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Análisis discursivo: Palabras

del Presidente Santos en el


Congreso Internacional de
Derecho Constitucional
De las secuencias de oraciones a los macro-actos
macro actos de habla y de estos a las macro
macro-
estructuras pragmáticas

Diego Hernández A

Lingüística
Textual
Palabras del Presidente Santos en el Congreso
Internacional de Derecho Constitucional ‘20 años de la
Constitución Política de Colombia’
Bogotá, 11 de mayo (SIG). “No era fácil ser joven en nuestro país a finales de los ochenta”.
No eran tiempos propicios para la esperanza, y menos aún para los jóvenes estudiantes de
Derecho o abogados que habían atestiguado el sacrificio de una Corte admirable en el
holocausto del Palacio de Justicia.
Menos aún para los millones de colombianos que habían creído en el proyecto político
renovador de Luis Carlos Galán, y lo vieron caer, también, atravesado por las balas del
odio, en la plaza de Soacha.
No. No era fácil ser joven a fines de los ochenta.
Por fortuna, la juventud tiene la virtud de mirar más allá de los obstáculos, y de buscar
salidas donde otros sólo ven puertas cerradas.
Fue así como una generación de estudiantes –aquí en la Javeriana, en el Rosario, en Los
Andes, en el Externado, en la Nacional– generaron un profundo cambio institucional que
dio forma a una nueva Colombia, la Colombia que hoy vivimos.
Me siento honrado de instalar hoy este Congreso Internacional de Derecho Constitucional
en la Universidad Javeriana, porque su aporte al país ha sido fundamental desde su
creación en el siglo diecisiete y, en particular, desde su restablecimiento en 1930.
Sea la oportunidad para reiterar mi felicitación a la Facultad de Ciencias Jurídicas por sus
80 años que ha celebrado en los recientes meses.
Puedo decir –con orgullo– que varios egresados de esta facultad hacen parte destacada de
mi gobierno.
Es el caso del Ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo; el Alto Consejero Presidencial
para las Comunicaciones, Juan Mesa; el Secretario Privado de la Presidencia, Juan Carlos
Mira; la Secretaria del Consejo de Ministros, Cristina Plazas; el Presidente de Bancoldex,
Santiago Rojas, Juan Carlos Torres, mi muy cercano asesor, entre otros varios.
Los nombres del edificio donde nos encontramos –Gabriel Giraldo- y de esta aula máxima
–Luis Carlos Galán- nos evoca dos grandes hombres detrás de la Constitución de 1991.
Ni qué decir el nombre de ese otro ilustre abogado a quien hoy rendimos homenaje, el
doctor Álvaro Gómez Hurtado, copresidente y brújula moral de la Asamblea Nacional
Constituyente.
Y miren esta paradoja:
Si bien la facultad de Ciencias Jurídicas era percibida como un bastión de la tradición, fue
de aquí –de la clase de Derecho Constitucional de un joven profesor javeriano que también
enseñaba en el Rosario y en los Andes- de donde surgió uno de los eventos más
revolucionarios: la Séptima Papeleta.
En estas aulas se produjo la génesis de uno de los documentos más progresistas de la
historia constitucional de América Latina, como resultado de una revolución pacífica
protagonizada por los estudiantes.
El magnicidio de Luis Carlos Galán fue, sin duda, un factor desencadenante que mostró a
los jóvenes que, si no tomaban las riendas de su propio futuro, la viabilidad del país –de su
país- estaría en peligro.
Fue así como el 25 de agosto de 1989 –una semana después del horrendo asesinato- una
inmensa manifestación estudiantil, liderada, entre otros, por el profesor y abogado
Fernando Carrillo, se tomó las calles en una estremecedora ‘Marcha del Silencio’.
‘Por todo lo que nos une y contra todo lo que nos separa’, me acuerdo muy bien, era su
lema.
Cuentan que, cuando la marcha salió de la Javeriana, el apesadumbrado padre Giraldo se
asomó a una de las ventanas del tercer piso del entonces Edificio Central y levantó sus
manos como estimulando a los muchachos a participar en esa manifestación, que sería el
germen de la Constitución de 1991.
¡Una marcha estudiantil incentivada por sus directivas, como no se había visto en toda la
historia de este claustro!
Por todo esto, cuando un grupo de jóvenes me planteó la historia de la papeleta en las
oficinas de El Tiempo, a comienzos de febrero de 1990 –siendo yo subdirector del
periódico- les ofrecí darles un espacio en las páginas editoriales para que explicaran su
audaz idea, porque entendí la importancia y la potencialidad de esa propuesta.
La columna se publicó bajo el título ‘La Asamblea Nacional Constituyente’, y en ella,
Fernando Carrillo –como vocero de una generación desencantada, una generación que
incluía a jóvenes juristas como Manuel José Cepeda, Marcela Monroy y Camilo Ospina-
expuso una ruta novedosa para cambiar la Constitución después de tantos infructuosos
intentos en los años recientes.
La propuesta era que el mismo pueblo colombiano abriera la llave a una consulta
plebiscitaria en las elecciones parlamentarias y regionales del 11 de marzo, para convocar
una Asamblea General Constituyente.
Pocos días después me comprometí personalmente con esa causa, y el 22 de febrero de
1990 escribí un editorial del periódico apoyando la idea.
Es más: estaba tan convencido de esta causa que, desde El Tiempo –y aprovechando la
ausencia de mi tío Hernando, que me había dejado de director encargado- ordené la
impresión en la rotativa de miles de papeletas para repartir.
Cosa que me produjo el regaño de mi tío y de mi padre semanas después.
Esa es la razón por la cual me siento tan cercano al proceso y tengo un gran compromiso
de defensa de esta Carta política.
La Constitución tuvo errores que se han enmendado y otros que se seguirán corrigiendo;
por ejemplo, dar a los altos magistrados funciones nominadoras que los distraen de su
función jurisdiccional, o conferir rango constitucional –como ya dije- a instituciones que no
lo ameritan, dificultando su reforma.
Pero nuestra Carta también es –claro que lo es- una constitución virtuosa, centrada en el
ser humano, sus derechos y sus libertades, que nos propuso –y nos sigue proponiendo- el
inmenso desafío de hacer realidad en nuestro querido país el Estado Social de Derecho.
Nuestro reto como gobernantes, como servidores públicos, es cumplir su esencia y
mantener ese delicado equilibrio entre sus encumbrados ideales y la tozuda realidad.
Termino recordando una frase de Luis Carlos Galán, que bien pudo ser la inspiración de
esos jóvenes estudiantes y docentes que comenzaron hace dos décadas el camino que hoy
recorremos:
‘No hay democracia si no se entiende la Nación como una misión colectiva, un
compromiso de todos’.
Muchas gracias”.

Fuente:
Discursos del Presidente Juan Manuel Santos - Mayo de 2011
http://wsp.presidencia.gov.co

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