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DOCENTE
ISBN
978-956-9645-33-4
DISEÑO, DIAGRAMACIÓN Y PORTADA
Kim López Pizarro
FOTOGRAFÍAS
John Uberuaga y David Godoy
Registros Independientes Valparaíso
AMÉRICA EN MOVIMIENTO EDICIONES
Colección Política en Movimiento
Blanco #1065, Valparaíso | Chile
www.americaenmovimiento.cl
Derechos exclusivos reservados para todos los países. Ninguna parte de este libro, incluída su portada,
puede ser reproducida, almacenada o transmitida a través de cualquier medio, sin la expresa autorización
del autor y de América en Movimiento Ediciones. Se autoriza citarlo indicando la fuente.
VALPARAÍSO | CHILE
Arriba profes de Chile
De la precarización neoliberal a la
reorganización docente
Luis Eduardo González
CONTENIDO
Un profesor y una pizarra siempre suponen una tiza que en algún momento
fijará un límite, una frontera, una línea que divida el mundo en dos. Esa línea
muchas veces es un concepto que nos cuesta ver en la realidad. Pero a veces es
una realidad que nos cuesta ver en concepto. Recuerde esta escena por todo el
prólogo.
La educación es siempre lo que somos y lo que queremos ser. Lo que
buscamos y el modo en que lo hacemos hablará por siempre de lo que fuimos.
Nuestro país deberá darle explicaciones a su propio futuro cuando vea la obra
educativa hecha o desecha. En medio de estas premisas, late un gremio puesto
de pie en medio de las presiones para que esté de rodillas. Y en medio de esa
resistencia surge esta obra para salir de las rodillas y ponerse al fin de pie. Hoy
la educación es la batalla final para algunos (los neoliberales), mientras que
para otros es la posibilidad de que haya un nuevo comienzo. Todo eso está en
juego. Y esta obra nace a sabiendas de ello.
En arena de lucha de dos visiones de la sociedad se transformó la educación
el año 2011. El escenario entonces quedó intensamente definido: quienes creen
en el mercado y lo privado, versus quienes creen en el Estado y lo público. No
es que haya acontecido en 2011. Una suma de hechos anteriores dieron la matriz
para que esa clara definición se hiciera carne en la dualidad “lucro/gratuidad”,
donde los estudiantes y el conjunto de actores que se sumaron obtuvieron la
victoria más importante para iniciar un camino de instauración de un nuevo
proyecto de sociedad: la conquista del sentido común. Los chilenos
denunciaron el lucro y con ello cuestionaron las bases culturales del modelo, al
tiempo que instalaron la sospecha sobre la escena del consumo y sobre las
grandes empresas; cuestión que ha levantado denuncias a empresarios y una
serie de casos de corrupción de las más vergonzosas implicaciones para un país
que se dice en proceso de modernización. Lo cierto es que, luego de un proceso
de organización social en el área de la educación, durante largos 20 años de
transición, el año 2011 un conjunto de actores dividieron las aguas y
pronunciaron la gratuidad, los derechos sociales y la necesidad de un giro
copernicano en relación al modelo de sociedad. Fueron años de configuración a
nivel estudiantil, de construcción de un repertorio de actores, proceso basado
tanto en la solidaridad como en el conflicto interno. Pero esa articulación
material y luego conceptual dio sus frutos. La educación salió de las salas de
clases. Se dejó de decir que los profesores tenían la culpa. Se dejó de pensar en
la educación como una inversión o un bien de consumo. La Iglesia no pudo
entrar en el debate. Fue tan sorprendente porque fue tan simple: una línea
divisoria separaba los que creían en el lucro y los que creían en la gratuidad. De
rodillas (sí, de rodillas) los actores privados pedían clemencia (sí, nada más que
clemencia, esto es, seguir existiendo) cuando veían cómo el rostro indignado de
los chilenos (no solo los estudiantes) les miraban, ya no con sospecha, sino con
la rabia del engaño, de la estafa. El rector de la Universidad de las Américas
llegó a decir en una columna en La Segunda que sería bueno que se les diera
financiamiento a las universidades estatales, pues efectivamente se les había
dejado a su suerte, para que los estudiantes de esas casas de estudio se
olvidaran de las privadas. Cuando estalló el caso de la Universidad del Mar,
escandaloso, inaceptable, parecía que muchas universidades caerían junto a
ella. Incluso el modelo selectivo de nuestra educación fue impugnado y el
Instituto Nacional, cuyos estudiantes confundidos no se habían dado cuenta
que ellos también eran parte del modelo, enfrentó las dificultades que implicaba
esta nueva gran división del mundo. La educación, si iba a ser derecho, lo sería
hasta que duela.
En el pizarrón de la sociedad, entonces, se había marcado una distinción, se
había hecho una línea divisoria entre lo que era reprobable y lo que era
deseable, entre la pesadilla y el sueño. La lucha por la educación tuvo por fin su
claridad. Lo hicieron sobre todo los estudiantes, pero detrás de cada estudiante
están sus maestros, está una tradición vigorosa basada en la rutina.
El Colegio de Profesores, en todo este ciclo que va desde el inicio de la
transición hasta la movilización de 2011, fue un actor con clara identidad en la
resistencia contra el modelo educacional instaurado en dictadura. Su influencia
fue variable y su impacto dispar. Muchas veces impidió que la profundización
del modelo se consumara. Desde una posición muy difícil para hacer algo más
que dar una señal de fortaleza moral, el Colegio de Profesores logró ser un
actor social en una era donde los actores sociales eran eliminados de la escena,
sin la brutalidad de la dictadura, pero con semejante eficacia. El año 2011 el
Colegio de Profesores cumplió un rol. Desde él emanaron propuestas para
reformar la educación y sus distintos actores internos trabajaron codo a codo
con el estudiantado. Es cierto, en todo caso, que la intensidad de la acción de su
directiva no estuvo a la altura del momento histórico. Pero también es cierto
que, en la división de las aguas producida en 2011, los profesores tenían claro
dónde estar.
Hoy cuando escribo estas palabras, en agosto del año 2015, a cuatro años del
momento más intenso de la movilización social de la postdictadura; la situación
es muy diferente. Si la arena de disputa estaba clara en 2011, si el mundo se
dividía en dos bandos; hoy impera la confusión. La Nueva Mayoría construyó
un escenario incomprensible. Mientras la Concertación había participado (a
veces gustosa, a veces atormentada) del modelo educativo neoliberal, la Nueva
Mayoría decidió situarse en las antípodas, pero sin interés en dar lucha alguna
por esa causa y sin interés por producir un giro radical en el modo de hacer las
políticas públicas. Es decir, se situó en un lugar inexistente. Pero era una fuerza
política importante y, por ello, cuando empezamos a habitar ese lugar
inexistente, con discurso de derechos sociales y mercado subvencionado por el
otro, las arenas de lucha se multiplicaron. Ya no fue más lucro versus
gratuidad, ya no fue mercado contra Estado, ya no fue bien de consumo contra
derecho social. La decisión fue que, ante toda disyuntiva, se hicieran ambas
cosas en proporciones variables. Y en esas proporciones variables, esto es, en
definirlas, comenzaron los conflictos en forma de pequeñas guerrillas, cada uno
defendiendo su pequeño sitio. Y el gobierno, que se creía administrando el
conflicto, solo lo multiplicaba. La Concertación siempre tuvo la balanza
desequilibrada y esa era su fortaleza política, pero también el fundamento de su
traición a los sectores de izquierda: todos sabían que unos tenían que hacer el
papel de flagelantes. La Nueva Mayoría intentó equilibrar los poderes y nunca
definir la ruta con un sector como claro ganador. No obstante, el discurso era
el reformismo y los cambios estructurales. Pero en la práctica, la tibieza, la falta
de convicción y/o el miedo se transformaron en una oferta completamente
diferente: había que llegar a acuerdo con los defensores del modelo para
cambiar de modelo. Y como se puede usted imaginar, los defensores del modelo
hicieron lo que tenían que hacer: no estar de acuerdo con cambiarlo. En la
lógica de dar algo por aquí y otra cosa por allá que el gobierno impuso, para
regar de dones un mundo cada vez menos cálido, se fueron abriendo cientos de
temas. Y con cada tema, una nueva disputa, una nueva arena de lucha. El
ministro de Educación, que no creía intelectualmente en las reformas que
impulsaba y solo pensaba en las posibilidades políticas que le procuraban, se
lanzó con un discurso que hiciera parecer a las reformas más intensas de lo que
eran. Su discurso era amenazante, sus acciones timoratas y sus recursos
políticos mínimos. El cóctel era perfecto para que la derecha y los actores
privados de la educación, donde además está la Iglesia, atacaran la reforma con
éxito.
Diversas islas aparecieron en nuestro pizarrón. Fueron muchos los que,
borrador en mano, atacaron la línea divisoria y los conceptos que la
procuraban. Y fuimos también muchos los que no supimos defender esa línea
suficientemente.
¿Y el Colegio de Profesores? En medio de la confusión, el Colegio de
Profesores quedó parado al medio, en un intersticio inexistente en la política.
Venía de haber luchado años contra el modelo neoliberal. Las reformas eran
una posibilidad de cambiarlo. Pero las reformas resultaron ser ambiguas: sus
proyectos (a veces meras ideas) en parte rescataban las demandas históricas,
pero en parte profundizaban el modelo. En cualquier caso, las reformas no
cambiaban la lógica de subsidio a la demanda ni eliminaban el mercado. ¿El
Colegio de Profesores podía apoyar esas reformas, si su historia era luchar
contra la obra de la dictadura en educación? El Colegio de Profesores dijo “no”.
No era posible apoyar un ciclo de reformas débiles, que daban un nuevo aire al
modelo. Pero la directiva del Colegio de Profesores no repitió ese “no” con
claridad. Dijo a veces ‘sí’ y otras veces ‘no’. Y cuando negó, añadió siempre un
‘pero’. Y fue así como el paro de profesores de 2015 era defendido por un
Presidente del Colegio de Profesores, Jaime Gajardo, que insistía cada semana
en la necesidad de bajarlo y que prácticamente se disculpaba por la insistencia
de su gremio. Fue así como se articuló una movilización tan intensa y exitosa en
consistencia, como disociada de un clima político, pues al mismo tiempo que
esta lucha se realizaba por todo Chile, el discurso de restauración hacía
avances importantes para olvidar, como si fuera la obra de una borrachera, la
cuestión social emergente desde 2011. Los profesores pararon por el proyecto
de carrera docente presentado por el gobierno. La carrera docente era una
demanda histórica del gremio, pero el proyecto tenía en su espíritu ese germen
de liberalismo económico que ha acompañado todas las políticas públicas en
Chile durante décadas. La ironía, frente a la opinión pública, es que los
profesores estaban en paro por un proyecto que decía relación con una
demanda histórica. La confusión volvió a cubrir la línea divisoria que tantos
años había costado construir. Hoy esta publicación emerge para retomar la
ruta de clarificación. Dos paradigmas luchan en la historia de nuestra
educación, dos paradigmas y no hay más. Uno de ellos es el de la educación
como derecho, basado en la oferta pública y en un subsidio a las instituciones.
El otro es la libertad de enseñanza, concepto creado por la Iglesia en la batalla
educativa de hace un siglo para permitir entrar en competencia con el Estado
desde una oferta cristiana. Ante el temor a la hegemonía estatal, la Iglesia se
alineó con la idea de los liberales económicos para sostener su derecho a
ofertar educación. El neoliberalismo fue en esta puerta entreabierta
(minoritaria históricamente) la oportunidad para configurar un nuevo
escenario. Y, literalmente, abrieron esa puerta con violencia y la religión fue la
cubierta moral de un objeto mucho más sencillo que avanzaba en sus entrañas:
la educación de mercado. Lo que la Iglesia no pudo (destruir la educación
pública) lo logró la dictadura y el neoliberalismo. Y frente a ese escenario es
que la resistencia que este libro reivindica, se sitúa no solo como una denuncia,
sino un llamado tanto a la dignidad como a la fortaleza. No es la hora de
sentirse moralmente superiores en medio de un mundo miserable. Es la hora de
sacar este mundo de su miseria. La obra sale a jugar para apoyar la
delimitación clara de esa línea divisoria entre el derecho y el mercado, entre la
dignidad y el abuso, entre la orientación pública y el goce privatizador. “Arriba
profes de Chile. De la precarización neoliberal a la reorganización docente” es un
llamado a la dignidad del estamento más vilipendiado de nuestra historia
reciente. Mientras otros estamentos gozaron de granjerías (militares,
sacerdotes, por ejemplo) los profesores fueron convertidos en los culpables de
los resultados de un modelo educativo fracasado del cual los docentes fueron
víctimas. Su grito ha sido tan agudo como insuficiente. El estruendoso mundo
neoliberal convierte en conflicto la sala de clases, con el fantasma del
consumidor educativo que desea el mejor servicio para su hijo y solo para su
hijo. Este libro dice que estamos lejos, que estamos mal. Pero dice que hay
esperanza, que se puede buscar en ese lugar irreductible para los modelos de
sociedad que vulneran los mínimos principios de la humanidad: la dignidad.
La obra de Luis Eduardo González es una reflexión intelectual para aclarar
nuestra mirada en medio de la bruma. El autor quiere delimitar nuevamente la
frontera. Quiere tomar la tiza en sus manos y, en ayuda de tantos, marcar
indeleblemente la línea divisoria entre la humanidad y el consumo, entre la
educación y la capacitación, entre el derecho y el negocio. No tiene
pretensiones iluministas, pero sí se trata de resolver la confusión imperante y
de convocar a los profesores de Chile a retomar sus propios triunfos, su propia
historia, su incansable dignidad. El autor nos compromete y convoca. Sabe que
en el alma de todo chileno se esconde el germen de la empatía con los
profesores que han procurado su propia evolución, sabe que nadie puede ser
tan ciego ni desagradecido para no ver, por un instante, la importancia de los
actores que conducen la educación. Como el autor cree en esa opción (al
menos, creo yo que él lo cree) es que se hace natural convocar a una reflexión
sobre el futuro, una reflexión social y humanista donde los profesores puedan
cumplir su rol en toda reforma educativa, no como grupo de interés, sino como
voz de una experiencia histórica.
Las implicaciones que el análisis de esta obra supone dependen de cada
lector. La fortaleza de la respuesta que se desprenda de ese análisis es, en
cualquier caso, insustituible. Los profesores han dado una batalla valiente, aun
cuando su estrategia ha sido débil. Escasamente sus demandas son
comprensibles para esos otros actores que han devenido en consumidores. La
experiencia docente no parece traspasar las fronteras para generar un diálogo
justo en la sociedad. Hay mucho camino por recorrer, muchas ideas que pulir,
mucho trabajo que realizar. En cualquier caso, la historia ha mostrado un
intersticio para quienes quieren construir un destino distinto. Y es hora de
aprovechar esa ventana de la historia. En caso contrario, ya no tendremos
derecho al lamento, pues la oportunidad está en nuestras manos. Nos han
pasado la tiza. La Historia la ha puesto en nuestras manos. Y de nosotros
depende que nadie más intervenga donde no debe, que nadie más defina lo que
no le importa. El pizarrón está lleno de manchas y confusiones. Pero no nos
han sacado del pizarrón ni podrán hacerlo.
ALBERTO MAYOL
Santiago, Agosto 2015
PRÓLOGO DE FUNDACIÓN SOL
FUNDACIÓN SOL
INTRODUCCIÓN
Este libro aparece en momentos que Chile atraviesa por una coyuntura de
gran envergadura en lo que respecta al sistema educativo y los docentes. De
esas coyunturas que convulsionan la sociedad e impulsan apasionados debates.
De esas coyunturas que en definitiva, abren la posibilidad de reorientar la
brújula del devenir de los países.
Es la preocupación por la educación, aquella a la que el filósofo John Dewey
le asignara la función de la renovación cultural de la sociedad, la que hoy
remece la conciencia de cientos y miles de compatriotas.
Pero esta preocupación no es nueva. Ya desde el inicio de la década de los 90
se comenzó a subrayar a nivel internacional, la importancia de la educación y
del rol docente para el desarrollo de los países.1
Chile, como es de suponer, no ha estado ajeno a esta creciente inquietud.
Asumiendo conclusiones de estudios internacionales más que desarrollando
investigación educativa que analice nuestra realidad, se instaló en el país la idea
según la cual la deficiente calidad del sistema escolar se explica en gran medida
por la ausencia de docentes eficientes.
Lo interesante de este fenómeno radica en que se inserta en un proceso
universal de creciente mercantilización de todas las esferas de la vida. La
privatización y búsqueda obsesiva de ganancias se han trasladado a espacios
otrora impensados, no escapando a esta lógica ni siquiera la educación.
Son el endeudamiento de las familias, el arribismo por ostentar el título de
un hijo que estudia en una escuela con un pomposo nombre inglés y un
uniforme distintivo, la deserción escolar, la falta de participación en la esfera
pública, la segregación y un “sistema estructurado conscientemente por clases
sociales” como lo definiese la misma OCDE (2004), algunos de los logros
concretos de los que puede jactarse la educación de mercado en Chile.
A lo anterior cabe agregar la inaudita y asombrosa situación a la cual se nos
ha llevado en tanto docentes como consecuencia directa de la aplicación de
políticas de mercado. Es que no solo ha bastado con abrir nuevos nichos de
negocios en educación, sino que también se ha regulado nuestro ejercicio en
coherencia con esta ideología totalitaria.
Ocultando muy bien la bancarrota estructural de la educación de mercado,
el neoliberalismo y los gobiernos que lo han administrado –desde la dictadura
hasta la Nueva Mayoría– nos han responsabilizado, a los docentes, de la crisis
de la educación. A tal punto se ha promovido nuestro descrédito que incluso
hemos sido víctimas de violencia física y verbal, cuestión nunca antes vista en
la historia de la profesión docente en Chile.
El doble discurso promovido por la elite gobernante no tiene límites: junto
con desacreditarnos, nos atribuye cierto rol salvífico. Se nos dice que de
nosotros depende “sacar adelante a los estudiantes que quieren ser alguien en
la vida”, desvaneciéndose de esta forma toda responsabilidad social y estatal.
En la actualidad existe una serie de dispositivos que prescriben y constriñen
cada paso de la labor docente. Este llamado agobio –explotación– al cual se nos
somete hace extremadamente difícil imaginar otros discursos y prácticas.
El libro que el lector tiene en sus manos, se mueve en esos recovecos que
como maestros críticos escudriñamos y mantenemos en cada espacio que
poseemos. Intenta en definitiva, bosquejar un lenguaje de la posibilidad; de
aquello que podemos y debemos imaginar y crear colectivamente, tanto dentro
como fuera del aula.
Situado en las antípodas de aquellos que promueven la educación de
mercado, Arriba profes de Chile: de la precarización neoliberal a la reorganización
docente, recoge las miradas y propuestas del Movimiento por la Unidad Docente
(MUD), organización que surge en el año 2012 con el fin de darle voz a los
profesores y trabajadores de la educación.
La fundación del MUD se sustenta en la necesidad de contribuir a la
conformación del más amplio movimiento de trabajadores de la educación
articulado en un profesorado crítico, tanto de la educación de mercado, como
de las fuerzas políticas tradicionales que han ido enraizando y mantenido el
actual sistema capitalista-neoliberal, y a su vez han copado los espacios de
representación de los profesores y profesoras de Chile.
Como organización consideramos nuestra labor y nuestro rol en la sociedad
como pilares fundamentales en la construcción diaria de la historia del pueblo
chileno. Creemos en la fuerza, la capacidad humana e intelectual del
profesorado para poder levantar un paradigma pedagógico propio, superando
la vieja escuela de copiar modelos lejanos a nuestra realidad. Sostenemos con
fuerza, también, la idea según la cual los procesos de cambio que la educación
de nuestro país necesita, no pasan por dotar de mayores atribuciones a
directores y sostenedores, precarizando aún más nuestro trabajo. Sabemos que
pasan en medida importante por mejorar las condiciones de trabajo a las cuales
nos vemos enfrentados a diario. Aun conociendo en profundidad el conjunto de
derrotas político-laborales que hemos sufrido como grupo social en los últimos
años, tenemos la confianza de que podremos revertir esta situación, no solo por
nosotros, sino por el futuro de nuestra patria y la educación de nuestro hijos.
En la Primera y Segunda Parte de este libro, se establece una caracterización
general del origen y desarrollo de la educación de mercado en Chile y cómo
esta ha impactado el ejercicio docente. Tal caracterización se acompaña de una
descripción sobre la redefinición de la escuela y del rol docente promovida por
el capitalismo imperialista, siendo este el telón de fondo de los dramas
vivenciados en Chile. Se finaliza con la exposición de la doctrina de Milton
Friedman, inspiración ideológica del sistema escolar vigente en nuestro país.
Asimismo, se establece una crítica a esta visión y se refuta la tesis que le asigna
responsabilidad exclusiva a los docentes en la calidad de la educación.
En la Tercera parte y Epilogo se da paso a nuestras miradas. Se presenta el
fundamento teórico político y pedagógico que desde el MUD asumimos, así
como también la propuesta de organización a construir y nuestras demandas
esenciales para debatir en el momento en que el gobierno de la Nueva Mayoría
promueve una Reforma Educacional.
En relación al primer punto, nos comprometemos con una teoría de la
escolarización que toma partido y está ligada a una lucha por una vida
cualitativamente mejor, mediante la construcción de una sociedad basada en
relaciones no explotadoras y en la justicia social. En tal sentido, nos
reconocemos en el paradigma educativo de la Pedagogía Crítica Transformadora,
a partir de la cual comprendemos al docente como un actor que estudia,
interpreta, critica y es agente de transformación que contribuye, desde su
espacio y particularidad como sujeto social, a la reconfiguración del
movimiento popular y de trabajadores en su lucha por la emancipación de la
opresión-explotación del actual sistema económico social.
Sobre la propuesta organizativa, la principal tarea del actual momento
histórico es impulsar la unidad. Para ello nos proponemos contribuir al
fortalecimiento de la organización sindical y gremial en vista a la creación de
un gran Frente Nacional de Trabajadores de la Educación.
En cuanto a nuestras demandas, se sintetizan en la idea de sustraer la
educación y los docentes del mercado y avanzar en la reconstrucción de un
sistema nacional de educación pública estatal de carácter desconcentrado con
participación resolutiva desde las comunidades educativas. EL FIN A LA
SUBVENCIÓN Y A LA FIGURA DE SOSTENEDOR.
—•—
Para finalizar, quisiera agradecer a la Editorial América en Movimiento y,
particularmente, a Ignacio Ponce, quien nos propuso escribir este libro. Sin su
iniciativa, tesón y disciplina, este libro jamás se hubiese publicado. A él y a los
compañeros y compañeras que están detrás de la Editorial, la gratitud de todos
los docentes de Chile. También agradecemos a nuestros colegas y compañeros
John Uberuaga y Angiara Aedo por compartir las fotografías que forman parte
de este libro y que son testimonio de algunos pasajes de nuestras luchas.
Nuestro actual sistema educativo se caracteriza por ser uno de los más
privatizados del mundo. En nuestro país la educación no es un derecho, sino
más bien una mercancía. La matrícula promedio de la escuela primaria pública
de los países OCDE es de 90%, en Finlandia 98%, Reino Unido 95% y Estados
Unidos 91%. En Chile, dicho indicador alcanza apenas un 37%. ¿Cómo se
explica todo esto?, ¿cuál es el punto de origen y cómo ha sido su desarrollo?
Para comprender las características fundamentales de nuestro actual
sistema escolar, debemos recurrir a los sucesos derivados del Golpe de Estado
del 11 de septiembre de 1973. Como sabemos, la dictadura del general Pinochet
restableció en el país la dominación de las clases acomodadas e históricamente
privilegiadas, que atravesaban por una grave crisis bajo el gobierno de la
Unidad Popular.
El proyecto impuesto por la dictadura y la derecha refundó nuestro país
estructuralmente. Su mayor triunfo fue lograr crear una capacidad de visión
intelectual y moral, que ha logrado un conformismo rotundo en nuestra
sociedad. Tal cuestión no operó por gracia divina. Por el contrario, obedeció a
una política deliberada que, acompañada de Terrorismo de Estado, hizo
prácticamente imposible enfrentarla.
Uno de los ejes de la transformación fue el sistema educacional. No solo se
modificaron sus instituciones. Lejos de aquello, la dictadura rompió con toda la
concepción republicana de la educación que estaba presente desde la creación
del Estado Nacional. De ahí que Carlos Ruiz sostenga que durante los años 80,
la educación chilena pasa de la república al mercado.
El contenido antipatriótico del modelo educacional impuesto por Pinochet se
fundó, como veremos, en planteamientos de ideólogos extranjeros de
raigambre estadounidense. Este hecho, no deja de sorprender.
Esta verdadera contrarrevolución educativa neoliberal, a nuestro juicio
contempla dos grandes etapas: i) la primera, fundacional, corresponde a la
implantación de las nuevas visiones educacionales –fines de la década de los
70– con sus consiguientes correcciones y marco jurídico, ii) la segunda, de
consolidación por medio de correcciones manteniendo intacta la lógica general,
se sitúa aproximadamente desde la revolución pingüina (año 2006) hasta la
actualidad. Los momentos de reforma que vivenciamos, impulsados por la
Nueva Mayoría, conciernen al cierre de esta segunda fase reimpulso estructural
del modelo. Existe, por tanto, una línea de continuidad entre la dictadura y los
gobiernos postdictatoriales en torno a los pilares que sostienen la educación de
mercado.2
Hemos sostenido con fuerza la idea según la cual, toda educación y sistema
escolar que aspire a fomentar las potencialidades del ser humano, solo podrá
concretarse fuera de los marcos del neoliberalismo y más concretamente, del
capitalismo como sistema de organización social, económica y cultural.
De esta radical definición, se sigue que el Movimiento por la Unidad Docente
pretende contribuir a transformar la realidad con el fin de crear una nueva
educación y sistema escolar para lo cual, en primer lugar, aporta a mejorar las
condiciones de vida y de trabajo de todos los docentes del país, como del
conjunto de los trabajadores de la educación.
Ante esto cabe preguntarse: ¿cuál es el rol de los docentes en la
transformación radical de la actual sociedad?
La respuesta a esta interrogante, supone precisar la labor de la educación en
la sociedad. Al respecto, brevemente indiquemos que las sociedades disponen
de mecanismos materiales y culturales para su reproducción, sin los cuales,
simplemente, no podrían seguir existiendo, es decir, son mecanismos vitales.
Dentro de los segundos –es decir, culturales– se reconoce a la educación y
al sistema escolar. Indicar únicamente a los mecanismos de producción e
intercambio material (venta de fuerza de trabajo y explotación de los seres
humanos) con el fin de explicar el funcionamiento de la sociedad capitalista es
insuficiente (Mészáros). Una cuestión fundamental de toda sociedad, es la
reproducción correcta de las acciones de los individuos. En este marco, la
educación formal institucionalizada juega un rol insustituible, aunque debemos
reconocerlo, es solo un segmento de la cuestión puesto que hoy los agentes de
socialización que con fuerza han emergido –incluso diríamos tensionando a la
escuela– son los medios de comunicación de masas, internet y las tics en
general.
Con lo anterior queremos subrayar que al referir a la educación, estamos
apuntando a la formación humana entendida en el sentido más amplio, es decir,
no solo a aquella situada en la escuela.
Sin embargo, dado que el sistema educativo formal es parte de las
condiciones de reproducción cultural de toda sociedad, no se puede obviar el
análisis de su función. Entonces, ¿cómo contribuye la escuela a la reproducción
cultural de la sociedad, en nuestro caso, capitalista neoliberal?
Primero. Reproduciendo a gran escala las múltiples habilidades y
conocimientos sin los cuales la actividad productiva del país no podría
proseguir.
Segundo. Produciendo y reproduciendo el cuadro de valores que legitima los
intereses de los sectores y clases dominantes.
De esta manera, la dominación, la desigualdad, la discriminación y la
explotación no se perpetúan espontáneas ni automáticamente. Logran
mantenerse porque los sujetos interiorizan y adoptan en la escuela, las
perspectivas generales de la sociedad. De esta manera, los individuos
contribuyen a sostener la concepción de mundo de quienes dominan.
El sistema escolar, en consecuencia, lejos de ser neutro, como hemos
sostenido majaderamente, es una pieza del proceso de acumulación del capital
y de creación de un consenso que hace posible la reproducción del sistema a
gran escala, siendo en definitiva, un mecanismo para su perpetuación.
Sin embargo, de lo anterior no se sigue mecánicamente que la escuela y sus
agentes estén imposibilitados de contribuir a los procesos de transformación.
La PCT ha demostrado que por más constreñido que estemos los maestros, el
sistema educativo es una dimensión fundamental para, potencialmente,
contribuir a poner en tensión la dominación.
A partir de este último punto emerge un problema fundamental referido al
cambio social y al cambio educativo: ¿hay que transformar la sociedad para que
sea realidad la transformación de la educación o, el orden ha de ser inverso,
vale decir, transformamos primero la educación y desde ahí la sociedad?, ¿qué
es primero? Esta dicotomía entre cambiar las conciencias o cambiar la realidad
ha tenido una manifestación intensa dentro de la izquierda y el movimiento de
la clase trabajadora en general. Debate ante el cual debemos asumir una
postura.
A juicio del educador Fernández Enguita, se trata de una falsa dicotomía,
puesto que los cambios se dan de manera dialéctica. Para apoyar esta tesis se
citan las siguientes reflexiones de Marx:
Por una parte es necesario cambiar las condiciones sociales para crear un
nuevo sistema de enseñanza; por otra parte, hace falta un sistema de
enseñanza nuevo para poder cambiar las condiciones sociales.
Pero la clave, a nuestro juicio, para una superación dialéctica de la
disyuntiva, la encontramos en las tesis sobre Feuerbach. Allí se sostiene:
La teoría materialista del cambio de las circunstancias y de la educación
olvida que las circunstancias se hacen cambiar precisamente por los
hombres y que el propio educador necesita ser educado. La coincidencia
de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana o
cambio de los hombres mismos, solo puede concebirse y entenderse
racionalmente como práctica revolucionaria.
Es decir, nuestra acción por transformar la realidad nos transforma a
nosotros mismos; el estar organizados y luchando, nos reeduca
permanentemente.
Es en la praxis donde se verifica la coincidencia entre cambios de las
circunstancias (de la realidad) y del hombre.
Sin perjuicio del punto anterior, que refiere a la concepción de educación en
general, debemos ser claros en el hecho que la transformación del sistema
escolar, vale decir, la educación institucionalizada, solo se modifica
estructuralmente luego de un proceso político que permite que los explotados y
oprimidos se hagan del control del Estado y, desde ahí, se impulse una nueva
escolarización.
En resumen. Hemos dicho:
Primero: que la educación juega un rol insustituible en la reproducción
cultural; nuestra sociedad, capitalista, existe en la medida que los individuos,
generación tras generación, adoptan los valores, conocimientos y habilidades
de los sectores dominantes.
Segundo: Si bien la educación y el sistema escolar juegan un rol en la
reproducción de la dominación, desde una perspectiva filosófica dialéctica
entendemos que a través de la praxis, los seres humanos transformamos la
realidad y al mismo tiempo, nos transformamos nosotros como seres humanos.
Los educadores nos reeducamos permanentemente.
Tercero: La educación cumple la función de formar a los seres humanos que
lucharán y transformarán las circunstancias para crear un nuevo sistema
escolar.
Pues bien, despejada la función de la educación y el sistema escolar en la
transformación social, volvamos a nuestra pregunta inicial: ¿cuál es el rol de los
docentes en la transformación radical de la actual sociedad? ¿cuál es el rol de
los docentes para lograr la concreción del sistema escolar que soñamos? ¿cuál
es la relevancia de los docentes?
Desde el punto de vista cualitativo ya lo señalamos. El magisterio es una
pieza gravitante del aparato educativo que a su vez es un instrumento de
reproducción ideológica de la sociedad. Desde acá se construye la hegemonía.
Por lo tanto, nuestro trabajo como docentes es extremadamente trascendental.
Sin nuestro concurso, la sociedad no asegura su reproducción cultural. Y dado
que muchos nos revelamos a ser “gendarmes ideológicos” (Núñez) entramos en
conflicto con los intereses de los grupos dominantes, por lo que el sistema
educativo se convierte en un escenario de lucha social.
Cuantitativamente, constituimos uno de los mayores gremios, superando los
200.000 maestros en el país. En términos de estructura económica nos situamos
en el sector terciario de servicios.
Si bien no constituimos una clase social, sociológicamente nos ubicamos
dentro del complejo concepto de capas medias. El grueso provenimos de
familias que solo terminaron la educación media, por lo que somos las primeras
generaciones que ingresaron a la educación superior.
Sin perjuicio de lo anterior, poseemos una condición objetiva de asalariados
(la inmensa mayoría, por más que ciertos sectores intenten instalar en la
opinión pública lo contrario, no somos propietarios de las escuelas y debemos
vender nuestra fuerza de trabajo por un salario). Junto a esta situación, vivimos
la precarización y la flexibilidad laboral, problemática que se comparte con el
conjunto de la clase trabajadora del país.
Desde tal heterogeneidad objetiva se desprenden dos importantes aspectos.
En primer lugar, no existe ninguna esencia innata que permita suponer que los
docentes tenemos intereses per se, con la clase trabajadora chilena y con los
procesos de transformación social. Segundo, la intención de vincularse y
formar parte de un gran proceso de transformación social responde a una
racionalidad y una voluntad política.
En este marco, pensamos que el rol de los docentes en el actual momento
socio-histórico, definido por una lenta rearticulación del movimiento de
trabajadores, no es materializar un nuevo sistema educativo ni la nueva
escuela. Nuestro rol es contribuir a crear las condiciones de una lucha por una
nueva educación. Lucha que debe ser asumida por el conjunto del pueblo
chileno, pero cuya responsabilidad inicial recae en nosotros los docentes. Solo
una vez que el pueblo en su conjunto conquiste el poder, el magisterio pasará a
luchar por la concreción de una nueva educación. Solo ahí, el maestro como
sujeto social, será el transformador y creador de la nueva escuela.
Desde el punto de vista histórico, las organizaciones de los profesores han
sido muy relevantes en el desarrollo del movimiento popular en su lucha por
construir un nuevo sistema escolar. Basta recordar la lucha emprendida en la
década de 1920, en plena crisis de la dominación oligárquica, por la Asociación
General de Educadores de Chile que aglutinaba a los docentes primarios. Esta
fue capaz de presentar al país su proyecto integral de refundación de la
educación, cuestión que posibilitó que Luis Gómez Catalán, dirigente de la
asociación en 1927, fuese designado Jefe de Departamento de Educación
Primaria del Estado de Chile.
A lo anterior podemos agregar la relevancia histórica del proyecto educativo
de la Escuela Nacional Unificada impulsado por Salvador Allende que, si bien
nunca llegó a implementarse, deja entrever la relevancia de los docentes en las
coyunturas de crisis de dominación y en el comienzo de la construcción de una
nueva sociedad. No en vano la derecha utilizó a la ENU para desatar grandes
movilizaciones desestabilizadoras en contra del gobierno popular.
Y de manera más cercana, encontramos la experiencia de la Asociación
Gremial de Educadores de Chile, AGECH, organización que fue
extremadamente relevante en las movilizaciones que buscaban restaurar la
democracia en el país y denunciar las políticas de privatización de la educación
impuestas por la dictadura.
Los maestros, por tanto, cumplimos un rol gravitante tanto al interior del
aula como fuera de ella. De ahí nuestra profunda convicción en la capacidad
humana, intelectual y moral en cada uno de los docentes del país para asumir
los desafíos que los actuales momentos exigen.
Cuarta parte
A MODO DE EPÍLOGO:
UN PRÓLOGO PARA LA ACCIÓN
DOCENTE
X. POR EL FRENTE NACIONAL DE TRABAJADORES
DE LA EDUCACIÓN
34
ALEJANDRA LIZANA OSSANDÓN**
CONTEXTO
De manera inmediata a su envío al Parlamento, la Ley de Inclusión despertó
a empresarios de la educación, sostenedores de colegios particulares
subvencionados y voces de la derecha política, quienes reaccionaron críticos a
este proyecto y las amenazas que vislumbraban para sus intereses particulares.
Mediante la Confederación de Padres y Apoderados (CONFEPA), lograron
extender y masificar su discurso y generar un clima de incertidumbre que se
tradujo en determinadas manifestaciones que, lejos de defender la educación
chilena, velaban por resguardar el negocio de quienes por años han lucrado con
este Derecho Social.
Pero ¿Existía realmente esa amenaza?, ¿Acaso el gobierno quería acabar con
la educación particular subvencionada como denunciaban estos sectores?
Claramente no, es más, el despacho de este proyecto antes de abordar el tema
central de la Educación Pública (desmunicipalización), es una evidente muestra
de la intención del gobierno por “regular” y perpetuar un sistema
mayoritariamente privado en donde coexistieran proyectos “públicos” y
privados, asegurando así el financiamiento y fortalecimiento de la educación
particular subvencionada. Pese a esto, se realizaron maniobras de las distintas
bancadas de modo que los principales interlocutores con el Gobierno y el
Parlamento durante la discusión de esta Ley fuesen, precisamente, los
empresarios de la Educación. Esto, sumado a que el principal período de
discusión se realizó de manera paralela a las grandes movilizaciones del
profesorado por la Agenda Corta y la Carrera Docente, permitió que esta ley se
promulgase en mayo del 2015 sin mayor resistencia por parte del movimiento
social y con pleno respaldo de los sectores más conservadores de la política
chilena.
EN SÍNTESIS
Por todo lo expuesto, y muchos otros elementos técnicos que contiene esta
ley y que se aterrizarán en los reglamentos aún no conocidos, es que afirmamos
que la crítica a la Ley de Inclusión va más allá de las polémicas alzadas por los
medios de comunicación (por ejemplo, si es correcto o no que los estudiantes
usen uniforme y cumplan determinadas normas), la mirada debe ir a los
sustentos políticos e ideológicos que la sostienen. Este proyecto de Inclusión
tiene solo el nombre, la verdadera Inclusión Escolar va más allá de los
márgenes de la escuela, se construye de la mano con una profunda
transformación social donde se garantice los derechos sociales básicos de todos
y todas, en conjunto con una participación continua y vinculante. Este es el
horizonte que nos impulsa a cuestionarnos constantemente qué educación
necesitamos para la sociedad que anhelamos construir.
3.* Este artículo sintetiza una mirada crítica sobre la Ley de Inclusión. La autora es Profesora de
Educación Básica y participante activa del área sindical del Movimiento por la Unidad Docente.
Además, es Presidenta de la Federación Nacional de Trabajadores de la Educación (FENATED)
4.** Presidenta de la Federación Nacional de Trabajadores de la Educación (FENATED) y Encargada
Nacional Sindical del MUD.
XII. HACIA LA “GUETIFICACIÓN” DE LA EDUCACIÓN
PÚBLICA Y LA CONSOLIDACIÓN DEL MERCADO*
34
MARÍA LORETO SERRA RODRÍGUEZ**
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
Freire, Paulo. Pedagogía del Oprimido. Siglo XXI, Editores S.A. Argentina.
2008.
Freire, Paulo. Educación como práctica de la libertad. Siglo XXI, Editores
S.A. Argentina 2008.
Giroux, Henrry. Profesores como intelectuales transformadores. Siglo
XXI, 1998.
McLaren, Peter. La Enseñanza contra el Capitalismo Global y el Nuevo
Imperialismo. Una pedagogía. Editorial Popular.
McLaren, Peter. La vida en las escuelas. Una introducción a la pedagogía
crítica en los fundamentos de la educación. Siglo XXI Editores, 1998.
Movimiento por la Unidad Docente: Cuadernos de formación interna: la
pedagogía critica.
Huerta-Charles, Luis: Acercando la pedagogía crítica a las aulas. Revista
Educación: los profesores tenemos mucho que decir N° 5.
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 12