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Hoy nuestra especie se encuentra enfrentando

un importante dilema entre el desarrollo y la


sustentabilidad.
El medio ambiente y la salud de las personas están clamando por mayor
cuidado, por lo mismo, para pensar en un futuro sustentable tendremos que
cambiar algunos paradigmas actuales de desarrollo. Hoy desarrollo y
sustentabilidad se empiezan a amalgamar para, esperamos, no separarse nunca
más. Tal es el deber que nos asiste.

Uno de los tantos desafíos que tenemos por delante, es ser capaces de reducir la
contaminación de nuestro aire, aire que respiramos día a día. Hoy incluso más que
ayer, la calidad del aire va tomando un rol determinante. El propio Covid-19, su
trasmisión aérea y las correlaciones que se empiezan a encontrar entre el material
particulado y los contagios, hablan de lo mismo: El aire es vida y su calidad
determina bienestar.

Si nos enfocamos en el material particulado en suspensión, este tiene efectos


nocivos en nuestra salud. Una de las enfermedades más conocidas a nivel minero, de
carácter irreversible y mortal es la silicosis, la cual hace que se pierda
progresivamente la capacidad respiratoria, al generarse una fibrosis en el pulmón
por la inhalación prolongada de polvo con sílice cristalina. Junto a ella,
encontramos varias otras afecciones: enfermedades renales, EPOC, bronquitis,
cáncer pulmonar, irritación en la piel y ojos, entre otras tantas.

El polvo en suspensión, aparte de generar problemas en nuestra salud de manera


directa, afecta a nuestro ecosistema en aspectos un tanto menos conocidos, como
son el aumento en la tasa de deshielo de los glaciares. Hoy este tema resulta
sumamente relevante en el contexto de sequía en que estamos como país y planeta,
para el 2025 dos tercios de nuestra población mundial estará en crisis hídrica, por lo
que el cuidado de nuestras reservas toma un rol relevante.

El polvo en suspensión, que termina depositado sobre los glaciares, cubre su


superficie refractaria, haciendo que los rayos del sol no reboten, generando así un
aumento en su tasa de deshielo.

La minería específicamente, cuenta con tecnologías que permiten monitorear y


mitigar el material particulado. Estas tecnologías sin duda se irán perfeccionando
con el pasar del tiempo y serán fortalecidas por la innovación. Sin embargo, el
avanzar en sustentabilidad y mejorar el aire que respiramos, requiere más que sólo
tecnología. Será clave que el pilar tecnológico vaya de la mano del cultural y el de
gestión.

Hace años atrás, la industria minera enfrentó el desafío de las altas tasas de
accidentabilidad. Hoy, después de varios años, en las mineras se vive la seguridad
como parte de su cultura y modelo de negocio. Es así como no se concibe ingresar a
una minera sin una correcta inducción y charlas de seguridad, sin el establecimiento
de controles críticos, KPIs de seguridad ni campañas que fomentan el cuidado y
trabajo responsable.

Este modelo, que permitió bajar de manera importante los índices de


accidentabilidad, incorporó al pilar tecnológico, al de gestión y cultural como parte
de sus ingredientes.

Hoy le toca el turno a la sustentabilidad y en específico, los que nos compete a


nosotros como expertos, la calidad de nuestro aire.

Como buen desafío, es exigente y nos demandará cambiar estructuras mentales que
han direccionado nuestro actuar. Exigirá altos grados de comunicación y
coordinación entre todos los actores en pos de un mismo objetivo.

Hoy nuestro país, situado en el extremo austral del mundo, tiene la posibilidad de
dar un ejemplo al mundo entero, generando modelos y aplicando una producción
minera crecientemente eficiente y sustentable.

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