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La Revolución Norteamericana

Las luchas independentistas de los colonos británicos en contra de las imposiciones económicas
de Gran Bretaña, principalmente contra los impuestos sobre el azúcar (1764), la Ley de Sellos
(1765), así como el impuesto sobre el té (1773) que permaneció tras la suspensión de los demás
impuestos realizada en 1770, fueron la causa del inicio del ciclo revolucionario norteamericano.
Las manifestaciones de los colonos en contra de las presiones económicocomerciales
metropolitanas, cuya situación económica había sido quebrantada por la Guerra de los Siete Años,
se fueron reforzando a partir de la primera de éstas, dictada en 1764, hasta la gran explosión de
1773, tras la aprobación de la Ley del té. Mediante dicha ley, la East India Company establecía el
monopolio en el comercio del té con las colonias inglesas, las cuales, por otra parte, lo habían
venido comprando a precios más reducidos a compañías holandesas.
La adopción de tal medida fue tomada por los colonos ingleses como una violación a su libertad
de comercio. Un grupo de colonos disfrazados de indios atacaron el barco de la East India
Company, atracado en Boston, y arrojaron su cargamento de té al mar. Esta acción se repitió en
otras ciudades como Annapolis, Charleston y New York, entre otras.
Ante tales hechos Gran Bretaña utilizó nuevas y mayores medidas de fuerza como: el cierre de la
Bahía de Boston, con lo cual se paralizaron muchas de las actividades comerciales de
Massachusetts; el envío de tropas; la prohibición de reunirse etc.
Con el fin de acordar una acción común ante la situación creada, en 1774 los representantes de las
trece colonias se reunieron en Filadelfia en el primer Congreso Continental. La resolución tomada
fue el boicot a todas las mercancías inglesas y el rechazo del principio de sumisión al Parlamento
inglés. Un año más tarde, en junio de 1775, se inició la lucha entre las tropas británicas y los
colonos. Gran Bretaña, conocedora de la existencia de un ejército a las órdenes de George
Washington declaró la guerra a sus colonias.
En 1776 Thomas Jefferson en el Congreso Continental de Filadelfia proclamaba la independencia.
La Declaración de Independencia adoptada por el Congreso el 4 de julio de 1776 establecía la
libertad e independencia de cada una de las colonias, cada una de las cuales pasaría a formar un
Estado.
Durante la guerra de independencia se gestaron los principios básicos de la constitución de la
futura nación americana: declaración de independencia, promulgación de la libertad religiosa,
derechos de asociación y reunión..., etc.
La guerra de la independencia americana, en la que Francia y España actuaron en contra de los
designios e intereses británicos, se prolongó hasta 1783; ese mismo año, en París, se firmaba la paz
y se reconocía la independencia de las trece colonias.

Etapas de la revolución
3.1. Hacia la Constitución Federal 1783-1787
El modelo del nuevo Estado así como su constitución fue motivo de discusión entre los
representantes de la élite política del momento. Mientras el ejército regular estaba a favor de la
instauración de la monarquía y la proclamación de George Washington como rey, las milicias se
decantaron a favor de un sistema republicano. Desde el inicio de las sesiones, en 1776, se barajó la
idea de formar una Confederación estatal, a la que, finalmente aceptada, se le proveyó de unos
Artículos en 1781. Estos Artículos de la Confederación contienen la primera forma de organización
nacional, en la cual los trece Estados quedaban unidos mediante nexos como una simple alianza
entre amigos. Este nuevo sistema, ratificado en 1783, a la larga resultó inadecuado por su
debilidad, reflejada en los escasos poderes concedidos al Congreso, así como en la carencia de
medios económicos con los que pagar los gastos del gobierno y la deuda nacional, y la disparidad
de intereses entre los Estados. A la fragilidad del gobierno confederado se sumó la difícil situación
económica de la postguerra, fundamentalmente de 1784 a 1786. La ausencia de un gobierno
nacional capaz de solventar los conflictos generados entre los Estados se hizo sentir con mayor
fuerza a medida que la situación empeoraba. La alarma ante dicha situación surgió en la clase
acomodada ante los disturbios provocados por los campesinos, que por otra parte había sido el
sector más afectado por la crisis. En estos años la situación económica llegó a tal extremo que
muchos campesinos tuvieron que declararse arruinados e hipotecar sus bienes; algunos de
éstos al no poder hacer frente a las deudas contraídas fueron encarcelados. Entre las rebeliones
que se sucedieron como protesta ante este estado de cosas hay que destacar la de Daniel Shays,
en 1787, quien al mando de mil doscientos hombres, quinientos de ellos agricultores, perpetró
diversos asaltos a cárceles con el fin de liberar a los encarcelados a causa de las deudas. La
necesidad de crear un Estado más fuerte y con mayores atribuciones comenzó a ser vista por
diferentes Estados, cinco de los cuales aprovechando una reunión, celebrada en Annapolis en
1786 a fin de solventar problemas comerciales, aceptaron la idea del representante de New York,
Alexander Hamilton, de proponer a los trece Estados la celebración de una reunión para elegir un
gobierno federal.
Tras una serie de reuniones secretas realizadas entre los meses de mayo y septiembre de 1787, la
reunión final se desarrolló en Filadelfia, en el mes de septiembre, bajo la presidencia de George
Washington. El objetivo central era la elaboración de una constitución que sustituyera a los
Artículos de la Confederación, a partir de la cual formar un sistema de gobierno federal. La
Constitución fue promulgada por la Convención Federal en 1787 y ratificada por el Congreso el 13
de septiembre de 1788:
"NOSOTROS, el Pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer la
Justicia, afianzar la tranquilidad interior, proveer a la Defensa común, promover el bienestar general
y asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la Libertad,
estatuimos y sancionamos esta Constitución para los Estados Unidos de América".
La nueva constitución, en la que quedaba garantizada la soberanía de cada Estado para resolver
sus problemas internos, contenía tres principios básicos:
1- Los Estados de la Unión forman una nación única e insoluble.
2 - El pueblo era el que detentaba el poder.
3- Garantía de los derechos inalienables del hombre.
El gobierno federal, puesto en vigor en 1789, se encargaría de los problemas nacionales e
internacionales. Entre sus competencias estaban la reglamentación del comercio entre los
Estados, el establecimiento de impuestos, la programación del presupuesto, la emisión de
moneda etc.
El presidente de la República, que detentaba el poder ejecutivo, sería el único representante del
gobierno durante los cuatro años que duraba su mandato. El poder legislativo residía en el
congreso, formado por la Cámara de Representantes y por el Senado. Los miembros de estas dos
cámaras eran elegidos en sus cargos cada dos y seis años respectivamente. El poder judicial
estaba en manos del Tribunal Supremo, cuyos miembros eran nombrados con carácter vitalicio.
George Washington fue el primer presidente electo. Su reelección a lo largo de cuatro campañas
sucesivas le prolongó su mandato desde 1789 a 1797: 1789-1791; 1791-1793; 1793-1795; y 1795-1797.

3.2. Las primeras décadas del siglo XIX


Uno de los primeros problemas con los que se tuvo que enfrentar el nuevo presidente fue el pago
de la deuda contraída por los Estados durante la guerra, principalmente con los gobiernos de
Francia y Holanda. La cuestión económica tomó desde el inicio de su mandato una importancia
particular, responsabilidad que recayó en el secretario del tesoro: Alexander Hamilton. La política
económica desarrollada por Hamilton estuvo orientada al establecimiento de un sistema
económico que permitiera maniobrar al gobierno federal, para lo cual se trató de fortalecer el
crédito interno y crear un mercado libre, el cual potenciaría los productos manufacturados frente
a las importaciones europeas. Asimismo, a través de este sistema, se pretendía asegurar la unidad
entre los trece Estados frente a los posibles ataques de potencias
europeas.
Entre las medidas adoptadas caben citar: la Ley del 4 de agosto de 1790 por la que se establecían
las normas a seguir para reembolsar al tesoro público el dinero utilizado para pagar la deuda; la
apertura de un empréstito que ayudase a amortizar la deuda interna; el establecimiento de
impuestos sobre propiedades y determinados productos; la creación de un banco nacional, de
cuyas acciones el gobierno federal poseería la cuarta parte; y el establecimiento de un sistema
monetario que dio origen a una moneda nacional y uniforme (Ley del 3 de marzo de 1791).
La política hamiltoniana consiguió parte de sus objetivos desde el principio de ser aplicada, y ya en
1793 asistimos a una recuperación económica de la Un ión cuyo esplendor durará hasta 1807. Las
elecciones de 1797 marcaron una pauta en la historia electoral de este país. Por primera vez dos
candidatos se presentaron a las elecciones, John Adams y Thomas Jefferson. La victoria recayó
sobre el federalista John Adams, quien se mantuvo en el cargo durante dos períodos
presidenciales (1797-1801).
La rivalidad entre los candidatos continuó a lo largo de la administración de Adams.
Federalistas y jeffersonianos se enredaron en una ardua lucha que culminaría en las elecciones de
1800. La causa principal de las desavenencias entre ambos sectores estuvo motivada por la
promulgación en 1798 de dos leyes, la Ley de sedición y la Ley de extranjeros. Por la primera ley se
restringía la libertad de expresión y se penaba con multas o arresto cualquier manifestación en
contra del gobierno. En cuanto a la Ley de extranjeros, ésta limitaba los derechos de los
inmigrantes. La reacción de algunos Estados, como el de Virginia, fue inmediata y declararon
ambas leyes anticonstitucionales.
Thomas Jefferson fue nombrado presidente de los Estados Unidos en 1801, puesto que
desempeñó durante cuatro campañas electorales consecutivas (1801-1809). La concepción que
Jefferson tenía de lo que debía ser la república, sobre todo en términos económicos, se alejaba de
los planteamientos anteriores. Para él el ideal era la formación de una república constituida por
Estados agrícolas libres e independientes. De esta manera, el nuevo presidente se apartaba, al
menos teóricamente, de la política económica iniciada por Hamilton y desarrollada por los
gobiernos siguientes. Frente a la industrialización, Jefferson abogaba por el desarrollo agrícola y
ganadero. Y decimos que se apartaba al menos-teóricamente, ya que al acceder al gobierno tuvo
que aceptar el orden económico vigente ante el carácter irreversible de tal proceso.
Durante su mandato Estados Unidos vio aumentado su extensión territorial a través de la
adquisición del territorio francés, la Luisiana, en 1803 y la incorporación de tres nuevos Estados
a la Unión, Kentucky, Tennessee y Ohio.
Otras medidas significativas realizadas bajo el mandato de Jefferson fueron la reducción de la
deuda nacional y la supresión de los impuestos federales, la derogación de las leyes promulgadas
por los federalistas en 1798, la abolición de la esclavitud en Massachusetts y Pennsylvania, y la
adopción de las primeras medidas que favorecían la entrada de inmigrantes.
Durante estos primeros años del siglo XIX surgen algunas organizaciones obreras, todavía más
cercanas a los gremios que a los sindicatos. En los últimos años de su gobierno los
acontecimientos internacionales provocaron un cambio en la política de Jefferson. Ante la guerra
desencadenada en Europa entre Gran Bretaña y Francia en 1803, Jefferson adoptó una serie de
medidas que no contaron con el apoyo popular, éstas fueron el aumento del poder federal y la
declaración de embargo comercial realizada en 1807.
En 1809 el nuevo presidente, James Madison (1809-1819), levantó el embargo comercial y
estableció relaciones comerciales con Francia. Presionado por los intereses de los agricultores del
sur y del oeste y con el fin de que Gran Bretaña no interfiriera en el comercio norteamericano, el 19
de junio de 1812 se declaró la guerra a Gran Bretaña. La guerra, finalizada en diciembre de 1814 tras
la firma de la paz en Gante, no reportó beneficio alguno para el país. La fuerza militar y naval
inglesa no encontró rival en el ejército norteamericano, el cual sólo consiguió una victoria en
Nueva Orleans; victoria que por otra parte resultó inútil ya que la paz se había firmado unos meses
antes. A pesar de no haber vencedores ni vencidos, la delicada situación económica de Estados
Unidos se agravó al verse aumentada la deuda nacional.
Frente a estos aspectos negativos hay que resaltar las consecuencias positivas que se derivaron
de la situación de guerra. El bloqueo al que se vio sometido Estados Unidos obligó a este país a
sustituir las importaciones por productos propios, con lo cual se dieron los primeros pasos para el
desarrollo de una industria nacional. Por otra parte, la guerra reforzó la unidad entre los
diferentes Estados, a la vez que afianzó el sentimiento nacional y patriótico, y consolidó el poder
del gobierno central. La combinación de estos factores junto con el desarrollo de una política
proteccionista, el restablecimiento del comercio y la creación de otro banco, propiciaron la
expansión económica y el avance del país en las décadas siguientes, principalmente entre 1815
y 1824.
Las Revoluciones burguesas fueron consecuencias de grandes cambios sociales.

La “Revolución norteamericana” no implicó cambios en la correlación de fuerzas sociales; no fueron


modificadas las bases económicas ni los fundamentos jurídicos; no hubo desorden a gran escala,
alteraciones de la vida cotidiana imposibles de controlar por unas autoridades avasalladas y
desbordadas por los acontecimientos; la mayoría de los dirigentes locales -muchos de talante
conservador y saneadas haciendas- que lo eran antes de la ruptura seguirán disfrutando de su
preferente papel político y económico durante y después de la crisis; en nada se vieron afectadas las
creencias o las prácticas religiosas.
Todo parece llevar a la idea de que, en efecto, solamente se dio en América una protesta política de
unos privilegiados que consiguieron la ruptura de los vínculos con la metrópoli pero que no
transformó nada de la realidad social, jurídica o económica. Estaríamos -concluyen esos
historiadoresante una "revolución sin ideología". Pero sería una imagen deformada y desdibujada.
Fue una auténtica revolución y sus principios ideológicos igualitaristas y contrarios a cualquier
privilegio hereditario acabaron impregnándolo todo, incluso en las actitudes cotidianas, a pesar de
que ninguno de los padres fundadores de los Estados Unidos cuestionó que la variedad de clases era
inevitable y que el mérito individual llevaba a unos a la riqueza y a otros a la penuria”.

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