piernas en semiflexión, y las manos sobre el abdomen. ... 2 RESPIRACIÓN ABDOMINAL ABRAZANDO LAS PIERNAS. ... FLEXIÓN DEL TRONCO. ... RESPIRACIÓN ABDOMINAL ELEVANDO PELVIS. ... EL CLAVO. ... ASCENSO ABDOMINAL. ... LOMO DE GATO. ... POSICIÓN CUCLILLAS.
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Al despertar, respira hacia el vientre
El fin es masajear tu sistema digestivo con la respiración
abdominal. Túmbate boca arriba con las rodillas dobladas y las manos en el vientre. Cuando el aire entra el vientre empuja las manos suavemente. Cuando sale, el vientre va hacia la espalda. No fuerces. Con la repetición, la respiración halla el camino. Una vez dominado haz variaciones: 1. mover el abdomen cerca de las costillas; 2. cerca del pubis; 3. más bien a la derecha; 4. a la izquierda. Todo el vientre participa pero la atención va al lugar elegido.
Respirar con el vientre masajea los intestinos y los pone en marcha.
Flexibiliza la zona lumbar
La tensión en la zona baja de la espalda afecta a los músculos
del suelo pélvico, sobre todo a los de atrás, que se contraen y dificultan la eliminación. Tras desayunar, ponte de cuclillas como en la foto. Adapta la postura para que sea cómoda. Agárrate a una mesa o barandilla, apóyate en la pared o toma de las muñecas a alguien y haced el ejercicio juntos. Pon los pies paralelos y sepáralos cuanto necesites. También las rodillas. Puedes alzar un poco los talones. En esta posición deja que la zona baja de la espalda se redondee y se afloje, respirando suavemente hacia el vientre. Es una buena posición para esperar la "llamada" de la mañana.
Reeduca y despierta el recto
El recto es la parte final del tubo digestivo. Normalmente está vacío; cuando las heces llegan a él, se sitúan en la "parrilla de salida". Esa distensión rectal genera las "ganas de ir al baño", una sensación a menudo suave. Aprende a identificarla: indica el momento propicio. Coloca una mano sobre el sacro. Mantén la forma de la mano y mírala. El sacro es cóncavo por delante. El recto se apoya en él y se amolda a él. Ejercítate en imaginar tu recto tranquilamente recostado sobre el sacro, como en una hamaca. Ahí es donde escucharás la sensación de que es el momento.
Contrae y relaja el esfínter
Saber cómo relajar el esfínter es de gran ayuda cuando llega el momento.
El esfínter externo del ano es el músculo voluntario que regula
la apertura o cierre del canal anal. Puedes ejercitar su relajación sin peligro, pues otro esfínter reflejo asegura la continencia de base. Localiza este esfínter voluntario cerrándolo y luego soltándolo. Una vez lo hayas localizado, visualízalo como un conducto de 3-4 cm que va hacia el interior del cuerpo. Prueba a cerrarlo en toda su altura y luego relájalo progresivamente. Hazlo varias veces, dando tiempo a sentir la diferencia entre contraer y relajar. Puedes ayudarte acompañando con el puño, tensándolo y relajándolo. En esta exploración lo importante es identificar las sensaciones en el momento de relajar para estar seguro de que luego lo haces al ir al baño.
Relaja el suelo pélvico
Aunque el recto posee sus propios músculos para hacer
progresar su contenido, a veces necesita un "empujoncito". Los abdominales bajos, justo sobre el pubis, son los adecuados para darlo. Siéntate y toma entre tus manos un pliegue de piel por debajo del ombligo. Mete tripa ahí abajo y nota cómo contraes los abdominales. Observa si la musculatura alrededor del ano también se contrae o logras mantenerla relajada. Intenta implicar a los abdominales bajos sin contraer el suelo pélvico.
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Utiliza un banquito en el baño
Los beneficios de elevar los pies son varios: se relaja la zona lumbar, se favorece el estímulo visceral y el cóccix retrocede y ayuda a la apertura posterior. Eleva los pies 20 cm sobre un banquito, paralelos o con las puntas ligeramente hacia el interior. Practica la respiración abdominal contrayendo el vientre bajo al soltar el aire. Relaja al inspirar. Pero sobre todo relaja el suelo pélvico y el esfínter anal. Al sentarte espera un minuto antes de impacientarte o empujar. Los músculos involuntarios del recto han identificado la situación y están trabajando aunque tú no lo notes. Si no les dejas hacer su parte, se vuelven perezosos.