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AMPURIAS (al
norte)
rey Arganthonio era el rey de Tarsis. Con él comenzaron a comeraicar por una nueva
ruta situada a norte para evitar ser atacados por los piratas de Cartago.
Pitágoras estudió Tales de Mileto que fue fundada el mismo año del exilio babilónoco.
El papá de Yoshúa fue un rabino escapado de Jerusalem que escondió varios tesoros
del rey Saloón en el desierto y también el Arón Hahosdesh (el Arca).
Este rabio se hizo comerciante y llegó a España (Tarsis) entrevistándose con el rey
Argantonio, con el que idearon una nueva ruta de comercio saliendo desde el norte de
España.
Durante el día arriaban velas para parecer perdidos buscando la desembocadura del
río Nilo. Y sólo navegaban de noche.
Pitágotras estudió muchos misterios con este rabino que fue sacerdote del Templo de
Jerusalem.
Les aconsejó a Pitágoras y su hijo esconderse en el Templo Sagrado de Egipto y hacerse
sacerdotes egipcios para salvarse de la inminente invasión de los Persas (Banilonios).
Fuimos presentados en el año 3226 (se refiere al 535 a. C.) para ingresar como
aspirantes a matemáticos sagrados. Mi amigo el samio, pese a ser mas de diez  años
menor de edad a mí, tenía una mente privilegiada para la ciencia y las cuentas, por lo
que solicité que nos dejaran entrar unidos (debido a que en estos templos, lo mas
difícil era el ingreso). Fueron días duros y de aislamiento; en los que nos eligieron solo
a diez como aspirantes a sacerdotes; de entre centenares que esperaban para ser
admitidos a pruebas.
na vez conocido que estábamos entre los diez electos, nos agruparon de dos en dos,
en cinco celdas aisladas y nos explicaron las pruebas; advirtiendo que de entre todos,
tan solo pasarían dos de nosotros a ocupar las plazas de aspirantes a astrónomos o
agrimensores (especialistas en medir las tierras y dividirlas; tanto como en calendario,
horas y en matemática del Universo). Para saber quienes serían los elegidos a estudiar
las ciencias de los dioses, los sacerdotes del templo de Uaset (se refiere al actual
recinto sagrado de Tebas, llamado hoy: Karnak, en Luxor), nos exigían que
resolviéramos la siguiente cuestión:

Nos entregaron una cuerda con la medida de 1 Codo Real egipcio, dividida en 28
dedos. Preguntándonos que si hacíamos una circunferencia perfecta con este cordón
métrico y luego un cuadrado de igual medida: Cúal sería la razón matemática
que había entre ambas figuras. Solicitando que explicásemos la relación entre
ambos (el cuadrado y el círculo) y cómo podríamos hallar sus áreas, o sus volúmenes:
Habiendo de explicarse qué características comunes habría entre la geometría de un
cuadrado, la de una circunferencia, y hasta la de un triángulo. Todas ellas
hechas dentro de círculos exteriores o interiores a los polígonos que formásemos
con la medida que nos facilitaban. Y para ello, nos daban como base un períemtro y
una cuerda de un Codo Real de 28 Dedos.
el nombre que le da El Antiguo Testamento a la pila de abluciones del Templo de
Salomón, denominándola “Mar”, considerábamos que tenía un significado relacionado
con el estudio de la geodesia y la astronomía (fundamentalmente para guiarse en el
mar y en el desierto)
Pero todo ello, nos lleva a una relación mas curiosa, tal como es la de que el Diámetro
multiplicado por el Radio de la circunferencia, es también igual a los dos lados de su
cuadrado multiplicados, o al área del cuadrado. Es decir:
Radio × Diámetro = Lado del cuadrado × Lado del cuadrado = Lado del tríangulo 2 ÷
3/2

De lo que conociendo simplemente el Diámetro y su Radio, podemos deducir sin


necesidad de calcular prácticamente cual es la longitud de los lados de su triángulo

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equilátero y su cuadrado perfecto, insertado en la circunferencia. Es decir (siendo D,
diámetro y R, el radio; L lado ; C Cuadrado y T triángulo):
D × R = LC 2 = LT 2 ÷ 3/2
De lo que la raíz cuadrada, del Diámetro multiplicado por el Radio, es igual a cada lado
del cuadrado : √D×R = Lados del cuadrado
Pudiendo llegar también a deducir los lados del triángulo, porque:
√{(coseno de 45o)2 x 3/2} = coseno de 30o
coseno de 30o = √3/4

Pero, tal como vemos, basta con conocer el Diámetro y el Radio, para saber cual el es
área del cuadrado; y teniendo el área del cuadrado pronto podemos deducir la del
triángulo, dado que el área del cuadrado multiplicado por 3/2 nos dará un total igual a
dos lados del triángulo multiplicados.

Pese a ello, tan solo hace falta conocer el diámetro de la circunferencia en la que se va
a insertar el triángulo equilátero para conocer la altura y sus lados. Ya que la altura es
igual a ¾ de este. Y dado que los catetos son todos iguales, fácil es saber cual serán los
lados del triángulo teniendo tan solo el valor de su altura…
….Como podemos observar, no es necesario tener grandes conocimientos
matemáticos, ni siquiera multiplicar (ni menos dividir) operaciones complejas, para
obtener las áreas y lados del triángulo y el cuadrado insertado en una circunferencia.
Igualmente, hemos visto que no se precisa del número "pi", bastando trabajar con
cuerdas, jugando con el  el diámero y el perímetro; lo que nos permitirá hallar
relación entre áreas, cosenos, ángulos y contornos. Apareciendo en el triángulo y
cuadrado dentro del círculo, razones relacionadas con el número 2 y 3; que son los
lados que en ambos casos tienen las figuras geométricas que hemos trazado dentro
de la circunferencia. Por lo demás, la comprobación de los hechos descritos, puede
ser perfectamente empírica; valiéndose de recipientes en forma cuadrada,
triangular o circular, que una vez llenados de agua y medidos por cubicaje;
demuestren que las áreas y volúmenes calculados son ciertos.
Narran los textos todos los pormenores de la pila de abluciones, llamada por El
Antiguo Testamento, “el Mar del Templo de Salomón”; de cuyas proporciones y
descripción hemos obtenido la conclusión de se trataba de un patrón de medidas,
que permitían calcular áreas circulares y volúmenes de la circunferencia (incluso
llegar a los esféricos, como veremos), sin apenas tener que dividir ni multiplicar.
Mucho menos se hacía necesario conocer el valor de π, para trabajar con la
circunferencia, pues como hemos visto (y en nuestra opinión), existía lo que
llamábamos un “Codo Perimetral”. Un Codo que estaba “labrado” en el contorno de la
pila de abluciones, cuyo valor respondía a: Codo Per.= π · (1 Codo÷3) . Ello porque el
diámetro del Mar de Salomón vimos que suponía de 10 Codos (hebreos normales) y
su perímetro estaba marcado con 30 Codos (rodeaba todo el Mar un cordón de
bronce dividido en treinta partes iguales). A estos segundos, que habían de ser
mayores en razón a π÷3, los hemos denominado Codos Perimetrales, pues deducimos
y creemos haber demostrado que su valor servía para calcular cualquier objeto en
circunferencia con la fórmula:
Diámetro = Perímetro en Codos Perimetrales÷3
Por cuanto para hallar el valor del área del Mar bastaba con hacer:
[(Perímetro en Codos Perimetrales÷3) · Perímetro en codos normales] ÷ 4
O lo que era lo mismo: AREA = (¼ del Diámetro) × Perímetro 

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PRÓLOGO
Y AGRADECIMIENTOS

Don José Amador de los Ríos, en quien nos basamos para


realizar el presente trabajo, desarrolla en su magna obra,
con gran esfuerzo y dedicación, una investigación certera
y minuciosa acerca de la Historia judía en España y
Portugal. Un monumento a la ciencia y la paciencia, al
decir de Menéndez y Pelayo.
Siguiendo un insobornable ideal de humanidad a mediados
del siglo XIX, Amador de los Ríos busca infatigable la
verdad de esta Historia.
Relata con veracidad la llegada del pueblo hebreo a la
península ibérica en los primeros siglos de la era común,
hasta su expulsión definitiva en el siglo XV.
Esta expulsión habría sido definitiva según lo entendieron
los historiadores del siglo XIX.
No obstante, no hay ninguna lógica en la historia del
Pueblo Elegido, puesto que al decir del mismo Papa Juan
Pablo II, es un milagro de la Historia la supervivencia de
nuestro pueblo.
Contra todo razonamiento, el pueblo hebreo sigue
habitando en este planeta para beneficio de la humanidad
entera.
Pues, los historiadores del siglo XIX daban por terminada
la existencia de los judíos en tierra española. Y hoy, la
realidad es muy distinta.
También, muchas, muchísimas veces fue arrasada,
destruida e incendiada Jerusalem, y después de dos mil
años de exilio y destino errante por tierras extranjeras, hoy

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la tierra de Israel vuelve a ser poblada por sus auténticos
dueños.
Amador descubre los apetitos mal contenidos, fanáticos y
perversos, el prejuicio y la superstición, las miles de falsas
acusaciones oprobiosas contra los judíos: profanación de
objetos sagrados, muerte ritual de niños cristianos, mezcla
de sangre de bebés asesinados con la masa de la matzá
(pan sin levadura), empleo de veneno en las medicinas,
triple maldición diaria contra los cristianos, etc.
Esta historia de los judíos hace honor y justicia a
nuestros ancestros.
No busca “más que el amor a la verdad y a la virtud, ni
más odio que el odio a la mentira y al crimen”.
El relato de Amador es imparcial y equitativo.
Los judíos fueron aislados forzosamente. El pueblo odiaba
a los judíos y a los conversos quienes descollaban
ampliamente en su vida social, económica, técnica,
religiosa y administrativa.
Y frente a los estallidos de violencia del vulgo, nada pudo
hacer la minoría eclesiástica honrada ni la realeza.
A lo largo de estos XV siglos de historia judía se
enfrentarán encarnizadamente el instinto del bien,
representado por la razón y la norma, y el instinto del mal,
representado por la pasión primitiva y salvaje y la
anarquía.
El odio y el fanatismo dominaban a la masa vulgar, pero
también eran impulsados desde las altas esferas del clero.
Así, las clases bajas eran azuzadas por las clases altas con
el fin de destruir, asesinar y cometer estragos contra el
inocente pueblo judío.
Es mentira que la Inquisición española sirvió para proteger
a la sociedad de la ruina o para asegurar la solidez del
Estado o para defender a la población cristiana de
influencias externas o heréticas. Por el contrario, provocó
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el estancamiento cultual, por no decir el embrutecimiento
del pueblo español. Y somos testigos de la decadencia que
se produjo a partir del 1492 (año de la expulsión de los
judíos) y del sorprendente renacimiento en la economía,
en la política y en la moral españolas a partir de las dos
últimas décadas del siglo XX, cuando el gobierno de
España pidió perdón públicamente a la comunidad judía
internacional, levantando y anulando entonces el mentado
decreto de expulsión.
El ideal de la Inquisición no era lograr una unidad política
o religiosa sino perseguir y aniquilar a los judíos; los
huesos de los sospechosos de haber judaizado en vida
fueron desenterrados y arrojados a los quemaderos. Y a los
descendientes de los quemados se los excluía de la vida
política.

***

Esta magna obra se divide en tres partes.


La primera abarca desde la emigración judía a España
después de la destrucción del Segundo Templo (año 74, a
manos de Tito), hasta el año 1284 (5044 del calendario
hebreo).
La segunda parte llega hasta el año 1420 (5180).
Y la tercera parte culmina en 1492 (5252), año del edicto
de expulsión y dispersión de los judíos españoles.
Hubo épocas de engrandecimiento y prosperidad entre
árabes y cristianos. Y otras épocas de lucha y persecución.
Y finalmente, tiempos de decadencia y abatimiento.
El pueblo judío ha contribuido, con su inteligencia y
actividad, al desarrollo cultural, moral e intelectual de
España (y de Europa) en todas las artes y en todas las
ciencias.

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La que sigue es una Historia objetiva y neutral que no
pretende ensalzar a un pueblo en detrimento del otro.
Todos los hechos narrados están fielmente documentados.
Sólo nos mueve el amor por la verdad y la justicia.
Quedo en deuda con el magnánimo Amador de los Ríos
quien respondiera contundentemente en el año 1848 a una
pregunta inquisitoria que formulara quien esto escribe, por
los años 1980 y 1981, a los eminentes historiadores
argentinos, Fraboschi y Popolizzio, cuando siendo un
joven impetuoso de catorce años de edad, ocupando
dignamente una banca del Colegio Nacional de Buenos
Aires, detuviera indignado a cada paso las clases de
Historia de la Edad Media, preguntando
incansablemente... “¿Pero, los judíos, en esa época, en
dónde estábamos?”
Considero un deber supremo de justicia y gratitud,
abocarme a al ardua tarea de revivir la Historia de los
Judíos de España y Portugal, fielmente narrada por
Amador, llenando de este modo una laguna, con la
ambiciosa aspiración de que las nuevas generaciones de
espíritus libres y pensantes, harán honor a nuestro pueblo,
colocando nuestro modo de ser en el mundo en el
auténtico lugar que nos corresponde, como hombres
honrados y trabajadores, que hemos sabido enfrentarnos
en cada generación, después de más de tres mil años, a la
barbarie, la ignorancia, la superstición politeísta, el
desenfreno de las pasiones, enseñando el valor de lo que
Freud denominó la renuncia pulsional y regalando al
mundo supuestamente civilizado la máxima sabiduría: la
del temor y amor a D-s.
Para un joven adolescente era una afrenta no escuchar
palabra alguna acerca del pueblo hebreo después de
concluido el primer año de estudios en los que se revisaba
la historia antigua. Así, el pueblo hebreo había sido
estudiado en su organización política, religiosa, económica
y social, quedando luego olvidado su paso por este mundo,
al igual que los demás pueblos de la antigüedad.
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Sin embargo, estando yo sentado en ese lugar, siendo
judío no podía entender ese silencio ante mi pregunta por
los judíos. No sólo nos habían olvidado del paso de la
Historia, sino, como descubrí tristemente, se nos había
querido exterminar.
Después de la destrucción del Segundo Templo, el pueblo
hebreo ha vagado errante por el mundo y en toda latitud,
ya sea en países cristianos o musulmanes, hemos sido
considerados la escoria, el pueblo proscrito y desterrado,
sufriendo los prejuicios de un entorno social hostil y mil
veces criminal.
En este espacio quiero agradecer profundamente a otra
eminente figura del Saber, quien fuera mi profesora de
Historia de la Psicología de la Universidad Argentina John
F. Kennedy, quien también se mantuvo en silencio ante
muchas de mis interrogaciones acerca de esta Historia.
Pero, a diferencia del silencio cómplice de los profesores
del Colegio Nacional, que pretendía enterrar y acallar mi
pregunta, la Dra. Beatriz Regueiro ha tenido el don, nunca
antes visto por mí en ningún otro maestro, de invertir los
roles en las clases de Historia otorgándole al alumno el
privilegio y la responsabilidad de investigar a su modo, a
partir de su más profundo anhelo, la verdad que está oculta
en su propia y personal Historia.
Con esta obra respondo en un mismo grito a ambos
silencios.
Más importante que saber decir, es saber callar. Y más
importante aún, que saber decir y callar, es saber escuchar.
Digo con Amador que las “deudas de la gratitud me han
parecido siempre tan sagradas, que, en mi sentir, jamás
podrán ser cumplidamente satisfechas”.
Después de haber vivido más de dos siglos en Egipto, y
habiendo sido esclavizados, vejados y maltratados, la
orden de D-s fue muy clara, debemos dar gracias al pueblo
Egipcio que nos acogió en su seno, pues comimos de su

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pan y bebimos de su agua. Y a pesar de haber perdido
todos nuestros derechos y haber sido brutalmente
esclavizados, cuando D-s nos liberó del yugo y nos sacó
de Egipto, debíamos sentir y expresar gratitud.
Y cuando el ejército egipcio perecía ahogado bajo las
aguas después del milagro, D-s se entristeció con nuestro
júbilo; no estaba bien que festejáramos la muerte de
nuestros enemigos, también hijos de D-s.
Durante casi dos mil años el pueblo hebreo ha errado de
un lado a otro y en cada ciudad en donde fue acogido, los
primeros inmigrantes han trabajado desde muy abajo en la
escala social, para encumbrar a las sucesivas generaciones
a los más elevados cargos políticos, artísticos y científicos.
La densidad numérica de los premios Nóbel judíos es
descollante y deslumbrante.
Sin la aprobación y el apoyo moral de mis maestros, los
ilustres profesores, el Rabino Shelomó Tawil, de la
Comunidad Maguen David y el Rabino Abraham
Benzaquén de la Comunidad Monte Sinaí, este trabajo no
hubiera sido posible.
Y si quisiera corresponder con todos y cada uno de los
donantes de esta primera edición, sería mi deber escribir
un libro relatando toda la enorme buena voluntad, el
cariño, el respeto y la confianza que muchísimos
empresarios judíos de nacionalidad mexicana, han
depositado en mi humilde labor. Espero, pagar aunque sea
mínimamente parte de la deuda que con ellos llevo
contraída. Cada uno de estos notables hombres
emprendedores ha puesto en mis manos todo tipo de
facilidades no sólo en dinero, sino también prestándome
los servicios que pudieran brindarme los recursos de sus
oficinas y despachos, poniendo a mi disposición:
computadoras, teléfonos, choferes, automóviles,
secretarias, asesoramiento legal y el dinero necesario para
editar el libro, interrumpiendo todas sus ocupaciones
cuando me he presentado en sus oficinas a escuchar sus

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consejos. Sin la fuerza que estos ilustres varones me han
otorgado, jamás hubiera pensado en acometer una obra de
tal magnitud.
Sé muy bien que ninguno de estos notables personajes
desea ser nombrado y prefiere permanecer en el
anonimato, cumpliendo con la voluntad de D-s al realizar
una miztvá (precepto) desinteresadamente, sabiendo que el
pago de la mitzvá es el cumplimiento de esa misma mitzvá.
Detrás de este libro, pervive el apoyo de más de cien de
mis queridos correligionarios que habitan el suelo
mejicano. A todos ellos, mi profundo y más sincero
sentimiento de gratitud.
Por último, quiero agradecer al pueblo de México que nos
da una acogida amable y nos permite desarrollar nuestra
industriosa labor de divulgadores del bien común y de la
palabra de D-s, en un lugar en donde se respeta la libertad
de Culto. Y aumenta nuestra gratitud conociendo la
intolerancia de la Inquisición española que también hiciera
estragos sobre nuestros ancestros, en siglos pasados en
esta noble tierra mexicana, en contraste, con el gobierno
actual del Presidente Fox donde reinan la verdad, la
justicia y la libertad de expresión.

S. R. Maslatón
México, 1 de noviembre del año 2003
(6 de Jeshván de 5764)

(Una última aclaración: las citas textuales del original de


Amador aparecen entre comillas. Todo lo demás es un
trabajo de síntesis en el que intenté rescatar los conceptos
más importantes ocultos detrás del velo de un lenguaje
antiguo y profuso que ya casi nadie comprende. Ironía del
destino: después de 500 años de haber sido expulsados de
España los descendientes de los judíos que buscaron
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refugio en Turquía han mantenido la pureza original del
lenguaje del Mío Cid, el ladino, casi intacta. En cambio, el
castellano que hablamos hoy en día ha sufrido múltiples
alteraciones).

Edicto de Expulsión de los Judíos de


España del 31 de marzo de 1492

Los Reyes Fernando e Isabel, por la gracia de Dios, Reyes


de Castilla, León, Aragón y otros dominios de la Corona-
al príncipe Juan, los Duques, Marqueses, Condes, órdenes

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religiosas y sus Maestres, señores de los Castillos,
Caballeros y a todos los judíos hombres y mujeres de
cualquier edad y a quienquiera esta carta le concierna,
salud y gracia para él.
Bien es sabido que en nuestros dominios, existen algunos
malos cristianos que han judaizado y han cometido
apostasía contra la santa fe Católica, siendo causa la
mayoría por las relaciones entre judíos y cristianos. Por lo
tanto, en el año de 1480, ordenamos que los judíos fueran
separados de las ciudades y provincias de nuestros
dominios y que les fueran adjudicados sectores separados,
esperando que con esta separación la situación existente
sería remediada, y nosotros ordenamos que se estableciera
la Inquisición en estos dominios; y en el término de 12
años ha funcionado y la Inquisición ha encontrado muchas
personas culpables además, estamos informados por la
Inquisición y otros el gran daño que persiste a los
cristianos al relacionarse con los judíos, y a su vez estos
judíos tratan de todas maneras a subvertir la Santa Fe
Católica y están tratando de obstaculizar cristianos
creyentes de acercarse a sus creencias.
Estos Judíos han instruido a esos cristianos en las
ceremonias y creencias de sus leyes, circuncidando a sus
hijos y dándoles libros para sus rezos, y declarando a ellos
los días de ayuno, y reuniéndoles para enseñarles las
historias de sus leyes, informándoles cuándo son las
festividades de Pascua y cómo seguirla, dándoles el pan
sin levadura y las carnes preparadas ceremonialmente, y
dando instrucción de las cosas que deben abstenerse con
relación a alimentos y otras cosas requiriendo el
seguimiento de las leyes de Moisés, haciéndoles saber a
pleno conocimiento que no existe otra ley o verdad fuera
de esta. Y así lo hace claro basados en sus confesiones de
estos judíos lo mismo a los cuales han pervertido que ha
sido resultado en un gran daño y detrimento a la santa fe
Católica, y como nosotros conocíamos el verdadero
remedio de estos daños y las dificultades yacían en el
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interferir de toda comunicación entre los mencionados
Judíos y los Cristianos y enviándolos fuera de todos
nuestros dominios, nosotros nos contentamos en ordenar si
ya dichos Judíos de todas las ciudades y villas y lugares de
Andalucía donde aparentemente ellos habían efectuado el
mayor daño, y creyendo que esto sería suficiente de modo
que en esos y otras ciudades y villas y lugares en nuestros
reinos y nuestras posesiones sería efectivo y cesarían a
cometer lo mencionado. Y porque hemos sido informados
que nada de esto, ni es el caso ni las justicias hechas para
algunos de los mencionados judíos encontrándolos muy
culpables por los susodichos crímenes y transgresiones
contra la santa fe Católica han sido un remedio completo
obviar y corregir estos delitos y ofensas. Y a la fe
Cristiana y religión cada día parece que los Judíos
incrementan en continuar su maldad y daño objetivo a
donde residan y conversen; y porque no existe lugar donde
ofender de más a nuestra santa creencia, como a los cuales
Dios ha protegido hasta el día de hoy y a aquellos que han
sido influenciados, deber de la Santa Madre Iglesia reparar
y reducir esta situación al estado anterior, debido a lo
frágil del ser humano, pudiese ocurrir que podemos
sucumbir a la diabólica tentación que continuamente
combate contra nosotros, de modo que, si siendo la causa
principal los llamados judíos si no son convertidos
deberán ser expulsados del Reino.
Debido a que cuando un crimen detestable y poderoso es
cometido por algunos miembros de algún grupo es
razonable que el grupo debe ser absuelto o aniquilado y
los menores por los mayores serán castigados uno por el
otro y aquellos que permiten a los buenos y honestos en
las ciudades y en las villas y por su contacto puedan
perjudicar a otros deberán ser expulsados del grupo de
gentes y a pesar de menores razones serán perjudiciales a
la República y los más por la mayoría de sus crímenes
sería peligroso y contagioso de modo que el Consejo de
hombres eminentes y caballeros de nuestro reinado y de
otras personas de conciencia y conocimiento de nuestro
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supremo concejo y después de muchísima deliberación se
acordó en dictar que todos los Judíos y Judías deben
abandonar nuestros reinados y que no sea permitido nunca
regresar.
Nosotros ordenamos además en este edicto que los Judíos
y Judías cualquiera edad que residan en nuestros dominios
o territorios que partan con sus hijos e hijas, sirvientes y
familiares pequeños o grandes de todas las edades al fin de
Julio de este año y que no se atrevan a regresar a nuestras
tierras y que no tomen un paso adelante a traspasar de la
manera que si algún Judío que no acepte este edicto si
acaso es encontrado en estos dominios o regresa será
culpado a muerte y confiscación de sus bienes.
Y hemos ordenado que ninguna persona en nuestro
reinado sin importar su estado social incluyendo nobles
que escondan o guarden o defiendan a un Judío o Judía ya
sea públicamente o secretamente desde fines de Julio y
meses subsiguientes en sus hogares o en otro sitio en
nuestra región con riesgos de perder como castigo todos
sus feudos y fortificaciones, privilegios y bienes
hereditarios.
Hágase que los Judíos puedan deshacerse de sus hogares y
todas sus pertenencias en el plazo estipulado por lo tanto
nosotros proveemos nuestro compromiso de la protección
y la seguridad de modo que al final del mes de Julio ellos
puedan vender e intercambiar sus propiedades y muebles y
cualquier otro artículo y disponer de ellos libremente a su
criterio que durante este plazo nadie debe hacerles ningún
daño, herirlos o injusticias a estas personas o a sus bienes
lo cual sería injustificado y el que transgrediese esto
incurrirá en el castigo los que violen nuestra seguridad
Real.
Damos y otorgamos permiso a los anteriormente referidos
Judíos y Judías a llevar consigo fuera de nuestras regiones
sus bienes y pertenencias por mar o por tierra exceptuando

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oro y plata, o moneda acuñada u otro artículo prohibido
por las leyes del reinado.
De modo que ordenamos a todos los concejales,
magistrados, caballeros, guardias, oficiales, buenos
hombres de la ciudad de Burgos y otras ciudades y villas
de nuestro reino y dominios, y a todos nuestros vasallos y
personas, que respeten y obedezcan con esta carta y con
todo lo que contiene en ella, y que den la clase de
asistencia y ayuda necesaria para su ejecución, sujeta a
castigo por nuestra gracia soberana y por la confiscación
de todos los bienes y propiedades para nuestra casa real y
que esta sea notificada a todos y que ninguno pretenda
ignorarla, ordenamos que este edicto sea proclamado en
todas las plazas y los sitios de reunión de todas las
ciudades y en las ciudades principales y villas de las
diócesis, y sea hecho por el heraldo en presencia del
escribano público, y que ninguno o nadie haga lo contrario
de lo que ha sido definido, sujeto al castigo de nuestra
gracia soberana y la anulación de sus cargos y
confiscación de sus bienes al que haga lo contrario.
Y ordenamos que se evidencie y pruebe a la corte con un
testimonio firmado especificando la manera en que el
edicto fue llevado a cabo.
Dado en esta ciudad de Granada el Treinta y uno día de
marzo del año de nuestro señor Jesucristo de 1492.
Firmado Yo, el Rey, Yo la Reina, y Juan de Coloma,
secretario del Rey y la Reina quien lo ha escrito por orden
de sus Majestades.

Respuesta de Isaac Abravanel al

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Edicto de Expulsión de los Judíos de

España del 31 de marzo de 1492

Sus Majestades:

Abraham Senior y yo agradecemos esta oportunidad


para hacer nuestro último alegato escrito llevando la voz
de las comunidades judías que nosotros representamos.
Condes, duques y marqueses de las Cortes,
caballeros y damas: no es un gran honor cuando un judío
es llamado a asistir por el bienestar y seguridad de su
pueblo, pero es desgracia mayor que el Rey y la Reina de
Castilla y Aragón y por supuesto de toda España tenga que
buscar su gloria en gente inofensiva.
Encuentro muy difícil comprender como todo
hombre judío, mujer y niño pueden ser una amenaza a la
fe Católica. Son cargos muy fuertes, demasiado fuertes.
¿Es que nosotros la destruimos?
Es todo lo opuesto. ¿No estáis obligando en este edicto
a confinar a todos los judíos en lugares restringidos y a
tantas limitaciones en nuestros privilegios legales y
sociales, sin mencionar que nos forzáis a cambios
humillantes? ¿No fue suficiente la imposición de la
fuerza, no nos aterrorizó vuestra diabólica Inquisición?
Déjeseme mostrar en toda su dureza esta materia a
todos los presentes; no dejaré callar la voz de Israel en
este día.
Escuchad ¡oh Cielos!, y sea permitido que se me
escuche, Rey y Reina de España. Isaac Abravanel se dirige
a vos; yo y mi familia somos descendientes directos del
Rey David, verdadera sangre real; la misma del Mesías
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corre por mis venas. Es mi herencia, y yo lo proclamo en
nombre del rey de Israel.
En nombre de mi pueblo, el pueblo de Israel, los
escogidos por Dios, declaro que son inocentes y sin culpa
de todos los crímenes declarados en este abominable
edicto. El crimen y la transgresión es para vos; para
nosotros es el soportar el decreto sin justicia que Vos
habeis proclamado. El día de hoy será de derrota y este
año, que se imagina como el año de la gran gloria, será el
de la vergüenza más grande de España. Es reconocido que
la palabra honor debe ser propia de buenas y nobles
acciones; de la misma forma, un acto impropio haría sufrir
la reputación de una persona. Y si reyes y reinas acometen
hechos dudosos se hacen daño a ellos mismos; como bien
se dice, cuanto más grande es la persona el error es mayor.
Si los errores son reconocidos a tiempo pueden ser
corregidos y el ladrillo débil que soporta el edificio puede
ser resituado en posición correcta. Asimismo un edicto
errado, si es cambiado a tiempo, puede ser corregido; pero
objetivos religiosos han aventajado a la razón y malos
consejos han precedido al justo razonamiento. El error de
este edicto será irreversible, lo mismo que estas
obligaciones que proclaman; mi rey y mi reina,
escuchadme bien: error ha sido, un error profundo e
inconcebible como España nunca haya visto hasta ahora.
Vosotros sois los únicos responsables, como instrumentos
del poder de una nación; si las artes y letras dan pautas a
sensibilidades mas refinadas, si vosotros habéis aplacado
el orgullo del infiel musulmán pese a la fuerza de su
ejército mostrando conocimiento del arte y de la guerra y
respetando su conciencia ¿con qué derecho los
inquisidores recorren los campos quemando libros por
miles en piras publicas?
¿Con qué autoridad los miembros de la Iglesia
desean ahora quemar la inmensa biblioteca arábiga de este
gran palacio moro y destruir sus preciosos manuscritos?
Porque es por autoridad vuestra, mi rey y mi reina. En lo
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más profundo de sus corazones Vuestras Mercedes han
desconfiado del poder del conocimiento, y Vuestras
Mercedes han respetado sólo el poder. Con nosotros los
judíos es diferente. Nosotros los judíos admiramos y
estimulamos el poder del conocimiento. En nuestros
hogares y en nuestros lugares de rezo el aprendizaje es una
meta practicada por toda la vida. El aprendizaje es una
pasión nuestra que dura mientras existimos; es el corazón
de nuestro ser; es la razón, según nuestras creencias, para
la cual hemos sido creados. Nuestro amor a aprender pudo
haber contrapesado su excesivo amor al poder. Nos
pudimos haber beneficiado de la protección ofrecida por
vuestras armas reales y vos os pudisteis haber beneficiado
de los adelantos de nuestra comunidad y del intercambio
de conocimientos, y digo que nos hubiésemos ayudado
mutuamente.
Así como se nos ha mostrado nuestra debilidad, su
nación sufrirá la fuerza de un desequilibrio al que Vuestras
Mercedes han dado comienzo. Por centurias futuras,
vuestros descendientes pagarán por los errores de ahora.
Vuestras Mercedes verán que la nación se transformará en
una nación de conquistadores que buscan oro y riquezas,
viven por la espada y reinan con puño de acero; y al
mismo tiempo os convertiréis en una nación de iletrados,
vuestras instituciones de conocimiento, amedrentadas por
el progreso herético de extrañas ideas de tierras distintas y
otras gentes, no serán respetadas. En el curso del tiempo el
nombre tan admirado de España se convertirá en un
susurro ente las naciones. España, que siempre ha sido
pobre e ignorante, España, la nación que mostró tanta
promesa y que ha completado tan poco. Y entonces, algún
día, España se preguntará a sí misma: ¿que ha sido de
nosotros? ¿Por qué somos el hazmerreír entre las
naciones? Y los españoles de esos días mirarán al pasado
para ver por qué sucedió esto. Y aquellos que son honestos
señalarán este día y esta época de la misma manera que
cuando esta nación se inició. Y la causa de su decadencia
no mostrará a nadie más que a sus reverenciados
19
soberanos Católicos, Fernando e Isabel, conquistadores de
los moros, expulsores de los judíos, fundadores de la
Inquisición y destructores de inquisitivas mentes de los
españoles.
El edicto es testimonio de la debilidad cristiana. Esto
ha demostrado que los judíos son capaces de ganarle a los
siglos. Argumento viejo sobre estas dos creencias. Esto
explica el por qué existen falsos cristianos: estos cristianos
cuyas creencias han sido sacudidas por argumentos que el
judío conoce mejor. Esto explica por qué la nación
cristiana se perjudicara como dice que lo ha sido.
Deseando silenciar la oposición judía, la mayoría cristiana
ha decidido no seguir argumentando, eliminando la fuente
del contraargumento. No se le dio oportunidad alguna al
judío.
Esta es la última oportunidad para traer este tema a
tierra española. En estos últimos momentos de libertad,
otorgada por el Rey y la Reina, yo, como representante de
la judería Española, reposo en un punto la disputa
teológica. Yo la dejaré con un mensaje de partida, a pesar
de que a Vuestras Mercedes no os guste.
El mensaje es simple. El histórico pueblo de Israel,
como se ha caracterizado por sus tradiciones, es el único
que puede emitir juicio sobre Jesús y su demanda de ser el
Mesías; y como Mesías, su destino fue el de salvar a
Israel, de modo que debe venir de Israel a decidir cuándo
debe salvarlo. Nuestra respuesta es la única respuesta que
importa, o acaso Jesús fue un falso Mesías. Mientras el
pueblo de Israel exista, mientras las gentes de Jesús
continúen en rechazarlo, su religión no puede ser validada
como verdadera. Vuestras Mercedes pueden convertir a
todas las gentes, a todos los salvajes del mundo, pero
mientras no conviertan al judío, Vuestras Mercedes no han
probado nada, salvo que pueden persuadir a los que no
están informados.

20
Lo dejamos con este confortante conocimiento.
Porque Vuestras Mercedes pueden disponer de sus
poderes, pero nosotros poseemos la verdad por lo alto.
Vuestras Mercedes podrán desposeernos como individuos,
pero no podrán desposeernos de nuestras almas sagradas y
de la verdad histórica, que es el único testigo nuestro.
Escuchad, Rey y Reina de España, en este día Vuestras
Mercedes han engrosado la lista de fabricantes de
maldades contra los que quedan de la Casa de Israel; si
Vuestras Mercedes se empeñan en destruirnos, todos
han fracasado. Mas, sin embargo, nosotros
prosperaremos en otras tierras lejanas. Y doquiera que
vayamos, el Dios de Israel estará con nosotros, y a
Vuestras Mercedes rey Fernando y reina Isabel, la
mano de Dios los atrapará y castigará por la arrogancia
de sus corazones.
Hágase a Vuestras Mercedes autores de esta
iniquidad; a lo largo de generaciones por venir, será
contado repetidamente cómo su fe no fue benevolente y
cómo su visión se cegó. Pero, más que sus actos de odio y
fanatismo, el coraje del pueblo de Israel será recordado
por haberse enfrentado contra el poderoso Imperio
Español y por habernos apegado a la herencia religiosa de
nuestros padres, resistiendo a los argumentos inciertos.
Expúlsennos, arrójennos de esta tierra que hemos
querido tanto como Vos, pero los recordaremos, Rey y
Reina de España, como los que en nuestros santos libros
buscaron nuestro daño. Nosotros los judíos, con nuestros
hechos en las páginas de la historia y nuestros recuerdos
de sufrimiento; e incurriréis en un daño mayor a vuestros
nombres que el mal que nos habéis causado.
Nosotros los recordaremos, y a su vil edicto de
expulsión, para siempre.

21
INTRODUCCIÓN

I
Concepto de los escritores españoles, conversos y
cristianos, sobre las historia de los judíos en España

En todo momento de la historia de España del siglo I al


XV, difícilmente se encontrará una época en donde algún
nombre memorable de la nación hebrea falte en su
política, su civismo, su ciencia, su literatura, su moral, etc.
“En historia, en leyes, en obras ascéticas o científicas, en
libros de controversia o de poesía, aparece siempre aquella
laboriosa e inteligente grey dotada de una actividad
sorprendente, que la hace digna de ser maduramente
estudiada, cuando se considera sobre todo que, ya se
levante a desusada prosperidad, ya se vea envuelta en
sangrientas persecuciones, jamás decaen su amor al
trabajo ni su celo de la ciencia, títulos altamente legítimos,
que le conquistan por mucho tiempo la tolerancia, si no el
respeto, de sus dominadores”.
No es lícito usurpar a las generaciones pasadas ni sus
glorias ni sus merecimientos, ni santificar sus extravíos ni
sus errores.
Los judíos de España se jactaban de pertenecer a las tribus
de Judáh y de Leví.
Estudiaremos sus leyes, sus costumbres y sus relaciones
con los cristianos y con los musulmanes.

22
Un libro de esta naturaleza no hubiera sido posible antes,
cuando se perseguía y exterminaba a los judíos. Se habían
escrito muchas obras, pero en contra del pueblo hebreo. Y
entre los más acérrimos acusadores se encontraban
descendientes del pueblo hebreo que habían abandonado
la fe de sus mayores. Y con esto no queremos deslindar o
aminorar responsabilidades cristianas en las atrocidades
cometidas.
Los siguientes son algunos de los judíos conversos que
atacaron a sus antiguos correligionarios:
1066, Rabí Samuel de Marruecos, con su Carta dirigida a
Rabí Isaac de Sujulmeza.
1104, Rabí Moséh, que se bautizó con el nombre de Pedro
Alfonso, con sus Diálogos contra las impías opiniones de
los judíos.
Siglo XIII, fray Pablo Cristiano y fray Raimundo Martín
de Subirats, contendían en 1263 y 1264 contra Rabí
Moséh de Gerona y Rabí Ben Astruch.
Fray Raimundo escribió dos tratados: Puñal de la Fe y
Cabestro de los judíos.
1270-1349, Rabí Abbner de Burgos, llamado después del
bautizo, Alfonso de Valladolid, escribió: El Libro de las
Batallas de Dios, Mostrador de Justicia y El Libro de las
Tres Gracias.
Siglo XIV, fray Pedro de Barcelona, con su Puñal de los
Judíos.
1416, el converso Juan el Viejo, con su Memorial de los
Misterios de Cristo.
1416, Rabí Jehosuah haLurqui, bautizado en con nombre
de Jerónimo de Santa Fe, con el Azote de los Hebreos.
1432-1434, Rabí Salomón haLeví, bautizado como don
Pablo de Santa María, con su Escrutinio de las Escrituras.
1450, Pedro de la Caballería, con el Celo de Cristo.

23
1459, el converso fray Alonso de Espina, con La
Fortaleza de la Fe.
Alonso de Burgos, con su Contra los Judíos.
1492, Alfonso de Zamora y Paulo de Heredia, con sus
libros De la Sabiduría de Dios y De los Misterios de la
Fe, Espada de Paulo y la Corona Regia.
Finalmente, Antigüedades, de Antonio Carrafa con Las
Doce Maldiciones de los Judíos.
Durante cuatro siglos la España cristiana se vio amenazada
por los sectarios de Mahoma, quienes ponían en continuo
riesgo la seguridad del Estado. La prosperidad alcanzada
por la grey hebrea comenzó a parecerles peligrosa. Y
entonces, pretendieron convencer a los judíos de su error
atrayéndolos al seno de la Iglesia. Y así, un grupo de
renombrados obispos y hombres notables, valiéndose de
las Sagradas Escrituras aspiraron a vencer la incredulidad
de los judíos españoles. Y si bien este grupo primario
mostró gran vehemencia en sus convicciones, y más de
uno se dejó seducir por sus intereses personales terrenos,
no manifestaban el odio intransigente hacia los judíos que
más tarde se desencadenaría en el pueblo español.

II
Monstruoso retrato del pueblo hebreo

A finales del siglo XV pululaban los libros contra los


judíos y los conversos, no sólo para combatir la creencia
mosaica, sino para preparar la extirpación total en el suelo
español de la sangre hebrea.
Durante los siglos XVI y XVII, la obra del exterminio se
consumaba, y era necesario esparcir al cielo las últimas
cenizas de la grey hebrea.

24
Dice Amador (a mediados del siglo XIX) que una
persecución tan perseverante y cruel jamás fue ensayada
por ningún otro pueblo.
Algunos de los escritos que defendían al judaísmo fueron:
Guerras del Señor, por Rabí Ben Jacob Ben Reuben;
Piedra de Toque, por Rabí Sem Tob Ben Isaac Ben Sproh;
Santo de Santos, por Rabí Vidal Ben Levi; Libro del
Oprobio, por Rabí Isaac Natan; El Cuzarí, por Rabí
Yehudá HaLeví; las disputas en presencia del Rey, de
Najmánides, etc.
¿Y cuáles fueron las consecuencias de tanta literatura
antijudía?
Sangrientos ataques populares, crueles sentencias del
Santo Oficio, intolerable fanatismo, vergonzosa cobardía
del judío converso que embestía contra sus antiguos
correligionarios, que además zozobraba al miserable
recelo de no ser creído por sus nuevos hermanos quienes
lo consideraban un apóstata, desertor, renegado, traidor,
bajo el apodo de marrano.
Triunfaron el odio, la abominación, la calumnia, la injuria,
la pasión mezquina, la superstición y las falsas
declaraciones contra los judíos, desconociéndose o
torciéndose la verdad y encumbrando la más lastimosa y
censurable ignorancia de los hechos con la única finalidad
de destruir al pueblo hebreo. Las acusaciones eran
interminables e inauditas.
Partiendo de la fábulas de Nabocodonosor y del supuesto
asentamiento de colonias judías antiquísimas en suelo de
Iberia, se aseguraba que los judíos españoles no sólo
habían aprobado sino también aconsejado la muerte de
Jesús. Se los condenaba por esperar día y noche la llegada
del Mesías, o por considerar que en cada generación había
un sabio oculto sin revelarse que podría llegar a ocupar ese
lugar.

25
Con el tiempo estas acusaciones formaron parte del
Código de Leyes fortificándose el odio popular con las
siguientes imputaciones:
1.- Los judíos menosprecian y se burlan de la fe cristiana,
procurando hacer prosélitos entre los rústicos e ignorantes.
2.- Los judíos profanan las hostias consagradas,
robándolas o comprándolas a los cristianos.
3.- Profanan las imágenes de Dios y de la Virgen,
blasfemando contra ellas.
4.- Apedrean a los penitentes de las procesiones de
Semana Santa.
5.- Que los judíos mezclan veneno en la masa de las
hostias para vengarse de los cristianos, principalmente de
los inquisidores.
6.- Que en recuerdo de la muerte que dieron a Jesús
sacrifican los Viernes Santos niños y jóvenes cristianos,
poniéndolos en cruz y bebiendo de su sangre.
7.- Comenten todo tipo de crueldades contra sus hijos si
los encuentran imitando costumbres cristianas.
8.- El odio que sienten hacia los cristianos los impulsa a
mezclar veneno en sus recetas médicas y en los
instrumentos quirúrgicos, o en las uñas al tocar la lengua
del paciente, o en las heridas para asesinarlos.
9.- Ejercen su odio a través de la usura reprobada por la
Iglesia, apoderándose de los bienes de los cristianos hasta
hundirlos en espantosa miseria.
10.- En su trato con los cristianos son cautelosos,
engañosos, embusteros, vejando y maltratando, sobre todo
en la época en que administraban las rentas reales o
cuando eran arrendatarios.
11.- Los judíos pronuncian tres veces al día maldiciones
contra los cristianos, invocando sobre ellos la ira del cielo
para lograr su exterminio.

26
12.- Los judíos conversos abrazan la religión católica
haciéndose sacerdotes para profanar a mansalva los
sacramentos de la Iglesia.
13.- Para engañar a los cristianos se introducen en las más
nobles familias de Castilla, Aragón y Portugal,
apoderándose de las primeras dignidades, de la Iglesia, de
la Universidad y de los Colegios Mayores.
14.- Para ocultar su innata perversidad e inmoralidad
usurpan los más ilustres apellidos de todos los reinos de
España, trayendo deshonra con su maldad.
15.- Ni los judíos ni los conversos creen en la religión de
Cristo estando exentos de decir la verdad en su trato con
los cristianos.
16.- Sólo realizan oficios viles.
17.- Pesan sobre los judíos doce terribles maldiciones que
los perseguirán por todos los siglos.
18.- Los judíos descendientes de los que mataron a Jesús
nacen con la sangre manchada y la mano derecha pegada a
la cabeza en señal de deicidio.
Estas son sólo algunas de las acusaciones que caían sobre
los judíos.
Preferimos omitir muchas otras de carácter ridículo e
indecoroso, producto de mentes fanáticas y groseras que
desconocen la decencia.
Estas acusaciones eran un verdadero monstruo de
iniquidad e injusticia hacia el pueblo judío, provocando
satisfacción a los ojos del cristianismo español que había
despojado, aniquilado y expulsado a los judíos de sus
tierras.
Y si alguien hubiera querido decir la verdad en esos
tiempos, ¿quién la hubiera escuchado? El temor a parecer
sospechoso ante las hogueras del Santo Oficio forzaba a
aplaudir los esfuerzos de los inquisidores, en la
extirpación de los despedazados restos del judaísmo.
27
Muchas familias ilustres, santos prelados (cardenales,
obispos, etc.), hombres virtuosos y nobles, fueron
deshonrados públicamente, agonizando en estrechos
calabozos y alcanzados por las hogueras de la Santa
Inquisición.
Siendo vanos e impotentes los repetidos esfuerzos de los
doctos hebreos para arrojar de su pueblo las falsas
acusaciones, es justo y razonable que se levante “una voz
dignamente imparcial y noblemente equitativa, que
inspirada en las fuentes de la moral y aún de la misma
religión que había consumado la destrucción de la prole de
Judáh, y que llame a juicio a los siglos pasados
demandándoles cuenta y razón de sus ideas y de sus
hechos, pronunciando al fin la merecida y no eludible
sentencia”.
Desde el siglo XVII, doctos y laboriosos españoles
recogieron las memorias esparcidas de aquellos eminentes
hijos del judaísmo, que así bajo el yugo del Islam como en
la servidumbre de la monarquía cristiana, teniendo
siempre la pelea a la puerta, y muchas veces la sentencia
de muerte frente a sus ojos, dieron testimonios de su
privilegiada inteligencia, iluminando los horizontes de
ambas civilizaciones, la arábiga y la española.
Estudiaremos la historia del infortunado pueblo, que
arrancado del hogar paterno, buscó y halló asilo en las
lejanas tierras del mundo conocido venciendo
innumerables obstáculos y grandes conflictos.

III
Representación de la raza israelita en el suelo español,
y organización que en él se obtiene

El pueblo hebreo desplegó una actividad infatigable en


todas las esferas de la vida, exhibiendo una inteligencia
privilegiada.
28
Cultivaron las artes industriales y mecánicas, la práctica
del comercio, formaron parte de los ejércitos hispano-
latino, abasteciendo de armas a reyes y príncipes, como
Alfonso VI, Alfonso VII, Fernando III y Jaime I,
colaborando con las más altas empresas.
Administraron las rentas públicas, engrandeciendo su
prestigio en Aragón, en Castilla, en Portugal y en Navarra.
Reyes, príncipes, infantes, próceres, prelados y caballeros
confiaban en manos de los judíos la administración de sus
tesoros. Durante los siglos XII y XIII, las riquezas de toda
España estuvieron en sus manos.
Cultivaron el arte de la medicina hasta ocupar cargos
importantes en las diferentes Cortes como médicos y
cirujanos, superando a los árabes y a los cristianos.
Así, crecían sus dominios, su riqueza y sus privilegios.
Pero, todo esto ocasionaba la envidia, el odio y el rencor,
como consecuencia de una ostentosa falta de discreción y
una sobrada imprudencia.
Lograron la más alta libertad civil y religiosa, siendo
propietarios y prestamistas.
Los judíos vivían en grandes comarcas gobernadas por un
magistrado judío representante del rey. Poseían su propia
jurisdicción. Así se fueron formando las famosas juderías
de Aragón, Castilla, Portugal y Navarra. En cada comarca
había una sinagoga principal y muchas otras de menor
tamaño.
Se regían por leyes propias y eran juzgados por tribunales
hebreos.
En los tribunales superiores habían jueces hebreos que
garantizaban que los fallos no fueran en contra de las leyes
talmúdicas.
Solo en pleitos contra cristianos perdían sus privilegios y
eran sometidos a la ley común. Ni sus leyes ni sus
tribunales tenían valor fuera de las juderías.
29
Gozaban de independencia religiosa dentro de las juderías.
Había rabinos en cada una de las comunidades, y nasires o
gaones depositarios de la ciencia talmúdica. Se estudiaba
la Misnáh, de la cual surgía la doctrina civil, moral y
religiosa del pueblo desterrado.

IV
Causas de su decadencia y su verdadera influencia en
la cultura española

Bajo el auspicio de reyes tan gloriosos como Jaime I de


Aragón y Alfonso X de Castilla, los judíos gozaban de
libertad civil y religiosa, acrecentando sus riquezas y
floreciendo en todos los campos de las ciencias y de las
artes, logrando el colmo de la prosperidad.
Los judíos servían al Estado administrando sus rentas con
admirable inteligencia, contribuyendo con grandes
impuestos y subsidios.
¿Qué pudo derribar tan alto poderío y tanta riqueza?
El engrandecimiento de los judíos españoles que con tanto
esfuerzo, actividad constante e inteligencia habían logrado
el privilegio de la libertad civil y religiosa, llevaba en sí
los gérmenes de la destrucción. Su dominio era artificial,
puesto que no contaba con la libertad política necesaria,
siendo la servidumbre de los poderosos reyes.
Ni el encumbramiento ni la destrucción fueron obra de un
día. Un siglo de lucha terrible y desesperada precedió a la
destrucción de la fortaleza creada por los judíos en medio
de los cristianos.
Durante la primera mitad del siglo XIV combatieron en su
contra todas las fuerzas populares guiadas por los
ministros de la Iglesia.

30
En cambio, la monarquía motivada más por su propio
provecho e interés que por defender la justicia y los
derechos humanos, protegió perezosamente y con
indiferencia al pueblo desterrado.
Mientras aumentaba la pasión descontrolada y salvaje de
las hordas populares, disminuía el poder y el interés del
gobierno monárquico en refrenar las turbas que sobre la
inocente población hebrea lanzaban el más incalificable y
criminal fanatismo.
Miles de judíos conversos que imploraron misericordia en
las aguas del bautismo se levantaron impiadosamente
contra sus míseros hermanos.
Los judíos fueron despojados de todos sus derechos,
perseguidos a muerte, robadas todas sus riquezas ya sea
por la muchedumbre o tomadas impunemente por decretos
pontificios o reales, privados de ejercer sus oficios, artes e
industrias, soportando una lamentable y desdichada
existencia durante todo el siglo XV hasta 1492.
Los judíos expulsados pedían mísero asilo en todas las
naciones. Y los judíos conversos que fueran cruelmente
diezmados durante el siglo XV fueron perseguidos y
acosados por el Santo Oficio que anhelaba su total
exterminio de generación en generación.
Las conclusiones a que arribaremos después de estudiar
esta Historia de los Judíos en España y Portugal serán:
1.- Después de la destrucción de Jerusalem por la espada
de Tito y de Adriano el pueblo hebreo se dispersó por el
mundo, y en ningún otro lugar encontró tanta prosperidad
ni gozó de tantos privilegios como en España.
2.- Ni en la Edad Media ni en la modernidad han obtenido
los judíos en ningún pueblo cristiano tanta participación en
la administración de las rentas del Estado, de las clases
privilegiadas y de las monarquías, como en España.
3.- La existencia hebrea en suelo español contribuyó al
desarrollo de la civilización española y a la Reconquista,
31
fomentando las fuentes de riqueza pública, dando vida a la
agricultura y al comercio, despertando del letargo
intelectual a los pueblos cristianos, con el cultivo de las
ciencias y de las artes.
4.- Tras el pernicioso ejemplo de la monarquía visigoda
surgió la idea de la persecución de judíos en las esferas
populares, envidiosas de su prosperidad, enardecidas por
el bajo clero, abominando contra la usura ejercida. Este
odio popular arraigó en las Cortes de los reinos que
proclamaron la intolerancia entre la conversión o la
expulsión de moros y judíos. El odio subió a las altas
esferas del clero y se avivó con el fanatismo de los nuevos
cristianos (judíos conversos).
5.- Los reyes de Aragón y Castilla prefirieron dejarse
arrastrar por la corriente del fanatismo e ingratamente
expulsaron a la raza perseguida, en vez de obrar con
justicia amparando y defendiendo a los inocentes,
combatiendo y extirpando los errores y supersticiones del
vulgo.
Estas son las principales enseñanzas del imparcial estudio
que realizaremos.

32
CAPÍTULO I
LLEGADA DE LOS JUDÍOS A ESPAÑA Y SU
ESTABLECIMIENTO

El pueblo hebreo ha sufrido diversas transmigraciones a lo


largo de su historia. De las originales doce tribus de Israel
se ha perdido el paradero de diez de ellas. Sabemos que
los primeros judíos que se asentaron en suelo español
procedían de las tribus de Judáh y de Leví.

33
El rey Pul de Asiria arrancó de las márgenes del río Jordán
a las tribus de Reuben, Gad y Menasseh, transportándolas
a las de Halah y Habor, en la Media (según Flavio
Josepho).
Después, Thiglat Phaleser desoló las comarcas de Jun,
Abel, Beth-Maachá, Inoah, Galilea y Nephtalí, etc.,
llevándose cautivos a sus moradores.
Y finalmente, Salmanasar aniquiló, en los tiempos de
Óseas, hijo de Elá, durante tres años toda Samaria
esclavizando a su rey y dispersando a sus moradores que
nunca regresaron.
En cambio, los descendientes de las tribus de Judáh y
Benjamín, estuvieron presentes en la reconstrucción del
segundo Templo.
El historiador Menasse Ben Israel supone que las diez
tribus perdidas como consecuencia de las cautividades
indicadas, se dispersaron por todo el mundo y se asentaron
en la Indias Occidentales (el continente americano), en
China, en Tartaria, junto al mar Caspio, en la Media, en
Etiopía.
Desde la época del memorable Nabucodonosor
(Nebuchadnesar), conquistador y señor de todo el mundo,
los judíos comerciaron y se instalaron en suelo español.
Bética fue el nombre dado por los romanos a la península
ibérica. Los primeros asentamientos judíos los
encontramos en las regiones carpetanas, siendo su
metrópoli la ciudad de Toledo, fundad en los días de
Asuero.
Antes de Bética, la península ibérica recibió el nombre de
Tarsis. Y se supone que desde los tiempos del rey David,
había judíos que comerciaban en Iberia.
Se encontraron dos lápidas sepulcrales junto al castillo de
Murviedro, que dan testimonio de pertenecer a
recaudadores de impuestos del rey Salomón, hijo de el rey

34
David. Y otra lápida de un servidor del rey Amasías de
Judea.
Estos tres testimonios: las expediciones comerciales de los
hebreos con el antiguo Tarsis, la dominación del rey
Salomón (1000 años antes de C.) en suelo de Iberia, y la
permanencia de sus ministros en estas tierras, fueron
descartados posteriormente por otros historiadores.
También son dudosas las expediciones del rey de
Babilonia, Nabudonosor, de quien se dice que llamó
Hispan a estas tierras, estableciendo a los cautivos hebreos
en el centro de la Península.
Todos estos testimonios fueron alegados por los rabinos a
finales del siglo XV como títulos de derecho de morar en
suelo español, de donde los expulsaba el edicto de los
reyes católicos.
Es posible que Nabucodonosr enviara las colonias judías a
poblar sus dominios, o bien como botín de guerra para el
rey Hispan que había apoyado la invasión de Judea.
El antiguo idioma español justifica que los hebreos de
Nabucodonosor fueron los fundadores de muchas de las
ciudades de España; como por ejemplo: Toledo, del
hebreo toledot, generaciones; Escalona (Ascalon),
Maqueda (Maquedáh), Yepes (Yoppe).
Historiadores de la antigüedad clásica como Josefo y
Estrabón confirmaron la llegada de los judíos cautivos de
Nabucodonosor. Pero ambos se basaron en una crónica de
un narrador indio que actualmente ponemos en tela de
juicio.
Después de la destrucción del segundo templo gran parte
de la población hebrea emigró hacia España.
En el 300 d. de C. Se reunió un Concilio en Elvira que
formuló leyes funestas de discriminación que fomentaron
el odio y el antagonismo entre las religiones cristiana y
judía.

35
El canon XVI del Concilio prohibía todo consorcio y
matrimonio entre mujer cristiana y hombre judío,
equiparando a los judíos con herejes enemigos de los
progresos del catolicismo. Este Concilio se refería a los
hebreos como infieles, herejes y raza impura. Se prohibía
comer con judíos.
Y la acusación general que pesaba sobre la cabeza de los
judíos era la de haber sido responsables de la muerte de
Cristo; esto generaba el odio.

36
CAPÍTULO II
LOS JUDÍOS DURANTE LA INVASIÓN DE LOS
BÁRBAROS Y BAJO LA MONARQUÍA VISIGODA

Los visigodos trajeron a occidente la herejía de Arrio (Año


470). Concedieron protección a la raza hebrea cuyos
servicios eran muy útiles a los pueblos que la acogían en
su seno. Durante la primera época de la dominación
visigoda creció considerablemente la población judía en
España. Los judíos alcanzaron influencias dentro del
Estado merced a su inteligencia y sus riquezas. A los
judíos se les permitió contraer matrimonios con mujeres
cristianas, tomarlas como mancebas y hasta como
esclavas. Y esto contradecía al Concilio Iliberitano.
Pero esta preponderancia traería consecuencias
gravemente comprometedoras al triunfar el cristianismo
sobre la doctrina del Arrio.
En el año 589, 119 años después de la dominación
visigoda, el Tercer Concilio Toledano proclamaba el
triunfo del catolicismo y de la civilización sobre la
barbarie. Se prohibieron los ídolos. Se aniquiló a los
politeístas. Y para combatir a los judíos que habían
mejorado su condición social se hicieron más rigurosas las
leyes discriminatorias. Los cristianos temieron que dado la

37
prosperidad que los judíos habían alcanzado, junto con su
riqueza y su habilidad para manejar las artes más
necesarias a la vida, pusieran en peligro sus intereses. Los
judíos poseían cargos públicos y mucho poder dentro del
Estado. El Concilio Toledano pretendió anular ese poder.
Se reforzaron las antiguas prohibiciones, se prohibió a los
judíos ejercer oficios públicos.
El rey Recaredo hizo cumplir estas disposiciones en todos
los pueblos del Imperio visigodo.
Se lees negó a los judíos toda alianza y mezcla con la raza
hispanolatina. No podía haber sociedad de fiel con infiel.
Se les arrebató a los judíos los hijos habido con mujeres
cristianas.
En el año 612 muerto Recaredo subió al trono Sisebuto,
quien reforzó las disposiciones contra los judíos
ganándose el aplauso del episcopado y de los católicos.
Todos los esclavos cristianos en manos judías quedaban
emancipados gozando de los privilegios de los ciudadanos
hispanolatinos.
El hebreo que circundase a algún cristiano, el que sedujere
a alguna cristiana haciéndole abrazar la ley mosaica, sería
decapitado, pasando sus bienes al delator y al fisco.
Todos los hijos de matrimonios mixtos entre judíos y
cristianos debían recibir el bautismo. Debían disolverse
esos matrimonios y el infractor era desterrado del reino. El
cónyuge cristiano (o cristiana) era azotado públicamente y
vendido como esclavo.
Se les incautó a los judíos todos los bienes que habían
obtenido de los reyes anteriores.
A los judíos conversos se los dejaba tranquilos poseyendo
todos los derechos de los cristianos.
El rey Sisebuto siguiendo el consejo del emperador
Heraclio de Bizancio, amenazó con expropiar la mitad de

38
los bienes de los judíos que no obedecieran sus funestos
mandatos.
Los judíos recibieron crueles y espantosos castigos
comparables a los sufridos con Tito y Adriano.
Sisebuto expulsó perpetuamente a los judíos de sus
hogares en toda la extensión del Imperio visigodo.
Había grandes penas contra los cristianos que ayudaran a
los judíos.
Los judíos podían evitar el destierro convirtiéndose al
cristianismo. Muchos judíos se bautizaron, algunos pocos
de corazón y los más fingidamente para no ser desterrados.
La mayoría salió de España hacia Galia que estaba en
poder de los francos.
El edicto de Sisebuto fue el primero entre los que iban a
afligir a los judíos en suelo español.
En el año 621, muerto Sisebuto, los judíos que se habían
convertido al cristianismo para evitar las persecuciones,
volvieron a abrazar las creencias de sus mayores.
Esto demostraba la poca eficacia del edicto de Sisebuto y
la insinceridad de la conversión forzada.
Los cristianos se irritaron aún más contra los judíos.
En el año 633 la Iglesia presidida por Isidoro de Sevilla
dedicaba diez cánones a la raza hebrea. Decretaron que no
debían ser obligados a creer por la fuerza a excepción de
los que habían sido bautizados en tiempos de Sisebuto.
La educación de los hijos judíos caía en manos de la
Iglesia. Se emancipaban todos sus siervos. Los hijos
convertidos al cristianismo heredaban a sus padre judíos.
El judío infiel no podía comerciar con el bautizado para
evitar la recaída de éste.
Los judíos no podían ejercer cargos públicos ni tener
siervos cristianos.

39
En el año 638 bajo el reinado del príncipe Chintila se
reunió el cuarto Concilio y se resolvió que todos los que
ocuparan cargos públicos juraran que no ayudarían a los
judíos y que no permitirían que ninguno que no fuese
cristiano viviera en sus reinos libremente.
Los judíos y los conversos no podían ser testigos contra
los cristianos en pleitos civiles o penales.
El judío transgresor era decapitado, quemado o apedreado,
y si el rey se apiadaba, el judío era dado en servidumbre y
sus bienes repartidos entre sus correligionarios.
El objetivo del cristianismo era erradicar las herejías y al
judaísmo. La leyes se hicieron más cruentas, y poco a
poco los conversos iban ganando privilegios hasta ser
aceptados para cubrir cargos públicos y poseer siervos
cristianos.
Se perseguía a los judíos y se encumbraba a los que se
habían bautizado sinceramente.
En el año 694 se congregó Egica un nuevo Concilio en
Toledo. Se sospechaba de que los judíos conspiraban
contra el Estado. Entonces, se resolvió que todos los
judíos serían dados en servidumbre, todos sus bienes
confiscados y sus hijos criados en otras familias cristianas.
Los judíos que se resistieran a esas leyes serían
decapitados y sus bienes pasarían al fisco.
No queda claro cual era la amenaza de conspiración
achacada a los judíos. Algunos creen que se sospechaba
que los judíos influían sobre los sectarios de Mahoma para
que invadieran España. Y en efecto,
Muerto Egica, su Witiza abolió todas las leyes contra los
judíos permitiendo su retorno al reino de España, y
aboliendo los bautismos forzados.
Los judíos recobraron rápidamente su poder.
Comenzó un período de decadencia moral y de
relajamiento de las costumbres. España perdió su poderío
40
militar y fue presa fácil del fuego musulmán. En todas
partes había desórdenes que aumentaban la corrupción.
La monarquía visigoda cayó en el campo de batalla de
Jerez cuando murió el príncipe don Rodrigo luchando
contra los musulmanes.
¿Cuál fue la conducta del pueblo hebreo? ¿Defendió los
intereses del Estado o fue indiferente?
El último rey se había mostrado benevolente
amparándolos en su seno. Sin embargo, conservaban el
odio y el dolor de muchas años de opresión y
hostigamiento.
Los judíos apoyaron con sus riquezas las invasiones de los
musulmanes venidos del África, a cambio de protección
militar.
Córdoba, Granada y Sevilla fueron pobladas por judíos y
mahometanos. No se sabe si existía entre ambos pueblos
algún avenimiento y simpatía o tal vez secretas alianzas
anteriores.
Tal vez, los hebreos pensaron en recobrar su libertad al
amparo de los musulmanes. Sin embargo, los hebreos
cambiaban de señor, y las persecuciones musulmanas
posteriores serían más terribles que las sufridas en manos
de los cristianos.
En síntesis, en estos primeros siglos de la historia judía en
España rescatamos los siguientes hechos: la firmeza y el
amor por la Ley mosaica (la Torá), las terribles pruebas
que sufrieron a manos delos reyes visigodos, el
proselitismo cristiano que con violencia obligaba al
bautismo de los judíos, a su expulsión del reino o a la
muerte.
Todo esto provoca en el pueblo hebreo una tenaz
resistencia, dolor y humillación. Y engendra en el pueblo
hispano-godo por el triunfo del cristianismo a pretender
unificar España en una sola religión, propiciando

41
persecuciones y castigos a los rebeldes infieles judíos,
acusados equivocadamente de haber matado a Jesús.
A través de Códigos y Concilios se legitiman los medios
para humillar y doblegar al testarudo pueblo hebreo.
Los hebreos reciben la victoria del Islam sobre los
visigodos oportunamente con esperanza de lograr mejor
tato bajo el dominio musulmán.
Más tarde veremos como el pueblo cristiano tomara
cruenta y sanguinaria venganza por esta preferencia de los
hebreos, con excesiva crueldad.

42
CAPÍTULO III
LOS JUDÍOS BAJO EL CALIFATO DE CÓRDOBA
(711 A 1002)

La destrucción del Imperio visigodo fue muy breve. En


solamente tres años, los sectarios de Mahoma
extenderían los dominios del Islam desde el estrecho de
Hércules hasta las cumbres pirenaicas.
Esta rápida ruina fue provocada por causas internas y
externas.
Causas internas: falta de unidad social del Imperio
visigodo, corrupción general de las costumbres, la
inferencia con que miraron la invasión musulmana
pensando que era temporal y no un peligro real y duradero
para su libertad e independencia.
Causas externas: el fanatismo de la conquista
mahometana, que había logrado dominar parte de
África y de Asia, el prestigio de las victorias del
ejército del Islam, la pericia de sus capitanes, el
entusiasmo en la fe de sus seguidores, la propaganda
religiosa que atacaba a los infieles, la cooperación del

43
pueblo hebreo. Los musulmanes establecieron
guarniciones de judíos en Córdoba, Toledo y Granada.
De esta manera, con el apoyo y la administración de los
judíos españoles bastaban pocos hombres del ejército
musulmán para mantener el orden en las ciudades
conquistadas al poder visigodo.
Había discrepancias entre el pueblo mahometano y el
hebreo. El Korán profesa desconfianza, reticencia y
maldiciones contra los judíos, alegando que son falsos,
incrédulos, infieles, despreciadores de las Escrituras,
desobedientes de Dios, responsables de la maldición de
David y de Jesús.
El pacto establecido entre judíos y musulmanes, aunque
fundado en intereses mutuos, no podía ser duradero, por
más que los Califas utilizaran los servicios de la raza
judía.
Con la conquista de la Península se produjo una
importante migración judía proveniente de las
comarcas occidentales del África, y del oriente (Siria y
Palestina).
Así comenzó una nueva era para la generación hebrea.
Aumentaron sus riquezas con los despojos visigodos y
se reconstituyeron como pueblo.
EL FALSO MESIAS
En el año 721 apareció en Siria un falso Mesías. Con la
esperanza, jamás extinguida, de ver restablecido el reino
de Israel, muchos judíos de España partieron hacia Siria.
El falso Mesías se llamaba Sereno y pronto fue
descubierto como un miserable impostor, enemigo del
Talmud. Fue hecho prisionero por el Califa Yezid,
hermano de Omar II, y entregado en manos de los judíos
para recibir castigo.
Los judíos que habían salido de España regresaron
después de haber perdido gran parte de su riqueza.
44
Los que permanecieron en España indiferentes al señuelo
del impostor, habían aumentado su poderío y fortuna,
aprovechando la anarquía de los mahometanos.
En el año 755, Abd-er-Rahman fue aclamado señor de la
España árabe poniendo el centro del gobierno del Califato
en Córdoba.
Lograda la unidad comenzó un período de amor por
las letras y las ciencias.
Sin embargo, no fue posible mantener una unidad social,
política y religiosa en tantas, diversas y a veces,
antagónicas tribus que poblaban el suelo español.
Los judíos recibieron con beneplácito la llegada al poder
de los Califas cordobeses.
Dada la analogía de las situaciones históricas y de los
fines políticos y sociales, los mahometanos
promulgaron leyes muy similares a las de los antiguos
Concilios Toledanos. Todo hijo de matrimonio mixto
entre cristiano o judío y mujer musulmana, o entre
cristiana y judía y hombre musulmán, era considerado
musulmán.
Conquistada la Península la población judía aumentó
considerablemente. Llegaron familias de otras latitudes.
Aprendieron el dominio del idioma árabe al punto de
descollar en literatura y poseía. Cultivaron las ciencias,
las artes y las diversas industrias, engrandeciendo al
Imperio árabe, principalmente, en tierra cordobesa.
Así, lograron una prosperidad jamás lograda por sus
mayores en Occidente.
Los Califas contrataron sus servicios aun en asuntos de
extrema importancia para el Estado.
Los sucesores de Abd-er-Rahman, continuaron la política
proselitista, prohibiendo que se hablara y escribiera la
lengua latina conservada por los cristianos.
SITUACIÓN DE LOS CRISTIANOS
45
Mandaban a los niños cristianos a las escuelas públicas
árabes. A estos niños se los llamó mozárabes.
También fue abandonada la lengua hebrea en
literatura y reemplazada por el árabe.
Los cristianos mozárabes debían circuncidarse y poco
a poco fueron perdiendo su antigua religión.
A los que blasfemaban contra Mahoma se los azotaba
pública e inhumanamente.
A partir del año 850 fue derramada sangre cristiana de
quienes quisieron continuar en su credo religioso.
Las personalidades doctas de e ilustres de las razas
hispano latina y visigoda fueron arrojadas al martirio.
El terror fue aplicado contra los mozárabes. Cárceles,
calabozos, torturas, azotes, sangrientas persecuciones,
despojo de riquezas, etc, no pudieron vencer su heroísmo
sino que lo fortaleció y sublimó.
En el año 840 se realizó la primera controversia entre el
cristianismo y judaísmo sobre el cumplimiento de las
profecías acerca de la Encarnación del supuesto Hijo de
Dios y la redención del género humana.
Paulo Álvaro Cordobés, de ascendencia hebrea y
visigoda, cultivador de las letras latinas, hacía público
alarde de la sinceridad y firmeza de su fe, en una extensa,
ardiente y docta controversia sostenida contra Eleazar,
judío converso.
Paulo murió en al año 861. Su amigo Eulogio había sido
martirizado once años antes. Paulo fue un insigne defensor
de la doctrina cristiana. Y con Eulogio habían
impugnado el Korán.
La crueldad del Califa había difundido el terror entre los
cristianos.

46
El Califa convocó un Concilio en Córdoba, pero debido
a la falta de quórum por parte de los obispos, se
convocó a doctos judíos para ocuparan su lugar.
Así, tal vez con complacencia, los judíos se vengaban de
los cristianos de las antiguas ofensas.
Crecía la prosperidad de los judíos.
REVUELTA EN TOLEDO
A partir del año 828 los mozábaes y judíos toledanos se
unieron para luchar contra el poder de los Califas. Se
inició un período de guerras civiles.
Hixem-el-Aticki fue el caudillo de la resistencia. Diez
años después (838) los árabes controlaron Toledo, y
perdonaron a los disidentes judíos y cristianos,
conformándose con clavar la cabeza de Hixem sobre la
puerta de Bisagra.
Los judíos que no podían lograr una unidad política ni
constituir su propio imperio, se inclinaron a seguir los
caminos de la industria, el comercio y las ciencias.
Muchos sabios hebreos del Oriente, de las Academias
Talmúdicas de Sura y Pumbeditáh encontraron asilo y
veneración entre los filósofos de Córdoba,
acrecentando la cultura de los judíos españoles.
Rabí Mosséh-Aben-Hanoch
En el año 948 Rabí Mosséh y su hijo Rabí Hanoch se
incorporaron al famoso Sanhedrim de Media-Andálus.
La rivalidad existente ente ambas academias de Oriente
contribuyó a su mutuo descrédito, perdiendo la antigua
autoridad que antaño poseían, y cayendo en decadencia la
institución de los gaonim.
La Academia de Pombeditáh era sostenida por los
ricos judíos del Cairo y de Bagdad.

47
En cambio, la Academia de Sura, a pesar del
encomiable empeño de Rabí Saadia Gaon, no pudo
mantener su antiguo lustre.
Rabí Saadia era el príncipe de los talmudistas del siglo
IX y principios del X. Al morir, la Academia de Sura
dejaba de ser el centro de la ciencia y la tradición
hebreas.
Llegado el siglo X, para rescatar a la Academia de Sura de la decadencia en que se
hallaba, cuatro respetables talmudistas, discípulos de la misma, viajaron por el mundo
solicitando el auxilio de sus hermanos.
Embarcados de regreso de Europa, una furiosa tempestad que se desencadenó en el mar
Adriático los arrojó a la costa italiana.
Allí, cayeron en desgracia en manos del almirante de la armada musulmana de Córdoba,
Ebn-Rumahís, quien los esclavizó a todos, incluidos niños y mujeres.
Algunos fueron comprados por sus opulentos hermanos de Alejandría.
Otros fueron rescatados por los hebreos de África.
Otros, fueron liberados por los judíos de la aljama (judería) de Narbona.
Por último, Ebn-Rumahís, se llevó al resto de su preciado botín humano, al mercado de
Córdoba; entre ellos estaba Rabí Mosséh-Aben-Hanoch, quien llevaba consigo a su
mujer y sus hijos.
La esposa del Rabí era muy hermosa y de cualidades y virtudes muy nobles. Ebn-
Rumahís se enamoró de ella, y la cortejó en el viaje de Italia a España.
La hermosa hebrea escuchó sus ruegos apasionados con total indiferencia, dando un
ejemplo de insigne fidelidad conyugal y de gran entereza moral.
Mientras Rumahís la importunaba delante de su esposo, la hermosa mujer se dirigía
serenamente al Rabí, preguntándole si los que morían en el mar recibirían la promesa
hecha por D-s a través de sus profetas de la resurrección de los muertos.
Rabí Mosséh respondió afirmativamente sin adivinar el objeto de tal pregunta, que sin
importar como han muerto todos recibirían ese beneficio.
La esposa fiel, oídas estas palabras, se arrojó a las olas del mar.
Rumahís, espantado e iracundo, no comprendió la grandeza de este noble sacrificio.
El Rabí lo contemplaba como una nueva prueba de sufrimiento propiciado por la divina
Providencia.
Cuando llegaron a Córdoba, Rabí Mosséh-Aben-Hanoch y su hijo fueron vendidos
como esclavos.
La comunidad judía los reconoció como correligionarios y los adquirió sin saber
quienes eran.
Ellos tampoco revelaron su identidad como sabios del Talmud, de la Tradición y la
Ciencia.

48
No se permitían hacer una vana ostentación de sus conocimientos ni lucrar con ellos. Y
se acomodaron a su triste situación de cautivos redimidos, siendo considerados como
hombres comunes entre sus hermanos judíos de Córdoba.
Sin embargo, un día acudió a la Academia Talmúdica donde el juez Rabí Nathán estaba
explicando uno de los pasajes del Talmud, dándole una interpretación distinta a la
recibida en la Academia de Sura.
Sentado entre los vulgares oyentes, Rabí Mosséh escuchaba mortificado respetando
sumisamente la opinión de Rabí Nathán para no contradecirlo ni avergonzarlo.
Pero, cuando ya no pudo controlarse pidió permiso para hablar del asunto.
Citamos textualmente a Amador admirados de la belleza del lenguaje en la siguiente
descripción: “Cedido el permiso, empezaba Mosséh a exponer su doctrina con señalada
timidez y modestia, que le ganaban la simpatía de los espectadores y la más seria
atención del maestro; su voz, su acento, serenados y fortalecidos a medida que entraba
en materia, crecían y se acentuaban, hasta dominar en breves instantes al auditorio. La
sorpresa se convertía rápidamente en admiración: entre los aplausos unánimes entre los
que presenciaban aquella escena, era Mosséh vivamente invitado a subir a la cátedra de
Rabí Nathán, quien no vacilaba en cederle su asiento. El éxito de aquella inesperada
lección sobre la verdadera inteligencia del Talmud era tan completo como decisivo. El
docto rabino y juez de la sinagoga cordobesa, a quien habían admirado sus compatricios
como una de las lumbreras del judaísmo, vencido de la superioridad de Rabí Mosséh-
Aben-Hanoch, y movido del noble celo de la ilustración y de la ciencia, declaraba
solemnemente ante el Sanhedrim de Medina-Andálus, que declinaba los honores de
maestro y de juez (rabí-dayán), porque sólo el antiguo discípulo de la Academia de Sura
era merecedor de ambos cargos. La sinagoga en masa, aplaudiendo el hidalgo cuanto
patriótico ejemplo de Rabí Nathán, proclamaba a Rabí Mosséh-Aben-Hanoch su juez y
maestro, colmándole en seguida la aljama entera de honras y presentes”.
El almirante musulmán, Ebn-Rumahís, cuando se enteró de que el gran hombre que les
había vendido no era un vulgar mendigo, solicitó un aumento del rescate. Obviamente,
su impertinente pretensión fue desechada con menosprecio.
Había dicho anteriormente que cuatro de los más renombrados rabinos habían partido
desde Sura hacia Europa para recaudar fondos sostener la Academia. El barco había
naufragado. Rabí Mosséh y su hijo llegaron hasta Córdoba, España.
Los tres rabinos establecieron escuelas en Kaira, Kairwan y Narbona, ilustrando al
Califato Fathimita y al Sur de Francia.

CLASE DOS:
Mientras se extinguía la luz de la ciencia hebrea en las
Academias de Sura, de Pomebeditáh y de Mehasiáh, se
transfería a España, empezando una nueva era de
ilustración para el pueblo judío que moraba bajo la
protección de los Califas cordobeses.

Rabí Abú-Joseph Aben-Hasdai,


(Amatlai hija de Carnevó, mamá de Abraham)

49
hijo de Isaac Aben-Shaprut, fue discípulo de Rabí Hanoch,
hijo de Rabí Mosséh.
Rabí Abú-Joseph nació en 925. Estudió en Jaen, y llegó a
dominar perfectamente el árabe, el hebreo y el latín.
Cultivó las ciencias naturales y se abocó a la medicina.
Sus servicios y consejos eran solicitados por la corte y por
el mismo Abd-er Rahman III, quien fue el Califa desde
912 a 961.
Las dulces y delicadas maneras de Rabí Abú-Joseph, su
palabra fácil y agradable, la amenidad sustanciosa de su
conversación, su talento superior y la franqueza de su
carácter, todas sus virtudes le granjearon la amistad del
Califa.
Así, el príncipe le encomendó asuntos diplomáticos a Rabí
Abú-Joseph Aben Hasdái. Y merced a su atinada
intervención la confianza del Califa iba aumentando,
llegando a convertirse en ministro de Estado el Imperio.
Rabí Joseph ibn Jasdai fue el ministro responsable de
asegurar tratados de amistad con los embajadores de
Constantino VIII, Emperador de Bizancio (Estambul
Constantinopla, año 944), y más tarde con los
embajadores del Emperador de Alemania
NEGOCIACIONES CON EL REY OTON I
Por este tiempo Abderrahman III andaba en
negociaciones con el emperador de Alemania,
Otón I, con motivo, según parece, de los destrozos
causados por los moros españoles que, anidados
sobre el golfo de Saint-Tropez, infestaban los
dominios de aquel monarca, sobre todo por la parte
de Italia.
A consecuencia de sus reclamaciones,
Abderrahman envió en el año 950 a Otón una
embajada, a cuya cabeza iba cierto obispo
mozárabe, cuyo nombre y sede ignoramos. Sólo
sabemos haber muerto en la corte de Alemania
50
durante su misión, que se dilató demasiado, porque
las letras del Sultán a Otón estaban escritas en un
estilo musulmán que pareció injurioso a nuestra
santa religión (es de creer que en la corte de
Alemania no la interpretaron rectamente, y fueron
tan mal recibidas), que los embajadores cordobeses
quedaron retenidos como prisioneros por
espacio de tres años.
Al cabo de este tiempo, Otón, emperador alemán
resolvió enviar a Córdoba una embajada, y con ella
una respuesta merecida a la carta del sultán,
rechazando sobre la secta de Mahoma las ofensas
inferidas en aquélla contra la religión cristiana. Esta
carta fue escrita por Bruno, hermano de Otón, sabio
arzobispo de Colonia, y su portador fue un monje del
convento de Gorze, en la Lorena, llamado Juan.
Rabi Hasdai recibió a los embajadores alemanes y al leer
la carta le explicó con mucha suavidad y dulzura pero
también con gran convicción, que esa carta ofensiva
contra la religión de Mahoma iba a provocar una tormenta
que era conveniente frenar. El mismo jajám les dictó una
nueva carta a los embajadores alemanes para que se la
entregaran al Califa de Córdoba. Esa carta fue un éxito
total.
Así mejoraron las relaciones comerciales entre ambos
imperios.
También fue un excelente mediador con los monarcas
cristianos de la Península.
A Ordoño III de León lo amenazaba con la guerra su
hermano Sancho, quien le disputaba el trono. Solicitó un
tratado de paz con Adb-er-Rahman, quien envió como
embajador a León a Rabí Abú-Joseph ibn Hasdai.
Exitosamente se firmó la alianza y se acrecentó la cizaña
entre los hermanos en tierra leonesa.

51
En 957 murió Ordoño y su hermano Sancho subió al trono
por poco tiempo, pues quien a hierro mata a hierro muere.
En el año 958 llegó a Córdoba una embajada de cristianos
enviada por doña Toda, reina viuda de Navarra, abuela de
don Sancho de León.
Solicitaban del Califa que olvidadas las antiguas
ofensas, le enviara un médico a su nieto para curarle
una extraña enfermedad que lo había hecho engordar
hasta la deformidad física provocando la burla y el
desprecio de su pueblo. Mientras tanto, había sido
desplazado del trono por Fernan González, conde de
Castilla, nombrado como Ordoño IV, el Malo.
Y doña Toda no sólo le solicitaba al Califa Abd-er-
Rahman III, un médico para curar su nieto, Sancho el
Gordo, sino también un ejército para restituirlo en el
usurpado trono.
El Califa envió a Rabí Abú-Joseph Aben Hasdai a
Pamplona como el médico idóneo solicitado. El Rabí le
exigió a don Sancho como paga o trueque de su actividad
médica prometiéndole la ansiada curación y la restitución
al trono, la entrega de diez castillos. Y don Sancho aceptó
el trato, con tal de verse delgado y esbelto, y vengado de
sus enemigos.
Y así, el Rabí Abú-Joseph, sin flechas ni espadas, por la
sola eficacia de su elocuencia, había arrebatado a los
“come-puercos” cristianos, fortalezas y ciudades.
Sancho curó de su enfermedad recobrando su delgadez y
fue restituido al trono.
Esta fue una gloriosa época para los judíos.
Córdoba era el centro de lo más notable y valioso de las
ciencias y las letras del judaísmo. Se reunían allí los sabios
de Oriente y Occidente; entre ellos: Rabí Menahem-
Aben Saruq, Rabí Dunásch-Aben-Labrat, Rabí Abú-
Zacarías Yahia-Aben-David, etc.

52
En 961 murió el Califa, le sucedió su hijo, y el Rabí Abú
Joseph continuó en sus funciones gubernamentales.
El esplendor del judaísmo no decayó en 965 con la muerte
de Rabí Mosséh-Aben-Hanoch, ni en 970 con el
fallecimiento de Rabí Abú-Joseph Aben-Hasdai.
A Rabí Mosshéh lo heredó su hijo Hanoch, como
presidente de la Academia y jefe de la aljama cordobesa;
aunque Rabí Joseph-ben-Isahak-Aben-Abitur se oponía a
esta designación, prefiriendo a Rabí Menahem-Aben-
Saqur.
Jacob Aben-Gan
En 976 murió el Califa. Jacob Aben-Gan. Judío
cordobés, rico fabricante de tejidos de seda fue nombrado
por el nuevo Califa, Mamad Abi-Amer-Al-Manzor, Juez
supremo o Rab mayor de las aljamas de Andaluz y del
Imperio de Fez, y aparecía en publico rodeado de una
escolta de honor, privilegio nunca antes concedido a otro
judío.
Rabi Jacob Aben Gan le ofreció su ayuda a rabí Joseph
Aben-Isahak-Aben-Abitur, para que ocupara el cargo al
gaonato o jefe del rabinato de Córdoba, que ostentara Rabí
Hanoch, hijo de Rabí Mosséh. No obstante, rabí Isahak,
interesado en mantener la paz y la tranquilidad de sus
hermanos declinó el ofrecimiento y aconsejó a los judíos
que respetasen en el cargo a Rabí Hanoch.
En el año 1000 Jacob Aben Gan murió y fue nombrado
por sus hermanos judíos como “el padre de los pobres y
señor de la hospitalidad”.
En el próximo capítulo veremos la situación de los judíos
en el Norte de la Península, en donde se iniciaba la
gloriosa Reconquista cristiana.

53
54
CAPÍTULO IV
LOS JUDÍOS BAJO LOS REYES CRISTIANOS Y
LOS EMPERADORES DE ESPAÑA
(711 A 1147)

Mientras el pueblo hebreo florecía a la sombra de los


Califas musulmanes, se habían fundado en el Norte de la
Península, pobres y reducidas monarquías sobre las
ruinas del Imperio visigodo.
Estas monarquías se levantarían poderosamente sobre los
despojos del Califato.
Reducido al triste asilo de Covadonga, Pelayo, el Romano
(Belay-ar-Rumy), lanzaba el grito de independencia y de
conquista en conquista lograba a su muerte, a los veinte
años de edad, dejar fundado el reino de Asturias.
El heroísmo de los caudillos cristianos Oviedo, Alfonsos
y Ramiros iba en aumento restaurando la libertad y
salvando a la patria de la invasión musulmana.
Al conquistar cada fortaleza y triunfar sobre sus
enemigos, creían firmemente no solamente vengar las
afrentas del pasado, sino hacer honor y justicia a Dios
satisfaciendo sus designios e imponiendo la fe cristiana.
Esto animaba sus corazones y fortalecía sus brazos en
las batallas.
En cada victoria inmolaban a sus enemigos,
incendiaban sus mezquitas, sus sacerdotes y sus libros,
desmantelando sus fortalezas.
La Reconquista se inició con una guerra de exterminio.
Por su parte, los Califas cordobeses se vengaban
sangrientamente en los mozárabes.
En esta edad de ocio e intolerancia a los judíos que vivían
en tierras reconquistadas les esperaba el mismo destino
55
sanguinario. La seguridad del suelo conquistado paso a
paso, exigía que solamente fuera poblado por
cristianos.
Colmados del odio antiguo que señalaba a los judíos como
deicidas, los descendientes de Pelayo los exterminaban
conjuntamente con los mahometanos.
Las sinagogas y sus libros sagrados fueron incendiados
y los judíos degollados.
Aquellos judíos que lograban escaparse al furor de las
armas cristianas que reconquistaban las fortalezas y
ciudades, eran después cruelmente perseguidos por la
aversión de la muchedumbre, o bien, proscritos y
desterrados por los infames y humillantes decretos de
los reyes.
Ramiro I inmortalizaba sus victorias contra los
musulmanes y los normandos, consagrando a Dios
preciosas basílicas, mandaba quemar vivos en 845 a los
brujos y los magos que espantaban a sus vasallos. Y los
judíos eran acusados por el pueblo cristiano de
hechiceros y herejes, mereciendo tal inhumano castigo.
Asturias, Navarra y Cataluña poco a poco fueron
solicitando los servicios de los hebreos, cuya forzada
mansedumbre había templado el excesivo rigor de los
cristianos.
Todas las artes que no tenían relación con la guerra
eran menospreciadas y consideradas sin valor.
Cuando los cristianos se vieron en la necesidad de
abastecerse para llenar las necesidades de la vida,
buscaron en los elementos de cultura que atesoraban los
judíos, el remedio y la satisfacción creciente día a día
conforme aumentaban sus dominios.
Así, el odio hacia los judíos fue disminuyendo, pero sin
extinguirse jamás.

56
Los judíos se dedicaban al estudio del Talmud, a las artes
industriales y al comercio.
Los judíos del Norte y Centro de España, comerciaban
con sus hermanos del Califato. Así, ofrecían sus
servicios a los príncipes y magnates.
El Talmud es el depósito de la tradiciones y preceptos
destinados a reglar la vida del pueblo hebreo. La práctica
de su estudio rehabilitaría una y otra vez a los judíos en
medio de los mayores conflictos y de las más crudas
persecuciones. “Quien no da una profesión a sus hijos
les prepara una mala y miserable vida. No digas
nunca: -soy un hombre rico y acomodado: esta
ocupación no me conviene”. La ley del país es ley.
Trabaja por el bienestar del país que te recibe porque
es tu propio bienestar.
Grandes catástrofes envolvieron a los judíos españoles
como iremos viendo; de todas salieron milagrosamente,
merced al perseverante ejercicio de este precepto
moral y religioso.
Tras las victorias de Alfonso el Magno, los reyes de
Asturias trasladaron el trono de Pelayo, por mano de
Ordoño II, a la ciudad de León. (911-924).
Ramiro II arrebató a los mahometanos extenso territorio,
poblando numerosas ciudades y fortalezas, asegurando sus
conquistas.
Desde 977 a 1002 la suerte de ambos Imperios vacilaba
entre constantes batallas.
A la muerte de Mohámmad Al-Manzor en Medinaceli la
corte de los Califas se desvaneció en luchas internas.
Mientras los Estados cristianos lograban engrandecerse.
Se instituyeron dos nuevas monarquías bajo la mano de
Sancho el Mayor: el reino de Castilla, creado por
Fernando I (1030) y el reino de Aragón, adjudicado al
bastardo Rodrigo (1035).
57
Los reyes crearon nuevas leyes para incentivar la
repoblación de los territorios conquistados a los
musulmanes. Las cartas-pueblas y los fueros daban
privilegios e inmunidades a los pobladores que
constituyeron municipios independientes. Este sistema se
contraponía al principio del señorío y del feudalismo,
que antes dominaba en España.
Los pobladores judíos obtuvieron grandes beneficios
de estos privilegios acordados por la monarquía.
En la Carta-puebla de Castrogeriz, dada por el conde de
Castilla, Garci Fernández, en 974, los judíos recibieron las
mismas consideraciones que los pobladores de la villa.

TOLERANCIA E IGUALDAD PARA LOS JUDIOS


Asimismo, el Concilio de León de 1020, bajo la
autoridad de Alfonso V, decretó igualdad y tolerancia
para los hebreos.
Fernando I tuvo éxito en la Reconquista. Recuperó del
yugo del Islamismo, Viseo, Lamengo, Coimbra y Sena.
Los cristianos tomaron a los despojados mahometanos
bajo su servidumbre y vasallaje. Y con el correr del
tiempo toleraron sus costumbres y religión.
Fernando I, hijo de don Sancho el Mayor, aseguró el
dominio sobre las regiones occidentales de la Península.
Las ciudades y fortalezas que se rendían y capitulaban
abriendo sus puertas al glorioso conquistador,
quedando como tributarias, recibían a cambio
tolerancia y respeto por ambas religiones, la
mahometana y la judía.
Don Fernando restauró las antiguas restricciones
contra los judíos decretadas por los Concilios

58
Toledanos en época de los visigodos. Pero, no
menospreciaba sus servicios.
Los judíos pagaban fuertes tributos y rentas que eran
destinadas a las iglesias cristianas.
En 1074 el obispo Altivo concedía a la basílica de Santa
María de León, quinientos sueldos de purísima plata,
tomados del censo que pagaban los judíos.
ALFONSO VI
Alfonso VI aspirando al título de Emperador logró la
conquista de Toledo, la ciudad de los Concilios, siendo
éste el suceso más trascendental de la Reconquista.
Alfonso VI dominaba la mayor parte de la Península
recibiendo tributo de los mahometanos, al Oriente los
reyes de Valencia, Denia y Murcia; al Mediodía los de
Córdoba, Granada y Sevilla; al Occidente los de Mérida,
Badajoz y Lisboa.
Entre los cristianos eran tributarios los reyes de Aragón y
de Navarra.
A sus yernos, don Ramón de Borgoña y don Enrique de
Lorena, los nombró condes de Galicia y de Portugal,
nuevamente conquistadas.
Alfonso VI mereció en título de Emperador.
El pontífice Alejandro II felicitaba a la corona
española que bajo el dominio de Alfonso VI salvaba a
los judíos de ser degollados a mano de los
mahometanos, y fomentaba la tolerancia hacia los
hebreos que estaban siempre dispuestos a ofrecer sus
servicios a los cristianos.
En cambio, los musulmanes invadían las tierras cristianas.
Bajo su mandato, los hebreos gozaron de los mismos
privilegios que los vasallos mozárabes, pero sin lograr
igualdad ante los cristianos.

59
Un cristiano que hería a un judío era castigado con una
multa de cuatro maravedíes. Y un judío que hería a un
cristiano pagaba diez maravedíes.
Si un judío mataba a un cristiano merecía la pena de
muerte y todos sus bienes eran confiscados.
Si un cristiano mataba a un judío era multado con cien
maravedíes.
Los derechos relativos a la propiedad eran los mismos
entre los nobles y los vasallos.
En los reinos de Asturias, Castilla y León aumentó el
sentimiento de dignidad de los hebreos merced a los
decretos de igualdad en los litigios con cristianos.
Los israelitas lograron la protección del Emperador
Alfonso VI (1076-1090) mostrando su lealtad.
Un judío, Aben-Xalib administraba el ejército.
En 1082, dos años después de sitiar Toledo, el Emperador
envío una embajada presidida por Aben-Xalib a cobrar el
tributo de su vasallo Mohámmad de Sevilla. El judío se
negó a recibir el tributo por considerar la moneda con que
se le pagaba de bajo valor, y le exigió el pago en oro puro.
El Califa irritado mando aprehender a los embajadores
cristianos y colgó en una cruz al judío.
El Emperador de Castilla levantó el sitio de Toledo y
acometió ferozmente llevando la muerte y la esclavitud a
Sevilla, Medina-Sidonia y Tarifa.
En 1085 fue conquistada Toledo.
Los reyes de Taifa pidieron ayuda al príncipe Yusuf-ben-
Texufin, que se había levantado sobre los almoravides,
con el Imperio de Marruecos.
El ejército atravesó el estrecho y engrosó sus filas con los
ejércitos de Abil-láh de Granada, Al-Motamid de Sevilla y
Al-Motaguakkil de Badajoz.

60
En 1086 se presentó Alfonso VI, hijo de Fernando I,
cerca de Badajoz con un numeroso ejército. Cuarenta mil
judíos integraban sus filas y mostraron gran valor en el
combate, derramando voluntariamente su sangre por
primera vez en defensa del imperio cristiano, mostrando
su lealtad.
Como los viernes es día festivo para los musulmanes, los
sábados para los judíos y los domingos para los
cristianos, se resolvió que en esos días no habría
combates.
Si bien el Pontífice Gregorio VII siguiendo el ejemplo de
su antecesor, Alejandro II, aprobaba la política
proteccionista de los judíos aplicada por Alfonso VI, en
1078, celebró un Concilio contra los judíos en el que se
les prohibía ejercer cargos públicos predominando
sobre los cristianos. Sin embargo, Alfonso VI, no acató
ese reglamento, pues tenía demasiados funcionarios
judíos de alto rango en su gobierno.
Por su parte, el pueblo hebreo respondió dando claras
muestras de fidelidad.
Los príncipes cristianos solicitaban la ayuda económica
para sus campañas bélicas a los hebreos.
El celebérrimo Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid
Campeador, al ser desterrado de Castilla por el mismo
Alfonso, llevó su ejército a las regiones orientales y
haciendo allí tributarias numerosas ciudades, conquistaba
Valencia en 1094.
Para pagar a los caballeros y vasallos que lo seguían
acude a dos ricos judíos de Burgos, don Rachel y don
Vidas, para que le presten seiscientos marcos. Martín
Antolinez, sobrino del Cid, recibe trescientos marcos
en oro y trescientos en plata, dejando en depósito como
garantía dos cofres cerrados llenos de arena, con la
condición de que no serían abiertos durante el plazo
del préstamo que era por un año (1090 ó 1099).

61
El Cid adoptando la misma política del Emperador
recibía como vasallos a los musulmanes y judíos
permitiéndoles conservar su religión, sus leyes y
costumbres. Entre los hebreos, siempre había alguno
que lograba servir personalmente al Cid.
Mientras los reyes y magnates aceptaban los servicios
de los judíos que se enriquecían, el pueblo cristiano los
envidiaba y odiaba.
Invadida nuevamente España por los almoravides, habían
penetrado hasta Uclés.
En 1108, don Alfonso envió contra ellos a su hijo don
Sancho, bajo la tutela del conde García Ordóñez. Ambos
perdieron la vida en la batalla junto a otros treinta mil
combatientes.
A Toledo llegó el rumor de que había flaqueado el ala
izquierda del ejército que estaba compuesta casi toda
de judíos.
La muchedumbre enardecida desató su ira sobre la
grey hebrea ejecutándola en horribles matanzas,
saqueando sus hogares, incendiando sus Sinagogas.
En vano intentó don Alfonso castigar aquel sangriento
atentado. No podía ajusticiar a toda una ciudad. Si
bien, Alfonso mandó a perseguir a los asesinos e
incendiarios, diez años después de la matanza duraba
el enojoso proceso, y su nieto, siendo príncipe, los
indultó.
El ejemplo de Toledo fue contagioso. Al morir Alfonso,
el Emperador, en 1109, sus sucesores fueron su hija
Urraca, y su yerno Alfonso I de Aragón.
En varios pueblos castellanos se levantó el populacho
contra los judíos despojándolos de sus bienes.
Alfonso siguió la misma política de su suegro hacia los
judíos. Estos rendían su tributo y fidelidad a cambio de
ciertas libertades, concesiones y privilegios.
62
Alfonso gobernaba sobre Castilla, León y muchas otras
ciudades del reino. Pero, estaba enfrentado al rey de
Aragón.
En 1126 decidió embestir contra la villa de Carrión y
contra la ciudad de Burgos que eran adeptas al rey
aragonés. Estaba a punto de partir cuando recibió
mensajeros de ambas ciudades ofreciendo sumisión y
poniéndose a sus órdenes.
Carrión era puebla de judíos, donde por número y
riquezas dominaban sobre los cristianos, y ofreció
tributo sin restricciones.
Sin embargo, en Burgos, el capitán aragonés Sancho
Arnaldez, se oponía a entregar el castillo al monarca,
amenazando, además, a los moradores de la ciudad.
Hermanados cristianos y judíos resolvieron enfrentarlo por
la fuerza con tanta suerte que una flecha acertó al capitán
con lo cual perdía conjuntamente la fortaleza y la vida.
En 1135, Alfonso VII tomaba el título de Emperador de
León, Toledo y Santiago.
Luego lo reconocieron por soberano los reyes de
Navarra y de Aragón; le juraron vasallaje los condes
de Barcelona y de Tolosa, de Montpeller y de
Provenza, casi todos los duques y condes del Mediodía de
Francia le ofrecían su obediencia.
Sus dominios se extendían desde el Océano gallego hasta
el río Ródano.
Los musulmanes de Zaragoza, Rueda, Valencia,
Murcia, Jaen, Córdoba, Badajoz y Sevilla, todos, le
pagaban un tributo anual.
Los almoravides y los almohades menguaron su poder.
Alfonso VII no siguió la política humanitaria de
Fernando I y de Alfonso VI, quienes respetaban las
vidas, las costumbres, las religiones y las leyes de sus
vasallos musulmanes y judíos de las ciudades
63
conquistadas. Por un momento, impuso la antigua
política de exterminio, con lo cual, los sacerdotes
hebreos y musulmanes fueron degollados, incendiadas
las sinagogas y los libros.
Pero, en 1118, concedió a los mozárabes, castellanos y
francos de Toledo ciertas inmunidades, previniendo que
los judíos ni los conversos tuvieran autoridad alguna
sobre los cristianos en asuntos jurídicos o públicos.
En 1130, en Escalona, concedía los mismos derechos. La
multa para el que mataba un judío era de trescientos
sueldos.
En 1139, en Guadalajara hacía lo mismo.
Obligaba a los hebreos a formar parte del ejército y a
dedicarse a la recaudación de las rentas de la Corona.
En 1140 y 1141, en Calatalifa restringía a los judíos sus
derechos sobre la propiedad.
La vida de los judíos se amparaba en los señores de la
tierra. Tenían el mismo derecho que los cristianos en
comprar y vender.
En Tudela (115), en Belorado (1116), en Caseda y
Carcastillo (1129), daba autoridad a los cristianos sobre
los judíos, pero los igualaba en las condiciones personales.
Con esto se ganaba la confianza y el apoyo de la raza
proscrita.
Alfonso había acogido generosamente a los judíos
expulsados de los dominios musulmanes, primero por
Yusuf y su hijo Aly, y después por Abd-el-Mumen,
constituyéndose nuevas pueblas como Tlascala en Toledo,
Fromista en Valladolid y Carrión en Palencia.
Los judíos regulaban sus asuntos políticos, religiosos y
jurídicos independientemente en esas ciudades. Y
desarrollaban su ciencia con entera libertad en pro de
la comunidad.

64
El nieto de Alfonso, el Bravo, poseía en su corte muchos
sabios hebreos que irían preparando el terreno para
los siguientes días de gloria y sabiduría.
Rabí Yehudá Aben-Joseph Aben-Hezra recibió el título
de príncipe (nassi) y el cargo de recaudador de las rentas
del palacio.
A la muerte de Alfonso acaecida el 21 de agosto de 1157
culminó el bienestar de los judíos, quienes sufrieron
arduos infortunios, antes de volver a gozar de prosperidad.
En el capítulo siguiente analizaremos la situación de los
judíos en territorio mahometano, donde su prosperidad iba
siendo amenazada por grandes e insospechadas
tribulaciones, desgracias y amarguras sin fin.

CAPÍTULO V

65
LOS JUDÍOS BAJO LOS REYES DE TAIFA
(1002 A 1086)

Coincide la decadencia del Califato cordobés con el rápido


crecimiento de las monarquías cristianas.
Ambos Imperios se habían jurado guerra a muerte. Hubo
una época en que los esfuerzos de Abd-er-Rahman III, la
política de Al-Hakem II y las cien victorias del rey Al-
Manzor dieron predominio a los musulmanes en España,
reduciendo al último extremo a los príncipes de León,
Castilla, Navarra y Cataluña, poniendo en grave riesgo a la
cristiandad entera.
Pero, la Historia enseña que “será siempre incierta,
arriesgada y efímera la suerte de los grandes imperios,
cuando en vez de fundarse éstos en vividoras, sólidas y
fecundas instituciones, nacidas de las entrañas de la
sociedad y nutridas de su propia sustancia, se apoyen y
fíen exclusivamente su vida y su porvenir en la suficiencia
y la fortuna personal, ocasionadas de continuo a grandes,
instantáneos y desastrosos eclipses. Presa de violentas y
desesperadas convulsiones, que hacía más terribles y
dolorosas la falta absoluta de un elemento regulador,
capaz de enlazar de nuevo los desasidos y desconcertados
miembros de aquella inmensa fábrica, levantada sobre tan
flacos cimientos, venía pues a tierra el dilatado y temido
Imperio musulmán, precisamente cuando amenazaba con
aherrojar para siempre al carro de sus triunfos la España
de los Alfonsos, y Fernán González, de los Ramiros y
Berengueres.”
Largas, desastrosas y sangrientas fueron esas
convulsiones.
Se sucedían con inusitada rapidez los usurpadores del
cetro cordobés, y se erigían nuevos tronos en las
provincias, destruyéndose la unidad entre los
mahometanos.
66
El Imperio musulmán se dividía en doce gobiernos o
Amelias principales gobernadas por el Califa: Tadmir,
Valencia, Denia, Huesca, Zaragoza, Sevilla, Niebla,
Badajoz, Algarbe, Málaga y Granada y Córdoba, asiento
de los Califas.
Los hebreos habían prosperado, aumentando su población
y riquezas, distinguiéndose como médicos, mercaderes,
industriales y cultivadores de las letras arábigas.
Sus rabinos ilustrados por Rabí Mosséh y su hijo, Rabí
Hanoch habían dado mayor autoridad al Sanhedrim y a la
Sinagoga.
Rabí Mosséh llegó de Sura en 948. Su hijo, Rabí Hanoch
murió en septiembre de 1014.
Los ricos y sabios hebreos eran consejeros del Califa y
derramaban sobre los pobres cuantiosas limosnas,
provocando la envidia de los musulmanes.
Rabí Jacob-Aben-Gan y sus hijos tenían su casa y su mesa
dispuestas a recibir a todos los menesterosos.
Los judíos gozaban de libertad religiosa y jurídica dentro
de sus aljamas y colonias.
Pero, estaban forzados a pagar el tributo de la capitación,
que les recordaba el hecho de vivir sometidos en un país
extraño.
Después de doscientos cincuenta años de esplendorosa
prosperidad los judíos se veían amenazados por los
tiempos virulentos que corrían. Un paso dado
indiscretamente por los judíos de Córdoba provocaría el
inicio de su desgracia.
En medio de la anarquía después de la muerte de Al-
Mudhafar y Abd-er-Rahman, hijos de Al-Manzor, los
berberíes y los eslavos se enfrentaron sangrientamente en
una guerra de exterminio para imponer su poder. El líder
de los berberíes era Suleyman-ben-Al-hakem y el jefe de
los eslavos era Mohámmad-ben-Hixen.
67
Ambos aspiraban usurpar el poder de los Califas de
Córdoba.
Mohámmad tenía encerrado al último Califa, Hixem II, y
había divulgado falsamente su muerte. Desterró a los
berberíes de Córdoba.
En el año 1009, Suleyman solicitó el apoyo del conde don
Sancho de Castilla, quien no vaciló en salvar las fronteras
del Califato.
En la batalla de Javalquinton fue degollada la caballería
cordobesa por los castellanos. Así Suleyman se apoderaba
de la corte de los Califas.
Después de esta derrota, Mohámmad envió al conde don
Ramón Borrell de Barcelona una embajada pidiendo su
auxilio. Esta negociación era confiada a los ricos
mercaderes judíos de Córdoba.
En 1010 entraron en tierra del Islam nueve mil catalanes
con el conde don Ramón y el conde de Urgel, Armengol.
Suleyman juró venganza terrible a los judíos.
Mohámmad salió victorioso del primer enfrentamiento
contra su enemigo Suleyman y se apoderó de Córdoba,
mientras los africanos huían después de degollar dentro de
las mezquitas a sus moradores.
Luego fue vencido Mohámmad en las márgenes del
Guadiaro. Suleyman recuperó el poder sobre Córdoba el
19 de Abril de 1013, derramando por todas partes
violaciones, muertes e incendios.
Tres meses después, confiscados todos los bienes que se
habían salvado del incendio, eran desterrados todos los
moradores de Córdoba, exceptuando a los que vivían en el
castillo.
La venganza de Suleyman sobre los judíos se había
cumplido. Fueron destruidos sus hogares y sus tiendas, y
desterrados con crueldad en medio de la desolación.

68
Buscaron refugio en el oriente eslavo, en Granada, en
Toledo y en el centro del Imperio cristiano donde reinaba
la tolerancia.
Se esparcieron los restos del respetado Sanhedrim y de la
Academia talmúdica por toda España.
Rabí Jonáh-Aben-Ganáh se refugió en Zaragoza, a donde
lo seguiría Abú-Amrá Joseph Aben-Hasdai, hijo del ilustre
Mecenas de los sabios judíos.
Rabí Abú-Zacarías-Yahia-ben-David se refugió en Murcia
y en Valencia.
Rabí Samuel-Leví Aben-Nagrela, se dirigió a Málaga
rodeado de inmenso grupo de correligionarios a los que
hacía participar de su fortuna, y que, luego, caerían en
terrible desgracia con su hijo Joseph-ben-Samuel.
La noble, sabia y opulenta colonia judía de Córdoba que
había subido al colmo de la prosperidad se veía forzada al
destierro.
Todas las anteriores cautividades, dispersiones, destierros
y servidumbres tuvieron fin antiguamente, pero se
ignoraba hasta cuando pagarían su culpa los hebreos
vagando por el mundo.
Su ilustración, universalmente respetada, su tradicional
sufrimiento y su natural aptitud para ganar las voluntades
que los redimía con frecuencia de los mayores peligros,
sacaban a los judíos de la miseria, abriéndoles las puertas
del poder y la administración de los Estados donde se
hospedaban.
Así sucedió con Rabí Samuel Leví Aben-Nagrela en el
reino de Granada; con el discreto Yekutiel Aben-Hasány a
Abú-Fadhel Aben-Hasdai en Zaragoza y con Isaac Aben-
Albalia y con Aben-Misgaj en Sevilla.
Rabí Samuel Leví Aben Nagrela nació en Córdoba en 933.
Estudió en la Academia talmúdica de Rabí Hanoch,
aprendiendo las lenguas hebrea, árabe, caldea y latina, e
69
iniciándose en las ciencias filosóficas bajo la dirección de
Rabí Abú-Zacarías-ben-David.
En 1013, con el destierro de los judíos de Córdoba, buscó
refugio en Granada.
En Andalucía dominaban las tribus berberíes.
En Granada gobernaba el sinhachita Zawi. Su sobrino y
heredero extendería su dominio a Jaen, Archdona, Ronda
y Málaga.
En 1025 encontramos a Rabí Samuel-Leví ofreciendo sus
servicios en los negocios de Estado al gobernador de
Málaga, Al-Arif.
Finalmente, Rabí Samuel-Leví fue investido con los títulos
de guazir y de canciller del reino de Granada.
Dos altos funcionarios de la corte berberí del Califa
Habbús conspiraron contra Samuel ha-Leví. Descubierta
la trama, uno fue decapitado y el otro se salvó
milagrosamente.
Los judíos cordobeses que fueron desterrados en 1013
bajo la sanguinaria venganza de Suleyman, buscaron
refugio en Granada, donde fueron acogidos bajo la
protección del canciller Samuel ha-Leví.
Rabí Samuel, no sólo se ocupó personalmente de cubrir
sus necesidades, sino también, de la educación de sus hijos
para asegurarles un porvenir en la estimación de los
berberíes que empezaban a saborear los goces de las
ciencias y las letras atesoradas por el pueblo hebreo.
En 1027, el Rabí Samuel recibió el título de Naguid
(príncipe).
Sus contemporáneos hebreos admiraban la claridad de su
ingenio, su extremada prudencia y su inalterable firmeza.
Su estudio y conocimiento profundo de las pasiones
humanas, la facilidad y elegancia al exponer sus consejos,
la madurez y cautela al resolver los problemas de Estado,

70
sin precipitación ni tardanza, todo esto le daba
superioridad entre los cortesanos.
La muchedumbre lo respetaba y estimaba al observar su
sencillez en el traje, su nada ostentoso séquito, la bondad
de sus acciones y de sus palabras y su anhelo de favorecer
y consolar al oprimido o menesteroso.
Rabí Samuel gobernaba el reino de Granada en
representación de Habbús durante doce años, elevándolo
con su sapiencia sobre los otros reyes berberíes.
En 1038 murió Habbús, y Rabí Samuel, con discreción y
perspicacia, hizo coronar al primogénito de aquél, Badis,
como el nuevo rey.
Existían dos partidos poderosos que aspiraban gobernar a
la muerte de Habbús.
Rabí Samuel favoreció a Badis siguiendo la costumbre de
las dinastías de Taifa que elegían al primogénito y no por
sus virtudes.
El otro partido apoyaba a Balkin, hijo menor de Habbús,
quien contaba con el beneplácito de casi todos los
caudillos de los berberíes, el ejército y gran parte de la
población hebrea dirigida por Rabí Isaac Aben-León, Rabí
Nehemías Aben-Escapha y Rabí Joseph Aben-Misgaj,
quienes mereced a su ilustración y riqueza tenían gran
poder dentro de Granada.
Temiendo Rabí Samuel un confrontación violenta entre
los hermanos, apeló a sus dotes intelectuales y sabia
elocuencia para persuadir a Balkin.
Y fue tan locuaz en sus palabras que logró que Blakin
renunciara públicamente a la corona a favor de su
hermano, haciendo que sus seguidores mismos lo
coronaran.
“Tan noble como heroica acción, digna de respetuoso
aplauso, duplicando el prestigio y el poderío de Rabí
Samuel, le abría el camino para mantener durante otros
71
diez y siete años el lustre del emirato granadino, a
despecho de los reyes del Almería y de Sevilla, que
disputaron a Badis tenaz, aunque inútilmente, la
supremacía sobre las tribus africanas.”
Los magnates hebreos viéndose abandonados por Balkin y
estando en oposición a Rabí Samuel, buscaron refugio en
la corte de Sevilla, donde recibieron una protección
inesperada.
En 1055 murió Rabí Samuel ha-Leví Aben-Nagrela. El
pueblo hebreo contempló esta desgracia como el preludio
de inevitables desastres.
Rabí Samuel dejó a la posteridad y un caudal literario
valiosísimo.
Escribió un comentario y una metodología sobre el
Talmud, libro de obligado estudio para todo judío
ilustrado (Hilcheta Gabriatá y Mebó ha-Talmud); un
florilogio de sentencias y parábolas basadas en los libros
sagrados, Ben Mischlé; hizo una imitación del Eclesiastés,
Ben Koheleth; y poemas y plegarias, Ben Tehilim.
Todas sus obras tenían por objeto el perfeccionamiento
moral y religioso de sus hermanos.
El rey Badis elevó al hijo de Rabí Samuel, Rabí Abu-
Hussain Joseph, a la dignidad de consejero.
Rabí Joseph había estudiado las enseñanzas del Talmud en
la escuela fundada por su padre.
Era un hombre docto y muy sabio, pero le faltan la
discreción y la prudente reserva de su padre, al que le
habían servido frente Habbús de impenetrable escudo.
Criado en la opulencia, engreído con la superioridad de
sus estudios, y confiado del amor que Badis le había
mostrado desde la infancia, oscurecía a menudo la
magnificencia del príncipe y anulaba con sus excesos y
arbitrariedades la majestad de la corona.

72
Menospreciaba públicamente el culto mahomentano, y no
se cuidaba mucho de cumplir la religión hebrea.
Anteponía en los cargos públicos a sus correligionarios,
favoreciendo sin medida a sus adeptos.
Así, los berberíes se veían denigrados.
Sumadas a estas indiscreciones, la aversión de la raza
judía y el odio religioso, al poco tiempo, su poca sesuda
conducta le privó de la simpatía de sus hermanos hebreos.
En la primera ocasión propicia se manifestaría la universal
indignación de árabes, berberíes y judíos.
Dos hechos contribuyeron a la decadencia y declinación
de Rabí Joseph.
Balkin y sus seguidores se oponían a Badis.
Badis, que no era idóneo en el ejercicio del mando,
queriendo manifestar su poder como rey ganó fama de
tirano.
Mal aconsejado o arrepentido de su pasada generosidad,
Balkin aspiró al cetro conspirando contra su hermano
Badis.
Descubierta la traición, Badis mandó encarcelar y
envenenar a su hermano.
Todo el odio que provocó esa terrible ejecución cayó
sobre Rabí Joseph Aben-Nagrela, a quien se imputó
públicamente dicha ejecución.
Los árabes de Ronda habían dado muerte al guazir de ese
distrito que era berberí. Badis, furioso de que se osara
cometer semejante crimen contra alguien de su tribu, juró
vengarse de todos los árabes de su reino.
Su ministro, Rabí Joseph, procuró disuadirle de tan
sangrienta represalia. Badis, siguió aferrado a su
resolución.

73
Entonces, Rabí Joseh Aben-Nagrela dio aviso
secretamente a los árabes que lograron huir de la segura
matanza.
Badis sospechó que su ministro había vendido el secreto
confiado. Y desde ese momento lo miró con profundo
rencor y desconfianza.
Así, los odios populares y el odio del rey preparaban la
caída de Rabí Joseph.
En esos momentos (año 1066), el mahometano Abú-
Isahak de Elvira que había sido desterrado de la corte,
víctima de los desprecios de Rabí Joseph, publicó un
poema en su contra.
En ese poema se denunciaban todas las culpas y
acusaciones que el vulgo formulaba contra el omnipotente
ministro hebreo, recriminando la indolencia de Badis.
En diciembre de 1066 los berberíes se enardecieron y Rabí
Joseph Aben-Negrala fue acusado públicamente, en todos
los círculos sociales, de envenenador, traidor y usurpador.
Envenenador del hermano de Badis, Balkin.
Traidor, por el supuesto proyecto de entregar el reino de
Granada en manos de Motacim, rey de Almería, dando
muerte a Badis.
Usurpador, por la idea, no menos absurda y calumniosa,
de acabar después con el referido Motacim, sentándose
Rabí Joseph, en el trono de los berberíes.
Exaltado el odio de los africanos, la muchedumbre y los
soldados cayeron sobre el mismo palacio real en donde se
ocultaba Joseph y lo asesinaron ferozmente después de
someterlo a tortuoso suplicio.
Antes de ser atrapado, Joseph se ocultó en una carbonera
del palacio embadurnándose el rostro de negro.
Finalmente, la frenética muchedumbre lo expuso en una
cruz.

74
Los judíos lamentaron posteriormente el amargo odio
fomentado por el pueblo contra Jacob Aben-Nagrela.
Excitados pueblo y soldadesca con la sangre hebrea,
cayeron furiosos sobre la población hebrea asesinando en
la matanza a más de cuatro mil judíos dentro de los muros
de Granada.
Algunos historiadores afirman en que en la horrible
matanza murieron mil quinientas familias
(aproximadamente diez mil personas).
Después de la matanza, siguió el saqueo y el incendio.
Asombrosamente, la esposa de Rabí Joseph y su tierno
hijo lograron salvarse entre los fugitivos refugiándose en
Lucena, centro del comercio hebreo.
Lo que no había podido destruir la ira popular, lo
culminaba el gobierno de Badis durante los años
subsiguientes. Los judíos, no sólo de Granada, sino
también de todo el reino se veían forzados a vender sus
casas y propiedades para evitar las más injustas y terribles
vejaciones, burlas, injurias, humillaciones y maltratos.
Y así se desmoronaba la paciente obra de Rabí Samuel
Leví Aben-Nagrela-ha-Naguid.
Los hebreos se asentaron en las ruinas del Califato de
Córdoba excitando allí el odio musulmán.
En Zaragoza, la antigua César Augusta, dominaba la
dinastía Bení-Hud. Ocupaba el trono Yahía Ebn-Al-
Mondhir, príncipe amante de la cultura.
La corte de su padre había dado asilo, tras la terrible
proscripción de 1013, a muy ilustres rabinos de Córdoba,
entre ellos: Rabí Yekutiel Aban-Hassan, cuyas raras dotes
de talento, ingenio y discreción, le hacían dueño de la
voluntad del Emir y árbitro de la suerte del Estado.
Y así, en Zaragoza, Rabí Yekutiel era el principal
consejero de Yahía, como lo fuera Rabí Samuel de Habbús
y de su hijo Badis, en Granada.
75
Y al igual que Rabí Samuel no sólo se ocupaba del
engrandecimiento del reino, sino que también, se abocaba
a la defensa de sus hermanos desheredados, formándose a
orillas del Ebro una nueva colonia de judíos doctos, en la
cual figuraba en primer término el joven Salomón Aben-
Jehudáh-ben-Gebirol o Gabirol, insigne poeta y filósofo
ilustre, nacido en el destierro en el 1021 y muerto a los
treinta y siete años en 1058
Rabí Yekutiel no gobernó Zaragoza tantos años como
gobernara Rabí Samuel en Granada.
En 1039, muerto el rey Al-Mondhir por mano de Al-
Hakem, Rabí Yekutiel fue asesinado por la muchedumbre
en su palacio de Zaragoza.
Aben-Gabirol lamentó terriblemente la pérdida de su
Mecenas y protector, escribiendo poemas y panegíricos en
su honor.

***

Durante la segunda mitad del siglo XI, reinaba en la


ciudad del Ebro Anmed Al-Moctadir caudillo que se
dedicaba permanentemente a la guerra santa.
En el año 1013, Abú-Amr Joseph Abén Hasdai y su hijo,
Abú-Fadhel Aben Hasdai, fueron acogidos en Zaragoza
cuando escaparon de los sangrientos disturbios de
Córdoba.
El príncipe Al-Moctadir, enterado de las dotes científicas
y filosóficas de Fadhel Aben Hasdai lo puso al frente de la
administración como consejero y guazir.
Mantuvo su cargo hasta que el príncipe guerrero murió en
1083.
Subía al trono de Zaragoza su hijo, Yusuf Al Motamin.

76
El nieto de Aben-Hasdai-Aben-Shaprut fue un alto
funcionario de su gobierno.
En todas las comarcas del Imperio de los Califas había
judíos en el gobierno dedicados a la administración del
reino.
Al-Motadhid dominaba sobre Sevilla y era enemigo de
Habbús y de Badis quines seguían los consejos del Rabí
Samuel Leví Abén-Negrala.
Por ende, también odiaba al judío, y desdeñaba en su
propio gobierno todo trato político con lo hebreos.
Sin embrago, su hijo, Al-Motamid, animado por un
espíritu de ilustración, aceptaba sin escrúpulos religiosos
los servicios de los judíos útiles al Estado. Seguía así el
ejemplo del Rey Alfonso VI de Castilla quien poseía
ministros judíos de confianza en su gobierno.
A causa de la conspiración de Balkin y de la horrorosa
matanza y la proscripción de 1066, los judíos más ilustres
protegidos pos Rabí Samuel Negrala en la corte de
Habbús-Ebn-Maksan, abandonaron Granada.
La mayoría buscó refugio en Lucena, el resto en Sevilla.
Rabí Isaac Abén-Albalia, se había distinguido en Córdoba
por su saber enciclopédico y por el dominio de la
astronomía.
El príncipe de Sevilla, Al-Motamid, protector de los
sabios, poetas y eruditos, lo acogía en su seno.
Al-Motamid aspiraba al dominio universal del Islamismo
en la Península Ibérica.
Recibía en su reino a los ilustres judíos expulsados de los
reinos de sus enemigos. Entre estos: Isaac Abén-Yehudáh-
Abén-Moschia, Joseph Abén-Misgaj.
Rabí Abén-Albalia creó en la corte de Al-Motamid, una
suntuosa biblioteca restableciendo la antigua Escuela de
los Hanoch y los Hasdai.

77
Al-Motamid concedió los máximos honores a los hebreos,
superando en esto la bondad de todos los príncipes de su
raza.
Rabí Isaac Abéb-Albalia recibió el titulo de Juez o Rab
Mayor de todas las aljamas del imperio.
Rabí Joseph Misgaj fue nombrado ministro diplomático.
Rabí Isaac Abén-León, Rabí Nehemías Abén-Escapha,
Rabí Isaac Abén-Yehudáh-Abén-Moschia, secundados por
otros ilustres rabinos, contribuyeron a convertir a Sevilla
en el centro del judaísmo.
El pueblo hebreo mostró durante la dominación
musulmana en la Península Ibérica una pacientísima
perseverancia que le hacía llevaderos sus infortunios. Fue
diezmado y desheredado una y otra vez, y se levantaba
incesantemente en mejores tierras, para ser nuevamente
proscrito y perseguido cruelmente.
En las monarquías cristiana padecieron de un destino
similar. Lograban la confianza de los reyes cristianos, se
enriquecían, aumentaban su ciencia provocando
finalmente la envidia y el odio popular, que culminaba
vengándose salvajemente contra el Pueblo Elegido.
Los hebreos nunca tuvieron en España legítimos derechos
para permanecer en las tierras por ellos habitadas.
Desposeída de una verdadera representación política para
ser respetada como pueblo, la raza israelita se veía
obligada a interponer y solicitar al mismo tiempo los
merecimientos y favores personales para conjurar sus
conflictos y promover sus adelantos, tanto bajo en domino
de los reyes de Taifa, como bajo el Imperio de los Califas
y de los reyes cristianos.
Semejante situación nada favorable para un pueblo, nos
revela las causas originarias de su perpetua zozobra.
Así se excitaba la rivalidad y el odio del pueblo
mahometano (y también del pueblo cristiano).
78
Los intelectuales árabes acusaban a los judíos de gobernar
en todas partes sobre los musulmanes.
El poderío de los reyes de Taifas en decadencia se verá
acosado en todas partes por la espada del cristianismo y
será presa de los fanáticos almoravides en el año 1086.
En medio de estos conflicto el pueblo hebreo padeció
horrorosas persecuciones y matanzas.
En el próximo capítulo echaremos un vistazo sobre las
regiones orientales y occidentales de la Península, donde
los hebreos estaban sometidos a la dominación de nuevos
Estados cristianos independientes, que formaban parte de
la gran obra de la Reconquista.

CAPÍTULO VI
LOS JUDÍOS BAJO LOS CONDES DE
BARCELONA Y LOS REYES DE NAVARRA Y
PORTUGAL
(718 A 1150 / 1125 A 1248)

En el capítulo IV especificamos la gloriosa obra de los


príncipes guerreros Pelayos, Alfonsos y Ramiros, durante
los primeros siglos de la Reconquista.
Vimos la suerte de los hebreos agobiados por el odio
cristiano, bajo el antiguo estigma de deicidio, y la nueva
acusación de haber ayudado a los musulmanes, enemigos
de Dios y de la Patria, a labrar su perdición y sus
servidumbre.

79
Las monarquías de León y de Asturias crecieron
rápidamente.
La monarquía de Castilla aspiró a constituirse en un gran
Imperio.
Los judíos aparecen bajo distintas condiciones bajo leyes
cambiantes dentro de sus propias villas y ciudades, en los
ejércitos cristianos, en el consejo privado de los reyes y en
la suprema administración de las rentas públicas.
El heroico empeño de la Reconquista no se limitaba a las
regiones centrales de la Península. Derramados por casi
toda España los ejércitos mahometanos, nacían en todas
partes la necesidad y el anhelo de romper el insoportable
yugo extranjero que ofendía la libertad y la religión
cristianas.
Las comarcas orientales lindantes con el Pirineo se
unieron con los reinos de Asturias y de León.
La Reconquista se inició en el año 778 bajo el auspicio de
Carlo-Magno y fue secundada por los esfuerzo de su hijo,
Ludovico Pío.
En el año 801 fue rescatada de la servidumbre sarracena
(mahometana) la ciudad de Barcelona.
En el 822 los condes de Barcelona rechazaron la tutela de
los reyes francos.
En el 844, Carlos el Calvo convocaba un consejos de sus
magnates en Tolosa. Asistió Bernardo como uno de los
señores feudales. Y en el momento en que reconociendo
su vasallaje se arrodillaba a besarle la mano, le asestó una
alevosa puñalada mortal en el costado izquierdo, vengando
así antiguas y recientes injurias.
A la muerte de Bernardo se sucedieron en el gobierno
condes feudatarios de Barcelona sin efecto trascendental
en la historia catalana.

80
Hasta que en 873 era elevado como soberano el conde
Vifredo, el Velloso, por elección popular y con total
independencia de los Emperadores francos.
El pueblo catalán se asoció a la obra de la Reconquista.
Vifredo arrancó extensas comarcas al poderío del Islam,
como Ausona, Monserrat y parte de Tarragona.
Ese ejemplo fue seguido por muchos cristianos y contó
con el apoyo de la Iglesia en Asturias, en Galicia y en
muchos otros lugares.
Los condes de Barcelona se apoderaron de antiguas
ciudades y fortalezas: Tárrega, Cervera y Balaguer. En los
países conquistados edificaban nuevas villas y castillos,
enalteciendo el nombre catalán.
El príncipe Borrel I resistió el ímpetu del gran Al-Mansur
(986 a 992).
Ramón Borrel atacó a los Ade-er-Rahmanes (1010).
Ramón Berenguer, el Viejo, que era tributario de los
Emires de Zaragoza (1048), tenía entre sus vasallos al
conde de Urgel, Armengol III, quien moría rescatando del
yugo del Islam la ciudad de Barbastro (1065).
Y así, en todas partes se levantaron caudillos que pelearon
por la Reconquista.
Y el auge de la Reconquista se dio a finales del siglo XI y
durante todo el siglo XI, merced a la gloriosa iniciativa de
Berenguer, el Grande.
Conquistada Tarragona en 1089; recuperada Balaguer en
1106; ganada (pero no conservada) Mallorca en 1116;
obligada Tortosa a reconocer el señorío cristiano en 1119;
sometida gran parte de las comarcas de Cataluña y
Rosellón; incorporada la Provenza, los dominios de
Berenguer III, el Grande, comprendían en Cataluña los
territorios de Barcelona, Tarragona, Vich, Manresa,
Gerona, Peralada, Besalú, Cerdeña, Conflent, Vallespid,
Fronolht, Perapertusa, Carcasona y Redes; en la Francia
81
meridional, Provenza, Arlés, parte de Auvernia y de
Tolosa hasta el Ródano.
Tortosa caía en poder de los condes de Barcelona en 1148
y Lérida era conquistada en 1149 por Ramón Berenguer
IV.
En 1150 consumaba su matrimonio cuyo desposorio se
había celebrado en 1137 con doña Petronila, hija de
Ramiro, el Monje, rey de Aragón, quedando de esta forma
controlada gran parte de la Península en manos de los
condes de Barcelona.

***

La situación de los judíos en tierra Cataluña fue muy


variable.
Con la conquista mahometana, los judíos favorecieron a
Muza-ben-Nossayr y a los delegados de los Califas
Orientales.
Sin embargo, su hermanos judíos de África sostuvieron
una breve pero sangrienta lucha contra las falanges
musulmanas.
El cuadillo hebreo Kaula ha-Jehudí había peleado contra el
ejército visigodo en los campos de Jerez (Guad-el-Leque)
ocupando una parte del país catalán entre el Ebro y el
Segre.
Se levantó contra la tiranía de Al-Horr-ben-Abd-er-
Rahman III.
Kaula he-Jheudí, vencido, se retiró a las comarcas de
Lérida, donde fue alcanzado por Abd-er-Rahman quien lo
hizo prisionero, pagando con la cabeza la rebelión y la
resistencia.
Los judíos que componían su ejército fueron cruelmente
perseguidos y buscaron asilo en la hospitalaria tierra de
82
Cataluña, en donde vivían prósperamente sus hermanos,
bajo dominación visigoda.
Crecía tanto la influencia y la población judía en todo el
territorio de España que antiguas ciudades Romanas
fueron llamadas, la Ciudad de los Judíos.
En Tarragona (Tarraco) predominaba la raza hebrea sobre
los musulmanes y los hispano-visigodos.
En Barcelona, la montaña Monjuich se denominó Mons
Judaicus (Monte Judío).
En las ciudades, villas y aldeas sometidas por los
mahometanos, en las rescatadas por Carlo-Magno y por
sus sucesores y los condes feudatarios, en las conquistadas
por los soberanos de Barcelona y por los condes catalanes
que se reconocieron sus súbditos, moraban los hijos de
Israel, entregados a las artes, la industria, al comercio y al
cultivo de las ciencias.
En Ampurias, Gerona, Vich, Manresa, Barcelona, Cervera,
Tárrega, Tortosa, Tarrasa y Lérida los judíos se
enriquecieron.
Los cristianos olvidando antiguas ofensas se mostraban
amigos y protectores de los ricos y encumbrados judíos.
Y la prosperidad de los judíos fue motivo de ingratitud
hacia los cristianos.
Barcelona estaba sujeta a los reyes de Francia y gobernada
en su nombre por el conde feudatario Aledran.
En el año 832 el Califa de Córdoba Mohámmed-Abú-
Abdalláh envió dos ejércitos a invadir las comarcas
pirenaicas.
Los ejércitos cordobeses mahometanos cruzaron las aguas
del Ebro llevando el terror y el exterminio a varias
ciudades y fortalezas.

83
Uno de los ejércitos dirigido por Abd-el-Kairim sitió la
ciudad de Barcelona defendida por el conde Aledran con
todo su poder.
Los muros de Barcelona eran muy fuertes e
inexpugnables.
Abd-el-Kairim pudo obtener la victoria dando un golpe
inesperado apoyado por los hebreos de Barcelona,
quienes, movidos por el temor de perder la vida y sus
riquezas en el asalto a la ciudad; o por el deseo de
libertarse de las angustias y penalidades del cerco
cristiano; o sobornados por las promesas del caudillo
cordobés, tuvieron (los judíos) tanto poder como para
traicionar a los cristianos y entregar la plaza a los moros.
Los hebreos se acomodaron como pudieron bajo el
dominio musulmán. Más tarde, caía el poder de los Califas
cordobeses a causa de disputas internas, y los hebreos
fueron acogidos por los cristianos catalanes quienes
otorgaron elevados cargos públicos a quienes
administraban idóneamente sus Estados.
El ilustre príncipe Ramón Berenguer I, el Viejo, procuró,
en el Concilio de Gerona celebrado en 1068, la corrección
de las costumbres de clérigos y seglares.
Los israelitas estaban exentos del pago de los diezmos
eclesiásticos y adquirían libremente sus posesiones con
perjuicio de la Iglesia.
Para evitar semejante defraudación se ordenó que los
compradores judíos, como los cristianos, debían contribuir
con los diezmos a las parroquias en donde radicasen los
bienes adquiridos.
Los israelitas gozaron de las mismas libertades y
beneficios otorgados a los demás pueblos sometidos al
gobierno de Berenguer.
En los tratos legales los judíos debían presentar
juramentos ante los cristianos quedando así obligados y

84
comprometidos. Sin embrago, los cristianos estaban
exentos de tal juramento en su trato con judíos.
Asimismo los señores feudales no debían jurar ante los
plebeyos.
Si bien los judíos quedaban rebajados y humillados en su
relación social con los cristianos, sus derechos en pleitos
civiles eran los mismos.
Dos testigos, uno cristiano y otro judío bastaban para
producir entera prueba. Ambos debían jurar.
En lo criminal los judíos sufrieron la misma desconfianza
y menosprecio que los hechiceros, ladrones,
envenenadores, sacrílegos, adúlteros, incestuosos,
descomulgados, herejes y sarracenos, cuyo testimonio no
podía ser recibido por los jueces en causa contra
cristianos.
Favoreciendo el proselitismo cristiano era castigado con
multa de veinte onzas de oro de Valencia el que injuriase
al judío converso llamándolo renegado (tressallit).

***

Bajo el amparo de los reyes de Aragón y en las villas y


ciudades de Cataluña, los judíos seguían cultivando las
artes industriales, el comercio y las ciencias y comenzaban
a obtener un lugar distinguido entre los príncipes como
administradores de las rentas del Estado.
Los judíos de Barcelona, Gerona y Manresa comerciaban
con sus hermanos del Califato.
Su infatigable amor al trabajo los iba enriqueciendo y
encumbrando en las ciencias, las letras, y en el anhelo de
saber, siguiendo el ejemplo de los Hanoch, los Hasdái y
los Zacarías. Todos esto les granjeó el respeto y la
admiración de los cristianos.

85
Algunas figuras destacadas dentro y fuera del judaísmo
fueron: Rabí Isaac Aben-Reuben-ha-Barkeloni, su
discípulo Yehudáh Ben-Barzilai, Rabí Abraham Aben-
Hiyáh y Rabí Abraham Aben-Samuel.
En 1073, los ruegos de sus hermanos de Denia hicieron
que Rabí Isaac Aben-Reuben dejara sus ciudad natal y
fuera nombrado rabino de dicha ciudad. Fue comentarista
del Talmud, tradujo del árabe al hebreo las obras del Gaón
Hai, compuso un tratado de Derecho Civil basado en el
Talmud
Rabí Yehudáh Ben-Barzilái escribió un tratado sobre las
leyes del matrimonio y de las fiestas titilado Sefer ha-
Ittim.
Rabí Abraham Aben-Hiyáh nació en 1070 y fue nombrado
ha-nassí de Barcelona. Se especializó en el estudio de la
astrología.
Rabí Abraham Aben-Samuel fue médico de la corte de los
Berengueres. Se consagró al estudio de la filosofía y las
ciencias naturales.
En Gerona se destacaron: Rabí Joseph Aben-Kimji con sus
dos hijos, Mosséh y David. Y rabí Mosséh Bar-Najman
(Najmánides) quien recibió en título de Abi-ha-hochmáh,
Padre de la Ciencia.
También sobresalieron las ciudades catalanas de Tárrega,
Tarrasa y Manresa.
Todo hacía suponer a finales del siglo XII que superadas
las dificultades pasadas en tierra catalana, los judíos
comenzaban a gozar en Aragón, en Cataluña y en Navarra
de la misma protección que ya habían adquirido en el
centro de la Península.
Reconquistadas las ciudades al poder del Islam, quedaban
desoladas y desérticas. Era necesario poblarlas para
asegurar su dominio. Y así, en Navarra se facilitó el
acceso y la llegada a la población cristiana. Así, por

86
ejemplo, en Pamplona la influencia de los judíos será
determinante en su destino.
En el año 1276 la colonia judía de Pamplona fue destruida
mereced a los disturbios de la guerra civil.
Otras comarcas en donde fueron bien recibidos los judíos
fueron: Estrella, Olite, Tafalla, Viana, Funes, Cortes y
Tudela (1115).
Los reinos de Aragón y de Navarra favorecieron a la
población hebrea antes de que padeciera el odio virulento
que la obra de la Reconquista dejaba tras el paso de la
desolación y el exterminio.
Navarra se incorporó al reino aragonés después de la
catástrofe de Sancho III (Gacés) acaecida en Peñalén en el
años 1076.
En la primera mitad del siglo XI, la Reconquista se llenaba
de gloria merced al ingenio y la fortuna de don Sancho, el
Mayor.
Desde 1076 a 1134 vivieron don Sancho Ramírez de
Aragón y su hijo don Alfonso I hermanados con los reyes
de España central.
Y al derramar su bondad beneficiando a los pueblos
cristianos, también favorecieron con la tolerancia a los
judíos.
En Tudela, después de la conquista cristiana de 1115, los
judíos alcanzaron el predominio sobre la población
musulmán. Alfonso I otorgó a ambas religiones algunas
concesiones.

Los judíos de Navarra lograron la máxima prosperidad


entre los años 1165 y 1173.
Benjamín Aben-Jonáh de Tudela nos relata sus viajes por
las regiones más apartadas de Europa, África y Asia,

87
donde investigó la existencia de comunidades judías
dispersas.
El antiguo reino de Galicia y las regiones de Portugal
habían sido arrancadas del podes islámico por Fernando el
Grande.
Alfonso VI casó a sus hijas doña Urraca y doña Teresa
con dos condes, don Ramón de Borgoña y don Enrique de
Lorena, dándole a ambos el gobierno sobre Galicia y
Portugal.
Del matrimonio de doña Urraca y don Ramón, nació uno
de los más ilustres príncipes que haya tenido la corona de
León y Castilla: el Emperador Alfonso VII.
De doña Teresa y don Enrique nacía Alfonso Enriquez,
guerrero afortunado que lograba legitimar los dominios de
Portugal. En 1179, confesándose tributario del Sumo
Pontífice legitimaba y santificaba sus derechos como rey
sobre la monarquía de Portugal, tomando parte activa en la
obra nacional de la Reconquista.
Alfonso Enriquez siguió los pasos de su bisabuelo, don
Fernando I y se su abuelo Alfonso VI. Se abocó con gran
tino y fortuna a reconquistar, fundar y poblar territorios
arrebatados a los musulmanes.
Reinó sobre Santarem, Lisboa, Cintra, Almadavan,
Pamela, Alcacer, Beja, Evora, Maura, Serpa, Alconchel y
muchas otras pequeñas fortalezas, entre 1147 y 1166.
Se unió con sus esfuerzos a las aspiraciones de los reyes
de León y Castilla, sus mayores.
Don Alfonso Enriquez admitía en sus territorios a los
vencidos sarracenos (musulmanes) con el nombre de
“mouros forros” (moros libres) debido a la escasez
poblacional para cultivar las tierras conquistadas y acogía
asimismo a los judíos imitando la actitud de sus ilustres
abuelos en León y Castilla.

88
Don Alfonso no despreció la cooperación de los judíos en
sus empresas como hombres de espíritu e inteligencia
refinadas, de gran honradez que sirvieron como
Almojarifes o recaudadores de las rentas públicas.
Rabí Yahia Aben-Yaisch descendía del rey David y fundó
una dinastía de financieros al servicio de la corona. El rey
don Alfonso lo premió otorgándole extensas tierras y
aldeas.
El primer rey de Portugal, don Alfonso Enriquez, murió en
1185 dejando trazado el glorioso camino a seguir por su
descendencia.
Su hijo Sancho I ocupó el trono durante veintiséis años y
completó la obra de su padre dándole mayor estabilidad y
consistencia al reino, poblando las tierras yermas
conquistadas por su padre organizando los municipios que
luego favorecerían a la corona.
Se unió a los reyes de León y Castilla en la repoblación de
las extensas comarcas redimidas del yugo mahometano.
En ambos reinos se apoyó la participación y
representación legal de los judíos.
Sancho I colocó a los judíos al amparo de la corona y de
las leyes municipales considerando, como su padre,
considerando que los hebreos serían necesarios para la
obra de la Reconquista y del engrandecimiento futuro de
la monarquía, tanto como mediadores por su dominio
excelente de varias lenguas (latín, hebreo, griego, español,
italiano, árabe) y por los activos e inteligentes servicios
que podían prestar; servicios bien conocidos a la sazón por
casi todos los príncipes cristianos.
Sancho I le dio el título de Almojarife (recaudador de las
rentas públicas) a Joseph Aben-Yahia, nieto de Aben-
Yaisch, concediéndole el permiso de establecer en Lisboa
una colonia hebrea (comuna) y autorizándole a edificar
una suntuosa sinagoga, la primera de la capital del reino
de Portugal.
89
Sancho I, el Poblador, murió en 1211. Le sucedió su hijo
Alfonso II, a quien tampoco era un virtuoso para la guerra.
Combatió las turbulencias provocadas por sus hermanos y
por un clero poco sumiso.
Elevó la autoridad real sobre todos los demás poderes
políticos que luchaban por gobernar.
Los judíos seguían desarrollándose en Portugal y muchos
desempeñaban altos cargos públicos.
Casi todos los tesoreros, administradores, almojarifes
(recaudadores) y cobradores eran judíos.
Les impuso a todos ellos muy severas obligaciones en el
ejercicio de su cargos públicos.
Les prohibió dar el diezmo real por sí mismos o algún
representante, no les permitía cambiar cosa alguna
recibida en nombre del rey ni dar plazo a los deudores del
reino. Las penas por violas estos estatutos era muy
elevadas: pérdida de todos los bienes y destierro.
Siguiendo el ejemplo proselitista de los reyes cristianos de
antes y después de la conquista sarracena favoreció la
conversión de los judíos concediéndoles con tal propósito
honras y mercedes, prohibiendo que se afeara a los
conversos con injuriosos apodos.
En cambio, el converso apóstata (renegado, perjuro) era
castigado con la pena de muerte si no había intentando
antes la reconciliación oportuna.
Aceptó, siguiéndole ejemplo de sus mayores, que los
hebreos tuvieran en todas las comunas o juderías, jueces
propios regidos bajo sus leyes particulares.
En pleitos con los cristianos a los judíos se los hacía jurar
por la Torá dentro de la sinagoga.
Con el correr de los años este juramento culminaría
tocándose en una maldición y los derechos de los hebreos
abolidos.

90
Alfonso II recibió en su reino las instituciones religiosas
de los franciscanos y los dominicos, que ejercerían una
notable influencia en la suerte del pueblo judío entre 1120
y 1222.
Alfonso II salió en defensa de los judíos cuando el clero
quiso imponerles extrañas exigencias.
La disposición canónica del Cuarto Concilio de Letrán de
1215 obligaba a los judíos a distinguirse del resto por los
colores y la forma de sus trajes y vestidos.
El Papa Inocencio III, que ocupaba la sede apostólica
desde 1198, encomendaba a todos los príncipes de la
España cristiana el cumplimiento de esta ley
discriminatoria y segregacionista.
Inocencio III no sospechaba que el rey Alfonso II se
opondría a semejante dictamen amparando a los judíos del
reino de Portugal.
Alfonso II se había ocupado del fomento y la prosperidad
de sus pueblos y no podía aceptar fácilmente un bula papal
que fuera en contra de los judíos de su reino quienes
habían servido y servían fielmente a los interese de la
corona.
A pesar de las insistencias pontificias don Alfonso no
acató esa orden. En las demás monarquías cristianas de
España dicha bula papal contra los judíos fue acatada a
regañadientes y muy parcialmente.
Alfonso II murió en 1223 y lo sucedió su hijo don Sancho.
Comenzó un período de anarquía en el reino portugués
dominando los interese y favoritismos privados sobre el
bienestar.
Don Sancho olvidó las severas prescripciones de Alfonso
II y los judíos incrementaron sus riquezas, excitando el
enojo del clero.
El Papa Gregorio IX subió en 1227 y manifestó su enojo
al rey por disponer a los judíos en altos cargos públicos,
91
alegando que “causaban grandes vejaciones a los
cristianos y muy especialmente a los eclesiásticos, cosa
intolerable que pedía pronta enmienda”.
El Papa exigía que el rey antepusiera un jefe cristiano
sobre los judíos que cobraban las rentas públicas.
Había una ley que decretaba que ningún judío ejerciera
poder ni autoridad sobre los cristianos.
Años más tarde, en 1240, el Papa ordenó a los obispos que
recogieran todos los libros del Talmud de todos los reinos
cristianos y que fueran examinados por los frailes
franciscanos y dominicos.
En al año 1241 murió el Papa Gregorio IX.
En 1245, Inocencio IV convocó un concilio en Lyon en el
que los prelados portugueses elevaron tales acusaciones
que finalmente el rey don Sancho fue depuesto de su cargo
por sentencia pontificia, muriendo en doloroso destierro en
1248.
Durante los primero 123 años de su existencia en Portugal,
los judíos vivieron en un estado independiente y con
libertad de culto, rigiéndose por sus propias leyes.
Al fundarse el Imperio portugués se inició una política de
tolerancia con Fernando I, continuada por Alfonso VI. La
población hebrea creció y se multiplicó aumentando su
poder y riqueza.
Alfonso Enriquez y sus sucesores se beneficiaron con la
noble acción civilizadora de los hebreos.
En cambio, en el centro de la Península los judíos
sufrieron durante tres siglos de sangrientas persecuciones.
En Portugal fueron más afortunados que en Asturias y en
León. Allí estuvieron menos expuestos a las guerras de
Barcelona y del reino pirenaico.
En Portugal llegaron a las esperas del poder y de la
administración pública más rápidamente, mereciendo la

92
protección y la confianza del monarca, como sucediera
con los reyes de Taifa, con los Califas de Córdoba, y hasta
con los almoravides (como veremos más adelante).
El ascenso de los judíos a la administración pública en
Portugal fue rápido, elogioso y loable.
Sin embargo, la oposición del mismo Papa y clero no
tardó en dar su macabro golpe a la raza hebrea que luego
sería perseguida sanguinariamente en el reino lusitano
(portugués).
Pero antes de fijar nuestra atención en estos turbulentos
tiempos de estigmatización y persecución, nos abocaremos
a observar el triste estado en que se encontraban los judíos
bajo el temido imperio de los conquistadores africanos,
que durante 160 años llenaron de sangre y luto la España
cristiana, como la España árabe.

93
CAPÍTULO VII
LOS JUDÍOS BAJO LA DOMINACIÓN DE
ALMORAVIDES Y ALMOHADES
(1086 A 1248)

Un célebre moralista de la India contaba la siguiente


historia: Cada año un ave hacía su nido sobre la rama de
un árbol, muy cerca del cual vivía una serpiente que
continuamente le mataba los hijos recién nacidos.
La pobre ave tenía dos trabajos: uno, tomar venganza de la
serpiente. El otro, la tristeza de cambiar de morada, pues
sobre ese árbol vivía muy contenta.

94
El ave pidió consejo a un animal sabio que lo llevó hasta
la entrada de una cueva en la que vivía un feroz enemigo
de la serpiente, y le dijo: “trae muchos pescados del río y
ponlos uno tras otro en una hilera desde esta entrada donde
vive la fiera hasta el agujero donde vive la serpiente.
Y así, la fiera irá comiendo uno por uno hasta toparse con
la serpiente.”
El ave siguió el consejo. La fiera salió de la cueva y fue
comiendo uno a uno los pescados que encontraba a su
paso, hasta que llegó al pie del árbol en donde moraba la
serpiente. Se topó con ella y la mató.
Pero, como aún no había saciado su hambre siguió
trepando por el árbol hasta toparse con el ave; y se la
comió a ella y a sus hijos.
Tristemente, veremos al reino de Taifa padeciendo dentro
de la Península de la misma suerte del ave, en el último
tercio del siglo XI, bajo la temible fuerza de los
almoravides.
Los amires independientes de Andalucía, y especialmente
Mamad Al-Motamid-ben-Abbad, rey de Sevilla, era
acosados por la espada de Alfonso VI, quien ya había
conquistado Toledo.
El rey de Sevilla llamó en su auxilio a Yacub-ben-Yusuf-
ben-Texufin, que acababa de levantarse con el Imperio de
África sobre las tribus lamtunitas.
Pero, antes consultó con su hijo quien le replicó que el
ambicioso Texufin había arrasado con todas las tribus de
Al Magreb y Mauritania. Lo más probable era que al
entrar a España, Texufin los echaría a ellos mismos de sus
propias casas.
El padre le respondió que prefería ser pastor sirviendo al
rey de Marruecos, a continuar en el reino se Sevilla como
vasallo y tributario de perros cristianos.

95
Ciego en su afán de venganza no preveía que la serpiente
se devoraría a Alfonso VI y luego terminaría con él y con
sus propios hijos.
Yacub-ben-Yusuf-ben-Texufin cruzó el Estrecho de
Hércules. El 28 de Octubre de 1086 venció a Alfonso VI
en los campos de Sacralias (Zalaca).
Después de esa victoria, Yusuf tomaba el título de
Príncipe de los muslimes (Amir-Al-Muslimin).
Y así Mamad sediento de venganza no veía que en
realidad estaba cambiando de señor imponiendo un yugo
terrible sobre su propio cuello.
Finalmente, Yacub-ben-Yusuf fue llevado cautivo junto
con sus hijos a las inhóspitas tierras del África, en donde,
después de cuatro años moría en oscura prisión, en el año
1095.
La España musulmana fue forzada a reconocer la
supremacía de los africanos (almoravides).
Los israelitas sufrieron todo tipo de desgracias en medio
de tantas contingencias.
Obedeciendo al sentimiento de gratitud hacia los reyes
cristianos que los acogían en su seno, en Toledo, en León
y en Castilla, se levantaron en armas para rechazar, a costa
de sus vidas, a las falanges musulmanas del África, del
suelo cristiano.
En los campos de Zalaca se enfrentaban los judíos
españoles contra los judíos africanos, transmitiendo a la
posteridad con tan sanguinario suceso, el testimonio de la
inmensa desgracia moral que los acosaba.
Ofreciéndose en holocausto de ajenas nacionalidades e
intereses, peleando bajo antagónicas banderas, sirviendo a
opuestos y contradictorios ideales, se entregaban los
combatientes hebreos, en el campo de Zalaca, al más
estéril sacrificio, demostrando, al mezclar su sangre como
mortales enemigos, cuán dolorosa y amarga era en todas
96
partes su situación, desposeídos de libertad política,
verdadera y tal vez única fuente de grandeza de todos los
pueblos.
Los centros de la cultura judía fueron destruidos. Sevilla y
Zaragoza que habían dado asilo a las reliquias de las
escuelas de Córdoba y Granada, cerraban sus puertas a los
hebreos.
Finalmente, la mayoría de los eruditos y estudiosos
hebreos se refugió en la ciudad de Lucena, en Córdoba,
poblada totalmente por judíos. (Lucena fue fundada por
los fenicios y habitada por los antiguos hebreos).
Lucena fue llamada la Ciudad de los Judíos y era una
poderosa y rica colonia hebrea.
Era una morada muy bella y tranquila rodeada de robustos
muros y anchos fosos de agua limpia que regaban toda la
población.
Allí vivían los hebreos sin permitir el acceso a los
musulmanes que vivían en el arrabal.
Allí los hebreos eran los más ricos de todos los que vivían
en tierras dominadas por el Islam.
El juez o Rab mayor elegido por la comunidad (aljama)
ejercía la triple jurisdicción civil, criminal y religiosa. Los
dayanes (jueces menores) y los cohanim (sacerdotes) se
sometían a su autoridad.
La pena de muerte sólo podía ser dictada por el Califa. Sin
embargo, se les concedió este derecho una vez al año a los
judíos. Esto traería en Castilla muy desdichadas
consecuencias que luego analizaremos.
El gobierno municipal estaba en manos de los ancianos y
los padres de familia. La ciudad de Lucen constituía en
cierto modo una república.
Sin embargo, toda la opulencia de Lucena se veía turbada
con la capitación (dzimma), que humillaba a la raza hebrea
en todas partes como signo de proscripción y servidumbre.
97
Mientras caía sobre los reyes de Taifa el yugo de los
almoravides, Lucena vivía en la prosperidad y la
opulencia.
Los almoravides eran una milicia religiosa u orden militar
que se consagraba a la guerra santa (alchihed) cuyo origen
se atribuye a un dicho de Mahoma, trasmitido por Aixa, su
mujer.
Mientras Al-Motamid, rey de Sevilla y Córdoba, perdía su
poder bajo el yugo de los almoravides, llegaba desde
África a España, el africano Rabí Isaac Aben-Jacob ha-
Kalai, Alfassi o ha-Fezi.
Alfassi fue alumno de los famosos talmudistas Rabí
Hananel y Rabí Nissim. Lo acogieron en Lucena aunque
allí se opusieron el juez o Rab mayor, Isahak Aben-Ghiat
y el astrónomo y guazir del rey Al-Motammid ben-Abbad,
Isahak Aben-Albalia.
Al morir Aben-Ghiat, Alfassi era nombrado Rab mayor y
juez de Lucena, en su lugar,
Su autoridad atraía a Lucena a los más ilustres sabios que
habían sobrevivido a la conquista almoravide.
La fama de la escuela talmúdica de Lucena, la envidiada
prosperidad de tan poderosa colonia, excitaban la
intolerancia de los faquíes africanos que se habían
asentado en Córdoba. Así Lucena tenía comprometida su
tranquilidad y la de todo el judaísmo dentro de la España
mahometana.
Yacub-ben-Yusuf estaba dispuesto a restituirse
definitivamente al África en 1104, y le aconsejó a su hijo
Aly-ben-Yacub el exterminio de los cristianos en todas las
regiones dominadas por el Islam.
También odiaban a los hebreos. Pero, tal vez a causa de la
seducción de sus riquezas, no los mataron dándole la
opción de convertirse al islamismo en un solo día,
abandonando la religión de sus padres.

98
Yusuf, siguiendo el consejo de los faquíes de Córdoba,
alegaba que los judíos se habían comprometido con el
profeta Mahoma al recibir la ley del Korán, si al culminar
el quinto siglo de la hégira, no había venido el Mesías por
ellos esperado.
Y como no se había realizado esa profecía, había llegado
el momento de cumplir con la promesa supuesta.
Yacub con su pasión de exterminador buscó la cabeza más
elevada para disparar su furia y fue personalmente a la
ciudad de Lucena en 1107 en donde se hallaban reunidas
la riqueza y la ciencia de los hebreos.
Los jueces, rabinos y ancianos de la opulenta colonia
escucharon la terrible amenaza del temido conquistador.
Con gran discreción conjuraron la tormenta con el oro de
Lucena que hartó la codicia de Yacub-ben-Yusuf-ben-
Texufin quien olvidó en el acto la supuesta promesa
contraída hace quinientos años por los judíos con el
prófugo de Medina (Mahoma).
Pasado el peligro volvió a reinar en Lucena la paz y Aben-
Jacob-ha-Fezi (Alfasi) fue respetado y reconocido por
todos los rabinos de España.
Mientras el cultivo de la ciencia talmúdica iba llegando a
su apogeo, por otro lado, el odio contra los judíos y el
fanatismo religioso de los faquíes africanos iban en
aumento.
En Córdoba se había descargado la furia sanguinaria de
los faquíes del almoravíde Yacub-ben-Yusuf. En el año
1117 surgió un desdichado iluso del pueblo hebreo que
pretendía ser el Mesías y gobernar sobre los judíos.
Maimónides hace referencia a este falso Mesías y a otros
tres: en Francia en 1087, en Fez en 1127 y en Ispaham en
1172. Maimónides emigró de Córdoba con su padre en
1148, al apoderarse de esa capital los almohades, 31 años
después de la aparición del falso Mesías.

99
A pesar de haber recibido el oro de Lucena Yacub
derramó el espanto y la crueldad sobre la desamparada
población hebrea de Córdoba.
Ante tanta opresión, el pueblo aceptó fácilmente la
creencia en el nuevo Mesías.
Rabí Yehudá ha-Leví, el más docto rabino español de los
últimos días del siglo XI y principios del XII, creía
firmemente que se acercaban los tiempos mesiánicos,
llegando a fijar el año 1130 para el cumplimiento de la
profecía de Daniel.
Así, el supuesto Mesías venía a rescatarlos de la
servidumbre. Los crédulos e ilusos, los desdichados y
perseguidos, lo siguieron como quien encontraba el
anhelado puerto tras trágico naufragio.
Pero tanta fue la torpeza del fingido Mesías que tanto él
como sus seguidores pagaron con sus vidas, después de
sufrir crueles y vergonzosos tormentos en manos de los
fanáticos africanos.
Sin embargo, la situación de hebreos bajo el yugo de los
almoravides empezaba a hacerse más llevadera y tolerante.
El hijo de Yucub prefirió aprovecharse de la inteligencia y
de la productividad del pueblo hebreo en vez de
perseguirlo con tanta crueldad, buscando el beneficio del
nuevo Imperio.
Colocó a los israelitas en la administración y la cobranza
de las rentas públicas. Luego los judíos ocuparon cargos
en el palacio como médicos y tesoreros.
Hasta que llegaron a ser distinguidos con los títulos de
príncipes (nassíes), gobernadores (gualíes) y consejeros,
por los Califas de Córdoba y de los reyes de Taifa como
por los príncipes cristianos.
Pero, en 1108 la turba popular inundaba las calles de
Toledo con sangre judía.

100
La Reconquista se iba dando paso a paso. Alfonso I de
Aragón había llevado una y otra vez sus armas victoriosas
hasta la puerta de Córdoba y Granada.
Desde la famosa proscripción de Suleymán muchas
familias judías vagaban por España y por África buscando
asilo.
Con el gobierno del hijo de Yucub muchos judíos
regresaron a Córdoba.
En Granada la comunidad judía había prosperado, pero
fueron entregados a la muchedumbre berberisca al
cuchillo y desheredados por la ingratitud y codicia de
Badis. Ahora, regresaban a sus hogares.
En Sevilla, los judíos se habían desarrollado. Después de
la invasión y derribado el trono de los Amires, los hebreos
fueron expulsados junto con el astrólogo y ministro de Al-
Motamid, Rabí Isahak Aben-Abalia. Y a Sevilla
regresaron nuevamente con renovadas esperanzas bajo el
dominio musulmán del hijo de Yucub.
La ciudad de Lucena fue la que recibió más protección
merced al oro con el que se había acallado el odio y el
fanatismo musulmán.
En Lucena florecía la ciencia, el comercio, la industria
dando fuerzas a la unidad religiosa de la raza hebrea.
No enumeraremos aquí a los afamados rabinos que
honraron durante la primera mitad del siglo XII con la
claridad de sus ingenios este renombrado gimnasio de la
cultura hebrea.
Estos rabinos influenciaron sobre sus contemporáneos y
en tiempos futuros hasta la actualidad siguen guiando
nuestros pasos.
Merecen ser especialmente nombrados en esta historia
social y religiosa, como así también han ganado su lugar
en la historia de la ciencia y la literatura.

101
Rabí Mosséh Aben-Ezra fue el discípulo predilecto de
Rabí Isaac Aben-Ghiat.
Los Aben-Ezra descendían de casa del rey David y eran
originarios de Granada. Su padre, Jacob fue un alto
funcionario de la administración gubernamental de Rabí
Samuel Leví Aben-Nagrela.
Eran cuatro hermanos: Isaac, Mosséh, Jehudáh y Joseph.
(No deben confundirse estas ilustres granadinos con el
toledano Abraham Aben-Meir-Aben-Hezra, de quien
hablaremos más aelante).
Rabí Baruk Aben-Isahak Albalia, hijo de Rabí Isaac Aben-
Albalia, el célebre astrónomo y consejero del Amir de
Sevilla, Al-Motamid.
Al caer Al-Motamid, Rabí Isaac con su familia fueron a
Granada. Sintiendo próxima su muerte le dijo a su hijo
Baruk: “Hijo mío: yo muero y tú quedas huérfano y sin
protector. Ve a Lucena y di a Isaac Aben-Jacob que en
este momento supremo le perdono todas las ofensas que
me ha hecho de palabra y por escrito. Ruégale que me
perdone, y añádele que espero que reciba en sus brazos al
hijo de su antiguo adversario”.
Baruk llegó a Lucena; repitió a Jacob ha-Fezi las palabras
de su padre y oyó luego esta respuesta: “Yo seré tu padre”.
Baruk fue uno de los más ardientes defensores de la
doctrina de ha-Fezi y una de las más claras glorias de la
Academia Talmúdica de Lucena.
Abú-Selemóh-David Aben-Mohadjar, hermano del guazir
de Aly-ben-Yacub egresado de la escuela de Lucena subió
al rabinato de Granada.
Abú-Joseph Zadik Aben-Zadik obtenía igual honra en la
aljama de Córdoba.
Joseph Aben-Meir Aben-Misgaj, hijo del guazir de Sevilla
fue designado por el mismo Jacob-ha-Fezi como su
heredero en el rabinato de Lucena.
102
Y finalmente, Yehudá-ha-Leví, autor del Cuzarí, quien
llegó a ser considerado en su tiempo como el más firme
escudo y la más alta gloria del judaísmo.
Las discrepancias entre Rabí Isaac Aben-Ghiat y Rabí
Jacob ha-Fezi, servían de estímulo e incentivo para los
discípulos de ambos.
En 1066 Rabí Samuel de Marruecos publicó su famosa
carta a Rabí Isaac de Sujulmenza, en la que confesaba la
venida del Mesías.
Rabí Mosséh ha-Sephardí (el converso Pedro Alfonso)
escribió los Diálogos contra los impíos y opiniones de los
judíos, a principios del siglo XII, combatiendo las
definiciones teológicas del Talmud, y provocando el odio
de los cristianos.
Los maestros de la Academia Talmúdica de Lucena salían
a la defensa de su religión y su doctrina.
A la cabeza iba Rabí Yehudá ha-Leví quien lograba elevar
la controversia hasta las regiones de la verdadera filosofía
con su magnífica obra maestra: el Cuzarí.
Se reponían los judíos de las pasadas agresiones y
persecuciones de los almoravides cuando nuevas y
mayores desgracias caían sobre ellos.
Próximas calamidades se avecinaban oscureciendo su
suerte para el futuro con sangrientos horizontes.
Sobre el floreciente Imperio fundado por Yusuf se habían
desplomado las fanáticas tribus del desierto.
Sobre los berberiscos, se levantó Abdil-láh-Ebn-Tumart
como restaurador de la ley de Mahoma, predicando la
doctrina de un Ser Supremo único.
Tumart acusó de corruptoras e impías la molicie y vana
ostentación de los almoravides, condenandolos como
apóstatas, herejes y enemigos de la religión mahometana.

103
Después de numerosos triunfos militares sobre los
almoravies, Tumart murió dejando al mando como su
sucesor a su discípulo Abd-el-Mumen-ben-Aly-Alkumi,
quien se auto nombraba Príncipe de los creyentes (Amir-
Al-Mumenin).
Los almoravides fueron destruidos en toda el África.
Alkumi consideró necesario imponer su doctrina a todos
los habitantes de su Imperio.
Los seguidores de Abdil-láh recibieron el nombre de
almohades o unitarios, por sustentar la idea de un Ser
único.
En 1146, en la ciudad de Marruecos, Abd-el-Mumen-ben-
Alý-Alkumi hizo degollar a Abú-Isahak-Ibrahim y a todos
los jeques y caudillos almoravides; luego siguió el
degüello de la población entera, durando tres días la
matanza de más de 70.000 personas.
Un escritor judío que fue testigo presencial y víctima de
esos sangrientos acontecimientos, narró que apoderado
Abd-el-Mumen-ben-Aly-Alkumi de la corte africana de
los almoravides, mandó comparecer a su presencia a los
dirigentes y notables judíos, diciéndoles: “Vuestra religión
ha cumplido quinientos años, y no sale de vosotros apóstol
ni profeta alguno. Vuestro tributo de capitación no nos
hace falta: escoged, pues, entre el islamismo y la muerte”.
Esta declaración era también dirigida a los cristianos y era
cien veces más terrible que la anunciada treinta y nueve
años antes por Yacub-ben-Yusuf a los hebreos de Lucena.
Los judíos de Lucena pudieron rescatar su libertad y
conservar su religión pagando fuertes cantidades en oro. Y
porque Yusuf no odiaba personalmente a los judíos sino
que había cedido al fanatismo intolerable de los faquíes
africanos.
Era imposible esperar compasión del fanatismo religioso
de Abd-el-Mumen, quien se había nombrado a sí mismo

104
Príncipe de los creyentes y quien no necesitaba del oro de
los judíos ni los cristianos.
El desconsuelo y el dolor de los perseguidos rayaban en la
desesperación.
Si bien algunos judíos aceptaron exteriormente la religión
de Mahoma, muchos otros fueron martirizados por el
fanatismo de los almohades.
En la ciudad de Fez Jehudáh ha-Cohén Aben-Sussan, uno
de los más renombrados talmudistas del África optó por la
tortura y la muerte antes de traicionar la religión de sus
padres.
Otros prefirieron el destierro, y abandonando sus bienes y
sus moradas se entregaban su fortuna y esperanza al mar.
España, Francia, Italia, las islas del archipiélago helénico
y las costas de Egipto, ofrecieron refugio a los hijos de
Israel que huían del África.
Los cristianos buscaron asilo y encontrón amparo y
protección en las monarquías católicas de la Península
Ibérica.
Muchos otros se convirtieron simuladamente y algunos
con sinceridad renegaron abrazando la apostasía.
Las iglesias cristianas y las sinagogas judías fueron
destruidas. Pero, la ambición fanática del Amir-Al-
Mumenim se extendió hacia España enviando las tribus
bárbaras del desierto a realizar la conquista.
Destruido el poderío de lo almoravides, los almohades se
lanzaron a la conquista y la matanza de los infieles (judíos
y cristianos).
En las ciudades de Andalucía mataban los judíos y
cristianos tomando para sí sus mujeres, sus casas y sus
riquezas.
Los estragos sucedidos en África se repetían con más saña
en territorio español, eclipsando con su horror la

105
desastrosa proscripción de Suleymán promulgada 135
años antes (desde 1013 a 1148).
En 1148 Sevilla, Córdoba y Granada cayeron bajo el poder
de los almohades. Allí la desdichada raza hebrea que había
logrado sobrevivir a las pasadas calamidades, o que había
sido recibida nuevamente, fueron acuchillada o
esclavizada.
Entre los que no aceptaron abrazar la religión de Mahoma,
estaba el anciano Rabí de Córdoba, Joseph Aben-Zadik,
quien alcanzó el triste privilegio de ver disipada y
desvanecida aquella aljama (colonia hebrea) muriendo al
poco tiempo de dolor.
Los más grandes sabios fueron muertos en martirologio.
Así, la población hebrea bajo los dominios mahometanos
iba mermando, y en Córdoba en donde florecía la ciudad
de Lucena las cosas iban empeorando.
Desde la caída de los reyes de Taifa, Lucena había
recibido a los más encumbrados rabinos de casi todas las
Academias Talmúdicas. Allí se había desarrollado la
industria y el comercio a niveles muy altos enriqueciendo
la ciudad.
Los fanáticos y codiciosos almohades invadieron Lucena
con inaudito y diabólico odio, gozando cn ferocidad de
bárbaros, en su destrucción y total aniquilamiento.
Después de Lucena, continuaron las matanzas y el robo en
otras opulentas ciudades: Montilla, Aguilar, Baena y otras.
No era ya posible mayor desventura y desgracia para el
pueblo hebreo dentro de la España almohade.
Las reliquias de la Academia fundada un día en Sevilla por
el famoso astrónomo de Mohammad Al-Motamid, la
floreciente Escuela de Rabí Isaac Aben-Ghiat, establecida
en Lucena, el renombrado gimnasio intelectual de Rabí
Jacob ha-Fezi, donde se congregaba todo lo más sabio e

106
ilustre del judaísmo, eran míseramente disipados por la
barbarie africana.
Parecía que había llegado el fin de la cultura y la raza
hebreas, saciados todos los odios sembrados en el Korán
por la vengadora mano de Mahoma.
Las maldiciones, reticencias y execraciones del Profeta
contra el judaísmo producían sus frutos naturales: el
Talmud quedaba vencido en el terreno de la fuerza.
La terrible persecución del pueblo hebreo decretada por
Abd-el-Mumen, se prolongó por espacio de diez años,
despojándolos de sus bienes, acosándolos sin tregua ni
descanso en suelo andaluz, como lo habían hecho en
África, forzándolos a emigrar de Córdoba, Andalucía,
Sevilla, Granada, Murcia, Valencia, Gerona, Cataluña etc.,
a regiones más hospitalarias.
Buscaron refugio en la antigua Galia Gótica los famosos
judíos Joseph, Moséh y David Kimji.
Por la misma razón se instaló en Francia Rabí Yehudá
Aben-Saúl Aben-Tibón, cabeza de ilustre pléyade de
ingenios israelitas.
A Ibn-Tibón le debemos la traducción del árabe al hebreo
de las obras de Maimónides, Ibn Pakuda, Yehuda ha-Leví,
etc.
Mientras tanto, Alfonso VII de Castilla se mostraba
generoso y magnánimo admitiendo los servicios de los
hebreos en su corte, dándoles amparo y algunos derechos.
Sus armas habían rechazado más de una vez el empuje de
las huestes almoravides y almohades, arrebatándoles la
ciudad de Almeria en 1147.
Los judíos de Andalucía buscaron la protección de
Alfonso VII, rey de Castilla y León.
Rabí Yehudá Aben-Joseph Aben-Hezra era consejero de
rey e intervino a favor de sus hermanos.

107
En Toledo se asentaron las lumbreras del judaísmo que
escapaban de las persecuciones almohades.
Rabí Joseph Abén-Hezra, recordando las proezas de Rabí
Abú-Joseph Aben-Hasdai, de Rabí Samuel ha-Levi Abén-
Nagrela, Yekutiel y Albalia, congregaba a su alrededor
todo lo más docto e ilustre de las renombradas escuelas de
Sevilla y Lucena, reorganizando la Academia Talmúdica
presidida por Rabí Isaac Abén-Jacob ha-Fezi.
Rabí Yehudá ha-Leví nació en Toledo en 1086 bajo el
Imperio de Alfonso VII y fue discípulo de Jacob ha-Fezi.
Otro gran maestro atraído a Toledo por Abén-Hezra fue
Rabí Meir Abén-Migasj, quien fundó la Academia de
Toledo.
Otro gran rabino fue Abraham Abéb-David, Dior o Daud
ha-Leví, quien murió víctima del furor popular en Toledo.
También de esa época es Rabí Abraham Ben-Meir-Abén-
Hezra que murió en tierra extraña.
118 después de la fundación del reino de Castilla, y a sólo
63 años de la gloriosa conquista de Toledo, los judíos,
odiados por el pueblo de los Ramiros y los Alfonsos que
tenían la idea de exterminarlos, solicitaban y obtenían, de
los reyes de Castilla y en Toledo, la ciudad de los
Concilios, el amparo, el asilo y la defensa que le negaban
los hijos del Islam, a quienes habían ayudado tres siglos
antes (de 711 a 1148) a destruir el imperio visigodo.
Al aceptar Alfonos VII a acoger a los hermanos de Rabí
Yehudá Abén-Hezra, les aseguraba la vida de manos de
los criminales almohades, como así también les permitía
rescatar sus milenarias tradiciones talmúdicas.
A partir de entonces, la suerte de los judíos estuvo en
manos de los reyes católicos. Toda la prosperidad que
habían obtenido durante tres siglos viviendo entre los
musulmanes había desaparecido.

108
Toledo, como lo había sido Córdoba, Granada, Sevilla y
Lucena se elevaba como el centro principal de la actividad
y la ciencia de los judíos.
Mientras tanto, los judíos que habían logrado salvar la
vida con la máscara de la apostasía, simulaban abrazar la
religión del Korán, en medio de humillaciones, vejaciones
y privaciones.
En el año 1162, en Granada se unieron todos los
sometidos al régimen almohade que se veían sometidos a
celebrar en público las ceremonias koránicas: los
descendientes de los antiguos árabes, los vencidos
berberíes, los cristianos y los hebreos resolvieron
enfrentarlos y echarlos de Granada.
Se pusieron de acuerdo con los caudillos andaluces,
Mohámmed-ben-Said e Ibrahim-ben-Ahmed, quienes aún
seguían combatiendo a los almohades.
Cuando el ejército andaluz se presentó ante los muros de
la ciudad, los judíos les abrieron las puertas y se
sublevaron.
Abén Ruiz Abén-Dahri acaudillaba a los judíos quines
pronto controlaron y vencieron a los almohades.
Pero, el triunfo sería momentáneo. Un ejército almohade
caía luego sobre las huestes de Mohámmed e Ibrahim,
desbaratándolas.
Los sublevados de Granada tuvieron que deponer las
armas. Los hebreos fueron duramente castigados.
El imperio de los almohades había sido cimentado en el
fanatismo y el terror. Habían destruido las mezquitas de
los almoravides, las basílicas de los cristianos y las
sinagogas de los judíos.
Construyeron en su lugar imponentes mezquitas, palacios,
hospitales, escuelas y edificios, rescatando de la barbarie y
buscando una vida de progreso en sus dominios de España
y África.
109
Pero, mientras más se alejaban dela barbarie y se
acercaban a la cultura, se debilitaba el Imperio frente las
amenazas y la ferocidad de las tribus africanas.
Larga y sangrienta fue la resistencia que opuso en Imperio
almohade a su decadencia frente al enfrentamiento de los
árabes, los berberíes, los cristianos y los hebreos.
En medio de su desmembramiento que aniquilaba al
Imperio almohade, se levantó Abú-Abdil-láh Abén-Hud,
vástago de los amires independientes de Zaragoza, en
1228.
Granada fue arrancada del poder de los almohades merced
a la intervención armada de los judíos.
En el año 1232 las tribus africanas dejaban para siempre el
suelo de Granada.
Debitado el poderío de loa almohades iban cayendo bajo
el peso de la Reconquista.
León, Castilla y Aragón iban conquistando paso a paso
nuevas fortalezas y ciudades arrancadas al poder de los
alomohades.
El pueblo judío, que había sufrido tan duros y miserables
ultrajes y matanzas durante un siglo (1148 a 1248)
contemplaba la caída del Imperio almohade como un
merecido castigo.
Mientras tanto, los ilustres sucesores de Alfonso VII
seguían su piadoso ejemplo al recibir en las cortes reales a
los judíos proscritos de Córdoba, Sevilla y Lucena.
Terribles fueron las angustias que padecieron los hebreos
bajo el dominio de los almoravides; mucho más aterrador
fue lo que sufrieron con las persecuciones y matanzas de
los almohades.
Soportaron la sanguinaria amenaza de Yusuf-Abén-
Texufin como se soporta una tormenta de verano, y
admitidos sus servicios en la administración del Estado,
por su hijo Aly-ben-Yusuf, se repusieron rápidamente
110
restableciendo el lustre de las escuelas y academias, fieles
depositarias de las tradiciones sociales y religiosas, que
habían mantenido firme el desdichado espíritu de
nacionalidad.
Sin embargo, la intolerancia del más ciego fanatismo
implementada en el edicto de Abd-el-Mumen provocó
muy tristes resultados: el despojo, la esclavitud, torturas,
la proscripción de todo lo ilustre de la raza hebrea, la
destrucción de las academias talmúdicas, y la dispersión
por los cuatro confines del mundo de todos sus sacerdotes.
Después de siglos de intolerancia cristiana, los
Emperadores de Castilla se mostraron acogían en Toledo a
los más distinguidos náufragos de dicha tempestad,
confiándoles las administración de su misma casa y
sirviéndose de sus sabios consejos.
Las academias talmúdicas de Córdoba se trasladaron a
Toledo.
La tolerancia de Alfonso VII contrastaba notablemente
con el fanatismo de Abd-el-Mumen y de sus sucesores.
La ciencia judía desterrada del suelo musulmán era
acogida con beneplácito en suelo cristiano.
Los sabios judíos de Toledo iluminarían en breve con su
luz a todas las naciones occidentales.

111
112
CAPÍTULO VIII
LOS JUDÍOS BAJO LOS REYES DE LEÓN Y DE
CASTILLA
(1157 A 1252)

A la muerte del Emperador Alfonso VII, el reino quedaba


dividido entre sus dos hijos, Sancho III y Fernando II,
coronados desde mucho antes de su muerte como reyes de
León y de Castilla.
En 1158 murió el rey don Sancho, el Deseado, después de
reinar brevemente durante dos años.
Se repitieron los disturbios civiles harto frecuentes en los
reinos cristianos como en los musulmanes.
Don Gutierre Fernando de Castro era el tutor de don
Sancho y estaba a cargo de la gobernación del reino.
Sin embargo, el conde don Pedro González de Lara se le
oponía con sangrientos atentados, afligiendo, en tales
circunstancias, a todas las clases sociales.
Los hebreos obligados a participar alternativamente en
ambos bandos, se ganaban el odio del partido opositor.
Bajo el amparo de Rabí Yehudá Aben-Hezra, durante el
reinado de Alfonso VII, la población judía ascendió a
12.000 habitantes.
Los odios populares posaron su mirada sobre los
encumbrados judíos que pululaban en la corte.
Se acusaba a los judíos de ser responsables de los
disturbios sociales, poniendo en riesgo su posición y su
vida.
Muchos emigraron, otros se encerraron en sus casas a la
espera de que la situación se clamara y se instalara
nuevamente la seguridad.
113
Otros fueron víctimas de los abusos del furor popular.
Rabí Abraham Aben-Dior ha-Levi, historiador de esa
época, fue muerto en las revueltas de Toledo en 1180 .
Los judíos toledanos fueron acusados de sacrílegos y el
populacho se levantó acuchillando y martirizando a
muchos en sus propias casas.
En 1166 fue proclamado rey de Castilla don Esteban Illán.
Tenía catorce años recién cumplidos.
Luego se casó con doña Leonor de Inglaterra.
Sus Estados habían sido invadidos por Fernando de León,
don Alfonso II de Aragón y don Sancho, el Sabio, de
Navarra (1159 a 1161).
Forzó a los reyes de León, de Navarra y de Aragón a
aceptar su antiguo vasallaje y a restituir las ciudades y
fortalezas de las que se habían apoderado.
Los judíos fueron incorporados temporalmente a los
ejércitos reales y participaron de las rencillas internas de
los reinos cristianos.
Don Sancho de Navarra encomendó en 1170 la protección
del fuerte castillo de Tudela, a los judíos. Y en 1171 dejó
el cuidado de la fortaleza de Funes en la población hebrea.
Les concedió a los hebreos algunos privilegios como la
facultad de vender y comprar todo tipo de terrenos dentro
de la judería. Abolió en toda Navarra el impuesto sobre el
consumo llamado lezta. Les permitió defenderse de todo
tipo de agresiones dentro del castillo cuya custodia
quedaba en sus manos. Pudieron poseer su propia
cementerio.
Todo esto demuestra el inestimable servicio que los judíos
de Tudela prestaban al rey.
Para evitar la guerra entre Navarra y Castilla, Enrique de
Inglaterra fue mediador en la restitución de las ciudades y
fortalezas.

114
Durante la segunda mitad del siglo XII los judíos habían
logrado la confianza de los reyes cristianos que dejaban en
sus manos el cuidado de algunas fortalezas.
En Castilla y Navarra merecieron la distinción y la
protección de los reyes.

El rey Fernando II retribuyó la lealtad mostrada por los


hebreos.
Terminada la resurrección que amenazaba la paz de los
Estados leoneses, Fernando II otorgó a los judíos
salamantinos (de Salamanca) un fuero en el año 1170, con
el privilegio de recibir los mismos derechos de libertad y
de adquisición de bienes inmuebles que los cristianos
tenían.
También les otorgó los mismos derechos civiles y
jurídicos.
Los reyes cristianos depositaban toda la confianza de las
rentas de la corona en manos de administradores judíos.
Esto ocasionó el rápido engrandecimiento, pero también
provocó la envidia y la ira popular trayendo frecuentes
desgracias sobre los hebreos.
El príncipe don Alfonso de Castilla, se enamoró de una
bellísima mujer judía que recibió el apodo de Fermosa.
La conoció en Toledo después de celebrar su boda con
doña Leonor de Inglaterra.
Y se enamoró de tal modo de la joven hebrea que según la
expresión de su biznieto don Alfonso, el Sabio, “non se
podia partir della por ninguna manera, nin se pagaba tanto
de otra cosa ninguna”.
Abandonó temporalmente a su esposa y descuidó el
gobierno del reino a causa de su gran amor por la judía
Fermosa de Toledo, durante los siete años en los que vivió
encerrado con la mujer hebrea.

115
Finalmente, después de esos siete años de aislamiento
amoroso en hijo de Sancho III, don Alfonso VIII,
recapacitaba tomando conciencia y siguiendo los ruegos
de la realeza volvía a tomar el gobierno del reino de
Castilla.
El rey Alfonso perdió a sus hijos en la batalla de Alarcos y
esto fue considerado por los castellanos como un castigo
divino por sus amores con doña Fermosa.
La judía de Toledo fue muerta en manos de los Caballeros
de Castilla.
En 1177, Alfonso se unió con su vasallos, el rey de
Aragón y el señor de Albarracín, y conquistó la ciudad de
Cuenca.
Don Alfonso protegió a los nuevos habitantes de Cuenca
entre los que se contaron numerosos judíos, dándoles
entera libertad.
Les concedió igualdad a los judíos y cristianos en toda
compra venta.
Señaló los días en que judíos y cristianos debían ir al baño.
Mandó que los pleitos mixtos se sentenciaran por dos
alcaldes, uno judío y otro cristiano.
Estableció el recíproco respeto a la propiedad privada.
En los préstamos y deudas le dio gran importancia al
juramento.
Definió la usura refrenando la codicia de unos y los abusos
de otros.
Impuso la pena de quinientos sueldos al que matare a un
judío.
Los judíos se desarrollaron e incrementaron sus riquezas
durante el reinado de Alfonso VIII.
En Palencia, Castilla, se formó una populosa judería.

116
En todos los dominios cristianos los judíos eran
considerados como vasallos de la corona.
En 1177 a causa de la prosperidad de los judíos de
Palencia, el obispo y el cabildo solicitaron y obtuvieron
del rey el señorío sobre los hebreos, cobrando así tributos
y contribuciones.
La población judía creció bajo tutela de los obispos de
Palencia. Y así crecía su estimación e influencia en las
regiones centrales de la Península.
Sin embargo, un inesperado desastre despertó el antiguo
odio jamás extinguido contra los judíos.
El conquistador de Cuenca, don Alfonso, llevó su ejército
hasta Algeciras y desafió al almohade Yusuf-Abú-Yacub-
Al-Manzor.
Un siglo antes, el conquistador de Toledo había desafiado
al almoravide Yusuf-ben-Texufin (1086-1195).
Al-Manzor declaró la guerra santa o algihed, atravesó el
estrecho, pasó por Sevilla y Córdoba amenazando el reino
de Toledo y llegó hasta Alarcos.
En Alarcos se enfrentaron los ejércitos. Creció el furor y el
coraje de los almohades que pusieron en desordenada y
sangrienta fuga al enemigo cristiano.
El hijo de don Sancho, Alfonso, fue herido en una pierna.
Sus capitanes lo sacaron de la batalla salvándole la vida.
Los cristianos pensaron que la derrota era un castigo por
las culpas generales.
Otros achacaron la culpa a los amoríos del rey con doña
Fermosa, la bella judía de Toledo.
El rey de León desertó y se confederó con los almohades.
El rey de Navarra se declaró enemigo de Castilla.
Tales fueron las desventuras que del cielo caían sobre
Alfonso a causa de sus pecados.

117
Repuestas las diferencias con los reyes cristianos, Alfonso
invadió de improviso el reino almohade de Valencia
llevando a sangre y fuego las ciudades y villas (1209).
En Marruecos, Mohammad-An-Nassir, heredero de Yacub
Al-Manzor, reputó esa invasión como un intolerable
insulto a su trono y a su persona.
Proclamó la guerra santa y cruzó el estrecho con una gran
muchedumbre.
Toda España se estremeció. El arzobispo de Toledo, son
Rodrigo Ximenez de Rada predicó una curzada general, y
el rey Alfonso recibió el auxilio de las huestes cristianas
de España.
Los príncipes cristianos se reunieron en Toledo con Rabí
Joseph Abén-Selemóh Abén-Joseph que era el Almojarife
mayor del reino (director general de la administración de
las rentas públicas).
Llegaron los cruzado del otro lado del Pirineo.
El rey de Aragón se les unió junto con muchos hombres de
Portugal y de León.
También acudió a la cita el rey de Navarra.
Mientras tanto, en Toldeo sucedió una de tantas desgracias
con que manchan en todas partes con la desdichada sangre
hebrea las heroicas páginas de la historia de la Edad
Media.
Recibidos los extranjeros con tanta benevolencia y alegría
en Toledo, lejos de pagar tan generosa hospitalidad,
codiciando las riquezas de los judíos toledanos,
revolvieron la ciudad haciendo estragos sobre la población
hebrea, saqueando sus tiendas y moradas en sangrientas
matanzas.
Dominados por feroz fanatismo pensaron que así servían a
dios.

118
El entusiasmo de las Cruzadas derramó repetidamente la
sangre de los indefensos judíos.
En 1182, el príncipe de Francia Felipe Augusto, cediendo
al impulso popular, penetró con la muchedumbre en la
judería de París ensangrentando sus propias manos con la
sangre de los indefensos judíos.
El papa Inocencio III ordenó a sus obispos de Francia en
el año 1199 que previnieran todo intento de conversión
forzada de los judíos bajo amenaza de muerte.
Pidió que no se los obligue a bautizarse contra su
voluntad, que no fueran molestados en la celebración de
sus fiestas religiosas y que no fueran afligidos con nuevos
impuestos.
Después de la matanza propiciada por el Rey Felipe,
siguieron el saqueo y el despojo de todo lo que los judíos
poseían. Luego, el rey los expulsó de la ciudad y después
de todos sus Estados.
Las matanzas de Tolosa y de todo el Languedoc fueron
horrorosas.
Los cruzados franceses y alemanes, desde 1096 en
adelante, ensangrentaron sus espadas con los judíos que
encontraban a sus paso en sus sanguinarias expediciones a
occidente.
No era de extrañarse que los cruzados franceses hicieran
en España con los judíos lo mismo que les era familiar
hacer en su patria: matarlos y robar sus posesiones.
Aquella miserable gente fue reprimida por los nobles
cristianos españoles, quienes opusieron sus armas para
salvar a los judíos toledanos de la total exterminación.
Los soldados y el populacho pensaban que servían a D-s
matando judíos.
El rey Alfonso conquistó los castillos de Malagon y
Calatrava.

119
Los cruzados franceses ambicionando las riquezas de los
judíos pretendían matarlos y saquearlos.
Los hebreos se habían rendido buscando el amparo del rey
Alfonso, quien otorgó la mayor parte del botín a los
cruzados franceses, reservando para don Pedro de Aragón
el resto.
Pero, lejos de mostrar fidelidad al rey Alfonso,
abandonaron el ejército cristiano y regresaron a sus tierras.
Al pasar junto a Toledo amagaron con irrumpir
nuevamente en la ciudad, pero los toledanos (cristianos y
judíos) les cerraron el paso a estos traidores.
El rey a Alfonso triunfaba sobre Mohammad An-Nassir en
1212.
Penetró en Andalucía y se apoderó de Vilches, Baños y
Baeza, matando en Úbeda a setenta mil musulmanes.
Así quedaba vengada la afrenta de Alarcos y redimido don
Alfonso del pecado de los amoríos con doña Fermosa, la
bella judía.
Los judíos de Toledo salían a recibir con alegría al
vencedor cristiano.
Rabí Joseph Abén-Selemoh Abén-Joseph aprovechaba la
ocasión para fundar nuevas escuelas y sinagogas.
Las propiedades de los hebreos quedaron amparadas bajo
el gobierno del rey Alfonso.
Las relaciones entre judíos y cristianos no eran muy
cordiales debido a la gran cantidad de acreedores hebreos
y deudores cristianos.
Se establecieron nuevas leyes para regular estos
problemas.
Los cristianos podían tomar préstamos de los judíos
hipotecando sus propiedades. Y tenían el derecho de
venderlas antes de que el judío se las rematara o
embargara. Esta venta era realizada por el alcalde.
120
El testimonio de dos deudores cristianos sobre la deuda no
tenía valor legal.
En cambio, el juramento del judío presentado dentro de la
Sinagoga, tenía casi un valor absoluto.
Los cristianos tenían diez días para pagar sus deudas a los
judíos.
Y en caso de negar la deuda pagaban una multa de sesenta
sueldos al alcalde.
La misma pena pagaba el judío si el testimonio de la
deuda era falso.
El Fuero de Cuenca es el nombre que recibió la serie de
derechos que los hebreos obtuvieron y con eso se
aseguraba un futuro prominente para ellos.
Muerto don Alfonso en 1214, le sucedió su hijo Enrique,
de once años de edad, cuya tutoría y gobierno quedó bajo
su hermana mayor, doña Berenguela.
Don Enrique murió herido fortuitamente en su palacio de
Palencia en 1217.
Subió al trono don Fernando, hijo de Alfonso IX de León
y de la misma doña Berenguela.
Así ambas coronas, Castilla y León, quedaron unidas para
siempre.
El rey Fernando se ocupó de la Reconquista sin descuidar
los intereses de sus vasallos.
No olvidó ni desoyó a los judíos.
Don Fernando hizo de público conocimiento el hecho de
que no despreciaba a los judíos sino que por el contrario
eran útiles al Estado y a sus intereses personales,
ofreciéndoles amparo y derechos civiles bajo su reinado.
“El hijo de doña Berenguela brilla a nuestros ojos con
otros más dignos resplandores que los de la hoguera,
dispuesta a quemar hombres vivos”.

121
No permitió que los cruzados franceses siguieran
molestando a los judíos dentro de su reino.
Don Fernando autorizó la Concordia celebrada por el
arzobispo don Rodrigo con los hebreos en 1219, que
establecía:
1.- Todo judíos de edad de veinte años pagaría al
Arzobispo anualmente la sexta parte de un áureo.
2.- Todo judío casado pagaría lo mismo.
3.- Toda duda en el edad sería resuelta por cuatro ancianos
judíos de Toledo y dos de cualquier otra sinagoga.
4.- Todos los judíos quedaban libres de los diezmos
impuestos por el Concilio general Lateranense.
5.- Todas las propiedades de los judíos quedaban
comprendidas en esta Concordia.
6.- Toda venta hecha por un judío al cristiano quedaba
libre y exenta del diezmo.
7.- Toda venta hecha por el cristiano al judío quedaba
obligada del pago del diezmo.
8.- La compra y venta de las casas quedaba exenta del
diezmo.
9.- Los ancianos estaban obligados a responder en todos
estos impuestos. El Arzobispo sólo procedería contra la
Sinagoga.
10.- El cobro o colecta se haría cada año desde la fiesta de
San Miguel a la de San Martín.
El arzobispo don Rodrigo prometió defender y ayudar a
los judíos.
En 1180, el tercer Concilio general de Letrán reproducía
las antiguas leyes discriminatorias contra los judíos,
quitándole todo crédito en juicio contra los cristianos, y
declarando que los hebreos sólo eran consentidos en el

122
reino por humanidad o por lástima. Además, gravaban los
hebreos con agobiantes impuestos.
En 1207, una bula del papa Inocencio III, obligaba a los
judíos a pagar el diezmo sobre todas sus propiedades
compradas a los cristianos retroactivamente. En cambio,
los cristianos que compraban propiedades a los judíos no
debían pagar ningún diezmo; siendo ésta una disposición
vergonzosa e injusta, que quedaba anulada en 1219 con la
Concordia de don Rodrigo.
El cuarto Concilio Lateranense, en 1215, forzaba a los
judíos a vestir ropas que los distinguieran fácilmente entre
los cristianos.
El rey de Castilla temió que si se obligaba a los judíos a
vestir esas ropas difamatorias, emigraran a tierras de los
moros. Y con esto disminuirían notablemente las rentas
públicas, que se engrosaban con los impuestos pagados
por los hebreos.
Y sin el aporte de los judíos era imposible sostener y
seguir la guerra contra los moros.
Don Fernando envió sus razones a la Santa Sede y el papa
Honorio III lo autorizaba, en 1219, a suspender la
ejecución de la difamatoria orden de que los judíos
vistieran ropas distintivas.
También se mantuvo firme en sus convicciones cuando
años más tarde el papa Gregorio IX insistiera sobre el uso
de las ropas distintivas.
Por lo pronto, a los judíos de Castilla se los dejaba
tranquilos.
Gregorio IX instó al rey de Navarra, en 1234, a que
impusiera el uso de vestimentas distintivas en los judíos y
la proscripción de sus prácticas litúrgicas.
En 1240 mandaba a todos los príncipes de España que en
determinado día entrasen en las sinagogas e incautasen

123
todos los libros del Talmud, entregándolos a los frailes
predicadores o a los franciscanos.
En 1250, Inocencio IV instaba a Fernando III para que
cumpliera el mandato del uso de ropas distintivas en los
judíos.
Fernando III tuvo un éxito rotundo en la obra de la
Reconquista, eclipsando la gloria de sus abuelos.
En 1234 se apoderó del reino de Baeza con las ciudades de
Úbeda y Martos.
En 1236, conquistó Córdoba.
En 1246, Jaen.
En 1248, Sevilla.
En 1244 reducía y arrinconaba a Mohammad Abén-Al-
Ahmar al antiguo reino de los Zeyritas, quien se
confesaba tributario del más poderoso príncipe de España.
Aumentaron considerablemente el número de vasallos y
los impuestos de las rentas reales.
La posesión de Lucena quedó en manos del obispo don
Lope.
Las rentas que pagaban los judíos eran muy codiciadas por
los obispos y pos los cabildos, pues pagaban muy
puntualmente.
En las leyes proclamadas por Fernando se elevaba la
dignidad en el trato a los judíos. Ya no se los recibía por
sola humanidad, como declaraba el Concilio de Letrán,
sino por obligación y honor a los principios morales de
Cristo.
Con la protección de Fernando III, los judíos de
Córdoba prosperaron rápidamente y construyeron una
magnífica sinagoga.

124
Sin embargo, el Cabildo eclesiástico de Córdoba se opuso
a la construcción de dicha sinagoga solicitando de Roma
que vedara a los judíos su ambiciosa edificación.
Inocencio IV escuchó las demandas del Cabildo y del
arcediano, y consideró un escándalo y un perjuicio para la
Iglesia la construcción de esa sinagoga de excesiva altura.
Ordenó al obispo la destrucción de la sinagoga, violando
las leyes que protegían los derechos de los judíos y sin
temer las consecuencias del posible conflicto que se
suscitaría al oponerse a los designios del mismo rey
Fernando.
La obra quedó inconclusa.
En 1250 una bula de Inocencio IV, del 15 de abril,
prohibía a los judíos de León y de Castilla, la construcción
de nuevas sinagogas.
Don Fernando implementaba ente tanto una política de
protección y tolerancia respecto de los judíos de su reino.
En Sevilla les cedió todo el terreno que actualmente
ocupan las parroquias de San Bartolomé, Santa María la
Blanca y Santa Cruz, hasta el convento de Madre de Dios.
Además de las sinagogas que ya tenían, les dio cuatro
mezquitas arábigas y encerró toda la población judía en
fuerte muralla que se extendía desde el Alcázar hasta la
puerta de Carmona.
Los hebreos que ayudaron al rey en la Reconquista
recibieron vastos territorios en recompensa.
Se les concedió territorios en diversas villas y ciudades,
como Valfermoso, Galichena, Valencia, Treya, Algaba,
Sevilla, Aznalfarache, Aznalcazar y Paterna.
Al Almojarife Mayor del reino, don Mayr, se le concedió
la aldea de Valencia del Río, con 3.800 pies de olivar.
Recibieron tierras: el Almojarife don Rabí Zag, el
Maestre; sus hijos, don Moséh, don Zag y don Abraham;

125
su hermano, don Salomón; el alfaquí, don Yuseph
Abraham ha-Cohen y su hijo don Yuseph; el alfaquim don
Samuel de Fez; el alfaquim de Talavera y un Rabí cuyo
nombre se omite.
En agradecimiento los hebreos entregaron al rey una llave
de plata con la siguiente inscripción: “Dios abrirá, rey
entrará / Rey de Reyes abrirá / Rey de toda la tierra
entrará”.
Esta llave con inscripciones de letras hebreas se conserva
en el Relicario de la Catedral de Sevilla.
Don Fernando III murió en 1252. Su hijo don Alfonso
hizo esculpir un cuádruple epitafio en latín, español, árabe
y hebreo. “El más magnífico, el más justiciero, el más
esforzado, el más bondadoso y humilde ante Dios, el más
terrible con sus enemigos y el más honrador y ensalzador
de sus amigos”.
Don Fernando protegiendo a los judíos dio claras muestras
de generosidad, hidalguía y de cordura. Estableció
igualdad civil con los demás pobladores de España.
Y así quedaba asegurada y legitimada la situación de los
judíos que contribuyeron con su inteligencia y trabajo al
sostenimiento del Estado.

126
CAPÍTULO IX
LOS JUDÍOS DE ARAGÓN:
REINADO DE DON JAIME I
(1150 A 1276)

Los reinos de Aragón y de Castilla nacieron del esfuerzo


de los reyes de Asturias y de León que arrebataron del
yugo de los francos y del yugo musulmán la tierra de
Cataluña.
Barcelona se unía a Aragón, León se unía a Castilla, y
entre todos arrancaban cada día nuevos castillos y
ciudades a la decadencia musulmana.
La Reconquista iba avanzando a paso firme mientras los
judíos de Cataluña y Aragón acrecentaban su fortuna y
posición social.
Desvanecida la amenaza de los fanáticos almohades,
muchos judíos que habían huido de aquel terrible azote,
regresaron a sus casas.
Así, Gerona, recobraba al inicio del siglo XIII, su pasada
gloria e importancia.
Gerona recibió la influencia de Marsella y Narbona
(Francia).
Los Abén-Tibón y los Kimjis mantuvieron en Francia la
corona de Maimónides y de Abén-Hezra.

127
El famoso toledano Abraham Ben-Meir Abén-Hezra
introdujo en Provenza el fruto de su saber en 1155. Allí
escribió un libro titulado Nombre de Di-s, en el que se
representaban los atributos del Ser Supremo con símbolos
cabalísticos.
La población judía de Gerona iba creciendo y floreciendo
hasta superar a la de Barcelona
Bajo el reinado de Jaime I, los judíos de Cataluña y
Aragón alcanzarían una prosperidad nunca antes alcanzada
en toda España.
Jaime I, el Conquistador, fue un gran caudillo, guerrero
notable, historiador y escritor, y además legislador.
Entregó constituciones a todos sus pueblos.
Bajo su amparo los judíos de Aragón y Cataluña se
engrandecieron inusitadamente.
Muchas de las actuales ciudades españolas fueron
originalmente fundadas y pobladas por hebreos.
En más de cien localidades había comunidades judías.
Citaremos, por ejemplo, en Cataluña a Gerona, Vich,
Manresa, Tarragona. Y en Aragón: Jaca, Huesca,
Barbasto, Teruel, Daroca, Tarazona, Uncastillo, Tauste,
Borja y Alcañiz.
Zaragoza fue el un centro importante del desarrollo de la
ciencia y la riqueza de los judíos.
Bajo el amparo de los príncipes que se beneficiaban con
los cuantiosos impuestos que pagaban, los judíos lograron
una fecunda prosperidad.
En tiempos de Alfonso, el Batallador (1118), en Zaragoza,
en Castilla, en Navarra, en Aragón, iban desarrollándose
exitosamente.
También fueron amparados y protegidos más tarde por el
Emperador Alfonso VII, a principios del siglo XIII.

128
Fernando III confesaba honrosamente ante el Papa
Honorio III, que necesitaba la ayuda de los hebreos para
las gloriosas empresas en bien del cristianismo, de la
Reconquista y de la independencia nacional.
En 1227, don Jaime I de Aragón, después de lidiar durante
catorce años con sus nobles y magnates, lograba reducirlos
a su obediencia y devoción.
Lograda la concordia dentro de la política interior, se
abocó a la conquista de Mallorca, verdadera epopeya, a
cuyo termino arribaba sorprendiendo a toda España, a
finales del año 1229.
Desde ese momento la carrera de don Jaime se verá
coronada por notables triunfos y hazañas.
Luego, en 1235, conquistó Menorca e Ibiza, arrebatando
su poder al joven príncipe almohade Abú-Yahía-Air-
Raxid.
En 1238, uniendo la fuerza de sus magnates, nobles,
condes y barones catalanes, conquistó Valencia, siguiendo
el glorioso ejemplo del Mío Cid Ruy Díaz., quien dos
siglos antes había logrado la misma proeza.
Luego, entre 1240 y 1244, arremetería contra varios
dominios, fortalezas y castillos mahometanos: Villena,
Alcira, Gandía, Denia y Jativa.
En 1246 extendió las fronteras de Aragón hasta el reino de
Murcia.
Así, don Jaime se ganaba el título de Conquistador
emulando a Fernando III de Castilla.
Don Jaime legisló con gran tino todos sus Estados,
dándole a cada uno un ordenamiento particular, respetando
las antiguas constituciones, libertades y ordenanzas de
cada pueblo según sus orígenes y costumbres.
Los hebreos se vieron ampliamente beneficiados.

129
Don Jaime, reconociendo la contribución de los judíos
como sus leales vasallos, les daba concesiones políticas.
En 1228 dictaminó leyes para mejorar el crecimiento y el
provecho del clero y del pueblo.
No se olvidaba de los hebreos y dictó algunas leyes que
les concernían.
Los judíos habían prosperado. Sus prestamistas ejercían
control en detrimento de los cristianos.
El Papa Inocencio III, en 1215, había definido a la usura
judía como vituperable, indigna y censurable, imponiendo
severos castigos a los que, en lo sucesivo, cayeran en
abominación semejante (IV Concilio de Letrán).
También recomendaba que no habitaran los cristianos
junto a los judíos.
Prescribía que los judíos no tuvieras siervos, nodrizas ni
criados cristianos.
Les prohibía ejercer cargos públicos.
Les vedaba aparecer en público los domingos de Pasión.
Así, quedaban firmemente separadas ambas razas.
Estas disposiciones canónicas de los Concilios
Lateranenses eran recomendadas a don Jaime I en 1228, al
convocar las Cortes de Barcelona.
Anhelando el reconocimiento de la Iglesia Romana y sin
despreciar la útil cooperación de los hebreos, don Jaime
ordenó que los judíos recibieran como rédito de los
prestamos que hicieren, solo el 20 sueldos por ciento al
año.
Pasados los dos años, si el judío no reclamaba legalmente
sus derechos ante juez competente, perdería todo derecho
a los réditos del préstamo.
Prohibió que los judíos tuvieran en sus casas mujeres
cristianas.

130
Les prohibía en tierra catalana juzgar, castigar, ni ejecutar
sentencia alguna.
Con estas disposiciones don Jaime satisfacía en parte las
demandas de la Iglesia templando y moderando sus
injustas ordenanzas en contra de los judíos
Pero los judíos no cumplieron diligentemente estas leyes
de Barcelona, ni el monarca exigió su cumplimiento con
severo rigor.
Hubiera sido un error para don Jaime rechazar la
cooperación tan eficaz de los hebreos imponiéndoles esas
severas leyes discriminatorias.
Rabí Selemóh y su hermano Rabí Babiel, habían sido
secretarios de cartas arábigas de don Jaime y lo
acompañaron en la conquista de Mallorca.
Otro de sus secretarios era Rabí Astruch de Bonsenyor.
Los recaudadores y administradores de las rentas públicas
de Zaragoza eran Rabí Abrahem y Rabí Bondía. El
administrador de Barcelona era Rabí Selemóh Vidal. El
Tesorero General del reino era Rabí Yehudá.
Estos funcionarios del rey fueron de gran utilidad en la
Reconquista consiguiendo las provisiones y las armas para
los ejércitos con lo cual obtuvieron la misericordia de don
Jaime.
Rabí Yehudáh fue el más rico y poderoso de todos los
judíos de Aragón. El rey don Jaime le consultaba sobre los
negocios del Estado.
En 1263 le ayudó al rey a preparar la flota que comandó su
hijo don Fernando Sánchez.
Y en 1266 se ocupó de la administración de la conquista
de Murcia.
Hasta 1275 abastecía al rey de armas.
Con la conquista de Mallorca creció la estimación de los
judíos a los ojos del rey.
131
Al conquistar las ciudad de Palma los guerreros de don
Jaime se toparon con una muchedumbre de judíos
conformada de ancianos, mujeres, jóvenes y niños que
imploraban misericordia.
Se despertó la piedad en los catalanes y aragoneses, pues
nunca hubo crueldad en los valientes.
El rey don Jaime escuchó con benevolencia la súplica de
los rabinos amparando a estos judíos y protegiendo sus
bienes. Y les concedió la libertad de regirse por jueces y
leyes propios, otorgándoles tierras cercanas a la ciudad de
Palma.
En la isla de Mallorca había judíos emigrados a causa de
las persecuciones de los Césares entre 137 y 418 a los que
se unieron muchos de los que huyeron de Córdoba en el
año 1013 de la sanguinaria violencia de Suleymán.
Los hebreos de Mallorca recibieron la protección del rey
don Jaime I.
La judería de Mallorca poseía cuatrocientas casas
aproximadamente. Tenía tres sinagogas en terrenos que
actualmente están ocupados por las Iglesias de Santa Fé,
San Bartolomé y la Misericordia.
Conquistada Valencia, los judíos lograron que se les
otorgara las mismas concesiones que sus hermanos de
Barcelona y de Mallorca.
Así pudieron ejercer la libertad de culto respetando la
religión de sus mayores y dictaminar justicia de acuerdo a
sus propias leyes.
Vivían al amparo de la corona.
A los judíos de Valencia les entregó un barrio entero con
suficientes viviendas.
En Denia, Alicante, Jativa, Villena y Elche y en todas las
ciudades arrancadas al yugo del Islam, don Jaime entregó
a los judíos terrenos y casas en compensación por sus
fieles servicios a la corona.
132
Don Jaime dictaminó claramente las leyes de su reino en
ocho libros.
En el primero se refería a las inmunidades de la Iglesia.
Los cuatro siguientes trataban del derecho civil.
Los tres restantes se ocupaban de lo político y lo criminal.
En esta legislación se trataban también las obligaciones y
derechos de los judíos.
En Aragón, Navarra, Castilla y Portugal los judíos tenían
una organización civil y religiosa que les aseguraba la
libertad y la independencia dentro de las aljamas (judería,
suburbio).
Manejaban la justicia interior con muy poca intervención
del Estado.
Los hebreos vivían amparados por el poder real y debían
someterse en vasallaje a los condes y barones que vivieran
en sus villas o castillos.
Mientras los cristianos podían abandonar libremente sus
domicilios y hacerse vasallos de otro señor, a los judíos se
les prohibía tal derecho.
Nadie podía obligarlos por la fuerza a hacerse vasallos
suyos ni mucho menos venderlos como siervos.
Se les negaba el asilo en la Iglesias.
La seguridad personal de los judíos quedaba bajo la
protección del rey.
El que mataba o hería a un judío debía pagar una multa de
quinientos sueldos. Y en caso de que se probara una
injuria previa por parte del judío, de todos modos, debía
pagar una multa de sesenta sueldos.
A ningún judíos se le permitía vender sus propiedades sin
permiso del administrador o tesorero del rey (bayle).
El fisco se cobraba un tercio de estos contratos mixtos.

133
La compraventa celebrada entre judíos era completamente
libre de impuestos y sin intervención del bayle.
Los cristianos no podían comprar propiedades de los
judíos que fueran tributarias del rey.
Debían pagar el diezmo sobre sus más antiguas
propiedades y sobre las actuales.
Habiendo libertad de comercio se protegía al judío de la
acusación de hurto sobre muebles y vestidos con la simple
acreditación de haber adquirido legalmente el bien que
había caído en sospecha.
Ningún cristiano podía apropiarse de ningún bien de un
judío so pretexto de deudas o quejas. Bastaba el juramento
del judío en la Sinagoga para recobrar su derecho sobre los
bienes expropiados por el cristiano; y sin más, se les
restituía.
En pleitos entre cristianos y judíos una carta del Rabí tenía
el mismo valor que un documento firmado por notario
público.
En cuanto a la usura don Jaime vedaba a los judíos recibir
más de un quinto (un 20 %) de intereses sobre el préstamo.
A los cristianos usureros sólo les permitía ganar un doce
por ciento, para evitar que ese oficio desprestigiado
creciera entre ellos.
En los pleitos por usura los judíos perdían el derecho de
jurar en la Sinagoga.
Aunque los judíos debían ser tolerados por humanidad, el
Tercer Concilio Laternanese perseguía con firmeza el
proselitismo.
Algunos piadosos cristianos animados por la idea de la
salvación eterna de sus prójimos, insistían en la
conversión de los judíos y sarracenos.

134
La conversión impuesta por violencia o el bautismo
forzado eran considerados contrarios a los intereses de la
Iglesia y una profanación al santo Sacramento.
Los judíos convertidos mantenían todos sus bienes y
adquirían los mismos derechos que los cristianos.
El que les mortificara con el mote de renegados era
severamente castigado.
En Valencia los derechos de los judíos se igualaban al de
los cristianos.
El hogar (la propiedad privada) y la privacidad eran
inviolables. Todos tenían responsabilidad personal ante el
rey evitando así la serie de sangrientas y horribles
matanzas.
Los plebeyos podían ascender a la categoría de caballeros.
Estableció la libertad de enseñar no sólo gramática, sino
también física (medicina y cirugía), derecho civil y
derecho canónico.
Don Jaime exceptuaba de todo servicio y tributo no sólo al
clérigo que abriese una escuela en la ciudad de Valencia,
sino también a todo hombre que lo hiciere.
Los judíos quedaban bajo el amparo y la jurisdicción del
rey.
El bayle (representante legal del rey sobre los judíos) era
Rabí Yehudáh.
Los judíos podían acceder a algunos cargos públicos.
Se les prohibía comprar siervos cristianos o tenerlos bajo
sus dominios en concepto de donación o de otra manera.
No podían tener nodrizas cristinas.
Se les vedaba trabajar públicamente los domingos y los
feriados, dentro o fuera de la ciudad, so pena de perder
todos los bienes de las tiendas que abrieran en esos días.

135
Estaban obligados a celebrar como los cristianos el
Viernes Santo, prohibiéndoles en ese día el deleite del
baño al que estaban muy acostumbrados los judíos.
Los judíos no podían buscar amparo asilándose en las
Iglesias contra los jueces que le obligaban a pagar deudas
al fisco.
Y aunque quisiera recibir el bautismo para recibir la
inmunidad de la Iglesia, no se aceptaba la conversión hasta
no haber satisfecho previamente las deudas contraídas.
En los pleitos mixtos el juramento sobre los cuatro
Evangelios era prueba suficiente para el cristiano, y para el
moro, el juramento sobre el Korán. Sin embargo, el judío
debía repetir el juramento sobre cada precepto del
decálogo, debiendo responder a una serie de horrorosas y
humillantes maldiciones que espantan e indignan al
hombre más íntegro.
Con respecto a la presentación de testigos había igualdad
de condiciones.
El cristiano probaba con un testigo judío y otro cristiano o
con dos testigos judíos. Y el judío, a la inversa.
Sólo se permitía cobrar hasta un 20 % de interés sobre los
préstamos. El pago de toda deuda usuraria debía realizarse
ante dos testigos, uno judío y otro cristiano. Pasados los
seis años, las deudas caducaban.
Como había libre comercio se imponía la pena de muerte
para los estafadores, evitando la ruina de muchas familias
y la destrucción de la república.
Esta severidad era impuesta considerando los tres linajes
que debían convivir, y así se evitaba el caos en el libre
comercio.
Durante el siglo XIII se anhelaba el proselitismo
ardientemente, llegando don Jaime al límite de la tiranía.
Los Fueros de Valencia mandaban:

136
1.- Que todo cristiano que abrazara la ley mosaica fuera
quemado vivo.
2.- Que todo judío encontrado en acto carnal con mujer
cristiana, fuese quemado vivo junto con ella.
3.- Que todo cristiano que intimase carnalmente con judía
sufriera junto con ella igual castigo.
4.- Que ninguna sierva en cinta fuera vendida a un judío
hasta antes de parir.
5.- Si se realizara la venta, el vendedor perdería el precio
de la sierva, pasando ésta a manos del fisco, debiendo el
cristiano criar a la prole.
6.- Que el hijo de sierva mora o judía fuese declarado libre
y bautizado.
Los judíos de Valencia eran juzgados por el Rabí de la
aljama o judería, quedando excluidos de la jurisdicción de
los magistrados de la ciudad, que no podían imponerles
prisión arbitraria.
Así, don Jaime, sin abandonar su digna posición frente a la
Iglesia, protegió discretamente a los judíos de su reino.
A los hebreos de Uncastillo, Taustre y Moclús, los eximió
por cierto plazo del pago de todo tributo (1246).
A los de Lérida los colmaba de inmunidades y exenciones
(privilegios) (1248).
Defendía a los de Montpeller, Cerdaña, Perpiñan y
Conflent, amparándolos contra los oficiales reales y contra
los tribunales eclesiásticos que en 1273 los afligían con
anatemas, forzándolos a abandonar sus moradas.
Protegía a los de Barcelona, Tarragona, Villafranca y otros
lugares, contra impacientes acreedores que se adelantaban
a tomar la justicia por propias manos.
Y resguardaba contra los moros deudores no bien
intencionados de Barcelona, Gerona, Besalú y otros
lugares, para quienes parecía ser una acción meritoria la
137
burla de las leyes y la destrucción de los israelitas (1257 y
1274).
Don Jaime los amparaba frente a la violencia y el
fanatismo de los cristianos de Gerona, que tendría el triste
privilegio de ser escenario de las matanzas más
sangrientas en las siguientes centurias.
Don Jaime condonaba u ofrecía nuevos plazos para el
pago de los tributos beneficiando la economía de las
juderías.
Y así, con tantos privilegios, don Jaime vigilaba la
conservación del pueblo hebreo.
En 1257 amparó a los judíos de Lérida contra la bula del
Papa Gregorio IX, por la cual se los despojaba de sus
libros religiosos.
Les evitó la obligación de oír los sermones de frailes
predicadores.
Les dio libertad de comercio. Permiso para conservar y
restaurar las Sinagogas y cementerios.
Don Jaime se oponía a las conversiones forzadas o
interesadas.
Convencido de las verdades de Evangelio, aconsejado por
el sabio Raymundo de Peñafort y por el converso fray
Pablo Cristiano, don Jaime admitió la idea harto fatal para
los judíos y nada provechosa para lograr la conversión, de
entablar públicas controversias, en las que se disputara
sobre el cumplimiento de las profecías y de la verdadera fe
cristiana.
Las dos principales controversias sostenidas en presencia
del rey don Jaime se suscitaron en suelo Catalán.
A mediado de 1263, a instancia de los frailes predicadores
de Gerona, era convocado por don Jaime a la capital del
condado barcelonés, Rabí Mosséh Abén Najmán o
Najmán, hijo de Mosséh Bar-Najmán (quien nació 1194 y
murió en 1260).
138
El rey le ordenó presentarse en la corte con otros judíos
eruditos, para disputar con fray Pablo Cristiano, ante los
franciscanos y los dominicos, sobre los cinco principales
puntos de discordancia entre cristianos y judíos:
1.- La venida del Mesías
2.- La identidad de Cristo como Dios y hombre verdadero.
3.- Muerte y pasión de Jesús para redención del género
humano.
4.- Verificado el advenimiento del Hijo de Dios,
demostración de que cesaron las signos determinados por
los profetas.
5.- Establecimiento de la unidad de la Esencia divina en la
variedad de las Tres Personas.
El hijo de Najmán no vaciló en aceptar el duelo,
respondiendo que permanecería en Barcelona no sólo un
día, una semana o un mes, sino también, si fuera
necesario, un año entero.
La controversia se inició el 20 de julio y se desarrolló en
cinco sesiones en presencia del rey y de muchos barones,
prelados y caballeros.
La primera sesión se dio en el convento de Santo
Domingo, la segunda en la Sinagoga principal y las otras
tres en el palacio real.
Los argumentos de ambos contendientes acreditaban más
la sutileza del ingenio que la fuerza de su dialéctica.
Rabí Mosséh hostigado por fray Pablo sin tregua ni
descanso, se mantenía en silencio, lo cual le atraía las
burlas e insultos de la muchedumbre cristiana.
En esa situación respondía que de ninguna manera
respondería a los argumentos de la venida del Mesías
porque se lo habían prohibido ciertos judíos y cristianos,
entre los que mencionó a fray Pablo de Janua, pero éste, le
desmentía allí públicamente.

139
En semejante conflicto Rabí Mosséh prometía al rey
satisfacer todas las preguntas sobre su fe y su ley ante más
reducido y selecto auditorio..
El rey concedió la tregua y se ausentó de la ciudad.
Rabí Mosséh abandonaba secretamente Barcelona.
Como consecuencia de esta primera controversia, el rey
don Jaime mandaba el 28 de agosto que se quemaran
públicamente todos los libros compuestos por Rabí
Mosséh Aben-Maiemón por considerarlos blasfemos.
Al día siguiente ordenaba que fueran borradas del Talmud
todas las palabras y frases tenidas por blasfemas.
Y al día siguiente decretaba que se permitiera a los judíos
asistir a los sermones de los dominicos.
Y autorizaba al converso fray Pablo a ingresar a las
Sinagogas a predicar la doctrina cristiana, obligando a los
judíos a escuchar para corregir su obstinación.
Dos años después se llevó a cabo la segunda controversia.
Esta vez, defendió la doctrina mosaica Rabí Bar-Astruch
de Porta, natural de Gerona.
Se enfrentó con el converso fray Pablo.
Antes de iniciar la disputa el rabino gerundense exigió al
rey Jaime I y al Maestro general de la Orden de Santo
Domingo, Reymundo de Peñafort, una promesa formal de
que sería irresponsable de las ideas y palabras que
emitiese durante la controversia.
El rey y el prelado concedieron la licencia solicitada por
Rabí Ben-Astruch.
Esta controversia no produjo un resultado más
satisfactorio que la precedente en relación a la conversión
o al vencimiento del Rabí.
Terminadas las sesiones el rabino regresó a su aljama y
sinagoga.

140
El obispo de Gerona, Pedro de Castellnou, le pidió que
escribiera un libro manifestando los razonamientos que
había alegado en la controversia sin censurar las palabras
dichas en el calor de la disputa.
El rabino de Gerona se vio acusado al poco tiempo de
haber proferido blasfemias durante la controversia y de
haberlas escrito en su libro.
Llevaron la acusación ante el rey Jaime, el fray Pablo, el
fray Arnaldo de Segarra, el Prior fray Raymundo de
Peñafort (quien seguramente había olvidado la licencia
otorgada, por él mismo y por el rey, al Rabí acerca de que
no sería responsable de lo que dijere con absoluta libertad
en la acalorada disputa).
El rey mandó comparecer al rabino, quien no negó los
cargos que se el hacían confesando haber pronunciado
aquellas palabras heréticas durante la disputa que sostuvo
en el palacio real con fray Pablo.
Pero, aclaró que lo había hecho amparado por la doble
promesa que le habían otorgado el rey don Jaime y fray
Peñafort.
Y declaró que el libro lo había compuesto a pedido del
obispo bajo igual amparo.
Consultó don Jaime con el obispo de Barcelona y ante
varios letrados. Confirmada la veracidad de las
declaraciones del rabino Ben-Astruch, el rey sentenció que
fuese desterrado del reino por el término de dos años,
mandando a quemar todos los libros escritos por él.
Los frailes predicadores no quisieron aceptar esa sentencia
de ningún modo.
Finalmente, el rey declaró al rabino irresponsable de las
palabras pronunciadas en la controversia, concediéndole el
privilegio de no responder ante ningún tribunal.
Así, el rabino quedó fuera del alcance de las garras de los
dominicos.
141
Pero, al llegar a Roma la noticia de los sucesos, el papa
Clemente IV mientras felicitaba al rey Jaime por la
reconquista de Murcia (1266) le manifestaba su enojo por
haber dejado impunes los exabruptos y la audacia del
rabino contra el converso fray Pablo.
Con el correr del tiempo, esta infeliz semilla culminaría
produciendo un fruto amargo y sangriento para los
descendientes de Israel, en medio de la animadversión, la
envidia y el odio que el pueblo cristiano albergaba contra
ellos.
Los predicadores y franciscanos azuzaban al odio y el
despreció hacia el judío, Todo lo cual terminaría con
persecuciones y matanzas.
El rey don Jaime intervino con su ejército para salvar a los
judíos de Gerona de su segura extinción a manos del
fanatismo popular.
Don Jaime no abandonó nunca a los judíos y en el 1273,
en el Concilio de Lyon salía en su defensa, después de
recibir el tributo de las juderías de Cataluña, Aragón y
Valencia, consistente en 71.000 sueldos.
En 1276 murió el rey Don Jaime. Los hijos de Israel
lloraron y lamentaron la muerte de quien fuera su
protector.
Rabí Joseph Aben-Trevi, su antiguo médico, lo asistió
hasta su último suspiro, y comunicaba la desgracia del
deceso a sus hermanos, vaticinando seguras calamidades
para el pueblo judío.

142
CAPÍTULO X
LOS JUDÍOS BAJO EL REINADO DE ALFONSO
EL SABIO
(1252 A 1284)

Al morir Fernando III, conquistador de Córdoba y de


Sevilla, le dejaba a su hijo Alfonso, a mediados del siglo
XIII, un próspero Estado.
El rey Fernando III murió el 30 de Mayo de 1252, dejando
en manos de su primogénito la más poderosa y floreciente
monarquía de la Península Ibérica.

143
Los reyes moros de Murcia, de Niebla y de Granada, eran
sus vasallos.
Don Fernando había derribado el dominio de los
almohades y aspiraba a fundar un Imperio Español regido
por una misma legislación y gobierno.
Su hijo, don Alfonso, continuando con la labor de su
padre, se declaraba protector de las ciencias y de las letras.
Antes de morir, su padre le había aconsejado que cuidara
de las ricas tierras que él había conquistado y de sus
buenos vasallos. Si supiese custodiar su reino tal como se
lo dejaba, sería tan buen rey como él y si acrecentara sus
dominios sería aún mejor que él.
Alfonso, el Sabio, logró la total y definitiva sumisión del
reino de Niebla en 1257; la conquista de Cádiz y de los
Puertos en 1262 y el sometimiento de Jerez, repetidamente
sublevada, en 1264.
El último poder mahometano que le sobrevivió en la
Península fue en de Granada.
No sólo cuidó de los reinos de León y de Castilla, sino que
también, anexó a su territorio reinos enteros.
Fue un excelso legislador y filósofo, que otorgó a España
Central unidad en el derecho.
Su ambición de lograr la unidad del Imperio Español
generó desconfianza en el rey don Jaime de Aragón, quien
oponía a sus embajadores ante al Papa.
Seducido por el brillo de la gloria, Alfonso, se empeñó en
estériles aventuras y conquistas en el Sacro Imperio
Germánico, desde 1257 a 1275.
Tres Papas desaprobaron su tesón en esas luchas en las
que se consumió sus propias fuerzas y las de su pueblo:
Urbano IV, Clemente IV y Gregorio X.
Alfonso X soñaba con gobernar un Imperio.

144
Con el tiempo perdió el cariño y el respeto de su pueblo. Y
a pesar de haber sido un hombre sabio que ejecutó
notables obras científicas y literarias, vivió una vejez
amargada, sin reconocimiento social hasta que en 1284 su
hijo, son Sancho, le arrebató al corona.
Los señores feudales temieron su intento de legislar
Castilla y León con un mismo código, considerando sus
leyes como extrañas y especulativas.
Don Alfonso se ocupó de reunir en Toledo a todos los
sabios de Israel que habían sobrevivido a las matanzas y
persecuciones sucedidas en Córdoba, Sevilla y Lucena.
Los más ilustres rabinos de la España Central se
congregaron en 1249 y al amparo del príncipe Alfonso,
junto con los más notables sabios del cristianismo, de
establecieron obras y proyectos científicos.
“Fue ésta la primera vez que en tiempos bárbaros se
ofrecía a la república literaria una Academia de Sabios,
ocupados por el espacio de muchísimos años en rectificar
los antiguos cálculos astronómicos, en disputar sobre los
artículos más difíciles de esta ciencia, en construir nuevos
instrumentos, en observar el curso de los astros, sus
inclinaciones, ascensiones, eclipses, longitudes y
latitudes.” (Informe de la Real Academia de la Historia,
1798).
Rabí Yehudá Mosca Ha-Qatón, físico del príncipe, y el
Maestro Garci Pérez, su clérigo, empezaron a traducir los
famosos Lapidarios de Abolais y de Abén-Quich,
terminado su traducción en 1250.
Luego, en 1252, Rabí Yeuhdá Bar-Mosséh ben-Mosca y
Rabí Isaac Abén-Zaqut Metolitoláh (el de Toledo) se
abocaron a la formación de las Tablas Astronómicas que
recibieron el nombre de Alfonsíes
En 1256 Rabí Yehudá ha-Cohén y el clérigo Guillén de
Aspa tradujeron del árabe al castellano el libro de la
Ochava Sphera (octava esfera).
145
Don Alfonso reunió todos esos libros en una colección que
denominó: Libros del Saber de Astronomía (de don
Alfonso el Sabio).
Yehudáh ha-Cohen y Juan de Aspa tradujeron: el Alcora,
de Alcozri-Ebn-Lucháh; Astrolabio redondo y Astrolabio
llano, de Rabí Isahak, el de Toledo.
Azafeha, de Abú-Isahak-Ben-Yahía Az-Zarcall, fue
traducido por el Maestro Fernando de Toledo.
Rabí Isahak Metolitoláh, tradujo del árabe al castellano
Las Armellas y escribió los seis Libros de la Lámina
Universal.
Rabí Samuel ha-Leví de Toledo y Rabí Isahak,
escribieron los siguientes libros: Libros del Quadrante,
Piedra de la Sombra, Relogio del Agua, Argent vivo,
Palacio de las Horas, Atazir y Religio de la Candela.
Finalmente, entre 1259 a 1280, Rabí Yehudáh Bar Mosséh
ha-Cohén, Rabí Isahak de Toledo, Maestre Gil de
Tibaldos, Pedro del Real y Juan de Aspa, tradujeron:
Cánones de Albatení, Libro Cumplido de los Judíos de las
Estrellas y Libro de las Tres Cruces.
Don Alfonso contribuía con el desarrollo de la vasta
ciencia y la infatigable laboriosidad del pueblo judío. Hizo
traducir el Talmud y los libros de la Cabalá.
Pretendía terminar con la terrible animadversión de las
altas esferas del clero y la nobleza contra los judíos. Y
enseñaba a los hebreos el error en el que vivían con
peligro de su salvación eterna.
Las relaciones entre los sabios hebreos de Toledo y el rey
Alfonso fueron muy fructíferas y duraderas. Y recibieron
su protección durante todo su reinado.
Don Alfonso mandó a construir en Toledo un suntuoso
Observatorio en el cual realizaron su trabajo de las Tablas
Alfonsíes Rabí Isahak Abén-Zaqut y Rabí Yehudáh Ben-
Mosséh-Ben-Mosca.
146
Les permitió a los judíos de Toledo construir la más bella
y grandiosa sinagoga que jamás tuvieron en la Península.
Y así el rey don Alfonso continuó la obra de su padre, el
rey don Fernando III, en beneficio del engrandecimiento
de España apoyando, emparando y defendiendo a los
judíos en casi todas las ciudades de su reino.
Los judíos de Córdoba y Toledo debían pagar el diezmo
hipotecario al obispo y al Cabildo diocesano.
En 1254 concedió permiso a todos los judíos del reino
para acudir a la feria de Sevilla, favoreciendo el comercio.
Los recibía en las ciudades y villas rescatadas del poder
del Islam dándoles privilegios y concesiones conforme a
sus merecimientos personales y servicios prestados. Y así
los judíos recibían el mismo trato que los caballeros,
clérigos y ciudadanos.
En 1255 publicó un Fuero Real con la intención de
unificar la contradictoria legislación de Castilla.
Reguló las relaciones ente los cristianos y los demás
vasallos de la corona.
Los judíos no podían ser albaceas de cristianos, ni
heredarlos.
Autorizaba al padre cuyo hijo se convirtiera a la ley
mosaica, a despojarle de toda herencia.
Ordenaba que la prole entre un cristiano y una mujer
hebrea fuera criada por el padre.
E impuso la pena de la hoguera para el cristiano que
voluntariamente abrazara el judaísmo.
El pueblo hebreo comenzaba a ser amenazado por la masa
popular cristiana. El rey emitió leyes para su defensa,
evitándoles todo peligro.
El rey les permitió tener todos los libros que quisieran
sobre la ley de Moisés y del Talmud, prohibiéndoles leer
los libros contrarios al judaísmo.
147
Lo mismo hacía con los cristianos prohibiéndoles los
libros en contra de su religión.
El Papa Honorio III les había otorgado a los judíos la
protección apostólica con los siguientes edictos:
1.- Que no se los fuerce al bautismo.
2.- Que se los reciba con amor y benevolencia en caso de
abrazar la fe cristiana.
3.- Que se los proteja en sus fiestas y ceremonias
religiosas, impidiendo que fueran apaleados o apedreados.
4.- Que no se allanasen ni destruyeran sus cementerios, ni
se desenterraran sus muertos.
El rey Alfonso prohibió a los cristianos molestar a los
judíos durante el cuidado del sábado y de sus festividades,
no pudiendo ser citados a declarar en juicios ni ser
perturbados en estas fechas.
Para evitar que los judíos abusaran de tan noble tolerancia
les ordenó que se abstuvieran de circuncidar cristianos so
pena de muerte y perdición de todos los bienes.
Cada vez que en judío profiriese una blasfemia o denuesto
contra el Salvador, la Virgen Santa María, su madre, o los
Santos, debía pagar diez maravedíes y recibía cien azotes.
Por criar un hijo de cristiano o dar a criar un niño judío a
cristianos la multa era de cien maravedíes.
La usura jamás podía tener como fianza el cuerpo del
cristiano, so pena del perdimiento del capital prestado.
En este punto fue menos severo que su suegro, el rey don
Jaime, quien autorizaba a cobrar un veinte por ciento de
interés, permitiendo al judío cobrar hasta un máximo de
treinta y tres y un tercio por ciento de interés anual.
Se prohibía al usurero vestir o vender las prendas
empeñadas.

148
Prohibía que después de pagar durante tres años los
intereses sobre el capital, o sea, devolviendo el cien por
ciento del capital, se cobrasen más intereses sobre el saldo.
Diez años después, acotó el interés a un máximo del 25 %
anual y prohibió a los cristianos que se dediquen al
peligroso oficio de la usura.
Entonces, el cristiano necesitado caía en manos del
acreedor judío, sin más defensa que su odio, ni otro
desquite que la enconada venganza.
En 1268 se les imponía un límite al excesivo lujo de la
vestimenta de los judíos quienes luciendo la suntuosidad
ostentosa de los príncipes ofendían la general pobreza.
Se les prohibía adoptar nombres cristianos so pena de
pérdida de los bienes y de la vida.
Los judíos, alegando antiguas prácticas, se negaban a
consignar los nombres del deudor y del fiador en las cartas
de préstamos o escrituras.
Surgían pleitos sobre la validez de los pagos de los
préstamos por no llevar un control formal.
Había muchos obstáculos en el derecho bilateral de
apelación en los pleitos mixtos.
Se pretendía encarcelar a los judíos deudores a pesar de
los privilegios reales que los ponían a salvo de semejante
vejación.
A menudo, esquivaban la acción de los tribunales y no
respondían a los requerimientos de los alcaldes
escudándose en los privilegios reales.
Don Alfonso dando claro testimonio de su amor a la
justicia, mandaba sobre cada uno de estos puntos:
1.- Que los escribanos registraran el nombre del deudor y
del fiador.
2.- Que para evitar los fraudes denunciados, los alcaldes
hicieran pagar las deudas contraídas con un judío ante un
149
escribano que llevaba un registro, bajo pena de perder el
cristiano lo pagado y cien maravedíes el judío.
3.- Que judíos y cristianos tuvieran el mismo derecho de
apelación en todo litigio.
4.- Que ninguno podría ser encarcelado por deudas
contraídas impagas.
5.- Ambos tenían la obligación de comparecer ante los
alcaldes en los juicios mixtos por deudas.
El juramento que debían prestar los cristianos en los
tribunales era el mismo instituido por el rey don Jaime I en
Aragón, Cataluña y Valencia.
En cambio los judíos no debían hacer las vergonzosas
imprecaciones y maldiciones terribles que don Jaime les
había impuesto en el juramento.
Los judíos de todas partes y en especial de Burgos, cámara
y cabeza de Castilla, se quejaban ante el rey de los abusos
cometidos por los alcaldes a favor de los cristianos y en su
detrimento, en los pleitos mixtos.
Los alcaldes desconocían los privilegios otorgados a los
judíos por su padre don Fernando III y por el mismo rey
Alfonso el Sabio.
El rey emitió nuevas leyes para poner a los judíos al
abrigo de la parcialidad de los jueces y de las violencias de
los pueblos.
En 1256 don Alfonso decretaba que los judíos debían ser
considerados como cualquier otro vasallo de sus reinos:
“Judío es dicho aquel que cree et tiene la ley de Moysen,
segunt que suena la letra della, et que se circuncida et face
las otras cosas que manda esa su ley. Et tomó este nombre
del tribu de Judás (Judáh), que fue más noble et más
esforzado que todos los demás tribus: et demás avia otra
mejoria que de aquel tribu avien esleer (elegir) rey de los
judíos (Mesías); et otrosi en las batallas los de aquel tribu
ovieron siempre las primeras feridas”.
150
Dominado don Alfonso de la universal creencia mil veces
falsa de los cristianos respecto del deididio, declaraba: “Et
la razón porque la Eglesia et los Emperadores et los Reyes
et los otros príncipes sufrieron a los judíos vivir entre
cristianos, es esta: porque ellos viviesen en cautiverio para
siempre, et fuesse remembranza a los omes quellos vienen
del linaje de aquellos que crucificaron a Nuestro Señor
Jesucristo”.
En consecuencia de esta singular tolerancia, los judíos
debían vivir mansamente entre los cristianos, guardando
su ley sin blasfemar de la cristiana ni predicar contra ellas
para hacer prosélitos, so pena de muerte y confiscación de
bienes.
Debían retraerse en sus barrios y juderías los Viernes
Santos para no perturbar con su presencia los actos
penitenciales de los cristianos, imprudencia, a que
respondía el rey, con absoluta impunidad del daño y
deshonra que les sobrevinieran.
En cambio, adquirieron el derecho de ver respetadas sus
sinagogas con sus objetos de culto.
No podían pintarlas, arreglarlas o ensancharlas sin el
consentimiento expreso del rey.
Los judíos no podían ser molestados en sus fiestas ni los
sábados, sino en caso de robo, herida o muerte de
cristiano.
A los cristianos se les prohibía todo acto de violencia,
cualquiera fuese su razón y su derecho, sobre los judíos.
Los judíos quedaban obligados a comparecer ante el
alcalde en los pleitos mixtos.
Para que los reconociera fácilmente debían llevar en la
cabeza cierta señal, bajo la multa de diez maravedíes de
oro cada vez que fuesen hallados sin ella, redimiéndose los
insolventes a costa de diez azotes.

151
El rey se reservaba el derecho de exceptuar de esa
obligación a sus funcionarios judíos.
Esta vergonzosa disposición canónica había sido acordada
en 1215 en el Cuarto Concilio de Letrán, pero no fue
obedecida durante los reinados de Jaime I de Aragón, ni
de Fernando III de Castilla; se implementó por primera
vez en el reinado de Alfonso el Sabio, yerno de don Jaime
e hijo de don Fernando.
Ambas razas debían vivtir separadas. Estaban prohibidos
los matrimonios mixtos, ni podían vivir bajo el mismo
techo un judío con mujer cristiana, ni una nodriza cristiana
criar niños judíos, ni podían tener cristianos en la
servidumbre de sus casas.
Judíos y cristianos tenían prohibidos reunirse para comer
juntos, beber vino y convivir.
Un judío no podía bañarse con los cristianos.
Los cristianos no podían recibir medicinas hechas por
judíos, quienes si se podían recetarlas por consejo de algún
judío sabedor.
Todas estas prescripciones provocaban gran desconfianza
hacia los judíos.
Pero, lo sorprendente era que el mismo rey Sabio mostraba
una notable predilección por el consejo de los ilustres
rabinos, quienes bajo sus auspicios realizaban las más
altas empresas científicas inmortalizando su nombre.
El ayuntamiento carnal de un judío con una cristiana era
castigado con la pena de muerte.
El rey hacía la siguiente reflexión: si los cristianos
adúlteros que yacen con mujeres casadas merecen pena de
muerte, con mucha más razón los judíos que intiman con
mujeres cristianas que son espiritualmente esposas de
Nuestro Señor Jesucristo en virtud del bautismo que
recibieron en su nombre.

152
La virgen que intimaba con un judío perdía por ello la
mitad de sus bienes; si estaba casada era entregada al
marido para que la quemase o hiciera de ella a su placer; si
baldonada que la azoten todo públicamente y si reincidía,
pena de muerte.
El cristiano que renegara de su fe merecía pena de muerte.
Se les prohibía a los cristianos forzar a los judíos a
convertirse. Aunque si se los podía inducir con buenos
ejemplos y con las palabras de las “Sanctas Escirpturas”.
Si un judío quería convertirse era recibido honorablemente
recibiendo todos los derechos de los cristianos. Sus padres
no podían desheredarlos. Y si sus hermanos lo
despreciaban apedreándolo merecían la pena de muerte
siendo quemados.
Así, don Alfonso respetaba con rectitud la libertad de los
judíos en el ejercicio de su religión, y también defendía a
los que se convertían al cristianismo dándoles los mismos
derechos en las honras y oficios de la república.
Y no permitía que las creencias populares culparan a los
judíos de extrañas culpas y repugnantes atentados.
Había una leyenda popular que en la poesía erudita de la
primera mitad del siglo XIII atribuía a los judíos la
perpetración de ciertos crímenes cometidos en odio a
Jesucristo, cuya remembranza renovaban en ciertos días
solemnes cada año.
Gonzalo de Berceo fue el primer poeta docto que el
popularizó algunas falsedades oprobiosas contra los
judíos. En uno de sus poemas declama que los judíos,
ciegos a la luz de las Santas Escrituras y sordos a los
avisos de la verdad evangélica, mientras se celebraba en la
Catedral de Toledo, la fiesta de la Virgen de Agosto,
cometían en ese momento, el cruel sacrilegio de crucificar
de nuevo al Salvador.
Los dolores de la Santa Virgen María resonaban en los
corazones de los fieles congregados porque en ese
153
momento los judíos estaban cometiendo un acto de
impiedad y violencia contra Jesucristo.
Excitados por tales palabras, pueblo y clero se dirigieron
precipitadamente a la judería, y encontraron en la casa del
Rabí más honrado un gran cuerpo humano hecho de cera
imitando a Cristo crucificado con grandes clavos.
Entonces, eran exterminados cruelmente el Rabí y sus
cómplices. Terminaba el poema diciendo que cual hacían
tal les hicieron.
Obviamente, este suceso que formaba parte del imaginario
social es falso. En el poema no se especifica el año ni el
nombre del arzobispo que acusaba a los judíos de revivir
el hecho de la crucifixión.
De todos modos, la Historia revela que entre los años 1085
a 1252, los judíos de Toledo fueron víctimas de numerosos
atentados populares criminales. Hemos visto asimismo a
los cruzados de Ultrapuertos ultrajando en matanzas a los
judíos toledanos. A mediados del siglo XII Rabí Abraham
Abén David, Dior o Daud, fue degollado en una asonada
popular. Es probable que este hecho tenga alguna relación
con el poema de Berceo que se refiere al Rabí más
honrado.
El mismo rey Sabio había compuesto un poema en el que
se acusaba a los judíos de cometer los sacrilegios
enunciados más arriba según la tradición popular, con la
lamentable consecuencia del incremento de los odios
populares contra la raza proscripta.
El Rey Alfonso emitió una ley en la que si se hallaran
judíos festejando la remembranza de la crucifixión de
Jesús durante el Viernes Santo, éstos serían encarcelados,
juzgados y condenados a morir.
Por un lado amparaba a los judíos, pero por otro lado
atendía las imaginaciones del populares del vulgo,
ordenando la pena de muerte para tales sacrilegios para así

154
erradicarlos completamente y evitar el odio de los
cristianos.
Sin embargo, es imposible destruir un prejuicio sobre una
acusación falsa. Imposible evitar que los judíos
continuaran realizando un sacrilegio que nunca habían
hecho, ni en la realidad histórica de la crucifixión, toda
vez que esa acusación es mil veces falsas y fraudulenta, ni
en la supuesta remembranza de un hecho que jamás
existió.
Esto tiene la misma fuerza y el mismo valor de una
represión de fantasías parricida que esconden el odio al
Padre. Si amenazamos a quien posee esas fantasías de ser
castigado con la pena capital en caso de reincidir y
rememorar esos crueles hechos que nunca existieron en la
realidad material, obviamente, la fuerza de la represión
aumentará como así también aumentarán las fueras
inconscientes que con sobrada razón odiarán aún más al
Padre.
Y así, estas dos terribles fuerzas en conflicto permanente
serán descargadas sintomáticamente sobre algún tercero al
que se acusará de reunir en sí mismo ambos poderes
diabólicos: por un lado, el odio al padre y por el otro el
recuerdo y la culpa consiguiente por el crimen anhelado
jamás cometido pero si fantaseado.
En esto seguimos a Freud, quien demuestra ampliamente
que lo fantaseado y el hecho real actúan en el inconsciente
con el mismo rigor.
Y así, siendo la mayoría cristiana heredera del politeísmo
y del lenguaje romano y siendo el representante del
Imperio Romano el primer y directo responsable del
asesinato de Cristo, se entiende la transferencia de la culpa
achacada a los judíos, deslindando toda responsabilidad
sobre ellos mismos.
Así, la angustia que provocaría semejante reconocimiento
se transforma en cruel agresión descargada violentamente

155
hacia fuera, en una verdadera proyección delirante de los
hechos sobre el inocente pueblo hebreo.
Hacemos la aclaración que después de muchos siglos de
legislación, el Sanedrín compuesto por 71 sabios hebreos,
emitió una sola sentencia de muerte, y el pueblo judío
calificó a este Sanedrín asesino.
La pena de muerte según la legislación hebrea puede
aplicarse con asfixia, apedreamiento, espada, pero nunca
jamás, se permitió la crucifixión.
Y los testimonios sobre la inocencia del pueblo hebreo en
el asesinato de Jesús poseen tal rigor histórico que el
actual Pontífice Juan Pablo II, ha pedido disculpas al
pueblo judío calificando de error histórico semejantes
acusaciones.
En conclusión, el rey no podía erradicar de las costumbres
y prácticas judías actos que nunca cometieron y que
solamente existieron en la imaginación popular.
Luego de la aclaración expresa del Sumo Pontífice aún se
siguen enseñando en diversos catecismos de las más
variadas latitudes, el desprecio hacia los mal supuestos
deicidas. (Al decir de Einstein: “triste época la nuestra, es
más fácil destruir un átomo que un prejuicio”).
Una de las falsas acusaciones más eficaces y desastrosas
fue la de la crucifixión de niños inocentes, implicación que
justificaba el fanatismo y la intolerancia del pueblo
cristiano contra los judíos.
Los judíos de Córdoba pagaban el diezmo a la Iglesia
catedral. En Sevilla los diezmos de los judíos eran
compartidos entre el arzobispo, su dean y el cabildo.
En 1270 el rey donó a Santa María de Burgos ciertos
vasallos hebreos.
Las rentas de la corona eran administradas por los hebreos.
También en sus manos estaba la administración y
provisión del ejército.
156
Los judíos se granjearon el odio de quienes eran obligados
a pagar sus impuestos. De este modo, acrecentando la
riqueza personal y la del reino, amentaba el odio popular
cristiano.
En 1272 los judíos de Murcia obtuvieron los mismos
privilegios e inmunidades de Toledo y Sevilla. Se
respetaba la libertad interior y personal igualando los
derechos de los judíos y los cristianos.
El rey Alfonso imponía el apartamiento de los judíos a
quienes de les permitió vivir en los barrios que habían
poblado originariamente.
En 1275 el rey dictaminó nuevas leyes en defensa de los
pobladores (judíos y cristianos) contra los abusos del
poder feudal.
Los judíos lograron que se les impusieran jueces propios
bajo la autoridad de los rabinos de Burgos.
El abad era la máxima autoridad y recibía diezmos de los
judíos.
El abad nombraba al jefe supremo de los judíos.
Las rentas públicas eran administradas por los sabios
hebreos.
Don Zag o Isahak de Maleha gozaba de la plena confianza
del rey y manejaba el tesoro de la corona.
En 1257 el rey le confió la administración y provisión del
ejército que luchaba para someter definitivamente a su
vasallo de Niebla, Aben-Nathfot.
En 1276 el arrendamiento del ganado del reino estaba en
manos de dos judíos y un cristiano: don Zag, Roy
Fernandez y Abraham Aben-Xuxem.
Cada uno debía pagar la suma de 24.000 maravedíes de
oro al rey.
Don Zag pudo recaudar mayores fondos de las multas por
fraudes que de los impuestos.
157
Entre los multados figuraban: los caballeros de la hueste
de 1257, los que tomaron las ayudas de costas y se
quedaron en sus casas, los que hicieron alarde con caballos
y armas prestados, los que sacaron partido de los concejos,
los que cobraban impuestos contra la ley, los que vendían
fraudulentamente las alcaldías, los alcaldes que se
quedaban con dinero ilegítimo, los que moraban en
territorios pertenecientes a la corona sin pagar impuestos,
los que usurpaban los beneficios de las catedrales, los que
vendían sal a mayor precios, lo que talaban árboles de los
montes o metían en ellos su ganado, etc.
Así, los judíos que administraban las rentas del Estado
debían pesquisar las faltas, ilegalidades y fraudes de los
cristianos.
Los arrendadores hebreos a veces solicitaban el apoyo de
oficiales reales para imponer justicia ganándose el odio
popular cristiano.
Sirviendo a la corona acrecentaban su riqueza y el odio de
la muchedumbre cristiana.
Y por otro lado, tampoco cultivaron de este modo el
aprecio de los poderosos.
En 1289 en medio de gran prosperidad e incalculables
riquezas, don Zag sufrió un final desastroso.
Don Zag estaba al frente de los recaudadores de las rentas
públicas.
El rey Alfonso el Sabio asediaba por mar y por tierra la
ciudad de Algeciras que estaba a punto de rendirse en
cualquier momento.
Solicitó a Don Zag que le enviara todos los fondos
disponibles para que nada faltar al ejército.
Sin embargo, al mismo tiempo, el hijo del rey, don
Sancho, pedía al judío Zag que le enviara dinero a su
madre doña Violante, para un viaje que había hecho con él
desde Aragón.
158
Don Alfonso iracundo y lleno de ira, como consecuencia
de su deslealtad y falta de respeto, encerró al don Zag y a
todos los recaudadores judíos en estrechos calabozos.
En otoño regresó su hijo don Sancho a Sevilla después de
vencer a los moros granadinos.
Y en vez de recibir el reconocimiento paterno frente a sus
logros militares, presenció un humillante espectáculo que
ofendía su hidalguía y juvenil arrogancia.
Don Alfonso había dispuesto que llevasen al convento de
San Francisco, donde se hospedaba su hijo, al desdichado
don Zag.
Don Zag fue atado y arrastrado de un caballo hasta morir
despedazado frente la mirada de don Sancho. Así pagaba
su desobedecimiento a la orden del rey.
Don Sancho quiso salir en defensa del judío, más sus
compañeros se lo impidieron.
Este fue el comienzo de una triste querella entre padre e
hijo que iría acrecentándose cada vez más.
Don Sancho quedó ofendido por el inhumano e ilegal
suplicio de don Zag.
Alfonso se entrevistó con el rey Felipe III de Francia, para
buscar la forma de no dejar a si muerte desheredados a sus
nietos los Cerdas.
Ya sea por falta de dinero o para desafiar el enojo de su
hijo, el rey Alfonso, contradiciendo su antigua política en
defensa de los derechos de los judíos, ordenó encerrar a
todos los judíos de León y Castilla dentro de las sinagogas
en determinado sábado, imponiéndoles el arbitrario pago
de 12.000 maravedíes de oro, y una multa diaria de 12.000
maravedíes por cada día que se tardaran en realizar el
pago.
Un rey que se jactaba de sabio, ilustrado y justo, que había
dado protección a los hebreos, utilizando su ciencia, su
inteligencia y sus servicios, en sus últimos años desplegó
159
una injusticia inaudita e inesperada, ciego de enojo y
sediento de venganza.
Cuatro años después, su hermano el infante don Manuel,
lo condenó en las cortes de León de Castilla en Villadolid.
Desheredado por su propio hijo don Sancho, abandonado
por sus próceres y prelados, moría el rey Alfonso sin que
nadie lo llorara ni acompañara en sus últimos momentos.
Si no fuera por sus postreras tropelías, el pueblo hebreo no
lo hubiera abandonado en sus conflictos ni hubiera dejado
de llorar con duelo profundo y verdadero, su lastimosa
muerte.
De todos modos, la política del rey Alfonso había sido
favorable a la prosperidad del pueblo hebreo, por más que
en un momento de ofuscación y de ira aspirase a borrar de
un plumazo tantos años de tolerancia y protección de la
raza proscripta.
Grandes avances científico, astronómicos y filosóficos
realizaron los judíos en su reinado.
Las Académias Talmúdicas de Córdoba, Lucena, Sevilla y
Toledo llegaron al máximo esplendor.
Había logrado establecer un solo derecho a todos sus
vasallos, legitimando la existencia de los hebreos en el
territorio español.
Sin embargo, a la raza hebrea le esperaban nuevos y muy
duros conflictos, que pondrían en jaque las notables y
difíciles conquistas realizadas con tanto trabajo,
inteligencia y perseverancia durante tantos años.
El doble esfuerzo de Jaime I de Aragón y de Alfonso X de
Castilla, imponía un nuevo orden social al finalizar el siglo
XIII en el que se respetaba la seguridad legal de los judíos,
como vasallos de ambos reinos.
En el siguiente libro investigaremos la situación del
pueblo hebreo en España durante el siglo XIV.

160
ÍNDICE
LIBRO PRIMERO

PRÓLOGO Y AGRADECIMIENTOS..... 8

INTRODUCCIÓN..... 8

CAPÍTULO I
LLEGADA DE LOS JUDÍOS A ESPAÑA (.... A 300 D. E. C.)... 18

CAPÍTULO II
LOS JUDÍOS DURANTE LA INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS
Y BAJO LA MONARQUÍA VISIGODA (301 A 711)...... 21

161
CAPÍTULO III
LOS JUDÍOS BAJO EL CALIFATO DE CÓRDOBA (711 A
1002)..... 26

CAPÍTULO IV
LOS JUDÍOS BAJO LOS REYES CRISTIANOS Y LOS
EMPERADORES DE ESPAÑA (711 A 1147)..... 36

CAPÍTULO V
LOS JUDÍOS BAJO LOS REYES DE TAIFA (1002 A 1086)..... 45

CAPÍTULO VI
LOS JUDÍOS BAJO LOS CONDES DE BARCELONA Y LOS
REYES DE NAVARRA Y PORTUGAL(718-1150 / 1125-1248) 57

CAPÍTULO VII
LOS JUDÍOS BAJO LA DOMINACIÓN DE ALMORAVIDES Y
ALMOHADES (1086 A 1248)..... 70

CAPÍTULO VIII
LOS JUDÍOS BAJO LOS REYES DE LEÓN Y DE CASTILLA
(1157 A 1252)...... 86

CAPÍTULO IX
JUDÍOS DE ARAGÓN: REINADO DE JAIME I (1150- 1276) 98

CAPÍTULO X
LOS JUDÍOS BAJO EL REINADO DE ALFONSO EL SABIO
(1252 A 1284)..... 112

162
163
HISTORIA
SOCIAL, POLÍTICA Y RELIGIOSA
DE
LOS JUDÍOS
DE ESPAÑA Y PORTUGAL

Sergio Rubén Maslatón

164
TOMO I

EDICIONES ÉTICA

HISTORIA SOCIAL, POLÍTICA Y RELIGIOSA DE


LOS JUDÍOS DE ESPAÑA Y PORTUGAL
(1284 a 1420)
Durante los siglos anteriores y principalmente en el siglo
XIII el pueblo de Israel logró en España el más alto
florecimiento intelectual, en riqueza y poderío en el
Estado.

Premio Príncipe de Asturias para la Concordia


Este premio será concedido a la persona, grupo o
institución de cualquier país del mundo cuyo trabajo haya
contribuido, de una manera ejemplar y significativa, a la
superación de fronteras nacionales, a la hermandad entre
los hombres, a la lucha contra la injusticia, la pobreza, la
enfermedad o la ignorancia, a la defensa del patrimonio de
la humanidad o al descubrimiento de nuevos campos de
conocimiento.
Reunido en Oviedo, el día 1 de junio de 1990,
el Jurado correspondiente al «Premio de la
Concordia, 1990», integrado por D. Juan
165
Abelló, D. Plácido Arango, D. Adolfo Barthe
Aza, D. Joaquín Bertrán, D. Jaime Carvajal, D.
José Celma, D. José Cosmen Adelaida, D. Juan
Cueto, D. José María Entrecanales, D. Rafael
Fernández Álvarez, D. Ángel Fernández
Noriega, D. José Ferrer Salat, D. Juan S.
López Arranz, D. Teodoro López-Cuesta, D.
Antonio Masip, D. Rafael del Pino, D. José
Antonio Rumeu, D. José Ángel Sánchez Asiaín,
D. Fernando de Ybarra, presidido por D. Pedro
de Silva y actuando de secretario D. José
Antonio Caicoya, acordó conceder dicho
galardón a las Comunidades Sefardíes
dispersas por todo el mundo, parte entrañable
de la gran familia hispánica, que salieron de la
Península Ibérica hace quinientos años con las
llaves de sus casas en las manos. Lejos de su
tierra, los sefardíes se convirtieron en una
España itinerante, que ha conservado con
inigualable celo el legado cultural y lingüístico
de sus antepasados. Después de cinco siglos
de alejamiento, este Premio quiere contribuir
al proceso de concordia ya iniciado, que
convoca a esas comunidades al reencuentro
con sus orígenes, abriéndoles para siempre las
puertas de su antiguo país.

Biografía

Se conoce como sefardíes a los judíos que,


después de vivir durante varios siglos en
España, fueron expulsados por los Reyes
Católicos en 1492 a instancias de la
Inquisición. Fueron más de cien mil personas
que, hace ya quinientos años, hubieron de
166
abandonar la Península Ibérica por profesar
una religión distinta a la dominante en la
época.
En un primer momento, y con la esperanza de
un pronto regreso a su patria, los sefardíes se
instalaron en Portugal, en el norte de África y
en otros países próximos. Cuando el retorno
fue ya imposible, los sefardíes se diseminaron
por todo el mundo, formando importantes
comunidades en Italia, en los Países Bajos, en
el Imperio Turco, etc.
Muchos de los descendientes de aquellos
judíos expulsados de España conservan aún
hoy, cinco siglos después, las costumbres, las
tradiciones y la propia lengua de sus
antepasados. El judeo-español, idioma de los
sefardíes, es básicamente el castellano
antiguo –previo a la importante evolución
fonética y gramatical del Siglo de Oro–,
mezclado con términos hebreos y de otras
lenguas.
En sentido estricto, son sefardíes únicamente
los judíos españoles expulsados de la
Península en el siglo XV, con expresa
exclusión de askenazíes –tronco étnico del
judaísmo de diferente origen– y judíos de
otras ramas, y que además hayan conservado
los rasgos culturales hispánicos, muy en
particular la lengua judeo-española.
Después de una primera etapa,
inmediatamente posterior a la expulsión de la
Península, en la que los judíos españoles
buscaron un nuevo lugar de asentamiento,
durante los siglos XVIII y XIX las comunidades
sefardíes vivieron un período de relativa
estabilidad, hasta que en el siglo XX se
167
produce un nuevo movimiento migratorio
hacia países más jóvenes. Hoy, las grandes
comunidades sefardíes no se encuentran ya
en Marruecos ni en el Oriente Mediterráneo,
sino en Estados Unidos, Hispanoamérica o
Israel.
Desde el siglo XVI al XVIII las traducciones de
la Biblia al español, prohibidas en la Península
por la Inquisición, estuvieron casi
exclusivamente a cargo de los judíos
expulsados.
La más antigua de ellas es el «Pentateuco de
Constantinopla», editado en 1547. Otra de las
más famosas, la «Biblia de Ferrara», fue
publicada en 1553 con caracteres latinos.
La literatura sefardí ha producido obras tan
importantes como el «Me'am Lo'ez»,
comentario pormenorizado de los libros de la
Biblia en forma de enciclopedia, las coplas, el
refranero, el cuento popular o el romancero.
Es también muy conocido el «Cancionero
tradicional sefardí», y se siguen publicando en
nuestros días, en Estambul, Tel Aviv y
Jerusalén, periódicos y revistas escritos en
judeo-español. La emisora de radio «Kol
Israel» continúa emitiendo desde Jerusalén
programas en lengua sefardí.
En España, existe un importante centro de
estudios sefardíes en el Instituto Arias
Montano, dependiente del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, así como un
Museo Sefardí ubicado en la conocida
Sinagoga del Tránsito, en Toledo.

168
Con motivo del quinto centenario de la
expulsión de los judíos de España, que se
cumplió en 1992, se celebraron distintas
conmemoraciones por iniciativa pública
(Grupo Sefarad 92, integrado en la Comisión
del Quinto Centenario) y privada (Comité
Internacional Judío para Sefarad 92).
Fuente: Fundación Príncipe de Asturias.

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