estatura media, tenia los ojos de color pardo y el pecho suficiente para llenar una
mano grande.
Su conversación la interrumpió Marta, que, con un micrófono en sus manos, les dio las gracias por haber acudido a la fiesta y les
anunciaba que iba a abrir sus regalos. Se formó un corrillo frente a la mesa donde habían quedado amontonados los paquetes.
-¡Primero el mío!, ¡Primero el mío! –Ana dio pequeños saltitos con un entusiasmo que a todas luces, era fingido, Raúl sonrió
ligeramente mientras miraba a otro lado.-
-Vale, el de Ana... Veamos que... ¡Oh! ¡Eres...!
El regalo resultó ser un grandioso y bellísimo álbum de fotos, todas y cada una de ellas con dedicatoria, palabras amables, poesías...
Era un regalo de los que se veían pocos en esos días, un regalo que rozaba lo perfecto.
-Me costó unas buenas semanas recopilar todas las fotografías, pero ahí están... –Ana la quitó importancia a la emoción que había
cubierto el rostro de Marta.- Todas nuestras juergas de la infancia... ¡Qué tiempos!
Después de que Marta le diera dos sonoros besos en la mejilla a Ana, esta siguió con los regalos, dado que la gente empezaba a
impacientarse. Pronto empezó a amontonarse el papel de envolver, quedando la mesa repleta de los obsequios. Hubo una ingente
cantidad de peluches, perfumes, música, zapatos, algún que otro sobre con dinero, un par de pantalones, un único libro –Regalo de
Nadia, y que contenía la traducción de los libros que mandarían los profesores de inglés los próximos cursos, un tesoro.- y muchas
cosas más. A la mitad del camino aproximadamente llegó a los de Raúl.
-¡No me lo puedo creer! –Se puso a dar saltitos sosteniendo entre sus manos uno de los conjuntos que le había comprado.- Lo vi en la
tienda hace unos días, tenia pensado comprármelo este fin de semana... ¿Cómo lo has sabido?
-Eh... Yo... –No pudo evitar sonrojarse, lo que levantó las risitas de los que estaban más cerca y se dieron cuenta.- Bueno, no sé, pensé
que te gustaría...
-¡Que se lo ponga!, ¡Que se lo ponga! –Comenzaron a corear un par de chicos, provocando las risas de los demás.- Venga, póntelo,
que no miramos...
-Aún no he bebido suficiente. –Dijo Marta entre risas mientras devolvía la ropa a la caja original.- Quizás más tarde...
Cuando levantó la bolsa para introducir las cajas, cayó una cajita, Raúl se sorprendió de que había olvidado el colgante.
-Ah, sí, ese es otro regalo. –Aclaró él.- Te gustará, lo sé.
A simple vista no era más que un bonito colgante de una mariquita, pero Marta manifestó su encanto cuando sus ojos se llenaron de
lágrimas. Raúl había recordado un episodio de su infancia, cuando Marta, muy de niña, había adoptado varias mariquitas, que había
tratado como mismísimos reyes, obviamente, todas murieron, causándole la mayor tristeza que él recordaba haberla visto sufrir.
-Te has acordado... –Farfulló ella, intentando que las lágrimas no cayeran.- Eres... Eres tonto...
Tonto sí, pero se llevó un abrazo similar al de Ana, seguido de dos besos, en los que, como regalo adicional, sintió el tibio contacto de
una de sus lágrimas. Raúl voló hacia el mundo lejano de la felicidad, del que se vio devuelto a causa del rubor que le causaron unas
palabras de Nadia.
-Disimula un poco, Don Original, que estas a punto de babear, y ni siquiera le has mirado el escote.
Raúl se serenó, fulminó con la mirada a Nadia, pero no pudo evitar reír sonoramente, y ella le acompañó en sus carcajadas. Cuando
terminaron de abrir todos los regalos, siendo el último un paquete con forma sospechosamente ovalada y que empezó a vibrar en
cuanto lo tocó, provocando unas escandalosas risas del grupo y un enrojecimiento en ella, hubo otro pequeño discursito, en el que se
intercambiaron palabras emocionadas y de agradecimiento.
-Solo me queda una cosa que deciros... ¡A beber y bailar toda la noche! –Exclamó ella, provocando una salva de aplausos.-
La música subió de volumen, las luces disminuyeron de intensidad, dejando paso a las luces propias de un local de esas
características. El alcohol corría por todas las mesas, Raúl iba ya por su segundo botellín de cerveza, como de costumbre, era el que
menos bebía. Bailó poco, tan solo con Nadia y con un par más de chicas a las que apenas conocía, le cohibía mucho eso del baile,
pero pronto se le fue pasando a raíz de los comentarios de las chicas "Lo haces muy bien", no le importó creérselos o no, simplemente
siguió bailando con una sonrisa.
-Voy a por otra cerveza, lo siento. –Se excusó él, porque un par de chicas ya le hacían proposiciones de ir a bailar, pese a que estaba
sediento y agotado.-
Entre las personas que estaban en la barra se topó con Ana, que acababa de ir, igual que él, para buscar una nueva bebida.
-¿Qué tal la noche? –Preguntó él, mientras encargaba otra cerveza.-
-No está mal.
-¿Echamos un baile?
-¿Aún tienes ganas?
-Si es contigo... Sí, desde luego.
-Eso hay que verlo.
Abandonaron sus nuevas bebidas en la barra y llegaron a la pista, atravesando la línea de personas que iba contracorriente. Al
principio se miraron, Ana soltó una carcajada, parecía contenta. Empezaron a bailar, no prestaban mucha atención a su movimiento,
tan solo se miraban, reían, o, incluso, señalaban a otros para reírse de cómo lo hacían, pese a todo, estuvieron un buen rato en la
pista, haciendo algo parecido a bailar, pero esos largos minutos les unieron mucho, o, por lo menos, llenaron de cemento la gran zanja
que los separaba.
Pero la noche aún tuvo otros momentos interesantes. Como forma de descansar un poco y refrescarse, hicieron una pequeña parada
en el baile para tomar algo de tarta, el dulce despejó sus alcoholizados paladares. Las personas fumadoras ya habían creado una
pequeña cortina de humo ahí donde se quedaban, afortunadamente, el sistema de ventilación del local era muy bueno.
-Bien, bien, bien... –Dijo Marta, de nuevo con su micrófono.- Ahora ha llegado el momento más esperado, el de las lentas...
Hubo sentimientos encontrados en la sala, algunos abuchearon la idea, otros la aplaudieron, pese a todo, la mayoría salió a la pista,
apresurándose las chicas a buscar a uno de los escasos chicos. Raúl se hacía el loco, no podría aguantar un baile agarrado... Su
debilidad de principios se vio puesta de manifiesto cuando Ana le agarró de la camisa y le obligó a entrar en la pista.
-Vamos, una mano por encima del trasero, y ojito. –Dictaminó ella, amonestándole en broma.-
Literalmente temblaba, cosa que Ana notó, pese a todo, no estuvo mal. La cabeza de Ana reposaba sobre su hombro, estaban
bailando, sí, bailando, de verdad... La canción, que él recordó como Everything, del grupo Lifehouse, era la perfecta para esa ocasión.
Su mano permanecía rígida a una casta distancia del trasero de Ana, ella a veces se reía en voz baja, una risa sincera y bondadosa.
Por un momento, recordó esos veranos cuando, de niños, bailaban en las fiestas de la ciudad, del colegio... Para esos entonces ella
aún era una persona íntegra y feliz...
-Vaya... –Ambos se miraron cuando la larga canción concluyó.- No ha estado mal, ¿Verdad?
-Perdón, perdón... –Marta le pasó una mano por la cintura a Ana.- ¿Me lo prestas? Es que me debe un baile.
-Claro que sí, cumpleañera, cóbrate tu deuda, y cuidadito con él, que se le van las manos. –Las palabras de Ana provocaron un ligero
cohibimiento en Raúl, pero se sintió reconstituido cuando les dejó, acompañados de una sonrisa.-
No tuvieron tiempo para preámbulos, dado que la nueva canción comenzaba. La estrechó hacia sí, y, como en el caso de Ana, sentir
sus senos en su pecho era más que un atractivo sexual, si se concentraba, si olvidaba la música y el baile, incluso podía notar como
latía su corazón, ¿Seria consciente ella del suyo? Decidió no darle importancia a eso y paladeó el momento. Se tomó el lujo de
acariciar la espalda de Marta con la mano que mantenía sobre su trasero. Aspirar su perfume, mucho más intenso que el ocre olor a
tabaco. Habría deseado que ese momento no terminara, pero una de sus amigas desalmadas se la robó cuando aún quedaban unos
segundos de canción.
Nadia la suplió, y se sorprendió de comprobar como la mano de esta había aterrizado en el epicentro justo de su nalga derecha. Sus
mejillas estaban notoriamente sonrojadas, pero no fruto de la vergüenza, sino del alcohol.
-¿Vamos a lo que vamos, no? –Rió ella, sin darle importancia.-
Con Nadia bailó lo que quedaba de esa canción y dos más, después, sediento, fue a la barra, donde se bebió otra cerveza de dos
tragos. Su mente era un crisol de sentimientos, pensamientos y emociones... Por un momento incluso había tenido la idea de
retenerlas entre sus brazos, decirles, en la pista, todo lo que sentía, pero... Que estupidez, eso solo sucedía en las películas.

Capítulo XI
La fiesta seguía su curso, no miró al reloj en ningún momento, pero supuso que serian las dos de la mañana o así. Algunos de los
invitados ya se habían ido, quedaban alrededor de una docena de personas, 4 chicos y 8 chicas. Cuando ya hubieron bailado todos
con todos varias veces, incluyendo un baile en el que los chicos, como protesta por ser explotados en la pista, se pusieron a bailar
entre ellos, Marta volvió a coger el famoso micrófono.
-La noche está siendo maravillosa, realmente debo daros las gracias, estáis haciendo de esta noche la más...
-¡Don Chupito! –Vociferó uno de los chicos.-
Los que quedaban prorrumpieron en exclamaciones de apoyo. El Don Chupito era un juego-bacanal, una fusión del famoso "Verdad,
atrevimiento y beso" y el de la "Botella" en el que, aparte de una prenda, había que tomarse un chupito cara vez que te tocaba. Marta,
con sus famosos saltitos, aprobó la idea. Pronto estuvieron todos sentados en circulo, los dos camareros les observaban detrás de la
barra, habían preparado dos largas hileras de vasos de chupito, llenos de tequila, ron...
-Bueno, que empiece la cumpleañera. –Dictaminó el grupo.-
Hizo girar la botella, que osciló tenebrosamente hasta detenerse frente a uno de los chicos.
-¡Beso! –Dijo él de inmediato.-
-Tienes que... –Empezó Marta, con una sonrisa pícara.- Darle un beso a la persona de tu derecha.
Obviamente, la persona de su derecha era un chico, ambos se miraron y se apartaron, asqueados. Su camisa voló de inmediato, así
como su chupito de tequila, que tomó con limón y sal. La botella giró, y le tocó a Nadia.
-Beso. –Musitó ella, desafiante.-
-Tienes que... –Él sonrió socarronamente, copiando las palabras de Marta a su favor.- Darle un beso a la persona de tu derecha.
Obviamente era una chica, una de las que Raúl no conocía, de piel morena y ojos muy perfilados, ambas rieron antes de darse un
beso, un pico.
-No, no, ¿Qué mierda es eso? –Gruñó él.- Tiene que ser un beso en condiciones.
-Vale, vale, lo que diga el señor... –Nadia y la otra chica asintieron, antes de fundirse en un beso de varios segundos.- ¿Contento?
-Yo no, pero sé de una parte de mi cuerpo que...
-¡Cerdo! –Bramó ella, divertida, mientras se tomaba su chupito, que agudizó su sonrojada tez.- Venga, que la hago girar...
La botella señaló a otra de las chicas, que escogió atrevimiento, siendo Nadia de la crueldad de pedirle el sujetador. Pese a que la
chica podía haberse quitado una prenda cualquiera, el alcohol y el considerar todo el grupo como de confianza hizo que accediera. La
maniobra para despojarse del sujetador era muy extraña para Raúl, la había visto muchas veces, pero, sin embargo... Esa forma de
sacarlo sin quitarse la ropa, era tan... Magnética...
-Bien, bien... –La chica zarandeó un sujetador azul en sus manos, al tiempo que se bebía su chupito, entrecerrando los ojos ante el
ardiente alcohol.-
La botella giró, y giró, y giró, hubo besos, muchos besos, pero también pruebas como sostener con los labios un hielo en el escote de
una de las chicas hasta que se derritiera, el chico al que le tocó acabó todo menos enfadado, la chica tampoco dio muestras de
desagrado. Para la posteridad de su calenturienta mente quedaría el casto beso entre Marta y Ana, algo que le hizo tener serias dudas
sobre si su amiguito de ahí abajo soportaría la espera.
Las prendas se amontonaban conforme pasaban los rápidos turnos. El primer chico en quedar en ropa interior, dado que se negaba a
besar a otro chico, prueba recurrente, y que ya iba por su quinto chupito, fue el que condenó a Raúl, hasta ese momento salvado de
pruebas duras, habiendo perdido solo la camisa. La botella le señaló de forma amenazadora.
-Elijo... –Dudó sobre la categoría.- Atrevimiento.
-Bien... –El chico, medio borracho, examinó al grupo.- Tienes que quitarle el sujetador.
Como era costumbre en un grupo de jóvenes, y para alimentar la teoría de Nadia, las pruebas se repetían debido a la falta de
originalidad, tanto que, de las ocho chicas, las únicas que conservaban el sujetador eran Marta y Ana, curiosa coincidencia. En el caso
de Ana, además, había perdido la blusa al no poder aguantar treinta segundos sin reírse ante unas muecas del grupo.
-¿Qué? –Su voz fue un hilillo.-
-Tienes que quitarle el sujetador. –Repitió él, muy divertido.- Venga, que tenemos que completar el rosco.
Señaló a los seis sujetadores que ya tenia delante de él. El grupo parecía muy animado frente a esa prueba, las otras veces habían
pedido que la propia chica se lo quitara, sin meter a segundas personas.
-¿A cual de ellas? –Preguntaron algunos.-
-Ana... –Dijo él borrachín.- O Marta, no sé... ¿Cuál queréis?
-¡Las dos! –Vociferó Nadia de pronto, ganándose una mirada mortuoria por parte de Raúl.- ¡Las dos!, así no hay discriminación.
La idea fue aceptada, y Raúl, que ni loco se iba a quitar los pantalones, dado que, pese a no estar completamente despierto, su
amiguito podría levantarse a saludar en cualquier momento. Con pesar, fue hacia Marta, llevaba un vestido de gasa, por lo que portaba
uno de esos novedosos sujetadores sin tirantes. Su ropa interior era parte del vestido, y sin ella, la transparencia iba a ser más que
evidente.
-Las chicas no le podéis ayudar. –Dictaminó el juez.- Si lo hacéis, os quitará también las braguitas... Algo que no me molestaría ver.
Raúl se tomó su chupito antes de entrar en faena le temblaban las manos, y le temblaron más cuando escuchó el susurro de uno de
los camareros, que habían estado observando tras la barra atentamente durante toda la noche.
-Lo siento... –Le dijo a Marta, pero esta parecía muy divertida.-
Bajó los tirantes del precioso vestido de la anfitriona, acarició su piel en el proceso, desnudando sus hombros. Cuando el sujetador
quedó plenamente frente a sus ojos, sobrevino lo peor.
-Se abre por delante... –Advirtió Marta.-
Nadia y el resto del grupo lloraban de la risa ante el azorado Raúl, que estaba al borde del estado de coma. Marta también se reía de
lo lindo, incluso Ana, que contenía su risa, esperando su turno.
-Me parece que vas a tener que quitarte los pantalones. –Observaba una de las chicas, fijando su mirada en sus partes nobles.- Lo
lamento...
-Venga. –Dijo el chico que había encargado la prueba.- O lo haces o no, pero ya...
-Lo hago, lo hago... –Prefería eso a mostrar signos de desarrollo fisiológico.-
Se inclinó frente a Marta, que le miró a los ojos, riéndose a carcajadas poco después. Respiró hondo para contener la respiración,
dado que con el sube y baja del vientre, era imposible acertar al pequeño cierre. Sus dedos resbalaron por el contorno de los senos de
Marta, el sujetador era suave, muy suave. El grupo observaba silenciosamente, Raúl contenía el aire. El cierre se resistía a los dedos
ausentes de Raúl, finalmente, dispuesto a abandonar ese juego, apretó un poco más, lo que implicó tener que acariciar plenamente
los senos de Marta, el cierre cedió.
-Ellas no pueden moverse, no te olvides, tienes que colocarla tú, hasta que no le hayas quitado el sujetador por completo... Si enseña
algo... Bueno, cosa tuya...
-Sí, sí... –Replicó él.-
Con suavidad fue desprendiendo el sujetador de los senos, al tiempo que le colocó los tirantes. Una vez tapada de nuevo, introdujo sus
manos por el vestido, provocando un escalofrió y una risita tímida de Marta. Se izó en su mano el rebelde sujetador, que exhibió como
un trofeo. Todos estallaron en aplausos.
-Venga, el otro, el otro...
-Pero... Es que no lleva otra cosa... –Se quejó él.-
-La ley es la ley... –Dictaminaron, entre ellos Marta, cuyos pechos se veían totalmente a través del vestido de gasa, incluidos sus
rosados pezones, rígidos.-
-Ana... ¿Te importa?
-Tu hazlo. –Ella le quitó importancia, aunque en sus ojos había preocupación.-
Raúl por el camino se tomó un nuevo chupito, dándole el suyo a Marta, que lo apuró de un trago. Agradeció que este cierre fuera por
detrás, más fácil de quitar. Examinó la espalda de Ana, su piel, pálida, no tenia ni una imperfección, acarició disimuladamente el
contorno del cierre, provocando que Ana se irguiera. El sujetador también tenia su problema, el pecho de la chica era mucho más
grande que el de Marta, por lo que había más presión, corría el riesgo de que en cuanto desabrochara el cierre, gran parte de sus
senos quedaran al descubierto.
-Venga, joder, que al final me voy a empalmar... –Dijo uno de los chicos, provocando risitas ahogadas.-
La frente de Raúl estaba surcada por gotas de sudor. Volvió la frente a Ana y la miró a los ojos, ella parecía decirle con la mirada que
no pasaba nada, que lo hiciera, así que se decidió. La única forma que se le ocurría, quizás no la mejor, era hacer un sándwich. Le
daría una especie de abrazo a Ana, como cuando bailaban, y le quitaría el cierre, una vez libre del sujetador, colocaría las manos de
esta de forma que cubriera sus senos.
La idea era buena, pero en la práctica...
Le pidió que se levantara, cosa que ella hizo, después, ruborizándose, la abrazó estrechamente. Sentir el encaje del sujetador en su
torso le hizo sentir cosquillas en la entrepierna. Miró a los ojos de Ana otra vez, le pidió con una mirada que no se moviera. Sus manos
acariciaron la espalda de Ana hasta encontrar el cierre, que cayó en pocos segundos. Efectivamente, la presión de sus voluminosos
senos era mayor.
Hasta ese instante no fue consciente de la situación, para quitar el sujetador tendría que tocar todo su pecho, y, lo que era más
violento, una vez fuera, sus senos quedarían apretados contra su torso desnudo, en pocas palabras, tendría las tetas de Ana
apoyadas contra él. La idea empezó a bombear sangre a su entrepierna, él calor aumentó, y se puso mucho más nervioso. Decidido a
terminar, empezó a sacar el sujetador. No tuvo muchos miramientos, y pese a que estaba temblando y Ana lanzó varios suspiros
sospechosos, tuvo que tocarlo, casi todo, un tacto suave, así debían ser las nubes...
Los pensamientos empezaron a derivar, y ahí se vio, rodeado de una docena de personas que le miraban en silencio mortal,
esperando cualquiera de sus movimientos que dejaran a entrever alguna cosa. Al retirar el trozo de tela, los pezones de Ana le
acariciaron, y fue el último empujón que le faltaba. Abrazados tan estrechamente, era imposible que ella no lo hubiera notado, se le
vino el mundo encima, hizo ademán de retirarse, quería correr, pero ella se lo impidió.
-Tienes que taparme. –Le recriminó, pese a que se había sonrojado tanto como él, y eludía mirarle a los ojos.- No me vas a dejar así...
-¡No la tapes!, ¡No la tapes! –Vociferó uno de los chicos.-
Pero él decidió que tenia razón, cogió una de las manos de Ana, y esta se la estrechó, tuvo la sensación de que casi con ansia, quizás
quitándole importancia a lo de su erección, o a que estuvieran desnudos de cintura para arriba, acariciándose mutuamente. Condujo el
brazo de Ana hasta su pecho, y los tapó. Al hacerlo había tocado uno de los pezones de Ana, creyendo notar que su vientre había
oscilado, fruto de un extraño reflejo. Se apartó de ella, totalmente rojo, con la frente perlada de sudor, Ana tapaba sus pechos son su
brazo, también estaba ligeramente sonrojada.
Así, sin ropa de cintura para arriba, era apetecible, bellísima... Raúl le pasó su chupito, caminando encorvado, para que no se notara
su gran proceso fisiológico. Obviamente, todas las chicas lo notaron, por lo que las risas y los aplausos volvieron a estallar, incluso
detrás de la barra.
Raúl permaneció totalmente rojo el resto de la noche. Pero el juego continuó, había mucho masoquismo en el espíritu juvenil. Después
de reponer las existencias de chupitos, la botella giró, y volvió a girar. Casi aposta, las chicas iban perdiendo las pruebas. Entregando
la más osada, Nadia, su falda, lo que mostró un curioso tatuaje en la cara interna del muslo, Raúl fue consciente que solo lo había
visto él, a causa de que la chica estaba justo a su lado.
Los chicos habían perdido todo tipo de inhibición a causa del alcohol y el ambiente, pronto los tres estuvieron en ropa interior, Raúl,
mientras tanto, defendía a capa y espada sus pantalones, algo que no le gustó al resto del grupo, que se tomaron ponerle las pruebas
más difíciles posibles, con la intención de quitárselo.
-Bien, te vuelve a tocar, chico pantalones...
-Atrevimiento. –Raúl se mordió el labio, había estado pensando todo el tiempo en decir verdad, que aún no se había utilizado en toda
la noche, pero se le había pasado, otra vez.-
-Bien, bien, pues vamos a tomarnos unos chupitos, al más puro estilo tejano.
La chica que decidía la prueba se levantó hacia la barra, de donde cogió el salero y las rajitas de limón.
-Todas las chicas os colocareis la rajita de limón en la boca, la sal os la pondrá él con un lametón en el canalillo, y tiene que ser un
lametón, no vale otra cosa. Luego, el chupito, lo compartís.
-Eh, ahí hay muchas pruebas. –Se quejó él.- Lo de compartir el chupito se puede considerar beso.
-Si no te gusta la prueba... –Ella miró a sus pantalones, donde aún se dibujaba un extraño bulto.- Ya sabes... Como soy benevolente, te
dejaré que lo hagas en el orden que te salga de los mismismos.
Las ocho chicas se pusieron la rajita de limón entre los labios, Raúl cogió el salero, y uno de los chicos llevó una bandejita con los
chupitos. Eran muchos chupitos... Con la primera chica fue un desastre. Lamió su canalillo, vertió la sal, mordió el limón, se bebió el
chupito, lamió la sal, y "compartió" el chupito. La rajita de limón acabó en el suelo, la chica riéndose consiguió que le saliera el chupito
por la nariz... Raúl se enfrentó al resto del grupo. Lo peor era que al tener que lamer su canalillo, las chicas quitaban sus manos
durante un instante, en el que sus pechos quedaban totalmente desnudos, lo que no le ayudaba.
Nadia le jugó una mala pasada, ya que retuvo el limón entre sus labios, obligándole a luchar por él con la lengua, así mismo, ella dio
buen uso de la suya. Lo que él tomaba como una tortura se estaba convirtiendo en un juego erótico de dimensiones colosales. Pero lo
peor fue cuando llegó con Marta y Ana, no podía ni tocarlas porque las respetaba... Las respetaba y las quería, pero tenía que hacerlo,
su erección se había acentuado con la "pelea" de Nadia... Y sus escrúpulos le impedían exhibirla ante todo ese público, pese a que los
otros chicos tampoco estuvieran precisamente relajados, él era así.
Los voluminosos pechos de Ana fueron acariciados por su lengua al lamer el canalillo, ella lanzó un gemido silencioso. Mordiendo el
limón y compartiendo el chupito no se propasaron más... Era el primer beso que le daba en mucho tiempo, y le entraron ganas de
llorar, tantas que, al escapársele unas lágrimas, tuvo que decir que le había saltado el limón. La había besado, la había besado...
Cuando llegó a Marta la cosa se complicó más, ella conservaba su vestido, al ser la anfitriona la habían respetado más con las
pruebas, pero eso impedía que el lametón fuera como el de las otras chicas, por lo que se quejaron.
-El vestido abajo, maja.
Dicho y hecho, cuando los jóvenes pechos de Marta quedaron ante sus ojos, se bloqueó, no supo que hacer, se le cayó el salero del
miedo. El exceso de chupitos en tan poco tiempo le tenía ligeramente mareado... Su lengua pasó lentamente por entre esas dos peras
del paraíso, acariciando una sustanciosa parte de ellos por el camino. Compartir el limón y el chupito fue... Creyó que el tiempo se
detenía, que sería eterno desde entonces, el alcohol se despejó de su mente, y, de nuevo, se le escaparon unas lágrimas, fruto de un
par de granos de sal, dijo él.
Las chicas limpiaron los restos de su prueba, Raúl se dejó caer en su lugar del circulo, medio en el limbo. Eran las tres y pico de la
mañana, pronto tendrían que vestirse y dejar el local, que cerraba a las cuatro.
-Bueno... –Marta también tenia las mejillas sonrojadas a causa del alcohol.- Dado que aquí parece no haber inhibiciones, podíamos
hacer un concurso.
-¿Cuál? –Dijeron algunos.-
-El beso más largo. –Comentó ella con un sonrisa pícara.-
-¿Con lengua? –Preguntó uno de los chicos.-
-Si la otra persona quiere... –Contestó.-
Las parejas se sortearon, como eran más chicas que chicos, las chicas que estaban dispuestas a darse un beso largo, entre ellas
Nadia, se pusieron juntas. Los chicos resultaron encantados con la idea, y pronto empezaron a presumir de viejas batallitas. Raúl
quedó emparejado con Ana, pero no pudo ni mirarla a los ojos.
-¿No quieres hacerlo? –Le preguntó esta, que aún se tapaba los pechos con el brazo, dejando mucho a entrever.-
-Lamento mucho lo de antes... Lo de mi... –Señaló hacia su entrepierna, donde aún daba coletazos su erección.- Me avergüenzo
mucho de...
-Mira...
Ella le abrazó, tal y como habían hecho todos los demás, esperando la señal de Marta. Pero hubo un ligero cambio, aparte del
delirante tacto de sus tetas sobre su torso, pudo distinguir sus pezones, que le tocaban, totalmente erectos.
-No sé si debo avergonzarme... –Rió ella.- Las cosas están como quieren estar...
-¡Ahora!
A la señal de Marta los labios de Ana se fundieron con los suyos, como Raúl era más alto, ella tenia que erguirse, adquiriendo una
postura de princesa de cuento de hadas. Los brazos de Raúl la estrecharon, y los de ella, acariciaron su espalda. Su beso al principio
era estático, pero luego cambió, por momentos era lento, después más apasionado, e, incluso, dejó intuir lo que era su cálida lengua.
Si a ese espectacular beso le añadían el hecho de estar siendo acariciado por sus pezones, Raúl no tuvo reparos en que su erección
se volviera tremenda otra vez, Ana, por su parte, no puso muchos problemas, no se movió ni un ápice, o, quizás sí, pero para
estrecharse más.
No pudo evitarlo y otra vez se le escaparon un par de lágrimas. Tenia los ojos cerrados, no sabia lo que pasaba a su alrededor, ni
siquiera sabia si seguía vivo, pero... ¿Realmente importaba?

Capítulo XII
Las cuatro y diez de la mañana trajo consigo la hora de los despidos y los hasta luego. Se repartieron los taxis de la parada cercana,
Raúl, al vivir en la dirección contraria a la mayoría, tuvo que esperar a que viniera uno más y cogerlo él solo. La brisa de la madrugada
le daba directamente en la cara, pero no sentía lo más mínimo ese frío húmedo, estaba en un paraíso mental, era feliz, muy feliz...
El gasto económico que había hecho temblar a su cartera ya no importaba, todo había sido poco, poco había sido todo... Quizás el no
estar concienciado que la realización de esos juegos "juveniles con alto contenido erógeno" entrarían en el croquis de la fiesta, por lo
que, si cabe, los había disfrutado doblemente. Los chupitos se arremolinaban en su circulación sanguínea, provocándole la dulce
modorra que eso conllevaba. Reuniendo la poca cordura que mantenía llamó a la central de taxis, pero no estaba conectada, supuso
que a esas horas los coches trabajarían por libre, llevándose a los turistas juerguistas de un lugar a otro.
Estuvo esperando 45 minutos y no hubo ni rastro de un nuevo taxi, maldijo en voz baja y se dispuso a irse andando, había un largo
paseo, pero ni aunque lloviera, nevara o se cayera el cielo a sus pies, podría dejar de tener esa sonrisa radiante.
Ya en la puerta, al marcharse, se habían despedido todos de todos como si fueran amigos de toda la vida, besos, abrazos, palmaditas
en la espalda, risas... Nadia era la persona que mejor le había caído de sus nuevos conocidos, su desparpajo la hacía encantadora, y,
además, conservaba el tinte serio que él tanto apreciaba en algunos momentos.
Pese a todo, el alcohol empezaba a subírsele a la cabeza, siempre había tenido los subidones de alcohol con efecto retardado y, lo
que antes era un puntito, empezaba a amenazar con perturbar su equilibrio.
Casi por efecto rebote, empezó a ver los mensajes del móvil, había uno de su hermana, diciéndole que no estaría en casa esa noche,
lo había leído muchas otras veces, así que lo pasó, el otro que tenia era de Estela, en el que repetía "Para lo que necesites, llámame."
Dicho y hecho.
Ella no tardó más de diez minutos, llegó con su coche, extrañada por tan atípica llamada. Llevaba puesto un pijama muy coqueto,
cubierto por una de sus chaquetas.
-¿Todo bien? –Dijo Estela, mirándole de arriba abajo, centrándose en su enigmática sonrisa.-
-Nunca mejor... –Raúl se acomodó en el asiento del copiloto.-
La chica se sorprendió de recibir un beso en los labios, por el sabor, pudo intuir que el alcohol no brillaba por su ausencia. Ella puso el
coche en punto muerto, y comenzó la narración de la gran noche de Raúl. Desde el emotivo abrazo por el regalo, a sus coqueteos en
la búsqueda del sujetador perdido, el beso, los chupitos... Dijo cosas que eran intimidades, no las decía él, sino el alcohol, pero Estela
no le interrumpió, su lado sensato no era tan fuerte como su curiosidad. Solo cuando Raúl se adentró mucho en lo que había sentido
al besar a sus musas, le detuvo.
-Hombre... –Suspiró ella, con gesto absorto.- Eso que habéis tenido Ana y tu podría considerarse sexo... En fin...
-Eso es lo de menos... Pero, tendrías que haberlas visto...
-Te llevo a casa... –Dijo ella en voz baja.- Pero sigue contándome...
El camino se hizo corto, Raúl no dejó de hablar en ningún momento, estaba extasiado, quería volver al club, quería retomar todo
donde lo había dejado, esta vez sin temblar, sin vacilar... Besaría de nuevo a Ana, acariciaría con gusto los pechos de Marta, porque
esa noche había sido perfecta, simplemente perfecta...
-Hemos llegado, campeón. –Sentenció Estela, apagando el motor y quitándose el cinturón.- Te ayudaré a subir, no es plan de
despertar a tu hermana.
-Dudo que ella esté. –Murmuró Raúl en voz muy alta, tanto que Estela le chistó para que se callara.- Siempre ha sido muy libre...
Como el viento y los jaguares...
-¿Jaguares? Eres la primera persona borracha que habla de jaguares... –Rió Estela, buscando las llaves en los bolsillos del joven.- Y
mira que he conocido a muchos borrachos...
Subieron por el ascensor, donde el muchacho empezó a tener un súbito sueño.
-Joder, Estela, eres la mejor... –Ronroneó él cuando esta abrió la puerta y encendió las luces.- Me vienes a recoger, cuando estaba ahí
tirado, solo... Y me dejas en casa para que no me pase nada, eres una amiga...
-Claro, claro... –Contestó ella mientras le miraba con sorna.- ¿Cómo se llamaba tu hermana?
-Laura. –Dijo el chico en un suspiro.- Pero no está, mira, mira, tengo un mensaje...
Le dio su teléfono a Estela, que ni siquiera se molestó en comprobarlo.
-¿Quieres un café? –Siguió él.- ¿O algo más fuerte?
-Tú lo que necesitas es una buena ducha y dormir. –Dictaminó ella, empujándole.- ¿Cuál de ellas es tu habitación?
Nada más llegar a su cuarto, Raúl se lanzó a la cama, sin desvestirse siquiera.
-Eso no es bueno para la circulación... –Masculló Estela mientras le quitaba los zapatos.- Creo que esta es la primera vez que soy la
que desnuda a una persona ebria, generalmente me lo hacían a mí.
Fue un proceso complicado, dado que él no cooperaba precisamente, sino que retozaba, como un niño pequeño que llegara cansado
de una excursión. El reloj marcaba las cinco de la mañana pasadas.
-Bueno, campeón, te dejo. –Se despidió Estela, viendo como Raúl, en ropa interior, se peleaba con sus sábanas.-
-No... Vayas... –Gruñó él.- Quédate, es pronto, prepararé el desayuno...
-Anda ya, duérmete. –Rió ella.- Sí, es tarde, pero no vamos a dormir en la misma cama.
-¿Por qué?
-Pues... –Estela se sonrojo, pese a que Raúl ya estaba con los ojos cerrados y en un estado próximo al limbo.- No sé...
-Vamos a... contar jaguares... –Dijo él, que solo fue capaz de balbucear un par de palabras más antes de dormirse.- Quédate
conmigo...
Estela se mordió el labio, realmente era muy tarde para volver a casa, pero dormir en la misma cama... Pensó en utilizar el cuarto de
su hermana, pero le pareció una intromisión a su intimidad. Finalmente lo mandó todo al cuerno, dejó su chaqueta en la silla del
escritorio y se tumbo al lado de Raúl, que instintivamente le dejó un total espacio entre sus brazos. La chica sonrió, en otros tiempos,
no habría podido ni soñar en la idea de compartir la cama con un chico sin que hicieran el amor antes, con Raúl, lo había logrado dos
veces...
-Duerme, campeón, y no tengas miedo, que yo cuido de ti... –Susurró ella antes de robarle un beso y dejarse llevar por el sueño.-
Raúl se despertó con la boca seca, por la ventana de su habitación, abierta, entraba un torrente de luz que le cegó. Todo habría sido
como un día cualquiera de no ser por la gran chaqueta que colgaba del respaldo de su silla. Gota a gota empezaron a llegarle los
recuerdos de la fiesta, lo último que recordó fue el subir en el coche de Estela, lo demás era borroso y difuminado, lo recordaba, pero
no podía verlo con claridad...
Al centrarse de nuevo en la fiesta, sonrió como un bobalicón.
-"Las he besado." –Rió para sus adentros.- "Y no solo eso... Sino que..."
Solo en ese momento fue consciente de su gran erección matutina, una forma muy masculina que tiene el cuerpo de dar los buenos
días. Apestaba a tabaco y a sudor, necesitaría darse una buena ducha...
Pero su instinto fue más fuerte que su capacidad de raciocinio, antes de darse cuenta, ya estaba masturbándose, rememorando como
los pezones de Ana le habían acariciado, como Marta se los había mostrado sin tapujos, como había degustado su piel, sus labios, su
lengua... Con el último recuerdo del roce accidental de su dedo con el pezón de Ana, se corrió. Emitió un pequeño gemido, mantuvo la
fricción de su mano hasta que el último chorro hubo salido disparado. Había utilizado como barrera su camisa, sucia del día anterior,
por lo que no ocasionó graves desperfectos.
Pero pese a la paja, su miembro quedó en semi-erección, deseoso de celebrar aún más. Cogió algo de ropa de su armario y fue
derecho al cuarto de baño, tapándose sus vergüenzas. Sobresalto mayúsculo fue toparse en mitad de camino con Estela, tanto que
incluso le provocó un breve gritito.
-¿Qué haces aquí? –Le preguntó en el acto.-
-Me pediste que me quedara. –Dijo ella, respirando rápidamente a causa del sobresalto.- ¿No lo recuerdas?
-¿Eh? Sí, claro... –Mintió.- Me voy a duchar...
-¡Esta tu hermana! –Exclamó ella de repente.-
-¿Laura? –Abrió la boca con sorpresa, pero más se tapo sus vergüenzas, que parecían un imán para los ojos de Estela.- ¿Tan pronto?
-Son casi las dos, campeón. –Rió ella.- ¿Qué tal has dormido?
-Yo... Eh... Sí... –Estaba totalmente perplejo, agradeció llevar algo de ropa con la que taparse, pese a todo, estar desnudo le incomodó.-
-Tu hermana me ha invitado a comer, ¿No te molesta, verdad?
-No, está bien, me tengo que dar una ducha...
Escuchaba un zumbido incesante en el interior de su cabeza, sufría un exceso de alcohol, no estaba acostumbrado a beber, y sus
efectos se manifestaban en cuanto llevaba dos minutos con sentido.
-Está tu hermana. –Repitió Estela.-
-No importa, es mi baño... –Raúl se escabulló y abrió la puerta del baño.- Si quería intimidad se tendría que haber quedado en el suyo,
ahora salgo...
-Tú mismo...
Efectivamente, Laura salía de la ducha con el albornoz puesto, mal cerrado, tenia un curioso hematoma en uno de sus pechos, señal
que no escapó de su visión.
-Buenos días, princesa. –Dijo ella, riéndose de su cara de pánico.- ¿Vienes desnudo a saludarme?
-Este es mi baño, ¿Qué haces aquí? –Gruñó él.-
-Tu bañera es más grande que la mía, necesitaba relajarme, además, estabas dormido...
Raúl se sentó en el inodoro, estaba desnudo, pero seguía tapándose con la ropa que tendría que ponerse una vez hubiera pasado por
la ducha.
-¿Qué mierda es eso? –Señaló de malos modos el trozo de seno que dejaba a entrever.-
-Bueno... –Ella suspiró.- Digamos que alguien se pasó mostrando su felicidad...
-¿Te ha mordido?
-Se llama pasión, es lo que a veces tienen las personas normales, no como tú, que eres más soso que chupar una tiza.
Raúl maldijo en voz baja, miró al suelo un instante, respirando con dificultades por la tensión. Todo había sido perfecto esa mañana
hasta que había abandonado su habitación.
-Bueno, ¿Qué te queda? –Farfulló mientras se frotaba las sienes.-
-Ya está, ya está... Me secaré el pelo en mi cuarto.
-Mejor...
-Oye... –Bajó su voz a un susurro.- A esa no la conocía, ¿Quién es? ¿Tu novia?
-¿Estela?
-Hombre, no sé chico, podías avisar, ha sido un palo encontrarla en tu cama esta mañana, yo que pasaba a preguntarte si todo estaba
bien...
-Mi cama... –La niebla se disipó ligeramente y pudo escuchar como, efectivamente, le pedía que se quedara a su lado.- Bueno, no es
mi novia, y no ha pasado nada... ¿Verdad?
-Eso pregúntaselo a ella... –Laura le dio un beso de buenos días y le dejó solo en el baño.-
No, eso de que las borracheras borran tus recuerdos era cosa de ficción, solo tenia que esperar y darse un buen baño frío. Tras la
ducha se sintió doblemente mejor, por un lado, se había despejado, por otro, ya no se notaba pegajoso. Una vez acondicionado de
nuevo su cuarto de baño buscó a las chicas, que estaban hablando en susurros de algo que consideraban muy gracioso.
-¿De qué habláis que es tan divertido? –Preguntó él afablemente.-
-Cosas de chicas. –Le riñó Laura.- Por cierto, deberías empezar con la comida, se hará tarde, tengo una venta a las cinco.
-Claro que sí, mi ama, ¿Desean algo más? –Contestó irritado.-
Molesto por el trato que le había dado su hermana frente a una invitada entró en la cocina. Improvisó una comida rápida, se cortó al
pelar un par de patatas, dado que pensaba en todo menos en lo que hacía. Dispuesta la comida, llamó a las mujeres, que llegaron
igual de habladoras de cómo las había dejado, callando en el momento preciso en el que atravesaron la puerta de la cocina.
-Por tener una invitada podríamos comer en el salón, ¿No? –Lanzó él.-
-No, no hace falta, no os toméis la molestia por mí. –Rogó Estela.-
-Bueno, lo que ella quiera. –Masculló Laura.-
-No, de verdad, vuestra cocina es preciosa, está todo perfecto, en su sitio, parece la de un anuncio...
-Agradéceselo a mi Mr. Proper particular... –Su hermana le señaló.- Es magnifico con la fregona...
-Comed, se quedará frío. –Comentó Raúl silenciosamente mientras sentía como su frágil virilidad se esfumaba.- Que aproveche.
La comida estuvo regada con un vino que el chico no cató pero que las mujeres degustaron con placer, se sentía a mil kilómetros de
distancia de su mundo de las feromonas, es más, incubó un profundo rencor hacia ellas por dejarle esos largos minutos a la misma
altura que una polilla.
-Dios, Raúl, cocinas muy bien... –Le felicitó Estela.-
-No es nada del otro mundo. –Refunfuñó modestamente.-
-Bueno, tortolitos... –Laura se incorporó y empezó a recoger la mesa.- Lamentándolo mucho, he de ir a trabajar... Os dejo solo...
-Un placer conocerte, Laura. –Las chicas se dieron varios besos cordiales en las mejillas.-
-El placer es mío, ya hablaremos más, tengo tu teléfono. –Su hermana se despidió de nuevo, unos minutos después escucharon la
puerta cerrarse.-
-Es un encanto, parece que os viene de familia.
-¿De qué hablabais? –Le interrogó de inmediato.-
-¿Tanto te interesa?
-Sí.
-Bueno, pues de todo un poco... –Estela sonrió con picardía. Ambos se levantaron y recogieron el resto de la cocina.-
-Mi hermana puede ser muy agradable cuando le conviene, es buena persona, pero...
-Le gusta controlar tu vida. –Ella terminó su frase.- Lo sé, me he dado cuenta, pero no lo hace con mala intención, te protege.
-Creo que soy mayorcito como para que me tengan que "proteger". –Las palabras se deshicieron en su boca, en realidad, no conocía a
una persona que necesitara más que le llevaran de la mano.-
-Quería saber que había entre nosotros. –Dijo ella por fin.-
-¿Qué le has respondido?
Por unos instantes Raúl se sintió otra vez desnudo frente a la incisiva mirada de Estela, una mirada astuta, inteligente, pero, sobre
todo, humana, no la había visto más de un par de veces, pero le recordaba a esos ojos tallados en mármol de las esculturas del
renacimiento que tanto habían visto en los libros.
-Nada de lo que tengas que preocuparte. –Él supo que sería lo máximo que le sacaría en claro.-
-Bueno... –Se propuso cambiar de tema.- ¿Qué tal has dormido?
-¡En tus brazos! –Sonrió extensamente.- Muy bien... Como la otra vez que me acompañaste, no sé explicarlo, pero... ¡Es desesperante!
-No será para tanto.
-No, de verdad... –Por un momento Estela hizo ademán de escupir unas palabras, pero al parecer, no encontró las adecuadas.- Es
como si estuviera en una nube...
-¿Quieres algo de postre? –De nuevo cambió de tema, lo que provocó un bufido desesperado de la chica.-
-Cicuta, a ser posible...
-¿Quieres un beso de chocolate?
-¿Un qué?
Con una sonrisita sarcástica Raúl buscó en uno de los armarios y sacó una caja alargada, llena de lo que parecían bombones.
-Sírvete, te gustaran.
-Pero solo uno...
Cuando introdujo el apetitoso bombón en su boca cerró los ojos, buscando el "beso", como si fuera algo así como una cereza o un
trozo de almendra.
-No sé donde está el be...
Pero Raúl ya se lo había dado, la besó a traición, sí, pero ella no se quejó mucho. La estupidez del "beso de chocolate" era una de
tantos gestos extraños que había pensado en sus momentos de soledad, cosas irrealizables, anticuadas, sí, pero sorprendentes.
-¿Qué te ha parecido? –Le preguntó una vez sus labios se separaron.-
-No lo sé... –Suspiró ella, que permanecía con los ojos cerrados.- Tendría que volverlos a probar...
-Lo siento, solo me quedaba ese. –Ironizó Raúl.- Ven, vamos al salón, pondremos una película, o algo... ¿Qué se hace en este tipo de
situaciones?
-¿No todo tiene que estar planificado sabes? –Laura le cogió de la mano, fingiendo estar molesta.- Ese es tu principal problema, que
antes de vivir el momento prefieres tener claro los tres siguientes, menos cuando dejas salir a tu verdadero yo, como esto del "beso de
chocolate", ¡Es de película! Cualquiera chica caería rendida ante un detalle semejante...
-Lo dudo... –Raúl tuvo que aguantar que la chica se sentara en su parte del sillón.-
-Bueno, ten en cuenta que hoy en día a la segunda copa ya te están diciendo de echar un polvo... –Le explicó frenéticamente.-
Nosotras cedemos, pero porque no nos queda otra...
-No sé si estoy preparado para esta conversación. –Balbuceó de pronto.-
-¿Qué conversación? –Estela mostró su gran sonrisa, divertida por las reacciones del muchacho.-
-Hablar de chicas, de gente, de sociedad... –Fingió un escalofrío.- Son temas que no conozco...
-Porque te dan miedo, campeón. –Se apoyó en su hombro.- Simplemente no has podido ser tu mismo nunca... Eres guapo, inteligente,
tienes detalles que harían que a cualquiera se le cayeran las bragas...
Estela masculló una disculpa por su comentario tan fuera de lugar. Mantuvieron el silencio un par de minutos, donde miraron sin
prestar atención a la televisión, que mostraba noticias, casi todas sobre muerte, pobreza y guerra, unos medios optimistas, sin duda.
-No quiero parecer entrometida, pero... –Rompió el silencio.- ¿Por qué vives con tu hermana?
-Bueno, supongo que conocerás la versión de la calle... "Mis padres se jubilaron y decidieron irse a vivir un retiro merecido." –Contestó
él con poco entusiasmo.-
-¿Cuál es tu versión? –Preguntó Estela con tacto.-
-Bueno... Realmente... –Respiró profundamente.- Es que, verás, yo nunca me llevé bien con mi padre... Convertíamos cualquier cosa
en una competición, nunca supe qué le pasaba, pero detestaba que pasara tiempo con mi madre, como sabrás, nunca he sido
precisamente muy sociable, a excepción de mis amigas de la infancia, que me consiguió mi madre, por cierto.
-Ana y Marta. –Completó la información con un asentimiento de cabeza.-
-Bueno... Mi madre siempre me protegía, daba la cara por mí, se sentía en la obligación de defenderme a ultranza, supongo que sentía
compasión de un ser tan... –Soltó un pequeño sollozo.- En fin, al final la situación se tornó explosiva... Habíamos llegado a un callejón
sin salida donde lo único que nos quedaba era ir por caminos diferentes, pero yo era aún demasiado joven...
Sentía un pequeño grifo entre sus ojos, un grifo que había permanecido cerrado mucho tiempo pero que amenazaba con abrirse a
máxima presión.
-Se fueron a vivir a otra ciudad, corren con la mayoría de los gastos, en cuestión de dinero nunca nos han dejado tirados... Mi hermana
decidió hacerse cargo de mí, es buena chica, un poco cabeza loca, pero... Por lo menos ha estado siempre en los momentos
importantes...
-Lo siento mucho, Raúl. –Estela le dio un beso en la frente.- Yo también he tenido un historial familiar controvertido, pero...
Se produjo un silencio tenso, Raúl ni pestañeaba, temeroso de que la cascada de lágrimas apareciera, esos recuerdos eran tan
duros... Lo peor era que su padre y él habían tenido momentos maravillosos... Días, quizás semanas, donde hacían viajes, iban de
caza, le invitaba a tomar mosto...
-Bueno... Ya lo sabes... –Rió con amargura.- Supongo que ya no te resultaré tan encantador...
-¿Bromeas? –Estela le cogió la mano.- Cuanto más te conozco más sé que te necesito... Los amigos no solo están ahí para beber y
reír... La confianza es un regalo que valoro mucho...
Vieron el resto de las noticias. Raúl tenia sueño, la situación era tan agradable... El sol entraba por los ventanales y les acariciaba con
su cálido abrazo, el sofá era cómodo, el perfume afrutado de Estela cubría el ambiente... Supuso que al despertar habría vuelto a casa
para cambiarse, pero había vuelto...
-Pide un deseo. –Susurró él de pronto.-
-¿Un deseo?
-Sí, no lo digas, piénsalo.
-Ya está. –Estela se acomodó en su regazo.-
-Duerme bien.
-En las nubes... –Rió ella, antes de cerrar los ojos y concentrarse en escuchar la respiración de Raúl.- Contigo al lado, claro...

Capítulo XIII
Había sido una pequeña cabezada, ese tipo de sueño que puede tenerte todo un día en la cama aún sin necesitarlo, sueño
reparador...
-Bella Durmiente... –Susurró mientras le acariciaba el cuello.-
-Príncipe Encantador... –Rió ella, ocultando un pequeño bostezo.- Buenos días, otra vez.
Aunque lo lamentaron profundamente, no pudieron mantener esa situación más tiempo, Estela tenia un compromiso con sus amigas,
fue una despedida emotiva, el inicio de un fin de semana insípido donde tuvo que mostrar su negativa a salir, no tenía ánimos.
El lunes por la mañana se presentó en clase, recuperado de su depresión de fin de semana, pero las cosas no apuntaban a mejorar.
Vio a Ana en el lugar acostumbrado, siempre estaba sentada en ese pequeño muro, escuchando música o hablando con sus amigas.
Raúl intentó acercarse hacia ella, pero tan pronto como le vio, salió rápidamente en dirección contraria.
Lo hubiera tomado como algo sin importancia de no ser porque los días siguientes tuvo el mismo comportamiento, le evitaba, en
cualquier tipo de situación, siempre había algo muy interesante que debía escuchar, siempre había una amiga que la llamaba desde
lejos... Incluso ignoró un correo electrónico que le mandó... Raúl estaba poco menos que desesperado, no había tenido ni la menor
idea de que pudiera mantener ese comportamiento después de su acercamiento del cumpleaños de Marta.
-"Algo he hecho mal..." –Se mortificaba.- "Pensará que soy un cerdo, o algo peor..."
No se concentraba en clase, apenas si conseguía dormir, tal era su obsesión... En ese estado de psicosis teñida de tristeza por lo que
pudiera pensar Ana, seguramente cosas horribles y obscenas, urdió un plan desesperado.
El lunes por la mañana tocó en la puerta del despacho de la profesora Schoeder, uno de los privilegios de los colegios privados era
que los profesores, fuera cual fuese su asignatura, tenían asegurado su despacho. La entrenadora Claudia se extrañó mucho al verlo
delante de su puerta.
-¿Ocurre algo? –Preguntó extrañada, aún sin dejarle pasar.-
-Es que necesitaba hablar con usted. –Sentía un doloroso picor en las costillas, estaba haciendo algo ruin, lo sabia.- En privado.
-Bueno... Pasa... –Le dejó entrar, con el mismo gesto sorprendido. Se le hizo extraño verla vestida de calle, durante mucho tiempo tan
solo la había visto en bañador o en pantalones cortos.- Dime, ¿Qué puedo hacer por ti?
-Necesito un favor... –Empezó a temblar, quería irse, necesitaba irse, pero su desesperación fue mayor que su dignidad.- Un favor
importante.
-Bueno, no sé que puedo hacer por ti, pero...
-Quiero ver a Ana, sí, la de su clase, necesito estar con ella a solas, al menos unos minutos.
La mirada que le lanzó Claudia fue de absoluta incomprensión.
-No sé que señales equivocadas te he dado, pero no estoy dispuesta a entrar en esos juegos tan poco apropiados... –Se incorporó y
caminó hasta la puerta, que abrió al instante.- Si no tienes más que pedirme aparte de ser tu cómplice en escarceos amorosos con
mis alumnas, creo que es mejor que te vayas.
-Me va a ayudar, quiero o no...
-Que no se te olvide, jovencito, que estás hablando con una profesora del centro, no comunicaré este comportamiento al director por
ser la primera vez, pero si insistes...
-Se lo diré, al director, si no me ayuda...
-¿Decirle el qué?
-Que es usted lesbiana. –Soltó en un susurro, sintiendo como el desagradable sabor de la bilis le subía por la garganta.-
Si hubieran puesto un folio al lado de la cara de la entrenadora Claudia no se habría distinguido de su cara, había empalidecido al
extremo. Tosió ligeramente y recobró la compostura.
-Menuda idiotez, te lo advertiré por ultima vez, si no te vas, tendré que ir a por el director.
-De verdad, no quiero hacerlo, pero...
-¡Eso no significa nada! –Estalló de pronto, cerrando la puerta con un portazo.- ¿Qué le importará al director que sea lesbiana?
Profirió una serie de palabras en alemán que, menos amables, debían ser de todo. Raúl estaba asqueado de si mismo, no se
reconocía, pero a tal grado había llegado su desesperación.
-Quizás a él no... Pero... Cuando se entere el Consejo Escolar... No sé lo que pensarán ellos, pero dudo que les guste saber que una
persona con su orientación sexual ve desnudas a sus hijas casi todos los días...
-Eres... –Le salió un acento alemán que no le había escuchado nunca. Sus ojos se bañaron en lágrimas, pero sacó su flema nórdica,
aspiró aire, y se sentó de nuevo en su butaca, mirando a Raúl con odio en la mirada.- Tu no sabes lo que es esto...
-Yo solo quiero que...
-Tengo que hacer 200 kilómetros para poder hacer el amor con una mujer sin temor a que sea conocida de alguna de mis alumnas o
sus familiares... –Su integridad nórdica parecía a punto de ceder.- Llevo dos meses sin tener ninguna relación sexual por ese motivo...
No es porque sea lesbiana, esos tiempos ya han pasado, pero me gusta mi trabajo, y sé que es incompatible con mi sexualidad, pero,
de verdad, nunca he hecho nada, ni he mirado nada... Es... Es lo último que haría...
Raúl se sentía totalmente desgraciado, deseó no haber tenido esa estúpida idea nunca, eso solo salía bien en las películas, había
herido gravemente a Claudia, que tan simpática había sido con él... Cuando las lágrimas de Claudia salieron, en tropel, no pudo evitar
levantarse y abrazarla. Ella no lo rechazó, sino que lloró su amargura en su hombro, tristeza contenida durante muchos meses...
-Yo no quería esto... –Susurró Raúl, que también tenía que hacer grandes esfuerzos por no llorar, al fin y al cabo, no era un monstruo,
no podía soportar esa carga de conciencia.- Si supieras como me siento... Me evita, me ignora... No responde a mis llamadas... No sé
que he hecho mal, pero el dolor y la incertidumbre me comen por dentro, no me dejan dormir, solo pienso en poder hablar con ella...
Tan desesperado estoy que he recurrido a una encerrona...
-Eres imbécil... –Sollozó Claudia.- Si me lo hubieras explicado en un principio, no tendrías que haberme echo pasar por esto...
-Bueno... No te preocupes, yo no voy a decir nada, ni mucho menos... –Raúl se separó, ver a esa belleza alemana con los ojos llorosos
le hizo desear una muerte lenta y dolorosa.- No quería esto... De verdad...
Salió corriendo antes de que la entrenadora pudiera decir nada, se saltó una clase, estuvo encerrado en la cafetería, pensando en su
comportamiento, desgraciadamente al principio, y afortunadamente al terminar, tenía clase en el pabellón de natación.
-Venga, hoy quiero intensidad... –Bramaba su entrenador, mientras les sacaba mil defectos.- ¡Intensidad!
Raúl ni siquiera había mirado a Claudia, se sentía profundamente avergonzado, pensaba en pasarse después para disculparse, las
palabras tenían mucho poder, sobre todo para hacer daño... Cual fue su sorpresa cuando, estando en su portería siguiendo el juego,
observó como la entrenadora sacaba a Ana del agua y le daba unas instrucciones en voz baja, esta, sorprendida, se había ido camino
del vestuario.
Fruto de su distracción le marcaron un sonado gol, lo que le provocó una seria reprimenda de su entrenador. Un par de minutos
después Claudia se acercó hacia su entrenador, estuvieron hablando durante unos segundos.
-Raúl, sal del agua, ayuda a las señoritas a mover unas cajas. –Lo dijo con sorna, mirando a Claudia como a un bicho raro, según su
mentalidad deportiva, sino podías valerte por ti mismo, no valías para nada.-
La entrenadora estaba tan encantadora como siempre, pero sus ojos no eran como los recordaba de la primera vez, estaban algo
apagados... Le indicó con la mano que siguiera el camino del vestuario femenino.
-Lo siento... –Susurró apenado.-
Su única respuesta fue intuir una sonrisa a través de la rubia melena de Claudia.
En el vestuario estaba Ana, efectivamente, moviendo unas cajas llenas de material que no se sabía a cuenta de que habían acabado
allí. Llevaba puesto el bañador reglamentario del colegio, su gran talla de busto hacia que le quedara a las mil maravillas... Nada más
entrar, la chica dio un ligero respingo.
-¿Qué haces tu aquí? –Preguntó al instante.- Es el vestuario femenino.
-Me ha mandado tu profesora a ayudar con las cajas... –Dijo él con voz queda.-
-Ya... –Ana se dio la vuelta y continuó con lo suyo.-
En realidad no sabía mucho que estaban haciendo, las movían de una esquina del vestuario a la otra, unas instrucciones estúpidas,
pero necesitaba tiempo.
-Déjame echarte una mano... –Ofreció cuando Ana cogió una caja especialmente pesada que no podía mantener en alto.-
-No, puedo yo sola. –Sentenció ella.-
-Anda ya, deja de comportarte como una niña, no puedes, venga, entre los dos.
-¡No! ¡Yo puedo sola!
En el forcejeo por coger la caja entre uno o los dos, esta se les resbaló, haciéndoles muchísimo daño en la espinilla y los pies.
-Mira lo que has hecho... –Maldijo Ana mientras se frotaba el dedo gordo de su pie.-
-Tendrías que haberme dejado ayudarte.
-Nadie te lo ha pedido.
-A veces necesitamos una ayuda que no podemos pedir. –Dictaminó él.- Tu y yo tenemos que hablar.
-No tengo nada de que hablar contigo...
-¡Anda ya! –Estaba hablando a voz en grito, se consoló con la idea de que los vestuarios estaban bien aislados del complejo, y que el
escándalo ahí reinante les protegería de oídos indiscretos.- Me has estado evitando toda la semana...
-No sé de lo que me estas hablando. –Ella miró hacia otro lado.-
-¿Es por lo de la fiesta? –Su tono de voz bajó.- ¿Qué hice mal? Dímelo, ¿Qué hice mal?
-No sé por qué te quejas, llevamos años sin hablar seriamente... Te he ignorado esta semana, sí, pero no es nada diferente a la
semana pasada...
-Sí es diferente, lo del jueves lo hace diferente.
-¿Lo del jueves? –Pareció sorprendida.- ¿Qué pasó el jueves?
-No hagas como que esto no va contigo, no voy a tragar más tiempo, no, esta vez no...
Un hilo de rencor se dibujaba en sus palabras, todos esos días de pensar en sus grandes y amadas amigas que lo ignoraban
completamente...
-En la fiesta, en el beso, en... lo demás... Eso fue especial...
-¡Pero si lo hicieron todos! –Exclamó ella.- Se llama "juego", y no te causaría tanto impacto si no fueras tan inadaptado.
-¿Un juego? –No se lo había planteado hasta el momento, pero podía ser que solo hubieran hecho esas cosas por el juego, que no
tuvieran ningún eco por su parte, tan solo él se había tomado la molestia de sentir algo.- No, no es verdad...
-Por favor... –Parecía exasperada.- Lo he hecho con docenas de chicos, siempre son las mismas pruebas, no deberías habértelo
tomado tan en serio.
¿Seria posible que todo lo que había sentido fuera artificial y solo por su parte?
-Mira... No sé que cambió el jueves, solo sé que lo que sentí no nació ese día, todo lo que he acumulado estos años, todos mis
sentimientos por ti...
-Pero de que hablas...
-Todos los momentos en los que te vi lejos, con otros, en mundos inalcanzables... Sé que todas las barreras desaparecieron, lo sentí, y
tu también, lo sé...
-Raúl, creo que necesitas tratamiento...
-Tanto como tú... –Estaba herido en su amor propio, le podían criticar en todos los campos, pero de crear sentimientos artificiales, no.-
Desde lo de tu padre no has sido capaz de querer a nadie, sí, no soy estúpido, llámame depravado o lo que quieras, pero tus ojos te
descubren.
-No quiero seguir aquí contigo, me das miedo... –Ella hizo ademán de irse, caminó hacia la puerta, pero la potente mano de Raúl la
detuvo.-
-Si tanto lo crees, demuéstramelo, no sentiste nada, entonces no tienes que temer...
-¡Suéltame! –Gritó ella, pataleando, intentando liberarse.- ¡Estas loco! No puedes...
Pero nunca terminaría esa frase, pues Raúl, a un paso de la verdadera locura, le tapó la boca con un beso, un beso no, "El Beso". Ana
se resistió los tres primeros segundos, pero después, se rindió. Él, por su parte, no cabía en sí de gozo, eran auténticos, todos estaban
otra vez ahí, detrás de una cortina de miedos y vergüenzas... La besó con dulzura, con pasión, la abrazó, la acarició, le recordó sin
palabras todo lo que habían sido, le dejó intuir, con su beso, lo que podrían ser...
Se separaron, Raúl buscó sus ojos, pero ella miraba al suelo, con pena grabada en la frente.
-¿Qué temes? –Susurró él.- No podría hacerte daño...
-Los sentimientos acaban siendo formalidades de las relaciones sociales...
-Vale, y ahora que hable Ana. –Dijo él, intentando quitarle gravedad a sus palabras.- ¿Quieres un nuevo beso?
-Raúl, es imposible, somos muy diferentes, tu eres... y yo...
La obligó a mirarle a los ojos, unas lágrimas escapaban de los ojos necesitados de cariño que tanto le quitaban el sueño
-Nunca lo sabrás si no lo intentamos...
-No lo merezco. –Murmuró.- Todo este tiempo te he evitado, tú siempre estuviste a mi lado, fuiste mi apoyo... Te quería tanto... Era muy
niña para saberlo, pero... Supongo que por eso te aparté de mi lado, no quería volver a saber que era eso, te enterré en un cajón de mi
escritorio... Pero, cuando me tocaste... Cuando me besaste... El cajón se volvió a abrir, pero es algo que ya no quiero... No puedo
aceptarlo...
-Nita... –Respondió el, utilizando el apodo cariñoso que había usado toda la vida para referirse a ella.- Lo siento... Pero no puedo
volverme atrás... Esta semana he querido desaparecer tantas veces, librarme de tu recuerdo para siempre, pero ha sido imposible...
Sé que estas a una altura inalcanzable, tan solo está en tu mano bajar conmigo, hacerme feliz...
Se produjeron unos segundos de silencio.
-Si quieres irte vete. –Señaló a la puerta.- Si te quedas, voy a darte el primer beso de muchos más...
Sin embargo, Ana no se fue, sino que se lanzó a sus brazos, le besó, le mordió, le abrazó con fuerza.
-Ayúdame, por favor. –Lloró ella.- No dejes que haga más locuras, por favor...
Poco a poco le fue conduciendo hacia la camilla donde debían darse masajes cuando sufrían una lesión. Se sentó en ella, le miró a los
ojos, sonrió, tímida. Bajó los tirantes de su bañador, lentamente.
-¿Seguro que es lo que quieres?
-No me dejes pensármelo mucho... –Rió ella, nerviosa, pero decidida.-
Cuando ella le mostró de nuevo sus senos, no pudo más que observarlos con detenimiento, eran dos obras de arte, sin duda. La piel
de Ana era pálida, por lo que les daba el aspecto de escultura griega. Pero no se detuvo, continuó bajando su bañador, hasta
quitárselo por completo. Su sexo estaba depilado, pero menos que los que había visto hasta el momento, y así le gustaba más. Estaba
de pie, no podía ver mucho, pero todo lo que vio, era perfecto.
-Supongo que te lo habrán dicho muchas veces, pero... Eres preciosa...
-Tampoco tu estás nada mal. –Ironizó ella, mientras le acariciaba el trasero.-
La pasión se desató a raíz de una mirada, ella le mordió en el lóbulo de sus orejas, el paladeó el néctar de sus labios y lo llevó hacia
sus pechos, sus grandes y preciosas tetas, que eran todas para él, las degustó con delicadeza, como si fueran una obra de arte frágil,
su pezón sabia a malvasía, un delirio de placer recorrió su entrepierna, que ya daba muestras de su gran excitación.
-Raúl... –Ella se detuvo.- Tengo que decirte... Esta es... Mi primera vez...
No pudo más que comérsela a besos.
-Tranquila... Tampoco yo soy un profesional...
-Será una experiencia conjunta... –Ana se tranquilizó.-
Raúl la reclinó en la camilla, recorrió su cuerpo en una caricia, ganándose un suave gemido por su parte, beso sus pechos, su cuello,
jugó con su ombligo... La respiración de ambos aumentaba en intensidad, y fue más potente cuando pasó a sus piernas, besó sus
muslos, jugó con sus dedos... El placer se convirtió en delirio cuando llegó a las proximidades de su pubis, olía a mujer, ese olor tan
intimo, elixir del placer...
-Tranquila... –Susurró él.- Todo está bien...
Cuando acarició sus labios mayores con su boca, Ana tuvo un escalofrió monumental, terminado en gemido. Intentaba hacerlo lo más
despacio posible, quería que ella estuviera caliente, muy caliente, que lubricara bien... Pero tras un minuto dedicado a las
proximidades del clítoris, su orgasmo fue inminente.
-Raúl... ¡Raúl! ¡Qué me haces! –Fue su extraño grito de guerra.-
Sus fluidos acabaron generosamente depositados en la garganta del joven, que los paladeó con sumo placer. El sabor era extraño,
pero, a su vez, significaba tanto... Dejó que se recuperara y la besó de nuevo. Se la veía tan preciosa, tan perfecta...
-Es... Mi turno... –Titubeó ella.-
Fue un momento tenso para los dos, pero esta vez fue Ana la que rebajó la tensión dándole un beso por encima del bañador. Poco a
poco lo bajó, su erección era ya tremenda... Raúl se sintió avergonzado, pero la chica le miró a los ojos.
La mano de Ana acarició con mucho respeto su paquete... Había tenido un par de relaciones de sexo oral en su vida, pero ninguna
con esa intensidad, ese deseo de dar placer...
Dio un suave beso en el glande de la polla de Raúl, que la correspondió con un suspiro. Empezó con timidez, con un pequeño
lametón, pero luego, la introdujo en su boca, una vez, dos... Cada vez con más soltura, cada vez más profundamente. Sus manos
acariciaban los testículos del chico, aparte de recorrer su falo cuan largo era.
Raúl empezó a gemir pronto, con menos intensidad, pero igualmente, disfrutando de una mamada espectacular. Lo que más placer le
daba era ver como los ojos de Ana estaban clavados en los suyos en todo momento, con un semblante pícaro. Cuando vio que no
aguantaría mucho más, aupó a Ana a la camilla, disfrutando de su trasero, que tanto le gustaba.
-¿Estas segura? –Preguntó él de nuevo.-
-Contigo sí...
Colocó su miembro en la entrada de Ana, la acarició suavemente con el glande, había leído que eso relajaba, realmente estaba
perdido. Introdujo su polla poco a poco, ella se contrajo, con los ojos cerrados, concentrada en captar hasta la mínima sensación.
Pronto se topó con su himen, fue complicado al principio, era como una pared de tela que taponaba su progreso a través de la vagina
de la chica. Apretó un poco mas, Ana emitió un ahogado quejido.
-Sigue, sigue... –Dijo ella para tranquilizarlo.- No es nada...
Tras el tercer intentó, el himen cedió, y su polla entró por completo. En el instante de romperse el himen Ana se había estremecido,
pero había durado poco, él no era muy experto en desvirgar jóvenes, pero, con el tiempo, se daría cuenta de que había otros mucho
más duros que ese que había sido su primer gran amor.
-Ya está... –La consoló él, mientras la besaba.- Has sido muy fuerte...
-No te distraigas. –Rió ella, pero en su cara aún se distinguía una mueca de dolor.- A lo tuyo...
La vagina de Ana era infinitamente más estrecha que la de su hermana, o Cristina, supuso que, con el uso, las paredes vaginales se
ensanchaban, también había oído que con los partos ocurría lo mismo, así que era lo lógico. Al sacar su falo del interior de la chica
comprobó que había restos de sangre por doquier, nada de lo que alarmarse, se consoló. De nuevo entró, y esta vez apenas hubo
dolor en la mujer. La cuarta vez que la penetró consiguió obtener ese pequeño gemido que estaba buscando, esa señal que le indicara
que iba por el buen camino.
Besó a Ana, buscó sus ojos, pero estaban entrecerrados, acarició sus pezones, quería darle el mayor placer posible...
-Sí, así... Sí... –Decía ella.- Ahora sí...
El ritmo se fue acelerando, no fue brusco en ningún momento, pero pronto los jadeos de Raúl y los gemidos de Ana fueron más
audibles. La penetró con amor, como aquel que cumple, no solo un sueño, sino algo totalmente necesario para su maduración. Ana
parecía también pensar lo mismo.
-Esto es lo que quería... –Gimió mientras se mordía los labios.- Es mi regalo, es tu regalo, es nuestro...
-Nuestro... Sí... Nuestro... –Respondía Raúl, con grandes dificultades para no correrse a causa del morbo.-
Pronto el nivel de los gemidos fue en aumento, la contracciones vaginales le indicaron lo inminente del orgasmo, y Ana se deshizo en
mil gritos, un segundo de estruendo, y silencio total. Tenia la cabeza echada a un lado, respiraba con dificultad, y lloraba, sí, lloraba.
-Estas... ¿Estas bien? –Raúl olvidó su orgasmo y "salió" de Ana para preocuparse por su estado.- ¿Ana?
-Ha sido... Raúl... Gracias...
Se inclinó hacia el hinchado miembro del joven y se lo introdujo en la boca, lo hizo de forma resuelta, rápida, casi salvaje. Raúl tuvo su
orgasmo casi al instante, su corrida fue monumental, incluso sus jadeos, cosa que no acostumbraba a padecer. Ana, recibió su semen
en la cara, y, sobre todo, en sus tetas, que quedaron bañadas de forma muy sensual. La abrazó, la besó, no le importó que estuviera
manchada de su propia leche, la pellizcó en los glúteos, le mordió la nariz...
-Esto era lo que había soñado... –Ana se limpiaba con una toalla los restos de la pasión.- Las otras me decían que había sido horrible
y doloroso, pero... Yo creo que ha merecido la pena...
-Vaya, gracias... –Rió el chico, ayudándola a limpiarse, y haciendo él lo propio.- Tomo nota, señorita.
Se besaron largo rato más, habían hecho el amor. Raúl no cabía en sí de gozo, tenia ganas de volver a poseerla, pero sabia que el
tiempo era vital para ellos, al fin y al cabo, a dos puertas de distancia había un pabellón deportivo lleno de gente.
-¿Nos veremos después? –Preguntó Ana, con dudas.-
-Nuestro después es ahora...
La significativa mirada que les lanzó la entrenadora Claudia les aseguró que, pese a que no habían oído nada gracias al aislamiento
del pabellón, en su cara se notaba, para el ojo experto, que sus problemas se habían resuelto.
-Entrenadora Schoeder, todas las cajas están en su sitio. –Exclamó Raúl en voz alta.- ¿Necesita algo más?
-No, gracias. –Claudia le lanzó una mirada pícara, el chico sonrió, feliz.-
Estaba en deuda con la entrenadora, y él nunca incumplía sus deudas, lo juró en el mismo momento que se introdujo de nuevo en la
refrescante piscina, si lo que Claudia Schoeder quería era tener sexo con mujeres sin que estas la delataran, él se las conseguiría.

Capítulo XIV
Con Ana el tiempo pasaba de una forma diferente... Un día compartían la mesa en la cafetería del instituto, y, antes de que se dieran
cuenta, estaban caminando cogidos de la mano al anochecer.
Ella era como un libro que había permanecido mucho tiempo cerrado, esperando que alguien se sentara a leerlo. Siempre la había
visto como una persona que guardaba las distancias con el resto, con una gran barrera en su alma que la separaba del mundo, pero
esa barrera cayó, y su sonrisa fue tan radiante como la de un niño al descubrir los caramelos.
Intentaron llevar lo suyo lo más discretamente posible, ninguno de los dos era proclive al chismorreo, tenían gustos similares, incluso
en lo referido a la música, donde ambos se declaraban indecisos. La vida de "novios" se les hizo extraña y ajena desde el primer día,
fueron al cine y a cenar un par de veces, pero no consiguieron terminar de encontrarle el significado que esperaban.
-Nada fue igual después del fallecimiento de mi padre...
-Debió de ser muy duro.
-Él era el único que me... Me comprendía, de verdad, siempre estuvo ahí, me enseñó todo lo que tenia que saber... –Decía ella una
tarde, cuando estaban tomando un café.- Era como si todo el mundo ideal en el que había vivido se esfumará, tan de repente...
-Tu padre te quería mucho, él no habría aprobado que te cerraras al mundo.
-Sí, y eso me lo has descubierto tú... –Suspiró ella.- No sé como, pero... Representabas ese pasado idílico... Es extraño, no sé
explicártelo, eres la puerta, pero también la llave...
-Un chico completo, entonces. –Rió mientras apuraba su café.-
-Oye, no te rías de mi sinceridad. –Protestó ella.- Para mi tampoco han sido unos años fáciles, renegar de ti misma es algo intragable...
-Lo que importa es que ahora serás tú misma... –Le cogió la mano y la besó.-
-Eso tiene sustanciosas ventajas para ti... –Ella le devolvió el beso.-
Pero había algo que no terminaba de ser real... Con Ana hizo el amor seis veces aparte de su primer encuentro en el vestuario
femenino, y en todas ellas sintió un enorme espacio que les separaba. La quería, eso lo sabía, pero, quizás, no era de esa forma... Lo
peor de todo fue darse cuenta de que ella también pensaba lo mismo. El sexo era magnifico, ganaba intensidad en cada encuentro,
pero terminaban con un súbito silencio, pensando cada uno en lo que estarían haciendo mal...
Una noche estuvieron viendo viejos álbumes de fotos, incluido uno similar al que había regalado a Marta por su cumpleaños, en él
había una foto muy curiosa, eran tres bebes, dos morenos, un chico y una chica, y otra chica, rubia. Hasta ese punto tan excéntrico
había llegado su unión, ahí se tenían, Ana, Raúl y Marta, juntos de niños, en una barbacoa que organizaron sus padres...
-No sé si seré una depravada... –Rió Ana.- Pero verte así desnudito entre las dos, me está dando muy malas ideas...
-¿Sí? –Él repasó la foto, realmente, no tenia precio, eran tan bebes, tan inocentes...- Define "idea mala"...
-Venga, no te hagas el loco... –Le zarandeó cariñosamente.- ¿Nunca lo has pensado?
-¿El qué?
-Venga, creo que la primera fantasía sexual que recuerdo es imaginarme besándoos a ti y a Marta, tenia 13 años, y fue muy violento,
no entendía nada... –Suspiró.- Hace ya tanto tiempo...
-Vaya, y yo que te tenia por la menos lanzada del trío... –Acarició su costado, tocando impunemente sus senos.- Tendré que rescribir
mis diarios...
-Por favor, que sé como la miras. –Ella levantó los brazos para dejarle mejor acceso a su busto.-
-¿A quien?
-¡Marta! ¡Quien va a ser! –Retozó pícaramente.- Porque no soy celosa, que si no...
-No sé a lo que te refieres... –Mintió.-
-Venga ya... ¿Nunca has tenido un sueño subidito de tono con ella? ¿Con nosotras?
-Eh... –Las imágenes de aquel sueño tan recurrente que había tenido durante meses volvieron a su cabeza.- No lo recuerdo...
-¿Nunca te has masturbado pensando en nosotras? –Increpó esta, con sospechas en la cara.- No me lo creo.
-Oye, te tienes un poco sobre valorada, ¿No crees? –Dijo el sarcásticamente mientras dejaba que sus manos atravesaran la ropa de
esta.-
-Porque yo lo valgo, ¿Verdad?
-Sí, para que engañarte... Nunca pensé que te lo diría, pero...
-Chsst... Cállate, tienes mi permiso para hacerlo siempre que quieras, es algo muy intimo entre dos personas...
-¿Masturbarse?
-No, saber que se masturban por ti, te hacen sentir deseable, ¿Sabes?
-Entonces tú debes sentirte muy deseable...
Cuando la mano de Ana había llegado a su entrepierna, concluyó con silbido entusiasta, antes de lanzarse a devorar con su boca su
piel pálida que tanto le gustaba, que tan suave era, que tan placenteramente le hacía correrse...
Para su sorpresa, la chica era muy apasionada, en una ocasión, incluso, llegaron a hacer el amor en el probador de una tienda. Raúl
recordaba su roce con Estela, pero Ana se mostró mucho más lanzada, prontamente se desnudaron, inmersos en un silencio difícil de
mantener a causa de su excitación... El sexo de Ana había sido engullido casi al instante y sin previos por el voraz miembro de su
amigo, y ahí, de pie, se habían amado hasta llegar al final...
-Me corro... –Dijo ella, levantando la voz.- No puedo, me... me...
-Chsst... –Raúl le puso la mano en la boca para evitar sus jadeos, sorprendentemente la única forma que encontró esta de no gritar,
fue morderle, acto que acelero la corrida de su hombre.-
Al salir del probador habían tenido que comprar un pantaloncito, dado que en medio de su pasión, había resultado manchado con la
corrida de Ana y Raúl. El vendedor puso de manifiesto su deseo de cambiarles la prenda, pero ellos, entre sospechosas carcajadas,
habían insistido en llevarse esa precisamente. Pese a que era un pantalón femenino, la chica había insistido en regalárselo.
Pero, otra vez, no conseguían encontrar la forma de tapar ese vacío que les atormentaba y les hacía guardar silencio...
Finalmente, en casa de Raúl, cuando ambos estaban tendidos en la cama, después de haber hecho el amor, aprovechando la
ausencia de Laura, surgió la conversación.
-¿En qué piensas? –Dijo ella en un derroche de originalidad.-
-En nada... –Respondió él.- ¿Y tu?
-Tampoco pienso en nada... –Masculló.-
Tenía a la chica entre sus brazos, apoyaba su cabeza entre sus brazos, recibiendo una suave caricia en el cuero cabelludo, cosa que
tanto agrada a las mujeres. Esa noche habían jugado a hacerse fotografías mientras hacían el amor, con una cámara Polaroid,
perteneciente a la hermana de Raúl, se habían hecho fotos, que descansaban en el suelo, en la mesa, debajo de sus cuerpos
desnudos... Él cogió la que tenia debajo de su mano.
Mostraba la imagen de Ana, desnuda, con la cabeza ligeramente flexionada hacia atrás, los ojos entrecerrados, en su cuello
formándose unas cristalinas gotas de sudor... Era una instantánea preciosa, la juventud de Ana la hacía casi perfecta, y esa expresión,
digna de la mejor de las actrices eróticas que hubiera tenido el placer de ver. Al principio se habían mostrado tímidos, pero después...
-Raúl, ¿Qué nos pasa? –Susurró ella con un lamento, de repente.- ¿Qué nos está pasando?
-No lo sé.. –Murmuró, apenado.- Todo es perfecto, pero...
-Pero no estamos hechos el uno para el otro... –Ella se incorporó y le miró a los ojos.-
-Ana, yo... Yo... Te quiero...
-Sí, yo también, lo sabes, de verdad... –Le besó lentamente.- Pero creo que no de esa forma...
-Esto no puede estar pasando... –Pese a que él sabía que todo lo que decían era verdad, no quería hacerse a la idea de sus
consecuencias.- No puedo perderte otra vez, no, ahora no...
-No, tonto... –Se besaron de nuevo.- Llegados a este punto creo que nunca podría ser como antes, nunca podría intentar olvidarte, te
quiero, te necesito a mi lado, pero no de esta forma... Creo que eres lo más parecido a mi mejor amigo...
-Supongo que esto es el fin. –Pensó que lo mejor era no hacer una escena y acabar con toda la dignidad del mundo.-
-Sigues en lo mismo... –Ella sonrió.- A partir de ahora siempre estaré ahí para lo que quieras, no solo eres mi nuevo mejor amigo, sino
que... Bueno, has sido mi primer amante...
-Amante... Que solemne... –Raúl no pudo hacer más que reírse a carcajadas, ella intentó estrangularle con la almohada.-
-Oye, que intento mantener una conversación seria... –Protestó Ana.-
-Entonces en qué quedamos, o, mi adorada amante. –Continuó él.-
-Bueno, estaré para lo que quieras, te necesitaré también a mi lado, serás mi gran guía espiritual, con derecho a roce...
-Eso es fundamental, sin duda... –Raúl acarició las tetas de Ana.- Pero tú debes seguir con tu vida, yo sobreviviré, eso sí, quiero verte
sonreír, y, sobre todo, quiero que respondas a mis llamadas...
-Estaremos en contacto... –Ella se acomodó en sus brazos.- Y ahora, duerme, pasemos juntos esta última noche...
Él estaba absolutamente extenuado tras una larga e intensiva sesión de sexo, las dos semanas que había durado su unión con Ana
habían sido perfectas, pero todo debía terminar, serian muy amigos desde ese entonces, incluso se acostarían juntos varias veces
más, desde un mutuo respeto y, sí, su particular forma de amarse prevalecería. Fue difícil verse en los brazos de terceras personas,
pero lo superaron, se querían demasiado para no hacerlo...
La mañana siguiente se despidieron haciendo el amor, incluso, hubo un atisbo de masturbación a la "cubana" al final del espectáculo,
desde que Ana lo había visto en una pagina web, había deseado hacerlo, su abundante delantera le granjeó a Raúl una corrida brutal,
dejó el pecho y la cara de la chica llenos de su leche... Por primera vez, esta lo probó, su cara era de astucia.
-Es un sabor extraño. –Dijo mientras probaba un poco más.- Pero no me atrae la idea de saber que me estoy comiendo varios millones
de tus espermatozoides, pobrecitos...
-Creo que a ellos les debe encantar poder estar cerca de ti. –Rió el chico.- Es más, creo que si me das diez minutos, puedo volver a
presentártelos...
-Sorpréndeme...
En cinco minutos y gracias a los estímulos que Ana le daba, su erección ya fue suficiente como para volver a penetrar a la joven, que
se corrió con gran facilidad en dos ocasiones.
-Te voy a dejar un autógrafo, para la posteridad...
Ana de nuevo le sorprendió llegando hasta el ordenador y encendiéndolo, por el camino, había recogido las docenas de fotos que
llenaban la habitación, las miró divertida, como si la idea de hacerse fotografías fuera espectacular. Tras esperar que su procesador se
pusiera en marcha, le sorprendió cogiendo la cámara digital que descansaba encima del monitor, y, más aún, cuando le enfocó con
ella.
-¡Que haces! –Corrió a tapar sus vergüenzas.- ¡Apágala!
-Venga ya, no me vas a decir que te molestan las cámaras, porque no me lo creo.
Ana cogió la cámara entre sus manos y llegó hacia Raúl, quitándole de encima la sábana con la que se había cubierto.
-Si estas viendo este mensaje... –Empezó Ana.- Es que te has acostado con mi querido Raúl, sí, lo hace como un campeón, bueno, yo
no tengo mucha experiencia, pero si aún puede mejorar... ¡Jesús!
-Ana... –Susurró él, mirando a la cámara como si fuera una amenaza.- ¿Qué haces?
-Dejar constancia de lo nuestro. –Rió ella de nuevo.- No te preocupes... ¡Saluda!
-Sí, hola...
-Bueno, no te dejes impresionar por su timidez, Raúl es mi nuevo mejor amigo, como ya he dicho, es bastante bueno en la cama, el
otro día lo hicimos en un probador, sí, y se corrió encima de un pantalón, si hubiéramos podido grabar la cara del vendedor...
-Oye, no se dio cuenta... –Gruñó él.- Incluso nos la quiso cambiar...
-Porque es un hombre, si fuera una mujer, se habría dado cuenta al instante, tenemos un ojo clínico para estas cosas... –Ana volvió a
mirar a la cámara.- Pero, lo que quiero conseguir con este mensaje, es que recuerdes que este chico merece lo mejor, y que si no se
lo has dado aún, has cometido un grave error...
-¿Qué haces? –Gimoteó él, sin saber lo que intentaba.-
-Es un recuerdo-postal-aviso para las futuras mujeres que pasen por aquí. –Concluyó ella como si fuera cualquier cosa.-
Enfocó hacia el cuerpo de Raúl.
-Le di mi virginidad y se la hubiera dado mil veces más... –Siguió con su discurso.- Nadie me había tratado tan bien nunca, además,
está bueno, no nos engañemos, Raúl, date la vuelta, enséñale a nuestra amiga ese culito de nadador que tienes.
Este aceptó a regañadientes.
-A, por cierto, yo soy Ana. –Se enfocó a sí misma, de arriba abajo, haciendo especial énfasis en sus genitales, mientras se grababa,
vio que debajo de una de sus tetas aún había algo del semen de Raúl, lo cogió con un dedo y se lo introdujo en la boca, todo bajo la
atenta mirada de la cámara.- Sí, es lo que crees...
-Estas completamente loca... –Raúl no pudo evitar estallar en carcajadas.- Necesitas urgentemente un médico...
-Venga, encima que me esfuerzo por darte buena publicidad...
-Vale, pero me toca grabar.
Raúl cogió la cámara y tendió a Ana en la cama.
-Ahora soy yo el que graba, y os vuelvo a presentar a Ana, sí, la misma que consigue ponérsela dura al viejo profesor de música.
-¡Oye! –Rió ella, indignada.-
-Naturalmente, a mí también me la pone dura, y como no hacerlo, fijaos en su cuerpo, que pechos, que labios, los tres pares, me
refiero...
-Eso merece que los enseñes bien. –Ana separó sus labios mayores con ayuda de sus dedos.- ¿Qué tal un primer plano?
-Veis, es lo que os decía, preciosa... –Raúl se miró a su propia entrepierna.- Increíble, ha conseguido levantármela por tercera vez
consecutiva esta mañana...
-Pues venga, aprovechémoslo. –Ana le volvió a quitar la cámara.-
-¿Ahora quieres hacer un video pornográfico? –Le preguntó cauteloso.-
-No será nada que no puedas encontrar en Internet de otras miles de personas alrededor del mundo, solo que este no llegará a
Internet, al menos eso espero... –Ana parecía totalmente desbocada, nunca habría creído llegar a ver esa faceta suya.-
Hicieron el amor frente al atento objetivo de la cámara, Raúl al principio se mostró nervioso, pero después, el morbo de un juego
nuevo, le hizo poner redobladas fuerzas. La grabación del orgasmo en directo y de cómo salían sus flujos vaginales fue espectacular,
ella misma se sonrojó al comprobar como sus labios fluctuaban, fue una imagen sensacional. Así mismo, cuando vieron el video del
orgasmo de Raúl, comprobaron que cerraba los ojos de una forma muy teatral que hizo que ambos estallaran en carcajadas. No
habría podido imaginar la mejor forma de terminar esa relación.
Se ducharon juntos, la última vez que tuvo el placer de acariciar el sexo de Ana, de morder sus pezones, de amasar sus nalgas, al
menos, durante mucho tiempo. Una vez vestidos, se abrazaron mutuamente durante largos minutos.
-Ya hablamos y eso... –Comentó ella.- Esto es solo un cambio, no te hagas ilusiones, no te has librado de mí...
-Creo que eso debía decirlo yo. –Rió Raúl, despidiéndose de ella con un casto beso.- Nos vemos en el instituto.
-Dalo por hecho... –Ana le sonrió.- Guarda bien nuestra "fiesta de despedida", algún día te la pediré, no lo olvides...
-Adiós.
-Hasta luego...
Raúl cerró la puerta sin permitirse pensar que perdía a Ana, perdía una "novia", o algo parecido, sí, pero ganaba una amiga que
estaría a su lado durante muchos años en el futuro, al fin y al cabo, él sabia que no podía transformar sus sentimientos hacia ella,
ambos sentían una infinita gratitud y un deseo de rememorar el pasado, no era amor, bueno, quizás sí, pero de otro tipo...
Se consoló limpiando los desperfectos de su cuarto, cambió las sábanas y abrió las ventanas para que la habitación se ventilara.
Amontonó las fotografías y vio el video que habían grabado, no pudo evitar tener una gran erección al verlo, pero, más que eso, no
pudo evitar sentirse feliz por lo que había vivido. Una vez visto, lo grabó dos veces, en sendos DVD, y lo borró de su ordenador. Lo
guardó en un lugar seguro de su armario junto con las fotografías y el pantalón manchado de los efluvios de su amor de la sesión que
tuvieron en el famoso probador, era la primera vez en su vida que tenia un recuerdo bonito que almacenar. No sería la última.

Capítulo XV
Tras las dos semanas de noviazgo oculto con Ana, tardó otras dos en encauzar su vida, en el instituto le iba bien, muy bien, su
renovada forma de ver la vida le había afectado a los estudios de forma asombrosa, incluso en matemáticas la cosa era menos
patética.
Con Ana mantenía una relación fascinante, se amonestó por no haberlo conseguido antes, eso de tener una amiga era increíble, tener
otro punto de vista sobre los asuntos, o, incluso, alguien a quien poder llamar a medianoche para preguntarle simplemente como le ha
ido el día... Su corta relación sexual no había hecho más que unirles, Raúl comprendió unos días más tarde por qué la "Primera Vez"
era tan importante para las mujeres, nunca, jamás, olvidaban esa primera relación... En cierto sentido, utilizó este recuerdo para
agasajarse, no solo creía haberlo hecho bien, sino que había sido con una persona decente, y eso, en un mundo donde las niñas
perdían la virginidad por la mera presión social, ya era mucho a tu favor...
Por otro lado, lo único que parecía sacarle de sus casillas era Laura. Su hermana no cesaba en ese comportamiento extraño, le
trataba con poco tacto, tanto cuando estaban solos, como cuando había visita. Estela fue pronto la mujer que se convirtió en su
confidente, había compartido con ella todo lo sucedido con Ana, a excepción, quizás, de lo del "video de despedida". En ella había
encontrado a una persona dispuesta a darle buenos consejos, a escucharle atentamente, sabía que podía contarle cualquier cosa,
que no se escandalizaría, que le entendería...
Una tarde, cuando por vigésima vez su hermana le trató despectivamente, explotó.
-¿Me vas a decir que mierda te pasa?
-No sé de que hablas.
-¿No?
Raúl la obligó a mirarle, ella fingió indiferencia.
-Llevas dos meses y pico insoportables... –Explicó él.- Y no sé a raíz de qué, la verdad...
-Yo no tengo la culpa de que andes con fulanas, te trato como te mereces, has caído muy bajo.
Una nube de gas tóxico se empezó a acumular en su cerebro.
-Me va a hablar de fulanas la que mayor de todas ellas... –Vociferó.- ¿Cuantos han pasado por tu cama? No, esa no es la pregunta,
¿De cuantos te acuerdas?
Un instante después Raúl se vio acariciándose la mejilla, su hermana le había pegado una bofetada de considerable intensidad. Era la
primera vez que le pegaba, en cierto sentido tenía motivos, por otra parte, él solo había dicho la verdad.
-Lo siento, no he debido pegarte. –Se disculpó ella inmediatamente.-
-No sé que te está pasando. –Dijo él con voz queda.- Primero me entero de que has estado en contacto con Ana todo este tiempo, tu
sabías cuanto me importaba... Y luego...
-¡Necesitaba una hermana mayor! –Se defendió, interrumpiéndolo.- Quizás debí decírtelo, o ayudarte a mejorar tu relación, pero eso
ahora no importa...
-Claro que importa, joder... Sabes lo que he pasado... Y ahora...
En un instante, todo se hizo más claro ante sus ojos.
-¡Estás celosa! –Gritó, sorprendido de su revelación.-
-Claro, lo que me faltaba...
-No, no... –Raúl sonrió sarcásticamente.- Desde... Desde, bueno, desde siempre, pero más a raíz de que... Perdiera la virginidad... No
has traído ni siquiera a Cristina, y ella vive más aquí que en su casa... ¡Estás celosa!
-No sabes lo que dices, eres mi hermano, no puedo estar celosa de nada.
-También eras mi hermana cuando hicimos el amor, no me lo puedo creer. –Bufó.- Laura, por favor, ¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes ese
comportamiento hacia las chicas que me rodean?
-Tu no lo entiendes... –Cedió ella.- Eres la única cosa estable que tengo en mi vida, lo único que puedo mirar y decir "Joder, está bien
hecho"... No puedo explicártelo, pero cada vez que siento que alguna de esas... Esas chicas... Pueden distanciarte de mí...
Raúl sintió haberse propasado con su hermana, a fin de cuentas, ella tenía razón. Tras la "jubilación" de sus padres, ella se había
hecho cargo de él, se había convertido no solo en su confidente, sino, en cierto sentido, en su mejor amigo, incluso en su amante, todo
eso sin dejar de ser su hermano, en un mundo tan inestable como en el que ella se movía, esa poca seguridad era indispensable para
seguir hacia delante.
-¿Crees que podría hacerlo? ¿Crees que podría abandonarte? –Sintió deseos de darle una bofetada para quitarle esas ideas
estúpidas de la cabeza.- Te hiciste cargo de mí cuando... Bueno, ya lo sabes... Has cuidado de mí todo este tiempo, me has convertido
en lo que soy ahora... Incluso estuviste a mi lado cuando perdí la virginidad, no muchos hermanos han compartido ese momento tan
bonito...
-Más que a tu lado, estuve encima. –Rió amargamente, mientras se limpiaba sus primeras lágrimas.-
-Sabes que eso no se olvida...
Laura le abrazó, él le dio varias palmadas consolatorias en la espalda.
-Joder, perdóname, me he comportado como una niña... –Se excusó.-
-Es lo que eres. –Ironizó él.- Una niña grande con un trasero espectacular.
Aprovechó la ocasión para manoseárselo bien, ella no pareció molestarse, sino al contrario.
-Laura...
-¿Si?
-¿Por qué...? Bueno... Quería preguntártelo desde hace mucho, ahora suena ridículo, pero... –Se mordió levemente el labio.- ¿Por qué
siempre has sido tan... Cariñosa?
-¿Cariñosa?
-Sí, quiero decir... No es muy normal ese grado de... –Buscó palabras suaves.- Falta de pudor, tolerancia sexual, eh...
-¿Qué por qué hemos follado? –Soltó ella, con una sonrisilla, notando que su hermano evitaba a toda costa esos términos.-
-Sí, bueno...
-Mira Raúl... Yo... –Le habló en un tono serio y decidido.- Lo pensé seriamente, lo he pensado muchas veces a decir verdad, incluso en
el momento en sí estaba francamente abochornada...
-No lo aparentabas. –Él subió una ceja, incrédulo.-
-Bueno... Es que ya que estábamos... –Pero quitó la idea de cerca con un aspaviento.- Lo que quiero decir es que... Eres mi hermano,
yo soy tu hermana, lo que hemos hecho y, al menos eso espero, vamos a seguir haciendo, no es natural, la mayoría de las personas
opinarán que no están bien.
-Pero...
-Pero no puedes negarte lo que sientes de verdad. –De nuevo el gesto serio. Cogió una de las manos del joven y la llevó hacía el
contorno de su pecho izquierdo.- ¿Lo notas?
-Eh... –Tardó tiempo en comprender que no se refería a su pecho bajo la ropa, sino al Tum Tum del corazón bajo las costillas.-
-Pues no puedo evitar pensar que siempre que te veo late más deprisa, y cuando estuviste... Conmigo... Dentro de mi. –Ahora era ella
la sonrojada.- Fue demasiado especial... No pienses nada raro, ni que estoy enamorada de ti o tengo una obsesión insana, es
simplemente algo que...
-Ya, silencio, cállate. –Como no le hacía caso, le tapó la boca con la mano, con suavidad.- No te he pedido una explicación, ni me
arrepiento ni pienso que estuviera mal...
Ella agradeció la interrupción, puesto que, buscando la forma de decirle un "Te quiero" que no tuviera connotaciones de pareja o
formalismos, había encaminado sus palabras a terrenos confusos.
-Entonces... ¿Sin remordimientos? –Susurró ella, entre los dedos de Raúl.-
-Sin remordimientos.
Laura le dedicó un suave pellizco en la mejilla.
-Creo que hoy invitaré a Cristina a cenar. –Concluyó al fin.- Espero que no se haya dado cuenta de esto...
-Bueno, tráetela, así os dais un homenaje, que se ve que te hace falta.
-¿Nos acompañaras? –Preguntó ella con una mirada inocente.-
-Nunca se sabe...
-Bueno, oye, de verdad, perdóname por todo... No quiero que dejes de confiar en mí, hace mucho que no hablamos de tus cosas, no
sé ni siquiera por qué cortaste con Ana...
-¿Sabias que estuve con ella? –Preguntó sorprendido.-
-Soy tu hermana, yo lo sé casi todo... –Murmuró con misterio.- Si puedo hacer cualquier cosa por ti, me lo dices.
-Vale...
No fue hasta que estuvo en la puerta de su habitación cuando una imagen cruzó su mente en un relámpago de melena rubia, grandes
ojos verdes, largas piernas y unas tetas apetitosas.
-¡Laura! –Llamó él.-
-¿Sí?
-¿Tienes alguna amiga lesbiana?
-¿Qué?
Le explicó la historia de la entrenadora Claudia, al menos, todo lo que había deducido cuando le dio los apósitos, también le comentó
aquello de que no había podido tener relaciones a causa de su miedo a ser descubierta y expulsada del centro. Omitió
descaradamente el episodio de chantaje que le había llevado a conocer la información.
-Bueno, es complicado, la verdad... –Dijo ella pensativa.- Realmente ser lesbiana y dar clases a un grupo de escolares adolescentes
casi desnudas, es un peligro.
-Pero no la pueden echar por ser lesbiana. –Musitó Raúl indignado.-
-A ver, el mundo ha evolucionado, no la expulsarían por ser lesbiana, sino por la labor que desempeña. –Cuando a su hermana le salía
la vena informativa era impresionante.- De todo esto se está hablando en los países nórdicos, han dictaminado crear un tercer
vestuario, chicos, chicas y los demás.
-No lo entiendo...
-Bueno, puedes mirarlo como una forma más de represión o como la aceptación natural de la homosexualidad. –Continuó ella.- Lo que
es intolerable es que una persona que encuentra sexualmente apetecible a un determinado sector, tenga acceso a un amplio
mercado... Imagínate tú en esa situación.
-¡Eh! Yo no soy gay...
-Imagínatelo...
Por unos momentos, hizo una grandísimo esfuerzo por imaginarse a sí mismo en esa situación, rodeado de mujeres hermosas,
desnudas, dándose masajes para aliviar alguna sobrecarga muscular, duchándose con jabón por todas partes... La sola idea ya le
provocó un indicio de erección, comprendió a su hermana.
-Entonces entenderás por qué no puede tener... Bueno, relaciones con otras chicas, al menos no sin miedo a que la denuncien. –
Dictaminó.-
Últimamente el debate de los "permisos" de los homosexuales se estaba teniendo muy en cuenta, no solo porque los heterosexuales
se quejaban de compartir vestuario, sino que ellos mismos lo hacían, dado que lo encontraban difícil de llevar con normalidad. Esta
vez no era achacable a un problema de intolerancia, sino al derecho de las personas a su intimidad. De ahí que en los países del norte
de Europa se hubiera adoptado el "tercer vestuario" en centros deportivos o similares.
-Sí, es un problema... –Estuvo pensativa durante largos instantes.- Si tú confías en ella, yo te hago caso, además, te debo muchos
favores por mi comportamiento, creo que te ayudaré, bueno, a ella...
-Te la vas a...
-Bueno, a lo mejor... –Rió con picardía.- Por lo que me has dicho, es atractiva, además, que encuentro como un aliciente esto que me
has contado, es como "Damisela en apuros que necesita ser rescatada." Su situación es difícil...
Raúl se arrepintió de habérselo contado, al menos durante los primeros días, después lo dejó pasar, al fin y al cabo, era por una buena
causa. Su hermana le entregó un sobre cerrado con la orden de llevárselo a su bellísima entrenadora alemana. Intentó ver su
contenido sin abrirlo, pero le resultó imposible, estuvo rezando porque no fuera algo demasiado fuerte, pero, a fin de cuentas, su
hermana no se arriesgaría a otra pelea tan pronto, tendría que confiar en ella.
La cara de sorpresa de Claudia le recibió tras la puerta de su despacho.
-Me enteré de lo de Ana. –Dijo ella cuando se hubieron sentado.-
-¿Si? –Preguntó incrédulo.-
-El vestuario femenino es el centro neurálgico de información de este instituto, si quieres saber algo, es el lugar indicado. –Explicó con
una leve sonrisa.-
-Sí, ya lo sé... –Carraspeó él.- Bueno, tenia una cosa para usted...
-¿Para mí?
Cuando sacó el sobre de su mochila la cara de la entrenadora Claudia remarcó su perfil sorprendido.
-Bueno, Raúl, yo... Bueno, ya sabes, a mi no me gustan los chicos, bueno, sí, algunos, pero de verdad, eres atractivo, pero...
-¿Eh? –Él intuyó que la profesora germana habría interpretado que debía ser una carta de amor o algo por el estilo.- ¡No! ¡No es eso!
Se había sonrojado, le entregó el sobre rápidamente. Ella lo abrió con delicadeza mientras sonreía con expectación. Su semblante fue
cambiando cuando pasaba de una línea a otra, incluso abrió ligeramente la boca con sorpresa, sus ojos verdes acabaron la última
línea con absoluta estupefacción.
Releyó la carta varias veces, después, se tomó unos minutos para pasear por su despacho, con Raúl sentado en la silla frente a su
escritorio, sin saber si quiera lo que decía la carta.
-Tu hermana... –Dijo al fin.- No era la que fue portavoz de...
-Sí, la misma. –Corroboró él.-
-La de... –Claudia dibujó una silueta en el aire, Raúl sonrió al ver perfectamente dibujado el contorno de su hermana.-
-Exacto.
-Entiendo...
Estuvo un par de minutos mirando al vacío, sopesando los riesgos, los posibles problemas, tamborileaba sus dedos en el escritorio
con el ritmo de una carga de caballería.
-Sí. –Sentenció ella, al fin, ruborizándose ligeramente.-
-¿Sí? –Preguntó Raúl, sin comprender.- ¿Sí a qué?
-Lo siento, en la carta dice que esa debe ser la única respuesta. –Esta vez fue Claudia la que sonrió.- Tu hermana tiene estilo para
escribir...
-Mi hermana... –Soltó cuando estaba ya en la puerta, dispuesto a marcharse.- Tiene estilo para muchas cosas...
Cuando le transmitió el "Sí" de Claudia a su hermana, esta pareció satisfecha.
-Sabia decisión...
-¿Qué decía en la carta? –Preguntó él, con curiosidad.-
-Nada del otro mundo... –Fue su única respuesta.- Esta noche dejaré la puerta entreabierta, por si quieres mirar.
-Claro, hay que desarrollar la faceta voyeur. –Ironizó él.- Sé delicada, ella es nórdica, sí, pero también tiene aspecto frágil.
-Gracias, señor consejero, pero creo que sé como tratar a las mujeres. –Su hermana se despidió con su ya familiar pellizco en el
trasero.-
Tal y como había prometido, ya de madrugada, escuchó las risas de dos mujeres, hablaban en susurros, reían, conversaban...
Estuvieron en el salón un rato, preparándose una copa, pensó, después, comenzó el esperado concierto de orgasmos. No pudo evitar
tener una erección y perder el sueño, pero, sorprendentemente, resistió al deseo de salir al pasillo y mirar desde la puerta que,
efectivamente, estaba entreabierta. Cuando volvió a conciliar el sueño, estaba contento de haber ayudar a la profesora Claudia, el
sexo se utilizaba muy indiscriminadamente en esos tiempos, pero eso era algo contra lo que él no podía combatir.
A la mañana siguiente vio recompensadas sus buenas acciones al tener ante sí la imagen de una alemana pura sangre desnuda,
como Dios la trajo al mundo. Sus pechos eran tal y como los había imaginado, tenían el mismo color que el resto de su cuerpo, por lo
que intuyó que debía tomar el Sol desnuda. Sus pezones eran de un rosa suave, al contrario que los de Ana, por ejemplo, que eran
más oscuros. Su pubis era perfecto, se rasuraba, obligación de su profesión, pero eso no le impedía tener un triangulo encima de la
vagina. Por lo demás, desnuda parecía aún más una Venus que nunca.
-Buenos días. –Estaba pletórica, al parecer, no le dio ninguna importancia a que estuviera desnuda y Raúl en ropa interior, supuso ese
comportamiento seria parte de su humor post-sexo.- ¿Qué tal la noche?
-Creo que eso debo preguntártelo yo. –Comentó sarcásticamente.-
-Bueno... Bueno... –Se mordió el labio y empezó a gesticular con las manos.- Hermosa, sí, esa es la palabra...
-Me alegro mucho por las dos. –Se sinceró él, mirándola por primera vez a los ojos.- Al fin y al cabo, ¿Qué más puedo pedir? Laura es
mi hermana, y usted...
-No me trates de usted. –Rogó Claudia, realmente por edad podía ser su hermana, no era mucho mayor que Laura.- Al fin y al cabo,
ahora vamos a ser más que amigos...
-Eso espero. –Cedió.- Laura es mi hermana, y tu, Claudia, eres la mujer que me ayudó a conocer a Ana, algo que no te podré pagar
nunca.
-Sí puedes... –Rió ella.- Tu hermana me ha invitado a cenar esta noche, quiero que vengas, por favor, para celebrar lo nuestro...
-Ya se verá... –Fue su única respuesta.-
Le cedió su cuarto de baño a la invitada, sabiendo que no seria la última vez que tendría que hacerlo, ya que su hermana parecía igual
de encantada con su nueva amiga que ella. Pero lo que más le sorprendió, sí, realmente no escarmentaba con el mundo, era que
Claudia le lanzó un comentario similar al de "Puedes mirar" que le había hecho su hermana, realmente su miembro daba palmas de
alegría al pensarlo, pero... ¿Podría mirar semejante espectáculo y no querer participar?
Capítulo XVI
El verano se acercaba, aún tenía que hacer frente a los temibles exámenes finales, pero la convulsa vida de Raúl parecía estar
atravesando un delgado tubo de plástico. En el instituto la cosa era horriblemente insípida, mantenía una estrecha relación con Ana y
Estela, incluso con Felipe, Adrián y una siempre sorprendente Nadia, pero seguía encontrándose incompleto, y esto, al margen de
cualquier consideración sobre su importancia, le mantenía en un constante estado de amargor.
Pero peor fue cuando su hermana llegó a casa pletórica, un lunes por la mañana, con una pequeña placa que llevaba su nombre
grabado.
-¡Me lo han dado!, ¡Me lo han dado! –Gritaba.-
-¿El qué? ¿El qué? –Preguntaba Raúl, sorprendido.-
-¡El Donald Guter! –Ante la cara de estupefacción de su hermano, ella bufó.- Es como el Oscar de las inmobiliarias, y me lo han dado
"por mi gran proyección y generosas ventas", ¡No me lo puedo creer!
Él sabia que su hermana siempre había cosechado un gran éxito en la inmobiliaria donde trabajaba, Laura tenia la inusitada virtud de
poder vender cualquier cosa, su carisma y su gran sagacidad así lo atestiguaban. En su inmobiliaria, con sede central en Suiza, la
trataban como una diosa, le daban horarios personalizados, más días de vacaciones que al director general, un trato bastante
decente, casi tanto como su sueldo, el cual, sumándole las comisiones, alcanzaba una cifra extraordinaria, de lo que hacía buen uso
su cuenta corriente, dado que era muy poco proclive a gastarlo.
-Pero no solo el premio... –Seguía ella con su entusiasmo.- Me han regalado un viaje a Suiza para tres personas, una semana, allí
pondrán mi nombre en la Sede Central, y...
-¡Un viaje a Suiza! –Cortó Raúl antes de que se volviera a emocionar.- ¡Un viaje!
Laura sabia perfectamente que él siempre había querido viajar al Norte de Europa, especialmente a Suiza y Alemania, este era uno de
sus sueños cumplidos.
-Dios, con lo que siempre he deseado ir... –Se contagió levemente de la euforia de su hermana, que, repentinamente, había quedado
en silencio.-
-Sí... Claro...
-¿Ocurre algo? –Se temía la respuesta.-
-Es que... Había pensado que me acompañaran Cristina y Claudia... –Masculló Laura en un instante.- Cristina, porque bueno, no
puedo ir a ningún sitio sin ella, y Claudia, sus padres viven cerca de la frontera con Suiza, además, nos servirá de traductora para
ligarnos un par de bollos suizos...
No pudo más que ladear la cabeza y asentir, sufriendo internamente un profundo rencor, que, afortunadamente, desapareció pronto.
-¿Cuándo os vais? –Balbuceó con un hilo de voz.-
-Dentro de dos semanas... –Ella le miraba con un gesto de disculpa.- Pero oye, si quieres venir, te compro un billete, una habitación en
el mismo hotel...
-No, no... –Masculló intentando encontrar el poco de dignidad que le quedaba.- No importa, de todas maneras estoy muy entretenido
con los exámenes, y todo eso...
-¿De verdad? Mira que no es un problema...
-Que sí, vosotras iros, yo estaré bien...
Cuando cerró suavemente la puerta de su cuarto no pudo más que apretar los dientes e intentar concentrarse en sus apuntes de
filosofía. Después de leer diez veces la misma línea, decidió que había razón para molestarse, que ya haría ese viaje más adelante,
irían a esquiar, tomarían chocolate caliente... Abandonó vilmente a Platón y buscó fotografías de Suiza en Internet, las observó
atentamente, casi con ternura... Sus bellos paisajes verdes, su inigualable entresijo de pueblos... Desde que su profesor de sociales le
había dicho, hacia muchos años, que en Suiza se habla diferente idioma depende del pueblo al que vayas, había sido su deseo
visitarla.
-"Otra vez será." –Pensó.-
Las dos semanas, afortunadamente, pasaron rápido. Su casa se había convertido en el cuartel general de tres mujeres jóvenes
emocionadas con un viaje, las montañas de ropa y otros pertrechos pronto empezaron a agobiarle tanto que no salía de su habitación
más que para comer e ir al baño.
Lo peor fueron las sonrisitas de circunstancia que tuvo que poner cuando Claudia y Cristina, encantadoras las dos, le preguntaron si
de verdad no se sentía molesto por su suplantación.
-¿Seguro que no quieres ir? –Le preguntaba Cristina con ternura.-
-Suiza te gustaría tanto... –Explicaba Claudia, con ojos ausentes, pensando en las primaveras que pasaban en un pequeño valle suizo
a pocos kilómetros de su casa en Alemania.- Las mujeres no están nada mal...
-No, no me importa. –Concluía él amargamente.-
-Te vamos a traer una maleta llena de regalos. –Clamaba histérica Cristina, tratándole como a un bebe, eso sí, dándole un beso que
para bebes no era muy recomendable.- Esta te la debemos, no se nos olvidará.
Finalmente, las acompañó al aeropuerto, fue más duro de lo que había esperado, tenia la cartera llena y una de las tarjetas de crédito
de su hermana, se iba a tomar también unas pequeñas vacaciones... Pero, en cierto sentido, nunca había estado solo más de tres días
desde que sus padres se habían "jubilado", Laura se ausentaba fines de semana enteros, pero siempre tenía su correo electrónico,
mensajes de texto o sus llamadas como compañía. Le habían prometido que le mandarían una postal y le escribirían todos los días,
pero supuso que en cuanto encontraran a una parejita suiza dispuesta a jugar con ellas, olvidarían completamente su promesa.
Una de sus mayores sorpresas fue ver el cambio que había sufrido Claudia, de puertas para fuera seguía siendo la estricta y joven
profesora nórdica, pero, si mirábamos para dentro, era tan apasionada y descabezada como Laura y Cristina, incluso peor...
-¡Cuídate! –Le dijo Claudia.-
-Hazte una a nuestra salud. –Rió Cristina.-
-Si organizas una fiesta que no fumen en mi sofá. –Terminó Laura.-
Después, la puerta de embarque y adiós. En una semana, tal y como había supuesto, no tendría noticias suyas. Pero su vida si tuvo
noticias relevantes en esa semana. Empezó con un taxista huraño que le llevó a casa, con una tarde abominable en la que no supo
que hacer, con un silencio que habría cambiado incluso por el más intenso concierto de orgasmos...
Cogió el teléfono y empezó a llamar a la gente para quedar, pero no tuvo mucha suerte. Felipe y Adrián estaban al borde del suicidio
con los exámenes de selectividad, Ana más de lo mismo, Marta le dijo que no podía, que estaba con su novio José Miguel, cosa que,
si era posible, le enfadó más.
"Josemi" era un joven algo mayor que ellos, más alto que Raúl, de complexión atlética, pequeña barba, ojos malvasía... Le había
odiado desde el primer momento en que había besado a Marta en su presencia, para su felicidad, él iba a una universidad lejana, por
lo que se le veía poco por la zona. Su angosta agenda no le dio muchas más posibilidades, llamó por primera vez a Nadia, a la que
solo había visto en el instituto y un par de veces en algún local. Ella no tuvo ningún reparo en abandonar los estudios y tomarse un
respiro.
-Con este calor a mi solo me apetece tomar un baño, o, en su defecto, un helado bien grande, de leche merengada, con caramelo,
nueces y... –Soltó un jadeó más próximo al orgasmo que a otra cosa.-
-Está bien, vayamos a tomar un helado, la piscina ya la dejaremos para otra ocasión.
-Ahí nos vemos entonces, no olvides que tu invitas, es la primera cita.
-De todas maneras no te iba a dejar pagar. –Aseguró Raúl.-
-¿Por qué? –Se indignó falsamente.- ¿Por qué soy una chica? ¡Machista!
-Sí, un machista que te va a invitar a un helado enorme... –Respondió.- ¿Cómo te gustaba? Leche merengada, caramelo, nueces...
-Vale, vale... –Suspiró.- Tendré que renegar de mis principios, ese helado bien lo vale.
-Que barata te vendes... –Rió.- Hasta luego...
-No llegues tarde...
Veinte minutos después estaban sentados en la terraza de una céntrica heladería con vistas al mar, el local estaba lleno de turistas,
especialmente ingleses y alemanes, que engullían con glotonería sus enormes copas de helado. Nadia se había cortado el pelo, lo
llevaba corto, muy corto, curiosamente, ese estilo le iba más que la melena larga, le daba un aire fresco y renovado.
-¿Sería muy poco original si te dijera que ese corte de pelo te beneficia mucho?
-No, no serias poco original, serias un adulador. –Rió Nadia, mientras le daba dos besos.- Bien, pasados los formalismos, quiero mi
helado.
Cumplió su deseo al instante, Nadia se comió con sus ojos la copa de helado, llenó su cucharilla de caramelo y lo paladeó lentamente,
con los ojos entrecerrados, inmersa en un pequeño orgasmo del paladar.
-Esto es mejor que el sexo... –Aseguró tras probar el resto del helado.- Además tiene más vitaminas...
-Gracias por venir. –Murmuró Raúl mientras le daba vueltas a su helado de pistacho.-
-Cualquier excusa es buena para abandonar un rato los libros. –Aplaudió Nadia.-
Esa tarde ella portaba un pantaloncito corto y ceñido, que dejaban a la vista casi todas sus piernas, otra cosa no, pero en forma sí que
estaba. Por lo demás, portaba una camiseta de vivos colores. En ese momento Raúl se acordó del tatuaje que había intuido hacia ya
tanto tiempo, el día del cumpleaños de Marta. Más por inercia que por su propia voluntad, sus ojos no cesaban de desviarse hacia los
muslos de Nadia, a través de la mesa de cristal, cuando ella cambiaba de postura, se cruzaba de piernas... Finalmente, lo hacía de
forma tan descarada que ella se dio por enterada.
-¿Qué es lo que miras que tanto te gusta? –Preguntó inocentemente.-
-¿Eh?
-Venga, córtate un poco, no me pensaba que fueras tan...
-¡No es eso! –Se apresuró a decir, rogando porque no se hubiera sonrojado.- Es que... Quería ver si...
-¿Qué me querías ver? –Rió ella.- Respétame Raúl, no seas obsceno...
-Bueno, es que... –Tragó saliva.- Hace tiempo, en la fiesta de cumpleaños de Marta, no sé si te acordarás...
-Sí, una buena noche... –Rememoró Nadia, acompañándolo con una cucharada de helado.-
-Creí verte... En el muslo, obviamente, un tatuaje.
La joven entrecerró los ojos un instante, su rostro se tornó ligeramente serio.
-Tienes buena vista. –Fue su única respuesta.-
-No, no, eso no me vale. –Intentó quitarle importancia.- ¿Qué tienes tatuado?
-No es algo de lo que esté orgullosa.
-¿Entonces por qué te lo hiciste?
-Bueno, digamos que fue una noche loca, tenia quince años, salía con un imbécil que trabajaba de ayudante en una tienda de
tatuajes... –Cogió abundante aire, como si le costará rememorarlo.- Era joven y estúpida, no quiero risas...
-No, no, en absoluto. –Aclaró él.- Continúa...
-Digamos que este sujeto con pinta de simio y la espalda atravesada por la imagen de una mujer desnuda, me convenció de que
hacerme un tatuaje era la mejor forma de demostrarle mi amor. –Explicó, mirando fijamente el suelo.- Yo... Claro, le dije que sí, que me
haría uno en el brazo, o en la espalda, como el suyo...
-Pero te pidió que lo hicieras en el muslo.
-¿Lo cuentas tu o yo? –Cortó Nadia acuchillándole con la mirada.- Sí, dijo que seria divertido, en realidad quería que me lo tatuara en
el pubis, pero le dije que no, ahí no... Se enfadó un poco, pero le dije que menos ahí, en cualquier sitio... Finalmente se quedó en el
muslo, en la cara interior, siempre intento que no se vea, no es algo de lo que me sienta especialmente orgullosa.
-Sí... –Comprendió Raúl.- Pero... ¿Qué tienes tatuado?
-¡Ja! –Ella le miró sarcásticamente.- Eso solo lo sabrás si me quitas los pantalones.
-¿Es una invitación?
-Más quisieras...
Ambos rieron, pasó algo de tiempo con absoluto silencio, en el que se dedicaron a observar al resto de las personas que iban y
venían. Raúl, finalmente, volvió al tema.
-¿Qué tienes tatuado?
-Ya te lo he dicho...
-No, por favor, quiero verlo, soy de ideas fijas, si no aclaras mi duda terminaré soñando con tus muslos...
-Hombre, eso no estaría tan mal. –De nuevo se rieron ante el doble sentido de lo que había dicho Raúl.-
-Nadia, por favor... Pídeme lo que sea a cambio, lo que sea.
-Te daré un consejo, porque me pareces buen chico, nunca digas "lo que sea", al final puedes terminar en un lío.
-O con un tatuaje en el muslo. –Añadió él, ganándose una mirada reprobatoria.-
Acabado su helado anduvieron un rato por el paseo marítimo, la noche caía poco a poco, Nadia le contó cosas de su antiguo instituto,
sus compañeros, su novio el tatuador... Era una chica con una gran intelecto, pese a que su comportamiento lo desmintiera, casi como
si fuera su particular juego de apariencias.
-Bien, ya lo tengo. –Se detuvo en seco en mitad del paseo.- ¿Quieres ver mi tatuaje?
-Sí, por favor.
-Dijiste que harías lo que fuera.
-Bueno, sí, supongo que sí. –La miró con cautela.-
-Entonces... –Le observó de arriba abajo.- ¿Ves esa torre de socorristas?
Señaló a la gran torre blanca donde una hora antes habría estado socorrista de turno, velando por la seguridad de los bañistas o
durmiendo a la suave luz del Sol.
-Quiero que subas...
-No es tan complicado, mientras no me vea ningún policía... –Miró a izquierda y derecha.-
-Subes, te desnudas, te vistes, y vuelves a bajar.
-¡Anda ya! –Vociferó él.- Hay cientos de personas en el paseo, las farolas lo iluminan todo, no lo haré.
-Entonces no te mostraré el tatuaje. –Advirtió ella.-
-Pero tu no te tienes que desnudar para enseñármelo. –Protestó él.- Como mucho, solo quitarte los pantalones.
-El problema es ese, precisamente, solo llevo dos prendas de vestir, ¿Adivinas cuales?
Raúl la observó obscenamente, realmente no se marcaba ningún elástico en su pantaloncito, era posible que estuviera desnuda bajo
la ropa. Pese a que lo consideraba una locura, a raíz de su insípido tren de vida de los últimos días, se había planteado cometer una
locura. Estuvo observando un instante la torre de salvamento, había una larga escalera para subir, faltaba la base, pero no seria un
problema. La pequeña plataforma de arriba era lo más complicado, había poca luz, y solo si sabías donde mirar te darías cuenta de lo
que pasaba, pero...
-Te advierto de que no te puedes retirar.
-Yo no falto a mis promesas. –Rió ella.-
-Bien... Bien... –Cogió abundante aire.- Estate atenta, porque va a ser...
Saltó el pequeño muro que separaba el paseo de la arena del mar, se movió disimuladamente alrededor de la torre hasta comprobar
que no había nadie mirando. De un salto alcanzó el primer peldaño de la escalera, y así comenzó su ascensión, silenciosa, ágil...
Antes de lo que había pensado llegó a la meta. Ahí, disimuladamente, observó al público, parecía que, aparte de Nadia, que le miraba
con una sonrisa perfilada en su rostro, nadie reparaba en él.
-Bien, aquí estamos... –Susurró en voz muy baja, para tranquilizarse.- Cometiendo una estupidez... Pero, que diablos...
Se quitó la camiseta y, de nuevo, vigiló. Nadia aplaudía en silencio, no había rastro de que algún otro paseante se hubiera fijado en
ella.
-Vamos allá...
Con un fuerte movimiento, se bajó tanto los pantalones como la ropa interior. Nadia se llevó las manos a la boca y comenzó a reírse, el
eco de sus carcajadas le llegó, pero mayor fue su sorpresa cuando comprobó que en el paseo, una niña le señalaba, intentando llamar
la atención de sus padres, que no parecían muy dados a dársela. Nunca antes se había vestido tan pronto, se subió los pantalones
con tanta fuerza que incluso se hizo daño en los testículos, la camiseta se la puso al revés. Pero, si se había dado prisa en vestirse, en
bajar lo hizo aún más, estando varias veces apunto de resbalar.

Capítulo XVII
-¡Vamos! –Le rogó a Nadia, que continuaba riéndose.- ¡Por favor!
Estuvieron corriendo durante un par de minutos, llevaba a Nadia cogida de la mano, y no se detuvieron hasta que Raúl estuvo seguro
de que la niña no volvería a verlo jamás.
-Tú y tus ideas... –Gruñó.- Esa niña puede tener un trauma...
-Oye, que tampoco ha estado tan mal. –Respiraba agitadamente después de la carrera, pero no cesaba de reírse.- Por lo menos se
llevará un bonito recuerdo.
-Joder, no sé como he podido hacerlo... –Sentía el corazón a mil por hora, no podía quitarse de la retina la imagen de la niña
señalándole y tirando de la mano de su padre.-
-Bueno, ya tienes algo que contarle a tus nietos. –Se tuvo que apoyar para recuperar el aliento.- "Yo me desnudé en una torre de
socorristas"
-Claro, será su cuento de buenas noches...
Aguardaron durante un par de minutos, donde lo único que hicieron fue mirarse, reírse y coger aire. Finalmente, Nadia se pasó la
mano por su corta cabellera, y le miró con sarcasmo.
-Creo que debo enseñarte algo... –Musitó, al mismo tiempo que llevaba sus manos al botón de su pantalón.-
-¡Eh! ¡Que haces!
-Enseñarte el tatuaje, ¿No es lo que querías?
-Ya he tenido mucho exhibicionismo callejero por hoy.
-Bueno, entonces lo lamento, no habrá tatuaje... –Nadia levantó una ceja, con falsa pena.-
-¿Qué? ¡Eso no te lo crees ni tú!
De nuevo la tomó de la mano y la dirigió, silencioso, por un mar de pequeñas calles, cuando llegaron al portal de su casa, este sacó
las llaves y abrió, Nadia tenia cara de encontrar sumamente divertida la situación. Una vez en el salón, asaltó la nevera en busca de un
poco de algo refrescante.
-¿Quieres algo?
-Sorpréndeme...
Le sirvió un poco de té helado, una bebida que a su hermana le encantaba y de la cual siempre tenían grandes existencias.
-Bonita casa... –Dijo ella, observando el salón.-
-Oh, perdona... –Se incorporó de inmediato, con pomposidad fingida.- Donde estarán mis modales...
Ofreció gentilmente su brazo para llevarla en un tour por su casita, Nadia lo tomó encantada.
-Ya conoces la cocina...
-Está impecable, ¿Tenéis chica del a limpieza? –Preguntó ella.-
-Sí... –Se ruborizó.- Yo.
-¡Joder! –Exclamó de pronto.- Tengo que presentarte a mi madre, te llevarías con ella a la perfección...
-No lo dudo... –Gruñó, mientras la conducía hacia la habitación de su hermana.- Aquí el paraíso de mi hermana Laura, sí, el cuarto es
grande porque unió dos de ellos.
-Pues le ha quedado genial. –Aplaudió ella.-
-Y bueno, el mío... –Abrió la puerta de su habitación casi con miedo.-
-No sé por qué pero me lo imaginaba así. –Se intuía el principio de una risa en sus labios. A la luz de su lámpara se dio cuenta de que
con el pelo corto parecía aún más joven, además, las pecas le daban el toque exótico que le faltaba.- Libros, muñequitos, peluches...
Solo falta el póster de James Bond.
-Es un estilo de decoración clásico. –Se defendió.- Si crees que lo puedes hacer mejor, acepto ideas.
-Te pasaré la lista. –Lo dijo de una forma que de verdad parecía que le fuera a dar tal lista.- En fin, todo muy ordenadito...
Regresaron al salón donde charlaron largo y tendido sobre sus respectivas vidas. Nadia era la menor de tres hermanos, sus padres
estaban divorciados y sus hermanos le hacían poco caso, había sido difícil crecer en tan poco acogedor panorama.
-Te dije que yo siempre cumplía mis promesas. –Añadió de pronto.- Me sentiría mal si no te lo enseñara.
-Pero no tienes que desnudarte. –Se apresuró a decir.- Puedes ir al baño y taparte con una toalla o algo por el estilo...
-No me des más oportunidades por ser una mujer. –Farfulló haciéndose la ofendida.-
Se colocó frente a Raúl y se deshizo de sus zapatillas, tenía flores dibujadas en las uñas de los pies, cada una de forma y color
diferente. Después se subió, lentamente, la camiseta. Sus pechos eran de un tamaño mediano, pero de forma impecable, sus pezones
eran rojizos, de una tonalidad marrón muy curiosa, Raúl no pudo evitar sentir un cosquilleo en la entrepierna que amenazaba con
acrecentarse... Más aún se preguntaba por qué se había quitado la camiseta si lo que él quería ver lo llevaba entre las piernas... Pensó
que sería para compensar que él también se hubiera desnudado integralmente.
-Bueno... –Susurró ella.- No te rías...
-No lo haré. –Prometió él.-
Bajó sus pantalones, evidenciado que, efectivamente, no llevaba nada debajo. Como el tatuaje estaba en la cara interior del muslo, no
se vio a primera vista, por lo que, seguramente de forma premeditada, levantó la pierna, la apoyó en la mesa, y las abrió de par en par.
Su sexo quedó totalmente al descubierto ante él, que no pudo evitar abrir la boca con sorpresa. Era la primera vez que veía el pubis
de una pelirroja, ni siquiera en su abundante repertorio de pornografía lo había visto, el vello anaranjado poblaba, perfectamente
delineado, la zona superior de su vagina. Esta, con los labios mayores exageradamente rojizos, se mostraba bien lubricada, quizás por
el hecho de haber corrido, o el de la fricción con el pantalón, quizás había algo más...
-¿Qué te parece?
Estuvo a punto de preguntarle que qué se refería, pero entonces recordó el tatuaje. Era una pequeña diana, con unas letras impresas
en sus contornos, no las podía leer, eran demasiado estrechas.
-No las veo bien. –Explicó.-
-Bueno, pues acércate más. –Nadie le dirigió una mirada significativa.-
Cada centímetro que aproximó su cara a la entrepierna de Nadia, su erección se hizo más intensa, así como el olor a mujer. Su nariz
estaba a un palmo de la vagina de la chica, esta le observaba desde las alturas, Raúl se había arrodillado para ver mejor. Rodeando la
diana estaban las palabras "Busca el Conejito".
-¿Busca el Conejito?
-El "conejito", ¿Lo entiendes, no?
-Tiene su gracia. –Rió él levemente, conteniéndose y sin moverse un ápice.- ¿Cuántas personas lo han visto?
-No muchas. –Titubeó ella.- Es un poco típico de prostituta barata. "Busca el Conejito", joder...
Raúl, ya tenía una considerable erección que pronto se hizo notable en su ceñido pantalón. No escapó a la atenta mirada de Nadia.
-Veo que te ha gustado. –Señaló.-
-No soy de piedra, no te creas...
-Si tanto te gusta...
Antes de que pudiera retirarse ella le había pegado su coño en la cara. Se sorprendió, eso no pudo negarlo, pero no hizo ademán de
apartarse. Que leches, si el destino le ponía una chica guapa a tiro...
-"Rechazarlo sería muy descortés." –Pensó con ironía.-
Prontamente devoró esa almeja que tan dura prueba le había costado ver. Supo que la posición era complicada, más aún teniendo en
cuenta los espasmos del placer, así que, gentilmente, recostó a Nadia en el sofá, esta se lo agradeció acariciándole el pelo. Nadia no
se estuvo quieta y le desnudó antes de que pudiera decir "espera". La cogió en brazos y, mientras la besaba, la condujo por el pasillo.
Pero en vez de llevarla a su cuarto, la llevó al de su hermana, su cama era más grande, y, seguramente, sentiría un morbo especial
allí.
El orgasmo de Nadia no se resistió mucho en llegar, su clítoris estaba muy inflamado, ni siquiera tuvo que penetrarla con un dedo para
que explotara. Al parecer las carreras de antes habían bastado para dejarla a punto. Mientras se corría él besó sus tetas con ansia,
ella lo agradeció haciéndose cargo de su cuerpo de inmediato, condujo su lengua a los rincones más íntimos de Raúl, hasta llegar a
su entrepierna, donde comenzó una espectacular felación.
-Me encanta tu tatuaje... –Bramó el chico.- Me encanta...
-Calla... No quiero oír de ti más que tus gemidos... –Ordenó Nadia.-
Ella, que dirigía la orquesta, pronto se situó frente a él de rodillas, dirigiéndole una mirada significativa. Fue la primera vez que él
experimentó la posición del "perrito", le gustó al instante, la penetración era más profunda, y a la chica también parecía gustarle,
además, con sus manos podía amasarle las tetas, acariciarle el clítoris...
-Dáselo al conejito... –Sollozaba ella.- Dáselo todo...
Nadia fue la que le tumbó en la cama, engullendo con voracidad su polla, le masturbó con virtuosismo hasta que su leche bañó las
sábanas, pero aún no habían terminado, se encontraban con fuerzas para más, mucho más. Nadia le mostró varias posturas nuevas,
e, incluso, le pidió que le mordiera suavemente los labios mayores de su vagina, gesto tras el cual se corrió estrepitosamente... Raúl se
corrió nuevamente poco tiempo después, incapaz de aguantar a su vertiginosa forma de cabalgarle. Lo mejor de todo es que tenía la
sensación de que aparte de disfrutarlo todo, lo veía como si fuera una película, desde fuera.
Le gustaban sus tetas, le encantaban, las lamía con entusiasmo, las quería para sí, no sentía nada por Nadia, pero el sexo sin amor
tiene, si cabe, más parte de puro instinto animal, solo importa satisfacerse físicamente, nada más...
-¿Has penetrado a alguna mujer por detrás? –Preguntó de pronto.-
-¿Por detrás?
-Que si has practicado sexo anal. –Soltó ella a bocajarro.-
-No.
-Bien, pues es tu día de suerte...
La chica no aceptó un "No" por respuesta, gracias a su particular forma de chuparle los testículos, así como sus delicadas manos,
consiguió que su erección reapareciera, ventajas de la juventud... Ella hizo ademán de masturbarse, humedeció un dedo y se lo pasó
por la vagina, para luego terminar en el ano.
-Tienes que abrir paso... –Decía entre gemidos.- Primero un dedo... Luego dos, tres...
-No sé si me acaba de convencer...
-¡Hazlo!
Raúl humedeció su dedo y lo introdujo en el culo de Nadia. Era estrecho, muy estrecho, pero, para su sorpresa, se dilataba con
facilidad. Cuatro minutos después, y ante un súper excitada mujer, consiguió penetrarla con tres dedos, lleno de miedo por hacerla
daño y siguiendo detenidamente sus indicaciones.
-Tienes... –Intentaba explicarle ella, con la boca seca.- Tienes que meterla... Poco a poco... Te harás daño si no lo haces...
Ella se había situado encima de él, para controlar la delicada operación. Colocó su glande en el orificio trasero de la mujer y notó como
ella iba bajando, poco a poco, empezó a gemir, el agujero no parecía lo bastante ancho. Pero, ante el grito desesperado de Nadia
pidiéndole que no se quita, no lo hizo. Poco a poco fue entrando, era estrecha, le gustaba, pero se le hacía raro. Iba despacio,
calmando su propia ansia, reprimiendo el fuego que desde su interior le pedía más, pero todo se torció cuando Nadia gimió.
-No puedo aguantar más... –Gritó, arrastrando las palabras.-
Soltó todo su peso sobre la polla de Raúl, fue doloroso, sintió como un desgarro, no pudiendo evitar soltar un gemido de dolor, a la vez
que sus manos se cerraban con furia en los costados de la chica.
-Estas... loca... –Se quejó.-
-Tan solo te doy... –Suspiraba.- Nuevas experiencias, es mi regalo, por lo de la torre...
Nadia empezó a subir y bajar suavemente. Raúl comenzó a bombear, buscando el compás de la chica, era difícil hacerlo, por lo menos
durante los primeros minutos, además aún le seguía pareciendo demasiado estrecho. Poco después, el ano de la chica se dilató y todo
fue más fácil y placentero, entendió por qué en la mayoría de las películas utilizaban lubricante, así resultaría más fácil. La presión era
tal que no pudo resistir mucho más. Con su mano estaba acariciando vertiginosamente el clítoris de Nadia, esperando su orgasmo,
que no tardó. Se corrieron juntos, al mismo tiempo, Raúl lo hizo aún dentro de ella, lo que le dio aún más placer si cabe.
-Sí... Así... Muy bien... Lo has hecho muy bien...
Nadia cayó en sus brazos, aún seguía teniendo la polla de Raúl dentro, pero esta no saldría sin dolor hasta que la erección se
desvaneciera, así que esperaron y recuperaron el aliento, con calma, tomándose su tiempo.
Más tarde Raúl le ofreció una generosa cena, que ella no rechazó. Llamó a su casa diciendo que estaba con un amiga, y entonces
tuvieron toda la libertad que necesitaban. Fue una noche de sexo, algunas veces apasionado, otras íntimo... Nadia era una persona
que disfrutaba llevando la iniciativa, y, más aún, sorprendiéndole.
Finalmente, tras tres orgasmos y varias horas, cayeron rendidos, pero ella tenía un juego más guardado para el final. Cogió la mano de
Raúl y la llevó hasta su sexo, y así, con sus dedos entrelazados, utilizando los del chico como un objeto, se masturbó. Fue una
experiencia muy agradable para ambos, más aún cuando llegó al orgasmo.
Durmieron juntos, desnudos, cansados. Lo último que hicieron antes de caer en el sueño fue besarse suavemente.
-Buenas noches...

Capítulo XVIII
Con Nadia pasó una mañana muy animada, se despertaron dándose los "Buenos días" haciendo suavemente el amor. Preparó un
desayuno especial, tortitas con nata, que ambos engulleron de forma ejemplar.
-De verdad, eres el mejor ligue de una noche que he tenido. –Reía ella.- El sexo sin compromisos tiene sus ventajas...
-Me siento utilizado... –Gruñó Raúl falsamente.-
-Está bien rebajar tensiones antes de "los mortales". –Musitaba ella engullendo un gran trozo de tortita.-
Los exámenes finales del curso ya los habían pasado, ahora les faltaban las pruebas de acceso a la universidad, que se anunciaban
complicadas y sumamente reiterativas. La gente tenía reacciones diferentes ante esta increíble presión, algunos se encerraban en
casa a estudiar, otros pasaban con alcohol, algunos con el sexo, y, los que más y los que menos, intentaban encontrar un equilibrio en
sus vidas. A este grupo minoritario parecían pertenecer Nadia y Raúl.
-Bueno... Tengo algo que proponerte... –Él le mostró su bendita cámara Polaroid, ante lo que ella sonrió, divertida.-
Pasaron el resto de la mañana con el ya tradicional juego de las fotografías instantáneas, Raúl hizo una especialmente buena del
tatuaje de Nadia, justo antes de devorar su sexo. Tras acumular un montoncito de imágenes, en las que la chica se mostró como
sumamente fotogénica, dieron por terminada su particular fiesta. Nadia se despidió, emplazándole a estudiar y a llamarla para
cualquier cosa.
-No te preocupes, si necesito echar un polvo te llamaré. –Carraspeó sarcásticamente ganándose una mirada reprobatoria de la chica.-
Cuídate, y estudia...
-Adiós, señor fotógrafo. –Le guiñó el ojo antes de que se cerrara la puerta del ascensor.-
Los libros consumieron el resto de su día, pero al leer una línea sentía absurdamente que era algo que no tenía que repasar, que ya lo
sabía, se obligaba a continuar por el mero hecho de demostrar que podía controlarse. Pasó un día y medio encima de los libros, hasta
que, finalmente, sus llamadas de días anteriores surtieron efecto.
-¡Raúl! –Exclamó Marta con su voz soñadora.-
-Marta... –Se entusiasmó nada más saber quien era.- ¿Qué tal?
-Bien, muy bien... ¿Vas a ir a la fiesta de esta noche?
-¿Qué fiesta?
-En la Tauro. –Se refería a un gran local donde generalmente se solían organizar las mayores fiestas de la zona.- Es la última grande
antes de que cerremos las persianas para estudiar.
-Oh... –Recordó vagamente que Adrián y Felipe se lo habían mencionado.- Claro, sí, supongo que iré...
-¡Genial! –Celebró ella.- Tienes loquitas a muchas, Casanova, nos vemos esta noche entonces.
-Eso espero, hoy el que te va a exigir un baile seré yo. –Rió mientras cruzaba los dedos.-
-Habrá que verlo... –Se despidió.- Un besito, nos vemos luego...
Los libros quedaron de nuevo brutalmente abandonados en los cajones de su escritorio, pasó la tarde llamando a Felipe y Adrián para
preguntarles si irían, ambos harían un alto en su repaso para acudir, lo necesitaban, dado que estaban hasta las narices de ello.
La noche fue corta pero empezó con música a todo volumen, alcohol y tabaco, por no decir otras sustancias similares de curso ilegal.
Raúl lo pasó bien, se encontró con muchos conocidos, incluso con Nadia y Ana, llegadas en el último momento y de las primeras en
irse, habían salido de su cueva a ver un rato la luz del Sol o, mejor dicho, para quemar tensión en la pista.
-¡Eh!
Alguien le abrazó por detrás.
-¡Has venido! –La voz de Marta le llegó amortiguada por el sonido, pese a que le estaba gritando en el oído.-
-Te dije que lo haría. –Alzó su voz.-
-Ven, ven a bailar.
Marta vestía un conjunto ceñido, muy bonito, tenía el pelo recogido de forma inusual, los focos del local iluminaban su rostro, donde se
veía un ligero tono sonrojado, seguramente fruto de alguna que otra copa de más.
Bailó con una Marta más desinhibida de lo normal, estuvieron pegados casi toda la noche, donde ella defendió a su pareja masculina
de las garras de las otras chicas, frente a la sorpresa total de este. Las copas desaparecían en su mano a una velocidad alarmante, su
mirada se teñía a causa del alcohol... A una hora más temprana de lo normal, la gente empezó a volver a casa, teniendo en mente la
responsabilidad de los estudios. Marta, sin embargo, estaba desbocada.
-Bueno, creo que ya has bebido mucho ¿No?
-Que va, si no es nada... –Decía ella con una sonrisa.-
Pero pronto comenzaron a manifestarse otros efectos, como la perdida de noción del equilibrio. Raúl pasó su mano alrededor de su
cintura para sostenerla.
-¿Nos tenemos que ir ya? –Preguntaba con voz triste.-
-Sí, es tarde, mañana hay que estudiar... –Respondió Raúl, buscando con la mirada uno de los taxis de la parada cercana.- Te llevaré a
casa y...
-¡No! ¡A casa no! –Se alarmó ella.- Mi madre creerá que estoy borracha, y yo no lo estoy, ¿Verdad que no?
-No, claro... –Él le siguió la contraria.-
-Es una neurótica... Siempre sacándome defectos, criticándome...
-¿Entonces que hacemos? –Le preguntó Raúl.-
-Llévame contigo, demos un paseo... ¡La noche es joven!
Pero su estomago empezaba a rechazar tanto alcohol, por lo que el paseo fue suspendido. El taxista voló por las desiertas calles de la
ciudad con temor a que su pasajera le dejara un "regalito", Raúl se hizo cargo de ella en todo momento.
En el ascensor pensó que no aguantaría, pero lo hizo, finalmente, le dio tiempo a llevarla al baño. Tan solo había tenido que aguantarle
la cabeza a una persona que había padecido un exceso de alcohol, Felipe, cuando intentó superar el record mundial de vodka
ingerido, con fatales consecuencias. Marta expulsó todo lo que tenía en el estomago, ante las atentas manos de Raúl que le recogían
el pelo e intentaban dirigirla hacía el inodoro, manchando lo menos posible.
-Tranquila, mejor fuera que dentro, tómate tu tiempo. –Decía Raúl para tranquilizarla.-
Ya en la cocina le ofreció a la chica un par de cosas para aliviar los síntomas de embriaguez, el más clásico de todos era el más
efectivo, una lata de Red Bull y un buen bocadillo.
-Tengo el estomago revuelto... –Se quejaba ella, observando el bocadillo.- No podría...
-¡Cómetelo! –Ordenó él.-
-Pero solo un poquito...
Pese a que se mostrara reticente, al final se comió el bocadillo entero, la mejoría se hizo evidente casi al instante, había recuperado
algo de color y se mostraba más despierta.
-Gracias... –Concluyó al final.- Estaba muy bueno, me siento mejor...
-Este remedio nunca falla... –Se jactó él mientras recogía todo lo que había sacado para hacer ese picnic nocturno.-
-Has sido muy amable conmigo... Pero no puedo abusar, creo que es mejor que...
-No estás en condiciones, es mejor que pases la noche aquí.
-Pero... –Ella le miró, sorprendida.-
-El cuarto de mi hermana está libre, podrás dormir ahí. –Explicó Raúl antes de que pensara cosas raras.-
Pero, ante su estupefacción, ella empezó a llorar.
-Ma... Marta... ¿Sucede algo? ¿He dicho algo? –Se apresuró a calmarla.-
-Es que... He bebido mucho... Que imagen te habrás hecho de mí... –Sollozó.- Pero yo no soy así, nunca me había pasado...
-No tengo ninguna imagen de ti... Bueno, sí, tengo una, pero no es esa.
-¿Seguro? –Le taladró con sus ojos llorosos, Raúl se derrumbó.-
-La única imagen que tengo de ti es la de... La de esa chica encantadora y risueña que siempre sonríe... –Habló muy deprisa, antes de
que las dudas le hicieran callar.- Esa que cada vez que entra en tu misma habitación te hace sentir seguro...
Ella empezó a llorar más abundantemente.
-Es muy bonito eso que dices. –Gimoteó, enjuagándose las lágrimas con una servilleta.- Pero no creo que sea verdad... Yo... No valgo
nada...
-¡No puedes decir eso! –Se alteró él, que apretaba con fuerza sus puños.- Claro que lo eres, anda ya, muchas veces, cuando estaba
triste, me bastaba tu único recuerdo para ser feliz... Porque, porque tú... Tú...
-¿Te gusto?
La afirmación de Marta le había dejado sin palabras, supuso que en cierto sentido era obvio, pero no tanto.
-Ya me había dado cuenta. –Sollozó ella.- Todos se habían dado cuenta... Y ese es mi problema...
El color poco a poco abandonaba su rostro, Raúl ni siquiera parpadeó.
-Hoy José Miguel me ha dejado... –Soltó a bocajarro.- Alguna de las chicas debió comentarlo... Él lo escucho, me preguntó que había
entre nosotros...
Arrancó otra servilleta de su paquete, lloraba y lloraba sin parar.
-No supe que decirle... –Sollozó.- No lo entiendo, si no... No somos nada, ¿Verdad? Entonces por qué no pude hacerlo, no le pude
decir "No hay nada entre nosotros", ¿Por qué? ¿Por qué?
Raúl se sintió culpable por todo lo que estaba pasando Marta, y se riñó mentalmente por haber sonreído al escuchar que su novio la
había dejado.
-Marta... Tú eres muy importante para mí... –Susurró.- No haría nada que te hiciese daño...
-No sé que pasa... Llevábamos tanto tiempo sin hablar... Creí que todo eso había quedado olvidado...
-Es tarde, deberías dormir. –Raúl se levantó para ofrecerle su brazo, pese a que parecía recobrada, aún oscilaba de un lado a otro.-
-Raúl... –Insistió.- ¿Qué somos?
-No lo sé, Marta, ha decir verdad, no lo sé... –Respondió él.- Hace poco te habría pedido que... Bueno, cualquier cosa con tal de estar
contigo, eso es lo que siento... Pero... A veces lo que sentimos no es lo que queremos, no lo sé...
-¿No hay ninguna forma de saberlo?
-Es mejor que duermas. –Repitió él, aunque sentía un profundo dolor en el alma.- Debes reponerte...
-Sí, está bien...
Ella aceptó su brazo. Raúl la llevó hacia el cuarto de su hermana, buscó algún pijama decente en el armario de esta y se lo puso al
lado.
-Mañana, si quieres ducharte, podrás encontrar toallas limpias en el armario. –Le explicó.- Para lo que sea, despiértame...
-Eres un cielo... –Fue su única respuesta.-
Raúl estuvo largo rato despierto, dando vueltas en su cama, la sola idea de que Marta estaba en la habitación de al lado le
obsesionaba, pero había sido un día largo y finalmente se durmió. No habría pasado mucho tiempo cuando se despertó, aún era de
noche, la luz que le había despertado provenía del pasillo, a través de su puerta abierta. Mayor fue su sorpresa cuando sintió un peso
en la cama, a sus pies.
Se había aovillado como un gatito, dormía placidamente, con una sonrisa cansada en sus labios. Llevaba el pijama de Laura que le
había dado, el pelo, ya sin el laborioso recogido, caía libremente... Él no pudo más que sonreír ante aquella escena. Se levantó con
mucha suavidad y con más delicadeza si cabe, movió a Marta hasta acomodarla en el interior de su cama, que, pese a no ser de
matrimonio, era más grande que las normales, por lo que ambos quedaron acomodados sin dificultad. Una vez la tuvo colocada,
apagó la luz del pasillo y volvió a su lado.
Tenerla tan cerca le hizo perder completamente el sueño, estaban cara a cara, si flexionaba un poco el cuello, podría besarla,
despertarla, decirle cuanto deseaba poder ayudarla, estar a su lado, ganarse su confianza, y, por qué no, algo más. En el absoluto
silencio de su cuarto recordó la conversación que había mantenido con Ana.
"-¿Nunca has tenido un sueño subidito de tono con ella? ¿Con nosotras?" –Esas habían sido sus palabras, pensó.-
Ese sueño había sido muy recurrente en su vida, lo había tenido tantas veces, se había masturbado en tantas ocasiones... Pero a raíz
de su relación con Ana había perdido toda la confianza en sus sentimientos, no sabia diferenciar el "amor" del deseo, de la necesidad
de tener a "esa" persona a tu lado. Tenía sentimientos encontrados, por un lado deseaba a Marta, acostarse con ella, amarla... Pero
por otro, temía que si lo hacía sus miedos se cumpliesen y se diera cuenta de que en realidad no la quería de ese modo, al igual que
le había pasado con Ana...
Marta se movió en sueños, sus labios se entreabrieron en un gesto tierno, Raúl lo observó con el rostro cruzado de deseo, quería
besarla, pero no se atrevía. Cogió su mano debajo de la sábana y la acarició. Estaba dispuesto a quedarse despierto toda la noche
compartiendo esa caricia, pero al final fue presa de un suave sueño, donde, por un momento, sintió que volvía a su infancia, a esas
noches en las que compartía cama con Ana y Marta, sus historias, sus juegos...
Soñó que alguien le besaba, ella le besó de verdad.

Capítulo XIX
Pocas veces se había sentido tan falto de cariño como durante esos días, su mayor sueño adolescente se desmoronaba bajo sus pies,
Ana, Marta, sus musas, lo único bueno que encontraba en los momentos de embriaguez, cuando le asaltaban las dudas sobre si era
mala persona o estaba gafado. No se quitaba de la cabeza la posibilidad de que todo hubiera sido un error... Con Ana había aclarado
las cosas, eran grandes amigos, a veces añoraba su cuerpo, pero su amistad lo compensaba. Marta había sido diferente, la tuvo a su
disposición, en su cama, cuerpo con cuerpo, sintió su deseó arder en forma de inquebrantable erección, pero, aún así, no hizo nada...
No era sexo lo que quería, era amor, amor en el sentido más teatral de la palabra, en todos los campos y dimensiones... Amor de
madre, amor de amiga, amor de hermana, amor de amante... Los conocía todos vagamente, casi como recuerdos... Su hermana había
sido muy buena con él, pero, en muchos aspectos, había dejado bastante a su imaginación. A veces incluso deseaba que fuera de ese
tipo de hermanos que controlan tu vida privada y te amonestan cuando algo sale de forma inapropiada... No, tan solo había podido
contar con sus propias decisiones, y ellas le habían llevado a ese punto sin salida.
Estudiaba casi de carrerilla, eran repasos largos y aburridos, dominaba la materia, pero continuamente se le iba la cabeza, pensando
en otras cosas. Raúl sacudió la cabeza, intentando despejarse, puso toda su fuerza de voluntad en los exámenes.
Los fatídicos días estuvo atento, contestó todo cuanto pudo, pero no fue más que un patético intento de examen, al final conseguiría la
nota que necesitaba por los pelos, pero así evitó desastres mayores.
Cuando ya no esperaba que su vida pudiera ir peor, recibió la llamada de Estela.
-Raúl... –Dijo ella después de las rutinarias preguntas.- He conocido a alguien...
-¿A un chico? –Preguntó, sintiéndose repentinamente traicionado.-
-Sí... Le conocí hace unos días... –Relató ella.- Es guapo, es gracioso...
-¿Te ha pedido que te acuestes con él?
-No, parece que... Parece que le gusto, que no piensa solo en mi vagina.
-Estará fingiendo. –Reprendió él duramente.- Todos los que se acercan a ti lo hacen por lo mismo.
-Sabes... –Contestó ella, dolida en su fuero interno.- Eres un cerdo cuando te lo propones...
Acto seguido colgó, y Raúl, aún con el auricular en la mano, se sintió el mayor estúpido del mundo. Estela había abierto su corazón y
él le había respondido con esas palabras, ese tono... Además, a él que le importaba lo que le pasara a Estela... Porque no le
importaba, ¿Verdad?
Su hermana llegó poco tiempo después, al menos él lo sintió así, tenía unas ojeras de impresión e iba acompañada de Cristina.
-Estamos cansadas... –Bostezó.- Vamos a dormir...
Las chicas se pasaron toda la tarde de ese día y gran parte del siguiente durmiendo. Raúl entraba de vez en cuando al cuarto para
comprobar que seguían vivas, pero ahí estaban, en la cama, semidesnudas, en estado comatoso.
Se despertaron con un hambre de mil demonios, él supuso que durante el viaje no habrían hecho otra cosa que bailar, estar con
chicos y beber, que no había quedado tiempo para cosas tan básicas como dormir. Entraron en la cocina desnudas, sin tomarse la
mínima molestia de vestirse.
-¿Dónde habéis dejado a Claudia? –Preguntó a las chicas mientras les preparaba un sándwich.-
-La dejamos en su casa mientras veníamos de camino... –Contestó Cristina, engullendo el primero de sus bocadillos.- Creo que
deberíamos llamarla para comprobar si está bien.
-Primero vosotras, jovencitas. –Objetó Raúl poniendo un tono serio.- Debo nutriros, ducharos y vestiros correctamente.
-Vale, papá. –Rió Cristina.- No te olvides de limpiar bien ahí abajo...
-Menos coquetear y más cocinar... –Gruñó Laura, que esperaba su sándwich.-
Una vez hubo servido más bocadillos y una botella de refresco, Raúl se sentó al lado de las chicas y las observó comer. Hacía rato
que tenia una erección, mirar a Cristina y a Laura era garantía de una erección instantánea. Tenía muy en cuenta que con ellas había
perdido la virginidad, cosa que no olvidaría nunca... También tenía en cuenta de que necesitaba mucho apoyo, pero que nunca se
atrevería a pedirlo por sí mismo...
-¿Os lo habéis pasado bien?
-Bueno... –Ambas intercambiaron miradas.- Digamos que Europa está bien surtida de personas...
-Seguro que no habéis parado de follar y beber... –Observó Raúl.-
-Que bien nos conoces...
-Por aquí todo... –Dudó.- Bien, supongo que bien...
-No se te ve muy contento... –Comentó Laura.- Y estas algo pálido... ¿Has comido bien?
-Bueno, he estado de exámenes, ya sabes, no he dormido mucho.
-¿Qué tal te han ido?
-Pues... –Algo en la cabeza de Raúl se desajustó, con un suave estallido de sinceridad.- Bien, dejémonos de gilipolleces, necesito
echar un polvo.
Cristina se atragantó con el trozo de bocadillo que masticaba.
-Vaya, si que nos ha salido lanzado el niño... –Masculló tras despejar su garganta.-
-He aprendido mucho en este tiempo, la otra vez no cuenta. –Se defendió.- Pero si sois unas estrechas lo entenderé.
-Anda, Cristina, ve tú, que yo tengo que llamar a Claudia.
-En fin... Lo que hay que hacer por la familia...
Raúl arrastró a la mujer hacia el dormitorio, se deshizo de la ropa y dejó al aire su gran erección.
-Bien, como quieres hacerlo... –Preguntó Cristina.-
Pero Raúl no la dejó hablar más, la empujó a la cama y devoró al instante sus labios, besó sus pechos, mordió sus pezones, los
masajeó, finalmente, sin juegos previos, situó su miembro en la entrada de Cristina y la penetró sin compasión. La chica jadeó un
poco, pero rápidamente su sexo se hizo a la dimensión del miembro de Raúl.
Comenzó el baile.
Las penetraciones eran rápidas y profundas, prontamente los dos empezaron a jadear, Raúl se corrió antes que Cristina, dentro de
ella por expreso deseo suyo, y después, con la ayuda de su lengua, hizo terminar a la mujer. Fue apasionado, violento y duro, rasgos
que Cristina observó.
-Vaya... Debe ser guapa... –Comentó ella.-
-¿Quién?
-La mujer con la que te has acostado, porque desde luego, en mí no estabas pensando.
-Cállate. –Ordenó Raúl.-
Su erección aún no estaba recuperada, pero tenia ganas de más, recorrió con su lengua el sexo de la mujer, que no pareció tener
intención de detenerle en ningún momento, y, tras repasarlo durante unos instantes con su lengua, introdujo un dedo en su ano. La
chica se arqueó al instante.
-Vaya... –Jadeó.- Si que has practicado mientras estaba fuera...
-El sexo es la única droga que puedo permitirme...
-Trafica conmigo entonces... –Rió.-
Introdujo un dedo, dos dedos, tres dedos... Cristina se retorcía en la cama, entre dolor y jadeos, pero, finalmente, cuando la erección
de Raúl estuvo lista, se ofreció gustosa a lubricarle el aparato.
-Esto te va a doler. –Objetó él.-
-Tranquilo... Soy todo una profesional...
Una vez consiguió introducir el glande, el resto lo metió con suma violencia, unas gotitas de sangre aparecieron en su pene al sacarlo,
pero no se detuvo, volvió a penetrarla y ella lo agradeció con gritos y jadeos.
Esta vez fue ella la que se corrió antes, al parecer, era de las mujeres a las que le gustaba cuanto más duro mejor. Raúl se corrió en
su cara, dándole el gusto de lamer todo su semen, pero, pese a que su erección no parecía querer responder, él quería seguir...
-Venga, tortolitos... –Murmuraba Laura desde la puerta.- Que ya lleváis un buen rato... Hay más cosas en el mundo...
-No, espera...
Raúl volvió a morder sus pezones, jugó con su lengua en el clítoris de la mujer, llevó el sabor de su sexo a la boca, Cristina cedió a
todas sus peticiones, incluso le gustó mucho la de hacerse fotografías, pero, finalmente, volvió a lanzar la pregunta.
-¿Con quién follabas?
-No sé de que...
-No seas gilipollas. –Replicó duramente.- Sé que no estabas pensando en mí, ni mucho menos... Tranquilo, no eres el primero,
además, joder, esa faceta pasional está muy bien...
-Yo...
Raúl no pudo más y arrancó a llorar, como un bebé roto y descompuesto, sintiéndose imbécil hasta más no poder, pero con la
necesidad imperiosa de explotar por algún lado, exámenes, vida personal, alma... Todo clamaba por liberarse de aquella forma. La
mujer no pudo más que abrazarlo y acercar su rostro a sus voluminosas tetas, como si fuera un niño que busca su alimento, él las
chupó y acarició, intentando acallar sus lágrimas.
-Creo que he perdido el rumbo de mi vida. –Dijo finalmente.-
-¿Has perdido el rumbo? –Cristina meditó.- ¿Y la universidad? ¿Las chicas que te gustaban?
-La universidad ya no tiene sentido, no sé donde está mi futuro, y las chicas... Bueno, me acosté con una, y compartí cama con la otra
sin poseerla, aunque ella me lo pidiera indirectamente...
-Vaya...
-Supongo que ya conocerás la historia, mi hermana no es precisamente la más discreta, pero... –Raúl miró a Cristina a los ojos.- He
perdido la oportunidad que yo pensaba que sería la más importante de mi vida, creía que esas chicas estarían dispuestas a ser mi
vida...
-Te vas a sorprender, pero yo pasé por la misma situación... –Observó ella.- Me di cuenta de que el chico que yo pensaba que era el
hombre de mí vida nunca sería nada importante para mí...
-¿Y qué hiciste?
-Me di cuenta de que esa persona llevaba a mi lado mucho tiempo pero que no me había dado cuenta de que existía.
-¿Quién era?
-Tu hermana, ¿Quién va a ser? –Cristina rió.- Por eso cuando me di cuenta, no la dejé escapar, y eso que he tenido competencia...
-Muchos se han acostado con ella... –Comentó Raúl.-
-Sí, pero solo dos personas tienen su corazón, tú y yo, naturalmente, tranquilo, no te considero un competidor, aunque si follas así
también con ella, me olvidará en unos días...
-Una persona importante que ya estaba cerca... –Raúl meditó unos instantes, al tiempo que las manos de Cristina le acariciaba en
miembro y los testículos, reactivando poco a poco su erección.-
Fue como si todo hubiera estado ahí, claramente demarcado. Una persona que lo había dado todo por él... Una persona con la que
tenía confianza ciega... Una persona a la que quería mucho y con la que había compartido experiencias únicas... Era como sentir un
orgasmo en el cuerpo, como darse cuenta de algo que es obvio...
-Estela... –Murmuró.- Es ella...
-Ve tras ella entonces...
-Sí, lo haré... –Raúl hizo ademán de levantarse, pero Cristina le detuvo.-
-Hay algo que no has acabado aquí... –Dijo esta antes de besarle.-

Capítulo XX
-Tengo que verte. –Descargó su entusiasmo al teléfono.-
-No puedo, estoy muy ocupada, ya sabes... –Respondía la interlocutora.-
-Pero llevas evitándome una semana... –La reprendió él.- He ido a tu casa, he llamado al portero automático, nadie me ha
respondido...
-No estaba en casa.
-¡Estela!
-No grites, te escucho perfectamente.
-¿Qué te pasa? –Bramó él, exasperado.- ¿Te hice algo malo? ¿Estas enfadada conmigo?
-A Gonzalo no le gusta que nos veamos... –Se excusó tímidamente.-
-¿Gonzalo? ¿Qué importa Gonzalo?
-Se supone que es mi novio, si que importa...
-¡Pero si lo conociste hace un par de semanas!
-¡Joder! ¡Qué más da! ¡Es mi novio!
-Tengo que verte, por favor.
-Mira no puedo, lo siento, voy a colgar... –Raúl intuyó que estaba llorando.-
-¡Espera, Estela! –La maquinaria mental del joven iba al máximo de su capacidad.- ¡Me lo debes!
-...
-Acuérdate del vestido... –Hablaba atropelladamente.- Me dijiste que tenias que estrenarlo en una cena, me lo dijiste...
-...
-Tienes que cenar conmigo, esta noche, no... No... Mañana, mañana a las diez, en La Traviata, ¿Te acuerdas? Detrás del antiguo
Centro Comercial... –Se jactó de su memoria.- Y la pulsera, la pulsera también debes ponértela...
-Es una tobillera... –Sollozó ella.- Raúl, eres tan idiota...
Colgó.
Por algún misterio del destino, Raúl supo que eso había sido un "sí", que debía prepararse, que la próxima noche tendría su
oportunidad, podría disculparse con Estela, podría verla, podría hacer que olvidase a ese tal Gonzalo, que no conocía pero que,
misteriosamente, odiaba con enferma fijación.
Dejó el teléfono en su sitio y suspiró. Por un momento le flaquearon las piernas. ¿Desde cuando tenía esa autosuficiencia? ¿Desde
cuando era tan lanzado? ¿Estaba tan necesitado de cariño que podía llegar a suplicar?
Casi se cae cuando su teléfono móvil, que llevaba en el bolsillo, empezó a vibrar y sonar.
-¿Felipe? –No le dio tiempo a que le saludara.- ¿Qué quieres?
-Joder, pero si te estamos esperando...
-Eh...
-Fin de exámenes... Bacanal... –Felipe suspiró.-
-No sé si estoy de ánimos.
-Sabía que dirías eso... –Colgó.-
Raúl se sintió culpable por haber tratado de esa manera a su amigo, pensó en llamarle para disculparse, pero el estruendoso timbre
de la puerta vino a completar su dolor de cabeza.
Abrió con desánimo, dos potentes manos le agarraron cada hombro.
-No aceptaremos un "No" por respuesta. –Eran Felipe y Adrián, al parecer, lo tenían todo bien diseñado.- Nos vamos, puedes vestirte
adecuadamente o ir así, tu decides.
-¡Dejadme en paz! –Suplicó.-
-Necesitas vivir un rato, últimamente estas insoportable, esta noche te espera una buena cogorza y un par de polvos, ¡Anímate
hombre!
Tras unos minutos de forcejeo no tuvo más oportunidad que acceder, dio gracias de que Laura y Cristina se hubieran ido a comprar al
hipermercado, dado que la nevera, tras su llegada, se había convertido en una zona de guerra, solo quedaban los restos
descuartizados de lo que antes se había llamado comida.
Se duchó, se vistió y se dispuso a salir. Pensó en alguna excusa que le permitiera abandonar la fiesta tras la primera cerveza, con
tanta gente no le resultaría difícil largarse, pero tampoco quería que sus amigos pensaran mal de él.
Aún no era de noche, pero sus amigos tenían el trayecto meticulosamente diseñado. Pararon en un restaurante de comida rápida,
donde llenaron el estómago, cosa vital para que el alcohol no cayera mal.
Estuvieron hablando de sus respectivas vidas, del futuro, de todo lo que les depararía, de si se volverían a ver una vez ingresaran en
sus respectivas universidades, cada uno tenía una especialidad diferente, y, por desgracia, eso les llevaría a muchos kilómetros de
distancia.
-Sé que decir "amigos para siempre" sería muy peliculero. –Observó Adrián.- Pero no me gustaría perder todos estos momentos...
-Hagamos un pacto. –Felipe puso voz de colegiala y mascó un chicle imaginario.- Tendremos que vernos al menos una vez al año,
aquí, en este mismo sitio.
-¿En una hamburguesería? –Los tres rieron, Raúl tuvo la sensación de que esa era la misma risa del pasado, cuando no había
ninguna preocupación, cuando no existía el miedo a un adiós anticipado.-
-En peores sitios he comido... Además, esto refleja nuestro estilo... Somos los "Hamburguer Boys", supuestamente corrientes, pero los
números uno...
-Brindemos por eso...
Tras una larga charla, dos hamburguesas, un helado y un par de cafés, aderezados con un paseo, sus cuerpos tenían las baterías
cargadas al menos para siete días de fiesta, Raúl, que había estado desconectado del mundo real, no sabía en qué iba a consistir,
había muchas sorpresas para esa noche, algunas buenas, otras... Diferentes...
La música martilleaba en sus oídos, los focos le cegaban a cada paso, la gente se acumulaba, delante, detrás, a un lado, a otro... Era
una fiesta en toda regla, había gente más mayor de la que acostumbraba a acompañar, pero el ambiente era bueno.
Ahí estaban todos sus conocidos, Nadia, su pelirroja preferida, le saludó con un mordisco en la oreja al tiempo que le apretaba
fuertemente contra su escotadísimo pecho.
Ana y Marta le saludaron, dos besos le parecieron poco, pero no estuvieron mal, después de esos días tan terribles que había pasado,
conectar un poco más con el mundo le estaba viniendo bien. No vio a Estela por ningún lado, de todas maneras no quería precipitar
las cosas, prefería verla la noche siguiente, en una situación más cómoda y romántica...
Raúl siempre bebía cerveza, a lo sumo algún tipo de chupito, esa noche, desde el principio, pusieron en su mano una inmensa
variedad de licores, ginebra, vodka, whisky... Bailaban en su vaso a un ritmo vertiginoso, Adrián y Felipe, que le escoltaban por todo el
local, se encargaban de que en todo momento estuviera servido, al parecer eso de "hacerle disfrutar" se había convertido en un
"emborracharle para que se desinhiba".
El alcohol cumplió su misión pronto, muy pronto. Se descubrió con una chica de piel negra, coqueteando abiertamente, bailando una
música que le desagradaba especialmente, el reggeaton, teniendo en cuenta los sensuales rozamientos que ello conlleva. Felipe y
Adrián también habían encontrado buena compañía, la risas y el alcohol eran fugaces pero interminables.
-¡Venga, nos vamos! –Comentó Adrián, gritando vivamente para que le escuchara.-
-¿Nos vamos? –Raúl estaba bastante cómodo.-
-Sí, esta solo es la primera parada de la noche, pequeño saltamontes. –Rió a carcajada limpia al tiempo que apuraba su copa e iba
difundiendo el mensaje, pronto un nutrido grupo de personas se dirigió a la salida, arrastrando a Raúl por el camino.-
Tuvo un escalofrío cuando vio un autobús, con sus dos conductores obligados, a la salida, esperándolos, con una gran lista en la
mano, en pocos minutos el autobús se llenó y tomó un rumbo que para él era desconocido. Felipe estaba varios asientos más
adelante, besándose apasionadamente con la chica que le había acompañado durante la primera parte de la noche. Adrián, por su
parte, era su escolta personal, en el fondo, Ana y Marta charlaban animosamente, el rojo fuego del cabello de Nadia brillaba en la
primera fila, parecía reírse de algo que acababa de decir el conductor de reserva.
No tardaron mucho en parar, el local lo desconocía, aunque el nombre lo había escuchado un par de veces.
-Segunda parada de la ruta celestial. –Se carcajeó el conductor, utilizando el micrófono.- Procuren vomitar antes de que tengamos que
recogerles...
El local era mucho más grande que el anterior, con una música electrónica frenética y unas luces que parpadeaban hasta en el más
ínfimo lugar. El alcohol apareció por arte de magia, la música, los corros de personas, el ambiente no tardó en llegar. Ana y Raúl
bailaron alocadamente, con movimientos inconexos y mecánicos, al ritmo de la música. El calor del local y los bailes vertiginosos les
daban un calor insoportable, lo que aceleraba el consumo de copas, el alcohol iba ganando espacio en el flujo sanguíneo de la gente.
-¿Estás solo? –Nadia emergió de las profundidades para robarle los pocos segundos de descanso que había conseguido obtener de
una chica, que le había parecido rusa, que le tenía esclavizado a su lado.-
-Digamos que he dejado el bloque del este... –Rió él, chillando casi al oído de la joven.- En el Sur están las mejores chicas.
-Me alegro de escuchar eso. –Ella comenzó a bailar, aunque más parecía un contoneo sexy, su ropa dejaba todo a entrever, Raúl tuvo
que controlarse y recordarse su trascendental cita de la noche siguiente, Nadia era una chica apetecible y él...-
-¡Bien, bien, bien! –La voz del DJ resonó en toda la sala.- Ahora uno de los platos fuertes de la noche... Jessica, Bruce... ¡Vamos,
profesores, a escena!
Una chica despampanante y un hombre que parecía un esculturista aparecieron por una de las puertas.
-Chicos, chicas, por gentileza de la casa y como regalo especial, Jessica y Bruce, dos stripper profesionales... –Los aplausos y los
vítores le interrumpieron.- No solo nos mostrarán sus talentos, también nos darán unas lecciones para aprender a desnudarse con su
maestría... ¿Voluntarios?
La emoción llegó al ambiente, una chica de pelo castaño y grandes pechos fue la primera en subir al escenario donde, antes las gogós
y ahora los striper, esperaban para animar al público. Dos chicos subieron entre empujones de sus amigos, riéndose y picándose para
ver quién haría más el ridículo. Otra chica, de pelo negro y piernas kilométricas, entró en escena, su minifalda era tan exigua que todos
pudieron ver sus nalgas pese a que las escalera del escenario eran diminutas.
-Bah... –Nadia le dio su vaso de tubo y se colocó la blusa.- Les voy a enseñar lo que es un baile sensual...
El grupo de amigos aplaudió a Nadia a rabiar, esta les respondió con una inclinación de cabeza y un guiño pícaro. Marta la envió unas
sugestivas miradas a Raúl, incitándole a subir al escenario, afortunadamente, antes de que pudiera barajarlo, Adrián se lanzó a los
lobos.
Tres chicos y tres chicas, aparte de los profesionales, amenizaron la noche. Pronto comenzó a apretarles la ropa, los dos chicos fueron
los primeros en desnudarse, siguiendo las instrucciones del profesional, las chicas parecían jugar más al gato y al ratón.
Adrián hizo gala de un estilo propio, consiguió arrancar una oleada de aplausos del público femenino al despojarse de la ropa interior,
cosa que los otros dos chicos no habían llegado ha hacer. La chica de grandes pechos había quedado solo con una diminuta braga
tipo tanga, se tapaba sus copiosas tetas con un brazo, al final, dejó que todos vieran su voluminosa anatomía. El alcohol y la masa
aclamándote podían resultar muy convincentes.
El ambiente, aparte de teñido de humor, se ponía muy caliente. La chica de piernas largas les deleitó con unas tímidas poses en la
barra, había reconocimiento para todas y todos, era una fiesta, la gente lo estaba pasando bien... Cuando llegó el turno de Nadia, la
gente volvió a corresponder la amistad con aplausos.
Era de lejos la más lanzada, pronto dejó al aire sus pezones rojizos, bien recibidos por el sector masculino, en la barra consiguió
realizar alguna de las piruetas típicas, en una de ellas mostró con claridad su peculiar tatuaje de "Busca el conejito", la exclamación y
el aplauso fueron más estruendosos que la música. Raúl se sintió reconfortado por ella, recordaba la timidez de la pelirroja cuando se
lo enseñó a él en particular... Cuando el tanga de la chica voló al público, se dio por terminada su actuación y los profesionales
entraron en escena.
En cuanto el espectáculo de los profesionales terminó, los chicos se hubieron deleitado con los enormes pechos llenos de silicona de
la mujer y las chicas con el gran miembro del hombre, Adrián, de nuevo vestido, fue pregonando que tocaba volver al autobús de
nuevo. El grupo fue menos numeroso que la vez anterior, muchos habían decidido quedarse una vez comenzó la música, pese a todo,
eran más de veinte personas las que tomaron de nuevo el camino.
-Ha sido una buena noche. –Murmuró Raúl, feliz, aún con el tono de voz elevado, dado que sus oídos chirriaban debido a la música a
todo volumen que habían soportado.- Lástima que se termine...
-¿Quién te ha dicho que esto se ha terminado? –Ana, que estaba detrás de él, asomó la cabeza por encima del respaldo de su asiento
y le sonrió.- Aún no ha empezado la verdadera fiesta...
Capítulo XXI
Tratándose de la "Gran Fiesta" debió haberlo supuesto, la casa era de Jaime, uno de sus compañeros que, aunque no del gusto de
Raúl, si que se caracterizaba por intentar suplir su peso, le sobraban unos kilos, con alardes dinero. Su padre era un promotor
inmobiliario con cierto éxito, por lo que su casa era una auténtica mansión a las afueras.
-La tenemos libre para nosotros. –Murmuraba Jaime al tiempo que se tenía que poner de lado para salir por le estrecho pasillo del
autobús.- Alcohol, música, diversión... No hay vecinos, así que podemos hacer lo que queramos, mis padres están en un viaje de
negocios...
Mientras algunas de las chicas aplaudían y le daban cariñosos besos en la mejilla, el resto abandonaba en tropel el autobús, donde el
conductor y su suplente revisaban que nadie hubiera dejado un "regalito" de nuevo, siempre temerosos.
Era un enorme chalé, con una parcela gigante, una piscina privada que era todo un alarde de vanidad, el suelo de baldosas y seis
mesas de piedra que había diseminadas por ahí, eran el lugar perfecto para montar una pequeña fiesta. Además, dentro también
había espacio y, lo mejor, dos neveras llenas de alcohol.
El cambio fue rápido, en cuestión de diez minutos la gente ya tenía nuevos cubatas en la mano, Raúl intentó librarse de ellos, pero
Adrián y su marcaje especial de esa noche le llevaron a tener que beberse uno por no quedar mal. Jaime, el anfitrión, se mostraba
eufórico, cada vez ofrecía más cosas, comida, bebidas más exclusivas que sus padres guardaban para ocasiones especiales...
El tiempo era cálido, empezó a cundir la sensación de que sobraba la ropa, hecho que se hizo aún más intenso cuando se
encendieron las luces de la piscina, invitando al baño. Pronto seis o siete personas chapoteaban, desnudas o en ropa interior, ante las
risas y la música que ya había empezado a sonar en el potente grupo de la casa. Fuera de los potentes focos de la parcela, no se veía
una sola luz, estaban solos.
-¡Esto es genial! –Gritó Jaime, al tiempo que babeaba al ver pasar a una de las chicas completamente desnuda.- Anímate Raúl, están
como locas por mojar, y tu pareces algo deprimido...
-Fóllatelas, Raúl, te gustará. –Felipe había resurgido de las sombras, tan solo portaba su ropa interior, un bóxer, que marcaba
perfectamente su "animado" paquete.-
Marta estaba preparando una especie de cóctel con ron, ginebra y vodka, Ana intentaba secarse, su sujetador había perdido un
tirante, reía como pocas veces la había escuchado, Nadia era de las que ya estaban desnudas, a decir verdad, Raúl era de los pocos
que tenia aún todas sus prendas, incluso Jaime se había quitado la camisa...
-¡Voy a por toallas! –Gritó por encima del barullo, ganándose los silbidos de sus amigos, que pensaban que se acobardaba.-
El piso superior de la casa de Jaime era inmenso, cuartos grandes y bien decorados, baños lujosos... No le costó encontrar toallas,
más que nada porque se tomó la voluntad de abrir puertas a diestro y siniestro, se cortó un poco al ver que un par de parejas se
estaban liando en el cuarto que debía ser de la hermana mayor de Jaime, que, sino recordaba mal, estaba aprendiendo inglés en un
colegio mayor de Londres. Con los brazos cargados de toallas y albornoces, bajó.
Apenas tuvo tiempo para dejarlos encima de una de las mesas, en la que tuvo que apartar copas y botellas, antes de que media
docena de los invitados se le echaran encima y le desnudaran por completo. Entre el barullo pudo ver como le quitaban todo menos la
ropa interior, él se dejo hacer, entendiendo que se habrían confabulado durante los minutos que había estado ausente.
-¡Al agua con el cura! –Ese fue el grito de guerra que escuchó antes de que le tiraran a la piscina, acto seguido, se tiraban también sus
agresores, pronto una decena de personas chapoteaban, jugaban y se tocaban bajo las aguas.-
-¡Alto¡ ¡Alto! –Una chica de pelo rubio ondulado, que Raúl conocía solo de vista, les pidió atención.- ¡Tenemos que hacer el brindis
oficial antes de seguir!
Jaime llegaba en esos momentos con una jarra enorme, en su interior, una bebida de tonos rojizos y mucho hielo, que estaba siendo
removido en esos momentos por una de esas cucharas de cristal que solían utilizar en las películas.
-Este es mi cóctel especial, ¡No os decepcionará!
Entre Jaime y la chica fueron sirviendo unos vasos, unos por cortesía, otros por vicio, la mayoría acabó brindando e ingiriendo ese
licor de gusto dulzón. Después del alto, la fiesta continuó.
Raúl sentía las mejillas encendidas, tenía calor, mucho calor, prácticamente le ardían. El ambiente era altamente sexual, las caricias
pronto se sucedieron a los juegos, todo parecía descontrolado, como si todos hubieran perdido la cordura. Del poco pudor
acostumbrado en estado de embriaguez y confianza, estaban pasando a lo explítico... De poco más fue consciente antes de que
sucediera el apagón mental.
[---]
Apenas podía moverse... Raúl sentía la calidez del Sol golpearle en la cara, algún pájaro piaba lejos, muy lejos... Intentó abrir la boca,
pero la tenia pastosa, asquerosamente pastosa, tuvo que tragar saliva varias veces para poder gesticular a gusto... Abrió los ojos poco
a poco, le dolía la cabeza, sentía pinchazos en una de sus piernas, eso sin contar el terrible dolor de espalda.
Se incorporó.
La escena fue aclarándose poco a poco, sus retinas parecían no querer enfocar tan extrema escena. Cuerpos, cuerpos desnudos,
abrazados, mezclados entre si... Ahí estaban todos, casi todos... El suelo estaba recubierto de toallas, reconoció alguno de los
manteles de la casa, incluso las cortinas del salón...
Pero en realidad no tuvo mucho tiempo para fijarse en el suelo, las personas, todas ellas, parecían sacadas de una orgía salvaje, una
bacanal sin medida... Raúl se tensó al instante.
-"¿Qué ha pasado?" –Pensó.- "Joder... No recuerdo nada..."
Percibió que tenía un moratón en la pierna que le dolía, pero, al instante, percibió una mancha blancuzca en su muslo, sin lugar a
duda, era semen. Estaba desnudo, pudo percibir a simple vista todos los signos de que había follado, el problema es que no sabía con
quien ni como. Se sobresaltó cuando una mano acarició su espalda. Era Marta, aún estaba dormida, pero estaba a su lado.
Se le hizo un nudo en la garganta. Los pechos de la chica estaban recubiertos de marcas rojizas, mordiscos sensuales, empezó a
deducir, todo indicaba que también ella había participado en los juegos sexuales, sobretodo porque tenia una mancha reseca de
semen en la comisura de los labios, una imagen que en otra circunstancia le habría resultado tremendamente erótica, pero ahora solo
le asustaba más. Nunca se había emborrachado tanto como para perder la cabeza, eso solo pasaba en las películas.
Al otro lado de Marta estaba Ana, más que la otro lado, la abrazaba por detrás. Pudo divisar a Felipe, tenía encima a una chica, Adrián
estaba cerca de la escalera de la piscina, boca abajo, con la mano alrededor de la cintura de una mujer y con un chico al otro. Así, uno
tras otro, se dibujaba la escena. El corazón de Raúl iba a mil por hora, pensó que le saldría del pecho.
Pero no tuvo tiempo para pensar mucho más, unas poderosas nauseas se apoderaron de él. Se levantó con cuidado de no despertar a
Marta, caminó intentando no pisar a nadie, pese a su urgencia. La puerta de la casa estaba completamente abierta, en el sofá del
salón pudo ver a una pareja dormida en posición fetal, no pudo aguantar mucho, por lo que fue al baño de la primera planta, vomitó.
Se enjuagó la cara con agua fría, salvo el dolor de cabeza y la sensación de mareo, todo parecía correcto. Buscó algo que ponerse,
pero su ropa flotaba en la piscina, junto con incontables objetos, incluidos una silla, un par de botellas y un teléfono móvil...
-¿Qué coño ha pasado? –Reconoció la voz de Nadia, pese a que sonaba ronca, casi afónica.- Joder, mi cabeza...
Raúl cogió sus pantalones de la piscina y se los puso, chorreando se acercó a la pelirroja.
-Parece que la fiesta se nos fue de las manos... –Murmuró.- ¿Qué hora es?
-No sé... –La chica se acarició las muñecas.- He perdido el reloj...
El primer movimiento de Nadia fue ir directamente hacia su vagina, introdujo dos dedos, exploró detalladamente y después se los llevó
a la nariz.
-Joder... Es la primera vez que me despierto sin saber a quien me he tirado... –Parecía preocupada.- No soy de esas que llegan al
coma y se dejan meter mano por todos...
-No te preocupes... –La ayudó a levantarse.- Todos estamos así.
Nadia también tuvo la necesidad urgente de vomitar, por lo que Raúl la guió al baño y le sujetó el pelo mientras ella procedía. Se
estaba convirtiendo en una costumbre para él.
-¿Despertamos a los demás? –La pelirroja llevaba uno de los albornoces que habían quedado desperdigados por el suelo.- Algunos
ya vuelven en sí.
Poco a poco fueron volviendo en sí, los focos aún seguían encendidos, pero el potente Sol los dejaba inservibles, debían ser más de
las doce de la mañana. Una de las chicas se puso a llorar mientras se tapaba la cara con las manos, entre balbuceos, Raúl pudo
entender que había sido su primera vez y que no se acordaba de nada, que se sentía una puta.
-Raúl... –Marta le miró, tenia los ojos muy abiertos.- Hace un rato me desperté pero volví a dormirme... ¿Eras tu el que tenia al lado?
-Eh... Sí... Lo siento, yo no recuerdo que...
-Ah... –Ella soltó aire, casi como aliviada.- No importa, pero yo tampoco, no creo que bebiera tanto...
Los baños se colapsaron de gente vomitando, algunos incluso aprovecharon las zonas verdes del jardín, Nadia y Raúl se decidieron a
preparar algo de café y a asaltar el botiquín de la familia de Jaime para robarles las pastillas para el dolor de cabeza.
-Raúl. –Nadia sostenía la jarra de café en la mano.- Esto no es normal.
-Claro que no, no debimos hacerlo, ha sido una gilipollez...
-No, digo que... Creo que no es "normal".
-¿A qué te refieres?
-Nos despertamos todos desnudos, con signos evidentes de haber follado como leones, y ninguno recuerda nada. ¿Es normal? El
alcohol no produce amnesia, solo lagunas, y eso si te bebes tres botellas de ginebra a pelo... Es... Es que creo que nos dieron algún
tipo de droga.
-Droga... –Raúl empalideció.- No sé... Joder... Bueno, veamos como van...
La gente había improvisado vestuarios, presos de un repentino pudor, mientras escurría su ropa o directamente la buscaba, Raúl se
sonrojó al darse cuenta de que un tanga de hilo, perteneciente a una chica que no había visto en su vida, estaba dentro de su bolsillo
derecho.
Jaime tenia la cara blanca, había vomitado más veces que nadie, parecía asustado.
-No hemos usado condones... –Advertía una de las chicas.- Yo uso la píldora, pero... Espero que nadie tenga nada contagioso...
Casi como dándose por advertidos, uno por uno fueron aclarando que no tenían nada, ninguna enfermedad venérea, eso calmó un
poco el ambiente, no era plan de que el temido VIH hiciera acto de presencia.
-Pues yo no tomo la píldora... –Lloraba otra de las chicas.- No sé que ha pasado, no sé con quién he estado... Solo sé que no me
gustaría quedarme embarazada...
Se estuvo hablando durante un rato, poco a poco la ropa fue volviendo a su lugar, pese a que Raúl no encontró sus calzoncillos, al
igual que muchos otros no encontraron sus pantalones o camisetas... Una de las chicas incluso había perdido su piercing de la nariz...
El silencio hizo acto de presencia en un momento dado, todos parecían tensos, según lo que Nadia le susurraba al oído, parecía que
no había follado con una sola persona, tenia la vagina inflamada, eso significaba mucha marcha durante la pasada madrugada...
-Te digo que no...
-Sí, sí es eso...
-No, no lo es, y cállate o te van a oír...
-¿De que habláis?
Jaime y la chica con el pelo rubio ondulado estaban discutiendo, apartados del resto. El chico parecía profundamente afligido.
-Veréis... –Empezó él.-
-¡Cállate! –Ella le agarró del brazo.-
-¡No! No puedo, esto ha sido por nuestra culpa... –Parecía a punto de llorar.- Es por el cóctel, el de ayer... Nos dijeron que solo
animaría la fiesta, que desinhibiría a la gente para que se divirtiera sin prejuicios...
-¿Qué? –Los murmullos se levantaron, Nadia y Raúl intercambiaron una mirada significativa.-
-No recuerdo como se llamaba, Murundanga, algo así... –Explicaba el grueso anfitrión.- Me dijeron que no pasaría nada malo, yo... Lo
siento, no sé que... Yo no sabia que pasaría esto, no creí que fuera tan fuerte...
La ola de insultos se elevó, pese a todo, algunos incluso intentaron llegar a las manos, especialmente Adrián, que le lanzó un directo a
Jaime, que quedó tendido en el suelo, agarrándose la cara y gimoteando como un cochinillo.
-¡Eh! ¡Eh! –Intentaron calmarse.- Eso no va a solucionar a nada, es un gilipollas, sí, pero el mal ya está echo, ahora lo importante es
vestirnos, ordenar todo esto... Creo que pasarnos por un centro de planificación familiar a la vuelta no estaría mal, una píldora del día
después para cada chica y listos, esto no ha ocurrido, ha sido un error...
La calma llegaba, casi tan rápido como su ropa se secaba. El autobús llegó una hora después para llevarles a su zona conocida. Atrás
quedaron Jaime, la chica rubia y un par de personas más. El resto, cabizbajo, realizó el trayecto en silencio.
En el centro de planificación les observaron llegar con gesto divertido, como si fuera patente en sus caras todo lo que había sucedido...
Algunos chicos esperaron fuera, otros acompañaron a las mujeres, una a una, fueron rellenando el documento pertinente y tomando la
píldora. Algunas, sobretodo las que tomaban la píldora anticonceptiva, no lo hicieron, pero la mayoría optó por no arriesgar.
Mientras esperaba y tomaba agua, que salía gélida de una maquina que tenían en la zona de espera, la mente de Raúl se fue
aclarando, todo estaba difuminado, le dolía mucho al recordar, pero... Poco a poco, estaba empezando a verlo.
-Nos vamos... –Ana y Marta le despidieron con dos besos en la mejilla, Raúl no pudo evitar sentir un escalofrió en su estomago.- Ya
nos llamamos si eso...
-Yo hoy prefiero dormir. –Felipe se rascó la entrepierna por trigésima vez ese día, la noche le había ocasionado un molesto picor.-
Mañana ya veremos...
Se fueron separando en grupos, que a su vez, se separaban llegando a la intersección que cada cual necesitaba que ir a casa. Raúl al
final estaba solo, delante de su puerta, dándose cuenta de que no tenia las llaves encima, que aún estarían en el fondo de la piscina
de Jaime. Su cartera sí, estaba completa, aún mojada, pero completa. No tuvo más remedio que llamar al portero automático.
-¿Quién? –La voz malhumorada de su hermana le atendió.-
-Yo.
-¿Raúl? –Preguntó esta, en medio de un bostezo.- ¿Has perdido las llaves?
-Sí, abre.
-Joder, menuda juerga debiste correrte... –Ella rió.- ¿Te liaste con alguna?
Justo en ese momento pasaban por delante del portal un par de señoras mayores, al observar el deplorable estado del joven y
escuchar las palabras de la chica, le dedicaron una mirada reprobatoria.
-Abre, joder, abre de una puta vez.
-Amargado...
En el ascensor respiró profundamente, no lo había sentido debido a la tensión, pero la verdad es que tenia sueño, mucho sueño,
estaba muerto en vida, incluso le picaban los ojos al mantenerlos abiertos...
-Date una ducha y vete a la cama. –Fue lo único que le dijo su hermana al abrirle la puerta de la casa.-
-Buenas noches... –Ironizó él.-
En el reloj de pared de la cocina marcaba que eran casi las tres de la tarde, estaba hambriento, tenía sueño y aún le dolía la cabeza,
pero, sobretodo, se sentía pegajoso. En la ducha pudo apreciar con el tacto lo que parecía ser más que un polvo nocturno. El efecto
que los flujos vaginales causaban al secarse en la piel eran muy parecidos a los del semen, se volvían densos y pegajosos, aunque
incoloros, así como emitían un fuerte olor. Pues bien, Raúl tenia el pecho, la entrepierna, y las rodillas cubiertas de flujo vaginal. Por
otro lado, su pene, rojo y con algunas rozaduras dolorosas.
Recordó su etapa de pajero adolescente, que nunca antes, ni siquiera tras ocho pajas en una noche, había visto su miembro en
semejantes condiciones, de verdad es que tendría que haber follado como un bestia esa noche para que todo quedara así. "Es para
desinhibirse" recordó las palabras del infeliz de Jaime.
-Pues si que tenia cosas de las que desinhibirme... –Murmuró para sus adentros.-
La cama le esperaba casi con amorosa pasión, se embutió en ella y, casi sin pensarlo, se durmió. En los sueños, las imágenes
borrosas se hacían claras, los recuerdos olvidados regresaban...
-"Esto es lo que siempre he querido." –Escuchaba su propia voz, lejana.-
-"Cállate y fóllanos." –La aflautada Ana le tapaba la boca con un beso.-
-"Sí..." –Marta le arañaba con cariño los testículos.- "Parece que vuelves a estar listo... Esta vez me toca a mi primero..."
-"Os quiero, os quiero, chicas, os adoro..." –Eran algunas de sus palabras.-
Pero tan solo era el prolegómeno romántico de una sesión maratoniana de sexo duro, sucio y violento... Después no hubo palabras,
solo sexo, semen, clítoris, caricias, sexo oral y gemidos, muchos gemidos...
Raúl se despertó cubierto de sudor frío. Por sus ojos discurrían, otra vez, las imágenes que había visto mientras dormía, nítidas ante
sus retinas. Pero la pregunta era otra, ¿Era eso lo que había sucedido o simplemente un sueño?

Capítulo XXII
Estaba destrozado, a lo largo del día sus viajes al baño para vomitar fueron frecuentes, con el consiguiente dolor de cabeza y
estomago que eso conllevaba. Llamó a Felipe y Adrián para saber como estaban, por su endeble voz, supuso que como él. Demasiado
alcohol, mucha "marcha" y, además, esa droga... Como eran las ocho y media de la tarde y no quería quedarse dormido por sus
urgencias estomacales, revisó en Internet el nombre que le había dado Jaime.
En efecto, era una nueva droga importada de iberoamérica, en pequeñas dosis desinhibía, en dosis medias, provocaba inconsciencia,
en dosis altas, desde el coma hasta la muerte. Todo esto aderezado de una fuerte amnesia transitoria si se la mezclaba con alcohol u
otras drogas.
-Cojonudo... –Murmuró para sus adentros, al tiempo que se acariciaba el antebrazo.-
Supuso que el efecto de la murundanga era transitorio, por eso había podido recordar tan claramente lo sucedido, tanto soñando como
despierto, todo estaba tan claro, incluso podía rememorar las sensaciones, los sonidos, los gritos...
Se inclinó en su silla al tiempo que colocaba la cabeza lo más cerca de las piernas que podía, el solo hecho de recordarlo hacía que
su estomago volara y amenazara con estallar, era todo tan irreal, tan de ciencia ficción... Ni siquiera imaginando que su vida era un
largometraje con guión lo podía entender.
-"¿Qué he hecho? ¿Lo sabrán ellas? ¿Qué pasará? ¿Todo seguirá igual?"
Bip Bip Bip
Recogió su teléfono móvil, que estaba enchufado cerca del respaldo de la cama. Era un mensaje, corto, breve... Demasiado breve.
"De: Marta
Mensaje: Raúl, tenemos que hablar"
Se tendió en la cama, abatido, sabedor de que todo eso era su sentencia, que ya nada sería como antes, que había dado un paso, no
hacia la madurez, sino hacia el infortunio... Prometió que nunca jamás volvería a traicionar a la cerveza, nada de bebidas extrañas,
nada de aceptar cócteles de cretinos... Solo él y su cerveza, nada de sustos, nada de "accidentes".
[---]
-Este es mi cóctel especial, ¡No os decepcionará!
Raúl recordaba con todo lujo de detalles las escenas sucedidas...
-Venga, venga, una más. –Ronroneaba Ana.- Inténtalo.
-¡Yo primero! –Marta depositó un hielo en su boca y se tendió hacia él, dispuesta a todo.- Fenga, fe feme fae...
El joven tendió sus labios, apretó su cuerpo con el de la chica y entremezcló su lengua con el gélido tacto del hielo y con el edulcorado
sabor de Marta, el hielo pronto llegó a su boca, y pudo deleitarse una vez más con ese elixir.
-Ya no queda más. –Comentaba Jaime, al tiempo que se dirigía hacia el interior de la casa con la jarra vacía.- Cambiaré de música,
algo más relajado...
-Dios, estoy ardiendo. –Nadia se frotaba los ojos, varias de las personas decían lo mismo, sus rostros estaban colorados en algunos
de los casos.-
-¿Tienes calor? –Felipe la miró de arriba abajo.- ¡Pues al agua!
Entre dos chicos tiraron a Nadia al agua, la piscina parecía volver a convertirse en el foco de las atenciones, pese a que ya parecía
haber tenido su momento de gloria. Entonces, las cosas empezaron a precipitarse, efectivamente, la música cambió, el estruendoso
"Chimpun Chimpun" dejó pasó a algo más calmado y melodioso.
Raúl se acuclilló, alguien aprovechó para pellizcarle el trasero.
-¡Eso es traición! –Fingió un falso enfado mientras se abalanzaba hacia Marta y Ana, que corrían en dirección contraria, inmersas en
un mar de risas.- ¡Reclamo una compensación!
-Sí, sí... –Carcajeaba Ana, cubriéndose detrás de uno de los bancos de piedra.- Te sacan fuera del agua y eres súper lento, como
cuando eras pequeño, siempre eras el último.
-¡Oye! ¡Es verdad! –Marta pareció recordar.- Siempre perdía en las carreras, se ponía a llorar diciendo que le habían ganado dos
chicas... ¡jajaja!
Crispado y tocado en su orgullo, Raúl se abalanzó hacia ellas, pese a estar descalzas, le driblaron con pasmosa facilidad, ambas se
internaron en la casa, el chico no pudo dejar de observar el contoneo febril de sus pechos al correr, era una visión fascinante, temió
que ante su ropa interior como única prenda, comenzara a notársele la erección que tenia.
Las chicas se habían atrincherado en el salón, una vez que la pareja que ocupaba el sofá se había marchado, ellas saltaban, habían
juntado los dos que había, improvisando una cama, los cojines del sofá, de tipo rinconera, volaban, al tiempo que las risas y la ropa.
Entre los juegos de "te devuelvo el pellizco" y "pues yo te doy otro" pronto los toqueteos fueron evidentes, las manos de los tres
volaban, la parte superior de la ropa interior de las chicas voló entre cosquillas y abrazos de oso, Raúl pudo sentir varias veces como
alguna de las chicas le acariciaba fugazmente el paquete, que no hacía más que crecer y crecer.
A causa de la lucha y del cansancio, habían perdido el aliento, se dejaron caer en la "cama", con la respiración entrecortada, tan
exagerada que casi parecían gemidos. De vez en cuando se les escapaba una risa, las miradas volaban. El primer beso se lo dio Ana,
fue un beso gracioso, puesto que antes de unir sus labios, se dedico a frotar sus narices, un beso esquimal.
La temperatura estaba arriba, muy arriba, Raúl se sorprendió de lo que sucedía, de vez en cuando alguna pareja o grupo subía o
bajaba por las escaleras, estaban a la vista de todo el mundo, aunque si bien es cierto que la gente parecía inmersa en sus propios
asuntos, sobretodo sexuales, parecía que era la noche oficial del polvo fácil.
-Oye, oye, si queréis os dejo solos. –Se quejó Marta.-
-Anda ya, ¡Estrecha! –Emitió Ana, sarcásticamente.-
-Las dos sois unas estrechas. –Musitó Raúl, entre risas.-
-¡Qué dices! –Ana le pellizco de nuevo, clavándole la uñas.-
-Sí, lo sois.
-Que no, que tu flipas. –Marta también dio buena cuenta de sus uñas.- Aún me acuerdo cuando te ponías a llorar porque te habíamos
visto la "picha", en tu casa.
-Aún me acuerdo de eso, fue impresionante, se puso rojo como un tomate. –Las chicas rieron.-
-Sino fuerais unas estrechas entonces no tendríais problema en hacer lo que os pidiera, todo lo que os pidiera. –Había lanzado la frase
con un deje de actor, esperando que comprendieran que era una simple figuración, emulando a la típica película americana donde
sucedían este tipo de situaciones.-
-A ver, dinos, espero que se te ocurra algo lo suficientemente "atrevido". –Las miradas de las féminas le taladraron, la mente del chico
se llenó de imágenes de sexo explicito, pese a que había recuperado el aliento seguía respirando con dificultad a causa de la
excitación.-
Se acercó a la oreja de Marta y susurró "Finge un orgasmo", la chica emitió una carcajada y comenzó su representación. Incluso lo
escenificó, acarició su entrepierna y pellizco con suavidad sus pezones, aún llevaba braguitas, pero estas, mojadas, poco ocultaban
los pliegues de sus labios mayores. Los sonidos orgásmicos de la rubia eran fascinantes, muy conseguidos, pronto tuvo que parar, no
solo porque se estaba poniendo de verdad, sino porque la risa le impedía continuar.
-Ahora tu. –Se acercó a Ana y le ordenó.- "Sal fuera y vuelve con una ropa interior diferente a la tuya."
Ana chistó, salió de su improvisada cama y cruzó la puerta abierta, no tardó ni dos minutos en volver, llevaba unas braguitas rojas de
encaje, también mojadas.
-Qué fácil. –Murmuró con autosuficiencia mientras mostraba sus braguitas y un par más adicional.- Ahí fuera se está montado una
buena, parece que están todos muy "felices".
-¡Otra!, ¡Otra! –Marta le cogió del brazo y ofreció su oreja para que le susurrara su nueva orden, en esa posición tan sensual, Raúl
estuvo a punto de devorarle el cuello.-
-Bien... –Pensó en seguir sus reclamaciones de película, algo que fuera más difícil, para que finalmente reconocieran que si eran unas
estrechas, aunque no fuera así.- "Enróllate con Ana".
Los ojos de la chica se abrieron mucho, pareció dudar.
-¿Qué te ha dicho? –Preguntó Ana, tras los segundos de vacío de la otra chica.-
-Lo ves, no se atreve. –Rió el joven.- ¡Estrechas! ¡Todas sois iguales!
Antes de que pudiera terminar su primera carcajada, Marta se abalanzó sobre una sorprendidísima Ana. Sus besos se unieron, fue un
poco violento, pero Ana, que pareció comprender de inmediato, suavizó las cosas. Pronto sus labios dejaron paso a sus lenguas, y se
sucedieron las caricias. Raúl, atónito ante lo que veía, había esperado un beso y poco más, pero ellas seguían, y seguían, y al mismo
tiempo, su polla crecía, y crecía... La temperatura ya era peligrosa, temió que el sofá saltara en llamas en cualquier momento. Hacía
tanto calor que incluso le pareció una sensación artificial, como si estuvieran en un horno... Pero todo el sentido común de su cabeza
estaba ahora volcado en sus dos pequeñas musas, que se comían la una a la otra.
Fueron largos minutos los que pasaron, Ana succionaba uno de los pezones de Marta, que se dedicaba a acariciar su cuello y a
besarla por donde podía. Raúl temió que en cualquier momento se correría "en seco" uno de esos episodios tan temidos por los
chicos, que aunque no solían pasarle nunca, siempre habías escuchado del "amigo de un amigo" y era horrible. Finalmente, se
separaron un poco, Ana susurró unas palabras imperceptibles en la oreja de Marta, esta, por su parte, respondió con otras.
-Eh, tú, valiente, tengo un reto para ti. –Ana prácticamente se tumbó encima del pecho de Raúl, sus pezones estaban duros, tanto que
le causaron un escalofrió a causa del rozamiento.- "Fóllate a Marta."
Su respiración se acrecentó aún más, desde hacía unos momentos, quizás a causa de la excitación, quizás a causa de que no tenia
ningún control sobre sus actos, habría podido hacer cualquier cosa, desde entrar en la jaula de un león untado de sangre hasta
acostarse con Marta, su antigua musa, aquella a la que quería mantener impoluta en su memoria y que se le ofrecía ahora mismo. No
fue voluntario, antes de que pudiera completar un razonamiento, ya tenia su sexo delante, estaban desnudos, ella gemía, y su lengua
barría sin cesar, una vez y otra, las partes más erógenas de su anatomía.
-"Así, campeón, fóllala con tu lengua, haz que se corra de gusto..." –Ana estaba en una situación de equilibrista, al lado de la pareja
pero con su mano en la ya libre polla del joven, masajeándola muy lentamente, en algo parecido a una paja pero a cámara lenta, no
buscando el orgasmo, sino la máxima erección.-
-Ah... ¡Ah! –Marta apenas respiraba, sus caderas se contoneaban.- Me voy a... Me voy a...
-No, no, tan pronto no. –Reía Ana, pese a que la mano que tenía libre hacia rato que acariciaba su propio clítoris.- Aguanta, aguanta.
-Sí, aguanta. –Raúl despegó sus labios del sexo de Marta, sus copiosos fluidos proporcionaron una escena muy húmeda y brillante.-
Puesto que el nuevo reto de Ana será "hacer que Marta se corra".
La chica volvió a chistar, normalmente era decidida, pero sin perder su alo de fragilidad, esa noche no existía nada de eso, era otra, un
súcubo enviado a la tierra, y Raúl no era dueño de sus actos, su conciencia hacía largo tiempo que se había apagado, su cerebro era
ahora un mástil de carne hirviente. Ana se inclinó exageradamente, poniéndose de rodillas y dejando su sexo justo en la cara de Raúl,
al tiempo que ella lamía el coño de Marta, él comenzó a hacer lo propio con el suyo, una posición probablemente sacada de cualquier
película porno.
La rubia no pudo aguantar mucho más antes de correrse, entre muchos gritos ahogados, en un orgasmo más intenso que el fingido y
que hizo que por su cadera pasaran mil vatios de potencia.
-Sigue... Sigue... –Rogaba Ana ante los atentos cuidados que le estaba dando Raúl por detrás.- No mucho más, ya casi...
Pocos segundos más tarde y ante el esfuerzo sobrehumano de Raúl, Ana se corría brutalmente, tanto que incluso no pudo
mantenerse en la posición de rodillas, sacando culo, en la que se encontraba, y se desplomó encima de Marta. Ambas, sudorosas,
pegadas, inflamadas de pasión, quedaron unidas, la polla del chico pensó que bien podría correrse en ese momento, encima de ellas,
que sería lo más bonito que jamás hubiera podido imaginar, y eso que había imaginado muchas cosas.
-Nuevo reto... –Marta, aún con los ojos cerrados y con semblante de eterno disfrute.- Ana, tienes que hacerle una mamada...
-Y tu... tu... –Ana aún recuperaba la respiración, sus abultados pechos subían y bajaban a un ritmo elevado, esas tetas que muchos
codiciaban y que ahora tenían un dueño, al menos esa noche.- Tu también, las dos... No, todo, hacerlo... Todo...
-El reto para los tres es... –Raúl ya no pensaba, recitaba las más oscuras intrigas que su mente escupía.- Follar sin parar, no dar
descanso a ninguno, hacer que sigan corriéndose, una vez tras otra...
-Follar como leones... –Marta, a la que pocas veces había escuchado una obscenidad, la había dicho acercándose a su polla y
mirándole con cara de cordero degollado.- El que más veces se corra pierde.
-Vamos uno a cero. –Se jactó Raúl, al tiempo que la chica se introducía su polla en la boca.- Aunque el empate está cerca...
Ana le ofreció sus tetas, él las aprovecho, las lamió, las acaricio, las estrujo, besó a la chica, la mordió, estaba encendido en la llama
de la lujuria, no le habría importado nada, ni que fuera su amiga, ni su hermana, ni a su propia madre...
-Esto es... –La voz de Ana venia de otro sitio.- Lo que queríamos... ¿Recuerdas?
"¿Nunca has tenido un sueño subidito de tono con nosotras?"
Sin compasión, le introdujo un dedo en el coño, ella se irguió, recibiendo la violenta entrada, pronto ese uno fueron dos, pasaban sin
problema, la cantidad de lubricante y saliva era enfermiza, Ana retozaba mientras le comía a besos, algunos pasionales, otros lentos y
calientes, otros propios de cualquier novio. Raúl le mordió los pezones con especial fuerza, ella arqueó el torso, sin embargo, su cara
quedó teñida por una sonrisa. Estuvo a punto de correrse, Marta no quería desprenderse de su mástil, pero aceptó a cambio de ser la
primera en recibirlo.
-Espera, déjame a mi. –Ana, liberada de los dedos infames de Raúl, agarró el miembro duro del chico y lo aproximó a la vagina
voluntariosa de Marta, que parecía en un estado de locura total, deseaba que la penetrara ya.- Pero tranquilos, con lentitud.
Raúl quería penetrarla ya, rápidamente, de un solo golpe, pero Ana, maliciosamente, lo agarraba con fuerza, dejándole solo que su
glande acariciara los labios vaginales de la chica, ocasionándoles un doble sufrimiento.
-Puta... –Gruñía Marta, en medio de un delirio.- Déjalo ya... Tendrás tu parte...
Raúl empujaba, Ana apresaba su miembro con fuerza y le impedía penetrarla, de improviso, la tetuda lo soltó, la polla hirviente del
chico se clavó en las entrañas de la joven, que no pudo más que emitir un grito sordo. Hubo un par de segundos de calma, acto
seguido, Marta, con unas lagrimas tímidas en los ojos, rogó más.
Comenzó el acto, dentro, fuera, dentro, fuera... Raúl estaba apunto, su orgasmo se había retrasado solo por el improvisado bajón de
ritmo que había provocado Ana, por lo demás, comenzó a notar ese pinzamiento que indicaba el inminente orgasmo.
-Aguanta, aguanta... –Ana, que se masturbaba con frenesí, dando buen haber de las tetitas de Marta, inclinó su cabeza hasta llegar
justamente hacia la zona de penetración. Eran posturas imposibles, dignas, una vez más, de una película porno. La lengua de la
morena pasaba con rapidez de la polla de Raúl a los genitales de marta, todo se llenó de saliva, la sensación fue indescriptible.- Un
poco más, un poco...
Marta, con la cara rojísima, permanecía en silencio, con los ojos muy cerrados, intentando contener la furia que brotaba de su interior,
pese a todo, su semblante era de placer enfermizo.
-Aguanta...
-No, no pue...
Apenas tuvo tiempo para agarrar con fuerza el cabello de Ana y tirar hacia atrás, su polla salió lanzando chorros de leche, fueron tres
grandes descargas, la mayoría se lo llevó Marta encima, pero Ana, codiciosa, también recibió una en sus tetas.
Muscularmente, Raúl se sintió muerto, destrozado, normalmente después del orgasmo el chico necesitaba recuperarse, pero esta vez
estaba literalmente destrozado, no sabía como moverse, estaba muerto, le costaba mucho respirar, tenía los ojos cerrados. Marta, por
su parte, había recibido las caricias de dos de los dedos de Ana, que, untados en semen, se introducían en sus carnes a mucha
velocidad. El "toque final" fue con la uña de la chica, acarició muy suavemente los alrededor del clítoris, el orgasmo fue bestial, más
gritos si cabe que en el primero, aunque menos fluidos.
Semen, saliva, flujos vaginales... Por unos minutos, aparte de la música y un ruido de jadeos masculinos que llegaba de fuera, no se
escuchó nada. Sus respiraciones se acompasaron, una mano femenina buscó la del chico, no supo de quien era porque tenía los ojos
cerrados, sin embargo, prefirió no abrirlos, tan solo la estrechó.
[---]
Raúl jugó con el semen que se había depositado en sus dedos, recordándolo con todo lujo de detalles, no había podido evitar
masturbarse, incluso teniendo el miembro en carne viva... Pese a todo, mientras recuperaba el ritmo, se resignó.
-"Aún falta mucho más..." –Pensó mientras ladeaba la cabeza.-

Capítulo XXIII
Las pastillas que se había tomado mejoraron ostensiblemente su malestar general, se sentía bien, cansado, pero bien. Respondió al
mensaje de Marta, esta le citó en una cafetería cercana, pese a que no eran horas, la noche ya había caído hacia rato, pasaban varios
minutos de las nueve.
-Hola. –Saludó tímidamente al tiempo que le daba los besos en la mejilla de rigor.-
-¿Todo bien? –Preguntó ella.-
-Sí, bueno... –Se rascó la barbilla.- Cansado, claro.
-Noche movidita. –La rubia bajó la mirada unos instantes.- Oye...
-¿Has estado recordando? –Raúl quería librarla del mal trago.- Sí, yo también.
-Bueno... –Entrelazaba sus dedos, nerviosa.- Y que...
-Pues... No te preocupes, fue culpa de Jaime, ¿No? Es algo que no podíamos evitar, ¡Estábamos drogados! No debes sentirte
culpable, yo, por mi parte, lo siento, lo siento mucho, debí haber sido más...
-¡Jajaja! –La risa inocente de la joven fue audible en gran parte del local, los de la mesa más cercana se voltearon a ver qué le
causaba tanta gracia.- Mírate...
-¿Qué? –Preguntó atónito.-
-Excusándote, pidiendo disculpas... Pareces un personaje de novela pidiendo perdón por haber manchado el vestido de una chica... –
La tensión existente pareció desaparecer.-
-Bueno, es lo correcto. –Justo en ese momento llegaba el agua con gas que habían pedido por partida doble, no tenían el estómago
para mucho más.- Pero, de verdad, lamento haberte echo esas cosas...
-Que violento suena... –Dio un trago a su vaso sin quitarle los ojos de encima, parecía feliz.- Como si me hubieras violado...
-Bueno... No era completamente dueño de mis actos...
-Yo tampoco, pero, sea lo que fuera la cosa que nos dieron, no hizo más que romper barreras...
-¿Barreras?
-Siempre tan lento... –Suspiró.- Tu siempre has sido la persona que me protegía... En el colegio, cuando las otras niñas se metían
conmigo... Siempre que discutía con Ana eras el que nos unía, eras prácticamente nuestro salvador...
-Eran cosas de niños...
-Sí, cosas de niños, ya... –Cerró dulcemente los ojos, mientras se acomodaba en la silla.- Me sentía tan culpable... Cuando llegamos al
instituto, yo estaba muy nerviosa, Raúl, mi primer amor verdadero, lo tenía delante y...
Raúl guardaba silencio, comprendía que la chica se estaba sincerando, estaba muy nervioso, no podía evitar mover las piernas de un
lado a otro.
-No supe como decírtelo... Intente ocúltalo bajo la alfombra, ¿Se dice así? Todos los días, debajo de los falsos saludos cordiales... Yo
intentaba decírtelo, que todo siguiera igual... Pero, crecíamos, y cada vez estábamos más distanciados... –Una lágrima brotó de sus
ojos cerrados.- Después lo di todo por perdido, y... No sé... Todo ha sido muy rápido estos meses... No lo entiendo, y... Ayer... Bueno, lo
hicimos, nos acostamos... No es como lo había soñado para nuestra primera vez, pero... Me sentí tan rechazada cuando dormí a tu
lado y ni siquiera me tocaste, pensé que ya estaba todo perdido, que solo seriamos amigos, que no había posibilidad para...
-Marta...
-Porque me sentía como una imbécil... –Se enjuagó las lágrimas con el dorso de la mano.- Y encima conocí a otros imbéciles... Si
supieras como fue mi primera vez, ese capullo solo quería... Bueno, ya te lo puedes imaginar...
-Marta...
-Lo de ayer quizás no fue premeditado, pero, al menos por mi parte... En cierto sentido... –Dudó.- No es algo de lo que me arrepienta.
Estuvieron en silencio un rato, hasta que sus vasos acabaron vacíos y las excusas para no hablar se agotaron.
-¿Algo más? –El camarero volvió para tomar nota.-
-No, dígame cuanto le debo. –Raúl sacó su cartera y pagó.- ¿Qué tal si tomamos un poco el aire?
Estaban cerca el uno del otro, ninguno con palabras lo suficientemente claras como para hablar.
-Mira... –Intentó empezar.- Sabes que eres muy importante para mi... Creo que sé por lo qué has pasado, yo también sentí algo
parecido... Durante mucho tiempo me sentí tan solo... Tan... Abandonado...
Pararon ante un paso de peatones, el semáforo estaba en rojo.
-Te mentiría si te dijera que no me atraes, que no he deseado estar contigo muchas noches... –Tragó saliva.- Pero... ¿De verdad crees
que funcionaría?
-Es cuestión de intentarlo... –Susurró ella, desanimada.-
-Sabes que después del verano estaremos lejos, la universidad será un mundo completamente diferente, y yo no soy suficiente como
para cambiar el cauce de tu vida.
-¡Por qué no! –Le agarró del brazo.- Mira, sé que es difícil, y precipitado, pero... Raúl, si me das una oportunidad, si me...
Raúl la abrazó, estaban obstaculizando el paso de la gente por el paso de peatones, pero no le importó, fue un acto espontáneo.
-Marta, eres la chica más simpática, adorable y guapa que conozco. –La besó tiernamente.- Encontrarás a alguien que te merezca, yo
soy Raúl, tu amigo... Ya hemos hecho muchas locuras, ya hemos traspasado muchas barreras... Vale que la juventud está muy mal,
pero... No te perderé, no pondré lo nuestro en riesgo... Joder, tu eres de las pocas cosas que me dan fuerzas para levantarme por las
mañanas...
-Son palabras demasiado serias para mis oídos. –La chica se acurrucó en su hombro.- Con un "No" me hubiera conformado, pero...
Está bien...
-Marta, Marta, Marta... –Le limpió las lágrimas.- Si vuelves a llorar conseguirás que lo haga yo.
-¿Llorar? –Negó con la cabeza.- ¡Pero que va! Si solo era atrezzo para ver si te animabas, yo solo te quería por tu cuerpo, ibas a ser
mi juguete sexual.
-¿Juguete sexual? –Raúl la estrechó hacia él, consciente de que necesitaba esas irreverencias para conservar un poco de su
dignidad.- ¿Aún puedo replantearme la respuesta?
-Solo si me invitas a cenar... –La chica pasó su mano alrededor de su cintura.- Tengo hambre, apenas he comido en todo el día...
-Bueno... ¿Qué te parece una hamburguesa?
-Qué romántico. –Ironizo.-
-Sí, puede que no sea romántico, pero es real.
-¿Recuerdas cuando intercambiábamos los juguetes que nos regalaban con el menú?
-Tú siempre me quitabas los míos. –Gruñó Raúl.- Aún me acuerdo del perro con el balón de fútbol...
-¡Dios! ¡Qué tío! –Vociferó ella, riéndose.- Aún se acuerda del perro con la pelota, pero si teníamos seis años...
-Hay cosas que nunca se olvidan. –Sentenció.- Me debes un perro con una pelota, sino, no te lo perdonaré.
-Cuanto dolor para mi corazón...
La noche transcurrió entre risas, comieron, hablaron, saltaron, retozaron... Quizás Marta había perdido un novio esa noche, pero había
vuelto a pescar un amigo para toda la vida. Raúl la dejó en la puerta de su casa y la despidió con un beso en los labios, casi como un
flash back de todo lo acontecido la noche anterior, aún mucho por contar, sintió que por esa chica haría cualquier cosa, le deseó
buenas noches, ella le pidió que la llamara un día de esos.
El chico anduvo hacia su casa, consciente de todo, aún recordando con cierto pavor lo acontecido la noche anterior, lo que acababa
de pasar con Marta... No pudo evitar poner una sonrisa maliciosa.
-"He hecho un trío con Marta y Ana." –Se jactó.- "El sueño de mi adolescencia cumplido."
Su sonrisa disminuyó cuando recordó la segunda parte de su "trío", lo que había sucedido el resto de la noche no era tan bonito,
quizás era más salvaje y pasional, un oscuro sentimiento... Llegó a casa, se duchó. Su hermana no estaba, él, cansado, se acurrucó
entre las sábanas, alguien las había cambiado, por lo que estaban frías y suaves. Antes de que pudiera remediarlo, el sueño le
alcanzó.
La buena compañía de la noche le impidió darse cuenta de que había olvidado su teléfono móvil en el escritorio, teléfono cuya
pequeña luz parpadeaba. Eran casi las doce, había un mensaje sin leer en su buzón:
"De: Estela
Mensaje: ¿Dónde estás?"

Capítulo XXIV
Se había despertado relajado, muy relajado. Hacía mucho tiempo que no descansaba en condiciones, pero, esas horas de sueño,
habían curado las mil heridas espirituales que le atormentaban. Había soñado otra vez con el segundo episodio de su "noche de
drogadicción". Algunas escenas aún le provocaban escalofríos, sin embargo, ahí, protegido por sus sábanas, no podía evitar excitarse,
era una faceta que no se conocía, que dudaba volver a utilizar jamás, pero...
-"Es sorprendente". –Rió en sus pensamientos.- "Hace nada todavía era un chico virgen que se mataba a pajas, y ahora..."
Suspiró. Desde su ventana entraba un cálido Sol, no quiso mirar que hora era, estaba muy cómodo en la cama, se acurrucó entre las
sábanas y volvió a visualizarlo...
[---]
Ana estaba encima de él, ¿Dormida? ¿Inconsciente? ¿Agotada?, no lo sabía, pero le daba igual, sentía sus dos tetas aprisionadas
contra su torso, irradiaban calor, mucho calor. Con Marta tenía estrechados los dedos en un gesto fraternal, quedó agotado después
del acto, no pudo evitar cerrar los ojos, no habría podido jurar que permaneciera despierto todo el tiempo, sin embargo, era consciente
de lo que pasaba a su alrededor.
Un sonido del exterior les hizo volver en sí, Ana fue la primera en reaccionar, se revolvió y clavó sus ojos en los del chico, este pudo
ver como aún seguían inflamados en deseo. La chica de generosos senos y pálida piel comenzó un suave movimiento, arriba y abajo,
apenas perceptible, salvo por Raúl, que sentía como las tetas de esta le acariciaban, causándole un cosquilleo que se extendía hasta
su entrepierna.
De nuevo, un gemido brutal del exterior, Marta se incorporó y caminó, como un zombi, abandonando el fortín que habían construido
con los sofás. Ana la siguió, sin soltar la mano de Raúl, que no tuvo problema con dejarse llevar.
La situación fuera rozaba lo irreal. Era una orgía, una bacanal, la mayor parte ya estaba completamente desnudo, el que más ropa
llevaba, arrastraba los pantalones por los tobillos o un camisa cubriéndole el pecho, pero pronto todo voló, seguía haciendo calor, las
mejillas de la mayoría estaban enrojecidas, frías gotas de sudor perlando su frente...
Raúl sintió algo duro y caliente rozar su muslo, se dio la vuelta y comprobó como uno de los chicos le había rozado con su miembro
viril al pasar. Fue una sensación intrigante, una caricia diferente... No tuvo mucho tiempo para seguir pensándolo, puesto que un nuevo
gemido le llevó a mirar hacia una de las mesas de piedra. El suelo, cubierto de ropa y toallas, parecía una colchoneta enorme en la
que fornicar, pero en las mesas también había parejas, o tríos, o cuartetos...
El cabello rojo de Nadia se le hizo aún más brillante esa noche, parecía estallar en llamas por momentos, casi tanto como sus mejillas,
cubiertas de pecas, que se contraía con cada uno de sus lamentos. Sus dedos volaban, hasta cuatro metía en su vagina, manchada
de semen de alguno de los chicos, insuficiente, al parecer, para saciar el apetito de la lanzada pelirroja.
Había perdido de vista a Ana, pero Marta estaba delante de él, contemplando con fijación la escena. Raúl la abrazó por detrás,
cogiendo sus pechos como si manzanas se trataran, procurando clavar su ya bien animado miembro entre sus glúteos, deseando que
sintiera el calor lujurioso que irradiaba.
La brutal forma de masturbarse de Nadia, las otras escenas de sexo y las caricias de Raúl, terminaron por animar a la rubia, Raúl
apretaba sus rosados pezones entre sus dedos, los pellizcaba y estiraba... Su respiración se fue volviendo inestable, se estaba
excitando... Raúl la empujo ligeramente hasta uno de los bancos que había frente a la mesa que "utilizaba" Nadia. Como si fuera una
muñeca, levantó la pierna derecha de la rubia y la apoyó en el banco, el sexo y el ano de esta, aún húmedos de la tanda de sexo
anterior, aparecieron completamente ante su vista.
Se arrodilló ante tan bello cuerpo y lo besó, lo lamió, lo mordió... Casi hubiera preferido comérselo, pero no podía, le gustaba el sabor,
adoraba las contracciones de la joven cada vez que él aceleraba el ritmo, le excitaba sobremanera la forma con que la rubia miraba la
brutal paja a la que se sometía Nadia, que parecía retrasar y acelerar su orgasmo, preparando uno realmente brutal.
Raúl cogió su polla y la dirigió hacia la cueva secreta de la chica, la penetró lentamente, las paredes vaginales le acogieron con
alegría, Marta jadeó, él empezó el vaivén, una, dos, tres veces... La penetraba profundamente, lo que obligó a la joven a inclinarse un
poco hacia delante, al final, quedó con un pie encima del banquito y las manos apoyadas en la mesa, totalmente expuesta, Raúl
aceleró el ritmo, quería someterla, quería hacerla gritar...
Sus manos se enredaron en el pelo de la rubia, tiraron de él, la chica gritaba, Nadia no paraba, sus dedos entraban y salían de su
coño a una velocidad sobrehumana, su rostro estaba rojo, tanto que incluso parecía peligroso, sus pulmones se hinchaban y vaciaban
a una velocidad equivalente a sus jadeos...
Entonces, Raúl tiró más fuerte del pelo a Marta, y la penetró salvajemente, sintió sus paredes someterse a su dura vara de carne, la
chica parecía a punto del orgasmo, él quería verla llorar... Marta, inclinada, tenia la cabeza a pocos centímetros de la vagina de Nadia,
fue testigo de primera línea de lo que iba a pasar.
Nadia gritó fuertemente, un continuado "Aaaaah", largo, larguísimo, sus piernas, flexionadas, empezaron a moverse de forma
arrítmica, como sacudidas por una corriente eléctrica atroz, que también afectó a su vientre, pero lo mejor fue su vagina, se expandió
al comienzo de su orgasmo, lanzando al aire un enorme chorro de líquido, bañó por completo el rostro de Marta y también el torso de
Raúl. Nadia se había convulsionado con tanta fuerza que había estado a punto de caerse de la mesa, pero quedó tendida, como
muerta, mirando con los ojos cerrados al chico. Este no supo que era, si orina o algún tipo de fluido sexual, pero si supo que le había
excitado sobremanera, que quería ver a Marta igual. Sacó su miembro del coño de Marta y colocó la punta en su ano, la rubia hizo un
leve ademán de retirarse, pero Raúl, que aún la tenia cogida del pelo, tiró de ella.
La embistió con dureza, apenas había entrado su glande, metió todo lo demás. La rubia grito, casi se dejó caer sobre la dura mesa,
pero, acto seguido, tuvo un orgasmo. Fue corto y no muy intenso, pero lo tuvo. Su primer orgasmo semi-anal. Raúl, que parecía
encantado de tirarla del pelo, condujo su cabeza hasta el coño de la aparentemente inconsciente Nadia.
La empujó hasta casi ahogarla en el inundado coño de la pelirroja, Marta comprendió, y lamió, con tanto esmero, que pocos minutos
después todo el coño de la chica y gran parte de la mesa estaban limpios de ese líquido que había salido como un chorro de su
vagina, la pelirroja se movía de vez en cuando, pero parecía agotada como para reaccionar de otra forma, apenas si abría los ojos.
Raúl se masturbaba lentamente, en su polla, las venas se marcaban como nunca antes las había visto, estando en condiciones
normales le hubiera dado miedo, pero en esas, bajo los efectos de la misteriosa droga, tan solo se masturbaba.
Alguien jadeó cerca de él, se giró. Algo denso y caliente impactó en la comisura de sus labios, Raúl supo lo que era al instante, por el
fuerte olor. Semen. Alguna corrida intensa le había alcanzado, él ni siquiera buscó quien había sido, sintió un escalofrío cálido, sacó la
lengua... Y lo probó. Era la primera vez que lo hacia directamente, antes solo lo había hecho después de besar a una chica que le
hiciera una felación, nada más. No estaba rico, pero tenia un sabor... Especial.
Sintió su orgasmo próximo y se apretó con fuerza el pene, hasta que los efectos se relajaron, no quería perder esa extraordinaria
erección que tenía... Marta seguía, casi obsesivamente, con su particular lamida al coño de la pelirroja, que poco a poco volvía en sí.
Alguien le cogió de la mano, una chica, de pelo castaño y tetas pequeñas, le miraba con lujuria, le arrastró unos metros, él se dejó
llevar. La chica tenía unos ojos marrones intensos. Le llevó hasta una toalla en el suelo, en ella estaba Felipe, con una tremenda
erección. Su pubis estaba a medio rasurar, dejando solamente vello alrededor del mástil, que se alzaba, imponente. Poco a poco, la
chica se acuclilló, se sentó de espaldas, encima del pene de su amigo, clavándoselo en el culo, insertándoselo hasta lo más profundo
de su ser. Lentamente, se tumbó encima de él, abrió ligeramente las piernas...
Raúl comprendió, lo había visto en alguna película, de todas formas, hubiera sido eso o no lo que quería, lo habría hecho, no tenía
forma de establecer reglas... Con cuidado pero con impaciencia, se inclinó, colocó su polla frente al coño de la chica, la penetró
lentamente... Se acomodó. Era una sensación diferente, la polla de Felipe oprimía el interior de la chica, haciendo su vagina más
estrecha, por lo que le daba más placer, aún más placer, además, estaba más caliente... Pero lo mejor fue cuando empezaron el mete
saca, sentir "otra cosa" moviéndose tan cerca, esa calidez, esa estrechez... La chica gritaba y jadeaba, casi desde el principio, muy
excitada, pero los chicos disfrutaban, al menos en el caso de Raúl, era su primera doble penetración, y seguramente en el de Felipe
también.
Aceleraron el ritmo hasta hacerlo brutal, la penetraban sin compasión, buscando su máximo placer, la chica no tardó muchos minutos
en deshacerse, el placer la llenaba por sus dos orificios, terminó de forma rápida y ruidosa. Pese a todo, Felipe y Raúl no habían
acabado cuando la "rápida" mujer intentó zafarse de su doble "abrazo", por lo que tuvieron que utilizar un poco la fuerza. Finalmente,
Felipe se corrió, Raúl pudo sentir el chorro de semen de su amigo, golpear con fuerza el interior de alguna pared de carne, dentro de
la chica. Esta, desagradecida, le quitó de encima, sonreía, y negaba con la cabeza, como queriendo decir "Tú no vas a terminar..."
Le dolían intensamente los testículos, Marta y Nadia, recuperada aparentemente, jugaban encima de la mesa, lamiéndose
mutuamente. Cerca de él, un chico le hacia una felación a otro, Raúl se acarició los huevos y buscó un objetivo, alguien que le
apeteciera sobremanera. Adrián estaba follando con una chica negra, con calma, sin prisas, pasó por su lado, la chica se pellizcaba
los pechos mientras Adrián la penetraba. Raúl finalmente encontró una incauta, estaba con otra persona, en una maraña de cuerpos,
pero con la casualidad de que estaba follando de rodillas, con la cara justo a la altura de su polla. Se la metió en la boca sin mediar
palabra, tan hondo que tuvo que se atragantó, le reprendió con la mirada, pero sin embargo, como las otras, estaba henchida de
deseo.
La succionó con ansia, ayudándose en las caricias con la mano que no tenia ocupada. En esa fiesta no importaba la poca experiencia
o los roces ocasionales con los dientes, Raúl pronto no pudo más, apartó a la chica de su camino y se lanzó con voracidad sobre la
negra a la que había visto antes, Adrián ya había terminado y estaba en el suelo, respirando a grandes bocanadas, la chica disfrutaba
aún del cosquilleo de un orgasmo. Se corrió en su cara, soltó dos potentes chorros, estaba cansado, pero pudo observar el excitante
contraste del blanco semen y su negra piel... La chica le miró con una sonrisa irónica, sin embargo, se humedeció los labios y le clavó
una mirada aprobatoria. Raúl estaba agotado, el dolor de testículos continuó. Se dejó caer unos metros más allá, sobre un abrigo.
Marta estaba ahí, por sus muslos correteaba, aparte de la mancha pegajosa de su excitación, una gota de sangre, que había formado
una línea escarlata. Raúl la abrazó, no pudo más que besarla la nuca antes de caer, agotado.
[---]
Se quitó la sábana de encima y se incorporó, abrió la ventana entera, lo pasado la otra noche le había puesto inmensamente caliente,
no podía evitarlo. Perezosamente, se estiró. Fue cuando terminaba de hacerlo cuando vio que la lucecita de su teléfono móvil
parpadeaba, signo inequívoco de que tenia una llamada perdida o un mensaje sin leer. Cuando lo leyó, creyó que el alma se le caía a
los pies...

Capítulo XXV
Estela no respondió a sus llamadas, ni siquiera le abrió la puerta, Raúl se personó frente a su casa en varias ocasiones, pero no pudo
acceder a ella. Le mandó varios correos electrónicos explicándole los sucedido, pero tampoco recibió respuesta. Por casualidades del
destino, la encontró una tarde, en el hipermercado. Ella frunció el ceño al verle.
-Hola... –Saludó él, tímidamente.-
-Hola.
-Oye, sobre lo de la otra vez...
-No pasa nada. –Explicó, fingiendo normalidad.- Leí tus correos y, bueno, no pasa nada, no estoy enfadada ni nada por el estilo...
-Entonces... ¿Por qué no respondiste ninguna de mis llamadas?
-Pensé que sería mejor que estuvieras relajado antes de que lo habláramos.
-Bien, sí, estoy... relajado... –Toqueteaba un bote de tomate con nerviosismo, ella lo observó y negó con la cabeza.- Me tienes que dar
una oportunidad, tienes que...
-No, Raúl, mira... –Se mordió el labio.- Creo que podemos ser amigos, o sea, bueno, en estos meses todo ha cambiado mucho, no sé,
cuando termine el verano te irás lejos, yo también debo seguir mi vida, y...
-Pero...
-Yo creo en el destino, tú apareciste cuando no tenía a nadie, cuando tenía... –Volvió a dudar unos instantes.- Malos pensamientos...
Gracias por eso, te doy las gracias, eres un buen chico, pero creo que me obsesioné un poco, que fue una chiquillada pensar que a
estas alturas podríamos...
-Sí, bien, está bien... –Raúl comprendió que todo lo que le estaba diciendo era un discurso aprendido, que lo había estado
reflexionando durante esos días, que no tenía nada que hacer y que cualquiera de sus palabras solo lo empeoraría todo.- Pero te debo
una cena, ya nos veremos...
El chico avanzó por el pasillo del hipermercado con paso ligero, tan centrado en intentar no derrumbarse y quedar en ridículo que ni
siquiera fue consciente del acto reflejo de la chica al intentar detenerlo. Pagó la lata de tomate, el único artículo que había cogido, y se
marchó.
-¿No ibas a comprar? –Le preguntó Laura, al tiempo que revisaba con curiosidad la única bolsa del chico.- ¿Tomate?
-Pide una pizza o algo, iré esta tarde, me había dejado el dinero y la lista y... Bueno, iré esta tarde... –Se escabulló de la ceja levantada
de su hermana y se dirigió a su cuarto.-
-"Soy un gilipollas". –Se reprendió mentalmente, amargado.- "No solo la he cagado al dejarla plantada, tampoco debí decirle que
estuve con Marta, ¿Por qué se lo puse en los correos?, se ha debido pensar que..."
Se dejó caer en la cama, con los ojos abiertos y la respiración acelerada. El verano había comenzado, en un par de meses dejaría
todo, su casa, sus amigos, su vida... La universidad le esperaba. Había escogido aposta la universidad más lejana de su casa, quería
aires nuevos, pero, ahora, no estaba tan seguro, de todas maneras, no tenía mucha elección, y quizás le sentara bien...
No salió mucho esos días, prefería ordenar sus asuntos, tenía muchas cosas que pensar y hacer, ya tenía una plaza en su nueva
facultad, pero había otras cosas, como decidir que se llevaría y que dejaría, aún tenia mucho tiempo, pero le costaba asumir la
realidad. Por unas semanas había pensado que Estela era su media naranja, y entender que la había perdido por una tontería, era
difícil. Pese a todo, entre Laura, Cristina, Felipe y Adrián, consiguieron volver a sacarlo a la calle.
La playa nunca le había gustado especialmente, pero jugar al fútbol playa le animaba y todos parecían dispuestos a dejarse las
piernas en la arena, con el secreto fin de que alguna chica les viera y quedara impresionada por su arrojo y entrega. Raúl, mientras
tanto, jugaba para divertirse. Su relación con Estela no volvió a ser tan estrecha como en épocas anteriores, pero si se hablaban de
vez en cuando, y se mandaban muchos correos electrónicos, por lo menos no la había perdido como "amiga", y eso le consolaba,
poco, pero poco es más que nada.
-¡Mira que sois malos! –Adrián y Felipe chocaron sus manos, acababan de marcar otro tanto.- Os ganamos de cinco...
-No cantéis victoria tan rápido... –Raúl se hizo con la pelota que había sacado uno de los miembros de su equipo, regateó a Adrián,
hizo una pared con su compañero, y marcó con facilidad.- De cuatro, y solo porque nos estamos dejando.
-Sí, sí... –Rieron, al tiempo que sacaban el balón.- Acordaos que hemos apostado que el perdedor invitaba a cervezas esta noche,
nada de rajarse.
-Hum... Hum...
Los seis se dieron la vuelta, la persona que había emitido ese sonido era una mujer, de poco más de veinte años, llevaba en sus
manos un balón de voleibol.
-Querrían... –Su acento inglés quedó claramente marcado.- Jugar... Volleyball...
-Eh... –Adrián le estaba mirando con fijación la parte superior del pequeño bikini, Felipe tuvo que darle un pequeño golpe en el hombro
para que se cortara un poco.- ¿Jugar al voleibol?
En la red de voleibol, casi al lado de donde jugaban, había tres chicas más, todas ellas bastante guapas, cada una a su modo, parecía
un grupo de turistas inglesas que viniera buscando Sol, fiesta y playa, las habían visto toda su vida, más de una vez se habían
masturbado cuando las recordaban haciendo topless, pero eso eran pecados de juventud, ahora le estaban pidiendo que jugaran con
ellas.
-¿Qué decís, chicos? –Andrés, el chico que jugaba como compañero de Raúl, tomó la iniciativa.- ¿Descansamos un poco las piernas y
usamos las manos?
Raúl percibió que sus palabras iban con segundas y no pudo disimular la sonrisa, la verdad es que si le pesaban las piernas, llevaban
varios días dándose auténticas palizas en la arena, tanto que buena parte de su grupo había preferido dejarlo por el momento, de ahí
que fueran cuatro ese día, y ahora, cuatro turistas atractivas les ofrecían "jugar" con ellas.
-Claro, por qué no...
Al principio los grupos quedaron chicos contra chicas, los varones se sonrieron con suficiencia, pero las inglesas no eran tan malas
jugando como parecía, y pronto se hizo evidente que les estaban dando una paliza.
-Joder... –Murmuró Felipe, con una media sonrisa.- Si todo lo hacen igual...
-Sí, oye, yo tengo dignidad, hay que hacer equipos mixtos...
Les costó hacerlas entender en qué consistía lo de los grupos mixtos, la chica que les había echo la proposición fue la que captó el
mensaje y cogió a una de sus compañeras, arrastrándola al otro campo. Los equipos quedaron más nivelados, Felipe, Raúl, la que les
había propuesto jugar y una de sus compañeras, contra el resto. Pronto se fueron marcando puntos de gran belleza, los chicos
optaban por pegarle fuerte a la pelota, y ellas, por colocarla. Cada vez que se lograba un punto solían chocar sus manos, o incluso
abrazarse si era especialmente bonito.
-¿Cómo te llamas? –Preguntó Raúl a la chica que les había dado la oportunidad de jugar, el balón acababa de salir del campo.- Tu
nombre...
-Elizabeth... –Pronunció la chica, clavándole sus grandes ojos azules.- Liz.
-¿Liz? –Raúl sonrió y se señaló, en realidad sabía algo de inglés, pero le daba vergüenza quedar mal por su deficitaria pronunciación.-
Yo me llamo Raúl, Raúl...
-Raoul...
-Raúl, sin o...
-Ra...
Quizás porque estaba demasiado embobado mirando como los finos labios de la inglesa pronunciaban su nombre, quizás por
casualidad, el balón, sacado por uno de sus compañeros, fue a estrellarse estrepitosamente en su cara.
El golpe no fue tan doloroso como sentir las risas de las inglesas, que comentaban en su lengua nativa el accidente, Raúl sintió como
su vanidad y amor propio eran heridos profundamente. Liz, mientras tanto, se había acercado a él para comprobar si estaba bien. Un
par de furtivas lágrimas escaparon de sus ojos, no por el dolor, sino porque el balón llevaba arena impregnada y se le había colado en
el ojo.
-¿Estás bien? –Preguntó ella.-
-Eh... Sí, no es nada... –Intentó ocultar su rostro, pero ella le cogió del hombro y le obligó a girarse.- Que no es nada, de verdad...
-Aún... Arena en el ojo... –La chica, que medía un poco menos que él, se inclinó y, en un gesto sensual y fraternal, sopló dulcemente
para eliminar los restos de tierra que quedaran en su lacrimal.-
Raúl no dijo nada, sentir tan cerca la inglesa, sus labios casi rozando los suyos, su piel, suave y con la textura de la crema... Ella era
alta, delgada, demasiado para el gusto de Raúl, con piernas extensas, piel poco bronceada, ojos azules y pelo de color paja. No tenía
mucho pecho, ni un trasero espléndido, sin embargo, tenía uno de los rostros más bellos que había visto en su vida.
-¿Mejor?
-Sí... Gracias... Gracias... –Cogió la pelota del suelo, se aclaró la garganta para recuperar la compostura y reprendió a sus amigos, que
se habían unido a las inglesas en sus risas, acrecentadas por su torpe reacción.- Venga, que tenemos que ganar...
Siguieron jugando bastante rato, entre punto y punto, Raúl y los chicos habían conseguido conocer al resto de las chicas, la que mejor
hablaba su idioma era Liz, pero las otras, Gwen, Keira y Camila, también se defendían. Supieron que eran de Manchester, que
acababan de terminar su primer año de universidad, las cuatro estudiaban medicina, estaban de vacaciones y querían divertirse.
Al principio, les intimidó que fueran uno o dos años mayores que ellos, pero después no le dieron mayor importancia, querían divertirse
y, salvo Raúl, más tímido y reservado, los otros parecían dispuestos a colaborar. Cuando el Sol empezó a descender, decidieron dar
por terminada la velada playera, tenían los brazos adoloridos, pero no les importaba, las chicas eran simpáticas, e incluso graciosas,
físicamente tampoco estaban mal, así que...
-Ha sido muy divertido... –Liz utilizaba una de las duchas públicas para quitarse la arena que se acumulaba en su cuerpo.- Tus amigos
son muy diversión.
-Divertidos. –Aclaró Raúl.- Tus amigas son muy simpáticas.
-Simpáticas. –Repitió la chica, intentando asimilar la palabra.- Tu también simpático.
-Y guapo, naturalmente. –Bromeó él.-
-Muy guapo. –Rió ella, cerró los ojos para recibir el chorro de agua en la cara, la verdad es que la estampa era muy sensual, el joven
apenas pudo desviar la mirada para que no se notara lo turbado que se había quedado ante sus últimas palabras.- Pero sonríes poco.
-¿Sonrío poco? –Se quedó perplejo, no se lo había planteado nunca, no era tan dicharachero como sus conocidos y amigos, pero
creía que tampoco parecía soso ni nada por el estilo.-
-Más guapo cuando sonríes. –Abrió uno de sus ojos para examinar su reacción, Raúl negó con la cabeza y ella amplió su sonrisa.-
Estaban sentados en el pequeño muro del paseo marítimo, secándose, ligeramente apartados del grupo, que hablaba a voces,
riéndose y comentando cosas. Andrés y Adrián estaban exhibiendo su ridículo nivel de inglés, de donde se derivaban las carcajadas
de las chicas, que, pese a todo, parecían encontrarles muy graciosos.
-Las chicas han quedado esta noche. –Explicó Liz.- Tus amigos estarán, ¿Vienes?
-Eh... –Les había escuchado decir a voces que conocían un sitio marchoso donde divertirse y tomar unas copas, había dado por
sentado que se pasaría por ahí, pero el interés de la chica por su asistencia le hizo sentirse aún más interesado.- Sí, iré.
Se avergonzó de su escasa palabrería, se tenía por un chico culto y locuaz, pero sus respuestas no dejaban de ser esquemáticas y
cortantes.
-Bien... –Ella sonrió de nuevo, se inclinó para coger su bolsa de playa, Raúl apartó inmediatamente la vista, dado que el escote de su
bikini se acrecentó y había quedado justo en su línea de visión.- Te daré mi número...
Estuvo rebuscando durante unos segundos, al parecer, buscando un bolígrafo y un papel, sin embargo, lo único que encontró fue una
barra de labios. Alzó los hombros, sin perder la sonrisa, y cogió el brazo del chico, donde escribió su número de teléfono.
-Nos vemos luego. –Se despidió, esperó unos instantes que sucediera algo que él desconocía, finalmente, frunciendo el ceño, lo dejó
claro.- Creía que aquí se saludaba y despedía con dos besos.
-¡Oh! –Raúl saltó como si tuviera un muelle en el trasero, volviendo a sentirse ingenuo, le dio dos besos, se encontró con los ojos de la
chica clavados en los suyos mientras pasaba de una mejilla a otra, sintió un escalofrío.- Te llamaré.
-Sí, lo harás. –Aclaró ella, segura de si misma.-
Hizo un gesto a las chicas y estas se incorporaron, después de la rigurosas despedidas, se marcharon en dirección contraria,
comentando en su lengua nativa como les habían ido las cosas, sus risitas fueron una buena señal.
-Dios... –Felipe observaba como se perdían a lo lejos.- Me las follaba a todas...
-Sí... –Adrián asintió.- Esto parece una película, que cuerpazos...
-No seáis superficiales... –Raúl se hizo el ofendido, pero sus ojos y el número de teléfono que llevaba escrito en el brazo, le delataron.-
-¡Mira quién fue ha hablar! –Le amonestaron los otros.- Pero si no te has despegado de Liz en ningún momento.
-Elemental, mi querido Watson... –Andrés asintió.- Hay química entre los dos, si os dejamos un poco más solos, acabáis desnudos y
retozando en la arena...
-Anda ya... –Observó de nuevo el número de teléfono grabado en su brazo.- Bueno, nos vemos esta noche, poneos guapos.
-Y traed condones. –Añadió Felipe.-
Entre risas, cada uno tomó la dirección que más le convenía para volver a su casa. Raúl no pudo evitar pensar en esos ojos acuosos y
penetrantes de Liz, no le habría importado retozar desnudo con ella, se sonrió.
Capítulo XXVI
Mientras se volvía a duchar en su casa, para quitarse bien la arena y los restos de sal y bronceador, pensaba en lo que iba a suceder
esa noche. Por unos momentos, se había olvidado de que se suponía que estaba "deprimido", incluso, se castigó al pensar que tenían
razón los que decían que un clavo sacaba a otro clavo. Las inglesas, por muy interesantes que parecieran, se irían en unas semanas,
y... ¿De verdad le rentaba perseguirlas como un adolescente salido?
-"Pues sí." –Admitió mentalmente.- "Es el plan más entretenido que tengo ahora mismo..."
Se vistió escogiendo la ropa a conciencia, no quería ir muy elegante, pero tampoco descuidado, cuando creyó que estaba todo en
orden, cogió el papel donde había apuntado el número de teléfono de Liz antes de ducharse, y marcó. Le respondieron en inglés, no
era la voz de Liz, parecía más una de sus amigas, Keira, quizás.
-Un momento. –Dijo esta, aún en inglés, cuando se presentó como Raúl, uno de los chicos que habían conocido en la playa.- Está en
la ducha.
-Eh... No, no importa, la llamaré después, no la... –Pero Keira no le hizo caso, se escuchó como se habrían unas puertas, y luego, el
sonido de una ducha, Raúl no pudo evitar tener un escalofrió al pensar que estaría desnuda, quizás, extendiendo un perfumado gel
por su piel....-
-Raoul... –La voz de Liz le respondió desde el otro lado.- Un poco pronto...
-No, yo... –Respiró hondo, no quería parecer un tío ansioso y desesperado.- Solo quería saber si no os habíais echado para atrás...
La risa de la mujer inglesa le hizo dejar caer lo hombros, derrotado. Había echo el ridículo.
-Un inglés nunca retira su palabra. –Murmuró ella, el chico intuyó que sonreía.- Llámame en unos minutos, estoy quedándome
helada...
-No, no... –Se tapó la cara con la mano que tenía libre, la vergüenza que estaba sintiendo era insoportable.- Tómate tu tiempo, ya nos
vemos esta noche, no te...
-Adiós, Raoul... –Se escucharon las ya conocidísimas risitas de sus amigas, por lo que dedujo que la conversación había sido
escuchada con el manos libres del teléfono, y que todas habían visto como se aturullaba.- Ahora te veo.
Se dejó caer, molesto por su estupidez. A lo del balón, ahora había que añadir una conversación de teléfono estúpida. Sin embargo, no
pudo quitarse de la cabeza la fantasía de Liz en la ducha, ya en las de la playa, cuando llevaba el bikini, había tenido que contenerse
para no quedar embobado, pensaba en sus pequeños pechos, sus pezones, provocando un efecto cascada, un goteo de perlas de
agua que...
Llamaron a su puerta y le sacaron de ensoñaciones, cosa que agradeció, porque su "gran amigo" amenazaba con despertar.
-Vaya, que guapo. –Observó su hermana.-
-Sí, ya...
-Cristina y yo nos vamos, llevaremos a Claudia a dar una vuelta, está rara últimamente.
-Sí, es verdad. –Pensó en la escultural instructora de natación, los últimos días había estado menos habladora que nunca,
continuamente parecía ensimismada, pensando en sus cosas y suspirando, siempre suspirando.- Pasáoslo bien.
-Tú también. –Le guiñó el ojo, Raúl la mandó al cuerno.-
Aunque faltaba un rato largo para su cita, se le pasó relativamente en nada de tiempo, había quedado con los chicos antes de pasar a
por las inglesas, por lo que cogió sus cosas y salió. Pronto estaba con Adrián, Andrés y Felipe, todos bien vestidos y nerviosos, por
primera vez, parecían de verdad interesados en esas chicas.
El Sol ya se había puesto hacía rato, no era muy tarde, el clima era perfecto, el calor quedaba mitigado por una ligerísima brisa
proveniente del mar. A las chicas las divisaron desde lejos.
-¡Esperad! ¡Esperad! –Felipe rebuscó en sus bolsillos.- Tomad, el material bélico.
En sus manos tenía cinco o seis preservativos, de diferentes colores y, al parecer, sabores.
-Yo me quedo el de fresa. –Adrián cogió el rojo.-
-Plátano... –Andrés guardó el suyo.-
-Yo quiero el de chocolate. –Felipe rió para sus adentros.-
-Estáis enfermos... –Murmuró Raúl.-
-Para el amargado, el de menta, que seguro que a su Liz le va... –Felipe le metió el preservativo verde en un bolsillo que llevaba la
camisa en la parte del hombro, era más decorativo que otra cosa, pero el preservativo encajó como por arte de magia.- Créeme, te
gustará.
-Ya, eh, comportaros, que están ahí. –Raúl no le prestó mayor atención al preservativo, total, llevaba su moderna chaqueta encima de
la camisa, y no tenía pensado quitársela.-
Los chicos saludaron en inglés, parecían haberse puesto de acuerdo en hacerlo, porque les quedó bastante creíble, Raúl, por su
parte, no le puso excesivas ganas, más que nada, porque se quedó embobado contemplando a las chicas. No se podía negar que
tenían estilo, todas ellas... Sus vestidos, de diferentes texturas, y sus peinados, todo estaba perfectamente ordenado, cada cosa en su
sitio.
Liz llevaba un vestido suelto, anudado en la cintura, con un cordel dorado, parecía casi una estola, como esas que llevaban las chicas
romanas de clase acomodada. Lo aderezaba con unas sandalias y con el cabello recogido en una suave trenza. Si lo que quería era
impresionarle, lo había conseguido.
-Hola... –Raúl buscó unas palabras simpáticas para saludarla, sus compañeros estaban optando por "estas muy guapa", él, sin
embargo, se hizo un lío, lo más interesante que le salió, fue una completa estupidez.- ¿Qué tal la ducha?
La risa de la inglesa fue tan entusiasta que llamó la atención de sus compañeras. Se reía de una forma bonita, aunque lo hiciera con
todas sus ganas, no resultaba escandalosa, era casi aristocrática.
-Mojada. –Respondió ella, Raúl deseó que se le tragara la tierra, otra vez parecía un idiota.- Pero bien.
-Quería decir que... –Cogió aire.- Estás muy guapa.
-Gracias, pero no es nada... –Ladeó la cabeza levemente, tenía los ojos ligeramente cerrados, como si observara algo tierno o
agradable, Raúl se relajó un poco.- Tu también estas guapo.
Estuvieron un rato paseando, sin rumbo fijo. Hablaban sobre sus cosas, aunque al principio iban en grupo, poco a poco se fueron
disgregando en parejas. Raúl quedó con Liz, Andrés con Keira, Camila con Felipe, y Gwen con Adrián. Pese a todo, estaban todos
muy juntos.
-¡Quiero bailar! –Exclamó de pronto Liz, cogiéndole del brazo.-
-Sí, aquí cerca hay un sitio bastante decente... –Aprovechó la ocasión para estrechar la mano de la chica, esta no se resistió, sino que
sonrió. El grupo les siguió, puesto que iban en cabeza.-
El local era amplio, la música era buena y no tendrían que estar apretados como en las grandes discotecas. Consiguieron de milagro
una mesa libre, en la que se acomodaron, aunque la idea no era que estuvieran sentados. Raúl estaba rígido, nervioso, bailar no era
su fuerte, y no quería hacer aún más el ridículo...
-Raoul... –Liz le tendió la mano, llevando una vez más la iniciativa.- ¿Bailas conmigo?
Los otros ya estaban en la pista, el chico supo que no podría objetar, así que asintió, se levantó y la siguió. Como en todo, a Liz le
gustaba llevar en control de la situación, el baile era animado, no para bailar pegados, aún así no se separaron mucho. Pasados los
primeros momentos de angustia, Raúl se permitió sonreír e incluso hacer algún paso atrevido, Liz aplaudía sus ocurrencias, la chica
tenía un estilo bastante depurado de baile, como todo en ella, era bonito, eficiente y sensual.
Cada pareja iba a lo suyo, aunque a veces se paraban para observar a las otras y reírse. Liz señaló a Gwen, que intentaba enseñar a
Adrián un complicadísimo y enrevesado pase de baile.
-Necesito un descanso. –Suplicó Liz, arrojándose a su brazos.- Bebamos algo.
Fueron a la barra y pidieron unas copas, Liz hizo ademán de pagar su copa, pero Raúl se lo impidió.
-Aquí es habitual que el chico invite. –Añadió para evitar que los ojos azules de la chica le miraran con reprobación.- Es nuestra
cultura.
Le resultó imposible dejar de observar como los estilizados labios de la mujer se humedecían por el contenido de su copa. Tenía estilo,
sin duda, había recibido una buena educación en Inglaterra. Quizás no estaba acostumbrado a encontrar gente tan educada en su
país. Hablaron durante un rato, conociéndose, preguntándose sobre sus gustos musicales, cinematográficos, sobre qué valoraban las
personas. La chica respondió a todo, pero a Raúl siempre le quedó la sensación de que parecía divertida con su "coqueteo". Al final,
por vigésima vez, ella tomó la iniciativa.
-Bien, ahora, vamos, otra vez. –La chica le cogió de las manos y le arrastró hasta la pista de baile.- Quiero bailar contigo, ahora te
demostraré como baila una inglesa.
-Espera, voy a dejar la chaqueta en la mesa. –En efecto hacia mucho calor, y el baile no ayudaba a que se refrescara, por lo que optó
por dejarla en el respaldo de una de las sillas.-
Se abrió un nuevo proceso, Liz y él estuvieron más unidos y risueños, más compenetrados y atrevidos, bailaron más pegados y
marchosos, se permitieron más atrevimientos. Todo fue perfecto, a Raúl cada vez le gustaba más, ella tampoco parecía disgustada,
hasta que...
-Vaya... –Habían puesto una canción lenta, de esas que se bailan juntos, bien pegados.- ¿Quieres?
-Me atrevo, me atrevo. –Rió Liz, mientras se juntaba a él.-
La chica olía a perfume caro, caro pero no denso, era muy fresco, le gustó sentir su cuerpo contra el suyo, bailaron relajados, incluso
acompasaron sus respiraciones, no era entusiasta de creer en el "amor a primera vista", pero no podía negar que, como le habían
dicho sus amigos, tenían mucha química.
La pieza fue avanzando, cuando no podían quedar más que unos segundos, algo pasó. Liz había acomodado su cabeza en el hombro
del chico, estaban suavemente cogidos, pero se apartó, como si algo le hubiera echo daño. Se acarició la mejilla.
-¿Ocurre algo? –Preguntó Raúl, preocupado.-
-Yo... –Intentaba decir algo, pero no sabía la palabra en su idioma, finalmente, hizo un gesto, como de garras.-
-¿Arañado? ¿Te has arañado con algo?
-Sí, eso... Creo...
La chica revisó la camisa del chico, este observó, sin saber que había ocurrido. Liz toqueteó unos segundos un bolsillo exterior que
llevaba de adorno, Raúl no fue lo suficientemente rápido. Cuando la chica extrajo finalmente le objeto que le había arañado levemente,
Raúl sintió que se le encogía el estomago.
Liz, también bastante sorprendida, mostró el preservativo verde que Felipe le había metido en ese bolsillo. El chico se quedo
absolutamente bloqueado, pálido...
-Bueno... –La chica se sonrojo un tanto, pero sin embargo, su sonrisa se extendió.- Al menos tomas precauciones...
Por mucho que ella lo pretendió, el resto de la noche no fue igual. Liz lo intentó, incluso se mostró más receptiva, pero para Raúl había
sido un golpe demasiado fuerte, tardó en recuperarse, y cuando lo hizo, no pudo evitar mostrarse tímido y reservado.
-Vamos, Raoul, no pasa nada... –Ella le acarició la mejilla, estaban fuera del local, la inglesa había creído que con el fresco se le
pasaría el fuerte trago, pero ni por esas.-
Resignado, le sostuvo la mirada a la inglesa, sin la luz del Sol sus ojos azules no brillaban tanto, pero aún así, eran hermosos.
-Es de sabor a menta. –Comentó, rascándose perezosamente el cuello.-
-Pipermín... –Rió ella.- Original...
-Sí, en fin... –La observó de arriba abajo con descaro, quería aparentar seguridad, a fin de cuentas, ya no era un niño.- ¿Y tu? Vestidita
de chica romana... Eso si es original...
-¿No te gusta? –Se aproximó a él.-
-Es... original... –Rió él, haciéndose el difícil.-
Liz le miró a los ojos, sonrió, y le besó. Fue un beso corto, casi un simple roce de sus labios, pero le fascinó. Los finos labios de la
chica eran fríos y suaves.
-Es tarde... –Comentó ella.- Hay que descansar bien si mañana queremos ir a la playa.
-¿Eso significa que habrá una segunda cita?
-Sí, Raoul, sí. –Se apoyó en su pecho y se dejó abrazar.- No sois tan mal plan como pensaba...
Permanecieron así un rato, abrazados, el fresco les hizo sentir bien. El resto de los chicos y las chicas salieron progresivamente, todos
contentos y juntitos. Pasearon un rato más y las acompañaron a su hotel, un cuatro estrellas en primera línea de playa, lo que
demostraba que de dinero no estaban necesitadas.
-¿Cómo os ha ido? –Preguntó Felipe, aún fascinado por los encantos de su inglesa.-
-Pues... –Suspiró Raúl.- Mañana habrá que jugar mejor al voleibol, no creo que se dejen ganar...
Pensó otra vez en los fríos labios de Liz, negó con la cabeza.
-Parece que el verano nos ha dado algo interesante a lo que dedicarnos...
-La caza del zorro... –Añadió Andrés, pensando en el famoso deporte británico.-
-La caza de las zorras... –Objetó Adrián, provocando las risas de los cuatro.-
Capítulo XXVII
El paso de los días estrechó los vínculos existentes con las chicas inglesas, cada mañana, acudían a la playa con ellas, habían
visitado varias, incluso una cala oculta entre las rocas que Adrián conocía y que les había gustado por la intimidad que se respiraba.
Las chicas habían progresado mucho en su uso del idioma, tenían razón al decir que solo se aprende de verdad un idioma
conviviendo con gente que lo use de forma habitual, los chicos y el inglés, bueno, lo tenían en asuntos pendientes.
En las relaciones individuales, todos habían progresado hasta cierto punto, ya podían besar a las chicas sin ningún tipo de problema,
pero no más allá. A Raúl todo eso le pareció extraño, aunque lo asoció a que tenían culturas diferentes, desde su iniciación al sexo,
hacía pocos meses, todo había sido promiscuidad, ahora empezaba a entender lo que era el cortejo, el coqueteo... Le gustaba, sí, le
gustaba mucho, se sentía bien por cada progreso que hacían. Liz y él habían compartido cosas, muchas cosas, estaban empezando
en el terreno de las relaciones personales.
Raúl se entero de que en Manchester, Liz había terminado con una relación de dos años poco antes de sus vacaciones, pese a todo,
no parecía disgustada, se sentía libre y dueña de sus actos. Él fue más reservado en cuanto a su atípica situación sentimental, aunque
con ella se sentía cómodo, al saber que era un elemento extraño en su vida, que en cualquier momento podía irse y no la volvería a
ver jamás, eso le ayudaba a la hora de hablar, con Liz no había que aparentar, solo había realidad... Por otra parte, pensar que se
pudiera ir como si nada, le llenaba de congoja, en una semana habían estrechado mucho los lazos, se podía decir que se habían
convertido en buenos amigos, quizás algo más.
-¿Dónde están? –Felipe dejó caer el balón al suelo y se sentó en la arena.- Es el cuarto día que no vienen...
-Se habrán aburrido de nosotros, estarán seduciendo a otros jóvenes incautos.
-Putas inglesas... –Adrián no se mordió la lengua, estaba muy ilusionado con Gwen, y ella parecía corresponderlo.-
Las últimas cuatro mañanas no habían encontrado ni rastro de las chicas, ni siquiera respondían al teléfono, por las tardes, cuando las
localizaban, no hablaban de donde habían estado ni con quién, solo reían pícaramente y le restaban importancia, pese a todo, los
chicos se sentían profundamente desamparados. La playa no era lo mismo sin ellas.
Cada uno se fue por su lado, no tenían ganas de bañarse, mucho menos de jugar al fútbol playa, y jugar al voleibol solos era un poco
"raro". Como casi todos los días, por la tarde quedaron con las chicas, que acudieron risueñas y joviales.
-¿No vas a preguntarme? –Liz le observó con mirada penetrante.-
-No. –Contestó Raúl, tajantemente.-
-¿No tienes curiosidad por saber donde estábamos?
-No. –Mintió él, no quería dar imagen de chico desesperado, además, sabía que si ella quería contárselo, lo haría, lo preguntara o no.-
Eres libre de hacer lo que quieras.
-Venga, pregúntame, hoy sí te responderé. –Rió ella, estrechándole cariñosamente del brazo.-
-No te voy a interrogar. –Se empecinó Raúl, aunque tuvo que morderse la lengua para no hacerlo.-
-Bien... Pues juguemos a Sherlock Holmes...
-¿A quién?
-Sherlock Holmes, el detective...
-¡Ah, sí! –La pronunciación inglesa del nombre difería un tanto de la que él conocía.- Elemental, mi querido Watson.
-Sí, ese. –Se mordió el labio inferior y le clavó una mirada penetrante.- ¿No has notado nada diferente en mí?
-Pues... –Raúl la examinó de arriba abajo.- Esas gafas de sol son nuevas.
-Sí. –La chica se ajustó las gafas, con un bonito cristal azul que resaltaba sus propios ojos.- ¿Qué más?
-Pues... –Intentaba verle diferencias, pero parecía la misma chica inglesa de la primera vez, tan sensual en sus movimientos, con
rasgos tan aristocráticos.- No sé...
-¿Te rindes? –Acentuó su sonrisa.-
-Qué remedio...
-Una pista... –La chica miró a su alrededor, comprobó que nadie los miraba con especial atención, y bajó ligeramente uno de los lados
de su bermudas, dejando a entrever su cintura y su muslo.- ¿Ya?
-Eh... –En realidad no notaba nada diferente, bueno, sí, que deseaba morderla y comérsela, pero nada del otro mundo.- No sé, yo no
noto nada distinto...
-Ufff... –La chica negó con la cabeza.- Míralo por el otro lado.
La chica subió su pantalón y, ante un atónito Raúl, bajó el suyo. Fue un movimiento ligero, no quedaba nada al aire, tan solo su cintura
y parte de la cadera.
-¿Lo ves ahora?
-Eh...
Sus conexiones neuronales tardaron en reaccionar. Sus cadera estaba ligeramente más blanca que el resto de su piel, era algo normal
después de tomar el Sol durante tantas horas, era la zona que tapaba el bañador. Como una campanada, resonó en su cabeza. Abrió
mucho la boca, sorprendido.
-¡Habéis estado haciendo nudismo! –Exclamó en voz alta, tan alta que una pareja de ancianos que paseaba cerca de ellos les dirigió
una mirada reprobatoria, situación que ya le parecía conocida.-
-¡Chsstt! –La inglesa le tapó la boca para que no gritara.- No hace falta que lo grites.
-Perdón, pero... –Seguía impresionado, era cierto, en el muslo de la chica no había marca de bikini, tampoco en sus hombros, que
llevaba al descubierto, por lo que, sin duda, había estado tomando el sol completamente desnuda.- Joder...
-Has tardado en comprenderlo. –Pasado el susto de su exclamación, Liz volvía a sonreír ampliamente.- Sí, las chicas y yo hemos
estado visitando una playa nudista.
Extrajo un folleto de su pequeño bolso y se lo entregó a Raúl. El folleto mostraba una pequeña y bonita zona de playa, nudista, estaba
a un kilómetro, más o menos. Él ya conocía esa playa, estar, lo que se dice estar, nunca había estado. Hace unos años, por idea de
Adrián, habían ido a espiar a las chicas desnudas, pero el vigilante que solía hacer la ronda por ahí les había interceptado, por lo que
tuvieron que correr como alma que lleva el demonio, dejando sus "juegos" a medias.
-La mayoría de los que van son turistas, hay alemanes, franceses, ingleses... –Explicó la chica.- Es un buen sitio, no hay tantas
personas, y te sientes más cómoda.
-Pero... –Se estaba recuperando de la imagen.- No sé, ir a una playa nudista, debe ser un poco...
-¿Nunca has ido? –Le preguntó Liz, aunque era obvio que no había ido, Raúl tuvo un mal presentimiento ante la repentina "inocencia"
de la chica, habitualmente muy avispada.-
-No...
-¿De verdad? –Fingió sorpresa, sus ojos se agudizaron bajo sus gafas, Raúl vio un destello de interés en ellos.- ¡Tienes que venir! ¡Es
genial!
-Pero...
-Mañana vamos a volver. –Explicó la chica, cortándole.- Camila alquiló un coche nada más llegar, para poder movernos mejor, iremos
apretados, pero estará bien.
-Es que, no sé si...
-Comprendo, si te da vergüenza... –La chica negó con la cabeza.- El cuerpo humano es algo bonito de por sí, natural como la vida
misma, no tendríamos que escandalizarnos por ir desnudos, yo estudio medicina, en el futuro tendré que ver a la mayoría de las
personas desnudas, y eso no me importa, porque, a fin de cuentas, cuerpo tenemos todos...
-Ya, ya... –Raúl bajó los hombros, derrotado.- Supongo que estará bien...
Un extraño nerviosismo le azotó desde ese momento, conforme pasaban las horas hacia la mañana aciaga, se sentía cada vez más y
más preocupado, no por el hecho de desnudarse, sino por hacerlo delante de ellas, y, sobretodo, por sus posibles "reacciones
biológicas incontrolables".
Se calmó, hablaron de otras cosas, ella le contó un poco como era ser universitaria, la carrera de medicina... Raúl escuchó y escuchó,
de vez en cuando Liz pasaba al inglés sin darse cuenta, sin embargo, él no la interrumpía, veía sus labios moverse, y le parecían algo
celestial, algo imposible. La había besado, castamente, en varias ocasiones, y siempre tenían ese tacto frío, especial, inhumano...
Ella dejó de hablar repentinamente, Raúl parpadeó varias veces y preguntó la causa, la inglesa negó con la cabeza, sonriente. Tardó
unos segundos en comprender que su embobamiento y su descontrol había derivado en una tenue erección, completamente marcada
en esos pantalones ligeramente ceñidos en la entrepierna.
Aprovechó que ella miraba hacia otro lado para colocarse el paquete, maldiciendo mentalmente a las reacciones fisiológicas
incontroladas.
-¿Por qué ciencias políticas? –Preguntó ella de pronto, aludiendo a la carrera que el chico le había dicho que cursaría.-
-Pues... –Ordenó sus ideas.- No sé, creo que para cambiar el mundo solo hay dos formas, o ser un genio, o estar en la política...
-Sí... Supongo... –Se quitó las gafas y las guardó, intercambiaron una mirada.- Pero la política, sea donde sea, exige mucho tiempo...
-Lo sé.
-¿No tienes pensado formar una familia? ¿Tener novia?
-Pues... –La verdad es que nunca se lo había planteado, los días de mayor optimismo, solo se veía esforzándose para llegar alto en el
mundo de la política, no llegando a casa donde le esperaban una mujer y un par de hijos.- No lo sé, tendría que pensarlo.
-Hazlo, Raoul, a veces no hace falta marcar la diferencia en el mundo, solo en tu casa.
Esa reflexión era algo más que un pensamiento espontáneo, el chico supuso que Elizabeth debía conocer ese mundo, quizás de
primera mano. Agradeció secretamente la comprensión que la chica le daba siempre, tenía un par de años más que él, pese a todo, no
era una descerebrada interesada únicamente en divertirse, era una persona reflexiva y emotiva. No encontró las palabras para
decírselo, finalmente, pensando en que un gesto vale más que mil palabras, estrechó suavemente su mano, gesto que ella le devolvió.
Por unos instantes, se habían olvidado de que iban en grupo, aunque separados por una distancia considerable, el resto les seguía de
cerca, casi se sobresaltaron cuando escucharon sus voces a su espalda. Al parecer, la idea de ir a la playa nudista no solo se la
habían propuesto a él, los otros chicos recibieron sendas invitaciones, Adrián y Felipe estaban eufóricos. Andrés, como él, parecía
tener reservas sobre el tema.
-Bien, Raoul, lo he pasado muy bien esta noche. –Antes de que pudiera darse cuenta, la chica le saludaba desde las escaleras de su
hotel.- Nos vemos mañana.
-Sí, supongo que sí. –Por unos instantes, habría deseado besarla apasionadamente, estrechar su cuerpo contra el suyo, hacerle el
amor ahí mismo... Pero sabía que no podía, y eso no le molestaba, simplemente le hacía resignarse a que era ella la que tenía el
control de su relación, si es que podían llamarlo relación.-
-Que malo eres paras las despedidas. –Le amonestó ella.-
-Es porque no quiero despedirme nunca de ti. –Movido por un acto instintivo, Raúl se dio la vuelta y dejó a la chica con la palabra en la
boca, su virilidad clamaba con fuerza para retomar, al menos de vez en cuando, la iniciativa.-
Mientras regresaba a su casa paseando, no puedo evitar que se le formara un nudo en la garganta. Una playa nudista y chicas
guapas, era una mala combinación, una trampa mortal para sus hormonas.

Capítulo XXVIII
El sonido del despertador le sobresaltó. Había dormido poco, nada más apagar la luz se habían formado en su cabeza miles de
fantasías acerca de la desnudez de las chicas y la suya, de sus reacciones, de los roces...
En la ducha se masturbó, fue rápido, pensó que así tendría menos posibilidad de sufrir una "reacción fisiológica" inesperada, se duchó
con tranquilidad, recordando el discurso de Liz, el cuerpo humano era algo natural, la desnudez no era nada del otro mundo... Esa era
la teoría, en la práctica...
Por encima del bañador se puso unos pantalones cortos y una camiseta, preparó su pequeña bolsa y salió al punto de reunión.
El coche de las inglesas era un Audi espacioso, algunos tendrían que ir sentados en las rodillas de otros, pero daba igual, no estaban
muy apretados. Camila conducía, Liz iba de copiloto, los demás, se apretaban atrás. A Raúl le tocó llevar en sus rodillas a Keira, el
camino fue un autentico suplicio. Pese a que estaba cerca, el camino estaba bacheado, sobretodo al final, el hecho de llevar una chica
encima tampoco ayudaba, Raúl tuvo que pellizcarse el muslo en varias ocasiones, pese a todo, logró que la cosa no se descontrolara.
Adrián lo tuvo mucho más difícil, el cohibimiento de Gwen y el color pálido del chico indicaban precisamente que "la cosa" se había
descontrolado y no podía ocultarlo. Los minutos de angustia pasaron, llegaron a un aparcamiento de tierra. Adrián se encorvaba para
ocultar su paquete.
-Podemos ir vestidos hasta una parte del camino, ahí está el cartel. –Informó Liz.-
Los chicos cogieron las cosas, bolsas, nevera portátil donde llevaban unas bebidas, y demás utensilios de playa, como toallas y el par
de sombrillas. Ellas iban en cabeza hablando plácidamente en inglés, Raúl entendió que comentaban el excelente día que hacía.
El cartel, rojo con letras verdes y en varios idiomas, apareció pocos metros después, en un sendero de arena que llevaba a la playa,
oculta tras un pequeño montecillo. Básicamente, decía que a partir de ese punto, estaba prohibido llevar ropa y cámaras. La tensión se
mascaba en el ambiente, Felipe, pálido, buscó su mirada. Tanto él como Adrián, los más entusiastas por ir, ahora eran los que más
dudas albergaban. Raúl sintió el ya conocido nudo en el estómago, sin embargo, estaba decidido. Dio unos pasos hacia delante y
acomodó sus pertrechos en el suelo, se quitó las zapatillas, la camiseta, los pantalones... Las chicas también habían empezado a
desvestirse, Raúl no las miró por miedo a descontrolarse, pero sus sombras le decían que la mayoría ya estaba quitándose la parte
inferior del bikini, por lo que supuso que estarían desnudas. Cogió aire, y se bajó el bañador. Había esperado escuchar risitas o algo
por el estilo, pero el tono de las chicas no cambió un ápice, seguían hablando del clima.
Guardó su ropa en su bolsa, y recogió los pertrechos, estaba rígido, iba el primero, tenía miedo de girar el cuello, avanzó por la
pequeña elevación del terreno y... La playa nudista se materializó ante sus ojos. La verdad es que era preciosa, no estaba edificada ni
urbanizada, era una playa virgen, salvaje. Lo único que explicaba que la especulación inmobiliaria no hubiera llegado ahí eran unas
dunas extrañas o algo por el estilo que lo convertían en zona protegida. Había varias personas, desde parejas jóvenes, hasta grupos
de chicas o chicos, llegando a abuelos con sus hijos o nietos o a ancianas que se tostaban al sol. Su tensión disminuyó, en sus sueños
casi había pensado que alguien le señalaría y provocaría las risas de todos, sin embargo, cada uno iba a lo suyo, como una playa
normal, pero sin ropa...
-Mira, ahí hay un sitio lo bastante grande... –Señaló el chico, aún sin girarse.-
-Sí, instalémonos allí. –Respondió Liz.-
Era un cacho de playa cercana al agua, un pequeño matorral crecía cerca, así como una duna se elevaba justo delante, por lo que
tendrían la intimidad suficiente para comportarse con normalidad, al menos las chicas, porque los chicos permanecían
extremadamente tensos. Atravesaron la playa, no hubo miradas, no hubo risas... Tan solo uno de los ancianos les saludó cuando
pasaron por su lado, ellos respondieron a su saludo, buenos días en alemán, supuso. Raúl estaba más relajado, tan solo le quedaba
darse la vuelta y asumir la situación con los demás, con absoluta naturalidad.
-Coloquemos las toallas juntas. –Indicó Liz.- Así aprovecharemos todos la sombra...
La primera mirada que cruzaron no fue nada diferente, no hubo malicia, ni picardía, fue absolutamente natural, intensa, como todas las
que provenían de la chica, de sus grandes ojos azules, pero normal. Ahí Raúl perdió todo tipo de vergüenza, respiró cómodo, por
primera vez en la mañana.
-Pondré las sombrillas...
Unos minutos después, tenían montado el campamento. Los otros chicos habían tardado más tiempo en normalizar la situación, pero
lo habían hecho. La tensión desapareció poco a poco, incluso volvieron las risas y las conversaciones... La verdad era que Raúl miraba
con extrema fijación los ojos de todos, tan solo había visto el cuerpo desnudo de una de las chicas, y solo porque se lo encontró
delante cuando levantaba la cabeza después de poner la sombrilla, al resto no le había mirado nada de nada.
-Yo me voy a bañar. –Exclamó Adrián.- El agua tiene buena pinta...
-¿No te vas a poner crema?
La pregunta hizo que repentinamente volviera toda la tensión que había desaparecido instantes atrás. Aún con bañadores, en sus
anteriores jornadas de playa, ya habían tenido que pasar la vergüenza de ponerse crema unos a otros. Ahora, desnudos, eso se
convertiría en un obstáculo insalvable.
-Yo... –Comenzó Adrián, pensando a toda velocidad.- Yo...
Pero el primero en recibir el frío chorro de crema fue Raúl, a traición, lo sintió en su espalda, se encontró con la risa de Liz, y sus
manos, sus suaves manos acariciando sus hombros... Tensión, tensión, la alarma se disparó en todos los chicos, Felipe fue el que les
salvó, cogió uno de los balones y gritó:
-¡El último que llegue al agua es gay!
Fue la desbandada general, alguno de los nudistas les miraron con curiosidad correr como flechas al agua. Raúl no se quedó atrás,
salió como una jabalina tras su amigo. En el agua, sintiéndose aliviado, pensó en la situación.
-"Mejor parecer un crío que..."
Analizado fríamente era una estupidez, una chica guapa y que le atraía tenía intención de ponerle crema por encima de su cuerpo
desnudo, ¿Qué había de malo en eso? Las chicas tardaron un rato, pudieron verlas desde lejos, poniéndose crema unas a otras,
aunque no prestaron mucha atención, la imagen de por sí ya era suficiente como para tener una alineación de planetas. Empezaron a
jugar a pasarse la pelota, sin mucho entusiasmo, pero al menos les permitía distraerse en algo.
-No podemos seguir así. –Había asegurado Andrés.- Parecemos gilipollas...
-Somos gilipollas... –Suspiró Felipe.-
-Acordaos de la excursión a la montaña, en tercero. –Comentó Adrián.- Cuando entramos en pelota picada en las cabañas de las
chicas... Ahí no nos daba tanta vergüenza...
-Sí, es verdad... –Raúl señaló con la mirada a una anciana que tomaba el sol en la arena.- Y si tenéis miedo de que se os levante,
miradla un rato y os calmareis...
Hubo una risa generalizada, se sintieron mejor, casi ni fueron conscientes de que las chicas llegaban nadando. Se habían internado
hasta que el agua les llegara por la cintura, se sentían más cómodos y no estaban lejos de la orilla.
-¡Hey! –Camila habló mientras se quitaba el pelo mojado de la cara.- Si no os ponéis crema os quemareis...
-Que va, los hombres no nos quemamos, además, ya estamos muy morenos, no habrá problema... –Andrés le lanzó la pelota a la
chica, que entró en el juego.-
Poco a poco, como un hielo derritiéndose en una mesa, la tensión fue desapareciendo, esta vez sí para no volver. Raúl finalmente tuvo
que observar los cuerpos de las jóvenes, más que nada, porque las tenía saltando y botando a su lado. Liz era un ser sobrenatural,
sus pechos, pequeños, y sus pezones, duros por el agua... Tenía el pubis depilado parcialmente, su pelo color paja le caía mojado
sobre los hombros, sus ojos brillaban con fuerza, sus labios... Tuvo que pensar en otra cosa, las otras chicas también eran guapas.
Gwen tenía un tatuaje encima del trasero, un símbolo tribal. La que más pecho tenía era Keira, mientras que Camila, en conjunto, era
una chica bastante equilibrada.
-¡Mía! –Gwen, a su espalda, saltó en el agua para darle a la pelota, al caer, sus pechos acariciaron la espalda de Raúl, que intentó
poner una cara insondable, como si no hubiera pasado nada.-
-Atento Raúl. –Le amonestó Liz.- El que pierde paga.
-¿Paga? –Preguntó él.- ¿El qué?
-Por tu bien, no pierdas. –Rió ella.-
Siguieron jugando un rato, en realidad, no parecía haber reglas, tan solo que no se cayera la pelota, y eso, teniendo en cuenta que se
la lanzaba bastante flojita, no significaba nada. Sin embargo, casualidades del destino, falló su turno, tenía a Keira delante, haberse
lanzado a por la pelota supondría que hubiera tenido que frotar contra la joven otro tipo de esferas.
-¡Puente! ¡Puente!
-¿Puente?
-Sí, nos ponemos en línea y abrimos las piernas, tienes que pasar por debajo buceando y sin salir. –Liz le guiñó el ojo.-
Cogió aire, estiró los músculos, no era tan malo como pensaba, el agua era su elemento. Se zambulló y dispuso a atravesar el primer
"puente", la malicia del juego precisamente era que al no llevar bañadores, se les veía todo, absolutamente todo. Las chicas, en la
arena, a menos que abrieran descaradamente las piernas, no mostraban sus genitales, pero, en esa posición, se les veía
absolutamente todo. Raúl dejó escapar el aire por el susto, sin embargo hizo un esfuerzo por seguir, apurado. Le había visto el coño
por completo a una chica, no era Liz, supuso que seria Gwen, o Camila, ellas eran las que tenían las piernas más cortas. Aún más
desagradable fue que el último "puente" era Felipe, sintió como su miembro le tocaba en la espalda al emerger, sin aire, una sensación
horrible.
Tosió varias veces, pálido, le había entrado agua por la nariz y no se encontraba nada bien, tardó unos segundos en reaccionar, los
otros reían o comentaban la cara que tenía.
El balón se lo había llevado la corriente al dejarlo escapar, no estaba muy lejos, Keira, la más cercana, se lanzó a nadar hacia él, sin
embargo, Raúl, que necesitaba desentumecerse, se marcó una carrera impresionante, llegó antes al balón y lo cogió, ante la sorpresa
de Keira, que le felicitó por su estilo de nado, al menos eso supuso él, puesto que le habló en un inglés muy rápido.
-Se me había olvidado que estabas en el equipo de natación de tu instituto. –Comentó Liz cuando pasó cerca de ella.- Estás hecho
todo un delfín.
-Bah, seguro que yo le gano. –Rió Felipe.-
El desafío estaba lanzado, como ya estaban algo aburridos de la pelota y otra práctica supondría acercarse más a la orilla, decidieron
que lo de las carreras no seria mala idea. Raúl no tuvo problemas en dejar atrás a Felipe y ganar, llevándose los aplausos de los
demás. Las carreras resultaron más divertidas de lo que pensaban, pusieron unas reglas básicas, como que, por ejemplo, el que
ganaba repetía carrera hasta perder, y el que retaba al ganador, elegía estilo de nado.
Así, Raúl se vio nadando a braza, mariposa, rana, incluso perro con el cómico Andrés. Camila casi le gana, también se movía muy
bien en el agua y él se distrajo un poco cuando sus cuerpos se rozaron en medio de la carrera, pero finalmente, llegó a la invisible
línea de meta por delante. La última que quedaba entre el agotado Raúl y la imbatibilidad era Liz, que sonreía, esta vez si con mucha
malicia.
-Yo quiero nadar a espalda. –Comentó ella.-
-Bah, te aprovechas de que estoy reventado...
-Si quieres te dejo descansar.
-No, hagámoslo ya, quiero mi título. –Matizó él, cuya vanidad se había disparado al ganar frente a los otros.-
-Tú mismo...
Se situaron en juntos, en un mismo punto, se miraron. Estando a espalda sentía bastante el aire sus genitales, pero llegado ese punto
no le importaba, ya se habían visto desnudos unos a otros, no parecía haber problema en eso.
La salida fue un torrente de agua, nadar a espalda era aparatoso, se necesitaba mucho más espacio. En un piscina era fácil, puesto
que las calles estaban marcadas, pero en el mar, con las olas, era prácticamente imposible saber por donde ibas. El rumbo de Liz era
extrañamente desviado, prácticamente se le echó encima, Raúl apenas la vio venir, tan solo sintió que en una de sus brazadas, su
mano hacía contacto con la piel de la joven, sintió el pezón de la chica deslizarse entre sus dedos. Como si una corriente eléctrica
hubiera brotado de él, se bloqueó por completo, Liz siguió con calma y ganó.
-¿Qué decías de un titulo? –Rió ella, respirando entrecortadamente?
-¡Has hecho trampas! –Gruñó él.-
-¿Yo? –Puso una cara inocente, un poco más lejos, le llegaba el eco de las risas de sus compañeros, que habían captado la picaresca
de la mujer desde el principio.-
-Sí, te me has echado encima solo para que te tocara...
-Yo no te he pedido que lo hicieras. –Se defendió.- Ni que dejaras de competir al hacerlo.
-Claro, ha sido un accidente. –Raúl llenó su boca de agua de mar y la escupió.-
-Además, si tanto te impone tocar a una persona desnuda... –Miró hacia el cielo, sus esferas azules brillaron.- Debes de ser un
desastre en el sexo...
-¡Ja! –Emitió, herido en su orgullo.- ¡Ni lo sueñes! ¡No me he parado por tocarte! ¡Es que he tragado agua cuando te has juntado!
-Sí, sí... –Rió ella, que ya se había puesto a su altura.- No te preocupes, Raoul, lo comprendo.
-Ya... –La miró con los ojos entrecerrados, le señaló al pecho y continuó.- Y para que lo sepas, las tienes muy pequeñas.
La chica, entre escandalizada y divertida, intentó hacerle una ahogadilla, pero él fue más rápido y huyó. Cansados, salieron a la arena
entre risas y comentarios jocosos de la astuta estrategia de Liz. Habían traído algo de comida para poder pasar el día tranquilamente,
Raúl se extendió boca abajo en su toalla.
La verdad era que sin bañador uno se sentía mucho más libre, en el agua, en la arena... Sentir el aire y el sol en todo tu cuerpo, era
una sensación reconfortante. Algo le goteó en la espalda, Liz, empapada, le acaba de pasar por encima. Raúl le clavó una mirada
dolida, sin embargo, no pudo evitar pensar que si se hubiera girado antes, se habría encontrado con el sexo de la mujer pasándole por
encima. Suspiró.
-Ocho letras... –La chica, tumbada a su lado, hacía crucigramas.- "Llámese a la persona cuya orientación sexual comprende hombres
y mujeres."
-Bisexual. –Respondió Raúl, casi por inercia.- ¿Por qué haces crucigramas?
-Te sorprendería la cantidad de palabras en tu idioma que he aprendido gracias a los crucigramas y las sopas de letras. –Respondió.-
Aunque este es difícil.
-A ver... –Se acercó a ella, tuvo la sensación de que esa había sido su intención desde el principio.- Siete letras... "Cenit sexual, gran
final."
-Orgasmo. –Respondió la inglesa con suficiencia.-
-Qué bien lo sabes. –Se burló Raúl.-
-Hoy estás muy lanzado. –Ironizó ella.-
-Estoy desnudo. –Comentó él, como si fuera lo más obvio del mundo.- El instinto de cazador...
-Instinto... –Le costó un rato explicarle a la chica lo que significaba, al final pareció entender.- Sí, supongo que tienes razón. El instinto
es difícil de contener.
-No para ti. –Dijo él en voz baja, con la intención de que no lo escuchara.-
-¡Hey! –La chica le dedicó una mirada dolida.- Habla claro.
-Eres de hielo. –Raúl había cerrado los ojos, acomodándose otra vez en su toalla.- Nunca te dejas llevar por tu instinto, siempre
planeas todo lo que haces, pareces de piedra... Incluso tus labios son fríos, aunque he de reconocer que eso me gusta.
-Vaya... –La chica abandonó el crucigrama a un lado.- Me gusta tu sinceridad, aunque te equivocas.
Raúl la sintió más cerca, como si se hubiera aproximado mientras hablaba.
-¿Crees que yo no me contengo? –Susurró.- También tengo que soportar mi instinto.
-Supongo. –Cortó Raúl, le gustaba sentirse el ganador de las conversaciones, aunque fueran tan atípicas como esa.- Pero a veces no
es malo dejarse llevar.
Liz susurró algo en inglés, él no lo entendió, pero tampoco preguntó. Sin embargo, abrió los ojos ligeramente para percibir que,
efectivamente, la chica se había acercado a él, tanto que incluso podían haber cabido en una única toalla. Sus cuerpos se rozaban
ligeramente, ella le observaba con curiosidad.
-¿Qué? –Preguntó tras unos instantes, nervioso por la profunda mirada de la chica.-
-Nada. –Respondió ella, con el mismo gesto de curiosidad.- Solo pensaba...
-¿Algo confesable?
-Cosas de chicas. –Le guiñó un ojo.-
Pasó un rato, Raúl cerró los ojos de nuevo, pese a todo, percibió que la chica le seguía observando, o, al menos, mirando en su
dirección. Se sentía tan relajado...
-Oye, sobre lo que he dicho antes... –Suspiró.- De que tu... Bueno, de que tu pecho era pequeño... Solo quería que supieses que a mi
me parece precioso tal y como es...
Se sintió mejor al decirlo, a fin de cuentas, era verdad que le gustaban los senos de la inglesa, aparte, sabía que las chicas eran muy
neuróticas en ese aspecto, no quería que pensara en cosas innecesarias. Aunque no se imaginaba a Liz pensando esas cosas, era
más un tema recurrente para las chicas con poca autoestima, la inglesa parecía siempre muy segura de ella misma. Abrió los ojos
para recibir un gesto de aprobación, para su sorpresa, estaba solo. Ni estaba Elizabeth, ni estaban los demás. Se había quedado
completamente solo...
-Cabrones... –Murmuró mientras se incorporaba y les buscaba con la vista.-
La mayoría estaban en el agua, chapoteando como niños. Quizás se había relajado demasiado hasta el punto de quedarse dormido, o
traspuesto, se estiró. Para su horror, comprobó que estaba absolutamente achicharrado... Tenía toda la espalda abrasada. Maldijo en
voz baja el no haber utilizado protector solar, por evitar un ligero contacto con la mujer, ahora apenas se podía mover. Buscó en las
bolsas de las chicas hasta encontrar un Afther Sun, se lo aplicó con dificultades.
-Te lo advertí. –Rió una voz a su espalda.-
Liz le arrebató el bote de crema y se comenzó a extenderla por su cuerpo, la sensación de alivio era tal que no se sintió incomodo.
-¿Dónde estabas?
-Daba una vuelta. –Explicó ella.-
-Me habéis dejado solo. –Comentó él, herido.-
-Sí, perdóname. –La chica le abrazó desde atrás, Raúl pudo sentir fugazmente como sus dos pezones se clavaban en su adolorida
espalda.- No volverá a pasar, cuidaré de ti.
-¿Cuidarás de mi? –Se sorprendió Raúl.- ¿No debería ser al contrario?
-No, yo solo sigo mi instinto cazador. –Rió ella.- Tu eres el zorro.
El joven pensó en lo irónicas que eran las palabras. Cuando llegó a casa, un rato después, estaba tan quemado y adolorido, que
apenas pudo ducharse y arrojarse en la cama, boca abajo, eso sí.

Capítulo XXIX
Se despertó tarde, era casi la una de la tarde, su espalda estaba mucho mejor, aunque se le estaban despellejando los hombros.
Hacía mucho calor, por lo que se dio una ducha fría. Envuelto en su albornoz volvió a entrar en su cuarto, su móvil tenía un mensaje,
de Liz, en el que esta le citaba por la tarde en un punto del Paseo Marítimo, sabiendo que su insolación del día anterior no le permitiría
ir a la playa. Sonrió para sus adentros.
Se vistió y fue a buscar a su hermana, estaba en el salón, con Cristina.
-Buenos días, campeón. –Saludó esta.-
-Hola Cris, Laura... –Se sentó entre ambas, el sofá estaba agradablemente fresco a causa del aire acondicionado del salón.- ¿Qué tal?
-Pues aquí estamos... –Respondió su hermana, que cambiaba de canal, buscando algo interesante.- Pasando una aburrida mañana
de verano en la que no hay nada que hacer...
-Parecéis aburridas, sí. –Rió el chico, ganándose un pellizco de Cristina como recompensa.- ¿Y Claudia que tal?
-Bueno... –Dudaron ambas.- Sigue igual...
-¿Sabéis ya qué le pasa? –Preguntó, curioso.-
-Algo así... –Las dos intercambiaron una mirada significativa.-
-¡Por cierto! –Saltó Cristina de pronto.- ¿A que no sabes quién va a ser tu nueva vecina?
-Eh...
-¡Yo! –Saltó encima del sofá, histérica.- La casa queda libre a fin de mes, ya he llegado a un acuerdo con el propietario, alquiler con
derecho a compra...
-¡Oye! –Protestó Laura.- Yo llegué al acuerdo con el propietario.
-Claro que sí. –Cristina se inclinó sobre Raúl para poder besar a Laura.- Así estaremos cerca... Más cerca... Así podremos visitarnos a
hurtadillas cada noche...
-Dios... –Raúl se arrastró por debajo de Cristina, rozando sus voluminosos pechos, y bajó del sofá.- Que empalagosas sois...
-¡Tranquilo, campeón! –Rió la amiga de su hermana.- También te visitaré a ti.
-No lo creo, yo me largo a la universidad, tendréis toda la casa para vosotras solas y vuestras prácticas depravadas.
Al contrario de lo que había supuesto, la atmósfera se enturbió, su hermana torció el gesto hacia uno serio, preocupado, y Cristina la
observó, para posteriormente reprender a Raúl con la mirada por haberlo dicho. Pese a que decía que no, a Laura le afectaba la idea
de que Raúl se marchara al finalizar el verano, siempre habían estado juntos, aún teniendo en cuenta sus especiales circunstancias
familiares.
-Bah... –Volvió a sentarse y respiró hondo.- Si no va a ser nada...
-Ya te he dicho que a mi no tienes que pedirme permiso. –Respondió Laura automáticamente, sin mirarle.- Es tu decisión.
-Pero... –Pidió ayuda a Cristina con la mirada.- Estaré aquí en vacaciones, y en los puentes largos, hablaremos por teléfono, por
Internet... Estaremos en contacto...
-Piénsalo por otro lado, querida. –Añadió Cris, con su tono cómico acostumbrado.- Nunca podrá olvidarte, no solo eres su hermana,
además tienes su virginidad.
-Golpe bajo... –Acusó Raúl, haciéndose el muerto.-
-Que ya os he dicho que no pasa nada... –Pese a todo, Laura parecía más reconfortada al recordar que, en efecto, compartían un
vínculo importante y prácticamente indisoluble.- Echaré de menos oír como se masturba, es verdad.
-Oye...
-También echaremos de menos que nos espíe por la puerta... –Siguió Cristina, abrazándose a Laura, fingiendo dramatismo.-
-Como nos utilizaba para sus perversas prácticas de adolescente salido...
-Éramos sus juguetes sexuales...
-Lo echaremos de menos... –Su teatralidad acabó por hartar a Raúl, que se incorporó, pese a todo, no se detuvieron.- También
echaremos de menos las ocasiones en las que compartíamos ducha...
-Y los orgasmos... –Laura se acarició el pecho.- El morbo de lo prohibido...
-Los tríos furtivos... –Cristina se relamió.- Su leche cubriendo tu cuerpo... Ese sabor tan...
-Hacedme un favor y masturbaros pensando en otro. –Exclamó él desde la puerta.- Me vais a desgastar...
-¡Oh! ¡Que crueles palabras! –Rieron las dos.-
Sin embargo, ya se besaban y acariciaban, prólogo de una tanda de sexo, perfecta para los momentos en los que no había nada que
hacer. Raúl preparó la comida, esos días de playa la había dejado de lado, pensó en quién cuidaría de su hermana cuando él no
estuviese, no sabía limpiar, no sabía cocinar... Cristina apenas si sabía como hacerse un bocadillo, no era mejor que la otra.
Los extasiosos gemidos provenientes del salón le hicieron ponerse nervioso, ¿Echaría de menos también el sexo? ¿Las incestuosas
prácticas que mantenía con su hermana? ¿La voluminosa Cristina y su picardía? Se reabrió en su cabeza el tema de su marcha, no le
hacía mucha gracia.
-Raúl... –Le llamó Laura.- Ven, por favor, ven...
Sabía para qué lo llamaban, se le erizó el vello de la nuca, no lo tenía claro, no sabía si debía, no podía, no quería... Sin embargo, se
encontró entre las dos experimentadas amantes, la pasión le desbordaba, tenía calor, sí, las echaría de menos, sus cuerpos, sus
sexos, sus olores, el sabor de sus fluidos, sus lenguas batallando por conquistar su orgasmo.
-Hazme el amor... –Suplicó su hermana.- Soy una mujer, tu eres un hombre, poséeme.
Estaban los tres prácticamente desnudos, Cristina se había lanzado voraz hacia su miembro, le encantaba mamar de él, era buena
haciéndolo. Raúl, sin embargo, acariciaba a su hermana con infinita ternura, mientras, ella se henchía más y más de deseo.
-Hazlo, Raúl. –Indicó Cristina, liberándole de sus labios.- Sabes que entre vosotros hay más de lo que dicta la sangre...
-Por favor... –Suplicaba Laura.- Por favor...
El coño travieso de su hermana engulló su polla. Cristina siempre disfrutaba viéndoles hacer el amor, el morbo podía con ella, apenas
si evitaba gritar y saltar, era todo un espectáculo. Sin embargo, esa unión entre Raúl y Laura, era algo más que placer mutuo. Era la
más profunda muestra de unión, uno era parte del otro. Se miraron a los ojos, antes de haberlo pensado, estaban acabando, entre
jadeos y gritos.
Unos minutos después, la estampa era singular. Cristina estaba en un extremo del sofá, con las piernas subidas en el respaldo, boca
arriba, con la cabeza colgando. Raúl, sentado placidamente, acariciaba el pubis de la chica con su mano. Laura, tumbada, apoyaba su
cabeza en las rodillas del chico, sus piernas colgaban del reposa-brazos. Olía a sexo, pero también olía a emotividad, muchos
sentimientos encontrados.
-Cuando te vayas, volverás cambiado. –Murmuró Laura de pronto, rompiendo el silencio.- No serás el mimo.
-No lo sé... –Contestó él, con sinceridad.-
-Pues yo creo que no... –Dijo tajantemente Cristina.- Formamos un trío muy singular... Pienso que es una relación atemporal...
Apostaría mi clítoris por ello...
-Un trío singular... –Raúl repitió las palabras de la mujer.- Me gusta esa forma de definirlo...
-Sí... –Laura respiró profundamente.-
-¿Repetimos? –Intercambiaron miradas significativas, teñidas de una lujuria que sabía a despedida.-
-Repetimos. –Respondieron a coro.-

Capítulo XXX
Su anticipada "despedida" hogareña solo había servido para relajarle y hacerle sentir mejor y más cómodo, seguía existiendo tensión,
sobretodo la referida a Claudia, cuando él llegaba a casa, las chicas dejaban de hablar. Raúl no era idiota, debía ser algo importante
para que le aplicaran tanto secretismo, sin embargo, no preguntó, tenía la cabeza en otros sitios. Sitios deliciosos, a decir verdad.
Los días seguían pasando, su relación con Liz se estrechaba más y más, hasta puntos que, aunque le gustaban, no había tenido
intención de atravesar. Su ácida sinceridad el primer día en la playa nudista habían hecho reflexionar a la joven, el contacto entre los
dos se había hecho más evidente. Habían ido un par de veces más a la playa nudista, Raúl, después de su accidente con el sol, no
tuvo miramientos a la hora de recibir una nutrida capa de protector solar de las suaves manos de la inglesa. Tuvo serias dificultades
para no excitarse demasiado, pero la consiguió utilizando el método que él mismo había sugerido el primer día, mirando a una de las
ancianas que solían estar tostándose por ahí, su temperatura genital bajaba hasta el frío ártico.
-Te toca. –Expresó la inglesa, tendiéndole el bote de protector solar.-
-Eh... –Raúl sintió que el peligro se avecinaba.- ¡Tengo calor! ¡Quiero bañarme ya!
-No seas egoísta, yo te he puesto crema a ti, no ha sido tan malo, ¿No?
-¡Keira! –La chica pasó cerca de donde se encontraban.- ¿Quieres ponerle crema a Liz?
Ella negó con la cabeza mientras soltaba un carcajada, cogió sus gafas de sol y se marchó. Raúl no tuvo más que objetar, se
embadurnó las manos con crema y comenzó. La espalda fue relativamente fácil, al principio la extendió con demasiada fuerza, ella se
quejó. Luego los brazos, y...
-¿Qué? –Preguntó esta.- ¿No sigues?
-No sé si es... Apropiado.
-El Sol es fuerte aquí, sino te proteges bien, te quemas, el pecho de una mujer es una zona delicada, una lesión solar puede ocasionar
problemas diversos, desde manchas hasta la no lactancia. –Explicó ella, alternando su discurso en dos idiomas.- Venga, es cosa de
instinto.
-Psé... –Raúl maldijo entre dientes, no porque le desagradara lo que iba ha hacer, sino porque sabía que era lo que ella quería.
Estaban manteniendo un juego por ver quien era el más atrevido y lanzado, eran personas similares, les gustaba llevar los pantalones,
esas competiciones no les llevarían a buen puerto.- Date la vuelta.
Se inclinó, el sexo de la chica quedó cerca, muy cerca de su boca, casi podía saborearlo, pero se centró en extender el bronceador por
la fina piel de la mujer. Se sorprendió, a fin de cuentas, ella le había puesto crema en todo el cuerpo y no había sido tan violento, ¿Por
qué él tenía que fatigarse?
-Abre un poco las piernas. –Pidió.-
Extender la crema por la cara interior de sus muslos fue difícil, pero intentó mantener el gesto pétreo, sin embargo, sus manos le
intentaron traicionar, se le crispó la derecha, casi como rogando a su dueño que las utilizara para tomar a la mujer, que ella se lo
merecía, se lo había buscado. Negó mentalmente y continuó, sus caderas, las recorrió varias veces, de arriba abajo, su ombligo, lo
bordeó, su tórax, y... Se puso un poco más de crema y abordó su pecho.
El primer contacto fue un éxtasis, Raúl asoció al calor las perlas de sudor que se habían materializado en su frente, su miembro ya
comenzaba a dar señales de vida, aunque no era nada insalvable. Fue muy delicado con sus senos, lenta, muy lentamente, extendió
el filtro solar, teniendo especial cuidado con sus pezones. Se reconfortó infinitamente al comprobar que estaban duros, como
pequeñas piedras. Él no era el único que había sido abandonado por el control.
-Lo ves, no ha sido tan duro. –Exclamó la chica, aunque el joven observó que tuvo que tragar saliva varias veces antes porque la
garganta se le debía de haber quedado seca.-
-No, aún no. –La detuvo.-
Extendió un poco de crema en su nariz, en su frente, en sus mejillas, la aplicó hasta que desapareció, sus ojos se abrieron, estaban
tan cerca... Se besaron, fue más pasional que otras veces, más salvaje, había mutuo deseo, mutua ansia de carne... Raúl pudo
paladear por primera vez la lengua de la mujer inglesa, era tan fría como sus labios, era un cubito de hielo en su boca, era perfecta.
-¡Eh, parejita! –Gritaron a lo lejos.- ¡El agua está magnifica, dejar de meteros mano y venir a bañaros!
Raúl le dedicó una mala mirada a Felipe, el que había hablado, poco a poco, se separó de Liz.
-¿Vienes? –Le preguntó.-
-Tomaré el sol un rato. –Murmuró ella, que se inclinaba para acomodarse en su toalla.-
-Volveré a por ti en dos minutos. –Advirtió Raúl, al tiempo que salía corriendo.-
-Lo sé, Raoul, lo sé. –Rió Liz en voz baja mientras le veía alejarse, fijándose especialmente en su miembro, que se movía
vertiginosamente debido a la carrera.-
Cuando el chico volvió, unos minutos después, de la inglesa no había ni rastro. Sus cosas seguían ahí, supuso que se habría ido a
pasear, le gustaba andar sola a lo largo de la playa, por un momento pensó en ir a buscarla, pero si no le había pedido que fuera con
ella, es que prefería estar sola. Volvió al mar, con los demás.
Después de un pequeño aperitivo, Liz apareció, llevaba sus gafas de sol puestas, y les miraba, divertida.
-¿Todo bien?
-¿Dónde estabas? –Preguntó él.-
-Dando una vuelta. –Sabía que recibiría la misma respuesta que siempre.-
-Bien... –Ligeramente molesto le dio la espalda y se tumbó en su toalla.-
Sintió los pasos en la arena de la chica al acercarse, esta llegó y se sentó acuclillada en su toalla, su sexo quedó abierto casi por
completo, Raúl tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no devorarlo con la vista y lo que no era la vista. No le gustaba ser tan
dueño de su excitación, pero supuso que sería cosa de las hormonas.
-No te molestes. –Susurró ella.- Si quieres te digo lo que hacía.
-No te he preguntado, y no me molesto. –Tartamudeó él, la boca se le llenaba de saliva.- Pero me gustaría que no te fueras sin más...
Yo...
-¿Te preocupas? –Rió ella.-
Raúl cerró los ojos, estaba notando como su miembro se ponía erecto, no podía permitirlo, pensó en cosas desagradables, en
hombres, en objetos...
-Instinto. –Murmuró entonces la chica.-
-¿Eh?
-Que es el instinto lo que te dice que me comas el coño. –Nombró sus genitales con tanta perfección que Raúl casi hubiera olvidado
que era inglesa, incluidos sus ademanes educados.- A mi me dice que me deje ser tomada, que...
-El instinto se supera. –Quiso expresar él, que ya se había imaginado comiéndole su almeja hasta dejarla limpia.-
-¿Seguro? –Liz le cogió de la mano y le obligó a levantarse.- Ven conmigo.
Caminaron a un ritmo elevado durante unos minutos, el resto del grupo estaba muy entretenido con sus cosas como para preguntarles
que qué hacían, por lo que no hubo mayores incidencias. No supo hacia donde se dirigían hasta que llegaron a una pequeña duna, no
había mucha gente allí, la brisa marina solía arrastrar la arena, era una sensación molesta. Sin embargo, había una lona azul, un
paraviento, un invento novedoso precisamente inventado para que las personas que tomaran el Sol no fueran molestadas por el viento.
Le dieron la vuelta a la duna, al otro lado del paraviento había una única persona, una chica, un muchacha, mejor dicho. No debía de
tener más de trece o catorce años, pelo negro, ojos negros, un buen bronceado... Pese a todo, lo que más le atrajo de ella fue el vello
de su pubis, crecía de forma salvaje, natural. Pese a todo, estaba cuidado para que diera esa sensación. Raúl no había conocido
ninguna chica que lo llevara tan poco depilado, pero al instante supo una cosa, le encantaba el coño de la niña. Se reprendió
mentalmente al momento.
-Gabrielle. –Saludó Liz a la chica.- Este es Raoul.
-Encantado. –Se dieron dos besos, la chica era francesa, sus pechos, pese a que aún no estaban completamente formados, como su
cuerpo, eran bonitos, ni muy grandes, ni muy pequeños.- ¿Os conocíais?
-Desde el primer día que vine a esta playa. –Explicó la inglesa.- Por eso vengo ha hablar con ella de vez en cuando, es una chica
agradable.
-¿Habla mi idioma? –Preguntó él.-
-Claro, su padre es de aquí, su madre de...
-Lyon. –Respondió ella con voz aflautada.- Sí, hablo muy bien tu idioma, aunque a veces mezclo palabras del francés, no puedo
evitarlo.
Charlaron un rato sobre temas triviales, la chica era simpática, pero el imán que ofrecía su sexo a sus ojos era insufrible, no podía
dejar de mirarlo, continuamente se sorprendía bajando la mirada solo para verlo. ¿Seria virgen? ¿Habría estado con algún chico?
¿Querría estar con él? Sus pulsaciones se disparaban. Le ayudaba a retener sus reacciones el pensar que no dejaba de ser una niña,
pero algo tiraba de él fuertemente, y su miembro no atendió a tabúes de edad, poco a poco, empezó a crecer.
-¿Qué tal si nos damos un baño? –Rogó, inseguro, cuando aún creía que lo podía controlar, le dolía el bajo vientre, tal era su deseo de
no tener una erección delante de la niña, lo retenía con todas sus fuerzas, si es que acaso era posible.- Mucho tiempo fuera del agua
me seca.
Las chicas accedieron, Gabrielle se quitó las gafas y las dejó en su pequeño campamento, donde, además, tenía un par de libros y
una nevera portátil, el perfecto equipo del turista.
El contacto con el agua no frenó su proceso fisiológico, esta vez no, pero si le dio refugio visual. La verdad es que la tenía como una
estaca, completamente dura, en posición de "firmes".
Entre los típicos juegos de yo te ahogo, tu me echas agua, Liz notó perfectamente el miembro duro del chico, prácticamente se lo clavó
en el estomago al intentar sorprenderlo por debajo. No pareció escandalizada, sino, más aún, contenta.
-Es lo que le decía a Gabi. –Dijo de pronto.- Que el instinto es imposible de controlar.
-¿A que viene eso ahora? –Preguntó, haciéndose el loco.-
-Pues a que estás excitado, salta a la vista, Raoul. –La chica arqueó una ceja, al tiempo, una de sus manos acariciaba ligeramente el
miembro del chico.-
-Bueno, es que el agua estaba fría, y...
Las dos rieron su vaga excusa, negaron con la cabeza.
-No tienes que pedir perdón. –Gabrielle clavó su mirada azabache en sus ojos, es algo natural que le pasa a las personas.- Solo déjate
llevar.
No pudo ni pensar en qué se debía referir cuando la chica se le echó prácticamente encima. El cuerpo de la chica se anudó en torno al
suyo, sus piernas se cerraban alrededor de su vientre. El culo de la muchacha acariciaba su miembro, que por ese entonces, ya
clamaba por poseer a alguna de las dos. De nuevo, fue lento, un beso de la chica le sorprendió, no se resistió, era surrealista, una puta
francesa le estaba intentando ¿Violar? La apartó de sus labios con una mano, suavemente, sin hacerla daño. No pudo librarse de sus
piernas atenazadas, por lo que miró a Liz con frialdad.
-¿Qué es todo esto?
-Instinto.
-Es una niña.
-Sí, lo es. –La inglesa ladeó ligeramente la cabeza.- Pero según las leyes europeas solo se considera pederastia si tiene menos de
doce años, y pasada esa edad, el sexo de mutuo acuerdo solo es delito si os encuentra algún policía practicándolo, por lo demás, sois
libres.
-Es una niña. –La voz le sonaba extrañamente ronca, estaba enfadado, no le gustaba ese juego.- Gabrielle, suelta tus piernas, tendré
que...
-Ya ha tenido relaciones sexuales antes. –Liz se había acercado, el agua les llegaba por el ombligo a los dos mayores, a Gabrielle, por
obvias razones, le debería llegar más arriba, pero como estaba subida a Raúl, tampoco tenía problemas. Observaba la escena, y todo
parecía aún más preparado, y esto enfadaba aún más a Raúl.- Le pareces un chico atractivo, estás claramente excitado, no has
dejado de mirarle el coño desde que llegamos, quieres hacerlo.
-Es... Una niña. –Exclamó, apretando los dientes.-
La verdad es que su polla ya no hacía distinciones, deseaba penetrarla, por delante, por detrás, le daba igual, pero quería tenerla para
él, hacer suyo ese bosque tan espeso...
-Por favor. –Gabrielle le volvió a besar.- Sí, eres más mayor que yo, pero piensa que tuve mi primera relación sexual a los once años...
No soy un puta, pero me gusta descubrir sensaciones ocultas, házmelo, si quieres no me moveré, seré una muñeca de carne, no
hablaré, no te miraré, no respiraré si me lo pides...
Raúl estaba horrorizado, completamente, no entendía la situación, qué intentaba demostrarle Elizabeth con esa pobre niña. Acarició
los hombros de la francesa, bajó una de sus manos hasta llegar a los muslos de esa, sus dedos buscaron ese bosque de fantasía, él
lo alcanzó e hizo las delicias de la chica, parecía más excitada por la situación que por el mero tocamiento en sí.
Los ojos azules de Liz estaban clavados en lo suyos, ella, inmóvil, aguantando el débil oleaje para no moverse ni un centímetro... Las
caricias dirigidas de Raúl fueron haciendo mella en la resistencia de la francesita, poco a poco, la fuerza de sus piernas se diluyó. Raúl
tenía la polla a punto de explotar, y su coño tan cerca...
Se la quitó de encima sin mediar palabra, no fue violento, pero era obviamente más fuerte, por lo que sin el agobiante abrazo de sus
piernas, no tuvo dificultad. Inmediatamente después, se lanzó a nadar hacia la orilla, sabía que ahí seria inalcanzable, efectivamente,
ninguna de las dos lo consiguieron ni tocar. Anduvo unos instantes por la orilla, analizando la situación, no sabía qué había pasado,
entre decepcionado y entumecido, llegó a la zona de la playa más ocupada. Su miembro había decrecido, aunque la verdad, no le
hubiera preocupado para nada que le vieran empalmado, a fin de cuentas, había estado a punto de follarse indiscriminadamente a una
niña de 13 o 14 años, se merecía que lo señalaran con reprobación o se rieran. En cuanto a Liz, no quería ni mirarla. Supuso que le
seguiría por detrás, pero él no se giró ni una sola vez.
Llegó a la zona donde tenían sus toallas, se vistió ahí mismo, sin muchos miramientos a la hora de ajustarse la ropa. Recogió sus
cosas y las introdujo en su bolsa.
-¡Eh, tío! –Adrián, chorreante, le alcanzó antes de poder dar un paso.- ¿Adonde vas?
-Olvide que tenía algo que hacer. –Se excusó.- Llamaré a un taxi por el móvil, no os preocupéis, luego nos vemos, si eso.
-Pero...
-Cuida de todos, y no hagáis gilipolleces. –Acto seguido de decir eso, pensó la continuación.- "Al menos no tantas como yo."
Anduvo rápidamente hacia el sendero de salida, apenas había llegado a divisar el cartel cuando escuchó que alguien le pedía
detenerse. Era Elizabeth, aún desnuda, parecía haber tenido que correr bastante para alcanzarle.
-No... –Respiró.- No te vayas.
-No me siento cómodo aquí. –La miró, y matizó.- No me siento cómodo contigo.
-Yo no quería que pasara esto. –Se tuvo que inclinar para recuperar el aliento, realmente parecía que acabara de correr la maratón.-
Solo quería...
-¡Has hecho una gran gilipollez! –Gritó Raúl, soltando de golpe su bolsa.- ¡En qué estabas pensando! ¡Es una niña, por muy puta que
diga ser! ¡Por quién me tomas!
-Yo... –Liz pareció hacerse pequeña ante la energía que el chico emitía.-
-No quiero verte más. –Comentó él, más calmado.- No si tu idea de diversión es tan retorcida...
Recogió la bolsa y se dispuso a caminar, sin embargo, se topó con el abrazo por detrás de la inglesa. Sintió la húmeda mancha de sus
lágrimas en el hombro, o quizás era su pelo que aún chorreaba, aún así no se movió.
-Perdóname. –Susurró, con voz queda, su acento inglés se multiplicó en ese estado.- Cuando hablamos del instinto, cuando me
explicaste lo que eso significaba para una persona, supuse que...
-¿Qué me daría igual lo que me follara con tal de que tuviera un agujero? –Siguió él, dolido.- No soy de esos, compadezco a esa niña,
la compadezco profundamente, así va el mundo...
-Por favor... –Suplicó ella.- Nunca haría nada que te molestara... Cuando vi que te excitabas pensé que no habría problema, por eso no
lo detuve, te lo juro, por favor, Raoul, no te vayas, no me eches de tu lado de esta forma...
Él no sabía que decir, a fin de cuentas, Elizabeth siempre había sido la chica de hielo, sus emociones eran poco evidentes para los
demás, estudiaba medicina porque le gustaba saberlo todo de todos, y, sin embargo, había cometido un error tan enorme, tan
incomprensible. Raúl se apiadó de ella, a fin de cuentas, gran parte de su enfado se debía a que había estado a punto de mantener
relaciones sexuales con esa chica, que solo las había evitado en última instancia, cuando un chispazo de cordura le había llenado, su
polla no podía tener más peso que su cordura, no podía, no.
Soltó la bolsa.
-¿Prometes no organizar más veladas de sexo infantil? –Ironizó él, dándose ligeramente la vuelta.-
-Sí. –Rió ella, débilmente, mientras intentaba limpiarse las lágrimas.-
Raúl la besó dulcemente, la abrazó, la estrechó entre sus brazos, incluso la levantó en el aire. Era tan frágil en el fondo... Su boca de
hielo no era nada, su rostro, una careta, sentía y padecía igual que él, se consumía de deseo igual que él, era un ser humano que
intentaba controlar su instinto, igual que él.
-Se supone que eres mayor que yo y que debes de darme ejemplo. –Añadió sarcásticamente.- Hagamos como si nunca hubiéramos
hablado del instinto, o del deseo, o de cualquier cosa parecida.
-Pero... –Liz recuperaba poco a poco su gesto habitual.- Entonces, cuando quiera...
Supuso que se refería a que cuando fuera referido a ellos, aún así, Raúl negó con la cabeza, riendo.
-Cuando sea por nosotros. –Comentó, guiñándole un ojo a la chica.- Los dos lo sabremos... Y lo disfrutaremos...
-Eso espero... –Ella fue la que guiñó el ojo esta vez.- No me gusta el papel de mujer insatisfecha...
-No me provoques, que aún me voy... –Hizo ademán de volver a coger su bolsa.-
Se besaron de nuevo, Raúl se sentía pegajoso con la ropa, quería desnudarse, sentir sus cuerpos en contacto, rozarse, tocarse,
compartir el fuego... Pero se conformó con los besos de Liz, y sus caricias, y sus ofrecimientos. Preludio de un clímax que pronto
vendría.
Capítulo XXXI
Con Liz las cosas habían pasado a un plano diferente, la última barrera que había entre ellos se rompió irremediablemente. Elizabeth
se comportaba así, de esa manera, desde que, siendo aún más joven, tuvo una mala experiencia sentimental, la utilizaron. No quiso
entrar en detalles, pero Raúl supuso que para cosas desagradables. Por eso sentía un irrefrenable deseo de ser ella la que dirigiera los
hilos, de llevar los pantalones, la iniciativa, de protegerse las espaldas. Su sonrisa impregnó la vida de Raúl mucho más rápido de lo
que él habría imaginado, ahora sí eran "una pareja especial", ya no había secretos, ni apariencias.
Ella se sentía segura a su lado, él la encontraba fascinante y maravillosa tal y como le había parecido el primer día, unas semanas
atrás, en la playa.
-Dime una locura que hayas echo últimamente... –Le preguntó un día, mientras paseaban, solos, cogidos de la mano, por el paseo
marítimo que tan bien conocían.-
-Pues... –Raúl recordó cuando Nadia, la pelirroja, le hizo una pregunta similar, le pareció algo tan lejano que se asustó. Sonrió para
sus adentros pensando en el desenlace, señaló hacia lo lejos, una de las altas torres de los socorristas.- Me desnudé subido en una
de esas.
-¿Para qué? –Preguntó la inglesa, incrédula.-
-Pues no lo sé... –Dijo sinceramente.- Para demostrar que podía.
-¿Si te pidiera que subieras a esa torre y te desnudaras lo harías?
-No creo... –Se mordió el labio, no tenía ganas de desnudarse, bastante tenía con la playa nudista.- Pero si quieres verme desnudo,
siempre podemos hacerlo más íntimo.
-Siempre pensando en lo mismo. –Se burló Liz.- Además, para verte desnudo ya tengo la playa, ¿Por qué crees que insistí para que
fueras?
-Pervertida. –Cerró los ojos, dándole teatralidad a su enfado.-
-Sí, quizás... –Carcajeó.- No sé, aquí me siento más libre, como si me fuera más fácil hacer locuras...
-¿Cómo la de esta noche?
-Solo es una macrofiesta. –Pronunció la última palabra por sílabas, dado que la había aprendido hace poco.-
-Alcohol, drogas, mucha gente en poco espacio, música a todo volumen... –Negó con la cabeza.- Prefiero algo más relajado...
-Solo será esta noche, a las chicas les hizo gracia, y...
-En fin, os acompañaré, pero tu misma verás que no es tan bonito como lo pintaban.
-¿Quién lo pintaba? –Preguntó ella, sin entender la expresión.-
-No importa... –Rió él.-
El local tenía aforo para más de dos mil personas, especialmente acondicionado solo para el verano, cuando se podía llenar, no sabía
qué se celebraba, pero si no estaba lleno, poco faltaba. La potencia de los focos y de los altavoces les inundó nada más entrar, Raúl
se resignó, no le gustaba para nada el ambiente de esos lugares. Empezó a sonar la música, las copas se servían como si de
caramelos se trataran, pronto los verdaderos "caramelos", las pastillas, hicieron su aparición, pese a que el equipo de seguridad
contratado era enorme, con buscar medio minuto, encontrabas a gente trapicheando con éxtasis, cocaína u otras drogas...
-¡Ven a bailar! –Gritó Liz con todas sus fuerzas, aunque al final tuvo que hacerse entender por el lenguaje de los signos.-
Bailar era difícil, pese a que la pista era enorme, consiguieron un buen sitio, el grupo procedió a moverse, se rieron, ya tenían una
copa encima, una cerveza en el caso de Raúl. Las inglesas se acoplaron al ritmo muy pronto, no les salía tan natural como a los
demás, pero sí sabían lo que se hacían.
-¡Esto es genial! –Gritó Camila al tiempo que saltaba y menaba la cabeza.- ¡Me encanta! ¡Amo este país!
Conforme aumentaba el alcohol en sangre, el calor y la hora, las cosas se volvían más locas. Raúl se sentía un poco el padre de
todos, por eso tuvo que hacer cosa tan simples como espantar a uno que otro moscón que revoloteaba alrededor de las chicas,
importunándolas, así como evitar que los "caramelos" acabaran en sus vasos de tubo.
No bebió ni tres cervezas esa noche, estuvo agobiado, Liz no parecía tan disgustada, pero le seguía de cerca, sonriendo cada vez que
le miraba con el ceño fruncido.
-Me gustas más cuando sonríes. –Leyó en sus labios.-
-A mí tú me gustas siempre. –Matizó él, dándole igual que le escuchara o no.- Si he venido a este infierno es por no dejarte sola.
La inglesa, que no le debió escuchar, simplemente sonrió y siguió bailando. Raúl se encontró con algunos de sus viejos conocidos,
Nadia, entre el barullo de gente y luces, seguía destacando por su pelo color rojo. Creyó distinguir a Estela, a lo lejos, pero no estuvo
seguro, había demasiada gente. En torno a las cuatro de la mañana las chicas dijeron basta, los chicos tampoco estaban para mucho
más, en nombre de la fiesta habían bebido todo lo que había caído en sus manos, o mejor dicho, gargantas. La gran mayoría de la
gente seguía ahí, llegar a una de las salidas fue una odisea, pero llegaron. Raúl, el más lúcido, dirigió el sobrecargado coche de
alquiler, pese a que no tenía carné, ya había conducido varias veces, las risas se sucedían, reinaba el buen ambiente, fruto del
alcohol, al menos aún no les habían entrado las nauseas.
Dejó a los chicos antes, le pillaba de camino hacia el hotel de las mujeres, por lo que, él solo, tomó rumbo al cuartel general de las
inglesas. Fue difícil aparcar y llevar a las cuatro en la misma dirección, tendían a dar vueltas e irse por los lados, y de nuevo, se sintió
como el padre del gran rebaño. Su ceño fruncido contrastaba con la sonrisilla que se le escapaba al ver a las chicas y sus locuras fruta
del alcohol.
Los encargados del turno de noche le facilitaron las diferentes llaves, al parecer, eran semi-suite contiguas, conectadas por puertas
interiores, emulando los hoteles de la patria de las chicas. Uno de los mozos le ayudó a sostener a las chica, más con el miedo de que
vomitaran o rompieran algo caro que por el simple gesto filantrópico, acto que, por cierto, Raúl tuvo que aplacar con una propina. Liz
era la chica que estaba menos tocada, pero aún así, tenía su chispa de simpatía.
Entraron en el primer cuarto, las dejó sentadas en la cama mientras conducía a Liz hacia el baño, fue drástico, llenó el lavabo de agua
gélida y sumergió su cabeza en él.
Quizás por el contraste con la cálida madrugada que vivían, quizás porque había sido un poco bruto al "despertarla", la chica
reaccionó en el acto, abrió mucho los ojos, y tosió.
-Gracias... –Frunció el ceño mientras cogía una toalla.- Supongo...
-No se tienen en pie. –Las señaló.-
-Sí... –Parpadeó un par de veces.- Esta es la habitación doble, la de Gwen y Camila, yo me encargo de ellas, tu llévate a Keira, es la
tercera habitación hacia la derecha, la mía es la segunda.
-Pero... –Se rascó la barbilla.- ¿Y qué hago?
-Pues la desnudas, le das una ducha fría, le pones algo encima y la metes en la cama.
-No sé si...
-Ya la has visto desnuda en la playa, no será nada nuevo, venga, que tienen cara de ponerse a vomitar por todas partes... –Se hizo
una coleta con un vertiginoso movimiento de muñeca.- Creo que en el tercer cajón de su cómoda tiene un pijama... Iré a ayudarte
cuando termine con estas...
La verdad es que tenían un aspecto lamentable, se sostenían las unas apoyadas en las otras, sus cabezas oscilaban levemente. Raúl
se pasó el brazo de Keira por los hombros y la cogió por la cintura. Atravesó las puertas interiores y llegó a la tercera habitación, tuvo
la perversa necesidad de otear la segunda, la de Liz, pero la inglesa que portaba en brazos no le permitía mayores distracciones.
-Mi cabeza... –Dijo la chica en inglés.- Me da vueltas...
-No te quejes, al menos la conservas. –Le posó la mano en la frente para sostenerle la cabeza en alto.-
Encendió las luces y entró en el baño, la sentó en el inodoro. La miró, no tenía buen aspecto, parecía demasiado pálida. Le quitó las
estilosas botas que llevaba, le apretó cariñosamente los pies para revitalizar la circulación.
-Las guiris siempre tan propensas al alcohol. –Comentó Raúl, más para si mismo.-
Palpar su cadera para bajar sus medias fue algo extraño, empezó a sentir la electricidad propia que da el morbo de desvestir a una
mujer, aunque estuviera tan borracha que apenas conseguía mantenerse incorporada. La ayudó a levantarse, le sacó el vestido poco a
poco, sus senos quedaron al aire, ya los había vistos en muchas ocasiones, incluso los había tenido encima, pero la situación le
estaba excitando, definitivamente.
Quitarle la braguita tanga fue difícil, no quería propasarse, pero por el olor a mujer y la humedad de la prenda íntima, casi pudo sentir
su coñito entre los dedos. Procedió a quitarle el reloj, un anillo y un par de collares. La chica levantó la cabeza hacia él, con la mirada
perdida, dijo algo ininteligible en inglés, Raúl suspiró. La ayudó a incorporarse, prácticamente tuvo que levantarla a pulso, y meterla en
la bañera no fue más sencillo. Al principio había pensado en ducharla estando de pie, pero la opción la desechó de inmediato, no se
sostenía. La sentó lentamente, sujetándola en todo momento.
No hubo soltado su brazo cuando se contrajo, Raúl, conociendo lo que iba a suceder, la levantó a pulso de nuevo y la puso delante del
inodoro, le sujetó el pelo, casi ni le había dado tiempo a retirarlo cuando la chica expulsó gran parte del alcohol de su organismo.
Vomitar era algo a lo que no terminaba de acostumbrarse, menos aún cuando era él la persona que tenía que ayudar a las otras
personas. Cuando la chica se hubo librado de todo, Raúl le enjuagó la boca con sutileza. De nuevo, la levantó a pulso y la introdujo en
la bañera.
Cogió la ducha y... El primer chorro de agua hizo que la mujer se erizara, abrió un poco los ojos, murmuró algo. El agua estaba
templada, mojó su pelo, comprobó que había dejado por quitar una pinza, la sustrajo con cuidado de no darle un tirón. Giró un poco
más el grifo del agua caliente, la chica lo agradeció. Raúl, para ese entonces, estaba francamente excitado, su erección rozaba lo
doloroso, la situación le parecía sinceramente cómica. La chica era un pelele en sus manos, una mera marioneta, podría hacer
cualquier cosa con ella. Al agacharse sobre la bañera, su miembro rozaba contra el borde de la misma, inconscientemente él buscó
esa fricción, disfrutándola, deseando tener más, mucho más.
Se resignó, su papel era el de cuidador, al menos esa noche. El agua caliente le sentó mejor a la chica, se relajó, había vuelto a
entrecerrar los ojos, quizás de cansancio, aún bajo los efectos del alcohol, o quizás, disfrutando ese baño forzoso. Raúl rió entre
dientes, había dirigido "por casualidad" el torrente de agua hacia la entrepierna de la chica, esta, casi por inercia, las abrió.
-"El alcohol las vuelve muy putas." –Pensó para sus adentros mientras mantenía el chorro de agua dirigido al mismo sitio.- "Se follaría
a cualquier bicho viviente, sin importarle nada... Que mala combinación..."
Especulando que ya sería suficiente, cerró completamente el agua caliente, al instante, de la ducha tan solo brotó un chorro helado,
ella dio un pequeño respingo, Raúl la mojó varias veces, procurando llegar a todo su cuerpo. Cuando pensó que era suficiente, cerró el
grifo y cogió el albornoz que colgaba a mano derecha. Pensándolo mejor, salió a la habitación y colocó una toalla de mano en la cama,
volvió, y vistió a la inglesa ebria con el albornoz. Resignado de nuevo, la cargó hasta la cama, sentándola en la toalla. Su paquete no
hacía más que empujar, él estaba cansado, y ella, accesible, frágil, sola...
Viendo que el albornoz puesto no le servía de nada, se lo quitó y la secó con él. Tuvo especial cuidado con el pelo, no fuera que se
resfriara por la humedad, bajó por su cuello, su espalda, sus brazos... Keira tenía los senos francamente voluminosos, por lo que, aún
con la toalla, se sentían perfectamente. Los secó lenta y suavemente, casi con adoración, bajo su pantalón, su polla había iniciado una
refriega, quería salir. Sintió sus pezones ligeramente endurecidos, el agua fría había cumplido su función, los "secó" con especial
entusiasmo. Bajó a sus pies, subió por sus piernas, las abrió ligeramente, divisó su coño ante sus ojos, accesible, apetecible... Le
dolían los testículos.
Le secó el interior de los muslos, llegó a su sexo, aún con la toalla, se sentían los pliegues, la delicada zona, el calor propio...
Instintivamente, su dedo corazón se alargó, ella pareció notarlo, porque abrió ligeramente las piernas. La verdad es que no tenía claro
si estaba despierta o dormida, los ojos los tenía prácticamente cerrados, y solo se movía con su ayuda. Sus caricias a través de la
toalla se estaban convirtiendo en una pequeña masturbación, estaba tan caliente… Cuando creyó que no podría soportarlo más, dejó
su sexo, no pudo evitar oler la zona de la toalla con la que había rozado su coño, olía a mujer, un escalofrío recorrió su espalda.
La miró unos instantes, ahí, totalmente accesible. ¿Cuánto tiempo necesitaría para follársela? Tan caliente como estaba, quizás un par
de minutos, menos si conseguía que ella apretara los muslos… Se encontró acariciándose el notable bulto formado en su pantalón, al
tiempo que su lengua humedecía sus labios, secos.
-"Estás loco." –Pensó.- "Eso no puede ser…"
Buscó en los cajones hasta encontrar unas braguitas y una camiseta, le puso la camiseta con dificultad, realmente había desvestido a
unas cuentas mujeres, pero no recordaba haber vestido a ninguna, al menos no en esas circunstancias. Ponerle las braguitas fue aún
más extraño, conforme subía por sus muslos, sabía que su coño ejercía una influencia peligrosa en él. El último tramo antes de
colocarlas bien fue un suplicio, no podía evitar devorar su sexo con los ojos, lo rozó por accidente, volvió a retorcerse de dolor, su
polla, abultada, le pedía un tributo.
Respiró hondo, retiró las toallas húmedas y abrió la cama, la introdujo con suavidad y la tapó bien, en un último momento, divertido, le
dio un beso en la frente. Seguía ahí, al alcance de sus manos... Era probable que a la mañana siguiente no se acordara de nada de lo
acontecido, y él, si era rápido, quizás podría...
-"No." –Se obligó a pensar, invirtiendo toda su fuerza de voluntad.- "Tú no eres de esos, tú no te aprovecharías de una chica
borracha..."
Poco convencido, tuvo que ocuparse en llevar las toallas al baño y arreglar los desperfectos, cuando salía del aseo, Liz abría la puerta
interior. La inglesa parecía lúcida, aunque seguía manteniendo una chispa de alcohol en la mirada.
-¿Qué tal? –Le preguntó.-
-Ha sido complicado, pero me he superado. –Afirmó él, dándose importancia.-
Liz abrió con sutilidad las sábanas y comprobó a la chica, que dormía plácidamente, le dio una palmadita en el hombro y la volvió a
arropar. Cerró las cortinas de la habitación y le indicó con un gesto que salieran. Dejaron a Keira con sus sueños, que parecía disfrutar
en paz, al menos así lo indicaba su relajada respiración.
-Gwen y Camila ya están acostadas. –Explicó Liz.-
-Bien... –Raúl suspiró.- ¿Tú estás bien?
-Sí, no he bebido mucho... –Liz parecía haber bebido más de lo normal, pero no hasta alcanzar el punto de emborracharse, tan solo un
leve oscilar de vez en cuando y una mirada perdida.-
-Toma. –Sacó las llaves del coche de alquiler y las puso en una pequeña mesa de madera que había en la habitación.- Pediré un taxi
en recepción, descansa, ya nos veremos mañana.
-¡No te vayas! –Lo dijo con un tono de voz alarmantemente alto, Raúl corrió a taparle la boca con su mano, no fuera que despertara a
todo el hotel.- ¡No te vayas, Raoul, no te vayas!
-Chsst... ¡Calla! –Sentía el aliento de la inglesa colarse entre sus dedos.- Ves como si has bebido.
-Que no, te lo juro. –Se desasió del chico y se incorporó, intentó ponerse a la pata coja, pero perdió levemente el equilibrio.- Bueno, un
poco...
-¿También quieres que te arrope? –Rió él.-
-No estaría mal. –Respondió la chica.- Yo también tengo derecho a que me cuiden y piensen en mí, ¿Sabes?, siempre me toca ser la
responsable... Eso es aburrido, yo también quiero fiesta, quiero diversión, ¡Quiero vivir!
Como había comenzado a gritar de nuevo, Raúl tapó su boca, y esta vez no la dejó despegarse.
-Bien... –Ordenó.- Ahora te vas a desnudar y te vas a meter en la cama.
Liz asintió, uno de los mechones de su pelo cayó sobre su frente. Raúl sonrió mientras se lo colocaba en su sitio. La verdad es que a él
también le tocaba siempre ser el cuidador, el padre, el responsable... ¿Lo odiaba? A veces sí, pero otras...
La ropa de la mujer estaba ligeramente mojada, supuso que del baño de Gwen y Camila, agradeció que estas dos últimas no
estuvieran tan mal como Keira, porque, de haber sido así, habrían podido acabar resbalando, o teniendo cualquier otro tipo de
accidente, Liz no estaba tan bien como para poder haberse echo cargo, parecía una niña de nueve años, caprichosa y escandalosa.
Se desnudó mientras tarareaba una canción, Raúl la observó, su parte cuerda le decía que la acostara y se marchara, su parte
salvaje, materializada en su insatisfecha erección, le pedía sexo. Abrió su cama y se metió, se arropó hasta el cuello, sin ponerse
pijama ni nada.
-Se está muy caliente. –Aseguró, asintiendo con la cabeza.-
-Me voy, duérmete.
-¿Sin mi beso de buenas noches? –Puso una mirada trágica.-
-Está bien...
Se inclinó hacia ella y le dio un beso, la chica tuvo una reacción sorprendente, llevó su mano al paquete de este y lo cogió con fuerza,
Raúl, por efecto magnético, saltó hacia atrás.
-¡Como se te ha puesto! –Gritó ella de pronto, ganándose una mirada reprobatoria del joven.-
La penumbra de la habitación y la su pantalón lo habían disimulado ligeramente, pero era obvio que la chica se debía de haber dado
cuenta.
-Ahora sí, buenas noches. –Murmuró, temiendo no poder controlarse más.-
-Raoul... Quédate conmigo.
-No puedo.
-¿Por qué?
-Porque estás borracha. –Dijo con un hilo de voz, traicionando su propio deseo.-
-No, no lo estoy, o sea, conservo la cabeza, solo es un poco raro como se mueve todo, pero lo digo de verdad, quédate conmigo esta
noche.
-Liz, nos vemos maña...
-¿Me deseas? –Le interrumpió.-
-Ya lo has comprobado. –Masculló, refiriéndose a su erección.-
Ella abrió las sábanas y se ofreció.
-Te lo mereces, yo quiero hacerlo, de verdad, quiero, desde hace mucho, te deseo, Raoul.
Era tarde, estaba cansado, empalmado salvajemente, con una chica desnuda que se le ofrecía voluntariamente, por lo que no podría
considerarse aprovecharse, además, esta chica era Liz, con la que sí había intimado las semanas anteriores, era algo que esperaba y
que, en esta ocasión, se le ofrecía.
-Como se dice... –La chica asintió, buscando las palabras.- Hacer el amor, sí, eso...
-Liz, no me tientes, yo...
-Quédate ahí si quieres. –Se obstinó ella finalmente.- Pero yo voy a pasármelo bien.
Sus manos bajaron hasta su entrepierna, y, ante los ojos pecaminosos del chico, comenzó a masturbarse. Lentamente, acariciando los
alrededores de su clítoris.
-Sería muy descortés por tu parte marcharte sin... –Suspiró.- Participar.
Para esos entonces, Raúl ya no pudo más, algo se rompió en su cabeza, el paternalismo había sido derrotado por la lujuría, se
deshizo de su indumentaria, entró en ropa interior en la cama de Liz, esta le acogió con una lluvia de besos, abandonando
momentáneamente su masturbación.
-Quizás mañana me mortifique. –Comentó él.- Pero ahora, no puedo evitarlo, me gustas mucho, desde que te vi, me pareces una
mujer interesante, y... Lástima que hayas tenido que emborracharte para corresponderlo...
-Eres tonto... –Masculló con delicadeza.- No he bebido lo suficiente como para hacer algo contra mi voluntad, te deseo, Raoul, de
verdad, hazme el amor.
Cuando la chica tiró el bóxer que él llevaba, su polla salió como si tuviera un muelle, sorprendiéndola. Ella hizo ademán de llevársela a
la boca, pero se encontró con la mano de Raúl, apartándola.
-No. –Expresó únicamente, puesto que sabía que debido a su excitación no aguantaría más que unos instantes una vez su miembro
entrada "en acción".-
La postró en la cama y se inclinó sobre su sexo, lo había deseado todos esos largos días de playa y ahora, nadie se lo iba a quitar. Lo
lamió con gusto, con fijación, con esmero, quería dar buena impresión, quería hacerla disfrutar mucho. No utilizó sus manos para
nada, solo su lengua, sintió un calambre, pero estaba desbocado, quería hacerla acabar, un orgasmo clitorial puro, la chica, que había
comenzado a gemir levemente, se contrajo en un espasmo brusco...
Y explotó.
Raúl había sido rápido en taparle la boca, su grito, largo y chirriante, habría sido más que suficiente para que les echaran. Sus piernas
se movían frenéticas, su pecho subía y bajaba.
-"Joder…" –Pensó.- "Es verdad que estaba deseándolo…"
Su polla estaba en un perfecto horizontal, roja, muy roja, llena de sangre, deseosa de lanzar su carga de soldaditos de la vida. La
inglesa, por su parte, se recuperó de su orgasmo, espabilándose ella misma mediante pequeños pellizcos. Raúl no podría aguantar
mucho más, realmente se sentía apunto de explotar.
-Espera... –Susurró la inglesa.-
Rebuscó en la mesilla de noche que había a su lado, encontró lo que necesitaba, un preservativo, verde.
-Pipermín. –Aclaró ella, guiñándole el ojo.-
-Que remedio... –La verdad es que el sexo con preservativo era inmensamente peor, pero le daba igual, con tal de poder penetrarla.-
-No te preocupes, solo quería que lo vieras, no que lo usaras. –Rió ella.- Es la prueba de que sí quería acostarme contigo, lo guardé
por eso...
-Gracias...
Ella tomó la iniciativa, esta vez sí, consiguió engullir el palpitante trozo de carne de Raúl, que inclinó hacia atrás la cabeza, aliviado de
sentir sus labios y su lengua sobre su polla. Tenía un toque diferente, más lento, más concreto, más placentero.
-Déjame sentir tu interior... –Rogó él, temeroso de correrse en su boca.-
-Mi carne hierve porque lo hagas... –Ella fue la que condujo su polla hasta su coño, la colocó en su entrada prohibida, sonrió.-
Fue maravilloso. Casi por ese momento, ya sintió que sus fuerzas flaqueaban y el flujo de esperma salía descontrolado. Se controló a
tiempo, había tanto morbo en el ambiente, no era solo un coño, era el coño de Liz, lo había deseado desde hacía mucho tiempo, y más
aún teniéndolo delante día tras día, era un lujo tenerlo todo para él...
Comenzó con fuerza, no podría aguantar mucho más, por lo que mejor hacerlo rápido. La chica se asió con ímpetu a las sábanas, e
intentó cerrar la boca para no gemir tan fuerte, cosa difícil.
-Me... Gustas... Mucho... –Ella repitió las palabras que el chico había utilizado.-
-¡Ya no puedo más! –Fue lo único que pudo balbucear.-
Se corrió con violencia, sintiendo como las piernas le flaqueaban, salió de la inglesa, su semen se derramó por su tórax y las sábanas,
la chica se apresuró a colocarse de nuevo en posición para poder mamársela, quería alargar su placer, y en efecto, fue una sensación
bastante reconfortante, Liz se la chupaba muy rápido, su orgasmo, aunque acabado, no producía el habitual retraimiento, sino que,
gracias a la estimulación de la inglesa, mantenía su polla en funcionamiento pleno.
-Puedo aguantar... –Susurró él, envalentonado. Comprobando como la falta de sexo de las últimas semanas se notaba en su
resistencia.- Un poco más...
-Entonces rompe mi culo... –Lo dijo en inglés, pero él lo entendió. Había escuchado esa expresión muchas veces en las películas
porno en las que hablaban en ese idioma.-
-Escupe bien, dame tu saliva, la necesitarás... –Esta vez no dudó, si ella lo quería por detrás, así sería.-
-Hum... Hum... –La chica parecía ansiosa, estaba desatada, no dejaba de lamérsela como si fuera un helado.- Házmelo...
Se tumbó bocabajo, poniendo el culito ligeramente en pompa. Él rápidamente cortejó el agujero prohibido de la mujer, rozó con su
capullo el angosto pasaje, le susurró palabras de sosiego al oído, pero ella no las necesitaba, temblaba, sí, pero de excitación. La
introdujo con mucha dulzura, estaba apretado, le gustaba. Comenzó el mete saca, la chica gemía. Buscó su mano, aún con los ojos
cerrados, la encontró y las estrecharon.
Fue rápido e intenso, se corrió dentro de ella, sintió su leche, poco abundante esta vez, manchar su interior. Sus respiraciones se
relajaron, Liz se dio la vuelta, quedaron cosidos por un abrazo, se besaron dulcemente. Estaban unidos, muy unidos. Quizás su
primera vez juntos no había sido todo lo mágica que quisieran, pero había sido pasional, intensa, no había estado tan mal...
-Dime una cosa... –Susurró ella, medio dormida, llevando una de las manos del chico a sus pechos.-
-¿Qué?
-¿De verdad te parecen pequeñas?
Raúl no pudo más que sonreír.

Capítulo XXXII
El despertar fue más bien inusual. Sentía algo frío clavado en el pecho, casi como un cubito de hielo se deslizara por su piel. No tardó
más que unos instantes, con los ojos entrecerrados ante el torrente de luz de las cortinas mal cerradas, en cerciorarse de que el frío
venía de los extraños labios de Liz, que le besaba suavemente el pecho, con gesto cariñoso.
-Buenos días. –Susurró ella cuando se dio cuenta de que estaba despierto.-
-Buenos... –Bostezó perezosamente, tapándose la boca por educación.- Días...
-¿Has dormido bien?
Pero antes de contestar fue siendo consciente de donde estaba. Permanecía en la habitación del hotel, obviamente, su ropa estaba
tirada no muy lejos, el Sol entraba con fuerza a través de las cortinas, debía ser mediodía, quizás más tarde... En un coqueto reloj,
situado encima de una cómoda, pudo ver que era la una y media.
-Sí, genial. –La estrechó entre sus brazos, el cuerpo de la chica se amoldaba perfectamente a ellos.- ¿Llevas mucho despierta?
-Un rato... –Se retiró un mechón de pelo que le caía en la cara.- Vino la encargada de la limpieza, y como no teníamos el cartel... Tuve
que pedirle que viniera más tarde.
-Pareces cansada. –Murmuró él, examinando con detenimiento sus ojos.-
-No me has dejado dormir mucho. –Le dedicó una mirada irónica.- Además, tampoco he podido estar tranquila...
-Vaya... –Él se incorporó levemente, estaba desnudo, pero no sentía ni un atisbo de pudor, las sesiones en la playa y el hecho de
haber intimado con Liz así se lo permitían.- Pues eso no es bueno, dicen que si las flores no descansan se marchitan.
-Eso es un... –Intentó recordar la palabra que el chico le había enseñado días atrás.- ¿Piropo?
-Más o menos... –Lo apartó de escena con un ademán de la mano, pensando que era demasiado malo.- Oh...
Fue consciente de que tenía una bonita erección matutina, ella obviamente tenía que haberse dado cuenta, pero él, tan acostumbrado
a esas sensaciones, no lo supo hasta estar de pie y desnudo en mitad de la habitación.
-Parece contento. –Murmuró Liz, sonriente.-
-Es que es educado y le gusta dar los buenos días también. –Susurró él, mientras volvía a la cama y buscaba los labios de la chica,
que le acogieron sin vacilación.- Eres preciosa...
La verdad es que la escena lo era, sus cabellos color paja, habitualmente peinados hasta el último extremo, incluso en el playa era
raro que su peinado se deshiciese, ahora caían, libres, sobre su espalda y su cara. Su piel se deslizaba con suavidad bajo sus manos,
como terciopelo, y sus labios, como siempre, de hielo.
Hicieron el amor ahí mismo, esta vez más sosegados, más calmados... Degustando cada momento y no controlados por sus instintos
como la noche anterior.
-Mmm... –Gemía ella, notando el voluntarioso falo del joven introducirse con suavidad en su interior.- Eres muy dulce...
-No hables... –Susurraba él.- Solo mírame, a los ojos...
Desde el principio hasta el final sus ojos estuvieron unidos, incluso cuando los entrecerraban a causa del placer, verde y azul se
mezclaban, se deseaban. Y Raúl no pudo evitar sentir un esbozo de tristeza dentro del océano de la chica, algo la apenaba.
No hubo pasión, ni grandes gritos, solo un tenue orgasmo compartido, pero era lo que querían, sentirse mutuamente, decirse palabras
de amor, pero sin hablar. Terminado el baile sexual, quedaron de nuevo uno al lado del otro, hacía calor, el mando del aire
acondicionado estaba en el suelo, ninguno tenía la intención de despertarse y romper la magia.
-Liz... –Murmuró él de pronto.- ¿Ocurre algo?
-No, no... –Intentó callarle con un beso, pero él no se dejó.- No pasa nada, Raoul.
-Mientes. –Comentó él, mientras acariciaba uno de los hombros de la joven.- Lo sé.
-¿Por qué crees saberlo?
-Porque no puedes mirarme a los ojos como antes...
-¿Cómo antes? –Ella acomodó de nuevo su cabeza en su pecho, parecía que le gustaba el sitio.-
-Sí... Antes con solo mirarme era como si me atravesaras, ahora... Estás lejos.
-Raoul...
-Hice algo mal... Ayer, ¿Debí marcharme? ¿Te arrepientes? –La verdad es que estaba realmente preocupado por lo sucedido.-
Entonces, lo de antes...
-No es eso... –Apretó más la cara contra su cuerpo.- Es que...
-Puedes confiar en mí. –Acarició su suave cabellera, revuelta, bajó hasta la nuca de la inglesa, su cuerpo se tensó en un escalofrío
provocado por la delicadeza de las yemas de los dedos en tan delicada zona.-
-Raoul... –Rehuía el contacto visual.- Nos vamos mañana...
Sus caricias cesaron automáticamente, su mano, cariñosa, cayó sobre la cama, derrotada. ¿Qué sentía? Muchas cosas. Entre la
decepción y la tristeza, una parte de él le susurraba al oído "Ya sabías que esto pasaría" y otra, más pequeña y oculta, clamaba de
dolor, notando como poco a poco su corazón volvía a contraerse y encerrarse en esa jaula de hierro de donde nunca tenía que haber
salido.
Ella finalmente pareció recobrar su seguridad anterior, porque se giró hasta encontrar sus ojos, apáticos.
-¿Te marchas? –Repitió él, intentando digerir las palabras.-
-Lo siento. –Buscó su mano para estrecharla, pero él la rehuyó, simuló que le picaba el otro brazo para que los dedos de la británica
no se acomodaran entre los suyos.- De verdad, he intentado decírtelo muchas veces, pero...
-No, no, no te preocupes. –Fingió una media sonrisa, pero ella sabía que no era auténtica.- Bueno, esto iba a pasar, no hay que hacer
un drama.
-Pero...
-Eres fantástica. –Se incorporó de la cama y buscó su ropa.- Guapa, inteligente, educada... Incluso tienes estilo...
Ella se había sentado en la cama, sus apetitosos senos al aire, su rostro, siempre bellísimo, enmarcado por un halo de tristeza.
-Tendré un buen recuerdo. –De nuevo otra sonrisa fingida, terminó de ponerse los zapatos.- Y aún nos queda una tarde, ¿No?
-Sí, pero...
-Pues bueno... Ya nos despediremos mejor... ¡Hasta luego!
Pero ella había sido rápida, y le cogió del antebrazo antes de que abriera la puerta.
-Lo siento, lo siento, siento hacerte daño, siento no habértelo dicho antes... –Sus ojos acuosos le daban la estampa de una ninfa,
incluso su acento la hacía parecer aún más exótica.-
-Liz. –La calmó con la mirada.- Los veranos, como los sueños, siempre se terminan...
Ella, incapaz de gesticular algo más coherente, le besó, con todas sus fuerzas, apretando mucho sus labios, siempre fríos, los más
extraños y hermosos que nunca hubiera tenido ocasión de probar. Sus lenguas se mezclaron, ella pronto empezó a desvestirlo de
nuevo, quería atarlo más tiempo a su lado, tenerlo para ella...
-Raoul...
-Liz...
Él estaba apoyado en la puerta, casi completamente vestido, ella, desnuda como Dios la trajo al mundo, besando con ansiedad cada
centímetro de la piel del chico que conseguía desvestir, una vez más. Raúl también sentía el mismo azoramiento, el ritmo palpitante en
su corazón, y sus manos, deseosas, tomaron el cuerpo de la chica.
Amasar los pechos de la chica, atrapar entre los dedos sus pezones, que se mostraban duritos, deseosos de entrar en el juego. Pronto
reclamó a la chica, con una mirada, que le besara, que le hiciera sentir sus labios por todo el cuerpo, no quería más, no necesitaba
más. Él, complaciente, llevó sus manos al sexo de la mujer, que comenzó acariciando poco a poco, notando aún la humedad de su
"acto" anterior, y pronto, deseoso como estaba, empezó a producir jugos nuevos, apreciando cada una de las caricias amorosas que le
dedicaban.
Las manos de la mujer habían estado acariciando su paquete por encima del pantalón, llegaron a sacarlo por la cremallera del mismo,
mostrándolo, aún sin estar erecto del todo, cansado del juego anterior...
-Aaah... –Empezó a gemir ella, que recorría su cuello dándole pequeños mordisquitos.- Aaaah...
Desde esa posición tenía un acceso privilegiado al interior de la chica, y pronto, dos dedos entraban en su interior y otros dos la
acariciaban ahí donde podían. Al estar apoyado en la puerta, le daba pequeños golpes de vez en cuando, fruto de la excitación,
cualquier persona que hubiera pasado por delante en ese momento habría escuchado todo, extrañada.
-Mmmm... Tus dedos... –Decía ella, ya en ingles.- Son maravillosos... ¡Aah!
Masajeaba su miembro, cada vez más dispuesto a la marcha, mientras él hacía lo propio con su coñito, que se mostraba contentísimo
de las atenciones recibidas y mandaba espasmos de placer a su dueña, deseosa de extender el futuro orgasmo lo más posible.
Estaban en sus cosas, amándose de pie, cuando una de las puertas interiores se abrió.
-Liz, has visto mi secador, no sé donde... –Era Keira, vestida únicamente con una camiseta y un pantaloncito, que probablemente se
acaba de poner, y que, hablando en ingles, aún soñolienta, vislumbraba la escena.-
Su primer gesto fue de sorpresa, después, avergonzada, hizo ademán de darse la vuelta, pero Liz, risueña, le contestó.
-Lo guardaste en la cómoda de tu cuarto. –Murmuró en su lengua nativa, con un tono de voz bajísimo, como si le costara articular
palabras completas.- Bajo el neceser...
-Ah... Sí... –Pese a estar rojísima, no había evitado mirar varias veces el miembro que Liz sostenía en su mano, aunque ahora sin
estimularlo, y los dedos del chico, que ahora permanecía quietos, aún internados en el interior de su amiga.- Yo... Esto... Sí...
Cerró la puerta con suavidad.
-Pobrecita... –Murmuró Raúl, mirando ahora a la puerta cerrada.- Parecía avergonzada...
-Si quieres la invito. –Respondió Liz, con una sonrisa.- Creo que parecía bastante dispue... ¡Aaaah!
Él le había pellizcado, a traición pero sin ser cruel, uno de sus labios mayores. La miraba con una sonrisilla de suficiencia en la cara.
-¿Qué te dije de organizarme citas? –Dijo en alusión a su bochornosa reunión con la francesita en la playa, la otra vez.-
-¡Cabrón! –De nuevo se sorprendió, los extranjeros lo primero que aprendían a pronunciar perfectamente eran los insultos. Pero su
insulto era más bien cariñoso, así que tan solo le hizo gracia.-
Ella retomó con rapidez la paja que le estaba haciendo, puesto que ya no era una estimulación normal, sino que le masturbaba en
toda regla. Él, por su parte, intentó retomar el ritmo de sus dedos, pero la interrupción de Keira había frenado lo que parecía el
orgasmo inminente, y él llevaba todas las de perder. Si Liz no aflojaba el ritmo conque le masturbaba, no duraría más de un minuto.
-Liz... –Intentó entretenerla, deseoso de prolongar más la situación.- De que... La conoces...
-¿A Keira? –Ella se mordía los labios, más de una vez soltaba palabras sueltas en ingles, supuso que delirios de placer.-
Compartíamos... Colegio... Y lue... Luego... Universidad...
-Eso... Suena... –Intentó sin éxito retirar la mano de la chica que le pajeaba, pero ella insistió en su misión, era su venganza por el
pellizco.- Tierno...
-Y tu... Ayer... Le hiciste algo... ¿Si? –Entre los balbuceos y ruiditos de su masturbación, él pareció entender, se refería a cuando la
tuvo que desnudar, duchar y meter en la cama.-
-No... No... Fui un buen chico... –Negó con la cabeza, aunque la verdad, había estado a punto de hacerlo, la tenía absolutamente a
tiro.-
-Ni siquiera... Le metiste... Un dedo... En el coño... –Le estaba gustando escuchar a la dulce inglesa decir esas obscenidades.-
-Tu... Eres la única. –Notó lo inminente de su orgasmo y definitivamente utilizó su fuerza para retirar la mano de la chica de su
miembro. Suspiró aliviado.- La única a la que deseo.
Ella intentó volver a retomar su paja, pero él no la dejó. Tenían que sujetarse el uno al otro, por lo que ninguno recibía placer, y ella era
la que más necesitada parecía de terminar. Poniendo cara de angelito, llevó sus manos al rostro de Raúl.
-Sé que eres un niño bueno. –Le besó.- Yo también soy buena.
-Tu eres... –Él bajó lentamente los dedos, mojados del interior del coñito de la chica, por el vientre de esta, haciendo escala en su
ombligo, buscando de nuevo el sitio donde debían estar.- El diablo en persona.
-Entonces no querrás saber... –Ella hizo como que se pensaba algo indecente, mientras le daba paso al chico para volver, una vez
más, a su vagina.- Que... Ahh... El colegio que compartíamos, era solo para chicas.
-Para... Chicas... –Todos los estereotipos que tenía sobre ese tipo de centros llegaron volando a su mente, su pene dio un brinco de
alegría.- Quieres decir...
-Oh... No... –Negó con la cabeza, con semblante lujurioso.- Eso... Solo pasa... En las películas...
-Lástima...
Pero en realidad, los ojos de la chica seguían conteniendo un toque azucarado de malicia y lujuria. ¿Solo en las películas? Sí, claro.
-Eso os gusta... Mmm... Pensar a los chicos... –Seguía recitando ella.-
-Yo no pienso eso. –En realidad era un poco surrealista, con una mano haciéndole una espectacular paja a la chica, de pie y apoyados
en la puerta de la habitación, y seguían hablando de forma casi relajada.- No soy como los otros...
-Oooh... –No fue un gemido, fue más bien algo así como una ovación sarcástica, la chica le miró con fijación, había comenzado a
mover las caderas para sentir más aún los dedos, empapados por ese entonces, que la taladraban.- ¿Eso crees?
-Sí... Yo no me muero por ver a dos chicas juntas. –En cierto sentido era verdad, pero la causa era que ya era una fantasía
anteriormente cumplida.-
-Eres... Más fuerte... ¿Podrías aguantar? –Tuvo una serie de gemidos bastante fuertes, pero no era su orgasmo aún, se estaba
haciendo la difícil también.-
-Sí. –Proclamó, bravucón.-
Pero debía de haber tenido en cuenta que Elizabeth era una chica a la que le gustaba jugar, y si podía ganar, mejor que mejor. Ante su
sorpresa, esta apartó la mano que exploraba su excitadísima y jugosa entrepierna. Los primeros pasos le fueron difíciles, incluso
pensó que se caería, dado que le temblaban las rodillas, pero con resolución, se marchó, abrió la puerta que daba al cuarto de Keira,
entró.
No escuchó más que una jerga imposible de entender para él, hablaban en su lengua nativa, y muy rápido, sabiendo que él no
captaría ni una palabra. Un minuto después, en el que él se quedó ahí, anonadado, esperando, aparecieron las dos chicas, Liz exhibía
una sonrisa de oreja a oreja, Keira estaba ligeramente sonrojada.
-Ella dice que quiere jugar. –Susurró, desafiante, saboreando su victoria.- Veremos si eres tan fuerte como crees…
Continuará.

PD. Un dulce regalito, espero, para todos los seguidores fieles de la serie a los que la secta entrega dejó a medias. En especial, y si
me permite el atrevimiento, para la señorita Sonia (Moonlight), que ha sido capaz de arrancarme una sonrisa con sus ingeniosas
comparaciones con Metallica. Como dirían los toreros, "Va por ustedes".
Capítulo XXXIII
-Eh... –Estupefacción total en el rostro del joven.-
-Solo jugará conmigo, no puedes tocarla. –Siguió Liz, muy crecida, Keira asintió.- Recordaremos los tiempos en la escuela...
Acto seguido, sin mediar palabra entre las dos, Keira se bajó los pantaloncitos que llevaba, dejando a entrever su hermosa
entrepierna, esa que había tenido que limpiar la noche anterior y ya había contemplado de cerca. Como había deducido antes, no
llevaba braguitas. Liz untó un dedo en su propia entrepierna y, acto seguido, la llevó hacia la de su amiga, que aceptó, pese a que no
parecía del todo convencida.
Raúl había comprobado otras veces que las otras tres hacían prácticamente lo que Liz les decía, ella era la voz cantante del grupo, las
otras, sumisas a su voluntad. Lo que no quería decir que ella las despreciara, no, en ningún momento, parecían unidas por lazos de
amistad fuertes.
-"Tan fuertes como para meterle un dedo en el coño." –Pensó Raúl, extrañado ante la nueva situación que vivía.-
-Está caliente. –Decía Liz como quien no quiere la cosa.- Parece que le gusta lo que ve.
Se refería al miembro del chico, que, salvado de un orgasmo prematuro, permanecía ahí, horizontal, durísimo, rebelándose contra la
gravedad a fuerza de bombear sangre. Pronto los pezones de Keira, grandes y oscuros, se marcaron en su camisetita. Liz sabía lo que
hacía.
Apoyó su espalda contra la pared, intranquilo. Hacía unos instantes había estado a punto de marcharse, molesto, dolido,
profundamente triste. Y ahora, la pequeña diablesa Liz, la chica de labios fríos, estaba masturbando a una de sus amigas ante sus
ojos, para su deleite y disfrute, o más bien su tortura, puesto que no le dejaban participar. La cabeza de Liz pronto reposó entre los
muslos de Keira, provocando mil y un gemidos en la chica de grandes pechos. Se notaba a la legua que no era la primera vez que lo
hacía, ahora si que podía confirmarlo.
Automáticamente llevó su mano a su miembro y comenzó a masturbarse, lentamente, pero Liz, como si tuviera un ojo en la nuca, salió
de la gruta de su amiga, que emitió un gemido lastimero como reprimenda, y le sonrió.
-No, no puedes tocarte. –Se limpió con la lengua una mancha imaginaria en los labios.- ¿No decías que eras diferente y podías
aguantar?
-Ya. –Bufó él, dejando las manos quietas.-
Cansado, se sentó en una de las dos butacas que había en uno de los recodos de la habitación, contemplando el espectáculo. El
coñito de Liz quedaba expuesto cuando se inclinaba para comerle el suyo a su amiga, y esa imagen, esos labios abiertos e
inflamados, aderezados con la respiración suave y profunda de Keira así como el sonido de la comida que Liz le estaba realizando, era
espectacular. Su miembro estaba al borde del colapso, sin posibilidad de recibir satisfacción, y todo por un estúpido comentario...
-Aaaah... Ooooh... –Gemía Keira, acariciando la cabellera de Liz mientras tanto. Emitía frases en su idioma de vez en cuando.-
Siempre fuiste la mejor... Siempre...
Raúl, con sus cinco sentidos puestos en la escena, sintió un golpe sordo en la otra puerta del cuarto, la que daba a la habitación
doble, la de Camila y Gwen. En la rayita de luz que se formaba en el suelo, vio sombras. No pudo evitar sonreírse para sus adentros.
Se levantó y fue directo hacia la puerta, sin hacer mucho ruido. De todas maneras los gemiditos de Keira bastaban para ocultar sus
pasos de sobra, ella le siguió con la mirada. Puso la mano en el tirador y abrió. Como en las películas de humor, ahí estaban las dos,
pegadas, escuchando detrás de la puerta, probablemente intrigadas por el concierto que antes Liz, en voz más baja, y ahora Keira, a
sus anchas, estaban dando.
Su primera reacción fue de sorpresa, más bien porque el miembro de Raúl, firme y bamboleante, las recibió. Después este señaló a la
cama y las hizo pasar, con una sonrisa triunfante. Keira al principio pareció asustada, aún con la cara marcada por el placer, le dio dos
toquecitos significativos a Liz en la cabeza, que se levantó, extrañada de que la interrumpieran tan cerca de cumplir su labor.
Siguiendo la mirada de Keira se encontró con sus otras amigas, sorprendidas. Después de mirarlas a ellas, miró a Raúl, que volvía a
estar sentado. Retornó a Keira, tranquilizándola con un guiño, volvió a sus amigas y les hizo un gesto de cabeza, una invitación. Estas
se miraron entre ellas, y luego miraron a Raúl, como señalando que con un extraño delante no podían.
Raúl, hasta los mismísimos testículos de tanta mirada y tanto silencio, habló.
-Podéis seguir mirándoos y todo lo que queráis. –Comentó pausadamente.- Pero a fin de cuentas, eso solo confirmará lo de que las
inglesas son unas estrechas.
Liz tuvo que traducirles lo que significaba "estrecha" en su idioma, término que ya le había enseñado Raúl con anterioridad. Estuvieron
hablando unos instantes en esa jerga de ingles ultrarrápido, imposible de entender salvo palabras sueltas, al menos sino eras de la
tierra, provocando que las dos recién llegadas le clavaran una mirada insolente.
-Sin tocar. –Murmuró Gwen.-
-Joder... –Susurró Raúl para sí mismo, viendo como las otras dos se unían a la parejita. Él había pensado que lo lógico sería que la
situación tensa quitara de en medio a todas salvo a Liz, que habría atendido amablemente su erección, y veía, apesadumbrado, como
su plan se iba por tierra.-
-Pobrecito. –Dijo Camila en español, mientras le daba pleno acceso a Gwen para que hurgara entre sus piernas.-
-"Mis cojones pobrecito..." –Pensó amargamente.- "Todas iguales... Venís aquí a descontrolaros y alucinar... Y que es eso de liaros
delante de desconocidos... No tocar, no tocar... Y un huevo... Todas sois iguales..."
En realidad sentía que era su culpa, al haberlas llamado estrechas, o frígidas, o como sea que Liz, con sus palabras siempre
mordaces, lo había traducido. Además, en efecto, esas chicas, todas decentes, más o menos, no habrían hecho eso nunca delante de
un desconocido, pero las últimas semanas prácticamente la habían pasado juntos, y, sobretodo, el hecho de estar desnudos
constantemente en la playa nudista, había eliminado el pudor que sintieran los unos hacia los otros. Para ellas, ese "juego" era tan
inapropiado como el de mirarse a los ojos fijamente midiendo quien era el que más tardaba en reírse. Pero claro, él, que solo podía
mirar y "no tocar", lo sufría. Lo sufría mucho.
Pese a las dos nuevas incorporaciones solo tenía deseos para Liz, en realidad, incluso consideraba a las otras "terreno prohibido" por
estar con amigos suyos, pero bueno, esos remilgos desaparecerían a la primera caricia que le hicieran, negarlo sería mentir.
-"Total... Se van mañana, ¿Qué puedo perder?" –Y notó la sensación que hacía unos minutos, parecían una eternidad cada uno, le
había acongojado.- "Se van..."
Antinaturalmente a lo que cualquier miembro del sexo masculino haría, su mente voló del libidinoso festín que se estaban dando
delante de él. Recordaba sus momentos con Liz, todos tan mágicos, tan envueltos en algo que los hacía parecer más bonitos y
hermosos de lo que en realidad eran... Y seguía teniendo el coñito de Liz, contoneándose, delante.
Por un momento, regresando a la habitación del hotel, pensó que era posible, que cuatro chicas inglesas, bastante atractivas además,
querrían montar una orgía con él y solo con él. Pero era disparatado, eso solo pasaba en las películas porno, bueno, también que se
enrollaran delante tuya solo pasaba en las películas de ese tipo, pero estaba pasando, lo veía, lo olía, lo escuchaba...
Capítulo XXXIV
-"Hace poco te la cascabas como un mono". –Pensó con sarcasmo.- "Y ahora esto..."
En realidad le parecía hermoso, el Sol entrando por las cortinas, las siluetas de chicas, casi completamente desnudas, la cama, los
gemiditos... De no ser por el incesante dolor en sus testículos y a la cada vez mayor sensación de hambre, habría podido verlo durante
el día entero.
El momento de Keira había llegado, con una de las sábanas en la boca, que debía estar mordiendo con todas sus fuerzas, empezó a
correrse. Liz, que le había arrancado el éxtasis, siguió estimulando su coñito, esta vez con la palma de su mano. Nunca antes lo había
visto, pero a Keira, por sus gritos y espasmos, le encantaba. Incluso Gwen y Camila dejaron su "trabajo" para mirar.
Keira finalmente quedó rendida, y Liz, provocativa, se giró hacía el chico, desafiándolo con la mirada.
-"No tocar, no tocar..." –Sonó en su cabeza, como un eco.- "A la mierda..."
Se levantó como un resorte, en dos zancadas se encontró detrás de Liz, que aún le miraba. Con bastante fuerza le dio un azote en el
trasero, "niña mala", viendo como su nalga se enrojecía. Sin mediar palabra, condujo su polla al coñito de la chica y se la metió.
-Mmmmmmm... –Gimió ella, cerrando los ojos.-
Estaba mojada, tal y como la había dejado antes, lo que ahora le parecían horas, empezó a bombear, sin delicadeza ninguna, no tenía
el cuerpo para tonterías, quería acabar cuanto antes mejor. Las dos chicas a su lado retomaron sus juegos, excitadas, eso sí, Camila
no le quitaba los ojos de encima a su miembro, que entraba y salía, una y otra vez del interior de Liz. Keira, aún recuperándose,
permanecía un poco apartada, bien servida de placer.
-Oooh... Mmmm... –Liz permanecía en su mundo.-
Pero a Raúl la posición no le acababa de convencer, le pesaban las piernas de todo el rato anterior en la puerta, y prefería tumbarse.
Muy a su pesar, sacó su miembro del interior de la chica, que le miró con odio por hacerlo. Le dio la vuelta y la tumbó, con un leve
empujoncito. La cabeza de la chica quedó justo entre las piernas de Keira, su pelo se desparramaba entre los labios vaginales de esta.
Utilizando la fuerza de sus caderas la penetró, esta vez buscando por entero sus ojos, utilizando sus manos para estrujar, estirar,
acariciar y pellizcar sus tetas y sus pezones excitados.
Lo más curioso es que, cuando penetraba a Liz y volcaba su peso sobre ella, su cara quedaba a escasos centímetros del coñito de la
comatosa Keira. El olor a hembra que se desprendía de ahí era increíblemente potente. Empezó a intentar ir cada vez más lejos,
oliendo más y más, inhalando ese perfume encantador. Y, como por sorpresa, su miembro empezó a notar su vigor reforzado.
-"Esto es un afrodisíaco en condiciones..." –Se encontró pensando.-
Liz, que se había percatado de que cada vez intentaba llegar más cerca de la entrepierna de su amiga, le dedicó una mirada con ojos
entrecerrados y amenazadores.
-"Está celosa". –Se jactó él.- "Muy liberal y putita, pero celosa... Como todas."
Gwen y Camila, insatisfechas con la posición que tenían puesto que no les permitía un rango de acción decente, se habían colocado
una encima de la otra. Era un 69, o al menos se le parecía.
-"Ahora es cuando aparece la chica con el látigo y me pega." –Todos sus pensamientos, destinados a mantener el control, y de paso
retrasar un rato su eyaculación, giraban en torno a las escenas que le rodeaban. A sus ojos, continuaban con la tónica surrealista que
tenía todo desde el principio, parecía una película porno.-
Al haber cambiado de posición, Camila quedaba prácticamente a su lado, expuesta. Raúl observó como quería tocarse los pechos,
pero no podía, dado que tenía que aguantar el peso de las caderas de Gwen con ambos brazos. Él sonrió para sus adentros.
Sus manos abandonaron los pechos de Liz, que hasta entonces habían cuidado con mucha preferencia, ella le observó, extrañamente,
no decía una palabra, sus labios permanecían sellados, salvo para cuando él reclamaba un beso o buscaba su lengua. Llevó una de
sus manos hacía el cuerpo de Camila, lo tenía al alcance perfecto. Esta dio un leve respingo al notar el tacto, dejó momentáneamente
la entrepierna de Gwen, le miró, parpadeó un par de veces, y volvió a la cueva de su amiga, como si nada.
-Ooooh... Camila... Mmmmm... –Empezó a gemir él, teatralmente, puesto que nunca había sido de grandes gritos.- Que tetas tienes...
Tan duras... Tan...
Si las miradas mataran, habría caído fulminado en ese momento. Liz estaba lanzando ondas mortales desde sus iris color cielo,
electricidad pura, peligro, mucho peligro...
-Mmmm... Tu pezón... –Lo pellizcó suavemente, divertido de poder devolverle a Elizabeth la jugada.- Que maravilloso.
La verdad es que le resultaba difícil seguir manteniendo una penetración rítmica con Liz y tocarle las tetas a Camila, pero él se
esforzaba. Inclinó la cabeza hasta que quedó a la altura de Liz, pegando su boca a la oreja de la mujer.
-¿Te molesta que esté tocando a tus amigas, eh, zorrita? –Murmuró suavemente, en un tono de voz desconocido para él, totalmente
ido.- ¿Verdad que eres una putita a la que le molesta que su chico haga eso? Si yo quisiera, me tiraría a cualquiera de ellas, ¿Crees
que se negarían? Ahora mismo harían lo que fuera por tal de conseguir una buena polla...

Él, que era un chico muy calmado en la cama, nunca o casi nunca había dicho palabras como esas mientras mantenía una relación,
pero, sin embargo, tenía ganas de decirlas, y no tuvo remordimientos ningunos por insultarla, es más, le gustó. Se levantó lentamente
y buscó la mirada de la chica, la misma de antes, ojos peligrosos cargados de malicia... Liz había empezado a chuparse dos dedos,
los chupaba de arriba abajo, por todos los lados, con profusión.
Gwen ya gemía, entre los muslos de Camila, a un ritmo que indicaba su próximo orgasmo, Camila tampoco debía andar lejos y él, sí,
se había olvidado de sí mismo, pues tampoco podría aguantar más, porque empezaba a notar un pinzamiento en su mástil que
indicaba que no faltaba apenas nada.
Observó a Keira, que ahora tenía los ojos entreabiertos, parecía haber salido del letargo orgásmico alcanzado, pensó en lo guapa que
se veía con sus enormes tetas apenas tapadas por la camiseta... Pensó que...
No pensó nada. Una sensación extraña recorrió todo su cuerpo y toda su mente, el 100% de su atención se posó en una parte de su
propio cuerpo. Algo estaba pasando.
Notó como llegaba.
Seguía bombeando y mirando a Keira, pero en realidad tenía la cabeza únicamente en eso tan extraño que notaba, sin atreverse a
mirar. Y entonces, su cuerpo se congeló, se tensó, dejó de bombear, incluso de respirar, absolutamente inmóvil.
-"Me ha..." –Su menté empezó a racionalizar, pero estaba demasiado estupefacto.- "Me ha metido un dedo en el culo... Me ha..."
Bajó la vista para ver a Liz. Ella se había movido y estaba en una posición más propia de una culebra, inclinada sobre su cuerpo, con
el brazo estirado hasta llegar a su "zona prohibida".
-Sigue follándome. –Dijo esta finalmente, rompiendo su silencio.-
-Sa... Sácalo... –Farfulló, completamente anulado.-
-No. –Rió divertida.-
-¡Sácalo!
-Si no sigues follándome... –Él se estremeció sintiendo como otro de sus dedos, a las puertas de su orificio, escoltando al que ya tenía
dentro, se movía, preparándose para entrar.- Serán dos.
Nunca antes se había puesto en marcha tan rápido. Empezó a penetrarla, pero con dedicación y entrega, quería lograr un orgasmo
rápido en su fino cuerpo de diablesa.
-"Si todas las inglesas son así..." –Resonaba en su mente.- "Que hija de..."
Notar aquello en su "zona prohibida" era... Diferente. No le había dolido al entrar, supuso que por eso los había estado chupando con
tanto ahínco, pero sin embargo, cada ligero movimiento de su cuerpo, muchos al estar haciendo el amor, sentía ese tacto extraño
dentro, que le arrancaba de vez en cuando sensaciones... "Raras"...
Sin darse cuenta había abandonado los pechos de Camila, centrándose únicamente en Liz, para él, ya solo estaban ellos dos, nada
más. La tenía dentro, estaban unidos por "muchos" lazos... Y el juego tenía que acabar, no tenía fuerzas para más.
-Elizabeth. –Dijo él de pronto, con los ojos cerrados y las mejillas sonrojadas.- Termino...
-Un segun... Dooo... –Gemía ella, al borde del clímax.- Ya, ya, ya...
Fue un clímax extraño, cuando su cuerpo se contrajo en la eyaculación, notó, como si fuera un tambor, esa sensación extraña que se
extendía desde su trasero por todo su cuerpo. Prestó atención a Liz con sus dedos hasta hacerla terminar como se merecía. Esta,
finalmente, sacó su "invasor" de la "zona prohibida" del chico, que notó un estremecimiento intenso por todo el cuerpo.
-"Joder..." –Pensó.- "Y es un dedo... Que sentirán ellas cuando les meten una buena polla..."
Sin que se dieran cuenta, puesto que aún estaban en su burbuja, Gwen y Camila también habían terminado, y Keira estaba sentada
en la cama, observando. Los ojos verdes de Raúl y los azules de Liz se habían fundido una vez más, ninguno de los dos parpadeó, tan
solo se miraron.
Y por mucha escenografía de película porno que hubieran hecho o por muchas obscenidades que se gritaran, sabían que todo eso
había sido solo una despedida, un "adiós" muy bonito y placentero, no escrito con sangre, pero sí con semen y flujos vaginales.
Vencido, se dejó caer finalmente a un lado de la cama, un trocito libre que quedaba en los pies. Estuvieron todos callados durante un
tiempo, miró al reloj y se dio cuenta de que todo el espectáculo apenas les había llevado una hora. ¡Una hora! Y a él se le había hecho
eterno... Era imposible, por mucho que los hombres quisieran, no podían estar a la altura de las mujeres en cuanto a condición física y
relaciones sexuales...
-"Espera, espera..." –Su orgullo viril invadió su mente.- "El único que no puede aguantar es el de ahí abajo... Tienes diez dedos y una
lengua... Que leches, si quisieras, las dejarías rendidas a todas."
Son ese tipo de pensamientos que asaltan a los hombres después de un orgasmo, pensamientos incoherentes, extraños y
peligrosos...
-Uff... –Resopló Keira, levantándose para abrir las ventanas de par en par.-
Gwen y Camila se marcharon poco después, recogiendo su ropa por el camino, a lo lejos se escuchó el sonido de la ducha. Keira hizo
lo propio después de susurrar algo al oído de Liz, que permanecía tumbada en la cama, boca arriba, con los ojos abiertos, pensativa.
En las películas encenderían un cigarrillo, para romper la monotonía de la espera, ¿Esperar a qué? Nunca se sabe.
-Gggggggrrrr
Por muy sorpresivo que fuera, el sonido del estómago de Raúl fue lo que les sacó de ensoñaciones.
-Deberíamos comer algo. –Insinuó.-
-Bueno. –Fue la única respuesta de Liz.-
La chica alargó la mano, cogió el teléfono y se lo ofreció.
-Pide lo que quieras, estamos a gastos pagados.
Y de nuevo lo mismo, ¿Qué tenía el sexo que apartaba todos los problemas como una corriente de aire frío se lleva los nubarrones de
la tormenta? Terminado el acto, vencidos ambos, y de nuevo...
-Elizabeth. –Usar su nombre completo hizo que la chica reaccionara, al menos le miró.- ¿Será un buen recuerdo?
-¿Cuál?
-El nuestro.
-Será... Un amor de verano.
-¿Has sido feliz? ¿Lo has pasado bien? –En su fuero interno algo le decía que no le importaba en absoluto, pero en realidad, sabía
que tan solo trataba de autoconvencerse de ello.-
-Raoul... –Se incorporó finalmente, sentándose en la cama, dirigiéndole una mirada dulce.- Todo este tiempo ha sido muy especial
para mí.
El joven suspiró, seguía triste por saber de su partida, incluso hubiera preferido que no se lo dijera, venir un día a buscarla al hotel y no
encontrar a nadie, tener un motivo para odiarla, borrar esa huella.
-En las películas... ¿Cómo terminan los amores de verano? –Preguntó él, intentando parecer gracioso.-
-Con un paseo por la playa, supongo. –Murmuró, estrechando su mano.-
-Entonces eso haremos. –Le dedicó la más amplia de las sonrisas que pudo exhibir.- Pero eso sí, antes comeremos, estoy que me
caigo...
Tras una copiosa comida ahí, en la habitación, Raúl y ella quedaron para más tarde, tres horas para echar la siesta y un par de duchas
heladas en su casa le dejaron casi como nuevo, y cuando la encontró al inicio del paseo marítimo, vestida completamente de blanco,
con un vestidito de verano corto que parecía ser una nube de vapor recubriéndola, le dio la mano, y pasearon.
Rieron, hablaron, rieron, se besaron, rieron, compraron recuerdos para la chica, rieron, se volvieron a besar, y rieron. Una tarde-noche
genial, como si en vez de la última fuera la primera, aún había tanto que decir, tantos silencios por romper... Cenaron en un sitio
tranquilo, él le regaló una rosa de esas que venden las mujeres asiáticas por las zonas de playa. Y paladeó sus besos, y sintió sus
manos alrededor de su cuerpo... Les bastó. Cualquier persona habría pensado que un "polvo de despedida" hubiera sido lo más
oportuno, pero ellos no, tan solo un beso, quizás una caricia en la espalda, y muchas miradas. Recorrieron tres veces el paseo tan
largo era, haciendo tiempo para estar juntos un poco más, al final de la noche, agotada y soportando las rozaduras de las sandalias
que llevaba, le pidió que pararan unos instantes a descansar.
Mientras Elizabeth se sentaba en el muro que separaba el paseo de la costa, él le ofreció su hombro para apoyarse. Cualquiera de las
personas que transitaba el paseo, incluso a esas horas, les habrían mirado y dicho "Mira, una pareja feliz", pero ellos, y quizás sus
amigos, que reproducían esa misma escena por distintos puntos de la zona, eran conscientes de lo doloroso que en verdad resultaba.
La acompañó hasta la puerta de su hotel.
-Nuestro avión sale a las once. –Le comentó.- Las chicas y yo teníamos pensado despedirnos de la playa por la mañana.
-¿Queréis que os acompañemos?
-Habrá que madrugar...
Cuando subía las escaleras del hotel, ella se giró, y le observó con sus impresionantes ojos azules, dedicándole una sonrisa. En ese
momento una pequeña corriente de aire meció sus cabellos, esa noche sueltos, como él los prefería. Si esa no era una escena de
película, era un sueño, quizás las dos cosas.
Apenas si durmió esa noche, aún estando bastante cansado. A las seis de la mañana en punto, los cuatro: Raúl, Felipe, Adrián y
Andrés, estaban en la playa, con sus toallas. La verdad es que el panorama era más acogedor de lo que se había imaginado al apagar
el despertador. El Sol ya había salido, iluminando aún con pálidos rayos todo el lugar. La arena estaba fría y suave, puesto que
acababa de pasar la máquina que todas las mañanas la oxigena y limpia de desperdicios. Ni un alma a lo largo de toda la playa, salvo
un pescador muy a lo lejos.
-¿Habéis mojado? –Preguntó Felipe, depresivo.- Yo ayer por fin conseguí hacerlo... Fue tan...
-Sí. –Suspiraron Adrián y Andrés, recordando sus respectivas citas.-
-Yo también, sí. –Respondió cuando los tres se le quedaron mirando, sintiéndose acosado por ellos.- Pero aunque no lo hubiera
conseguido, me daría igual...
-La verdad es que sí. –Murmuró Andrés.- Echaré de menos la forma en la que se reían de nosotros en la playa...
-¿Y la crema? Esas caricias eran criminales... –Continuó Adrián.-
-Pero era mejor verlas bailar, ahí, comiéndose la pista... –Felipe hizo un gesto de rezar, como pidiendo al cielo que no se las llevara.-
-Bueno, bueno, ahí vienen. –Señaló Raúl.-
En efecto, envueltas en sus bikinis y pareos, con las toallas en el hombro, llegaban las cuatro. No importaba a que hora las mirases,
seguían siendo preciosas. Fue media hora de juegos, grititos y salpicaduras. El agua estaba maravillosa, no era el caldo en el que te
metes a mediodía, sino que aún tenía el toque fresco y refrescante.
-¿Echareis de menos esto? –Preguntó Adrián.-
-Sí. –Respondieron todas, apenadas.- Ha sido un verano increíble...
Liz abrazó a Raúl en el agua y le besó el hombro, aún en el mar, sus besos seguían estando helados, esa era su magia, la magia de
una ilusión, de alguna especie de nueva Morgana nacida en las entrañas inglesas, no podía ser más que una bruja. Pero él se había
dejado hechizar.
Cada cual fue a su sitio, ellas a terminar de hacer las maletas y vestirse apropiadamente, ellos, a cambiarse. Un rato después viajaban
en sendos taxis cargados de maletas, el coche de alquiler había sido devuelto la tarde anterior, hacia el aeropuerto.
Ahí la despedida fue aún más trágica, faltaba mucho para que saliera el avión, pero entre que facturaban el equipaje y se cargaban de
recuerdos, la señal de "La puerta de embarque 4 está abierta" apareció en los monitores, con el susodicho mensaje resonando en los
altavoces a pleno volumen.
Delante de ellos estaba la puerta traslúcida que no podrían atravesar sin billete, y ahí, silencio. Raúl ignoró por completo lo que harían
sus amigos, simplemente se dirigió a Liz y la besó dulcemente.
-Espero que el viaje sea cómodo. –Exclamó, intentando extender su escueta sonrisa.- A ver si encuentras un asistente de vuelo guapo,
dicen que da mucho morbo hacerlo en los baños de un avión...
-Ves demasiadas películas. –Observó ella, ladeando ligeramente la cabeza. Sonreía, pero no con muchas ganas, las despedidas son
lo que tienen.- Te voy a echar de menos.
-¿De verdad? –Quiso bromear.-
-Un poco. –Hizo el gesto de algo pequeño con los dedos.- Pero aún así...
-Es lo que tienen los amores de verano... –Repitió la frase que se había dicho a sí mismo mil veces esa noche.-
-Raoul... –Se miraron.- ¿Sabes por qué no he querido quedarme más tiempo aquí? Quizás podría haber alargado mi estancia unos
días, una semana...
-Pero, ¿Por qué no lo hiciste? –Preguntó, temeroso de la respuesta.-
-Por ti.
-...
-Sabía que si me quedaba un día más, un minuto... –Suspiró, llevándose la mano al corazón.- No iba a poder separarme... Soy así de
débil, supongo...
Él tardó en contestar, le parecía muy bonito lo que había dicho, y sabía que hubiera sido más bonito de haberlo podido decir en ingles
y no tener que hacerlo con su vocabulario tan reducido en español, pero aún así, estrechó sus manos con las suyas.
-¿Débil? –Negó con la cabeza.- Instinto.
Ambos rieron recordando su particular juego con el "instinto", recordando, unos segundos más, sus batallitas en la playa.
Ella cogió la pequeña maleta que llevaría como equipaje de mano en el avión, tras una última mirada, se giró y comenzó a caminar
lentamente a la puerta que les separaría definitivamente.
-¡Espera! –Vociferó él de pronto, ganándose una mirada reprobatoria de uno de los guardias.- Hay algo que siempre te he querido
preguntar...
Ella volvió sobre sus pasos y le miró, expectante.
-¿Por qué tus labios siempre están fríos?
Liz abrió un poco los ojos, sorprendida, la verdad es que él consideraba que la pregunta era lógica y tenía sentido, pero ella no podía
entender a qué se refería, sin embargo, buscando en su mente encontró una respuesta.
-En mi país hay un cuento para niños que trata sobre una princesa, cuyos labios estaban helados a causa de la maldición de una
bruja. –Se pasó el dedo índice por los labios, acariciándolos, en un gesto muy seductor.- La maldición se rompería solo con el primer
beso de amor verdadero.
De nuevo se dio la vuelta, creyendo que ahí terminaba todo, dio media docena de pequeños pasos, pero se detuvo. Se giró,
mostrándole sus ojos azules acuosos, que apenas si contenían las lágrimas que deseaban derramar. Corrió hasta él, dejando la
maleta atrás, y le besó, acariciando su cara.
Y sus labios, por primera vez al contacto con los de Raúl, fueron cálidos como el amanecer.
No más palabras, ni un adiós, ni una mirada. Se colocó la ropa, recogió su maleta, y entró por esa maldita puerta traslúcida. La vio
perderse poco después en un recodo del camino.
Consternado, fue consciente de que sus tres amigos habían experimentado sendas situaciones a su lado, y ahora todos miraban la
puerta, como esperando que alguna volviera corriendo y gritando su nombre. Pero eso no sucedió.
Más de una hora después, aunque a ellos les parecieron unos minutos, pudieron ver como el avión de British Airways en el que
viajaban las chicas despegaba, convirtiéndose en un punto tan pronto que les pareció incluso ofensivo.
Raúl, probablemente viendo lo que su corazón deseaba ver, creyó advertir un destello azul proveniente de una de las ventanas del
avión.
-"Adiós, Morgana." –Se despidió, mientras montaba en el taxi que los llevaría a casa.-

Capítulo XXXV
Durante un par de semanas reinó un silencio sepulcral en la vida de Raúl. Romper una relación que tanto le estaba aportando, no solo
físicamente, sino también en su desarrollo personal, algo tan grande y provechoso, era duro, muy duro.
-"Es un amor de verano." –Pensaba él, cada vez más frecuentemente.- "Las cosas iban a terminar, tarde o temprano..."
Borrar a Liz de su mente no fue fácil, pero, poco a poco, con la ayuda inestimable de Laura y Cristina, decididas a no verlo vagar como
un muerto en vida por los pasillos de su casa.
-Venga ya. –Exclamó Cristina con desparpajo.- Que la chica era mona, pero tampoco hay que hacer un drama...
-Es lo que te digo siempre. –Laura adoptó una posición reflexiva, actuando.- Eres un sentimental empedernido... Los chicos como tú
están en peligro de extinción...
-Con lo tiernos que eran...
-Descansen en paz... –Se santiguó, con gesto de pena.-
-Amen.
Se abrazaron y fingieron llorar amargamente. Raúl, que estaba frente a ellas, todos en la cocina, no podía más que observarlas.
Realmente sabía que tenían razón, era un imbécil, un sentimental empedernido y, probablemente, un enamoradizo sin escrúpulos. Su
corazón estaba tan lleno de carencias afectivas que era como una esponja con la gente de su alrededor, más aún con las chicas, y si
eran atractivas, mejor.
-En fin... –Comentó él, dando su veredicto a la dramática actuación del dueto femenino.- ¿Qué haréis lo que queda de verano?
-Aquí el único que tiene vacaciones eres tú, pequeño. –Suspiró Cristina.-
-Nosotras trabajamos para que no te falte de nada.
Las dos intercambiaron miradas y se echaron a reír.
-¿Y Claudia? –Preguntó como quien no quiere la cosa.-
Fin de la risa.
-Eh...
-Bueno...
-¿Ocurre algo? –El repentino cambio de sus caras y el cese tajante de las risas le hizo sospechar.- Últimamente siempre que sale el
tema Claudia os quedáis calladas o cambiáis de tema... Es sospechoso...
-No ocurre nada malo. –Se apresuró a aclarar Cristina.-
-Es solo que... –Laura se humedeció los labios con la lengua, se le había quedado la boca repentinamente seca.-
Quitándole importancia al asunto se levantó y sacó del congelador el helado de chocolate, suyo y exclusivamente suyo, que solía
tomarse como postre casi todos los días.
-Que... –Siguió él, mientras sacaba una cuchara.- Ni que hubiera matado a alguien...
-Justo lo contrario. –Laura finalmente pareció decidida.- Ella quiere quedarse embarazada.
-Sí. –Cristina puso una cara extremadamente seria.-
-¡Que buena noticia! –Exclamó él, sonriente, mientras engullía una gran cucharada de helado.- Seguro que es una buena madre,
siempre me ha parecido muy cariñosa.
Cristina y Laura intercambiaron de nuevo miradas, esta vez sin un ápice de diversión, solo nerviosismo y dudas.
-Raúl, tu ya sabes que ella es lesbiana. –Murmuró su hermana.- Y supongo que sabes como se hacen los niños...
Cristina soltó una pequeña risotada, que fue inmediatamente acallada por una tos repentina.
-Perdón... Coff... Sigue, sigue... Coff... –Tosió, mirando a Laura.-
-Pero los tiempos han cambiado, ¿No? –Apuntó Raúl, queriendo parecer enterado, al tiempo que seguía comiendo helado.- Ahora
puede ir a una de esas clínicas de fecundación artificial...
-En esos centros no te dejan escoger el donante. –Señaló su hermana, aburrida.- Y además, ella es muy... Conservadora...
-¿Una lesbiana conservadora? –Objetó él, extrañado.-
-Sí, nuestra amiga alemana es un tanto especial. –Suspiró Cristina, a la que se le había pasado por completo esa mueca de seriedad
del principio, tan atípica en ella.-
-Pues vaya...
-Eh... Veamos... Lo importante del asunto es que ella quiere que sea por fecundación natural...
-Follando, vamos. –Resumió Cristina, ganándose una mirada reprobatoria de Laura.- Lo siento, lo siento... Sigue...
-¿Pero no era lesbiana?
-Que si, joder, es lesbiana, en ese punto no hay dudas. –Laura se exasperaba por momentos.- Pero ella quiere una fecundación
natural, mediante relaciones sexuales con un tío...
Raúl, paladeando un poco de helado, pensó en eso.
-Pues creo que eso es muy difícil. –Sentenció al final.- ¿Qué hará? ¿Pedírselo al primero que pase por delante? No es muy fácil,
"Hola, quiero que me dejes embarazada, pero no haremos vida de pareja ni te dejaré ver al niño porque soy lesbiana, tu solo serás el
objeto con el que inseminarme".
Rió su propia ocurrencia, las chicas suspiraron.
-Tendría que ser un tío muy ingenuo... –Siguió.- Pobre Claudia, dudo mucho que lo consiga así como así.
-Raúl... –Susurró su hermana, con un tono cauteloso.- ¿Tu aprecias a Claudia, verdad?
-Y harías lo que fuera por ella... –Continuó Ana.-
-Sí, sí. –Afirmó sin dudas.- Siempre se ha portado muy bien conmigo, y no sé, me inspira confianza.
Ante los dos pares de ojos sospechosamente amenazadores que se posaron sobre él, Raúl no pudo más que sumar 2 + 2. La copiosa
cucharada de helado que se había tragado le congeló el cerebro, y entre el dolor en el cráneo y el miedo súbito nacido de lo más
profundo de él, comentó, con voz bajísima y temblorosa.
-Vosotras.. Vosotras estáis locas... –Se apretaba la cabeza fuertemente con una mano, deseando que la molesta sensación gélida
cesara.- Completamente locas...
-Oh, venga, no es para tanto... –Cristina le quitó importancia, negando con la cabeza.- Si te pones a pensar todas las pajas que te has
hecho en tu vida... Porque una vez tu semen tenga un buen uso...
-Laura... –Suplicó con la mirada a su hermana, que permanecía seria, aún llena de dudas.- ¿Cómo puedes siquiera pensarlo? Tengo...
Tengo 18 años...
-Yo no tengo nada que ver, Raúl. –Dijo al final.- Claudia me lo comentó, y yo de igual forma te lo digo a ti. Es algo que tenéis que
hablar entre los dos.
-Laura... –De nuevo el mismo tono, sorprendido, aterrado. Su hermana, su preciosa hermana, la única que siempre le había cuidado,
en todos los aspectos, ahora iba por ahí traficando con su esperma.- Yo no... ¿Yo? ¿Como puedes...?
-Bueno, ya hemos terminado de comer. –Cristina cambió completamente de tema, llevando los platos al fregadero.- Déjalo todo limpio,
nosotras nos vamos al salón a ver la tele un rato, luego vente si quieres.
Las dos chicas se fueron, a él le pareció como si todo fuera a cámara lenta, dejándole ahí, con el bote de helado cada vez más
derretido, los ojos abiertos de par en par, y una incesante sensación de peligro que hacía temblar todo su cuerpo.
De nuevo, no pudo evitar tener la sensación de que todo era una conspiración de su propio destino para hacerle sufrir y evitar que
jamás alcanzara un proceso de felicidad estable. Él, Raúl, el chico más inseguro que conocía, al que le acababan de proponer ser
padre...
-"Pero si tengo el cuarto lleno de muñecos..." –Pensó, exasperado.- "Como pueden ni siquiera pensar en proponerme algo así..."
Lavó los platos, intentando concentrarse en algo diferente, pareciéndole eso una simple estupidez, una broma de mal gusto,
probablemente ideada por el dueto infernal para hacerle pasar un mal trago.
-Raúuuuuul... –Escuchó desde el salón un rato después.- Tu hermana está cachonda...
-"Pues que se joda." –Pensó, sabiendo que ahora esas mujeres pretenderían disculparse o alguna cosa por el estilo.- "Yo no estoy
para crímenes contra la naturaleza en este momento."
En cuanto terminó de lavar los platos y adecentar la cocina, era su labor por muy poco varonil que pareciese, se calzó las zapatillas,
cogió sus cosas, y se marchó. Quería irse a dar un paseo, estaba nublado y eso hacía el ambiente más fresco, le gustaba, el verano
estaba siendo sofocante.
Dentro de lo que a él se le hacía nada de tiempo tendría que largarse a la universidad. ¡La universidad! Ahora le exigían que fuera
mayor, maduro, responsable... Y, definitivamente, no veía ninguna de esas cualidades por ningún lado.
Terminó sentado en el conocido muro del Paseo Marítimo, viendo como los dueños de los bares recogían las sillas de sus terrazas
ante la amenaza de lluvia. Como por casualidad, vino a su mente la imagen de él y Estela, una vez habían estado hablando y tomando
algo ahí.
-"Estela... ¿Qué habrá sido de ella? Seguro que sigue con el imbécil de Rodrigo... O Gonzalo, o como se llame el gilipollas ese..." –
Ante el riesgo de una nueva oleada de amargor, decidió tirar de móvil para lograr algo de compañía.-
Unos minutos después estaba con Nadia, en su casa, vacía hasta la noche dado que sus padres estaban con unos amigos y sus
hermanos en un camping.
-Mmmm... –Jadeó ella, reponiéndose.- Hoy estabas particularmente inspirado...
-Tampoco me conoces tanto. –Sonrió él.- Pero en fin... Me alegro de que te haya gustado... Si es que se puede decir eso en "esta
situación".
Rápido y al grano, así había sido, cuando estaba enfadado siempre era igual. No le gustaba en absoluto, sobretodo por el hecho de
que era tratar a la persona con la que estabas como una mera forma de desahogarse y no como un ser humano, pero, incluso él, tenía
ratos en los que nada le importaba.
-Este aún quiere jugar... –Murmuró mientras llevaba la mano al miembro del joven, aún dispuesto a dar guerra.- ¿Te hace otro?
-¿Hay tiempo?
-Para uno rápido sí.
La chica se inclinó y apretó en su boca el miembro de Raúl.
-Me encanta ese sabor... Salado y amargo... Pero con un toque... –Continuó lamiendo, realizando una buena felación hasta conseguir
recobrar el vigor necesario para subir de nivel los juegos.- Me encanta...
Él la apartó de su miembro, ganándose una mirada de expectación de la pelirroja. La obligó a inclinarse, dejando su sexo expuesto a
las caricias de su boca. Ahora era él quien degustaba sus sabores mezclados, no le importó. Le encantaba la textura de todo cuanto
ahí sentía... Realmente había una diferencia abismal entre chicos y chicas... Ellas cuando se masturbaban hacían algo íntimo, cargado
de sensaciones, placeres y delicias. En ellos era más mecánico, más instintivo... Muchas veces se había sorprendido masturbándose
sin tener ningún tipo de deseo, tan solo por el hecho mecánico de hacerlo... Envidiaba a las mujeres, las envidiaba profundamente...
-Aaaah... Dios... ¿Qué te pasa hoy? –Jadeaba Nadia.- Estás di... Diferente... Mmmm...
Lamía y lamía, buscando en el interior de esa mujer la respuesta a la más nueva de sus inquietudes. Sus ojos verdes contemplaron la
entrepierna de la chica unos instantes, hizo que el clítoris resultara más visible jugando con él entre sus dedos.
-"Que hermosa..."
Ni pensaba en Nadia, ni mucho menos la escuchaba, tenía puesta la mente sobre cierta alemana que en los últimos tiempos había
exhibido una mirada triste, incluso pensó en Liz, ¿Cómo podía pensar en otras chicas cuando tenía la cabeza, literalmente, entre las
piernas de una mujer? No tuvo que concentrarse demasiado, dos dedos bastaron para satisfacer a la siempre voluntariosa Nadia. Sus
orgasmos siempre tan eléctricos, tan sonoros... Era una chica encantadora, sin lugar a dudas.
-Mmmmmm... –Se relamía, acabados esos vistosos espasmos que crispaban su cuerpo.- Sí...
-Gracias Nadia. –Buscó sus labios para besarla con ternura.-
-Eh... ¿Ya te vas? –Abriendo ligeramente los ojos comprobó como el chico buscaba su ropa.- Pero si aún no hemos...
-Recordé que tengo algo que hacer. –Levantó los hombros, disculpándose.- Otro día ajustamos cuentas, jajaja...
-Pervertido. –Murmuró ella mostrándole la lengua.- Te acompañaría a la puerta, pero...
-Tranquila, tranquila. –Guiñó un ojo.- Si me pierdo lanzaré una bengala.
Se vistió y refrescó en el baño de la chica. Lavó su cara varias veces, con fuerza y vigor, intentando no solo apartar el sudor, sino
también los malos pensamientos, su comportamiento infantil en los últimos tiempos... Todo eso se fue con el agua, tragada por el
lavabo.
-La próxima vez que te vea. –Exclamó, dirigiéndose hacia la puerta de la calle.- Recuérdame que te invite a un helado...
-Helado... –Ella lanzó un suspiro ansioso desde la habitación, golosa como era, la simple mención de su ansiado dulce la embriagaba.-
-¡Cuídate, Nadia!
Renovado, anduvo hacia su casa, sin pensar en nada concreto, con una sonrisilla bobalicona. El tiempo pasaba, él crecía, y quisiera o
no, el mundo también empezaba a dejar de tratarlo, poco a poco, como antes, cuando era un niño y todos los juegos estaban
permitidos. Estaba obligado a crecer.
-"Ser mayor tampoco está tan mal..." –Se frotó la cara justo donde había tenido el coñito de Nadia, como si aún pudiera sentirlo.-
"Habrá que ir poco a poco..."
Se acarició la entrepierna por encima del pantalón, necesitado de mitigar un repentino escozor, sensación que cualquier hombre
podría comprender, una mujer mayor que venía en dirección contraría, justo frente a él, observó el gesto con reprobación.
-Anda mujer, como sino hubiera visto un hombre en su vida. –Murmuró cuando se cruzaron, dejando a la anciana turbada a más no
poder.-
Más sorprendido estaba él, siempre tan respetuoso, tan formal... Pero sonreía, divertido por la cara de la mujer. Llegó a casa, se
duchó, se puso ropa fresca y cómoda, observó su cuarto. El cuarto de un niño.
Con más nostalgia que entrega, fue metiendo sus cosas en cajas, la mayoría no se las iba a llevar a la universidad, pero había llegado
el momento de cambiar, de dejar fuera al niño que sabía que siempre llevaría dentro, y, quizás, con el tiempo convertir ese en el cuarto
de un hombre. Sus juegos, sus muñecos, sus películas... A todos dedicó un vistazo de despedida, agradeciéndoles los servicios
prestados durante esos años.
Encontró cosas que ni siquiera recordaba tener, una película porno antigua, la primera que había conseguido. También notitas de las
que solía mandarse con sus amigos, y sobretodo amigas, en el colegio, ahí descubrió los primeros "Me gustas" y "Te quiero" que le
habían dedicado.
Embalados y apilados en una esquina, poco a poco sus recuerdos fueron desapareciendo, dejando tras ellos una estela de polvo y
lugares vacíos. Nunca antes le había parecido su cuarto un lugar tan poco acogedor. Dedicándose un último guiño a la infancia,
conservó un peluche, un cerdito, que colocó sobre su cama, como recordatorio de lo que había sido su vida, y de lo que tendría que
ser a partir de ese momento.
Los recuerdos que más le hicieron sonreír fueron los que había apilado en una caja, oculta en su armario. Ahí estaban cosas como las
fotos que se había tomado con Ana y Nadia, el video de Ana, la prenda manchada en uno de sus juegos amorosos... La verdad es que
el taco de fotografías era considerable, algún día tendría que escanearlas todas y pasarlas al ordenador, donde guardarlas para la
eternidad, pero tenerlas ahí, entre sus dedos, le parecían más real. Contemplando a Ana posando para la cámara, su sexo abierto...
Nadia, sonriente, como siempre... Su sugerente tatuaje de "Busca al Conejito"...
Entre otros suculentos recuerdos, el último en añadirse a la colección era un preservativo verde.
-"Sabor pipermín." –Pensó, dedicándole un último recuerdo a Liz.-
Dejó esa caja en su sitio, pensando que más que a su pasado, pertenecía a esa época de transición que había vivido, además, que le
excitaba sobremanera saber que estaba ahí, como recordatorio sólido de todas sus aventuras.
Era demasiado pronto como para hacer la maleta con la ropa, además, en ese preciso instante llamaron a la puerta. Con las manos
llenas de polvo e intentando despegar un trozo de cinta adhesiva que se le había quedado pegado en el antebrazo, abrió la puerta.
Esbelta, mirada de ángel, cabellera rubia a un lado, labios carnosos...
-Cla... Claudia... –Tartamudeó, puesto que era la persona que menos esperaba.-
Continuará.
PD. Bueno, terminamos con la "saga de las inglesas" y empezamos una nueva, rizando el rizo, como se suele decir. Espero que sigáis
disfrutando de la historia tanto o más como yo disfruto escribiéndola. Dedicado especialmente a Crazy (Manuel), por su cumpleaños,
que sí, unos regalan peluches y otros te invitan a una cerveza, yo soy más original y te dedico un relato erótico ¿Cuántos pueden decir
lo mismo? ¡Un placer!
Capítulo XXXVI
-Raúl. –Ella suspiró.- Tenemos que hablar.
La dejó entrar, pese a que en su interior cruzó la fugaz idea de cerrarle la puerta en las narices y refugiarse en su cuarto.
-Laura no está. –Murmuró, inseguro.- Aún no ha vuelto de trabajar, si te pasas a las...
-No te preocupes, no he venido por ella. –De nuevo esa mirada verde penetrante, ese color auténtico que hacía parecer sus propios
ojos como burdas imitaciones de las esmeraldas que tenía delante.- Ya te lo he dicho, quiero hablar contigo.
-Eh... Bueno, bueno... –La hizo pasar al salón, tembloroso.- ¿Quieres tomar algo?
-No hace falta...
-¡No! ¡Insisto! –Fue a la cocina, deseoso de poner metros entre la mujer y él, como si en lo profundo pensara que cuanto más lejos
estuviera su esperma de ella, mejor.-
Cogió un par de vasos y una de las innumerables botellas de té helado.
-Con el calor que hace, hay que estar bien hidratado. –Soltó de repente, sintiéndose ridículo por lo estúpido del comentario.-
-Gracias. –Dio un sorbo del gélido líquido.-
Estuvo pensando seriamente si encender la televisión, una tercera fuente de sonido donde posar sus ojos y dejarse llevar, aislarse de
esa rubia, que antaño le había parecido delicada, simpática y afable, y que ahora veía como una auténtica amenaza, peligrosa, muy
peligrosa.
-Como te decía... –Empezó ella, aclarándose la garganta.- Creo que...
-¡Espera! –Interrumpió él, sintiendo la ansiedad atenazar su cuerpo. Instintivamente, se había sentado en la parte del sofá más lejana
a la mujer.- Cristina y mi hermana me han comentado algo, creo que... Creo que...
-Oh... –Suspiró.- Ya veo...
-Pe... Pero... –El latido de su corazón se desbocó.- Yo no sé si... Digo, me refiero a que...
-Prefiero que lo escuches de mi boca... Es más apropiado... –Claudia le lanzó una mirada afable, tranquilizadora.- Al menos me
escucharas, ¿Verdad?
-Sí... Sí, claro... –Se pellizcó con fuerza en el muslo, intentando recobrar el sentido.-
Ella adoptó una pose reflexiva, le volvió a taladrar con esos ojos de mujer decidida.
-Quiero tener un hijo. –Explicó, con un tono de voz suave y modulado.- No es una decisión repentina, es algo que he meditado con la
seriedad que requiere... Dada mi... Condición... Bueno, ya me entiendes...
Raúl asintió, obviamente se refería a que era lesbiana.
-Mis opciones son limitadas... –Sacó del bolsito que llevaba un par de folletos.- Clínicas de inseminación artificial.
-Oh... Que bonitas... –Fue lo único que pudo decir, aún nervioso. Mirando los folletos de lejos.-
-El problema es que no me dejan escoger donante, y... –Tosió levemente para aclararse la garganta.- Tampoco tengo ganas de que el
semen de cualquiera acabe dentro de mi...
-Es comprensible. –Asintió, dándole toda la razón. Ni borracho se habría comportado de esa forma tan extravagante.-
-Aparte del hecho de que no me sentiría cómoda sabiendo que el momento... El momento de... –De nuevo tosió.- De la fecundación,
sí, sabiendo que sería tan frío, entre tubos de cristal e inyecciones...
Por unos instantes se puso en la piel de la mujer, la verdad es que era bastante trágico que un momento tan fundamental para su vida
fuera tan artificial a la vez.
-"Que coño..." –Dijo una vocecilla en su cabeza, con sarcasmo.- "Que no hubiera decidido ser lesbiana..."
-¿Me entiendes?
-Perfectamente...
-Si desechamos esa opción, tan solo me quedaría adoptar, pero realmente solo sería una medida extrema, yo prefiero... Tener a mi
bebé, en mi interior, sentirlo crecer... –Se le iluminaron los ojos.- Saber que estoy creando una vida...
La mujer instintivamente llevó las manos al vientre, acariciándolo como si ya estuviera embarazada y su bebé recibiera tales caricias.
Raúl no pudo evitar conmoverse, parecía que de verdad era un deseo profundo en la mujer.
-Bueno, bueno... También podría pedirle un "favor" a alguien de confianza... –La mirada que le lanzó era criminal, Raúl
instantáneamente pensó que debería ser delito que una mujer te observara así, haciendo que te derritieras, poco a poco, sintiéndote lo
más deseado y querido del mundo.- Alguien sano... Guapo... De características físicas similares...
Por unos instantes sintió como la mujer codiciaba sus ojos verdes y su rostro de rasgos suaves, él era un objeto, un simple objeto...
-Necesito... Lo necesito... –Murmuró ella, a la que se le quebró la voz por momentos.- Sé que no tengo derecho a pedírtelo... Ni
siquiera a decirlo... Pero...
Si estaba actuando, era la mejor actriz que jamás hubiera visto.
-Raúl... Lo he pensado, mil veces, quizás más... Eres el único chico así que conozco, el único que... –Sollozó levemente, una lágrima
brillante recorrió su mejilla.- Raúl... ¿Quieres ser el padre de mi hijo?
Silencio mortal.
Raúl, que ni siquiera parpadeaba, notó como su garganta se convertía en una dura superficie desértica. Cogió su vaso, que tembló en
su mano, y vació el contenido en su interior, como era de esperar se atragantó.
-"¿Cómo puede hacerme ese tipo de pregunta a mí?" –Pensó con pánico.- "Y además espera una respuesta... ¿Qué hago? ¡Qué
hago!"
-Lo que más necesitarás en este momento... –Se limpió los ojos, acuosos, con un pañuelo que sacó del mismo bolso.- Es pensar. Yo
solo... Te puedo garantizar todo tipo de... No sé... No tendrías ninguna obligación, es más, si quieras me inscribiría como madre
soltera... Económicamente no hay preocupaciones, aún tengo la mayor parte del dinero que conseguí de los patrocinadores en mi
etapa profesional...
Él se había olvidado por completo de que, efectivamente, la dulce alemana que ahora le pedía con ojos llorosos que fuera el padre de
su hijo, había sido nadadora de elite años atrás, incluso estuvo en unos juegos olímpicos. Eso incluso le añadía un morbo increíble a la
idea de acostarse con ella. Acostarse sí, fecundarla no.
-Y obviamente podrías verlo siempre que quisieras... –Siguió explicando ella.- Incluso, en unos años, si quieres, podríamos decirle
quién es su padre... Solo si tu quieres. Sino, puedes ser un tío, o un amigo cercano o...
-Claudia. –Habló por fin, incapaz de contener sus palabras por más tiempo.- Todo suena muy bonito, pero no estás pensado con
naturalidad...
-Pero...
-¡No! –Cortó tajantemente.- Mira, eres... Eres una mujer genial, y sé que serás una madre excelente... Pero yo no... ¡Acabo de guardar
mis muñecos en cajas! Por Dios, como le puedes pedir a alguien así que sea... Que sea... "Eso".
-Raúl...
-Y además, no creo ser precisamente el mejor ejemplo familiar posible, ¡Mis padres me odian! –Siguió, haciendo aspavientos, tenso.
Se señaló a sí mismo antes de decir.- Lo que ves es lo que soy, simplemente.
-Me gusta lo que veo. –Susurró ella, con ese tono de voz dulzón e irresistible. Los ojos de la chica, aún acuosos, le observaban con
ternura.- Creo que, por ahora, lo único que puedo pedirte, suplicarte, es que te lo pienses...
La chica se acercó a él y le dio un cálido abrazo, seguido de un beso en la comisura de los labios.
-Lo haré. –Concedió él finalmente.- Pensaré en ello. Pero...
-No, no necesito saber más. –Cogió su bolso y se encaminó hacia la puerta.- Decidas lo que decidas lo entenderé, y no me enfadaré
en absoluto, tenlo presente.
-Adiós, Claudia. –Ella le correspondió con una sonrisa, llegó a la puerta, la abrió, y se fue.-
-"Decidas lo que decidas no me molestaré." –Gruñó él, recordando sus palabras.- "Eso lo dice para que me sienta aún más culpable...
Joder, y ahora que hago..."
Tímidamente, en su mente se filtraron las imágenes de Claudia desnuda, hablándole con naturalidad, en el pasillo. Ella era preciosa,
sin ninguna duda, cualquier hombre la desearía, y tenía tanto morbo añadido... Ser lesbiana, completamente, no como su hermana y
Cristina, que aún jugaban a quererse sin decidir en que lado de su sexualidad vivir, aunque por lo que parecía, eternamente
deambularían por los dos. Pero no quería pensar en el dueto diabólico, en esos instantes solo tenía ojos para la radiante alemana.
Lesbiana, una atleta de elite, profesora... ¿Qué más se le podía pedir? ¿Cuántos chicos rechazarían una proposición similar? Litros y
litros de esperma malgastado a lo largo de su vida, y total, ella solo le pedía un poco, un poquito de nada, y a cambio, podría estar con
ella, besarla, conocer el sabor de su placer, arrancarle gemidos de placer...
Sin proponérselo, tales pensamientos habían desencadenado una considerable erección, perfectamente marcada en su pantalón de
estar por casa. Se miró la entrepierna, entre deseoso de bajarla y molesto porque su "gran amigo" pareciera tan contento ante toda
esa situación.
-"Instinto." –Se recordó minutos después, cuando terminó de masturbarse. Cansado, aún con las imágenes de Claudia ante sus ojos.-
"Simplemente eso."
Pasó bastante tiempo hasta que el tema volvió a salir a la luz, ni Cristina, ni su hermana, y mucho menos Claudia, parecieron
dispuestas a retomar la conversación, todas dejaban el peso de la decisión a él, que, indeciso e inseguro como era, se tomaba su
tiempo. Cada día le parecía eterno, entre el calor y la rutina de su vida normal, siempre había un hueco para recordar a la mujer.
Para aumentar su desazón, una de las noches que iba al encuentro de sus amigos para divertirse y tomarse un par de cervezas, vio, a
unos pocos metros por delante de él, a Estela y el famoso Gonzalo. Odio, eso es lo que sintió, o quizás frustración. El tal Gonzalo
parecía, al menos externamente, un buen tipo, incluso tenía cara de buena persona, algo que no ayudaba a mantener la imagen de
rudo amante del sexo que tenía a Estela esclavizada en la cama todo el día, follando sin parar. O al menos esa era la imagen que él le
había dado.
Se escondió para que no le vieran, puesto que no sabría como afrontaría el típico "Gonzalo, este es Raúl, Raúl, este es Gonzalo."
¿Podría decir "encantado"? No, lo más seguro es que le insultara, o quizás peor.
Y como dos no discuten si uno no quiere, o mejor dicho, si uno ignora al otro hasta desaparecer, pues todo bien. Faltaban cinco días
para que tuviera coger el tren que le llevaría a una nueva ciudad, un nuevo mundo y una nueva fase de su vida. Su maleta ya estaba
hecha, también las cajas que mandaría al dormitorio de su fraternidad mediante una empresa de mensajería.
-No es plan de ir cargado con cajas en el tren. –Le dijo su hermana cuando él se negó.- Además, yo lo pago, así que tú te callas.
Una gran sorpresa para él fue cuando un día entró en su cuarto y vio una caja que no reconocía como suya, no pudo reprimir un
suspiro de alegría cuando adivinó que lo que contenía era un ordenador portátil.
-Es tu regalo por cumplir 18 años. –Apuntó Laura, que junto a Cristina había estado esperando pacientemente que el incauto
descubriera su regalo.-
-Sé que viene un poco tarde, pero como ahora lo necesitas realmente... –Añadió Cristina.- Le hemos metido un par de cosas
interesantes, como regalito de despedida.
No tardó en encenderlo, surcando el suave e impoluto teclado. El "regalito de despedida" eran un montón de obscenidades, ya fuera
en imágenes o videos, incluso varias dedicatorias aquí y allá. Tardaría bastante en ordenar el caos de archivos que habían introducido.
Pero no pudo evitar emocionarse cuando vio el video que las dos mujeres, tiernas cuando querían serlo, le habían grabado para
cuando se sintiera solo.
Era un larguísimo video, en el que hablaban y hablaban, por primera vez con toda la ropa puesta, palabras reconfortantes, de ánimo,
incluso chistes y demás cosas sin sentido, pero que a él le parecieron geniales.
Ante tan magnifico regalo, no pudo evitar más que besarlas con ternura. Tampoco les negó un gran abrazo, tras el cual se
sorprendieron todos en silencio, como si fuera un ensayo más de la gran despedida que sucedería unos días después.
Pasó toda la tarde instalando programas y grabando archivos. De madrugada, con los ojos cansados y la espalda rabiando de dolor, lo
apagó, despidiéndose de su nuevo fondo de pantalla, una foto de él y el dueto infernal, una buena imagen de los tres sonrientes.
-"Empiezo a sentir nostalgia..." –Pensó, mientras intentaba dormir.- "Y todavía no me he ido..."
En ese estado de duermevela, siguió pensando, llegando, una vez más, al terreno Claudia, arenas movedizas...
-"Pobrecita..." –Se le cerraban los ojos, poco a poco.- "Ella solo quiere tener un hijo... Que egoísta por mi parte... Al menos intentarlo...
Las mujeres no siempre se quedan embarazadas... Si lo intentamos y no sucede, así podré dormir en paz... Y ella... Ella... Es tan gua...
pa..."
Y se durmió.
La mañana siguiente fue soleada, como todas, se despertó como unas castañuelas, con un runrún en la cabeza, una apuesta, un
juego arriesgado más bien. Buscó el teléfono de Claudia en la agenda de su hermana y marcó. Ella habló en alemán, nunca la había
escuchado hablar así, relajada, en su lengua nativa. La verdad es que incluso un idioma tan rudo como el germano quedaba
suavizado a través de sus labios.
-Raúl, ¿Eres tu? –Preguntó ella, reconociendo su voz.-
-Sí, Claudia, ¿Cómo estás?
Hablaron durante un rato de banalidades como el calor, la playa, piscinas y cosas así, llegado el momento, hubo un breve silencio.
-He estado pensando... –Dijo él al fin.- Que quizás... Podríamos intentarlo, una noche...
-...
-Sí, sé que no es mucho, pero... –Había preparado la frase siguiente a conciencia, sabiendo que desarmaría cualquier otro argumento
de la mujer- Si tiene que pasar, pasará.
-Tienes razón. –Dijo ella al final, transcurrido casi un minuto de completo silencio.- ¿Estás seguro?
-No. –Comentó sinceramente.- Pero... Si me ayudas, podré hacerlo.
-Raúl...
Antes de que pudiera pensárselo, le pidió que le dijera donde y cuando, teniendo en cuenta que se debía marchar. Ella le citó en su
casa, un par de días antes de que su adiós definitivo. Se despidieron, y, antes de colgar, hubo un mutuo silencio, ¿Qué esperaba?
¿Qué se echara para atrás? Si le llega a dar un par de segundos más...
Esperar la fecha señalada fue más bien difícil. El día D a la hora H, se aseó, se puso de punta en blanco, y se encaminó, como una
vaca al matadero, sabiendo que lo que tuviera que pasar, pasaría. No había vuelta de hoja, su sentido común le decía que estaba loco,
absolutamente loco, pero su virilidad y, sobretodo, el "machito" que llevaba dentro, sabía que oportunidades como esa no se darían
mucho, además, era una buena obra.
-"Una buena obra, una buena obra." –Se repetía él, una vez tras otra, soñando que todo era una telenovela a cuyo protagonista había
suplido, esperando el "corten" del director para irse a almorzar.-
El taxi le dejó en la puerta del gran edificio cuyas señas le había dado Laura, llamó al videoportero, Claudia le saludó cortésmente y le
invitó a entrar. En el ascensor pasó lo peor, tuvo intención de irse, huir, incluso llegando a posar las manos en las puertas metálicas,
decidido a abrirlas y lanzarse a una carrera precipitada por las escaleras, antes de que la dulce alemana y sus dones le embrujaran y
le llevaran a cometer un error.
Cobarde al final, se encontró frente a frente con ella, la puerta de su hogar entreabierta, y un suave olor a magnolias emergiendo del
interior, llenando todo el descansillo del ascensor.
-Gracias por venir. –Saludó ella, regalándole su sonrisa.-
-Eh... Sí... Venir...
Tuvo que forzar la mandíbula para cerrarla, puesto que el atuendo con el que la mujer le había recibido era todo menos discreto. Un
camisón de finos tejidos, sugerente, remarcando cada parte de su anatomía, con la ropa interior a juego, incluso las suaves zapatillas
que llevaba eran del mismo color, un color hueso pálido, o quizás carne, o quizás uno de esos colores extravagantes que un chico no
podría diferenciar de otro que se le pareciera.
Y entre la nube de aroma a magnolias y la belleza personificada al otro lado de la puerta, supo que iría hasta el final esa noche, lo
supo... Y le gustó.

Capítulo XXXVII
Desde que se cerró la puerta a su espalda supo que él era Ali Baba y que había entrado en la Cueva de las Maravillas. La casa de la
chica, un coqueto apartamento de cuatro habitaciones en el que vivía sola, estaba decorado de forma clásica pero no sobrecargada.
El aroma a magnolias provenía de un gran ramo de estas flores que ella tenía en el salón, y, flor a flor, en casi cada punto de la casa,
una fortuna en flores aromáticas, sin duda. Del salón sorprendía que en vez de los habituados sofás, tan solo había una gran y tupida
alfombra, así como una mesa baja con varios cojines a su alrededor. Estilo árabe en el salón, delicadeza impoluta en los baños, una
cocina donde el acero inoxidable brilló por doquier...
-Sé que parece demasiado grande para una sola persona. –Se excusó ella, pareciendo modesta, mientras iban hacia su habitación.-
Pero en verano suelen venir mis padres... Les encanta el clima de esta zona.
-Entiendo... –Prestaba poca atención a la decoración, realmente llevaba buscando un buen cumplido que hacerle a la mujer desde que
se habían cruzado sus miradas.- Claudia, hoy estás preciosa...
-Eres un cielo. –Le estrechó la mano con ternura, sonriendo, ella también estaba nerviosa.- He pensado que antes de... Bueno... He
preparado algo de cenar, ahora si quieres...
En realidad parecía haber improvisado, puesto que estaban frente a la última puerta, la que por eliminación debía ser su habitación.
-Claro... –Agachó levemente la cabeza.- Si lo hubiera sabido habría traído algo de vino...
-¿Ya les llevas vino a las chicas? –Rió ella, más relajada, conduciéndole de nuevo al salón.-
-En realidad sería la primera vez que lo hago. –Confesó él, correspondiendo su sonrisa.- Pero en las películas funciona...
-Oh... –Le abrazó levemente.- Aún eres tan joven... Tienes tanto que aprender... Los hombres que hacen grandes regalos suelen tener
grandes carencias en otros campos...
-¿Entonces el vino que viene a tapar? –Preguntó él, notando el suave tacto de la ropa interior femenina en el brazo.-
-Digamos que... –Le guiñó el ojo.- Cuanto más cara sea la botella, menor será su...
-Entiendo, entiendo. –Murmuró él, captando la indirecta. Siguiendo el juego, adoptó una pose insegura.- Entonces tendría que haber
traidor dos, porque...
Entre carcajadas, llegaron al salón. La mujer le invitó a descalzarse y sentarse en uno de los cojines. Desde la puerta no se había
dado cuenta, pero lo que él había tomado como la forma de la mesa, era en realidad una bandeja enorme, recubierta por una tapa
ovalada de metal labrado, como en los hoteles de las películas.
-Señores y señoritas... –Exclamó con voz recia, mientras se sentaba, como hablando a un público inexistente.- Bienvenidos al
Restaurante Alhm Nasser, especialidad de la casa, platos típicos del Norte de África...
Con un grácil gesto, levantó la tapa de metal, menos pesada de lo que debía parecer. Una nube de vapor emergió, así como un
profundo olor a especias y carne.
-Vaya... –Aplaudió.- Sin haberlo probado, ya le pongo un diez a la presentación...
-Gracias, gracias... –Mientras que Raúl se había sentado de forma forzada, no estando acostumbrado a la posición, ella lo hizo como
una auténtica experta.- Aceptamos propinas...
-Me vas a tener que ir guiando... –Carraspeó, esa frase le sonaba conocida.- No he probado nunca ninguno de estos platos...
-¡Un novato! –Celebró, contentísima.- Tranquilícese usted, señor cliente, le prometo un universo de deleites en su paladar... Ahora,
dígame, que bebida prefiere, ¿La número 1 o la número 2?
-La 2. –Ella le sirvió de una tetera de cobre en un pequeño vasito.- Estoy en tus manos.
-Tranquilo, quedará satisfecho. –Mientras decía esto había levantado la mirada ligeramente, buscando sus ojos verdes. Había doble
sentido, al menos eso juzgó él.- Y ahora... ¡Eh! ¡Un momento! ¿Se ha lavado las manos el señorito?
-Bueno... –Se aclaró la garganta.- Si me disculpa la camarera, no tardaré ni un segundo.
-"¡Que fallo!" –Pensó, mientras volvía al cuarto de baño y se lavaba las manos, observando de paso que, al contrario que su baño,
donde su hermana tenía todas sus cremas y potingues colocados a lo loco, en ese baño el orden era absoluto, incluso los peines
estaban alineados.- "Y esa ropa... Dios... Si se hubiera puesto ligueros y medias, no habría aguantado más... ¡Como puede ser
lesbiana una mujer así!"
Con las manos limpias, volvió al pequeño restaurante norteafricano que tenían montado en el salón, había estado tentado de
entreabrir la puerta del cuarto de Claudia para otearlo, pero su decencia le pudo, total... No tendría que esperar mucho para verlo.
Ella ya había servido un líquido negro en los vasitos, así como colocado diversos platos alrededor de la bandeja.
-Limpias. –Le mostró las manos, guiñándole el ojo.- La próxima vez que venga de jugar te prometo lavármelas bien, mamá.
¡Pero que idiota era! Casi se tropieza en la alfombra cuando soltó la palabra "mamá", se sintió profundamente cohibido de repente.
-"¿Mamá? ¿Mamá? ¡Gilipollas!" –Se amonestó en la intimidad de su mente.- "Mamá es precisamente lo que le gustaría ser, y tu, y
tu..."
Ella, notando como el nerviosismo brotaba en su rostro, le tendió el vasito, con la misma sonrisa acogedora de siempre. Dio un
pequeño trago, con miedo a lo que pudiera degustar, sorprendiéndose al sentir un cálido té, o algo parecido, embriagando su paladar.
-Está bueno. –Afirmó, dándole el visto bueno.- ¿Dónde conociste todos estos platos?
-Bueno... –Empezó a servir pequeñas cantidades de alimentos desconocidos en platitos de metal.- Mi padre era el encargado en el
Norte de África de varias empresas alemanas, como un embajador, pero comercial. Mi madre y yo vivimos en sitios tan exóticos como
Jordania, Túnez, Egipto, Líbano o Marruecos.
-Vaya... –Silbó él, sorprendido.- Debió ser duro.
-¿Duro? –Negó con la cabeza.- Es lo más emocionante que hice en mi vida, cada poco tiempo nos mudábamos, conocía países
nuevos, culturas... A veces, por las noches, escuchábamos cuentos de la zona alrededor de una hoguera enorme a la que lanzaban
hierbas aromáticas. ¡Nunca me sentí tan viva!
-Se te iluminan los ojos, y solo lo estás pensando. –Raúl asintió.- Debió ser tan bueno como me lo pintas...
-Pero luego volvimos a casa... –Continuó, ligeramente apenada.- Mi madre quería que recibiera una buena educación allí, pensaba
que tanto viaje y tanta cultura extranjera me confundiría...
-Y así has acabado. –Levantó las palmas hacia el cielo, con gesto de desesperación, logrando su objetivo de arrancarle una sonrisa a
Claudia.- Ella tenía razón, sin duda, no conozco a tu madre y ya me está cayendo bien...
Ella bufó, al tiempo que le extendía uno de los platitos.
-Toma, pruébalo, con las manos, tranquilo, aunque procura no mancharme la alfombra... –Había un tono peligroso en sus palabras,
incluso le salió el ligerísimo acento alemán que raramente demostraba.- Por tu bien...
Él cogió el único ingrediente del plato que reconocía, un dátil, antes de llevárselo a la boca recordó que la única utilidad que le había
dado él a los dátiles era usarlos de arma arrojadiza en el patio del colegio, junto con las piñas de los pinos. Entre aprobación, plato
nuevo, sorbo de té, anécdota y risa, la tarde-noche fue tomando un aire distendido, incluso alegre. Raúl procuró no comer mucho, no
tenía apetito y, además, tampoco era muy proclive a probar comidas tan exóticas, incluso el kebap le provocaba desconfianzas...
Después de probar una especie de chocolate, con un relleno dulzón que Claudia se negó a confesar de qué estaba compuesto, dieron
por terminado el aperitivo. Mientras volvía a cubrir la mesa con la bandeja, argumentando que luego lo recogería todo, hubo un breve
silencio.
-"Ha llegado el momento..." –Pensó él.-
-Raúl. –Ella le miró con infinita benevolencia.- Si quieres irte, lo entenderé.
-Sí, me voy... –Se puso en pie, con gesto pesado, notando adormecidas las piernas a causa de la posición.- A lavarme las manos,
claro.
Resopló por el pasillo, desesperado de nuevo por su propio comportamiento. El peligro acechaba y él se negaba a salir corriendo. ¿Y
todo por quedar bien?
Lavó sus dedos con jabón, arrancando el olor de las especias y el chocolate, también se enjuagó la boca ligeramente, dispuesto a
demostrarle a Claudia cual era el verdadero sabor de sus besos. A ella la encontró en la cocina. Realmente le había sorprendido que
desde el principio llevara puesto ese conjunto de ropa interior, podría haber estado más cómoda vestida con normalidad.
Claudia también parecía limpiar sus manos, él, desde atrás, la rodeó con sus brazos, introduciendo sus manos bajo el chorro de agua
del grifo, estrechándolas con las de la mujer, acariciándolas, entrelazando sus dedos. Ella giró levemente el rostro y él se dio cuenta de
que sus ojos estaban húmedos, como cristal de botella al Sol.
-¿Por qué lloras? –Preguntó de inmediato.- Hice algo mal, te he importunado...
-No, no. –Ella se mordió el labio inferior, gesto típicamente femenino.- Es que... No puedo hacerte esto... Tu eres tan... Serás un
hombre genial algún día, y harás muy feliz a una mujer, yo no puedo... No puedo pedirte que...
Silenció sus labios con un beso. En realidad era curioso, la había tenido desnuda completamente delante varias veces, en bañador
durante un par de años, había recorrido su cuerpo con mirada lasciva en cientos de ocasiones... Y sin embargo, nunca la había besado
de verdad.
-No podemos... –Intercambiaron más besos.- Hacer... Esto...
-Claudia... Mírame... Estoy aterrado... Pero... Sé que es lo que debo hacer. Si mi corazón late con fuerza... Yo digo... Adelante...
-Adelante... –Mantenían las manos alejadas el uno del otro, pues las tenían mojadas y no se habían parado para secárselas.- Oh,
Raúl...
Las manos mojadas de la chica volaron sobre su ropa, desnudándole prontamente de cintura para arriba. Él aprovechó y se secó con
la camiseta, antes de tirarla a los pies de la nevera. Claudia le condujo de nuevo al salón y le recostó sobre la mullida alfombra. El
cuerpo de la mujer era tan suave, tan sinuoso... Ella bajó de sus labios y empezó a besar su cuerpo, su tórax, repasó con su lengua el
vientre del chico, donde se marcaban tenuemente esos abdominales que le había visto conseguir, brazada a brazada, en la piscina.
Él se dejó hacer, lanzando una caricia de vez en cuando, y con un pensamiento recurrente en la cabeza que no quería dejar escapar.
¿Estaría ella disfrutando esas caricias? Es decir, si era lesbiana... ¿Podría experimentar placer con un hombre?
Esas inquietudes le pararon un poco, y ella, sagaz, lo notó.
-¿Ocurre algo? –Susurró, apoyando la barbilla en su ombligo.-
-Yo... Es que... –Miró hacia otro lado.- Me preguntaba... Yo sé que tu... Que a ti te gustan las mujeres... Y... Es que...
-Raúl. –Masculló, con una sonrisa amable, cada vez más enternecida con él.- Mi mente me dice que ame a las mujeres... Pero mi
cuerpo está creado para dar y recibir placer de hombres... Tus caricias, tus besos... Hoy, para ti, soy una mujer...
La verdad es que él se sentía tan enternecido como los ojos de la mujer le veían, sus labios se fundieron, una vez más. Sus manos
acariciaron los sinuosos tejidos de la mujer, adentrándose por las zonas de carne que dejaban al descubierto, acariciando su piel, esa
piel tan fina, que le permitía notar el calor de su interior...
Pronto cedieron los tirantes del camisón, que se escurrió por su piel, mostrando aún más claramente su ropa interior. Decir que
Claudia era solo una "mujer guapa" era poco menos que blasfemar, en ella se concentraban muchas virtudes que, quizás, se habían
mantenido tan luminosas al no estar ofrecidas para los hombres, sino para los labios de otras mujeres, sus caricias certeras, su "otra"
forma de entender el amor... Y él ahora tenía oportunidad de disfrutarlas todas.
Acarició sus piernas, sus muslos, su trasero, le besó la espalda, recostándola sobre la mullida alfombra, siguiendo su columna con una
suave caricia, llegando al cierre de su sujetador y liberando sus senos. Parecían estar en la playa, y él disponerse a ponerle crema.
Sopló con extrema sensualidad en el cuello de la mujer, que se estremeció, permanecía con los ojos cerrados, tumbada boca abajo.
Acarició su pelo, sus brazos, sus dedos, besó las palmas de sus manos como si las de una Santa llegada de los cielos se tratase...
Ella se dio la vuelta, mostrándole sus preciosos senos, abandonándose a las manos del joven. Pasó su mano frente a su rostro y
realizó un gesto extraño, como si le quitara una máscara vaporosa que tenía delante, impidiéndola ver con claridad. Sus ojos se
posaron en los suyos, y parpadeó como si, en efecto, fuera la primera vez que lo veía. Se inclinó para besarla, dos veces, acarició los
lóbulos de sus orejas, su cuello, rozándolo...
Las yemas de sus dedos acariciaron sus brazos, en especial esa zona extremadamente sensible y muy desconocida para la mayoría,
la zona interior de los codos. Ahí siguió el camino imaginario de sus venas, quizás una ruta del placer bajo su piel, hasta llegar a sus
senos, pero antes acarició y besó sus suaves axilas, arrancándola un estremecimiento, una sonrisa...
Sus pezones, de tonos claros, como todo en ella, se erguían, amplificando el placer y el bienestar que sus caricias le habían
proporcionado. Ni los pellizcó, ni los manoseó, extendió sus caricias por ellos, más suaves y lentas que en ningún otro sitio. Dibujó
círculos con la yema de sus dedos en sus aureolas, paseó sus dedos sobre sus pezones, haciendo que ella emitiera un suspiro
anhelante.
Sendos besos fueron su carta de despedida, pues siguió bajando, acompañando sus caricias de un soplido suave, muy suave, como
había hecho antes en el cuello, provocando que hasta el más delicado pelito de su cuerpo se erizara, y de nuevo otro suspiro
anhelante. Besó sus caderas, acarició sus muslos por dentro, varias veces, hasta hacerla estremecerse una vez más.
El silencio total, el ambiente increíblemente romántico... Él estaba también muy excitado, relajado, pero excitado, contagiado del aura
de sensualidad que tenía toda la escena. Con dedos delicados sujetó el elástico de sus braguitas, su culito se levantó suavemente,
permitiéndole quitárselas, aprovechando el viaje para acariciarla, dejar la huella de sus dedos, atentos, siempre atentos...
Con total silencio, se quitó los pantalones, los dobló y, levantando de nuevo las caderas de la mujer, lo situó debajo, con cuidado de
que la cremallera quedara hacia el suelo. Tener su sexo delante de sus ojos le hizo suspirar, y esa leve corriente de aire sirvió para que
la mujer, en estado de relajación total, con los ojos cerrados totalmente, volviera a sentir una onda de placer recorrer su cuerpo, como
si fuera un lago al que lanzan una piedra.
Se acercó, cara a cara con su bellísimo objetivo. Sopló, de nuevo, suavemente. Más estremecimientos...
Claudia tenía el vello público tan suave y fino que apenas si se veía. Algunos de sus dedos juguetearon con esos suaves pelitos, otros
comenzaron a dibujar el contorno del sexo de la mujer, como si él fuera ciego y tuviera que formarse la imagen dibujándola con sus
yemas, una imagen que sería preciosa, pintada toda del rosa perlado que reinaba en su interior, pequeños retazos de humedad en sus
labios, en su vagina...
Rodeó varias veces su clítoris, con extrema suavidad, observando como su vientre oscilaba, arriba y abajo, arriba y abajo... Nunca
había acariciado el sexo de una mujer de esa forma, donde el sonido y la premura parecían pecado. Con toda la suavidad que pudo,
se inclinó entre sus piernas y unió su lengua al cadencioso ritmo de sus dedos en sus muslos. No estaba devorando el sexo de una
mujer, estaba lamiendo un caramelo especialmente apetitoso. Siempre con todo el tiempo del mundo por delante... Lentamente, muy
lentamente...
Pese a que los sonidos quedaban mitigados por sus profundas respiraciones, el cuerpo de la mujer si reaccionó al nuevo tacto que
tenía entre sus piernas, cada vez hacía falta más aire para llenar sus pulmones, sus caderas ahogaban el ansia de más placer
levantándose, más y más cada vez, y sus manos, se cerraban con fuerza en la alfombra.
Tras sus labios, fueron las paredes de su vagina, y el caramelo seguía ahí, con el mismo sabor inigualable que instantes antes, lamía
poco a poco, por miedo a gastarlo, por miedo, quizás, a desencadenar el orgasmo que diera por terminado uno de los momentos más
sensuales y románticos que en su vida contemplaría...
Pero cuando su lengua dio un suave saludo al inflamado clítoris de la mujer, el cenit de esta se desató, demasiado tiempo oculto tras
la acumulación de caricias, estremecimientos y caderas anhelantes. La chica no gritó, tan solo dejó escapar ahogadísimo jadeos,
como si aún en el éxtasis, se obligara a no romper ese silencio mágico que les rodeaba. Su cuerpo se erizó, sus caderas se
levantaron, tirando de su cuerpo hasta poco más y hacer el pino puente. Fuertemente se apretaban sus muslos, buscando el mínimo
contacto, la más leve fricción que prolongara un segundo, una milésima, el inmenso placer que sentía.
Raúl se emocionó al ver esa escena, se le humedecieron los ojos, él lo acusó a que se le habría metido una pestaña en el lacrimal,
pero sabía que no, que en el fondo, también sentía como suyo ese placer, y sobretodo, esa magia con la que se había conseguido. El
niño se hacía hombre.
No tuvo ningún tipo de dificultad, observándola, con la cabeza ligeramente ladeada, en esperar cinco o seis largos minutos, hasta que
la mujer se relajó por completo, padeciendo de vez en cuando otra de esas ondas de placer con epicentro en su sexo, con una sonrisa
infinita en su rostro, complacida mucho más lejos de lo que su imaginación le hubiera llegado a atisbar.
Abrió los ojitos poco a poco, como saliendo de un sueño muy profundo. Le dedicó su sonrisa más radiante.
-Siempre lo supe... –Susurró, con un hilo de voz, como si hablara de muy lejos.- Tú no eres como los otros...
Intentó incorporarse, pero sus músculos aún no se habían recuperado, o quizás simplemente no querían recuperarse, del gran
impacto causado por ese hermoso orgasmo.
-Nadie me había tocado así en... –Sollozó.- Ni siquiera recuerdo si alguien me ha tocado así alguna vez... Ha sido...
Finalmente se obligó a levantarse, despacio, temiendo que le fallara la coordinación.
-Incluso tuviste el detalle de colocar tus pantalones bajo mi sexo para no manchar la alfombra... –Los sacó y le tendió el cuadrado
arrugado de ropa en el que se habían convertido al doblarlos. Una pequeña mancha de humedad se dibujaba en un lado.-
La mujer lo estrechó entre sus brazos, él correspondió su abrazo con infinita ternura, sintiendo mutuamente sus cuerpos durante un
extenso lapso de tiempo.
-En un minuto... –Susurró ella.- Ven a mi cuarto.
Se marchó, caminando de espaldas, sin querer perder contacto visual en ningún momento, queriendo prolongar lo máximo posible esa
escena mágica. Un par de minutos después, Raúl tocó a la puerta cerrada del cuarto de la mujer, que respondió con un "adelante"
incitador. Si la casa de Claudia era la Cueva de las Maravillas, su cuarto sería, sin duda, la Cámara del Tesoro.
Entró, sin vacilar su voluntad ni un segundo, ya no había vuelta atrás.

Capítulo XXXVIII
Sus ojos tardaron unos instantes en acostumbrarse de la luz del pasillo a la tenue iluminación de la habitación. Había velas, docenas
de velas, colocadas hasta en el más pequeño recodo. Todas encendidas, tintineando con su luz anaranjada. Vislumbró una ventana
tapada por pesadas cortinas, algún que otro mueble de aspecto antiguo y caro, pero olvidó por completo todo eso cuando advirtió una
gran cama con dosel, una cama de cuento de hadas, preciosa hasta el más mínimo detalle.
-Ven, acércate. –Susurró la voz de Claudia, llamándole desde el otro lado del dosel.-
No vaciló. Despacio, se introdujo tras las aterciopeladas cortinas, ella estaba tumbada en la cama, ofreciéndose, como si de verdad
todo se tratara de un cuento de hadas y ella fuera la princesa que aguarda el retorno de su amado.
-Eres preciosa...
Ella sonrió, halagada por su cumplido. Extendió una de sus delicadas manos hacia él, que fue a buscarla, y le condujo hacia un lado
de la mujer. Se miraron a los ojos, verde y verde, los suyos oscuros, los de ella claros, juntos, perfectos. Se besaron nuevamente,
iluminados sus contornos por la luz de las innumerables velas, se acariciaron, ella buscó con su mano la entrepierna del joven, y bajó
lentamente, dispuesta a devolver con sus manos, sus labios y su lengua, una parte de los placeres que él le había entregado en el
salón.
-"Ya está." –Pensó una vocecilla en su cabeza.- "Ahora haréis el amor... La dejarás embarazada y..."
Ella acarició sus testículos, su perineo...
-"¿Vas a dejar que esa pobre criatura viva sin un padre?" –Continuó el monologista interior.- "¿Es que no has sufrido lo suficiente la
soledad de vivir sin tus padres?"
Su lengua siguió a sus manos...
-"Romperás su corazón..." –El veneno fue extendiéndose por su cuerpo.- "Condenarás a un ser inocente a la infelicidad... Me das
asco..."
Sus ojos se movían rápidamente, su respiración estaba agitada, pero no por la excitación, sino por el súbito ataque de pánico, el
miedo que bajaba desde su mente, atenazaba su estomago y "mataba" su incipiente erección.
Fueron instantes muy complicados de describir, pero él, miedo y pánico fuera, tenía una cosa clara, había tenido un gatillazo en toda
regla. ¡Un gatillazo! ¡Que podía hacer! ¡Que podía decir! ¡Nunca le había pasado!
Claudia lo había notado todo perfectamente, la inquietud rezumaba por cada poro de la piel del joven, por su rostro teñido de blanco,
aún a la exigua luz de las velas, y, sobretodo, por sus ojos, cubiertos de un velo de terror.
Como si siguiera todo con normalidad, la mujer abandonó su infructuosa estimulación y volvió a subir, repitiendo el mismo recorrido,
mordiéndole levemente el cuello, besándole con pasión. Pero él miraba hacia un lado, totalmente fuera de la partida.
-Lo... Lo siento... –Murmuró Raúl, sin dejar de mirar hacia otro lado, sin siquiera parpadear.- Nunca... Nunca me había pasado... Yo...
-Chsst... –Le ordenó callarse.- Sin desnudarte has sido capaz de llevarme al séptimo cielo... No tienes que avergonzarte...
-Pero... Pero... –Se sentía humillado hasta en el alma.-
-A veces nuestro cuerpo no puede evitar seguir las decisiones de nuestra mente, aunque no sean las decisiones que habíamos
elegido seguir. –Ella besó su espalda.- Cuando tenemos frío, tiritamos... Cuando nos asustan, el cuerpo se tensa... Cuando tenemos
miedo, el cuerpo se...
-¡No tengo miedo! –Agradeció no estar mirando a la mujer a los ojos, puesto que habría podido comprobar que efectivamente, era
miedo todo lo que se dibujaba en su rostro.- Es solo que... Si sucede... Si ocurre...
-Será algo maravilloso.
-Sí, claro que sí, crear vida es algo maravilloso, pero... –Se mordió la lengua, pero no dejó de hablar.- Yo he crecido "solo"... Y el bebé...
El bebé merece nacer en un mundo donde tenga un padre y una madre que se desvivan por él...
-Raúl...
-Que le lleven al colegio por las mañanas, le enseñen a montar en bicicleta, jueguen al fútbol con él y le lleven al circo para ver los
payasos... –Se enjuagó una lágrima rebelde que había aparecido corriendo por su mejilla.- Aunque a mí me dan miedo los payasos,
pero es igual.
Notaba la respiración de la mujer en la espalda, pero esta no habló.
-Alguien tendrá que hablarle de chicas. –Siguió.- Y enseñarle a defenderse por si algún imbécil se mete con él en el colegio... Ya sabes,
cosas de chicos...
Escuchó sollozos a su espalda, se dio la vuelta, alarmado, y vio a la mujer, boca arriba, llorando. Grandes lagrimones recorrían su cara
y desaparecían en las sábanas.
-¿Por qué lloras? –Preguntó él, destrozado por la imagen.-
-Porque todo lo que dices es tan bonito... –Se tapó la cara con las manos.- Solo decirlo, desearlo con tanta sinceridad, te convierte en
un gran padre...
-¡Pero si no soy padre! –Y sus ojos correspondieron a la mujer, y grandes lágrimas empezaron a brotar de ellas, lágrimas causadas
por heridas del pasado y pensamientos del futuro.-
-¡Pues deberías serlo!
-Pero si no sé ni cambiar un pañal... –Sollozaba.-
-No se nace sabiendo. –Ella se incorporó para mirarle.- ¿Y tú por qué lloras?
-Yo que sé... –Gimoteó, aspirando por la nariz.-
-Raúl, eres tan tooonto... –Su lloriqueo fue infantil, pudiendo haber utilizado alguna palabra más fuerte o malsonante, se dio la vuelta y
hundió la cara en la almohada, amortiguando así el sonido de sus sollozos, que llegaban lejanos pero claros.-
Y él no pudo parar, y se encontró llorando todo lo que no había llorado en su vida, ya no había nada que ocultar. La almohada quedó
húmeda de tanta lágrima antes de que, tan súbitamente como habían empezado, cesaran.
Su vientre empezó a contraerse, pero esta vez no por los sollozos, sino por una risa furibunda que emergía de todos los recodos de su
cuerpo. Se sentía aligerado de un gran peso, como si le hubieran quitado un traje de plomo que llevaba desde hacía años... Sus labios
empezaron a dejar emerger las carcajadas, incontenibles.
Claudia salió de su refugio, emergió su cabeza de la almohada y le observó, sin comprender.
-¿De que te ríes? –Preguntó, limpiándose más lágrimas.-
-Es que... –Hipó, no sabía si a causa de la risa, de las lágrimas o de ambas cosas.- Míranos... Estamos aquí... En la cama, desnudos...
Llorando como si los bebés fuéramos nosotros... Es tan... Surrealista...
Ella estaba perpleja, parpadeó un par de veces, y su mueca se fue tornando también en una sonrisa, contagiada por las carcajadas
que el chico soltaba cuando no tenía que hablar.
-"Hola, soy Raúl, he venido a llorar." –Se descoyuntó él de tantas risotadas, golpeando la cama con el puño, incapaz de contenerse.-
Es tan... Extraño...
-La verdad... –Su risa sonaba más fresca y vital que la del chico.- Es que si que eres extraño...
-Pues mira que tu. –Se tuvo que limpiar un reguero de lágrimas, pero esta vez eran de tanto reír, se había tenido que incorporar
porque al estar tumbado le dolían los costados.- Que se supone que yo soy un "niño", pero tú eres una adulta... Mírala, llorando con la
almohada, y llamándome tonto...
Extendió la "o" final en una sonora carcajada, frotaba sus costillas, se estaba desternillando, nunca, jamás, ni siquiera una de las
pocas veces que probó la marihuana y estuvo diez minutos riéndose de la luz amarilla de un semáforo que parpadeaba, se había
reído de esa manera.
Ella también se reía sin parar, con más estilo, de una forma más femenina, pero con risotadas largas y airosas. Cualquier persona
ajena que hubiera observado la escena les habría tomado por dos dementes fugados de cualquier sanatorio mental. Pronto tuvieron
que mitigar la risa, puesto que sus mejillas y sus costillas clamaban de dolor, y sus pulmones de falta de aire. Se tumbaron de nuevo,
lanzando esos "Aiss..." que se suspiran después de una buena tanda de risas de vez en cuando, aderezado por alguna carcajada
individual.
-Ufff... –Él se enjuagó la cara definitivamente, utilizando de nuevo la maltratada almohada.- Como lo necesitaba... Ha sido...
-Reparador. –Terminó ella, soltando una gran bocanada de aire.- Menuda noche tan...
-Especial. –Se anticipó esta vez él.-
Se buscaron mutuamente las miradas, hacía rato que sus manos se habían entrelazado, encontrándose por casualidad entre las
sábanas.
-Parece que no soy el único en sentirse mejor... –Comentó él, lanzando una fugaz mirada hacia su entrepierna, donde su miembro
respondía poco a poco a un incipiente deseo sexual, olvidadas todas las inquietudes.-
-¿Te atreves? –Preguntó ella, robándole un beso.-
-Tranquila, no te juzgaré mal. –Ironizó él.- Comprendo que no tengas mucha experiencia tratando "artefactos" de ese tipo...
-¿Oh? –Ella levantó mucho las cejas y asintió.- ¿Eso crees? Estás muy crecidito tú, te voy a tener que dar una lección...
Gateó hasta situarse frente a su miembro, sin más preámbulos, lo engulló. El placer llegó esta vez al cuerpo del joven, la verdad es
que se le habían despertado unas ganas increíbles de penetrarla, pero esas caricias bucales nunca eran mal recibidas. Se acomodó,
notando la lengua de la mujer recorrer su miembro, deduciendo poco después que no era una gran experta en ese tipo de asuntos,
pero eso le era indiferente, su erección creció hasta alcanzar pleno tamaño.
-Toda tuya... –Masculló él, con la lengua fuera, deseoso de más placer.-
-No, no. Tú encima. –Determinó ella de inmediato, volviendo a su posición inicial y tendiéndose, dispuesta a recibir el cálido abrazo de
Raúl.- Que soy demasiado "inexperta".
El sarcasmo de la mujer le excitó aún más, quizás se había perdido gran parte del romanticismo tenido en el salón, pero esto... Esto no
estaba tan mal. Con un par de gestos se situó encima de la mujer, dispuesta a cubrirla, como un animal deseoso...
La besó una vez más y agarró su miembro ardiente, situándolo en la entrada de la también excitada mujer. Solo cuando estaba a
punto de penetrarla, una última duda le embargó.
-Oye, Claudia... –Carraspeó, azorado.- Tu no serás... Quiero decir... No serás...
-¡Por favor! –Ella le lanzó la almohada, entre risas exasperadas.- No, no soy virgen, ¡Quieres dejar de buscarte excusas y empezar de
una vez!
Él le devolvió la almohada y le sacó la lengua, sin esperar más, entró.
-Que maravilla... –No pudo evitar bramar, sucumbiendo a su puro instinto.-
La mujer estaba caliente, bien lubricada y, además, sus paredes vaginales apretaban con fuerza. ¿Qué más se podía pedir? Comenzó
lentamente, deseoso de prolongar este ansiado placer. Sus manos volaban de vez en cuando a los pechos de la mujer, jugando con
sus pezones, acariciando con fuerza el contorno de sus senos.
El ritmo comenzaba a ser rápido, ella jadeaba, buscaba sus ojos, aunque la mayor parte del tiempo los cerraba, buscando la mayor
parte de placer posible con el joven muchacho, concentrando todos los sentidos de su cuerpo en las acometidas de este.
-Mmmm... –Gimió ella, suspirando.-
-Oh... Ya... Estás... Rendida... –Farfulló, buscando el aire.- Que poco aguantas...
-Aaaah... –Siguió ella, ignorándole, concentrándose en su placer y en lo que venía.-
-Ya está... –Avisó finalmente, incapaz de aguantar más.- Si tiene que ser, se... raaa...
Se aferró con fuerza a la mujer, deseando clavarle su miembro lo más dentro posible, sintió el indescriptible placer de varios chorros
de esperma salir y perderse en el interior de la chica, la relajación volvió poco a poco a su entrepierna.
-"Misión cumplida." –Envió esa señal mental a todo su cuerpo, que se relajó, orgulloso por haber cumplido su labor reproductora.
Porque, curiosamente, esa eyaculación había sido única de todas las que había tenido hasta ese entonces, sabía perfectamente que
no había ningún método anticonceptivo de por medio, es más, que el deseo de la receptora era precisamente quedarse embarazada. Y
el placer era mayor por eso, por el morbo. Era como jugar a la ruleta rusa...-
-Mmmm... –Ronroneó ella, moviendo ligeramente las caderas, alzando el trasero, como si quisiera crear una cuesta en su interior.- Es
una pena... Que no puedas... Más...
-Oooh, jojo... –Rió él.- Dame veinte minutos... Y tus manos... Y luego hablas...
-Creído... –Siguió, desafiante.-
-La juventud es maravillosa. –Suspiró, buscando resuello aún.-
Se tendió junto a la mujer, que permanecía ahí, en esa posición tan extraña. La cabeza de la mujer le quedaba a la altura del torso,
llevó una de sus manos hacia la mujer, y la acarició con cariño.
Pasó un rato largo. Mientras tenía su mano en el hombro de la chica, notó algo extraño, curioso, se acercó hasta ella, acarició esa fina
porción de su piel, la besó.
-Tienes una cicatriz en el hombro. –Comentó.-
-Eres la primera persona que lo nota... –Exclamó ella, apoyando ya el trasero y dirigiéndole una mirada radiante.- Sí, es lo único que
queda de mi pasado como nadadora: Unas cuantas medallas, muchos bañadores, algo de dinero y una cicatriz invisible de la lesión en
el hombro que me dejó fuera de competición...
-Me alegro de haberla encontrado. –Murmuró, besando la pequeñísima cicatriz.- Sino hubiera notado esta pequeña imperfección en tu
cuerpo, habría tenido que creer de verdad que eres un ángel...
Una vez más, al más puro estilo "besos de chocolate", soltaba un comentario trampa, unas dulces palabras destinadas a reblandecer
incluso el corazón más lejano. Pero esta vez lo tenía más fácil, y, probablemente, lo que decía era lo que de verdad pensaba.
-Oooooh... –Ovacionó ella, besándole.- ¡Qué bonito!
-Gracias, gracias... –Rió él.- Ha sido improvisado, que conste...
-Eso se lo dirás a todas, listo.
-No es mi estilo... –Carraspeó.- Las palabras adecuadas, para la chica adecuada, eso sí.
-Vaya, vaya... –Volvió a besarle, fue llevando su mano hacia la entrepierna del chico, que acarició suavemente.- Parece que "este"
también está inspirado...
Raúl sonrío, se estaba divirtiendo bastante esa noche, incluidos todos los contrastes extraños que habían sucedido. Dejó que la chica
acariciara durante un rato, concentrándose en un recuerdo bonito, al más puro estilo Peter Pan, buscando la inspiración, en este caso
no para volar, sino para que su virilidad se alzara. Lo consiguió.
Colocó las piernas de la mujer sobre sus hombros, más penetración era igual a más placer en el sistema métrico sexual. Entró sin
dificultad, degustando de nuevo esa apretada vagina que tanto le gustaba a su miembro.
-No me puedo creer que seas lesbiana... –Comentó, burlón.- Debes de ser una especie de castigo divino a todos los hombres,
"miradla, está ahí, pero no es para vosotros."
-Entonces considérate afortunado. –Rió Claudia, acariciando sus pechos, buscando ese "puntito" de excitación que había perdido en el
tiempo transcurrido entre polvo y polvo.- Y deja el pabellón de los hombres bien alto.
-Sin presiones... –Ironizó él, concentrándose ya en lo que debía.-
La fricción era tan maravillosa, estaba tan a gusto... Ella comenzó a jadear, dedicándole una mirada burlona cada vez que sus ojos se
cruzaban, como retándole a subir de nivel, a que todo fuera aún más allá.
-Esta vez te arrancaré un orgasmo. –Prometió él, con voz entrecortada.- Será un empate...
-Mucho... Mmmm... Hablar... –Claudia se mostraba voluntariosa en sus comentarios, como entrando en un juego apasionado que tan
solo aumentaba el morbo y el deseo.- Pero poco... Aaah... Fo... Foll...
Le mordió con suavidad uno de sus tobillos, sus manos acariciaban las piernas de la mujer, tan largas eran. Sus acometidas eran tan
pasionales que se desplazaban ligeramente. Si él hacía fuerza con las rodillas, podía levantar el trasero de la mujer, sintiendo todo el
peso de su cuerpo en su miembro, era una delicia...
-Ufff... –Suspiró Raúl en voz baja, por sus juegos de posturitas le acaba de dar un calambre en uno de los muslos, nada grave, pero
sino terminaba rápido acabaría resintiéndose.- Espero que estés... Preparada...
-Mmmm... –La maestría con la que sus manos acariciaban sus senos, estiraban ligerísimamente sus erectos pezones, era para
dedicarle un manual.-
Echó el resto, apretó un poco más, sintiendo el pinchazo de dolor en la pierna, pero sin darle importancia. La penetró varias veces de
forma profunda y fuerte... Y no pudo más.
Pero eso no era lo que buscaba, alargó sus dedos lo máximo posible, buscando el clítoris de la mujer, no hizo falta mucha estimulación
antes de que ella sintiera también el palpitante placer de su orgasmo.
-Oh, oh... Jajaja... –Se rió, abriendo mucho la boca.- Joder... Oh...
Él sabía que había multitud de orgasmos, incluso cada mujer podía tener varios tipos, pero nunca dejó de sorprenderse a lo largo de
su vida de las muecas y los sonidos que emitían durante los mismos. Y si eran fingidos, deseaba que no, a él le daba lo mismo,
mientras que no se enterara, el orgullo ante todo.
Se dejó caer, apoyándose en los brazos, notando como un par de gotitas de sudor se escurrían por su rostro hasta caer al colchón.
Tenía que estirar las piernas, pues el "pinchazo" le taladraba, una y otra vez, más molesto que doloroso. Se extendió junto a ella,
besándola antes, un pico, un "final apropiado" a la noche.
Al menos esos eran sus planes.
Estuvieron un rato así, calmados, relajados. El tintineo de las velas seguía, con su luz anaranjada. Ella había vuelto a levantar
ligeramente el trasero en ese gesto tan extraño a los ojos de Raúl, así mismo, tanteó con su mano en uno de los lados de la cama,
como buscando algo que se le hubiera caído.
"Beep, Beep, Beep"
Ese sonido, que tanto le recordaba al de uno de los cronómetros que usaban en natación, le sobresaltó.
-¿Qué es eso? –Preguntó el joven.-
-Nada, nada. –Aclaró ella.- Descansa, tranquilo... Has estado genial.
Le dio otro beso y cerró los ojos, como dispuesta a dormir. Él estuvo un rato meditando, a la luz anaranjada, mientras pensaba que por
seguridad sería más correcto apagar las velas, se quedó tiernamente dormido.
"Beep, Beep, Beep"
De nuevo ese sonido estridente, abrió los ojos. Claudia se revolvió, suspiró y se colocó encima de él, con la cabeza entre sus piernas.
El sueño no le permitió saber lo que hacía hasta sentir el húmedo contacto de su saliva en su miembro relajado.
-Mmmm... –Comentó él, con voz adormilada.- ¿Aún quieres más?
-Tu descansa. –Murmuró ella, abandonado su tarea unos instantes.- Esta vez el trabajo es mío.
-"No le repliques." –Se dijo Raúl mentalmente.- "Una mamada nocturna nunca viene mal, aunque sea después de tanta marcha..."
Y siguió y siguió, hasta que su pequeño gran amigo, al principio reacio y luego voluntarioso, se irguió. Ella no concedió tregua, volvió a
colocarse, esta vez encima de su miembro, y se lo metió dentro, poco a poco.
-Mmmm... –Suspiró Raúl, sintiendo una vez más el interior de la mujer.-
Comenzó a trotar, al principio de forma calmada, luego más rápida. Sus muslos apretaban mucho, ella resoplaba de vez en cuando. A
veces se paraba y describía movimientos circulares con la pelvis, un suave masaje interior que se hizo insoportable para el "pobre"
chico. Se corrió sin más dilación.
-Buuff... –Jadeó él, agradecido.- Ese movimiento... Mmmm... Es genial...
-Descansa. –Le dio un nuevo beso, se tendió en su lado de la cama, y todo volvió a ser como antes.-
Él no duró mucho, de nuevo pensando en las velas, y en lo genial que estaba siendo esa velada, un gran final, sin duda.
"Beep, Beep, Beep"
-Joder… -Gruñó, de nuevo sobresaltado.- ¿Qué es esa cosa?
Mismo modus operandi, misma tarea. Su boca y sus manos levantaron lo que era imposible de levantar otra vez, él se mostró poco
convencido, pero al final cedió, ¿Quién rechaza un poco de sexo? Lo máximo que participó fue estirar una mano para acariciar un
pecho de la mujer. Volvió a terminar, si es que a eso podía llamársele terminar, porque más que un orgasmo simplemente notó una
especie de electricidad en los genitales. Ella se inclinó sobre él y le dio otro beso, volvió a su lado.
Raúl se durmió de nuevo, pensando que quizás la chica tenía tantas ganas porque al ser lesbiana pocos penes abundarían en sus
noches de placer, al menos de los que no eran de plástico. Se durmió con una sonrisilla de suficiencia en la cara.
"Beep, Beep, Beep"
-Buufff… -Bufó él, absolutamente inmóvil, sin saber qué estaba pasando.-
Y lo mismo, caricias, estimulación bucal, trote, corrida, si es que había algo con lo que correrse, besito y a dormir. Cada vez le llevaba
más tiempo conseguir que su miembro se levantara, incluso notaba un pequeño escozor en la base del pene.
Se volvió a dormir.
"Beep, Beep, Beep"
-"Oh, joder…" –Lloriqueó él en su mente, entreabriendo los ojos muy ligeramente, totalmente adormilado.- "Otra vez no, otra vez no."
Pero todo volvió a suceder, una vez más.
Se durmió de nuevo, pensando en lo acertado que sería girarse y quedar bocabajo, eso le ayudaría a librarse del terrible súcubo que
tenía al lado. Pero no lo hizo.
"Beep, Beep, Beep"
-"No te levantes, no te levantes." –Le suplicaba a su pene, en un tono mental desesperado.- "Por favor, no te levantes..."
Ni caso. El ciclo se repitió.
Si sonó más veces el "Beep, Beep, Beep" no lo supo, pues quedó totalmente dormido, inconsciente quizás, una vez despertó de su
sueño, en el que iba recorriendo una carretera de arena con un tractor, llena de baches que le hacían subir y bajar en su aparato
agrícola, que botaba y botaba, creyendo ver la cara de Claudia encima suya, pero no pudo racionalizar más. No podía más, ni su
mente ni, mucho menos, su cuerpo.
Continuará.

PD: Este capítulo va especialmente dedicado al señor Fernando, uno de tantos que con su apoyo y sus ánimos hacen que esta
historia pueda seguir adelante, pues sin él, sin vosotros, sería imposible continuar. ¡Gracias!
Capítulo XXXIX
Dolor, esa era la palabra que buscaba.
Sentía las caderas totalmente agarrotadas, las piernas le dolían, las rodillas e incluso los tobillos transmitían su malestar.
Cuando despertó, las velas estaban apagadas, tan solo entraba una rendija de luz por lo que debía ser la puerta, entreabierta. Se
incorporó, notando una fuerte punzada de dolor en toda la zona inferior de su cuerpo.
-"Joder..." –Pensó, notando como tenía la boca seca y, en general, estaba sediento.- "¿Será lesbiana de verdad? Que vicio tiene...
Ufff..."
Andar era una tortura. Tenía que adoptar una posición próxima a la de un cowboy, arqueando las piernas, evitando rozar muslos, que
le rabiaban de escozor. Llegó al baño, escuchando en la cocina el sonido inconfundible de alguien preparando algo de comer, su
estómago rugió.
-"Pero antes una ducha." –Se aconsejó, no pareciéndole bien oler a tigre.-
Cerró la puerta del baño y se miró en el espejo, la verdad es que tenía un rostro lamentable, como pocos se había visto jamás, el
rostro cruzado de cansancio, con ojeras marcándose, hinchadas, bajo sus ojos. Bajó la vista y no pudo evitar soltar un gritito. Tenía
toda la entrepierna y la cara interior de los muslos recubierta de una sustancia blanca, su primer pensamiento fue que era semen, pero
era imposible, eso solo pasaba en las películas porno y en los malos relatos eróticos, además, era demasiado blanco, no tenía el color
perlado del semen.
Lo tocó, dándose cuenta de que no era su líquido vital, sino algún tipo de pomada puesta para aliviar el dolor.
-"Que gentil..." –Comentó mentalmente, con profundo sarcasmo.- "Me ha puesto cremita, como si fuera un bebe con el culo escocido."
Se dio con la mano en la frente, cayendo en la cuenta de lo que pasaba.
-No es que fuera una viciosa, es que quería tu semilla. –Maldijo por lo bajo, hablándose a sí mismo.- Será... Pues poco iba a lograr las
últimas veces, ¿Qué se cree que son mis testículos? ¿Una factoría de Coca Cola? Bufff...
El agua de la ducha le calmó ligeramente, pese a que el escozor persistió, aún así, se sintió reconfortado. Como no había traído ropa
de recambio, las únicas que son previsoras en ese aspecto son las chicas, se puso el albornoz de la mujer, que permanecía colgado
en un pequeño gancho de la pared. La verdad es que le quedaba bastante bien, pese a que los tonos pastel de la prenda le daban un
interesante aspecto afeminado.
-"Estás divino." –Pensó, riéndose de su ocurrencia.- "Ahora sí, a comer."
Y su estomago rugió de placer.
En la cocina estaba ella, con el pelo aún ligeramente húmedo, recogido en un moño hecho con uno de esos objetos que parecen
palillos chinos, unos mecanismos de estética que un hombre jamás aprendería a utilizar, cosas de los genes.
-Buenos días. –Murmuró tímidamente.-
-Tardes, dirás. –Corrigió ella.- Son las cuatro.
-Oh... Vaya...
-Esto estará enseguida. –Musitó alegremente, girándose para mirarle, con una gran sonrisa pese a exhibir también gestos
inconfundibles de cansancio.- ¿Ni siquiera me das un beso de buenos días?
-Ah sí. –Se levantó, puesto que su debilidad le había llevado a sentarse en una de las sillas de la cocina, la besó dos veces en la
boca.- Por ser ya tan tarde, te he dado dos, para compensar el tiempo perdido.
-Que atento... –Rió ella, guiñándole el ojo y volviendo a los fogones, donde se cocinaba algo que olía muy bien.-
Comieron ahí mismo, y él lo agradeció, puesto que la idea de tener que sentarse en la alfombra ahora mismo, como que no le
agradaba demasiado. Esta vez la comida fue más normal, y él, voluntarioso, vació tres platos de un estofado, que ella le dijo típico
alemán, compuesto básicamente por carne, patata y zanahoria, además de otros ingredientes que no se molestó en comprobar antes
de engullir.
-Dios... Sí... –Respiró él, notando el sabor dulzón de las fresas con nata en la boca.- Una comida como esta es lo que yo necesitaba...
-Es lo menos que puedo hacer por lo de ayer. –Observó ella, inclinando la cabeza, agradecida.- Quizás me pasé un poco...
-Bueno... –Estuvo a punto de recriminarle su salvajada, pero pensó que era mejor dejar las cosas como estaban, además, ¿Un chico
recriminándole a una mujer por hacerle el amor demasiadas veces? ¿Es que el mundo estaba del revés?.- La próxima vez avísame y
calentaré antes de empezar...
Rieron la broma, terminando sus respectivos postres. Cuando se levantaron, camino del salón, escucharon un "Beep, Beep, Beep" en
el pasillo que a Raúl le hizo inconscientemente estremecerse y llevarse las manos a la entrepierna, protegiéndose por encima del
albornoz.
-Oh, lo dejé encendido. –Murmuró ella, antes de entrar al cuarto y coger un objeto, aprovechando también para abrir las ventanas y las
cortinas.-
-Sabía que era eso... –Gruñó él, observando el irritante cronómetro que usaban en la piscina.-
-Lo tenía puesto para que sonara cada 40 minutos y olvidé apagarlo. –Tocó el botón rojo que detenía la infinita cuenta.-
-"¿Sonó una vez cada 40 minutos?" –Pensó él, de pronto, con un aire cínico en la cabeza, intentando no hacer los cálculos mentales
para sacar la cantidad de polvos que habrían echado.- "Tal vez hemos batido un record..."
Mientras caminaban hacia el salón Claudia notó sus "dificultades" para moverse, no comentó nada, aunque una sonrisilla traviesa se
dibujó en sus labios nacarados, como si le costara mucho retener una sonora carcajada.
El día anterior habría jurado que en el salón no había televisión, pero era porque esta se encontraba oculta dentro de un armario
cuyas puertas se abrían y cerraban dependiendo de si querías utilizar o no el electrodoméstico. Pusieron una de tantas películas que
había a esas horas, en concreto, estaba terminando.
-Raúl... –Susurró ella de pronto, pasándole otro más de los cojines de plumas para que se acomodara mejor.- Gracias, de verdad...
-No tienes que darme las gracias. –Comentó él, intentando que sus mejillas no se tiñeran de rubor.- Pero eso sí, si me quedo lisiado, tu
pagarás los gastos médicos...
Rieron de nuevo, dándose un casto beso como añadidura. Raúl sintió el calorcillo del sueño adueñarse de él, intentó resistir, pero
estaba tan cómodo en la tupida alfombra, rodeado de cojines...
Despertó con una pequeña mantita encima, Claudia le había acompañado en su sueño, estaba echada cerca de él, con un gesto de
paz tan encantador en su rostro que Raúl, incapaz de moverse por temor a despertarla, terminó durmiéndose otra vez.
Cuando se despertaron, o mejor, ella le despertó a él, el Sol empezaba a caer a través de las ventanas. Prepararon algo más de
comer, esta vez fue él quien la deleitó con sus tortitas, que degustaron con especial gula, bien embadurnadas de caramelo, en el caso
del chico, y chocolate, en el de la chica.
Pese a que el día siguiente después de comer tendría que coger el tren que llevaría a su universidad, dado que prefería estar ahí un
par de días antes del comienzo de las clases, para conocer el sitio y demás cosillas, decidió pasar lo que quedaba de día con la
siempre radiante Claudia.
Hablaron de bastantes cosas, de sus vidas, de su pasado, de lo que harían en el futuro... Se sorprendió al saber que Claudia tenía una
hermana pequeña, Gaby, de 17 años, y ella a su vez se consternó cuando escuchó de sus propios labios toda su tensa situación
familiar, llegando incluso a abrazarlo intensamente.
-Y bueno, es lo que hay... –Terminó él.- Tampoco me ha dado tiempo a más.
-Para ser tan joven has vivido mucho. –Observó ella.- Y lo que no me habrás contado...
-Bueno, tu también tienes muchas historias que contar, viajes, competiciones de élite...
-Es lo que hay. –Canturreó ella, robándole las palabras.-
Y así echaron la noche, viendo acto seguido un DVD, "Pactar con el Diablo", una película que le gustó mucho, Keanu Reeves, Charlize
Theron y Al Pacino eran un trío que se comía la pantalla, bordando unas grandes actuaciones. Ella le prestó algo de ropa, dado que la
suya no estaba muy presentable. Se sintió extraño, dado que la camiseta era normal y corriente, pero los pantalones deportivos que le
dio le venían ceñidos, bastante ceñidos, sobretodo en la entrepierna, reviviendo el dolor de horas antes y que se había apaciguado
con el relax.
-Nos vemos mañana, iré a despedirte. –Se despidió Claudia.-
-No hace falta... –Gruñó, avergonzado.-
-Que sí, hasta mañana. –Le besó y le dejó ir.-
El taxi que había llamado le esperaba, llegó a casa en un rato que le pareció cómodo, sintiendo la brisa en la cara, observando las
calles de su ciudad, que tanto tiempo tardaría en ver de nuevo.
Al subir a casa le esperaban los silbidos acusadores de Cristina y Laura, estiradas en el sofá, descansando perezosamente.
-¿Qué pasa, machito? –Bromeó Cristina.- ¿Ya has cumplido tu función biológica?
-Si es niño ponle Joaquín. –Continuó Laura también, aunque menos risueña que su amiga.- Siempre me gustó ese nombre para un
hombre, no como Raúl, que es tan...
-Soso. –Apuntilló Cristina, y ambas rieron escandalosamente.-
-Bleh... –Fue el único comentario del joven.-
Se puso ropa suave y holgada, notando como la circulación volvía a sus piernas. Ese día vivido con Claudia había sido muy especial,
con tantos matices como él consideraba posibles, pero, en definitiva, grandioso, fueran cuales fueran las consecuencias.
Estuvo un rato jugueteando con el ordenador, chateando y revisando que todo estaba preparado para el día siguiente, sí, lo estaba.
Revisó el portátil, en su bolsa, con todos sus cables. Su par de maletas, más lo que ya había mandado, más lo que probablemente
olvidaría y tendrían que mandarle... En definitiva, su pasaporte hacia un mundo nuevo.
Esa noche fue más tranquila de lo que esperaba. Incluso estuvo inquieto bastante tiempo, dado que había deducido que Cristina y
Laura intentarían "despedirse" a su manera, pero nada, ni siquiera se acercaron a su puerta para darle las buenas noches...
No supo si reconfortarse, dado que su dolor en la entrepierna le hubiera impedido practicar cualquier tipo de relación sexual, o
incomodarse, ¿A qué venía todo ese cambio repentino? ¿Habría algún otro plan oculto en la sombra?
Esa noche, desde luego, no fue. Se durmió bien entrada la madrugada, dado que prácticamente había estado todo el día entre siesta y
siesta, aún así, se despertó fresco, quitando el persistente dolor de entrepierna, pero ya más atenuado.
Por la mañana había quedado con su grupito, una despedida informal, un simple "Nos vemos en tres meses", o algo así, pero fue más
taciturno de lo que esperaba, más doloroso incluso de lo que había imaginado. Realmente quería mucho a esas personas.
Adrián, Felipe y Andrés le dieron sendos abrazos con palmadas en la espalda, lanzándole comentarios como "Folla mucho", "Usa
condones" y "No bebas alcohol de garrafón". También habían acudido Ana y Nadia, sus abrazos fueron más extensos y cálidos, y sus
consejos "Si necesitas algo, lo que sea, llámame" así como "Cada vez que te eche de menos te imaginaré desnudo en la torre del
socorrista", le llegaron muy hondo porque, de una forma u otra, eran su particular forma de estimarle. Las dos ausencias más sonadas
eran las de Marta, que ya se había ido hacía una semana a su nuevo destino, donde viviría con unos tíos y de la cual se había
despedido en su momento con sendos besos en las mejillas y un nudo en el estómago, y Estela, ella simplemente le había mandado
un mensaje diciendo que no podría ir y deseándole suerte, sin más explicaciones.
Volver a casa, notando aún la calidez de los besos y los apretones de manos de sus amigos, fue como el paseo que los condenados a
muerte recorren antes de llegar a la cámara de gas, al menos así de mal se sintió. Pero ya no había margen para echarse atrás.
En casa estaban las tres mujeres aguardándole, ellas habían cocinado esta vez, aunque por "ellas" se podía resumir a que Claudia lo
hizo todo mientras Laura y Cristina asentían con la cabeza, fingiendo aprender.
-"¿Quién va a cuidarlas mientras yo no esté?" –Pensó, observándolas en la mesa del salón, presentando los manjares que le habían
preparado.- "Por muy mayores que sean, me necesitan..."
Y se negó a reconocer que el sentimiento de ser "necesario" para alguien era el principal motor de su existencia, una parte grandísima
de toda su felicidad. Como las iba a echar de menos...
-Brindemos. –Su hermana levantó la copa de vino.- Por el futuro y los hermanos que se van.
-Por el futuro y los hermanos que se van. –Corearon a su vez Cristina y Claudia.-
-Por... –El nudo de la garganta amenazaba con convertirse en una bola de billar.- Por eso, sí...
Todo estaba riquísimo, pero lo asumió como una "última cena", incluso el postre, un pastel de chocolate, le supo a ceniza. Era
incorregiblemente sentimental.
Después se duchó y se puso ropa para el viaje. Tardó tanto en vestirse que su hermana tocó a su puerta, gesto novedoso en ella por
otra parte, para comprobar que seguía con vida.
-Sí, ya voy... Ya voy...
Vestido y arrastrando sus bártulos, había acomodado la bolsa del ordenador sobre una de las maletas, que tenía ruedas, se dirigieron
todos a la estación en el coche de Cristina, envueltos en una nube de silencio. La estación de trenes era un sitio amplio y con el suelo
brillante, las pocas veces que había estado, para excursiones del colegio o pequeños viajes con su hermana, le había encantado, esta
vez le pareció el sitio más triste del mundo.
Sus maletas pronto estuvieron en el vagón adecuado, por precaución decidió llevar la bolsa con el portátil encima, así como la
diminuta mochila que llevaba cruzada, uno de esos bolsos para chicos en los que guardaba cosas como la cartera, el móvil... Y que a
él le daba aspecto de metrosexual, o al menos eso observó Cristina con una sonrisa divertida.
-Bueno...
Tenía la puerta a la espalda, faltaban solo un par de minutos para tener que subir. Las tres chicas le observaban, como esperando que
él diera el primer paso.
-Os voy a echar de menos... –Susurró, sintiendo como una emoción muy fuerte le subía desde el estómago.-
-Oh... –Claudia fue la primera que le abrazó y le dio un largo beso.- Raúl, estudia mucho, intenta seguir nadando si puedes y... y...
Un nuevo abrazo de la alemana, y luego Cristina, que fue directamente al beso, teniendo que insistirle él en que le diera un abrazo. Se
estrecharon, ella estaba visiblemente afectada también, pero mantenía la compostura.
-Cuídalas, por favor. –Susurró en su oído mientras estaban abrazados. Al separarse, ella asintió, entendiéndole.-
Su hermana le miró un instante, abrió la boca, queriendo decir algo, y la cerró prontamente. Después llevó una mano a su bolso y sacó
un sobre.
-Toma, es algo de dinero en efectivo, y también te abrí una cuenta, aquí dentro también va una tarjeta de crédito, te haré ingresos
cuando lo necesites... –Le tendió el sobre, que él guardó cuidadosamente en su mochila.-
-Gracias, Laura. –Apretó los puños con fuerza, intentando mantener la compostura.-
Ella le abrazó con una fuerza inusitada, le dio un suave beso en los labios, volvió a abrazarlo.
-Si quieres quedarte... –Susurró en su oído, en voz muy baja, para que las otras no pudieran escucharla.- Si quieres quedarte
conmigo... Con nosotras... Dilo, dilo ahora... No pasará nada... Solo dilo...
-"Sí, quiero quedarme." –Rugió su alma.- "¡Quiero quedarme, por favor, Laura, no me dejes irme! ¡Por favor!"
La megafonía de la estación anunció que su tren estaba a punto de salir. Alguna que otra persona se había detenido entre el barullo a
observar su escena, sorprendiéndose de que tres chicas, de buena presencia, estuvieran despidiéndose de él con tan amorosos
gestos. Él quiso decir lo que pensaba, pero no pudo, no fue lo suficientemente valiente para admitir que su máximo deseo en ese
momento era permanecer con su vida tal y como estaba. Se desasió de su hermana, que luchaba y luchaba por mantener la
compostura, con la cara tensa de tanto contener las emociones.
-Te llamaré al llegar. –Subió los escalones de metal.- Laura...
-¡Ve! ¡Ve! –Pió ella, con voz desconocida.- ¡Pásatelo bien! ¡Y ya sabes lo que opino de las drogas!
-¿Qué solo las tome si me las regalan? –Lanzó el chiste, provocando tímidas risitas en las tres.-
El revisor le dio un toquecito en el hombro para que le acompañara hasta su asiento. Él examinó a las chicas una a una y se dio la
vuelta, rumbo al oscuro tren destino a ningún sitio feliz. Pero se dio la vuelta en el último momento, asomó la cabeza por la puerta.
-¿Cuál es la contraseña de la tarjeta? –Preguntó de pronto.-
-¡Lo mucho que te quiero multiplicado por dos! –Fue la respuesta de su hermana, con los ojos ya claramente vidriosos.-
El revisor le llevó a su asiento, instantes después, el tren empezó a moverse. Forzando el cuello, consiguió ver a las chicas, en el
andén, las manos de Cristina y Claudia reconfortando la espalda de Laura, que se tapaba la cara con las manos, gesto inequívoco de
que estaba llorando.
Notando el ya incontenible impulso de las lágrimas en los ojos, sacó de su mochila las gafas de sol y se las puso, aunque el Sol hacía
tiempo que había dejado de lucir fuerte. Los cristales tintados consiguieron ocultar de cara al público, aunque realmente el tren iba
medio vacío, sus humillantes y ácidas lágrimas.
La última vez que se giró hacia los andenes, antes de que el tren se alejara demasiado como para poder ver algo nítido, creyó ver una
larga cabellera castaña que se perdía tras una de las incontables columnas, un cabello que, curiosamente, le resultó familiar.
Fuera de ensoñaciones rebuscó en su mochila hasta abrir el sobre y sacar la tarjeta.
-"¡Lo mucho que te quiero multiplicado por dos!" –Había gritado su hermana ante su pregunta.-
-"0000" –Pensó, conmovido.- "Si le echas imaginación, es el número infinito dos veces. Laura... Eres tan..."
El traqueteo del tren pronto empezó a provocarle sueño, finalmente se apoyó en el cristal de la ventana y, sin ni tan siquiera quitarse
las gafas de sol, se quedó dormido.

Capítulo XXXX
Desde el principio supo que se había equivocado. Hay veces que tomas decisiones precipitadas o motivadas por asuntos poco
recomendables, y si el inicio es malo, el final es peor.
Cayó en una fuerte depresión desde los primeros días. Se sentía solo, muy solo, apenas se relacionaba con nadie, y el hecho de tener
una habitación solo para él, no por nada la universidad era privada y costaba un dineral, incluso le impedía trabar amistad con la figura
del "compañero de cuarto". En clase era de los más aplicados, empezó a estudiar ingles, en grado de perfeccionamiento, y en sus
ratos libres, se sacó el carné de conducir. El teórico le llevó casi dos meses, pero el práctico se lo sacó a la primera, no por nada
llevaba desde los quince conduciendo intermitentemente de forma ilegal.
En sus clases había gente bastante interesante, chicas guapas, chicos simpáticos... Pero el profundo sentimiento de congoja que
anidaba en su interior le impedía acercarse a ellos de una forma íntima, no era ni de lejos la relación que tenía con sus amigos, en su
ciudad, en su "hogar".
Cumplió los 19 a principios de Diciembre, para su desgracia, uno de sus compañeros se enteró de cuando era su aniversario una de
las veces que utilizaba la tarjeta de crédito para que le hicieran descuento en el cine, al que asistía bastante debido lo monótono de su
vida, y eso motivó que le hicieran una pequeña fiesta, que, pese a estar bastante bien y mostrarle que incluso siendo poco cálido y
mucho menos afable, había conseguido trabar bastantes amistades. En esa fiesta terminó enrollándose con una chica, una tal Violeta,
amiga de una amiga de un conocido, con la que se vio un par de veces más en su primer trimestre universitario, siendo ella la que, de
forma esporádica y sin compromisos, llenó su cama en su primera etapa universitaria.
Una tarde tras otra enchufaba el ordenador portátil y se conectaba a la deficiente línea de la facultad para hablar con sus amigos,
enviar correos electrónicos se convirtió en una verdadera obsesión, tanto que incluso Felipe, divertido por como su bandeja de entrada
se llenaba siempre con los mails de su amigo, llegó a apodarle, en la distancia, "El Cartero", con las consiguientes mofas en las pocas
reuniones a través de la cámara web que lograban mantener.
Laura y Cristina eran las que más le respondían, a veces le mandaban grabaciones, grandes pistas de audio en las que le incitaban a
relajarse y disfrutar, discursos que él escuchaba una y otra vez, sintiéndose rodeado de sus acarameladas voces, como si ellas
siguieran en el cuarto de al lado, y no a tantos kilómetros.
Marta y Ana también solían tratarle bastante bien, sus correos eran largos, larguísimos, a él siempre le fascino la diferencia expresiva
de chicos y chicas. Mientras que Adrián le contaba sus novedades en cuatro frases siendo bastante conciso, las chicas empleaban
párrafos y párrafos, detallando hasta el más ínfimo acontecimiento... Y él lo agradecía, cada minuto que permanecía enganchado,
leyéndolos, era un minuto que no se sentía solo, atrapado en una realidad que le parecía cómica y retorcida. Nadia solía llamarle más
por teléfono, acusando al ordenador de "electrodoméstico roba-vidas", hablaban, sobretodo por las noches, de todo y de nada.
Un par de veces su corazón palpitó con fuerza al recibir noticias de Estela, al parecer había preferido ponerse a trabajar en una
oficina, dado que aún no se sentía con la determinación suficiente para entrar en la universidad.
-"Joder..." –Pensaba él cada vez que releía sus cortos mensajes.- "Ella sí supo reconocer que no estaba preparada para irse..."
Y su existencia flaqueó durante todo ese tiempo, llegó incluso a adelgazar seis kilos y, de no ser porque a un par de calles de la
facultad estaba el polideportivo de la ciudad, que tenía piscina climatizada, también habría perdido la forma y las aptitudes de nadador.
En conclusiones, estaba horrible, solo y triste. Muy lejos de ese Raúl que se comía el mundo, pagaba la cuenta y, con descaro, dejaba
propina.
Estaban en el final de la época de exámenes, no le estaban saliendo del todo mal, se había tomado como algo personal estudiar dado
que, como él pensaba "Si además de sentirte un fracaso te demuestras que lo eres, ¿Qué te queda? ¿Tirarte por la ventana?"
Esa tarde, estaba en sus ensoñaciones, ojeando los apuntes del último examen importante que le faltaba, aparte de los dos trabajos
que tenía pendientes de entrega, cuando el teléfono móvil sonó. La melodía de "El Padrino" llenó la habitación, el aparato estaba en
uno de los extremos de la cama, por lo que se tuvo que levantar para cogerlo, en la pantallita parpadeante vio que era Cristina.
-Es raro que me llames. –Comentó él tras los saludos de rigor.- Yo que pensaba que no te acordabas de mí.
-Sí, bueno, es que mi presupuesto para facturas telefónicas está centrado en llamadas a la línea erótica. –Observó ella con ironía,
incluso a través del móvil su voz sonaba poderosa y sensual.- ¿Cómo te va? ¿Ya te has cepillado a muchas universitarias ninfómanas?
-Eh... –Rememorando su triste etapa, suspiró, tapando el teléfono para que no lo escuchara.- Sí, claro, hay que dejar buena imagen...
-Así me gusta, que sepan lo que es bueno. –Rió ella.-
-Y bueno, ¿Qué tal todo por ahí? ¿Todos bien?
-Eh... Sí, es por eso por lo que te llamo. –De repente su voz se hizo más seria.-
-¿Ha pasado algo? –Preguntó, preocupado, imaginando catástrofes y calamidades.-
-No, no es nada... Nada malo. –Apuntilló, dubitativa.- En realidad te llamo a espaldas de Laura, ella no quería que te dijera nada, para
no desconcentrarte o algo así, pero creo que debes saberlo...
-A ver, dímelo. –La curiosidad le picaba.- ¿Qué debo saber?
-En realidad lo sabemos desde hace un mes, o algo así. –Explicó ella.- Pero, bueno, como es peliagudo...
-Joder, no te enrolles y ve al grano. –Apremió él, cuya delicadeza había decaído en esos días.-
-¡Encima que te llamo! –Se hizo la ofendida.- Me tomo las molestias de ocultarme de mi amadísima Laura, aquí, como si estuviera
pasándole información secreta al enemigo, y tu me tratas así... ¡Ahora no te lo digo!
Y colgó.
Su cara era un poema. Estuvo ahí, de pie, sintiendo la cama en los talones, sin saber si llamarla. Sus dedos empezaron a marcar
cuando el aparato empezó a sonar de nuevo, de nuevo era Cristina.
-Sí, bueno, es que me pongo muy melodramática, lo sé, lo sé.
-...
-¿Para qué llamaba yo? –Se preguntó a sí misma, haciéndose la despistada.-
-Cristina, por favor... –Suplicó él.- Por favor...
-Vaaale... –Rió a través del auricular.- Como te decía, lo sabemos desde hace un mes, más o menos, pero Laura no quería que lo
supieras.
-Para no desconcentrarme. –Dijo con un fingido tono suave, indicándola que eso ya lo había explicado.- ¿Y que más?
-Tiene que ver con uno de los asuntos que dejaste pendientes antes de irte.
-¿Asuntos pendientes? –Estuvo pensando en alguna factura o cosa por el estilo, pero no tenía nada de eso.- No sé a lo que te refieres.
-Te doy más pistas... –Ella estaba disfrutándolo, sin ninguna duda.- Aparte de Laura y yo, lo sabe otra persona, la más interesada...
Vamos, la protagonista.
-...
-¡Joder que cortito eres! Como se nota que eres un tío... –Bufó.-
-¿Tres chicas? –Empezó a reconstruir las indicaciones, puesto que estaba seguro que si volvía a apremiar a la mujer le volvería a
colgar.- Lo sabéis desde hace un mes... Y Laura pensaba que si me enterara me desconcentraría.
-Sí, vas bien, por ahí... –Le incitó ella.-
-No caigo...
-Bueno, última pista... –Se lo pensó durante un rato.- Llegará con un pan bajo el brazo.
-...
Decir que se sorprendió era atenuar mucho las cosas. Sus rodillas perdieron toda la fuerza, calló sobre la cama, muerto, sin aliento,
desaparecida toda la vitalidad de su cuerpo. El móvil quedó tendido a un lado, de donde se escuchaba la vocecilla de Cristina diciendo
cosas como "¿Raúl? ¿Raúl? ¿Sigues vivo?" cada vez con tono más preocupado.
Tenía los ojos totalmente inexpresivos. Como si su mente fuera un ordenador reiniciándose, empezó a recobrar la conciencia poco a
poco.
La melodía de "El Padrino" le hizo acelerar el proceso, Cristina que llamaba otra vez. Con brazos endebles cogió el aparatito, que
ahora le parecía pesar una tonelada, y presionó el botón.
-¡Raúl! –Vociferó Cris.- ¿Estás bien?
-Sí. –Su voz sonó débil.-
-Joder... Bueno, ya estuve pensando que decirlo por teléfono era algo complicado, pero... Entiéndeme, si te hubieras enterado dentro
de un par de semanas al llegar, me habrías odiado...
-Está bien. –Farfulló, intentando recobrar la normalidad.- ¿Ella está bien?
-Nunca la había visto tan feliz. –La chica pareció recobrar la calma también.- Desde el preciso momento que lo supo, ha querido
decírtelo tantas veces... Pero Laura no le ha dejado, siempre con lo mismo "¿Cómo va a concentrarse en sus exámenes si sabe que
hay un bebé en camino?", y Claudia quería decírtelo en persona, y... y...
-Gracias, Cristina. –Y su gratitud atravesó los chips y el satélite, llegando a su destinataria, que se sonrojó al otro lado del auricular.-
Sabía que podía confiar en ti.
-Bueno... ¿Y qué?
-Mañana tengo el último examen. –Murmuró.- Lo haré y cogeré el primer tren hacia allí.
-¡Pero Laura sabrá que...!
-No, tranquila. Le diré que simplemente he ido porque os echaba de menos. Además, tan solo me faltan un par de trabajos por
entregar, pero puedo mandarlos por correo electrónico cuando los termine.
-Raúl... –Ella quería trasmitirle una idea, pero no encontraba las palabras, frente a frente, una sonrisa, un abrazo o una media sonrisa
habrían bastado, pero por teléfono era más difícil.-
-Bueno, Cristina, te dejo. –Carraspeó.- Gracias por llamarme, besos y cuídate.
-Esos besos ya me los darás cuando nos veamos. –Rió.- ¡Adiós!
Decidió quedarse un rato más tumbado, captando bien el mensaje. Hay noticias en la vida que al recibirlas te llevan a una dimensión
paralela, una dimensión extraña, y son tres: Saber que un familiar ha fallecido, saber que te ha tocado la lotería, y saber que vas a
tener un hijo.
No pensó en nada en concreto, incluso se dio cuenta de que estaba buscando formas en la pintura del techo. Pero poco a poco su
mente volvió a su lugar.
-"Voy a ser padre."
Se tapó la cara con las manos, avergonzado.
-"Voy a ser padre... Yo, Raúl, voy a ser padre."
Un par de lágrimas emocionadas recorrieron sus ojos.
-"Voy a ser padre..."
Y bajo sus manos, exhibió una gran sonrisa. Cuando no hay factores que inquieten como pueden ser el dinero o la falta de un hogar
que darle al niño, las noticias suelen recibirse mejor, él tenía esos dos grandes obstáculos superados, y ahora, solo una acuciante
necesidad de sonreír, como si dos grapas mágicas se hubieran adherido a su piel, estirando sus labios.
-"¡Voy a ser padre!" –Tronó la voz potente de su mente.-
Empezó a crear batallitas en su mente.
-"¿Cómo se llamará? ¿Será niño o niña? ¿Qué es lo que más me gustaría que fuese? ¿Se parecerá a mí? ¿Cómo estará Claudia?"
Tantas preguntas que responder y él tan lejos. Se incorporó y abrió su ordenador, se introdujo en la página de la compañía de trenes y
compró un billete para el tren que salía a las cuatro del día siguiente, tendría tiempo más que suficiente para hacer el examen y
recoger las cosas de primera necesidad que llevarse.
Recordando el examen, volvió a sus apuntes, pero donde antes veía discursos, ahora tan solo retazos de su vida. Se encontró uniendo
piezas del puzzle de acontecimientos que habían sucedido.
-"Por eso Claudia me hablaba tan poco y apenas respondía mis correos..." –Dedujo.- "Y Laura... Ella siempre parecía ocultar algo...
¡Cómo no me he dado cuenta!"
La verdad es que en todo su oscuro periplo universitario no había pensado lo de Claudia ni una sola vez, la razón de su visita, de su
excitante relación... Y ahora, todo de golpe se apelotonaba en su mente, como si alguien hubiera roto la presa de melancolía que lo
mantenía todo lejos y olvidado.
El examen le salió bastante bien, sobretodo teniendo en cuenta que le faltó un tercio del temario por repasar. Ese día fue el único en el
que vieron a Raúl radiante, con su sonrisa magnética. Saludó a más personas esa mañana que en todo el tiempo que había
permanecido en la facultad, incluso los profesores, a los que visitó para avisar de que los trabajos pendientes los entregaría por correo
electrónico, notaron ese cambio, preguntando a qué se debía.
-Es que el café de hoy estaba realmente bueno. –Respondía, ingenioso.-
Metió algo de ropa en una maleta, así como el ordenador portátil en su bolsa, y así, con su chaqueta por encima, puesto que esos
días hacía algo de frío, se embarcó en el tren que le devolvería a su "hogar".
Esta vez no se durmió, estaba muy nervioso, ansioso por la situación, sin saber que haría, que diría, que mueca cubriría su cara... Al
llegar, cogió sus maletas y se fue a la parada de taxis, pero, antes de subir en uno, decidió que lo mejor era ir con pausa. Entró en una
de las cafeterías y pidió un refresco. Llamó a Laura.
-¡Que estás llegando! –Se sorprendió ella.- ¡Pero si no sabía ni que venías!
Le explicó lo de los exámenes y los trabajos, así como un convincente "Es que os echaba de menos y no podía esperar más".
-Vale, vale... –Suspiró, nerviosa.- ¿Cuándo llegas?
-El tren tardará aún diez o quince minutos. –Mintió.-
-Iré a recogerte.
-Pero si tu no conduces. –Observó él, divertido, puesto que su hermana, pese a tener el carné, realmente odiaba conducir.-
-Bueno, mandaré a Cristina, quiero decir.
-¡Oye! , ¿Con quién hablas de mí? –Se escuchó la voz de Cristina a lo lejos, al otro lado del auricular.-
-Con mi hermano, está viniendo y...
Raúl aumentó su sonrisa cuando escuchó los convincentes comentarios de sorpresa de Cristina, sí, era buena actriz.
Tomándose con calma su refresco, esperó a que llegaran las chicas. Como había deducido, solo era Cristina.
-Laura me ha dicho que te diga que ella está preparando un aperitivo. –Explicó la chica, lanzándole una mirada significativa.-
-Y traducido significa...
-Que ha llamado a Claudia y las dos deben estar mordiéndose las uñas en casa viendo qué te van decir. –Rió ella.-
El camino se le hizo corto, más que nada porque ver cada edificio, cada calle de su ciudad, le hacía sentirse bien.
-"Estoy en casa." –Pensaba, muy sonriente.- "He vuelto."
Cristina aparcó, le miró intensamente, y le lanzó una pregunta inquietante.
-¿Estás preparado?
-No. –Respondió él, siempre con su sonrisa de chico feliz.- Pero así es la vida...
-Vamos, vamos... Que son buenas noticias.
-No se me ocurre otra mejor. –Apostilló él mientras cogía su maleta y su bolsa.-
En el portal, la mujer le cogió desprevenido antes de plantarle un sonoro beso en los labios.
-Yo te he traído, es justo que el primer beso de bienvenida sea para mí. –Repuso, orgullosa.- Que luego las lobas no me van a dejar
nada...
Con las últimas carcajadas en la boca, abrieron la puerta de la casa. Las dos estaban en el salón, en la mesa unas patatas y unas
aceitunas, colocadas apresuradamente para simular su "aperitivo". Que deliciosa sensación... En ese momento si que pudo gritarlo,
interiormente, claro.
-"¡Estoy en casa!"
Las examinó de arriba abajo. Laura seguía como siempre, sensual, provocadora, con ojos profundamente satisfechos de verlo frente a
ellos. Nada parecía haber cambiado. Con Claudia, todo era diferente. La primera mirada que posó directamente sobre la alemana tuvo
que apartarla, el destello era tal que le cegó. Comprobando que sus ojos brillaban de una forma casi mágica, única en el mundo,
especial. Lo pudo decir sin dudarlo.
-"Aunque Cristina no me hubiera dicho nada, lo sabría." –Sentenció, feliz.- "Está embarazada."

Capítulo XXXXI
Los besos de Laura y Claudia le supieron a gloria bendita. Los abrazos, los agasajos, el interés, las caricias... Todo fue muy especial.
Terminado el proceso de seudo-locura de su llegada, todos se sentaron, hubo alguna que otra mirada inquietante entre su hermana y
Claudia, y él, esperó.
-Raúl... –Comenzó Claudia, finalmente.- Hay una cosa que debo decirte.
Supuso que debía ser algo bastante complicado de saber, salvo Cristina, que se hacía la loca mostrando un interés apasionado por
una aceituna, las otras dos estaban fuera de sí, consternadas. Incluso él empezó a mostrarse inquieto, pero había pensado que lo
mejor era ayudarla un poquito.
-Te noto algo diferente. –Dijo él, como quien no quiere la cosa.-
-¿Di... Diferente? –Tartamudeó ella.-
-Sí, no sé... Te brillan los ojos. –Bebió de su vaso de té helado, puesto que sentía que por mostrar esa seguridad y lanzar esos
cumplidos el que se iba a sonrojar era él, y no la mujer.- Estás radiante.
Ella suspiró, se mordió el labio inferior, volvió a suspirar, y en ojos verde claros, luminosos, apareció la determinación.
-Raúl, ha pasado algo... Algo mágico y especial... –Se llevó instintivamente las manos al vientre, en el cual no se notaba ni de lejos el
más mínimo cambio.- Algo que llenará de felicidad mi vida, y espero que la tuya...
De repente toda la seguridad de conocer la noticia se esfumó, y como si lo desconociera totalmente, se convirtió en un flan lleno de
miedos.
-Raúl... Estoy embarazada.
El silencio era súbito. Su hermana emitió un pequeño gemidito emocionado. Cristina abandonó su romance con la aceituna para
observarles. Él mantuvo la mirada mágica de la alemana. Curiosamente, por su mente, entre las miles y miles de cosas que
aparecieron de repente, se sucedieron muchas escenas de película. "¿Y quién es el padre? ¡Es el día más feliz de mi vida! ¡Te quiero!
¡Vamos a... Vamos a ser padres... Es un milagro!" Fueron algunos de los retazos que pudo ver con claridad. ¿Qué tenía que decir?
¿Dónde estaba toda la seguridad que había intentado acumular desde la estación?
-Cla... –Empezó a hablar, con voz profundamente emocionada, sin tener que actuar, puesto que así le salía natural.- Claudia... Estoy...
Estoy tan...
Se incorporó, sintiendo débiles sus extremidades, dio los pasos que le separaban de la alemana, y la abrazó.
-Es el día más feliz de mi vida. –Dijo al fin, no pudiendo ser original en ese momento.-
Pero no necesitó más palabras, puesto que Claudia correspondió a su abrazo, y buscó sus labios, y le abrazó aún más. Laura emitió
esta vez un gritito emocionado, Cristina exhibió una gran sonrisa.
-Voy a por el champagne. –Exclamó Cris, volviendo poco después con las copas y la helada botella, que abrió con el "Ploop"
característico, antes de bañar las copas.- ¡Por el milagro de la vida!
El brindis fue genial, el "cling" de las copas entrechocando, el sabor espumoso de la bebida... Ese momento quedaría grabado en su
memoria como uno de los más felices de su vida. La mano de Claudia no le soltó en toda la noche, una noche en la que los cuatro
estuvieron hablando, no solo del niño, tema principal, sino de todo lo que tenían que contarse después de tanto tiempo. Dos botellas
de champagne se vaciaron antes de que el hambre les recordara que debían cenar, y festejaron, y vaciaron varias botellas de vino,
que nunca les supo mejor...
Hasta el día siguiente Raúl no encontró un hueco a solas en el que poder atestiguar lo emocionado que se encontraba por la noticia,
demostrárselo con besos y palabras de cariño, para luego, temeroso, posar sus manos en su vientre, creyendo notarlo "ahí dentro".
Dormir en su cuarto, pese a que sus paredes y estanterías permanecían casi vacías, nunca le había parecido tan placentero. Llamó a
sus amigos, al menos los que seguían ahí, pronto pudo tomar un par de cervezas con Adrián, saludar efusivamente a Nadia e incluso
comentar el nuevo piercing de Andrés. Que deliciosa era esa sensación...
Obviamente la noticia del embarazo de Claudia no podía salir de su boca, pero su felicidad sí, y todos la notaron, especialmente
después de tanto tiempo sin verle. En un par de tardes consiguió terminar los trabajos, quitándose ya definitivamente el asunto
"universidad" de la cabeza, para él, ya no existía.
-Oye, Raúl. –Comentó un día Laura, así como quién no quiere la cosa.- ¿No crees que no es prudente que Claudia viva sola?
-Eh...
-Claro, en su estado... –Siguió Cristina.- Cualquier mareo... Cualquier...
-Dios... –La verdad es que ni lo había pensado, y por eso se sintió sucio y despreciable, él degustando su vuelta a casa y la mujer sola,
"en su estado".- Es verdad, no debería estar sola...
El plan de las mujeres dio resultado y esa noche la pasó en casa de Claudia, que recibió a su inquilino con los brazos abiertos. La
verdad es que su convivencia era perfecta, no tenían ni el más mínimo roce, incluso llegaron a competir por ver quién era el que
cocinaba mejor. Por cierto, que la chica había notado su delgadez, por lo que le estuvo alimentando a conciencia durante su estancia
con ella.
Tan solo tenía dudas en un sentido, una noche, mientras estaban apoyados en la infinidad de cojines, Claudia se dio cuenta de que el
joven la estaba mirando con una fijación especial, una mezcla de adoración... Y deseo. ¿Hasta que punto llegaba la "vida de pareja" de
la lesbiana y el joven?
-Me encanta que me mires así. –Observó ella, sonriente, sacándole de sus ensoñaciones.-
-Oh, eh... Perdón, perdón... –Se excusó, recuperando el control.- Es que... Bueno... Estás muy guapa.
Con su ánimo y su felicidad también había vuelto otro invitado, el deseo. Por primera vez empezó a sentir la lujuria adueñarse de su
cuerpo, haciéndole cobrar caros los casi tres meses de sequía relativa. En ningún momento se veía preguntando a la chica "Oye,
¿Quieres echar un polvo?", pero la verdad es que estaba ansioso, pensó en recurrir a otras chicas, pero una sensación extraña, la de
la fidelidad, le impedía hacer insinuaciones de ese tipo a cualquier otra. Aún así, Claudia siempre parecía leer su mente.
Sus manos empezaron a acariciarle, cariñosamente primero, lujuriosamente después. Él, en su estado, no tardó mucho en mostrar un
evidente bulto en el pantalón. Apurado, esperó ver enfado en la cara de la mujer, pero ella solo sonreía.
-¿Recuerdas lo que te dije hace unos meses? –Susurró, radiante.- Ese día tan especial...
-Eh...
-Mi mente me dice que ame a las mujeres... Pero mi cuerpo está creado para dar y recibir placer de hombres... Tus caricias, tus
besos... Hoy, para ti, soy una mujer...
Era sorprendente que la mujer pudiera recordar las palabras exactas, pero claro, esa noche había sido muy especial para ella,
rememorándola mil veces en los últimos meses. Él, por su parte, la olvidó hasta recibir la llamada de Cristina, unos días atrás.
-Hazme tuya. –Murmuró, clavándole sus luminosos ojos.- Disfruta de mi cuerpo, déjame disfrutar del tuyo...
-Pero... –Sentía reparos, no podía evitar pensar en que ella solo se mostraba predispuesta por motivos de gratitud, no porque le
deseara.-
Ella, como única respuesta, cogió la mano del chico y la introdujo bajo su pantalón. Tras un par de caricias, pudo notar como
efectivamente la vagina de la mujer se mostraba deseosa de muchas atenciones.
-A partir de hoy, ya no me gustan las mujeres. –Comentó, sugerente y decida.- Me gustan las mujeres y Raúl.
¿Y necesitaba más invitaciones?
Se lanzó sobre ella como un depredador, la desnudó, devoró su cuerpo, desde sus pies hasta sus orejas, saboreando el néctar de sus
labios, también el de su sexo, pasando antes por sus turgentes pechos y ese ombliguito que tanto le gustaba. Tan solo frenó su pasión
instantes antes de penetrarla, recordando el pequeño detalle de que estaba embarazada.
¿Y si le hacía daño? ¿Podrían hacer el amor?
-Raúl... –Ella adoptó ese tono maternal que siempre utilizaba para sacarle de su mundo de ensoñaciones.- Que esté embarazada no
me impide mantener relaciones sexuales... Puedo hacerlo todo... Bueno, casi todo, nada de sadomasoquismo...
La chica adoptó una mueca de pesar, como si de verdad lamentara no poder practicar esa sádica modalidad de sexo. El joven de
nuevo no dudó mucho más, acarició con sus manos un poco el sexo de la mujer, buscando el puntito de excitación perdido en la
pausa, y, poco a poco, como si estuviera penetrando a una mujer virgen, entró en ella.
-Oooh... –Gimió la mujer, encantada de sentirle dentro.- ¿Ves como no pasa nada?
Asintió, pero durante un rato sus penetraciones fueron extremadamente delicadas, como si pensara que en el momento menos
esperado pudiera arrancarle un grito de dolor o algo peor. Pero fue ganando seguridad a la vez que la voluntariosa mujer se excitaba
más, y la normalidad se adueñó de su mente. Fue genial, él no quiso terminar, prefería martirizarse, a la mujer la torturó ligeramente,
acabando con su lengua lo que había iniciado con sus manos y su miembro, le encantó sentir el orgasmo de la mujer, la humedad, ese
sabor que tanto le gustaba... Limpió hasta el más mínimo recodo del sexo de Claudia, buscando retener en su paladar hasta la más
oculta de sus gotas de placer.
-Espera, antes de que me borres hay alguien que merece mis atenciones...
Cambio de posiciones, ahora fue él quien recibía los húmedos labios de la mujer, todavía faltos de habilidad en el sexo oral, como era
comprensible, pero voluntariosos. Él no tardó el correrse, avisándola antes con sus gemidos intermitentes, ella capturó con sus manos
su semen, evitando así que se derramara sobre la alfombra.
La alfombra les dio unos quebraderos de cabeza impresionantes, ella se mostraba inflexible, era sagrada, no podía tener ni la más
mínima mancha. Pero como esa vez, cuando tenían un "calentón", más él que ella, habían traído una toalla, que extendían sobre la
alfombra antes de empezar. Y se convirtió en todo un ritual, cuando uno de los dos miraba fijamente a la toalla, siempre dobladita a un
lado, el otro sabía lo que seguía.
Pese a todo, detalles como el de la alfombra ya los tenía desde siempre, pero el embarazo le trajo unos nuevos, o al menos
desconocidos para Raúl. Su habitual sentido de la limpieza se acrecentó, notablemente, él se sorprendía cuando se despertaba por la
mañana y la veía atareadísima sacando la más mínima mota de polvo, cosa que ya había hecho ayer, y cuando le preguntaba desde
que hora llevaba levantada, ella alzaba los hombros y seguía.
También tenía los achaques hormonales correspondientes, y había una cosa que no podía ni ver ni oler, algo tan extraño como el
aceite de girasol. Era un resorte, lo olía, y tenía que correr al baño con el estómago en la garganta, lo probaba en alguna comida,
misma reacción.
Aún así esos comportamientos no eran muy frecuentes, la mayoría del tiempo era la misma mujer reposada, de verbo fácil y buen ver.
Él notó perfectamente como la mujer intentaba quitarle de en medio todas las cosas referidas al embarazo, las conversaciones sobre
"el futuro" eran más bien escasas y siempre superficiales. Pero fue comprensivo, supuso que ella no le hablaba no por el hecho de
querer dejarle de lado, sino porque pensaba que podría preocuparse en exceso por una carga que, nunca mejor dicho, llevaba ella
sola.
Una tarde la encontró en uno de los cuartos de invitados, sentada en una butaca. Mirando por la ventana entreabierta. La luz era débil,
iluminando tenuemente la escena. Tenía los ojos acuosos, un par de lágrimas recorriendo sus mejillas, en definitiva, un rostro cruzado
de parte a parte por la melancolía.
-Claudia... –La nombró con voz suave.- ¿Va todo bien?
-Oh... –Ella se giró, intentando ocultar su rostro en la zona menos iluminada.- Sí, claro que sí.
-Pero... Estás llorando. –Se acercó un poco más, abandonado el marco de la puerta.-
-Bueno... He leído que es normal... Algo de las hormonas... –Explicó, limpiándose con gracia las lágrimas.- Pero no pasa nada, de
verdad.
Abrió la boca para intentar decir algo que sirviera para consolarla, pero no encontró las palabras. Ahí estaba, una de las mujeres más
hermosas que había visto en su vida, además embarazada, lo que multiplicaba por dos tal belleza, con el rostro teñido de emoción, de
lágrimas perladas.
Se acercó a ella y la besó en la mejilla, recogiendo con sus labios el sabor salado de algunas de sus lágrimas. La abrazó parcialmente
durante un rato, ella le acarició el cabello con cariño.
-Gracias, Raúl. –Susurró con voz entrecortada mientras él le devolvía las caricias.-
Continuará.
PD. Bueno, como notamos, este apartado es más emotivo que los demás, pero que no cundan las alarmas, puedo aventurar y
prometer más pasión y variedad en la siguiente entrega, pero yo soy así, si hay que hacer capítulos que preparen los siguientes, se
hacen. Por lo demás, sí, lo sé, lo sé, eliminar de la historia principal el periplo universitario es una salvajada, sobretodo porque podría
dar mucho juego. Pero me lo estuve pensando, incluso con un par de capítulos del tema escritos, sería "olvidar" la historia principal, y
no sé, prefiero concluirla sin romper la línea. Al término de "Eso", puedo hacer una entrega especial que detalle más a fondo sus
correrías universitarias, como el especial final de cualquier saga, no sé, ya veremos. Bueno, esta novena parte va dedicada en
especial a Héctor, al ser tan emotivo él como el texto. ¡Nos vemos!
Capítulo XXXXII
Esta tarde las tres chicas, Laura, Cristina y Claudia, habían salido de compras, al día siguiente sería Nochebuena y, según
comentaron, querían hacer algunas adquisiciones de última hora. Nochebuena suponía que él cocinaba, la pasarían los cuatro juntos,
una novedad ese año que a todos parecía encantar, y habían decidido que lo mejor era hacerlo en casa de Laura, dado que ahí
dispondrían de más espacio y libertad al ser Cristina la vecina.
-"Puedo hacer cordero..." –Se encontró pensando, mientras limpiaba las gotitas de humedad del cuello de su cerveza.- "Aunque dicen
que en Navidad es más típico el pescado..."
-¡Raúl, despierta! –Una fuerte palmada en su hombro le sacó de ensoñaciones.- ¿No ibas a pedir tu?
Estaban en un bar, habían quedado todos los del grupo salvo Andrés, que se había ido a su pueblo con su familia para celebrar la
Navidad. Las chicas universitarias, recién llegadas, intentaban llamar su atención, puesto que, pensando en el menú navideño, se
había quedado embobado en la barra.
-Ah, sí... Una tónica y una Coca Cola Ligth. –Pidió al camarero.-
Con las bebidas en la mano, volvió al rincón del bar donde habían improvisado un punto de reunión. Dos mesas juntas servían de
refugio para Nadia, Felipe, Ana, Adrián y Marta. Media docena de cervezas y un par de bolsas de patatas se esparcían por el lugar.
-No termino de acostumbrarme. –Felipe meneó la cabeza.- No entiendo por qué has tenido que cortarte el pelo...
-¡Es mi cabello! –Se defendía Marta, acariciándoselo.- Y soy yo quien decide cuando y como cortárselo...
Raúl observó con atención a Marta, lo de su corte de pelo ya lo había notado. Su habitual melena larga había desaparecido,
convertida ahora en un pálido recuerdo de lo que fue. Antes solía llevar el pelo formando tirabuzones, ahora, liso. En definitiva, un
cambio de loock en toda regla.
-¿Sabes lo que dicen de las chicas y su pelo? –Comentó de pronto Nadia.- Que son como los anillos de los árboles, te hablan de su
vida.
-Espejito, espejito mágico. –Ana se vio reflejada en su tónica.- Dime, ¿Quién es la mujer más guapa del reino?
-Yo, por supuesto. –Adrián les guiñó el ojo y realizó un ademán femenino.- ¿Acaso lo dudabais?
-Pues chica... –Ana acarició la incipiente barba del joven, "me hace más maduro", decía él para defender su tesoro capilar.- Una buena
sesión de depilación no te vendría mal...
-Anticuadas. –Se hizo el ofendido, siguiendo con su imitación de mujer.-
-Pues yo... –Raúl intentó meterse en la conversación.- Escuché que las mujeres se cortan el pelo cuando quieren dejar una etapa
atrás, cuando están ilusionadas con un nuevo proyecto.
Marta sonrió, nerviosa.
-Así que... –Le clavó los ojos de forma intensa.- Dinos, ¿Cómo se llama el chico?
El grupo estalló en carcajadas cuando Marta se puso roja como un tomate, mitad avergonzada, mitad irritada de que pudieran leer en
ella con tanta claridad.
-Pues... –Dio un trago de su refresco.- Bueno... Aún no hay nada entre nosotros, pero...
-¿Ya hiciste planes para después de las vacaciones? –Felipe le guiñó el ojo.- ¿Saldrás de caza?
-Echaré el cebo. –Ella le sacó la lengua.- Y que él decida si pica o no.
Más risas, más anécdotas de sus respectivas vidas, más amigos... Que cómodo se sentía Raúl entre ellos, porque sabía que era
donde debía estar. Por unos momentos él estuvo cavilando cual sería su reacción si de repente soltaba algo como "Oye, ¿Sabéis una
cosa? Voy a tener un hijo. Sí, y encima es con la profesora de natación del instituto."
Dando un trago de su cerveza, dejó escapar una medio sonrisa irónica.
-"No pueden saberlo." –Afirmó en su cabeza.- "Al menos no aún..."
-¿Y que planes tenéis para mañana? –Preguntó Ana.-
-Cena familiar. –Corearon todos, casi al unísono.-
Y empezaron a comentar algo sobre lo aburrido que es tener que aguantar a la familia todos los años, todos salvo Ana, y Raúl. Este se
quedó observando a la chica, que contemplaba la nada con ojos vacíos. Él llamó su atención y le dedicó un guiño de ojos,
arrancándole una sonrisa.
Recordó que una de las primeras cosas que le había comentado nada más reencontrarse fue que su madre tenía un nuevo novio.
¿Tendría la poca vergüenza de irse por ahí a cenar en Nochebuena, dejando sola a su propia hija? Bueno, ya no era una niña, pero
había circunstancias especiales de por medio, a fin de cuentas...
-Oye, Ana, mañana vendrás, ¿No? –Soltó de pronto, casi sin ser consciente de lo que decía.-
-¿Yo? –Parpadeó un par de veces, sorprendida.- ¿Habíamos quedado?
-Dios... –Se dio un ligero golpe en la cabeza, intentando demostrar su estupidez al resto del público, que tampoco necesitaban muchas
demostraciones a esas alturas.- ¿No te lo había dicho? Puff... Si se me llega a olvidar Laura me mata... Insistió en que te convenciera
de venir a cenar a mi casa.
-Pero...
-Me dijo que sino venías, no me dejaría entrar. –Impregnó sus palabras con un tono suplicante.- Por favor, tu sabes que es capaz de
hacerlo...
-Oh, venga... –Marta salió en su ayuda.- No le hagas el feo ahora de no ir, encima que te ha invitado.
-Pero si yo no he... –Ana se mordió el labio inferior, nerviosa.-
-Bah, con lo romántico que es... Todos ahí, cenando, comiendo polvorones, villancicos por aquí, cava por allá... –Felipe se unió al
frente "Ana ven a mi casa a cenar".- Dios, encima con lo buena que está tu hermana... ¡Invítame a mí! Ah, no, espera, que sino voy a
casa mi madre me mata... Otra vez será...
Raúl alzó las cejas y le dedicó a Ana una mirada simpática, esta cabeceó ligeramente, como apartando un pensamiento de su mente.
-Bueno, vale... –Una leve mancha de rubor apareció en sus pálidas mejillas.- Está bien.
-¡Genial! –Alzó su cerveza y brindó con la de sus amigos.- ¡Por unas felices fiestas!
-¡Porque Papa Noel nos deje muchos juguetes!
Y así, continuaron con su animada velada, felices todos. Al llegar la hora de cenar, cada cual tuvo que irse a su nidito, eran días de
familia y tradición, no estaba la cosa como para pasarse la noche de juerga.
En la puerta del bar, Marta aprovechó que el resto estaba entretenido fijándose en la decoración navideña de un balcón cercano, de
donde colgaba un Papa Noel, de esos que parecen que estén escalando, para hablar brevemente con Raúl.
-Oye, ha sido un detalle lo de invitarla. –Murmuró, para que los demás no escucharan.- Yo lo hice, pero no quiso aceptar, es demasiado
orgullosa...
-Pero si Ana es como de la familia. –Raúl sonrió.- No es ninguna molestia.
-Eres un cielo. –Ella le dedicó una de sus grandes sonrisas.- Feliz navidad.
-Eso suelen decirme. –Exhibió una sonrisa irónica.- Feliz navidad, chica de pelo corto.
-Estúpido. –Bufó ella, que no quería más chistes sobre su cabello.- ¿Acaso no me queda bien? ¿No me hace atractiva?
-Claro que sí.
-Pues ya está. –Puso los brazos en jarra.-
-Hey, chicos... –Los cuatro restantes perdieron interés en el Papa Noel colgante.- ¿Qué hacéis ahí tan solitos y murmurando? Pillines...
Cada cual iba por su lado de regreso a casa, Ana, antes de doblar la esquina, llamó su atención.
-Oye... –Musitó, nerviosa.- ¿Tengo que llevar algo?
-Sí, tu presencia. –Rió él.- No te preocupes, yo cuidaré de ti.
-¿Es que hay algo peligroso en tu casa? –Preguntó sarcásticamente.-
-Mucha loba, ya verás. –Carraspeó él.- Nos vemos mañana.
-Pues eso... –Sus manos se rozaron durante unos instantes.- Adiós.
En casa de su hermana, Raúl empezó a organizar su mente para el menú de mañana, que, pese a su comportamiento maniático, ya
tenía perfectamente ideado. Los ingredientes principales ya estaban en su nevera. Como el trío diabólico no llegaba, llegó a pensar
incluso que se habían ido de fiesta sin avisarle y, aún peor, con Claudia en su estado. Él mató el tiempo en Internet, buscando un par
de trucos para lo del día siguiente.
-"Todo debe ser perfecto." –Se dictaminaba, con voluntad férrea.- "Es la primera vez que cocinas para tanta gente..."
Un rato después, mientras recuperaba su orgullo viril y cenaba un bocadillo, se dejó de tanta tontería y simplemente quedó en un "Que
salga como tenga que salir", total, ¿Acaso él tenía cara de sirviente?
Antes de lo que le hubiera gustado se quedó dormido en el sofá, momentos antes veía, sin prestar atención, una película cualquiera.
Al despertarse tenía una manta cubriéndole y habían apagado la televisión. Miró la hora y se reconfortó al ver que no era
excesivamente tarde, apenas pasaban de las diez de la mañana.
Con paso sigiloso se acercó al cuarto de su hermana, ahí estaban las tres, con un rayo de Sol clavándose en sus siluetas a través de
la persiana mal bajada. Le hubiera molestado ligeramente que salieran sin avisarle, para encima terminar montándoselo después, de
no ser porque comprobó que en el rostro de ellas había un gran semblante de paz. El rayo de luz caía directamente sobre el rostro de
Cristina, que sonreía en sueños, una de sus manos abrazaba a Laura, que a su vez tenía la cabeza tan cerca de los senos de Claudia
que, por el efecto de sus suspiros, mantenía sus pezones aún duros.
Tal impresión le causó la imagen que, tan silencioso como había llegado, se marchó, buscando entre las cajas de su armario su
apreciadísima cámara. El flash perturbó tan solo a Cristina, que emitió un leve suspiro.
-"Lo dicho..." –Pensó, mientras se deslizaba por el cuarto para bajar bien la persiana y darles un buen descanso.- "Una manada de
lobas..."
Cerró su puerta, para aislarlas aún más en su pequeña paz onírica. Mientras contemplaba la instantánea recién tomada, no pudo
evitar sonreír como un bobalicón. ¿Podía haber algo más bello que eso?
El resto del día lo echó en preparar comida y ver televisión. Afortunadamente para él, el cordero se lo prepararía Doña Gloria, una
gallega cincuentona que regentaba un restaurante a dos manzanas de distancia. Era la mejor cocinera que jamás hubiera conocido y
más de una vez, inquietándose después por sus pensamientos, se había encontrado fantaseando con que, sino le sacara cerca de 30
años, sería su mujer ideal.
-Venga, chico. –Le comentó ella cuando fue a recoger la gran bandeja preparada.- Que en el tuyo he puesto especial cuidado, ya
sabes que eres mi debilidad.
-Pues como esté tan bueno como el que hiciste el año pasado, que no le extrañe que mi regalo de reyes sea usted. –Alzó la voz para
que el marido, otro simpático gallego, encargado de la barra, le escuchara.- ¡Me oye, Don Tomás, si su señora sigue cocinando así,
cualquier día se la robo!
-Sí, hijo, sí, no caerá esa breva... –Asintió él, dedicándole una sonrisa.- Que vivarachos sois los jóvenes...
Ya en la quietud de su hogar, Claudia fue la primera en abandonar los brazos del sueño, cuando ya rozaba el mediodía. Frente a la
ducha rápida que se había dado Raúl al despertar, ella se tomó su tiempo.
-Una tiene que cuidarse... –Contestó ella, una vez se dieron los buenos días.-
-Y más en tu caso. –Apuntilló él.-
-Sí, supongo.
La rubia se mostraba especialmente contenta ese día, al parecer había tenido una "buena noche", y las hormonas no le jugaban una
mala pasada.
-Te ayudaría en la cocina, pero... –Puso cara de fastidio.-
-Tranquila. –Sonrió, sabiendo lo difícil que sería para la mujer el llegar a la cocina, debido a la fragilidad de su estómago en su estado
de buena esperanza.- Estos son mis dominios.
-Oh, mi galán cocinero. –Rió ella, encaminándose al salón para recoger un poco.-
Laura y Cristina se despertaron a la hora de comer, encaminándose a la cocina, sin siquiera vestirse, hambrientas como estaban.
-Vaya, que limpio está todo. –Murmuró su hermana.- ¿Has visto Cris? Que apañados son los dos...
-Tal para cual. –Ella puso los ojos en blanco.-
-Vale, lo que sea. –Raúl tuvo que sacarlas de la cocina, donde empezaron a picotear algunos de los platos reservados para esa noche,
prometiéndolas que les llevaría algo de comer al salón.- Y hacer el favor de vestiros y daros una ducha... No por ese orden.
-Oh... –Cristina puso cara de niña buena.- Laura, a tu hermano no le gusta vernos desnudas.
-Que estrecho se ha vuelto últimamente. –Alzó un poco la voz.- Será por las compañías que frecuenta...
-Me pitan los oídos. –Canturreó Claudia desde el salón, risueña.-
-Venga, no me digas que rechazarías este buen par de tetas. –Laura estrujó uno de los senos de Cristina.- Ah, Dios, con lo blanditos
que están...
-Y aún pegajosos por lo de ayer... –La chica le miró con denotada lujuria.- Mira, toca.
-Que no, dejadme en paz. –Suplicó, turbado frente a la visión de semejantes mujeres desnudas, aunque las tuviera muy vistas.- Si es
que queréis comer, claro.
-¿Has visto? Ahora nos chantajea con la comida...
-Ha cambiado. –Laura bajó la mirada, fingiendo tristeza.-
-Yo sé de alguien que no ha cambiado... –Tarareó Cristina.-
En un visto y no visto, la mano de la mujer atenazó el paquete del chico, que se vio sorprendido por la agilidad de la mujer.
-Lo sabía, se le está poniendo dura. –Exclamó la mujer.-
-¡Aún no nos ha olvidado! –Siguió su hermana.- Será que quiere más atenciones...
-¡Largo las dos! –Las tuvo que amenazar con la cuchara sopera que tenía en la mano en ese momento.-
Las chicas se fueron correteando por el pasillo, como si de niñas pequeñas se tratase, riendo a carcajadas.
-Vaya par de... –Refunfuñó bajo el marco de la puerta de la cocina. Repentinamente recordó una cosa.- Y esta noche portaos bien.
-¿Por qué?
-Porque he invitado a una persona a la cena. –Susurró tímidamente.-
-¿Ah sí? –Laura volvió sobre sus pasos y se acercó a él.- ¿Sin mi permiso?
-Es Ana. –Gruñó él.- No creo que tengas ningún problema.
-Oh, que gesto tan bonito. –Sus pechos botaron cuando ella dio un pequeño saltito, fingiendo emoción.- Cuanta bondad hay en el
ambiente.
-Laura, por favor. –Advirtió Raúl.- Nada de tonterías delante de ella.
-Tranquilo, tranquilo. –Ella sonrió con malicia.- Nos portaremos bien. Pero...
-¿Pero?
-A cambio quiero un beso.
-Laura, que estoy cocinando... –Se sulfuró.-
-Atente a las consecuencias. –Le amenazó.-
-Vale, vale. Pero uno cortito, que aún tengo que hacer la comida.
Cuando sus rostros se acercaron, pudo sentir el calor del rostro de su hermana, y sus labios, deliciosos, deslizándose suavemente
contra los suyos propios.
-¿Ya está? –Gruñó Laura cuando se separaron.- ¿Pero que mierda de beso es ese?
-Oye, que no ha estado mal...
-Chico, o me das un beso en condiciones o esta noche monto una orgía. –Bufó.-
-Uff...
Volvieron a unir sus labios, esta vez con más voluntad, pronto la lengua de Laura presionó los labios de Raúl, pidiendo paso, este se lo
concedió, haciéndola pagar antes el peaje que cobraba su propia lengua. Una de las manos de la mujer bajó a su paquete,
empezando a estrecharlo con dulzura, el cuerpo de la chica buscaba la máxima fricción contra el suyo, él empezó a sentir extraña la
ropa, odiándola por privarle de sentir ese sensual cuerpo rozarse contra el suyo.
Se separaron, pero su hermana siguió en su cuello, besándole lentamente. Su mano ya tocaba un miembro decentemente duro. Raúl
se reclinaba en la encimera, sintiendo la pasión desbordante de Laura, que le hacía sentir escalofríos por su doble trabajo, en el cuello
y en la entrepierna.
Le dio un curioso lametón en la oreja.
-Si no fueras mi hermano, te follaría hasta reventar. –Susurró ella en un tono enfermizamente sexual.-
-¿Ahora te encuentras con la moralidad familiar? –Ironizó él, en voz baja.-
-Bueno... –Ella le mordió en el cuello.- Te estás convirtiendo en un hombre y pronto no podré tenerte más entre mis brazos...
Y no pudo decir nada más, porque Laura acalló sus palabras con un pico, para luego irse corriendo hacia la ducha, donde Cristina la
esperaba. Raúl permaneció un rato confuso, sintiendo como su erección bajaba, pasado el terremoto, y paladeando aún el sabor de su
hermana. ¿A que se refería esta? ¿De verdad estaba cambiando?
-"Pues yo no creo que haya cambiado tanto." –Murmuró, volviendo a su rutina culinaria.-

Capítulo XXXXIII
-"Perfecto." –Fue lo único que pensó al ver su obra de arte terminada.-
La mesa estaba radiante, con el colosal mantel de las grandes ocasiones colocado, y, sobretodo, la abundante cantidad de comida que
reposaba sobre ella. Infinidad de tipos de marisco y canapés, así como ibéricos y cosas más típicas de esa época del año. Su trabajo
de todo el día. Copas y cubiertos perfectamente colocados, la mesa, abierta, tres sillas en un lado y dos en otra, habían decidido que
era mejor que nadie la presidiera, para darle un tono más distendido a la velada.
Raúl terminó de colocarse la camisa, una noche especial requería vestuario especial, y su hermana, en un arrebato consumista, le
había traído esas bonitas prendas unos días antes. Observó el salón, habían apartado los sofás para tener más espacio, también
tenían un pequeño árbol de navidad de plástico, de un metro y medio, más o menos, y que había traído Claudia, alegando que ella no
podía celebrar la Navidad sin un árbol.
Lucía bonito, decorado con docenas de bolas y guirnaldas, y una estrella que, tuvo que acercarse bien para comprobarlo, de angelito
tenía poco, pues parecía más un juguete sacado de un sex shop, probablemente colocado ahí con malicia por el dúo diabólico.
Ana había llamado en torno al mediodía, preguntándole de nuevo si tenía que llevar algo o sobre que hora debía ir. Ella había insistido
en no llegar a mesa puesta, pero Raúl se había mostrado inflexible.
-"Sí, quiero que quedes impresionada." –Dictaminó, fingiendo un tono de seriedad que en él quedaba muy artificial.- "Además, ¿Dónde
se ha visto que los invitados tengan que trabajar? Esta es una casa decente."
Cuando colgó el teléfono se rió él solo con eso de "casa decente". Las mujeres estaban "poniéndose guapas" en casa de Cristina, al
lado, cosa que Claudia y él, que se habían pegado una paliza preparándolo todo, agradecieron enormemente, puesto que el huracán
que despertaban Laura y Cristina al arreglarse no tenía nada que envidiar a los Categoría 5.
Alguien llamó a la puerta. Dado que su hermana tenía llaves y la única razón de que la puerta estuviera cerrada era porque así no
entraba el frío del rellano, dedujo que se trataría de Ana. Y era ella, como para no verla.
-Je-sús... –Farfulló él, con la boca abierta.-
-Hola a ti también. –Rió ella tímidamente.-
Ana llevaba un precioso vestido negro, sin excesivo escote, pero que se amoldaba perfectamente a su curvilínea anatomía. Un bonito
recogido y algunas joyas, hermosas pero discretas, armonizaban aún más su imagen. En definitiva, iba elegante, como una princesita.
-Estás... –Carraspeó, buscando tranquilizarse.- Estás magnifica.
-Anda, que no será para tanto. –Una leve mancha de rubor apareció en sus pálidas mejillas, cosa muy frecuente en ella, pero que en
este caso estaba justificada.- ¿Puedo pasar?
-Ah, sí, claro, adelante, estás en tu casa. –Se apartó para que la mujer pasara.- El resto no tardará en llegar.
-Vaya... –Ovacionó la magnifica presentación de la mesa.- ¿Y esto lo hiciste tú?
-Tampoco es nada del otro mundo... –Esta vez fue él quién habló tímidamente, orgulloso de su obra.- Una cosita por aquí, otra por
allá...
-Estás echo todo un artista. –Ella le estrechó el hombro.- Por cierto, al final traje un par de cositas.
La chica sacó de la bolsa que sostenía una botella.
-Es un cava bastante bueno, teníamos un par de botellas en casa, y en fin... La ocasión lo merece.
-Lo meteré en el frigorífico para que esté en su punto. –Señaló Raúl, que esperaba que sacara más cosas de la bolsa, pero la chica no
lo hacía.- ¿Algo más?
-No, esto es para que los veáis mañana, son regalitos. –Dejó la bolsa bajo el pequeño árbol.-
-¿Para mañana? –Él puso los ojos en blanco.- Mi hermana será incapaz de aguantar la espera.
Y como si pudiera escuchar a través de las paredes, sonó en ese momento la cerradura al pasarse, y la algarabía de las tres mujeres
penetrando en la casa.
-Vaya. –Observó Laura, soltando un silbido admirado.- Ana, menudo modelito, me están entrando ganas de llevarte luego a bailar por
ahí, ¡Ese cuerpazo hay que exhibirlo!
Laura, al igual que Cristina, llevaba un vestido de noche, elegante y recatado por delante, pero con una gran obertura por detrás que
dejaba a entrever toda la espalda, casi llegando al trasero. El de su hermana era verde botella, mientras que el de Cristina era de un
tono vinotinto.
-Exagerada... –Ana recibió los dos besos de Laura con timidez, a causa de su cumplido.- ¿Profesora?
-Oh... Sí. –Claudia, con un conjunto de dos piezas, de color azul. Se acercó a Ana, su antigua alumna, para saludarla igualmente con
dos besos.- Hacía tiempo que no te veía, ¿Cómo has estado?
Raúl, aún con la botella en la mano, tuvo que comentar brevemente las "casualidades que tenía el mundo", dado que su hermana
había conocido a Claudia una noche, mientras cenaban en un restaurante del centro, y desde entonces eran tan amigas.
-Yo soy Cristina, encantada. –Canturreó ella, avasallando a Ana.- Vaya, Raúl, no sabía que tenías amigas tan guapas...
Una vez terminadas las presentaciones, y las preguntas protocolarias, el grupo fue organizando mejor sus lugares para la cena. El
cordero recibía el último punto de calor en el horno y Laura hacía lo único que solía cocinar en navidad, su particular capricho, las
angulas.
-No las hagas muy picantes. –Suplicó su hermano, conociendo el gusto desmesurado que esta tenía por añadirle condimento.-
-Al estilo del chef. –Fue la única respuesta de Laura.- Y no me distraigas que al final acabo manchándome.
Tras muchos viajes de última hora, movimiento por aquí y por allá, finalmente acabaron todos sentados, con la gran y humeante fuente
de angulas en el centro, tan solo el vapor que emanaba de estas ya bastaba para que le lloraran los ojos, por lo que dedujo que no le
habían hecho caso con su recomendación del picante.
Raúl tenía en la izquierda a Claudia y en la derecha a Ana, frente a ellos, Cristina y Laura. Todos, con las copas llenas y unas ganas
de comer increíbles, se observaban mutuamente.
-¡A que esperáis! –Cortó Raúl.- ¡Qué esto no se va a comer solo!
Y dio comienzo el festín. Entre bocado y bocado, hablaban de temas tan dispares como los trabajos de cada uno, los estudios,
anécdotas de navidades pasadas o cosas por el estilo.
Él estaba contento porque todo estaba saliendo bien, parecía una cena entre cinco buenos amigos, nada más. En la televisión, sin
volumen, el presentador de turno daba paso a un cantante, que comenzaba su show, articulando palabras que no iban a escuchar.
-Uff... –Cristina se reclinó en su silla.- No sé si voy a poder con la carne... Te has pasado con la comida...
-Mejor que sobre a que falte. –Se defendió el cocinero.-
Claudia se ausentaba de vez en cuando, Raúl siempre comprensivo con ella, sabía que, por su estado, le era recomendable asomarse
de vez en cuando a la ventana y aspirar el aire fresco de Diciembre, así evitaban males mayores como mareos o peor, que su
estómago dijera "basta" y le impidiera disfrutar de esa gran cena, pese a que ella era la que menos había comido.
-Voy a por el cordero. –Avisó él, mientras se levantaba.-
-Te ayudo. –Aventuró Ana, intentando levantarse pero encontrándose con la negativa en el rostro del chico.-
-De eso nada. –Aprovechó el viaje para llevarse algunos platos que estaban vacíos u ocupados por los restos del suculento marisco
que acaban de engullir.- Tu tómate otra copa.
Servir el cordero no le llevó más que unos minutos, y pronto sus platos estuvieron llenos con la pieza fundamental de la noche. Tal y
como había pronosticado Cristina, no fueron capaces de comer más que lo justo para probarlo, certificando que estaba delicioso, dado
que estaban totalmente llenos. La única que fue capaz de acabar con su plato, y que incluso repitió, fue Claudia, a la que el cordero
simplemente la encantó, añadiéndose a su futura lista de antojos.
-Jesús... –Suspiró Laura, tras dar un sorbo de su copa.- Estoy súper hinchada.
-No seas blasfema. –La amonestó Raúl, olvidando que él mismo había usado esa expresión al inicio de la noche.- Que la Virgen María
debe estar ahora mismo con las contracciones...
Hubo una risa general ante su pésimo chiste, por inercia mental, las miradas de Cristina y Laura, al escuchar una referencia al
embarazo, giraron hacia Claudia, Ana las siguió, y a Raúl le pareció un cantazo, sacando rápidamente otro tema para disimular.
-Espero que vuestros vecinos sean comprensivos conque estamos en fiestas. –Observó Ana.- Porque menudo escándalo llevamos
esta noche.
-Ah, no te preocupes, la vecina de al lado es vieja y está medio sorda. –Expresó Cristina, agitando su copa.- No nos causará
problemas.
Laura y Claudia se rieron, Raúl tuvo que explicarle que el piso de al lado era suyo, y también rió.
-Bueno, ¿Saco ya el postre?
-Buff, más comida... –Laura dejó caer la cabeza a un lado.- He pensado que mejor podíamos ir a dar un paseo, para bajar lo que
llevamos ya dentro, y luego seguimos.
La idea fue aceptada, y el grupo, tras llevar la mayoría de los platos a la cocina y apagar un par de luces, salió, sintiendo el frescor de
la noche en sus cuerpos. Se encaminaron hacia el paseo marítimo.
-Sí, es genial... –Habló Claudia, muy callada toda la noche.- Me encanta cuando el cielo está así, tan despejado y oscuro.
-¿No nos saldrás conque eres E.T. y buscas un teléfono para llamar a tu casa? –Ironizó Cristina.-
-Uhgg... –Laura sintió un escalofrío.-
-No habléis del bicho ese, que a mi hermana le da miedo. –Señaló Raúl, riéndose y provocando que las otras chicas, salvo su
hermana, se contagiaran de sus carcajadas.-
-¿De verdad? –Cristina hizo que pararan para encarar a Laura.- Eso no lo sabía yo...
-Es que... –Laura parecía molesta, como una niña a la que le acaban de quitar un caramelo.- Era feo, bajito y deforme. ¡Y yo vi la
película de noche! No me gusta, es tan... Bleh...
El grupo volvió a reírse, repitiendo el chiste de "Mi casa, mi casa" unas veinte veces durante todo el trayecto. Una parejita de adultos,
no debían tener más de cuarenta años, y que tenían la pinta de dirigirse a la misa del gallo, se les quedó mirando con extrañeza
cuando se cruzaron con ellos.
-¿Y a esos que les pasa? –Preguntó Raúl, confuso, cuando los vio alejarse, lanzándoles miradas furtivas aún.-
-¿No te das cuenta? –Suspiró Laura.-
-¿Yo? –Se miró por todas partes, esperando encontrarse una mancha o la bragueta abierta, pero todo estaba en su sitio.- ¿De qué?
-Eres un chico, rodeado de cuatro mujeres preciosas. –Canturreó Cristina.- Esa parejita debía estar flipando, por lo menos...
-Ni que fuera delito estar rodeado de chicas guapas. –En su fuero interno se sintió profundamente halagado, tuvo el oscuro deseo de
que se cruzaran con cuanta más gente posible mejor, para alardear de acompañantes preciosas.-
-O quizás piensen que eres el típico gay que solo sale con mujeres. –Masculló Laura, sacándole de su nube.-
Media hora y un buen paseo después, volvían a casa, con el capricho de un buen dulce.
-Bueno, esto empieza a ser criminal. –A su hermana se le hizo la boca agua.- Tocino de cielo, sabes que es mi preferido...
Cristina además trajo una gran caja de bombones, que puso en el centro de la mesa. Unas copas llenas del cava de Ana regaron los
dulces.
-Esto es lo mejor... –Cristina cogió uno de los bombones y lo arrojó dentro de su copa, para luego comérselo dentro de un gran trago
de cava.- Le da un toquecillo eléctrico... Podría comérmelos todos...
-Golosa. –Laura le sacó la lengua.-
-Tú lo sabes bien... –Se defendió ella, quizás con más lujuria en la mirada de la que Raúl podría soportar.-
Cuando cogió uno de los bombones, un aire cálido azotó su mano, y no pudo evitar ser elevado hacia una escena del pasado.
"¿Quieres un beso de chocolate?", le había dicho en su momento a Estela, la bella Estela. ¿Qué sería de ella? ¿Estaría celebrando la
Nochebuena con su novio? ¿Sería feliz? ¿Qué llevaría puesto? Todas estas dudas, que él intentaba reprimir pero que no podía, cosa
que le irritaba, parecieron mostrarse en su rostro, puesto que Claudia, en un leve susurro, reclamó su atención.
-¿Va todo bien? –Los ojos verdes de la alemana, tan luminosos, se clavaron en él.-
-Sí, sí... –Mintió.- Todo bien.
Y de ahí no hubiera pasado la cosa, salvo que, al sentir un súbito contacto en su cuerpo, el bombón se resbaló de las manos, yendo a
parar encima de su tocino de cielo.
Algo había comenzado a frotar sinuosamente su entrepierna, provocándole un torrente de sensaciones, especialmente dos, placer y
miedo, esta última cimentada en que Ana, la "inocente" Ana, estaba justamente a su lado.

Capítulo XXXXIV
El ser invasor se deslizaba por su entrepierna con inusitada habilidad. Raúl, cauteloso, alzó ligeramente la mirada, pensando que
quizás no había sido tan buena idea ponerse frente al dueto diabólico, conociéndolas como las conocía.
Laura y Cristina hablaban con total naturalidad con Ana y Claudia, las cuatro enzarzadas en una conversación de la que él había
perdido el hilo hacía rato. El mantel, afortunadamente bastante grande, tapaba ese pie invasor de cualquier mirada inoportuna.
-"Al menos Ana no se dará cuenta". –Pensó, sintiéndose nervioso y alborotado.-
La verdad era que, poquito a poquito, las caricias estaban consiguiendo su propósito. Su miembro, por cosas de colocación, quedó
extendido en la pernera del pantalón, donde, despacio, muy despacio, continuaron masajeándolo.
Una de las fantasías eróticas de Raúl era bastante parecida a lo que sucedía, él soñaba con una gran cena, y de repente, alguien que
le toca por debajo de la mesa, le masturba con sensuales caricias, hasta el final. En sus múltiples variantes, su sueño incluía a veces
algo de sexo oral, pero lo fundamental es que era furtivo, solo entre dos, y el resto, pese a estar a pocos centímetros de él, no debía
enterarse de nada.
Tanteó con la mirada a Cristina y Laura, pero no había manera, se mostraban tan naturales, tan "buenas"... Y pensar que la pierna de
una de ellas estaba haciéndole pasar tan buen momento, tenso, sí, pero placentero. Vigiló con el rabillo del ojo a Ana, pero estaba
atenta a las palabras que Cristina emitía en ese momento. Abrió un poco más las piernas, facilitando el acceso.
La situación que vivía no era para nada normal. El primero de los motivos es que estaba cenando con cuatro mujeres, y con las cuatro
se había acostado. Aún más para añadir, una de ellas era su hermana, a otra la había desvirgado y a otra dejado embarazada. La
única con la que tenía una relación normal, si es que eso se le podía llamar normal, era con Cristina. ¿Sería ella la que le estaba
proporcionando tanto placer?
Tenía la boca seca, bebió de su copa de cava, que pronto estuvo vacía. Se sirvió más.
-Porque yo tenía razón, ¿A que si, Raúl? –Dijo de pronto Laura.-
-Eh... –Salió de su ensimismamiento, al intentar hablar sus palabras sonaron extrañamente graves. Se aclaró la garganta.- Sí, claro.
-Vaya par de mentirosos. –Cristina negó con la cabeza, Raúl esperó que no fuera algo importante, dado que había dicho "sí" sin saber
el tema.- Hermanos tenían que ser...
Y en todo momento, mientras hablaba, mientras le respondían, mientras le miraban, esa caricia infernal seguía ahí. ¿Qué hacer?
¿Apartarla? En el forcejeo era posible que alguien se diera cuenta, y esto preocupaba a Raúl... Aparte de la creciente percepción del
placer que sentía.
Vació lo que quedaba de botella en su copa, se la bebió de un trago.
-Vaya, iré a por más. –Se ofreció Claudia.- ¿Había otra botella en el congelador, no?
-Sí. –Volvió a contestar cuando sintió las miradas en él.- Sí, en el congelador...
Era difícil mantener la mente en su sitio. Inconscientemente, la mano con la que sostenía la copa había empezado a acariciar el vidrio,
poco a poco, de arriba abajo, con el pulgar. Y él, de vez en cuando, se quedaba mirándola, como si en vez de una copa fuera la figura
de una mujer, su clítoris, sus labios...
"Ras Ras", si alguien hubiera dejado de hablar y prestado atención, hubiera notado el ruido de la tela al ser friccionada.
Afortunadamente hablaban en voz alta, un autentico escándalo.
Sus reservas desaparecían conforme su respiración, pese a sus intentos de controlarla, se agitaba. ¿Tener un orgasmo? ¿Era
posible? No quería imaginarse lo "evidente" que sería terminar en esa situación, manchar su ropa interior, estremecerse de placer,
gemir, ¿Podría evitarlo?
-Y entonces yo le dije... –Las chicas seguían con su conversación, él asentía de vez en cuando, absolutamente indiferente a cuanto
hablaban.-
A veces levantaba la mirada hacia las que tenía delante, Laura y Cristina, ¿Cómo era posible que mantuvieran esa locuacidad cuando
alguna de las dos debía estar controlando minuciosamente sus movimiento bajo la mesa? Raúl llegó a pensar, incluso, que era posible
que eso de que "las mujeres pueden hacer varias cosas a la vez" fuera cierto.
Su mano derecha seguía acariciando sugerentemente la copa, a la que casi se comía con los ojos. Su mano izquierda... Palpaba algo
esponjoso, algún tipo de tela, y algo blandito debajo.
Giró su cara, en movimientos lentos, con la mitad del cerebro dormido a causa del placer, y como sino fuera de él, vio su mano, ahí,
apoyada en el muslo de Ana. Su primera reacción de miedo.
-"Joder." –Pensó, sorprendido.- "¿Qué estoy haciendo?"
Pero al comprobar que Ana lo pasaba totalmente por encima, sin prestarle la menor atención, y sobretodo que no tenía cara de que le
sentara mal, pues la dejó ahí. Le hubiera gustado interiorizar aún más sus caricias, pero era algo imposible, demasiados ojos y
demasiadas capas de tela por medio. Se conformó con sentir la tibieza de su cuerpo.
-"Y que cuerpo..."
¿Cuántos minutos pasaron? No demasiados, pero para él fueron una eternidad. Tal y como estaba de predispuesto, los signos
evidentes del orgasmo hicieron su aparición. Perdiendo completamente conciencia de donde y en qué situación se encontraba, se
sonrió a sí mismo, viendo una de sus fantasías completas.
El ritmo de la caricia se había acelerado, como si ese pie, bendito pie, pudiera prever que él estaba al borde del abismo. Ya se había
masturbado antes en sitios "peligrosos", en una época pasada de su vida, que pese a no ser tan lejana, ahora le parecía un vago
recuerdo. Una vez, mientras lo hacía en el autobús, habían estado a punto de pillarle "con las manos en la masa", o mejor dicho, en
los genitales. Grandes reflejos y una arrancada de improvisación sobre lo incómodos que son los asientos de esos transportes le
libraron de más preguntas.
Pero ahora era diferente, ¿Qué excusa había? Ninguna.
-"Ya... Ya..." –Pensó, notándolo perfectamente en su miembro.-
Hizo todo lo que pudo para retener su eyaculación, y así lo logró en gran parte, a costa de gran esfuerzo y autocontrol, aún así, el
placer le llevó, su mano izquierda apretó el muslo de Ana, provocando que esta padeciera un respingo al sentir su poderoso tacto. La
copa se habría roto de no haberla soltado en ese momento, sustituyéndola por el mantel.
Apretó fuertemente las mandíbulas, intentando no contraer el rostro en una mueca de placer que llevaba un largo rato queriendo
dibujar. Fue un orgasmo sumamente placentero, por la situación, por la elaboración, por el tiempo...
Raúl soltó el muslo de Ana de su "salvaje" abrazo, pidiéndole perdón con la mirada a la chica, arrepentido. Una gota de sudor bajó por
su sien, pudo sentirla en el recorrido por su nuca, le provocó un escalofrío.
Y, tan fugazmente como había aparecido, la fuente del placer desapareció, ese pie, que estaba al final de una pierna y que pertenecía
a alguno de los miembros del dueto diabólico, Laura y Cristina, que continuaban con su pose de total naturalidad.
Raúl tardó un rato en reponerse por completo, cerrar las piernas le supuso un considerable esfuerzo, puesto que no quería delatar su
posición y, sobretodo, notaba un dolor considerable en las ingles.
-Bueno, yo quiero algo más fuerte que esto. –Cristina señaló la segunda botella de cava, aún con la mitad de su líquido dentro.- Tengo
alcohol de verdad en mi casa.
-Aquí también tenemos. –Bufó Laura.- Como si no lo supieras...
-Pero yo quiero aportar algo. –Siguió Cristina.- Que no me habéis dejado hacer nada...
-Bueno, vale, caprichosa. –Su hermana puso los ojos en blanco.- Venga, te acompaño.
Las dos chicas se levantaron. Raúl buscó con avidez algún gesto cómplice que delatara cual de las dos había sido la causante de ese
orgasmo tan peligroso y excitante a la vez, pero ninguna de las dos hizo el menor gesto fuera de lo normal.
-Claudia, ¿Nos acompañas? –Laura la invitó a ir con ellas.- Así dejamos solos a este par para que nos pongan verdes...
-Claro que sí. –La alemana les sonrió y se levantó.-
Cuando las tres mujeres enfilaban el pasillo, Raúl pudo notar algo fuera de lo común, Cristina, cojeaba ligeramente.
-"¡Pues claro!" –Gritó de pronto en su cabeza, con una sonrisa triunfal.- "¡Tanto tiempo en esa situación! ¡Debe tener la pierna
dormida, o un calambre!"
Se levantó, dispuesto a recriminarle lo acontecido hacia un rato.
-"¡Será zorra!"
-Oye... –Ana le tiró ligeramente de la manga.- ¿Qué haces?
-Eh... –Su determinación acabó ahí, mejor dejar las cosas como estaban.- No, nada.
-Ah... –La chica se mordió el labio.- Que maja es la amiga de tu hermana, bueno, y la profesora Claudia, me ha encantado conocerlas.
Laura sigue igual que siempre, ojalá yo tuviera una hermana así.
-No sabes lo que dices... –Masculló él, acariciándose la barbilla.- No es oro todo lo que reluce...
-Pero si es encantadora, no me negarás eso...
-Vamos, para hacerla Santa... –Ironizó él.- Por cierto, ahora vuelvo...
Dejó a la chica ahí, sola, mientras él iba al baño a comprobar los "desperfectos". Pudo constatar que la mayor cantidad de semen
había sido retenida contra su voluntad, haciendo caso a la determinación de Raúl. Pese a todo, aquí y allá, pequeños restos de su
orgasmo manchaban su ropa interior.
-Pufff...
Se quitó los zapatos y los pantalones, para despojarse después de la ropa interior. Solo cuando estuvo desnudo de cintura para abajo
y había "limpiado" lo mejor posible todo, se dio cuenta de que no había traído ningún recambio para ponerse.
-"Que más da..." –Musitó, mientras se volvía a poner los pantalones.- "A fin de cuentas estoy en casa."
Ocultó su ropa interior en la cesta de las toallas sucias, donde milagrosamente había una, y era milagroso porque él era muy maniático
de que en su baño hubiera cualquier cosa sucia, y, después de lavarse las manos y comprobar que todo estaba bien, salió, buscando
a Ana.
Ella estaba viendo, ahora con detenimiento, el "angelito" que coronaba el pequeño árbol. Raúl se acercó por detrás, sigiloso, dispuesto
a darle un susto.
-¿Crees que no te he oído? –Rió ella, aún sin mirarle.-
-Jo, haberte dejado... –Suspiró él.- Luego te habría pedido perdón.
-¿Tantas ganas tienes? –Se giró, aún manteniendo la sonrisa.-
-Pues no sé... –Entrecerró los ojos.- Será que hoy tengo ganas de cazar.
-Huy, sí, como si yo fuera una gacela.
-Calla, que te muerdo.
La abrazó, levantándola ligeramente, mientras fingía morderla en el cuello.
-Quita, quita, que nos van a ver... –Le urgió Ana, pensando que en cualquier momento podrían aparecer el resto de las chicas.-
-Bueno... –Él la soltó, pero sin despegarse apenas ni un centímetro.- Pero que sepas que esas no vuelven.
-Pero... –Contestó ella, sorprendida.- Han dicho que...
-¿No ves que es una encerrona? –Rió él, ante la estupefacción de la chica.- Es que yo las conozco más.
-Pero...
-Pero nada. –La soltó, plantándole un beso en la mejilla antes.- Ayúdame a recoger la mesa, anda, luego te doy un premio.
-Oh, ¿Un premio? –Se hizo la interesada.- ¿Qué tipo de premio?
-Eso lo sabrás si me ayudas.
Los pocos trastos que quedaban en la mesa, que eran los platos del postre más que nada, fueron devueltos a la cocina en cosa de un
par de viajes. Colocaron la mesa en su sitio, pensando en la comida de mañana.
-Oye... –Ana reclamó su atención.- Que sepas que no me he olvidado de lo de tu regalito...
-Pues te voy a ser sincero. –Levantó los hombros.- No tengo nada para darte.
-¡Lo sabía!
-No, espera, déjame terminar. –La cogió de la mano y la sentó en el sofá.- Quiero hablar seriamente contigo.
-Vaya... ¿De que?
-De todo. Ahora que te tengo para mi solo, quiero que te desnudes... –Carraspeó.- Espiritualmente, claro.
-Hum...
La chica quedó pensativa unos instantes.
-¿Quieres que hablamos? ¿En Nochebuena? ¿De madrugada? ¿Y encima presupones que me abriré a ti así sin mas? –Negó con la
cabeza.- Muy confiado te veo.
-Bueno... –Vaciló un poco.- Quizás he sido muy directo, perdona, no quería menospreciarte o algo así.
-No, no. –Ella le acarició el dorso de la mano.- Tranquilo. Pero es que tampoco sé que puedo decirte que te sea de interés...
-Hace mucho que no hablamos. –Él la observó con su penetrante mirada esmeralda.- Somos amigos, ¿No?
-Chantajista emocional... –Suspiró Ana.- Bueno...
-¿Confías en mi? –Alargó la mano que tenía libre, extendiéndola hacia la chica.-
-Sí... –Ella la cogió.- Por cierto... ¿Esta escena no salía en Aladín?
Estuvieron largos minutos riéndose a carcajada suelta, hasta el punto de llegar a las lágrimas, uno y otra, rememorando mentalmente
sus grandes momentos juntos.
-No le digas a nadie que ligo usando tácticas de Aladín. –Rogó él, fingiendo preocupación.- Destrozaría mi reputación...
-Tranquilo, tu secreto morirá en mí, con un beso. –Y ella se inclinó para besarle, uniendo sus labios en un tenue piquito.-
-Vaya, hacia tiempo que no me besabas, ¿Sabes? –Se quejó él.-
-Venga ya, como si me hubieras echado de menos... –Ella meneó la cabeza.- Si hace nada te vi en el Paseo Marítimo cogido del brazo
de una chica, muy acarameladitos los dos, ¿Era inglesa, no?
-Eh... Sí, bueno... –La imagen resplandeciente de Liz apareció durante unos instantes en su retina.- Pero oye, lo nuestro es diferente,
nos conocemos de toda la vida... Y bueno...
Los ojos oscuros de la chica le parecieron sumamente atractivos. Era una de las virtudes de Ana, su eterna expresión de ternura. En
realidad no fue muy consciente de cómo, pero sus labios volvieron a unirse, recreándose esta vez en un largo beso.
La chica apoyó su cabeza en el hombro de Raúl.
-¿Por los viejos tiempos? –Murmuró ella, en una clara proposición.-
-O por los nuevos... –Respondió él, mientras sus manos buscaban la forma de desembarazarse del vestido.-

Capítulo XXXXV
Entre besos y caricias condujo a Ana hasta su habitación. El vestido tenía un mecanismo demasiado complejo para sus
sobreexcitadas manos, por lo que tuvo que rogarle ayuda a la chica, que, con una sonrisilla cómplice, se deshizo de la delicada
prenda.
El cuerpo de Ana se descubrió ante él, su carne pálida y suculenta, sus pechos grandes y anhelantes de atenciones. Raúl agradeció
que no llevara sujetador, puesto que se lanzó sobre ellos con una suave voracidad, procurándoles un buen trato, tanto con sus manos
como son su boca.
-Tranquilo, tranquilo... –Reía la chica.- No se van a ir a ningún lado...
Él se serenó ligeramente, poniéndole un poco de pausa a su pasión. Siguió pues con sus caricias, reconfortándose al encontrar un
buen par de pezones duros cuando su boca pasó por ellos por segunda vez.
-Mmmm... –Ana se había recostado ligeramente.-
Podría haber estado dedicado a los pechos de la mujer durante horas, se encontraba muy a gusto entre sendas pálidas montañas,
pero decidió abandonar la cordillera y bajar al valle, a ver como iban las cosas por allí. Avasallando el cuerpo de la mujer con caricias y
lametones, recreándose, como tanto le gustaba, en su ombligo.
-Vaya... –Exclamó al ver de qué color era la ropa interior de la mujer, puesto que la atracción por sus senos le había nublado la vista
durante un buen rato.- Pensé que el color rojo era para fin de año...
-Y para cualquier fiesta. –Masculló ella, apartándose el cabello de la cara.- Además, ¿Acaso no me queda bien?
-Oh, sí. –Se relamió, le encantaban las mujeres en ropa interior.- Veamos como se puede compensar este espectáculo.
Acarició sobre la tela, las braguitas rojas se mostraron suaves al tacto, y más aún suave era aquello que cubrían. En vez de
quitárselas, Raúl las hizo a un lado, al tiempo que mordía el muslo de la mujer, arrancándole un gritito de placer / dolor. Pudo ver el
sexo de Ana, tan suculento como las otras veces, perlado a causa de la humedad.
Lo acarició por encima durante un rato, recreándose en las zonas más delicadas, buscando casi con desesperación la forma de
arrancarle un suspiro de placer. Finalmente Ana se tumbó completamente en la cama, incapaz de aguantar de otra forma. Raúl colocó
su cara entre los muslos de la mujer, y comenzó a devorar su sexo. Una mano la tenía ocupada retirando las braguitas de la chica a un
lado, la otra la usaba para apoyarse o acariciarla las piernas.
-Dios... –Gimió ella.- Así...
Se afanó en la tarea de comer su sexo, ignorando un reproche mental que traspasó su cabeza en ese instante.
-"¿No te has dado cuenta de que siempre empiezas igual? ¡Innova un poco!"
Continuó en su afán de llevar a la chica a un orgasmo rápido, su clítoris expandía el placer, su vagina ya se contraía, totalmente
húmeda. Le encantaba ver como su vientre se movía, arriba y abajo, fruto de las respiraciones irregulares. La energía de todo el
cuerpo se concentraba en su coñito, prolegómeno de un buen orgasmo.
Y en esas estaba cuando empezó a escuchar un sonido extraño, que no eran ni los gemidos de Ana ni el ruido propio de su "trabajito".
Levantó un poco la cara y descubrió que, en efecto, no eran imaginaciones suyas. Un móvil estaba sonando.
-De... Debo cogerlo. –La chica, con las mejillas rojísimas de excitación, intentó incorporarse.- Es la melodía... Que le tengo puesta a mi
madre.
-Joder, ignórala. –Maldijo él, que veía como sus esfuerzos se despreciaban.-
-Se preocupará... Ya la conoces...
Dejó que las braguitas volvieran a su sitio, observando como la chica, con paso inestable, iba hacia el salón, donde estaba su bolso y
la estridente melodía sonando una y otra vez. Raúl se despojó de la camisa y demás accesorios, quedando solo con los pantalones.
Se dirigió tras ella.
-Sí, sí... –Decía Ana, semidesnuda, con el teléfono en la oreja.-
El rostro del joven se contrajo en una gran sonrisa llena de malicia. Ana se sorprendió cuando este se arrodilló ante ella y apartó de
nuevo las braguitas a un lado, retomando su labor interrumpida.
-"Sigue hablando." –Raúl hizo el gesto inequívoco de que continuara con la conversación.-
Ana abrió mucho los ojos, haciéndole señas para que parara. Él la miró a la cara, poniendo ojitos de cordero degollado.
-¿Y que tal tu cita? –Preguntó Ana a la interlocutora, accediendo a los deseos del joven chantajista.-
Era una posición incómoda, pero le encantaba el morbazo de que estuviera hablando por teléfono con su madre. Puso todo su afán en
complicarle las cosas. No tardó demasiado en devolverla al estado de excitación total. Las piernas de la chica flaqueaban,
dificultándola mantenerse en pie, se tuvo que apoyar en el respaldo de una de las sillas.
-Bu... Bueno... Y que... ¿Qué habéis cenado? –Continuamente tenía que tapar el teléfono para que su respiración agitada no
atravesara la línea.-
-"Sigue." –Raúl repitió el gesto.-
Estaba a mil, la excitación se marcaba en su pantalón, mediante un evidente relieve. Atacó sin piedad el clítoris de la chica.
-Claaaro... –Se mordió la muñeca para reprimir el jadeo.- Y entonces... Entonces... ¿Qué haremos ma... ñana?
-"¿Va todo bien? Se te escucha mal." –Decía su madre desde el otro lado.-
-Si, es que... Ha pasado un... Un... Un coche. –Dejó escapar un gemido.- La señal se corta... Te... Tengo que... Dejar...
Al principio la chica se había resistido un poco, intentando dificultar su acceso a la zona, pero ahora abría las piernas todo lo que
podía, teniendo en cuenta la posición. Raúl pellizcó el clítoris de la chica con sus labios, y esta no pudo aguantar más.
El móvil cayó de sus manos, Raúl lo atrapó al vuelo con gran agilidad, apagándolo en el acto. Ana gemía, jadeaba, intentaba mantener
el equilibrio, pero las rodillas le flaquearon y ni siquiera le sirvió el estar agarrada al respaldo de la silla. La cogió rápidamente, evitando
que así se hiciera daño.
Sentirla contra su cuerpo, padeciendo los espasmos propios del placer, era algo genial. Lo había probado en horizontal, pero en
vertical era incluso mejor. Como pudo, cargándola, la sentó en otra de las sillas, donde quedó, oscilante, muerta. Los ojos de Raúl la
ignoraron por un momento para centrarse en el sexo de la mujer, en concreto en sus braguitas, que habían regresado, una vez más, a
su posición natural. ¡Estaban completamente empapadas! Toda la zona que hacía contacto directo con el coñito de la mujer lucía
ahora de un rojo oscuro, signo evidente de la humedad.
El miembro de Raúl dio un brinco de excitación bajo sus pantalones.
Por su propia experiencia personal, sabía que no todas las chicas solían emitir tales cantidades de jugos sexuales, pero Ana era de las
que sí lo hacía, y eso le excitaba, le volvía loco. Su rostro se cruzó incluso de tristeza, pensando en todo lo que podría haber
degustado en su paladar y que ahora yacía depositándose en la saturada prenda íntima.
Como si fuera un perro, buscó ese aroma conocido y embriagante, olor a mujer. Suspiró.
-Estás... –Farfulló Ana, volviendo en sí.- Loco... Si se llega... A dar cuenta...
-Todo controlado. –Fue lo único que dijo, observando aún la mancha de humedad en las braguitas de la mujer.-
-Pero...
-No me digas que no te ha gustado. –Hizo una mueca burlona.- Además, bien que abrías las piernas... ¡Confiésalo! ¡Te ha encantado!
-Pervertido... –Masculló la chica, aún con gesto agotado.- Pero no ha estado mal... De pie es... Diferente... Más intenso que en la cama,
todo se mueve y...
-Sí, que todo eso está muy bien. –Apremió él, notando su anhelo sexual mediante calambres en su entrepierna.- Pero, ¿Volvemos a mi
cuarto? Estaremos más cómodos.
Ella le pidió la mano para levantarse, siendo sus primeros pasos cortos y lentos. Una vez llegaron al cuarto fue Ana la que,
serenándose, se dispuso a retomar la labor, esperando a que Raúl terminara de cerrar la puerta. Dirigió sus manos hacia la
entrepierna del chico, acariciando el deseoso bulto. Cuando quitó el botón y bajó la cremallera, no pudo más que sorprenderse.
-Anda, pero si no llevas nada debajo. –Exclamó, con la boca abierta, y no solo debido a la sorpresa, sino también por el acto
inconsciente de ver ese miembro de carne latiendo de pasión.-
-Pues ya ves, que me he vuelto moderno... –Fue lo único convincente que se le ocurrió, dicho en un tono de fingida seguridad,
repasando mentalmente su gran estupidez por haber olvidado el episodio durante la cena que le había obligado a desnudarse.-
Ana estuvo riéndose un rato, él finalmente le acompañó en sus carcajadas.
-Oye, oye, que tal si dejamos eso para luego... –Añadió, señalando a su bamboleante miembro, que luchaba contra la gravedad.- Estoy
que no puedo más...
-Oh, pobrecito, ¿Desesperado?
-Sí. –Fingió una mueca de tristeza.-
-¿Muy desesperado?
-Sí, sí.
Raúl dejó caer los pantalones, quedando desnudo completamente, ella hizo ademán de quitarse las braguitas, pero él la detuvo.
-Ya que están mojadas, sigamos con ellas...
Y las hizo nuevamente a un lado hasta meter el glande en el interior, lubricadísimo, de Ana. Él decidió tomar los galones, quedando
arriba, ella, mientras le besaba con pasión, emitía pequeños ruidos, sintiendo el miembro del joven al penetrarla. Comenzó el baile, los
besos, las caricias, las sonrisas, las miradas cómplices...
-Que bien... –Gimió ella, recibiendo el doble placer de la penetración y de la lengua del chico en sus pechos.- Que bien...
-Me encanta tu cuerpo... –Llevaba un rato controlando el ritmo, torturándola un poco, aceleró de repente.- Me encanta...
-Aaaaaaah... –Jadeó la chica, disfrutando de su segundo orgasmo.-
Raúl, durante el acto, se dio cuenta de una cosa. Su "nivel sexual" había crecido notablemente desde la primera vez que estuvo con
Ana. Ella parecía igual, como si los meses no hubieran pasado y todo siguiera de idéntica forma, él, por su parte, jugaba en otra
división.
-"No importa la edad, importa la experiencia." –Pensó mientras besaba a la mujer.-
Ahora sabía donde tocar, como, en qué momento preciso... Ana era un terrón de azúcar en sus manos. Pero se obligó a volver a la
escena, su orgasmo también estaba cerca. Los ojos azabache de la chica se clavaban en los suyos, él le dedicó una sonrisa.
Salió de ella antes de eyacular, así le apeteció hacerlo, quedando sus "restos" desperdigados por sitios tan distantes como el suelo o
la pared. No fue el mejor orgasmo de su vida, pero supo que eso se debió a que, en los últimos momentos, su cabeza se había ido a
otros sitios, no estando donde debía.
-Ah... Genial... –Ella le dio su aprobado con un beso.- Has estado genial...
-Eso será porque me inspiras. –Murmuró él, correspondiendo al beso.-
Iniciaron una nueva ronda de carantoñas, pausadas y suaves, un beso por aquí, un mordisquito por allá. Finalmente, quedaron ambos
tendidos en la cama. La chica miraba al techo, con una media-sonrisa asomando desde sus labios, satisfecha por la Nochebuena que
había tenido, cena y polvo incluidos.
Por el ardor del sexo no se habían dado cuenta, pero hacía frío. Raúl buscó con la vista las mantas, habían quedado a los pies de la
cama cuando la habían abierto en un arranque pasional. Las echó por encima de la joven, que se lo agradeció con un guiño.
-¿Está usted satisfecha por el servicio recibido? –Coreó el chico, emulando el tono modulado de cualquier recepcionista de película.-
-Oh, sí. –Contestó ella.- La cena fue exquisita.
-¿Y que más? –Insistió él.-
-El paseo fue oportuno. –Siguió ella, sabiendo lo que Raúl quería escuchar, negándole el placer de decirlo.-
-Y...
-¡Pero que egocéntrico te has vuelto! –Clamó ella de repente, entre risas.- Ya te he dicho que "Eso" ha estado genial, ¿Qué más
quieres? ¿Qué me ponga de rodillas y te venere?
-Bueno, bueno. –Bufó él, siempre dentro del mismo clima afable.- Me tendré que conformar...
-A ver... Algo más científico... –Ella frunció el ceño, pensando.- Teniendo en cuenta todas mis experiencias anteriores, del 50% de las
cuales tú eres el protagonista...
-¿El 50%? –Interrumpió él, sorprendido.-
-Sí, la mitad. –Explicó.- Solo he intimado con dos chicos, tu incluido.
-¿Solo dos?
-...
Raúl lamentó haber dicho esas palabras, y aún más la entonación que le dio: Despreciativa, sorprendida, sarcástica... "Solo dos", para
él, rodeado casi siempre de mujeres "liberales", pensar que una de sus amigas íntimas, siendo tan guapa como lo era Ana, solo
hubiera estado con dos chicos en la cama, era poco más que una sorpresa, pero supo lo erróneo de su razonamiento una milésima
después de emitir las hirientes palabras. Que, por como se contrajo el gesto de Ana, le dieron muy fuerte.
-Me refiero... –Intentó arreglarlo.- Que como una persona tan seductora como tu no ha podido tener solo dos amantes, ¿Qué hiciste
con los demás? ¡Pero si los tienes a todos babeando por ti!
La chica, que no era tonta, suspiró. Se tomó su tiempo en volver a hablar, reflexionando quizás sobre el trasfondo que de verdad tenía
el inocente comentario de su amigo.
-Para mí no es tan fácil... –Murmuró en voz baja.- Supongo que necesito confiar mucho en la otra persona para entregarme a ella, no
suena muy "moderno", lo sé, puedes reírte todo lo que quieras. Me da igual.
-Pero si yo no...
-¡No soy de las que salen cada noche con el único fin de coleccionar polvos con gente que ni conocen! –Vociferó, sin enfado en su
voz, interrumpiendo al azorado Raúl.- Yo soy... Yo.
Pasaron unos instantes en silencio.
-No he pretendido insultarte ni nada por el estilo. –Rumió él, con voz resignada, como la de un niño que ha sido malo.- Me encanta
como eres.
-Perdona. –Ella le regaló otro de sus besos.- Quizás hice una montaña de un grano de arena.
-No, no... –Se le escapó una carcajada repentina.- ¿Sabes que? Mi ego creció bastante cuando se enteró de que soy la mitad de tu
vida sexual.
-¡Pues lo que nos faltaba! –Hizo un gran aspaviento con las manos, sonriendo.- No hay sitio suficiente en la habitación para los tres,
tendré que irme...
-No, que hace frío, dame un poco de calor... –De nuevo el tono infantil.-
-Está bien... –Rió ella.- Pero solo por ser tu... Y ahora duérmete o Papa Noel no te dejará juguetes bonitos...
-Todo lo que necesito... –Una de sus manos traviesas estrujó con benevolencia uno de los generosos senos de la chica.- Está aquí...
-¡Pero serás pervertido!
Rieron un rato, después, el cansancio acumulado del día hizo su aparición, no pudiendo evitar dormirse tal como estaban.
Continuará.

PD. Bueno, espero que esta parte cumpliera vuestras expectativas. Por lo demás, tan solo una breve alusión a los comentarios del tipo
"No hagas caso a los que ponen malas puntuaciones por fastidiar o para beneficiar sus relatos", a mí realmente las puntuaciones me
traen sin cuidado, yo no escribo para conseguir números altos, escribo para las personas que me leen, así que sigamos con "nuestra
fiesta" y olvidemos todas esas cosas externas que no deberían impórtanos. Por cierto, un placer teneros como público. Esta entrega se
la dedico especialmente a la señorita Rocío, para ver si consigue arrancarle una sonrisa frente al monitor.
Capítulo XLVI
Se despertó sobresaltado.
No entraba luz solar por la ventana, por lo que dedujo que tan solo se habría dormido un rato. Tenía la respiración agitada, sudaba.
Hacía mucho que no tenía una pesadilla tan sicodélica. Le molestó no poder recordar de qué trataba. Quizás alguno de los temas
recurrentes que habían martirizado su mente años atrás, los bichos y los personajes de "Pesadilla Antes de Navidad", película que le
gustaba, pero cuyos protagonistas le habían granjeado más de un sobresalto nocturno, como si fueran un fetiche tétrico de su
subconsciente.
Respiró profundamente durante un rato, buscando calmar su agitado ritmo cardiaco. Había algo caliente a su lado, dio un ligero
respingo al darse cuenta de que la cosa caliente era Ana, aún dormida.
Se destapó de malos modos, buscando la mayor cantidad de aire frío posible. Con mala cara, observó a la chica que dormitaba a su
lado.
-"Si algún día hago vida de pareja..." –Murmuró ácidamente en su interior.- "Compraremos la cama más grande de la tienda... ¡Es
inaguantable el calor que da otra persona!"
Observó a la pálida chica casi como con asco, intentando evitar que su piel hiciera cualquier tipo de contacto con él.
-"Que pesada es..." –Gruñó.- "¿Por qué no se habrá ido a su casa? Ya hemos follado, ¿No? ¿Qué más pinta aquí?"
Por si fuera poco, había quedado en la zona interior de la cama, arrinconado, por lo que si quería levantarse y buscar un mejor
acomodo tendría que pasar por encima de la molesta mujer.
Empezó a sentir claustrofobia. Quería salir de ahí.
Por casualidad, de algún rincón caprichoso de su mente, llegó la imagen de Estela.
-"¿Qué estará haciendo? ¿Estará con otro? ¿En la cama?" –Las preguntas recorrían su cabeza a un ritmo vertiginoso.- "¿Será feliz?
¿Estará igual de guapa?"
Y empezó a sentirse mal, la imaginaba en brazos de "otro", gimiendo con él, dedicándole sonrisas, abrazándole... Todas las
sensaciones llegaban y se marchaban muy rápido: Nauseas, Estela, calor, Estela, mareos, Estela...
-¡Para! –La voz retumbó en toda la habitación.-
Abrió los ojos.
Notó su corazón latiendo a mil por hora, gotas de sudor frío en su frente.
-"Tranquilo... Tranquilo..." –Murmuró para sus adentros.- "Tan solo estabas soñando con que soñabas... No es real..."
Respiró profundamente durante un buen rato. Lo recordaba todo tan nítido que le costaba asegurar que hubiera sido un sueño. Incluso
la luz que entraba por la ventana era igual. Suspiró.
Observó a Ana, que seguía placidamente dormida pese a su sobresalto. Con toda la ternura que pudo se movió ligeramente para
besarle el hombro, en señal de disculpa por todo lo que, en su sueño, había malpensado de ella.
Le dedicó una sonrisa.
-"Pero si prácticamente es la mujer perfecta..." –Habló en su cabeza, disfrutando de la visión del tierno rostro de la joven.- "Guapa,
inteligente, con buen corazón, simpática, dócil pero con valores propios..."
La besó otra vez.
-"Algún día harás muy feliz a un hombre." –Le susurró sin utilizar palabras.- "Y espero que tu también seas feliz."
Observando el rostro de infinita paz de la muchacha no pudo evitar ir cayendo en el sopor de nuevo. Antes de cerrar los ojos subió la
manta para que cubriera completamente el cuerpo de la joven.
-"No te vayas a resfriar..."
Su segundo despertar fue más plácido que el primero, el Sol ya entraba por la ventana, bañando con luz y calidez la habitación. A su
lado, Ana también parecía salir del estado de somnolencia.
-Hey... –Saludó ella, con voz coqueta.-
-¿Sigo dormido? –Susurró él.- ¿Sino por qué veo un ángel en mi cama?
-Ooooh... –Ella rió.- Que bonito... Así le dan ganas a una de empezar bien los días...
-Estaba incluido en la tarifa, junto con la cena y lo demás. –Acompañó a sus risas, al tiempo que se incorporaba.-
Raúl salió para comprobar si había alguien, sin encontrar ningún rastro, sus previsiones eran ciertas, las chicas habían pasado la
noche en la casa de al lado. Ya en el baño, Raúl insistió en que se bañaran juntos. Observó a la chica de arriba abajo, reteniéndose
especialmente en las braguitas rojas de la chica, que aún permanecían en su sitio.
-Oye... –Puso voz de niño bueno.- ¿Me las das?
-¿El que? –Siguió la mirada del chico.- Ah, no, que son muy caras y encima mis preferidas.
-Venga, por favor... –Suplicó.- Te las pago si quieres... Pero... No sé...
-¡Fetichista! –Carcajeó ella mientras le tiraba una toalla a la cara.-
En la ducha las caricias se sucedieron, terminando en juegos eróticos directos, directísimos, tanto que ella, con la bromita de "déjame
que te enjabone" terminó masturbándole plenamente, acariciando su falo con las manos llenas de jabón y espuma, recreándose
ambos al ver el semen del chico mezclarse con el agua y caer por el desagüe. Raúl por su parte jugó bastante con sus pechos,
amasándolos con la esponja y sus manos, mismo trato que le dio a sus glúteos, a sus piernas... Quiso devolverle el favor de propiciarle
un pequeño orgasmo, pero ella se negó, aludiendo a que ya habían gastado suficiente agua.
-Oye, una pregunta... –Masculló Ana de repente, mientras se secaban.-
-Dime.
-Ayer por la noche, durante la cena... –Frunció ligeramente el ceño.- Mientras tenías tu mano en mi muslo, durante un instante me lo
apretaste mucho...
-Eh... –Como un recuerdo lejano llegó a él la escena.- Ah... Sí...
-Estabas raro... –Sus ojos se entrecerraron ligeramente.- ¿Qué hacías?
-¿Yo? –Intentando fingir normalidad aumentó las sospechas de la chica.- Nada, nada...
-Sospechoso...
-Toma, ponte el albornoz. –Le tendió la prenda de algodón a la chica, buscando cambiar de tema.- Por cierto... ¿Qué te vas a poner?
-¡Es verdad! –Se asustó ella.- No tengo nada que ponerme... No, no... Aunque tuviera algo, tu hermana y sus amigas me verán... ¡La
profesora! Van a pensar que...
-Eh, eh... –Raúl intentó hacerla callar posando un dedo sobre sus labios.- Laura no es problema, sois íntimas amigas. Y sobre Cristina
y Claudia, bueno, somos todos como una... Gran familia. No habrá problemas, no te preocupes.
-Pero...
-Te buscaré algo de ropa de mi hermana. –Él observó sus enormes pechos con puro vicio.- Aunque no creo que tenga sujetadores de
tu talla. Y tu no traías, que pena...
-Raúl. –Ana le obligó a que la mirara a los ojos, puesto que él tan solo veía ahora sus grandes pezones.- Eres un pervertido.
Ella en albornoz y él con una toalla enrollada como única prenda, salieron, rumbo al cuarto de su hermana.
-No me siento bien al espiar la habitación de Laura... –Comentó ella en voz baja, temiendo que la dueña pudiera aparecer el cualquier
momento.-
-Que no pasa nada... –Indicó él de nuevo. Cuando estaba a punto de abrir los grandes armarios, una duda penetró en su cabeza. ¿Era
aconsejable abrir el armario? Conociendo a su hermana y sabiendo el tipo de prendas y juguetes que solía tener, la preocupación
formó un nudo en su garganta.- ¿Puedes ir un momento al baño? Creo que me dejé el grifo abierto...
-Voy... –La chica en albornoz abandonó el cuarto, instantes que él aprovechó para abrir a toda velocidad el armario, sacar algunas
prendas y cerrarlo. Había sido inteligente, puesto que en tan solo un parpadeo había podido ver cosas tan variopintas como el
tenebroso consolador rojo, alias "Raúl" así como un par de trajes más propios de una película de sadomasoquismo. Ana regresó.- No
había ningún grifo abierto.
-Oh, debí soñarlo. –Se excusó él.- Toma, ponte esto.
Al haber tenido que darse una increíble prisa, no había podido ser muy selectivo con las prendas, Ana las examinó, sosteniendo con
extrema desconfianza un diminuto tanga negro que Raúl le quitó de entre las manos y tiró por ahí.
-¿Te quedarás a comer?
-No quiero molestar...
-Sí, vamos, la súper molestia... –Ironizó él.- Pues eso, te quedas.
-No, de verdad, no quiero estar aquí de...
-Bla bla bla... –La interrumpió, besándola de paso.- Además, así podemos pasar un rato más juntos, atesorando lujuriosos recuerdos
con los que luego te podrás masturbar.
-Claro... –Comentó entre carcajadas.- Como si lo hiciera...
-¿Masturbarte pensando en mi?
-No, masturbarme a secas. –Siguió ella, aún riendo.-
Hubo un breve silencio.
-¿Qué... Qué quieres decir? –Raúl estaba repentinamente muy serio.-
-Pues... –Ana le observó, extrañada.- Que yo no me masturbo...

Capítulo XLVII
-¿Qué? –Raúl estaba absolutamente atónito.-
-Pues que yo...
-Bromeas, ¿No?
-No...
El joven la tomó de las manos, misma posición que usaría si le acabaran de comunicar una noticia especialmente trágica y dolorosa.
-Eso es... Es gravísimo... –Exclamó mirándola directamente a los ojos.-
-Venga ya... –Se rió nerviosamente.-
-¡Que sí! –Repitió él.- Es gravísimo, es... ¡Es gravísimo!
-Deja de repetir eso. –Bufó ella.-
-Quiero decir... –Intentó reaccionar al impacto inicial, que aún le tenía anonadado.- Es que... Lo otro vale... Pero que no te masturbes,
es...
-¡Cómo vuelvas a decir gravísimo me voy!
-Sí, bueno... Pero... Eso no es bueno, es decir... ¡Dios! –La señaló.- ¡No te masturbas!
-No sé si quiero seguir con este tema... –Se quejó la chica, incómoda.-
-No, tenemos que hablarlo. –Casi la obligó a sentarse en la cama del cuarto de su hermana.-
-¿Y tiene que ser aquí? Estamos en...
-No importa, esto es más importante. –En sus ojos verdes brillaba un tono de enfermiza determinación.- Ana... ¿No te masturbas?
¿Por qué? ¿Nunca lo hiciste?
-Raúl... –Rogó ella de nuevo, pidiéndole que dejara pasar el tema.-
-Por favor, Ana.
-Bueno, bueno... –Finalmente cedió, incapaz de resistirse a esos ojos verdes.- No me masturbo, no lo he probado nunca... Al menos no
directamente. Y no sé por qué.
-¡Por algo debe ser!
-¡Y yo que sé!
-Venga...
-Pero es que... –Respiró profundamente.- Cuando lo hace un chico me da igual, me gusta, sí... Pero sola... Me da cosa...
Raúl cerró los ojos, sopesando la información.
-Pero ni que fuera el fin del mundo, es simplemente que no...
-Inaceptable. –Masculló Raúl, ignorando a la chica.- Eso es totalmente inaceptable.
-¿A ti en la ducha te ha dado un telele o qué?
-Ana... –Recuperó su tono y actitud normales. Tomó una gran bocanada de aire.- Masturbarse no es simplemente darse placer a uno
mismo. Es algo más profundo, más...
Ordenó sus pensamientos durante un instante. Ana abrió la boca para decir algo, pero prefirió no hacerlo.
-¿Cómo pretendes recibir placer de los demás si tu misma no eres capaz de dártelo? No, no solo eso... –Ladeó ligeramente la
cabeza.- Es una forma de conocerse a sí mismo... ¿Recuerdas lo que dijo Sócrates? "Conócete a ti mismo", pues probablemente se
refería a algo parecido a esto, más o menos...
-Más o menos... –Una débil sonrisita apareció en los labios de la chica a causa de la peculiar interpretación de la conocida frase del
filósofo.-
-Ríete, pero es verdad... –Asintió.- ¿Quién va a quererte si no te quieres tu misma? Esto se aplica al terreno sentimental, pero también
al físico...
-Y si... –Ella desvió la mirada.- ¿Y si el problema es que no te quieres a ti mismo?
-En tu caso... –Posó una de sus manos en la barbilla de la chica, obligándola a mirarle.- Eso es inaceptable. No solo eres hermosa por
dentro...
Mientras hablaba, con la otra mano desanudaba el albornoz, dejando al descubierto el precioso cuerpo de la joven.
-Sino también por fuera.
-Ya, claro... –Gruñó ella, resistiéndose a sus palabras.- Eso se lo dices a todas...
Él sonrió, obligándola aún a mirarle directamente a los ojos.
-Nita... –Repescó del cajón de los recuerdos el apelativo cariñoso que usaban para la chica. Le dedicó una de sus miradas más
sinceras.- Sabes que tengo razón...
Estuvieron así durante un buen rato, finalmente Ana retiró la mirada. La chica entrecerró los ojos, con un brillo de repentina furia en
ellos. Golpeó con el puño cerrado la cama.
-¡Chantajista, manipulador, embaucador! –Rugió ella de repente, para sorpresa de Raúl.- ¡Odio que siempre consigas meterme tus
estúpidas ideas en la cabeza! ¡Te odio!
Él "ofendido" estalló en carcajadas, Ana, serenándose, se sonrojó ligeramente.
-Ya, perdona, es que... En verdad odio que siempre que me sueltas el discursito termine creyéndolo.
-Será porque es verdad. –Apuntó entre carcajada y carcajada.- O porque soy sencillamente adorable.
-Ya, claro... –Chistó.- Seguro que le has soltado el mismo discursito a un montón de chicas.
-Pues claro. –Señaló sarcásticamente.- Es mi discurso estándar "Mastúrbate, por tu bien", nunca falla...
-Es que sigue pareciéndome raro. –Repuso ella, de nuevo con una mancha de rubor en las mejillas.- Y no sé como hacerlo, no sé...
-Nada, nada. –La interrumpió él.- Excusas.
-Que irritante eres... –Intentó cerrar de nuevo el albornoz, peor Raúl no la dejó.- ¿Qué quieres?
-Hazlo. –Ordenó.-
-¿El qué? –Parpadeó un par de veces.- ¿Eso? ¿Ahora? ¿Aquí? ¡Pero tu estás loco!
-Sí, este es el sitio perfecto. –Señaló a la puerta cerrada del armario, por fuera tenía un espejo puesto, lo solía usar Laura para
comprobar como le sentaban los modelitos.- Creo que la primera vez es mejor que te veas... Para que tengas más seguridad...
-¡Pero que estamos en el cuarto de tu hermana! –Se intentó levantar otra vez, de nuevo sin éxito.-
-Ella no va a venir, te apuesto lo que quieras a que solo viene cuando huela la comida en la mesa...
-Pero... Raúl... Tampoco tengo ganas ahora, y...
-¡Siempre hay ganas! –Apremió él.- Venga, hazlo.
-Me da...
-Anaaa...
-¡Vale! ¡Vale! –Se situó frente al espejo, sentada en el borde de la cama, abrió del todo el albornoz, así como ligeramente sus piernas.-
¡Pero que sepas que me siento explotada!
Empezó a acariciarse, si es que a eso podía llamársele acariciarse, puesto que más que nada estaba tocando simplemente partes de
su sexo, sin sentido ni ritmo, más por la frustración que por el propio deseo. Pasado el "enfado" inicial, comenzó a hacer las cosas más
como entraban en los esquemas mentales de Raúl, abandonó las caricias directas en su entrepierna, para recorrer sus muslos, sus
brazos, su cuello, sus senos...
De vez en cuando la chica buscaba a Raúl en el espejo, ahí, observándolo todo. Este sintió un escalofrío, no solo por la excitación,
sino porque estaba muerto de frío. Su única prenda de vestir seguía siendo la toalla.
-Ana. –Susurró con voz dulce.- Voy a cambiarme, que sino me quedaré helado. Tu sigue, a tu ritmo, quiero oír como te arrancas un
buen par de gemidos, y sabré si finges, así que...
La chica le siguió con la mirada, para después dedicarse de nuevo a lo suyo, nunca mejor dicho. Lo que unos minutos atrás habían
sido roces no deseados se empezaban a convertir en caricias bien dirigidas y que conseguían su resultado, el calor comenzaba a
aparecer...
Raúl cerró la puerta del cuarto de su hermana tras de él. Estuvo escuchando al otro lado un rato, sonriente. En su cabeza de
adolescente no entraba la definición de un mundo sin placer para sí mismo, y quería que esa sensación también la tuviera Ana,
aunque hubiera que darle un empujoncito antes.
En sus ensoñaciones estaba cuando un tintineo le hizo volver a la realidad de golpe.
-"Joder..."
Como un rayo fue hasta la puerta, por la mirilla pudo ver como Cristina jugaba con el llavero. Abrió la puerta con sigilo y asomó la
cabeza.
-Cristina... –Susurró en un tono de voz bajísimo.- ¿Qué quieres?
-Eh... –Ella le miró.- ¿Qué haces desnudo?
-No estoy desnudo... –Gruñó.- Llevo una toalla.
-Eso es estar desnudo... –Comentó ella.- Oh... ¿No me digas que interrumpo? ¿Estabas haciendo cosas con tu amiguita, eh, pillin?
-No... Bueno, no exactamente... Pero... –Puso los ojos en blanco.- ¿Para qué has venido? Aún no es hora de comer...
-Sí, lo sé, aún queda un rato. En realidad las otras siguen durmiendo, pero yo he venido a coger una botella de té helado, que ya sabes
como se pone tu hermana si no es lo primero que bebe al despertar, y a mi no me queda.
Raúl recordó con un escalofrío, esta vez de miedo, las reacciones extremas de su hermana Laura. Había dos cosas en el mundo que
la ponían de muy mal humor, lo primero, que no le pusieran suficiente hielo en las copas, una vez incluso llegó a tirársela encima al
camarero, entre gritos e improperios, y la segunda, no poder dar un trago enorme a su botella de té helado nada más despertarse,
cosa que le ocasionaba un cabreo general digno de temer.
-Bueno, espera aquí, ahora te la doy.
Dejó la puerta entreabierta, con paso decidido fue a la nevera, sacó una de las botellas de té helado y se dispuso a dársela a Cristina,
para su sorpresa, se la encontró en medio del pasillo.
-¡Pero no te había dicho que esperaras! –Bramó en el mismo tono de voz casi inaudible.-
-Es que... –En su rostro se dibujó la curiosidad.- Quería saber que hacíais...
-Joder, Cristina, toma la botella y lárgate.
-Que borde... –Se hizo la dolida, aún así sonrió con malicia.- ¿Interrumpo un polvete mañanero?
-No. –Se exasperó.- No estamos haciendo nada... Bueno, yo no al menos.
-¿Tú no? ¿Y ella sí?
-Sí, bueno, ¿Te puedes ir ya?
-No hasta que no me digas qué hace. –Se apoyó en el marco de la puerta de la cocina, con su habitual pose "De aquí no me muevo
hasta conseguir lo que quiero".- Y con detalles.
-Bien... Bien... –Sus manos se crisparon, como deseando estrangularla.- Está masturbándose, me enteré de que nunca lo había
hecho, y le dije que eso no estaba bien, que tenía que hacerlo, y... ¡Y ya está! ¡Vete!
-Espera, espera... –Cristina se puso repentinamente seria, gesto poco común en ella.- En pocas palabras... ¿Me estás diciendo que
has obligado a la chica a que se masturbe?
-No tan grave como lo dices, pero...
Cristina avanzó desde el marco de la puerta hasta donde se encontraba Raúl y, para sorpresa de este, le propinó una colleja, una
pequeña bofetada en la nuca. Sin excesiva fuerza, pero a él le dolió mucho, como si fuera un perro al que su amo castiga por hacer
algo muy malo.

Capítulo XLVIII
-O... Oye... –Se apartó ligeramente de la mujer.- ¿Te has levantado con el pie izquierdo o qué?
-¡Pero de qué vas! –Dentro de su tono de voz bajísimo, incluso los gritos parecían susurros.- ¡Cómo has podido hacer eso!
-Pero sí yo...
-Ni yo ni nada. –Ella le observó, ligeramente enfadada.- Eso que has hecho es una estupidez.
-Pero...
-Es que siempre os pasa lo mismo. –Empezó un discursito, hablando más para ella misma que para Raúl.- Todos tan básicos... ¡Cómo
se nota que sois hombres!
Él prefirió ni molestarse en contestar.
-No puedes obligar a una chica a masturbarse. –Hacía muchos aspavientos con las manos, frenética.- Y menos si es la primera vez,
es... Es... ¡Un crimen!
-...
-Claro, como para vosotros es todo tan fácil y superficial... –Una de las manos de la chica fue directa hacia la zona íntima del chico,
cubierta solo por la toalla. Cristina apretó ligeramente, causándole una mueca de dolor.- Todo ahí, colgando... Cuando un chico se
masturba es algo tan... Mecánico... Arriba abajo, arriba abajo, nada más.
-Cri... Cristina... –Susurró él, con la misma mueca de dolor.- Aprietas demasiado...
-¿Eh? –Ella observó su mano, parpadeó dos veces antes de darse cuenta y retirarla.- Ah, sí... Lo que te decía...
Dio una vuelta alrededor de la cocina, negando con la cabeza, ordenando pensamientos.
-Para una chica la primera vez que se masturba es casi tan importante como cuando pierde la virginidad. –Parecía más relajada, al
menos ya miraba a Raúl a los ojos.- Es... Descubrirse a sí misma...
-No será para tanto... –Rumió él.-
-Tú a callar, mandril pajero. –Ordenó ella.- Y hazme caso porque este será un gran consejo que deberás recordar a lo largo de tu vida.
-Te escucho. –Murmuró, pese a que empezaba a sentir una incómoda sensación de frío.-
-Para las mujeres masturbarse no es tan bonito y fácil como para vosotros, sobretodo la primera vez. La sensación es... –Entrecerró
los ojos ligeramente.- Como si usurparas tu propio cuerpo.
-... –Abrió la boca, pero no dijo nada.-
-No te sorprenda saber que la inmensa mayoría de las mujeres no se masturba, sean vírgenes o tengan una vida sexual activa, da
igual. Y las pocas que lo hacen no suelen pasar de las caricias en el clítoris, ni pensar en utilizar los dedos en la vagina...
-¿Tú no te masturbas? –Soltó él con un deje sarcástico.-
-Je... –Se le escapó una sonrisilla.- Bueno, yo superé eso... Hace tiempo... Pero el caso es que no hablamos de mí.
Dio un golpecito en la encimera.
-Raúl, en este sentido creo que te has pasado. Si ella no estaba preparada, no debía hacerlo, puedes causarle un complejo, o peor, un
rechazo total.
-No creo que sea para tanto. –Repitió él, con sorna.-
-¿No te lo he dicho antes? Para los chicos es mecánico, para las chicas es íntimo y especial. –Bufó ella.- No sé si ahora estés para
arreglar las cosas, pero debes tener tacto, ser cariñoso, y no banalizar excesivamente sobre el asunto, debes...
-Cristina, por favor, vete ya. –Exclamó él, desesperado ante el discursito, el frío y la posibilidad de ser descubiertos.-
Ella se incorporó, con la botella de té helado en la mano, salió de la cocina, pero antes de que Raúl pudiera suspirar de alivio, Ana
tomó la dirección que le llevaba hacia los cuartos. Él se levantó como un resorte para seguirla.
-¡Pero que haces! –Su voz era menos que un susurro.-
-Cállate y escucha. –Fue lo único que respondió.-
Cristina se había quedado frente a la puerta del cuarto de Laura, apoyada, escuchando lo que dentro ocurría. Raúl, con las
pulsaciones a toda velocidad, no pudo más que callarse, deseando que la chica se cansara y se fuera.
Cuando guardaron completo silencio pudo notarse lo que la chica, con una percepción extrasensorial, había notado y quería que
escuchara. Y ahí estaba, respiración agitada, ligeros jadeos... ¡Lo estaba haciendo! ¡Y parecía que le gustaba!
Apoyó su oreja contra la puerta. Sin duda, los minutos que él había estado charlando con Cristina, Ana los había invertido bien. Un
jadeo especialmente largo le hizo sonreír, satisfecho de su obra. Cristina tenía los ojos cerrados, concentrada.
-Ya termina... –Susurró de pronto.-
-No creo que termine, aún, parece que le...
Pero sus palabras fueron interrumpidas por el evidente final de la chica, un bonito y prolongado gemido fue la perfecta culminación
para la situación. Y Raúl también recibió otro impacto en su fuero interno, "Aún te queda mucho por aprender sobre mujeres", se dijo a
sí mismo, "Mucho, muchísimo..."
Cristina se dirigió hacia la puerta, se despidió de Raúl lanzándole un beso, que él atrapó, y exhibiendo la botella de té helado, que ya
debía de haber perdido parte del frío. Él esperó unos instantes antes de entrar en la habitación de Laura.
-¿No te ibas a cambiar? –Susurró Ana cuando le vio aún con la toalla.-
Las mejillas de la joven estaban teñidas de rojo, su respiración aún luchaba por normalizarse. No estaba en la misma posición en la
que Raúl la había dejado, sino que se había tumbado en la cama, alzado las rodillas y abierto las piernas, una posición más cómoda.
-Eh... –Tuvo que luchar por volver a la realidad, pues la imagen le había encantado.- Sí, es que se me olvidó...
-¿Se te olvidó vestirte?
-Sí... Supongo... –Tomo aire.- Y bueno... ¿Qué tal?
-Pues bien... Creo... Sí, bien... –Se le escapó una sonrisa, parecía extremadamente relajada, como si estuviera a punto de dormirse.-
-Oye, Ana... Siento haberte... Presionado... –Se sentó a los pies de la cama.- No quería obligarte ni nada por el estilo...
-No te preocupes. –Ella le quitó importancia con una luminosa mirada.- Al principio más que masturbarme estaba actuando para ti...
Pero cuando te fuiste, pues... No sé, seguí... Y bueno...
-Ya, pero... –Luchaba contra la idea de que las palabras de Cristina fueran ciertas.-
-Raúl no importa. –Se incorporó.- Aunque sí es raro que lo haya hecho en el cuarto de tu hermana... Eso ni lo había pensado.
Él se aproximó para besarla, notando en sus labios una calidez reconfortante.
-Feliz navidad. –Musitó.-
El sexo de la joven se mostraba húmedo, perlado y sumamente apetecible, Raúl lo devoró con los ojos, dispuesto a limpiar los "restos"
a la primera orden de la chica. Por desgracia para él, Ana parecía llevar suficiente estimulación en lo que transcurría de día.
Tras algunos besos más, una nueva ducha de Ana y ropa nueva para Raúl, la mañana fue avanzando. Finalmente, entre amigos, todos
en pijama o similares, acabaron los cinco juntos.
-Eh, eh, alguien se podía haber molestado en ir a comprar el pan. –Se quejó Laura.- Mira que sois vagos...
-Predica con el ejemplo... –Carraspeó Claudia, que ese día tenía buena cara.-
-Yo es que estaba incapacitada. –Se defendió ella, retando a la alemana con la mirada.- Cierta persona que se me durmió encima y
acabé con un calambre...
-Bueeeno... –Las interrumpió Raúl, intentando que Ana no atara cabos.- Por cierto, no me había fijado, pero hay regalos bajo el árbol.
-¿De verdad? –Se giraron para ver el pequeño árbol, en efecto, a su alrededor había algunos paquetes.-
-¡Mira Cris! ¡Ha venido Papa Noel! –Exclamó Laura.- ¡Qué ilusión!
Abandonando la mesa, empezaron a ver paquetes y repartirse paquetes. Sorprendentemente había para todos, incluso para Ana,
alguien había sido muy detallista.
-"Probablemente Claudia." –Pensó él, receloso, observando como Cristina y Laura arrancaban el envoltorio de los paquetes con su
nombre.- "Porque de esas dos no puede esperarse nada bueno..."
Pero parecía que ese año se habían estirado todos, incluso Ana había traído algunos detallitos la noche anterior, según recordaba, y
él... Él nada, lo había pasado totalmente por alto.
Seguía en su azoramiento personal cuando algo hizo que sus alarmas se tensaran. Un envoltorio peculiar, con ositos, lacitos,
chupetes...
-"Joder... No habrán sido capaces de..."
Antes de que Cristina pudiera quitárselo de las manos, Claudia había conseguido rasgar el paquete, mostrando el contenido.
-No tenías que haberos molestado. –Rió ella, encantadora como siempre, con dos o tres trajes de bebé en las manos.-
Se produjo un silencio gélido. Raúl sufrió un pequeño mareo, afortunadamente estaba sentado y no pasó a mayores. Laura y Cristina
eran las más sospechosas, siempre risueñas, se habían callado repentinamente, serias. Ana, por su parte, observaba a unos y otros, y
a la ropa del bebé.
-Sí... Ya verás lo que le gusta esta ropa a mi sobrino. –Comentó Claudia, en un tono nada convincente.-
Si Ana ató cabos él no lo supo, la tenía por una chica inteligente, que callaba mucho de lo que sabía, aún así, se reconfortó.
-"Una cosa es que piense que está embarazada... Y otra que el hijo es mío."
Volviendo al mundo real, Raúl se dedicó a abrir sus paquetes, ignorando al resto. Entre todos, el más cantoso era uno. Unos
pantalones de cuero negro.
-Pensé que te quedarían bien. –Comentó Laura, con una sonrisa delatora en la cara.-
-Estás loca si piensas que voy a ponerme esto. –Entrecerró los ojos.- Es completamente gay...
-"Completamente gay". –Repitió Cristina, emulando su voz.- ¿Habéis visto como lo dice? Con esa entonación tan... Sofisticada...
Las chicas rieron, a él se le subieron los colores.
-No me lo voy a poner. –Lo dejó a un lado.-
-¡Estás despreciando mi regalo! –Laura se hizo la afectada.- ¡Mira Cris! ¡Encima que no nos trae nada!
-Sí, que desagradecido... –Cristina le dio un par de palmaditas en la espalda a su hermana.- Yo pensaba que era un chico más
decente, pero veo que no...
-Anda, póntelos... –Sugirió Ana.-
-No te unas a ellas, me da igual, es una horterada, no me gustan, no...
-Venga, Raúl. –Claudia le sonrió.- A lo mejor te quedan bien.
Con cuatro pares de ojos posados en él, no pudo más que coger la dichosa prenda y llevarla a su cuarto. Ahí se la puso, notando el
tacto extraño del cuero. Se observó.
-"Con lo que tú has sido..." –Se reprendió mentalmente, observándose.-
Salir de su cuarto le requirió un gran rato para calmarse. Caminar con ellos, sentirlos pegados a su piel...
Cuando llegó al salón, las cuatro mujeres guardaron silencio, observándole con detenimiento. Pese a que debían haber acordado
mantener la calma, la primera en caer fue Laura, su gesto concentrado y serio fue demolido por una sonrisa mal contenida. Y
finalmente, como si fuera un circo, las carcajadas.
Cristina acabó llorando mientras le señalaba, incluso Ana parecía fuera de sí, Laura al borde del coma, y Claudia intentando
serenarse.
-¡Os ponéis así por unos simples pantalones! –Vociferó él, cuya cara se había tornado del color de las guirnaldas rojas.- ¡Inmaduras!
Pues me los quito y punto...
-No, no, por favor... –Su hermana intentó mantener la compostura.- Es que... Es que te marcan todo tan... Tan...
-Tan... Tan genial... –Corroboró Cristina entre carcajadas.- Esto... Esto merece una foto. Iré a por mi cámara...
Y así, entre bromas, comida, charlas y risas, pasó el día de Navidad.
Continuará.

PD. Malo, malo, malo, malísimo... Con diferencia lo peor que he escrito dentro de "Eso", en realidad no tenía ni ganas de divulgarlo,
pero mi regla autoimpuesta de publicar todas las semanas... No os cortéis con las valoraciones, si yo mismo pudiera dármela, no
pasaría del "Bien" ni en el caso más dicharachero. Eso me pasa por quererme meter en un asunto tan profundo como el océano, la
masturbación femenina. Que una cosa es saber cómo hacerla o preguntar qué se siente, y otra bien distinta saberla. Tisk... Estoy
frustrado como "escritor". Tranquilos, tranquilos... Superado este berenjenal en el que yo mismo me he metido, seguiremos. Por cierto,
me interesa mucho saber el punto de vista de las féminas (Señoras y señoritas) sobre el "tema", que uno debe nutrirse de sus errores,
¿No? Hoy sin dedicatoria... Bueno, sí, a los que aguantaron leer el tostón de esta semana. ¡Un placer!
Capítulo XLIX
Los días de Navidad transcurrían en calma. Cuando las chicas estaban trabajando o fuera, Raúl aprovechaba para vaguear un poco
en el sofá, o para quedar con sus amigos, aunque lo más normal era que finalmente Andrés, Felipe y Adrián terminaran vagueando
con él.
-¡Pero que hacéis todo el día aquí metidos! –Les amonestaba Laura cuando llegaba, para beneplácito de todos menos Raúl.-
-Es que hace frío para salir. –Se excusaba él.-
-Pobrecitos. –Ironizaba ella.- No sea que cojáis una pulmonía...
Casi sin darse cuenta, la noche de Fin de Año se les echó encima. Él, que nunca había sido amante de las grandes fiestas, prefería
algo más recogido y calmado, pero terminó sucumbiendo al empuje de sus amigos y acabó por apuntarse a la macro-fiesta de turno.
-Venga tonto, que solo es un rato. –Le insistía Marta.- Nos quedamos un par de horas y luego ya buscamos algo en plan relax.
-Ya, ya... –Suspiró, conociendo que "un par de horas" y "relax" no eran vocablos que sus amigos solieran utilizar.- Como sea... Ya dije
que iría, ¿No?
-Es que te veo capaz de dejarnos plantados. –Le increpó la chica.-
-¿Yo? –Puso una cara lo más inocente que le salió.- Imposible...
Los ojos claros de la chica le avisaron de que lo lamentaría si finalmente les fallaba.
El día en cuestión, Raúl estuvo con Claudia toda la mañana, hablando de todo y de nada, él había notado como en los últimos días la
alemana continuaba con su política de "Dejarlo al margen" en los asuntos concernientes a su embarazo, al no saber qué palabras
decirle para que dejara de ser así, simplemente eludió el tema. Por la tarde la alemana fue secuestrada por Cristina y Laura, que
insistían en que "debían prepararse bien" para esa noche tan especial.
-¡Cuidadito con los excesos! –Gritó en tono paternalista.- Que nos conocemos.
-Vale, vale. –Cristina le guiñó el ojo.- Nos portaremos bien.
-Sí... –Laura alzó una ceja.- Súper bien...
-Eh... –Le lanzó una mirada significativa a Claudia.- Especialmente tú.
-Tranquilo. –Se dio un golpecito en el vientre, aún prácticamente sin cambios.- Lo tendré controlado.
Felipe estuvo con él hasta la noche, ambos bostezando perezosamente hasta el último momento posible, porque si las chicas
sincronizan su menstruación cuando pasan mucho tiempo juntas, los chicos sincronizan sus niveles de pereza crónica.
-Bue... –Bostezó una vez más.- Bueno... Ya va siendo hora de vestirse.
-Eso es otra cosa que no entiendo. –Se quejó Raúl, que llevaba todo el día irritable.- ¿Por qué tenemos que ponernos de punta en
blanco? A fin de cuentas, la ropa es incomoda, y en Nochevieja al final siempre acabas manchándote con algo.
-Que insoportable estas hoy. –Rió Felipe.- ¿Estás embarazado o qué?
-No, claro... –Se le escapó una sonrisa.- Ya sabes que yo, virgen hasta el matrimonio.
Decidieron cenar ahí algo, puesto que habían apurado al máximo y tenían el tiempo justo para vestirse y llegar al lugar donde tomarían
las uvas con el resto. Raúl preparó algo que llenara sus estómagos y les previniera de posibles intoxicaciones etílicas.
-Joder, menuda mierda de año. –Bufó Felipe de repente, soltando el tenedor.-
-¿Por qué? –Preguntó el otro chico, sorprendido.-
-Porque no me he ligado a la chica a la que más ganas le tengo.
-Que ya te he dicho que mi hermana no es tanto como parece, ¡Hazme caso!
-No, no, no es tu hermana, aunque... –Suspiró.-
-¿Entonces?
-Bueno... No te lo había dicho porque a ti te gustaba, pero...
-¡Venga! –Le apuntó con el cuchillo.-
-Marta, joder, es Marta. –Negó con la cabeza.- Y me gusta más desde que se cortó el pelo.
-Bueno... –Reprimió una carcajada por respeto a su amigo.- Marta... Ya escuchaste que le gusta otro. Tenias que haberte declarado
antes o algo así...
-Seguro que es el típico pintas, guapito, ¡Fijo que estudia Derecho! Ya me lo estoy imaginando... –Gruñó mientras masticaba un trozo
de filete.- ¿Declararme? Eso está pasado de moda, ¿Te has declarado tu alguna vez?
-Pues... –Lo pensó durante un rato, para darse cuenta de que, en términos rotundos, realmente no lo había hecho ninguna vez.- Pero
es que a mi no me gusta especialmente ninguna chica.
Casi como su sistema nervioso le amonestara por mentir, sus dedos se volvieron torpes de repente y el tenedor se le cayó, llegando al
suelo y provocando un chirrido metálico que le hizo pensar en cierta chica de cabello castaño.
El frío del último día de Diciembre le golpeó en la cara, la brisa húmeda del mar acrecentaba la sensación, haciéndole tener un
escalofrío que recorrió su espalda y su cuello. Se encontraron con Andrés y Adrián en la zona pactada, ambos habían conseguido un
salvoconducto familiar para poder tomarse las uvas con sus amigos, el plan iba bien, al menos por ahora.
El vibrador de su móvil le hizo sobresaltarse. Un mensaje.
"De: Laura
Mensaje: ¡Ni se te ocurra mandarme un mensaje felicitándome el año antes de las doce. ¡Todos los años haces lo mismo! ¡Ni líneas
saturadas ni nada! Cris y Claudia te mandan saludos y besos húmedos."
Guardó el aparato, pensando en la terquedad de su hermana, a fin de cuentas, si esperaba a las doce, sería prácticamente imposible
llamar o mandar un mensaje sin un retraso de narices, "Las líneas están saturadas, por favor, inténtelo más tarde.", eso le hacía
recordar el por qué de su odio a las teleoperadoras.
-¡Vamos Raúl! –Inmerso en sus ensoñaciones se había perdido el resto de llegadas, ahora era Marta la que le cogía de la mano,
llamando su atención.- ¡Qué estás en la parra!
Marta vestía un sinuoso vestido de noche que se ajustaba a su figura, con uno de esos bolsitos donde era imposible que cupieran más
que una barra de labios y el móvil, pero sorprendentemente, ellas conseguían meter lo mismo que en un petate militar. Era el tetris
particular de las mujeres, meter sus objetos personales en esos diminutos bolsos.
Nadia llevaba un vestido abierto por delante, en la zona del ombligo, muy moderno, que también le sentaba estupendo. Además, Raúl
no supo si era un tinte o que simplemente las luces de la noche lo trataban mejor, su pelo rojo brillaba con fuerza. Ana, potenciando su
escote, también tenía un aspecto elegante y suculento. Había más personas, amigos independientes de unos y conocidos de otros,
pronto se formó un nutrido grupo.
Finalmente se habían reunido en la Plaza la Iglesia, frente al gran reloj que ahora se acercaba a un ritmo terrible a las doce. Como
todos los años, desde hacía rato los voluntarios del Ayuntamiento repartían paquetitos con las uvas, confeti y botellas de cava entre
los que habían acercado a tan animoso encuentro.
-¡A ver si este año no te atragantas! –Marta le dio un par de golpecitos a Ana en la espalda.-
-Yo me las puedo comer todas sin problema. –Alardeó Nadia, guiñándoles un ojo.- Cuestión de habilidad, supongo.
Raúl habló con viejos conocidos del instituto que se encontraba por ahí, recibió un par de mensajes de gente previsora como él que
prefería escribir antes y, cuando quiso darse cuenta, ya estaba en el centro del grupo, con sus uvas en la mano, y mirando con fijación
divina el reloj de la Iglesia.
-¿Y eso de los cuartos? –Preguntó de repente Andrés.-
-Eso es para que piquen los pringados, pero aquí no hay, es solo por la tele. –Explicó Adrián.-
-No jodas, yo creía que había que esperar... –Felipe puso cara de preocupado, examinando sus uvas.-
-¡Callaos! –Les ordenó Nadia.- ¡Qué empieza! ¡Qué empieza!
Una, dos... Cinco, seis... Nueve, diez...
Un grito de "¡Feliz Año Nuevo!" llenó la plaza, y de repente hubo besos, abrazos, palmaditas en la espalda y amabilidad por todos los
lados. A Raúl le plantó un beso un tío de unos cuarenta años con bigote, en otra fecha le hubiera parecido raro, pero en Nochevieja...
Todo se perdonaba.
Se cortó un poco cuando Nadia le dio un beso en los labios, un beso serio, no el piquito que puede pasar por "simpático" en esas
situaciones. Aún así, estuvo más al tanto de ver las anécdotas de todos los años. Aparte del que aún seguía masticando las uvas,
estaba el que no había podido con más de siete, el que se había atragantado, y, como en su caso, el que, o no sabía contar, o le
habían dado una uva de más, que ahora rodaba entre sus dedos.
-¡Pues eso da mala suerte! –Vociferó Marta por encima de la multitud cuando le mostró su decimotercera uva.- Lo siento...
-Eh, eh, que no me voy a morir, solo es una uva. –La tiró hacia una zona con plantas, sintiendo un nudo en el estómago y pensando
algo inquietante.- "Joder, pues lo que me faltaba, que el año me fuera mal por culpa de una uva..."
Después de su vaticinada lucha con el móvil para poder llamar a su hermana y las otras chicas, así como mandar un par de mensajes
de felicitación, el grupo empezó a enfilar, con calma, hacia la zona donde la música todo volumen y una gran cantidad de bebidas les
esperaban.
-¡Toma Raúl!
El joven tuvo que hacer un autentico alarde de reflejos para que la botella de cava que le acababan de lanzar no le diera en el
estómago.
-¡Mira, esta nos la llevamos de regalo! –Reía Andrés, mostrando otra botella como si fuera un trofeo.-
-Hay que ser infantiles para creeros que estáis robando botellas cuando las regala el Ayuntamiento. –Les amonestó Marta,
entrecerrando los ojos.-
-¡Pues tu bien que te llevas una! –Adrián señaló a la chica, que, efectivamente, también llevaba una botella.-
-Bueno... –Se le escapó una sonrisa.- Es que ahora no me apetecía...
-La cleptomanía es una enfermedad. –Señaló Nadia, sabiamente.- Pobre Marta...
-Me están entrado unas ganas terribles de hacer como Fernando Alonso y bañaros a todos... –Amenazó la rubia de pelo corto.-
El gran pabellón deportivo que habían habilitado para la fiesta les acogió gustoso, mientras les ponían el horrible sello que les
permitiría entrar y salir, el grupo se separó ligeramente, entre la vorágine de personas que entraban desde todos los puntos.
Raúl consiguió llegar a un tramo libre de la barra, la zona más congestionada del recinto, dado que todos parecían haber llegado con
la boca seca. Pidió una cerveza, fiel a su estilo. La camarera, una morena bastante atractiva, que atendía esa zona miró la botella de
cava que él llevaba.
-No se pueden consumir bebidas de fuera. –Señaló.-
-¿Eh? ¿Lo dices por la botella? –La dejó en la barra, al tiempo que ampliaba su sonrisa.- No te preocupes, te la regalo, tómalo como
un regalo de Año Nuevo.
-Oh, bueno, entonces yo te regalo la cerveza, que menos. –Ella le dedicó un guiño cómplice, Raúl alzó la cerveza y bebió a su salud,
provocando que la chica sonriera, antes de ser devorada por el resto de la gente que quería algo de beber.-
Con el sabor de una cerveza gratuita y liberado del peso de la botella de cava, pudo relajarse un poco más. Incluso la música, que le
había parecido escandalosa al entrar, empezaba a entrarle en el cuerpo.
-¡Tierra a la vista! –Vio como Nadia se acercaba desde lejos, mirándole.- ¿Dónde os habíais metido?
-Yo me dejé arrastrar por la corriente. –Se excusó él, hablándole directamente en la oreja, pese a que afortunadamente se
encontraban en una zona donde los altavoces no castigaban con mucha fuerza.-
-Estoy seca, ¿Me das? –Señaló a su cerveza, Raúl entrecerró los ojos ligeramente, maldiciendo que le fueran a robar un poco de esa
bebida fermentada que tan bien le estaba sabiendo.-
-Venga. –La pelirroja bebió, y bebió, y bebió. Y cuando Raúl obtuvo el recipiente, estaba prácticamente vacío, no pudo evitar suspirar
exasperado.- ¡Te la has bebido toda!
-Si solo es una cerveza. –Rió ella, pidiéndole perdón con la mirada.- Es que estaba buena, y fresquita...
-En fin...
-Oye, ¿Qué planes tienes luego? –Preguntó la pelirroja.-
-¿Luego?
-Sí, ya sabes, Nuevo año, hay que hay empezar con buen pie... –Por el brillo lujurioso de sus ojos, él supo a lo que se refería.-
-Bueno, pues aún no tengo nada en mi agenda. –Ironizó.- Pero si puedo, te hago un hueco.
-¡Eso será si yo quiero! –Carcajeó ella.- Bueno, voy a buscar a unas amigas, luego ya nos vemos...
La noche transcurría bastante divertida, dado que el recinto era monstruosamente grande, tan solo estaban apretados en la zona de la
barra, donde todos empujaban e intentaban colarse para ser atendidos primeros, en el resto del lugar, se podía bailar a gusto, sin los
calores insoportables de otros locales. Eso sí, la nube del humo de los cigarrillos empezó a hacerse densa en algunas partes. Raúl
estuvo "bailando" con un par de chicas, habló un rato con Andrés, vio como Felipe coqueteaba con una chica morena con mechas,
cosa que le hizo mucha gracia al recordar el supuesto "enamoramiento" que le había mencionado esa tarde.
Volvió a la zona de guerra, la barra, buscando una nueva cerveza. Con toda la intención del mundo, fue a la parte donde estaba la
camarera atractiva que tanto le había gustado la primera vez.
-¿Otra cerveza? –Fue el saludo de ella, aludiendo así a que se acordaba de él.-
-Si me lo das tú, cualquier cosa me sabrá a las mil maravillas. –Sonrisa y mirada penetrante.-
-Para ser solo la segunda vienes muy lanzado, ¿No será que guardabas más botellas? –Ironizó ella, que se tomaba su tiempo para
cumplir ese pedido.-
-Será que tu me inspiras. –Siguió él.- Se podría decir que eres más embriagadora que el vodka.
-Sí, sí. –Le dio finalmente su cerveza, Raúl se dio cuenta en ese momento de que tenía un piercing en la lengua.- Prueba a la tercera,
que dicen que es la vencida.
Y Raúl, retándola con la mirada, no tuvo más escrúpulos por estar ligando con una de las camareras de la organización, que aparte de
estar como un tren, tenía un puntito picante que le gustaba mucho. Además, por segunda vez, la cerveza se la había llevado gratis.
Capítulo L
Dentro de la rutina de la noche, había encontrado algo bastante interesante que hacer, aún con el sabor de su segunda cerveza en la
boca y el brillo de los ojos de la chica en sus retinas, tenía muy presente cual iba a ser el siguiente paso.
Bailó, habló y disfrutó un rato más, finalmente, fue de nuevo a visitar a su camarera preferida.
-Me habían dicho que a la tercera iba la vencida. –Saludó él.-
-Es la que mejor entra, sí, mejor que la segunda y la cuarta. –Correspondió ella, de nuevo olvidando el ritmo endiablado de la zona que
ocupaba para centrarse en el joven.-
-¿Entonces?
-Tenemos un descanso de quince minutos cada dos horas. –Comentó ella, acercándose más a él por encima de la barra.- Si esperas
un rato al final de la barra, podemos terminar la conversación más tranquilos.
-Allí estaré. –Inclinó ligeramente la cabeza, con una sonrisa de seguridad en la cara.-
Fue al lugar donde la chica le había citado, y esta no tardó más de diez minutos en aparecer. Vestía un pantalón vaquero con un par
de rotos y la camiseta que la identificaba como miembro de la organización, le hizo una seña con la cabeza para que la siguiera.
Raúl había estado varias veces en ese Pabellón Deportivo, jugando partido de fútbol y baloncesto, por lo que supo que el camino que
tomaban era el que llevaba a la zona de almacenes. La puerta que daba a estos estaba franqueada por uno de los miembros de
seguridad, que dejó pasar a la chica y su acompañante sin muchas preguntas. Él pudo ver como habían usado uno de los cuartos de
material como almacén de bebidas, botellas y botellas que serían consumidos a lo largo de la noche. Caminaron durante un tramo
más, hasta llegar hasta otro de los cuartos de material, este conservaba su aspecto habitual, lleno de balones, aros y colchonetas.
-Bueno, ¿Entonces prefieres hablar o follar?
-Vaya. –Su sonrisa se acentuó.- Vas directa a lo interesante.
-Con quince minutos por delante, hay que ser así. –Señaló la chica, con rezumaba seguridad por cada poro de su piel.-
-¿Quince minutos? –Hizo una mueca, como si estuviera meditando la idea.- No sé si podré aguantar tan poco...
-Ya veremos, ya. –Extendió el brazo, buscándolo, este lo acepto, siendo arrastrado hacia ella.-
-Por cierto, ¿Cómo te llamas? –Preguntó él, notando ya el calor propio de los preliminares.-
-¿Acaso eso importa? –Espetó la chica, con una sonrisa pícara.-
Y sus bocas se fundieron la una con la otra. El tacto del piercing se le hizo sublime, frío metálico, en contraste del calor y la necesidad
de sus lenguas. La chica sabía besar, sin ninguna duda. Pronto los besos dieron paso a lametones, a mordiscos... La cosa subía
rápido, no solo porque tenían el tiempo en contra, sino porque ella era así, espontánea, fogosa, y él no tenía intención de quedarse
atrás.
Pronto pudo apreciar el tacto de sus pechos, duros, de un tamaño normal, cuando la despojó del sujetador, sin quitarle la camiseta,
pudo notar, para su completo deleite, que llevaba otro piercing, en el pezón derecho.
Lo chupó, lo succionó, lo lamió, lo mordió. Hizo delicias con él en su boca, mientras que una de sus manos no abandonaba al otro. La
chica sin nombre parecía encantada con el trato, su lengua humedecía sus labios, sus ojos se entrecerraban de placer con cada
mordisco sensual del chico.
-Si te gusta tanto ese piercing... –Musitó, con la respiración afectada.- Te volverás loco cuando veas el otro.
Abandonó el banquete que estaba realizando en sus pechos y la miró a los ojos, ojos negros, ojos encendidos.
-¿Quieres decir que...?
-Busca, busca. –Le retó ella, con un guiño sumamente provocador.-
Raúl la condujo hacia la gran pila de colchonetas, prácticamente empujándola hasta tumbarla, pronto sus manos dieron con el cierre
de sus pantalones y los bajaron hasta las rodillas, lo mismo hizo con el exiguo tanga que llevaba, dejando al descubierto eso que ella
le había pronosticado. Su tercer piercing.
Ni aunque se hubiera negado la habría dejado, se lanzó como una presa voraz, el brillo metálico, el inconfundible frío del metal. Desde
el primer momento lo devoró, el contraste era espectacular, sus labios vaginales, suaves y tersos, su clítoris, delicado y abultado, y
eso, tan duro y frío, tan excitante y morboso. Se imaginó el momento en el que se lo hicieron, ¿Le habría dolido? ¿Le habría gustado?
¿Qué la llevaría a ponérselo justo ahí?
Se bajó los pantalones lo justo para poder liberar su miembro, absolutamente desbocado ante las sorpresas metálicas de la chica.
-En mi bolsillo, ahí está. –Gimió ella. Este hizo caso, encontrando un preservativo rojo que no tardó en ponerse, ni siquiera para
maldecir al látex tenía tiempo.- Aaaah.
La penetró fuerte, sin compasión, y percibió de nuevo el tacto extraño que acariciaba su miembro a través del látex. El interior de la
chica era genial. Empezó a bombear a un ritmo muy rápido, a veces conseguían enlazar sus lenguas en un sinuoso beso, pero la
mayor parte del tiempo él devoraba el piercing del pezón de la chica, mientras ella le acariciaba la cabeza, o bien le apretaba con
fuerza, pidiendo más fuerza, más intensidad.
-Aaaah... Vamos... No te... No te contengas...
Las colchonetas donde se habían "tumbado" estaban sobre una tabla con ruedas, indispensables para su transporte debido al peso de
estas. Las acometidas del chico eran tan fuertes que pronto empezaron a moverse, hasta que finalmente llegaron a la pared. Ella
gritaba, gemía, no se cortaba. Sabía que la música amortiguaba sus sonidos, la misma música que era la banda sonora de su
orgasmo.
-Así, así... Mmmmm...
Raúl percibió como ella estaba a punto, sus gemidos eran cada vez más agudos y profundos. Apretó con fuerza los senos de la mujer,
la mordió, la mordió de verdad, sin ensañamiento pero clavando ligeramente los dientes, al tiempo que hacia toda la fuerza que podía
con las caderas para que su penetración fuera lo más profunda posible, todo junto, combinado, de golpe... Ella terminó.
Le abrazó muy fuerte, le estrechó hacia ella, sus piernas estaban aprisionados por los vaqueros sin quitar, pero de haber estado libres,
se habrían enlazado a su alrededor, seguro. Un orgasmo fuerte y una vagina que se contraía con sorprendente intensidad, de no ser
por el látex, que siempre tenía un poco de efecto retardante, Raúl se habría corrido ya sin duda.
La chica sin nombre no esperó a recuperarse, esta vez fue ella la que le empujó, casi derribándole, sus manos cogieron el
preservativo, manchado con sus jugos, y lo arrancaron, lanzándolo hacia algún sitio inconcreto, olvidando precaución alguna, introdujo
el miembro del joven en su boca, rápidamente, con ansia, casi con gula.
-Uff... –Soltó él, sintiendo como la lengua de la chica, con piercing incluido, realizaba un trabajito espectacular.- Creo que... Ya...
Pero ella no tuvo escrúpulos, el semen del chico se escurría por la comisura de sus labios, que aún lo apretaban firmemente,
buscando sacarle cuanto placer pudieran. Le devolvió el ligero mordisco que él le había dado en el pezón, lo apretó con fuerza entre
sus manos, exprimiendo hasta la última gota que pudiera salir de él.
-¡Sí! –Se dejó caer hacia atrás, quedando sentada en la colchoneta.- Nada mal, no ha estado nada mal.
-Vaya, gracias. –Rió, aún buscando recuperar la respiración.- Tu también has estado genial... No tengo quejas.
-¿Y cuantos años has dicho que tenías? –Preguntó ella.-
-No te lo he dicho. –La miró por el rabillo del ojo, aún tenía un poco de su semen en la comisura de los labios.- Supongo que es como
tu nombre, no hace falta.
-Sí, supongo que sí. –Exhibía una gran sonrisa complacida. Miró su reloj.- Vaya, y todo esto en trece minutos, para que luego digan
que no se puede follar bien si se hace rápido.
-¿Solo trece minutos? –Se sorprendió él.- Pues si que cunde...
-Cuando estas en faena pierdes la noción del tiempo. –Se acarició el pezón que Raúl le había mordido, intentando relajarlo.-
-Pues yo en dos minutos no creo poder hacer nada del otro mundo. –Se excusó, en tono cómico.- Que me esfuerzo, pero dos
minutos...
-Bueno... –Ella amplió su sonrisa de nuevo.- No creo que nadie me eche de menos si llego cinco minutos tarde.
-Me gustan los retos. –Casi fue más un rugido de su lujuria que palabras racionales salidas de su mente. Volvió a tumbarla, abrió sus
piernas, despojándola esta vez completamente de los pantalones y la ropa interior, buscando la mayor libertad posible.- Cronometra...
Se lanzó de nuevo como una fiera a por el coñito de la chica. Al principio percibió el sabor del látex, pero un par de lametones después
había desaparecido, dejando solo el de la humedad propia de la chica, que le volvía aún más loco que el tacto poco conocido del
piercing.
Sin contemplación, introdujo dos dedos en la vagina de la chica, que en apenas un instante se convirtieron en tres. "Una chica que se
hace un piercing ahí no debe necesitar mucho calentamiento", pensó él, aunque realmente le daba igual, solo quería jugar un poco
más con su presa.
Dentro, fuera, dentro, fuera. Sus dedos se coordinaban a la perfección, su lengua se ocupaba del resto, el clítoris de la chica fue
agasajado al instante por sus labios, rodeado de la sin hueso, atrapó el piercing entre sus dientes, dio un ligero tirón, aposta, que hizo
que la chica bufara y gimiera, de dolor y placer.
-Vamos, vamos. –Apremió ella, al borde del séptimo cielo.- Vamos...
Intentaba acariciar con la yema de sus dedos las paredes vaginales de la chica, todo era tan rápido, le sorprendió poder hacer tantas
cosas a la vez, quizás era más instinto que habilidad, y sobretodo, lujuria, esa chica, aún sin saber su nombre o como era, conseguía
excitarle sobremanera, y ella tampoco parecía pasarlo mal con el chico.
Ella estrujaba con saña sus pechos, apenas respirando, su vientre contrayéndose con ese sensual movimiento que tanto le gustaba a
Raúl.
-Aaah... Aaah... –Jadeaba ella.- Más... Solo un... Poco...
Apretó más su cara contra el coñito de la chica, quedando prácticamente aplastado contra él, cosa a la que ayudaban las piernas de la
chica que, una vez libres, habían tomado un papel activo. Finalmente, después de unos minutos de esfuerzo y dedicación casi
enfermiza, un lametón de su lengua fue el detonante del segundo orgasmo de la chica.
Sus manos intentaron aferrarse a la colchoneta, pero esta era tan dura que lo más que consiguió fue romperse una uña. Raúl, por su
parte, degustó el elixir del placer que llenaba en esos momentos el sexo de la mujer, al tiempo que utilizaba los brazos para evitar que
la chica, durante su orgasmo, le ahogara con una llave mortal de sus piernas.
-Aaah... Aaah... –Su respiración aún no se relajaba, le miró con los ojos entrecerrados.- He de reconocerlo... No está mal...
-Ya te lo he dicho antes, es que me inspiras. –Rió él.- ¿Qué tal de tiempo?
Ella observó el reloj, y se levantó, aún con piernas temblorosas.
-Mierda, he de irme. –Comenzó a vestirse de forma precipitada.- Ahora tendré que servir estando toda mojada...
-¿Sabes lo erótico que suena eso?
-Puedo imaginarlo... –Rió ella, abandonando las prisas para darle un beso que a él le devolvió el sabor salado proveniente de sí
mismo.- Pero es incomodo... Si por mí fuera, me quedaría aquí toda la noche follando contigo.
-Bueno, tanto como toda la noche... –Comentó, sonriente, mientras se colocaba la ropa él también, pese a que se había quitado lo
justo.- Tan bueno no soy.
-Tranquilo, yo sé dosificar a los chicos. –Le guiñó el ojo, en su premura, la chica había olvidado ponerse el sujetador. La camiseta de la
organización era azul marino, por lo que no se notaba mucho a menos que supieras donde mirar, el bulto de su pezón con el piercing
le puso a cien de nuevo.- Por cierto, déjame tu móvil.
-¿Mi móvil? –Lo sacó del bolsillo y se lo prestó.-
Ella jugó un rato con las teclas y se lo devolvió.
-Ya me tienes en tu agenda. –Le explicó.- Llámame un día, si tienes ganas.
-¿Qué nombre? –Preguntó mientras la chica abría la puerta, dispuesta a marcharse.-
-Por la A, de Alicia. –Ella alzó una ceja, como desafiándole a hacer algún comentario, en el fondo, sintiéndose rara por romper sus
reglas sobre confraternizar con "citas de una noche", con los que solo se follaba, y punto, sin nombres ni ataduras estúpidas.- Y sí,
puedo llevarte al País de las Maravillas.
-Bien... –Puso gesto solemne, sin perder el humor.- Por cierto, me llamo Raúl.
-¿Cómo el futbolista?
-Sí, como el futbolista.
-Feliz año. –Se despidió ella, finalmente, dedicándole una última mirada antes de partir con premura hacia su puesto de trabajo en la
barra.-
-Feliz año, Alicia. –Murmuró, mientras revisaba que todo estuviera en su sitio. Si cerraba los ojos, casi podía notar el tacto de la chica,
su piel, sus piercings. Era la primera vez que le dejaban una primera impresión tan buena, al parecer la decimotercera uva no era la de
la mala suerte, sino la de las chicas atractivas y complacientes.- Feliz año...

Capítulo LI
Se tomó su tiempo para volver, pero finalmente volvió a la fiesta. Por encima de la marabunta que seguía rondando alrededor de la
barra, pudo distinguir a Alicia, sirviendo sin cesar. No pudo reprimir una sonrisa al pensar que pocos minutos antes la había tenido
para él solo, que había podido deleitarse con sus delicias...
Hubiera seguido pensando en Alicia durante un buen rato, con una bonita sonrisa de felicidad, pero otra visión se interpuso en su
camino. Melena castaña, un bonito recogido de pelo, un vestido de noche muy elegante, con los hombros descubiertos.
-"Estela..." –Pensó, y de repente desapareció la fiesta, el bullicio, el griterío, la música... Tan solo había un foco que la iluminaba a ella.-
"Estela... Hoy vas muy guapa..."
Pero el momento se rompió cuando apreció, "Ese", el imbécil, su novio, Gonzalo. Al parecer acababan de pedir un par de bebidas, y
luchaban por salir de la marea de gente que intentaba acercarse más a la barra.
En ese momento Raúl tuvo una idea malvada. Si hiciéramos la representación del angelito y el diablillo, uno en cada hombro,
podríamos decir que el angelito estaba de vacaciones por Navidad, mientras que el diablillo hacía horas extras. Con semblante casual
les rodeó, hasta quedar detrás de ellos. Había un par de personas entre Gonzalo, que caminaba detrás de Estela con los dos vasos,
llevando el de su novia, caballeroso. Raúl, como quien no quiere la cosa, empujó más fuerte de lo normal al que tenía delante.
Se produjo un efecto dominó.
Todos apretujados, actuaron como diminutas fichas, uno empujó a otro, otro empujó a Gonzalo, y este... Derramó el contenido de los
dos vasos sobre el precioso vestido de Estela.
Raúl, que a lo sumo había deseado que a Gonzalo se le cayeran las bebidas, haciendo un poco el ridículo, se escabulló con total
disimulo entre la gente, dejándose arrastrar por una de las corrientes de personas, en concreto, la que llevaba a los baños. Por encima
del hombro pudo ver solo el semblante desencajado de Gonzalo.
Había previsto sentirse bien, reírse de él, pero en lugar de eso, solo percibía arrepentimiento en su interior. Por su culpa el precioso
vestido de Estela se había echado a perder.
-¿Quién soy? –Gritó alguien en su oído, al tiempo que le tapaba los ojos con las manos.-
-Eh... –Volvió al mundo real, por el tamaño de los pechos que se clavaban en su espalda no tuvo demasiadas dudas, además que su
voz, incluso apagada por la multitud y la música, tenía un timbre inconfundible.- Marta.
-¡Sí! –Le liberó de su encierro.- ¿Qué tal estás? ¡Hace un montón que no te veo!
-Bien... Bueno, entretenido... –Murmuró.-
-Oye, ¿Salimos un rato? –Vociferó.- Necesito poder hablar normal durante un rato, o me quedaré afónica.
-¿Qué?
-¡Afónica! –Gritó.-
Comprendiendo el mensaje, Raúl la cogió de la mano, evitando así que la muchedumbre los separara en las zonas más concurridas, y
se aproximaron a la salida, donde el encargado de seguridad de turno se cercioró de que llevaban el sello que les permitiría entrar de
nuevo.
-Menos mal... –Habló Marta, ya en un tono normal, cuando habían caminado un rato en una avenida que había al salir del Pabellón.-
Me estaba volviendo loca con tanta gente...
-¿No se suponía que era yo el que se podía quejar de las grandes fiestas? –Ironizó.-
-Pues no se te ve muy intranquilo. –Rió ella.- ¿Qué has estado haciendo?
-Un poquito de esto, un poquito de lo otro... –Carraspeó.- Lo normal, vamos.
-Pues tienes una cara como de... –La rubia le examinó con los ojos entrecerrados.-
-De nada, de nada... –Se defendió, fingiendo una sonrisa.-
-¿Puedo cogerte de la mano? –Preguntó la chica, puesto que se habían soltado al salir.-
-Sí... Supongo que sí.
Ya bien cogiditos, continuaron caminando un rato, había bastante gente que, igual que ellos, aprovechaba la larga avenida para
airearse un rato antes de volver a la fiesta.
-Cuando tenga novio le cogeré así de la mano. –Ronroneó Marta de repente.- ¿A ti te gusta? A mí me da seguridad, no sé.
-De la mano, el antebrazo, con el brazo alrededor de la cintura... –Comentó él.- Es una forma de sentir a esa persona más próxima a ti.
-Sí, es tan genial. –Suspiró.- Mira, ¡Cómo esos!
Señaló con la mirada hacia una parejita que iba no muy lejos, embelesados, ella apoyaba su cabeza en el pecho del joven, que a su
vez le acariciaba el pelo con ternura. Raúl empezó a considerar la conversación inquietante.
-Bueno, seguro que consigues alguien con el que actuar así. –Susurró, clavándole sus ojos verdes.- Y mientras tanto, ya sabes, te
puedes poner todo lo cariñosa que quieras conmigo.
-¿Todo lo cariñosa que quiera? –Entrecerró los ojos de nuevo.- Cuidado con lo que dices, no sea que me lo tome al pie de la letra y...
La chica se puso de puntillas para darle un beso. Él lo acepto, aunque sin poner todo el entusiasmo del mundo en sus labios.
-¡Ven! –Le arrastró hasta un pequeño parque que había, Raúl comprendió la idea de la chica, más que nada porque había otras
parejas que estaban usando el césped del mismo como improvisado motel.-
-Te vas a manchar el vestido.
-Cierto... –La chica solucionó el problema obligándole a él a ser el que se tumbara en el húmedo suelo.- Así mejor.
Con un ansia inusitada, Marta se lanzó sobre su boca, su cuello... Él se dejaba hacer, pero sin terminar de arrancar, tenía la cabeza en
otra cosa. Cuando la rubia comenzaba a morderle el cuello, Raúl, a través de uno de los huecos que dejaba abiertos el seto que
rodeaba la zona del parque, pudo verla.
Estela caminaba, sola. A la luz de la farola que acababa de pasar, estaba claro, ese brillo perlado en sus ojos, estaba llorando. Casi
como un resorte, se incorporó, sorprendiendo a Marta. La chica siguió la dirección de sus ojos, y encontró a Estela. No lo tuvo que
razonar durante mucho tiempo.
-Ve. –Murmuró, suspirando.-
-¿Qué? –Se hizo el loco.- ¿De qué hablas?
-Tienes complejo de caballero andante. –Murmuró ella.- No puedes dejar a una damisela en apuros sin sentirte fatal por ello. Venga,
vete.
-Pero, Marta...
-¡Vete y pregúntale que le pasa! –Ordenó ella, mostrando una pequeña sonrisa. Rebuscó en su bolso, abandonado a un lado, y le dio
unas llaves.- El coche de mi madre está aparcado en la siguiente calle, si te das prisa, podrás recogerla en el cruce.
-Marta...
-¿No te he dicho que te vayas? –Rió ella.- ¡Y nada de hacer cosas raras en el coche!
-Sí... Está bien. –Apretó las llaves en su puño y ayudó a la chica a levantarse con la otra.- Luego te lo devuelvo...
-Venga, ve, que se te escapa la damisela. –Puso los ojos en blanco.-
-Marta... –Le dedicó una sonrisa sincera.- Gracias.
-Feliz año... –Murmuró la rubia mientras veía al chico alejarse a paso veloz.-
Ya había conducido otras veces el coche de la madre de Marta, tuvo que hacer un giro anormal en la rotonda para quedar al lado de
Estela, que ignoró completamente el coche, aunque Raúl apretó el claxon un par de veces.
-Que solita te veo... –Comentó él.- ¿Te llevo a alguna parte?
-Te puedes ir a la mier... –Detuvo sus palabras cuando se giró y vio a Raúl en el coche.- Oh... Eres tú.
-Estela... –Avanzaba a poquísima velocidad, agradeció que apenas hubiera coches en ese momento.- Sube, te llevo.
-No hace falta, no vivo lejos, y el aire fresco siempre viene bien... –Ella intentó ocultar los signos evidentes de su llanto, pero Raúl ya lo
había visto todo claramente.-
-Venga, no seas tonta. Es tarde, vas sola, y hay mucho colgado suelto por ahí. Sobretodo esta noche. –Paró el coche.- Sube.
-¿De quién es? –Señaló con la vista al automóvil.-
-De la madre de Marta, me lo ha dejado para ir a casa un momento, te he visto, y...
-Mentiroso... –Apuntilló ella.-
-Como sea. –Intentó fingir una sonrisa.- Sube de una vez.
-¿Y si no lo hago?
-Te obligaré. –Respondió sin titubeos, al tiempo que abría la puerta.- No puedo dejarte por ahí sola en ese estado.
-Ya, ya... –Bufó.- Como sea, vivo aquí cerca, ¿Todavía te acuerdas de donde?
-Claro. –Le había dolido que hiciera esa pregunta.-
El paseo en coche fue silencioso y calmado hasta que Raúl, con toda la inocencia del mundo, lo rompió.
-¿Qué ha ocurrido? –Musitó.- ¿Por qué llorabas?
-Nada.
-Venga, por algo será.
-Me manché el vestido. –Contestó secamente.-
-Tu no eres de las que lloran por mancharse el vestido. –Rió él.- Por cierto, hoy vas muy guapa.
-Sí, preciosa. –Ironizó.-
-Bueno, y entonces... –Dejó la pregunta en el aire, Estela, pese a que había querido mostrarse firme y gélida durante el viaje, no pudo
evitar hablar, lo necesitaba.-
-Hemos... Discutido.
-¿Quién?
-Gonzalo y yo, ¿Quién va a ser?
-¿Ha sido fuerte?
-Bueno... –Torció el gesto.- Terminamos.
La palabra hizo eco en la mente de Raúl, provocándole incluso una sonrisa, que se apuró a camuflar entre una repentina tos.
-¿Pero por qué habéis discutido? –Disimuló, fingiendo preocupación.-
-Por una tontería... Me tiró la bebida encima... –Explicó ella, más relajada.- Pero bueno, es "la gota que colma el vaso", nunca mejor
dicho.
-Entiendo... –Frunció el ceño, pensativo.- ¿Y qué harás?
-Pues, si te digo la verdad, no lo sé. –Suspiró.- No es igual que antes... Ya no hay...
-¿Qué? ¿Qué? –Le pudo el ansia por saber qué era tan importante para la mujer.-
-"Eso". –Fue lo único que dijo Estela.-
Llegaron a su edificio, Estela, ya más serena, se giró hacia Raúl.
-Gracias por recogerme, la verdad es que no estaba tan cerca como creía...
-No es nada. –Dio unos golpecitos en el volante.- Tu me has llevado muchas veces, ¿No?
-Bueno, pues... Buenas noches. –Murmuró la chica, abriendo la puerta.- Y feliz año.
-Feliz año. –Raúl sentía una inmensa necesidad de salir tras ella, besarla y abrazarla, pero no se atrevía a moverse.-
-Cuídate... Ya nos veremos, si eso.
La chica empujó la puerta del portal, que alguien había dejado entreabierta. Raúl la vio perderse en el mismo. Enfadado, golpeó el
volante, ocasionando que sonara el estridente claxon.
Dirigió una última mirada al portal, dispuesto a volver a la fiesta, sin embargo, un diminuto bulto en el asiento del copiloto le hizo
sonreír. ¡Se había dejado el bolso! Bajó del coche, cerrándolo, y se dispuso a ir a dárselo. Se cruzó con Estela en el descansillo, al
parecer ella también se había dado cuenta a la hora de buscar las llaves para abrir la puerta de su apartamento.
-Menuda cabeza... –Murmuró ella.- Solo me faltaba perder el bolso y dormir en la calle.
-Tranquila, siempre puedes dormir conmigo. –Soltó él, en plan cómico, pero las palabras quedaron en el ambiente, como si fueran el
humo de un cigarrillo.- Bueno, pues eso...
-Sí...
Ninguno de los dos se movía, estaban frente a frente, mirándose, sin hablar, sin saber qué decir. Pasaron unos instantes que se
hicieron eternos.
Raúl finalmente dio un paso al frente, cogió la mano de Estela. El joven exhibía una inquietante sonrisa.
-Deberías llamarle. –Expresó, con un tono de voz modulado.- A Gonzalo, llámale, al menos para decirle que no se preocupe, mañana,
más calmados, habladlo otra vez.
-Pero...
-Hazme caso. –Puso los ojos en blanco.- Es lo que te conviene, además, no parece mal tipo... Aunque sea torpe.
Se reconfortó pudiendo decir esas palabras, pese a que lo hubiera provocado él mismo.
-Si, creo que... –Dudó, llegó a morderse el labio inferior, gesto que a él tanto le gustaba.- Creo que tienes razón.
-Bien, ahora sí, buenas noches.
Dio un par de pasos, en dirección a la puerta de salida, cuando la chica le pidió que parara.
-Raúl, por qué... –Su mirada se tornó acuosa.- ¿Por qué no has aprovechado el momento para...?
Se tomó su tiempo para responder, más que nada porque ni él mismo sabía la respuesta.
-Porque tienes los ojos tristes. –Dijo sin más.- ¿Será porque no soy yo el que debe reflejarse en ellos?
La chica desvió la mirada.
-Buenas noche. –Canturreó con simpatía.-
Ya en el coche, no había avanzado más que unos metros cuando tuvo que parar, la furia contenida le hacía aferrar con fuerza el
volante, tanto que incluso clavaba sus uñas en él, dejando las consiguientes marcas.
No hubo palabras, ni en su mente, ni en su boca. Tan solo una sensación de furia, de oportunidad perdida, de estúpida
caballerosidad... Una vez más, había alejado a Estela de su lado.
Se tomó su tiempo para relajarse, después sacó el móvil.
Un rato después abría la puerta para que Marta pudiera subir al coche.
-Vaya, no esperaba verte tan pronto. –Comentó sarcásticamente la rubia, añadiéndole la connotación sexual a sus palabras.- ¿Todo
bien?
-Sí, claro. –Sonrió, escondidas todas las emociones pasadas en un hueco de su alma.- Solo que no me gusta dejar las cosas a
medias.
-Per-ver-ti-do –Deletreó Marta, risueña, entendiendo a qué se refería.- Además, no sé si ahora tengo ganas...
Pese a todo, fue ella la que se inclinó hacia el chico para darle el primer beso, otra vez.
-Tengo una pregunta... –Masculló él cuando su boca fue liberada por la chica.-
-¿Cuál?
-¿Lo has hecho alguna vez en un coche?
Continuará.

PD. Bueno, sí, como se suele decir, ir con paciencia es el mejor remedio. Esta vez tengo poco que añadir, tan solo que paso totalmente
de intrigas palaciegas de la página (Escribo y leo para disfrutar) y que esta parte se la dedico a un gran amigo, Manuel, por ser su
cumpleaños. ¡Un placer!
Capítulo LII
-En... ¿En un coche? –Farfulló la chica.- Pues... No.
-Y... ¿Quieres probarlo?
-Pues la verdad, no sé. –Puso un semblante pensativo.- Hacerlo en el coche de mi madre... Es... Chocante.
-Sí, pero ya sabes, Año Nuevo, Vida Nueva...
-¿Dónde cambia el "Vida Nueva" a tener relaciones sexuales en el coche de tu madre?
-Te sorprendería. –Raúl no pudo evitar reírse.-
-¿Y tú? –Preguntó ella, ligeramente cortada.- ¿Lo has hecho en un coche alguna vez?
-No. Sería una experiencia nueva para mí también. –Repuso sinceramente.-
-Mmmm...
-No te preocupes, que si no quieres, podemos ir a cualquier sitio, a mi casa, por ejemplo, hoy estoy solo.
-No, no, solo estaba pensando, en algún lugar donde aparcar, lejos de miradas indiscretas, ya me entiendes. –Se sonrojó ligeramente.-
-Parece que te ha gustado la idea. –Sacó la lengua, burlón.-
-Eh, una debe estar abierta a nuevas experiencias. –Hizo gesto de querer atraparla.- Además, si tu tampoco lo has probado, pues... Es
más fácil, no tendrás una opinión formada...
-Bueno, pues lo dicho. –Encendió el motor.- Bájense ahora o callen para siempre.
Encontraron un sitio tranquilo y discreto donde poder "jugar" sin ser vistos. Tan solo había una entrada para el público, no solía pasar
nadie, era donde los vendedores ambulantes solían montar sus puestos.
-Bueno... –Murmuró Marta.- Pues aquí estamos...
-¿Vamos a los asientos de atrás? –Dudó.- O quizás estos están bien...
-Si los reclinamos un poco...
Se miraron el uno al otro durante un rato, para luego estallar en carcajadas, viendo su mutua estupidez.
-Bueno, como vaya surgiendo. –Exclamó él.- Además no creo que pueda aguantar más sin morderte.
-¿Ahora también tienes complejo de lobo?
-Claro que sí, Caperucita.
Comenzó el particular espectáculo, boca contra boca, lengua contra lengua, guiños, risas... Raúl acabó prácticamente sobre la plaza
del copiloto, en el proceso se clavó varias veces la palanca de cambios, entre risas. Marta reclinó su asiento lo máximo, que tampoco
era mucho, al tiempo que Raúl la ayudaba a desprenderse de su vestido.
-Esto es como jugar al tetris... –Rió ella, pese a que sus pechos, ahora al aire, mostraban un par de pezones rosados y apetitosos.-
-Falta la música. –Presionó al azar uno de los botones de las presintonías de la radio, era una emisora de grandes clásicos del Rock,
les sorprendió encontrar a Bon Jovi con su "Living on a prayer".- Mira, que marchosa es tu madre, ¿No?
-De alguien tenía que heredarlo... –Rió Marta, sintiendo el ritmo.-
Raúl llevaba ahora la camisa abierta, los pantalones de igual forma, pero sin bajar. Marta, por su parte, llevaba el vestido enroscado en
la cintura, desnuda ya en otras partes. Los dedos de Raúl jugaban en los alrededores del sexo de la chica, su boca lamía y besaba su
cuello, sus orejas...
Tras muchas vueltas, habían quedado en el asiento del copiloto, inclinado al máximo, Marta estaba sentada sobre Raúl, y este, así,
tenía acceso completo al cuerpo de la chica, viendo su cara reflejada en el espejito del parasol, el que solían usar las mujeres para
maquillarse, él lo utilizaba para ver los ojos claros de la chica y sus muecas de placer.
-Me gusta mucho... Estar contigo. –Comentó la chica.- Siempre me he sentido tan segura...
-Eso es porque soy genial. –Ironizó él, guiñándole el ojo a través del espejo.-
-Claaaro...
-Y porque sabes que nunca te haría daño. –Le mordió el hombro.- Al menos no de forma intencionada.
-Eso espero. –Ella le clavó las uñas en el vientre, en ese momento, una de las manos de Raúl se perdía entre sus piernas, la otra
amasaba sus coquetos senos, ella, mientras tanto, iba sintiendo como, bajo sus glúteos, el miembro del chico crecía.-
Empezó a sonar "Nothing Else Matters", de Metallica. Marta tarareó la canción como pudo, uno de los dedos de Raúl ya hurgaba en su
interior. Pese a que el espacio era limitado, la elasticidad de la chica lo hacía todo muy fácil, además, se tomaban su tiempo, más que
la búsqueda del orgasmo, era la búsqueda del confort.
-¿Qué canción es esta? –Preguntó Raúl de pronto, cuando ya había dos de sus dedos entrando y saliendo de la joven, así como su
miembro era prácticamente una estaca bajo la misma.- Me suena, pero...
-Creo que es "Should I stay or should I go", de The Clash. –Jadeó ella, que estaba inmersa en un sueño dulce al que habían llevado
los dedos del chico, atentos y delicados.- Que poco... Que poco... Que poco sabes de música.
-Eso es verdad. –Volvió a morder su hombro ligeramente.- Pero si quieres paro lo que te estoy haciendo y presto más atención a las
canciones.
-No, no pares. No... –Suplicó ella.- Yo te digo... Los títulos, pero tu no pares, ¿Vale?
-Vale, vale... –Rió él, había acrecentado el ritmo de la penetración de sus dedos, la chica ya botaba ligeramente sobre él, la fricción
que provocaba le daba un placer bastante agradable en su miembro.- Pero tú tómatelo con calma, te vas a dar con la cabeza en el
techo...
-Mmmm... –Apretó uno de sus pezones entre dos dedos, suavemente.- Me gusta... Esta... Es... "Immigrant Song", de Led Zeppelín.
-¿Y quién te enseñó tanto de música? –Preguntó él, al que le gustaba el gesto desencajado de Marta a causa del placer, alternado
con un dialogo casi normal, como si en vez de tener dos dedos en su interior, estuvieran comprando el pan.- ¿O aprendiste tu sola?
-Fue... Fue... Un... –Contuvo un jadeo.- Amigo...
-¿Un amigo? –Aceleró sus penetraciones, sus dedos entraban con mucha facilidad a causa de la lubricación de la chica.- ¿No querrás
decir un novio?
-S... Sí...
-¿Y con él hacías estas cosas? –Más rápido, más temblores en la chica.-
-No... No... –Permanecía con los ojos cerrados, completamente recostada sobre Raúl, abriendo las piernas lo más que podía.-
-¿Segura?
-De verdad... De... Verdad...
-¿Y esta, que canción es? –Siguió con su particular tortura, impidiendo a la chica sumergirse en el océano del placer inconsciente.-
-Es... Es... "Baba O'Riley". –Raúl pudo notar en sus dedos como se avecinaba el clímax.- De... De "The Who"...
Y no pudo más, su orgasmo fue más bien una continuación de "Whooo", cosa que hizo que Raúl no pudiera reprimir una carcajada.
Sus movimientos eléctricos, teniéndola encima, fueron más que notables, casi temió que su miembro, aún aprisionado bajo ella, no
pudiera aguantar más y llegara también al clímax.
Más calmada, buscó la mano del chico, húmeda, y entrelazó sus dedos con ella.
-Mmmm... –Fue el único sonido que emitió al terminar sus gemidos.-
-Bien, bien... Ahora me toca a mí. –Besó en la nuca a Marta.- Si te puedes levantar un poco...
Ella obedeció, Raúl aprovechó este espacio que se creó para liberar su miembro de la ropa interior y posicionarlo en el rumbo
correcto.
-No te dejes caer de golpe, puedes hacerte daño.
Marta hizo caso, y, poco a poco, fue descendiendo. El glande se introdujo entre sus labios, poco a poco, siendo hospedado después
por su verdadero objetivo, una húmeda y deslizante vagina. Con toda la delicadeza del mundo, fue introduciéndose en su interior,
hasta que Marta quedó totalmente sentada sobre Raúl.
-Aaah... –Corearon al unísono, relajados.-
-Me gusta esta postura... –Murmuró Marta.- Salvo por no poder besarte en la boca, pero bueno, es genial... Yo controlo el ritmo, tu
tienes total acceso a mí...
-Sí, nunca la había probado. –Jadeó Raúl, más necesitado que Marta, a fin de cuentas esta ya había acabado una vez.- Hazlo poco a
poco, levántate poco a poco, y cuidado con el techo.
-Sí...
Y así, primero como un movimiento de caderas imperceptible, luego como un vaivén, comenzó Marta a subir y bajar, ligeramente.
Cualquier movimiento, por pequeño que fuera, era una delicia, no solo para Marta, sino para Raúl.
-Es genial... Aaah... Tu cuerpo está tan caliente... –Masculló Raúl, que esta vez era el que tenía los ojos cerrados, disfrutando el
momento.- Tan...
La chica, por su parte, sabiéndose jefa de la situación, seguía aumentando el ritmo, los amortiguadores del coche empezaron a
notarlo, moviéndose el vehículo también. Raúl respiraba con dificultad, por el placer mismo, y por tener el peso de la chica encima
cada vez.
-Menos mal... –Gimió Marta.- Que la tapicería del coche... Se limpia fácilmente...
-Si no... Tu madre nos... Mataría...
La chica empezó a reírse pensando en la idea, las vibraciones del diafragma de la chica las notaba Raúl, que no pudo soportar esa
presión extra.
-No te rías... Me correré...
-¿Y qué esperas? –Exclamó ella, aún entre risas.- ¿Una invitación?
-No puedo...
El coche ya se movía claramente con ellos, arriba y abajo, Marta dio varias veces con su cabeza en el techo, pero controlaba las
distancias. Raúl apretó los senos de la chica, con los que jugaba hasta ese momento.
-Ya no...
Marta cerró más las piernas, haciendo que el miembro del joven quedara más arropado aún. El "chof chof" de sus cuerpos al chocar
era hipnótico.
-Puedo... Más...
Tal y como estaban, Raúl llegó a su cenit de placer, un orgasmo intenso, muy placentero, pudo sentir el calor de su semen brotar por el
interior de la chica, esta continuó con el movimiento unos instantes, alargando al máximo su placer.
-Ja... Jajaja... –El joven empezó a reírse, sin motivo aparente.-
-¿Qué? ¿De qué te ríes ahora? –Preguntó Marta, son su habitual aspecto risueño.-
-Estaba pensando... –Más carcajadas.- Que si esto fuera una película porno, ahora que yo estoy rendido seguirías haciéndolo...
-¿Yo? ¿Con quién? –Preguntó sorprendida.-
-Con la palanca de cambios.
Ambos miraron a la palanca, buscando su legendario parecido a un consolador.
-Pues... –Siguió ella.- Te equivocas. Si esto fuera una película porno, el que se tiraría a la palanca de cambios serías tú.
-¿Yo? –Solo de imaginarse siendo penetrado por ese objeto, sintió un escalofrío.- ¡Ni loco!
-¡Pues no desees el mal a los demás! –Marta echó los brazos hacia atrás, haciéndole cosquillas, Raúl no se quedó atrás, y pronto él
también se las buscó, además, tenía la ventaja de la posición.- ¡No vale! ¡Es trampas! ¡Yo quiero atrás!
-Se siente, yo no he repartido los puestos, han surgido así...
-¿Seguro que no tenías todo esto preparado de antemano? –Marta le dedicó una mirada de duda por el espejito.-
-Te lo prometo. –Le guiñó el ojo.-
-Eso espero... Tengo miedo de que luego vayas por ahí contándole a tus amigotes que has robado mi virtud en un sucio coche, y
encima con música Rock de fondo... –Comentó ella, con tono teatral de chica inmaculada.-
Raúl empezó a mirar por todos los lados, Marta, viendo su comportamiento, preguntó.
-¿Qué buscas?
-Tu virtud, que no la veo por ningún sitio. –Ironizó él.-
-Serás... –Le pellizcó con saña en el muslo.-
-¡Eh! ¡Eh! ¡Cuidado con esa zona! –Comentó él, riéndose.- Cualquier golpe fuerte puede dejarme impotente...
-Pobrecito... –Ella alzó una ceja, sarcástica.-
-Por cierto, ¿Qué canción está sonando?
-Creo que es "Heaven is a Place on Eart", de Cindy Lauper.
-Vaya… Me gusta…
Marta se llevó las manos a la boca, intentando retener las carcajadas.
-¿Qué te hace gracia?
-Tienes unos gustos un tanto raritos... –Comentó, con una ración más de risas.- ¿Seguro que no eres gay?
-¡Claro! ¡Acabas de acostarte conmigo y ahora insinúas eso! –Puso cara de dolor.- ¡Me causarás un trauma!
-Es que... Esa canción... –Y más risas, la rubia estaba en pleno ataque de risotadas.- Dios...
-No sé que os pasa a todas últimamente, no paráis de insinuar lo mismo. –Se hizo el ofendido.-
-¿Todas? –Aplaudió.- ¡Ves! ¡Hay más que piensan con yo!
-Es por culpa de unos pantalones que me regalaron, pero esa es una historia llena de suspende, drama y enredos... –Masculló con
tono afectado.-
-¡Oye mira! –La chica señaló hacia la ventanilla, donde se había formado vaho a causa del contraste de temperaturas.- ¡Cómo en
Titanic!
Posó la mano en el cristal, dejando grabada la silueta, emulando la famosa escena de la película, la única que, por otra parte, Raúl
podía recordar. Junto con la del protagonista muriendo para que la chica sobreviviera, una injusticia argumental, ¿Acaso no había
espacio en la tabla para los dos?
Y así, entre risas, bromas, cosquillas y caricias, terminó su particular odisea en el coche de la madre de Marta.

Capítulo LIII
Mientras el agua cálida dela ducha recorría su piel, Raúl meditaba en la conversación que había tenido con Marta, mientras limpiaban
el coche, antes de despedirse.
-¿Tú crees que esto está bien? –Preguntó él.-
-¿El qué? –Ella se mostró sorprendida.- ¿Limpiar el coche?
-No. Me refiero a... Bueno... –Carraspeó.- Si está bien que nos acostemos juntos.
-Oh... ¡Qué típico! –Rió ella.- Si tenías dudas, se dicen antes.
-No, es que... –Raúl buscó los ojos de la chica.- Somos amigos, ¿No?
-Sí, claro.
-¿Los amigos hacen eso?
-Nosotros sí. –Murmuró, siempre con esa sonrisa risueña.- Puede que sea un poco raro, o inusual, pero...
-Por mí bien. –Soltó una gran carcajada.- Realmente, como decías, no tengo mucho de qué quejarme.
-Pues claro que no. –Puso una mueca altiva.- Con lo buena que estoy.
-Las he visto mejores... –Ironizó Raúl.-
-¡Oye! –Empezaron una pequeña batalla, que terminó con un beso pacífico.-
Volviendo al presente, Raúl terminó en la ducha, no sabía que hora era, probablemente las cuatro de la madrugada, se había tomado
su tiempo en hacer las cosas y, pese a que la fiesta continuaría hasta el amanecer, él ya estaba exhausto.
Encendió la televisión, buscando algún contenido con el que relejarse antes de dormir. Para su desgracia, todos eran programas
musicales especiales para esa fecha, programas que para él habían perdido la gracia cuando se había enterado de que eran grabados
meses antes del último día del año.
Con una melodía inconcreta de fondo, se dedicó a mandar algún que otro mensaje de felicitación, así como a leer los que le habían
llegado. No pudo evitar poner los ojos en blanco al leer los típicos chistes que sus conocidos, y todas las personas en general, solían
intercalar con sus felicitaciones. Esas navidades, el más usado había sido el de "¿Tienes algo que hacer mañana? Es que me han
dejado colgado. Fdo: Sadam Hussein. ¡Feliz Año!".
Pese a que él no era un gran amante de estas fiestas, no podía negar que se había divertido, al menos en el terreno sexual. Alicia y
Marta, cada una lo opuesto a la otra, eran dos grandes chicas. Aún así, pese a que intentaba apartarlo de su cabeza, no podía evitar
pensar en Estela, en que quizás un paso hacia delante habría supuesto que, en ese momento, siguiera en los brazos de la chica
castaña, empezando el primer día del año, el primero de muchos, con ella.
-"No está echa para ti." –Murmuró, mientras sus ojos se cerraban irremediablemente.- "Olvídala... Es solo una chica. Una más."
Tras la resaca del 1 de Enero, aunque tuvo que aguantar más la de su hermana que la suya propia, inexistente, los pocos días de
vacaciones que le quedaban se le pasaron volando. La mayor parte del tiempo lo pasó con sus amigos, y, en sus ratos libres,
adelantando algún que otro trabajo de la universidad, más por aburrimiento que por verdadero interés. Acabada la rutina de fiestas,
que prácticamente había durado desde Nochebuena hasta Año Nuevo, Raúl volvió a su vena formal y, sobretodo, a centrarse en lo que
verdaderamente le debía nublar el pensamiento, mujeres castañas aparte.
-¡Ni lo sueñes! ¡El que saque la haba friega los platos del día anterior! ¡Es la tradición! –Vociferaba su hermana, diseccionando el
roscón de reyes relleno de nata que tenían frente a ellos.-
-¿La tradición no era que el que sacaba la haba debía pagarlo? –Corrigió Cristina, aún ocupada desenvolviendo sus regalos de reyes,
como si de niños se tratase.-
-Nada de reproches. –Claudia negó con la cabeza, sonriente, pese a que llevaba mucho tiempo en España, algunas tradiciones
seguían pareciéndole extrañas.- Cortaré cuatro pedazos aleatorios.
Raúl, muerto de sueño a causa de que se había quedado toda la noche con el ordenador, actualizando cosas y escribiéndose con sus
conocidos del otro lado del mundo, observaba la escena como si viniera de lejos, aún con sus paquetes a medio abrir.
-Bien... Ahora... A comer...
El silencio reinó durante unos instantes, entonces, Claudia fue la primera en sacar la figurilla de su trozo.
-Es una vaca. –Murmuró, mostrándola.- ¡He ganado!
-No es una vaca, es un buey. –Observó Laura.- Y no has ganado, pero tampoco has perdido.
-¿En que se diferencia una vaca de un buey? –Quiso saber Cristina, examinando la figurilla, recubierta de nata, que la alemana había
colocado en la mesa.-
-¡Ah! ¡Tengo la mía! –Raúl sacó un rey mago de su porción, por una vez, no había perdido.- ¡Toma ya!
-Hum... –Cristina y Laura se miraron.- Quedamos nosotras... La cosa está al 50%.
-También puede que la haba esté en otro trozo del roscón. –Sugirió Claudia, bebiendo un poco de chocolate caliente después.-
-¿Lo hacemos a la vez? –Se mantenían la mirada, tensas, como si en vez de buscar una habichuela seca estuvieran a punto de
encontrar una pepita de oro.-
Las dos perforaron en sus trozos, buscando el objeto que debía llenar cada uno. Casi a la vez, los sacaron. En el caso de Cristina era
una estrellita, en el de Laura...
-Mierda, esto está amañado. –Se quejó.- No vale, seguro que lo habíais abierto para dejarme el cacho con la judía esa...
-¡Pero si has cortado tú los trozos! –Se quejaron los otros, divertidos por el mal perder de la mujer, que, efectivamente, había
encontrado la indeseada haba en su porción.-
-Ya, claro... Eso queréis hacerme creer... –Estuvo gruñendo durante un buen rato, pero, cuando terminaron su tradicional desayuno,
cogió los platos y se dirigió a la cocina.-
Raúl, suspirando, la siguió.
-¿Qué haces? –Preguntó, con la voz más inocente que pudo.-
-Fregar.
-¿Fregar? ¿Tú? –Se rió por lo bajo.- Pero si no has tocado un plato en tu vida...
-Oye, ¿Crees que no sé fregar? ¿Es que acaso se necesita una licenciatura en trapos y jabón? –Blandió un dedo acusador ante él.-
-No, si yo no digo nada... Pero antes de que yo viniera contigo, usabas platos y cubiertos de plástico. –De nuevo se le escapó la risa.-
-Ya, déjame, verás como si puedo... –Abrió el grifo e introdujo las manos en la pila de platos que habían dejado crecer desde el día
anterior.- Freg... ¡Ay!
Tan pronto como las había metido, las sacó. Al parecer se había cortado en uno de los dedos.
-¡A quien se le ocurre dejar ahí los cuchillos! –Vociferaba, mientras se escuchaban risas desde el salón y Raúl apenas aguantaba la
suya.- ¡No tenéis cuidado! ¡Cualquier día me vais a matar!
-Pero es normal que los cuchillos sucios estén ahí, solo que no has tenido cuidado y...
-No, no es verdad. –Se empecinaba ella, orgullosa.- Es vuestra culpa.
Raúl limpió la herida de su hermana bajo el grifo, para enrollarle una servilleta después, no era más que un arañazo.
-Deberías ponerte algo de yodo en el baño. –Claudia había aparecido, lo más seria que pudo, para evitar enfadar más a Laura.-
-Voy, voy... –Miró los platos.- ¡Es que yo no soy del tipo de mujeres que friegan!
-¿Y de que tipo eres? –Preguntó Raúl, interesadísimo.-
-Yo soy... Moderna... Libre... Independiente...
-Pues la señorita moderna, libre e independiente seguiría comiendo en platos de plástico de no ser por mí. –Le dio una palmadita en la
espalda.- Así que, reconócelo, me necesitas.
-¡Igual que los dentistas a los caramelos! –Gruñó ella, orgullosa.-
Cuando las mujeres se fueron, Raúl observó los platos y suspiró, nuevamente le tocaba a él ser el criado, y eso que pensaba que su
suerte le había sonreído ese día al sacar un rey...
Al verse de nuevo en la estación de trenes, con las tres chicas preciosas mirándole, se sintió repentinamente nostálgico, como si todo
ese tiempo cálido y agradable que había pasado con ellas se le hubiera pasado en un suspiro.
-Bueno... –Se le hizo un nudo en la garganta.- Pues ya nos veremos. Intentaré acercarme en algún puente o algo, aunque me tendrán
tan liado que...
-No te preocupes, nosotras estamos bien. –Le aseguró Cristina, guiñándole un ojo y regalándole un beso.-
-Claro que sí, ya encontraremos a otro para que nos friegue los platos. –Ironizó Laura, que, pese a todo, parecía igualmente triste por
la marcha de su querido hermanito.-
-Estudia mucho y sigue nadando. –Claudia apenas le dejó rozar sus labios, en los últimos días la alemana se había mostrado más
reposada y relajada de lo que era normal, como si hubiera sentado la cabeza por completo.-
-Laura y yo nos encargaremos de la preñada. –Vociferó Cristina, dándole un ligero toquecito a Claudia en el vientre, que, poquísimo,
pero ya comenzaba a tener otras formas más normales para una mujer en estado de buena esperanza.-
-¿Y debo estar tranquilo? –Le guiñó el ojo, sarcástico.- Cuidaos mucho, eh, en especial tú, Claudia, ya sabes...
-No la dejaremos sola en ningún momento. –Prometió Laura, que finalmente le dio un gran abrazo y un beso más que húmedo.- Es mi
sobrino el que está ahí dentro, tengo derechos de tía y no pienso renunciar a ellos.
-Estaré en buenas manos. –Bromeó la alemana, rodeando a las chicas por la cintura.-
Más despedidas, algún beso más, una broma de última hora... Cuando estuvo sentado en el tren, observó el andén, la primera
despedida había sido muy dolorosa, esta... Era más bien triste, como si, de nuevo, la universidad fuera un castigo que le separara de
todo lo que conocía, quería y le hacía sentirse bien. Aún así, suspiró, con una media sonrisa en su rostro. Por inercia, desvió la cabeza
hasta las grandes columnas del andén, no sabía qué estaba buscando en concreto, no pudo recordarlo, pero estuvo mirando, con sus
gafas de sol ya puestas. Poco después de que el tren comenzara a moverse volvió a dormirse. Seguía siendo el mismo.

Capítulo LIV
Su segunda etapa universitaria fue mucho más agradable que la primera. Salió más, sin abandonar sus estudios en ningún momento,
conoció a mucha más gente, tanto de su facultad, Ciencias Políticas y Sociales, como de las otras. Hizo gran amistad con un gallego y
un canario, que eran como cara y cruz de una misma moneda.
Estaba en contacto con sus viejos amigos por teléfono o, sobretodo, por Internet. Todos los días enviaba correos electrónicos, en
especial a su hermana, Cristina y Claudia, interesándose por esta última más que nada en el mundo.
Raúl se dio cuenta de que la alemana no era todo lo clara que habría podido esperar, Cristina, nuevamente el oráculo de la verdad, le
dijo que la alemana no quería desviarle mucho de sus estudios y por eso seguía desechando la idea de hacerle principal partícipe de
su embarazo.
La nostalgia por volver a casa hizo que, a sus ojos, el tiempo pasara volando, antes de que quisiera darse cuenta, acababa de festejar
el fin de los exámenes y estaba cogiendo el tren que le llevaría a casa.
-Que no tenéis que ir a buscarme. –Decía, hablando por teléfono con Laura, exasperado porque le trataran como un niño.- Cogeré un
taxi y ya está.
-¡No! ¡Estamos cerca y nos pilla de camino! –Ella se mostraba inflexible, como siempre.- Además, ¿Y si el taxista es un pervertido
depravado, te lleva a un descampado y te viola?
-Deja de montarte películas... –Suspiró.- Además, eso se le dice a las chicas, no a los chicos.
-He dicho pervertido depravado, a este le gustan los hombres. –Seguía con su cuento.-
-Mira, haz lo que quieras, cuando esté llegando a la estación os doy un toque...
Vislumbrar sus familiares edificios fue tan reconfortante como siempre. Al bajar del tren, con la bolsa del ordenador y su bandolera
colgadas, buscó en el andén hasta encontrar alguna cara familiar.
Agradeció el no haberse quitado las gafas, puesto que sus ojos se abrieron de par en par.
-¡Vaya, estás más alto o me lo parece a mí! –Exclamó Cristina, abrazándole.-
-Hey, mira que cara se le ha quedado. –Laura le dio una leve colleja.- ¿Ya no saludas?
-Hola... Hola chicas, eh...
-¿Has visto algo sorprendente? –Claudia le dio un gran beso.- ¿Tanto he cambiado?
-Ah, es eso... –Cristina asintió con la cabeza.- Claro, como nosotras lo hemos visto día a día, no ha sido para tanto...
-¿Verdad que está magnífica?
Claudia, entrando ya en su tercer trimestre de embarazo, estaba absolutamente cambiada.
-Estás preciosa. –Las palabras se le habían escapado sin querer.-
El vientre de la alemana, que Raúl apenas recordaba un poco más curvilíneo, ahora se mostraba mucho más voluminoso, haciendo
obvio el embarazo. Todo el cuerpo de la chica había crecido o se había armonizado de alguna forma, con especial mención a los
senos de la mujer, siempre de un tamaño normal, mediano, y que ahora eran... Enormes.
-Si me sigues mirando así me voy a ruborizar. –Rió ella, ligeramente nerviosa.-
-Es que... –Se quitó las gafas por fin.- Estás... Tan cambiada...
-Bueno, en el embarazo es así... Y como hace tanto que no nos vemos en persona...
-Ya, pero... –La señaló, aún incrédulo.- Todo está tan...
-¡Claudia! –Laura reprobó a la alemana con la mirada.- Mira lo que has hecho, has dejado alucinado al chico con tus nuevas tetas de
pre-mamá y ya no nos hace caso, ¿Te parece bien?
-¡Pero si no es mi culpa! –Se defendió ella, riéndose.-
-Bueno, vamos a casa, que empieza a levantarse aire y este se nos pone a babear en cualquier momento. –Cristina le dio un par de
empujoncitos a Raúl, hasta que reaccionó del impacto inicial.-
En el trayecto en coche las chicas no dejaron de hablar, él, sin embargo, apenas si abrió la boca. Le lanzó varias miradas furtivas a la
alemana, apartándola siempre que ella se giraba hacia él.
Para su sorpresa, fueron a casa de Claudia, no a la suya.
-¿Qué esperabas? –Le amonestó Cristina cuando preguntó el porqué de ir a ese lugar.- Alguien tendrá que quedarse con ella, y
además, tenéis mucho de lo que hablar... Entre otras cosas.
-¡Ah, sí! –Laura puso repentinamente cara seria.- Cris y yo tenemos que ir a comprar, que tenemos la nevera vacía.
-Dirás la tuya, que la mía está bien surtida. –Opinó Cristina.-
-Porque siempre comes en mi casa. –Se quejó Laura.-
-Yo no tengo la culpa de que no puedas vivir sin mí... –La abrazó a Laura y le dio un sonoro beso en los labios.-
-Bueno, sí, eso, que nos vamos... –Laura le guiñó el ojo desde el coche.- Adiós, parejita...
Vio alejarse el coche ahí, con sus pertrechos en la mano, aún en estado de profunda impresión. Claudia ya había sacado las llaves y
abría el portal, pese a continuar ligeramente pasmado, el olor familiar a flores de la casa de la mujer le hizo sonreír.
-¿Tan mal estoy? –Preguntó Claudia, de nuevo, abriendo conversación, una vez estuvieron sentados en un cómodo sofá que sustituía
a la alfombra en una parte del salón.-
-No, no... –Raúl respiró profundamente, intentando serenarse.- Perdona, pero claro, es que te he visto así, de repente...
-Son cambios normales del embarazo. –Explicó la chica, con su habitual tono amable.- Por cierto, como te he ido diciendo, todo va
perfecto, el ginecólogo dice que todo se desarrolla con absoluta normalidad.
Se levantó del sofá y sacó una carpeta de uno de los coquetos muebles del salón.
-Mira, son imágenes de las ecografías. –Se la tendió a Raúl, que, lentamente, la abrió.-
-En las primeras no verás nada. –La chica pasó algunas, hasta llegar a las más nítidas, donde empezaban a verse formas, en la última
era distinguible el contorno de la cabeza del bebé, a Raúl se le disparó el tum tum del corazón, el bebé existía, de verdad que existía,
no era solo una palabra, era "algo" que estaba creciendo y pronto...- Estás son más claras...
-Y... –Quiso hablar, para no hacer a la preciosa mujer sentirse incómoda.- ¿Ya se sabe si es niño o niña?
-Oh... Bueno... Sí, se sabe. –Claudia miró hacia otro lado.- Pero se lo tendrás que preguntar a tu hermana o a Cristina.
-¿Por qué?
-Te parecerá raro, pero... Yo no quise saber el sexo del niño.
-¿Por qué? –Repitió.-
-Pues... No lo sé, es una tontería, ¿Verdad? –Puso una mueca divertida.- Pero me hace ilusión no saberlo, al menos por ahora... Así
me puedo imaginar más cosas y... Y bueno, ¡Es mantener la magia!
-No me parece una tontería. –Raúl ya había recuperado la locuacidad, sobretodo ante la mirada luminosa de la mujer, que le
hechizaba desde lo más profundo de su ser.- Es como saber el final de una película antes de verla, si te lo dicen, no tiene gracia.
-Buena comparación. –Se rió, tan alegre como siempre.-
-Quiero que me cuentes... –Se mordió el labio.- Lo que debería saber.
-Bueno, la mayoría son cosas técnicas que...
-Claudia, por favor... –Dejó las imágenes, a las que lanzó un vistazo temeroso, y cogió a la mujer de la mano.- Esto es... Bueno...
Sus ojos bajaron al vientre de la mujer.
-Es real... –La chica sonrió más ante la inocencia del joven.- Y yo... Pues... Quiero saber... Como pasan esas cosas y... Y bueno... Todo
eso...
-Eres un cielo. –Ella le acarició la barbilla y le dio un beso.- Tranquilo, si tienes alguna pregunta, solo tienes que hacerla, intentaré
responderte con total naturalidad, aunque claro, debes comprender que hay cosas que no sé ni yo, y por mucho que me las han
explicado, sigo sin entenderlas... Es también nuevo para mí.
Se quedó callado un rato, a fin de cuentas, él no tenía ni idea del tema, tampoco sabía que preguntar, sabiendo que todo estaba
saliendo bien y que no había problemas...
-¡Ah! ¡Ya sé! –Ella le obsequió con otra gran sonrisa.- ¿Por qué no me ayudas con el baño? Me toca...
-¿Te vas a bañar ahora?
-Sí, debo mantener la piel hidratada, además, es relajante. –Se levantó y le tendió la mano.- ¿Me ayudas?
-Cla... Claro...
Poco tiempo después la bañera, en la que la mujer podía estirarse y aún sobraba espacio, estuvo llena de agua caliente. La alemana
había cogido algo de ropa de su cuarto, Raúl observaba desde una esquina, casi agazapado. Cuando la mujer hizo ademán de
desnudarse, él, instintivamente, cerró los ojos.
-¿Qué haces? –Preguntó ella.-
-Pues... Esperar a que te...
-Oh, vamos, abre los ojos. –Rogó ella.- Que no te dé vergüenza aunque esté más grande y...
-Es que... –Se sonrojó ligeramente y abrió un poco los ojos.- Me siento un pervertido mirándote, no puedo evitar pensar en cosas...
Cosas sexuales... Y...
La mujer suspiró, delatando algo de nerviosismo contenido.
-Eso me alegra... Pensé que ya no te parecería atractiva, como estoy tan cambiada...
-¡Pero como no me vas a parecer atractiva! –Vociferó él, bajando la voz al instante.- Si estás preciosa, no podría decirte nada que no
me gustara de ti en este momento.
-Gracias... –Ella le acarició las mejillas cariñosamente.- Entonces, por favor, no cierres los ojos mientras me desnudo.
-Bueno... –Intentó colar un pequeño chiste.- Lo haré solo porque me lo pides tú, y desinteresadamente, claro... Que duro es ser un
hombre.
La mujer le guiño un ojo y comenzó a desnudarse, con más lentitud de la habitual. Raúl se dio cuenta en ese momento de que la ropa
que llevaba la mujer era, en su mayoría, ancha y flexible, la ideal para una mujer en su estado.
Conforme más piel de la alemana quedaba al descubierto, más se le secaba la boca. Pronto quedó en ropa interior. Raúl observó al
detalle el vientre abultado, pensando que, "ahí dentro", estaba el bebé, que, realmente, estaba creciendo, existía, una vida se formaba
y él había colaborado en la labor.
Cuando la chica se despojó del sujetador, considerablemente más grande que las delicadas prendas con las que Raúl la había visto
en otras ocasiones, dejó al descubierto lo que, junto con los ojos, más llamaba la atención del joven. Sus pechos se mostraron
voluminosos, apetecibles. Sus pezones habían crecido también, oscureciéndose un poco.
-"Es el par de tetas más bien puesto que he visto en mi vida." –Dijo una vocecilla obscena dentro de Raúl, que él acalló al instante,
puesto que lo veía como algo mágico y divino.-
La mujer evitaba mirarle directamente a los ojos, quizás a ella también le daba vergüenza descubrir su "nuevo" cuerpo ante el joven,
su acompañante íntimo. Finalmente se deshizo de las braguitas de algodón, mostrando un pubis que también había crecido y se
mostraba más apetitoso, si es que era posible, de lo que podía recordarlo.
-¿Qué? –La rubia rompió finalmente el silencio, terminado el particular stripteasse.- ¿Sigo siendo atractiva?
-Pues... –Tosió, se le había secado la boca.- Mi cabeza dice que estás preciosa.
-¿Y tu amiguito? –Masculló ella, lasciva.-
-Mi amiguito... –Carraspeó.- Métete en la bañera, porque sino...
-¿Qué? –Abrió los ojos, inocentemente.-
-Llevo bastante tiempo sin tenerte entre mis brazos... Y quiero probar... Probar todo lo nuevo que veo en ti, si se puede, claro.
-¡Claro que se puede! –Ella levantó sus senos con sus manos, rebosaban ampliamente.- ¿Es esto lo que quieres probar?
-Entre otras cosas... –Carraspeó de nuevo.-
-Pervertido. –Le amonestó ella, en broma, metiéndose en la bañera.- Teniendo pensamientos obscenos con una mujer embarazada...
-¿Pervertido yo? –Se defendió, siguiéndole la broma.- Es tu culpa por incitarme, ese cuerpo es un delito.
-¿Irías a la cárcel por mí? –El agua acariciaba su piel, Raúl estuvo celoso de no estar haciéndolo él mismo.-
-Muchos irían a la cárcel por ti. –Se arrodilló al lado de la bañera, para quedar a la altura de la mujer.-
-Pero el único chico que quiero que lo haga eres tú. –Susurró ella, con total naturalidad, pero provocando que el joven se pusiera rojo.-
-Te he echado de menos, no sabes cuanto. –Añadió él, sincero, viendo como la mujer jugaba con el agua, deleitándose especialmente
en como la lanzaba sobre sus senos haciendo que goteara desde sus pezones.-
-Y entonces... –Los ojos verdes, luminosos como nunca, de Claudia Schoeder se clavaron en los suyos, invitándole.- ¿A qué esperas
para acariciarme?

Capítulo LV
Se quitó el suéter que llevaba en ese momento y se quedó con la camiseta de manga corta, para no mojarse. Cogió la suave esponja
que la alemana le ofrecía y la empapó con el agua, caliente y con perfume a flores, como todo en ese lugar tan divino.
-Mi madre estuvo aquí hasta hace unos días... –La mujer había cerrado los ojos y se dejaba hacer.-
-Algo me comentaste, ¿Se quedó un mes? –Raúl recorría los hombros y el cuello de la mujer con la esponja, jugueteando con la mano
libre en el pelo, aún seco, de la preciosas mujer.-
-Sí, utilizó la mayoría de sus vacaciones.
-¿Le has contado... Todo?
-No le he dicho nada de ti. –Abrió ligeramente uno de los ojos para verle.- Creo que sería más conveniente que os conocierais en
persona, si quieres, claro.
-Bueno... –La verdad es que le daba un poco de miedo conocer a la familia de Claudia, ¿Qué iban a pensar de un poca cosa como
él?.- Y por cierto, ella sabe que eres...
-¿Qué me gustan las mujeres? –Se le escapó una sonrisilla.- Sí, como para no saberlo...
-¿A qué te refieres? –En algún momento se le había caído la esponja y siguió con las manos desnudas, pero al darse cuenta la
recogió, divertido.-
-Tenía como... ¿16 años? –Respiró profundamente, accediendo a sus recuerdos.- Ella solía recogerme con el coche una vez acababa
de entrenar en la piscina. Uno de los días llegó antes de tiempo, tenía que hacer algo urgente y debía darse prisa, por lo que fue a
buscarme, estaba en el vestuario y...
-¡Te pilló en faena con una compañera! –Estrujó la esponja, al tiempo que se reía.- ¡Dios! ¡Que marrón!
-Bueno, bueno... –A ella también se le acrecentó la sonrisa.- Solo estábamos besándonos... En realidad me sorprende que no la
escucháramos entrar, pero...
-A ver, descríbeme la situación. –Pudo su puntito morboso a su lado decente.- Con todo lujo de detalles...
-Pervertido. –Le amonestó ella, volviendo a su mueca reflexiva.- Pues ella... No recuerdo su nombre, no la vi más... Creo que se
llamaba Lena, era morena, tenía los ojos azules, ¡Unos ojazos de azul eléctrico que te quitaban el hipo!
Como si fuera una niña emocionada, chapoteó, mojando a Raúl, que suspiró, negando con la cabeza.
-En realidad no fue nada premeditado... Pero... –Se le escapó una sonrisilla.- Un día, en las duchas, me dijo algo así como "Menudo
cuerpazo tienes, ojalá yo fuera así..."
-Joder... Digo... Vaya... –Parpadeó, inconscientemente él también había cerrado los ojos, imaginándose la situación.- ¿Las chicas
hacéis mucho ese tipo de comentarios?
-Pues claro que sí, los únicos que le veis algo erótico a eso sois los chicos, más en concreto, los pervertidos como tú. –Le acarició el
brazo que tenía más cercano, cariñosa.-
-Pero si acabaste enrollándote con ella, ¡Algo de erótico tendría!
-Bueno... –Se rió, sus carcajadas rebotaban en el baño.- Vale, en ese momento sí, pero...
-Venga, venga, sigue. Aún no has descrito a la chica, te dije con detalles. –Exclamó, con tono exigente.-
-Bien... Lena era más o menos igual de alta que yo, pero tenía más pecho, no tanto como yo ahora, claro. –Un deje de orgullo recorrió
su voz.- Pero bueno, una de las monitoras del lugar siempre estaba reprochándole que no conseguiría ser una buena nadadora a
causa de tener tanto y...
-Pero las chicas de "Los Vigilantes de la Playa" estaban bien surtidas, ¿No? –Opinó Raúl, incapaz de contener sus palabras.-
-Por eso era una serie de ficción, en la realidad, a causa de la silicona que llevaban más de un bañista se habría ahogado. –Ella había
continuado acariciándole uno de sus antebrazos, casi inconscientemente.- Y bueno, por donde iba...
-Ella te decía que envidiaba tu cuerpo.
-Oh, sí... –Más sonrisas.- "¡Qué dices! A mí me gusta muchísimo más tu cuerpo, tú si que eres preciosa...", ella se ruborizó un poco.
"Pero tengo el pecho demasiado grande y me molesta al nadar, tú en cambio, lo tienes justo en el tamaño perfecto." Recuerdo que en
ese momento me miré, sostuve mis pechos en mis manos.
Raúl había dejado casi de respirar, ante tan apasionante lesbo-relato de la alemana.
-"Pero a los chicos les gustan más grandes.", le repliqué yo. "Bueno, puede, pero incluso los tuyos parecen más bonitos y suaves, eso
también importa."
-Joder... –Se le escapó una media sonrisa lujuriosa, una película porno no podría tener argumento tan ingenuo como ese, y encima,
era real.-
-"¿Suaves? Yo creo que los tuyos parecen más suaves." Entonces ella hizo lo mismo que yo, se cogió los senos, no, más bien los
acarició un poco. Recuerdo que la escena me pareció de lo más estimulante, el agua de la ducha le caía, había un poco de vapor...
-Sigue, sigue. –Apremió él.-
-"No sé... Mira a ver, compruébalo, así te darás cuenta de que los tuyos son más suaves." Cuando me dijo eso yo me quedé un poco
sorprendida, porque claro, no sé, solo la conocía de la piscina, ni siquiera teníamos relación fuera...
-¿Era tu primera chica?
-Bueno, ya había tenido algún roce, inocente. –Enfatizó la palabra inocente para bajar de las nubes a Raúl, que ya se había
aventurado a imaginar miles de cosas extrañas.- Con amigas o cosas así, pero nada que pueda considerarse ni siquiera "sexual".
-Bueno, ¿Y se las tocaste?
-Yo no iba a hacerlo, pero ella se acercó a mí, cogió mi mano y la plantó encima de una de sus tetas. –Inconscientemente había
levantado una mano, recreando la escena.- Yo creo que me puse roja, o nerviosa, o...
-¿Excitada?
-Insistió en que tocara bien, por todas partes. Que quede claro que yo normalmente no era tan ingenua, pero no sé, todo sucedía de
forma tan extraña que parecía ser una niña en vez de una adolescente con la cabeza bien amueblada. –Asintió, defendiendo su poca
experiencia en la situación.- Moví un poco la mano, apenas un centímetro... "Usa los dedos", dijo ella, "Tienen más sensibilidad."
Su mano alzada recorría el pecho fantasma, haciendo más explícito el relato.
-La acaricié poco a poco, con las yemas de los dedos... No tardé nada en ir a sus pezones, tenía las aureolas grandes y oscuras, y los
pezones pequeñitos, supongo que por haber estado nadando tanto tiempo... –Raúl advirtió como la mujer se había relamido.- "Son
muy suaves", dije, sin dejar de acariciar. "¿Más que los tuyos?"
-Dios... –Más risas.-
-"Pues no sé, prueba tu misma, yo no lo tengo claro...", ¡Me puse rojísima nada más decirlo! –Otro chapoteo.- Y ella, bueno, creo que
tenía más práctica y...
-¿Te gustó como te tocaba?
-Pues claro que sí, además estaba muy cerca de mí, y... –Negó con la cabeza, apartando algún pensamiento impuro.- En ese
momento la cosa no pasó de ahí, ella me acarició un rato, hasta que mis pezones se pusieron duros, y después, "Pues creo que las
tuyas son más suaves y bonitas", volvió a su sitio para terminar la ducha.
-¿Ya está?
-No, espera. Terminamos de ducharnos y fuimos al cuarto intermedio, donde estaba nuestra ropa y todo eso... Yo me sequé
rápidamente, seguía muy nerviosa, no la miraba ni a los ojos... Me puse las braguitas y los pantalones en un suspiro, y estaba
buscando mi sujetador cuando me llamó.
-Uh... –Tragó saliva.-
-"Últimamente tengo la piel un poco seca después de salir de la piscina.", tenía un bote de crema hidratante en las manos, "¿Me
ayudas?", y ella seguía completamente desnuda, no se había puesto ni la ropa interior. Además, había apoyado una de sus bonitas
piernas en el banquito que usábamos para sentarnos, y... Era tan...
-¡Oye! –La interrumpió.- ¡Es verdad! ¡Que salíais de las duchas, completamente desnudas, eso no lo habías dicho antes!
-Bueno, se me olvidó. –Se rió.- Pero, como te podrás imaginar, al hacer natación debíamos ir casi totalmente depiladas, no había gran
misterio, lo llevábamos como dos niñas.
-Pues a mí me gustan más sin depilar. –Dejó caer, más como una reflexión personal que otra cosa.- Sigue, sigue.
-Bueno, le dije que no había problema, me olvidé de buscar mi sujetador y cogí un poco de su crema. "Pónmela en la espalda, por
favor", ella mientras se la ponía en la pierna alzada, por lo que tenía que inclinarse un poco... Su trasero era tan redondo y... –Le salió
un poco de acento alemán.- Yo lo hice mecánicamente, rápido, se la restregaba así, sin más. "Si me la pones por delante también
iremos más rápido.", en realidad yo me había dado cuenta de que se estaba tomado su tiempo con las piernas, cogí un poquito más
de crema y bajé... Por sus hombros... Sus clavículas...
-... –Raúl sentía el típico calor de la excitación recorrer su bajo vientre.-
-Creo que esa vez tuve menos remilgos... La embadurné bien sus preciosas tetitas... –Se relamió, otra vez.- Y me hizo mucha gracia
atrapar uno de sus pezones entre dos dedos, a fin de cuentas solo le estaba poniendo crema...
-Claro... –Se rió él.- Son "cosas de chicas".
-Entonces levantó mi cara, y... No me lo esperaba, ¡Pero me besó! –Pareció indignada repentinamente.- Sin permiso, sin nada...
Simplemente me besó, un pico... "¿Qué haces?", le dije, "Solo quería saber si tus labios también eran más suaves que los mios".
-Hay que reconocerlo... Talento para crear ocasiones morbosas tenía... –Hubiera aplaudido de no tener las manos mojadas y
ocupadas.- ¿No tendrás su número de teléfono por casualidad?
-Creo que entrecerré un poco los ojos, molesta, y entonces, casi sin querer, salieron las palabras, "¿Y cuales son más suaves?",
pregunté, ella alzó los hombros y dijo algo como "No me ha dado tiempo a comprobarlo en tan poco tiempo, tendría que probar otra
vez."
-No es lista ni nada...
-Bueno, yo... La dejé, al menos asentí, o algo así. –Suspiró.- Entonces se acercó más a mí, creo que sus pechos rozaban los míos, no
recuerdo exactamente el tacto, pero tuve un escalofrío... Y entonces... Me besó... Fue un beso en condiciones, ahora que lo analizo con
el tiempo. Sus labios estaban calientes, abrió un poco la boca, aprisionando los míos, ella llevaba la iniciativa... En un momento dado
creo que una de sus manos me abrazó... Yo sentía una gran calidez en todo mi cuerpo...
-Y entonces...
-Pues sí, entonces... –Soltó una carcajada, teñida de acento alemán.- Mi madre apareció, y se quedó... Estupefacta. No solo por el
hecho del beso, sino porque ella estaba desnuda y yo, pues casi también.
-¿Qué te dijo? –Preguntó, interesado.-
-Nada. –Parpadeó una par de veces, recordándolo bien.- Solo me miró con los ojos muy abiertos, "Te espero en el coche, no tardes", y
se fue.
-No está tan mal...
-No, no, eso fue porque le costó asumirlo. Recuerdo que me puse mi jersey y salí corriendo del vestuario, aún no llevaba sujetador, por
cierto. Y Lena no volvió a esa piscina, a lo mejor le dio mucha impresión o algo, no sé... –Jugó con el agua entre sus dedos.- Mi madre
no me habló en una semana, fue realmente duro...
-¿Te perdonó?
-Bueno, no sé si realmente había algo que perdonar. –Le miró a los ojos repentinamente, retándole a decir algo.- Pero una tarde, yo
estaba en mi cuarto... Ella subió, cerró la puerta y... Hablamos.
-Eso es bueno... –Puso el tono más inocente que pudo.- Hablando se entiende la gente.
-Lloramos las dos... Realmente fue un momento raro... Me preguntó cosas extrañas... –Se rió de repente.- Creo que se quedó más
tranquila cuando le dije que no tenía pensado hacerme el cambio de sexo o cortarme el pelo como un chico, "Puedo aceptar que te
gusten las mujeres, pero no sé si podría con otras cosas".
-Vaya...
-Aunque la verdad, yo apenas dije nada, tenía 16 años, ¡Qué iba a saber!, pero bueno... Después resultó que sí, y aunque no tengo
nada contra los hombres, siempre he preferido las mujeres, y ella lo entendió, y... Todos felices.
-Y así termina el capítulo de hoy. –Puso voz de locutor.- En próximas entregas, "Como perdí mi virginidad" o "Odiando al novio de mi
mejor amiga".
-Idiota. –Le salpicó, esta vez adrede, mientras se reía.-
-Pero me alegro, me alegro...
-Raúl... –Su tono se volvió repentinamente más sombrío.- ¿Te pasa algo?
-¿A mí? –Se sorprendió.- ¿Por qué?
-Pues... –Volvió a clavarle sus resplandecientes ojos esmeralda.- Porque en ningún momento, mientras hablaba, me has tocado más
allá de los hombros y la espalda...
-Pero...
-¿No te gusta como he cambiado? –Y su voz fue tan triste que a Raúl se le congeló el alma.-
Continuará.

PD. Que bueno sabe un cigarrillo después de casi un mes sin fumar... (Por si acaso, no fuméis, es malo para la salud, además, es muy
antiestético y, a título personal, odio que al besar a una chica sepa a cenicero). Veremos como y cuando seguimos... Por cierto, otra
nota personal que llevaba tiempo queriendo hacer, en "Eso (11)" al final dije que me parecía malo lo escrito, pero, francamente, en
realidad no pienso eso. Todo lo que escribí está basado en experiencias e informaciones "de primera mano" (Nunca mejor dicho). Así
que eso, que ni me parece malo ni fuera de lugar.
Bueno, tonterías a parte, esta entrega está dedicada a la señorita Mistify, porque ella lo vale (Sí, como las de L’Oréal). ¡Toda tuya!
Capítulo LVI
Mientras se secaban, puesto que al final Raúl también había quedado considerablemente mojado, reinó el silencio.
-Claudia... –Ella había sacado un par de botecitos, cremas.- Yo... Realmente...
-No te preocupes. –Sonrió, pero él conocía sus verdaderas sonrisas, y esa estaba muy lejos de las mejores.- No pasa nada, es
normal, de la noche a la mañana tanto cambio, además, un chico guapo como tú, pero no tienes...
-¡Pero te quieres callar! –Vociferó, sintiéndose fatal por el tono que usaba la mujer, siempre tan altiva y afable.-
-...
-No es que no me parezcas atractiva. –Estaba realmente enfadado por la situación que se había dado.- ¡Pero si llevo prácticamente
con una erección desde que te he visto!
Para enfatizar sus palabras llevó su mano hacia su entrepierna, para señalar como, efectivamente, un bulto delataba una semi-
erección.
-Lo que pasa es... Ya te lo he dicho antes... –La señaló un par de veces.- Me da miedo... Y me siento como un pervertido al mirarte y...
Es que... ¿Y si te hago daño? Por no saber, no sé ni siquiera si debo abrazarte...
-Eres... –Su gesto sombrío había desaparecido, sustituido por una sonrisa preciosa.- Eres tan idiota...
-Oh, gracias. –Suspiró, aliviado al verla de nuevo feliz, no sabía hasta que punto era el embarazo el responsable de esos cambios de
humor tan repentinos, pero se apuntó como nota mental que alabar su belleza debía ser algo frecuente en su vida, y con ella era fácil,
porque belleza era precisamente lo que transmitía cada poro de su piel.-
-No me vas a hacer daño, no debes tenerme miedo. –Le acarició maternalmente en la mejilla, un gesto muy propio en ella.- Sigo
siendo una mujer, si quieres tocar, toca. Si quieres fantasear, fantasea. Si quieres hacer, haz.
-No seas tan generosa. –Masculló él, irónicamente.- Que se me ocurren muchas cosas que hacer y creo que alguna puede ser incluso
delito...
-Ya, ya... –Le tendió uno de los botes de crema.- ¿Me ayudas?
-Esta escena me resulta familiar... –Ambos se rieron.- Pues claro que sí, anda, ¿Qué debo hacer?
-Esta evita que salgan estrías en la piel. –Le explicó ella.- Especialmente para la zona de la barriga, la que te da miedo.
-No me da miedo. –Protestó, cogiendo la crema y poniendo un poco en una de sus manos.- ¿Hago círculos o algo de eso?
-Sorpréndeme. –Le retó.-
Raúl cogió aire antes de llevar una de sus manos al vientre de la mujer. Estaba caliente, y la piel era más tersa que de costumbre.
Tenía un tacto extraño y a la vez atractivo.
-No me voy a romper... –Canturreó ella, invitándole a tocar más y con confianza.-
Empezó a realizar un suave masaje, ella sonrió, reconfortada. Tenerle miedo a eso había sido algo infundado, a fin de cuentas, era
genial, un tacto extraño pero agradable, también estaba más duro.
-Me han dicho que dentro de un mes podrás notar claramente las patadas o cuando se mueve. –Exclamó ella, emocionadísima.- Yo a
veces lo noto, pero poco por ahora, es muy tranquilo.
-¿Duele? Quiero decir... –Tragó saliva.- Llevarlo dentro...
-Jajaja. –El baño se llenó de su jovial risa durante un rato.- ¿Cómo va a doler? No, a veces se siente extraño, pero es muy especial...
¡Estoy creando una vida!
-Ah... –Frunció el entrecejo.- Eso es injusto, los hombres no podemos crear nada.
-Que yo recuerde, la mitad de esto te pertenece. –Y se volvió a reír.- ¿Estás orgulloso de ello?
-Pues... –Pese a que lo había dicho riéndose, él había captado una leve duda en la pregunta de la mujer.- ¿Orgulloso? ¿Yo? ¿De tener
un hijo con una mujer preciosa que será la mejor madre del mundo?
-Exagerado. –Ella se dejó hacer por el chico, que pronto terminó su tarea con la primera crema.- Ahora esta, mira, es especial para los
senos...
-¿Especial?
-Sí, creo que lleva vitamina A o algo así.
-¿La Vitamina A no era la de la vista?
-La medicina no es lo tuyo, me parece. –Él mojó sus dedos en la crema y los acercó a los pechos de la mujer.- ¿Qué? ¿No sigues?
Los observó, eran preciosos, sí, mucho más grandes de lo que los recordaba. ¿Habría cambiado también el tacto? ¿Se pondrían sus
pezones duros igual que antes?
Atraído por el extraño magnetismo que tienen los senos en las personas, un instinto innato, quizás, comenzó el particular masaje,
especialmente en los pezones, como ella le había indicado.
-Mmmm... –Emitió ella al instante, delatando que no solo había aumentado el tamaño, sino también la sensibilidad.- Que bien, así... No
te hacen nada...
Raúl continuó. El tacto del pezón era diferente, más grande, más oscuro. Por un instante, cruzó por su mente la imagen de un bebé
comiendo de ellos, no, de él mismo devorándolos, sorbiendo todo lo que tuvieran para ofrecerle. Se ruborizó y apartó la mirada de
ellos, pensando que eso sí que era totalmente pervertido.
-A veces los noto tan pesados... –La respiración de la chica se había hecho más profunda.- Y eso no es nada, cuando me baje la leche
del todo...
-La... Leche... –Tragó saliva.-
-El doctor me dijo que lo normal es que baje 48 horas después de dar a luz, aunque antes irá apareciendo, pequeñas gotitas primero,
y...
-Sí, sí, muy bien, muy bien. –Abandonó la espectacular sesión de caricias que estaba realizando, completamente azorado.- Será mejor
que te vistas, no sea que te resfríes y...
-Vale, vale... –Rió ella, que, pese a todo, hubiera deseado que continuara con aquel excelente masaje, sus pezones daban cuenta de
ello mostrándose firmes.-
Raúl se fue al salón, cogió su maleta y sacó una camiseta seca que ponerse. Se sentía excitado, muy excitado, pero a la vez... Era
como si viera a Claudia como algo divino y prohibido, ella era la manzana del Jardín del Edén y él no debía aprovecharse de ella... No
debía beber de sus generosos senos... No debía colmar su deseo en su vagina deseosa...
-¡Hey! ¡Os pillé!
-Vaya, no están haciendo nada, que aburridos...
Cristina y Laura, que al parecer tenían llaves de la casa de Claudia, habían aparecido. Por la mirada traviesa de sus caras se delataba
que su total intención había sido encontrarlos en faena.
-Me debes 10€, te dije que él no se atrevería. –Le recordó Cristina a su hermana.-
-Con esos diez me cobro la deuda que tenías del sábado. –Se defendió ella.-
-¿Cuál? –Laura la miró, desconfiada.-
-Dijiste que aguantabas más que yo con la bala vibradora puesta al máximo y...
-Oh, por Dios... –Bramó Raúl de repente.- ¿Es que no sabéis hacer nada más en vuestra vida que hablar de sexo?
Las chicas se miraron.
-¿Y de qué más se puede hablar?
-Pues... No sé... Del mundo, ¡Del tiempo!
-Sí... El tiempo... Interesantísimo...
Hubo un momento de silencio en el que las dos mujeres le observaron como si fuera un perro que de repente se había puesto a
hablar.
-¿Entonces no te la has tirado? –Preguntó Cristina, incapaz de aguantar más.- ¡Lo que te pierdes!
-Está mal que yo lo diga porque está embarazada de mi sobrino, pero... –Laura asintió un par de veces.- Es increíble las maravillas
que puede hacer una mujer embarazada...
-¿Os habéis... Acostado con ella? –La pregunta le pareció un poco absurda, pero repentinamente había sentido algo extraño,
¿Celos?.-
-Pues claro, está embarazada, no muerta. –Cristina le dio un par de palmadas en la espalda.- Además, a mí me pone muchísimo,
nunca me había acostado con una mujer embarazada, que yo sepa...
-Yo lo hice solo para prevenir que no se acostara con cualquier otra. –Su hermana alzó la barbilla, orgullosa.- Me sacrifiqué para
proteger a nuestro niño.
-¿Sacrificarte? –Claudia, ya vestida con un bonito y cómodo conjunto azul, había llegado.- ¿Entonces por eso eres la que siempre
termina primero?
-Eso, eso. –Corroboró Cristina.-
-¡No te lo creas, son unas mentirosas! –Laura zarandeó a su hermano.- Lo que pasa es que se alían contra mí, es una conspiración...
-Te creo, te creo... –El joven se soltó, intentando no imaginarse mucho las noches que debían compartir, puesto que ya de por sí
estaba excitado.-
Cristina y Laura se sentaron en los cojines del salón, Claudia y Raúl se acomodaron en el sofá.
-Mírala, tan relajadita que está ahora... –Cristina señaló con la mirada a la alemana.- Se le está poniendo cara de mamá y todo... Que
cambio, cuando estamos en el lío, es la peor de las tres.
-El embarazo ha elevado su apetito sexual. –Laura suspiró, como si fuera un problema.-
-No habléis de mí como si no estuviera aquí. –Advirtió Claudia, risueña.-
-¡Pero es que es verdad! Hace un par de noches incluso se nos desmayó...
-¿Te desmayaste? –Raúl miró a la rubia, alarmado.- ¿Todo fue bien? ¿Tuviste algún problema?
Las tres chicas se rieron, él frunció el ceño, buscándole la gracia.
-Se desmayó de placer, de cansancio y placer, supongo. –Explicó Cristina.-
-¿Eso es... Posible? –Su comentario inocente provocó más risas en las chicas.-
-Pues claro que lo es, aunque no te lo creas, después de un buen orgasmo no es nada infrecuente que una mujer se quede
momentáneamente traspuesta y, si es especialmente fuerte, puede perder la conciencia.
-¡Eso ya lo sabía! –Se defendió.- Pero, ¡Tendríais que haber tenido cuidado! ¡Os podéis pasar y...!
Cristina, ignorándole por completo, se sentó en sus rodillas y se giró hacia Claudia, posando inmediatamente sus manos en el
generoso escote de la mujer.
-¡Estás son mías! –Canturreó.- Acuérdate de que me has prometido que sería la primera en probar.
-¡Oye! –Laura se acopló también al sofá.- ¿Quién decidió los turnos? ¡Yo quiero ser la primera en probar!
-¿Probar? –Raúl puso una mueca desconcertada.- ¿Os referís a...?
-Oh venga, no me digas que tu no lo has pensado. –Laura le dio un ligero empujón que casi tira a Cristina, que seguía sobre él.- Poder
degustar el néctar de estos preciosos pechos que la naturaleza nos ha puesto delante...
-Me siento una mujer objeto. –Se reía Claudia.- Deberíais dejar de traficar con mi leche materna, a fin de cuentas su dueño legítimo la
reclamará tarde o temprano, luego, si sobra... Pues no podré negarme a unos labios sedientos.
-Pero... ¡Pero os habéis escuchado! –Raúl hizo a un lado a Cristina y se levantó.- Hablando de... Beberos la leche de... De...
-Pobre Raúl. –Cristina, ya con hueco propio en el sofá, negó con la cabeza.- No se imagina las ventajas de la lactancia erótica...
-Y luego el pervertido soy yo. –Gruñó, mientras salía del salón, con las risas del dueto diabólico y la mirada comprensiva de Claudia en
su espalda.-
Fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua fría de la nevera.
-"¿Cómo pueden pensar esas cosas?" –Se quejó internamente.- "Y sobretodo... ¿Cómo pueden decirlo con tanta naturalidad?"
Se lo bebió de un trago, repentinamente se le había secado la boca.
-"Beberse la leche materna de una mujer embarazada..." –Bufó.- "Eso si que es retorcido y perverso... Aunque..."

Capítulo LVII
En cierto sentido, la vida de Raúl se había tornado estrambótica e impredecible. No solo estaba esperando un hijo, de una lesbiana,
antigua profesora suya, amante de su hermana y su mejor amiga, con las que él también se había acostado, sino porque, en el orden
existencial de las cosas, se sentía terriblemente solo.
En esos momentos tan especiales, le hubiera encantado tener alguien, un amigo, a quien poder confiarle absolutamente todo lo que
estaba pasando. Tenía amigos, pero, por unas cosas u otras, no podía asaltarlos y decirles "¡Ey! ¿Qué tal? ¡Voy a tener un hijo!", tan
solo de imaginarse las caras de Felipe, Adrián, Andrés y las chicas, se le caía el alma al suelo.
Nunca había sido seguidor de abrirse demasiado, quizás la única persona con la que le había entrado ganas de explorar esa parte de
sí mismo era con...
-"Estela..." –Gruñó, recordando a la chica castaña.- "¿Qué estará haciendo?"
-¡Ey! ¡Macho fecundador! –Laura había vuelto del salón.- ¡Tengo una sorpresa para ti!
-No me llames así... –Rogó, bebiendo más agua.- ¿Sorpresa? ¿Cuál?
-Hala... Que borde... ¿A que no te la digo?
-Venga, a ver... –Apretó los puños.- ¿Cuál es tu sorpresa, hermana preciosa?
-¿Solo preciosa? –Bufó.-
-Eh... Preciosa... Simpática... Inteligente... Carismática...
-Sigue sigue...
-No, ahora me la dices. –Avisó él.- Cuatro adjetivos son más que suficiente para sonsacarte algo, no te vuelvas exigente.
-Cuando eras más pequeño te sacaba el doble. –Protestó.- Pero en fin... ¡Toma esto!
Laura lanzó algo hacia Raúl, que lo agarró con sus grandes reflejos, alegrándose de haber dejado el vaso en la encimera antes de que
los acontecimientos se sucedieran. La fulminó con la mirada por lanzarlo a traición antes de ser consciente de lo que sostenía en su
mano.
El mando y las llaves de un coche.
Parpadeó.
-Me has... –Parpadeó otra vez, con voz de corderito manso.- Un...
-¡Está abajo! –Coreó Cristina desde la puerta de la cocina, donde había estado observándolos.- ¡Ve a verlo!
Como una bala bajó las escaleras del edificio, en condiciones normales se podría haber resbalado y roto el cuello por diecisiete sitios
diferentes, pero como estaba en una nube, sus pies respondieron no queriendo que terminara ese momento. Cuando llegó a la calle
se detuvo de repente, por el logotipo del mando reconoció que se debía tratar de un Volkswagen, pero, ¿Cuál?
Presionó el botón del mando y las luces intermitentes de uno de ellos parpadearon. Un precioso Golf GTI le saludó, con un color negro
luminoso en su pintura.
-¿Te gusta? –La voz de Laura sonó tras de él, había bajado en ascensor, calmadamente.- Yo elegí el modelo.
-Es... Genial...
-¡Pues monta!
Dicho y hecho. Sentir el suave tacto de la tapicería hizo que se le erizara el cabello. ¡Que increíble sensación! Tocó el claxon varias
veces, encendió el motor, quería oírlo susurrar.
-Dios, Laura... Te has pasado... –Ella, que se había sentado en el asiento del copiloto, recibió un par de pasionales abrazos.- ¡Un
coche!
-Sí, bueno... –Carraspeó.- Ehh...
-Y yo que me saqué el carné solo por aburrimiento. –Seguía narrando él.-
-Raúl...
-Ya verás cuando se enteren los otros, ¡Felipe se va a morir de envidia!
-Raúl. –Le tuvo que zarandear ligeramente para que volviera en sí.-
-Sí, sí, dime, es que el subidón me llevó a otro planeta, dime, dime.
-Es que, bueno, verás... –De nuevo carraspeó.- El coche... No lo he comprado yo.
-¿Entonces quién?
Ploop
Explotó la burbuja de felicidad. No tuvo necesidad de que le respondieran la pregunta, de pronto retiró las manos del volante, como si
estuviera sucio y fuera contagioso.
-Ya veo. –Fue lo único que se le ocurrió decir.-
-Cuando se enteraron de que tenías el carné consideraron que era necesario que tuvieras coche y bueno...
Ante el rostro repentinamente sombrío de su hermano, Laura intentó animarle.
-Además, ¿Has visto que cómodos parecen los asientos de atrás? ¡Vamos a estrenarlos! –Se lanzó a besar su cuello, mordiéndole de
paso, buscándole las cosquillas.-
Raúl intentó resistirse al principio, pero finalmente tuvo que ceder, ante la insistencia de su lujuriosa hermana.
-Vale, vale... –Suspiró.- Un coche es un coche, a fin de cuentas... No importa de donde salga.
-Así me gusta. –Su hermana le dio un último mordisco y volvió a su asiento.- ¡Vamos a dar una vuelta!
-Pero, ¿Y las demás? –Aludió, en referencia a Cristina y Claudia.-
-Déjalas, seguro que están viendo algún episodio repetido de telenovelas, se han vuelto muy marujonas últimamente... –Se quejó ella,
ácidamente.- Además, venga, venga, vamos a la gasolinera, y de paso compramos unos helados de dulce de leche.
-¡Cinturones! –Volvió a colocar sus manos en el volante.- ¡En marcha!
El coche era una delicia, y se comportó muy bien el trayecto a la gasolinera, donde un mozo atento desvirgó su deposito. Su hermana
salió de la tienda de la misma cargada con dos grandes recipientes de helado, casi podía ver como se le hacía la boca agua. Era una
golosa.
Al volver a casa de Claudia encontraron, efectivamente, a las dos viendo la reposición de una Telenovela a través de la televisión
digital.
-Míralas... Desperdiciando su juventud... –Bufó Laura.-
-¿Qué es eso que traes? –Preguntó Cristina.-
-Oh, ¿Esto? Nada... –Meneó la bolsa.- Solo un poco de helado...
-¿De dulce de leche?
-Efectivamente.
-¡Dame! ¡Dame!
La mujer, cual niña sobre una piruleta, se lanzó hacia la bolsa, pero Laura la esquivó con agilidad.
-No, es mío y no te doy.
-Venga anda, no te lo puedes tomar tú todo, ¿No querrás que te salgan cartucheras?
-Es un riesgo que estoy dispuesta a asumir. –Le sacó la lengua.- Aunque me lo pensaré si me lo pides de rodillas...
-¿Qué? No me voy a arrodillar por un mísero helado... –Se ofendió la otra.-
-¿Segura? –Coreó su hermana.- Un cremoso y dulce helado...
-Eh... Bah... Renunciemos hoy a la dignidad a cambio de un buen postre...
Cristina se arrodilló ante Laura, que, victoriosa, quedó henchida de orgullo.
-Como me gusta verte de rodillas... –Recitó.- No sé por qué.
-Porque es la postura perfecta para... –Cristina se inclinó ligeramente hasta clavar la barbilla en la entrepierna de la mujer.- Jugar.
-Mmm... –Sonrió.- Sí, puede que sí. Toma tu helado, te lo has ganado.
-Ñam, sabe mejor cuando ha sido obtenido por medios legales... –Corrió a la cocina a por una cuchara grande.-
-Clau, ¿Quieres? –Le ofreció Laura.-
-No, gracias, no me apetece.
-Jo, que embarazada más aburrida, no tiene antojos... ¡Pero no ves que estás en el tiempo de pedir sin que te puedan negar nada!
¡Aprovéchate!
-Oye, yo quiero un poco. –Murmuró Raúl.-
-Para ti no hay. –Le regañó su hermana.- Haberte comprado uno en la gasolinera.
Raúl, que se había sentado al lado de la alemana nada más llegar, estuvo observando la escena del dúo infernal pensando
seriamente en si ellas dos eran niñas de seis años disfrazadas de mujeres, ¿Cómo podían ser tan infantiles?
-Bueno, bueno, nosotras nos vamos. –Exclamó Laura un rato después.-
-¿Por qué?
-Es obvio. –Añadió Cristina.- Ya sabes...
-¿Yo? –Raúl frunció el ceño, pensando en lo peor.-
-Claro, primera noche... Tendréis mucho de lo que hablar... Y hacer... –Laura cerró su bote de helado y lo metió de nuevo en la bolsa.-
Cosas...
-Cosas calientes... –Canturreó Cristina.- Húmedas... Agotadoras... Hum... ¿Puedo mirar?
-No, Cris, vámonos, no seas voyeur. –Su hermana fue dándole empujoncitos a la chica, llevándola hacia la puerta de salida.-
-¡Pero es que quiero saber qué hacen! –Se quejó ella, de nuevo con su tono infantil.-
-No te preocupes, Claudia nos lo contará todo después. –Se giró para mirar a la alemana.- ¿Verdad Clau?
-Eh... –La rubia alzó los hombros.- Quien sabe...
-Ya... Ya... –Abrió la puerta después de coger sus cosas.- Y tú, pórtate como un hombre, que luego me toca a mí arreglar tus pifias.
Se marcharon.
-¿Pero de qué va? –Se quejó Raúl.- ¿Arreglar mis pifias? ¡Ja!
-No le hagas caso, lo hace para molestarte. –La rubia le acarició el cuello, relajándole.- En realidad se preocupa mucho por ti.
-Claro... –Gruñó.-
-¿Has visto ya el coche? –Siguió ella, consoladora.-
-Sí, es genial. –Carraspeó.- Y es alemán, como tú.
-Pues sí. –Ella fingió enfadarse.- ¿Me estás comparando con tu coche?
-Mujer... Es que es nuevo... No me hagas elegir, llevas las de perder. –Él le siguió el juego.-
-¿De verdad? –Las manos de la mujer habían abandonado el cuello del chico y ya recorrían el resto de su cuerpo.- ¿Acaso tu coche
puede acariciarte así?
-Te... –Sintió un escalofrío.- Te sorprenderías lo lejos que puede llegar la relación de un hombre y su coche...
-¿Sí? –La mujer le quitó parte de la ropa, dejándole el torso desnudo.- Pues creo que voy a tener que impresionarte para que no
vuelvas a pensar así...
Se rió, pensó en que, ciertamente, lo que había dicho el dúo infernal era cierto, la noche prometía.
-¿Qué te parece si vamos a mi cuarto? –Propuso Claudia, clavándole sus ojos.- Estaremos más cómodos en la cama...
-Estoy en tus manos. –Susurró él, excitado y decidido.- ¡Trátame bien!
-Con todos los cuidados del mundo... –Rió ella, apagando finalmente la televisión y conduciéndole de nuevo a la Cueva de las
Maravillas.-

Capítulo LVIII
Se decidió a tomar la iniciativa.
Sabía que si se dejaba llevar pronto aparecerían sus sentimientos encontrados, es decir, la gran excitación que le producía la mujer y,
a su vez, la sensación de que no debía tocarla, como si fuera lo más precioso e impoluto del mundo y él pudiera mancharla.
En el pasillo, camino del cuarto, ya había conseguido librar a la preciosa mujer de la parte de arriba de su conjunto, dejando a entrever
sus senos, libres de sujetador en ese momento.
-Son tan grandes... –Murmuró él, notando como cada vez más estaba fuera de sí, en tiempo record.- Me está entrando hambre, y no
sé por qué.
-Será el instinto. –Rió ella.- Pero en cierto sentido son tuyas... Así que aliméntate todo lo que quieras...
Raúl sintió la superficie de la cama tras de sí, ayudó a la mujer a tumbarse, sin quitarle los ojos de encima a esos grandes pechos que,
literalmente, le estaban volviendo loco.
-Ven, ven aquí. –Rogó ella.-
No se hizo esperar. Se arrancó los pantalones y todo lo demás, quedando únicamente con su ropa interior, un slip apretado y que cada
vez se apretaba más ante su incipiente erección.
-Claudia... –Paró un instante, mirándola a los ojos.- Realmente estás preciosa.
-Si me lo dices así conseguirás que me ruborice. –Le dedicó una sonrisa.-
-Gracias por... –Dudó un segundo.- Por dejarme "estar" contigo.
-¿Gracias? –Ella alargó una de sus manos hasta que él la estrechó.- Soy yo la que tiene más que agradecer, Raúl.
-¿Empate técnico? –Propuso, entre risas.-
-Eso depende de que hoy estés a la altura. –Le retó ella.-
-Oh, ¿Crees que voy a caer en esa provocación tan poco sutil?
-Sí.
-Pues tienes la razón.
Se acercó a su rostro, con el fin de besarla, besarla suavemente. Sus labios estuvieron rozándose durante unos instantes,
reconociéndose, haciéndose cosquillas mutuamente...
Raúl fue hacia el lóbulo de la oreja de la chica, tratándolo con mucha delicadeza, buscando la forma de sacarle un estremecimiento a
la mujer. Bajó por su cuello, utilizando cariñosos besos, caricias de su lengua y el siempre agradable soplido suave, que a la alemana
tanto parecía gustarle.
Cuando llegó a la clavícula de esta, se detuvo. Observó el cuerpo de la mujer, sus senos, la gran curva que formaba ahora su vientre...
-¿Qué nombre le pondrás? –Preguntó de pronto.-
-Pues no lo sé...
-¿Seguro? ¿No has pensado ya algunos nombres en caso de que sea niña o niño?
-Bueno... Sí... Pero nada serio...
Obvió por momentos los pechos de la mujer, torturándose a sí mismo, y fue al vientre de esta, besándolo, notando el peculiar tacto de
la piel tersa, el calor que emanaba, la extraña textura...
-Dímelos... –Susurró, mientras bordeaba el ombligo de la mujer, acariciándolo con su rostro.-
-No... No son... –Tuvo un escalofrío.-
Dejó que una de sus manos también acariciaran el vientre, dibujando círculos invisibles aquí y allá, recordando un anuncio de
televisión antiguo. Poco a poco fue bajando, hasta llegar al elástico de los cómodos pantalones que la mujer se había puesto.
Emulando esta vez a Cristina, acarició con su barbilla toda la zona genital de la mujer, buscando el calor, la sensación, la respiración
agitada...
-Venga, tengo curiosidad... –Siguió él.- Dime alguno...
Empezó a bajar el elástico, descubriendo poco a poco los muslos de la mujer, su pubis, su sexo ardiente...
-Si... Si fuera niño... –Comenzó esta, que ya respiraba de forma profunda.-
Pronto los pantalones de la mujer fueron lanzados lejos. Raúl acariciaba sus mejillas con las lisas piernas de la mujer, tan perfectas
como siempre, ligeramente más hinchadas, por motivos obvios.
-Si fuera un niño... –La apremió él, que hacía breves pausas solo para hablar.-
Subió de nuevo, dirigiéndose poco a poco, con un lento e infernal ritmo, hacia el sexo de la mujer. Esta, voluntariamente o por instinto,
hacía ademán de abrir las piernas cada vez más, pero las manos del chico se lo impedían, manteniéndolas cerradas y rectas.
-Había pensado...
De nuevo acarició su barbilla en el pubis de la mujer, siendo recibido por el maravilloso vello rubio, suave como la seda. Una de las
manos de Claudia se cerraba en las sábanas, con fuerza, la otra la usaba para taparse la cara, en un ademán de que todo lo que le
hacía le estaba gustando.
-¿Sí?
Introdujo la lengua por entre los muslos cerrados de la mujer, haciendo que esta temblara ligeramente, volviendo a intentar abrirlas de
par en par, cosa que él seguía impidiendo.
-Alex... Alexander... Lex...
De nuevo mortificándola, volvió a besar su vientre, subiendo decidido, esta vez sí, hasta sus pechos. Jugueteó con su lengua en uno
de los pezones de la mujer, provocando un suspiro de esta que le hizo recordar lo extremadamente sensibles que se le habían puesto.
-Me gusta...
Dijo él antes de engullir con su boca uno de los pezones, notando al instante lo extremadamente suculento que era. Casi por instinto
succionó, no pasó nada, aún era muy pronto para eso. Con la mano que no usaba para apoyarse, jugueteaba en el otro pecho,
notando lo cambiado que estaba, lo pesado que era, el tacto agradable, lo mucho que se agitaba ella cuando acariciaba el pezón con
la yema de uno de sus dedos.
-Me gusta mucho... –Repitió, aunque ella no supo si se refería al nombre o a su pecho.-
Fue extremadamente delicado, dedicando caricias con su lengua a las aureolas, ligeramente más grandes que en condiciones, no
sometiendo sus pezones a la gula que sentían sus labios, deseos de morderlos, de explorarlos hasta conseguir hallar el tesoro lácteo
que escondían o esconderían en algún lugar.
Subió hasta el rostro de la mujer, la miró ligeramente a los ojos, sonrió, y la besó. Esta vez sus labios si se abrieron y se dedicaron
mutuos saludos. Ella, juguetona, acarició el paladar de Raúl.
-Soy un chico afortunado. –Murmuró él, separando sus labios momentáneamente.-
-Un hombre afortunado, dirás. –Rió ella, que había conseguido llevar una de sus manos al paquete del joven, que ya se mostraba duro
bajo la fina capa de tela.-
-¿No habrá ningún problema con...? –Señaló con los ojos hacia abajo.-
-No te preocupes. –Ella le mordió ligeramente.- No pasará nada.
Con la venía de la rubia, bajó hasta su entrepierna, dispuesto a ver cuanto había cambiado todo en realidad. La verdad es que él
estaba controlándose muy bien, puesto que si instinto, una vez más, le dictaba que debía penetrarla ya, de cualquier forma, y terminar
con la agonía a la que estaba sometiéndose.
-"No." –Se repetía mentalmente.- "Tienes que hacerlo bien, es una situación especial..."
Las piernas de la mujer, libres de las manos que anteriormente las mantenían cerradas, se habían abierto casi por completo,
mostrando la fabulosa visión de los genitales femeninos.
-¿No tienes algún nombre más en caso de que fuera chico? –Preguntó, mientras se relamía.-
-Bueno...
Le encantaba, el pubis, como ya había comprobado, se había extendido. Su vagina parecía haber crecido, acarició levemente sus
labios mayores, buscándole las cosquillas a la rubia.
-¿Sí?
Estaba caliente. Más caliente de lo que recordaba. Supuso que sería cosa del embarazo. Le encantaba ver la humedad perlando el
delicioso coñito de la mujer, era una visión divina... Y pensar que todo el embarazo se había iniciado por allí y, si todo iba bien, de la
misma forma terminaría.
-Quizás... Carlos...
Se dejó de preámbulos y empezó a acariciar la zona con su lengua, recogiendo por el camino todas las texturas y sabores que le
volvían loco. Le dedicó un buen lametón al clítoris de la mujer, ella lo agradeció con un suave "ahh...", saludó también a los labios
menores, aunque ya tenía en mente su objetivo, quería saber como estaba su vagina, quería probarla, ya, en ese momento.
-¿Cómo el Emperador? –Dijo él, antes de dedicar su boca a lo verdaderamente importante.-
Le encantaba, hundir su cara entre los muslos de una mujer, era un mar de sensaciones, texturas, fragancias, sabores... ¡Era el
paraíso! Empezó a lamer todo, de arriba abajo, centrándose en su vagina, pero sin penetrarla.
-Sí... –Jadeó ella.- Sí...
Raúl no pudo evitar reírse en su fuero interno. Estaba hurgando con su lengua en el sexo de una mujer preciosa y él había pensado,
aunque fuera durante un segundo, en Carlos I de España y V de Alemania. ¡Eso era sacrilegio! Por muy buen rey que fuera, había
prioridades, primero las chicas guapas, luego las clases de historia.
Introdujo la punta de su lengua en su vagina, notando de nuevo el calor, increíble.
-También... Me gusta... –Se mordió el labio inferior, una de sus manos acariciaba ligeramente uno de sus pechos, la otra seguía
aferrando la sábana, frenética.- I... Iván...
La penetró de pronto todo lo que pudo, clavándole su habilidosa lengua ahí hasta donde llegó, provocando un respingo de esta.
-No me gusta. –Masculló, levantando su rostro ligeramente, aprovechando para respirar bien.- Demasiado ruso...
-Eso... Eso mismo pensé yo. –Gimió ella.- Que... ¿Qué tal Raúl?
-¿Cómo el futbolista?
-No, idiota... –Ella se rió, aunque entre carcajadas se le escapaban ligeros jadeos.- Como el padre.
-¿Sí? –Sonrió.- No está mal...
-Puedes... –Se volvió a reír.- ¿Dejar de hablar y terminar lo que has empezado?
-Me siento explotado... –Se quejó él, jugando.-
-Rauuul... –Rogó ella, exasperada.-
-Vale, vale...
Entró con un ritmo fuerte, desplegando toda la habilidad que su lengua había desarrollado a lo largo de su vida, comiendo helados y
también jugando con el sexo de otras mujeres. Empezó a prestarle más atención al clítoris de la mujer, jugando con el, dándole
pequeños lametones... Se había dado cuenta desde el principio de que Claudia lubricaba más de lo que era normal en ella, o al menos
de lo que podía recordar. Y eso le encantaba, puesto que cada caricia era una búsqueda del agradable sabor que desprendía.
Solo de imaginarse como sería penetrarla hacía que su miembro, ya de por sí impaciente, tuviera calambres de alegría.
La mujer jadeaba, gemía, se mordía los labios, los recorría con su lengua... Era una delicia levantar ligeramente la cabeza y ver como
si torso subía y bajaba. Cuando supo que el orgasmo estaba cerca bajó ligeramente el nivel, habitándose a sí mismo el cansancio que
tan rápidos movimientos le provocaban.
-Mmmmm... –Se quejó ella, deseosa de recibir más.-
-¿Y si fuera una niña? –Esta vez no abandonó el sexo de la mujer, dado que había sustituido su lengua con uno de sus dedos, que
acariciaba las paredes vaginales de la mujer, a la vez que la penetraba.-
-Pues... Creo que... –Ella dio un respingo, todo su cuerpo tembló.-
Se acomodó de forma en que de nuevo pudo hacer las delicias de la mujer con su lengua, fue directamente hacia su clítoris, con el fin
de terminar de una vez por todas. No tuvo que atacarla demasiado para lograrlo.
-E... –Cerró los ojos.- Eva... Se llamaría... Eva...
Y explotó.
Raúl se sorprendió por dos motivos, primero por los gemidos, Claudia no solía ser tan escandalosa, y segundo, porque, como Ana en
sus mejores días, la alemana estaba "corriéndose", regalándole a su boca un suculento néctar que no desperdició.
-Aahhh... –Rugía ella, sintiendo las ondas de placer recorrer su cuerpo.- Sí...
Una vez consideró que todo lo que él podía hacer estaba echo, se incorporó para observar a la mujer. No sufría tantos espasmos
como en condiciones normales, supuso que por el mayor volumen de su cuerpo, pero por su rostro, aún con los ojo cerrados y una
mueca de dolor que él sabía que era placer, permanecía ahí.
-Mmmm...
Tenía uno de sus dedos en la boca, abrió ligeramente los labios...
-Ahora, si me disculpas... –Raúl se aclaró la garganta.- Creo que me toca probar a mí...
Sin esperar a que la mujer volviera en sí, se quitó el mismo su ropa interior, mostrando su más que evidente erección, encaminándose
al secreto de Claudia, del que casi podía notar los latidos, la excitación, el deseo...
-Eres simplemente preciosa... –Repitió una vez más, más para él que para la mujer.- Sí...
Continuará.
PD. "He leído toda la historia en 2 días." Bonito comentario, me gustaba cuando era yo el que lo decía, que difícil es centrarse tanto
tiempo en una misma historia... Mas a mí, que soy un "escritor" muy pasional. Además ahora no estamos en verano, la rutina diaria tira
de ti... Por lo demás, estoy escribiendo otras historias (Algunas de la temática de esta página, otras no tanto). ¡Casi tengo ganas de
hacer que Raúl se atragante con una galleta! (Estilo Bush), ya sabéis lo de "Muerto el perro se acabó la rabia", pero no, buen chico
que soy y no lo hago... Seguiremos, seguiremos... ¡Un placer!
Capítulo LIX
Los ojos verdes de Claudia le devolvían ya la mirada, incluso un pequeño guiño travieso que pareció ser una invitación, un "bienvenido
a casa".
Raúl acarició sus muslos y subió, notando la evidente, evidentísima, humedad que ahí existía.
En situación normal su mente hubiera tardado algunos instantes en encontrar la postura óptima para penetrarla, pero en su estado...
La mente no era lo que mandaba en ese momento. Aún así, colocó una de las piernas de la mujer sobre su hombro, moviendo las
desvencijadas sábanas, echas un ovillo al paso de dos amantes pasionales.
Acarició el vientre de la mujer.
Tan solo tuvo que colocar ligeramente su miembro en la entrada de la Cueva del Tesoro, que, excepcionalmente, no guardaba un
tesoro, sino dos. El calor que emanaba era excitante...
-Mmmm... –Jadeó Claudia ligeramente, sintiendo el glande del chico acariciándola ligeramente.-
Entró poco a poco, divertido, reconfortándose por cada mínimo roce que su glande, su miembro, obtenía de la magnifica gruta de la
mujer.
-Que caliente está... –Las palabras salieron de su boca, pero en realidad un pensamiento inconsciente.-
-Ah... Es... Normal...
Poco a poco... Sin prisa pero sin pausa...
Cuando su miembro hubo penetrado por completo a la mujer, suspiró. Que magnifica sensación... No sabía si era causa del embarazo,
de ser una mujer preciosa, o de ser simplemente una mujer, pero le estaba llevando a las nubes, aún sin hacer casi nada...
Dio ligeramente marcha atrás para penetrarla de nuevo. Y otra vez. Y otra, y otra, y otra... Ningún problema, todo iba bien. Acarició de
nuevo el vientre de la mujer, ella acomodó la postura hasta quedar lo más cómoda posible.
El peculiar "pop" que sonaba en cada arremetida era el único ruido, salvo el de sus respiraciones, profundas, concentradas...
Para Raúl estaba siendo una experiencia única, dominaba su instinto, ese que siempre le decía que fuera como un loco hasta lograr el
placer, y el morbo, de nuevo el morbo, era lo que le llevaba al séptimo cielo.
-Ahhh...
Claudia se mordió nuevamente el labio inferior. Era la primera vez que la penetraban desde que había quedado embarazada,
excluyendo los inquietantes juguetes del dúo infernal, pero no había punto de comparación. Con Raúl todo era más bonito, más
luminoso, más espléndido... Con él compartía mucho, a fin de cuentas, el resultado de su unión estaba siendo testigo, velado, de ese
acto de amor.
-Mmmmm...
Con la mano que tenía libre acariciaba una de las piernas de la mujer, suavemente, para apretarla en el momento de la penetración,
para volver a deslizar sus dedos como si de retales de seda se trataran...
La postura y el ritmo le permitían observar a la mujer, como su cuerpo se contraía ligeramente en los momentos de mayor fricción,
como su carita, ese rostro de ángel, se curvaba en muecas de placer. Ella lo estaba disfrutando, y para él era sumamente importante,
más en ese estado.
-"Las parejas que crean que cuando hay un embarazo de por medio el sexo se acabó..." –Pensó de pronto.- "Están sumamente
equivocadas... ¡Es el mejor momento!"
Aceleró un poco el ritmo, notando como su orgasmo se acercaba.
-Ra... Raúl... –Gimió la alemana, en un tono de voz quedo.- Raúl...
-¿Hum? –Fue el único sonido que emitió a modo de respuesta.-
-Podrías... Po...
Un sonoro "Ahhh", muy parecido al fingido gemido de una actriz porno, la hizo adoptar una mueca de vergüenza durante unos
momentos, pero finalmente volvió a lo que quería.
-Podrías... E... Eya... Eyacu... –Otro suspirito acentuado, al parecer su sensibilidad había aumentado en esos meses.- ¿Podrías
terminar fuera?
-Claro. –Murmuró él, aunque fastidiado en el fondo, a fin de cuentas, ahora si que no había ningún peligro en que se corriera dentro,
una sensación única y sumamente placentera.-
-Me... Me refiero...
Él también se sorprendió nuevamente, no esperaba que estar en estado de buena esperanza acentuara tanto la sensibilidad de los
puntos erógenos, aunque, pensándolo crudamente, llegó a la idea de que "Si en el parto se sufre tanto, en el camino que al menos
disfruten".
-"La naturaleza es sabia." –Rió internamente.-
-A que termines... Fuera... En... –Pareció dudar, pero finalmente siguió.- En la entrada...
-¿En la entrada? –No paró de moverse porque sus caderas no se lo habrían permitido, pero se sorprendió bastante.-
-En... Los labios... En...
-Entiendo, entiendo. –Se le escapó una sonrisa.- Que cosas...
Palabras aparte, centrándose en lo suyo, notó los dolores en la base del pene que denotaban la proximidad del final. Se pasó la lengua
por los labios, concentrándose. Lo que la chica le pedía era raro, pero... ¿Sería un antojo? A él tampoco le molestaba, incluso le
parecía interesante.
-Fuu... –Ese fue el extraño sonido que emitió Raúl al sentir su cenit.-
Siguiendo las indicaciones de la alemana, movió su cuerpo lo suficiente como para que su miembro saliera a tiempo de expulsar una
decente lluvia de esperma, aunque, y esto lo hizo en el delirio del orgasmo, volvió a penetrarla tres segundos después, buscando
perpetuar más el placer.
-Sí... –Murmuró, ladeando la cabeza de placer, con una sonrisita de simple.- Que bien...
-Mmmm... –Claudia exhibía una sonrisa de satisfacción inmensa.-
-Eso mismo digo yo... –Rió él, ampliando la suya.-
-Podrías... ¿Podrías extenderlo?
-¿Extenderlo?
-Como si fuera una crema... Extenderlo...
Entendió que se refería a su semen, parpadeó un par de veces antes de salir de la mujer y colocarse de forma en que le resultara
cómodo el llevar una de sus manos a la entrepierna de la mujer con la cual extender el atípico ungüento.
Era curioso. Raúl sintió una ligera sensación de pudor al tocar de forma directa su propio semen. ¿Cómo es posible que a los chicos
les llegue a desagradar su propia esencia? Anecdótico es, sobretodo, porque no sienten el mismo pudor al desear llenar a sus
amantes de la misma sustancia.
Con esos pensamientos y la nubecilla de placer de su clímax aún en el cuerpo, siguió untando los restos, que aumentaban al juntarse
con la extraordinaria humedad de la mujer. Pronto el ejercicio se convirtió en un masaje, los labios vaginales de la mujer, así como la
entrada de su vagina, quedaron bien cubiertos, y esta, mientras tanto, disfrutaba de las caricias extra dejando escapar algún que otro
gemidito de vez en cuando, muy satisfecha.
-Es verdad lo que decían... –Murmuró la alemana.-
-¿Qué decían? ¿Quiénes? –Preguntó él.-
-Me dijeron que... –Rió.- Que era muy placentero que tu pareja se corriera justo ahí...
-¿Placentero?
-Es como si desapareciera el picor... –Se mordió ligeramente el dedo índice, parecía estar en la gloria.-
-¿El picor?
Claudia estalló en carcajadas, joviales y frescas carcajadas.
-¿Y quién te ha dicho eso?
-Lo leí en un Foro de Internet, uno especial para embarazas, donde cuentan sus experiencias y todo eso...
-¿Y van diciendo por ahí que hacen esto y les gusta? –Preguntó él, desconcertado pero divertido.-
-Sí, efectivamente, y tienen razón. –Volvió a reírse.-
-El mundo de las embarazadas es muy bizarro. –Murmuró él, negando con la cabeza, en un gesto teatral.- Aunque bien visto, me
ofrezco como bálsamo para tus males... Siempre que sean así...
Esta vez fueron ambos los que rieron.
Claudia se incorporó ligeramente, colocándose bien en la cama, ladeándose, cara a Raúl. Antes de eso llevó sus manos hacia su
entrepierna, e impregno uno de sus dedos en el mix de sabores que ahí se concentraban.
-Está delicioso... –Murmuró cuando hubo llenado su boca de la esencia secreta de su pasión.-
-Normal... –Repuso él, socarrón.- De tal palo, tal astilla...
Volvieron a reír. Raúl se tumbó cerca de la embarazada. Esta le abrazó, y, poco a poco, fue dirigiendo la cabeza del chico hasta sus
pechos, expuestos en esa postura. Insistió tanto que él finalmente cedió a su velada sugerencia. La boca del chico atrapó uno de los
pezones, cual si ella fuera la madre y él, el bebé en busca de sustento.
Estuvieron en esa posición largo rato, tan solo escuchando sus respiraciones, profundas y relajadas.
-"Qué bien me siento..." –Pensaba Raúl, notándose cercano al sueño en ese estado de relax.- "Me gusta... Ojalá tuvieran leche..."
La rubia le acariciaba la cabeza, acentuando aún más su estado de relajación. Cuando notó que no podría evitar el sueño, dejó de
atender el seno de la mujer y habló.
-Claudia... –Susurró.- No te duermas...
-¿Mmmm? –Al parecer ella también estaba medio adormilada.-
-Debemos... Ducharnos...
Ella solo emitió un pequeño sonido de queja, como si le estuviera molestando, pero sin moverse lo más mínimo.
-Y... –Bostezó.- Hay que cambiar las sábanas... O el colchón entero... Que lo has empapado todo con el geiser que tienes ahí abajo...
-¡Es por el embarazo! –Se quejó ella, recuperando la locuacidad e incorporándose.-
-Ya, ya, el embarazo... –Rió él.-
-¡Sí! Yo nunca he sido así, lo sabes... –Le zarandeó, ligeramente avergonzada, mientras las carcajadas del joven no hacían más que
aumentar.- ¡No te rías! ¡Raúl! ¡Rauuuul!

Capítulo LX
Pasar los días con Claudia eran todo un lujo. No solo el sexo era maravilloso y excitante, incluida la fijación que tenía la alemana en
que Raúl se quedara degustando sus senos durante largos minutos, como si él fuera el sustituto del futuro comensal de ese buffet aún
vacío, sino que se divertía y aprendía cosas casi todo el tiempo.
La alemana le enseñó el Foro de Internet donde había hecho amistad con otras mujeres, con algunas incluso hablaba por teléfono, y
él, completamente asombrado, reafirmó su idea de que el mundo de las embarazas era de lo más bizarro y explícito. O quizás era él
quien seguía viéndolo como algo extraño e inquietante.
Su nuevo coche empezó a ser útil desde el primer día. La alemana había querido retrasar al máximo las típicas compras que su
maternidad requería, salvo algunas que ya había realizado con su madre, días atrás.
Para Raúl fue toda una experiencia el tener que frecuentar tiendas especializadas en artículos para bebés, ropa para embarazadas y
demás lugares variopintos.
Más inquietante era el hecho de que ese territorio parecía estar vedado a los hombres, siendo un "Reino de Mujeres", donde, salvo
algún marido incauto, el resto era un enjambre de mujeres, sorprendentemente habladoras y con propensión a formar corrillos en
mitad de la tienda para hablar entre ellas, cosa que causaba la desesperación no solo de Raúl, totalmente fuera de su hábitat, sino
también la de los dependientes, comprensivos, pero agotados de estar todo el día con el mismo tema.
-¿Y esto como me queda? –Preguntaba la alemana por trigésimo séptima vez.-
-Bien. –Murmuró mecánicamente.-
-¡Pero si no me has mirado! –Le reprendió ella.-
-Es que soy razonable. –Suspiró, exasperado.- Con ese cuerpazo que tienes, ¿Alguna prenda te puede quedar mal?
-Tonto... –Se rió la rubia, no obstante, acentuó su sonrisa.-
Raúl pensó seriamente en ese momento el escribir un libro, la verdad es que tenía sus momentos lúcidos y acertados.
-"No." –Dictaminó finalmente.- "Mi saber personal es mío, los demás que aprendan como yo he tenido, y tendré, que hacer."
-¿Y esto? ¿Qué tal?
Sonrió como un bobalicón al ver a la alemana con la típica camiseta de embaraza, amplía, suave y con la característica de marcar
totalmente la redondez de su vientre y sus pechos. ¡Qué imagen más hermosa!
-Ñam. –Fue lo único que exclamó, ganándose otra reprimenda de la mujer.-
En esas estaba, esperando y juzgando, o más bien, alabando, cuando llegó a su mente otra imagen del pasado.
Probadores... Ropa...
Estela.
¿Qué estaría haciendo? ¿Habría vuelto con su novio? ¿Tendría uno nuevo? ¿Estaría enfadado con él? Con estas y otras preguntas en
su cabeza, pensó en que sería bueno volver a verla un día de esos.
-¿Crees que deberíamos comprar el cochecito, o es demasiado pronto? –Le interrumpió la preciosa Claudia.-
-Pues tendrá que ser en otro viaje, el maletero ya está lleno. –Masculló él, más como queja oculta que como indicación.-
-No pasa nada, te lo envían a casa.
-Genial... –Ironizó.-
-Pero sí, mejor vamos otro día... Además, le prometí a tu hermana y a Cristina que saldría con ellas también.
-Que peligro...
-¡Qué va! –Estaba ordenando la ropa que se había probado y había pasado la criba, un montón sorprendentemente grande.- Son más
responsables de lo que crees...
-Igual que un mono con una bomba nuclear...
Mientras la rubia seguía ordenando la ropa, Raúl fue consciente de algo que no había advertido antes. Tres cabinas más lejos, había
una mujer usando uno de los probadores. Se sorprendió por dos cosas, primero, porque había asociado la falta de remilgos de Claudia
a la hora de mantener la cortina abierta en todo momento a que estaban solos, y segundo, que la pelirroja, igualmente, tenía la cortina
de su cabina abierta.
Raúl se enfadó, sí, se enfadó.
-"¡Menuda falta de pudor!" –Refunfuñó mentalmente.- "Me ha tenido que ver al entrar, seguro, y ahí está, sin taparse..."
La pelirroja, que exhibía un embarazo aparentemente más avanzado que el de Claudia, seguía lo suyo.
-"Venga ya..." –Y seguía.- "Es que... Entra cualquiera y ¡Toma! ¡A verla semidesnuda!"
Y ella, en lo suyo, se desabrochó el sujetador que llevaba para probarse uno blanco, al parecer de algodón y muy cómodo.
-"Lo que yo decía... Ningún pudor..." –Tragó saliva y siguió hablando consigo mismo.- "Enseñando sus pechos por ahí, sin más... Que
no digo que no sea natural... Pero... Anda mira, si tiene pequitas en el canalillo... Que sexy... Ese bebé se va a poner morado... Uff..."
-¡Raúl! –La voz solicita de Claudia le devolvió a la realidad.-
-¿Sí? –Su mueca y su tono fueron tan claramente sospechosos que la rubia, sin más, bufó.-
-Nada, que ya podemos ir a la caja. Pídele a una de las dependientas que se acerque.
-Voy.
Al levantarse giró la cabeza ligeramente, justo para entrever como la mujer pelirroja estiraba ligeramente el elástico de sus braguitas,
mientras intentaba colocarse un pantaloncito que parecía de deporte. Ese ligero movimiento dejó a la vista durante un instante el pubis
de la mujer.
-"Waa... Y lo lleva justo como a mí me gusta..." –Se relamió, odiándose en el fondo... Muy en el fondo.-
Entre otras de las prestaciones que le dio a su nuevo coche, aparte de las de chofer, estaba la de repartidor. Su hermana le había
dicho nada más llegar que la alemana no parecía tener ninguno de los típicos "antojos" de las embarazadas. Se equivocaba, lo que
pasa es que los había estado guardando todos para cuando él llegara.
Claudia empezó a tener una fijación sobrenatural con los dulces, en concreto, los pasteles típicos de su tierra. Nada fuera de lo
normal, de no ser porque en ninguno de los establecimientos cercanos vendían productos alemanes, al menos con una mínima
calidad. Gracias a Internet, encontró una panadería alemana donde encontrar lo que buscaba, 20 Km de ida y 20 de vuelta.
-No, si no me importa. –Decía él, cuando le mandó por enésima vez.- Así le hago el rodaje al coche...
-¡Gracias! ¡Y que el Partybrot esté tierno, que me gusta esponjoso!
Lo que más le desesperaba era que, de todas esas apetencias extrañas, la mujer apenas daba un "bocadito", acumulándose después
en la cocina hasta que el dúo infernal llegaba y arramblaba con todo.
Raúl llegó a pensar que en realidad no tenía esos antojos, y solo era un laborioso mecanismo de la mujer para poner a prueba su
implicación en el embarazo. O directamente para tocarle las narices. Se decantó por lo primero, Raúl es un buen chico.
Una mañana, al despertar, sorprendió a la mujer en otro cuarto, el que iba a ser el del bebé, sentada en una silla y cantando una dulce
melodía en alemán. Sin hacer ruido, se quedó en el marco de la puerta, escuchando la preciosa canción hasta el final. Mientras
cantaba, Claudia se acariciaba tiernamente el vientre, saludando a lo que contenía. Fue una imagen simplemente embriagadora, de
película.
-¡Bravo! –Aplaudió cuando la mujer terminó, sorprendiéndola.- ¡Otra!
-¡Raúl! –Se cohibió ligeramente.- ¿Te he despertado? Perdona...
-No, no, para nada, además, ha sido genial, no sabías que cantabas tan bien. –Se acercó a ella y la besó.-
-Dicen que es bueno, que ayuda a la comunicación entre el niño y la madre. –Explicó ella.- A estrechar aún más el vínculo.
-Oh... –Asintió.- Suena muy bien.
-Tú también puede probar... –Le invitó ella.-
-¿Cantar? ¿Yo? –Se alejó unos pasos de la mujer.- No, no... Yo y la música no nos llevamos bien... Siempre que alguien dice de quedar
para ir al Karaoke me pongo misteriosamente enfermo... Ni hablar, yo no canto... Pero si quieres le mando un correo electrónico al
niño.
Se arrodilló ante Claudia y situó las yemas de sus dedos en el vientre de la mujer.
-"Querido bebé: Soy Raúl, tu padre." –Mientras lo narraba, tecleaba de verdad, de la misma forma que lo hubiera hecho frente a un
teclado.- "Aunque no sé si eso de padre esté bien, no creo estar a la altura."
-Venga ya... –Rió ella.-
-"Tu madre es una mujer maravillosa, y muy guapa, aunque un poco caprichosa, me ha hecho comprar ropa azul y ropa rosa, por si
fueras niño o niña, cosa que no quiere saber."
Ella negó con la cabeza, divertida.
-"Espero que esto no te cause problemas de identidad de género, tu madre se entristecerá si no la haces abuela en un futuro próximo."
-¡Oye! ¡Qué le dices al bebé!
-Es la verdad, reconócelo, te mueres por ser abuela y aún no eres madre. –Siguió a lo suyo.- "Por aquí fuera todo está bien, las tías
Laura y Cristina quieren aprovecharse de tu madre, pero yo la protejo. Aunque el otro día me cogió in fraganti mirando como otra futura
mamá se desnudaba en un probador. Sí, lo siento, tienes un padre así..."
-Raúl... –La mujer se reía ya a carcajada limpia.-
-"Y bueno, no mucho más que contar... Espero que estés cómodo y calentito ahí dentro, y que no te moleste cuando tu madre y yo...
Ejem... Jugamos a los médicos." –Sonrió.- "¡Nos vemos!"
-Qué cosas tienes...
-Oye, ¿Dónde hay que mandarlo? ¿Yahoo o a Hotmail? ¿Dónde tendrá cuenta el bebé? –Puso cara de estar pensándoselo.- Ah, ya
me acuerdo, la dirección era bebéencamino@teesperamos.com, y el Intro estaba en...
-Nooo, me haces cosquillas... –La mujer se incorporó cuando el chico empezó a buscar por su cuerpo, acariciándola por doquier.-
Quita, quita...
Ya en el salón, más relajados, Raúl rompió el silencio cuando una lujuriosa idea abandonó lo profundo de su mente.
-¿Tienes cámara de fotos?
-Eh... Sí, ¿Por qué?
-¡Haremos un álbum! –Se incorporó.- Ya sabes, un "Antes" y "Después" del bebé. Para comparar, tener el recuerdo...
-No suena mal... –Ella asintió convincentemente.- Hagámoslo.
-Vaya, te lo has creído a la primera, y yo que buscaba una excusa para hacerte un montón de fotos desnuda... –Realizó el ademán
teatral de retirarse el inexistente sudor de la frente.- Venga, preciosa, hay mucha belleza que retratar...
-¡Pero me da vergüenza! –Se quejó infantilmente.-
-¡Pero si es lo más natural del mundo! –Raúl volvió a sentarse al lado de la mujer.- El cuerpo de una mujer, una preciosa mujer,
cuando está esperando un niño... No solo por el lado sensual del asunto, sino como propio álbum familiar. Imagínate dentro de veinte
años viendo las fotos... "Vaya, pues si que estaba bien en ese entonces, aunque ahora tampoco he perdido mi encanto."
-Eres un fantasma... –Empezó a reírse, sin embargo, buscó en uno de los muebles hasta dar con la cámara.- Un fantasma pervertido.
Raúl la encendió, era un modelo nuevo, una cámara digital bastante decente. Le hizo la primera foto a traición, para probar el flash.
-Venga, venga, esto es un paso de gigante, es mejor que las Polaroid, aunque se pierde algo de la gracia de las mismas... –Explicó.- Y
veo que la cámara te quiere...
Foto tras foto, ¿Docenas? ¿Cientos?, fueron recorriendo la casa, los recovecos de la misma. Cuando el inmueble fue repasado por la
misma, Raúl, que había realizado casi todas las instantáneas y tan solo aparecía en unas pocas, sonrió.
-Desnúdate. –Solicitó con voz profesional.- Si puedes hacerlo lentamente y con música, mejor...
-Sí, claro, para bailes estoy yo... –Seguía mostrándose cortada, pero finalmente cedió y se desnudó.-
A veces con flash, otras sin él. Realmente la lente adoraba el cuerpo de la alemana, foto tras foto, era una delicia, y pronto ella empezó
también a divertirse y a fingir poses que tan solo conseguían arrancarles a los dos una carcajada. Diversión aparte, Raúl, observando,
se daba cuenta de que, realmente, el cuerpo de una mujer embarazada era tan armonioso que en hermosura no le ganaba nadie.
Tras realizar una foto de un primer plano de Claudia, donde sus ojos verdes quedaron tan bien definidos que incluso le causaron un
escalofrío, la mujer le quitó la cámara y le obligó a tenderse a su lado.
-Vamos, vamos, descanso de quince minutos... –Reclamó ella, que, como siempre, tiró de él hasta colocar su cabeza entre sus senos.-
Tu también deberías salir en alguna...
-El cuerpo masculino pierde mucho sin ropa... –Ironizó él.-
-Excusas... –De nuevo un ligero empujoncito y el joven ya estaba con uno de sus grandes y sensibles pezones en la boca.- Esta no
podía faltar.
Hizo varias fotos de la escena, extendiendo lo más posible su brazo. Raúl, por su parte, pagó el cansancio acumulado de tanto
viajecito y paseo ese día y, tal y como estaba, se quedó prácticamente dormido.
-Y con este, ya son dos bebés... –Murmuró dulcemente la alemana, acariciando, como siempre, la cabeza del chico.-

Capítulo LXI
p align="justify">Uno de esos días las chicas reclamaron estar solas al salir, cosa que él agradeció ligeramente, ya que necesitaba un
respiro, estar con los amigos y esas cosas. Por la mañana volvió a su casa, a la que, por motivos conocidos, llevaba bastante tiempo
sin ir.
-"¿Quién ha soltado al rinoceronte?"
Murmuró nada más abrir la puerta. El desorden y el caos era tal que se le vino el alma a los pies.
-"Recogeré un par de tratos, así por encima." –Pensó, incapaz de aguantar el desorden.- "Solo lo más importante, nada más."
Al final acabó recogiendo, fregando los platos, poniendo una lavadora, fregando el suelo y ordenando el caos que representaba la ropa
de su hermana tirada sobre la cama. Todo esto mientras se recriminaba mentalmente el tener que ser la sirvienta, una vez más.
-"Es la costumbre." –Se decía, frustrado.-
Sintiéndose agotado y pegajoso, decidió darse una ducha, y, nada más vestirse tras esta, sonó el portero automático.
-"Que raro..." –Pensó-
Por pura pereza no abrió, pero, un par de minutos después, fue la puerta de la casa la que sonó. Esta vez no pudo hacerse el loco y
abrió.
-Buenas.
-Ho... Hola... –Titubeó al ver una chica al otro lado de la puerta.-
-¿Laura no está? –La chica miró tras Raúl, como si de repente fuera a salir su hermana de algún sitio.-
-No...
-¿Eres su hermano? –La chica, morena.-
-Sí...
-Pues encantada, yo soy Alicia, su asistente personal.
-¿Asistente personal?
-Secretaria, pero dicho así queda más moderno, ¿Verdad? –La chica tenía un desparpajo más que evidente, el piercing que tenía en
su lengua relucía al hablar ella.-
-Yo soy Raúl. –Correspondió a los dos besos protocolarios.-
-Sé que se ha tomado el día libre, pero es urgente que firme estos documentos, porque hay que llevarlos al notario y tal... Un rollo,
vamos, y me han cogido a mí como mensajera...
-Se lo diré cuando vuelva, no te preocupes. –Cogió la carpeta y la dejó en el mueble que tenían cerca de la entrada.-
-Oye... –La morena entrecerró los ojos, examinándole.- ¿Yo te conozco de algo?
-Eh... –Raúl, que la había reconocido desde el primer momento, ya fuera porque tenía mejor memoria o menos personas que recordar,
amplió su sonrisa.- Cuando nos vimos trabajabas de camarera.
-Mmmm... –Ella adoptó una posición pensativa.- Pues no caigo... A veces hago trabajillos extras para sacarme un plus, no es que mi
sueldo como asistente personal sea muy exagerado...
-Fue en Nochevieja. –Le dio otra pista.-
-Mmmmm... –Negó con la cabeza.- Lo siento, no me viene a la cabeza... Pero de que te conozco estoy seguro, no sé, me suena tu
cara.
Raúl se sintió profundamente descolocado, ¿Tan mal había estado para que la chica le borrara de su mente?, le dolió, como si fuera
una afrenta a su vanidad.
-¡Espera! –Se sobresaltó.- ¿Tu no eres el que iba por ahí con una botella de cava?
-Eh... Sí, algo así. –Empezó a tener un tic nervioso.- Y luego, bueno... Se puede decir que intimamos...
-Vaya... –Retomó su postura de no saber.- De eso no me acuerdo, lo lamento... Ya sabes... El alcohol, las pastillitas que te ponen... Se
te va un poco la cabeza y...
No sabía si alegrarse de que se acordara que era el loco que iba por ahí con la botella o desesperarse porque no consiguiera recordar
que se lo habían montado en el almacén del Pabellón Deportivo.
-Bueno, como sea... ¿Entonces nosotros hemos...?
Raúl sacó su móvil y buscó en la agenda el número de la mujer, que debía estar, porque, pese a que no lo había utilizado nunca,
tampoco lo había borrado. Cuando se lo mostró a la mujer esta asintió, sorprendida.
-Si te di mi número debió estar bien... No voy dándolo por ahí como si cualquier cosa...
-Soy afortunado de tenerlo... –Y ahí lanzó toda el sarcasmo que pudo.-
-Bueno... Que palo... Acostarse con el hermano de tu jefa y no acordarse... –En su rostro, picante y fresco, apareció la sombra de la
duda.- ¿Qué vas a pensar de mí?
-No te preocupes...
-¡Ya sé! Te haré una pregunta, y dependiendo de cómo contestes, habrá premio.
-Eh...
-¿En cual llevo el piercing? –Se señaló al escote, no muy generoso en horario de oficina.-
-Derecha. –No tardó ni un segundo en decirlo, lo recordaba claramente.-
Alicia parpadeó un par de veces.
-Vaya... –Se rió.- Si que debió ser importante ese polvo en tu vida para que te acuerdes tan bien...
Raúl se sintió un tanto más patético que antes, esa Alicia conseguía ponerle nervioso. Al ver su cara, la chica rió aún más.
-Que no, idiota, que claro que me acordaba de ti, te estaba tomando el pelo. –Le golpeó ligeramente el pecho.- Aunque no sabía que
eras el hermano de la jefa, y mejor que no se entere de lo nuestro, que no voy buscando dar un braguetazo ni nada por el estilo...
Sin que tuviera tiempo a reaccionar, Alicia le plantó un soberano beso con lengua, piercing incluido.
-Dile que firme los documentos cuanto antes. –Presionó el botón del ascensor.- Y a ver si me llamas un día de estos, quizás podamos
pasárnoslo bien... ¿Te confieso una cosa?
-¿Hum? –Raúl, atónito.-
-Me pone cantidad el pensar en hacerlo en la cama de mi adorada jefa. –Plin, las puertas del ascensor se cerraron, llevándose la
imagen de Alicia.-
Tardó varios instantes en cerrar la puerta de la casa, se quedó mirando a la nada, absorto.
-"¿Soy yo, o todos están locos?" –Finalmente cerró.- "Cada uno va a lo suyo..."
Cuando estuvo recuperado del susto y llamó al móvil de Cristina, Laura tenía el suyo apagado, es una mujer previsora, para avisar de
donde dejaba los documentos, se marchó. Deseoso de respirar aire limpio y ver a sus amigos.
A la primera que encontró fue a Marta, el pelo le había crecido ligeramente desde su radical corte de pelo anterior, seguía igual de
encantadora que siempre. Se separaron, ella tenía que comprar varias cosas antes de ser libre.
-Es necesario tener a mi madre contenta, que es la que suministra el dinero... –Avisó, sabiamente.- Nos vemos luego y te cuento
cosas.
-¿Cosas?
-Sí, cosas. –Le sacó la lengua.- ¡Adiós!
Mientras sacaba el móvil para llamar a Felipe y los otros para ver donde se habían metido, una melena castaña se interpuso en su
camino.
-Hombre, tú por aquí. –Palmadita fraternal en el hombro incluida.- ¿Qué tal estás?
Tener a Estela delante siempre le producía, al menos en los últimos tiempos, una desazón general. No por su presencia, sino por el
miedo a meter la pata. Era, probablemente, la única mujer de su mundo a la que quería impresionar.
-Pues ya ves, aquí, buscando a la gente para ver que tal van las cosas...
-Acabo de cruzarme con Adrián, estaba comprándose una revista en el quiosco de siempre, al parecer le ha dado por montar
maquetas.
-Oh, bien, ahora iré... –Carraspeó.- ¿Y tú? ¿Qué tal?
-Bueno... –Retrocedió hasta sentarse en el escalón que formaba el escaparate de una panadería.- Pues trabajando y poco más...
-¿Te va bien?
-Me va... –Su mirada se tornó melancólica durante unos instantes.- Me va.
-Me va, me va, me va... –Siguió él la canción, entre risas.-
-¿Ahora imitas a Julio Iglesias? –Consiguió que las comisuras de sus labios se extendieran ligeramente.- Creía que de los Iglesias solo
te gustaba Enrique...
-Chsss... Eso es un secreto, si alguien más lo supiera arruinaría mi reputación. –Bromeó él.-
-¿Tu reputación? –Esta vez fue ella la que soltó dos grandes carcajadas.-
Las alarmas de Raúl saltaron, pero él estaba tan absorto mirando la obertura que dejaba la blusa de la mujer que no las escuchó.
-¿Y por qué te ríes? –La pregunta fue más bien para seguir el juego que una formalidad, pero cuando los ojos marrones de la mujer se
clavaron en él, tembló.-
-No me río por nada. –Espetó ella secamente.- Simplemente que me hace gracia que hables de tu reputación...
-... –Parpadeó un par de veces, ni todos los escotes del mundo podrían haber evitado que escuchara las alarmas en ese momento.-
¿A qué te refieres?
-Pues chico... –Había algo diferente en la forma de hablar de Estela.- A fin de cuentas, las traes a todas locas tras de ti...
-¡Qué va! –Disimuló una sonrisa, para quitar tensión a la conversación.- ¡Más quisiera!
-Ana... Marta... Nadia... La fulana inglesa... –El ácido escapaba de su boca y se vertía por la acera, los coches, los edificios y el propio
Raúl, que pensaba que de un momento a otro se derretiría.- ¿Se me olvida alguna?
-No sé a qué...
-¿Sabes una cosa? –Siguió ella.- La oficina en la que trabajo está al lado del Centro Comercial. El otro día salí a tomar el aire un
minuto y...
Raúl ya se lo temía.
-¡Cuál es mi sorpresa! ¡Te vi! Al principio me alegré mucho, iba a saludarte y todo, y de pronto... –La chica acentuó su sonrisa ácida.-
Me costó, pero al final caí en quién era, claro que, con tanto cambio corporal... Ya sabes, es lo que tiene estar embarazada...
-...
-No hubiera mal pensado, pero claro... Después de cargar el maletero... Por cierto, bonito coche, ¿Es tuyo? –Soltó dos profundas
carcajadas.- Esos besos no se los das a tus amigas, ¿Verdad?
-No es...
-¿Qué estás haciendo? ¿Formando un harem? –Volvió a reírse, fría y duramente.- Una cosa es divertirse, y otra...
-Estela. –Por fin recuperó la voz, ausente durante todo el alegado de la mujer.- No es todo como crees, puedo explicártelo, pero no
aquí, no es una conversación que tener en mitad de la calle...
-Ya, ya... –La chica se levantó.- Tranquilo, si no me tienes que dar explicaciones...
-Estela, tan solo déjame...
-Por cierto, espero que no estés haciendo el ridículo, que una persona mayor se fije en ti está bien, pero, chico, tanto como para que la
fulana esa vaya colocarte un hijo bastardo...
Antes de que el "No lo hagas" saliera de algún recóndito lugar de su mente para calmarle, sus manos, furiosas como zarpas, habían
agarrado a la mujer de los hombros, empujándola sin piedad hasta el escaparate de la tienda. Se produjo un ligero estruendo, lo raro
fue que la cristalera no se rompiera.
-Si vuelves... –Su voz era un susurro duro y escalofriante.- A insultar a Claudia, al niño... O a cualquiera de las personas que son
importantes para mí...
El golpe en el escaparate hizo que la dueña de la panadería saliera a ver qué ocurría.
-Pero qué... –Fue lo único que salió de su boca, al ver a los dos jóvenes enzarzados en una disputa.-
-¡A tomar por culo, señora! –Con total determinación, Raúl la mandó a volver por donde había vuelto, cosa que ella, espantada ante el
rugido, cumplió, con el pensamiento de llamar a la policía.-
Estela tan solo observaba la escena, le dolía ligeramente la cabeza a causa del golpe, aunque tampoco había sido para tanto. Por lo
demás, las manos del chico la apretaban tanto que dudó que le estuviera llegando sangre a los brazos. Nunca antes le había visto tan
fuera de sí, la verdad es que nunca le había visto siquiera minimamente enfadado...
-¡Escuchas bien! –La zarandeó de nuevo, reclamando su atención.- No te atrevas a insultarles, porque no respondo.
-...
-Y para que lo sepas... –Bajó aún más la voz y acercó su rostro al de la joven, cosa que hizo que se aterrara más.- El "bastardo" que
está esperando esa "fulana"...
Apretó tanto que Estela no pudo evitar soltar un gemido de dolor, al tiempo que sus hijos se llenaban definitivamente de lágrimas.
-Es hijo mío.
La soltó, la castaña se deslizó hasta quedar de nuevo sentada en el saliente que formaba el escaparate, su posición inicial.
-¡Felicidades! –Raúl aplaudió frente a la cara de esta.- Has vuelto a ser la misma zorra insoportable del instituto...
El chico negó con la cabeza.
-No sabes cuanto lo lamento... –Y no tuvo que especificar que eso no era una disculpa por sus actos, tanto él como la chica lo
entendieron perfectamente.- Adiós.
Y así, con paso normal, se alejó de la escena. Un par de transeúntes se habían parado a observar, afortunadamente ningún conocido
de Raúl. Con cada paso que daba, sentía como su ritmo cardiaco iba a mil por hora, como las sienes le latían hasta causarle dolor...
Lo sabía, en algún rinconcito de su cabeza estaba seguro de que Estela en realidad no había querido ni hacerle daño, ni insultarle,
que simplemente había vuelto al mismo carácter defensivo y agrio del instituto, el mismo que tuvo hasta que ambos se toparon, hacía
ya tiempo, y que eso, sin duda, era un signo evidente de que la chica también lo estaba pasando mal, pero, ¿Es que acaso él tenía
montada una asociación caritativa?
Volvió sobre sus pasos y retornó a la casa de su hermana. Al entrar en su cuarto, medio vacío, no pudo más que sentarse en su cama,
taparse la cara con las manos y sollozar.
-"¿Qué es lo que acabo de hacer?"
Continuará.

PD. ¡Vaya como está la cosa! Esta actualización tan rápida ha sido gentileza del puente de la Constitución que se celebra en España
(Vaya, la Constitución sirve para algo más que para que ZP la pise, ¡Bien!) Politiqueos aparte, ¡Un placer!
Capítulo LXII
Recordar aquel fatídico día le causaba un atroz dolor de cabeza, así como un pinchazo en la pierna derecha. Lo primero causado por
la fatiga mental del momento, y lo segundo, porque, una vez en su cuarto, había descargado su propia frustración golpeándose con el
puño en el muslo varias veces, un castigo merecido y que había dejado huella.
Afortunadamente, Estela no presentó ninguna denuncia una vez apareció la policía, o al menos eso supuso él, y menos mal, porque,
tal y como estaban las leyes, mal llamadas de "discriminación positiva", por ese acontecimiento tan desagradable podría haberle caído
algo más grave que una bronca.
Aunque en realidad, no es que le importara mucho. Ya fuera el dinero a causa de una multa o su libertad por ser llevado al calabozo, lo
que más le dolía haber perdido en ese nefasto lugar era a la propia Estela.
Fin, se acabó, no había más monedas para jugar a ese juego. Game Over.
La primera en notar que algo raro le había sucedido fue Claudia, sagaz e hipersensible como estaba en esos momentos. Él evitó
cualquier pregunta, tampoco quería implicarla en un asunto tan duro como ese, ni a ella, ni a nadie. Durante esos días incluso llegó a
rechazar cualquier tipo de acercamiento físico, la alemana, comprensiva, decidió no incomodarle demasiado, manteniéndose en
segundo plano, dispuesta a hablar con él en el momento que lo creyera necesario.
Y muy obvio debía ser su malestar para que su propia hermana se diera cuenta.
-¿Y a ti que te pasa? –Le preguntó una tarde, cuando coincidieron en la casa de Claudia.-
-Nada.
-Pues con esa cara cualquiera lo diría... –Laura frunció el ceño.- ¿Qué has hecho? ¿Te has metido en algún problema?
-No.
-Siempre que pones esa cara es por algo así... Igual que cuando te peleabas con tus amigos, te quedabas con esa expresión hasta
que hacíais las paces. –Le dio un ligero toquecito en el hombro.- Venga, no seas infantil y dime qué te pasa.
-Nada. –Fingió una sonrisa.- Iré a ordenar la nevera.
-Oye... –Laura le cogió de la camiseta, como una niña tratando de llamar la atención de un adulto.- Sé que no soy muy del tipo de
persona con la que hablarías de temas serios y tal... Pero... Si te pasa algo, no sé... Cuenta conmigo...
-... –Abrió la boca para decir algo, pero la cerró al instante y simplemente sonrió, esta vez con sinceridad.- Si es que te he dicho que
no es nada, y la nevera no se va a ordenar sola...
-Pues nada... –Dirigió su mirada al televisor, sin volumen dado que, en otra habitación, Claudia echaba una cabezadita.- Espero que
tengas muchas neveras que ordenar en la isla que te has creado para ti solo.
-"Perdóname, Laura, pero así son las cosas." –Pensó.-
El resto de la tarde transcurrió sin mayores sobresaltos. Por la noche llegó Cristina, más animada que el resto.
-¿Qué tarde vienes, no? –Preguntó su hermana, con cierto reproche en la voz.-
-Sí, es que antes de venir me pasé por casa y me duché, estaba tan cansada que apenas tenía ganas de volver a coger el coche... –
Se justificó la otra.-
-"Cada vez parecen más un matrimonio rancio." –Musitó el joven en su cabeza.-
-¿Ah, sí?
-Sí.
-¿Seguro que no te has ido por ahí con cualquier guaperas?
-¿Por quién me tomas?
Raúl, recostado en la alfombra, vio como el dúo diabólico quedaba junto en el sofá, demasiado junto. Las carantoñas no tardaron en
llegar.
-Y... –Mientras hablaba sus manos habían empezado a jugar.- ¿Dónde está Claudia?
-Cantando en su cuarto. –Intercambiaron miradas significativas.- No nos deja estar, dice que le da vergüenza...
-Le da vergüenza que estés tú, no yo. –Protestó Raúl.- Pero claro, por no hacerte el feo, nos ha dejado fuera.
-Ya veo...
Aunque ver no vio nada, dado que, tras darle un suave beso a Laura, internó su cara en el cuello de esta, comenzando a darle
pequeños mordisquitos, a los que la otra no tardó en responder con sus manos, acariciando la cintura de la mujer.
Ver a Cristina y Laura en acción no era nada nuevo para él, pero seguía causándole una sensación extraña, aparte de la excitación. Le
daba vergüenza verlas, lo consideraba como una "intromisión" a su intimidad, como si fuera un voyeur espiando, generalmente se
habría marchado del salón con alguna excusa, pero ese día decidió no hacerlo, le daba pereza levantarse...
Estuvieron jugando a morderse y besarse durante un rato, soltando risitas y miradas tan cargadas de erotismo que hubieran bastado
para causarle una erección a cualquiera. Hacía rato que sus manos acariciaban partes de su anatomía tales como sus pechos o, de
refilón, su entrepierna, pero siempre obstaculizadas por la ropa, que empezaba a sobrar.
Raúl miraba a la televisión, que seguía sin volumen, esta vez sin motivo alguno. Pero le era imposible no desviar miraditas traicioneras
hacia el espectáculo del sofá.
Laura desabrochó los pantalones de Cristina, al tiempo que esta alzaba los brazos para que su camiseta saliera con facilidad. El
sujetador de Cris era de un tono anaranjado, tan poco habitual como lo era su dueña. Lo que más admiró Raúl de esa prenda fue su
capacidad para contener los senos, nada pequeños, de su portadora. Le encantaban las mujeres en ropa interior, tenían un puntito de
provocación que, a veces, perdían desnudas. Claro que desnudas lo que menos importaba era la provocación y lo que más donde
morder y cuando penetrar, pero eso era otro tema.
Su hermana llevaba una camisa de hombre, le encantaba ese tipo de ropa, y unos pantaloncitos. El clima, cálido, permitía ir con esas
ropas tan exiguas en esa época del año. Botón tras botón, la camisa fue abriéndose, mostrando que Laura había perdido el sujetador
en algún sitio. Raúl alzó inconscientemente la cabeza para vislumbrar sus pezoncitos, igual de deliciosos que siempre. Tragó saliva.
Cuando se dio cuenta de que estaba mirando tan fijamente, se reprendió y volvió al televisor.
-Vaya... –Claudia apareció en la puerta.- ¿Me he perdido algo?
-Mmmm... –Fue el saludo de Cristina, respondiendo a una de las manos de Laura que ya se había internado bajo su pantalón.-
Por el camino fue recogiendo los grandes cojines que poblaban el salón, formando una pila lo suficientemente grande y estable en la
que acomodarse.
-No deberías sentarte ahí. –Recomendó Raúl.- Si quieres les digo a ese par de súcubos que dejen libre el sofá.
-No, no. –La mujer le sonrió.- Se las ve tan entretenidas...
-Ahh... –Ese gemido indicaba que la traviesa mano de Laura había llegado a su objetivo bajo los pantalones de la otra mujer.-
-Claudia... –Mientras su mano proseguía evaluando el nivel de calor y humedad de la entrepierna de Cristina, ella se dirigió hacía el
público.- Si te apetece...
-No, no... –Se disculpó esta, entre risas.- Creo que solas estaréis mucho mejor.
-Bueno... –Su rostro se contrajo cuando Cristina, en venganza por la osadía que estaba teniendo en sus bajos, capturó uno de sus
pezones entre sus labios.- Sooo, tranquila, tigresa, que me lo arrancas...
-Entonces sería todo mío... –Rió Cristina, soltándolo durante un breve instante.-
Raúl miraba hacía el televisor, sin mucha convicción, con el rostro crispado. Claudia observaba sin tapujos los festivos juegos que se
realizaban en su sofá, felicitándose a sí misma por la idea de ponerle una funda, al tiempo que llevaba una de sus manos a la cabeza
del chico, donde empezó a jugar con su pelo.
Cristina se levantó para que sus pantalones pudieran desaparecer de la ecuación, Laura intentó abalanzarse como una fiera hacia el
triangulito húmedo de tela que cubría el sexo de la mujer, pero esta la detuvo, indicándola con la mirada que también ella debía
quitarse los suyos. "O en igualdad de condiciones, o nada."
Muy a su pesar, tuvo que ceder y dejar que sus pantaloncitos fueran bajados, aprovechando también para liberarse de sus zapatos,
sin perder ocasión en el proceso para seguir acariciando los pechos de la otra. Finalmente, libres de prendas exteriores, pudieron
enzarzarse en una dura batalla por ver quién llevaba la iniciativa.
Laura salió victoriosa.
Como si fuera un depredador que captura el olor de su presa, fue recorriendo con su rostro casi todos los recovecos del cuerpo de
Cristina, al tiempo que su lengua, sus labios y sus dientes dejaban marcas por cada lugar que creía conveniente, marcando su
territorio.
-Ey... –Dijo de pronto, incorporándose.- ¿Has usado mi gel?
-No es tu gel, está en mi casa... –Se defendió la otra.-
-Pero sigue siendo mi gel, debes pedirme permiso para utilizarlo.
-Está bien, la próxima vez mandaré a mis abogados para pedir la custodia compartida de tu querido gel... –Cristina se rió.- Por cierto,
huele bien, ¿Qué fragancia tiene?
-Frutas tropicales... –Se relamió.- Y ese olorcillo solo hace que quiera comerte más...
-Come todo lo que quieras... –Al tiempo que realizaba su invitación obligaba a la otra mujer a volver a su tarea.- ¡Eh! ¡Pero sin morder!
-Lo siento... –Reía Laura, para nada arrepentida.-
Raúl seguía a lo suyo, mirando fijamente la televisión... Que no habría sido nada raro de no ser porque llevaba cerca de dos minutos
sin parpadear ni realizar el más mínimo movimiento, luchando contra su cuello, que buscaba continuamente la oportunidad para girar y
permitirle vislumbrar el espectáculo sáfico que ocurría a pocos metros.
Laura liberó uno de los pechos de Cristina del sujetador, sin desabrocharlo. Lo acarició con su mano, cubriéndolo, acariciándolo,
lamiendo las partes que rebosaban, en especial el pezón, que quedaba justo entres dos de sus dedos. El rostro de la otra mujer era de
entero disfrute.
En esos momentos una estaba tumbada boca arriba en el sofá, mientras que la otra, Laura en este caso, estaba de rodillas sobre ella.
Al tiempo que sus manos y su boca hacían las delicias del escote de la mujer, una de sus rodillas, diestra en todo tipo de posturas,
acariciaba toscamente la entrepierna de la mujer, y al parecer con buenos resultados, dado que las caderas de Cristina habían
comenzado a moverse, casi como si lo que se estuviera produciendo fuera una penetración.
-Esto fuera... –Murmuró su hermana mientras tiraba el sujetador de la chica, que, por casualidad o no, fue a parar justo hacia donde
estaban Raúl y Claudia.- Sí... Me gustan así... Con libertad... No deberías llevar sujetador nunca...
-Eso lo dices... –Cristina suspiró, buscando controlar su respiración.- Porque a ti no se te marcan los pezones al mínimo roce...
-Mejor... –Laura acarició sus mejillas entre los grandes pechos que tanto le gustaban.- Así les animas el día a los demás...
-¿Y quién me lo anima a mí? –Puso una voz aniñada, sabiendo qué respuesta recibiría.-
-Yo, por supuesto.
Laura besó a Cristina, suavemente primero, con locura después. Raúl, que había girado un poco la cabeza a causa de los calambres
que empezaba a sufrir, tanto en el cuello como en la entrepierna, puso observar como se besaban, se lamían y ¡Se mordían de forma
salvaje! Su hermana atrapó el labio inferior de Cristina, extendiéndolo hasta conseguir un jadeo de dolor-placer de su amiga, lamiendo
después, con melosa suavidad, como un animal que así elimina el dolor...
Besó y lamió su cuello, sus orejas y sus pechos una vez más, después, con un magnífico equilibrio, dio la vuelta, quedando ahora su
rostro a la altura del sexo de la mujer. Una postura ideal para el mítico 69, pero Laura no tenía esa idea, simplemente quería observar
de cerca su trabajo.
A través de la pequeña prenda de tela, acarició, impregnándola aún más de humedad, esa bendita humedad que debía estar
haciéndola nadar en el océano del placer. Cristina, mientras tanto, se mantenía pasiva, pese a tener el sexo de la otra mujer a su
alcance, se contenía, dedicándose a recibir placer, siguiendo el rol que esa vez le había tocado, cumpliendo los deseos de la que esa
noche llevaba el papel dominante, como mucho, se limitaba a acariciar uno de los muslos de Laura, llegando hasta su nalga,
amasándola, pellizcándola incluso, para luego volver sobre el recorrido...
Su hermana estuvo acariciando por encima de la tela durante varios tortuosos minutos, fatales para Cristina, dado que notaba las
caricias, las muecas de placer que ponía así lo evidenciaban, pero aún así, no era lo necesario para llevarla al clímax que tanto
ansiaba en esos momentos. Laura, simplemente, se hacía de rogar.
-Venga... –Suplicó finalmente.- Hazlo... Ha... Hazlo como tú sabes...
-Je...
Retiró levemente la prenda, pegada completamente al llameante sexo de la mujer, frotó la tela un par de veces, causando sendos
espasmos de placer de la mujer. Y en ese momento, ante la ansiosa mirada de Raúl, y la siempre relajada de Claudia, estiró
ligeramente un dedo, curiosamente, el anular.
-Por... Por favor... –Siguió rogando la mujer, que no podía soportar más ese estado.-
Entonces la sonrisa de Laura se acentuó, con el dedo anular acarició, durante unos segundos, el coñito en llamas de Cristina, para,
después, clavar el dedo como si de una inyección se tratase.
El resultado fue inmediato.
Cristina se convulsionó. Elevó ligeramente el tronco, como si fuera a vomitar, siendo un estertor de placer lo único que salió de su
boca, abierta de par en par, acto seguido, como si la corriente eléctrica bajara de nuevo, fueron sus caderas las que se levantaron,
hasta los dedos de sus pies se cerraron.
-"Jo-der" –Fue lo único que pudo pensar Raúl.- "Eso sí es un orgasmo y lo demás es tontería..."
-Ahhh... Ahhh... –Gemía Cristina, escandalosa como pocas veces la había visto.- Mmmm...
Raúl desvió la mirada del cuerpo comatoso de Cristina y se fijó en el rostro de Laura. Una sonrisa dulce, tremendamente dulce,
recorría sus labios. Era una sonrisa parecida a la que ponía Claudia cuando estaba cantándole a su bebé.
-"Tú también has encontrado a tu bebé, ¿Verdad?" –Lanzó la pregunta mentalmente, pero al parecer, su hermana debió captarla,
porque en ese instante reparó en la presencia de esas dos figuras que no jugaban con ellas.-
-Uff... –Se acomodó en uno de los apoyabrazos del sofá, aprovechando que la otra mujer había contraído las piernas en sus aún
inacabables ronroneos post-orgásmicos.- Este sofá es cómodo, debería comprarme uno igual...
-Mmmmm... –Cristina a lo suyo, aún con los ojos cerrados.-
-¿Qué? ¿Os ha gustado?
-Magnífico. –Aplaudió Claudia, con una chispa de excitación en los ojos.-
-Yo no he mirado... –Gruñó Raúl.-
-¡Ja! ¡Pero qué mentiroso! –Laura le señaló.- ¡Si te he visto!
-Bah... –Siguió refunfuñando.- Exhibicionistas...
-No me hagas ir hasta ahí y comprobar si has mirado o no. –Amenazó su hermana.-
-¿Y como vas a hacerlo? ¿Tienes una cámara espía o qué? –Ironizó él, ingenuo.-
-Oh, es fácil. –Rió, maliciosa.- Claudia, dime, ¿La tiene dura o no?
-Pues... –Comenzó la rubia.-
-No, pero no es por eso. –Se defendió.- Es que me estaba haciendo cositas en la cabeza y claro, me he relajado y... Además sois
escandalosas y...
Las dos mujeres conscientes de la sala prorrumpieron en carcajadas, ante un suspiro indefenso de Raúl, que, como casi siempre,
perdía locuacidad en los momentos menos oportunos.

Capítulo LXIII
-Mmmm... –Cristina suspiró, con una gran sonrisa en su rostro, aún ida.-
-Sí, hija, sí, tú a lo tuyo. –Laura la zarandeó un poco, intentando traerla del mundo de Yupi.-
-Pobrecita, se la ve cansada, ha debido de tener un día duro, ¿Por qué no la dejas dormir? –Intercedió Claudia.-
-Sí, claro, ¿Y a mí quién me quita este calentón?
Los dos pares de ojos se centraron en Raúl.
-¿Eh? No, no. Yo no tengo ganas de nada, no quiero... –Se quejó él.-
-¿Me vas a rechazar? –Laura puso una cara dolida.- ¿A mí? Yo, con lo mucho que te quiero...
-Ya... –Carraspeó, tuvo la tentativa de incorporarse y marcharse del salón, pero entonces su erección sería muy visible.- Pero no, no
estoy en mi mejor momento...
-¡Ja! Pues que yo sepa solo hay dos personas que pueden tener la menstruación en esta sala, y digo dos porque una es un seudo-
hombre y la otra está embarazada. –Puso los brazos en jarra, altiva.- ¿Entonces quieres decir que no te gusto? ¿Es por eso que me
rechazas?
-Ñe...
-¿Ñe? –Laura se levantó y se acercó hasta él.- ¿Ahora hablas como los niños?
-Ñe... –Mejor decir algo ininteligible que una cosa que le pudiera suponer un problema.-
-Ni ñe ni nada. –Se inclinó hasta quedar a su altura.- A ver, ¿Qué pasa?
Entre los diversos motivos por los que Raúl no quería iniciar ningún tipo de contacto sexual en ese momento, se podían contar que le
daba algo de vergüenza tener el más mínimo contacto con otra mujer delante de Claudia, por la que sentía una ligera "fidelidad", otro,
que persistía su enfado consigo mismo por el desagradable episodio que había vivido hacía unos días, y, más actualmente, que había
quedado tan impresionado con la maestría que exhibió Laura al masturbar a Cristina que tenía miedo de no estar a la altura.
-Bueno... –Claudia recibió la onda telepática.- Creo que empezaré a preparar la cena, ya es hora... Además, cuando se despierte,
estará muerta de hambre.
Señaló con la mirada hacia Cristina, que permanecía con los ojos cerrados, probablemente dormida. Laura la ayudó a levantarse, y
pronto se la escuchó trastear en la cocina. En ningún momento los hermanos dejaron de mirarse.
-¿Qué? –Ella parecía realmente determinada.-
-No quiero...
-Venga ya... ¿Tú sabes lo malo que es para el cuerpo quedarse a medias?
-¡Ja! ¡Que no me chupo el dedo! Eso es tan falso como lo de que el orgasmo causaba tuberculosis, o trombosis, ¡Lo que sea! ¡Un
cuento de viejas! –Se incorporó, quedando bien sentado.- Si te has quedado a medias, lo siento, pero no es mi problema.
-¿Entonces me estás rechazando?
-No, pero...
-¿Con lo que eso supone para tu estabilidad económica?
-¿¡Me estás chantajeando!? –Se escandalizó.-
-Pues me demandas después. –Entrecerró los ojos, retándole.- Tú decides...
Estuvo renegando durante un rato, pero, finalmente, no pudo seguir soportando la mirada penetrante que Laura le lanzaba.
-Pero solo tu orgasmo, que yo no quiero nada.
-¿No vamos a...?
-No.
-Que soso...
-O eso o nada. –Puso el gesto todo lo serio que pudo.- Que no tengo ganas de ducharme otra vez.
-¡Será vago! –Ella negó con la cabeza.- Vale, si quieres te baño yo, como cuando eras pequeño...
-¡Eso es todavía peor!
-Oye, no lo digas como si te hiciera nada malo... Por ese entonces te respetaba.
-¿Y no me lo hacías? –Alzó las cejas.- Te recuerdo que te encantaba torturarme cambiando el agua fría a caliente, ¿Sabes el miedo
que le cogí al agua fría desde ese entonces?
-Ah, sí, es verdad... Jajaja... –La mujer se rió.- No entiendo como te puedes acordar de esas cosas, si eras un enano...
-Psé...
Raúl tragó saliva, los pechos de su hermana le quedaban cerca, muy cerca. Sus pezones habían perdido parte de la dureza, pero
seguían apuntando al cielo. Alzó una mano y atrajo a la chica hacia él, la obligó a sentarse a su lado, aprovechando la gran montaña
de cojines que antes había usado Claudia.
-Yuju... –Celebró ella.-
La verdad es que se mostraba un poco torpe y cortado, no habían sido demasiados sus escarceos con Laura en los últimos tiempos,
pese a que la tensión sexual era constante, como si de los protagonistas de una serie de la televisión se tratasen.
-No hables. –Solicitó.- Rompes la atmósfera...
-Perdón.
-Chsss...
Recostó a la mujer en los cojines. La miró a los ojos, se sonrojó. Siguiendo su instinto, acarició los pechos de la mujer, esos que tanto
le gustaban, pese a no ser demasiado grandes, eran suaves, una delicia tanto al tacto como al paladar.
Con el deseo de volver a probarlos se inclinó hacia ellos, le encantó el sabor que encontró ahí, el natural del propio cuerpo mezclado
con el de la voraz boca de la ahora dormida Cristina. Jugó con sus senos, acariciándolos con sus labios, su lengua, su mejilla... A ella
le gustaba que lamiera sus aureolas, para después terminar con un ligero toquecito en el pezón...
Mientras su boca jugaba en el pecho de la mujer, una de sus manos acariciaba el muslo de la misma, alternando con el elástico de las
braguitas, bajándolo poquito a poquito, acariciando a su paso...
En un momento dado pudo notar las manos de la mujer acariciar su espalda por debajo de la ropa, de forma muy relajada, sin grandes
arañazos, ni otros signos de pasión. Raúl abandonó, muy a su pesar, como siempre, los pechos de la mujer, acariciando sus
clavículas, su cuello, sus orejas, tan sensibles... Rechazó los besos de la mujer, así como el intercambio de miradas.
-Hum... –Fue el sonido que emitió ella como protesta por su rechazo.-
Retornó usando el mismo camino, bajando más esta vez, por su ombligo, al que dedicó buenos cuidados, por su vientre liso, en el que
buscó cosquillas, alborotando a su hermana en el proceso. Cuando llegó a la entrepierna de la mujer, sus braguitas a medio quitar
obstaculizaban su paso, se las quitó sin muchos miramientos.
Para su sorpresa, Laura se resistía ligeramente a abrir las piernas. O se estaba haciendo la difícil, o repentinamente la había asaltado
una misteriosa vergüenza. Tuvo que trastear durante un rato hasta que la mujer se relajó y se decidió a abrir las piernas, mostrándole
de nuevo ese sexo que aún llevaba grabado en su retina.
Hermoso, de piel rosa y perlada. Bello.
-Hola... –Saludó con voz coqueta.-
Sin recibir respuesta, sopló, el aire, frío y repentino, hizo que su hermana tuviera un pequeño respingo, que exteriorizó con un suspiro
largo y profundo. Acercó el rostro hasta su entrepierna, estiró la lengua hasta que su punta podía acariciar levemente las diferentes
partes de la delicada anatomía femenina. Recorrió varias veces hasta el más mínimo rincón del lugar, llevándose consigo el sabor de
lo más secreto que ahí residía, causando en el proceso el consiguiente nerviosismo en su hermana, que empezó a respirar con
dificultad, especialmente cuando las caricias se acercaban al clítoris.
Hubiera deseado acercarse un poco más y devorar ese hermoso sexo que se le brindaba en bandeja de plata, luchar, lengua contra
clítoris, en una batalla en la que él, seguramente, saldría victorioso, para al final, llevarse como premio un gemido, un temblor, y el
sabor del triunfo. Pero decidió, muy a regañadientes, decantarse por otros planes. Ante la sorpresa de Laura, se incorporó, y extendió
su mano hacia la boca de la mujer, que no tardó en comprender lo que quería.
Su boca atrapó todos y cada uno de los dedos, causándole al pobre Raúl un terrible cosquilleo en todo el cuerpo, así como las ganas
de dejarse de tonterías y penetrarla en ese preciso instante, pero resistió. Con los dedos bien lubricados, fue hasta la entrepierna de la
mujer. Sin muchos titubeos, clavó el índice lo más que pudo en su vagina, mientras que utilizaba el pulgar para someter el clítoris y sus
alrededores. No era la mejor técnica, ni la más sorprendente, ni tan habilidosa como la que ella había desplegado hacía un rato con el
anular, granjeando la secreta envidia de Raúl, pero, por otro lado, era igual de efectiva.
La mujer pronto respondió el estímulo, acompasando sus caderas, momento que él aprovechó para penetrarla también con el dedo
corazón, cosa que pareció gustarla bastante al arrancar un sonoro jadeo de sus labios. Incansable, su mano derecha penetraba la
vagina de la mujer, a veces, para descansar, detenía la penetración, dejando sus dedos bien dentro, y aprovechaba para acariciar sus
paredes vaginales por dentro, cosa que la volvía, literalmente, loca.
-Ahhh... Eso no... No vale... Me haces... –Se mordió el labio.- Cosquillas...
-Reirse es sano... –Ironizó él, incapaz de aguantar su silencio.- Mírame.
-¿Qué?
-Mírame a los ojos.
Siguiendo sus ordenes, Laura clavó sus ojos en los de su hermano. Mientras sus dedos exploraban lo profundo de su secreto, ellos no
despegaron la mirada en ningún momento, ni siquiera cuando el rostro de la mujer fue tornándose escarlata, quizás del calor interno
que reinaba en su cuerpo, quizás por otro súbito ataque de vergüenza, ni siquiera cuando él, aventurero, osó unir un tercer dedo a
aquellos que estaban en misión de exploración, en búsqueda de un orgasmo que, atraído sobretodo por las caricias que dedicaba a
sus paredes vaginales, cada vez más acertadas, parecía cercano.
-Ahhh... Más adentro... –Levantó ligeramente el trasero, deseando que así los dedos del chico pudieran ahondarla con mayor
profundidad.- Más...
Hizo un poco de fuerza, introduciendo sus dedos tan profundamente como la anatomía lo permitía, aprovechando las falanges de los
mismos para acariciar, para jugar con los músculos vaginales que no acertaban a envolver esos traviesos y demasiado finos dedos.
-Ahh... –Gimió, conteniendo en su garganta la mayor parte del grito.- Más...
Acrecentó el ritmo, cosa que ella agradeció levantando aún más las caderas, esperando lo inevitable. Hacerlo tan rápido le estaba
produciendo un ligero dolor en el bíceps, pero no cejó en su empeño, si paraba en ese momento, tendría que volver a empezar...
-Mírame. –Volvió a ordenar, puesto que la mujer, en el placer, había cerrado los ojos, sumergiéndose en su propio mundo.-
-Mmmmm...
De nuevo le sostuvo la mirada, aunque esta vez con más dificultad, instintivamente deseaba cerrar los ojos, dejarse llevar al paraíso
durante unos segundos...
-Ahhh... Ya... Ya viene...
-Salúdalo de mi parte cuando lo veas... –Murmuró Raúl, socarrón.-
-Idi... Idiota... –Rió ella, si es que a esa mezcla de jadeos y gemidos se le podía llamar reír.-
Y llegó. La chica cerró las piernas, atrapando al brazo de Raúl, realizando algo parecido a una llave de Judo que estuvo a punto de
desencajarle la extremidad al chico. Apretó mucho los labios, antes de lanzar un sonoro suspiro, como si hubiera estado bajo el agua y
de pronto hubiera comenzado a respirar. Relajada, volvió poco a poco en sí. Mientras sus dedos permanecían en el interior de su
vagina, fue consciente de que, aún en esa parte, era capaz de sentir el lejano latido de su corazón. La pareció una sensación un tanto
extraña, el cuerpo humano era algo misterioso y complejo...
-Perfecto... –Musitó la mujer.- Justo lo que necesitaba.
-Bien. –Raúl se frotó el bíceps, aún le ardía por el esfuerzo.-
No pudo evitar observar sus dedos, mojados por el flujo íntimo de la mujer, llenos de su sabor y su aroma... Si no se los llevo a la boca
fue simplemente porque, sorprendiéndole, su hermana tiró de él hasta obligarle a tumbarse encima suya. De la misma forma que
hacía Claudia siempre que compartían lecho, le "obligó" a colocar la cabeza entre sus pechos, notablemente más pequeños que los
de la alemana, y, así, mientras le acariciaba el rostro, estuvieron juntos durante un buen rato.
¿Por qué hacían las mujeres eso? ¿Es que acaso Raúl tenía un sonar especial que las hacía activar un oculto instinto maternal?
¿Quizás eso ocurría siempre con las personas que te querían mucho?
-"Bueno..." –Pensó, mientras se volvía a centrar en sentir la respiración y el ritmo cardiaco de la mujer, notando el calor de su cuerpo.-
"Mejor ser maternal que violento..."
Un rato después el abrazo de su hermana se aflojó, no estaba dormida, pero si en un estado de relajación total, decidió dejarla ahí,
tranquila como estaba. Se dirigió al baño, donde se lavó las manos y la cara, refrescándose de paso, haciendo que la ya dolorosa
erección que acusaba se redujese poco a poco. Había algo en los ojos de Laura que no le gustaba, o mejor dicho, le gustaba pero le
aterraba al extremo, eran unos ojos demasiado amorosos como para ser los de una hermana, ese tipo de miradas no eran... Sanas.
Quitándose esos pájaros de la cabeza, se dirigió a la cocina, no sin antes echar un vistazo al salón desde el marco de la puerta,
viendo como Laura seguía prácticamente en la misma posición, pero Cristina, de vuelta al mundo real, estaba sentada en el sofá, con
la vista perdida.
-¿Todo bien? –Fue el saludo de Claudia cuando entró en sus dominios.-
-Objetivo cumplido... –Suspiró.- Es duro ser el hombre de la casa...
Ambos no pudieron evitar reírse antes de continuar preparando la cena.

Capítulo LXIV
Antes de lo que a Raúl le hubiera gustado sus días de vacaciones empezaron a menguar. De prisa y corriendo, terminó los trabajos
que, teóricamente, debía entregar tras las vacaciones y que, gracias a su nada rutinaria existencia, había olvidado por completo. Aún
así, tuvo tiempo para quedar un par de veces con su grupo, sin mayores incidentes o altercados. Lo único reseñable fue que las
"Cosas" que Marta debía contarle eran que, finalmente, había "estrechado lazos" con el chico que le llamaba la atención.
-Eso está muy bien. –Levantó su botellín de cerveza.- Felicidades.
-No, no... –Ella se apresuró a retomar la palabra antes de que todos brindaran.- Es que cuando lo conocí un poco mejor...
-No era tu tipo. –Ana asintió, como si a ella le ocurriera diariamente.-
-Sí, pero... –La sonrisa de Marta se amplió.- Conocí a uno de sus amigos y...
-Jo... –Nadia reprimió la sonrisa.- Y luego la promiscua soy yo...
Se rieron escandalosamente, justo a tiempo de evitar que Marta utilizara el láser ocular, que toda mujer lleva implantado en sus ojos,
para desintegrar a la pelirroja.
Volver a la estación fue, si cabe, más fatigoso y ácido que nunca. No solo se despedía, otra vez, de todo lo que le hacía minimamente
feliz, sino que, y su auto-infundido espíritu de caballero le torturaba por ello, la idea de dejar a Claudia le horrorizaba. Aún así, fue la
propia alemana la que más efusivamente se despidió, buscando no preocuparle en lo más mínimo, deseándole que siguiera con los
buenos resultados de hasta entonces.
No aguantó ni un mes.
Su constante preocupación no hacía más que convertirlo en un baúl flotando sobre un lago de aceite, apenas si conciliaba el sueño,
las clases eran un infierno... Gracias a una conversación mantenida con una de las personas con la que mayor afinidad llegó a tener
en la universidad, y su contundente máxima de "Si crees que en tu ciudad hay algo más importante que lo que estás haciendo aquí y
ahora, ¡No sé qué haces en este lugar!", fueron cruciales para que su determinación alcanzara el punto de hacer sus maletas y coger
el primer tren de vuelta.
-¿Pero qué haces tú aquí?
La cara de sorpresa de Laura fue lo primero que vio, no le había dado tiempo a girar la llave, esta apareció, avisada por el metálico
sonido de la cerradura. Pidiendo pasó, dejó las maletas y demás bolsas en la entrada, dirigiéndose, cabizbajo, al salón.
-¡Te he hecho una pregunta!
-Sí... Bueno... –Se sentó en el sofá, observando a su hermana, aún en pijama, si es que a esas exiguas prendas se le podían llamar
pijama.- Es que, verás...
Nervioso, no pudo evitar que sus piernas se movieran, descontroladas.
-He decidido volver. No... No podía quedarme ahí, sin hacer nada. –Suspiró lastimeramente.- Me estaba volviendo loco...
Laura se tomó su tiempo para responder.
-¿Y la universidad?
-Puede esperar... Haré trabajos o recuperaré, o...
-Bien, ¡Esto es perfecto! –Enfadada, se levantó, haciendo aspavientos.- ¿Ahora me estás diciendo que vas a echar todo el año a
perder? ¡Te has vuelto loco!
-Claudia... Ella está...
-Sí, ya lo sabía yo, ¡Estaba segura de que esto pasaría! –Golpeó con furia el respaldo del sofá.- Mi hermanito el imbécil y sus
aventuras...
-Pero está en la recta final, ¡No puedo dejarla sola!
-¿Quién está sola? –Cuando uno levantaba la voz, el otro respondía alzándola aún más.- Cristina y yo estamos permanentemente a
su lado.
-Pero...
-Pero nada. –Gruñó y volvió a golpear el sofá.- Odio cuando te sale el complejo de caballero con brillante armadura que debe ir
repartiendo amor y bondad por el mundo, es... Es...
-Perdóname por no ser un cabrón insensible. –Repuso él, ácidamente.-
-A veces hay que serlo para no ir contra tus propios intereses. –Laura le dedicó una mirada cargada de ira y preocupación.-
Su hermana estuvo un rato deambulando por el salón, pensativa. A veces murmuraba algo en voz baja, ordenando pensamientos o
simplemente mentando la estupidez que Raúl podía llegar a demostrar en algunas ocasiones. Aún así, finalmente pareció que su
enfado se desinfló, porque se lanzó pesadamente al sofá y lanzó un gran suspiro.
-Estoy muy decepcionada contigo. –Murmuró seriamente, clavándole ese par de ojos que nunca o casi nunca así le miraban.- Se
supone que tú eres el responsable de esta casa...
-Pero...
-Está bien. –Rebajó su expresión formal hasta alcanzar una más normal en ella.- Entiendo que son circunstancias especiales... Y a lo
mejor estoy siendo demasiado blanda por ello... Se supone que yo debo darte ejemplo y tal...
-Se supone... –Ironizó él, más relajado al ver como su hermana volvía a ser ella misma tras los minutos de malas caras y gruñidos.-
-Aún así, no vas a estar aquí sin hacer nada.
-Por supuesto que no.
-Si antes de Septiembre no has decidido que hacer, ya sabes. –Ella amplió su sonrisa, peligrosamente agradable.-
-¿Qué quieres decir? –Se temió la respuesta.-
-A la calle.
-¿Qué? ¿Me echarías? Venga ya, tu nunca harías algo así...
Laura arqueó las cejas, en un claro "¿Qué apostamos?".
-Estoy siendo salomónica... –Le tiró uno de los cojines del sofá, dado que el chico estaba completamente pasmado.-
Lo que a Raúl le preocupaba no era el hecho en sí de que le echara, sabía que, por ejemplo, si le pidiera asilo político a Claudia, o
incluso a Cristina, podría lograr fácilmente reasentarse. Pero lo que le angustiaba profundamente era la posibilidad de que hermana,
que de una manera u otra había cuidado de él desde siempre, se alejara de él.
-"Bueno, no importa, para Septiembre ya estará todo en orden." –Su cerebro segregó endorfinas, como si el cojín que le acababan de
tirar a la cara estuviera lleno de chocolate, y pudo mostrar una tímida sonrisa.-
-Ah... –Respiró profundamente.- Qué difícil es ser una hermana responsable...
-Oye, ¿Y tú qué haces aquí? –Se dio cuenta en ese momento.- ¿No se supone que deberías estar trabajando?
-Es que estaba estresada... –Puso voz de niña.- Y me tomé la mañana libre...
-Ya... ¿A qué hora te acostaste ayer?
-Pues... Sobre la cuatro... –Le sacó ligeramente la lengua.- Es que no tenía sueño, y como Cris se quedó en casa de Claudia...
-¿Y por qué no fuiste tú?
-Una mujer necesita intimidad de vez en cuando. –Farfulló ella, empezando a irritarse por tanta pregunta.- Ya sabes, disfrutar de tu
espacio vital, el silencio... Esas cosas.
-Claro, claro. –Negó con la cabeza.-
-Ufff... –Laura se frotó los hombros.- Tengo la espalda destrozada...
Estuvieron en silencio durante un rato, su hermana le miraba, con ojitos inocentes, expectante.
-¿A qué esperas? –Vociferó cuando asumió que él no iba a hacer nada.-
-¿Eh?
-Dame un masaje. –Señaló su espalda.- Y de los buenos.
-No me apetece darte un masaje ahora, estoy cansado por el viaje en tren y...
-Oh, quizás donde dije Septiembre debería decir Agosto... –Canturreó ella.-
-Vale, vale... –Suspiró.- Siempre con chantajes... Pero nada raro, ¿Vale?
-Sí, sí. Pero ten cuidado, de verdad que estoy fatal...
Raúl observó el sofá, no parecía el sitio más cómodo para un masaje, por muy corto que fuera. Se lo pensó unos instantes antes de,
temeroso, dijo que lo mejor era que fueran a su cuarto, donde tendrían más libertad. Cuando llegaron, Raúl se dio cuenta de una cosa
significativa, la cama de su hermana no estaba desecha, eso, para una mujer como Laura, que no había hecho su cama en toda su
vida, significaba una cosa, no la había utilizado.
-¿Dónde has dormido?
-¿Eh? –Comprendió a lo que se refería cuando este señaló la cama.- Ah... Bueno... En el sofá.
-¿Y eso?
-No sé, supongo que me quedé traspuesta.
-Bueno, túmbate... –Laura hizo ademán de quitarse la parte de arriba del "pijama" que llevaba.- ¡No hace falta que te desnudes!
-Venga ya, como si fueras a ver algo nuevo... –Rió ella.- ¿No me digas que te has vuelto pudoroso?
Estuvo un rato trasteando en el baño de Laura, hasta encontrar el bote de aceite, curiosamente era una loción recomendada para
bebés, preferido de su hermana. Mientras se lavaba las manos observó su reflejo en el espejo, las ojeras se le marcaban claramente,
necesitaba unas horas más de sueño para dejar de ser un cadáver humano...
-¡Ay! ¡Tienes las manos heladas! –Refunfuñó su hermana.-
-Como tu corazón... –Soltó él por lo bajo, sarcástico.-
-¿Decías algo?
-No, nada...
Despojada de la camiseta que la vestía, su hermana quedó tumbada boca abajo, mostrando su bonita y moldeada espalda, sus
hombros, su cuello... Como única prenda que la cubriera en ese momento llevaba un pantaloncito corto en el cual se marcaban por
completo sus inigualables nalgas, un trasero de campeonato, sin duda. Raúl meneó la cabeza para apartarse esos pensamientos y
procedió a cumplir el deseo de la mujer. No era el mayor especialista del mundo en masajes, pero Cristina, que sí sabía algo del tema,
le había enseñado lo básico para conseguir relajar a la persona que tuviera entre sus manos.
Notó que, efectivamente, Laura tenía algo de tensión acumulada en el cuello. La sensación que percibía al notar la piel de la mujer
deslizarse bajo sus lubricados dedos le producía una singular relajación a él también. ¿Sentiría ella lo mismo?
-Mmmmm... –Era el sonido dulce y pausado que emitía la mujer de vez en cuando, reconfortada por las caricias que recibía.-
Raúl se centró en su trabajo, le gustaba "dibujar" en la espalda de Laura, escribir palabras, en definitiva, sentirla viva bajo sus manos...
Pasaron largos minutos, en los cuales estuvo tan metido en su labor que no se dio cuenta de que, en algún momento de la sesión, su
hermana se había quedado completamente dormida.
Sonrió.
Ver a alguien mientras duerme es singular, como su cuerpo oscila con su respiración, el movimiento de sus ojos bajo los párpados, las
muecas que se dibujan en su rostro... Raúl estuvo observándola un rato, mientras pensamientos anárquicos como "Es una lástima que
sea mi hermana", cruzaban por su cabeza. Realmente Laura dejaba mucho que desear en grandes aspectos, era infantil,
irresponsable, no sabía cocinar, no había limpiado en su vida y era gruñona. Pero, por otro lado, también era justa, una gran
profesional, una buena amante, divertida, cariñosa y, cuando no tenía que fingir para nadie, incluso era tierna e inocente.
El joven cogió la colcha y la echó por encima de su hermana, deseando que no cogiera frío estando medio desnuda. Por el pasillo se
dio cuenta de cuan agotado estaba él mismo, los párpados se le bajaban por sí solos.
-"Una cabezadita..." –Murmuró para sí mismo.- "Cinco minutos y me levanto..."
Mientras penetraba en su habitación, vislumbró como sus sábanas estaban desechas, al tumbarse, pudo comprobar como aún
guardaban cierta calidez, como si alguien hubiera utilizado ese lecho hacía tan solo unos minutos. Mientras se desvestía pesadamente
se dio cuenta de que incluso el perfume grabado en esos trozos de tela tenía la delicadeza y la fineza del aroma a mujer. Aún así, con
todo eso en su cabeza, Raúl no fue capaz de razonar, estaba tan cansado...
-"Cinco..." –Bostezó.- "Minutos..."
Continuará.

PD. Bueno, pues ahora que estamos en Navidad, no sé si entre empachos familiares (Uno debe cumplir sus obligaciones) podré
escribir mucho más, aunque intentaré sorprenderos. Esta entrega está dedicada a Verónica, que ya era hora. Y bueno, ya que
estamos, aprovecho para felicitaros las fiestas (¡Feliz Navidad!) y, a las chicas, recordarles que el liguero nunca falla... (Iván en modo
fetichista). ¡Un placer!
Capítulo LXV
En algún momento de su sueño, apareció ante él una gran figura resplandeciente que le abrazaba y le hacía sentir reconfortado y
seguro, una figura de la que le hubiera gustado no separarse jamás, era tan vivificante...
Mientras volvía poco a poco al mundo de los despiertos, Raúl fue consciente de que esa sensación que había dibujado en su sueño
no era tan onírica como le parecía. Aún en duermevela, al abrir los ojos, pudo dibujar el sinuoso contorno que el torso de una mujer
desplegaba. Ella le rodeaba con los brazos, aún podía percibir la fragancia del aceite, mezclado con el de la propia mujer, una buena
combinación.
Observó como la puerta de su habitación estaba abierta, y en el suelo de la misma, la colcha que le había puesto por encima a Laura
y que probablemente había arrastrado mientras cambiaba de cama, más dormida que despierta. Aún así, ¡Qué bella era! Dormía
profundamente, con respiraciones largas y cálidas, podía notar el calor de su cuerpo, era una sensación que no le incomodaba en
absoluto.
-"¿Qué haces aquí?" –Le preguntaba a la mujer telepáticamente.- "¿Has venido porque así lo quisiste o es que ahora eres
sonámbula?"
Aún así, le daba tanta pena despertarla que prefirió quedarse tal y como estaba, sin moverse ni un ápice, cerrando él mismo los ojos,
buscando poder conciliar un nuevo y bonito descanso.
Podía acariciar la espalda de la mujer con la yema de los dedos, la suavidad que por naturaleza tenía la piel de su hermana se veía
acrecentada tras el masaje, y, como si fueran una autopista de sensaciones, sus dedos seguían corriendo en busca de más. Podía
percibir el busto de la chica, atrapado entre sus cuerpos, más apretado aún cada vez que los pulmones de la mujer se hinchaban con
el aire...
¿Cuánto tiempo estuvieron así? A Raúl le pareció un minuto, pero fueron más de un par de horas. Ella finalmente despertó, poco a
poco, igual que una niña que primero abre los ojos, luego se despereza y después, solo después, reinicia su cerebro y empieza a ser
consciente de lo que le rodea.
-Hum...
-Buenos días... –Murmuró Raúl con voz lejana.- O tardes, debería decir.
-Vaya... Menuda siesta... –Se estiró.- Y... ¿Qué haces aquí?
-Es mi cama.
-Oh... ¿Y que hago yo aquí? –Parpadeó un par de veces.-
-Tú misma lo has dicho. –Tampoco iba a montar una pelea porque su preciosa hermana hubiera abordado su lecho mientras dormía.-
Echar la siesta...
-Ah... –Era en esos momentos cuando más le gustaba, se mostraba tan tierna y susceptible, tan delicada e inocente... Después,
conforme volvía a la normalidad, perdía parte de espontaneidad.-
-¿Has tenido bonitos sueños? –Preguntó, meloso.-
-Pues... Sí. –Asintió, mientras frotaba sus antebrazos, notando el cambio de temperatura al haber abandonado las sábanas y,
sobretodo, el protector abrazo que ambos habían compartido.-
-Me alegro.
-Estando tan bien acompañada es fácil... –Esta vez fue ella la que adoptó un tono de voz dulce y sosegado.-
-Ojalá todos los despertares fueran así.
Y de nuevo, algo ya repetitivo en sus vidas, se produjo un gran silencio, en el que simplemente se observaron mutuamente.
-Oye... –Fue ella la que lo rompió.- Hay una cosa que quizás debería decirte...
Pero sus palabras fueron interrumpidas por un gutural sonido proveniente de su estómago. ¡Sus tripas rugían de hambre! Y Raúl
tampoco estaba precisamente saciado, se encontraba igual de famélico que su hermana.
-Vaya, parece que antes de hablar tendré que hacerte algo de comer. –No pudo evitar contener un par de carcajadas.- Espero que
tengas algo decente en la nevera...
-Pues no creo, llevo dos semanas comiendo en restaurantes...
-¿Qué? Por favor, eres un desastre...
-Lo admito. –Asintió pesadamente, dejando pasar el otro asunto del cual deseaba hablar.- Venga, ¡Pidamos una pizza!
-Que horror...
-¡Ey! No te atrevas a insultar a la industria pizzera de este país, nos traen comida a nuestra casa sin tener que movernos lo más
mínimo, cuantas noches de pereza han surtido con sus nutritivos alimentos...
-La última vez me trajeron una pizza de esas con piña, y yo había pedido una barbacoa, desde entonces, ¡Ni una más!
-Venga ya, por un fallito de nada...
-¿De nada? Yo y Felipe estuvimos a punto de morir intoxicados... Ese sabor... –Tan solo recordarlo le hizo sentir arcadas.- Aún lo tengo
pegado al paladar...
-Déjame, que te lo quito.
Como si tal cosa, Laura llevó sus manos a las mejillas de su hermano, para después plantarle un soberano beso y, sin permiso,
penetrar con su lengua en lo más recóndito de su boca.
-¿Ya?
-Eh... –Estuvo unos instantes desconcertado.- Pues...
-Si quieres sigo...
Raúl sonrió, por muy tierna e inocente que pareciera al despertar, seguía siendo igual de pervertida y lujuriosa que siempre, pudiendo
encontrar de forma reiterada la forma de sacarlo completamente de sus casillas. ¡Menuda hermana le había tocado!
Una vez comidos, ambos fueron a casa de Claudia, estudiando durante el trayecto el plan a seguir, dado que consideraron que no era
nada conveniente decirle a la embarazadísima mujer que había dejado temporalmente la universidad por ella. Al final se decantaron
por la excusa más fácil y menos convincente, "una excedencia temporal". Claudia, que de ingenua no tenía ni un pelo de su dorada
melena, captó al instante todo lo que sucedía, pero su sentido común fue menos fuerte que el gran deseo instintivo que sentía por
tener a Raúl a su lado, se sentía más segura, más tranquila, más maternal.
-Bueno, yo me voy a pasar por la oficina a ver que tal van las cosas... –Laura puso su tono profesional estándar.- Ya sabéis, una se va
un rato y se vuelven todos locos...
-Que te vaya bien. –Claudia, tan amable como siempre.-
-Nos vemos luego. –Raúl jugueteaba con el mando a distancia y el teletexto, aburrido.-
-Oye, Claudia... –Laura les habló desde la puerta.- ¿Y ahora que el hombrecito de la casa está aquí, no harás eso?
-¿Eso? –Raúl salió de su limbo digital.- ¿De qué habláis?
-Eh... –La rubia pareció ligeramente nerviosa.- No, nada...
-Oh, venga, si estabas diciéndolo como una cacatúa...
-No, pero, de verdad, ya no hace falta.
-¿Cómo se llamaba? ¿Entrenamiento al parto? ¿Preparación al nacimiento? –Su hermana volvió a reírse, ya había abierto la puerta.-
Creo que deberíais hacerlo, suena divertido, además, así os entretenéis. ¡Hasta luego!
El sonido de la puerta al cerrarse fue el inicio de un pequeño periodo en silencio. La mente del joven reaccionó rápidamente, viniendo
a sus retinas las imágenes que asociaba a "Clases de preparación al parto", todas sacadas de la televisión, mostrando ejercicios
absurdos y hombres aburridos... Reprimió un gritito asustado.
-Bueno... No era nada del otro mundo... –La alemana se apresuró a desmentir el entusiasmo que Laura le había atribuido.- Solo lo dije
un día, y no es como para...
-¿Quieres ir? –Enrojeció ligeramente, aunque lo que más le costó fue hablar con claridad cuando una vorágine de imágenes seguían
surcando sus retinas.- Digo... ¿Es importante para ti?
-Pero si no hace falta... –Intentó camuflar su respuesta con una sonrisa, pero Raúl ya había compartido cama con ella suficiente
tiempo como para saber cuando estaba sobre actuando.-
-Decidido, iremos. –Exclamó con toda la determinación que pudo acumular, pese a que ya intuía lo arriesgado de esa declaración.-
-¿No te molesta?
-No, que va... –Puso los ojos en blanco aprovechando que la mujer estaba de espaldas a él.- Seguro que es constructivo...
-¡Gracias! –Se volvió para abrazarle intensamente, demostrando que en realidad le hacía más ilusión de la que había querido revelar.-
¡Gracias, gracias!
-De... De nada...
La mujer le estuvo abrazando durante un rato más, diciendo cosas como "Si es aburrido lo dejamos" o "Tampoco tienes que
acompañarme todos los días". Cuando se separaron, Raúl miró fijamente el escote de la mujer, tan descaradamente que esta,
divertida, le llamó la atención.
-¿Qué es lo que miras que tanto te gusta? –Rió ella.-
-Pues... Tu... Tus... –Señaló hacia los pechos de la mujer.-
Ella se miró, percatándose inmediatamente de qué era lo que había sorprendido al chico. Un par de manchas de humedad se
extendían en la camiseta en los dos puntos que estaban cubriendo sus aureolas.
-Oh, vaya, ha vuelto a pasar. –Murmuró, ligeramente molesta.- Iré a cambiarme...
-Espera, espera... –Raúl la detuvo.- ¿Eso es...?
-Sí, a veces pasa porque sí, otras al mínimo roce... Supongo que habrá sido por abrazarte con tanto entusiasmo. –Lanzó una gran
bocanada de aire, como si el asunto ya la aburriera.- Es molesto tener que ir pendiente de no manchar... Siempre tengo que llevar ropa
de recambio cuando salgo...
-Pero... Ya... –Su léxico se había visto drásticamente recortado a causa de la impresión, pero incluso eso a la rubia le pareció tierno. Él
era un tipo afortunado.- Ya te ha...
-No, aún no me ha bajado la leche, si es eso lo que quieres saber. –Le acarició la cabeza ligeramente.- Esto solo pasa de vez en
cuando...
-Entiendo...
-Cierra un poco la boca. –No pudo aguantar la risa y finalmente se marchó a cambiarse, mientras, desde el pasillo, le lanzaba una
última frase.- ¿Tanto te excita pensar en eso como para que se te caiga la baba?
Recuperado del sobresalto, Raúl se amonestó duramente por haberse impresionado tanto por algo "normal" en la vida de una
embarazada. Si había vuelto era para apoyarla, no para dar pie a situaciones así... Tenía que concienciarse seriamente...
-"Se veían tan..." –No podía evitar pensarlo.- "Apetecibles..."
Casi a hurtadillas, se acercó al cuarto de la alemana, donde esta se cambiaba con la puerta abierta, con la misma naturalidad de
siempre. En ese momento reemplazaba la parte de arriba, dejando al descubierto sus sobredimensionados senos, con esas aureolas
y esos pezones ligeramente más oscuros de lo normal... Era un magnetismo tal el que sentía por esa parte especifica de la anatomía
de la mujer que llegó a pensar que simplemente era un fetichista descontrolado, más tarde simplemente cayó en la cuenta de que
cualquier persona se volvería loca con semejante delicia delante y, sobretodo, a su alcance.
En unos pocos días, merced a los contactos de Cristina y a su boyante situación económica, consiguieron plaza en uno de los cursillos
de preparación al parto que se impartirían en un centro deportivo de la ciudad.
Desde el primer momento, Raúl supo que lo iba a pasar mal. Él era vergonzoso por naturaleza, salvo los puntazos de coraje que le
daban en momentos muy concretos, y ese sitio era un simposio donde se podrían dar docenas de situaciones alarmantemente
vergonzantes para él.
El sitio estaba muy bien, una gran sala con espejos, todo limpio y con bonitas colchonetas apiladas en las esquinas. Raúl supuso que
ese lugar lo usarían para hacer yoga a otras horas del día, se respiraba tranquilidad. Pese a todo, les llevaron a otra sala, con cuatro
hileras de sillas frente a la pantalla de un proyector, y una pequeña tarima donde una mujer les esperaba.
-Bueno, me presento, me llamo Rocío, y seré vuestra monitora.
Casi tuvo que entrecerrar los ojos para que la sonrisa luminosa de la mujer no le dejara ciego, ¿Tendría algún acuerdo comercial con
una marca de blanqueante dental? Raúl reprimió el chiste en su fuero interno, intentando mantenerse sereno y cuerdo. La monitora
era una mujer de treinta y pocos, morena, con una buena figura, en especial unas caderas de vértigo y un escote bien abultado y en
su sitio. En otra situación le hubiera parecido una mujer atractiva, pero desde el primer momento, antes incluso de que su sonrisa le
cegara, tuvo un mal presentimiento con ella.
-"Intuición masculina..." –Se dijo.-
-Me alegra ver que seremos un grupo pequeño. –Rocío recorrió con la mirada a las siete parejas que habían tomado asiento a su
orden.- Así podremos trabajar con más calma y os podré dar una atención más personalizada.
Estuvo un rato, sorprendentemente largo, presentándose. Tras esos largos minutos, cualquiera de los presentes habría podido hacer
una biografía sobre ella. Poniendo especial énfasis en decir que estaba casada y que tenía cuatro hijos.
-"Las tres primeras fueron niñas, pero yo quería un niño, así que..." –Les había comentado, soltando una risita extraña después.-
También les pasó sus títulos y hojas de trabajo, demostrando que estaba perfectamente cualificada para la labor, no solo desde su
perspectiva de madre experimentada, sino desde el punto de vista profesional.
-Y ahora que nos conocemos... –Exclamó, como si hubiera hablado alguien más que ella.- A ver, chicas, ¡Qué levanten la mano las
primerizas!
Cinco de las chicas, entre ellas Claudia, la levantaron. Las dos mujeres restantes iban a por su segundo y su tercero, respectivamente.
-Bien, bien. –Esta expresión la usaría mil veces durante el cursillo, todas de una forma estridente y súper feliz, tanto que a Raúl le dio
pie a pensar que había tomado alguna sustancia "especial" antes de salir de su casa.-
Y más charla. Les indicó que el curso constaría de varias clases teóricas, donde tocarían temas como "Paternidad responsable",
"Anatomía", "Parto" y "Puericultura". Así como lecciones de relajación, respiración y gimnasia adaptada al embarazo. También les
detalló que les daría tablas de ejercicios para hacer después del parto.
Ella hablaba y hablaba, con el mismo tono silvestre y dulzón que a Raúl le irritaba, finalmente, incapaz de mantener la atención, dejó
correr su mirada por las otras parejas. Él era, con diferencia, el más joven. El que más parecía acercársele le sacaba tres o cuatro
años, y el hombre más mayor, aparentaba rondar los cincuenta. Entre las mujeres, las edades iban desde los ventipocos hasta los
treintaymuchos. Una de las chicas estaba acompañada por otra mujer, ¿Lesbiana o una amiga?, finalmente Raúl descubrió que se
trataba de una amiga, dado que su pareja no podía (O quería) acompañarla. Mientras que las chicas prestaban muchísima atención,
salvo, quizás, las que no eran primerizas, que asentían de vez en cuando, corrigiendo o alabando la labor de la monitora, sabedoras
del tema. Los hombres, por su lado, hacían duros intentos por no caer en el sopor, varias veces se topó con la mirada de alguno de
ellos, que hacían exactamente lo mismo que él, buscar una distracción urgente.
Finalmente, Rocío dejó de hablar, les repasó a todos con la mirada y, Raúl lo habría jurado, posó su mirada un segundo de más en
Claudia y él.

Capítulo LXVI
-Ha estado bien, ¿Verdad? –Comentaba Claudia, una vez terminada la maratoniana sesión.-
-Apasionante... –Murmuró Raúl, disimulando la ironía como pudo, que era poco después de escuchar una hora y pico de retahíla sobre
los cambios en la pareja que producía el embarazo, sobre la educación del niño, y sobre las metas que los padres se proponían ante
su nueva paternidad.-
-No te preocupes, la próxima clase es práctica, seguro que es mejor. –Le animó ella, risueña.-
-No, si no me preocupo. –Se excusó él, intentando parecer agradable.- Es que la monitora, ¿Cómo se llamaba?, es muy... Especial.
-¡Qué dices! ¡A mí Rocío me ha parecido un encanto de mujer! –Le rebatió la alemana, concienzuda.- Además, ¿Te has fijado en lo
bien que estaba?
-Eh... –El joven temió que fuera una pregunta trampa.- No, no la he mirado bien...
-Pues sí que lo estaba, y a tenido ¡Cuatro hijos! –Una de las manos de la mujer se posó sobre su abultado vientre.- Y yo que ya tengo
miedo de cómo quedaré después...
-Tonterías... –Le regaló una de sus sonrisas.- Estabas bien antes, estás perfecta ahora, y después... No quiero ni imaginármelo, que
me conozco y no creo que pueda aguantar hasta casa.
-Cómo eres... –Fue el reproche de la alemana, que, sin embargo, acentuó su sonrisa.-
Ese mismo día, cuando estuvieron en la casa de la alemana, esta se lanzó apasionadamente sobre él, desnudándolo antes de que
pudiera decir "Espera, espera, que me quito los pantalones yo solo". Se mostró más lujuriosa y encendida que de costumbre, llevando
en todo momento el mando de la situación.
-¿No puedes seguir mi ritmo? –Le retaba.- ¿Quién está embarazado? ¿Tú o yo?
-Si me dejaras... Res... Respirar... –Se quejó él, haciéndose el muerto.-
Notaba el sexo de la mujer, húmedo y caliente, sobre su muslo. Ella le aprisionaba con los brazos, lanzándole una mirada socarrona y
flamígera, invitándole a liberarse. Los colosales senos de la alemana quedaban a pocos centímetros de su boca, pero, cuando se
intentaba incorporar para alcanzarlos entre sus labios, ella le torturaba apartándose, acrecentando su mueca de satisfacción.
-El problema es... –Se deshizo del abrazo de la mujer, con la colaboración de esta.- Que a mí me gusta estar encima.
-¿De mí o de todo? –Preguntó ella, con fingida inocencia.-
-De todo... –Soltó una carcajada.- Pero de ti en especial.
Recuperando su puesto, se lanzó hacia los labios de la mujer, besándola, primero vertiginosamente, después con dulzura, ella,
juguetona, llegó a morderle, amonestándole por sus cambios aleatorios.
Raúl jugueteó con los senos de la mujer, acariciándolos con su rostro, evitando que sus labios coincidieran con los pezones, cosa que
ella parecía estar deseando. Exhaló una gran bocanada de su aliento sobre estos, la alemana se estremeció.
-"Me encanta que estén tan sensibles..." –Pensó él, mientras una de sus manos los acariciaba.-
Era genial atraparlos entre sus dedos, acariciarlos con la yema, y ver como ella se deshacía de placer. Sentía en su fuero interno la
tentación de morderlos, de portarse "mal", pero sabía que en ese momento, pese que la excitación subiera el umbral del dolor, no era
lo indicado, ahora solo debía acariciarlos, lamerlos... En definitiva, adorarlos. Se imaginó a sí mismo como uno de esos hombres
primitivos que esculpían trozos de madera con las sinuosas formas femeninas, "Diosas de la Fertilidad". Pues si alguien quería una
Diosa de la Fertilidad en ese momento, Claudia cumpliría todas las expectativas.
-Mmmm... –Gimió ella, bajito, cuando los voraces labios de Raúl se posaron en uno de sus pezones. Las manos de la mujer hacían un
revoltijo de su pelo.-
No tardaron mucho en mostrarse firmes y duros. Raúl habría jurado que, cuando le dedicó un último lametón, un sabor único y dulzón
había llegado a su lengua.
-Me toca, me toca, me toca. –Advirtió ella, incorporándose de nuevo y obligando al joven a tenderse en la cama.-
Gateó hasta colocar su rostro sobre el miembro del joven, bastante vertical a esas alturas. Lo cogió con una mano y lo sacudió
ligeramente.
-Despierta, despierta... –Ronroneó ella.- Debes estar a la altura...
Raúl soltó una sonora carcajada. La rubia, guiñándole el ojo, se inclinó y engulló el mástil de carne del chico, que suspiró, notando el
tan agradable tacto de los labios y la lengua de la mujer. Como en otras ocasiones, ella no mostraba gran experiencia en esa labor, por
motivos obvios, aún así, a él le daba absolutamente igual. Siendo una primeriza o una prostituta de un bar de marineros, la sensación
era prácticamente la misma, y él, aunque no solía ni predícelo ni forzarla a hacerlo, tampoco iba a rechazar un "trabajito" de la
alemana, en el que, además, se estaba esmerando bastante.
Ver como la delicada boca de Claudia engullía su miembro enhiesto, le hizo sonreír y sentirse tremendamente afortunado. Le ponía
ganas, pese a que todo quedaba resuelto cuando, al incorporarse ligeramente Raúl, podía ver como los senos de la mujer colgaban,
siguiendo el ritmo de sus labios. Era una visión sublime.
-¿Tan obsesionado está el señorito que ni cuando le hago esto puede dejar de mirarme el pecho? –Murmuró ella, en uno de los
descansos que hizo para respirar, aderezándolo con una mirada divertida.-
-Si, lo siento, es que... –Se le escapó un ligero jadeo cuando ella volvió a su labor.- Soy un enfermo... Pero... Tengo poderosas
razones... Dos poderosas razones...
-Me siento una mujer objeto... –Rió ella, liberando su miembro durante un par de segundos.-
Su capacidad de aguante empezaba a no ser suficiente, y notaba los evidentes signos de que su corrida era inminente.
-Cla... Claudia... –Jadeó, cuando notó que no podría más.-
-Mmmm... –Fue el único sonido que emitió ella.-
-Creo que... Si no paras... Yo...
Advertida, la rubia siguió. No mucho después, el cuerpo de Raúl fue sacudido por un espasmo de placer, al tiempo que su miembro
expulsaba un buen par de chorros de esperma. Para su sorpresa, Claudia no se apartó ni siquiera al final, pudo notar como en su boca
se acumulaba el semen, mezclado con su saliva, y como su lengua seguía acariciándole el glande. Eso último estuvo a punto de
hacerle terminar otra vez. En medio de un excitante sonido gutural de la mujer.
Finalmente, la rubia tuvo que abandonar el miembro del ahora complacido joven, para escupir discretamente, en uno de los pliegues
de las sábanas, los fluidos que aún mantenía en la boca.
-Sí... –Suspiró Raúl, en el limbo del placer.-
Ella se incorporó en la cama, hasta quedar tendida a su lado, observándole con esa sonrisita simple y radiante que suele cubrir los
segundos posteriores a un orgasmo.
-No tenías... –Murmuró él, volviendo poco a poco.- Que hacerlo... Sé que... No te gusta...
-Bueno... –Sonrió.- De vez en cuando no está tan mal.
Raúl, entreabriendo uno de sus ojos y observándola, pensó en si era que de verdad ella había querido hacerlo o era algo así como el
pago de la mujer por su compañía en las clases de preparación al parto. Disipando todos esos pensamientos de su cabeza, intentó
incorporarse para hacer "su trabajo", pero la mujer no le dejó, como de costumbre, acomodó al chico entre sus senos y le abrazó
amorosamente.
-Tranquilo... –Murmuró ella, con voz deliciosa.- Para lo demás ya habrá tiempo, ahora relájate...
Ni aunque un harem de preciosas señoritas le hubiera solicitado su presencia habría abandonado ese cálido y placentero abrazo.
Como de costumbre, su "relajación" llegó al punto de acabar medio dormido, siempre con una sonrisilla satisfecha en el rostro.
Las siguientes clases fueron confirmando los recelos que Raúl tenía sobre Rocío, la monitora. Por poner algún ejemplo, uno de los
días que tenían clase en la sala de los espejos, la mujer les recibió con una mirada especial, la misma que ponía siempre que los veía
a ellos en particular.
El joven intentó ignorarla observando a las otras parejas, la verdad es que las mujeres embarazadas vestidas con ropa deportiva, la
mayoría con mallas flexibles pero ceñidas, que dejaban poco a la imaginación y convertían sus cuantiosas curvas en un deleite para la
vista, podrían llegar a ser una tentación demasiado grande como para que su virilidad lo soportara. Por eso, lejos de fijarse en cual
tenía más desarrolladas las caderas o los senos, decidió fijarse en detalles más triviales. Por ejemplo, se dio cuenta de que el hombre
más mayor, que rondaría los cincuenta, estaba con una de las chicas más jóvenes, que no llegaba a los treinta ni de lejos.
El tipo tenía un porte elegante y señorial, ella era guapa y tenía unos bonitos ojos. Raúl no pudo evitar pensar en que la mujer en
cuestión había buscado un "braguetazo" en toda regla, lo que se acentuó al comprobar que el hombre conducía un Mercedes y que el
reloj que lucía en su muñeca podría costar fácilmente igual que un buen viaje al Caribe. Aún así, como Raúl era bueno, prefirió pensar
que estaban juntos por "amor" y que el resto eran estereotipos baratos, además, ¿Quién era él para cuestionar las circunstancias de
otra pareja?
Lo único realmente bueno que encontraba a esas clases por ahora era las "compresas especiales", que habían causado furor entre
hombres y mujeres. Eran compresas con la misma función que las "tradicionales", salvo que estas estaban echas especialmente para
colocarse dentro del sujetador, con el fin de evitar las manchas lácteas. La alemana se aseguró de situar un punto de venta donde
poder surtirse bien de ellas.
Agradeció que Claudia llamara su atención, pensar le fatigaba. En concreto, ese día harían unos simples ejercicios y estiramientos,
especiales para la singular condición de las mujeres.
-Bueno, primero los haré yo, como ejemplo. –La mirada de la mujer recorrió a su público, buscando un conejillo de indias. Raúl ya
sabía de antemano a quién iba a coger.- Raúl, ¿Me prestas a tu hermana?
El joven apretó los dientes, irritado. Ella sabía perfectamente que no eran hermanos, no solo porque en sus fichas resaltaba
claramente que sus apellidos y procedencias no concordaban, sino porque, salvo los ojos, físicamente no tenían mucho que ver.
-"Lo hace para joder." –Murmuró él, dado que no era la primera vez que lo hacía, aunque la corrigiera y le dijera que no tenían ningún
parentesco sanguíneo.- "Será hija de..."
-Claro, sin problema. –La alemana se movió hasta llegar a sus brazos.-
Los ejercicios de por sí no eran nada del otro mundo, posturas "suaves", que debían mantener un determinado tiempo, en series, bla
bla bla... Aún así, fuera de los ejercicios, quizás solo se diera cuenta Raúl, pero... Rocío siempre tocaba más de la cuenta.
-"Es una profesional..." –Pensaba, disipando sus pensamientos macabros.- "Eres tú, que tienes la mirada sucia..."
Aún así, siempre había una caricia, un roce, una oportunidad para halagar a la rubia. Esta situación se repetiría mecánicamente en
todas y cada una de las clases que tendrían en el futuro, para consiguiente desesperación de Raúl, que empezó a ver a la mujer no
como "Una profesional", sino como "Una rival". Lo que más le martirizaba es que Rocío siempre le dedicaba una mirada de "Mira lo
que hago", como si fuera un niño chinchando a otro porque tiene mejores juguetes.
Para su consternación, se dio cuenta de que los ejercicios no eran lo "fáciles" que un chico cuidado y deportista como él había
pensado, se hacían pesados, muy pesados, sobretodo para la parte masculina de la clase. Terminada la primera sesión, las piernas
apenas le respondían.
-Ha sido relajante, ¿Verdad? –La rubia le dedicaba una radiante sonrisa.-
-Sí... Claro... –Murmuró él, poco convencido.-
En las clases teóricas siempre llevaban un orden parecido, primero Rocío les echaba un discurso, después les ponía un documental
en el proyector, y volvía a darles otro discursito. Para el público masculino eso era soporífero, sobretodo, porque la voz que narraba los
documentales, todos sobre diversas facetas del embarazo, era similar a la que suele narrar los documentales de animales que echan
al mediodía, a la hora de la siesta.
-"No solo está cambiando tu cuerpo, también tu vida..." –Decía el anodino narrador.-
Llegó un momento en el que Raúl pensó que, de un momento a otro, un león saldría en pantalla comiéndose una gacela, mientras el
tipo seguía explicando cosas de hormonas, vitaminas y recién nacidos.
Aún así, nada de lo que había visto o padecido fue comparable con lo de las últimas clases, donde todo llegó a un límite insospechado.
La última clase teórica fue catalogada de "especial" por la monitora.
-Bien, bien. –Les alumbró con su sonrisa artificial.- Como os había anunciado, el día de hoy veremos un video especial. Sé que al
principio os resultará impactante, pero debéis comprender que no es más que el proceso mediante el cual culmina el "milagro de la
vida".
Se tomó su tiempo para continuar.
-Además, también viene a ejemplificar lo que ya os he dicho muchas veces, el sistema sanitario actual tiende a tratar a las mujeres
embarazadas como auténticas vacas, poniéndolas en una "cadena de partos" en las que ni el trato ni el confort de las mujeres les
importa. –Las dos alumnas que ya habían pasado por la experiencia asintieron vigorosamente.- También os he señalado en anteriores
reuniones que hoy en día los hospitales realizan intervenciones como la cesárea de forma indiscriminada, con las nefastas
consecuencias que...
Raúl dejó de escuchar para centrarse en su memoria. Ese día si había prestado atención, puesto que le interesó la cosa. Cuando
Rocío habló de que los hospitales solían tratar de forma demasiado ruda a las mujeres, sin preocuparse de que estaban en un
"momento especial" en sus vidas. Su mente había absorbido datos como que "El 30% de las mujeres que sufren cesáreas acaban
infértiles", o "La OMS considera saludable que la tasa de cesáreas ronde el 15%, cuando en los países occidentales ronda el 35%",
así como "El 40% de las mujeres de los Países Bajos pare en casa, con matronas personales asignadas por el Estado". Esto último, lo
de que el parto fuera "lo más natural posible", fuera de la cadena mecánica de los hospitales, lo recomendaba con ahínco, siempre
que el bolsillo lo permitiera.
-Entiendo que los hombres... –Dedicó una mirada al sector masculino del aula, como siempre, se detuvo más de lo preciso en Raúl.-
Consideren delicadas estas imágenes, así que pueden abandonar la clase en cualquier momento, sin problema.
Nada más terminó de decirlo, dos de los hombres se fueron, curiosamente, eran las parejas de las mujeres que no eran primerizas. Si
hubieran ido más deprisa habrían volado, eso le dio que pensar a Raúl sobre si lo que les iban a mostrar era tan sórdido como
parecía.
Dos minutos después de que comenzara la proyección lamentó no haberse marchado con ellos.

Capítulo LXVII
Lo que veían era, con todo lujo de detalles y de forma explicita en imágenes reales, un parto. Uno no, varios. No faltaba la voz del
narrador de los documentales, pero esta vez no hacía falta que apareciera el león y la gacela para la sangre, de eso sobraba.
Otro par de hombres se fue discretamente, con gesto azorado.
Las chicas observaban con ojos muy abiertos, absorbiendo como esponjas todos los datos que ahí podían encontrar, obviando la
parte sórdida y macabra.
-"No es macabro." –Se reprendió Raúl mentalmente.- "Es natural... Tan natural como la vida misma."
Pese a que intentaba animarse, la desazón se apoderó de él. No era asco lo que sentía, ni mucho menos, era un respeto, respeto
reverencial. La sensación era similar a la que podía sentir una persona cuando le llamaban por primera vez al despacho del director,
estando en el colegio. Se tachó de idiota, pero, por primera vez en todos esos meses, Raúl fue consciente de que Claudia estaba
embarazada, que dentro de poco tendría que pasar por esa experiencia.
Tragó saliva.
En la sala tan solo quedaban el cincuentón del reloj caro y él, el resto de la delegación masculina había desertado. Curiosamente, el
hombre le miraba de vez en cuando, como preguntándose a qué esperaba un muchacho como él para salir.
-"Quiere ser el último hombre en irse." –Pensó Raúl.- "Pues lo lleva claro..."
Minutos después, ni siquiera el cincuentón tuvo coraje para seguir viendo y, con la misma discreción del resto, se marchó.
No supo cuanto llevaban viendo la historia, si diez minutos, una hora o tres meses, pero cuando llegaron a la parte verdaderamente
macabra de la emisión, él no pudo más.
-"El corte en el perineo es una práctica común en los hospitales para..." –Decía el narrador, mientras las sórdidas imágenes aparecían
en pantalla.-
-Raúl. –Susurró Claudia, apretándole ligeramente la mano.- Puedes irte si quieres, no te preocupes...
-Pero...
-Venga, no creo que dure mucho más, ve a tomar el aire. –Por la mirada de la chica supo que no estaba reprochándole nada en
absoluto, que, sin embargo, era comprensiva con la situación que se estaba dando.-
-"Sin embargo, el Colegio de Ginecología y Obstetricia no recomienda esta intervención por los riesgos para la salud de la mujer que
representan..." –Fue lo último del narrador que escuchó.-
Sin embargo, cuando ya estaba abriendo la puerta para irse, la voz de Rocío le sorprendió.
-¡Adiós, Raúl! –Exclamó ella, lo suficientemente alto para que todas se dieran cuenta y se giraran para mirarle.-
-"Adiós, perra asquerosa..." –Refunfuñó mentalmente mientras seguía cavilando sobre si odiarse sin motivos era posible.-
El resto de hombres esperaba en los bancos que había cerca de la máquina de café, al final del pasillo. Los dos que habían salido
primero, los experimentados, se reían de uno de los del segundo grupo, que estaba realmente pálido.
-Pues cuando lo veas en vivo y en directo es peor... –Apuntaba uno.- A mí casi me da un telele y no lo cuento...
-Ya... –Decía el tipo, con la piel del rostro similar a la de un pergamino.-
El cincuentón y otro de los hombres estaban frente a la máquina, con sendos vasos de plástico en las manos. Raúl observó la oferta,
y, dado que ni le gustaba el café, ni tenía ganas de un té insípido, sacó un chocolate caliente, aunque bien hubiera preferido una
botella de agua fría, o una buena cerveza.
Y en ese momento se dio una situación paradójica que Raúl recordaría durante el resto de su vida como uno de los "momentos clave"
en su paso de niño a hombre. Colocados en orden, estaba el cincuentón, uno que debía pasar los treinta, y él. El cincuentón del reloj
caro bebía café solo. El treintañero bebía café con leche. Raúl seguía con su chocolate.
-Tu hermana parecía muy interesada... –Murmuró el cincuentón, con un tono de voz sosegado y respetuoso, sin mirarle, los tres tenían
los ojos fijos en la nada.-
-No es mi hermana... –Susurró Raúl, con el mismo tono ido.- Es mi... Soy el padre de su hijo.
Durante una milésima, apareció en su mente una pregunta, "¿Qué eres tú para Claudia? ¿Amigo? ¿Amante? ¿Novio? ¿Fecundador
en potencia?".
-Vaya... –Repuso el treintañero, suspirando.- La juventud de hoy en día...
-Sí... –Añadió el cincuentón.-
-Y que lo digas... –Corroboró el propio Raúl.-
Dicho esto, los tres bebieron al mismo tiempo, cada uno su bebida, cada uno en una generación, con unas ideas, con diferentes
valores, pero, sin duda, unidos por un camino que no entendía del tiempo. Así era el milagro de la vida.
Un rato después, las chicas salieron, comentando airosas todo lo visto y aprendido, como si haberlo presenciado les hubiera quitado
un gran peso de encima.
Y, como no puede haber un final sin sobresaltos, Rocío les guardó lo "mejor" para la última clase práctica.
-Bien, bien, hoy haremos algo especial. –Les dedicó una sonrisa.- Aparte de cómo ejercicio relajante, también tendrá la función de
recordarnos que las relaciones sexuales también existen durante el embarazo.
Raúl captó como una de las mujeres le lanzaba una mirada letal a su marido, como si dijera "¿Ves? Sí existen, toma nota o ya verás".
-En concreto, hoy vamos a proceder a un masaje en la zona mamaria, que, como salta a la vista, es una de las que más cambios sufre
durante el embarazo, y una de las que más tensión suele acumular en esta etapa de la vida de toda mujer.
Hubo algunos comentarios en voz baja, pero ninguno rehusó.
-Como no vamos a convertir la clase en un balneario, los masajes se realizarán por encima de la ropa. –Amplió su sonrisa.- Pese a
todo, es más recomendable que este ejercicio lo hagáis en la intimidad del hogar y con la menor ropa posible. Además, si queréis que
sea tonificante de verdad, podéis usar alguna de las cremas con vitaminas que usáis a diario para que toda la zona siga tersa. Y luego,
si la situación se pone bien...
Varios de los alumnos se rieron, sabiendo a qué se refería.
-Como digo siempre, "Un niño feliz nacerá en un hogar feliz", así que...
Ya sin sorprender, Raúl vio como la mujer repetía su acostumbrado ademán de recorrerlos a todos con la mirada, para acabar en
Claudia y él, sonreír más de la cuenta, y pedirle a la alemana que fuera su conejillo de indias. Aún así, el chico tuvo la sensación de
que el día de hoy iba a ser el acabose en lo que a irritación se refería.
-Poneos cómodas... –Narraba la monitora.- En cuanto estéis colocadas, cerrad los ojos y respirad profundamente. Los hombres,
recordad que son mujeres, no vacas, debéis ser suaves y sutiles, no toscos y rudos.
Las persianas, casi totalmente bajadas, y las luces apagadas, ayudaban a crear esa atmósfera tranquila que buscaban. No estaban a
oscuras, pero tampoco debían aguantar luz fuerte en los ojos.
-Bien... Con suavidad... –Indicaba ella.- Recordad que debéis cerrar los ojos...
Al principio todos se mostraron más "toscos y rudos" que "suaves y sutiles", pero conforme fueron adaptándose al lugar y la situación,
empezaron a desarrollar bien el ejercicio, si es que a masajear de diversas femeninas el pecho femenino puede llamarse ejercicio.
Raúl permanecía de brazos cruzados, observando fijamente a la instructora. En ese momento cayó en la cuenta de que para esa
"clase" no necesitaba ninguna alumna para ejemplificar, sino que simple y llanamente se había llevado a la alemana para molestarle.
O para acariciarla un rato.
Notó que la monitora le miraba a él, de nuevo, con esos ojos retadores de "Mira lo que estoy haciendo". La situación era sugerente. El
fino tejido que separaba los abultados pechos de Claudia de las hábiles manos de la mujer no era suficiente como para aislar a la
alemana de las sensaciones que esta le trasmitía.
Ver unas manos que no eran las suyas, o las de alguna persona del círculo cercano, dígase Laura o Cristina, amasando con
delicadeza los senos de la rubia, le hizo sentir profundamente irritado. Empezó a notar como la sangre goteaba en sus sienes.
Había maestría en las manos de Rocío, habituada a esas labores. Era una maravilla ver como los acariciaba con las palmas de sus
manos, para luego hacerlo con el dorso, en el sentido de las agujas del reloj, al contrario, en vertical, horizontal...
Conocía mucho a Claudia como para no darse cuenta de que en su rostro se exhibía una mueca de disfrute. Tenía los ojos cerrados,
como la monitora había indicado, y los labios ligeramente separados, como si de un momento a otro fuera a exhalar un suspiro de
placer.
Raúl no era el único que observaba la escena, prácticamente todos los hombres observaban como la monitora le estaba dando un
"repaso" a la "rubia tremenda" de la clase. Algunos estaban sorprendidos, otros tenían que disimular la sonrisa de excitación que les
causaba presenciar esa escena. Anecdótico era que la amiga que solía acompañar a una de las embarazadas también estaba
realizando los ejercicios, pero sin levantar tanto revuelo como la pareja principal.
Pronto el joven pudo distinguir, o intuir, como dos bultos en la ropa de la mujer indicaban que sus pezones estaban despiertos y listos
para la acción. Rocío seguía como en el primer instante, retando a Raúl con la mirada y "ultrajando" a Claudia con las manos. Él
aguantaba como podía, inmóvil, sin querer mostrar ningún signo de debilidad o enfado.
En realidad tampoco tenía derechos reales para molestarse. A fin de cuentas, él solo había sido el "donante", nada más, no había
ningún otro tipo de relación, y mucho menos una que le diera derechos sobre la mujer. Era normal que estuviera disfrutando tanto, a fin
de cuentas, le gustaban las mujeres.
-"Me gustan las mujeres, y me gustas tú." –Le había dicho ella en una ocasión, llenándolo de alegría.-
Mientras observaba como la monitora masajeaba con "casual" reiteración los pezones de la mujer, siguió pensando en lo estúpido que
había sido al pensar que lo suyo con Claudia era especial. Ella simplemente era amable con él, nada más.
Entre ese y otros sombríos pensamientos, transcurrió la excitante para unos, y triste para otros, clase práctica. Al final, el ambiente era
mucho más "cálido" que de costumbre, incluidas miraditas lujuriosas, comentarios jocosos o, suspiros exasperados. Más de uno iba a
apurar su llegada a casa para "terminar los ejercicios".
-Bien, bien... –Exclamó Rocío, dejando ir por fin a Claudia, que volvió a su sitio al lado de Raúl con cara de haber estado en el cielo de
visita.- Pues ya hemos terminado, espero que todo lo que os he mostrado en estos días os ayude en el momento de la verdad, seguid
mis consejos, obedeced a vuestro médico de cabecera, y, para cualquier cosa, os he dado mi teléfono, atenderé cualquier duda que
tengáis, no os preocupéis. Ha sido un placer compartir estos momentos con vosotros.
Mientras se despedían los unos de los otros y los otros de las unos, Raúl se incorporó, notando que se le había dormido una pierna,
maldiciendo al pensar que nada podía empeorar más. Tras estrechar un par de manos, empezaron a salir.
-Espera, Iván... –Rocío le llamó la atención.- ¿Podría hablarte un momento?
Bufó, ahora encima le cambiaba el nombre, cuando sabía perfectamente que se llamaba Raúl. Claudia le dirigió una mirada
significativa.
-Te espero fuera. –Murmuró, abandonándole al peligro.-
El joven, solo y desvalido, volvió sobre sus pasos para posicionarse frente a la mujer, tan guapa y tan mala pécora, al menos a sus
ojos.
-Bueno, tan solo quería comentarte lo especial de tu relación...
Algo hizo "clic" en la cabeza del joven. Llevaba aguantándola demasiado tiempo, captando indirectas cada dos por tres, recibiendo
desprecios y otras muestras del poco cariño que la mujer parecía mostrar por él, pese a que, como ya se había dicho en muchas
ocasiones, no había ningún motivo en concreto.
-"Tal vez le recuerdo a un exnovio del pasado, qué sé yo..." –Reflexionó en una ocasión.-
Pero en cuestión, tras ese "clic" no pudo reprimir una sonrisa sarcástica que le salió del alma.
-¿Sobre mis relaciones sexuales? –Espetó él de pronto.-
-¿Eh? –Ella parpadeó un par de veces, descolocada.- No, no...
-Mis relaciones sexuales van perfectamente. Mira, te cuento...
Durante varios minutos Raúl procedió a narrar con todo lujo de detalles, de forma explícita y jocosa, sus relaciones sexuales con la
alemana. Su relato no hubiera tenido nada que envidiar al que un improvisado narrador podría haber hecho de esas "divertidas
películas" que ponían los sábados de madrugada en las televisiones regionales.
-Aunque en realidad siempre me ha encantado como se arquea al correrse, y también me encanta cuando me pide por favor que le
deje probar su propio flujo... –Amplió su sonrisa, llevaba ya un buen rato hablando ante una atónita Rocío, a la que no dejaba espacio
para detenerlo o interrumpir la conversación.- A veces la torturo, negándoselo, pero el morbo que da al pasarle con la boca todo ese
sabor, entrelazar las lenguas, devorándonos mutuamente... Eso me encanta. Sí, ese sabor tan especial, la textura, el calor que da...
Asintió, dándole aún más teatralidad a sus palabras.
-Sin duda, tiene el mejor coño que he probado jamás. –Fueron sus palabras para concluir, dándose cuenta de que varías veces había
estado a punto de quedarse sin aire, con los consiguientes síntomas de mareo.-
La monitora aún le observaba, sin saber qué decir, totalmente fuera de su sitio, descolocada al haber perdido el control de la situación.
-Aunque usted tampoco está nada mal. –Le miró descaradamente el escote.- Tiene un buen par de tetas. ¿Y dice que ha tenido cuatro
hijos? ¡Joder! Pues se han debido de poner morados...
Se rió, curiosamente, unas carcajadas sinceras, no tuvo que fingir.
-Tiene mi número en la ficha, si un día de estos le da por llamarme, quizás podamos echar un buen polvo. –Le guiñó el ojo.- ¡Nos
vemos!
Y sin darle tiempo a decir nada, la dejó ahí, en la clase, sola. La última vez que la miró estaba totalmente enrojecida, al borde de la
catarsis, había sido zarandeada y descentrada por un crío.
Raúl se topó con Claudia en la entrada del recinto.
-¿De qué habéis hablado? Llevas un buen rato...
-Nada del otro mundo. –Explicó él.- Solo acercábamos puntos de vista sobre temas comunes...
-Vaya... –Pese a que hubiera preguntado más, ver al chico con una sonrisa tan amplía y ese ademán tan masculino al caminar, la hizo
desistir, al menos estaba de buen humor.-
Él se sentía bien. Le habían torturado durante muchos días sin que él supiera por qué, y ahora, en un golpe que nada tenía de violento
pero sí de impactante, se las había cobrado todas juntas. Para él, aún muy joven, habría resultado fatigoso despedirse de esa
endemoniada monitora sin recuperar la virilidad que con su irritante conducta le había quitado. Él volvía a tener el control. Sabía que
todo lo que había hecho o dicho era estúpido, pero... Era un pecado de juventud, podía permitírselo.
-"Aunque una cosa no es cierta..." –Pensó, risueño.- "Espero que no me llame, es la única mujer con la que no me acostaría ni aunque
me lo pidiera de rodillas... Pese a tener unas buenas tetas..."

Capítulo LXVIII
-Te digo que es lesbiana. –Repetía, por vigésima vez.-
-Pero si está casada y tiene cuatro hijos... –Reprochaba Claudia.-
-O es lesbiana, o lo hacía solo para molestarme.
Estaban en el salón de la casa de la mujer, charlando en uno de sus "poco frecuentes" ratos de ocio. Acababa de salir a colación el
tema de Rocío, la monitora, a la que habían abandonado, con un gran final, hacía un par de días.
-Te equivocas.
-Venga ya, tú misma debiste darte cuenta como te tocaba, de profesional en eso no hay nada... –Se quejó, haciendo aspavientos.-
-Que guapo te pones cuando estás celoso. –Claudia le sonrió e intentó besarle, pero él se lo impidió, ceñudo.-
-No, ahora arrumacos no, es tu culpa por sacar el tema otra vez...
Y en cierto modo era verdad, por mucho que la alemana disfrutara al verle con el entrecejo fruncido, enfadado. A él le molestaba llegar
a esa situación, por el simple motivo de que lo que siempre salía a colación en su cabeza era el "¿Qué eres tú de Claudia?", pregunta
que solía atormentarle, incapaz de vencer sus inseguridades.
Afortunadamente, una llamada a su teléfono móvil sacó el tema de su mente.
-Tienes que ayudarme. –Dijo Nadia, con un tono de voz serio, más aún tratándose de ella.-
-Claro, ¿Pasa algo? ¿Estás bien?
-Sí, pero... –Suspiró.- ¿Puedes venir a mi casa?
-¿Ahora?
-Sí.
-Bueno... Supongo que sí. Nos vemos ahora.
-Te espero.
Colgó el teléfono, intrigado por las palabras de la pelirroja, ¿Qué le podía pasar para que mostrara tanta urgencia? Se despidió de
Claudia, asegurándose de que estaría bien.
-Si necesitas cualquier cosa, o si pasa algo... –No pudo evitar mirar a su vientre, al que empezaba a faltar poco para cuajar.- Me
llamas.
Cogió el coche para ir a casa de Nadia, pese a que la casa de esta no estaba técnicamente muy lejos, pero así era su vida ahora, lo
usaba hasta para ir a la vuelta de la esquina, era la novedad.
Cuando llegó a su casa, la chica estaba tan sana y guapa como siempre.
-¿Va todo bien?
Cuando escuchó el relato de la pelirroja, que empezó a contárselo nada más saludarlo, como si estuviera muy apurada, no pudo evitar
suspirar y mirarla con incredulidad.
-¿Y para esa chorrada me haces venir?
Al parecer, el "gran problema" de Nadia era que una de sus hermanas, de quince años, la había pillado "de marrón", mientras besaba
a una chica en la calle.
-¡No te rías! –Se quejó ella, cuando Raúl no pudo aguantarse más.- Es serio.
-¿Y qué hacías tú besando a una chica? –Arqueó una ceja.- ¿Ya eres oficialmente lesbiana?
-¡Ja! Yo de lesbiana no tengo un pelo. –Cruzó los brazos, a la defensiva.-
-Pues más de una vez te he visto en situaciones "más que cariñosas" con alguna que otra fémina... –Él siguió pinchándola.- ¿Eso que
es?
-Eso es... Ser práctica.
-¿Práctica?
-Sí, yo no soy lesbiana, para nada, me gustan los hombres, y masculinos, si puede ser.
-¿Entonces?
-Que también tengo que reconocer que las mujeres son suaves, delicadas y huelen bien. –Apuntó, asintiendo ante cada adjetivo.- En
ese sentido, no es porque sean mujeres, sino porque tienen esas características, si fuera suave, delicado y oliera bien, no me
importaría hacérmelo hasta con un chimpancé.
-Hala... Que palabras más poco apropiadas para una señorita... –Raúl se hizo el escandalizado.-
-Perdona, vuestra merced, pero es la pura verdad. –Exhaló una gran cantidad de aire.- No, oye, es serio de verdad, como se le ocurra
ir diciéndolo y llega a mis padres...
-¿Habrá problemas?
-Bueno... Digamos que la situación no está como para echar cohetes, ya les he dado demasiados disgustos a mis padres últimamente.
-Entiendo.
-La cosa es que yo le dije a mi hermana que eso no era lo que parecía. –Volvió a reprochar a Raúl que se riera ante el típico "no es lo
que parece".- Le comenté que simplemente estábamos con lo típico del conejo de la suerte, o la botella...
-A tu edad...
-Sí, pero lo importante es que ella se lo crea, que es más espabilada de lo que muchos piensan, sabe más que el diablo... –Volvió a
suspirar, desesperada.- Pero bueno, aunque le comenté eso, no sé si me creyó.
-Y mi papel en todo esto... –Lo preguntó, aunque se lo imaginaba, estando con Nadia hasta lo más surrealista podía ser posible.-
-Bueno, había pensado que si ella me ve en plan... En plan "alegre" con un tío, pues que me creería cuando le dije que no había más
que un juego con la chica esa. –La pelirroja le regaló una gran mirada de expectación.- Y eres el único chico con el que tengo la
confianza suficiente como para proponérselo así, de buenas a primeras. Podría haberte pedido que nos enrolláramos y hacerte la
encerrona, pero para que veas, voy de cara y te digo que necesito ayuda...
-Muy honorable por tu parte. –Admitió él.- Pero es que... No sé si va a salir... ¿No es peor que te vea enrollándote con un tío que
dándole un pico a una chica?
-Nada que ver, mi madre ya sabe que de virgen no tengo un pelo, y mi padre se lo imaginará. –Se tomó unos segundos para pensarlo.-
Y, a lo sumo, si se lo dijera, tan solo me reprocharían lo de traer un chico a casa y todo ese rollo estilo "La Casa de la Pradera".
Raúl se sentó en la cama de la pelirroja, recordando los buenos momentos que habían vivido juntos, aún sin estar seguro, y
pareciéndole todo como una broma, asintió. A fin de cuentas, le había pedido ayuda.
-Dios, gracias, menos mal, te debo una.
-Espera, espera... –Sonrió con socarronería.- ¿Y qué gano yo?
-Bueno... –Ella ladeó ligeramente la cabeza, lanzándole una mirada pícara.- Después podemos "enrollarnos" de verdad.
-Eso lo hubiera conseguido sin tener que ayudarte. –Comentó, irónico, ganándose que la chica le sacara la lengua, con fingido odio.-
Tendrá que ser otra cosa...
-A ver, ¿Qué me pides?
Examinó a la joven, tan preciosa como siempre. En realidad no tenía nada que pedirle de manera especial, así que se decantó por
algo conocido y divertido.
-¿Tienes cámara?
-¿El chico fetichista me está pidiendo permiso para otra sesión de fotos morbosa? –Rió ella.- Pues si que te gusta, sí.
-Tengo mis debilidades... –Confesó él.- Pues venga, ¿Qué has pensado hacer?
El plan de Nadia era básico, pero parecía ser lo más efectivo en esa peliaguda situación. Su hermana sería la primera de la familia en
llegar, dentro de diez o quince minutos, el resto tenía clases extraescolares hasta bien entrada la tarde, sus padres estaban
trabajando. Cuando esta entrara a la casa, ellos comenzarían su particular "show", dejando la puerta del cuarto de Nadia entreabierta,
para que cuando su hermana pasara por el pasillo, indispensable para llegar a su propia habitación o la cocina, les pudiera entrever en
faena. Ellos simularían no haberla visto al poner música y estar "demasiado concentrados el uno en el otro".
Después de un pequeño debate, concedieron que lo mejor era despojarse solamente de las camisetas.
-Quiero que sea realista, pero tampoco que mi hermana me vea follando... –Era lo que había dicho la pelirroja.-
Y así, él mostrando su torso y ella sus pechos, con esos pezones pigmentados que tanto le gustaban a Raúl.
-Y oye, ¿Cuándo nos vea que hacemos? ¿Excusas en plan "Se me había manchado la camiseta y ella me iba a dar otra"? –Preguntó
Raúl.-
-No, conozco a mi hermanita lo suficiente como para saber que en cuanto nos vea se volverá a marchar, no encararía la situación "en
directo" y contigo delante.
-Eso espero...
Cada uno ocupó su puesto, Nadia ya había puesto la música, lo suficientemente alta como para disimular y lo suficientemente baja
como para escuchar el ruido de la puerta al abrirse. Raúl comenzó a reírse ligeramente.
-¿Qué te hace tanta gracia? –Preguntó Nadia, intrigada.-
-Es que... Me acabo de dar cuenta... –Más carcajadas.- De que esto parece un puñetero videoclip de Justin Timberlake...
Esta vez fue la pelirroja la que prorrumpió en sonoras carcajadas. Inesperadamente, Raúl captó el sonido de las llaves posicionándose
cerca de la cerradura, teniendo que pellizcar a la joven para que se serenara. Tal y como habían ideado, comenzaron con su actuación.
Aunque más bien de actuación había poco, los beso, los lametones y las caricias eran tan reales como la calidez de la lengua de la
pelirroja peleando con la suya. Mientras amasaba uno de los pechos de la chica, pudo sentir una mirada clavada en la nuca. Casi
estuvo tentado de darse la vuelta, se moría de ganas por ver la expresión de la hermanita de Nadia, pero resistió, todo tenía que
parecer "casual".
Finalmente, tras un par de minutos, escucharon el sonido de la puerta de calle de nuevo, más amortiguado, como si alguien quisiera
irse sin hacer ruido.
Como un resorte, Nadia se levantó y comprobó que, siguiendo su pronóstico, la joven se había ido después de ver la escena.
-¡Victoria! –Exclamó al entrar en el cuarto.- Esta no vuelve al menos hasta dentro de una hora... Pobre... Quizás tendría que haberte
desnudado, eso seguro que la hace quedarse a mirar más...
-Eh, eh, nada de usarme con fines perversos... –Murmuró, también feliz ante su "victoria" en esa "gran aventura".-
-Uff... Durante un instante he estado a punto de mirar, incluso me ha dado morbo saber que mi hermana me estaba mirando, ¿Te lo
puedes creer?
-Eh...
En ese instante pensó muchas cosas: "¿Qué si me da morbo pensar que mi hermana me mire mientras estoy con una chica? No, no, a
mí lo que me da morbo es acostarme con ella, esa forma tan suya que tiene de tener orgasmos, de ser una niña y una mujer al mismo
tiempo, de besarte como si fuera la primera vez..."
-Sí, morboso, muy morboso. –Dijo al fin.-
-Bueno, espero que haya colado. –Se sentó en la cama.- Qué, ¿Terminamos lo que hemos empezado?
-No, hoy no... –Se llevó la mano al rostro.- Me duele la cabeza...
-Venga ya... Será que te ha bajado la regla. –Rió ella.-
-Puede ser... Estoy a punto de pedirte un tampón...
-Claro, claro... Bueno, y aparte de rechazarme descaradamente, cosa que ha herido mis sentimientos. –Musitó ella, aparentando estar
ofendida.- ¿Entonces qué?
-Me debes una sesión especial... –Recordó él.-
-Bueno, bueno, como sea, para que veas que yo no dejo nada a deber.
Se levantó y cogió su cámara digital, que puso en las manos de un ya incorporado Raúl, para después volverse a la cama.
-¿Y qué quiere el Señor Fotógrafo que haga?
-Sé tu misma... –Susurró él, cerrando la puerta de la habitación, por si acaso.- Naturalidad ante todo.
-Bien... –Le miró con ojitos tiernos.- ¿Así de natural?
-Tanto como tú quieras... –Nadia era bastante fotogénica, eso tenía que admitirlo.- Ahora, más picante...
-¿Cuánto de picante?
-Caliente. –Indicó él.-
Ella, que no se había cubierto la parte de arriba, posaba con el torso desnudo, a su manera. Los ojos pardos de la chica le
encantaban, hacían mucho contraste con su piel clara y su pelo cobrizo.
-Ahora más caliente aún.
Ella desabotonó sus pantalones, bajándolos ligeramente, dejando a la vista sus muslos, situándose de rodillas en la cama, lo que
ponía en primer plano un gran trasero, todo coronado por la mirada de pícara que la caracterizaba.
-Más caliente, más. –Seguía solicitando él.-
Bajó más los pantalones, mostrando las braguitas, se incorporó ligeramente y ladeó la cabeza. Una de sus manos acabó en uno de
sus pezones, agarrándolo con fuerza y ofreciéndoselo al objetivo.
-Fuego.
Divertida, terminó de quitarse los pantalones, enrolló uno de sus dedos en el elástico de las braguitas. La cámara devoraba cada una
de las instantáneas.
-Quémame.
Con sutileza apartó la pequeña prenda de tela, exhibiendo un apetecible coñito, a todo esto, su famoso tatuaje ya había quedado a la
vista hace tiempo.
-Ahora... ¡Tímida!
Pese a que su petición fue repentina, ella no se lo pensó mucho, juntó las rodillas, ocultando su sexo, y se tapó los pechos con uno de
sus brazos, al tiempo que apartaba el rostro.
-Eres buena, ¿Lo sabías?
-Todas las mujeres deben saber fingir por naturaleza... –Murmuró ella, divertida.-
Siguieron un rato más con la sesión, finalmente, Raúl empezó a notar que su miembro despertaba de las profundidades de su
entrepierna.
-¿Sigue en píe la propuesta de acabar lo de antes? –Preguntó, retándola.-
-No, lo siento. Has perdido tu oportunidad, eso te pasa por rechazarme. –Le sacó la lengua.-
-Pues que pena... –Y esta vez hablaba en serio, no le habría importado nada desfogarse un poco con la pelirroja.-
Nadia estuvo viendo las fotos en la cámara, riéndose de vez en cuando, maravillándose de lo bien que salía en algunas.
-Tendrías que dedicarte a esto de manera profesional. –Le apremió ella.- Todas están genial, ni un solo fallo.
-Eso es porque la modelo era buena.
-¡Que hablo en serio! Deberías pensarlo.
-Claro, ¿Y acabar haciendo reportajes de bodas? –Bufó.-
-Por algo hay que empezar, ¿No?
-Eso dicen. –Raúl se tomó toda la libertad del mundo para palpar el pubis de la chica, notando la suavidad bajo sus dedos.-
-¿No sabes que los niños buenos deben pedir permiso antes de tocar?
-Es que, estaba pensando... –Frunció el ceño, reflexivo.- Creo que te rasuras demasiado.
-¿Cómo? –Preguntó, sorprendida.-
-Bueno, desde un punto de vista imparcial, y no de que estoy ligeramente caliente, te diré que uno de tus puntos más excitantes es el
contraste de tu piel con tu pelo. –Siguió acariciando la zona íntima de la mujer, topándose únicamente con el diminuto mechón de vello
púbico que sobrevivía.- También aquí abajo, deberías dejártelo crecer más.
-Pero así es más cómodo.
-No, lo que pasa es que lo veis en la televisión, y venga, a copiarlo. –Suspiró teatralmente.- Cuanto daño ha hecho la industria del
porno a las jovencitas virtuosas como tú...
Ambos estuvieron riéndose un buen rato, finalmente, cuando la chica se hubo vestido, se volvió hacia él, dándole la tarjeta de memoria
de la cámara.
-¿No serán para publicarlas luego en Internet a un módico precio?
-¡Ja! ¿Con lo egoísta que soy? Esto es para uso y disfrute personal...
-Guárdalas bien, probablemente te pediré copias, me han gustado mucho.
-Dalo por hecho.
Ella se le quedó mirando unos instantes.
-¿Sabes lo que te falta a ti?
-¿A mí?
-Lo que te falta es... Ser un poco más morboso...
-¿No soy morboso?
-Pero no lo suficiente, eres de los que se tirarían a un charco de barro para que yo pasara por encima sin mancharme los zapatos,
pero no de los que se tirarían al charco conmigo para hacerlo.
-¿Cómo que no? –Se mordió el labio.- Cuando quieras, ¿Dónde hay un charco?
-Claro, claro...
-Además, yo también tengo una lista de cosas morbosas por hacer. –Se defendió ante la mirada retadora que le lanzaba la mujer.-
-Por ejemplo...
-Pues... –Estuvo pensando en dichas cosas, y, sobretodo, en las confesables.- Pues nunca me he acostado con una chica que esté en
"sus días", por ejemplo, es una cosa que no me molestaría hacer.
-¿Y eso es morboso? –Se rió.- Si no te molestan las manchas, puede resultar bastante excitante, aunque generalmente los tíos no
queréis hacerlo en ese momento.
-Pues yo quiero probarlo.
-¿Qué día es hoy?
-Martes.
-De número.
-15.
-Pues... –Esta vez fue ella la que reflexionó, llevando un cálculo mental.- Vuelve en cuatro o cinco días y verás tu "objetivo morboso"
cumplido.
-No lo ofrezcas así como así, que yo soy capaz de venir. –La avisó, mientras la mordía el cuello, causándole cosquillas.-
-Aquí te espero, Señor Fotógrafo. –Le estuvo besando mientras lo acompañaba a la puerta de la calle.- Y te garantizo que será una
experiencia digna de retratar con la mejor cámara.
Ante sus últimas palabras, le guiñó pícaramente el ojo, cerrando la puerta tras de sí. En la calle, mirando el portal durante unos
instantes, Raúl no pudo evitar pensar que el fuego no era solamente el color de su pelo, también lo que la rodeaba, ella era pura
picardía y lujuria.
-"Aquí me tendrás." –Rió mentalmente, palpando la tarjeta de memoria en su bolsillo.-
Continuará.

PD: Bueno, bueno, bueno. Pues después del parón navideño, volvemos, con el estilo que nos caracteriza (Para lo bueno y para lo
malo). Así que, a ver si todos continuamos al píe del cañón, aprecio sentidamente vuestros ánimos, supongo que todos sabéis
conscientes de que muchas veces, cuando estas atascado o no tienes mucho entusiasmo por seguir, es el apoyo lo que te empuja a
hacerlo, todos ganamos. Por ahí alguien preguntaba cuál sería la duración de la serie, pues veremos, el argumento lo tengo definido
desde hace mucho tiempo, pero siempre se te ocurre algo que "añadir", la temática ayuda bastante, debo decir. Aún así, la parte
principal de la historia ya ha sido publicada. Y bueno, como curiosidad, aclarar que los datos que nombro en el tema sobre "aborto y
cesárea", son religiosamente ciertos, con las fuentes citadas. Sin más que añadir... ¡Buen provecho!
Capítulo LXIX
Como muchas otras veces, sentir el agua de la ducha en su rostro le hacía agrandar la sonrisa, tanto que el agua tibia acababa por
colarse en su boca hasta rebasar. Alargó la mano hasta coger un cabello que se había quedado enredado en el grifo. El inusual color
rojizo del pelo de Nadia brillaba incluso estando lejos de su cabellera.
-"Esta chica..." –Rió mentalmente.- "Es realmente agotadora."
En realidad, se había sorprendido mucho cuando recibió la llamada de la pelirroja, que, entusiasmada, prácticamente le dejó sordo al
gritarle al auricular.
-¡Ya estoy! ¡Ya estoy! –Había vociferado ella, entusiasta.-
-¿Ya estás? –Preguntó, perplejo.- ¿Dónde?
-¿Cómo que donde? –Bufó.-
-Si dices que ya estás...
-Corto... –Suspiró, aludiendo a las pocas luces del joven.- Cortito...
Raúl frunció el ceño y tuvo que acceder a la papelera de reciclaje de recuerdos para saber a qué se refería.
-¿Eh? ¿Te refieres a "Eso"? –Lo dijo en voz baja, casi en un susurro, mientras mirando alrededor.-
-¿Eso? ¿Así se llama ahora? –Ironizó Nadia.-
-Bueno, ya me entiendes...
-Pues sí, te entiendo, o al menos eso espero. –Se rió al otro lado del aparato.- ¿Y bien? ¿Qué me dices?
-Pues... Esto...
Del salón de la casa de Claudia le llegaron las voces de Laura y Cristina, enzarzadas en una acalorada discusión, motivada por una
doble acusación de trampas que ambas se habían echado en cara. Ni invertir en bolsa, ni la ruleta rusa... El juego donde más subía la
tensión era el Monopoly.
-Supongo que puedo... –Tragó saliva, en realidad en su momento lo había dicho para alardear, pero ya que se le daba la ocasión.- Sí,
puedo.
-Bien... Yo me pongo a mí misma, y tú pones el sitio.
-Pues mi casa está despejada ahora mismo, ¿Te recojo o vas para allá?
-¿No estás en tu casa? –Se pudo percibir un cierto tonito de perspicacia en la voz de la pelirroja, que probablemente estaría
escuchando a las mujeres alborotando a lo lejos.-
-No.
-¿Y donde...?
-Bueno, entonces, ¿Te recojo?
-No, no te preocupes, me pilla cerca.
-Pues ahí nos vemos.
-Venga.
Suspiró con vehemencia y se dirigió al salón.
-Lo siento, chicas, tengo que hacer algo fuera, nos vemos luego.
-¿Eh? ¿Y la partida? –Laura le miró con ojos desconsolados.- ¿Nos vas a dejar a medias? ¿Otra vez?
-Lo siento. –Raúl se hizo el loco, pese a que había captado la ironía en su hermana.- Repartios el dinero entre Cris y tú, mis calles
para Claudia.
-¿Y por qué las calles para ella? –Se quejó Cristina, observando como el emporio inmobiliario de Raúl pasaba a Claudia, que ya de
por sí les estaba dando una paliza.-
-Porque la ley dice que los bienes inmuebles del hombre pasen a la mujer tras la separación, sobretodo si hay niños de por medio. –
Dicho esto, se inclinó para frotar su mejilla contra el vientre de la alemana, cosa que esta agradeció atusándole ligeramente el pelo.-
Cuando cerró la puerta, Cristina y Laura volvían a discutir, esta vez acusándose de haber repartido mal el dinero que acababan de
recibir.
-"Mujeres..." –Pensó.-
Cuando llegó a la puerta de su casa y aparcó, se encontró ahí a Nadia, con un bolsito bajo el brazo, extrañamente sonriente. Tras el
riguroso saludo, la invitó a subir, en realidad, era curioso que fuera tan ceremonial cuando, diciéndolo con toda la fineza del mundo,
"Habían quedado para follar".
-No, no quiero nada de beber. –Sentenció Nadia.- Vamos a lo que vamos, ¿No?
-Bueno...
-Anda, no te hagas el remolón. –Ella se inclinó para besarle.- ¿Tengo que suplicarte para que me desnudes?
Pese a tener sus reservas, tampoco iba a permitir tener a la chica desasistida si tantas ganas tenía. Correspondiendo a su beso,
procedió a conducirla al cuarto de su hermana, escogido por la mayor comodidad y tamaño del lecho. Cuando franquearon la entrada,
Nadia ya había perdido la camiseta y tenía los pantalones desabrochados.
-Espera, espera. –Le guiñó el ojo, provocativamente.- Si vas a usar la cámara, deberías traerla desde el principio.
-Mmmm...
Pese a que tardó un instante en cogerla de la mesa de su cuarto, al volver la pelirroja ya se había quitado los pantalones y el
sujetador, aguardándole arrodillada en la cama.
-Bien, bien, me he preparado para la ocasión. –Musitó la joven.- Y no te sorprendas, que a fin de cuentas es lo más natural del
mundo...
-No creo que me sorprenda... –Repuso él, envalentonado, mientras aprovechaba para sacarle una foto tal cual estaba y abandonar la
cámara en el colchón, desnudándose él mismo.-
-Veremos si eres tan valiente al final. –Acentuó aún más su sonrisa, si es que eso era posible.- La mayoría de los tíos se van
corriendo...
Ahora podía entender por qué estaba disfrutándolo tanto, probablemente la pelirroja esperaba que Raúl tuviera que comerse sus
palabras y admitir que no estaba "preparado" para ese tipo de relación, lo que, por otra parte, le daría la razón a la chica, que le tildó
de ser "poco morboso".
-Ven, acaríciame. –Le invitó ella, ofreciéndose.-
Él se acercó a la chica y comenzó a acariciar sus piernas, pese a que ella le urgía a que fuera "al centro de la cuestión", él siguió
tomándose su tiempo. Finalmente, cuando llegó a la entrepierna de la mujer, cubierta por unas braguitas blancas de algodón, procedió
a acariciar por encima, con cautela. Percibía una fragancia extraña en el cóctel de esencias propias del sexo, aún así no le dio
importancia.
No tuvo que acariciar demasiado antes de que la fina tela blanca quedara ligeramente teñida de una mancha escarlata.
-Haz una foto. –Le apremió esta, interesadísima.-
Tras cumplir el deseo de esta, la miró, ceñudo.
-Déjame hacerlo a mi manera. –Solicitó, viendo como la chica tenía la intención de ir dándole ordenes durante toda la sesión.- Me
gusta seguir mis tiempos y todo eso...
-Bueeeno... –Concedió la pelirroja.- Si lo prefieres poco a poco...
Subió hasta los labios de la mujer y la besó, esta los acogió de buen grado, castigándole un rato hasta dejar que su lengua entrara en
su boca, mordiéndole en el cuello cuando él le hizo cosquillas en el lóbulo de la oreja. Ella intentaba arrebatarle el bóxer, única prenda
que lo cubría, pero él la esquivaba, obligándola a permanecer lejos de su entrepierna mientras intentaba dar buena cuenta de sus
pechos.
En esa constante lucha, inconscientemente iban revolviéndose y dando vueltas sin parar, en lo que más parecía una pelea en el barro
que una divertida sesión de calentamiento. Cuando por fin pudo aferrar sus labios a uno de los senos de la pelirroja, esta se detuvo
ligeramente, degustando también las sensaciones que le provocaba.
-Ahh... –Exhaló Nadia, complacida.-
Le encantaban los pechos de la pelirroja, no eran muy grandes, pero si tenían el tamaño justo para sus manos y, sobretodo, unos
pezones muy vistosos, con una pigmentación rojiza que le encantaba, y, además, pese a que la chica intentaba siempre llevar la
iniciativa y dominar, constituían su parte más sensible con mucha diferencia, por lo que generalmente solía bajar la guardia una vez
era atacada en ese punto.
-Que ricos, que ricos... –Murmuró Raúl.- Me encantan...
-Todo tuyos... –Rió ella, acariciándole el cuello y levantando ligeramente las caderas de vez en cuando.-
Cuando consideró que ya habían sido cuidados el suficiente tiempo, y pese a que le hubiera encantado seguir un buen rato más con
ellos, decidió aventurarse por el vientre plano de la mujer, buscándole las cosquillas.
-Eso no... –Se quejaba ella, entre carcajadas.- Eso no... No vale... No...
-Son mis manos que no me obedecen... –Canturreaba él.-
Tras buscarle también las cosquillas en los muslos, tuvo a la vista de nuevo su objetivo, no pudiendo evitar arquear ligeramente la ceja
cuando vio que la pequeña mancha escarlata que había al comenzar era ahora una evidente traza roja en la blanca superficie de
algodón.
-Venga, venga. –Le apremió la chica, melosa.- No te pares ahora...
Con recato, acarició de nuevo por encima de la prenda, causándole cosquillitas a Nadia, que no pudo evitar sonreír por lo bajo. Sus
dedos quedaron impregnados de esa sustancia carmesí, jugueteó con él entre las yemas de sus dedos, observándolo, percibiendo su
inconfundible aroma.
-Raúl...
Se mordió el labio antes de proceder a quitarle las braguitas a la chica, que lo celebró como un "¡Bien!" lanzado de forma entusiasta.
Ante sus ojos, la visión ya conocida del sexo de la mujer, teñido parcialmente de un color ajeno a sus recuerdos. Examinó con
detenimiento, deduciendo que él mismo había contribuido a extender las manchas con sus caricias.
Le llegó a la mente el vivo recuerdo que tenía de Ana, el vestuario, el gemidito que exhaló al romperse su virgo...
Acercó uno de sus dedos a los labios mayores y los acarició durante unos instantes, observando como el sexo de la chica respondía
con un par de contracciones. Cuanto más tocaba y más se internaban sus dedos, mayor se hacía la mancha que, al contrario que con
los flujos vaginales o el semen, aunque intentara borrarla frotando su mano con el muslo de la chica, esta no hacía más que
extenderse.
-"A fin de cuentas..." –Pensó, interesado al ver como ya tenía tres dedos bien impregnados.- "Es lo que es..."
-¿Vas a seguir experimentando? –Murmuró la chica, sintiéndose olvidada.- Venga, decídete de una vez si sigues o no...
-Impaciente... –Murmuró él.-
Intentando ser natural, comenzó a realizarle a la chica una ligera caricia en la zona periférica del clítoris, cosa que le gustó bastante.
Como tenía acostumbrado, llevó otro de sus dedos a la vagina, acariciando con suavidad sus paredes, un tacto genial de tensión,
relieve, exquisitez y calor. De nuevo, era consciente de que, cuanto más tocaba, más se manchaba, casi estuvo tentado de cerrar los
ojos dado que la cosa le empezaba a resultar poco menos que espeluznante, eso sí, su erección era ya bien notable en sus aún
colocados bóxer, al final le estaba excitando todo eso...
-Sí, así, así... –Retozaba ella, que, en algún momento del revoltijo que habían armado en la cama, se había hecho con la cámara,
haciéndole un par de fotos.- Tus labios pueden terminar lo que tus dedos han empezado...
-Esa frase me suena. –Alzó la vista hasta mirarla, cosa que ella aprovechó para hacerle otra foto.- ¿No es de una película?
-Tú calla y hazlo... –Apretó los dientes cuando él aceleró ligeramente el ritmo.-
La entrepierna de las mujeres, como la de los hombres, era su centro de control partícula. Una vez te hacías con ella, era muy fácil
hacerlas reír, llorar, estremecerse, gritar... Tan solo había que saber cómo y cuando tocar en cada sitio. Los ojos marrones de la chica
solicitaron que cumpliera sus demandas, él, lentamente, procedió a colocar su rostro aún más cerca del sexo de la mujer, todo sin
cesar de acariciarla, cosa que ella agradeció.
Fue cuando estuvo frente a frente con su entrepierna cuando empezaron a asaltarle las dudas, una cosa era tocar, otra bien diferente
llevar la boca a todo ese asunto. ¿Sería eso recomendable?
Y en esas deliberaciones mentales estaba, decidiendo si debía dejar que su lengua traspasara "La delgada línea roja" cuando, de
sorpresa e improviso, Nadia se incorporó y le atrajo hacia así de forma hasta que, literalmente, le estampó la cara en su entrepierna.
Mientras salía del shock, agradeciendo no haberse hecho daño y no habérselo hecho a la mujer, percibió como ese extraño sabor
metálico penetraba tras sus labios y teñía sus papilas gustativas, causándole un estremecimiento. Con los ojos entrecerrados, no pudo
evitar pensarlo, todo aquello era realmente espeluznante.
-Puedes dejarlo si quieres... –Sugirió la pelirroja, con voz triunfante.- Lo comprenderé.
Raúl frunció el ceño y se recolocó, subió los muslos de la mujer y sumergió su lengua en el interior de la chica, causándole a esta un
ligero escalofrío. No es que no le resultara ligeramente desagradable, es que, simplemente, no quería darle a Nadia el beneficio de
verlo acobardado, además, conforme su lengua atravesaba la carne de la chica, una y otra vez, recogiendo en su camino el
inconfundible sabor de su excitación, mezclado con el de su feminidad, más se habituaba a tolerarlo, llegando incluso a desarrollar su
lado más macabro al pensar cosas como.
-"Es como cuando te chupabas un corte de pequeño..." –Cosa que le causo una carcajada mental.-
Y mientras él iba a lo suyo, atesorando la experiencia, Nadia, de improviso y sin avisar, llegó al clímax, más rápido de lo que habría
imaginado. Su cuerpo se tensó y ella abrió la boca, sin dejar escapar ningún sonido, apretó con fuerza sus manos, una de las cuales la
tenía sobre el pecho de turno, que fue apretujado sin compasión. Y entonces, dejó salir una gran bocanada de aire y sonrió.
-Aaah... Sí... –Se apartó el pelo de la cara, dándose cuenta de que tenía la frente cubierta de sudor.- Es más... Mmmm...
Mientras ella divagaba, él se levantó, desentumeciéndose las piernas y quitándose finalmente la ropa interior, dejando al aire su
miembro hambriento. Nadia tanteaba el colchón con los ojos entrecerrados, buscando la cámara, Raúl se la acercó y esta, con un
pulso bastante irregular, sacó dos fotos, acompañadas de sendas carcajadas. Cuando hubo terminado, el joven le arrebató la cámara y
le hizo él varias fotos, bastante centralizadas en los arañazos que habían quedado en su pecho izquierdo y en como lo escarlata iba
ganando la partida en su zona íntima.
-Y ahora, con tu permiso... –Comentó, socarrón, mientras se colocaba su miembro en las cercanías del "secreto" de la pelirroja.-

Capítulo LXX
Sin un deje de reserva, procedió a entrar en el cuerpo de la mujer, que le abrió sus puertas con sorprendente facilidad, dada la
lubricación extra, si es que se le podía llamar así. Cuando ella se acomodó al invasor, dando un pequeño respingo a medio camino, él
procedió a buscar la mirada o el gesto de "afirmativo, puedes seguir", cosa que encontró materializado en un guiño de la joven.
Esta vez el que resopló fue él, a fin de cuentas, llevaba largo rato deseando hacerlo, si por su instinto fuera, la habría penetrado desde
que se la encontrara tendida en la cama, pero podía su lado lógico y cumplidor... Ahora tenía que cobrárselas todas juntas.
Aceleró el ritmo. Se tendió un poco sobre el cuerpo de la chica, que ya respiraba arrítmicamente de nuevo.
-¡Para! ¡Para! ¡Sácala! ¡Sácala!
El grito de la pelirroja le hizo ponerse en tensión al instante, asustado de haberla hecho daño, o algo por el estilo. Dedujo rápidamente
que se refería a que sacara su pene del interior de su cuerpo, y lo hizo, no sin un ligero malestar general en su interior.
-"Justo cuando mejor iba..." –Pensó su lado egoísta.-
-¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? –Se preocupó, observándola detenidamente.-
-¿Yo? Claro, solo quería hacerte una foto.
Bajó los hombros y tuvo la intención seria de coger la cámara y estamparla contra la pared, quizás, también darle un par de azotes a
la chica, por asustarle de esa manera. Aunque, conociéndola, probablemente esos azotes no harían más que excitarla, Nadia era así,
o al menos lo parecía.
-Caprichosa... –Murmuró por lo bajo, cuando la chica hubo sacado la foto.-
Volvió a su labor, penetrándola de golpe y sin mucho miramiento, era su forma de castigarla por actuar de esa manera tan poco
solidaria. Aún así, y mientras de vez en cuando jugueteaba con el cuerpo de la mujer, lamiendo y mordiendo cuanto podía, le
encantaba sentir a la pelirroja ronronear, le hinchaba de orgullo, como si sus gemidos y sus caricias fueran el reconocimiento de un
"buen trabajo".
-Na... Nadia...
-¿Ya estás? –Preguntó, sin un atisbo de reproche en la voz.-
-A punto...
-Mejor fuera que dentro. –Recomendó la chica, que cambió de posición al instante.-
Raúl, muy a su pesar, obligó a su cuerpo a abandonar el suculento calor que la vagina de Nadia le proporcionaba, pese a todo, no tuvo
que sufrir mucho, dado que la pelirroja dispuso que unos labios terminaran lo que otros habían dejado a punto. No tuvo que esmerarse
en que su lengua jugueteara con el glande del chico, ni en que sus manos friccionaran el tronco, dado que, con tan solo notar la
calidez de la boca de la chica, la barrera mental que detenía la eyaculación se desactivo, vaciándose todo de golpe.
Cerró los ojos, degustando su particular momento de éxtasis, se lo había ganado. Pudo sentir, a lo lejos, como las manos y los labios
de la chica intentaban prolongar su placer, manteniendo una caricia continua durante unos segundos más. Se dejó caer en el lecho
cuando terminó, escuchando, también a lo lejos, el sonido gutural característico de un espeso líquido blanquinoso atravesando la
garganta de una chica.
-Mmmm... –Esta vez fue él quien ronroneó.-
-Nada mal, ¿Eh? –Rió ella, con voz pastosa.-
-Sí... Ha estado muy bien... Como siempre en ti...
-¡Ja! Pues deberías mirarte un poco en el espejo, pareces un M&M desteñido.
Sin saber a qué se refería, se giró pesadamente para mirarse en el espejo situado en la puerta del armario. Parpadeó un par de veces
antes de asimilarlo. Tal y como había aventurado Nadia, que ahora se reía de su pinta, estaba bastante "manchado" por diversas
partes. Se sorprendió mirándose la entrepierna, donde su miembro, ahora en reposo, se mostraba cubierto de un pigmento rojo, igual
que si se hubiera masturbado 30 veces en una sola noche. Pero no era todo, su pubis, sus muslos, una de sus rodillas...
Más macabro fue cuando se dio cuenta de que tenía todas las mejillas tiznadas de rojo, como si en vez de comerse el coñito de Nadia,
se hubiera zampado una gacela. Sus manos, sus antebrazos... En definitiva, era como un collage de rojo y carne. Por tercera vez en la
jornada, no pudo evitar pensar que, visto así, resultaba realmente espeluznante.
-¿Qué? ¿Te sientes orgulloso de haber cumplido con una de tus fantasías morbosas?
Observó a la chica, primero su reflejo en el espejo, luego se giró para verla en persona. Permanecía recostada en la cama, pese a que
había cerrado ligeramente las piernas, se podía intuir la mancha escarlata en la cara interior de sus muslos, también por diversas
partes de su cuerpo, extendida, obviamente, por la boca y las manos del joven.
-La verdad, una vez empiezas... –Comentó, sinceramente.- No te das ni cuenta de la diferencia.
-Aja... El miedo, Raúl, es el miedo lo que nos detiene.
Recreó la vista en el cuerpo de la chica, no le habría importado repetir, de no ser porque su sexto sentido le dijo que Nadia, pese a
que tampoco lo rechazaría, estaría llevándolo todo al límite. Pudo imaginarse como los ovarios de la chica debían estar bailando
samba en esos instantes.
-Venga, venga... –Le tendió la mano.- Ve a la ducha, que, por lo que veo, como se seque vamos a tener que ir con pintura de guerra
una buena temporada...
-Uh... –Ella sonrió, agradeciendo su gesto.- Pues entonces tendré que volverme belicista, porque...
-¡A la ducha! –Rió él, asombrándose de la eterna picardía que la pelirroja parecía tener, invitándola a darse prisa en ir al baño con una
palmadita en el trasero.-
Mientras escuchó el grifo oírse, vislumbró sus ropas entre el revoltijo en el que se habían convertido las sábanas, agradeció a los
Dioses textiles que fueran de las que se pueden lavar con lejía y agua caliente. Mientras hacía un montón con la ropa de Nadia,
encontró la cámara, manchada, como los dedos que la habían manejado, con el eterno tinte escarlata.
-"Vaya..." –Intentó limpiarla.- "Pues como no salga, voy a tener una cámara personalizada a más no poder..."
Fue al baño a llevarle la ropa, pero esta señaló que la metiera en su bolsa, que había traído recambio. Mientras metía unas prendas y
sacaba otras, Raúl pudo ver como las braguitas blancas de algodón que había usado en la cama iban a ser sustituidas por otras de
encaje, más habituales en la pelirroja, dedujo que había variado su indumentaria con el único fin de resaltar más el contraste de
tonalidades.
-"Siempre provocando..."
Se apoyó contra los fríos azulejos de la pared mientras observaba como Nadia se enjabonaba detenidamente el pelo, para seguir por
su cuerpo, con especial cuidado en su zona íntima. Tras ver como el jabón desaparecía bajo el chorro de agua, la chica le solicitó una
toalla, cosa que él no dudo en prestarle, secándola él mismo ya que estaba.
-Espera, esto necesita especial atención... –Musitó cuando observó que la zona del pezón izquierdo seguía lastimada.-
Miró en el mueble donde su hermana guardaba las docenas de diferentes cremas y productos que solía usar, encontró el que buscaba
y, con delicadeza, lo extendió sobre la zona irritada de la mujer.
-Oh... –Murmuró ella.- Que atento...
-Y eso que te lo has hecho tú misma...
-Se me habrá ido la cabeza... –Se rió, seguía secándose la cabeza mientras hablaba.- ¿Sabes...?
-¿Qué?
-Nada, que estaba pensando... –Casualmente o aposta, había dejado la toalla sobre su cabeza, de forma que le tapaba el rostro.- Que
cuando te eches una novia estable me va a sentar como una patada.
-¿Y eso?
-Nada... –Alzó los hombros.- Tonterías que piensa una...
Estuvieron callados un rato, un silencio que decía muchas cosas.
-Venga, dúchate tú. –Ordenó la pelirroja, mientras comenzaba a vestirse, empezando por colocar una compresa con alas en sus
nuevas braguitas.- Que yo me voy a tener que ir marchando, se me hace tarde.
-¿No te quedas un rato más?
-No, no, mi agenda está demasiado llena, lo lamento, soy una chica ocupada. –Ironizó.-
Se dio bastante prisa en vestirse y, tras darle un casto beso a Raúl, se despidió, coincidiendo el sonido de la puerta del piso al cerrarse
con el del grifo al abrirse nuevamente. Parecía que, realmente, tenía prisa. O quizás era que no quería quedarse ni un minuto más a
solas con Raúl, no fuera que...
-"Está chica..." –Pensó él, mientras observaba como el agua llegaba al desagüe teñida de rojo.- "Es realmente agotadora..."
Tras la ducha, estuvo un rato tirado en el sofá, descansando. Le encantaban esos momentos de relajación extrema, incluso se permitió
dar una cabezadita de unos minutos, para despertarse nuevo y recuperado.
De camino a casa de Claudia paró en una pastelería. Siempre le venía el antojo de dulce después de... Eso. Estuvo observando los
pasteles, auténticas obras de arte, expuestos, uno tras otro.
-"Para Cristina, trufas de chocolate..." –Murmuró mentalmente, intentando recordar cual era el preferido de cada una de las chicas.-
"Para Laura, los de San Marcos..."
-¿Algo más? –Preguntaba la dependienta, una chica de aspecto sano y voz cantarina.-
-Sí, este de ahí. –Lo señaló, nunca se acordaba del nombre.- El de la cosa que parece nata, o crema, o lo que sea...
Raúl se cohibió un poco cuando la dependienta dejó salir un par de carcajadas en voz baja. Sin más, pagó y se llevó sus
adquisiciones. Cuando regresó al coche y ya arrancaba, se dio cuenta de que había comprado para las chicas, sí, pero había olvidado
el motivo principal de la parada, comprarse algo él. Por pereza y por no tener que volver a escuchar la voz cantarina de la
dependienta, lo dejó pasar. Su estómago rugió consternado.
Al llegar, pudo escuchar como las chicas, acomodadas en el sofá y la alfombra, debatían sobre algo, que aparentemente debía ser
muy interesante, dado que ni Cristina ni Laura se dignaron a saludarle, tan solo Claudia, que le dedicó una de esas sonrisas que le
hacían sentirse la persona más afortunada del planeta.
-Yo siempre he pensado que lo importante es la suavidad. –Decía Claudia.-
Raúl guardó los pasteles, preguntándose si sería mejor comérselos él todos y hacerse el loco con las chicas, al final pudo su sentido
de la generosidad. Su estómago volvió a rugir a modo de protesta.
-Es de todos sabido que lo más importante es el tamaño. –Objetaba Cristina.-
Se tumbó en la alfombra mientras encendía la televisión con el mando a distancia.
-No, no, lo que importa es la colocación. –Se quejó Laura, haciendo aspavientos.-
-No tienes razón y lo sabes. –Se rió Cristina, satisfecha por algo.-
-Claro que la tengo. –Gruñó su hermana.- Lo que pasa es que no queréis admitirlo.
-Vamos, chicas, no os peleéis, hay de muchos tipos, pero...
-¡No interés ser conciliadora! –Exclamó Laura, sacándole la lengua a la alemana cuando esta suspiró, exasperada.- Tengo razón, y
punto.
Él, que miraba sin prestar atención un anuncio político que le recordaba que estaban a nada de las elecciones, empezó a prestar
atención a la conversación mantenida por las mujeres, rumiando el tema del que trataba, sin poder descubrirlo.
-Raúl... –Murmuró Cristina, arrastrando las palabras.- ¿Nos ayudarías a resolver un problema?
-Eh... –Se giró para mirarlas, las tres le inspeccionaban con detenimiento.- Sí, claro... ¿Qué pasa?
-Es que... –Claudia arqueó una ceja.- En realidad es pedirte tu opinión sobre un asunto delicado...
Parpadeó un par de veces, sintiéndose repentinamente incómodo. Laura exhaló una gran bocanada de aire y le clavó los ojos, que
parecieron dos puñales incandescentes.
-¿Cuál de las tres tiene mejores tetas?

Capítulo LXXI
Raúl tragó saliva nuevamente.
La atmósfera se había vuelto repentinamente tensa, el sonido de la televisión, que ya de por sí estaba bajito, desapareció, como
tragado por el aura de oscurantismo y peligro que acababa de comerse el salón y a todos sus ocupantes.
-Sí, es que no nos ponemos de acuerdo. –Cristina asintió.-
-Y tú eres la persona más imparcial que puede opinar al respecto. –Siguió Claudia.-
El joven las observó con los ojos muy abiertos, profundamente consternado. En algún momento, en los últimos segundos, todos
habían dado un salto en el tiempo y la realidad, para acabar siendo los protagonistas de un remake de "La Manzana de la Discordia",
con Cristina en el papel de Hera, Laura en el de Atenea y Claudia en el de Afrodita, dejándole a él como protagonista, un Paris venido
y a menos y con el agua al cuello.
El asunto no era una simple elección sin consecuencias, no, esa simple pregunta que las chicas le habían lanzado le podía traer
muchos, muchísimos, problemas.
-¿Qué cual tiene mejor pecho? –Repitió él, intentando ganar tiempo.-
-Sí. –Corearon las tres.-
-Bueno, yo... –Le costaba articular palabras, tenía la boca extremadamente seca.- ¿Las tres?
-No, no, déjate de tonterías neutralistas y mójate. –Le apremió Cristina.-
-Es que... No sé... Si me lo preguntáis así de sopetón, me coge en frío, no sé qué decir. –Se incorporó, buscando una posición más
segura.- Tendría que pensarlo.
-¿Qué hay que pensar? No estamos en una cata de vinos, es simplemente darnos tu opinión sobre cual tiene mejores tetas. –Le
espetó Laura, que no iba a admitir sus evasivas.-
-Ya, pero... No es tan fácil... –Esta vez fue él quien hizo aspavientos.- Ahora mismo no me acuerdo, por eso necesitaría pensarlo, hay
que tener en cuenta muchas cosas, ¡No es tan fácil!
Lo último lo dijo casi gritando, tan nervioso como se había puesto de repente. Cualquier pensaría que le daba mucha importancia, pero
él, conociendo sobradamente la naturaleza rencorosa de las mujeres, que distaba mucho de ser un estereotipo y se convertía
muchísimas veces en una realidad, sabía que, eligiera los senos de la que eligiera, las otras dos le guardarían un velado odio por no
haber escogido su busto.
-Pero eso tiene fácil solución. –Ante sus atónitos ojos, Laura se descamisó en un abrir y cerrar de ojos, quitándose después el
sujetador.- Mira, así no tienes que recordar. Vosotras dos, desnudaos.
Como las palabras de su hermana eran más una orden que una sugerencia, las otras la siguieron, realizando idéntico gesto.
-Dios, parecemos crías... –Susurró Claudia, que, sin embargo, dejó su magnifico escote al aire.-
Por unos instantes Raúl se olvidó de la comprometida situación en la que estaba, para observar como esas tres preciosas mujeres le
mostraban sus encantos. La verdad es que el trío estaba francamente bien equipado.
-Bueno, ¿A qué esperas? –Le apremió Cristina.-
-Es que... –Rebrotaron las dudas.- No sé, ¿Cómo lo valoro? ¿Por la vista? ¿El tacto? ¿Color? ¿Sabor? Yo... No sé, decidme en qué
tengo que basarme...
Las chicas cuchichearon algo en voz baja, asintiendo entre ellas.
-Tendrá que ser una valoración completa, es lo más lógico, ¿No?
-Claro... –Suspiró, exasperado.-
-Puedes hacer todas las pruebas que necesites. –Musitó Claudia.-
-¿Pruebas?
-¿No decías que tenías que tocar, probar y no sé qué cosas más? –Cristina arqueó una ceja, como si pensara que Raúl se estaba
haciendo el loco.-
-Ah, claro... –Se mordió la lengua en el interior de la boca. En su mente apareció la idea de que, pese a lo comprometido de la
situación, quizás podía pasar un buen rato y todo.- Bueno, pues haré un reconocimiento del terreno... ¿Quién quiere ser la primera?
-¡Yo! –Su hermana alzó la mano, pero sin embargo fue Cristina la que dio un paso al frente.- Bah... Pues nada.
Mientras las otras dos se sentaban en el sofá, observando, Cristina se plantó frente a él con mucha seriedad. La amiga de su hermana
gastaba una buena talla de sujetador, sin duda, en condiciones normales, era la que más tenía del trío, en ese momento Claudia la
superaba por su estado de buena esperanza, pero eso remitiría, supuestamente, en los próximos meses.
-Con permiso... –Murmuró, buscándole el sentido cómico, mientras alzaba sus manos hacia el pecho de la chica.-
Tenían un buen tacto, eran esponjosos, casi como una nube. Raúl estuvo un rato tocando, olvidando la situación que se daba en la
sala, hasta que un "hum hum" de Laura le recordó que aún estaban ellas dos esperando, además, recordó repentinamente que
Claudia le estaba mirando, lo que le avergonzó notablemente.
-Ya, ya voy...
Hizo que Cristina girara varias veces, dándose cuenta de que no importaba por donde lo mirase, tanto de costado como de frente,
tenía un busto magnifico, el deseado por la inmensa mayoría de las chicas del mundo. Podía considerarse muy afortunada, la
naturaleza la había tratado bien.
En su interior luchaba por no buscarle el lado excitante a la situación, quería mantener el control, pero era difícil, casi imposible.
Centró su atención en los oscuros pezones de la mujer, de un tamaño medio, lo acarició ligeramente, humedeciéndose primero el
dedo metiéndoselo en la boca. A causa del magreo que llevaba durante un rato, este hizo ademán de responder, endureciéndose un
poquito. Goloso, se inclinó hacia él y lo probó, por partes, primero la pálida piel del pecho, luego la aureola, suave, y luego el pezón,
respingón. Cristina respiró más profundamente de lo normal durante un rato, hasta que a Raúl no se le ocurrieron más cosas, al
menos que no fueran muy pornográficas, que hacer.
-Bien... –Comentó, carraspeando, tomándose la libertad de agarrar con sus manos los pechos de Cristina por última vez, viendo como
estos rebosaban ampliamente.- Siguiente.
Laura hizo ademán de levantarse, pero luego prefirió quedarse sentada e invitó a Claudia a ser la segunda. Cristina la ayudó a
incorporarse antes de ocupar su sitió en el sofá. En ningún momento hizo ademán de taparse o recoger su ropa.
Con Claudia tuvo más familiaridad, ella le sonrió, invitándole, y él... No se hizo de rogar. Acarició con dedicación cada centímetro de
piel, notando la extrema calidad y el tacto, ligeramente más duro que el de Cristina pero igual de terso y firme. Dibujó círculos
concéntricos en sus grandes y oscurecidas aureolas. La alemana dejó escapar un suspirito pese a que apenas había empezado a
recibir estímulos, su sensibilidad extrema le provocó un escalofrío.
Cuando los hundió en su boca, notó como el prominente pezón de la mujer se adecuaba a sus labios, inconscientemente, Claudia alzó
la mano y la llevó a su coronilla, pero, como dándose cuenta de la situación en la que estaban, la retiró, volviendo a una más neutral.
Los pezones de la rubia estuvieron duros en unos instantes, pudo percibir de ellos un sabor más allá del normal de la piel, un éxtasis
en su boca que casi le hace perder el control.
Tras mucha tensión, su entrepierna volvía a recobrar, recibiendo puntuales descargas eléctricas.
-Bien, bien... –Murmuró, tras respirar profundamente.- Ya tengo la imagen... Laura, ven.
Su hermana no se hizo esperar, y se incorporó, dejándole su sitio a Claudia, cuyas mejillas estaban ligeramente encendidas. Las
manos de Raúl fueron a los pechos de Laura, acariciándolos lentamente. En cuestión de tamaño estaba lejos de las otras, pero había
dos puntos que eran muy notables en la anatomía mamaria de su hermana. La forma y el tacto. Raúl no era un experto en morfología
pectoral, pero siempre, al menos en todas y cada una de las numerosas situaciones en las cuales había visto a su hermana desnuda,
había alabado la forma en gota de sus pechos, era preciosa y muy atractiva. Además, al tacto, su suavidad era increíble, como si
estuvieran recubiertos de seda, o algún otro material que parecía agua en vez de algo sólido.
Ella tenía el pezón más rosáceo de las tres, si bien Claudia en condiciones normales era la que ganaría en ese aspecto. Tampoco tuvo
que hacer mucho para que sus pezones se mostraran firmes y orgullosos, al recorrerlos con su lengua, pudo notar un escalofrío que
no solo le recorría a él, sino también a su propia hermana.
Estuvo un buen rato paladeando y acariciando el torso de su hermana, no se dio cuenta de si fue más o menos que con las otras dos
chicas, pero, al dejarla, pudo notar la mirada de enfado de Cristina que, desde el sofá, les observaba.
-¿Y bien? –Preguntó esta, intentando disimular.- ¿Cuáles son mejores?
Se tomó un par de minutos para pensarlo. En realidad, sabía que no podía elegir libremente cuales le habían gustado más, sino que
tenía que ser inteligente con sus intereses. Se imaginó a si mismo en una especie de certamen de Eurovisión, donde la gente vota
más por motivos políticos que por la validez de las canciones. Y así, pudo hacerse a la idea de que Cristina quedaba descartada, dado
que era con la que menos lazos tenía, y, en la dura pugna entre Claudia y su hermana, tardó mucho en decidir quién merecía el
dudoso honor de recibir una mejor crítica, si su hermana, que lo cuidaba y mantenía, o la rubia, que estaba esperando un hijo suyo.
Al final, pudo más su corazón.
-Supongo que, por las especiales circunstancias que rodean al sujeto, podríamos decir que... –Asintió, su respuesta estaba siendo lo
más neutral posible, eso haría que las otras se molestaran menos.- A día de hoy, este concurso lo ganaría Claudia.
-Bah... –Exclamaron las perdedoras al unísono.-
-Venga, venga, no seamos crías, esto era solo un juego... –La rubia intentaba quitarle leña al asunto, sin embargo, su sonrisa había
crecido un par de centímetros al escuchar la decisión de Raúl.-
-Tongo... –Murmuraban Laura y Cristina, inclinadas la una sobre la otra, taciturnas.- El árbitro estaba comprado... Esto no vale, no
vale...
Raúl se fue a la cocina, observando que, desde la distancia, Laura le lanzaba una mirada particularmente ofendida, como si le hubiera
hecho daño de verdad.
-"Menos mal que les he comprado pasteles..." –Pensó, socarrón.- "A ver si con el dulce se les olvida este estúpido concurso..."
Esa misma noche, mientras yacía junto a Claudia, aún recuperando la respiración después de correrse, estuvo dándole vueltas al
tema. Estaba tumbado con la cabeza ligeramente apoyada en la cintura de la mujer, en concreto, sobre su extenso pubis, que, por
cierto, la alemana, ya fuera por cosa del embarazo o por la sugerencia que Raúl había lanzado tiempo atrás, dejaba crecer al natural,
sin rasurar ni depilar, cosa que este agradecía, acariciando sus mejillas sobre el suave vello púbico de la mujer, como si fuera un gato
jugando con un ovillo de lana.
Como si pudiera leerle la mente, la voz de la alemana rompió el silencio.
-Si no hubieras estado presionado, ¿A cual hubieras elegido?
-Te refieres... ¿A lo de esta tarde? –Dudó, sintiéndose ligeramente incómodo.-
-Sí.
-Pues... Teniendo en cuenta de que estamos hablando solo superficialmente, y de pechos, no de las personas, solo de sus pechos... –
Se mordió el labio, era frustrante saber que Claudia podía leer tan fácilmente a través de él.- Supongo que me habría quedado con los
de Cristina.
-Entiendo.
-¿Estás... Enfadada?
-No, no, que va. –La chica le llamó a su lado palmeando un par de veces en el colchón.- Fue muy delicado por tu parte escogerme a
mí, eres un cielo...
-Exagerada... –Ronroneó al recibir las caricias de la mujer.-
-Además, aquí en la intimidad... –Claudia se rió discretamente.- Yo también preferiría tener los de Cris.
-Vaya, vaya... –Raúl se incorporó y fingió estar molesto con un ademán teatral.- Hasta que salió tu verdadera cara... Ya entiendo, solo
estás conmigo para utilizarme de juguete sexual, soy un muñeco, tu preferirías dormir entre un buen par de pechos, como los de Cris...
Y yo, pobre de mí, con lo que te aprecio...
Claudia volvió a reírse.
-Tú también tienes tus encantos.
-¿Ah sí? ¿Cuáles?
-Me haces reír, por ejemplo.
Se dejó caer en la cama, abrumado.
-Prefiero lo de chico objeto a lo de payaso... –Bromeó, lanzándose vorazmente hacia los labios de Claudia, que le recibieron de muy
buen grado.-
En un recodo de su mente, el Paris que Raúl llevaba dentro no se reprochaba en absoluto haber elegido a su Claudia-Afrodita. A fin de
cuentas, en esos momentos no hubiera cambiado el lecho que compartían por nada en el mundo.
Ni por todos los escotes generosos del mundo.
Continuará.

PD. Grandes, pequeños, tersos, suaves, rosáceos, oscuros... ¿Hay algo más perfecto y excitante que el pecho femenino?
Capítulo LXXII
Esa mañana no era la mejor para Raúl. Un domingo que había amanecido gris en el cielo, y también en su cabeza. Todo había sido
culpa de un par de cubatas mal bebidos la noche anterior, él, poco acostumbrado a los licores destilados, había cedido a las presiones
de su grupo de amigos y conocidos, que aludían a que eso de beber solo cerveza estaba pasado de moda.
-"Nunca más..." –Pensó, irritado, mientras se acariciaba la sien con la mano libre que le dejaba el volante, puesto que conducía de
camino a casa de Claudia.- "La resaca de la cerveza no es tan dura... Y mira que es difícil emborracharse con cerveza..."
Se miró en el espejo, sus ojos verdes le devolvieron el saludo, unas profundas ojeras se marcaban bajo ellos, y su cara, pálida,
aunque eso no sabía si era por su estado anímico o por la escasa luz del día.
Bostezó mientras paraba en un semáforo.
Su teléfono móvil empezó a sonar. La estridente melodía de "El Padrino" agujereó sus oídos, aceptó la llamada rápidamente,
queriendo acallar ese sonido que agudizaba su dolor de cabeza.
-¿Sí? –Preguntó, con voz pastosa.-
-Raúl... –La voz de Laura le llegó distorsionada por el aparato, parecía estar en un lugar con poca cobertura.-
-¿Qué quieres? ¿Hay que comprar pan o algo? –El coche de atrás pitó, él avanzó unos metros antes de pararse en el arcén.-
-No, bueno, verás... No es nada preocupante, pero claro, como estamos casi en la recta final... –Su hermana se rió discretamente,
Raúl frunció el entrecejo, obviamente se refería al embarazo de Claudia.- Al parecer ella sintió algunos dolores, o contracciones, o algo
por el estilo...
-Pero... ¿Pero ella está bien? –Sintió como la resaca le desaparecía a marchas forzadas.-
-Sí, no te preocupes, no te preocupes. Cris nos trajo al hospital, solo te llamaba porque creo que tú llevas la bolsa donde están los
papeles de la clínica y todo eso, ¿La tienes tú?
-La bolsa...
La famosa bolsa había sido un motivo de preocupación constante para Raúl en los últimos días, dentro se encontraban, perfectamente
colocados, toda la ropa y accesorios que la madre y el niño necesitarían durante sus primeros días de vida, así como papeles y demás
pertrechos para la contienda. Claudia, al percibir que Raúl prácticamente empalidecía cada vez que veía la bolsa, le había dicho que,
para evitar la tensa situación, la guardara en el armario, o en el maletero del coche, hasta el "Día D", sitio donde en esos momentos
estaba.
-Sí, sí la tengo, pero...
Un bostezo le interrumpió las palabras.
-Pues tráela al hospital.
Fisiológicamente, los especialistas dicen que, una vez empieza un bostezo, es imposible de parar hasta que termina. Pues en ese
momento, Raúl rompió una de las leyes de la fisiología, dado que su rictus se quedó helado al escuchar la palabra "hospital".
-¿Estáis en el hospital? ¿Pero no decías que no era nada? –Gritó, frenético.-
-Bueno, no es nada... Nada grave. Clau, que se sintió indispuesta de repente, y aquí estamos. –La mujer suspiró.- Bueno, lo dicho, que
traigas la bolsa, Cris estará en la entrada.
Y colgó.
La resaca, que hacía unos instantes le atenazaba la mente. había desaparecido por completo, sus ojos, casi cerrados, ahora se abrían
de par en par, como los de un búho. No tardó demasiado en llegar al hospital, apurando para pasar los semáforos en ámbar, inquieto
por lo que podía suceder, o estar sucediendo, sin que él estuviera cerca para verlo.
El "indispuesta" que su hermana Laura le había comentado resultó ser nada más y nada menos que los primeros empujones que una
nueva vida daba para salir al exterior. Cuando Raúl se topó con Cristina en la puerta y esta le dijo que se habían llevado a la alemana
al paritorio, no se lo podía creer.
Cuando habían charlado con el ginecólogo y el encargado del hospital, este les había explicado el más que probable proceso que
precedería al parto, entre el que estaba, generalmente, largas horas de espera entre las primeras contracciones y la entrada al
paritorio, tiempo que se vería aún más prolongado dado que Claudia había optado por un parto lo más natural posible; ni acelerantes,
ni intervenciones quirúrgicas innecesarias, con especial mención a la cesárea, que la alemana no quería a menos que hubiera riesgo
vital de por medio, y sin olvidar la que más escalofríos le causaba a Raúl, sin epidural.
-"Para una vez que tengo un hijo, quiero sentir como lo traigo al mundo." –Había replicado la alemana cuando él insinuó que la
epidural podía estar bien.-
-"Pero sufrirás más..." –Se quejó el chico.-
-"Merece la pena, recordaré ese dolor en el futuro y querré más a la criatura." –Lo dijo de una forma tan solemne, incluidos ojitos
brillantes, que Raúl no pudo más que suspirar y asentir. Ella era demasiado terca, demasiado alemana.-
Cristina le condujo a la Sala de Espera donde aguardaba Laura, que ya se mordía las uñas, inquieta. Casi por arte de magia, apareció
una enfermera con una carpetita, de la que extrajo un par de papeles y empezó a leerlos.
-Claudia Schoeder, ¿Verdad? –Lo recitaba más para sí misma que para ellos.- En el contrato firmado con su especialista constaba la
petición de que una persona estaría en el paritorio con ella y grabaría el advenimiento.
La enfermera dejó de mirar los papeles y les clavó la mirada directamente a ellos, la Sala de Espera estaba sorprendentemente vacía
a esas horas, supuso que hasta a los niños nonatos les daba pereza madrugar tanto. A Raúl le llamó la atención el horripilante broche
que la enfermera llevaba en su uniforme, un Sol con enormes gafas y boca sonriente, aparte de la sutil forma de hablar de un
nacimiento, eso de "advenimiento" le sonaba más a traer al mundo un demonio.
-Ah, sí, la cámara, tengo la cámara... –Raúl abrió uno de los bolsillos de la pesada bolsa y extrajo la cámara, preparada la ocasión.-
Aquí.
-Y bien... ¿Quién entrará al paritorio? –Enmarcó una ceja, como si tuviera que resaltar lo evidente.- Solo puede hacerlo uno.
Cristina y Laura le miraron, la enfermera también. Lo habían comentado alguna vez, la idea de que la persona en concreto fuera Raúl,
por el motivo obvio de que aparte de ser el "macho inseminador" también era el "padre" de la criatura. El chico intentó hacer fuerza
con las rodillas para levantarse, pero no pudo moverse ni un centímetro.
A la hora de la verdad, cuando Claudia más le necesitaba, y se quedaba congelado. Tenía miedo, un miedo apabullante que hasta le
dificultaba el respirar. Las dos mujeres intercambiaron miradas, Laura se apartó el pelo de la cara, exasperada.
-Hombres... –Le quitó la cámara de las manos.- A la hora de la verdad, todos unos cobardes...
-Acompáñeme, por favor.
Un segundo después, Laura y la enfermera del broche hortera habían desaparecido por un recodo del pasillo. Raúl se dejó caer
apesadumbrado en uno de los sillones, Cristina se sentó a su lado, dándole un par de palmaditas en el hombro.
-No te preocupes, es normal. –Chistó.- A mí también me daría infringe respeto algo así... Laura lo hará bien, total, ¿Sabes de algo que
la sorprenda? Y para Claudia también es mejor, ¿O crees que el haber entrado tú, pese a estar más nervioso que ella, le hará bien?
Raúl apreció el gesto de Cristina, intentando consolarle, aunque no pudo evitar pensar que el tenso silencio que se produjo después
fue culpa de su cobardía. El chico intentó distraerse, mirando a su alrededor, la Sala de Espera estaba bien cuidada, había algunas
revistas, los sillones eran cómodos, un fícus le daba el toque natural al lugar, y un ventanal tintado dejaba entrar el Sol justo para no
ser molesto a los ojos. Se notaba que era un Hospital privado.
-Ya sé, iré a por unos cafés de la máquina... –Le volvió a golpear en el hombro.- Así nos despejamos todos un poco.
Raúl no tuvo tiempo de decirle que el café no era santo de su devoción, aunque realmente no habría podido articular ninguna palabra
entendible, dado que tenía la garganta completamente seca.
Un par de minutos después, tenía un humeante vasito entre las manos, el olor ocre del café de máquina le gustaba, pero el sabor era
otra cosa, en definitiva, un líquido intragable. Cristina intentó distraerse con una revista, Raúl simplemente apoyó la cabeza en el
respaldo del sofá, sujetando el cálido recipiente entre sus manos...
Y el tiempo pasó.
Cuando volvió en sí, no habría sabido decir a ciencia cierta si habían pasado diez segundos, diez minutos o diez horas.
-Eh... –Carraspeó, con voz extraña.- Oh... Me he quedado traspuesto...
-¿Traspuesto? –Cristina le miró, sorprendida.- ¿Te has quedado dormido con los ojos abiertos?
-¿Qué? Vaya... –Dio un ligero respingo al darse cuenta de que ya no estaban solos en la Sala de Espera, sino que había dos hombres
más y una mujer mayor.- Que patético, dormirme en un momento así...
Mentalmente no pudo evitar felicitarse; aparte de dormirse con los ojos abiertos, había mantenido el vasito entre sus manos, sin
derramar ni una sola gota de café, ahora convertido en una extraña mezcla fría y grumosa. Por la ventana, pudo ver como el Sol ya
despuntaba bien alto, lo que indicaba que sin duda habían pasado varias horas.
-"¿Cómo estará Claudia?" –Se mordió la cara interior de la boca, una costumbre muy suya.- "¿Estará saliendo todo bien?, ¿Tardará
mucho más? Dios, ojalá que esté bien, todo bien, todo bien..."
Cristina le dio una revista, e incluso intentó darle conversación, todo con el objetivo de distraerle, pero aún así, el tiempo, que había
pasado a una velocidad increíble hacía unos instantes, parecía ahora jugar en su contra.
-No te preocupes... –La repetía Cristina, una y otra vez.- Seguro que las dos están bien.
-¿Las dos? –Preguntó, sorprendido, cuando cayó en la cuenta del plural.- ¿Qué dos? ¿Le pasa algo a Laura?
-Será posible... –La mujer abrió los ojos, sorprendida.- ¿Será posible de que seas el único que aún no sepa que el bebé es una niña?
Raúl emitió un ligero jadeo que llamó la atención de sus compañeros de sala.
-Si hasta Claudia quiso saberlo hace unos días... –La amiga de su hermana intentó disimular la sonrisa.- Por favor, siempre eres el
último en enterarte de todo, a ver si espabilas...
-"Una niña, una niña, una niña..." –Repitió una voz en su cabeza.-
-Otra chica más... –Cristina le golpeó cariñosamente con el codo.- Parece que tu destino es estar rodeado de mujeres para siempre,
¿Verdad?
-"Una niña, una niña, una niña..."
Un rato después, por el mismo pasillo del que la habían visto partir, llegó Laura, con un semblante en el que se podía leer claramente
"todo ha ido bien", sonrisa cantarina incluida.
-¿Qué tal? –Preguntó Cris, inquieta.- ¿Cómo ha ido todo?
-Puaff... –Su hermana hizo varios aspavientos, mientras zarandeaba la cámara de video, sujeta en una de sus manos.- ¡Ha sido súper
gore!
-"¿Gore?" –En lo recóndito de la imagen de Raúl se formó la imagen de una sala de operaciones encharcada de sangre, pudo notar
las nauseas llegándole al estómago. Se obligó a pensar en otra cosa.-
-O sea, no, gore no, intenso, sí, a eso me refiero. –Continuó con los aspavientos.- Teníais que haber estado ahí, resulta que al principio
Clau no dilataba lo suficiente, y el médico ha sugerido que quizás una cesárea estaría bien...
-Laura... –Cristina intentó apaciguar a la animosa chica, que parecía entusiasmada con su historia.-
-Y Claudia ha dicho "Eso ni en broma", y ha amenazado con levantarse e irse si intentaban rajarla. –Emitió una sonora carcajada.-
Teníais que haber visto a la matrona, intentando convencerla de que se calmara. Y a la enfermera le entraba la risa, y...
-Laura... –La apremió de nuevo, más impaciente.-
-Pero no os preocupéis, lo tengo todo grabado, menos mal que la cámara esta es de disco duro y no me ha faltado memoria, pero
necesitaré otra batería, ¿Traéis otra en la bolsa?
-¡Laura, joder! –Cristina la zarandeó, enfurecida.- ¡Qué nos digas como coño están las dos!
-Eh... Claro, sí, perfectamente, al final todo fue perfecto, dilató, y todo genial. –Su hermana le miró directamente a los ojos.- Eres el
padre de una sanísima niña, y la madre, en cuanto descanse un par de días, estará tan fresca como siempre, o incluso más.
En ese momento Raúl debió quitarse de encima aproximadamente diecisiete mil toneladas, un peso que le había agobiado desde el
día en el que le habían realizado la irreal propuesta de ser un "inseminador", que se había visto incrementado cada día del embarazo,
para concluir en esos momentos.
-¿Podemos ir a verla? –Solicitó Cristina.-
-Sí, me han dicho que en un rato vendrá una enfermera a buscarnos. –Laura aprovechó para sentarse, dado que también estaba
agotada, aunque la sonrisa no se la borraba nadie de la cara.-
Ese "en un rato" se convirtió en una gran espera, tiempo que resaltó algo que con la tensión habían olvidado, estaban muertos de
hambre.
-Psé... –Se quejó su hermana.- Pues como tarden más en venir a buscarnos, tendrán que mandarme un mensaje a la cafetería... Y
mira que el hospital es privado...
Interminables minutos después, finalmente llegó la enfermera en su busca, conduciéndoles por un las largas galerías del hospital,
mientras les comunicaba que "La paciente ya había sido transferida a planta".
El número de la habitación que le habían asignado era la 122, curiosamente, en la mente de Raúl se dibujó la matricula de su coche,
en la que también estaba incluida ese número, ¿Casualidad? Se reprendió duramente por pensar en una estupidez así en un
momento como ese.
Fue el último en entrar, inquieto, no sabía con qué cara podría mirar a la alemana después de su acto tan cobarde. Al ser empujado
adentro, intentó mirar a cualquier otro lado menos a la mujer. La habitación estaba bastante bien, era espaciosa, individual, con un
bonito baño, unas ventanas que daban a un patio con flores, una televisión y una gran butaca donde probablemente podría descansar
el familiar de turno.
-¿Cómo estás? –Preguntó Cristina, con una sonrisa melosa.-
-Bien... Cansada... –El tono de voz de la alemana era frágil, como si efectivamente estuviera agotada.-
Raúl no pudo hacerse el distraído más tiempo y miró a la mujer, que en ese momento también le estaba mirando a él. Efectivamente,
mostraba un aspecto cansado, con una tez pálida que le preocupó. Sin embargo, todas sus intrigas mentales desaparecieron cuando
comprobó que la mujer le dedicaba una pequeña sonrisa y una mirada alegre.
-¿Te encuentras bien? –Le preguntó la mujer.-
-Eso... –Suspiró.- ¿Eso no debería preguntarlo yo?
La mujer dio un golpecito en su cama, y él se aproximó. Ella atrapó su mano cuando estuvo cerca de la suya, en un cálido abrazo de
dedos, un "Todo va bien".
-Oye, ¿Y la peque? –Cristina les sacó de su particular burbuja de miradas.-
Casi como atendiendo a su llamada, una enfermera apareció empujando suavemente una cuna, la acomodó en uno de los lados de la
cama de la alemana, la felicitó, y se marchó diciéndoles que antes de coger al bebé se lavaran las manos.
-Uaaa... –Cris se asomó a la cuna, destapando ligeramente a la criatura.- Es preciosa.
-Como los padres. –Añadió Laura, que cogió a la niña y la acomodó junto a su madre.- Con esos genes, ¿Cómo no iba a ser tan
bonita?
Raúl estaba en un estado catatónico, ver esa cosita tan delicada al lado de Claudia, tan pequeñita, tan bonita...
-Es... –Fueron las únicas palabras entendibles que pudo farfullar mientras luchaba porque sus vidriosos ojos no se llenaran de
lágrimas.- Es un bebé... Un bebé...

Capítulo LXXIII
Los primeros días en el hospital estuvieron llenos de pequeñas experiencias y detalles que tanto Raúl como el dúo diabólico no quiso
perderse. Pese a ser un hospital privado y gozar de ciertas libertades, tanto de visita como de permanencia, a la jefa de las
enfermeras los gritos histéricos de Laura y Cristina, cuando la pequeña hacía alguna gracia, la traían por el camino de la amargura.
Les había llamado la atención tantas veces que raro era el día que no viniera, ya fuera para pedirles que guardaran silencio o para
vigilarlas de cerca.
Para Raúl hubo tres momentos especialmente emotivos e intensos. El primero, cuando Claudia le aclaró que el nombre elegido había
sido el de "Eva", que era uno de los que él había propuesto, cuando tuvieron esa charla, tiempo atrás. Eso hizo que se le encendieran
las mejillas, cohibido, a fin de cuentas, no todos los días se le pone nombre a una persona. El segundo fue cuando las chicas
insistieron en que cogiera a la pequeña en brazos, cosa que él no quería hacer ni en pintura, puesto que le parecía tan pequeña y
delicada que temía que si la tocaba se rompiera. Finalmente, tras ponérsela Cris en el regazo, no tuvo más remedio que hacerlo. Era el
primer bebé que cogía, y todo resultaba extraño y sorprendente para él, pesaba como un gatito, tenía el cuerpo caliente, hacía ruiditos
propios de bebé. En definitiva, era un bebé.
El tercer momento especial fue la primera vez que vio a Claudia amamantar a la criatura. Claudia y Laura estaban en la cafetería, por
lo que en la habitación tan solo estaban los tres, generalmente, él huía cuando escuchaba algo así como "Hora de darle de comer",
receloso de tener que compartir esos instantes, le daba "cosa". Pero ese día le habían hecho una encerrona, y no podría huir sin ser
demasiado evidente, así que intentó concentrarse mirando la televisión.
Sin embargo, no pudo evitarlo. Al principio giró ligeramente los ojos, mirando de soslayo. Después, un poquito más el cuello.
Finalmente... Se amonestó mentalmente. Esa era una escena tierna y natural, realmente no se le ocurría una escena más natural
posible, pero aún así, no podía evitar encontrarle el sentido erótico, mientras que para Eva solo eran fuentes de un alimento que
devoraba de forma voraz, para él eran dos pechos preciosos, hinchados, y profundamente apetecibles.
Con los escotes femeninos le pasaba como con los eclipses, sabía que no debía mirarlos fijamente, pero...
-"El que esté libre de pecado que tire la primera piedra." –Se decía, abochornado por su actitud.-
Solía sentarse a un lado de la cama de la alemana, durante largos periodos de tiempo, sin decirle nada interesante, simplemente la
cogía de la mano, la acariciaba, de vez en cuando intercambiaban miradas... Era todo lo que necesitaban el uno del otro. El día antes
de irse del hospital le surgió la intensa necesidad de besar a Claudia.
-¿Puedo besarte? –Preguntó, cohibido de nuevo.-
-¿Y tienes que pedir permiso? –La rubia sonrió, había recuperado poco a poco el color en el rostro, ya era la mujer espléndida de
siempre.-
-Es que...
-Es que, ¿Qué? –Le retó ella.-
Se fundieron en un beso largo, que derivó en un semi-abrazo que mantuvieron durante un buen rato, tanto que una de las enfermeras
les pilló in fraganti, ocasionando que el pobre Raúl aludiera, totalmente rojo, que no estaban haciendo nada, que era todo un error. La
enfermera acabó por reírse de él y sus gestos, lo que al menos le relajó.
Pero más momentos de azoramiento tendría Raúl de por medio, dado que unos días después de instalarse en la casa de la mujer, Eva
incluida, le informaron de que los padres de la alemana llegarían esa misma tarde.
Empezó a dar vueltas por la casa, buscando sus cosas, metiéndolo todo aprisa en una maleta, pese a que la mujer le decía que no
pasaba nada, que ya les daría una buena excusa que justificara su estancia en el apartamento. Cuando finalmente sonó el timbre de la
puerta, Raúl no pudo pensar más que "Tierra, trágame."
La familia de Claudia era, aparentemente, una familia normal. Sus padres y su hermana llegaron, llenándolo todo de alemán, de
maletas, y de abrazos, tanto para la madre, como para Eva. Durante los primeros quince minutos de la llegada de sus progenitores,
Raúl dudó siquiera en que hubieran reparado en su presencia. Casi estuvo tentado a irse mientras no le vieran...
-Este es Raúl, mamá. –Dijo Claudia, volviendo al español.- Es el hermano de una amiga, me ha estado ayudando todos estos días,
llevándome con el coche y atendiendo mis recados.
-Encantado. –Raúl extendió la mano para estrechar la de la mujer, y se sorprendió cuando esta se inclinó hacia él para darle dos
besos.-
-Gracias por cuidar de mi hija. –La madre le regaló una de esas sonrisas que tantas veces había visto en la hija.- Eres un buen chico.
Tanto el padre como la madre hablaban español perfectamente, acento de por medio, al parecer, el veranear tantas veces en la costa
española, especialmente en la colonia alemana de Mallorca, les había reportado un uso del lenguaje bastante avanzado. La madre era
una mujer madura, que, pese a todo, conservaba un atisbo de lo que en el pasado debía haber sido una belleza imponente. A Raúl le
gustaban mucho ese tipo de mujeres, las encontraba atractivas, y, para su consternación, se encontró imaginándose como estaría la
madre de Claudia desnuda, pensamiento que apartó de su mente mientras apretaba la mano del padre. Este tenía dos rasgos
particulares, primero, que le sacaba una cabeza a Raúl, segundo, que le quedaba poco pelo. Era uno de esos hombres con una cara
de bonachón que no puede con ella, le dio una palmadita en el hombro con sus enormes manos y también le agradeció todo lo que
había hecho por su querida hija.
-Espera, que te presento a mi hermana. –Claudia fue al salón a recoger a su consanguínea, que mecía en esos momentos a la
pequeña Eva.-
Al entrar todos, Raúl la había visto de refilón, recordándola como la chica de la foto, Gaby, pero su reacción fue tan simple como
parpadear y frotarse los ojos, sorprendido.
-Gaby, este es Raúl, Raúl, Gaby. –Murmuró la mujer, mientras traía a su hermana. La rubia se acercó hacia el chico y habló solo para
él.- Ten paciencia con ella, no habla ni una pizca de español...
Gaby era... Era. Con una piel del color de las perlas, una larga cabellera de oro que le llegaba casi a la altura del trasero, un rostro
armonioso, unos ojos verdes calcados a los de su hermana, y especialmente una boquita de labios finos y apetecibles.
-Eh... Encantado... –Musitó, tremendamente cortado, mientras inclinaba ligeramente la cabeza.-
Si tenía una imagen estereotipada de lo que podían ser las valkirias, entonces Gaby entraba en la ese estereotipo. Bueno, quizás salvo
por su escote, pequeño, pero a ella se le perdonaba, su belleza, totalmente natural, era propia de una chica que hubiera realizado un
pacto con el diablo. Claudia era preciosa, pero era más una "alemana andaluza" que otra cosa, mientras que Gaby era "alemana
alemana alemana", de pura raza y condición.
El saludo de la hermanita de Claudia, de 17 años, fue una inclinación de cabeza y un "hola" en alemán, que, pese a ser una lengua
ruda y ronca, en su boca sonó preciosa. Afortunadamente para Raúl, los demás no notaron su ensimismamiento porque Eva empezó
a quejarse en su cunita, reclamando atenciones.
-"Dios... La madre parece haber sido preciosa, las hijas lo son..." –Se frotó la frente, incrédulo.- "Si Eva sale como ellas, va a volver
locos a todos los chicos del mundo... Que miedo..."
Los siguientes días no fueron buenos para él, debido a la visita familiar no podía estar con Claudia y Eva tanto como le gustaría,
apenas si podía pasarse por ahí con alguna mala excusa, saludar, y volver a irse. Afortunadamente, los padres de la alemana se
tuvieron que marchar una semana después, aludiendo a que tenían algunos compromisos laborales irrompibles. Pese a todo, ambos
prometieron pasar el verano con su hija.
Gaby pudo quedarse, aunque aún tenía clases, ya había realizado los exámenes finales, así que se ausentó de las clases con la
autorización de sus padres. En cierto sentido, Raúl no se alegró de la permanencia de la chica, aparte de que no podía comunicarse
con ella, tenía la sensación de que le miraba raro, como recelosa o desconfiada, y eso a él le ponía de los nervios.
-Oye... –Aprovechó un rato que Claudia y él se habían quedado a solas, dado que Gaby estaba jugando con Eva.- ¿Soy yo, o tu
hermana me odia?
-¿Odiarte? No, que va... –Se le escapó una pequeña risotada.- Es solo que no sabe como clasificarte.
-¿Clasificarme?
-Sí, bueno, no sé si habrías estado de acuerdo... –Se mordió el labio ligeramente, a modo de excusa.- Pero ella sabe lo nuestro, todo,
es decir, sabe que eres el padre de Eva...
-Qué...
-¡Perdona! Es que yo no tengo secretos para mi hermana, además, lo iba a saber tarde o temprano, y...
Raúl desconectó ligeramente, incapaz de escuchar las palabras de la preciosa rubia. Las miradas ahora tenían una razón de ser.
¿Cómo mirarías a alguien poco mayor que vosotros y que ha dejado embarazada a vuestra querida hermana?
-Raúl, ¿Estás enfadado?
Volvió al mundo real cuando la mujer recostó su cuerpo sobre su costado, escote por delante, para pedir su atención.
-Lo siento, debí haberte pedido permiso, es algo que tendríamos que haber decidido entre los dos...
-No, no... No pasa nada... –Suspiró.- Dile que ya sé que lo sabe, así al menos no me tendré que comportar como el chico de los
recados.
-Oye, pues eso de que hicieras tu solo la compra fue muy práctico.
-Soy un hombre objeto... –Se quejó él, lastimero, mientras dejaba que una de sus manos le buscaran las cosquillas a la mujer.- Pobre
de mí, explotado y sin ninguna compensación...
Ella atendió a sus caricias con las suyas, hacía tiempo que no se tocaban al menos de "esa" forma. Era agradable sentir de nuevo el
tacto de su piel, ver como sonreía o se estremecía, dependiendo de donde se atreviera a tocar.
-Ahh... Cuantas cosquillas tienes... –Susurró él, mientras soplaba en su oreja, provocándola un escalofrío.- ¿Y que pasará si toco
aquí?
Una de sus manos había penetrado ya la camisa de la mujer, acariciando su vientre, que poco a poco recuperaba la forma original, a
un ritmo tan sorprendentemente como el que había tenido para crecer, su ombligo, subiendo hasta el nacimiento de sus pechos,
percibiendo el sutil tacto que estos tenían...
Y cuando estaba a punto de lanzarse más arriba, un "ejem ejem" en la puerta le hizo detenerse en el acto. Como supuso, ahí estaba
Gaby, observándoles con una oreja arqueada. Para su desgracia, tuvo dificultades para sacar la mano de entre la ropa de la mujer,
dado que había quedado atrapado entre la tela y el cuerpo de esa. Mientras él se perturbaba profundamente, Claudia mantenía su
sonrisa impertérrita, le soltó un par de frases en alemán a la chica, esta respondió y ahí quedó la cosa. Raúl, una vez libre, aprovechó
para ir a tomar el aire un rato, que buena falta le hacía.
Tenía un deseo creciente de estrechar a Claudia entre sus brazos, de besarla, de tocarla donde y de la forma en que tanto le gustaba,
quería estar con ella, a poder ser a solas, pero siempre que intentaba hacerlo, ahí aparecía Gaby, con un sorprendente ataque de
labia, y su hermana no se contenía, hablaban y hablaban durante largas jornadas, íntegramente en alemán, por lo que Raúl, cansado
de no entender nada y estar aislado, terminó pasando el tiempo con Eva, contándole batallitas como si la pobre pudiera entenderle.
Otra cosa que también le sorprendía era que no había visto el pelo ni de Laura ni de Cristina desde hacía varios días, cosa extraña,
cuando se podía decir que ambas tenían ahí su segunda residencia.
Una noche, mientras volvía de tirar la basura, se topó con Gaby en el pasillo, esta le miró con su habitual condescendencia,
provocando en Raúl el "hola" desanimado de siempre, pero, como novedad, la chica extendió su mano y cogió la suya, obligándole a
seguirla, entrando en el cuarto que Claudia la había dado el primer día.
Raúl receló cuando la chica cerró la puerta tras ella. ¿Los dos a solas en una habitación? Peligro, peligro.
-Eh... –Carraspeó.- Esto no está bien.
La muchacha respondió algo en alemán, pero como a Raúl tanto el alemán como el chino le sonaban a jerga indescifrable, acabó por
alzar los hombros en el inequívoco gesto de "No te entiendo". La chica pareció replantearse su estrategia, pasando al lenguaje por
mímica, cual concurso de "Adivina qué película estoy haciendo". Al principio fue todo ridículo, pero Raúl terminó por abrirse,
participando en la cosa.
Gaby señaló hacia fuera, en dirección al cuarto de Claudia.
-Tu hermana... –Murmuró el joven.-
Hizo el gesto inequívoco del vientre de una mujer embarazada, y después le señaló a él.
-Embarazada... Yo... Eh... –Tosió, ligeramente azorado.- Sí, yo...
Volvió a señalar hacia el cuarto de su hermana y hacia él, para luego juntar sus dedos.
-Claudia y yo, ¿Juntos? –Asintió.- Sí, juntos.
Hizo como si meciera a un bebé, y volvió a señalarlo a él, para después alzar las cejas, sarcástica, o quizás escéptica.
-Eva y yo, ¿Qué pasará con nosotros? –Esta vez fue él el que intentó expresar sus dudas sobre el futuro, y no tuvo que esforzarse
mucho para que la chica lo captara, como si llevara el miedo escrito en el rostro.-
Finalmente, Gaby se señaló a si misma, después a él, y después...
-¿Teta? –Su desconcierto fue mayúsculo. La chica había, inequívocamente, puesto su mano sobre su seno izquierdo.- Tu y yo... ¿Teta?
La chica repitió el gesto.
-Ah, espera, espera, corazón, ¿Es corazón? –Dibujó un corazón en el aire, para asegurarse, la chica asintió.-
Ella repitió los gestos, y añadió un "danke" al final, que él si pudo llegar a entender. Intentó buscarle significado a la frase, "¿Te doy las
gracias de todo corazón?". Él asintió, ligeramente azorado, Gaby suspiró y se aproximó hacía él, abrazándolo. Desde que había
llegado, era la primera vez que le tocaba fuera de un apretón de manos. Le gustaba. Como había supuesto, la chica tenía una
fragancia débil y tan delicada como su belleza. Raúl no pudo evitar corresponder a su abrazo y pegarla aún más a su pecho.
Y en esas estaban, cuando el "toc toc" de la puerta, y su posterior apertura, hicieron que Claudia les viera en su "momento abrazo
fraternal". Esta pareció sorprendida al principio, parpadeó, sonrió... Y cerró la puerta.
Raúl se separó de Gaby, para un segundo que habían tenido contacto, les había tenido que ver su hermana. ¿Se habría formado una
idea equivocada? ¿Creería que había más donde no había nada? Se despidió de Gaby y fue tras la mujer, que estaba en la cocina.
-Eh... Claudia... –Tragó saliva.- No es lo que crees... No estábamos haciendo nada malo... No...
-¿No es lo que creo? –Al principio intentó disimular, adoptando una postura seria, que en ella quedaba sobre-actuada, finalmente, no
pudo evitar volver a sonreír y guiñarle el ojo.- Me alegro de que al final os llevéis bien, ya era hora.
-Sí, sí, nos llevamos mejor, pero solo eso, solo eso. –Hizo énfasis en esa parte de su alegación.- Ni la he tocado, ni un beso, ni nada...
¡Pero si ni siquiera puedo hablar con ella!
-Calma, calma... –La chica le puso las manos sobre los hombros.- Ya sé que no ha pasado nada... Y lo de que no puedes hablar con
ella, ¿Tú no hablabas ingles?
-Me defiendo...
-Gaby lo habla perfectamente. –Se le escapó una risita.- Y creo que si no te lo ha dicho hasta ahora, es porque quería tomarte el pelo.
-¿Llevo la palabra "tonto" escrita en la cara? –Se quejó, irritado, recordando el ridículo del lenguaje por gestos que había
protagonizado hace un rato.-
Estuvieron trasteando con los platos un rato, finalmente, Claudia retomó la conversación.
-Por cierto, si quisieras hacer algo con ella... –Lanzó, de repente, con toda la naturalidad que pudo.- Yo no me molestaría en absoluto,
creo que hacéis buena pareja...
Raúl la miró, bastante sorprendido.
-Además... Así los dos podríais ser felices... –Suspiró.- Estáis en la edad de serlo.

Capítulo LXXIV
Entre los rasgos característicos de Raúl estaba el de dar muchas vueltas a las cosas, llevarlas al punto que pocas personas lo harían,
en definitiva, era de los que "se comía mucho la cabeza", y la mayor parte del tiempo, por tonterías.
Las palabras que Claudia le había dicho en la cocina, hacía unos días, seguían retumbando en su cabeza, como un eco distante de
algo grande y pesado que debía de afrontar tarde o temprano.
Esos días se interesó por Laura y Cristina, que estaban en etapa vegetativa, deambulando por la casa de su hermana, viendo los días
pasar, como en los boleros. Se aferraba a cualquier excusa para estar el menor tiempo posible con las hermanas Schroeder, no se
sentía con fuerzas para encararlas, en especial a Claudia.
Un día, al entrar a casa de su hermana, sorprendió a Cristina, asomada en la ventana, haciendo una cosa que irritaba profundamente
a Laura, una de los pocos hábitos que esta no toleraba bajo ninguna circunstancia, dado que le desagradaba a más no poder. Estaba
fumando.
Como una quinceañera sorprendida, apagó la colilla y la lanzó al vacío.
-No se lo digas a tu hermana. –Solicitó, suspirando.- Se enfadará.
-No sabía que seguías fumando. –Raúl se lanzó al sofá, sin darle ninguna importancia a lo sucedido.-
-Bueno, es una de esas manías... –También se sentó, dejando un espacio entre los dos.- Tan solo lo hago cuando estoy nerviosa por
algo, no sé, me relaja.
-¿Y qué es lo que te pone nerviosa? –Lo preguntó como quien habla del clima, sin intencionalidad.-
-Pues... –Cristina chistó.- Tú.
-Eh... –Parpadeó un par de veces, incrédulo.- ¿Yo?
-Tranquilo, no me hagas caso, serán tonterías mías.
-Por algo te pondré nerviosa, ¿No? –Estaba muy interesado en saber qué era tan importante en él como para perturbar a Cristina, tan
independiente como ella era.-
Estuvieron un rato en silencio.
-¿Te sabes la del Perro del Hortelano? –Preguntó la mujer finalmente.-
-¿Qué ni come ni deja comer?
-Ese, sí. –Arqueó una ceja.- Pues tú eres básicamente lo mismo.
-No te entiendo. –Realmente no le encontraba el punto a la conversación.- ¿Por donde van los tiros?
-Con tus relaciones, Raúl, con tus relaciones sentimentales. –Bufó.- Deberías aclararte un poco, por ti, y por los demás.
-¿Mis relaciones? –O era tonto, o se le seguía escapando algo.-
-Te hablo de Claudia... De tus amiguitas... –Se le escapó un gruñido.- Y de Laura.
-Bueno, bueno, tanto como llamarlo "relaciones sentimentales"... –Intentó esbozar una sonrisa para descargar el ambiente, que
empezaba a ponerse tenso.- Yo no diría tanto...
-Ese es el problema, que no valoras lo que tienes. Supongo que lo ves como algo normal en tu vida, como si todo el universo girara en
torno a tu persona y los demás vivieran por y para ti. No es justo, Raúl, no es justo.
-¿No es justo? –Frunció el ceño, empezando a molestarse.- Lo que no es justo es que me hables como si yo fuera de vanidoso y
prepotente por la vida, creo que no lo soy.
-Lo eres, quieras o no, lo eres. –Asintió, intentando darle más fuerza a sus palabras.- Es por tu vanidad y tu prepotencia por lo que
sigues jugando con todo.
-Yo no juego con nada. –Exclamó.-
-¿No juegas con Claudia? ¿Y con tus amiguitas? ¿Y con tu hermana por partida doble? –Se apartó el pelo del flequillo que le había
caído sobre los ojos.- Si hasta juegas contigo mismo al no saber qué harás con tu vida. Eso, para mí, es de una prepotencia absoluta.
-No sé de qué hablas. –No muchas personas le habían hablado así en su vida, porque, aunque mantenían las formas, había golpes
muy duros en cada palabra.-
-Oh, bien, hagamos un resumen de acontecimientos para el chico olvidadizo... –Se incorporó, con teatralidad.- A Raulito le gusta que
le den las cosas hechas. Yo no soy nadie para criticar tus escarceos amorosos, por mí, como si te tiras a un convento entero, no me
meto en eso, es más, lo aplaudiré si se produce, pero me jode, y de qué manera, que estés con unas y con otras al tiempo,
aceptándolo como si fuera lo más natural y normal del mundo, sin pensar en lo que esas personas puedan sentir.
-Pero...
-No, déjame hablar. Pongamos el caso de Claudia, por ejemplo, esa chica es un trozo de pan, y vive por ti, por favor, si solo hay que
mirarla a los ojos para saber que está totalmente enamorada. –Negó con la cabeza.- No sé si será por las hormonas que aún saturan
su cerebro o porque realmente has sabido llegar a su fibra sensible, pero ahora mismo, haría lo que fuera por ti, incluso se casaría
contigo si se lo pidieras, por favor...
-Anda ya, Claudia tan solo... –Recordó las palabras de la alemana en su conversación en la cocina, y no pudo evitar molestarse.- Ella
tan solo está agradecida, por lo de Eva, y nada más... Solo que ella es... Amable.
-Joder, no sé si eres un imbécil que no sabe nada sobre sentimientos o simplemente te estás riendo de mí.
-Y con todo, ella es...
-Mira, Raúl, por mucho que crea que le gustan o no los chicos... –Arqueó la ceja, cínica.- Si le gustas, pensará lo mismo si eres un tío,
una tía o un gato montés. Afronta la realidad, porque sino le harás daño.
-Yo no... –Tuvo muchos sentimientos contradictorios al tiempo.- Yo...
-Y bueno, a pesar de todo, de estar con ella, incluso vivir prácticamente en su casa, no has tenido ningún problema en pavonearte con
tus "amiguitas" de aquí para allá, descaradamente.
-Oye, oye, oye, eso no es verdad, yo no me pavoneo, además, Claudia nunca se ha quejado de...
-¡Normal! ¿Crees que se iba a quejar? A veces hay más dolor en las sonrisas que en las lágrimas, date cuenta de ello. No te va a
reprochar nada, porque no se siente con derecho a hacerlo.
-Pero, pero todo eso...
-Y lo peor, lo que haces con tu hermana, aunque aquí la culpa la tenéis los dos, igual de imbécil, sin duda. –Bufó como una pantera
irritada.- Al principio lo vuestro me pareció entretenido y tal, incluso morboso, y hasta nos hemos divertido los tres... Nos lo hemos
pasado bien. Pero... Quizás deberías hablar con tu hermana y aclararla qué quieres.
A esas alturas de la conversación Raúl se sentía como una babosa de mar al Sol.
-No me gusta decirlo, pero... Creo que tengo celos de ti. –Apartó el rostro, como si las palabras le dolieran mucho.- Tengo la impresión,
y cada vez más fuerte, de que si le pidieras a tu hermana cualquier cosa, incluso que me borrara de su vida, lo haría. Ella está todo el
día hablando de ti, y si no habla de ti, piensa en ti. Mientras estabas en la universidad era prácticamente una seta, aquí, en el sofá,
todo el día, me costaba horrores llevarla a cualquier lado, y todo por tu culpa.
Suspiró.
-Y estos días, igual, al parecer le ha dado de nuevo un bajón al ver tus atenciones con Claudia, y Eva, y todo el mundo, menos con
ella. –Negó frenéticamente con la cabeza.- Joder, es que pareciera que estáis casados... Y a mi toda esta situación... La odio, la
detesto. Sé que se puede arreglar, pero yo no puedo hacerlo, está en tu mano, tienes a todo el mundo en vilo en torno a ti, y eso no es
justo, por muy importante que seas en su vida.
Cristina se incorporó.
-No me metería en tu vida personal si esta no afectara de forma directa a la mía. La verdad, me caes genial, me lo paso genial contigo,
incluso en la cama, pero... Aclara tus putas dudas, porque sino los que sufran serán los demás. –Suspiró, esta vez liberando tensión,
como si se hubiera relajado de repente.- Me voy a mi casa a fumarme otro, me lo merezco...
Caminó con parsimonia hasta la puerta, Raúl pudo entrever por el reflejo del cristal de uno de los armarios del salón, que se giró y le
miró durante unos instantes, como queriendo decirle algo más. Finalmente, sin encontrar las palabras adecuadas, abrió la puerta y se
marchó.
Él estuvo largo rato sin moverse, acomodado en el sofá, buscando retazos de mentira en las palabras de Cristina, pero sin hallarlos. A
fin de cuentas, si se miraba desde cierto punto, lo que había dicho no era mentira. ¿De verdad estaba jugando con las chicas? ¿Era de
ese tipo de personas? Definitivamente no, no lo era, y si eso había sucedido, era a causa de su total idiotez, había que cerrar capítulos
del libro de su vida, empezaban a ser demasiados para seguirlos todos al mismo tiempo.
Sacó el teléfono móvil de su bolsillo y buscó en la agenda el número de su hermana.
Había quedado con Laura en una cafetería que esta solía frecuentar, concretamente, por unos pasteles de crema tostada que la
encantaban.
-"Primero endulzar un poco el ambiente para luego hablar de lo serio." –Pensó Raúl.-
La mujer se mostraba entusiasmada con la llamada de su hermano, hacía tiempo que no salían los dos solos por ahí a tomar algo,
cosa que, apenas un año atrás, solían hacer con cierta frecuencia.
-¿Cuánto quieres? –Preguntó ella, de repente, tras engullir un generoso trozo de pastel.-
-¿Cuánto de qué?
-Dinero, si me mandas un mensajito diciéndome de quedar aquí es porque necesitas pasta. –Negó con la cabeza, como si tuviera que
vivir esa situación todos los días.-
-No, no, no necesito dinero. –Frunció ligeramente el entrecejo, molesto porque tuviera esa imagen tan poco filantrópica de su parte.-
¿Hay algo de malo en que uno invite a su hermana de vez en cuanto a tomar un pastel?
-No, si por mi encantada. –Partió otro trozo.- Ya pensaba que no saldrías más de la casa de Clau, con lo bien rodeadito de chicas que
estás por ahí...
Raúl cortó un trocito de su pastel de nueces.
-Claudia me presentó a su hermana el otro día. –Comentó esta, frunciendo el entrecejo de repente.- Y no sé, no me gustó nada esa
chica. ¿De qué va? ¿Crees que es lógico levantarse dos horas antes todas las mañanas solo para arreglarse el pelo? Nada, seguro
que se lo tiene muy creído...
-¿Dos horas? No me había dado cuenta de que tardara tanto... –Repuso él, sorprendido realmente.-
-Sí, tu hazte el loco... –Le clavó los ojos, repentinamente molesta.- Pero a mi no me engañas, esa chica es tu tipo, seguro que te pone
cachondo a más no poder.
Estuvo a punto de atragantarse con una nuez, que quedó atravesada en su garganta y tuvo que ser ayudada a pasar por un generoso
sorbo de agua.
-¿Ves? –Dejó escapar un gran suspiro, exasperada.- Sabía que era tu tipo, desde pequeño siempre te han gustado las princesitas de
cuento de hadas, estilo elfa de los bosques, y ella encaja en el perfil.
Bebió más agua.
-Aunque... –Esta vez el rostro de Laura se llenó con una gran sonrisa.- No tiene tetas, y sé que a ti, en concreto, te vuelven loco.
La chica desvió la mirada hacia su propio pecho, más grande que el de Gaby, y amplió aún más su sonrisa, como si fuera una
pequeña victoria personal. Raúl se levantó y pidió otra botellita de agua con gas en la barra, azorado. El peor enemigo es el que más
te conoce, y en ese sentido, Laura tenía las de ganar.
-Y bien, ¿Ya te la has tirado? –Lo preguntó mientras le miraba directamente a los ojos, esgrimiendo el tenedor como si de una espada
se tratase.- ¿Lo has hecho con ella?
-No, no, claro que no... –Intentó resultar lo más convincente posible, dado que su hermana no parecía muy dispuesta a creerle.- Joder,
no solo porque hayamos dormido un par de noches en la misma casa quiere decir que me vaya a acostar con ella, ¿Crees que me voy
tirando a todas las chicas que se cruzan en mi vida?
Laura arqueó la ceja, recordándole mucho a un famoso presentador de un concurso de preguntas de la tele. Quizás, si se ponía a
pensarlo, la verdad es que entre su "círculo de amigas", al menos en las que confiaba de verdad, solo se le ocurría una chica con la
que no hubiera compartido lecho, y más bien era porque ella no había querido, o las circunstancias no les habían sido favorables.
-Bueno, lo que quería decirte... –Intentó endulzar su garganta con otro trozo de tarta, pero le supo a cenizas, a fin de cuentas, Cristina
tenía razón, el no saber diferenciar entre "amiga" y "amante" le había causado problemas, se los estaba causando, y se los iba a
causar. El ciclo de nunca acabar.- He estado pensando últimamente.
-¿Pensando? ¿Tú?
-Ya, graciosa. Escúchame. –Laura le puso pucheritos, dándole a entender que se portaría bien.- Estuve pensando en muchas cosas,
por ejemplo, no sé, por decir algo... Hace mucho tiempo que no te veo con un hombre.
-¿Eh? ¿De verdad? –Puso cara de estar pensando en ello.- Pues sí, es verdad, hace tiempo que no voy por ahí a ligar... Casualidad,
supongo.
-Bueno, yo creo que puede ser que estés madurando, al menos un poquito. –La chica negó con la cabeza, como si no hubiera nada
trascendental sobre ese asunto, y nada más que fuera una simple racha en calma.- Y oye, por mí, encantado, tampoco es que me
gustara verte con un chico diferente todas las semanas, o todos los días...
-Vaya, ¿Te alegras de verme solita y sin pareja? –Volvió a sonreír de forma infantil.- ¿Acaso te ponían celosos todos los chicos que
llevaba a casa? Vamos, con lo que te divertías tu también al otro lado de la pared... Pero eran celos, ya veo, ya...
-No, no... –Estaba enfocando la conversación desde el punto de vista totalmente equivocado, era exasperante.- Me refiero a...
-¿Entonces estabas celoso o no?
-No, bueno, sí, sí, pero no celoso en ese sentido, solo que... –Frunció el ceño, ahora la cosa se estaba convirtiendo en un
interrogatorio a él.- Solo que no gustaba ver a mi hermana en los brazos de cualquiera, no todos los tipos con los te acostabas te
merecían, y eso me molestaba, sí, llámalo celos o como quieras.
El semblante de su hermana se iluminó, como si le hubieran dado un pastel nuevo totalmente gratis. Raúl se quejó internamente,
aparte de no hablar de lo que él quería, había acabado fomentando precisamente lo contrario. Aún así, no podía sentirse mal, no
estaba mintiendo en absoluto, a lo mejor ese era su problema auténtico, que era demasiado ambiguo en cuanto a sentimientos se
refiere, que tanto le daba si estaba chispeando o había un huracán. Viendo que no valían las insinuaciones, quiso ser directo.
-Laura, ¿Qué soy yo para ti? –Intentó parecer lo más decidido posible al decirlo.-
-Mi hermano, obviamente.
-¿Nada más?
-Hum... ¿A qué te refieres?
-Bueno, está claro... –Miró a su alrededor y bajó la voz.- Nosotros... Eh... Nosotros hemos hecho cosas que no todos los hermanos
hacen, ¿Verdad?
-¿Hablas de sexo? –Decirlo con su tono de voz normal, es decir, escandalosa, y con una total naturalidad, solo le provocó una
pequeña taquicardia a Raúl.-
-Sí, sí, de eso.
-Aprecio el detalle del pastel y tal, pero si querías acostarte conmigo, no tenías que haber montado todo este tinglado, con decírmelo
bastaba...
-No, Laura... A ver, es que creo que no me estás entiendo... –Dejándose de medias tintas, miró directamente a su hermana.- No es
normal que dos hermanos se acuesten entre sí, ¿Entiendes?
-Ya, bueno sí, está claro, pero, ¿Y eso a que viene ahora?
-Porque bueno, he estado pensando, a lo mejor solo por mi deseo, por querer divertirme, hemos estado haciendo que no debiera
haber pasado.
-No recuerdo que me hayas obligado a acostarme contigo, es más, creo que fue al contrario... Simplemente, cuando te vi preparado, lo
hice... Era más por curiosidad que por otra cosa, bueno, y también para que espabilaras, que te veía muy tímido en ese aspecto, ¿Te
ayudo?
-Sí, no, ¡Qué no es eso! Laura, joder, no me confundas, que no es normal, y punto, por muy de ayuda que fuera, los hermanos no
deben acostarse juntos. No es... Natural. Y además, no es eso lo que me importa, si solo fuera sexo, no me importaría, pero...
Esta vez fue Laura la que bebió de su refresco.
-Tú sabes que te quiero mucho, y que por ti lo haría todo, no solo porque eres mi hermana, sino porque siempre has cuidado de mí.
Por eso, creo que, llegados a este punto...
-Espera, espera, ¿Y esto a que viene? ¿Es que Claudia te ha dicho algo? ¿O es que se lo ha contado a su hermana Rapunzel y esta
te ha comido la cabeza?
-No, Laura, no, esto es algo que llevo pensando desde hace un tiempo, nadie me ha dicho nada. –Una mentira piadosa.- Pero creo que
no es justo, no quiero que al final pase algo que nos haga daño, o nos distancie, o...
-Entonces... –Se enderezó en su silla.- Me has pedido que viniera a la cafetería contigo solo para decirme... ¿Qué no me vuelva a
acostar contigo?
-Baja la voz. –Miró alrededor de nuevo, el resto de clientes parecían metidos en sus propias conversaciones.- Últimamente he estado
en una etapa muy loca de mi vida, y ya es hora de encauzar las cosas, quiero tener una vida lo más "normal" posible.
-Quieres tener una vida "normal"... –Asintió.- Entiendo... Y dentro de esa vida "normal" no hay sitio para mí, claro.
-Sí hay sitio para ti, pero no para...
-Ya, ya, entiendo...
Hubo un silencio incómodo que se prolongo durante cuatro o cinco minutos. Laura miraba en derredor, su semblante era serio, y sus
ojos, siempre chispeantes, ahora parecían mustios y sin vida. Cuando Raúl la vio así, estuvo a punto de arrepentirse de haber sacado
la conversación, total, lo que Cristina le importara le importaba más bien poco, y si para ella dejara de pensar en él como un
prepotente vanidoso tenía que hacerle daño a su hermana, sería un prepotente vanidoso durante toda su vida.
-De acuerdo, ¿Y cuando es la despedida? –Dijo ella de pronto, con su semblante infantil acostumbrado.-
-¿Despedida?
-Sí, ya sabes, cuando rompes una relación de este tipo, hay una "despedida", una gran cita para atesorar los grandes recuerdos, y
quedarte con las cosas positivas...
-Una despedida... –Pensándolo bien, y con todo lo que habían hecho hasta ahora, una noche más juntos no venía a ser nada del otro
mundo.- Bien, bueno, tu dirás.
-Encontraré un día y te mandaré un mensaje, si eso. –Se levantó.- Y ahora me tengo que ir, porque he quedado con una clienta dentro
de diez minutos, y no me gusta llegar tarde. ¡Adiós!
Aunque intentó dibujar una sonrisa en su cara al marcharse, Raúl lo tenía claro, en la confusa conversación que habían tenido, la
había hecho mucho daño. Además, sus ojos parecían más al borde del llanto que otra cosa, y un último indicador evidente de que
estaba tocada era que, rompiendo una regla no escrita que había cumplido durante toda su vida, se había dejado la mitad del pastel
sin terminar.

Capítulo LXXV
Los días que pasaron entre su conversación con Laura y la llamada que recibió de esta, fueron un mal trago enorme para él. Por una
parte, no se sentía cómodo en casa de Claudia después de las inquietantes palabras que le había dedicado tiempo atrás, y por otro,
tampoco quería ir a casa de Laura hasta que esta hubiera dado un primer paso, aceptando la situación. En definitiva, como mal menor,
tuvo hacer de guía para Gaby, acompañándola por la ciudad. Fue una tarea bastante pesada de hacer, dado que ella no era una chica
que pasara discretamente entre la gente precisamente, y a él le daba mucha vergüenza cuando algunos conocidos o amigos suyos les
veían juntos y de paseo. Casi prefería que le vieran con Claudia y Eva, carrito incluido, que con "Rapunzel".
Lo peor de todo es que Gaby era una chica bastante avispada, tenía buena conversación y, una vez superaron la barrera de la
comunicación, uno podía pasar ratos entretenidos con solo escucharla. Al menos, para su consuelo, Raúl pudo alardear de su propio
autocontrol, dado que no intentó espiarla mientras se cambiaba o se bañaba, esto último muy difícil, dado que tanto Claudia como ella
solían bañarse con Eva de vez en cuando, por todo eso de "afianzar los vínculos físicos con el bebé", sin molestar precisamente en
cerrar la puerta del baño o cosas por el estilo.
Una mota de felicidad en todos esos reveses que sufría, era que Eva parecía un reloj suizo, no era el típico bebé que llora y llora sin
mesura ni tiempo, no, Eva tenía unas horas para comer, y si Claudia no se las saltaba, solía ser respetuosa con las noches y las
siestas. Hasta para eso, Raúl no podía evitar que era un disciplinado bebé alemán. Además, había cogido confianza con eso de
cogerla, y no era infrecuente verle con la pequeña en brazos, contándole alguna batallita. Como dato curioso, Claudia le había dicho
que, si no tenía ningún inconveniente, creía que educarla de forma bilingüe, en alemán y español, sería lo mejor.
-"¿Y podrá aprender los dos idiomas?" –Había preguntado Raúl, intrigado.-
-"Claro, una vez leí que los niños tienen la capacidad innata de aprender cualquier idioma, por muy difícil que sea, mientras que este
les sea inculcado desde la cuna. Aún estoy pensando seriamente si hablarle también en ingles para que sea trilingüe..."
-"Pobrecita, estudiando incluso en la cuna..."
-"Al revés, así en el futuro aprobará el inglés sin tener que estudiar, además, que el mundo es comunicación, y cuantas más lenguas
hables, más puertas tendrás abiertas."
Inmerso en sus cavilaciones "familiares", Laura le llamó para decirle que esa noche la tenía libre. Él acepto, llevaba tiempo esperando
a volver a escucharla, casi se podría decir que acabó sorprendido por lo bien que parecía estar, sin un deje de preocupación en la voz.
Llegada la hora, cuando entraba en la casa de su hermana, se esperó encontrar a Cristina por ahí, pero no al parecer no estaba. Sin
embargo, la que si que estaba era Laura... Estaba, pero desnuda.
-Ven. –Le dijo, sin saludo de por medio.-
Él estaba sorprendido, pero no tardó en reaccionar, sabía a lo que iba, eso habían pactado. Se tomó su tiempo en dejar sus cosas,
buscando los segundos que no tenía para comprobar, en ese preciso instante, el espléndido cuerpo de su hermana.
Esbelto, fibroso, bien distribuido, con un trasero que provocaba la envidia de propios y extraños, con esos pechos, no muy grandes,
pero con la forma de gota más perfecta que podía imaginar, su vientre, marcado, su ombligo respingón, su pubis, cuidado, pero no
rasurado por completo. Hasta sus piernas le parecían más estilizadas de lo que recordaba. En definitiva, era una mujer, de los pies a la
cabeza.
Cuando estuvieron cerca, Raúl se dio cuenta también de que se había maquillado, poco, muy poco, pero era sorprendente porque
Laura rara vez se ponía algo de maquillaje, a menos que no fuera para ir a alguna cena importante, incluso al "salir de fiesta" solía
retocarse lo mínimo, tal era su belleza natural. Aún más complementos para su hermosura.
Le apremió a que se quedara en ropa interior y le condujo a su habitación. La cama de la mujer estaba preparada para la ocasión, con
unas sábanas suaves de un tejido liviano que no logró identificar, además, la iluminación estaba cuidada, velas incluidas, hasta el más
mínimo detalle. En una cubitera descansaba una pequeña botella de cava.
-Lo has preparado todo muy bien. –Se atrevió a decir.- Y tú estás preciosa.
-Gracias, aunque tampoco es nada del otro mundo... –Miró alrededor, intentando expresar su modestia.-
-Y... Bueno... –Se mordió la pared interior de una de sus mejillas, nervioso.- ¿Cómo estás?
-Anda, ven. –Rió ella, dado que su pregunta era un poco simple, considerando la ambientación y el vestuario.- Déjame tocarte.
Raúl se aproximó hacia ella, más cortado de lo habitual. En los últimos meses se había familiarizado con las mujeres, en casi todos los
campos, y sin embargo, toda esa situación le imponía un cierto respeto, no sabía cómo tomarse las cosas.
Separó sus labios para recibir el beso de su hermana, pero esta no le besó. Posó su cabeza en su hombro, lentamente. Posó los labios
en su cuello, con parsimonia, acariciándole con la mejilla, frotando sus rostros como si fuera la primera vez que se veían,
reconociendo sus facciones al milímetro, intentando recordar cada parte de su piel...
Se habían ido pegando tanto que Raúl podía sentir los senos de la chica apoyándose en su tórax, casi podía sentir el sabor de esas
gotas divinas cada vez que estos le acariciaban. Sus manos, hasta ahora inactivas, fueron a la espalda de la chica, pero esta no
pareció prestarle atención, tan ensimismada como estaba en deleitarse con su epidermis.
Laura finalmente llegó a su boca y le besó, sin lengua, tan solo labios contra labios, le miró a los ojos, buscando algo que Raúl no
podía aventurarse a adivinar. Apoyó su oreja contra el pecho del chico, buscando percibir el "tum tum", cada vez más acelerado, de su
corazón. Él empezó a sentirse expuesto e inseguro, no comprendía el por qué de esa impresión. Con un ligero empujoncito, Laura le
obligó a tumbarse en la cama, el tacto de las sábanas era frío, pero le gustaba. Para ese entonces, Laura ya bajaba por sus
abdominales, le causaba un escalofrío en las proximidades del ombligo, para detenerse en la entrepierna, aún cubierta, del chico.
Apenas con sentir el aliento de la chica a través de la tela, tuvo el acto reflejo de alzar ligeramente las caderas.
Ella se incorporó y le miró de nuevo a los ojos, Raúl estaba agotado, como en vez de dejarse acariciar durante unos minutos, hubiera
estado haciendo un sprint durante ese tiempo.
-¿Tienes sed? –Preguntó ella.-
-S... Sí. –Ciertamente, tenía la boca seca.
Laura se estiró para alcanzar la pequeña botella de cava, descorchándola con bastante habilidad.
-Vaya, no hay copas, iré a por ellas. –Hizo ademán de levantarse, pero ella no le dejó.-
-No, no. –Negó con la cabeza, sugerente.- Tu copa, soy yo.
Se arrodillo en la cama, con las piernas juntas, muy juntas. Acto seguido, y para sorpresa de Raúl, volcó poco a poco el contenido de
le botella sobre sus senos y su vientre, pasando este a acumularse entre las piernas juntas, como si fuera una resplandeciente copa
de carne.
-Bebe.
Observó como los pezones de su hermana se ponían erectos, poco a poco, a causa del contacto del gélido líquido sobre su piel. Era
una visión tan erótica que a duras penas pudo mantener el sentido común para cumplir las ordenes que le daban. Se inclinó hacia su
hermana, bebiendo, poco a poco, el dorado líquido que retenía entre sus prietas piernas. Conforme bebía, ella se inclinaba levemente
hacia atrás, provocando que el líquido fuera acumulándose entre la parte interior de sus muslos, y, con un irresistible jadeo, dejó a
entrever que el líquido había penetrado en lo profundo de su secreto.
Era indescriptible, sentía el cosquilleo de las burbujas recorrer su lengua y su boca, y tan solo quería beber más y más, para poder
llegar a lo mejor, lo que ya hubiera penetrado en el cuerpo de la chica. Seguro que las burbujas le estaban deleitando tanto a ella el
tacto como a él el gusto.
-Todo, bébetelo todo...
No hubiera necesito la indicación, aprovechando que Laura iba alzando ligeramente las caderas poco a poco, para facilitar su acceso,
siguió vorazmente el curso que el líquido había seguido, cercándolo finalmente en la Cueva Sin Fin, donde, sin pedir permiso pero con
la mayor delicadeza del mundo, dejó a su lengua penetrar, barriendo al mismo tiempo las burbujas y las miles de terminaciones
nerviosas de la mujer. El sabor estaba a punto de llevarle al éxtasis, era una mezcla de la que no podría cansar nunca, por muchos
litros que vertieran.
-Mmmm... –La complaciente lengua de Raúl causaba estragos en las zonas erógenas de la mujer, y su voracidad, la aproximaba cada
vez más rápido al delirio.-
Bebió y bebió, buscando retener en su paladar hasta la más mínima gota de líquido que hubiera penetrado en ese sitio. No fue
consciente de que la respiración de su hermana se aceleraba, ni siquiera del movimiento inconfundible de sus caderas, o del sonido
de sus jadeos, ahogados por una timidez repentina y desconocida. No, él en esos momentos continuaba buscando un poco más de
ese hidromiel que le volvía loco, hurgaba por más y más sitios, cada vez más hondo. Hubiera deseado tener una lengua más larga
para poder llegar hasta el final, pero no desistió, no, era un naufrago que llevaba años sin comer y al que habían ofrecido un banquete
de gala.
Finalmente, Laura estalló en un gran orgasmo para ella desconocido hasta ahora. Intentó reprimir los gemidos en su garganta, las
lágrimas en sus ojos e, incluso, intentó controlar esa sensación de efervescencia que nacía en su sexo y colmaba todo su cuerpo de
una electricidad, bendita electricidad, propia de una corriente de calidez divina. Por unos instantes no fue dueña de su cuerpo, tan solo
sintió las ondas sísmicas del placer recorrerla, una y otra vez, de forma salvaje e incontenible, con un epicentro perfectamente
señalizado en su Secreto.
Cuando Raúl creyó haber acabado con toda gota de líquido que su lengua pudo percibir, volvió en sí. Le dolía un poco la mandíbula,
respiraba agitadamente a causa de que, en su ensimismamiento, casi se había olvidado de parar lo suficiente para respirar de vez en
cuando. Su boca estaba colmada del sabor del cava, así como del sabor del placer femenino, dos gustos fuertes que nunca hubiera
creído tan armoniosos como ahora.
Vio lágrimas recorriendo el rostro de su hermana, aún con los ojos cerrados, y al principio se preocupó de haberla podido hacer daño,
pero lo desestimó a los pocos instantes. Entre llorar de placer y llorar de dolor, tan solo había una pequeña barrera, pero él no la había
superado. Probablemente, y sin saber como, más ido que consciente, le había dado el mejor cunnilingus que ella había disfrutado
hasta el momento, tanto de hombre como de mujer.
El cuerpo de Laura aún temblaba de vez en cuando, esta se mantuvo en el mundo del placer un rato más. Raúl se acostó a su lado, de
costado, observándola sin perderse ningún detalle. Tenía deseos de besarla, jugar con sus pechos y dar rienda suelta a sus lascivos
instintos con ella, pero...
Al rato, su hermana regresó al mundo de los conscientes, a la habitación, a la cama. Se enjuagó el rostro, sorprendida de sí misma, y
giró el rostro para alinearlo con el del chico, que permanecía en silencio. Ella no supo que decir, estaba avergonzada, la había podido
ver tan fuera de control... Raúl estiró una mano y acarició con sus dedos la mejilla de la chica, aún enrojecida por el volcán que la
dominara minutos atrás.
Ni dijeron ni hicieron nada durante muchos minutos, simplemente se observaron mutuamente.
En un momento dado, Laura tosió, haciendo que Raúl reaccionara. A fin de cuentas, no solo estaba desnuda, sino que se había
echado una botella de cava helado por encima, después, había ardido de pasión, era normal que, con tal variación de temperaturas,
tosiera. Estiró de la sábana superior hasta poder cubrirla por completo, sin embargo, ella rodó, juguetona, escapando de la protección
textil.
-Este frío no se quita por mucha ropa que me pongas. –Canturreó, melosa.-
-No, si yo no quería darte calor, solo tapar ese cuerpo que tan poco me gusta. –Ironizó él, socarrón.-
-Hala, lo que has dicho... –Se dejó caer sobre el colchón, abatida.- ¿Sabes que tales afirmaciones pueden causar graves desórdenes
sicológicos?
-Lo tendré en cuenta, Doctora.
-Bueno, ahora que sabemos que nuestro odio es mutuo, déjame usarte un rato para mi placer y disfrute.
-Yo también quiero de eso.
-Está bien, te daré un poco, pero solo si te comportas. –Chasqueó los dedos.- Venga, boca arriba.
Laura se puso de pie en la cama, para acabar sentándose en el pecho de su hermano, dándole la espalda. Fue directamente a su
paquete, aún guarecido bajo un slip, pese a que ya se marcaba claramente en la liviana tela. Llevó sus dientes hacia la parte más
sensible de su miembro, atrapando una parte, suavemente, causándole un ligero "ishh" de dolor.
Después de darle una buena sesión por encima de la delicada prenda, se la quitó, dejando sus atributos masculinos al descubierto.
Dado que la chica ya se había inclinado para poder tener acceso completo a la zona, ahora su entrepierna quedaba bien al alcance de
las manos de Raúl, que se lanzaron vorazmente hacia ella, con la intención de devolverle las caricias.
-Chist, chist, chist. –Le regañó ella.- Tú quietecito, ahora me toca a mí.
-Jo...
En realidad lo entendía, después de las burbujas, sus atenciones y su propio fuego interior, era normal que quisiera descansar durante
un rato antes de volver a la acción. Frustrado, Raúl se dedicó simplemente a acariciar sus muslos, así como sus moldeadas nalgas.
El miembro de Raúl fue rodeado por los dedos de la mujer, tamborileó sus dedos ligeramente por los testículos, le arañó con cariño en
el perineo, buscando de nuevo su "ishh" de dolor, pero siempre sin hacerle verdadero daño.
Cual virginal y pura doncella que se estrena en esas labores, acercó sus labios al glande y le dio un besito, a modo de saludo. Acto
seguido dejó escapar a su lengua, con la que acarició, lentamente, el borde del glande, buscando desesperarle con la espera.
Complacida con su tortura, se decidió a dar buena cuenta del producto que tenía entre manos, utilizó su saliva para humedecer por
completo el duro miembro, tomándose la libertad de soplar con todas sus fuerzas después, haciendo un escalofrío recorriera a su
víctima a causa del frío repentino. Utilizaba sus manos para apoyarse, acariciar y torturar a su antojo. Cuando rodeó el glande con su
boca, dándole una grata bienvenida con su lengua, Raúl pudo por fin resoplar y contener el primer "hummm" de placer.
Laura imprimió un gran ritmo a su labor, intentando cuidar hasta el más mínimo detalle, con tal de prolongar al máximo el deleite de su
hermano. De vez en cuando, Raúl gruñía a causa de un pequeño pellizco o un apretón fuerte de más, lanzados con buena intención
por la chica, que deseaba así alargar todo el juego.
Raúl, respondía a las "atenciones" de su hermana con un buen cuidado de sus posaderas, a veces, pero solo a veces, dejaba que uno
de sus dedos acariciara el orificio de la zona donde la espalda perdía su casto nombre, buscando así recriminarle también las
"cariñosas torturas" a las que le sometía.
Cuando el chico notaba que no iba a durar mucho más, se dio también cuenta de que Laura se estaba esforzando sobremanera por
abarcar el máximo trozo del miembro de Raúl dentro de su boca, a veces, incluso hasta llegar al límite de sentir una leve nausea.
-No... No te... No te fuerces... –Le rogó él, que, sin necesidad de maniobras dignas de una película porno, ya estaba disfrutando
sobremanera en esos momentos.-
Sin embargo, ella siguió, intentando cada vez cubrir más y más terreno. El chico tuvo ganas de decirle otra vez que lo dejara, que no
era necesario, pero la carne es débil, en especial en ciertos sectores, y es indudablemente una realidad que, en una felación, cuanto
más adentro, más placer. En esas estaba cuando sintió lo inminente de su final, cosa que hizo notar, si es que necesitaba un aviso, a
la chica, como dictaban las normas del buen caballero. Y de nuevo, ella ni caso, a lo suyo, como si estuviera sola en la habitación.
Cuando la munición finalmente abandonó el cañón, él se dejó llevar por los instantes del clímax, disfrutando del momento cuanto
podía. Laura ni se alteró, continuó y continuó con el mismo ritmo, no haciendo ascos a nada. Tan solo cuando su erección se hubo
reducido sustancialmente, se tomó la molestia de despegarse, dejándole libre para descansar.
-Nada mal... –Murmuró él, con una sonrisa boba en la cara.-
-He tenido mejores materiales de trabajo... –Se quejó ella, dándose importancia.-
-Ya, ya...
Su debate fue interrumpido por un sonido gutural, que esta vez no provenía de la garganta de Laura, sino del estómago de Raúl.
Pasado el clímax, el hambre aparecía de nuevo con todas sus fuerzas. Mientras la chica aún estaba sorprendida, fue su propio
estómago el que rugió.
-¿Hacemos un paréntesis para cenar? –Preguntó ella, frotándose el vientre.- Por supuesto, cocinas tú.
-Si no fuera porque también me muero de hambre... –Se incorporó cuando la chica se le quitó de encima, aún estaba lento de
movimientos a causa del espasmo muscular de su eyaculación.- Venga, Doctora, a la cocina a nutrirse.
-¡Sí, Señor!
Continuará.

PD. Bueno, bueno, bueno, bueno... Esta vez me hice de rogar, sin duda. Supongo que debo pedir disculpas, pero en fin, cuando las
musas se ponen caprichosas y ni lo más reluciente les parece oro, ¿Qué puede hacer uno para contentarlas? Sin más rebuscadas
palabras, simplemente espero que os haya gustado, y... ¡Qué aproveche!
Capítulo LXXVI
-¿Qué quieres de cenar? –Preguntó él.-
-¡Sanguiches vegetales! –Vociferó ella, dando golpecitos en la mesa.-
-Anda que pides algo rápido de hacer... –Suspiró, a fin de cuentas ya conocía a su hermana la caprichosa.- Anda, saca las cosas de la
nevera...
Hacía un par de años, el simple hecho de desnudarse en el vestuario de los chicos le daba vergüenza, ahora, estar cocinando
desnudo, con su hermana al lado y con el riesgo de alguien entrara de improviso en la casa pillándole en el acto, le importaba más
bien poco. Si se había atrevido en una playa nudista, ¿Qué más le daba que fuera su casa?
-¿Lo quieres con atún o jamón york?
-¡Con las dos cosas! –Más golpecitos en la mesa.- Y corta los pepinillos y las aceitunas a trocitos pequeños, como me gusta.
Se volvió hacia su hermana y la crucificó con una mirada asesina, a la que ella respondió con unas carcajadas complacientes. Tras
terminar de cortar, colocar, trocear y mezclar todo, por fin pudo ponerlo en la mesa, regado con el consabido té helado, claro.
-Sándwich vegetal, a gusto de la señorita. –Exclamó, dejándole su dos infladísimos aperitivos frente a ella.- Ten cuidado y cógelo bien.
Un rato después, como si no se lo hubiera advertido, un rebelde trozo de pepinillo resbalaba del interior del sándwich para ir a parar al
cuerpo desnudo de la chica, manchándola el escote de mayonesa.
-Joer, mira que eres. –La regañó.- Límpiate, anda.
-No, límpiame tú, es tu sándwich, es tu culpa. –Alzó las manos, haciéndose la inocente.-
-Qué cruz...
Se incorporó y agarró una servilleta, en el último momento decidió que no, y simplemente se inclinó hacia la chica, limpiando con su
lengua todo el rastro que el pepinillo había ido dejando.
-Ya estás limpia y reluciente.
-Pervertido, solo te pido una servilleta y acabas por restregar tu sucia lengua en mi casto cuerpo...
-Yo no tengo la culpa de que tengas un cuerpo apetecible. –Recordó una frase que escuchó en alguna película.- "Si vas vestida de
bruja, los diablos intentarán meterse en tus pantalones."
-O sea, ¿Abusas de mí y es mi culpa? ¿Qué será lo próximo? ¿Violar colegialas en los callejones porque llevan falditas de cuadros?
¡No me esperaba eso de ti!
-El mundo es cruel... –Apuró su vaso de té helado y lo llevó todo al fregadero.- Y la verdad, nunca he tenido nada con una chica en
uniforme de colegio. Es una pena...
-Creo que mi antiguo uniforme lo quemé el último día de colegio... –Se excusó ella.- Ya sabes, el fuego reparador y todas esas cosas.
-Pirómana...
-Una no tiene la culpa si está que arde.
-¿Eso va con segundas?
-Depende.
-¿De qué depende? –La interrumpió antes de que pudiera responder a sus primeras palabras.- ¡Y como sigas con esa canción rayante
me voy!
-Qué borde... –La chica dejó sus platos también en el fregadero.- En fin, espérame en el salón, ahora voy.
Encendió la televisión, para ver que, efectivamente, no había nada interesante en la tele. Un par de concursos en los que chicas
operadas de todo competían por ver cual era más fulana, una serie de forenses cuyo argumento se repetía más que las reposiciones
de los Simpsons... Lo de siempre, vamos.
-Ya estoy, ya estoy. –Canturreó su hermana, mientras se le echaba literalmente encima.-
Las manos de la mujer estaban llenas de una extraña crema de color verde claro, y que desprendía un fuerte olor a menta. Sin pedir
permiso, fue directa hacia su desprotegida entrepierna, untando con fruición esa extraña crema en su miembro.
-¿Qué es eso? –Arqueó una ceja.- Huele a chicle de clorofila...
-Es una crema especial que me recomendó una amiga hace tiempo.
-¿Crema especial? –Se la intentó quitar de encima, pero ella no se dejó.- Laura, ¿Tú sabes la cantidad de potingues van por el mundo
llamándose "crema especial"? Y encima...
Era una sensación rara, de repente, su miembro empezaba a crecer, a causa del masaje que las manos de la chica le estaban
proporcionando, y, al mismo tiempo, se extendía por todo su tronco una increíble sensación de gelidez y frío.
-Jo... Joder... Está helado, quítamelo, quítamelo... –Aunque se quejaba como un niño pequeño, estaba preocupado de verdad.-
-Espera, espera, que en un par de minutos viene lo mejor...
Laura continuaba con su masaje, buscando despertar su erección rápidamente. Se movía de forma extraña, como si se acabara de
meter un chute de azúcar en vena, o algo así. Cuando la chica posó su entrepierna en uno de sus muslos, pudo notar que ella también
tenía su zona íntima recubierta de la sospechosa y helada "crema especial".
-No te quejes tanto, que ahora viene lo bueno...
-Que no me quejes dices, a saber qué me has puesto, si me quedo impotente será tu culpa...
-No te preocupes, yo te seguiré queriendo aunque te vuelvas impotente. –Le guiñó el ojo.- Total, con diez dedos y esa boquita de oro
que tienes, lo demás está de adorno.
No sabía si tomárselo como un halago o un insulto, pero la dejó seguir con su trabajo, notando también como ella se había untado la
crema en sus senos, especialmente la zona de los pezones.
-¿Ya lo notas?
-¿El frío? Sí. Es desagra... –Se calló, empezaba a sentir un cosquilleo muy extraño en su entrepierna, el frío desaparecía como por
arte de magia, dejando paso a una sensación de calor extremo, de fuego. Era como un hormiguero de brasas que recorría su miembro
por completo.- Jo-der...
Ahora entendía por qué Laura se movía de forma extraña, si llevaba sintiendo ese "fuego" durante todo el rato, lo mínimo eran esos
movimientos extraños.
-Esto ya está... –Apretó su miembro, que ya se mostraba firme, recto y ardiente.- Con tu permiso...
De nuevo sin esperar al "permiso", se levantó, colocó el glande en la entrada de su sexo y se dejó caer. El impacto para los dos fue
eléctrico, al calor propio que sentían en sus genitales se sumaba el del otro, formando una unión ardiente e irresistible, una "sensación
extraña", aderezada por ese extraño hormigueo que les recorría por completo las zonas donde se había aplicado crema.
La posición no era la más cómoda del mundo, él estaba sentado de forma normal, con la espalda apoyada en el respaldo, ella se
había echado encima de él, motándole a horcajadas, ayudándose con sus rodillas y sus brazos para seguir el movimiento, incapaz de
estarse quieta. Pese a que la penetración no era profunda, ambos estaban tan "dopados" que les daba igual. Raúl llevó una de sus
manos al trasero de la chica, para hacer presión en las bajadas y fuerza en las subidas, buscando el mayor ritmo posible.
-Es... Es... –Le salió una risa entrecortada por su respiración y su ritmo galopante.- Es genial, ¿Verdad?
-Que... Quema... –Rumió él, que empezaba a sentir también la sensación ardiente en los pechos que la chica le restregaba en el tórax
cada vez que subía y bajaba.-
-Soy... Una chica... Muy ardiente. –Le plantó un pasional beso, lleno de lengua, mordiscos, correquetepillo y demás maniobras
sensuales.-
A veces paraba, dejando la penetración en un ritmo lento y suave, la sensación de ardor seguía siendo la misma, pero a ella parecía
darle igual. Raúl la acarició el cuello, notando como el sudor cubría su nuca, los escalofríos en su espina dorsal. Aprovechaba los
momentos de menor ritmo para llevar una mano a su clítoris, buscando aumentar aún más la sensación ardiente que ahora mismo les
recorría sus principales zonas erógenas.
Él quería besar y morder los pechos de la mujer, pero no sabía si la "crema especial" era comestible, así que tuvo que reprimir su
intenso deseo y dedicar su boca a las batallas orales que mantenía con la mujer. A ese ritmo, estaba claro que él acabaría antes que
ella, intentó concentrarse al máximo para que no fuera así, aunque tenía por seguro que no podría aguantar muchas cabalgadas más.
Los besos, las ágiles penetraciones, las caricias que sus pechos le hacían en su torso desnudo, el ardor de ese extraño ungüento que
le había puesto sin permiso... Era demasiado para él.
-Mmmm... –Gimió, notando un leve dolor en los testículos a causa del retraso de lo inevitable.-
-Cuan... Cuando quieras... –Murmuró ella, abandonado el profuso chupetón que le estaba haciendo en el cuello.- Estás... En tu casa...
Tras un par de acometidas especialmente salvajes de la mujer, no pudo más que dejar a la naturaleza seguir su curso. Justo en el
momento de su clímax, segundo de la noche, utilizó sus brazos para apretar a la chica fuertemente hacía él, notando como esta
agradecía el gesto con movimientos circulares de cadera que no hacían sino acrecentar su eyaculación. Agotado, dejó caer los brazos
a sus costados, respirando con dificultad, ella continuó con su mismo movimiento, aprovechando su último rictus de erección para
buscar su propio cielo.
Laura se dejó caer a un lado del sofá con una gran sonrisa.
-¿Es genial o no? La "crema especial", ese hormigueo me encanta, es como...
Poco a poco la sensación de calor ardiente desapareció de su piel, supuso que tan pronto como esta terminaba de absorber la crema,
el efecto desaparecía. No estaba mal, era extraño, pero ciertamente, el calor y el hormigueo estaban bastante bien.
-¿Sueles usar ese tipo de cosas en tus juegos de cama? –Preguntó él, apoyando la cabeza en el reposabrazos.-
-Claro, en el sexo, como en todo, la sorpresa y lo nuevo es lo mejor... –Silbó, como recordando alguna vivencia pasada.- Puaf, he
usado tantas cosas que ya ni me acuerdo, entre juguetes, cremas, afrodisíacos y drogas...
-¿Drogas?
-Bueno... –Carraspeó ligeramente.- Sí, sí, pecados de juventud, pero tu no lo hagas.
-No te preocupes, yo heredé todo el sentido común de la familia, en ti la evolución se saltó una generación. –Como respuesta su
insulto recibió un codazo por parte de su hermana.- ¿Qué drogas?
-Bueno, pues lo típico... Cocaína y esas cosas.
-Mmmm, interesante, interesante... –Realmente le interesaba, no porque quisiera probarlo, sino porque quería saber los efectos.- ¿Y
qué se siente?
-Depende, si te entra el subidón y la euforia, puede llegar a ser brutal. –Raúl notó las uñas de la chica clavarse en una de sus piernas.-
Es como cuando te excitas, que sube el umbral de dolor, pues con ese tipo de drogas es lo mismo, sube, pero a lo bestia. Puedes
hacer cosas que en condiciones normales no harías, y sobretodo, durante más tiempo.
-¿Te mereció la pena?
-Pues no, la verdad no. –Gruñó, totalmente convencida.- En el momento está bien, y durante unos minutos lo ves todo genial, pero
conforme pasa el efecto, se muestra la realidad. Si has tenido suerte y no se te ha fundido ningún plomo del cerebro, tienes que
afrontar el dolor de haber llevado a tu cuerpo al límite.
-Suena trágico. –Reprimió la risa.-
-No, es verdad, ¿Te acuerdas, hace uno años, de una vez que te dije que me había caído y por eso me costaba las caderas y las
piernas?
-¿Cuándo te fuiste a Teruel de viaje? –Intentó recordar.-
-¿Teruel? ¿Quién se fue a Teruel? ¡Ah, es verdad! Bueno, te mentí, en realidad nos fuimos Cristina, un par de amigos y yo a la Costa
Azul, ahí, si sabes donde ir, puedes hacer de to-do.
-Te sentirás orgullosa de engañarme, así he crecido... –Resopló, consternado.- Así que no controlaste bien lo que hacías y acabaste
un mes lisiada.
-Sí, precisamente... –Emitió una especie de maullido desconsolado.- Nunca me han ido las drogas, y no he tomado más de ese tipo
desde ese entonces, no sé, le quitan emoción al momento, con lo genial que es notar que se te va la cabeza, el deseo, la pasión...
-¿Yo te produzco eso?
-Bah... –Otro codazo.- Que creído te lo tienes...
Un rato después, Raúl se levantó.
-Me voy a dar una ducha, que estoy pegajoso. –Y realmente lo estaba.-
Observó a su hermana y no pudo reprimir la carcajada.
-Tú también deberías darte una ducha, tienes un poco de "crema especial" recorriéndote el muslo...
-¡Serás guarro! –Se incorporó rápidamente, persiguiéndolo.- Esto también es tuyo, como la mayonesa, límpialo, ¡Límpialo! ¡Raúuuuul!
Pero él ya había huido a la ducha.

Capítulo LXXVII
Se ducharon juntos. Ella le obligó a enjabonarla por completo, de cabeza a pies, parecía dispuesta a no mover un dedo esa noche.
Cuando Raúl mostró su intención de buscar su ropa para vestirse, esta le sujetó del brazo.
-Chsst, chsst, chsst... –Negó con la cabeza.- La noche es joven, baby, aún hay mucho tiempo que aprovechar.
-¿Tenías algo pensado? Espero que no sean más "cremas especiales" o cosas por el estilo...
-No, no, tranquilo, es más de relax, pero venga, no me prives de tu presencia tan pronto, tenemos toda la noche para nosotros solos. –
Le guiñó el ojo.- Me he asegurado de ello.
A empujoncitos, le arrastró de nuevo hasta la habitación, donde terminó de aprovecharse de él dándole dos opciones, o secarla el
pelo, o secarla el pelo. Parecía que la ponía muy feliz poder mandar y que sus deseos fueran cubiertos, y él... No estaba por la labor
de quejarse y darle pie a lamentos sobre-actuados, total, mientras no le pidiera ir a la gasolinera a comprarle helado de dulce de
leche...
Estuvieron un rato largo hablando, de nada en concreto, pareciera que lo único importante fuera que no llegara el silencio, pero este al
final llegó. Ante un sorprendido Raúl, su hermana se metió entre las sábanas y le dio la espalda.
-¿Te vas a dormir?
-Sí. –Bostezó.- Estoy cansada, déjame echar una cabezadita.
-¿Y este era tu plan de relax?
-Al menos no te he mentido. –Se mofó, hundiendo su cara en la almohada.- Ale, ale, a dormir tú también.
No sabía si se proponía algo, si había un plan oculto en esa aparentemente inocente idea de "dormir". Receloso, ocupó su sitio,
dejando una distancia prudencial en la cama, esperándose lo peor. Viéndola de esa forma, se podía decir que Laura tenía que un
cuello muy bonito, y sugerente, era como un cartel que describiera su erotismo. Pudo comprender por qué en tiempos pasados incluso
el mostrar el cuello era considerado como una provocación erótica, a fin de cuentas...
Durante un rato quiso ser un vampiro, y con ese pensamiento, sin querer, se durmió.
Algo le hacía cosquillas en el pecho. En su sueño, se representaba como una especie de gato peludo que iba saltando de un lado a
otro, rozándole de vez en cuando. Cuando fue arrastrado de los dominios de Hipnos al mundo real, pensó que esas cosquillas quizás
estuvieran causadas por un mosquito, ese insecto bastardo sin ninguna utilidad aparente en el mundo animal más que el de ser
comidos por anfibios y pájaros diversos.
Somnoliento, lanzó un aspaviento, pero su mano tocó algo más grande que un mosquito. Contrariado y molesto, abrió los ojos. Como
si se tratara de un bebé, Laura había apoyado su cabeza en su regazo, y ahí, aparentemente, dormía, siendo su respiración, lenta y
pausada, el germen de esas cosquillas que le habían sacado de su sueño.
-"Gatito, gatito..." –Se rió internamente.- "Si es que sigues siendo una niña... Qué cruz..."
-¿Ya estás despierto?
Se asustó. Esa familiar sensación de su cuerpo entrando en tensión, similar a la que sientes en el cine cuando la música cambia, y
sabes que, de un momento a otro, una escena impactante va a salir en la pantalla.
-¿Has dormido? –Carraspeó, buscando aclarar su garganta.-
-Algo. –Por su tono de voz, modulado y calmado, Raúl pudo saber que, si no se había dormido, estaba en un estado de relajación
bastante profundo.- Oye Raúl...
-Dime.
-¿Te lo has pasado bien? –Había dudas en la pregunta.-
-¿Cuándo? ¿Esta noche? –Torció el gesto, pensando en el punto al que la chica estaría intentando llegar.- Pues claro.
-Sí, ¿Verdad? No somos tan mala combinación, después de todo.
Percibió algo de derrotismo, le hubiera gustado poder observar su rostro para poder leer en él.
-Siempre hemos hecho buen equipo. –Siguió ella.- Tú te encargabas de la casa y yo de lo de fuera, hemos ido a un montón de sitios,
conocido a cantidad de gente...
-Sí... –Aunque estuvo a punto de objetar en eso de "Tú te encargabas de la casa", dado que, a fin de cuentas, no le solía quedar más
remedio.-
-Cómo dirían en las obras de teatro, "Hemos reído, hemos llorado, pero, ¿Y lo bien que nos lo hemos pasado?". –Respiró
profundamente, provocándole a Raúl un leve temblor.- Pero ahora, ¿Todo tiene que cambiar? ¿Hay que olvidar todos esos momentos?
-Laura...
-Llámame egoísta, llámame enferma, pero... Pero... –Pudo sentir algo húmedo en su regazo, una lágrima, quizás.- No quiero que
termine, quiero más, quiero... Dios, pensarás que soy una imbécil, pero aún esperaba convencerte esta noche para que pensaras que
soy genial, y para que no me echaras así de tu vida... Supongo que no soy tan buena como pensaba...
Estuvo tentado de incorporarse, pero ahora él que no quería que un contacto visual le restara seguridad.
-Laura, no necesito estar en la cama contigo para saber que eres genial, eso para empezar. Y luego, no me voy a ir a ningún sitio,
estaré aquí, contigo, como siempre... Solo que... Eres mi hermana...
-No puedo hacer nada para cambiar eso. –Levantó un poco la voz, molesta.- Yo no lo decidí.
-Para mí no es un problema, ni nada negativo. –Hablaba con total sinceridad.- Más de una vez me he preguntado dónde estaría yo de
no ser por ti.
-... –Suspiró, apesadumbrada.- No sé qué me pasa... No es que seas el chico más guapo con el que he estado, ni el más gracioso, ni
el mejor amante, ni...
-Eh... –Eran "puñaladas amistosas", la perdonó.-
-...Pero contigo me siento segura. Sé que podré ser yo misma, con mis cosas, mis manías, todo lo que me caracteriza. –Le clavó una
de sus uñas.- Sin ti, me siento como si me quitaran la red, me vuelvo una persona totalmente gris...
Estuvo un rato intentando pensar en algunas palabras a la altura. Realmente no sabía que Laura fuera tan dependiente de él, al
menos, nunca se lo había demostrado, fuera de los temas que tenían que ver con el cuidado de la casa.
-Pues tendremos que cambiar eso, ¿No crees? –Sonrió.- Tú eres del tipo de persona orgullosa a la que no le gusta depender de nada
ni nadie, ¿Me equivoco?
Como respuesta, ella le clavó de nuevo una uña.
-Además, tú tienes una vida prácticamente construida... –Bufó, intentando darle seguridad a sus palabras.- Tienes un trabajo genial,
una casa, dinero en el banco, conoces a casi todo el mundo por aquí, y además, tienes una amiga del alma, o quizás algo más, hablo
de Cristina, claro. ¿Y dices que te sientes insegura?
Siguió con su alegato.
-Mientras que yo, soy un "niño" que todo lo que tiene le ha sido regalado, y no te creas que es fácil de asumir, que también tengo mi
orgullo... –Repentinamente se sintió insatisfecho consigo mismo.- No sé qué voy ha hacer con mi vida, no lo sé, verdad... Y quizás te
necesite en algún momento para espabilarme, aunque sea de una bofetada.
-Eso es lo que hacen las hermanas mayores, ¿Verdad?
-Y por eso quiero, porque eres mi hermana, porque eres genial, divertida, me has enseñado muchas cosas... Y te quiero, te quiero, te
quiero... –Estuvo a punto de morderse la lengua, se había puesto tan nervioso que hasta hablaba de forma acelerada.- Y vale, lo
confieso, a veces he deseado que no fueras mi hermana para poder verte como una "mujer" y nada más, pero...
-El mundo es cruel. –Masculló la chica.-
-Sigue siendo quién eres. –Reprimió una risa interna mientras pensaba en las siguientes frases que iba a decir.- Me seguirás
gustando, aunque seas una completa inútil en las tareas del hogar, una neurótica con miedo a ET que se iba de vacaciones por ahí y
me mentía... Me gustas, me gustas mucho... Incluso aunque tengas las tetas pequeñas...
Cerró los ojos casi antes de expresar sus últimas palabras. Sabía por qué lo decía y lo que iba a provocar, pero bueno... Era como el
principio de los cortafuegos, crear un pequeño incendio controlado para acabar con un gran fuego caótico.
-Jojojo... –La chica se incorporó lentamente, con una amenazadora sonrisa de dientes apretados.- Tetas pequeñas, ¿Eh? Así que eso
es lo que piensas... ¡Yo no tengo la culpa de eso! ¡Además no son pequeñas! ¡No lo son! ¡No lo son!
Se enzarzaron en un pequeño rifirrafe amistoso. Ella se le lanzó encima, uñas por delante, dispuesta a defender el honor de su zona
pectoral, él, masoquista, opuso poca resistencia. Mientras se tocaban, giraban, movían y frotaban, la tensión se evaporó,
convirtiéndose en una nube irreal que sobrevolaba amenazadoramente el techo.
-Serás cabrón... –Seguía bufando ella.- Mira que meterte conmigo, después de todo lo que hago por ti... ¡Ah! ¡Y encima se te pone
dura!
Señaló a su paquete, tanto roce y toquecito habían acabado por sacarlo de su letargo.
-Joder, si que estás salido, sí... A lo mejor es que te va el sado y no lo sabías.
-Ay... –Se tocó un pequeño arañazo que su hermana le había grabado en el estómago.- Esto deja marca...
-Que pena... –Alargó una de sus manos y agarró el miembro del chico.- Veamos, veamos...
-Eh, eh, ¿Qué haces? –Se temía que fuera a arañarle también por esas delicadas y imperturbables zonas.-
-Bueno, ya que se ha levantado a saludar, no voy a dejarlo así, ¿No? –Le guiñó el ojo, señaló hacia la ventana con la cabeza.-
Además, sigue siendo de noche, me perteneces aún.
-Pero trátalo con cariño... –Rogó, sin la necesidad de fingir.-
La boca y la lengua de Laura dieron buena cuenta de su entrepierna, su cálida saliva era un bálsamo capaz de curar todas las heridas,
existieran o no. Su erección se hizo plena en un corto intervalo. Raúl hubiera querido poder adoptar un papel más activo, pero no podía
ir un paso por delante de su hermana, ella, como siempre, era la dominante.
Cuando consideró que todo estaba a punto, se acuclilló encima de él, dándole la espalda. Mientras que con una mano mantenía su
insegura posición, con la otra dirigía el miembro de su hermano. Este se sorprendió cuando se dio cuenta de cuales eran sus
intenciones.
-Esto...
-Calla. –Le riñó.- Si sé que lo estás deseando...
-Pero antes...
No le dio tiempo a objetar antes de sentir la presión que las paredes del esfínter de su hermana empezaban a realizar en su glande. Él
no era gran seguidor del sexo anal, aparte de por motivos escrupuloso, no le gustaba el hecho de no poder verle la cara a la persona
con la que se estaba acostando, pese a todo, no se quejó.
-Mmmm... –Laura ahogó un quejido en su garganta.-
Estaba claro que con la saliva como única lubricación, y encima en tan solo uno de los sitios, la penetración se iba a hacer bastante
dolorosa y complicada. Raúl, mientras apretaba los dientes, pensó que estaba claro que en algunos de los cajones de la cómoda
debía tener lubricante, probablemente tendría de mil tipos diferentes. Quiso sugerirlo, pero tenía la impresión de que la chica no los
había usado por alguna razón, a fin de cuentas, ¿Quién iba a conocer su habitación, y el equipamiento que había en esta, mejor que
la propia dueña?
-Ahh... –Esta vez no pudo reprimir el lamento.- Vaya... Está costando... Más de lo que esperaba...
Raúl, incapaz de verla forzarse más de esa forma, se incorporó lentamente, participando en la maniobra. Cuatro brazos pueden más
que dos. Además, casi por voracidad contenida, los dedos de su mano derecha dieron buena cuenta del sexo de su hermana,
recordándole al clítoris el porqué de su existencia.
El interior de la chica se encendió poco a poco, encantado de recibir también unas diestras atenciones, a él le encantaba el tacto que
tenían las paredes de la vagina de las chicas, un tacto único, que no podía evitar crear esos escalofríos que tanto le gustaban. La besó
en el cuello, deseó su boca, pero la vio muy lejos, la mordió en la oreja, le buscó las cosquillas hasta arrancarle una sonrisa...
-Puede... –Se humedeció los labios con la lengua.- Puede que no tenga las tetas grandes... Pero tengo un gran culo...
-El mejor... –Apretó uno de los pechos de su hermana, dándola a entender que no eran tan insignificantes como ella creía.- El mejor...
Cuando por fin llegaron "al límite" de la penetración, Raúl no pudo evitar un diminuto jadeo de alegría. Había sido difícil, doloroso
durante unos instantes, pero merecía la pena... El "abrazo" que ahí recibía era firme y comprimido, más que en ninguna otra parte.
Sintiéndose culpable al estar siendo el único en recibir placer, redobló sus esfuerzos en el cuerpo de la mujer, llegando al punto de
provocar que las piernas de esta flaquearan.
-No... No sigas... –Se quejaba, pero en realidad quería que siguiera.- Si lo haces, me voy a caer, me voy a caer y...
-¿No decías que yo era tu red? –El símil le venía al pelo.-
Laura emitió un jadeo mientras intentaba quitarle presión a las rodillas para moverse hacia delante. Raúl intuyó cual era su intención, y
la ayudó a colocarse. Era difícil, dado que su unión, su fuerte unión, les cobraba cualquier movimiento, por insignificante que fuera.
Finalmente, él consiguió lo que quería, y ella pudo descansar las piernas. La postura del perrito que habían logrado formar es lo que
tenía.
Apoyada en sus codos, jadeaba por el esfuerzo y por las caricias de Raúl. Este, paciente, cuidaba y mimaba cada rincón de la vagina
de Laura, al alcance de sus manos. Quería que ella se excitara mucho más, sino, el dolor seguiría presente.
-Mue... Muévete... –Le urgió ella.- Muévete despacio...
Tuvo que liberar al coñito de su hermana de la atención de una de sus manos, que pasó a apoyar en una nalga de esta. Tan solo sacó
un par de centímetros, ella se estremeció, pero lo peor parecía pasado, ya no había peligro de hacerse un daño mayor.
-"Esta chica..." –Suspiró mentalmente, aliviado.- "Mira que no usar ningún lubricante..."
Parecía que la funda ya se había hecho a la espada, nunca mejor dicho. Se movió de nuevo, sacando esta vez un poquito más de su
cuerpo, para nuevamente penetrar con suavidad el de su hermana. Unos minutos después, ya conseguía una penetración más o
menos constante, él resoplaba, por el esfuerzo y el placer, ella jadeaba de vez en cuando, aunque no estaba muy seguro de si era por
el placer que sentía en su trasero, o por el buen trabajo que los dedos de Raúl estaban haciendo, esmerándose al máximo, incluso
aunque se tuviera que dislocar la muñeca en el proceso.
Las gotas del placer cubrían ya sus dedos, no habiendo mejor lubricante natural que ese. Por primera vez, sacó su miembro hasta
dejar solo el glande, para luego penetrarla de nuevo. Al principio todo había sido forzado, pero ahora incluso ella seguía el ritmo con su
cuerpo, a veces incluso moviéndose más rápido de lo que Raúl quería.
-Te mentí... –Gruñó él, notando como un par de gotas de sudor le caían de la frente y para impactar en el lomo de su hermana.- Me
gustan tus tetas, como también me gusta tu culo...
-Ja... –Hasta ese entonces había dedicado su boca a respirar o morder las sábanas.- ¿Y creías que no... Que no lo sabía?
El ritmo subía y subía, el flujo de su hermana también aumentaba. A veces Raúl la abandonaba durante un segundo tan solo para
acercarse la mano a la boca y probarlo, le encantaba, era un vicio que ni podía, ni quería, dejar. Cuando se producían estos
abandonos, ella se quejaba con unos curiosos ronroneos felinos.
Más rápido, más fuerte, más profundo. Raúl podía sentir su propio sudor, y ver el de la mujer en su lomo, confiriéndole a su piel un
tono más apetecible si cabe, como una manzana recién pasada por el grifo, diciendo "cómeme".
Hubiera deseado tener un par más de manos, con tal de poder estrujar y someter también los polémicos senos de la mujer. Tenía
ganas de apretarlos, en especial sus pezones, arrancarle un gemido de esos tan suyos, besarlos, comerlos...
-Ahhh... Ahh...
Raúl llevaba rato sintiendo como se le agarrotaban las venas del cuello, quería terminar, eyacular de una vez, pero no se lo permitía,
quería que, al menos esa batalla, acabara en un sonado empate. Cuando ya empezaba a perder la cordura, notó como Laura
empezaba a jadear a mayor ritmo. La humedad se condensaba en la mano con la que Raúl la invadía, el temblor, el rictus nervioso...
Cuando ella llegó al orgasmo Raúl se olvidó de todo y se liberó. Sus testículos liberaron un gran chorro de semen contenido, con una
intensidad y una fuerza tal que hasta el glande le dolió al terminar. Asió las caderas de la chica, dejó salir un rugido de su traquea,
observó como la habitación daba vueltas ante sus ojos... Y se desplomó.
Como un caballo sin resuello, su pecho subía y bajaba, buscando atrapar la mayor cantidad posible de oxígeno. El aire olía a sudor y
sexo, una fragancia única y ya conocida. Las rodillas de Laura habían cedido ante el peso de los dos, y ahora él percibía su cara
pegada en la espalda de la mujer, saboreando su sudor. Mientras su erección mermaba, su miembro abandonaba poco a poco el
agujero en el que estaba enterrado, relajándose, con el saber del deber cumplido.
-Eres... Eres... –Intentó articular palabras, pero no le salía nada entendible.-
Quería librar a la chica del peso de su cuerpo, pero cada vez que intentaba hacer fuerza con sus brazos para levantarse, estos
temblaban, aún sintiendo el espasmo muscular del orgasmo. Los arañazos que le había hecho hacía un rato, ahora le picaban más si
cabe, gruñó, y una idea disparatada cruzó su mente.
-Laura. –Susurró.- Quiero tener algo tuyo.
-...
Como un barril pesado, osciló hasta girar y caer a un lado de la cama, con un nuevo intento, quedó bocabajo, si bien estuvo a punto de
caerse por uno de los lados del lecho. Laura giró la cabeza para observarle.
-Márcame. –Exclamó, decidido.-
-¿Qué? ¿Con qué?
-No sé... Piensa algo.
Parecía sorprendida, sin embargo, alzó una de sus cejas, en un semblante desafiante de "Si juegas con fuego, te quemas". Se deslizó
hasta llegar a Raúl, alargó una de sus manos...
El chico pudo sentir claramente como las feroces uñas de Laura se hundían en su piel y trazaban un surco en su hombro,
ocasionándole un dolor agudo y un escozor penetrante.
-Joder... –Mordió la sábana y cerró los ojos con fuerza.- Joder, joder, joder...
Su lista de improperios fue más larga y extensa, pero la mayoría resultado poco entendibles debido a la porción de tela que ahogaba
su voz. Finalmente giró el rostro para mirar a la chica, que ya le esperaba, sentada en el otro lado de la cama.
-Me voy a duchar. –Murmuró ella, taciturna.- Tu también deberías hacerlo, sino te resfriarás.
Sonrió de forma cínica al comprobar como Laura caminaba con dificultad, a fin de cuentas, todo ese dolor se lo había causado ella
misma con su propia cabezonería. Pese a todo, siguió su consejo y, por segunda vez en la noche, acabó por ducharse, esta vez
incluso se puso un intento de pijama. Debido a que la cama de su hermana estaba húmeda por el sudor, decidieron que lo mejor era
dormir en la de Raúl, fresca y acogedora.
La mujer se acomodó entre sus brazos, y entonces, en el silencio que provocaba su mutuo cansancio, soltó una frase reveladora.
-Si llegas a ser más tonto, naces mesilla de noche.
Raúl soltó dos grandes carcajadas, después besó la cabeza de la mujer, cubierta por una toalla a causa del cabello mojado, y la
estrechó aún más entre sus brazos. Una frase tan condescendiente y cómica como esa solo podía representar que, de una forma u
otra, Laura había entendido la situación y la aceptaba. No habría ni problemas ni malas caras entre ellos. Todo había salido a pedir de
boca.
Antes de volver a caer dormido, y pese a intuir que no quedaba mucho de noche, un pensamiento cruzó fugazmente la psique de
Raúl.
-"Si no fuera mi hermana... En otra vida... Quizás..."
Había sido una gran noche, en todos los sentidos.

Capítulo LXXVIII
-Dissh... –Se mordió la lengua.-
Se encontraba en la casa de Claudia, tumbado sobre una montañita de cojines. La larga cabellera de Gaby colgaba de uno de los
reposabrazos del sofá, mientras veía la televisión a través de los canales digitales. Raúl buscó otra posición en su improvisado
camastro.
La mañana siguiente a la gran "conversación" con Laura le había deparado algo aparte de unos churros con chocolate para
desayunar. Tras vérselo en el espejo, a duras penas podía razonar sobre lo que su tontería de "márcame" le había supuesto. Su
hermana se lo había tomado muy al pie de la letra, quizás como una pequeña venganza, poniendo toda su saña en el acto. Lo raro es
que no se le hubiera roto alguna uña. Mientras se miraba al espejo, pudo ver un arañazo marcarse claramente a la altura de su
enrojecido hombro. Cuatro surcos, tres de ellos bastante profundos, que probablemente quedarían ahí marcados durante mucho,
mucho tiempo.
-"No, si al final será verdad que soy un masoquista..." –Pensó, abatido.-
Pese a que hasta el roce de la ropa le dolía, en su fuero interno se sentía complacido. Con eso de "márcame" igual le hubiera valido
que le regalara un piercing o que le diera un beso, pero en fin...
Volviendo al salón, posó su atención en la televisión. Una presentadora morena daba lo que parecía un programa de sobremesa, de
esos que compaginan prensa rosa, amarilla y negra, noticias tan distantes como asesinatos, una granja de cerdos peludos o imágenes
de la petarda de turno que se había beneficiado a un conocido futbolista.
Tan cerca de la costa, el verano se adelantaba y el calor comenzaba a ser evidente. Gaby le había pedido varias veces que la llevara a
la playa, pero él siempre se desentendía del tema, suficiente era sacarla a pasear como para también llevar por ahí a exhibir su piel de
marfil con un bikini.
-¿Crees que Claudia querrá ir? –Le preguntó la chica, con su inconfundible acento.-
-No sé, por ella no creo que haya problema, pero no sé si Eva puede salir a la playa tan pronto, ¿Verdad?
-Pues nosotras nos vamos y tú te quedas cuidándola. –Le espetó la chica.-
-¡Ja! –No es que Raúl no quisiera cuidar de la niña, es que hasta cuando se quedaban solos en el mismo cuarto estaba nervioso de
que sucediera alguna situación imprevista y no supiera reaccionar bien.-
La joven alemana emitió una frase en su lengua nativa, y Raúl no necesitó haber estudiado filología germana para saber que una
lindeza no había soltado. Claudia apareció en esos momentos y se acomodó en un hueco de su montaña de cojines.
-Duerme como un angelito... –Se frotó el seno izquierdo.- Como siempre después de comer.
Habían decidido que, para conservar la neutralidad, lo mejor era que hablaran en ingles, así ninguno se sentía desplazado por
completo. Claudia enroscó una de sus piernas con las del chico, Gaby se aclaró la garganta, como siempre que había un cierto
contacto físico entre ellos dos. Raúl no sabía si lo hacía porque estaba molesta, o simplemente era una especie de "risita". Por su
parte, él se mostró más bien frío, aún tenía bien presentes las palabras que la mujer le había dedicado ese día, en la cocina. Ella se
dio cuenta, pero no dijo nada.
-¡Quiero ir a la playa! –Volvió a quejarse la pequeña Rapunzel.-
-No está lejos, puedes ir tu sola. –Ironizó el chico.-
-Sí, claro, y que cualquier pervertido español me haga algo. –Bufó.-
-Pues aquí hay un español pervertido y aún no te he hecho nada, ¿No? –Se incorporó, le molestaban las chicas quisquillosas.- ¿O es
que lo que quieres es que te lo hagan?
-Crece de una vez. –Rapunzel se rió, mirándole despectivamente.- No sé cuantos bebés hay en esta casa, si uno o dos.
-Contandote a ti, tres. –Claudia dio por terminada la mini-discusión con esas palabras.- Podemos ir a la playa mañana, si hace buen
día.
-¿De veras? –Gaby se sentó bien en el sofá, entusiasmada.-
-¿Y Eva? –Raúl se temió que propusiera lo mismo que antes había dicho la hermana pequeña.-
-Laura y Cristina cuidarán de ella. –Lo lanzó con palabras rápidas y livianas, como si fuera un tema fangoso.-
-¿Qué? –Lo dijeron los dos jóvenes a la vez.-
-¿Estás segura? –Esta vez habló el chico independientemente.- ¿Crees que ellas...?
Confiaba relativamente en el dúo diabólico, pero de ahí a dejarlas solas con un bebé, por muy "adultas" que fueran, su mentalidad a
veces era la de un crío de cinco años.
-No me fío de ellas. –Expresó Gaby, que desde el primer día había mostrado poco afecto por Laura y Cristina.- No quiero dejar a mi
sobrina con esas dos.
-Bueno, la otra opción es irme yo sola y que os quedéis aquí los dos a cuidarla. –Les lanzó una mirada que dejaba a entrever que no
toleraría su comportamiento infantil por más tiempo.- Gaby, ¿Trajiste bañador?
-Por supuesto... –Miró a Raúl y sonrió de forma cínica, sabiendo que lo que iba a decir le molestaría.- A fin de cuentas, de este país lo
único bueno es el Sol y la playa.
Esta vez fue su turno de bufar y taparse la cara con un cojín para no mandarla al infierno. Al principio no se habían llevado mal, el
problema había venido de los últimos días, cuando Raúl empezó a ausentarse, o a "dormir" fuera. Al parecer no le pasaba una.
-Basta ya, Gaby, si no te gusta, puedes volver a casa cuando quieras. –Claudia se levantó y miró desafiante a su hermanita.- Y no te
olvides que Eva es tan española como Raúl o cualquier otro.
-¡Zas, en toda la boca! –Aunque lo dijo con el cojín en la cara, conteniendo sus carcajadas, le supo a gloria.-
Al día siguiente, después de que el dúo diabólico se llevara a Eva, con la que tenían un planning bien estudiado "pasear, comprar
ropa, pasear, comer, pasear, comprar ropa", los tres quedaron libres para cumplir por fin el capricho de Gaby e ir a la playa. Raúl
estuvo un rato taciturno, dado que había intercambiado una lúgubre mirada con Cristina, sin decirle un "Tenía razón" o alguna cosa por
el estilo.
Pese a que aún no estaban en temporada alta, ya había bastante gente diseminada por la arenosa superficie. Gaby, delicada como
era, tuvo el capricho hortera de llevar un parasol durante el camino, como si de una estrella de los setenta se tratara. Entre eso, las
enormes gafas de sol, el pareo que llevaba abrochado al cuello y la espalda, y las sandalias, todo a juego, le provocaron a Raúl el
deseo interno de que ninguno de sus amigos le vieran con ella. En ese momento cayó en la cuenta de que tampoco era muy
"recomendable" que le vieran con Claudia, pero eso le daba absolutamente igual.
-"Total..." –Frunció el ceño.- "A estas alturas, cierta persona ya se lo habrá dicho a todo el mundo..."
Aunque estaba cabreado con ella por los últimos días de pesadez que había soportado, se comportaban como niños pequeños, no
podía negar que lo lucía. Su piel, su forma de andar, como su melena se ondulaba con el viento... Tenía clase. Era la princesa
Rapunzel, a fin de cuentas.
Se instalaron en una buena zona. Raúl instaló la sombrilla, mientras que Claudia hacía lo propio con las toallas. En ningún momento
Gaby hizo ademán de ayudarles, tan solo observaba a su alrededor, curiosa.
-Ven, que te pongo crema, no te vayas a quemar. –Claudia le quitó el parasol a Gaby y la obligó a ir a la toalla.- Con esta piel tan
delicada que tienes...
Raúl se hizo el loco durante unos instantes, fingiendo que buscaba algo en la bolsa que había traído. Por el rabillo del ojo observaba
las maniobras de las dos germanas. La mayor deshizo los nudos que sujetaban el pareo de la pequeña, y este cayó, liviano, movido
por la brisa. Tal y como se había imaginado, salvo por la ausencia de pechos, la caprichosa Rapunzel gastaba un cuerpazo. Delicado y
armonioso, parecía el cuerpo de una de esas modelos del este que desfilaban en las mejores pasarelas del mundo. En altura también
les andaba a la par, tan solo estaba un par de centímetros por debajo de Claudia.
La crema en spray que usaban era absorbida por su piel, como si esta estuviera sedienta. Claudia la extendía por todos los sitios, con
especial dedicación, a fin de cuentas, con lo blanca que estaba, si no se cuidaba, acabaría como un cangrejo. Raúl tragó saliva cuando
las manos de la hermana mayor separaron las de la pequeña, extendiendo la crema por los muslos y las piernas.
El bikini que llevaba la "muñequita" iba a juego con el resto de su "set", colores blancos y negros, poca tela, pero tampoco una prenda
de las que enseñaban todo. Por su parte, Claudia había tenido dificultad para encontrar un bikini que le fuera bien.
-"He tenido que comprarme dos, cada uno de diferente talla." –Le había contado, mientras él intentaba mostrarse indiferente.- "Los que
tenía no me valían porque ahora mi talla de pecho ha cambiado bastante..."
En condiciones normales, palabras tan sugerentes como esas le habrían hecho la boca agua, pero como había cierta tensión entre
ellos, la cosa no pasó de ahí.
-Ahora yo a ti.
Esta vez fue Gaby la que despojó a Claudia de su pareo. El cuerpo de la alemana aún no había recuperado su forma de antes del
bebé, obviamente, pero aún así, lucia una figura esbelta y cuidada. Su bikini, tal y como le había pronosticado, enseñaba unos senos
grandes, más bien enormes. Raúl tragó saliva.
-Ven, Raúl, te pondré a ti. –Claudia le llamó una vez hubieron terminado con ella, Raúl salió del limbo, siendo pillado in fraganti
mientras miraba hacia las chicas.-
-¿No es mayorcito para ponérsela solo? –Se quejó la princesa, ceñuda.-
-Vale. –Al principio había estado tentado de rechazar la oferta de Claudia y ponerse crema él mismo, pero al ver que así molestaría a
la hermanísima, aceptó.-
Intentó mantenerse todo lo frío que pudo, pero realmente hacía tiempo que anhelaba sentir las manos de la alemana en su cuerpo.
Pese a que las palabras resonaban en sus oídos como si se tratara de eco, no podía evitar deshacerse cada vez que la miraba. Quizás
fueron imaginaciones suyas, pero la mujer se tomó su tiempo en rociar cara rincón de su anatomía con la crema protectora. Su
bañador era uno de los conocidos "marcatodo", un pequeño pantaloncito pegado a la piel, que más parecía un bóxer que una prenda
de baño. Hubiera escogido uno menos cantoso, pero le daba pereza ir a buscarlo.
-Vaya por Dios, ¿Y esto? –Exclamó Claudia, de repente.-
-"Mierda." –Pensó amargamente.-
-¿Te has peleado con un lobo o qué? –Le hermana pequeña se quitó las gafas para evidenciar su mirada desconfiada.-
-"Una loba, más bien..."
-No, bueno, no es nada. –Carraspeó.- Venga, vamos a bañarnos, que el agua parece estar buena...
-¿Estás seguro? ¿No te duele?
-No, claro que... ¡Ay!
Gaby le había dado un golpecito en el hombro para comprobarlo.
-Hija de... –Se mordió la lengua.- Tu madre, que es la abuela de Eva, una gran mujer, sí...
Asió a Claudia de la mano y se la llevó hasta el mar, el agua al principio estaba fría, pero tras los primeros minutos, estaban en la
gloria. Gaby se tomaba su tiempo para entrar, primero se mojó los pies, luego se agachaba para humedecerse las manos y
refrescarse el cuello...
-"Como las viejas..." –Pensó Raúl, ocultando su rostro en el agua para reprimir las carcajadas.-"
Pese a que ya habían cerrado casi por completo, la sal del mar le escocía un poco en los arañazos del hombro, sin embargo, era una
sensación relajante. Siempre le habían dicho que el agua salada era buena para las heridas, así que...
-Ten paciencia con ella. –Suspiró Claudia.- Es muy posesiva, y cariñosa...
-Y caprichosa, irritante, infantil... –Puso los ojos en blanco.- No me creo que seáis hermanas, sois como el día y la noche.
-¿De verdad? –La mujer sonrió.- Pues yo creo que vosotros dos os parecéis mucho.
-Por favor... –La encaró, molesto.- ¿Volverás a decir que nos hagamos parejita?
-Pero si yo...
-Si no quieres verme más, lo entenderé, a fin de cuentas nuestro "vínculo" ya está terminado y ya no me necesitas. –Llevaba muchos
días queriendo escupir esas palabras.- Así que, por favor, deja de lanzarme indirectas como la de la cocina...
Desde que se conocían, siempre había asociado a Claudia con la mesura y su singular sonrisa, esa que decía "todo está bien". En ese
momento, a unos metros de la orilla, mecidos por las olas, se sintió terriblemente expuesto cuando los ojos de la mujer se clavaron en
los suyos. Estaba enfadada.
-Ahh... Está fría... –Gaby se acercó hacia ellos, hasta nadando era elegante.-
Raúl la miró, aliviado de tenerla cerca para poder romper el contacto visual con Claudia. Se dio cuenta de que un par de buitres
seguían desde la orilla los movimientos de la princesita, al parecer ya tenía público.
-Qué bien nadas. –Observó él, sorprendentemente afable con Rapunzel.- ¿Tú también practicas natación?
-¿Yo? No, que va. A veces en la piscina de casa, pero no mucho, no me gusta como se les queda la espalda a las nadadoras. –Giró
hacia su hermana.- Sin ofender.
-Tranquila, no ofendes.
-Yo soy más de atletismo, 1.000 metros, por ejemplo. –Siguió explicando la hermanísima.- He conseguido buenos tiempos.
-Vaya... –Miró a través del agua, intento intuir su cuerpo.- No diría que tienes cuerpo de atleta, más bien al contrario.
-¿Eso era un insulto? –Enmarcó una ceja.- Mi hermana me dijo que tú nadabas, te apuesto lo que quieras a que te gano, voy a
cargarme aquí mismo todas tus "spañolatas".
-¿Spañolata? ¿Y eso que es?
-Es una palabra que viene del italiano, y significa "acto pomposo o fanfarrón". –Explicó Claudia, olvidando su enfado.- Se acuñó
durante los siglos de ocupación española en Italia.
-Ah... –Se sintió repentinamente decepcionado consigo mismo por haber perdido en conocimientos de historia con una princesita
relamida.- Que se podía esperar de unos italianos...
-Venga, venga, "chulo". –Eso último lo dijo en español, el espíritu competitivo de Raúl empezaba a bullir.-
-Je... Anda que no... –Se humedeció el pelo.- Está bien. Claudia, tú serás la juez, el que primero llegue a la boya amarilla, gana.
-Chicos... –La mayor intentó apaciguarles, pero sus espíritus juveniles ardían por completo.-
-Como juego en casa, te doy tres brazadas de ventaja. –Concedió él, chulesco.-
-No quiero ventaja. –Se molestó ella.-
-Insisto.
-Tú mismo, solo ampliarás tu derrota. –Ella llevaba la melena suelta, pero la ató con un par de coleteros que hasta el momento había
portado en las muñecas.- Por cierto, ¿Qué apostamos?
-¿Qué quieres?
-Vale... Si yo gano, tendrás que decirnos "quien" te hizo esos arañazos.
Golpe bajo, remarcando el "quién" hizo que Raúl entrecerrara los ojos de furia.
-De acuerdo. –Levantó la vista para ver que los buitres seguían en la arena, observándolos.- Y si gano yo, me darás la parte superior
de tu bikini, "bonita".
Gaby se lo pensó, pero finalmente asintió. Claudia se llevó las manos a la cabeza.
-Las mujeres primero...
La chica le dedico un último gesto a su hermana y se lanzó. En las tres brazadas de ventaja que Raúl le había dado, este pudo
comprobar que, efectivamente, lo de nadar les venía de sangre en la familia. Para aderezar su desventaja, se dio cuenta cuando ya
estaba en carrera de dos datos importantes, primero, el hombro le dolía cuando giraba el brazo, segundo, no había calentado. Gaby se
movía con una ligereza sorprendentemente, además, esos "ejercicios de vieja" que la había visto hacer en la orilla, probablemente
hubieran puesto sus músculos a tono. La había subestimado.
Pese a todo, también tenía una cosa a favor, la melena obstaculizaba el ritmo de Rapunzel. Dándolo todo, consiguió ponerse a su
altura cuando quedaba una cuarta parte del camino. Le tentaba la idea de reírse de ella por haberle insultado, pero también sabía que
con el hombro maltrecho y el riesgo de que le diera un calambre en cualquier momento, lo mejor era terminar rápido. El final fue
ajustado, pero estuvo seguro de haber sido él quien tocó primero la boya.
-¿Y bien, quién ha ganado? –Preguntó Gaby, agarrándose a la meta para poder recuperar la respiración cómodamente.-
Ambos se habían sorprendido al ver que Claudia les había seguido en la carrera, y, habiendo cubierto la misma distancia y en un
tiempo casi idéntico, mientras que ellos estaban fundidos, ella se mostraba tan normal como si se hubiera tele-transportado. A fin de
cuentas, había sido una atleta olímpica, una apuesta ridícula como esa no significaba nada para ella.
-Empate. –Murmuró la mujer.-
-No es verdad, yo he tocado antes. –Se quejó la hermana.-
-Claro que has tocado, a mí, que ya había puesto la mano.
-En tus sueños, "bonita".
-En realidad... –Claudia les lanzó agua a los dos para callarlos.- Los dos habéis perdido.
-¡¿Cómo?! –Hablaron al unísono.-
-Para empezar, habéis cambiado de estilo en mitad de la carrera, cosa que no está permitida. Y después, os habéis tocado antes de
llegar a la meta, lo que también supone que se os descalifique. –Empezó a nadar hacia la arena.- Venga, vamos a tomar el Sol.
-¿Siempre era así? –Preguntó Raúl en voz baja, con cuidado de que no le escuchara la mujer.-
-Siempre. –La hermana asintió.- Le encantan las reglas... Hasta cuando hacíamos carreras de mentira en la piscina de casa, me solía
descalificar de mil modos diferentes.
-Woo... Es todo una maniática de la natación. –Raúl acababa de descubrir algo obvio.-

Capítulo LXXIX
La ducha escupía agua sobre su piel, arrancando tanto arena como sal, liberándole de esa sensación pegajosa e incomodísima que
dejaba esa mezcla al secarse. Tras su jornada en la playa, habían comido en un restaurante, comprado algunas cosas, y vuelto a casa.
Raúl estuvo a punto de resbalar y romperse la crisma cuando la puerta del baño se abrió de golpe. Tan acostumbrado estaba al
"respeto a la intimidad" que había en la casa, incluso Gaby llamaba siempre antes de entrar en cualquier habitación, aunque estuviera
vacía, que se había olvidado de poner el pestillo. Afortunadamente era Claudia, su decoro no le habría tolerado que Gaby le viera
desnudo sin ser un acto recíproco.
-Ya acabo. –Se excusó él, pensando que ese era el motivo.-
La mujer puso el pestillito del baño y le observó desde la puerta. Él intentó hacerse el loco, siguiendo con lo suyo, pero, finalmente, se
vio obligado a cerrar el grifo y coger la toalla. La mirada de la chica le ponía nervioso.
-¿Y bien? –Musitó la rubia.- ¿No tienes nada que decirme?
-¿Decirte qué? –Preguntó, aunque creía saber por donde iban los tiros.-
-La conversación que dejamos a medias en la playa. –Meneó la cabeza para apartarse el flequillo de la frente.- Vamos a terminarla
aquí.
-Entiendo... –Salió de la ducha y se quedó de pie en la alfombrilla, con la toalla a medio enrollar en la cintura.- Bueno, yo creo que ya
dije todo lo que tenía que decir.
-Sí, y eso es lo que me sorprende. –Cruzó los brazos.- Creo que en algún momento empezaste a decir cosas sin pensarlas antes,
cosas muy hirientes, que hacen daño.
-Puede que no tuviera mucho tacto, pero, ¿Me equivocaba?
-¡Por supuesto! –Gritó de forma chirriante.- Estás completamente equivocado, ¡De principio a fin!
-El otro día, en la cocina...
-¡En la cocina nada! –Intentó calmarse ella misma, viendo como subía demasiado el tono de voz. Afortunadamente, por mucho que
gritaran y les escuchara Gaby, no les entendería, dado que hablaban en español.- ¡Lo has malinterpretado todo!
-No, no, no lo malinterpreté, dijiste claramente que "no te importaría" que me liara con tu hermana. Y un par de tonterías sobre que así
podría ser feliz o algo por el estilo.
-Sí, dije algo parecido, pero no como tú lo estás interpretando, no como me has dicho en la playa. –Torció el gesto.- No fue ninguna
indirecta para decirte que te alejaras de mi vida. ¡Y por supuesto tampoco quise decir que ya no te necesitaba para nada! ¡Cómo
pudiste pensar algo así! ¡¿Qué clase de persona te crees que soy?!
Escuchado de esa forma, y sobretodo, con ese semblante tan sincero, todo lo que Raúl había pensado resultaba ser absurdo. Claudia
no era de ese tipo de personas, quizás se había precipitado un poco.
-Yo pensé... –Apartó la mirada, acongojado.- Pensé que querías librarte de mí.
-¡Cómo crees que yo haría algo así! –Dio un paso hacía adelante.- ¿Es que alguna vez he dicho o hecho algo que así lo indicara?
¡Todo lo contrario!
-Pero... –Se negaba a aceptar que hubiera podido insultarla de esa forma sin tener una base sólida, él solía recapacitar bastante las
cosas y, hasta hacía dos minutos, todo le había parecido claro y cristalino.- Si hasta insinuaste que tuviera algo con tu hermana.
-No te dije que tuvieras algo con ella, tan solo comenté que si pasaba, no me iba a meter de por medio. –Los ojos verdes de la mujer
se tornaron acuosos.- Nunca te he dicho nada sobre ninguna chica con la que estuvieras, nunca, ¿Quién soy yo para hacerlo? Solo te
dejé claro que si algo surgía con ella... A fin de cuentas tenéis edades similares, y aunque lo niegues, sois parecidos... Pero entre eso
y decirme que te voy a echar de mi vida una vez he obtenido de ti lo que quería... ¡Eso es cruel! ¡Es lo más cruel que me podías decir!
Eran gritos de dolor los que resonaban en las baldosas del baño. Raúl no encontraba ni las fuerzas para parpadear, su piel transpiraba
culpabilidad, no entendía que fusible se le había podido fundir para malinterpretar tanto las cosas y agredir a la alemana. Era un perro,
peor que un perro.
Claudia se secó las lágrimas e intentó sosegarse.
-Supongo que... Pedir perdón no basta, ¿Verdad? –La voz de Raúl, altanera y agresiva momentos atrás, ahora era solo un hilo
quebradizo.-
-No es cuestión de pedir perdón o no... Aquí lo importante es la confianza, y no la veo por ningún sitio...
El joven se desenrolló la toalla de la cintura y se giró, simulando que se secaba el pelo mientras ocultaba su rostro, avergonzando y
humillado. Mantuvo un rato su silencio, respirando con dificultad.
-Desde el día del nacimiento de Eva... –Susurró, encontrando por fin las palabras.- Cuando no estuve a tu lado por miedo y cobardía...
No he podido mirarte a la cara sin sentirme mal. Yo tenía que haber estado ahí, ¿Verdad?, a tu lado, eso era lo que querías.
-Pero...
-Después, cuando estuvieron tus padres, me tocó representar el papel de un bufón de cartón piedra, y eso me llevó a pensar si
realmente era "útil" o "necesario" en este sitio. Eva se ríe cuando juego con ella, pero poco más sé aportar... Hasta me da miedo
cogerla... –Le temblaba la voz.- Últimamente me han hecho ver que no soy tan buena persona como creía ser... Intento corregir
algunos aspectos de mi vida... Pero supongo que no puedo hacerlo contigo, eres demasiado para mí, no estoy a la altura, supongo
que no somos compati-...
Sus tristes palabras quedaron silenciadas por el repentino abrazo de Claudia. Las extremidades de la mujer le apretaban con fuerza,
mientras el rostro de esta se clavaba en su espalda, grabando ahí un beso.
-No vayas por ahí pensando que los demás creen que no estás a su altura. –Apuntilló ella.- El día que lo crea, te lo diré. Pero eso no
va a pasar, nunca, no va a pasar nunca. Tú eres especial.
Raúl se zafó de su abrazo y volvió a meterse en la bañera, abrió al máximo el grifo del agua fría con la ducha sobre su cabeza.
-Ya me he quitado la sal... –Tartamudeó.- Ahora intento quitarme la estupidez...
Se giró y le dedicó un guiño de disculpa a la mujer, esta, sin atender a que estaba completamente vestida, se introdujo en la ducha
con él y le besó, le besó una y otra vez.
-Te estás... Empapando... –La intentó avisaren los instantes en los que sus labios quedaban libres.-
-El agua es mi elemento. –Explicó ella, con su misma sonrisa alegre de siempre.- Y el tuyo también.
Estuvieron un rato ahí, en la bañera, con el agua actuando como elemento purificador. Él se comportaba como un idiota inmaduro en
muchas ocasiones, ella le dejaba actuar de esa forma, así que era un pecado compartido fácilmente omisible. Raúl llevó una mano
hacia el grifo y lo movió hasta el lado caliente, dejándolo en un punto medio. El agua templada le dio fuerzas para desnudar a la mujer,
poco a poco, su ropa, empapada, acababa cubriendo el suelo del baño.
Una vez la tuvo desnuda, la miró a los ojos y la besó muy lentamente. No era una unión sexual la que deseaba en ese momento, era
algo más profundo, quería sentirla próxima, quería verla "tal y como era" para poder sentirse lo más cerca posible de su interior. Ella
pensaba exactamente lo mismo.
Se acariciaron lentamente, percibiendo piel, carne y músculos. Las gotas de agua recorrían el cuello de la mujer, bajando por su
clavícula, coronando sus generosos pechos y desbordándose por sus pezones, como leche cristalina caída del cielo.
Hubieran estado así, "unidos", durante horas, durante todo el tiempo del mundo. Al menos lo hubieran intentado, de no ser por el
inoportuno "toc toc" en la puerta, y la voz de Gaby llamando a su hermana. No es que les importara que entrara o les viera o algo, era
que la interrupción les había sacado de ese estado físico y sensorial que habían compartido bajo la ducha.
-Hoy, quiero que duermas conmigo. –Le comunicó la mujer, mirándole a los ojos.-
-Mientras que sea solo dormir... –Acentuó su sonrisa y alargó la mano para coger un albornoz y cubrirla con él.-
Ignorando las miraditas sorprendidas que Gaby les lanzaba de vez en cuando, estuvieron igual de acarameladitos todo el día. Incluso
cuando Cristina y Laura trajeron a Eva de vuelta, de cuyo carro colgaban siete bolsas llenas de ropa, juguetes y demás complementos
infantiles, tuvo una sonrisa complaciente que dedicarles. Hasta la niña estaba de buen humor, se lanzó como una posesa hacía el
pecho de su madre, pero parecía habérselo pasado bien. Cenaron todos en comunidad, produciéndose un ligero contraste entre la
calidez que había en el lado de Raúl y Claudia, en comparación con el de Gaby, Cristina y Laura, donde la tensión se cortaba con
cuchillo.
Tras despedirse del dueto diabólico en la puerta, se dispusieron a ver un rato la televisión. Eva había caído redonda hacía un rato,
probablemente pasar un día entero con "esas dos" era agotador hasta para un bebé.
A la hora de dormir le dedicó una mirada sarcástica a Gaby cuando esta le vio meterse en el cuarto de su hermana, no es que esta
pareciera escandalizada o algo por el estilo, pero a él le apetecía picarla un poco. Se dejó caer en el colchón de la rubia, aspirando de
él una ligera traza de su perfume que se había depositado en la fibra, su sonrisa se acentuó.
Debido a que el calor apretaba, él llevaba un simple pantalón como vestimenta, tejido fijo y liviano que dejaba pasar el poco fresco de
la noche. El cuarto tenía aire acondicionado, pero usarlo de noche era como ponerte un cartel pidiendo a gritos un constipado. En la
mesilla de noche estaba en receptor que transmitía los sonidos de la habitación en la que Eva reposaba. Un par de noches atrás Raúl
había puesto el receptor bajo la cama de Gaby, para después emitir "sonidos raros" desde la habitación de Eva, sobresaltando a la
joven rubia, que salió disparada de su cuarto como una niña de cinco años habiendo visto un monstruo en el armario. Cuando se
enteró de su "bromita", le llamó "cabrón inmaduro" y se fue a dormir.
-"Al menos no me ha pegado." –Se jactaba él, mientras contenía las carcajadas para no montar un escándalo.-
Mientras seguía recordando batallitas, entró Claudia, que le había echado un último vistazo a Eva antes de dormir. La mujer tampoco
llevaba excesiva ropa, un camisón transparente y que se quitó nada más llegar a la cama, así como unas braguitas de apariencia
cómoda y un sujetador que le servía para soportar la carga de sus "ligeramente pesados" senos, a la par que para evitar molestas
manchas en la cama.
Raúl se encontraba un poco inquieto, había compartido cama con la mujer docenas de veces, pero ese día era diferente. La mujer se
tumbó de lado, cerrando los ojos durante unos instantes, apreciando la comodidad de una cama acogedora después de un día
ajetreado. Tímidamente, él se fue acercando hasta la posición de la chica, hasta que al final solo los separaban algunos centímetros.
Ella abrió los ojos y le sonrió. Alargó una de sus manos y le estuvo acariciando el rostro durante un rato, contenta de tenerle cerca.
-Hoy... –Carraspeó, inquieto.- Hoy te he visto nadar muy bien.
-¿Tu crees?
-Sí, nos has cogido sin hacer ningún esfuerzo, eso demuestra que eres una gran nadadora.
-Pues tú deberías volver a entrenar. –Le dio un ligero pescozón como castigo.- Mira que no calentar antes de una carrera... Y competir
con ese hombro...
Los dedos de la mujer pasaron hacia el hombro magullado de Raúl, recorriendo mansamente los arañazos. Pese a que no se lo había
pedido, el chico se vio movido a contarle "toda la historia" detrás de esa marca, omitió algunos detalles "demasiado escabrosos", pero,
de una forma u otra, comentó todo lo sucedido con Laura, sus decisiones, su determinación, la reacción de esta...
-Es una buena chica. –Sonrió, sin una pizca de reproche en su rostro.- Se nota que es tu hermana.
Las manos de Claudia le obligaron a tenderse bocabajo mientras ella seguía haciéndole un traje de caricias, temblores y escalofríos.
En un momento dado, notó como la mujer se deslizaba para dejar reposar su rostro sobre su espalda.
-Tienes una espalda tan cómoda... –Susurró, las palabras desprendidas de su boca sonaban de una manera dulce y perfumada.- Es
como una cama... Me gustaría dormir aquí siempre...
Sintió un nuevo escalofrío, aunque esta vez no supo si fue provocado por las caricias o por las palabras de la mujer.
-¿Sueles comparar a los chicos con camas? –Exclamó, socarrón, intentando hacerla reir.- Porque yo lo encuentro sumamente
deprimente...
Obtuvo su tesoro y las carcajadas de la mujer inundaron el cuarto.
-Al menos seré un colchón de esos de látex, ¿No? Yo con categoría o nada...
La atmósfera que desprendía esa mujer era increíble, la forma tan fácil que tenía de convertir en azul algo que hasta pocos segundos
antes había sido gris oscuro. La rubia se deleitó en la espalda de Raúl durante largo rato, tanto que hasta este creyó que hubiera caído
dormida, pero, finalmente, volvió a su lado mientras se acariciaba por encima del sujetador.
-¿Te duele? –Lo preguntó sin ninguna mala intención.-
-No... Bueno... –Dejó escapar una gran cantidad de aire, resignada.- Es lo que toca.
-No me digas que es como en los relatos eróticos... –Puso voz mujer.- "Ahh... Me siento tan hinchada..."
La mujer volvió a reír, amonestándose esta vez porque con el escándalo podría despertar a alguien. Volvió a suspirar resignada y
asintió.
-Pues es una sensación parecida, sí. –Ahora eran sus dos manos las que acariciaban sus protuberancias mamarias.- Aunque pienso
que es algo natural...
-¿Natural?
-Claro, sintiéndote así, hinchada e incómoda, estás casi deseando que llegue la hora de amamantar para poder descansar durante
unos instantes. –Acentuó su sonrisa.- Es un mecanismo de la naturaleza para que las mujeres no se olviden de su deber.
-Y... Bueno... –Tragó saliva, era algo que quería preguntar desde hacía mucho tiempo.- ¿Qué se siente...? Quiero decir... ¿Qué se
siente al... Amamantar?
-Pues... –Se lo pensó durante un rato.- Son muchas cosas a la vez, creo. Toda esa sensación de agobio desaparece, y te encuentras
en un estado de relajación y tranquilidad total... No sé, es una experiencia única.
-Hum... –Desvió la mirada de los pechos de la alemana por miedo de parecer descarado.- Única...
-¿Quieres probar? –La chica le lanzó una mirada pícara.-
Le obligó de nuevo a girar, quedando esta vez boca arriba. Con gesto divertido, y sin atender a su perplejidad, se lanzó vorazmente
contra los pectorales de Raúl, rodeando uno de sus pezones con sus labios y su lengua.
Como otras partes del cuerpo, por ejemplo el apéndice, los pezones masculinos habían perdido su razón de existencia en algún punto
de la evolución, si es que realmente habían tenido una misión en un principio. Para él era una experiencia inquietante, no era la
primera vez que le tocaban ahí, pero sí de esa forma centrada y única.
-Ahh... –Cerró los ojos, pensativo.- Pues a mí lo único que me hace son cosquillas... Y si esas son las que tenemos...
Lanzó sus manos hacia el cuerpo de la mujer, buscando devolverle también las cosquillas y quizás alguna caricia accidental. Mientras
formaban un infantil barullo, y por motivos desconocidos, un poltergeist quizás, el cierre del sujetador de Claudia se abrió, liberando
aquello que contenía. Por lo inesperado de la escena, los dos se quedaron mirando los pechos de la alemana durante unos instantes,
sorprendidos, para luego echarse nuevamente a reír. Cabe destacar que la mujer, en vez de volver a abrochárselo, se zafó de él por
completo, dejándolo en la mesilla.
-Bueno, es tu turno. –Le comunicó ella, acomodándose con la ayuda de una almohada.-
-¿Mi turno? –Recapituló en su cabeza y ató cabos, rápidamente alzó sus manos en pronunciados aspavientos.- Wo, wo, wo... No, no…
No querrás... Quiero decir... No, no...

Capítulo LXXX
-Venga... –Le rogó.- Si no es nada del otro mundo...
-Si yo sé.. –Tragó saliva por puro nerviosismo.- Sé que es lo más natural que hay, pero no, no, no es mío, eh... Sí... No sería correcto.
-¿Por qué? –La alemana se tapó la cara, por un momento Raúl creyó que estuviera llorando, pero se reconfortó cuando vio que tan
solo estaba reprimiendo sus carcajadas.- ¿No es tuyo? ¿Quién te crees que lo ha puesto así? Es tu responsabilidad...
-No... –Empezaba a tener un tic nervioso en la ceja izquierda.- Puede verse así desde un punto de vista muy malicioso... Pero no.
-Vamos... –Cogió una de las manos de Raúl y la llevó lentamente hasta posarla sobre sus senos.- Quiero que lo hagas.
-Pero es que...
-Si hasta Gaby la ha probado...
-¿Qué Gaby qué? –Se sorprendió.-
-No directamente, claro. –Corrigió ella, divertida.-
-Pues tampoco te creas que me hubiera sorprendido si me dijeras que así fuera, conociéndola... –Se mordió el labio.- Es capaz de
pedírtelo...
-Quiero compartir esto contigo... –La mujer seguía conduciendo la extremidad del incauto joven por lo más sinuoso de su anatomía.-
Aunque sea solo un segundo...
-Un segundo... –Estaban calientes, y eran tan suaves...- Si es solo un segundo...
-Eso es, tan solo un segundo. –Le invitó con una sonrisa.-
-Si solo es un momento y ya está... –Era débil, muy débil. En su defensa, decir que pocas personas, hombres sobretodo, habían
podido resistir a Claudia en su modo meloso y insinuante, era una mujer fatal cuando se lo proponía.-
Se dejó guiar por las manos de la mujer. En un recoveco de su mente se sentía mal consigo mismo, acusando su debilidad y su falta
de principios. ¿Dónde estaban todas esas cosas que había pensado tiempo atrás? ¿Todas esas ideas sobre lo que "no está bien"?
Eva, Pandora y ahora Claudia... Si es que siempre acababan guiados a la perdición...
-"Maldito encanto femenino..." –La parte serena de su mente, pequeñita y colocada muy al fondo, se quejó.-
Como tantas otras veces, Claudia le obligó a acomodar su rostro sobre su escote. La mujer sentía alguna especie de fascinación con
esa posición, y para Raúl... Para Raúl era embriagadora. Acarició uno de los inmensos senos de la mujer ayudándose de su mejilla,
ese tacto no podía ser de este mundo...
-Suuu... Suuu... –Le acarició la nuca y la coronilla mientras le susurraba como si fuera un bebé inquieto.-
Le hubiera gustado preguntar que tenía que hacer, pero pensó que eso realmente estaba claro, en algún sitio de su cabeza, a fin de
cuentas, mamar era una cualidad innata con la que nacían todas las personas. Rodeó una las aureolas con su boca, dando gala de
una delicadeza extrema. En algún momento de la maniobra de aproximación había cerrado los ojos, movido por las ganas de sentir el
mix sensitivo que tanto le gustaba: La calidez del cuerpo de la mujer, la suavidad de sus senos y el "tum tum" de su corazón, que
percibía con total claridad.
Cauteloso, se aventuró primero a tocarlo con la lengua, notando la tersura característica del pezón femenino, en concreto, hubiera
podido diferenciarlos como los de la alemana entre un gran número de "muestras", tenía esa textura grabada en la lengua. Como vio
que nada se "rompía", fue un poco más allá y, con la misma delicadeza con la que se habría aventurado a acariciar el clítoris de una
mujer, rodeó el pezón con sus labios.
A Raúl, desde siempre, nunca le había gustado en exceso la leche. Hasta hacía unos años, Laura siempre le había amenazado con
que si no bebía leche, "No crecerás... En ningún sentido", él, a desgana, acababa tomándosela, pero siempre si cumplía unas
cualidades determinadas, que eran estar muy pasteurizada y ser notablemente cremosa. Hasta que encontró una marca que se
adaptara a su paladar, "Clesa", había pasado mucho tiempo, y ahora...
Había sido más impetuoso de lo en un principio había supuesto. Con tan solo oprimir ligeramente el pezón, unas gotas de un líquido
caliente habían llegado a su boca. Frunció el ceño sin darse cuenta mientras deslizaba esas gotitas por su paladar. Irremediablemente,
su mente se fue a una excursión del colegio, a una granja-escuela, ese día, había visto como ordenaban vacas y cabras. El monitor,
muy simpático, les había dado a probar la leche recién obtenida en ese preciso momento, alentándoles a buscar "la diferencia entre
este producto fresco y natural, y la leche que procesan en las grandes empresas", Raúl se intentó escaquear de la cata, pero la
profesora finalmente le obligó a probarla, en concreto, creyó recordar haber probado la leche de cabra.
Oprimió de nuevo el pezón, necesitaba más material de análisis. Sin duda, tenía un sabor cremoso muy similar, si bien la del animal
parecía ser más fuerte, la mujer, por su parte, destilaba un elixir suave y filtrado, como las gotas de un helado que se derriten poco a
poco...
-"¿Habrá pasado ya un segundo?" –Se preguntó mentalmente, sin mucha convicción.-
Podía percibir los dedos de la mujer masajeando su cabeza, su respiración, más profunda de lo normal, le hicieron pensar que muy
mal no podía estar pasándolo.
-"Un poquito más..." –Murmuró.- "Solo un poquito más y lo dejo..."
Esta vez oprimió el pezón de la mujer durante un rato más largo, sonriéndose internamente ante el cálido líquido que respondía a su
llamado.
-"Solo un ratito..." –Seguía intentando convencerse.- "Esto está mal... Solo un segundo y..."
Segundo tras segundo, perdió la cuenta del tiempo en que estuvo asido del pecho de la mujer. Su relajación era tal que incluso hubiera
podido estallar la tercera guerra mundial a sus espaldas y él no la habría notado.
-"La calidez de una madre..." –Se encontró pensando.- "Su calor, su suavidad, el sonido de su corazón, la leche... Los bebés son muy
afortunados... La primera cosa que sienten con profundidad nada más venir al mundo es algo así, todas las delicias del cosmos
juntas... Las madres son algo único... Las madres son.."
Su cabeza voló y rememoró cosas que creía largo tiempo olvidadas, escenas familiares, recuerdos infantiles... En un momento dado
hasta su imaginación se apagó, como si todo su sistema nervioso hubiera entrado en "stand by" respetando el momento.
-"No... No... Si sigo así..." –La voz de su cabeza sonaba lejana, casi inaudible.- "Si sigo así, voy a dormirme... No, esto no está bien...
Solo... Solo un rato más... Solo..."
Cuando volvió en sí, lo primero que percibió es que tenía la boca pastosa y un hilillo se saliva recorriéndole una de las comisuras, que
se limpió al momento. Sorprendido, se dio cuenta de que estaba apoyado en la cama, Claudia había desaparecido. Pesadamente se
incorporó, intentando averiguar cuanto tiempo hacía desde que había caído en coma profundo.
Con toda la ligereza y discreción que le permitían sus pies descalzos, salió al pasillo. La luz de la habitación de Eva estaba encendida,
cauteloso, se asomó por la puerta. Claudia estaba de espaldas, sosteniendo con extrema dulzura a la pequeña, que en ese momento
debía estar tomándose su "aperitivo de las tres de la madrugada". Raúl se sintió un poquito mejor al cerciorarse de que la pequeña
estaba tomando del pecho que él no había tocado.
-"Buen provecho."
Intentando no hacer ruido fue a la cocina y bebió un gran trago de agua. Tenía labios ligeramente manchados de blanco, así que
decidió espabilarse y limpiarse la cara en el fregadero. Sintiéndose como nuevo, retomó el camino y volvió sobre sus pasos. Claudia ya
estaba acomodando a la pequeña en su cuna, le dedicó un "Que duermas bien, mi vida", en alemán, y la dejó seguir descansando. Se
sorprendió un poco al ver a Raúl observar desde el pasillo.
-¿Te he despertado?
-No, para nada. –Fue él quien acentuó su sonrisa en esa ocasión.-
-Venga, a dormir... –Le dio un ligero empujoncito mientras cerraba la puerta de la niña.-
A mitad del pasillo Raúl la rodeó con los brazos y la atrajo hacia su cuerpo. Esta, sorprendida por tanto cariño espontáneo, se dejó
hacer.
-Solo quería decirte que eres una buena madre... –Las palabras le salían de lo más hondo.- Y una buena mujer... Una buena persona...
Y... Y...
Interrumpiendo sus últimas palabras, el pequeño chirrío de la puerta de la habitación de Gaby les sorprendió. La joven alemana
bostezó sorprendida al encontrarse con tanta luz, aunque se sorprendió aún más al verlos semidesnudos y abrazados en mitad del
pasillo. Murmuró unas palabras en alemán mientras les dedicaba una mirada cínica, bostezó de nuevo, y volvió a cerrar la puerta de su
cuarto.
-¿Qué ha dicho? –Preguntó Raúl, ligeramente frustrado por no haber acabado de decir lo que trataba de decir.-
-"Iros a dormir y dejaos las escenas empalagosas para la cama." –Tradujo la hermana mayor, reteniendo una sonrisa avergonzada.-
Será mejor que la hagamos caso, ya es tarde y...
-Sí, será mejor...
Al tumbarse pensó que le costaría dormirse después de haberse espabilado tanto, sin embargo, un par de minutos después estaba
roque. La alemana, mientras le observaba respirar profunda y calmadamente, no pudo evitar sonreír y susurrar las palabras que le
dedicaba a lo que más quería en el mundo:
-"Que duermas bien, mi vida."
El par de días siguientes fueron igual de intensos y placenteros. Raúl se dio cuenta de que Gaby le lanzaba miraditas de vez en
cuando, él, que empezaba a ponerse nervioso, le preguntó el motivo.
-"Intento darme cuenta de qué es lo que ve mi hermana en ti." –Había respondido ella con total naturalidad, como si estuviera
examinando a un mapache radioactivo.-
Una tarde, mientras paseaban los cuatro, estuvieron a punto de cruzarse con parte del grupo de amigos de Raúl, que charlaban
amistosamente en mitad de la calle. Por lo tenso de la situación, el chico incluso tuvo ganas de esconderse, Claudia, atenta, decidió
repentinamente que había una tienda que le encantaba en la calle que acababan de dejar atrás. Como no quería que la situación se
repitiese, y aunque la cosa le ponía sumamente nervioso, se decidió a pedirle a la alemana que le dejara dar un paso más.
-No sé si ha sido tan buena idea... –Murmuró, frenético, mientras se mordía la cara interior de una de sus mejillas.-
-Son tus amigos... –Claudia siempre le apaciguaba el espíritu.- Solo te quedaba o decírselo, o esconderte.
-Será que se avergüenza de su "familia". –Ironizó Gaby, que estaba a la que saltaba.-
-Me avergüenzo de ti, que es otra cosa. –La señaló con el dedo.- ¿Y qué hace esta aquí? ¿Por qué ha venido?
Se encontraban en la terraza de una de las cafeterías del centro comercial, esperando para "afrontar los problemas" mientras tomaban
un granizado.
-¿Crees que me iba a perder la cara que pongan cuando les digas "Es mi hija, y claro, me he acostado con la profesora de natación"?
–Gaby llenó la terraza con sus carcajadas estilizadas. Como siempre que salía, más de uno la miraba disimuladamente.- Esto no se
vive todos los días...
-Si quieres quedarte, vete a otra mesa. –Quiso ahuyentarla como si fuera un perro, pero la reacción de la joven solo fue reírse aún más
de él.-
Incluso Claudia se mostraba un poco nerviosa, a fin de cuentas, era una situación un tanto peliaguda. Reunirlos a todos no había sido
tarea fácil, pero tuvo suerte, ya que todos se encontraban en la ciudad y tenían libre esa tarde para que "los invitara a tomar algo, para
recordar viejos tiempos".
Los primeros en llegar fueron Felipe y Adrián, dicharacheros como siempre. Estrecharon las manos y empezaron a hablar
escandalosamente de su vida y el verano que les aguardaba. Claudia, Gaby y Eva quedaron en un segundo plano, como si el hecho
de que estuvieran sentados en el mismo sitio fuera solo una coincidencia y no algo reseñable. Nadia y su pelirroja melena se dejaron
ver poco después de que Marta y Ana hicieran acto de presencia, estas dos, sobretodo Ana, se dieron cuenta de inmediato de la
presencia de su ex-profesora y fueron corriendo a saludarla. Andrés fue el último en venir, con pinta de haberse despertado de la
siesta hace bien poco.
-Bueno... Sí... Esto... –Le sudaban las manos. Decidió beber de su granizado, con la mala suerte de que se le acabó congelando el
cerebro, con la desagradable sensación que eso produce.- Que Claudia... La profesora de natación, que ella esté aquí, no es una
coincidencia. Tengo que deciros algo... Respecto a ella...
Se levantó y caminó hasta colocarse detrás del carrito de Eva, le supo mal usarla de escudo, pero en ese momento lo necesitaba. En
algún momento del camino se había puesto rojo de vergüenza, cosa que Gaby notó con la precisión de un pájaro de mal agüero,
teniendo que fingir una repentina tos para disimular sus carcajadas veladas. Raúl frunció el ceño y recuperó su entereza, a fin de
cuentas, no quería que Claudia pensara que se avergonzaba de ellas.
-Esta pequeña es Eva. –Todos dirigieron la mirada hacia el carrito, donde Eva les deleito con su presencia adorable.- Es hija de
Claudia y...
-Hala, felicidades... –Marta se apresuro a levantarse para darle la enhorabuena a su antigua profesora, dejando a Raúl con las
palabras en la boca. Alguno de los chicos también lanzó silenciosos "felicidades", como si aún le buscaran el significado a esa extraña
presentación. Nadia y Ana se mantenían en silencio.-
Claudia respondía con sonrisas sinceras, pero aguardó a que el chico terminara.
-Es hija de Claudia... –Tragó saliva.- Y mía.
Hubo un repentino silencio, hasta la megafonía del centro comercial pareció enmudecer de repente.
-Jajaja... –Felipe le señaló y se echó a reír.- Qué cosas tienes, tío...
-Anda, anda. –Adrián negó con la cabeza, divertido.- Eso es lo que tu quisieras.
-Oye... –Raúl frunció el ceño.- Que si que es mi hija, lo es.
-Claro, claro... –Felipe se apoyó en la mesa para seguir riendo.- Y yo soy el abuelo de Elsa Pataky...
-¡Qué es verdad! –Frustrado, encaró a Claudia.- ¡Díselo tu!
La alemana se aclaró la garganta, una pequeña mancha de rubor apareció en sus mejillas mientras hablaba.
-Sí... Él es el padre de Eva. –Asintió con la cabeza.- Raúl y yo hemos tenido una hija juntos.
El silencio no fue completo esta vez. Los de megafonía anunciaban ofertas en el kilo de tomates. La cabeza de Raúl pensó en que no
estaría mal hacer un poco de gazpacho para cenar, pero volvió a la terraza, dado que había cosas más importantes a las que atender
en esos momentos.
Gaby tenía los ojos abiertos de par en par, expectante a cualquier mínima expresión de asombro o sorpresa. La primera en reaccionar
fue Nadia, que, con toda la naturalidad que la caracterizaba, se dejó caer pesadamente en su silla, para sentenciar con un:
-Qué palo...
-¿De verdad? –Marta parecía totalmente fuera de sí.- ¿Has tenido un hijo con la profesora de natación? Raúl, ¿De verdad?
-S-Sí... –Respiró, se había quitado un peso enorme de encima, ahora podría volver a comportarse con normalidad cuando estuviera
con ellos.- Sí, un hijo buscado y deseado.
Empezó la oleada de preguntas, todos al unísono, sin dejar de interrumpirse. "¿Cuándo fue?, ¿Desde cuando estáis juntos?, ¿Cuándo
se quedó embarazada?, ¿Por qué no nos habías dicho nada?", las preguntas se atropellaban, Raúl intentó responderlas a todas,
afortunadamente, pasado el shock inicial, algunos empezaban a ver el lado cómico de una historia tan increíble y seria como esa. Los
chicos pronto dejaron de lado el tema del embarazo y lo abarcaron desde un punto de vista más... Varonil.
-Raúl... –Le habían llevado a un aparte, lejos de los oídos de las mujeres.- Eres mi Dios... Te has tirado a la profesora de natación, a la
pro-fe-so-ra más buenorra de todo el instituto, eres... Eres mi Mesías, déjame adorarte, déjame adorarte...
Mientras se quitaba a Adrián y sus adoraciones de encima, Felipe le miró con ojitos brillantes.
-¿Y la tía buena de al lado? ¿Quién es? ¿Tiene novio? –Se le veían los dientes al lobo.-
-Es la hermana de Claudia, os la hubiera presentado si me dejarais. –Refunfuñó.- De todas maneras, no habla español, aunque os
entenderá con el ingles.
-No hay problema, mi inglés es genial... –Los ojitos estrellados de Felipe enfocaron a la joven rubia, que, como si un sexto sentido se
activara, se puso en tensión.- Ahh... Ven, preciosa, déjame jugar con ese pelo...
Al margen de los babeos de Felipe, Andrés, ya totalmente despierto, le puso la mano en el hombro.
-Espero que seáis todos felices. –Le dijo, solemne.- Cuídalas bien, parecen buena gente, tienes una hija preciosa.
Le devolvió el gesto, contento de encontrar al menos una persona que se lo tomara con la debida seriedad. Probablemente los demás
también pensaran cosas "racionales y lógicas", pero no encontraban la forma de decirlas cuando el bebé estaba ahí, presente, y la
situación era tan chocante.
De las chicas, la que peor se lo tomó con diferencia fue Marta, que incluso le dedicó un par de malas miradas, a él exclusivamente,
porque con Claudia empezó a hablar de ropa, bebés, y demás temas relacionados con la maternidad.
-"Como si el niño lo hubiera tenido yo..." –Se quejó amargamente en su fuero interno.-
-Espero que sepas en lo que te has metido. –Le indicó Nadia, mientras negaba con la cabeza.- Tendrás que estar a la altura de las
circunstancias...
-Yo... –Ana le habló en voz baja mientras Claudia presentaba a Gaby.- Ya lo sabía.
-¿Qué? –Tartamudeó.- ¿Q-quién te lo dijo? ¿Cómo lo supiste?
-Me lo dijo tu hermana... –Ella sonrió, melancólica.- Pero no te enfadas, es que se le escapó... Más o menos...
Se tendría que haber enterado después de la Navidad, porque sino, toda la función que había montado para evitar que se diera cuenta
no habría servido de nada. Gruñó, irritado, "Laura, ¿Quién sino?"
-Me alegro mucho por ti. –Le dio dos besos en las mejillas.- Seguro que eres un gran padre, y Claudia, Claudia es genial, una gran
mujer.
Estuvieron un buen rato hablando e intercambiando comentarios, la velada pudo adoptar también el tinte dramático cuando Felipe, con
su inglés cavernícola, intentó echarle un piropo a Gaby, que malentendió lo que quiso decirla y estuvo a punto de tirarle un vaso a la
cabeza. Pese a todo, hubo gran acogida a la noticia, y Raúl, visiblemente sosegado, sacó su teléfono móvil y le envió un mensaje a la
única persona "de confianza", o al menos lo había sido en el pasado, que no estaba esa tarde en la terraza de la cafetería. No supo si
a Estela la alegraría recibir la confirmación, pero al menos era un paso.
Continuará.

PD. Esta parte va especialmente dedicada a todas las "madres" que siguen esta historia, que yo sé que hay más de una. (Gaby, coff
coff) El pasado domingo se celebró en España el "Día de la Madre", y bueno, dejar esto como pequeño homenaje tampoco está de
paso. Además, ¡Qué le voy ha hacer! Creo, sin muchas dudas, que debo tener algún tipo de fetichismo con las mujeres, en general, y
con las embarazadas, en particular. Esos ojos brillantes, las curvas, los cambios, las experiencias, los sabores, la tersura de su piel, su
forma inquieta y nerviosa de sonreir... Uy, uy, uy, mejor me freno, demasiado por hoy. Espero vuestros comentarios y, sin más, ¡Qué
aproveche!
Capítulo LXXXI
Los días siguientes fueron un poco comprometidos para Raúl. Cada vez que se veía con ellos, Felipe y Adrián le llamaban "Papaíto", y
Andrés, que le había regalado un chupete, le preguntaba si ya le había cogido el truco a eso de cambiar pañales. Raúl se cohibía
mucho cuando decían cosas tan comprometedoras en voz alta, llamando la atención de todos los que lo rodeaban, pero, tras
reflexionar, llegó a la conclusión de que no debía avergonzarse de algo así, las bromas eran parte de la noticia que les había dado, así
que tenía que soportarlas.
En casa de Claudia todo iba bien, la alemana se mostraba evidentemente contenta, como si el hecho de que Raúl se lo hubiera
contado a sus amigos la complaciera. Por su parte, la hermana pequeña le recordó un par de veces lo vulgares que podían ser los
españoles con su trato a las mujeres, pero el chico ya no se enfadaba por ese tipo de comentarios, le parecían vacíos y carentes de
sentido.
Lo que más le incomodaba de Gaby eran las miradas. De cuando en cuando, se percataba de que alguien le observaba. Era una
sensación incómoda en la nuca, pero nunca conseguía averiguar si eran todo imaginaciones suyas o de verdad había alguien
siguiendo sus pasos. Un par de veces cazó a Rapunzel mirándole fijamente, pero no dijo nada, pensó que estaría pensando algún otro
nuevo insulto, de esos tan discretos y enrevesados que le solía lanzar de vez en cuando. Al no verse agredido, e incómodo después de
días de espionaje, Raúl decidió cortar por lo sano y encarar a la hermanísima.
-¿Se puede saber por qué me miras? –Rugió, sin alzar mucho la voz, manteniendo la calma aunque visiblemente molesto.-
-¿Yo te miro? –La alemana se hizo la loca.-
-No haces otra cosa. –Arqueó la ceja, como retándola a decir que mentía.-
-Puede ser... –Carraspeó, incómoda.-
-¿Y bien? ¿Tengo monos en la cara o qué?
-No, no, tranquilo. –Le miró de nuevo de esa forma profunda y científica.- Solo intentaba saber una cosa.
-¿El qué?
-Pues... –Entrecerró los ojos.- Qué es lo que mi hermana ve en ti.
-Uh... –Se sorprendió, no esperaba esa respuesta.-
-Y aún no lo sé... –Empezó a dar vueltas alrededor de él, como si fuera un buitre rondando una oveja muerta.- Eres guapo, pero
tampoco nada del otro mundo, simpático, pero tampoco de personalidad desbordante, además, te veo demasiado crío como para
ella... ¡Es que no me lo explico!
-"Joder..." –Raúl se mordió la cara interna de la mejilla, consternado.- "Si esto sigue así, me va a terminar poniendo a caldo..."
-¿Qué será lo que ve en ti? –Seguía rondándole.-
-Bueno... –El chico exhibió su sonrisa socarrona.- A lo mejor lo que le gusta de mí es algo que no puedes ver mirándome a simple
vista...
-¿Cómo qué?
-¡Ja! –Se relamió, con un par de puñales preparados bajo su lengua.- A ver si me entiendes... Puede que lo que Claudia adore de mi
no puedas verlo... Al menos mientras que esté... Vestido.
Había sido altanero y casi soez, pero Raúl se sintió pletórico al ver los ojitos de la chica ir directos a su entrepierna, para que, dándose
cuenta de hacia adonde miraba, emitiera un gritito sorprendido y se le enrojecieran las mejillas.
-Ya sabes... –Continuó él.- Cosas entre hombres y mujeres...
Rapunzel le fulminó con la mirada.
-¿O es que el problema es que no sabes?
Esa idea le sorprendió hasta a él. Si las mejillas de la alemana ya estaban ligeramente sonrojadas, esta vez fue su cara al completo la
que adoptó la tonalidad de un apetecible melocotón.
-No me dirás que eres vir-...
-¡Cállate! ¡Y a ti que te importa! –La chica le interrumpió, profundamente irritada, aún con la tonalidad de un albaricoque en el rostro.-
¡Imbécil!
Gaby se fue, echa una furia, mientras le lanzaba insultos en alemán por lo bajo. Dio un portazo al entrar en su habitación. Raúl no
pudo evitar reírse de lo lindo.
Pese a todo, y como él era muy "especial", no pudo evitar sentirse culpable pocos minutos después. A lo mejor la había ofendido de
verdad. Si repasaba bien sus palabras, lo había dicho casi como si ser virgen fuera algo malo u ofensivo. A fin de cuentas, ella aún era
muy joven, y con lo guapa que era, pretendientes no debían faltarla, eso seguro.
Sus conjeturas mentales quedaron resueltas cuando Claudia regresó y se pusieron a cocinar juntos. Entre fogones, cuchillos y
sartenes, él mismo tampoco pudo evitar pensarlo, como ya lo había hecho muchas veces antes:
-"¿Qué será lo que Claudia ve en mí?"
Al día siguiente la alemana les anunció que Eva y ella serían víctimas de un secuestro por parte del dúo diabólico, que insistía en
seguir comprando ingentes cantidades de ropa y demás accesorios.
-"Venga, venga, que hay que consumir para que mejore la economía del país..." –Decía Laura, totalmente convencida.- "Además, he
visto unos trajecitos tan monos..."
Gaby estuvo a punto de pedirle a su hermana que las dejara acompañarlas, pero pudo más el odio inexplicable que sentía por Cristina
y Laura que la alternativa de pasar el día sola, o peor, con Raúl, así que asintió ceñuda y les dio su bendición.
Tan pronto como la mujer y el bebé se fueron, Claudia se despidió de Raúl con un meloso beso en los labios que de nuevo hizo que
Gaby frunciera el ceño, el chico quiso quedar con algunos de sus amigos para darse una vuelta, pero la suerte no estaba de su lado.
Entre unos castigados y otros ocupados, no encontró a nadie que en ese preciso momento pudiera consolarle en su "soledad". Antes
que deambular en solitario por las recalentadas calles, él era muy sensible al calor, prefirió crear su fortaleza de cojines y ver la tele en
el salón. Rapunzel estaba en el sofá, como siempre, y se había adueñado del mando, cosa que a Raúl le molestaba inmensamente,
dado que le obligaba a ver canales en alemán que no comprendía, aún así, no dijo nada, se sentía culpable por haberla ofendido el
día anterior.
Con disimulo, giró de su colchón de cojines para poder mirar hacia la chica. Era extraño, la alemana tenía un rostro de rasgos suaves y
atractivos, como si no fuera una cara echa para expresar enfado, y sin embargo, se pasaba el día con el ceño fruncido y quejándose
por tal o cual cosa.
-Perdóname por lo de ayer. –Raúl no había tenido la intención real de decirlo, más bien se le escaparon las palabras de entre los
labios.-
La chica le miró.
-Sí... Lo de ayer... –Se aclaró la garganta, pensando que tendría que decir algo más si quería que la chica lo olvidara.- No debí reírme
de ti... Aunque me provocaras.
Los ojos de la chica estuvieron mirándole, en su rostro pudo ver como sopesaba si mandarle al cuerno o dejarlo pasar, finalmente,
respirando profundamente, asintió y habló.
-Está olvidado.
-Me alegro... –Sin saber que más decir, volvió a mirar a la televisión.-
Un rato después se sorprendió al escuchar la voz de la hermanísima.
-No eres tan malo después de todo... –Comentó ella, como si fuera algo revelador.- No tan malo...
Como no entendió a qué se refería la chica, no contestó. La joven de larga melena se incorporó y se marchó hacia su habitación poco
después. Él aprovechó el momento para robar el mando a distancia y poner un canal que entendiera, maravillándose del acento
canario, y del escote, de la presentadora canaria que conducía un programa de juegos a esas horas del mediodía.
Un rato largo después escuchó los pasos livianos de Gaby al volver. Suspiró al pensar que se había terminado su ratito alegre con la
presentadora canaria, que tendría que volver a algún "Franz" anodino y con voz ronca. Pero, para su deleite, la chica no cambió de
canal.
-Ejem...
Raúl arqueó una ceja y se giró para ver que era lo que quería ahora la chica, se sorprendió al darse cuenta de que no se había movido
de la puerta al volver, pero más se asombró al ver su indumentaria.
-¿Pero qué...?
La pequeña princesa estaba ahí, en la puerta, mirando hacia un punto indeterminado del techo, como si le resultara muy embarazoso
mirar hacia Raúl en esos momentos. Este aún mantenía la boca abierta, atónito.
Como único vestuario, la chica de cabello dorado llevaba un fino, finísimo, camisón blanco que le llegaba hasta los glúteos. La prenda
era tan obscenamente transparente que pudo divisar sus dos pezones, como botoncitos rosados velados por el tejido vaporoso.
También llevaba unas braguitas diminutas, a juego con el camisón, si bien no tan transparentes.
La sequedad empezó a extenderse por su garganta mientras sus ojos, sin acordarse de ser sutiles y discretos, recorrían de arriba
abajo el cuerpo de la mujer. Tenía unas piernas asombrosamente esbeltas, en general, todo su cuerpo era armonioso y proporcionado,
y sus pezones rosados se le antojaron como un dulce delicioso que quería probar cuanto antes.
-¿T-Te gusta? –Preguntó la joven, con la voz entrecortada.-
-Es-... –Le costaba encontrar palabras que reflejaran esa belleza digna de cualquier obra de arte.- Estás preciosa.
La princesita se decidió por fin a mirarle, Raúl advirtió que respiraba de forma acelerada y tenía una pequeña mancha de rubor en las
mejillas, delatando su nerviosismo. Él no sabía qué más decir o hacer, no entendía lo que estaba pasando, ¿Querría que le diera su
opinión sobre ese conjunto de ropa interior? ¿Y de donde lo había sacado? ¿Es que todas las chicas viajan con ropa interior fina y
delicada cuando se van a visitar a sus hermanas?
La vista del cuello, la clavícula y los pequeños senos de la chica, incluidos sus deslumbrantes pezones, eran lo único que sus ojos
podían abarcar. Tenía miedo de que le diera vértigo si bajaba por su vientre liso, sus braguitas o sus piernas, era más de lo que podía
abarcar habiendo sido cogido por sorpresa.
-Preciosa... –Repitió él, casi tartamudeando.-
-Gracias... –Cedió ella.-
Cuando la chica dio un paso hacia él le entró el miedo, no entendía la situación, y estaba lejos de controlarla, la inseguridad le
atenazaba casi tanto como el hormigueo de su miembro al despertar bajo los pantalones.
Horrorizado, y maravillado también, la vio acercarse lentamente, como si levitara, hacia él. La chica se arrodilló en la mullida alfombra,
quedando de rodillas, con la cabeza peligrosamente cerca de la del chico.
-Tú me gustas. –Susurró la chica, y las palabras le parecieron a Raúl un latigazo de seda.-
Aún sin moverse, no sabía qué decir o pensar. Consiguió levantar la vista del torso de la mujer, para darse cuenta de que sus ojos eran
más peligrosos aún, las lagunas que Gaby tenía en la mirada brillaban de forma acuosa y radiante, esos ojos no eran normales, Raúl
pensó que no podría romper el contacto visual a menos que fuera ella quien lo hiciera.
Por otro lado, en su cabeza bullían las ideas y las conjeturas. ¡Era imposible! Después de tantas peleas, disputas, bromas pesadas e
insultos, tanto directos como velados, ahora le decía que le gustaba, no podía ser, era imposible...
-"Pero está delante de ti vistiendo ropa interior fina..." –Canturreó una voz en su cabeza, con una lascivia mal disimulada.-
Pensó que Gaby a lo mejor era como esos niños pequeños que, no sabiendo como demostrar sus sentimientos por la niña que les
gustaba, se dedicaban a agredirla o romperle los juguetes, buscando su atención. Era una forma de proceder típicamente masculina, y
verla en una chica, si es que eso era lo que de verdad ocurría, le descolocaba totalmente.
También llegó a cavilar que todo se trataba de una broma, una jugarreta para dejarle con la miel en los labios y reírse de su apariencia
desencajada.
Rapunzel se inclinó hacia él lentamente, tras un momento incierto en el que pareció dudar, finalmente dejó que sus labios hicieran
contacto. Estaban fríos. Mientras se deleitaba con ese beso especial, Raúl pensó que, en su subconsciente, ya había unos labios
extrañamente gélidos.
Desobedeciendo su orden mental de "no colaborar", los labios de Raúl se entreabrieron y empezaron a "jugar" con los de la chica. La
parte de su subconsciente que no estaba ardiendo por la lujuria o la emoción, se recreaba sintiendo los botoncitos de la chica sobre su
propio torso, dado que esta se había inclinado sobre él para poder besarle mejor.
Se dio cuenta de que estaba perdiendo peligrosamente el control. Las manos se le crispaban, deseando abrazar y acariciar el cuerpo
de la chica, en su entrepierna notó su miembro, peleándose con la ropa interior que lo encerraba en una mala posición, deseoso de
salir.
Había perdido razón del sitio donde estaba, no escuchaba la televisión, no vislumbraba el maravilloso escote de la presentadora
canaria, no había nada más que los labios fríos de Gaby y el contacto entre sus cuerpos. Se sorprendió gratamente de darse cuenta
de que la chica le quitaba poco a poco la camisa.
-"Mejor... Menos tela entre su cuerpo y el mío..." –Pensó esa voz lasciva de su cerebro.-
Ya con el torso desnudo pudo notar que, tal y como había dicho ese ente sobrenatural en su cabeza, ahora podía percibir
perfectamente los pezones de la chica sobre su pecho. Su mano derecha, que también se declaraba en anarquía respecto al control
de Raúl, ya acariciaba a la chica por encima del vaporoso tejido, recorriendo su espalda y su costado, jugando con los recovecos de
su piel.
-"Si fuera una broma, ya habría parado, ¿Verdad?" –Pensó, feliz.-
Con una oleada de ímpetu, la abrazó con su brazo izquierdo y la condujo hacia su palacio de cojines, desparramándose los dos sobre
tan cómodo y casual lecho. La chica respiraba profundamente, y emitió algún suspirito prolongado cuando Raúl empezó a besarla en
el cuello y la clavícula, se estremeció al notar una de las manos del chico en su cadera y, más aún, cuando estuvo segura de apreciar
su erección clavándose contra su cuerpo.
La tenía donde quería. Poco a poco la había ido dirigiendo, hasta situarla bajo él. Pensó en desnudarla, es decir, en quitarle las
escasas prendas que tenía, pero no le pareció necesario. Sonrió inmensamente satisfecho cuando notó los pezones de la chica
volverse duros bajo la yema de sus dedos, que los acecharon aún por encima del camisón. Raúl situó una rodilla de forma en que, si él
quería, podía frotarla contra la entrepierna de la chica, que se estremecía pese a ser una caricia tan general y poco localizada.
En un momento de calma, en el que pudo sentir su propio corazón rugir desbocado y el calor alzarse hasta su rostro, percibió que la
chica temblaba ligeramente. No le dio mayor importancia, pero, tras comprobar que los temblores aumentaban conforme a se
acercaba a su sexo, dilucidó que, más que de placer, temblaba de miedo.
Con desagrado, una idea ajena al hecho de tener a una chica preciosa entre sus brazos cruzó su mente, en concreto, una que había
tenido el mismo día interior. ¿Era Gaby virgen?
Le subió ligeramente el vaporoso camisón, lo justo para poder besar su vientre y juguetear con su ombligo. La besó en los muslos, la
acarició con la barbilla, la mordió ligeramente en la cadera para que se estremeciera, ella gimió en voz baja, avergonzada...
-"¿Y si es virgen pasa algo?" –Seguía barajando un recoveco de su cabeza.- "No pasa nada, no sería la primera vez, acuérdate de
Ana..."
Finalmente encaró su sexo, exiguamente protegido por unas braguitas finas que dejaban a traslucir ese relieve mágico que no se
podría cansar de ver.
-"Claro que si lo piensas bien..." –Continuaba su disertación moralista.- "¿Sería apropiado hacerlo? ¿Es el momento? ¿Y ella por qué
lo hace? ¿Acaso estará enamorada de ti?"
Acarició picaronamente el pubis de la chica, dejó que su barbilla presionara ligeramente sobre sus braguitas, una pequeña mancha
apareció dibujada en el centro, muy claramente en tan pulcro tejido.
-"¿No te estás aprovechando de ella? Y además... ¡Es la hermana pequeña de Claudia! Por mucho que dijera que no te reprocharía lo
que hicieras, ¿Crees que está bien? ¡Esto puede hacerle daño!" –Agitó la cabeza con furia, queriendo borrar esos molestos
pensamientos de su cabeza, la chica emitió un gemido ante tan brioso movimiento.-
Podía percibir el coqueto aroma del sexo de Gaby, y le parecía exquisito. Era tan místico y elegante como toda su apariencia en sí.
Sintió un deseo terrible de hacerla tener un orgasmo, ¿Sería el primero de su vida?
Repentinamente aturdido, se apartó del cuerpo de la chica, intentando captar el aire que se había olvidado de acumular en sus
pulmones. Notando la desatención, Rapunzel giró y se tendió esta vez sobre él. Raúl sintió un escalofrío agradable al notar que sus
genitales y los de la chica coincidían unos sobre otros. Pese a todo, ella seguía temblando, y esas molestas ideas revoloteaban por su
cabeza como cuervos.
-Es... ¿Es la primera vez? –Murmuró él, intentando darle a su voz un tono relajado y amistoso, muy diferente al del día interior,
cargado de burla y sorpresa mal disimulada.-
La chica comprendió lo que le preguntaba y asintió de forma afirmativa, eludiendo durante unos instantes mirarle a los ojos. Raúl vio
confirmadas sus sospechas.
-Desnúdate. –Sus palabras sonaron firmes y seguras.-
En realidad tampoco es que tuviera mucho que quitarse, pero quería verla desnuda, examinar su cuerpo puro y sin mancillar, quería
recrearse con su belleza... Gaby asintió, insegura, y se incorporó. El camisón se deslizó sobre su cuerpo como si de agua se tratase,
dejando ya a la vista los pequeños senos de rosados pezones que a Raúl le habían encantado nada más verlos. En ese momento el
chico se dio cuenta de que Rapunzel llevaba un coletero, también blanco, que sujetaba su densa melena. La princesita se mostró
dudosa de su desnudez, como si pese a la situación y a ser la que se había insinuado, le costara dar un paso tan grande y de una
forma tan rápida. Raúl se dio cuenta y la atrajo hacia sí.
Sin premura, volvió a sus besos y caricias por el cuerpo de la mujer. Esta vez sin el vaporoso tejido del camisón como barrera, sus
labios y su lengua pudieron recorrer con libertad el torso y el vientre de la mujer, dibujando y acariciando aquí y allá, haciéndole
cosquillas y arrancándole esos suspiritos tan silenciosos y tímidos que ella emitía. La lengua de Raúl se dirigió hacia los senos de la
chica, como si fuera por casualidad, le dio un toquecito en unos de sus pezones, suficiente para que la chica se arqueara ligeramente.
Su impaciencia le impidió jugar más con ella, puesto que deseaba con todas sus fuerzas lamer y consumir esos pezones
magnéticamente rosados. Cuando los apresó, uno a uno, entre su boca, percibió que, al igual que con los labios, los pezones de la
alemana se mostraba gélidos y atractivos, con un sabor impoluto y nuevo que a Raúl le llevó a tener una punzada de dolor en la
espalda que le llegó a los testículos, tal era su ansia.
-"Así que virgen..." –Se encontró pensando mientras disfrutaba del manjar.- "Mejor así... Ser el primero... El más importante... El único
e inolvidable..."
Ella ya gemía un poco más vivamente, él recordó haber leído en algún sitio que la "primera vez" era un acto imperecedero para las
mujeres. Según decía el texto, las féminas solían recordar su "primera vez" con mucha frecuencia y en todo tipo de situaciones: Al
encontrar una pareja nueva, al romper con su pareja, al casarse, al tener hijos... Era un pensamiento y una experiencia constante que
se repetía una y otra vez en su vida. Mientras tanto, los chicos no le daban ni de lejos la misma importancia, para ellos era solo una
barrera que debían superar y que una vez dejada atrás recordaban de refilón con el paso de los años, tan solo un trámite.
Se sorprendió al notar como un pequeño globito empezaba a crecer dentro de su pecho, y abrió los ojos de par en par al darse cuenta
de que eso era su propia vanidad. Llevó una de sus manos al sexo de Gaby y lo acarició por encima de la tela.
-"Claro... Si me acuesto con ella, me convertiré en el hombre más importante de su vida..." –Pensaba él, mientras la escuchaba gemir
en voz baja.- "La primera vez... Con lo importante que es, y me ha elegido a mí... Me ha dado ese privilegio."
El globito siguió creciendo.
-"Y pase lo que pase, se acordará de esto durante toda su vida..."
La mayoría de las personas pasan su vida intentando ser importantes para las otras, como si un deseo innato les llevara a desear una
vida eterna, si bien no lo conseguían de forma física, sí de forma espiritual. Ser importante para una persona era lo que más podía
llenar a otra, lo que más le podía confirmar el estar vivir y no simplemente existir. Y dentro de unos instantes, con solo unas caricias
más, un empujoncito y unos besos, se convertiría en un recuerdo inmortal en el subconsciente de esa alemana, antes orgullosa y
ahora receptiva, que parecía sacada de un cuento de hadas...
El globo ya tenía unas dimensiones considerables.
-Tendrás... –Gaby le habló cuando se despegó de uno de sus pezones.- Tendrás que irme guiando...
Raúl se encontró repentinamente sorprendido. ¿A qué venían esas palabras tan embarazosas? Estaba claro a qué se refería, pero
tampoco hacía falta decirlo, y menos de esa forma. Se incorporó ligeramente para cambiar de posición y observó a la joven. Mejillas
enarboladas, pezones duros, tórax que subía y bajaba al ritmo de una respiración agitada, piernas extendidas, levemente cerradas por
el nerviosismo...
Solo tendría que quitarle las braguitas, empujar un poco...
No sería un polvo más; se comportaría de forma dulce y delicada, la trataría como a la princesa que parecía ser, la colmaría de besos
y de caricias... Haría que su primera vez fuera un recuerdo eterno y maravilloso con él como protagonista... Lo haría...
Atónito, se quitó de encima de la chica y se dejó caer en la alfombra, fuera de los cojines. Notaba su erección clavándose en su ropa
interior, percibía el sudor en su espalda, el sabor gélido de los labios y los pezones de la chica, la fragancia de su sexo y la tersura de
su piel... Y sin embargo...
-No puedo hacerlo. –Susurró, totalmente estupefacto.- No puedo... Hacerlo...

Capítulo LXXXII
Gaby le miró sin entenderle.
-No puedo hacerlo... –Repitió.-
-Pero... –La alemana se incorporó.- ¿Por qué?
Inconscientemente los ojos de la chica volaron a la entrepierna de Raúl, ella ya había sentido su erección bajo sus pantalones, y no
entendía que otro impedimento podía haber.
-Es solo que... No puedo... No quiero...
Contrajo el rostro como si le acabaran de clavar una aguja. Claro que quería, se moría de ganas por hacerlo, y poder también podía,
su dolorosa erección así lo atestiguaba.
-No debo... –Corrigió, sin sentirse bien de todos modos.-
-Pero... Pero... –Rapunzel se tapó los pechos, como sintiendo un repentino pudor, destrozada toda la atmósfera pasional que habían
creado.- No lo entiendo...
Raúl tampoco lo entendía. Quiso sonreír de forma socarrona y decirle que era una broma, desnudarla y poseerla una y mil veces. Pero
una gran barrera se había levantado de quién sabe donde, y sabría que no podría superarla, de ninguno de los modos.
-Tu primera vez... –Las palabras le salían de forma pastosa.- Tu primera vez no puede ser de esta forma... En este lugar... Co-
conmigo...
Gaby intentó taparse aún más, en su rostro podía leerse el desconcierto. Raúl se sintió asqueado de repente, había estado apunto de
hacer algo horrible. Mientras que la chica le había "invitado" a compartir con ella algo tan especial como su primera vez, él había
estado regodeándose en su vanidad, alimentando su orgullo con la idea de que sería el hombre más importante de su vida, un
protagonismo imperecedero a cambio de "un polvo". El globo de su vanidad empezaba a desinflarse conforme pensaba todas esas
cosas.
Se juzgó como un completo idiota. A fin de cuentas, por mucho que él hubiera podido llegar a pensar en todas esas cosas, la habría
tratado bien, se habría esmerado en que lo disfrutara y conservara un gran recuerdo, y pese a todo, pese a saber que lo de "una
muesca más en mi revolver" solo lo iba a pensar él mismo, el remordimiento instantáneo que sacudió su cuerpo le había dejado tullido.
Una punzad de dolor en sus testículos le hizo barajar la idea de seguir, ya había reflexionado sobre sus terribles pensamientos, quizás
con pedirle perdón a la chica, que no comprendería el porqué de sus disculpas, y seguir, todo estaría solucionado. Él se sentiría mejor
y tendría su polvo, ella podría albergar un buen recuerdo de su primera vez.
Y aún con esas, supo que no podría hacerlo.
El rostro de desconcierto de la chica iba cambiándose a uno de humillación y derrota.
Si no hubiera sido su primera vez, si solo fuera sexo por el sexo, un rato divertido entre los dos... Si solo fuera una distracción entre
dos personas que así lo querían... No podía desvirgar a una chica por la que no sentía un apabullante amor, no podía ser tan egoísta
como para robarle ese momento.
Se llevó las manos a la cabeza y se atusó el pelo, nervioso. El semblante de la chica, que parecía como si estuviera a punto de llorar,
siendo el orgullo germano lo único que contenía a las lágrimas en su fuente natural, terminó por destrozarle. Supo que tenía que decir
algo, algo apropiado que le quitara a la chica de la cabeza la probable idea de que había sido totalmente rechazada y repudiada
cuando se había entregado con sus mejores galas e intenciones.
-Tú... –Comenzó él, intentando reunir toda la seguridad que pudo.- Tú eres preciosa.
No pareció ser un buen comienzo, puesto que la chica, congelada donde estaba, no reaccionó.
-Eres una mujer preciosa y deseable... –Puestos a decir cosas en un momento tan comprometedor como el que vivía, decidió ser lo
más sincero y gráfico posible.- Desde que llegaste, he deseado acostarme contigo, te he... Te he imaginado muchas veces desnuda.
Eso pareció despertar un poco el interés de la rubia, pese a que permanecía con el mismo semblante derrotado.
-Por mucho que nos peleáramos como críos, siempre he pensado que eras una chica excepcional. El día que fuimos a la playa devoré
con los ojos cada centímetro de piel que dejaba a entrever tu bikini... –Tragó saliva.- Y aunque te deseo, aunque ahora mismo mi
cuerpo me pide desesperadamente que te abrace y te haga mía, no puedo hacerlo...
Mientras hablaba se miró a la entrepierna, donde el bulto de su erección era perfectamente visible.
-La primera vez... –Se mordió la lengua al decirlo.- No debe ser con cualquiera... Tienes que encontrar a un chico que te quiera, debes
torturarlo durante un tiempo para que se desviva por ti, y después, si crees que es el indicado y te gusta, podrás entregarle ese
"tesoro" que tienes.
Le resultaban muy embarazosas esas palabras, a la par que inocentes e infantiles. Pese a todo, en el precioso rostro de Gaby empezó
a dibujarse una expresión menos frágil que la que tenía hasta ese momento, poco a poco empezaba a recordarle a la chica que era.
-Y haz el favor de vestirte... –Añadió, con tono socarrón, intentando parecer divertido.- Como no lo hagas, me lanzaré encima de ti y te
comeré enterita.
La alemana le miró con el ceño fruncido y un semblante de "atrévete". Definitivamente se recuperaba del palo inicial.
-Sí, sí, mírame como quieras, pero puedo perder fácilmente el control... –La miró descaradamente hacia la entrepierna, aún cubierta
solamente por esas finas braguitas blancas.- Créeme que me he quedado con ganas de comértelo enterito. No entiendo como lo he
podido dejar...
Se olvidó de que trataba de consolarla a ella y empezó a hablarse más a sí mismo.
-Debe de tener un sabor de otro mundo... –Su mirada se tornó enfermiza.- Y pensar que no he llegado a verte completamente
desnuda... Seguro que es tan rosadita como tus pezones... ¿Te mojarás mucho? No lo sé... Quisiera saberlo... Es que no me lo puedo
creer... No te he visto ni siquiera gemir de placer... Un orgasmo en tu cara, tus jadeos... Tu cuerpo retorciéndose como el de una
culebra...
Gaby bufó, se levantó, se acercó a Raúl, y, con toda la determinación del mundo, le abofeteó.
El chico se quedó adolorido unos instantes mientras la observaba irse, recogiendo su camisón en el camino, con la frente en alto, el
ceño fruncido y una mirada de rabioso orgullo en el rostro. La bofetada le dolió, pero no había sido con todas sus fuerzas, lo sabía. Era
un "golpe amistoso", para zanjar ese bochornoso acontecimiento.
Raúl permaneció unos instantes sentado, pero luego se decidió por irse al baño. Cuando cerró el pestillo, todo lo que había dicho le
pareció absurdo y estúpido. Se sintió enfadado, incluso violento. Le dolían los testículos, seguía teniendo una erección bestial y ganas
de sexo. No se reconocía a sí mismo, pero supuso que simplemente era un "calentón", y que debía pasar.
Se desnudó y se dio una ducha fría.
Su humor no mejoró. Taciturno, aterido de frío y con una punzada de dolor en la entrepierna, seguía pensando que era un absoluto
imbécil. El único hombre del mundo que dejaba escapar a una chica como Gaby cuando esta misma se le había insinuado de una
forma tan clara.
-"Gilipollas..." –Se mortificaba mentalmente.- "Gilipollas, gilipollas, gilipollas..."
Ni siquiera el agua gélida ayudó a bajar su erección. Estuvo tentado de masturbarse, pero le pareció anodino y patético. Era como
contentarse con un sándwich de mortadela cuando le habían ofrecido un cochinillo asado.
-"Imbécil..."
Como comenzaba a tiritar, giró el grifo y puso el agua más templada, puso el tapón y se tumbó en la bañera, apesadumbrado. Durante
un largo rato, mientras el nivel del agua subía, estuvo regodeándose en las miserias de su propia personalidad, donde el nivel de
rancia caballerosidad era inversamente proporcional al de estupidez innata.
Cuando su erección comenzó a remitir y el dolor en los testículos bajó de intensidad, pudo aplaudirse amargamente por lo que había
hecho.
-"Es una decisión propia de una persona madura..." –Se dijo, sin evitar pensar también lo contrario.- "O de un imbécil integral..."
Cerró el grifo porque el agua amenazaba con desbordarse. Recuperando el humor no pudo evitar sorprender de su amplio vocabulario
sexual en inglés. Recapacitó, divertido, intentando averiguar de donde había sacado las palabras. Al final llegó a la conclusión de que
todo se debía a una tarde de ocio en su infancia. ¿Qué es lo primero que hacías cuando te regalaban un diccionario? Fácil: Te ponías
a buscar palabras "fuertes" como pene, vagina, semen y derivados. Eso demuestra que por muy tierna que digan que es la infancia,
sigue habiendo el plus sexual que empapa la vida durante todas sus etapas.
Notablemente más relajado, emergió de la pequeña balsa que se había formado y quitó el tapón. Mientras escuchaba al desagüe
hacer su trabajo, se secó y fue a buscar ropa limpia que ponerse. Estuvo un rato en la habitación, mirando por la ventana, sintiendo el
calor del día. Miró el reloj y se dio cuenta de que era hora de comer.
-"Bueno..." –Pensó.- "Si hay que romper el hielo, mejor la alimento antes."
Tal y como había pensado, la princesita se mostró más generosa a la hora de hablarle cuando la sobornó con comida. Finalmente
llegaron a un acuerdo sin tener que cruzar ninguna palabra, esa mañana no había existido, no había que nombrarla nunca, bajo
ningún concepto. Desde ese punto, pudieron seguir con su "relación normal", aunque con reservas.
Un rato más tarde se encontraba tumbado en la cama de Claudia, sin saber qué hacer para matar el tiempo. Como se aburría, se puso
a pensar en lo ocurrido esa mañana y su palabrería sobre primeras veces, de forma incontenible apareció en su cabeza la imagen de
una chica.
Se mordió el labio y cogió su teléfono móvil, buscó en la agenda y presionó la tecla verde de las llamadas.
-¿Sí? –Lo vocecilla de Ana respondió al otro lado del aparato.-
-Ana, ¿Qué tal? ¿Cómo estás?
-¡Raúl! Vaya, bien, hacía mucho que no me llamabas a casa... –La joven parecía realmente contenta.- Por aquí todo bien, ¿Y por allí?
¿Qué tal la familia feliz?
-Todo bien, aunque ahora de la familia feliz solo quedo yo, el resto de miembros están de compras, reactivando la economía, dicen. –
Se rió.- Y te llamaría más al móvil si lo tuvieras encendido.
-Hum... Sí, tienes razón, es que nunca me acuerdo de ponerlo a cargar.
-Al menos te he pillado en casa.
-Sí, pues deberías pedirme perdón, porque estaba a punto de echarme una soberana siesta en el sofá ahora que me he quedado con
toda la casa para mí.
-Vaya, que oportuno, mira que privarte del sueño... –Se volvió a reír.- No tengo perdón de Dios.
-Eso, directo al infierno, con lo que te gusta a ti el calor...
-Ya ves... –Le reconfortó ver que Ana se acordaba de detalles tan nimios de su personalidad como el de que aborrecía los días
calurosos.- Oye...
-Dime.
-Te parecerá una tontería, pero estaba yo pensando... –Carraspeó, tampoco era muy fácil decirlo.- Estaba pensando... En tu primera
vez.
-Vaya, ¿Cuál de ellas? –Preguntó con voz divertida.-
-Eh... –Tardó un poco en recordar la explosiva imagen de Ana masturbándose frente al espejo de Laura, sus gemidos, la expresión de
su cara... Esos pensamientos pecaminosos le causaron un hormigueo en la entrepierna.- La del vestuario...
-Sí, entiendo. –Ella esperó a que él dijera algo, pero como tardaba, le incitó.- ¿Y como acabas pensando en mi primera vez, ahí en el
vestuario? No es algo en lo que uno se ponga a pensar todos los días después de comer.
-Bueno, tienes razón, pero fue un momento muy importante para mí. –Raúl lo recordaba y se le ponía la piel de gallina.- No podría
olvidarlo.
-Yo tampoco... –Había un tono velado de felicidad en su voz, como si le halagara que se acordara de ella.-
-Y... Bueno... Ya sé que te sonará un poco pretencioso, pero... –Se mordió el labio.- ¿Guardas un buen recuerdo? ¿T-Te gustó?
-Oh... –La chica pareció meditar sobre el asunto.- De algo tan personal como esto no deberíamos hablar por teléfono, ¿No crees?
-Tienes razón, pero...
-Ahora no es apropiado. –Concluyó la chica, triste.- Tienes a Claudia, y a la pequeña...
-Sí... –Raúl se sintió incómodo por el tono sombrío de Ana.-
-Bueno, pues te diré que guardo un gran recuerdo de mi primera vez. –Su voz sonó enérgica de nuevo.- Claro que nunca hubiera
pensado en un vestuario, pero no sabría decirte... No fue un gran dolor, fuiste muy dulce conmigo, e incluso sentí placer...
-Vaya... –Agradeció que la chica no pudiera verle en esos momentos, dado que exhibía una mueca en la cara de alivio y felicidad.- Me
alegra oír eso... De verdad...
-Por la parte que te toca... –Rió ella.- No estuvo mal del todo, ¿Verdad?
-Dios, Ana, algún día harás muy feliz a un hombre. –Exclamó él, sin un ápice de duda.-
-O a una mujer... –Se burló ella. En la mente de la chica aparecía un pensamiento claro y conciso, "Sí, podré hacer feliz a un hombre,
pero, ¿Y si no es al que yo quiero?".-
Se dio cuenta de la turbación que recorrió a Ana en ese momento por lo que intentó animarla con una broma.
-Bueno, pero si quieres, puedes entrar en mi harén, estoy formando uno... –Añadió con su habitual tono socarrón.-
-Anda, ¿Y eso? –Preguntó ella, sorprendida.-
-Pero no te creas que te dejaré entrar así como así, las reglas son muy estrictas...
-¿Cómo por ejemplo...?
-Fidelidad absoluta, adoración... –Se rió él mismo, pensando en un montón de chicas vestidas con suntuosos y eróticos tejidos.- Todas
esas cosas.
-¿Y qué pasará si rompo una regla? –Susurró ella, con voz sugerente.-
-Te castigaré. –Dictaminó Raúl.-
-Vaya... –Su voz era tan atractiva e incitante como un guiño.- ¿Y como piensas castigarme?
A lo mejor era el inusual tono de voz de Ana, probablemente también influía su "calentón" de unas horas antes, pero, poco a poco,
Raúl empezaba a excitarse. Por su mente aparecieron un montón de castigos posibles, pero se quedó con uno que le pareció excitante
y morboso.
-Pues... Si te portas mal... –Dejó unos instantes para aumentar la tensión.- Creo que me ensañaré con esos pezones tan sensibles que
tienes...
-¿Y qué harás? ¿Morderlos? –Se rió, aunque su carcajada sonó más a ronroneo que a otra cosa.- Ten cuidado, a lo mejor me gusta...
-No, no. –Aunque tampoco se negaría a morderlos y sentir como se endurecen entre sus labios.- Tenía en mente algo más apropiado...
Dado que te gusta ronronear, qué mejor que ponerte un par de cascabeles...
Solo con imaginárselo se ponía malo.
-Te pondré un piercing en cada pezón, una pequeña cadenita en cada uno, y al final, un cascabel, para que suenen cada vez que te
muevas... –Paladeaba las palabras, tanto que incluso empezó a escuchar el "tilín tilín" de los cascabeles.-
-Hum... –La chica tragó saliva ostensiblemente, pensar en sus delicados pezones coronados por el metal, y el sonido que
acompañaría cada uno de sus movimientos. Aún así, quería más.- ¿Nada más?
-Eso es solo el principio... –Casi sin darse cuenta se encontró acariciándose por encima del pantalón.- Te obligaría a desnudarte por
completo, disfrutando de tu timidez... A lo mejor incluso consigo público para el show.
-¿Y no podemos seguir con el castigo solos? –Repuso ella, juguetona.- Es que prefiero disfrutar de tu atención completa...
-Podría hacer una excepción... –Musitó él.- Podemos llegar a un acuerdo... Tendrás que bailar para mí.
-¿Lenta y sensualmente?
-Sí...
Casi podía verla delante de sus ojos, exhibiendo esas magnificas curvas que tenía. Raúl agudizó el oído y pudo percibir del otro lado
del aparato la respiración profunda de Ana, además, también un sonido que le resultaba vagamente familiar. La idea cruzó por su
mente como un flash, se le iluminó la sonrisa.
-Ana... ¿No estarás...?
-Sí. –Contestó ella tajantemente.-
-Ya veo, ya veo... –Se humedeció los labios.- Parece que te enseñé bien...
-Eso, y que yo he practicado mucho. –Ambos se rieron.-
-Eso me trae a la mente otro castigo... –Le hubiera encantado poder verla en acción.- Me tumbaré en la cama... Y te obligaré a ponerte
de pie encima de mí. Tendré tu coñito justo a la altura de la cara... Podré ver como te masturbas en primera línea...
-Te encanta que me masturbe...
-Me declaro culpable. –"Más me gustaría masturbarte yo mismo, pero en fin...", no pudo evitar pensarlo.- Casi puedo ver tu clítoris
inflamado...
-Lo recorro con el dedo... Una y otra vez...
-Yo estaría ansioso, esperando mi regalo...
-¿Tu regalo?
-Sí... –Se le hizo la boca agua.- Te mojas muchísimo cuando te excitas...
-¿Tu crees? Eso no se le dice a una señorita, no es muy elegante...
-Pues a mí me encanta, me vuelve loco... –De su memoria le llegó el recuerdo de unas braguitas empapadas por flujo vaginal, del
sabor, de la fragancia penetrante...- Abriría bien la boca para recoger las gotas que cayeran de tu excitado sexo...
-Avaricioso...
-Y también daría buena cuenta de aquellas que recorrieran tus muslos... –Las veía surcar la anatomía de la mujer.- Me deleitaré
viéndolas bajar por tus piernas, y luego me ensañaré en ellas...
-Que cosquillas... –La respiración de la chica ya era más agitada de lo normal. De vez en cuando emitía un pequeño gemido apagado.-
-Pero lo mejor será al final... Sentirás como el orgasmo llega a ti, desesperada por correrte... –La escuchaba gemir y se le secaba la
boca. Hacía rato que sus caricias por encima del pantalón se habían convertido en una masturbación completa.- Las rodillas te fallan
por la excitación, estás a punto de caerte, tu coñito caerá sobre mi boca...
-Sí...
-El sudor recorre tu espalda y tu frente, el calor te abrasa...
-Sí...
-Te humedeces los labios una y otra vez, lo notas tan próximo que te entran ganas de llorar de placer...
-Lo noto...
-Un zumbido en tus oídos... Hay electricidad entre el clítoris y tu dedo, la corriente pasa de uno a otro, recorre tu cuerpo...
-S... Sí... –Sus gemidos ya eran más que evidentes, la podía ver en la distancia, con su dedo volando alrededor de un clítoris ardiente
y endurecido.-
-Y entonces...
-En... Entonces... –Parecía estar a punto de caramelo.-
-Entonces... –Le costaba seguir hablando por su propia excitación.- El orgasmo hará que aprietes tanto los ojos que acabarás viendo
una penetrante luz blanca... La electricidad recorrerá tus piernas como si un rayo naciera entre ellas... Tu cuerpo se sacudirá tanto que
los cascabeles tronaran en tus pezones... Gritarás, llorarás de placer, gemirás, dirás mi nombre en voz alta...
-Raúl... Ra... Raúl...
-Una cascada se abrirá paso a través de tus piernas y bañará mi rostro, abro bien la boca, todo es para mí... –Le llenaba la boca, se
recreaba jugando con el líquido en su paladar.-
-Tuyo... Todo...
-Entonces creerás que todo a acabado, te dejarás caer sobre mí... Y mi boca se lanzará voraz a devorar tu sexo, lameré y lameré hasta
borrarte, tu clítoris se fundirá con mi paladar, regaré mis mejillas con tu flujo y tu te correrás otra vez, y otra, y...
No necesitó decir "otra", porque la corrida de verdad le sobrevino a Ana en ese preciso momento. Sus gemidos sonaron tal y como los
recordaba, en un momento dado debió soltar el teléfono, porque sus sollozos y sus juramentos de placer le llegaron más lejanos, pero
igual de morbosos que siempre. Raúl no tuvo más que acariciar una vez más su enfebrecido miembro para sentir las punzadas del
orgasmo que atravesaba su entrepierna. Estuvo a punto de dejarse llevar y eyacular encima de la cama, pero consiguió contenerse
apretando los dientes, no quería mancharlo todo...
-Ahh~... –Le llegaban los últimos suspiros de placer de Ana.- Ahh...
Raúl esperó a recuperarse del esfuerzo de un "orgasmo sin eyaculación", de nuevo se sintió frustrado de no poder disfrutar de una
buena sesión de sexo, pero sus maquinaciones desaparecían al pensar en la deliciosa Ana con la entrepierna bañada de su propio
flujo.
-Ha sido... –Masculló ella de repente, con la voz aún tomada.- Es la primera vez... Que hago esto por teléfono...
-Yo también. –Concedió él.- Y no ha estado tan mal, por lo que veo... O escucho.
-Sí, bueno... –Casi pudo ver a Ana con las mejillas encendidas a causa del sonrojo y del ardor del placer.- Aunque...
-¿Qué?
-He manchado el sofá. –Lo dijo rápido y a regañadientes, como sabedora de que aunque a ella le resultaba engorrosa, a él le
encantaría oírlo.-
Raúl no pudo reprimir las carcajadas, la chica emitió un suspiro apesadumbrado.
-Es que eres increíble... –Intentó serenarse para seguir hablando con la chica.- Esa forma tuya de terminar...
-Ya, ya... –La chica parecía preocupada.-
-No te preocupes, límpialo con agua y jabón y déjalo secarse, verás como la mancha desaparece.
-Lo haré, a ver que tal... Si alguien se da cuenta es tu culpa.
-Asumo mi responsabilidad. –Se rió él.- No volveré a dejar que te corras en el sofá.
-Eso espero. –Suspiró.- La próxima vez podría hacerlo en el tuyo, ¿No?, o mejor en tu cama...
Raúl reflexionó unos instantes. ¿Era eso un ofrecimiento o seguía siendo parte del juego? Le pareció que, pese a decirlo de forma
"indirecta", hablaba de verdad. Tuvo dudas sobre lo que debía responder. A fin de cuentas, Ana ya se había mostrado al principio
moralista con lo que a su "familia" se refería, a lo mejor con esa improvisada sesión de sexo telefónico se habían rebajado sus
defensas éticas.
-Tranquila. –Murmuró él, tímido pero decidido.- La próxima vez no dejaré que de mi boca salga ni una gota.
Eso era un sí.
-Raúl... –Su voz era tan tierna que provocaba escalofríos.- Somos amigos, ¿Verdad?
-Los mejores, Ana, los mejores... –Y que le partiera un rayo en ese mismo momento si no era verdad.- Te prometo que cuidaré de ti...
Siempre que tú me eches un ojo de vez en cuando, que a veces me pierdo...
-Tranquilo, tranquilo... –Ana le sorprendió robándole su habitual tono socarrón.- Te echaré un ojo, y lo que tu quieres, guapo. ¡Te dejo!
¡Tengo que ocuparme de la mancha antes de que se seque! ¡Adiós!
Cuando le colgó, Raúl seguía riéndose de lo lindo. Ana era realmente una persona excepcional... Recolocándose la ropa, se dejó caer
por el dulce sueño que le embargó tras el impacto muscular de su seudo-orgasmo.
Soñó con cascabeles y cascadas.
Capítulo LXXXIII
Para acabar de encauzar el día, se levantó de la siesta sintiéndose como nuevo, y no de mal humor como acostumbraba. Cuando
Claudia, Eva y la montaña de bolsas regresaron, la alemana le deslumbró con una de sus famosas sonrisas.
-¿Os lo habéis pasado bien? –Les dijo, a modo de saludo.-
-Ya ves... –Exclamó Raúl, burlón.- Tu hermana ha intentado violarme...
-Claro, claro... –Claudia no le dio ni la mínima importancia, o no le creyó, y reclamó su ayuda para colocar lo que habían comprado en
el cuarto de la pequeña, que estaba dormidita a causa de un día tan agitado. En el salón, quedó Gaby con las mejillas encendidas de
vergüenza e irritación a causa de las palabras de Raúl, le daría un pellizco en cuanto le tuviera a mano.-
Esa noche no necesitó más de un beso para encenderse y lanzarse voraz a devorar el cuerpo de la alemana. Claudia pagó en sus
propias carnes la excitación que el chico había acumulado con Gaby y Ana. Y, basándonos en sus gemidos y orgasmos, al parecer lo
disfrutó de lo lindo.
La mujer le había dicho que después del embarazo su cuerpo no sería "igual que antes", pero él no encontraba ninguna diferencia
reseñable. La rubia recuperaba el tipo a una velocidad sobrenatural, similar a la que tiene David Beckham para cambiar de peinado, y
buena culpa de eso tenían los ejercicios a los que se sometía cada mañana. Raúl la acompañó a correr un par de días, pero tuvo que
dejarlo porque, para su completa humillación, no podía mantener el ritmo de la mujer.
-"Ha sido una deportista de élite..." –Murmuraba él, buscando excusas.- "Y además yo estoy desentrenado... Sí, eso..."
En la cama, Claudia respiraba entrecortadamente, aún fascinada por la grata sorpresa que Raúl la había reservado para esa noche.
Podía sentir sus pezones, aún hinchados y duros, también notaba como la sangre empezaba a abandonar sus labios vaginales,
volviendo poco a poco a su cauce normal. Tenía la frente y la espalda empapadas de sudor, mientras que la entrepierna y los muslos
aparecían cubiertos del néctar pasional que ambos amantes habían derramado. El ímpetu de las arremetidas de los dos había llegado
a ser tan grande que hasta se habían manchado a causa de la fricción de sus pezones entre sus cuerpos.
Se giró para ver a Raúl, totalmente subyugado por el agotamiento, pero despierto. Le recordó a la noche en la que se había gestado la
pequeña Eva, el esfuerzo había sido similar, y sin descansos. Dándose cuenta de que le miraba, el chico se giró hacia la mujer y
sonrió, como diciendo, "Sí, lo sé, ha estado muy bien...".
Como de costumbre, la mujer le reclamó en su regazo, acomodándole entre sus pechos. Él disfrutó enormemente el contacto con la
piel de la mujer, y deseó tener una nueva erección que compartir con ella, pero el agotamiento ya era muy grande como para eso.
-Me encanta este momento... –Murmuró la mujer.- Justo después de hacer el amor... Con las sensaciones a flor de piel... Juntos...
Raúl le mostró que estaba de acuerdo besándola en el trozo de piel que encontró más cerca de sus labios, el nacimiento de unos de
sus pechos.
-Podría ser siempre así... –Se le tiznó la voz con un cierto nerviosismo.- No me importaría que fueras lo último que viera antes de
dormir y lo primero al despertarme...
El chico se encontraba repentinamente inquieto. ¿Estaba insinuando lo que él creía que insinuaba? Lo había hecho de forma velada
otras veces, pero esa vez era muy explícita en sus declaraciones, vale que había sido una noche especialmente pasional, pero...
Los dedos de la chica recorrieron su la cicatriz que Laura le había provocado en el hombro.
-"Márcame." –Solo de recordarlo sentía un escalofrío.-
Acunado entre los senos de Claudia empezó a notar como le llegaba el sueño.
-Este es tu hogar... –Susurró la hermosa rubia, que parecía estar recordando una vieja canción.- Esta es tu cama... Y yo, tu mujer...
Notaba como se le cerraban los párpados, pero se mantuvo despierto por consideración con las emotivas palabras de la mujer, que le
llenaban de alegría, orgullo y miedo a la vez.
-Te quiero, Raúl. –Lo estrechó aún más entre sus brazos.-
El beneficiario de tanto afecto quiso decirle algo, un pensamiento en concreto que pasó por su mente en ese momento, pero no pudo
hacerlo, porque antes siquiera de abrir la boca, se quedó profundamente dormido.
Tuvieron que esperar casi todo el día siguiente para retomar la conversación. Una vez acostados de nuevo, Raúl recordó el tema.
Meditó durante un rato, mientras podía percibir que Claudia hacía lo propio, a unos centímetros de él.
Sin ninguna duda, las palabras de la alemana se traslucían como una proposición a una relación aún más estrecha. Al chico le
preocupaba la idea de un noviazgo con la mujer, o incluso algo más serio que un noviazgo. No es que tuviera dudas respecto a ella, la
tenía en un altar, las dudas más bien eran con respecto a sí mismo... En multitud de ocasiones, al maravillarse de la mujer con la que
podía compartir cama, internamente se sentía pequeño e inmaduro en comparación con ella. Los peores días incluso llegaba a verse
como un lastre en la vida de la chica, algo que la impedía seguir "avanzando".
-La primera vez que hablamos en serio... –Murmuró él, rompiendo el silencio.- Te hice llorar, ¿Recuerdas?
-Mmmm... –Las imágenes fueron acudiendo poco a poco a su memoria.- ¿Aquella vez en mi despacho?
-Sí. –La había visto llorar otras veces, pero era cuando recordaba aquella ocasión cuando se sentía un auténtico miserable.- ¿No es
extraño? En ese momento, casi después de conocernos, te hice llorar... Y hoy estoy en tu cama, en tu casa, tenemos una hija en
común, tengo el inmenso placer de saborear tu cuerpo y, aún más, de escuchar palabras de amor...
-La vida da muchas vueltas... –Fue lo único que acertó a decir la mujer, aunque intuía que él no había acabado.-
-Y al final acabamos mareados... –Apuntilló el joven.-
Hubo un silencio un tanto tenso. Raúl quería decir algo y no sabía qué tenía que decir. Claudia, por su parte, se mordió el labio inferior,
incapaz de seguir los tiempos que el chico imponía.
-Yo... –La rubia carraspeó ligeramente.- Creo que yo he dejado lo que quiero y espero de esta relación... Me gustaría ser más clara,
pero...
-El problema no eres tú, soy yo. –Le salió con un tono tan victimista y teatral que hasta se sorprendió él mismo.- Es que... No sé...
Raúl deseó durante unos instantes no tener que ser tan sincero. Podría decirle cualquier frivolidad que mantuviera ese beneficioso
estatus que tenían en ese momento, él saldría ganando, y ella tampoco parecía descontenta. Era tan estúpido que se permitió ser
franco.
-Hay un error que tengo que cometer...
-¿Un error?
-Sí, un error. –No se le ocurrió otra forma más eufemística de decirlo.- Debo, no, necesito cometer ese error.
-Error. –Ella pareció meditar a qué, o a quién, se refería.- Entiendo.
Raúl observó de reojo el semblante de la mujer. No parecía enfadada, pero sí triste.
-Debes cometer esos "errores" si quieres madurar. –Pese a que intentaba aparentar normalidad, la voz de Claudia sonaba
extrañamente acelerada.- Lo entiendo.
No hablaron más del tema. En los días siguientes no pareció resentirse su relación, incluso hacían el amor, si bien no con el mismo
ardor acostumbrado. Raúl entendió que no nombrando más ese asunto, la mujer le manifestaba que tenía toda la libertad del mundo
para "cometer esos errores", pero que tampoco debía esperar una felicitación por su parte.
Una de esas tardes, Claudia salió a pasear con Eva, le había pedido expresamente que no las acompañara dado que quería relajarse
un rato, lo que le resultó a Raúl un tanto chocante, pese a no decir nada. El joven mientras tanto desempolvó su portátil, que apenas
había tocado en los últimos meses más que para alguna consulta ocasional o un correo electrónico oportuno. Movido por un total
aburrimiento, empezó a ver sus antiguos trabajos de la universidad. Le gustaba hacerlos, pero el modelo universitario le parecía
totalmente mecánico y sin motivación. Él pensaba que lo mejor que se podía hacer era felicitar a una persona cuando hacía algo bien,
no solo reprenderla cuando lo hace mal. Por lo demás, no pudo evitar llegar a las carpetas que contenían los "regalos" que Cristina y
Laura le habían hecho para "aliviar su soledad" en su ausencia.
Los videos subiditos de tono le mejoraron el sentido del humor, al tiempo que percibía un grato hormigueo en su entrepierna. En esas
estaba, justo en el momento en el que Cristina emitía un gemidito juguetón ante una caricia maliciosa de Laura, cuando
repentinamente se abrió la puerta de la habitación en la que se encontraba. Como una exhalación, Raúl cerró el portátil.
Gaby le observaba sonriendo desde la puerta, divertida. Estaba claro que su intención había sido pillarle in fraganti, dado que no había
llamado antes de entrar, como era su costumbre. Raúl pensó, irritado, que era posible que hubiera escuchado el último gemidito de
Cristina, y además, cerrando frenéticamente el ordenador, no hacía más que aumentar las sospechas de la joven de que estaba
viendo algún tipo de material pornográfico.
-Vaya, vaya, vaya... –Rió ella.- Y yo que pensaba que no eras de esos...
-Deberías llamar antes de entrar. –Se quejó él.-
-Sí, lo sé, perdona. –Reprimió una carcajada.- No sé que hubieras estado haciendo de haber tardado unos minutos más en llegar...
Raúl emitió un sonoro suspiro, la chica alargó las manos hacia el portátil y él la detuvo.
-¡Venga! ¡Déjame verlo! ¡Quiero saber qué te pone!
-Estás loca.
-¿Algo de porno clásico? ¿Quizás interracial? ¿O algo sórdido y prohibido como la zoofilia? –Se reía a carcajada limpia, volvió a
intentar abrir el portátil, pero él la detuvo de nuevo.- Venga, solo quiero comprobarlo...
No la habría dejado verlo ni aunque se tratara de porno convencional, pero mucho menos le iba a dar permiso cuando lo que veía era
un video protagonizado por su propia hermana y su amiga Cristina. Gaby forcejeó un poco con él para llegar al ordenador, pero la
chica eran tan liviana que no tuvo problema alguno para reducirla, de modo que Rapunzel quedó tendida sobre sus rodillas, apoyada
en su liso vientre, parecía que estuviera a punto de enseñarla a nadar.
-Así que, tranquila. –Sin malas intenciones le dio un azote en el trasero.-
El trasero de la chica tenía una forma bastante sugerente. Vestía un pantalón de algún tejido deportivo fijo, por lo que sus glúteos se
marcaban. Se dio cuenta de que de un azote sin pretensiones había pasado a amasar sin contemplaciones una de las nalgas de la
princesita, y ella no se quejaba.
Se recordó a sí mismo rechazándola y tuvo que reprimir un gemido lastimero. Sus pantalones eran tan finos que si presionaba
ligeramente entre los muslos podría notar la calidez de su entrepierna. ¿Estaría excitada? Quizás era muy pronto, pero si seguía así...
-¿Y bien? –Preguntó Gaby, pasados unos minutos.-
Ese "¿Y bien?" le había sonado a Raúl como un "¿Qué vas ha hacer ahora?" y supo que lo decente, y menos placentero, era castigar
a su mano expedicionaria y ayudar a la joven a incorporarse. Esta emitió un suspiro quedo, decepcionada ligeramente. Al menos había
logrado quitarle de la mente el portátil, ya era un logro.
-Quiero hacerlo... –Murmuró él, confuso.-
Gaby le miró de reojo, observando la tez clara y de rasgos armoniosos del joven padre de su sobrina. Volvió a suspirar. Era un caso
perdido. Fingió una sonrisa alegre y le dio un golpecito en la frente.
-Y ahora será mejor que empieces a preparar algo bueno para la cena. –Le exigió ella.-
-¿Tengo cara de cocinero?
Sin embargo se incorporó, pensando en los ingredientes de los que disponía y, como siempre, quejándose mentalmente por su
predisposición a ser utilizado para tareas domésticas.
En la cocina intentó ver qué tenía en la nevera, pero sus ojos se inclinaban casi por magnetismo a las caderas de Gaby, que se
inclinaba ligeramente para despejar la mesa. Tal y como había pensado, ese fino tejido mostraba los elásticos de sus braguitas,
cuando quiso darse cuenta, comprendió que estaba frotándose la entrepierna con la puerta de la nevera. Descubrir tan extraño placer
le pareció tan increíble que empezó a reírse de forma escandalosa. Rapunzel se mostró sorprendida, pero al final las carcajadas
fueron contagiosas y acabaron los dos con los ojos llorosos de tanto reír.
-"Estoy enfermo..." –Pensó Raúl, divertido.- "Ahora encuentro atractivas hasta a la puerta de la nevera..."

Capítulo LXXXIV
Raúl atravesó el portal de la casa de su hermana sumido en sus propios pensamientos. Había tenido que dejar a Eva y Gaby solas en
casa, pero supuso que Rapunzel era suficientemente responsable como para que no ocurriera nada en su ausencia, aún así no las
tenía todas consigo.
Ese domingo Raúl tenía la intención de coger algo de ropa de verano, pues el calor era ya sofocante y no tenía tantas prendas como le
gustaba, no es que fuera coqueto o vanidoso, pero le gustaba dar una buena impresión. Gaby se había reído al escucharle decir eso.
Cuando salió del ascensor presionó el timbre, pues era su costumbre de toda la vida, era un acto reflejo que había adquirido debido a
las "constantes sorpresas" que se encontraba en casa al entrar, como podría ser su hermana desnuda con un "amigo" en el salón, o
algo peor. Pese a que llevaba muchos meses sin una escenita así, su subconsciente le traicionó.
Para su sorpresa, alguien abrió la puerta. Y el shock no hizo sino aumentar cuando se encontró con Cristina, desnuda de cintura para
arriba, y con una extraña mancha blancuzca en la comisura de la boca.
-"¿Es lo que creo que es?" –Pensó.-
La chica le miró con ojos perezosos, como si la acaba de sacar de la siesta, sin más, se echó a un lado y volvió sobre sus pasos,
dejándole entrar. Raúl no las tuvo todas consigo, pero entró. Con timidez asomó la cabeza por la puerta del salón, y lo que vio le hizo
abrir la boca como un bobalicón.
Era la imagen más obscena, pornográfica, picante, inmoral, impúdica, deshonesta, atractiva, sensual y erótica que podía recordar en
esos momentos.
Tragó saliva.
Claudia se mostraba en el centro del sofá, completamente desnuda, a su izquierda, con el torso al descubierto, Laura se inclinaba
sobre el escote de la chica. Raúl no tardó en dilucidar que estaba devorando con avidez el pezón de la mujer. Cristina reocupó su
puesto en el lado de la derecha y dirigió sus labios hacia el pezón que le quedaba libre a la alemana. El chico dejó escapar un "ohh"
sorprendido.
El rostro de Claudia mostraba una mueca tal, que Raúl incluso llegó a pensar que estaba drogada, inconsciente, o las dos cosas. No
tardó en descubrir a qué se debía su mueca. Al cosquilleo que debía sentir simultáneamente en sus dos pezones, se unían las caricias
que, por turnos, Laura y Cristina dedicaban al sexo llameante de la mujer, que, incluso desde la distancia, brillaba, húmedo. Ver como
los dedos de su hermana penetraban con insuperable maestría el coñito de Claudia estuvo a punto de hacer que se corriera en seco,
si es que eso era posible.
Tan impactado había quedado con la chocante escena que se había olvidado de respirar, cuando volvió a ser capaz de hacerlo, intentó
coger todo el aire que pudo y terminó tosiendo. Fue su escándalo respiratorio el que sacó a las chicas de su limbo lésbico-lácteo.
Cristina siguió a lo suyo, pero Laura y Claudia recobraron el sentido y buscaron al intruso. Cuando su hermana se desasió el pecho
rezumante de Claudia, un hilillo de saliva emblanquecida quedó entre su labio y el pezón de la rubia. Raúl pensó que, de nuevo, se
correría en seco.
-Ah, solo es mi hermano. –Murmuró la chica, somnolienta.- Hola.
-Ho... Hola. –Estaba cortadísimo, se sentía fuera de lugar. Percibió como sus mejillas se tornaban rojas.- Yo... Ropa... Venía...
Cuando coincidió con los ojos verdes de la alemana empezó tuvo que humedecerse los labios. Anhelantes, sugerentes, incitantes y
lujuriosos. Era la misma mirada que ponía cuando él se tomaba deliberadamente su tiempo en llevarla al clímax. Estaba disfrutando, y
mucho.
-Mi cuarto. –Asintió.- Sí, voy a por mi ropa.
Con paso inestable llegó a su habitación, la temperatura de su cuerpo había subido al menos diez grados, empezó a sudar. Por
descontado, su erección se había evidenciado prácticamente desde el primer segundo. Mientras en sus retinas aún deambulaban la
imagen de los dedos de Laura entrando en el sexo de Claudia como un cuchillo caliente en mantequilla, se sentó en su cama.
Cayó en la cuenta de que la encontraba ridículamente pequeña, pero luego se dio cuenta de que era porque había terminado
acostumbrándose a la enorme cama de la alemana. Asió su almohada con fuerza. Se sentía del mismo modo que, años atrás, cuando
Laura traía alguno de sus ligues y fornicaban de forma escandalosa en el cuarto de al lado. Ese sentimiento de vergüenza, excitación,
lujuria y hambre que le hacía perder el juicio y masturbarse frenéticamente.
Se encontró tan sediento que tenía la boca pastosa.
-"Iré a por un poco de agua." –Se dijo mentalmente, aunque lo que quería era mirar un poco más.-
La escena seguía siendo la misma, las chicas no habían variado en nada su postura, salvo que esta vez eran los dedos de Cristina los
que horadaban los sonrosados labios vaginales de Claudia. Raúl llegó a la cocina, desconcertado, y bebió dos largos tragos de una de
las botellas de té helado de su hermana.
Una infinitesimal parte de su psique encontraba la escena escandalosa y deshonesta, a fin de cuentas, esos dos súcubos estaban
succionando de forma erótica y perversa la cena de Eva, la legitima dueña de todo cuanto producía el cuerpo de Claudia. Por otro
lado, él mismo había catado el delicioso manjar en una, dos o diez ocasiones. Y, para terminar, lo que sentía eran unos celos terribles,
era escandaloso que hubieran organizado una "fiesta" así y no le hubieran invitado, no solo escandaloso, insultante.
Volvió a beber y tragó con dificultad al escuchar un gemido pausado de su querida alemana, que debía estar agradeciendo las
atenciones de las dos mujeres.
Su miembro palpitaba, anhelante. Raúl continuaba con la botella en la mano y las orejas bien abiertas, intentando percibir hasta el más
mínimo sonido de frotamiento, respiración o gemido gutural que soltara cualquiera de las mujeres. A lo mejor había sido cosa de
Laura, a fin de cuentas, él mismo le había dicho que debían normalizar su situación de hermanos. Quizás se había negado Cristina, o
incluso Claudia, después de su "errática" conversación.
Sea como fuere, el chico seguía impactado y embriago por la escena.
Mientras divagaba, apareció Laura con paso pausado. Le observó con los ojos entreabiertos y le quitó la botella de té helado de las
manos para dar un largo trago.
-¿Todavía tienes sed? –Preguntó Raúl, atónito.-
El semblante desencajado de su hermano sorprendió a Laura. Que le miró de arriba abajo, percibiendo su frente y mejillas sonrosadas
por el sofoco y su pantalón ligeramente abombado a la altura de la entrepierna. Arqueó una ceja.
-¿Alguien está feliz? –Rió ella en un susurro, apuntando con los ojos hacia su virilidad.-
-¿Por qué...? –Boqueó pero no le salieron las palabras, tuvo que carraspear.- ¿Por qué no me lo habéis dicho? ¿Por qué no me habéis
invitado?
-Que yo sepa... –Laura le mostró su lengua al pasársela por el labio superior, limpiando una gota de té.- Ninguna de nosotras es tu
"novia" o tiene alguna obligación de hablarte de su vida sexual, ¿No?
Plas, la primera en la frente.
-Y hay veces en las que las chicas prefieren estar solas. –Siguió ella, viendo como Raúl se ensombrecía al captar los dobles mensajes
de sus palabras.- Aunque...
El chico estaba tan desconsolado que ni siquiera le servía de animo ver como los pezones de su hermana le apuntaban directamente.
Se encontraba infantil, casi retraído, como si hubiera vuelto atrás en el tiempo a su etapa de pequeña larva sin conocimiento sexual.
Se sentó en una de las sillas de la cocina, anulado.
En esas estaba cuando Cristina y Claudia aparecieron también por el umbral de la puerta. Más espabilada que antes, Cristina le
saludo con un guiño, aunque no se cortó mucho al mirarle la entrepierna y reír pícaramente. Claudia, por su parte, cogió una servilleta
del montoncito que había sobre la mesa de la cocina y se limpio con suavidad los pezones. Raúl observó como el papel recorría la
aureola y el pezón de la mujer. Repentinamente sentía deseos de estar hecho de celulosa y servir para tan exótica labor.
Como reparando por primera vez en su presencia, dio un paso hacia él y se le sentó encima.
-Raúl, hazme el amor. –Masculló ella.-
Lo dijo de una forma tan convencional que Cristina y Laura, tras mirarse, no pudieron contener unas carcajadas. El tono hubiera sido
más adecuado para decir algo como "Raúl, estoy en el salón", o "Raúl, quiero helado de praliné", pero aún así, el chico percibió con
sumo placer como la tibieza de la entrepierna y el cuerpo sobrecalentado de Claudia atravesaba su ropa y llegaba a su propio cuerpo.
No necesitó un mapa para llevar sus manos al sexo de la mujer. Percibió un ligero temblor en sus caderas, que se repetía muy
seguidamente, dedujo que la mujer estaba apunto de tener un orgasmo y que su tono de voz atípico se debía que, fuera hombre o
mujer, a nadie le gustaba que le dejaran a medias.
Empezó a acariciarla ahí mismo, donde estaba, sintiendo su peso en las piernas. Hundió un dedo en su interior y entró con tanta
facilidad que supo que tendría que introducir un segundo, e incluso un tercero, para lograr la fricción que la chica necesitaba en ese
momento.
-No... –Esta vez si utilizó un tono de desesperación más acorde con su desnudez y su proximidad al orgasmo.- Con los dedos no...
Raúl observó a las otras chicas y se sintió repentinamente cortado. ¿Qué miraban con tanta fijación?
-En la cama estaréis más cómodos. –Terció Laura, notando sus dudas. Cristina asintió.-
A Claudia le costó horrores levantarse, empezaba a mostrarse irascible, cosa rarísima en ella, como no se corriera cuanto antes,
mataría a alguien. La comitiva alcanzó el cuarto de Laura, la alemana se tiró en la cama, boca arriba, y abrió sus piernas con obscena
ligeraza, tal era su apremiante estado. Sus ojos verdes se mostraban acuosos y necesitados.
Raúl no necesitó un permiso por escrito para desembarazarse de los pantalones y la ropa interior, pese a que seguía poniéndole
nervioso notar las miradas del dúo diabólico en su nuca, y en lo que no era su nuca. Trepó por la cama hasta el cuerpo de la mujer y
llevó su miembro enrojecido hasta el sexo de la mujer. Con una de sus manos dirigió su pene, acariciando ligeramente los labios
vaginales de la mujer, lubricándose con su humedad. Sin embargo, la alemana no estaba para tantas consideraciones. Alzó las piernas
y golpeó con sus talones en los glúteos de Raúl, que perdió el equilibrio y cayó de bruces sobre el cuerpo de la rubia.
Esta no necesitó más que una repentina y casi violenta penetración para alcanzar su orgasmo. Jadeaba y temblaba mientras apretaba
el rostro de Raúl contra su canalillo, buscando el fundirse con él. El joven notó los espasmos musculares de la alemana en su
miembro, pero apretó los dientes con furia, buscando no correrse tan pronto, cosa que estuvo a punto de suceder.
-Hala, hala... –Cristina alzó los brazos al cielo.- ¡Qué injusticia!, nosotras nos la trabajamos y él se la lleva al huerto...
-¿Verdad que sí? El mundo es totalmente injusto... –Laura asistió en el pesar a su inseparable compañera.-
Cuando por fin pudo deshacerse del abrazo, peligrosamente apretado, de la rubia, Raúl la miró a los ojos. Ahí estaba la misma sonrisa
agradable y radiante de siempre, dedicada a él, con sus ojillos verdes aún acuosos pero llenos de gratitud. La mujer le urgió a subir por
su cuerpo y besarla, después le volvió a abrazar.
-¿Alguien tiene un poco de leche? –Murmuró Cristina.- Es que me voy a atragantar con tanto pastel.
Laura le rió la gracia. Raúl empezó a mover la cadera casi de forma inconsciente, tal era su excitación. Claudia, por su parte, pareció
compadecerse de sus amigas, dado que había estado siendo "maravillosamente atendida" por sus complacientes dedos durante un
gran periodo, en ese movimiento casi de Judo que Raúl ya había experimentado veces anteriores, acabó siendo él el que estaba abajo
y ella la que le retenía bajo su cuerpo.
Con un ligero pesar en su rostro, la alemana desmontó a su adorado corcel español. El joven se sintió repentinamente pudoroso
cuando vio su miembro, totalmente vertical, apuntando a las estrellas. No supo dilucidar las intenciones de la alemana al abandonarle
hasta que captó como Laura miraba hacia "algún punto del techo", y Cristina, en un fugaz movimiento, deshacía de los pantalones.
Gimió al sentir el apretado sexo de la amiga de su hermana enfundar su miembro. Dirigió la mirada hacia Claudia, que abrazó
ligeramente a Laura y la besó en el cuello, consolándola por algo, aunque el consuelo empezó a convertirse en un sugerente duelo de
lenguas un instante después. Cuando dejó de alzar su rostro hacia el techo, Raúl creyó entrever una leve tristeza en los ojos de su
hermana. Estaba seguro de que era por su culpa.
Como veía a Claudia entretenida en un análisis exhaustivo de la saliva de su hermana, Raúl se tomó la liberta de dedicarle atención a
la voluptuosa mujer que, indiferente a sus miradas, le cabalgaba en ese momento. Alzó una de sus manos y asió uno de los generosos
pechos de Cristina, se le hizo la boca agua.
-No es... –Ella le habló.- No es muy romántico, pero es una forma de hacer las paces.
Esas palabras en el afable y juguetón tono de voz de Cris, le valieron a Raúl para animarse más que cuando la mujer le había
montado. Sonrió y empezó a marcar también el ritmo, con penetraciones más profundas y rítmicas. La chica se inclinó sobre él,
dándole acceso a sus generosos pechos, que besó, lamió, mordió y acarició todo lo que quiso.
Le palpitaba una vena en la sien, signo inequívoco de su esfuerzo mental por aguantar el torrente de esperma que evidenciaba su
enorme excitación. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba del cuerpo de Cristina, un cuerpo prácticamente diseñado para el sexo, y no
quería que el rato pasara tan rápido.
Se revolvieron en la cama, Raúl vislumbró que Laura les miraba de vez en cuando mientras la cabellera rubia de la alemana se perdía
entre sus muslos. Una de esas veces, cuando sus miradas coincidieron, le guiñó un ojo.
Percibía el olor a sexo, penetrante y denso. Escuchaba las respiraciones profundas de Laura y Cristina, incluso la suya propia, sobre el
sonido de su cuerpo al penetrar a Cris, encontraba también el de la lengua de la alemana al hundirse en el coñito de su hermana.
Volvieron a revolverse, las sábanas se le pegaban en la piel sudorosa, esta vez él quedó encima, Cristina alzó las piernas y las apoyó
en sus hombros, los segundos que tuvieron que detener la penetración le parecieron eternos, sobre su miembro, enrojecido y húmedo
de los fluidos de la mujer, pudo advertir algo de líquido preseminal. Con total acceso al cuerpo de la mujer, la hundió hasta el fondo,
gimiendo él mismo al deleitarse con el sonido de su cuerpo chocando con el de la mujer. Cristina jadeaba de forma sonora y
acompasada. A esas alturas ya percibía como lejano cualquier sonido que emitiera su hermana ante las acaricias de la alemana, le
parecían en otro plano de existencia.
-Sí... Sí... –Cristina articulaba palabras por encima de sus propios gemidos.- Cada vez lo haces mejor... Sí... Mejor...
Se sintió reconfortado en su ego, a fin de cuentas, hacia tanto tiempo que no intimaba con Cristina que esperaba haber mejorado,
aunque fuera un poco, en su pericia sexual. No es que buscara impresionarla, pero un halago siempre es un halago. Incentivado,
apremió con más fuerza e intensidad si cabe, lo que produjo más gemidos por parte de la chica, que se estrujaba los pechos hasta el
punto de dejar marcas rojizas en ellos.
Raúl sonrió, percibiendo las gotas de sudor que resbalaban de su frente. Así es como le gustaba Cristina. Con el rostro lujurioso que la
caracterizaba, con sus jadeos y su cuerpo fogoso. Le gustaba la Cristina reflexiva, e incluso la que se ponía nerviosa tras unos días sin
poder fumar, pero la Cristina sexual era un bombón que disfrutar sin arrepentirse lo más mínimo.
-Ahhh...
Empezó a notar como sus fuerzas para aguantar el deseo de eyacular e inundar a esa mujer que tanto placer como quebraderos de
cabeza le daba.
-Cris... Voy a... Voy a...
-Todo... Dámelo todo... –Gritó.- ¡Vamos!
Raúl sonrió internamente, ella siempre era tan teatral que parecía una película porno vivida en carne propia. En un último arreón
pasional, penetró a la mujer con fuerza y decisión, la quinta vez que lo hizo fue consciente de que ella misma, con su magreo salvaje a
sus pechos, acababa de conseguir el último escalón que le servía para llegar a su clímax. Totalmente satisfecho, se entregó al suyo,
desconectó del planeta tierra, cerró los ojos y percibió el geiser de sus caderas activarse y producirle una mareante sensación de
placer que le hizo oscilar sobre la cama y caer a un lado. Su miembro se tomó la licencia para expulsar un último hilo de semen
cuando ya había salido del interior de Cristina, decidido a vaciarse del todo.
Cuando volvió a ser consciente de la realidad, notó unos labios y una lengua abrazar su ahora mustio miembro, probablemente
efectuando tareas de limpieza sin recargo alguno en la tarifa general. Abrió los ojos esperando encontrar a Cristina, pero esta seguía
tendida en la cama, seudo-inconsciente o simplemente disfrutando de la relajación posterior al orgasmo. La persona que tan
amablemente limpiaba su entrerpierna de semen y flujo vaginal era su adorada rubia. Al término del trabajo alzó el rostro hacia él y le
sonrió.
Él no pudo pensar en nada que le hiciera más feliz.
La cama parecía pequeña al estar ocupada por cuatro personas, pero aún así podían estar todos con sorprendente comodidad. Laura
estaba apoyada en la almohada, con una rodilla aún levantada y un hilillo de saliva que salía de la comisura de sus labios delatando
los estertores del orgasmo al que el buen saber oral de Claudia la había llevado.
Raúl, con voz pastosa, acercó su boca a la oreja de la alemana y la habló.
-¿No pasa nada porque me haya acostado con otra chica?
-Un día es un día... –Rió ella, en el mismo tono confidencial y juguetón.-
Acto seguido, el joven sintió en sus papilas gustativas el sabor combinado del sexo de Laura, Cristina y el suyo propio, todas esas
esencias fueron arrastradas a su boca por medio de un intenso beso que le dejó sin respiración y le recordó de forma evidente por qué
la alemana le volvía loco.
Tras su improvisada y placentera orgía, Claudia le había apremiado a vestirse para volver a casa. Por su mirada, Raúl dedujo que, si
tenía suerte, quizás le esperara otro gran polvo al llegar a su morada.
-No, nooo...
Cristina se colgó del cuello de Raúl mientras fingía llorar de forma infantil.
-No te lo lleves aún, déjale un ratito más. –Le asió contra su pecho desnudo y el contacto con sus pezones tentó a Raúl de quedarse
ese ratito más que le pedía.-
-No, no puede ser. –Repuso Claudia, con un deje posesivo en la voz.- Gaby está sola con Eva, y puede necesitarnos.
El chico supuso que no era solo su amor maternal lo que impelía a la alemana a alejar a su amantísimo acompañante de los brazos de
esa mujer. Incluso después de lo que acababan de hacer, su capacidad para ver a otra disfrutando de su cuerpo tenía un límite, podía
hacerse la loca si ocurría en la distancia, pero frente a sus narices... Su flema germánica latía con fuerza cuando desasió el abrazo de
Cristina y liberó a Raúl de la hipnótica tortura de sus pechos.
Después de vestirse y despedirse con armoniosidad, salieron, cogidos de la mano. En cuanto hubieron dejado el portal, Raúl recordó
cual había su motivo del viaje y se golpeó la frente por haberlo olvidado. Se disculpó con Claudia y le pidió que le esperara unos
minutos, el tiempo que tardara en reunir su ropa de verano.
Subió con prisas y penetró en el apartamento, escuchó el ruido de la bañera y supuso que alguna de las mujeres estaría dándose una
ducha. Un vistazo al cuarto de su hermana le bastó para saber que era Cristina la que reposaba bajo la ducha. Laura estaba sentada
en el borde de la cama, con semblante taciturno, al advertir que la observaba alzó el rostro y Raúl percibió un brillo peligroso en su
mirada.
Dado que Claudia estaba esperando, saludó con un asentimiento de cabeza a su hermana y entró en su habitación. Empezó a meter
ropa en una bolsa de deporte, la metía por la fuerza, sin tomarse la molestia de doblarla, pues su sentido arácnido le indicaba que
corría peligro si se quedaba más tiempo del necesario en esa casa.
Cuando salía de su habitación, se topó de bruces con su hermana en el pasillo. Sin mediar palabra, Laura le besó.
-"Bueno, no pasa nada..." –Pensó él, correspondiendo el beso, esperando que fuera una fugaz despedida.-
Recordó la conversación mantenida la mañana después a su ardiente noche de sexo, mientras devoraban unos churros con chocolate,
habían llegado a dos acuerdos respecto a sus contactos físicos. Uno, que podían besarse, puesto que eso no era nada del otro
mundo.
-"¿Con lengua?" –Habría preguntado Laura.-
-"Mientras que no sea muy escandaloso..." –Terminó por conceder él.-
El otro acuerdo era más expedicionario, a petición del propio Raúl, habían pactado que si uno de los dos llegaba a casarse algún día,
el otro podría acostarse con él en su "despedida de soltero", siempre que fuera de mutuo acuerdo. Laura se mostró encantada.
-"¿Quién te va a cuidar mejor? ¿Una puta con tetas de plástico o tu querida hermana?"
Volviendo al presente, Raúl notaba la lengua de Laura en su boca, pensando que ese beso quizás si era un poco más escandaloso
que los que él había pensado. Sin embargo, él respondía. Sabía que estaba mal, pero no podía evitarlo. No quería evitarlo. Cuando
empezó a pensar en que Laura debía estar mojada de su anterior corrida y que seguro que aceptaba de buen grado follar de forma
salvaje sobre la mesa de la cocina, recobró el seso y mientras lanzaba un "Adiós" atropellado, salió escopetado por la puerta de la
calle.
En el coche se sintió arrepentido al mirar a Claudia. Apretó las piernas con fuerza para evitar que notara la medio erección que le
había provocado su hermana con su beso y sus caricias fugaces. Mientras la alemana le obligaba a ponerse el cinturón, cosa que él
no solía hace, pensó que quizás debería tener otra conversación seria con Laura.
Continuará.

PD. Bueno, bueno, bueno. Llegamos a un punto de inflexión donde pocas palabras quedan que escribir. Se acerca el final, y, como en
las tartas, ¿Qué es lo mejor? ¿La nata de fuera o el bizcocho de dentro? Tantas incognitas en la vida... Esta parte, en especial,
dedicadas a todas esas personas con cuellos apetitosos que le dejan a uno las ganas de ser un vampiro. ¡Qué aproveche!
Comentario inicial: Supongo que antes de dejaros con esta conclusión debo pediros disculpas por la demora, que asciende a más de
un año. En realidad, la historia ha estado prácticamente terminada durante todo este tiempo, ¿Por qué no la publiqué? Una razón
simple y a la par patética: Me olvidé.
Es cierto, el devenir de las cosas mezcla muchos temas en tu cabeza y al final algunos quedan relegados a un comentario del tipo
"Creo que me falta algo por hacer..." En realidad no me habría acordado de "Eso" de no ser porque estoy trabajando en la recopilación
de datos y experiencias para una historia nueva (Próximamente en sus monitores, quizás). Y así, con unas disculpas por la tardanza y
una petición de clemencia, os dejo con la entrega final de "Eso". Divertios.
Eso
Capítulo LXXXV
El día había amanecido nublado, y Raúl tuvo un escalofrío nada más levantarse que le tentó a quedarse un ratito más entre las suaves
sábanas del lecho que compartía con una atractiva alemana de rubia melena.
Lo hubiera hecho de no ser porque esa mañana le había prometido a Gaby que iría a recoger un paquete que la enviaban sus padres
desde Alemania. Que le usaran de correo era algo frecuente y que tenía asumido, de todas maneras, le encantaba tener cualquier
excusa para usar el coche. Si el movimiento ecologista que buscaba la reducción de los gases contaminantes en los automóviles
dependiera de él, el mundo se iría al cuerno. Pero bueno, es que le encantaba su coche, con sus líneas tan bonitas. A veces incluso le
hablaba, como si se tratara de una mascota.
-"Así, muy bien." –Le decía cuando tomaba una curva con la suavidad que unos neumáticos nuevos con buen agarre proporcionaban.-
"Como la seda..."
Recogió los paquetes de Gaby en la empresa de mensajería y los llevó a casa. Como no hay dos sin tres, esa tarde le encargaron
también la lista de la compra, dos hojas llenas de cosas que comprar. A Raúl no le importaba ir, pero si le avergonzaba ligeramente
que le enviaran solo, rompía el clima de cordialidad y consumismo que había cuando iba con Claudia al centro comercial. Además,
empezaba a pensar, como siempre, que su virilidad se veía amenazada por tanto ir y venir.
No pudo objetar mucho cuando las hermanas le sobornaron con prepararle un postre jugoso para la cena. Llenar el carrito, y
conducirlo, le encantaba. Pero su buen semblante se vio amenazado cuando tuvo que esperar la protocolaria cola de la caja
registradora. Incluida la consabida pérdida de tiempo que tuvo que soportar justo cuando la persona que iba delante de él le dio un
producto a la cajera, una lata de melocotón el almíbar, que no pasaba por el lector del código de barras. Varios minutos después llegó
una de esas chicas extrañas que iban en patines y le dio el precio. Raúl deseaba terminar cuanto antes y volver a una atmósfera
conocida y menos amenazante.
Ya empezaba a bajar el Sol cuando volvió a casa. Había pedido que le llevaran la compra a casa la mañana siguiente, dado que, de lo
contrario, le tocaría cargarla y subirla a él solo. Se veía incapaz de pedirle ayuda a Claudia o a Gaby para realizar esa tarea donde "un
hombre debía ser útil".
-"Además..." –Pensó, sarcástico.- "Si no hiciéramos los encargos para el reparto a domicilio, los repartidores perderían su trabajo.
Estoy siendo generoso."
En sus ensoñaciones alimentarías estaba cuando percibió una lucecita azul parpadeante pocos metros más adelante. Se tensó al ver
un control de la policía. Apretó los dientes, pidiendo a todos los Dioses conocidos, y alguno que inventó en el momento, que no le
dieran el alto a él.
Obviamente, le mandaron parar. Ley de Murphy.
Se mostró exageradamente nervioso. Era la primera vez que le paraba un policía estando él solo, las veces anteriores había estado su
carismática hermana, capaz de confundir tanto a un agente como para evitar una multa. Empezó a barajar en su cabeza que quizás
estuviera tan distraído que había apretado de más el acelerador. Bajó la ventanilla con la respiración acelerada mientras veía por el
retrovisor que un agente espigado y con su chaleco de gusiluz se le acercaba.
-Lo siento, agente, ¿Iba demasiado rápido? –Lo soltó todo de golpe, inquieto.-
-No, no se preocupe. –Le miró, advirtiendo su juventud, y dijo lo siguiente con un ligero tono prepotente.- Señor.
Se miraron mutuamente.
-Estamos realizando una campaña de concienciación sobre el uso del cinturón. –El agente empezó con un discurso, probablemente se
lo habían hecho aprender desde la central, hablando de los accidentes, los muertos y las lesiones que te podían suceder si no
llevabas el cinturón.-
Raúl se miró el pecho y vio con alivio que lo llevaba puesto.
-"Menos mal..." –Pensó.- "No me lo pongo casi nunca y hoy justo lo llevo..."
-Veo que lo lleva puesto, bien. –El joven se sintió un poco incómodo por la mirada del agente, era como si le cayera especialmente mal.
Supuso que a los policías debían enseñarles a adoptar esa aura prepotente, iba bien con el uniforme.- ¿Me puede mostrar su carné y
la documentación del coche?
Lo había preguntado, pero a Raúl le pareció estúpido, como si pudiera negarse a dárselo. En ese momento le asaltaron unos instantes
de pánico. Desde que había recibido el coche, hacía ya meses, había estado tan ocupado que no se había preocupado por comprobar
los papeles del coche, es más, por no haberse preocupado, no sabía ni donde estaban. Sus manos se dirigieron directamente a la
guantera y ahí encontró una carpetita. Superado el hecho de encontrarlos, ahora le esperaba desear que estuviera todo en orden.
El agente, mostrando que en verdad le tenía una especial tirria al joven conductor que tenía delante, se tomó el tiempo que quiso para
revisarlos, buscando alguna infracción. Incluso comprobó sus datos con los de la central. Raúl empezaba a abandonar el nerviosismo
y cabrearse. En el tiempo en el que el policía espigado le atendía a él, sus otros compañeros habían detenido y despachado a dos
coches cada uno.
Cuando escuchó el nombre que leyó el hombre de los documentos se sintió repentinamente aturdido.
-¿Es su padre, verdad? –Dijo el agente sarcásticamente.- Poner el seguro a nombre del padre es una forma bastante efectiva de
ahorrarse un buen dinero todos los meses.
-Sí... –Le costaba incluso mirar con claridad al policía.- Es su coche...
-Claro, claro... –Cerró la carpeta y se la entregó de malos modos.- Todo en orden, le daré una señal para que pueda reincorporarse a
la circulación.
No bien hubo dejado las luces del control atrás, Raúl aparcó en una calle poco concurrida. Llevaba la carpetita en las rodillas,
encendió la luz de la cabina y empezó a leer con avidez. Tal y como había dicho el agente, los papeles del coche estaban a nombre de
su padre. A fin de cuentas, él lo había comprado. Repasó los documentos hasta encontrar uno, expedido por el propio concesionario
donde había sido adquirido, en el que figuraba el nombre de su padre y sus señas. Se estiró en el asiento y releyó la dirección.
Si atípica situación familiar le había hecho odiar, profundamente, a sus padres durante muchos años. Era un tema casi tabú que
siempre había omitido de las conversaciones con su hermana, puesto que ambos, a su manera, querían llevar una vida
completamente ajena a ellos, aunque más bien fuera al contrario. Su hermana le había dicho mil veces que no debía preocuparse por
"ellos", decía que si no eran lo suficientemente responsables como para cuidar de su hijo, ella lo haría, aunque sus palabras exactas
fueron "Si esos hijos de perra no tienen tiempo suficiente como para dejar de pensar en ellos, que se jodan, y que lo hagan bien lejos.
Yo cuidaré de ti, te quiero, pero eso ya lo sabías, ¿Verdad?". Raúl tenía en la agenda de su teléfono móvil un número bajo el nombre
"Ellos" que era el de sus padres. Nunca había llamado, lo tenía solo para una posible emergencia, y nada más. La que de vez en
cuando hablaba con "ellos" era Laura, y generalmente por motivos de intendencia como el dinero.
Supuso que por eso le impactaba tener ahora una dirección donde poder ubicarlos, tenía una idea vaga de un chalé que se habían
comprado, pero nada más. Releía la dirección una y otra vez con enfermiza devoción, era como si algo hubiera hecho "clic" en su
cabeza, destapando un baúl que tenía cerrado desde hacía mucho tiempo. En el reloj pudo ver que eran las ocho y media pasadas.
Una idea loca apareció en su cabeza, tenía que hacerlo... Necesitaba hacerlo... Pero no solo. Giró el contacto y se puso en marcha.
Esperó dentro del coche hasta ver como una preciosa joven de melena castaña abandonaba su lugar de trabajo, con un rostro de
satisfacción por acabar una extensa jornada laboral. Abrió la puerta y se apoyó en el coche, viendo como ella se acercaba hasta él,
abstraída en sus pensamientos. Cuando estaban prácticamente a la misma altura, ella pareció reconocerle.
-¿Raúl? –Parecía sorprendida.-
-Hola, Estela. –La saludó con un ademán de cabeza.-
-¿Qué haces tú por aquí? –Miró a su alrededor.- ¿Me esperabas o es casualidad?
-Te esperaba. –Le parecía absurdo estar malgastando tiempo en hablar cuando lo único que quería era empezar a hacer kilómetros.-
-Oh... Bueno... ¿Querías algo? –No había resentimiento en su voz, sin embargo seguía igual de sorprendida que al verle.-
-¿Puedes acompañarme un momento? –Señaló al coche.-
-Pues la verdad, estoy muerta, no sé sí...
Bufó, agotado de tanta palabrería. Cogió a la chica de la muñeca y la condujo, con poca delicadeza hacia el lado del copiloto. Unos
instantes más tarde su querido cochecito surcaba con celeridad las calles de la ciudad.
-Ra... Raúl... –La chica se frotaba el sitio donde él la había agarrado.-
Él no contestó, intentaba ubicarse.
-Raúl... –Le temblaba ligeramente la voz, eso llamó la atención del chico de ojos verdes.- ¿Q-Qué me vas a hacer?
Intentó encontrarle significado a sus palabras, vio el pánico en los ojos marrones de la chica y miró a su alrededor. Por ese entonces
pasaban por zonas cada vez más despejadas, llenas de descampados y zonas sin edificaciones. Alzó las cejas, sorprendido, y
empezó a negar frenéticamente con la cabeza.
-No, no, no. –Se rió de forma nerviosa.- No te voy ha hacer nada, no te... Joder, ¿Cómo puedes pensar algo así de mi?
Considerando que la última vez que se habían visto la había empujado sobre un escaparate y que esa noche la estaba esperando
prácticamente en la puerta de su trabajo para hacerla subir a su coche de malas formas y llevarla a una zona solitaria...
Probablemente la chica pensara que tenía idea de violarla y matarla, o matarla y violarla, el orden era lo de menos.
-Venimos por aquí porque cerca hay una entrada directa a la autovía, o al menos eso creo, nunca la he usado. –Frunció el ceño de
nuevo.-
Estela no pareció muy convencida, pero se mostró aliviada al escuchar al joven.
-Estás raro. –Respiró profundamente, Raúl le seguía provocando esos sofocos íntimos que tanto le costaban disimular.- Espera,
¿Autovía? ¿Dónde me llevas?
-Necesito... –Tomó la entrada a la autovía que había estado buscando.- Te necesito.
-¿A mí?
-Tengo que ir a un sitio. –Las palabras le salían a la fuerza.- Y no debería ir solo.
Como la chica de melena castaña no dijo nada, él siguió hablando.
-No quiero ir solo. –Suspiró.- Y pensé en ti para acompañarme.
-...
Raúl advirtió por primera vez que Estela llevaba un elegante traje de ejecutiva, con esa faldita típica de series de abogados que a él le
gustaban por algún motivo inconcreto. Pensando en que tendría calor, encendió el aire acondicionado.
-Bueno... –Acabar en un coche y circulando por la autovía no era lo que la chica había preparado como plan para esa noche, en
cualquier otro caso estaría muerta de miedo y llorando, pero Raúl era el único hombre que había conocido del que sabía que solo
podía esperar cosas buenas. O al menos no demasiado malas.- Si me necesitas, está bien.
Le gustó decir esas palabras, la fresca brisa artificial del aire acondicionado terminó por reconfortarla. Odiaba tener que llevar esa ropa
cuando las calles se derretían por el calor que hacía, pero no tenía más remedio. Llevaba la chaqueta del traje bajo el brazo, la puso
en el asiento de atrás, con cuidado de no arrugarla demasiado, y pudo estirarse en el asiento.
-Ponte el cinturón. –Le dijo la chica, que advirtió que ninguno lo llevaba.-
-Gracias. –Él la hizo caso, advirtiendo de soslayo como la blusa blanca de la joven transparentaba ligeramente un sujetador del mismo
color, retiró la mirada cuando se vio cazado.-
-Aún no me has dicho adonde vamos. –Le urgió ella.-
Raúl le tendió el papel donde estaba la dirección y la señaló.
-¡Pero si son más de 500 kilómetros como poco! –Exclamó, atónita.- ¿Estás loco?
-Puede... –Exhaló, reflexionando sobre las posibilidades de que verdaderamente se hubiera vuelto loco.-
Estela estuvo un rato revolviéndose en el asiento, inquieta. Finalmente, sacó su móvil para mandar un mensaje, lo guardó y se quedó
quieta.
-Puedes poner algo de música si quieres. –Le autorizó él.-
-Bueno...
Raúl renegó de su ofrecimiento cuando la chica sintonizó "Kiss FM" y tuvo que soportar la retahíla de canciones antiguas que siempre
escuchaba. Recordó que a Claudia también le gustaba esa emisora, es más, era la número 3 de su lista de presintonías, las dos
primeras eran una emisora deportiva y otra de rock, más propias del coche de un chico. Pensar en eso le hizo relajarse y sonreír.
-Te has cortado el pelo. –Masculló él, advirtiéndolo por primera vez.-
-Sí... –Se atusó la melena, ligeramente más corta que de costumbre.- Es que me había crecido y con el calor es muy incómoda,
además, tener que cuidarla todos los días...
-Te queda bien.
Se mordió la lengua en el interior de la boca a modo de castigo por sus expresiones telegrafiadas, dignas de alguien que lleva sin
hablar con una persona civilizada durante mucho tiempo. Él se tenía por una persona locuaz, no podía seguir así.
-Gracias.
Estuvieron un rato escuchando simplemente el zumbido del aire acondicionado y las canciones de la radio, cuando Eric Clapton acabó
con su "Lyala", Estela se vio con ganas de querer hablar más.
-Y... ¿Qué tal está la pequeña? –No había reproche o resentimiento en su voz.-
-Genial. Es guapísima y además, muy lista, siempre consigue que Gaby la coja en brazos con sonreírla un par de veces, le encanta. –
Empezó a relatarle anécdotas de la pequeña, que la chica de castaña melena acogía con una sonrisa o un gesto enternecido.-
-Gaby es la hermana de tu... –Dudó.- De Claudia.
-Sí. –Supuso que ya habría hablado con alguien del grupo del tema, era algo normal.- Ella tiene una melena rubia larguísima, siempre
que la veo me entra calor, fíjate tú, te la has cortado un poco porque te molesta, pues imagínate ella.
-Es cosa de acostumbrarse...
-Yo no podría hacerlo. –Se imaginó peinándose él mismo una melena tan frondosa como la de Gaby y le entró la risa.- Menuda tortura.
-Yo como soy más práctica... –Volvió a colocarse su propia cabellera.- Voy a lo fácil.
-Me gustan las chicas prácticas. –Lo dijo sin malas intenciones ni dobles sentidos, pero, entendiendo que podía dar motivo a equívoco,
empezó a reírse de forma nerviosa otra vez.- Y... Eh... ¿Qué tal el trabajo?
Estela le relató sobre sus vivencias en la oficina, los inicios siempre eran complicados. Raúl se alegró de no tener que enfrentarse al
mundo laboral aún, aunque se sintió un poco culpable por su falta de responsabilidad. Otro día se enfrentaría al mundo real, este
estaba ocupado.
-Y con el trajecito este que da un calor de la leche, acabo el día agotada y con ganas de tirarme en la cama y no despertarme en una
semana.
Al chico no le habría importado estar con ella en esa cama, pero no lo dijo.
-Pues te queda muy bien, no te quejes. Cuando te he visto así, toda elegante, me he sorprendido.
-Lo dices como si yo no fuera elegante normalmente... –Le reprochó con una sonrisa.-
-Bueno... –Buscó una salida fácil para el asunto.- Tienes otras virtudes.
-¿Cómo por ejemplo?
-Eres generosa. –Asintió para dar fuerza a su idea.- No todas las personas se entregan a un viaje de 1.000 kilómetros solo porque
alguien se lo pida.
-Visto así... –Miró por la ventanilla.- Supongo que muy normal no seré.
-¿Mañana tienes que trabajar? –Empezó a pensar que quizás la podía meter en un problema.-
-Sí. –Exhaló una gran cantidad de aire, apesadumbrada.- Pero no te preocupes, me debían un par de días libres y le he mandado un
mensaje al jefe diciendo que me lo cojo. No te sientas mal, de todas maneras estaba a punto de llegar a límite, ¿No se me nota en la
cara? Debo estar fatal...
Raúl se giró y la miró a los ojos. Si estaba cansada, no se notaba. Seguía teniendo el mismo rostro con labios carnosos y ojos
marrones que inspiraban necesidad o deseo según la situación.
-Yo te veo igual que siempre. –Carraspeó un poco.- No te voy a descubrir ahora un misterio recordándote lo guapa que eres...
Empezó a mover las piernas encima de los pedales, nervioso. Había querido tener una conversación calmada y sincera con Estela
desde hacía mucho tiempo, finalmente estaba teniéndola, y eso le hacía feliz, pero también le llenaba de incertidumbre por hacer algo
fuera de lugar o meter la pata.
Los kilómetros se deslizaban bajo las ruedas del coche. Estuvieron un gran periodo sin hablar, tanto que, al girarse Raúl a observar a
la chica que le acompañaba, la descubrió dormida.
-"Pues si que estaba cansada..." –Pensó él, conmovido.-
Capítulo LXXXVI
Raúl siempre había sido débil ante el traqueteo adormilante de coches y trenes, en condiciones normales, siendo él el pasajero, solía
acabar dormido en pocos minutos. Ya era noche cerrada y habían transcurrido unas dos horas y media desde que iniciaran su
atropellado viaje. Le sorprendió que nadie le llamara para preguntar por él, supuso que Claudia pensaría que estaba en casa de su
hermana, o quizás de alguna de sus "amigas". Cuando volviera le aclararía que no estaba en la casa de ninguna de ellas.
Aunque aún se pensaba si omitir el dato de que se la había llevado con él.
Estela dormitaba con la boca ligeramente abierta, apoyando la cabecita en el cristal. El cinturón oprimía uno de sus pechos, cosa que
Raúl advirtió. Por otra parte, la chica se había subido la falda varios centímetros, para su propia comodidad, y dejaba a entrever un
buen trecho de las piernas y los muslos.
Raúl miraba a Estela y a la carretera a partes iguales, escudado en que apenas si había algún coche cerca y todo era una
interminable sucesión de asfalto. De todas maneras, no se iba a tomar la libertad de tener un accidente llevando a Estela de copiloto.
Volvió a mirarle los senos, ni muy grandes ni muy pequeños, medianos. Raúl pensó que eran justo del tamaño para que pudiera
cogerlos con sus manos y apretarlos. Ya la había visto desnuda, incluso había compartido cama con ella. Tenía ante sus ojos la
imagen nítida de su cuerpo desnudo, que se sobreponía sobre la de la Estela dormida en el asiento de su coche.
En esas estaba, desnudando a Estela con la mirada, cuando advirtió que debía poner gasolina. Estuvo atento a los carteles y
comprobó que había una estación de servicio cerca. Al parar, las luces blanquinosas y potentes de la gasolinera perturbaron el sueño
de Estela, que se despertó poco a poco. A Raúl le pareció una imagen tan tierna que tuvo ganas de comérsela ahí mismo.
-Me he quedado dormida... –Murmuró, conteniendo un bostezo.-
-Menudo copiloto me he echado... –Se quejó él, divertido.- Va y se queda dormido nada más empezar...
-Es lo que pasa por imponer el cargo. –Respondió la mujer, provocando que Raúl levantara las palmas de las manos al cielo en signo
de paz.- ¿Vas a poner gasolina?
-Sí. –Aparte de la gasolinera había un restaurante, cerrado a esas horas, y una zona de descanso.- Me sabe mal hacerte dormir así,
incómoda. Quizás en la próxima gasolinera hay también un hotel o algo.
-¡Qué dices! –Ella negó con la cabeza.- Esto no está tan mal, en peores sitios he dormido.
Se rió ella sola, él prefirió no pensar a qué se refería con esa reseña.
-Y además, en los hoteles te cobran una pasta por nada. –Negó con la cabeza.- Aunque mejor cambiamos de posiciones, que pareces
estar a punto de caer frito.
-Encima que te obligo a venir, no te puedo poner a conducir. –Protestó él, intentando hacerse el despierto y espabilado abriendo
exageradamente los ojos.-
-Prefiero conducir unas horas a despertarme en una ambulancia. –Y sus palabras fueron tajantes, sonaron a sentencia.-
Raúl salió y se dirigió a la ventanilla donde el mozo de la gasolinera les había estado observando durante la charla, pagó por el
carísimo combustible, afortunadamente tenía la tarjeta que Laura le había dado tiempo atrás, y activó el surtidor. Le encantaba el olor
de la gasolina, al igual que el del césped mojado, eran fragancias que no se cansaba de percibir.
Estela aprovechó para salir y estirarse un poco. Raúl advirtió que el trasero se le marcaba en la falda y sonrió. La chica tenía una
buena figura. Al abandonar el coche debió advertir que tenía hambre, pues se encaminó a la tienda de la gasolinera, que parecía un
supermercado en miniatura, un sitio curioso donde se podían comprar desde sanguiches recién hechos a condones de colores, y
realizó una pequeña compra.
-Vamos a aparcar un rato en la zona de descanso y comemos, estoy muerta de hambre.
Pese a que solo iban a recorrer unos pocos metros, la chica se adueñó del volante y ocupó el puesto del piloto. Raúl percibió que el
asiento del copiloto desprendía un suave olor al perfume de Estela, aunque pronto desapareció, sustituido por el de la comida.
Degustaron unos cuantos sanguiches, sorprendentemente buenos, así como unos refrescos y algo de chocolate, que la chica devoró
con sumo placer.
Mientras Estela terminaba de ingerir un "Mars" que la provocó un pequeño orgasmo en el paladar, Raúl se quedó dormido. Ella le
observó con detenimiento. Seguía teniendo el mismo rostro que ese chico del instituto que siempre llamó su atención por hacerse el
distraído y enterarse de todo. Los hombros se le marcaban menos, probablemente por haber dejado la piscina, pero a la chica le
gustaba más así.
Se había sorprendido mucho al encontrárselo fuera del trabajo, incluso llegó a asustarse cuando la obligó a entrar en el coche, pero
ahora estaba tímidamente feliz. Estaban corriendo una pequeña aventura, y Raúl había dicho "Te necesito", no podía fallarle.
Suspiró mientras recogía los restos de su improvisada cena, incluido el "Kit kat" que Raúl tenía en la mano sin tocar. Estuvo tentada de
girar la llave del contacto, pero se vio incapaz. No le hubiera gustado despertar al chico que ahora dormía placidamente, ni aunque
estuvieran huyendo de la mismísima muerte. Tras reclinar un poco sus asientos, cerró los seguros de las puertas y bajó un dedo las
ventanas, permitiendo que el aire de la noche penetrara en el coche.
De haber sabido que acabaría en un viaje tan largo, se habría puesto ropa más apropiada, la falda la incomodaba a la hora de
sentarse y la hacía sentir prisionera. Estuvo observando a Raúl dormir durante un buen rato, pensando en esa noche en la cual habían
compartido cama. Apretó los muslos y se agitó en su asiento, apartando malos pensamientos. Un rato después cerró los ojos también.
Cuando Raúl se despertó el Sol ya clareaba en el cielo. Se sorprendió al estar con el asiento reclinado y el cinturón puesto. Estela
conducía mientras tarareaba rítmicamente los acordes de una canción de Michael Jackson que sonaba a bajo volumen.
-¿Ya estás despierto, Bella Durmiente? –Lo saludó ella.-
-Do-... –Bostezó mientras situaba bien el asiento.- ¿Dónde estamos?
-Nos quedan unos 50 kilómetros. –Informó ella.- O eso decía el último cartel que vi. No he estado conduciendo toda la noche, te dejé
dormir un rato en la estación de servicio y acabé por dormirme yo, espero que no tuvieras prisa.
-No te preocupes. –Bostezó de nuevo y vio el cartel que informaba de una nueva estación de servicio en un par de kilómetros.- Te
invito a desayunar, ¿Quieres?
-¿Con tostadas y zumo de naranja? –Rió ella, que parecía animadísima.-
-Faltaría más. –Bajó su ventana para espabilarse con el aire.-
Pararon en la cafetería y pidieron tostadas con zumo de naranja después de refrescarse en los aseos. Raúl se quedó sorprendido
cuando Estela le untó de mantequilla y mermelada sus tostadas, en un gesto afectuoso que no le pasó inadvertido. Cuando la miró,
extrañado, esta alzó los hombros.
-Perdón, es la costumbre. –Se excusó.-
-Ya veo... –Tuvo ganas de preguntarle a quién solía untarle las tostadas, pero el hambre podía más que su curiosidad.-
Raúl condujo en los últimos kilómetros, mientras charlaban animosamente. Llegados a su localidad de destino, les costó encontrar la
dirección exacta. Finalmente, Estela se vio obligada a preguntarle a un vecino, dado que Raúl insistía en que podía encontrar las
señas él solo.
Cuando llegaron al número en cuestión, se encontraron ante la puerta negra de un gran chalé. Estela silbó, sorprendida, Raúl se lo
esperaba, a sus padres les gustaban las casas con grandes parcelas donde poder hacer vida social. Estuvo nervioso durante un buen
rato, pensando en qué hacer a continuación. La chica ya había deducido las intenciones del viaje, desde el primer momento, nada más
ver la dirección a la que se dirigían bajo un nombre cuyo primer apellido coincidía con el de su amigo, también conocía su particular
historia personal, y eso la hacía mostrarse igual o más inquieta que el propio chico.
-Espera, colócate un poco la ropa...
Le sacudió la ropa, intentando camuflar las arrugas de haberla llevado puesta al dormir. Incluso le atusó el pelo. Raúl, que consideraba
eso embarazoso, le dijo que él solo podía.
Se acercó al portero automático, equipado con camarita, y llamó. No respondió nadie. Llamó otra vez y tampoco hubo respuesta. A la
tercera vez, le respondió el ladrido de un perro desde la lejanía.
-No hay nadie. –Murmuró Estela.-
-Habrán salido a desayunar. –Recordó que a su madre le gustaba desayunar fuera, dado que por las mañanas le desagradaba tener
que ponerse a trastear en la cocina.-
-Bueno... Habrá que esperar. –La chica no albergaba la esperanza de que hubieran hecho un viaje tan largo solo para ver una puerta.-
-Sí... –Raúl empezó a bordear el muro de la propiedad.- Esperaremos dentro.
-¡Eh! ¡Raúl! –Pero este no la escuchó y se encaramó a la parte más baja del muro, cubierta en sus huecos con cáñamo para que no
se viera desde fuera lo que hacían dentro, y saltó al otro lado.- ¡Raúl!
Un par de minutos después, la puerta corrediza por la debían entrar los coches se abrió un trecho y Estela, con el corazón en un puño,
vio a Raúl que la invitaba a entrar.
-Se puede abrir desde dentro. –Dijo él, como si fuera fascinante.-
-¡Pero estás loco! ¿Tú te crees que estas casas tan grandes no tienen alarma o algo? ¿Y si viene la policía qué?
-Si viene los saludaremos amablemente. –Exclamó él, intentando parecer seguro.- A fin de cuentas, ¡Estoy entrando en la casa de mis
padres!
Lo último lo dijo casi a voz en grito, convenciéndose de ello. Estela quiso reprocharle su actitud, pero finalmente entró y Raúl cerró la
puerta tras ella. La chica vislumbró una gran parcela, repleta de acotaciones del terreno en las que vivían docenas de flores coloridas.
Había un camino de losas de piedra sobre el césped que conducía a la puerta principal de la casa y, también, a un espacioso patio
embaldosado que disponía de una barbacoa de obra y una mesa de piedra con sus respectivos bancos.
-Es muy bonita. –Murmuró la chica, pensando que debía decir algo.-
-Tienen montado un buen merendero. –Respondió él, con acritud, notando como cada vez estaba más nervioso.-
Todo estaba limpio y ordenado, el césped bien cortado y las flores en su sitio. Pese a que el día era tan gris como el anterior y el
ambiente era fresco, pudieron sentir la atmósfera agradable que emitía la casa, de dos plantas, construida más a lo ancho que a lo
alto. Se acercaron al patio embaldosado con el fin de esperar en los bancos de piedra, cuando lo hacían, una sombra blanca apareció
de una de las esquinas de la casa que daba a la parte de atrás y se lanzó hacia las piernas de Raúl, que cayó derribado hacia el
césped, golpeándose en el trasero. Estela emitió un gritito sorprendido.
-¡Pirata! ¡Eres tú!
El magnífico perro de caza que le lamía el rostro con su áspera lengua parecía haber reconocido a su dueño primigenio y le había
mostrado su alegría lanzándose sobre él. Mientras que le borraba las mejillas con la lengua y le dejaba todo babeado, movía su cola
de un lado a otro, dando auténticos latigazos.
-¿Es tu perro? –Preguntó Estela, inquieta, apartándose ligeramente de la fiera.-
-¡Sí! ¡Es Pirata! –Abrazo al animal, que empezó a ladrar frenético.- Mira, aún tiene la mancha negra en el ojo, pensaba que se le
quitaría al crecer, pero no. ¡Es Pirata!
-Que bonito reencuentro. –La joven tosió para contener la risa mientras observaba con fatiga como el perro seguía intentando lamer a
su antiguo dueño.-
-La última vez que le vi era un cachorro. –Raúl estaba emocionado.- Le hacíamos dormir en la bañera con un reloj para que no llorara
por las noches.
-¿Con un reloj?
-Para imitar el corazón de su madre, eso los relaja. –Le acarició tras las orejas y el perro se volvió loco de nuevo.- Y míralo ahora, ¡Si
parece un caballo!
-Ra... –Estela empezó a tartamudear mientras miraba hacia un punto determinado.- Raúl... ¿Ese también... Es tu perro?
Siguió la mirada de la chica y observó lo que había asustado a Estela. Eso no era un perro, era una pantera. Un potente Dogo
Argentino les observaba con sus ojos amarillentos y salvajes, al tiempo que enseñaba los colmillos, gruñendo. El perro era
descomunal, un ejemplar de aspecto tan peligroso que Raúl dedujo que ese era el motivo de que no hubiera mayores alarmas en la
propiedad.
-Parece que a mi padre le siguen gustando los perros de caza... –Farfulló, intentando parecer calmado.-
El perro les observaba desde la distancia, en un momento dado se tumbó, pero sin quitarles los ojos de encima. Raúl supuso que se
debía a que Pirata les había autorizado la entrada. Haberle salvado de ser perseguido, y probablemente mordido, por una bestia como
esa, no hizo más que aumentar su alegría de haber encontrado a su querido perro.
Estela se sentó en uno de los bancos de piedra, sin quitarle la vista de encima al perro de ojos amarillos, que también parecía mirarla
con especial ferocidad a ella. Raúl, como si fuera un niño, corría por el césped haciendo carreras con Pirata, cogió uno de los
adoquines que había en las raíces de un árbol y lo tiró, el perro fue a recogerlo y se lo trajo.
-¡Mira Estela! ¡Lo ha traído! ¡Qué listo es!
-Sí, sí, muy listo... –La chica se divertía viéndoles correr arriba y abajo, pero seguía vigilando al otro can.- Por cierto, te estás poniendo
tibio...
Raúl detuvo su carrera para observarse. Tenía los pantalones totalmente sucios, aparte de las marcas verdes del césped que se le
dibujaban en las rodillas y el trasero, tenía pisadas de Pirata, que le llegaban hasta la camiseta.
-Ya no puedo hacer nada. –Y siguió a lo suyo.-
El tiempo pasaba y nadie aparecía. Raúl terminó agotado de tanto correr y se dejó caer en el banco, al lado de Estela. Pirata le siguió
y se tendió boca arriba, deseando que le acariciaran más.
-¿No te gustan los perros? –Preguntó el chico.-
-Me gustan los perros... –Miró al depredador de ojos amarillos, que seguía clavado en el mismo sitio.- Los perros pequeños.
-Pero si no tienen gracia...
-Yo prefiero un Yorkshire y correr el riesgo de que se coma mis zapatos, a uno de estos y correr el riesgo de que me coma una pierna.
-Con lo cariñoso que es... –Se inclinó para seguir acariciando a Pirata.- Creo que le gustas.
-Me siento halagada. –Rió ella.-
-A mí también me gustas. –Aventuró él, sin mirarla, fingiendo no haber dicho nada del otro mundo.-
No recibió una respuesta porque escucharon un coche estacionarse al otro lado de la puerta metálica. Raúl se puso repentinamente
en tensión. Estela se puso la chaqueta del traje y sacó de uno de los bolsillos un pañuelo.
-Límpiate el sudor al menos. –Le urgió.-
El chico se sacudió la ropa con premura. No se abrió la puerta grande, pero sí la pequeña, por donde entraron dos personas. El
enorme perro argentino llevaba ladrando un rato, con un potente ladrido capaz de escucharse a varios kilómetros a la redonda, como
poco.
Raúl se quedó estático por completo, tanto que llegó a pensar que si no respiraba podría mimetizarse en el banco de piedra. Estela
observó a los recién llegados. La luz del día le permitía verlos bien. El hombre y la mujer, vestidos de forma elegante y clásica,
siguieron el caminito de piedra sin mirar hacia el patio embaldosado. Estela advirtió con claridad que Raúl había heredado los ojos
verdes de su padre, que tenía un rostro duro y reflexivo. Le recordaba a un actor de cine cuyo nombre no podía recordar en ese
momento, si el hijo maduraba igual de bien que el padre, estaba claro que sería tan atractivo y rompecorazones de mayor que como
era en su juventud. La madre tenía un rostro más suave y agradable, sin duda, Raúl era una mezcla perfecta, el trabajo de los genes le
habían dado los ojos de su padre y las facciones suaves de la madre. Ambos eran morenos, aunque el pelo de él empezaba a canear,
pero incluso con canas seguía resultado un madurito atractivo.
No fue hasta que estuvieron a pocos metros, justo en la bifurcación del camino de losas de piedra, que se dieron cuenta de que había
alguien observándoles. Se hizo el silencio. Los dos miraron a Raúl sorprendidos, su madre se tapó la boca ligeramente, Estela supuso
que la teatralidad también la había heredado de ella.
-Hola, papá, hola, mamá. –Saludó Raúl con una voz que Estela no le había escuchado jamás.- Me alegro de volver a veros.
El joven comenzó a hablar, cuidando sus palabras, de un poco de todo. De lo que hacía, de lo que no hacía, del tiempo... Estela
advirtió que ocultaba una mano tras la espalda, mano que se le crispaba continuamente fruto del nerviosismo. Quiso dar un paso y
abrazarle para apoyarle, pero siguió clavada en el sitio, como todos los demás, incluso los perros parecían observar la escena.
-He llevado una buena vida, gracias. –Murmuró, mientras oscilaba del rostro de uno a otro.- Laura está bien, en el trabajo le va genial,
incluso le dieron un premio importante hace poco, tuvo que ir a Suiza a que le dieran una placa, se puso muy contenta...
La mano que se le crispaba penetró en uno de sus bolsillos y forcejeó con la cartera hasta lograr sacar una pequeña foto de uno de
los recovecos de la misma.
-No sé si lo sabréis, pero tengo una hija, es decir, tenéis una nieta. –Les tendió la foto por si querían verla o cogerla.- Se llama Eva, es
la de la foto, la mujer es Claudia, su madre, es maravillosa. Las dos son maravillosas.
Como ninguno hizo el gesto de coger la foto, Raúl la dejó encima de la mesa de piedra. Se giró hacia su padre.
-Gracias por el coche. Me encanta el modelo, va muy bien...
Estela advirtió que su amigo buscaba temas de donde fueran posible para seguir hablando, temía que si dejaba de hacerlo, se
derrumbara. Carraspeó para hacerse notar.
-¡Oh, sí! –Se giró hacia la mujer.- Esta es Estela, mi...
Dudó durante dos segundos que parecieron dos años.
-Mi amiga.
Los padres de Raúl realizaron el primer movimiento desde que habían visto a su hijo, giraron ligeramente para ver a Estela, que dio un
respingo.
-Encantada. –Susurró ella, con una ligera inclinación de cabeza.-
-Me ha acompañado en el viaje, es muy buena persona... –Le dedicó una sonrisa a la joven castaña.- Y bueno...
Era difícil mantener un monólogo durante mucho tiempo sin parecer un lunático, así que se decidió a concluir.
-Solo eso. –Le lanzó a Estela un gesto de cabeza para indicarla que se iban.- Un placer.
Caminaron con normalidad por el caminito de piedras, rumbo a la entrada. A mitad del recorrido, Raúl se detuvo.
-¡Ah, y gracias por cuidar a Pirata!
Salieron de la propiedad, esta vez por la puerta, y el silencio que quedó a sus espaldas lo rompió el propio perro, que ladró
lastimeramente al darse cuenta de que su amo se volvía a marchar. Raúl penetró en su coche, Estela le siguió.
Tras alejarse unos kilómetros de la zona, la mujer rompió el silencio y le pidió que la dejara conducir. Él al principio se negó, pero luego
comprendió que conducir con los ojos anegados en lágrimas era muy complicado. Mientras cambiaban de puestos seguía dándole
vueltas a la cabeza a una idea que nunca había acabado de entender, por mucho que su hermana Laura hubiera intentado
explicársela muchas veces. ¿Cómo podían dos personas quererse tanto entre ellas que no admitan en su mundo a nadie más, ni
siquiera a sus propios hijos?
El aire fresco que entraba por la ventanilla le ayudó a despejarse, pero su duda quedó ahí, sin respuesta, puesto que no la tenía.
Capítulo LXXXVII
-Qué imagen tan lamentable... –Murmuró Raúl, pasado un rato.-
-¿Por qué lo dices? –Preguntó ella, conciliadora.-
-Me he puesto a llorar delante de una chica. –Se quejó él, haciendo un gesto de desagrado.- Para variar...
-¿Y qué pasa con eso?
-Pues que no se hace. –La conductora le dirigió una mirada sarcástica.-
-No sé si se hace o no. –Respondió ella.- Pero tengo mejor imagen de una persona que llora cuando no puede aguantarla más que de
otra que cree que pareciendo un soldado mantendrá las apariencias. Las personas sienten, sean hombres o mujeres.
-Supongo.
-Cabezón... –Le acarició el muslo con la mano que usaba para el cambio de marcha.- Oye, ya es tarde, qué te parece si empezamos a
buscar un restaurante en el que comer, por descontado, invitas tú.
-Mi hermana, querrás decir. –Palpó su cartera, donde iba la tarjeta.- Seguro que cuando se entere de lo que he hecho no se lo cree.
-Tampoco ha sido nada malo...
-Melodramático, eso sí. –Suspiró.- Ni me han hablado.
-Les habrás sorprendido. –A Estela no le gustaba el papel de abogado del diablo, pero sabía que debía decirlo.- A mí me hubiera
sorprendido la situación...
-Siempre me gustaron las entradas espectaculares. –Rió él, buscando disipar esa nube de su mente, como si hubiera ocurrido hacía
mucho tiempo.- Ya sabes, si no dejas huella, no mereces la pena.
-Parece el lema de un anuncio de todo terrenos. –Le guiñó el ojo.-
-Oye, Estela... –La observó penetrantemente con sus ojos verdes.- Para un momento.
-¿Para qué?
Ni bien se hubo detenido el coche cuando Raúl se incorporó y besó a la mujer. Esta le recibió sorprendida, pero pronto sus defensas
sucumbieron y le dio acceso a su boca. El chico la besaba anhelante, estaba sediento y ella tenía una fuente en los labios, quería
beber, beber y no hacer nada más que beber. Y eso hubiera hecho de no ser porque la chica se lo quitó de encima, con gesto de
fastidio.
Mientras se colocaba de nuevo en su asiento se sintió turbado, quizás había metido la pata, ahora que todo parecía ir bien. La chica le
miró y bufó.
-Mira, Raúl, tengo que decírtelo... –Frunció el ceño, como si le costara hablar.- Apestas a perro, no, aún peor, sabes a perro.
Él se quedó completamente descolocado.
-Abstente de besarme o acercarte demasiado a mí hasta que te hayas dado una buena ducha. –Estalló en un concierto de carcajadas,
tantas que tuvo que apoyarse en el volante para conseguir algo de resuello.-
Ciertamente, Raúl había tenido días más limpios, aparte del hecho de dormir en el coche, sus juegos con Pirata le habían perfumado
de una forma salvaje y canina.
-No sé si reírme o llorar. –Comentó él, ligeramente avergonzado.-
-Hemos pasado un río al venir, puedes tirarte.
-No me tientes...
Comieron muy bien en un restaurante de la zona. Como no querían encadenarse al coche aún, aprovecharon las horas para pasear y
conocer el lugar. Había un contraste muy notable entre la costa y ese paisaje de interior, más que nada, el verde. Mientras que en la
costa para encontrar algo verde había que mirar a las palmeras o a los chicles de menta pegados en el paseo marítimo, ahí había
árboles y plantas que crecían de forma natural aquí y allá.
Hablaron mucho, en un momento dado, cuando se les acabaron las cosas que decir, las repitieron. Recordaron anécdotas y vivencias,
historias del instituto, chistes e incluso canciones.
-No me dirás que el día que te enganchaste la falda del uniforme en el pupitre para que se te viera todo por delante no lo hiciste
aposta. –Decía él.-
-Calla, calla, no sé por qué te acuerdas de eso. –Pareció abochornada.- Es que me molestaba que el profesor de mates me mirara
siempre con esa cara de baboso, así que se lo puse fácil para ver si captaba el mensaje...
-Pues creo que lo captó, sí, vamos, que la tiza se le cayó al menos diez o doce veces.
-Pecados de juventud...
-Llevabas unas braguitas negras preciosas. –Recordó él de pronto.-
-Por favor, no me digas que hasta del color te acuerdas... –Se tapó la cara con las manos, azorada.-
-Es que son cosas que no se olvidan.
-Seguro que el resto de la clase no se acuerda, solo tú, para fastidiarme.
-Será que tengo una fijación especial por ti. –Alegó, socarrón.- A lo mejor me gustas y todo.
-Como si hubiera alguien a quien no pudiera gustarle. –Ella le toreó y le dio de su propia medicina.-
Mientras iban de un sitio a otro el día pasó, fue sorprendente, dado que suponía que llevaban hablando horas y horas sin advertir ni
cansancio ni aburrimiento. El Sol empezaba a bajar cuando subieron de nuevo en el coche y retomaron el camino. Raúl condujo
durante un largo periodo en el que la cuerda para hablar pareció habérseles agotado y solo intercambiaron un par de palabras.
Cuando divisó el cartel que le anunciaba que llegaría a su ciudad en treinta y pocos kilómetros se mostró horrorizado. El viaje se le
había pasado volando, y él no quería que terminara, de ninguno de los modos. Pese a no decir o hacer nada, el hecho de tener a
Estela a su lado creaba un efecto balsámico para él, como si el aire fuera más puro y el tiempo inestimable.
Empezó a pensar en modos de alargar el viaje, no le habría importado seguir un poco más hacia el Sur, coger el ferry y acabar en
Marruecos, si así conseguía unas horas más que poder disfrutar con la chica de melena castaña.
-Oye... –Dijo él de pronto, habiendo encontrado la respuesta en un cartel.-
-Dime.
-Debes estar cansada, y yo también lo estoy. –Se mordió la cara interior de la mejilla, nervioso.- Hay... Hay un hotel aquí cerca.
Podríamos pasar la noche y hacer mañana por la mañana los últimos kilómetros, descansados.
Había tirado la caña al río y esperaba que el pez picara. Tener que poner toda la carne en el asador no le era fácil, pero, de una forma
u otra, no habría soportado la idea de despedir a Estela al llegar a su portal, sin más. Se empezó a comer la cabeza pensando en si
había resultado demasiado poco elegante, o acaso Estela pensara en él de otro modo.
-Bueno... –Fue la respuesta de esta, que pareció tímida de repente. Se había tomado su tiempo en decirlo, como si le costara mucho
tomar la decisión o tuviera otros temas en mente.-
Raúl estuvo a punto de apretar el acelerador al máximo, se sentía pletórico. La expectativa de lo que le aguardaba le hizo empezar a
salivar como si tuviera un filete jugoso frente a sus ojos. Al parar en el hotel le volvieron los nervios. Parecía más una escena de
película que de la vida real, era la primera vez que entraba en un hotel sin que su hermana estuviera al frente de la comitiva. El hotel
no estaba mal, según decía su cartel, era de tres estrellas. La recepción era más bien pequeña, pero parecía elegante.
-Buenas noches. –Murmuró Raúl, cortadísimo.- Quería una habitación doble, solo para esta noche.
-Habitación doble. –Repitió el recepcionista, lanzándoles una mirada penetrante.- Claro.
Tecleó un par de cosas en el ordenador y le pidió a Raúl los datos necesarios para la facturación, el chico llegó a pensar que le
pedirían un estudio genético aparte de tanto dato, más que una habitación parecía estar pidiendo una hipoteca. Finalmente consiguió
la tarjeta. Había un tipo sentado a unos metros, a todas luces el botones, que ni se les acercó al ver que no llevaban equipaje.
-Que pasen buena noche. –Les despidió el recepcionista con un tono falso.-
Cuando llegaron al ascensor el recepcionista llamó a Estela con un gesto, esta se acercó con curiosidad. Desde la puerta del ascensor
Raúl observó como el gesto de la mujer pasaba de la sorpresa a la vergüenza, y de la vergüenza al enfado. El chico se acercó a los
dos cuando vio que su amiga apretaba los labios y asentía. Parecía echar llamas por los ojos.
-¿Ocurre algo? –Preguntó él, preocupado.-
-No señor, no pasa na-...
-¿Qué si ocurre algo? ¡Qué si ocurre algo! –El rostro de la chica se tornaba colorado por momentos, tal era su furia contenida.- No,
nada, solo que este buen hombre me ha comunicado que si quiero trabajar en este hotel, tendré que darle la mitad de lo que gane.
-¿Trabajar? –Raúl parpadeó, descolocado.-
-Sí, trabajar. –Sus ojos volvieron a llamear.- ¡Este gilipollas cree que soy una puta!
El botones, que había puesto la oreja para ver de qué hablaban, empezó a reírse a carcajadas. La primera reacción de Raúl fue
también la de sonreír, pero solo durante 0.02 milésimas. Captó en los ojos coléricos de Estela que se sentía profundamente herida.
-Pero como... –Empezó a enfadarse de verdad.- ¡Esto es lo que me faltaba!
Encaró al recepcionista y no le echó las manos al cuello porque le separaba el mostrador.
-¡Cómo se atreve a insultar a mi novia llamándola puta! –Entre que el botones seguía riéndose y él usaba frases que podrían haber
sido sacadas de una película de los 70, la escena empezó a tener tintes rocambolescos.- ¡Quiero el libro de reclamaciones! No, mejor,
quiero ver a tu jefe, ¿Dónde está el encargado de este hotel? ¡Me da igual que tengas que despertarlo!
Un hombre salió de una puerta y observó la escena. Por la puerta entreabierta Raúl pudo ver que esta daba a la cafetería anexa al
hotel, para mayor comodidad de los clientes que quisieran tomar una copa sin salir a la calle.
-P-perdón, ha debido ser un error. –El recepcionista miraba al cliente e intentaba adoptar una pose decorosa.- Es que al verlos entrar
sin equipaje y sin...
-¡Me trae sin cuidado! –Golpeó en el mostrador con el puño.- Le he pedido el libro de reclamaciones y hablar con el encargado, ¿Es
que tengo que repetírselo?
-Pero señor... –A todas luces, al recepcionista le fastidiaba tener que llamarle señor, pero era una regla del hotel, por muy jóvenes que
fueran los clientes.-
-¡Señor nada!
El cliente que observaba la escena negó con la mirada y miró con desaprobación al recepcionista.
-Bien, está bien. Reconozco mi error y le pido excusas a la señorita. –Hizo una leve inclinación de cabeza.- Y como compensación, el
hotel corre con los gastos de todas las consumiciones del minibar de su habitación que hagan durante su estancia.
-¿Y te crees que eso va a servir para...?
-Ya vale, Raúl, déjalo. –Estela le cogió del brazo y lo condujo al ascensor.- Vamos ya a la habitación, no quiero seguir viendo a este
imbécil.
Lo última escena que vieron antes de que se cerraran las puertas metálicas fue la del recepcionista mandando callar al botones de
malas formas, lo que ocasionó de nuevo un asentimiento de pesar del cliente que les miraba.
-Menudo idiota. –Bufó Raúl, ella no dijo nada.-
Al menos la habitación era bonita y todo parecía bien cuidado. Lo primero que hizo el chico nada más entrar fue buscar el minibar y
empezar a saquearlo.
-Me da igual que coja una borrachera o una indigestión. –Hizo acopió de botellas de esas pequeñitas que hay en los hoteles.- Pero voy
a tomarme todo lo que pueda, con suerte se lo descontarán del sueldo...
Estela se había sentado en la cama, taciturna. Él abandonó su proyecto de saqueo y se sentó a su lado.
-Venga, no le des importancia, es solo ese idiota que...
Cuando la chica levantó la mirada, Raúl se sintió profundamente desgraciado al ver que lloraba.
-No es su culpa. –Sollozó.- Siempre pasa igual. No importa cómo me vista o como me comporte, ¡Parece que tengo la palabra escrita
en la cara!
Abochornada, se cubrió el rostro con las manos, un gesto muy suyo. Él le pasó el brazo por encima de los hombros y la atrajo hacia sí,
intentando consolarla.
-Siempre... En el instituto... En la calle... Dios, si hasta un compañero de trabajo no deja de acosarme... –Pateó el suelo con furia.-
-Eh, eh... –Raúl la obligó a mirarle.- ¿Y estás llorando por ellos? ¿Por esos idiotas? ¿Por esas envidiosas? ¡No merece la pena!
-Pero...
-Pero nada. –La miró con toda la profundidad que sus ojos le permitieron.- Lo que veo cuando te miro no es más que a...
-Ya, Raúl, ya. –Ella le cerró la boca impidiéndole terminar.- Mejor ve a ducharte o tendré que hacer de tripas corazón y besarte aunque
huelas a perro.
-Eso es lo que se llama dejarme con la palabra en la boca. –Bajó los hombros, decepcionado.- Pero estoy de acuerdo, mejor eliminar
el perfume de perro cuanto antes.
Al incorporarse vio, a través de la puerta de la neverita, entreabierta, algo que podría terminar de alegrar a Estela. Había un montón de
chocolatinas de todo tipo, en versiones mini, incluidos media docena de "Mars". Las cogió y las depositó en el regazo de la chica.
-Tienes mi permiso para endulzar tus labios hasta que vuelva. –Dijo él, socarrón.- No me eches de menos.
-Menos lobos... –Rió ella, limpiándose la última lágrima.-
En el baño, Raúl resopló. La situación había estado a punto de hundirse pero finalmente terminaba por reconducirse a un punto más
agradable. Se desnudó rápidamente y se duchó con mayor celeridad. El agua caliente le hizo sonreír y hacer gárgaras, estaba
nervioso por lo que iba a ocurrir, incluso empezaba a excitarse solo de pensarlo.
Abandonó el baño entre una nube de vapor. Llevaba uno de esos albornoces característicos de los hoteles, cuyo hurto era también
deporte típico, lamentó no haber traído una maleta donde ocultarlo. Se secó el pelo con fuerza, buscando eliminar el último rastro
posible de humedad.
Cuando salió observó que la chica se desnudaba, estaba desabotonando su blusa en ese preciso momento. Verla con esa ropa interior
blanca y desnudarse le hizo soltar la toalla y lanzarse directamente a por ella. La besó, y esta vez ella disfrutó con los mismos,
eliminado el toque canino, y la empujó hacia la cama. Cuando por fin había aprisionado la lengua de la chica con la suya propia, esta
se lo quitó de encima, como hubiera hecho en el coche tiempo atrás.
-¿Y ahora qué? –Preguntó él, desesperado.-
-Dame... –Se limpió la comisura de los labios.- Dame un minuto, una ducha rápida y estoy aquí.
-Pero si a mi no me importa. –Quiso abrazarla de nuevo pero ella se resistió.-
-Porque eres un chico. –Negó con la cabeza y le miró, Raúl observó que ella estaba tan anhelante como él.- Solo un minuto, te lo
prometo...
-Venga... –Concedió, dejándose caer en el lecho.- Pero solo un minuto... Y nada de jugar tú sola con la alcachofa de la ducha... O al
menos déjame mirar mientras lo haces...
-Eres incorregible... –Se rió ella, mientras entraba presurosa al baño.-
Abrió la cama, quitó la colcha y se zambulló en las sábanas. Le encantaba el olor a suavizante que tenían las sábanas de los hoteles.
El minuto se le hizo eterno y empezó a impacientarse.
-"Menuda tontería..." –Pensaba, necesitado de tenerla ya entre sus brazos, y sus piernas.- "Para qué ducharse ahora si va a sudar
después..."
Raúl se dedicó a esquilmar el minibar mientras esperaba. Finalmente, tras más de un minuto, la chica salió del baño, igual que él,
enfundada en un albornoz y rodeada por una nube de vapor. Nerviosa, pero pícara, jugueteó con el lazo de su albornoz y lo
desabrochó parcialmente. Poco a poco fue enseñando su hermoso cuerpo; primero los muslos, bien torneados, su vientre, liso, su
escote, apetecible... Con una última vacilación, dejó caer la prenda de algodón al suelo y se mostró desnuda, tal y como era.
-Ya puedes matarme... –Farfulló él, comiéndosela con los ojos.- Moriré feliz.
Capítulo LXXXVIII
La chica, pese a estar nerviosa, también se mostraba excitada. Se acercó a la cama y extendió los brazos hacia Raúl, que presto
acudió a su llamada y la abrazó. Sus labios se buscaron, desesperados, y se fundieron en una catarsis de besos que les hizo caer en
el lecho sin aliento. Las yemas de los dedos del chico recorrían la espalda y el cuello de la mujer, sin aventurarse aún a colmar de
atenciones sus pechos o sus caderas. Esta, por su parte, abrió el albornoz de Raúl y lo dejó caer, pero cumplió su misión a medias.
Mientras esperaba, el joven había estado jugueteando con el lazo, haciendo y deshaciendo el nudo, la última vez lo había apretado
tanto que ahora el albornoz le colgaba de las caderas, negándose a caer del todo.
Sin darle la menor importancia a eso, Estela besó a Raúl por el cuello y bajó por su pecho, disfrutando de su cuerpo desnudo. Él se
dejaba hacer, recordando que, en términos reales, era la primera vez que se acostaba con ella. Habían compartido cama más veces,
pero solo para dormir. Lo máximo a lo que habían llegado era a tener sexo oral, y lo había hecho él. Vinieron a su memoria las
situaciones en las que había estado a punto de tener relaciones con Estela y, por unas causas u otras, todo se detenía antes de
empezar. Le sorprendió el haberse aguantado las ganas o haberse puesto melindroso cuando ahora parecía que hacer el amor con la
joven le podía costar la vida.
Gimió cuando la chica de melena castaña acarició su miembro por encima del albornoz.
Reclamó la iniciativa y tendió a la mujer en la cama con suavidad, dándose cuenta de que ya respiraba con dificultad. Alargó las
manos y las posó en sus senos, comprobando que, en efecto, esos pechos parecían haber sido creados a su medida. Los amasó con
suma delicadeza, procurando que los pezones, de un color oscuro que le pareció dorado, quedaran bien cobijados entre sus dedos.
Empezaron a ponerse duros.
Apartó las manos, con lentitud, calculando hasta el más mínimo movimiento. Se inclinó y rozó el pezón izquierdo con sus labios, lo
rodeó y le presentó a su lengua, que recibió de sumo grado. Raúl se había dado cuenta de que, por regla general, tenía predilección
con los pechos izquierdos, siempre solía empezar y acabar en los mismos, pero tenía una respuesta para esa extraña costumbre, los
latidos del corazón. Le excitaba muchísimo notar como el ritmo cardiaco se disparaba mientras estaba estimulándola.
Llevó una de sus manos a la cadera de la chica y comenzó a acariciarla con cariño. Mientras cambiaba al pezón derecho, empezó a
acariciar el pubis de la chica. Pudo notar bajo sus dedos el suave triángulo de vello púbico que indicaba, como una flecha, el camino
hacia su Secreto. Lo bordeó durante un rato largo, hasta que Estela, casi desesperada, le urgió que la acariciara también ahí.
Abandonó el banquete que tenía en su escote y vio, complacido, como la mujer se mordía el labio inferior, anhelante. La condujo hasta
el centro de la cama y se inclinó entre sus piernas, suaves y bien perfiladas. La besó en los pies, le hizo cosquillas, le mordió los
gemelos y fue acariciando todo pequeño recoveco de piel que encontró bajo sus labios, lengua y dedos. Conforme subía por sus
muslos, la chica abría poco a poco las piernas, mostrándole en primer plano su sexo. Raúl se sorprendió.
Ya la había visto desnuda, incluso le había realizado sexo oral, por lo que le resultó gratamente novedoso darse cuenta, en ese preciso
momento, de lo hermosa que era la vagina de la mujer. Una frase, no sabía de donde la había sacado, si de un poema, una canción o
una novela erótica, vino a su mente; "Los pétalos aún cerrados para no dejar caer la miel que guardan dentro..."
Casi como respondiendo a su pensamiento, una gotita, pequeña y reluciente, se deslizó de entre los pliegues de la zona íntima de la
mujer. Raúl deseó que sus retinas absorbieran esa imagen de la misma forma en la que su lengua lo hizo con la gota de flujo que de
ahí había salido. Acercó una de sus manos al sexo de la mujer, pero sus dedos se le antojaron enormes y torpes en comparación con
tan delicado lugar. Acarició los labios vaginales de la chica que, respondiendo a su llamada y al propio interés de Estela, dejaban
entrever, cada vez más, una rosácea región cavernosa y húmeda.
Pudo divisar sin dificultades el clítoris de la chica, pendiente de recibir también sus propias caricias. Desechando sus torpes dedos,
acercó su rostro al sexo de la mujer y dejó que su lengua, siempre expedicionaria y generosa, siguiera con ese noble cometido.
-Ahh... –Gimió ella, sintiendo como la lengua del chico jugaba con las más delicadas zonas de su intimidad.- Mmmm...
Al principio su lengua le traía el sabor de la piel de la joven, así como una pequeña tara de jabón, le gustaba, pero no era lo que
quería. Colocó una de sus manos bajo las nalgas de la chica y la otra la dejó libre para cuando la necesitara. Estela, avisada por el
movimiento, abrió la boca, sabedora de lo que venía a continuación. Su vientre se arqueó al percibir como la lengua del chico
penetraba hasta lo más interno de su Secreto.
-Ahhh...
Raúl capturaba con su lengua el sabor de la chica, de vez en cuando la levantaba, buscando maximizar el terreno en el que podía
penetrar. Estela empezó a moverse frenética tras no muchos lametones. Necesitado de aire, despegó su rostro del sexo de la mujer, lo
que provocó un sollozo por parte de la misma. Raúl sentía su dolorosa erección entre las piernas, el albornoz le daba, más que nunca,
la imagen de una tienda de campaña.
Se incorporó y forzó la prenda hasta que bajó por sus caderas, incapaz de ponerse a deshacer el nudo en un momento así. Estela
siguió sus movimientos y clavó los ojos en su miembro, complacida aún sin haberlo catado. Raúl trepó por el cuerpo de la mujer hasta
que quedaron cara a cara. Se observaron mutuamente.
-Esta vez sí. –Susurró él.- Voy a...
-Hazlo. –Ella le tapó los labios con un solitario dedo.- Quiero sentirte dentro de mí de una vez, campeón.
Raúl sonrió al escuchar el viejo apelativo con el que la chica le llamaba. Utilizó su mano para dirigir su miembro hacia su zona de
destino, Estela cerró los ojos, buscando maximizar su sentido del tacto aún sacrificando el de la vista. Él no dudó, deseaba a esa
mujer, quería su cuerpo, sí, pero también lo que había dentro de él. De Estela, lo quería todo.
La penetró lenta y delicadamente, como si fuera una virginal doncella a la que quisiera ahorrar un mal trago. Ella gimió largamente
durante el proceso. Cuando abrió los ojos, se encontró con los del chico, y le besó.
-"Por fin..." –Pensaron los dos, aunque sin saberlo.-
Se besaron, sin prisa pero sin pausa, alimentándose mutuamente de lo que el uno encontraba en los labios de la otra, y al contrario.
Raúl disfrutaba de la presión que los músculos vaginales le daban, coincidían a la perfección, era como una funda y su espada. Apartó
esa idea de la cabeza, puesto que a Estela quería hacerle de todo, menos daño. Utilizó las caderas para abandonar un pequeño
trecho de la intimidad de la chica, y luego volver a penetrarla, provocando un nuevo gemido por su parte.
El ritmo comenzó a aumentar, poco a poco, mientras Raúl la penetraba, ella le arañaba con cariño en el torso y los costados,
arrancándole algún bufido de dolor-placer de tanto en tanto. La piel de Estela empezó a producir lo que el chico había estado
buscando desde hacía tiempo, entre sus pechos se formaban unas gotitas de sudor que recorrían todo su escote, siguiendo el efecto
cascada. A él no le importaba contorsionarse con tal de poder capturarlas, lamiendo por el camino alguno de los pezones de la chica,
y deseaba tener tres bocas, puesto que le hubiera encantado degustar el sabor de su sexo en ese mismo momento.
-Sí... Con más fuerza... –Rogó ella, apartándose el pelo de la frente.-
Atendiendo a las suplicas, imprimió mayor ritmo y potencia a la penetración, ella le ayudaba con sus propias caderas, pareciera que
estaban componiendo una canción y sus sexos, acompasados, llevaran el ritmo. Ella le besaba por todas partes cuando tenía ocasión
de atraparlo, si no, le arañaba con cariño, si no, se acariciaba uno de sus pechos, también necesitados de atenciones. Abría la boca
desmesuradamente, intentando captar todo el aire que podía. Gemía y jadeaba a partes iguales, sin armar un escándalo pero sin dejar
un instante de silencio. A Raúl le motivaban esos sonidos, y, aunque él por tradición era más bien callado, a veces se arrancaba con
algún gemido que otro.
De repente notó como le llegaba el orgasmo, intentó controlarlo, pero supo que no había forma, su propio cuerpo le traicionaba. Una
idea repentina cruzó su mente y le hizo salir del interior de Estela. Su miembro empezó a expulsar borbotones de leche,
afortunadamente solo manchó a la chica en el muslo. Raúl se observó, decepcionado, por mucho que se emocionara, le irritaba no
poder controlarse.
-¿Por qué...? –Estela abrió los ojos y le miró, irritada.- ¿Por qué te sales?
-Pensaba que... –Dudó, no sabía como decírselo.- No sabía sí...
-¡Pues claro que sí! ¡No pasa nada! –Pareció igual de enfadada que con el recepcionista, él supuso que se debía más bien a que ella
misma no había acabado.- Acabar de follar sin una corrida dentro es como comer pan del día anterior, ¡No es lo mismo!
Mientras Raúl, anonadado, intentaba razonar lo que acababa de escuchar, la chica pareció darse cuenta y le miró, avergonzada.
Instantes después los dos acabaron por estallar en carcajadas. Lo había visto con otras chicas, cuando estaban al borde del orgasmo
se volvían obscenas e incluso violentas, pero le resultaba particularmente agradable escuchar comentarios típicos de un camionero en
los labios carnosos de la chica. Mientras ella seguía riéndose, él se inclinó entre los muslos de la mujer y, tras limpiar con un trozo de
sábana los restos de su propia corrida que había por ahí, hundió la cara en el coñito necesitado de la mujer, que respondió a su
lengua con un respingo.
Se deleitó con el sabor de su flujo, encantado. Llevó uno de sus dedos junto a su rostro y comenzó a penetrarla, asegurándose de
friccionar lo máximo con las paredes vaginales, esto pareció volverla loca.
-Ahhh... Sí... Joder, sí...
Con su lengua rodeaba el clítoris de la mujer, alternando con él de vez en cuando, su dedo la atravesaba una y otra vez, indiferente a
sus gemidos y sus convulsas caderas. Tenía una idea en mente, y quería ponerla en práctica. Aceleró el ritmo de sus círculos, la chica
alzó los glúteos, abrió mucho la boca y...
En cuanto percibió los espasmos musculares del orgasmo de la mujer, retiró el dedo que penetraba su vagina y lo sustituyó por su
lengua, que empezó una disparatada carrera de lametones. No tenía tiempo para pensar en si estaba bien o mal que aplicara un truco
aprendido del cuerpo de Claudia con otra mujer que no fuera ella, puesto que sus cinco sentidos estaban puestos en conocer e
interpretar a Estela. Sabía que, una vez llegado al clímax, el clítoris se convertía en una zona vedada para los estímulos, la mayoría de
las chicas consideraban molesto, incluso doloroso, que se lo tocaran mientras tenían el orgasmo y en los instantes posteriores, pero,
del mismo modo, Raúl sabía que si lograba utilizar bien su lengua, y evitar que las caderas de la chica le asfixiaran, podía encadenar
el orgasmo con un segundo, el doble de placer por el mismo precio.
Se maravilló de sí mismo, hacía un par de años sabía menos de sexo que un pingüino estofado, y ahora, era capaz de intentar
encadenar los orgasmos femeninos.
-"El sexo es cuestión de práctica y tiempo." –Le había dicho alguien, no recordaba quién.-
Y tenía razón.
Estela, sorprendida por la nueva sensación que se desataba entre sus piernas, se abandonó a la pericia de su joven amante,
sorprendiéndose de ella misma, se encontró de nuevo con los glúteos levantados, ofreciendo totalmente su abertura a la lengua del
muchacho, y más se sorprendió al notar, apenas unos segundos después del primero, ese latigazo de electricidad tan familiar, que la
atravesaba la espina dorsal, salía por su boca y se desbordaba por sus pezones y su coño.
Gimió sin voz, incapaz de encontrar una onomatopeya para describir esa sensación. Tan rápido como había llegado, desapareció,
dejándole un hormigueo sumamente placentero en las paredes de la vagina. Con los músculos agarrotados, se tendió en la cama, sin
saber qué más hacer, decir o sentir.
Raúl abandonó el sexo de la mujer mientras se frotaba el mentón, y la mandíbula, padeciendo los efectos secundarios del esfuerzo
que acababa de hacer. Trepó por la cama y se dejó caer al lado de la mujer.
-Dios... –Siseó la chica, saliendo de su coma de placer.- Ha sido... ¿Cómo has...? Dios... Es increíble... Es la primera que... Un chico
me hace... Claro, tenías que ser tú...
-¿Te ha gustado? –Preguntó él, modesto, buscando halagos por parte de su amante, que siempre venían bien y le motivaban a seguir
mejorando. A fin de cuentas era un hombre, la vanidad le perdía a veces.-
-Ha sido muy diferente de la última vez. –Contestó ella.-
-Lo dices como si la otra vez hubiera estado mal. –Se hizo el ofendido.-
-No, no, que va. –Negó con la cabeza.- Pero... Dios... Es que... ¡No hay ni punto de comparación!
-Blasfema... –Musitó Raúl mientras hundía la cara en la almohada, temeroso de que notara su sonrisa de satisfacción y deber
cumplido.-
-Aunque aún estamos un poco flojos en eso del ritmo... –Aventuró ella, haciendo suyo eso de una de cal y otra de arena.-
-¿Qué? –Abandonó la almohada y la miró, sorprendido.- ¿Qué no llevo bien el ritmo?
Ella se mordió el labio y alzó los hombros pícaramente.
-Lo intentas, pero... –Negó con la cabeza para provocarle.-
-Para que lo sepas, el ritmo se consigue mediante la práctica, bonita, y es la primera vez que tu y yo... Bueno, que tu y yo... Lo
hacemos.
-Si esa es tu excusa... –Se giró y le dio la espalda.-
-Oh, y te crees que dándome la espalda vas a librarte...
Se lanzó sobre ella y se dedicó a buscarle las cosquillas. Se enzarzaron en un juego de risas y pequeños gritos, Raúl fue consciente
de que estaban en un hotel y bajó el tono. Toda la fricción y los roces de su particular batalla habían bastado para avivar ligeramente a
su miembro, que parecía estar pidiendo un par de minutos más para entrar en batalla.
-Hala, mira que voluntarioso está. –Comentó Estela, divertida.- Pobrecito, tener que aguantar un dueño con menos ritmo que una
gárgola de piedra...
La chica llevó su boca hacia el miembro anhelante, limpiándolo con sus labios y su lengua. Raúl se dejó hacer durante un rato,
disfrutando, y luego la apartó, siendo esta vez él quien dio la espalda.
-No quiere saber nada de chicas que critican a su dueño. –Se quejó él, haciéndose el enfadado.- Además, no sé para qué quieres
tratarlo tan bien si luego te quejas del ritmo...
-Es que ahora el ritmo lo voy a llevar yo. –Indicó la mujer, despertando el interés del chico.- Me toca arriba, es innegociable.
-Está bien. –Se tendió boca arriba en la cama.- Pero que sepas que no voy a colaborar en nada, por insultarme.
-Que infantil... –Rió ella.- Además, yo lo único que necesito es que esto siga así de vertical.
Hundió el miembro de Raúl un par de veces más en su boca, buscando llevarlo hasta su máxima expresión de tamaño. Cuando
pareció satisfecha, se echó la melena a un lado y se colocó sobre los genitales del chico.
-Allá voy... –Avisó.-
-No me impor-ta... –Tartamudeó ligeramente al sentirse repentinamente dentro de la mujer.-
Sabiéndose dueña de la situación, Estela empezó con un ritmo endiablado, pero se relajó a los pocos segundos, replanteándose la
estrategia. Él, siguiendo con el juego, intentaba mostrarse lo más indiferente posible, teniendo en cuenta el gran placer que sentía
cuando el cuerpo de la mujer se deslizaba sobre su miembro. Ella, de vez en cuando, le obligaba a mirarla mientras ponía cara de niña
buena. Finalmente se inclinó para besarle en el cuello y los labios.
-Pero si era broma... –Comentó ella con voz melosa.- Y lo sabes...
-Has herido mis sentimientos. –Insinuó él, con tono teatral.-
-¿Y qué puedo hacer para que me perdones? –Preguntó, con la misma voz melosa y sugerente de antes.-
-Puedes... –Se humedeció los labios.- Puedes mirarme a los ojos y decir qué opinas de mí.
-¿En todos los sentidos?
-Bueno, eso sería muy largo, y tengo demasiada sangre fuera del cerebro. En el terreno sexual, más bien, así podré entenderte...
-A ver como te lo digo... –Durante su corta conversación no había dejado de trotar lentamente sobre él, pero en ese momento se
detuvo.- Si vendieras tu cuerpo por dinero... No podría pagarte ni con todo el sueldo de un año.
-¿Solo el de un año? –Objetó, pese a que sonreía.-
-No me gastaría más del sueldo de un año en un hombre, lo siento. –Alzó los hombros.- Lo tomas o lo dejas.
-Eso pospondrá mis planes de comprarme un Ferrari antes de Navidad, pero... –Se mordió el labio.- Por ti, haré una excepción.
La chica se vio repentinamente derribada en la cama, Raúl recuperó el control y la penetró instantes después. Esta vez fue ella la que
se mordió el labio para reprimir un bufido de placer. Se colocó sobre ella, aprisionándola bajo su cuerpo.
-A ver si la chica exigente puede seguir mi ritmo... –Anunció él, con tono retador.-
-Eso será si empiezas alguna vez, claro. –Bromeó ella.-
Raúl salió de su interior hasta que tan solo la punta de su glande quedó en el interior de la mujer, acto seguido la penetró de nuevo,
provocando que todo su cuerpo temblara. Repitió varias veces esa operación a modo de calentamiento, mientras, ella siseaba de
placer.
-Un poco más a la derecha... –Le indicaba ella.- Ahora más rápido... Lento... A la izquierda...
-Oh, sigues de buen humor, según parece. –Era incorregible, no dejaba de picarle ni aunque estuviera dando lo mejor de sí.- Tendré
que callarte de una forma u otra.
Aceleró el ritmo, el sonido de sus cuerpos al chocar era un "tap, tap" armonioso que rebotaba en las paredes de la habitación, Estela,
pese a lo que decía, cerraba los ojos con fuerza y se lamía el paladar continuamente, con la boca seca.
-¿Has... Has empezado... Ya? –Masculló la chica de melena castaña, entre jadeos.- No... No... No siento nada...
-Solo estaba estirando. –Se defendió él, socarrón.-
Aceleró el ritmo tanto como pudo, aún a sabiendas que en los días posteriores tendría que pagar las consecuencias por medio de
unas incisivas agujetas en las piernas y las ingles. La chica gemía, boqueaba y golpeaba la cama con sus manos para liberar la
emoción del momento, parecía frenética. A Raúl eso le excitaba, y le urgía a mantener el ritmo, agradeciendo que acabara de eyacular
hacía pocos minutos, dado que de no ser así, se hubiera corrido de forma incontenible en medio de esas acometidas.
-Ahh... –Estela le mordió la barbilla a causa del frenesí sexual, él gimió de dolor.-
Notaba las piernas de la mujer alrededor de sus glúteos, los golpes de sus talones y las acometidas de sus caderas. En el interior de
la chica había un volcán que amenazaba con hacerle arder hasta los huesos, y sin embargo, no lo abandonaba, cada vez le gustaba
más.
-Den... Dentro... –Exclamó ella, que intentaba amortiguar sus gemidos metiéndose una mano en la boca.-
Por descontado, Raúl estaba tan enfebrecido que, aunque la chica le hubiera pedido que lo hiciera fuera, la habría ignorado. Mientras
notaba el sudor por todo su cuerpo y las mejillas acaloradas, contaba las penetraciones que le quedaban antes de eyacular.
-"1... 2... 3... 4... 5..." –Pensaba él, imaginándose las cartas de la baraja española pasar ante sus ojos, pues el solo hecho de ver a
Estela le hubiera hecho perder el sentido y correrse.-
-Ahhh... Sí... Muy bien... Muy... Bi-en...
-"6... 7... 8... Sota... Caballo..."
Gimió de lo lindo, e inclusive de sus labios escapó la palabra "Rey", que tronó por la habitación. Los talones de Estela, ayudados por
sus brazos, hicieron que la chica se abrazara a él como una lapa. Sus piernas se enredaron y Raúl solo fue consciente del enorme
placer que se expandió por su cuerpo al sentir como su miembro disparaba con precisión de francotirador las cargas que en él se
habían depositado. Supuso que no había sido una eyaculación abundante, pero sí potente, tanto que incluso le dolió, y eso no hizo
más que aumentar su placer en ese febril momento.
Reuniendo las dos neuronas que no habían ido hacia su entrepierna para disfrutar, consiguió hacerse a un lado y caer, pesadamente,
al lado de Estela. La chica pareció de repente transportada a otra dirección, Raúl ignoraba si era un orgasmo, se había dormido o
simplemente estaba ida. Mostraba una expresión de completa paz en su rostro, había cerrado las piernas, probablemente aliviada de
poder hacerlo tras la tempestuosa acometida que había disfrutado.
Unos minutos después, cuando el chico regresó del mundo de Yupi y vio recuperado su ritmo respiratorio, alargó una mano y la tocó
para ver si reaccionaba. La chica abrió lentamente los ojos y miró al techo.
-Estoy completamente llena de ti... –Susurró con una voz seria y serena.- Desde el estómago hasta los dedos... Llena...
Raúl se premió con una sonrisa ante tan hermosas palabras, sin embargo, pronto fue sustituida por un gesto de completa confusión. El
corazón le dio un vuelco al comprobar que los ojos de Estela estaban completamente anegados de lágrimas.
Capítulo LXXXIX
-¿Estás...? Yo... ¿Te he hecho daño? –El tono de preocupación de su voz hizo girar el rostro de la joven.-
-No, no pasa nada. –Se enjuagó las lágrimas con un trozo de sábana y sonrió, avergonzada.- No he podido evitarlo, las lágrimas han
querido salir por sí mismas, debo parecerte una tonta.
Él intentó negar con la cabeza, pero ella ya había retomado la palabra.
-Es que... ¿Sabes? He imaginado esto muchas veces, muchas, demasiadas. –Soltó una risa nerviosa.- Casi te tenía elevado al
pedestal de una fantasía, campeón, deberías estar orgulloso.
-¿Y el problema?
-Que ha sido bueno, no, ha sido genial... –Una nueva tanda de lágrimas apareció, pero ella las borró con irritación.- Hubiera preferido
algo más desastroso, a decir verdad... Bueno, al menos una parte de mí.
-No te entiendo. –Su confusión no hacía más que aumentar. Observándola ahí, apenas cubierta, con su carne tierna a la vista, su olor
impregnando la habitación... Volvió a desearla, pero supo controlarse.-
-No me arrepiento de esto, que lo sepas. –Manifestó, muy segura.- No es que te hayas aprovechado de mi ingenuidad o algo por el
estilo, sabía lo que quería, y ya lo tengo todo... O casi todo.
-...
-Raúl, esto no nos lleva a ningún sitio, y tú lo sabes. –Susurró ella con un deje de emoción.-
-¿Intentas decirme algo? –Preguntó el joven, repentinamente receloso de toda la conversación, y, peor aún, temeroso de adonde los
llevaba.-
-Yo... No lo sé... Bueno, sí lo sé, pero no sé si estoy segura de... –Dejó escapar una exclamación irritada.- ¡Lo nuestro no funcionará!
-Solo por opinar... –Objetó él con cautela.- Tal haya que intentarlo para...
-No. –Se plantó ella, categórica.- Si me quedaba alguna duda, esta noche lo ha demostrado. No sé tú...
Repentinamente enrojeció y volvió a mirar al techo.
-Pero lo que yo he sentido está más allá de cualquier experiencia anterior. Es demasiado intenso, demasiado serio, demasiado...
-¡Pero eso no es malo! –Se quejó él.- Precisamente, esto es algo serio que tu y yo...
-No hay un "tu y yo". –Le explicó con suavidad.- No lo hay, y no creo que pueda haberlo, al menos por ahora.
El silencio se enseñoreó de la habitación, la mente de Raúl hacía cábalas a un ritmo vertiginoso. No lo entendía. No entendía nada.
Acababan de estrechar su relación, de tener "algo más que sexo", y ahora decía...
-Raúl, tú tienes otra vida de la que ocuparte, y yo... No estoy preparada para alguien como tú, al menos aún no, de ti podría
enamorarme... ¡Joder! Es probable que ya lo esté, pero aún puedo escapar, ¡Puedo hacerlo! –Exclamó con vehemencia, más para
convencerse a sí misma que para otra cosa.- Soy demasiado joven como para mirarte y pensar "es el hombre de mi vida", y tú eres
suficientemente inmaduro como para creértelo demasiado... Por eso no tiene sentido que haya nada entre nosotros.
-Al menos ya hay un "nosotros". –Repuso él con acritud. Se levantó de la cama y se apoyó en la pared, mirándola desde la distancia.-
No sé de que otra vida hablas, pero...
-¿Qué no lo sabes? Por favor, ¡Si hasta tienes una hija!
-Eso es diferente, Eva es genial y la quiero mucho, pero no es... No como si yo fuera su...
-Raúl, madura. –Estela enarcó una ceja al observarle.- Hace no mucho os vi a los tres por la calle, paseando. Claudia, tan hermosa
que resulta increíble, tan deslumbrante que me hace sentir poco femenina...
Volvió a gruñir y se tapó con las sábanas, evitando que se hicieran comparaciones indeseadas.
-A los ojos de cualquiera, menos los de un inmaduro idiota y presuntuoso como tú, es obvio que está completamente y totalmente
enamorada de ti, cosa que de por sí sorprende. No sé qué tratos o acuerdos tenías sobre la pequeña... –Hubo un atisbo de duda en su
tono, como si quisiera preguntárselo.- Pero en fin, sea lo que sea, olvídalo. Alguien como tú debería dejar de jugar a marear la perdiz y
aceptar de una vez la responsabilidad de lo que es tener una "familia". No puedes creerte mejor que tus padres si no...
Estela enmudeció, captando el atisbo de cólera que atravesó la mirada del joven. Se mordió el labio con inquietud, pensando que quizá
había dicho demasiado. Sin embargo, perseveró. Eran palabras que quería decir desde hace mucho tiempo, que tenía enquistadas en
su frágil alma, prestas a azotarla al menor descuido.
-¿Qué es lo que quieres de la vida, Raúl? –Preguntó ella.-
-Yo... –Respondió, con voz rasposa.- No lo sé.
-¿No lo sabes?
-¡Pues no! ¡No lo sé! ¡No tengo ni la menor idea de lo que...!
-¡No seas un completo imbécil! –Le señaló con un dedo firme y grácil.- ¡Y a mi no me grites!
La situación era tan ridícula, discutiendo ahí, desnudos, apenas tapados, que ambos tuvieron que ocultar el rostro para disimular las
sonrisas traicioneras que extendieron sus labios. La tensión pareció evaporarse como la niebla en un día cálido.
-Si le preguntaras a cualquier hombre, te diría que tienes una vida casi perfecta, pero tú no, sigues volando de flor en flor, de chica en
chica, haciéndoles daño con...
-¡Yo no le hago daño a nadie!
-Pues claro que sí. –Se incorporó, sosteniendo la sábana.- Eres tan condenadamente idiota que... Que...
Se mordió el labio.
-Es muy difícil no quererte. –Bufó, sarcástica.- Es jodidamente difícil, a decir verdad. ¿Crees realmente que es "solo sexo" lo que tienes
con todas las de tu club de fans? ¿Es "solo sexo" lo que hemos tenido ahora? ¿Lo es?
Había mucho de acusación en sus palabras, pero también una pregunta clara.
-No, Estela. –Susurró él con sinceridad.- Esto no ha sido "solo sexo", contigo nunca podría serlo.
Ella cerró los ojos, dejó escapar un suave suspiro entre sus labios y se estremeció. Una pequeña sonrisa elevó la comisura de sus
labios.
-No, no lo ha sido. –Le miró con intensidad.- Y por eso no debe suceder más... En realidad no debería haber aceptado, pero... Bueno,
me lo debías.
Raúl bufó con incredulidad y ella volvió a señalarlo acusadoramente.
-Has estado demasiadas veces en mi cama sin cumplir, campeón, tenía todos los cupones para "una noche ardiente" contigo sin
utilizar. Me parece que ahora estamos en paz. –Se mordió ligeramente el labio inferior.- Aunque siento la tentación de estar en deuda
contigo, viendo lo mucho que he disfrutado.
Era una palmadita en la espada para su ego herido, pero aún así no pudo evitar sonreír.
-Eres incorregible, lo sabes, ¿Verdad?
-Eso intento. –Se acomodó en la cama y dio dos palmaditas a su lado para que se tumbara con ella.- Así que, bueno, ahora en
confianza. ¿Qué vas ha hacer?
-Ya lo sabes. –Musitó él contra su pelo. Los dos se sentían más cómodos sin contacto visual directo.- Haré lo que tenía que haber
hecho desde hace mucho.
-¿El qué? ¿Madurar? –Ironizó ella.- ¿Dejar de tener un harem dispuesto a cumplir todos los deseos del amo? ¿Dejar de tener
relaciones estrafalarias en tu casa?
-Yo no... –Frunció el ceño.- ¿A qué te refieres con relaciones estrafalarias en mi casa?
Ella guardó silencio unos instantes, después asintió como para sí misma y se aclaró la garganta.
-¿Recuerdas el día que te fuiste a la universidad? –No le dejó contestar.- Pues yo... Bueno, fui a verte... A despedirme...
Un fugaz recuerdo, de una melena castaña ocultándose tras una de las columnas de la estación de tren, asaltó la mente de Raúl. Ya
en ese momento le había resultado familiar.
-No recuerdo que te acercaras.
-No, estabas muy ocupado dándote el lote con tu alemana, con una mujer de pelo negro y pechos enormes... Y con tu hermana. –Su
tono se volvió ligeramente divertido.- Solo faltaban los cámaras y podríais haber estado rodando una película porno. Fue divertido ver
como Laura te metía la lengua hasta las amígdalas, pero en su momento me pareció tan chocante que me fui sin decirte adiós.
Raúl cerró los ojos y suspiró con fuerza.
-"Bien, tiene motivos para pensar mal de mí." –Admitió para sus adentros.-
-¿Y fuiste solo para decirme adiós? –Exteriorizó lo primero que se le pasó por la cabeza.-
-No. –Susurró la mujer.- Pero ahora me alegro de no haber podido hablar contigo... Hubiera sido más complicado.
Estuvieron largo rato en silencio. Medio abrazados, intercambiando caricias en la piel, arrimando sus cuerpos para compartir el calor.
Finalmente Raúl rompió la quietud.
-Estela... No quiero perderte.
-No me perderás. –Rió ella.- ¿Somos amigos, no?
-¿Los mejores amigos?
Ella se giró y le miró, fingiendo enfado.
-Ya sé lo que tú haces con tus "mejores amigas", y no, lo siento, pero no. –Apretó los labios.- Bueno, al menos antes tendrías que
emborracharme, y no sería muy honorable por tu parte hacerlo.
-¿No? ¿Ni siquiera si es con tequila?
-Bueno, si es tequila, entonces sí.
Ambos rieron, alborozados. Estela se apoyó en el torso de Raúl y le miró a los ojos.
-Te he echado de menos. –Confesó.- Lo de hablar contigo, me refiero.
-Yo también, Estela, yo también. –Le retiró el flequillo de la frente y la miró a los ojos.- Pero a partir de ahora, será diferente, nos
veremos mucho más.
-Me temo que sí. –Puso los ojos en blanco.- Alguien tendrá que asegurarse de que no le seas infiel a la pobre Claudia.
-¿Infiel yo? –Negó con la cabeza, y esbozó una sonrisa pícara.- Nunca más... Me quedaré con la sensación de tu piel y el sabor de tu
sexo en mi boca como recuerdo de mis "infidelidades". ¿Para qué hacerlo más veces si no hay nada que lo pueda superar?
Un chispazo de excitación cruzó las retinas de Estela, que lo relegó al fruncir el ceño y advertirle con una mirada que no siguiera ese
juego. Él volvió a reír.
-Ahora deberíamos irnos... –Comentó ella.- Y lo primero que harás cuando veas a Claudia, será decirle que la quieres.
-¿Qué la quiero? –Se alarmó él.- Yo no...
-Pues claro que la quieres. –Le clavó un dedo, armado con una considerable uña, en el estómago.- Y se lo dirás bien claramente.
-Me refería a que nunca le he dicho a nadie algo así. –Gruñó.- Me daría demasiado corte.
-¡Venga ya! –Puso los ojos en blanco.- Aquí tengo que estar yo, desnuda y mojada, empujando a un tío para que le declare su amor y
"fidelidad" a otra mujer. Es que dais pena, en serio, estoy por pensar en hacerme lesbiana...
Una lenta sonrisa dibujó los rasgos de Raúl.
-Me gustan las lesbianas... –Susurró.- Y creo que yo le gusto a ellas...
-Eres un hombre. –Comentó sarcásticamente.- Ves lo que ves y haces lo que puedes. Y sueñas despierto el resto del tiempo.
Se incorporó, desnuda en toda su gloria, y le observó detenidamente.
-Y ahora será mejor que nos duchemos, nos vistamos y volvamos a nuestras respectivas vidas.
-¿Nos duchemos? –Musitó él, con ardor en los ojos.- ¿Juntos?
-¿Es que no has oído nada de lo que hemos hablado? –Protestó ella.- No habrá sexo entre nosotros, "amigo", y deja de mirarme así.
-Solo había pensado que la ducha parecía muy cómoda. –Susurró él, guasón.- ¿Te has fijado en esa barra de acero que tiene? Es
perfecta para que te agarres mientras entro en ti por detrás. Me pregunto quién de los dos necesitará más jabón...
Estela le observó con la mirada vidriosa, imaginando la escena descrita. Se mordisqueó el labio durante unos instantes y finalmente
asintió.
-Bueno, una última vez no le hace daño a nadie. –Se le sonrojaron las mejillas ante su pronta capitulación.- Pero no habrá nada más
que eso, óyeme bien Raúl, no soy un objeto sexual para que utilices cuando...
Sus protestas fueron ahogadas por los labios de Raúl, anhelantes, cubriendo los suyos. Sus manos fueron retenidas en su espalda por
una de las del joven, mientras que con la otra amasaba sus pechos. Paso a paso, beso a beso, caricia a caricia, llegaron al baño.
Durante un tiempo la acorraló contra los fríos azulejos, el vapor del agua caliente empezó a empañar el espejo mientras él excitaba
sus pechos, lamiendo sus aureolas, pellizcando sus pezones y tirando de ellos con los labios. La introdujo en la bañera al tiempo que
humedecía su cuerpo, y le mordía, esta vez con los dientes, provocando una exclamación de placer y una marca rojiza en torno a uno
de sus pezones.
-Muérdeme... –Susurró ella ferozmente.- Muérdeme más, por favor, más...
La barra fue perfecta para sus lúdicos juegos, tal como habían pronosticado. Cuando entró con fuerza por detrás en el húmedo sexo
de Estela, incapaz de aguantar más tiempo fuera, esta gimió y le urgió a llegar hasta el fondo.
-Es la última vez... –Farfullaba ella, jadeando, mientras el jabón que Raúl se había untado en las manos resbalaba espumoso por sus
senos.- La última... De verdad... Yo no...
Calló cuando un gemido brotó de su garganta, el chico le mordisqueó el cuello por detrás al mismo tiempo que se enterraba con todas
sus fuerzas en su interior. Mientras la pasión se desbordaba, acercándolos al clímax, unos pensamientos más cuerdos atravesaron su
mente.
-"Siempre lo supe, Estela." –Susurraba en un recodo de su psique.- "Tú y yo... Encajamos muy bien..."
Apretó con más fuerza uno de los senos de la mujer, posesivamente. Ella gimoteó.
-"¿Será esto uno de esos amores platónicos de los que hablan?" –Por un momento incluso ese pequeño espacio de su mente tremoló,
el orgasmo estaba muy próximo...- "Quiero a Claudia, sí, es imposible no quererla, aunque me de miedo aceptarlo. Pero aún así... No
sé si podré renunciar a esto..."
-Raúl... –Jadeó la mujer, con los nudillos blancos de tanta fuerza que utilizaba para aferrarse a la barra de acero, el único apoyo que
les impedía caerse y perder la mágica conexión física de sus cuerpos. La mano libre del chico hacía tiempo que se había situado entre
sus rizos mojados, y ahora jabonosos, atacando con certera malicia el centro de su placer, empujándola al orgasmo.- Raúl... ¡Oh sí!
¡Qué me haces! ¡Sí!
-"No sé si es posible amar a dos mujeres..." –Siguió el runrún en su cabeza.- "O si solo soy un imbécil ansioso..."
-Voy a llegar... ¡Voy a llegar! –Las contracciones del interior de Estela alrededor de su miembro se volvieron terminales.- Oh, joder,
estoy... Estoy... ¡Ahhh!
Mientras se introducía con fuerza entre sus pliegues y dejaba de apretar los dientes, Raúl se corrió con un gruñido, satisfecho su lado
animal de inundar con su semilla el sexo anhelante de Estela.
-"Porque lo que no me atrevo a decirte en voz alta..." –Reflexionó, abrazándola, sintiéndola tan unida a él como su propia alma.- "Es
que yo no tengo fuerzas para renunciar a ti..."
Capítulo XC
Mientras buscaba las llaves de la casa de Claudia, Raúl seguía frotándose furtivamente la mejilla, aún enrojecida.
Tras abandonar el hotel, había llevado a Estela hasta su casa, se habían despedido quedando para llamarse cuando las cosas se
calmaran. Raúl tuvo que contener el impulso de seguirla hasta su hogar y convencerla de que había otras muchas cosas de las que
hablar. Pero no, Estela tendría que rumiar sus propias emociones, además, él realmente la apreciaba tanto en el terreno platónico
como en el sexual.
Bueno, casi.
Tras eso, había ido a la casa de su hermana. Le parecía una parada obligada, teniendo en cuenta lo que había hecho con "ellos", pero
aún así no se esperaba la reacción de su Laura. Le recibió en la puerta, vistiendo unos pantaloncitos y una camisetita ajustada. Se
observaron largamente, sin decir palabra alguna...
Y entonces le asestó tal bofetón que tuvo suerte de no estamparse contra la pared. Los oídos le pitaron y vio chispitas plateadas
durante un buen rato.
-Eso por ser un gilipollas y hacer lo que has hecho al ir a verles. –Gruñó su hermana, frotándose la mano en el muslo.-
-Laura, yo...
Cuando la vio alzar de nuevo la mano, se encogió automáticamente, dispuesto a aceptar su castigo, pero aún así reacio a que le
calentaran el rostro de esa manera. Sin embargo, esta vez no fue una bofetada lo que recibió, sino un abrazo, intenso y cargado de
emoción. Seguido de un beso profundo en los labios y de otros más pequeños en su mejilla magullada.
-Y eso... –Susurró ella mientras le observaba afectuosa.- Para que recuerdes que te quiero y que lo demás no importa.
-Yo...
-Y ahora vete a tu casa. –Le ordenó ella, inflexible.- Claudia ha estado preocupada, podrías haber dejado encendido el móvil al menos,
pedazo de patán con cerebro de paja.
-Pero...
-Adiós.
Y le cerró la puerta en las narices.
Se quedó observando la madera durante largos minutos, estupefacto. Había esperado una larga conversación con su hermana hasta
que esta capitulara y le perdonara por hacer el idiota, pero esto... Otra idea se dibujó en su mente "Vete a tu casa". Había hablado del
apartamento de Claudia como si fuera su hogar. Eso le causó desazón, a la par que asentía, conocedor de algo obvio. Al parecer no
era Estela la única que le indicaba el lugar en el que tenía que estar.
Así que, cumpliendo el camino que las féminas le habían marcado, llegó hasta los dominios de una hermosa alemana de rubia
cabellera.
Antes de haber terminado de introducir la llave, la propia dueña del inmueble abrió la puerta, observándolo con sus penetrantes ojos
verdes claros, recorriéndolo de arriba abajo, haciendo un inventario de su persona.
Cuando dejó escapar un suspiro de alivio, le dejó pasar.
-Claudia, siento lo del teléfono, yo...
-Tu hermana me ha llamado. –Señaló la mujer.- Me lo ha contado todo, lo de tus padres y...
-Si, verás, yo...
-No hace falta que me des explicaciones. –Se apresuró a intervenir la mujer.- ¿Quieres hablar de ello?
-No, la verdad es que no. –Se sintió ligeramente incómodo.- Es un asunto que he dejado atrás y que ya no me afectará más.
-Me alegro...
Se produjo un corto silencio en el cual ambos se observaron, aún en la entrada, sin hacer ni el más mínimo movimiento.
-Claudia... –Susurró, con la voz cargada de emociones contenidas.- Hay algo... Que tengo que decirte...
Como grandes lagunas, los ojos de la mujer se iluminaron, una leve sonrisa curvó sus labios sensuales. Con un ademán le condujo al
salón y le indicó que se sentara.
-¿Y Eva? –Carraspeó él, intentando quitarse el nudo que le atenazaba la garganta. Un hombre podía ahogarse en esos ojos.- ¿Y
Gaby? ¿No están?
-Pasarán el día con tu hermana. –Explicó la rubia.- ¿No las has visto?
-No, Laura... No me ha dejado pasar. –Se frotó instintivamente la mejilla adolorida, casi al instante, los suave dedos de Claudia
sustituyeron a los suyos, amortiguando cualquier sensación que no fuera la hipnótica caricia con que recorría su rostro.-
-Pobrecito. –Murmuró ella.- No debería haberte pegado.
-Tenía motivos, he sido un imbécil... –Cogió aire.- Y tú tienes muchos más motivos para hacerlo. Claudia, me he portado muy mal
contigo... Eres el sueño de cualquier persona, hombre o mujer...
Una sonrisilla destensó los labios de la mujer, que seguía a la expectativo.
-Y también eres mi sueño. –Susurró él en voz baja.- Y yo... Yo quiero ser el tuyo...
-Ya lo eres, Raúl. –Acunó su rostro entre las manos.- Tú, y todo lo que hemos hecho.
-¿Y lo que vamos a hacer? –Inquirió él, intentando que su voz sonara firme cuando estaba a punto de jadear por la tensión.-
-¿Intentas decirme algo? –Cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir.- La última vez que hablamos de este tema... Dijiste que tenías
"errores" que cometer.
-Tienes buena memoria... –Rió él, aunque por su mente apareció la imagen de Estela y no pudo asociarla a la palabra "error".- Y sí,
creo que en estos dos días he madurado más que... ¿Durante los últimos diez años?
Ella le dedicó una deslumbrante sonrisa.
-Y lo que quería decirte... –Tragó saliva.- Lo que siento de verdad... Yo... Te quie...
Un dedo suave sobre los labios le impidió terminar sus vacilantes palabras. Sorprendido, observó a la alemana. Un escalofrío le
recorrió todo el cuerpo y se centró en su entrepierna. Fuego, fuego esmeralda brillando en los ojos de la mujer.
-No lo digas... –Susurró ella, su voz con un cierto acento alemán que solo aparecía cuando estaba enfadada o excitada.-
Demuéstramelo.
Se incorporó y tiró de él hacía arriba, después le condujo hasta el dormitorio y prácticamente le empujó sobre la cama. Raúl se fijo por
primera vez en el liviano vestido, de aspecto cómodo, que lucía la mujer. Sus pechos, llenos y apetecibles, se lucían por el escote, así
como sus piernas, suaves y firmes, pareciendo reclamar la caricia de sus manos. La fugaz imagen de esas piernas rodeando su
cintura traspasó su mente.
Volvió a tragar saliva.
-Espera, espe... –Un apasionado beso consumió sus palabras, los labios de la mujer tomaron posesión de los suyos y su lengua se
abrió paso entre sus labios con voracidad. Tardó bastante en poder volver a respirar.- Claudia, espera, quiero decirte algo más.
-Mmmm... –Sonrió suavemente mientras se lamía los labios. Raúl se dio cuenta, asombrado, de que le había quitado la camiseta en
algún momento indefinido. Magia, sin duda.- Habla.
Aún así, ella continuó besándole en el cuello y el torso, lamiendo ligeramente sus pezones masculinos hasta hacerle estremecerse.
-Bueno yo... yo... –Gimió en voz queda cuando sintió sus blancos dientes apretándole la carne del estómago. Había comenzado a
bajarle los pantalones, como no hablara rápidamente, perdería el uso de la lógica.- Yo te seré fiel... ¡Ah! Es lo justo, Estaré... Solo
contigo...
Claudia se desembarazó finalmente de sus pantalones, su calzado también había desaparecido por arte de magia, se incorporó y le
miró fijamente durante unos instantes.
-Pues yo no. –Algo de pesar cruzó su mirada, pero también una profunda decisión.- Lo siento Raúl, pero no puedo prometerte eso.
Él la miró inmutablemente durante un rato, incrédulo.
-"¿Qué no va a serme fiel?" –Pensó.- "¡Vaya, esto no me lo esperaba! ¿No es lo que se supone que hacen las parejas?"
Como le vio confuso, Claudia sonrió ligeramente y le acaricio la cintura.
-No creo que Cristina y tu hermana me dejaran. –Explicó, profundizando en sus tocamientos.- Si intentara alejarme de ellas,
probablemente me atarían a la cama... Otra vez.
-¿Cristina y mi hermana? –Su mente voló a las otras palabras.- ¿Atarte? ¿Otra vez? ¿Cuándo te han atado, como es que yo no...?
Una pequeña carcajada sacudió a la alemana, toda ojos fogosos y manos diestras acunando su virilidad...
-Pensándolo bien, no sé si yo podría mantenerme alejado de ellas. Me gustan demasiado. –Comentó ella, observándolo de nuevo con
inquietud.- ¿Te molestaría mucho?
-¿Molestarme?
Las imágenes de Claudia y el Dúo Diabólico que había presenciado atravesaron su mente. Su erección experimentó una sacudida
considerable y se hinchó más, la rubia lo notó y ocultó una sonrisa entendida.
-Además, si vamos a ser... –Se lamió los labios y retiró los ojos de sus genitales.- Si vamos a ser pareja... O algo más... Tendremos
que compartir los placeres, ¿No crees?
-¿Compartir? Te refieres a... –La sonrisa de la alemana le dijo todo lo que necesitaba saber, ociosamente calculó si cuatro personas
podrían dormir cómodamente en esa cama.- Oh, por supuesto, no me molestaría nada, sois amigas, ¿Verdad? Entiendo que quieras
tener tu espacio...
La risa de la mujer fue estruendosa esta vez, cuando aún la sacudían las carcajadas comenzó a inclinarse hacia su miembro.
-Pero solo de vez en cuando... –Dio un gran lametón a su glande.- Aunque me guste jugar en compañía, cuando estoy contigo me
vuelvo un poco... Posesiva...
Engulló su miembro, que alcanzó la dureza máxima en poco instantes, y comenzó a darle placer a un ritmo enfebrecido. Raúl jadeó, en
una nube de placer, mientras alzaba las caderas, deseoso de entrar aún más en la boca de la mujer. Vagamente fue consciente de que
Claudia se había montado a horcajadas sobre una de sus piernas y de que, más importante, notaba una cálida humedad deslizarse
arriba y abajo sobre su piel. Incapaz de soportar esa sensación, se revolvió y la urgió a soltar su miembro. Un suave "plop" resonó en
la sala, ella le observó, con una muda pregunta en la mirada.
-¿No tienes mucho calor? –Sugirió él.-
La alemana se incorporó y se sacó el vestido por la cabeza, lo tiró hacia un lado de la cama, mostrándole que no llevaba ninguna
prenda más encima.
-Sabía que no iba a necesitar las braguitas. –Indicó ella, señalando su pubis.- Contigo nunca me duran mucho tiempo.
Un gruñido de placer escapó de la garganta de Raúl, que intercambió posiciones con la mujer y la tendió bajo él. Al instante, sus labios
se lanzaron con voracidad sobre uno de sus dulces pezones mientras una de sus manos abría los pliegues húmedos de su sexo. Ella
gimió bajito, complacida.
Mientras se limpiaba las comisuras de los labios del dulce néctar que manaba de los pechos de Claudia, se separó ligeramente de la
mujer y observó sus dedos atravesando la rosada piel de su sexo, atrapando de vez en cuando su clítoris, provocando escalofríos y
siseos de placer en la rubia.
Perlas de humedad de la mujer quedaron impregnados en sus dedos. Los retiró del cofre del tesoro y se los llevó a la boca, goloso.
Ella se quejó al sentirse repentinamente sola, él continuó observándola, toda femenina, llena de curvas y suavidades capaz de volverle
loco.
La rubia alzó las rodillas y abrió las piernas, en una súplica silenciosa para que continuara con sus buenos oficios. Raúl le acarició la
cara interior de los muslos durante unos instantes, después, tomando repentinamente una decisión, se colocó sobre su cuerpo y la
miró a los ojos.
-¿Qué? –Preguntó ella, ligeramente sonrojada por la excitación.-
-Mírame. –La mujer le acarició los hombros y se colocó mejor bajo él, su miembro rozando contra su sexo. Claudia introdujo una mano
entre sus cuerpos y tomó su virilidad, acariciando con ella sus labios mayores, una costumbre que le reportaba mucho placer.- Abre
los ojos.
Ella no obedeció hasta que lo repitió, Raúl empujó ligeramente con las caderas hasta que su miembro abrió los pliegues de la mujer,
que le esperaba mojada, cálida y generosa.
-Me gustas cuando me miras y me vuelves loca cuando me tocas. –Claudia prácticamente ronroneó.-
Él la miró a los ojos y sonrió.
-Quiero ver tus ojos cuando suceda. –Le explicó, ganándose una sonrisa retadora y una mirada cargada sentimientos.- Porque es la
primera vez que lo hago...
Claudia entreabrió los labios y dejó que su lengua se deslizara entre ellos. Al mismo tiempo, Raúl empujó, penetrando lentamente a la
mujer. Contuvo la respiración al notar como la rubia le acogía en el interior de su intimidad con un apretón juguetón, una deliciosa
tortura para su resistencia.
-Claudia... –Su voz sonó ronca, sabía que sus ojos debían estar brillando con fuego, y muchos otros sentimientos, en ese mismo
instante.-
-¿Sí? –Susurró ella, con la sonrisa más radiante que le había dedicado jamás, sabedora de lo que iba a suceder a continuación.-
-Me avergüenza no haberme atrevido a decirlo antes, pero... –Sonrió con picardía.- Te quiero.
Claudia cerró los ojos con fuerza, al abrirlos, brillaba en ellos la humedad de lágrimas no derramadas. Intentó hablar y le falló la voz,
pero finalmente pudo decir las palabras mágica.
-Yo también te quiero, Raúl, te quiero tanto que me duele...
Le clavó las uñas en los hombros y le urgió a penetrarla con fuerza.
-Te quiero. –Repitió ella. De repente una sonrisa lujuriosa, más propia del Dúo Diabólico que de la alemana, surcó su rostro.- Pero ya
te he dicho antes que no necesitaba escuchar las palabras... Tenías que demostrármelo.
-¿Cómo? –La retó Raúl, al que se le ocurrían diez o doce formas de hacerlo.-
-Oh... –Las firmes piernas de la alemana le rodearon las caderas. Entrar y salir de su cuerpo era un éxtasis en sí mismo, un placer
comparable a cualquier delicia terrenal.- Todo el día y toda la noche... Durante los próximos... Mmmm... ¿Treinta años?
-¿Sin descansar? –Rió él.-
Claudia apretó aún más los talones en sus glúteos mientras con las uñas rasgaba la piel de sus hombros. Gimió con intensidad
creciente, tanto con las embestidas de su amante como compelida por la mano masculina que se había deslizado entre sus cuerpos
para estimular su clítoris. Raúl jadeaba, frenético por alcanzar la tan deseada liberación.
-Dámelo, Raúl... –Le rogó ella, en medio de la catarsis del orgasmo.- Dame eso... Que tanto me gusta...
Y él se lo dio. Caliente y espesa en el interior de su cuerpo, sellando un longevo pacto que también compartirían, ocasionalmente, con
cierto Dúo Diabólico y, quizás, con alguna belleza de salvaje melena castaña.
Jadeantes, intentado recuperar la respiración, Raúl observaba a Claudia. Sus pechos se mecían arriba y abajo debido a sus potentes
espiraciones, el sudor brillaba en su aterciopelada piel. Ella abrió uno de sus ojos, cerrados en el clímax, y le miró. Una de sus manos
fue hasta su entrepierna y jugueteó durante un rato con su miembro, después se llevó los dedos a la boca y los saboreó.
-Sabemos bien. –Ronroneó de placer al lamerse el índice, degustando el cóctel de su pasión.-
-Será que hacemos buena pareja. –Comentó Raúl.- ¿Me dejas probar?
Claudia le ofreció sus dedos, pero él negó con la cabeza y sonrió socarronamente al tiempo que posicionaba su rostro entre las
piernas de la alemana.
-Prefiero beber directamente de la fuente... –Añadió antes de beber con una sed insaciable.-
-Es bueno ser joven... –Susurró Claudia mientras una gran sonrisa iba extendiéndose por su rostro. Una de sus manos acariciaba la
cabeza de Raúl, urgiéndole a apretarse más contra ella.- Seguro que lo del fondo sabe mejor... Ahí es donde el agua está más
fresca...
Él retiró su boca del sonrosado sexo de la mujer para dedicarle una mirada depredadora.
-¿Quieres que beba el agua del fondo? ¿La de muy al fondo?
-Sí. –Gimió ella, levantando las caderas para acercarlas a su rostro.- La de muy, muy, al fondo... No hay nada mejor que eso...
Y, efectivamente, cuando de la fuente brotó un manantial de exquisita pasión, quedó demostrado, sin ningún género de dudas, que no
hay en el mundo nada mejor que "Eso".
-Fin-
PD. Bueno, bueno, bueno... Y así, como una buena chocolatina que se deshace cremosa en el paladar, hemos llegado al final. Esta ha
sido una historia que desde el principio creé más por satisfacción personal que para publicarla, se nota mucho, sobretodo en la
calidad, comparando las primeras entregas con las últimas. Según mi socio Word, "Eso" ocupa más de 562 páginas con una tipografía
de "Times New Roman - 12", más de medio millar de suspiros con las cuitas de Raúl, ese personaje un poco ingenuo y con mucha
suerte, un buen tipo en general, que hace las delicias de propios y extraños. ¿Qué será de "Eso" ahora? Ah... ¿Quién sabe? Las
musas, como toda fémina, son caprichosas e irresistibles. Tal vez vuelvan a visitarme para pedirme más de Raúl y sus compañeras, o
tal vez no. Sin embargo, tras esta larga travesía, solo tengo dos cosas que deciros: Agradeceros que me hayáis leído hasta este último
párrafo y, sobretodo, incitaros a que os deis un "momento de felicidad" al terminar, para que, en este caso, el placer haya sido todo
vuestro.
Hasta que nos volvamos a ver,
Iván / Seamus

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